Ferrara Orestes. El Papa Borgia5
Ferrara Orestes. El Papa Borgia5
Ferrara Orestes. El Papa Borgia5
"LA NAVE
I
EDICION
D o s e n c u a d e m a c i o n e s a elegir.
En rstica: Cubierta a dos colores
Encuadernada e n tela, estampada
en oro.
EL PAPA ALEJANDRO VI
( T o m a d o d e u n f r e s c o d e P i n t u r i o c h i o e n l a s Salas B o r g i a d e l V a t i c a n o . )
ORBSTES FERRARA
EL PAPA
WENCIA.-28 - MADEIP
DEL' MbSMO AUTOR :
PROBLEMAS DE LA PAZ.
(Traducida al ingls)
MAQUIAVELO.
T H E PRVATE C O R R E S P O N D E N T OF N I C H O L A S MACHIAVEL.
(Publicada en ingls)
(Publicada en ingls)
ES PROPIEDAD
Derechos reservados para
i o d o s los pases
PRINTED IN SPAIN
LA NAVE.
ttj
ORESTES FERRARA
ORESTES FERRARA ^
dificilsimos(1912); embajador extraordinario en el Brasil (1926); em-
bajador en Washington (1926-1932); encargado de una misin especial
en el Japn (1929); ministro de Negocios Extranjeros (1932-3); miem-
bro d la Comisin cubana en la Conferencia Internacional Econmica y
Financiera de Londres (1933); miembro de la Convencin Constituyen-
te que dict la actual Constitucin cubana; representante de Cuba en la
Asamblea y en el Consejo de. la Sociedad de las Naciones, en Ginebra;
abogado jurisconsulto de varias de las ms importantes Compaas nor-
teamericanas... Desde 1940, Orestes Ferrara es Delegado Especial de
Cuba en Europa, y su presencia en Espaa, donde pasa largas tempo-
radas, la est aprovechando para dar los ltimos toques a un importan-
tsimo estudio, ya casiterminado, sobre Isabel la Catlica.
Adems de sus obras de importancia, relacionadas en otro lugar
de este libro, Ferrara ha derramado prdigamente su talento en mil
artculos, como lo hace a diario en sus conversaciones, escritos princi-
palmente en el peridico de su propiedad y direccin, El Heraldo Cu-
bano, el ms importante diario poltico de Cuba; en la Revue Politique
et Parlamentaire, la Revue Bleue, The North American Review, Current
History, To-day, Pan-Ameriean Bulletin, etc.
Diplomtico, estadista, jurisconsulto, historiador: en las cuatro ca-
rreras ha descollado Orestes Ferrara internacionalmente. No es fcil
lograr tal cosa. No, no es fcil, en verdad, para un jurisperito cubano
que le llamen de Francia para dictaminar sobre un asunto legal en el
que.se ventilaban intereses enormes; no es fcil para un diplomtico
arreglar satisfactoriamente en setenta y dos horas una situacin de omi-
nosa tensin internacional con un solo discurso, breve, viril y sincero,
pronunciado ante los atestados escaos del Parlamento yanqui (hecho
entonces sin precedente), y una conversacin de doce minutos con el
secretario de Negocios Extranjeros en Wshington. No es fcil levan-
tarse en el Palacio de la Sociedad de las Naciones, como lo hizo Fe-
rrara en una muy sonada intervencin, cuando rebosaba el edificio de
optimismo y bullicio y planes para lo por venir, y profetizar el fracaso
de la Sociedad si sta se empeaba en adelantarse a los tiempos y eri-
girse en superestado en lugar de tender a ser un organismo de colabo-
racin universal. Y con igual claridad de visin se alz de su asiento
12 NOTA DEL EDITOR
durante la Conferencia Econmica de Londres para decir: Los fines
internacionales de esta asamblea no pueden alcanzarse en el actual pe-
rodo histrico. Pese a la buenta voluntad de cuantos aqu estamos re
unidos, fallarn todos los esfuerzos y malgastaremos nuestro tiempo,
pues ocurre que hoy los Estados persiguen dos polticas divergentes y
contrarias: una, en las conferencias como sta, en donde la buena vo-
luntad es innegable, y otra, en las cancilleras de cada nacin. Y aque-
llos buenos seores continuaron discutiendo entre ellos varias semanas,
con excelente voluntad, para luego fracasar rotundamente por los mo-
tivos indicados por Ferrara.
As ha sido siempre la vida de Ferrara. En su conversacin par-
ticular, desde los escaos de una asamblea pblica, sentado en el silln
de una Academia o en su despacho de diplomtico, cuando ha visto
u odo algo equivocado, algo inexacto, ha agarrado los brazos de su
asiento, se ha retrepado, ha hundido la cabeza en el pecho y, sin cuidar
de las consecuencias de su actitud honrada, ha dicho: No;, eso no es
as. Y con increble regularidad, Orestes Ferrara, Amigo de la Verdad,
ha demostrado luego tener razn.
LA NAVE.
PROLOGO
M L poner ante los ojos del lector espaol, en esta hora pattica de
\ Europa, la figura de Alejandro VI; el mostrar al ensangrentado
resplandor crepuscular de este atardecer histrico del Continente
la imponente silueta del Papa Borgia, personaje apasionante cuya memo-
ria, falseada por enemigos certeros y por historiadores desaprensivos,
sirvi para decorar los orgenes de. nuestra leyenda negra, no es sola-
mente romper una lanza por la verdad, sino hacerlo en el momento en
que ms til puede ser esta verdad a los intereses del Espritu y a los de
nuestra Patria, tan identificados con aqullos.
Como catlicos y como espaoles, la rehabilitacin de este Pontfice, f
que de modo tan rotundo lleva a cabo la fra e. inconmovible objetividad
procesal del historiador Ferrara, no puede parecemos sino imprescindi-
ble y oportunsima en momentos en que Europa se enfra y agoniza,
sufriendo las postreras consecuencias de ms de siglo y medio de enve-
nenamientos doctrinales, y en que Espaa-que acaba justamente de
desangrarse por la restauracin de valores eternosespera escuchar a
un tiempo la hora que seale el fin de la lucha y la de su bien ganada
redencin. Y como esta hora ha de ser, en juicio nuestro, y contra una
opinin muy extendida, la del robustecimiento del Papado y su autorir
dad rectora sobre un mundo en que han de retoar los particularismos
polticos, que de momento parecen a punto de. disolverse o de agruparse
en grandes zonas de semejantes o idnticas modalidades ideolgicas, pero
que, con mayores o menores rodeos y artificios, provienen todas del te-
rreno mental del 89, en ella no puede sernos indiferente el resurgimien-
14 PRLOGO
to, y precisamente de la mano de figura tan relevante como el Pontfice
valenciano, de aquella parcela gloriosa de nuestro pasado que, a caballo
sobre dos siglos, abarca reconquista y unidad, descubrimientos y pol-
tica peninsular y europea...
Alejandro VI, con su irreprochable ortodoxia y su gran talento pol-
tico, con su equilibrado espaolismo y su intuicin italiansima ocupa
un puestoal considerar por entero su carrera eclesistica^casi crono-
lgicamente central en la cadena de Papas que va de Nicols V a Ju-
lio II; es decir, y para hablar en nuestro lenguaje nacional, desde las
convulsiones que anuncian l alba de Isabel y de Fernando, hasta el
declinar de la estrella francesa en Novara, que tambin anuncia el adve-
nimiento triunfal de Carlos de Habsburgo.
Por ello, elaborando su extraordinario porvenir o presidiendo ya la
Catolicidad en tal convulso y fecundo perodo de tiempo, la silueta de
Rodrigo Borgia, de la que nos leg el Pinturicchio tan rico y. apasio-
nante testimonio y en que se acusa al hombre robusto moral y fsica-
mente capaz de torcer el curso de la Historia, si este concepto pudiera
tener alguna interpretacin esotrica, debe convertrsenos en una silueta
familiar a los espaoles de hoy, limpia y destacada sobre el fondo de
unos acontecimientos que, al discurrir tumultuosamente por el cauce na-
cional, preparando el paso de otros y otros, hasta nuestros das, hasta
.nuestras vidas-, que irn tambin a (da mar del morir, como cant el
poeta.
Hace ya cerca de dos aos acompabamos por las calles de la Ciu-
dad Eterna los despojos mortales de aquel gran Monarca que se llam
Alfonso XIII, para depositarlos entre los muros de la espaolsima igle-
sia de Santa Mara de Monserrat y, precisamente, en la capilla de San
Diego de Alcal, en que ya reposaban desde finales del siglo XIX Ca-
lixto III y Alejandro VI, los dos Papas Borgia, si bien sus restos lleva-
ban, por aquel entonces olvidados, dos siglos y medio en los subterr-
neos de esta iglesia que la piedad de Seores catalanes y aragoneses
acert a elevar en 1495... En 1495!... \El ao de la invasin de Car-
los VIII, de su coronamiento en Npoles, de la rotura del tratado de
Barcelonaees chiffons de papier, de la Liga de Venecia, de
Fornoyo, en fin!... El Papa tena ya sesenta y tres aos y haca tres
PROLOGO 15
que ocupaba la Silla de San Pedro. Por primera vez fu entonces cuan-
do se habl del veneno de los Borgia, de la cantarella que tanto juego
ha dado hasta nuestros das. Realmente, un poco tarde para doctorarse
en el crimen.
Fu en este ao 1495, ilustrado por l talento poltico del Rey Cat-
lico y por la espada de Gonzalo de Crdoba, decamos, cuando se edi-
fic la iglesia de .Va Monserrato que iba, andando l tiempo, a osten-
tar en sendos monumentos funerarios los tres nombres de dos Papas
y un Rey que hoy mueven a piedad y meditacin a los visitantes espa-
oles. Tan reciente.olorosa y sangrante todavala historia del ltimo
Prncipe que rein en nuestra Patria, con su visin militar que nos dio
la soberana de un rincn de Marruecos, con su intuicin poltica que
ech los cimientos del gran bloque espiritual de la hispanidad, nos mos-
tr el Atlntico sur como mare nostrumde portugueses y espao-
. les, y nos di y predic la neutralidad en las guerras de Europa, con
su cruz de calumnias que barri el viento y de amarguras que la muerte
disolvi, no dejaba de ser inquietante para la conciencia pura y falsa-
mente informada del peregrino nacional ese nombre de Borgia campean-
do en la media luz de la capilla sobre el nombre sin mcula de Alfon-
so XIII... La obra de Orestes Ferrara viene, tras de otros intentos
literarios de restablecer en este punto la justicia de la Historia, sin timi-
dez alguna y armada d todas armas, a disipar esos temores, a sosegar
esas inquietudes, a hacer brillar el sol de la autenticidad sobre el nom-
bre. ilustre tan mal trado por la leyenda.
Hay en la vida profusa de Alejandro VI tres aspectos que, si se
superponen o entremezclan para integrar la gran figura histrica, pue-
den y deben ser objeto de atencin separada: el humano, el religioso
y el poltico. Ser hombre, y hombre pertenecientejiudtzogda clase social,'
significaba, en aquel ^itonces, entregarse sin reservas a UTmjvidajjue,
casi sin atenuacin alguna, era desenfreno de placeres, de lujo, de ambi-
cin de riquezas y de autoridad^l!e~exacerbacin esttica e intelectual,
pero, al mismo tiempo, de exaltacin de los lazos familiares. Ser poltico
no era, por regla general, otra cosa que permanecer atento a todas las
posibilidades cotidianas, beber con ansia en la realidad de cada hora,
aguzar los sentidos y pensar en el propio encumbramiento, sin olvidar
16 PROLOG f:
ni un instante el de los suyos... Ser religioso, ah, ser religioso era otf ~
cosa muy distinta en esencia, aunque el investido del sagrado ministerio -
tuviese, por fuerza, que moverse poltica y personalmente en el interior
de una sociedad de cuyas caractersticas y procedimientos no poda des- | >,.
ligarse en absoluto. El Papa, Soberano espiritual, era al mismo tiempo J:
no hay que olvidarloun Prncipe temporal; era un hombre que,
arrancado de una vida en que las disciplinas eclesisticas no haban ?.< <Y
logrado, en la mayora de los casos, desarraigar las exigencias de un;
medio social privilegiado, se vea encumbrado a un puesto en que, inelu
diblemente, haba de defenderse, contra todo gnero de asechanzas, en! *
que haba de triunfar contra la intriga y la traicin, casi permanentes. ph
Seores feudales sometidos al juego del feudalismo, los Pontfices, situa-
dos en l corazn de una Italia dividida en pequeos^ pasjes_y_sojuzgqda
jwrjamias poderosas,^tiwierorujuna_y_eZ-Vasado.Ml-g,ran-Gi&rna_-y ce-
rradala tarea de lo^CnneiliosT--que--dcdicazse-JiJa. construccin de un 1 1
fuerte poder temporal, sin_el cual hubierjULjl^sstar_siempre sometidos
y humillados por vecinos ms poderosos, armonizando la obra ecum-
nica, catlica, con la de simples Prncipes italianos y teniendo de modo
ms o menos claro, acentuado y persistente, la visin de una Italia uni-
ficada al servicio de los altos intereses de la Iglesia: actuando, en una
palabra, tanto o ms que con las llaves de San Pedro, con la espada de
San Pablo...
Tpico producto de la poca, los Borgias, cuya ascensin en el cielo
vaticano comienza con Calixto III, to de Rodrigo, se abren paso mer-
ced al tacto de codos familiar, lo que no excluye, naturalmente, sus
mritos iniciales, sostenidos y crecientes. Pero el nepotismo, 'que fu
la primera acusacin que cay sobre la familia espaola, se puede admi-
y tir por razones del tipo de las que se acaban de exponer, como lo hacen
$ muy calificados historiadores, y entre ellos Cario Castiglioni, en su
~ reciente. Storia dei Papi, con estas palabras: El nepotismo de los
Pontfices se justifica, en parte, por la necesidad que sentan de rodearse
de personas adictas e interesadas en sostenerlos en el gobierno del Esta-
do contra los turbulentos seores usurpadores de los cargos y de las
tierras estatales. El encumbramiento de las familias no era, pues, deber
>
que respondiese a aquella simplicidad de sentimientos humanitarios, ma-
mm
PROLOGO
nifestada por Lorenzo el Magnfico, sino estrategia fundamental del
gobernante de todas las pocas, a la que no fueron nunca, por comple-
to, ajenos los jefes absolutos o populares de la antigedad clsica, ni los
dspotas del Renacimiento, ni Reyes de derecho divino, ni otros ilustres
Papas, ni, ms recientemente, aunque con menos elegancia y justifica-
cin, las democracias y los regmenes totalitarios.
Pero Calixto, cuyo pensamiento central es la cruzada contra el tur-
co, la reconquista de Constantinopla y de los Sanios Lugares, tropieza
contra la inercia de los Prncipes cristianos, quienes, no teniendo como
l la doble investidura, se preocupan principalmente de sus problemas
personales. Su nepotismo no le impide consumirse en la llama divina
de su misin sobrenatural, mientras su gran amigo Alfonso V de Ara-
gn, que reina en Npoles, guerrea contra Genova pretende obtener
del Pontfice que reconozca como sucesor a su bastardo Ferrante, lo que
no logra, pese al vnculo afectivo, pues a su muerte, en 1458-que es
tambin el ao de la muerte de Su Santidad, Calixto III publica una
Bula declarando vacante el trono y decretandocomo jefe feudal del
pas-que los napolitanos no podrn prestar juramento a otro Prncipe
que el que l mismo apruebe para el caso. No es todava el Dictatus
Papaey> de Gregorio VII; Felipe III, reacio a la Cruzada, no ir a Ca-
nosa como su antecesor, Enrique IV, pero es ya el camino de retorno a
un programa de reorganizacin europea, en el que consumir su vida
pontifical Alejandro VI, quien ya fallar altos pleitos internacionales,
como el del reparto de las tierras por descubrir en el Mar Ocano, o
tendr concepciones polticas de la mxima envergadura, como la de la
defensa de Italia contra el ultramontano, o la de su unificacin, para
mayor esplendor de la Iglesia de Cristo.
Al ser elevado al solio pontificio Eneas Silvio Piccolotnini, acababa
de cumplir el Cardenal Rodrigo Borgia veinticinco aos y de ser nom-
brado Vice-Canciller de la Iglesia, altsimo puesto que conserv a pavs
de los pontificados de Po II, Paulo II, Sixto IV e Inocencio VIII, y su
brillante ascensin eclesistica haba sido antes jalonada por la conce-
sin de beneficios por Nicols V y de otras distinciones por Eugenio IV.
Su puesto, el perfeccionamiento de sus talentos mltiples y su indiscu-
tida y creciente capacidad de emocin religiosa, le destinaban de un
18 PROLOGO
modo cierto para ocupar el inmediato y supremo escaln de la jerarqua,
y, como dice muy intencionadamente Ferrara, no pudiendo Calixto 111
elegir su sucesor como un buen Prncipe temporal, se cre un here-
dero en potencia, introduciendo as, comentamos nosotros, el mximo
posible factor humano en la divina decisin.
Defendida con todo gnero de pruebas documentales la silueta del
hombre y exaltada su piedad, casi insuperable, en las deliciosas pginas
que el lector va a recorrer vidamente con sus ojos fatigados de tanta
historia frivola o partidaria, no queremosaunque el seor Ferrara
trate tambin con claridad magistral estos aspectosdejar pasar sin
atencin por nuestra parte la ingente obra poltica del Cardenal de
Oporto, iniciada a los cuarenta aos de edad, con la misin que le con-
fi'Sixto IVun Della Rover ecerca de las Cortes de Castilla, Aragn
y Portugal. Corra el ao de 1472 cuando el Vice-Canciller de la Iglesia,
provisto de tantos poderes y revestido de tanta autoridad como jams
Legado a latere alguno pudo ostentar, zarp de Ostia con rumbo a su
tierra natal de Valencia. Cmo dudar que su viaje era mucho ms pol-
tico que religioso y que en decidir esta primaca sobre los intereses de
la Cruzada en proyecto intervino directamente Rodrigo?
Espaa luchaba con el rabe, pero tambin se conmova intensa-
mente en la anarqua precursora del gran acto unitario. Doce aos antes
haba dejado de existir el gran paladn de Cristo que se llam Enrique
el Navegante, dejando en el aire la flecha que ira a clavarse en el
ndico, junto al corazn del Islam. Luis XI intervena en la poltica pen-
insular, y ya pugnaban por golpearse las espadas que haban en Toro
de dar al traste con la inseguridad dinstica nacida de la querella fami-
liar y de la falsa postura cannica de los futuros Reyes Catlicos. Era
preciso crear una Espaa fuerte junto a un Portugalhijo predilecto de
la Iglesia desde su nacimiento (1)fraterno y poderoso, bajo un mismo
cielo limpio de nubes... Encontramos, pues, al Cardenal espaol en los
albores de la unidad y de la grandeza de su Patria, como le hemos de
encontrar, veintin aos ms tarde, en el comienzo de su pontificado,
L A F A M A
Los Borgia, no obstante los crmenes que se les atribuyen, son inters gene-
ral en los
hijos predilectos de la Historia. La tragedia en la cual se les presenta Borgia.
como principales actores ha aumentado el inters pblico por sus pro-
porciones horrendas, cual, en opuesto sentido de imponderable bien,
acontece con la inextinguible piedad y el supremo amor de San Fran-
cisco de Ass. El Papa Alejandro, y sus hijos Csar y Lucrecia espe-
cialmente, han recibido el homenaje de muchos cerebros que en larga
fatiga estudiaron sus gestos y siguieron sus actos, investigando los
mviles y los pormenores todos de su vida. Dentro de esta dedicacin
contiiua, los errores, las exageraciones, las tergiversaciones de los he-
chos son constantes; pero no por ello el esfuerzo mental ha sido me-
nos grande. Pocos personajes a lo largo de los anales de la vida han
sido objeto de tanto estudio. Con los Borgia, adems, se ha creado el
tipo de una era.
Nosotros hablamos de tiempos borgianos y de poca borgiana, Tiempos bor-
gianos.
no slo como de una cosa del pasado, sino como de algo que define m-
todos de gobierno y estados sociales. El nombrejcBorgia es, en lg_vjfja_
diaria, sinnimo de veneno y asesinato, astucia malvola, incesto y fra-
tricidio,-- engao^consaiite; y, dentro de la Iglesia, es expresin de
pM ^
simona, nepotismo, negacin de fe, y hasta de la idea de Dios. Segn li
la opinin general, el perodo, relativamente breve, en que el Papa Ale-
jandro VI estuvo sentado sobre la silla de San Pedro, es de abomina-
26 ORESTES FERRARA
cin, a la cual los hombres de otras pocas sealadas de infamia podrn
acercarse, pero nunca alcanzarla; y constituye un ejemplo que atrae a
todos los hombres de codicia y de bajas pasiones, llevndolos a usar
formas perversas, an peores que sus fines malvados. Si, como muchos
equivocadamente opinaron, Maquiavelo fu el terico de mtodos re-
pulsivos a las conciencias honradas, los Borgia representaron la mal-
dad en accin.
Rodrigo Llansol, despus de haber sido hombre de armas, en quien
se confunda el caballero con el bandido abusivo y violento, cambi'
el nombre de Llansol por el de Borgia y tom los hbitos religiosos
a instancia de su to, el Papa Calixto III, que le hizo Cardenal en contra
de la voluntad del Sacro Colegio. El nuevo Cardenal vivi una vida
crapulosa, en que el libertinaje competa con una inapagable sed de
dinero, y, hecho audaz por el xito, compr el Conclave cardenalicio
a la muerte de Inocencio VIII, hacindose elegir. Papa. En su alta jerar-
qua, y bajo el nombre de Alejandro VI, asesin a muchos de sus
antiguos compaeros consistoriales por medio de un veneno llamado la
cantarella, e igual suerte hizo sufrir a otros; lanz a su hijo Csar a
las ms miserables aventuras; fu incestuoso, en competencia con (i
propio Csar, gozando de la perversa Lucrecia; se apropi del dine-
ro de todas sus vctimas; nunca mantuvo la fe jurada, concurriendo
desde las sombras, maravilloso simulador, con sus consejos perversos,
a las matanzas que se atribuyen a su hijo, al cual sigui amando, y le
elev a los mayores honores, a pesar de ver constantemente en l
al siniestro asesino de su otro hijo, el Duque de Ganda. Priv de paz
a la Europa de aquel entonces; rob a la Iglesia los bienes temporales
que posea, para darlos a Csar, y arrebat a un gran nmero de Prn-
cipes sus ciudades, sus castillos, sus casas; muri, al fin, vctima de
su propio veneno, al querer suprimir por este medio, para apagar su
constante sed de dinero, a un Cardenal, en la misma hora en que ste
le daba amable hospitalidad y a otros purpurados. Como todos le
haban temido y todos estaban inseguros del maana mientras l vi-
viera, su muerte fu para Europa y para Roma una gran liberacin.
Todo esto es la historia de los Borgia en sus grandes lneas, se-
gn ha llegado a nosotros, historia que, despus de haber salido
EL PAPA BORGIA ' 27
de la pluma de los. escritores, se ha transformado en tradicin popu-
lar, en drama y hasta en morbosa emotividad potica. Es la leyenda
negra que se forja, caprichosamente en muchos sucesos de la Historia.
Someter a un proceso de revisin las ideas tradicionales resulta Cmo
difcil. La Historia es arte y ciencia, y cuando estas dos manifestacio- e r
nes de la mente concurren sobre un mismo estudio, la primera, que
representa la lenta adaptacin de los gustos colectivos al mundo del
espritu, triunfa sobre la segunda, formada por clculos y exmenes
individuales con fines puramente objetivos. Volver a estudiar a Ale-
jandro VI sobre los documentos originales y examinar la formacin
de la leyenda en cada caso, o, mejor dicho, en cada delito; reducir a
las proporciones reales, ayudado por una crtica imparcial, los actos
considerados monstruosos, es, en cierto modo, hacer caer una ilusin,
destruir un conjunto artstico que ha hecho palpitar a autores y lec-
tores, dramaturgos y pblico, y en estos ltimos tiempos, a las masas
infantiles de los cines.
Mas lo cierto es que esta realidad palpitante, transmitida hasta nos-
otros por la communis opinio, es una creacin fantstica. Lo cierto es
que sta que creemos historia de los Borgia, es leyenda formada, tan-
to por los hombres de la poca como por los escritores posteriores.
Leyenda poco a poco elaborada, como sucede con todas ellas. Pai
hacerla verosmil se han aadido paulatinamente hechos imaginarios
a hechos ciertos; aumentado luego su volumen; convertido hiptesis
en realidades, y, al final, ya a distancia de siglos, se ha dramatizado
todo el conjunto. La historia de Alejandro VI, como nos ha sido trans-
mitida, pese a cuatro siglos de errneas afirmaciones y a la creencia
general consiguiente, es un tejido de falsedades y de incongruencias,
que se revelan slo cuando se vuelve a los documentos de aquel tiempo,
bajo la influencia de una sana crtica. Entonces, los delitos que se
le atribuyen caen al menor examen, ms an que por falta de prue-
bas, por la evidente imposibilidad de que el acusado los realizara.
Las agrias censuras polticas, al contacto de la verdad, se deben trocar
en alabanzas, pues no hubo durante el Renacimiento quien tuviese un
concepto de la libertad de la Iglesia, de los Estados y de los indivi-
duos ms alto que l, y quien tuviese una nocin ms cabal del. dao
O RESTES FERRARA
l
El verdadero
Papa Borgia.
porfiadamente tratara de evitar con inteligencia y habilidad el funesto
dominio extranjero y las divisiones y rivalidades en Italia.
Alejandro VI fu hombre jovial, perspicaz, sereno, sano de cuerpo
y de mente. Por haber vivido cerca de medio siglo en Roma y du-
rante casi toda su existencia en la organizacin eclesistica, haba
adquirido un gran espritu de disciplina y un respeto sagrado, supe-
rior a toda otra consideracin, por los intereses de la Iglesia Catlica.
Era un sacerdote, en el sentido ms exclusivo de la palabra: tran-
sigente en toda cosa humana, pero rgido en cuanto a aquello que
tocara los privilegios seculares de su religin, abogando siempre por
sus fuerzas y prestigio. fjxg_gl tipo delcura poltico, siendo miedoso
personalmente, pero fuerte hasta el herosmo en la defensa de la gran
institucin cuyo timn le haba sido confiado. Sobrio, modesto y sen-
cillo en todo lo personal de su vida ntima, se elevaba a una pompa
desmedida, como sin medida humana eran en su mente, los cargos
que ocupaba en las funciones pblicas; mostraba una altanera des-
deosa cuando por sus labios hablaba el Cardenal, luego el Pont-
fice, mientras en la intimidad defenda sus ideas casi con humildad,
olvidndose de sus cargos, animado slo por el deseo de convencer.
Conocedor de las cuestiones del mundo de su poca y de las nece-
sidades de la Iglesia, trat de prevenir los males que luego deban
afligir a Italia durante los siglos posteriores. Si su poltica de equili-
brio internacional, que en las crisis haca inclinar siempre a .su fa-
vor, usando la fuerza espiritual del Papado, hubiese continuado sien-
do la poltica vaticana, y no la destruyera con sus inconsultas vehe-
mencias Julio II, la Iglesia y su sede se hubieran ahorrado muchos
dolores.
Con ms xito que en Italia evit en otros pases graves dificul-
tades, como en el caso de Espaa, en donde concurri eficazmente a
favorecer la unidad nacional, y en el de las Amricas, en donde fij
la lnea divisoria de las conquistas. Hizo en el campo puramente ecle-
sistico un programa de reformas religiosas, no mejorado despus ni
por la Reforma ni por la Contrarreforma, siendo el gran precursor
EL PAPA BORGIA . 29
30 O RE S T E S F E RRA RA
del pasado y del presente es tambin un factor histrico que debe
tener su razn de ser. Examinarlo con precedencia al relato de los
hechos, nos ayudar a comprenderlos.
Las causas de Los Borgia eran espaoles. Dos Borgias fueron Papas a distan-
te fama de los c i.a _ r , . r i 3
Borgia. Su na- de no muchos anos. Ser Papa entonces significaba tener un poder
cionalidad. temporal, o sea, ser Prncipe con mando sobre un rico territorio. Signi-
i\j ficaba recibir tributos de los ms opuestos rincones del mundo cris-
^ ! tiano. Y en la concepcin de la Iglesia romana supona ser el gober-
^ nante supremo del mundo, el padre de los Prncipes y el de los Reyes
'1 _ y el Vicario de Jesucristo nuestro Salvador sobre la tierra. Como
todos los Prncipes, adems, los Papas eran nepotistas, favoreciendo
a sus familiares, a sus rompafriotna y tambin a sus 'amRus-y35Hguo3
protegidos. Los plebeyos no han sido ms tarde diferentes de los
Prncipes y de los Papas, pues al advenimiento de la Democracia, los
hombres polticos turnantes en el Poder han sido y son los que han
beneficiado y benefician a sus amigos y parientes con la dominacin
momentnea que la urna les concede. La eleccin del Conclave daba
al elegido la potestad de distribuir ad libitum beneficios, prebendas y
favores vacantes. En consecuencia, con todo nuevo Papa entraba en
el Poder el grupo de familiares, amigos y coadyuvantes que le haban
seguido en su vida privada y en su carrera. Esto era considerado como
natural y normal. Aquel espritu artstico y elegante que fu Lorenzo
el Magnfico, consider no slo un derecho, sino un deber del Papa
dar a los suyos honores y bienestar, pues lo contrario, segn l, no
constituye una virtud, sino falta de afecto y de sentimientos hu-
manos (1).
As, pues, con el primero como con el segundo Borgia,' Espaa en-
traba en el Vaticano, y, en efecto, los Borgia entraron en Roma con
sus cohortes de catalanes, como eran llamados entonces los espao-
les en Italia. Y es de advertir que si para Roma todo extranjero era
poco apreciado, el cataln era odiado. Los italianos en general teman
a los franceses y no transigan con los alemanes, pero aborrecan a los
. ' . ' - '"UvfeiS
34 O RESTES FERRARA
nentemente italiana, e italianos tambin su cultura y sus hbitos men-
tales.
En la vida pblica, que es mezcla de intereses y de sentimientos,
nada irrita tanto como el intruso advenedizo, real o supuesto. Eneas
Silvio Piccolomini, Papa l tambin, dej escrito que los italianos esta-
ban dispuestos a obedecer a sus compatriotas, pero no a los extranje-
ros. Alejandro VI era un extranjero, a pesar de haber vivido en Espa-
a slo hasta los dieciocho aos y todo el resto en Italia, y, por tanto,
independientemente de sus condiciones personales, no poda ser estima-
do y menos querido; era, adems, espaol, de un pueblo entonces
odiado. Como el to, erudito, era llamado el Papa brbaro, l, de
noble linaje, fu calificado de Papa marrano.
Es muy cierto que al ser electo Alejandro VI, de una reputa-
cin bien cimentada de hombre de sabidura y de prctica, fu muy
aclamado; su elevacin al cargo se consider como la terminacin
del gobierno de las camarillas irresponsables. Pero los aplausos de la
primera hora son siempre de triste augurio para los gobernantes. Pasa-
do el entusiasmo, el nuevo Papa volvi a ser el cataln intruso que
usurpaba, con los suyos, las riquezas de Italia.
Si Calixto III se hizo en parte tolerar y, por tanto, olvidar, sea
por la brevedad de su Pontificado, sea por el programa que tuvo, dedi-
cado todo a preparar una Cruzada contra el turco, Alejandro VI, con
varonil audacia, llev los odios al paroxismo, querer transformar
a, su manera el sistema poltico de la tierra que o era suya, guiado
por el concepto de la universalidad de la Iglesia y de sus necesida-
des permanentes, y, sobre todo, por su fuerte y vigoroso tempera-
mento.
Esta actitud que asumi es la verdadera causa determinante del
origen de la injusta fama que deprime su memoria.
L
programa El programa poltico del nuevo Papa aparece claro desde el pri-
poltico del
Papa.
mer momento. En Roma debe gobernar el Papa. Las facciones deben
desaparecer. Ni el Papa necesita el apoyo de las grandes casas, ni
stas deben ser poderosas. No importa que Lorenzo Valle haya en-
contrado que la famosa donacin del Emperador Constantino es fal-
sa y que Roma no pertenece jurdicamente al sucesor de Pedro. El
EL PAPA BORGIA gj
hecho real es que Roma, abandonada por la autoridad civil en tiempo
del Imperio, qued bajo la jurisdiccin del Obispo de Roma (el Papa),
como aconteci despus en tantas otras ciudades europeas duran-
te el bajo medievo. Fuera de Roma, Alejandro VI igualmente en-
tiende que en las tradicionales posesiones de la Iglesia debe tam-
bin gobernar el Papa, reivindicando las tierras a los llamados
vicarios.
El Rey franco Pepino el Breve, despus de haber expulsado a los
longobardos del exarcado de Ravena y la Pentpolis, los cuales a
su vez los haban usurpado del Emperador romano de Oriente, con-
ceda ambos territorios al Sumo Pontfice. No importa en este caso,
como en la donacin de Constantino, que Pepino no tuviese un de-
recho legal preexistente a su conquista. La Iglesia acepta en lo ecle-
sistico los principios morales inmanentes, pero en el campo de sus
derechos temporales se ve obligada a reconocer que lafugiza*ea-
derechos y que el tiempo los consolida. Si el Papa ppsee estos bie-
nes temporales de derecho, debe poseerlos de hecho, y si no ejerce la
autoridad debida, no slo deja de cumplir con su primordial obliga-
cin de defensor de la Iglesia, sino que abandona poblaciones enteras,
que confan en l, a la ferocidad y rapia de tiranos clsicos, como los
Baglioni, Bentivogli, Malatesta, Varano, Oliverotto de Fermo, etc. Este
pensamiento no es exclusivo de Alejandro VI, sino de los Papas pre-
cedentes, que trataron en ocasiones de hacerlo prevalecer, pero la
fuerza de los usurpadores fu superior a la de los Papas.
Los vicarios haban ocupado ciudades, tierras y fortalezas con la
fuerza, el asesinato, la astucia y por concesiones papales. Poco a poco
se haban independizado virtualmente de Roma. Deseosos de llevar
una vida de lujo y de placeres, esquilmaban y tiranizaban a sus pue-
blos. Eran seores feudales, que ya en Italia, como en las monarquas
ultramontanas, representaban una clase usurpadora, que si un da
fu til para la guerra defendiendo en una hora suprema los inte-
reses de todos, hoy sobreviven a tiempos superados, y por no ser rga-
nos tiles, se han degenerado, siguiendo en su arte de la. guerra como
antes, pero vendindose al mejor postor y haciendo de la traicin su
principal fuente de bienestar y de riqueza. El nuevo representante
36 O RESTES FERRARA
de 'Dios en la tierra decide su exterminio desde los primeros mo-
mentos para el da en que tenga fuerzas adecuadas (1).
En el resto del mundo, Alejandro VI no desea invasiones, defien-
de el statu quo, y, mediante el equilibrio de las fuerzas materiales,
aspira a que la fuerza moral del Papado, aunque declinado por la
formacin de los Estados con base jurdica y por la menor fe religio-
sa de los pueblos, sea suprema en la hora de las grandes decisiones,
ya que no puede serlo permanentemente.
Las conse- Un programa de este gnero resulta contrario a todos; va en
CUe
'programa contra de los Reyes de Europa, especialmente los de Francia y Es-
poltico. paa, que sobre la decadencia del Imperio romanogermnico estaban
fundando un nuevo imperialismo conquistador; va contra Venecia,
potencia italiana de una importancia nica, que precisamente entonces
aspiraba a un gran Estado en tierra firme, ya que el turco la iba
expulsando de las posesiones martimas; va contra el reino de Npo-
les, a la sazn bajo el insaciable Ferrante I, que desea apropiarse
Benevento y unir su reino con el territorio de Florencia para do-
minar el norte de Italia. Sobre todo, amenaza en su propia existencia
a las grandes casas principescas de Roma y a las an ms numerosas
del centro de Italia, que al mismo tiempo eran las ms ricas, las ms
agresivas, las que tenan a sueldo a las mejores tropas y a los ms
exquisitos poetas y brillantes escritores de la Pennsula.
En guerra con los poderosos, se aventur igualmente, luchando so-
^ | bre dos frentes, a reprimir los abusos del populacho y el crimen.
I comn. Mantuvo estrictamente el imperio de la ley sobre las clases,
bajas que, si haban sido objeto de continuos vejmenes, gozaban, sin
embargo, como en todo Estado tirnico, de abusiva tolerancia, mien-
<
' tras no lesionaban los intereses o los caprichos del Seor del cual
dependan. Organiz la administracin de la ciudad, expuls a los
i hombres armados que se venan a vender como mercanca preciada
EL PAPA BORGIA
sobre aquel mercado de revueltas; persigui a los malhechores, que
entr tanta confusin moral y tanta falta de autoridad eran protegi-
dos por las mismas vctimas.
Este programa de fuerza, rpidamente aplicado, iba principalmen-
te contra los elementos italianos de arriba y de abajo. El autor del
mismo era un extranjero, y por aadidura, de una supuesta raza in-
ferior. El orden, como el desorden, rompe costumbres y lesiona inte-
reses; aplicado rpida y totalmente, es siempre causa de impopula-
ridad.
Las casas romanas combatieron a este Papa en campo abierto La injuria
como arma
con fortuna varia; pero principalmente le combatieron propagando no- de lucha.
ticias falsas para deshonrarle. Para vencerle haba que destruir su
autoridad moral, ya que su fuerza resida en el alto prestigio de su
cargo. Los antiguos coronaban de flores a las vctimas antes de llevar-
las al suplicio; en los perodos en que los hombres abandonan los
principios para gobernarse al da, a las vctimas se les llena de fango.
Roma se sinti sacudida. El descontento contra este gobernante,
que quera dominar con mano fuerte, empez a extenderse desde la
urbe al resto de Italia, y luego pas los Alpes. El nepotismo papal
ofreci un lado dbil a los atacantes, y empezaron los se dice, se
rumore, es opinin general. Los diplomticos acreditados cerca
de la Corte papal, para satisfacer el vido espritu de intriga de sus
Seores, recogan estos rumores con beneplcito, pues el Papa Ies haca
sentir todo el peso de su indiscutible superioridad mental.
El mundo reaccion rpidamente contra la poltica del nuevo El mundo
contra el
Pontfice. Los Orsini y los Colonna y las otras familias, contendientes Papa.
seculares tienen ahora un enemigo comn, y los vemos, en una hora,
pelear en las mismas filas. El Rey Ferrante de Npoles, expresin de
todo abuso y tirana, se trueca en moralista, porque el Papa le detie-
ne en su avance contra los Estados de la Iglesia, y escribe una carta
a los Reyes Catlicos, que denuncia la vida privada de Alejandro VI,
Los venecianos, para difamar al Papa, se unen a los tiranos de la Ro-
maa, que oprimen aquellas tierras, y denuncian contra toda tica
al Rey de Francia las relaciones y tratos secretos que tienen con la
Corte de Roma. Los florentinos, comerciantes tranquilos, ven sinies-
40 O RESTES FERRARA
;
(1) FLEURY : Hist. Eccles., Lib. XLIII, nmero 17.
1
-
C
ji\ll
PAPA BORGIA
Entre todos estos documentos as hechos o alterados, contempo- Una
rneos o posteriores, hay uno que ha tenido gran preponderancia. Se
trata de un papel histrico afortunado, como hay tantos otros en el
curso de los siglos. Su fortuna debe atribuirse a que es la primera
tentativa de biografa de Alejandro VI. Es annimo y se encuentra
en diferentes bibliotecas, pero los textos no coinciden. Los copistas
han hecho en stos su obra habitual de interpolacin y cambio. Los
escritores serios, en general, no lo citan por pudor, pero lo copian.
Su ttulo es: Vida de Don Rodrigo Borgia, luego Papa Alejandro VI,
y de Csar Borgia y hermanos, hijos de dicho Pontfice, junto con las
memorias de los ms secretos acontecimientos que sucedieron duran-
te el mencionado Pontificado, el todo tomado de los manuscritos de
la Biblioteca Vaticana. En este breve trabajo estn sintetizados todos
los supuestos crmenes del Papa y su familia en forma orgnica, til-
sima al historiador literario que desea ofrecer en bella prosa hechos por
otros examinados que sean de gusto del lector. Y, sin embargo, no
puede haber un documento ms errneo, confeccionado con menos
cuidado, ms contrario en su relato a todo lo que es conocido por
pruebas irrefutables de la familia-Borgia. Todo resulta antihistrico.
En efecto: pone en la escena del mundo al padre Rodrigo Borgia aos
despus de su muerte; presenta al joven Rodrigo de bandido en los
campos espaoles en las mismas horas en que reciba cargos ecle-
sisticos; a los dieciocho aos le sita en la direccin de algunos ne-,
gocios, cuando se hallaba en Roma o en Bolonia estudiando; luego e
hace abogado en Espaa, y ms tarde hombre de guerra. Como si
toda esta actividad no fuese suficiente para un joven, le nombra paje
del Rey Alfonso V de Aragn. Sigue mantenindole a los veintiocho
aos en Espaa, cuando sabido es por documentos incontrastables que
en esta edad era ya Cardenal y resida en Roma. Las relaciones con la
Vannozza las sita igualmente en Espaa, en una intrigada madeja
amorosa en que Rodrigo es presentado como amante de una madre
y de dos hijas a la vez. Calixto III, desconociendo cuanto pasaba, se-
gn el escritor annimo le hace Cardenal; pero Calixto, aade, mu-
ri estando Rodrigo todava en Espaa y el Cnclave eligi a... Ino-
cencio VIII. El libelista suprime as a tres Pontfices: Po II, Pau-
42 O RESTES FERRARA
lo II y Sixto IV. Coronando todas estas falsedades histricas, se
hallan los asesinatos, el veneno, los incestos, etc., etc., que fueron
fielmente tomados por los historiadores de la primera poca y legados,
il ya con autoridad de grandes nombres, a los historiadores posteriores.
TES- Estas aberraciones no podan escribirse sino en un momento en
que toda calumnia en contra de Borgia era premiada. El annimo
autor haba escrito para provocar quiz la hilaridad 3e algn seor
que le pagaba o le protega, desconociendo el xito que haba de tener
su obra en el curso del tiempo. Su trabajo no tena pretensiones
histricas; era un mero libelo, dirigido ciertamente a persona inte-
resada.
Otros docu- , Otros documentos han influido en mayor o menor grado sobre
infamantes. I a fama de los Borgia, y especialmente de Alejandro VI. Aparte
Pontano y Sanazzaro, que no relatan hechos, sino lanzan injurias,
consideramos que tres fuentes de informacin han servido ms si-
niestramente a esta labor de demolicin moral. El Diario de Infes-
sura, que trata de los primeros tiempos de Alejandro VI. De esta
obra basta decir, para calificarla, que Muratori quera excluir su pu-
blicacin de la Coleccin de los Rer&m Italicorum Scriptores, por con-
siderarla poco respetuosa con la verdad. La Carta a Silvio Savelli,
trabajo igualmente annimo, que finge escribirse a Savelli, a la sa-
zn refugiado en Alemania, al cual el Papa haba quitado sus bienes
y desterrado. Alejandro VI ley este documento rindose de su con-
tenido, tan absurdo le pareci!..., y ms tarde recibi en Roma
a este mismo Savelli, siendo probable que hasta le protegiera con una
pensin. Y, por ltimo, la correspondencia diplomtica de Giustinian,
que toda ella revela la ciega animosidad de este representante de Ve-
necia contra el Papa Borgia y los suyos.
Los autores de estos tres trabajos, como ms tarde Giovio, Guic-
ciardini, Bembo y otros, son hijos del ambiente. Aqullos no eran
tiempos de crtica racional, que no debe confundirse con la dialctica.
Influencia La muerte de Julio II Jy las desgracias de la Iglesia bajo otros
de la Reforma . , . ... ,
y Contrarre- Papas, lejos de traer un proceso de revisin equilibrado y tranquilo,
forma. c o m o poda esperarse despus de tantos agravios sufridos, y de par-
te de una posteridad que, si bien cercana, era menos interesada que
EL PAPA BORGIA gj
los contemporneos, provoc en cambio mayores exageraciones ca-
lumniosas, pues pasado el tiempo, la fantasa no tuvo como barrera el
pudor intelectual del que conoce los hechos. La reaccin mstica, por
la cual pas la Humanidad al tiempo de la Reforma y de la Contrarre-
forma, necesitaba encarnar en hombres la' poca de realismo re-
volucionario que todos maldecan. Y a los Borgia sucedi, como
ya hemos dicho, lo que a Maquiavelo. Los dos nombres estn re-
unidos en efecto. Este fu considerado como el terico de los aos en
que, a juicio de los msticos, se negaba a Dios y toda moral humana,
y los Borgia como los actores principales.
No es extrao que en este ambiente, y bajo estas influencias E^sig^ XiX
psicolgicas, se haya llegado hasta el siglo XIX. En ese siglo, la crti- histrica.
ca histrica hubiera debido hacer una gran obra de rectificacin, por-
que los hechos empezaron a salir de los archivos en forma de docu-
mentos autnticos. Pero es preciso tener en cuenta que, en su prime-
ra fase, la historiografa moderna, confiada a estudiosos tcnicos y a
investigadores, ha debido aceptar la documentacin del pasado, ms
en razn de su cantidad que de su calidad. El descubrimiento de un
documento, aunque singular y aislado, resulta ser la verdad absoluta.
As, a manera de ejemplo, cuando Ranke lea en los archivos polvo-
rientos de Venecia la relacin del veneciano Capello, que trataba de
su legacin en Roma, la tomaba como una pieza fehaciente de una
fuerza probatoria absoluta. No pensaba el gran historiador, ni poda
pensarlo, que tal relacin al pasar por el cerebro y la pluma de Sau-
do haba perdido probablemente su primera forma, pues Saudo no
es siempre exacto en las reproducciones de los documentos; no supo-
na que ste y aqul eran venecianos de una poca en que los Bor-
gia se oponan al espritu imperialista de la serensima Repblica y
que, adems, en esta relacin, Capello habla de hechos que no haba
conocido directamente, por no estar en Roma cuando se realizaron,
ni en funciones de Orador o Embajador, ni de otro modo. Ranke sin-
ti los mismos entusiasmos negadores de toda crtica que sentira
quien leyera hoy un documento de Pilato a propsito de Cristo, o una
oracin de Hortensio sobre la vida de Cicern.
Slo cuando la documentacin se vuelve abundante viene el cote-
44 O RESTES FERRARA
jo crtico entre las distintas piezas probatorias, y slo entonces la cr-
tica histrica tiene medios de intervenir.
Revisiii his- Si la modernidad quiere conocer las cosas del pasado tal cuales
tonca. ^ tjene q
u e r o n s e g U j r u n S0 1 0 mtodo:
U e librarse de las preocupacio-
nes seculares, examinar los hechos en sus fuentes y agruparlos con un
criterio de sana crtica. Este mtodo es conocido sin duda, pero no
es fcil de usarse. La opinin general que aun hoy es adversa a los
Borgia por un lado, y las tantas falsificaciones que se han hecho, y la
obra destructiva del tiempo sobre papeles tiles por otro lado, no
facilitan una labor de reconstruccin de la verdad. Sin embargo, con
un cuidadoso anlisis puede presentarse a Alejandro VI en su aspec-
to real, y sobre su figura histrica.
Al considerar que su nacionalidad espaola no le favoreci en
el Papado y que el Renacimiento, por la agitacin de los espri-
tus, no era un escenario del cual se poda salir indemne, no hemos
querido aportar una prueba de su inocencia en el proceso histrico
que se le ha hecho. Tampoco hemos pretendido examinar como ele-
mento de defensa su tendencia poltica, que le pone frente a todos,
provocando a que todos se pusieran frente a l, esgrimiendo en la
lucha el arma del rumor calumnioso, en boga en aquel tiempo, como
lo refiere el propio Savonarola (1). La enemistad del que fu virtual-
rycnt'e su sucesor inmediato, Julio II, y de Ttodos~los Prncipes itaia-
\ nos y_extranjeros que dominaban la inteligencia de la poca, no es
prueba concluyente de_por s sola de que no_cometi especficos actos
reprobables. Y menos lo es el hecho extraordinario celaT "aceptacin
unnime por escritores de noble alcurnia intelectual de relatos an-
nimos en los cuales, a pesar de los siglos, se revela el libelista a suel-
do. Todo esto lo alegamos como explicacin de la fama de los Bor-
gia en abstracto, y debe servirnos slo para tener nuestro espritu
libre de prevenciones al examinar las fases sucesivas de la vida de
este Papa. Todo esto- debe hacernos comprender que el triste renom-
bre alcanzado no es indiscutiblemente debido a los hechos de su
LA JUVENTUD
EL PAPA BORGIA
jos tambin sus actos, no es necesario lijarles el origen y las etapas de
sus vidas, en cambio, a los hombres que- permanecen en el escenario
secular hay que esclarecerlos con una publicidad que se extiende a
hechos secundarios o sin importancia, al parecer. Por ello quiso que
trece testigos, bajo juramento, consignaran que Rodrigo era hijo de
los nobles Yofre de Borja e Isabel de Borja, y que naci durante eJ
mes de julio, a medianoche, en la casa y zagun que est en la pla-
za que tomaba su nombre del de los Borjas. Estos testigos adems
dijeron, para indicar el grado de nobleza de Yofre de Borja, que te-
na cuatro caballos y que su hijo Rodrigo, a los ocho aos, iba por la
ciudad caballero en una haquilla, y por ltimo, que a la muerte
de Yofre, cuando Rodrigo tena solamente diez aos, toda la familia
se traslad a Valencia (1).
El alto cargo de Alejandro VI, esta clara informacin y otras pos-
teriores, no han evitado, sin embargo, muchos errores sobre su naci-
miento y sus primeros aos. Es de inters notar que los escritores que
han acusado a este Papa de tantos delitos de intencin que es siem-
pre difcil escudriar, no conocen, en cambio, su verdadero nombre,
su edad exacta, su temprana entrada en las rdenes eclesisticas, sus
cambios de residencia, hechos todos ciertamente ms fciles de averi-
guar que algunos otros, misteriosos o ntimos por su naturaleza.
El nombre de Alejandro VI fu Rodrigo de Borja, italianizado Los apellidos.
en Borgia.- Pero desde el continuador de Platina hasta Frederick
Barn Corvo, incluyendo escritores de la importancia de Reumont y
Von Pastor, la gran mayora de los que han tratado de los Borgia han
afirmado que el apellido usado era el de la madre, habiendo sido
adoptado por Rodrigo para obtener mayores favores de su to ma-
terno, que luego ascendi al Papado tomando el nombre de Calix-
to III. Fu el continuador de Platina el primero que neg a Rodri-
go el nombre de Borgia, para darle el de Rodrigo Lanzol (2). Este
error procede de una confusin, porque otro sobrino del Papa Ca-
* u l oH f ' - p ?
50 ORE ST E S FE BRARA
y Alejandro VI crean en el origen real, y que los Soberanos espao-
les aceptaron, muerto Calixto, antes de que Alejandro fuera Papa,
el enlace de un familiar de ellos con un Borja, y que el escudo del
frustrado Rey don Pedro de Atars, descendiente a su vez del Rey
Ramrez, coincide con el usado por los Borja.
Cualquiera que sea la verdad, oscurecida por el tiempo, el jo-
ven Rodrigo naci noble y rico, y el padre, como en todas las
familias de su linaje, le haba destinado a la vida eclesistica por
no ser el primer varn de su descendencia.
No se puede hablar de nio prodigio en el caso del Papa Bor-
gia, porque sus antiguos conciudadanos no encontraron ni en la hora
de gloria en que suba al Papado recuerdo alguno de excepcionales
cualidades. *
Los primeros Rodrigo Borgia naci en el 1432 (1). A los diez aos, como hemos
aos.
indicado, se traslad de Jtiva a Valencia; y a los quince ya lo en-
contramos recibiendo por una Bula papal la autorizacin de aceptar al-
tos oficios administrativos y dignidades eclesisticas (2). Con posterio-
ridad le vemos cubierto de beneficios por el Papa Nicols V, y por
una Bula dictada por ste, pero confirmatoria de otra precedente, de-
bemos suponer que tambin antes de los quince aos recibiera favo-
res del Papa Eugenio IV. Su entrada en la Iglesia debe asignarse a
una fecha bastante anterior a los quince aos, probablemente a los sie-
te, lmite mnimo de edad impuesto por los cnones.
(1) Diferentes Bulas del Papa Nicols V tratan del joven Rodrigo. A
las prebendas que le daba el Cardenal Alfonso Borgia se aadan los bene-
ficios papales. En sta que le autoriza a residir fuera de la sede de 6us
beneficios, el Papa dice que autoriza al cannigo de Valencia, su hijo di-
lecto, seu in Roma curia residendo, aut in Literarum Studio.
(2) B E C C H E T T I ha incurrido en este error: Istoria dei quatro ultimi se-
coli della Chiesa, tomo VI, pg. 217. Otros escritores repiten las mismas pa-
labras d Becchetti. Pero G R E C O R O V I U S le supone en dicha Universidad de
Bolonia durante siete aos.
(3) Del Majno, cual orador de Miln, al congratular a Alejandro por su
eleccin pontifical, en discurso pomposo y apologtico indica que el Papa,
a la sazn, haba estado en Italia cuarenta y cuatro aos.
(4) En una Bula de Nicols V se dice que en el ao 1453 Rodrigo
de Boria estudia en Bolonia. Archivo Secreto Vatic. Regesto 428.Nico-
lai V de Curia, libro XXIII, folio 75. La parte referente a la investigacin
de los archivos del Vaticano la tomamos de P E T E R DE Roo, obra ya citada.
Omitiremos en el futuro esta indicacin, pero deseamos que conste nuestra
gratitud al cuidadoso investigador.
J J J A . . . -
52 O RESTES FERRARA
cho, como Von Pastor estima, para su primer viaje a esta ciudad, sino
para un viaje posterior.
Los estudios. Alejandro VI, sin duda, hizo estudios muy serios en Bolonia
durante cerca de siete aos. En esta Universidad queda un documen-
to en el cual se consigna la aprobacin de sus estudios de Derecho
y unas notas marginales que indican las fechas en que fu nombra-
/ do Cardenal, en que fu electo Papa y la de su muerte. Estas notas
son- de una poca posterior, o sea, de cuando los Borgia haban ad-
quirido su triste renombre. La ltima dice: Mortuus est 1503, Au-
gusti, et sepultus in inferno. Los escritores coetneos manifiestan que
el futuro Papa fu graduado con todos los honores, y lo cierto es
que Alejandro VI fu muy versado en cuestiones cannicas y que es-
cribi trabajos muy apreciados en bastante temprana edad (1).
Sin tener en cuenta su correspondencia con Savonarola ni las
cartas a los hermanos franciscanos, que son muchas y voluminosas,
as como las cartas a los rutenos para que abandonasen el rito or-
todoxo, todos documentos de gran valor cannico, Alejandro VI ha
dejado a la posteridad dos publicaciones en defensa de la Fe: una
con el ttulo Clipeus Defensionis Fidei Sanctae Romanae Ecclesiae, y
otra, Constitutiones Ecclesiasticae. Tambin escribi dos libros, el
primero ms extenso que el segundo, sobre organizacin eclesistica,
y otros trabajos menores.
En resumen: lo que hemos indicado, que es lo nico que existe
de histrico en tal perodo, prueba que Rodrigo de Borgia entr en
la carrera eclesistica desde muy temprana edad, en la cual, gracias
a su to Cardenal, recibi constantemente beneficios o cargos ecle-
sisticos, con la remuneracin consiguiente. Resulta igualmente que a
los diecisiete aos obtuvo autorizacin papal para seguir cobrando
estos beneficios, a pesar de no estar en el lugar de los cargos que se
los proporcionaban y de residir o en Roma cerca del Cardenal Bor-
gia o en una Universidad. Y que, en efecto, ms tarde, le encontra-
mos en la Universidad de Bolonia. Todo esto, podemos decir con frase
^ |
EL PAPA BORGIA 53
curialesca, est probado con documentos fehacientes que no admi-
ten prueba en contrario. Pero la leyenda no poda faltar. El afortuna- \
do documento que ha servido de base a la gran mayora de los escri-
tores para crear esta familia legendaria del crimen, tambin sobre este
primer perodo de la vida de Alejandro VI, prueba al mismo tiempo
la fantasa de.su autor y su propsito calumnioso. Sobre la gua de
este documento, muchos escritores modernos, desde el siglo XVIII,
no anteriormente, han consignado como hecho incontrovertible que
el joven Rodrigo de Borgia, antes de ser eclesistico, o en un perodo
en que interrumpi su carrera, haba sido hombre de armas y que
haba viajado extensamente. Y han agregado que luego, cambiando
la espada por la toga, se haba hecho jurista, defendiendo casos dif-
ciles con sutil habilidad (1).
Mas el caso trgico no poda faltar a la niez del Papa Borgia. El La inv<
documento aludido consigna que Rodrigo, a los doce aos, mat a crimen
otro nio de su misma edad, pero de inferior condicin social. El
ataque, que fu feroz, prueba doblemente sus malos instintos, pues
con un pual infiri mltiples heridas en el bajo vientre de la vctima,
buscando el lugar apropiado para producir el mayor dao. La causa
no pudo ser ms nimia, como convena a la figura del gran criminal
histrico, siendo debida a simples palabras irrespetuosas. El padre de
Rodrigo no le castig, ni tampoco l ley (2). El autor de esta fantas-
magora hace preceder este cuento trgico con un se dice. Los es-
critores modernos, que lo han copiado de segunda o tercera mano, su-
primen la indicacin dubitativa.
Cundo y cmo hubiera podido ser condottiere, a la manera es-
paola, en la pensnula ibrica, y en qu perodo abogado ilustre de-
fendiendo casos judiciales ante las Cortes de Valencia, no lo sabe-
mos, ni es fcil imaginarlo. Eclesistico desde la niez. En Italia, a los
diecisiete aos o poco ms. En Bolonia, a los deciocho, o irrefuta-
54 OBESTES FERRARA
blemente a los veintiuno. Cardenal a los veinticuatro aos. Adems,
Alejandro VI, por rara casualidad, a diferencia de Julio II, ha hecho
constar su desconocimiento en cuestiones de guerra. En cartas a Prn-
cipes o en conversaciones en diferentes tiempos, dej consignado que
habiendo sido eclesistico desde su niez y durante toda su vida, no
entenda de materia blica.
La eleccin de Papa derCaIixto III determin la fortuna del so-
brino Rodrigo, a la sazn en la Universidad de Bolonia. El Colegio
cardenalicio,^ despus de una dura lucha entre dos fuertes contendien-
tes, escogi en transaccin al viejo _Caidenal Alfonso de Borgia, a cau-
sa de su avanzada edad de setenta y seis aos. Los aspirantes al pa-
pado aplazaban a veces la lucha de este modo, en la esperanza de que
el interregno fuese breve, como auguraba la vejez del nuevo electo,
que en este caso dur tres aos. Pero Rodrigo Borgia, de clrigo
que gozaba de una alta proteccin, pas a ser pariente del Papa;
de un prncipe temporal que una la ms alta autoridad espiritual del
mundo, al mando efectivo de un territorio; y como consecuencia, se
apresur a volver desde Bolonia a Roma, pero el Papa le reintegr a sus
estudios, asegurndole que mientras tanto l se ocupara de su porve-
nir. En efecto, los ricos beneficios empezaron a caer sobre su cabeza
con prodigalidad extraordinaria.
Beneficios ne- El Papa Calixto III fu electo' el 8 de abril de 1455, el 20 fu co-
potistas.
ronado, y ya el 10 de mayo haba nombrado a este sobrino suyo pro-
tonotario apostlico, alto cargo a las directas rdenes del Vaticano.
Poco despus ra enero del siguiente ao, le hace presbtero y can-
.
nigo en la Catedral de las dos dicesis reunidas de Segovia y Albarra-
cn, y ms tarde le concede la parroquia de Cuart, en la dicesis de
sT
Valencia. Estas concesiones se hicieron en consideracin a las virtu-
des del beneficiado y por los servicios que presta a la Iglesia y al
Papa. .Rodrigo era simplemente un joven serio y estudioso a la_sazn,
que_se preparaba para el doctorado; pero el nepotismo encontraba f-
ciles y bellas palabras parajustficarse (1).
EL CARDENAL
Demasiado joven era Rodrigo Borgia para los deberes que caan El
sobre sus hombros. Pero bajo la direccin de su propio to, el Papa,
y con su inteligencia bien cultivada, y sobre todo con su arrogante
figura, realzada por el hbito cardenalicio, le era fcil el noviciado, que
no necesita ser largo en carreras en que se ejerce mando y no se
obedece. Adems, en las funciones de gobierno, bajo una buena gua,
es posible tener xito fcil si nos domina una fuerte voluntad. Ro-_.
drigo, as por el entusiasmo del honor recibido en una edad en que
los honores se aprecian doblemente, como por su naturaleza exube-
rante, tena el carcter preparado para cualquier empresa.
Calixto III, pocos meses despus de haber hecho pblico el nom- La
bramiento, design al nuevo Cardenal com vicario papal en la Marca
de Ancona, con poderes plenos, temporales y espirituales; y con este
pretexto, le cubri de beneficios, algunos pro tmpora, o sea durante
un tiempo determinado, para sufragar los gastos de esta misin, y
otros permanentes. La Marca de Ancon necesitaba en aquel enton-
ces una mano fuerte, y al mismo tiempo un buen administrador, ce-
loso y severo. El Cardenal Borgia se mostr a la altura de su misin.
Un noble de Ascoli, en una de esas conjuras habituales, haba asesi-
nado a un Juan Sforza, tirano de la ciudad; como consecuencia de su
xito criminal, calificado por el triunfador de victoria popular, se
53 ORESTES FERRARA
r
EL PAPA BO ROIA
mente apreciado ms tarde, aun por sus enemigos. Resolvi la cues-
tin defimpuesto sobre la sal y aument su rendimiento; actu en
materia de justicia; castig a otros nobles rebeldes y confisc sus
bienes en favor de Roma. No poda esperarse un comienzo ms favo-
rable en la nueva y afortunada carrera.
El viejo Papa hablaba regocijado de los xitos del sobrino en l El xito en
las primeras
Consistorio; todo el afecto ntimo del clan de los Borgia, tan nume- pruebas.
roso y tan unido, desbordaba en sus palabras (1). Y tom nuevo pre-
texto de estos xitos para dar otras prebendas al joven Cardenal. No
pudiendo nombrarle Obispo, le hizo administrador de la Dicesis de
Gerona, para que luego la ocupase en propiedad al llegar a la edad
requerida de los veintisiete aos. Pero tantos beneficios rpidamente
concedidos no llenaban an el alma papal, que consideraba haber
encontrado al continuador glorioso del nombre ilustre de los Bor-
gia. Y si bien sigue protegiendo a los otros sobrinos y a todos los
parientes, especialmente a Pedro Luis Borgia, para el cual ha so-
ado hasta el reino de Npoles, como sabe que slo en la organiza-
cin eclesistica hay en aquel entonces xitos y honores sin peligros,
en 1457, cuando estima que puede hacerlo sin gran oposicin, nom-
bra al Cardenal Rodrigo Vice-Canciller de la Iglesia. El segundo pues-
to en esa organizacin universal.
Canciller de Dios en la tierra es el Papa. El Vice-Canciller, si no Vice-
era un Vice-Papa dada la autocracia eclesistica, era el jefe de la Canciller.
organizacin interna y la ms alta dignidad despus de la del Pon-
tfice. Adems, el cargo de Vice-Canciller estaba bien retribuido. Ja-
cobo de Volterra indica que posiblemente sus entradas llegan a ocho
mil florines al ao, suma considerable para la poca (2). En honor
5Q O RE ST E S FERRARA
I t / ^>
Sixto IV hasta el de Julio II; pero ha llegado hasta nosotros slo el primer
perodo, el de Sixto IV. Es escritor imparcial y de un buen sentido histrico.
Algunas de las cartas, tan bien redactadas, del Cardenal Ammanati Piccolo-
mini, son de l, pues fu secretario de este Cardenal. Debe tenerse en cuenta
m que los que escribieron en vida del Papa, sin que sus escritos fuesen objeto de
correcciones posteriores, hablan bien, o, por lo menos, no mal de Alejan-
dro VI.
(1) Palabras reproducidas por L E O N E T T I : Papa Alejandro VI, vol. I, p-
gina 166.
(2) Multis annis eximia virtutis solertissima et exactissima diligentia.
Bula de 13 de junio de 1482, Archivo Secreto Vaticano, Sixto IV, tomo LXXV,
Regesto 620, folio 145.
nHHnrarara
EL PAPA BORG1A
siempre suficiente dinero para cumplir sus compromisos, debiendo acu-
dir a menudo a prstamos, y hasta le vemos hipotecar, digmoslo
as, los productos de estos mltiples beneficios por un largo perodo. i.
El Papa Calixto III no muri sin haber vertido por entero el El nepotismo
del Papa
vaso de la fortuna sobre este sobrino. Le di cuantos honores pudo y Calixto III.
todas las posiciones y las entradas que estim necesarias para que
fuese, a pesar de lo reciente de su nombramiento, uno de los Cardena-
les ms poderosos. Y para que la fuerza material acompaase a la es-
piritual y a la financiera, le hizo jefe de toda la organizacin militar,
mientras era jefe de los Ejrcitos el propio hermano de Rodrigo, el
ya mencionado Pedro Luis Borgia.
La intensidad del nepotismo de Calixto III fu superior, dada la
brevedad de su pontificado, a todo lo que haba habido en el pasado y
lo quehubo_en el futuro, aun siendo esto excesivo. Probablemente las
presiones familiares tuvieron mayor eficacia sobre este Papa que sobre
los otros, por su avanzada edad y por los achaques que siempre tuvo,
que le obligaron a quedar recluido, sin que llegaran a sus odos si-
quiera los murmullos de los cortesanos envidiosos o insatisfechos, que
hacen funcin de opinin pblica cuando el aire libre de la calle no
penetra en las cmaras de los poderosos. Calixto pudo morir tran-
quilo; Rodrigo Borgia haba hecho durante sus tres aos de pontifi-
cado una carrera de un cuarto de siglo.
El joven Cardenal, ya solo, demostr que no necesitaba ni de los
consejos ni de la alta proteccin del Papa muerto. Despus de haber
cumplido con los deberes que el triple vnculo que tena con Calix-
to III, Papa, pariente y protector, le impona, desafiando al populacho,
que impidi que los funerales tuviesen el grado de dignidad y de pie-
dad que como Papa y como hombre exiga el difunto; despus de
haber salvado la vida a su hermano- Pedro Luis y hecho para l un
buen arreglo monetario, se entreg enrgicamente al cumplimiento
de sus funciones y a mantener y aumentar con su inteligencia y habi-
lidad la posicin que tan fcilmente haba alcanzado.
Lo ms conocido de su labor de Cardenal se refiere a los Cncla- El Cardenal
Rodrigo
ves sucesivos a que asisti. Borgia, en los cuatro Cnclaves qu con- y los
curri, decidi virtualmente la eleccin, y en tres al ltimo momento, Cnclaves.
62 ORESTES FERRARA
votando en los primeros escrutinios en contra del que tena ms votos,
para luego, con movimiento elegante y certero, dar la mayora necesa-
ria y resolver como rbitro ms que como uno de los votantes. E9
;en estas asambleas electorales donde todo Cardenal determinaba gran
parte de su carrera futura. En aquella hora nica, el Cardenal ea
soberano, como lo es modernamente el pueblo en los comicios p-
blicos. Su habilidad deba consistir en obligar al nuevo electo tan
sinceramente que ste, monarca absoluto, o sea sin frenos jurdicos,
por superior a la ley, y sin otros frenos morales que los voluntarios,
Recordara espontneamente el favor recibido.
Joven, muy joven, en el primero de ellos, Rodrigo ofreci su voto
al Cardenal De Estouteville. Los Cardenales en el Cnclave creyeron
, que la mayora necesaria de las dos terceras partes de los votos se da-
ra probablemente a favor de ste desde la primera votacin. Estou-
teville, Cardenal .de Rohan, haba entrado Papa en el Cnclave,
.eomo se deca entonces. Pero como a nadie convena una eleccin f-
cil, todos votaron, en el secreto de la urna, en contra de la palabra
empeada, y lo hicieron por nombres de Cardenales que no tenan pre-
sentada siquiera su candidatura, dispersando as sus votos. De Estou-
teville, que se consideraba Papa, qued abismado ante tanta perfidia.
En la segunda votacin, el Cardenal Borgia cumpli su promesa y
vot por l. Pero se confirm una vez ms la frase: el que eritra
Papa en un Cnclave, sale Cardenal. Estouteville no fu electo. El
favorecido fu Eneas Silvio Piccolomini, el Cardenal de Siena, escri-
tor elegante y erudito, inteligentsimo diplomtico y hombre de Esta-
do, cuyas cualidades de espritu le ponen muy cerca del genio.
Formas de las Es preciso explicar las formas del procedimiento de los Cnclaves
los^nclaves. P a r a poder-ver la importancia que tuvo el Cardenal Rodrigo Borgia,
an joven, en esta primera prueba; y cmo, a pesar de haber sido ad-
verso a Piccolomini, result ser el factor ms importante de su elec-
cin. El Papa puede ser electo de diferentes formas. La primera es
la que en derecho parlamentario moderno se califica. eleccin por
aclamacin. La Iglesia ennoblece el nombre llamndola eleccin
por inspiracin. Un nmero grande de Cardenales empieza a dar,
en altas voces; el nombre de uno de sus miembros. Si estas voces
EL PAPA BORGIA
salen de los pechos de las dos terceras partes ms uno, habindose
obtenido el nmero necesario, el que lleva el nombre aclamado es
electo. Este mtodo es raro en la prctica y resulta til en teora slo
cuando hay una casi unanimidad de pareceres. Es, por otra parte, un
mtodo peligroso, que los Cardenales han excluido a menudo por pac-
to recproco, pues influye en los dbiles de espritu o en los que te-
men no estar con la mayora. La segunda forma es la llamada por
adoracin. Cuando el candidato es un Cardenal de gran respeto, ve-
nerable anciano o carcter enrgico, propio para una hora difcil, la
misma mayora requerida de las dos terceras partes ms uno se le-
vanta de sus sillas y se va a poner a los pies del colega que quiere
elegir. La tercea es la del escrutinio secreto. La ms comn, la ms
usada, especialmente en las primeras votaciones. Pero hay dos ms
que pueden considerarse suplementarias: una, que se califica de ac-
cesin, y otra, de compromiso. La accesin resulta til cuando,
.despus de muchas votaciones, no habiendo dado el escrutinio secre-
to la mayora necesaria, el Cnclave se prolonga excesivamente; en-
tonces se acuerda que de viva voz un Cardenal puede rectificar su
voto y sumarlo a uno de. los que han obtenido una mayora relativa.
Si uno de los Cardenales llega en esta forma a alcanzar los sufragios
necesarios, cesan inmediatamente las declaraciones de votos, y ya Papara
habemus (tenemos Papa). La votacin de compromiso se practica
cuando siendo imposible elegir Papa en ninguna de las formas pre-
cedentes y el Cnclave se prolonga ms de lo prudente, con la con-
siguiente disminucin de comida para los Cardenales y el tumulto
en la calle, se nombra un Comit con plenos poderes para designar
al nuevo Papa.
c
EL PAPA BORGIA
personales influyeron sobre el nimo del Decano del Sacro Colegio.
En la eleccin de agosto-septiembre de 1464, Borgia estuvo, en
cambio, desde el primer momento, al lado del Cardenal Pedro Bar-
bo, otro veneciano, to de Marco Barbo, que, electo, asmi el nom-
bre de Paulo II. Parece, adems, que fu considerado como su gran
elector, a pesar de que una reciente enfermedad contrada en Ancona,
al lado del Papa Po II, le hizo entrar todava convaleciente en el Cn-
clave. El enviado de Mantua escribe a su prncipe en aquellos das:
El Vice-Canciller (Borgia) tendr gran influencia con este Papa, y
ciertamente se lo ha ganado bien (1).
Esta habilidad de saber ganar siempre, o dirigiendo una eleccin
o dando el margen debido en el momento oportuno, es propia de-los
espritus sin pasin y calculadores. Naturalmente, Rodrigo recibi
los frutos de tantas repetidas victorias.
La autoridad cardenalicia se haba ido elevando desde el tiempo Crecimiento
de los cismas. Nuevas prerrogativas se haban aadido a las viejas. autoridad
Los Papas se deban obligar, antes de su eleccin, a mltiples conce- cardenalicia.
siones en favor de los Cardenales, llegndose hasta fijar una. suma del
tesoro papal para los Cardenales cuyos beneficios no llegasen a pro-
porcionarles la vida suntuosa de prncipes de la Iglesia y prncipes tem-
porales. En los Consistorios, antes de procederse a una eleccin, cada
uno de los Cardenales firmaba una lista de obligaciones, podramos
decir, todo un programa papal, para el caso de ser electo, y entre
ellas, la principal consista en los deberes que asuma en relacin con
1
sus antiguos colegas.
En estas condiciones no es nada extrao que el candidato 'diese En qu
a entender de antemano o dentro de los Cnclaves, con estas bellas 'i^simim
formas indirectas de los clrigos, tomadas en prstamo a los clsicos
o dictadas por la psicologa del oficio, qu cosa entenda hacer con
los beneficios propios que quedaran vacantes al ser. electo. Todo
Papa, al dejar de ser Cardenal, deba abandonar estos beneficios,
p m w p
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I P A P A B O B G I GG '
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MLH(M. o
70 ORE ST ES FERRARA
Cruzada que prepar Po II contra los turcos, desafortunada empresa
que termin con la peste de Ancona y con la consiguiente muerte del
Papa, concurre con una galera, que le cost miles y miles de ducados.
Mejor todas las iglesias que estaban en su Episcopado, gastando su-
mas enormes.
Palabras de De Borgia, en el tiempo en que era Cardenal, tenemos una descrip-
Gherardi de
Volterra. cin palpitante de Jacobo Gherardi de Volterra: Varn de verstil
inteligencia, de alma grande, orador fcil, aunque sus palabras no re-
velan un alto valor literario. Temperamento clido, pero mira las cosas
que trata, sobre todo bajo el prisma del inters; hbil en buscar la
fortuna de actuar (ser ante omnia mirae ad res tractandas industriae.
Claret mirum in modum opibus). Mltiples Reyes y Prncipes estn
ligados a l por amistad...; posee, principalmente en Espaa e Italia,
ricas entradas sacerdotales, y preside tres sedes catedrales: Valencia,
Porto y Cartagena, y de la Cancillera recibe una suma que, segn se
dice, llega a ocho mil ducados. Tiene vasos de plata, piedras preciosas,
hbitos sagrados de oro y de seda, y libros de doctrina...; al punto
que se le considera el ms rico, si se excluye al Cardenal De Estoute-
ville (1).
CAPITULO IV
ACUSACIONES DE INMORALIDAD
' Un relato, da por da, de la vida del Cardenal Borgia, no tendra Dificultad
del
base histrica, por la falta de datos exactos, y sera montono agrupar relato de
hechos de su vida eclesistica consignando las funciones religiosas en la vida
de Borgia
que ha tomado parte en las grandes ocasiones, y las prebendas en esta poca.
y beneficios recibidos o dispensados. En realidad, la vida de los
Cardenales se desarrollaba en aquella poca a la sombra del Papa, que
representaba a la Iglesia en su totalidad. Un Borgia, adems, no tiene
importancia histrica, sino dentro del papel que los escritores le han
asignado, principalmente en lo referente a su poltica peculiar y a la
supuesta inmoralidad de sus costumbres. Hablar de algn viaje priva-
do, de un banquete o de una excursin cinegtica, es cosa sin impor-
tancia. Lo interesante, en el punto a que hemos llegado, es saber cun-
ta verdad hay en lo que se ha escrito y repetido sobre las pruebas de
erotismos y de perfidia del Cardenal Borgia antes de llegar al papado.
Debemos manifestar que, hasta dentro del crculo fantstico, de las
acusaciones, poco ha sido dicho sobre ello, hasta que Rodrigo llegara
a la edad de sesenta aos, porque de las relaciones con la Vannozza y
Julia la Bella, o sea Julia Farnese, no encontramos huellas antes del
Cnclave de 1492, en el cual alcanz la tiara.
Ya nosotros hemos probado lo fantstico de las acusaciones sobre
su primera juventud, que, por otra parte, son negadas o puestas en
i
72 ' ORESTES FERRARA
duda por la mayora de los escritores modernos. Vamos a examinar
ahora lo poco que de histrico queda de la vida del Cardenal Rodrigo
Borgia en relacin a esta atraccin sexual que provocaba su bella per-
sona, segn se afirma; atraccin que un escritor del tiempo presenta en
una frase elogiosa para l, y que la posteridad ha usado para denigrar-
le. Fuera de dog_fipisodos_ms o menos reprensibles, no hemos encon-
trado huellas ni de los banquetes y fiestas licenciosas ni de una vida
matrimonial de buen sabor burgus.
^ Afecto^ de Eneas Silvio Piccolomini, que sucedi a Calixto III con el nombre
Piccolomini. de Papa Po II, tena especial predileccin por el Cardenal Borgia. De
su nombramiento de Cardenal dice que, aunque joven para tan alta
dignidad, la distincin que se le hizo no fu injusta, debido a sus cono-
cimientos, a su prudencia y a sus buenas formas. Su designacin de
Vice-Canciller la trata con igual bondad y aprecio, afirmando que el
Cardenal es joven de aos, pero viejo por sus modales y juicio. Electo
Papa Eneas Silvio, le da pruebas evidentes de afecto, favorecindole
con beneficios ms o menos abundantes, como en los tiempos del
Papa Calixto III. Le mantiene en el cargo de Vice-Canciller, cargo
de continuo trabajo, pero tambin de remuneracin crecidsima y fuer-
temente Codiciado. A principios de su Pontificado, debiendo asistir al
Congreso de Mantua, a fin de seguir la obra de su predecesor y con-
seguir la unin de los Prncipes cristianos para una liga contra los mu-
sulmanes, pidi al Cardenal Borgia que le acompaara en unin de otros
cuatro Cardenales. De vuelta de Mantua, en donde el Papa tuvo poco
xito, se dirigi a Siena, seguido tambin por el Cardenal Borgia. Eneas
Silvio volva siempre con gusto a su ciudad nativa, pero en esta oca-
sin lo haca obligado por la gota. Quera hacer una cura de agua en
Petriolo y descansar fuera de Roma, evitando los fuertes calores de la
Ciudad Eterna. El Cardenal Borgia permaneci a su lado todo el tiempo.
Es en esta ocasin cuando aparece por primera vez una acusa-
cin concreta contra Rodrigo Borgia.
El E1
de^Siena Papa, en el mes de junio de 1460, estaba en Petriolo; el Carde-
nal Borgia se hallaba, en cambio, a poca distancia: en Siena. El inci-
dente a que aludimos no fu relatado por ningn cronista de la poca,
y parece no haber sido conocido por los historiadores contemporneos
- EL PAPA BORGIA 73
de Alejandro VI. Pero los pormenores del mismo nos llegan directa-
mente de Eneas Silvio, que recopilaba hechos y documentos suyos
y de su tiempo, y se encuentran en una carta severa que el Papa
escribi personalmente al Cardenal Borgia. La carta ha sido consi-
derada apcrifa por algunos escritores catlicos, afirmando que el
estilo no es elegante como el que usaba el gil latinista Eneas Silvio.
Nosotros nos inclinamos a considerarla, con Von Pastor y L'Espinois,
del todo autntica, no slo por la sinceridad de la expresin, sino
porque no se trata de un documento aislado, sino de una breve
correspondencia. Todo el incidente, al ser conocido, desvanece el fin
acusatorio que le han dado los bigrafos ms recientes..
Los falsificadores, habitualmente, se entretienen sobre documentos
aislados y no falsifican sin tener una finalidad determinada. No nega-
mos, sin embargo, que haya podido ser alferada tal carta en algn
extremo, pero la sustancia es exacta. Que el estilo no sea de un lati-
nista de fama, no es argumento convincente para negarle autentici-
dad. El Papa, al escribir calamo crrente, pudo no usar su forma
habitualmente elegante, o tambin pudo ordenar a un secretario redac-
tar la misma, dada la premura con que lo hizo y la gota que le afliga,
La carta contiene el relato de lo acontecido y es til reproducirla
in extenso, traducida del latn. Ella habla el lenguaje fuertemente se-
vero de. un Papa que ama a su Iglesia, cuyo alto grado de moralidad
piensa defender a pesar o aun en contra de sus afectos personales.
No importa que Eneas Silvio hubiese usado y abusado de sus aos ju-
veniles. Ahora es Papa, y los Papas, en materia de moral, deben ser
intransigentes:
Hemos odo que hace tres das, un gran nmero de mujeres de La carta
o- . . i i j i i i i . i . acusatoria.
Siena, ataviadas con toda vanidad mundana, se reunieron en los jardi-
nes de nuestro bien amado hijo Juan Bichas, y que Vuestra Eminn-
cia, descuidando la dignidad de su-posicin, estuvo con ellas desde la
una hasta las seis de la tarde, y que tenais en vuestra compaa a otro
Cardenal, a quien, si no el honor de la Santa Sede, al menos su edad,
deba haberle recordado sus deberes. Se nos dice que los bailes fueron
desenfrenados y que las seducciones del amor no tuvieron lmite, y que
vos mismo os habis comportado como si fuerais un joven del mon-
fe
74 ' ORESTES FERRARA
tn secular. Me ruborizara, en verdad, de especificar todo lo que se
dice tuvo lugar all. No solamente la realidad de esas cosas, sino slo
hablar de ello deshonra las filas que ocupis. A los maridos, padres,
hermanos y parientes que acompaaban a esas jvenes, se les prohibi
entrar, para dar mayor libertad a vuestra diversin. Vosotros dos, con
unos cuantos servidores, fuisteis los nicos organizadores e instigado-
res del baile. Se dice que en la actualidad no se habla de otra cosa en
la ciudad de Siena y que sois el hazmerrer de todos. Ciertamente,
aqu, en los baos, donde hay un buen nmero de eclesisticos y secu-
lares, sois el escarnio del pblico. Si declarara que estas cosas no nos
disgustan, cometera un grave error; Nos disgustan an ms de lo
que manifestamos, pues es causa de desdoro para el estado eclesis-
tico y desprecio de nuestro ministerio; con ello se da la razn a las
acusaciones que se nos hacen de emplear las riquezas y elevada posi-
cin para orgas. De esto proviene el menosprecio en que nos tienen
los Prncipes y las potencias; de aqu la burla diaria de los laicos;
de aqu tambin la reprobacin de nuestra propia conducta Cuando
queremos reprender a los otros. El Vicario de Cristo, l mismo, est
sujeto a menosprecio, porque creen que l hace la vista gorda a tal
comportamiento.
Vos presids, amado hijo, la Iglesia de Valencia, que es una de
las ms importantes en Espaa; tenis el gobierno tambin de la
Cancillera pontifical, y lo que hace vuestro acto ms reprensible es
que os sentis con el Pontfice, entre los Cardenales, como Consejero
de la Sede Romana. A vuestro juicio nos remitimos para que digis
si cuadra a vuestro alto cargo lisonjear muchachas, enviarles frutas
cada rato, probar vino y, despus, hacer que lo lleven a. la que os
gusta ms; pasar un da entero de espectador complacido en toda
clase de fiestas, y, finalmente, para gozar de ms libertad, excluir de
estas reuniones a los maridos y paiientes de las mujeres que asisten.
Por vuestras faltas se nos culpa a nosotros, a Calixto, vuestro to, de
feliz memoria, acusndole de gran falta de juicio por haberos col.
mado de honores no merecidos. No debis alegar en vuestra disculpa
vuestra poca edad, pues ella no es tan tierna que digamos ya, y podis
daros cuenta, por el contrario, del fuerte peso que vuestra dignidad
- EL PAPA BORGIA 75
pone sobre vuestros hombros. Es de la incumbencia de un Cardenal el
ser irreprochable, ser un saludable ejemplo a todos en la vida moral,
y exponente de una existencia que no slo aparezca edificante y pro-
vechosa a los corazones, sino que lo sea tambin en su exterioridad.
Nos indigna "y enfada cuando los Prncipes seculares se dirigen a nos-
otros con ttulos poco honorables, cuando nos molestan queriendo
menoscabar nuestras propiedades y beneficios, cuando tenemos que
plegarnos a sus exigencias. Somos nosotros mismos quienes nos infli-
gimos las heridas que causan nuestros sufrimientos, cuando actuamos
de manera que la autoridad de la Iglesia sea menos respetada cada
da. Sobrellevamos la vergenza de nuestra conducta en este mundo,
y en el ms all sufriremos los merecidos castigos.
Ponga Vuestra Eminencia, pues, fin a estas frivolidades, recuerde
vuestra dignidad y cese de aparecer entre los jvenes contemporneos
con la liviandad del hombre galante. Si tales actos se repiten, nos vere-
mos obligados a mostrar que ocurren muy a pesar nuestro y contra
nuestra voluntad, y nuestra reconvencin ser hecha en tales trminos
que os sonrojar. Siempre os hemos amado y considerado digno de
nuestra proteccin, creyndoos un modelo de gravedad y modestia.
Permitidnos mantener por largo tiempo an esta opinin y conviccin,
y para lograrlo debis abrazar sin dilacin una vida mucho ms seria.
Vuestros aos, an prometedores de enmienda, nos impelen a recon-
veniros paternalmente. Si os hubirais permitido esto a la edad de
vuestro compaero, no podramos haceros este servicio caritativo.
Evidentemente, la acusacin es dura, y la carta est escrita en tr-
minos enrgicos. Pero en el punto ms grave, el Papa tiene el buen cui-
dado de decir que as se le ha referido, lo cual resulta importante,
por lo que veremos ms adelante. Es preciso considerar tambin que la
carta se compone de hechos y consideraciones. Al hacer stas con gran
extensin, muy justamente dice el Pontfice, con el lenguaje propio,
siempre un poco apocalptico de la Iglesia Romana, que un Cardenal
no debe provocar escndalos y tampoco un Obispo, que tienen a su
cargo la cura de las almas. Pero, en cambio, los hechos se limitan a
establecer que Rodrigo y otro Cardenal, de edad avanzada, se reunie-
ron en- una fiesta en los jardines de una persona de distincin querida
ou. k'Jf
JZ
76 O RESTES FERRARA
por el Papa (in ortis dilecti filii Johannis de Bichi), en donde, des-
pus de haber impedido la entrada a los padres, maridos y parientes da
las mujeres all reunidas, asistieron a bailes no decentes, en los cuales
hubo todas las provocaciones al amor, o sea, los movimientos lascivos
de los bailes coreogrficos. Y que, adems, Rodrigo halag a las jve-
nes danzarinas y les enviaba frutas, bebiendo en su copa para mandarla
a ofrecer luego a la joven de su preferencia para que la terminara. El
juicio que el Papa da de estos hechos nos provoca, al leerlo, la deduc-
cin singular que usndose tal severidad slo con personas de buena
moral, no puede tratarse del Borgia de la leyenda. El Papa Po II, en
j efecto, parece sorprendido da. esta actitud desordenada del Cardenal
I 2g i a ' y c o n P a t e r n a l amabilidad, despus de la crtica, le dice que l
| I ha querido siempre, considerndole digno de su proteccin, por sei
/ un hombre en quien ha visto un modelo de gravedad y de modes-
tia. (Te semper dileximus et tamquam eum in quo gravitatis et mo-
desliae specimen vidimus dignum nostra protectione putavimus.) Re-
conoce, adems, que el otro Cardenal presente ha pecado en mayor
grado, e indica que abriga grandes esperanzas para el porvenir. Del
otro Cardenal, y de su moral, el Papa ni siquiera se interesa, casi como
si le considerara fuera de toda posible redencin. A tanta distancia de
tiempo es difcil explicarse la causa de esta diferente actitud papal entre
los dos Cardenales, pues el pretexto que da de las distintas edades debe
ser descartado, en buena lgica; pero cualesquiera que hayan sido los
motivos de la misma, es lo cierto que ella demuestra estimacin para el
uno y desprecio para el otro. Nosotros, por otra parte, nos inclinamos
a creer tambin que el lenguaje papal responde en mucho a la tcnica
apostlica de la reprimenda. El pecado cometido en la concepcin
eclesistica, debe ser siempre presentado bajo los ms negros colores.
Leed todas las Encclicas o tomad cualquier sermn, especialmente los
de aquella poca, o los de la poca presente, en los pases de fuerte
catolicismo, y quedaris perplejos sobre la virtud del ms santo de los
hombres. El lenguaje religioso, especialmente de la religin catlica,
es siempre subido de tono. De ello proceden las catilinarias contra la
sociedad entera de un Savonarola, y hasta los agresivos sermones
de un Lutero, que no pudo lavar en su rebelda los hbitos adquiridos.
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fcc f} j ^ U
EL PAPA BORGIA 77
UM
78 ORESTES FERRARA
nos grave de lo que al principio se dijo. Os exhortamos a absteneros
en lo futuro de tales deslices y a cuidar con mucho esmero de vuestro
honor. Os concedemos el perdn que nos peds; de no amaros como
hijo predilecto, no os hubiramos reconvenido tan tiernamente, pues
est escrito: A quien amo, censuro y disciplino. Mientras hagis el
bien y vivis modestamente, tendris un padre y protector cuyas ben-
diciones alcanzarn tambin a aquellos que os son caros, no tendris
que lamentaros de la falta de vuestro to, nuestro predecesor, mientras
Po viva. Dado, etc., el 14 de junio.
Diferencia en- La diferencia del tono entre la primera y segunda carta es grande.
tre las cartas. El Papa ha tenido, quiz, tiempo para informarse; adems, en la pri-
(1) Vase DE Roo, obra citada. Este diligente investigador ha tratado am-
pliamente esta parte de la vida del futuro Alejandro VI.
P4P4 BORGIA 79
En una segunda visita a ia ciudad de Siena, poco antes de morir,
el Papa llev como acompaantes suyos al propio Cardenal Borgia y
slo a otros cuatro Cardenales. Borgia le sigui tambin a Ancona, en
donde el Papa, enfermo, pensaba embarcarse para entrar personal-
mente en guerra contra el turco. Pero en Ancona la muerte le sor-
prendi rodeado por los Cardenales que le haban acompaado, enfer-
mos ellos tambin por la epidemia, probablemente la peste, que diez-
maba a los hombres de armas y a los clrigos all reunidos, dispersn-
dolos y haciendo entrar en la misma tumba el dbil cuerpo de Po II
y su ideal de librar a los cristianos de las continuas violencias del turco.
Este viaje de Ancona pudo costarle la vida a Rodrigo Borgia. En- La
enfermedad
fermo grave, fu considerado por su mdico en peligro de vida. Dada de Ancona.
su importancia, por ser Vice-Canciller, y la gran amistad que le ligaba
a Ludovico Gonzaga, Jacopo de Arezzo comunic su estado a su Prn-
cipe en nota rpida. Este despacho ha sido objeto tambin de stiras
y de graves insinuaciones. Jacopo de Arezzo dice: Informo tambin
a Vuestra IlustTsima Seora que el Vice-Canciller est enfermo de
morbo, y esto es cierto; tiene dolor en el odo y bajo el brazo izquier-
do. El mdico que le vi en seguida, dice tener poca esperanza de cura-
cin, debido especialmente a que poco antes no durmi solo en la
cama (non solus in lecto dormiverat) (1). La deduccin que se ha
hecho por la fcil crtica es que el morbo era la conocida enfermedad J
que se llam mal francs. Pero desde que este mal fu diagnosticado Diagnstico
(1494), por cierto algunos aos despus de los casos de peste de Anco- de la
enfermedad.
na (1464), hasta los presentes das, nunca ha tenido como sntomas los
indicados por el mdico que visit a Rodrigo Borgia y que repite Jacopo
de Arezzo en su despacho. Y, en cambio, la peste bubnica, hasta hace
unos cuarenta aos, cuando los vapores del Oriente traan, al Medite-
rrneo especialmente, algunos de estos casos, se revelaban, segn la
opinin popular, por sntomas como el dolor o fornculo debajo del
brazo y el dolor de odos. Cmo hay que interpretar, en relacin con
la enfermedad, la observacin del lecho que Rodrigo comparti con
Islki
(1) Portigliotti reproduce a Pastor en este punto, y aade: il faisait vo-
lontiers la chasse aux phalnes errantes. Pg. 50, obra citada.
80 ' ORESTES FERRARA
otra persona? lL2K5L??L del mdico debe tomarse no como una ma-
ledicencia o deseo de revelar los secretos de su paciente," sifio como un
dato tcnico. Y en este sentido es util advertir 'dos" cosas: que la peste
se supona que vena del contacto humano, y que en este perodo, ml-
tiples personas dorman en una misma amplsima cama, pudiendo ha-
ber sucedido que hasta los Cardenales se hayan visto obligados en
Ancona a dormir de este modo. Ancona era una pequea ciudad, y los
cruzados haban llegado en largas cohortes de todas partes, con la es-
peranza de ser pagados por el Papa. Un nmero crecidsimo de eclesisr
ticos, adems, haba ocupado las casas. El Papa mismo se vi obligado
a estar en una pequea vivienda, y los Cardenales, con sus numerosos
acompaantes, habitaban en grupos pequesimas casas. Cada Cardenal
tena un squito que era en Roma enorme, superior en nmero y cali-
dad al de muchos prncipes, y fuera de Roma, si bien ms reducido,
bastante grande para que, dado l nmero de purpurados que haba
en Ancona, ellos solos ocuparan con sus: domsticos toda la ciudad. En
aquellos tiempos las viviendas no eran amplias. La casa del Renaci-
miento no tena las comodidades que la riqueza trajo despus. Los cor-
tejos oficiales eran habitualmente numerossimos, y sabido es que a
veces Reyes y Emperadores no han podido entrevistarse para tratar
cuestiones importantsimas a causa de que las ciudades fijadas para
reunirse no bastaban a cobijar el indispensable nmero de cortesanos
que acompaaba a cada Monarca. En verdad, no debe parecer anormal
que en las grandes camas de aquella poca, donde dorman habitual-
mente, a despecho de todo pudor, familias enteras, haya dormido con
otros clrigos de su corte el Cardenal Borgia, y, en cambio, debe, s,
considerarse como muy anormal que mientras el Papa mora, en un
perodo de epidemia violenta, en una ciudad que tena veinte o ms
veces su habitual poblacin, haya podido encontrar una alcoba tan
ntima y tener una diversin del gnero indicado.
las que pueden sobrevenir porque ri se duerma solo, ni que este he-
cho, de amoroso deleite, provoca o agrava la peste. La parte verdadera-
mente histrica de este acontecimiento es que los Cardenales Scaram-
po, Barbo yjM.ros, enfermaron igualmente ..en.. Ancona-,-yque,-en.'-pe-_
riodos posteriores, se recordaba que Rodrigo Borgia haba estado
enfermo-de~peste ei^ suJuventud.
Otro importante documento, casi de la importancia de la carta La
de Po II, se presenta a menudo como prueba adversa a la moral del Cardenal
Cardenal Borgia. Se trata de una carta del Cardenal Ammanati Pie- Ammanati.
colomini. En sta se le acusa de haber procurado la eleccin de Six-
to IV con malas artes, de ser vano, mezquino, de gastar el dinero de la
Iglesia en la misin de Espaa, que se califica de intil (1).
Algunos autores han tomado ciertas palabras de este Cardenal so- Carcter
bre cambio de vida de l y de Borgia como una indicacin de que te- Ammanati.
nan ambos costumbres disipadas. Por las cartas que tenemos delante,
que se encuentran en Cardinalis Papiensis Epistolae et Commentarii,
publicadas primero en Miln y luego en Francfort, resulta que el cam-
bio de vida se refiere a un cambio de relaciones entre ellos dos. Toda
la carta se dirige a este fin y a ningn otro. Pero, como muy bien dice
Von Pastor, este Cardenal Ammanati no puede ser tenido muy en
cuenta, por lo tornadizo de sus ideas, que le llevaban a escribir en los
ms opuestos sentidos y referir las cosas ms contradictorias al mismo
tiempo. En efecto, era un espritu agrio. Temperamento literario, poco
prctico, poco dctil y menos an amable, no poda prosperar en la
Corte romana. Sensibilsimo, se creaba enemigos por cuestiones nimias.
A Rodrigo Borgia le dice que sabe no le quiere tratar a l porque sola-
mente desea cultivar la amistad de los grandes de la tierra, y que pre-
fiere la conversacin de otro Cardenal a la suya, por ser ms impor-
tante. Al Cardenal Bessarion, tenido en olor de santidad, entonces y
despus, le cubre de ridculo y le injuria. Pero Ammanati Piccolomini
no tuvo siempre esta niis^a^pinide -B^ _o.tr.a pcasjn le
(1) Archivo Secreto del Vaticano: Innocentius VIII, Regesto 682, fol. 251.
DE Roo, obra citada, reproduce ntegra esta Bula en apndice al tomo II.
CAPITULO V
(1) Para comprender el estado del espritu pblico, basta recordar a los
florentinos Maquiavelo, Vettori y Guicciardini, que con distintas frases han
invocado la llegada del turco a Italia para dar una buena leccin a estos
curas.
EL PAPA BORGIA 35
Slo los venecianos luchaban con bro para defender sus posesiones
mediterrneas, resistiendo con supremo valor al avance turco; pero
Venecia, como en otros tiempos Cartago, sin hinterland, tuvo que
ceder la supremaca de los mares a Roma; as ella, en iguales con-
diciones, tuvo que ir retrocediendo frente al gran Imperio musulmn,
que - renovaba continuamente sus armadas, sin que ninguna derrota
pudiera ser para l definitiva. Hungra, en defensa propia, tambin
resista por tierra. Pero los grandes poderes de la poca, en esta cues-
tin oriental, obedecan slo formalmente al Papa, y buscaban pretex-
tos para no entrar en una lucha que no les convena, preparndose
para entenderse ms tarde con el infiel. Los Papas, sin embargo,
no admitan estas verdades ambientes.
Calixto III dedic sus tres aos de Pontificado a esta obra de orga- Esfuerzos
nizar una Cruzada, sin resultados prcticos. Eneas Silvio muere frente papas.
al mar Adritico, desodo e impotente, en e momento de embarcarse
para la guerra santa. El Papa Paulo II, el veneciano Barbo, conserva
las mismas esperanzas, sin xito alguno. Por fin, Sixto IV, vigoroso
y fuerte, cree poder realizar una obra de gran alcance y destruir
de una vz al enemigo de la cristiandad. De acuerdo con el Consis-
torio, decide enviar, como paso previo, a cinco Cardenales a convencer
a los Prncipes de Europa y de Italia de la necesidad de la Cruzada
y a recaudar dinero para ello. Ms tarde, despus de Inocencio VIII,
los Papas comprenden que los tiempos han cambiado, y obligados a
defenderse en su propio territorio de la agresin, no de los turcos,
sino de los Prncipes cristianos, ms cercanos que aqullos, invocan ta
Cruzada como simple pretexto para derrotar a otro enemigo temporal.
Usan sus armas materiales y espirituales contra enemigos continen-
tales, olvidando al turco, que se bate ahora en Asia como el irrefle-
xivo Julio II, o sin capacidad para la gran poltica, y abandonada
toda esperanza de defensa contra turcos y cristianos, se someten a las
necesidades de los tiempos, como Len X y Clemente VII.
Los cinco Cardenales que Sixto IV envi como legados a las pro- Cinco legados
vincias de su imperio espiritual representan cuanto de mejor poda dar nueva "
el Sacro Colegio. Uno de ellos es Rodrigo Borgia. Otro es el Cardenal Cruzada.
Bessarion, que haba sido papable, nacido en el oriente mediterrneo,
86 ' ORESTES FERRARA
respetable y respetado, fu destinado cerca del Rey de Francia, el Rey
de Inglaterra y el Duque de Borgoa. El Cardenal Barbo, sobrino del
Papa precedente, Paulo II, fu delegado a la Corte del Emperador, a
la del Rey de Hungra y a otras menores. El muy apreciado Cardenal
Caraffa, de Npoles, deba visitar al Seor de su tierra natal, el Rey
Ferrante; mientras que el Cardenal Caprnica tuvo a su cargo a los
otros Prncipes italianos, Borgia fu encargado de las Cortes de Espaa
y Portugal. Estos nombramientos fueron acogidos con gran satisfac-
cin. Una sola voz disonante encontramos, y es la del Cardenal Amma-
nati Piccolomini, probablemente porque, siendo candidato, no haba
recibido el esperado nombramiento.
Rodrigo Bor- Rodrigo Borgia, antes' de salir para Espaa, se ocup intensa-
reis' Espaa, mente de obtener cuantos poderes pudiese un Papa concederle a un
Legado. En efecto, todas las facultades papales le fueron delegadas en
el orden poltico, y muchas tambin del orden religioso. Creemos que
es imposible encontrar en la historia de la Iglesia un Legado a latere
que haya tenido mayor autoridad. Un escritor de la poca afirma que,
en cuanto a Espaa, se poda considerar como el mismo Papa (1).
Aparte de la misin relacionada con la Cruzada, Sixto IV le encarg
una referente a la situacin poltica de Espaa.
La sita- En este perodo, la pennsula ibrica estaba en un continuo des-
Espaa. orden. Mientras el Rey de Aragn, Juan, ayudado por su hijo' don
* Fernando, estableca fuertemente su personalidad en el Norte y com-
bata enrgica y cruelmente a los catalanes rebeldes, un Rey dbil y
derrochador, bueno e inteligente, pero inhbil, Enrique IV, ocupaba
el trono de Castilla y Len, ondulando entre un favorito y otro y man-
teniendo a sus vasallos en plena confusin moral y material. La Corte
de Portugal, a su vez, tena sus miradas sobre las Castillas, no obstan-
te el odio recproco de los dos pueblos, inexplicable si se quiere, pero
cierto. En el Sur, en el reino de Granada, Jos moros defendan su son-
riente y gentil, aunque ya precaria civilizacin; mientras, en el ex-
tremo Norte estaba el dbil reino de Navarra, y en las provincias vas-
cas, fronterizas, las amenazas de guerra con Francia eran continuas.
(1) Hay escritores, sin embargo, que le acusan de haber pasado el tiem-
po de esta misin con damas de la Corte en Portugal, olvidando sus otras
obligaciones.
92 ORESTES FERRARA
medios de salvacin que ofrece a su rebao su direccin personal. No
hemos desconocido que el ttulo de Obispo, es decir, superintendente,
requiere una labor directa y no la de otros que le sustituyan. As lo
omos de la voz imperiosa de las Sagradas Escrituras: Sed diligentes
en distinguir el aspecto de vuestro ganado y llevad cuenta de nuestro
rebao. Pero Dios, que lee en el corazn de todos, nos es testigo de
que nunca fu nuestra voluntad quien puso impedimentos a nuestra
presencia, sino siempre la necesidad quien se nos interpuso con harto
dolor nuestro. Necesario era obedecer al Supremo Padre de todos
y no desviarnos de las normas de nuestros predecesores. Nuestra digni-
dad, como Cardenal, nos liga con ms fuerte lazo a la Sede Apost-
lica, y una vez hecho miembro de su Concilio, no podemos ausen-
> tarnos, a menos de no ser enviados en misin especial. Adems, la
vasta y laboriosa administracin de la Cancillera romana, instituida
en el inters de toda la Iglesia, y segunda en importancia, slo a la del
Pontfice, no puede, sin gran detrimento, ser privada de la autoridad
que la preside. Debemos, antes que nada, obedecer siempre a quien
Dios ha dado mayor autoridad y a quien debemos el mayor acatamien-
to. Si hasta hoy, pues, nos ha sido vedado estar con vosotros y por
ello hemos tenido que delegar en otro el cumplimiento de nuestro
deber, ello no ha sido por eleccin nuestra y decisin de nuestra libre
voluntad, sino obligados por las circunstancias. De esta guisa han de-
legado en otros que los representen para desempear sus propias labo-
res, rectores de muchas iglesias, Reyes y Prncipes y las ms altas auto-
ridades; de esta suerte, tambin los Pontfices romanos, de mayor con-
sideracin que todos, nombran sus delegados para una Dicesis especial,
a fin de que ejerzan el poder en su nombre; y as, finalmente, Jesu-
cristo, que est en el cielo, establece vicarios en su rebao para que
suministren los medios de salvacin. Pero ahora que por Su munificen-
cia estamos con vosotros, hermanos nuestros, surgen algunas cuestiones
que la caridad no puede silenciar en esta nuestra primera reunin. Ante
todo os queremos dar muy merecidas gracias, porque habis espera-
do nuestra llegada con deseo constante; a este convencimiento nues-
tro se aade, como prueba evidente, vuestra bondadosa disposicin
hacia nosotros, as como tambin vuestros atentos deberes filiales; ha-
EL PAPA BORG1A ' 93
(1) Archivo Secreto del Vaticano : S I X T O I V : Bullae, libro II, tomo VII,
Regesto 552, folio 95. Referido por DE Roo, ob. cit.
(2) Exigit tuae eximiae virtutis integritas et probata in rebus commissis
sinceritas... Vase DE ROO, pg. 442, vol. II.
B E H H H B B H B B
i
CAPITULO VI
EL CONCLAVE
(1) Este muri poco despus, o sea en noviembre de este mismo ao 1492.
(2) Es extrao que Francia y aples estuvieran a favor del mismo can-
didato, pero, aun no dando crdito al depsito de fondos de que se habl en
aquel entonces, hecho a favor de Julin de la Rovre, es lo cierto que exista
esta concurrencia de voluntad de los dos Poderes rivales. Los archivos arago-
neses (de Npoles) prueban ampliamente el apoyo del Rey de Npoles.
110 ORE ST ES FERRARA
habilidades. Pero despus de estos primeros votos de prueba, la lucha
se deline entre Julin de la Rovre y Ascanio Sforza, este ltimo
apoyado decididamente por Rodrigo Borgia.
El
^Ascanio ^ Cardenal Ascanio, como se le llamaba, liberal, elegante, vigoro-
Sforza. SO, era bien querido por sus colegas, y hubiera triunfado si su herma-
no, Ludovico el Moro, no hubiese proyectado sobre el Cnclave la
sombra de su propia ambicin, causa primera y ltima de sus xitos y
de sus desgracias. Ascanio, cuando se convenci de que no poda triun-
far, di su decisivo apoyo, y por tanto, todos sus votos, al compaero
que fielmente le haba apoyado en su aspiracin y no le haba aban-
donado hasta que no se formara espontneamente, en su propio
nimo, la conviccin de que le resultaba imposible alcanzar la elec-
cin.
Pero es lgico colegir que si Ascanio Sforza no poda ser electo
con el apoyo de Borgia, menos poda serlo Borgia con el apoyo de
Sforza. Es ms, Borgia era extranjero, espaol por aadidura, y en
el Sacro Colegio no haba ms que otro extranjero, o sea el portu-
gus Costa. Los otros cuatro, como hemos dicho, estaban ausentes.
Adems, Borgia era tenido como enemigo, no slo por los franceses,
sino por el Rey de Npoles, y por Venecia, y por Florencia. Borgia te-
na un concepto de la supremaca de la Iglesia que no poda ser del
agrado de los Prncipes temporales. El Rey de Francia no poda des-
conocer las discusiones del Consistorio y los puntos de vista del Car-
denal Borgia en su contra, que dieron lugar a un vivaz incidente que
tuvo con el Cardenal francs La Balue, durante el cual los dos pur-
purados se injuriaron como hombres del arroyo (1). Zurita dice que
el Rey de Npoles consideraba como una catstrofe la eleccin de
Borgia, pues si Inocencio VIII le haba provocado tantos males, siendo
un hombre dbil, qu no le sucedera con Borgia.* enrgico, inte-
ligente y hbil?
\
- EL PAPA BORGIA 111
H0 O RESTES FERRARA
Cualquiera que haya sido el curso de las votaciones, que no va-
mos a discutir ahora, es lo cierto que el futuro Alejandro VI, des-
cartada su nacionalidad, por su posicin y cualidades haba de ser un
fuerte candidato. En esta hora de su eleccin, a los sesenta aos de
edad, no hay un solo documento transmitido a la posteridad que ha-
ble de sus relaciones con la Vannozza o con la Giulia Farnese. Sus
enemigos, que son muchos, s le califican de altanero, de falso, de
astuto; pero nadie le atribuye amantes e hijos. El orador florentino,
que al hablar del Cardenal Ardicino della Porta dice que no podr
ser electo Papa por tener un hijo, que, debemos hacer constar, era
legtimo, no hace, en cambio, la menor alusin a los supuestos o reales
hijos ilegtimos del Cardenal Borgia.
Borgia, Cuando el Cnclave vi que poda salir triunfante, o Ascanio Sfor-
candidato
de za, que representaba a su hermano Ludovico, que tanto dao estaba
transaccin. ya haciendo a Italia, o Julin de la Rovre, que se hallaba ligado a
Francia, a Npoles y a todo Estado extranjero que apoyara sus aspi-
raciones, concentr sus votos sobre el hombre de mayor conocimien-
to en los asuntos de la Iglesia, ms independiente por. temperamento
y que ms habilidad haba demostrado en el largo tiempo que haba
estado en Roma. En aquel momento fu olvidado el hecho de que era
extranjero y espaol, y la memoria del to Calixto se haba redimi-
do de la acusacin de nepotismo, ya que estos electores casi todos
son producto del nepotismo. En el momento de la' gran decisin,
que es cuando mejor se advierten los peligros, los Cardenales com-
prendieron que ni Ascani ni Julin serviran a los intereses de la
Iglesia, por sus lazos polticos, y que tampoco podan ser tiles al
Estado pontificio figuras menores como un Costa, un Caraffa o un
Ardicino en aquella hora.
Rodrigo Borgia era el hombre que responda, por sus cualidades,
a aquel momento histrico. La iglesia de Roma ha* podido resistir a
(1) GREGOROVIUS : Storia della Citt di Roma, libro XIII, cap. IV, p-
gina 30.
122 ' ORESTES FERRARA
lia tan extraordinaria ocasin su inclinacin a la pompa, a la forma
solemne que ..hallamos en toda su vida de Cardenal, cuando se trata
de funciones pblicas o de actos religiosos. Y nos parece muy posi-
ble que haya manifestado ruidosamente estos sentimientos internos.
Pero ninguno de los presentes al Cnclave y a los actos posteriores,
que nos han dejado sus impresiones, han consignado esta actitud de
Rodrigo Borgia. Slo el relato annimo, lleno de errores y de falsa,
que hemos calificado de documento histrico afortunado, resea
esta situacin dramtica. Pr una sola vez, el annimo y atrabiliario
calumniador ha dicho algo que, si no es cierto, resulta verosmil.
nombre del El nuevo Papa asumi el nombre de Alejandro VI. Por qu Ale-
nuevo Papa, jandro VI? Porque quera tomar actitudes guerreras, asumiendo el
nombre que haba ilustrado Alejandro el Grande, el invencible. Esto
se le ha atribuido; pero de aquella poca no tenemos ms referen-
cias de esta coincidencia de nombres que la de algunos poetas que
buscan argumentos de ocasin para ser cortesanos. En cambio, toda
poltica posterior del Papa Borgia recuerda a otro Alejandro, o sea,
al Papa Alejandro III, que oblig al Emperador Federico Barbarroja
a respetar a la Iglesia de Roma, unindose a los Comunes italianos.
En igual empeo, no con los Comunes, sino con los nuevos Estados,
veremos a Alejandro VI.
Rn
ftesta Esta eleccin papal di lugar en los primeros momentos a ma-
nifestaciones desmedidas de jbilo. La eleccin de un Papa provocaba
siempre la alegra del populacho y las frases del elogio protocolario.
En esta ocasin, escritores contemporneos y posteriores no han po-
dido dejar de consignar que ambas cosas fueron mayores de lo ha>
bitual (1).
Roma estuvo de fiesta durante varios das. Un espectador, que
deba ser un clsico, exclama la noche del anuncio de la eleccin:
Ni siquiera Marco Antonio fu recibido por Cleopatra con tanto
EL PAPA BORGIA
esplendor. La ciudad estaba iluminada a giorno. Miles y miles de
personas llevaban antorchas en las manos. Los edificios estaban lle-
nos de luces y de tapices. reos triunfales elevados por grupos popu-
lares o por personas adineradas se sucedan a continuacin por las
calles principales. Las inscripciones eran excesivamente apologticas:
10
ORE ST ES FERRARA
lleva su nombre. Las dos altas partes contratantes acordaron tambin
solicitar conjuntamente la aprobacin del Papa a la modificacin intro-
ducida en la fijacin de la lnea divisoria, y ste la concedi inme-
diatamente, quedando as definitivamente resuelta la grave cuestin.
Esta ltima fase de las negociaciones diplomticas ha hecho sur-
gir la hiptesis de que Alejandro VI, aparte los trminos de las Bulas,
actu en realidad como mediador o rbitro entre Espaa y Portugal.
Los Papas, en diferentes ocasiones, desempearon tales papeles. Y Ale-
jandro VI, de manera especial, concurri a resolver armnicamente
dificultades de orden no slo internacional, sino tambin nacional.
Pero contra esta hiptesis est el hecho de que el Papa, al donar
a Espaa los nuevos territorios descubiertos o por descubrir, usaba
de -un derecho establecido por la tradicin, o sea, establecido en los
casos de los descubrimientos portugueses. Y est tambin el hecho
que el Papa repite en dos Bulas, la ltima del 3 y la clebre del 4 de
mayo de 1493: que aquella donacin y concesin es espontnea, de
su pura liberalidad y usando la plenitud de su autoridad apostlica.
Lo que la sana crtica nos indica es que Alejandro VI no pudo
actuar, en la creencia de que siendo el ms alto Soberano del mun-
do, con derecho a delegar el poder temporal en el Emperador y en los
Reyes, aplicaba este derecho a las tierras que luego formaron las Am-
ricas. Si algunos telogos, todava en aquella poca, defendan y propa-
gaban tal doctrina, los Papas, no muy dados a elucubraciones vanas,
no crean en ella, y menos poda creer en teora tan desusada el prc-
tico y realista Borgia. Tampoco suponemos que el Papa haya queri-
do realizar un acto de soberana temporal para un fin de orden espiri-
tual. Pues, aun cuando la forma de las Bulas nos podra llevar a con-
siderar este punto, lo descartamos, porque al leer los documentos de
la poca vemos que nadie se llenaba de alegra y satisfaccin porque
los hombres que poblaban las nuevas tierras iban a ser convertidos,
sino que todos miraban al oro y a las especias que deban llegar. El
mismo Papa hace referencia a ello cuando dice, en la Bula del 4 de
mayo, que en las tierras descubiertas se han encontrado oro, especias
aromticas y otras cosas, abundantes cuanto preciosas, de diverso
gnero y cantidad diversa.
EL PAPA BORG1A 14?
. J Si
CAPITULO IX
JULIA LA BELLA
mano muerto (es el hermano de Julia). Por esta muerte, tanto el Car-
denal Farnese como Julia, han sufrido mucho y se hallan tan afligidos
que los dos han cado con fiebre. Nosotros hemos mandado a Pietro
Carranca que los visite, y nos hemos ocupado de los mdicos y de todo
lo que fuera necesario. Confiemos en Dios y en la Madonna Gloriosa
que pronto estn bien. Verdaderamente, el seor Joanni y t tenis
poco respeto y consideracin por este viaje de Madonna (Adriana) y
Julia, dejndolas partir sin expreso permiso nuestro, porque debis
haber pensado, como era vuestro deber, que tal viaje repentino, sin
nuestro conocimiento, no poda sino dolemos sumamente. Y dirs que
ellos lo quisieron as porque el Cardenal Farnese lo quera y lo ordena-
ba, pero hubirais debido pensar si esto era del agrado del Papa. Aho-
ra est hecho: otra vez tendremos ms cuidado y pensaremos muy
bien en qu manos pondremos nuestras cosas.
Esto es todo. Es la carta de un viejo cura que exagera siempre en
cuanto a deberes. Lucrecia y su marido han faltado de poco respeto y
consideracin al Papa. El Cardenal quiz orden y mand el viaje;
pero l Papa hubiera debido ser tenido ms en cuenta. Y al final pone:
tendremos ms cuidado. Esta fraseologa se puede or aun hoy en
Roma, en ambientes del mismo gnero. En cuanto al fondo, esta car-
ta dice cosas muy distintas de lo que han credo ver los dos ilustres
escritores mencionados.
. El Papa se duele de que la seora Adriana y Julia hayan empren-
dido viaje sin su consentimiento, y hace una velada amenaza de que
en otra ocasin sabr mejor en qu manos poner sus asuntos. Slo
admitiendo de antemano que Julia era amante del Papa y que el Papa
quera que no se separara de l, se pueden considerar estas palabras,
digmoslo as, de resentimiento amoroso. En este caso la carta no
sera una prueba, sino la confirmacin de una prueba preexistente,
que, en efecto, no tenemos. En cambio, por qu el Papa pone juntas
a la Madonna Adriana con Julia, al decir que ambas se haban ido
sin su permiso? Es ms lgico suponer que la queja va dirigida contra
Madonna Adriana directamente, porque habiendo puesto en manos
de ella sus cosas, no ha sabido cumplir con su deber al viajar sin la
autorizacin papal. Es preciso fijarse que el nombre de Julia st en
166 ORE ST ES FERRARA
segundo lugar, y que la carta no est escrita a Julia ni a Adriana, sino
a Lucrecia Borgia. Cules son stas sus cosas? Y aqu est la clave
de la carta de Alejandro VI. Adriana del Mil, que emprende un via-
je de placer y que luego resulta de dolor, no autorizada por el Papa,
es una empleada del Vaticano, tiene un puesto de alta confianza y da
utilidad cerca de Alejandrles una especie de mayordomo del Papa,
es la vieja ama de casa del cura ya difcil, sensibilsimo y grun por
falta de familia y por la edad, del cura que no conoce sus cosas ntimas,
ni sabe dnde estn hasta los pequeos objetos de uso diario, ni sabe
cmo arreglarse en su propia casa. Nosotros encontramos a la del Mil
hasta los ltimos das de Alejandro VI en el Vaticano recibiendo un sa-
lario por sus servicios continuos (1). Esta carta fu escrita de puo y
letra del Obispo Juan Lpez, luego Cardenal, hombre de gran respe-
to, como casi todos los que rodearon a aquel Papa. Qu conspiracin
de cieno se debe suponer para interpretar dicha carta en el sentido de
que el viejo amante se queja a su propia hija, real o putativa, de que
la madre del marido de su concubina le ha sustrado a sta por unos
cuantos das, redactando la misma un Obispo, luego Cardenal del todo
respetable!
de Como las frases impresionantes tienen su fortuna histrica, como
la tienen tambin en la vida cotidianaj hay una que ha servido para
condenar a Julia irremisiblemente. Se trata del nombre de Esposa
de Cristo, que atribuyen al populacho de Roma haberle dado. En
todos los libros sobre los Borgia surge la Esposa de Cristo. Pues bien,
cul es el origen de esta frase? Stefano de Castrocaro escribe una
carta desde su pueblo hablando de diversas cosas, y entre ellas lan-
za este calificativo alegre que declara haber recibido de Roma. Pero se
apresura a aadir que no puede dar fe de que sea as, lo cual significa
que se apresura a declarar que ha sido inventado por l. De todas estas
frmulas estn llenas las divertidas correspondencias del Renacimiento.
Stefano de Castrocaro quera acusar al Papa de favorecer al joven
Farnese cuando le elevaba a Cardenal. Y era probablemente el eco da
un candidato no favorecido.
(1) SIGISMONDO DEI CONTI : La Storia dei suoi tempi, tomo II, pg. 61.
EL PAPA BORGIA L6G
(1) Ejemplo muy de recordarse nos lo dan las cartas de Maquiavelo a Vet-
tori y a otros; especialmente la de su vida en San Casciano y la de una cierta
innoble aventura. No pocos bigrafos de Maquiavelo dieron aquellas composi-
ciones literarias como verdades histricas.
(2) E. R O D E C A N A C H I , en la obra citada, lo manifiesta claramente.
170 ORE ST ES FERRARA
scriba mucho en cosa que pica el buen humor y la curiosidad de
todos, y que denigra a un poderoso, tratndose adems de un hom-
bre a quien se le atribuyeron todos los crmenes, hasta los ms in-
verosmiles, es que nada se saba. La prueba negativa est en las insig-
nificantes pruebas que se presentan para unir a la ms bella mujer
de Roma, al abrirse a la vida, con el viejo Cardenal, luego Papa Ale-
jandro VI (1).
(1) El autor de este libro debe declarar que l tambin, al no tratar di-
rectamente de los Borgia, ha aceptado en su otra obra, Maquiavelo, la opinin
general sobre estos amores de Alejandro VI y otras acusaciones generalmente
admitidas. Cuando se estudia un personaje no se investigan los hechos colate-
rales todos, aceptndose en cuanto a ellos la communis opinio.
CAPITULO X
o
En esta parte de la historia del Papa Borgia se entra en un laberin-
to, y es preciso tener un hilo de Ariadna para no perderse; y, aun as,
no se est siempre seguro de salir de las dificultades que las comple-
jidades de la vida y la maldad de los hombres han creado a cada paso.
Los hijos del Papa Alejandro son muchos o son pocos, o no los tie-
ne, segn el humor de quien escribe y el tiempo en que se escribe.
Algunos escritores le atribuyen cuatro, o sea los que responden a los
nombres que figuran sobre la lpida que honra la memoria de la Van-
nozza. Otros suben a cinco, a seis, a siete, y aadiendo los que se le
conceden de Julia la Bella, la cifra resulta indefinida, pues los hijos
de sta, si bien uno slo para la Historia, llegan en la imaginacin
de cronistas a un mximo de cuatro, aunque no siempre se mantie-
ne esta corta cifra. No hay que olvidar que entre los hijos se encuentra
tambin al Infans Romanus, que est en disputa entre Alejandro VI y
Csar Borgia. Si siguiramos a Infessura, como lo han hecho muchos
escritores posteriores, deberamos aadirle todava uno ms, o sea el
Cardenal de Monreale. Pero siendo, como hemos ya indicado, Infes-
sura polifceo, si formamos nuestra versin de los hechos sobre la
ms hostil de las copias de su Diario, lo cardenale di Monte Regale,
figlio dello ditto papa Alessandro, mientras que, si aceptamos otra
172 ORESTES FERRARA
copia, el figlio desaparece, y en su lugar encontramos la palabra
nepote, o sea sobrino (1).
Examinemos esta cuestin en concreto.
Los hijos Juan, Csar, Lucrecia y Joffre estuvieron siempre en relaciones
entre
Vannozza.. y por el papel que desempearon y por los documentos co-
nocidos desde antiguo, sabemos que son hermanos germanos. Si uno
de ellos es hijo de Alejandro VI, hay que considerar a los otros de la
misma paternidad. Pero stos no son los solos hermanos germanos.
Aunque sobre la lpida de la Vannozza no hay otros nombres, hay,
sin embargo, otros hermanos de padre y madre, de Juan, Csar, Lu-
crecia y Joffre, bien determinados en documentos ms seguros y fide-
dignos que una lpida.
Pedro Luis "En Espaa, un joven lleno d fuerza y de pujante valor hizo una
de Borja. r ^p- ( j a c a r r e r a m iljtar (2). Muy joven an se sienta en las Cortes de
Aragn, Valencia y Catalua. En Ronda se bate heroicamente y est
al lado del Rey en toda la campaa en contra de los moros. Este jo-
ven a quien el Rey hace Grande de Espaa y le concede luego el
ttulo de Duque, es Pedro Luis de Borja, que indiscutiblemente es
hermano de padre y madre de Juan, Csar, Lucrecia y Joffre. Escrito-
res modernos, considerando este hecho imposible en cuanto a la ma-
dre, porque les ha creado una madre a su voluntad, abandonan toda
investigacin. Realmente, no hay -tal imposibilidad; sta surge slo
cuando de dos o ms Vannozza se quiere hacer una sola, como hemos
indicado en un captulo precedente. Si se deja a la madre de Csar en
su realidad histrica, ella ser fcilmente la madre de Pedro Luis
tambin.
Cuando el Rey premi el valor militar de Pedro. Luis de Borja, lo
hizo dictando una Real orden, en la cual, al concederle la Grande-
za de Espaa, la extiende a Csar, Juan y... de Borja (as pone
la Real orden que ha llegado hasta nosotros), por ser germanos da
Pedro Luis (3). Esta Real orden fu dictada el 28 de mayo de 1485,
(1) Archivo Histrico del Capitolio (de Roma), Credenza XIV, to-
mo LXXII, folio 303. (DE Roo.)
EL PAPA BORGIA , 179
tos vicios de forma poco comunes al diligente maestro de ceremonias
del Vaticano. Bruchard dice: Fu recibido en los meses de octu-
bre o noviembre de MDI Mattcci, romano, hijo de Pedro Mattucci,
ciudadano romano, sobrino de nuestra Santidad el Papa, por una hija
suya, mujer de dicho Pedro, Canciller de la ciudad (1). De Roo hace
notar que la interpolacin es evidente, porque el minucioso Juan Bru-
chard nunca usa en los meses, sino fija exactamente el da, ya que
sta es la forma con que lleva su Diario, y mucho menos usa el pero-
do de los meses para consignar un acto cualquiera, y adems obser-
var con justicia que Bruchard pone el ao siempre al principio y no
en el texto.
Acptese o no esta aguda observacin, es lo cierto que el peculiar
contrato matrimonial que hemos referido, y la falta total de noticias
anteriores o posteriores al mismo, no pueden hacernos creer que Isa-,
bel era hija del Papa slo porque en el Diario de Bruchard, manosea-
do durante siglos por copistas, se inserta despus de la palabra Papa
ex filia, o sea, de una hija suya (2).
Pasemos ahora a los hijos de Alejandro VI, ya Papa, y cuando ha Hijos
de
pasado los sesenta aos. La primera acusacin es de haber tenido tres
Alejandro VI
o cuatro hijos con Julia Farnesse. Esta resulta fantstica del todo, con
porque Julia tuvo una sola hija, que cas con un sobrino de Julio II, Julia
Farnesse.
a la presencia de ste, con mucha pompa en el Vaticano, y en la po-
ca en que el odio de este Papa en contra de la memoria de Alejan-
dro VI le haca cambiar de habitacin para no ver su figura retratada
en la misma.
Queda Giovanni Borgia, el Infans Romanus, y tambin un tal Ro- Un nuevo
Rodrigo
drigo Borgia, menos conocido. Este Rodrigo Borgia hubiera debido Borgia.
nacer cuando el Papa haba muerto ya o estaba moribundo, a los se-
tenta y dos aos, lo cual dara a la frase del Embajador veneciano el
Papa se pone cada da ms joven, no el valor de una figura retrica,
sino de. una impresionante realidad. Unica prueba sobre este naci-
miento se encuentra en una Bula de Len X, de 1515. En realidad,
(1) Despus de indicada la causa que el Papa alega para la nulidad ma-
trimonial, o sea la impotencia, Giovanni Sforza dice al Embajador que por
el contrario, la ha posedo infinitas veces, pero que el Papa se la ha quitado
para hacerla, suya.
1Q2 ORE ST E S FERRARA
(1) Archivo Secreto Vaticano : Alessandro VI, Reg. 871, fol. 196 bis.
(2) Archivo Secreto Vaticano : Alessandro VI, libr. V, Reg. 871, fol. 144.
(3) Archivo Secreto Vaticano : Divisin Com., 1.501-1.503.
Armario 29, No. 54, fol. 189 1/2 dilecto filio infanti Johannes Borgia nos-
tro secundum carnem nepotem. Vase GREGOROVIUS : Lucrecia Borgia, otro
documento de los archivos de Mdena.
EL PAPA BORGIA , 185
cho de Giustinian. Este Embajador veneciano dice que Giovanni es
considerado por algunos hijo del Papa, aunque l l e titula hijo de
Csar (1). Sigismondo dei Conti supone que es hijo del Papa.
Unos documentos encontrados por Gregorovius vienen a poner
ms sombra sobrg esta cuestin. Dos Bulas contradictorias, inexpli-
cables, relacionadas entre s, redactadas el mismo da y teniendo 'a
misma fecha, nos dicen, una, que Giovanni Borgia es hijo de Csar,
y con ello se le da la legitimidad, y otra, que es hijo del propio Pon-
tfice que dicta las dos Bulas, o sea Alejandro VI. Lo ms original
de este ltimollammoslo asgolpe de escena que nos haba re-
servado esta parte de la historia de Borgia, es que una de las Bu-
las resulta innecesaria. La legitimacin en cuanto a Csar ya estaba
hecha solemnemente. Por qu Alejandro VI la renueva y la renueva
sin necesidad en el mismo momento en que la anula, declarando que no
es cierto lo que consigna en el mismo da en el precedente documento?
Algunos, frente a lo inexplicable, acuden a justificaciones absur-
das. Gregorovius dice que el Papa no podra reconocer un hijo suyo,
pero poda reconocer como suyo un hijo de Csar. Esto no es jur-
dico ni responde a los hechos, porque el Papa, en la Bula, reconoce
un hijo suyo, no un hijo de Csar como suyo. Portigliotti supone que
Lucrecia se lo exigi, pues Portigliotti jura que hay incesto papal.
Y, por fin, Frederick Barn Corvo sostiene que este Papa enrgico
y sincero lo hizo por honor, no pudiendo mantener una falsedad (2).
Pero entonces, por qu repetir la falsedad sobre la paternidad de
Csar el mismo da? De Roo da muchos argumentos tcnicos que le
llevan a considerar que ambas Bulas son falsas; y en este caso, por
qu el humorista falsificador ha hecho dos documentos contradicto-
rios? Un enemigo del Papa hubiera falsificado slo la segunda Bula,
en la cual Alejandro VI se declara padre de Giovanni, y no se hubie-
ra tomado la pena de hacer la otra, que debilita su primera falsifica-
cin, y que, por aadidura, es intil, pues ya hay otra con fecha muy
precedente para el mismo fin.
(1) DE Roo, obra citada, voi. I, pg. 258. De Roo afirma que dicha Bula
es de 18 de mayo de 1489, y se halla en el Archivo Secreto Vaticano. Reges-
to 770: Inocente VIII, commun, ano V, libro LXXIII, folio 255,
EL PAPA BORGIA
de otro hombre, porque no es posible suponer que la concubina de
Rodrigo Borgia viajara en aquella poca como en los tiempos moder-
nos. La documentacin oficial que nos queda para resolver esta vexa-
ta quaestio es contradictoria y enigmtica.
En un documento espaol de los Reyes Fernando e Isabel, que Un
se halla en la coleccin Salazar, se hace la alusin al padre de Juan document
interesante.
Borgia, segundo Duque de Ganda, en esta forma: que III. (ilustre)
quom. (quodam, fallecido),., de Borgia, genitor vestre... promiseri-
mus que al ilustre difunto ...de Borgia... prometimos. Este docu-
mento sera decisivo en favor de la tesis opuesta a la de la pa-
ternidad del Papa si no nos asaltara la duda de que en l se incurri
en un error por parte del escriba, y que el fallecido, en realidad, no
es el padre de Juan, sino el hermano Pedro Luis, primer Duque de
Ganda. Es ms: aun en esto tenemos nuestras dudas, porque esta
declaracin de los Reyes, en que se ha hecho una promesa al padre, re-
sulta inaplicable al hermano Pedro Luis, porque los Reyes Fernan-
f ' do e Isabel, con este documento, confirmaban al segundo Duque ae
Ganda los derechos sobre los feudos que tena en Italia, de cuyos
feudos haba sido investido con posterioridad a la muerte del mismo
hermano, y no por los Reyes de Espaa, sino por el de Npoles. As,
al hablar del padre difunto, se debe tratar de un error, o de algo que
no nos es dado comprender. Sin embargo, si se habla de un padre
difunto, ste, en ningn caso, puede ser Alejandr VI, que en la fe-
cha del documento estaba vivo. Hay otro documento, que debe ser Una prueba
dtel 1501, en el cual se hace una proposicin por la Santa Sede a fehaciente.
Luis XII de Francia sobre determinados extremos, y en ella se con-
sideran a los hijos del Duque de Ganda, a Csar, a Lucrecia, etc., ne-
veux et parens, sobrinos y parientes de Alejandro VI (1). Como fue-
ra de Italia la posicin de los gobernantes es, en este momento, de
EL PAPA BORGIA
En una de las Acta Consistorialia, la que se refiere al nombra- UnT
investigacin
miento de Cardenal de Csar Bijrgia, se dice que Papa Alejandro por
contempo-
estos tiempos hizo Cardenal a Csar Borgia, su hijo, probando que el
rnea de la
no era su hijo, sino criado y. educado en su casa. paternidad
de-
En esta ocasin, el Papa parece haber ordenado una investiga- Csar Borgia
cin sobre la paternidad de Csar y de haber nombrado investigado-
res a los Cardenales Juan Bautista Orsini y Antoniotto Pallavicini.
Infessura dice que los dos Cardenales informaron que Csar era hijo
legtimo de Domenico de Arignano. Sea verdico o no Infessura, y hay
que creer que no lo es, resulta cierto que los Cardenales todos acep-
taron la designacin de Csar, no encontrando el impedimento de
bastarda. Y el Consistorio no era muy favorable al Papa en aquella
hora.
Es que sobre Csar existen la mayor parte de los documentos Csar,
sobrino
y de las opiniones que se han dado en esta cuestin, por ser el ms del Papa.
destacado de los llamados, hijos del Papa Borgia. Pedro Mrtir (1),
cuando habla de la muerte de Csar, dice que en Espaa le tenan
por el sobrino de un hermano del Papa, y Zurita nos comunica que
tena el pueblo a Csar Borgia por hijo del Papa, y afirma que no
lo era (2). El mismo calificativo de sobrino usan en cuanto a l algu-
nos Embajadores. Clemente de Yebron reproduce de un despacho de
Florimondo Brognolo la frase: Csar, sobrino de un hermano de
Nuestro Seor (3). Sobre Csar tenemos algo originalsimo. Corvo
publica que el escritor Varillas da como padre de Csar Borgia nada
menos que al Cardenal Julin de la Rovre, y declara que tal versin
merece consideracin, pues sirve para explicar la enemistad constante
entre Alejandro VI y Julio II (4). Boccaccio, Embajador de Ferrara
en 1492, cuando no haba la ms lejana idea de establecer lazos de fa-
milia entre la Corle de Roma y la de su Duque, escribe: Haba lle-
gado a Roma el primer marido de la dicha sobrina (Lucrecia), el cual
EL PAPA BORG1A
mente que una intervencin de tal magnitud se poda circunscribir
a Npoles, y trat de obtener el consentimiento de Venecia a favor del
proyecto del Rey de Francia, envindole como Embajador a la inteligen-
te y vivaz Beatriz de Este, su joven esposa, que todava no contaba
veinte aos, la cual pronunci un discurso pblico ante la Seora, y le -
comunic luego en privado que el Rey de Francia enviara en .misin
a Pero de Basche a visitar las Cortes italianas, incluyendo a Venecia
y al Papa, a fin de ser favorecido en sus propsitos y no encontrar obs- --
tculos en la conquista.
La figura de Alejandro VI se agiganta en esta ocasin. Como en los Oposicin
de
momentos de prueba se revelan los grandes hombres, as en esta hora Alejandro VI.
difcil el Papa prob que responda a las aspiraciones de los Cardenales
que le haban puesto con voto unnime sobre la silla de San Pedro. Y,
rodeado por un mundo de traidores a los propios intereses y a los de
Italia, sostuvo una lucha sin descanso contra el tenaz asalto de los fran-
ceses invasores, de las grandes y pequeas Cortes italianas, de los Car-
denales de gran inteligencia y fuerza y de la opinin popular, represen-
tada principalmente por el mayor exponente de la popularidad de la
poca, el monje Jernimo Savonarola.
A mediados de 1493, el Papa, sabedor ya de los proyectos de Car-
los VIII, para desviarlos, insisti cerca de l y de Maximiliano sobre
la necesidad de una cruzada en contra del turco (I). El recuerdo del
to Calixto III, insistente promovedor de la cruzada, y el avance tur-
co a lo largo de las costas mediterrneas, quiz influyeron tambin so-
bre el nimo de Alejandro VI, pero su actitud parece ms bien inspi-
rada en el deseo de llevar a otras tierras y a otros mares, fuera de los de
Italia, las belicosas armas francesas. El Rey Carlos, aunque acept el
proyecto y prometi entenderse con el de los romanos sobre la cruzada,
envi, sin embargo, a Italia a Pern de Basche a notificar a los Estados
del Norte, a Florencia y al Papa sus verdaderas intenciones. Ya Vene-
cia, como hemos visto, conoca los fines de esta misin por Beatriz de
Este, esposa de Ludovico el Moro. El Doge veneciano haba contes-
(1) Maximiliano era Emperador de Alemania, pero por no haber sido co-
ronado se le llamaba rey de los romanos.
lHiiMITW^MM
198 . O RESTES FERRARA
tado a Beatriz que no poda formar opinin ni expresarla sin or al
Papa y al Senado de la Repblica, y comunic todo a Alejandro VI.
La
"l'eron de cuando Pern de Basche lleg a Roma, el Papa estaba prepa-
Basche. rado, y a la demanda de investidura del reino de Npoles a favor del
Rey Carlos VIII, hecha desde la primera entrevista en forma de ulti-
mtum, contest con tranquila serenidad, usando una tctica que le es
habitual en los momentos difciles, es decir, llevando la cuestin del
campo poltico al jurdico. El enviado de Carlos VIII crea recibir una
contestacin definitiva, y se hall con lo inesperado. El Papa no se opo-
na a las pretensiones legales del Rey francs, pero haba que juz-
garlas. Garlos VIII podra alegar sus derechos, y stos seran examina-
dos por un Tribunal de la Santa Sede, que ejerca la alta soberana so-
bre el Reino. Una sola condicin pona, y era que no se acudiese a las
armas, pues la justicia cesa cuando acta la fuerza. El Papa hizo enten-
der al emisario que, ante una invasin, en ningn caso dara la investi-
dura. Basche, como todo intermediario, no quera comunicar a su man-
dante una contestacin que se basaba sobre una. hiptesis, en este caso
la prueba del derecho del Rey, y discuti violentamente, llegando a ame-
nazar al Pontfice con la reunin de un Concilio para deponerle. En de-
finitiva, Basche volvi a Francia sin haber conseguido ms que la pro-
mesa de un examen jurdico del caso (1).
Brigonnet Cuatro meses ms tarde, en diciembre de 1493, el Rey envi una
nueva Embajada presidida por Guillermo Briconnet, a quien el Papa
acababa de crear Obispo de San Mal. El Papa tuvo mejor juego con
ste que con el torpe y venal Basche. Tom tiempo para dar una
respuesta definitiva, afirmando que deseaba conocer la opinin de los
venecianos, a los cuales haba escrito. Contemporiz largamente. Y du-
rante los das de la espera fu creando en el nimo del Embajador, que
por otra parte tena gran influencia sobre el Rey, la conviccin de que
la empresa no dejaba de tener peligros para el mismo Rey y para la
Cristiandad; Es muy probable que Alejandro VI hiciera brillar ante los
ojos de Brigonnet el cappello cardenalicio. La palabra clida de Alejan-
(1) Julin de la Rovre haba intentado obtener del Rey de Npoles igual
persecucin contra el Papa, o sea la convocatoria de un Concilio. Como aquel
se neg a seguir sus consejos, el Cardenal le abandon, y, pasado al enemigo,
fu a Francia a promover la cada de los aragoneses de Npoles y del Papa
mismo.
200 ORESTES FERRARA
bigny. La amenaza de convocar el Concilio para destituirle si no da la
investidura a Carlos VIII, ahora se presenta como un hecho de resul-
tados inminentes. El Papa declar, sin embargo, que no poda cambiar
su actitud. E insiste en que si las pretensiones del Rey de Francia se
basan sobre un derecho, sern examinadas; si sobre la fuerza, sern
rechazadas; y afirma que, mientras tanto, no le est permitido desco-
nocer a la Monarqua aragonesa los derechos y la investidura que ha
recibido durante todo el tiempo pasado por manos de mltiples prede-
cesores suyos. Las relaciones quedaron rotas sobre estos dos puntos
irreconciliables entre el Papa y la misin francesa. Sin embargo, si el
Papa resiste con fuerte energa, no resisten los suyos, no resisten tam-
poco algunos de los Cardenales que le han sido amigos hasta aquel
momento, y se venden sus condottieri.
D'Aubigny, D'Aubigny aprovecha su estancia en Roma para comprar a los
Roma, mltiples Colonna, a Trajan y a Pablo Savelli y a otros. Sobre la for-
taleza de Ostia flota ya la bandera de Francia junto con la de Julin
de la Rovre. En territorio de la Iglesia los antiguos soldados del
Papa, que hasta ayer han estado a sueldo del Vaticano, hoy reciben el
dinero de Francia, que es en realidad dinero de los Prncipes italianos
dado a Francia. La obra de erosin y de traicin va produciendo sus
efectos alrededor del Papa, que no puede comprender cmo todos ha-
yan perdido la nocin del propio inters y preparen voluntariamente
sus desgracias. Trata a veces de restablecer la disciplina moral, en otras
quiere cbnvencer a los descarrilados, pero l mismo sufre las alterna-
tivas del ambiente, recobrando siempre sus energas cuando piensa que
su frmula jurdica est dentro de la ms estricta tradicin de la Iglesia.
Decisin En Francia conocan a su vez el estado de Italia y de Roma y el ais-
de^invadr ' a m i e n t de Alejandro VI, y el 11 de agosto de 1494, despus de un
a Italia. Consejo real en que estuvieron presentes tambin Julin de la Rov-
re y los Embajadores de Miln, el Ejrcito francs parti hacia Italia;
pasaba los Alpes el 2 de septiembre; el 5 estaba en Turn, y el 9 en
Asti, en donde Ludovico el Moro recibi al Rey, en consonancia con
los gustos de ste, con las ms bellas damas de la aristocracia milanesa.
El Rey sigui para Pava, en cuyo castillo visit a Gian Galeazzo, en-
fermo, y luego para Piacenza, en donde recibi la noticia de su muer-
EL PAPA BORGIA_2Q3
201
te, muerte esperada y que muchos sip pruebas han atribuido, segn la
moda del tiempo, a veneno suministrado por el Moro. En Piacenza
lleg el Legado del Papa, el Cardenal Giovanni Borgia, que el Rey no
quiso recibir, pretextando que haba coronado a Alfonso II, su ene-
migo. Lo cual, en efecto, haba llevado a cabo aquel Cardenal en cum-*
plimiento del mandato que el Papa y el Sacro Colegio le haban dado.
Desde Piacenza, el Rey avanza hacia el Sur, mientras sus tropas se El Rey,
en
van desplegando a los dos lados de los Apeninos, como en una maniobra Lombardia.
militar. Si el Ejrcito francs hubiese encontrado la ms ligera resis- n
tencia, la expedicin habra tenido una solucin desastrosa desde estos
primeros avances antes de haber penetrado en Toscana. Ya consuma-
da la invasin extrajera, se apoder de todos un gran temor. Los me-
diocres comprenden la gravedad de los acontecimientos slo frente al
peligro. Mientras Carlos VIII todava se paseaba por los campos de la
Lombarda, la muerte del legtimo Duque haba hecho Duque de Miln
a Ludovico el Moro, y el Rey de Npoles, en sus dificultades, acepta-
ba esta sucesin. Venecia despertaba al fin, y teniendo intereses sobre
la estrecha entrada del Adritico, vea que esta invasin situaba en
aquellas costas a un poder demasiado fuerte. Los pequeos Prncipes
y los pueblos, que antes haban considerado al Rey extranjero como a
un libertador, sufran las depredaciones de sus soldados, que eran fran-
ceses, suizos y alemanes. Pero no haba resistencia militar alguna, los
Ejrcitos de Npoles abandonaban la lucha frente a los grupos italia-
nos que estaban a vanguardia de las fuerzas de Carlos VIII.
El Ejrcito papal, a su vez, haba debido volver a toda prisa al te- El Ejrcito
papal
rritorio de la Iglesia para defender al Papa personalmente y a Roma, retrocede
amenazados por los antiguos condottieri y vicarios de la propia Iglesia, hacia Roma,
que en nombre del Rey de Francia ocupaban la campia romana y
dominaban el litoral. As la lnea de defensa que presenta la entrada
de Toscana qued desguarnecida. Y ms grave an en tales circunstan-
cias fu que Florencia se hizo sinceramente francesa, como entonces se
deca, sea por odio a Piero de Mdicis y a su familia, sea porque estaba
bajo la influencia de fray Jernimo Savonarola, un agitador que una
la poltica con la religin, dando as a los intereses facciosos el fuerte
espritu pasional del ascetismo. El monje se diput l mismo Embaja
202 ' O RESTES FERRARA
dor cerca de Carlos VIII, a quien con su habitual sinrazn llam envia-
do de Dios, nuevo Ciro y reformador de la Iglesia.
Cnica Una cnica declaracin de Ludovico el Moro explica la situacin
declaracin
de el Moro. del momento. Es extrao e impresionante ver cmo en un mismo pas
y en una misma poca puedan darse un hombre como aquel fraile ator-
mentado, visionario y epilptic, y un espritu sutil, acomodaticio y
penetrante como Ludovico. Los venecianos, conocido el nuevo estado
de nimo de Ludovico el Moro, le enviaron dos Embajadores, Sebastin
Badoer y Benedetto Trevisan. Su misin consista en explicarle que la
situacin era peligrossima y que Ludovico, en defensa de su Estado,
que merecidamente tena, estaba en la obligacin de tomar decisiones
que evitasen males futuros. Ludovico, con la sinceridad de todos los
hombres que creen haber hecho un mal por poderosos e ineludibles
motivos, hace una declaracin que evidencia el espritu realista del Re-
nacimiento. Es el 3 de diciembre de 1494 cuando l declara a los Em-
bajadores venecianos que haba visto los inconvenientes de una inva-
sin extranjera, y que para evitarlo en tiempo oportuno, haba enviado a
su esposa a Venecia, pero los venecianos no la haban querido or. Quie-
re referirse con esta alusin al hecho de que los venecianos no le haban
querido reconocer entonces como el legtimo Duque de Miln, lo cual
le hubiera desviado de su intriga francesa. Esto es slo el prembulo.
Sobre el fondo de la cuestin reproducimos sus palabras, segn nos
las han transmitido los Embajadores venecianos; explican todo lo que
vino despus y cmo habiendo llegado el Rey con el favo? general de .
Italia a conquistar Npoles, aun antes de terminada la conquista, cae
en la aversin general. He aqu lo que dice Ludovico: v
EL PAPA BORGIA
consideraron insuficientes, y se lanzaron las bases de la futura Liga San-
ta o alianza, que oblig a Carlos 'VIII a volver precipitadamente a
Francia (1).
Mientras tanto el Rey, a oscuras de la nueva perfidia* de Ludovi- El Rey,
en Florencia.
co, segua su camino (2). Entraba en Florencia, desde donde lanzaba un mm
manifiesto anunciando la cruzada, para la cual no haba preparacin
alguna ni estaba en sus planes llevarla a cabo. Admita, sin embargo,
que iba a conquistar a Npoles como necesidad previa, y solicitaba del
Muy Santo Padre en Cristo, Alejandro VI, Papa por la Providencia de
Dios, concedernos la misma cortesa que ha otorgado a nuestros enemi-
gos: el libre paso por sus territorios y las vituallas necesarias a nues-
tras expensas.
Este manifiesto, dictado en Florencia, fu el nico acto pblico h-
bil de este Rey en Italia; pero la insinceridad era tan evidente, que
nadie le prest fe. Por otra parte, en privado se negaba a recibir a los
Embajadores que el Papa le haba enviado con un nuevo proyecto por
el cual la Casa d'Anjou, en este caso los Reyes de Francia, recibiran
un tributo anual de los Reyes aragoneses de Npoles, como acto de va-
sallaje, o algo de este gnero. El Rey continu su marcha.
m
CAPITULO XII
Los Orsini Carlos VIII entr en los Estados pontificios contra la voluntad del
traicionan
al Papa "apa y sin hacer caso a sus nuevas proposiciones, y avanz hacia Roma
dJpeles ^P 1 1 8 haber ocupado las plazas fuertes que encontraba en el ca-
mino. En el patrimonio de la Iglesia no hall resistencia alguna, pues
todos los vicarios papales se haban declarado por l. La familia Or-
sini fu la ltima en pactar, pero lo hizo tambin y en una forma que
indica el bajo grado moral del principal de la misma, Virginio, que
ya hemos conocido como jefe del Ejrcito napolitano, y que en estas
horas est a la cabeza de una de sus ms importantes unidades en cam-
paa. El intermediario del pacto celebrado entre Carlos VIII y Orsini
fu un Cardenal, que era nada menos el Embajador del mismo Papa cer-
ca de Carlos VIII. Cuando la traicin lo invade todo rompiendo los ins-
trumentos de la accin poltica y militar, un jefe de Estado est vencido
antes de luchar. Los que aparecen continuar sirviendo son an peores
que los rebeldes declarados. Y lo que resulta penoso para la conciencia
humana de todos los tiempos es que entonces los traidores, disfrazados
o abiertos, triunfan o sobreviven. El xito personal no es el producto de
la virtud, sino el de la mayor o menor armona que existe entre el tem-
peramento individual y el carcter de la poca en que se vive. Vase lo
que hace Virginio, jefe de uno de los Ejrcitos del Rey de Npoles, en
este pacto. La familia Orsini pone bajo el control del Rey francs todos
EL PAPA BORGIA
sus castillos, fortalezas y feudos; los hijos de Virginio y otros parientes,
es decir, toda la casa Orsini, entran con sus hombres de armas al servi-
cio del Rey de Francia, las fortalezas del Campagnano y^otros lugares
quedan entregados al Cardenal Perault, como depositario, pero al servi-
cio del mismo Rey, debiendo ser devueltos a los Orsini slo cuando Car-
los VIII abandone los Estados pontificios; Virginio Orsini continuar;
en cambio, al servicio del Rey de Npoles. Con cunta eficacia esto l-
timo se podr imaginar fcilmente. Y, en efecto, recibi personalmente
al Rey en Bracciano, y luego, a la entrada del territorio napolitano, le
dej libre el paso, para entregarse a l, poco ms tarde, en ola, cerca
de Npoles.
El Papa, frente a este desplome general, haba estado en dudas si El Papa duda
si abandonar
abandonar Roma o no. En las comunicaciones que haba recibido de a Roma o
algunos Estados se le daban consejos discordantes; los Reyes de Espaa quedarse,
le urgan que se quedara en Roma, mientras Venecia le indicaba que
se retirara a la plaza ms fuerte de los Estados pontificios, y para un
caso extremo le ofreca su propia ciudad como asilo. En el Vaticano se
tena preparado todo para la huida, pero al fin el Papa decidi quedarse
en Roma. En los ltimos das de diciembre, cuando la vanguardia de
los Ejrcitos reales estaba a la vista de la ciudad, el Papa recibi una
Embajada del Rey compuesta del senescal de Beaucaire, del Gran Ma-
riscal de Gi y del Presidente del Parlamento de Pars, Ganay, gran
Embajada para un Prncipe vencido y sitiado en su ciudad, an ms
grande para un Papa que debe ser sometido a un Concilio y destituido.
Carlos VIII y sus consejeros, aunque no constituyen todos juntos un 4
medio hombre capaz, segn la frase de Ludovico el Moro, saban que
tenan delante a Alejandro VI, y no al Papa Borgia de la leyenda, a un
Jefe de la Cristiandad querido de los pueblos y respetado por los So-
beranos. El Papa recibi esta Embajada, acept sus declaraciones res-
pecto a que el Rey no quera lesionar los derechos del Pontfice y con-
cedi lo que se le peda: libre paso por los territorios de la Iglesia y la
retirada de Roma del Duque de Calabria. Se ha dicho que el Papa capi-
tul por miedo, y sus acusadores, sin examinar las circunstancias, han
considerado este acto como una prueba de complicidad suya en la inva-
sin francesa. El Papa, en realidad, con esta concesin, legalizaba una
208 ORE ST ES FERRARA
situacin de hecho, pues el Rey ya circulaba libremente por los terri-
torios de la Iglesia, y el Duque de Calabria no podia quedar en Roma
y deba de todos modos retirarse si no quera ser hecho prisionero con
todos sus hombres. Toda resistencia era imposible. No obstante, Alejan-
dro VI llev a efecto, a su manera, esta formal sumisin, o sea con la
dignidad y solemnidad que pona en sus actos pblicos. Celebr una
misa solemne, convoc al Colegio de los Cardenales, invitando al Duque
de Calabria a presenciar su reunin, y all, ante todos, hizo pblica
su determinacin de dejar al Duque retirarse de Roma; le condecor
con la insignia de Caballero de Jerusaln y le di la investidura de su
ducado de Calabria con la santa bendicin. Antes de dejar Roma el
Duque, hizo al Papa una insistente invitacin del Rey Alfonso IT para
que dejara la ciudad amenazada y se retirara al reino de Npoles.
Aparte estas satisfacciones formales, Roma y Npoles estaban ven-
cidas; toda resistencia era imposible. En el mismo Consistorio en que
se despidi al Duque de Calabria se acord aceptar las demandas que
Carlos VIII haba hecho, incluyendo la de entrar en Roma. El Papa,
sin embargo, limit la ocupacin d l a ciudad a la ribera izquierda del
Tber. Entre las demandas del ltimo momento del Rey estaban tam-
bin el perdn a todos los Cardenales rebeldes y el reconocimiento del
antiguo dominio, a favor dsl Cardenal Julin de la Rovre, de la for-
taleza de Ostia, que haba sido la primera en enarbolar la bandera del
Rey de Francia. El Papa accedi a estas demandas muy a su pesar.
Entrada Carlos VIII haba notificado a las sucesivas Embajadas papales*
de
Carlos VIH cuando se negaba a recibirlas durante su avance, que quera tratar con
en Roma. el Papa directamente; y ahora iba a hacerlo. En estas negociaciones
fu vencido, como era de esperar, dados los dos opuestos grados inte-
lectuales.
Entusiasmo Alejandro VI qued en el Vaticano; los franceses, de acuerdo con
popular.
el pacto, permanecieron en la ribera izquierda del Tber, sin aproxi-
marse al Vaticano ni al castillo del Santo Angel. La entrada del Rey
en Roma, el 31 de diciembre de 1494, fu acompaada por una gran
manifestacin popular. El pueblo de Roma se desbord por las calles
entusiasmado con el extrao acontecimiento. Desde el palacio del
Cardenal Costa hasta San Mateo haba una iluminacin de antorchas
EL PAPA BORGIA 2Qg
EL PAPA BORGIA
marcha: libre paso de sus Ejrcitos*por el territorio de la Iglesia, pa-
gando las provisiones; entrega del Prncipe'Djem, debiendo ser de-
vuelto despus de la campaa de Npoles, y mientras tanto los cuaren-
ta mil ducados que por l paga el Sultn sern cobrados por el Papa;
Csar Borgia acompaar al Rey por un perodo limitado de cuatro
meses; algunas fortalezas quedarn como garanta en manos del So-
berano, as como algunos gobernadores pontificios sern nombrados
por l. El segundo grupo constituye la parte que interesa al Papa:
El Rey le har en persona el acto de obediencia y prometer respetar
en todo tiempo sus derechos temporales y espirituales, obligndose
adems a defenderlos contra quien quiera invadir su territorio; si
el Sultn declara la guerra al Papa, el Rey deber defenderle, y se
obliga a no insistir sobre la posesin del castillo del Santo Angel; a
su salida de Roma sern devueltas al Papa las llaves de las puertas y
entregados los puentes de la ciudad; dentro de cuatro meses el Rey
resolver el asunto de los cuarenta mil ducados que Giovanni de la
Rovre, hermano de Julin, se ha apropiado, procedentes del pago
anual del Sultn por el Prncipe Djem. El tercer grupo de acuerdos se
refiere a los Cardenales, a las ciudades y a los vicarios rebeldes, que-
dando todos amnistiados (1).
Como se ve, el Papa ha salvado todo lo importante. De la inves-
tidura no se habla, y el Rey hace acto de sumisin: de dominador
pasa a dominado. En cambio, el Papa cede en cuanto a Csar Borgia
y al Prncipe Djem si bien a ttulo temporal; Csar por cuatro meses
y Djem mientras el Rey est en Italia.
El 16 de mayo, el Papa y el Rey se encuentran por primera vez. y ^(jarlos"
Alejandro VI se hizo encontrar rezando. Egidio de Viterbo dramati- se
encuentran
za el suceso diciendo que a la vista de aquel acto en que el Papa, por primera
rodillas en tierra, devotamente se diriga a Dios, el Rey y sus acom- vez.
paantes quedaron tan impresionados, que un gran amor por l sur-
gi en sus pechos, y veneraron a aquel hombre que haban hasta en-
tonces odiado. El Rey permaneci en el Vaticano. El 19, da de la
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214 O RE S T E S FERRARA
ceremonia de la obediencia, cuando ya todos estaban reunidos, el Rey,
que haba ya pedido y obtenido dos das antes una modificacin de lo
pactado concerniente al Prncipe Djem, en el sentido de que. se le deja-
ra mayor amplitud en disponer del mismo, solicit por conducto del
Presidente Ganay en aquel solemne ambiente, tres favores: la confir-
macin, de todos los privilegios para l y los suyos, la investidura del
reino de Npoles y el reconocimiento de lo que mutuamente las dos
partes haban aceptado sobre Djem.
que^ritey Papa accedi a la primera y tercera de las demandas; en cuan-
presta to a la segunda, habl de la necesidad de un examen ms cuidadoso.
al Papa. p a ] a j-, ra s o lemne y elocuente del Papa impresion al Rey, que se
levant, no para insistir en la investidura, sino para repetir las pala-
bras que Bruchard le haba preparado: Santo Padre, yo he venido
para hacer acto de obediencia y reverencia a Vuestra Santidad, como
lo han hecho los Reyes de Francia, mis predecesores. A indica-
cin del Rey, el Presidente Ganay habl despus en su nombre, afir-
mando que su Soberano haba querido hacer personalmente, y no por
medio de Embajadores, el acto de respeto a la Santa Sede y al que la
ocupaba, y que reconoca en Alejandro VI al Pontfice legtimo; al
verdadero vicario de Cristo y sucesor de los Apstoles Pedro y Pablo.
Al da siguiente, en una misa solemne, en que alineados en la gran
plaza de San Pedro asistieron ms de veinte mil soldados y mucha po-
blacin, oficiando el Papa, el Rey actu de sacristn en la parte en que
el sacerdote se lava las manos, echndole el agua, sosteniendo el plato
y dndole la toalla. El Papa, por su parte, satisfizo al Rey en todas sus
demandas de favores para su squito.
El Rey se re- El 28 de enero, con gran satisfaccin popular, Carlos VIII parti
tira de Roma.
de Roma creyendo que all dejaba un amigo y quiz un aliado. El
Papa, que le haba llevado a su lado a caballo por las calles de Roma,
en las mltiples conferencias que tuvieron le hizo sentir toda la supe-
rioridad de su mente y de su carcter. La investidura no fu conce-
dida. Djem y Csar siguieron el largo cortejo real, pero el primero
muri en Npoles, y el segundo huy del campamento de Velletri, a
slo treinta y seis millas de Roma.
Dadas las circunstancias, no pudo ser una victoria diplomtica
v " C-E'f-S
EL PAPA BORGIA
ms resonante. El Papa, que estaba a merced de ese Rey victorioso,
la ciudad ocupada, todos los seores de Italia en su contra, los vica-
rios en abierta rebelin, muchos Cardenales trocados en consejeros
del enemigo, no le di la investidura, nico objeto de la* ocupacin
de Roma, y le dej partir como amigo, no sin antes haberse hecho
prestar la obediencia y el ms absoluto reconocimiento de su eleccin
pontifical. Sin embargo, los bigrafos han querido interpretar estos
hechos, tan evidentes por s mismos y por sus resultados, con suspi-
caces deducciones, siguiendo el criterio de cronistas del tiempo en
que Alejandro VI es vituperado con las ms absurdas acusaciones de
complicidad con Carlos VIII. La lgica directa y fcil es la ayuda que
el. buen juicio tiene en todos los tiempos para la interpretacin de los
hechos.
JJna de las afirmaciones ms absurdas que se han hecho contra el Afirmaciones
absurdas
Papa Borgia se refiere a que l, precisamente, haba llamado a Car- de los
los VIII a la conquista de Npoles. Escritores posteriores han acep- historiadores.
tado en parte esta afirmacin, diciendo que concurri a llamarle. Nada
ms inexacto y antihistrico. No hubo un solo momento en todo el
tiempo de la preparacin blica en que el Papa no se opusiera decidida-
mente a tal empresa. En los ltimos meses del 1492, poco despus de
su ascensin al pontificado, Alejandro VI haba pedido Carlos VIII
que, junto con Maximiliano, se preparase para una cruzada, pero no
para la conqtista <e Npoles. Maximiliano, ms honorable que los
historiadores, ha dejado dicho, justificando al Papa: Nuestro Santo
Padre ha pedido al Rey de Francia hacer la guerra a los infieles y no
a los cristianos (1).
Al principio de 1493, en Francia, conocindose bien las opiniones
adversas de Alejandro VI, se prepararon para el ataque en contra de
l por medio de un Concilio, en primer trmino, y, de fallar esto, de-
clarar la independencia de la Iglesia Galicana y suprimir toda con-
tribucin a la Santa Sede. Cuando Mateo Pirovano se entrevista con
Beaucaire y el general de Languedoc, a peticin del Rey Carlos, le
dicen, a propsito del Papa: En cuanto a l, bastar slo que se apa-
las tropas francesas deba servir,' o para que entrasen, sino para que
saliesen de los territorios papales (1).
Le es fcil al historiador, conocidos los hechos como han sido
transmitidos a la posteridad, y apoderndose del espritu del ambien-
te que quiere revivir, estimar el grado de veracidad de los testimo-
nios, si usa de su espritu crtico y pone como supremo inters l
verdad. Pocas preguntas hubieran explicado al estudioso que errnea-
mente hubiese apreciado la fecha de la referida Bula cul era la ver-
dadera. ' \
Por qu Carlos VIII no hizo uso, para obligar al Papa a darle
la investidura, de la Bula referida, de ser cierta la fecha que le dan los
historiadores adversos? Por qu Ludovico el Moro no descarg su
culpa sobre el Papa? Y el tercer principal interesado, el Rey de N-
poles, por qu nunca se quej del engao del Papa? Porque lo cier-
to no es lo que se ha dicho. La fecha de la Bula o Breve coincide
con la salida de Roma de las tropas francesas, no con los tratos teni-
dos con el Rey de Npoles. El Rey Carlos no us, ni en Francia, ni
en Italia, ni luego en la misma Roma, este fcil argumento, por no
ser cierto. Ludovico, a su vez, ms tarde, en 1496, le hace al Papa
plena justicia. A] advertir al Embajador veneciano Francesco Foscari
que se evitasen sospechas entre Miln y Venecia, porque (con ellas)
no se podr hacer nada bueno ni procurar la salvacin de Italia como
lo exigen los tiempos presentes, exclama: Cundo nos llegar la oca-
sin de encontrar un Pontfice que tan constantememente vigile a este
efecto, como lo hace el que tenemos? Y el Embajador aade en su
Despacho que el Duque de Miln compar esta actitud decidida de
Alejandro VI con la inestabilidad de Sixto y de Inocencio VIII. Del
Rey de Npoles no tenemos una sola queja en su desgracia; al con-
trario, el propio Ferrante, sospechoso y prfido, pocos meses antes de
morir, habindosele dicho que el Papa poda entenderse con el de
L LIGA SANTA
(1) Sobre esta fuga se ha dicho que estaba preparada, y que al abrir-
se los bagajes de Csar Borgia se encontr que estaban llenos de piedras.
Es posible que la fuga hubiera sido premeditada, dado el carcter que luego
se revel en Csar en sus aos de capitn y gobernante. Pero la simulacin
de los equipajes no existe. Los equipajes fueron ms tarde enviados con todo
lo que contenan a Roma.
EL PAPA BORGIA
E'l joven Cardenal, que era vigorossimo, se disfraz de mozo de
cuerda y sigui rpidamente, segn algunos, hacia Roma, para aban-
donarla en seguida por consejos del Papa, y, segn otros, hacia Rignano
y Spoleto directamente. El Papa pareci condenar el acto^ de C-
sar, y envi al Obispo de Nepi para deplorarlo ante Su Majestad:
y el Rey francs, a su vez, remiti a Roma a Felipe de Bresse, para
protestar del incumplimiento del pacto celebrado. Todo esto era se-
cundario. Y til ahora slo para la historia anecdtica. Lo importan-
te en r.quel momento era que la victoria militar, fcil, sonriendo a
Carlos VIII, le haca cabalgar rpido hacia el nuevo reino, distrayn-
dole de los graves acontecimientos que se iban "preparando a sus es-
paldas, por juzgarlos sin importancia.
El Rey Alfonso II, sobre cuyas virtudes militares se tenan tantas Abdicac
esperanzas, abdicaba a su vez sin combatir, y prcticamente hua con ^Np0ies
todas sus riquezas a Sicilia, en donde mora antes del transcurso de
un ao. Mientras tanto, las dos columnas en que se haba dividido el
Ejrcito invasor, una marchaba, dirigida por el Rey personalmente,
por la va cmoda y fortificada de Ceprano, San Germano, Capua,
Aversa, Npoles, y la otra, a la cabeza Fabricio Colonna, Antonello
Savelli y Robert Lenoncourt, tomaba las montaas de los Abruzos
hacia el Sur. Durante el camino, toda resistencia de las ciudades era
severamente castigada, y toda sumisin igualmente provocaba los abu-
sos de la soldadesca. Se entr en el pas que se quera conquistar,
destruyendo y matando. El terror corri hasta Npoles. Y el nuevo
Rey Fernando II, que sucedi a Alfonso, abdic tambin, retirn-
dose a Ischia, una de las islas a la entrada de la baha de Npoles, a
unas tres o cuatro millas de la costa.
Al Ejrcito napolitano lo disolvi el terror de los ciudadanos y la
traicin de sus propios jefes. San Germano fu abandonado. Capua ojem.
fu entregada por Trivulzio, que pas al servicio del Rey de Francia.
Virginio Orsini se di al enemigo en ola. El Rey lleg a Npoles
sin oposicin, pero a la llegada deba tener una gran contrariedad, ms
grande que la fuga de Csar: la muerte del Prncipe Djem. Djem
enferm en la ltima etapa del camino, frente a Capua, continuando
el viaje, sin embargo, y a pesar de los cuidados, dej de existir el 25 de
222 O RESTES FERRARA
febrero. Los historiadores han acusado al Papa de haberle envenena-
do. La acusacin empez por un se dice de los contemporneos.
Saudo nos transmite que la sospecha de que el Papa hubiese entrega-
do el prisionero envenenado a plazo (dato attossicato a termene);
pero Saudo no lo cree, dado que a Alejandro VI no le convena una
muerte que le privaba del rdito anual de cuarenta mil ducados. Com-
mines repite el se dice. Y Guiciardini, aos despus de la muerte
de Alejandro VI, lo di por seguro. Los escritores posteriores juraron,
en su mayora, la verdad de este primer envenenamiento, como si
fuese un artculo de fe.
Que hombres de aquella poca, en que se hablaba de milagro al
caer el muro del castillo del Santo Angel, o por las curaciones que el
Papa hizo bendiciendo a los enfermos a la vista del propio Rey Carlos;
en que se consideraba necesario consultar a los astrlogos para entrar
en la ciudad, creyesen en un veneno a plazo prefijado, se explica; pero
que se crea en un perodo en que la ciencia, con sus rigurosos esclare-
cimientos, ha sustituido a tantas extravagantes manifestaciones de
la mente ignorante y exaltada, resulta inconcebible. El Rey de Fran-
cia recibo del Papa al Prncipe Djem el da 27 de enero, y le llev
cabalgando su lado por toda la campia romana, con el desasosie-
go natural y las grandes incomodidades de aquel mes de febrero entre
los pantanos y bajo las lluvias constantes. El Prncipe Djem, que ha-
ba hecho una vida de prisionero, especialmente en los ltimos tiem-
pos, estaba poco acostumbrado a una existencia de campamento. As,
frente a Capua, a una corta marcha de Npoles, enferm de catarro,
con manifestaciones en los ojos y en el estmago (1). Continu a la
intemperie, marchando hacia Npoles, y un mes despus de haber
sido entregado al Rey, muri. Este famoso veneno de los Borgia, esta
cantarella que permite a quien la toma llevar una existencia tan acci-
dentada en perfecta salud, para luego revelarse, cientficamente no
puede existir. Es que la ciencia no tiene valor ante la fantasa de algu-
Deducciones Alejandro VI comprendi que nada bueno le poda venir del ex-
" 2 tranjero, si no disciplinaba definitivamente a los vasallos de la Iglesia,
general. a los vicarios, a todos los que rodeaban la Santa Sede. El Papa Borgia
conoca a estos Barones y Duques; ms ahora, con el hecho extraordi-
nario de la invasin de Carlos VIII, los haba visto bajo un aspecto
todava ms siniestro. El territorio de la Iglesia resultaba indefendible
y a la disposicin del primer ocupante, porque los que lo deban de-
fender lo entregaban al enemigo a cambio de dinero y de favores. Los
Colonna, los Orsini, los Savelli, los Conti y todos, se haban puesto en
aquella hora difcil en contra de la Santa Sede. Los vicarios que
estaban ms lejos haban abierto las puertas al enemigo, y muchos lo
haban secundado, como los Riario y los Este. Haba que corregir
todo esto. La acogida a Carlos VIII haba sido para Borgia de una
gran enseanza en muchos aspectos.
Alejandro VI tena bien balanceados los sentidos poltico y jur-
dico. El primero, no dominando al segundo, le impeda que cayera
en el oportunismo; el segundo, no teniendo ms preponderancia que
el primero, le evitaba entregar sus ideas a una rigidez contraprodu-
cente. El estado de cosas existente deba, en consecuencia, ser corre-
gido, pero gradualmente; eso s, deba serlo de todos modos. Con
la exuberancia de sus facultades fsicas e intelectuales, tan pronto tuvo
EL PAPA BORGIA _ 2Q3
una' relativa paz internacional, puso mano a la obra. Una obra que
le ocup todo el resto de su pontificado, durante el cual castig y re-
dujo a la impotencia a todos los que lo haban traicionado; expuls
de sus territorios a los tiranos y redujo a una absoluta sumisin a los
Prncipes dependientes de la Iglesia. Julio II, .despus de muchos
desvarios, sigui sus huellas y evit que se deshiciese en esta parte
interna la gran labor de Alejandro VI. Tarea inmensa y de diversas
consecuencias. Si ahora empieza la lucha, tambin empieza a crearse
la fama de los Borgia. Es ahora Cuando todos estos poderosos seores,
con grandes Cortes, en donde el poeta y el erudito rivalizan, o en
donde el poeta es un erudito y el erudito un poeta, al verse amenaza-
dos, se lanzan a una campaa de descrdito en contra del Papa y los
suyos, que se intensifica a medida que van perdiendo los bienes abu-
sivamente retenidos; sin embargo, en esta primera prueba que a con-
tinuacin consignamos, se trata de una simple tentativa, y por aadi-
dura poco afortunada.
" Los Orsini son los primeros quienes ataca el Papa. Qu han
hecho? Lo que por hbito inveterado hacan todos. Pasarse al ene-
migo por pasin momentnea o por mayor paga. No tener idea ni
sentimiento alguno de patria, de religin, de deberes, de honor. Los
Orsini haban estado a las rdenes de los aragoneses. Virginio Orsini,
el jefe de la C'asa, haba sido uno de los grandes personajes del reino
de Npoles. Y despus de entenderse personalmente con el Rey Car-
los en Bracciano, se haba entregado en ola. Ahora que Carlos VIII
no est en Italia, y que Montpensier,. su representante, lucha para
conservarle parte de la conquista napolitana, Virginio y los suyos, con
otros vicarios de la Iglesia, como los Vitelli y Bartolomeo de Alviano,
luego famoso condottiere, estn al servicio de Montpensier y a suel-
do del Rey francs contra el Rey de Npoles y contra el propio Papa,
a los que han servido, sin embargo, recientemente.
La Liga Santa, la guerra en la frontera francoespaola, el esfuerzo
veneciano y la actitud favorable de Maximiliano, perdan toda su efica-
cia si el reino de Npoles, Ostia, puerto de Roma y gran parte dt
los territorios papales continuaban ocupados por un Ejrcito italiano
a las rdenes de estos condottieri, que actuaban en nombre del Rey
234 . O RESTES FERRARA
de Francia. En aquel perodo en que las distancias eran ms dif-
ciles de recorrer por el mal estado de los caminos, y en que el egosmo
srdido de los combatientes debilitaba no slo el concepto del deber
de un aliado, sino que empaaba hasta la nocin del propio inters,
las victorias en la periferia no compensaban las derrotas sufridas al
centro.
Guerra deca- El Papa, con su mtodo habitual, trat de obtener por la per-
suasin lo que podra darle la fuerza, y no habiendo podido conven-
cer a estos rebeldes, los excomulg. Haciendo seguir a las armas espi-
rituales las temporales, envi contra los grandes feudos de los Orsini
a Guidobaldo de Montefeltro, Duque de Urbino, y al segundo Duque
de Ganda, Juan Borgia, que acababa de llegar de Espaa, y al cual,
el Papa, uniendo su. invencible espritu nepotista al deseo de tener
un hombre fiel en la jefatura de su Ejrcito, nombr Capitn general
de la Iglesia. Las fuerzas papales rindieron a discrecin todos los
castillos y fortalezas de la poderosa familia, menos Bracciano, que
resista y que era el principal feudo de los Orsini. Para mayor des-
gracia de stos, ms al Sur, la derrota de Francia era definitiva.
Montpensier tuvo que pactar su entrega, en cuyo pacto los condottieri
italianos quedaron a merced del Rey de Npoles. Virginio Orsini fu
encerrado en una fortaleza, en donde muri exacerbado por las noti-
cias de tantas derrotas. Una pequea ancdota nos viene a recordar
que estamos en la historia de Borgia. Es algo que podra considerarse
cmico, si no se tratara de algo trgico. Es posiblemente algo que vie-
ne de una caprichosa tradicin, mantenida en la familia Orsini por
algn tiempo. Virginio ha muerto de veneno, porque el Papa se lo ha
ordenado bajo amenazas al Rey de Npoles. Y el hecho se dice reve-
lado por un nio que sostena en sus manos una vela un da que el
Papa, para ver bien lo que escriba, le haba llamado al efecto. El
nio, en tal postura, ley por encima de las espaldas del Papa el papel en
que ste escriba al Rey de Npoles que envenenara inmediatamente 3
Virginio Orsini, bajo amenaza de quitarle la investidura del reino (1).
(1) Esta frase, que significa el hombre que ms ama a los de su carne,
ha sido traducida sarcsticamente por escritores modernos por e padre mas
afectuoso.
244 O RE S T E S F E RRAR A
probable que la larga costumbre de la observancia religiosa haya con-
currido con su carcter entusiasta o excitable a formarle esta manera
de expresarse.
La incapaci- El da 14 de junio de este ao, despus que Ascanio Sforza reci-
niaZ ddnmri- ki la noticia de labios del Papa y de los de Juan y Csar Borgia,
do de Lucre- de que Lucrecia no poda continuar en la aparente vida conyugal que
cia Borgia. ji e v a ]j a c o n Giovanni Sforza de Pesaro, a causa de la impotencia de
ste, Juan Borgia, el segundo Duque de Ganda, fu asesinado en for-
ma misteriosa y cruel. La desolacin del Papa no tuvo lmites.
De esta muerte de Juan Borgia, no solamente ningn escritor de
aquel tiempo, ni moderno, ha acusado al Papa, sino que todos convie-
nen en que hombre alguno ha sufrido ms que l en igual tragedia.
Se nos ha transmitido que por tres das rehus los alimentos, que
sus sollozos resonaban en las salas vaticanas tristemente, y que hasta
quiso abandonar la triple corona y, de quedar Pontfice, reformar radi-
calmente la Iglesia. Sobre esta muerte, los escritores no ocultan cierta
satisfaccin, y han cubierto el dolor de Alejandro VI con un tinte de
sarcasmo ms cruel que la sonrisa de Yago. Los Borgia han sido cas-
I '
(1) Este relato est tomado ntegramente de los dos ms detallados que se
escribieron inmediatamente. Uno, de Bruchard, Liber Notafum, y otro, de
Juan Carlos Scalona, Embajador de Mantua en Roma.
EL PAPA BORGIA
a Roma unas maderas, vi acercarse al ro dos hombres por el camino
que iba del castillo del Santo Angel a la iglesia de Santa Mara- del
Popolo. Estos hombres examinaron los alrededores, mirando de un
lado y de otro si haba gente; luego, dos ms aparecieron, y, en fin, un
tercero a caballo, que llevaba un cadver. El cadver fu arrojado al
ro, y los cinco, despus de asegurarse que haba bajado al fondo, y de
haber hundido con piedras el manto en que estaba envuelto, que al
principio flotaba, se retiraron. La declaracin de Schiavone hizo exa-
minar el fondo del Tber por. aquellos parajes, y el cadver apareci
cubierto de fango. Era el del Duque de Ganda, Capitn general de la
Iglesia, el primer personaje no eclesistico de los dominios papales, y
por aadidura tenido por el Papa como hijo, o realmente hijo suyo.
Pocas veces un funeral ha sido acompaado con mayores manifesta-
ciones de duelo. La ceremonia fnebre fu solemne y severa.
En el Vaticano, el da 15, el da despus de la comida, al no apa- Excitacin
recer el Duque, hubo la consiguiente alarma, pero se supuso que la vaticano.
aventura amorosa se haba prolongado. El Papa fu informado de
la ausencia del Duque por un empleado de la Casa de ste y por otro
del Cardenal Csar Borgia, y aunque le sorprendiera, la atribuy l
tambin a un pasatiempo femenino. Pero, por la tarde, el Papa se alar-
m y llam a los dos Cardenales Borgia, pidindoles que le dijesen
toda la verdad, pues, al parecer, crea que lo de la ausencia y la ma-
nera en que se le haba relatado era una forma piadosa que ocultaba
algo ms grave, ya conocido por todos menos por l. Los Cardenales,
requeridos severamente para que dijeran todo lo que saban, no pudie-
ron ms que relatar lo sucedido, por lo que el Papa exclam que ahora
lo importante era saber si estaba vivo o muerto, y en un rapto de ira,
afirm que si le haban asesinado, l conoca a los autores. El Papa or-
den una rpida investigacin, y bajo la direccin personal del mismo
Gobernador de Roma, se llevaron a cabo las pesquisas, que si no dieron
ni entonces ni despus resultado en cuanto al asesino, produjeron rpida-
mente el rescate del cuerpo del asesinado, en la forma que hemos
indicado.
El dolor del Papa frente a la irreparable realidad fu grandsimo. f r i m i e n t l
Pero despus del desahogo natural que los nervios imponen, espe- ei papa.
248 O RE ST E S FERRARA
cialmente a los temperamentos sensibles, recobr su comedimiento.
El da 19 entr en el Consistorio, en donde los Cardenales, los Emba-
jadores y otros altos funcionarios le expresaron sentidas condolen-
cias. Alejandro VI, en esta hora, se revel en todo su carcter, como
acontece en los grandes dolores; lleno de dignidad, sereno en su
juicio, profundamente creyente, y, al mismo tiempo, humano y rea-
lista.
Ms noble debe aparecer a los ojos de la posteridad en esta grave
ocasin, si, realmente, el Duque de Ganda era su hijo.
En el severo silencio con que el pesar de las colectividades recoge
a todos, habl l con voz firme, diciendo que el Capitn general de
la Iglesia haba muerto, y que una pena insondable haba penetrado
en su alma, al punto -que ningn bien terrenal la poda aliviar;
que probablemente Dios haba querido castigar algunos de sus peca-
dos. Declar que se desconocan los autores del crimen o los que
lo haban inspirado. Exoner algunos cuyos nombres se murmuraban,
como Giovanni Sforza, o su hermano Galeazzo, el Duque de Urbi-
no, el Cardenal Ascanio Sforza, del cual manifest que siempre le
haba considerado y segua considerndole como a un hermano, y que
no era el caso de hablar del Prncipe de Squillace, Joffre Borgia, her-
mano del asesinado. Y como el Cardenal Ascanio no haba ido al
Consistorio por miedo a alguna violencia de los elementos militares
espaoles, harto excitados, el Papa rog al Embajador de Espaa que
hiciera saber al Cardenal que le sera grato verle. Termin diciendo:
Que Dios perdone al culpable.
La investigacin de este crimen continu sin resultado. Pero lo que
no se pudo saber entonces se ha inventado fcilmente despus, impu-
tndoselo a Csar Borgia.
Los Los. contemporneos no pensaron en Csar inmediatamente, ni die-
inculpados , . .. . -i . i r , .i
del primer r o n l u e g e n l s anos sucesivos, cuando toda infamia era atribuida
momento, a los Borgia, un solo dato, un hecho, o un mero indicio que pudiera
autorizar la hiptesis de su culpabilidad. Las afirmaciones concretas
vinieron a mediados del siglo xvi, aunque igualmente sin una sola
prueba.
En los das del delito, una carta de Scalona al seor de Mantua
EL PAPA BOBGIA
249
indica mltiples presuntos culpables, segn los rumores circulantes
Los rebeldes de la ciudad de Viterbo, el Cardenal Ascanio Sforza y
el Duque.de Urbino, que, como hemos visto, hecho prisionero por los
Orsini, fu abandonado por el Papa y obligado a pagar su propio res-
cate, son mencionados. Scalona no dice si haba habido acusaciones
por parte de Juan Borgia contra este Duque de Urbino por la derrota
sufrida en el asalto a Bracciano, pero es fcil suponer que la culpa
de ella haya cado sobre el de Urbino. El mismo Embajador revela
que se habla de otras personas: del Duque de la Mirandola, que tena
una bella hija que gustaba al Duque de Ganda, y de Giovanni Sforza,
marido de Lucrecia, del cual en estos momentos se pensaba separarla
anulando el matrimonio por causa de impotencia. Tambin comunica
la creencia que Ganda haya sido asesinado por razones amorosas;
pero al mismo tiempo dice que el que ha realizado el delito o lo haya
ordenado tena los dientes largos, o sea, que era poderoso y fuerte.
Como se ve, se trata de hiptesis subjetivas, que se hacen siempre en
los primeros momentos.
Ms que de todos stos se sospech d los Orsini, aunque las in-
vestigaciones policacas, muy activas, se dirigieron contra el Duque
de la Mirandola, segn lo indica otro Embajador, el de Florencia,
Alejandro Bracci. Entretanto, si la Polica iba en un sentido, la voz po-
pular murmuraba en otro, y acusaba a Giovanni Sforza, Duque de
Pesaro, y al hermano de ste, ambos fuera de Roma (1).
El Cardenal Ascanio, despus de una larga entrevista con el Papa,
insiste en la carta enviada a Miln, que se est acusando al Duque de
Urbino, y tambin hace alusin a los Orsini. Parece evidente que
Alejandro VI pensara en estos ltimos, y que hasta hablara de ello
en los primeros momentos con conviccin, pero, en realidad, nunca
tuvo dato alguno, y sus actos posteriores indican que su conviccin no
dad es que los franceses fueron expulsados del reino de aples definitiva-
mente. Vase el breve Diario de Branca de Telini en Muratori Italicarum
Rerum Scriptores.
CAPITULO XVI
j^mm
r.Mt
msm
262 O RESTES FERRARA
dad hasta su muerte, al punto que los Reyes absivos de la poca bus-
caban todos su amistad y proteccin, y le dejaban por respeto los
tratados que celebraban con otros Soberanos, abiertos a su firma en
todas las ocasiones. Esta reforma por l iniciada tuvo partidarios fa-
nticos en las filas eclesisticas, que llegan a esperar el siglo de oro
de tal acontecimiento (1). La realidad es, y a ella se refiere Julio II,
que la llegada de Luis XII a Italia, las conquistas extranjeras de Mi-
ln y Npoles, las incursiones turcas sobre las costas de Italia, los
pactos de Ludovico el Moro y de Federico de Npoles con el Sultn
de Turqua, la actitud de los Barones y Prncipes del territorio de la
Iglesia, y, por fin, el imperialismo veneciano, no podan producir Un
ambiente favorable a un Concilio que tuviese tan amplios propsitos.
Aparte la consideracin prctica, que si todos hablaban de reforma
nadie todava la quera. Quien conozca la historia del Concilio de
Trento debe justificar al Papa Borgia, porque sabe la influencia que
tuvieron los poderes temporales sobre este acto puramente eclesistico
y los peligros que corri la Iglesia.
Alocucin Los nobles propsitos de Alejandro VI se encuentran en el pre-
de
Alejandro VI. facio al documento o documentos que se prepararon. Lo publicamos
ntegramente para que sean conocidas las ideas que tena en ese ao
de 1497: Colocados por la Divina Providencia como viga de la Sede
Apostlica para, en el cumplimiento de los deberes de nuestro oficio
pastoral, desarraigar el mal que debe ser vencido y plantar el bien que
debe ser fomentado, nos hallamos dedicados con toda nuestra alma
a la reforma de las costumbres. Advertimos, con pena, que la con-
ducta de los cristianos se ha ido desviando de la perfecta y antigua
disciplina, ha roto los saludables principios de antao, los decretos de
los santos Concilios y Soberanos Pontfices que frenan la sensualidad
y la avaricia, y ha estallado en un libertinaje tal, que es imposible to-
lerarlo por nis tiempo. La naturaleza de los mortales se inclina al
mal, y sus apetitos no siempre se ajustan a la razn, sino que, como
dice el Apstol, llevan la mente al cautiverio y conducen los pueblos al
yugo del pecado. Hemos, ciertamente, aspirado siempre a que esta
(1) Hay un nmero de preceptos en esta reforma que tratan de las obli-
gaciones de los Prncipes y Reyes para con la Iglesia. Omitimos toda referen-
cia a los mismos, por no ser de inters en este estudio.
CAPITULO XVII
MATRIMONIOS PRINCIPESCOS
DE' CSAR Y LUCRECIA
^wTa "iglesia Como hemos dicho, Csar Borgia entra en la escena mundial
en 1498, pero es en 1499 cuando empieza su accin intensa. En los
aos pasados ha sido hombre de Iglesia. Los nicos documentos que
existen sobr su existencia precedente se refieren a lazos de familia,
al derecho que tiene entonces d heredar la grandeza de Espaa del
hermano Juan Borgia y el ducado de Ganda, y a los beneficios ecle-
sisticos de que los Papas, amorosamente prdigos, le cubrieron. Algu-
nas palabras de elogio nos revelan que hizo buenos estudios.
No se le relaciona con la muerte del Duque de Ganda hasta este
ao noventa y ocho, e igualmente surgen ms tarde las fbulas sobre
el asesinato de Pedro Caldern, llamado Perotto. Hasta 1498, el terri-
ble Csar Borgia es un joven Cardenal que piensa slo en divertirse.
Se ocupa de caceras, cuida su jaura, se viste como un Prncipe tem-
poral, asiste poco a los actos religiosos. Entonces tiene apenas veinti-
trs aos.
Decir que un segundn de familia noble se daba a la vida ecle-
sistica por vocacin, es desconocer por completo la poca; y conde-
nar a quien, sin tener tal vocacin, se ha dado a esta vida, que em-
pieza a veces antes de los siete aos, es no conocer aquellos tiempos
y todos los tiempos. Csar era el tercr varn de los hermanos, sean
S'.;:
MSSKi
EL PAPA BORGIA 267
e
stos hijos del Papa, o d Guillermo Raimundo . de Llangol y de
Borgia, o de Arimanno, o d cualquier otro, que esto no hace al caso,
y tena dos familiares Cardenales, y otro familiar, ya muerto, haba
sido Papa. En tales condiciones, la carrera eclesistica era imperativa,
indiscutible, porque era la riqueza en lugar de la pobreza; una posi-
cin de respeto y hasta de renombre, en lugar de una vida oscura
de hombre de armas de segundo orden. Adems, era la familia la
que decida y no el nio tierno de pocos aos, que un buen da, ves-
tido con el hbito de clrigo, iba a pasar pocas horas en la sacrista.
De todos modos, para ser eclesistico entonces no se necesitaba voca-
cin alguna, y cuanto ms alto era el cargo que esperaba al iniciado,
menos era necesaria, porque la Iglesia tena tantas funciones civiles
y militares, que todas las vocaciones resultaban aprovechables en su
seno. Cuanto se ha dicho sobre esta ausencia de vocacin espiritual
en Csar, prueba la falta de sentido histrico en los crticos, que han
sido llevados al error por no comprender que cuando Csar habla
ms tarde de esto, al abandonar el cardenalato, usa un pretexto ca-
nnico para justificar un acto poltico.
Csar ha sido calumniado an ms que Alejandro VI, a pesar de Breve
perodo
que en su brevsima existencia de personaje histrico, pocos hombres histrico
han tenido mayor xito que l en el aprecio y en el afecto de los gran- de Csar.
des y de las multitudes. Su vida activa empieza, como hemos dicho,
en 1499, y termina a fines de 1504. Durante este corto tiempo con-
quista pueblos, que le reciben como a un libertador, y algunos le
aman hasta en la desgracia; el Rey de Francia, el Soberano ms po-
deroso del momento, le guarda no slo miramientos excepcionales, sino
que le trata en ocasiones con familiaridad de igual; las Cortes ami-
gas le reciben con jbilo; Venecia le hace su patricio; sus subordi-
nados dan la vida por l, aun despus de su cada; Gonzalo de Cr-
doba, l Gran Capitn, le protege cuando es perseguido por Julio II,
y solamente cambia esta actitud al recibir rdenes en contrario de ni
Rey Don Fernando; por fin, muchos Cardenales le obedecen prime-
ro y le defienden despus, no obstante haber muerto Alejandro VI.
Es el rbitro de la eleccin papal del Cardenal Julin de la Rovere,
como lo ha sido de la de Po III pocos das antes. Los que conocen
268 ORES'TE S FERRARA
a la veleidosa humanidad pueden comprender lo que supone esta
amistad de los poderosos, este respeto de gente encumbrada y esl'a
fidelidad de los pueblos. Claro est que en este aprecio general por
Csar, histricamente cierto, no pueden incluirse los escritos anni-
mos, las cartas privadas, que recogan rumores y voces malvolas, ni
las informaciones interesadas de Embajadores enemigos, ni las de los
Prncipes y sus cortesanos, que caan bajo la frrea accin de este
hombre, que en sus conquistas pareca haberse desposado con la vic-
toria. Error grave comete el que en un examen hecho a distancia de
siglos, acepta como parte principal de la reconstruccin que hace de los
acontecimientos pasados las insidiosas sospechas, las murmuraciones,
toda la malevolencia subterrnea con que los intereses lesionados ma-
nifiestan su despecho, o el chascarrillo ofensivo con que la mediocri-
dad literaria y no literaria se venga de los que sobresalen. Precisa-
mente esta tendencia de poner a Csar como autor de tantos delitos
imaginarios y esta insistencia en destruirle moralment'e, prueba que
su personalidad en aquella poca hablaba a la fantasa de todos. En-
tre muchos hechos coordinados, efectivos y reales, que nos dan un
personaje de sobresalientes cualidades, respetado, amado, que impre-
siona por su inteligencia a hombres de gran vala, que da muestras
de valor y decisin, y las insinuaciones aisladas, la repeticin de
rumores o el sarcasmo de poetas que son asalariados por enemigos
vencidos, el juicio sano del observador no puede ni debe vacilar. Si la
historia de los grandes hombres se tuviera que hacer, rio sobre sus
hazaas, sino sobre las murmuraciones, no habra un solo gran hom-
bre pblico en los anales del pasado a quien rendir nuestros respetos.
permuta y a desde el ao 1497 se hablaba de que el Cardenal de Valencia
por se quera retirar de la vida eclesistica, y los rumores empezaron a
mujer, correr.,Uno de ellos, muy grave, que Csar quera hacer una permuta
con su hermano .Joffre, dndole a ste el cappello, y recibiendo en
cambio a Sancha como esposa. Saudo lo da con un se dice desde
Venecia, y Ascanio Sforza refiere que se ha hablado de ello en Roma.
En 1498 se insiste ms en que Csar quiere reintegrarse a la vida
civil, aunque sin ninguna alusin a Sancha y al supuesto cambio. El
rumor se haba desvanecido sin duda porque nunca existi tal proyecto.
EL PAPA BORGIA 269
El Papa haba sido contrario a la retirada de Csar de la carrera
eclesistica. Al principio de su pontificado rechaz la proposicin de
matrimonio que le haca Ferrante, Rey de Npoles, de casarle con una
hija suya, entre otras razones porque no aprobaba tal retirada. Pero
ahora, muerto Juan Borgia, y no pareciendo hombre muy capaz el
joven Joffre, Alejandro VI, de tanta ambicin familiar, empez a in-
clinarse hacia los deseos de Csar. Es muy probable que el Papa,
despus de haber acariciado la idea de que Csar recibiera un da sobre
su cabeza la triple corona, sucedindole en un futuro ms o menos
lejano, como l haba sucedido al to Calixto III, al ver ahora que
el joven Cardenal no haca liga con sus colegas, nica forma de poder
obtener el voto de los Cuerpos colegiados, comprendiera que tan alta
aspiracin era irrealizable, y en consecuencia, creyera preferible pre-
pararle un mejor porvenir, dejndole como Prncipe de un vasto terri-
torio, y no como uno de los muchos Cardenales. Es una simple hip-
tesis muy en consonancia, con el espritu perspicaz del Papa Borgia y
de su desbordante nepotismo.
Quedaba, sin embargo, la cuestin formal de este acto excepcio- Cmo pudo
nal y los escrpulos religiosos que provoca. A ambas cosas, Alejan- Csar
abandonar
dro VI daba gran importancia. En conversaciones con Ascanio Sfor- la purpra.
za y con los Embajadores de Miln y Npoles a fines del ao 97, y
precisamente el 24 de diciembre, el Papa habl largamente del inte-
rs que el Cardenal de Valencia tena en retirarse de la Iglesia, y
aadi que, si esto aconteca, deba hacerse con el menor escndalo
posible. Csar, a su vez, favoreci esta tendencia y disip los escrpu-
los que acarreaba. Al efecto, empez por declarar que de seguir
siendo Cardenal se perdera su alma, pues los actos que realizara se-
ran contrarios a sus votos, y luego convenci al Consistorio para que,
en pleno, pidiera al Papa que accediera a sus deseos.
Alejandro VI estaba enterado de los manejos de Csar y de los
argumentos que esgrima, y hacia la mitad del ao ya favoreca sus
intenciones, porque comprenda que si Csar deba retirarse de la
vida eclesistica, aquel momento era el ms oportuno, por hallarse
de Pontfice que haba de autorizarlo, sin adversarios fuertes y rbi-
tro de la situacin del mundo. El Rey Federico de Npoles, que
270 O RE-STES FERRARA
haba sucedido al sobrino, necesitaba del apoyo papal, por las amena-
zas de los venecianos, que queran retenerle las ciudades litorales del
Adritico y del Jnico, y por los constantes peligros del lado de Fran-
cia. Rey de Francia va a ser muy pronto su antiguo conocido el Du-
que de Orleans, bajo el nombre de Luis XII. Venecia y Florencia
le quieren de amigo. Ludovico el Mor parece sometido. La amistad
de estos Reyes y Prncipes, y ciertos intereses personales que el nuevo
Rey de Francia tuvo ante la Curia de Roma, le hicieron pensar en
el curso de sus meditaciones que Csar, al dejar una carrera prove-
chosa, entrara con muy poco esfuerzo en otra, igualmente buena
y posiblemente mejor, En aquel entonces, el mayor vnculo de los
intereses polticos es el matrimonio, y el Papa empez a examinar este
'lado del problema. As, al mismo tiempo que acceda a retirar el
cappello de la cabeza de Csar, pensaba en formarle una mejor situa-
cin y en casarle con una mujer de alta alcurnia.
Declaracin Csar, en el Consistorio privado del 17 de agosto de 1498, no
en el estando presente el Papa, declar a los Cardenales que nunca haba
Consistorio, tenido inclinacin eclesistica, y que si haba seguido en tal vida y
alcanzado tan alta jerarqua, era por mandato y por favor del Pont-
fice; que, a pesar del tiempo, su inclinacin continuaba siendo hacia
la vida secular; por lo cual suplicaba a sus compaeros que pidiesen
' al Papa que le dispensara la extraordinaria concesin de volver al
mundo y poder contraer matrimonio. Ofreca, naturalmente, devolver
todos los beneficios y prerrogativas que. la Iglesia le haba conferido.
Todos los Cardenales, por imanimidad, acordaron deferir esta dispensa
a la voluntad del Papa (1). Alejandro VI haba ya recibido del Rey de
Espaa una fuerte opinin contraria a tal dispensa. Enterado ste de
los proyectos de matrimonio, que se dirigan del lado de Francia, no
quera que se contrajesen por la Monarqua electiva de Roma alian-
zas de familia que fuesen contrarias a sus intereses. Don Fernando
tena ya sus miras sobre Npoles, y, adems, todo acuerdo de la San-
ta Sede con Francia le era perjudicial. El Papa, con su habitual estra-
tegia, tom tiempo, procurando, como era su costumbre, convencer
(1) Naturalmente, esta muerte deba ser atribuida al Papa; Rafael de Vol-
terra lo consigna as al escribir despus de la muerte del propio Papa; pero
Bruchard dice que Giacomo Caetani muri el 9 de julio de 1500, que el
Cardenal Farnese se ocup de su entierro en la iglesia de San Bartolom, en
Roma, en donde la madre y las hermanas y otros familiares vieron el cadver
descubriendo el fretro. Pablo Jovio hace asesinar, en esta ocasin, a Nico-
ls Caetani, tambin por el Papa Borgia. Este Nicols haba muerto, sin em-
bargo, en 1494.
wnh"
CAPITULO XIX
EL JUBILEO Y EL ASESINATO
DE ALFONSO DE A R A G N
(1) Este Vitelli y este Baglione, como los Orsini, eran personajes de gran
importancia. Signorelli, al pintar en la catedral de _ Orvieto su magnfico y
amplio cuadro, El Anticristo predicando sus teoras, los pone juntos
Dante y Petrarca.
EL PAPA BORGIA 291
Sforza, que retena Imola y Forl a nombre de su hijo mayor, Octa-
viano; a Malatesta de Rimini; a Varano de Camerino; a Manfredi
de Faenza; a Guidobaldo de Montefeltro, aquel Duque de Urbino
que se dej batir frente a Bracciano, y a Giovanni Sforza de Pesar o,
el primer marido de Lucrecia. La declaracin de la prdida de los de-
rechos fu dada en juicio formal por un Tribunal pontificio. El Papa
Borgia, hijo de la Curia de Roma, en donde haba permanecido medio
siglo, no saba actuar sino dentro del ms cumplido formalismo. Lle-
vaba todas las cuestiones ad punctum juris, y se le aplauda entonces
este apego a las formas legales.
\ La campaa militar que emprenda Csar, en la mente de las po- Guerra
blaciones de los Estados pontificios era una guerra de liberacin, no de liberacin.
de conquista. Alejandro VI, como todos los Monarcas absolutos, al
combatir a los grandes feudatarios, se haba ligado al pueblo por lzs
de un inters comn. Los vicarios de la Iglesia no queran respetar a
su Soberano, en cuyas sucesivas elecciones ellos mismos influan, y
consideraban al mismo tiempo la fortuna, el honor y la paz de sus
gobernadores como cosas de las cuales podan disponer libremente. Po-
cos pueblos han tenido peores gobiernos que Romaa y las otras pro-
vincias del centro de Italia. Eran, en consecuencia, rebeldes y tiranos
en una sola pieza. Estos pequeos soberanos, que no surgan del fra-
gor de la batalla, o del amor a los pueblos, o de una larga tradicin,
filtros sociales purificadores, sino del xito de una traicin familiar o
del nepotismo ocasional de un Papa, satisfacan sus ansias de advene-
dizos, de dinero y de poder, perdiendo todo freno moral y jurdico.
En lucha encarnizada con otros que queran reconquistar el dominio
y la riqueza por ellos sustrados, no dorman tranquilos sobre sus bie-
nes, y el ataque diario que esperaban y las amenazas constantes que
reciban ls hacan perder todo resto de equilibrio moral, que, huma-
nos al fin, se conserva hasta el postrer momento aun en los ms ab-
yectos.
El acto papal de declarar decados de todos sus derechos a tales
tiranos di esperanza a los pueblos, los sublev moralmente, y todos
ansiaban que llegara el momento oportuno para rebelarse abiertamen-
te. El Ejrcito de Csar Borgia tena, pues, una tarea fcil de cumplir.
i BnBjjj^HHHn
(1) Biblioteca Barberini, Cd. XXXII, pg. 242, bajo el ttulo Acta contra
Prncipes et Barones.
294 ORESTES FERRARA
to de la plaza de San Pedro. La joven pareja, alegrada por el naci-
miento de un nio, viva la vida principesca de aquellos aos movi-
dos. El aragons Duque de Bisceglie se hallaba en todos los cortejos,
en las ceremonias oficiales, agasajado y admirado, y en perfecta armona
con el Papa y el resto de la familia Borgia. Segn la opinin general,
Lucrecia le adoraba. El 15 de julio de 1500, inesperadamente, al salir
del Vaticano para su propia casa, en las primeras horas de la noche,
acompaado por pocos servidores, fu asaltado por un buen nmero de
asesinos, que fingan ser pordioseros, y herido gravemente. Los asaltan-
tes, realizado el delito, huyeron por las escaleras de San Pedro, protegi-
dos por un grupo de hombres a caballo, que se calcularon en cuarenta,
abandonando luego todos la ciudad por la puerta Pertusa (1). Alfonso,
gravemente herido, fu llevado por los criados al Vaticano.
Como sucede en acontecimientos de este gnero, en la natural
confusin se atendi, en primer trmino, a salvar al herido, a pesar de
lo desesperado del caso, llamando a los mdicos ms prominentes. Y
se pens en defenderle de un nuevo ataque, asegurando la' vigilancia
policaca, ya que la audacia del primero haca temer que se repitiera.
Csar, gonfalonero de la Iglesia, mantuvo el orden pblico y dispu-
so que nadie poda llevar armas en las proximidades del Vaticano, bajo
pena de muerte (2). Diecisis hombres fueron puestos en guardia a la
defensa del herido. Y se inici una investigacin judicial para descu-
brir a los autores del delito.
Los mdicos del Papa hicieron las primeras curas necesarias. Los
Colonna, muy ligados en aquel momento con el Duque de Bisceglie,
enviaron un mdico prominente por su cuenta, y el Rey Federico, des-
de Npoles, envi los suyos. A la cabecera de la cama del herido es-
taban la mujer, Lucrecia, y la hermana, Sancha, cuidndole con
amorosa devocin. Segn Biagio Buonaccorsi, a pesar de las curas re-
cibidas, el Duque de Bisceglie muri de sus heridas (3).
i
Lucrecia, a la muerte del marido, se retir desolada de Roma para Lucrecia
el castillo de Nepi. Al hacerlo, no slo cumpli con una costumbre
de abandonar el ambiente de dolor en que haba vivido en el ltimo
M
mes, sino que se alejaba de Roma en la estacin de los fuertes calores.
I
Deseosa de continuar en aquella soledad de Nepi, se vi obligada, sin 1
embargo, a volver a la ciudad en el invierno, cuando ya se empezaba
a hablar de un nuevo matrimonio. Los pretendientes eran numeros-
simos, no obstante haberle asignado la leyenda un terrible hermano
que, o mataba a sus maridos o amenazaba con hacerlo.
El Papa, el 25 de agosto, fu en procesin solemne a Santa Mara
del Popolo; el Valentino iba a la cabeza del cortejo con sus hombres
de armas, reverenciado por los romanos y los peregrinos. El pueblo
no entraba en Jas intrigas de los Embajadores, y juzgaba sanamente.
Tampoco el Rey Federico de Npoles acus a Csar de la muerte
de su sobrino, a pesar de que muy pronto los Borgia y los aragoneses
se vuelven a encontrar frente a frente.
C A P I T U L O X X
(1) La acusacin del asesinato contra Csar Borgia en este delito pro-
cede de Bruchard, de Sigismondi dei Conti, y, con exageracin y mltiples
errores reconocidos, de Guicciardini. El prrafo de Bruchard parece interpo-
lado. Guicciardini fantasea sobre falsos ecos lejanos.. Ninguno de los tres da
una prueba o siquiera un indicio de la culpabilidad de Csar. Giustinian, el
gran acusador de los Borgia, da el hecho precedido por un se dice. El
orador Catanei, en cambio, escribe a Mantua el 7 de junio de 1502, pocos
m a m m
EL PAPA BORGIA
proyectos, que debi abandonar rpidamente por voluntad del Rey
de Francia; uno, expulsar a los Bentivoglio de Bolonia; otro, reponer
a los Mdicis en el Gobierno de Florencia. En ambos casos, el Valen-
tino pidi compensaciones para desistir de sus propsitos, y as obtu-
vo una buena ayuda en dinero y en hombres de armas de los Ben-
tivoglio y una condotta y n tratado de paz de parte de los florentinos.
Detenido en la parte oriental de la pennsula, Csar pas a la occi-
dental, atacando a Piombino, que estaba bajo el Gobierno de Yacopo
de Appiano, pero no pudo continuar la obra personalmente, y tuvo
que dejar las tropas de ataque bajo el mando de Vitellozzo Vitelli,
que conquist la ciudad (1). El Rey de Francia, que haba empezado
la nueva expedicin contra Npoles, le orden incorporarse a las tro-
pas francesas, que en el mes de julio de 1501 bajaban por las mon-
taas de la Toscana hacia el reino de Npoles.
Luis XII prepar la operacin de Npoles con ms cuidado que Luis Xlt
Carlos VIII, aunque el xito final fuese igualmente desastroso. La pru- ' a
dencia, el cuidado, el esfuerzo inteligente, concurren en los resulta- de Npoles.
dos favorables de las acciones humanas con un porcentaje muy infe-
rior al que generalmente le concedemos. Causas inesperadas, acciones
concurrentes imprevisibles, neutralizan o destruyen los mejores planes
o favorecen las imprudencias de los ineptos. Esta conquista de Npo-
les provoc en el nimo del Papa los mayores dolores.
Se ha acusado al Papa Borgia caprio expiatorio de todos los
males de la poca, una vez ms en esta ocasin, y el acusador es nada
menos que Leopoldo Ranke, historiador eximio, que no acert, por
das despus del liecho, supuesto o real, del hallazgo de los cadveres en
el Tber, que los Manfredi, que vivan en el castillo del Santo Angel, libres
pero vigilados, han sido llevados para Piombino.o
(1) En este perodo, en relacin con Vitellozzo Vitelli, surge un inciden-
te que revela el carcter de Alejandro VI y su poltica. Vitellozzo, al ir a
atacar a Piombino,-pas por Orvieto, cometiendo depredaciones. Los orvieta-
nos se quejaron al Papa. Este, odas las justas reclamaciones, exclam in-
dignado : Oh! Es ste, pues, el oficio de nuestros soldados, depredar las
tierras de la Iglesia?... Por mi fe os digo que no castigar menos los daos
sufridos por vosotros que si Vitellozzo hubiese despojado mi propia habi-
tacin. Y, en efecto, quiso retirar a Vitellozzo del Ejrcito pontificio, no lle-
vando a cabo su propsito a peticin de los mismos orvietanos, que perdo-
naron al condottiere. F U M M I , obra citada, pg. 4 9 .
302 O RESTES FERRARA
no haber conocido toda la documentacin secreta de este perodo. Se
ha dicho que Alejandro VI llam a los espaoles de Italia y los ali
a los franceses. Los antecedentes polticos de esta campaa militar
exoneran al Papa de esta responsabilidad? El no tuvo otra participa-
cin en la alianza francoespaola que la aceptacin de los hechos,
despus de haber intentado evitar que se realizasen. Acept, pues, lo
inevitable, procurando limitar sus efectos desastrosos.
El Papa Alejandro VI, en su primera embajada a Luis XII, como hemos
el s\ataqno ya' recomend dejara la cuestin de Npoles en el statu quo,
o que la confiara a una solucin de Derecho. Luego le propuso man-
t tener a los aragoneses en el reino con la condicin de que stos pa-
. garan un tributo a los Reyes de Francia por los derechos que pudie-
.ra .haber tenido la Casa de Anjou. El mismo Saudo, cuando repro-
duce la relacin Capello, hace decir a ste que el Papa, al conce-
der a Luis XII la anulacin del matrimonio con Juana de Francia, le
pidi no inmiscuirse en cosas de Npoles, sino para favorecer al Papa.
Todo esto es inexacto, o de Capello o de Saudo, pues el Papa, como
hemos visto, no anul personalmente el matrimonio del Rey Luis,
pero indica cul era la opinin contempornea sobre el estado de ni-
mo de Alejandro VI. A este propsito debemos hacer notar que Ranke,
al reproducir la frase original de Saudo, que en italiano, en forma
veneciana de la poca, dice: Del reyno di Napoli non se impazzare se
non in aiutare al Papa, traduce que renuncie a toda accin sobre el
reino de Npoles, excepto en favor de la Casa Borgia, cuando, la frase
significa no intervenir en el reino de Npoles ms que en ayuda del
Papa (1).
En todas las ocasiones, como, por ejemplo, cuando el Rey de Fran-
cia estaba en Miln, el Papa le aconsej siempre que no se mezclara en
las cosas de Npoles. Ningn acto de Alejandro VI existe que pueda,
directa o indirectamente, ser considerado como una invitacin, o si-
quiera indicacin, de ocupar el reino de Npoles, hecha al Rey de
(1) Esta ayuda se refera al deber general que tenan los Prncipes cris-
tianos de defender al Papa, y tambin al caso en que los R e y e s de aples,
como en el pasado, no quisieran respetar los derechos de soberana del Pont-
fice. Los Borgia no entran, en absoluto, en la cuestin.
i
EL PAPA BORGIA 303
Francia o a los de Espaa, antes de que stos se pusieran de acuerdo
merced al tratado de Granada.
Es ms, el tratado de Granada fu concertado sigilosamente a sus La particin
espaldas. Cuenta Zurita que el Embajador de Espaa, Mosen Gralla, Capoles.
al visitar un da a George D'Amboise, Cardenal de Roban, le dijo:
Qu le parecera si en el asunto de Npoles nosotros nos pusiramos
de acuerdo como ustedes lo hicieron con los venecianos por el ducado
de Miln? A lo que el Cardenal aadi: Y de esta manera manten-
dramos la paz entre los dos reinos. Exactas o no estas palabras, es lo
cierto que las dos Monarquas acordaron dividirse el reino de Npoles.
El Papa tuvo conocimiento de este tratado, estrictamente secreto, des-
pus de convenido. El Rey Federico de Npoles igualmente lo vino a
conocer despus, cuando ya ingenuamente haba solicitado a las tropas
espaolas que desembarcasen en su reino para ayudarle. El secreto .
haba sido absoluto.
Los franceses, despus de haber arreglado virtualmente las cosas Tratado
del lado de Espaa, quisieron asegurarse a los venecianos tambin, y 1 ^^.^
En mayo de 1500, sus Embajadores pidieron formalmente al Senado y Francia.
de la Serensima un nuevo pacto de alianza, diciendo que, debido al
hecho de que muchos parecan amigos no sindolo, como el Marqus de
Mantua y el Duque de Ferrara, y que habiendo, por ola parte, el Rey
de Npoles enviado dinero a Ludovico el Moro para que reconquis-
tara Miln y estar ahora en trato con el turco, e instigar continua-
mente al Rey de los romanos en contra de Francia, era til ponerse de
acuerdo y hacer la guerra a todos los enemigos de Venecia y Francia,
especialmente al Rey Federico y al turco, repartindose luego entre
los dos aliados las tierras adquiridas. Esta alianza deba ser comuni-
cada al Papa para obtener de l que, en cuanto al turco, invitase a
los otros Monarcas europeos a la cruzada, y que en caso de que stos
fuesen morosos o negligentes, el Santo Padre los llamase al deber y les
reprochara su conducta ante el mundo, poniendo as a Dios del lado
del Cristiansimo Rey de Francia y de la Repblica Veneciana (1).
(1) Naturalmente, exclumos de esta acusacin a los que han tratado estos
tiempos borgianos, si no con imparcialidad, por lo' menos con seriedad.
(2) Instructions de Edouard au Duc de Valentinoys 8 aot 1501. Biblio-
teca Nacional de Pars.
307
306 . ORESTES FERRARA
con un nuevo crimen, para los contemporneos llega, el 15 de septiem-
bre de aquel mismo ao, con redoblado prestigio.
los Colonna Alejandro VI no era hombre que dejase pasar esta ocasin propi-
y los Savelli. c j a s in dar un golpe mortal a sus enemigos, en este caso, los Savelli
y los Colonna. Alentado por el tratado que firmaron en Roma los Em-
bajadores de los Reyes Catlicos y del Cristiansimo sobre la cruzada, y
en vista de que los dos Colonna jefes de la familia haban cado prisio-
neros en Capua, uno muerto, a consecuencia de las heridas recibidas en
combate, excomulg a todos los de este nombre con una Bula del
20 de agosto y les confisc todos los bienes. La Bula es muy exten-
sa y relata todas las rebeldas de los Savelli-y Colonna contra la Igle-
sia, empezando por decir que desde Bonifacio VIII era despreciada esta'
casa de los Colonna (1); incluye al mismo Cardenal Giovanni
Colonna en la prdida de los bienes, pero excluye de la confiscacin
sus beneficios eclesisticos, menos la Abada de Subiaco. Ms tar-
de, en 17 de septiembre, con otra Bula, el Papa priv de sus bienes
a olas casas baronales, especialmente a los Estouteville, que haban
estado ligados a los Colonna. Estas puniciones, como en los casos pre-
cedentes, provocaron el entusiasmo popular. Alejandro VI visit, po-
cos das despus, algunas ciudades y castillos de estas antiguas fa-
milias, y en todas partes fu aclamado. Las poblaciones en su totali-
dad, por donde pasaba, le vitoreaban al grito de Borgia! Borgia!.
De estos bienes y de los de Caetani, el Papa se haba reservado el
derecho de disponer libremente, y as lo hizo. Despus de haber
concedido a los Orsini, que por el momento le eran amigos, algunos
castillos, dividi el resto en dos partes; con una cre el ducado de Ser-
moneta, que di al nio Rodrigo, y con otra constituy el ducado de Ne-
pi y de Palestrina, que di al otro nio Giovanni, ambos de la casa Borgia
y que en estos momentos eran objeto de todo su amor desbordante y
de su ilimitada proteccin. El Papa Borgia aprovechaba una vez ms los
acontecimientos internacionales favorables para elevar a su familia.
Carta a Sil ^ famoso libelo que corre bajo el nombre de Carta a Silvio Savel-
vio Savelli. li, estando ste refugiado en la Corte de Maximiliano, se supone de
EL V E N E N O
dos Christaos Novos Portugueses, muy adverso a los judos, dice, con mejor
base histrica: Despus de invadida la esfera poltica, hasta entonces reser-
vada al clero y a la nobleza, en' cuyas venas no circulaba sangre sospechosa,
no bastndole esto (la judera), fu a buscar esposas a los gineceos cerrados
de la hidalgua, equiparando el soberbio linaje de los godos a la descendencia
que se arrogaba de las mujeres ms ilustres de los familiares de Jud y de Levy,
de los sacerdotes y soberanos cuyos nombres encontramos eternizados en la
Biblia. Los ms jactanciosos provenan de David, y, como antepasados, rei-
vindicaban la Virgen Mara y el propio Jesucristo.
Un estudio ms detenido de esta cuestin podra hacerse slo por inte-
rs histrico. En cuanto a las consecuencias de este hecho sobre la llamada
limpieza de sangre, la importancia es mnima, pues despus de pocas genera-
ciones la cantidad de sangre que dejaba uno de sus miembros en las venas de
la estirpe es tan insignificante, que hay que fijarla en milsimas partes.
(1) AMADOR DE LOS R o s : Historia de los judos de Espaa y Portugal.
(Vol. III, pg. 271 y siguientes.) El autor, despus de haber calificado a
Pedro de Aranda de Prelado insigne y virtuoso, y de haber dicho que los
inquisidores le infamaron, junto a otro Obispo converso, de gran alcurnia, don
Juan Arias Dvila, en una nota, aade: Ambos Obispos apelaron a la santi-
dad de Inocencio VIII y obtuvieron del Pontfice que se quitase a los inqui-
sidores ordinarios el conocimiento de las causas que se les haba formado,
enviando al Obispo de Torney para que, unido al inquisidor general, conociese
exclusivamente de ellas. Parece que don Juan Arias Dvila y los suyos
fueron absueltos; don Pedro de Aranda acudi de nuevo a Roma en defensa
de la memoria de su padre, Gonzalo Alfonso, difunto haca mucho tiempo,
y sometido ahora, por los inquisidores de Valladolid, a postumo juicio. Ale-
jandro VI expidi en 15 de agosto de 1493 un Breve especial, encomendando al
Obispo de Crdoba, don Iigo Manrique, y a fray Juan de San Juan, prior
de los Benedictinos de Valladolid, el juicio de sentencia del cadver de Gon-
zalo Alfonso..
Evidentemente, Amador de los Ros no conoca la existencia de este se-
gundo proceso de Pedro de Aranda.
EL PAPA BORGJA ' 313
entonces. Segn todos dicen y repiten, el Obispo de Calahorra fu
enviado a la prisin por esta codicia borgiana de apropiarse del dine-
ro ajeno, recurriendo para ello a las formas ms reprobables.
Pero el hecho cierto es que sobre este caso hay lodo un largo' El juicio
proceso. El Papa hizo la denuncia en pleno Consistorio, en 1498, y ^ o b i s p o
nombr una comisin de investigacin, compuesta del Obispo Isvalies, de Calahorra.
el Obispo Eggert Durkop y el telogo Pablo de Mondia. Esta comi-
sin inform directamente al Consistorio. Ella juzg al Obispo de Ca-
lahorra como hertico, por no creer en la Santsima Trinidad, pues
negaba al Hijo y al Espritu Santo, y por usar ritos judaicos; como
simonaco, porque exiga dinero por todo acto religioso; como "rebel-
de a la Sede Apostlica, por no admitir en su dicesis curas legalmen-
te ordenados en Roma ni reconocerles los beneficios concedidos;
por falsificador, por haber fabricado dos documentos, uno en dao
de tercera persona y otro en favor de su propio hijo. El proceso se
halla ntegro, con las declaraciones de innumerables testigos, pasan de
cien, en la Biblioteca Barberini, de Roma (1). Pedro de Aranda pare-
ce haber tenido una naturaleza inquieta, agitada, agresiva y fuerte.
Firme en sus convicciones y seguro de su impunidad. Los testigos
declaran que omita siempre el nombre del Hijo y del Espritu Santo
en los rezos pblicos, que haca su confesin cara al muro, usando el
idioma hebraico, y que discuta los problemas religiosos ms atrevi-
dos, desde el punto de vista de su credo. Adems, refieren el gnero
de vida que llevaba, respetando el Sabath y haciendo matar los ani-
males de comida a la manera juda; coma carne los viernes y los s-
bados; bata a los curas hasta sacarles sangre, etc., etc. Este proceso
obligara aun hoy al ms sensible de los modernos jurados a dictar
sentencia condenatoria. Y con estas pruebas tan evidentes igual sen-
tencia se dict entonces, y la confiscacin de los bienes a favor del
da que ha tenido que perdonar a Cardenales que. el mismo Rey Car- - " - '~K '
los VIII, al referirse a ellos, calificaba de traidores. Yo hubiera teni-
do el derecho de castigar con la muerte al Vice-Canciller (Ascanio
Sforza) y al Cardenal de San Pietro in Vinculi (Julin de la Rovre);
ORESTES FERRARA
320
la actitud de Colloredo. El inspirador de todos los delitos que se des-
cubren es el gobernante cado. Pero, en este caso, ni los contem-
porneos ni los enemigos de los Borgia creyeron en esta culpabilidad,
pues' no se intent ningn proceso contra Csar ni contra los Car-
denales que eran enemigos del nuevo Papa, Julio. II. Si la acusacin
hubiese tenido algn viso de verdad, Julio II la hubiera usado, por
lo menos, como un arma contra la familia odiada. Colloredo fu deca-
pitado, y su declaracin, ciertamente, hubo de considerarse como el
ltimo recurso a que acude un criminal en la hora de la expiacin
para salvar la vida.
El Cardenal
Juan Lpez En estos envenenamientos de purpurados resulta algo verdadera-,
mente curioso. Las vctimas no son los enemigos del Papa, sino sus
amigos. Ya hemos visto a su sobrino, el Cardenal De Monreal, y tam-
bin a los dos venecianos; ahora veremos envenenado a su ntimo,
que le ha defendido hasta con el Rey de Espaa, al Cardenal Juan
Lpez. Luego, al Cardenal Ferrari, que intervino en el matrimonio de
Lucrecia.
De lo acontecido con el Cardenal Lpez no sabemos ms que lo
relatado por Bruchard, que excluye toda tragedia, y que prueba la
fidelidad del Cardenal al Papa hasta el ltimo momento. Bruchard
relata que el 5 de agosto de 1501, a las horas diecisiete, el Cardenal
de Capia di su alma a Dios en el Palacio Apostlico..., y que antes
de morir pidi que se le enterrara en la capilla de Calixto, en la
Baslica de Sar; Pedro, y no quiso hacer testamento, dejando todos
sus efectos a la disposicin de su Santidad (1). Pero no piensa as tifas
M
Brukardt, el moderno autor de la Cultura del Renacimiento, y antes
que l, Sismondi, los cuales ponen al Cardenal Lpez entre las vcti-'
mas del veneno borgiano. El Papa se hallaba a la sazn en Frascati,
por los fuertes calores de Roma, y Bruchard, conociendo el afecto que
Alejandro VI tena al difunto Cardenal, no slo le comunic la muer- ;
te, sino el estado de descomposicin del cadver por el clima trrido.
El Papa contest con, un enviado especial que se cumpliesen todos
(
CAPITULO XXII
podido borrarlo por amor a los Borgia. Por lo que debemos deducir que,
siendo el manuscrito monacense el menos infiel, el prrafo fu borrado, por
creerse que era una interpolacin, o por tener pruebas de ella en aquel
entonces.
334 ^ O RESTES FERRARA
Un cuento La otra, stira se refiere a algunas muas que, llevando lea, pasa-
droltico. j j a n c e r c a d e i Vaticano. Unos soldados del Papa les quitaron la car-
ga y las entregaron a cuatro caballos; stos las atacaron furiosamen-
te, y se atacaron entre s. Se afirma que el Papa y Lucrecia, desde
una ventana, miraban, rindose de aquella escena escandalosa. Este
cuento inconcebible es relatado de manera distinta. Matarazzo, por
ejemplo, coloca el hecho en las cuadras del Vaticano, y dice que el
Papa orden todo para dar un espectculo en honor de Lucrecia. Estas
variantes, por lo general, prueban que, o los hechos no son ciertos, o
que han sido fuertemente alterados. Mas, como hay una animadver-
sin en contra de los Borgia, casi como si an viviesen, escritores mo-
dernos llegan a deducciones absurdas. Portigliotti, por ejemplo, re-
suelve la contradiccin de los relatos agrupndolos todos, y dice que
hubo dos hechos consecutivos: el primero, el de las muas, que surgi
debido a los soldados, y el segundo, el de las cuadras, que fu provoca-
do por el Papa, no satisfecho del anterior,, y para dar mayor alegra a
Lucrecia (1).
Mientras el buen humor romano desahogaba sus iras contra estos
catalanes que tan alto haban subido y que estaban destruyendo
a tantas familias romanas, Lucrecia cabalgaba hacia su nueva patria.
La reciban entre sus brazos las Cortes de mayor cultura de Italia, y
los mayores poetas pulsaban sus liras en su honor.
(1) ALVISI, obra citada, pginas 243 y 244. Alvisi se refiere a la Istorie de
G . CAMBI.
(2) BRUCHARD : Liber Notarum, pg. 3 2 0 : Papa vero cura galea sua non
potuit attingere portum, ex quo oranes in galea perterriti et ex turbatione
raaris commoti, hinc inde in galea sunt prostrati, solo Papa dempto, qui in
sede sua, in puppi firmiter et intrepide sedens prospexit omnia.
/
(1) Se afirma por algunos que los Varano fueron muertos en la fortaleza;
otros dicen que cayeron en campo abierto, habindose podido unir a la re-
belin de los capitanes de Csar,
CAPITULO XXIV
Entre el Papa y Csar, por un lado, y los jefes superiores del Desavenen-
Ejrcito de la Iglesia, a los que impropiraente podramos llamar gran- cia de los
condottieri.
des feudatarios de la Corte de Roma, por otro, haba fundamental-
mente un contraste de intereses que no poda dejar de revelarse tarde
o temprano. En la realidad prctica, el papado quera servirse de Vite-
llozzo, de los Orsini, de Oliverotto da Fermo para destruir a los Vara-
no, a los Bentivoglio, a los Baglione, a los Riari, Seores de Siniga-
glia, a los Petrucci, que tenan las mismas cualidades morales y
polticas de aqullos ; y estos capitanes, por su parte, comprendan que
despus de haber realizado el exterminio de los otros, llegara tam-
bin su hora de ser exterminados. A todos pareca evidente que el
Papa estaba practicando el vendicabo me de inimicis meis cum ini-
micis meis (me vindicar de mis enemigos con mis enemigos). Ade-
ms, entre todos estos tiranos, condottieri del Papa y adversarios de
l, se haban establecido numerosos lazos de familia, ya que no slo
la vecindad los llevaba a ello, sino que en esa poca, entre los Seo-
res, altos y bajos, todo arreglo poltico se sellaba con un matrimonio,
y a todo matrimonio se le daba inters poltico. Los asaltantes eran,
pues, parientes de los asaltados.
Ya al atacar a Urbino y a Camerino, los capitanes no haban mos- Lucha, sorda.
liado entusiasmo alguno, y murmuraban. En privado, la Iglesia y sus
,,. ORESTES FERRARA
846
condottieri se hacan amenazas recprocas. Pero se iba adelante, ms
o menos de acuerdo, salvando las apariencias, porque stos reciban
el dinero necesario para mantener un Ejrcito que, de otro modo, no
podan tener, Ejrcito que, dado el caso, poda servir contra los mis*
mos que lo pagaban; y aqulla esperaba que la autoridad de la Santa
Sede y el temor que se le tena impedira que se llegara a una conspi-
racin entre los protestantes, sin la cual no podan surgir dificultades
serias. Los condottieri, queriendo evitar un rompimiento de conse-
cuencias funestas, y en la esperanza de armonizar por algn tiempo
los intereses del Papa con los propios, insistan cerca de Csar en
asaltar a Florencia, y alimentaban el odio que ste instintivamente
tena contra aquella Repblica de mercaderes. Vitellozzo, hombre de
guerra, y como tal muy respetado, en esta empresa tena adems un
inters personal: el de vengar la muerte de Vitello Vitelli, su herma-
no, ejecutado por la Repblica apresuradamente, cuando sta crey
que la traicionaba siendo jefe de su Ejrcito en la guerra contra
Pisa (1). Las dos partes, o sea, los Borgia y los condottieri, se hubieran
puesto de acuerdo en este odio comn, a no ser por el Rey de Francia.
Nueva Mientras Vitellozzo invada por su cuenta, pero con el consent-
ORESTES FERRARA
350
tras Bentivoglio, enemigo, declara que lo matar en la primera oca-
sin, Oliverotto dice que lo har antes de un ao, y Vitellozzo jura
que no se le escapar (1).
Palabras Isabel de Este observaba sin ninguna malicia que aquellos tiem-
de Isabel
de Este pos, siendo excepcionales, no eran para tener en cuenta el inters del
sobre aliado del momento o para pensar en las enemistades precedentes. La
fidelidad
poltica. psicologa de la poca era gobernarse al da, siguiendo la va del pro-
pio e inmediato inters. El maquiavelismo no fu creacin de Maquia-
velo, ni la traicin fu monopolio de Csar Borgia.
El Papa, una vez seguro del apoyo del Rey de Francia, inici
su ataque espiritual tambin contra los Bentivoglio de Bolonia. Con
un Breve del 2 de septiembre de 1502 citaba ante su corte a Gio-
vanni Bentivoglio y a sus hijos Anbal y Alejandro. Naturalmente,
Alejandro VI hablaba en el Breve de la tranquilidad tan necesaria
a Bolonia, comprometida por las violencias de los Bentivoglio con-
tra los ciudadanos, y con nota pattica recordaba los aos que pas
en aquella Universidad (Gimnasium), que le hicieron amar tan pro-
fundamente a la pobre tiranizada ciudad. Estas explicaciones daban
a su mente de hombre de ley una satisfaccin jurdica y moral. Pero,
en realidad, traer a Bolonia a los Estados de la Iglesia era la inten-
cin de Alejandro VI para duplicar la fuerza defensiva de stos. El
Papa no quera unir Bolonia al ducado de Romaa, sino tenerla bajo
el Gobierno directo de la Sede Apostlica, manifestndolo as repe-
tidas veces y ofrecindolo espontneamente al Rey francs.
Los Para combatir a los Bentivoglio era necesario un buen Ejrcito.
Bentivoglio,
imenazados. Csar poda contar con unos cinco mil hombres a sus rdenes direc-
tas. Los Orsini, Vitellozzo Vitelli y Oliverotto da Fermo sumaban otro
Ejrcito de nueve mil. Todos juntos y con buenas artilleras podan
(1) Maquiaveio escribi dos cartas, una del 31 de diciembre y otra del 1 de
enero, por creer perdida la primera. Dice: Despus de la retirada de los
franceses de Cesena, estos enemigos reconciliados trataron... ponerle (a Csar)
las manos encima y apoderarse de l.
(2) Es que el Emperador le haba comunicado que su excelencia Csar ha
hecho a ellos (los condottieri) lo que ellos le quisieron hacer. (Archivo de
Mantua, bajo la fecha de 4 de enerojde 1503.)
,,. ORESTES FERRARA
356
Todo estaba Que todo estaba preparado por parte de Csar resulta ms evi-
preparado. e n t e a n p 0 r los hechos posteriores. En efecto, las tropas de Csar .
se lanzaron sobre los campamentos de las afueras inmediatamente, dis-
persaron a los soldados de los antiguos conjurados, matando a mu-
chos y robando a todos. Los asaltados, sin explicarse aquel repentino
ataque, desorganizados y sin jefes, corrieron en todas direcciones,
desbandndose los que pudieron salvar la vida. La infantera del Du-
que, realizada esta fcil labor, volvi luego a Sinigaglia, y, embriagada
de sangre y de vino, continu el saqueo en la ciudad, hasta que Csar,
a caballo, puso freno a tanto abuso, haciendo ajusticiar en plena
calle a algunos de los forajidos. En esta actitud le encontr Maquia-
velo, sorprendido y agitado por aquel espectculo. El Duque le saluda,
baja del caballo, y, framente, le cuenta todo lo ocurrido.
Quin Quin fu realmente el traidor? Sin tener por este hecho el entu-
traiciono? s i a smo de Luis XII, que lo calific, como hemos dicho, de obra de
romanos, es lo cierto que demuestra no poca audacia hacer prisione-
ros a los jefes, y por cierto queridos, de un Ejrcito superior en
nmero, y luego, con celeridad fulmnea, destruir a ese mismo Ejr-
cito. A Csar no deba ocultrsele que la duda de uno de los ejecu-
tores de su plan, una cualquiera imprevisin, un incidente de poca
importancia, una sospecha del adversario, hubiera hecho caer todo
su proyecto, y de victimario se hubiera trocado en vctima. Al deci-
dirse a tal acto audaz, grvido de tantos peligros, tuvo que ser impul-
sado por una gran necesidad. Y, en efecto, la impresin que se tras-
luce de los documentos originales es que estos amigos de hoy,
enemigos ayer, hubieran sido nuevamente enemigos maana, hasta
el exterminio de una de las partes. Y lo que estaba en el orden natural
de las cosas se realiz.
Muerte La noche misma del 31 de diciembre, a las diez, despus de un
de Vitellozzo proceso sumarsimo, fueron muertos Vitellozzo y Oliverotto. Los dos
y Oliverotto. Q r s j n j q Ue daron detenidos para ser sometidos a un proceso en Roma,
en donde giuridicamente si giudicheranno, segn dice en 2 de enero
de aquel nuevo ao Nicols Maquiavelo (1).
:
CAPITULO XXV
ROMA Y V E N E C I A
369
(1) Despus de haber escrito esta obra nuestra, y publicadas las ediciones
francesa e inglesa, nos llega un libro de critica, titulado : II Segreto del Borgia,
de IGNACIO DELL'ORO, que ha visto la luz en Miln (Casa Editora Ceschinan).
En las dos obras hay dos observaciones que coinciden plenamente a propsito
de los Despachos de Giustinian. D E L L ' O R O considera, como yo, que, a pesar
de las injurias del Embajador, ste ha elevado en su correspondencia la
figura del Papa Borgia; y l tambin se entrega al examen de los hechos
referidos y de sus pruebas histricas para deducir que el Papa nunca minti
al Enviado de Venecia, y que, en cambio, ste lo hizo a menudo. Probable-
mente los dos hemos seguido la inspiracin de PASCUALE VILLARI al leer su
prefacio a los Despachos de Giustinian.
372 ^ O RESTES FERRARA
mos hecho un estudio de esta correspondencia, examinando los mlti-
ples casos en que Giustinian hace notar a la Seora que el Papa
miente, y hemos ido a comprobar el hecho histrico controvertido,
encontrando que el Papa no menta, y, lo que es ms, que Giustinian
supo luego que el Papa no haba mentido. Ante esta comprobacin
y evidencia de la persistente y voluntaria equivocacin del Embaja-
dor, se puede formular una sola hiptesis: que al injuriar a Borgia aca-
riciaba los odos de la Seora a la cual serva. No se elev Giustinian
a la grandeza de otros de sus colegas del pasado y del futuro de la
que fu gran diplomacia veneciana, pero no fu diferente a muchos de
su tiempo. Vanse unos cuantos ejemplos de esta contumaz, cuanto
errnea malevolencia de Giustinian:
Casos Cuando el Duque Valentino fu a rendir homenaje al Rey de
de Suspicacia Francia en Miln y luego le acompa hasta Gnova, el Embajador,
del en todos los Despachos de aquel perodo, dice que no recibira per-
^Veneciano m * s o P a r a salir de la corte, y que el Rey le obligara a seguirle hasta
Francia. El Papa adverta al Embajador que no sera as; que el Va-
lentino quedara en Italia y que estaba por el momento en la corte
francesa slo por su libre voluntad. El Papa, al decirme esto, miente,
repite el enviado de la Seora. Y el 2 de septiembre, con los mayores
honores, el Valentino se despeda del Rey para volver a Romaa. Cuan-
do el Papa detiene en Roma al Cardenal Orsini y a sus partidarios,
Giustinian anuncia que sern ejecutados todos. Sucedi lo contrario:
el Obispo de Sarita Croce y el Abad Alviano fueron puestos en liber-
tad a los pocos das. El Duque de Urbino se refugia en Pitigliano;
despus de la fuga de Urbino, el Papa lo anuncia as al Embajador, y
ste comunica a sus Seores que el hecho no es cierto, atribuyendo
al Papa, al hacer correr estas voces', el deseo de asaltar l territorio
de Pitigliano y tomar el dinero que Venecia ha enviado all en pago
de la condotta del Prncipe de aquella ciudad, que es su condottiere.
La verdad histrica es que el Duque de Urbino, en aquel entonces,
se refugi en Pitigliano, y que all estaba cuando el Papa as lo comu-
ricaba a Giustinian. La mujer de Bartolomeo de Alviano, sorprendi-
da con la hermana mientras hua, fu detenida y luego puesta en li-
bertad por las fuerzas de Csar; el Papa lo comunica a Giustinian,
EL PAPA BORGIA "373
pero ste declara que no prestaba mucha fe a la noticia (dada por el
Papa) si no vea ola seguridad (1); result que, en efecto, las dos
mujeres haban sido puestas en libertad. Trozo, secretario muy nti-
mo del Papa, se fuga porque se le ha descubierto, segn el Embaja-
dor Soderini, de Florencia, que transmita a Francia los secretos de
la Corte papal; el Embajador lo comunica dando mltiples y arbitra-
rias informaciones, advirtiendo que no es cierto lo de la fuga, que se
est fingiendo, y que el Papa le ha enviado en misin secreta, o le ha
dejado huir, de acuerdo con l, por algn siniestro plan, o que le ha
matado. Trozo haba huido, en efecto, y fu detenido, e histri-
camente resulta que el Papa sufri mucho por la deslealtad de este muy
inteligente servidor suyo. En los das de la muerte del Cardenal De
Monreal, sobrino del Papa, habiendo pedido el Embajador una audien-
cia, le fu contestado que se le dara otro da, por la pena que embar-
gaba al Pontfice; l comunica a la Seora este hecho sin importan-
cia, aadiendo: La pena que tena deba de ser la de contar dinero
y manejar joyas; sabido es, en cambio, que el Papa tena un gran
afecto por este pariente suyo, y que esta muerte le impresion tanto,
que durante los das que le sobrevivi perdi todo su buen humor.
El Papa participa, en enero, al Embajador, que Pandolfo Petrucci ha
salido de Siena, y ste, al transmitirlo a la Seora, advierte que debe
ser todo lo contrario; Petrucci, en efecto, sali de Siena el da 28 de
enero de 1503. Un mes antes de morir, el Papa comunica al Embaja-
dor que necesita tener cerca el Ejrcito papal, por la gravedad de los
acontecimientos; el Embajador estima que no es cierto, sino que de-
sea invadir a Siena o a otra ciudad; el Papa tvo acampado a su Ejr-
cito en dos grupos: uno, cerca de Roma; otro, ms lejos; y di, ade-
ms, permiso a los espaoles, sus hombres ms fieles, para incorporarse
al Ejrcito de Gonzalo de Crdoba, en el reino de Npoles; nunca
pens en la operacin de Siena.
Los ejemplos podran multiplicarse en asuntos grandes y pe-
queos, y con la misma monotona y con igual prueba de que <1
Embajador no tena razn para dudar de la palabra del Papa. Debe-
mos declarar algo ms: que durante nuestro examen no hemos en-
contrado un solo caso en que la sospecha del Embajador resultara
fundada.
En tal estado de nimo, Giustinian y la Seora veneciana misma
' no podan tener una visin clara de las cosas. El Papa, por su parte,
conoca esta situacin, y trat de desvirtuarla, aclararla, explicarla,
pero sin resultado. El faceva buona cera (pona buena cara) al Em-
bajador, pero esta actitud era tomada como un engao ms. Contra
las sospechas de tipo femenino no hay esfuerzo que valga.
El Papa Desde la llegada a Roma de Giustinian, el Papa volvi a tratar
a tratar de la alianza entre los dos Estados. En el mes de mayo, mes en que
de la alianza n u e V o Embajador inicia sus funciones, le habla en tesis general,
Giustinian como convena hacerlo en una primera entrevista. Luego, en 30 de
junio, al anuncio de la vuelta a Italia de Luis XII,* considera con el
veneciano los peligros que este viaje entraaba; el Embajador no lo
entiende as, y dice que la Repblica esperaba bienes y favores de
esta llegada, dada la mutua benevolencia y alianza que haba entre
Francia y Venecia. El Papa no le dej continuar, y dando por ter-
minada aquella divagacin errnea del diplomtico, exclam: Dios
quiera que as sea! La Seora y su Embajador estaban confiados y '
satisfechos de estas relaciones entre Luis XII y Venecia'; muy pocos
aos despus, sta era aplastada por el Rey de Francia. El Papa, cla-
rividente en la misma hora en que reciba las pruebas del mayor res-
peto y adhesin de aquel Soberano, estaba, sin embargo, desconfiado
y sospechoso. En muchos Despachos de junio y julio, el orador vene-
ciano comunica a la Seora que el Papa est muy preocupado por el
anunciado viaje del Rey a Italia.
Luis XII, por su parte, constantemente da pruebas de respeto al
Papa. En vsperas de su viaje a Italia, de acuerdo con los Reyes
Catlicos, declara que, habindose entre ambos reinos concertado una
paz, no slo en inters de ellos, sino en el de toda la cristiandad, hace
rbitro a Su Santidad y al Sacratsimo Colegio de toda divergencia
que pueda surgir entre ambos Monarcas (1). En Italia no puede
EHHHHi
BL PAPA BORGIA
por un hombre que conoce cul es su inters, juzgar que realmente
le estamos abriendo nuestro corazn. Si el estar unido a ella podr
serle de mayor dao que lo que le pudiramos hacer ahora, que no
se una. Si es lo contrario, por qu no hacerlo? En qu cosa le pue-
de daar una buena inteligencia y una amistad estricta con nosotros?
Qu dao le podr venir de esto? A quin ofender hacindolo?
Con ello har lo que ha sido costumbre de aquel Estado, de ser un
buen miembro de la Iglesia y un defensor de la Sede Apostlica, por
lo cual ha recibido gloria y nombre inmortal.
El Embajador, que ha odo todo manteniendo una actitud fr,-co-
munica a la Seora las palabras y la actitud del Papa, y cierra el Des-
pacho diciendo: Hablando, pareca que el pecho se le abriera y que
del corazn y no de la boca le salan sus palabras (1).
Pero la Seora no tiene inters en la alianza con el Papa. Al con- Venecia no
quiere
trario, la opinin general en Venecia era que el gran enemigo de la Re- alianzas
con Roma
pblica era precisamente el Papa, porque avanzaba hacia las riberas ita-
lianas del Adritico y all se estableca, sin comprender que en ningn
caso un vicariato papal, que por su naturaleza deba ser poltico y gue-
rrero, competira con ella en el campo comercial y martimo. Adems,
la aspiracin de Venecia estaba en aquella hora en una expansin terri-
torial del lado de Italia, que esperaba satisfacer con la ayuda de sus
propios contrincantes, los invasores extranjeros. Es extrao ver cmo
un Gobierno tan hbil y ponderado se equivocara tanto en aquel pe-
rodo. La actitud del Papa ante Giustinian y ante la Seora venecia-
na es, como l mismo lo dice, de humillacin. Y podrase criticar a
Alejandro VI de falta de dignidad si cuanto l anunciaba no se hubie-
ra realizado. Sin la Liga de Cambrai, de pocos aos despus, "que se
reparti en un tratado todas las posesiones de Venecia, y sin el sa-
queo de Roma y el envilecimiento en que cay la Santa Sede, las
splicas de ese clarividente hombre de Estado nos revelaran un
momento de debilidad o de inferioridad moral. Pero hay horas en que
el sacrificio de la propia dignidad es el mayor de los herosmos, que
slo los grandes egostas no saben apreciar. La splica insistente para
tiM
. 378 O RESTES FERRARA
evitar un mal que la torpeza y la maldad preparan, elevaba a quien
la baca, especialmente cuando el que la haca en aquellos mismos das
en pleno Consistorio volva a asumir la altiva superioridad que cuadra
al Vicario de Dios en la tierra.
: Papa El Papa, en 2 de diciembre del mismo ao, al ver al Embajador'
insiste.
veneciano entre los que debe recibir, le ruega que le espere hasta que
haya recibido a todos, pues desea hablarle tranquilamente, y cuando
queda libre le pide que le disculpe, porque le har marchar a su casa
ya de noche. Despus de tratados los asuntos del da rpidamente,
vuelve en esta conversacin a su tema, ya que no ha recibido contesta-
cin del Embajador a sus clidas palabras del 14 de noviembre. El
Papa encuentra que no van bien las cosas de Italia. En' este fin de
ao y al principio del prximo, tal afirmacin resulta un leit-motiv en
sus labios. Para los historiadores, que, llevados por una declaracin
interesada de un contemporneo, han dicho y repetido que el Papa
Borgia no se ocupaba ms que de favorecer y engrandecer a su fa-
milia, esta nota pesimista no resulta fcil de explicarse, ya que su fa-
milia, en esta hora, se halla en la cumbre de la potencia y de la glo-
ria. Alejandro VI, continuando su conversacin, indica al Embajador
que si bien est en peligro la situacin italiana, puede, sin embargo,
arreglarse. Y l desea vivamente buscar un arreglo: No desearamos
que los franceses viniesen a destruir nuestras tierras, pues os aseguro
traen con ellos el fuego, no respetan a amigos ni a enemigos, y esti-
man que todo dao que hacen a Italia es poco. Como ha estado todo
el da recibiendo sentado, el Papa se levanta e invita al Embajador a
hacer un poco de ejercicio; en realidad, quiere decirle de pie las lti-
mas palabras, pues por su cuerpo, alto' y grueso, por sus ojos fuertes,
que no han apagado los aos, por sus gestos solemnes, l sabe
as impresiona ms a sus oyentes: Ved, Embajador, cmo el uno
y el otro de estos dos Reyes, de Francia y de Espaa* se i
por expulsarse recprocamente del Reame. Mal sera para
y mal para vosotros que los espaoles tuviesen el reino (de N
pero mucho peor que fuese del todo en manos de Francia, porque
tendran encerrados aqu dentro y nos haran funcionar de monag
los. Y vosotros tampoco estarais muy bien. Por el amor de Dios,
W
pongamos esta difidencia nuestra, entendmonos un poco y proveamos
a la salud de Italia; mximamente, debiendo dejar obligaciones des-
pus de nosotros. Vosotros, que sois inmortales, porque la Seora
vuestra no muere nunca y disfrutar del porvenir por ms tiempo, de-
bierais ocuparos ms, y, sin embargo, parece que no lo estimis as,
como se ve por algunas actitudes vnestras no muy acertadas. Sabis
lo que dice la gente? Dice que sois demasiado inteligentes,'y que que-
ris ver demasiado. Os Hemos dicho que no es malo escuchar a quien
os ruega... Dejad este demasiado, que muchas veces sirve de dao.
Y termin: Muchas veces os hemos dicho iguales palabras; no he-
mos querido dejarlas de repetir para descargo nuestro.
Los acontec
En el principio, del prximo ao, la poltica de los venecianos y mientos
del Papa, ep lugar de seguir el giro que quera darle Alejandro VI, internaciona-
les separan
chocaba nuevamente n todos los terrenos. El Papa, despus de haber a Venecia
propuesto una frmula de paz entre Espaa y Francia en Npoles, an ms
de Roma.
y de no haber sido aceptada por estas dos potencias, procur seguir
una poltica de equilibrio, dejando a las partes contendientes des-
truirse entre s. Para el Papa era un mal el triunfo de Espaa, pero
un mayor mal el de Francia, pues sta hubiera alcanzado entonces una
preponderancia absoluta sobre toda la pennsula. La misma pre-
ponderancia que, debido a los errores de Julio II, alcanz Espaa
poco despus, con la destruccin del Dominio veneciano, con la cada
de la Repblica de Florencia y con el saqueo de Roma. Los Embala-
dores franceses y espaoles sitiaban materialmente a Alejandro VI,
para tenerle cada uno de su parte. Y el Papa, que, segn una historia
menos verdica que todas las leyendas, estaba desacreditado y envile-
cido por tantos crmenes, se resista a dar su apoyo moral, tan insis-
tentemente solicitado, a ninguna de las partes. Los Embajadores de los
dos grandes poderes entraban muy a menudo en el Vaticano, reti-
rndose a veces sin ser recibidos por el Papa, que buscaba mil pre-
textos para no hacerlo.
Venecia quera igualmente mantenerse neutral, pero quera ha- Venecia
quiere
cerlo a fuerza de alianzas secretas con las dos . partes contendien- aliarse
tes. En 22 de marzo de 1503, Giustinian comunica a la Seora haber con Francia
y Espaa.
visto al Papa, y que ste, extemporneamente, le ha preguntado; Bien,
er c
ORESTES FERRARA
380
Embajador, cmo se terminr la cosa con estos espaoles? Gius-
tinian comprendi que el Papa se refera a la alianza que Venecia es-
taba pactando sigilosamente con Espaa, y declara que fingi no com-
prender, contestando vagamente: En cuanto a qu? El Papa, que
era hombre franco y decidido, le replic: En cuanto a esa alianza
que se dice que vosotros queris hacer con ellos. El Embajador esbo-
z una sonrisa, manifestando que no saba que la Seora estuviese
tratando una nueva liga, pensando ms bien que le bastara la buena
y antigua amistad que tena con los Reyes Catlicos, conservando al
mismo tiempo la alianza que le una con el Rey Cristiansimo. El
Papa interrumpi: ,Con dos contrarios-como stos es imposible ar-
monizar contemporneamente? Pero Giustinian, que quera ocultar
la verdad, replic con un juego de palabras en que confunda la acti-
tud de indiferencia que el Papa tena en el conflicto con la concerta-
cin de dos alianzas con dos naciones que estn en guerra entre s:
Se puede armonizar, en cuanto a Venecia, una situacin de este g-
nero, si se armoniza con la beatitud vuestra, que con la amistad, de
las dos partes no es enemigo de ninguna de ellas. Giustinian aa-
de en el Despacho: A estas palabras me mir fijamente al rostro y
mene la cabeza, y luego dijo: Decid la verdad sobre vuestra fe,
Embajador: qu es lo que realmente har la Seora Ilustrsima? Y
como el Embajador eluda contestar, el Papa, melanclicamente, aa-
di: Sera, sin embargo, una buena cosa pensar un poco en los asun-
tos de Italia.
El Papa tema ms a una paz hecha por Francia y Espaa, en dao
de Italia, que a la guerra misma, y Giustinian considera este concepto,
que es justo y humano y de todos los tiempos, como una manifesta-
cin de perversin del Papa Borgia, acusndole de querer prolongar
la contienda. Cuando hay rumores de paz, el Papa, en 8 de abril, dice
al veneciano: Ved, Embajador, cmo estos ultramontanos se unen
entre ellos sin ninguna intervencin nuestra o vuestra...; sera til
que tambin nosotros nos ocupramos de nuestros intereses y tuvi-
ramos un entendimiento, no en dao de nadie, sino para la seguridad
y conservacin de nuestros Estados. Y el 11 del mismo mes, como
tales rumores se acentuasen, vuelve el Papa a insistir sobre su tema
EL PAPA BORGIA "383
habitual: Embajador, proveamos a nuestros intereses y unamos a
esta pobre Italia, la cual estara unida si la Ilustrsima Seora se dig.
nara contestar sobre lo que hemos tratado a menudo sin recibir nunca
contestacin.
Maquiavelo, ms tarde, escribiendo sobre Alejandro VI, bajo
la influencia de la falsa fama que se le iba formando, dijo que enga
siempre y que tuvo xito siempre en sus engaos. Giustinian, en el
momento en que trata con l, adopta el mismo juicio, afirmando que
cuando mejor son sus palabras..., ms deben inspirar sospechas a los
que conocen su naturaleza, que acaricia ms a quienes quiere hacer
mayor mal (1). Nosotros no tenemos de aquellos tiempos nada ms
completo y fehaciente que esta larga correspondencia de Giustinian,
en la cual se relatan al da las relaciones del Papa con Venecia, e inci-
dentalmente con el mundo. A la luz de lo que en ella se refiere por
un gran enemigo del Papa, no es Alejandro VI el que engaa, sino
que es engaado. Y si los contemporneos, en efecto, creyeron que l
tuvo esta facultad de saber mentir y hacerse creer en la mentira, debe-
mos suponer que sufrieron un efecto de espejismo, como aquel que
sufren a menudo los inferiores mentales cuando son vencidos en la
lucha de la vida, atribuyendo a causas injustas las derrotas que proce-
den de su propia incapacidad. Alejandro VI tiene las cualidades nega-
tivas del engao; esto es, la indiscrecin y la espontaneidad. El Papa
no puede callar nada, era la frase de aquel tiempo. Es, adems, un
emotivo, al punto que, cuando no habla, expresa en el rostro sus sen-
timientos. Giustinian y otros nos han transmitido estas cualidades de
su carcter en mltiples documentos. Este Embajador, en comunica-
ciones de 19 y 20 de mayo de este ao de 1503, dice a la Seora que
el Papa est de mal humor, porque quiere ser neutral en el conflicto
francohispano, y habla mal de los franceses y no se alegra de los xi-
tos de los espaoles. En otra ocasin, el Cardenal Grimani, en pleno
Consistorio, quiere intervenir en una discusin en que se trata de una
cuestin eclesistica entre Venecia y Roma; Grimani es veneciano; ti
Pontfice sabe que estos Cardenales estn ms ligados a sus familiares,
25
CAPITULO XXVI
MUERTE DE ALEJANDRO VI
. . . '>''
Todo parece La situacin europea era, como hemos dicho, del todo favorable
favorable
a los Borgia, al papado en los ltimos meses de la vida de Rodrigo Borgia, a pesar
pero el Papa de su gran pesimismo sobre el futuro. El Rey de Francia, aunque
es pesimista.
/ rbitro de la poltica italiana, deseaba tenerle como aliado, y para ello
estaba dispuesto a cederle sus derechos sobre el reino de Npoles,
a cambio de la Romaa. El Rey de Espaa rogaba a su vez al de los
romanos, o sea, a Maximiliano, que diese a Csar la investidura de
la Toscana con el ttulo de Rey. Las ciudades de Siena, Pisa y Luca
fueron ofrecidas por ambos contendientes, Espaa y Francia, a la
Santa Sede. Priuli, en 11 de enero de este 1503, con la exageracin
con que se escriban los Diarios, inserta en el suyo unas palabras
que revelan cmo todo favoreca a los Borgia: Algunos (Csar) le
queran Rey de Italia y coronarle; otros le queran hacer Emperador,
porque l prosperaba de tal manera que nadie tena valor para negarle
cosa alguna (1). En este momento el Papa Borgia tiene como nica
traba a sus ambiciones, familiares su conciencia, y como nica difi-
cultad para aumentar los dominios de la Santa Sede su visin certera
de que cayendo de un lado o de otro, sin ser obligado por los acon-
tecimientos, concurra a romper el equilibrio existente y a dar solidez
(1) GEBHAR : Adrin Von Corneto. Este Prelado, que haba sido tilsimo
a Alejandro VI, fu desterrado por Julio II, y bajo Len X fu privado de
todos sus -ttulos y beneficios.
EL PAPA BORGJA ' 393
igual disparidad en los relatos, e igual inverosimilitud. Unos dicen
que se quit el veneno con un bao de agua fra, y otros afirman que
la salvacin la encontr' en el vientre de un mulo que hizo abrir,
acostndose sobre el mismo cuando las visceras estaban an palpitan-
do. Despus de los escritores contemporneos al hecho, o casi con-
temporneos, y por su gua, todos los del perodo intermedio han
repetido las mismas ideas, completndolas y dndolas la explicacin
necesaria y el mvil del delito. En el Borgia de. la leyenda no poda
haber ms mvil que el dinero. As hubo que inventarse que alrede-
dor de la mesa fatal haba Cardenales ricos. Cardenal haba uno solo,
Adriano, y era pobre entonces y acababa de recibir el cap-pello.
La reaccin
Todo esto es leyenda. Voltaire, repetimos, con su fino espritu, ha lgica
sido con Raynaldi el primero en notar la incongruencia e inverosimi- a las
invenciones
litud de todos estos relatos. Luego, muchos otros han seguido la misma apasionadas.
senda, como ViHari, Reumont, Pastor, Creighton, Gregorovius y Alvisi,
por no citar ms que los principales. Pero ninguno de estos autores
ha juzgado conveniente hacer un verdadero proceso de revisin de
las otras acusaciones, que han sido aceptadas bajo la fe de docu-
mentos del mismo gnero o an menos fehacientes que stos, que
hacen morir a Alejandro VI de veneno.
La muerte de Alejandro VI fu del todo normal. Su enfermedad,
explicable, y el desenlace, absolutamente natural.
Hemos dicho que, en aquellos meses de verano, Roma era inhabi- Estadstica
sobre
table. Murieron durante los meses de julio y agosto los cinco inme- la muerte
diatos predecesores de Alejandro VI. Calixto III, el da 6 de agosto de los ltimos
Papas.
de 1458; Po II, el 15 de agosto de 1464, si bien en Ancona y no
en Roma; Paulo II, el 26 de julio de 1471; Sixto IV, el 12 de agosto
de 1484, e Inocencio VIII, el 25 de julio de 1492.
Puede darse fcilmente un boletn del estado de salud del Papa Un boletn
de la
durante el ltimo mes de su vida, tomndolo de los documentos de la enfermedad
ppca. Desde el 8 de julio le aflige una ligera disentera, y l mismo de
Alejandro VI.
lo comunica al Embajador veneciano, que el 11 le encuentra vestido
y recostado sobre una cama: He ido al Palacio, y al entrar en las
cmaras papales he encontrado a Nuestro Seor con sus hbitos re-
costado sobre el lecho. Me ha puesto buena cara, pero me ha dicho
394 O RE ST E S FERRARA
que durante tres das no se ha sentido bien, con un flujo, pero que
espera no tenga importancia (1). En efecto, al da siguiente el Papa
revista las tropas desde un. balcn del Vaticano, y el 14 despacha acti-
vamente los asuntos sentado en el trono en la Sala de los Pontfices.
Sin embargo, Giustinian, que le visita en' este da tambin, le en-
cuentra algo deprimido. En 26 de julio trata con el veneciano el
importante asunto de la alianza de Venecia con Francia, y hace un
juego de palabras entre Trans y Trame (2). A la muerte del Cardenal
De Monreal, su sobrino, se afecta mucho y se niega a recibir a los
Embajadores. Luego, en uno de los prximos primeros das de agosto,
va a cenar con el Cardenal Adriano de Corneto. El 7 de este mes 1c
dice a Giustinian: Hay tantos enfermos en Roma y tantas muertes
diarias... Tenemos que cuidarnos un poco ms. El 8 muere otro
sobrino suyo, que era capitn de la Guardia del Vaticano, y asiste
al desfile del funeral desde una de sus ventanas. Amaba mucho a este
sobrino, y sinti gran pena por su muerte; tuvo fiebre, y el Obispo
de Venosa, su mdico, aunque enfermo tambin, fu a visitarle, que-
dndose luego en Palacio. Al da siguiente asisti a la funcin reli-
giosa que se celebr por el aniversario de su elevacin al papado, y
recibi a los Embajadores, manifestando a Giustinian, una vez ms,
que los males de Italia provenan de . la separacin en que estaban
Venecia y el papado. Pero le embargaba la preocupacin de morirse.
No estaba alegre, como de costumbre, cuando se presentaba en la9
funciones pblicas; y melanclicamente, dijo: Este mes no es favo-
rable a las personas gordas. El 12 tuvo fiebre y ataques de vmitos,
expulsando mucha bilis. El 13 fu sangrado, quitndosele, segn un
informe, nueve onzas de sangre; otros afirman que ms. Este remedio
hizo bajar la fiebre, y algunos Cardenales jugaron a las cartas a su
lado, acompandole todo el da. La fiebre, que haba disminuido, no
desapareci, sin embargo, y el da 14 se le hizo otra toma de sangre.
En este mismo da, Constabile, el Embajador de Ferrara en Roma,
enva a la Corte de Este, en donde estaba Lucrecia, el siguiente Des-
(1) Esta descomposicin rpida del cadver puede ser considerada como
un sntoma contrario a la hiptesis de que la muerte fu causada por veneno,
y por veneno en forma de polvo blanco, o sea por la cantarella de los Borgia,
pues en sta se supone que haba arsnico, y el arsnico demora la descom-
posicin. Los copistas del Diario de Bruchard aadieron a la horrible des-
cripcin que hemos transcrito otras frases para hacer an ms repulsivo el
cadver del Papa Borgia.
(2) Parece probado que don Miguel Corella, el conocido Micheletto, se
llev todas o la mayor parte de las riquezas del difunto Papa por la fuerza,
resistindose el Cardenal Casanova a entregarlas; y que todas fueron dadas a
Csar. Don Miguel era espaol, de Corella. Hombre de probado valor y de una
absoluta fidelidad a los Borgia. Despus de la muerte del Papa fu detenido
y procesado. Absuelto, pas a prestar servicios bajo los estandartes de la
entonces democrtica Repblica florentina, siendo primero bargello y luego
condottiere. Los soldados, por su pequea estatura, le llamaban Micheletto
(pronuncese Miqueletto) o Michelotto. Era capaz de todo atrevimiento fsico
bajo las rdenes de un buen jefe, y sus propsitos no olan a santidad. Un da,
el Papa Julio II, estando de humor jovial, exclam: Tengo que pedirle a
Micheletto algunas recetas para gobernar mejor a la Iglesia.
ORESTES FERRAR-A
398
a la Iglesia su independencia poltica, sustrayndola al dominio de
las facciones, y conquistarle un territorio, desaparecido l, en pocos
das los Cardenales al servicio de las Casas principescas o ligados
a los intereses de Estados enemigos de la Santa Sede, traidores a los
propios deberes, o dbiles e incapaces, permitieron que se eclipsara
por una violenta y rpida accin todo cuanto Alejandro VI haba
conquistado. La brevedad del tiempo en que destruy su magna obra
pone an ms de relieve lo que l haba hecho. La forma en que
los intereses particulares vuelven a surgir en dao de la Iglesia, o sea,
de la institucin polticoreligiosa que l am tanto, da a la posteridad
la significacin exacta de su poltica.
Un epitafio.
Un poeta a sueldo pone en sus labios estos cuatro versos, que
suenan a ofensa, pero que en su parte final, bien interpretados, refle-
jan toda la verdad de aquella hora:
26
402 O RESTES FERRARA
Gasa Borgia. A l contrario, pudo ser til a algunos de sus parientes, pues
en su casa encontramos amparados a buen nmero de Borgia, y hay
splicas de ella a favor de Csar, cuando estaba en Espaa relegado
n un castillo, dirigidas al Rey Don Fernando. Muy admirada, fu
cantada por poetas y tenida en gran respeto entre la larga y noble pa-
rentela del marido (1). Muri el 24 de junio de 1519, a consecuencia
de un parto, a los cuarenta y dos aos de edad. El 22 del mismo mes,
dos das antes de morir, escribi una admirable carta al Papa, Len X,
que terminaba con las palabras: Y recomiendo a vuestro santo favor
a mi esposo y a mis hijos, que todos ellos son servidores de Vuestra
Santidad. El marido llor con clidas lgrimas su desaparicin (2).
Csar Csar tuvo que sostener una fuerte lucha, sin xito, y cerr su
nabura breve historia con una muerte valerosa, pero sin gloria. Sobre los aos
difcil que pas. Csar Borgia, despus de Alejandro VI, no se ha hecho an
papel. u n e s t u d i 0 c o n e l cuidado necesario. En el Archivo de Venecia se ha-
IS3aHMH9aHBSSI
wsm
APENDICE
PRLOGO 13
CAPTULO I.La fama 25
II.La juventud... 46
III.El Cardenal 57
IV.Acusaciones de inmoralidad 71
V.Dos grandes misiones 84
VI.El Cnclave 101
VII.Los primeros momentos 121
VIII.Una amante del Papa 148
IX.Julia la Bella. A 160
X.Los hijos del Papa.. 171
M XI.Carlos VIII inicia su invasin 193
XII.Carlos VIII, en Roma 206
XIII.La Liga Santa... 219
XIV-Papa Borgia y Savonarola 232
XV.El asesinato del Duque de Ganda... 243
XVI.Los dolores familiares y la reforma de la Iglesia 254
XVII.Matrimonios principescos de Csar y Lucrecia 266
XVIII.El Papa y Luis XII 277
XIX.El jubileo y el asesinato de Alfonso de Aragn 287
XX.La divisin del reino de Npoles ' ' 298
XXLEl veneno . '. 310
- XXII.Tercer matrimonie de Lucrecia Borgia 325
XXIII.Conquista de Urbino y de Camerino 335
XXIV.La conspiracin de los condottieri 345
XXV.Roma y Venecia 363
XXVI.Muerte de Alejandro VI... 386
APNDICE 405
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