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papel de colgadura
vademécum gráfico y cultural
Universidad Icesi
Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales
Rector
Francisco Piedrahita Plata
Decano Facultad Derecho
y Ciencias Sociales
Jerónimo Botero Marino
Director Académico
José Hernando Bahamón Lozano
Secretaria General
María Cristina Navia Klemperer
Coordinador Editorial
Universidad Icesi
Adolfo A. Abadía
Decimosexta edición,
Julio de 2018
© Derechos Reservados
Universidad Icesi
Departamento de Artes y Humanidades
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Calle 18 No. 122 - 35
Cali – Colombia
Dirigida por
Margarita Cuéllar Barona
Diseño y Diagramación
Natalia Ayala Pacini
(natalia@cactus.com.co)
Comité Editorial Invitado
Maira Beltrán
Jose Benito Garzón
Maria Elena Gonzáles
Hanni Jalil
Gonzalo Federico del Llano
Camilo Useche
Editorial Universidad Icesi
Calle 18 No. 122-135 (Pance), Cali – Colombia
Teléfono: +57 (2) 555 2334 | Email: editorial@icesi.edu.co
http://www.icesi.edu.co/editorial
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
ISSN 2011-9763
papel de colgadura es una publicación de la Universidad Icesi
de Cali. Los artículos contenidos en la revista son responsabilidad
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Sobre papel
Sobre la elasticidad de la historia cultural
Cuando surgió la idea de editar un número de PDC sobre historia cultural hace
casi dos años, no imaginábamos que el
proceso de construcción de esta revista
sería el reto que fue. Decimos reto, aludiendo no a la carga negativa que puede
tener esta palabra, sino a lo productivo
que puede llegar a ser reanimar viejos
debates, generar nuevas inquietudes y
perderse en el camino, para así lograr
una aproximación quizás menos precisa
pero sí más honesta de lo que para nosotros es la historia cultural. Hablamos en
plural, porque gran parte de los debates
e inquietudes se gestaron en reuniones,
grupos de estudio y lecturas que hicimos
de forma colectiva profesores y profesoras de la facultad de Derecho y Ciencias
Sociales en el marco del seminario de
historia cultural del Departamento de
Artes y Humanidades. Este espacio sirvió
de excusa para pensar las posibilidades
y los límites de la historia cultural, la
nueva historia cultural, como se conoce
en ciertas latitudes como campo. Fuimos
un grupo de historiadores, sociólogos y
politólogos que encontramos en la investigación del pasado el escenario perfecto
para plasmar nuestros intereses, y en la
(nueva) historia cultural una sombrilla
lo suficientemente amplia y elástica para
incluirnos a todos.
La amplitud y la elasticidad del campo
fueron a su vez virtud y obstáculo. El
intento de definirlo nos llevó a retomar
autores cuyas obras se habían convertido
en referentes dentro del campo, como
Peter Burke, Roger Chartier, Robert Darton, Michel De Certeau, Clifford Geertz.
En esta búsqueda se sumaron nombres
nuevos, y así fuimos tejiendo una red más
amplia y heterogénea de obras y autores
quienes cabían en aquello que llamamos
nueva historia cultural. Campo interdisciplinar, ecléctico, y más antiguo de lo
que el adjetivo, “nueva historia” sugiere.
En los años sesenta, el interés por la “cultura popular” va a ser objeto de estudio
para académicos que, formados “como
historiadores sociales o políticos”, reconocieron que “la cultura como símbolo”
era clave para comprender las dimensiones en las que se mueve lo social y lo político. Es decir, las representaciones que
se hacen desde la sociedad, por ejemplo
desde las instituciones, y que se materializaban en prácticas cotidianas. Este
tipo de análisis o preguntas permitió un
acercamiento a las dimensiones subjetivas que también le dan sentido a la vida
política y social de los sujetos.
Rastrear la experiencia vivida de sujetos
que vivieron en épocas pasadas es uno
de los propósitos de la historia cultural.
Preguntarse qué piensan, qué sienten,
qué leen, qué comen, qué escriben, cómo
pasan su tiempo libre, qué creencias tienen, cómo otorgan sentido a sus vidas
estos sujetos, son algunas de las preocupaciones del campo. Dicho de otra
forma, a la historia cultural le interesa el
mundo de las prácticas, los imaginarios
y las representaciones.
Proponemos entonces definir la historia
cultural no por su objeto de estudio, sino
por su perspectiva analítica: la interpretación de las significaciones históricas.
Esto implica que un “hecho histórico”
deba estudiarse a través del discurso,
la memoria, la institucionalidad, las
acciones de los individuos o grupos, todo
esto atravesado y sustentado por imaginarios simbólicos que se constituyen
como relaciones de poder, así como de
resistencia a él.
En un artículo de 1999 publicado en el
Hispanic American Historical Review,1 el
historiador económico Eric Van Young,
quien ya al final de su carrera decidió incursionar en el campo de la historia cultural, sugiere que este campo, la historia
económica, o la historia política aunque
la mayoría de las veces se piensen por
separado, o se consideren antitéticas,
por razones epistemológicas, distinciones metodológicas o temáticas, podrían
beneficiarse al establecer un diálogo más
abierto entre sí. Propuso que la historia
cultural debía de colonizar las relaciones económicas, como lo ha hecho con
1. Van Young, Eric, “The new cultural History
comes to old Mexico”, in The Hispanic American
Historical Review Vol. 79, No. 2, Special Issue:
Mexico’s New Cultural History: Una Lucha Libre
(May, 1999), pp. 211-247.
los sistemas políticos, bajo la suposición
imperialista de que toda la historia es
historia cultural.
En el 2001, el historiador Peter Burke,
en una conferencia que tituló “La historia
cultural y sus vecinos”2 reconoció que en
esa relación de vecindad que tienen entre
sí disciplinas como la antropología, la
historia y la sociología, relación que les
ha ayudado a ir definiendo por contraste su “identidad”, la historia cultural es
una “disciplina particularmente difícil de
definir”. Burke habló sobre el pasado, el
presente y el futuro del campo. Nos recordó que el futuro del campo va ligado a
la voluntad de aquellos que nos adscribimos al no abandonar el rigor metodológico y teórico, y de establecer puentes no
solo con otras disciplinas, sino con otros
campos de la Historia. A luchar contra la
fragmentación o la pérdida de identidad
del campo. El hecho de que seamos un
campo heterogéneo, elástico y difícil de
definir debe de enriquecer el debate en
vez de diluirlo.
Las secciones que hacen parte de esta
edición de Papel de Colgadura recogen
una variedad de textos tan heterogéneos o elásticos como el campo, pero
con perspectivas analíticas que retoman
preguntas sobre las experiencias vividas,
las prácticas, los imaginarios y las representaciones. Esperamos que el lector
encuentre en estas páginas una variedad
de temas que dan cuenta de lo cotidiano
y experiencial en clave histórica. Este número incluye textos sobre el carnaval de
Cali en la década de los 20, el mundo de
2. Burke, Peter, “La historia cultural y sus
vecinos”, en Alteridades, vol. 17, no. 33, México,
enero-junio, 2007.
la producción artística de Cali en los años
80, las imprentas e impresores del barrio
San Nicolás, y el mundo de la moda. En
un esfuerzo por abrir espacios para la
publicación y divulgación de textos escritos por estudiantes de las electivas del
Departamento de Artes y Humanidades,
este número incluye relatos de viajes, escritos en la electiva Crónicas de Viajeros,
y ensayos, escritos en la electiva Magia,
brujería y herejía en la historia. Esperamos disfruten leyendo los textos que
recogimos en este intento por reflexionar
sobre un campo de estudio elástico y heterogéneo, el mismo que da acogida a historiadores variopintos, sociólogos, antropólogos y críticos literarios, entre otros,
que retoman el pasado para pensarse lo
cotidiano, las experiencias, los imaginarios, representaciones, y significados que
tejen nuestra condición humana.
maría elena gonzález
hanni jalil
teatro de
variedades
a veces
llegan cartas
32
¿De qué se habla cuando se
habla de historia cultural?
Cecilia Mendez
Gilberto Loaiza
12
Epístola Carnaval de Cali
Lucilda Sinisterra
20
37
Pequeñas historias
de hombres que saltan
Camilo Useche
Cartas de mi bisabuelo
María Helena González
44
Magia, brujería y herejía
recomendados
24
La caza de brujas en la edad media:
reflexiones para el feminismo
contemporáneo
Diana Paola Salazar Arana
El Fernando Soto Aparicio
que conocí...
La Santa Inquisición en Cartagena:
catalizador de resistencias y
reivindicaciones de grupos sociales
marginados
José Benito Garzón
Ana Carolina Palma García
28
Todo comenzó por el fin
La caza de brujas en Europa:
¿consecuencia inevitable del poder
y la histeria colectiva?
Nicolás Beltrán
Nicolás Cardona Londoño
68
El estudiante viajero
China en perspectiva
Sara Arroyo Kogson
Juanchaco, Bahía Málaga y
Ladrilleros: viaje de pesca
Julián González Martelo
Un paraíso a medio camino
Nicolás Cardona Londoño
rotativo cali
88
110
Caliwood es un territorio;
las películas, su mapa
De un Calvario que se fue:
breve crónica de un barrio
de Cali
Joaquín Llorca
Hansel Mera
Apolinar Ruiz López
96
Cali, una ciudad
con estrella
120
Karmen Kabezas
Zona de tolerancia: mujeres
públicas, cabarets y cantinas.
Santiago de Cali 1944 - 1961
100
¿Boom de las producciones
artísticas en las galerías de
Cali?
María Fernanda Astaiza
104
Imprentas e impresores en
las primeras décadas del
siglo XX en Cali
Maira Beltrán
Anónimo
124
“Parias pero no bestias”
mujeres públicas,
enfermedades venéreas y
exclusión social en Cali,
1930-1940
Hanni Jalil
12
Epístola Carnaval
de Cali
Lucilda Sinisterra
20
Cartas de mi
bisabuelo
María Helena González
Epístola
Carnaval
de Cali
Lucilda Sinisterra
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Cali, enero 5 de 1924
Al Señor Alguacil
Don Manuel Valverde
Señor Don Manuel Valverde, soy Lucilda Sinisterra, sobrina de su gran amigo
el Secretario General de la muy Ilustre
Junta Central de Ornato de la Ciudad de
Cali. Resido en la ciudad de Palmira por
motivo de mi casamiento con un hombre
honorable, muy de los afectos de mi mencionado tío y que se encuentra ahora en
Bogotá por motivos laborales. He vivido
toda mi vida en Cali en las periferias de la
Plaza de Caycedo, epicentro de la cultura
y de las buenas costumbres de esta bella
ciudad. Permítame expresar un sincero
saludo, siendo para mí un gran honor y
satisfacción poder dirigirme a tan distinguido señor.
Imagino que se estará preguntando por
qué me tomo el atrevimiento de escribirle
a un hombre tan ocupado y concurrido.
Lo hago con la intención de comentarle
sobre esa cadena de errores que desataron los terribles hechos sucedidos días
pasados en el Salón Moderno, de los
cuales estoy segura puedo contribuir a
su esclarecimiento, pues como es bien
sabido, tuve la mala fortuna de presenciar ese fatídico hecho. Le ruego disculpe
la tardanza de esta carta, pero dudaba
mucho si contarle todo lo sucedido, pues
mi tío, por formar parte de dicha Junta,
me había prohibido cualquier tipo de intervención. Estuve varios días divagando
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en la indecisión de obedecerle o seguir los
valores de la buena conducta y la moral,
a los que he sido siempre fiel.
Primero que todo, Don Manuel, quisiera
decirle que me vive una honda nostalgia
al recordar los vastos festejos del Carnaval de Cali del año de 1922, pues dejaron
en mi mente un sinfín de experiencias
maravillosas que sin lugar a dudas adornarán los recuerdos de mis mejores épocas. En ese fin de año, recuerdo bien, los
eventos más concurridos fueron l elección y coronación de Su Majestad Leonor
I, en el Club Colombia, y en El Salón Moderno, la llegada de la Familia Castañeda
por el Barrio San Nicolás, pasando por
las galerías en la Calle 12 con Carrera 10
y concluyendo en La Plaza Central. Recuerdo mucho los cohetones, las murgas
y el Garrón de Puercos; la cabalgata, gran
herencia castellana en el Hipódromo de
Long-Cham, y el desfile de carrozas y
disfraces, esa mezcla enorme de automóviles modernos, victorias, mulas, participantes y espectadores, diablos y querubines, indios y gitanas que se fundían en la
estrechez de las calles del centro. Nunca
voy a olvidar las máscaras, las plumas
en los antifaces y el encuentro con los
amigos de la familia y los vecinos, como
el que tuve con Gustavito Lotero frente a
la Catedral de San Pedro, quien se engalanó con un bello disfraz de diablo, y que
acompañó a Leonor Caycedo en todas
las rifas y colectas realizadas durante el
torneo galante de su elección. Incluso
recuerdo los días anteriores al inicio de
la festividad, todos en busca del mejor
atuendo y artículos varios en el almacén
de Palau o donde los Vásquez & Cia. Las
calles se colmaron de pasos acelerados,
de voces ansiosas y el sonido áspero del
contar de los billetes zumbaba en el aire.
Fue tanto el éxito de ese año, que leí en
el Correo del Cauca sobre el mal estado
de los caminos a las afueras de Cali, por
el gran éxodo de turistas nacionales e
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internacionales a las carnestolendas. Sin
embargo, todos estos grandes acontecimientos que engalanaron nuestra ciudad
ese año se vieron opacados por una serie
de eventos infortunados ocurridos en el
pasado carnaval.
Permítame, señor Valverde, expresar mi
inconformidad frente al manejo que se
dio a las fiestas pasadas, de las cuales
todavía se habla en varios diarios locales
y nacionales. Dirá usted que yo no soy la
persona competente para decidir cómo
debería ser el tan concurrido festejo,
pero soy una mujer consciente, que ama
esta ciudad con brío y que por lo tanto le
duelen sus males y sus tragedias. Siento
mucho si toco algunas fibras sensibles
de su persona por ser el encargado de la
seguridad de este Carnaval, pero apelo
a que usted, un Señor tan preparado y
distinguido, sabrá entender mi postura
con la racionalidad y aplomo que siempre lo han caracterizado, y que tendrá en
cuenta esta angustia que emerge de mis
más profundos sentires y experiencias
infaustas, en donde incluso estuvo en
riesgo mi vida.
Primero que todo, Don Manuel, quiero
hacer referencia a un hecho que generó
grandes conmociones entre los vecinos
de la ciudad, y no me refiero precisamente a los distinguidos señores que integran
la Junta Central de Ornato o la Junta de
Festejos Populares. Recordará usted, Señor Valverde, que la elección de la Reina
del Carnaval se realizó por medio de una
recolección de votos, costando 5 centavos
cada uno. Don Manuel, usted sabe que
los vecinos de por los lados de San Nicolás, el Obrero, Santander o Benjamín
Herrera, más o menos por las vías del
tren, no tienen cómo comprar los votos
por bolsillo propio y aun así consiguieron
el triunfo, vendiendo a veces hasta sus
objetos más valiosos, todo por el deseo
de vencer a los acomodados señores que
alentaban la elección de las demás candidatas. Pese a todo esto, los vecinos no
lograron celebrar con su Reina, pues se
les negó el acceso a la Coronación y al
Baile. Otra piedra al costal…
Sin que esto bastara, el Carnaval que vivimos hace unos días me dejó atónita.
Dentro de toda esa maraña de recuerdos
sobre ese fatídico fin de año, seguro el más
amargo fue el 30 de diciembre de 1923.
El día en que las estrellas no brillaron.
Recuerdo estar camino a la coronación
de Su Majestad Leticia I, cuando de pronto se escuchó una arenga tan fuerte, que
todas las personas presentes por allí nos
quedamos estáticos, mirándonos silenciosamente los unos a los otros, como
preguntándonos qué ocurría. Rápidamente me percaté de que los gritos provenían del Salón Moderno, hacia donde
yo me dirigía. Tomé vuelta como pude
y me instalé en una esquina segura, lo
suficientemente cerca como para poder
observar sin peligro alguno. De repente,
lo que pensé era un pequeño alegato con
unos cuantos vecinos y los militares que
rodeaban la entrada, se fue convirtiendo
en una pesada ola de personas gritando
y exigiendo que los dejaran entrar. La
muchedumbre avanzaba por la calle decidida a entrar, así fuera por la fuerza.
Pero no sólo el pueblo estaba alborotado, pues sé de vista propia que fueron
los militares quienes iniciaron el fuego,
dizque para apaciguar los reclamos de la
multitud. Todo fue como un estallido de
sonidos sordos, de balas y de sangre. Fue
una terrible experiencia estar escondida
en esa esquina, siendo testigo de tal atroz
escena y sin poder correr, pues el peligro
era mayor. En medio de los gritos ahogados, un hombre pedía ayuda con las
manos bañadas de sangre. La gente agachada corría hacia cualquier pared que le
sirviera de refugio. Después, cuando un
par de hombres auxiliaron al desafortu-
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16
nado, los manifestantes se replegaron a
varios metros del Salón corriendo hacia
abajo, como quien va para la Plaza. En
ese momento aproveché para entrar y
saber cómo se encontraban mi tío y mis
primas. Afortunadamente, las personas
dentro del Salón gozaban de buena salud, aunque muy exaltados por lo que,
según ellos, había sido un “atrevimiento
de parte del populacho”.
Al darse cuenta de que el gentío fue
obligado a retirarse por las balas y los
heridos, algunos de los integrantes de la
Junta Organizadora, como el señor Palau
y el señor Carvajal, propusieron seguir
con el festejo a puertas cerradas, dando
como argumento los elevados costos de
los preparativos de dicho baile. Yo nunca
estuve de acuerdo con esa decisión, pues
en mi retina seguía muy viva la escena de
terror que presencié afuera, y que ellos
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la ostentosa decoración y el licor fino que
no paraba de rotar. Yo veía esa escena
como fuera de la realidad, como una comedia de infamias; había visto la sangre
correr y había reconocido el desespero en
sus miradas y la desazón en los rostros de
todos esos hombres y mujeres. Luego de
una o dos horas, no recuerdo bien –pues
la espera en esa mesa fue como contar
las hojas de una vieja ceiba– escuché
de nuevo una arenga, pero esta vez era
tan fuerte, que en el techo temblaban de
miedo las lámparas de cristal. Me paré
tan pronto como pude y corrí hacia una
de las ventanas para saber qué ocurría.
No podía creer lo que se presentaba ante
mis ojos.
ni se imaginaban. Aun así, mi tío no tuvo
en consideración mi relato y respaldó la
decisión tomada por la mayoría, obligándome a estar allí hasta que se acabara el
evento, según él por seguridad.
Los asistentes, aunque preocupados,
obedecieron las órdenes de dichos señores y el Gran Baile de Coronación que
habían preparado, siguió como si ese funesto hecho nunca hubiese ocurrido. Recuerdo bien sus caras de alegría al bailar,
Durante los pocos segundos que logré
estar frente a la ventana puede percatarme de la presencia de cien o ciento
cincuenta personas mal contadas. Venían
subiendo por la angosta calle golpeando
las paredes y el piso con palos, lanzando
piedras a las ventanas del Salón y cortando con sus machetes el viento seco
de la joven noche. Por supuesto me retiré rápidamente de la ventana en donde
estaba y corrí a avisarle a mi tío que el
pueblo estaba enardecido y con ganas
de venganza. Ahora no era una arenga
de 20 personas, era toda una avalancha
que se abriría paso como fuera hacia el
interior del recinto. Los gritos marcaban el camino de aquella turba furiosa,
cuando de repente se escuchó muy cerca
un disparo. La banda paró de tocar. Por
fin se percataban de que el pueblo podía
reaccionar y unos segundos después,
eran ellos quienes trataban de abrir las
puertas que antes habían cerrado. Ese
fue el primero de una ráfaga de disparos
que nos ensordecieron, desatando una
ola de miedo y muerte.
Esta vez no eran sólo los militares los que
disparaban, el pueblo se había armado y
se abría paso entre el escuadrón de hom-
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bres de la entrada. Adentro, las caras
felices y enrojecidas por el licor importado se parecían ahora más a las que yo
había visto horas antes a las afueras del
salón. El miedo las habitaba. Esparcida
en el piso quedaba la pomposa decoración de las mesas y las sillas, debido al
desespero de los asistentes que intentaban vanamente salir de aquel horror, la
vajilla se rompía en pedazos sobre el piso
de mármol y todo comenzó a pasar tan
rápido, que perdí de vista a mi familia y
no me percaté de que los manifestantes
lograron entrar al lugar. No tuve tiempo
de reaccionar, pues era presa del terror
al ver aquella muchedumbre furiosa dañando lo que se atravesaba en su camino,
apoderándose del licor de las mesas y
arrojándoselo encima como en señal de
triunfo. Atrás, la multitud que buscaba
abrir la puerta, iba quedando atrapada
como en un cuello de botella, cuando por
obra de Dios nuestro Señor, un soldado
que abandonó el escuadrón cuando vio
que la cosa se ponía muy seria, salió corriendo rodeando el salón para abrir la
puerta y permitir la evacuación de los
distinguidos caballeros allí presentes.
Fue muy perturbador correr entre los
vidrios, entre el coñac derramado y esquivar los enormes ramos de flores que
antes embellecían el lugar. Es espantoso
sentir la muerte caminar detrás de uno.
Por misericordia y piedad de Dios nuestro logramos salir bien librados de aquel
fatídico incidente, pero los manifestantes
no corrieron con la misma suerte. A la
mañana siguiente, la sangre embarrada
en los adoquines a las afueras del Salón
Moderno acompañaba como un testigo
mudo el informe dado por la Comisaría,
en el que se admitía la muerte de siete
personas y la existencia de seis heridos.
Ahora bien, Señor Alguacil, después del
relato anterior, el cual juro es cierto y
sin malicia alguna, puede darse cuenta
usted de que la noche del 30 de diciembre no fue un acto aislado y violento por
parte de un centenar de manifestantes,
así como nos quieren hacer creer unos
cuantos, sino que fue el estallido de una
guerra avisada entre los sectores más vul-
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nerables de nuestra ciudad y las familias
más acomodadas, que se emplazó hace
muchos años en nuestros hombros como
un pesado fardo imposible de soportar.
Queda claro entonces que las ideas de
civismo y modernidad que han venido
manejando desde hace años y que tanto
habían contribuido al orden y a las buenas costumbres de nuestra amada ciudad, se han ido deformando, pues como
estoy segura sabe usted, el Carnaval de
Cali que se suponía iba a ser el escenario
de tan importantes valores, se realizó por
aliento de los caballeros más adinerados,
y no precisamente para darle al pueblo
una merecida fiesta y permitir que se
sumieran en el ocio y en el desenfreno del
festejo para la liberación de las tensiones,
sino como una excusa al fortalecimiento
del comercio e industria locales.
Sumado a esto, quisiera decirle que me
extrañó muchísimo que usted, señor Valverde, cediera ante el pedimento de los
señores miembros de la Junta de Festejos
Populares de doblar la seguridad, pues
evidentemente no se trata de quién porte
más armas o quién haga más daño, sino
de vivir todos juntos y en tranquilidad
los festejos del Carnaval de Cali, organizando los diferentes eventos en lugares
abiertos y públicos, para que así la concurrencia de los vecinos no sea prohibida
y se pueda vivir una fiesta sana y libre
de todos resquemores. Quisiera decirle
también, señor Manuel, que aunque los
fondos recaudados después de la realización del Carnaval ayudan enormemente a
la modernización y progreso de la ciudad,
esto no debe ser motivo mayor que la
tranquilidad y la vida de sus habitantes,
pues si esto llegara a pasar, sabe Dios
qué sería de la suerte de esta, mi amada
ciudad de Cali.
Espero que esta carta, señor Valverde,
contribuya enormemente a la reconstrucción de estos hechos tan lamentables
19
que nos acongojan por estos días, y que
sin duda quedarán en las páginas más
tristes de nuestra historia.
Por último, respetado señor Alguacil, no
quisiera despedirme sin antes procurar
mostrarle, unido a este mi relato, una
serie de fotografías que me regaló mi muy
amigo Alberto Lenis, gran fotógrafo sobrino de Don Federico Burckhardt, el
dueño de la Kodak. Estas fotografías son
suspiros de los momentos más felices de
mí existir, y quisiera que fueran estos los
recuerdos que se queden en la mente de
cada uno de nosotros, a pesar del olvido y
el recuerdo que a la larga termina siendo
nuestra memoria.
Con aprecio y respeto
Lucilda Sinisterra.
20
cartas de
mi bisabuelo
Popayán, febrero 13 de 1903
Adorada Anita:
Los días de correo han sido siempre los más felices para mí, porque siquiera en ellos
he desahogado con satisfacción de mi alma, mi pecho oprimido, manifestándote lo
que pienso y lo que sufro; pero hoy, no sé lo que pasó por mí. No hubiera querido que
llegara este día; pero el amor sin límites que siente mi corazón para ti y mi honor, me
obligan a tomar la pluma, que bien quisiera abandonar. Rompo aquí el hilo natural de
los sentimientos que me agitan, para decirle por qué empiezo mi carta de una manera
que le parecerá extraña; ¡Cuántos juicios no habrás hecho ya de mí, leyendo de ésta
los primeros renglones!
Llevo cinco días que han sido siglos, por la desesperación que he tenido en éstos.
Los he pasado dando vueltas en las calles, como un hombre que quiere perder la cabeza
y sufriendo horriblemente. ¡Nunca pude concebir que ésta, mi vida, fuera un martirio
tan acervo y continuado!
Insistiendo en el propósito que tengo de visitarte antes de mi marcha al Sur, fui
hace cinco días donde mi Jefe y le dije que me señalara el día para marchar a Cali y
hacer así uso del permiso que mil veces me había prometido. La contestación fue esta:
“No quiero, ahora ya no lo mando”. Y lejos de mitigar con alguna esperanza el dolor,
que me hizo verter lágrimas en su presencia por la tan cruel negativa, me hizo mil
reflexiones que fueron para mí el complemento de mi sufrir.
Esta circunstancia fatal, amor mío, es mi desesperación de estos días, y la razón
que tenía para apartar este rato de mí, anunciador de mis desgracias, más bien que de
la tuya. Pero no quiero acobardarme hasta el punto de acabar con mi vida: mi amor
llegará hasta el heroísmo; te amo más que a mi madre, más que a mí mismo, y nada y
nadie podrá desarraigar de mi corazón el amor que te profeso. Si, querida negra: yo
soy ajeno a mí mismo y a cualquiera otra persona; te pertenezco y quiero vivir para ti.
Tus padres, están en el deber de nada decir respecto a mí, y si es que no me quieren,
hacen bien: pues solo tú puedes entregar tu corazón a un hombre desgraciado, por el
sólo hecho de que éste te adore y ame con locura.
De mi casa no sé nada absolutamente.
El general Gustavo S. Guerrero llega aquí el 15 de este mes; ojalá apoye él mi
solicitud que le presentaré pidiendo mi baja, para quedar libre de tanta opresión y
amargura. Mientras no disfrute de libertad, no te podré ofrecer sino cadenas y prisiones.
Salúdame con mucho cariño a tus padres y demás familia.
¡Adiós, negra de mi alma!
Luis A. Córdoba
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Esta carta fue escrita en el contexto histórico que vivió nuestro país y que se conoce
como la Guerra de los Mil Días (17 de octubre de 1899-21 de noviembre de 1902). Fue
escrita por Luis Antonio Córdoba, teniente del Batallón Pasto, a Ana María Carvajal,
hija del general Sergio Carvajal Velasco. Luis Antonio había conocido a Ana María
cuando ésta visitaba a su padre Sergio Carvajal Velasco, que se encontraba preso en
Cali y custodiado por Luis Antonio, quien lo había apresado en una escaramuza librada
en la zona de Jamundí, entre el bando conservador del Batallón Pasto y el liberal,
comandado por el general Sergio Carvajal. A pesar de pertenecer a bandos políticos
y militares enfrentados, el General Sergio Carvajal permitió que su hija mantuviera
una relación epistolar con el teniente Luis Antonio. Luis Antonio y Ana María fueron
mis bisabuelos por parte de padre. Se casaron en Cali en 1904, tuvieron cinco hijos.
Hoy sus descendientes podemos leer en ellas un importante testimonio, no sólo del
pasado del país sino del nuestro como familia.
Ana María murió en 1952. Hasta último momento, Luis Antonio no dejó de profesarle
su amor, así fue su “última carta”:
mi última carta
Ana María:
Acabo de llegar del Campo Santo de recoger tus despojos. ¡Qué dolor! No sé qué decir, cuál fue más cruel: si aquel que tuve cuando escribí tu nombre en el cierre de tu
tumba, o el que acabo de experimentar al abrirla y recoger tus huesos. Pero, no has
muerto todavía: has vivido y vives en mí, y sólo morirás cuando deje de palpitar este
mi corazón que con el tuyo fue uno solo.
Nunca te faltó una flor con el rocío de mis lágrimas y nunca una plegaria. Ésta no
habrá de silenciarse un solo día y esas mis lágrimas tienen la fuente inagotable de mi
sentimiento. Voy ahora a depositar tus caros huesos en una bella cripta, al pie de los
altares de un templo; allí van estar, como lo está tu alma, más cerca de Dios.
Y ahora dime Anita, pero dímelo: ¿qué más quieres que haga?
Luis
Cali, 21 de agosto de 1956.
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El Fernando Soto
Aparicio que conocí...
José Benito Garzón
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Todo comenzó
por el fin
Nicolás Beltrán
el
Fernando
Soto
Aparicio
que
conocí…
José Benito Garzón
Ilustración: Natalia Ayala Pacini
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ecuerdo muy bien que mi profesor de español nos pidió que
leyéramos, apenas iniciando el
bachillerato, La Rebelión de las Ratas,
un texto de 1962 para mediados de la
década de 1980. A mí, al igual que a casi
todos mis compañeros de aquel colegio
distrital ubicado en Ciudad Bolívar en
Bogotá, me pareció exagerado el cúmulo de lectura que se nos requirió y
de entrada recibimos la indicación con
incomodidad, pues el hábito de leer no
era nuestro mejor atributo, no así el de
hacer piruetas con el balón de microfútbol. Con todo, la indicación fue dada y
ésta sería objeto de un reporte de lectura
que haría parte de la calificación de la
materia.
El título no me decía mucho, al igual que
su autor, imaginé, recuerdo bien, que se
trataría de alguna narración de ficción
que no partía ni llegaría a algún lado,
es decir, algo que tocaba leer porque
el profesor lo pedía y nada más, como
era la costumbre desde la escuela. Una
vez entré al texto, comprendí de manera
sencilla y ágil que no era así. Ello me
sorprendió, pues en mi haber no tenía
tantos libros leídos como para llenar los
dedos de una mano, y luego de Platero
y Yo y de El Principito, cualquier libro
era demasiado extenso y muy aburrido.
No valdría la pena aquí intentar recontar ni la gran historia que hallé en las
casi trecientas cincuenta páginas que
me devoré en poco tiempo, ni el impacto que aquella gran novela tuvo en el
desarrollo de aquel grado séptimo-dos
de mi colegio. Basta con decir que con
ésta, no sólo yo, sino un grupo de mi salón, aprendimos no solamente a leer con
algún nivel de autonomía, sino además
a relacionar literatura e historia, esto
a través de la situación vivida por los
mineros del oriente de Boyacá. Valga
decir, que de aquel grupo saldríamos los
responsables del primer periódico estudiantil que se haría famoso en nuestra
generación, en especial cuando llegados
a décimo y once grado, pues insistimos
contra las medidas arbitrarias y castrenses del recién llegado coordinador
de disciplina. No hubo ninguna de las
treinta ediciones sin que se nombrase
a aquel militar frustrado que veía en el
orden jerarquizado la mayor virtud de
la sociedad: cómo olvidar las sendas caricaturas y los numerosos mensajes de
los lectores en contra de aquel obtuso
funcionario…
Trascurrían esos años en que Lucho
Herrera y Fabio Parra eran los ídolos
que más llenaban nuestros desvencijados radios transistores tras sus hazañas
en las carreteras europeas, eso sí, alternados con el rock en español, apenas
cursaba noveno grado, cuando volví a
saber de aquel autor que me había impactado con su relato sobre la vida de
los mineros en Timbalí. A una de mis
cinco hermanas en el colegio femenino departamental del barrio Quiroga
le pidieron que leyera Mientras Llueve
(1966), y ello fue una gran disculpa para
que juntos emprendiéramos largas conversaciones sobre una novela y otra, al
punto de que cada uno resultó leyendo
directamente la novela que el otro relata,
hallando así la versatilidad y maestría de
Fernando Soto Aparicio para trasmitir
esos sentimientos de injusticia y soledad que padecen los más desposeídos
cuando deciden enfrentar su realidad
para transformarla, sólo que esta vez ya
no a la manera de las luchas colectivas,
sino de la tragedia de Celina. Al poco
tiempo, esta vez en el barrio que crecí,
el cual contaba con su propio chircal,
conocí otro libro de Soto Aparicio, que
sin andarlo buscando, de vez en cuando
aparecía de buenas a primeras, y así con
sus títulos sugerentes me cautivo: Los
funerales de América (1978).
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En ese sencillo y agradable relato,
con personajes del diario vivir, no
ajenos a la gran mayoría de los
desposeídos del continente, nos
enmarca una relación estrecha
entre el amor y la política
Pero fue a inicios de la década de 1990,
ya instalado fuera de Bogotá, y recién
cumplida mi mayoría de edad, cuando
conocí La Siembra de Camilo (1971).
Una novela corta y entretenida, la misma
que amenizó algunas de mis tardes como
lustrabotas en el terminal de transportes
donde prestaba aquel servicio. En dicha
obra encontré un nuevo registro, aún no
percibido por mí, pero presente de una
manera u otra en la pluma de Fernando
Soto Aparicio: la esperanza. En ese sencillo y agradable relato, con personajes
del diario vivir, no ajenos a la gran mayoría de los desposeídos del continente,
nos enmarca una relación estrecha entre
el amor y la política, en donde la tragedia
no es el resultado del esfuerzo y el sacrificio, pues, por el contrario, Florentino
Sierra opta por enfrentar su realidad en
pos del bienestar propio y de la mayoría
empobrecida, a donde pertenecía.
Ya han pasado casi dos décadas y media y nunca más volví a leer otra novela
de Fernando Soto Aparicio, no sé por
qué, en cambió sí algunos de sus poemas y cuentos, los que aún me recrean
y cuestionan, me hacen pensar en otras
realidades posibles y urgentes. Estos me
permiten encontrarme con un pasado
que aún continúa sin resolver, con unos
personajes que cotidianamente abrazo,
y con un tipo de escritura que envidio
alcanzar.
Habría que indicar que jamás vi ni hablé
en persona con Fernando Soto Aparicio,
aunque me hubiera gustado y tengo amigos y amigas que vivieron muy cerca de
su casa en el barrio Chapinero. Anoche,
cuando me enteré de su muerte entendí,
con el corazón constreñido, que a pesar
de ello lo conocí…
José Garzón (3 de mayo de 2016)
José Benito Garzón
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TODO
COMENZÓ POR
EL FIN
Título:
Año:
Género:
Director:
País:
Protagonistas:
Todo Comenzó por el Fin
2015
Documental
Luis Ospina
Colombia
Andrés Caicedo, Carlos Mayolo,
Luis Ospina, Patricia Restrepo,
Eduardo Carvajal, Sandro
Romero, Karen Lamassonne,
Ramiro Arbeláez, entre otros.
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Todo comenzó por el fin (2015), la película del director caleño Luis Ospina, es
nuestro filme recomendado de este número. En este largometraje documental
se cuenta la historia del llamado Grupo
de Cali o Caliwood, un movimiento cinematográfico conformado a comienzos
de la década de los setenta en la ciudad
de Cali. A su vez, se narran las historias
de algunos de los máximos exponentes
de este grupo como Andrés Caicedo,
Carlos Mayolo y el mismo Luis Ospina,
quien en los últimos años atravesó una
enfermedad que puso en riesgo su vida.
El documental está dividido en una serie de segmentos que están enfocados
en el nacimiento de Caliwood, el Cine
Club, la revista Ojo al Cine, el espacio
Ciudad Solar y las historias de Andrés
Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina,
entre otros aspectos. Se juega con elementos del presente y del pasado y con
fragmentos de algunas de las películas
más representativas del grupo como
Carne de tu Carne (1983), La Mansión de Araucaíma (1986), Agarrando
Pueblo (1978), Cali, de Película (1973),
entre otras. El filme cuenta de forma
paralela la lucha de Luis Ospina con
un cáncer, su estadía en el hospital, su
recuperación y el reencuentro con muchos de sus amigos de vida.
El movimiento denominado por la crítica Grupo de Cali o Caliwood nació en
los años setenta en un contexto de gran
importancia en la historia de la ciudad.
A partir de los Juegos Panamericanos
de 1971, Cali comenzó a tener significativos cambios en su desarrollo urbano.
A la par de esto, se dieron una serie de
transformaciones en espacios culturales,
sociales, intelectuales y políticos. Nuevas generaciones de jóvenes aparecieron
con propuestas innovadoras que revolucionaron de cierto modo la manera de
pensar de muchos jóvenes.
29
De esta manera nació Caliwood. El movimiento estaba conformado principalmente por Andrés Caicedo, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Hernando Guerrero,
Ramiro Arbeláez, entre otros. Uno de los
logros más relevantes de este grupo de
amigos fue la creación del Cine Club de
Cali, y bajo la dirección de Andrés Caicedo, en 1974, la publicación de la revista
de crítica y análisis de cine Ojo al Cine.
A su vez, algunos de ellos hicieron parte
de Ciudad Solar, un espacio alternativo, crítico, cultural y artístico de vital
importancia para el movimiento que
se estaba llevando a cabo en Cali. De
este modo, el filme es una autobiografía
del llamado Grupo de Cali, sus grandes
aportes para el movimiento cultural de
Cali de las décadas de los setenta y los
ochenta, y de todas las producciones cinematográficas realizadas por este.
Todo comenzó por el fin es una película esencial para los amantes del cine
de nuestra ciudad. Pero también es un
filme que debe ser visto por quienes no
conocen mucho acerca de la historia
del cine caleño y desean descubrirla. La
riqueza en cada una de las piezas brindadas por el Grupo de Cali pedía a gritos
que alguien realizara un documental
como este. Y quien mejor que Luis Ospina, protagonista de este movimiento
y uno de los máximos exponentes del
cine colombiano.
Nicolás Beltrán
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¿De qué se habla
cuando se habla de
historia cultural?
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Cecilia Mendez
Gilberto Loaiza
Pequeñas historias
de hombres que saltan
Camilo Useche
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Magia, brujería
y herejía
La caza de brujas en la edad media:
reflexiones para el feminismo
contemporáneo
Diana Paola Salazar Arana
La Santa Inquisición en Cartagena:
catalizador de resistencias y reivindicaciones
de grupos sociales marginados
Ana Carolina Palma García
La caza de brujas en Europa: ¿consecuencia
inevitable del poder y la histeria colectiva?
Nicolás Cardona Londoño
68
El estudiante viajero
China en perspectiva
Sara Arroyo Kogson
Un paraíso a medio camino
Nicolás Cardona Londoño
Juanchaco, Bahía Málaga y
Ladrilleros: viaje de pesca
Julián González Martelo
32
hist
oria
cul
tu
ral?
¿de qué se
habla cuando
se habla
de historia
cultural?
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cecilia méndez
Gastelumendi
Profesora del Departamento de Historia
Universidad de California, Santa Bárbara
1. ¿Qué es para usted la historia cultural?
Tal vez el autor que más ha influido en mí, dentro del campo que podríamos llamar “historia cultural”, es E.P. Thompson, el primer historiador
marxista en tomar en serio la cultura. En su influyente libro La formación de la clase obrera en Inglaterra, publicado en inglés en 1963,
y en sus ensayos de las tres décadas posteriores, Thompson propuso
una nueva forma de entender “las clases sociales”: desde la experiencia
vivida, y no desde esquemas predeterminados por la “infraestructura”
o la economía, como era lo común en el marxismo. Su idea de que “la
clase no es una cosa sino una relación” y su artículo “Lucha de clases
sin clases¨ tuvieron mucho impacto en mí. Thompson no entendía la
clase como algo dado, sino como algo en construcción, y lo hacía desde
un plano eminentemente cultural. Le interesaba saber cómo piensan
los obreros, en qué creen, qué leen, cómo circulan las ideas en lugares
como las tabernas. Cosas que nos parecen obvias hoy, pero no lo eran
en su momento. Son también importantes sus análisis sobre cómo la
noción del tiempo cambia con el capitalismo, y su propuesta de que la
tradición ha sido el móvil de muchos movimientos radicales.
La obra de Thompson provocó importantes debates. La historiadora
Suzane Desan, por ejemplo, cuestionó que se refiriera a la “comunidad” y “multitud” como conceptos monolíticos, especialmente en “La
Economía Moral de la Multitud Inglesa”, uno de sus artículos más
influyentes. Y se trataba de una crítica válida. Menciono esta crítica,
pues el artículo de Desan se publicó en una compilación emblemática
editada por Lyn Hunt, The New Cultural History, que condensa bien
el “giro cultural” que se dio en la historiografía estadounidense en la
década de los ochenta.
34
2. Desde su campo de acción historiográfico,
¿qué oportunidades y qué limites le ve a la
historia cultural?
No sé si hoy se puede hablar de “historia cultural” en sentido estricto,
como se hacía en los años ochenta. El surgimiento en las últimas décadas de nuevos campos de investigación, como la sexualidad, el género,
la historia de la medicina y de la ciencia, entre otros, que tal vez no se
conciben a sí mismos como “historia cultural”, han ampliado tremendamente lo que se entiende por cultura y lo que no debe entenderse
por cultura. La influencia de Foucault ha sido decisiva este sentido,
al introducir la variable del poder; al investigar, por ejemplo, cómo
se crean la nociones de salud mental y de enfermedad en un lugar y
un tiempo determinados. Su enfoque es muy potente porque ayuda a
desetiquetar a los individuos que fueron condenados a vivir en el ostracismo por mostrar comportamientos culturales que se consideraba
anómalos o “desviados” y ahora no lo son. En este sentido me parece
que Foucault hace una aporte decisivo a lo que pueda entenderse como
historia cultural.
En cuanto a los límites, precisamente cuando un enfoque “cultural” no
toma en cuenta el poder, tiene el riesgo de esencializar las “culturas”
y crear “otros” permanentemente. El término “cultura” se ha usado
para justificar todo tipo de barbaridades. Se ha hablado, por ejemplo,
de una “cultura de la pobreza” y así se ha buscado echarles a los pobres
la culpa de su situación, pasando por alto factores estructurales como
explotación, políticas públicas, y el propio racismo, que pueden ayudar
a entender la pobreza, según el contexto.
3. ¿Qué perspectivas le ve usted a la historia
cultural en América Latina?
En tanto la historia cultural tome en cuenta el poder y no aisle la cultura o las “mentalidades” de otras variables como la vida material, la
geografía, las necesidades prácticas de la gente, tendrá futuro y sentido,
mas allá de que se llame historia cultural o no. Creo también que los
historiadores que practican este tipo de historia deberían tener una
presencia pública mayor de la que tienen en América Latina. De ese
modo, podrían ayudar, entre otras cosas, a combatir los esencialismos
culturalistas con los que muchas veces se diseñan las políticas publicas.
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35
g. loaiza
cano
1. ¿Qué es para usted la historia cultural?
Intentaré responder sin acudir a fórmulas de definición de otros; para
mí, según mi experiencia, la historia cultural es una forma de investigar que sintetiza búsquedas en diversos niveles de la producción,
circulación y consumo de símbolos. Por eso, los intelectuales aparecen
en el centro de mis indagaciones, porque ellos son los más evidentes
(por sistemáticos) productores y consumidores de símbolos de todo
orden. Ahora bien, la categoría social del intelectual es muy amplia,
de ahí que la historia cultural pueda incluir historia del arte, historia
de la cultura popular, historia de la literatura, historia de las ideas
(hoy llamada “nueva historia intelectual”), historia de los vínculos
asociativos, historia del Estado como un agente omnipresente en la
producción de símbolos.
2. Desde su campo de acción historiográfico,
¿qué oportunidades y qué limites le ve a la
historia cultural?
Por ser tan abarcadora no le veo límites precisos, eso entraña vaguedades enormes. Pero esa vaguedad es también riqueza porque permite
hacer travesías disciplinares. Hacer historia cultural es salirse de moldes, de rótulos, de fronteras confortables. La historia cultural obliga a
establecer relaciones de todo tipo: situar obras, situar autores, situar
grupos humanos, generaciones, establecer relación entre la singularidad de un individuo y la tendencia general de una época.
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3. ¿Qué perspectivas le ve usted a la historia
cultural en América Latina?
Hay un universo por delante. Muchas cosas en la historiografía colombiana están en una condición incipiente. Hace falta que la formación
de historiadores sea más intensa. Hay una tendencia casi inevitable a
lo monográfico y nos siguen faltando visiones de conjunto, el examen
de largas temporalidades. Es cierto que todos comenzamos con algún
estudio micro-histórico, pero el salto a una visión más amplia y comprometedora se vuelve difícil; es parte de la débil profesionalización de
nuestro campo de saber. Nadie financia fácilmente estudios de largo
aliento; suelen reclamarnos la conexión con asuntos muy inmediatos,
muy del presente, pero no nos permiten desarrollar programas de
investigación que impliquen grandes acervos documentales, delinear
y contrastar periodos, fijar nuevas perspectivas temporales, hallar constantes o estructuras de larga duración. Por ejemplo, no sabemos gran
cosa de cómo se han formado el funcionariado público en Colombia,
cómo ha sido el recorrido del mundo de la opinión pública moderna,
cómo ha sido el proceso de prácticas asociativas y vínculos entre los
individuos. Eso que Norbert Elias reclamaba como el necesario vínculo
entre historia y sociología, y que derivó en su propuesta de estudios
socio-genéticos.
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37
S
A
L
T
A
N
Camilo Useche
ILUSTRACIÓN: NATALIA AYALA PACINI
38
En “el mito de Sísifo” Albert Camus planteó, como el más grande problema filosófico, la cuestión de si merece la pena, o
no, vivir la vida. En ese sentido, escribir
sobre el suicidio suele ser difícil y mucho
más si lo que no se quiere hacer es una
apología. El mundo está anegado, sin
duda, de personajes célebres que tomaron el impulso de dejar de vivir: Actores,
escritores, artistas etc., que vieron en
ese acto la naturaleza para terminar sus
días. El universo de la ficción también
posee personajes inolvidables, suicidas
melancólicos, que como Werther, decide
dar fin a su existencia por amor, en aquella obra maestra de Goethe “las penas
del joven Werther”; pero también son
deudas, depresiones, envidias, fracasos,
sucesos inesperados lo que lleva a que
el ser humano elimine su presencia voluntariamente. Importantes escritores,
además de los ya nombrados, han escrito
sobre ello: En la sociología no puede faltar “El suicidio” de Emile Durkheim; filósofos como David Hume, o Jhon Donne,
también escribieron sobre el tema; en la
literatura el texto de Enrique Vila-Matas,
“Suicidios ejemplares” es sin duda uno
de los mejores que he leído; y hay dos
textos muy interesantes que me parece
importante nombrar: uno es el de Al Álvarez “el Dios Salvaje” en donde hace un
sobresaliente balance histórico general
sobre el suicidio; otro es el del filósofo
británico Simon Critchley “Apuntes sobre el suicidio”; Sin duda, existen muchos más textos que intentan romper
con el tabú y el estigma de un acto tan
ancestral como las ganas de vivir.
En cualquier caso, estas tres cortas historias, que leerán a continuación, tratan
de mostrar eso, la cotidianidad de un
suicida. Dos son personajes intelectuales reconocidos y uno es producto de la
ficción de un gran escritor, pero a los
tres no sólo los une el impulso de dejar
este mundo, sino también el método para
hacerlo. Puede haber muchas maneras
de suicidarse, pero para mi, aquella en
la que el suicida salta, me produce mayor interés. En ese acto, la muerte no es
instantánea, como si lo es un disparo; ni
tampoco es lenta, como cortarse las venas, internarse en el mar o tomarse unas
cuantas pastillas. Son segundos los que
se viven en un salto antes de morir. He
querido relatar, entonces, la cotidianidad
y el tormento que pueden llevar, por medio de la acción de saltar, a una decisión
tan sublime. Insisto, no quiero hacer una
apología al suicidio, simplemente relatar
la sutileza y el cansancio de vivir que lleva
al acto de lanzarse, dejando la vida atrás.
I. UN HOMBRE
SOLITARIO
Diez días antes de que un pescador encontrara su cadáver flotando diez kilómetros abajo del puente Mirabeau en
París, Paul Celan había dejado abierta,
sobre su escritorio en la habitación de la
Rue Tournefort, en pleno barrio latino,
una biografía de Hölderlin en la que sobresalía un pasaje subrayado: “A veces el
genio se oscurece y se hunde en lo más
amargo de su corazón”.
Paul celan quizás siempre se sintió solo,
incomprendido. A pesar de que al final
de su vida logró vivir cómodamente como
lector de alemán de la École Normal supérieure en París y había adquirido cierto reconocimiento como poeta judío en
toda Europa y en Israel, la soledad que
llevaba adentro desde su infancia lo fue
carcomiendo hasta su muerte. Desde un
comienzo tuvo que vivir bajo el sesgo de
la pobreza y el rechazo. Se culpó durante
toda su vida de haber dejado abandonados a sus padres, cuando en 1942, y
tras el asedio nazi, su madre y su padre
no quisieron esconderse en una antigua
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40
fábrica para evitar la deportación. Días
después recibió una carta de su madre
en donde le contaba la muerte de su padre confinado a trabajos forzosos en un
campo de concentración al sur de Czernowitz, Ucrania. Su tristeza no terminó
allí, meses más tarde, mientras traducía
(en el poco tiempo libre que tenía en el
gueto judío) a Shakespeare del inglés al
alemán, se enteró que su madre había
recibido un disparo en la nuca en una de
las tantas infamias que traería la guerra.
¿Qué sería, madre, estirón o llaga, si yo
también me hubiera hundido en la nieve
de Ucrania?
Escribió el poeta imaginando el dolor
sobre la nieve y el momento ciego de la
muerte. Al finalizar la guerra Paul Celan atravesó toda Hungría para llegar a
Viena, en donde quería despegar como
escritor y traductor. No le fue bien. Su
vida de peregrinar lo llevó, entonces,
a París, en donde había estado cuando
era adolescente y en donde creía que un
judío como él sería mejor recibido. Pasó
hambre, frío, humillaciones, hasta que
logró vivir de pequeñas traducciones y
clases de idiomas, mientras trataba de
que en otros países, como Alemania, su
nombre empezara a sonar como poeta
de los judíos. Se casó en 1952 con Gisèle
de Lestrange cuyos padres eran pertenecientes de la nobleza francesa y que
jamás vieron con gran agrado que su hija
se casara con un judío pobre. Su primer
hijo murió recién nacido, y la tristeza en
los ojos de Celan sería de ahí en adelante
ya parte de su vida. Continuó escribiendo
en Alemán, pues a pesar de que era el
idioma verdugo de sus padres, era su primera lengua, la lengua de la poesía. Pero
todo, dentro de él, continuó mal, entró
en un estado depresivo que lo confinó en
un hospital psiquiátrico por un tiempo y
en donde se separó de su familia durante
más de dos años. Allí recibió toda clase
de tratamientos médicos incluso los electro-chocks. Tiempo después de aquellos
turbios años, su prestigio como escritor
fue creciendo: en 1967 el Times literary
Supplement se refirió a Paul Celan como
“uno de los escasos grandes poetas religiosos de nuestro tiempo”. Viajó a Alemania en donde presentó sus poemas y
en donde conoció a Heidegger. El autor
de ¿qué significa pensar? Era uno de los
grande enigmas de Paul Celan, su curiosidad por saber las razones de Heidegger
para apoyar la atrocidad nazi, lo convenció de aceptar una pequeña excursión por
la Selva Negra de la mano del gran filósofo. No obtendría ninguna respuesta.
Nada le traía alegría, nada parecía llenar
ese hondo precipicio que parecía su vida;
ni su viaje a Israel, que tanto anheló, ni
el trozo de tarta que una mujer anciana,
en Belén, le dio como obsequio, la misma
tarta que en su infancia le daba su Madre.
Al llegar a París ya nada tenía sentido. Su
último libro en vida “Tiempo Cercado”
traslucía un aire fúnebre, la mayoría de
sus poemas trataban sobre la soledad. En
una última charla, en la asociación de escritores hebreos confesó: “Creo entender
lo que puede ser la soledad judía”. Salió
de su casa un día en la primavera de 1970,
bajó por toda la rue Tournefort, hasta
llegar a la rue Gay-lussac, luego bajaría
por todo el Boulevard Saint Michelle y
fue bordeando el río mientras miraba
el agua turbia y el horizonte de puentes
que estaban por venir. Se detuvo un instante en el quai Branly en donde se dio
cuenta que había caminado por más de
cuarenta minutos y que su casa se encontraba ya muy lejos, también, tal vez,
pensó por un instante en su esposa, en su
hijo y en su vida fantasmal en Rumania y
Viena. Al llegar al puente Mirabeau que
atraviesa el Sena del costado occidental
de la ciudad, miró con melancolía por
última vez el río, levantó la cabeza, vio
el esplendor de París, de la Tour Eiffel,
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quizás también recordaría a sus padres
tendidos en la nieve fría de Ucrania; sin
mucho esfuerzo se encaramó en el pretil
del puente, levantó los brazos dando un
último respiro y saltó.
II. EL AZAR
A Gilles Deleuze le importaba el azar.
Le interesaba escudriñar entre los trazos más nobles de la realidad, esos que
no puede medir el tiempo. He ahí su
fijación por la imagen, y su adoración
por la que sería su película favorita de
la nouvelle vague, esa obra maestra de
Éric Rohmer llamada “ma nuit chez
Maud”. En la estructura de la película
se traslucía, para él, ese pensamiento
sin imagen, en donde el tiempo y el azar
son fundamentales. Su personaje favorito era Maud, porque estaba dispuesta a
jugarlo todo por amor. Maud, temerosa,
pero dispuesta a todo lo posible, invita
a ese joven ingeniero, interpretado por
Tringtinant, a pasar la noche con él. Contrario a lo esperado, él se rehúsa, ¿por
qué? porque Maud no representa el ideal
de mujer que tiene en mente. Eso es el
azar, el riesgo del pensamiento.
Deleuze dictaba sus famosos cursos en
Saint Denis, en donde podía sacar de
clase a un estudiante que no estuviera
atento o discutir horas alrededor de una
pregunta intempestiva que lo sacara de
su órbita académica. Le gustaba caminar
por el bois de vincennes y sentarse en algún banco con alguno de sus estudiantes
y hablar de la vida “hay vidas en las que
las dificultades alcanzan el prodigio”
decía. Quizás no sea una mera casualidad
que su último artículo, “La inmanencia :
una vida”, tan incomprensible (para mi)
como muchos otros, hablara de eso precisamente, de la necesidad premeditada de
vivir porque si, del campo trascendental,
41
de la inmanencia del sujeto. Hablaba del
hombre y su relación con las creaciones
de la vida, como la escritura, el pensamiento, la mente “la vergüenza de ser
un hombre ¿hay acaso alguna razón
mejor para escribir?” se preguntaba en
ese breve ensayo titulado “la literatura y
la vida”. Para él eso era el hombre, una
vergüenza, por eso no valía la pena vivir
más allá de lo que el azar le deparara, el
azar que podía acabar con el mundo, con
una especie, por eso el pensamiento: “el
cerebro no es una materia enraizada ni
ramificada” escribe en “mil mesetas”,
por eso la imagen, por eso el delirio, ¿qué
era la literatura para él? sino un delirio,
el paso de la vida al lenguaje, decía.
Sus estudiantes cuentan que usaba las
uñas largas, que tenía un aire desaliñado, como de detective privado; yo lo
imagino como el Philip Marlowe de Raymond Chandler o como cualquiera de los
“duros” detectives creados por Dashiell
Hammett, como Sam Spade, con gabardina y sombrero, mirada cínica, seductor,
pero al mismo tiempo despreocupado de
toda estética mundana. Igual su imagen
era otra, quizás él mismo era un ejemplo de su propia filosofía, de su propio
rizoma. No le gustaba dar conferencias
en el extranjero, pero decía que desde su
oficina podía viajar a cualquier lado. El
sabía que al final eso era la vida, un viaje
de imágenes, de creaciones, de pensamientos. Todo, al final, son suposiciones;
eso también es la vida. Deleuze comentó
alguna vez a uno de sus estudiantes que
la única conclusión lógica de la existencia era el suicidio “el supremo gesto de
rebelión contra las leyes de la necesidad”.
El 4 de noviembre de 1995, desde la ventana de su casa, en el 84 avenue Niel en
el distrito 17 de París, Gilles Deleuze, a
sus 70 años, convencido que carecía de
sentido morir en una cama, tuvo la potencia de saltar.
42
pdc • 16
III. EL MALOGRADO
Thomas Bernhard en “el malogrado” logró dibujar, con el mejor trazo, la historia
y decadencia de un pianista genial que
se estrella con el infortunio de conocer
(escuchar) y compartir años de estudio,
en la Viena de la segunda postguerra,
con uno de los grandes genios del piano del siglo XX: Glend Gould. La vida
de Wertheimer se va a pique a partir de
aquel instante trágico en que al asistir
a la clase de Horowitz, el gran maestro
de su época, se encuentra con la mejor
interpretación de las variaciones Golberg
de Bach que jamás haya podido escuchar
y quizás la mejor interpretación nunca
antes hecha. El choque es instantáneo.
Allí estaba sentado un joven Glend frente
a un Steinway, digitando sus murmullos
con la sutileza de un genio; a su lado Horowitz, mirándolo, detallando cada nota,
la posición de los dedos tecla a tecla, deleitándose con el sonido que producen
dos simples manos. Detrás de ellos un
aula con más de 15 estudiantes de piano,
todos absortos, algunos enternecidos o
simplemente estáticos y desconcertados
por el sonido glorioso del “Aria”, el hermoso prefacio de aquellas variaciones. Y
allí estaba Wertheimer, Joven también,
con la bufanda aún puesta y el abrigo
húmedo por la nieve, cerrando los ojos
sosegadamente, de pie en la puerta del
aula, viendo su desastre, su fracaso, la
impotencia de no poder llegar a ser el mejor. Un genio derrotado por otro genio,
un malogrado. A partir de ese instante
la lentitud de su vida jamás fue la misma. Glend Gould fue su amigo, si; pero
a la vez su destrucción; toda la vida vivió
bajo la sombra de aquel genio, su lugar
en la vida fue el segundo. Pasaron los
años; Glend, había decidido retirarse a
una cabaña cerca de Toronto en Canadá,
43
no volvió a dar conciertos ni a entablar
ningún diálogo artístico con público alguno durante más de 20 años, sólo se
escucharon sus extensas grabaciones de
estudio producto del trabajo diario de
horas y horas frente a su piano, frente a
su Steinway que no paró de tocar hasta
morir. Wertheimer en cambio prefería
un Bechstein. Quizás esa era su extraña
manera de hacerse diferenciar de Glend,
de sentirse único. Semanas después de
la muerte de Glend, Wetheimer regaló
su Bechstein al padre de un niño que
comenzaba su carrera como músico, pero
al que no le veía mucho futuro y decidió
partir hacia Kobernauss, un pueblo cerca
de Viena, el lugar donde vivía su hermana. Estando próximo a llegar, Wertheimer detuvo su auto muy cerca de un
bosque, se bajó, tomó 3 metros de soga
que tenía en el baúl y con la parsimonia
del mundo, lanzó la cuerda al palo más
sólido de un árbol, hizo un nudo corredizo, y sin pensarlo demasiado, deslizó su
cabeza entre la cuerda y saltó.
Nicolás Cardona Londoño
Magia
Brujería y
Herejía
P. 46
La caza de brujas en la edad media:
reflexiones para el feminismo contemporáneo
diana paola salazar arana
P. 54
La Santa Inquisición en Cartagena:
catalizador de resistencias y reivindicaciones
de grupos sociales marginados
ana carolina palma garcía
P. 60
La caza de brujas en Europa: ¿consecuencia
inevitable del poder y la histeria colectiva?
nicolás cardona londoño
Los artículos de los estudiantes Diana Paola, Ana Carolina y
Nicolás, fueron elaborados en el marco del curso del Departamento
de Artes y Humanidades “Magia, Brujería y Herejía en la historia”,
a cargo de la profesora María Elena González Cifuentes. El curso
se propone reflexionar, bajo una mirada histórica, los fenómenos
conceptualizados como magia, brujería y herejía en complicidad
con la antropología; sus implicaciones sociales, políticas y
económicas tanto en los contextos Europeos como de la América
Hispánica. Por otra parte, el curso se propone abrir una mirada
crítica sobre la manera como una sociedad asume legítimos el
poder, el orden y la moralidad.
Los trabajos de Diana Paola y Nicolás, recogen aspectos como la
relación entre magia, religión y ciencia. Los textos dan cuenta
de cómo las creencias y prácticas culturales de los sectores
subalternos, interpretados por teólogos y filósofos del momento
como supersticiones, hicieron las veces de resistencias frente al
poder instituido. Las acusaciones de brujería, en su mayor parte
aplicadas a las mujeres, revisadas bajo una perspectiva de género,
ha permitido darle un viraje a las interpretaciones que pasaban
por alto dichos enfoques.
Por su parte, el trabajo de Ana Carolina, presenta la experiencia
que se vivió en la América Colonial a partir del siglo XVI con la
instalación de los Tribunales del Santo Oficio en Lima y México en
el año de 1570 bajo el reinado de Felipe II. Ana Carolina parte de
contextualizar el mosaico pluricultural que ayudaba al sincretismo
de creencias y prácticas en que se fueron transformando estas
colonias españolas. Es en este contexto, en que la problemática de
la brujería y hechicería, van a interpretarse por parte del Santo
Oficio. Lo interesante es que, para el caso americano, se trasladan
las interpretaciones que se fueron construyendo por la Inquisición
en Europa; la independencia de la Inquisición española frente a
Roma, lo que permitió que para estos territorios, la Iglesia fuera
laxa con los individuos acusados. Un aspecto que señala Ana
Carolina, y que también se vivió entre los sectores maginados
europeos, es como ante la dificultad de resolver sus frustraciones,
envidias y rivalidades ante un poder que les ahoga, asumen la tarea
de inquirir, es decir de acusarse unos a otros.
Estos tres trabajos resumen muy bien el cuerpo del curso, así como
uno de sus propósitos: el desarrollo de un pensamiento crítico.
La caza de
brujas en la
edad media:
reflexiones para el feminismo
contemporáneo
diana paola salazar arana
pdc • 16
“El mundo debía ser
«desencantado» para poder
ser dominado”
federici, 2004.
Corría el año 1968 en la ciudad de Nueva York cuando el estallido sesentero
del Movimiento por la Liberación de la
Mujer en los Estados Unidos de Norteamérica, vio nacer uno de las reivindicaciones más recordadas en la historia
del feminismo occidental: el manifiesto
W.I.T.C.H. («Women International Terrorist Conspiracy from Hell» - Conspiración Terrorista Internacional de las
Mujeres del Infierno). A pesar de la efervescencia y declive prematuro del movimiento W.I.T.C.H., su manifiesto de
creación sentó las bases para la posterior
difusión que tendría -entre los círculos
activistas por la lucha de la equidad de
género- el autodenominarse como bruja. ¿De dónde viene la re-significación
del “ser bruja” en la modernidad? ¿Por
qué se le da un significado político en
el marco de las reivindicaciones de los
movimientos feministas? Al respecto, el
manifiesto apela al rol histórico de las
brujas y nos dice que:
“Las brujas siempre fueron mujeres
sin miedo de existir, de ser valientes, agresivas, inteligentes, inconformes, curiosas, independientes,
liberadas sexualmente, revolucionarías (tal vez eso explica porque
nueve millones de ellas fueran
quemadas). Las brujas fueron las
primeras en practicar el control de
47
los nacimientos y el aborto, las primeras alquimistas (¡transformar
piedra en oro, es muy peligroso
para el capitalismo!), ellas no se
quedaron de rodillas frente a ningún hombre, eran sobrevivientes de
la más antigua cultura, antes que
la represión espiritual, económica,
sexual, mortal de la sociedad fálica,
imperialista, fuera severa, destruyendo las sociedades humanas y la
naturaleza.” Fragmento del Manifiesto W.I.T.C.H., 1968.
En este fragmento, las mujeres que se
reunieron para la creación del Manifiesto
W.I.T.C.H. logran condensar gran parte
del significado que se le da a la palabra
Bruja en los círculos feministas de la modernidad. Además, nos muestran que su
re-significación está atada a un referente
histórico: el fenómeno de la Edad Media conocido como la Caza de Brujas.
Ahora bien, más allá de los hechos que
se pueden verificar en torno a este episodio histórico, como las cifras en millones
de mujeres que fueron quemadas, y los
puntos de encuentro de la mayoría de las
acusaciones que las llevaron a la hoguera, el fenómeno histórico de la Caza de
Brujas, vigente en las luchas feministas
de la actualidad, merece ser clarificado
a la luz de los historiadores que han rastreado este fenómeno, a partir de dos
pasos fundamentales: por una parte, el
reconocimiento del contexto económico,
político y sociocultural donde se dio la
Caza de Brujas; y por otro lado, las causas
y explicaciones que dieron lugar a este
hecho histórico. Bajo este doble propósito, a continuación nos sumergiremos en
48
un rastreo (1) de lo que los historiadores
y académicos nos pueden decir sobre la
cacería de brujas en la Edad Media y (2)
de las reflexiones que nos dejan para analizar nuestro propio contexto.
La Caza de Brujas, como fenómeno político y social, surge en el marco general
de la magia medieval. Esta premisa, es
sustentada por Kieckhefer (1992) quien
nos recuerda la necesidad de situar a los
magos, y a las brujas, como miembros
de grupos sociales donde la magia circulaba como un marco cultural mayor.
Así, preguntarse por el contexto de la
Caza de Brujas, implica remitirse a los
significados que tuvo la magia en el contexto medieval. Para el autor, la magia
en la Edad Media se presentó como una
intersección entre la religión y la ciencia,
entre la cultura popular y la cultura erudita, y entre la ficción y la realidad (Cf
Kieckhefer, 1992: 10)
Bajo esta definición, de la magia como
intersección, el autor nos ofrece las distinciones que los intelectuales de la
Europa Medieval hicieron sobre la magia, específicamente sobre la diferenciación entre la magia diabólica (que reposa
en una red de creencia e invoca a los espíritus demoníacos) y la magia natural
(que explota los poderes ocultos de la
naturaleza y es en sí misma una rama de
la ciencia medial) Aunque se debe reconocer que, para muchos de los autores de
la Europa Medieval “cualquier tipo de
magia era, por definición, diabólica; no
todo el mundo estuvo de acuerdo en que
existiera la magia natural, diferenciada
de la diabólica.” (Kieckhefer, 1992: 17)
Además, las diferentes interpretaciones
de lo que se podía denominar como magia, están puestas sobre una distinción
del tipo de poder al que invoca la magia:
así, si se invoca a la acción divina (religión) o a los poderes manifiestos de la
naturaleza (ciencia), no es magia, pero si
se invoca ayuda demoníaca (el demonio
como concepto religioso de la antítesis de
la acción divina) o los poderes ocultos de
la naturaleza, sí se considera magia. Así,
surge la explicación de cómo en el marco
cultural de la Edad Media, la magia fue
un punto de intersección entre una forma de religión y otra forma de ciencia.
Asimismo, la magia como intersección
entre la cultura popular y la erudita, es
explicada por Kieckhefer (1992) de la siguiente manera:
“Se puede resumir la historia de
la magia medieval, de forma muy
breve, diciendo que a nivel popular la tendencia fue concebir la
magia como algo natural, mientras que entre los intelectuales competían tres líneas de pensamiento:
un supuesto (…) de que cualquier
tipo de magia implicaba, al menos
implícitamente, una dependencia
de los demonios; un reconocimiento de mala gana (…) de que la mayor parte de la magia era de hecho
natural; y un temor (…) de que la
magia comportara una invocación
demasiado explícita a los demonios,
incluso cuando pretendía ser inocente” (Kieckhefer, 1992: 25)
De la diferenciación entre la concepción
de la magia por parte de las culturas populares, frente a la interpretación imperante promovida por la cultura erudita,
se puede desprender un análisis que va
más allá del marco cultural, y que nos indica el carácter político, social y económi-
pdc • 16
co que tuvo la magia y la Caza de Brujas,
como un instrumento de poder de la
sociedad medieval. Este carácter multidimensional del fenómeno, es compartido
por autoras como Federici (2004) quien
desde el marco de la lucha de clases y el
surgimiento del capitalismo, ofrece una
mirada poco explorada entre los historiadores: el análisis del fenómeno de la Caza
de Brujas como herramienta de poder,
abiertamente misógina y producto de
una transición del modelo económico.
En primer lugar, el marco temporal en
que se inserta la Caza de Brujas se da en
los siglos XV, XVI y XVII, finalizando la
Baja Edad Media y comenzando la modernidad, es decir, este fenómeno no es
precisamente un resultado del “oscurantismo” de la época medieval, sino que se
da en una transición hacía el cambio de
sistema económico. A mediados del siglo
XVI, cuando la caza de brujas alcanzó su
punto máximo entre 1580 y 1630, fue
la época en que las relaciones feudales ya
estaban dando paso a las instituciones
económicas y políticas típicas del capitalismo mercantil (Cf Federici, 2004: 226)
Por otra parte, la relación entre la caza de
brujas y el contexto económico de transición hacía el capitalismo, encuentra
sustento no sólo por la temporalidad del
fenómeno, sino por la distribución geográfica de la persecución,1 que muestra
cómo la caza de brujas se dio mayoritariamente en aquellas regiones donde la
1. “Resulta significativo que la mayoría de los
juicios por brujería en Inglaterra tuvieran lugar
en Essex, donde la mayor parte de la tierra había
sido cercada durante el siglo XVI, mientras que
en las regiones de las Islas Británicas en las que
la privatización de la tierra no se dio y tampoco
formó parte de la agenda, no hay registros de caza
49
transición económica se estaba dando de
manera acelerada, con la privatización de
la tierra, el aumento de los impuestos y
la extensión del control estatal.
Ahora bien, una vez identificada la coincidencia histórica y geográfica de la caza
de brujas con la transición hacia el capitalismo, resulta pertinente preguntarse
¿Por qué el contexto económico promovió la intensificación del fenómeno? Al
respecto, Federici ofrece una explicación
que sienta la discusión en el problema
que la magia generaba a la nueva clase
capitalista, éste es: que daba a los pobres un poder exclusivo que era ajeno al
capitalismo. Así, la autora explica cómo
la magia no podía ser objeto de las leyes
del mercado: era una concepción anárquica, que además permitía a los pobres
controlar la naturaleza, subvertir el orden constituido y desafiar los procesos
centrales de la dinámica capitalista, bajo
una asignación aleatoria de beneficios
o recursos que no se desprenden de la
disciplina del trabajo capitalista (Cf Federici, 2004: 238-240)
Esta explicación es relevante porque
logra identificar las tensiones entre las
características de la magia y los postulados del sistema capitalista, ergo, se hace
razonable pensar por qué el contexto económico promovió el fenómeno de la caza
de brujas. No obstante, no queda claro
cómo otros contextos, donde la magia
también pudo ser una herramienta para
desafiar el orden establecido, no propiciaron la intensificación del fenómeno.
Lo anterior, puede tener respuesta en
de brujas. Los ejemplos más destacados en este
contexto son Irlanda y los Highlands occidentales
de Escocia” (Federici, 200: 234)
50
una parte importante de la explicación
sobre el fenómeno que Federici decide no
tomar en cuenta, y esto es las creencias
de las clases dominantes respecto a la
magia. En palabras de la autora “tampoco tenemos que decidir si los cazadores de brujas creían realmente en las
acusaciones que dirigieron contra sus
víctimas” (Federici, 2004: 232)
Esto es problemático, en la medida que
niega la necesidad de hacer un análisis
profundo de las convicciones y discursos
que circulaban en las clases dominantes.
Aspecto reconocido, por ejemplo en Kieckhefer (1992) quien reconoce que “Las
nociones populares de la magia fueron
adoptadas e interpretadas por «intelectuales» —término utilizado aquí para designar a quienes tuvieron una formación
filosófica o teológica— y sus ideas sobre la
magia, los demonios y otros temas afine s
fueron a su vez difundidas aquí y allá por
los predicadores.” (Kieckhefer, 1992: 10)
Asimismo, Henningsen (1980) incluye
en su definición de Brujomanía colectiva, la explicación de que este explosivo
impulso de persecución (asociado con
la caza de brujas) estuvo ocasionado por
“el sincretismo entre las creencias populares y las ideas que sobre la brujería
han elaborado algunos intelectuales. En
el caso concreto de Europa, puede decirse que fue la mezcla de las creencias
en brujas, propias de la población rural,
con las teorías intelectuales que los teólogos exponían sobre la brujería lo que
causó el trastorno de las mentes de miles
de personas.” (Henningsen, 1980: 458.)
Ambas interpretaciones, dan cuenta de
la importancia que tiene la circularidad
cultural de las creencias sobre la magia
y la brujería, en la explicación sobre el
fenómeno de la caza de brujas.
como práctica
del poder secular
«la caza de brujas
requería una vasta
organización y
administración
oficial»
En este sentido, vemos cómo a partir
del análisis del contexto económico, se
pueden desprender explicaciones que
dan luces sobre el contexto político en
que se dio la caza de brujas, y se abre la
discusión para comprender los juegos de
poderes y las distintas manifestaciones
de interés que confluían en el marco político de la baja Edad Media. Dinámicas
en las que es importante no perder de
vista las explicaciones ofrecidas por el
marco cultural que fue transversal a las
distintas clases sociales.
A nivel político, la magia fue condenada por diferentes estamentos del poder
medieval, tanto por la Iglesia como por
el Estado (Cf Kieckhefer, 1992: 10) No
obstante, la caza de brujas, como ejercicio sistemático de persecución, tuvo
un tránsito de la Inquisición (institución encargada de la herejía) al poder
secular: por ejemplo, en países como
Inglaterra, Escocia, Francia y Países
Bajos, se aprobaron leyes y ordenanzas
que hicieron de la brujería un crimen
capital. Lo que da cuenta de un contexto
político favorable para la institucionalización de la caza de brujas como una
tarea del Estado, que estaba consagrada
y regulada en su ordenamiento legal.
pdc • 16
Además de su legitimidad legal, la caza
de brujas fue un instrumento político
para controlar escenarios de articulación y sublevación del campesinado. Por
ejemplo, la persecución del Aquelarre
(encuentro de personas asociado por el
poder oficial con el canibalismo, la orgía
sexual y la reunión política subversiva)
tuvo razones profundas de temor de las
clases dominantes por lo que pudiera
gestarse a nivel político en estos espacios
(Cf Federici, 2004: 242)
Como práctica del poder secular “la caza
de brujas requería una vasta organización y administración oficial” (Federici,
2004: 227) e implicaba una diversidad
de actores, que elevaban el costo de los
juicios a una bruja y obligaban a que,
cuando los parientes de la víctima no
tenían dinero, los ciudadanos del pueblo
debieran costear el juicio. Asimismo, el
despliegue burocrático estuvo acompañado de la propagan multimedia, que
hizo uso de la imprenta para difundir de
manera masiva y alertar a la población
del peligro de las brujas, al mismo tiempo
que se motivaban las denuncias de otras
personas del pueblo.
En este contexto social, el apoyo de filósofos y hombres de ciencia de la época2
fue esencial para la difusión e institucionalización de la casa de brujas. Como lo
reconoce Kieckhefer (1992) las definiciones de magia que fueron difundidas
procedían principalmente “de una clase
2. Entre ellos estaba el teórico político
inglés Thomas Hobbes, quien a pesar de su
escepticismo sobre la existencia de la brujería,
aprobó la persecución como forma de control
social. Enemigo feroz de las brujas fue también
Jean Bodin, abogado y teórico político francés.
(Federici, 2004: 229)
51
particular dentro de la sociedad medieval, la de aquellos que tuvieron acceso
a una formación teológica y filosófica.”
(Kieckhefer, 1992: 24) asimismo, las
ideas de persecución sistemática que
fueron difundidas por las autoridades
que viajaron de aldea en aldea alertando
a la población, procedían de esta misma
clase dominante.
En palabras de Federici, “Antes de que
los vecinos se acusaran entre sí o de que
comunidades enteras fueran presas del
«pánico», tuvo lugar un adoctrinamiento sostenido en el que las autoridades
expresaron públicamente su preocupación por la propagación de las brujas”
(Federici, 2004: 227) Esta conjugación
del contexto político favorable y del contexto social donde las clases dominantes
se encargaron de propagar un temor en
la población, terminó haciendo que en
el mundo subalterno la concepción de
la magia y la brujería (vigente desde siglos anteriores) se transformara. Como
lo sostiene Henningsen ““la mitología
demoníaca de la brujería fue un producto
de la élite culta, no de la mente popular.”
(Henningsen, 1980: 456.)
Esta transformación, dio paso al pánico colectivo, el cual generó todo tipo
de efectos sociales dentro de las clases
populares. Como lo reconoce el inquisidor Salazar, protagonista del análisis
que Henningsen hace del fenómeno en
España, la brujomanía y la caza de brujas
se expandía en aquellos lugares donde
llegaba la propaganda oficial, y la mejor
arma para evitar estos brotes de acusaciones y juicios debió ser el silencio (Cf
Henningsen, 1980: epilogo)
Una vez identificados los contextos en
que se dio la caza de brujas, y las explicaciones que tuvo la intensificación
52
(...) las mujeres
fueron perseguidas
y acusadas como
hechiceras,
curanderas,
encantadoras o
adivinadoras (...)
del fenómeno en relación con estos contextos, vale la pena revisar los efectos
sociales que generó la persecución sistemática de las brujas y una pregunta
fundamental ¿Por qué fueron mayoritariamente mujeres?3 Aunque entre los
historiadores no es frecuente la reflexión
sobre este fenómeno, y las cifras ¡en millones! de mujeres que fueron asesinadas
sistemáticamente durante esta época no
levantaron las suficientes sospechas, Silvia Federici logra canalizar estos vacíos
analíticos para ofrecernos dos tipos de
explicación.
En primer lugar, nos dice que las mujeres fueron perseguidas y acusadas como
hechiceras, curanderas, encantadoras o
adivinadoras (Cf Federici, 2004: 240)
por ser prácticas que tradicionalmente
realizaban las mujeres. Lo que podría
constituirse como una explicación desde la casualidad. No obstante, la misma
3. Según Federici (2004) “Más del 80 % de las
personas juzgadas y ejecutadas en Europa en los
siglos XVI y XVII por el crimen de brujería fueron
mujeres.” (p.p. 246)
autora reconoce que hay una segunda
explicación, quizás la más profunda y
reveladora, para los efectos que tuvo la
caza de brujas sobre las mujeres:
“La bruja no era sólo la partera, la
mujer que evitaba la maternidad o la
mendiga que a duras penas se ganaba la vida robando un poco de leña o
de manteca de sus vecinos. También
era la mujer libertina y promiscua
—la prostituta o la adúltera y, por
lo general, la mujer que practicaba
su sexualidad fuera de los vínculos
del matrimonio y la procreación.”
(Federici, 2004)
De esta manera, es como la persecución
de las brujas tuvo una función sociomoral, donde “La bruja o el brujo eran simplemente la encarnación de la amoralidad y de todo aquello que va en contra de
los ideales de la sociedad” (Henningsen,
1980: 457) Es así como la caza de brujas
promovió los ideales de la feminidad y
la domesticidad, y a medida que la caza
de brujas avanzaba, se iban aprobando
leyes que castigaban a las adúlteras con
la muerte (este fue el caso de Inglaterra) y la prostitución era ilegalizada (Cf
Federici, 2004: 255) lo que muestra que
esta persecución fue el cimiento de muchas de las leyes de defensa de la vida
familiar. Además de la defensa de los
ideales de feminidad, el sadismo sexual
que se utilizó durante las torturas contra
las acusadas, revela una misoginia sin
paralelo en la historia (Cf Federici, 2004:
245) y nos muestra, junto con el castigo
por las prácticas anticonceptivas, que el
control sobre el cuerpo de las mujeres
pdc • 16
53
estuvo presente como un elemento central y característico en la caza de brujas.
que el mundo no pudo ser desencantado
por la Caza de Brujas ¡Aquí estamos!
Finalmente, la autora nos muestra que
la caza de brujas tuvo un tercer efecto
revelador “La caza de brujas ahondó las
divisiones entre mujeres y hombres, inculcó a los hombres el miedo al poder de
las mujeres y destruyó un universo de
prácticas” (Federici, 2004: 223) Esto se
demuestra, por ejemplo, en el hecho de
que no las defendieran, de que a pesar
que en algunas aldeas llegaron a ser asesinadas más del 70% de las mujeres, no
se levantaran movimientos de hombres
en contra de esta situación. Lo que esto
refleja, es que los años de propaganda
y terror por parte del estamento oficial,
lograron sembrar entre los hombres las
semillas de una profunda alienación psicológica con respecto a las mujeres, lo
cual quebró la solidaridad entre los sexos
(Cf Federici, 2004: 263)
Bibliografía
Este breve recorrido por un análisis histórico de la brujería y su contexto en la
Edad Media y comienzos de la Edad Moderna, nos muestra que la caza de brujas
trascendió el fenómeno cultural, incluso
el fenómeno político y económico, para
constituirse como una herramienta de
censura abiertamente misógina, que buscó controlar de manera particular a las
mujeres. Si las brujas representan todo
aquello que va en contra de los ideales de
feminidad, y encarnan la capacidad de
las mujeres para decidir sobre nuestros
propios cuerpos, vale la pena reivindicar
en las luchas feministas esta categoría y
reafirmar que los apelativos contemporáneos que nos llaman brujas o “feminazis”, no deben apagar lo que la hoguera
no logró en más de tres siglos de persecución. Por el contrario, cada vez que escuchemos este término debemos recordar
Federici, S. (2004) Calibán y la Bruja.
Historia 9, Traficantes de sueños. Trad.
Hendel, V. & Touza, S. Madrid, España.
Henningsen, G. (1980) El Abogado de
las Brujas. Brujería Vasca e Inquisición
Española. Trad. Rey, M. Alianza Editorial.
Madrid, España.
Kieckhefer, R. (1992) La Magia en la Edad
Media. Revista Crítica. España.
Quaife, G. R. (1989) Magia y maleficio:
Las brujas y el fanatismo religioso. Revista
Crítica. España.
La Santa
Inquisición en
Cartagena:
catalizador de resistencias y
reivindicaciones de grupos sociales
marginados
ana carolina palma garcía
pdc • 16
El pensamiento mágico ha sido una de las
formas por las cuales los seres humanos
han intentado explicar y darle orden al
mundo, sin embargo, durante los siglos
XV, XVI y XVII esta práctica tomó un tinte político con la cacería de brujas, pues
los fuertes discursos religiosos entrelazados con los poderes políticos insertaron
sentimientos de arrepentimiento, culpa
y pecado en quienes eran considerados
sus enemigos. En este contexto, fueron
los intereses políticos los que -con ayuda
de los estereotipos de algunos grupos sociales- guiaron la persecución en pro del
orden social. El encuentro entre Europa y
América en estos siglos no estuvo exento
de estos fenómenos. El nuevo mundo se
vio enfrentado a conciliar formas muy
diferentes de comprender la realidad,
y por supuesto, de controlarla. Con la
llegada de los Tribunales de Inquisición
en Lima, México y Cartagena, la América Colonial se vio implicada en estos
fenómenos sociopolíticos y religiosos
originados en Europa.
Este ensayo pretende analizar el papel
de la Santa Inquisición en Cartagena de
Indias. Para esto, se divide en tres grandes partes, en la primera se hace una
contextualización tanto de Iberoamérica
como de Cartagena. Después se expone la
forma en la cual funcionó esta institución
en conjunto con la sociedad cartagenera.
Finalmente se exponen las conclusiones.
Ahora bien, uno de los aspectos más
importantes a tener en cuenta sobre
Iberoamérica, es que en sí mismo es un
mosaico pluricultural resultado de sus
mezclas raciales. Claudio Esteva Fabregat, antropólogo e historiador, expone
que como consecuencia de estas mezclas las condiciones y prestigios sociales
55
de los mestizos resultaba muy confusa
tanto racial como étnicamente. Así, este
contexto diverso y ambiguo permitió el
surgimiento de “nuevos elementos de
estratificación a la estructura social, de
manera que una forma del sistema de clases que se iba constituyendo tenía que ver
con la misma existencia de la pluralidad
racial” (Esteva, 2000: 326).
Lo anterior, implicó que el factor por el
cual se diferenciaban los grupos sociales
fuera el color de la piel y, por lo tanto,
los mestizos ocupaban posiciones intermedias con distinciones difusas ente los
indios y los españoles. La historia del
mestizaje, claramente se ve como la historia a partir de la cual empiezan a cultivarse conflictos sociales en la sociedad
de la América colonial como producto de
la oscilación e incertidumbre del rango
social, el prestigio y el rol de estas generaciones mestizas.
Este proceso histórico de cambio y aculturación dejó una marca generacional por
su consecuente modificación de costumbres, formas de vestir, familia, matrimonio y economías domésticas, pues implicó
un sincretismo religioso, social e incluso
cognitivo. Los conflictos por la adaptación se manifestaron en su mayoría en
ámbitos íntimos que buscaban simbólicamente hacer frente a los poderes políticos
y económicos. Así pues, a pesar de las
enseñanzas religiosas impartidas desde
la iglesia a las poblaciones indígenas,
que hicieron que a finales del XVI estos
grupos pudieran percibirse como integrados a la doctrina católica, eran constantemente “denunciados como practicantes
de magia escondidas, de rituales mágicos
y ceremonias que repetían la tradición
prehispánica” (Esteva, 2000: 341).
56
El Tribunal del Santo Oficio fue creado
en el siglo XIII, pero sólo llegó al Nuevo
Reino de Granada 40 años después de
establecerse en América: Lima y México.
Consecuentemente, el tribunal de Cartagena contó con la experiencia de estos dos
tribunales anteriores que se enfrentaron a
este complejo contexto americano, especialmente a un fenómeno común en este
territorio, la denominada brujería sexual.
De acuerdo con Ruth Behar, este tipo
particular de brujería o poder sobrenatural que se les confería a las mujeres
indígenas de las castas o de sangre mixta, estaba compuesta por tres aspectos
centrales. El primero consistía en el significado que esta práctica femenina tenía
como imagen del mundo al revés que
busca invertir la subordinación ante los
hombres para tener cierto control sobre estos. El segundo hacía referencia a
que los poderes eran culturalmente inherentes a la naturaleza de las mujeres
y podían ser despertados en cualquier
momento con fines subversivos. Finalmente, el tercero pone en evidencia el
papel mediador de la iglesia en los asuntos familiares y sexuales a través de los
edictos de fe que traducen “sus conflictos
familiares y su ambivalencia sexual en un
discurso religioso” (Behar, 1991: 200).
Si bien en las américas la quema de brujas no fue un fenómeno masivo como
lo fue en algunas partes de Europa, en
donde la “ilegitimidad del poder de las
mujeres era enfrentada a través de la cacería de brujas, en las que se convertían
en un blanco principal de la persecución
y el exterminio” (Behar, 1991: 201), en
este nuevo territorio la persecución a
las mujeres se manifestó de formas diferentes. En América, la brujería sexual
se puede interpretar como una resisten-
cia simbólica que pretendía combatir
la opresión, tanto de sus esposos como
de los poderes públicos. Más allá de si
existieron o no dichos atributos sobrenaturales, simbólicamente eran una amenaza para el orden y la moral tanto de
hombres como de mujeres que habían
interiorizado estos valores.
Cabe mencionar también que, aunque las
mujeres se enfrentaban con contradicciones difíciles de reconciliar (entre el discurso religioso del pecado y la posibilidad
de minimizar los abusos de sus maridos
con brujería), no las enfrentaban solas.
Un factor común de los casos de brujería
sexual es la “existencia de una red de
mujeres que se intercambiaban remedios
y consejos respecto a las relaciones maritales sexuales” (Behar, 1991: 210). Esta
red conectaba diferentes grupos étnicos
y clases sociales, lo que propiciaba que
dichos intercambios pusieran en contacto estas prácticas con las ideas europeas
de poderes diabólicos.
Con todo lo anterior, ¿cómo se relaciona
entonces esta experiencia mexicana y peruana de la brujería sexual, con el contexto étnico-racial de Iberoamérica en el
cual se inserta el Tribunal de Cartagena?
Es claro que estos extraordinarios poderes mágicos eran atribuidos de forma
general a quienes pertenecían a clases
marginadas de Hispanoamérica, “así, las
mujeres de los grupos marginados de la
sociedad colonial -indígenas, mulatas,
mestizas- que se veían implicadas en algún caso de brujería sexual tenían, desde
la óptica masculina, un doble poder: el
inherente a su sexo y el que les confería
su casta” (Behar, 1991: 211).
La Santa Inquisición en Cartagena de
Indias llegó entonces a un contexto en el
cual la sociedad estaba clasificada según
pdc • 16
un sistema de clases y razas, donde el
mestizo encarnaba el conflicto social por
su ambigüedad identitaria. Llega a un
territorio modificado por el sincretismo
ontológico y cultural producto de la
miscegenación e hispanización que enfrentó a las gentes americanas a conciliar
el contraste entre lo tradicional y lo nuevo, “tuvo que construir una identidad que
le permitiera adaptarse al nuevo medio
sin desligarse de lo antiguo.” (Splendiani,
et al., 1997: 123).
Estos procesos de aculturación en los
cuales las diferentes formas de comprender la realidad -y por tanto lo que
es real- se fusionaron, hicieron que la
brujería, más allá de ser pensada como
un acto demoniaco, se tradujera en la
utilización de las hierbas y los poderes en
las esferas más íntimas de la vida en las
cuales las mujeres tenían capacidad de
acción. La brujería, en este sentido, no se
percibía como aquello que desafía a Dios
y a la religión a través de la unión con el
demonio, sino que se adaptó culturalmente a ser una forma de resistencia a los
poderes -humanos- que se manifestaban
en forma del esposo, del amo, del obispo, etc. Surge entonces en las Américas
como poderes en lo privado que buscan
reivindicar a las mujeres y marginados
frente a los poderes políticos y públicos.
En cuanto al funcionamiento de la Inquisición en América, se deben mencionar
que su objetivo “fue el de controlar la
entrada de las herejías que aún no habían
llegado y de combatir las que ya se habían
establecido [...] Pero lo que ya estaba se
quedó: cultos diabólicos, judaísmo, errores de fe.” (Splendiani, et al., 1997: 34).
Las particularidades de este Tribunal en
Cartagena no contemplaban únicamente
el “hecho de que la tarea de inquirir no
57
(...) en la Américas
la quema de brujas
no fue un fenómeno
masivo como lo fue
en algunas partes de
europa (...)
fue ejercida por el tribunal, sino que le
fue encomendada al pueblo […] sin las
competencias necesarias” (Ídem); pues
también es importante para el análisis
comprender los casos que eran considerados delitos, las formas de argumentarlos y sus castigos.
El judaísmo, el islamismo, la bigamia,
la blasfemia, el luteranismo y la lectura
de libros prohibidos fueron los pecados
por los cuales se juzgó en el Tribunal de
Cartagena. Los castigos, a diferencia de la
hoguera y la horca europea, consistieron
en castigos morales, vergüenza pública
y castigos pecuniarios. Tomemos como
ejemplo el caso del señor Manuel de Fonseca Enríquez, mercader que, aunque
argumentaba ser cristiano, fue acusado
de ser judío judaizante, observante de la
ley de Moisés, no comer tocino, guardar
fiesta los sábados y hacer ceremonias
judaicas como llamar al Dios de Israel.
Con la información de 2 testigos iniciales, fue preso en 1636. Ahí negó en las 3
audiencias todo por lo cual era acusado.
Más adelante en el juicio llegaron 2 testigos adicionales cómplices de su delito,
quienes aseguraron que ellos eran judíos
judaizantes y que en la propia casa de
58
Manuel de Fonseca habían tenido juntas
de judíos para la observancia de la ley
de Moisés. Se decidió proceder con la
tortura para la confesión del delito, por
lo cual Manuel de Fonseca fue llevado a
la cámara del tormento, y en la segunda
vuelta del potro confesó todas las acusaciones contra sí y sus cómplices. En 1638
se votó por consulta y se decidió dar una
sentencia en la cual “fuese admitido a
reconciliación en forma de confiscación
de todo sus bienes, hábito y cárcel de dos
años y acabado el dicho tiempo saliese
desterrado de todas las Indias perpetuamente” (Splendiani, et al., 1997: 64).
De este caso ejemplificado, se pueden
resaltar dos aspectos. El primero, consiste en las cosas de las cuales se le acusa.
Estos pecados, al ser aspectos de la vida
íntima de la persona, requerían que quienes lo acusaran fueran cercanos al punto
de poder percatarlos, o que se confirmara por las cosas que la misma persona
contara. El segundo aspecto es el castigo
impartido, pues la inquisición actuaba
como una justicia penal y por lo tanto
sus castigos en su mayoría eran morales.
De igual forma, los mitos que se tejían
alrededor de los rumores sobre lo que pasaba en este tribunal, causó una paranoia
en la época. Asumida incluso en la vida
misma, al punto de auto acusarse, pues la
lectura del edicto de fe y la interiorización
del discurso religioso, crearon en este
periodo colonial una atmosfera de “saturación de religiosidad que dominaba
y determinaba el modelo de comportamiento de cualquier estructura, ya fuera
esta política, económica, social o cultural.
(Splendiani, et al., 1997: 114).
“Dentro de este ambiente y en estas condiciones empezó a trabajar
el Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición en Cartagena de Indias.
Es lógico pensar que lo que pasaba
dentro del secreto de Tribunal, no
era tan secreto. Cartagena tenía un
nivel cultural muy bajo y cuando
llegó el Tribunal, la dificultad mayor
consistió en nombrar a los funcionarios locales. Prosperaban los chismes y las comidillas; lo que ocurría
dentro de los muros de la transitoria
sede del Tribunal era conocido por
el pueblo, pasaba de boca en boca y
se exageraba aumentando el temor
hacia la institución y el rencor contra
sus miembros.” (Splendiani, et al.,
1997: 114).
Este párrafo introduce la composición
social de la sociedad cartagenera en la
cual debió realizar sus actividades el
Tribunal de Inquisición. Esta se puede
dividir en dos grandes grupos, la élite
colonial y el pueblo. Ninguno de estos
grupos tenía una composición homogénea, sin embargo, encararon la labor de
la inquisición de formas diferentes. La
élite colonial, por una parte, se proyectó
como un grupo compacto y unido, determinado a no empezar acusaciones entre
ellos mismos. Esta unión se expresaba
“ideológicamente en la reivindicación de
ciertos elementos comunes como la raza,
la cultura, el origen europeo y lo intereses económicos. Sus miembros eran
conscientes de que sólo conservando su
identidad de grupo podían conservar su
poder” (Splendiani, et al., 1997: 126). Es
decir, aunque entre ellos existiera riva-
pdc • 16
lidades, se mostraban como un cuerpo
solidario, prestigioso y con autoridad.
En contraste con esto, el pueblo -compuesto por grupos marginados coloniales- en lugar de crear solidaridad entre
ellos y fortalecer la identidad de grupo,
aprovecharon la oportunidad que la
Inquisición les brindó para desahogar
sus frustraciones, envidias y rivalidades
(Splendiani, et al., 1997: 126). De esta
manera, fueron los grupos marginales
divididos quienes usaron el recurso de
la inquisición para manifestar y resolver los conflictos. Fueron estas personas
quienes asumieron realmente la tarea de
inquirir, no el Tribunal del Santo Oficio.
“Los documentos parecen demostrar, a veces, que fue la mentalidad
de los reos de la Inquisición la que
se acabó imponiendo a los miembros de la institución doblegándolos
a su voluntad; al menos, esta fue la
experiencia americana” (Splendiani,
et al., 1997: 131)
Las demandas de esta sociedad para
expresar sus frustraciones ideológicas y
religiosas transformaron la forma en la
cual operó esta institución en Cartagena
de Indias. Por lo tanto, “la historia del
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la Nueva Granada es la historia
de una institución que vino a dominar y
fue dominada.” (Splendiani, et al., 1997:
124), pues si bien los grupos de los marginados coloniales que inquirían eran
bastante heterogéneos por sus intereses
y sus diferencias étnico-culturales, los
unía “un sentimiento común de aversión contra las clases dominantes que
se expresaba en actitudes inconscientes
59
y espontáneas” (Splendiani, et al., 1997:
127). En consecuencia, el Tribunal de
Inquisición en Cartagena fue un catalizador de resistencias y reivindicaciones de
grupos sociales marginados, moldeados
también por los valores y moralidades
ideológicas y religiosos que la sociedad
misma reinterpretó de acuerdo con su
contexto jerarquizado racialmente.
Bibliografía
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Javeriana.
La cacería
de brujas en
Europa:
¿consecuencia inevitable del
poder y la histeria colectiva?
nicolás cardona londoño
pdc • 16
En la memoria colectiva de la sociedad
contemporánea aún permanece la idea
estética, moral y religiosa de las brujas.
Aunque de manera distorsionada, adaptada a los contextos y casi caricaturesca,
la producción constante de medios audiovisuales, libros, tradiciones orales,
entre otras cosas; confirman el hecho que
en pleno siglo XXI, la idea de la bruja y la
brujería, así como su cacería, sigue siendo una realidad cultural al punto que estos dos términos sirven para categorizar
y adjetivar comportamientos sociales.1
Sin embargo, aparentemente no hay un
acuerdo expreso sobre los orígenes, motivaciones o las condiciones suficientes que
permitan explicar este fenómeno en sus
dimensiones más sociales e históricas.
Evidencia de lo anterior han sido las diversas teorías que han ido evolucionando
con la aparición de nuevas evidencias,
como aquellas que se refieren a la brujería
como una respuesta de rebeldía en los “siglos de la desesperación” o como la continuidad en las tradiciones paganas sobre
la fertilidad (Henningsen, 1981: 23).
Es en esta preocupación donde este
ensayo se suscribe proponiendo, como
idea central, que el discurso construido
alrededor de la imagen de la brujería y
la bruja, no fue inicialmente un proyecto
planeado ni contaba con un propósito
explícito por sí solo, sino que hacia parte de los intentos más universales por
consolidar el poder eclesiástico y político. Sin embargo, el contexto socioeconómico de los pobladores, la evolución de la idea de herejía y los cambios
1. Piénsese, por ejemplo, en el chisme como un
acto propio de “brujas” (Federici, 2004)
61
institucionales al interior de la iglesia
permitieron la aparición de la caza de
brujas como fenómeno con dinámicas
propias y particulares, constituyéndose
como una herramienta fundamental del
poder y configurando, hasta cierto punto,
el entendimiento cotidiano de muchos
campesinos medievales.
Para soportar esta idea, se recurrirá principalmente a los aportes de Henningsen (1981) y Federici (2004), así como
a las precisiones conceptuales de Quaife
(1989). Se iniciará con la discusión sobre el concepto de brujería, precisando
por qué se decanta hacia la idea de bruja
(como concepto femenino), para posteriormente señalar el proceso consolidación de la cacería de brujas y su relación
con lo que se considera su motivación
principal: la consolidación del poder
eclesiástico y político. Se finaliza con
una línea de conclusiones en clave de lo
mencionado, añadiendo dos propuestas
de investigación sobre el tema.
Aparición del concepto de
brujería y su evolución
La existencia del mago como aquel que
explora unos poderes ocultos o limitados para ciertas personas, ha sido una
constante histórica en el desarrollo de
múltiples civilizaciones incluyendo, naturalmente, la occidental. Sobre esto
Kieckhefer (1989) profundiza, señalando que la magia es, en cierta medida,
un cruce entre la ciencia, las creencias
populares y la religión propia de cada sociedad, y era aceptada y hasta promovida
por las élites intelectuales. El mago o la
hechicera, en consecuencia, tenían funciones propias de lo que se podría llamar
62
curandero, líder espiritual o explorador
de la teología y las realidades cotidianas.
Esta tendencia se sostuvo entrando en
una conflictiva relación con el cristianismo, cuya presencia se extendía con fuerza desde la Alta Edad Media, así como
su influencia en las múltiples esferas de
la sociedad. Ya en el Concilio de Ancira
en el 306 y en el Concilio de Laodicea
en el 360, se declaraba la práctica de la
magia como un pecado (Blázquez, 2010),
lo cual puede ser interpretado como los
primeros intentos del cristianismo para
identificar las posibles amenazas a su
poderío ideológico.
No obstante, Kieckhefer (1989) enfatiza que la interpretación sobre la magia
se irá decantando hasta el punto que
la Iglesia y su élite distinguió la magia
natural y la magia diabólica. Mientras
la primera era tolerada al no lograrse
distinguir de la ciencia, principalmente
en sus ramas médicas, la segunda era
interpretada como una desviación que
pedía “la interferencia de los demonios
para la resolución de los asuntos privados” (Kieckhefer, 1989: 17).
Esta interpretación de la magia se constituye como uno de los elementos esenciales para la aparición de la idea de brujería,
pero por sí solo posiblemente no hubiese
logrado complejizarse hasta la idea de la
bruja. Para ello, como menciona Quaife
(1989), fue necesaria la herejía como un
mecanismo para englobar las expresiones que aparentemente se oponían al
monopolio eclesiástico. Sobre ello Fernández (2004), Ginzburg (1976) y Moore
(1989) ya han relatado la complejidad de
la herejía, donde confluyeron procesos
tales como la concentración de tierras
en detrimento de los campesinos libres
y las interpretaciones teológicas que se
salían de los cánones establecidos eran
vistas como amenazas potenciales. Así
mismo, esta noción fue evolucionando2 y
se acentuó con énfasis en los fenómenos
satánicos (Quaife, 1989), en cuyos rasgos
se encuentran el aquelarre, el pacto y la
señal, dando paso a un entendimiento
más “místico” de la herejía.
De esta manera, se realizó una conexión
entre las interpretaciones de la magia
diabólica y las expresiones herejes que
ella contenía, cuya expresión concreta se
encuentra en el Malleus Maleficarum,
un tratado de los inquisidores alemanes
que popularizó una imagen concreta de
la brujería (Quaife, 1989) y que puede
ser enmarcado como una muestra de
lo que Federici (2004) llamó como el
uso de propaganda multimedia entre
la población. Así, la idea de la brujería
aparece como una expresión herética
de la magia diabólica, producto de un
desarrollo más general del cristianismo
por agrupar aquello que se visibilizaba
como una potencial amenaza.
Ahora bien, la conexión entre “la persona acusada de ejecutar actos nocivos
valiéndose de medios ocultos o de servir
al diablo” (Quaife, 1989: 8)3 con el género
femenino, dio paso a la popularización
de la idea de la bruja, y su explicación
tiene varias perspectivas. Desde Federici
(2004) y la teoría feminista, la razón de
esta conexión se encuentra en el proyecto
2. Con esto no se quiere afirmar que la herejía
cambió drásticamente, sino que en muchas
regiones ganó una connotación particular. En este
caso, se profundiza en la connotación de brujería.
3. Esta es la definición propia de Quaife sobre la
brujería, la cual es propuesta desde una dimensión
comportamental.
pdc • 16
de las élites y el capitalismo temprano
para controlar la sexualidad, la reproducción y el papel de la mujer en la sociedad
a través de una imagen atroz de la feminidad en los contextos medievales. En
contraste, Quaife (1989) propone que es
la vulnerabilidad económica de la mujer
y la interpretación sexualizada de rasgos
como el aquelarre (donde el Diablo y los
demonios buscaban sostener relaciones
sexuales), más allá del género, lo que facilitó la enmarcación de la feminidad en
el fenómeno de la brujería. Este ensayo
considera que la visión de Quaife puede
ser más completa y acertada al no reducir
la conexión planteada a un proyecto determinista, sobre el cual es difícil señalar
una idea consiente y explicita por acusar
a las mujeres de brujas.
A continuación, se desarrollan los factores que conllevaron a que la idea sobre la
brujería se tradujera en una cacería institucionalizada a partir de la Inquisición.
Consolidación de la cacería de
brujas: La encrucijada social,
el Andamiaje ideológico y la
estructura coercitiva
La idea de la bruja o la brujería no es condición suficiente, aunque si necesaria,
para la aparición de lo que se ha llamado
la cacería de brujas. Por si sola, la creación de una imagen estética, un relato
moral y una preocupación teológica no
explica la continua aplicación de la cacería en múltiples sociedades, ni la interiorización de este mecanismo coercitivo
en la psiquis de las personas como una
forma legítima de justicia y resolución
de conflictos. Esto puede observarse en
el relato de Federici (2004) sobre ciertos
lugares en Irlanda y el País Vasco donde
63
la idea de la bruja
o la brujería no es
condición suficiente,
aunque si necesaria,
para la aparición de
lo que se ha llamado
la cacería de brujas
los pobladores evitaron la ejecución de la
inquisición sobre sus mujeres en pleno
auge de esta.
Es por ello que la cacería de brujas, como
estrategia para la consolidación del poder eclesiástico y político, logra desarrollarse en la medida en que confluyan tres
elementos: la consolidación territorial e
ideológica de la Iglesia Cristiana como
actor religioso predominante en las diferentes regiones, la estructuración de un
aparto institucional y coercitivo donde el
poder eclesiástico y político logren cierto
nivel de coordinación o tolerancia entre
ellos, y finalmente un contexto social
caracterizado por el detrimento de las
condiciones de vida general y la reacción
propia de rebeldía de la ciudadanía.
El primero de estos es un proceso propio
de la Edad Media, que en este caso es
un medio, pero también es un fin en sí
mismo. La Iglesia busca establecer su
monopolio espiritual pero para ello es
necesaria la introducción de sus agentes
y su institucionalidad en las diferentes
comunidades. Para Henningsen (1981)
esto es un factor relevante debido a que
es desde el púlpito cristiano donde se
propaga el discurso anti brujería, así
64
como los elementos para identificar
al brujo o la bruja, los mecanismos de
acusación y defensa, y las consecuencias
de esta actividad para la sociedad. Este
papel de la Iglesia, para el mismo autor,
pudo desatar la histeria colectiva, al darle
una forma específica y terrorífica a muchas expresiones cotidianas de la cultura
popular, al punto que para él, los brotes
de bruja surgieron principalmente donde
se hablaba de ella.
Esta situación permite que Federici
(2004) caracterice el discurso de la Iglesia
como el andamiaje ideológico de la caza
de brujas. Este discurso está básicamente
constituido por los elementos expuestos
en la sección anterior, y se materializaba
en los concilios y tratados que surgían
desde la misma institución eclesiástica.
Sin esta fuerte carga retórica y simbólica,
posiblemente los pobladores no hubiesen
interpretado múltiples hechos como situaciones anormales o diabólicas.
Así mismo, la cacería de brujas requirió una estructura coercitiva, soportada
en un sistema judicial de acusaciones
y castigos controlado por la iglesia y
la respectiva élite regional. Acá vale la
pena señalar que la cacería de brujas y
la brujería tenía
una organización
específica que
buscaba su
persecución y
confrontación
la inquisición tienen su auge en la Baja
Edad Media, por lo cual no es preciso
hablar de la existencia de Estados en la
forma como contemporáneamente se
han definido. Sin embargo, y como lo
explica Moore (1989), es durante todo
este periodo histórico donde los feudos
y las monarquías logran unos dominios
territoriales mucho más claros, así como
una distribución del poder menos centralizada, por lo cual es factible hablar de
élites políticas regionales que funcionan
bajo lógicas de un protoestado.
Este sistema judicial es descrito con precisión por Henningsen en su relato sobre
la captura y enjuiciamiento de una serie
de mujeres y hombres acusados de brujería en Zugarramurdi (actual frontera
francoespañola). Llamado como la Santa
Inquisición, fue especificado e introducido en los dominios de Castillo por la bula
papal Exigit sincerae devotionis de 1478
(Henningsen, 1981), buscando el mantenimiento de la fe cristiana a lo largo de
los dominios donde haya sido viabilizado
por los poderes seculares. Gozaba de independencia y se constituida como una
organización de prestigio y poder cuyas
labores, aunque no eran pagas, significaban asenso y distinción social para
quienes las cumplieran.
De esta manera, la brujería tenía una
organización específica que buscaba su
persecución y confrontación. Aunque en
ella se seguían unos parámetros establecidos y muchas veces los resultados eran
la absolución de los acusados y acusadas
(en lo cual Henningsen insiste debido a
la distorsionada y exagerada imagen que
existe actualmente sobre la Inquisición),
este sistema no dejaba de contar con una
carga importante de arbitrariedad e incertidumbre. Este hecho no solo ha sido
pdc • 16
señalado por autores modernos, sino que
inquisidores como Alonso de Salazar intentaron introducir novedosos métodos
de investigación (principalmente basados en la inducción y la duda metódica)
para reducir el subjetivismo y la especulación de la Inquisición.
Más allá de su importancia como aparato que materializaba castigos y penas
por brujería, en la Inquisición se pueden
observar dos elementos esenciales que
permiten conectar la discusión con el
factor contextual. La acusación se transformó en el puente entre institucionalidad y comunidad, al punto que solo era
posible realmente el juicio por brujería
donde las personas tuvieran la forma de
realizar la denuncia (esto confirma el primer factor presentado con anterioridad).
Así, se hace relevante entender por qué
las personas decidían acusar a sus pares
y por qué las personas interiorizaron el
discurso de la brujería.4
El contexto social donde la brujería caló y
la caza de brujas se desarrolló con plenitud estuvo marcado por un fuerte antecedente de reducción en las condiciones de
vida de la población (Moore, 1989 & Federici, 2004), una serie de levantamientos y muestras de rebeldía por parte de
las comunidades (Federici, 2004) y una
atmósfera de supersticiones y rencillas
internas (Henningsen, 1981). El primero
4. Con esto no se quiere afirmar tajantemente
que todas las personas de la base social medieval
se convencieron de la existencia del fenómeno
de la brujería o de su connotación negativa.
Existieron múltiples casos donde este discurso
no fue recibido con la misma eficacia que en otros
(Federici, 2004), al punto que era rechazado por
la comunidad.
65
el contexto social
donde la brujería
caló y la caza de
brujas se desarrolló
con plenitud estuvo
marcado por un
fuerte antecedente
de reducción en las
condiciones de vida
de la población
de estos factores estuvo marcado centralmente por el empobrecimiento del campesinado a través de la expropiación de
sus tierras y su subordinación, así como
la proliferación de enfermedades letales
como la Peste Negra que, en conjunto
con lo anterior, modificaron la composición demográfica de varias regiones
europeas. En este proceso pudo impulsar la preocupación de las élites por la
reproducción poblacional, indicada por
Federici (2004) como una de las grandes
motivaciones de la cacería de brujas.
El segundo de estos factores fue, en cierta medida, una respuesta a esta serie de
crisis y empobrecimiento generalizado.
Federici (2004) ubica los principales
brotes de rebeldía a mediados del siglo
XV, debido a los abusos de los señores
feudales y el desgaste propio de su legitimidad, así como sus intentos por
introducir nuevas lógicas económicas,
lo que pudo impulsar con mayor vehemencia la persecución de individuos y
mujeres que mostraban algún tipo de
descontento y quienes, como se men-
66
cionó, eran más vulnerables a estos periodos de cambios adversos.
Por último, el contexto de pobreza y enfermedad facilitó la aparición de sentimientos de desconfianza entre la misma
comunidad quienes empezaron a recurrir
a la Inquisición, y más específicamente
a la acusación, como forma de resolver
sus conflictos. Igualmente, y como lo
menciona Henningsen (1981), fenómenos como la muerte constante de niños
o la destrucción repentina de los cultivos
empezó a ser explicada con base en los
elementos propios de la brujería gracias
a la casi natural superstición de muchas
comunidades cuyo entendimiento del
mundo estaba limitado a ciertas explicaciones parroquiales. A partir de esto, y
la repetición constante de la visión cristiana sobre la brujería, conllevo a que
estas explicaciones obtuvieran una carga
siniestra, desatando lo que Henningsen
(1981) llamó como brujomanía: el impulso de persecución masivo que interpretada cualquier tipo de hecho anormal como
producto de la brujería, facilitando hasta
la acusación de pueblos enteros.
(...) se presentó a la
magia y a la herejía
como los principales
componentes de
aquello que iba a ser
identificado como
brujería (...)
riormente constituirse como un discurso
independiente que sostuvo la posterior
cacería de las personas, principalmente
mujeres, que eran acusadas de adelantar
este tipo de prácticas.
Hacia las formas
contemporánea de la brujería
De esta manera, se presentó a la magia y
a la herejía como los principales componentes de aquello que iba a ser identificado como brujería, y posteriormente se
señalaron los factores que materializaron
este discurso en una práctica coercitiva.
Con esto, se intentó realizar, desde la síntesis, un aporte a los debates sobre la caza
de brujas, y principalmente en relación
a sus condiciones necesarias, sus bases
ideológicas y su motivación más general.
Este ensayo tuvo como propósito central
discutir la brujería y la caza de brujas
como procesos que, aunque codependientes, tuvieron dinámicas propias y
evolucionaron hasta consolidarse como
ideas centrales dentro del propósito
general de los poderes eclesiásticos y
políticos para su consolidación. En este
sentido, la brujería aparece inicialmente
como una variación entre los múltiples
intentos por identificar las expresiones
contrarias al cristianismo, para poste-
Finalmente, y por los propósitos del presente artículo, se han dejado muchos temas relevantes por fuera de la discusión.
Principalmente, se desea señalar que se
considera pertinente realizar ejercicios
de investigación en clave de dos aspectos. Por un lado, y como lo mencionan
los autores citados, en muchas regiones
de la Europa medieval no se observaron
hechos relacionados con la brujería (bajo
la interpretación cristiana), así como su
persecución. Más allá del importante
pdc • 16
papel del discurso religioso en la proliferación de estos eventos, sería pertinentes revisar variables estructurales (por
ejemplo, tipos de instituciones políticas
y distribución de las rentas) así como
variables del path dependence como el
sistema de creencias heredadas en cada
comunidad a razón del tipo de grupo étnico y civilización que los haya antecedido (como podrían ser los pueblos celtas
o germánicos), para ahondar en la explicación sobre las diferencias regionales.
Por otro lado, sería importante realizar
un ejercicio analítico similar pero a nivel
contemporáneo para revisar el tipo de
decisiones o acciones que adelantaron los
diferentes gobiernos durante los siglos
XIX y XX frente a expresiones culturales
y religiosas que se entendían con elementos similares a los de la brujería. Casos
posibles en esta línea puede ser la Santería en la Cuba revolucionaria, el Vudú
en el Nueva Orleans contemporáneo o el
Candomble en Brasil.
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UN PARAÍSO A
MEDIO CAMINO
P. 70
NICOLÁS CARDONA LONDOÑO
P. 77
CHINA EN PERSPECTIVA
SARA ARROYO KOGSON
P. 82
JUANCHACO, BAHÍA
MÁLAGA Y LADRILLEROS:
VIAJE DE PESCA
JULIÁN GONZÁLEZ MARTELO
L
os relatos de viajes que hacen parte de esta sección, los
escribieron estudiantes del curso “Crónicas de Viajeros”, electiva
ofrecida por el departamento de Artes y Humanidades, a cargo de la
profesora Hanni Jalil. El curso parte de la lectura y análisis de relatos
de viajes escritos sobre el continente americano desde el siglo XVI
hasta principios del siglo XX. Los relatos se convierten en fuentes
literarias e históricas, para que los estudiantes logren entender el
viaje como espacio de transformación personal, de encuentro con
otras culturas y realidades, y escenario en el que los viajeros y los
contextos de lo que provienen enmarcan las miradas sobre lo natural
y lo humano. El primer momento del curso se centra en una reflexión
conceptual y la lectura crítica de relatos y el segundo, en un ejercicio
de escritura creativa en el que cada estudiante construye un relato
sobre un viaje personal que lo haya marcado y que le haya permitido
tejer reflexiones sobre su rol como viajero, y los encuentros con
culturas, espacios, sabores, formas de vida ajenos a su cotidianidad.
U
n viaje a Tumaco, otro a la Guajira, otro a Juanchaco y Bahía
Málaga, y otro a China. Cuatro lugares y miradas distintas,
una sola tarea: reflexionar. De la mano de Sara, viajera incansable,
viajamos a China, país de fuertes contrastes donde coexisten los
rascacielos de Shanghái con las colinas y paisajes de Hangzhou.
Donde lo milenario se entremezcla con lo moderno. Nicolás nos lleva
a Tumaco. Su mirada crítica e incisiva dibuja para el lector un reflejo
de la realidad colombiana en la que la desigualdad, el conflicto
armado y la corrupción afectan paraísos escondidos como este
municipio del Pacifico colombiano. Un viaje familiar, que le permite
a Nicolás, enfrentarse ya no con la imagen mediática de este lugar, si
no con una realidad compleja y llena de matices. Faustine, francesa
y estudiante de intercambio de nuestra universidad relata su viaje a
la Guajira. En este relato seguimos a una joven que viaja buscando
desconexión, y en esta búsqueda se encuentra con un lugar de
paisajes de ensueño y duras realidades. Finalmente, está Julián. Con
el llegamos a Juanchaco y Bahía Málaga en el Pacifico. Pescador
aficionado, Julián emprende este viaje como suele hacerlo varias
veces al año con su padre, su tío, y su primo. Pero más que un viaje,
para Julián esta travesía representa un regreso al mar, a momentos
compartidos con seres queridos, y a su infancia.
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EXPERIENCIAS
DE UN VIAJE
MILENARIO
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Recuerdo con especial encanto aquel
verano de 2015 en que atravesé el Atlántico, crucé Europa, recorrí la extensa
Rusia pasando por Asia hasta llegar a la
milenaria China. Un lugar que más que
un país es un universo en el pacífico cuya
cultura, economía y realidad distan tanto
de la nuestra que se requiere una lupa
para admirarlo, para conocerlo, para
amarlo. Hoy, simplemente, miro atrás
con asombro, con gratitud por haber estado allí, en un país que me hizo deslumbrar de las maravillas de este mundo,
de la grandeza detrás de cada cultura
y de nuestra pequeñez, nuestra fragilidad en medio de este universo. Pienso
pues en aquellos quienes por distintas
razones no les es posible llegar a estos
destinos tan desconocidos y mágicos,
que cobran sentido y ganan significado
cuando descubrimos los pensamientos,
sentimientos y aprendizajes que un viaje
como éste suscita en nosotros y lo mucho
que nos ha dejado.
Ahora bien, quiero resaltar que desde
la Torre de Televisión Perla de Oriente, desde el Lago del Oeste, desde los
Guerreros de Terracota y desde la Gran
Muralla China el mundo se ve distinto.
Se ve, desde mi perspectiva, un tanto
más grande, más complejo, más caótico
y más profundo. Más aún, ese todo que
llamamos Asia se descompone poco a
poco, en cada país, en cada región y en
cada ciudad. Basta con llegar a Shanghái
y trasladarse a Hangzhou donde los pai-
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sajes se transforman de rascacielos a
colinas, lagos y jardines imperiales; o
andar un poco más y llegar a ciudades
espléndidas donde los templos y los palacios deslumbran a quienes los visitan.
De esta manera, andando, aprendí que
Shanghái, Hangzhou, Xi’an y Beijing
son destinos que tienen que ser visitados
para ser conocidos; pero recorridos para
ser experimentados. Experimentados en
las calles, allí en las calles llenas de gente, de luces, de caracteres, de olores, de
gestos, de palabras incomprensibles; allí
donde en medio de la barrera del idioma
te dejas llevar por los ríos de gente en algunas avenidas, en el metro o en un tren.
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Nuestro primer destino fue la megalópolis de Shanghái. Aquel primer día, nos
esperaba nuestra primera comida china.
Tras una hora de viaje, llegamos a un edificio bastante pequeño, algo así como un
centro comercial con un único restaurante en el último piso donde nos llevaron
a almorzar. Al ingresar al restaurante
me sorprendí al ver las mesas del lugar,
eran redondas con un cristal giratorio
en el centro donde los meseros ponían
los platos que iban saliendo de la cocina.
Era la primera vez en mi vida que iba a
un restaurante de este estilo, pero no
sólo se trataba de lo interesante que me
resultaba la mesa redonda con el centro
giratorio; sino cómo esto era un reflejo
de la cultura china, de la importancia
de la familia, el grupo o la comunidad.
Estas mesas permitían congregar a un
gran número de comensales quienes se
juntaban allí para compartir distintos
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platos típicos (diez o doce), pero particularmente entendí que comer entre
muchas personas es de lo más común,
en un contexto donde se debe servir a los
demás antes de servirse para sí mismo.
Al día siguiente, salimos con prontitud del hotel en dirección al puerto de
Shanghái. Recuerdo que era el segundo día de junio y descubría desde tempranas horas de la mañana a los locales
practicando el Taichí en las esquinas de
las calles. Estaba gratamente sorprendida al ver en aquella lluviosa mañana
a grupos de señoras, tal vez de sesenta
y hasta más de ochenta años de edad
practicando este arte marcial basado en
los principios del taoísmo; lo cual dejaba
ver que esta reunión matutina era algo
sagrado que estas mujeres practicaban
sin importar las condiciones climáticas.
Nos adentramos un poco más en las avenidas ante filas interminables de autos
que cruzando de un lado a otro trataban
de escapar de un trancón, recordándonos
que estábamos allí, en Shanghái, aquella ciudad impresionante con más de 24
millones de habitantes. De esta manera,
entre el caos de la mañana, las avenidas
y los rascacielos continuó una jornada
llena de reflexiones y aprendizajes que
aún medito y que me cuestionan sobre
cómo la historia, la tradición y la cultura
milenaria de este país ha forjado hasta el
más mínimo detalle de su sociedad. Lo
anterior, como he podido mencionar, se
iba evidenciando en detalles como los de
las congregaciones matutinas, hasta las
vespertinas que encontré en Xi’an, como
la experiencia de almuerzos colectivos y
la reverencia “transgeneracional”.
Pasados cinco días, partimos de Shanghái
a Hangzhou y de allí a Xi’an. Esta antigua
ciudad alberga nada más y nada menos
que una de las maravillas del mundo:
los Guerreros de Terracota, considerados Patrimonio de la Humanidad por
la UNESCO. Aunque resulta importante
hablar de ellos por su legado histórico
para el mundo, sé que si es de su interés encontrará fácilmente algunas reseñas de la historia de los Guerreros y del
Mausoleo de Qin Shi Huang1 (秦始皇) en
algún libro de historia o en alguna página
web. Por tanto, me centraré en resaltar
lo impactante que fue para mí estar en
esta ciudad, compartiendo una noche
al estilo “Xi’anés”. ¿Recuerda que en
Shanghaí veía en las mañanas a mujeres
de avanzada edad practicando el Taichí?
Bueno, si bien a las 8:00 de la noche no vi
a muchos practicando este arte marcial,
en la plaza sur de la Gran Pagoda de la
Oca Salvaje se encontraban decenas de
personas (jóvenes, niños, adultos) bailando desde música tradicional china
hasta salsa. Así pues, me percaté que los
bailes en las plazas al igual que la mesa
con centro giratorio, o la práctica del Taichí matutino representaban el aspecto
colectivo de la cultura china.
Finalizados los días en Xi’an, llegó la
hora de volar a Beijing. Realmente, son
tantísimas las cosas que podría decir de
Beijing y de las otras ciudades visitadas
1. primer emperador de la China unificada,
a quien le pertenecían estas figuras
Qin Shi Huang, (1850).
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que no me alcanzaría un libro para relatarlas. Sin embargo, no quisiera terminar
este relato sin resaltar la experiencia de
los mercados y bazares. En efecto, tras
haber viajado 15.715 kilómetros lejos de
casa, quería llevar algunas cosas conmigo. Los mercados son espacios donde
la cultura china se muestra en su estado más auténtico, es allí cara a cara con
los comerciantes donde comprendes su
astucia, su agilidad para el cálculo, su
sentido del humor, su compromiso con el
trabajo, entre otras características. Más
aún, es en los mercados, como en los bazares (como aquel Gran Bazar que visité
en Turquía u otros árabes) donde se pone
a prueba el arte de regatear, un hecho
familiar para los colombianos. Regatear
es como diría Ernesto Cortés2 (2011) “esa
viejísima tradición de negociar el precio
de un producto en un sano forcejeo de
argumentos entre vendedores y compradores” sólo que en Beijing y en general en
China la cosa es bien distinta, y es uno de
los sucesos que más recordaré del viaje.
Recuerdo que nos llevaron al Mercado
de la Perla (红桥市场). El lugar es una
enorme estructura de cinco pisos, donde es posible encontrar de todo: desde
souvenirs y cachivaches hasta carteras
y relojes de “marca”. Llama la atención
la cantidad de gente, casi asinada que se
congrega en estos espacios donde todo el
mundo está regateando: el colombiano,
el francés, el indio, el americano, el ruso,
el italiano, el español, entre otros tantos.
Realmente, parece “una torre de Babel en
donde la calculadora es la reina” (Cor-
2. Editor Jefe de El Tiempo, quien describe el
arte del regateo en Beijín en su columna de
opinión “Voy y vuelo. El arte de regatear en
Beijing” del 21 de mayo de 2011.
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tés, 2011). En lo que a mí respecta, me
encontraba buscando un impermebale
que la profesora Lina había adquirido en
Xi’an por 70 yuanes. Sabía que si ella lo
había consiguido a ese precio tan bajo, si
regateaba lo suficiente podía conseguirlo
aún más barato (60 yuanes era mi meta).
Encontré un lugar donde vendían chaquetas, camisas, impermeables y otras
cosas que no alcancé a ver bien entre la
montaña de artículos que se ofrecían en
este quiosco. Indiqué que quería ver un
impermebale azul que colgaba en un gancho donde tenían otros tantos, lo ví y me
dije a sí misma, este es el que quiero. Acto
seguido, la vendedora me pasó la calculadora donde había marcado 200. No estaba dispuesta a pagar ese valor, así que
recordé las advertencias de una de mis
guías durante este viaje: discuta, pelee,
indígnese, póngase bravo y, en lo posible,
ofrezca siempre el 10 por ciento de lo que
le pidan. Así, marqué 20 yuanes, aunque
realmente creía que era un descaro pedir
este precio. Entonces, empezó toda una
actuación: las vendedoras se alteraron,
se enfurecieron, pero sabía que no había
por qué temer. Sugerí un nuevo valor
colocando 40 en la calculadora, pero ellas
se negaban y marcaron 120. Me seguía
pareciendo un descaro e indiqué que pagaría 60 yuanes, rechazaron mi oferta
y decidí marcharme. En ese momento,
recordé que no se debe mostrar desesperación o falta de tiempo, ni hacer caras
negativas; pero si no le dan el precio que
quiere no sienta miedo de irse a regatear
a otro lado, lo más probable es que (como
me pasó en otros mercados) el vendedor
lo detenga para que no se vaya y termine
bajándole el precio. Sin embargo, esto
no ocurrió, me fui a buscar otro lugar
donde ofrecieran impermeables hasta
que encontré en una esquina una mujer
con un pequeño quiosco que los ofrecía.
El procedimiento fue el mismo, sólo que
esta vez me propuse llevar dos prendas
por 120 yuanes. Así, cerramos el negocio
con fortuna de que tenía el dinero suelto;
de lo contrario, la vendedora me hubiese
obligado a gastarlo todo.
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Tras dejar China el 19 de junio de 2015,
reafirmé cuán importante es dejarse deslumbrar, mantener los ojos bien abiertos
para aprender de todos esos momentos
vividos, de todos esos lugares visitados.
Fueron cuatro destinos extraordinarios,
con un legado que se esconde detrás de
sus paredes y murallas y se refleja en
medio de su gente, en sus calles, en una
mezcla de creatividad contemporánea
y tradición. Así pues, no basta sólo con
estar ahí, aprendí que se requiere de la
más noble actitud de aprendizaje ante
cualquier interacción que se tenga y de
esta forma valorar aquellos encuentros
con los locales. En este sentido, fue estando muy cerca de los guías donde tuve
mi mayor interacción con lo local, con
la realidad de cada ciudad; resolviendo
aquellas cuestiones que en el camino,
en ese descubrir, me iban inquietando
y dejando un aprendizaje valiosísimo.
Sumado a lo anterior, debo decir que
haber estado en China constituyó una
oportunidad de formación académica y
profesional realmente extraordinaria.
Aprendí que no se trata de años de trabajo para construir megaciudades, para
desarrollar megaindustrias y megaempresas; sino de planeación, disciplina y
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Li Pei, Paisaje China, tinta sobre
papel (1920-1930).
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compromiso, y la más precisa y eficiente
administración de los recursos (propios
o extranjeros pero encauzados a un objetivo nacional). Se requiere, pues, de una
cultura con unos valores muy particulares que permitan tal nivel de desarrollo y
crecimiento. Aprendí que este monstruo
asiático con sus megaindustrias no nació
grande, sino de algo muy pequeño, de
empresas aún muy jóvenes, pero increíblemente poderosas en el mercado local
y con fuerte presencia en el mercado internacional. En la China: grande, caótica, polucionada, pero distinta, siempre
distinta, con una historia nacional única
y tan particular; experimenté lo que es
vivir en el mañana, así como en Japón
lo que es vivir en el pasado mañana. Más
aún, ante tanta divergencia, aprendí a
valorar más la diferencia, a interactuar
con personas de otras culturas y de otros
credos en un ambiente donde la premisa
es el respeto y la cooperación, y donde la
confianza es el gana-gana de un equilibrio de Nash.
Asimismo, este viaje milenario lleno de
contrastes me permitió descubrir que allí
en su magnanimidad, cada ciudad visitada guarda también una estela de dolor,
de sacrificio, pero también de unión,
donde la tradición es arte. No olvidaré
las realidades callejeras, las historias
de vida de los guías, las palabras de los
empresarios, de los embajadores y de
aquellos quienes nos acogieron en esta
aventura. En este sentido, son sus palabras, sus historias las que hoy me llevan
a cuestionarme profundamente sobre el
desarrollo y sus alcances, la realidad de
los niños en China internados en colegios
privados y alejados de sus familias para
recibir una mejor educación o la realidad
de los jóvenes en Japón donde el interés
general es tan fuerte que no cumplir con
las expectativas y exigencias nacionales,
laborales y familiares conduce al suicido. De igual forma, todo esto me llevó a
cuestionarme sobre el alcance del modelo político, el poder de la palabra, de
una ideología que logró unir a un país
erradicando vestigios de antigüedad para
encaminarse, revolución tras revolución,
en lo que es hoy y sorprendernos por lo
que será mañana.
Finalmente, puedo mencionar que este
viaje milenario me permitió comprender
que si bien adaptación y flexibilidad son
un reto grandísimo cuando viajamos,
estudiamos o trabajamos internacionalmente, son estos dos elementos la dosis
perfecta para entregarnos a una experiencia única y a una vivencia inigualable.
Terminaré afirmando que un viaje como
este realmente necesita ser compartido,
necesita ser vivido; por lo cual lo invito a
experimentar la China por usted mismo.
Evidentemente, este país con sus singularidades me ha permitido cuestionarme,
crecer, aprender y vivir esta experiencia
de formas únicas y encontrar que más
allá de las fronteras hoy también me llevo
amigos y he aprendido a valor lo mío.
Sara Arroyo Kogson
Nic0lás Cardona
Londoño
78
Viajar a Tumaco, más que una decisión,
fue una casualidad. El 30 de diciembre del
2014 inicié el viaje por tierra con mi padre
y su novia de la época (Diana). Ella fue
quien nos invitó, puesto que su familia, de
origen paisa, había llegado a Tumaco en
los ochenta en un intento de expandir sus
negocios. Nuestro objetivo fue conocer y
recibir el 2015 en un lugar diferente.
El viaje no fue nada fácil. Atravesamos
tres departamentos y cruzamos varias zonas rojas. Las consecuencias de la guerra
se ven con facilidad por todo el territorio
nacional, lo que contrasta fuertemente
con los maravillosos paisajes. Sin embargo, el tramo más especial es de Pasto
a Tumaco. Luego de subir a una altura
considerable, se desciende rápidamente
pasando por tres lugares con presencia
de tanques militares y batallones fuertemente armados. La población genera
una clara distancia entre los forasteros
y la recomendación oficial es continuar
el camino sin muchas pausas.
Lo primero que se nota de Tumaco es
que la forma en que está construida no
parece tener un orden definido. No hay
semáforos y las calles no siguen una lógica lineal. Sin embargo, sus calles y sus
andenes construidos con adoquines, le
dan un toque único aunque la razón de
construirlas así, según menciona una de
las personas que me acoge, es porque el
asfalto se hunde en la arena.
Recorriendo por primera vez la ciudad,
también me doy cuenta de que no había
una distribución poblacional a partir
de diferencias sociales, como la que se
encuentra en las grandes urbes. En un
mismo barrio se divisa fácilmente una
casa con paredes de mármol al lado de
una casa construida con materiales irregulares sobre el mar.
El 31 de diciembre disfrutamos en familia
junto a los amigos provenientes de la
pesquera o de colonias paisas y pastusas
que se han relacionado con el tiempo.
Las tradiciones no se distancian mucho
de las del resto del país, más allá del importante significado social y cultural que
tiene para la población local los grandes
bafles y equipos de sonido.
Posterior a la cena e iniciado el 2015,
nos dirigimos al punto de encuentro más
común de la ciudad después de la playa.
El Puente del Malecón, un largo puente
que conecta las dos islas, fue reformado
para ser un lugar turístico. En él están
distribuidas bancas y espacios de reunión. Nos sentamos acompañados por
aguardiente nariñense y cervezas. En la
calle, las personas parqueaban sus motos y carros con equipos de sonido. En
ellos suenan una combinación ecléctica
de ritmos que va desde salsa y música
del pacifico hasta la tradicional música
tropical del centro y norte del país. Todo
fue normalidad hasta las horas de la madrugada. El licor se empezó a apoderar
de los jóvenes quienes iniciaron varias
riñas. La que más me llamó la atención
fue una donde uno de ellos despicó una
botella e hirió a su compañero. La policía
hizo presencia inmediatamente pero sólo
se encargó de enviar en una moto a los
heridos. Curiosamente, esa situación no
generó mayor indignación en los presentes y se tomó con mucha normalidad.
Además, los jóvenes que presenciaron el
acto siguieron su fiesta y sólo se retiraron
cuando el sueño los llamó.
Me llamó mucho la atención el hecho de
que la policía en este lugar se asemeje
más a una fuerza militar que a una fuerza
civil. El nivel de militarización es alto y
la policía cumple funciones a través de
la naval. Para esas fechas, la actividad
guerrilla se había concentrado en las islas
cercanas aunque la extorción estaba en
aumento. Los comerciantes y los pesqueros, víctimas de todos los actores arma-
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dos del conflicto, aparecían como uno de
los principales objetivos. La población
civil, de manera obligada, financia a sus
propios victimarios.
Pasada la mañana, nos dirigimos a la
playa. Es conocida como El Morro por
un accidente geográfico producto de la
separación de una gran duna que se había solidificado antes de todo ocupación
humana. A pesar de la belleza de la playa
y el acogedor mar pacífico, la industria
hotelera y turística es bastante limitada
más no paupérrima. La ciudad cuenta
con tan sólo un par de buenos hoteles que
se ubican a los alrededores de la playa
y su oferta de servicios en ella es totalmente dirigida para la población local.
Frente al alto desempleo de la región,
el gobierno local debería fomentar este
destino, y más cuando recordamos que
tiene aeropuerto propio y puerto que se
conecta directamente con Buenaventura
y zonas del Ecuador.
Los siete días siguientes en Tumaco intenté conocer la mayor parte del casco
urbano. Nuevamente noté cómo la corrupción estatal, el conflicto armado y
algunos aspectos culturales generan una
continua relación entre la incertidumbre
y la esperanza en los pobladores. Los políticos, gamonales y clientelistas locales,
intercambian cupos escolares, contratos
turísticos y trabajos con el municipio,
por cuantías de votos. Curiosamente fui
testigo de esto cuando un concejal local se dispuso a invitarnos a todos a una
cena para entablar una conversación con
el papá de Diana, quien es conocido en
la ciudad como el tío Gil. Este concejal
le hablaba de los futuros beneficios que
podía tener la pesquera frente a un apoyo de esta a su campaña electoral. Sin
embargo, la anterior propuesta que me
pareció políticamente viable, vino acompañada con un ofrecimiento de cargos
públicos para las personas desempleadas
de la familia.
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Los líderes guerrilleros y paramilitares
controlan amplios sectores del casco rural tumaqueño, aunque sean fácilmente
reconocibles por la población cuando
caminan por las calles de la ciudad. Al
parecer, en Tumaco se reproduce esa costumbre colombiana de admirar a quien,
por medio de las armas, ha ganado poder
y reconocimiento.
Finalmente, la población afro, víctimas
de todos los personajes anteriores, al
parecer reordenan sus prioridades, estableciendo como central las cuestiones
materiales que refuerzan su estatus e
identidad. Muchas de estas personas,
vinculadas al trabajo informal, no desarrollan una conciencia de clase amplia
tanto por la falta de un aparato educativo
público, como la ausencia de un Estado
que brinde espacios de desarrollo. En
esta lógica, gran parte de la población
tumaqueña vive en condiciones paupérrima, en casas sin agua potable y acueducto, pero con grandes televisores LED
y equipos de sonidos de alta gama. El
estatus y el valor ante la comunidad de
cada persona, muchas veces pasa por su
aporte material al espíritu festivo de las
actividades sociales.
Por lo tanto, creo que el problema de
la situación material de los tumaqueños no es necesariamente su cultura.
Ésta, llena de felicidad y tradición, creo
que sólo se visibiliza en lo mencionado
porque las personas del lugar recurren
a estas prácticas para encontrar lo que
las penurias de su cotidianidad no les
permiten. El calor humano y el sentido
de comunidad existe de manera tal que
entre las amistades se llaman “primo” y
en muchos casos el trabajo de parto de
las mujeres es asistido por una comadre
o partera local. La marimba hace parte de
muchos hogares así como la producción
de licores artesanales.
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LAS DIFERENCIAS SOCIALES
SON EN SÍ MISMAS PARTE DE UN
GRAN PROYECTO QUE COMO
SOCIEDAD HEMOS CONSTRUIDO
Y ADOPTADO, DONDE LAS
PERIFERIAS, COMO TUMACO, SON
UNA REALIDAD
Posiblemente la raíz de esta situación
se encuentre en dos explicaciones que
se han hecho parte de los debates sociales, económicos e intelectuales de la
modernidad y la posmodernidad. Por un
lado, las razones estructurales conllevan
a pensar la pobreza como un producto esperable de un sistema económico y social
basado en la producción, la plusvalía y la
propiedad privada. Las diferencias sociales son en sí mismas parte de un gran
proyecto que como sociedad hemos construido y adoptado, donde las periferias,
como Tumaco, son una realidad. Por otro
lado, la explicación desde la construcción
de nuestro Estado, que para muchos ha
sido parcial, diferencial, ineficiente o exclusora, ha hecho que las elites centrales
y el proyecto de nación presentado desde las altas esferas de la sociedad deje a
un lado estos lugares que en un primer
momento no aparecen como el ideal del
criollo colombiano. Las fiestas locales,
por ejemplo, aparecen como algo ajeno y
alejado cuando combinan las tradiciones
africanas y católicas.
Luego de conocer el casco urbano, visité
la zona rural del municipio así como sus
islotes y manglares vecinos. El cultivo de
palma africana se ha ido acabando por las
múltiples plagas que azotan la región así
como la falta del impulso gubernamental.
En su mayoría, las personas que viven en
la zona rural subsisten a partir de la cría
de porcinos y unos pocos viven a partir
del cultivo de algún producto que se dé
en la región. Otra zona, bastante extensa pero mucho más complicada para su
acceso, está dedicada al cultivo de coca.
Para ir a los islotes, alquilamos una lancha que nos llevara sin afanes. Salir al
mar abierto de Tumaco es un espectáculo
que inmediatamente le hace recordar a
las personas la magnitud del océano y el
universo que hay en él. Por uno de sus
brazos nos adentramos en los manglares. Este paisaje se podría describir como
pdc • 16
misterioso. Los arbustos o árboles que
forman este ecosistema forman una clase
de túneles misteriosos donde la mirada
no puede visibilizar más allá de donde
estos se lo permiten.
Pasamos por varias pequeñas islas hasta que decidimos, por recomendación
del capitán, detenernos en una que es
turística y cuenta con alojamiento. Este
lugar, según me contó el administrador
del lugar, era un punto de interés para las
guerrillas y narcotraficantes por su capacidad de servir como punto de acopio o de
preparación antes de iniciar largos viajes.
Sin embargo, y luego de que la armada
replegara a los alzados en armas, la isla
quedó abandonada hasta que la población local decidió adelantar un proyecto
de turismo. Para el momento, había capacidad de alojamiento para trescientas
personas. Además, el lugar sigue siendo
bastante natural. No entra ninguna señal telefónica y solo había comunicación
a través de un celular adaptado para el
contexto. La riqueza marítima permite,
en temporadas, subsistir principalmente
del pescado. Asimismo, sus playas son
desérticas y su olaje único. Es importante
reconocer el trabajo comunitario que ha
adelantado en el lugar, a pesar de que
el gobierno ha abandonado la isla y de
que la guerrilla sigue estando presente
en lugares cercanos. Creo que es mejor
mantener este tipo de sitios bajo la administración de la población para que el
turismo de grandes masas no afecte el
entorno natural.
Mi viaje a Tumaco creo que fue enriquecedor y ante toda una oportunidad para
conocer un paraíso que hasta el momento
era escondido para mí. La riqueza cultural y natural del lugar vive una batalla
constante con los males que azotan al
pueblo colombiano. Frente a esta situación, y luego de conversar con jóvenes
habitantes del lugar, concluí que la situa-
81
ción de Tumaco no es una situación exclusiva de esta zona pacífica. Lo que pasa
en Tumaco es un reflejo, es una radiografía de la realidad que existe en todos los
rincones de Colombia. La desigualdad, el
conflicto armado y la corrupción pueden
parecer exóticos en este lugar por ubicarse en un lugar costero y tener cierto
aire autóctono, pero en realidad, es una
reproducción de los males que colombianos nos vemos en la tarea de afrontar.
Es necesario que los centros de poder
en Colombia reconozcan la importancia
de estos lugares para nuestra diversidad
y para la idea de Nación que tenemos
sobre nuestro país. Paradójicamente, la
relación más estrecha entre Cali y Tumaco, por ejemplo, se da por la población
que ha sido desplazada o ha migrado en
busca de nuevas oportunidades.
Si se me pide definir a Tumaco en una
sola expresión lo definiría como un paraíso escondido en el medido de los contrastes. Esta población sirve como la portada
perfecta para explorar el pacífico colombiano y realizar una radiografía de las
circunstancias que hay en él. El aparente
posconflicto que se vivirá en Colombia es
posiblemente el momento perfecto para
potenciar este lugar y permitirle a su población aprovechar este paraíso que tiene
como lugar de residencia.
Nicolás Cardona Londoño
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VIAJE
DE PESCA
Julián González
Martelo
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Cada año en las primeras semanas de
enero, los vientos del pacífico moldean
las olas de tal manera que los peces encuentran en la bahía un refugio ante las
fuertes corrientes. En las rocas y ruscales
de la bahía los meros y pargos encuentran
grandes festines de sardinas y pequeños
crustáceos, los sábalos y róbalos acechan
cerca a las boyas a sus presas, y los delfines gozan del sol del atardecer. Este
es uno de los fenómenos más atractivos
para los aquellos que encontramos gran
placer en la pesca y en la tranquilidad
del mar. Junto a mi padre, organizamos
en los primeros días de la semana todo
el equipo de pesca, el fin de semana será
ajetreado y no tendremos mucho tiempo
para perder; tenemos que pescar. Los carreteles piden nylon nuevo, de 30 libras
transparente, los animales en el pacífico
son inteligentes y huyen al ver sedales
gruesos; los trasmallos y buques pesqueros les han enseñado a desconfiar del
pescador. Vamos al centro de la ciudad,
en los últimos paseos se nos han acabado
las guayas, plomadas y anzuelos número
7. Cerca a la iglesia de San Bosco encontramos lo que necesitamos para ir preparados, casi más de 100 anzuelos y 50
plomadas. El lecho de la bahía es rocoso
y lleno de troncos hundidos, la mayoría
de las peleas las gana el pez y perdemos
nuestro equipo. Las preparaciones están
casi terminadas, solo nos falta comprar
la comida y llenar las neveras de hielo, el
pronóstico de pesca es bueno.
Finalmente es viernes y el viaje comienza,
el despertador suena a las 4:30am tenemos que estar en Buenaventura antes de
las 8am para alcanzar a embarcarnos en
la lancha de las 9am. La carretera está
fría y con neblina, el silencio acompaña
cada sorbo del café, no hablamos mucho
mi padre y yo, cada uno está pensando
en llegar al mar y encontrarnos frente a
su violenta tranquilidad. Eventualmente
compartimos expectativas del viaje y dis-
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cutimos sobre que señuelo usar, que nudo
hacer, cómo navegar las olas y quién en
este paseo, va a ser el mejor pescador. Al
avanzar la mañana las sonrisas empiezan
a dibujarse en nuestras caras, el sol ilumina en el horizonte una tenue lámina de
agua, el pacífico está cada vez más cerca.
La brisa es tenue y las palmeras gozan de
su tranquilidad, vamos a tener un mar
tranquilo y permisivo. En las afueras de
Buenaventura vemos los esteros de su
bahía, están con bastante agua y las jaibas
aprovechan para salir a alimentarse en los
lodos del río Sabaletas.
Para este viaje nos acompañan dos pescadores más; mi tío Ñato y su hijo Jorgian.
Casi siempre buscamos salir al mar
juntos, hacen parte de nuestro grupo de
pesca más cercano. Cada uno de nosotros
se encuentra divagando en sus pensamientos, el vaivén de la marea despoja
a la mente de sus preocupaciones y problemas, la respiración es profunda y todo
el aire que entra a los pulmones al salir
deja expuesto un estado de tranquilidad
catártico que purifica nuestra alma y por
un momento enseña un poco del futuro.
El mar tiene la peculiaridad de librar al
hombre de la necesidad de interacción social, la naturaliza; nuestros intercambios
son genuinos y vienen de una verdadera
intención de compartir, nada es forzado.
El viaje inicia y nos montamos en la lancha, el casco surca las olas que crecen a
medida que salimos de la bahía, el rocío
del mar humedece nuestras caras y a lo
lejos la cotidianidad se desvanece, a proa
una infinidad de mar que promete dar
frutos. El viaje desde el puerto de Buenaventura a Juanchaco dura casi una hora,
la ruta es costera y nos permite apreciar
los paisajes imponentes del pacífico.
Acantilados de selva que interrumpen
de manera abrupta el camino del mar, las
olas chocan con la pierda lisa y se alzan a
más de 4 metros. Cuevas formadas por la
84
corriente se exponen en la marea baja y
los alcatraces las usan de refugio. Cada
paso tiene una historia, y una manera
particular de navegarlo, el más conocido
es el paso del Tigre. Tiene una reputación de ser tempestivo y peligroso, sin
embargo, la experiencia enseña al boga
que cada ola, sin importar su tamaño es
peligrosa, al mar se le tiene que respetar.
Entramos a la bahía y en el otro extremo
de su boca se ve Isla de Palma, al frente el
muelle al que nos dirigimos. La armada
siempre está patrullando la zona debido
a la historia de narcotráfico que tiene el
pacífico colombiano, pero son personas
amables y entrenadas que siempre dan
una cara amable a los pescadores.
Llegamos a Juanchaco y en el muelle nos
reciben las mismas caras de siempre, caras que conocen a mi papá y a mi tío hace
más de cuarenta años, y que nos han visto
crecer a mi primo y a mi como pescadores. Nos dirigimos al hotel Asturias,
dónde siempre nos quedamos, ahí nos
espera el Cholo quien se encarga de atender los asuntos de pesca de los huéspedes,
doña Mabel encargada de la cocina (la
mejor cocinera del mundo que desde muy
pequeño se ganó mi corazón) y Ferney
quien administra el hotel. Cada quién entra a su cuarto, yo siempre comparto uno
con mi papá. La tarde del día de llegada
a Juanchaco es utilizada para recargar
energías y disfrutar de unas cervezas frías
en la playa, la noche es acompañada por
una autentica comida del pacífico y de las
mismas historias de pesca de toda la vida,
que a pesar de ser repetidas en todos los
paseos logran hacernos reír hasta llorar.
La velada es corta, tenemos que dormir
ya que al día siguiente estaremos más de
diez horas en el mar.
Son las cinco de la mañana y el día ya
comenzó. Con ansias, lo primero que observamos al salir de la habitación es el
movimiento de las palmeras. Poco viento
es un buen indicio de mareas tenues, y
así es, una leve brisa acaricia las palmas
y nos alienta para ir al mar. El desayuno
es trancado y en el comedor se siente
la buena vibra de los pescadores; todos
esperamos un buen día y mucha pica. Ya
nos dirigimos al muelle, Juanchaco es un
pueblo particular, la rumba de la noche
anterior sigue viva, suenan los parlantes
a todo volumen y el alcohol sigue en la
sangre de aquellos que no viven del mar.
Por otro lado, están quienes esperan durante toda la noche los primeros rayos de
luz para ver cómo ha amanecido el mar,
para ver si se podrá salir a pescar. Los
pescadores de Juanchaco son personas
rudas y calladas, el mar les ha mostrado
su amabilidad y su ferocidad. No se confían de los primeros vientos.
Ya a las 6 de la mañana estamos embarcados en nuestro navío, se llama La
Elenita, y su capitán “Chambimbe” al
que de cariño le decimos Chambi. Él
es un hombre ya de edad, tiene más
de 55 años. El mar ha sido su sustento
durante toda su vida, y la vida se su
padre y de su abuelo. Es el pescador
más experimentado de la zona. Sus ojos
ya aporreados por las brisas del mar
buscan en el cielo pájaros que le guíen
hacia las sardinas. En el tigre encuentra los cardúmenes y lanza con maestría la atarraya y embarca más de 200
pececitos. Con un par de lanzadas más
llenamos el vivero de la lancha y nos
dirigimos hacia los adentros de la bahía.
El sol ya arde con ferocidad, el viento es tenue y el camino un poco largo.
Mientras navegamos las calmadas aguas
de Málaga, hacemos los últimos ajustes
en las varas de pesca, fortalecemos los
nudos y ajustamos los anzuelos. Chambi
conoce mucho la zona y nos lleva a un
conjunto de piedras cerca a una playa,
sabe que ahí encontraremos pargos. En
la lancha siempre soy el primer marinero, y estoy encargado de manejar el
pdc • 16
ancla, a la orden del capitán la tiro al
agua y anudo la soga con velocidad. Rápidamente todos los pescadores ponen
una sardina en su anzuelo y la lanzan al
mar. Unos vamos pescando por arriba y
otros por abajo para que las líneas no se
enreden y tengamos más posibilidades
de embarcar peces. El tiempo que pasa
entre el primer lance y la primera pica
está lleno de ansiedad y excitación, todos queremos ver los animales por los
que hemos realizado este viaje.
Hoy le ha tocado a mi padre ser el primero en sentir la adrenalina de la pesca, casi
a los cinco minutos de estar en el agua
un pargo ha mordido su carnada y esta
pegado al anzuelo. Es una buena pelea,
la experiencia le ha enseñado a mi papá
a entender los movimientos de los peces
y saber cuando dejarlo nadar y cuando
recoger la línea. En la lancha todos miramos expectantes el agua, esperando a
que el animal asome para ver que pez es,
su tamaño y brillantes colores. A los 10
minutos de pelea se ve cerca a la lancha
ascender un buen pargo, de escamas rojas y dientes como los de un perro, Chambi es el encargado de usar el garfio para
embarcar el pez. Ha sido un buen pez. En
La Elenita todos celebramos, y como ya
no estamos blanqueados, nos tomamos
el primer trago de whisky.
El día pasa y la pesca es bastante buena, en todos los sitios que visitamos hay
pargos y logramos embarcar bastantes
animales. La lancha es de buen ambiente,
risas y cuentos acompañan la faena de
pesca, y los mayores ya un poco alicorados dan consejos a los que estamos
aprendiendo todavía del arte de pescar.
Hay momentos de silencio, dónde cada
pescador está concentrado en sus pensamientos. Para mí es el movimiento
del mar, las olas, lo que me genera paz
interior. El chasqueteo de la marea con
el casco de la lancha se sincroniza con
85
los latidos de mi corazón y por un leve
momento me olvido de todo y soy uno
con el mar; infinito. Siempre recuerdo
que una vez que el mar ha lanzado su
hechizo, uno se encuentra atrapado en
su red de maravillas por siempre.
El sol empieza a caer y es momento de
dirigirnos a tierra. Hemos pasado más
de 10 horas en el mar y sentimos el cansancio. Nos espera una buena cena y una
larga noche de sueño. Ya en el Asturias
todos los pescadores se dirigen al comedor para compartir su día, qué pescaron
y cómo estuvo el mar. Algunos en mar
adentro han tenido mala suerte y nada
de pica, otros lograron sacar un par de
buenos dorados y varias albacoras. Pero
indudablemente la mejor pesca fue la
nuestra en la bahía. De nuevo, los momentos emocionantes del día acompañan
la cena de doña Mabel, las historias ya
casi milenarias hacen de la noche amena y alegre. Todo ha sido maravilloso,
el mar nos ha permitido tener un buen
día se ha dejado pescar y estamos agradecidos. Un breve juego de cartas nos
lleva a cabecear del sueño. Ya mañana
regresamos a la ciudad, y dejamos atrás
este sitio que durante tantos años nos ha
generado felicidad.
El regreso a Cali suele ser silencioso.
Simplemente hacemos lo que tenemos
que hacer con velocidad y eficiencia. Nadie quiere prolongar el hecho de tener
que dejar al mar atrás y no saber cuando
vamos a regresar. Ya en nuestro hogar
repartimos la pesca entre los pescadores
y regresamos a nuestras vidas, todavía
con el sabor de la sal en nuestras bocas.
Julián González Martelo
88
Caliwood es un
territorio; las películas,
su mapa
96
Cali, una ciudad
con estrella
Joaquín Llorca
Karmen Kabezas
100
¿Boom de las
producciones artísticas
en las galerías de Cali?
María Fernanda Astaiza
104
Imprentas e impresores
en las primeras décadas
del siglo XX en Cali
Maira Beltrán
110
De un Calvario que se
fue: breve crónica de
un barrio de Cali
Hansel Mera
Apolinar Ruiz López
120
Zona de tolerancia: mujeres
públicas, cabarets y cantinas.
Santiago de Cali 1944 - 1961
Anónimo
124
“Parias pero no bestias”
mujeres públicas, enfermedades
venéreas y exclusión social en
Cali, 1930-1940
Hanni Jalil
88
CALI
es un territorio;
las películas,
su mapa
Joaquín Llorca
Lugar y espacio
cinematográfico
Escribió André Bazin que “la imagen cinematográfica puede vaciarse de todas
las realidades excepto de una: la del espacio” (1990: 186), y en ese sentido existen
diversos niveles en la expresión cinematográfica de dicha realidad espacial.
Además del espacio bidimensional de la
pantalla o del espacio diegético, uno de
los niveles del espacio cinematográfico
es el que llamaremos lugar, es decir,
el espacio real donde se ha capturado
el paisaje expuesto, en otras palabras,
la locación. Analizar las películas desde
la categoría lugar abre la posibilidad a
tratarlas como documentos de la vida
urbana, sobre todo cuando los lugares
filmados conservan su naturaleza social
y espacial, o sea, se corresponden con sus
alter egos ficticios y admiten el diálogo
con lo no ficticio.
pdc • 16
89
WOOD
Jaime Acosta, Ospina, Mayolo, Ute Broll y Eduardo Carvajal
derivando en 1973. Fuente: archivo de Luis Ospina.
90
La filmografía de Mayolo y Ospina es un
ejemplo de ello. Desde sus películas podemos considerar el lugar e indagar las
relaciones de la sociedad filmada con su
espacio que en el siglo XX se vio afectado
por procesos de modernización relevantes para el rumbo que tomó el desarrollo
posterior de Cali. El grupo de 22 audiovisuales (cine y video) realizados en Cali
entre 1971 y 1995 presenta una gran correspondencia entre el paisaje diegético
y el lugar, es decir, el espacio que vemos
conserva relaciones que se atienen a la
estructura socio espacial de la ciudad.
Espacio y territorio
Los procesos de construcción de un territorio se enmarcan en fuerzas culturales
que enlazan la identidad con la espacialidad. Hay, en esta forma de relación con
el espacio, un vínculo a proyectos vitales
donde “se articulan vidas personales y
vidas colectivas con sus entornos, circunstancias o situaciones en las que el
espacio-territorio funciona como el ahí
donde se prevé o se espera la concreción
de esos proyectos-trayectos, ya sea en
un plano material, ya sea en un plano
simbólico” (Vergara, 2010: 168).
¿Pero en qué medida el cine puede superar su espacialidad ficticia y contribuir a
la construcción de un territorio? La idea
de territorio aquí planteada sobrepasa lo
meramente descriptivo o la temática del
filme e implica ciertas circunstancias que
van más allá de una interpretación textual
del paisaje a través de la narrativa fílmica.
Con un acervo fílmico conjunto que comienza, Mayolo y Ospina, por medio de
una estrecha colaboración, utilizaron la
ciudad de Cali como escenario y protagonista. Interrogaron el espacio público
y privado de su ciudad natal poniendo en
escena las contradicciones y los destiem-
pos modernizadores sufridos por Cali
comenzando los años setenta. Si observamos su obra como un todo, cada lugar
cinematográfico registrado en el celuloide establece relaciones con los otros y va
dibujando trayectos que en su totalidad
ocupan un espacio entre lo imaginado y
lo concreto. Como en las especulaciones
cubistas de principios de siglo, aparece
un espacio de cuatro dimensiones en el
que al área tridimensional urbana de
Cali se le añade el tiempo, dado que cada
película aporta una nueva capa que consolida la dimensión temporal durante
más dos décadas.
La idea que tenemos de una ciudad está
formada por la intersección de todas las
imágenes mentales de sus habitantes.
En esa concurrencia de territorios personales se sitúa la memoria colectiva.
La profusa sucesión de imágenes individuales y colectivas que vienen y van,
encuentra un lugar eficaz en la narración cinematográfica, ésta configura un
mapa dinámico en el que se organizan
los relatos. Las ficciones y los eventos
documentados en los filmes de Caliwood1
entrelazan espacio y realidad a través de
la mirada de los artistas.
Territorio Caliwood
Al hilo de estas ideas es posible afirmar
que el espacio ocupado por las películas
de Mayolo y Ospina conforma un territorio. Todo gracias al registro cinematográfico que funciona como repositorio de
memoria y permite sumar capas al tiempo añadiendo otra dimensión al espacio.
1. Con este apelativo se le conoce al movimiento
cinematográfico liderado en Cali por Mayolo y
Ospina.
pdc • 16
El espacio manifiesta al mismo tiempo
lo efímero y lo estable. El espacio representado en las películas sobre Cali nos
trae fragmentos del pasado que desde lo
actual permiten observar el estado presente de aquellas formas urbanas. Ayudado por la historia, el espacio también
da cuenta de las condiciones en que la
interacción de variables como la modernidad ha tenido un papel en el futuro de
aquel espacio retratado, hoy presente,
siempre presente.
En la construcción de este mapa de Cali
de cuatro dimensiones, cada “acción”
propuesta en las películas de Mayolo y
Ospina actúa como instrucción de una
deriva cartografiada. Conforma lugares
cinematográficos que, a pesar de expresarse como un paisaje visual bidimensional, nacen de una interpretación y
representación cinemática del espacio
real. Con sus recorridos por la periferia
de su espacio de confort Mayolo y Ospina
enmarcaron con su cine un ámbito de
reconocimiento propio y colectivo que
comenzó a establecer diálogos con los
“otros”. De este modo avalan más aún la
idea de un territorio que expande su perímetro gracias a la exploración urbana.
Retomando la idea de deriva como uno
de los modos de territorialización, hay
en sus películas ejemplos literales, como
Agarrando pueblo, donde la regla del
recorrido se define por la búsqueda de
mendigos en las calles para filmarlos.
Algo similar ocurre en Pura Sangre,
que responde a la tenebrosa búsqueda
de jóvenes para extraerles la sangre.
Pero no siempre el modelo para seguir
el recorrido será tan explícito, aunque de
alguna manera aparecerá un trayecto en
lo narrativo que se encargará de llevarnos
de un espacio a otro de la ciudad. En
documentales como ¡Oiga vea!, la cámara persigue los escenarios deportivos de
Cali para mostrar el efecto de los VI Jue-
91
gos Panamericanos en los habitantes; en
Adiós a Cali: ah, diosa Kali!, y ¡Oh, diosa
Kali!, el impulso será la búsqueda de las
ruinas arquitectónicas, del abandono, y
en Cali: de película será la persecución
de imágenes del desenfreno del carnaval
en la feria de Cali.
Para “leer” una ciudad se debe recurrir
a métodos acordes con su naturaleza
dinámica y móvil, es decir, que la deriva
(y el cine) no sólo proporciona el impulso sino que reinterpreta la cartografía
para convertirla en un nuevo medio de
representación.
La obra de Mayolo y Ospina establece
relaciones geográficas específicas y va
dibujando trayectos que en su totalidad
ocupan un espacio entre lo imaginado
y lo concreto, asimilable al sistema de
acciones.
Cali años 70
Cali años 90
Cali actual
Figura 1
Localizaciones de las películas entre 1971 y
1985. Fuente: elaboración propia a partir de
las películas (ver filmografía).
92
Los lugares cinematografiados de Cali
constituyen el sistema de objetos, que a
manera de nodos, son el contenido de un
mapa. Cada uno de esos lugares, gracias
a su dimensión temporal (historia) entra
en relación y dinamizan el espacio hasta
darle la cualidad geográfica de territorio.
(Figura 1)
Entender el espacio y representarlo en
cartografías a partir de lo cinematográfico comporta dos niveles: uno abstracto,
definido por las relaciones topológicas
de la ocupación del espacio tejidas con
las narrativas fílmicas, y otro concreto,
compuesto por los lugares-paisaje que
conforman la imagen audiovisual y que
por su carácter histórico permiten la dialéctica con el espacio urbano real.
gente, también imágenes del precario
barrio El Guabal, en ese entonces un
barrio de invasión. La intención es clara: generar la duda sobre una supuesta
modernidad y un supuesto progreso que
se objetiva en edificios públicos ajenos a
todos. La ocupación del espacio caleño
también es un contraste entre la ubicación de los espacios emblemáticos y el
barrio marginal (Figura 2).
El documental Cali: de película contribuye al sistema de objetos utilizado en
los lugares emblemáticos como signos de
puntuación en su cadencioso ritmo que,
según reconoce Ospina (Pérez y Gómez,
1993: 208) está inspirado en À propos de
Nice (1935), de Jean Vigo. El cortometraje se realiza como un homenaje a la Feria
de Cali aunque no está exento de crítica (Mayolo 2008: 63). Aparecen como
Cali vs. Caliwood
El Cali filmado establece un diálogo con
su homónimo tridimensional desde diferentes narrativas visuales. Se destacan
dos: la ciudad emblemática y la popular.
Una capa del sistema de objetos del territorio se conforma por medio de imágenes icónicas de la arquitectura y el
urbanismo que van definiendo el mapa
a través de la filmografía. En Angelita y
Miguel Ángel aprovechan el recurso de
referenciar lo espacial con planos de la
simbólica estatua del fundador de la ciudad. Tal recurso visual, por demás muy
usado en el cine para que el espectador
se ubique geográficamente, no siempre
es presentado de manera positiva. En
¡Oiga vea!, el documental sobre los VI
Juegos Panamericanos de Cali, la ciudad
emblemática se nos torna impropia, espacios como el estadio, la Plaza de Toros,
el Coliseo y el velódromo avergüenzan
con su modernidad arquitectónica. Con
un montaje de contraste se nos presenta
el tren desvencijado que mal-transporta
Cali años 70
Cali años 90
Cali actual
Figura 2
Localizaciones de Oiga vea! 1971.
Fuente: elaboración propia a partir
de la película.
pdc • 16
elementos determinantes planos de las
principales iglesias, una panorámica de
Cali desde el mirador de San Antonio y
otra del Cerro de Las tres cruces. Toda
esta serena inmovilidad contrasta con
la locura de la feria, las reinas de belleza,
los toros y la cabalgata por la Avenida
Primera junto al río.
En el documental Cali, cálido, calidoscopio, las entrevistas organizan el discurso.
Se trataba de hacer un homenaje a la
ciudad en sus 450 años y la premisa era
hablar de “sus arquitectos, historiadores,
sus invasores de barrio, sus artistas plásticos y luego, el intangible de la ciudad,
como la música, la conducta del mestizaje, la piel color de miel, el Valle del
Cauca, los negros, el Pacífico, su alegría
y su progreso” (Mayolo, 2008: 112). Sería
la primera experiencia que explícitamente indagaba en la tradición de la ciudad
estableciendo un puente con el presente,
por eso no es de extrañar que las imágenes de arquitectura emblemática fueran
parte fundamental del montaje.
Esta representación de ciudad que hacen
los documentales a través de lugares emblemáticos articula, por un lado, la definición identitaria del lugar, y por el otro,
la ironía hacia las imágenes del progreso,
hacia una modernidad entendida como
desarrollo económico.
En adelante, la tensión entre la tradición
y un progreso que destruye el pasado
será irreconciliable, Cali plano x plano
y ¡Ah, diosa Kali! hacen una declaración,
una denuncia con mensaje directo puesto
en boca de otros artistas compañeros de
generación que lamentan la transformación radical de la ciudad. Mención
especial merece el recurso autobiográfico
con la introducción del propio Ospina
visitando la casa de infancia en plena demolición. Las transparencias de películas
familiares sobre las ruinas de la casa sintetizan la tensión entre pasado y presente
93
que comenzó con las demoliciones antes
de los Juegos Panamericanos (figura 3).
La segunda capa del sistema de objetos
se conforma con los espacios marcados
por la iconografía popular, una imagen
de estéticas coloridas en barrios de la
otra margen del río, como San Nicolás y
el Obrero. Mayolo comenzó a manifestar interés por lo popular y cambió los
lugares emblemáticos por otros menos
visibles de la postal turística: “Era mi
Cali, el barrio popular, la idiosincrasia,
la búsqueda de valores primordiales que
conformaban la esencia de un ente cultural que estaba desmembrado en los guiones. Se me metió un Cali inmenso en la
cabeza” (Mayolo, 2008: 115). Este interés
se expresa en filmes como el mencionado
Cali, cálido, calidoscopio y en el corto de
ficción Aquel 19, que explora lo barrial.
Casas con fachadas decoradas enmarcan
una trágica historia de amor. Su imagen
está definida por una arquitectura local
que se inspira en el art deco.
Adiós a Cali
Esta historia de colaboración cinematográfica emprendida en 1971 parece expresar la conciencia de estar inmersos en una
“sociedad del espectáculo” iniciada por
los VI Juegos Panamericanos con todo
su modelo urbanístico. A este espectáculo
se opusieron desde el con una “sociedad
del carnaval”, que desde la desmesura y
el desenfreno expresó su crítica.
Como se ha comentado a grosso modo,
cada punto del mapa de Caliwood fue enriquecido por la narrativas que le acompañan, sin embargo, esa construcción
territorial fue abandonada por ambos
cineastas que dejaron Cali después de
haber dedicado gran parte de su mirada
al espacio urbano. Quizá la relación vital
entre el lugar y la necesidad de repre-
94
1
5
2
3
6
4
7
8
1. Hotel Alférez Real | 2. Palacio Departamental | 3. Edificios en la Av. Colombia | 4.
Club de Tenis | 5. Claustro de San Agustín | 6. Edificio Gutiérrez Vélez |
7. Batallón Pichincha | 8. Teatro Bolívar
Figura 3
Edificios demolidos en la zona central de Cali entre 1967 y 1971.
Fuente: elaboración propia a partir datos del Centro de investigaciones
Universidad del Valle.
sentarlo se agotó, dado que el espacio es
metabólico y la capacidad de los leguajes
para simbolizar lo urbano tiene límites y
se reinventa. El exceso de información,
la homogeneidad de los barrios debido al crecimiento fractal, lo efímero y
lo simulado, y el espacio virtual, fragmentan la ciudad actual que ya no tiene
centro sino múltiples microterritorios.
Su representación pasa ahora por happenings, grafitis en muros anónimos,
iconografías sueltas, videos en tiempo
real subidos a la red.
Así como nacen procesos de territorialización a partir de la ocupación y el sentido que se da al espacio, también ocurre
el proceso inverso, por tanto, la representación de lugares que funcionaban
como sinécdoque y expresaban un ente
inteligible y manejable, ya no tenía sentido. Para Mayolo y Ospina aquella Cali
desapareció y sólo quedó Caliwood, una
ciudad entre real e imaginada habitada
por fantasmas de celuloide.
pdc • 16
95
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Joaquín Llorca
96
d
a
d
u
i lla
c
a
e
n
r
u est
n
co
Karmen Kabezas
pdc • 16
P
ara el año de 1910, el cometa Halley pasaba por la Tierra haciéndose visible al ojo humano sin la
necesidad de un telescopio. Este místico
acontecimiento, que tiene lugar cada 76
años, había mantenido a la población
mundial ávida de lo que traería. Algunos
le temían creyendo que dejaría tras su
paso gases tóxicos, o que incluso el paso
de este cuerpo celeste por la Tierra no
sería sino el anuncio del fin del mundo. Otros, al contrario, lo esperaban con
bombos y platillos, en medio de brindis
y fiestas como si se tratara de algo muy
importante que celebrar. Y es que a pesar de los malos vaticinios de muchos,
el Cometa Halley –que pudo ser visto
desde Cali el 18 de mayo de 1910–, pareció haber sido un buen augurio para
la sucursal del cielo durante el siglo XX,
pues la ciudad recibió al nuevo siglo convirtiéndose en la Capital del naciente departamento del Valle del Cauca. Fue así
entonces como Cali comenzó a dejar de
ser un pueblo de paso para convertirse
en una ciudad moderna, digna de recibir
los nuevos inventos.
Remontándonos a los primeros años del
siglo XX, una vez dividido el Estado del
Gran Cauca y con una población que no
alcanzaba los 30.000 habitantes, Cali se
convierte en la capital del departamento
del Valle del Cauca en 1910. Con esta
nueva división se aceleraría la llegada
de la modernidad a la ciudad. Llegó el
Ferrocarril del Pacífico en 1915 y con éste
un gran desarrollo socioeconómico que
significó progreso y sacó a la ciudad de
su aislamiento.
También con la llegada del Ferrocarril
se permitió la entrada de maquinaria
pesada a la ciudad, lo cual, sumado a las
migraciones venidas del campo, permitió
97
la consolidación de diferentes fábricas de
distintos sectores.
Además, la navegación a vapor por el río
Cauca, la construcción de una carretera
que conectaría a Cali con el puerto de
Buenaventura, la llegada de los servicios
públicos como el alumbrado, acueducto,
alcantarillado, y la recolección de basuras, llegaron a la ciudad en las primeras
décadas del siglo XX teniendo un papel
decisivo en su modernización.
Todas estas obras de infraestructura
respondían a un discurso moderno que
generó políticas públicas –impulsadas
por las élites– que buscaban insertar a la
población en las dinámicas de un mundo
moderno, pues después de un siglo XIX
lleno de guerras civiles, la aparición de
nuevos avances tecnológicos, de nuevas
ideas venidas desde afuera, de objetos,
telas, inventos, discursos, creó la sensación de que el mundo empezaba a moverse cada vez más rápido, y que por tanto
era importante vivir con intensidad.
el Cometa halley –
que pudo ser visto
desde Cali el 18
de mayo de 1910–,
pareció haber sido un
buen augurio para la
sucursal del cielo
durante el siglo XX
98
Y es que qué bueno resultaba poder recibir cartas y mensajes en corto tiempo,
enviar mensajes puntuales a manera de
código, darnos cuenta de lo que pasaba
en el resto del mundo convulsionado por
la guerra. Tanto los periódicos como las
revistas hicieron posible enterarnos de
las noticias de manera inmediata. El automóvil, sin el que muchos no podrían
vivir en una ciudad como Cali, fue toda
una sensación para los años diez y veinte. Sinónimo de lujo y prestigio, el auto
llegó a nuestra ciudad para acortar las
distancias, para facilitar la vida a las
personas en una ciudad cuya expansión
parecía no tener límite. Saber que nuestras ropas llegarían directamente desde
París para poder estar bellas y a la última
moda más pronto de lo que habría podido pensarse en tiempos pasados. Qué
bueno era poder disfrutar del cine, la
música, y la fotografía para guardar los
buenos recuerdos. Qué bueno era recibir
atrás fue quedando
la quietud y la
lentitud del mundo
rural, poco a poco
se fueron generando
nuevos valores
que alejarían a
los caleños de la
tradición del mundo
rural
cartas en poco tiempo, llegar al mar en
menos de un día, contar con agua fresca
y limpia en la propia casa. Qué bueno
tener luz eléctrica, ir al club cuando no
había nada que hacer, qué bueno es bailar hasta el amanecer.
Atrás fue quedando la quietud y la lentitud del mundo rural, poco a poco se
fueron generando nuevos valores que
alejarían a los caleños de la tradición del
mundo rural, todo lo sólido comenzaba a
desvanecerse en el aire y como resultado
aparece un nuevo tipo de sujeto, uno que
no sólo es consciente de sus libertades
individuales y de su capacidad de libre
albedrío, sino que también requiere de
nuevas formas de estar en público, y por
supuesto, tener un cuerpo y vestir a la
última moda.
En aquel entonces, quien quería estar a la
moda debía seguir los modelos del viejo
continente, principalmente de París, en
menor medida Inglaterra, y por supuesto
de Estados Unidos, que cada vez tomaba
más fuerza en el panorama global. Esto
en primer lugar porque para esas fechas
la industria de textil nacional apenas
comenzaba a dar sus primeros pasos en
ciudades como Medellín, pero también
debido a que en medio de tanto avance
material, la modernidad traía consigo un
único discurso en el que Occidente y su
desarrollo científico se imponían sobre
el resto del mundo, convirtiéndose en el
principal referente.
Es así como muchas de las tendencias en
Cali fueron más una distinción de clase
y una manera de imitar un estilo europeo, que la manifestación de unas ideas
revolucionarias, tal es el caso del corte
Bob, muy popular en los años veinte, que
mientras en Francia representaba toda
pdc • 16
99
una revolución cultural, en Cali lo llevaban las señoritas de clase alta como un
símbolo de estar a la moda. Tampoco era
extraño para aquellas épocas encontrarnos con prendas o materiales que resultaban inadecuadas para el clima de nuestra
ciudad, tales como trajes de paño, cuyo
uso estaba bastante extendido durante
esa época, o incluso calzoncillos de lana.
tanto, no podían acceder a medios como
periódicos y revistas –además del gasto
económico que representaban–, en los
que circulaba la mayoría de información
relacionada con la moda: tiendas, patrones, sastres, accesorios de moda, etc.
Ahora bien, el vestir a la última moda
estaba ligado a la aparición de nuevos
espacios y actividades en la ciudad. Estamos hablando de eventos deportivos,
clubes sociales, bailes, óperas, teatro y
cine, entre otros, lo cual sumado a la
llegada de servicios, como el alumbrado público, modificaron las actividades
con las que se entretenían los caleños de
aquella época, pues posibilitó las fiestas
hasta más entrada la noche, a las que
las élite caleña asistía y preparaba con
mucho entusiasmo, y para las cuales por
supuesto vestían las mejores galas: mujeres de cabello corto por encima de los
hombros, vestidos sueltos sin talle, de
un largo que dejaba ver los tobillos, y los
hombres, por supuesto, con su traje completo. Las competencias de equitación,
fútbol, y baloncesto llegaban a Cali por
primera vez y, cómo no, eran ocasiones
que ameritaban el mejor de los trajes.
En 1986, después de 76 años, el Cometa Halley volvió a pasar por la Tierra.
Por leyes de la astrofísica, para el año
de 2062 este cuerpo celeste será visible
nuevamente desde la Tierra. ¿Qué crees
que esta vez le depare a nuestra queridísima ciudad?
A pesar de todas estas transformaciones,
de los nuevos inventos y las experiencias
que cada uno de ellos representaba en
la vida de los caleños, la modernidad,
no aceptaba un estilo de vida diferente a ella, por lo tanto, la moda era una
sola y la belleza también. Es así como
muchas personas quedaron excluidas de
esta historia: obreros, campesinos, clases
bajas, barrios marginales. Además, recordemos que para esas fechas no todas
las personas sabían leer y escribir; por lo
Karmen Kabezas
100
María Fernanda Astaiza
Boom
de las producciones
artísticas en las galerías
de Cali?
“...hacia finales de
siglo, la adquisición
de obras artísticas
permitió que
sectores de la
sociedad pudieran
ostentar a través
de éstas la idea del
“buen gusto” de sus
propietarios y su alto
estatus de vida”.
Así entonces, hacia finales de siglo, la adquisición de obras artísticas permitió que
sectores de la sociedad pudieran ostentar
a través de éstas la idea del “buen gusto”
de sus propietarios y su alto estatus de
vida. Esta idea del arte como inversión,
promovió que las obras se destinaran a
intercambios para los cuales no existían
precios establecidos.
toriadora Beatriz González: «a los narcos
no le interesaban las instalaciones, no les
interesaban esas cosas; los narcos querían
cómo decorar sus casas».
Dicho auge promocionó la inversión hacia cierto tipo de expresión artística que,
aunque tuvieran aportes conceptuales,
respondían principalmente a un interés
decorativo; como lo afirma la artista e his-
Como se puede observar en la anterior exposición, en Cali, el deseo de tener y exhibir
por parte de los narcotraficantes hizo que
la oferta de exposiciones y, por lo tanto,
de movilidad de las galerías de arte cre-
101
El sector cultural a nivel local, específicamente con relación al campo del arte, no
se quedó atrás. Durante el ascenso de las
mafias, el mercado del arte y las galerías
se multiplicaron ocasionando una especulación de dineros y una demanda de obras
pictóricas en donde artistas consagrados
y jóvenes con gran dominio de la técnica
realizaron y vendieron obras sin mayor
reflexión crítica y de naturaleza decorativa.
Ante tal combinación de actores y factores,
se llevaron a cabo formas de mecenazgo
indirectas que surgieron de la necesidad
de “adquirir cultura”. Necesidad que respondía, en términos de Armando Silva y
Nelson González-Ortega, a “factores estructurales de exclusión económica” en
medio de una “lógica de la cultura de lucro”, que irónicamente responden al mismo modelo de desarrollo vigente que el
Estado colombiano persigue en medio de
su ideal de modernidad.
pdc • 16
A final de la década de los años ochenta
y comienzos de los noventa, Colombia y
especialmente Cali, vivieron los estertores
de los grandes carteles de la droga. Ante
la caída de los “grandes capos”, el narcotráfico no desapareció, pero los carteles sí
se dividieron y algunos de sus integrantes
se plegaron al accionar de otros grupos
al margen de la ley, produciendo así la
constitución de bandas criminales. Dineros “calientes” fueron confiscados y posesiones objeto de extinción de dominio.
Gran parte de los espacios que directa e
indirectamente se beneficiaron de aquellos dineros sufrieron un impacto en sus
dinámicas y su desarrollo.
El crecimiento y auge de aquellos espacios
dedicados a la exhibición y comercialización
de obras a finales de los años ochenta y
hasta mediados de la década de los noventa,
suscitó el interés de académicos, artistas
y personas relacionadas con el campo del
arte; puesto que no eran lo suficientemente
responsables con los artistas en formación
y el capital simbólico que el campo exigió
para su circulación.
Más allá de eso, lo que parece haber despertado la inconformidad de este sector específico de la sociedad fue el incremento de
este tipo de espacios donde se exhibía obra
de artistas que no invitaban a la reflexión
estética, sino que se limitaban a promover
un arte de carácter decorativo.
Agentes del campo del arte local, sus cercanos y afiliados, hicieron manifiesta su
postura en cuanto a la inconformidad ante
este tipo de mercado y las pocas posibilidades que estos espacios abrían para los
artistas jóvenes. Algunas de estas voces
críticas tuvieron la oportunidad de verse reflejadas en la prensa cultural de la
época, que se convirtió en una plataforma
de exposición de la desazón que se sentía
hacía algunos espacios y formas de comercialización de la obra plástica. Algunos de
estos comentarios periodísticos están a la
cabeza de voces como la de César Arturo
Castillo y Guido Hoyos, agentes activos
del sector cultural de la ciudad, quienes en
ese entonces publicaron respectivamente:
Críticas a los grandes, el 19 de marzo de
1995 en La Gaceta cultural de El País y,
Muchos cuadros y poco arte, texto ubicado
en la misma plataforma el domingo 22 de
octubre del mismo año.
Dichos textos son significativos por hacer
latente la desazón que se sentía en un sector
de la sociedad caleña acerca del mercado
del arte y las obras sin contenido y reflexión
que comercializaban algunas galerías a nivel local. César Castillo expresa: «bajo el
título genérico de “Grandes Maestros” se
hallan obras muy dispares en calidad […]
de la casi veintena de artistas presentados,
la mayoría figura más por el nombre o la
fama de (la cual) vienen precedidos que
por la calidad de obra exhibida». En estas
palabras, lo que percibimos es que, algunos compradores eran poco conocedores
del tema e invirtieron en lo que Castillo
denomina más adelante como “la fórmula exitosa”, que no traía una reflexión en
cuanto a medios y el goce estético.
El comentario de este historiador permite
reflexionar acerca del sector social que se
estaba pensando críticamente este tipo de
prácticas culturales a nivel local, las cuales estaban basadas más en el poder de
adquisición, el ostento y el intercambio
social que en el pensamiento crítico y la
reflexión estética.
Ahora bien, Guido Hoyos, reportero de
la casa El País entre 1995 – 1997, es otra
voz ejemplo de esta inconformidad y sinsabor que se sentía en el sector cultural
acerca de la tarea que llevaban a cabo las
galerías de arte en la ciudad. En su texto
periodístico entrevista a: Miguel González,
102
ciera. Se podría decir, entonces, que estos
espacios a nivel local no nacieron sólo de
la necesidad de darle una mayor dinámica
al mercado artístico, sino que son producto
igualmente de la apertura del mercado y
los focos de la economía ficticia que había
abierto el narcotráfico.
Oscar Muñoz, Álvaro Vanegas, Jenny Vilá
y Pablo Van Wong, voces reconocidas en el
campo del arte de la ciudad y el país desde
tiempo atrás.
Referencias
Castillo, C. A. (19 de marzo, 1995) Críticas
a los grandes. La Gaceta cultural de El País.
Pp. 17.
González-Ortega, N. (comp.) (2015). Sub-
culturas del narcotráfico en América Latina.
Realidades geoeconómicas y geopolíticas y
la representación sociocultural de unas nueva ética y estética en Colombia, México y
Brasil. Bogotá: Universidad de los Andes,
Ediciones Uniandes; México: Universidad
Nacional Autónoma de México; Oslo: Universidad de Oslo.
Hoyos, G. (22 octubre, 1995) Muchos cuadros y poco arte. La Gaceta cultural de El
País. pp. 14 – pp. 15.
Ministerio de Cultura de Colombia.
(2005) El arte no es como lo pintan. PLÁSTICA. Arte contemporáneo en Colombia. [CD
- ROM]. Bogotá: 4DIRECCIONES Y El Vicio
Producciones, Min. 5:28-5:48
103
A manera de conclusión, podemos decir
que el mercado del arte va de la mano de la
bonanza y caída de la economía municipal,
lo que provocó en medio de su pico económico más alto, connotaciones de expansión
y diversificación de exposiciones y de piezas
artísticas en museos y galerías de arte en
Cali; de igual forma, que afectó la manera
en que aquellas piezas se convirtieron en
objetos decorativos de quienes las adquirieron como mercancía. Las galerías de arte
en lo local, hicieron eco de la demanda y
ampliaron la oferta de las piezas de exhibición que ya circulaban como mercancía.
pdc • 16
En el artículo mencionado, Hoyos abre su
comentario de la siguiente manera: «En
Cali, cualquier lugar es una galería. Y cualquier dueño puede ser un marchante de
arte». Este dictamen realizado con firmeza
crítica hace hincapié más adelante entre los
espacios que invertían, promovían y educaban un nuevo público hacia el consumo de
nuevas prácticas artísticas, y aquellos otros
“galeristas” que buscaban solo lucrarse con
esta actividad sin responsabilidad alguna
con relación a los artistas y espectadores.
El autor más adelante expone: “Las galerías de arte de Cali, se acoplaron al funcionamiento económico local, luchando
al tiempo contra la falta de educación y
de tradición en el arte”, son galerías que
debían vender al mismo tiempo “los conceptos del arte contemporáneo y enfrentarse a la inflación en el mercado y a la
desorientación de los artistas que causaron
los dineros del narcotráfico”.
Con los anteriores comentarios que se
trajeron a colación, se vuelve visible el
abatimiento sobre la situación y la desazón con relación a la “desorientación” que
causó el narcotráfico dentro del campo del
arte, como lo expone más adelante Oscar
Muñoz en el artículo de Hoyos: “en la ciudad se cubre una demanda, pero no en la
forma ideal, pues algunas galerías hacen
concesiones dirigidas hacia un mercado
decorativo”, lo que denota la conformación
de un mercado, cuyo uso social estaba más
vinculado a la “espectacularización” y el
estatus que hacia una reflexión estética y
política de las mismas.
104
—
en las primeras décadas
del siglo xx en cali
—
Maira Beltrán
pdc • 16
a
l iniciar el siglo XX, Cali contaba
con pocos talleres de imprenta,
dentro de los que se destacan la Tipografía Moderna, la Imprenta Comercial y
la Tipografía Zawadzky. Nos centraremos
en estos tres talleres, porque fueron los
más importantes durante el periodo, en
términos de tamaño, número de trabajadores, producción y oferta de servicios. La
primera imprenta a la que haremos referencia es la Imprenta Comercial, el primer establecimiento tipográfico fundado
en la ciudad a comienzos del siglo XX.
En este periodo, en Cali funcionaban algunos talleres tipográficos fundados a
lo largo del siglo XIX, como la imprenta
de Ramón Hurtado. Sin embargo, la Imprenta Comercial, en el trascurso de las
dos primeras décadas del siglo XX, logró
posesionarse no sólo como uno de los
principales negocios dedicados al campo
de la tipografía, sino que en los datos
estadísticos, aparece como una de las
empresas con mayor número de trabajadores, después de algunas trilladoras
de café y una fábrica de cerveza.1
La Imprenta Comercial llegó a Cali procedente de Palmira en 1894, después de
ser comprada en sociedad por los señores Manuel Carvajal Valencia, Belisario
Palacios, Ignacio Palau y José Antonio
Sánchez a Teodoro Materón. Estaba
conformada por una prensa tipográfica
Washington y algunas cajas de tipos móviles, que habían llegado a Palmira en el
siglo XIX, después de pasar de mano en
mano desde su fabricación en Londres en
1797.2 Existe alguna controversia sobre el
lugar de instalación de la máquina después de su llegada Cali a lomo de “bes-
1. Boletín de estadística de Cali vol.3 N0. 3 julio
de 1925
2. Correo del Cauca, 13 de abril de 1933, citado
por Collins (1981: 65)
105
tias”, pues algunas cronistas mencionan
que la imprenta “se instaló de inmediato”
en la casa familiar de los Carvajal, en el
barrio San Nicolás (Castrillón 1981: 14),
mientras otras fuentes aseguran que la
prensa tipográfica empezó a funcionar
en la casa que perteneció a Eustaquio
Palacios,3 la cual había sido recientemente adquirida por Ignacio Palau Valenzuela. Lo cierto es que como resultado
de la puesta en funcionamiento de la
Imprenta Comercial pudieron ver la luz
varias publicaciones periódicas, como La
Patria (1897-1898) y Correo del Cauca
(1903-1939), dirigidas por Ignacio Palau.
En 1904, Manuel Carvajal compró, a los
otros socios, la totalidad de las acciones
de la Imprenta Comercial, quedando exclusivamente como negocio familiar en
manos del padre y los hijos Hernando y
Alberto Carvajal Borrero; de manera que
la Imprenta Comercial a partir de este
momento también figuró con el nombre
de Tipografía Carvajal & Co.
Mientras tanto, en 1905, uno de los socios
iniciales de la Imprenta Comercial, Ignacio Palau, emprendió un nuevo proyecto
tipográfico en compañía de sus hermanos
y de su yerno Ricardo Velázquez: la Tipografía Moderna.4 Con la adquisición
de una nueva máquina de impresión a
vapor, la imprenta continuó produciendo el Correo del Cauca. Se trataba de
un sistema bastante sofisticado para la
época, según lo describe una crónica del
mismo periódico, pues mientras la prensa Washington, producía 200 ejemplares
por hora, la nueva máquina adquirida por
3. Eustaquio Palacios fue el propietario de la
principal imprenta de la ciudad durante el último
cuarto del siglo XIX.
4. En algunas ocasiones aparece con el nombre
de Tipografía Moderna, otras lo hará con el nombre de Tipografía Palazquez .
106
Palau en 1905, con un sólo operario podía
imprimir hasta 1200 hojas por hora.5
Más adelante, en 1916 entró en funcionamiento la Imprenta Zawadzky, o Imprenta del Relator, perteneciente a los hermanos Hernando y Jorge Zawadzky Ésta
vendría a hacer parte de los principales
talleres de imprenta que brindaban sus
servicios a la ciudad durante el periodo.
Empezó funcionando con una máquina
plana Dúplex a pedal, posteriormente adquirió nuevos equipos, como una prensa
rotativa dúplex, capaz de producir 6.500
ejemplares por hora.6
¿Quiénes eran los
propietarios de las
imprentas?
A pesar de sus orígenes diversos, pueden
identificarse algunos rasgos comunes en
las trayectorias de vida de los fundadores
de estos talleres de imprenta. Si tomamos
los casos de Manuel Carvajal y de Ignacio Palau, encontramos que estos hacían
parte de las nuevas élites que empezaron
a establecerse en Cali desde finales del
siglo XIX, y que emprendieron una serie de proyectos económicos, políticos y
culturales en la ciudad.
Ignacio Palau, oriundo de la ciudad de
Buga, se estableció en Cali a comienzos
del siglo XX; era un individuo polifacético, que había incursionado en distintas actividades comerciales, agrícolas,
periodísticas, así como en proyectos de
infraestructura, muchas veces sin éxito.
En 1897 fue nombrado por el gobierno
nacional para administrar y organizar
el Ferrocarril del Pacífico. También fue
5. Correo del Cauca 18 enero de 1905,
6. Relator 30 de junio de 1923
el propietario de la primera planta electrificadora hidráulica y tuvo el primer
contrato para proveer de luz eléctrica a
la ciudad.7 Palau se desempeñó en cargos
públicos y militares8 y también estuvo
preso en dos ocasiones por promover
la creación del departamento del Valle.
Pero la labor más representativa de Palau
estará asociada al desempeño periodístico, tarea que como veremos emprenderá
desde la Tipografía Moderna.
Manuel Carvajal Valencia, proveniente de
la ciudad de Popayán, al igual que Ignacio
Palau, tuvo un desempeño en múltiples
proyectos económicos, periodísticos y
políticos, desde la segunda mitad del siglo XIX, hasta 1912 fecha de su muerte.9
También fue director del Ferrocarril del
Pacífico, director general de educación
pública y rector del Colegio Santa Librada, a la vez que creó una compañía trasportadora de mercancías, en sociedad
con sus hijos (Ordoñez 2003: 182).
Por su parte, los hermanos Hernando
y Jorge Zawadzky fundadores de la imprenta del mismo nombre, eran nietos
del inmigrante polaco Estanislau Zawadzky, que llegó al país a mediados del
siglo XIX. Uno de los hijos de Estanislau,
Roberto tuvo participación en varios proyectos políticos y comerciales y creó en
la última década del siglo XIX una Casa
Comercial, la cual tuvo un auge limitado
después de la guerra de los Mil Días. Sin
embargo está iniciativa fracasaría hacia
7. Concejo Municipal de Cali, acuerdo 041 de
1968. “Por el cual se honra la memoria del doctor
Ignacio Palau Valenzuela”.
8. Ignacio Palau fue nombrado como ministro
plenipotenciario en el Perú, y fue jefe de estado
mayor de la sexta división (Collins, 1981: 64).
9. Manuel Carvajal participó en negocios de explotación y comercialización de quina, caucho,
además de su vinculación en distintos proyectos
periodísticos (Ordoñez, 2003).
pdc • 16
1909, llevando a la familia a la quiebra.
Después del fracaso económico, los
Zawadzky se desempeñaron en cargos
públicos como la dirección de estadística
(Collins, 1981: 71).
De manera que ninguno de estos individuos, hacía parte de los tradicionales
núcleos de terratenientes; no eran descendientes de familias poderosas de la región, pero sí lograron establecer vínculos
con las élites tradicionales de la ciudad.
Ninguno contaba con grandes capitales,
por ejemplo si tomamos el caso de Palau,
que adquirió la imprenta con recursos de
su trabajo (Collins, 1981: 66).
De igual manera y según Diego Castrillón, uno de los biógrafos de la familia
Carvajal, la Imprenta Comercial fue comprada por Manuel Carvajal Valencia a
sus socios, con el producto de la venta
de una propiedad aportada a la sociedad familiar por su esposa (Castrillón,
1981: 21). Un caso similar lo constituye
la experiencia de los Zawadzky, que sobrevivieron después de la quiebra económica con los recursos provenientes de los
nombramientos en cargos oficiales y con
estos dineros emprendieron el proyecto
107
de constitución del taller de imprenta
(Collins 1981: 64-66).
Puede evidenciarse también, en la trayectoria de estos personajes, una articulación entre participación pública y
actividades privadas. El hecho fundamental es que estos personajes lograron
posesionarse mediante una combinación
de actividades, dentro de las que sobresalen iniciativas comerciales, políticas
y periodísticas y lograron ocupar sistemáticamente lugares de liderazgo en la
escena regional.
¿A qué se dedicaron
estas imprentas?
Sobre los servicios ofrecidos puede constatarse que desde sus inicios, los talleres
de impresión se dedicaron a la producción y oferta de trabajos tipográficos
propios de esta actividad, tales como
la impresión de folletos, hojas sueltas,
programas, recibos, carteles, entre otros.
Pero además de estos servicios, las imprentas también comenzaron a ofrecer
otro tipo de mercancías y artículos para
la venta. De manera que los talleres se
108
dedicaron a la comercialización de toda
clase de productos: desde útiles de escritorio, papelería, sellos de caucho,
insumos para fotografía, hasta pianos,
gotas homeopáticas, lápidas de mármol,
entre muchos otros. Así, los locales de
imprenta estudiados se convirtieron en
diversificados almacenes y en importantes establecimientos comerciales.
e manera que uno de los rasgos que puede ser identificado al analizar los servicios ofrecidos por los talleres es el vínculo
entre imprenta y comercio. Los servicios
ofrecidos por los establecimientos de imprenta se encuentran en correspondencia
con la intensa actividad comercial que
caracterizaba a la ciudad en el periodo.
Las labores y funciones de las imprentas
empezaron a girar en torno a una serie
de iniciativas comerciales, tales como la
importación, la exportación, la venta y
la comercialización de productos, todas
estas actividades impulsadas desde y a
través de los talleres de imprenta. La
gran actividad comercial de la ciudad,
se verá reflejada en los anuncios publicitarios que empezaron a promocionar
las publicaciones periódicas, y que como
veremos, también fueron producidas por
las imprentas.
Un segundo aspecto que llama la atención, también relacionado con los servicios ofrecidos por las imprentas, es
su asociación con labores editoriales y
periodísticas, mediante la edición de diarios, semanarios, revistas, libros y otra
clase de publicaciones de carácter informativo y literario. De la labor editorial,
se destaca la edición y publicación de una
importante cantidad de materiales impresos, en forma de libros y compilaciones sobre diversas temáticas, los cuales
muchas veces eran ofrecidos y comercializados en los almacenes mencionados,
que también hacían las veces de librerías.
Entre los libros publicados se destacan
compilaciones de poesía, de literatura,
tratados de jurisprudencia y estudios
históricos. Además, fueron publicados
por las imprentas algunos estudios científicos, proyectos sobre obras públicas, y
estudios estadísticos.10
Por otro lado, casi simultáneamente a
su fundación, las imprentas estudiadas
crearon sus propios periódicos, los cuales
se convirtieron en los principales órganos de opinión de la ciudad durante el
periodo. De esta manera, el naciente siglo
XX pareció heredar el vínculo entre la
imprenta y el periodismo que caracterizó
muy buena parte del quehacer de los talleres de imprenta en la centuria anterior.
Varios ejemplos ilustran el vínculo entre
periodismo e imprenta, entre los que se
destaca, el periódico Correo del Cauca,
perteneciente a Ignacio Palau e impreso
en la Tipografía Moderna; El Día, editado por la Imprenta Comercial, de la
familia Carvajal, y el periódico Relator,
impreso por la Tipografía del Relator,
propiedad de los hermanos Jorge y Hernando Zawadzky.
El Correo del Cauca, fundado como semanario en 1903, pasaría a ser bisemanario en 1905, trisemanario en 1908 y diario
a partir de 1912, tendrá una prolongada
vida que se extenderá hasta finales de la
década del treinta. Producido durante
sus primeros años de existencia en la imprenta Comercial, pasará luego a imprimirse en la Tipografía Moderna, que fue
adquirida por Ignacio Palau en 1905. La
Tipografía Moderna también prestará sus
10. Por ejemplo entre los libros publicados por
la Imprenta Comercial se encuentran: la compilación de los discursos pronunciados durante el
primer centenario de la independencia en 1910,
de la Tipografía Moderna un tratado de canalización por el Chocó de autoría de Griseldino
Carvajal.
pdc • 16
servicios a otras publicaciones, como al
periódico El Correo del Valle, editado por
Blas S. Scarpetta y la Revista Caucana.
Palau se sirvió del periódico para impulsar la campaña de separación de Cali del
departamento del Cauca y promover la
creación de una nueva entidad territorial.
La Imprenta Comercial, fundada en
1903, sería la casa del periódico El Día,
creado en octubre de 1904 por Manuel
Carvajal y sus hijos Alberto y Hernando
Carvajal Borrero. Desde las páginas del
periódico se promovieron diversos proyectos modernizadores bajo las banderas
del progreso de la región. El periódico,
que se editaba en la casa familiar de los
Carvajal, se imprimió hasta 1916.
El Relator, fundado por Daniel Gil
Lemos,11 comenzó a circular en 1915
como bisemanario, y más tarde, aparecerá como interdiario, con el nombre de
Relator, bajo la dirección de Hernando
Zawadzky en sociedad con su hermano
Jorge, quien ya tenía cierta experiencia
periodística.12
Si bien el vínculo entre imprenta y periodismo fue un rasgo característico de
la actividad tipográfica en el siglo XIX, la
particularidad que define esta actividad
a comienzos del siglo XX, en su relación
con labores editoriales y comerciales,
es que a través de ella pueden identificarse unos valores y unos discursos
modernizadores que se constituirán en
las ideas dominantes del periodo. De
11. En un episodio que narra Ignacio Torres Giraldo en su Anecdotario, el periódico fue “robado” por los Zawadzky a Daniel Gil Lemos, cuando
“los polacos” como eran conocidos los Zawadzky,
cambiaron el nombre de “El Relator” y lo registraron como un nuevo periódico que se conocerá
como “Relator”, sin el artículo “El”, despojando
de la publicación al propietario original.
12. Jorge Zawadzky había fundado el periódico
Sagitario en 1910 (Collins, 1981: 71)
109
manera que el análisis de los distintos
materiales elaborados por las imprentas, permite acercarnos a las ideas y los
discursos que estaban circulando en la
ciudad en el periodo; ideas y discursos
que fueron expresados por medio de los
textos producidos por las imprentas. Sólo
para mencionar algunas de estas ideas,
encontramos relevante destacar los proyectos modernizadores, los imaginarios
de progreso, de civilización, los modelos
de ciudad y de estado nación modernas,
que los impresores buscaron impulsar a
través de distintas estrategias, particularmente a través de la imprenta.
Estos valores impulsaron el accionar de
los impresores y políticos, y la imprenta
tuvo un papel determinante en promoverlos. La imprenta fue el medio para hacer
llegar estas premisas a toda la población, a
través de las distintas publicaciones, particularmente desde la prensa se reforzaban los ideales de civilización, modernización y progreso, mensaje que era enviado
reiterativamente por el medio impreso.
A partir de la prensa también se buscaba
crear una imagen de la ciudad como una
urbe moderna, encaminada por la ruta
del progreso en todos los ámbitos, desde
el económico, el infraestructural, pero
también desde el cultural y el educativo.
Un aspecto que resulta significativo es
que el modelo de ciudad moderna propuesto no se quedó sólo en los discursos,
sino que también se concretó en una serie
de prácticas encaminadas a la promoción
y desarrollo de la ciudad. Ejemplo de
los discursos e imaginarios llevados a
la práctica lo encontramos en la participación de los impresores en proyectos
relacionados con la infraestructura, particularmente en iniciativas vinculadas al
transporte, en proyectos educativos, en
la creación de bibliotecas, entre otros.
Maira Beltrán
110
De un
Calvario
que
se fue:
Hansel Mera
Apolinar Ruiz López
breve crónica de
un barrio de Cali
~
(1894-1930)
pdc • 16
111
Imagen 1
Fotografía de un día de mercado en la plaza central a fines del siglo XIX.
Biblioteca Digital Jorge Garcés Borrero.
A fines del siglo XIX, El Calvario se ubicaba en una periferia de la pequeña ciudad
que empezaba a dar sus pasos de gigante,
dando mucho de qué hablar a los caleños
de ese entonces. Hoy, justo y cuando los
vientos de la renovación urbana del siglo
XXI arremeten contra buena parte del
centro, un melancólico vistazo hacia el
pasado resulta una excusa necesaria para
entrever el derrotero de nuestra geografía, cultura y, por supuesto, historia.1
Y en medio de lo poco o mucho que pueda
hallarse en esa pesquisa, sorprende entrever cómo El Calvario funcionó como
un centro económico-social de gran
efervescencia. Desde la misma época,
la navegación a vapor y aquella que se
basaba en las balsas de madera había
favorecido la creación de una pequeña
red de mercados que abastecían a Cali,
junto a restantes campesinos que traían
1. Una versión más desarrollada de la Historia del
barrio El Calvario en: RUIZ LÒPEZ, Apolinar.
MERA, Hansel. Entre el Calvario y el Paraíso:
Memoria, contrastes y voces de ciudad. Cali;
Secretaría de Cultura y turismo de Cali. 2015.
247p.
112
a recua muchos de sus productos que
demandaba la creciente ciudad.
Pronto, la dirigencia local sintió la necesidad de reordenar los espacios públicos
de acuerdo al proyecto de adecuación de
la futura capital del Departamento del
Valle del Cauca, siguiendo de cerca los
dictámenes del higienismo que abogaban
por un necesario control de los abastos
públicos; así, en 1894 la Municipalidad
contrató a la compañía de obras públicas
del Cauca para construir una pequeña
plaza de mercado y un matadero central,
buscando con ello que el mercado semanal que se asentaba usualmente en la
Plaza de la Constitución2 posteriormente
fuese redirigido hacia El Calvario, lugar
en el cual hasta entonces también se había ubicado una importante carnicería y
en minúsculo mercado. (ver imagen 1).
Bien, cómo era El Calvario, quiénes lo
habitaban, qué misterios envolvía su cotidianidad entre 1894-1930 (…) Es muy
poco lo que de ello se sabe, aunque la
siguiente descripción de La Carnicería,
hecha en 1887 por el médico y dirigente
político local Evaristo García, alguna luz
brinda como punto de partida:
Está situado en medio de un barrio
populoso y completamente desaseado; en su mayor parte está sin empedrados; en el centro de las calles las
acequias no son rectas y bien bordadas, de suerte que se ven aquí y
allá lodazales formados por el mucho
tráfico y por el derrame de las aguas,
2. Nos referimos a la Plaza Central de los tiempos
constitucionales, la Plaza de la Constitución del
primer siglo republicano y, desde 1913, la más
familiar Plaza de Cayzedo.
(...) de las que traen los despojos del
establecimiento (sic: se refiere a La
Carnicería). La plazuela adyacente y
que sirve para el mercado diario está
también sin empedrar; y tanto los
compradores como los vendedores
permanecen en invierno horas enteras hundidos en el lodo, y en verano en medio de una nube de polvo,
granjeándose con esta situación toda
clase de afecciones (…) depósitos de
huesos y cuernos se ven en las calles,
(...) los cuales son removidos no por
la policía, como naturalmente debiera
serlo, sino por los perros, gallinazos y
demás animales inmundos (...) Por la
mañana matan las reses (...). La sangre es arrastrada por las aguas y parte
es tomada por los animales. Abierta la
res entregan a mujeres y muchachos
las entrañas y extremidades, las cuales son lavadas en las mismas aguas
sucias que entran en la calle.3
Por supuesto, es necesario leer con un
poco de cautela las palabras de Evaristo
García. En el reconocido médico se manifiesta cierto desdén frente a los sectores
populares que habitaban o temporalmente llegaban a El Calvario y, en especial,
frente a prácticas de sustrato campesino
muy fuerte para las cuales, por ejemplo,
los residuos orgánicos en el suelo realmente no eran mayor problema.
Más allá, no queda lugar a dudas de que El
Calvario era un sitio de intensa vida pese
a que pronto todo vino a ser mucho más
3. GARCÍA, Evaristo. La antigua carnicería o
matadero público. (13 de Junio de 1887). En:
Estudios de Medicina Nacional. Cali: Imprenta
Departamental. 1945, pp. 149-150.
pdc • 16
Imagen 2
Fotografía Galería Central, 1919. Nótese ya la torre construida con
un reloj, cuyo sentido era la uniformidad de categorías como el tiempo.
Tomada de Archivo Digital Biblioteca Jorge Garcés Borrero.
113
114
complejo; en especial, desde 1897, cuando la construcción de una Plaza de Mercado y una marejada de políticas de control
urbano terminaron por hacer del sector
un centro de importancia creciente.
El mismo Evaristo García, en octubre
17 de 1897 celebraba con gran pompa la
inauguración del edificio de la Plaza de
Mercado, describiendo algunas de sus
más prestos rasgos arquitectónicos: “a
la sombra de la artística techumbre de
amplias galerías, sostenidas por altas
y elegantes columnas, gozamos de un
aire respirable, en medio de anchurosos
patios embaldosados, en donde saltan
chorros de agua limpia y potable, tan
necesaria para calmar la sed, como para
proporcionarnos el aseo”.4
Lo cierto es que la inauguración de la
Plaza de Mercado en El Calvario fue un
hecho que también llamó la atención de
los periódicos del momento y del presto
personal letrado local. Gracias a El Cauca
sabemos que durante la inauguración
la construcción fue bendecida y, enseguida, celebrada al ritmo Banda Militar
Caleña, como todo un logro que evitaría
las toldas, visibilizadas como una especie de rezago que semejaba “aduares de
beduinos ó viviendas de gitanos”.5
Durante las primeras décadas del siglo
XX los cambios urbanos no se detuvieron
y en el caso de El Calvario, la construcción de la Plaza de Mercado (también
conocida como Galería Central) favo-
4. Ibíd. Discurso del señor Evaristo García, en el
acto de inauguración de mercado. (17 de octubre
de 1897). En: Estudios de Medicina Nacional. Óp.
cit., pp.153-154
5. Plaza de Mercado. El Cauca, Cali. 21 de octubre
de 1897. h 3.
reció una nueva e interesante serie de
transformaciones en dinámicas sociales y administrativas, las cuales reflejan
un paulatino proceso de integración al
desarrollo urbano, evidenciado en la
extensión y reconocimiento de algunas
instituciones educativas y en la mínima
mejora de los servicios públicos, pese a
que el reconocimiento oficial como barrio llegó muy tardíamente mediante el
Acuerdo 049 de 1964. Por ejemplo, con el
Acuerdo del 13 de marzo de 1905 se dispuso la construcción de fuentes públicas,
estableciendo el nombre de Santa Rosa,
(fuente Herrera) y la de El Calvario, en
abierto homenaje a un prócer independentista (Joaquín Guerrero).6 En 1910
el Concejo estableció una escuela mixta
elemental, la cual según informe “vino
funcionando y llenaba bien su objeto” en
El Calvario, pese a estar a varias cuadras
de distancia “en el camino que conduce
a Aguablanca”, y a que las personas que
se habían nombrado para dirigirla no
querían aceptar ese puesto “tanto por lo
distante que queda de la ciudad” como
por lo “inadecuado del local”.7
En 1918, Margarita G., dueña de la casa
donde funcionaba la “escuela rural del
Calvario” manifestó al personero municipal que no podría seguir arrendando
su casa, “por menos de $ 6.00”, debido
a que La Municipalidad sólo le pasaba
“la mitad de ese valor, es decir $3.00”.8
En 1926, La Municipalidad arrendó a la
6. Acuerdo del 13 de marzo de 1905.AHMC,
Fondo Concejo, Tomo 73, Fol. 219.
7. Comunicación del 14 de octubre de 1910.
AHMC, Fondo Concejo, Tomo 205, Fol. 61.
8. Comunicación del 20 de septiembre de 1918.
AHMC, Fondo Concejo (sin tomo) Fol. 61.
pdc • 16
El Calvario se
convirtió en
un centro de
encuentro para
un sinnúmero
de gentes de
diferente clase
o condición
social, labores,
edad, etc.
115
señora Mercedes Quintana de Cantillo
una casa situada en la calle 11, entre carreras 11 y 12, para la escuela de niñas
número 5.9 Para terminar, ese mismo
año, los comerciantes de la carrera 10
con calles 11 y 12 publicaron en la prensa una solicitud al ingeniero municipal
para que se intensificaran las obras de
alcantarillado iniciadas.10 Hasta aquí, se
pueden vislumbrar tres tipos de actores
que estaban agenciando el proceso de desarrollo urbano de El Calvario: familias
residentes, la municipalidad y un puñado de comerciantes de la zona. Aunque
ellos no eran los únicos sujetos de esa
trama cotidiana.
Mientras todo lo anterior sucedía, era
común que una cantidad imponderable
de caleños se desplazara desde distintos
lugares de la ciudad hacia El Calvario,
debido a que progresivamente el sector
se había constituido como un centro de
abastecimiento de bienes que iban más
allá de los productos básicos alimenticios. Pero también porque los alrededores de la plaza de mercado se habían convertido en un verdadero maremágnum
de intercambios económicos, sociales,
políticos y hasta sexuales, con toda una
diversidad pequeños locales comerciales
de textiles, cantinas, ventas ambulantes
y pequeños sitios para la prostitución.
En resumen, El Calvario se convirtió
en un centro de encuentro para un sinnúmero de gentes de diferente clase o
condición social, labores, edad, etc. Los
9. Contrato 16 de octubre de 1925. Contrato.
AHMC, Fondo Concejo, Tomo 314/372, Fol.
2965.
10. Con el ingeniero municipal. El Relator. Cali,
N.° 2740. 13 de julio de 1927. p. 4.
116
Imagen 3
Fotografía interior Plaza de Mercado, año 1920.
Tomada de Revista Despertar Vallecaucano.
pequeños comerciantes podían coexistir
con los jornaleros de paso; los locos, con
los razonables; el pequeño propietario,
con el amigo de la propiedad ajena; el
campesino que llevaba ya un buen tiempo habitando un espacio urbano, con el
reciente migrante; el sujeto que llegaba a
caballo, con aquel que se desplazaba en el
tranvía; los tiempos del mundo rural, con
los nacientes horarios del mundo fabril;
los pocos destellos del alumbrado público del sector, con la temida oscuridad; los
hombres que pasaban las noches en las
cantinas aguardando el siguiente día de
ventas, con las mujeres que podían hacer
más amena su estadía.
Anónimos cronistas de la prensa local,
nunca vacilaron en visibilizar satíricamente ese magma social tan inquietante,
cuyos referentes discursivos por excelencia eran el ladrón y las llamadas mujeres públicas (ver imagen 2: Fotografía
Galería Central, 1919). En un ejemplar
de El Relator, en 1925, puede leerse una
pequeña crónica:
En el montículo llamado en esta ciudad “El Calvario”, está la casa donde
funciona la inspección 1ª de Policía, a
cargo hoy del amigo Barragán. Parece
que se pensara edificar allí alguna fortaleza al estilo medieval con torreones,
pdc • 16
117
Imagen 4
Colombia, view of bustling outdoor market in Cali.1933. Tomado de:
Http://collections.lib.uwm.edu/cdm/search/collection/ags_south/
searchterm/cali/order/nosort
almenas, pozo y puentes levadizos,
pues el ascenso a ella es verdaderamente difícil. Con razón se llama aquel
punto “El Calvario” pues hay más de
una Magdalena y más de dos ladrones
pero por lo mismo y ser tan concurrido, merece más atención.11
Municipalidad no dudó en crear un inspector para la Plaza de Mercado, el cual
tenía el carácter de agente de policía y
el deber de cuidar que los expendedores
se colocaran en los puestos establecidos,
ordenando y apilando sus productos en
hileras que permitieran el libre tránsito
de los compradores.
Lugar aparte merece la suerte de los campesinos y comerciantes que se ubicaban
en el interior o alrededor del edificio de
la Plaza de Mercado. Es sabido que la
Por otra parte, algunos pequeños escritos evidencian que algunos médicos al
servicio del distrito pudieron nombrar
a estos inspectores. En 1920, un médico
anónimo nombraba, entre otros, agentes de sanidad a Francisco Salazar como
ayudante del médico encargado tanto del
servicio veterinario en el Matadero a las
11. Lo que pasa en Cali, para subir al Calvario.
El Relator. Cali, 29 de septiembre de 1925.
118
Todo se resume
en una curiosa
imbricación;
la importancia
de El Calvario
como un
pulmón de vida
económica no
queda a dudas
en este periodo
afueras de la ciudad como de la venta de
carnes ofrecida en un pabellón en la Plaza
de Mercado de El Calvario.
Hubo ocasiones en que a estos hombres
se les exigían algunos balances mensuales, como en agosto de 1917, cuando el
anónimo inspector redactaba una copia
dirigida al Alcalde municipal sobre la actividad que había tenido la Plaza de Mercado durante ese mes: “Ha sido visitada
diariamente y se ha observado bastante
el aseo en ella, a excepción de las bancas
en donde se expenden las carnes, las cuales carecen de condiciones higiénicas”.12
Más allá es difícil intuir un poco más de la
suerte de los campesinos, comerciantes,
pequeños representantes de la Municipalidad o simples compradores, pese a
que un par de hallazgos incentivan la
imaginación; en algunas fotografías se
muestra un juego definido de espacios,
con vendedores al lado de productos,
iluminados desde arriba, tal cual suponían las premisas arquitectónicas que
garantizaban también el fresco ambiente
interior (ver imagen 3: Colombia, view
of bustling, e imagen 4: view of bustling
outdoor market in Cali, 1933).
Todo hace pensar en un sinfín de ajetreados intercambios económicos y sociales
de los cuales algunos pequeños rastros
han quedado gracias a los efectos de la
crisis económica de 1930 y la serie de tensiones significativas (muy probablemente
de temprana procedencia) entre los vendedores ambulantes, aquellos asentados
en el edificio de la Plaza de Mercado y las
medidas que tomaba la Municipalidad.
12. Copia Estadística del Matadero Público.
Agosto 31 de 1917. AHMC. Fondo Concejo, Serie
Informes, Tomo 200. Folios 64-65.
pdc • 16
En la prensa de esos años, se señalaba
la creciente beligerancia de algunos líderes políticos que estaban azuzando las
reivindicaciones de los vendedores de la
Plaza de Mercado señalando que en ella
se había suscitado un conflicto que tendía a tomar proporciones de gravedad.,
pues los pequeños comerciantes de la
Plaza de Mercado se estaban organizando para promover una pequeña huelga.
Un poco antes, el Concejo creó una comisión encargada de examinar a la Plaza de
Mercado, liderada por Dámaso Tenorio
Escobar, y justo en medio de algunas de
las deliberaciones, apareció Manuel F.
Salazar, conocido líder socialista, abanderado de los vendedores ambulantes y
de los asentados en la Plaza. Entre sus
demandas se referenciaron, la rebaja de
los cánones de alquiler, la supresión de
impuestos municipales a los pequeños
comerciantes, hasta la suspensión de
impuestos sobre cada balde con carne
que se dejaba en la plaza. En medio de
las soluciones tentativas que circulaban
en la prensa, llama la atención la propuesta de construir una nueva plaza de
mercado en las cercanías del populoso
Barrio Obrero y de manera paralela, la
propuesta de demoler la edificación de
El Calvario y construir una mucho más
grande allí mismo, aunque el presupuesto de las arcas municipales hacía de esta
última tentativa un verdadero imposible.
Todo se resume en una curiosa imbricación; la importancia de El Calvario como
un pulmón de vida económica no queda
a dudas en este periodo. El universo de
relaciones sociales tampoco es para despreciar, pues campesinos, comerciantes,
clientes, habitantes, y demás, hicieron
de El Calvario un verdadero caldo nutritivo de interacciones. Y mucho de todo
lo anterior, llegó hasta nuestros días,
119
pese a que la problemática social tan
ampliamente conocida parezca ser lo
único que se menciona constantemente.
Aún es común que algunos campesinos
de la ladera de Cali traigan en gualas
sus productos y los expongan sobre la
Carrera 10, pese a que el edificio de la
Plaza de Mercado (Galería Central) fue
demolido entre 1968-1970. Las pequeñas cantinas siguen siendo el nocturno
asilo para muchos y cierta vida comercial
se resiste a sucumbir.
Hansel Mera
Apolinar Ruiz López
Zona de
tolerancia:
mujeres públicas,
cabarets y cantinas
Santiago de Cali
1944 - 1961
Anónimo
pdc • 16
Imagine que Cali va desde la Biblioteca Departamental hasta la Terminal de
Transportes, que los barrios nuevos son
El Peñón y San Fernando, que la última
calle es el puente de la 25. Imagine una
Cali que es el centro y un poquito más
¿Lo hizo? Ahora, imagine que en esa Cali
pequeña, de unos 40 minutos a pie, se
encuentran cuatro calles donde se vende
licor y se ejerce la prostitución ¡Sólo en
esas cuatro calles! ¿Logró imaginarlo?
Pues nosotros, no.
A diferencia de ciudades como Medellín
o Bogotá, capitales desde el Siglo XIX,
Cali sólo se erige como capital a inicios
del siglo XX. Esto hará que para los años
40 se presenten los primeros proyectos
de ciudad, una ciudad que en tamaño
es pequeña y cuyas relaciones sociales
están ligadas a las zonas no urbanizadas,
aledañas, conocidas como “sitios” –Siloé,
Cañaveralejo, Montebello– y una zona
oriente en constante crecimiento.
El acueducto, la pavimentación de las
vías y la introducción del alumbrado público serán los primeros pasos para que
Cali se establezca como urbe. Entrados
los años 40, obedeciendo a dinámicas
sociales y espaciales se crea lo que será
la Zona de Tolerancia, como un espacio
donde podían habitar las prostitutas,
funcionar cabarets y cantinas.
Inicio
En los años 30, para encontrar una prostituta en la Cali era necesario salir del
perímetro urbano, cruzando la carrilera
que se encontraba al límite de la ciudad.
Las condiciones de vida en esta zona no
cumplían con las normas de higiene, lo
cual provocó reclamos por parte de las
mujeres públicas, siendo ubicadas dentro
121
del perímetro urbano, a las cercanías del
barrio Benalcázar.
Mediante el Acuerdo 73 del año 1944,
expedido por el Concejo de Cali, se establece de manera oficial la zona de tolerancia ubicada en sentido norte desde
la Carrera 12, al sur por la Carrera 15,
desde el oriente, Calle 19, y por el occidente, Calle 15. Es aquí donde vivirían las
mujeres públicas. Por medio de ese acto
administrativo aquellas calles fueron el
lugar donde la “tolerancia” a la prostitución, juegos de azar y al consumo de licor
era legal (ver imagen 1).
Nudo
Imagínese un lugar con total libertad para
vender licor y que la presencia de prostitutas no es un sinónimo de callejones
oscuros llenos de basura y mujeres semidesnudas en cada esquina, sino por el
contrario, es un oficio de puertas pa’entro;
la zona de tolerancia puede describirse
como un lugar para entrar, sentarse, charlar un rato al calor de unos tragos y por
qué no unas lindas muchachas.
Ahora bien, la zona de tolerancia no era
un lugar en el que sólo habitaban prostitutas y borrachos, también era el lugar al
que muchas jóvenes parejas que se amancebaban se iban a vivir en pensiones que
ofrecían precios más asequibles, pero que
no estaban lejos de lo que los jueces de
la ciudad describían como “un ambiente
poco propicio para una vida ejemplar.
(…) un sector propicio al pecado”.
La norma habla de limitar la venta de
licor a este espacio, en otras palabras
habla de prohibición de cantinas y bebederos en el resto de la ciudad. Lo que
podemos afirmar es que la venta de licor
122
Imagen 1
Mapa actual del centro de Cali, demarcado en rojo donde
se encontraba la Zona de Tolerancia (1944-1961).
y la existencia de espacios de ocio donde
consumirlo no era propio ni estaba ligado
al espacio de la zona, estaban esparcidos
por la ciudad, no obedecían a la norma
dada desde el Concejo, sino a las dinámicas de Cali.
Santiago de Cali, en los años 40 y 50, estaba en pleno desarrollo de su industria,
las calles iban en aumento con el pasar
de los días, el municipio crecía tanto en
población como en economía. El espacio que la zona de tolerancia tenía en la
norma se fue deformando, se amplió por
la Carrera 15 y se iba acercando al barrio
San Nicolás, las prostitutas, para el año
57, ya estaban trabajando en la plaza de
Caicedo (aún hoy están ahí).
Desenlace
La zona de tolerancia, al estar ubicada en
el centro de la ciudad, no fue ajena a las
nuevas configuraciones que se estaban
gestando. Cabe recordar que en el año
1956, con la detonación accidental de los
carros cargados de dinamita que acabó
con la vida de una parte cuantiosa de la
población caleña, se reconfiguró la forma
en la que se encontraba organizada la
ciudad, en el ámbito urbanístico. Esta
nueva organización no vinculó a la ya
existente zona de tolerancia, que se había
desbordado de los límites establecidos,
que hizo que hechos de este tipo, más que
ser frecuentes en el lugar, se les prestara
mayor importancia (ver imagen 2).
Por lo que uno de los elementos propició
el cierre fue la presión mediática, contra
una delincuencia e inseguridad que comenzó a asociarse a la zona de tolerancia.
Los artículos de opinión editorial de periódicos como El Relator hicieron mella
en lo político, frente a lo cual el mismo
Concejo Municipal de Cali estableció
que se eliminase la zona de tolerancia
mediante el Acuerdo 25 de 1961, ya que
según la Alcaldía se estaban viendo afectados los lugares aledaños, por lo que se
pdc • 16
123
Imagen 2
Periódico El Relator, Noviembre 16 de 1950
consideró necesario darle fin la zona de
tolerancia con sus prostitutas, atracadores, homosexuales y de todos aquellos
personajes que en ella moraban.
Si bien al momento de su creación se
reconocen las dinámicas que representaban la zona de tolerancia, el sobrepasar
los límites establecidos por el Concejo
hizo que la prostitución se movilizara y
estuviera presente en lugares en los que
aún hoy en día perdura su sombra, como
es el caso de San Nicolás, o la misma Avenida Sexta, que aunque en el imaginario
de los caleños son los lugares de referencia para prostitución, drogas y alcohol,
históricamente fue un lugar pionero.
Un lugar donde lo “prohibido” por la moral es permitido, donde las enfermedades
venéreas pululaban, donde la noche era
el momento de despertar las pasiones,
amores, iras, engaños, celos y tristezas
salían a flote por medio del sexo, el licor, la violencia, un lugar donde Cali se
encontraba consigo misma, se miraba en
el espejo. El resultado de este encuentro,
de estas noches, de esta libertad, fue un
espacio que nunca estuvo apartado de
Cali, un lugar que no era tachado de vicio
o perdición, un lugar para pasarla bien,
un espacio para compartir, que se llamó
zona de tolerancia.
Bibliografía
Gaceta Judicial del Tribunal Superior
de Cali, 1944-1961.
Gaceta Municipal, Cali, 1944-1961.
Periódico El Relator, Cali, 1944-1961.
124
«Parias pero
no bestias»
mujeres públicas, enfermedades
venéreas y exclusión social
en Cali, 1930-1940
Hanni Jalil
pdc • 16
ntre marzo y mayo de 1930, residentes de Santa Rosa escribieron
al Concejo de Cali pidiendo que reconsiderara la decisión de reubicar el Dispensario Antivenéreo a su barrio. Para
estos hombres y mujeres, el dispensario,
institución encargada de atender a mujeres que ejercían la prostitución, debería
permanecer en El Calvario donde había
estado desde que abrió sus puertas en
1918. La decisión de reubicarlo entre “familias honorables y respetables”, ponía
en peligro la moralidad y el bienestar
público.1 Para ellos, El Calvario era un
lugar apropiado para el dispensario si
se tenía en cuenta el propósito del establecimiento y quienes se benefician de
sus servicios.2
E
l dispensario fue parte de un repertorio de esfuerzos oficiales para
reglamentar la prostitución en Cali, y
someter a las mujeres que ejercían este
oficio a exámenes médicos y tratamientos para el control del contagio venéreo.
A su vez, estos esfuerzos también reflejaron preocupación oficial por la propagación de enfermedades cómo la sífilis
o la blenorragia. Es así como el peso de
la vigilancia médica cayó sobre los cuerpos de estas mujeres, sin que se considerara intervenir o examinar a aquellos
que pagaban por sus servicios. Así fue
como las mujeres públicas, término que
se usó en la época para referirse a las
mujeres en el oficio de la prostitución,
así como espacios en los que vivían y
trabajaban, se convirtieron en blancos
de una incipiente intervención médica y
E
1. “Petición al concejo para evitar el traslado de
la clínica venérea a su vecindario”. Marzo 24,
1930, Archivo Histórico de Cali, Fondo Concejo,
Caja 225, Vol. I, folio 404.
2. Ibíd.
125
control policial. La pretensión de regular
el mundo de la prostitución encontró serios obstáculos: mujeres que ejercieron
la prostitución de forma clandestina, la
des-financiación del dispensario, y sobre todo, el fracaso en materia de salud
pública de contrarrestar la propagación
del contagio venéreo.
ara los residentes de Santa Rosa,
quienes escribieron la petición con
la que comenzamos esta historia, “sería
ofensivo tener a mujeres públicas transitando entre ellos”. Obligar a “familias
honorables” a interactuar con estas mujeres era, según ellos, un ataque contra
la moral y la decencia. La calle donde
se reubicaría el dispensario quedaba
apenas a una cuadra del mercado central y otros establecimientos comerciales lo que significaba que transeúntes y
clientes estarían “expuestos al escándalo
permanente”. Por lo tanto, antes de perder su “honor o sus negocios”, estaban
dispuestos a alquilar sus propiedades y
marcharse ya que quedarse “no sería posible si se les obliga a convivir con sujetos
indeseables”.3
P
a prostitución y sus consecuencias
fueron fuente de polémica entre las
autoridades municipales, los médicos,
los residentes del barrio y las mujeres
que ejercieron este oficio. Si bien los residentes trataron de excluir a las mujeres
públicas evitando que ellas trabajaran y
vivieran en sus barrios, algunas de ellas
alzaron su voz contra estos esfuerzos de
exclusión. Utilizaron peticiones escritas
L
3. “Segunda petición de vecinos para evitar
el traslado de la clínica antivenérea a su
vecindario porque este atentaría contra la
moral y costumbres de sus familias”. 1930.
Archivo Histórico de Cali, Fondo Concejo, Caja
225, Vol. I, folio 432.
126
al concejo para tramitar sus quejas y
reclamos, de tal forma que definieron
sus derechos desafiando los límites impuestos por aquellas personas que justificaban su exclusión. Afirmaron que
sus derechos estaban atados a su condición como ciudadanas de la nación, y
no a su “honor o decencia”. Defendieron
sus derechos como algo que nadie podía quitarles o negarles, ni siquiera por
medio de juicios morales o lo qué otros
miembros de la comunidad pudieran
ver como los aspectos más censurables
de su profesión.
n julio de 1928, cuando el alcalde
de Cali decretó una nueva zona de
tolerancia,4 no pasó mucho tiempo antes
de que el concejo comenzara a recibir peticiones reflejando diferentes respuestas
a este decreto. Un grupo de residentes
del barrio Santa Rosa escribió para quejarse de que la “insoportable” situación
por la que atravesaba el barrio desde la
aprobación del decreto.5 Se quejaban de
que la policía ofrecía poca ayuda para
hacer frente a “la avalancha de inmoralidad” que había invadido el barrio. Los
escritores se retrataban como víctimas de
lo que ellos denominan la “indiferencia
criminal” de las autoridades. Para ellos
el deber del municipio era defender su
honor, y que se ponía en riesgo por la cercanía de estas mujeres públicas de “mala
reputación” a sus hogares. Cerraban la
E
petición, argumentando que su pobreza
material no disminuía su moral o decencia, pues aunque carecían de riqueza, su
sentido ético no podía ponerse en duda.6
eses más tarde, un grupo de más
de ochenta mujeres públicas se
dirigió a los miembros del Concejo pidiendo que detuviera su traslado, denunciando que eran víctimas de un odio
injustificado. Cerraron la petición explicando que su “situación como parias”
no era “razón para que las autoridades”
las tratara “como bestias”.7 Aunque eran
conscientes de que vivían en una sociedad que les negaba acceso a ciertos privilegios, ellas defendían su derecho a ser
tratadas con justicia y a ser escuchadas.
Para estas mujeres, aunque su trabajo las
hiciera objeto de estigma y rechazo por
parte de otros residentes de la ciudad,
esto no justificaba su exclusión o deshumanización y usaron los medios legales
para tratar de mejorar su situación y contrarrestar los discursos públicos que las
excluía y les negaba acceso al ejercicio
pleno de sus derechos.
M
stas peticiones, sugieren que la forma en que los caleños definían la
ciudadanía social podría variar. Por lo
tanto, los límites de la inclusión en Cali
durante la década del 30, como en la actualidad, variaban de acuerdo a intereses
E
4. Gaceta Municipal No. 441, Decreto 139 de 1928
“por el cual se dictan algunas medidas sobre
moralidad pública”. estas zonas comprenden la
calle 13 hasta la 16 entre carreras 9 y 16.
6. Ibíd., El trabajo de Katherine Bliss sobre la
prostitución en la Ciudad de México también
encuentra que las familias de clase trabajadora
eran a menudo los más resistentes a tener zonas
de tolerancia en sus barrios. Ver: Posiciones
Bliss, comprometida.
5. Petición de vecinos del barrio Santa Rosa al
concejo quejándose de la indiferencia oficial
frente a escándalos e inmoralidad. Noviembre
1929. Fondo Concejo, Archivo Histórico de Cali,
Caja 226, Vol. 1, Folio 370-372.
7. Petición de mujeres solteras, vecinas al
concejo para que evite el desalojo de estas de sus
habitaciones por queja puesta por la Junta del
barrio de San Fernando. Fondo Concejo, Archivo
Histórico de Cali, Caja 225, Vol. 1, Folio 531.
pdc • 16
individuales y colectivos, así como a una
suerte de afán por defender ciertos estilos
de vida y formas de ver el mundo. Estas
diferencias, que se tramitaron a través de
las peticiones al concejo, permitieron que
algunos residentes establecieran límites
a la inclusión de grupos estigmatizados,
pero también permitió que estos grupos
excluidos rechazaran o lucharan contra
estos límites. Para las mujeres públicas
que escribieron peticiones al concejo, el
estigma social que recaía sobre ellas no
negaba su condición como ciudadanas de
la nación; la ciudadanía era inalienable,
inmutable e independiente de su posición
social, estatus, u honorabilidad. Para los
residentes de Santa Rosa y otros residentes que enviaron peticiones al concejo
manifestando su preocupación o rechazo
por la presencia de estas mujeres en sus
barrios, la noción de ciudadanía debía
incluir, no sólo los derechos fundamentales, sino también cualidades como el
honor, la respetabilidad, la rectitud moral y las buenas costumbres –cualidades
que estas mujeres carecían, según ellos. .
ara algunos hombres y mujeres de
la época, los barrios que rodeaban
la zona de tolerancia, como Santa Rosa,
eran espacios donde pequeños comerciantes y miembros ´´honorables´´ de
la clase trabajadora vivían. Barrios para
familias respetables, distintos a El Calvario, que asociaban con prostitutas,
burdeles, cantinas, vicio y la amenaza
de contagio venéreo. Las mujeres públicas, muchas de ellas reducidas a cifras
u objeto de discusión en los discursos
médicos y oficiales de la época, eran
mujeres “degeneradas y enfermas” que
encarnaban la trasgresión y la antítesis
de la maternidad, la obediencia, y la religiosidad, características que desde el
ideal, o el deber-ser, debían encarnar
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las mujeres. La dificultad de rastrear
las experiencias de estas mujeres en el
registro histórico da cuenta de aquello
que el antropólogo Haitiano, Michel R.
Trouillot, llamó los silencios de las fuentes y de la historia. Silencios que ayudan
a in visibilizar sujetos olvidados por la
historia oficial, cuya voz aparece solo de
forma esporádica en las fuentes oficiales.
Retomar estos debates en las peticiones y
memoriales del concejo, no nos permite
acceder sin filtros a las experiencias o los
imaginarios de estas mujeres, o de los
otros sujetos que escribieron, pero si logramos acercamos aunque sea de forma
parcial a voces que rara vez aparecen en
fuentes oficiales.
P
Hanni Jalil
VOL. 16
DIRECCIÓN
Margarita Cuéllar Barona
COMITÉ EDITORIAL
INVITADO
Maira Beltrán
José Benito Garzón
María Elena Gonzáles
Hanni Jalil Paier
Gonzalo Federico del Llano
Camilo Useche
DISEÑO, DIAGRAMACIÓN
e ilustración
Natalia Ayala Pacini
natalia@cactus.com.co
www.icesi.edu.co/papeldecolgadura
papeldecolgadura