Astrada, Carlos (1961) Nietzsche y La Crisis Del Irracionalismo
Astrada, Carlos (1961) Nietzsche y La Crisis Del Irracionalismo
Astrada, Carlos (1961) Nietzsche y La Crisis Del Irracionalismo
NIETZSCHE Y LA CRISIS'
DEL
IRRACIONALISMO
irracionalista del autor
de la tragedia, precursor
mximo de la filosofa
Tambin enfoca crricamente,
entre otras, la interpretacin del ideario
nietzscheano que, desde el punto de vista 'd la filosofa marxista, nos ofrece
George Lukacs.
, En este denso estudio Astrada discute
y expone 7 en una prosa de jerarqua filosfica y literaria, los problemas que agitaron la xistencia trgica del poeta Je
Es un libro sm concesiones, escrito
qon verdadera pasin pero tambin con
l\bndo conocimiento
bo;(da.
de
la
tcmtic:1
EDITORIAL DEDALO
BUENOS AIRES
CAPTULO
I-
1/
CAPTULO
II
EN EL CAMINO DE tA VOCACION
Friedrich Wilhelm Nietzsche naci el 15 de Octubre de
184'1, en la aldea prusiana de Rocken, situada en los lindes de
Prusia y Sajonia. Fue el hijo primognito del pastor luterano
Karl Ludwig Nietzsche, que descenda de una familia de
pastores y telogos.
La temprana muerte del padre, acaecida cuando Nietz.-scle slo contaba cuatro aos de edad, y el primer desconcierto de la orfandad, cernindose como fatalidad misteriosa, tras las escenas de la tribulacin familiar y los ritos fnebres, dejaron una profunda impresin en el alma pueril, que
ya no olvidara ms el doloroso trance y la ausencia paterna.
Despus Nietzsche, obsedido siempre por este recuerdo y
reflexionando sobre la desgracia que dilacer su infancia, lleg a considerar el prematuro fallecimiento de su padre como un hado que decidi el rumbo de su vida y determin el
climax .de su mensaje y misin espiritual. En Ecce Hamo, su
extraordinaria autobiografa, en la que vida y creacin intelectual se enlazan en una sntesis de gran maestra, iniciando
.su confesin, escribe ("v\Tarum ich so weise bin", 1): "La
fortuna de mi existencia, su unicidad quizs reside en su fatalidad: yo estoy, para expresarlo en forma de enigma, muerto ya como mi padre, como mi madre vivo an y envejezco..
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Artes.
Hechos sus cursos escolares, Nietzsche ingresa en el colegio de Naumburg, donde por su capacidad y consagracin
al estudio, se destaca en seguida como alumno excepcional-
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'"'"''-"l>u,,,
Ya, a los diecisiete aos, ha ledo a Schiller, a HOiderlin, a Byron. Su predileccin por la msica lo lleva a familiarizarse con Bach, Beethoven, Schumann; pero, sobre todo, es.
1a poesa, la ntima necesidad de volcar en el verso sus tumultuosos estados de nimo lo que absorbe sus momentos libres, las treguas que se impone en su continuada labor: se
Mente poeta. Sin embargo conoce momentos en los que su
tens~n es?iritu.al se afloja, cede la firmeza de su empeo y
se siente mvad1do por una profunda lasitud; desea verse libre de la montona labor requerida por los estudios que cursa, Y dar rienda suelta a su fantasa. La perspectiva cercana de
entrar en la Universidad no lo halaga ya y hasta le disgusta;
piensa que .ste no es el camino que debe seguir y que su
verdadero destino es ser msico. Comunica a los suyos el cambio operado en lo que respecta a su vocacin, al nuevo camino que contempla para su futuro, que slo vendra a encauzar una antigua y vehemente disposicin; vienen las objeciones y razones maternas para disuadirlo de lo que se estima es tan slo una veleidad juvenil. Tras una lucha interior, Nietzsche se calma, ~o sin seguir abrigando sus deudas
acerca del rumbo a tomar.
Va a cursar su ltimo ao en Pforta; ha acallado su descontento y con renovado celo se consagra a sus labores escolares. Estudia, el volumen de sus lecturas aumenta considerablemente y todava le queda tiempo para satisfacer su imperativa necesidad de crear: escribe, pergea ensayos filosficos, compone trozos de msica. Sin embargo, la preocupacin
sobre su porvenir lo atenacea, vuelve a cavilar acerca de sus.
aptitudes vocacionales. En mayo de 1863 escribe a su madre::
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""'Me preocupa mi porvenir; por muchas razones, tanto de orden ntimo como exteriores, este se me presenta oscuro e itt-cierto. Creo, ciertamente, que soy capaz de tener xito en
cualquier profesin que elija; pero carezco de fuerzas para
apartar de mi tantas materias que me interesan. Qu estu
. <liar? No surge en m ninguna decisin, y no obstante slo
a m concierne reflexionar y elegir. Lo nico que s claramen
te es que, sea lo que fuere lo que estudie, debo realizarlo a
fondo. Mas esto slo dificulta mi eleccin, ya que de lo que
se trata es de encontrar el terreno preciso en que poder empearme por entero".
Lleg, por fin, para Nietzsche, el momento, revestido de
JOlemnidad y emocin, de alejarse de Pforta, donde a la par
de valiosos conocimientos, adquiri el hbito de una severa
disciplina en el estudio de las lenguas clsicas; tambin en la
i:onvivencia de sus aulas hall verdaderos camaradas, como
Paul Deussen y el barn de Gersdorff, que haban de ser amigos de toda su vida.
Ingresa en la Universidad de Bonn, precisamente en com
paa de Deussen y de un primo de ste, con los que se instala en la famosa ciudad universitaria, llena de atractivos y
del prestigio de sus sabios profesores. Ya en esta poca, trabajado por hondas cavilaciones, bordeando quizs una crisis
t!spiritual, se plantea el acucioso problema de su fe religiosa,
de la que paulatinamente se vena desligando, no obstante
sus deseos de no romper con su pasado, representado para l
por la tradicin familiar, el emocionado recuerdo de su padre y la religin que ste sincera y firmemente profes y
sirvi
A este respecto, Nietzsche comprende perfectamente la
magnitud del problema que tironea su espritu, y lo declara.
Abandonar la seguridad, el resguardo de la fe en que se ha
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de las opiniones recibidas y acatadas y dar ei salto mortal hacia una verdad que, para l, significaba posibilidad de nueva
vida para la agostada criatura humana, de rejuvenecimiento y
salvacin para la desecada y rutinaria cultura moderna. Abstenerse ante tales problemas no era, pues, para un espritu como el de Nietzsche, dar la callada por respuesta, sino, abrazarse a ellos inquisitivamente, tan urgido por la necesidad de
responder con una actitud clara y rotunda que su pensamiento alcanzara despus, bajo tal acicate, esa tensin -tensin del
arco- de la que sale zumbando la flecha.
Tal estado de nimo nos explica que el joven Nietzsche
-cuenta slo veinte aos- al plantearse el problema de la religin, adopte una actitud de reserva ante las cuestiones sus
citadas por la actualidad que de nuevo cobra la Vida de jess, de Strauss. Su adhesin al cristianismo comienza a debblitarse poco a poco. A algunas consideraciones epistolares de
~su hermana, en las que sta, que era ~reyente, le dice que su,.
pone trabajo creer en los misterios del cristianismo, lo cual es
signo ele que son verdaderos, Nietzsche, en carta fechada en
Bonn el 11 de junio de 1865, le responde, planteando agudamente el problema: "Creo poder admitir en parte tu mxima, de que 10 verdadero est siempre del lado de lo ms difcil. Sin embargo, es muy difcil comprender que 2 x 2 no
sean 4, y no por ser difcil resulta verda.dero. Adems, es en
realidad tan difcil aceptar sencillamente todo aquello en lo
que ha sido uno educado, todo lo que poco a poco ha ido
echando profundas races en nosotros, aquello que es tenido
por verdadero en el ambiente familiar y en el d; muchas personas excelentes, y que adems consuela y eleva realmente a
los hombres? Ace~ todo esto, crees t que es ms difcil'
9:1::~ emprender nuevos cammos en lucha contra el hbito-err
meCfo~ae~Ia-insegliriC!ad efe marcharsOio presa de frecue~res.
--..,-~~---------~-~-,_----~--
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--------------h___,-
, . .
no. es el resultado ele su l;>squeda algo del todo md1fe~ente?
Buscamos paz, tranquilidad y dicha? No; buscamos solo la
~erclacl, aunque sta fuese repulsiva y horrible. Una ltima
pregunta: Si desde la infancia hubiramos credo ,que toda salud espiritual nos vena de otro que no fuera Jesus, ele Mahoma, por ejemplo, no es seguro que hubiramos siclo partcipes de las mismas gracias? Slo la fe salva -no lo objeti:o que
se oculte tras una creencia ... Toda verdadera fe es siempre
infalible; da lo que el creyente espera encontrar en ella ... -:Aqu se separan los caminos de los hombres: quieres paz esf'" piritual y felicidad?, cree; quieres ser un apstol de la ver-
.'.,ci.duud~vi.a.u~
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----J~.....,_.,,,--"'"'=-""~-.
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"'ido por una apetencia de todo su ser, que solo iba a enconl fiisofo de El Mundo como Voluntad y Repretrar1o en e
.
. , h . el de l el mistagogo de un culto apas1onasentacwn, aoen o
. .
,
, .
"'nactual"
<lo casi. esotenco,
i
, ante el cual
. se mclmana emod;nado y reverente para tributarle fidelidad y amor?
La respuesta nos la dara, lcida y penetrante, en la tercera de sus magistrales Unzeitgemiisse Bcrtrachtungen, suges'
. ) S r
tivamente intitulada (ttulo que ya es un homena3e
ctio
penhaucr als Erzieher (1874). Aqu nos dir, anticipndonos
/
d motivo fundamental de su bsqueda; "Tenemos que res
ponsabilizarnos de nuestra existencia ante nosotros mismos;
por consiguiente queremos nosotros tambin presenta~n~s co
mo los verdaderos pilotos ele esta existencia y no pernntir que
sta se asemeje a un azar irreflexivo, sin ideas". Es el problema
que se le plantea a todo hombre joven que ha de emp1~ender
la tarea de su formacin espiritual. Cuando un alma 1oven,
echando una mirada retrospectiva a su vida, inquiere por
aquello que ha amado y se ha sentido a:racla, de~e estar en
condiciones de hacer desfilar ante sus 03os los ob3etos los
que ha tributado veneracin, nicos capaces de revel~rl.e la
ley esencial de su verdadero ser. Nietzsche, al descnbir el
-acontecimiento de su primer vistazo a la obra ele Schopen
hauer y el consiguiente asombro ante la magnit~d del l:allazgo,
-se remonta a la idea que imperiosamente hab1a dommado su
.
.
. "
d
t
tiempo con corazn ale
espritu 1uveml: Cuan o en o r-0
.,
.
gre, desbordaba en deseos, pensaba para m1 coleto, que el des
tin~ podra eximirme del terrible esfuerzo y deber de edu~arme si encontrase a tiempo un filsofo para educador, un
verdadero filsofo, a quien, sin ms hesitacin, pudiera obe
.decer porque confiara ms en l que en m mismo". El alma
a educar est constituida por un cmulo de fuerzas que de
ben ser llevadas a una ponderada unidad mediante su ar
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En cuanto al mensaje mismo de Schopenhauer, a su concepcin del mundo y de la vida, le otorgaba Nietzsche una
significacin especial. Despus de Kant, de su criticismo deraz y proyeccin iluministas, de su fro enfoque gnoseol-.
gico de la nica realidad accesible a nuestro intelecto, el autor de El 1\ifundo como Voluntad y Representacin se le apareca como el guerrero que desde las profundidades de la renunciacin asctica nos conduce a la cima de la contemplacin trgica, dndonos una imagen de conjunto de la vida.
En esto precisamente l se nos muestra grande, en que es fiel
a esta imagen y la sigue. Toda gran filosofa nos da siempr
una imagen de la vida total, en la cual podemos ver reflejado el sentido de nuestra propia vida, pudiendo, inversa-
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CAPTULO
III
LA MUSA TR.AGICA
En las ideas sobre la existencia y la metafsica de la voluntad de Schopenhauer tiene una de sus ms profundas races la
problemtica en que haba de centrarse el pensamiento de
Nietzsche, cuya concepcin al alcanzar su pleno despliegue y
madurez iba a diversificarse de la de su maestro, trastrocndose en ella fundamentalmente el signo antepuesto a la voluntad
por el pesimismo schopenhaueriano.
Nietzsche, activo y en excelente estado de nimo, apasionado por el arte y lleno de entusiamo y admiracin por el genio
de la antigedad clsica, que le iban revelando sus lecturas,
lleva ya su segundo ao en Leipzig. Sus estudios universitarios
,,, realiza b::ijo el severo magisterio del gran fillogo clsico
Federico Ritschl, de quien l dice que es su "conciencia cientfica". En lo que se refiere a sus inquietudes filosficas, a las
ideas bsicas que buscaba para orientar su formacin personal,
encuentra en Schopenhauer, en el pesimista sin sensiblera, un
seguro gua intelectual. Adems, su sed de arte, su entusiasmo
siempre vivo por la msica, halla un nuevo motivo de afn y
un poderoso incentivo, promisorios de nuevas y complicadas
-satisfacciones espirituales, de fecundas inferencias estticas e
ideolgicas: descubre el genio musical de Ricardo \Vagner-. Este arraviesa uno de los momentos ms arduos de su carrera artstica; lucha por impon'=r sus primeras grandes o-eaciones al
pblico alemn, reacio y hostil hasta entonces al maestro, ante
cuyas obras, llevadas a la escena despus de. vencer muchas
dificultades. re;:iccionaba no slo con una o-tica mordaz sino
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.
ia que traer .a,. para una vida mezquina y srdidamente utilitar1~la~
tars1s salvadora.
Aho~a, en el espritu apasionado y fervoroso de Nietzsche
va a con1ugarse la admiracin que siente por Schopenhauer, el
e~ucadcr, el ~e~saclor ejemplar, con la que ya lo arrebata por
~ a~n:r, el m1tologo que nos presenta resurrecta, en apoteosis.
smfomca, a la musa trgica. Desde el momento en que los dos
astros se encuentran aproximados en la atmsfera de un amor
de u~a ad:Uir~cin que los envuelve de modo igualmente fuer~
te e mescmd1ble a ambos, ellos constituiran la constelacin
que iba a presidir por algn tiempo, el del perodo inicial la:
trayectoria vital e intelectual ele Nietzsche. Este le dice a R~h
de, al relatarle, en carta fechada en Lepzig el 9 de noviembre
de 1868, cmo conoci a }Vagner y la fuerte impresin que
1~ proc~ujo este primer contacto con el maestro: "Comprenderas que gran placer fu para m el orle hablar con calor indescriptible de nuestro filsofo, decir lo mucho que le ten~
que agr~clecer y cmo haba sido el primer filsof~ que hubo
reconocrdo la esencia ele la msica". Y en otra carta del mismo.
m~s, tambin a Rohde, escribe: "Pensemos en Shopenhauer y
Ric~rdo \Vagner y en la indestructible energa con que man, !'
tuvieron er''""1.da
.~
15u ' su f e en e11 os mismos
frente al "escndalo" -"."'f'
de todo el mundo ilustrado".
1
L
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la
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;,
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impulsos, revelar en la msica sus ocultos y trascendentes designios. El soplo de la tragedia, subraya l, ha pasado por la
existencia de vVagner y por todo aquello a que su arte ha dado
vida e infundido superadora inquietud. Las almas que pueden
adivinar algo de todo esto, aquellas para las cuales no son
ideas y sentimientos extraos la ilusin trgica acerca del fin
de la vida y el renunciamiento y la purificacin por medio del
amor, tienen que recordar, en lo que Wagner nos muestra en
la obra de arte, el aletazo fugaz del ensueo de una propia
existencia heroica, en la que alentaba el grande hombre.
En esta valoracin ditirmbic que nos da Nietzsche del
arte de Wagner estn ya en pleno desarrollo sus ide,as sobre la
tragedia 'y su ntima relacin con la msica y aquellas acerca
del significado del arte para la vida; se encuentra tambin pre
bosquejada, sobre la base de una concepcin dionysiaca del
mundo y de la vida, su ulterior filosofa. Etapas de aquel desarrollo haban sido Die Geburt der Tragodie, las tres anteriores Unzeitgemasse Betrachtungen, adems una serie de ensayos,
fundamentales algunos, en que se expresan ideas y motivos
estticos y filosficos afines con los que constituyen el tema
bsico de aquellas obras. Pero para comprender el significado Y
alcance de esta temtica, para valorar sus impulsos centrales,
en una palabra, para asistir al despliegue y elucidar la motivacin fundamental de aquellas ideas de Nietzsche, tenemos que
retomar la vida de ste donde la hemos dejado, en Leipzig.
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CAPTULO
IV
LA CONCEPCION DIONYSIACA
Nietzsche.cursa su ltimo ao de estudios en Leipzig y,
:pensando que muy pronto estaran ya terminados, se forja un
sinnmero de ilusiones acerca del tiempo ele plena libertad de
-que, antes de afrontar las prosaicas obligaciones de la vida, quera disfrutar, para dedicarlo a tranquilas lecturas sobre las cuestiones que ms lo inquietaban, a viajes, que haba proyectado
y hasta imaginativamente pregustado, en fin, al ocio improductivo pero espiritualmente fecundo del ensueo, del libre
-divagar, que ansan y necesitan, como incentivo para la labor
intelectual, las naturalezas superabundantes y creadoras. Pero
todas estas perspectivas halageas se truecan sbitamente para
-l por el rostro severo de una nueva e inmediata responsabili
-dad, cuya existencia ni remotamente haba podido sospechar.
La Universidad de Basilea quera nombrarlo profesor de filo
Joga clsica, habindolo consultado respecto a esta posibilidad
.a su maestro Ritschl, quien, autorizado para formular la pro
puesta al candidato, su discpulo, caus en ste profnda sorpresa con semejante noticia. Nietzsche, que a la sazn tena
veinticuatro aos y que no haba obtenido an su ttulo universitario, comprendi la importancia de la seductora oportu
nielad que se le brindaba y el honor que con ella se le discerna,
,. pero, no obstante, tironeado por su ansia de libertad interior,
?:_por ensueos amorosamente acariciados, todava duda sobre si
debe aceptar un ofrecimiento tan tentador, que vena a imprimir a su vida un rumbo inesperado y fuera de las previsiones
~
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emboten:la libre sensibilidad, y ataquen, en sus races, el sentido filosfico. Pero me imagino que podr librarme de este ~
ligro con ms calma y seguridad que la mayor parte 'de
los fillogos. La severidad filosfica ha enraizado muy profun.
<lamente en m, y el gran mistagogo Schopenhauer me ha.
mostrado con dema~".:i:Taridad los verdaderos y esenciales
problemas de la vida y el pensamiento para que no tema nun~
ca llegar a una vergonzosa apostasa de la "Idea" ... Si hemos
de llevar al exterior el aporte de nuestra vida, intentemos, al
menos, emplearla de manera que, cuando la felicidad nos re
dima del esfuerzo que le hemos exigido, los dems la estimen
y bendigan como valiosa".
Con el establecimiento de Nietzsche en Basilea y la iniciacin de sus tareas docentes comienza, puede decirse, una
nueva vida, para l. Es una etapa de su pensamiento, caracteri
zada por el entusiasmo y el fervor que pone en la bsqueda de
una verdad en que poder asentar su propia concepcin del
mundo y de ia vida, ya en germinacin, de un ideal de la cultura que se avenga con las ms altas exigencias de la vida, quese inspire, hacindole justicia, en la vocacin creadora del
espritu, siempre urgido hacia nuevas metas y conquistas, siempre necesitado de brillar y afirmarse en sus obras y, ms all
de stas, en su luminosa plenitud de p;tencia re.ctora de los
afanes humanos. Para el desarrollo y armnica estructuracin
de estas ideas, para avanzar par este camino, en cuyo rumbo
atisbaba quizs muchas cosas originales y fecundas, tena un
punto de partida y un norte en la filosofa de Schopenhauer,.
y un poderoso incentivo en el ideal esttico de Ricardo Wagner, su futuro amigo, a quien acompaara y secundara espiritualmente en la lucha por este ideal.
Al instalarse en Basilea, Nietzsche se encontraba lleno de
temores respecto al gnero de vida que estara obligado a llevar,.
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crtico de la cultura. De este complejo de inquietudes y problemas surge Die Geburt der Tragodie, su primer libro orgnico, su obra de juventud. Nietzsche buscaba aqu el gradoms alto de exaltacin de la -vida, y cree encontrarlo en la
unin de msica y tragedia. Esta culminacin est representada por el artista trgico, el que, al sentirse consustanciado con
la voluntad csmica, se sumerge en la embriaguez dionysiaca
y se expresa en su lenguaje natural, que es el de la msica. As,.
mediante superacin del dolor universal por la contemplacin
de la belleza, liberado ya del pesimismo que infunde todo sufrimiento, afirma y exalta la vida, conquistando el sentid<>
trgico. Segn Nietzsche, las tragedias griegas fueron originariamente tragedias musicales, cuya msica se perdi para la posteridad; l ha visto con acierto genial cul fu la verdadera
funcin del coro en la tragedia griega. El hroe, el actor real
es el coro, como acontece con el coro de las Danaides, en Las
Suplicantes, de Esquilo.
En El Origen de la Tragedia, Nietzsche parte del principio de que, para aquella identificacin de la sustancia trgica
de la existencia con la voluntad csmica, es el arte, y no la ,/.
moral, la peculiar actividad metafsica del hombre; que la existencia del mundo slo puede justificarse como fenmeno sttico. Trata de alcanzar y valorar, por va intuitiva, la certeza
inmediata de que el ulterior desarrollo del arte est esencialmente atado a la duplicidad de lo apolneo y de lo dianysiaeo:,. v
as corno la generacin depende de la dualidad de los sexos,.
que viven en continua lucha con slo reconciliaciones peridicas. Aquellas dos denominaciones proceden del mundo de los
dioses griegos, de las dos divinidades del arte, Apolo y Dianysos~
que expresan la radical oposicin entre el arte escultrico, o
apolneo, y el arte musical, que tiene por dios a Dionysos. Son
dos impulsos distintos que discurren uno al lado del otro, pero
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la ms antigua tragedia griega sucumbi, con Eurpides cuya tendencia antidionysiaca, al pretender fundar el drama
slo sobre lo apolneo, se extravi en una direccin naturalista
y antiartstica- el agente homicida fu el socratismo esttico,
cuya ley suprema reza que "todo tiene que ser comprensible,
para ser bello". Debemos ver en Scrates, el hroe dialctico en
el drama platnico, al adversario de Dionysos. El representa
tpicamente al hombre teortico, al optimista del conocimiento,
que, en la investigacin de la naturaleza de las cosas, otorga
la primada al saber y atribuye al conocimiento la fuerza de
una medicina universal, viendo en el error el mal en s. Es as
que surge y se define el secular antagonisno entre la concepcin trgica del mundo y la esencialmente optimista de la ciencia, con Scrates, su precursor ilustre, a la cabeza. Porque la
tragedia antigua fu interceptada en su camino por el impulso dialctico hacia el saber y el optimismo de la ciencia, se
desemboca, como consecuencia de tal encuentro, .____
en una
eterna
..
lucha entre la concep~in teortica del mundo y la tragica.
P~o la posibilidad de i;;;;renacimiento ele la tragedia est dada
por el ineluctable proceso a que, conforme a su esencia misma,
es impulsada la ciencia. En cuanto el espritu de sta es llevado
hasta sus lmites, y, por la comprobacin de la existencia de
stos, es amquilacla su pretensin de validez unh:ersal respecto
a ~i_irincipios y a ia consideracin teortica del mundo fundada en los mismos, nos es dable esperar un renacimiento. de
,
~,,_..,_,~-~~--~
la_~ragedia.
Nietzsche encara radicalmente el fenmeno del pensamiento griego y ele sus proyecciones tericas, y, como l mismo lo
confiesa en el "Ensayo ele una Autocrtica" antepuesto a la
obra quince aos despus, lo que, en realidad, tambin logr
ver, en El Origen de la Tragedia, fu un problema nuevo e
incisivo, ciertamente peligroso, el problema ele la ciencia mis46
.
. aunque "no precisamente un toro" , puesto que
pudo
asirlo
bien y darle una resouesta
fundamental y revo
, 1u-.
.
'
c10nana .. Al preguntarse por la relacin en que est la ciencia
con la ~i~la y con el arte, considera a la ciencia, a esta preci:..
pua actividad que con tanto orgullo y criterio absoluti t h
"d
sa a
ve?i. o desarrollando el hombre occidental, como algo problematico y hasta precario,
v1 afirma que el 1)roblema de la
.
c1enc1a
no se puede. discernir
sobre
el
terreno
de
la
ciencia
mism
E
.
a. n .
consecuencia, proclama, con osada genial, la necesidad de "
1
.
.
ver
a_ cien~rn ba10 el oc~.i:_~5!~!~'!ista!~_ro al arte bajo la ptica
-
d e la vida".
~~
1~ decadencia cli:L_Eele_!!_~gri"-q_y_LQL_ins~t:Eumentos de la disolu:1.n del aut~ntico esp:it~ grieo-o, de su ;p;tu -vitafPrimigemo. Su ?as10nada polemica contra la dialctica socrtica y la
heg~mo~ia absoluta ele la racionalidad sobre los instintos primarios, mstaurada por la concepcin agonal que aflora
.
i:l f
l el"
y se
e me en e 1logo platnico, la retoma y prosigue desde nuevos enfoques y con argumentos ms incisivos, en El Crepsculode
:dol~s, bajo el ttulo "El Problema de Scrates". Aqu
no_s dira abiertamente, sin eufemismos. que con Scrates el gusto
~ie~o,. el gusto distinguido, se echa a per~or bra de la
drnlectica, que sefiala el ascenso ele la pleb.e y el triunfo delo
P!ebevo. "Las cosas honestas, como los homb;;;-;-~stos, no
llevan sus razones en la mano. Es indecente mostrar los cinco
dedos. Aquello que necesita previamente ser demostrado, es
de -poco valor. En todas partes, donde todava la autoridad pert~nece a las buenas costumbres. don.de_n.o_s_e__aducen razones.
s;no que se manda, el dialctico es una especie de Polichinela;
es objeto ele risa y no se lo toma en serio. Scrates era el Poli;;_
chinela que se haca tomar en serio".
lo:
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Acerca de esta audaz y profunda interpretacin de la cultura griega, y de la concepcin dionysiaca ele la vida que nuestro pensador funda en aqulla, es decir, en las fuerzas primarias que se conjugan artsticamente en el mito trgico, debemos.
anotar, desde un punto de vista crtico, lo siguiente: Nietzsche
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y del espritu
griegos en Homero o en el apogeo de la tragedia, valorando as
con criterio absoluto y pathos romntico los tiempos primi~
tivos. Sin duda, el alma griega alcanz fa plenitud de su triunfo
y expansin a costa del doloroso sacrificio de su juventud, de
sus potentes impulsos primarios, de su primitividad turbulenta
y creadora, que, por superabundancia, engendraba dioses, hroes y monstruos en el seno tempestuoso de sus sueos; pero,
en virtud del proceso ineluctable e irreversible que condiciona
histricamente toda cultura y toda civilizacin, el ave simblica de Minerva, como nos dice Hegel, slo inicia, su vuelo en
el crepsculo, vale decir en la h~ra en que, sobre un fondo de
penumbra y por contraste con la sombra que se aproxima, es
ms clara y sosegada la luz del espritu, y las formas, ya distantes del caldeado medioda, se dibujan ms netas y recortadas en el claroscuro.
,.
'
CAPTULO
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~~
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Hay que saber oividar en el momento oportuno, y tambin, en el momento oportuno, recordar; saber discernir con
instinto vigoroso cundo es necesario sentir de manera histrica, Y cundo de manera no-histrica. De aqu deriva, seo-n
Nietzsche, el siguiente principio: "Lo no-histrico y lo h~tri_c~ son en la misma medida necesarios E.-~a_la sa~g__in- X
<l1v1duo, de un pueblo y de una cultura". La historia, pensada
...
~
oeomo nencia pura, devemda soberana, se nos imnondra como
~
una especie e aca amiento de la vhla~~letOdslOS
. ehos y acontecimientos humanos. Conn:arratrlte,Ya- cuftlir~lessa~Tri-omisoria para el porvenir
cuando sigue y se pliega a una nueva y poderosa corriente de
vida, al proceso vivo ele una cultura en devenir; es decir, ni~nte ~uando ella est dominada por un_a fuerza sup~r i; A'.,..,,:>l'>:..1':.il
_y no es ella la que domina y dirige. "La historia, en cuanto ~J _
.est al servicio de la vida, se ~nc~entra al servicio de una
potencia no-histrica, y, por esta razn, acatando tal subor-dinacin, no podr ni deber nunca ser una ciencia pura~
.<:orno lo es aproximativamente la matemtica". La historia
pertenece, principalmente, al tipo de hombre activo y pode- ~ic,,...,..e:,.,
roso, al que ha empeado sus fuerzas en una gran lucha, y """r-........,.,..
"
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tambin l que, necesitando de maestros, de modelos, de confortadores, no puede encontrarlos entre sus compaeros ni
entre los hombres del presente.
J
\
Pero no sio en este aspecto, el ms seductor quiz, pertenece la historia al hombre, sino que ste, en razn de su
esencia misma, instaura con aqulla otras relaciones, que son
aspectos de dicha pertenencia, y todas ellas delatan el complejo y delicado problema de la relacin fundamental de la
historia con la vida en general, con sus grandes intereses y
supremas preocupaciones. Es un hecho incuestionable que hasta la historia misma decae y su cultivo se vuelve tedioso y rutinario cuando ella, en vez de mantener un saludable equilibrio con los intereses vitales, predomina en demasa sobre la
vida, y sta degenera y se disgrega bajo el peso inerte del pasado. Si la historia debe estar al servicio ele la vida, sta, a
su vez, necesita de los servicios de la historia. Esta pertenece
al hombre, en tanto ser viviente y temporal, bajo tres aspectos: la historia le pertenece como a ser activo y que aspira,
tambin porque conserva y venera y, por ltimo, porque sufre
y est necesitado de liberacin. "A esta trinidad de relaciones
corresponde una trinidad de especies de historia: si es lcito
distinguir as en los estudios histricos, una histo~o.iii:l.:_-
. .
.
.
.
inental, una anticuaria y una historia crfca"-:-
~~-'--~~~--:-~-.,~-
-~-~-
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--
debe ser eterno, engendra una de las ms terribles luchas por-que todo lo dems, todo lo que vive, responde con un rotundo
no, proclamando, como solucin_ opuesta, que lo monumental
no debe surgir. En el camino que debe recorrer lo sublime,.
toda grandeza, para alcanzar la inmortalidad, todo lo que es.
pequeo y bajo, que llena los rincones del mundo, tiende
sus ardides y obstculos, para envolver y ahogar en su plmbea atmsfera a lo que es grande y noble. Pero la historia monumental, superando estos obstculos, es una carrera de antorchas, a travs de la cual nicamente la grandeza triunfa y
sobrevive. En este sentido, la gloria es la fe en la homogeneidad y en la continuidad de lo grande de todas las pocas, es
la protesta contra la transitoriedad de las estit pes y la caducidad.
La consideracin monumental del pasado, la ocupacin
con lo clsico y raro de pocas anteriores puede ser til al
hombr del presente, porque este piensa que la grandeza que
ya existi fu ciertamente posible en otra poca y que por
consiguiente ser posible otra vez. Pero tambin el cultivo
de la historia monumental no slo puede acarrear perjuicios
y males entre los hombres activos, con espritu de iniciativa
y poderosos, sino que, sobre todo, sus efectos son ms nocivos
para la vida del presente, cuando se apoderan de ella los inactivos e impotentes, y, podramos agregar, los eruditos sin alma,
sin intuicin del futuro, que, por delatora afinidad, se adoce
nan en las llamadas "Academias de Estudios Histricos".
56
57
V--
58
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-----------------=-'-
',...._,""'-~"~
playa.
Aunque la historia anticuaria no perdiese el suelo en que.-
60
61
y finalmente pronunciando condena contra l. Pero la instancia que aqu juzga no es la justicia, en la que suelen ampararse las valoraciones histricas y la presunta objetividad def
juicio histrico; mucho menos es la gracia, dispuesta a tender
un piadoso velo sobre los errores y desafueros del pasado, ]3!:_,
que dicta el fallo, sino g:ii_e__l~_quej_u_zga es nicamen~e la vida.
"'t..f.~:....:~ a~ote1icl3. oscura, toda mpet_1:1. y __q~iablemenjs;.::.....
se apetece slo a s misma. De aqu que sus sentencias, por
dlO emanar de una fuente 1mra del conocimi~nto, sean siempre inmisericordes e injustas, y aunque, en la mayora de los
casos, fuese la justicia misma la que se pronunciara, aqullas
no seran otras. "Tanto son una sola y mism;i cosa vivir y ser
injusto que se precisa mucha fuerza para sa.>er vivir y olvidar". Pero la vida, que necesita de olvido, reclama momentneamente fa. anulacin de este olvido, y someter a las cosas
y valores perviventes del pasado a un severo examen para enjuiciarlos con .nimo implacable, porque estima que deben
desaparecer. Entonces se los considera histricamente desde
un punto de vista crtico y, con resolucin enrgica, haciendo
tabla rasa de todos los actos piadosos que han contribuido a
erigir y consolicar esas cosas y valores, se destruyen sus races.
Esta tarea es, sin duela, arriesgada y peligrosa para la vida,
para esa vida cuyo servicio aqulla invoca para justificarse.
Cando hombres o pocas sir-Ven a la vida de este modo, es
decir enjuiciando despiadadamente el pasado y atacando en
su raz a las cosas, instituciones y privileg~os a que aqul di
vigencia, ellos son peligrosos y exponen a graves peligros a la
\ l humanidad y a las pocas.
En este sentido, Nietzsche vera a nuestra poca y a la humanidad actual como anmalamente peligrosas, y expuestas
ellas mismas a los mayores peligros, por cuanto lo que sus comandos pretenden destruir no es el pasado, sino un presente
62
. .
un pre~
sente .promisorio
merced
al
albur
histrico
de
su
frg"l
.
.
.
.
i y circunstancial maridaje con lo que es su anttesis, con lo ue
representa una forma opuesta ele civilizacin en cierne q 1
cual,
su.
subterrnea, avanza ho;
a .la luz del dia con mcontemble pujanza. Semejante parado
ilusin creada por obra de los lemas y consignas,
J
histrica,
_
acunados por el capitalismo occidental, slo la podido prender Y pr~sp~1:ar en los pases colonizados y coloniales, en sus
~Jases, mas bien que dirigentes, .dirigidas, mas ella es inope1 ante en los pueblos protagonistas de la historia, los que fueron a la guerra ya animados por un espritu revolucionario,
que en E~ropa era algo ms que un estado latente, y despus
se en:~mmaron a la "paz" dispuestos a precipitarse en l re-
voluc10n, a vivir las dramticas peripecias del despuntar de
una nueva poca.
~n. la negacin del pasado, a la que es muy difcil fijarle
u.n lmute, se trata en el fondo de algo que no es el mero prurito de negar y de destruir, sino que en aquella. negacin irreYerente de lo tradicional manifistase la lucha por conquistar
una dimensin fundamental para el logro de lo peculiar del
hombre, de su vi~a individual: la afirmacin de la personalidad. Para consegmrlo, el hombre ha ele rebelarse y luchar con
tra lo que le ha sido trasmitido por la herencia, contra Jo innato Y lo adquirido por la educacin, hasta crear en l unnuevo hbito, un instinto, nuevo, una seo-unda naturaleza d
d
1
.
, e
mo. o que a primera, que es resultado del acervo hereditario)' viene configurada por costumbres y hbitos inveterados e&
desplazada y suplantada por aqulla.
'
.
Cada una de las tres maneras posibles y justificadas de
~-
63
sentimiento de la cultura, pero que no llega a ser una decisin y una vocacin para la cultura, una reaccin espiritual
condicionada por sta, vale decir por un saber perfectamente
asimilado y transformado en propia sustancia. Lo que en esta
supuesta cultura aparece como motivo real, lo que visiblemente se manifiesta al exterior como accin no es nada ms
que actitud convencional indiferente, una imitacin lamentable cuando no un gesto grotesco. La identificacin ele "cultura" con "cultura histrica", realizada por el hombre moderno, llenara ele asombro a un griego, para quien una persona
puede ser muy culta y sin embargo carecer en absoluto de
cultura histrica; el griego, afincado en un sentimiento nohistrico, con todos sus impulsos creadores, no atinara a reconocer en la cultura moderna, atiborrada de historia, una
. forma de cultura. En cambio, si un hombre moderno putliese, por arte mgica, incursionar en el mundo de los griegos, es ms que probable que a stos los encontrase "muy
incultos", entregando, con esta impresin, a la burla pblica
el secreto, tan cuidadosamente guardado, de la cultura moderna.
64
65
El exceso de los estudios histricos llen aparejado se_ .. rios peligros. Debilita la personalidad e impide al individuo,,
as como a la comunidad, encaminarse a la madurez, alcanzar
la plenitud vital; difunde la creencia negativa de que todos;
somo~ seres tardos, llegados a la vida con retardo y, por
lo mismo, condenados a ser epgonos de ejemplares anteriores, de una grandeza que slo ha conocido el pasado. Deeste modo la poca se torna escptica y_ egosta, estado de -;.
pritu que termina por paralizar y hasta destruir la fuern~
vital, consecuencia tanto ms grrave para el hombre moderno,
que ya padece de un debilitamiento de la personalidad. Todo
esto nos dice que la historia, con su pesadumbre y peligrosi~trnsecos slo puede ser soportada por las grandes personalidades, por aquellas que se sienten fuertemente imantadaspor el futuro y movilizadas por una tarea original; en cam.
bio, a l_as personalidades dbiles termina por esfumarlas, por
convertirlas en eco amortecido del pasado, de ejemplaridades.
pretritas, bajo cuyo peso quedan anonadadas. Unicamentelos intrpretes del presente y audaces constructores del porve~
nir ~oseen la aptitud y la necesaria acuidad de visin prospectiva para entender el mensaje de la historia, la palabra
del pasado, que "es siempre p_alabra de orculo".
CAPTULO
VI
EL ESPIRITU LIBRE
Despus de estos aos de intensa labor, de entusiasmo
productivo, de rotundas afirmaciones vitales, de fe en una restauracin de la cultura sobre la base de una revitalizacin
de las fuerzas creadoras del esprtu;<leTucha po~- una con:
cej)Cn :Ie--la v!da fundada "en la exaltacin de los valores artsticos y del sentimiento trgico, aos en que Nietzsche, saturado de pathos romntico, incursiona en el mundo griego
y se enciende de apasionada admiracin por el espectculo
auroral de las potencias primarias que plasman y animan su
cultura; tras este perodo, de animosa frecuentacin de la tertulia de Tribschen, de amistad espiritual y solidaridad artstica con vVagner, de fervor por lo dionysiaco, preconizados
como antdoto para el letargo en que yaca la cultura moderna, de esperanzas en que una nueva situacin, un nuevo
clima espiritual favorezca el advenimiento del artista trgico,
del genio, de grandes personalidades orientadoras, sobreviene
una etapa crtica en la vida y en el pensamiento de Nietzsche,
coincidente con un principio de quebrantamiento de su salud
fsica, de suyo un tanto precaria ya. Es un perodo en que
hacen crisis ciertas tendencias bsicas de su ideario, hasta el
punto de producirse un vuelco en las mismas, un cambio de
signo. Tambin su amistad con vVagner, trabajada por tensiones que paulatinamente iban ahondando un ntimo des
acuerdo con el maestro, con la orientacin que estaba tomando su arte, se aproxima a su punto neurlgico, de crisis.
Durante este lapso (1876-188), cuyos hitos intelectuales
67
~ciado,
como l lo crey antes, en el molde de 1a gran personalidad, sino en el cognoscente, ~n_ el pensador devisin
perspicua, que es qm:_~:erdaderamnte ti{Lifica - ~g~.
Slo el pensador, er "espritu libre'', emancipado de ideas tradicionales, leyes, hbitos e inveteradas valoraciones del mundo y ele lo humano, puede planear por encima de la corriente
del acontecer y _elevarse a difana y glida altitud para contemplar, sin velos, el total panorama de la vida. Esta gran
posibilidad est~ reservada a muy pocos, y en los ms n.2 puede
~~~rtad_a_por_obra_dt:__la educacin ni por aleccionamiento magistral alguno.
---E;_-la conc;pcin de su ideal del espritu libre, Nietzsche
festeja, con un fugaz estremecimiento de dicha, su propia Ji.
beracin espiritual, al tiempo que vea los amplios lineamien
tos estructurales de un mundo nuevo de ideas, al que
encaminaba. Trata de abarcarlo y expresarlo en su compleja
unidad, apelando a la concisin aforstica, en las precitadas
obras. Inida en stas la critica de la religin y de la moral
cristiana, atacando el carcter heternomo de la ltima; asi
mismo combate; con sarcstica agudeza, el eudemonismo su
perficial y a ultranza, preconizado por la moral del filisteo.
En Menschliches Allzumenschliches, posedo por el pathos de .
la verdad, peticiona, como elevada meta del cognoscente, una
cultura cimentada en los postulados del espritu libre y orientada hacia la plena vigencia de ste. Nos dice, aqu, que toda
creencia en el valor y dignidad de la vida radica en un pen
sar impuro. An los pocos hombres bien dotados, que pue
den ir ms all de s mismos con el pensamiento, no logran
contemplar esta vida universal, sino slo limitados aspectos
parciales de la misma. Para la mayora de los hombres, todo
lo extra-personal no es otra cosa, a lo ms, que una dbil
sombra. De donde, el valor de la vida slo consiste, para el
hombre vulgar, cotidiano, en que l se considera a s mismo
--
se
.
J
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69
.
1
Esta postura nueva no supone, en Nietzsche, una _decepcin de la vida ni un aflojamiento en el esfuerzo hacia una
valoracin oositiva de sus contenidos, ni mucho menos. Con
ella, simpl:mente, inicia lo que l, con expresin significativa, llamara, despus, una transmutacin de los valores, o
sea, una valoracin de la vida desde otra perspectiva. En Die
ro
71
72
73
......................................
Der fernsten Welt gehrt dein Schein ...
("Predestinada a tu rbita, qu te importa, estrella, de
la oscuridad ... ? Al mundo ms remoto pertenece tu fulgor ... ").
<{Ue he dado
m~ gota de buen aceite y que ello har que
no. se me olvide. He hecho la prueba de mi concepcin del
umverso; otros la probarn en el porvenir
Al 1
eer este
. , .
mi ultimo manuscrito vea usted, mi querido amigo, si puede
-encontrar en l huellas de sufrimiento y depresin. Creo que
n~ ha de hallarlas y ya esta creencia es un signo de que en
mis doctrinas se ocultan fuerzas y no desfallecimientos y lasitud, que es lo que en ellas buscarn mis adversarios".
'74
76
'l'l
CAPTULO
VII
EL MENSAJE DE ZARATHUSTRA
Despus de Aurora y La Gaya Ciencia, se abre para Nietz-sche, siempre impelido por la poderosa pasin de la bsqueda,
vido de un continente ignoto ms all de los mares explorados por el pensamiento, el parntesis lrico y proftico de
Also spraclz Zarathustra. Su espritu avizor ha escalado una
cima para desde ella tender hacia el futuro el arco de una esperanza visionaria. La ascensin fue un delirio lleno de lucidez, y la silenciosa llegada de Zarathustra a la tienda del solitario una sorpresa sin ms testigos que la montaa, el cielo
y el lago, ese lago en cuyo espejo vio recortarse la silueta del
husped que hacia l vena para hacerlo depositario de su
mensaje. Entonces la soledad de Nietzsche se pobl de un
canto, de esos que antes no brotaron del estro de los poetas;
pues el peregrino le traa el zumo de un lirismo nuevo, decantado en ritmos ms rotundos y alados que los que ya fluyeran de su vena potica. Cmo y en qu circunstancias naciZarathustra?; qu contempl desde la cima, que ech a caminar en direccin a los hombres, para hacerles partcipes de
su visin y empujarlos con su palabra, con sus armoniosos
"sermones morales", hacia una meta lejana, hacia una necesaria y difil superacin?
Nietzsche pone fin a su estada en Gnova y se dirige a
un pueblito del Vneto, en los Alpes italianos, d?nde queda
unos das en la grata compaa de Peter Gast, trasladndoseluego a Sils Mara, en la Engadina, cuyo clima de altura y la
rstica tranquilidad de estos valles alpinos influyeran favo-
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rablemente en su delicado estado de salud dos aos antes. Durante una caminata, de las que diariamente haca por esta
bella regin boscosa y lacustre de la alta Engadina, un da
de agosto de 1881, en que se diriga a travs de los bosques
hacia las orillas del lago de Silvaplana, hizo un alto ante una
enorme roca piramidal, cerca de Surlei. Aqu, su espritu se
sinti traspasado por un pensamiento nuevo y deslumbrante,
que ya se le haba quiz insinuado, pero sin la fuerza de evi
dencia y arrastre que posee ahora, a punto de encarnarse y
vestirse con el ropaje de la poesa en el personaje simblico.
Tuvo, pues, el solitario, para confirmacin del rumbo que
llevaba, tambin su camino de Damasco, pero en su marcha
ininterrumpida hacia la Hlade. Aquella idea, de no corta
prosapia y con la que l "tropez en pensadores anteriores".
Leit-inotiv del poema, fue la del "retorno eterno'', concepcin
tmdamental que aspira a ser una suprema frmula de afirmacin. Todas las cosas, en un devenir sin pausa e insaciable, la
vida misma, con el ascenso y descenso de sus fuerzas, estn
consignadas a un eterno recomenzar, a un movimiento circuiar sin fin, pero acaso con la direccin ascendente de la espiral que paradojlcamente vuelve a su punto de arranque para,
rf-cotracte-una-CnC:epC16n.~mecanicista ._qp.e vera en este
regreso~unest;d.~-~;;.-1,~;;-r;;rar su recomdo,. en -el que se
ua repeticin absolutamente idntica de todo, de cada proceso,aecaCla serieae-a-Cotecfrnientos, y combiiaones de.
series.------- --
--Entre cantos y lgrimas, "no lgrimas sentimentales, sino
de jbilo", crea Nietzsche a Zarathustra, el profeta encargado de anunciar y predicar con su ejemplo una radical "transvaluacin de los valores", para lo cual, apuntando al super.hombre, avizorado en la reg10ta lontananza de los tiempos,
proclama, contra los valores tradicionales, signos de decaden.da y aminoramiento de la vida, una nueva tabla de valores,
medida y jerarquizada por el impulso hacia una vida ascen<lente, afanosa de plenitud y expansin. Es necesario deslindar entre valores autnticos y falsos, entre vida afirmativa y
decadente. Zarathustra llega para decirnos, con tono premio:So, con el acento sugestivo de la parbola: "Es ya la poca
de que el hombre se proponga su finalidad, es ya la poca de
-que el hombre plante la simiente de su ms alta esperanza".
Clama contra la imagen vigente del hombre, resultado de una
sistemtica falsificacin operada en nombre de los intereses
<le ciertas pocas, religiones, sectas y de las normas sociales por
ellas establecidas. Lucha por infundir de nuevo en el hombre "el sentido de la tierra" y devolverlo al oscuro seno del
instinto, donde germina todo aquello que asciende hasta la
iuz, as como, tal cual lo dice Das Nachtlied, "en la noche se
eleva ms sonora la voz de todos los surtidores ... " en pos
de lo luminoso, de las "ubres lumnicas" de los astros ("Nachtist es: nun reden lauter alle springenden Brunnen ... ) . Al
"hombre moderno", ablico y de~vitalizado por la moral opo
ne Zarathustra el modelo del super-hombre, modelo lejano,
pero, no obstante, "nuestro ms prximo estadio". Cmo
debemos concebir al super-hombre nietzscheano? Nietzscl1e
mismo, tras sus primeras e infundadas ilusiones a este res
pecto, nos da la pauta para ello. La "gran ndividualidad"
buscada, coronacin de lo humano, ya no es, para l, como lo
aey antes el gran artista ni el gran cognoscente, que care
.cen de potencia y no tipifican al hombre cabal, sino el super
hombre, no como una nueva especie biolgica (supuesto infundado desde el punto de vista biolgico y morfolgico), sino
en el sentido de un nuevo tipo de hombre, de un hombre posible y superior, en podero intrnseco, al hombre comn. As
pensada, en su verdadero alcance, la idea del super-hombre
posee, ms que el sentido de un ideal, un carcter simbli.-co y un valor polmico. Ella se erige como contrafigura del
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da
hombre despotencializado y exange, forjado por la sublimacin asctica y racionalista de una cultura decadente.
A la poca en que nace As Habl Zarathustra, perodo
de audaz afirmacin espiritual y de crtica, tambin pertenecen, por su orientacin y finalidad, dos libros claros e incisivas, de prosa lmpida y rotunda: Ms all del Bien y del MalPreludio de una Filosofa del Porvenir y Para la Genealoga}
de la lv1oral. En ellos Nietzsche hace la crtica de los prejuij
dos filosficos, morales y religiosos, elucidando certeramente
sus ltimos planos y disimuladas motivaciones. En el primero, atento a una transvaluacin de los valores hasta ahora vi~
gentes, hace una crtica de la modernidad en sus aspectos cien
tfico, artstico e incluso poltico, apuntando a un tipo opues-<
to al hombre moderno, a un tipo de hombre distinguido, lo:
menos moderno posible, o sea no moralizado y capaz de decir
s a los grandes llamamientos de la realidad y de la vida. Aqu
ya aparece la voluntad de podero en su forma ms espiritual,
representada por la filosofa, por cuanto toda filosofa tan
pronto como comienza a creer en s misma tiende siempre, en
virtud de que ella es un impulso tirnico hacia la causa priJ
ma, a crear el mundo a su imagen. En Genealoga de la \fo-"
ral aborda con espritu polmico los prejuicios morales, ana~
!izando sutilmente su origen; nos muestra al hombre atenido:
a la tarea que le prescribe su deseo de conocimiento, pero ale
jado de su propia esencia, extraviado en el laberinto de los
prejuicios. En tanto cognoscente l es un desconocido par~
s mismo; as permanecemos necesariamente extraos a nosotros mismos hasta el extremo de que "cada uno es para s
mismo el ms lejano". Mediante un riguroso examen de los.
valores morales cristianos llega a la conclusin de que el cristianismo, cuyas races psicolgicas pone al descubierto, ha nacido del espritu del resentimiento, y no del "espritu", taI
cual lo delata la forma en que histricamente se ha realizado;
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que l es la gran rebelin contra los valores de"' jerarqua principal; que la conciencia moral de que habla no es "la voz de
Dios en el hombre", sino la de un instinto de crueldad que,
al no poder descargarse ms hacia afuera, se rnelve hacia
atrs; en fin, que el ideal asctico, el ideal sacerdotal, no obstante ser un ideal pernicioso, decadente, expresin de una
voluntad de acabamiento, dispone de una enorme fuerza no
porque Dios acte detrs de los sacerdotes, sino en virtud de
que, siendo el nico ideal existente ahasta ahora, no tena ningn competidor, faltaba el contra-ideal ... hasta la llegada de
Zarathustra, reencarnacin de Dionysos, el que retornaba para
oponerse al Crucificado.
83
CAPTULO
VIII
LA VOLUNTAD DE PODERIO
85
tuvo tiempo de concluir-, su pensamiento, urgido por dar expresin a sus verdades ltimas, se remansa en tranquila lucidez, se vuelve sereno, lleno de esa serenidad terriblemente di
fana en que slo una certidumbre decisiva, crucial, puede
culminar.
Durante todo este tiempo, el filsofo ha vivido solitario ~
y errante, cambiando continuamente de lugar de residencia,
impulsado por su inestable y delicado estado de salud y tam
bin por la inestabilidad mucho mayor que una enorme inquietud, gravitante y angustiosa, comunicaba a su vida y a
sus hbitos. As, despus de un fr trado viaje a Crcega,
donde deseaba pasar una tempo
vemos ambular de la
Engadina a Ruta, cerca de Rapallo, despus a Niza, necesitado de su luz Y. de su atmsfera; aqu, sus lecturas libres, casi
ocasionales, lo llevan a conocer la obra de algunos escritores
franceses contemporneos: Baudelaire, Maupassant y particu
larmente Guyau, del cual suscita en l gran inters por la ra
gal afinidad en el enfoque de los problemas morales, la Es
quisse D'Une ~Morales Sans Obligation Ni Sanction, libro que
lee y cubre de notas marginales. Pasa luego a fos lagos italia
nos, cuya belleza lamenta no haber descubierto antes. Tras
una breve estada en Turn, se dirige de nuevo a Sils Mara
para retornar, huyendo del aire fro de la montaa, a esta
ltima ciudad en el otoo de 1888, estacin final de su pere
grinaje. Nietzsche vive su "sptima soledad", aliviada apenas
por una intermitente y cada vez ms distanciada convivencia
epistolar con Peter Gast, su madre y uno que otro de sus antiguos conocidos. Siente hondamente este aislamiento, y ms
cuando, despus de algunos desacuerdos, se le aleja uno de los
ms ntimos y queridos amigos, Erwin Rohde. Pocos aos antes, Nietzsche haba visto acercarse el fin de esta amistad pre
sintiendo que se ira quedando cada vez ms solo, como se lo
expresa al mismo Rohde en carta, desde Niza, de 22 de fe
86
87
una lucidez que los agosta. El espritu sopla con tal fuerza,.
son tan deslumbrantes sus evidencias y visiones, que arrastran
consigo, desgajndolo, al organismo frgil, sometido ya a la&
altas tensiones de una vida intelectuad que ha alcanzado un
grado de intensidad muy raro entre los mortales.
El primer pri:icipio esencial, de los que informan la metafsica de Nietzsche, es la voluntad de podero. La esencia de
la vida, que est en la base de toda experiencia, reside en la
voluntad de podero. Nietzsche transpone la nocin de voluntad de podero desde su manifestacin en el hombre a la naturaleza orgnica y desde sta a la naturaleza inorgnica. De
ah que, en Ms all del Bien y dGl Mal (Af. 36), afirme: "El
mundo visto desde dentro, el mundo determinado y denotado
en su carcter inteligible, sera voluntad de podero y fuera
de esto nada".
El sentido intrnseco de la expresin nietzscheana de "voluntad de podero" o potencia no est denotado, como lo ha
88
(i
~
q
r.
89
90
-oponga. El desplacer, como obstculo a su voluntad de potencia, es, por consiguiente, un hecho normal, el ingrediente normal de todo acaecer orgnico; el hombre no lo elude, ms
bien ~o necesita constantemente; toda victoria, todo sentimiento de placer supone una resistencia superada" (Ibid., Af.
'702).
Como vemos, el placer y el desplacer ~n, para Nietzsche,
meros ingredientes del esfuerz~ue conduce a la afjrmacin,
-a-la v1ctona de la volunt~de potenca~~-;~sistenc;-~;-~;;;;.
diCTrl~e;.;;;~;-~,~iliicila.ilexi.Silii~ra-v01litaa
~_JI
de
91
,
~u.r~
e~;
...-;
~~.A!~
ro, es el criterio del valor. De ah que en As habl Zarathustra; se diga: "Slo donde hay vida, all hay tambin voluntad,
pero no voluntad de vida, sino ..... voluntad de potencia'~
(Il Parte, "De la Autosuperacin") .
Para Nietzsche, y de1:!.e_::!.J~unto ~:_ista de ...!_~ca~!idad,
no hay una voluntad de podero gue aparece simpleme!J1~.. para nosotros en la profusin de i!]diyi.':!.::i.~lid~des y diversidades. Vale decir, que no hay nicamente una voluntad ongi
;;;:;ia, como si toda pluralidad consistiese slo en la concepcin del sujeto, esto es, en una apreciacin meramente sub
jetiva, sino que hay in<_=.()12~.al:JJes.:i:1nif!?cl~~ yj:>l~ti::as:.EeE.<?..5.~?
titutivalete-finTt;~-stamos, as, frente, no a un monismo
como el schopenhaueri.ano, sino a un pluralismo en la concepcin de la voluntad. Es que, para Nietzsche, no hay ninguna voluntad unitaria, Sino puntuaciones de voluntad, las
que constantemente incrementan o disminuyen y pierden su
potencia. Estas unidades son cuantos dinmicos ue estn e1J
una relacin e tensin con otros cuantos j.inmicos. "No hay
nTnP-una voluntad, m una libre ni una no libre", insiste Nietzsche ... El problema de la libertad o no libertad de la voluntad pertenece a los atrios de la filosofa - para m no existe
ninguna voluntad" (Escritos pstumos "de la poca de la
"transvaluacin de los valores", Afs. 636-637) . Estas afirma
dones nos dicen que, para Nietzsche, la voluntad consciente
de un fin que nos es accesible en la experiencia no-es-cingu~aiTtadndependiente; menos una sustancia persisten-
te, smo, por l contrario, un todo orgnico muy come~
demViie"t:5;-10Sque slo parcialmente (y a veces espordicamente) -;;s llegan en forma alternativa a la concienci<tJ
y todava de modo s1mphhcado. Por lo dems a la voluntad
(y por ~t;:-;-a de potencia) hay que inferirla, Eues ella
~o es para nosotros objeto de expedencia. De ah que l reproche a Schopenhauer que la considere as.
92
93
del hacer resulta. En genitivo, ta path significa acontecimientos 0 cambios que se producen en las cosas. Esta es la acep
cin primaria de la palabra en filosofa y ciencia. En esta
acepcin Platn emplea la palabra pathos cuando en el pasaje 378 a de la Repblica se refiere a "lo que Cron~s ha he
cho (o a los hechos de Cronos) y lo que l ha padecido o experimentado de parte de su hijo"; y en Hipa: ~~yo:~ 285 c..
la emplea para significar "lo que pasa en el cielo . !iietzsch.:e
usa la palabra en esta acepcin, en .vi:t~d de lo cual l~ vol~ntad de potencia est lejos del subjetivismo que le atribuye
Heidegger, i al consi~rJ!r. la_ <foftr:!_naie~~s!ie<ll!._ como una
expre~i~'"de ia~sica de la_~u~~tividad, la que se~n l
caraa:er!za:c1a.1nosofa ~oderna.
Para Niet;che, la esencia ms ntima del ser es voluntad cfi 'podero. El ser orgnico no es algo im?ote~te e in:ig
riificante frente a un todo csmico inmenso e mammado, smo
que en la vida de aquel, tal cual ella acontece como c~s~ es~
pedal en el mundo, llega a su ms perf~cta representac10~ e1
ser universal de este mismo mundo. La vid~, e~ .lo que atane. a
su valor, "es un caso particular. Se deb~___p~~:~~c_C1E.!~-~~s
tencia, y no nicamente la vida; e}_. pri11ciP.i~j-~~-fi.~~dor es.
un prmcp10__~e,~!aii:-_ e!_cual ~i: ..~~'1.1:!~~~ v:~a, l~e
noesu medio para alguna cosa, smo la expresion de
mas -0 -e-a.umenro-de poCieo":ErcompoYramiento de!Os organismos no es-un~procesomecnico de seleccin, como losostuvo Danvin, sino una lucha viviente por el poder, la que
tiende a un activo articularse de los mismos dentro de la estructura del propio mundo circundante. El org~nismo no. se
adapta pasivamente a un mundo circun~te ya dad_?...'._S~~<>
que l adapta ste a sus nece~idades, s~met1endo.lo a _la acci~n .
de su fuerza formadora en vista a satisfacer. el im~?-~5?-~1!.~_c!~/
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CAPTULO
IX
EL RETORNO DE LO IGUAL
La doctrina acerca del devenir nos aboca al segundo principio fundaipental de la metafsica de Nietzsche, la concepcin del "eterno retorno de lo ig:ial". La voluntad de podero
no est sometida a ninguna ley, e~- excepcin de una que es
. uniVersafe5i:;a1caCe:-TleycierretOrOCTeIO
.._____ _1guar--~~~---.,M--
En los "Escritos Pstumos de la poca de "La Gaya Ciencia" (cap. III), Nietzsche trata de aportar los fundamentos de
su concepcin del retorno de lo igual, bajo el ttulo "Exposi
cin y Fundamentacin de la Doctrina". Parte del supuesto
que la cantidad de fuerza del universo o de la ""(;nerga total
noesnimita, smo deternuriacra(Tiiita:aaf:-:PorTo.tato:- el
.,___
--~~~-~ ~nmero ae s1tuac10nes, variaciones, combinaciones y desarrollos de esta fuerza es ciertamente inmenso y prcticamente incalculable, pero siempre limitado y no infinito; es decir, el nmero de las posibles constelaciones universales de la energa
es determinado y agotable. Pero el tiempo en que esta fuerza
total se emplea es infinito, ()_~~:jil:i:i.~~~-~s-eternam~nte igual
y eternamente actiya. Hasta este momento h~-t~~-li~C:;;ITido.ya
ainfinidad, esto es, tienen que haberse dado todos los posibles desarrollos de la fuerza. Por consiguiente, el actual des
arrollo tiene que ser una repeticin, y tambin el desarrollo que
a esta fuerza produce y el que de ella nace, y as indefinidamen.
te hacia atrs y hacia adelante. En cuanto la situacin total
de todas las fuerzas retorna siempre, todo hi. sido ya innmeras
vece~. Con prescindencia de este enunciado, es del todo indemostrable si algo igual, aisladamente, ha sido ya antes. Vale
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CAPTULO
EL ATEISMO RADICAL
La respuesta que da Nietzsche al problema de la existencia::
de Dios se concreta en un atesmo radical. La actitud que ste:comporta se enlaza en l ntimamente con la exigencia de per.manecer fiel a la tierra, rechazando la infundada pretensin de
los que han introducido la ficcin, la invencin de la "conciencia de Dios" en la Humanidad.
Nietzsche niega en toda forma la existencia de Dios, y combate enrgicamente contra el tesmo. A la creencia en Dios la
considera lgica, gnoseolgica, metafsica y moralmente insos-tenible. Rechaza tanto cualquier concepto de Dios, en sentido,
estricto, como tambin la idea de Dios en la ms amplia acepcin, es decir, concebido como unidad ltima de la realidad ydel mundo. Insiste en la falta de fundamento para afirmar un.
Dios trascendente y externo al mundo, como creador, conservador y conductor del mundo. Ensaya en diversas partes de su.
obra la fundamentacin de su tesis o sea de las razones que
asisten a su atesmo radical.
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ed. cit.
Vase Holzwege, "Nietzsches Wort Gott ist tot", pgs. 197 y sigs.
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mundo cada da ms crepuscular, ms desconfiado; ms extrao, ms viejo. En lo principal, empero, puede decirse que el
-acontecimiento es demasiado grande, est demasiado lejos, demasiado al margen de la facultad de comprensin de muchos
para que la noticia pueda considerarse incluso como dada a
conocer; menos an para que la multitud supiese ya lo que
propiamente ha ocurrido, q:ue habiendo esta fe sido minada,
todo tiene ahora que derrumbarse, porque ha sido basado en
ella y dentro de ella ha cobrado vida y prosperado: por ejemplo, toda nuestra moral europea. Esta extensa profusin y lar:ga serie de demoliciones, destrucciones, ruinas, derribos que
presenciamos, quiri la adivinara hoy lo suficiente para pre.sentarse como el maestro y premonitor de esta enorme lgica de
terror, como el profeta de un entenebrecimiento y eclipse que
no tuvieron verosmilmente parangn sobre el planeta? ...
Nosotros mismos, adivinos de nacimiento, que estamos a la espera sobre las cimas, colocados entre el hoy y el maana, vivamente interesados en la contradiccin entre el hoy y el maana,
nosotros primognitos -prematuros- del siglo que viene; nosotros que debamos haber ya percibido las sombras que han
de envolver a Europa, en qu consiste que, sin tomar parte
-efectiva en este ensombrecimiento, esperemos sin preocupacin
ni temor la llegada de estas sombras? Quizs estamos demasiado
bajo las primeras consecuencias de este acontecimiento y estas
_primeras consecuencias, al contrario de lo que quiz poda
esperarse, no son absolutamente, para nosotros, ni tristes ni
.sombras, sino ms bien como una nueva especie de felicidad,
de alivio, de serenidad, de incitacin, de aurora ... De hecho,
nosotros filsofos y "espritus libres", al saber que el "antiguo
Dios ha muerto", nos sentimos iluminados por una nueva aurora; nuestro corazn desborda de agradecimiento, asombro, presentimiento, expectativa; por fin el horizonte se nos presenta
-de nuevo libre, an suponiendo que l no est claro, y nuestros
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CAPTULO
XI
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bre. Se acusa un descenso. en la vida del espritu, un empobrecimiento de todos sus contenidos vitales; el hombre occidental
comienza a eclipsarse como hombre, como finalidad inmanente
de s mismo, a alienarse en los productos, en la mercancfa, a
transformarse en un tornillo de la gran mquina de la produccin capitalista, o en un autmata de la especializacin
cientfica. Por este camino se acenta cada vez ms la primaca
de las cosas y del factor mecnico, devenido omnipontente, relegndose a un ltimo plano el mundo de lo humano, de los
intrnsecos impulsos vitales, que alumbr la aurora del Renacimiento.
As, el hombre, reducido a un mero engranaje de la vida
industrial, mutilado en las tendencias expansivas de su personalidad, de su ser total, slo ha aprendido a tener fe en las
cosas, resignndose al proceso fatal en que ellos lo envuelven,
pero carece en absoluto de fe en s mismo. Al aprender de la
tcnica el empleo de la fuerza mecnica, pero no con un sentido
humn.no, benefactor y liberador, pierde personalmente la fe en
el ejercicio de las propias energas, las que definen la esencia
ntimamente creadora del hombre.
El mundo moderno ha visto prosperar la idea de progreso,
de progreso lineal y anti-histrico, que se ha extendido a los distintos dominios de la actividad humana. Se habla de "progreso
cientfico", de "progreso material" e incluso de "progreso moral", etc. Esta idea, <;:ara al espritu occidental, se rebostuce y
eobra vigencia hasta el punto que llega a ser dogma indiscutido. El progreso material, en sus diferentes aspectos, es, desde
hfego, el hecho ms evidente, la realidad que traduce, casi integralmente, el carcter de esta poca. Es cierto que el hombre
occidental pondera, como algo efectivo, el progreso moral y
se enorgullece hasta el xtasis del progreso cientfico. En lo
que hace a este ltimo, bien examinadas las cosas, se comprue
ba que sus resultados, en su mayor parte, se circunscriben a
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Ha sido olvidado el concepto de "tcnica", en la originaria y noble significacin con que lo formulara Scrates, es decir~
la tcnica entendida, no slo como el empleo inteligente de fas
fuerzas y recursos naturales para informar y dominar una materia dada por la naturaleza, sino tambin el procedimiento
que pone esencialmente las fuerzas naturales al servicio de fines especficamente humanos. Si prestamos fe a tericos solem-
La gran ventaja de la tcnica, tal como la concibe el capitalismo occidental, de acuerdo al mismo supuesto, es que "tiende a hacer cada da ms innecesario el trabajo manual". Que
el progreso de la tcnica, la automacin encamina a este resultado, es un hecho evidente; pero debemos reconocer que por
ello se engendra una grave anomala, una desventaja en un
aspecto fundamental. Porque si es cierto que el hombre se libera del trabajo manual, es al precio de una verdadera mutilacin de su personalidad, desde que paulatinamente se con-.
virti en una pieza de las mquinas, al ser absorbido por una
funcin automtica, la que anula en l la posibilidad de perfeccionamiento mental y humano y asimismo~constrie el despliegue de direcciones vitales, esenciales para su desarrollo
armnico e integral. Una cosa es lo que debe ser, segn los
principios ideales que la tcnica presupone, y otra muy distinta lo que en realidad sucede: los desastrosos efectos del trabajo tcnico, la accin deshumanizadora del maquinismo. Si la
mquina perfecta, cuyo funcionamiento har innecesaria la
cooperacin mecanizada y cuantitativa del factor humano, ha:
dejado de ser una quimera, ella engendrar en vastos sectores,
laborales -de Occidente, la desocupacin.
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Los teorizadores de la tcnica, reconociendo los males ocasionados por sta, apuntan la necesidad de imprimirle un carcter cultural y humano. Es posible esta humanizacin de la
tcnica? Abrir semejante interrogacin es abocarnos al difcil
problema que plantea el marcado desacuerdo existente entre el
progreso tcnico y el llamado progreso moral, el grado efectivo
de perfec:ionamiento espiritual y humano. Este desacuerdo,
que denuncia el interno desequilibrio de la civilizacin occidental, proviene de que el progreso tcnico y, en general, el
progreso material, se han realizado a expensas del desarrollo
espiritual, a cambio de un retardo, de . una detencin en el
proceso vital. Tan patente es la desproporcin entre ambos,
que el incremento adquirido por el primero nos parece, con
razn, monstruoso, y, ante su realidad, nos punza el nimo un
angustioso sentimiento de inadaptacin. Es que el hombre
.occidental, al sacrificar su desarrollo espiritual y la progresin
de su vitalidad al. progreso tcnico, ha acabado por depender
de los instrumentos que ha forjado. Ha quedado reducido l
mismo a un instrumento secundario. En medio del complicado andamiaje de la civilizacin moderna, lo vemos accionar
cual fantasma, en el que un estricto automatismo ha suplantado
la iniciativa de la vida espontnea. La mquina, de cuyo funcionamiento l lleg a ser pieza accesoria, ha despotencializado
su vitalidad, mecanizado sus impulsos, disgregado su alma, re.ducindola a la peor servidumbre, la que, por ausencia de toda
inquietud de humano perfeccionamiento, amenaza cristalizar
en un estado de resignada abdicacin de la libertad interior.
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CAPTULO
XII
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tor, iba impelida por el pathos de un ideal revolucionario deproyecciones planetarias, es decir, utpico. En el hrrido senode la destruccin y de la muerte se incubaban, para esta alma
siempre capaz de esperanza, floras de ilusin. El rumbo de
embestida del huracn, con la tempestad que le sigue, apunta
a un futuro incierto, preado de sombras y de peligros, pero el
alma ilusionada se enciende en la visin radiosa de una tierra
prometida, que, a la postre, se esfumar como uno de los tantos
mirajes que, en el pasado, la hicieron acelerar la marcha y
quemar etapas. Si ha logrado la paz, si la dulzura del oasis suaviza sus pasiones y aquieta sus mpetus, se le aparece de nuevo
el demonio tentador con el seuelo de una promesa y le infunde, para materializarla, el ansia de tentar otra vez el albur
blico. Dirase que vive alucinada por los consejos que, en
esta coyuntura, Zarathustra da a los hombres: "Debis amar
la paz como medio para nuevas guerras. Y la tregua corta mejor que la larga". "Yo no os aconsejo para el trabajo, sino para
la lucha. No os aconsejo para la paz, sino para la victoria. Que
vuestro trabajo sea una lucha, que vuestra paz sea una vitoria!"
Ahora ella tiene que guerrear por la paz para conquistar la
victoria de la justicia social, la pasin que hoy informa totalmente su tormentoso querer.
Dispuesta siempre a superar la realidad, a hacer de sta
trampoln para el salto a las regiones ideales, para las aventuradas construcciones utpicas, ella arroja el velo de sus ilusio-nes sobre las ms trgicas antinomias sociales, sobre las miserias y dolores de una humanidad sangrante y desgarrada. Porobra de esta ilusin creadora asiste a su propia palingenesia y
se templa en el hervor milenario de los grandes mitos que la
impulsan hacia metas lejanas. Tras los momentos de decepcin
y desalient{>, viene siempre el del entusiasmo, que la galvaniza
y le comunica nuevos mpetus. Corre de nuevo en pos de lasutopas, de los fines que le anticipa su voluntad de podero, y
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CAPTULO
XIII
EL NIHILISMO EUROPEO
Nietzsche, afincado en el principio de una nueva valoracin de la vida, la que, como ya hemos visto, gira en torno
de una transmutacin de los valores, dilucida el fenmeno que
l llama "el nihilismo europeo". El nihilismo, en general, es
una consecuencia de la fe en la moral, del imperativo de veracidad que ella ha formulado y desarrollado; es, pues, el estado
gue tiene que resultar necesariamente de la concepcin de la
vida de la era cristiana. En tanto es derivacin y contera de la
interpretacin del valor de la existencia por el cristianismo,
aquel es una expresin de decadencia. Para erigir una nueva
tabla de valores, medida por una vida ascendente y afirmativa,
Nietzsche llega a un rechazo radical de todos los valores hasta
ahora vigentes, consistiendo en. sto su nihilismo axiolgico.
Mientras seguimos manteniendo nuestra creencia en la moral,
condenamos la vida. Hay un nihilismo activo, que es signo de
un incremento de poder en el espritu, camino que nos conduce a una nueva valoracin, y un nihilismo pasivo, que es
signo de decadencia e implica un aminoramiento del poder
del espritu. La nica escapatoria al nihilismo -nombre doctrinario con el que Jacobi bautiz a la absoluta negacin y la
tesitura que inclina a ella- es afrontar una radical transvaluacin de los valores.
En el desarrollo .del "nihilismo europeo'', como sntoma,
y diagnstico de un proceso de declinacin y caducidad, ve
Nietzsche una serie de perodos, con sus correlativas proyecciones sociales y polticas, el ltimo de los cuales es "el perodo
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de la catstrofe", que, desde el abismo de la crisis, debe quiz
conducir a la salud y fortalecimiento del hombre europeo,
quien se reconocer a s mismo en u?a nue,va. tabla d_e ~ienes y
valores, en la que l, como primer signo rumco del id10ma de
la vida, asumir el grado ms alto de la escala, con su voluntad
de podero cristalizando en una moral de seores, de dominado;es. Este ltimo perodo ser el del "advenimiento de una
doctrina que pasa a los hombres por el tamiz, que lanza a los
dbiles, y tambin a los fuertes, a decisiones". No cabe detener la caducidad levantando instituciones, como ingenuamente
lo imagina el socialismo, que propugna un ideal de decadencia.
Al bosquejamos el cuadro de las perspectivas que resultarn
de este desenlace catastrfico del nihilismo, la visin de Nietzsche se torna proftica. Sus ideas son anticipaciones: la cuestin
social misma es el resultado de la decadencia de una forma de
vida con sus instituciones y valores. "El socialismo, como obje- ,
tivo de la tirana de los ms insignificantes y los ms tontos, es
decir, de los superficiales, envidiosos y de los "en sus tres cuartas partes actores", es de hecho la consecuencia de las "ideas.
modernas" y de su anarquismo latente; pero en la atmsfera
tibia de un bienestar democrtico dormita la facultad de concluir o bien de llegar a una conclusin. Se sigue, pero no se
concluve ms. Por esto el socialismo en conjunto es una cosa
agria ; desesperada ... No obstante, como topo inquieto .bajo
el suelo de una sociedad que rueda hacia la estupidez, el socialismo puede ser til y salvador; retrasa la "paz sobre la
tierra" y la total compensacin del rebao democrtico, y
obliga a los europeos. . . a no abjurar del todo de las virtudes
viriles y guerreras ... ".
A la moderna democracia, con sus artilugios representativos y parlamentarios, la caracteriza como una forma de disolucin y caducidad del Estado. "En todo tiempo el democratismo ha sido una forma de decadencia de la fuerza organizato-
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para hoy, se vive muy de prisa, se vive con demasiada irresponsabilidad: justamente a esto se le llama "Libertad". ".-quello que de instituciones hace instituciones es despreciado,
odiado, rechazado: Cuando a la palabra "Autoridad" se la pronuncia en voz alta, uno se cree expuesto a una nueva esclavtud. Tan lejos va la decadencia en el instinto de valoracin
de nuestros hombres polticos, de nuestros partidos polticos
que ellos instintivamente prefieren lo que disuelve, lo que apresura el fin ... ". Lo que precede parece escrito hoy en presencia de los acontecimientos. Nietzsche perciba, merced a la disposicin hipersensible de su espritu, el rugir _d~ la to~m.e~ta
lejana, senta en sus nervios la carga de electnc~dad histonca
que se estaba acumulando en los senos de la vida europea y
vi venir y anunci la poca drlflltica en que haba de entrar
el mundo occidental como consecuencia de la grave crisis de
valores y pugna de ideas por las que estaba internamente trabajado y escindido: "Yo prometo una edad trgica: el arte s~
premo de decir s, la tragedia renacer cuando la ~u~am
dad tenga a sus espaldas, sin sufrir por ello, la conciencia de
la guerra ms dura, pero necesaria ... Habr guerras como no
las ha habido hasta ahora sobre la tierra".
Agitado por esta terrible certidumbre, arroja una penetrante mirada sobre la posible y probable distribucin del poder entre las grandes naciones del mundo: "Me parece que el
don de inventiva y la acumulacin de fuerza de voluntad son,
merced a un gobierno absoluto, mucho mayores y estn ms
intactas entre los eslavos; y un gobierno germano-eslavo del
mundo no pertenece a las cosas ms inverosmiles". Los ingleses no saben superar las consecuencias de su testaruda a~to
soberana, con el tiempo admiten cada vez ms a los homznes
novi en el timn, 1 ltimamente a las mujeres en el parlamento. Pero hacer poltica es, en ltima instancia, capacidad hereditaria: nadie comienza de hombre privado para llegar a
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do de la religin y no hubiese superado para siempre la limitada y exclusiva concepcin religioso-eclesistica de la esencia
y tarea del Estado; como si Nietzsche, consignando algo decisivo y fundamental, no hubiese subrayado esta verdad: "El
cristianismo es posible como la ms privada forma de existencia; supone una sociedad estrecha, retirada, absolutamente
apoltica, pertenece al conventculo. Un "Estado cristiano'
una "poltica cristiana", por el contrario, es una impudencia,
una mentira, as como un comando cristiano del ejrcito, que
finalmente terminase por tratar al "Dios de los ejrcitos" como
jefe de estado mayor. El papado tampoco ha estado jams en
situacin de hacer poltica cristiana ..."; en fin, como si todas
las realizaciones histricas del Estado, desde el comienzo de
la modernidad europea, no alejasen definitivamente de aquel
modelo anacrnico, hoy de imposible actualizacin.
Nietzsche vi, pues, que las naciones latinas, puestas en la
pendiente de la decadencia, entraran en el cono de sombrav
de la sombra proyectada por aquells grupas monitores, centrados en un impulso hegemnico hacia el gobierno y dominio del mundo.
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C.JU>TULO
XIV
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y de los miserables, negando todo derecho a los fuertes. Nietzsche afirma al individuo fuerte, desplazado por el cristianismo,.
por su moral asctica, que slo concede a los dbiles el derecho
a la piedad y al respeto. No es extrao, 'entonces, que l lgicamente vea en la moral cristiana la raiz originaria de la decadencia, y que defina al cristianismo como una rebelin de!
esclavos en la moral. Esta moral proscribe, despus de estigmatizarlas, todas las virtudes naturales del hombre que ignora
la corrupcin y que por la salud y vigor de sus instintos y sen.~ timientos no puede caer en ella; declara vitandas todas aquellas virtudes naturales y viriles que exhornaron a griegos y romanos de la mejor poca, la del apogeo y floracin de su cultura e ideales polticos y estatales. El hombre que aspira a
restaurarse en la integraldad de sus potencias y a exaltar en
su propio ser los valores vitales, las posibilidades de este mundo, tiene, ante todo, que luchar por dar un sentido a la tierra~
al mundo y al ser terreno, agostados y desvalorados por el cristianismo y su moral asctica.
CAPTULO
XV
LA REVOLUCION SOCIAL
Su preocupacin por el destino del individuo, su enfoque
<lel hombre futuro no le impiden a Nietzsche apreciar la trasccndencia del problema social, ya agudamente planteado en
su poca, e interpretar el sentido y alcance de las trasforma-cienes futuras, anticipando certeramente el carcter revolucionario de las estructuras sociales y polticas implicadas en grmen por el proceso histrico que vea desplegarse ante sus
ojos avizores. Reconoce que el estado de la masa est en funcin del nivel moral del hombre llamado de lite, reflejndose en aquella la conducta de ste. Tal como es el individuo
dirigente as es la masa. "Se protesta por el desenfreno de l~
masa; si sto estuviese probado, recaera del todo el reproche
sobre los individuos cultivados, por cuanto la masa es tan
buena y mala como lo son aquellos. Ella se muestra mala y
desenfrenada en la medida en que los hombres cultivados se
muestran desenfrenados; se la precede como conductor se
p:1ede vivir coro.o se quiera; se la eleva o se la corrompe: segun que uno mismo se eleve o se corrompa".
El drama y el sufrimiento de las masas, que con tinte~
-sombros nos describe el socialismo, son, en no escasa medida,.
producto de la ilusin, del error en que cae el espectador respecto a ~os dolores_ y privaciones de las capas populares bajas
por~u~ mvoluntanamente aprecia y juzga segn el propio
s:nt1m1ento, colocndose en la situacin de aquellas. "En ;ea11dad, los males y privaciones aumentan con el desarrollo de
la cultura del individuo; las capas bajas son las ms apticas;
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mejorar su situacin significa hcerlas ms capaces de padecimiento". Por lo dems es un hecho que los fermentos de descontento y rebelda por el estado en que se hallan las clases.
populares, el pathos ele la justicia social y la formulacin de
Jos ideales reivindicatorios de tipo revolucionario han surgido, como un grito de protesta en presencia de una huma1iidad expoliada y mutilada, en la conciencia de los mejores, de
los ms sensibles.
Ahora bien, si se contempla no el bienestar del. individuo,.
sino los grandes fines de la humanidad, cabe entonces preguntarse una y otra vez si en aquellas situaciones sociales ordenadas, que exige el socialismo, podran obtenerse parejaroente grandes resultados para la humanidad, como se lograron en las situaciones socialmente sin ordenacin, y hasta rayanas en io catico. "Verosmilmente el grande hombre y la
obra grande slo crecen en la ibertad de los pases incultos.
La humanidad no tiene otros fines que los grandes hombres,
y las obras grandes".
Porque en la sociedad, dentro de la organizacin y orden
imperantes, mucho trabajo duro y ordinario tiene que ser
hecho, es necesario mantener hombres que se sometan al mismo, mientras las mquinas no puedan ahorrar este trabajo.
Cuando en las clases trabajadoras penetra la necesidad y el
refinamiento de b alta cultura, ellas no pueden hacer ms
aquel trabajo sin sufrir en exceso. As, un trabajador evolucionado, con cierto grado de formacin, busca el ocio y desea
no alivio en el trabajo, sino la liberacin del mismo, es decir
quiere que otro cargue con aquel. "De hecho, en los Estados
de Europa, la cultura del trabajador y la del patrn frecuentemente se han aproximado tanto que la rutinaria exigencia
del extenuante trabajo mecnico engendra el sentiminto de-
rebelin".
Desde _que los socialistas quieren el completo derroca-
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miento
del orden social vigente vI la implntaci"n de InS~Itu t.
CIO?es que aseguren el mantenimiento de una nueva forma desoc1edad, de convivencia econmica, ellos tienen que apelar a
la fuerza para conseguirlo. Una evolucin pacfica en este estado de cosas slo es posible si, por ser igualmente fuertes las;,
exigencias opuestas, se deriva la lucha a un equilibrio resultante de un compromiso. "Slo si los representantes del orden
futuro se enfrentan en lucha a los de las viejas ordenaciones..
y ambas potencias se encuentran igual o semejantemente fuer-tes, entonces son posibles los pactos, y sobre la base de stos
surge despus una justicia, pero derechos humanos no hay".
Los socialistas estn aliados con todas las fuerzas que des-truyen los usos, las costumbres, las restricciones tradicionales
merced a las cuales hubo bienestar en el mundo; pero "nuevas aptitudes constitutivas no han llegado todava a ser visi-bles en ellos". "Lo mejor que el socialismo trae consigo es la,
excitacin que l comunica a los ms amplios crculos: entre..;.tiene. a los hombres e introduce en las clases ms bajas una
especie de conversacin filosfico-prctica. En este sentido l.
es una fuente de energa para el espritu".
. ~ietzsche ha reconocido claramente los sntomas premomtonos de una subversin revolucionaria del orden social
instaurado desde la Revolucin francesa; ha vi~to que todas
las antinomias de que est tejida la vida moderna no tienen
otr? desenlace que guerras y, como eplogo, la revolucin
socia!; .pero no ha puesto muchas esperanzas en la magnitud
del ex1to de sta. "Las guerras son provisoriamente las ms
~andes excitaciones de la fantasa, despus que todos los xta~
s1s Y horrores cristianos han languidecido. La revolucin sociali
es quizs algo an ms grande, y por esto ella viene. Pero su.
xito s:r ms insignificante que lo que uno se imagina: la
hum.amelad puede muc_ho menos de lo que ella quierer como
se Vl en la Revolucin francesa. Cuando el gran efecto r
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::ta embriaguez de la tormenta ha pasado, resulta que para po-der ms se tena que tener ms fuerza y ms ejercicio". Pero,
con todo, las revoluciones y las 'guerras son el antdoto que
necesita la vida moderna para neutralizar el exceso de proteccin que ella infundadamente reclama contra todos l~s peligros, sin los cuales desapareceran toda vivacidad, arrogancia e incitacin, ingredientes que requiere la vida para no
amortiguar sus mpetus y estancarse en calma sepulcral.
Las grandes esperanzas que Nietzsche pone en el futuro
de Europa se nutren de la conviccin de que volvern a brillar las virtudes viriles, precisamente porque las naciones europeas viven en constante peligro. Considera que la revolucin
es inevitable y que la primera consecuencia de ella ser la disl
~gregacin en la anarqua de la burguesa liberal y capitalista.
El vendaval revolucionario acabar de atomizar a Europa, de
suyo estatalmente ya atomizada, para llevarla a una grandiOJ
sa sntesis, a la unidad cultural y poltica e inclusive econmica. "Todo tie~de hacia una sntesis del pasado europeo en
los ms altos tip6s espirituales". En la sntesis total habr que
-contar con una nueva dimensin fundamental, dinmica y
plasmadora: la irrupcin de los rusos en la cultura y en la
:poltica europea.
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CAPTULO
XVI
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CAPTULO
XVII
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ratio. Adems se considera lo irracional como un elementoconstitutivo del sujeto cognoscente. De ah que para el inamo- es verdadero objetivamente lo que se verifica en la actividad vital y sirve a la vida. La primaca de sta es el fundamento sinecuannico de toda ulterior pesquisicin filosfica, de toda finalidad asignada al conocimiento cientfico y,
por ltimo, al comportamiento humano en su proyeccin
social.
No fue empresa difcil para el irracionalismo dar batallaal viejo racionalismo de las ideas -de origen platnico- y
sus proliferaciones modernas con su visin esttica del mundo y su impotencia para conceptualizar el devenir de las cosas
y la dinmica del desarrollo histrico. Tambin le fue relativamente fcil al inacionalismo presentar combate al
apriorismo kantiano de las categoras del entendimiento y a
sus avatares contemporneos, representados por algunas direc-ciones neokantianas. Tarea mucho menos fcil de llevar a
cabo y justificar fu, para la posicin irracionalista, enfrentarse con el racionalismo dialctico de Hegel, fundado en una
amplia y medular filosofa del devenir. Con todo, el irracionalismo, incluyendo en tal denominacin los diferentes enfoques que cabe discenir en esta coniente, logr difusin a par~
tir de fines del siglo XIX, alcanzando el apogeo de su influjo
en las primeras dcadas de nuestro siglO.
Federico Nietsche fu el ms destacado precursor de esta
tendencia y, adems, el primero en dar cuo filosfico y hasta
timbre y resonancia potica a la palabra vida, abriendo camino a una "filosofa de la vida'', basada en la exaltacin de
los sentimientos, de las fuerzas irracionales del alma y hasta
de los instintos. Ya sealamos, en el captulo IV, que Niet:ische -valor con pathos romntico, erigido en criterio absoluto, la cultura griega, lo que lo llevara a exaltar y preferir
los tiempos prii-nitivos y a considerar la poca clsica del he-
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racterizarse por su carencia de necesidades y constituir la casta ms alta; por consiguiente ms pobres y ms sencillos, pero
en posesin del poder". (La Voluntad de Podero, Af. 763).
Lukacs emplea un mtodo muy singular de prueba histrica para sus asertos respecto a las ideas expresadas por Nietzsche ( a las que l desconecta del nexo que tienen en su doc
trina). Cuando ste dice: "Una raza dominante puede slo
surgir de comienzos tenibles y violentos. Problema: dnde
estn los brbaros del siglo veinte?", por este aforismo llega
Lukacs a la siguiente conclusin probatoria: "Aqu Nietzsche
es claramente un profeta del hitlerismo". 1 Habra mucho que
decir acerca del alcance que el concepto ele barbarie tiene en
Nietzsche, pero, ciertamente, l no es identificable con el ele
crueldad criminosa, que es el que le atribuye Lukacs, tomando el pensamiento nietzscheano con una literalidad que lo
falsea. Para cerciorarnos ele ello, veamos otra expresin de
Nietzsche sobre el concepto que l se forja del "brbaro'~ al
que asigna dos sentidos. Hablando ele la democracia, dice:
" ... Ciertamente, para una tal esencia democrtica hay el peligro del brbaro, pero a ese peligro se lo busca en la profundidad. Hay tambin otra especie de brbaros, los que vienen
desde arriba: una especie ele naturalezas conquistadoras y dominantes, que buscan materia a la cual poder dar forma.
Prometeo fue una tal especie ele brbaro". (La Voluntad de
Podero, Af. 900) .
Lukacs insiste machaconamente en vincular de algn
modo a Nietzsche al fascismo alemn, y en fulminar a ste, 1
haciendo la defensa de la democracia. Es que, para su crtica y apreciacin del fascismo, se sita en el punto de vista,i
no del marxismo ni de los principios del materialismo hist(1) Op. cit., pg. 33.
156
157
de muerte a la superchera cristiana. Y esta promocin de revolucionarios soviticos fu, por su cultura, visin histrica!
y energa, la primera aristocracia poltica del mundo. Por primera vez, un gran estadista injerto en filsofo -Lenin- tome>
en su manos el timn de un Estado revolucionario, implantando la dictadura del proletariado. Desde entonces estamos.
en plena "transvaluacin de todo.s los valores", con un sign()
positivo antepuesto -en la esperanza- a la ecuacin humana.
158
159
160
161
162
'
el capllulo L ' supo
.
que seran situaciones
repite o retorna,
dentro de lo que se
h = a-uales tampoco se puede
.
1
hay dos JS 1b
'
csmicas tota es, no
.
momentos del deveh
d estados sooa1es o
afirmar que aya os
.
1 . Serun Lukacs, "la mayor
nir histrico enterament: igduela re;~orn~ eterno, es rechazar lo
.,
1 de la teona
func10n h"socia
ede aportar d e verdaderamente nuevo (el
qu~ l~ istona ~ude la sociedad dividida en clases") . 4 Des~e
socialismo despues
. l.
d"ale'ctico hav que distinguir
d , t matena ista l
/
el punto e \:lS :erdaderamente nuevo. Dialcticament~, ~n
entre entera Y
.
el" .
entre las contradicc10
A fl b
y la me iac1 6I 1
virtud de la u ze ung d
1
bsolutamente nuevo. Lo
demos hablar e a go
~
ne~,.~~ po d . duela superado (aufgehoben), pero taru"vieJO que .' sm
' - .
reco ido. De modo que, de
b. , cualitativamente abs01 b1clo,
g
,.
.
ien
d"
l'
feo
de
la
historia
(a
su
lmea
z1gzaacuerdo al proceso ia ec i
.
p"
(2) La Destruction de ~aM R azsin,
'o 307" ed. cit.
(3 y 4) Op. cit., pgs. 211 Y 3.,9.
163
164
. mantiene
.
en todo momento un. nexo funda.
lismo su doctrma
. .
. ental
' con el matena
. 1ismo,
.
una
en el sentido de que establece
.
d l
m el
.
' 1errqmca
entre las tendencias inconscientes e
or enac1on
.
d lo ue llamamos espritu. En esta
qmanda es el cuerpo "nuestra
cuerpo y las conscient~s. e
,
1 que dinge y co
d
or enacion, e
crl merado de voliciones,
an razn" y el cuerpo, como con,,, o
.
.
gr
,
' d la voluntad de potencia, despliega, como
como organo
.
. a1 espritu Lo de que Nietz
t suyo e a la conciencia,
trumen o
,
. . , filosfica para suministrar un
sche busca una. t~rcera posic;onpar que un anacronismo hist
arma al impenahsmo es, a a
, .
de hoy
.
Lukacs -por pensar en termmos
rico en el que mcurre
. enantes de la filosofa con
'z tambin en algunos rep1es t
y qm
l'dar tal postura -la mtroductempornea, q~e .tra~an .dedva i un punto de vista poltico,1
cin de un cnteno mspira o en
,
que en aquel no existi.
.
k
,
f'rma
del
atesmo
de
Nietzsche,
.
Lo que Lu ac~ a i
" l'al . que;
"
.
1a opm10n
. . , de Jaspers ' le asigna carcter
re ig1oso
J
siguiendo
.
h
.
.
f
lso
Algunos
intrpretes
superficiales
se
an
eses asimismo a
l
.,
1 atesmo radical de Nietzsc ie, presen
b,
eda "angustia
forzado ya por aguar e
. f ens1vo,
l
.
del proletariado y contrario a a
nietzscheano como enemigo . . .
el socialismo. Nietz..
i alelad que preconiza el cnstiatnsmo y
. .,
rte
gu a estar a lo que nos d'ce
sche
i Jaspers, cuya opimon
. compa
. "
'
Lukacs
permanec10 "prximo" al cristianismo. Si la pos1c1
. n
' del autor del Anti-Cristo es de proximidad al cnstia
expresa
,
a Jaspers, es estar
nismo, habra _que ndagar qu~ e~~oN~~~~s~l:: con el cristianis
alejado del mismo. La ruptma
. , ... d ,
. , radical del Dios cristiano, contmua sien. o,
mo
negacion
, d al o para algunos filsofos (incluyendo
or ylosuvisto,
un escan
P
. " y "democrtico", como Lukacs) que
alguno "progresista
:ns-
165
han medido todava el sentido liberador y superador del pensamiento de N.ietzsche a este respecto.
Si algunos tratan ahora, vanamente, a estar a lo que nos
dice Lukacs, de dcsnazificar ( !) a Nietzsche, es porque otros
se empefian en el propsito de consumar ese anacrnico ava-'
tar. En este sentido, Lukacs est en la misma lnea que Ro..
senberg y Bamnler, coincidiendo con stos, a pesar de la dife" rencia de ideas y situaciones, en aquel intento de hacer pasar
por verosmil semejante patrafia i.deolgica. Es como si, para
Lukacs, Nietzsche estuviese maculado por una complicidad
efectiva con el nacional-socialismo (con los desafueros y crmenes del N. S. A. P.) y fuese intil someterlo a semejante
ridcula catarsis politica. A tales extremos lleva la actitud sec-f
taria, propia del marxismo vulgar!
Dilth~
a Toynbee,
.166
E:
~ue
167
168
letariado, de los dems hombres, y deparen a stos condicio..nes antivitales e inhumanas de existencia. Tambin el ma.iterialismo dialctico, en ltima instancia, y en sentido lato,.
es una filosofa de la vida -la verdadera filosofa de la vida
integral-, pero con la exigencia explcita de que todos lo&
hombres tengan accesin a ella en un nivel humano y puedan
'disfrutar de sus bienes y realizar sus valores, adviniendo a Sll'.
ser histric en un nuevo rgimen social.
No toda filosofa de la vida es expresin de la poltica
y de los intereses inhumanos del imperialismo. No to~o irra-cionalismo es reaccionario, como infundadamente piensa Y
afirma Lukacs; ni tampoco todo racionalismo est al servicio
de la lucha que libra el proletariado por su emancipaci~. La
identificacin que hace Lukcs ele irracionalismo Y fascismo,.
aparte de falsa, es de una ingnua simplicidad. Nada ms peligroso y deformante de doctrinas y hechos, y que est ms en
pugna con el pundo de vista realista y concreto en que{debe
;ituarse la filosofa, que generalizaciones ilegtimas cJ.~ esta
ndole. Es que Luckas incurre en un anacronismo h15t.rico
al considerar el irracionalismo como un antecedente directodel fascismo.
Identificar, adems, la defensa de la paz con la defensa.
de la razn es un supuesto gratuito. Tambin se puede afirmar, con el mismo criterio, que defender ! paz es defender
un contenido emocional (una exigencia de los sentimientos.
humanos) y, por lo tanto, el irracionalismo. Si aceptamos.aquella identificacin, entonces la defensa de la paz result~
una tarea, ms que de los pueblos, de los intelectuales y escritores. No debemos olvidar, pues, que el pacifismo tiene una
fuerte raz emocional y hasta puede ofrecer un lado mstico.
Los pueblos son espontneamente pacifistas; lo son por instinto de conservacin. Hacen de la paz un ideal, y en esto intervienen sus sentimientos, adems de un comportamiento ra-
169
_Si la temtica antifascista de Lukacs ha envejecido enormemente, lo mismo acontece con su programa de defensa de
la paz consustanciado con la defensa de la razn. Hoy se ha
tornado evidente que este punto de vista ha siclo largamente
superado por los acontecimientos (por el avance cientfico y
tecnolgico de la U. R. S. S.) . Es una cuestin de constelaciones de poder, que ya est dirimida cientfica y tecnolgica..
ment.e. Los proyectiles teieguiados intercontinentales y los tres
Luniks, tienen la palabra (de Ja paz) hasta una nueva orden
-Oe la misma procedencia, que venga a ... reforzar, dndole
ms timbre para Occidente, esa palabra, tan cara a los pue.;
:blos. Actualmente hasta el Vaticano (que hubo de desencade.1
nar la tercera guerra mundial por intermedio de su fiel sier.,vo M~c Arthur) es pacifista. Ya ni los imperialistas yanqu~
ni Bertrand Russell, (Oh wmbra generosa de Mac Carthy!).
quieren arrojar la bomba tmica en Mosc. Se han vuelt&
bondadosos y coleccionistas de antiguallas. La razn, que asi&-<
te al temor y al pnico, los ha lievado al culto reverencial de
Ja "historia anticuaria" una de las tres clases de historia que
certeramente distingue Ni.etzsche.
Lo que se va a imponer no es el pacifismo ingnuo ni el
-utpico de que la defensa de la paz es la defensa de la razn;
sino el que tiene que aceptar U. S. A. y Occidente, un pa~i
fismo hecho de racionalismo e irracionalismo: de clculo ra-'
donal, movilizado por el instinto de conservacin, y de un
estado emocional, producto del temor y de Ja impotencia. Ya;
habr visto Lukacs como los filisteos del "mundo libre" es~
tn haciendo Ja sntesis de racionalismo e irracionalismo. Se-;
.r,_. seguramente, su ltima "creacin" filosfica, cuyo lema
l'til
bien puede traducirse por este aforismo de. Karl Kraus, el gran.
humorista austraco: "Es preferible estar mal orientado que
bien occidentado", el cual glosado y actualizado rezara: "Es
preferible estar mal orientado (con hostilidad, resentimiento
y pnico) que bien occidentado (con prepotencia, jactan_ciai
y amenazas ridculas).
Lukacs preconiz en 1941, como contenido ideolgico
-0rientado hacia la lucha por la paz, la "alianza del socialismo
v la democracia". Si entonces las circunstancias podan jus.,
~ificar tal alianza desd el punto de vista tctico del marximo,
pretender restablecerla despus del colapso de los fascismos
(en 1945), es ir en contra de los principios del marxismoleninismo, cuando las democracias burguesas (capitaneadas
por el imperialismo yanqui) , ocultan bajo la mscara de la
libertad una postura totalitaria en lo poltico y capitalista y
-colonialista en lo econmico, postura que ellas, con desenfado
seudo doctrinario, atribuyen al mundo socialista y sobre todo, a la U. R. S. S. Actualmente, la coexistencia ideolgica
(no la coexistencia de facto entre los dos grandes sectores)
e~tre el socialismo revolucionario y la democracia burguesa.
slo puede tener un sentido antimarxista. En el fondo, tal
programa es el resultado del enfoque demo-liberal que respecto a la situacin europea de post-guerra adopta Lukacs. Parece que en su pensamiento tiene primaca la lucha por la d~
mocracia capitalista sobre la lucha por el socialismo.
Correctamente enjuici esta posicin de Lukacs, Bela Fogasasi, quien escribe: "En un informe que se titula Las con~
cepciones filosficas aristocrticas y democrticas (ledo en el
Comn:eso
Filosfico Internacional de Ginebra en 1946), Lu-1
o
kacs expuso sus opiniones acerca de la coexistencia ideolgi..
ca. En este informe seala que el problema principal del deS.J
arrollo europeo contemporneo no reside en la contradiccin
enue la burguesa y el proletariado, enue el capitalismo y el
J7l
172
tmmc
0
trmino que permite poner sobre el mismo plano el cox:i;ims...
mo y el fascismo; sin hablar del hec~10 que esta conc~poon es
tomada en prstamo al arsenal anticuado de l~ soc~:l-dem-i
cracia y del trotskysmo, ella se revela, en la situac10n con-<
<:reta de hoy da, inmediata y necesariamente como una nue
va tartufera: para poder luchar eficazmente contra el comunismo, la "democracia" debe aliarse estrechamente con los s~
brevivientes alemanes del nazismo (Schacht, Krupp, los gen:..
rales de Hitler .. ) ' con Franco, etc.; la ideologa "anti~totah..
173
en anacronismos al asignar
superestructuras hechos econmicos que acaecen posteriormente, el libro de Lukacs -al que hemos formulado los precedentes reparos crticos- contiene anlisis del proceso ideolgico
europeo y reflexiones bien valiosos, lo que, sumado a la riqueza del material bibliogrfico, lo destaca como una historia
crtica de ls doctrinas filosficas de todo un peliodo del desarrollo intelectual -el que va ele Nietzsche hasta la filosofa de
la existencia- enfocado desde el punto ele vista marxista. Despus de la labor ele Franz 1\Jehring, inspirada en el mismo es-
pritu, ste es el primer ensayo sistemtico ele historia crtica,.
de esta ndole, que se haya intentado en nuestros das.
En la medida en que el irracionismo se opone al racionalismo reconoce a ste como el trmino antagnico que tiene
que tener en cuenta, y por ello mismo queda dependiendo de
l. Se nutre, sin sospecharlo del todo, de su opuesto; lo irracional est, pues, en funcin ele la razn, de cuya negacin
vive. La capacidad cognitiva que el irracionalismo niega a la
razn, no puede atribursela a s mismo por cuanto afirma la
estructura irracional del objeto y de lo real en general. Lo
hace slo cuando cree disponer del instrumeto apropiado
para penetrar en stos, como pretende ser la intuicin intelectual de Schelling o la intuicin directa de Bergson.
En trminos generales, el irracionalismo es tambin antiintelectualismo, en cuanto ste excluye en el comportamiento
judicativo y en las apreciaciones del sujeto el sentimiento y lo
emocn>r,al. Si el irracionalismo es radical y dogmtico se opone a todo racionalismo y a toda actividad racional; y no slo,_
por ejemplo, a las -supervivencias del racionalismo clsico delas ideas, sino incluso a la razn misma como rgano del co--nocimiento. Est tambin en pugna con el racionalismo da..-
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175
176
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BIBLIOGRAFIA
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"'
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INDICE
Captulo
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