ISNN 2011-9763
$ 10.000 pesos
Finalmente el 7. El temido 7. El mágico 7.
Y es que llegar al momento de publicar representa siempre para nosotros una
gran alegría y un alivio. Si somos reiterativos en darles la Bienvenida número tras
número, es tanto para saludarlos como para celebrar que, en efecto, salimos al aire
y estamos siendo leídos. Significa también un alivio porque publicar una revista
cultural (sin ánimo de lucro y, como si fuera poco, libre de indexación) resulta un
proyecto costoso. Y lo de los costos es relevante no sólo por los costos mismos sino
porque la inversión representa una apuesta de la Universidad por apoyar otras
formas de producir conocimiento.
Las revistas culturales no tienen la misma naturaleza de las revistas académicas,
ni tampoco es esa su intención por más que sean patrocinadas y publicadas por una
universidad. Sin embargo, el trabajo intelectual que se desarrolla en una universidad
no se reduce a las formas de conocimiento que se privilegian en las revistas indexadas.
Las universidades también son cuna de composiciones musicales, obras de arte,
documentales, cortometrajes, ilustraciones, cuentos, fotografías, novelas y poemas.
Resulta entonces importante preguntarse qué lugar ocupan estas prácticas dentro
de las Universidades y qué espacios se crean para su socialización. Nosotros nos
hemos concebido como uno de estos espacios que incentivan el debate, la opinión
y el ejercicio de pensar.
Decir que una revista es más importante que otra sería aceptar la sobrevaloración
de los productos intelectuales científicos en desmedro de los productos intelectuales
artísticos o de otras índoles. Por eso nos enorgullecemos de ser una revista libre de
indexación y nos enorgullece que, aún así, la Universidad siga interesada en apoyar
este tipo de propuestas. Nos enorgullece también poder darles la Bienvenida al
número siete.
www.papeldecolgadura.org
papel de colgadura
Universidad Icesi
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Calle 18 No. 122 – 35
Cali – Colombia
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papel de colgadura
vademécum gráfico y cultural
Universidad Icesi
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Rector: Francisco Piedrahita Plata
Decano Facultad Derecho y Ciencias Sociales:
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Director Académico
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Secretaria General
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Séptima edición, Abril de 2012
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Cali, Colombia
ISSN 2011-9763
Volumen 7
vademécum gráfico y cultural
Pàg 72
Donde estaba usted el día que el
america perdio contra peñarol Pàg 82
rugby femenino Pàg 77
cuerpo fuerte y alma sumisa:
Pàg 32
Pàg 61
Pàg 67
anàlisis de una formaciòn social racializada
revistas improbables
transformaciones posibles
las paredes de cañasgordas
Rotativo Cali
cuerpos racializados Pàg 54
¿Antropología visual? Pàg 48
defender el idioma Pàg 36
darwin: digno revolucionario
el arte de definir Pàg 28
Teatro de variedades
Pàg 6
entreacto/ Truchafrita Pàg 47
entreacto/ glamour-nicolas ordoñez Pàg 43
entreacto:/Mi padre en abril Pàg 24
entreacto/ los viajes de ulises Pàg 22
Las playas de agnes Pàg 16
Eric Rohmer Pàg 14
Jane Austen Pàg 9
Recomendados
Carta festival de cine de cali
A veces llegan cartas
A veces llegan cartas
Pdc· 07|5
Hay una noticia vieja que hace días me pica. En 22 de junio del
año pasado se anunció que sí se realizaría la tercera versión
del Festival Internacional de cine de Cali, inaugurado en 2009
bajo la dirección artística del cineasta caleño Luis Ospina. Lo anterior
fue confirmado más de un mes después de que Carlos Rojas, el entonces
Secretario de Cultura y Turismo, hubiera comunicado la cancelación del
evento por falta de fondos. Varios medios de comunicación reportaron
que su restablecimiento en la agenda pública sucedió como respuesta a
la reacción de académicos y cinéfilos que protestaron contra la decisión.
Desde su primera versión, el Festival se ha configurado como una
muestra y certamen de cine independiente, en contraposición al
comercial. Un evento así logra exponer a los caleños a otras visiones del
mundo con las cuales no tendríamos contacto por fuera de estos espacios.
El cine del Festival nos acerca visualmente a múltiples realidades que
no son visibles en las producciones que llegan a las salas de cine locales.
Personalmente creo que este cine tiene mucho más que aportar, sea
estética o narrativamente, que las fórmulas clichés que normalmente
se ven en la pantalla grande. En este sentido, celebro un festival que
privilegie la proyección de cine independiente y, sobretodo, un festival
que descentre a Bogotá como productora de la oferta cultural.
Por todo lo anterior, me uno a las voces que protestaron contra
el recorte de presupuesto para la tercera versión del Festival el año
pasado. ¿Cómo espera la Alcaldía que este evento se consolide como
representativo de la ciudad si los líos presupuestales afloran tan sólo
al tercer año de su nacimiento? No es secreto que el presupuesto de la
Secretaría de Turismo y Cultura para eventos locales de gran calibre se
está volcando hacia el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez,
el Festival Mundial de Salsa y la Feria de Cali. Es interesante pensar que
estos festivales intentan resaltar y celebrar elementos que se consideran
centrales en la llamada identidad caleña: la rumba, la salsa y, más
recientemente, la música del Pacífico. Se le está dando prioridad a
aquellos proyectos que logran reunir a la gente alrededor de las cosas
que se consideran propias y que, de cierta forma, han adquirido más
popularidad. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos aceptar
la posible desaparición de una propuesta que reconoce la tradición
cinematográfica de la ciudad y quiere crear una sensibilidad ante estas
producciones.
Después de tres meses de la realización del Festival de cine de Cali
queda la amarga duda de si habrá sido el último. Ignoro si los problemas
presupuestales se hayan resuelto después de la tercera edición. Lo cierto
es que después de su culminación, el evento es un asunto muerto para
los medio de comunicación y, por lo tanto, no sabremos de él hasta que
se acerque noviembre o se presente un problema similar al mencionado.
Si fueron tantos los esfuerzos para sacar el evento a flote este año, su
realización se me hace aún más incierta con el cambio de gobierno. Con
sinceridad espero que el Festival no se convierta sólo en un recuerdo,
sino que perdure para que pueda ser vivido por muchas más personas.
Es estudiante de quinto semestre de Antropología en la Universidad Icesi. Su carta nos
llega a través de estudiantes de Doxa. www.estudiantesdedoxa.com
Y finalmente hubo festival de cine. Se apuntaron dedos, se declararon
culpables pero a la hora de tomarse la foto estaban todos haciendo
fila. Y por supuesto, hubo gala inaugural. Y no se sabe bien por qué,
en contra de cualquier criterio civilizado de seguridad, se decoró un
auditorio subterráneo con docenas de velones (prendidos, claro está),
y en contra del sentido mínimo de la estética se “vistieron” las sillas
Rimax con terlenka negra, blanca y roja. Tela que, a todas estas, arde
con gran facilidad.
Quizás estábamos todos destinados a morir; bien fuera calcinados o
atropellados por la ordinariez. Claro que los claveles que usaron para
decorar el lugar le hacían juego a la proyección de Hemogramas: Gótico
Tropical, performance audiovisual que nadie pudo ver gracias a que
los organizadores olvidaron el detalle de apagar las luces. Tampoco
se entiende muy bien por qué se preocuparon por decorar las Rimax
antes de pensar en ubicarlas de modo que cupiera más gente sentada
cómodamente y no colgados de las paredes como nos tocó a la mayoría
que no engrosábamos las listas VIP.
La inauguración del festival parecía más un acto político en un país de
cucaña que la inauguración de un festival de cine: sillas decoradas, flores,
discursos, presentadoras voluptuosas y hasta concierto de un grupo
de son cubano. Como si la Alcaldía, sin importar cuál fuera el evento,
tuviera al proveedor que se encarga de montar todas las inauguraciones
esperando el chequecito.
Y claro, ¡ante la amenaza de que no haya festival todos nos alegramos!
Es sólo que pareciera que el logro es sacarlo adelante como fuera.
Seguimos enfrascados en esa lógica colombiana tan desesperante: la
improvisación del “último minuto”, y en esa lógica poco se puede esperar.
Pero ojo, no se equivoquen, criticar lo estético no es una frívola censura
de lo superficial. Lo que capta el ojo es tan solo la última manifestación
de cosas que en el fondo no están nada bien, y no está bien que la
inauguración poco importe, que sea un protocolo más, que sea un rubro
más de un presupuesto a ejecutar. Esperemos que vengan eventos de
inauguración más dignos y apropiados. Amanecerá y veremos.
Cordialmente,
Pdc· 07|7
A veces llegan
cartas
Recomendados
C
por Mario Andrés López S.
onocí a Jane Austen en una reunión
en la que, extrañamente, los asistentes
terminamos hablando de nuestros autores
favoritos a pesar de ser otro el tema que nos
convocaba. La mayoría de las niñas parecían
haber leído al menos una de sus novelas, o visto
una de las tantas películas que han adaptado de
sus obras. Yo nunca me había interesado ni por
lo uno ni por lo otro. En mi cabeza albergaba
un prejuicio contra dichas novelas románticas
cuyos títulos me hacían pensar en los dramas
mexicanos que adornan la programación de
Ilustración: Natalia Ayala Pacini
Pdc· 07|9
la tarde en los canales nacionales. En dicha
reunión, una amiga también me recomendó
a Ian McEwan con la promesa de encontrar
el “verdadero significado del amor” en las
páginas de su novela Expiación. McEwan no
sólo terminó confiriéndome la promesa sino
la confirmación del carácter y capacidad de
Jane Austen al citar las duras palabras del Sr.
Tilney hacia la pobre Catherine en La Abadía
de Northanger.
La primera vez que leí esta novela de Austen
me extrañé por los comentarios, a veces
déspotas, contra la mujer, su educación y el
juicio moral de la época sobre la importancia
de las clases sociales. Bastaría de la sabiduría
de Google, las páginas restantes y algo de
catarsis para entender la crítica detrás de la
sátira. La Abadía de Northanger terminaría
siendo uno de mis libros favoritos, por ser el
más gracioso y en donde la ironía característica
de la autora es más explícita que nunca. Una
noche me bastó para terminar esta obra donde
la pobre protagonista aprende que la vida está
lejos de ser una novela, y sería el personaje del
Sr. Tilney quien rompiera mi paradigma en
contra de estas novelas, lejos de ser el mero
macho mexicano de las novelas de la tarde.
Persuasión es otro de mis títulos predilectos
y probablemente el más romántico de todos.
En él, Anne Elliot, una joven inteligente y
de buena familia encontró el amor a sus 19
años en un joven marino que le propuso
matrimonio, pero le fue impuesto romper con
él por evitar “malograrse” con alguien “que
no tenía para abonarle a nadie más que a sí
mismo, sin más esperanzas de alcanzar alguna
distinción que la que proporcionan los azares
de una de las carreras más inciertas”. A sus
28 años, Anne ha “perdido su frescura” y vive
tristemente desairada con un padre y hermana
que parecen desfavorecer su presencia. Para
su desdicha el joven marino que alguna vez
la pretendió vuelve como el enriquecido
Capitán Wenworth, admirado por todas sus
amistades y completamente indiferente hacía
ella. Aunque Persuasión puede parecer una
novela bastante plana, su encanto recae en
seguirle los pensamientos a la pobre Anne, que
desde el principio se gana el aprecio del lector
y resulta casi imposible no dejarse contagiar
por el rosa de la situación.
Sin duda Orgullo y Prejuicio es la favorita de
muchos (no soy la excepción), y se beneficia
de tener dos de las mejores adaptaciones que
se hayan hecho de sus obras a la pantalla. Por
un lado está la versión de la BBC (1996) que
protagonizan Jennifer Ehle como Elizabeth
Bennet y Colin Firth como Mr. Darcy. Firth
es un acierto absoluto (pone a suspirar a todas
las mujeres que han tenido la oportunidad de
ver la serie y le sirve de inspiración a Helen
Fielding para crear el galán de su novela El
diario de Bridget Jones), y aunque el éxito de
la adaptación se deba en parte a su actuación,
no podemos dejar atrás la escenografía, el
vestuario y los acertados diálogos que hacen
de la miniserie de 6 capítulos una obra
maestra que, a diferencia de muchas, hace
honor a Austen. Por otro lado está la versión
cinematográfica de 2005 dirigida por Joe
Wright y protagonizada por Keira Knigthley
y Matthew Macfadyen. No sé si el crédito sea
de los actores, de Wright o de ambos, el caso
es que hacen algo sumamente brillante pero
riesgoso a mi parecer ya que logran que sus
personajes parezcan por momentos más de
esta época que de otra. Es probable que otro
fanático de Austen interprete el gesto como
un desvarío, yo lo encuentro sanamente
refrescante y aplaudo la acción a pesar de
rayar con el límite del cuidado la personalidad
definitivamente poco austeniana de Knigthley.
Pdc· 07|11
En su película, Wright aprovecha
la luz natural del escenario, las
actuaciones despreocupadas, la
música y el vestuario para darle una
simplicidad a cada escena y a la vez
un impacto moderno con resultados
maravillosos.
Pocas de las obras de Austen se ven
tan favorecidas con las adaptaciones como
Orgullo y Prejuicio, tal vez la versión de la
BBC (2009) de Emma le haga compañía
en tanto captura el difícil temperamento
de la heroína. Emma, afirma Austen, es
una heroína que a pocos, excepto a ella,
les gustará. Al principio esta niña rica y
caprichosa pude parecer bastante difícil de
querer ya que intenta controlar la vida de los
que la rodean y es poco o nada consciente
de las consecuencias de sus actos. Solo Mr.
Knigthley le proporcionará los valores de los
que tanto carece. Emma Woodhouse, como
todas las heroínas de Austen se caracterizan
por tener padres que dejan mucho que desear.
El rol de la educación, particularmente en las
mujeres, es un tema recurrente en sus obras;
en ellas explora la influencia de los padres
Uno puede deleitarse
fácilmente leyendo una obra
de Austen pues en casi todas
es fácil encontrar la gracia
en las palabras.
en la conducta de sus hijas y no es hasta que
maduran virtuosamente que encuentran el
matrimonio como final feliz.
Uno puede deleitarse fácilmente leyendo
una obra de Austen pues en casi todas es
fácil encontrar la gracia en las palabras.
Siempre hay un personaje del cual burlarse
que aliviana cualquiera que sea la trama: la
sra. Bennet, madre casamentera en Orgullo
y Prejuicio o la sensible y gárrula Sra. Bates
en Emma. Pero más allá del deleite está el
inmensurable placer de conocer, si tal cosa
fuera posible, a Jane Austen. Adentrarse en
el siglo XIX, con sus costumbres y rutinas no
tan diferentes de las de hoy, es una exquisitez
literaria que pocas novelas históricas pueden
brindar. Dudo que la diferencia de clases
sociales, el rol de la mujer, la rutina
de la sociedad del campo de hace dos
siglos sea tan diferente de la sociedad
contemporánea. Por triste que suene
el comentario, puedo asegurar que
en cada personaje está escondido
un familiar, un conocido, tal vez
uno mismo y en el sistema social de
la clase media y alta Georgiana está
retratado nuestro rezago en progreso social.
Jane Austen no es una escritora “para
mujeres” porque escriba del corazón, sino
que el corazón es su excusa para pintar la
realidad que nos concierne a todos. Pero
para aquellos, que como yo, el corazón es la
excusa predilecta cuando de actuar se trata,
estaremos complacidos de encontrar un
nicho tan cómodo como el que nos otorga
esta escritora. Leyendo a Austen aprendí que
si uno como hombre logra sobreponerse al
prejuicio que hay sobre este tipo de novelas, se
encontrará con la sorpresa de verse atrapado
en un mundo donde el matrimonio no es
necesariamente algo a lo que huirle.
Jane Austen
M
ario Andrés López, casi graduado
de Ingeniería Industrial, le dijo a su
mamá cuando estaba en el colegio que
quería ser psicólogo, filósofo o literato, pero ante
la preocupación de ésta, la consoló eligiendo
Medicina. Lastimosamente para ella llegó a la
casa matriculado en Ingeniería, y aunque ahora
vive felizmente enamorado de su carrera, a
veces se da sus escapadas en uno que otro tema
humanista e imagina cómo hubiera sido su vida
menos numérica.
Jane Austen nació en el condado de
Hampshire, Inglaterra un diciembre de 1775.
Fue la séptima hija de un párroco de ingresos
moderados que obligó a Jane a aumentar
los ingresos de su familia enseñando a leer y
escribir a unos cuantos niños de la localidad.
Ella y su hermana Cassandra formaron una
íntima relación durante todos sus años y las
cartas que ambas se dirigieron son de los
pocos referentes que nos quedan sobre la
vida de Jane. Desde los 12 años Jane escribía
para el entretenimiento de su familia, que
según se sabe eran todos ávidos lectores, pero
sólo hasta sus 20 años empezó a escribir los
primeros bosquejos de su primera obra Sentido
y sensibilidad, que no se publicaría hasta 1810,
siendo un éxito de ventas. Aprovechando el
éxito de su novela, publicó en 1812 Orgullo
y Prejuicio (inicialmente titulada Primeras
Impresiones) su obra más exitosa hasta el
momento y mi favorita. Jane Austen nunca
se casó y murió realmente joven a sus 41
años. Pero su vida le alcanzó para publicar
4 novelas (Sentido y Sensibilidad, Orgullo
y Prejuicio, Emma y Mansfield Park) que le
permitieron vivir cómodamente como una
escritora anónima pero bien conocida, después
de la muerte de su padre que poco o nada de
dinero les dejó a ella, a su hermana y a su
madre. Póstumamente su hermano publicaría
dos novelas que Jane escribió en sus últimos
años de manera apresurada: La Abadía de
Northanger y Persuasión.
Pdc· 07|13
"Ir por ahí como en un film de Éric Rohmer
Sin esperar que algo pase.
Amar la trama más que al desenlace,
Amar la trama más que al desenlace"
Jorge Drexler
S
u muerte me tomó por casualidad revisando algo de su “otra”
obra, las que no figuran en sus antologías. Las metamorfosis
del paisaje (1964), un ensayo audiovisual sobre la cambiante
París de principio de los sesenta, que explora el papel del
paisaje desde la tradición de la arquitectura y el arte moderno. Louis
Lumiere (1968), un afortunado registro televisivo de la conversación
entre el realizador Jean Renoir y el director de la cinemateca
francesa Henri Langlois sobre el pionero del cine, y Percival el galés
(1978), una colorida representación medieval con fotografía de
Néstor Almendros donde los castillos son dorado resplandeciente.
Rohmer, amante de la literatura y la historia, condujo su cine por los
límites de la interpretación situándose orgánicamente entre la palabra
y la imagen, y eludiendo los mecanismos de la ficción habituales al
sustituir el histrionismo por sencillos personajes que recitan el texto.
Para las primeras planas quedan, Pauline en la playa (1983), La
rodilla de Claire (1970), o su emblemática Mi noche con Maud
(1969), una película con trama tan sencilla que se dificulta contarla,
tan solo deja ver trozos de la vida misma, la soledad o la intimidad.
Bien lo expresaba él mismo, “Yo no digo, muestro.”
Pero este antiguo profesor de literatura reclutado por la revista
Cahiers du Cinéma en 1957 dejó mucho más que imágenes. Para
los amantes de la reflexión queda la elegante discusión que sostuvo
con Pasolini sobre el cine de poesía defendido por el italiano y el
de prosa, que Rohmer argumentó, no solo con palabras, sino con
su propia obra. El texto se puede cazar en la red, vale la pena.
A pesar de su bajo perfil, Rohmer fue fundamental para la
Nouvelle Vague, uno de los movimientos más importante
del cine europeo de mediados del siglo XX. Como mayor
del grupo, fue semilla de esta nueva ola que combinó
espontaneidad e improvisación con escenarios naturales.
Au revoir Eric Rohmer guitarrista rítmico de la Nouvelle Vague. Los
solos brillantes y virtuosos fueron para Godard, Resnais y Truffaut,
el dorado resplandeciente permanece para quienes se dejan llevar
por el encanto de lo cotidiano.
Joseph Schérer
Profesor, periodista, novelista francés
Pdc· 07|15
Chaque Détail*
Est Précieux
Les plages d’Agnès
[Las playas de Agnès, 2008]
⋆ Cada detalle es precioso ⋆
Pdc· 07|17
No tengo los conocimientos para justificar o criticar el apelativo
que Agnès Varda recibiera en Francia tiempo atrás: “la abuela de
la Nouvelle Vague”. Esto ha emparentado su obra con escritores
como Marguerite Duras o Alain Robbe-Grillet, o con directores de
cine como Alain Resnais y Jean-Luc Godard, de quienes conozco
muy poco o realmente nada.
Quiero más bien reseñar aquí la última producción cinematográfica
de esta belga nacida en Bruselas en 1928, de padre griego en el exilio
y de madre francesa. Esta producción lleva el afectuoso título Les
plages d’Agnès (2008), y el jurado del Festival de Cannes de 2009
le concedió el César bajo la categoría de mejor película documental.
Una anécdota personal me habrá de permitir el ingreso a la
riqueza artística de esta obra de Varda. Hace un par de días fui
a ver Les plages d’Agnès en un pequeño teatro de Denver para
cine independiente, Chez Artiste. Me acompañaban tres amigos,
dos de ee.uu. y uno de Argentina. Entre los pocos comentarios
que cruzamos al salir del teatro, recuerdo tres en particular: “¡Los
subtítulos en inglés casi no podían leerse!”, “En cierto momento no
volví a leer los subtítulos y simplemente me entregué a seguir las
imágenes de la película” y “¡Tuve la suerte de seguir la película en
francés sin tener que leer los subtítulos!”. Una buena parte de la
razones para la belleza de esta obra de Varda se encuentra detrás de
esos comentarios. Les plages d’Agnès es un homenaje al cine y a la
vida, y en este canto de homenaje cada detalle, que es precioso, no
autoriza la invasión empobrecedora de los subtítulos. Aquí el cine
es el gran protagonista —junto con Agnès como mujer del cine y
como actriz principal en su propia película— y por ello, para evitar
el insulto de los subtítulos, paradójicamente la obra requeriría ser
doblada a la lengua de quienes la ven sin hablar francés. Sólo así,
muy seguramente, cine y vida pueden ser de algún modo respetados.
Muchos siempre renegamos del doblaje en cine, pero en este caso
doblar es irrespetar la obra en menor grado. Aquel que vea la película
entenderá esta paradoja.
Les plages d’Agnès va construyendo un tácito conjunto
maravilloso de tesis imperativas sobre la naturaleza del cine. Entre
ellas valga acuñar unas cuantas: la fotografía y el arte no copian el
mundo, por el contrario, lo enriquecen; somos, junto con las cosas
y con los demás seres vivos, simples reflejos fugaces en un espejo;
la cámara fotográfica y la cámara de cine son dos de esos espejos,
junto con las superficies de azogue, de metal, de cristal, de agua,
o incluso lo es el ojo de los demás humanos que puede reflejarnos
—pienso aquí en A puerta cerrada de Jean-Paul Sartre— la vida,
aunque parezca calma, se desliza a una velocidad frenética, y por eso
Varda nunca tiene tiempo para la pereza o para largos descansos,
ni siquiera para dormir porque así como el mar no descansa nunca,
Agnès Varda tampoco parece descansar (¡recuérdese las cientos de
fotografías que en 1962 Vardá tomó en Cuba luego del triunfo de la
Revolución Cubana!); y como corolario de la tesis anterior, podría
decirse que por ello en Les plages d’Agnès no hay lugar especial
para la noche, para la oscuridad, sí acaso para un par de crepúsculos
—poquísimos planos nocturnos y una muy corta secuencia nocturna
que ahora me recuerda mi amiga Mary DeForest: la instalación como
homenaje al cine, donde aparece la Torre Eiffel a la derecha y, a la
izquierda, un gran ojo que parpadea y observa sin descanso, sin
dormir quizás, y cuya pupila recibe superposiciones de momentos
centrales en la historia del cine.
Una compatriota de Agnès Varda, Marguerite Yourcenar,
escribió alguna vez: “Creo que siempre es necesario un toque de
locura para edificar un destino”.1 Para Varda, esa locura consiste
en abrazar los momentos centrales de su tiempo y en abrazar sus
dos pasiones: el cine y la fotografía. Varda abraza su tiempo al ser
testigo y actriz de excepción para momentos centrales de la cultura
occidental del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial, el Surrealismo,
los movimientos feministas, la Revolución Cubana, la Guerra de
1 Yourcenar, Marguerite. Con los ojos abiertos: Entrevistas con Matthieu Galey,
trad. Elena Berni, p. 142, Emecé, Buenos Aires, 1982.
Pdc· 07|19
Vietnam, el movimiento hippie en ee.uu. y la epidemia del SIDA,
entre otros muchos.
En Les plages d’Agnès, Varda abraza el cine y la fotografía
construyendo la narrativa que ofrece una vida, su propia vida, y esto
proyecta unidad a la obra a pesar del carácter fragmentario de las
imágenes —unas móviles, otras quietas— que se muestran a modo
de los recuerdos rotos de una memoria. La unidad cinematográfica
también se apoya en dos elementos: en la aparición constante y
transversal de la Varda personaje, actuado por una joven actriz, y la
Varda personaje actuada por la misma directora, por una parte, y por
otra parte, en la playa como unidad espacial que incluso muestra su
fuerte impronta desde el título mismo de la película. Eso del carácter
fragmentario de la obra tiene mucho que ver con las imágenes y con
las composiciones inesperadas que Varda va haciendo surgir con la
maestría de un talento sin esfuerzo. Allí hay gestos de humanidad:
porque “todas las mujeres son bellas” —apunta una voz superpuesta
mientras aparecen los primeros planos de los rostros de varias
mujeres; porque Varda no deja de luchar por hacer del aborto un
derecho de la mujer; porque Varda acompaña en la existencia y
con su arte, la vida de su compañero Jacques Demy— y esto hasta
en la enfermedad y en la muerte de Demy. A lo anterior se añade
Varda con generosidad brinda
secuencias que revelan los
secretos de mago en la ficción
cinematográfica
un evidente lirismo de las líneas escritas por Varda, cuando ella las
profiere a viva voz frente a la cámara, o cuando ellas se escuchan en
superpuesta parte de la banda sonora de la película. También hay
exquisitas pizcas de humor —el gato naranja con su hablar metálico y
extranjero al igual que Agnés estacionando su pequeño auto de cartón.
Les plages d’Agnès conduce al espectador a una paradoja filosófica,
hermana de esas paradojas a las que el pensamiento occidental queda
abocado tanto en la flecha de Zenón el eléata como en la carrera de
su tortuga y de su Aquiles. En Les plages d’Agnès el espectador ve y
experimenta la realidad marchando hacia atrás —lo que no es más
que pasado para Varda, lo ya acontecido para ella, pero que aún es
un todavía para los espectadores de su obra, porque es el futuro
de imágenes que esta película aún reserva para cada espectador.
Así, tiene lugar una nueva paradoja que el cine hace posible: los
recuerdos de Varda, que son pasados, se convierten en las más
propias expectativas del espectador, es decir, en los miedos y en las
esperanzas proyectados hacia el futuro incierto —porque hay que
esperar la llegada de las imágenes móviles futuras del film para saber
cuáles fueron las imágenes móviles pasadas de Varda.
Desde el punto de vista formal, los planos de Les plages d’Agnès
están muy a menudo plagados de elementos que desbordan el
encuadre; la obra está confeccionada con géneros diversos que
incluyen las entrevistas (Harrison Ford, Jacques Demy); hay
filmaciones familiares en compañía de videoclips de películas de
la misma Varda (La Pointe Courte, con Silvia Monfort y Philippe
Noiret); aparecen los collages de fotografía y de pinturas con
animación; es altísimamente variable y complejo el montaje de
tomas conectadas por la voz en superpuesta de Varda; recurre con
frecuencia a la fotografía filmada, así como el afecto por lo borroso
en la fotografía y en la filmación; es posible ver la construcción de
locaciones inesperadas (las oficinas de los estudios Ciné Tamaris
en plena calle sobre la insustituible arena de la playa que consiente
y acaricia los pies, y la visita de las móviles gaviotas de madera
para reemplazar la presencia necesaria y tutelar de las verdaderas
gaviotas); son comunes los fundidos de muy diversos tipos o imágenes
sobre-impuestas; Varda con generosidad brinda secuencias que
revelan los secretos de mago en la ficción cinematográfica (filmación
de la secuencia donde en un estanque hay una pareja que se ama en
una barca falsa, con el cameraman en frente de los amantes para los
primeros y primerísimos primeros planos, mientras otro miembro
más del equipo de filmación, con el agua hasta a su cintura, empuja
esa barca ilusoria); y no faltan primerísimos primeros planos con
detalles para insistir en la riqueza de cada vida: la mano de Agnès o
cada cabello de su compañero Jacques Demy, de algún objeto en un
mercado de pulgas, del rostro de Catherine Deneuve o del de Gerard
Depardieu, o simplemente del rostro de cada mendigo anónimo
que vive de aquello que los que sí tienen ya no necesitan para vivir.
En Les plages d’Agnès, Varda llega a ser temeraria, pues ni
sus 80 años han logrado adormecer su audacia fílmica. Por esta
razón, Varda no acalla ni lo más íntimo de la vida, que es también
lo más cotidiano, y que por formar parte de la vida misma puede
ser presentado tanto con celebración como con alegría. Sirvan dos
ejemplos: una pareja que desnuda se ama en una hamaca, luego en
la arena y más tarde detrás de las redes de un pescador, o el falo
erecto de un hombre luego de sentir y acariciar y recibir las caricias
eróticas de su pareja.
Les plages d’Agnès es un testamento de artista, de quien todavía
vive por las imágenes y en las imágenes y para las imágenes —pues,
en último término, ¿no somos todos simples imágenes, para los otros
y para nosotros mismos.
Andres Lema-Hincapié, Ph.D. (Department of Modern Languages, The
University of Colorado Denver) Alguna vez quiso ser criador de hamsters
y de aves, así como amaestrar conejos y jugar con títeres. Para calmar
su ansiedad por el chocolate, les compra chocolates a sus amigos, a sus
estudiantes y a sus parientes. Siempre fue mimado —en exceso— por sus
padres y por su abuela materna. Toma siestas en los lugares más inusuales.
Pdc· 07|21
Gabriel Jaime Alzate
Los viajes
de Ulises
En las noches de insomnio
el viajero entiende
que no es más que la silueta de un hombre
la sombra
que alguien dejó al cruzar un umbral de
miedo antes de hundirse en el sueño.
Y mientras dura el viaje,
evita mirarse en los espejos
inventa historias
miente a todos
cambia de nombre.
Hay noches en las que el rostro de una mujer
Suele ser el comienzo del desvarío
el hartazgo del amor
y una reiteración de sus pasos cansados.
Cuando emprende el viaje
Ulises se entrena en el olvido
y cada mañana lanza una saeta
que va directa a sus mejores recuerdos.
Lo que no sabe es que la saeta regresa a él
en forma de nostalgia.
Alguna tarde
descubrió el encanto de las frutas ácidas
que marinan en sus labios
las mujeres jóvenes.
Supo que el hechizo provenía
de la edad de los besos:
y que ellas, tan pronto abren la boca
quieren devorar al universo.
Aunque a veces hacen pausas y respetan el
tiempo:
algo les dice que es mejor amar a un
hombre que a un cadáver.
Nada tan transparente
como el agua en alta mar
salvo quizá un corazón
sumido en la incertidumbre.
Alguna vez conoció a un hombre que cargaba
en el hombro un camaleón.
Se dijo: nada mejor que esto
para representar lo que somos.
Si no hay cómo dar la cara a la propia
vergüenza
mejor que el animal hable por nosotros
hasta que un día
sea él nuestro rostro y nosotros su cuerpo.
Gabriel Jaime Alzate
Mi padre en abril
✽
✽
Sigues en la ventana
miras hacia no sé qué punto entre las nubes
y el viento augura algo, padre.
“Lloverá”, dijiste y una plegaria nos destrozó el alma.
¿A qué has venido, padre?
¿A despedirte de nuevo?
Con esa sobriedad no puedes ser tú mismo.
Pienso que eres la tristeza que alguien dejó
a la puerta de mi casa a medianoche.
Pero sigue, no te quedes ahí
que la brevedad de tus pasos
no alcanza ya para inventarse huellas.
Recítame a García Lorca como lo hacías cuando yo era un niño
y tú mirabas las caderas de las gitanas que rondaban la casa
mientras el sol cambiaba de lugar contigo.
Ah, quién tuviera esa serenidad para escupirle al rostro de la muerte,
quién no tuviera miedo de estar solo, padre.
Si he de viajar contigo
déjame abierta la ventana.
Llévate la botella por si acaso,
no soy capaz de soportarte sobrio.
Si quieres empaco una camisa,
papel para que escribas cartas y la urna
en que guardamos las cenizas.
✽
✽
✽
Ha publicado La hora del Lobo (cuentos), Piedras en la boca
(cuentos), Cuentos infieles (cuentos). Los viejos tienen que
morirse (novela), El viajero en el umbral (novela), Oficios de
la noche (poesía), Francisco de Quevedo entre la mordaza y
la pluma (biografía). Ha obtenido el Premio Jorge Isaacs en las
modalidades de libro de cuento y novela; asimismo el Premio Nacional
de novela ciudad de Pereira (1985) y el Premio Nacional de novela
ciudad de Bogotá (2006).
Medellín, 1951
Gabriel Jaime Alzate Ochoa
✽
Teatro de variedades
Pdc· 07|27
el arte de
definir
Por Julio César Londoño
Ilustraciones de
Daniel «Tacho» Gaona
Julio César Londoño
D
efinir es una operación muy difícil
porque debe cumplir dos requisitos
antagónicos: la buena definición
debe ser tan amplia que cobije toda
la diversidad de elementos que constituyen
el conjunto que define y, a la vez, tiene que
ser muy estrecha para que no se cuelen allí
elementos de otros conjuntos. Definir el perro
como un animal cuadrúpedo, por ejemplo, es
incorrecto porque permite que algunos perros
mujan, balen, barriten, relinchen o rebuznen.
Por eso cuando Platón dijo que el hombre
era un ‘animal bípedo’, Aristófanes no necesitó
mucho tiempo para ironizar: “Entonces las
gallinas son hombres”, sentenció con lógica
Tacho
impecable el cómico de Atenas. Preocupado,
Platón se apresuró a corregir: “Los hombres –precisó ufano– son animales bípedos
implumes”, formulación que introducía una
mejora sustancial en la proposición original.
Pero el cómico volvió a cargar: “Entonces una
gallina desplumada es un hombre” –dijo, y las
carcajadas alegraron el ágora y hasta la fuente
brincó, argentina y frívola.
“El primer requisito para hacer buenas definiciones es ser muy buen observador”, escribió
Henry David Thoreau al final de la primavera
de 1857. Lo decía a raíz de la conversación
que había tenido con su jardinero un día que
el buenhombre desplumaba un pollo. Thoreau
se puso a verlo trabajar, recordó la gambeta de
Aristófanes y, como el jardinero era un hombre
entrado en años, calculó que podía apreciarla
y se la contó.
El hombre escuchó sin interrumpir su labor
y al final dijo: “Sus griegos no eran buenos
observadores, señor”.
El inventor del lápiz y autor de La resistencia civil guardó silencio. El jardinero puso el
animal sobre sus piernas y aclaró: Es imposible
confundir una gallina con un hombre por la
sencilla razón de que ellas doblan, al caminar,
las rodillas hacia atrás”. Admirado, el grande
hombre tomó asiento junto al jardinero y, cambiando de tema, se puso a ayudar a desplumar
el animal.
Desde la lógica, hay dos clases de definiciones: las tautologías y las contradicciones. Las
primeras no añaden nada que no supiéramos
antes (“el triángulo es una figura de tres lados”)
y las segundas confunden el entendimiento y
arrasan con las pocas certidumbres que nos
quedan. Por ejemplo: “Toda regla tiene excepción”. Parece una observación sana. Probada
hasta la saciedad. Pero tiene un defecto: también es una regla. Por lo tanto debe tener su
excepción, es decir, que debe haber al menos
una regla sin excepción. Las tautologías y las
contradicciones son el objeto de estudio de la
lógica clásica, materia que, a pesar de todo,
goza de gran prestigio.
Atendiendo a la estética, las definciones
pueden clasificarse en bellas o zafias. De las
segundas no nos ocuparemos aquí. Como
ejemplo de las primeras podemos citar las
siguientes:
Suspiro. “Un aire que falta por algo que sobra”.
Anónimo
Los 4 elementos. “Tres cosas hay que me maravillan y una cuarta que no consigo descifrar: el
rastro del aguila en el aire, el rastro de las naves
en el mar, el rastro de la serpiente en la tierra, y el
rastro del hombre en la mujer”. Proverbios.
Ectoplasma. “La mujer que amé se ha convertido
en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones”.
Juan José Arreola.
Arco iris. “La firma de Dios”. Génesis.
Estilo. “Dios dijo ¡Sea la luz! Y fue la luz”. Génesis.
Punto. “Lo que no tiene partes”. Euclides.
El amor. “Una suerte de crepúsculo interior”.
Hoover Delgado.
Teléfono. “Tu voz aquí, tan lejos de tus labios”.
William Ospina.
Hay definiciones brillantes.
Para lograrlas se requiere un
delicado equilibrio
entre ingenio y precisión,
entre prosa y poesía.
Tango. “Un pensamiento triste que se baila”. Ernesto Sábato.
Azar. “Una progresión numérica de razón desconocida”. Serge Reynaud de la Ferrière.
Ventana. “Un invento de las mujeres para mirar
a través de las paredes”. Iván Almario.
Números arábigos. La única lengua verdaderamente universal.
Animal humano. “Mezcla de ácidos nucleicos,
recuerdos, deseos y proteínas”. François Jacob.
Como el humor es un
método de conocimiento,
con frecuencia los
pensadores recurren a sus
servicios para atrapar
la esquiva esencia
de las cosas.
Capitalista. “El que cree que puede ganar. Socialista, el que aspira a empatar. Místico, jura que puede
salirse del juego”. Murphy
Refrán. “El que tiene rabo de paja poco aprieta”.
Sancho Panza.
Posibilidad. “Es posible que haya vida inteligente
en otro planeta”. Millor Fernández.
Status. Algo que se logra comprando cosas que
uno no necesita, con plata que uno no tiene, para
aparentar ante una gente que no nos cae bien lo
que uno no es.
Inteligente. “Toda aquella persona que piensa
como uno”. Voltaire.
Dragones. “Se dividen en tres clases: los extintos,
los que tumban los floreros y los inclasificables”.
Chuan Tzu.
Teléfono
Posibilidad
Inteligencia
Pdc· 07|29
Bush
General
Periodismo. “Profesión que consiste esencialmente en decir: ¡Lord Jones ha muerto! a gente
que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. Gilbert
K. Chesterton.
Evolución. El hombre desciende del mono, los
argentinos de los barcos, el pez a las profundidades
y así sucesivamente. JCL
Matrimonio. “Algo que se parece mucho a una plaza sitiada. Los que están adentro quieren salir, y los
que están afuera quieren entrar”. Honoré de Balzac.
El rigor del Profeta. Alarmado por la
promiscuidad que cundía entre los árabes, Mahoma
decretó que de ahí en adelante era pecado tener más
de cuatro mujeres.
Postergación del deseo. “Todos los creyentes
quieren ir al cielo pero todavía no”. Voltaire.
Otra vuelta de tuerca en el
humor, tropo que deforma la
sonrisa en una mueca terrible,
la ironía es un elemento
frecuente en las definiciones.
Se la reconoce porque deja
un regusto agridulce en el
neocortex, resultado de la
mezcla de inteligencia y
ácido en partes variables.
Felicidad. Invento de algún filósofo perverso para
amargar a la humanidad.
Bush. “No es más tonto porque no entrena”. Diego
Luis García.
Interés. “Nunca me he sentido en el deber de
hacer nada por el futuro. Al fin y al cabo ¿qué ha
hecho el futuro por mí?” George Bernard Shaw.
Petulancia. “Esas incertidumbres que no sin
vanidad llamamos metafísica”. Jorge Luis Borges.
Periodismo. “Leer los periódicos es comprobar
que sólo lo ilegible sucede”. Oscar Wilde.
Fama. “Para alcanzar el éxito hay que escalar el
largo camino que lleva a la Colina de los Tontos.
Yo llegué a la cima”. Marlon Brando
Progreso. Ápice de la política, la democracia
conserva rasgos de sus antepasados: la esclavitud
griega, el clientelismo y las leguleyadas de
Roma, la prevalencia de los intereses privados
del mercantilismo, los privilegios hereditarios
de la monarquía, el desdén por lo público del
comunismo, y la barbarie y la corrupción de todos
los tiempos. JCL
Mujer ideal. “La que pasa”. Richard Burton.
Soldado. Máquina que asesina sin odio.
General. Lo contrario.
Terrorista. Soldado sin insignias.
Insignias militares. Semiótica honorífica
que señala la pericia del sujeto para estrangular,
sofocar, balear, apuñalar o destripar a otros
sujetos.
Prioridad. “Hay cosas más importantes que el
dinero, pero son muy caras”. Groucho Marx.
El eterno argentino. Llevan a Borges al
Sahara. El poeta se agacha, toma un puñado
de arena, la arroja al viento y exclama: “Estoy
transformando el Sahara”.
Seducción. “Toda mujer nace con un número
finito de negaciones en sus labios. El arte consiste
en agotárselas”. Giacomo Casanova.
Injuria. “Su mujer, señor, vende géneros
de contrabando con el pretexto de ejercer la
prostitución”. El doctor Jonson.
Origen. “Salvo el hidrógeno, todos los átomos que
forman nuestro cuerpo –el hierro de la sangre,
el carbono del cerebro, el calcio de los huesos–
se formaron hace miles de millones de años en
estrellas gigantes rojas. Estamos hechos, pues,
de polvo de estrellas”. Carl Sagan.
Hay definiciones agudas. Se
hacen a punta de erudición,
reflexión y síntesis.
Ciencia. “Asíntota de la verdad”. François Jacob.
Vida. “Lo que gastamos en sobrevivir. Sabiduría:
lo que se pierde en conocer. Conocimiento: lo que
se deslíe en información”. T. S. Eliot.
Los cuatro enemigos del hombre. “El
miedo, el poder, la vejez y la muerte. Contra
miedo seguridad, contra poder humildad, contra
vejez vitalidad, contra muerte... ¿relax?”. Carlos
Castaneda.
Las definiciones matemáticas
son proposiciones que tienen
la esfericidad y la elegancia
propias de esa materia.
Crunch. Onda cónica de presión aérea producida
por la explosión simultánea de miles de alveólos
apanados o crocantes.
Soberbia. “Lo que no es mecánica cuántica es
filatelia”. Erwin Schrodinger.
Línea recta. Fue el camino más rápido entre dos
puntos hasta el descubrimiento de la braquistocrona
por Newton.
Matrimonio. Braquistocrona de los sentimientos:
es la distancia más corta entre el amor y el tedio.
Sistema kantiano. Lógica aristotélica, geometría
euclidiana y mecánica newtoniana.
Congreso de semióticos. Calamares en su tinta.
Escritores. “Se dividen en dos: los que parecen
oscuros por su profundidad, y los que quieren
parecer profundos a fuerza de oscuridad”. Jorge
Luis Borges.
Fama
Matrimonio
Julio Cesar Londoño
(Palmira, 1953) Cuentista y crítico palmirano. Es columnista de El País y El Espectador y escritor
visitante de los talleres literarios del Ministerio de Cultura. Ha publicado Los geógrafos, El arte
de tachar (crítica literaria), La ecuación del azar, Por qué las moscas no van a cine (ensayos de
divulgación científica), La biblioteca de Alejandría (ensayos de humanidades), Proyecto Piel (novela).
Es Premio Jorge Isaacs de Ensayo (Cali, 1997) y Premio Juan Rulfo de Cuento (París, 1998). Fue
finalista del Premio Planeta 2007.
Pdc· 07|31
Darwin
Digno revolucionario
¿Cuál es el
principal
impacto de
las ideas de
Charles Darwin
en el mundo
moderno?
d
Marcela Bueno
arwin rompió antiguos paradigmas,
reordenó el mundo que le siguió y le
dio su lugar a la naturaleza y al ser
humano. Alguien así no merece otro título
que el de “revolucionario”.
Cuando pensamos en Darwin de inmediato y casi como relámpago vienen a
nosotros las ideas de “selección natural”,
“sobrevivencia del más fuerte”, “adaptación” y en general, “evolución”. Y ciertamente así debería ser, puesto que no podemos
obviar el gran aporte que todo ello significó
para el mundo científico de ese entonces y en el momento de su publicación en 1859, que
lo que significa hoy día. Sin duda ha sido la comunidad científica entrara en pugna y
de gran valor el concebir a todos los seres que la sociedad en sí tuviera que replantearse
vivos como el resultado de todo un proceso muchas cosas. Lo que en realidad se logró
selectivo en el que la naturaleza tiene el fue un vuelco total en el imaginario de las
papel principal y en el que se juegan toda personas.
una serie de procesos a nivel genético y
El hecho de pensarse como un ser que
adaptativo. Sin embargo, ¿qué podríamos se halla inmerso en la naturaleza es algo
decir si se nos pregunta acerca del impacto que puede llegar a atemorizar a los espírique todo ello generó
tus más valientes, el
en el ámbito social? ...excelente observador, quien sentirse parte de esa
He aquí mi opinión: construyó toda una teoría que "Pacha Mama” que
A nte todo hay explicaba la diversidad de los ha sido tan venerada
que considerar que seres vivos y la relación de estos y temida, resulta algo
Charles Darwin vi- con su medio.
inquietante, nos hace
vió en una época de
sentir vulnerables y
turbulencias, en pleno siglo XIX donde aún afecta de manera acérrima nuestra conciense discutían asuntos religiosos, donde la cia. En aquella época, podríamos decir que
ciencia, sus descubrimientos e invenciones se tenía un concepto de ser humano muy
estaban en boga y donde las ideas newto- elevado en el sentido de que nos pensábamos
nianas no terminaban de generar debates. como lo mejor y (gracias a la Ilustración)
Estando allí tenemos a nuestro naturalista como el ser que podría llegar a “iluminar el
y cabe decirlo: excelente observador, quien mundo” en todos los aspectos, cosa que con
construyó toda una teoría que explicaba la la teoría de Darwin terminó situándonos en
diversidad de los seres vivos y la relación de un lugar más modesto en la jerarquía y nos
estos con su medio. Darwin unificó una se- retó a seguir avanzando en el estudio acerca
rie de ideas que se habían gestado años atrás de cómo ocurría la transmisión del material
y les dio un sentido basándose en pruebas y genético de un organismo a otro. Ello sin haaños de estudio sobre el tema, ello produjo, blar del eterno duelo entre religión y ciencia.
Pdc· 07|33
Ahora bien, el darwinismo ha tenido
también su impacto en lo social y de ello
se han aprovechado los defensores más
asiduos del capitalismo, así como también
los economistas: bajo el argumento de que
en sociedad, así como en el medio natural
sobrevive el que mejor se adapte a las condiciones del medio y por ende, el que tenga
más es porque ha luchado por ello, justifica
la competitividad y la rivalidad entre individuos, empresas y naciones; incluso se
ha llegado a despreciar el asistencialismo
argumentando que quienes lo requieren
no son más que “parásitos” de la sociedad
y viven a expensas de quienes sí trabajan
por lo que tienen (Spencer). Sin embargo,
ello no ha sido más que una mala aplicación
de la teoría de Darwin, así como la mala
interpretación que se le dio para justificar
regímenes totalitarios como el Nazismo.
Sea cual sea el caso, considero que sin
duda el principal aporte de Darwin fue, por
un lado aterrizarnos y poner al ser humano
como parte de la naturaleza, como un ser
con limitaciones y propenso a los cambios
y por el otro, abrió un camino enorme para
el estudio de la biología y de la genética.
Respecto a lo primero debo decir que,
si bien las ideas de Darwin fueron alta-
mente revolucionarias en su momento,
pienso que ellas debieron tener una mayor repercusión en un sentido positivo en
el mundo moderno; es decir, cuando yo
conocí la teoría de Darwin sentí un gran
respeto no solamente hacia la naturaleza
como “sabia madre” (por decirlo de alguna
madera), sino también por las demás especies que comparten el globo con nosotros.
...el principal aporte de Darwin
fue, por un lado aterrizarnos
y poner al ser humano como
parte de la naturaleza, como
un ser con limitaciones y propenso a los cambios y por el otro,
abrió un camino enorme para
el estudio de la biología y de la
genética.
Me preguntaba en un principio: ¿Cómo es
posible que estos seres puedan mantener
ese delicado y perfecto equilibrio? Y, más
allá de las explicaciones de Darwin, me
sigue fascinando esas artimañas de las
que se vale la naturaleza para mantener
todo en su lugar.
Además de ello, también consideré que
el hecho de vernos como el resultado de un
proceso evolutivo en el que muchos seres
muy diferentes a nosotros participaron iba a
lograr que al menos tuviéramos una actitud
de respeto y conmiseración con otras especies (desde la plantas hasta los animales)
que ahora parecieran están a nuestra plena
disposición. Por el contrario y con ojos de
desilusión tenemos que ver hoy día la
manera como son tratadas, humilladas y
subvaloradas otras especies: el especismo
es algo que ciertamente estaba muy lejos
del sueño de Darwin.
Por otro lado, y hablando ahora de su
aporte en cuanto a posteriores estudios se
refiere, considero que eso es algo ya bastante discutido y, si bien marcó un nuevo
paradigma en el estudio de la naturaleza
y permitió que nuevas investigaciones y
estudios respecto al tema se pudieran llevar
a cabo, no faltaron quienes despreciaron y
malinterpretaron su obra.
A pesar de todo ello y a la actitud de
algunos científicos “modernos” siento que
es pertinente replantearse algo hoy día y
más aún, en vista de todo lo que ha ocurrido
desde la publicación de El Origen de las Especies hasta nuestros días: la ética científica
o bioética. Ello porque ahora que nos hallamos en plena “revolución tecnológica” (una
vez más), ahora que los Mass Media controlan la información y la genética moderna
pareciera desbordarse sin control, resulta de
vital importancia dejar claros los parámetros bajo los cuales se puede seguir haciendo
ciencia. La cuestión aquí no es que se avance
en este aspecto, ello es algo indiscutible, la
cuestión es que se respete, en honor a la
teoría de Dar w in, a las demás especies
que nos acompañan en la tierra. ¿O acaso el
hecho de que las especies estén destinadas a
evolucionar (proceso donde pueden perecer
por completo algunas especies) nos permite
hacer uso deliberado de ellas? Yo pienso que
no pero, juzguen ustedes.
Marcela Bueno
Ha vivido en Cali desde siempre. La sociología,
la psicología y el arte la sedujeron hace ya varios
años. La pueden encontrar entre el trabajo, la
universidad y el internet y verla en su furor defendiendo a sus peludos, cuya causa promueve
y dirige.
✳✳✳✳
Este texto fue el ganador del concurso de ensayo,
que se llevó a cabo en el marco de la celebración
mundial del bicentenario del natalicio de Charles
Darwin (1809-2009) en la Universidad Icesi.
Pdc· 07|35
DEFENDER EL IDIOMA
de
los defensores del idioma
Por: Eladio Valdenebro
elvalde@gmail.com
En “cartas del lector” del mayor diario nacional, leo el afán de alguno, preocupado por la invasión de palabras norteamericanas
en la publicidad comercial, en todo medio escrito, en la T.V.
Su preocupación no es ninguna novedad. El tema de la defensa del Español siempre ha existido —desde hace mas de
quinientos años!— desde un erudito caballero de apellido Nebrija, quien en 1492 había publicado la primera gramática
de nuestro idioma.
Veamos esta reseña de tan insistente propósito, pero en formato especial (que debe respetarse, Sr. Editor): en un renglón
leemos varias palabras de origen árabe, y en el renglón siguiente —con letra distinta— leemos los intentos de evitar que esas
palabras entren al idioma. Y así todo el primer párrafo, de unos veinte pares de renglones. En igual forma están diagramados
los párrafos sobre palabras del alemán, del italiano, etc.
abalorio - abismo - acechanza -almohada - aceite - acelga - aldaba - aldea
Un sabio de la corte de los Reyes Católicos, don Antonio de Nebrija, publicó
balde - baño - barcino - berenjena - bata - barrio - batea - bórax - baladí
su gramática (la primera del español) hace más de cinco siglos, el año que los moros
achacar - adalid - adarga - alfanje - algarabía - alquiler - adobe - alquitrán
fueron expulsados de la península . Motivado por el reconocimiento y el abundante
cifra - café - cimitarra - cítara - coima - calafate - califa - cenefa - carcajada
aplauso que le mereció su gran obra, le escribió a la Reina Isabel una carta,
ámbar - alfombra - alforja - anaquel - ajuar - álcali - ajonjolí - ajedrez
con el ampuloso estilo de entonces, en que le proponía algo bien importante:
carmesí - cerbatana - cazurro - cala - chafarote - chiflar - chisme - chaleco
una "Santa Inquisición del Idioma" para purificarlo de tanta basura árabe que se le
algoritmo - álgebra – alambique - alguacil - añil - algodón - alazán - alhelí
había pegado en tantos siglos de dominio islámico. Si los españoles habían logrado,
dado - dársena - daga - dinar - diván - derviche - descafilar - danza - tarea
al fin, expulsar al invasor, también debían expulsar toda huella de su indigna cultura.
elixir - engarzar - embarazo - escabeche - folgar - falleba - fanegada - faquir
Y las huellas más vergonzosas de los moros eran esas cacofónicas palabras árabes.
arrayán - albacea - arrecife - albahaca - arriate - arroba - arropar - asesino
Pdc· 07|37
El ilustre sabio daba mil razones más para borrar del español miles y miles
gabán - gabela - gacela - gandul - gárgola - guarismo - guitarra - harén
de palabras que el imperio musulmán había afianzado en la parla de los ariscos españoles.
albaricoque - albayalde - aljibe - atalaya - albóndiga - albornoz - alborozo
Pero… la reina Isabel estaba ocupada con unas nuevas y desconocidas tierras
hachís - horro - hasta - hazaña - hégira - imán - jabalí - jaque - jaqueca - jáquima
que un genovés le había descubierto, muy lejos, al occidente. Y no le hizo caso al
ataúd - almacén - atracar - albur - alcabala - alcahuete - avería - azabache
gramático don Antonio de Nebrija… Pero él insistía en la idea de que tantas palabras
jinete - jirafa - jaez - jeque - jota - judía - laca - lapislázuli - limón
árabes recordaban a todos ocho siglos de dominación extranjera, y convenía ejecutar
almíbar - azote - azotea - azúcar - azucena - alcázar - alcoba - alcohol
esa purga de tan horribles vocablos que mancillaban el noble idioma de Castilla,
máscara - matraca - momia - místico - mameluco - meca - maravedí - mezquita
preclaro descendiente directo del latín. Sí, toda huella del oprobioso y humillante
azul - azor - alcatraz - alcazaba - azoro - azarar - alcachofa - alcancía - azalea
dominio islámico sufrido por España durante ocho siglos… sí, debía ser del todo
nácar - paraíso - quilate - nadir - naranja - quiosco - nenúfar - nuca - noria - res
borrada con la fuerza de una poderosa Inquisición del Idioma.
alhaja - albur - atambor - ataque - acequia - albañal - arequipe - abracadabra
Fortunosamente, la Reina Isabel estaba ocupada, y no le hizo caso.
alondra - arriate - redoma - arrabal - aldea - espliego - algazara - ojalá
spaurha, espuela - helm, yelmo - bigote
soneto - lira - silva - novela - esdrújula
quarz, cuarzo - rauphan, ropa
balcón - cortejar - festejo - ataque
El nieto de la Reina Isabel era un alemán,
y llegó a ser Carlos I de España.
Los reyes de España eran dueños también
de media Italia, hace varios siglos.
blank, blanco - want guante - spahiat, espía
soldado - capitán - arlequín - alerta
gashajard, agasajo - ufghot, ufanar
escopeta - escolta - fachada - poltrona
Pero era también rey de Alemania —allá era Carlos
V— y no sabía aún hablar el noble español
Entonces otro grupo de palabras extranjeras se
metió al idioma de Castilla, sin oposición
nickelt , níquel - bring, brindis - reiks, rico
foso - celada - fragata - batuta - ferroviario
- haspel , aspa - warre, guerra
casino - fiasco - esbozo - esfumar
Entonces, hace cuatro siglos, con Carlos V,
entraron muchas palabras raras.
alguna, y muchas sonorosas palabras italianas
nos quedaron, fortunosamente.
haspel, aspa - bruths, brotar - ghartel ,
guarecer – feldspath, feldespato
Nadie lo impidió, por respeto con el poderoso
monarca alemán. Fortunosamente.
laubjat, lonja - feuth, feudo - burg, burgo - wardoth, guardar - steup, estribo
Pdc· 07|39
cacahuate - chile - tomate - chicle
guacamole - tamal - tequila - azteca - maya
Desde hace ya cinco siglos, desde que
Cristobal Colón regresó a España tras
canica - cuate - escuincle - jìcara
petaca - tiza - zoquete - coyote - quetzal
toparse con América, y entre papagayos, piñas,
esmeraldas y oro, papas y perlas, muchas
cacique - caimán - caoba - barbacoa
canoa - carey - ceiba - caribe - colibrí
feas y cacofónicas palabras de estos salvajes
pueblos habitantes de aquel Nuevo
jíbaro - jején - maraca - piragua - enagua
tabaco - maní - aguacate - chocolate
Mundo, comenzaron a entrar subrepticiamente
en el Español. Y siguen entrando.
tomate - jaguar - chicle - jícara - nopal
cancha - choclo - quena - yuyo - caucho
Los defensores del idioma —más preocupados
que otras veces— no pudieron impedirlo.
En el esplendor de la cultura francesa, cuando
el hechizo de la corte de Versalles,
chofer - vedete - pancarta - croqueta - corsé
gabardina - gendarme - perfume
muchas elegantes palabras francesas entraron
al idioma. Y nació la Real Academia,
argot - complot - collage - dossier - rol
cabaret - chef - debut - menú - peluche
para evitar esa intromisión de tanta palabrería
galicada que llegaba de París
afiche - broche - champiñón - colonia
matiné - bidet - chifonier - buró - brasier
con los odiados invasores. Nadie hizo caso
a la que pule, fija y da esplendor.
gabardina - escanciar - huracán - escaner
jet - mall - knock out - light - gay - hobby
esfumado - arpa - míster - espliego
rating - chip - e.mail - locker - closet
El árabe, el alemán, el italiano, el francés, los
idiomas del Caribe, México y Perú,
Entonces, bienvenidas igualmente, como
entraron de Alemania, Italia y Francia,
celada - feudo - bus - piragua - basket
club - spray - monitor - drive in - disket
chofer - cacique - iguana - novela
basket - stock - jeans - hard - golf
palabras de los Andes, del Amazonas, del
Paraná, del Orinoco y la Patagonia,
bienvenidas tantas palabras que nos llegan
desde hace muchos años, con insistencia
ropa - nenúfar - paraíso - minga
bar - porch - junior - hit - rugby - Internet
perfume - cancha - guante - redoma
dumping - doping - web - chip
han enriquecido enormemente nuestro poderoso,
nuestro vital idioma. Entonces…
desde Norteamérica, para mil y mil aspectos
diversos de nuestro complejo mundo.
futbol - capitán - guerra - ñapa - champaña
flash - jogging - hobby - business - sándwich
- broche - quilate - quiosco - recua
holding - thriller - show - hobby
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¿Que solo debemos aceptar palabras que no tengan equivalentes
en español? ¿Porqué?... ¿Acaso, cuando entró “almohada” del
árabe, no había entonces alguna palabra adecuada? ¿O cuando
llegó del alemán “guerra”, no había entonces cómo referirse a
ese hecho? Al llegar del francés la palabra “complot”, ya existía
“confabulación”. Y cuando de las Antillas tuvimos “huracán”,
podíamos también decir “vendaval”.
¿O es que en vez de decir el anglicismo “jet” cuando lo vemos
cruzar el cielo, debemos decir castizamente “avión de propulsión
a chorro” ?... !Cuidado!... !mientras tanto, ya lo habremos perdido
de vista!
Démosle tiempo al tiempo. Y, más pronto que lo que sucedió
con las palabras árabes y alemanas, con los galicismos y los
italianismos, con miles de palabras de la América indígena...
más pronto, la vitalidad poderosa y la fuerza arrasadora del
idioma de Cervantes habrá hallado —!ya ha hallado!— sintaxis,
formas gramaticales, sonoridades y escrituras adecuadas. Y,
seguramente, el uso habrá descartado algunas, muchas que no
arraigaron. Pero muchas tendrán la legítima presencia que el uso
—!solo el uso!— les va dando, enriqueciendo mas aún nuestro
opulento idioma.
Sí, defendamos nuestro idioma... ¡de los defensores del idioma!.
Pero, en verdad, no tenemos que hacer esfuerzo alguno, no hay
porqué preocuparse: nadie les hace caso. Fortunosamente. Como no
le hicieron caso ni siquiera al primer defensor, hace cinco siglos, aquel
sabio de la corte de Isabel la Católica, don Antonio de Nebrija, pese
a la gran autoridad que tenía como autor de la primera gramática.
Una interesante observación: Los
americanos —tan inteligentes—
no tienen esta inútil tontería de
“Academia de la Lengua”. !Y el
registro de palabras que usan,
es tres veces mayor que nuestro
mas completo diccionario!
�
GLAMOUR
en los escombros
En este número de Papel de colgadura le damos un nuevo papel a la fotografía. La imagen
fotográfica se re-crea con la luz al interior de la cámara, pero requiere de un soporte para ser visualizada y, sobre todo, compartida. Al imprimirse sobre un soporte, la imagen se materializa y
se convierte en objeto.
Imagen y papel constituyen una pieza indisoluble. No son solamente manchas de colores repartidas sobre un aglomerado homogéneo de fibras vegetales. La imagen impresa se vuelve contenido,
mensaje, memoria, propaganda, denuncia, crítica, re-conocimiento. Por eso decidimos asignarle
su propio papel a ciertas fotografías que queremos destacar.
Fotografías de
nicolás ordoñez
Texto
josé kattán
En este reportaje fotográfico, Nicolás Ordóñez
nos comparte algunas de las 120 fotografías
que tomó el 31 de diciembre de 2009. La motivación nacía de una inquietud sobre la moda
en una nación donde no existen las colecciones
ni las pasarelas ni los centros comerciales. Por
lo contrario, la ropa escasea, los almacenes tienen poco que ofrecer y la población se inventa
sus propias tendencias con lo que puede conseguir y reciclar. Es Cuba, esa isla donde sus
pobladores acechan a los viajeros para canjear
un bluyín o una camiseta por habanos, ron o
cualquiera de los productos que se producen
localmente.
Como son las prendas lo que le interesa a
Ordóñez, acude a la estrategia utilizada por
Richard Avedon y muchos otros fotógrafos,
para centrar la atención sobre los personajes
que retratan: se carga un telón blanco y lo usa
de fondo para aislar a sus sujetos del entorno,
que para el caso no solo no interesa, sino que
distrae, pues a sus modelos los busca en las
calles. Sin embargo, Cuba queda representada
en la actitud de los personajes que aceptan la
invitación a posar en el mismo sitio donde son
abordados. No hay preparativos, ni maquillaje,
ni retoques. La pose es espontánea, no son
modelos de agencia, sino transeúntes en sus
actividades del último día del año. La colección
la constituye la pinta de fin de año, armada con
las mismas prendas que usan siempre, pero
con una significación especial para ese día.
Estos personajes encarnan la contradicción
de ese universo cubano, la jovialidad tropical mezclada con la resignación de vivir en Nicolás Ordóñez Carrillo (Bogotá, 1977)
una cuasi prisión que les brinda seguridad y
Es graduado en Literatura de la Universidad de Los
subsistencia, pero que no pueden abandonar Andes con Maestría en Teoría de la Literatura Comfácilmente. La dignidad de un pueblo some- parada de la Universidad Autónoma de Barcelona.
tido a un régimen cerrado por un lado y al Ha trabajado como periodista y fotógrafo en meaislamiento de la gran potencia por el otro. La dios impresos como El Espectador de Bogotá, y la
Revista Soho. Dirigió el largometraje documental
fuerza de un conglomerado humano que sabe Trip Voyeur (Competencia Oficial en el Festival de
que su resistencia se basa en su unidad.
Cine Pobre de Gibara, Cuba, 2010), y fue Director
Este catálogo de moda callejera se constitu- de Fotografía del largometraje de ficción Jirafas
ye en un retrato colectivo que nos muestra la realizado por el director cubano Kiki Álvarez, próximo a ser estrenado. Fue Jurado de Guión Inédito
desenvoltura de los cubanos frente a la cámara, en el 32 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano
no les intimida, les gusta sentirse mirados, se de La Habana en 2011, y seleccionador del Premio
expresan con sus rostros y con sus cuerpos, Herralde de Novela de la Editorial Anagrama en el
participan alegremente del proyecto y com- año 2000. Desde el año 2008 hasta la actualidad
funge como Creativo y Fotógrafo en la Dirección
parten su glamour pintoresco con la dignidad de Cultura de la Escuela Internacional de Cine y
de los que se reinventan sobre lo que tienen TV (EICTV), en San Antonio de los Baños, Cuba.
a mano y no se dejan vencer por la ausencia http://www.niorcano.com/
y la escasez.
Álvaro Vélez (Truchafrita). Historiador y docente de la Universidad de Antioquia. Dibujante de cómics. Autor del fanzine Cuadernos Gran Jefe y editor de la gacetilla de cómics ROBOT. www.truchafrita.net
¿Antropología visual?
Por Carlos Duarte y Carlos Cárdenas
Carlos Duarte
Alausí, Provincia Chimborazo, Ecuador, 2008
Proponer, como lo hace el francés Jean Rouch (1979), la ubicación de la
antropología visual como una rama de la antropología (aunque algunos
han debatido si es un campo distinto), implica la dificultad de determinar las fronteras de una disciplina que se extiende hacia diferentes
campos de los que se plantea la misma antropología, y se extiende a
veces demasiado por fuera de ella. En ocasiones la antropología visual ha
sido subestimada, considerada apenas como ayuda audiovisual para la
enseñanza1, aún cuando posiciones académicas tan relevantes como los
estudios culturales evidenciaron la necesidad de asumir la centralidad
de los medios masivos de comunicación en la formación de la identidad
cultural (Hall, S. 1964 y Wil1iams, R. 1980). Para lograr ofrecer un panorama de lo que llamamos antropología visual, haremos inicialmente
tres distinciones temáticas de este campo para entender sus múltiples
relaciones y entrecruzamientos, elementos que para nosotros permiten
configurar un campo de la antropología visual.
El estudio antropológico de las imágenes.
El ejercicio de la antropología de la imagen puede considerarse como
una labor de carácter etnográfico, tal y como Rosenstone nos propone
un "pasado en imágenes" para hacer una historia a partir de lo visual.
Para este autor, las imágenes deben ser vistas en su cualidad de caja de
resonancia histórica y en su capacidad de revelar el pasado. Que hoy
le pidamos algo distinto a las imágenes, el que les exijamos que demuestren su carga documental, habla de nosotros y de nuestra historia
reciente ahora profundamente televisiva.
Las imágenes poseen entonces un valor socio-antropológico que,
con el paso del tiempo, cobra fuerza en tanto documento histórico. La
razón es obvia: tales filmes testimonian el hoy o el ayer de los hombres
y las mujeres de una determinada época, retratan a la gente, su modo
1. Collier (1986) hace referencia a la antropología visual, como una disciplina que
va dirigida tanto a la investigación, como a la formación antropológica.
de vivir, sentir, comportarse, vestir, e incluso de hablar. Sin embargo
ha sido la disciplina histórica, la que en la década de los ochentas se ha
aproximado a las imágenes, concibiéndolas como artefactos socialmente
construidos, que contienen información sobre la cultura representada,
así como sobre la cultura del realizador.
...las imágenes deben ser vistas en su cualidad de caja de resonancia histórica y en su capacidad de revelar el pasado. Que
hoy le pidamos algo distinto a las imágenes, el que les exijamos
que demuestren su carga documental, habla de nosotros y de
nuestra historia reciente...
Desde los años cuarentas, se da inicio al análisis antropológico del cine,
la televisión y otras formas de medios masivos de comunicación, por
parte de antropólogos como Gregory Bateson, Margaret Mead, y Rhoda
Metraux, en estudios que se enfocaban en la cultura como un contexto
evidenciado -a través del análisis textual- por los elementos culturales
del cine comercial. A partir de los ochentas, ha habido menos interés por
los estudios sobre el realizador y/o el texto, y a la vez una mayor preocupación por el papel de las audiencias de cine y tv en la construcción de
sentido (Ruby 1996). Los antropólogos visuales han aportado a esta
tendencia, con sus análisis de la práctica de tomar fotografías históricas
como comportamiento cultural, y con sus estudios etnográficos sobre la
producción cotidiana de fotos, como son las instantáneas2. Aunque las
fotografías no se abordan en un análisis de texto, este tipo de estudios
intentan ofrecer un panorama sobre las condiciones de producción y
consumo, con el fin de comprender el sentido de las imágenes, como
2. Sin mencionar la fundamental utilidad que la fotografía presta a las disciplinas
arqueológicas, aunque por lo general a un nivel más técnico u operativo, que analítico.
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Alausí, Provincia Chimborazo, Ecuador, 2008
algo negociado en un contexto histórico y cultural, no arreglado por el
individuo que fotografía (Ruby 1996).
Fotografía etnográfica.
Antes que nada, es preciso aclarar que la fotografía etnográfica es una
práctica sin un cuerpo teórico o metodológico bien articulado, y a nivel
formal no se puede decir que podamos distinguir las fotografías antropológicas de cualquier otro tipo de foto. Es decir, no existe un estilo
fotográfico antropológico que se pueda delimitar, aunque sí algunas
convenciones implícitas que de alguna manera validan el carácter antropológico de la fotografía.. Al igual que ocurre con el cine y el video
antropológico, existe una gran afinidad con la fotografía documental.
Desde la última década del siglo XIX, cuando fue relativamente fácil
realizar fotografías en espacios abiertos, los antropólogos produjeron
imágenes en el terreno, durante su trabajo de campo. Las fotografías
se utilizaban principalmente como apoyo para la memoria, de manera
similar al diario de campo, para ayudar a reconstruir eventos en la mente
del etnógrafo. Las fotos pasan a ser ilustraciones en libros, diapositivas
en conferencias, o —muy ocasionalmente— el punto de partida de una
exposición. Para Collier (1986), el uso generalizado de las fotografías
como ilustraciones se debe tal vez a que el investigador percibe la abrumadora potencialidad informativa de las fotografías, algo que haría
inmanejable un cuerpo de datos tan voluminoso.
Entre las pocas etnografías fotográficas publicadas podemos mencionar Balinese Character de Bateson y Mead (1942), y Gardens of War
de Heider (1968) (Ruby:1996). Tanto Bateson como Mead continuaron
utilizando la fotografía en sus investigaciones, él en sus estudios de la
comunicación no verbal, y ella en el estudio del desarrollo infantil. En la
década de los años setentas, Paul Byers, combinando sus conocimientos
como fotógrafo profesional con una formación antropológica, concibió
la fotografía como un proceso comunicativo de tres vías, involucrando
a fotógrafo, sujeto-objeto y observador, cada uno asumiendo un papel
activo y expansible, realizando estudios innovadores sobre la sincronía
de la comunicación no verbal (Collier 1986).
En los noventas, la experimentación con la tecnología hipertextual
y multimedia abre las promesas para un nuevo tipo de producción de
texto, y abre las compuertas para la divulgación de las nuevas propuestas.
Antropología y cine/video etnográfico en Colombia.
En Colombia es posible hablar de cine y video antropológico también
desde principios de siglo (aún la información y la investigación en este
sentido es bastante precaria), sobre todo por parte de realizadores
extranjeros (como ocurre en general con la antropología colombiana,
producto de expediciones y exilios), como Preuss y Grünberg, entre
otros. Para Valverde (1978), el cine colombiano puede comprenderse
en alguna medida a partir de la distinción entre un cine "marginal" y
un cine de "sobreprecio", que fue la promoción estatal del cine con la
financiación de cortometrajes, para ser proyectados, como abrebocas, en
las funciones de cine comercial de Hollywood; se llama de sobreprecio,
pues la idea consistió en incrementar un poco el costo de las entradas
a los teatros para financiar estas realizaciones. Se critica que este tipo
de cine se convirtió en una mediocridad autocensurada, donde se hacía
...tan sólo hasta 1970-80s aparecieron un grupo importante
de realizadores colombianos que si bien no se centraron en la
realización de videos etnográficos y antropológicos, sí produjeron realizaciones que dirigen el lente hacia objetos de estudio
antropológicos...
cine por hacerlo, sin realmente tener nada qué decir (Valverde:1978).
El supuesto cine marginal -llamado así realmente por quienes no lo
hacen y pretenden marginarlo- es un cine por lo general documental,
de tipo político, en ocasiones militante, fuertemente influenciado por
las corrientes que pretenden consolidar un tercer cinema (de los países
tercermundistas). Este cine marginal, militante y radical, estaría representado por obras como Camilo Torres (Diego León Giraldo), Oiga, vea
(Carlos Mayolo y luis Ospina) y Chircales (Marta Rodríguez y Jorge Silva).
Sin extendernos mucho, quisiéramos recalcar que tan sólo hasta
1970-80s aparecieron un grupo importante de realizadores colombianos
que si bien no se centraron en la realización de videos etnográficos y
antropológicos, sí produjeron realizaciones que dirigen el lente hacia
objetos de estudio antropológicos —siendo algunos de ellos antropólogos
(Manuel José Guzmán, Iván Zagarra, Carlos Bernal, Alexander Cifuentes, Gabriela Samper, Roberto Triana, Alfredo Molano, Nina Sánchez
de Friedemann, Jaime Arocha, Silvio Aristizábal, Alicia Dussan de
Reichel, Pablo Mora, Gustavo Mejía, Carlos Enrique Osorio, Mauricio
Pardo, Maria Eugenia Romero, Benjamín Yepes, Luz Marina Suaza,
Gloria Triana, Victor Gaviria, entre muchos otros), así como algunos
extranjeros más (como Ronald Duncan y Brian Moser). Un semillero
de realizaciones etnográficas y antropológicas puede verse en el intento
por consolidar un tercer cine (del tercer mundo), con el énfasis en trabajos documentales, generando un cine político, en ocasiones militante.
Los videastas aquí incluidos son en su mayoría de una línea menos
independiente, comprometida con la infraestructura de producción de
videos para la televisión3.
Nos parece importante resaltar la labor especial y muy particular
de Jorge Silva y Marta Rodríguez, no sólo por su larga trayectoria (a
pesar de la muerte de Jorge, Marta ha seguido trabajando con medios
audiovisuales), su presencia como propuesta alternativa al cine de
sobreprecio, al documental institucional y comercial, sino porque en
sus trabajos se han explorado tanto propuestas de investigación social,
como de expresión cinematográfica.
La Etnografía Visual.
¿Qué puede ser entonces el video etnográfico? Ya en el breve balance
histórico sobre las relaciones del cine con la antropología, vemos cómo
no se puede hablar de un nivel estilístico diferenciable, o de un campo
disciplinario. Al igual que ocurre con las fotos, podemos intentar delimitarlo, pero lo fundamental es considerar sus aplicaciones antropológicas.
Flaherty, además de su forma embrionaria de observación participante,
nos presenta con Nanook otra reflexión, como así lo percibe Vega:
“Ni Nanook era Nanook, ni Flaherty captaba imágenes reales sino
situaciones expresamente creadas para sus películas. Pero, lo que es
3. La información aquí expuesta de manera indiscriminada ha sido obtenida a través
del Catálogo bibliográfico (1990), del artículo de Laurens (s.f.), en una conversación
informal con Roberto Pineda, y de la introducción del libros de Valverde (1978).Este
último autor considera que en Colombia existe una crítica formalista, que olvida que
"tanto el montaje como los movimientos de cámara corresponden a una idea fílmica,
que tiene un valor y un signo dentro de la estructura orgánica del film" (Valverde
1978:45), es decir, que olvida la realidad del film como tal.
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más importante, en la actualidad podemos decir que la observación
de la realidad en el cine etnográfico está sujeta a procedimientos empleados en los géneros de ficción. En primer lugar, hay que advertir que
la cámara no capta al nativo sino la imagen de éste, lo tangible, aquello
que se deja ver. Y esto depende, en buena medida, de la relación entre
observador y observado. En segundo lugar, el documental sonoro, ha
puesto de manifiesto la cualidad significante de la imagen y la de la interrelación entre ésta y la palabra. La palabra interpreta, aclara y organiza
secuencias que no siempre son lo que parecen. La reproducción realista
no exime de una puesta en escena, de la elección de un punto de vista
y de una composición narrativa dependiente, entre otras cosas, de la
demanda de agradar de un tipo de espectáculo en el que también cuenta
la perspectiva de la audiencia aunque ésta la compongan un grupo de
científicos.” (Vega 2000:4)
Con la institucionalización del cine etnográfico, se da pie a que se
lleven a cabo diversos intentos por clasificar y sistematizar la producción
audiovisual etnográfica, como en el archivo de film antropológico de
Gottingen (1952) y especializados como la colección del Choreometrics
Project de Alan Lomax. Para estos archivos, el criterio de lo que es el cine
etnográfico es, “ante todo, un cine del cuerpo que se fija en la anatomía
y los gestos de los indígenas así como en el cuerpo del territorio que
habitan” (Vega 2000:5).
Igualmente, se han llevado a cabo intentos por elaborar un documento
que exponga el estado del arte, como lo han hecho Michaelis (1955)
Spannaus (1961), Mead (1963) y de Brigard (1975). La preocupación
por apuntalar teóricamente el cine etnográfico como categoría, a su
vez construcción de subcategorías igualmente sedientas de teorización,
ha seguido presente en el ámbito académico de la antropología, como
lo demuestran los intentos de Griaule (1957), André Leroi-Gourhan
4. Para Heider el video etnográfico, como documento cultural fílmico sobre “otros”,
era categorizable y jerarquizable en cuanto a su objetividad y veracidad, de acuerdo
a un determinado número de reglas y de “distorsiones” (a menor número de “distorsiones”, más “real”) (Jure s.f.)
(1948) y E. Richard Sorenson (1966) (Ruby:1996). Mientras que para
algunos académicos como Heider, todo video es etnográfico4, otros,
como Ruby, pretenden restringir el término a los videos producidos
por, o en asociación con antropólogos (Ruby 1996). Para Sol Worth las
definiciones del video etnográfico son tautológicas ya que ningún video
puede llamarse etnográfico en, y por sí mismo; mucho depende del uso
que se le de al documento audiovisual, al margen de las intenciones iniciales de su realizador. De tal manera, en un momento dado todo video es
etnográfico, de acuerdo a su utilización específica. Para una etnografía de
la comunicación, el video antropológico o etnográfico no puede definirse
por sí mismo. Depende del modo de análisis de dicho video (Worth 1981).
Antes de partir hacia alguna dirección, es necesario hacer un cuestionamiento en cuanto a la posible confusión de propósitos: "la producción de las imágenes por parte de la Antropología Visual aparece
indisolublemente identificada con una producción para ser vista públicamente, lo que sería lo mismo que decir que su valor como material
interno de trabajo en cuanto construcción del conocimiento es casi
nulo. Su valor sólo aparece ligado a la conclusión, y en cierta forma
al espectáculo."(Moreyra y González 2001:62). El cine no es necesariamente una forma masiva de comunicación, y más específicamente
aún, el cine antropológico adquiere una importancia vital como creador
de lazos de comunicación e identificación, reforzando la evidencia de
fronteras culturales. (Friedemann 1976). Por esto, es fundamental
tener en cuenta no sólo un "¿qué se dice?", sino además un "¿a quién?"
a la hora de intentar clasificar una muestra de videos (Feldman 1990).
Para Burnett (1990) significar no es lo mismo que comunicar. Su
propuesta para evitar los abismos a los que puede llevar el uso del video
con comunidades diferentes (e incluso dentro de la misma comunidad
del antropólogo), y la potencial distracción con el documento visual como
resultado (subestimando las relaciones de intercambio y de negociación
con el otro), es la de tener en cuenta las diferentes expectativas que generan
la posibilidad de comunicación (no sólo entre las partes sino hacia afuera,
con el documento audiovisual). De tal manera, se podría entonces decir que
en este caso el carácter etnográfico de un video es, además de una cuestión
formal y técnica —el video como forma de observar y describir—, aspecto
central del mensaje que se quiere comunicar, un texto audiovisual abordado desde el análisis de la economía de las convenciones comunicativas.
Para Jay Ruby resulta supremamente difícil delimitar el género
del video etnográfico, y más aún, piensa que lo que hasta ahora se
ha intentado delimitar constituye un impedimento para el desarrollo
del “verdadero” cine antropológico (Ruby 1998). El autor llega a proponer como alternativa un género más particular que denomina “film
con intenciones antropológicas”. El problema de lo "etnográfico", en
cuanto a que puede abarcar todo tipo de videos, lo lleva a plantear que
el término debería confinarse a los trabajos en que el realizador -con
El cine no es necesariamente una forma masiva de comunicación, y más específicamente aún, el cine antropológico adquiere
una importancia vital como creador de lazos de comunicación
e identificación, reforzando la evidencia de fronteras culturales.
una formación etnográfica- pretende producir una etnografía, emplea
técnicas etnográficas en el campo, y además busca la validación de su
trabajo como etnografía ante la comunidad competente (antropológica).
Este criterio limitaría bastante el espectro, pero parece ser fundamental
-sobre todo en perspectiva hacia el futuro- como parámetro para futuras
investigaciones; aunque todas las etnografías son estudios culturales, no
todos los estudios culturales son etnografías. Para el caso particular de
esta investigación, los criterios propuestos resultan apropiados, teniendo
en cuenta que el material audiovisual (tanto el que se realiza durante la
investigación, como el que se utiliza como apoyo para la misma) está
siendo sometido —como trabajo etnográfico— al análisis de las instancias
pertinentes (por un lado el investigador, por el otro la misma comunidad),
y además por la comunidad académica que sigue y evalúa la investigación.
El objetivo más general del video etnográfico no tiene por qué ser
diferente al objetivo más general del escrito etnográfico: el de contribuir
a un discurso antropológico sobre la cultura. Ruby lleva este paralelismo, tan conveniente para el debate, a otros aspectos; menciona que
si el video etnográfico se da como producto final de una investigación,
este por lo general se dirigirá a un pequeño grupo de especialistas, sin
pretensiones comerciales (que, de existir, inhibirían una exploración
tanto formal como esencial). ¿Si el antropólogo no vive de los libros
que escribe, por qué sí lo haría de sus videos? Y la pregunta estalla
cuando observamos que por lo general, se tiende a reducir el campo
de la antropología visual al espacio del documentalismo. A contrapelo
de esta costumbre nos parece necesario proponer una etnografía de la
comunicación, donde el video no sólo se utiliza para la divulgación de
la investigación, sino además se convierte en herramienta metodológica
de la misma. Una etnografía de la comunicación audiovisual buscará
evidenciar la necesidad de pensar las imágenes y demás formas de
percepción de la realidad a través de los sentidos, en tanto documentos
fabricados culturalmente. Dicha apuesta obliga a contemplar diferentes
niveles de ejercicio y procesamiento de la información científica. Desde
este punto de vista, más que maquinas de capturar imágenes, sonidos
y procesar códigos binarios, dichos dispositivos —el etnógrafo incluidonecesitan explorar y ser explorados en tanto mediaciones culturales de
procesos tanto investigativos como comunicativos.
☜
☝
☞
Carlos Cárdenas y Carlos Duarte son atropólogos egresados de la
Universidad Nacional de Colombia. Hace mas de diez años trabajan la
relación entre los usos de la imagen y la antropología.
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Eduardo Restrepo
Departamento de Estudios Culturales
Universidad Javeriana
“¡Oh, cuerpo mío, haz de mí, siempre,
un hombre que interrogue!”
Frantz Fanon (1973: 192)
Múltiples son las marcas significativas que,
en determinadas momentos y ubicaciones,
inscriben los cuerpos individuales. Los marcadores de género y de generación tienden a ser
fácilmente reconocibles, incluso en situaciones
y contextos que introducen ciertas indefiniciones, borraduras y subversiones. En contraste,
marcadores como los de clase, pero también
los de lugar, requieren de ciertos códigos para
ser adecuadamente legibles.
No obstante, las transformaciones, interrupciones y reinscripciones de la multiplicidad de
marcadores corporales, pero también sus fijaciones y sedimentaciones, no sólo constituyen
los cuerpos propios y sus experiencias sino
también perfilan significativamente el tipo de
relaciones que se establecen con los cuerpos
de los otros. Sin duda, estas marcaciones son
profundamente históricas y culturalmente situadas. Algunas son relativamente extendidas,
mientras que otras hacen parte de circuitos
hermenéuticos y sectores sociales más restringidos.
Rasgos como la forma del cabello, el tamaño del cráneo o el color de la piel
fueron históricamente configurados como indicadores racializados
para codificar unos grupos raciales, para imaginar las razas.
Ahora bien, los cuerpos no son una tabula
rasa a la que se le agregarían, por voluntad
individual o por trazos históricos y situacionales, una serie de marcadores de los cuales
pueden ser disociados, sino que estos marcadores literalmente constituyen los cuerpos.
No existe algo así como cuerpos al margen
e independientemente del entramado de
prácticas significantes y de las tecnologías de
inscripción que los han constituido, lo que no
significa que los cuerpos se reduzcan a tales
prácticas y tecnologías.
La racialización se puede considerar como
una particular marcación constitutiva de los
cuerpos. Una marcación que se deriva del
sistema colonial europeo donde determinados
rasgos corporalizados fueron adquiriendo central significancia en la constitución de ciertas
diferencias y jerarquías entre los seres humanos (Wade 1997, 2002). En estas jerarquías,
los europeos aparecían como racialmente superiores mientras que el resto ocupaba diversos
lugares en una gradiente de inferiorización, en
la cual la mayor cercanía o lejanía con respecto a los europeos era criterio suficiente de su
mayor o menor superioridad.
Rasgos como la forma del cabello, el tamaño
del cráneo o el color de la piel fueron históricamente configurados como indicadores racializados para codificar unos grupos raciales, para
imaginar las razas. Dados los densos procesos
de sedimentación en los cuales han sido fijados,
estos indicadores se imponen con tal obviedad
que es ardua la labor de su desnaturalización en
aras de poner en evidencia la contingente labor
de selección y destilación de unos rasgos (y no
otros) que, por lo demás, no tienen mayor consistencia empírica ni homogénea distribución entre
los grupos racializados a los que supuestamente
se refieren.
El núcleo duro de gran parte de la imaginación
racial consiste en considerar que ciertos indicadores corporalizados, en tanto expresión de
una naturaleza heredada de grupos humanos
diferenciados, implican unas necesarias correspondencias con unas habilidades intelectuales,
cualidades morales y características comportamentales determinadas. Con las articulaciones
del racismo científico a finales del siglo XIX y
principios del XX, esta imaginación adquiere
los diferentes lenguajes y el efecto de verdad
derivado de la autoridad de la ciencia de la época.
En las versiones del racismo científico europeo y estadounidense, nociones vagas de
lo heredado se fijan como herencia biológica
(López Beltrán 2004), al igual que ideas generales de la comunalidades de ‘sangre’ que
desde siglos atrás incluían aspectos religiosos,
sociales y culturales se decantan como genética
(Stocking 1994). En América Latina, sin embargo, como lo ha argumentado Marisol de la
Cadena (2005, 2007), la marcación racial de los
cuerpos ha recurrido a menudo a dimensiones
educativas o culturales más que a las estrictamente ‘biológicas’ para establecer distinciones
y jerarquizaciones naturalizadas.
El que la existencia de la raza haya sido cuestionada por las ciencias biológicas y genéticas
no significa que en los diversos imaginarios
y prácticas sociales los cuerpos no continúen
siendo percibidos y discriminados racialmente. La imaginación racial ha precedido y se ha
mantenido más allá de sus articulaciones en
el racismo científico, el cual tuvo su expresión
paradigmática en los movimientos eugenésicos
en las primeras décadas del siglo XX. Gústenos
o no, las ideas de raza continúan troquelando
aquí y ahora percepciones y prácticas sociales
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sobre los cuerpos propios y los de los otros paradójicamente éstas últimas sean articuladas y prácticas de distinción de lo paisa, es claro
(Segato 2010).
racialmente. Cuando la cultura, el grupo étnico o cómo no es suficiente con enmarcarles en un
Basta con echar una mirada a los foros de la etnia se entienden como una determinación vocabulario culturalista o regional para suslas versiones electrónicas de las noticias de naturalizada y jerarquizando diferencias entre pender sus abiertas configuraciones raciales,
los periódicos de país sobre Piedad Córdoba las poblaciones humanas, dejando de indicar cuando no racistas.
o Hugo Chávez para encontrar los más exa- contingentes configuraciones históricas, no
Los cuerpos racializados existen dentro de
cerbados planteamientos racistas
regímenes de corporalidad situaalimentados por odios políticos. Un cuerpo que es considerado como ‘negro’ en dos. Así, por ejemplo, la marcación
No obstante, estas expresiones ex- una ciudad de los Estados Unidos, puede ser racial de negridad en un cuerpo
tremas y explicitas de la apelación
determinado depende del contexa ideas de raza que constituyen a su vez clasificado como ‘mestizo’ o incluso to. Un cuerpo que es considerado
corporalidades abyectas no se cir- ‘blanco’ en una de América Latina.
como ‘negro’ en una ciudad de los
cunscriben a algunos individuos
Estados Unidos, puede ser a su
racistas y al ciberespacio. Cuestionando la hacen más que reproducir la imaginación racial vez clasificado como ‘mestizo’ o incluso ‘blanextendida narrativa de que “en Colombia no en ropajes culturalistas o etnicistas (Grimson co’ en una de América Latina. La cantautora
hay racismo” (que supondría que habitamos 2008: 51). Ahora bien, dado que la palabra de Mercedes Sosa puede ser llamada “La Negra
una formación nacional post-racial), múltiples cultura con este tipo de acepción ha ido siendo Sosa” en Argentina, pero muy difícilmente se
estudios realizados durante las últimas dos apropiada por sectores cada vez más amplios le hubiera colocado tal apelativo en un país
décadas (por ejemplo, Cunin 2003, Rodríguez de la población como periodistas, gestores como Brasil. Los regímenes de corporalidad
et al. 2008, Wade 1997) demuestran cuán culturales y gente de diversos estratos sociales, de ambos países varían dadas sus diferentes
afianzadas se encuentran no sólo las ideas de algunos académicos han referido a esto como formaciones nacionales de alteridad en las
raza en amplios sectores poblacionales y de la un desplazamiento de un racismo biológico a que las marcaciones raciales de los cuerpos
geografía del país sino también qué tan hondo un racismo cultural (Hall [1992] 2010: 386).
con respecto a la negridad son bien distintas.
calado han adquirido las prácticas históricas y
Si este análisis es acertado, las marcaciones
Entre las disímiles regiones o localidades de
actuales de discriminación racial.
culturalistas o etnicistas pueden fácilmente un mismo país a menudo también sucede esto.
Las ideas de raza se pueden encontrar, in- o p e r a r c o m o e u f e m i s m o s d e c u e r p o s En Colombia, por ejemplo, las marcaciocluso, en los sitios más insospechados. Así, por racializados. Esto significa que no basta con nes raciales de negridad corporalizadas
ejemplo, en académicos, funcionarios y activis- apelar al lenguaje de la cultura, de la etnicidad que operan en un lugar como Medellín no
tas que rechazan abiertamente la utilización del o de la región para escapar necesariamente son las mismas que en Cartagena o en Quibdó.
término raza dada su inexistencia como entidad a los engranajes y gramáticas de la imagina- Alguien que puede ser percibido como ‘negro’
biológica y apelan a nociones como las de cultura ción racial que habitan y producen distintas en la primera ciudad, no necesariamente lo es
o las de etnia, no es extraordinario encontrar que corporalidades. Si se piensa en los discursos en Cartagena o en Quibdó. Esto significa, en
suma, que la negridad no debe ser entendida
como un atributo inmanente a ciertos cuerpos, sino que se encuentra en función de las
diferentes marcaciones raciales existentes en
regímenes de corporalidad situados.
Con respecto a las marcaciones raciales, nos
encontramos con distintos regímenes de corporalidad en las ciudades mencionadas. Esto no
quiere decir que los regímenes de corporalidad
sean homogéneos en una ciudad o una región,
ya que tienden a existir heterogeneidades dadas diferencias en los sectores poblacionales o
generacionales. Pero sí se puede afirmar que
existen ciertos contrastes en las marcaciones
raciales de los cuerpos que deben tener en
consideración las diferencias nacionales, regionales y locales, es decir, la dimensión de lugar.
Esto también es cierto en términos históricos. Las marcaciones raciales de los cuerpos
se han transformado históricamente. Más aún,
para continuar con el ejemplo de la negridad,
se podría afirmar que hay momentos históricos donde la negridad no se constituye desde
marcaciones raciales aunque, como es obvio,
apela a indicadores corporalizados referidos
al color de la piel u otros rasgos que hoy se
encuentran asociados a la racialización de
los cuerpos. Pero cuando se constituye desde
marcaciones raciales, estas últimas varían
sustancialmente si nos encontramos ante una
imaginación racial propia del racismo científico o una articulada al culturalismo.
Nuevamente, esta dimensión histórica no
debe ser considerada como una sucesión de
unas marcaciones raciales que son abandonadas de la noche a la mañana por otras, ni
menos aún, suponer que porque la imaginación
racial ha sido desterrada en ciertos ámbitos y
sectores sociales esto necesariamente significa
que no continúan operando hoy diferentes
marcaciones raciales asociadas a distintos
momentos del pasado. La metáfora geológica
de las sedimentaciones contribuye hasta cierto
punto a concebir la idea de que marcaciones
raciales que emergieron en el pasado no han
desaparecido sino que sirven de sustratos para
las otras más recientes. La noción gramsciana
de sentido común es quizás una mejor aproximación a para entender mejor el proceso (cfr.
Hall [1986] 2010).
En síntesis, he argumentado que las marcaciones raciales producen cuerpos racializados que deben ser comprendidos en su
situacionalidad, historicidad y relacionalidad
constitutivas. Igualmente, he planteado que
la imaginación racial antecede y sobrevive a la
emergencia y colapso de los efectos de verdad
del racismo científico por lo que puede estar
troquelando de diversas maneras las percepciones de los cuerpos propios, pero también las
relaciones con los cuerpos de los otros en las
cuales la discriminación racial no es para nada
cuestión del pasado ni de unos pocos.
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Rotativo Cali es una sección
diseñada por V8 labs
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La Hacienda Cañasgordas, declarada Monumento Nacional en
1980, inspiró una de las principales novelas del Valle del Cauca: El
Alférez Real, de Eustaquio Palacios, es una versión romántica de la
vida en la Hacienda, enmarcada en una corriente literaria que añoraba las “nobles” costumbres.
Algunos habitantes del actual corregimiento de El Hormiguero,
ubicado en antiguos terrenos de Cañasgordas, se consideran descendientes de los esclavos de esta propiedad. Curiosamente narran una
leyenda que contrasta con la perspectiva histórica de la novela. Dicen
que hay manchas de sangre y marcas de látigo en las paredes. Cicatrices que reaparecen cuando intentan borrarlas.
Este artículo analiza estas manifestaciones culturales, literatura
y tradiciones orales, que surgen de la Hacienda Cañasgordas y que
evidencian el impacto de este monumento histórico en la cultura regional.
***
A quince minutos de la Casona de Cañasgordas, por la vía que
conduce a Puerto Tejada, se encuentra El Hormiguero, uno de los
corregimientos con mayor población afrodescendiente de Cali. Rodeado por grandes extensiones de caña de azúcar, sólo limitado al
oriente por el río Cauca. Hay quienes dicen que los fundadores de este
asentamiento fueron esclavos de la Hacienda que se guarecieron en
sus riberas selváticas: “Mis tatarabuelos salieron de ahí… nosotros los
negros de aquí somos hijos, bisnietos, tataranietos de la Cañasgordas… la casa primera del Hormiguero se llama Cañasgordas” (Alfonso Olmos, habitante de El Hormiguero, septiembre de 2011).
Cuentan los ancianos que El Hormiguero estuvo conformado
por unas cuantas chozas de bahareque, construcción indígena adoptada en las haciendas, y que el río fluía por debajo de estas chozas
levantadas sobre palotes. Había árboles frutales y hortalizas en vez
de cañaduzales. Los apellidos Barona y Caicedo, que predominaban
entre sus habitantes, eran herencias de las marcas a hierro y fuego
que tenían sus ancestros. En aquellas épocas cargaban a sus muertos
en parihuelas de guadua hasta el cementerio de Jamundí. Los ritos
funerarios propios del mundo negro, con sus cantos, sus bailes y sus
rezos, se alargaban por nueve días con sus noches
Para los ancianos entrevistados, la Hacienda tiene un curioso
significado, es una especie de museo del horror, donde los visitantes
pueden observar, además de misteriosas manchas de sangre, instrumentos de tortura como látigos, cepos y horcas.
“A uno lo llevaban a ver y eso era muy feo, uno encontraba sangre
por toda esa Hacienda” (Tulio González, habitante de El Hormiguero,
septiembre de 2011).
“Dicen que en las paredes hay manchas de sangre vivita. Y eso
como que tiene un encanto la cosa más tremenda, se oyen ruidos,
hasta llantos, se oyen llantos” (Buenaventura Valor, habitante de El
Hormiguero, septiembre de 2011).
“El día lunes, a él le gustaba tomarse sus traguitos y nos poníamos
a conversar, y nos comentaba sobre los esclavos, y que pintaban la
Hacienda y que aparecían las manchas de sangre, yo nunca he ido,
nunca he ido a la Hacienda” (Carmen Montaño, habitante de El Hormiguero, octubre de 2011).
Quizás estos relatos no son producto de
la imaginación. Con seguridad tienen un
fundamento que adquirió tintes de ficción al
ser contado de boca en boca y transmitido de
generación en generación. Para comprobarlo
es suficiente con echarle un vistazo a las leyes
sobre el control y la sujeción de los esclavos.
Los transgresores de estos mandatos de hierro, mejor conocidos como códigos negros,
podían enfrentar castigos que iban desde azotes hasta quemaduras y mutilaciones.
Muchos hormiguereños desconocen el
mundo idílico de El Alférez Real que tiene
como escenario la Hacienda Cañasgordas.
La novela es resultado de varios años de
consulta en los archivos coloniales de Cali,
investigación que se vislumbra, en palabras
de Eustaquio Palacios: “En ella verás que me
he servido de un cuento, puramente fantástico, para describir personajes reales y hechos
verdaderos, y las costumbres de esta ciudad
en una época determinada; y verás también
que he respetado los datos de la tradición en
la pintura de los caracteres y en la cronología
de los sucesos”.
Eustaquio Palacios se sustentó en fuentes
escritas y los hormiguereños en tradiciones
orales, ambos para recrear la historia de la
Hacienda Cañasgordas. Los africanos que
arribaron al Nuevo Mundo lograron preser-
var parte de su cultura a través de la oralidad:
“La Hacienda Cañasgordas, según me contaban mis abuelos, eso era como una casa o un
depósito donde llegaron los esclavos. Allí esa
gente hacia sus negocios, vendían los esclavos, los vendían como una partida de ganado.
Eso era lo que me contaban los viejos” (Buenaventura Valor, habitante de El Hormiguero, septiembre de 2011).
Algunos habitantes afirman que El Hormiguero tiene de 250 a 300 años. Testimonios que son el principal sustento sobre la
presencia de descendientes de esclavos de
Cañasgordas en el corregimiento. Sin embargo, la información “académica” sobre su fundación y antigüedad es pobre.
Pocas investigaciones reconstruyen la genealogía de las poblaciones negras del sur del
Valle y del norte del Cauca. En el Archivo Histórico de Cali se preserva un documento de
1834 que lista 111 esclavos de Cañasgordas,
sin incluir los hijos de éstos manumitidos por
la ley de libertad de vientres (AHC, 1834).
“Serán libres los hijos de las esclavas que nazcan desde el día de la publicación de esta ley
en las capitales de provincia, y como tales se
inscribirán sus nombres en los registros cívicos de las municipalidades y en los libros
parroquiales”.
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¿Qué ocurrió con los cautivos de la familia más poderosa de Cali una vez obtuvieron su libertad?
Si bien no existen investigaciones que prueben la relación directa entre esta comunidad y la Hacienda Cañasgordas, es imposible ignorar las pistas de los hormiguereños. “Cuando les dieron la libertad
a los esclavos, muchos de ellos no querían salir del lado de los Cayzedo, que era el apellido de los dueños de la Hacienda Cañasgordas. Entonces hubo inclusive que cogerlos a perrero para que pudieran
dispersarse. Sin embargo, muchos de ellos se quedaron en este sector, lo que es el corregimiento de
El Hormiguero. Entonces cogieron lo que era la orilla del río Cauca, porque era la fuente de pescar”
(Luis Payán, habitante de El Hormiguero, septiembre de 2011).
Una porción de los terrenos bajos de la Hacienda Cañasgordas era denominada Morga. El Alférez Real da cuenta de dicho espacio: “Al pasar la puerta de golpe se dividieron en partidas: una de
ellas tomó por la llanura abajo a los bosques de Morga; otra por la colina arriba, hacia las cabeceras
del río las Piedras; otra por las dilatadas vegas que quedan a la derecha del Pance; y otra, en fin, por
la ribera izquierda del Jamundí, hasta las selvas del Cauca”.
Una vereda del corregimiento es nombrada indistintamente Morga o Morgan. Los bosques de
Morga y las selvas del Cauca eran territorios salvajes e inhóspitos, donde probablemente se escondieron aquellos que huían del látigo de sus dueños.
De acuerdo con Germán Patiño (2005) la consolidación del espacio en el Valle del Cauca es una
muestra material de sus relaciones de poder. Los propietarios más pudientes se asentaron en las faldas de las montañas y en los pie de montes y dejaron los territorios de praderas anegadizas, de bajíos
y de ciénagas para los campesinos, los esclavos y los “libertos”. Sus viviendas quedaron en territorios
inundables que utilizaron para cultivar o como vías de comunicación.
El aumento de negros libres o prófugos fue uno de los principales efectos de las guerras civiles.
Muchos hacendados, ante esta riesgosa situación “económica”, cedieron parcelas para cultivo, bajo
el sistema del colonato. De este modo los esclavos libres continuaron asociados a sus antiguos dueños y originaron comunidades afrodescendientes en los terrenos de las haciendas.
“La historia del Hormiguero está ligada a la historia de Cañasgordas” dice Nelly Guapacha, lí
der comunitaria. Por esta razón considera una desmembración cultural
la división que determinó que la casona de Cañasgordas hiciera parte de la
Comuna 22 y no del corregimiento. Tras estas afirmaciones hay un interés
de reconocimiento territorial, cultural y político.
Los hormiguereños están bajo el dominio de los ingenios, al igual que sus
ancestros secuestrados de África para trabajar en las plantaciones azucareras de América. Como en la novela La Vorágine, donde la selva se tragó a
sus personajes, a El Hormiguero se los está tragando la caña:“Había mucho
que comer, cuando uno llegaba a esos palos de guanábana, arrimaba uno y
mejor dicho, tenía una buena comida. Había muchos árboles frutales, nadie
aguantaba hambre. Mientras que hoy día, pues ya no hay sino caña de azúcar, y ya ni se puede chupar, esa caña es muy dura” (Oscar Possú, habitante
de El Hormiguero, octubre de 2011).
En Colombia muchos movimientos afrodescendientes acuden al pasado
para reivindicarse. No pretenden una incorporación dentro de lo establecido, sino una redefinición a partir de la diferencia. Las identidades, nunca
puras, siempre híbridas, resultan de procesos históricos particulares y juegan un rol clave en estos movimientos que apelan a su autonomía cultural.
María Alexandra Isaacs Rincón es curiosa, sus palabras favoritas son ¿por qué? No
cree ni gusta de las verdades impuestas. Es
una antropóloga apasionada por el periodismo, la literatura y demás disciplinas que permitan acercarse a un pedacito de la realidad
social y plasmarla en la tinta y el papel.
La comunidad de El Hormiguero busca un reconocimiento a partir de
la ancestralidad y la alteridad. Sean o no descendientes de esclavos de Cañasgordas, probarlo rebasa los propósitos de este ensayo, la Hacienda es la
representación física de su imaginario sobre la esclavitud, porque las manchas de sangre permanecen vivas, no en sus paredes, sino en su memoria.
Aunque estos relatos se alejan de la mirada romántica de la novela, una
versión no excluye a la otra. Por el contrario, ambas prueban el impacto de
Cañasgordas en la cultura regional. En este caso, la literatura y las tradiciones orales construyen identidad a partir de este mismo espacio.
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En marzo de 1986, y luego de casi tres
años de su último tiraje, salía al público un
nuevo número de la revista literaria Rosa
blindada. Tras superar dificultades de sostenimiento que habían interrumpido su
edición, esta publicación parecía resurgir
motivada por la urgencia de defender, con
la misma fuerza que antes, el propósito que
inspiró su creación a principio de los años
80: renovar el paisaje literario de la ciudad
difundiendo una literatura de vanguardia.
No se trataba de un objetivo cualquiera. Suponía, ciertamente, un ideal, pero también
un esfuerzo reivindicativo y un interés de
ruptura. Apuntaba a romper con los remanentes de una larga y ya debilitada tradición
regional, defensora de una literatura “legítima” monopolizada por una élite política
y cultural. Aspiraba, también, a reclamar la
posibilidad de un trabajo autónomo y “alternativo”, pero no por ello menos válido y legítimo. Así lo sugería, con particular todo, el
editorial de este nuevo número: “El vanguardismo nunca fue tenido presente por la política bipartidista inculta [...] Hemos querido
actuar independientemente de lo que tenga
hecho, por hacer o deshacer determinado cacicazgo político clientelista criollo”.
Los reclamos de Rosa Blindada no eran
llamados de atención aislados. Eran, por el
contrario, una muestra más de ese empeño
de renovación cultural de la ciudad iniciado algo más de una década atrás, en el que
convergían numerosos artistas, académi-
cos e intelectuales locales. Todos ellos parecían
compartir un derrotero: modernizar el paisaje
artístico y cultural caleño impulsando propuestas
independientes y distintas a las tradicionales, que
respondieran al arcaísmo de éstas con la novedad
y el cambio; a su estrechez temática ―limitada
en buena parte a las escenas bucólicas y a la nostalgia de la ciudad que para entonces dejaba de
ser―, con la variedad de motivos que ofrecía una
Cali en proceso de transformación; y a su escaso
espíritu crítico ―derivado en buena parte de su
carácter “oficial”―, con la reflexión constante sobre problemas sociales y políticos. Tales propuestas no eran sino un efecto más de un tardío pero
constante proceso de modernización de la ciudad
y de sus múltiples impactos sobre los espacios,
imaginarios, formas de relación y modos de vida
urbanos. A estos cambios habría de sumársele la
presencia cada vez mayor de nuevas generaciones
en el espacio público, influenciadas por las luchas
políticas y sociales de los años 60 y 70, y ansiosas
de hacerse a un lugar en la sociedad desde el cual
hablar con voz propia.
La convergencia de ambos procesos ―experimentada desde mucho antes en Bogotá y Medellín―, impactó decisivamente la vida artística y
cultural caleña, pues fijó las condiciones para la
emergencia de un amplio con junto de escritores,
cineastas, dramaturgos y artistas plásticos independientes. Todos ellos estaban interesados en
darse a conocer en un medio donde no podían figurar sino como extraños y “al margen”, así como
en ganar para su trabajo el reconocimiento y la legitimidad que los actores e instituciones culturales
otros medios a las muestras de “arte independiente”, a los suplementos culturales de los periódicos
de la ciudad y, especialmente, a la producción de
publicaciones auto-gestionadas de todo tipo. Esto
traería consigo la aparición de un sinnúmero de
libros, folletos, pasquines y revistas, muchas de
ellas salidas de pequeñas imprentas; editadas,
ilustradas y diagramadas por sus mismos autores;
financiadas por su propios bolsillos y compuestas
generalmente por creaciones propias, de amigos y
pares de la ciudad y del país, e incluso de fuera.
tradicionales parecían reservar para unos pocos.
Eran éstos, en su mayoría, jóvenes universitarios
de clases medias, cercanos al marxismo y a la militancia de izquierda, interesados en representar y
dar cuenta del cambiante entorno que les rodeaba, con sus personajes, lugares, prácticas, dramas,
rupturas y conflictos. Por fuera de los circuitos, espacios y mercados culturales “oficiales”, muchos
de estos artistas de lo urbano no tuvieron otra opción que difundir sus creaciones por canales ―al
menos en parte― alternativos, recurriendo entre
Las revistas culturales fueron quizá las más representativas de estas publicaciones, entre las que
se destacaron tanto por su cantidad como por el
papel jugado en estos esfuerzos de modernización
cultural. Durante los años 70 y 80 vieron la luz más
de 60 títulos, dedicados a diversas áreas del arte y
la cultura a las que aportaron mucho más que nuevas producciones. Las dotaron, también, de otros
contenidos, saberes y discursos ―entre ellos los de
la lingüística, la semiología, el psicoanálisis y las
ciencias sociales― que supusieron distintas renovaciones e innovaciones; ampliaron sus márgenes
de producción y circulación, conectando a Cali con
otros epicentros artísticos del país, y les aseguraron un público más amplio que el habitualmente
conformado por los círculos de creadores y sus
allegados.
Estos efectos se sintieron con particular fuerza en
áreas como la literatura y la poesía, de la mano de
revistas como La broka (1983), Ekuóreo (1980),
Barcalebrio (años 80), Rosa blindada, Altazor
(1981) y Calipoema (1985), difusoras de las nuevas producciones independientes al igual que de
literaturas “no tradicionales” como la del Boom
latinoamericano. Estos títulos servirían de vitrina
a las primeras producciones de escritores locales
como Edgar Ruales, Harold Kremer, Guillermo
Bustamante, Fabio Martínez, Eleazar Plaza, Javier
Tafur y Horacio Benavides, entre varios más. Otro
tanto ocurrió con el cine, gracias a títulos como
Trailer (1978), Ojo al cine (1974) y Cinemateca
La Tertulia (1977), y a sus intentos de formación
de públicos en “nuevas” formas de apreciar y entender el cinematógrafo, promovidos por realizadores como Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis
Ospina.
Publicaciones como Click! (1979) y Mala compañía (1980) harían su parte con el cómic y la caricatura, con propuestas “alternas” a las de las habitua-
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les historietas de la prensa local, impulsadas entre otros por Ricardo Potes, León Octavio Osorno
y los hermanos Oscar y José Campo. Click!, además, fue la primera revista del país en proponer el
estudio del cómic como fenómeno comunicativo.
Otro caso especial fue el de los estudios de género, con revistas como Cuéntame tu vida (1978) y
La manzana de la discordia (1981). Impulsadas
por académicas y escritoras como Gabriela Castellanos, Yolanda Gutiérrez y Gloria Velasco, estas
producciones representaron importantes órganos
de reflexión, intercambio y divulgación en torno a
un campo apenas naciente en la ciudad.
El auge de este tipo de publicaciones durante la
época, así como la importancia de su papel en estos
procesos, estuvo garantizado en gran parte por su
carácter periódico, tirajes relativamente amplios y facilidades de difusión. Esto les permitió parecer como
uno de los medios más propicios para divulgar contenidos, estimular intercambios e integrar el trabajo
de los muchos talleres, tertulias y grupos de estudio
para entonces existentes. Gracias a estas revistas,
universidades, instituciones y centros culturales, cineclubes y colectivos estudiantiles, artísticos e intelectuales pudieron interconectar sus trabajos y asegurarles una difusión respaldada por sus múltiples
formas de circulación. Alternativas e informales, pero
no por ello menos efectivas, estas formas incluyeron
la circulación de mano en mano entre colegas y amigos, a veces vendidas, otras regaladas o simplemente
prestadas; la venta o el canje en eventos académicos
y políticos, tertulias, cafés y cineclubes; la exhibición
en kioscos o librerías ―menos frecuente que las anteriores―, y a veces hasta la venta puerta a puerta.
La buena acogida de estas revistas dependía, frecuentemente, de una
acertada combinación de formas de circulación, sumada a unos contenidos de fácil lectura y a unas ediciones que resultasen atractivas al público.
La afortunada convergencia de estos factores aseguró el éxito de títulos
como Ekuóreo y Vivencias (1969), dos de las publicaciones más emblemáticas y duraderas de la época. Ambos, no obstante, fueron casos excepcionales, pues en la mayoría de ocasiones estas publicaciones tenían
unas probabilidades de éxito bastante limitadas. Las más de las veces,
se trataba de revistas financiadas por sus mismos creadores, incapaces
de sostenerlas por más de dos o tres números. La escasez de respaldos
institucionales, los costos siempre comprometedores de materiales e impresión, y la remota posibilidad de ofrecer publicidad ―eran, ciertamente, productos de poco mercado― dificultaban aún más su continuidad y
regularidad.
Estos, sin embargo, no eran los únicos obstáculos que solían presentársele a un proyecto de este tipo. Más allá de los frecuentes inconvenientes financieros, estaba la dificultad de no pocos comités editoriales
para mantenerse juntos por más de una edición. La polarización y las
divergencias parecían estar a la orden del día, en un contexto de fuertes
divisiones políticas –aún entre los sectores de izquierda― y donde el afán
de proponer una creación artística “diferente” e “independiente” dificultaba la posibilidad de consenso sobre los caminos a seguir. Así las cosas,
era común que en un comité sobrevinieran conflictos personales, tensiones ideológicas, rivalidades por protagonismo o simples dificultades
para concertar, circunstancias que en conjunto causaron la rápida desaparición de títulos como Inventario (años 80), Barcalebrio y Luciérnaga (1981). Ya fuera por motivos económicos o por razones como éstas,
muchas revistas tuvieron una vida más bien breve así como una periodicidad bastante esporádica ―como ocurrió con Rosa blindada―, lo que
le valió a muchas de ellas el particular adjetivo de “cada-que-puedarios”.
Dificultades como éstas limitaron hasta cierto
punto los esfuerzos “modernizantes” de quienes se
hallaban tras las publicaciones. En tales circunstancias, era complicado hacer de una revista un
proyecto viable, capaz de responder de manera
sostenida a la necesidad de difundir nuevas creaciones, visibilizar nuevos artistas y popularizar ―o
al menos defender― tendencias “no tradicionales”.
Estos inconvenientes particulares, no obstante,
fueron equilibrados de algún modo por la magnitud de este fenómeno editorial, así como por su
constancia a lo largo de ambas décadas. Nuevos
títulos ocupaban el lugar de aquellos que desaparecían; propuestas editoriales paralelas llenaban
el siempre indeterminado espacio entre los tirajes
de algún título; gestores de una publicación poco
afortunada podían figurar como colaboradores en
otras con mejores condiciones. Los problemas fueron grandes, las amenazas de fracaso permanentes ―aunque no menos frecuentes que las oportunidades para comenzar de nuevo―, pero ello no
impidió que las revistas, en conjunto, ayudaran a
asegurar a sus creadores y afines un espacio de reconocimiento y legitimidad creciente desde el cual
mostrarse, debatir y proponer.
ciones jugaron un rol esencial, pero se trata de un papel que
reforzó y complementó el desempeñado por otras prácticas,
actores y espacios igualmente importantes. Es el caso, entre
otros, del cineclub, las tertulias, las universidades, museos
y bibliotecas; los festivales de arte y la auto-gestión de publicaciones culturales en general, de las cuales las revistas
fueron solo una modalidad entre muchas otras.
Fue la conjunción de estos fenómenos, más que el efecto
de alguno en particular, lo que hizo posible la renovación del
paisaje cultural caleño, con la irrupción de nuevos actores,
apertura a nuevos discursos y tendencias, y consecuente
ampliación de los límites de lo tradicionalmente considerado como “cultural” y “artístico”, procesos que no vendrían a
madurar propiamente sino hacia la década del 90. Las revistas interesan al contexto cultural tanto por el papel que allí
jugaron como por su capacidad para revelar los problemas
y complejidades de aquél. Sus limitaciones llaman la atención sobre cómo este no fue un proceso uniforme, planeado
y compuesto de actores e impulsos totalmente coordinados,
sino más bien uno caracterizado por la heterogeneidad, la
simultaneidad, la imprevisibilidad y el conflicto.
Esto pudo hacer de las transformaciones
mencionadas un fenómeno inacabado,
problemático y quizá de modesto despliegue, pero de ninguna manera mediocre o
exiguo, tal como lo ilustra lo ocurrido con
estas publicaciones.
Elementos claves para la transformación artística y
cultural de la Cali de entonces, las revistas en cuestión no
estuvieron solas ni trabajaron de manera aislada. Mucho
menos fueron el único o el más importante medio que
tomó parte en este proceso. Ciertamente, estas publica-
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*Fotografia tomada en Cali, Autopista con Calle 39
Hemos decidido escribir este texto luego de
chocarnos con un graffiti de la calle 10 con carrera
39, en el que se lee: “Negra H.P. no, nos vas a gobernar”, haciendo alusión a la pasada candidatura de
María Isabel Urrutia a la alcaldía de Cali. También
hemos querido expresar algunas ideas, después de
encontrarnos con carteles como parte de la campaña publicitaria de su candidatura, que decían: “No
le pegue a la negra, vote por ella”. Pero sobretodo
hemos decidido editar algunas de nuestras ideas
a partir de la famosa foto publicada por la revista
Hola de España, en las que cuatro mujeres de una
preciada familia de élite caleña posaban haciendo
gala de su riqueza y belleza en primer plano, en
contraposición a un último plano donde salían sus
dos empleadas, ambas mujeres de mediana edad,
negras, en uniforme, con unas bandejas de plata
en la mano, que posaban sin mirar a la cámara.
Estas tres situaciones nos ha invitado a problematizar la manera como se construyen las representaciones sobre la gente negra, muchas utilizando estereotipos que apuntan a reproducir lugares
cargados de discriminación y racismo. Para el caso
particular de nuestro país y de Cali, a pesar de todas
las celebraciones vinculadas al año internacional de
la afrodescendencia declarada por la ONU durante
el 2011, de la sanción de la Ley Antidiscriminación
en noviembre de este mismo año, veremos que el
debate racial sigue operando desde la cotidianidad de múltiples situaciones y hechos sociales. El
contraste entre lo que se enuncia, y lo que sucede
en nuestra vida cotidiana, nos demuestra que el
debate racial es un recurso eficaz cuando este se
desplaza de los espacios patrimoniales de la cultura hacia los escenarios efectivos del poder político.
Es decir el debate racial, y con ella la pertinencia
de pensar la raza y el racismo, nos demuestran
como las luchas en el plano simbólico y por el
reconocimiento (como fue la declaratoria del
Año Afro por ejemplo), se muestran incompletas
cuando hacemos referencia a la desigualdad que
sigue imperando en términos distributivos o en
espacios de participación política.
Para ello repasaremos dos escenarios desde donde emergen, para nosotros, estructuras
de racismo cotidiano. El primero tiene que ver
con los comentarios y las frases que circulan en
torno a la gente negra en la ciudad, y que siendo
asimiladas y naturalizadas por la cotidianidad,
son ―en apariencia― desarmadas de las profundas cargas políticas con las que deambulan. Un
segundo aspecto tiene que ver con el papel que
juegan los medios masivos de comunicación en
la producción de los estereotipos racistas, y en lo
que podría verse como la reproducción de una
estructura fundamental del racismo. El objetivo
final de este pequeño ejercicio será preguntarnos
y poner en evidencia hasta qué punto Cali puede ser considerada como una formación social
racializada.
A pesar de que Cali cuenta actualmente con
una población negra cercana al 45% del total de
la ciudad (Dane 2005), sus pobladores no reconocen la presencia histórica de estas en la conformación de la ciudad, y mucho menos reconocen su presencia y permanencia durante más de
tres siglos.
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A pesar de esa intensa e importante presencia,
de hacer y existir en la ciudad, contradictoriamente la sociedad caleña recurre continuamente a la
estigmatización racista. Así en la cotidianidad de
la ciudad, no es raro escuchar frases que asocian
el color de la piel con connotaciones que abierta o
simuladamente reducen el sujeto negro a su fuerza
física. Son comunes las afirmaciones que reconocen a la gente negra dentro de una matriz que les
otorga lugares naturalizados como el desempeño
en trabajos que requieren un esfuerzo físico, o se
caracterizan por su servilismo. Este fue el caso de
muchas de las discusiones que surgieron a partir
de la polémica foto de las señoras Zarzur, en las
que aparecieron dos mujeres negras, las empleadas del servicio doméstico, en el último plano, sin
mirar a la cámara.
Para muchos la foto no tenía ningún tipo de
connotación racista, porque a fin de cuentas reflejaba el lugar “natural” de estas mujeres, que en
búsqueda de oportunidades, fueron vinculadas
para trabajar como empleadas del servicio doméstico. Lo que muchos no se dieron cuenta, es que
naturalizar un lugar, y creer que hay correspondencia entre el significado de la raza y el desempeño de un trabajo determinado, tiene profundas
connotaciones racistas.
Pero este no es un caso aislado, también en
nuestra ciudad ha sido común la existencia de
ideas que reducen a la gente negra a rasgos ingenuos, infantiles o hipersexuales que naturalizan
condiciones y reproducen estereotipos: una muestra de ello es el lugar común que tienen frases cotidianas como: “sudando como negro”, “eso es cosa
de negros”, “perezoso como negro”, “baila como
negra”, “huele a negro”, “corre como negro”, a lo
que se suma también una diversidad de adjetivos
que reducen a la gente negra a la diversión o la infantilidad como “tan lindo el negrito”, o “tan alegres, los negritos”.
Unas y otras construcciones discursivas, por lo
general, ubican las poblaciones negras lejos de los
espacios de poder legítimamente aceptados en la
sociedad, deambulan naturalizadas y despojadas
de su profunda carga política e ideológica. Naturaliza unos lugares, y despoja a la gente de su lugar
y estatus social, donde se reproducen significados
que asocian la idea de raza con los estereotipos que
antes nombramos.
Como sugiere el antropólogo Jaime Arocha, en
la crítica que realiza a la utilización del estereotipo
negro en la película Perro come perro, vemos que
allí se recurre a la representación común de “Cuerpo fuerte y alma sumisa”. Una representación con
antecedentes tan antiguos como el clásico literario
de la hacienda esclavista vallecaucana en el siglo
XVIII, la novela El Alférez Real, de Eustaquio Palacios. En opinión de Arocha, la reiteración de los
estereotipos es uno de los medios a través de los
cuales se propaga la ideología que sustenta el racismo. Si tenemos en cuenta que la relación precede los términos de la relación, es posible ir más
allá para prever que la ubicación de la gente negra
dentro de la metáfora de “Cuerpo fuerte (para la
producción) y alma sumisa” demarca inmediatamente su némesis simbólica: “Cuerpo improductivo y espíritu rebelde”.
De esta manera, de una parte se da pie a un
juego de estereotipos y gradaciones por ubicarse
en una o en otra metáfora, dependiendo en donde
se es ubicado por los otros, y en donde se realiza
el proceso de autoidentificación de los individuos.
De otra parte, las representaciones colectivas van
identificando unas y otras metáforas en lugares
geográficos reales y concretos que van dibujando
toda una cartografía imaginaria del racismo en la
ciudad: Aguablanca y Puerto Tejada son peligrosos, mientras que Juanchito es alegre y rumbero.
De acuerdo con el sentido de los comentarios de
Arocha, podría decirse que la sociedad caleña traza una frontera imaginaria, una especie de aseguranza para mantener la dominación simbólica, la
cual se implementa por medio de sucesivas fragmentaciones poblacionales
operadas en el lenguaje
cotidiano.
Una primera distribución se encargaría de distinguir entre los negros y
lo que no lo son, para luego
desarrollar una segunda
dicotomía entre los negros
sumisos, que por medio de
sus cuerpos fuertes ―cuerpos para el capital― sostienen la producción, como en
el caso de las cooperativas
de corteros de caña. Al otro
lado, de la frontera habitan los negros rebeldes y
ladinos, como el demonio
Buziraco al que fue necesario desterrar con el monumento de las Tres Cruces; cuerpos asimilados
como vagos e improductivos para el capital, como
los grupos de hip-hop de Aguablanca y Siloé. Incluso, cuerpos amenazantes para la dominación
como el viejo Cinecio Mina, o el Consejo Comunitario de la Toma que encarnan la histórica resistencia frente al despojo territorial en los territorios
que tradicionalmente han habitado las poblaciones negras del Norte del Cauca. Una Zona Marginal habitada por cuerpos rebeldes y resabiados
como el del Movimiento de los Corteros de Caña,
cuerpos que con ritmo arrebatado y atonal reinscriben en su superficie las viejas historias de los cimarrones y contrabandistas de tabaco del río Palo.
Como venimos de apreciar, las metáforas del racismo dividen a la población de acuerdo al color
de su piel en un esquizofrénico vaivén de atributos bondadosos y criminales. Dicha dinámica emerge
con repetida frecuencia en los medios masivos de comunicación caleña. Para Stuart Hall (1978, en
Grossberg L.1996), la relación entre el racismo y las representaciones tocan directamente el problema
de la ideología, dado que el principal campo de acción de los medios de comunicación es la producción
y transformación de las ideologías. Para Hall, las ideologías no son accidentes o errores discursivos,
por el contrario su poder reside en la extensión evocativa de sus argumentos, y en su capacidad para
remitir a diversas constelaciones de significados. De acuerdo a nuestra línea argumentativa, el dispositivo ideológico se actualiza a través las mencionadas “metáforas del racismo”.
A finales del año pasado, además de este debate impulsado por la polémica foto de las señoras
Zarzur, estas metáforas aparecieron refiriéndose al pulso electoral entre Rodrigo Guerrero y María
Isabel Urrutia. A este respecto revisamos algunos de los términos en que dicho debate apareció en una columna de uno de los diarios de mayor circulación de la región. El diario El
País publico el 11 de septiembre de 2011, un texto escrito por Antonio de Roux bajo el
lapidario título de Vendió el alma. ¿A quién podría hacer referencia? ¿Quién estaría en
capacidad de vender el alma y ante quién?
Retomando, el autor comienza su texto “… manifestando mi admiración por los afrodescendientes. Me gustan su vivacidad y su espíritu alegre. En materia de agudeza mental
no tienen nada para envidiar a las otras etnias y, por el contrario, su inteligencia emocional
es mucho más desarrollada que la correspondiente a la mayoría de la población. Sin embargo, debo expresar mi desconcierto ante la manera como María Isabel Urrutia, candidata
del Polo, viene adelantando su campaña a la Alcaldía de Cali”. Seguramente el autor
no reconoce que en sus generalizaciones en torno a la “vivacidad, espíritu alegre
e inteligencia (solo) emocional” de un conjunto poblacional tan diverso
como el afrodescendiente hay algo de racismo, y que este opera como
un discurso ideológico. De esta manera habría que reconocer que los
procesos ideológicos del racismo funcionan de manera inconsciente, más que por intención consciente, ya que tal y como lo muestra
Hall, “las ideologías producen diferentes formas de cons-
Pdc· 07|75
ciencia social, en lugar de ser producidas por estas
mismas”. Bien podríamos quedarnos en un marco
analítico del racismo a partir de sus condicionamientos perceptúales entre la gente negra y la que
no lo es. Sin embargo, “… la cuestión no es si los
hombres en general establecen diferencias perceptuales entre grupos con diferentes características raciales o étnicas, sino más bien, cuáles son
las condiciones específicas que hacen de esta forma de diferenciación algo pertinente socialmente
y activo históricamente” (Hall Op. Cit). Es decir,
vale la pena preguntarnos hasta que punto el racismo es un recurso posible y efectivo dentro de la
formación social en la cual se produce.
Si seguimos leyendo la columna de Antonio de
Roux nos damos cuenta que el columnista acusa “La mutación de la otrora apacible campeona
olímpica”, en la medida que en su opinión participa de una de las posiciones más radicales de la izquierda. A titulo seguido el columnista se muestra
desconcertado por la acusación de María Isabel de
que en Cali existe una oposición entre ricos y pobres. Así, de un debate que Urrutia había colocado
alrededor de las condiciones socioeconómicas de
la ciudad para explicar la polarización caleña frente a la posibilidad que una mujer negra asumiera
la primera magistratura de la ciudad, el autor concluye: “A mí una cosa me queda clara en todo caso:
no deseo que alguien sancionado por su comportamiento deshonesto o su descuido, que olvidó los
valores inmensos de su etnia, que adoptó el discurso del resentimiento y la polarización, llegue a
conducir los destinos de mi ciudad”.
Para Hall el racismo desde el punto de vista de
su especificidad histórica permite ver que su objeto es la organización —por el poder— en la formación social, en tanto configuración de posiciones y
relaciones desiguales. Este punto de vista analítico
considera el racismo como una forma —o una serie
de formas históricamente cambiantes— de dividir
y distribuir la población. Como vemos, Antonio de
Roux niega la oposición propuesta por María Isabel
Urrutia entre “ricos y pobres”, para fragmentarla en
múltiples binarismos del resentimiento y la polarización social: inocente-culpable, honesto-deshonesto, cuidadoso-deshonesto.
La verdadera cuestión para Hall no es cómo escapar del binarismo o negarlo, pues eso implicaría
ignorar el contexto. Reducir el racismo a una sola
relación binaria como la de pobres y oligarcas, olvida que muchos de estos epítetos son reproducidos
y validados por los mismos sujetos racializados. En
lugar de ello, más bien deberíamos preguntarnos
porqué reaparecen los binarios. Para Hall, cualquier
binarismo es en realidad una diferencia sobredeterminada, el poder siempre sigue manteniendo los binarios en las realidades históricas: “Esto es posible
debido a que el lenguaje y el poder no son lo mismo,
sino que el poder interviene en el lenguaje (representación) para asegurar ciertos efectos”. Como vemos en los múltiples adjetivos que miméticamente
se extrapolan desde la candidata María Isabel en la
fragmentación binaria del columnista de Roux, hasta el extremo del graffiti citado al comienzo de este
texto, es posible apreciar que a pesar de la existencia
de “…ciertas características generales en el racismo.
Aún más significativas son las formas en las que
dichas características generales se modifican y transforman por la especificidad histórica de los contextos
y los entornos en los cuales cobran actividad” (Hall
Op. Cit.). Es así como de los binarismos asignados
implícitamente a la candidata María Isabel, se continúa propagando en el juego de sus posibles evocaciones y adjetivaciones dentro de la formación social
racializada. Esto no se debe a que necesariamente las
evocaciones emanen de nuestra experiencia más íntima, unificada y auténtica, sino que por lo general
nos vemos reflejados en las posiciones que hay en el
centro de los discursos desde los cuales cobran sentido las afirmaciones que hacemos. Así es como los
mismos sujetos (por ejemplo, las clases económicas
o los grupos étnicos) pueden construirse de manera
diferente en diferentes ideologías, y con ello vemos
una pequeña muestra del juego de representaciones
y metáforas que continúan zurciendo el panorama
racializado de nuestra sociedad.
Bibliografía ***************************************
* Arocha Jaime. 2008. Ideología y Racismo. El espectador
http://www.elespectador.com/columna85506-ideologia-yracismo
* De Roux Antonio. 2011. Vendió el alma. Diario el País. http://
www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/antonio-roux/
vendio-alma
* Grossberg Lawrence. 2006. Stuart Hall sobre raza y racismo:
estudios culturales y la práctica del contextualismo. Revista
Tabula Rasa. Btá No 5.
Rugby
femenino
El hallazgo de la manada,
la dicha de la pertenencia.
Girlandrey Sandoval Acosta.
Pdc· 07|77
(…) Mis experiencias personales, que a la vez fueron compartidas con otras jugadoras de
rugby, han contribuido de forma especial a desarrollar mi feminidad, una feminidad que,
por supuesto, escapa a las definiciones dicotómicas de género. Si socialmente el rugby es
visto como un deporte masculino, personalmente el rugby me ha ayudado a no negar mi
cuerpo femenino y a apreciar el partir de mí cuando me relaciono con otras jugadoras.
Monserrat Martín Horcajo.
Contribución del feminismo de la diferencia sexual
a los análisis de género en el deporte.
Yo pensé que la vida era color de rosa hasta que llegué al rugby. Luego de un primer
entreno en la cancha 3 del reconocido Centro Deportivo Universitario –CDU- de la Universidad del Valle, me di cuenta que podía ser rojo pasión, además del “verde que te quiero
verde” que llevo en la sangre.
El deporte ha sido una constante familiar. Mi padre, Néstor Rafael Sandoval Villa, segunda generación de campesinos migrantes de Soledad, Atlántico, se encargó de zambullirme de muchas maneras en aquella corriente de amor por el deporte.
Como algunas de las compañeras del Club Máratas, (equipo de rugby femenino maravilla en el que juego hace dos años), llegué al rugby por otra mujer, una colega de profesión
que pegó en la facultad donde estudié, la publicidad de un pequeño cartel que contenía las
imágenes de diferentes dibujos animados femeninos y que decía: “No importa si eres grande
o bajita, si eres delgada o acuerpada, no importa tu ocupación y mucho menos tu edad. El
rugby es un deporte para todas”. Me atrevería a decir que prácticamente por ese lema y por
las imágenes de la Nana del Conde Pátula, Robotina de los Supersónicos, Mafalda de Quino,
Angélica de Aventuras en Pañales y Marge Simpson, llegué al rugby.
Recuerdo como si hubiera sido ayer cuando jugué mi primer partido. Por múltiples ocupaciones, sólo pude jugar un partido de verdad, hasta un año después de haber comenzado
a entrenar, y de leer y llenarme de puro rugby hasta el último poro de mi cuerpo. Fue en un
torneo realizado en la ciudad de Pereira en 2011. Entré a la cancha con todos
los temores de quien se enfrenta por primera vez en una competencia deportiva, temblaba cada parte de mi cuerpo, y mi mente se encontraba obnubilada
de tanta adrenalina. Jugábamos Sevens, una de las modalidades del rugby
donde se enfrentan por 14 minutos dos equipos de 7 jugadoras cada uno. El
Sevens es exigente, todas las jugadas son rápidas, hay que ser fuertes y ágiles,
y el apoyo del equipo es fundamental. Cualquier cosa puede suceder en el
momento menos esperado. Así que justo ese día, cuando jugaba mi segundo
partido en aquel torneo, sufrí una lesión en la rodilla izquierda luego de un
tackle sorpresivo por la espalda que me dejó por fuera de la competencia. No
pude continuar en la fiesta del rugby femenino, pero este partido le dejó a mi
equipo la medalla de bronce, un tercer tiempo1 de mucha cerveza y música
para bailar, y a mí, un jugador de rugby que me declaró su amor.
El rugby femenino en Cali lleva más de diez años resonando en diferentes
canchas de la ciudad. En 2011, uno de los primeros equipos, Las Máratas,
cumplió 8 años de fundación. Actualmente existen también otros equipos
como Las Buziracas, Las Amapolas, Las Valquirias y Las Pandoras. Aunque
la explosión del rugby femenino es reciente, éste ha tomado la fuerza suficiente para hacerse visible y generar varias reflexiones al respecto. Una de ellas,
está atravesada por el ser mujer y practicar un deporte, que para el imaginario
común de la villa caleña, es violento y agresivo y pone en cuestión la identidad
femenina de quienes lo practicamos.
Hace muchos años las primeras mujeres en jugar rugby lo hacían a escondidas. Colegios ingleses ofrecían el deporte solo en su modalidad masculina y
las mujeres empezarían tiempo después a jugarlo en las universidades. Para
1 El tercer tiempo es una fiesta entre rugbiers que se realiza al finalizar el torneo y en
donde todos lo equipos toman cerveza para celebrar, independientemente de quien fue
el equipo campeón.
Montserrat Martín2 , es interesante pensar cómo estas mujeres ingresaron al
rugby por motivos ligados a un periodo de intensas reivindicaciones políticas
y sociales impulsadas en las universidades europeas a principios de los años
70 por movimientos radicales a favor de los derechos humanos y la igualdad
para las mujeres. De ahí al paso en Colombia hay un largo trecho, pero para
la historia del rugby en nuestro país, abril de 1995 es una fecha importante,
ya que entonces se juega en Colombia el primer partido de rugby femenino.
En la idea de establecer una línea reivindicativa entre el deporte y las subjetividades, la práctica del rugby femenino se nos antoja como un espacio para
reflexionar acerca de la feminidad y las transformaciones del cuerpo femenino
que atraviesan la práctica de este deporte. Como un eco de las voces de quienes jugamos rugby, retomo las interpretaciones de mis compañeras, en la idea
de explorar algunos de sus pensamientos y de las sensaciones que atraviesan
la experiencia de estar en la cancha:
“Cuando la pelota sale disparada por la patada a mitad de cancha, lo primero
que siento es una explosión de adrenalina, luego sólo me concentro en obtenerla,
si lo logro solo pienso en avanzar cuanto sea posible, los latidos de mi corazón
van en aumento cada vez más, mi temperatura corporal sube en cuestión de poco
tiempo, siento la sangre concentrada en mi cabeza, si me caigo, me golpeo, no lo
siento, pues solo estoy pensando en que mi equipo no pierda la posesión de la pelota; luego viene la oportunidad de anotar, me siento “intackleable”, mi mente me
repite desesperada: ¡corre! ¡corre! ¡corre!, mis oídos sólo escuchan la respiración
entrecortada, no hay tiempo de mirar hacia atrás, así que prefiero pensar que por
lo menos hay dos compañeras que me apoyan, una indeseada mano roza mi espalda y siento que me desgarra el alma, mi corazón deja de latir por un segundo y
sin saber cómo aumento la velocidad, ahora soy inalcanzable, cruzo la línea in goal
y anoto…vuelvo a respirar, a escuchar, a ver, a vivir”. Annie Rodríguez (jugadora
de Las Máratas).
2 Montserrat Martín es jugadora de rugby, Licenciada en Educación Física. Escritora
del libro Los orígenes del rugby femenino en inglaterra.
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Cuando jugamos rugby, contenemos una serie
de emociones y pensamientos que solo podría entender quien se entrega a un partido de Sevens o
alguna otra modalidad. No interesa universalizar
aquello que significa el rugby para nosotras, no
obstante, las rugbiers transformamos nuestras vidas en medio de los entrenos, en medio de la cancha, los partidos, los triunfos, las derrotas y el tercer tiempo. Varias de mis compañeras relatan que
juegan rugby principalmente porque es un deporte
que no excluye por el físico. Tal como explicaba el
lema de la publicidad por la que varias ingresamos
a las Máratas, en el rugby todos los cuerpos importan. Cada una es parte integrante de la totalidad
que conforma el equipo y la variedad de cuerpos se
vuelve un asunto de vida o muerte. Son necesarios
cuerpos femeninos voluptuosos en la delantera,
cuerpos talla media en el centro y cuerpos pequeños y ágiles en la línea. Así conozco a mi equipo,
así siento la confianza para jugar, para correr, para
entrar al apoyo y para anotar. Con este tackle a las
exclusiones deportivas que seleccionan los cuerpos
que importan y los que no, nosotras ingresamos
con la certeza de integrarnos a un engranaje colectivo que necesita de cada una de sus figuras para
lograr su cometido: los trys.
único espacio donde compartían con otras mujeres, donde tenían amigas, y que
esto sucedía gracias al equipo y a la forma en que se juega. La dinámica interna del
rugby, obliga por sí misma a que se genere una “común-unidad” al momento de
practicarlo y crear estrategias de juego. El hecho de tener que hacer pases diagonales
del balón hacia atrás, apoyar constantemente y cuidar el balón a toda costa, genera
un trabajo en equipo coordinado, que propone el re-conocimiento de la compañera
de equipo y motiva la confianza total. Sucede que siempre alguien estará allí para
vos en caso de un tackle, de un ruck, una maul o luego de un scrum para protegerte y recibir el balón1. Además, como decía una vez la entrenadora de Las
Máratas, Carolina López, hay que jugar a lo que la compañera juegue. No
hay tiempo para regaños, correcciones, ni desaprobaciones. De modo
que el rugby femenino lleva a disfrutar el estar entre mujeres, a
creer y confiar en las compañeras, y lo más importante es que
al conocer y comprender las formas en las que cada una juega
se evidencian relaciones que crean conocimiento femenino y
respetan genealogías individuales.
Pues bien, a esto se suman valores que se relacionan con la libertad, la colectividad y la confianza. Una vez en una reunión de integración de
Las Máratas, hicimos autoconciencia sobre el rugby. Allí varias compañeras comentaron que era el
1 Ruck y maul: son formaciones espontáneas que surgen en determinado
momento del juego para disputar el balón. Scrum: es una formación generada
por una falta en medio del juego para disputar el balón.
2 Martin, Monserrat (2006) “Contribución del feminismo de la diferencia
sexual a los análisis de género en el deporte”. Revista Internacional de Sociología,
Vol. LXIV, No 44, Mayo – agosto, pp. 111-131. P. 126.
Monserrat Martin afirma que “las relaciones entre mujeres en el mundo del rugby son clave para dar sentido y
valor propio a las experiencias que las jugadoras vivimos
dentro y fuera del campo de rugby”.2 De esta manera
sería posible que la normatividad sobre los cuerpos, sus
formas de relacionarse con el mismo y con otras mujeres en medio del deporte puedan impactar sus vidas cotidianas, alcanzando a transformar la identidad femenina y las formas de ser mujer que solemos “actuar” en
la vida diaria. Dos compañeras máratas comentan
un par de rasgos de las ideologías de género emergentes en la práctica del rugby:
amablemente ha prestado su cuerpo, como diría
una amiga buziraca, para que puedas competir y
divertirte.
“En mi opinión muchas mujeres deberían salir de
esa burbujita en la que debes comportarte de “cierta”
manera para encajar y que los demás piensen que tu
comportamiento es aceptable. Además el rugby es un
deporte que requiere de ciertas habilidades que en el
desarrollo de tu vida personal y profesional son aplicables y te ayudan a buscar y encontrar soluciones prácticas." Julie Pauline Mina.
En definitiva, las mujeres que jugamos rugby
identificamos un cuerpo sexuado en femenino, diverso y variable. Un cuerpo en formación que está
sujeto a cambios, permanencias, irreverencias y libertad. Creo que todas sentimos el hallazgo de una
comunidad de mujeres que nos recibe con agrado
y por ende, se ocasiona la dicha de la pertenencia
a una práctica deportiva que va creciendo y redefiniéndose cada vez que mujeres distintas ingresan a
los equipos o crean otros para incrementar la competencia y enriquecer la familia del rugby caleño.
De modo que frente a las emociones fuertes generadas por este deporte tan controversial, cerramos
con Annie Rodríguez, quien nos transmite la sensación profunda que subyace a mantenerse en el
rugby femenino, pese a las vicisitudes:
“Pues somos diferentes porque rompemos las
convenciones discriminatorias contra el género,
porque no aceptamos la feminidad y la mujer convencional que los hombres desean: “débil, delgada
y sometida”; porque somos mujeres verdaderas de
carne y hueso, con sentimientos contrarios a los
que “debemos” sentir, con pensamientos e ideas
que pueden cambiar el mundo, y con mucho valor
para obtener un balón y mucha otras cosas más”.
Ifalia Argrios.
El rugby femenino propone una resistencia al
ideal de cuerpo femenino y de feminidad exigido a
las mujeres. Esto es comprobable en la medida en
que las rugbiers superan la dicotomía de género
imperante en la sociedad actual, con fluidez y multiplicidad en la cancha de juego. Varias mujeres
que juegan rugby suelen contar que no se sienten
“machonas” ni “hombres” cuando expresan la pasión en un partido. La agresión se reemplaza por
pasión y respeto. Sabemos que cuando entramos
a una cancha debemos jugar con seguridad, pensando primero en cuidarnos nosotras mismas y
respetando al máximo el cuerpo de la rival, quien
Es mujer y le encanta. Juega de Centro con delirio de
Pilar en el Club Máratas Rugby Femenino. Es Historiadora Feminista y cree en el amor a primera vista.
Vive a un helado de maní casero de la autopista suroriental, en el barrio El Troncal, aunque piensa que
debió nacer en Asturias del ‘36, en el Estado Español.
Trabaja en La Morada Feminista, revista autogestionada de reciente publicación. Malgeniada.
El partido ya se va terminar ―al final, mi día terminó con unos cuantos silbidos y aplausos por parte
de los espectadores al verme salir aferrada a la espalda de mi padre con un fuerte dolor en el tobillo (lo que terminó siendo un esguince
grado 2), pero con la frente en alto.
Sobre todo aún recuerdo a alguna
de las chicas preguntándome:
¿Anny vas a volver? A lo que le
respondí: ¡Sí!
Annie Rodríguez.
Equipo
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Foto: Archivo Papel de colgadura
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oy es Halloween y lo celebraremos en el barrio. Además, a mi hermana, que nació
hace un año, le harán una fiesta en el Club de la FAC, gracias a un pariente que
es de la Fuerza Aérea. Mi mamá ha comprado las sorpresas, la piñata; ha mandado a
hacer una torta de dos pisos; le ha vestido de azul oscuro y un saco blanco con mucho
amor porque nació justo cuando ella había perdido la esperanza. Con D. la recuperó y
por eso es un día importante. Importante porque con la muerte de los abuelos en Armero mi mamá por poco también se muere. Pero no. Tengo once años y hoy también
es el día más feliz de mi vida porque después de una larga temporada, mi equipo, el de
mi padre, disputará la tercera final de la copa Libertadores contra Peñarol. Han sido
dos partidos duros para llegar hasta acá, hasta Santiago de Chile, sede escogida
por la Confederación Sudamericana de Fútbol, después de un largo período
donde gracias a las imperfectas transmisiones de televisión, esta tarde, mientras mi madre y sus amigos juegan con sus hijos yo me iré a la cantina de
oficiales del club, me apearé, y recordaré lo siguiente:
1. El primer partido, en Cali, ganamos 2 a 0 y la ilusión por los goles de Battaglia —un tirazo libre desde el flanco izquierdo a todo el ángulo— y Cabañas
—un soberbio tiro que impactó casi cayéndose con el empeine y que se metió
a la portería de martillito— está vez sí nos convenció de que no nos pasaría lo
de los dos años anteriores con River y Argentinos Juniors.
2. El segundo partido perdimos 2-1, lo que en estos tiempos
equivalía a ser directamente campeones por diferencia
de gol. Y solo nos faltaban tres minutos para que
acabara el partido cuando Villar nos metió el
segundo. Con un empate nos bastaba.
3. El equipo sufrió los rigores del viaje a Santiago lo cual fue noticia en los periódicos del
día. El equipo mal durmió en el aeropuerto,
no había bus al hotel, etc.
4. El equipo que ahora sale no puede hacerme
esto de nuevo. No ahora cuando sé lo que es
la amargura de la derrota tres veces seguidas.
No ese equipo que veo en la televisión, que
he visto en El Campín con mi papá que grita
“soltala, soltala, Gareca”. No el equipo del que
se enamoró desde los sesenta, la escuadra de
la Fiera Cáceres, Lugo... Un equipo
con Falcioni en el arco no puede
perder así de nuevo.
Pasados 45 minutos regreso al pequeño salón del club donde ahora los
señores, que tendrían la edad que
tengo ahora cuando escribo esto,
dan sorbitos a un vino servido en
vasos de plástico. Mi mamá lleva un vestido azul de cuadros, marca Biba. Mi hermana tiene dos dientes
que le salen como a los conejos. Mi hermano juega por los prados. El cielo está cargado de nubes que
anuncian lo peor. Desde entonces mi mamá dice que en los cumpleaños de mi hermana siempre llueve.
Yo no adivino el chubasco que se me vendrá encima cuando voy hasta la cantina y me siento junto a
varios cadetes, quizás hinchas del Millonarios que le hacen fuerza a Peñarol. Es el segundo tiempo de un
partido pesado, lleno de cruces de campo. Gareca por poco la mete de chilena tras un rechazo. Peñarol
se ha acercado. Pienso en América y siempre, siempre, hizo lo mejor y lo peor en todos los partidos. Sus
noches redondas eran en semifinales con goleadas donde nos ilusionaba para llegar a las finales con la
misma actitud de este sábado donde nos basta el empate por una absurda regla de la misma Confederación que decía que la diferencia comenzaba a valer en el tercer partido en tierra neutral, y donde parecía
un equipo nervioso, incapaz de dominar a un rival más pesado, sin Cabañas, sin Willington, sin Gareca…
Han pasado cuarenta y cinco minutos y aunque he aguantado las ganas de gritar sé que está vez ganaré.
Peñarol la ha reventado en el palo e hizo un gol en fuera de juego; ha habido intento de gresca en una de
las absurdas maromas de Cabañas quien terminó “capando” a un rival en una jugada sin importancia
y fue expulsado; de nuevo Gareca casi de chalaca; un claro penal que no le pitaron a Villar; final del segundo tiempo.
Los jugadores van hacia el margen del campo y son masajeados por gordos señores de sudadera. Pienso que esta noche me disfrazaré de rocker parándome el pelo de una manera absurda con la laca de
una hermana de un amigo, que me pondré una chaqueta negra de mi madre, y unas gafas oscuras que me han
comprado, y podré decir que soy el único del barrio cuyo
equipo ha ganado el torneo más importante de América.
Faltan solo treinta minutos. Dos de quince. ¿Por qué el
América debía alargar todo? ¿Porque sabíamos, sin que
lo aceptáramos, que en la puerta del horno se iba a quemar el pan? En esos treinta minutos, sin embargo,
salió un América decidido, como si el cansancio les hubiera quitado los nervios, jugó
lo necesario para meterla un par
de veces aunque no ocurrió así.
Con todo, he entendido que
ya somos campeones de la Copa Libertadores de
América, con el América, el ameriquita, y cuento
los segundos como en aquellos despegues donde
se sabe que todo va a estar bien. Sonrío. De todos
modos, pienso: ¿Qué hace el expulsado Cabañas
azuzando desde la banda? ¿Por qué tenemos que
pedir tiempo? No somos un equipo inferior. ¿No
somos los favoritos?
He vuelto a ver el gol hoy, 25 años después. Y no
tengo nada más qué decir. Como entonces, me
quedo en silencio, y allá, el niño de once años camina por el prado mojado, con una camiseta OP
azul, sintiendo otra vez cómo nada tiene sentido.
En unos cuantos segundos —diez, quizás— hemos
vuelto a perder. Con el América, desde entonces,
nada me sorprende. Ya lo sé todo. En todo caso, al
terminar la fiesta de cumpleaños, voy a casa y me
disfrazo. La vida, lo sé hoy, siempre es tozuda. Y se
parece mucho a ese partido de fútbol: América 0,
Peñarol 1. Aquel 31.
Juan David Correa, hincha del América desde los
tres años, cuando su padre, un paisa criado en Cali desde niño en el colegio de los hermanos Maristas, lo llevó
a ver al América. Ha ido a varias finales del equipo, y
en todas ha sentido el dolor de la derrota. En 1996, ante
River Plate, supo que jamás vería al América campeón
de la Libertadores. En este relato está la proto historia
de ese hincha que fue y ya no es.
Pdc· 07|85
arde nublada la de aquel sábado. Alegría generalizada con algo de mesura
(inusual en los aficionados del rojo) en varios de los vecinos del barrio; al fin
y al cabo los de Ochoa habían arrugado en las dos finales previas. De haber
jugado una versión moderna de la Copa Libertadores habrían celebrado
tres días antes, en cambio, el gol tardío de Villar en Montevideo los
condenaba a jugar el desempate en una sucursal Mirasol: Santiago de
Chile. Sí había mucha gente comentando en la previa y algún movimiento de los hinchas rojos de casa a casa alistando la fiesta. El brindis
en esa oportunidad, y como curiosidad, sería con vodka, no con aguardiente o whiskey; la ocasión lo ameritaba y entre más “raro” el trago,
mejor; una experiencia inolvidable. La mesura —por no decir otra
cosa— indicaba que había que esperar: el licor para después, pero
listo para ser servido.
El partido inició sin la tradicional reunión de vecinos,
la familia estaba primero y había que verlo en la
casa. La ansiedad aumentaba en un encuentro
intenso y mal jugado, lleno de marrullas y juego
brusco. Cero a cero en los noventa minutos y el
complementario. “No hay penaltis”, la frase más
repetida entre quienes temían un posible cobro de
Antony De Ávila. La Copa era roja, el resultado les
favorecía y lo "merecían" después de tanto esfuerzo en
la cancha. Sin embargo, hubo cierto cambio en el color
de piel de quienes presenciaban el partido cuando Ochoa
decidió cambiar a Gareca por Enrique Simón Esterilla.
Por supuesto, la consecuencia fue que el Manya se vino
con todo el peso de su historia a buscar el gol del título. La
palidez y cierto aumento en los movimientos intestinales
producto de la modificación ordenada por el médico, de
todas formas, no minó esa fe ciega en la victoria porque
¿cuál era la probabilidad de perder la tercera final consecutiva de Libertadores cuando tenías al mejor
equipo de sudamérica y el rival estaba
conformado por un poco de peladitos a los
que no los conocía ni la mamá?
2
Las microondas fallaron en el minuto final, nieve en el Trinitron y la primera
ronda de vodka no se hacía esperar. Eso estaba listo.
¿Por qué me acerqué al televisor? No tiene explicación. Posiblemente mi corazón verdiblanco no iba a dejar que el rojo celebrara después de tanto robo:
—Me pareció que dijeron gol de Peñarol.
—¡¿Qué?! Si ahí no se oye nada, ¡no joda!.
Pocos segundos después y antes del primer sorbo de vodka, aparece en
la pantalla el “Maestro” Tabares saltando, luego Diego Aguirre abrazado, el banco rojo protestando...
—¡Mija prenda el radio!.
Y nunca se me va olvidar lo que le reclamó al cielo el
periodismo de Miguel en las ondas de transistor:
—¿Por qué siempre a nosotros? ¿Dios mío por qué?
Todas las miradas se dirigieron hacia el morrocó. No
lo dudé y salí a buscar refugio en la calle antes de que
pasara algo grave. No había nadie, la ciudad estaba
muerta.
Los azucareros no pudimos festejar, no por respeto, por temor. Esa semana sólo nos distinguió una
inocultable sonrisa de oreja a oreja, porque el grito de
“¡Justicia!” lo pudimos dar a viva voz y con toda libertad,
hasta una noche decembrina, veinticuatro años después,
con whiskey y aguardiente. Como debe ser.
Hamilton de la Torre: profesional, docente e investigador.
Hace cinco años se le ocurrió que no había un espacio de opinión
para la hinchada del Deportivo Cali y decidió crear la Cultura Alternativa del Fútbol. Espera volver a vivir en Cali en el
corto plazo o por lo menos eso piensa desde hace tiempo.
En la actualidad dedica su tiempo libre a enfrascarse en
discusiones bizantinas sobre la crisis del Superdépor.
la razón del alboroto (ni ella ni mi padre eran
futboleros) y nos encontró llorando desconsolados. No recordaba la escena, sólo del hueco que le queda a uno en el pecho cuando de
repente se esfuma un sueño.
ace poco me presentaron a un
uruguayo hincha de Peñarol, y por
supuesto tardamos poco en llegar al tema de
la final de 1987, aquel gol de Diego Aguirre
en los últimos suspiros del partido, cuando la
diferencia de gol acercaba al América de Cali
más que nunca al soñado título de la Copa
Libertadores. El lapso de tiempo durante
el cual se cortó la señal televisiva de la final
copera, que se jugaba en Santiago de Chile,
se constituyó en un recuerdo imborrable, un
patrimonio de infancia. Pensé que la señal
suspendida había sido cosa de la transmisión
colombiana, pero me enteré que en Uruguay
ocurrió lo mismo: justo sobre el final, en el
precipicio de la redención, se quedaron en
vilo.
No fueron más que unos segundos, pero
esa eternidad se interrumpió con la imagen
del delantero de Peñarol celebrando un gol
histórico, el quinto título copero del club de
Montevideo. Yo estaba en mi casa, con un
amigo americano, que cuenta que mi madre
entró en ese momento al cuarto preguntando
El huidizo título nunca estuvo tan cerca como
ese 31 de octubre, ni siquiera durante aquella
maldinga tanda de penales en la final contra
Argentinos Juniors en 1985. Esa fue la primera en la historia del equipo, apenas la segunda ocasión en que un club colombiano la
disputaba (saludos al SuperDépor). En 1987,
curtido ya con dos finales perdidas (la del
86 fue contra el River Plate del Beto Alonso
y Juan Gilberto Funes), América de Cali era
gran favorito al enfrentar a Peñarol. El técnico Gabriel Ochoa Uribe, que cumplía su octavo año en el equipo, había confeccionado un
plantel repleto de figuras, uno de los mejores
del continente americano. El delantero centro
de la selección argentina, Ricardo Gareca, el
calidosísimo paraguayo Roberto Cabañas, el
monstruo de Willington Ortiz y, sosteniéndolo todo, la seguridad del extraordinario arquero Julio César Falcioni.
En realidad lo que sostenía todo era la fortuna
del Miguel Rodríguez, pero yo, a los diez años,
poco sabía o entendía del influjo del narcotráfico en el fútbol colombiano, en particular del
papel del capo del Cartel de Cali en la metamorfosis del América, club segundón de la
ciudad, pobre y honrado, a leyenda del fútbol
continental. Cuando nací, La Mechita tenía
dos subtítulos y una raigambre popular que
lo hacía célebre, a pesar de sus pobres resultados y las penurias económicas. Al cabo de
una década el conjunto escarlata gobernaba
el fútbol colombiano con mano de hierro y se
había convertido en el primer club en la historia de la Copa Libertadores que disputaba tres
finales consecutivas.
Hoy, con esa perspectiva indispensable, asumo esos acontecimientos como una nueva
prueba palpable de que, a pesar del saboteo
constante, a pesar de vivir en un mundo de
piratas, el fútbol se rige por leyes atávicas. Leyes que doblan los arcos de su historia, eventualmente, hacia la justicia poética. Porque,
como bien dijo Maradona —ese iluminado—,
la pelota no se mancha.
Lozano Puche: @lozanopuche.twitter.com —Loza-
no Puche es un periodista itinerante que ha incursionado en prensa escrita, radio, televisión y nuevos medios.
Durante algunos años llevó un blog sobre el América
de Cali, llamado La Letra Escarlata, en el que confesó
cómo, a los 6 años, se pasó del Cali al América cuando
Willington Ortiz dejó el conjunto azucarero para sumarse a los Diablos Rojos.
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videntes que querían gritar
Campeón, América Campeón. Fue entonces cuando
la señal volvió. Y se alcanzó
a escuchar la cola de un grito
de gol. ¿Gol?
M
i casa era del Cali pero cuando el
América jugaba contra otros equipos todos le hacíamos barra al América. Yo nunca
fui ni de uno ni de otro. Lo mío siempre fue apoyar
a los que me parecían simpáticos. Del Manchester
de Beckham pasé al Barça de Ronaldinho y luego
al de Messi, aunque siempre tuve una debilidad
por el Liverpool. Nunca me interesé ni por la bundesliga ni por el calcio y si tuviera que escoger un
equipo que marcó mi corazón diría que el Nacional del “escorpión”.
Tenía doce años cuando el América se jugaba la
final de lo que entonces me parecía el certamen
más importante del fútbol: la Copa Libertadores
de América. Hasta el nombre me resultaba épico.
Se lo jugaba contra el Club Atlético Peñarol. Era
31 de octubre. Mi primo americano vivía con no-
sotros por esa época. En el intermedio nos pusimos los disfraces listos para pedir los dulces más dulces
de la historia: confiábamos en que la
victoria era nuestra. Recuerdo haber estado de pie todo el partido. Vestida de vaquera, mi
hermano del hombre araña y mi primo no sé muy
bien de qué. Supongo que de lo que hubiera o pudiéramos inventarnos. Éramos tres caras pegadas
al televisor, sin supervisión de los adultos que se
veían el partido en otro lugar de la casa. Recuerdo a
mi primo en la cama de sus padres (que también se
quedaban con nosotros en la habitación de huéspedes), tirándose para atrás cuando algo tenso
ocurría y mordiéndose las uñas. Él sí era un hincha
declarado. Faltando un minuto bailábamos. Gritábamos. Oíamos también los gritos del barrio que
se preparaba para la mejor fiesta de Halloween de
la historia. De repente, se fue la señal. Los gritos
cesaron. Nos quedamos quietos.
No tengo presente cuanto tiempo pasó. El tiempo
se detuvo para nosotros y millones de otros tele-
El Peñarol celebraba y nosotros nos preguntábamos qué era lo que celebraban si América había
ganado. Poco a poco fuimos entendiendo que el
tiempo no se había detenido y en esos minutos de
pantalla negra nos habían metido un gol. Las caras se nos descolgaron. Aún creo recordar el vacío
en el estómago. Mi primo lloraba. Mi hermano me
miraba desconcertado y yo pensaba que ya no valía la pena salir a pedir dulces. Nos quitamos los
disfraces y en silencio salimos del cuarto.
Margarita Cuéllar Barona.
Dirige el cine foro Teorema y co-dirige la revista Papel de colgadura. Sueña con hacer un “cine club” dónde
presentar partidos memorables como el que la República Checa se jugó contra Holanda en la Eurocopa de
2004. Si alguien sabe dónde puede hacerse a este material por favor escríbanle a :
papeldecolgadura@icesi.edu.co.
lberto Rebolledo y Diego Caicedo son
hinchas de millonarios. Yo soy hincha
del Cali. No obstante los fuertes impedimentos
morales que esas aficiones suponen decidimos
acompañar a nuestro gran amigo, Gonzalo Patiño,
a ver la final de la Copa Libertadores.
Nos vimos en la casa de Gonzalo. La casa de Gonzalo era un sitio de reunión frecuente, para hacer
trabajos de la U, para tomar cerveza y para no hacer nada. Los papás de Gonzalo tenían repartidas
sus fidelidades. El papá, administrador del Pascual Guerrero, un tipo amable, tranquilo, callado,
era hincha del Cali. Doña Nur, una mujer alegre,
extrovertida, emprendedora, tenía un único defecto, es americanísima, vendía los abonos del equipo, además. Como todo defecto tiende a agrandarse transmitió a Gonzalo su afición. Aún así los tres
tenemos un gran respeto y estima por doña Nur.
Ese día la sala y el comedor habían desaparecido y en su lugar una serie de asientos daban de
frente a un enorme T.V. de 27 pulgadas, de ancho
y de hondo. Los
parlantes del
equipo,
para la
transmisión por radio estaban estratégicamente
dispuestos.
A parte del sufriente espectáculo de los seis o siete
hinchas congregados frente al aparato, el partido
transcurrió con tranquilidad. En el entretiempo el
novio de la Nena, la hermana de Gonzalo, alistó
los voladores, Doña Nur ajustó las banderas, contó
una vez más las bolsas de harina y se aseguró de
que no escasearan las viandas.
Alberto, Diego y yo no pudimos evitar hacernos
participes de la angustia, el tiempo daba para el
alargue y la alegría, el triunfo estaba cerca. De
pronto, parecía no ser cuento eso de que, en la
Copa, el América éramos todos.
Y se fue la luz…
Las sonrisas nerviosas dieron lugar rápidamente a
la franca alegría. El triunfo era evidente. Con luz o
sin luz, con o sin trasmisión, no había tiempo para
la debacle. A nadie se le ocurrió prender un radio.
Un punto de luz brotó en el centro del televisor,
y antes de que toda la pantalla se iluminara el silencio presagió lo peor. Los electrones se convirtieron en jugadores de Peñarol que
se abrazaban. Nadie dijo nada.
Hubo más silencio. Gon-
zalo bajó la cabeza y los ojos llorosos de doña Mur
no daban lugar a comentarios. Lo mejor que pudimos los acompañamos en esa hora aciaga. A pesar
de que lo intentamos, no pudimos evitar que doña
Nur guardara las viandas y el trago.
Salimos, cabizbajos los tres, camino al Kokoriko
de la avenida tercera norte. Comimos en silencio y
nos subimos a un Blanco y Negro 2A rumbo al sur.
No puedo hablar si no por mí, pero el semblante
tranquilo que nos fue brotando a los tres y el hilo
de sonrisa que se desmadejaba en las comisuras,
no era tan solo debido a las virtudes del pollo y las
papas con guacamole.
Creo que cuando esto sucede uno debe decir que
sintió un fresquito, que un amigo con pretensiones
más elevadas llama paz interior.
Enrique Rodríguez Caporali. dirige el
Departamento de Estudios
Sociales de la Universidad Icesi.
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El fatídico 21 de octubre de 1987 estábamos todos
reunidos en mi casa. Eran tiempos en que latía cierta
nostalgia de televisión comunitaria y compartida. De
televisor en la sala. Estábamos, pues, todos: las tías todavía jóvenes, mis hermanos entonces niños, la abuela
viva, mis papás que todavía se amaban, los vecinos que
aún se juntaban y estaba, claro, el abuelo. El hombre se
había hecho americano desde niño. Estuvo en el primer triunfo del 79, coleccionaba las revistas del América en las que Miguel Rodríguez aparecía en la sección
de sociales y nos enseñó a decir “América paputa” muy
a pesar del horror de la abuela. Le decía “Mechita” al
América, como llamando a una prima cercana. El 80%
de su ropa era roja. Tenía afiches del equipo en sus
paredes. Sus únicos rezos estaban dirigidos a conjurar la maldición terrible de Garabato. De ahí que esa
tarde estuviese tan emocionado. Pasados 115 minutos
de juego el abuelo dio la orden que esperábamos. La
orden mil veces ensayada, mil veces soñada: “Ponelo”.
Entonces mi tía, con manos temblorosas, lo puso. Era
el himno del América (“Con la A, con la M, con la E…”):
el momento de tornarnos solemnes. La televisión se
dañó por un minuto pero nadie le prestó atención. La
gente se aglomeró junto al abuelo para cantar al unísono. Hasta los caleños del barrio le rindieron atenciones.
La gente lo abrazaba como si se hubiese hecho padre o
ganado la lotería.
Luego sobrevino el silencio. Alguien habló de un gol de último minuto. La señal de la tele regresó impertinente. Lo
que queda son recuerdos gastados. Silencio. El abuelo en las
escaleras, reducido de tamaño, como lo veo ahora en sus 85.
El abuelo no soltó ni una lágrima mientras asistió a morir
a la abuela, compañera por 50 años. Le cantó canciones de
amor, “espérame en el cielo, corazón”, se sumergió en un
silencio hondo, todavía la llama en sueños. Pero nunca lloró. En cambio, el día en que casi fuimos campeones, lo vi
secarse las lágrimas con sus manos obreras y lo vi seguir llorando por largo rato. Algo musitaba entre dientes. Mi hermano jura que tarareaba la letra de un tango: “la vergüenza
de haber sido y el dolor de ya no ser”. Yo sólo creo que decía
“América paputa”. Él, todavía, se niega a hablar del asunto.
Viviam Unás. Profesora del Departamento de Estudios Sociales de la Universidad Icesi
6
C
ada tanto, cuando hablaba con
viejos amigos sobre fútbol y las
grandes hazañas del pasado, aparecían preguntas cómo esta. ¿Cómo vivimos tal o cual
final? ¿Dónde o con quién estábamos? Los
recuerdos más claros, en lo que a finales de
Copa respecta, son dos: el de la final del 96
contra River (en particular en Cali, saltando
en el partido de ida en el Pascual, con yeso en
la mano pintado de rojo), y el de la final contra Peñarol. Creo, no obstante, que en ninguno de los dos casos los recuerdos, al menos ya
a esta altura, podrían ofrecer una fiel reproducción de lo que pasó en las canchas. (Salvo
para el caso de la obra maestra que se mandó
Córdoba). Entrar en detalles podría hacerme
caer en tremendas imprecisiones. Pero igual
creo que esto de reconstruir partidos no viene
al caso.
Así que ahí va: de la final contra Peñarol me viene siempre una misma imagen
cargada de emociones. Vi el partido en casa
de un amigo, en Pance. Los dos juntos en la
habitación de sus viejos. Él tendría once y
yo algo así como nueve. Creo. Y la imagen
es esta: ante la victoria de Peñarol, cada uno
de los dos, en silencio y envueltos en pena,
permanecimos en extremos opuestos de la
cama. Abrazando cada uno alguna almohada
(alguno tendría uno de esos cojines triangulares, siempre recuerdo). Ambos sabiendo
que cada uno lloraba, pero sin demostrarlo
frente al otro, ni para buscar consuelo. Y desde la puerta mirándonos aparece Hernán, el
papá de mi amigo, con las manos en la cintura, como contemplando la imagen tal cual la
contemplo yo ahora —puede decirlo, sin imprecisiones, porque esta es mi imagen toda—.
La de dos niños inmersos en una profunda e
inocente tristeza.
La imagen es emotiva, porque me devuelve los recuerdos de una Cali distinta, la
de la infancia y adolescencia. También fue
por eso emotiva la experiencia del reciente
descenso. Pero no tanto por provocar la remembranza de un equipo de grandes triunfos
y estrellas. Más bien por la nostalgia de una
Cali sin tantos viejos amigos que resolvieron
emigrar.
Juan José Fernández. Es un intelectual santandereano, autor de varios cuentos y novelas de culto, consagrado intérprete del oboe, el arpa y el clarinete, medallista olímpico en lanzamiento de jabalina y, por sobre
todas las cosas, ninguna de las anteriores.
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