ISSN 2011-9763
$10.000 pesos
Pdc· 05|1
Hace poco unos chicos de la Universidad Icesi se unieron para montar un laboratorio creativo que, entre otras cosas, se propone movilizar información de eventos artísticos, académicos y de interés social programados en la agenda cultural de
la ciudad. Se identiican como Teléfono Roto, nombre que parece revelar uno de
los males que conducen a la muerte de muchos de los proyectos culturales de una
ciudad que sabe hacerlos pero que no sabe promoverlos. El desconocimiento de la
actividad cultural y editorial de la ciudad da cuenta de las diicultades a las que se
enfrentan este tipo de proyectos. Entreparéntesis, el cine foro Teorema y papel
de colgadura son testigos de esto. Por eso, para el lanzamiento de este volumen,
invitamos a varias personas que participan en diferentes proyectos editoriales, a
que nos cuenten un poco sobre la experiencia de publicar “sin ánimo de lucro”.
Queremos darle las gracias a Harold Kremer (Ekuóreo), Fernando Cardona y Víctor H. Gonzales (SUB Editorial), Sol Colmenares (Juana Ficción) y Alvaro Vélez
(Robot & Cuadernos Gran Jefe) por aceptar nuestra invitación. De manera especial
agradecemos a Fernando y Víctor (los chicos de SUB Editorial) por su apoyo, buena
disposición y colaboración. Gracias a ellos logramos ponernos en contacto con muchas de las personas que publican actualmente en la ciudad y organizar la muestra
de fanzines caleños. Agradecemos también a Oscar Meisto, quien desde Bogotá
se ha esforzado por darle un espacio a los fanzines y a comunicar imagen desde
su labor como grafitero, por aceptar nuestra invitación a participar en la revista y
diseñar la sección Apuntes para una guía no oicial de Cali.
No queremos dejar pasar la oportunidad para invitarlos a participar en nuestra
revista. Nos interesa seguir consolidando la “guía no oicial”. Esta guía no necesariamente pasa por partes sórdidas y exóticas de Cali, se trata más bien de hacer una
cartografía de sitios interesantes que no se ubican en el mapa de los lugares comunes de la ciudad. Esperamos que esta invitación siga generando comentarios,
ideas y propuestas que nos ayuden a conocer las caras no oiciales de Cali. Quedamos atentos a sus relexiones y registros.
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Universidad Icesi
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Calle 18 No. 122 – 35
Cali – Colombia
Papel de colgadura es una publicación de la Universidad Icesi de Cali. Los artículos contenidos en la revista son responsabilidad exclusiva de los autores y no
necesariamente relejan la opinión de las directivas de la revista o de la Universidad.
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vademécum gráico y cultural
Universidad Icesi
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Rector: Francisco Piedrahita Plata
Decano Facultad Derecho y Ciencias Sociales:
Lelio Fernández
Director Académico
Its so moving
Francia Helena Márquez
Listos pal duelo
Viviam Unás
6
10
José Hernando Bahamón Lozano
Secretaria General
Maria Cristina Navia Klemperer
Cuarta edición, octubre de 2010
©Derechos Reservados
Reseña fotografía y sociedad
Felipe Van der Huck
Alerta de terremoto de Tim Keppel
Harold Kremer
14
18
Dirigida por
Margarita Cuéllar Barona
Inge Helena Valencia Peña
Diseño y diagramación
Juliana Jaramillo Buenaventura
Carlos Dussan Gómez
Natalia Ayala Pacini
Memorias del olvido /DOXA
Natalia López
San Cipriano, Río bonito, río que río y río
Violeta Guevara
28
70
Comité Editorial
Jerónimo Botero - Andrés Felipe Castelar
Gustavo Collazos - Hoover Delgado
Joan Manuel Galindo - Natalia Herrera
Joaquín Llorca - Ana Marisol Ortegón
Diego Pombo - Juan Manuel Salamanca
Viviám Unás - Felipe Vanderhuck
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Cali, Colombia
ISSN 2011-9763
La universidad invisible
Daniel Bolivar
Tan temprano
David Muñoz
112
120
34
Viviendo el rock
Isabel Mancera y Alejandra Erazo
Marginalia
40
Mauro Guerrero Caicedo
y Juan Carlos Penagos Trujillo
52
1 Década de fanzines y publicaciones independientes en Cali
59
Fernando Cardona Hansen
De la representación a la imaginación: visiones de la
sucursal del cielo
John Henry Ordoñez y Adriana Castellanos
62
Guía Gastronómica
20
La Balada de las Jorobadas
90
5 Relatos de Nicolás Buenaventura
98
La caída de Katrina
103
Imagen y territorio
107
Patrimonio es lo que tenemos, no lo que nos queda.
114
Tacones no tan lejanos
123
2011 año de la afrodescencencia?
128
El libro borrado (fragmento)
135
Entrevista a Hugo Candelario González
Mauro, David, Joaquín
Tim Keppel
Nicolás Buenaventura
Jose Kattan
Alberto Ayala
Erick Abdel Figueroa
Melissa Saavedra Gil
Varios
Hoover Delgado
Federico Galviz
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It's so
moving!
O Francia Elena Márquez
Por
It's so moving! ¡Esto es muy conmovedor!,
repitió Angela Davis durante su visita a La Toma
Pdc· 05|7
En medio de la alegría en el corazón de
quienes esperaban y quienes llegábamos a La
Toma con Angela Davis y Gina Dent, empezó
el recibimiento de estas dos mujeres que
generosamente aceptaron la invitación de
Francia Márquez (miembro del Proceso de
Comunidades Negras (PCN) y Vicepresidenta
del Consejo Comunitario de La Toma), para
conocer nuestros territorios ancestrales y
compartir experiencias de lucha. Francia
invitó a Angela cuando la conoció en Estados
Unidos, en el marco del trabajo de cabildeo
internacional que realiza el PCN como apuesta
política por las defensa de los derechos humanos
en Colombia, desde la perspectiva de los
derechos de los pueblos afrocolombianos y
en articulación con otros sectores sociales
como indígenas, sindicalistas, campesinos,
estudiantes y ambientalistas.
Desde la salida de Cali hacia el corregimiento
de La Toma (ubicado en el municipio de Suárez,
al norte del Cauca) Angela y Gina tuvieron una
actitud de permanente aprendizaje. Mientras
se tomaban fotos del paisaje del pie de monte
y de la cordillera no se cansaron de decir: “It’s
so beautiful!”
En el salón comunal hicimos la presentación
de los asistentes y esperamos la llegada de Doña
Paulina, una mujer anciana y vital, minera de
toda su vida, quién explicó que no se cansará
de defender el río Ovejas, uno de los ríos más
importantes de La Toma. Los pobladores
deienden el río ante un proyecto de la EPSA
que busca desviarlo de curso para aumentar la
capacidad de la represa de la Salvajina, con lo
cual, como dice Doña Paulina: “Moriríamos, ya
que él nos lo da todo”.
Así, se les explicó a Angela y a Gina cómo la
construcción de la represa de la Salvajina fue
un hecho nefasto para la vida de las poblaciones
del Norte del Cauca. Esta represa fue construida
por el estado colombiano en la década del 80 y
nunca se consultó con los pobladores de la zona.
Durante esta conversación se hizo énfasis en que
la represa tuvo consecuencias negativas para la
vida de la gente: el clima cambió y las mejores
tierras para la agricultura, así como aquellas
minas y lugares de “mazamorreo” tradicionales,
quedaron debajo del agua. Quienes se quedaron
de un lado u otro de la represa perdieron toda
posibilidad de comunicación con sus familiares
de la otra orilla debido a la falta de vías de
acceso. Por ello, la construcción también generó
el desplazamiento de alrededor de 300 familias,
muchas de las cuales hoy viven en Cali, en
el Distrito de Aguablanca, en condiciones de
miseria y desolación.
Cuando Angela y Gina se dirigieron a la
comunidad reconocieron desconocer que las
mujeres también hacían minería y el profundo
sentimiento de identiicación y dignidad con
ese pesado trabajo. La minería tradicional
es un aspecto central de la identidad y
pervivencia de muchas de las poblaciones negras
nortecaucanas. Ello permitió discutir alrededor
de la problemática minera del corregimiento de
La Toma y de cómo sus pobladores ancestrales
están siendo amenazados por los intereses de
multinacionales mineras como la Anglo Gold
Ashanti y Cosigo Resort. Le contamos a Angela
y a Gina que desde Ingeominas se han entregado
licencias y permisos a estas multinacionales para
la explotación y exploración minera en nuestro
territorio sin la realización de la Consulta Previa1
y el consentimiento previo libre e informado.
Cuando inalizó la reunión, tanto Angela como
Gina dijeron que iban a apoyar la defensa de los
derechos de las comunidades a permanecer en
sus territorios ancestrales y que adquirían un
compromiso con la comunidad de La Toma.
Destacaron la alegría de la gente en medio de
las situaciones difíciles por las que atraviesan.
Angela fue la primera en gritar “Otra! Otra!” en
el momento de la presentación de los grupos
1 En Mayo de 2011 La Corte Constitucional, mediante
la Sentencia 1045-A, ordenó a Ingeominas suspender
todas las licencias de explotación minera en el corregimiento de La Toma de Suárez (Cauca) hasta tanto
se realice “de manera adecuada” la consulta previa
ordenada en tal decisión. De esta forma, el Alto Tribunal dejó sin efecto la resolución, de abril 30 de 2010,
que ordenó el desalojo de esta comunidad negra que
se dedicaba a la minería artesanal en ese territorio
desde hace 300 años.
Angela Davis en la Toma
musicales y de danzas, en especial cuando un
joven alumno del maestro Gualajo interpretó
la marimba, “el piano de la selva”. Luego, al
ritmo de juga, estas dos mujeres bailaron como
cualquier paisana de la región.
Pero el momento de mayor emoción fue
cuando doña Paulina, antes de poner su huella
digital en un certiicado que se les entregó a
Angela y a Gina, dijo que quería dirigirse a la
comunidad. Empezó preguntando: “¿Dónde
están los líderes?” y después en tono de
autoridad continuó: “…es que todos son líderes.
Ustedes no dejen solos a estos muchachos,
hay que apoyarlos. No nos olviden, nosotros
necesitamos de su ayuda y nosotros también
las ayudamos a ustedes en lo que podamos”.
Ángela y Gina visitaron una de las minas
de La Toma, se metieron a los socavones y
reconocieron lo duro de este trabajo. Angela
reiteró que estaba sorprendida de que las
mujeres de La Toma trabajaran las minas. Nos
dijo que después de la visita podía entender
y sentir el lugar que la minería tradicional
ocupa en nosotros y como hace parte de
nuestra identidad. Dió las gracias a Francia
y al PCN por la invitación, ya que su venida
a La Toma le posibilitó entender muchas de
las problemáticas y situaciones que afrontan
las poblaciones negras del Valle y del Norte
del Cauca.
El día domingo, ya en la Universidad del Valle
y con la coordinación del PCN, tuvimos otro
espacio para compartir experiencias. Angela
y Gina conocieron de voces de compañeras y
compañeros las situaciones de violaciones de
derechos humanos que padecen las poblaciones
negras de Tumaco, Jamundí, Buenos, Aires,
Cali, Buenaventura y la Costa Pacíica Caucana.
En el auditorio 5 de la Universidad del Valle, un
espacio más abierto, las escuchamos. Angela y
Gina nos hablaron sobre la importancia de la
articulación de los procesos sociales e hicieron
énfasis en que las luchas y reivindicaciones
no deben ser planteadas solamente desde el
lugar de lo étnico, sino que necesitamos líderes
y lideresas que puedan entender, asumir y
articular las luchas de los diversos grupos
excluidos de la sociedad.
La última actividad que realizamos fue
el recorrido por el Distrito de Aguablanca.
Llegamos al asentamiento El Valladito, que
impactó a Ángela y a Gina por las condiciones de
pobreza extrema, pero sobre todo por el estado
físico y emocional de muchas de las personas
que habitan este lugar. Ángela nos comentó que
notaba muchas diferencias entre La Toma y el
Distrito. Los que decidimos quedarnos a vivir
en La Toma luchamos por nuestra permanencia
y eso se relejaba en nuestros rostros que se
notaban felices en medio de las diicultades.
Pero en Aguablanca, a mucha gente le ha tocado
vivir de manera obligada por el conlicto y el
desplazamiento. Por eso, aunque La Toma
está lejos de Cali, se ve más cerca de la ciudad,
mientras que el Distrito, aunque está en Cali,
pareciera mucho más lejano.
Aunque con esta visita Angela y Gina sólo
conocieron un rincón de la geografía y de
la situación social colombiana, les pudimos
mostrar las manifestaciones del racismo,
la opresión que existe en Colombia, así
como la presión que afrontamos los pueblos
afrocolombianos sobre nuestros territorios.
Agradecemos de corazón el que Angela Davis y
Gina Dent hayan aceptado nuestra invitación.
Angela Davis es una reconocida luchadora por
la defensa de los derechos de las poblaciones
afrodescendientes. Filosofa y activista afroamericana,
fue expulsada en 1969 de la Universidad de California
debido a sus posturas políticas y a su ailiación al
Partido Comunista de los Estados Unidos. Durante
la década de 1970 se dedicó a la lucha antirracista en
su país y fue miembro de organizaciones reconocidas
como las Panteras Negras. También fue una de
las pioneras en la defensa de los derechos de las
mujeres y desde su posición como mujer negra, fue
pionera en la elaboración de relexiones alrededor
de la articulación entre raza y género. Después de
vivir el racismo en su país y de recibir un doctorado
honorífico de la universidad estatal de Moscú,
regresó a EEUU para desempeñarse como profesora,
nuevamente en la Universidad de California. Desde
allí continuó con su trabajo académico y político que
ha tenido múltiples impactos en el mundo actual.
Angela Davis estuvo en Colombia a inales del 2010
y tuvo la oportunidad de ser invitada por el Proceso
de Comunidades Negras para conocer la situación de
las poblaciones afrodescendientes en el país.
Gina Dent es profesora del Departamento de
Estudios Feministas de la Universidad de California
y directora del Institute for Advanced Feminist
Research. Tiene un trabajo de reflexión profundo
sobre el feminismo negro, el racismo de estado y la
perspectiva de la interseccionalidad, que trata de
articular las luchas sociales desde el diálogo entre el
género, la raza y la clase.
Francia Elena Márquez es vicepresidenta del
Concejo Comunitario del corregimiento de La
Toma, municipio de Suarez (Cauca). Gracias a
su incansable labor como líder y estudiante de
derecho, logró que la Corte Constitucional, a través
de la Sentencia AT 145, reconociera los derechos de
permanencia en el territorio a las poblaciones negras
nortecaucanas y suspendiera los títulos de exploración
y explotación dentro del territorio del concejo
comunitario, adjudicados a particulares vinculados
con multinacionales mineras.
PCN / Proceso de Comunidades Negras es uno
de los procesos organizativos de gente negra más
importantes de Colombia. Creado a comienzos de la
década de 1990, se articuló alrededor de la defensa
de los derechos étnicos, culturales y territoriales de
estas poblaciones. Tiene presencia nacional, tanto en
la región del Pacíico como del Caribe y en los últimos
20 años se ha dedicado a la defensa de los derechos
de las poblaciones afrodescendientes en Colombia.
Miembros del Concejo Comunitario de la Toma, Diplomado “Herramientas para la Autonomía Local”, Universidad Icesi, Universidad del
Cauca, Observatorio de Territorios étnicos de la universidad javeriana.
Para que
su amor sea
periodico de ayer:
1 No se emborrache. No es usted de iar en este momento: no lo es
sobria y no lo será con tragos encima. E incluso, en caso de que sepa
sobrevivir con decencia a una borrachera, recuerde que hay pocas
cosas peores que un guayabo con tusa.
2
Si se emborracha no llame. Hay algo peor que un guayabo con
tusa: un guayabo con tusa un día después de una llamada funesta.
(Para mayor ampliación ver el numeral 10)
3
Salga, aunque sólo sea para descubrir que sin ella la noche caleña
ha perdido sentido. Pero salga: no se quede en casa esperando una
llamada. ¡Nadie lo va a llamar, no se haga ilusiones!
4
De hecho, si llama es por lástima (se acaba de echar un buen polvo
y se acordó de usted).
5
Evite escuchar música de despecho. No olvide que el “despecho”
es relativo. Toda música que se lo recuerde cabe en esta clasiicación.
6
No se las dé del amigo casual (ni con ella, ni con sus amigas, ni
con su perrito, ni con su familia).
Por: Viviam Unás / Ilustraciónes: Mr. Tacho
Esta lista no pretende hacerle sentir mejor. Su propósito es
más humilde (recuerde: no es éste el momento para metas
ambiciosas). Su único objetivo es ayudarle a conservar las
últimas migajas de sensatez y dignidad que le quedan o, en
el peor de los casos, confirmarle por qué ha perdido usted la
sensatez y embolatado la dignidad.
Por favor: sígala al pie de la letra.
7 Tampoco se las dé de la imperturbable amiga sexual.
8 Es más, no se eche el pajazo mental de que pueden ser amigos.
9 Elimínela para SIEMPRE del msn, facebook, twitter y otros
similares.
10 No le asigne un timbre distinto en el celular. En caso extremo,
le recomendamos cambiar de número y no dárselo. Ahora, si no está
despechada sino enamorada le sugerimos JAMÁS memorizar su
número. Evitará dolores futuros de cabeza.
Pdc· 05|11
11 No se haga ilusiones: esto dura como un hijueputa.
12 No fuerce encuentros “casuales”: no transite lugares donde se la
23
usted.
Si ella le dice: “No sos vos, soy yo”, no ponga en duda que es
24
13
No use estrategias (entiéndase: intentos fallidos de suicidio,
amenazas de embarazo, denuncias policiales, enfermedades terminales
icticias, viajes deinitivos al extranjero). Ninguna va a funcionar.
14
25 No pida explicaciones, no ruegue, no llore, no pregunte.
26 No dé lástima. Cuando todo pase se arrepentirá: sus arrebatos
va a encontrar con la excusa de que no se la va a encontrar.
Espere lo peor. Siempre espere lo peor. Y si de casualidad no
sucede lo peor (él llama a preguntar cómo está, le dice que la extraña
o se acuerda de su cumpleaños) retome el numeral 19.
Evite las siguientes trampas mentales: “Está confundida”, “Me
quiere y no se da cuenta”, “Tiene miedo de enamorarse”, “Si me
alejo del todo, se va a olvidar de mí”, “Si me alejo un poco me va a
extrañar”, “Yo sé que cuando resuelva sus dudas me va a buscar”, “Es
sólo cuestión de tiempo”.
15 No se enrede con historias que sólo existen en su cabeza.
16 No piense que con sacriicios lo va a recuperar. Nunca lo va a
de dolor le parecerán un melodrama bochornoso.
27
Apéguese a la lista. No improvise. Recuerde que en este
momento su juicio no es coniable.
28
Imprima esta lista, dóblela en su bolso o billetera y en caso de
emergencia rompa el vidrio.
recuperar. Esa platica se perdió.
17 No se culpe. Lo que pasó, pasó. Deje así.
18 No le dé vueltas a la razón que le dieron, pudo haber sido
cualquier otra: era inevitable. Se veía venir.
19
No magniique sus insigniicantes, compasivos, egoístas y
culposos gestos amistosos.
20
usted.
Ella puede ser feliz —de hecho están felices, muy felices— sin
21 Si quisiera estar con usted, sencillo: estaría con usted.
22 No trate de generar celos, no los va a sentir: seguro se alegrará
de que usted esté con otro.
Mr. Tacho
Estudiante del Instituto Departamental de Bellas
artes. ‘Diseccionador’ obsesivo de la imagen,
diseñador e ilustrador acérrimo, le interesa el
color, las estéticas populares, Cali y lo “feo”. Se
cree multidisciplinario, trabaja con tijeras, pegante, y cosas encontradas de la calle, también
hace a veces de curador ilegal. Siempre lleva una
libreta de dibujo pequeña, (de esas que tienen
papel de Nuevo Testamento de bolsillo), le gusta
la carantanta y escuchar Miami Horror, Chemical
Brothers y Darwin Deez mientras trabaja y cuando
no, también.
Pdc· 05|13
Fotografía
y sociedad
ada tribu guarda sus secretos. Y dispone también
de conjuros. Así, cuando la de los sociólogos quiere
reclamar para sí sabiduría y distinción, suele hablar de
“construcción social”, como quien descubre un misterio
para todos oculto. Trátese de lo que se trate, el sociólogo acudirá
al conjuro para darle a entender a los no entendidos que el mundo
es contingente, que su forma no es natural y que, por lo tanto, es
una “construcción social”. La fórmula, como los conjuros, tiene
algo de mágico.
El sociólogo queda como una persona muy inteligente, de
opiniones opuestas al (despreciado) sentido común, un rebelde que
revela la farsa de nuestras creencias más queridas. Poco importa
que el sociólogo, como ocurre en la mayoría de los casos, sepa muy
poco de lo que está hablando: la fórmula mágica ejerce su poder
encantador.
Otra tribu es la de los artistas. Ellos también parecen tener
una misión: enseñarle a los no entendidos cuán ordinaria es su
apreciación de la belleza. El artista se encargará entonces de
gloriicar su don: el de la creación, pero también el de la apreciación
legítima y el del (buen) gusto. Las formas del arte son oscuras para
el ojo profano e insensible del hombre común.
No es raro, pues, que entre estas dos tribus existan no pocas
suspicacias. Los primeros reprocharán a los segundos su elitismo
cultural, y recordarán a cada instante que el arte, la estética y el
gusto son “construcciones sociales”. Los segundos, a su vez, harán
ver a los primeros cuán limitada y pobre es su mirada del arte,
sobre todo al considerar como accesorios los problemas del estilo,
la forma, la composición, etc.
De hecho, a cada grupo le cabe algo de razón. Los sociólogos
solemos hablar de lo que no conocemos. Así, sólo por dar un ejemplo,
puede ser que nunca leamos una novela ni nos ocupemos del uso
del lenguaje, todo quedará resuelto diciendo que la literatura es una
“construcción social”, y, en el peor de los casos, un “testimonio de
la realidad”. Por su parte, es cierto que los artistas o aicionados al
arte olvidan con demasiada frecuencia que sus gustos no son una
creación divina, sino una disposición adquirida.
Fotografía y sociedad, del comunicador y sociólogo Edward
Goyeneche, es uno de esos raros trabajos que intenta pensar en la
relación entre arte y sociedad más allá de estas posturas. O, en otras
palabras, es uno de esos raros trabajos que toma en serio al mismo
tiempo aquello del arte como construcción social y como objeto
sensible. Para ello, el autor acude a la que es tal vez la mejor vía: la
del análisis empírico de un problema de investigación, deinido de
manera controlada y haciendo uso de
una cierta orientación teórica.
Digamos, de manera amplia, que
el libro trata el problema de los usos
sociales de la fotografía, es decir,
del modo en que, en una sociedad
determinada, se ejerce una práctica
cultural que reúne al mismo tiempo
elementos económicos y artísticos,
y que hace entrar en relación a
comerciantes, intermediarios,
fotógrafos, clientes, etc. A través del
análisis de la fotografía de estudio
tal como se practicó en el Valle
del Cauca durante el último tercio
del siglo XIX y hasta mediados
del siglo XX, Edward Goyeneche,
quien ha trabado como fotógrafo
en documentales y exposiciones,
Pdc· 05|15
hace observaciones sugerentes sobre la relación entre fotografía y
sociedad, cada una de las cuales corresponde a un capítulo del libro.
Una de ellas, por ejemplo, es la que se ocupa de los aspectos
comerciales de la fotografía, su relación con el trabajo práctico de
los fotógrafos y los resultados de esa labor, es decir: las fotografías
de estudio consideradas como objetos artísticos. El autor muestra,
en este caso, la importancia de los aspectos técnicos del oicio -uso
de aparatos, químicos, papeles, etc.- en el ejercicio del mismo y en la
socialización de un cierto modo de ver, es decir, de un cierto modo
de apreciar y asignar valor y signiicado a las fotografías de estudio.
De esta manera, el lector descubre cómo pueden establecerse
conexiones entre aspectos que, observados desde el conjuro de cada
una de las tribus –fotógrafos, artistas y sociólogos-, parecerían en
principio extraños: el comercio y la estética, la técnica y la mirada.
En el camino emprendido por Edward Goyeneche, la observación
sobre el espacio del estudio como lugar central en la producción de
las fotografías adquiere también importancia. Cómo se establecía
una cierta división del trabajo dentro de él, de qué manera se
disponían y usaban los objetos, cuáles eran las poses utilizadas, etc.,
son elementos que aparecen en el análisis y que revelan, una vez más,
cómo el objeto sensible fotografía lleva en sí una relación material,
relación en la que participaban, entre otros, los fotógrafos y sus
clientes, reunidos en ese espacio social llamado estudio fotográico.
Una última observación en la que repara el trabajo de Edward
Goyeneche es propiamente la de los usos sociales de la fotografía.
Aquí el lector se encuentra con un análisis sobre sus usos familiares,
políticos y económicos, por ejemplo cumpliendo funciones de
integración social, de representación del prestigio y de las jerarquías
sociales, así como de valores asociados al género o a las identidades
políticas y profesionales. Al inal, el libro incluye un apéndice
dedicado al álbum fotográico de Arthur Weinberg, un emigrado
Felipe Vanderhuck es profesor, de
momento retirado. A la fecha tiene 33 años
y reside en Alemania dónde realiza una
temporada de estudios. Es sociólogo de
profesión y caleño de pura cepa aunque su
apellido despiste y haga creer lo contrario.
alemán que llegó al Valle del Cauca huyendo de la guerra en la
década de 1930.
Fotografía y sociedad es un libro recomendable por varias
razones. Además de los aspectos mencionados, el lector puede
apreciar algunas de las fuentes primarias con las que trabajó el
autor, fuentes que se presentan como soporte del análisis y no
como simple decorado. Asimismo, hay una revisión detallada de los
estudios sobre fotografía realizados en Colombia y una bibliografía
bien elegida. Desde luego, como sucede siempre en los trabajos de
ciencias sociales, el libro tiene algunos defectos. Es el caso, nos
parece, de un cierto “lenguaje sociológico” que se repite más de
lo necesario y le resta claridad a la exposición, lo que a veces nos
hace sospechar de su carácter de “conjuro”. O también, la sensación
de que si el autor se hubiera concentrado en menos cosas, habría
logrado mejores resultados. Pero esto júzguenlo ustedes mismos.
Pdc· 05|17
Alerta de terremoto
de im Keppel
Harold Kremer
En el cuento La Balada de las jorobadas el
personaje, Waite, viene a Colombia a morir. Es
su último viaje y aunque sabe que va a morir,
no sabe muy bien a qué viene, ni por qué escoge
este remoto lugar para hacerlo. El tema o
asunto del cuento es bastante engañoso porque
la primera historia del relato nos lleva a pensar
que Waite, desahuciado, vieane efectivamente
a morir. Pero Waite teme de alguna forma a la
muerte y busca tener una aventura que lo haga
sentir con vida. Entonces planea el viaje para
conocer las ballenas jorobadas y, al tiempo, se
lleva una muchacha llena de vida, caprichosa y
extraña para sus propios parámetros culturales.
Pero es en el camino donde se forja la segunda
historia, el verdadero asunto del cuento que el
mismo personaje desconoce: no es la muerte a
lo que teme, sino a la aceptación de la muerte,
es decir, la desesperanza última. Y para ello,
de manera magistral, Tim Keppel, lo somete a
dos pruebas: la primera es el enfrentarse a una
culebra venenosa y, la segunda, a partir de la
cual Waite entiende a qué vino a estas tierras,
es la puesta en escena del enfrentamiento con
la culebra, es decir, una especie de Hamlet
que se simboliza a sí mismo y que no se deja
representar. Waite, entonces, no puede ser
espectador porque sabe que va a morir, que él
es el único actor y sólo entiende la necesidad
de la aceptación a través de esa actuación.
Es un momento trágico que sólo se puede
representar a través de la acción, como lo señala
Aristóteles en su Poética. Y es quizá la máxima
complicación que se presenta en La balada de
las jorobadas al personaje, es decir el clímax
total, a partir del cual las acciones se disparan
hacia un desenlace en el que el inierno tan
temido no es tan terrible: es extraño, eufórico,
es el mar donde se encuentran los ocho círculos
restantes del inierno, porque el noveno es este
que habitamos. Desde el fondo del océano el
canto de las ballenas, igual al de las sirenas,
ayudan a Waite a la aceptación de su destino.
Tim Keppel, el mejor escritor que escribe
cuentos en Colombia en la actualidad, viene de
la mejor tradición del cuento norteamericano.
Esa tradición reconocida y estudiada por
académicos no sólo produjo estudios y teorías,
sino que desde las mismas universidades la
estimularon a través de la creación literaria,
como lo señala el propio Tim, y Juan Fernando
Merino en el prólogo del libro Habrá una
vez. Tim se formó para la escritura en la
academia norteamericana, donde aprendió a
leer, a debatir y a escribir al lado de escritores
reconocidos que lo empujaron y lo estimularon
desde muy joven. Alerta de terremoto,
su primer libro publicado, es el resultado
de toda esa experiencia y de una vocación
literaria ineluctable en la que no ha cedido
ni un milímetro desde hace treinta años, en
la que ha escrito por lo menos un centenar de
cuentos y una novela (que por cierto presentó
para su tesis de doctorado. Posteriormente,
en Colombia, escribió su novela Cuestión de
familia).
Tim armó su existencia alrededor de la
escritura y para ello renunció a una vida
cómoda y, como lo hicieron algunos escritores
de su país, se ocupó en trabajos que le
permitieron acercarse a historias sencillas del
común del hombre medio norteamericano.
Trabajó como taxista en Nueva York, como
cargador de camiones de gaseosa en Carolina
del Norte, como trabajador social de la cárcel
de máxima seguridad en Filadelia, y de la
gente desamparada, sin techo ni comida, en
la misma ciudad.
Tim Keppel representa la vida a través del
lenguaje y utiliza una serie de técnicas (trucos,
como las llama García Márquez), que vienen de
la tradición y sobretodo de esas experiencias
vitales que lo ayudaron a crecer como escritor.
Muchos de sus cuentos parten de la vastedad
y el caos de la existencia. A través de la icción
ordena y selecciona una parte de él porque sabe
que es imposible narrarla en la totalidad. De
allí que la gran mayoría de sus cuentos utilicen
escenas en las que manipula sólo el material
necesario para el propósito que se plantea en el
asunto o la unidad temática, como la llamaba
Poe. Alerta de terremoto, el primer cuento del
libro, es una gran metáfora de la inestabilidad
de la vida, de la fragilidad del afecto y del
derrumbe de los valores en la sociedad. Es
la mirada de un gringo en Colombia que se
enfrenta a valores y situaciones extrañas y
confusas. Todas las escenas del relato tienen
esa unidad temática que obligan al lector a
leer la segunda historia, oculta en el cuento,
agazapada tras historias comunes de la vida
cotidiana y de la vida social.
El libro de Tim está atravesado por la
búsqueda de la identidad. Y la identidad es la
vida misma. Por esa razón los cuentos arrancan
con la idea del descubrimiento de una sociedad
nueva y caótica, pasando por la experiencia
de vivir, de habitar este país, hasta llegar a
la muerte en La balada de las jorobadas.
En esa medida los relatos nos acercan a la
enajenación de un extranjero seducido por su
madre a retornar a su país, en el cuento El año
viejo; a la pérdida del padre y del padrastro en
Fantasmas; a recibir el país ensangrentado
y destruido en el gallo ganador del cuento
Campeón; a relacionarse con mujeres robadas
en su intimidad, en el cuento El robo; a intentar
integrarse a la sociedad a través del trabajo y
del amor, en el cuento Residente extranjero; a
observar a los colombianos que logran alcanzar
el gran sueño del estilo de vida americano, y
luego no saben qué hacer con él, en el cuento El
barrio; a intentar formalizar una relación con
una extraña mujer en Todos los hombres son
perros; a observar el anhelo de los colombianos
por todo lo que sea extranjero; a la muerte
afectiva, en la línea de la mitad del mundo; a
la culpa y la expiación en Peregrinación.
Tim Keppel logra crear un mundo propio,
icticio: Cali y, en general, Colombia. Ese mundo
que tiene sus antecedentes en Joyce, Faulkner y
Sherwood Anderson lo habita magistralmente
con sus fantasmas de hombres y mujeres de
inales del siglo XX, seres que arrastran con
el lastre de la disolución de las familias, los
valores encontrados, el surgimiento y apogeo
del narcotráfico, la cultura ligera, el país
premoderno y moderno.
Esta totalidad, tan vasta, tan anárquica,
es la esencia de Alerta de terremoto, uno de
los mejores libros de cuentos publicados en
Colombia en los últimos años, un libro que
sin duda será un modelo de escritura para
las generaciones que empiezan a escribir, un
libro pulcro, exquisito, con un gran sentido del
humor y, sobretodo, con algo que los escritores
norteamericanos siempre tienen muy claro: en
la literatura se narra, se cuenta una historia,
se crean los personajes a través de la palabra
escrita y se los pone a actuar.
Harold Kremer nació en Buga, Colombia.
Publicó en 1985 el libro La noche más larga. Ha
ganado varios concursos nacionales de cuento.
En 1989 apareció su libro Rumor de mar. Ha
publicado algunas antologías de cuento, entre
ellas la Colección de cuentos colombianos (2002)
y Los minicuentos de Ekuóreo. Kremer es profesor
de la Universidad Icesi dónde tiene a su cargo
el curso de “Crónica y literatura”, una clase de
creación literaria que ha permitido la publicación
de dos libros de crónicas escritas por estudiantes
de la Universidad: Una botella de Ron pa´l Flaco
y El cinturón de fuego y otras crónicas caleñas.
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La balada de las jorobadas
Traducción de Julio César Mejía
M
ientras que iba en la lancha en
dirección a la isla de Gorgona, con el
agua salpicándole la cara, el olor de
los chalecos salvavidas y el rugido del motor,
John Waite pensaba en las ballenas. Junto a
él iba una joven vivaz, antipática, lacuchenta,
de pelo largo, piel color brandy y dientes
blancos que le daban un aire de inocencia.
Y su nombre: Paola. No la Paula simple del
inglés, sino PaOla, con esa inspiradora “O”
justo en el medio, esa “O” redonda, abierta,
imposible de pronunciar sin entusiasmo.
¡PaOla! ¡Me robaste el corazón! Sin ser
viejo, Waite era notoriamente, quizás hasta
escandalosamente, mayor que la muchacha.
Pero llegado a este punto, ¿qué le importaba?
Olfateó la humedad de su morral para
asegurarse de que era agua salada y no
una iltración de licor. Una de las reglas de
la isla era que estaba prohibido consumir
bebidas alcohólicas, tenía que ver con la
gran cantidad de culebras que había allí y
cómo el efecto adelgazante del alcohol sobre
la sangre apresuraba la acción del veneno
y no daba tiempo suiciente para llegar al
continente. Waite había empacado una
botella de whiskey y un buen paquete de
yerba. ¿Qué le podían hacer, meterlo a la
cárcel?
Se había enterado unas semanas antes.
El médico le ofreció quimioterapia vía
intravenosa o pastillas, o nada, “si lo preiere
así”. En algún momento dijo: “Con las
pastillas puede viajar”, lo cual le ayudó a
Waite a tomar una decisión.
—¿Cuánto tiempo tengo?
—Haga lo que tiene que hacer.
Dejó sus asuntos personales tirados y
reservó un vuelo a Miami y de ahí hacia Cali.
Una ola lamió el bote y Paola se agarró
del brazo de Waite. Él sintió un repentino
impulso de ternura cuando la vio cubrir
el morral amarillo y verde que le había
comprado. Con su poncho, la protegió
galantemente de la mojada.
Waite continúo con su carreta sobre las
culebras y los micos y los peces tropicales
que verían en la isla. Y después, para cerrar
con broche de oro, irían a ver las ballenas
jorobadas.
Paola soltó un gemido.
—¡Uy, creo que voy a trasbocar!
Waite le dijo que se tomara la Dramamina,
pero ella no quiso.
—Qué bobada —dijo Waite—. ¿Entonces
preieres marearte?
—Las pastillas son malas para uno —dijo
Paola—. Mucho químico.
Paola tenía una cantidad de esas ideas
raras. Creía que si uno leía en el bus se le
podía desprender la retina, y que las pecas
aparecían por no secarse bien las goticas de
agua antes de exponerse al sol. Y le había
dicho que uno nunca debía tomarse la
sobremesa hasta no terminar toda la comida.
—Que ¿qué? —dijo Waite.
—Bueno, ¿cuándo has visto a un perro
comiendo y bebiendo al mismo tiempo?
Paola era todo un caso: supersticiosa
e impulsiva, mimada y necesitada; se
enfurruñaba por razones desconocidas y
luego se ponía eufórica y se salía de control.
Era tan delgada que se le veían las costillas
(“¡Flaca, laca, tiráme un hueso!”) y fanática
de la salsa; el jazz le parecía “aburridor”
y tenía la desafortunada costumbre de
chuparse los huesos de pescado. Pero a
Waite le gustaba la manera como ella le
masajeaba a veces las orejas y en general se
habían entendido bien; él vivía pensando
que las cosas podían funcionar.
Waite la vio por primera vez el día que se
registró en el Hotel Tropicana y le asignaron
un cuarto que daba al parque enmarcado
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de palmeras, desde el cual podía ver a los
—¿Te gustaría ir conmigo a ver las ballenas?
tinterillos con sus vetustas Rémington,
El sueño de Waite era así: sentía que se
haciendo documentos y cartas de amor para despertaba y oía voces que venían de afuera.
los analfabetos y los solitarios. Se alegró de Un resplandor azul brotaba del televisor, que
verlos todavía allí, tal como los había visto estaba, extrañamente, puesto en el piso. Al
muchos años antes, cuando estaba con notar que el otro lado de la cama estaba
Natalia, la que le destrozó el corazón.
vacío, se levantaba e iba hasta la sala, donde
Waite iba pasando por una tienda de veía que habían movido todos los muebles
ropa llamada “La Luna”, cuando vio a contra la puerta corrediza de vidrio. Había
Paola recostada en la entrada, con la cadera una cantidad de gente afuera, que hablaba
ladeada y mascando chicle, una sardina y se reía, a muchos de los cuales Waite
de tacones y estraples, con esa mezcla los conocía de toda la vida. Pero no podía
de inquietud y reinado aburrimiento de acercárseles porque los muebles bloqueaban
una muchacha de diez y nueve. Se quedó el paso.
observándola desde un café situado en la
calle del frente. Sorbía un tinto mientras Ahora el viento le hacía chupar las mejillas,
hacía planes y maquinaciones.
formando una mueca macabra. Paola todavía
—¿Por qué no se los prueba? —le dijo se sentía enferma y rehusaba tomarse las
Paola, mientras Waite curioseaba unos pastillas. Es irracional, pensó Waite, pero
Levi’s chiviados. Lo condujo a un diminuto como dijo Keats: “Los que razonan en el
cubículo en el cual era casi imposible amor son incapaces de sentirlo”.
moverse y allí Waite se tropezó una y otra vez
—Sólo espera a que veas las ballenas —
contra la pared hasta que de pronto Paola exclamó Waite—. Vienen desde la Antártica,
corrió la cortina.
a 8.000 kilómetros de aquí, la migración
Waite tenía los pantalones en las rodillas. más larga de un mamífero.
Paola se quedó allí, con los brazos cruzados,
Toda esta información, todo eso que había
mirándolo ajustárselos.
almacenado en la cabeza: los signiicados de
—Se le ven muy bien.
las raíces latinas, las vidas de los ilósofos…
Sonrió.
¿Para qué? ¿Para que súbitamente se borrara,
Waite aguzó la mirada y le contestó como como palabras escritas en un tablero?
alguien que no tiene nada —o que tiene
—Me han dicho que hacen los sonidos
todo— que perder:
más extraordinarios —siguió diciendo
Waite—. Los machos, durante la época de
apareamiento. Largas secuencias de sonidos
repetidos, que por deinición son “cantos”.
—Estoy impresionada —dijo Paola con un
gancho sarcástico. Ese era el tipo de cosas
que ella hacía. Natalia nunca fue así. (De
hecho, ella siempre quería que él se mostrara
más entusiasmado; estaba cansada de su
cinismo. Que fue en últimas la razón por la
cual empezó a salir con otro. Pero ése era
otro cuento).
Sin embargo, cuando llegaron a la isla
Paola se presentó ante las autoridades del
parque como la pareja de Waite. Eso tocó
ciertas ibras íntimas de Waite. Después,
camino a la cabaña, le preguntó si él pensaba
que un hombre debía ayudar a su pareja
inancieramente.
Waite lo pensó por un momento.
—Depende.
—¿De qué?
—De si ella actúa como si no quisiera
perderlo.
En Cali, Paola vivía cerca de la cárcel, en
una calle con las bombillas del alumbrado
rotas y oscuros personajes que lo observaban
a uno con cara de ver qué le podían tumbar.
El muro que rodeaba la casita de adobe
estaba coronado de vidrios de botella.
Adentro colgaba un cuadro de la Virgen.
Paola, vestida con un vaporoso traje blanco,
dijo: —¡Hola, Gringolandia!
En un restaurante en lo alto de la ciudad,
mientras abría folletos y plegables de las
agencias turísticas, Waite le contó sobre el
viaje.
—No puedo faltar al trabajo —le dijo Paola,
mientras sorbía un jugo de borojó con un
pitillo.
—Dile a Claudia que te reemplace.
Waite había memorizado cariñosamente
los nombres de las compañeras de trabajo
de Paola, de sus familiares y sus personajes
preferidos. La escuchó atentamente cuando
ella le contó todo acerca de su libidinoso
jefe contrabandista, y su situación en casa,
con el padrastro recién muerto —asesinado,
nada menos— y su hermana, que necesitaba
mucho cuidado porque era —Paola buscó la
palabra— especial.
—No puedo —dijo Paola—. Necesito la plata.
—¿Cuánto ganas al día?
Ella le dijo.
—Te ofrezco el triple.
Paola se enderezó.
—¿Qué crees que soy?
—¿Sabes todo lo que este viaje signiica
para mí?
Paola se mordió los labios.
—Tengo que hablar con mi jefe.
El solo hecho de ver la cabaña, rústica y
cómoda, con una estrecha y mullida cama
donde dormirían, casi hace llorar a Waite.
Se los imaginaba a los dos consiguiendo un
lugarcito en la ciudad, con una terraza donde
podrían colgar una hamaca y mirar las
montañas en medio de la brisa del atardecer.
Waite le preguntó a Paola si alguna vez
había estado enamorada. Sólo de Alonso,
dijo ella, un tipo extraordinario, un loco
que andaba siempre a toda, un hombre
sin frenos. Lo conoció en una discoteca;
bailaron hasta el amanecer. Ahí fue cuando
le echó burundanga en la bebida y se la
llevó a un motel. Paola se despertó furiosa
pero rápidamente se calmó. Él era todo un
encanto; no podía dejarlo escapar.
Una noche, luego de mirar televisión con
él en el sofá, Paola lo despidió en la puerta.
Momentos después escuchó el rugido de
la Suzuki y luego cuatro disparos. Corrió
afuera y lo encontró retorciéndose en el piso,
mordiendo el pavimento.
...Y ahora se encogía, mirándolo fijamente con ojos elípticos.
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Se le escurrieron las lágrimas de solo
contarlo. Esa tarde el director del parque dio
una charla acerca de la fauna de la isla. Había
tantas serpientes, explicó, debido a que hace
millones de años esta isla era la cima de una
montaña; cuando las aguas subieron, las
serpientes buscaron las tierras más altas.
Los españoles la bautizaron “Gorgona” por
las hermanas de la mitología griega cuyos
cabellos tenían forma de serpiente. El
director del parque mostró varias culebras
grandes conservadas en frascos con formol
—corales, cascabeles, tallas X— y explicó sus
diferentes características y la potencia del
veneno.
Después mostró una película sobre
las ballenas. Las jorobadas eran unas de
las criaturas más fascinantes de la tierra,
dijo. Sus sonidos hicieron que a Waite se
le erizaran los pelos de los brazos. Era el
sonido más extraño que había escuchado, y
sin embargo le resultaba misteriosamente
familiar, como si lo conociera desde siempre,
o como si, de algún modo, siempre hubiera
sabido que algún día lo oiría.
No parecía ser uno sino muchos llamados
distintos, como si vinieran de muchos
animales diferentes, o de uno que imitara al
resto, a todo el reino animal. Había mugidos,
chillidos, aullidos, bramidos y un sonido
casi como un llanto, como si las inmensas
criaturas estuvieran desesperadas por
explicar algo pero no supieran cómo hacerlo.
Como si fueran apenas lo suicientemente
inteligentes para saber que había algo que
querían decir, pero no tan estúpidas como
para que no les importara no poder hacerlo.
Los cientíicos no estaban seguros de la
razón por la cual cantaban las jorobadas,
decía la película, o del significado de
sus cantos. Algunos pensaban que eran
reinadas exhibiciones acústicas para atraer
a las hembras. Otros creían que los patrones
de los cantos ayudaban a las ballenas a
comunicarse a través de grandes distancias,
y tal vez a pasar información acerca del viaje.
Aquella noche Waite volvió a tener el
mismo sueño, en el cual se despertaba y
encontraba todo el mobiliario contra las
puertas de vidrio. Podía ver a toda la gente
que estaba ahí afuera hablando y riendo,
pero no se les podía acercar, y ni siquiera
podía hacerse ver.
Se despertó sudando, con el estómago
hecho un nudo. A su lado, Paola respiraba
profundamente con la boca entreabierta. Él
quiso tocarla, agarrarse a ella, desatar todas
las ansias locas de su corazón. En lugar de
eso fue dando tumbos hasta su morral y sacó
el whiskey. Luego de varios sorbos largos,
recordó que no se había tomado las pastillas.
Entonces sacó dos y se llevó la botella a la
boca. No, eso no estaba bien, pensó, así
que las pasó con agua y después se tomó
el whiskey.
En el morral de Paola se alcanzaba a ver
una postal de la isla. Sin quitarle el ojo de
encima, Waite la sacó subrepticiamente.
Los disparejos aunque resueltos garabatos
de Paola lo conmovieron: Hola Mamá. Me
mareé en el barco. El gringo me compró un
morral. Todo el tiempo lee y subraya todo.
Me dice que no coma con los dedos…
Waite volvió a poner la postal en el morral
y se quedó mirando a Paola dormir. Había
estado sin mujer en diferentes etapas de
su vida; había jugado a la silla vacía con
ellas, sin pensar nunca que se quedaría de
pie cuando la música se detuviera. Decir
que Waite tenía miedo de morir habría sido
incorrecto; estaba aterrado.
Salió y se puso a mirar las estrellas; la
noche estaba despejada y luminosa. Se
tomó un sorbo de whiskey y se quedó
escuchando el golpe de las olas. Desde que
era niño le fascinaba el mar. Recordaba
ir de chico caminando por el borde de la
playa, con la chispeante agua a los tobillos,
cautivado por los diminutos pajaritos que
se acercaban cuando la ola empezaba a
retirarse y retrocedían apresuradamente
cuando ésta volvía, para evitar que el agua
los hundiera. El recuerdo volvió con una
fuerza inesperada, todas sus esperanzas
e ilusiones; pudo revivir las sensaciones
exactamente como si estuviera otra vez allí, y
de repente la idea de tener que abandonarlo
todo se le hizo casi arrolladora. Le dio otro
sorbo a la botella y en su mente empezó a
escuchar el canto de las ballenas: esa balada
noble, obsesiva, ese rugir y llorar y chillar,
todos esos incomunicables mensajes de lo
profundo.
Algo se movió entre el rastrojo; Waite
brincó hacia atrás y se quedó quieto. Casi
la pisa. Y ahora se encogía, mirándolo
ijamente con ojos elípticos. La cabeza era
ancha y triangular y el cuerpo gris, con
bandas oscuras. Waite sintió una descarga
de adrenalina e hizo algo que lo sorprendió
a él mismo. Arremetió contra la culebra,
toreándola, incitándola a atacar. El animal
se enrolló y recogió la cabeza, batiendo su
lengua larga y partida. Y atacó. Waite saltó
hacia atrás; un tris más y lo alcanza. Después
el animal se dio vuelta y se largó.
Cuando Waite abrió los ojos a la mañana
siguiente, se encontró a Paola con un bikini
verde limón de tiritas que cabría en un una
copita aguardientera. Se había echado aceite
sobre su piel canela. Daba vueltas y cantaba
eufórica: había un baile esa noche.
Waite no era un gran bailarín, eso lo había
dejado muy claro.
—¿Quién habló de bailar?
Paola lo miró asombrada.
—¡No lo puedo creer! —Saltó a la cama y
comenzó a brincar, cayendo cada vez más
peligrosamente cerca de la entrepierna de
Waite. La cama traqueaba con estrépito.
—Bueno, bueno, bueno —dijo Waite—. Está
bien, vamos. Pero mañana vas conmigo a
ver las ballenas.
Ahora ella quería que le hicieran unas
trencitas. Waite había pensado llevarla a
caretear. Esperaba ansiosamente poder darle
instrucciones, con paciencia y seguridad,
cogiéndola por la cintura para que lotara.
Cuando Paola se estaba poniendo las
sandalias, Waite sintió algo húmedo en el
borde de los labios. Se tocó debajo de la
nariz y los dedos se le untaron de sangre.
Rápidamente se metió al baño y cerró la
puerta, como con un ataque de pudor.
En un rancho de paja en la playa, una
mujer robusta con un diente de oro
estaba sentada en un banco; dos mujeres
más jóvenes le ayudaban. Las tres fueron
agarrando mechones y comenzaron a hacer
las trenzas, rematando cada punta con
una chaquira de color vivo. Con la cabeza
quietica, Paola disfrutaba la atención. Una
varita de incienso de jazmín ardía en un
tazón de barro y en la radio sonaba música
costeña.
Las tres mujeres reían y charlaban con
su animado acento, haciendo comentarios
aparentemente relativos a Waite, que estaba
sentado a cierta distancia escribiendo
una carta, haciéndose el que no prestaba
atención. Una de ellas se dirigió a él en un
inglés machacado.
—¡Ella quiere saber dónde se encuentra
otro como usted!
Era la peinadora del diente de oro y estaba
señalando a una de las muchachas, que
sonrió tímidamente y se tapó la boca con
la mano.
—Ella dice que se va y le lava los platos y le
brilla los zapatos. ¡Jua! ¡Jua! ¡Jua!
Todas rieron. Waite también se rió. Miró
a Paola, que volteó la cara para otro lado,
apretando los labios.
Waite siguió con su carta. Le estaba
escribiendo a su hermano menor, el abogado,
el responsable de la familia: Bueno, llegué;
todo va según lo planeado. La isla es tan
bella como la recuerdo, y me acompaña
una hermosa joven que te haría morir de
la envidia. Trabaja en un almacén de ropa
llamado “La Luna”. Ahí la puedes contactar.
Quiero que le des lo que me vaya a tocar,
¿está bien? Poco a poco, o como quieras
hacerlo…
De pronto otra mujer entró al rancho,
lotando en esencia de aceite de coco y un
tintineo de chaquiras. Sacó una baraja de
tarot y ofreció leerle la mano a Paola. Cuando
le vio las ganas, la adivina subió el precio.
Pero Waite no se inmutó. Cuando todas las
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miradas buscaron su respuesta, alzó los ojos y
asintió galantemente.
Doblando hacia atrás los dedos de Paola y
examinándole cuidadosamente la palma, la
adivina anunció con una voz pausada, ronca,
que Waite y Paola “envejecerían juntos”.
—¡Bravo! —gritaron las muchachas.
Paola quedó muda, anonadada por el peso
de la profecía.
Esa noche en el kiosco, con la salsa a todo dar,
Paola bailó la primera pieza con Waite. Hizo
muecas cuando él le pisó los zapatos y trató
torpemente de darle vueltas, llegando a tumbar
una silla. Muerta de vergüenza, ella sugirió
que más bien Waite se sentara y descansara
mientras ella bailaba con un tipo de cabello
recogido.
Waite se sentó en una mesita que estaba
cerca de otras parejas. Tomó un sorbo del
whiskey que escondió bajo la silla. Tenía la
cara encendida. Oía el bombeo de la sangre
en las orejas.
—Hola —le dijo en voz alta a la pareja que
estaba junto a él—. Anoche casi me pica una
culebra.
—¿Cómo? —gritó el hombre por encima de
la música.
—¡Una culebra! —le dijo Waite—. ¡Casi me
pica!
Se pasó un dedo por el cuello, y luego volteó
...Cada ballena canta una canción exlusiva de su grupo.
Eso fué lo último que subrayó en el libro.
las palmas de las manos hacia arriba como diciendo, “Bueno, ¿qué
le vamos a hacer?”
El hombre se quedó confundido y señaló los oídos.
Waite asintió y observó a los que estaban bailando. Todo parecía
remoto.
De pronto, cediendo a un descabellado impulso, se levantó y
comenzó a empujar su mesa y la pegó a la de la pareja de enseguida.
Luego empujó la siguiente, y la siguiente. Puso seis o siete mesas
juntas —Perdón, disculpen—, regando gaseosas y la esperma
de las velas, hasta que toda la gente quedó sentada al lado, un
grupo grande de gente, todo a solicitud de Waite, que comenzó
a narrar su aventura con la culebra, hablando estrepitosamente,
levantándose para mostrar lo que había ocurrido, de repente
cogiendo vuelo, exagerando y adornando, haciéndose el temeroso
y luego el temerario, el imprudente y el sabio, ilosóico frente
al destino. Citó Julio César: “El cobarde muere mil muertes, el
valiente sólo una”. Waite nunca había sido tan divertido. ¡Y lo
estaba disfrutando! Todos estaban impresionados, hasta Paola, que
se recogió las trenzas detrás de las orejas y sonreía coquetamente.
Por un momento todo fue perfecto.
Pero entonces la música arrancó y todos se fueron a bailar.
mirándola atentamente, interminablemente, tratando de decidir.
Finalmente asintió decididamente con la cabeza y arrojó el sobre
en la cama.
—Ten —dijo—. ¿Puedes ponerlo al correo junto con lo tuyo?
Waite se recostó contra la proa del barco, con el viento dándole
en la cara. Se quedó mirando ijamente al horizonte de nubes
arremolinadas, lejos, muy lejos, donde el agua se juntaba con el
cielo. Luego de un rato llegaron a un sitio donde montones de peces
lauta saltaban del agua, y una cantidad de gaviotas se clavaban
para sacarlas. Una buena seña, le habría explicado Waite a Paola,
si ella estuviera allí.
De pronto el mar se quedó en calma y la luz del sol se descompuso
en prismas. El barco disminuyó la velocidad y se calló, mientras se
mecía entre las olas. Luego emergió un inmenso chorro de agua.
Una columna como seis hombres de alta, que se expandía en el aire.
Una enorme aleta trasera se levantó y cayó con un estruendoso
golpe. Hechizado, Waite miraba cómo la gigantesca criatura salía
y volvía a hundirse, para resurgir una vez más, rompiendo el agua
majestuosamente. Después se sumergió —de algún modo Waite
lo sabía— por última vez. Se clavó en la oscuridad y desapareció,
dejando solamente un círculo de espuma que se desvanecía.
Con la cara ardiendo, Waite percibía en sus oídos sonidos
Waite se despertó antes del amanecer. Había neblina y hacia frío. presurosos y agitados, sonidos submarinos, gritos e inquisitivos
Un pájaro nocturno cantó y un grillo rasgó una melodía. Waite se alaridos… Cada ballena canta una canción exclusiva de su grupo.
vistió silenciosamente y dejó dormir a Paola. En el espejo su cara Eso fue lo último que subrayó en el libro. Cada año las jorobadas
no se veía mal del todo. Pero quizá era como las peluqueadas: producen un canto nuevo, el cual contiene elementos del canto
siempre se ven mejor justo antes de parecer peor. Se aseguró de del año anterior. Con el tiempo el canto cambia completamente.
llevar la cámara, el bloqueador, la gorra. Luego abrió una caja de
Waite se paró contra el viento y aspiró profundamente, sintiéndose
jugo y se sirvió dos vasos.
eufórico, como se sentiría uno después de pasar un gran susto. Esto
Al despertarse, Paola se estiró y bostezó.
es algo que puedo hacer. Luego cerró los ojos y escuchó el canto.
—¿Por qué no te vas solo? —dijo.
Waite agarró la baranda de la cama. Lo sabía. Lo sabía. Se quedó
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Memorias del olvido
Iniciativas simbólicas de reivindicación social: Elixir contra la indiferencia*
El asesinato masivo no es lo nuevo sino la eliminación continua de seres humanos, practicada durante años y
décadas de forma metódica, y convertida así en sistema mientras transcurren a su lado la vida normal y cotidiana,
la educación de los hijos, los paseos amorosos, la hora con el médico, las ambiciones profesionales y otros
deseos, los anhelos civiles, las melancolías crepusculares, el crecimiento, los éxitos o los fracasos, etc. Esto
sumado al hecho de habituarse a la situación, acostumbrarse al miedo, junto con la resignación, la indiferencia
y hasta el aburrimiento, es un invento nuevo e incluso muy reciente. Lo nuevo en él para ser concreto, es lo
siguiente: está aceptado.
Imre Kertész, tomado de “Memorias del Olvido”, 2011
¿Alguna vez han escuchado de los proyectos sobre memoria
histórica?
La experiencia que deseo compartir es la muestra de los resultados
de un proyecto de este orden, por agruparlo en una categoría.
Aunque en esencia esta iniciativa es mucho más que eso. Hablo
de las exposiciones que han rotado por varios museos del país.
“La guerra que no hemos visto” y “Réquiem NN” entre los meses
de Enero y Abril tomaron lugar en el museo La Tertulia, bajo la
curaduría de Ana Tiscornia y Miguel González, respectivamente.
Ambas iniciativas fueron impulsadas por el artista antioqueño Juan
Manuel Echavarría, quien a lo largo de su carrera ha manifestado
su interés por visibilizar la violencia, la ironía, el deterioro, el
abandono, la droga, el secuestro, los muertos, los sobrevivientes, y
otros tantos elementos que forman parte de las narrativas diarias
de nuestro país, a través de obras que pretenden producir sentido y
armar relatos desde el arte sobre los aconteceres que nos circundan.
La primera exposición “La guerra que no hemos visto” surge
de la profunda incomodidad de pensarnos como colombianos y
darnos cuenta de que en nuestro país los actos violentos se han
naturalizado de tal forma, que el dolor se nos convirtió en una
manera de vivir lo cotidiano. La muestra representa una apuesta
que propugna, desde el arte, desestabilizar la construcción del
silencio y la retórica del olvido que forma parte de nuestro actual
tejido cultural. En ella se evidencian años de trabajo del artista Juan
Manuel Echavarría y la Fundación Puntos de Encuentro, quienes
trabajan con combatientes rasos, hoy desmovilizados, ya sea por
los beneicios de la Ley de Justicia y Paz, por haber desertado o
por haber sido heridos en combate. Los desmovilizados, a lo largo
de dos años, bajo la dinámica de talleres y como un acto catártico,
pintaron sus experiencias personales e ilustraron la tragedia del
desarraigo. Las pinturas que se exhiben son una selección de esta
labor, matizadas de sufrimiento, sangre, desilusión, pero también
de esperanza y sentido para quienes fueron sus autores, quienes
intentan hacerle frente a un nuevo momento de sus vidas.
Por otra parte, “Réquiem NN”, juega con la forma para invitar al
espectador a recordar, una exaltación de la reminiscencia colectiva
que nos atañe como colombianos, pero que también, más allá de
la pertenencia al país, nos corresponde como seres humanos. Las
fotografías, registros de 100 tumbas pertenecientes a personas a las
que se le denomina NN, muestran una costumbre que ha surgido
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en Puerto Berrío a las orillas del río Magdalena. Este artista cuenta
en la exposición cómo “allí se ha erigido con el paso del tiempo uno
de los monumentos que señalan la desaparición, violencia y muerte
como síntomas y testimonios del conlicto colombiano. Se trata de
tumbas donde descansan desconocidos, cuyos cadáveres lotantes
aparecen en este recodo del caudaloso río. Cuerpos que son arrojados
para que desaparezcan por descomposición o sean consumidos por
aves carroñeras o peces hambrientos. Las personas no sólo son
rescatadas y enterradas sino que sus lápidas se ornamentan con
nombres supuestos, letreros alusivos, ofrendas lorales, naturalmente
signos religiosos. Se establece una relación directa y dijéramos que
casi mágica. Las almas de los difuntos están dispuestas a conceder
dones y prerrogativas y así se establece un culto particular donde los
milagros son posibles”. Esta práctica resulta interesante para el autor
porque tras ella hay un acto de resistencia contra los victimarios, por
eso bautizó su obra como “Réquiem NN”, un término que hace alusión
a la composición musical que se canta en la misa de difuntos. Es en
otras palabras un frente simbólico contra la violencia y el sufrimiento.
Este tipo de exposiciones son un acercamiento a lo que atraviesan
cientos de personas afectadas por el conlicto armado y político
en el país. Un ungimiento desde una perspectiva distinta a la que
nos presentan los medios, a veces exaltadores del morbo y del
exhibicionismo insensible. Es así cómo las obras, desde la mística
del arte, hacen las veces de elixir contra la indiferencia con la que
hemos enmascarado nuestra mirada. Iniciativas como ésta, nos
revelan que la reparación a las víctimas va mucho más allá de una
indemnización monetaria, es necesaria una indemnización del alma
y son precisamente este tipo de proyectos los que las propician,
pues al recordar con conciencia las cicatrices, también se pactan las
reivindicaciones.
Natalia López Cerquera, si hubiese nacido en la cultura Arapesh sería una
consagrada artista, ya que nació con el cordón umbilical alrededor del cuello;
sin embargo nace en Cali, una ciudad donde los embarazos de alto riesgo no
tienen privilegio alguno, a menos que la mutilación de las uñas de sus padres
debido a los nervios sea considerada como tal. En su discurrir cotidiano estudia
Antropología, le obsesiona el cine y los tonos al escribir, y toma cucharadas
de ambrosia teatral cada vez que puede. Las galletas de pepitas de colores le
recuerdan su infancia, en el colegio saltaba los charcos y después de la lluvia
solía tener tacones de barro.
* Esta columna hace parte de los textos publicados en Estudiantes de Doxa, que
es el espacio virtual de opinión pública de los y las estudiantes de la Universidad
Icesi, creado en Agosto de 2010. En él se publican, entre otros, videos, imágenes y
columnas de opinión que despierten el debate sobre diferentes temas de interés y
que muestran perspectivas sobre la sociedad y la experiencia de los individuos, lo
social en sus dimensiones macro y micro y los ámbitos nacionales e internacionales.
Es un espacio que propicia el debate y el disenso, la libre relexión y expresión del
análisis crítico de temas de coyuntura mundial y local tales como inseguridad,
discriminación, pobreza, exclusión, rechazo, desigualdad, injusticia, ilegalidad,
etc, al tiempo que se comparten abiertamente las experiencias y manifestaciones
de la subjetividad para ser incluidas en el debate público. El objetivo principal de
Estudiantes de Doxa es que con argumentos se opine sobre los retos, desafíos y
problemas que tanto denunciamos desde las diferentes disciplinas de las Ciencias
Sociales.
Contacto: Adolfo A. Abadía / adolfoabadia@gmail.com / www.estudiantesdedoxa.com
Pdc· 05|31
La capital de la salsa a veces hastía.
Es difícil no toparse en sus andenes
con salsa, vallenato y reggaetón. Esto
no nos detiene en la búsqueda de los
rockeros porque por las calles se ven
sus pintas y porque sabemos que en
toda ciudad los hay. Nos ponemos en
la tarea de ubicarlos.
En nuestro paso por la ciudad todos
hemos visto bares que leen El Faro,
Route 66, Martyn’s, Bourbon Street,
Talbert’s Pub, Lennon Bar, La Mancha
y Alterno Bar. Nosotras estábamos tras
un lugar menos conocido y por lo tanto
nos dedicamos a hurgar en los rincones
de la ciudad. Cuando lo encontramos
fue, literalmente, en un rincón.
En la Avenida 3N con 35N no se ve
mucho movimiento en las noches. Parece
un lugar desolado para la búsqueda del
ocio. Sin embargo, un pequeño bar se
esconde en esta esquina. Se llama Todo
Rock Purpura y en él funcionan un ensayadero y una tienda
para coleccionistas. Cuando sus puertas se abren encontramos
la historia del rock en aiches de Led Zeppelin, Pink Floyd,
he Who, Janis Joplin, he Beattles, Jimi Hendrix, Cream, he
Rolling Stones y Supertramp, además de artículos de colección
y mucha música. Pero este par de mujeres no viajaron desde
el sur hasta el norte de Cali sólo para escuchar rock. Nos
interesaba escuchar lo que hay detrás de él: la experiencia
de un rockero. Quien compartió con nosotras fue un señor
laco, mechudo y alto, que resultó ser el dueño de la tienda que
funciona dentro del bar. Su nombre es Álvaro Marín Valencia,
alias “el paisa”.
Álvaro nació en Risaralda, hace 53 años. De doce hermanos
fue el único que se entusiasmó por el rock y eso hace ya más
de 30 años. Aunque no toca ningún instrumento, se considera
conocedor y amante del género. Desde antes de 1984, en
compañía de algunos amigos, empezó a moverse entre Cali y
Pereira vendiendo chucherías y cassettes en el Paseo Bolívar.
Amedidados de los 80 se instaló deinitivamente en Cali. En
1993 abrió la tienda Todo Rock y desde hace 17 años se dedica
a vender discos, camisetas y artículos de colección. Luego
su negocio se fusionaría con el bar escondido que nosotras
conocimos y donde nos citamos con él para charlar.
Un 20 de diciembre, a eso de las dos de la tarde,
ingresamos al bar acompañadas por su propietario. La
mesa con una foto Led Zeppelin era su favorita y allí nos
acomodamos.
Cuéntanos un poco acerca de tu experiencia como
rockero en los años ochenta en ésta ciudad.
A: En Cali, y en toda Colombia, ser rockero es un estigma
de drogadicto, desadaptado y demonio. Ser rockero no es
fácil, es bien complicado sobre todo en una ciudad que se
reconoce como la capital mundial de la salsa. Aunque si la
comparamos con Barranquilla, Cartagena, Santa Marta,
vemos que en esas ciudades casi no hay rockeros, mientras
que en Cali sí hay una cultura de rock que se mueve, que tiene
sus sitios, puntos de encuentro y gente que lo promueve. Ha
ido avanzando a tal punto que la Alcaldía patrocina cuatro
o cinco eventos de rock al año (Lenguaje rock, Calibre, Cali
Underground, Caligothic y Cruzada de fuego). En la cuidad
hay muchos conocedores de rock y coleccionistas muy
dedicados. En cuanto a nuestra cultura del rock, siendo la
más importada de todas, la de más afuera, la defendemos a
capa y espada porque así nacimos y así nos morimos: siendo
rockeros.
Antes en Colombia, se escuchaba y
se le daba mucha importancia al rock; se
prensaban discos por cantidades. Cali tenía
unos espacios muy buenos en la vieja época
que eran: Amigos en la avenida 6ta (19851988) y el Submarino Amarillo en la avenida
2da norte con quinta, cerca al Conservatorio
de música. Otros espacios eran Neón y una
taberna ubicada diagonal a La gruta que
funcionó desde 1989. El espacio de rockeros
y salseros por igual ha sido La Loma de
la Cruz. El de quiénes preieren la música
andina y el teatro, es San Antonio aunque
ahí se ve harto ambiente de rock. La gruta,
por estar en frente al Conservatorio, ha sido
un punto de rock toda la vida en Cali. En la
actualidad hay muchos sitios: un sector en
la sexta con cuatro o cinco tabernas y por la
autopista, hasta hace 5 años, existió un lugar
que se llamaba Woodstock. Otra quedaba por
el teatro San Fernando. Ahí nos reuníamos
muchos de los rockeros de Cali para hablar
y escuchar música. También hay los que
sólo van a sentarse afuera del local a fumar
marihuana. Aunque el estigma de que los
rockeros son drogadictos y viciosos sólo se lo
creen los Colombianos.
El que quiere ser drogadicto lo es con
cualquier tipo de música. Cuando el sistema
aprieta tanto, a la gente se le empieza a joder
la cabeza.
Crecer dentro del rock ha sido una
lucha impresionante y crecer en un país
donde todos quieren acabar con uno,
intentar que no surjas… es increíble.
Desenvolverse en este medio es más
difícil que en cualquier otro porque
solo por el hecho de tener el pelo
largo ya te miran feo.
¿Qué grupos, tanto musicales
como
de
personas,
eran
reconocidos en ese tiempo?
A: Siempre ha habido personajes,
grupos y las agrupaciones de personas
que formaban un algo. En la época
vieja se llamaba el parche de la esquina,
de la cuadra o del parque. Ahora les dicen
los círculos del rock, círculos paganos o del
demonio, dependiendo de lo que escuchan.
En cuanto a personajes, Cali tiene uno muy
famoso. Su nombre es Jorge y su apodo es
Milo. Debe tener unos sesenta años y de
esos unos 48 con historia del rock en cabeza.
Alguna vez tocó la guitarra, no sé con
cuanta destreza. Cali es muy dada a exaltar
este tipo de personas, como lo hicieron con
el monumento de Jovita.
Cuando vendía cosas en el Paseo
Bolívar, conocíamos al hippie que no
era hippie. Los verdaderos eran una
tendencia de caminantes de vieja
época que se iban a vivir el mundo
de otra manera, a caminárselo e ir
de concierto en concierto. Eso se
ha ido perdiendo. El primer lema
del rock fue “Paz, amor y música”,
el de ahora es “Sexo, drogas y Rock
n’ Roll”. Entonces podemos ver
el cambio que hubo, empezando
por el lema. A todas estas cosas
nos hemos tenido que adaptar los
rockeros viejos: a una agresividad
que nunca existió en la música. En los
conciertos hay que pedir que se porten
bien. Antiguamente era más tranquila la
vaina y yo la viví en Cali, Medellín, Pereira,
Manizales, Armenia y un poco en la costa.
¿Cuándo se dio ésta transformación hacia lo
agresivo?
A: Desde 1981 empezaron las variaciones
bruscas y saltos gigantescos a todo nivel en el
rock. Aparecieron mil y un géneros, como el hard
rock, heavy metal y otras muchas combinaciones.
“Ultra” fue el primer término para denominar
toda la música rara que empezó a aparecer en
esa época; lo que después se llamó “metal”. Del
80 para acá se comenzó a ver que los rockeros
siempre iban vestidos de negro. Yo nunca me
visto de negro porque yo sigo siendo un rockero
viejo.
Háblanos un poco de la radiodifusión que
ha tenido el rock en Cali.
A: En la vieja época las emisoras ponían
muy buen rock. Se contaba con espacios como
“El vuelo de Ícaro” de Rafael Méndez, ahora
radicado en Estados Unidos. Era un locutor de
radio y un gran rockero. Otras personas que han
inluido la escena radial son: Omar Saldarriaga,
que ha tenido unos espacios más pop que rock
pero es algo a destacar, y Carlos Cadavid, todo
un conocedor de rock y que sabía transmitírselo
a la gente. Otro programa importante fue
“El Sonido de Nuestro Tiempo”, hecho
por el mismo Rafael Méndez entre 1984 y
1990. Ahora sólo existe uno en Javeriana
Estéreo llamado “Lágrimas de Acero” por
Mauricio Antonio Cuevas, en el cual he
participado algunas veces. De los espacios
actuales, creo que es el que tiene más
relevancia.
agrupaciones en la época de los ochenta
que inluenciaron el género en la ciudad
sólo por tocar covers. Sin embargo, no
tuvieron el renombre nacional como sí
lo tuvo Kraken (de Medellín), que fue la
bandera del rock nacional. En 1984 se
tomó todos los escritos de rock de este
país. Kraken también se dio a conocer
internacionalmente.
Hubo también un programa de
televisión en la década del 90, que
marcó buen tiempo en Cali y trató de
promocionar el rock. Se llamaba “Blue
Jean” lo dirigía Jorge Fresquet y lo
pasaban por Telepacíico. Fresquet tenía
buenas intenciones y la intensidad horaria
también era buena, así que el programa
sobrevivió varios años.
En general la historia del rock
vallecaucano y la inluencia de éste en el
ámbito nacional ha sido muy importante.
Dos de los integrantes de las bandas más
importantes de los inicios del rock en
Colombia son vallunos de nacimiento,
sin embargo, sus carreras se proyectaron
en el rock de Medellín. Uno de ellos es
Juan Nicolás Estela: fundador y creador
de Los Yetis, conocidos por su canción La
chica del billete. El otro es Elkin Ramírez,
director y creador de Kraken, que además
es el más grande compositor que ha dado
la historia del rock colombiano. Otras
bandas de vieja data de rock caleño son:
Arcoíris, del 70 o 71 e Hidra, del 68 o 69.
¿Cuándo se empezó a hacer rock
caleño?
A: Entre 1969 y 1973 surgieron bandas
que dieron a conocer el nombre de la
ciudad tanto por tocar originales como
por sus covers. Se conocieron varias
Actualmente una de las mejores bandas
de rock n’ Roll y blues que tiene Cali, es
Barrio Blues. Las letras de éste género,
antiguas y modernas, hablan del diario
vivir del rockero. La temática siempre ha
sido religiosa, política y del medio en que
nos desenvolvemos.
El escuchar de primera mano las
vivencias de alguien que se identiica con
el movimiento rockero en una ciudad
con una tradición musical aparentemente
antagónica, deriva en algunas relexiones
interesantes que trascienden aquellas
ocurrencias individuales. Como lo
evidencian las múltiples referencias
foráneas que rodearon la entrevista
con Álvaro, el rock se perila como un
movimiento “de afuera” que ha sido
apropiado en Colombia. El caso de Cali
resulta especialmente interesante por
la supuesta colisión que representan las
campañas públicas relacionadas con la
difusión de dos tendencias musicales: la
salsa y el rock. En efecto, la salsa también
inició como música extranjera que más
tarde se asimiló completamente y, se
convirtió en una característica propia de la
ciudad. A pesar de la innegable presencia
y énfasis en la salsa, acentuada sin duda
por las ferias de Cali, queda de maniiesto
que el rock, como estilo musical, goza
también de cierta permanencia. Según
lo comentado por Álvaro, desde 1980
muchas personas han sabido abrirle
camino al rock a nivel nacional. Claro está
que en el movimiento rockero, como en
muchos otros, los puntos de encuentro,
los temas de conversación y las referencias
aludidas han cambiado con los años.
Sin embargo, con los años también han
surgido nuevos lugares y hasta eventos
promovidos por la Alcaldía que pretenden
divulgar otras tendencias musicales. Es
por esta persistencia y por la importancia
que ha cobrado este tipo de música, que
hoy se hace relevante hablar de rock en la
capital mundial de la salsa.
Alejandra Erazo e Isabel Mancera estudian antropología
y todavía no saben por qué. Tienen un gusto extraño por
andar sin rumbo en los buses, aunque a veces se pierdan. Son
amantes de los gatos y de resolver misterios.
Por: Mauricio Guerrero Caicedo
Juan Carlos Penagos Trujillo.
Existe una ciudad (olvidada de Dios), llena
de escritores, pero sin literatura. Se trata de la
ciudad en que los escritores -desconocidosterminan dando clases de semiótica en las
universidades. No diré su nombre. Baste
con indicar que se trata de la ciudad de
Marginalia, una ciudad de notas al margen,
que podría ser cualquiera. Los hombres son
las notas al margen, sus obras son la escritura
de los márgenes. Nadie los ve porque aquí ni se
lee a los que integran el grueso de las páginas
susceptibles de ser atribuidas a un autor
de aquellos que sirven como pretexto para
coloquios o reseñas.
Sin embargo, dado que la realidad suele ser más
variopinta que la icción, incluso que la más delirante
de todas las malas icciones, se han empezado a
notar tímidamente las voces de los profetas del
desastre, los lectores de las notas al margen que nada
o casi nada saben de la literatura de los Grandes.
Sus motivos son un misterio —quizá incluso para
ellos mismos—, y lo único claro con respecto a su
misión es que están emperrados en poner a hablar a
los que nunca se imaginaron que alguien tuviera
tiempo, valor y suiciente sinrazón como para
escucharlos. Esta es la historia del proyecto
insensato de quienes quisieron que los
endurecidos habitantes del subsuelo, los
que habitan por debajo de las ruinas del
Dostoievsky autobiográico, tuvieran
su momento, su simulacro de una gloria
cuya ausencia, paradójicamente, es lo que
los deine.
Esta es, por tanto, la historia de Marginalia. Un
evento universitario, que como su nombre lo indica,
era en sí mismo una nota al margen, en este caso,
de la Feria del Libro que tuvo lugar por los mismos
días en aquel perdido año de 2010 de Nuestro
Señor, durante la cual los escritores reconocidos se
encontraron, como ya es costumbre, con su público
en el marco de las festividades académicas y la
atmósfera amable y bienhechora de los grandes e
insigniicantes eventos de la cultura regional.
Mientras esto ocurría, los fanáticos de los
márgenes, con voluntad de subversión irrisoria,
realizaban a manera de conjuro y explicitación de
su aborrecimiento por las ponencias de los hijos
oiciales de la pluma y el tintero, un conjunto de
conversatorios marginales. Como consecuencia,
Marginalia pasó como tenía que pasar, desapercibida,
y por tanto, todo salió a pedir de boca. Esta es una
crónica, espuria y preñada de los tufos del subsuelo
del arte literario, que versa sobre lo acontecido
en aquellas reuniones marginales. Alguien
ha sugerido que lo que aquí se cuenta sin
pericia tiene valor documental y sirve a
la elaboración del primer esbozo de una
guía no oicial de la literatura vernácula.
En esa persona recae, por tanto, toda
responsabilidad y toda culpa que pudieran
corresponder a la publicación de este
monumento vergonzante a la falta de decoro.
Quien escribe, simplemente acepta de antemano
la posible acusación de traidor, pues el gremio no
estructurado de los sin-obra no tardará en proferir
contra aquel que develó el secreto de la existencia
de la orden secreta de los escritores que se suben al
bus y se sientan a su lado, como si de seres humanos
normales, comunes y corrientes, se tratara. Dios se
apiade de mi alma.
Afortunadamente, poco queda de
esas jornadas ilusorias destinadas
al fomento de los estratos más
profundos, informes e impresentables
del arte literario. Espero morir pronto
para poder llevarme a la tumba lo que
vi y oí, y que algo similar ocurra con el
resto de los testigos. El lector común,
el que salta las notas al margen y
da muestras de gusto y capacidad
de discernimiento, no habría
podido soportar lo que este humilde
servidor se vio obligado a presenciar
y que sólo un orate ahíto de palabras
sin cuento y comprometido hasta el
tuétano con su propia desacreditación
intelectual puede asimilar, e incluso,
en el peor de los casos, disfrutar.
Si acaso, apenas dos documentos
que dan cuenta de lo acontecido
en la lóbrega sala de Biblioteca en
que se llevó a cabo la pataleta de los
proscritos sobrevivieron a la desidia
de los organizadores y al destino de
todo lo que ha sido creado para un olvido
rápido, cuando no instantáneo.
El siguiente es el primero de esos
documentos. Se trata de la transcripción
de un fragmento de conferencia –en
rigor, del diálogo introductorio y casi
autista entre la organizadora y un orate de
primera categoría—, dedicada a los poetas
cuyos experimentos y engendros verbales
ni siquiera en Facebook han merecido
el samaritano gesto de un “me gusta”, y
quienes, precisamente por eso, saben que
son los mejores, los incomprendidos,
las fuerzas de la “nueva” literatura, los
faros de las generaciones por venir, los
innovadores condenados al fracaso por
el orden de un mundo que se obstina en
reconocer el verdadero mérito sólo cuando
sus acreedores ya han perdido hasta la
humilde lápida que guardó sus restos en
alguna módica pared de cementerio y no
queda amigo o familiar alguno que pueda
beneiciarse de su bien lograda fama de
mártires ilustres de la cultura.
Entrevista a Felipe Wagner
No introduciré mi voz en estas líneas
malsanas. Dejaré que la animosidad
inexplicable entre los dos interlocutores
ausentes de su exiguo y compadecible
público, la misma que supura este
instante congelado en el tiempo por la
magia, no siempre bienhechora, de la
grabación en audio y su complementaria
puesta en discurso escrito, se presente
sin mediaciones al lector. En efecto, la
literatura aquí, como en todo lo que tiene
que ver con Marginalia, sobra o es otra
cosa muy distinta a lo que los simples
mortales suelen entender y asumir como
tal. ¡Cómo quisiera ser yo el equivocado y
que Felipe Wagner fuese, en realidad, un
genio o por lo menos un Pierre Menard,
y no el prematuro anciano que con su
reclamo incongruente y apasionado nos
hizo sentir a todos, apenas arrancado el
ciclo de las conferencias y conversatorios,
que estábamos condenados al último foso
del inierno!
Marginalia: nombre completo
Felipe Wagner: Felipe Wagner.
M: Edad
F: ¿Importa?
M: Sí, necesitamos registros precisos,
el evento se inancia con fondos del
Estado.
F: Tengo 30 años.
M: ¿Por qué se considera un escritor
marginal?
F: Su pregunta es agresiva. Mi respuesta
intentará serlo. No soy escritor, soy
sociólogo con una rara inclinación a
las letras y a la poesía. Antes que obra,
tengo una historia, y quiero aprovechar
el espacio para legitimarla.
M: ¿Una historia?
F: ¡De eso no se trata la literatura, pues!
M: ¡Cuéntela entonces!
F: Hay un drama que fustiga
malamente mi tranquilidad en los
últimos meses: cierto grupo de jóvenes
reclaman como suya la re-invención
del movimiento Nadaísta. Es más,
producen mala literatura partiendo
de supuestos estéticos que en algún
momento proclamara el maestro
Gonzalo Arango.
M: ¿Cuál es el problema?
F: Pues que básicamente yo hice eso
hace 10 años.
M: Sigo sin entender el problema.
F: Pues que me parece lamentable la
falta de originalidad de la juventud.
M: ¡Pero usted incurrió en lo mismo
hace 10 años!
F: ¡Era diferente!
M: ¿Por qué?
F: ¡Porque todo tiempo pasado fue
mejor!
M: De acuerdo. Su respuesta es corta,
pero pone sobre el tapete el problema
expuesto por Ricoeur en su trabajo
sobre la memoria.
F: ¿Sí?
M: ¡Claro, el pasado como una reinvención, re-signiica y re-actuliza
la tristeza, por ello todo tiempo
pasado fue mejor! ¿Me entiende?
F. No. Pero lo anterior le salió bonito. Yo simplemente quiero
re-digniicar mi posición como el legítimo precursor del
nuevo nadaísmo de los últimos 10 años en Cali.
M: ¿Y considera Marginalia el espacio idóneo para este in?
F: Pues es esto o seguir agobiando a mi madre con estas
diatribas literarias.
M: Volvamos al tema literario ¿Qué diferencias encuentra
entre su propuesta y la de los jóvenes Nadaístas actuales?
F: Lo de nosotros era generoso, generoso y estúpido. Nuestros
textos eran juego, lúdica, una posibilidad de escape, un rejuvenecer de un existencialismo latinoamericano, un retomar las banderas del primer Gonzalo Arango. Los jóvenes
Nadaístas de esta generación buscan la consagración, la
indexación, escriben para ser reconocidos y olvidados pronto,
publican y cagan, cagan y publican, publican y la cagan. Ésa
es la lógica.
M:¡ Volvieron el viejo Nadaísmo un mierdero!
F: Básicamente, sí.
M: Usted nos prometió una historia y no aparece aún.
F: Intentaré ser breve y preciso. Por lo tanto, me centraré en
comentar algunas obras que constituyeron el acervo del Neonadaísmo. Éste fue el nombre con el que bautizamos nuestro
movimiento literario.
Empiezo señalando la obra “Sensible como una teta” del poeta
Jairo Campos, con una marcada inluencia del universo
literario de Corín Tellado. Campos logró componer una
masa de poemas en los que plasmó su condición de
poeta solitario y enamorado. Con sus versos el poeta
en mención se convirtió en el eje de una poesía NeoNadaísta rosa. Los chicos que siguieron esta corriente
se caracterizaron por vivir hasta edades avanzadas
con sus señoras madres.
M: Yo ubicaría a Campos como un poeta cercano
al movimiento poético mexicano del “menaje –
atroz”.
F: Usted lo ubica por lo menos en alguna parte. Yo
le perdí el rastro hace rato. La última vez que lo vi,
se estaba subiendo a una marranita de la policía
acompañado por una señorita inmensa y fornida, de
tacones altos, pasada de maquillaje y con peluca de
pelirroja, en un semáforo de la octava norte, a las tres
de la mañana. Todo indicaba que había habido algún
jaleo y los policías se veían en extremo divertidos cuando
subieron a la cabina. Intenté llegar a tiempo para saludarlo,
para enterarme de qué estaba ocurriendo, para ofrecerle mi
ayuda, pero la pierna mala me lo impidió y la debilidad de
mis pulmones, siempre al borde del colapso, no me permitió
gritar con fuerza suiciente para ser escuchado. Después
de eso, y tras alguna vacilación que me duró hasta poco
antes del amanecer, caminé durante muchas horas,
que me parecieron una eternidad, hasta la estación
de la Flora. Llegué a las diez de la mañana, bañado
en sudor y con una várice a punto de estallar, pero
no los encontré. Supongo que todo fue sólo un
pretexto para no llegar a casa. En realidad, me
trae sin cuidado lo que le ocurra a Campos,
pero siempre me preocupa sobremanera abrir
la puerta de casa y encontrar a mi madre
despierta…
Aunque supongo que eso no es importante aquí,
así que sigo con mi historia, y paso a referir al
escritor Iván Mañas, gran prosista de largo y
mal aliento. Su primera y única novela, titulada
“Cargando el mal”, recorrió, literalmente, de
manera extensa, la condición de los conductores de
volqueta de la ciudad. Su obsesión por la metáfora
y la movilidad de sentido, le llevó a explorar este
segmento de la realidad. Sin embargo, su novela que
superaba las dos mil páginas nunca pudo ver la luz de
la impresión. Mañas, para mi, representó el ala sucia del
Neo-Nadaísmo. Extrañamente le iba bien con las mujeres.
M: Excitante la historia de Mañas, pero el tiempo se
agota. Así que, por favor, agilice!
F: Si usted lo dice, debe ser porque así es. No opino sobre
el tiempo, porque, ya ve, a mi me dejó atrás hace rato.
Así que, volviendo sobre la huella, como diría Mañas,
quiero terminar reseñando mi obra, la cual construí a
partir de mi ejercicio como sociólogo. Quiero decir que
me dediqué a la crónica-etnográica-de-la-ciudad. Escribí
relatos en los cuales la prosa sociológico-cientiicista
y la poética se mezclaban de tal manera que nadie me
entendió, ni los poetas, ni los sociólogos. Logré publicarlas
en un suplemento literario patrocinado por una iglesia
protestante. Fue tal la conmoción que conseguí causar
con esta obra —por lo menos entre los freaks muertos
de hambre con los que me codeaba en el seno del delirio
literario compartido—, que tal acción provocó mi
expulsión del movimiento.
M: Gracias
F: ¿Cómo? ¿Acaso me está usted cortando?
M: Me temo que sí. Esto es un espacio de notas al
margen. Las crónicas, ya sean de indias o de disparates
adolescentes, supongo que no son asunto nuestro.
El otro registro es anónimo.
Apareció, tras el cierre del
evento, en el maletín del
novio de la organizadora, un
tipo al que lo que menos le
interesa en este mundo es la
literatura y al que tampoco
en realidad le interesa mucho
la organizadora. Por esos y
otros motivos, es un milagro
que esta sentida carta del
escritor más tierno que haya
parido la tierra, incapaz de
poner la cara, de decir su nombre
o su pseudónimo, sobreviviera. Hay
quienes dicen que se trata de un
apócrifo y adjudican la autoría a varios
estudiantes de literatura relacionados
con Marginalia. Según estos escépticos,
la treta estaba destinada a generar
un aura de folletín que envolviera al
proyecto y sirviera a
su justiicación, como
si de una novela de
Camilo José Cela se
tratara. Tengo motivos
para creer que estos
Santos Tomases están
equivocados. De hecho,
sé, con completa certeza,
que están equivocados.
Presento aquí las líneas
de la confesión de un
tímido como lo que son:
la síntesis de lo que fue
Marginalia y de lo que
tenían en común todos los
lunáticos que, como Felipe
Wagner, tuvieron algo que decir,
acerca de libros y obras que nadie
conoce, y que son el signo de su valía, la
evidencia de su fracaso y el repositorio de la
literatura para cuando todo lo demás haya
escritor ingenuo. Es extraño que lo diga yo
Soy elmismo,
pero lo sé y no se me puede negar el dudoso
privilegio de decirlo, gritarlo yo mismo a los cuatro, a los
mil, a todos los vientos. He tratado, durante años, de escribir
algo, pero no me sale nada. Y no es que no sepa escribir. Lo
que pasa es que se me quedan las historias, se me atrancan
y empiezo a desesperarme cuando apenas he andado unas
pocas frases. De pronto, resulta que me encuentro perdido
en ningún lugar, que no sé para dónde va la cosa, que
empiezo a dármelas de culto o de intelectual, o de erudito,
que para mi caso todo viene a ser la misma cosa, y ya no
tiene arreglo lo que va pasando en la pantalla de mi PC.
Me costó mucho trabajo conseguir mi PC. Además de
ingenuo soy pobre: no tanto, pero lo suiciente para que
me haya costado trabajo estar escribiendo esto en mi
PC. En realidad (tengo que aceptarlo) sí es cierto que soy
pobre, y también es cierto que no tanto, pero acaso es más
cierto que soy un irresponsable. El dinero no me dura en
los bolsillos. Se diluye entre mis manos. Es más lo que tardo
en ganarlo que lo que tardo en lamentar las maneras (que
no alcanzo a comprender y a veces ni siquiera a aceptar) en
que lo gasto. Se puede decir que además de escritor ingenuo
soy un hombre ingenuo. Y lleno de problemas, algunos de
dinero, que importan mucho, pero la mayor parte tienen que
ver conmigo mismo, con esta sensación de valer más de lo
que supongo que la gente cree. Gente que a veces ni se da por
enterada de que estoy ahí, que en ocasiones me deja con la
mano estirada o con el lío de terminar bien el gesto de un
reconocimiento que empecé pero que no fue correspondido
y que por tanto debo tratar de convertir sobre la marcha en
otra cosa, dejando de lado la sospecha, que siempre está
allí, de que por más que parezcan no darse cuenta de mí
de lo que sí se dan perfecta cuenta (si no todos, alguno…
o algunos) es del gesto huérfano que conirma mi forzada
condición de uno más.
Así que trato y trato, soñando con la publicación, con
el reconocimiento, con la gloria literaria, pero no sale
nada. Aunque, bien mirado el asunto, eso también puede
ser, hasta cierto punto, mentira, o por lo menos una
simpliicación, culpable como todas. La verdad es que sí
me ha salido algo. Quizá mucho. En el transcurso de los
años es mucho lo que he escrito. Algún libro de cuentos que
no llegan a ser cuentos, muchos poemas que andan por ahí,
en archivos electrónicos dispersos y en cuadernos viejos,
sin orden ni concierto, llenos de tachones y correcciones
que no alcanzan a salvarlos, remache que remache con las
mismas dos o tres ideas ijas e inaceptables (incluso para mí)
que informan mis dos novelas, una ya terminada y la otra un
proyecto apenas en los preámbulos, que le digo a los que me
conocen que habrá de consumir, cuando menos, mis próximos
cuarenta años (si es que tengo tanto tiempo).
En rigor no son ni cuentos ni poemas ni novelas. Son
monstruos informes, estructuras delirantes que a mí
mismo me da pereza leer, pero a las que de vez en
cuando vuelvo por pura nostalgia, o, para ser más
exactos, porque me sirven de evidencia, de prueba de
que algo he escrito. Y a ese algo lo suelo llamar, para
paliar la impresión de proto-literatura, de esfuerzo
ímprobo y vano, Antinovelas, Contracuentos,
Antipoemas. Toda una obra erigida sobre la negación,
incluso de la noción misma de Obra, y llena de
bravuconadas contra la noción de Autor. Una obra
complicada, vasta, difícil de leer y mucho más de
comprender, que se presenta como el resultado del
cansancio, como la búsqueda de nuevos horizontes
literarios que ningún crítico, y muy pocos lectores,
podrían siquiera llegar a vislumbrar. Así me justiico,
tratando, cual Prometeo metido a bardo, de bajar
el fuego del espíritu y la cultura a los hombres que
se han abastardado a fuerza de consumir lo que les
venden en las librerías y universidades, que no es otra
cosa que una literatura a todas luces añeja o anodina,
incapaz de afrontar los retos de un tiempo en el que lo
único que hacemos es repetirnos, o repetir la fórmula
del cambio, sin atrevernos a atravesar las fronteras
detrás de las cuales quizá se encuentre el destino
de los libros en una civilización ahíta de lectura y
anquilosada en discusiones siempre estériles, cuando
no dirigidas hacia el desastre y la locura.
Aunque, pensándolo mejor, Prometeo no es el
referente idóneo, a despecho de ser, no sé por qué, lo
primero que siempre se me ocurre cuando me largo a
hablar de estas cosas. Mejor cuadra, para lo que quiero
decir, la imagen de un profeta sin Dios anunciando
la nueva de la completa inutilidad de la espera de
cualquier inal de los tiempos. O, si se acepta que la
anterior sigue siendo una imagen vana a fuerza de
grandilocuente, propongo, para mí mismo, la de un
hombre común cargado con la misión de trascender
los estrechos límites del arte con un valor y una
determinación sólo atribuibles a un titán fuera de sí.
Algo así soy.
Se imaginará entonces el lector que me la paso pegado
del teclado, escribiendo y escribiendo. Eso tampoco es
cierto. La mayor parte del tiempo me la paso soñando,
imaginando, recriminándome porque no escribo. Me
digo que ya llegará el momento, que cuando sea la
hora lo voy a saber, que llegará la señal, que algo me
va a decir, algún día, de manera inequívoca, que es
hora de escribir. Mientras tanto, leo, cientos y cientos,
miles de páginas, deteniéndome en cada letra, en cada
palabra, hurgando la tipografía, los esquemas que
forman las palabras sobre las hojas, saboreando cada
coniguración, maravillándome con la posibilidad de
hilvanar un mundo a partir del simple y cotidiano
juego de la imaginación aplicado al también simple y
cotidiano juego de la escritura.
Leo mucho: historia, sociología, antropología,
ilosofía, libros sobre arte, psicología, psicoanálisis,
lingüística, semiología, teoría literaria, epopeyas,
novelas, cuentos, ensayos, poesía, clásicos de la
retórica, escrituras sagradas y profanas de aquí
y de allá, revistas de todos los tipos. Y de tanta
lectura me quedan sólo nebulosas, formas que no
se alcanzan a deinir, la sospecha de algo que se va
ensanchando y haciendo más denso con el paso
del tiempo; algo que se enrarece progresivamente
y que es como un universo en expansión
formado por partículas tan elementales y regido
por fuerzas tan misteriosas que cuando extiendo
mi mano para aprehender alguna cosa en medio
de tanta belleza no consigo hacerme con nada,
si acaso con el tacto de substancias demasiado
sutiles para mis limitados manejos mortales,
que me dejan con la sensación de ser un Tántalo
de feria, un ingenuo, un tonto a in de cuentas,
alguien incapaz de sacarle nada en concreto a
tanta lectura.
Claro que puede que eso se deba más bien al hecho
de que antes que de aprender cosas útiles, lo que
trato es de llegar a conocer algún día todos los
secretos de las palabras, todas sus posibilidades,
con el objeto de convertirme en algo así como
un amo del sentido, un brujo que comprende y
domina todos los poderes de una magia que bien
mirado no sirve para nada porque sirve para
todo.
Voy por la calle pescando errores ortográicos y
gramaticales, y me lleno de alegría y de angustia
cuando conirmo, a cada paso, que a la mayor
parte de la gente la traen sin cuidado las tildes
y que pueden entenderse sin ellas. ¡Con lo que
me costó a mí llegar a saber dónde iban, cuándo
tenían que hacer su aparición preciosa y sutil,
garante del sentido, pero, sobre todo, del saber y
la probidad del que escribe! Voy por aquí y por
allá rumiando conversaciones cultas y eruditas
que no llego a sostener con nadie y a las que lo
que más se acerca son algunas charlas con amigos
que no se toman los libros lo suicientemente en
serio, o por lo menos no como yo quisiera que
se los tomaran.
El resultado de todo eso es que me paso la
mayor parte del tiempo enclaustrado, leyendo,
maravillado de que alguien haya sido capaz de
componer esas desmesuras que son los libros
cuando uno repara en ellos con un poco de
detenimiento y, como si dijéramos, con la
mirada limpia de presuposiciones. Y mientras lo
hago pienso en mis propios libros, no los que ya
están escritos sino los que voy a escribir, libros
imprescindibles que van a hacer las delicias y
el inierno de los lectores y que algún día algún
chico solitario leerá en una noche de insomnio
mientras sueña despierto con el momento en
que él escribirá sus propios libros. Me imagino
que este mundo está lleno de tipos como yo,
como esos muchachos que planean durante
toda una vida sus grandes libros, esos lectores
que no se resignan a quedarse de un solo lado
Epílogo
Y así vamos nosotros, los miembros de la orden secreta de Marginalia, por
decirlo de alguna manera. Somos los escritores, y los lectores, y los editores,
y los críticos, ingenuos. Seguimos habitando en el subsuelo, haciendo las
reuniones en los márgenes y esperando, esperando, esperando… el día
soñado en que la ingenuidad reciba la atención que se merece. Si alguien
ha leído estas páginas, si usted ha llegado hasta aquí tras agotar todo mi
relato, una de dos: o existe esperanza para nosotros y nuestra empresa —
lo que sería, ¡oh paradoja!, un fracaso absoluto—, o usted es un ingenuo
que no ha asumido su condición. Si su destino es aciago, y la situación
corresponde a la segunda opción, lo esperamos.
Biografía autorizada por los autores del artículo.
Juan Carlos Penagos y Mauricio Guerrero: Licenciado en Letras el
primero, sociólogo el segundo. Se han desempeñado laboralmente
en diversas ocupaciones: investigación, consultorías académicosentimentales, edición de estilo para páginas web dedicadas a las noticias
de farándula y docencia en general. En su momento participaron en la
fundación del movimiento Neo-Nadaista junto a Felipe Wagner, pero
fueron expulsados del movimiento por un lio estético-epistemológico
de faldas. En la actualidad escriben artículos para revistas de agitación
cultural, buscando alguna notoriedad.
Fanzines y publicaciones hazlo tú mism@
En la casa de quien fuera anitrión de un oscuro bar de
hippies y rockeros en Cali llamado el Ano de dios escuché
por primera vez en mi vida la palabra fanzine; desde
entonces he participado en publicaciones fanzineras
durante los últimos diez años. Estábamos reunidos para
escuchar a Rafael Uzcátegui, un anarquista venezolano
que compartió con quienes allí estábamos -neóitos en
casi todo- técnicas sencillas para hacer nuestras propias
publicaciones bajo el espíritu libertario del “hazlo tú
mism@”.
En su concepto, los fanzines eran “la oposición más
iconoclasta que existe de las publicaciones conocidas”1,
frutos de la expresión personal -plástica o política- que
no respeta los valores tradicionales de la publicación
impresa. En ese sentido, los fanzines se auto-deinen como
productos de resistencia a la cultura dominante para la
cual el material impreso se acoge a normas ortográicas,
tipográicas, editoriales, comerciales y legales.
Por fuera de cualquier romanticismo, el fanzine es
una publicación temática realizada por y para fanáticos,
la abreviatura en inglés de fan’s magazine. O como airma
algún clásico: “Los fanzines son no-comerciales, noprofesionales y su circulación es pequeña. Magazines
cuyos creadores producen, publican y distribuyen por sí
mismos”.2
1 Rafael Uzcátegui. Corazón de tinta, 2001.
2 Stephen Duncombe. Notes from underground: zines and politics of
Si estas breves deiniciones no son suicientes para
describir qué es un fanzine le recomiendo preguntar
por alguno de los que ya existen o probar a publicar
el suyo propio. La mejor recomendación que puedo
dar es la que deja el Equipo Hogar:
“Es información libre y directa, sin iltros,
editores, impresores, leyes ni nada que te impida
decir lo que quieras, a quien quieras. No tienes que ser
diseñador ni publicista, no tienes que ser un escritor
o periodista, lo único que necesitas es un tema que te
guste, a ti, a nadie más que a ti, seguramente tienes
información valiosa para alguien que comparte tus
gustos”.3
La historia de las publicaciones fanzineras se
remonta a los intercambios epistolares realizados
entre fanáticos de la ciencia icción en los Estados
Unidos de los años treinta que, eventualmente
terminaron escribiendo historias propias y
produciendo sus propias publicaciones.4
alternative culture, 1997.
3 Equipo Hogar. ContraPublicaciones. Fanzines y publicaciones
independientes en Colombia, 2010.
4 El origen de los fanzines en EE.UU. se remonta a 1930 con The
Comet, publicación creada por el Club de correspondencia de
ciencia icción. La SCI-FI ha dominado la escena fanzinera de
los Estados Unidos por muchos años. Phil Stoleman. Fanzines:
their production, culture and future, 2001.
En la década del setenta aparecen las publicaciones Punk
británicas, pioneras en el formato fanzine: recorta y pega, bajo
el principio soberano de “hazlo tú mism@”.
Así, el goce y la expresión han acompañado la cultura de
la publicación underground por encima de cualquier otra
búsqueda. Los fanzines abarcan gran variedad de publicaciones
con formatos y contenidos amplios: políticos y antipolíticos;
punk y otros estilos musicales; poesía y literatura; ciencia icción,
fantasía y juegos de rol; ilustración y cómic; graiti, arte callejero
y culturas urbanas, etc.
Cuando escribes para un fanzine tu interés personal prima
sobre cualquier idea de audiencia, beneicio económico o derecho
de propiedad intelectual. La subjetividad radical y personalización
del lenguaje están más cerca de la poesía que del texto de
academia siempre autoritario y rígido en sus formas expresivas y
argumentativas.
Cuando produces o publicas un fanzine, el contenido y las opiniones
de quienes escriben relejan plenamente tus propias simpatías y
convicciones políticas o estéticas, por lo tanto te comprometen como
persona y nunca encontrarás - como en papel de colgadura - un
aviso que diga: “esta publicación no se hace responsable de las ideas u
opiniones expresadas por sus autores/as”.
A mediados de los años noventa, mientras cursaba once grado e intentaba
con amigos cercanos editar un anuario no-autorizado por los curitas del
colegio donde cursé el bachillerato, apareció ante mis ojos un fanzine. La
fábrica del estrago era sucia, soez y atrevida. Nada que hubiera visto en
papel impreso se parecía a aquella publicación.
Su autor, un estudiante de diseño gráico de Bellas Artes, devenido en músico famoso, deshizo con ferocidad
cualquier idea virginal sobre lo que se supone es una revista. Ahora veo con nitidez que el libertinaje en el
lenguaje de aquella publicación iniciática que tanto molestó a los curas estuvo inluenciada por la gráica
incendiaria de ese fanzine.
Y llegó la universidad, Internet, la guerrilla zapatista y un colectivo de cómplices para seguir
nutriendo las ganas de decir cosas en papel impreso. Recuerdo un compañero beligerante de Univalle
burlándose de mi entusiasta promoción de los fanzines. “De nuevo la pequeña burguesía haciéndose
eco de la basura imperialista”, recriminaba.
Después de publicar tres ediciones de musaenferma y distribuirlas gratuitamente bajo el esquema:
“léala y si le da la gana pásela, colecciónela o tírela a la basura”, otr@s activistas, academicistas, y
cientíicos de la revolución daban crédito a la producción de fanzines, aunque continuaran
burlándose de quienes usábamos tinta, aerosol y marihuana para hacer medios independientes
desde la comunicación fanática.
Sin más, nuestra villa tropical experimentó en la primera década del nuevo siglo la visibilización
de medios de comunicación independientes y auto gestionados que encontraron en camisetas,
en papel impreso o sobre el lienzo pulcro de las paredes sin mancha de esta ciudad, soportes
inmediatos para la expresión pública de pasiones e ideas sin intermediarios, patrocinadores o la
existencia de mercados formales para la circulación del material iconográico.
Barristas, altermundistas, feministas, anarquistas, tribalistas, artistas, y muchos otros istas
con ganas de arroparse en convicciones propias o ajenas y de compartir vísceras e información
en papel impreso, encaramos la comunicación directa, nos asociamos en complicidad creativa
y publicamos una revista de bajo presupuesto para expresarnos, habitar el mundo e intervenir
el ágora pública en el espacio local.
Redes de personas escribiendo, ilustrando, diseñando o produciendo música; otras
interviniendo la calle con carteles, stickers, plantillas y aerosol, o promoviendo foros y
conversatorios, plantones, conciertos y iestas, se tejieron para producir fanzines en esta
ciudad. Los mismos nodos que soportaron y posibilitaron la publicación de cada nuevo
fanzine fueron a su vez los primeros en distribuirlos dentro de su círculo de ainidad. El
mano a mano y el intercambio, han sido la principal vía de difusión de las publicaciones.
“No tienes que
ser diseñador ni
publicista, no tienes
que ser un escritor o
periodista, lo único
que necesitas es un
tema que te guste,
a ti, a nadie más que
a ti, seguramente
tienes información
valiosa para alguien que
comparte tus gustos”
Un pequeño cuadernillo de 40 páginas, impreso en papel barato
a una sola tinta, muchas veces fue el resultado de accionar redes
de personas y grupos que compartían principios como libertad
de expresión, acción directa y autogestión de recursos, o que eran
confesos seguidores de tu misma fe en el papel impreso. La solidaridad
resultó ser un motor más fuerte que el dinero en la producción de
muchos fanzines.
Así mismo, el carácter fortuito de las publicaciones fanzineras ha
sido un poco el relejo de todos los elementos del conjunto: identiicación
con una comunidad emocional y de creencias + ganas de expresarse +
movilización de recursos + encontrar personas dispuesta a pagar por leer
algo que -supuestamente-les interesa = volver a empezar o morir en el
intento. Dos ediciones son el promedio; más de tres, muestran el trabajo
tenaz de quienes publican; cinco o más ediciones de un mismo fanzine,
dejan huella en la memoria de la cultura urbana.
Fanzines hechos en Cali han estado en los pabellones de la Feria
internacional del Libro de Bogotá, así como en ferias locales del libro y de
movida under desde el año 2005. También han ocupado vitrinas de algunos
locales comerciales, pero la mayoría circulan mano a mano y a través de redes
de productor@s de publicaciones o de medios independientes en las principales
ciudades del país.
La década terminó con una desbandada hacia las plataformas digitales, más
asequibles y económicas para producir medios independientes. La blogósfera
cautivó a los más jóvenes y descolocó a los románticos del papel impreso. Todas
las manifestaciones del intelecto, la creatividad y las pasiones humanas caben
ahora en el ciberespacio bajo un formato prediseñado de acceso gratuito.
Sin embargo, fanzines recientes como ISKRA (¿dónde está el pan de $100?) y
Rojo Pzón (vomitorio feminista), ambos de distribución gratuita y estética hazlo
tú mismo, o como Sub y Satélite sursystem, experimentales
en la gráica y narrativa como buena parte de las publicaciones
caleñas, muestran que los medios análogos todavía dan palo en
la era digital.
suma más de 60 títulos sólo de los primeros 10 años del nuevo
siglo. Una labor urgente es conectar los soportes digitales con
los analógicos para ampliar la difusión del material existente y
adecuar espacios físicos y virtuales que garanticen libre acceso a
este tesoro del saber.
En los fanzines hallarás el tesoro del saber
Recoger memoria de los fanzines y publicaciones de bajo
presupuesto elaborados en Cali y reconstruir las historias de
ciudad narradas en sus páginas raídas tiene también el propósito
de llenar de color la tediosa repetición de la cultura de masas,
así como impulsar la permanencia de medios de comunicación
independientes, locales y autogestionados al servicio del poder
de la gente.
Iniciativas recientes como las realizadas por la Fundación Sancho
el sabio, que compiló en un catálogo 500 títulos de fanzines
vascos5, o por el Equipo Hogar, que recogió una muestra con
200 fanzines y publicaciones de bajo presupuesto en Colombia6,
parecen indicar que los contenidos de las publicaciones tipo
fanzine se hicieron visibles como registro histórico de algunas
realidades disidentes y como reivindicación del medio impreso
auto editado.
Fanzineros cansados de cargar con sus colecciones en cajas
y bolsas viejas y algunas instituciones públicas y privadas ávidas
por descubrir otras joyas de la cultura urbana se están mostrando
interesadas en preservar y difundir este tipo de publicaciones en
Cali y otras ciudades latinoamericanas7.
Parte de la fanzinoteka local, compilada por editores caleños
en la biblioteca regional del banco de la república (BLAA),
5 Fanzinoteka de la Fundación Sancho el sabio. Disponible en http://www.
slideshare.net/FUNDACION2009/catalogo-fanzinoteka
6
ContraPublicaciones. Museo de Arte Moderno de Bogotá, agosto
25 - septiembre 24 de 2010. Disponibles en www.lickr.com/photos/
contrapublicaciones
7
Ver por ejemplo: Fanzinoteka archivo ecuatoriano de fanzines y
publicaciones independientes. http://www.fanzinoteka.com/
Así que haga su propio fanzine, o su propio blog o un rayón
con aerosol en la pared de su universidad o vecindario; sólo
exprese de la manera más subjetiva posible sus gustos, sus
preguntas y sus intereses. De repente se da cuenta que su arte
llena de matices la llamada cultura urbana, aunque sólo parezcan
sucios manchones.
...pero como puede ocurrir en esta ciudad, hasta eso, corre
peligro de devenir en moda.
Fernando Cardona Hansen
Explorador de la conciencia, sanavdor de oicio y sociólogo de profesión, otra vocación
permanente del autor se ha manifestado sobre papel impreso como anuario escolar proscrito,
pasquín despreciable, fanzine visceral, columna roja de periódico universitario, poster de calle o
icción cientíica con ISNN. Aunque la comunicación ha luido con gracia desde hace una década
a través de fanzines como Musaenferma (2001-2005), Sursystem (2004-2005), Sub (2005 –
2006), y Trinchera Ganja (2006-2009), actualmente la pasión por la comunicación editorial se
centran en la visibilización de publicaciones independientes de bajo presupuesto elaboradas en
Cali durante la última década.
Escríbanos a papeldecolgadura@icesi.edu.co
o envíenos su correo postal a
PAPEL DE COLGADURA
Universidad Icesi
Facultad de derecho y Ciencias Sociales
Calle 18 No. 122-35 Cali - Colombia
Una prosa sencilla adorna las letras de canciones que describen a Cali como una ciudad de
ensueño en donde “las palmeras se mueven alegres”1 y “las caleñas son como las lores”2. Estos
apartes que se tararean a mitad de una conversación en la tienda del barrio, en compañía de unas
cervezas y de la brisa refrescante al oeste de Cali, esceniican una postal de esta ciudad y su gente
convertida en mito para algunos extranjeros y unos cuantos románticos. Un ideal de ciudad con
memoria de bohemia y de poesía.
1 Grupo Niche. “Cali aji” Álbum: Cielo de tambores, 1991.
2 The Latin Brothers. -Las caleñas son como las lores- Álbum: El picotero, 1974
Situaciones del pasado que se repiten hoy, tal vez porque
la gente es la misma o porque la búsqueda no ha terminado,
mantienen vivos los anhelos de experiencias de otras épocas que
han conigurado la idea de que esta ciudad es el mejor vividero
del mundo. Apreciación de fantasía sobre Cali, representación de
goce de una ciudad que tiene tras de sí el devenir de un pueblo
convertido en urbe; una ciudad donde abundan los centros
comerciales, los barrios informales en crecimiento desmesurado
y los conjuntos de casas y apartamentos que han encerrado las
tiendas, los parques, los árboles, los niños, la libertad y todo lo
que se puede encerrar.
Quienes lo vivieron dicen que Cali tuvo uno de sus mejores
momentos con los Juegos Panamericanos en 1971. Feliz
coincidencia que enmarcó el tiempo cuando el boom de las artes,
la salsa y la cultura cívica se dispararon. Una mezcla particular
para una ciudad que en pocos años se enfrentaría al rostro del
narcotráico de las décadas del 80 y del 90. Un momento en que la
impotencia de una sociedad frente a la criminalidad permitió el
uso de códigos maiosos que pronto desdibujaron lo conseguido
en épocas anteriores.
Sin quererlo se construyó la paradoja: una ciudad cívica,
deportiva y culta, cuna de uno de los carteles del narcotráico con
más fama en el mundo. Esta paradoja funciona como negativo de
una fotografía que sigue revelando una imagen
viciada en su concepción de lo que es Cali,
dentro y fuera del país.
Pensar una nueva forma de concebir la ciudad
no se escuda en el querer que parezca diferente,
original o mejor que otras. La búsqueda cobra sentido
si pensamos en que, como individuos y ciudadanos, no
hemos hecho lo necesario para despertar el deseo colectivo
de construir una ciudad viva. Algunos saltaran del asiento y
dirán que Cali ha cambiado y que se han hecho cosas que la han
modernizado y ahora está mejor. Se hizo el MIO (¿integral?), las
21 megaobras (¿cuántas terminadas?), la ciclo vía (¿con cuántos
metros?), un nuevo estadio (¿sólo para jugar fútbol?) y metros
de andenes (¿para motos y vendedores?). Al inal parece que han
ganado los que aman el hierro y el concreto como única manera
de hacer ciudad.
Pero algo aún se puede hacer. La ciudad y su gente necesitan
desmarcarse de una tradición con derrumbamientos y representaciones de concreto. Más que grandes ideas y puentes para
la industria automotor, es vital revisar lo que siente y piensan sus
ciudadanos, conocer las realidades y preocupaciones de los jóvenes,
las de los recién llegados por el desplazamiento, aproximarse a las
pérdidas y búsquedas de identidad de afros, indígenas, caucanos,
chocoanos, paisas, nariñenses, ver de cerca
las formas de apropiación del espacio público,
abrir el pensamiento para aceptar que la formas
de contar esta ciudad ahora son múltiples y
diversas. Que ese encanto metropolitano de orden
y seguridad sólo es un ideal de quien sueña con ojos
del pasado.
De este interés por el cambio dan cuenta las más variadas
propuestas que las nuevas generaciones de artistas visuales y
músicos dan a conocer en escuelas, centros culturales, barrios
alejados, bibliotecas y universidades públicas y privadas.
Expresiones que ponen de maniiesto el espíritu creativo de
jóvenes que cuestionan los símbolos de esa memoria que no se
conservó y se plantean nuevas formas de mirar que integran un
pasado ejemplar frente a los retos que traen los cambios.
De aquí nace la propuesta de Ciudad Imaginada, concibida
como una exposición anual apoyada por el Centro Cultural
Colombo Americano y la Facultad de Artes Integradas de la
Universidad del Valle, desde la cual se procura dar a conocer
los imaginarios de ciudad que jóvenes artistas construyen en
propuestas donde conluyen y se entrelazan las más variadas
perspectivas e interpretaciones de la ciudad. A través de una
convocatoria abierta se invita a artistas de diferente procedencia
y formación a mostrar su “ciudad imaginada”, esa que surge a
partir de sus experiencias, opiniones, deseos y relexiones.
Con la idea de la exposición “colectiva” se busca ampliar
el espectro de lecturas, potencializando el acercamiento a los
argumentos planteados histórica y convencionalmente sobre lo
que es Cali. En las versiones del 2009 y 2010, la fotografía, el video,
la instalación, la intervención espacial, el performance y hasta el
Graiti fueron algunos de los medios formales utilizados para
expresar ideas y críticas que evidencian la diversidad y movilidad
que tiene el arte local. En el 2011 Ciudad Imaginada tendrá
lugar del 11 al 31 de Noviembre y contará con la participación de
cinco artistas universitarios, tres artistas jóvenes invitados, dos
curadores y una comunidad, quienes cuestionan el papel del arte
como forma de reinterpretar la ciudad.
**************************************
John Henry Ordoñez es dibujante y profesor, licenciado en Artes Visuales y Estudiante
de Maestría en Sociología de la Universidad del Valle, Cali, Colombia.
Adriana Castellanos es licenciada en Artes Visuales y Estudiante de Maestría en historia
del arte en la Escuela de Altos Estudios Sociales, Buenos Aires, Argentina
Parece que ahora, para escribir sobre un restaurante o
un expendio de alimentos pasados por un proceso de
cocción y racionalización, se necesita tener en cuenta
dos aspectos centrales: el ritual de socialización y la
experiencia relacional de consumo del alimento. No
importa si usted escribe para una revista académica
o para una guía gastronómica no oicial de cualquier
ciudad. Por lo tanto intentaremos ofrecer estas
breves reseñas teniendo en cuenta las dos variables
mencionadas anteriormente, las cuales en palabras
menos socio-antropológicas remiten a la simple idea
de que a un local de comida usted va a comer: porque
la comida le sabe bueno y porque la va a pasar bueno.
En los últimos años la cultura gastronómica en la
ciudad de Cali se ha dinamizado hasta convertirse en
una especia de hito a nivel nacional. Diferentes zonas
de la ciudad han visto emerger restaurantes de todo
tipo, sitios con una variada oferta que han ganado
tanto reconocimiento como prestigio y que usted
encontrará en cualquier guía turística. Sin embargo,
en medio de este esplendor aparecen algunos
espacios, no tan conocidos y en algunas ocasiones
vecinos de los muy conocidos, que merecen ser
comentados, presentados y reseñados como lugares
que han ganado reconocimiento fuera del circuito
oicial establecido por ese nuevo boom gastronómico
y que, sobre todo, ofrecen una experiencia diferente.
A continuación ponemos a consideración de
usted, querido lector-comensal-gourmet-o-no,
una pequeña relación de sitios que merecen ser
descubiertos por su paladar y su bolsillo. Palabras
más palabras menos: es posible que su salario salga
menos lastimado que su estómago.
Wander Burger
$10000
$20000
$30000
Horario de atención: lunes a domingo de 6
PM a 2 AM
Dirección: Diagonal 24 # 25-181 (Cerca a
Comfandi del Prado)
Historia del sitio: 15 años de atención al
público, antes se llamaba Warner Burger
pero para evitar problemas con la productora
cinematográica preirieron cambiar su
nombre.
Plato especial: La hamburguesa y el
perro caliente más grandes del occidente
colombiano.
Comida callejera fellinesca. Derroche
y desproporción hecho hamburguesa,
sándwich o perro caliente. La principal
fortaleza de la comida de Wander Burger es
su descomunal tamaño capaz de saciar las
monchis (psicoactivadas o no) más severas.
Cualquier epíteto -y mandíbula- se queda
corto en la descripción de sus productos,
hay que ver para creer. La longitud del perro
caliente es tal que el pan lo fabrican a medida
en Medellín y la hamburguesa no se queda
atrás pues dibuja una esfera cercana a la
de un balón de fútbol; el sabor de su oferta
gastronómica no está por debajo de la usual
comida rápida, siempre bañada en las típicas
salsas multicolores. Ironía del destino o
llamado a la contrición, frente a Wander están
el Cardio Gym y la Droguería Minerva.
La Tasca de San Nicolás
Empanadas El Templete
Horario de atención: lunes a viernes de 2 pm
a 9 pm. Sábado de 11 am a 9 pm
Dirección: Carrera. 4 No. 19-16.
Historia del sitio: Fundado por doña Diana
Loayza hace 12 años
Plato especial: Corazones de pollo asados con
mucho amor.
Horario de atención: domingos de 8 am a 12
pm
Dirección: Carrera 37 bis entre carrera
séptima y novena.
Historia del sitio: 14 años de servicio a
feligreses y herejes.
Plato especial y único: empanadas y
champús.
“Nuestra única técnica es el amor”, fue la
respuesta de la propietaria al ser interrogada
sobre el secreto de sus asados. El lugar tiene
una atención muy esmerada y sus productos
no desmerecen el servicio. El aborrajado es
delicioso, muy suave y de buen color, nada
que ver con las masas deformes, amarillentas
y grasosas que suelen encontrarse. Hasta
donde nuestro sondeo gastronómico vitalicio
nos deja ir, el chuzo de corazones de pollo es
el plato exótico y exclusivo del menú: se trata
de bombas cardiacas de unas proto-gallinas/
gallos empaladas en la misma vara, una junto
a la otra, abrazadas por el carbón y salteadas
con chimichurri. Son la joya del repertorio que
la tasca ofrece, un reto para los carnívoros y los
entusiastas de la comida callejera. A diferencia
de los corazones guisados, éstos son algo más
secos ya que no hay tomate o cebolla que los
acompañe, sino el chimichurri que junto a
las brasas, complementan y realzan su sabor
visceral al carbón.
Todos los domingos en la mañana, desde
hace ya 14 años, en un costado del tradicional
parque El Templete, se venden las mejores
empanadas de Cali, según los feligreses de la
iglesia y las almas enguayabadas que buscan
sosiego para su deteriorado hígado. El sitio
no es muy cómodo: lo más probable es que no
haya libre alguna de las pocas sillas Rimax y
usted tenga que comer sentado en el sardinel
de los jardines del parque; igual los feligreses
católicos y las almas enguayabadas deben
recibir algún tipo de castigo. Las empanadas
tienen el punto de crocancia (perdónese el
neologismo) y la consistencia del guiso que
hicieron pecar en la privacidad de su sacristía
al convertido padre Gallo, antes párroco del
lugar.
Boccati
Menú del medio día ($)
Dirección: Kra 3ª 2-17
Horario de atención: De lunes a sábado todos
los medios días y en la noche hasta las 10:30 pm
Historia del sitio: Una tradición familiar de
años dedicada a la pasta.
Plato especial: Salsa napolitana
Ubicado en el barrio El Peñón, Boccati condensa
los valores culturales de nuestra ciudad, por
tanto usted puede encontrar una dama de buen
apellido comentando su último viaje a Estambul
o simplemente deleitarse escuchando el discurso
de un estudiante universitario que intenta ligar
alguna chica echando mano del último suspiro
de sus ahorros.
El restaurante tiene por especialidad la pasta,
la cual es servida de acuerdo a la sugerencia del
propietario. El mobiliario del restaurante es capaz
de sintetizar el sentido digno de la improvisación
y el decoro, por lo que en algún momento la dama
de buen apellido y el estudiante varado pueden
estrechar lazos compartiendo un plato de pasta
larga en medio de la deliciosa salsa napolitana –
especialidad de la casa-.
Finalmente es justo resaltar el menú del medio
día, que por un precio módico, ofrece opciones
tan interesantes como zuchinne al horno,
champiñones a la griega, bruscheta y variadas
opciones de pasta como plato fuerte.
Donde Fabito
Dirección: Plaza de Mercado Barrio el Porvenir
Horario de atención: jueves a sábado de 9 pm a 2 am
Historia: 27 años de atención al público en medio de la
galería
Plato especial: Chuleta XXL (comen cuatro) y carne
encebollada
El recorrido nocturno para acceder donde Fabito deja al
desnudo un lugar que en el día bulle y que después del
cierre se torna tranquilo, casi muerto. En nuestra visita tan
sólo rompía la soledad, una niña que ayudaba a su padre
a sacar las tripas de un cerdo, preparando seguramente
la venta del día siguiente. La escena surrealista eclipsaba
todos los sentidos, las cabezas de res en el suelo y las
hileras de cerdos colgados sobre las mesas de corte eran
un decorado único, destacado por los elevados tubos de
neón que bañaban los blancos azulejos con una enfermiza
luz de morgue. Para volver a la realidad el anitrión nos
ofreció carne encebollada y chuleta. La última fue la
elegida. Precedida por un plato colmado de delicado
arroz blanco, ensalada de cebolla y tajadas de plátano
maduro; la enorme sábana de carne bañada en la mezcla
de huevo y harina de pan fue sumergida en aceite con toda
la experticia de Fabito. Pasado el tiempo razonable para
que la masa de carne estuviera lista, el cocinero la extrajo
y la extendió sobre una larga tabla exhibiendo sin pudor
toda su monstruosa, exuberante y deliciosa majestuosidad.
Carne de cerdo magra y consistente, nada de pliegues ni
texturas dudosas, dirigido a satisfacer las expectativas
gastronómicas de un público que sabe lo que va a encontrar
en esa plaza de mercado cerca de la media noche.
Litany
Dirección: Calle 15 AN # 9N- 35
Horario de atención: lunes a jueves
de 11am a 3 pm y de 6 pm a 11 pm.
Viernes de 11am a 4pm. Sábados de
11am a 3pm y de 6pm a 1am
Plato especial: Mixto de carne o
vegetariano
Aunque ubicado en el barrio
Granada, Litany presenta una
relación
calidad-precio
muy
atractiva. Su propietaria Malaky
Alil Ghattas lleva más de cinco
años ofreciendo comida árabe
a la ciudad. Los platos, como es
costumbre, se pueden compartir.
El especial vegetariano incluye las
clásicas delicias libanesas como
falafel, babaganush, hummus,
tabbule, fatush y los deliciosos
envueltos en hojas de parra.
Para los que quieren carne están
los clásicos kippes y los platos de
pollo y cordero. Hay que agradecer
a Alá que Malaky por principios
no puede vender licor, eso sí el
comensal está autorizado a llevar
su propio vino, sin un costo
extra, lo que sin duda redunda
positivamente en el presupuesto.
El Horno de Gregorio
Dirección: Carrera 25 # 3-65
Horario de atención: lunes a domingo de 12 pm a
3 pm y de 6 pm a 11 pm
Historia del sitio: preguntar al dueño
Plato especial: preguntar al dueño
Lugar que a nuestro juicio –y de manera
comprobada- puede servir para quedar bien con la
suegra, toda vez que ella esté abierta a las sorpresas
y tenga cierta idea lexible de las nociones de
paciencia y curiosidad. El horno de Gregorio es
atendido por su propietario e ideólogo: Gregorio
Lynch. Los platos ofrecidos se destacan por
el discurso con el que el chef (es antropólogo)
sazona la presentación de los mismos. Su carta
recorre de manera truculenta diferentes sabores
y presentaciones. Fiel representante de esta
apuesta gastronómica es el afamado “Sándwich de
sobrebarriga”, el cual usted puede degustar mientras
su suegra trata de lidiar con una “Hamburguesa
de trucha”, todo dispuesto en un viejo comedor
familiar que le brinda ese toque in-descifrable al
lugar. Sin embargo Lynch se aventura también
con una oferta aparentemente convencional y sale
airoso; pizzas como la “Rustica” y la “Primavera”
son apenas el principio de la creatividad que sale
de su horno. El secreto puede ser los tomates
macerados con sal marina, aceite de oliva y
especias. No deje de preguntar por la variedad de
panes con romero o cebolla entre otros.
Panadería La Real
Dirección: Calle 23N # 6 AN 38
Horario de atención: lunes a sábado de 7
am a 7 pm
Historia del sitio: En distintas
localizaciones, 30 de años de atención al
público nórdico-tropical
Según los conocedores, la repostería
y panadería danesa son ejemplo de
excelencia, delicadeza y calidad. Por estas
razones es motivo de orgullo para los
caleños contar con la “Panadería Real”,
establecimiento dedicado a la preservación
de las prácticas pasteleras danesas. La
panadería es atendida por su propietaria,
una distinguida dama antioqueña que
supo convivir con un aventurero danés
en la mitad del trópico. En medio de esta
historia, que ya sabe a culebrón, aparecen
una serie de productos elaborados con
toda la práctica y la nostalgia del caso:
rollitos de canela, rollos de helado con
trozos de fruta y unas milhojas que harían
recobrar la cordura al mismísimo Lars
Von Trier.
Y hablando de dulce no queríamos dejar
de mencionar, en una tesitura más criolla,
las cucas de las monjitas de San Antonio,
negras delicias azucaradas que por su
prestigio han sido ingrediente de una de
las creaciones de la afamada chef Leonor
Espinosa. Justo al costado izquierdo de la
iglesia está una pequeña tienda donde las
religiosas venden refrigerios y meriendas.
Para evitar suspicacias se recomienda
preguntar a las hermanas por las “galletitas
dulces”.
Por último decir que si de una verdadera
alternativa gastronómica se trata, existe
la leyenda de un chef absolutamente
extraordinario que según rumores vive en
Dapa y atiende exclusivamente a comensales
que vienen, incluso del exterior. Aunque
preguntamos a varias personas del sector
nadie nos supo dar información concreta,
todos coinciden en destacar la leyenda del
tal Oli Boyle y subrayan lo inaccesible de su
mesa. Se dice que es hijo de un capitán de la
armada Inglesa y una cocinera cartagenera
de nombre desconocido. Una pequeña
información sobre Oliverio Raimundo
Boyle se puede recabar en la Wikipedia
pero a decir verdad no hay mucho.
Agradeceríamos al lector que tenga alguna
referencia más amplia, que la hiciera llegar
a esta revista.
Un equipo digno de Michelin
(por lo de las llantas)
El heterogéneo grupo de críticos estuvo
conformado por el sociólogo experto en
boleros y arrabal, Mauricio Guerrero,
quien aportó a las reseñas una mirada
realista que oscilaba entre la etnografía y
la anarquía. También participó Joaquín
Llorca, arquitecto de título y diletante
profesional que esta vez, además de su
escéptico paladar, condujo el VW rojo
modelo ´66 que transportó los otros
dos aparatos digestivos ambulantes.
Por último, pero no menos importante,
colaboró David Muñoz, el más joven y
audaz del grupo, estudiante de Ciencia
política y conocedor como pocos de la
comida callejera, quien posee la sangre
fría para no inmutarse ante la música
más ruidosa o el bocado más escabroso.
San Cipriano
Río bonito, río
que río y río
*
Como representación la imagen
se nos muestra desnuda, evidente
y sin mediaciones. En el caso
de la fotografía lo evidente es
la existencia de un observador
que elige el suceso a fotografiar,
dejando de lado una serie de
elementos que según su propio
criterio resultan innecesarios.
Creer que lo que se ve en una
fotografía es la verdad total es
tomar el riesgo de confundir
niveles muy diferentes de verdad.
Susan Sontag
Una primera mirada
Hace algunos años, motivada por el deseo
de visitar un lugar tranquilo, conocí San
Cipriano. En compañía de un amigo recorrí el
lugar buscando un sitio para pasar la noche.
Tuve la suerte de hospedarme en la casa de
Doña Oliva, una mujer amable que nos abrió
las puertas de su hogar y nos atendió como a
uno más de su familia. Ese primer encuentro
fue tan grato que quise seguir visitándolo,
seguir observándolo con la sorpresa de quien
viene de la ciudad; un lugar que a pesar de
estar cerca geográicamente tiene dinámicas
de vida muy diferentes. Así fue como en poco
tiempo contaba con la conianza y la amistad
de varias personas, entre ellas muchos niños.
Estas personas me permitieron realizar
retratos y fotografías que, acompañadas
por las conversaciones y las risas de mis
interlocutores, alimentaron y nutrieron tanto
mi experiencia como mi trabajo.
Con cada regreso y cada despedida fui
conociendo y entendiendo un poco sus
historias. Pasaba las tardes en el río en
compañía de un grupo grande e inquieto
de pequeñitos que posaban sin cansancio
frente a la lente de mi cámara y me pedían
-en ocasiones, exigían- la fotografía que
acababa de tomarles. Ellos fueron quienes
se encargaron de mostrarme cada parte del
pueblo, me presentaban como una amiga a sus
familiares y conocidos y me contaban detalles
de sus vidas cotidianas. Estos chiquitos me
acompañaban en las noches y sin falta llegaban
cada mañana.
Algo que siempre me resultó interesante
y que se convirtió en el hilo conductor de mi
trabajo fue la manera en que los habitantes
de San Cipriano se habían adaptado a vivir
en medio de la selva y cómo creaban a diario
estrategias para sobrevivir en este lugar. La
interacción tan cercana con la comunidad me
permitió ver algunos de los cambios por los
que atravesaba. El incremento del turismo
traía consigo una transformación tanto a nivel
de comunidad como de espacio físico.
Modalidad de trabajo
“San Cipriano, río bonito, río que río y río” se
desarrolla a partir de dos líneas de trabajo.
La primera tiene que ver con su componente
visual, es decir todo lo relacionado con la toma
y manipulación de las fotografías; la segunda
la constituyen los textos que acompañan
o introducen las series de imágenes. El
trabajo consiste en una serie de fotografías
y textos provenientes de conversaciones
con sus habitantes en los que se relejan sus
percepciones sobre ciertos aspectos que hacen
parte de sus vidas y su cotidianidad. Éstas
fotografías no son San Cipriano, pero sí el
motor para sugerirlo, para conocerlo y, por qué
no, para re-construirlo graica y mentalmente.
El trabajo culminó en una exposición y en
un libro impreso del cual se tomaron las fotos
para esta publicación. El libro es el resultado
de una labor conjunta entre quienes habitan
el lugar y yo, primero en calidad de visitante
y luego como amiga. En él manifiesto la
visión que tengo de San Cipriano y su gente
a través de la fotografía; con ella pretendo
mostrar la mirada de alguien ajeno que ha sido
sorprendido por un conjunto de situaciones,
lugares, personas y elementos que caracterizan
un estilo de vida diferente al suyo. La mirada o
percepción de la comunidad se expresa en los
textos que introducen o acompañan las fotos y
muchas veces son citas textuales que surgieron
en el momento en que se tomó la foto.
Es así como una de las finalidades de
este trabajo es lograr que los habitantes de
San Cipriano puedan reconocer en él sus
vidas, sus rostros, sus actividades y sus
transformaciones. “San Cipriano, río bonito,
río que rio y rio” está dirigido y dedicado a toda
la comunidad, que con su ayuda, contribuyó a
la realización de este castillo de sueños.
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Aura Violeta Guevara Figueroa es comunicadora social egresada de la Universidad del Valle.
Como lo muestra su ensayo sobre San Cipriano,
Violeta tiene muchas inquietudes con la imagen,
la fotografía y su relación con las personas. Además de sus preocupaciones por los ríos, Violeta
es amante de la naturaleza, y mamá de Anahí.
Esa máquina mata porque es muy grande y le
sale esa cosa morada, ese humo que se va pa'l
cielo
Juan Esteban Sinisterra, 4 años
Pdc· 05|75
Años atrás llegó este carro en uno de los
planchones del tren, para los pobladores fue
una gran sorpresa puesto que al pueblo sólo
se tiene acceso a través de la vía férrea o el
río. Hoy en día en San Cipriano existen otros
carros más modernos que se utilizan para
transportar a los turistas hacia los diferentes
puntos de recreación ubicados a un lado de la
carretera.
Pdc· 05|77
Los baños de San Cipriano no tiene un factor común
que los caracterice. En unos casos están ubicados
dentro de las casa, en otros se encuentran en
algún cuarto separado de viviendas e incluso, en
los lugares más alejados del caserío. Ir al baño
signiica adentrarse un poco en la selva y cavar un
hueco en la tierra.
Pdc· 05|79
Aquí hubo hace tiempo un proyecto de vivienda
y yo salí favorecida ahí para arreglar el baño. Yo
decidí que fuera espacioso para ponerle plantas
y que quedara al estilo natural de aquí y no ese
espacio pequeñito que a mí no me gusta; es que
uno tiene que estar cómodo
Doña Oliva Yepes Solís
Pdc· 05|81
Nosotros nos reunimos por la tarde con los
amigos a jugar cartas en la casa de alguno o en
la cancha. […] es que el juego de cartas es muy
bueno porque uno aprende a contar rapidito,
además gana plata para comprar lo que quiera.
Por eso yo siempre gano, porque confío en mis
cartas y en mi juego
Derian Efran Sinisterra, 13 años
Pdc· 05|83
Antes por acá cuando uno salía a minear uno
sacaba bastante oro y lo podía vender o negociar,
pero ahora eso sí está muy duro y es muy poco lo
que uno encuentra en mucho tiempo de trabajo
en el río
Doña Betsabelina
Pdc· 05|87
En temporada de turistas el río se
convierte en el espacio propicio para el
comercio. Nativos y foráneos se ubican
a las orillas de éste o recorren el pueblo
ofreciendo frutas típicas de la zona como
la chirimoya, el borojó, el chontaduro
y el banano. Otro de los servicios que
se ofrecen es el paseo en canoa por el
río; este plan es muy común, por lo que
es fácil encontrar a quien lo ofrezca en
cualquiera de los charcos o playas del río.
Cada primero de enero se lleva a cabo en San
Cipriano la celebración del día de los niños,
para esto adecuan una de las casetas del
pueblo con sillas y mesas pequeñas, comidas
y bebidas como vinete o cerveza. Todos los
niños acuden a esta celebración vestidos con
sus mejores ropas.
A mi me gusta lo más vacano, ¡El regaetton!
Y la salsa y saltar y el regaetton pa´bailar la
canción de ¡Colócame el culo pá atrás!
Carol Andrea Sinisterra, 6 años.
Pdc· 05|89
de
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�
5 relatos
Nicolás Buenaventura
El año pasado se publicó en España un libro poco usual. Se trata de Palabra de cuentero que recoge 24 relatos, 20
preguntas, 74 respuestas, 50 notas, 17 fotografías, 1 mapa, 1 receta de cocina, 7 notas al margen y 4 tigres. Al menos
eso anuncia su primera página. Dedicado a Pilar, el libro es responsabilidad del cuentero caleño Nicolás Buenaventura
Vidal.
Nicolás, en la generosidad que lo caracteriza, le ha regalado a Papel de colgadura algunos de los 24 relatos, 20
preguntas, 74 respuestas, 50 notas, 17 fotografías, 1 mapa, 1 receta de cocina, 7 notas al margen y 4 tigres que hacen
parte de su compendio y que publicamos a continuación.
8 carta
Me acuerdo que viví en una casa donde había un niño pequeño, Felipe,
y asistí al maravilloso acontecimiento de sus primeros años. Era el hijo
de una mujer con la que compartía una casa. Yo no era el padre de aquel
niño ni el compañero de aquella mujer, simplemente compartíamos la
casa. La madre de ese niño tenía que trabajar. En ocasiones, no tantas, se
iba y lo dejaba conmigo. Yo me quedaba, escribiendo y sentaba a Felipe a
mi lado o en mis piernas. Él me veía escribir, en aquella época escribía a
mano y sobre papel. Un día, - debía tener Felipe, no sé, tres años… - me
escribió una carta, me la entregó. Recibí la preciosa carta y le dije: Felipe,
estoy muy contento con la carta, pero: ¿me puedes decir que dice? Ah,
ah, me contestó, yo sé escribir pero no sé leer.
Palabra de cuentero. Nicolás Buenaventura Vidal. Palabras del candil. 2010
23 culpa
Caía la noche, me acuerdo… debería decir se derrumbaba. En estas latitudes, los crepúsculos son cortos y la noche no cae, se
derrumba. Salí de Bellas Artes. En Cali. Tendría yo unos 15 años y ya me había tragado muchos cuentos. Me había tragado el cuento
de la culpa original, con el que crecemos los que nacimos en ese país del Sagrado Corazón de Jesús. Me había tragado el cuento
de tener que ganarme la vida, no te la dieron, tienes que ganártela y cuidaba y lavaba carros frente al Instituto Departamental de
Bellas Artes. Caminaba por el puente Ortiz y un policía me detuvo. Me pidió mis documentos y, claro, no los tenía. A los catorce
años, la identidad no es algo que se pueda cargar en el bolsillo. Decidió que me llevaba a la comisaría.
En el camino me preguntó, así, de la manera más tranquila, si tenía cincuenta pesos (en la época un pan podía comprarse con poco
menos de un peso y por cuidar un carro me podían dar hasta veinte centavos). Le dije que no. Que si tenía treinta, me preguntó.
Que no. Que si veinte. Que no. Que si diez. Que no. Que si cinco. No. Que ¡dos! (en la época había billetes de dos pesos). Aunque
debía tener dos pesos y más en el bolsillo, me producía pánico la sola idea de comprar a un policía. Era incapaz de pronunciar otra
cosa que mi terco monosílabo: ¡No! Seguramente creía, con mi adolescente paranoia, que me estaba engañando para que cometiera
el delito de intentar sobornarlo y poder detenerme. No tiene nada de extraño que en Colombia, un muchacho, tanto en los años
setenta como en estos dosmiles, piense que para lo que están los policías es para meter presa a la gente y que somos culpables
mientras no demostremos lo contrario.
Bajó sus exigencias al peso, lo que era una suma irrisoria. Como no cedí, terminó encerrándome, pero lo hizo como con lástima,
como a pesar de sí mismo. Tardé en entender que el asunto era al revés. No me estaba poniendo a prueba, no quería meterme
preso. El que no intentara sobornarlo signiicaba que ni siquiera valía lo que le estaba negando. Signiicaba que no lo reconocía,
que no respetaba su autoridad.
Como no consiguió redimirme, terminé la noche lavando inodoros en la estación de policía de la avenida 3.ª, frente al puente
de los bomberos.
119 hogao
Un buen hogao (también le dicen hogo y hay quienes escriben ahogao)
se prepara con tomates, de los pequeños, pelados y picados. Un picadillo
muy ino de cebolla larga y cabezona. Uno o dos ajos machacados. Un par
de ajíes dulces, bien picados. Un poco de sal. Un poquito (la mitad de la
cantidad de sal) de panela rallada o en su defecto, azúcar morena. Pimienta.
Y tres cucharadas de aceite, el de olivas le va muy bien. Se calienta el aceite,
se le echan todos los ingredientes, se sofríe a fuego lento y se revuelve,
delicadamente, con una cuchara de palo hasta que quede una salsa suave,
homogénea. Queda sabroso y alegre si se prepara escuchando “Sofrito” de
Mongo Santamaría, la versión de la Fania le va muy bien.
[akpani]
Mongo Santamaría, Sofrito. Vaya records 1976
Pdc· 05|93
138 Alameda (cine)
Hoy en día es el templo de una secta. Como la mayoría de los cines de la ciudad en la que crecí: el Bolívar y el Calima, en la avenida
6ª. Los Cinemas, en la Calle del Pecado (así llaman a esa calle, y de la zona se dice que era de tolerancia). El Cid, en pleno Centro. El
Asturias, frente a la bomba El Triángulo. El Maria Luisa, y a la vuelta, el Libia. El Colón, a la vuelta del Aristi. El Ángel, donde había
que ir con dos ladrillos, uno para sentarse y otro para defenderse. El San Fernando. Allí en el San Fernando, en el cine Alameda y
en Ciudad Solar, (una casa colonial, del centro de Cali, tomada para el cine) asistí, durante años, a las proyecciones que organizaba
Andrés Caicedo. Cada sábado, una nueva aventura cinematográica. En mi infancia fue muy importante haber conocido a ese joven
escritor, ebrio de talento que a tantos nos dejó huérfanos. Recuerdo que la noticia de su muerte nos alcanzó en Polonia, estábamos
en un tren. Yo tenía 15 años y estaba de gira con el TEC, de pronto todo se puso triste, la gente, el tren, el paisaje…
Allá, donde está, a Andrés le debe doler que los cines de barrio de Cali sean templos de sectas y que los nuevos cines estén
condenados a los centros comerciales.
[inluencias]
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De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Variedades (hoy es una
unidad de la fiscalía para menores), Cine Lux (un bingo), Cid (cabinas
telefónicas y parqueadero), Rívoli (una miscelánea) , Aristi y Colón (los dos
son librerías).
Fotografías: Carlos Dussán Gómez / cactus.com.co
Pdc· 05|95
146 Cali
Mi arte para los apodos se lo debo a años de estudio en varios
colegios o planteles educativos, como dicen los enterados, de
la ciudad en la que nací, crecí y viví hasta los 28 años, Cali. Allí
todo es susceptible de cargar con un apodo, con un sobrenombre.
Hasta para la palabra apodo tenemos un apodo, decimos
chapa. Pues bien, en Cali hay un puente que tiene una chapa
monumental, como dije, a nada ni a nadie se le discrimina, hasta
los puentes pueden ser apodados. Se trata de un puente elevado,
ubicado en la calle 5ª a la altura de la Universidad Santiago de
Cali. La calle 5ª es un río con un gran caudal de automóviles.
Por un lado del puente, a babor remontando la quinta hacia el
Centro, se accede a él mediante una rampa para minusválidos,
y por el otro, ¡una escalera! Esta audacia arquitectónica le ha
valido el sobrenombre de El milagroso.
[un viaje, TIEMPOS y
tiempos, y otros]
Nicolás Buenaventura Vidal es hijo de Enrique Buenaventura y Jacqueline Vidal. Nieto de Cornelio Buenaventura y
Julia Emma Alder. Bisnieto de Nicolás Buenaventura y Dolores Torres. Tataranieto de Antonio Buenaventura y Gertrudis
Martínez. Tatarabisnieto de Manuel Antonio Buenaventura y Petronila Herrera. Bistataranieto de Manuel María José
Buenaventura y Francisca Martínez. Bisbistataraneito de Jacinto Mateo Antonio Vicente Buonaventura y Gertrudis Calderón
de la Barca. Bisbisbistataranieto de Antonio de Buonaventura y Vicenta Lombardo. Cuentero.
Pdc· 05|97
la caída de
Katrina
por José Kattan
Los dos textos que vienen a continuación están escritos a de
un hecho aparentemente trivial para cualquier
ciudad, pero que en Cali se ha convertido casi que en tópico de varios artistas locales: la demolición de una casa.
Tanto en La Caída de Katrina de José Kattán como en Imagen y territorio de Alberto Ayala, La trasformación
de la ciudad es la excusa perfecta para expresarse sobre la relación entre ciudad, fotografía y memoria, un tema
que, por cierto, nos apasiona.
uando llegué, el combate había comenzado. Desde mi viejo y
ruidoso Toyota 71 y por encima del escándalo que producen
los camperos que van a Terrón Colorado y los buses Crema
y Rojo ruta 2, sumado al de los camiones repartidores de alimentos
y los Mercedes Benz de los habitantes del sector, se escuchaba el
rugido grave y monótono de un rabioso monstruo mecánico.
Trepé el jeep al andén y lo estacioné al pie de la muralla metálica
que rodea el campo de batalla, dispuesta para proteger a los
transeúntes, pero que también ayuda a ocultar lo que ocurre tras
ella. Me encaramé en el techo del vehículo y recibí en mi rostro una
nube de polvo que me irritó los ojos, me invadió las vías respiratorias
y se me atascó en la garganta. En ese preciso instante un transformer
del tipo retroexcavadora (gigantesca máquina inspirada en los
miembros articulados de los insectos, operada por humanos, con
capacidades destructivas proporcionales a su gran tamaño) le daba
un tremendo empujón al segundo piso de Katrina con su brazo largo
de poderosas garras. Punto a favor para la máquina: las paredes se
vinieron abajo y la nube de polvo me envolvió.
Saqué mi cámara —arma cazadora de memorias, ojo ciclópeo que
recuerda todo lo que ve— y la apunté hacia el teatro de operaciones
donde el transformer la emprendía implacablemente contra una
vieja casa que luchaba vana pero heroicamente contra su destino
inevitable.
El mecano arrasador, guiado por su maquinista humano, decidido
a borrar todo rastro de Katrina, arañaba ahora con su garra las bases
de las columnas de la sala principal hasta convertirlas en pequeños
montones de ladrillo molido; a continuación atacó a manotazos la
plancha del segundo piso y se anotó otro tanto: la plancha se vino
abajo con un ruido ensordecedor. Por un instante el dúo hombremáquina retiró su brazo articulado, mientras múltiples fragmentos
de concreto caían al piso. Se hizo un breve silencio. El transformer
rugió e intentó continuar con su ataque, pero comenzó a entender
C
que no la tendría tan fácil con su víctima: sus patas de oruga se
enredaron en las venas metálicas que sostenían a Katrina, varillas
de pulgada, residuos de una época en la que las construcciones se
hacían sólidas y sin escatimar materiales. Mucho debió sacudirse
la máquina para liberarse de esta telaraña ferrosa. Sus orugas
quedaron muecas. Punto para la casa.
La suerte de Katrina estaba decidida desde hacía dos años y medio,
cuando se concretó la entrega a sus nuevos propietarios. Tras 60
años de vida, la casa construida por mis abuelos debió venderse.
Katrina era el símbolo del triunfo de la tenacidad de un par de viejos
descendientes de comerciantes fenicios, tribus cananeas y nómadas
beduinos, provenientes de una nación que dejó de existir, una nación
usurpada por invasores desde tiempos bíblicos, quienes desterraron
a sus habitantes originales en distintas épocas.
Pdc· 05|99
Mis abuelos Hanna y Katrina llegaron
a Colombia en la oleada de 1920, cuando
los palestinos, que antes de la Primera
Guerra Mundial fueron turcos, pasaron
a ser súbditos británicos. Después de
recorrer kilómetros de territorio y negociar
kilómetros de telas, los inmigrantes y sus
hijos nacidos en América, se establecieron
en Cali. No solo traían el comercio en la
sangre, sino también el ahorro. En 1948
construyeron su casa propia en el barrio
de Santa Teresita, que se convirtió en el
símbolo del éxito, del desquite silencioso de
todos sus infortunios y la bautizaron con el
nombre de la abuela: Katrina.
La magnitud de Katrina habla de la gloria
alcanzada: en un lote de casi mil metros
cuadrados, más de 900 estaban construidos
con la solidez y las dimensiones de las
estructuras que se levantan con la visión de
trascender en el tiempo, con generosidad
de materiales y amplios espacios interiores
destinados a albergar familias numerosas que crecen y que sueñan
con vivir felices y en paz, dentro de su propio territorio, donde
ningún invasor los pueda desterrar de nuevo.
Katrina devino en epicentro social de la villa convertida en ciudad.
Sus puertas estaban abiertas a las celebraciones; sus mesas repletas
de manjares, dispuestas para atender a decenas de invitados;
en sus salas bailaron y cerraron negocios los más encumbrados
representantes de la alta sociedad caleña. La prosperidad de la
familia se ratiicaba con las generosas atenciones y la concurrencia
soisticada que se daba cita entre sus muros.
El sueño duró varias décadas, pero la familia exitosa de los
románticos años cincuenta y los prósperos sesenta y setenta,
atrapada dentro de su propia burbuja, no estaba preparada para
los códigos comerciales de los nuevos mercados especulativos.
Los negocios familiares sucumbieron y Katrina se convirtió en una
pesada carga económica.
Después de siete horas de combate, que presencié sin retirar
la mirada, parado sobre el techo del Toyota, envuelto en polvo,
ensordecido por los manotazos de la máquina y salpicado por la
lluvia de escombros, Katrina cayó, no sin antes haberle partido dos
Pdc· 05|101
dientes a la garra del monstruo y haberle sacado sangre aceitosa a
sus mecanismos recalentados por la fuerza desplegada para derribar
sus duras paredes y sus planchas macizas.
Agobiado, apago mi cámara y desciendo del campero.
Una vez disipada la nube de polvo, tras la muralla metálica que
oculta el crimen regresa el silencio. En tan solo 7 horas-máquina
la sexagenaria Katrina fue borrada del mapa y rápidamente
desaparecerá también de la frágil memoria de los transeúntesciudadanos, quienes sin darse cuenta verán surgir en ese terreno
una nueva estructura y en poco tiempo les parecerá que siempre
ha estado allí.
Más de noventa viajes de volqueta son necesarios para retirar los
restos de la vieja residencia familiar. Los centenares de ladrillos
y baldosas que sostenían y adornaban la estructura de Katrina,
son ahora removidos por el mismo transformer que la derribó y
depositados dentro de estos carruajes mortuorios que los llevan
impasibles hacia los depósitos de cadáveres arquitectónicos, hacia
las morgues de escombro.
Allí descansarán sin paz sus restos.
José Kattán. Alimentado con una sana mezcla de quibbes y pandebonos,
tabbule y chontaduro y graybes con manjarblanco, creció en lo que se llama
un medio bicultural. Su madre quería que fuera médico, pero él se metió a
estudiar agronomía. Entre el bisturí y el azadón, la vida (o más exactamente,
su hermano Gazy) puso un día en sus manos una Minolta SRT101 y lo
introdujo en el ambiente rojizo de un laboratorio de fotografía. Las tres
décadas siguientes toda su ropa olía a ácido acético y tiosulfato de sodio.
Ahora captura imágenes en un sensor CMOS y las procesa en un PC, pero
su vida sigue siendo la fotografía. Su último deseo es que cuando muera no
lo metan en un ataúd, sino en una cámara oscura.
Imagen &
territorio
Por Alberto Ayala
Este texto está escrito a propósito de la exposición Katrina —obra del fotógrafo José Kattán, basada en la desaparición de su casa paterna— por su calidad,
el trabajo artístico fue uno de los tres proyectos ganadores de las Becas de
Creación Local BLOC 2010, otorgadas por Lugar a dudas, Proartes y la Alianza
Colombo francesa de Cali.
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Cuerpo ausente y memoria en la imagen
Katrina es el resultado del trabajo que José Kattán ha dedicado a la
memoria, al cuerpo, a la familia y a la ciudad cambiante, a partir de ese
espacio constitutivo de la vida de cada persona: la casa paterna, mostrada
aquí en la belleza de su esplendor y de su ocaso que relejan también la
historia familiar. Historia rescatada de un mar de imágenes que el tiempo
ha raído y a la vez ha traído para que cobren vida a través del gran retrato
que compone esta exposición, en la que la arquitectura, la luz, la brisa, el
lento ritmo de los pasos de una mujer, el silencio y el olvido, se unen para
darnos un testimonio estético de gran valor, tanto por su rigurosa hechura
técnica, como por las sugerentes evocaciones que inspira, a partir de la forma
como ha sido concebida: desde el álbum fotográico, la antigua película de
16 mm, los documentos y los objetos que dan fe de los sucesos de la vida,
hasta las vigorosas fotografías que dan cuenta de los últimos días de la
otrora imponente casa construida de sueños y de trabajo, cerca del río que
atraviesa la ciudad, Cali, en el antiguo barrio Santa Teresita.
Cuerpo y memoria
Voces (Fones)
Amadas e idealizadas voces
De aquellos que han muerto, o de aquellos,
Perdidos para nosotros como si hubiesen muerto.
Algunas veces nos hablan en los sueños.
Algunas veces, en las profundidades del pensamiento,
Pueden oírse.
Y con sus voces, por un momento vuelven
Las voces de nuestra primera poesía
—Como distantes músicas que mueren en la noche—
Konstantinos Kavais.
Para perdurar, la voz tiene el recurso del lenguaje, de lo gramaticalmente
articulado; pero para perdurar no solo acude al lenguaje, sino también
a aquello que más que de la cabeza, sin pedir permiso sale de las
entrañas: la voz también se hace grito que repercute como expresión de
lo inconmensurable y aún inefable en nosotros: grito de alegría, grito de
miedo, grito de decisión, grito de tragedia, de angustia o de esperanza... grito
que impulsa o paraliza, que perdura en el tiempo y por eso es memoria.
Como el grito de la voz, el lenguaje de la luz, en el caso de Katrina, es
un silente grito que resuena entre la retina y la ausencia: la fotografía, esa
vicaria presencia que objeta el tiempo a partir de un relato familiar. No
por tratarse de la familia del artista, sino por ser un relato hecho con algo
absolutamente familiar a nuestro tiempo y a nuestras vidas; o quién no
ha tratado de dejar en una foto la memoria de su casa, de su calle, de sus
padres o del ser amado. Ese es el estatuto de su familiaridad, de su cercanía
con el espectador.
Katrina es un relato que incita no solo a volver, sino a re-volver, a
des-andar, a detenerse para pensar y sentir lo que pulsa la imagen. Una
imagen que por lo demás, no tiene unidad de medida, porque la dimensión
que alcanza va mucho más allá de su materialidad. ¿O cuál sería, sino
nuestra sensibilidad y capacidad de imaginar, la medida de la forma que
coniguran esas viejas y lejanas, o nuevas pero también lejanas fotos? Ellas
son el grito de lo que perdido como cuerpo, como construcción, empieza a
habitar en nosotros como imagen y por lo tanto habilita la posibilidad de
ser de nuevo relato, es decir, perduración.
Cuerpo y memoria de la ciudad
La ciudad debe ser ediicante. Lo que de la ciudad es ediicante para el ser
humano es lo que este lleva en su memoria. ¿Qué es, pues, lo ediicante de
la ciudad para nosotros?
Como el agua forma cauces, también las líneas de la arquitectura
componen, diríamos, un cauce en la arquitectura del ser, a partir de una
suprema elaboración sensible que convoca técnica, intención y conocimiento;
líneas que indican un rumbo estético que ordena humanamente, a escala
humana quiero decir, el territorio en el que nos asentamos. Son líneas
trazadas por la arquitectura que no necesariamente corresponden a los hitos,
a sobresalientes y emblemáticas construcciones que quedan en los anales de
la historia. Son esas líneas que construyen nuestra cotidianidad: la línea del
andén del que carecemos, de la calle que desaparecemos, de la cuadra que
estallamos, de la plaza que abandonamos o del pequeño parque del barrio
que ya olvidamos; líneas que constituyen el mundo al que se ase, se aferra,
una colectividad en el día a día, y del que son responsables quienes ediican
el entorno urbano y arquitectónico mediante la casa o la tienda, la
escuela o el templo, el bar o la alameda. Casa que debe proteger,
tienda donde han de encontrarse los vecinos, escuela donde, ojalá,
se recreen los niños, templo donde admiremos la luz, bar donde
intimemos, alameda donde el espíritu extienda sus límites...
La importancia de todo esto está en que hará parte de nuestra
memoria y estará presente avivando el sentido que le otorguemos
a las cosas una y otra vez, renovándolas. De ahí la importancia de
entender lo necesario de avivar la memoria, como lo hace Katrina
que lejos de ser un objeto para poner en la quietud del museo de la
nostalgia, se convierte en estribo para alcanzar mayor consciencia
frente a lo que hacemos o deshacemos, a lo que dejamos pervivir o a
lo que muchas veces por ignorancia o indolencia dejamos arruinar.
Alberto Ayala M, es arquitecto y magíster en comunicación de
la U. del Valle. Docente del Departamento de Humanidades de la
Universidad Icesi, editor de la revista Papel Escena de Bellas Artes
y asesor en artes escénicas.
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Antiguo claustro San Agustín donde hoy se levantan
unos parqueaderos, Calle 13 con 4. Fecha desconocida. Archivo del Parqueadero Santa Librada
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*
Este texto fue presentado el 23 de marzo de 2011 en el evento
"Patrimonio en Cali". Índices, organizado por el Observatorio
de Políticas Públicas POLIS y el Departamento de Humanidades de la Universidad Icesi, en el cual se confrontaron distintas visiones sobre el tema del patrimonio cultural: desde el
derecho, la política pública, la antropología y la arquitectura.
ntes que nada debo precisar que escribo, no como
un arquitecto sino como un ciudadano a quien le ha
interesado la ciudad y ha profundizado en el estudio
de sus transformaciones. Hablo desde la perspectiva de quien
transita por Cali, extrañado a diario de lo que aquella fue y es,
igualmente preocupado por lo que será. El tono, entre sermón
y nostalgia, es motivado por varios factores: mi experiencia de
recién “vuelto”, de ciudadano, de transeúnte, de arquitecto,
de humanista, de fotógrafo aicionado y, por supuesto, por mi
antigua labor como docente de apreciación de arquitectura. Se
trata de una doble vida, si se quiere; por un lado la formación de
un público capaz de entender y disfrutar la arquitectura, por el
otro, la paradoja que signiica escribir obituarios de arquitectura
de Cali.
Quienes me conocen saben que uno de mis pasatiempos
consiste en hurgar en el Panteón de la Memoria y del Olvido
para acometer tal empresa. Es una labor exigente valorar lo que
se ha perdido y al mismo tiempo sugerir la importancia de lo
que existe frente a lo que está por hacerse. Ello me ha permitido
preguntarme en más de una ocasión si uno puede sentir nostalgia
por algo que no ha vivido y que otros extrañan, como fue el caso
del hotel Alférez Real, o desmarcarme de ediicios que han sido
parte de mi experiencia vital y que tratan de perdurar en la
escritura para otros.
¿Por qué necesitamos el Partenón, las pirámides egipcias o
mayas, la Gran Muralla China, los rascacielos de Nueva York,
Macchu Picchu, San Pedro del Vaticano, las fortiicaciones de
Cartagena, Nuestra Señora de París o la Torre Eiffel? ¿O, más
bien, casi toda París, el Capitolio Nacional, la Ermita, la plaza
de Cayzedo o el Parque Panamericano? Porque nos recuerdan
cosas, gratas o no. La deinición de monumento así lo pone de
maniiesto.
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En esta página y siguiente: antiguo hospicio franciscano del Amparo, ubicado donde hoy se
levanta el hotel Intercontinental. Extraída del libro de fray Manuel Siabato, Restauración de la
provincia franciscana de la Santa Fe de Colombia, publicado en 1926
No obstante, no todo tiene que ser un monumento para
acordarnos de algo. Pensamos en cosas que, estando lejos de
nuestra tierra, nos hacen falta, como las galletas Saltinas, los
buñuelos, pandebonos y almojábanas, la lulada o el champús, las
montañas que se echan de menos en Buenos Aires o en Bélgica,
los impredecibles aguaceros torrenciales o la brisa marina de las
cuatro de la tarde que viene del Pacíico y después de sortear las
alturas de cordillera Occidental, desciende para refrescar algunos
sectores privilegiados de la ciudad.
Concentrémonos sin embargo en arquitectura. Me han pedido
que escriba sobre los criterios requeridos para establecer el
valor patrimonial de la arquitectura, con miras a garantizar su
preservación. Quizá se le ha preguntado a la persona equivocada,
por aquello que he mencionado sobre mi pasatiempo de escribir
obituarios de edificios, pero empezaría diciendo que existen
dos tipos de valores fundamentales para establecer la calidad
patrimonial de una obra: históricos y estéticos. También hay
valores colectivos, que serían aquellos en los que una cultura se ve
relejada en un determinado momento de su existencia, sobre todo
por su capacidad de ijar en la memoria acontecimientos cruciales
de nuestra vida y de la vida de otros que nos precedieron.
Patrimonio es una palabra que casi siempre se identiica con capital
económico, pero también con antigüedad. Desafortunadamente
nuestra noción de patrimonio, extendida a la arquitectura, nos ha
llevado a la falsa creencia que sólo es digno de valor, y no siempre
el más alto, aquello que parece encarnar el peso de lo antiguo. Nos
negamos a reconocer el valor que tiene el que algo del pasado exista
«Nos negamos a reconocer el valor que
tiene el que algo del pasado exista hoy,
por más simple que sea tal idea»
hoy, por más simple que sea tal idea. Por otra parte, la legislación
patrimonial colombiana no ha sido consecuente con nuestra falta
de memoria histórica: más bien ha tenido poca consideración
con el centro de la ciudad de Cali y con sus monumentos. La ley
163 de 1969, que creó los monumentos nacionales en Colombia,
impulsó la sustitución de un patrimonio por otro al no declarar
como monumento histórico el centro de la ciudad. La obligación
de determinar qué era susceptible de preservación recayó en los
municipios y como es costumbre, en Cali esto sólo se realizó muy
tarde, hasta bien entrada la década de 1970, es decir, después de
los Juegos Panamericanos. El daño ya estaba hecho.
Por los mismos años en que se estaba devolviendo la iglesia de la
Merced a su pretendido aspecto colonial, se destruyó buena parte
de las casas antiguas del centro, sustituyéndolas por las torres
que ahora determinan su peril urbano. También se demolieron
algunos ediicios de interés patrimonial, como el Gutiérrez Vélez
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«Entre los principales damnificados
de dicha actitud “progresista”, está el
convento franciscano de Cali, cuyas
primeras construcciones datan de
mediados del siglo XVIII y que en buena
parte fueron demolidas para favorecer
las ampliaciones de las vías del centro
entre las décadas de 1950 y 1970»
(sede del correo), el antiguo claustro de San Agustín (primera sede
del Colegio de Santa Librada y luego de la Universidad del Valle) y
el Batallón Pichincha, donde hoy se encuentra el CAM. Hoy ya no
sabemos dónde quedaban Longchamp o Calipuerto, poco o nada
nos dice oír del hipódromo de Versalles o del estadio de Galilea,
de La Chanca, de Isabel Pérez, de los Tejares de San Fernando,
de los Tejares de Santa Mónica, del hospicio de El Amparo o del
Instituto Óscar Scarpetta, recientemente demolido para ampliar
las instalaciones del Centro Médico Imbanaco. Cuento con que
escasas personas seguirán con su memoria esta enumeración de
ediicaciones.
Entre los principales damniicados de dicha actitud«progresista»,
está el convento franciscano de Cali, cuyas primeras construcciones
datan de mediados del siglo XVIII y que en buena parte fueron
demolidas para favorecer las ampliaciones de las vías del
centro entre las décadas de 1950 y 1970. Las modernizaciones
allí realizadas, mezcladas con la nostalgia de un pasado ideal a
añorar, en ocasiones llevaron a la creación de una falsa tradición:
la tradición de lo colonial modernizado. La historia del complejo
franciscano de Cali ejempliica esa predilección por el olvido del
que sólo pueden rescatarnos la historia y su aliada, la memoria.
Por lo tanto, para que los entornos que nos rodean y en los
cuales convivimos sean algo más que recuerdos habría que
empezar por valorar la ciudad que se tiene. Decidir qué es lo que
hay que preservar y por qué, comienza primero por aceptar lo que
tenemos, antes que renegar de ello. Pero hay que decirlo, o será
más difícil reconocerlo: Cali aspira a ser una ciudad de moda, con
gente que quiere estar a la moda, que no guarda mayor interés
por lo que hay sino por lo que habrá, y que luego, cuando ya no
puede disfrutarlo más, irremediablemente añora lo que hubo.
Quizá nos falta aprender lo positivo de otras experiencias
cercanas como la de Medellín, su «cultura Metro» y de su
Metrocable. O entender que Cali no es una ciudad del Pacíico
por decreto, sólo porque aquí se haga el festival de música del
Pacíico “Petronio Álvarez”, cada vez más visible en la ciudad
como estrategia de mercadeo electoral pero culturalmente menos
relevante. Cali es una ciudad andina, de espaldas a su gente, que
no ha entendido el valor que tiene, como colectivo, el ser tan
distintos unos de otros, en aspecto y preferencias. Tal vez por
ese pequeño pero fundamental olvido, cada quien hace lo que
quiere y se parrandea la ciudad, en vez de comprenderla como
es y disfrutar de vivirla, aunque a ratos no nos guste lo que hemos
hecho con ella.
Como decía el escritor Gustave Flaubert, en Madame Bovary,
«viajar nos hace más modestos». Pero eso no necesariamente
implica conocer otros lugares, sino aceptar la posibilidad del
extrañamiento, de tomar distancia ante la experiencia cotidiana
del lugar donde se vive. Ser ciudadano en el sentido amplio de
la expresión, respetar lo propio tanto como lo ajeno, es parte de
ese viaje, un viaje al que tememos como sociedad. No podemos
Panorámica del Puente Ortiz. A la derecha se aprecia un
fragmento del ediicio Gutierrez Velez. Archivo Carlos Dussán C.
seguir asumiendo que la cultura de protección de lo público y
de lo privado viene desde las políticas del gobierno municipal
de turno. Debemos asumir una responsabilidad frente a nuestra
ciudad; somos responsables de nuestra ciudad, como el Principito
de Saint Exupéry lo era de su rosa. Cuando no queremos asumir
esa obligación, nada nos cuesta dejar servidos en bandeja a la pica
demoledora nuestros mejores recuerdos, hechos arquitectura,
hechos ciudad, para seguir arrasando con nuestro patrimonio,
despedazando nuestra memoria y engrosando las ilas del Panteón
del Olvido.
Erick Abdel Figueroa Pereira. Nacido en Cartagena de
Indias (Colombia) en 1973, es caleño por cotidianidad. Bachiller
del Colegio San Luis Gonzaga de Cali. Arquitecto, Licenciado en
Filosofía, y candidato a Magíster en Filosofía, Universidad del Valle.
Candidato a Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos, Pontiicia
Universidad Católica de Chile. Ha sido docente de arquitectura
en distintos intervalos en las universidades del Valle, de San
Buenaventura Cali, Icesi y La Gran Colombia Seccional Armenia.
Actualmente labora como profesor en la Universidad Icesi y en la
Pontiicia Universidad Javeriana de Cali.
Pdc· 05|111
La
Universidad
Invisible
Cada minuto que pasa los seres humanos tomamos alguna
decisión. Esa decisión ocurre en un instante que no volverá
jamás y que a su vez da espacio a todas las diferentes
posibilidades de sucesos que pudieron hacerse visibles en ese
mismo instante. Es decir, cada decisión que tomamos deine la
existencia de distintos eventos invisibles que pudieron ser, pero
que no son y si existieran, estarían ahí, en un invisible colectivo,
en el what if. Nuestra percepción de la realidad está enfocada
tanto en las cosas que vemos, como en las que no vemos en
un momento dado. La presencia de un ser querido genera una
reacción emocional similar a la ausencia del mismo y para eso,
para llenar el vacío, hacemos uso de la fotografía.
Una fotografía no es la captura de un momento. Es un suceso
que se reproduce a sí mismo cada vez que alguien la observa, es el
ininito invisible que puede o no ser conocido por el observador.
Por eso los fotógrafos son a la vez cuenteros, historiadores,
escritores de novelas y de épicas griegas. Esto es lo que le sucede
a Robert Michel, fotógrafo del cuento de Julio Cortázar Las
Babas del Diablo. En lo invisible de su fotografía, en lo que no
fotograió, estaba envuelta toda una historia, una escena con la
que se atormenta diariamente. Escena se repite para él a cada
momento y genera un sinfín de relaciones entre lo que fue y lo
que podría haber sido, lo que se vio y lo que no se alcanzó a ver en
una imagen congelada pero a la vez con tanto movimiento como
lo es una fotografía. Pero ahí está el hilo disruptor. La fotografía
adquiere movimiento al ser observada, en el momento en que
es percibida por una persona dentro de una realidad distinta
de la suya propia (la realidad de la fotografía, en la que existe
como parte de un mundo material pero nada más), lo invisible
adquiere el mismo valor que lo visible, la fotografía se vuelve una
historia, un evento que se puede dar de tantas formas distintas
como seres humanos hay en el mundo.
Es, en deinitiva, el clímax apoteósico de la interactividad entre
el fotógrafo y el observador.
Esto es lo que he llamado la “universidad invisible”. Un espacio
donde se encuentra lo existente con lo inexistente en un mismo
momento del tiempo, muy al estilo de la Biblioteca de Babilonia
de Borges, donde todo existe en un mismo instante y se ordena
a sí mismo por medio del caos que engendra. Lo que quiero
decir, es que la fotografía no necesita del fotógrafo para cambiar,
para generar distintas emociones y ordenarse/desordenarse a sí
misma cuantas veces sea necesario ya que habita dentro de esa
universidad invisible de todas las cosas. Es y no es en un mismo
instante de tiempo.
Lo realmente hermoso de la fotografía es que ésta no es una visión
de 360 grados de un mundo real. Es, de hecho, todo lo contrario,
una visión angosta de una realidad aparente que a cada momento
es llenada por fragmentos ininitos de irrealidad. Dentro de una
fotografía, lo invisible es igual de importante que lo visible, si no
más. Lo visible está ahí, nos dice algo pero no puede ser evaluado
más allá de lo que vemos. En cambio, lo invisible está siempre en
constante evolución, generador de historias y mundos paralelos,
es lo que le da la fuerza a la fotografía.
Cortázar siempre lo tuvo claro. En el caso de Michel, él es fotógrafo
y observador a la vez, pero es su posición como observador lo
que genera la invisibilidad en su fotografía. Somos nosotros, los
observadores, los que le damos ese valor ininitamente ambiguo y
por tanto ininitamente hermoso a una fotografía. Esta se vuelve
entonces la obra de arte participativa más perfecta de todas, en
cuanto a que es imposible desde su misma concepción, pensarla
sin el observador.
lívar
o
ndro B
a
j
e
l
A
el
Dani
Es estudiante de Diseño de Medios Interactivos
y (extrañamente) de Mercadeo Internacional
y Publicidad en la Universidad Icesi. Amante
del cine, la música, los libros con páginas
amarillentas y la gastronomía. Tal vez mucha
gastronomía.
Pdc· 05|113
Tacones no
muy lejanos
Por: Melissa Saavedra Gil
Semestre de práctica profesional de mi carrera: sociología. Todos los
estudiantes buscábamos un lugar donde cumplirla. Jenny, la profesora
encargada del curso, presentó la lista de las instituciones y nos habló de
las tareas que se tendrían que realizar en cada una ellas. Qué desilusión:
la mayoría eran labores de oicina. ¿Acaso no había nada más? ¿De esto
se trata la práctica profesional? ¿Sacar copias y ser auxiliar en cuestiones
de archivo y papelería?
¿Qué hacer? ¿Qué elegir? ¿Qué decidir? ¡Qué lio!
Días después, se encendió una bombilla. Ante la insistencia de un
grupo de compañeras, surgió la posibilidad de hacer nuestra práctica
en la cárcel de Villahermosa. Fue entonces cuando un grupo de cinco
chicas y yo, nos embarcamos a enfrentar un mundo desconocido para
sumergirnos en un panóptico hacinado y para nada confortable.
Las labores iniciales fueron establecidas por la directiva de la cárcel y
el INPEC. Nuestra rutina los primeros meses consistió en entrar al pasillo
central, aplicar a los internos una icha de reasignación de condena y
de patio, conocer someramente sus historias (algunas injustas, otras
no tanto) y compartirlas. Pasados dos meses, se encendió una nueva
bombilla… Una nueva salida, una nueva propuesta. Las directivas y la
oicina de trabajo social de la cárcel nos dieron luz verde para proponer
un proyecto personal, algo liderado por nosotras; eso sí, con los
limitantes que su misma política y espacio nos determinaran. María, mi
amigaza de la vida, y yo, cursábamos una materia llamada “Sociología
de la Sexualidad” donde tuvimos la oportunidad de conocer más sobre
aquellas teorías y mundos no heteronormativos y de géneros diversos.
En vista que la cárcel para hombres resultó ser no sólo para hombres,
decidimos emprender un rumbo confrontativo y de aprendizaje sobre
nuestras inquietudes con un grupo de personas no heterosexuales y
Trans1 (Trans-formistas, Travestis, Trans-género y Trans-exuales) del
1 Personas trans- son todas aquellas identiicadas con el género que no se corresponde con su
sexo biológico; aplica tanto para hombres que trans-itan a la expresión e identidad de mujeres
constituyéndose en mujeres trans- o para mujeres que trans-itan a la expresión e identidad
de hombres, constituyéndose en hombres trans--. Las identidades trans-- no necesariamente
...mujeres trans- en un entorno
rabiosamente masculino...
lugar. Las preguntas centrales: ¿Qué hacemos?, ¿Qué proponemos?, ¿A
dónde queremos llegar?
Pensando en que la actividad de nuestro proyecto fuera dinámica y
refrescante tanto para nosotras como para el grupo, propusimos un cine
foro. Queríamos que se generara un debate y un espacio en el que se
pudiera conversar semanalmente sobre sus trayectorias al ritmo de sus
experiencias. El ciclo de cine incluiría películas lésbicas, homosexuales
y otras con vivencias de travestis y trans-exuales. Fue así como logramos
“enganchar” a Raiza, Andrea, Cristina, Melissa (mujeres trans- en un
entorno rabiosamente masculino) al igual que a otras cinco personas
no heterosexuales del plantel, a que nos ayudaran a gestionar nuestra
propuesta ante las directivas de la institución.
Las inquietudes eran muchas y quisimos establecer alianzas y redes
con instituciones que nos pudieran ayudar a esclarecerlas. Fue así como
conocimos a Santamaría Fundación2, que “camella” por, para y con
mujeres trans- desde hace cinco años. La fundación nos brindó todo su
implican homosexualidad; mientras tanto, las personas transformistas son quienes adoptan
comportamientos, roles, conductas, arreglos y estilos del género opuesto a su sexo biológico
de manera ocasional para eventos especiales, por diversión o placer.
A su vez, una persona travesti o trasvestida adopta comportamientos, roles, conductas, arreglos
y estilos del género opuesto a su sexo biológico de manera permanente, constituyendo una
cotidianidad tal como la de las mujeres u hombres trans--.
Las personas transgénero construyen su cuerpo de acuerdo al género opuesto de su sexo
biológico, incluyendo además de comportamientos y conductas, cambios físicos y estéticos
a través de hormonas, implantes y cirugías; y las transexuales cuentan con la convicción
absoluta de pertenecer al género y sexo opuesto al biológico, modiicando su cuerpo de manera
radical a través de la cirugía de reasignación de sexo, llegando a lograr otra apariencia físico/
genital”. Tomado de: Detén la Trans-fobia. Santamaría Fundación, Secretaria de Equidad de
Género y Gobernación del Valle del Cauca, Cali, 2006.
2 Santamaría Fundación, ver: http://www.sfcolombia.org/
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apoyo y acompañamiento en el proceso de información y formación.
Nos hicimos amigas y los tacones lejanos empezaron a ser cercanos.
Andrea, que era portadora del virus VIH, enfrentaba a diario el
problema de la falta de apoyo en salud pues la institución carcelaria
de la cálida Cali no estaba preparada para esta situación. Por esa razón
decidimos, junto con la fundación, cerrar el cine foro con una jornadataller de conocimiento y aprendizaje en Infecciones de transmisión
sexual, pues se hacía necesario hablar de estas crudas y duras realidades,
además de ver Hotel Gondolin3, un documental que recrea una rica
experiencia argentina en la lucha por los derechos ciudadanos de las
mujeres. Todo esto nos incentivó a seguir emprendiendo nuevas maneras
de caminar…
Cápsulas de microhistoria para la trans--historia:
Pasó la práctica, pasó el cine foro. Pasaron dos años y se sostuvo tanto
la amistad como la comunicación. Después de nuestro trabajo con las
chicas trans en la cárcel de Villahermosa, realizamos otros trabajos
para, por y con la comunidad trans de Cali y Jamundí. Nos sumergimos
cada vez más en el universo “clandestino” y socialmente desaprobado
de sus realidades. La sexualidad y géneros diversos nos mostraron las
brechas pero también las coordenadas para acortarlas. Así conocimos
a Pedro, Federico, Carlos, Nathaly, Valentina, Angely, Alondra, Natalia
y Carolina (las cinco últimas se hacen llamar Chicas Fucsia), quienes
hacen parte del equipo de la fundación.
Las Chicas Fucsia son un grupo de mujeres trans, defensoras de los
Derechos Humanos, especializadas en sus pares, lo que no excluye que
comprendan esos “otros” escenarios de vida; al contrario, los identiican
y cuestionan tanto como el de ellas mismas. Ellas, ex trabajadoras
sexuales (para otros, simplemente putas), nos mostraron eso que se
llama ser lideresas en un planeta de líderes masculinos. Valentina se ha
convertido en una lideresa a nivel nacional e internacional, participando
3 Para mayor información, ver: http://www.cinelgbt.com/peliculas/hotel-gondolin
en procesos de incidencia política en lugares a los que es (o no) invitada.
Angely trabaja en y por el campo de la salud sexual y reproductiva,
siendo consciente que dadas las características de vida sexual que
ejercen las mujeres trans deba capacitarse y masiicar sus saberes sobre
ITS y VHI/SIDA. Alondra ha jugado un rol fundamental en el campo
jurídico, encargándose de recoger la mayor información sobre crímenes
de odio, por prejuicio o por transfobia (Santamaría Fundación cuenta
con un Observatorio Ciudadano Trans y con un Programa Jurídico que
busca alcanzar justicia y alimentar una base de datos iable, completa
y de primera mano).
Pero, ¿transfobia?... ¿no era homofobia?
Las mujeres trans son víctimas de transfobia, que es el conjunto de
creencias, opiniones, actitudes y comportamientos de agresión, odio,
desprecio, burla, estigma y discriminación contra las personas trans. Por
tanto las Chicas Fucsia y Santamaría Fundación han emprendido una
lucha por combatir este maltrato. Natalia, aunque un poco disparatada,
es un puente sólido entre la realidad de muchas chicas con la fundación;
su trabajo ha sido crecer y comunicar. Por su parte, Carolina ha ingresado
al equipo para reforzar el trabajo realizado por todas, haciendo de todo
un poco, principalmente en búsqueda de su propio lugar en esta lucha y
de su rol en la fundación. Todas ellas, son chicas defensoras, guerreras,
y antes de cualquier cosa, Chicas Fucsia y mujeres trans.
Carlos, amante de Madonna y de Lady Gaga, es la cabeza
administrativa. Él es quien hace los movimientos y transacciones
inancieras y posibilita el estado de los recursos económicos, mientras
Federico se encarga del área de comunicaciones; es el creativo, el que
convierte las imágenes mentales en hechos reales, además de encargarse
de recordarme que dentro de poco necesitaré una camisa de fuerza.
Nataly es “la gallina”4 que coordina. Ella es la que se enfrenta a disponer
las cosas metódicamente y en concretar medios y esfuerzos para una
4 Dentro del argot de las mujeres trans-, una “gallina” hace referencia a cualquier mujer
de origen biológico
acción común. Se reconoce como una neurótica de los detalles en los
informes, en lo cual también coincido yo.
Por último, está Pedro, “la madre”, como le han llamado no sólo las
Chicas Fucsia sino muchas otras mujeres trans- de la ciudad. Su trabajo
ha sido fundamental dentro del crecimiento mismo de la fundación y
de las historias individuales de cada una. Es una transformista que
sincretiza toda una generación de “Caóticas Anas”, esforzándose cada
día en seguir gestando trans-formaciones.
La fundación continúa creciendo y propiciando propuestas que
visibilicen la población de mujeres trans- en Cali. Todos los miércoles
se reúnen para capacitarse en temas tan diversos como salud sexual y
reproductiva, derechos humanos, justicia, rutas de atención institucional,
entre otros. En este espacio se intercambian ideas, experiencias, diálogos
y también chismecitos que fortalezcan redes internas, estimulando el
cuidado, apoyo y colaboración entre ellas mismas, pues la situación
de la ciudad y los tabúes que aún persisten alrededor de la diversidad
sexual hacen que estas géneronautas tengan que recorrer las calles de
la ciudad para cerciorarse de que todas estén bien.
De (re) corridos urbanos… Otras tallas de tacones
¿Cuántas mujeres trans- habitan la ciudad de Cali? ¿Cuántas son
transformistas, travestis, transgénero o transexuales? ¿Cuántas se
dedican al trabajo sexual? ¿Cuántas tienen por labor el estilismo?
¿Cuántas tienen otros oficios? La cifra exacta no la sabemos y es
complicada, pues tanto la invisibilización de la población ante el Estado
y sus dependencias como el rechazo de la sociedad aún son obstáculos
por vencer para alcanzar una verdadera inclusión. Sin embargo, el 8
octubre de 2010, María y yo acompañamos al equipo de Santamaría
Fundación a una de sus acostumbradas salidas nocturnas de trabajo
de campo. En estas jornadas se establece una ruta que recorre –o al
menos intenta- la mayoría de las Zonas de Parada5 de las mujeres transtrabajadoras sexuales. En la visita se entregan condones y refrigerios a
cada una de las chicas. Ese día de octubre nos reunimos Pedro, Valentina,
Angely, Natalia, Federico, Carlos, José, María y yo, a las 7:00 p.m. en
la sede de la fundación. Mientras algunos terminaban de hacer los kits
(condones y refrigerios) para entregar, otros estábamos participando
en la construcción de la ruta. Y salimos. El carro arrancó al ritmo de
canciones de las divas de los 70, 80 y algunas de los 90. Yo hacía las
veces de corista mientras las Chicas Fucsia, por supuesto, protagonizaban
la noche.
Rumbo a la primera parada: “La Oicina” (Calle quinta con carreras 76
a 94). Al llegar saludamos a un grupo de chicas que nos reconocieron y
se acercaron con conianza. Les preguntamos sobre cómo iba la noche,
se le entregó un kit a cada de ellas, nos despedimos y partimos… no hubo
inconvenientes ni contratiempos. Continuamos hacia sectores como
Puerto Rellena, Villa del Lago, Alfonso López, La Rivera, Sameco y La
14 de Calima; puntos clásicos y polémicos de trabajo sexual en la ciudad
debido a sus grandes concentraciones de mujeres biológicas y transque ejercen como “putas” o “peluqueras”. En la ruta nos encontramos
a Carolina, quien nos acompañó a las paradas que nos hacían falta. Esa
noche también contamos con la compañía de Lulú, mujer trans- (también
trabajadora sexual), que nos acompañó de La 14 de Calima hasta el
Cementerio Metropolitano del Norte.
Todo parecía en calma cuando de pronto, en una de las paradas
vemos que hay mucho movimiento. Motos, Policías, Hombres biológicos
“huyendo”. Mujeres Trans- defendiéndose. Nos bajamos del carro.
Cerca a esta parada hay una estación de policía. En varias ocasiones
se han reportado circunstancias incómodas y de confrontación entre
las fuerzas policiales y las trabajadoras sexuales trans- de la zona. Ellos
argumentan estar cumpliendo con su labor, ellas denuncian abusos
y aplicación selectiva de la ley. La prostitución es un trabajo ilegal en
nuestra nación y por eso la fuerza policial ha tomado como estrategia
espantar y castigar a los clientes de las mujeres trans-. El mayor problema
es que estas mujeres no tienen otras oportunidades profesionales porque
5 Lugares, esquinas, calles, barrios entre otras, en donde se ejerce trabajo sexual trans-.
Pdc· 05|117
socialmente no son aceptadas. Entonces, la vida en el trabajo sexual es
una de dos opciones (putas o peluqueras) que arroja el contexto.
El resultado: un problema circular entre la vida subalterna y ley.
Intercedímos en defensa de sus derechos, haciendo lo posible por
una verdadera justiciabilidad. Aunque, para ser sincera, el momento me
tomó por sorpresa y sin saber muy bien qué hacer… absorbía, de retazo
en retazo, las acciones de los demás.
Luego, la marea bajó. Después del desconcierto vino la calma. La
situación y las chicas de la parada se calmaron, continuamos con lo
planeado y a la vez, con nuestro camino.
Las siguientes paradas fueron la carrera primera con calle 52, la
terminal de transporte, la Avenida Sexta, y los barrios Granada y
Centenario. En las últimas tres zonas hubo baja presencia de mujeres
trans- con relación a las demás paradas. En tiempo pasado estas zonas
reunían un buen número de población de trabajadoras sexuales pero,
luego de la muerte de un empresario en el barrio de Granada en el año
2009 (a mano de un grupo de mujeres trans- que, según relatan, lo
hicieron en defensa propia), llegó la ley de Granada sobre trabajo sexual
y a su vez, el exilio de la mayoría de las trabajadoras sexuales Trans- de
la zona. El caso fue explotado por los medios de comunicación y algunos
políticos de turno, fomentando así la segregación ya instaurada y
posibilitando la llegada de otros actores sociales como la “limpieza social”
que desencadenó la muerte de varias chicas trans- de la ciudad. Muertes
que los medios poco cuestionaron porque ellas parece que no merecieran
ser noticia salvo, una vez al año, en la marcha del “orgullo gay”.
Pero sigamos con nuestro recorrido. Nueva parada: puente de la
Escopeta, en la calle quinta con carrera segunda.
Situación: un gran grupo de mujeres trans- ansiosas por cambiar su
refrigerio por un mayor número de condones. Esta situación se repitió de
igual forma en las paradas siguientes: Centro (calle catorce con carreras
segunda y cuarta), carrera Octava (entre calles 17 y 23), a las afueras
del motel Kiss me y inalmente, a las 2:00 a.m. en lo que se denomina
“Disney World” (carrera 15 con 34). La conclusión: unas géneronautas
en unos escenarios de brillo, pelucas, hormonas, amigas, psicodelia y
precariedad social.
Y llegaron las 2:30 de la madrugada. Casi un nuevo día. La puerta de
mi casa. Las llaves. Las caras. Me despido muy agradecida después de
una larga jornada. Entro a casa y hago el balance de la noche con mi
almohada.
En cada parada, esquina, callejón, autopista, carrera ó calle, veía a
varias mujeres trans- hermosas, coloridas, hiperfemeninas; todas unas
reinas, pero reinas nocturnas rodeadas de exclusión y discriminación,
por ser travestis, negras, de estratos bajos, por tener o no implantes o
simplemente por ser prostitutas. Sin embargo, lo que me ha mostrado
esta Trans-Cali con las trabajadoras sexuales, con las Chicas Fucsia y
con Santamaría Fundación, es que pese a los tragos amargos de unas
vidas aisladas en el “anonimato” estas mujeres siempre han demostrado,
al unísono, eso que diría Fangoria en su canción “Miro la vida pasar”
o la frase de John Better, “en plan travesti radical, le dan la espalda a
cualquier muestra de tristeza”6.
Melissa Saavedra Gil: es socióloga recién graduada de la Universidad
del Valle. Dice ser una Marciana Electroestática que explora éste y otros
mundos desconocidos, y como buena representante de la época en la
que nació, le encanta construir un sinnúmero de identidades –reales
y virtuales- que la representen en distintos espacios. Actualmente,
integra La Colectiva Féminas Festivas de la calidosita Cali.
6 BETTER, John. Locas de Felicidad. Crónicas travestis y otros relatos, Editorial La Iguana
Ciega, 2009, pp. 28.
www.papeldecolgadura.org
-¿Qué hacés acá tan temprano?Preguntó abriendo los ojos y la puerta
impulsivamente.
-Buen día señora doña patrona, y si gusta
“mi reina”.
- No gracias, aún no reino sobre vos.
- Eso es algo que depende de usted, no de
mí.
-Pero de vos depende venir libremente a
despertarme- Exclamó dando un portazo.
Instantáneamente volvió a tocar y ella
abrió.
- ¡Ey! No cerrés tan duro que podés asustar
a todos los del piso, mejor dejame entrar.
Y con un gesto de resignación lo dejó
entrar. Al cerrar la puerta resopló.
- ¿Porqué resoplás? Creeme que vas a
necesitar el aliento.
-¡Ay, qué cosa!, sentate puesDijo
imperativamente.
-Ok, ok, ya me siento.
-¿Cómodo? - Preguntó ella al sentarse
sobre la cama.
-Sí, aunque si no fuera por tanto azul
estaría mejor.
Susurrando ella respondió:
-Imaginate si fuera amarillo.
-¡No! Dios mío, no quiero.
-Bueno, hablá, ¿qué hacés acá? ¿No dormiste
en toda la noche, cierto?
Su pijama era blanca y sus pantulas rojas.
-No, no lo hice, es difícil después de lo de
anoche.
-Sí, estrellar un Fiat no es en absoluto
agradable.
-No era un Fiat, era un Zastava.
-Lo que sea, un topolino al in y al cabo.
-Bueno, no fue solo eso, también lo que pasó
entre nosotros.
Ella volvió a resoplar y con una expresión
displicente dijo:
-No fue nada, relajate.
La habitación era azulada: paredes,
muebles, sábanas, lavamanos, sanitario,
ducha, piso… todo era azul. Al entrar daba
la impresión de que algo andaba mal con
los ojos. Esta sensación se anulaba cuando
algo ajeno al cuarto se cruzaba en la vista.
Él se sentó en una poltrona contigua a una
mesa sobre la cual puso la carpeta que
llevaba consigo.
Él respiró profundamente, su dedo índice
golpeaba la mesa sincronizado con el
segundero de su reloj de bolsillo, en el que
tenía un grabado que leía “Giallo”. Ella
estaba tendida bocarriba sobre la cama,
con la mitad de las piernas fuera y solo
una pantula puesta. Llevaban 2 minutos
en silencio. Él había golpeado la mesa
con su índice 120 veces. Súbitamente ella se puso de pie. Tenía
la mirada muerta dirigida hacia la ventana y las manos sobre sus
caderas. Pasaron 17 golpes a la mesa y ella seguía contemplando
lo que ocurría fuera.
-Vení te muestro algo.
-¿Qué cosa? ¿Qué pasó?, estaba “relajándome” - Vociferó y al decir
“relajándome” lexionó los índices de y los corazones de ambas
manos y levantó la carpeta para ponerla debajo del brazo.
- Ya tendrás tiempo para relajarte, pero ahora vení y mira esto
-Elevó su mano señalando hacia un balcón.
-¿Qué hay allá?
- Es una quimera- En su cara brotó un asombro infantil.
-Wow, una quimera rubicónica, nunca había visto una, mucho
menos tan temprano, dicen que vuelan bajo cuando están
deprimidas.
-¿Deprimidas? ¿Por qué se deprime semejante bestia?
-No sé, algunos dicen que cuando los ríos se crecen es por sus
lágrimas.
- Entonces gracias a ella me estrellé anoche.
- Es posible.
-¡Dios te bendiga bestia peluda y alada! -Le gritó
-SSSHHHHHH! Nos está mirando.
-¿Y qué?
-¡Nos está mirando! - Exclamó alzando la voz y quedose impávida
frente a la mirada de la bestia.
- Viene para acá. Dijo, mientras se alejaba de la ventana.
Él se quedó cruzado de brazos mirando ijamente a la quimera,
con la carpeta bajo su axila. Esta se acercaba batiendo sus alas,
ijando su mirada hacia su costado mientras se abalanzaba sobre
él. Su ritmó cardiaco se aceleró y permaneció inmutable mientras
la quimera le arrancaba la carpeta. Cayó al piso inconsciente.
-¡Carlo, Carlo!, soy yo, ¿me oís?, Carlo, respondeme- Le decía
desesperadamente.
Lentamente él abrió sus ojos, la miró, levantó su cabeza y la intentó
besar en la boca. Ella se quitó evadiendo el impulso afectivo.
-¿Qué pasa? - Preguntó desorientado.
Ella sollozó.
-Te acaba de atacar una quimera rubiconica.
Y se puso de pie, se calzó la otra pantula, caminó hacia el baño y
sin cerrar la puerta se sentó sobre el sanitario.
-Sí, sí, eso lo sé, y se llevó mi carpeta donde tenía unas impresiones
para David.
-¿Quién es David?- Preguntó.
- David es… un tipo sin impresora, y ahora sin un trabajo para
entregar gracias a la depresión de la quimera rubiconica, para un
total de dos víctimas en menos de dos días.
- Oh! Menos mal nada mortal.
-En este momento me da igual.
*************************************************************
David Muñoz es estudiante de Ciencia Política de la Universidad Icesi. Escribió éste cuento
porque la profesora de Intervención social le dijo que le recibía un trabajo tarde si él le
escribía un cuento fantástico que explicara las razones por las cuales no pudo entregar a tiempo
la tarea.
2011
Año de la
Afrodescendencia
El 2011 fue declarado por la Organización de Naciones Unidas como el Año Internacional de los Pueblos de Ascendencia Africana. Durante todo el año y en muchos lugares del mundo, se han
celebrado encuentros académicos, de organizaciones sociales y festivales, con el objetivo de exaltar, visibilizar y dar a conocer los procesos y aportes de las poblaciones que se reconocen
como descendientes de la diáspora africana. En Latinoamérica esta iniciativa, unida a las (cada vez más visibles) discusiones alrededor de la necesidad de reparación, patrimonialización de la
cultura negra o de la implementación de acciones afirmativas, están puestas sobre el debate público. En el caso particular de Colombia esta fuerte visibilidad se contrapone a situaciones como
los grandes índices de desplazamiento, marginalidad y despojo en la que están sumergidas muchas de estas poblaciones.
Esta contradicción entre visibilidad/marginalidad, exaltación/discriminación nos invita a repensar como a pesar de todas las celebraciones vinculadas al año internacional de la afrodescendencia
y, en el caso de Cali, de su definición como ciudad afro y de la asistencia multitudinaria al Festival de música del pacífico “Petronio Álvarez”, el debate racial sigue operando como un recurso
eficaz que se desplaza de los espacios patrimoniales de la cultura hacia los escenarios efectivos del poder político. Este tipo de tensiones nos pueden invitar a preguntarnos: ¿Cómo a pesar
de 20 años de implementación de un estado multicultural el racismo, en tanto recurso político y social subsiste en los imaginarios de la sociedad colombiana? ¿Qué papel juega la etnicidad
en el escenario político en Colombia y en Latinoamérica? ¿Cuál es entonces el significado y alcance de esta declaratoria?
El que surjan tantas preguntas nos demuestra cómo la declaratoria del 2011 como año de la afrodescendencia puede generar diversas posturas, opiniones y puntos de vista. En el marco de
esta “celebración”, papel de colgadura ha invitado a académicos, artistas y personas de diferentes proveniencias y trayectorias a que nos cuenten un poco más sobre los matices y relaciones
que se tejen alrededor de este año.
Pdc· 05|123
Delfín Ignacio Grueso
Filosofo, Doctorado en Humanidades.
Universidad del Valle
in a la discriminación racial y al desprecio cultural. ¿Qué afro no defendería
esa consigna? Un paso más en la dirección de substancializar lo afro, sin
embargo, puede destruir ese consenso.
En la perspectiva inal de hacer justicia a los sectores subordinados, o de
Abad. Fajardo
contribuir al menos a su proceso de lucha por remontar la subordinación, es
Cantante y compositor.
entendible que se declare el Año de la afrodescencencia, de la misma forma
www.myspace.com/abadmusic
que se declara el año del niño, de la equidad de género y otros similares ¿Qué
tanto sirven?
“2011 el año de la afrodescedencia” Un titular que llena de júbilo y orgullo a
No solucionan totalmente las cosas, pero ponen su granito de arena en la todos aquellos que llevamos un bronceado natural. Es el año en que se dejan
creación de una conciencia colectiva al respecto. Y, lo más importante, son al desnudo las bondades de nuestra raza, cuyo origen y matriz es, ha sido
ya un reconocimiento a las luchas libradas; una evidencia de que estas no y seguirá siendo África. Es el año en que merecemos ser vistos con buenos
han sido en vano.
ojos ya que somos una parte importante del mundo, y hemos hecho meritos
¿Está bien que se hable de afrodescencencia -término que antes no suicientes para que podamos gozar de un desarrollo que garantice el acceso
se usaba-? No creo que haya objeciones en tanto el término no pretenda a la educación, la salud y la política. Porque soy negro y puedo airmar que
revindicar un biologismo identitario o una identidad entendida en términos lo negro es bello. Así lo dijo Naomi Sims, pionera del movimiento “Black
de su origen africano. Sin duda el preijo afro remite al continente de donde, is beautiful”.
inmediata o lejanamente, directa o indirectamente, procede el color de piel
de quienes vivimos la experiencia de ‘lo negro’; experiencia que es ante todo
Betty Ruth Lozano Lerma
un efecto de alteridad ‘racial’ (o, mejor, racista). Africanos (africanos negros
Socióloga y magister en ilosofía política de la Universidad del Valle,
porque los hay que no lo son) en África o como inmigrantes en Europa y
candidata a doctora de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito,
América del Norte; negros -no africanos- en cada país donde hubo esclavitud;
Ecuador.
negros nacidos en Francia, en Bélgica, en Italia, etc., que no se sienten
africanos y que no tienen nexos culturales con el negro americano; mulatos La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 2011 como el Año
de diverso grado que circulan con diferentes niveles de conciencia de su ‘ser Internacional de los Pueblos de Ascendencia Africana, lo cual ha sido fruto,
negro’ por todo el espectro del mundo contemporáneo: diversamente se vive con certeza, de la incidencia de las organizaciones de afrodescendientes
la experiencia de ‘lo negro’.
adscritas a la ONU. Esta declaración tiene el loable propósito de “fortalecer las
En este caso juega su rol la imprevisible libertad humana de reinterpretar, medidas nacionales y la cooperación regional e internacional en beneicio de
aun en medio de la exclusión y el oprobio, los términos de su identidad. Y las personas de ascendencia africana en relación con el pleno disfrute de los
en eso inluyen el contexto y el momento, el nivel de mezcla y la variada derechos económicos, culturales, sociales, civiles y políticos, su participación
experiencia de la inclusión y la aculturación. Ante eso, un término convocante e integración en todos los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales
como afro opera con éxito relativo, si no entra en mayores detalles. Se de la sociedad, y la promoción de un mayor conocimiento y respeto de la
entiende que lo que se quiere reivindicar es un aporte a la historia (que diversidad de la herencia y la cultura de estas personas”.
obstinadamente se quiere negar); unas formas de cultura que han sido
De acuerdo con las recomendaciones de Naciones Unidas se han
despreciadas, pero que persisten y se renuevan; un reclamo moral de poner programado y se están llevando a cabo numerosos eventos que pretenden
dar protagonismo a los descendientes de África. Alrededor del mundo
se están realizando este tipo de eventos en los que se invierten recursos
astronómicos que no generan procesos que realmente transformen las
condiciones de miseria de las mayorías de afrodescendientes en el mundo,
y que no aportan a la construcción y vivencia de ciudadanías plenas basadas
en el pleno disfrute de los derechos, como lo propone la misma declaración.
La pregunta crucial es ¿qué pasará después del 31 de diciembre del 2011?
La respuesta no es difícil. Los pueblos de la diáspora africana estarán, de
seguros más explotados y desterritorializados, pues las políticas neoliberales
no han tenido tregua. Además lo que hacen es transformar el racismo a
partir de convertir lo que fueran derechos, en servicios que se compran en
el mercado. La declaración del 2011 como el año de los afrodescendientes
no afecta el racismo global ni las estructuras económicas injustas que se han
impuesto en nuestros países a través de las medidas de ajuste estructural
impuestas por organismos como el FMI y el BM. Esta declaración deja
intacta la dimensión racista del orden económico y de paso obtiene un
valor agregado: un gran número de organizaciones de afrodescendientes
se conformarán agradecidos con las grandes inversiones realizadas por la
ONU, al punto que no cuestionarán los planes de ajuste estructural a los
que deben someterse todos los países del sur global. Este 2011 nos dejará la
falsa ilusión de haber avanzado en la superación del racismo por el hecho
de hacer parte del discurso de los poderosos.
Eduardo Restrepo
Profesor departamento de estudios culturales.
Universidad Javeriana
Año de los afrodescendientes: apuntes para no dormir de noche
Las Naciones Unidas, mediante resolución en la Asamblea General,
establecieron una resolución en la que se proclama el 2011 como el “Año
Internacional de los Afrodescendientes”. En el propósito enunciado en esta
resolución, se puede distinguir tres aspectos estrechamente relacionados:
1) “[…] fortalecer las medidas nacionales y la cooperación regional e
internacional en beneicio de los afrodescendientes en relación con el goce
Pdc· 05|125
pleno de sus derechos económicos, culturales, sociales, civiles y políticos
[…]”; 2) posicionar así “[…] su participación e integración en todos los
aspectos políticos, económicos, sociales y culturales de la sociedad […]” y
3) promover “[…] de un mayor conocimiento y respeto de la diversidad de
su herencia y su cultura”.
Hacer un análisis de los efectos de esta resolución escapa a estas
breves notas, así como mostrar cómo se conecta con una creciente
transnacionalización y burocratización de las agendas coniguradas a
nombre de los ‘afrodescendientes’. Me gustaría examinar simplemente
ciertos supuestos en el discurso de la resolución que acabo de citar. Lo más
‘obvio’ e inmediato es la categoría de ‘afrodescendientes’. El ‘sujeto’, por así
decirlo, de la resolución son los ‘afrodescendientes’. En la página oicial de
las Naciones Unidas del Año Internacional de los Afrodescendientes, se
plantea que: “Aproximadamente 200 millones de personas que se identiican
a sí mismos como de descendencia africana viven en las Américas. Muchos
millones más viven en otras partes del mundo fuera del continente africano”.
De ahí que sea la autoidentiicación como descendientes de africanos lo que
constituye el criterio de marcación. La idea de la diáspora, de la comunalidad
en el origen, la historia y memoria compartida.
Hay varios implícitos en esta noción aparentemente abarcadora y
convocante de ‘afrodescendientes’ que indican apuestas políticas más de
fondo en la resolución. Voy solo a referirme a uno. Afrodescendientes
no son los descendientes que se reconocen como tales de muchas de las
poblaciones de actuales países africanos como Marruecos, Egipto o Libia.
La negridad no mencionada, pero articuladora en su obliteración de la
noción de afrodescendientes, introduce dos problemáticas: de un lado, la
cuestionable equiparación de Africa y negridad y, del otro, el silenciamiento
de los efectos en la estructuración del presente del colonialismo europeo
para que 200 millones de personas que se reconocen como descendientes
de africanos. Afrodescendiente, entonces, se constituye desde una aureola
doblemente eufemística propia del lenguaje políticamente correcto y
angelical de muchas gentes que hablan a nombre de otros, o de sí mismos
pero en posiciones de privilegio y representatividad que ameritarían
cuestionarse.
Segundo, no todos los que son descendientes de los esclavizados negros
traídos del África se reconocen como afrodescendientes en los términos
deinidos por Naciones Unidas. Varios antropólogos han explicado como en
el diferentes lugares del Pacíico colombiano, la gente negra ha obliterado
el recuerdo de África e incluso de que fueron esclavos la generación de
sus bisabuelos. La gente ‘olvido’ su origen africano y la esclavitud a la que
fueron sometidos sus ancestros.1 Además de esto, no son pocos quienes en el
Caribe continental colombiano, por ejemplo, no se reconocen como ‘negros’
a pesar de que para un observador estadounidense pudiera ser ‘obvio’ que
lo son. Pero todavía más complicado aún, ¿y qué cuándo gente privilegiada
(en términos de clase social, de capital escolar, de capital político) que solo
oblicuamente (y a veces de formas abiertamente forzadas) aparecen de
repente diciéndose ‘afrodescendientes’ y hablando a nombre de ‘nosotros
los afrodescendientes’?
Para inalizar, esto me permite introducir una serie de preguntas para
quienes están durmiendo muy bien por las noches (como el ‘buen cristiano’
después de haber hecho su obra de caridad del día) con la declaratoria del
Año Internacional de los Afrodescendientes: ¿Quiénes hablan a nombre
de quienes cuando se apela a los ‘afrodescendientes’? ¿Qué queda por
fuera cuando se establece un sujeto de derechos y político en términos de
‘afrodescendientes’? ¿Cuáles ‘nosotros’ posibilita y, por eso mismo, cuáles
hace impensables incluso? ¿Qué voces (y en qué términos) avala y cuáles
silencia?
Referencias citadas
Cunin, Elisabeth. 2003. Identidades a flor de piel. Lo “negro” entre
apariencias y pertenencias: mestizaje y categorías raciales en Cartagena
(Colombia). Bogota: IFEA-ICANH-Uniandes-Observatorio del Caribe
Colombiano.
Vega, José Luis. 2006. “Gente negra del barrio Cristo Rey: Historia,
actividades económicas y representaciones en Santa Marta”. Trabajo de
grado, Programa de Antropología. Universidad del Magdalena. Santa Marta.
Wade, Peter. 1997. Gente negra, nación mestiza. Dinámicas de las
identidades raciales en Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes.
Bladimir Carabalí
Economista,
Profesor Universidad del Valle, Sede Pacíico
En el marco del año declarado por Naciones Unidas se genera una excusa
más para hablar de la población afrodescendiente en el mundo y de las
condiciones económicas, políticas y sociales que estos presentan.
En el caso de Colombia, muchos de los trabajos realizados sobre
poblaciones negras o afrodescendientes, desde diferentes enfoques
teóricos y políticos llegan a conclusiones muy similares: muchas de estas
comunidades y poblaciones poseen una riqueza cultural enorme, habitan
en regiones que sobresalen por la riqueza en la biodiversidad, pero las
condiciones económicas y políticas que afrontan, señalan un rezago
signiicativo respecto a la población blanca o mestiza (Mosquera, 2009).
Según el Censo 2005 de Colombia, los municipios con mayor concentración
de afrocolombianos presentan las Necesidades Básicas Insatisfechas y la
tasa de desempleo más alta del país (Informe mercado laboral, Dane2011).
Por lo anterior, en la medida en que no exista un modelo de desarrollo
social, político y económico que incluya realmente a los afrodescendientes
y los desligue de la marginalidad y la relación de esta con el pasado
esclavizado, vendrá otra declaración, y entonces sus condiciones de vida
serán iguales o peores.
Losonczy, Anne Marie. 1999. “Memorias e identidad: los negro-colombianos
del Chocó” En: Juana Camacho y Eduardo Restrepo (eds.), De montes, ríos
y ciudades: territorios e identidades de gente negra en Colombia. Bogotá:
Ecofondo-Natura-Instituto Colombiano de Antropología.
1 Ver, por ejemplo, el artículo de Anne Marie Losoncy (1999).
Pdc· 05|127
Hoover Delgado
El libro borrado
�Fragmento�
En vísperas de la visita del Papa a Cali, Ricardo Bonilla, periodista que anda tras los autores de las “operaciones de
limpieza” de la ciudad, es encontrado muerto en su apartamento. Dos integrantes de la Unidad de Investigación,
Álder y Lipó, buscan esclarecer el crimen. Un documento que anuncia el in del mundo, un grupo clandestino
dedicado a la cataclísmica llamado Radicales Libres, y un libro misterioso que contiene la clave para resolver
el caso, los llevarán a la solución y de paso al corazón del inierno de uno de los episodios de crimen y poder
menos conocidos de la ciudad. El capítulo 3 pertenece a la novela inédita de Hoover Delgado, El libro borrado.
Capítulo tres
x
Dos escalofriantes descubrimientos anunciaré:
el número 3,1415 –esa razón perfecta, constante,
hermosa, bautizada por Arquímedes con el
nombre de Pi, en cuya base vio una ininita serie
decimal–, reiere en clave cifrada la historia
completa de la raza humana. Oráculo o agenda,
cada cifra del irracional designa un año. Perdida
entre 105 millones de decimales aguarda, fría y
matemática, la fecha exacta del in del mundo.
Yo la hallé.
Álder separó la lupa del documento. Sintió el
sudor crecer como una mancha de petróleo
bajo la guayabera. El rostro, que remataba
en una cabellera de vellón prematuramente
blanco, aparecía enrojecido por el calor.
Dejó la lupa sobre el escritorio y caminó
hasta la ventana en busca de sus alimentos:
el cigarro, un Cohiba robusto proveniente
de las bodegas de San Andresito, y un tazón
de café cargado y amargo que solía dejar
atemperándose en el alféizar.
Consideró el documento. Se trataba de un
manuscrito auténtico: la materia del anuncio
(el in del mundo cifrado en el número Pi),
la sintaxis impecable (esa razón perfecta,
constante, hermosa…), el ritmo sostenido y
el fraseo cristalino revelaban que sólo podía
tratarse de un texto de Radicales Libres.
Seguía así el estilo de los otros documentos
–Álder los recordaba en uno de los cajones
del escritorio, guardados bajo llave– cuyo
contenido lo había llevado a concluir, mucho
antes que los directores del periódico Yanguas
y De Lima, que entre Radicales Libres y los
asesinatos de los comienzos de la década en
las llamadas «operaciones de limpieza», existía una relación más que casual. ¿Se trataba de
los responsables? ¿De un grupo de delatores
buscando desenmascarar a los culpables? ¿O
simples aficionados queriendo embromar
a detectives y periodistas? No lo sabía. En
medio de tanta literatura seudo espiritual, de
tanto gurú de garaje, era apenas justo reconocer que Radicales Libres sabía imprimir a sus
escritos un toque de superioridad.
Volvió al escritorio, extrajo un cuaderno
de notas y leyó sus propias conclusiones.
El extraño grupo había aparecido en octubre de 1981. Los dos anuncios simultáneos
publicados en las páginas de El Espacio y
Cromos los habían presentado como una
sociedad de numerólogos dedicada a una
actividad inaudita: la predicción de catástrofes. Su menú, tan sorprendente como su oicio, ofrecía desde un simple auspicio de amor
hasta el vaticinio de un terremoto. Pero lo que
lo había catapultado a la fama había sido el
hecho de haber pronosticado, en el estilo
hermético que lo caracterizaba, el premio
mayor de la lotería. Añadió un rasgo singular:
el número ganador aparecería dentro de un
pez. Una semana después se supo que el edi-
ficio de la lotería de Córdoba había sido
destruido por una muchedumbre enloquecida que tras haber apostado al número ganador descubierto por un pescador en el vientre
de un sábalo, procedió a cobrarse de esa
manera el dinero que la lotería se negaba a
pagar.
Vino después una racha de éxitos que
conservaban tanto el rasgo feliz del acierto
como el sello de la fatalidad. Cuando todo
el mundo esperaba que continuara con sus
augurios domésticos y sus horóscopos de
doble suerte, sus oráculos saltaron a cábalas
mayores: el Nóbel de García Márquez pronosticado en El Espectador en 1981, hecho de un
haikú perfecto: En Suecia, una lor / El árbol
de Macondo / da mariposas; el terremoto de
Popayán publicado en El Liberal en 1982,
formado de paráfrasis irreverentes: la o,
anillo de lava / la a, grave y grava / la aguda
a / o larga y negra partida / vocálica y volcánica / Popayán; el holocausto del Palacio de
Justicia dado a la luz en El Tiempo en 1985,
compuesto por una jitanjáfora corrosiva: ver
november / verdes saurios / belisaurios / bélicos monos / decimononos / arden for men.
Tras detectar los centros de operación del
grupo y adelantar redadas en tres capitales
del país sin resultado alguno, la policía perdió
el rastro. La glosa popular hizo blanco de
sus burlas a una policía incapaz de prever lo
obvio: que era imposible dar con el paradePdc· 05|129
ro de un grupo capaz de adivinar el futuro.
Radicales Libres saltó a la clandestinidad.
Sus apariciones en los medios, tanto fugaces
como espectaculares, fueron celebradas por
los seguidores que no tardaban en agotar las
tiradas del periódico. Junto a los mensajes
difundidos, Radicales Libres añadía una especie de grafiti, o epígrafe, o epigrama, que
los lectores apreciaban tanto como el mensaje
central. El del mensaje de Pi era una prueba
de ello:
Si el nuevo orden es el caos
el terrorismo es poesía concreta.
Álder había concluido que el grupo debía
albergar a un equipo de inteligencias de
disciplinas tan disímiles como insólitas. El
elemental escrutinio de sus mensajes daba
prueba de un dominio de temas que iban desde el tarot, la gastronomía y el fútbol, hasta la
poesía, la macroeconomía y la física cuántica.
Estimó posibles autores: los universitarios no
proponían nada creativo desde los setenta;
los narcos no tenían tanto cerebro; los grupos
armados sólo ostentaban perspicacia en la
guerra y la droga. Una red de sabotaje mediático era lo más aceptable. La experiencia más
cercana había sido la del M-19. Álder averiguó
que Carlos Pizarro, líder del grupo guerrillero,
había contemplado la posibilidad de reinar
esa forma de lucha de los años setenta en los
nuevos tiempos de la organización, pero lo
había disuadido el Acuerdo de Cese al Fuego
con Betancurt. No había nada más.
¿Qué lo había llevado, pues, a relacionar
a Radicales Libres con las matanzas de los
últimos años? Por increíble que pareciera, su
hipótesis se fundaba en dos hechos aparentemente triviales que no obstante Álder consideraba deinitivos: las fechas y los graiti. Por
un lado, la fecha de aparición de Radicales
Libres coincidía con la del MAS, el tenebroso
grupo de exterminio de ultraderecha que operaba en buena parte del territorio nacional;
estaban luego las fechas de sus anuncios en
cada una de las cuales, además de los asombrosos pronósticos –la lotería o el terremoto,
por caso–, se había presentado una matanza
–la más sonada, la del 10 de diciembre del
82 cuando en cuatro capitales se registró
un número total de cuarenta muertos; por
supuesto, los medios destacaron la noticia
del premio Nobel–; en cuanto a los graiti,
Álder recordaba algunos de ellos aparecidos
en ciudades diversas mucho tiempo antes de
que Radicales Libres los usara, y por cuanto
refería a Cali, en lugares insólitos: paraderos
de buses, hospitales, puentes, muros y en dos
zonas medulares, El Calvario y Chicago Papel,
reino de los recicladores. Una sorda, iera
angustia parecía dominar cada uno de ellos.
Haciendo pantalla con la mano sobre el
papel negro que Lipó había traído, volvió a
examinar el graiti que encabezaba el documento de Pi:
Si el nuevo orden es el caos,
el terrorismo es poesía concreta.
¿Dónde lo había visto antes? Intentó hacer
memoria. Tal vez en las paredes del Batallón,
o de la Universidad del Valle, o del Club San
Fernando. Por un momento estuvo a punto
de lograrlo, pero luego, como una nube que
se disuelve en el aire ardiente del mediodía,
el recuerdo se disipó.
—Si se trata del graiti –dijo una voz a sus
espaldas–, apareció escrito hace cinco años
en las paredes del Hospital Psiquiátrico.
Álder acusó la intrusión con serenidad.
Dejó el documento sobre el escritorio, guardó
el cuaderno en la gaveta del escritorio y se dio
la vuelta para ver la acortada igura de Lipó
dejando un paquete de periódicos en el recibidor. Desde antes de que Yanguas lo asignara
al caso, el chino –como Álder mismo, mezcla
extraña de periodista, hombre de teatro y
editor– solía buscar material relacionado con
las matanzas en archivos y periódicos de la
ciudad como un favor personal para Álder.
Tras revisarlos, Álder fotocopiaba los que
consideraba importantes y devolvía el resto
a los archivos.
—Siempre creí que el que habíamos visto
en el manicomio era aquel famoso graiti:
Este es el único negocio donde el cliente no
tiene la razón.
—También estaba allí –aclaró Lipó–, y su
autor era Cruz Elyeye, el escritor. En cambio,
el primero no estaba irmado.
—Lástima –dijo Álder y se acercó al recibidor.
Abrió algunos de los diarios y leyó los
titulares. Hizo a un lado uno donde los teólogos de la liberación criticaban duramente
la visita del Papa y se concentró en el resto.
Su recorrido parecía más un reconocimiento
dactiloscópico que una lectura. Seguía así
una vieja costumbre que había aprendido
de su maestro, el prestigioso librero Lloreda
Barrientos que había ganado celebridad incursionando en el periodismo investigativo.
Llamaron su atención tres hechos –no leyó
las fechas, prefería adivinarlas por el contenido–: desaparición de niños en el Viejo
Caldas, –1982, 1983–; operaciones de Kankil
y del Justiciero Implacable en Buenaventura,
Palmira y Cerrito –1984, 1985, 1986–; y uno
inal que se le antojó sugestivo, tal vez de dos
o tres semanas atrás, La nueva estética caleña,
escrito e ilustrado por Ricardo Bonilla con
fotos del cuadro Santa Ágata, de Zurbarán.
Quizá el último artículo escrito por Bonilla
antes de su muerte.
Pensó en la ingenuidad de Bonilla al referirse a las cirugías plásticas tan en boga por
esos días como «la nueva estética». Llamar
estético a un acto de carnicería era como
pretender llamar metafísica una lobotomía,
ilosóico un electroshock.
—Alguna vez le oí decir a usted que Bonilla
era un periodista sibilino.
—Así es –dijo Lipó encendiendo un
pielroja–. Solía confundir profundidad con
oscuridad.
Álder se concentró en la igura de la santa:
el bello rostro de dolor contenido, el vestido
ceñido al torso, el cabello largo y oscuro bajo
el tocado, la bandeja con los senos cortados,
pálidos y exangües, como dos panes irmes
recién solicitados a la mesa. Le pareció que el
cuadro rezumaba un sereno erotismo.
—La santa se llamaba Águeda, no Ágata
–corrigió.
—Bonilla le cambió el nombre para que
sonara a puta.
—Entonces no era sibilino sino siilino –
comentó Álder–. Creo que había una leyenda
sobre Águeda…
—Así es –dijo Lipó–. Un conde italiano,
si mal no recuerdo, se enamoró de la joven
virgen. Como Águeda no se entregaba a él, el
conde la prostituyó, la encarceló y inalmente
le cortó los senos.
—Parece una historia de narcos y mujeres.
—Es lo que quería mostrar Bonilla: poder
y tetas. Con la diferencia que ahora los narcos
no les cortan las tetas a las mujeres: se las
mandan a agrandar.
—Rara forma de devolver la virginidad
–dijo Álder, y volvió sobre Bonilla–. No lo
entiendo. En lugar de tanto rodeo, por qué
no podía ser directo: hablar de la relación
narco-madre, o de la escasa leche de la bondad humana del narco, o de un narco mamón
que quiere convertir a todas las mujeres en
su madre.
—De acuerdo, pero eso sería psicoanálisis
y no estética.
—A quién le importa la estética –dijo Álder–. Hablamos de periodismo.
Un conde italiano, si mal no recuerdo, se enamoró
de la joven virgen. Como Águeda no se entregaba a
él, el conde la prostituyó, la encarceló y finalmente
le cortó los senos.
Pdc· 05|131
Lipó guardó silencio, las comas vivas de
sus ojos ijas en Álder y los brazos cruzados
sobre el pecho en una actitud de socarrona
incredulidad cuyo resultado era siempre
provocar en Álder una tranquila corrección.
—Al menos esa estética –admitió Álder
tras un momento–. La que me interesa es
otra –puso a un lado el periódico–. ¿Sabía
usted que hacia 1930 los ricos de esta ciudad
hablaban de limpiar las tinieblas exteriores?
Lipó negó con la cabeza y desmontó su
postura.
—Ahí está, en El Relator. En esa década los
ricos hablaban de varias pestes: borrachos,
ladrones, vagabundos y perros. Una peste
de perros. Esas eran las tinieblas. No las
pudieron limpiar: dejaron de ser exteriores
y entraron a la ciudad. Hoy están por todas
partes. A quién le interesa las tetas cuando
lo que hay que esclarecer es precisamente la
historia tenebrosa que se coló por la puerta
del patio de esta ciudad.
Extrajo otro periódico del cerro pensando
en el sueño que había vuelto a acosarlo desde
noches atrás y que ahora salía a la supericie
en forma de irritación. Un sueño raro, inconcluso, que se presentaba como fragmentos de
una película siempre en continuará y que, sin
embargo, él sabía cómo iba a acabar.
—Qué le pareció el anuncio del in del
mundo –dijo Lipó separándolo de sus pensamientos.
—Qué le puedo decir –dijo Álder con resignación–: que es de Radicales Libres.
—Según Yanguas, Bonilla nunca ocultó
su militancia política. La policía lo vigilaba.
Cómo se explica que ese mensaje estuviera
en su poder.
—Una de dos: o Bonilla pertenecía a Radicales Libres, o éstos lo mataron y sembraron
la evidencia.
—La policía cree en esta última hipótesis.
—Por principio la policía siempre cree en
las hipótesis últimas.
—¿Y usted?
—Yo no creo en ninguna –intentó relajarse Álder–. Qué hay del rollo encontrado.
—Ya fue revelado. No contiene imágenes
sino texto. Cada foto corresponde a la página
de un libro.
—Y qué dice el libro.
—He ahí lo extraño: no dice nada. Parece
que hubieran borrado el grueso de la página y
dejado sólo unas cuantas frases. Veinticuatro
fotografías: una frase por página, una foto
por cada frase.
—¿Y qué dicen las frases?
—No pude verlas todas. La policía retuvo
las fotos como evidencia. Sólo recuerdo la
frase de la segunda página.
—Cuál –dijo Álder con un inicio de suspenso.
—Era algo incoherente –recordó Lipó–,
Nubes de polillas levantadas del polvo. Tal
vez el rugido del mar.
Álder experimentó un ligero azoramiento
y se volvió hacia la ventana. Lipó lo siguió
un instante con la mirada. Luego extrajo su
bolígrafo y tomó un papel del escritorio.
—Se la escribiré –dijo.
—No es necesario –opuso Álder–.
La recuerdo perfectamente.
De todos modos, Lipó escribió la frase.
Dejó el papel sobre el sillón del estudio, apagó
el pielroja en el cenicero y buscó la salida.
Contra el vidrio de la ventana, Álder vio
el humo del cigarrillo que se resistía a morir
y que subía formando una voluta extraordinariamente azul y nítida, como si la hubieran
pintado en el aire. Al mismo tiempo, al fondo
del estudio, Lipó abrió la puerta de la calle: su
pequeña igura, ingrávida y fofa, del mismo
color del humo, se borró en el vidrio.
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‡
‡
Entrevista a
Hugo Candelario
González a
propósito del
Petronio y la
música del
Pacífico
por: Federico Gálviz
Lugar: Restaurante y Casa Cultural “Bahía Pacífico”
Hugo Candelario González es compositor, arreglista, saxofonista,
marimbero y director musical. Nació en Guapi, Cauca, el 12 de febrero
de 1967, donde vivió su infancia cerca del río, de los marimberos, de los
músicos y cantadoras que pasaban por este lugar formando las famosas
“curruleadas”. En 1978 viajó a Bogotá para terminar su bachillerato
y en 1985 se radicó en Cali. Cursó estudios en el Instituto Popular de
Cultura, en el Conservatorio Antonio María Valencia y posteriormente
en la Escuela de Música de la Universidad del Valle, estudios que alternó
con investigaciones particulares sobre el folclor tradicional de la región
del Pacíico y otras regiones de Colombia.
Actualmente es director del grupo Bahía, reconocido tanto en el ámbito
nacional como internacional. Bahía fue ganador en las dos primeras
versiones del Festival de Música del Pacíico Petronio Álvarez y han
realizado varias giras por Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
El lugar estaba un poco vacío; cuadros y fotografías alusivas a Guapi,
un “stand” donde se exhiben productos naturales del Pacíico elaborados por mujeres trabajadoras del litoral, cd’s del grupo Bahía, colores
verdes y naranjas casi luorescentes. Había tres personas sentadas en
una mesa como esperando algún plato de comida y en la esquina más
excéntrica estaba ella, “la doña”, la marimbita de chonta. Me senté a su
lado a esperar a Hugo. Al fondo sonaba música del Pacíico y se sentía
un olor a comida de mar. Me antojé de unas empanadas de camarón.
Cuando me las estaban sirviendo llegó Candelo. La idea era charlar a
propósito del Petronio y de Cali como capital del Pacíico,
Federico Galvis: ¿Qué está pasando en este momento con la
música del Pacíico y el Ministerio de Cultura? ¿Hay iniciativas para fomentarla?
Hugo Candelario: Bueno, ahora con el Petronio están pasando muchas cosas. Yo estuve vinculado al Ministerio de Cultura con eso del Plan
Nacional de Música para la Convivencia (1) y alcancé a estar en el diseño de los parámetros para escuelas no formales de música tradicional
de Colombia donde me tocó el eje Pacíico sur. El eje Pacíico norte le
tocó a “inchao” el de la Contundencia (2). El Pacíico norte corresponde
al departamento del Chocó y el Pacíico sur a los departamentos del
Valle, Cauca y Nariño. Alcancé a estar en el inicio del proyecto La ruta
de la marimba (3), pero en un momento dado no me gustaron varias
cosas y me desvinculé. Por eso no sé muy bien que está pasando ahora.
F: ¿Y en este momento, quién es el responsable de eso?
HC: El responsable es El Ministerio de Cultura y tiene varios frentes.
Lo que tiene que ver con la “formación” de músicos lo está manejando
Bellas Artes. Cuando yo estaba, el programa consistía en ir a las poblaciones a capacitar futuros formadores, a darles bases académicas y
trabajar también la formación musical. En algún momento yo propuse
algunas políticas para incluir a los viejos, es decir, a personajes mayores,
los maestros de la tradición, gente como Gualajo. La idea era que la
tradición se encontrara con la experiencia que teníamos aquellos que
veníamos de la academia y0.2ur entre Valle, Cauca y Nariño.
F: Yo he visto que hay muchas personas y grupos que, desde
distintas orillas tienen una misma preocupación: fortalecer
la música del Pacíico. Lo que noto es que parecen estar muy
conectados o informados entre sí ¿Qué opinas al respecto?
HC: Lo que estás diciendo es una percepción que se resume en algo
muy interesante: las investigaciones, las tesis, la gente, todo está invitado a una comunión, es decir, que la academia desde su punto de vista
no tiene la verdad absoluta, bueno, nadie la tiene, pero en este caso la
academia no le puede enseñar a la tradición. Lógicamente la ciencia
y la investigación son importantes, pero la fuente de esta música está
en la comunidad y su sabiduría. No podemos esperar que sólo de las
universidades salga el conocimiento. Existen unas brechas entre la
gente y la academia porque las instituciones siguen con su arrogancia,
con su actitud de “yo me las sé todas” y no se ponen en el papel de
construir y aprender entre todos.
Además es importante tener presente que espacios como el Petronio,
son fortalecidos por políticas que nacen desde el Estado y desde otras
instituciones de donde sale el dinero que lo inancia. Pero ese dinero
está condicionado a debates en el Congreso, a debates entre los ministros, presupuestos para la guerra, presupuestos para la cultura, apoyos
internacionales para las comunidades más deprimidas. No se puede
olvidar ese aspecto. También hay que tener presente que, a pesar de las
velocidades, las inmediateces y los intereses, las comunidades tienen
Vos como músico sabes que a todo músico
se le sale su duende creativo, su duende
improvisatorio, su duende descrestador, su
duende arrogante, su duende egocéntrico.
sus propios ritmos, tienen su propia sabiduría y muchas veces esos
proyectos no respetan esos ritmos propios.
De la academia salen millones de tesis que sirven para acumular otro
dato más para la historia, otra información más que ni siquiera llega al
pueblo, o ni siquiera llega a las personas que han sido entrevistadas.
Yo me aburrí de todo eso y no quise seguir aunque uno sigue poniendo
su granito de arena. Eso es lo que hacemos, por ejemplo este espacio
es eso, desde nuestra propia experiencia con mi hermana montamos
esta casa con jóvenes y mujeres productoras del Paciico. Todos los
productos que se venden aquí relejan los años que ella lleva trabajando y reconstruyendo la sabiduría tradicional del Pacíico: que la
orino terapia, que las yerbas, que las matas… todo hace parte de un
proceso muy bonito. Algunos productos ya casi están para exportar,
son productos propios como yogures naturales, por ejemplo. Pero
claro nosotros tenemos que poner esa tradición en sintonía con la
productividad y sin que pierdan su esencia, sin prostituirse dentro
del sistema comercial.
F: Dentro de ese proceso ¿cuál ha sido el papel del Festival
Petronio Álvarez para dar a conocer la cultura del litoral
Pacíico en la ciudad?
HC: Te voy hablar más de una sensación que tengo que va muy ligada
a la observación y a la vivencia directa, como individuo, como músico
y como protagonista. El Petronio es como una ventanita que fuuuhgg!
se le abre a la cultura del Pacíico, se abre y sale esa fuerza, sale toda
esa energía de siglos ahí condensada. El Petronio nace en el teatro
al aire libre Los Cristales, una maravillosa idea de Germán Patiño.
F: ¿En qué año?
HC: Eso arrancó en 1997 y ganamos con Bahía! Al siguiente año en
1998 también volvimos a ganar. A partir de ahí han pasado muchas
cosas en la ciudad y a velocidades muy fuertes. El Petronio ha funcio-
nado incluso con directores de cultura que no han querido la cultura
popular, me atrevería a decir que para muchos de ellos era mejor que
el festival no existiera. Pero les tocó pues tiene tanta fuerza que es
imparable. En el festival pasó que los del sur, los de la marimba nos
fuimos conociendo con la chirimía de los del norte, porque a pesar de
haber estado en el mismo anden por siglos, no nos conocíamos. Lo
máximo es Buenaventura donde sí se resume, se condensa chirimía
y marimba, aunque haya más marimba por tradición. Ahora, con
el impulso que tiene el festival ya se graban y se editan discos que
antes no había. La música del Pacíico ya no es sólo canciones como
“Mi Buenaventura”, “Caderona” y “La palma de chontaduro”. Ahora
la gente ya sabe que hay pasillo, andarele, bunde, juga, patacoré,
bereju, pango, currulao, bambuco viejo y que todos son ritmos tradicionales de la música del litoral Pacíico.
A mí me tocó vivir todo ese proceso. Por ejemplo en los primeros
Petronios yo parecía un gallito con mi motico, pa’ arriba y pa’ abajo. Recuerdo las barbaridades que decían los periodistas o lo que
escribían en los periódicos, sin mala fe. Más bien era pura y simple
ignorancia, desconocimiento del Pacíico y de lo que estaba pasando
en el festival. Todavía pasa, aunque cada vez menos. También pasa
que para mucha gente se vuelve una moda, “el viche” moda, “el tumba
catre” moda (licores tradicionales del paciico), la marimba moda, los
negros moda. Cuando la música o la cultura de cada región se abre al
mundo, a la urbe, tiende a pasar eso, es inevitable. Cada cultura tiene
su propia energía, su propia espiritualidad, su propio sentimiento,
su propia historia y así mismo se proyecta.
La cultura del Pacíico es muy fuerte y muy noble, también tiene
mucho sentimiento, como dice el maestro Gualajo: “el folclor no se
viste con camisa prestada”, eso quiere decir que van a llegar cosas
nuevas a la música pero que no necesariamente van a perdurar.
Al Pacíico llegan “camisas” pero algunas veces la misma gente las
rechaza. Lógicamente así como se pierden cosas se ganan otras. Por
Pdc· 05|137
ejemplo, el reto más grande para un grupo como Bahía que, con el
sentimiento heredado de la región le toca desempeñarse en la ciudad,
es no perder nunca la esencia, la espiritualidad, el sonido, el timbre,
no perder nunca el tumbao, el zumbido. Porque es fácil confundirse
y perderse en el camino. Por eso estando acá, el reto es pa’ todos,
hasta pa’ Gualajo creo yo.
F: Con respecto a la música vemos que por un lado está la
música tradicional, y por otro lado la música del Pacíico
fusión por, así llamarla, entonces, ¿quién hace o quién no
hace música tradicional aquí?
HC: Por un lado está el maestro Gualajo, está Socavón de Buenaventura, Canalón de Timbiquí, Naidi, las cantadoras son de Naidi,
las cantadoras del Pacíico, que son pues las primeras aquí. Por otra
parte, hay grupos representativos de danza en las universidades y
en los institutos. El formato es el tradicional: marimba, dos bombos, dos cununos, guasás y voces. La marimba tradicionalmente
es interpretada por dos personas al mismo tiempo: una que se le
conoce como el bordonero, el que hace sonar las notas más graves
y el otro el requintero o marimbero, el que juega con las notas más
agudas. Acá en la ciudad tiende a perderse el bordonero y queda un
solo marimbero. Por eso ya uno ve a los marimberos haciendo con la
mano izquierda lo que hace el bordonero y con la mano derecha, la
requinta, así que hay unos cambios muy sutiles. En ese sentido hay
que estar con ojo de lupa pa pillarlo, hay que estar muy atentos. Por
ejemplo, normalmente los palos o tacos originales con los que se golpea el bombo tienen la cabeza cubierta de tela para lograr un sonido
particular. En el Pacíico estos son mas abullonados, tienen más tela,
porque allá se necesita que suene más profundo, acá se necesita que
suene un poco más brillante, porque hay que pelear con el ruido de
los carros o con otras cosas. Incluso a veces se los quitan, quedando
el palo o taco pelao sin tela, como si no les hiciera falta, como que el
medio ambiente no lo pide.
Detalles como ese, que son muy sutiles pero signiicativos, transforman la música. Entonces hay que estar muy conscientes de esas
cosas para hacer las fusiones. Yo no sé si considerarme como un
grupo fusión porque realmente cuando nace Bahía no me dije: “voy
a hacer una fusión”. Yo partí de lo que tenía en ese momento. Por
ejemplo, me encontré con la realidad de la ainación de la marimba.
La ainación tradicional es una ainación ancestral, propia de su
hábitat que es sobre todo selva. Pero al tocar aquí, al pasar por el
conservatorio, me tocó inevitablemente ainar, temperar la marimba.
No sé si eso la historia me lo va a reprochar o me lo va a aprobar, lo
cierto es que pudo entrar y también ha sido un paso importante para
dar a conocer nuestra música.
F: ¿Fue muy signiicativo meterle marimba de chonta a
orquestas como la sinfónica o la ilarmónica de Bogotá y
del Valle?
HC: ¡Marimba de chonta con la sinfónica, con la ilarmónica de
Bogotá, con la del Valle y ahora también en Jazz y en la música
electrónica! La hemos llevado a Cuba, Angola, México, a Francia al
conservatorio de Lyon, que es un conservatorio muy técnico. De allá
salen los más bravos, los mejores percusionistas de muchas partes del
mundo, se van a estudiar percusión a Lyon. Ese conservatorio es muy
famoso y ahí estuvimos con nuestra marimbita de chonta. Yo trabajé
también con el TEC (Teatro Experimental de Cali), hice música con
la marimbita, metimos música para teatro, para cine, para ballet con
También pasa que para mucha gente se vuelve
una moda, “el viche” moda, “el tumba catre”
moda (licores tradicionales del pacifico), la
marimba moda, los negros moda.
Incolballet. Eso ha permitido también encontrarse con todos esos
mundos. En este proceso aquí en la ciudad llevo más de 20 años.
Pero bueno, además de Bahía lo que se llama fusión nace a partir del
Petronio, en la “categoría libre”. Vos como músico sabes que a todo
músico se le sale su duende creativo, su duende improvisatorio, su
duende descrestador, su duende arrogante, su duende egocéntrico.
Entonces esa es la categoría que permite que todo este tipo de cosas
surjan. El formato libre invita más a explorar hacia afuera. El formato
tradicional es lo contrario, mientras más estemos en comunión todo
será mejor; aunque aparentemente no haya “creación”. Pero ahí es
donde está el secreto y el reto pa un grupo tradicional, que a pesar
del tiempo y todo, mantengan elementos de la música tradicional así
estén en la ciudad, en la globalización.
F: Como para aclarar eso que entiendes por “lo tradicional”
¿cómo verías que un grupo de jóvenes o personas de la ciudad se pongan a hacer música del Pacíico en un formato
tradicional?
HC: Les toca un camino largo, muy largo. Yo no tengo la fórmula,
ni tendría las palabras exactas para darles un consejo directo, como:
“dos más dos son cuatro y arranque por aquí”. Eso es tan complejo
como decir: “ser feliz es así” o “la libertad está por aquí”. Bueno vos
sabés un poco de eso, lo que es ir, grabar, preguntar, sentir, comer,
nadar, correr, bailar en ese espacio. Si se está hablando de que van a
hacer música tradicional, hay un detalle. Normalmente en las músicas
tradicionales las bases resultan sencillas para un percusionista, pero
entonces vale la pena preguntarnos ¿en dónde está la diferencia de
una base de tradición o una de no-tradición? ¿Cuándo un muchacho
acá en la ciudad va a hacer bien esa base? ¿Cómo le va a meter, además
del sonido, el color, los ritmos más propios? Todo eso, lógicamente
no se le puede pedir… bueno sí se le puede pedir aunque realmente
no se le puede pedir tanto. Hay que tener esa humildad también para
saber esas cosas, para reconocerlas, para saber la realidad de esa
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verdad, entender el proceso que se va a requerir para poder acercarse
lo más posible.
Yo te lo digo por experiencia, porque yo soy de Guapi pero a mí me
mandaron pa la ciudad a los once años. O sea que también solté
muchas cosas a muy temprana edad, incluso yo que soy de allá no
me considero completamente tradicional. Yo que llevo tantos años
tocando, no me considero así pues le tengo mucho respeto a cualquier
grupo tradicional de cualquier parte del mundo. Si están todos estos
elementos que mencionaba lo más seguro es que cuando la música
que estén tocando la escuche la gente de las comunidades sientan en
su corazón, en su sentir, que allí hay una propuesta honesta, sincera.
La gente que va al Petronio, la gente del Pacíico es muy respetuosa,
porque ahí van unas propuestas de grupos musicales a veces groseras, como atrevidas, otras realmente malas, de todo; y la gente del
Pacíico es tan respetuosa y tan amable que nunca los chilan, hasta
se lo rumbean, se ríen y todo.
*****
Por motivos distintos que nos obligaron a terminar la conversa se nos
quedaron pendientes cosas por hablar. Por ejemplo el tema de Cali
como capital del Pacíico y toda esta fuerza simbólica que toma hoy el
Petronio y la marimba con su patrimonialización, en el marco de las
industrias culturales. Después de la conversa con Hugo Candelario
me surgen algunos interrogantes: ¿El hecho de que tanto la marimba
de chonta como el Festival sean hoy reconocidos como patrimonio
inmaterial de la humanidad, aseguran su protección como expresiones
culturales? O al mismo tiempo, ¿la difusión y comercialización del
Petronio y la marimba, hacen parte de las estrategias de mercantilización de la cultura, como sucede con los muy elitistas carnavales
de Barranquilla y de Río de Janeiro en Brasil?
Notas
1. Según la página web “laboratorio cultural” de la revista de música Colombiana:
El Plan Nacional de Música para la Convivencia PNMC (creado en el 2003 por
el ministerio de cultura) es una política prioritaria del Plan Nacional de Desarrollo “Hacia un estado comunitario”, que se enmarca dentro de la estrategia
de fortalecimiento de la Convivencia y los Valores, “Programa de Cultura para
construir Nación y Ciudadanía”.
2. La Orquesta la Contundencia, nació en el año de 1.985 bajo el nombre de
Contundencia Chirimía, como chirimía clásica instrumental, compuesta por
instrumentos de viento y de percusión. Es considerada la orquesta madre del
Chocó y se especializa en la interpretación de salsa y chirimía chocoana, danzas tradicionales y música religiosa. Dirigida por el maestro Leonidas Valencia
Valencia “Inchao”, ha participado en varios festivales tales como: Festival de
Música del Pacíico “Petronio Álvarez” donde ganó el primer puesto en 1.997 y
fue declarado fuera de conc urso en el año de 1.998.
3. Según la página web del Ministerio de Cultura: La Ruta de la Marimba es un
programa oicial en curso desde 2008, que aglutina diferentes acciones en torno
a la música de marimba y los cantos tradicionales del Pacíico sur colombiano.
El programa se gestó como iniciativa comunitaria en 2007 bajo el nombre
“Que Suene la Chontica”. Esta iniciativa la acoge el Ministerio de Cultura y es
así como inicia actividades en febrero de 2008, como proyecto piloto del Plan
Nacional de Música para la
Convivencia (PNMC)
Federico Galvis Patiño: Músico y percusionista, integrante de
la agrupación musical Africali, amante del tambor y las mujeres.
Es por, accidente estudiante de antropología y teatro.
Dirección
Diseño y diagramación
Asistentes
Margarita Cuéllar Barona
Inge Helena Valencia Peña
Juliana Jaramillo Buenaventura
Carlos Dussán Gómez
David Muñoz Aristizabal
Gustavo Collazos
Jerónimo Botero
Andrés Felipe Castelar
Diseñador Invitado:
Juan Felipe Gómez
Isabel Mancera
Hoover Delgado
Joaquín Llorca
Oscar González
Comité Editorial
Ana Marisol Ortegón
Viviám Unás
Pdc· 05|143
www.papeldecolgadura.org