Geertz Clifford - El Antropologo Como Autor - Estar Alli PDF
Geertz Clifford - El Antropologo Como Autor - Estar Alli PDF
Geertz Clifford - El Antropologo Como Autor - Estar Alli PDF
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PAIDOS STUDIO
ClitTord Geertz
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EL ANTROPOLOGO COMO AUTOR
'I
Ultimos titulos publicados:
i
FLACSO - mbtloteca
27. E. Fromm La crisis del psicoandlisls
}
28. A. Montagu y F. Matson El contacto humano
29. P. L. Assoun Freud. La [ilosoiia y los [ilosoios
30. O. Masotta - La historieta en el mundo moderno
31, 32, 33, 34. 35, 36, 37. D. J. O'Connor - Historia critica de la [ilosofia
occidental. 7 volumenes, I. La iilosojia en la antigiiedad. II. La
[ilosofla en la Edad Media y los origenes del pensamiento moder
no. Ill. Racionalismo, iluminismo y materialismo en los siglos
XVII v XVIII. IV. El empirismo ingles. V. Kant, Hegel, Schopen
hauer, Nietzsche. VI. Empirismo, idealismo, pragmatismo y [ilo
sofia de la ciencia en la segunda mitad del siglo XIX. VII. La
jilosojia contempordnea. .
38. A. M. Guillemin Virgilio. Poeta, artlsta y pensador
39. M. R. Lida de Malkiel - Introduccion al teatro de Soiocles
40. C. Dyke - Filosoiia de la econornia .
41. M. Foucault - Bnfermedad mental y personalidad
42. D. A. Norman - El procesamiento de la informacion en el hombre
43. Rollo May El dilema existencial del hombre moderno .
I
44. Ch. R. Wright Comunicacion de masas
i
45. E. Fromm - Sobre la desobedlencia y otros ensayos
j
46. A. Adler El cardcter neurotico
47. M. Mead
Adolescencia y cultura en Samoa
> 48. E. Fromm El amor a la vida
1.
49. J. Maisonneuve Psicologia social
50. M. S. Olmsted - El pequeiio grupo
51. E. H. Erikson - El cicio vital completado
52. G. W. Allport - Desarrollo y cambio
53. M. Merleau-Ponty El ojo y el espiritu
54. G. Lefebvre - El gran pdnico de 1789
55. P. Pichot - Los tests mentales
56. L. E. Raths - Como enseiiar a pensar
57. E. De Bono - El pensamiento lateral. Manual de creatividad
58. W. J. H. Sprott y K. Young - La muchedumbre v el auditorio
59. R. Funk - Erich Fromm
60. Ch. Darwin Textos iundamentales >
61. Ph. Aries, A. Bejin, M. Foucault y otros - Sexualidades occidentales
62. E. Wiesel - Los [udios del silencio
63. G. Deleuze- Foucault
64. A. Montagu - es el hombre?
65. M. McLuhan, Q. Fiore - El medio es el masaje
66. W. J. H. Sprott - Grupos humanos
67. Ph. Aries - El tiempo de la historia ediciones
68. A. Jacquard - Yo y los demds
'\
69. K. Young La opinion publica v la propaganda
PAIDOS
I
70. M. Poster
>
- Foucault, el marxismo y la historia Bercelone
I
71. S. Akhilananda - Psicologla hindu Buellos Aires
72. G. Vattimo - Mds alld del suieto M'xico
..
I
l
Prefacio
9.
Cubierta de Julio Vivas
1. Estar alli. La antropologia y la escena de la
escritura . 11
I." edicion, 1989
J'
2. EI mundo en un texto. C6mo leer Tristes tro
picos. 35
3. Imageries ex6ticas. Las diapositivas africanas de
. CUT, \ l\ L\ :>
Evans-Pritchard
59 ,
Bl9l mTtCA . Ft.ACSO
4. EI yo testifical. Los hijos de Malinowski 83
,
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este Iibro puede ser reprodu 5. Nosotros I Los otros. Los viajes de Ruth Be
,
I
de todas las ediciones en castellano, Indice analftico 159
Ediciones Paid6s Iberica, S. A.,
Mariano Cubi, 92; 08021 Barcelona
J
.1
I)
.,
D
.,
25 BSTAR ALL:t
cadaver de un hombre que acababa de morir hacia pocas
horas y escuchaba a su mujer, sus hermanas y sus hijas la-
mentar su muerte, imaginaba esos mismos ritos celebrados y
esos mismos cantos interpretados en la muerte de uno de mis
parientes, e incluso en mi propia muerte... Cuando e1 hermano
del difunto entraba en la habitacion, las mujeres ... empezaba
a cantar un lamento que hacia referenda a la vio1enta separa-
ci6n de dos hermanos mientras ambos se hallaban colgados
de las ramas de un arbol arrastrado por un furioso torrente.
Pense entonces en mi propio hermano, y llore, La distancia
entre el Uno mismo y el Utro se habia hecho realmente pe-
quefia.
J
3. L. DANFORm, The Death Rituals in Rural Greece, Princeton,
Nueva Jersey, 1982, pags. 5-7. Para similares quejas modernas 0 pos-
modernas sobre la antropologfa de la mucrte, surgida de una expe-
riencia personal, la muerte accidental de su propia esposa, vease
R. ROSALOO, Grief and a Headhunter's Rage: On the Cultural Force
of Emotions, en E. BRUNNER (ed.). Text, Play and Story, 1983, Pro-
ceedings of the American Ethnological Society, Washington DC, 1984,
178-195. En la mayor parte de los estudios antropologicos
sobre la muerte, los analistas simplemente eliminan las ernociones,
.f
': asumiendo el punto de vista del observador mas distanciado. Su
, postula iguala asimismo 10 ritual can 10 obligatorio, ignora la rela-
ci6n entre ritual y vida cotidiana, y confunde el proceso ritual can el
proceso luctuoso. La regla general... parece ser la de adecentar las
cosas cuanto sea posible, enjugando las lagrimas e ignorando los la-
mentes (pag. 189).
Hay, por supuesto, grandes diferencias entre estas dos
1 puestas en escena y autoubicaciones: una sigue el modelo
\ de la novela realista (Trollope en los Mares del Sur), mien-
f tras la otra sigue el modelo filos6fico-meditativo (Heideg-
ger en Grecia); una muestra una preocupaci6n cientffica
'1\, P" insuficiencia de la distancia, mientras la otra exhi-
"', be una preocupaoion humanista por la insuficiencia del
.'.-compromiso. Expansividad ret6rica en 1936, sinceridad re-
I' t6rica en 1982. Pero las similitudes son aun mayores, to-
f das ellas derivadas de un tapas comun -el delicado pero
I fructifero establecimiento de una sensibilidad familiar, se-
, mejante a la nuestra, en un lugar intrigante pero extrafio,
, en modo alguno similar al nuestro. El drama de la llegada
t de Firth a su territorio termina con un encuentro, casi
una audiencia real, con un jefe. Tras ello, uno sabe que
J
i
t
:t
EL ANTROPOLOGO COMO AUTOR 24
mus-kritik y el anticolonialismo, Danforth parece mas
preocupado por no devorar a las gentes que estudia que
por ser devorado por ellas, aunque para el el problema
es y seguira siendo epistemologico, Cito, con bastantes elip- I
sis, un fragmento de su introducci6n, titulada Self and i
Other.: t
.
La antropologfa, inevitablemente, implica un encuentro con
el Otro. Con excesiva frecuencia, sin embargo, la distancia et-
nografica que separa allector de los textos antropol6gicos y al
antropologo mismo del Otro, se mantiene de manera rlgida, y
aun se la exagera de forma artificial. .. En muchos casos, este
distanciamiento conduce a una focalizaci6n exclusiva del Otro
,omoalgoppmitivo, curioso y ex6tico. La brecha entre el fa-
miliar cnosotros.y -er ex6tica ellos es un obstaculo funda-
mental para la comprension significativa del Otro, obstaculo
que s610 puede superarse mediante algun tipo de participacion
en el mundo del Otro.
El mantenimiento de esta distancia etnografica ha dado
como resultado... la parroquializaci6n 0 la folclorizacion de la
investigaci6n antropol6gica sobre 1a muerte. En vez de abordar
el significado universal de la muerte, los antropologos la han
trivializado con frecuencia, interesandose sobre todo por las
practicas rituales ex6ticas, curiosas, y a veces violentas que
acompaiian a la muerte en muchas sociedades... Si, no obstan-
te, resultara posible reducir 1a distancia entre el antropologo
y el Otro, superar la brecha entre nosotros y cellos, podrta
cu1minarse la meta de una antropologia verdaderamente hu-
manista... [E1] deseo de superar la distancia entre el Uno
mismo y el Otro que urgi6 [mil adopci6n de este [tipo de en-
foque] surge de mi propia experiencia de campo. Cada vez que
observaba los rituales funerarios en -la Grecia rural, tomaba
aguda conciencia de la parad6jica y simultanea distancia y
cercanfa, otredad y mismidad....,A mis ojos, los lamentos fune-
rarios, la ropa de luto y los ritos de inhumaci6n eran ex6ticos.
Y sin embargo... era consciente en todos los casos de que no
solamente los Otros mueren. Era consciente de que mis amigos
y familiares tienen que morir, que yo morire, que la muerte
llega para todos, propios y extraiios por igual.
En el curso de mi trabajo de campo, estos exoticos aca-
baron adquiriendo sentido, e incluso se me presentaron como
atractivas altemativas a la experiencia de la muerte tal como yo
la habfa conocido. Mientras me hallaba sentado al lado del
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26 EL ANTROPOLOGO COMO AUTOR
se producira un entendimiento mutuo, y todo ira bien.
Las obsesivas reflexiones de Danforth sabre la Otredad
terminan con su especularizacion funeraria, mas llena de
fantasia que de empatia. Tras ello, uno sabe que la brecha
quedara superada, que la comuni6n esta al alcance de la
mano(Los etn6grafos necesitan convencernos (como estos
dos hacen de manera efectiva) no s610 de que verdadera
.' I ment; han estado alli, sino de que (c?mo tambien ha
;i" cen estos, aunque de manera menos evidente), de haber
f estado nosotros aIli, hubieramos visto 10 que ellos vieron,
I sentido 10 que ellos sintieron, concluido 10 que ellos con
I cluyeron.)
No todos los etn6grafos, ni siquiera la mayor parte de
ellos, empiezan cogiendo por los cuernos el dilema de la fir
ma de manera tan enfatica como hacen estes. La mayor
parte se mantienen mas bien a raya, bien sea comenzando
con una amplia y no siempre suficiente (dado 10 que sigue)
descripci6n detallada acerca del entorno natural, la pobla
cion, y cosas similares, 0 con amplias disquisiciones teori
:[
cas a las que luego no se hace mucha referencia. La repre
',j
sentaci6n explicita de la presencia autorial tiende a quedar
relegada, del mismo modo que otras cuestiones embarazo
, :!
sas. al prefacio, las notas 0 los apendices,
Pero el tema acaba siempre por aparecer, aunque se re
chace 0 se disfrace. EI viajero del Africa occidental --es
cribe Meyer Fortes en la primera pagina de su estudio so
bre los tallensi (quiza la mas plenamente objetivizada de
todas las grandes monografias etnograficas, cuya escritura
1
;1 ESTAR ALL1 27
f ; Mississippi -dice William Ferris al comienzo de su libra
t
f
Blues from the Delta, publicado hace pocos afios, sobre los
musicos negros del sur rural-. Hileras de algod6n y soja,
de muchas millas de longitud, se extienden a partir de sus
calles y rodean las ciudades que de cuando en cuando se
encuentran, con nombres tales como Lula, Alligator, Pan
ther Burn, Nitta Yuma, Anguilla, Arcola y Onward." Esta
"bien claro (aunque no se sepa que Ferris es nativo del Del
ta) quien es el qu,e ha estado recorriendo la citada auto
pista. '
Meterse en su propio texto (es decir, entrar represen
I tacionalmente en el texto) puede resultar tan dificil para
';"165 'etnografos como meterse en el interior de una cultura
'" . (es decir, entrar imaginariamente en-una cultura). Para al
t,-gunos puede resultar incluso mucho mas dificil (Gregory
t. Bateson, cuyo excentrico clasico Naven parece consistir
; principalmente en una serie de falsos comienzos y conti
f nuos replanteamientos -preambulo tras preambulo, epi
r logo tras epilogo- es quien viene inmediatamente a la
I cabeza). Pero, de un modo u otro, aunque sea de manera
irreflexiva y con todo tipo de recelos sobre su pertinencia,
f todos los etn6grafos acaban haciendolo, Puede que haya
t muchos libros romos e indigestos en antropologia, pero
pocos de ellos, si es que hay alguno, pueden considerarse
murmullos an6nimos. .
La otra cuesti6n
viene a ser como una especie de texto legal escrito por un Joriza, 0 elproblemadlscursivo, como, antes 10 he llama
botanicoj-i- que penetra en esta region desde el sur queda t
i
do)j-epplantea tambien de manera general en lQue es uri,
"
impresionado por el contraste con la franja boscosa. Segun .. yen el ensayode Roland Barthesjen
sus gustos se sentira complacido 0 desanimado, tras la ma- mi opini6n bastante mas sutil) Escritores y escribientess.j
siva y gigantesca lobreguez de la selva virgen.s" No cabe 1
publicado casi .una decada antes.
6
' -. , .'
duda de quien puede ser ese viajero de cuya ambivalen- J
cia se nos habla, y que aparece embozado en una nota a pie I
de pagina. La autopista 61 atraviesa doscientas millas de J
'i,
'.
Foucault situa lacuesti6n en terminos de una distinci6n
5. W. FERRIs, Blues from the Delta, Garden City, Nueva York,
1979; pag. I.
ricas tierras negras conocidas con el nombre de Delta del
I Hi
6. R. BARTHES, Authors and Writers. en S. Sontag (ed.), A Bar
thes Reader, Nueva York, 1982, pags. 185-193 (trad. cast.: Escritcres
ill
4. M. FORTES, The Dynamics of Clanship Among the Tallensi, Lon
i'I'!1 '
I
escribientes, en La cuesti6n de los intelectuales, Buenos Aires, Ro
l:i dres, 1967. &;,.uQlfo Alonso Ed., 1969).
II
1('
llill
28 EL ANTROPOLOGO COMO AUTOR
entre aquellos autores (la mayor parte) a quienes pueddl
atribuirse legitimamente la producci6n de un texto, un
bro 0 una obra, y aquellas otras figuras de mayor alcance,
que son autores... de mucho mas que un libro: autores :.
de ... una teorfa, una tradici6n 0 una disciplina en' la que'
otros libros yautores encuentran a su vez lugar (pag, 153). '
Y hace a continuaci6n toda una serie de cuestionables aser-:
tos a este respecto: que sus ejemplos de los siglos XIX YXX
(Marx, Freud, etc.) son tan radicalmente distintos de los ';
ejemplos anteriores (Arist6teles, san Agustin, etc.) que no :
pueden compararse con ellos; que tal cosa no ocurre en la!
ficci6n; y que Galileo, Newton, 0, aunque el no 10 menciona '
, (tal vez por prudencia), Einstein, no son ejernplos adecua-]
'dos. Aunque es mas que evidente que los fundadores de r
./."' ..discursividad, como el los llama, los autores que han
// ducido no s610 sus propias obras, sino que al producirIasj
/' han producido algo distinto: la posibilidad y las reglas de!
formaci6n de otros textos, son cruciales, no s610 para el;
desarrollo de disciplinas intelectuales, sino para Ia natura-'
leza misma de dichas disciplinas. freud no es s610 el au-t
tor de La. interpretacion de los sueiios, 0 El chiste y su
lacion con 10 inconsciente; Marx no es solo el autor de Elt
/ maniiiesto comunista 0 El capt. 'tal:
:./ ilimitada posibilidad discursiva (pag, 154). ..' T,
. <, Tal vez s610 parece ilimitada: pero sabemos 10 que con.
ello quiere decir. aborda esta misma cuestion dis- t
tinguiendo entre atltor y escritor? (y, en otro lugar, en-'
tre obra, que es 10 que un autor produce, y texto, quet'
es 10 que el escritor hacej.! Elautor, dice, .ejecuta una fun-.
. .. - .
7. En realidad, la distincion que establece Barthes es entre ecri-'
vainss i eCriVantSlO. El traductor castellano de la edicion argentina!.
citada en la nota anterior traducia tal disyunci6n como escritoreslO.
Y, aunque tal vez fuera I?as justo tra?ucir el segundo Ii,
tenmI?o escrtbanos, aSI clencal que Barthes::
le atribufa, Para mantener el juego terrninologico, tal como Geertz t
10 desarrolla en su argumentacion, se ha preferido, no obstante, tra-i'
ducir directamente del texto Ingles, convirtiendo el escritor de..:......
Barthes en autor, tal como quiso la traducci6n inglesa del farnoso ]
articulo barthesiano, y tal como Geertz 10 usa. [T.] . .', .',
8. R. BARTHES, Prom Work to textII , en HARARI (ed.), Textual"
Strategies, pags, 73-82 (trad. cast.: De la obra al texto, en 1 su-:
surra del lenguaie, Barcelona, Paid6s, 1987). . . f:
;
t
ESTAR ALL! 29
cion: el escritor, una actividad. El autor tiene una cierta
fund6n sacerdotal (10 compara con el hechicero de Mauss);
el escritor tiene que ver con el clerigo medieval. Para el
autor, escribir es un verba intransitivo: es alguien que
transforma de manera radical el par que de las cosas en
un como escribir. Para el escritor, en cambio, escrlbir
es un verbo transitivo: escribe alga. Plantea una meta
(para evidenciar, explicar, instruir) para la que el lenguaje
es s610 un medio; lenguaje sostiene una praxis,
no la constituye... 10 restituye a su naturaleza deJnstru
mento de comunicaci6n, de vehiculo del "pensarnientov.s"
'Todo esto puede recordar un tanto a aquella profesora
de escritura creativa que aparece en Pictures from an
Institution, de Randall Jarrell, la cual dividfa a todo el
mundo en autores y gente, y mientras que los autores
eran gente, la gente no eran autores. Pero en el campo de
la antropologia, resulta dificil negar el hecho de que deter
minados individuos, comoquiera que se les llame, estable
cen los terminos discursivos en cuyo marco otros poste
riormente se mueven, durante un tiempo, al menos, y siem
pre a su propio aire. EI conjunto de 10 aqui tratado apa
rece diferenciado, cuando se examina por encima de las
etiquetas acadernicas convencionales, en terminos simila
res. Boas, Benedict, Malinowski, Radcliffe-Brown, Mur
dock, Evans-Pritchard, Griaule y Levi-Strauss, por no alar-
gar demasiado la lista, y hacerla a la vez preterita y va
riada, remiten no s610 a obras concretas y particulares (El
hombre y la cultura, Social Structure, 0 El pensamiento
salvaje), sino a tOdo. antropo!6gico .de ver las
cosas: recortan el paisaje intelectual y diferencian el cam
.. d 1 'd' E 1 ,.
po e sta es a razon de .que a des
cartar rapldamente sus nombrcs de pila y a adjetivizar sus
apellidos: tenemos asf la antropologia boasiana, griaulia
na 0, por citar el sard6nico adjetivo inventado por Talcott
p ( .
arsons a su especie auteur a 10 Barthes, en .el
campo de Ia soclologia), y que siernpre me ha hecho gracia,
una antropologia benedictina.
Esta distinci6n entre autores y escritores 0 en la
-. ' '
9. R. BARTHES, Authors and Writersll, cit., pag. 187-189.
11,
31
30 EL ANTROPdLOGO COMO AUTOR
versi6n foucaultiana, entre fundadores de discursividad y
productores de textos concretos, carece como tal de valor
intrinseco. Muchos de los que escriben en el marco de
. tradiciones que otros han autorizado pueden llegar a
sobrepasar ampliamente a sus modelos. Firth, y no Mali
nowski, es probablemente nuestro mejor malinowskiano.
;.. Fortes eclipsa de tal manera a Radcliffe-Brown que Ilega
mos a preguntarnos c6mo pudo haber tornado a este como
maestro. Kroeber realiz6 10 que en Boas no era mas que
',. ;
una promesa. Tampoco se le hace justicia al fenorneno en
la mas bien facil noci6n de escuela, que suena un poco
a formaci6n de grupos que nadan juntos a la zaga de un
pez-guia, antes que 10 que realmente es, una cuesti6n de
generos, el impulso que lleva a explotar nuevas posibilida
des de representaci6n recien reveladas. Mucho menos se
<,',
trata, por ultimo, de un duelo entre tipos puros y absolu
! I,,'
tos. en realidad, termina Escritores y escribien
tes hablando de que la figura literaria caracteristica de
nuestro tiempo es un tipo bastardo, el autor-escritor: el
intelectual profesional capturado entre el deseo de crear
una seductora estructura verbal, para ingresar en 10 que
el llama el teatro de la lengua, y el deseo de comunicar
hechos e ideas: de mercadear informacion; y coquetea con
tinuamente con un deseo y otro. Pase 10 que pase con el
discurso propiamente lettre y con el especificamente cien
tffico, que parecen inclinarse de manera mas 0 menos de
finitiva hacia el lenguaje como praxis 0 el lenguaje como
medio, el discurso antropol6gico sigue siendo un discurso
oscilante, hibrido, entre ambos. La incertidumbre que se
, manifiesta en terminos de firma sobre hasta que punto y
de que manera invadir el propio texto se manifiesta en ter
. minos de discurso sobre hasta que punto y de que manera
ESTAR ALLt
res de discursividad, estudiosos que al mismo tiempo han
firmadoisus obras con cierta determinacion y construido
'teatros del lenguaje en los que toda una serie de otros, de
manera mas 0 menos convincente, han actuado, actuan
aun, y sin duda alguna seguiran actuando durante algun
tiempo.
Tratare a cada uno de estos exponentes de manera dis
1 tinta, no s610 porque son distintos -el mandarin parisino,
....... profesor de Oxford, el polaco errante y la intelectual neo 1.
yorquina-, sino porque quiero explayarme sobre diversos
. temas a partir de ellos. Levi-Strauss, a quien analizare en
primer lugar, aunque es el mas reciente, el mas esquinado,
.: y, en terminos Iiterarios, el mas radical de los cuatro, in
1
1 troduce en materia con rapidez, si uno
concentra, como yo hare, en esa especie de Iibro-casuario
..que .es Tristes tropicos. El extremadamente tex
I
;
: tualiste de esta obra, que situa en todo momento 10 lite
,
......
....
rario en primer plano, haciendose eco sin cesar de muy
diversos generos, y resultando imposible de clasificar en
ninguna categoria concreta que no sea -Ia suya propia, 10
f
'.
...
.,
convierte probablemente en el texto antropologico mas
enfaticamente autorreferencial que existe, un texto que
reduce sin el menor rebozo el por que de las cosas al
como escribir, Por otro lado, al igual que en las restan->
tes obras de Levi-Strauss, su relacion con la realidad cul
tural (cualquiera que sea) es oblicua, distante y comple
jamente tensa, una aproximaci6n aparente que es en rea
lidad una toma de distancia, hasta el punta de poner util
mente en tela de juicio las concepciones establecidas sobre
la naturaleza de la etnograffa. Levi-Strauss tiene cierta
mente un modo muy personal de estar alli. A pesar de 10
que los antropologos puedan pensar de Tristes tropicos:
J componerlo imaginativamente. .
es un hermoso cuento, una visi6n reveladora, 0 un
. nuevo ejemplo de equivoco frances-s-, pocos son los que
'j.
'J
v de leerlo sin haberse sentido como minima un poco
"
t J J
o \. Dicho todo esto, quiero tomar como ejemplos cuatro lsacudidos. . .'
':""'/ figuras distintas -Claude Levi-Strauss, Edward Evan Evans-Pntchard es, por supuesto. hanna de costal:
u
Evans-Pritchard, Branislaw Malinowski y Ruth Benedict- , un. autor para el que ,-dado su seguro, directo yar
quienes, a pesar de cuanto de ellos pueda decirse, son cier- ,', un oximoron como cegadora
tamente autores en el sentido intransitive de fundado-. :" claridad parece hecho a medida. Un aventurero-etnografo,
'"
32 BL ANTRoroLOGO COMO AUTOR
que se mueve a sus anchas por el mundo del imperialismo
colonial, a la vez como observador y como actor, y cuya
misi6n parece ser poner al desnudo, hacer claramente vi
sible, como las ramas de un arbol 0 un redil de ganado, la
, sociedad tribal; sus libros, simples fotos de 10 que descri
ben, bocetos tornados al natural. Que estos supuestos mo
delos de 10 que G. Marcus y Dick Cushman, en su repaso r
de los recientes experimentos sobre escritura antropolo- '!
gica, llaman realismo etnografico, hayan venido a con-
vertirse en los mas desconcertantes textos de toda la an- ,
tropologfa -leiclos y discutidos una y otra vez y de variados i
modos, considerados ya como ciencia estricta 0 como gran
arte, exaltados como mode1os clasicos 0 como experimen- "
tos heterodoxos, citados por fiI6sofos 0 celebrados por ,
ecologistas-, no hace sino sugerir que, bajo su aspectof'
digno y decoroso, resultan tan taimados como los textos
Levi-Strauss, y casi tan instructivos." Los objetos s61idos l';,'
que se diluyen bajo una mirada fija resultan ser no menos
fascinantes que aquellos otros de caracter formalmente fan- .....
tasmal, y quiza no menos turbadores. .
En el caso de Malinowski, mi interes versara no tanto. ','
ep e1 hombre como tal, sobre e1 que mucho se ha escrito _t
t
ya, como sobre 10 que forj6. cAutor. barthesiano de la
observaci6n participante, del no s610 estuve alli, sino que t
fui uno de ellos, y hable con su VOZlt como estilo de tradi-
ci6n etnografica (aunque no file ciertamente el primero r
en practicarla, del mismo modo que Joyce no fue e1 pri- r
mere en utilizar la corriente de conciencia, ni Cervantes
en recrear la picaresca), hizo de la etnograffa una curiosa. . .
materia interior, una cuesti6n de autoprueba y autotrans- t.', (" Elestar aUI. autorial, palpable en la pagina escrita,
formaci6n, y de su escritura una forma de autorreve1aci6n. '. 'resulta en cualquier caso una triquiiiuela tan diffcil de
,:
La quiebra .la. (y "'J',.,.. ( hacer aflorar como el haber estado allf personalmente,
contoda su externa fanfarronena, empez6 practicando que al fin y al cabo s610 requiere poco mas que un billete
ESTAR ALL1 33
remedios, mas 0 menos descsperados. La meditabunda
nota de la Introducclon antes citada de Loring Danforth
(lquien soy yo para decir estas cosas?, icon que derecho?, CJ
icon que fin? y, lc6mo demonios puedo arreglarrnelas para
decfrselo con honestidad?) tiene hoy amplias resonancias,
bajo variadas formas y con diversa intensidad. Hacer etno- E?
graffa desde el punta de vista del native era para Ma- g
linowski dramatizar sus propias esperanzas de autotras- g.
cendencia; para muchos de sus mas fieles descendientes,
dramatizar sus miedos de autoengaiio.
Finalmente, en los esquernaticos retratos y sumarias
evaluaciones de Ruth Benedict, emerge con peculiar clari
dad otro aspecto del caracter reflexivo, tipo lD6nde estan
ellos?, lD6nde estoy yo?, de la antropologia: el modo
en que se escribe acerca de otras sociedades resulta ser
siempre una especie de comentario es6pico sobre la propia
sociedad. Para un americano, recapitular a los zufii, los
kwakiutl, los dobu 0 los japoneses como una sola pieza,
equivale a recapitular a los americanos como una sola pie
za, al mismo tiempo; hacerlos tan provincianos, ex6ticos,
c6micos y arbitrarios, como puedan serlo los hechiceros y
los samurais. EI famoso relativismo de Benedict era me
nos una postura fiIos6fica, sistematicamente defendida, 0
incluso coherentemente mantenida, que el producto de una
forma particular de describir a los otros, un tipo de des
cripci6n en el que las rarezas distantes servian para cues
tionar los presupuestos pr6ximos y familiares.
sigo mismo -como podemos ver ahora en su postumamen
te publicado Diario-, ha dado lugar hoy a una quiebra en
la seguridad expositiva y provocado toda una oleada de
10 G MARCUS Y D. CUSHMAN, c Ethnographi es as Tex sa, en B t . SIE
GEL (ed.) Annual Review of Anthropology vol. II Palo Alto. Cali
fornia, 1982, pligs. 25-69. "
de viajeypermiso para aterrizar; capacidad para soportar
. uiia'Cierta dosisde soledad, de invasi6n del ambito pri
t vado y de incomodidad ffsica: un estado de animo relaja-
J do para hacer. frente a raras excrece?cias e inexp.licables
fiebres; capacidad para soportar a pie firme los insultos
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. r artisticos, y una cierta paciencia para soportar una inter
minable busqueda de agujas en infinitos pajares. El modo ..,.,.'
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34 EL ANTROP6LOGO COMO AUTOR
de estar allf autorial se vuelve cada vez mas dificil. La ven
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taja de desplazar al menos parte de nuestra atencion desde
la fascinaci6n del trabajo de campo, que durante tanto
tiempo nos ha mantenido esclavos, hacia la escritura, esta
no s610 en que tal dificultad podra entenderse mas facil- [
mente, sino tarnbien en que de este modo aprenderemos a
leer de un modo mas agudo. Ciento quince aiios (si fecha
mos el inicio de nuestra profesion, como suele hacerse, a
partir de Tylor) de prosa aseverativa e inocencia literaria
son ya suficientes,
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2
EL MUNDO EN UN TEXTO
Como leer cTrlstes troplcos
El advenimiento del estructuralismo (eadvenimiento
. es la palabra adecuada; apareci6 de repente, insospechada
mente anunciado por una improbable presencia) ha conse
guido alterar mas la autopercepci6n de la antropologia que
la percepci6n de su propia tematica. Cualquiera que pueda
ser el futuro de la circulacion del intercambio de mujeres,
de los mitemas, la raz6n binaria, 0 la ciencia de 10 concreto,
el sentido de importancia intelectual que el estructuralis
mo aport6 a la antropologia, y mas especialmente a la et
nografia --en la que Levi-Strauss declare en cierta ocasi6n
haber encontrado nada menos que el principio de toda
investigacions-c-- tardara mucho en desaparecer. La disci- ./
. plina habia logrado ir abriendose camino, por uno y otro
" lado, en el campo mas amplio de la cultura: Eliot ley6 a
Frazer; Engels ley6 a Morgan; Freud, vaya, ley6 a Atkinson;
yen Estados Unidos al menos, casi todo el mundo ha Ieido
a Margaret Mead. Pero nada semejante a una invasion ge
neral de todos los campos vecinos (literatura, filosoffa, teo
logfa, historia, politica, psiquiatria, lingliistica, y hasta al
gunas partes de la biologia y la matematica) se habfa pro
ducido hasta entonces, Tan precipitado desplazamiento
desde los margenes hasta el centro mismo de las cosas ha
hecho volverse a cabezas mas prestigiosas que las nuestras,
y los efectos -a pesar de mi ironia, no del todo inadecua
'da-:- seguiran con nosotros, de manera mas 0 menos per
. manente.