Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

1.1 Acoso y Abuso Sexual

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

Acoso y abuso sexual: Los estudiantes sacan la voz para pedir ayuda

Autor: Matías Sánchez y José Miguel Jaque

Tal como ha ocurrido en distintos países del mundo, en las últimas semanas en Chile ha
comenzado a hablarse con fuerza de acoso y abuso sexual en el ambiente universitario, lo que
ha dejado en evidencia lo poco preparadas que están las instituciones de educación superior
para enfrentar la violencia de género. Ante eso, los, y sobre todo, las estudiantes les están
pidiendo que reaccionen.

En diciembre de 2014 Jaime Constanzo tenía 19 años y era alumno de tercer año de Ciencias
Políticas en la Universidad Católica. Invitado por una compañera fue a una fiesta de despedida de
alumnos que estaban de intercambio en su universidad. Esa noche bailó, tomó alcohol y lo estaba
pasando bien. Cuando estaba por irse, subió al segundo piso a buscar el celular que había dejado
cargando. Uno de los extranjeros, con el que había intercambiado algunas miradas, lo siguió. Jaime
se sorprendió al verlo y el muchacho, bastante más alto que él, lo acosó con violencia. Él estaba
ebrio y reaccionó lento, pero lo golpeó, bajó las escaleras y se fue asustado.

De esta historia sólo supieron un par de amigos y él le bajó el perfil por vergüenza. Su agresor se
iba en tres días. “No lo voy a ver nunca más, qué saco con quedarme en el pasado… Fue una mala
experiencia nomás”, dice que pensó.

El 21 abril de este año en la noche, Jaime contó el episodio en su Facebook personal. Su objetivo
era mostrar que pese a que el acoso sexual afecta principalmente a las mujeres, los hombres no
están exentos. Lo que lo motivó a hablar casi dos años después fue algo que paralelamente estaba
pasando en la página Confesiones de su carrera (espacios que existen desde hace años en
Facebook en los que estudiantes, generalmente sin identificarse, cuentan situaciones
universitarias), donde ese mismo día había apareció un testimonio de una mujer que se extendió
entre los alumnos: “Mi compañero de carrera abusó de mí, sí, Ciencia Política UC. Escribo desde el
anonimato porque jamás le conté esto a nadie, porque en el momento en que sucedió no
dimensioné la gravedad del asunto, lo bloqueé (…). Mi silencio se ha llamado culpa todo este
tiempo, porque sí, siempre sentí que había sido mi culpa, aún lo siento, aunque mi corazón
feminista se apriete al escribirlo”, decía parte del largo mensaje.

Jaime no fue el único que reaccionó: en pocas horas en la página de Confesiones aparecieron otros
10 testimonios, todos de mujeres, estudiantes que decían haber sufrido alguna experiencia de
acoso o violencia sexual, desde un intento de alguien que trató de sobrepasarse hasta otras que se
vieron forzadas a hacer cosas que no querían. No todas las historias habían ocurrido mientras
estaban en la universidad o con otros estudiantes de la carrera, pero la mayoría se habían dado en
contextos de carrete, con alcohol, y tenían en común que ellas se habían quedado calladas y
habían tratado de pasar el hecho por alto. “También fui abusada por un compañero de mi
generación. Siempre sentí mucha culpa porque ese día había tomado mucho, aunque después
comprendí que no era mi culpa (…) El muy pelotudo todavía me saluda como si no hubiera pasado
nada”, decía uno.

Según José Andrés Murillo, director de la Fundación para la Confianza que apoya a personas que
han sido víctimas de abuso, estas muchas veces saben o intuyen que fueron transgredidas, pero si
no hay un contexto, un protocolo o una persona que reconozca esa situación, puede tener la
sensación de que su voz no va a ser escuchada. Además, “funciona la típica culpabilización que se
les hace históricamente a las víctimas: ‘si tomaste o si consumiste alguna droga, estás bajo tu
propia responsabilidad’. Pero tú puedes tomar todo lo que quieras, usar el escote que quieras y
haber hecho lo que quieras y nadie tiene el derecho a transgredirte. Eso tiene que quedar
clarísimo”.

Claudia Fischer, encargada del área técnica y orientación de esa fundación, que está actualmente
apoyando a algunas federaciones estudiantiles a abordar este problema, dice que una persona
agredida entre los 20 y los 24 años puede demorarse seis o hasta ocho años en reconocer que fue
abusada.

Justamente por eso es importante generar una cultura que informe sobre el acoso y la violencia
sexual, las situaciones de riesgo, y que oriente a las personas, sobre todo a las que por su edad y
estilo de vida están más expuestas o son más vulnerables. Precisamente lo que les están pidiendo
con fuerza grupos de estudiantes a sus universidades.

Esto no es un hecho aislado de Chile sino que parte de una corriente global, que surge producto de
cambios culturales que tienen que ver con que las mujeres y minorías sexuales no están tolerando
situaciones que antes callaban y como consecuencia las denuncias por abusos sexuales en
universidades se han sucedido en distintos países. Las ha habido en algunas de las instituciones de
educación superior más prestigiosas de Estados Unidos, en Canadá, Australia, el Reino Unido y
Argentina, demostrando una vez más que los segmentos más educados no son inmunes a estos
problemas que son transversales en la sociedad. El más reciente ejemplo ocurrió la semana pasada
cuando un tribunal de California condenó a seis meses de cárcel al estudiante de Stanford Brock
Turner por violar a una compañera en el campus de la universidad.

A dónde, cuándo y cómo

Los testimonios en la página ligada a los alumnos de Ciencia Política de la Universidad Católica
generaron conversaciones que se extendieron por los pasillos, y dos semanas después el rector de
la UC, Ignacio Sánchez, les envió un correo a los alumnos en el que explicó que las situaciones de
agresión sexual no eran “conocidas hasta ahora por las autoridades competentes” e invitó “a toda
persona afectada a realizar las denuncias correspondientes” y a comunicarse con los servicios que
tiene la universidad para que “estas denuncias se investiguen o se deriven a la justicia ordinaria,
según corresponda”.

Aunque probablemente esta es la vez que ha generado más ruido, no es la primera en que el tema
aparece. Carolina Pérez, quien fue consejera superior en 2012 (un cargo paralelo a la FEUC,
elegido por los estudiantes y cuyo rol es representarlos ante las autoridades), dice que en su
periodo recibió testimonios de acoso y abuso sexual entre sus compañeros. “Fueron entre 5 y 10”,
dice. La alumna, sin saber cómo proceder, les pidió ayuda a profesores de sicología, habló con
William Young, director de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE) y se dio cuenta de que no
había un procedimiento específico. “La gente no sabía dónde ir. Podías buscar atención sicológica
por los convenios que tiene la universidad, pero no había claridad de cómo denunciar”, dice.

En respuesta se formó una comisión con estudiantes y representantes de carreras, y se les pidió a
las autoridades un protocolo que diera cuenta de que el acoso es un problema distinto al del, por
ejemplo, el plagio, con el que hoy comparte procedimiento. Surgió el Fono Ayuda, un canal de
contención sicológica inmediata para los afectados, que los orienta de acuerdo a si los hechos
ocurrieron recientemente o hace tiempo, y los deriva a un centro de salud, a la Unidad de Apoyo
Psicológico o la Secretaría General.

El problema es que éste no se ha difundido masivamente y por ejemplo Jaime Constanzo dice que
él como muchos estudiantes, pensaba que era un soporte técnico. Andrea Parra, actual consejera
superior, cree que si bien fue un avance, no es un canal muy validado por los alumnos y por eso los
representantes estudiantiles sienten que se avanza poco.

Ahora, tras el episodio de las confesiones, se formó una nueva comisión de 12 personas que
coordina William Young, director la DAE (ver entrevista en recuadro), donde participan expertos
en salud mental, legal y comunicacional, que debe evaluar cómo están funcionando los canales
para atender casos de abusos (Secretaría General, el Ombudsman y el Fono Ayuda). Hasta ahora
sólo ha sesionado una vez y los alumnos se quejan de secretismo porque las actas no son públicas.
“En la universidad están enojados por haber causado revuelo y haber ‘dañado’ la imagen
institucional más que arreglar el problema”, dice una representante estudiantil.

Andrea Parra, la actual consejera estudiantil, dice que en general la universidad ha tratado el
problema de manera “negligente. Y en todas las instituciones del país ha pasado lo mismo. No es
un problema puntual de la UC”.

Tienen el poder

Las últimas dos semanas de abril, los estudiantes de la Facultad de Sociología de la Universidad de
Valparaíso estuvieron en paro. No fue en apoyo al movimiento estudiantil, sino para exigir la
destitución del profesor José Antonio Ávila que fue denunciado por acoso sexual por la alumna
Leslie Toledo. Los hechos se remontan al 26 de septiembre del 2014, cuando la estudiante al salir
de la universidad se encontró con el profesor y él le dijo que se fueron caminando juntos. Pasaron
a comprar un regalo, y luego la acompañó a un bar en el que trabajaba una compañera de la
estudiante. Finalmente ante la insistencia del profesor, comieron en un restaurante, momento en
el que la alumna dice que el docente trató de sobrepasarse con ella por lo que salió casi
escapando. Con el apoyo de su mamá, que viajó desde Punta Arenas, y de uno de los Centros de
Atención Reparatoria a Mujeres Víctimas de Agresiones Sexuales, del Sernam, la alumna denunció
el caso el 29 de octubre de 2014 y la universidad inició un sumario cinco días después. Tras la
investigación, la fiscal a cargo recomendó destituir al académico, cosa que el rector hizo. Ávila
apeló ante la junta directiva y ésta determinó en abril de este año darle la segunda pena más alta
después del cese de actividades: suspensión por tres meses, que está cumpliendo actualmente, y
rebaja del 30 por ciento del sueldo.

La estudiante por su parte inicialmente había congelado la carrera. “No tenía seguridad de ir a la
universidad y no encontrarme con él”, dice ahora que ya retomó los estudios. Además, el
ambiente universitario no le facilitó su reincorporación, ya que le llegaban comentarios del tipo
“eso le pasa por tomar”.

Osvaldo Corrales, secretario general de la Universidad de Valparaíso, reconoce que el episodio


desnudó la falta de un procedimiento de acompañamiento y apoyo a las personas que denuncian,
como también la ausencia de manuales de modos de conducta. “Estamos por generar un contexto
para prevenir y hacernos cargo de los cambios culturales para eliminar conductas que antes
estaban naturalizadas y que hoy resultan menos aceptables”.

El 31 de mayo la universidad anunció la creación de una unidad de Igualdad y Diversidad. Junto


con eso, una comisión trabaja en normas y criterios sobre acoso y abuso sexual, “un poco al estilo
de las universidades norteamericanas”, agrega, las que en general tienen oficinas específicas para
abordar estos casos.

Corrales asegura que en el ambiente universitario se ha avanzado poco en esta materia. “La
sociedad chilena es muy conservadora. Y en general, las universidades tienen ese carácter
conservador, tradicional y machista que es parte del entorno cultural del país. La resistencia del
país también se ve en las universidades porque son expresión del país”.

Jaime Barrientos, académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica del Norte, quien
ha investigado la sexualidad juvenil, explica que efectivamente las universidades hoy tienen una
deuda pendiente con respecto a abordar la violencia de género y los abusos. “Es una
responsabilidad moral y ética hacerse cargo de estos temas, de educar y proveer mecanismos para
enfrentarlos. La formación universitaria no está sólo orientada a una carrera, sino que es más
integral que eso. Además, muchas universidades tienen recursos disponibles para poder hacerlo,
partiendo por escuelas de sicología”.

¿Quién lleva la batuta?

En la Universidad de Chile las cosas han estado más agitadas. A comienzos de abril el Decanato de
la Facultad de Filosofía y Humanidades destituyó al docente de historia, Fernando Ramírez, tras el
sumario que se abrió por la denuncia por acoso, abuso de poder y hostigamiento de la alumna
María Ignacia León, un episodio que no sólo generó apoyo entre los estudiantes sino que entre
otras cosas, motivó que más de 70 historiadoras y docentes de otras carreras y universidades
firmaran una carta llamando a terminar con el acosos sexual y discriminación en el mundo
académico chileno. El 10 de mayo, la cantante Mariel Mariel ganó el Premio Pulsar a la mejor
artista y disco de música urbana. “Me fui de Chile hace siete años… por un acoso que sufrí siendo
estudiante de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile”, dijo al momento de recibir el
premio y luego en entrevista con The Clinic agregó que se trató de un profesor.

Y la semana pasada, la cuenta de la Secretaría de Sexualidades y Género de la Federación de


Estudiantes de la Universidad de Chile (Sesegen Fech) anunció que además del profesor destituido,
ellos han recibido 19 denuncias públicas de acoso y abuso sexual en distintas carreras, desde
hostigamiento de connotación sexual por teléfono hasta violaciones. Ocho de ellas son de
profesores a estudiante y las 11 restantes entre alumnos.

Otra vez, el problema no es una sorpresa. En 2012 la universidad hizo un diagnóstico sobre
igualdad de género que se tradujo en el libro Del biombo a la cátedra. Pese a que no era el foco
del estudio, éste concluyó que existían episodios de acoso sexual y mostró que aunque muchas
veces estos son conocidos en los entornos académicos, no llegan a ser denunciados. También que
en ese momento ninguna universidad chilena tenía políticas integrales para prevenir, investigar,
sancionar y proteger a sus víctimas. En 2013, la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones creó
la Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género que dirige Carmen Andrade, ex ministra del
Sernam, quien está empujando una instancia especializada con médicos, abogados y
comunicadores para atender los casos. Desde 2015, los mechones de la Universidad de Chile al
llegar reciben el manual “Orientaciones para enfrentar el acoso sexual en la Universidad de Chile”.

El miércoles pasado, en la Facultad de Medicina de esta casa de estudios se reunieron alumnos de


distintas carreras. “Parece que les quedó chica la sala”, comentó un funcionario, ya que llegaron
más de 70 interesados al foro organizado por la Sesegen Fech y Salud, en el que se explicó qué es
el acoso, cómo se manifiesta, de qué manera identificarlo y ver cómo se ha tratado el tema a nivel
mundial. Javiera Ortiz, coordinadora de comunicaciones de Sesegen Fech, dice que si bien rescatan
los pasos que se han dado en su institución, “ha sido un proceso complejo, sobre todo con las
denuncias que tienen relación con algunas facultades. No siempre tenemos el apoyo que
esperaríamos de algunas autoridades de la universidad”.

Una de las últimas medidas que tomó el senado de la Universidad de Chile, instancia integrada por
los mismos estudiantes, fue reformar el reglamento estudiantil y estableció que no se podrá
incurrir en actitudes de discriminación arbitraria entre alumnos, específicamente en el acoso
sexual. María Ignacia del Valle, representante estudiantil, asegura que reformar el reglamento es
un gran paso y que una de sus prioridades es “erradicar el machismo y las conductas misóginas
que recibimos todos los días. Para nosotras no es seguro venir a la universidad. No es seguro el
camino a ésta y no es seguro estar acá. Entonces ¿dónde estamos seguras?”.

Entrevista a William Young


Director de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE) de la Universidad Católica.

¿Cuántos abusos sexuales se han cometido dentro de la UC?

Hay procesos que se hacen dentro de la universidad y que los maneja la Secretaría General, pero
no llevan una estadística de cuántos casos. Es uno más de los casos que se manejan ahí. No tengo
cifras.

¿Le parece importante saber cuántos alumnos son?

Lo que nos parece importante es tener los medios de denuncia y los protocolos adecuados. Nos
parece importante tener educación, prevención y sensibilización.

¿La Dirección de Asuntos Estudiantiles sabe cuántos alumnos han hecho denuncias sobre
violencia sexual en la Secretaría General?

Nosotros tenemos una visión parcial de cuántos llamados al año se hace al Fono Ayuda.

¿Cuántos?

Cinco. Que pueden ser de cualquier cosa, no sólo de temas de abuso sexual. No es una cifra tan
grande y que pueden ser distintos tipos de denuncia.

¿No es un llamado de atención que las denuncias se hayan hecho a través de una página de
Facebook y no por medio de sus canales establecidos? ¿Por qué cree que sucedió eso?

No te podría decir.
¿Son los canales de denuncia los correctos?

Obviamente que son mejorables y en eso estamos. Pero eso no fue una denuncia, fue alguien que
contó su experiencia y anónimamente.

La definición

En general se entiende por acoso sexual las conductas de naturaleza sexual no deseadas por la
persona que las recibe y que, por ello, afectan su dignidad y resultan ofensivas o amenazadoras.
En el ámbito educativo se considera que hay acoso cuando es un comportamiento que directa o
indirectamente afecta las oportunidades de educación, o se traducen en un ambiente hostil o
intimidante para la víctima. Las relaciones consentidas entre adultos no constituyen acoso, pero el
consentimiento no puede inferirse del silencio o falta de resistencia de una persona, sobre todo
cuando hay relaciones de poder o autoridad.

Un problema de largo alcance

En 2015 se estrenó el documental The Hunting Ground (disponible en Netflix), que luego se mostró
con profusión en salas con estudiantes de todo Estados Unidos e incluso se presentó en la Casa
Blanca. El filme denuncia los ataques y abusos sexuales en los campus universitarios en Estados
Unidos y la impunidad con que muchas veces son tratados por las autoridades de esas
instituciones. Pese a que hubo varias personas, incluidos profesores de la Escuela de Derecho de
Harvard que criticaron su objetividad, el documental tuvo muy buena crítica y contribuyó a la
sensación de que en el mundo académico hay una cultura que minimiza si es que no niega la
existencia de sexismo, discriminación y violencia contra las mujeres y las minorías sexuales. Esto es
algo de lo que ya se viene hablando hace años y que ha forzado a establecimientos de educación
superior en distintas partes del mundo a tomar medidas para asistir y proteger a sus alumnos,
sobre todo en los casos en que estos viven en sus instalaciones.

En Estados Unidos, el Departamento de Educación ha promovido iniciativas en ese sentido, y hoy


la mayoría de las universidades tienen oficinas especializadas que educan a la comunidad y asisten
a las víctimas. Yale y Princeton tienen cursos sobre violencia de género, acoso y abuso sexual y sus
consecuencias sicológicas.

En Harvard se entregan trípticos con ejemplos concretos para identificar situaciones y hay un
servicio que acompaña a las víctimas en las denuncias. En Columbia también hay grupos de
discusión con estudiantes. Las universidades también han mejorado los procedimientos para
garantizar la confidencialidad de los involucrados en las investigaciones.

Esto no significa que los casos hayan desparecido, tal como demuestra el de Brock Turner, un
nadador y estudiante de Stanford de 20 años, que fue condenado hace dos semanas a seis meses
de cárcel porque el año pasado violó en el campus a una estudiante que estaba inconsciente. El
padre del joven trató de defenderlo diciendo que era “un alto precio por 20 minutos de acción” lo
que ha causado indignación e incluso motivó que Lena Dunham y el resto del elenco de la
serie Girls difundiera el jueves un video en apoyo de la víctima.
Revise la entrevista a Tomás Ojeda sobre el consentimiento: ‘El sí debe ser claro, categórico e
inequívoco’ y el testimonio de doce jóvenes entre 18 y 24 años que hablan de sus primeras
incursiones, sus expectativas y temores sobre el sexo en “Confieso que he vivido”.

También podría gustarte