Guión Teatral Indigenas
Guión Teatral Indigenas
Guión Teatral Indigenas
EL MITO: Es una historia fabulosa de tradición oral que explica, por medio de la
narración, las acciones de seres que encarnan de forma simbólica fuerzas de la
naturaleza, aspectos de la condición humana, etc.; se aplica especialmente a la
que narra las acciones de los dioses o héroes de la Antigüedad.
ACTO I
NARRADOR: Se dice que, hace mucho tiempo, hubo una gran inundación.
Amalivaca, el creador, salió entonces a recorrer el mundo en una canoa con su
hermano Vochi y las dos hijas, y fueron reparando los daños del diluvio. La
inundación lo había tapado todo, había destruido las casas, arrancado los
árboles, los habitantes se habían ahogado, y flotaban troncos y animales por
todas partes.
Mientras recorrían la zona, vieron que solo había quedado viva una pareja
de humanos que se había salvado trepando a la cordillera frente al río, hasta
alcanzar la altísima roca Tepumereme. Cansados y asustados, después de
muchos días, ya creían que iban a morir cuando vieron que se acercaba una
canoa. Cuando Amalivaca y los suyos llegaron a la roca Tepumereme, el
poderoso dios dibujó las figuras del sol y la luna. En ese mismo instante, empezó
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PERSONAJES:
LAS NUBES: soplan brisas favorables. Pronto tendrá la tierra lo que se merece. El agua
prometedora de nuevos verdes. De oro nuevo de espigas.¡Bailemos! ¡Volquemos nuestros
cántaros frescos sobre los surcos secos! ¡Bailemos! ¡Hagamos el milagro de la lluvia!
¡Bailemos hasta que el padre Viento detenga nuestra danza!. Inician un paso de danza al son
de flautas remotas, e inclinan sus cántaros frescos sobre la tierra estéril. Pero el milagro es
interrumpido bruscamente: la presencia de la SEQUÍA con ruda indumentaria de fibras secas
intimida a las NUBES que huyen de nuevo al fondo.
LA SEQUÍA.- ¡Nunca! ¡Sobre esta tierra árida no podréis marcar huellas! ¡Pasarán muchas
lunas antes de que una gota de lluvia cristalina calme su grito áspero! ¡Es mío el tiempo! ¡Soy la
Sequía y sé reinar con calma sobre la llanura desolada! Alejaos. ¡Sólo sois nubes; nubes
pesadas y viciosas que anegáis los caminos, desbordando las aguas que corren! ¡Atrás! ¡Es mi
ocasión! ¡Los hombres ya me habían olvidado, pero me hago sentir cuando me olvidan!
¡Mueren las plantas, y hombres y bestias huyen de mí, siguiendo otros caminos, dejando sobre
sus huellas tristes sus blancos huesos o sus cabezas deformes y deshechas! ¡Atrás, he dicho!
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Suena con aspereza su matraca de huesos y las nubes huyen definitivamente. La Sequía
lanza una carcajada sarcástica y dice:
LA SEQUÍA. -¡Es mi hora! ¡Es la hora fatal de la sequía!- .
Ejecuta un giro rápido y sale. Su risa destrozada se pierde en una evidente lejanía. Ahora
es el silencio. Luego un tambor insistente y, por fin, la presencia de PACHONOY y sus
hermanas, la bella Sichisí y la siempre fragante Aritasí. PACHONOY luce al viento sus alas
transparentes, mientras las hermanas arrastran sus batas indigenas y sus capas flotantes y
multicolores.
SICHISÍ.- (Suspirando) ¡Detengámonos! ¡Quiero un poco de alivio!
ARITASÍ.- ¡No, avancemos algo más! ¡Está lejos el agua y moriríamos si dejáramos de
apresurarnos!
PACHONOY.- Bien te cuadra el nombre: Sichisí.
SICHISÍ.- ¡Soy la flor del suspiro! (Orgullosa)
ARITASÍ.- Pero no podemos atender tu reclamo. PACHONOY (Señalando al hermano) también
lleva prisa, y el camino por andar es largo.
SICHISÍ.- Será corto el descanso.
PACHONOY.- No. AMALIVACA, nuestro padre se enojaría aún más si no recibiera a tiempo
nuestras dádivas.
ARITASÍ.- La lluvia tardaría en venir aún más tiempo; sería su venganza y, entonces, ya nada
calmaría la ira de AMALIVACA.
SICHISÍ.- (Suspirando de nuevo) Como queráis. Yo me quedaré sola sobre esta tierra seca. Mis
piernas ya se rinden y no podría dar un paso más. (Cae lentamente sobre la tierra).
ARITASÍ.- Te esperamos entonces. No puedes quedar sola a merced de la sequía despiadada.
No la has visto de cerca todavía. ¡Morirías de horror!
PACHONOY.- Además, ya es de noche y te perderías sola en medio de la oscuridad.
SICHISÍ.- Quedaos entonces; así dormiréis un rato largo antes de continuar la marcha. (Se
dispone a dormir).
ARITASÍ.- Serás complacida, hermana Sichisí. (Se tiende a su lado).
PACHONOY.- (Inclinándose sobre Sichisí. Despertándola) ¡Hermana!
SICHISÍ.- (Sin incomodarse) Duerme, PACHONOY; aún es temprano.
PACHONOY.- No, Sichisí; calmarías el hambre y la sed que me consume.
SICHISÍ.- ¿Qué dices? (Incorporándose, con su hermana)
PACHONOY.- ¡Eso! ¡Que sabré imponer la ley del fuerte! ¡Que sabré devorarte!
SICHISÍ.- (Lanzando un grito. Escapando) ¡No! Suelta, PACHONOY. ¡Estás loco!
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El cerro del Ayajúy. Al fondo, los picachos hirientes se destacan sobre el cielo del
amanecer. A la derecha, la cueva del dragón. Rocas ásperas. Vegetación mezquina, con
ausencia de verdes. El monstruo –de colosal tamaño- duerme en la boca de la cueva. Sus
ásperas escamas tienen extrañas irisaciones, y de su boca cuelga la lengua viscosa y múltiple.
Los suaves tonos de la aurora ya se anuncian sobre el cielo del fondo. Sobre un silencio, el
coro repite la exclamación: CORO.- “¡AMALIVACA!”…“¡AMALIVACA!”. DIOS DE LAS
AGUAS.
NARRADOR: De nuevo el redoble del tambor anuncia la llegada de PACHONOY con su
conocida expresión de desequilibrio.
PACHONOY.- (Aproximándose, sigiloso, al monstruo) Aún duerme. Lanzaré mi grito para
despertarlo. No hay tiempo que perder. El día se anuncia y no tardarán ellas en pasar por estos
contornos. (Gritando). ¡Ayajúúú…! (Repitiéndolo acompañado por el eco). ¡Ayajúúú…!
El monstruo se incorpora, abre sus grandes ojos y estira su lengua trémula, mientras
prolonga sus enormes fauces en un bostezo.
PACHONOY.- (Temerario). ¡Despierta! ¡Es tiempo! ¡Se anuncia un nuevo día promisor de
alegrías!
DRAGÓN.- (Como un estertor). ¿Qué… dices?
PACHONOY.- Que el padre Sol es anunciado por la Aurora y que con él llegará el nuevo día
con sus dádivas de luz, de flores, de sustento.
DRAGÓN.- (Bostezando de nuevo). ¡Hay…! hambre.
PACHONOY.- (Desafiante). ¡Qué importa! Mis dos hermanas pasarán por aquí; la suave Sichisí
y la tierna Aritasí. Son portadoras de dádivas fecundas al padre de la lluvia, al gran Amalivaca.
DRAGÓN.- (Tornando sus ojos amenazadores). ¿Amalivacaaaaa?
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