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Epístola A Filemón
Epístola A Filemón
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Imagen del Papiro 87 (en la numeración Gregory-Aland), con un fragmento de los versículos 13-15 de la Epístola a Filemón. Data del año
250.
Índice
1Autenticidad y significado
2El problema de la esclavitud
3Referencias
4Enlaces externos
Autenticidad y significado[editar]
"Todos somos sus Onésimos", dice Lutero en su traducción de la Biblia al alemán. Fragmento de la edición de 1541
El problema de la esclavitud[editar]
Durante los primeros cuatro siglos de la era cristiana se creyó que Pablo había escrito
esa carta a Filemón para rogarle que fuera clemente con su esclavo evadido, Onésimo,
que volvía a su casa. Esa lectura parece parcial, ya que lo que hace realmente san Pablo,
con habilidad y delicadeza, es rogarle a Filemón que le deje quedarse con él:
Yo querría retenerlo a mi lado para que me ayudase en tu lugar en mi prisión por el Evangelio; pero nada he querido hacer sin tu
consentimiento.
Carta a Filemón, 1:13
Tampoco hay en la carta ninguna pista que induzca a pensar que Filemón fuera un amo
severo que necesitara ser aplacado.8Ni siquiera dice explícitamente que Onésimo se
hubiera escapado. En algunas traducciones se menciona que "se separó"9 o "se apartó".10
Históricamente, sin embargo, siempre se creyó que se escapó de Filemón y así lo cuenta
Gabriel Pérez, de la Universidad Pontificia de Salamanca, en sus comentarios a la carta:
Se escapó de la casa de su señor, habiéndole robado alguna cosa. Huyendo de la justicia, llega a Roma, donde tuvo la suerte de encontrarse
con Pablo, que le convierte a Cristo. (...) Pablo ruega en nombre de los más delicados sentimientos cristianos a Filemón que lo reciba de
nuevo con toda la amabilidad.11
A juicio de Pérez, este pasaje "encierra la solución que el Evangelio trae al problema de
la esclavitud. Pablo no podía suprimirla, pero da el principio que contiene el germen de
su abolición: en Cristo no hay esclavo y libre, siervo y señor. Somos todos hijos de un
mismo padre, hermanos todos de Jesucristo".11
El papa Benedicto XVI se refirió a esta epístola en su segunda encíclica, Spe salvi,
haciendo hincapié en el poder del cristianismo como poder transformador de la
sociedad:
Los hombres que, según su estado civil se relacionan entre sí como dueños y esclavos, en cuanto miembros de la única Iglesia
se han convertido en hermanos y hermanas unos de otros: así se llamaban mutuamente los cristianos. Habían sido
regenerados por el Bautismo, colmados del mismo Espíritu y recibían juntos, unos al lado de otros, el Cuerpo del Señor.
Aunque las estructuras externas permanecieran igual, esto cambiaba la sociedad desde dentro. 15