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Mauleon: Ciudad Oculta

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Héctor de Mauleó n.

La ciudad oculta, 500 añ os de historias, libros 4 y 5

Por Guadalupe Alonso Coratella

Desde hace añ os Héctor de Mauleó n dedica una parte de su labor periodística a


escribir sobre la Ciudad de México. En 2018, rumbo a los 500 añ os de la caída de
Tenochtitlá n y la fundació n de la Ciudad de México, publicó La ciudad oculta, 500
años de historias, dos volú menes donde rescata, a través de la cró nica, una extensa
variedad de historias que la ciudad ha guardado a lo largo de cinco siglos. En estos
días comenzaron a circular los libros 3 y 4, escritos durante la pandemia. “El
confinamiento me ayudó a escribir”, comenta Héctor durante una conversació n en
línea desde la biblioteca de su casa, “porque andaba metido en la vorá gine del
periodismo, haciendo investigaciones de violencia, de narcotrá fico, y había dejado
del lado libros, cosas que había hallado en la hemeroteca o guías de la ciudad que me
hubiera gustado explorar. Con la pandemia, por primera vez en una década me
quedé en casa. Empecé a rescatar los libros que se habían quedado en el librero, me
metí a la hemeroteca digital donde puedes ver perió dicos de principios de s.19 hasta
1914, revisé libros, vi cosas que tenía anotadas. Me di cuenta de que la ciudad me
seguía contando cosas.”

¿Qué han representado estas crónicas? Otro registro, en tu labor periodística.


--Parte de mi quehacer es la cró nica de la violencia y de las obras negras de México,
pero siempre ha ido de la mano de este otro lado, entonces tengo una cró nica negra
y luego entro en una zona luminosa, fascinante, donde empiezo a rasguñ ar en el
pasado que también fue negro pero ya se ve con otros ojos y la forma como te
puedes acercar a él para investigarlo es absolutamente placentera.

Hay mucha investigación en tus relatos, pero también una mirada personal, un
ejercicio de memoria.
--Desde los otros libros había una mirada personal de la ciudad, la intenció n de
contarla no desde la perspectiva de Artemio de Valle Arizpe sino de có mo la ve
alguien que vive, ha crecido en ella y tiene lugares entrañ ables en la memoria,
lugares que ya desaparecieron. Recuerdo a mi abuelo, era un gran caminante de la
ciudad. De hecho mi incursió n en la ciudad comenzó con él, me sacaba al centro a
conocer o a visitar determinados lugares, siempre bañ ado por la nostalgia porque en
sus relatos siempre hablaba de lugares que ya no estaban. Caminar por el centro,
por la parte vieja de la ciudad era un doble viaje, el que hacíamos caminando pero
también un viaje por algo que ya solo existía en su memoria y eso me parecía
fascinante. Me inculcó un tinte de nostalgia que se ha acentuado porque la ciudad
que conocí ya no es, ya murió , se fue en muchos sentidos. Desde el sismo del 85 se
metió en una carrera demencial hacia poblar cerros, cañ adas, lo que todavía
quedaba de los lagos, para volverlo todo cemento. También para devorarse a sí
misma porque pasas a veces por un lugar que era un referente a lo largo de toda tu
vida y ya no está . Un cronista en la Nueva Españ a decía: "aquél mudar de edificios",
aquél tirar y levantar. Por el hundimiento de la ciudad, construida sobre un lago
seco, sobre el fango, tenían que tirar cada 30 o 40 añ os los edificios. Ese perder
constante de cosas también quise que estuviera en el libro y hacerlo desde una
mirada propia.

Al parecer, quienes vivimos aquí estamos atados a ese destino, a la pérdida.


--Lo terrible es que esta ciudad no debió existir porque su destino es la destrucció n,
la desaparició n, la desintegració n. Fue una necedad de Cortés, todos le dijeron que
no convenía hacerla ahí. Después de la inundació n de 1629 el Virrey dijo: “Vá yanse a
Coyoacá n, a Tacuba, a Toluca”, pero no le hicieron caso. Hemos estado pagando las
consecuencias a lo largo de los siglos: inundaciones cíclicas, terremotos
devastadores. Ante esa destrucció n, lo que la ciudad nos está diciendo es: “Yo no
tendría por qué estar aquí”.

Además, en nuestra era, tres terremotos en una misma fecha, 19 de


septiembre. Eso ya te deja un poco inquieto. ¿Qué misterios guarda esta
ciudad en el subsuelo?
--Es una ciudad que todo el tiempo está dando sorpresas. Todo el tiempo está
irrumpiendo en el presente, trayendo sus mensajes, otras insignias que no son las de
la cruz que trajeron los españ oles. Me sorprende porque me tocó ver en la
adolescencia có mo levantaban una alcantarilla y aparecía la Coatlicue. Luego el
Templo Mayor y, unos añ itos después, mientras estaban haciendo las oficinas de lo
que hoy es el SAT, frente a la Alameda, apareció el Tejo de oro, una prueba de lo que
Bernal Díaz del Castillo contaba de la Noche triste, de có mo habían fundido el oro y
se lo habían repartido y se lo habían llevado. Es una ciudad má gica en el sentido de
que tiene cosas escondidas, una ciudad que está llena de la carga de su pasado y esa
carga la vuelve, para mí, absolutamente fantasmal, fantá stica, misteriosa. Es como
un libro de piedra donde cada generació n va poniendo un capítulo y andar cazando
esas historias, esos secretos, se me ha vuelto una de las grandes, si no la mayor,
fascinació n de mi vida. Mi primer libro de cró nicas de la ciudad es de 1999. Ya llovió
algo.

Es una ciudad de claroscuros, fascinante y, al mismo tiempo, aterradora.


--El terror y la fascinació n está n en el principio de esto y se ha repetido todo el
tiempo. La conquista es el momento má s onírico de la historia de México porque los
mexicas se guían por augurios, pero también los conquistadores. Creo que ahí
empieza lo del realismo má gico porque cuando bajan de los barcos lo primero que
les cuentan a los frailes son historias de fantasmas, de cosas que se aparecen.
Sahagú n dedica uno de sus libros a las cosas que se les aparecían a los mexicas en
las noches cuando salían a orinar o cuando andaban en las encrucijadas, en los
caminos. Son verdaderos relatos de fantasmas y es impresionante có mo hoy, por
ejemplo, en los hospitales, se sigue contando del crujir del uniforme de una
enfermera a quien solo ven los enfermos, nadie má s la ubica. Es la ú ltima leyenda
fantasmal de la Ciudad de México. La primera es la de “La llorona” que tiene origen
prehispá nico. Todas esas cosas le dan una carga maravillosa a la ciudad. Hubo un
programa de radio en los 90, “La mano peluda”, donde la gente llamaba y contaba
historias. Quiere decir que esos relatos que oyeron Sahagú n y los frailes siguen de
algú n modo vivos en la misma ciudad que ya es otra pero se siguen contando cosas
semejantes y eso es maravilloso.

Estos libros dejan un registro de lugares, personajes e historias que van a


sorprender a las nuevas generaciones porque aquellos paseos por el centro de
la ciudad de la mano de los padres o los abuelos, se ha perdido, ¿no crees?
--Ya nuestra generació n perdió bastante, no preguntamos muchas cosas, no nos
interesaron y se fueron. No van a volver. Estas generaciones está n paradas en una
especie de desconexió n entre la memoria y la ciudad, ya no hay relació n desde hace
muchos añ os, décadas. La cró nica, entonces, juega un papel fundamental, te
devuelve mediante el gozo y la nostalgia, datos desconocidos o inesperados, la
conexió n con una calle, un edificio, una zona de la ciudad; con personajes que ya no
está n pero pueden seguir viviendo por lo menos en un libro. Pedro Infante o ‘Tin
tan’, por ejemplo, ya no les dicen nada a los jó venes, son cosas de otro mundo. La
maravilla de esta ciudad es que varios cronistas se han dedicado a contarla. Desde
Francisco Cervantes Salazar, en 1554, hasta Monsivá is. Cada década de la ciudad
está registrada en libros. Se ha perdido mucho, pero hay una estirpe, una familia de
hombres de letras que se han dedicado a la ciudad. En esas cró nicas encuentras las
maravillas de la Ciudad de México a través de los siglos.

Amado Nervo y Maradona; la memoria del Teatro Blanquita y el desfile de los


ovnis en 1965; la muerte de María Félix y los asesinatos de Goyo Cárdenas; la
epidemia de viruela de 1920-21 y la de Covid en 2020. Los capítulos de estos
volúmenes, reunidos en seis ejes temáticos, no guardan un orden sucesivo,
más bien simulan un recorrido por la ciudad y lo que vamos encontrando al
paso.
--En el centro no hay una sucesió n cronoló gica, empiezas por la Torre Latino y lo
siguiente que encuentras es la Casa de los azulejos. La idea es que se pudiera
reproducir ese abigarramiento de épocas. La ciudad te da esa posibilidad, una
amplitud de caminos. Todas las ofertas de lo que ha tenido a lo largo del tiempo te
aparecen de pronto. La primera vez que la gente salió a celebrar un triunfo de la
selecció n en el Á ngel de la Independencia me pareció maravillosa o encontrar en un
viejo perió dico la primera salida de la selecció n mexicana a un mundial, en 1930.
Está la historia de la primera má scara de un luchador, un tesoro guardado en el
aparador de una tienda de deportes en Av. Río de la Loza. Ahí se abre una historia
maravillosa de la ciudad desconocida, olvidada, de có mo en los añ os 30 apareció un
luchador gringo que no quería que supieran quién era. Fue con un zapatero que
hacía zapatos de beisbol y de box y le encargó una má scara de cuero para que no le
vieran la cara. Subió al ring y la gente enloqueció . Había firmado el contrato con el
nombre de “La maravilla enmascarada”. A la fecha seguimos diciendo "se cree la
maravilla enmascarada" sin tener idea de cuá l es el origen de esta locura. La ciudad
está llena de cosas de todas las épocas que la han atravesado, basta con hacerle las
preguntas correctas. Es como una esfinge a la que hay que interrogar y te contesta.

¿Cómo ha jugado el azar en estos recorridos?


--Hay gente que nos ve pasar, abre la puerta y dice: “Aquí abajo de la escalera está el
tú nel que llevaba al Palacio de la inquisició n”, entonces empiezas a ver esa ciudad
fantá stica. La leyenda de los tú neles sigue viva en el centro y viene de tiempos de la
inquisició n. Decían que conectaba a Santo Domingo, con las casas de los
inquisidores, con Palacio Nacional, con Catedral. La gente dice haber estado en esos
tú neles. A mí me sorprende que alguien tan serio como Luis Gonzá lez Obregó n
afirme que de muchacho encontró uno de esos tú neles, se asomó , bajó con su padre
y vio un corredor largo donde ya todo estaba lleno de fango y medio hundido. La
ciudad te va abriendo la puerta para que te metas a hablar con ella. Recorriendo una
exposició n en el Museo de Bellas Artes me encontré con la foto de la primera Miss
México, quien mató a su marido a tiros en 1929. Eso provocó que me pasara la
semana siguiente buscando las noticias en los perió dicos. Es una historia de película
porque fue un juicio que duró seis meses y se transmitió por radio. Había tal interés
que pusieron altavoces en Av. Juá rez, San Juan de Letrá n y Balderas para que la
gente pudiera oírlo. Escucharon el juicio final que duró 12 horas y có mo ella fue
absuelta porque había actuado en defensa de su honor pues el marido ya tenía otra
esposa, era bígamo. Hay miles de historias así y todo forma parte del mural de lo que
ha sucedido en la Ciudad de México desde hace 500 añ os.

Una ciudad que no deja de sorprender, lo mismo a chilangos que a extranjeros.


--Tiene un poder de atracció n muy fuerte. Desde el relato de Bernal Díaz de Castillo
sobre có mo vieron Tenochtitlan a lo lejos, que no sabían si estaban soñ ando, si era
un encantamiento o era real. Esa misma fascinació n se repite en las cró nicas de
Madame Calderó n de la Barca tres siglos y medio después o en los relatos de
Humboldt. Y sí, algo tiene la ciudad que en una mañ ana limpia con los volcanes y el
cielo azul, te vuelves a reconciliar con ella. Ademá s fue una ciudad bellísima. Esa
ciudad de casonas de tezontle era ú nica en el mundo, tenía una cosa que enamoraba.
Lo que queda ahorita no son ni veinte viejos palacios y nos siguen despertando un
inmenso orgullo. Haber visto una ciudad así debió ser completamente alucinante.

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