Serres Pulgarcita III Ssciedad
Serres Pulgarcita III Ssciedad
Serres Pulgarcita III Ssciedad
El mundo cambi que los jvenes deben reinventar todo: una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer... Buenos Aires : Fondo de Cultura Econmica, 2013, III, pgs. 6198.
III SOCIEDAD
ELOGIO DE LAS NOTAS RECPROCAS
Le pondr nota Pulgarcita a sus docentes? Esta polmica, tonta, supo hacer furor en Francia. Desde lejos, me asombr: hace cuarenta aos que los estudiantes me ponen nota en otras universidades. Y no me va mal. Por qu? Porque, inclusive sin ley, quienes asisten a una clase siempre evalan al profesor. Haba mucha gente en el anfiteatro; ms de tres o cuatro estudiantes esta maana: sancin por el nmero. O por la atencin: escucha o barullo. Causa de s misma, la elocuencia toma su origen en el silencio del auditorio, nacido l mismo de la elocuencia. Mejor dicho, siempre todo el mundo soporta una nota: el enamorado, de su amante silenciosa; el proveedor, de la aclamacin de sus clientes; los medios, del rating de audiencia; el mdico, de las visitas de los pacientes; el candidato electo, de la sancin de los votantes. Esto plantea sin ms la pregunta por el gobierno. La fiebre de la nota que, bajo la presin de las mams compasivas y de la psicologa, abandon tan pronto la escuela, invadi la sociedad civil que publica hasta el cansancio las listas de las mejores ventas, reparte premios Nobel, Oscars, copas de metal de aleacin, clasifica a las universidades, califica a los bancos y a las empresas, inclusive a los Estados, soberanos en otra poca. Al dar vuelta la pgina, lector, usted ahora mismo me est evaluando. Una suerte de demonio de doble cara empuja a juzgar esto o aquello como bueno o malo, inocente o nocivo. La lucidez discierne ms bien aquello que muere del mundo antiguo y emerge del nuevo. Ese da nace una inversin que favorece una circulacin simtrica entre los calificadores y los calificados, los poderosos y los sbditos, una reciprocidad. Todo el mundo pareca creer, en efecto, que todo cae de arriba hacia abajo, de la ctedra a los bancos, de los elegidos a los electores; que ro arriba se presenta la oferta y que la demanda, ro abajo, consumir todo. Que hay grandes centros comerciales, grandes bibliotecas, grandes patrones, ministros, hombres de Estado... que, dando por sentada la incompetencia de los otros, extienden su lluvia bienhechora sobre las tallas pequeas. Quizs esa era tuvo lugar; hoy se termina bajo nuestros ojos, en el trabajo, en el hospital, en el camino, en grupo, en la plaza pblica, en todas partes. Liberada de los semiconductores, quiero decir de las relaciones asimtricas, la nueva circulacin hace or las notas, casi musicales, de su voz.
ELOGIO DE H. POTTER
Hombrecito de Birmingham, Humphrey Potter at, dicen, con la cuerda de un trompo, el brazo de la mquina de vapor a vlvulas que deba accionar con la mano; al huir de un trabajo aburrido para ir a jugar, invent, suprimiendo su esclavitud, una suerte de retroalimentacin. Ya sea verdadero o inventado, este cuento celebra la precocidad de un genio; desde mi punto
de vista, muestra ms bien la competencia frecuente, fina y adaptada, del obrero, hasta del menor, en los lugares mismos en los que quienes deciden, lejanos, mandan a actuar sin pedirles nada a los actores, que se prejuzgan incompetentes. H. Potter es uno de los nombres de guerra de Pulgarcita. El trmino empleado expresa esa presuncin de incompetencia: se trata, en efecto, de plegarlo a gusto para explotarlo; as como el enfermo se reduce a un rgano que hay que reparar, el estudiante a una oreja que hay que llenar o a una boca silenciosa que colmar, el obrero llega a ser una mquina que hay que administrar, algo ms complicada que aquella en la que trabaja. Arriba, antao, bocas sin orejas; abajo, odos mudos. Elogio del control recproco. Al restituir rostros completos en los dos niveles, las mejores empresas ubican al obrero en el centro de la decisin prctica. Lejos de organizar de manera piramidal la logstica sobre los flujos y la regulacin de la complejidad, lo cual la multiplica por capas de regulacin, las empresas dejan a Pulgarcita controlar en tiempo real su propia actividad defectos observados o reparados con mayor facilidad, soluciones tcnicas que se encuentran con ms rapidez, productividad mejorada, pero tambin examinar a quienes la mandan, aqu patrones pero, ms all, mdicos y polticos.
que trabajan. En suma, hace la lista de las acciones que no produciran estos dos tipos de contaminaciones, sobre el planeta y los humanos. Los utopistas franceses del siglo XIX, despreciados porque soadores, organizaban las prcticas de acuerdo con direcciones contrarias a las que los precipitaron hacia este doble callejn sin salida. Como no hay ms que individuos, como la sociedad slo se organiza alrededor del trabajo y todo gira en torno a l, inclusive los encuentros, inclusive las aventuras privadas que nada tienen que ver con l, Pulgarcita esperaba realizarse en l. Sin embargo, no encuentra mucho trabajo o se aburre. Busca imaginar tambin una sociedad que ya no est estructurada por l. Pero estructurada por qu? Y cuntas veces se le pide su opinin?
arroja sobre las cabezas su lenguaje convencional. Citen, dice Pulgarcita, irnica, una sola asamblea de adultos de la que no emane, divertido, un barullo semejante. Saturados de msica de fondo, el bullicio de los medios y el gritero comercial ensordecen y adormecen, de ruido lamentable y de drogas calculadas, esas voces reales, ms las voces virtuales de los blogs y las redes sociales, cuya cifra incalculable alcanza totales comparables a la poblacin del planeta. Por primera vez en la historia, se puede or la voz de todos. La palabra humana zumba por el espacio y el tiempo. A la calma de los pueblos del silencio, donde rara vez sonaban la sirena y la campana, el derecho y la religin, hija e hijo de la escritura, le sucede, de manera brusca, la extensin de esas redes. Fenmeno bastante general como para prestarle atencin, este nuevo ruido de fondo, tumulto de clamores y de voces, privadas, pblicas, permanentes, reales o virtuales, caos recubierto por los motores y los sintonizadores de una sociedad del espectculo envejecida de manera irreductible, reproduce en grande el pequeo tsunami de las clases y los anfiteatros; no, ste es antes bien el modelo reducido del primero. Esas conversaciones Pulgarcitas, ese tumulto de mundo anuncian acaso una era en la que se mezclarn una segunda edad oral y esos escritos virtuales? Esta novedad ahogar con sus ondas la edad de la pgina que supo formatearnos? Desde hace tiempo escucho esta nueva edad oral emanada de lo virtual. sa es una demanda general de palabra anloga a la demanda singular que los Pulgarcitos hacen or desde las escuelas hasta las universidades, en la sala de espera de los enfermos en los hospitales o de los empleados en el trabajo. Todo el mundo quiere hablar, todo el mundo se comunica con todo el mundo en innumerables redes. Ese tejido de voces concuerda con el de la Red; ambos murmuran en la misma frecuencia de onda. A la nueva democracia del saber, ya presente en los lugares donde se agota la vieja pedagoga y donde se busca la nueva, con tanta lealtad como dificultades, corresponde, para la poltica general, una democracia en formacin que, maana, se impondr. Concentrada en los medios, la oferta poltica muere; aunque no sepa ni pueda todava expresarse, la demanda poltica, enorme, se levanta y presiona. La voz anotaba su voto con una boleta escrita, estrecha y recortada, local y secreta; con su capa ruidosa, hoy ocupa la totalidad del espacio. La voz vota de manera permanente.
Ustedes deben de temer, sin duda, que a partir de estas tentativas aparezcan nuevas formas polticas que barran a las precedentes, obsoletas. Obsoletas, en efecto, y tan virtuales corno las mas, sigue diciendo Pulgarcita, de repente animada: ejrcito, nacin, iglesia, pueblo, clase, proletariado, familia, mercado... sas son abstracciones, que vuelan por encima de las cabezas como fetiches de cartn. Encarnadas, dicen ustedes? Por cierto, responde, slo que esa carne humana, lejos de vivir, deba sufrir y morir. Esas pertenencias sanguinarias exigan que cada uno hiciera el sacrificio de su vida: mrtires supliciados, mujeres lapidadas, herejes quemados vivos, presuntas brujas inmoladas en hogueras, hasta aqu en cuanto a las iglesias y el derecho; soldados desconocidos alineados de a miles en los cementerios militares, sobre los cuales a veces se inclinan, compungidos, algunos dignatarios, largas listas de nombres en los monumentos a los muertos en la guerra de 19141918, casi todo el campesinado, hasta aqu en cuanto a .1a patria; campos de exterminio y gulags, esto por la teora loca de las "razas" y la lucha de clases; en cuanto a la familia, alberga la mayora de los crmenes, una mujer muere por da a causa del maltrato del marido o del amante; y en cuanto al mercado: ms de un tercio de los humanos padece el hambre muere un Pulgarcito por minuto mientras que los opulentos hacen dieta. En la sociedad del espectculo de ustedes, incluso la asistencia slo crece con el nmero de cadveres exhibidos; sus relatos, con los crmenes relatados, puesto que, para ustedes, una buena noticia no es una noticia. Desde hace unos cien aos, contamos estos muertos de todo tipo de a cientos de millones. A esas pertenencias nombradas por virtualidades abstractas, cuyos libros de historia cantan la gloria sangrante, a esos falsos dioses devoradores de vctimas infinitas, prefiero nuestra virtualidad inmanente que, al igual que Europa, no exige la muerte de nadie. Ya no queremos coagular nuestras asambleas con sangre. Lo virtual, al menos, evita ese aspecto carnal. No construir un colectivo sobre la masacre de otro y la suya propia; ah est nuestro futuro de vida frente a su historia y sus polticas de muerte. As hablaba Pulgarcita, viva.
plantea una pregunta poltica, puesto que la palabra poltica se refiere a la ciudad. De cul puede decirse ciudadana? Otra pertenencia fluctuante! Quin, venido de dnde, la representar, a ella que se plantea dnde habita? Dnde? En la escuela, en el hospital en compaa de personas de mltiples proveniencias; en el trabajo, en el camino con extranjeros; en reunin con traductores; pasando por la calle donde se oyen varias lenguas; frecuenta sin cesar varios mestizajes humanos que reproducen de maravillas las mezclas de culturas y de saberes con los que se ha encontrado al momento de su formacin. Porque los cambios radicales descriptos afectan tambin a la densidad demogrfica de los pases del mundo, donde Occidente se retrae ante la marea montante de frica y de Asia. Las mezclas humanas fluyen como ros a los que se les da nombres propios, pero cuyas aguas se mezclan de a decenas con las de sus afluentes. Pulgarcita vive en un tapiz diverso, pavimenta su espacio con una marquetera dispar. Su vista se maravilla ante este caleidoscopio, sus odos oyen el tintinear de un caos confuso de voces y de sentido que anuncia otros cambios.
energa nuclear, las madres subrogantes, los OGM [organismos genticamente modificados], la qumica, la ecologa. Ahora que ya no aspiro a esta disciplina, todo el mundo se hace epistemlogo. Hay una presuncin de competencia. No se ran, dice Pulgarcita: cuando la llamada democracia le dio el derecho de voto a todos, debi hacerlo contra quienes se escandalizaban de que se lo diera por igual a los sabios y a los locos, a los ignorantes y a los instruidos. Vuelve el mismo argumento. Las grandes instituciones que acabo de citar, cuyo volumen sigue ocupando todo el decorado y el teln de lo que todava llamamos nuestra sociedad, mientras que sta se reduce a un escenario que pierde todos los das alguna plausible densidad, sin tomarse siquiera el trabajo de renovar el espectculo y aplastando de mediocridad a un pueblo astuto, esas grandes instituciones, me gusta volver a decirlo, se parecen a las estrellas cuya luz seguimos recibiendo pero que la astrofsica calcula que murieron hace mucho tiempo. Sin duda, por primera vez en la historia, el pblico, los individuos, las personas, el transente antes llamado vulgar, en definitiva, Pulgarcita, podrn y pueden detentar al menos tanta sabidura, ciencia, informacin, capacidad de decisin como los dinosaurios en cuestin, cuya voracidad de energa y avaricia en la produccin todava servimos, como esclavos sumisos. As como toma cuerpo la mayonesa, esas mnadas solitarias se organizan, con lentitud, una por una, para formar un nuevo cuerpo, sin ninguna relacin con las instituciones solemnes y perdidas. Cuando esta lenta constitucin de repente se d vuelta, como el iceberg de otra poca, diremos que no vimos prepararse el acontecimiento. Ese cambio radical afecta tambin a los sexos, puesto que las ltimas dcadas vieron la victoria de las mujeres, ms trabajadoras y serias en la escuela, en el hospital, en la empresa... que los machos dominantes, arrogantes y debiluchos. Por esa razn tambin este libro se intitula Pulgarcita. Afecta tambin a las culturas, porque la Red favorece la multiplicidad de expresiones y, pronto, la traduccin automtica, mientras que apenas salimos de una era en la que la dominacin gigante de una sola lengua haba unificado dichos y pensamientos en la mediocridad, esterilizando la innovacin. En suma, afecta a todas las concentraciones, incluso las productivas e industriales, incluso las lingsticas, incluso las culturales, para favorecer distribuciones amplias, mltiples y singulares. He aqu la calificacin por fin generalizada; he aqu el voto generalizado para una democracia generalizada. Todas las condiciones estn dadas para una primavera occidental... salvo que los poderes que se oponen no utilizan ya la fuerza sino la droga. Un ejemplo tomado del diario: las cosas mismas pierden su nombre comn para dejar lugar a los nombres propios de las marcas. Lo mismo ocurre con toda informacin, incluida la poltica, puesta en escena en arenas iluminadas donde parecen combatir sombras sin ninguna relacin con la realidad. La sociedad del espectculo transforma, pues, la lucha, dura en otros tiempos y en otras partes por barricadas y cadveres, en una desintoxicacin heroica que nos purgara con somnferos distribuidos por tantos distribuidores de estupor...
ELOGIO DE LA MARQUETERA
Cmo gestionar la complejidad hace poco anunciada por voces y barullos, heterognea y dispar? Desorden? Veamos. Atrapado en una red, un dorado intenta soltarse, pero cuanto ms colea para liberarse, ms se enreda; las moscas que dan vueltas quedan atrapadas en las
telas de araa; los escaladores de montaas que se cruzan en una ladera, frente al peligro, embrollan tanto ms sus sogas cuanto ms se apresuran por desenredarse. Los administradores redactan a veces directivas para reducir la complejidad administrativa e, imitando a los alpinistas, la multiplican. Acaso se reduce a un estado de cosas tal que todo intento de simplificarla la complica? Cmo analizarlo? Por el crecimiento del nmero de elementos, su diferenciacin individual, la multiplicacin de las relaciones mutuas y de las intersecciones entre esos caminos. La teora de los grafos y la informtica tratan con esas figuras en red cruzada que la topologa llama un simplex. En historia de las ciencias, esa complejidad aparece como un signo de que no se est utilizando un buen mtodo y que es necesario cambiar de paradigma. Las multiplicidades conexas de ese orden caracterizan a nuestras sociedades, en las que el individualismo, las exigencias de las personas o de los grupos y la movilidad de los sitios se entrecruzan. Hoy en da, todo el mundo teje sus propios simplexes y se desplaza con otros. Hace un rato, Pulgarcita se desplazaba en un espacio mezclado, atigrado..., en un laberinto, ante un mosaico con los colores de un caleidoscopio. Como la libertad se refiere a cada uno y exige que goce de manos libres y de codos francos, nadie ve por qu simplificar esta exigencia de la democracia. Las sociedades simples nos llevan, en efecto, a la jerarqua animal, bajo la ley del ms fuerte: haz piramidal con una nica cima y una amplia base. Que la complejidad prolifere, enhorabuena! Pero tiene un costo: multiplicacin y longitud de las filas de espera, lastres administrativos, embotellamientos en las calles, dificultad para interpretar leyes sofisticadas, cuya densidad, en efecto, hace decrecer la libertad. Se paga siempre con la misma moneda que se gana. Este costo resulta ser, por otro lado, una de las fuentes del poder. De ah que los ciudadanos sospechen que sus representantes no quieren reducir dicha complicacin cuando acumulan directivas para que parezca que desean reducirla, sino ms bien multiplicarla, como los dorados en la red.
Algunos ingenieros pueden resolver ese problema pasando al paradigma informtico, cuya capacidad conserva e incluso deja crecer al simplex, pero lo recorre con rapidez, suprime filas o embotellamientos y amortigua los choques. La puesta a punto de un programa idneo para un pasaporte virtual y vlido para todos los datos personales y publicables puede requerir algunos meses, no ms. Ser necesario algn da ubicar en un nuevo y nico soporte el conjunto de estos datos. Por el momento, se reparte en diversos mapas, cuya propiedad comparte el individuo con varias instituciones, privadas o pblicas. Pulgarcita individuo, cliente, ciudadano dejar para siempre que el Estado, los bancos, las grandes tiendas se apropien de sus propios datos, por cuanto hoy en da resultan una fuente de riqueza? He aqu un problema poltico, moral y jurdico, cuyas soluciones transforman nuestro horizonte histrico y cultural. Puede dar como resultado un reagrupamiento de los repartos sociopolticos por el advenimiento de un quinto poder, el de los datos, independiente de los otros cuatro, legislativo, ejecutivo, judicial y meditico. Qu nombre imprimir Pulgarcita en su pasaporte?
yace de verdad aqu y que el anlisis de su ADN individualizara, aquel annimo es el hroe de nuestro tiempo. Pulgarcito codifica ese anonimato.
ALGORTMICO, PROCEDIMENTAL
Observemos ahora a Pulgarcita manipular un telfono celular y dominar con sus pulgares las teclas, los juegos o los buscadores: despliega sin vacilar un campo cognitivo que una parte de la cultura anterior, la de las ciencias y las letras, dej largo tiempo en barbecho y que se puede llamar "procedimental". Esas manipulaciones, esa gestualidad, que nos servan antes, en la escuela primaria, slo para plantear de manera correcta las operaciones simples de la aritmtica y, quiz, tambin, a veces, para disponer de artificios retricos o gramaticales. En trance de competir con lo abstracto de la geometra tanto como con lo descriptivo de las ciencias sin matemticas, estos procedimientos atraviesan hoy el saber y las tcnicas. Forman el pensamiento algortmico. ste comienza a comprender el orden de las cosas y a servir a nuestras prcticas. En otros tiempos, formaba parte, al menos a ciegas, del ejercicio jurdico y del arte mdico. Ambos se enseaban en facultades separadas de ciencias y de letras porque, justa, mente, utilizaban recetas, encadenamientos de gestos, series de formalidades, maneras de proceder, s, procedimientos. Ahora, el aterrizaje de aeronaves sobre pistas frecuentadas; las conexiones areas, ferroviarias, camineras, martimas, en un continente dado; una larga operacin quirrgica de rin o de corazn; la fusin de dos sociedades industriales; la solucin de un problema abstracto entre aquellos que reclaman una demostracin desarrollada sobre cientos de pginas; el dibujo de un pulgar, la programacin; la utilizacin del GPS... exigen conductas diferentes de la deduccin del gemetra o de la induccin experimental. Lo objetivo, lo colectivo, lo tecnolgico, lo organizacional... se someten ms, hoy en da, a ese cognitivo algortmico o procedimental que a las abstracciones declarativas que, alimentada por las ciencias y las letras, consagra la filosofa desde hace ms de dos milenarios. Si, por ser slo analtica, no ve cmo se instaura hoy ese cognitivo, entonces no acierta en el pensamiento, no slo en sus medios, sino en sus objetos, incluso en su sujeto. Se le escapa nuestro tiempo.
EMERGENCIA
Esta novedad no es nueva. El pensamiento algortmico, que precedi en Grecia al invento de la geometra, volvi a emerger en Europa con Pascal y Leibniz, que inventaron dos mquinas calculadoras y, como Pulgarcita, llevaron seudnimos. Formidable pero entonces discreta, esta revolucin pas desapercibida por los filsofos, alimentados en las ciencias y en las letras. Entre la formalidad geomtrica las ciencias y la realidad personal las letras advena, desde aquella poca, una nueva cognicin de los hombres y las cosas, ya prevista en el ejercicio de la medicina y del derecho, ambos preocupados por reunir jurisdiccin y jurisprudencia, enfermo y enfermedad, universal y particular. Emerga all nuestra novedad. Mil mtodos eficaces utilizan ahora, en efecto, procedimientos o algoritmos. Heredera directa de la Medialuna frtil de antes de Grecia, de Al Kwarismi, sabio persa que escriba en rabe, de Leibniz y de Pascal, esa cultura invadi hoy el rea de la abstraccin y de lo concreto. Letras y ciencias pierden una vieja batalla de la que dije en otros tiempos que comenz con Menn,
dilogo de Platn, donde Scrates gemetra desprecia a un pobre esclavo que, lejos de demostrar, usa procedimientos. A ese servidor annimo, hoy lo llam Pulgarcito: vence a Scrates! Inversin ms que milenaria de la presuncin de competencia! La nueva victoria de esos viejos procedimientos proviene del hecho de que lo algortmico y lo procedimental se apoyan en cdigos... Volvemos a los nombres.
como un paciente, singularmente dolorido, pero ofrecido al paisaje, a la mirada mdica. Doble, competente, incompetente... doble como un ciudadano, pblico y privado.
Desde las pirmides de Egipto hasta ella las primeras de piedra; la ltima de acero, la forma global permanece estable; estable en el estado, estable como el Estado, estos dos trminos no hacen sino uno. El equilibrio de esttica rene el modelo del poder, invariante a travs de diez variaciones aparentes, religiosas, militares, econmicas, financieras, expertas... poder siempre detentado por algunos, all arriba, unidos de cerca por el dinero, la fuerza armada u otros aparatos apropiados para dominar una base amplia y baja. Entre el monstruo de roca y el dinosaurio de acero, no hay un cambio notable: la misma forma se muestra ms calada, transparente, elegante en Pars; compacta y condensada en el desierto; en cualquier caso, la cima en punta y la base ensanchada. La decisin democrtica no cambia nada a este esquema. Sintense en ronda, en el suelo, y sern iguales, decan los antiguos griegos. Esta mentira, astuta, finge no ver, en la base de la pirmide o de la torre, el centro de la asamblea que marca en el suelo la proyeccin del vrtice piramidal, el lugar donde se asienta su cima sublime. Centralismo democrtico, deca en otros tiempos el Partido Comunista, retomando esa vieja ilusin escnica, mientras que en el centro cercano vigilaban Stalin y sus secuaces, que deportaban, torturaban, mataban. A falta de un cambio real, nosotros, sujetos de la periferia, preferimos un poder lejano, all en lo alto del eje, antes que ese vecino aterrador. Nuestros ancestros franceses hicieron la revolucin no tanto contra el rey, ms bien popular, cuanto para suprimir al malvado barn que tenan cerca. Keops, Eiffel, el mismo Estado.
Michel Authier, genial consultor informtico, junto conmigo, su asistente, proyectamos encender un fuego o plantar un rbol frente a la torre Eiffel sobre la margen derecha del Sena. En computadoras dispersas aqu o all, cada uno introducir su pasaporte, su Ka, imagen annima e individualizada, su identidad codificada, de manera tal que una luz lser, floreciente
y colorida, que sale del suelo y reproduce la suma innumerable de esas cartas, mostrar la imagen exuberante de la colectividad, as formada de manera virtual. Por s mismo, cada uno entrar en este equipo virtual y autntico que unir, en una imagen nica y mltiple, a todos los individuos que pertenezcan al colectivo diseminado, con sus cualidades concretas y codificadas. En este alto cono, tan alto como la torre, las caractersticas comunes se reunirn en una suerte de tronco, las ms raras en las ramas y las excepcionales en el follaje y en los brotes. Pero como esa suma no dejara de cambiar, como cada uno con cada uno y uno despus de otro se transformara da tras da, el rbol as erigido vibrara a lo loco, como inflamado por llamas danzantes. Frente a la torre inmvil, frrea, que lleva, orgullosa, el nombre del autor y que se olvida de los miles que lucharon en esta obra, algunos de los cuales murieron; frente a la torre portadora, en lo alto, de uno de los emisores de la voz de su seor, bailar, atigrada, desnuda, abigarrada, mosaica, musical, caleidoscpica, una torre voluble, con llamitas de luz cromtica, que representan al colectivo conectado, tanto ms real, por los datos de cada uno, cuanto que se presentar como virtual, participativa decisoria cuando se quiera. Voltil, viva y suave, la sociedad de hoy arroja mil lenguas de fuego al monstruo de ayer y de antao, duro, piramidal y helado. Muerto. Babel, estadio oral, no hay torre. Desde las pirmides a Eiffel, estadio escrito, Estado estable. rbol en llamas, novedad vivaz.
Encantada pero severa, Pulgarcita: si me quedo en Pars, me parecen viejos, ustedes dos. Hagan tambin arder ese rbol voltil sobre las orillas del Rin, para que bailen tambin mis amigas alemanas; en lo alto del paso Agnel, para cantar con mis colegas italianas; a lo largo del bello Danubio azul, en las orillas del Bltico... Verdades ms ac del Mediterrneo, del Atlntico y de los Pirineos; verdades ms all, hacia los turcos, beros, magrebinos, congoleses, brasileos... Enero de 2012