¡Que Pase El Aserrador..!
¡Que Pase El Aserrador..!
¡Que Pase El Aserrador..!
un hombre que estaba sentado en la orilla opuesta a la que llevbamos nosotros. Fue grande
nuestra alegra al verlo, pues bamos casi muertos de hambre y era seguro que l nos dara de
comer.
Compadre, le grit, cmo se llama esto aqu? La mina de Nus est muy lejos?
Aqu es; yo soy el encargado de la tarabita para el paso, pero tengo orden de no pasar a
nadie, porque no se necesitan peones. Lo nico que hace falta son aserradores. No vacil un
momento en replicar: Ya lo saba, y por eso he venido: yo soy aserrador; eche la oroya para
este lado.
Y el otro?, pregunt, sealando a mi compaero. El grandsimo majadero tampoco vacil en
contestar rpidamente:
Yo no s de eso; apenas soy pen.
No me dio tiempo de aleccionarlo; de decirle que nos importaba comer a todo trance, aunque al
da siguiente nos despacharan como perros vagos; de mostrarle los peligros de muerte si
continuaba vagando a la aventura, porque estaban lejos los caseros, o el peligro de la diana
de palos si lograba salir a algn pueblo antes de un mes. Nada; no me dio tiempo ni para
guiarle el ojo, pues repiti su afirmacin sin que le volvieran a hacer la pregunta.
No hubo remedio, y el encargado de manejar la tarabita ech el cajn para este lado del ro,
despus de gritar: Que pase el aserrador! Me desped del pobre indio y pas. Diez minutos
despus estaba yo en presencia del Conde, con el cual tuvo este dilogo: Cunto gana
usted? A cmo pagan aqu? Yo tena dos magnficos aserradores, pero hace quince
das muri uno de ellos; les pagaba a ocho reales. Pues, seor Conde, yo no trabajo a
menos de doce reales; a eso me han pagado en todas las empresas en donde he estado y,
adems, este clima es muy malo; aqu le da fiebre hasta a la quinina y a la zarpoleta.
Bueno, maestro; el mono come chumbimba en tiempo de necesidad; qudese y le
pagaremos los doce reales. Vyase a los cuarteles de peones a que le den de comer y el lunes
empieza trabajos. Bendito sea Dios! Me iban a dar de comer; era sbado, al da siguiente
tambin comera de balde. Y yo, que para poder hablar tena que recostarme a la pared, pues
me iba de espaldas por la debilidad en que estaba! Entr a la cocina y me com hasta las
cscaras de pltano. Me tragaba las yucas con pabilo y todo. Se me escaparon las ollas
untadas de manteca, porque eran de fierro! El perro de la cocina me vea con extraeza, como
pensando: Caramba con el maestro! si se queda ocho das aqu, nos vamos a morir de
hambre el gato y yo! A las siete de la noche me fui para la casa del Conde, el cual viva con su
mujer y dos hijos pequeos. Los que tena!
Un pen me dio tabaco y me prest un tiple.
Llegu echando humo y cantando la guabina. La pobre seora que viva ms aburrida que un
mico recin cogido, se alegr con mi canto y me suplic que me sentara en el corredor para
que la entretuviera a ella y a sus nios esa noche. Aqu es el tiro, Simn, dije para mis
adentros; vamos a ganarnos esta gente por si no resulta el aserro. Y les cant todas las trovas
que saba. Porque, eso s: yo no conoca serruchos, tableros y troceros, pero en cantos bravos
s era veterano.Total, que la seora qued encantada y me dijo que fuera al da siguiente, por la
maana, para que le divirtiera los muchachos, pues no saba qu hacer con ellos los domingos.
Y me dio jamn y galletas y jalea de guayaba! Al otro da estaba este ilustre aserrador con los
muchachos del seor Conde, bandose en el ro, comiendo ciruelas pasas y bendito sea Dios
y el que exprimi las uvas, bebiendo vino tinto de las mejores marcas europeas! Lleg el lunes,
y los muchachos no quisieron que el aserrador fuera a trabajar, porque les haba prometido
reales, de los doce que yo gano. Fmese, pues, este tabaquito (y le ofrec uno), y
explqueme cmo se maneja este mastodonte de serrucho. Como le habl en plata y l ya
conoca mis influencias en la casa de los patrones, acept mi propuesta y empez la clase de
aserro. Que el cuerpo se pona as, cuando uno estaba arriba; y de esta manera cuando
estaba abajo; que para evitar las molestias del aserrn se tapaban las narices con un pauelo...
cuatro pamplinadas que yo aprend en media hora. Y dur un ao trabajando en la mina como
aserrador principal, con doce reales diarios, cuando los peones apenas ganaban cuatro. Y la
casa que tengo en Sopetrn la compr con plata que traje de all. Y los quince bueyes que
tengo aqu, marcados con un serrucho, del aserro salieron... Y el hijo mo, que ya me ayuda
mucho en la arriera, es tambin hijo de la sirvienta del Conde y ahijado de la Condesa...
Cuando termin Simn su relato, solt una bocanada de humo, clav en el techo la mirada y
aadi despus: Y aquel pobre indio de Boyac se muri de hambre... sin llegar a ser
aserrador!...