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Entrevista Con Julia Kristeva

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“Entrevista con Julia Kristeva” – DERRIDA.

- La semiología, actualmente, se construye sobre el modelo del signo y de sus correlatos: la comunicación y la estructura.
¿Cuáles son los límites “logocéntricos” y etnocéntricos de estos modelos, y como no pueden servir de base a una notación
que querría escapar a la metafísica?
Aquí todos los gestos son necesariamente equívocos. Y suponiendo (no lo creo) que se pueda un dia escapar simplemente a la
metafísica, el concepto de signo habrá marcado en este sentido a la vez un freno y un progreso. Pues, si por su raíz y sus
implicaciones, es de parte en parte metafísico, el trabajo y los desplazamientos a los que se ha estado sometido han tenido
efectos de-limitantes: han permitido criticar la propiedad metafísica del concepto del signo, marcar y aflojar a la vez los límites del
sistema en el que ese concepto nació y empezó a usarse, arrancarle así, hasta cierto punto, de su propio humus. Este trabajo hay
que llevarlo tan lejos como sea posible, pero no podemos evitar toparnos en determinado momento con“los límites logocéntricos
y etnocéntricos de tal modelo. En ese momento quizá habría que abandonar el concepto. Pero ese momento es muy difícil de
determinar y nunca es puro. Todos los recursos eurísticos y críticos del concepto de signo tendrían que agotarse por igual en
todos los dominios y en todos los contextos. Ahora bien, es inevitable que desigualdades de desarrollo y la necesidad de ciertos
contextos, continúen considerando estratégicamente indispensable el recurso a un modelo del que se sabe que por otra parte,
funcionará como un obstáculo.

La semiología de tipo saussuriano jugó un doble papel. POR UNA PARTE, un papel crítico absolutamente decisivo:
1) Mostró, contra la tradición, que el significado era inseparable del significante, que el significado y el significante son las
dos caras de una sola y misma producción.
2) Subrayando los caracteres diferencial y formal del funcionamiento semiológico, mostrando que “es imposible que el
sonido, elemento material, pertenezca por sí a la lengua” y que “en su esencia el significante lingüístico de ningún modo
es fónico”; des-substancializando a la vez el contenido significado y la “substancia de expresión”, haciendo así de la
lingüística una simple parte de la semiología general.

Y, sin embargo, Saussure no pudo dejar de confirmar esta tradición en la medida en que continuó sirviéndose del concepto de
signo; de este no puede hacerse un uso absolutamente nuevo y absolutamente convencional. Se está obligando a asumir por lo
menos una parte de las implicaciones que están inscriptas en su sistema. Saussure usa la palabra signo a falta de una mejor.
Saussure escribe: “En cuanto al término signo, si nos contentamos con él es porque no sabemos con qué reemplazarlo”.
Ahora bien, la “lengua usual” no es inocente ni neutra. Es la lengua de la metafísica occidental y transporta no solo un numero
considerable de presuposiciones de todos los órdenes, sino también presuposiciones inseparables y anudadas en sistema. Se
pueden rastrear los efectos sobre el discurso de Saussure. Por lo que, POR OTRA PARTE:
1) El mantenimiento de la distinción rigurosa entre el signans y el signatum, la ecuación entre signatum y el concepto dejan
abierta de derecho la posibilidad de pensar un concepto significado en sí mismo, en su presencia simple al pensamiento,
en su independencia con relación a la lengua, es decir, con relación a un sistema de significantes. De derecho a la
exigencia clásica de lo que propuse llamar un “significado transcendental”; que no remitiría en si mismo, en su esencia, a
ningún significante, excedería la cadena de los signos, y el mismo no funcionaría ya como significante. A partir del
momento en que se cuestiona la posibilidad de un tal significado transcendental y en que se reconoce que todo
significado está también en posición de significante, la distinción entre significado y significante –el signo- parece
problemática desde su raíz. Se trata de una operación que hay que practicar con prudencia pues no se trata de confundir
el significante y el significado. Que esta oposición o esta diferencia no puede ser radical y absoluta no le impide funcionar,
e incluso ser indispensable dentro de ciertos límites. Es en el horizonte de una traductibilidad transparente y unívoca
donde se constituye el tema de un significado trascendental.
2) El concepto de signo comporta en sí mismo la necesidad de privilegiar la substancia fónica y de erigir la lingüística en
“patrón” de la semiología. La phoné es la substancia significante que se presenta a la conciencia como la más
íntimamente unida al pensamiento del concepto significado. La voz es la conciencia misma. Cuando hablo, no solamente
tengo conciencia de estar presente en lo que pienso, sino también de guardar en lo más intimo de mi pensamiento o del
“concepto”, un significante que no cabe en el mundo, que oigo tan pronto como emito, que parece depender de mi pura
y libre espontaneidad. NO solamente el significante y el significado parecen unirse, sino, en esta confusión, el significante
parece borrarse o hacerse transparente para dejar al concepto presentarse a si mismo, como lo que es, no remitiendo a
nada mas que a su presencia.
3) Reducir la exterioridad del significante significa excluir todo lo que, en la practica semiótica, no es psíquico. Ahora bien,
solo el privilegio acordado al signo fonético y linguistico puede autorizar la proposición de Saussure según la cual “el signo
linguistico es una entidad psíquica de dos caras”.
Por supuesto que los lingüistas y semióticos modernos no se han quedado en ese “psicologismo” saussureano. Si insistí sobre
Saussure es porque no se puede criticar solamente el uso “psicologista” del concepto de signo; el psicologismo no es el mal uso de
un buen concepto, está inscrito y prescrito en el mismo concepto de signo. Apoyándose sobre el modelo del signo, este equivoco
marca el proyecto “semiológico” mismo, con la totalidad orgánica de todos sus conceptos, en particular el de la comunicación
que, en efecto, implica la transmisión encargada de transpasar, de un sujeto a otro, la identidad de un objeto significado, de un
sentido o de un concepto separables por derecho propio del proceso de pasaje y de la operación significante. La comunicación
presupone sujetos (cuya identidad y presencia estén constituidas con anterioridad a la operación significante) y objetos
(conceptos significados, un sentido pensado que la trayectoria de la comunicación no tendrá ni que construir ni que transformar).
A comunica B a C. Por medio del signo, el emisor comunica algo a un receptor, etc.
El concepto de estructura que usted ha evocado es más ambiguo. Todo depende del trabajo que se le haga hacer. Como el
concepto de signo, puede a la vez confirmar y romper las garantías logocentricas y etnocéntricas. No podemos rechazar esos
conceptos, ni tenemos medios para hacerlo. Sin duda hay que transformar los conceptos desde el interior de la semiología,
desplazarlos, volverlos contra sus presupuestos, reinscribirlos en otras cadenas y producir así nuevas configuraciones; no creo en
la ruptura decisiva, en la unidad de un “corte epistemológico”, como se dice a menudo hoy. Los cortes se reinscriben siempre en
un viejo tejido que hay que continuar destejiendo interminablemente. Esta interminabilidad no es un accidente o una
contingencia; es esencial, sistemática y teórica. Esto no eclipsa para nada la necesidad y la importancia relativa de ciertos cortes,
de la aparición o la definición de nuevas estructuras.

- ¿Qué es el grama como “nueva estructura de la no-presencia”? ¿Qué es la escritura como “différance”? ¿Cuál es la ruptura
que estos conceptos introducen con relación a los conceptos-clave de la semiología, el signo (fonético) y la estructura?
¿Cómo reemplaza la nocion de texto, en la gramatología, a la noción lingüística y semiológica de enunciado?
Saussure excluyó la escritura del campo de la lingüística como fenómeno de representación exterior, útil y peligroso a la vez. El
vinculo de la escritura y de la lengua es “superficial”. La escritura, que no debía ser más que una “imagen”, usurpa
caprichosamente, el papel principal y “la relación natural queda invertida”. La escritura alfabética parece representar la palabra y
al mismo tiempo eclipsarse ante ella. A decir verdad, se podría mostrar que no hay escritura puramente fonética y que el
fonologismo es menos la consecuencia de la practica del alfabeto en una cultura, que la consecuencia de cierta representación, de
cierta experiencia ética o axiológica de esta practica. La escritura debería eclipsarse ante la plenitud de una palabra viva,
perfectamente representada en la transparencia de su notación, inmediatamente presente en el sujeto que la habla y en el que
recibe el sentido, el contenido, el valor. Si dejamos de limitarnos al modelo de la escritura fonética y extraemos también las
consecuencias del hecho que no hay escritura puramente fonética, toda la lógica fonologista o logocentrista parece problemática.
Esta de-limitacion es indispensable si queremos tener en cuenta el principio de diferencia, tal y como Saussure lo recuerda. Este
principio dictamina no solo no privilegiar una sustancia excluyendo otra, sino incluso considerar todo proceso de significación
como un juego formal de diferencias. Es decir, de trazas.
Por supuesto que no se trata de recurrir al mismo concepto de escritura y de invertir simplemente la disimetría que se ha puesto
en duda. Se trata de producir un nuevo concepto de escritura. Se le puede llamar grama o différance. El juego de las diferencias
supone síntesis y remisiones que prohíben que en ningún momento un elemento simple esté presente en si mismo y no remita
mas que a si mismo. Ya sea en el orden del discurso hablado o del discurso escrito, ningún elemento puede funcionar como signo
sin remitir a otro elemento que él mismo tampoco está simplemente presente. Este encadenamiento hace que cada “elemento”
se constituya a partir de la traza que han dejado en él otros elementos de la cadena o del sistema. Este encadenamiento, este
tejido, es el texto que sólo se produce en la transformación de otro texto. No hay nada, ni en los elementos ni en el sistema,
simplemente presente o ausente. No hay, de parte a parte, mas que diferencias y trazas de trazas. El grama es, por lo tanto, el
concepto mas general de la semiología y no solo se ajusta al campo de la escritura en sentido estrecho y clásico sino también al de
la lingüística. La ventaja de este concepto reside en que neutraliza desde el principio la propensión fonolgista del “signo” y el
equilibrio de hecho por medio de la liberación de todo el campo científico de la “substancia gráfica”, cuyo interés no es menor y
que ha permanecido hasta hoy en la sombre.
El grama como différance es, por lo tanto, una estructura y una movimiento que ya no se dejan pensar a partir de la oposición
presencia/ausencia. La différance es el juego sistemático de las diferencias, de las trazas de las diferencias, del espaciamiento x el
que los elementos se relacionan unos con otros. Este espaciamiento es la producción, a la vez activa y pasiva, de los intervalos sin
los que los términos “plenos” no significaría, no funcionaría. Es también el devenir-espacio de la cadena hablada, que se ha dicho
temporal y lineal; devenir-espacio que solo vuelve posibles la escritura y toda correspondencia entre la palabra y la escritura.
Las diferencias son los efectos de transformaciones y desde este punto de vista el tema de la différance es incompatible con el
motivo estático, sincrónico, taxonómico, ahistórico, del concepto de estructura. Este motivo no es el único que define la
estructura y que la producción de las diferencias, la différance, no es aestructural: produce transformaciones sistemáticas y
reguladas, pudiendo dar lugar a una ciencia estructura. El concepto de différance desarrolla incluso las exigencias principales mas
legítimas del “estructuralismo”.
La lengua y, en general, todo código semiótico son, por lo tanto, efectos que no tienen por causa un sujeto, una substancia o un
ente presente en alguna parte y que escapará al movimiento de la différance. Puesto que no hay presencia ni fuera ni antes de la
différance semiológica, podemos extender el sistema de los signos en general lo que Saussure dice de la lengua: “La lengua es
necesaria para que la palabra sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero ésta es necesaria para que la lengua se establezca;
históricamente, el hecho de la palabra procede siempre”. Por lo tanto, hay que admitir, antes de cualquier disolución
lengua/palabra, una producción sistemática de diferencias, la producción de un sistema de diferencias, en cuyos efectos
eventualmente podrá recortarse a una lingüística de la lengua y una lingüística de la palabra, etc.
Nada – ningún ente presente o in-diferente- procede, por lo tanto, a la différance y al espaciamiento. No hay sujeto que sea
agente, autor y maestro de la différance y al que ésta sobrevendría eventual y empíricamente. La subjetividad es un efecto de
différance. Esta es la razón por la que la a de la différance recuerda también que el espaciamiento es temporalización, rodeo,
dilación por la que la intuición, la percepción, la consumición, en una palabra la relación con el presente, la referencia a una
realidad presente, a un ente, están siempre diferidas.
El aspecto económico de la différance, al hacer intervenir un cierto cálculo en un campo de fuerzas, es inseparable del aspecto
estrechamente semiótico. Confirma que el sujeto depende del sistema de las diferencias y del movimiento de la différance, que
no está presente ni sobre todo presente a sí mismo con anterioridad a la différance, que solo se constituye dividiéndose,
espaciándose, difiriéndose.

- Se pretende que el concepto de “sentido”, en semiótica, difiere sensiblemente del concepto de “sentido” fenomenológico.
¿Cuáles son, sin embargo, sus complicidades y en que medida el proyecto semiológico permanece intra-metafísico?
Toda experiencia es experiencia de sentido. Todo lo que se presenta a la conciencia, todo lo que está por una conciencia en
general, es sentido. El sentido es la fenomenalidad del fenómeno.
El “sentido” es una idealidad, inteligible o espiritual, que puede eventualmente unirse a la cara sensible de un significante, pero
que en sí no tiene ninguna necesidad. Su presencia, su sentido, o su esencia de sentido, se piensa fuera de este entrelazamiento
desde que el fenomenológico, como el semiótico, pretende referirse a una entidad pura, a una cara rigurosamente identificable
del sentido o del significado.
Operamos entonces una relación entre el sentido y el signo, o entre el significado y el significante, de exterioridad; mejor, en la
exteriorización o la expresión de aquél.

- Si el lenguaje siempre es una “expresión”, y como tal su clausura está demostrada, ¿en qué medida y por medio de que
tipo de práctica esta expresividad se puede superar? ¿En que medida la no expresividad sería significante? ¿La
gramatología no sería una “semiología” no-expresiva a base de notaciones lógico matemáticas mucho mas que las
lingüísticas?
La representación del lenguaje como “expresión” no es un prejuicio accidental; es una especie de trampa estructural. Esta se
modifica según los lenguajes, las épocas, las culturas. Si el expresivismo no es simplemente y de una vez por todas superable, la
expresividad ya está de hecho superada, se quiera o no se quiera. En la medida en que lo que se llama el “sentido” está ya
constituido por un tejido de diferencias, en la medida en que hay un texto, una red de apostillas textuales a otros textos, una
transformación textual en la cual cada “término” pretendidamente “simple” está marcado por la traza de otro y la presumida
interioridad del sentido ya está trabajada por su propia exterioridad Se lleva ya siempre fuera de sí. Ya es diferente (de sí) antes
de cualquier acto de expresión. Y con esta sola condición es como puede constituir un sintagma o un texto. Con esta sola
condición es como puede ser “significante”. Solo la no-expresividad puede ser un significante porque solo hay significación
cuando hay síntesis, sintagma, différance y texto. Y la noción de texto, pensada con todas sus implicaciones, es incompatible con
la noción univoca de expresión. Por supuesto, cuando se dice que solo el texto es significante, ya se ha transformado el valor de
significación y de signo. Pues, si se entiende el signo en su clausura clásica mas severa, hay que decir lo contrario: la significación
es expresión; el texto, que no expresa nada, es insignificante.
La última parte de su pregunta es todavía mas difícil.

- Siendo la apelación del signo una apelación de la cientificidad ¿en que medida la gramatología es o no una “ciencia”?
¿Considera que ciertos trabajos semióticos, y si así es, cuales, se aproximan al proyecto gramatológico?
La gramatología debe deconstruir todo lo que liga el concepto y las normas de la cientificidad a la ontoteología, al logocentrismo,
al fonologismo. No hay una respuesta simple a la pregunta de saber si la gramatología es una “ciencia”. Diría que inscribe y
delimita la ciencia; debe hacer funcionar libre y rigurosamente en su propia escritura, las normas de la ciencia; una vez más,
marca y al mismo tiempo demarca el límite que clausura el campo de la cientificidad clásica.
Por la misma razón, no hay trabajo semiótico al que no sirva la gramatología.
Podemos decir que en toda proposición o en todo sistema de búsqueda semiótica presuposiciones metafísicas cohabitan con
motivos críticos. Y esto por el solo hecho de que habitan hasta cierto punto el mismo lenguaje o, mejor aun, la misma lengua.

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