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Bernal Lavesa - Medea en La Tragedia de Séneca RESUMEN
Bernal Lavesa - Medea en La Tragedia de Séneca RESUMEN
Bernal Lavesa - Medea en La Tragedia de Séneca RESUMEN
de Séneca
1 - En la antigüedad el género dramático posibilitaba el cumplimiento de las siguientes
funciones: comunicar, convencer, deleitar o conmover a un público; además de otras
funciones que pueden ir de lo lúdico a lo ideológico. Todas con mayor fuerza e inmediatez que
otros géneros literarios puesto que la impresión causada en la mente del receptor por la visión
directa de hechos y sentimientos encamados era sin duda más fuerte y permanente que la
derivada de la lectura de un texto; además de alcanzar un sector más amplio de la población
que no leía.
Con todo, fuese la que fuese la amplitud del público que asistiera ya a la
representación ya al recitado de las piezas, la intención del autor era sin duda que el
mensaje en ellas contenido tuviera una repercusión social, en cuanto que la correcta
recepción de tal mensaje, su aceptación y su seguimiento implicaría la elevación moral
de los individuos y la consiguiente mejora de la comunidad de la que formaban
parte.
Los espectadores de una pieza dramática son por otra parte extraordinariamente
receptivos, pues se implican en la acción que se representa en la escena como si
tuvieran también parte en la misma.
El teatro, como si de una escuela popular se tratara, es un lugar idóneo como un
instrumento de influencia social o incluso socio-política, por voluntad de su autor,
que, como buen estoico, entendía la comunidad humana como un todo en el cual la
mejora de una parte, aún cuando ésta se redujera a un solo individuo, repercutiría
necesariamente sobre el conjunto.
En el caso de Medea las acciones, los hechos, son mínimos: el pueblo canta, ella
dialoga con Creonte, con Jasón, con la Nodriza. Otros hechos tampoco muy
abundantes, acompañan y complementan a esta historia: son los que suceden fuera de
la vista del público.
Toda esta cobertura formal está sostenida por una base o estructura trágica en la que
pueden distinguirse un componente estático formado por tres elementos presentes en
toda tragedia que son el dolor, el furor, y el crimen o scelusli. Ellos forman el ámbito en
el que se desarrolla el componente dinámico, es decir, la trama entretejida por el ir y
venir de los personajes, o más bien de sus sentimientos, que se debaten en conflictos
causados por agentes enfrentados como amor y odio, responsabilidad y destino,
soberbia y deber etc.
3 - La parte formal del elemento trágico que acabamos de mencionar, contiene pensamientos
y principios estoicos plasmados en sententiae que pronuncian los personajes y llegan directa e
inmediatamente al oído del espectador dejando su huella en la mente incluso de los
ignorantes.
En Medea, por ejemplo, hay voces que intentan calmar a la protagonista: "Sólo es
loable el valor si es oportuno" (v. 160), "Hay que adaptarse a las circunstancias" (v.
175), "La serenidad suaviza las desgracias" (v. 559)
Ella es en cambio portavoz de la constancia que debe dar al sabio valor para
mantenerse firme en el camino hacia la perfección frente a las adversidades de la
suerte: "La fortuna a los valientes los teme, a los cobardes los aplasta" (v. 159), "El que
nada puede esperar, que no se desespere por nada" (v. 163), "Siempre he estado yo
por encima de todo tipo de fortuna" (v. 520)
También ella proclama la verdadera grandeza de la monarquía: "Una cosa tienen los
reyes espléndida y sublime y que no puede robársela el paso de los días: poder
favorecer al desgraciado y al que suplica poder acogerlo en la protección de su hogar"
(vv 222-225) , "Nunca un reinado injusto aguanta mucho tiempo." (v 196)
4 - Para Séneca no se agota en las máximas puestas en boca de los distintos personajes la
enseñanza moral que una obra de teatro es capaz de transmitir. El rasgo mimético es el que
básicamente caracteriza al género dramático y le lleva a reproducir sobre la escena un
segmento de vida, directamente, sin la mediación de un narrador.
En este nivel parece obvio señalar que, además de proporcionar un magnífico estudio
psicológico sobre el proceso de desarrollo y enraizamiento de las pasiones en el alma humana,
la pieza entera de Medea es una lección sobre la ira. Se encuentran en ella los rasgos
fundamentales de esta pasión tal como se estudia en el tratado senequiano de este nombre.
a. Al comenzar la acción muestra Séneca en primer lugar el motivo que causa la ira de
Medea: su esposo Jasón la ha abandonado para casarse con otra mujer. El motivo de la
ira de Medea es sin duda justificado: Jasón es un traidor desagradecido. Pero el sabio o
quien pretenda llegar a serlo, pensaría inmediatamente el espectador preocupado por
la progresión moral del hombre e iniciado en el tratamiento estoico del tema, debe
atacar la cólera en sus primeras manifestaciones. Hay que luchar contra uno mismo. Y
dado que lo que provoca la ira es la idea de la ofensa, es el que la experimenta quien
no debe darse por ofendido, estar por encima de ella.
c. La ira, como todas las pasiones, se inflama y decrece, nos dice Séneca en De ira
1,17,4-526. Y así, nos presenta a Medea zarandeada por sentimientos opuestos: por un
lado, la ira y el amor a Jasón: vv 139 - 142; como así también la sed de venganza y el
amor de madre (v. 930 y ss.), que se suceden en ella permitiendo al dramaturgo trazar
el magnífico perfil psicológico de la heroína, que caracteriza la pieza: "La ira ahuyenta
al cariño y el cariño a la ira. Cede al cariño, resentimiento". (vv 943-944). Pero Medea
cede finalmente a la pasión. Se obstina en ella de tal modo que deviene en
enfermedad.
d. También muestra la pieza dramática las consecuencias de este terrible vicio, el peor
de todos dice Séneca, porque daña ׳tanto al que lo sufre como al que lo ejerce. La
cólera repetida degenera en crueldad: por ella los individuos crueles y sanguinarios
matan a gentes por las que no son, ni ellos se creen, ofendidos. >> asesinato de los
hijos.
Medea, como otros héroes senecanos se convierte en exemplum por negación del contrario.
La heroína decide siempre adoptar la actitud equivocada. Por lo equívoco de su conducta y por
los desastres que ello acarrea, esta obra, como otras del autor en las que se reflexiona acerca
de otras pasiones, incitaría al público a tomar la vía opuesta a la seguida por su protagonista,
tras dejar patente ante sus ojos cuán grande puede ser la miseria del hombre privado de la
sabiduría.
a. Medea, como un sabio estoico, conoce los principios de la doctrina, los aplica a su
propia vida y los aconseja a los demás. Pero en el contexto de su propia realidad, los
efectos últimos de su actuación son contrarios a lo esperado. El menosprecio a
riquezas y honores, la idea de autosuficiencia, su sentido de la justicia, su decisión a la
hora de arrostrar adversidades, su ánimo perseverante, no la elevan por encima del
común de los mortales, sino que la conducen a aferrarse cada vez más a sus
sentimientos, a limitar a ellos el sentido de su vida, a alimentar cada vez más los
rasgos de su fuerte individualidad, su cólera y su deseo de venganza.
El personaje brinda a su autor ocasión para reflexionar sobre una de las ideas básicas de la
filosofía estoica: las cosas no son buenas ni malas en sí mismas: su bondad o maldad depende
de la opinión que se tenga de ellas, de la intención con que se las utilice. Pero, ¿tampoco la
doctrina estoica es buena en sí misma? ¿puede llegar a ser medio para alcanzar fines opuestos
a aquellos para los que se ha creado? Séneca responde a esto en las epistolas.
Desde la perspectiva estoica, el hombre, como ser racional que es, debe someter todas
sus reacciones a estímulos externos o internos (opiniones), al juicio de la razón. Como
resultado de la valoración que le da a aquellas, el juicio de la razón es el que prohíbe o
permite el desarrollo del ״ímpetus ״reflejo provocado por la opinio. El ejercicio de la
voluntad es el que permitirá actuar, es decir, llevar a acto, el resultado del juicio.
La ira como esencia pasional: ״La idea de la ofensa excita la ira, esto no es dudoso.
Pero lo que queremos saber es si sigue inmediatamente a la idea y estalla sin que en
ello tenga parte el espíritu, o si conmueve con el asentimiento de éste. Nuestra
opinión es que la ira no se atreve a nada por sí misma sino por la aprobación del
espíritu. Pues tener la idea de haber recibido una ofensa y desear satisfacción, y
asociar estas dos cosas: que uno no debió ser dañado y que debe ser vengado no es
propio de un impulso suscitado sin nuestra voluntad”.
Es pues el juicio de la razón la piedra angular del sistema ético estoico. Pero el juicio
puede quedar viciado fundamentalmente por dos causas: la ignorancia, es decir, la
falta de conocimientos necesarios para formular un juicio válido; y la enfermedad del
alma, proveniente de la adhesión firme y duradera a un valor falso. El camino hacia la
sabiduría tiene por tanto dos vertientes: el progreso en el conocimiento de las cosas y
el dominio de uno mismo.
A Medea, como a cualquier otro ser humano, se le ha instalado la pasión en el alma porque ha
operado mal a la hora de someter al iudicio la opinio de la ofensa inferida por Jasón. El paso
por el tamiz de la razón no ha dado como resultado el rechazo, sino la confirmación de la
ofensa, y por ello se ha dado paso a la ira con sus consecuencias de castigo y venganza:
intellexit aliquid, indignatus est, damnauit, ulcisciturn .
Séneca habla de los reyes bárbaros, dice “todos estos pueblos que son libres por su
ferocidad... no pueden servir pero tampoco mandar... Nadie puede en efecto gobernar sino el
que se gobierna a sí mismo. Con estos presupuestos, pueden entreverse algunos problemas.
Por una parte, la hermosa idea estoica de la patria universal, de la igualdad de todos los
hombres que no conoce más diferencia entre ellos que la que separa al sabio del ignorante no
es tan fácil de asumir en el mundo real como en el de la abstracción. Por otra parte, ¿puede
realmente el sistema de salvación estoico ser aplicable a todo ser humano, siguiendo
únicamente el camino de la evolución interna y personal? (te la dejo picando…)
c. Una persona dominada por una pasión fácilmente realizará actos que perjudiquen a
otros hombres, atentando incluso contra su vida. Pero, ¿sobre quién es justo que se
ejecute el castigo, sobre el ser apasionado que fue el agente directo de las desgracias,
o sobre quien provocó en él la opinio desencadenante de la pasión?. En nuestro caso,
¿quién es el verdadero culpable, Medea, que ejecutó los crímenes, o Jasón que no los
impidió y se benefició de ellos? Medea plantea reiteradamente esta cuestión en sus
diálogos con Creonte y Jasón. “Cargo yo con tus crímenes” / yo no los cometí / y así...
¿Se debe respetar la autoridad del rey, aunque constituya una ofensa, y soportar
pacientemente el infortunio, o mantenerse firme en su honestidad y afrontar la muerte
causando así la de sus hijos? ¿Obedecer a la prudencia o a la virtud?. A las dos cosas insta la
escuela. En cualquiera de los casos penosas consecuencias pueden recaer, y así sucede en la
tragedia, sobre un tercero. Jasón elige la primera alternativa, con lo cual cumple con el
principio estoico de Naturam sequi, o si se quiere de la conciliatio sui: elige salvar la vida de
sus hijos y la suya propia, defendiendo la conservación de su propio ser desde un punto de
vista individual y, si queremos decirlo así, también desde un punto de vista genérico o de
especie. Y esa decisión suya -así lo quiere el mito y también la fuerza del Hado- será
precisamente la causa de que se cumpla exactamente lo que él quiso evitar.
e. Conciliatio sui, naturam sequi, parere déos, pueden convertirse en exponentes del
conflicto planteado y nunca bien resuelto del estoicismo senequiano a la hora de hacer
compatibles el materialismo y consiguiente determinismo del sistema con el concepto
de libertad.
Los principios de la conciliatio sui y del naturam sequi, como quiera que se interpreten, han de
llevar a plantearse más pronto o más tarde, el problema de si el ser humano tiene incluso
posibilidad para hacer uso de ese exiguo margen de libertad que el sistema le concede. Vivir
con arreglo a la naturaleza universal supone plegarse a la serie de causas y consecuencias que
la constituyen y cumplir el papel que en ellas a cada uno le corresponde. La plena integración
en el proyecto cósmico es el Bien supremo, y además la única forma de comprender la
presencia en el mundo de lo que el hombre entiende como mal. También él tiene sin lugar a
dudas una misión que cumplir en el sistema, puesto que al existir forma parte de él. Y ese mal
tiene que materializarse en cosas y en personas.
Medea es un ser salvaje; al obedecer a su naturaleza, o incluso a la Naturaleza, tendrá que
realizar acciones coherentes consigo misma, y a ello le lleva la aplicación de los principios de la
doctrina estoica reflejadas en sus palabras en el intercambio dialéctico que mantiene con sus
tres antagonistas a lo largo de la obra, así como en el razonamiento, viciado pero lógico, que la
empuja a considerar a las futuras víctimas como hijos de Jasón y no suyos: "Ahora mismo me
los arrebatarán, arrancándolos de mi regazo entre llantos y gemidos. Que perezcan para su
padre; para su madre ya han perecido." (vv 949- 951)
Podríamos descubrir quizá en el trasfondo de la escena y del texto a un Séneca abatido por su
decepción ante el convencimiento de que la doctrina de salvación a cuya propagación se ha
entregado, es insuficiente o al menos inadecuada a la realidad del hombre que pretende
salvar. Por la desesperación de vislumbrar a través de la teoría encarnada que la libertad del
hombre, en realidad, no existe.
A través de las creaciones del poeta se muestran las convicciones del filósofo, sus dudas ante
las deficiencias de una doctrina que le seduce pero que no le convence, y su conflicto personal
ante lo que pretende una solución y solo es una respuesta al problema del hombre.-