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Educomunicación Hoy Un Reto Necesario
Educomunicación Hoy Un Reto Necesario
Educomunicación Hoy Un Reto Necesario
Publicación cuatrimestral. Edición continua. Año 2018, Vol. 3, No 2. p. 25-34 (Mayo-agosto. 2018).
Citación/como citar este artículo: Narváez, A., y Castellanos, A. (2018). Educomunicación hoy:
un reto necesario. Rehuso, 3(2), 25-34. Recuperado de:
https://revistas.utm.edu.ec/index.php/Rehuso/article/view/1372/1249
Resumen:
Este artículo tiene como objetivo analizar el rol de los actores de la educación desde las
orientaciones de la educomunicación. Para ello se realizó un estudio de tipo descriptivo
empleándose el método de análisis documental en la revisión bibliográfica, así como el histórico
lógico en la exposición de las ideas. Como resultados se destaca que este entramado entre
comunicación y educación alienta la construcción de andamiajes y la mediación entre la
información que el estudiante recibe, la presión de las relaciones en la sociedad y lo que puede darle
la institución educativa. Asimismo, resulta significativo que la educomunicación cobre vigencia al
concebir los procesos de comunicación e interacción en el aula como fuentes principales de la
construcción social del conocimiento y de la estructuración de espacios-tiempos invaluables para la
valoración del otro y la gestación de una sociedad basada en principios y valores ideales del ser
humano. Entre las conclusiones se señala el hecho de que el docente se valora desde una mirada
educomunicativa, pasando de su criticado rol bancario hacia acciones y actitudes de un auténtico
mediador y guía, considerándose a los actores de la educación en todo su potencial comunicativo.
Facultad de Ciencias Humanísticas y Sociales. Universidad Técnica de Manabí. Portoviejo, Ecuad or. 27
ReHuSo: Revista de Ciencias Humanísticas y Sociales e-ISSN 2550-6587
Ana María Narváez Garzón, Ana Victoria Castellanos Noda
This article aims to analyze the role of education actors from the orientations of educommunication.
For this, a descriptive study was carried out using the method of documentary analysis in the
bibliographic review, as well as the logical history in the presentation of the ideas. As results, it is
highlighted that this framework between communication and education encourages the construction
of scaffolding and the mediation between the information that the student receives, the pressure of
relations in society and what the educational institution can provide. Likewise, it is significant that
educommunication becomes valid when conceiving the processes of communication and interaction
in the classroom as main sources of the social construction of knowledge and the structuring of
invaluable spaces-times for the valuation of the other and the gestation of a society based on in
principles and ideal values of the human being. Among the conclusions is the fact that the teacher is
valued from an educommunicative perspective, going from his criticized banking role to the actions
and attitudes of an authentic mediator and guide, considering the actors of education in all their
communicative potential.
Introducción
En las últimas décadas, los cambios sociales, científicos, tecnológicos, y comunicacionales, que
caracterizan este momento histórico, nos instan a enfrentamos a situaciones nuevas en el panorama
de la enseñanza, del aprendizaje, del conocer y del saber, de las relaciones y del comportamiento de
los individuos y los colectivos. La educación, la sociedad, la institución educativa y desde luego
docentes y estudiantes, nos prepararnos para asumir una educación de tendencia inevitablemente
digital y virtual, donde la ubicuidad, la conectividad, el aprendizaje invisible, las aulas invertidas,
permean concepciones nuevas, atrayentes, para la formación y la vida de las actuales generaciones
de niños, jóvenes y adultos que se disponen a aprender a aprender y a un aprendizaje a lo largo de
toda la vida.
Sin embargo, a la institución educativa le cuesta responder a estas demandas; la situación educativa
dista mucho de ser la ideal, mientras, paralelamente, se moldean relaciones y comportamientos que
perfilan una sociedad a la que muy poco le interesa el ser humano, sus relaciones y su trascendencia
en el mundo. Parecería que a la sociedad le satisface más la inmediatez, la gratificación y el
facilismo que pueden devenir del uso de las tecnologías de la información y la comunicación.
Entonces, activar la interacción social, el diálogo, la convivencia respetuosa y fructífera entre los
sujetos, se convierte en una preocupación prioritaria para la institución educativa. Este interés -que
parecería no ser nuevo, pero si actua, ha buscado sustento en distintos abordajes teóricos, el que
proponemos analizar se construye desde el campo de la Educomunicación, que busca la
construcción de un sujeto y una sociedad empoderadas, que desde posiciones críticas y
participativas aporten al desarrollo personal y contextual.
Metodología
Estudio de tipo descriptivo, en el que se han consultado los presupuestos teóricos haciendo uso del
método análisis documental y del método histórico lógico en el discurso.
Desarrollo
Valderrama (2000), sintetiza los aportes de varios autores al campo de interacción comunicación y
educación, menciona que para Jorge Huergo “como campo puede ser atravesado a partir de tres
tipos de relaciones: instituciones educativas y horizontes culturales, educación y medios de
comunicación, y educación y nuevas tecnologías” ; William Fernando Torres quien la asume como
“un campo estratégico del conocimiento que posibilita construir saber experimental y
transdisciplinario con el fin de proponer políticas para la construcción del sujeto”; Ismar de
Oliveira por su parte considera este campo desde cuatro áreas de intervención social: “educación
para la comunicación, mediación tecnológica en la educación, gestión de la comunicación en la
educación, y el área de la reflexión epistemológica” (Oliveira, 2009, p. 205)
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Según Castro (2012), los estudios que se han gestado en Latinoamérica, no se han difundido
suficientemente y se ha impuesto una forma de entender y estudiar la comunicación-educación
desde el ámbito anglosajón. El término educomunicación, por lo menos en países como Cuba y
Ecuador se fortalecido en los últimos años.
Esta misma mirada educomunicativa nos alienta a considerar también el aula como un campo de
interacciones que se enriquecen con la iniciativa del docente en la dirección y organización del
proceso de enseñanza aprendizaje, sobre la base de considerar los elementos clásicos de la
construcción didáctica, pero enriquecidos desde los aportes educomunicativos.
La entretejida comunicación y educación son coexistentes, no se podría concebir una educación que
no involucre la comunicación, aunque no todo en educación sea comunicación, ni toda
comunicación sea educativa. En este campo se interrelacionan el aprendizaje, la enseñanza, la
construcción de sentidos compartidos, la creación de ambientes de aprendizaje positivos y
motivadores, todos estos elementos mediados por las competencias comunicativas del docente y del
estudiante. En una relación dialéctica, las competencias comunicativas se desarrollan gracias a la
interacción y consecuentemente, el aprendizaje y la interacción se optimizan por el desarrollo de las
competencias comunicativas.
No intentamos reducir la educación a un acto comunicativo, ya que de por medio está el sujeto que
aprende, con sus realidades sociales, con su personalidad, con sus necesidades, con sus particulares
estilos de aprendizaje y, por otro lado está el educador, que es un profesional de la enseñanza, que
organiza sus acciones pensando en el proceso didáctico, que articula su accionar en función de los
objetivos institucionales, que elabora sus actividades y tareas de acuerdo a su manera de organizar
la disciplina que desarrolla, un sujeto que tiene su criterio establecido y su formación para el uso de
recursos didácticos o medios tecnológicos, que evalúa en función de sus logros o metas, entre
muchos otros desempeños que se vinculan a la profesión docente.
El rol del docente como mediador entre el estudiante y las nuevas tecnologías y con los objetos del
conocimiento; están siendo cada vez más abordados en las propuestas de formación docente, sin
embargo, otros elementos que son importantes para la Educomunicación no se han profundizado.
Hoy más que nunca se requiere que el docente se empodere de su responsabilidad en el acontecer
comunicativo en el aula y ponga a disposición del estudiante las mediaciones sociales e
instrumentales que permitan mejorar la interacción entre los sujetos de la educación y
consecuentemente lograr mejores procesos de aprendizaje.
Compartir desde el inicio del trabajo con un determinado grupo de estudiantes, la responsabilidad
del proceso de enseñanza-aprendizaje exige del profesor un cambio en la posición de poder
tradicionalmente asumida; sustituida por una relación de compromiso, donde ambos están
igualmente implicados en el proceso educativo.
El docente debe centrar su función orientadora en las potencialidades del estudiante, como espacio,
momento óptimo de aprendizaje; valiéndose de toda su preparación científica y pedagógica para
lograr el despliegue del proceso, guiar al estudiante en el redescubrimiento y reconstrucción del
conocimiento, de sus particularidades personales; lo que supone que docentes y estudiantes, en un
ambiente de comunicación y colaboración, compartan la responsabilidad del proceso de enseñanza
aprendizaje, de crecimiento personal y grupal.
Este enfoque cambia la relación de poder tradicionalmente existente entre profesor y estudiante,
establecida sobre la base de un desigual vínculo con el conocimiento y el autoritarismo del profesor,
por una relación de igualdad sustentada en el respeto e influencia mutua, en la que el profesor
asume como función fundamental la orientación y guía del estudiante con el fin de potenciar sus
posibilidades de desarrollo, a través de una elevada competencia profesional - pedagógica y calidad
humana, como portador de los valores más auténticos de nuestra sociedad. “No se trata de un
demagógico igualitarismo entre docente y discente, ni de profesar el no directivismo, sino de asumir
su rol de forma profundamente humana, renovadora y no manipuladora, respetando la personalidad
del joven” (Ojalvo, et. al.,2017, p. 153)
Esta ruptura supone el establecimiento de una relación diferente del docente y los estudiantes con
el objeto de conocimiento, donde el estudiante participa activamente y asume la responsabilidad de
su proceso de construcción, búsqueda y descubrimiento, a partir de la dirección y orientación del
profesor. Disminuye así la asimetría en la relación profesor-alumno a través del establecimiento de
un diálogo constructivo, de relaciones de igualdad, democráticas; de un elevado contenido humano,
donde el estudiante aporta toda la riqueza de su saber cotidiano, de su experiencia, de sus vivencias,
de su mundo espiritual, que es sistematizado y organizado por el profesor y el estudiante a un nivel
científico.
La comunicación a través del diálogo entre el docente y el estudiante y entre éste y sus pares,
constituye una evidencia del modelo pedagógico y comunicativo que se está viviendo al interior del
aula. Al contar con estrategias precisas que estimulen estos procesos de interrelación y
conocimiento, se favorece la creación de un clima afectivo y positivo en el aula que predispone a
estudiantes y docentes a una construcción, reflexión, reelaboración, cuestionamiento, contrastación
de los conocimientos de la disciplina.
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En esta dirección resultan precisos los argumentos de Freire en relación al rol que debe asumir el
educador: “Una educación revolucionaria debe estimular esa capacidad crítica y autónoma de
pensamiento entre los educandos, pero jamás dejarlos entregados a ellos mismos (…). Entonces, el
problema que se nos plantea como educadores no es el de negar el rol activo, crítico, decisivo del
educador en el acto educativo” (Ojalvo, 2017, p. 49)
Todo ello requiere de una adecuada organización de la actividad del estudiante, de las relaciones
comunicativas que se establecen durante la ejecución de las tareas docentes, estructuradas y
elaboradas desde una dimensión social, profesional y ética. Es preciso promover la cultura del
diálogo y el debate como práctica y producción de valores en el proceso de apropiación activa de la
realidad, a través de la creación de espacios para la libre expresión y enriquecimiento personal, del
intercambio abierto, liberado de prejuicios, estereotipos, esquemas convencionales,
redimensionando el carácter activo, creador, significativo y humano del proceso de enseñanza
aprendizaje y estimulando un clima de respeto, comprensión, confianza, seguridad, ayuda entre los
miembros del grupo y el docente.
En la realidad educativa vemos que el docente con frecuencia mantiene un discurso educativo
actual, mientras en la práctica su actuación dista de las teorías que conoce: se desvincula de su
compromiso de enseñar, no propicia la participación del estudiante, no crea las condiciones para
dicha participación, monopoliza la palabra, se burla o ridiculiza las intervenciones del estudiante, no
despeja dudas, no argumenta, no ejemplifica, descontextualiza todo el conocimiento, lo que trae
consigo evidentes consecuencias negativas en el proceso educativo.
Desde luego, aún subsisten las exclamaciones y reclamaciones de los estudiantes cuando señalan “el
profesor sabe mucho, pero no llega” “no comprendo lo que dice”; tales expresiones apuntan a la
presencia aún en nuestras aulas universitarias del monólogo como forma cotidiana de la relación
profesor- estudiante, de la llamada comunicación para sí y no para el otro, para el educando.
Ello, ¿qué significa? El profesor recrea su discurso en el empleo de un lenguaje elegante, retórico,
muestra fiel de su erudición, habla elocuentemente sobre un tema, importante por demás; al final
siente satisfacción por el discurso pronunciado, ¿pero es esto realmente un proceso comunicativo,
enriquecedor para el estudiante, quien asume la simple postura de oyente-silencioso de un saber
impuesto? Evidentemente la fuerza del saber erudito se desvanece y se constituye en un simple
torrente de palabras articuladas coherentemente.
Para todos resulta un hecho conocido que no existe otra forma de educar, de enseñar que no sea a
través de la comunicación, y cómo la forma en que se estructuren las relaciones con los estudiantes,
y de los estudiantes entre sí, tendrá una influencia educativa determinada en el proceso de
enseñanza aprendizaje, ya sea en un sentido favorecedor u obstaculizador. Al respecto señala J.C.
Filloux: "No hay duda de que una clase es por excelencia un lugar de comunicación. El campo
pedagógico se define por la relación del maestro y del alumno con un saber que de diversas
formas posibles es comunicado, o se comunica” (como se citó en Ojalvo, 2017, p. 44)
La propia cotidianidad del hecho, sin embargo, en muchas de las ocasiones invisibiliza el papel de
la comunicación en el desarrollo del estudiante, solapado por la marcada visibilidad que se le otorga
en el discurso oficial y en el pensamiento colectivo a la organización de la actividad docente. Así
resulta común la adecuada formulación y fundamentación de los programas de asignaturas, la
adecuada planificación de los planes de clase, la completa descripción de los contenidos a abordar,
los métodos a emplear, las tareas a realizar, de qué decir, cuánto decir, pero ¿se dedica tiempo a
pensar en cómo decir, en cómo lograr que el contenido, que la brillante información que se posee no
se quede en la simple transmisión de un saber ya construido? Esta concepción que subyace en
muchas prácticas educativas legaliza una relación de poder entre el docente, dueño de un saber
sistematizado y los estudiantes, un grupo de simples mortales.
Paulo Freire destaca, con el peculiar sentido humanista de su obra, que la función del educador es
partir del saber común, del saber cotidiano de sus educandos, de sus experiencias, vivencias,
intereses, y de ahí elaborar y devolver al grupo una síntesis científicamente organizada de ese saber.
En su concepción el método dialógico se impone ante lo que el autor denomina la Educación
Bancaria, la Pedagogía de la Paz, que rompe con las fronteras impuestas entre la omnipotencia del
saber del profesor y la ignorancia del estudiante, acuñada en el propio término de alumno. “El
diálogo es una relación horizontal de A con B. Nace de una matriz crítica y genera criticidad.
Cuando los dos polos del diálogo se ligan así, con amor, con esperanza, con fe el uno en el otro, se
hacen críticos en la búsqueda común de algo. Sólo ahí hay comunicación. Sólo el diálogo
comunica”. (Kaplún, 2002; Fernández, 2015)
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medida que como educadores (en su sentido más amplio) se pueda organizar adecuadamente el
sistema de relaciones Sujeto-Objeto, Sujeto-Sujeto, en los que se inserta el hombre en cada etapa de
su desarrollo, lo que permite potenciar la fuerza desarrolladora de estas formas de relación del
hombre con el mundo (actividad y comunicación). (Ojalvo, et al., 2017)
La información verdaderamente significativa es aquella que “llega para quedarse”, que adquiere un
sentido personal para el otro, no sólo por su contenido semántico, sino ante todo por la intensidad
de su expresión, por la fuerza que se le imprime al mensaje dirigido a otro comunicador, interesado
no sólo en recibirlo, sino en entenderlo y comprenderlo. Muchas veces ese discurso frío y lacónico
se convierte en lo que Vigotsky denomina “conocimiento muerto”, no por el valor de lo que se dice,
sino por cómo se dice. Pierde así la comunicación toda la riqueza de su influencia al reducirse sólo
a la palabra, restando valor a todo el potencial simbólico de que se dispone para la comunicación de
forma efectiva.
Todos, con seguridad, mantienen en su memoria visual y auditiva la huella de aquel docente que
impactaba con su presencia, que fascinaba a los estudiantes, no sólo por lo que decía, sino por la
pasión que imprimía a sus palabras, por la coherencia entre su pensar y su sentir, a partir de todos
los recursos no verbales que utilizaba, que cautivaban y lograban ese sentimiento de fascinación.
Qué mejor manera que ésta para influir sobre los estudiantes en el amor por el estudio, por la
profesión, por los proyectos del país desde el propio vínculo manifiesto y latente entre la profesión
y la sociedad. Con frecuencia se desgastan esfuerzos y recursos en la implementación de estrategias
educativas que fracasan en el camino de la imposición y la ausencia de la persuasión, como
instrumento por excelencia para influir en el comportamiento de los estudiantes.
Conclusiones
Referencias bibliográficas
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Davis, F. (1994). El lenguaje de los gestos. Buenos Aires, Argentina: Editorial Emecé.
Freire, P. (2006). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires, Argentina: Editorial Siglo XXI.
Kaplún, M. (2002). Del educando oyente al educando hablante. En J. Suárez y J.R. Vidal (ed.),
Una Pedagogía de la Comunicación, p.219-239. La Habana, Cuba: Editorial Caminos.
Ojalvo, V., et al. (2017). Comunicación Educativa: una invitación al diálogo. La Habana, Cuba:
Editorial Félix Varela.
Autor Contribución
Ana María Narváez Garzón Concepción y diseño, redacción del artículo y
revisión del artículo
Ana Victoria Castellanos Noda Adquisición de datos, análisis e interpretación