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5.2 Nicaragua. Dictadura y Revolución
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Nicaragua. Dictadura y revolución*
Resumen
Este trabajo describe la historia reciente de Nicaragua y analiza los factores políticos,
económicos y sociales que hicieron posible la finalización de cuatro décadas de dictadura
en este país centroamericano.
Abstract
This essay describes the recent history of Nicaragua and analizes the political, economical
and social factors that led to the end of four decades of dictatorship in the Central american
country.
Palabras claves
Dictadura, familia Somoza, revolución sandinista, elites nicaragüenses, dominación
norteamericana.
Keys Words
Dictatorship, Somoza family, sandinist Revolution, nicaraguan elites, American
intervention.
*
Este trabajo hace parte de la investigación Revoluciones latinoamericanas del siglo XX, financiado por la
Vice rectoría Académica de la Universidad del Norte.
1
Ph.D en Historia. Profesor Asociado del Departamento de Historia de la Universidad del Norte.
Vicepresidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y caribeños, Adhilac. Coordinador del
grupo de investigación Agenda Internacional.
Antecedentes
Después, mediante un golpe militar en 1936, Somoza García destituyó al presidente liberal
Juan B. Sacasa, afianzando de esta forma su poder, el cual legitimaría luego -en enero de
1937- al elegirse como presidente de Nicaragua, tarea en la que contó con el apoyo de la
clase dominante que veía en él a un restaurador del orden social y un vehículo eficaz para
garantizar su influencia en el gobierno. De igual forma, la dictadura pasaba a ser
intermediaria del dominio norteamericano en Nicaragua, de lo cual precisaba en ese
momento Estados Unidos, de acuerdo con su política del buen vecino, impulsada por el
presidente Franklin D. Roosevelt.
3
También en Colombia durante el gobierno de Eduardo Santos (1938-1942) se efectuaron unos pactos
secretos con los Estados Unidos para garantizar su incursión en el país en caso de ser necesario.
En el plano político, varios factores incidieron en la crisis de la dictadura, así, entre otros,
un hecho destacado fue el aumento de la represión política en el periodo 1974-1978,
motivado por la tensión social en el país y la crisis socioeconómica. En 1974, los derechos
constitucionales fueron suspendidos, lo cual propició acciones desmedidas de la Guardia
Nacional en contra de los opositores al régimen. Ejemplo de esto fue la política de terror
abierto en contra de campesinos, movimientos urbanos, activistas religiosos y de
organizaciones políticas. Todos estos elementos contribuyeron a empañar más la ya
desgastada imagen internacional de la dictadura somocista, a lo que se añadiría el inicio del
gobierno de Jimmy Carter en los Estados Unidos, en 1977, quien proyectaba una imagen
exterior de defensor de las libertades y los derechos humanos, por lo cual, sus relaciones
con Nicaragua adquirirían desde entonces un nuevo contexto.
El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 había significado un enorme estímulo para las
luchas populares en toda América Latina. En Nicaragua este ejemplo fue seguido por varios
movimientos guerrilleros, entre los que sobresale el del Chaparral, conformado por
izquierdistas mexicanos, nicaragüenses y dos cubanos. La columna Rigoberto López Pérez
fue emboscada por el ejército hondureño en Chaparral (región hondureña ubicada cerca de
la frontera con Nicaragua) acción en la cual murieron algunos de sus integrantes, mientras
que otros resultaron heridos, entre ellos Carlos Fonseca Amador. En 1960 Silvio Mayorga,
Tomás Borge y el propio Fonseca fundaron la Juventud Revolucionaria Nicaragüense
(JRN). Movimiento que se encargó de organizar, desde el exilio, la lucha contra la
dictadura somocista. Sobre esto, declararía Carlos Fonseca:
Todos estos hechos fueron antecedentes para la formación del Frente de Liberación
Nacional que en 1961 se fundó en Tegucigalpa, Honduras, por iniciativa de Carlos Fonseca,
Tomás Borge, Silvio Mayorga y el coronel Santos López. Posteriormente, en 1962 esta
agrupación tomaría el nombre de Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN),
reivindicando con ello las ideas antiimperialistas de Augusto César Sandino en búsqueda de
la soberanía e independencia nacional. Más tarde al Frente se integraron jóvenes
pertenecientes a la Juventud Patriótica, la Juventud Socialista, el Movimiento Nueva
Nicaragua y la Juventud Revolucionaria Nicaragüense. En un mensaje del Frente Sandinista
a los estudiantes revolucionarios -emitido en abril de 1968- se expresaron, en líneas
generales, algunos de les objetivos planteados por esta organización.
Ansiamos poner fin a la sociedad dividida en explotadores y explotados, a la sociedad dividida en opresores y
oprimidos. Declaramos que nuestro magno propósito es devolver a los trabajadores, las riquezas que
mediante la fuerza les fueron arrebatadas. La independencia nacional, la derrota al imperialismo extranjero,
son requisitos para la edificación de un nuevo mundo (...) en la búsqueda de esta nueva vida, nos guían los
nobles principios de Marx. La historia moderna demuestra que los principios marxistas son la brújula de los
más resueltos defensores de los humildes..) el marxismo es la ideología de los más ardientes defensores del
hombre latinoamericano. Ya es hora de que la mente de los revolucionarios nicaragüenses comparta el ideal
marxista de liberación proletaria.
En este documento, firmado por Carlos Fonseca, se pueden apreciar los elementos de la
filosofía marxista acogidos por el Frente Sandinista. Más adelante con la manifestación de
diversas tendencias al interior del Frente Sandinista, existirían sectores que plantearían
diferentes métodos para llegar al poder y diversas alternativas para lograr la instauración
Estos grupos rechazaban la violencia corno método para solucionar la crisis, a lo que
proponían alternativas "pacíficas y cívicas", que hicieran posible instaurar un somocismo
sin Somoza, donde la burguesía pudiese competir libremente entre sí por las ganancias,
Con la reunificación del Frente Sandinista en marzo de 1978, ante la necesidad de una
fuerza más sólida, la Dirección Nacional quedaría integrada por nueve miembros, de los
cuales tres pertenecían a cada una de las tendencias (proletaria, insurreccional de de guerra
popular prolongada). Según Andrés Pérez, la unificación del FSLN (1978) no eliminó las
diferencias substanciales (a nivel político e ideológico) que existían entre las tres facciones
de esta agrupación. La cuota proporcional de poder a nivel del partido y del gobierno
asignada a los miembros de cada tendencia, fueron, a su juicio, un signo más de la
persistente división al interior de este movimiento. El mencionado autor añade que la unión
dentro del sandinismo se mantuvo como consecuencia de las necesidades creadas por la
guerra pues se prescindía de un partido sólido. Pérez basa su hipótesis en que, una vez
concluida la guerra y disuelta la contrarrevolución armada (Contra), resurgieron las viejas
diferencias que permanecían dentro del FSLN (Pérez, A, 1992, pp.119-122).
Por su parte, el FSLN -que en 1976 había perdido en combate a su líder Carlos Fonseca-
luego de la ofensiva de 1977 colaboró con los indígenas del barrio Monimbó (de
aproximadamente 20 mil habitantes) en sus acciones de protesta al régimen y en su
resistencia a la agresión de la Guardia Nacional. Con la toma del Palacio Nacional por el
Comando Rigoberto López Pérez (agosto de 1978) se marcaba el comienzo de la etapa
insurreccional del proceso revolucionario. Simultáneamente, la FAO realizó un llamado a
un nuevo paro nacional con el objeto de lograr el "derrocamiento de la dictadura somocista
y la democratización de Nicaragua" (La Prensa, agosto 25 de 1978). En el comunicado de
la FAO se apreciaba la radicalización de sus propuestas con respecto a su discurso inicial,
aunque tampoco esta vez en sus metas se incluía el propósito de expropiar los bienes del
Grupo Somoza, ni el desmantelamiento de la Guardia Nacional. La estrategia de los
círculos opositores era recuperar la iniciativa política en la lucha antidictatorial en
momentos nada favorables al régimen, pues existía ya identificación de las masas con las
propuestas revolucionarias del FSLN.
Con relación al control de la economía nicaragüense por parte de la familia Somoza y sus
más inmediatos aliados, se han encontrados datos que ilustran cómo el nivel de
concentración alcanzado por este grupo llegó a ser tal que, para 1979, era aproximadamente
de un 25% de toda la capacidad productiva, así como también aumentó grandemente su
influencia sobre el sistema bancario y parte del comercio y del transporte. A través de este
aparato, particularmente de los bancos, el Grupo Somoza subordinó también a los
comerciantes locales a su propia estrategia de acumulación (Fitzgerald, E.V.K., 189,
p.264). Otro hecho que empeoró las relaciones de las élites con el gobierno somocista fue
la implementación de un impuesto a los productos de agroexportación, lo cual estimulaba la
fuga de capitales como respuesta a la inestabilidad del régimen, y al exceso de
concentración de su poder. Una Comisión de las Naciones Unidas estimó que 800 millones
Sobre el nivel de control económico de los Estados Unidos sobre Nicaragua durante los
años de la dictadura, hay quienes sostienen que este fue más que todo de carácter político-
militar antes que económico. El investigador argentino Carlos M. Vilas afirma que, fue "un
imperialismo de embajadores y generales, más que de industriales y banqueros, (...) Estados
Unidos contaba con un aliado seguro para su control de la región o territorio de reserva para
un eventual canal interoceánico en la región; hecho que para ellos representaba mayor
interés que las inversiones económicas directas en Nicaragua" (Vilas, C, 1984, p.127). No
obstante, también era importante la gran influencia norteamericana en la economía
nicaragüense, pues era evidente el alto nivel de endeudamiento de la dictadura con los
bancos privados extranjeros4 -donde predominaban los estadounidenses-, de quienes
recibió grandes créditos con intereses superiores al 8% anual. Igualmente, fue muy
importante el papel de Nicaragua como abastecedora de materias primas para la industria
norteamericana.
El año 1978 fue crítico para la dictadura somocista. Al asesinato del periodista Pedro J.
Chamorro (19 de enero) le siguieron el paro nacional empresarial en protesta por este
hecho, el aumento de las manifestaciones populares en todo el país y el inicio de la
insurrección armada. Las fuerzas guerrilleras del FSLN, comandadas por Germán
Pomares, Víctor Tirado y Daniel Ortega, atacaron el campamento militar contrainsurgente
en Santa Clara, mientras las fuerzas de Camilo Ortega ocupaban la ciudad de Granada y las
guiadas por el cura guerrillero Gaspar García Laviana y Edén Pastora se apoderaban de
4
La deuda externa, que en 1970 era de 174,8 millones de dólares, alcanzó 1,000 millones en 1978.
Existen dos hipótesis sobre las causas que generaron la crisis de la dictadura somocista.
Hay quienes, como la socióloga mexicana Lucrecia Lozano, sostienen que los factores
económicos fueron "la base material de las movilizaciones políticas contra el régimen
dictatorial". Por otro lado, está la hipótesis apoyada por los investigadores Richard Stahler-
Sholk y Carlos Vilas para quienes la caída de la dictadura fue producto de una crisis
política revolucionaria que, en determinado momento, activó una crisis económica Stahler-
Sholck, R, 1990, p.66). Es decir, según esta mirada, la activación de la crisis económica
fue el resultado de la crisis política. Vilas analiza el estado de la economía nicaragüense
desde los años setenta llegando a la conclusión de que, si bien es cierto que hubo "un
proceso de ahondamiento de la pauperización de las masas populares -a partir de la segunda
mitad de la década de 1970- (...) este empobrecimiento de las masas, la degradación de su
nivel de vida, no bastaban para configurar una crisis económica. Ni la crisis económica
significa mucho en sí cuando existen las condiciones políticas para hacer de ella un factor
que impulse la revolución". El mencionado autor considera que sólo a partir de 1978 se
puede hablar de una verdadera crisis económica y que ésta no fue "producto del
5
Ya para ese año el FSLN recibía material militar para su lucha de Cuba, Venezuela y Panamá, así como
también de algunas fuentes privadas de los Estados Unidos.
En esto, coincidimos con Shirley Christian, quien sostiene que la administración Carter
centraba su atención básicamente, en lo relacionado con la violación de los derechos
humanos en Nicaragua, lo cual significaba que, sus ayudas y otro tipo de presiones debían
limitarse a conseguir objetivos específicos como la liberación de presos políticos y la
anulación de restricciones a la Constitución (Christian, S, 1987, p.56). Ilustra también la
posición norteamericana la carta enviada por el presidente Carter a Anastasio Somoza en
junio 30 de 1978, de la cual transcribimos algunas partes:
He leído su declaración a la prensa del 19 de junio con gran interés y aprecio. Los pasos a favor de los
derechos humanos que está tomando en consideración son signos importantes y cordiales y si se hacen
realidad señalarán un avance importante para su nación en respuesta a ciertas críticas que, recientemente se
han dirigido contra el gobierno de Nicaragua (...) Me siento satisfecho de saber su buena disposición a
cooperar con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (..) ha hablado usted de una posible amnistía
para los nicaragüenses que se mantienen en prisión por razones políticas. Le ruego acelere estos trámites
prometedores que usted mismo ha sugerido; esto servirá para mejorar la imagen exterior de los derechos
humanos en Nicaragua (Christian, S, Ibid, p.65).
Sobre las causas de la alianza entre la burguesía y el Frente Sandinista existen diferentes
posiciones. Para Núñez y Vilas, por ejemplo, la agudización de la crisis económica fue el
factor decisivo que contribuyó a la radicalización de la burguesía. A esta tesis se opone la
interpretación del norteamericano Jeffery Paige, quien al respecto afirma que, "la mayoría
de los grandes algodoneros y cafetaleros estaban atados al Estado y a sus intereses y
permanecieron con el régimen. Aún entre aquellos que se oponían a Somoza, en su mayoría
vinieron a ayudar a los sandinistas y a la revolución armada sólo al final de la crisis (...) La
burguesía agraria, incapaz de actuar en ; nombre propio, permitió a otros actuar para sus
intereses utilizando primero a Somoza y después a los sandinistas." (Paige, J, 1989, p.125).
A nuestro modo de ver, la burguesía ciertamente apoyó al movimiento revolucionario ante
la carencia de una representación política que garantizase su estabilidad como clase, pero
también luchaba por el mantenimiento de su poderío económico, el cual había decrecido en
los últimos años debido a la excesiva concentración alcanzada por el Clan Somoza en esta
Ante la debacle del régimen, la burguesía media comenzó a apoyar directamente al FSLN
con armas, dinero y diversas formas de asistencia. Se trataba de derrocar a un régimen que
no les brindaba oportunidades, lo que en palabras de algunos círculos se expresaba así: "no
existe alternativa, no puede haber algo peor que esto", refiriéndose a la dictadura. Ya en
1978, un grupo de hombres de negocios nicaragüenses estableció contactos con el Frente
Sandinista en Costa Rica. Sobre ello, Leonel Poveda, encargado de representar a este
grupo, declaró: "Solicitamos la ayuda del FSLN para conseguir material de guerra, rifles,
dinamita, munición, etc. Les dije que éramos 40 profesionales dispuestos a lo que fuera
para derrocar a Somoza. El FSLN dijo que sí, que nos ayudaría." (Christian, Op. Cit, p.57).
La conducción político-militar de la lucha contra el somocismo por el FSLN, "evitó que la
intensa actividad popular resultara limitada a un esquema meramente antidictatorial
que se redujera a un cambio de gobierno sin alterar el sistema social de base; y al mismo
tiempo, su estrategia de amplias alianzas evitó que los elementos de la burguesía que se
habían sumado a la lucha antidictatorial abandonaran el proceso ante el espectro de un
octubre rojo” (Harris, R y Vilas, C, 1985, p.17).
El gobierno sandinista se proponía crear una "Nueva Nicaragua", al abolir todos los vestigios de la extinta
dictadura, la base de su poder económico y los vínculos externos que lo mantenían; además, se consideraba
como meta la reconstrucción de la economía nacional, afectada como consecuencia de la guerra de liberación.
Otro objetivo era la "reestructuración de la sociedad al reducir las desigualdades de clase, mejorar el nivel de
vida e incrementar la influencia económica de las clases más bajas (Citado por Booth, J, 1985, pp.193-194).
6
Programa de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional en Nicaragua, Santiago de Chile, Naciones
Unidas, 1981, p.105
7
CEPAL, El impacto de la mutación política, Santiago de Chile, 1983.
Sobre las críticas que realizaban las élites tradicionales nicaragüenses respecto al desvío
sandinista del proyecto original de realizar una revolución democrática y pluralista, Sergio
Ramírez (miembro de la Junta de Gobierno) comentaba, a principios de 1981:
"La economía mixta y el pluralismo político pertenecen a la esencia misma del diseño sandinista (...) no nos
hemos apartado del proyecto original. Pero si debido a la fuerza de las circunstancias la economía mixta, el
pluralismo político y la libertad de prensa dejan de ser compatibles con la supervivencia de la Revolución,
optaremos por ésta. El proyecto histórico del pueblo nicaragüense no es circunstancial. La Revolución no
ganó el poder en las elecciones (...) el esquema de nuestra revolución es popular. Todo podría cambiar en
Nicaragua, menos la hegemonía popular del proceso".
Sobre el mismo tema Daniel Ortega (también miembro de la Junta de Gobierno), declaraba,
en el mismo año:
"Queremos marchar a un paso realista, equilibrado, maduro, y si para poder subsistir es necesario radicalizar
este proceso revolucionario, pues vamos a radicalizar" (Proceso, No 246, México, 1981, p.15).
Apoyo internacional
Después del triunfo revolucionario, el gobierno nicaragüense se propuso buscar apoyo
exterior para la reconstrucción del país y ampliar vínculos diplomáticos y comerciales con
la comunidad internacional. Ya en la fase de reconstrucción, fue notable la presencia
internacional, manifestada en financiamiento y cooperación externa a Nicaragua. La
solidaridad europea, de América Latina y Estados Unidos se hizo muy visible. A nivel de
los países latinoamericanos, la ayuda cubana se manifestó en lo económico, militar y en lo
referente a educación y salud. Desde julio de 1979 hasta 1982 la asistencia económica
cubana alcanzó un monto de 286 millones de dólares (Schaw, T and Sims H, 1985, p.447).
Es de anotar, que el inicio de las relaciones diplomáticas y comerciales entre el gobierno
nicaragüense y los países socialistas se remonta a agosto de 1979, ocasión en la que Cuba
abrió su Embajada en Managua, luego Vietnam en septiembre y la Unión Soviética (URSS)
en octubre del mismo año -aunque desde 1944 formalmente se habían establecido las
relaciones diplomáticas entre Nicaragua y este último país-. Luego otras naciones de
Europa Oriental también establecieron vínculos diplomáticos con Nicaragua.
Dos días después de asumir el poder (enero 22 de 1981), el presidente Ronald Reagan
ordena revisar un préstamo de 60 millones de dólares ya aprobado por el gobierno anterior;
unos pocos días más adelante suspende la entrega de 15 millones autorizados por el
Congreso; luego otros 9 millones para compra de trigo; se obstaculiza la exportación a
Nicaragua de materias primas industriales; es vetado por Estados Unidos, un préstamo del
Banco Interamericano de Desarrollo por 500 mil dólares para pescadores de bajos ingresos
en la Costa Atlántica de Nicaragua y a principios de 1983 bloquea las exportaciones de
azúcar nicaragüense a EE.UU., en un 90% (Díaz-Callejas, A, 1985, p.85).
A pesar de estas acciones, la joven Revolución pudo mantenerse gracias a créditos de largo
plazo, ayudas financieras y donaciones de un sinnúmero de países, entre ellos Argentina,
Argelia, Brasil, España, Francia, Libia, México e Irán; a los que se agregó el entonces
bloque socialista. El total de todos los empréstitos y donaciones en el periodo 1981-1983
alcanzó cerca de 2 billones de dólares, de los cuales un 19% provino de Europa Occidental
y Canadá, un 14% de agentes multilaterales, un 31% de los países socialistas. El 31%
restante de esta cifra correspondió a la contribución del Tercer Mundo (Fitzgerald, E.V.K.,
op.cit, pp. 272-273).
El año 1981 resultó para América Latina, y en particular para Centroamérica, un periodo
muy crítico para su economía. Ello se debió al desmedido aumento de los precios de
artículos de importación, en contraste con los precios estables de las mercancías de
exportación. Debido a eso y a la inestabilidad de la revolución nicaragüense, se declaró -por
medio de un decreto emitido por la JGRN- en este año el Estado de Emergencia Económica
En los primeros años del nuevo gobierno, otros aspectos formarían parte del interés de la
JGRN. Así, para dirimir las relaciones entre el gobierno revolucionario y la Iglesia
Católica, la dirección del FSLN publicó en 1980 el documento Los cristianos en la
Revolución Popular Sandinista. Aspectos sobresalientes de este documento se referían a la
libertad de cultos y garantías del gobierno para profesarlos; el derecho de los creyentes, que
aceptasen las metas del FSLN, a tomar parte en la consecución de estas; el respeto y el
apoyo del Frente Sandinista a todas las tradiciones religiosas, a condición de que no fuesen
usadas en contra de la Revolución; y el derecho de los representantes de la Iglesia a tomar
parte de las actividades políticas, incluso a nivel del gobierno. El Episcopado nicaragüense
contestó a ese documento con la Carta Pastoral Jesucristo y la unidad de su Iglesia en
Nicaragua, donde señaló "el asedio de las ideologías materialistas en contraste con la fe
Católica", y además criticó la diversidad de criterios al interior de la misma Iglesia
nicaragüense ya que, según ellos, existían sacerdotes que se estaban "apartando de la
doctrina del Papa y los obispos", al referirse a aquellos religiosos colaboradores de la
Revolución y del gobierno sandinista, quienes desde antes del triunfo, se habían vinculado
como colaboradores de la lucha revolucionaria (Mamantov, S, 1982, p.51). Un ejemplo de
ello fue la Comunidad de Solentiname en Nicaragua, fundada por el padre Ernesto
Cardenal, que había sido destruida por la dictadura, donde salieron militantes del Frente
Sandinista. La actitud de la Iglesia Católica a partir del inicio de los Ochenta, contrastaba
con su postura en los últimos años de la lucha contra la dictadura, cuando aceptaba la
Desafortunadamente, hoy luego de 30 años sólo quedan cenizas de los logros de esa
revolución y el nuevo sandinismo liderado por el eterno dirigente Daniel Ortega (hoy
nuevamente presidente) parece como un barco sin rumbo obstinado en permanecer en el
poder a toda costa, mientras la mayoría de la población se mantiene olvidada y condenada a
otros años cien años de soledad, como en los años de la dictadura somocista ya que las
transformaciones sociales de los primeros años de la revolución se han ido diluyendo. La
reforma a la Constitución política que permitió facilitar el triunfo del FSLN en las últimas
elecciones dejó un sabor amargo a la democracia en este país pues el precio de ella fue la
alianza entre sectores variopintos de la política, todos con el único afán de mantener o
recuperar el poder y privilegios a cualquier precio.
BIBLIOGRAFÍA
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