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2189

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Historia Moderna de España

3º Historia Moderna de España

Grado en Historia y Patrimonio Histórico

Facultad de Filosofía y Letras


Universidad de Extremadura

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su
totalidad.
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HISTORIA MODERNA DE ESPAÑA

TEMA 1: La modernidad: concepto, periodización e idea de expansión.

Periodizar quiere decir dividir el tiempo, diferenciar una etapa. La división del tiempo en
periodos significa que se están obteniendo varias etapas o fases. En este caso interesa la Edad
Moderna o modernidad, un concepto complejo por admitir una idea histórica y, a la vez, filosófica
(cuando se habla de modernidad se trasciende el significado histórico para pasar a ofrecer
connotaciones filosóficas). Si existe alguna tendencia que pueda dar una explicación más lúcida de
lo que es la Edad Moderna es la idea de “expansión”: la época de la modernidad es la de la
expansión (de la naturaleza, de conocimientos, de mentalidad, de ideas, de fronteras geográficas…).

1.1. El concepto de Edad Moderna.

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Los problemas, los contenidos y los objetivos de la modernidad van a ofrecer unas
tendencias o perspectivas de estudio que permiten conocer qué es la E. Moderna. Los estudios
realizados acerca de este periodo implican un progreso desde 1940 hasta el s. XXI. En los años
cuarenta del s. XX en España se produjo el apogeo de la historiografía nacional, de manera que todo
aquello que no fuera nacional estaba controlado y era difícilmente utilizable para un proceso
formativo de estudio. La historiografía nacional estuvo aislada de Europa y se centró en los ss. XVI
y XVII (el XVIII quedó relegado por ser el “siglo de las luces”) por tener lugar acontecimientos
religiosos y expansionistas de primer orden. En contra de este orden se encuentra la obra de Ramón
Menéndez Pidal, Américo Castro y Sánchez Albornoz, autores que vivieron parte de su vida en el
exilio. En los cincuenta, coincidiendo con el fin del aislamiento internacional, se produce un relevo
generacional, tiene lugar un relevo temático encaminado a estudiar al siglo XVII como “el siglo de
la crisis”, un rejuvenecimiento metodológico (motivado por los hispanistas), y se reivindicarán
corrientes teóricas (Annales y materialismo histórico). Surgirán historiadores españoles que se
aproximarán a la historiografía anglosajona y francesa, y que actuarán como intermediarios de los
grandes historiadores modernistas españoles de los setenta y ochenta (Jaume Vives, Vicente Palacio
Atard…). La década de los sesenta sigue manifestando un fuerte desarrollo de los estudios de la
época moderna, pero sobre todo del siglo XVIII, que se analizará como “un reencuentro con
Europa” en los aspectos de las culturas europeas. Además, se supera el complejo imperial de la
etapa de los Reyes Católicos y del emperador Carlos, siendo de un extremo interés la llegada de la
monarquía borbónica. No se dejan de estudiar los siglos XVI y XVII, ya que se producen ciertos
debates entre los partidarios de la historiografía nacional y de la castellana (Vicente Rodríguez
Casado, Julián Marías, Miguel Ángel Ladero Quesada, Ramón Carande, José Antonio Maraval…).
En los setenta se observa una tendencia hacia la historia económica y social porque es ahora cuando
fluyen con mayor frecuencia ideas procedentes de Europa, como el acceso a numerosas
publicaciones y estudios, además de que se abre el camino a la colaboración interdisciplinar de
aquellas materias que estudian al hombre (Geografía, Sociología, Arqueología, Antropología…),
apareciendo todo tipo de trabajos dedicados a la historia política, a la demografía histórica, a la
historia del derecho… En los años ochenta y hasta el s. XXI no se encuentra una perspectiva
temporal para analizar dicho periodo, pero los cambios que se ven son más radicales porque a la
crisis de determinadas escuelas historiográficas (Annales y materialismo histórico) vino la del
paradigma moderno para empezar a pensar en un nuevo modelo llamado “posmodernidad”. Además
también ocurre la expresión de los nacionalismos y la integración en la UE modificando aspectos
educativos y la cultura. Las temáticas referidas al Estado, a la Administración, las estructuras
eclesiásticas, los niveles sociales y culturales, la historia cotidiana o el interés por las ideas y
creencias son algunos de los temas que mantienen un mayor interés en los estudios universitarios.

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1.2. Definición y problemas de periodización.

No habría posibilidad de comprender la idea de periodización histórica si no se creyera en la


idea de evolución. Cuando se plantea dividir un tiempo en periodos, esa idea solo tiene sentido
cuando se cree en la evolución, la cual permite a los historiadores ponerse en relación con distintos
problemas y lograr su comprensión. Esa periodización en relación con el problema de evolución es
la que acerca más a la división de la Historia en periodos que, aunque parezca un hecho simplista
(Antigüedad, E. Media, E. Moderna y E. Contemporánea), es una necesaria hipótesis de trabajo. La
periodización histórica es también una herramienta mental que facilita la interpretación histórica y
que fomenta la especialización de la Historia, que surge por el incremento de problemas planteados
por el conjunto de ramas afines a la Historia, de manera que el historiador necesita especializarse y
abarcar un pequeño bagaje de hechos o trabajos porque el conjunto es tan amplio que no se puede
abarcar. De hecho, esa especialización arranca de una evolución del proceso histórico por la
necesidad que tiene el hombre de controlar unas materias, por lo que podría decirse que es una
necesidad instrumental.

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Frente a quienes veían la periodización como la sucesión de cronologías o suceder de hechos
relacionados con movimientos como el historicismo o el positivismo, y entre aquellos que han visto
la necesidad de analizar e interpretar los problemas y hechos, hay una segunda vía basada en la
hipótesis de trabajo. A partir de un objeto de trabajo se consiguen los principios necesarios para
lograr el análisis de un proceso histórico. Por ejemplo, cuando se habla del periodo de la
modernidad se está generando un objeto del cual se deduce que se estudia la Edad Moderna
(expansión, cultura, ideología, sociedad estamental, diplomacia…). El segundo principio que hay
que tener en cuenta es que todo periodo constituye un conjunto, ya que atiende a su propia unidad
interior. En otras palabras, un proceso histórico debe tener unos elementos comunes que le
concedan una unidad, lo que no significa que la explicación histórica contenga una especie de
uniformidad, sino que forman parte de la unidad de conjunto: la modernidad. El tercer principio
básico se refiera a que el fundamento de cada periodo debe ser siempre el mismo y con un nivel de
observación indivisible.
Los periodos históricos tienen significados muy abiertos y complejos para expresar todo ese
conjunto de hechos relevantes. La modernidad es una etapa donde se cumple perfectamente este
sentido abierto con un significado complejo y con una expresión de hechos heterogéneos y plurales
hasta el punto que el concepto de modernidad no se ha detenido hasta la desaparición del Antiguo
Régimen. Es un concepto que sigue vigente gracias a determinadas corrientes filosóficas que han
querido poner en evidencia la importancia de la misma para la humanidad y la civilización. El
filósofo alemán J. Habermas defiende que la modernidad no termina con la Ilustración, sino todo lo
contrario, ya que según él no es necesario establecer el término “post-modernidad” porque ciertos
términos o conceptos que surgieron en esta época la trascienden. Apegados a este problema hay
algunos autores como Henry Berr o L. Febvre. Periodizar implica la formación de determinados
tipos históricos, es decir, tipos que se establecen preferentemente a partir de la delimitación en el
tiempo y que afectan a la geografía, a las concepciones culturales, a los modelos políticos, a los
sistemas económicos… El tipo histórico puede ser particular en función de los elementos que lo
caracterizan. Cuando periodizamos estamos siendo influidos por un tipo o modelo que afecta a la
explicación histórica, que a la vez nos permite encuadrar un desarrollo cultural: depende de
formaciones culturales (en nuestro caso, cultura grecolatina y el modelo eurocéntrico). El último de
los aspectos es el bagaje cultural que posee el historiador, interior y propio del individuo.
Entre los “tiempos oscuros” del medievo y los tiempos contemporáneos aparece la Edad
Moderna, que ocupa un tiempo físico de entre los siglos XVI y XVIII, aunque se puede flexibilizar
desde la segunda mitad del siglo XV y las primeras décadas del XIX. La expresión “modernidad”
trasciende el discurso histórico para convertirse en filosófico o literario, un término que se articula
en las épocas de las monarquías renacentistas, la Reforma y la serie de hegemonías nacionales, que
encarnaban los distintos principios del absolutismo monárquico hasta la época de las revoluciones.
Moderno es todo aquello que se diferencia de lo antiguo, es decir, un signo de identificación. J.
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Habermas señala que la modernidad es un proceso inacabado, visto en los aspectos siguientes: a)
que la modernidad va unida al concepto de racionalidad: como señala Kant, moderno es aquel que
tiene la capacidad de hacer uso de su razón. Max Weber o Hegel abalan este proyecto basado en la
relación entre la modernidad y la razón. Charles Baudelaire, en su obra Las flores del mal vinculaba
la modernidad al concepto de la conciencia del tiempo y de la racionalidad. Se sigue pensando que
después de la Revolución Francesa se producirían cambios que ya nada tendrían que ver con los
siglos anteriores. Toda la bibliografía de la historiografía francesa habla de una historia moderna
que termina con la R.F., y establece su final en el s. XVIII con la caída del Antiguo Régimen. Sin
embargo, la historiografía anglosajona no interrumpe la etapa, es decir, no diferencian la E.
Moderna de la Contemporánea, pues para ellos es la Modern History (tiempos modernos) está
caracterizada como un fenómeno occidental-europeo, es decir, basado en la idea del eurocentrismo.
B) el eurocentrismo se extiende al mundo transoceánico, fundamentalmente al continente
americano. C) en este proceso de entendimiento de la Edad Moderna planteada como una hipótesis
de trabajo, la tercera pieza clave son unos contenidos, problemas y objetivos que hay que analizar.
Se decía que la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453 era la marca que

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separaba la E. Media de la E. Moderna; aunque también fue importante el descubrimiento de
América en 1492, la invención de la imprenta o la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y
Aragón. Por su parte, el final de la misma sería en 1789 con la Revolución Francesa, y en el caso
español por su contexto histórico esta fecha resulta errónea, pero vale como puerta de entrada. Tras
las guerras mundiales se pretende alcanzar un concepto integral de la modernidad: se produce una
especie de reflexión interna en la que el individuo se siente indigno consigo mismo y no comprende
cómo el hombre ha producido tanto daño a sus semejantes y a sí mismo. Se produce un cambio
radical de la disciplina científica y de la concepción de la Historia, la creación de disciplinas como
la Antropología, la Sociología y la renovación de las disciplinas más antiguas (Geografía,
Historia…). No se otorga ya una atención central a la cronología, los nombres, las batallas… sino
que se desarrolla un concepto integral de la modernidad. Está teniendo lugar el choque de los dos
grandes bloques ideológicos (capitalismo y comunismo), que se mantendrá hasta la caída del muro
de Berlín, momento en el que se produjo un cambio radical en la concepción de las ciencias y de las
ideologías. Después de las guerras mundiales no se mantiene ya el predominio del Historicismo,
pues surgen el Estructuralismo y el Materialismo histórico con competencias de estudios que atañen
a lo social, a lo económico y las conductas mentales e ideológicas. En cuanto a la historia, se deben
hacer referencia a unos contenidos que deben ser conocidos y estudiados, y que seguramente
acercan a problemas, los cuales tienen en su fondo la misión de que planteen objetivos en el
historiador.
Cuatro contenidos vistos en la modernidad: 1) Los aspectos mentales e ideológicos de esta
época constituyen el ideal de cada tiempo (el Renacimiento, el Barroco, la Ilustración…). Se hallan
actitudes individuales (Erasmo, Santa Teresa…) y colectivas (comuneros, movimiento erasmista o
humanista cristiano…). 2) Las bases sociales y económicas permiten comprobar las relaciones de
los hombres entre sí y su relación con las cosas, además del estudio de la demografía y de la
economía. 3) La política interna de los Estados implica prestar atención al origen y funcionamiento
del Estado moderno, el cual en su desarrollo institucional, en su organización administrativa y en su
marco de estructuración política surge en el Renacimiento. 4) Las relaciones entre los Estados y sus
proyecciones internacionales.

1.3. La idea de expansión y las transformaciones del Mundo moderno hispano.

E. Moderna es un convencionalismo historiográfico que puede ser considerado como una


simple secuencia lineal y ver un sentido optimista de la Historia analizada desde una perspectiva
eurocéntrica. Todo ello adquiere su concreción cuando se colocan unos límites anteriores y
posteriores y se le dota de una capacidad espacial, porque aquí es cuando encuentra sentido la idea
de expansión. Se encuentra un escenario (Europa o Viejo Mundo). Aquí surge la idea liberadora del
cosmos, que tiene por bien analizar cómo es esa etapa de la modernidad que va descubriendo
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nuevos mundos. Hay una serie de factores que van gestando la idea de expansión: la curiosidad por
conocer nuevos espacios se debe a la evolución, es decir, cuando el hombre moderno se plantea
conocer nuevos espacios sabe que tiene detrás el concepto de naturaleza, el cual ya existía en las
culturas clásicas. El concepto de naturaleza esclarece el hecho de la expansión de manera que
considera a la naturaleza como uno de los principios de este proceso expansivo, o sea, nos
encontramos con que la naturaleza fue valorada en el Humanismo y el Renacimiento como
“cosmovisión científica-filosófica” porque es observar el mundo para el hombre moderno
(naturaleza para el hombre clásico). Esta cosmovisión filosófica-científica se fija en toda naturaleza

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y la dota de unos planteamientos lo más racionales posibles acorde con su época y en contra de la
visión teocéntrica. Es un planteamiento que busca romper la armonía y el orden del mundo
conocido, es decir, hay que generar una nueva visión que, a nivel expansivo, puede llegar a pensar
en un cierto retroceso, pero es un encontronazo con la visión teológico-religiosa. Esa contradicción
surgirá un modelo cada vez más racionalista, que será lo que se vendrá observando a partir del siglo
XVII con la teoría de Copérnico de que la Tierra no es el centro del universo, de manera que se
acaba con la idea de que Dios la ha creado y situado en el centro del universo. Este enfrentamiento
entre ambas cosmovisiones motiva un razonamiento que medita que la modernidad necesita
expandirse. Se produce una liberación del cosmos, es decir, buscar nuevos mundos. Esa liberación
da pie a la conciencia que cada pueblo tiene de sí mismo, el proceso de lo que significa el declive de
conceptos de la Antigüedad o del medievo (como el reparto del espacio a través del poder del
papado, entendiendo que el hombre debe buscar nuevos mecanismos o tratados jurídicos y que tiene
su último fin en el derecho internacional), el proceso de explotación social y económica como
símbolo del imperialismo del momento.
La expansión, entonces, tiene una connotación eurocéntrica desde la que se va a concebir la
E. Moderna. Se generó una creencia en la que, tras lo nuevo o moderno, el hombre europeo cree en
la superioridad de su época y propia con respecto a los demás (de los indígenas americanos, del
negro africano y de los asiáticos). Tras esa creencia surge la aculturación de los nuevos lugares, es
decir, el hombre europeo trató de imponer su cultura y sus modelos políticos o religiosos sobre esos
pueblos considerados inferiores. Es la época en la que la expansión de esa civilización va aparejada
a la idea de modernidad. Textos de la época hablan de “la invención de América”, como es el caso
de las cartas de Pedro Mártir de Anglería dirigidas a Juan Borromero en las que afirma que hay un
individuo llamado Colón que ha regresado de la región de las antípodas con oro y piedras preciosas.
En esencia dice que a los pocos años del descubrimiento, la invención y el testimonio de esa
conciencia de novedad constituye uno de los grandes inventos y uno de los grandes reconocimientos
que el hombre ha tenido a lo largo de su proyección. A partir de este tipo de noticias nacerá el deseo
de explotar las minas americanas. En definitiva, la expansión supondrá un impacto en el
pensamiento europeo y dará lugar a diversos cambio en el Viejo Mundo (en el pensamiento, en la
economía, en los sistemas de trabajo…).
Ese fenómeno expansivo de la Edad Moderna dará lugar a la aparición de la burguesía.
Sistematizando de una manera contundente cuáles serían los rasgos de este proceso de introducción
de la modernidad en relación directa con la idea de la expansión, habría que tener en cuenta dos
ideas: el carácter global y acumulativo que tiene la idea de la modernidad vinculada a la idea de la
expansión y las transformaciones consecuentes que produce todo modelo expansivo. Desde que esa
sociedad se convierte en una sociedad expansiva afecta a todos los procesos históricos
(mercantilismo en el ámbito económico, desarrollo de los estados nacionales, difusión de la
imprenta…). Se trata de una expansión global y acumulativa que tiene una serie de consecuencias.
Tendrá lugar la propagación de los conceptos del Viejo Mundo al Nuevo Mundo. El primer signo
de la idea de superioridad del hombre europeo se encuentra en la dominación política. Otro signo es
la idea de la superioridad del saber, favorecida por el empleo de la imprenta, instrumento
tecnológico que permitía difundir los conocimientos. Al Nuevo Mundo llegarán las ideas del viejo
continente. El tercero de los órdenes de superioridad será el del dominio a partir de la técnica. Por lo
tanto, los tres órdenes de superioridad serán el dominio de la política, del saber y de la técnica. Hay
que entender que el encuentro que se produce entre el Viejo y el Nuevo Mundo implicó
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especialmente a cinco grandes naciones que protagonizaron durante la Edad Moderna la idea de
potencias que llevaron a cabo el proceso de colonización. Se trata por un lado de Castilla, Portugal,
Holanda y Francia, que se aferraron a un proceso expansivo donde predominaba una cuestión
básica: cómo extraer el máximo provecho. La quinta potencia, Inglaterra, afrontaría también este
proceso expansivo pero con un alcance más amplio que el de las cuatro potencias anteriores.
Siempre se ha observado que la expansión británica muestra unas particularidades con respecto a
los casos castellano, portugués, francés y holandés.

TEMA 2. La realidad económica, social y política de España en el siglo XVI.

La economía del siglo XVI está basada en la producción de subsistencia. Se mostrará una
debilidad en los medios de intercambio, ya que los Estados aún no están preparados para llevar a
cabo una actividad mercantil eficiente por la falta de infraestructuras. Los efectos negativos de la
climatología o la existencia de plagas, contra los que no había remedios efectivos, favorecieron a la
debilidad de la economía de esta época. Otros rasgos novedosos marcarán esta realidad económica,

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como la existencia de unos Estados que legitimarán el beneficio frente a un tiempo medieval en el
que, al menos en teoría, se condenaba la usura y el empleo de los recursos en busca de un beneficio
propio. La legitimación del beneficio constituye una característica fundamental de la expansión
monetaria –estamos ante los momentos iniciales del capitalismo. Se trata de un rasgo original y
progresivo, un nuevo Estado con un espíritu contrario al pensamiento de la escolástica que estimula
la actividad mercantil y favorece el desarrollo de una economía monetaria. Por lo tanto, en el
período moderno se puede hablar de un capitalismo mercantil. Tiene lugar una renovación en todos
los espacios europeos (incluido el hispánico) que pondrá de manifiesto los principales factores
positivos del siglo XVI que nos permiten hablar de expansión y de auge del mundo urbano.
Algunos de estos factores serán el crecimiento demográfico (con la superación de las pestes y crisis
bajomedievales, la evolución del consumo y del gasto suntuario), la política de los Estados para
atender a ese aumento del consumo (y de la masa humana que poblará los nuevos reinos) y el
incremento de los espacios de comercio, cuyas nuevas necesidades que genera es el desarrollo del
mundo urbano.

2.1. El auge de la ciudad. La sociedad y los grupos sociales.

El auge de la ciudad.

El mundo urbano es una realidad muy difícil de captar en el mundo historiográfico (como
elemento de vida, como lugar de cultura, como lugar de producción…). En la Modernidad empieza
a ser más asequible cuando empieza a trazarse con una serie de limitaciones que permiten captarla y
entenderla sabiendo cuales son los objetos que se quieren comprender. El primer factor que hay que
analizar es la demografía, tanto a nivel cuantitativo como a nivel cualitativo. Tiene lugar ahora el
descubrimiento de fuentes, como los registros parroquiales, que a partir de Trento serán
obligatorios. España es un país católico por lo que los registros parroquiales permitirán conocer las
tres variables básicas de la población: nacimientos, matrimonios y defunciones, así como estudiar el
saldo cualitativo y el saldo real de población. No obstante, junto a la Iglesia, existen otras fuentes
que nos aportan datos de gran interés, como es el caso del Estado, que permitirá la producción de
documentos y que conservará unas fuentes materiales que tendrán una gran relación con el mundo
urbano. El Estado, por una parte, forma ejércitos, para lo cual debe realizar censos militares para
conocer a la población que puede incorporar a filas; y por otra, tiene una función fiscal para conocer
datos sobre la población, lo que da lugar a diferentes tipos de censos mediante los cuales el Estado
controla a la población. Captar esta realidad implica entrar en una evolución de la población y en un
conocimiento de sus variables, de sus procesos migratorios y de las posibles tendencias
urbanísticas.

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La ciudad es también un centro de intercambio de bienes y servicios que favorecerá el


desarrollo de un capitalismo mercantil iniciado en el siglo XVI. Estos centros en los que se
intercambian bienes y en los que hay diversidad de funciones constituyen un lugar fundamental que
no puede encontrarse en el ámbito rural. La idea de crecimiento está muy relacionada con el ámbito
urbano, con unos núcleos de población que van a crecer progresivamente a partir de este período.
En lo referido a la intervención política del Estado en las ciudades, estas poseían la cualidad de ser
residencias de la Corte Real, ya que acompaña al monarca como institución y como
representación. En las ciudades encontraremos centros de las decisiones políticas y de la
conservación de archivos, y los centros administrativos se encuentran en ellas.
En la E. Moderna encontramos una cultura fundamentalmente urbana, pues los grandes
centros culturales se hallan en las ciudades. A medida que crecen, todas estas muestras económicas,
sociales y culturales se irán expresando, y lo que entendemos por expansión del mundo urbano
irradiará la vida de esas ciudades. Junto a estos aspectos positivos hay que tener en cuenta que es
también en la ciudad donde se concentra la pobreza y la marginación social. A la ciudad acuden
aquellas personas que no tienen nada y que contrastan gravemente con aquellos que poseen cierta

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riqueza. Por lo tanto, la ciudad aparece en el siglo XVI con un signo de crecimiento económico y
demográfico.

La sociedad y los grupos sociales.

Nos encontramos con una sociedad dividida en grupos y, por ende, organizada, de manera
que ha evolucionado cualitativa y cuantitativamente. En su evolución aparecerán ante nuestros ojos
en el siglo XVI los grupos sociales que responden a esa organización a través de unos criterios que
cuando se modifican se entiende que cambia o evoluciona la sociedad (criterio tecnológico), pero
que se la reconoce como estamental por estar en función de criterios jurídicos, de sangre y de la
función social. Cuando surge el elemento de la riqueza característica de este tiempo tiene lugar el
desarrollo de la burguesía, que no coincide con la sociedad estamental y se produce un cambio en la
sociedad.
Los tratadistas políticos del momento (con una cierta tendencia hacia la invención) decían
que esta sociedad era una proyección celestial, es decir, el modelo político del cielo se ajustaba a la
tierra: lo que había en el cielo era una imaginaria sociedad angelical de órdenes, de jerarquías que
no se había dado nunca en la realidad. No obstante, había otros tratadistas del medievo que decían
que la sociedad estaba hecha a semejanza de las funciones básicas antiguas (bellatores, oratores y
laboratores), una imagen más real de la sociedad. Al margen de esos tratadistas y de esa imagen del
medievo, el tema es aún insistir en que “Dios quiere que haya diferencia de personas y estamentos”
(Pérez Herrera, tratadista del siglo XVI). En consecuencia, en la España moderna hay una sociedad
dividida en estados o estamentos diferentes, cada uno con una función asignada cuyo cumplimiento
“ordenado” garantizaba la vida de todo el cuerpo social, a cuya cabeza estaban el monarca, de la
misma manera que Cristo lo era del cuerpo místico de la Iglesia. El clero y la nobleza formaban (en
la sociedad así concebida, proyección al cabo de la sociedad celeste) los estamentos superiores. Sus
funciones (rezar y velar por la salvación de las almas, en el primer caso, guerrear y salvaguardar
vidas y haciendas, en el segundo) se repuntaban más elevadas, y en virtud de dicho presupuesto (o
para ayudar al cumplimiento de tales funciones) disfrutaban de unos privilegios (fiscales, jurídico-
penales o políticos, además de la preeminencia honorífica) que hallaban su concreción en el plano
del derecho y que se transmitían, al menos en cuanto a la nobleza, por la vía del linaje. En cambio,
el estamento más bajo, el estado llano o común, integrado por el resto de la población, le competía
la obligación de trabajar y sostener con su esfuerzo y el pago de impuestos y tributos personales a
los otros estamentos; de ahí que se les definiera como pecheros.
En una sociedad como esta en la que cada individuo ocupaba la posición que le correspondía
desde que nacía, siendo además la aceptación de dicha posición una condición de la que dependía
tanto su felicidad terrena como su salvación ultraterrena, las desigualdades sociales eran
contempladas como algo inherente a la misma naturaleza de la sociedad y en manera alguna podían
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constituir un factor de inestabilidad. Por otra parte, el dinero tenía la capacidad para trastornar las
viejas jerarquías sociales y multiplicar su grado de complejidad al posibilitar el ingreso en los
estamentos superiores de gente enriquecida.1 Junto a los dos primeros estados (nobleza y clero) y el
tercer estado (el pueblo), bien diferenciados, existe una población marginada por cuestiones
raciales, étnicas o religiosas, fuera de esta clasificación.
Tratando de dotar de explicación a estos contenidos, se puede decir que la sociedad española
mantendrá el sistema estamental clásico hasta tiempo después de la Revolución Francesa (1789). Se
mantiene una sociedad estamental con distintos estados que reflejan esa proyección celestial y con
unos niveles que va a adoptar el sistema sin rebelarse. Las distinciones entre los estados marcan
situaciones de hecho. Entre los criterios que caracterizan la sociedad española del s. XVI está a) el
estamental, que daba lugar a una división de la sociedad decisiva: los que gozaban de honor y
tenían privilegios (jurídicos, políticos, económicos y culturales) y la inmensa mayoría de la
población no privilegiada; b) el oficio o actividad económica desempeñada por cada individuo; c) la
desigualdad de las fortunas basada en los niveles de renta de los individuos pero también en el
lugar que cada uno ocupaba en los procesos de producción y distribución de los producido, además

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de la exención o no de la contribución.
Otras atribuciones de la sociedad estamental son fundamentos primordiales del
comportamiento de la sociedad. Son el “proceso encastizador” y la” idea de la conversión”.

a) La sociedad española está mentalizada en el proceso encastizador porque desde los


Reyes Católicos se desarrolla la idea de la homogeneización religiosa, lo que queda reflejado en la
aparición de grupos marginados del sistema, con una clara intolerancia religiosa que no permite
ninguna disidencia. La expulsión de judíos y moriscos y la aparición de numerosas conversiones
hacen que los cristianos viejos fueran considerados un grupo superior. Es decir, se va conformando
una casta que no se relaciona con los miembros de otros grupos, lo que implica una pureza. La
homogenización religiosa y social favorece la práctica del Estado absoluto porque elimina a los
disidentes y a aquellos que no son válidos en el sistema político.
b) La conversión, relacionada con el anterior concepto, al no asimilar el sistema la
diversidad étnica y religiosa, se establece el carácter de casta y de “estamentalización” que se
observa en el momento de acceder a determinados cargos o empleos, a quien se les solicita un tipo o
estatuto de limpieza de sangre y que se generaliza a medida que crece la obsesión antijudaica. Por
ejemplo, los eclesiásticos, para alcanzar alguna dignidad, deben pasar por los “estatutos de limpieza
de sangre”; y cualquier persona que destacaba en determinadas esferas de pensamiento era
fácilmente acusable de que su sangre estuviera contaminada, de manera que era sometido a la
prueba de la pureza por la Inquisición, la cual siempre encontraba elementos de antepasados con
unos antecedentes sospechosamente no puros.

A pesar de estos fenómenos, la sociedad estamental no sufre presiones internas agudas ni


conflictos que permitan hablar de una conflictividad social. No obstante, no se quiere decir que no
exista un proceso interno de tensión y oposición, manteniéndose durante varios siglos (hasta
mediados del s. XIX). Los elementos vinculados a la riqueza, al mundo urbano y a las condiciones
económicas son los que van a permitir el surgimiento de contradicciones en la sociedad, como la
burguesía, que con su aparición acrecienta la tensión interna de la sociedad estamental, ya que es
sinónimo de expansión económica y de cambios en el modelo productivo a través del comercio y de
la transformación de las materias primas. Es en el fondo un grupo débil y sin conciencia de clase,
cuyo objetivo principal es el de acumular riqueza, es decir, obtener ganancias pero no reinvertirlas,
ya que prefiere ennoblecerse. Por su parte, durante la crisis de la aristocracia del siglo XVII, la
nobleza cambia de mentalidad y se aburguesa.

1
El Arcipreste de Hita en el Libro de buen amor expresa cómo los “dineros” podían convertir en “sabidor” al
“nescio” y hacer “Fidalgo” al “rudo labrador”.
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La aristocracia.

La aristocracia, por su tradición medieval, es la depositaria de un fuerte potencial económico


que se va a ver incrementado tras el acceso al trono de Isabel I, sobre todo a la nobleza que fue fiel
a la reina, ya que gozará de mercedes por su apoyo, materializado en la concesión de mayorazgos
obtenidos directamente de los Reyes Católicos. La nobleza es propietaria de la mayor parte del
suelo agrario, son los titulares jurisdiccionales de sus territorios señoriales, y si bien es verdad que
con el paso del tiempo irán perdiendo peso político, no por ello perderán sus valores de intromisión

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en la vida pública y en el poder político. A través de las redes de parentesco y social, a nivel local y
regional se irán haciendo con los principales cargos de la administración, por lo que desde la base
volverá a convertirse en un grupo con una gran importancia desde el punto de vista político, dando
lugar a oligarquías, es decir, minorías que irán concentrando el potencial económico y que se
entrometerán en la vida política de los municipios ocupando todo tipo de cargos administrativos del
Estado y del Ejército. De hecho, también intervenía en el ejercicio del poder real y disfrutaban del
propio en sus señoríos.
De todos los privilegios que aseguraban la posición dominante de la nobleza el de mayor
trascendencia económica era el que otorgaba a sus miembros el derecho a poseer bienes raíces que
quedaban apartados de la libre circulación. La nobleza concentra las tierras y se convierten en los
grandes propietarios de los latifundios tanto en la zona de Castilla la Nueva como la zona de
Extremadura y Andalucía. La figura que consolida este sistema es el mayorazgo, que mediante las
Leyes de Toro de 1505 se impide cualquier posible enajenación o partición testamentaria o su
afectación por el libre juego de las fuerzas económicas. El mayorazgo, sobre todo, condicionaba las
formas de acceso al usufructo de las tierras, las cuales giraban en torno a la renta territorial, que en
las condiciones de un régimen de propiedad fuertemente polarizado venía a ser la expresión de un
vínculo de dependencia personal. Además, a esa vinculación se la reforzaba con la introducción del
señorío jurisdiccional, el cual inculcaba un importante factor de autoridad pública.

El tercer estado.

Los grupos populares constituyen ese tercer estado, que son los no privilegiados. Su sangre
no es noble y la función que le corresponde es la de trabajar física, manual o mecánicamente. Se
pueden diferenciar entre los artesanos en el ámbito urbano y los campesinos en el rural.
El campesinado, muy diverso, era la base de la sociedad y constituía cuatro quintas partes
del total, y su función era producir excedentes (renta de la tierra, diezmos y tributos) para garantizar
la continuidad del sistema económico y social. Las diferencias entre ellos en unos casos eran
jurídicas (pecheros e hidalgos) y en otros se diferenciaban por su adscripción jurisdiccional
(pertenencia a realengo o al señorío); pero las diferencias más notables tenían que ver con la
relación con la tierra que trabajaban (diferencias económicas). Alberga desde propietarios de tierras
a jornaleros, los cuales pueden trabajar en tierras de realengo o tierras señoriales; en ambos casos
pueden ser propietarios o no, y pueden ser también yunteros o braceros. En el caso del individuo a
nivel rural (que vive en tierras de señorío laico o eclesiástico) sufre aún más la reacción señorial
motivada por factores en la que se observa con más perplejidad la continuidad de un tiempo anterior
y las rupturas de las innovaciones que trae consigo la modernidad, mientras que en los territorios de
realengo la influencia del Humanismo hace que se dulcifique esta situación y lleguen novedades.

La burguesía.

Vinculado con el pueblo llano, la burguesía, aupada a los primeros puestos de la jerarquía
social por el poder del dinero (que logrará por la actividad mercantil y a las profesiones liberales),
supone la emergencia de un sector social intermedio que demuestra el desplazamiento del esquema
de estratificación estamental que dará lugar en el futuro a uno nuevo basado en la riqueza, en el que
se hablará ya de clases. Las actividades económicas ejercidas por la burguesía poco tenían que ver
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con la producción, pues guardaban relación más con el comercio y la banca, de ahí la limitada
capacidad de este primer capitalismo para dinamizar la agricultura y la industria. De la misma
manera fueron limitadas las ocasiones que tuvieron para transformar el marco jurídico de la vieja
sociedad, cuyo comportamiento estuvo encaminado a adquirir tierras, rentas y jurisdicciones como
una estrategia para diversificar sus inversiones y como un medio para ascender en la escala social.
Profesionalmente tenían acceso a estudios y alcanzaban a ser letrados y burócratas.
La primera motivación de la aparición de la burguesía vine dada por la creación del Estado
Moderno, el cual pretende superar las vinculaciones personales del sistema feudo-vasallático al
necesitar una estructura política, económica, administrativa y social. El poder de la burguesía viene
favorecido por la burocratización del poder por parte del Estado, ejercido por un gran componente
del sector noble que se ha emparentado con la monarquía. Pero también hay que destacar el ascenso
y promoción política de los letrados. Miembros de las capas medias de las ciudades, componían este
grupo personas salidas de las Facultades de Derecho de las principales universidades del país,
formaban parte de los Consejos, copaban los puestos de los altos tribunales de justicia
(Chancillerías, Audiencias) o eran designados para los corregimientos no reservados a los hombres

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de capa y espada. Otras veces su destino estaba en la administración municipal. por su parte, en un
escalón inferior estaban los “infraletrados”, que ejercían funciones subalternas en las
administraciones citadas o se empleaban como abogados, escribanos o procuradores.
Un segundo factor tiene que ver con las tendencias innovadoras en el ámbito económico. A
lo largo del s. XVI, sobre todo durante la primera mitad, conocida como “etapa de expansión”,
existe un auge comercial, un incremento de las exportaciones e importaciones, una intensificación
de la producción industrial, el comercio y la banca; promoviendo a la mejora de las rutas y las
relaciones entre los distintos Estados. A esto hay que añadir la importancia en el ámbito comercial
que tuvo el descubrimiento de América, hecho que favoreció económicamente la actividad
emprendedora de la burguesía.
Hay que señalar el auge de la ciudad y los sistemas de urbanización no cesaron de crecer y
expandirse, lo que propició que en Castilla el enriquecimiento de muchos hombres de negocios y la
formación de auténticas dinastías de mercaderes y banqueros, muchos de ellos de origen converso.
Muestra clara es la multiplicación de oficios y la movilidad social.
Aparece también una actitud relacionada con la economía expansiva: la aparición de un
nuevo sentimiento de riqueza que implica unas nuevas formas de proporcionar beneficios al
individuo de tal manera que renueva el antiguo modelo psicológico-cognitivo de la época feudal.
Sánchez Arévalo llama este nuevo grupo social como “los frescos ricos”, que son los emergentes
burgueses del s. XVI que buscan otra manera y tienen otro sentimiento para hallar beneficios.
Hernando del Pulgar, cronista de Fernando e Isabel escribe la crónica Claros barones en la que
observa el fenómeno en el que se forman las nuevas fortunas y el desplazamiento de las mismas,
poniendo en boca de algunos personajes (Conde de Haro, Conde de Alba, Marqués de Villena, el
arzobispo Alfonso de Fonseca…) ese sentimiento de adquirir, acrecentar y conservar beneficios.
Al fin y al cabo, generan una pequeña contradicción en la sociedad estamental. El Libro de
los pensamientos variables, de autor anónimo, expone que el privilegio está originado en la
expoliación violenta, y que todo cuanto se ha hecho con violencia es necesario que con violencia se
restituya al primer estado. La crítica negativa de la sociedad fundada en el privilegio es muy
sintomática en el texto de este libro, cuyo autor afirma que se trata de una sociedad desigual
fundamentada en el privilegio y lo único que lleva consigo es la adquisición de bienes materiales e
inmateriales conseguidos por medio de la desigualdad, por lo que es legítimo usurpar esos bienes
adquiridos por unos métodos que surgieran del empleo de la violencia. Una antítesis a este modelo
emergente la encontramos en la oposición que viene de la idea de “conciencia de clase”, es decir, la
burguesía es un grupo social que no cuadra en la sociedad estamental y que reproduce la
emergencia de la sociedad de clases, un pensamiento que termina en fracaso debido a la fase de
regresión de la segunda mitad del XVI en la que se pone de manifiesto la crisis de las relaciones
comerciales, de manera que la burguesía deja de asumir riesgos, lo que quiere decir que este tipo de
burguesía no poseía conciencia de clase, o lo que es lo mismo, no invierte y atesora riquezas,
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convirtiéndose así en rentistas; y comienzan a invertir en la tierra como supuesto valor económico
seguro (el burgués entiende que la tierra es un bien seguro, y no la industria y el comercio, que
ofrecen mayores fluctuaciones económicas). Se trata de una reacción señorial en las últimas décadas
del s. XVI y consiste en el deseo de enraizarse en la tierra por parte de grupos que buscan el
ennoblecimiento mediante la fortuna como sustitutivo de la sangre y del privilegio. Esta ausencia de
conciencia de clase provoca que en la historiografía algunos historiadores, como I. Wallerstein, J.
Delumeau o F. Braudel hablen de “traición burguesa” y del engaño del sistema social que confiaba
en el grupo de emprendedores, poniendo la riqueza al servicio de su propio egoísmo económico al
buscar la compra de títulos nobiliarios, habiendo subversión de valores sociales.

La sociedad marginada

El concepto de marginación, para Julio Caro Baroja, cuando se refiere a los judíos conversos
y moriscos conversos hay que entenderlos como si fueran castas marginadas por razones diferentes.
La realidad de esa marginación viene dada por una explicación pseudo-socio-religiosa y pseudo-

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biológica. Este proceso lleva a entender que judíos y moriscos que se convierten constituyan para
otros historiadores como J. Baechler la “contracultura”, es decir, que desde presupuestos raciales o
religiosos esos grupos sociales disidentes pusieron la evidencia de “otra España” bastante
desgarrada y en la que se producía un choque con el catolicismo y el modelo imperial de Carlos V.
Los conceptos de discriminación, marginación y segregación tienen diversas acepciones en
la evolución historiográfica. Si se habla de discriminación quiere decir que existe una
discriminación legal (sancionados por la ley), y es la que conforma la mayor parte de extraños que
existen en la sociedad española (los grupos marginales, una bolsa fuera de la organización de esa
sociedad del s. XVI). Un individuo, por su parte, puede ser discriminado socialmente, como fue el
caso de los esclavos sometidos a un sistema doméstico (entendidos como una familia de función
social que viven con los señores). En cuanto a la marginación, se trata de un grupo marginados de
hecho, hallando al vagabundo, el pícaro o el pobre, es decir, son grupos expulsados del sistema
porque este no puede asumirlos, además de que ha expuesto sus propias reglas para evitarlos. Para
con la segregación se halla el gran fenómeno histórico de la sociedad y de la organización de la
comunidad de la monarquía hispánica: posee un componente pseudo-biológico y pseudo-religioso
derivado en los judeoconversos y los moriscos (son motivos raciales, étnicos, religiosos.
Los judeoconversos a principios del s. XV empiezan a ser vistos como personas a las que se
les ofrece que o se convierten al cristianismo, abrazan la fe católica y abandonan su religión judía o
pueden empezar a tener problemas sociales, económicos y culturales. Esa presión monárquica sobre
los judíos es mayor a partir de 1480, cuando la presión culminó con el decreto de expulsión de
1492. Las razones de esta situación con los judeoconversos son complejas, de manera que al no ser
efectivas las formas de atraer el Cristianismo a los judíos, el Tribunal de la Inquisición cada vez
actúa con más acusaciones por envidias e intolerancia contra ellos. La conversión no llevaba
consigo la paz, sino que este grupo tenía una convivencia muy difícil con los cristianos, que no
aceptaban realmente esta situación. La herejía pone en peligro la homogeneización social. No hay
que olvidar que este grupo de judeoconversos tiene un papel importante de esa clase intermedia que
terminará dando lugar a la burguesía.
La problemática morisca, por su parte, no se diferencia demasiado de la judía. Estos serán
expulsados oficialmente en 1609. Tras la guerra de Granada puede empezar a hablarse de una
problemática morisca al quedar los moriscos de Granada dentro de un territorio cristiano como era
Castilla. Se inician entonces estos procesos de discriminación y marginación por motivos étnicos y
religiosos. Una vez fue conquistada Granda en 1492, una población que ha vivido ocho siglos en
estos territorios y que se considera castellana se enfrenta a una difícil situación. Muchos de los que
se quedan en territorio castellano se convertirán al cristianismo de forma únicamente artificial. Todo
ese problema está en el ámbito de la conversión o emigración. En muchos casos el morisco no tiene
a donde ir y se convierte para permanecer en sus tierras, pero en otros se marcha. Esta problemática
morisca ha creado soluciones difíciles pero ha tenido personajes importantes del Humanismo de la
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época, como Hernando de Talavera o el cardenal Cisneros, que buscaban la introducción de los
moriscos en el ámbito social. La situación será realmente complicada, y esto se manifestará en la
revuelta de las Alpujarras en los sesenta del s. XV en un momento en el que está teniendo lugar un
enfrentamiento entre la España cristiana y los otomanos de religión musulmana.

2.2. La economía española en el siglo XVI: economía tradicional, renovación mercantil y


revolución de los precios.

Se abre las puertas a una organización económica en la que existen conceptos, como el de
periodización (fases económicas del s. XVI: 1500-1550/1550-1600), el de la producción (aquellos
elementos que se obtienen de un trabajo: a partir de las actividades agrarias, actividades de
transformación de productos y la mercantil o comercial), el régimen de propiedad de cualquier
medio productivo (sabiendo que el medio productivo de la tierra es el principal) de los que se sacan
las condiciones sociales de producción (arrendamientos), y por último, uno muy importante para
el individuo y las relaciones de producción y para el Estado: las rentas, los costes y los beneficios

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que pueden ser reinvertidos o gastados en el lujo.
Para hablar de economía hay que tener en cuenta los fundamentos demográficos, sociales y
la organización material de los medios además de los aspectos políticos o institucionales. La parte
central de la monarquía desempeña un papel de centro en todas estas etapas económicas: Castilla
será el centro de la monarquía y, después, del imperio, debido a que es una organización rica,
observado en el urbanismo, en la abundancia de los recursos demográficos (8.000.000) y materiales
(que aumentan tras la conquista de América, que tiene lugar en nombre de Castilla). Así pues, el
Estado que surja a partir del emperador (monarquía universal) se apropia de una buena parte de los
recursos para ponerlos al servicio de una política internacional (economía mundo). En el proceso
era fundamental el sistema financiero, que tienen su epicentro en las repúblicas italianas (como los
Grimaldi), las cuales vienen a las ferias castellanas a adquirir productos y venderlos, pero también
captan la deuda española comprando dinero a la monarquía, un dinero destinado a los gastos de lujo
antes mencionados y a hacer la guerra. Por último, se hallan dentro de este círculo de influencia
económica los comerciantes flamencos, es decir, su gran industria dará lugar a un Estado
floreciente. Es este juego de fuerzas evolucionará la economía española durante el s. XVI.

Una primera fase “a”2 (1480/1490-1550/1560) y una segunda fase “b” (1550/1560-final de
siglo). La falta de complementariedad entre la agricultura y la ganadería fue rápida, iniciada con la
consolidación del Estado con Fernando e Isabel. Se favoreció en un primer momento a la
agricultura para incrementar la producción y, con ello, la demografía en un momento en que los
rendimientos se conseguían por medio de técnicas agrícolas rudimentarias y en que primaban las
grandes extensiones cultivables conviviendo con una ganadería trashumante.
En la primera fase los indicios son favorables para la expansión y para resolver el problema
del aumento demográfico con el paralelo aumento de los recursos y la proyección de un Estado
políticamente estable. Hay que descartar que ese incremento de producción se deba a la innovación
de las técnicas o a cambios en los cultivos, ya que se sigue practicando el sistema de año y vez y el
trienal. Lo fundamental es la extensión de la superficie cultivada, lo que implicaría problemas con
el sector ganadero al incrementarse la producción agrícola, mientras que la ganadería trashumante
debería esperar hasta la década de 1520 cuando con Carlos V para que se le comiencen a otorgar
privilegios al Honrado Concejo de la Mesta (1273), un gremio de ganaderos y pastores del Reino
que monopoliza la lana y el cuidado del ganado trashumante y que tiene una perfecta organización
en la que están vinculados los sectores nobiliar y eclesiástico. Carlos V da disposiciones a favor de
la ganadería que se reducen a las siguientes normativas:

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E. Labrousse y F. Simiand. La fase “a” implica una fase económica ascendente, y la fase “b” una fase
regresiva.
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1) a partir de una normativa de 1480 que permitía el acotamiento de los terrenos (Real
Cédula), de la cual se beneficiaba a la agricultura al prohibir que el ganado transite libremente por
esas tierras, el emperador, cuando revise esta disposición, la deroga.
2) La Ordenanza de 1489, que decreta la “rectificación de los linderos de las cañadas”, una
ordenanza mediante la cual se expulsa a los agricultores ahí establecidos y se prohíben los
acotamientos.
3) El Edicto de 1491 supone la permisión de acotar tierras en el Reino de Granada, pero
Carlos I lo deroga.

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4) La Disposición de 1491 (coincidente con el Edicto de 1491) implica que ahora no se
permitía ramonear al ganado, beneficiando a las parcelas y terrenos, pero mediante la disposición de
Carlos I se va a desautorizar esto.
5) Por la ley de arrendamiento del suelo de 1501 se decía que no había posibilidad de
arrendamiento a largo plazo, y si se modificaban los arrendamientos había que cambiar su precio.
Al ser derogada esta normativa no era necesaria ya la modificación de los precios del
arrendamiento.

Estas disposiciones van a provocar una serie de protestas por parte de las villas castellanas
como consecuencia de la dureza del proceso de cambio. Las causas de esta política ganadera van
desde una regulación monopolística para la Mesta hasta la presunción de una incorporación a filas
de un mayor número de individuos, ya que para controlar un rebaño no hacía falta tanta gente que
para cultivar un campo, produciéndose así un desplazamiento de personas para hacer la guerra.
Otras razones más importantes son la explotación de la lana para exportar a Flandes e ingresar así
dinero de manera rápida y continua, de ahí que la actividad agrícola ha ido decayendo mientras que
el ganado trashumante ha aumentado. Ramón Carande mostrará cómo se produce un incremento de
la ganadería trashumante entre 1480 y 1550 para reducirse después. Las cifras que presenta Carande
son las siguientes: en 1477 la cabaña ganadera está en torno a las 2.600.000 cabezas mesteñas; en
torno a 1516 llega a las 1.800.000; a partir de 1550 las cabezas descienden a 1.900.000, perdiéndose
casi un millón, lo que explica que se está produciendo un receso de la ganadería trashumante. Esta
disminución se debe a la repartición del imperio, que traería consigo un importante descenso de las
exportaciones de la lana castellana como consecuencia de la incorporación al mercado de la lana de
Inglaterra (proceso en el cual tienen un peso importante la razón religiosa, pues estamos ante el
inicio de la reforma cristiana).
El sistema de esta actividad primaria está relacionado con el régimen de propiedad y las
relaciones sociales en las que se encuentra la sociedad. El régimen de propiedad se establece a partir
de las categorías propias de la organización social. Los grandes propietarios son la nobleza y las
instituciones eclesiásticas. Luego estará la burguesía como grupo intermedio, que crecerá a medida
que se avanza en el s. XVI (hasta un determinado momento en el que la economía no es tan
favorable), y por último el campesinado propietario, entre los que hay labradores y campesinos
acomodados situados sobre los jornaleros, arrendadores o yunteros, que no disponen de tierras y
deben alquilarlas. Tienen también especial significancia las tierras del común, bienes muy
heterogéneos que el municipio ponía a disposición del pueblo llano y que daría lugar a ejidos,
prados, etc. Todos estos propietarios (nobles, iglesias, monasterios, burgueses, pequeños
propietarios y ayuntamientos) tienen una gran parte de la propiedad del territorio castellano, es
decir, estos individuos e instituciones son minoría y poseen la mayor parte de la tierra en un
régimen de titularidad privada o pública.
Todo ello implica que se establezca un sistema de relaciones de producción a base de
contratos de arrendamiento. Se generan unas relaciones de producción entre quien tiene y quien no
tiene, que además deriva en unas condiciones sociales de producción. Es lo que se denomina la
tenencia y el arrendamiento de la tierra. Los propietarios minoritarios son los tenentes, mientras que
los que tienen que utilizar su trabajo para acceder a través de una relación de producción basada en
el arrendamiento son los arrendatarios. Y esos arrendamientos se hacen a través de unas figuras con
un cariz jurídico e incluso crediticio o hipotecario. Las vías del arrendamiento son tres:
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1) Sistema de censos y enfiteusis,3 una figura medieval. En la enfiteusis se arrienda a largo


plazo y el arrendatario paga una renta en dinero o en especie. La propiedad, evidentemente, es del
señor o tenente, es decir, de quien arrienda la tierra (estamos en una situación de dependencia
personal).
2) La aparcería modifica la relación social entre el propietario y el individuo. Es un
contrato de arrendamiento por el cual el propietario y el arrendatario se reparten los beneficios del
dominio (existe un proceso de colonato).
3) El censo “alquitar” es la figura más compleja y heterogénea que contempla la doble
figura, no solo como una relación propietario-arrendatario, sino que también implica un motivo
comercial y un proceso crediticio, lo que permite que se firme un aval o hipoteca, y en el momento
en que no se cumple el contrato por parte de los individuos que lo solicitan, los señores se quedarán
con todos los bienes del mismo. Por ejemplo, a un propietario que posee una tierra viene un
individuo (también propietario de una casa o una huerta) que dice que necesita dinero para trabajar,
de manera que el propietario se lo presta, pero le cobra unos intereses, lo que implica la existencia

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de un aval o hipoteca para hacer frente a los mismos. A cambio de esa relación se ha producido una
relación no solo social, sino también una figura comercial y crediticia porque en el momento en que
se interrumpa el contrato o no se paguen los intereses, se hace efectivo el aval para que el primer
propietario se quede lo que se avala. A lo largo del proceso moderno los censos alquitar llegan a
convertirse en perpetuos.

Las tres consecuencias básicas de estas tres vías del arrendamiento son:

a) económicas: se desliga el individuo de sus tierras, con todo lo que ello implica en una
economía de subsistencia agraria;
b) de justicia social: desposeimiento de los medios productivos por parte de los individuos,
lo que significa que se generan unas diferencias más grandes entre estos y los propietarios;
c) la concentración territorial y el desarrollo de los latifundios: si no se hace efectivo el
contrato porque la parte más débil no cumple con su responsabilidad económica, el señor hace
efectivo el contrato y se queda con la garantía hipotecaria, de manera que se produce una
acumulación de tierras en manos de las minorías sociales, apareciendo un régimen de propiedad de
la tierra basado en la gran propiedad.

Para poder atender a la comercialización debe haber un excedente productivo, y para poder
desarrollar la industria deben existir unas materias primas, las cuales darán lugar a su vez a unos
excedentes que serán transformados en manufacturas o se comercializan, dando lugar al desarrollo
de la actividad mercantil. Las primeras décadas del s. XVI (aún estamos en el periodo de fase “a”)
cumplen con estos objetivos: hay suficiente materia prima para poder transformar, o bien, debido al
proteccionismo de manufacturas de la mayoría de las ciudades castellanas, como Segovia, y a
excepción de ciudades como Burgos o Sevilla, las cuales prefieren comercializar con dichos
excedentes en el exterior. Este problema de las actividades secundarias y terciarias, a partir de los
sesenta y setenta, se va a disolver en lo que se refiere a la comercialización del excedente
productivo o de la industria textil.
La comercialización del excedente productivo se realiza sobre grano y lana y es acumulada
por los rentistas porque el señor, en los tiempos en que hay buenas cosechas, prefiere acumular el
grano para jugar comercialmente con ese producto en tiempos de regresión económica,
convirtiéndose a veces en un excedente tributario producto de los contratos. Por su parte, a través
de la lana se satisface el llamado excedente mercancía, que se transforma en la propia Península
(Segovia) o se comercializa a Flandes (Burgos).

3
Enfiteusis (DRAE, sub voce): Cesión perpetua o por largo tiempo del dominio útil de un inmueble, mediante
el pago anual de un canon y de laudemio por cada enajenación de dicho dominio.
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Todo el comercio requiere de buenas rutas y transportes, cosa de la que España adolece.
Aun así, hay un comercio interregional que trata trigo, ganado y textiles; y un comercio
internacional que cambia producto y sirve para las operaciones financieras en las que tratan los
grandes banqueros (como es el caso de las ferias de Aranda de Duero). También en este mercado
internacional hay rutas hacia el Mediterráneo (desde los puertos de Barcelona y Valencia) que
enlazan con el Este, una ruta hacia el Norte (desde la ciudad de Burgos), y la más importante: la
apertura de la ruta del Atlántico hacia América (desde Sevilla y, posteriormente, Cádiz).
La industria que implica un proceso productivo de mayor interés es la textil. Existen talleres
artesanales y un proceso productivo que diversifica el trabajo, bien de una forma concentrada en el
llamado domestic system, que son pequeños talleres familiares que agrupan todo el trabajo, o bien
según la fórmula seguida por los Países Bajos: el verlag system (fue más complicado implantarlo en
España), una industria más diseminada que ofrece más posibilidades en el sentido de que si en una
zona está la materia prima y a 200 km. están los lavaderos, se produce la diversidad del trabajo para
luego concentrarse en el producto, como puede ser la aplicación de los tintes. Los géneros
producidos van destinados a satisfacer a aquellas personas menos adineradas, cuyas exigencias son

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menores, pues la lana exportada es de escasa calidad al mezclarse la lana merina (de buena calidad)
con la de la churra (de menor calidad). En cuanto a la industria de la seda, esta se aglutinaba en la
franja Mediterránea (Murcia, Almería, Granada y la Comunidad Valenciana), justo donde se asienta
la mayoría de la población morisca en unos campos que presentan agua y la morera. Luego, en el
Norte está la metalurgia, la siderurgia y la construcción naval (desde Galicia a los territorios del
País Vasco).
Una variable más compleja son las finanzas (o sistema hacendístico). El peso financiero del
imperio va a ser fundamental para entender, al menos, el tiempo de los Austrias: se trata de una
economía monetaria que implica un capitalismo incipiente (mercantil). La propia Hacienda Real
varió desde la muerte de Isabel hasta la llegada de Carlos I, transformándose como institución, ya
que el peso de las finanzas y la importancia del dinero adquirirán cada vez más valor. Esta Hacienda
se convertirá en el principal soporte del Estado, que lidiará con un sistema impositivo, fiscal, con el
crédito y con el endeudamiento como factores que expresarán la presión a la que fue sometida la
sociedad en el s. XVI y XVII. En ellos se esconden los impuestos (tercias, alcabalas, sisas,
diezmos…), significando cada uno algo diferente y que forman parte de la Hacienda.
Si se habla de población pechera y de población privilegiada se quiere expresar la función de
dicha población y sus privilegios, es decir, los que se encuentran en una situación de mayor
debilidad se tienen que someter a un sistema tributario muy costoso. El gran aumento de la deuda a
medida que se avanza en el desarrollo del Estado y a lo largo de un tiempo en el que la monarquía
hispánica se convierte en una realidad plurinacional (economía mundo), se traduce en que cada vez
necesita más dinero y unas prestaciones económicas. La deuda pública aparece como problema
crónico que implica un déficit que debe ser cubierto. Los gobiernos adquieren una deuda que va a
ser “solucionada” por los préstamos bancarios, es decir, para cubrir la deuda pública hay que cubrir
el déficit mediante las operaciones de créditos en forma de los juros o títulos a largo plazo que
conforman la deuda consolidada. Mediante estos juros se insta a individuos la compra de deuda
pública a cambio de su devolución con un interés a largo plazo. La segunda operación es la del
asiento, que es la suscripción de asientos a títulos de reintegro a corto plazo.
Aparece ahora un problema fundamental: el fenómeno conocido como “revolución de los
precios”, proceso al que nos referimos cuando utilizamos el término inflación. Este problema ya se
detectó en el s. XVI y constituyó un verdadero quebradero de cabeza tanto para los tratadistas como
para los representantes de la vida política (monarquía). Este fenómeno, de suma importancia
histórica, quiere decir que los productos españoles sufren a partir de 1500 un alza revolucionaria.
El esquema de estudio de este fenómeno se divide en cuatro apartados:

1. Existen unos problemas de estudio centrados en las llamadas representaciones gráficas.

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2. El segundo problema tiene que ver con la cronología o periodización, pues para estudiar
los precios españoles, se debe tener en cuenta una serie de etapas o ritmos que nos ayudan a
entender que todos los periodos históricos son diferentes.
3. El tercer problema es el denominado “punto de partida” (remesas de metales preciosos
provenientes de las Indias), un concepto que va a conceder unas interpretaciones diferentes al
proceso de periodización.
4. Llegamos a tener capacidad de tener una valoración o interpretación del tema aun
sabiendo que podemos encontrar distintas posibilidades de análisis. Así, la primera valoración del
tema sería la tesis cuantitativa o teoría del cuantitativismo: se interpreta y se valora el alza de los
precios a partir de unos autores que son coetáneos del problema, miembros de la escuela de
Salamanca que consideran que cuanto más metal se atesora más se elevan los precios (en la segunda
mitad del siglo llegan más metales que en la primera y es en ella precisamente cuando más fuerte es
el alza de los precios. Las siguientes valoraciones son revisionistas, es decir, ponen en revisión la
tesis cuantitativa y proceden de varios autores de los siglos XIX, XX y XXI. El autor Hamilton
(cuya revisión coincide con el crack de 1929) es partidario de la tesis cuantitativa. Sin embargo,

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otros dos historiadores: Jordi Nadal y Pierre Vilar, optan por unas revisiones en las que el
cuantitativismo quedaría aparcado en lo referido a la idea de oro y coyuntura. Por último, en cuanto
a los orígenes del capitalismo moderno, hay historiadores que indican que a partir de este proceso
inflacionario nace un incipiente capitalismo moderno.

En cuanto al segundo asunto, la cronología, nos lleva a valoraciones diferentes. Para Vicens
Vives los precios viven una escalada enrome desde 1500 al 1550. Él diferencia tres fases: 1. 1500-
1550, moderada; 2. 1551-1600, cuando los precios alcanzan su auge; y 3. 1601-1650, cuando los
precios se estabilizan. Entre los autores que analizan este problema como Jordi Nadal o Pierre Vilar
en sus críticas y revisiones piensan que los precios españoles sufren un importante incremento pero
piensan que el aumento proporcional fue mayor en la primera mitad, con un 107% de aumento de
los precios, con un promedio anual superior al 2%. Entre 1551 y 1600 la variación proporcional es
menor, del 98%, lo que lleva a un promedio anual del 1.2%. Estos autores revisionistas creen que es
la primera mitad la que en términos proporcionales provocaría un mayor incremento, sin coincidir
por tanto con la llegada del oro y la plata, y cuestionándose de esta manera la tesis cuantitativa que
defendía que a mayor cantidad de metales y de dinero circulante, mayor sería el incremento de los
precios.
Para con las interpretaciones, se encuentran en los hombres coetáneos al problema (s. XVI),
los cuales tienen un planteamiento teórico-intelectual como tratadistas ligados a la escuela de
Salamanca. Están formados en la facultad de teología, siendo los más importantes Fray Tomás de
Mercado, Martín de Azpilicueta y Francisco López de Gómara. Todos sostienen la tesis del
cuantitativismo, que implica que todo incremento de moneda va a suponer un alza de los precios.
Este cuantitativismo llega al s. XX con Hamilton, que confirma desde el punto de vista empírico
esta tesis. También es verdad que esta teoría es un planteamiento de laboratorio, ya que cuando se
compara con la realidad tiene transformaciones coyunturales en la economía. El oro empieza a tener
una importancia vital a lo largo del s. XVI al entrar con gran intensidad y, además, la realidad
muestra una expansión demográfica, agraria, cambios comerciales, desarrollo de actividades
industriales, nuevas técnicas de producción y un auge de las economías nacionales y de las políticas
económicas. Por eso, la teoría del cuantitativismo empieza a tener ser revisada (que no eliminada)
para ofrecerse una nueva visión que tiene en cuenta dos importantes fenómenos:

a) La circulación monetaria (que depende de los metales preciosos). Cuando se dispone de


materias primas para acuñar moneda, surgen otros mecanismos, como es el caso del movimiento
internacional de oro y plata en una circulación que presenta divergencias. Muchos comerciantes
deseaban la moneda en estado puro antes que la aleada con otros metales, de manera que genera un
proceso de relaciones bimetálicas que el mercado conoce e intenta atraer. Por último, hay que
tener en cuenta la salida del metal precioso de nuestros territorios (exportación de divisas) para
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pagar a los ejércitos en otros países, de manera que indirectamente el metal precioso que llegaba a
Castilla se difundía por toda Europa con tremenda facilidad (por esto último y por la importación de
productos extranjeros).
b) El análisis total de la coyuntura económica. Es un factor que implica que a partir de
1560 se produzca un desajuste entre la oferta y la demanda porque los españoles viven de la
suntuosidad y de la economía de guerra y no se han dedicado a reinvertir los beneficios en un
sistema económico productivo. Por tanto, en el momento en que escasean los productos, estos
subirán el precio. Esa situación, ligada al pago de la deuda de Estado contraída, implicará que la

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monarquía tenga que aumentar progresivamente la fiscalidad. Esto llevara un claro efecto de
inflación en un momento que, además, la monarquía, en una situación muy crítica (Felipe III y
Felipe IV), siga empeñada en una serie de avatares de conflictividad bélica que no ayudaba a
mejorar la situación, demostrando así la falta de planificación y observándose que se está
produciendo el inicio del capitalismo moderno en un sentido mercantil.

Este cambio de la coyuntura económica de una fase “A” a una “B” desde 1560 en adelante
lleva a tres actitudes o tomas de conciencia. Así, estos problemas de los precios y del mercado
generan unas reflexiones que pueden considerarse como toma de conciencia. A) En el Siglo de Oro
español la toma de conciencia existe, como muestra el caso de los teóricos de la Escuela de
Salamanca, que proponen explicaciones económicas, morales y teológicas para explicar esta
realidad económica; b) también lo muestran los propios consejeros de Estado, como Luis de Ortiz
(de Felipe II), escriben un memorial en el que advierte al monarca de que se equivoca: es el primer
atisbo mercantilista; y c) también proponen respuestas a la coyuntura los arbitristas, memorialistas y
regeneracionistas.

2.3. El nacimiento del Estado y la monarquía de los Reyes Católicos.

El Estado absoluto nace en la segunda mitad del s. XV y dura hasta las primeras décadas del
XIX cuando se cambiará por el Estado liberal o de derecho. En el surgimiento del Estado se tiene
que conformar un poder para establecer la comunidad política (poder + territorio + personas), el
cual precisará de órganos de gobierno y de una administración para organizarse y llegar a todos los
individuos que conformar el territorio.
En el nacimiento del Estado desde la monarquía de los RRCC se van a tratar tres asuntos
fundamentales:

1) La consecución del poder político, que es donde el absolutismo (aunque con los RRCC
se habla de monarquía autoritaria) como poder no compartido, la centralización de los territorios del
poder monárquico absolutista u el deseo de unificación para extinguir las viejas estructuras
medievales de fragmentación tienen que ser los cimientos de la consolidación del poder político.
2) La difícil armonización de una pluralidad, ya que el Estado se constituye de Estados
parciales en un determinado marco geográfico con todas las dificultades que supone desde el final
de la Reconquista, el descubrimiento y conquista del nuevo mundo y del proceso de la herencia
imperial. Todo ese conglomerado de lugares pretende alcanzar la unidad de la monarquía hispánica
dirigida por Castilla. En esta evolución se resaltan unas fechas que sirven como acontecimientos
referentes, como es el caso de la batalla de Toro (1476), en la que se marca la dirección en la que se
encamina la unificación de los territorios peninsulares al resultar triunfante el modelo castellano-
aragonés y no el portugués. Se anexionó dinásticamente ambas coronas, pero también es el triunfo
del derecho y el hecho castellano sobre el derecho y el hecho aragonés. No obstante, es una
contradicción, ya que lo que marca la evolución de esa unión no es ese hecho anexionista y
dinástico, sino que lo marca el sentido de que cada territorio mantiene su diversidad de tal forma
que cuando existe una incapacidad económica los reinos de Aragón se sienten más fortalecidos y
obliga a mantener a la monarquía a represaliar militarmente para mantener su supremacía. Estas
instituciones ofrecen diversas posibilidades que llevan a ver las diferencias entre las entidades
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políticas. Este proceso evolutivo presenta alternativas que pasarán por la evolución constitucional
con una monarquía absoluta centralizada, la naturaleza de la realeza en Castilla con el absentismo
de poder en los demás reinos, y el antagonismo o choque de Castilla y de la monarquía absoluta
vinculada la misma entidad política frente a las menores posibilidades y la fuerza estática de los
reinos que no son castellanos (vía muy practicada durante gran parte de la modernidad).
3) La existencia de órganos de gobierno, de instituciones y de una administración. La
presencia de la Administración en todos sus niveles (justicia, municipal, seguridad) muestra un
cambio completo con respecto a tiempos anteriores. Ese sistema institucional presenta un
mecanismo que es la base fundamental del sistema de instituciones de los Austrias: el régimen o
sistema polisinodal entendido como un funcionamiento de la estructura del Estado hecha a imagen y
semejanza de una enorme pluralidad territorial para que la monarquía no tuviera un vacío de poder
va a funcionar en todos esos territorios. Así, este sistema polisinodal se estructura en los Consejos
Asesores y Ministeriales (que tienen una función según los sistemas de trabajo) y los Consejos
Territoriales (que tiene en cuenta el logro de la homogeneización del territorio). Los primeros
consejos asesores y ministeriales, como el de la Santa Inquisición (creado por los RRCC en 1483),

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el Consejo de las Órdenes Militares (1495) y Fernando el Católico es el Gran Maestre, un aspecto
que adoptarán todos los reyes de la casa de los Austrias. Está también el Consejo de Cruzada, de
tradición medieval compuesto para obtener beneficio en relación con la recuperación de los Santos
Lugares, y el Consejo de la Santa Cruzada (1509). En 1517 se crea el Congreso de Guerra para
patrocinar los elementos ofensivos y defensivos. El Consejo de Estado (1522) responde a algunas
fórmulas institucionales del reino de Castilla en época medieval para asesoramiento de los reyes
castellanos, pero Carlos V le da el rigor de un órgano asesor ministerial. En cuanto a los Consejos
Territoriales, en Castilla existió el Consejo de Indias (1588); y en Aragón el Consejo de Italia
(desarrollado a partir del Consejo de los Reyes de Aragón, reorganizado en 1494), de Portugal
(1582) y de Flandes (1588).

Así, de estos asuntos se resaltan problemas (como el problema de la unificación castellano-


aragonesa) que intentarán hacer fracasar la unión política. De una manera o de otra, se sabe que a
finales del s. XV se configura la creación de una monarquía hispánica en una estructuración política
y espacial que acabará generando la idea de España. Castellanización: imposición de Castilla sobre
el resto de los territorios que se impone hasta el emperador Carlos I, que es cuando surge la idea de
imperialismo al producirse la ampliación de fronteras. El nuevo Estado tiene como doctrina el
absolutismo, mediante el cual se entiende que el poder es inalienable y omnímodo en una majestad.
Ese carácter absolutista se demuestra en los textos italianos (El Príncipe, Maquiavelo), pero el
Estado de los RRCC no es absolutista sino autoritario.

2.4. Directrices básicas de la política interior del reinado de los Reyes Católicos, Carlos I y
Felipe II. Oposición y conflictos interiores.

Los Reyes Católicos y Carlos V.

En estas directrices básicas es evidente que la vía de los RRCC no va a seguir la misma
consolidación que la que realizó el emperador, ya que con este se diseña un sistema imperial y, por
lo tanto, una desviación de la política trazada por los RRCC. Ese carácter de apertura a nuevos
espacios va a tener una contradicción: la modificación del sistema renacentista y humanista, pues el
espíritu de Erasmo, el sentido del espíritu cristiano se deja atrás y se produce un gran cierre mental
e ideológico a partir de 1520. Esto es así porque el imperio tiene en cuenta la posibilidad de que se
rompa la frontera clave del Mediterráneo con los turcos: la frontera cristianismo-islam. Además,
otro aspecto que justifica este cierre ideológico, espiritual y religioso es la frontera establecida ante
las reformas religiosas del Norte: la frontera de la catolicidad frente a la doctrina de tipo
reformador para evitar la contaminación reformista desde el Norte de Europa. Es una contradicción
que se advierte también en la superposición de un legado borgoñón ante un legado nacional
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castellano: el emperador viene de una ascendencia borgoñona y flamenca y llega a un territorio


castellano en el que se tiene que asentar. Esta situación la resuelve el emperador con la idea
imperial (universitas cristiana), que constituye en superar dos espacios con mentalidades diferentes
en defensa de la catolicidad (el imperio basado en la defensa de la fe fue un fracaso, sobre todo en
los territorios alemanes). Este asunto debe entenderse en la interrelación de la vida política apoyada
en una economía planetaria (que acaba convirtiéndose en una economía de guerra) y de
aprovechamiento, que es lo que va a permitir el gran imperio de Carlos V.
En cuanto a la genealogía de Carlos:

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Más allá de esta componente germánico genealogía hay que ver un (Maximiliano), otro
borgoñón (María de Borgoña), otro hispánico (Juana La Loca), otro navarro, otro aragonés y otro
italiano (Fernando de Aragón). Todos estos elementos conforman una pluralidad de sociedades que
vienen a establecer la propia pluralidad de Carlos, una diversidad que va a servir para la
consolidación de una entidad de base global, europea. Esa diversidad nacional implica una
superposición política entre lo que es el imperio ya formalizado (fórmula por la cual se unen los
territorios nacionales) y la idea de cristiandad (la que justifica el planteamiento anterior, pero que
esconde las realidades de la economía mundo).
El imperio verdaderamente mundial tiene unas características definidas:

a) Es una instancia política presentada acorde con los nuevos tiempos en la que está la activa
interdependencia política y económica entre sus partes.
b) Es de carácter mundial al estar sus partes dispersas por tres continentes y plantea su
imbricación con el todo en una combinación como si se tratara de un conjunto “mundial”.
c) Ese sentido imperialista se ha desviado de la línea trazada por los RRCC.
d) Se introducen nuevas fórmulas institucionales, de gobierno y de administración para
organizar los espacios.
e) La integración entre los espacios no incumbe solo a lo geográfico, sino también a lo
político, económico y social.
f) Arranca el Estado Moderno y la teoría del poder con las obras de Maquiavelo, Bodino,
padre Mariana, Erasmo, etc.

Carlos I llega a la península en 1516, un territorio que no conoce y en el que necesita


consolidar el poder, evitar su desunión e imponer su autoridad real. Son ideas que tiene que
aceptar Castilla, donde surgen actitudes espontáneas en forma de reivindicaciones al rey (el
movimiento comunero, cortes de Santiago y de La Coruña de 1520 y 1521, cortes de Valladolid de
1518) que muestran una reacción al modo de gobierno y a las pretensiones de Carlos a la hora de
establecer su autoridad real, pero también tiene de relieve la negativa por los castellanos a la subida
de los impuestos por parte de un monarca extranjero (de aquí surgirá un componente xenófobo). No
obstante, poco a poco se impondrá la idea imperial para resolver la desunión, consolidar el poder e
imponer la autoridad real. Por su parte, desde el punto de vista del exterior en esa idea de imperio
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siguen vigentes los conceptos medievales de “reconquista” y “cruzada”, ya que las fronteras
fijadas en el Norte por el desarrollo luterano y las fronteras en el Este del Mediterráneo con la
amenaza turca demuestran que ese imperio mundial sigue teniendo componentes tradicionales del
medievo.
Todas esas ideas permiten sistematizar porque ha habido un recorrido historiográfico. P.
Rassow en el s. XIX estableció una serie de conceptos que según él precedían a la idea imperial. Se
trataba de conceptos religiosos. Junto a él la idea imperial surge a partir de un canciller de los
territorios flamencos, Mercurino Gattinara. Por su parte, Ramón Menéndez Pidal entiende que
la idea imperial proviene de un grupo de intelectuales (obispo Mota, de Badajoz; Fernando de
Valdés; Fray Antonio de Guevara, con sus Epístolas y Marco Aurelio) que rodeó a Carlos I en el
sentido de asesoramiento y en el de la teoría política que debía seguir el emperador para no
desviarse de la línea nacional castellana y de la fe católica. También hay que señalar la obra de José
Antonio Maravall, historiador del pensamiento y de las doctrinas de la política que nos acercó a la
idea imperial desde conceptos del universalismo, de dinastía, de particularismo y de ordenamiento
jurídico.

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Esta idea imperial mostraba un gran dinamismo, ya que irá evolucionando con el tiempo.
Hay que destacar cuatro elementos: a) Controlar los dominios hereditarios; b) la lucha por el control
del Mediterráneo, donde plasmó la idea de la defensa de la unidad cristiana para frenar la expansión
otomana; c) el dominio del Norte de Europa, bien para la fijación de la frontera protestantismo-
catolicismo; y d) política dinástica y cuestión sucesoria para evitar la división del imperio en dos
personas: su hermano Fernando de Habsburgo y su hijo Felipe II.

Felipe II.

Al acceder al poder halló un modelo imperial sumido en movimientos contrarios y con


conflictos exteriores, ya que por una parte el emperador tenía que consolidar la geografía imperial y
apoyarse en la importancia de su dinastía al dejar a una serie de representantes de su familia al
frente de distintas zonas (Maximiliano y Fernando en Alemania y otros parientes en España). En
algunas zonas como los Países Bajos la situación fue más complicada porque no se acepta al
emperador, por lo cual Carlos I reflejará en su política su preocupación por el futuro de dichos
territorios. En su testamento político deja una serie de instrucciones basadas en una política
absoluta en el ejercicio del poder y encaminada a mantener el imperio. Esas instrucciones marcan
una serie de fases por el hecho de que son fechas claves en el funcionamiento de la monarquía.

a) En 1543 el emperador da instrucciones personales a Felipe con la idea de que le sirvan


para gobernar el imperio que va a heredar, siendo el inspirador de esas instrucciones Francisco de
los Cobos.
b) En 1548 deja más instrucciones encaminadas a la política exterior.
c) En 1555 ocurre la abdicación de Carlos I de los territorios flamencos, es decir, es el
fracaso de la universitas cristiana al ver que es imposible controlar ese territorio. Por la llamada
abdicación de Bruselas el emperador plantea instrucciones en las que explica los motivos por los
que divide su imperio (la parte alemana a Fernando, llamado el dominio de los Habsburgo; y la
parte meridional junto a América a su hijo Felipe en la dinastía de los Austrias).

Estas tres fechas constituyen el punto de arranque en la monarquía de Felipe II, ya que en
esos 12 años se forma el heredero. Es una monarquía que Felipe centra en España más que en
Europa, es decir, en Castilla como centro de la monarquía hispánica, apareciendo el carácter de la
castellanización, para algunos incluso nacionalismo castellano, ortodoxo y católico, pues se impuso
la frontera de los Pirineos como cordón para evitar contactos con ideas distintas de Europa. Fue una
política que podría considerarse en oposición al imperialismo. Se trata de una política aconsejada
por su padre, aunque con los años demostrará su ambición por continuar con la idea expansiva e
imperial. El detonante de este proceso de castellanización de Felipe II es la crisis hacendística de
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1557, tenida lugar un año después de su llegada al poder con la muerte de Carlos I en Yuste en
1558. Esa crisis hacendística se traduce en la suspensión de pagos al ocurrir una bancarrota por la
incapacidad de asumir los problemas bélicos y religiosos. En ese momento se hace cargo de la
monarquía Felipe II.
Los problemas económicos implican una adaptación tendente a incrementar la
productividad por la producción interna y por el intercambio mercantil (ya sea por parte del Estado
o por iniciativa de particulares), un primer planteamiento que tiene que pensar Felipe II; en segundo
lugar, tiene que bajar la presión fiscal y abolir privilegios fiscales: unos años después, en torno a

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finales de los sesenta, tendrá lugar por primera vez el llamado “pago de servicios de millones”, que
obliga a los nobles a pagar impuestos. Ante esta situación, muchos nobles alegan la existencia de
dificultades para pagarlos, pero Felipe II se ve obligado a recurrir a este impuesto ya que el Estado
está en bancarrota.
Un año especial en la monarquía de Felipe II es 1580, llamado del viraje filipino, es decir,
el abandono de una hegemonía exterior y la adopción de una política interior dadas las necesidad y
penurias por las que atravesaba la monarquía. Es también el periodo en que se resiente la llegada de
oro y plata de América. Esto es así porque ingleses, franceses, portugueses y holandeses están
desarrollando las mismas actividades que los castellanos en lo que se refiere a la extracción de oro
en las minas americanas, ya que no creen en la autoridad del papado al no cumplir las bulas y el
tratado de Tordesillas al aparecer otro modelo jurídico de ordenación y de relaciones entre los
individuos para la política internacional. El viraje del Mediterráneo al Atlántico también se justifica
por el abandono de esa línea de defensa de la cristiandad frente a los otomanos tan característica de
Carlos I. Esto ocurre tras el triunfo de Lepanto, pues con esa victoria ya no será necesaria centrar la
atención en la frontera mediterránea, pasando así los esfuerzos al Atlántico.

2.5. La preponderancia española en Europa.

Para alcanzar la hegemonía hispánica ha habido que alcanzar cuatro niveles en el


Mediterráneo.

1. El primer nivel está en el Mar Mediterráneo al constituir un espacio fundamental en


trabajos como los de Fernán Braudel (El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de
Felipe II). Para la política y cultura hispánica en el Mediterráneo supuso muchas ventajas, pero
también diversos reveses, como es el caso del problema morisco, patente durante el reinado de
Felipe II. No obstante, a partir de la batalla de Lepanto los esfuerzos se centran en el Atlántico y en
el Norte de Europa, donde existe una herejía que hay que reducir y que presenta unos territorios que
desde los tiempos de Carlos I no van a ser controlados fácilmente.
2. Inglaterra representó un problema debido a la existencia de una burguesía muy
dinámica, con una capacidad religiosa reformadora y aliada de los Países Bajos. Es un problema
que en el Norte que se agrava con la división y el levantamiento de la unión de Utrecht y Arrás a
partir de la década de los ochenta, noventa y el final del reinado de Felipe II. Es una unión de
provincias del Norte revestida con un marcado carácter burgués y calvinista.
3. Inglaterra estaba bien planteada en sus relaciones con la política de casamiento entre
Felipe II y María Tudor, pretendiendo crear un eje común en el Norte de Europa con la alianza entre
las coronas inglesas y españolas. Para evitar que Inglaterra siguiera siendo un enemigo Felipe II
creó la Armada Invencible, decisión que acabará en fracaso y constituirá el declive de la monarquía
española que introducirá en la crisis del s. XVII.
4. La anexión de Portugal al imperio de las Españas explica ese viraje al Atlántico en tanto
en cuanto porque se encuentra con un territorio más (1580) para defender sus intereses frente a
Inglaterra y Países Bajos al estar en la cornisa atlántica. Portugal asumió bien la unidad hispánica
porque le interesaba a la nobleza portuguesa controlar a la burguesía inglesa y holandesa y a la del
propio territorio portugués. Hasta 1668 con la Guerra de la Restauraçao se mantuvo intacta la

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unidad con Portugal; aunque se trataba de una unidad virtual, pues las cortes portuguesas
funcionarán a su manera.

La monarquía vive su decadencia. González de Cellórigo, tratadista de finales del s. XVI y


principios del XVII, considerado como autor regeneracionista, escribió en 1600 un memorial en el
que dijo que “España había quedado en un Estado en el que los hombres vivían fuera del estado
natural”.

TEMA 3. Crisis y decadencia de la España del siglo XVII. La ruptura de equilibrios.

3.1. Coyuntura de crisis y debate interpretativo.

La crisis de los años finales del s. XVI va a preparar la decadencia del XVII. Son
innumerables las referencias (fuentes coetáneas y documentos de nuestro tiempo) para decir cómo
se expresan algunos autores. Por su parte, los coetáneos opinan que son tiempos en los que aparecen

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lo que ellos llaman “males del reino” (El Quijote, Miguel de Cervantes), mientras que los
regeneracionistas del XIX hablan de los “males de la patria” (Joaquín Costa). En cualquier caso, la
crisis se ha instalado en el conjunto de la sociedad, produciéndose un estancamiento en la
producción que, incluso, decrece. Y no solo en la producción, sino también en la demografía. Esto
ha ocurrido porque la idea de expansión se detiene y es sustituida por la idea de ruptura de todos los
equilibrios que permitían lo anterior. La idea de expansión estaba basada en la puesta en cultivo de
tierras (expansión de la superficie de cultivo), algo que toca techo en los años ochenta por los bajos
rendimientos, la escasez de la producción, la falta de mano de obra, el desequilibrio entre la
población y la falta de recursos. En este momento la población pasará hambre al ocurrir las crisis de
subsistencia y el encarecimiento de productos, aumentando la mortalidad en todos los niveles.
La crisis del s. XVII lleva implícita el hambre, la enfermedad y la guerra. La mezcla de
todos estos factores (económicos, demográficos y políticos) contribuye a que se explique el s. XVII
como un periodo crítico y se hable de la fase “B” mencionada en el tema anterior y argumentada
por François Simiand. Otras explicaciones que se manejan para explicar el descenso demográfico
atienden a la expulsión de los moriscos, la emigración a las Indias, el fuerte aumento del número de
clérigos o el incremento fiscal.
El proceso interpretativo de esta crisis también tiene su realidad en la variable económica:
se contrae la demanda. Frente a los niveles productivos y de oferta que del s. XVI, ahora la apertura
de los mercados interiores y del mercado indiano es muy reducida, trasladándose los valores a los
costes de producción (al haber un menor consumo se elevan los costes de producción) y en el ya
conocido aumento inflacionario. Ante la ausencia de crecimiento aparece un espíritu poco inversor
y muy especulativo al haber más rentistas, quienes prefieren comprar títulos y vivir de las rentas en
lugar de reinvertir sus ganancias buscando incentivar la productividad. Es lógico, por tanto, que la
variable económica con esta contracción origine dinámicas negativas que afectan a todos los
miembros de la sociedad en mayor o menor medida (los sectores más desfavorecidos sufrirán con
más virulencia este proceso). Hasta la propia monarquía lo sufrirá debido sobre todo a la crisis
financiera: desde Felipe II hasta los Borbones se vivirá la crisis financiera de la monarquía
española, y solo hasta el tiempo de Carlos II, gracias al duque de Medinaceli y al Conde de
Oropesa, sus validos, se reactivará la situación monárquica y la crisis fiscal será ya menos acusada.
Palabras como crédito, garantía, avales traducidos en los juros, títulos de venta, letras de
cambio, asientos, presión fiscal y recaudatoria se encuentran en el vocabulario de las gentes a partir
del reinado de Felipe II. Todo ello dará lugar a que lo que en el s. XVI fue un modelo expansivo a
nivel de las producciones agrarias y de un proceso de industrialización favorable, se llegue a la
ruptura y fracaso de estas realidades, con un desequilibrio de la balanza comercial, pues al capital
obtenido deberá ser gastado en productos de primera necesidad y a la política de guerra. Son un
conjunto de “males del reino” que en el reinado de Felipe II se volvieron contra la monarquía pero
que en su momento permitieron su preponderancia. También había conciencia de los fracasos
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militares, que ellos entendían que se sucedía día a día como acontecimientos penosos, intolerables
para un imperio que fue hegemónico en las décadas anteriores y que mostraban la precaria salud de
la economía española. Eran unos azotes militares entendidos como castigo divino como
consecuencia de los pecados de la sociedad. No es la sociedad la responsable de ese revés militar,
sino el mantenimiento de una política que no está siendo acorde con los tiempos, pues
prácticamente nadie quiere reconocer que España no se encuentra en condiciones para sostener tal
imperio y seguir consiguiendo victorias militares. Esta realidad hay que unirla con aquellas
dificultades que proceden de la inepta política de la monarquía.

3.2. La imagen de la sociedad estamental y la realidad social.

La sociedad va a ser estamental y en la que perviven los criterios fijos de ordenación


social (la sangre, el privilegio) y se da un reforzamiento en la conducta de la sociedad (que tiene su
expresión en la mentalidad del Barroco). La tendencia a la bipolarización social es fruto directo del
reforzamiento de una mentalidad barroca y de las situaciones de crisis. La imagen que se da es de

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una sociedad estamental adornada con los rasgos propios de la mentalidad de ese tiempo y en donde
van a surgir criterios que no modifican la estructura pero sí generan transformaciones hasta llegar a
pensar en una especie de superposición entre los grupos sociales (adquisición de títulos de hidalguía
mediante la riqueza por parte de individuos que no pertenecen al estamento privilegiado). Otro
concepto importante de esta realidad social es el concepto literario usado en la conducta, en la
ideología y en la mentalidad de la época: son los de “ser” y “honor”. Estas dos ideas, presentes en
la literatura de la época (Calderón de la Barca y Lope de Vega), son modificaciones que introduce
la realidad barroca. Son novedades que permiten una diferenciación que hace cambiar momentos
históricos con respecto al s. XVI, pero lo sustancial no ha cambiado: la sociedad estamental
permanece.
Esta sociedad aporta elementos novedosos que refuerzan la idea de esta estructura a través
de cambios o transformaciones.

a) La intervención de los grupos privilegiados en los asuntos de sus dominios. Esto es, los
grupos de la nobleza sienten cada vez más una identificación por sus intereses materiales y
económicos: pretenden aumentar beneficios debido al contexto de crisis.
b) Toman conciencia de los problemas y adquieren la capacidad para resolverlos. Estos
grupos de la sociedad se van a ver menos amparados por el poder, pues este amparo es muy frágil
durante el XVII.
c) La presión para aumentar el control sobre las propiedades o sobre el territorio, ejercida
por quienes tienen propiedades, va a ser asfixiante.
d) La oposición a las medidas adoptadas, como al gobierno de la monarquía. Se trata de una
oposición muy puntual que deriva especialmente en el ámbito político (ciertos motines o
conflictividad social producida en Andalucía y Aragón como consecuencia de abusos nobiliarios).

Otros cambios en la sociedad estamental de importancia clave vienen dados por la fuerte
presencia de las oligarquías como una realidad permanente de la estructura social: son un factor
más de bipolarización en el que se inclina la balanza a favor de un sector privilegiado que quiere
tener más riqueza y poder. Aparecen dentro de estas oligarquías grupos dominantes y grupos
dirigentes hasta el punto de que los grandes que rodean a los monarcas ejercen un papel
absolutamente dominante dentro de la nobleza (Medinaceli, Alba, Lerma, Olivares, Zúñiga). Se
trata del paso previo a la aparición de los validos. De ahí que más allá de la oligarquía como grupo
dominante dirigente entendamos que dentro de ellos está presente la idea de un grupo de poder
para dirigir, dominar y confirmar sus intereses en el sentido más reducido posible. Además,
pretende recuperar los posibles privilegios perdidos, alguno de ellos incluso desde la época de
Fernando e Isabel (como las regalías).

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Al consolidarse estos grupos de poder, el estamento de la nobleza dará lugar a las élites de
poder, características de este siglo por representar a las minorías dominantes sobre las que se
apoyará el monarca. Cuatro factores impulsan la valoración de las élites de poder:

1. La nobleza ha abandonado en el s. XVII unas funciones que la han caracterizado desde


la E. Media: las funciones de guerra. Esa antigua función guerrera es sustituida por la búsqueda de
legitimar su posición de privilegio, algo que conseguirán a través de mecanismos institucionales.
2. Reducción de cuadros. La élite es una idea que fortalece el grupo dirigente minoritario.
Olivares va a crear unas Juntas controladas por él a partir de la designación por él de miembros.
Además, elimina los Consejos, los cuales no dominaba.
3. Renovación de las vías de acceso a dichas minorías de privilegiados. Una de las
renovaciones consiste en la posesión de títulos nobiliarios y de propiedades vía mayorazgo.
4. La relación de la nobleza y del poder soberano bajo la forma de Estado.

El grueso de la nobleza es la composición jerárquica en función de condiciones económicas

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y de manejo del poder: va desde el hidalgo (el más bajo), pasa por el caballero (la medianía) y llega
a los titulados (condes, duques y marqueses). Más allá de los titulados se hallan los “Grandes de
España”, como el caso de la Casa de Alba. Los grupos medianos son la representación de la
burguesía del quinientos, que en su mayoría se ha convertido en rentista, especulando y acaparando
cargos y oficios, viviendo de las rentas de la tierra y habiendo perdido su conciencia social. Por su
parte, el campesinado pasa por un proceso de fuerte empobrecimiento, endeudamiento y sufre una
alta presión señorial que genera una crisis de la comunidad rural que provocará que emigren hacia
las ciudades. Es un fenómeno que empobrecerá aún más la vida de las ciudades.

La sociedad marginada

Son los pobres, los gitanos y los moriscos y forman parte del Estado llano. Ante esta
realidad de la situación social y económica encontramos a grupos que responden a un tipo de
análisis diferente que, no obstante, también se encuentra con la realidad social y económica y viven
dentro de las decisiones políticas tendentes a censurarlos y que pueden alcanzar el culmen con su
expulsión.

1. Los gitanos representan una idea estereotipada que los considera un grupo que se auto
margina, pero también se les excluye. Para hacer frente a este problema, el Estado aplica una
regulación extrema (llegándose a la expulsión) y externa (no se les integra porque son usados como
un chivo expiatorio, es decir, se les culpa de los robos, de las calamidades, de las situaciones de
crisis…) a dicho problema. La documentación existente acerca del problema gitano es enorme,
sobre todo por parte de los Cuadernos de Cortes y la Novísima Recopilación de las Leyes de
España.
2. En la tendencia del XVII, claramente negativa, prolifera un conjunto de apelativos
peyorativos hacia este grupo de la sociedad marginada, integrado por desposeídos, ociosos, vagos,
maleantes, vagabundos, pícaros, mendigos, desempleados… En definitiva, los pobres. Constituyen
el polo más frágil y el más numeroso.4 Su presencia es habitual en los núcleos urbanos, donde se
había expandido una sociedad en auge del s. XVI, pero a ella han emigrado, ante la presión fiscal
del mundo rural, oleadas de pobres en busca de trabajo, de limosna, de caridad pública o privada, en
suma, en busca de la denominada por la literatura “sopa boba”. Cuando se habla de la pobreza se
señala la realidad del XVII porque es la conjunción de dos factores: uno dice que es fruto de un
sentido religioso (el pobre es necesario para que el rico se salve por medio de la limosna), y otro

4
En este sentido pueden destacarse trabajos como el de Elena Maza Zorrilla, que ha analizado
exhaustivamente el problema de la pobreza y ha estudiado cuantitativamente el número de pobres durante los siglos
XVI, XVII y XVIII.
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expresa una mala planificación en el ámbito de la economía política.5 Se buscan respuestas a este
problema desde el punto de vista económico, demográfico y sanitario par que, de alguna manera,
evitar esa situación. Estos programas secularizadores que tratan de eliminar el problema de la
pobreza se encuentran en los textos de los regionalistas y memorialistas del XVII, caracterizados
por una reglamentación de la pobreza, llegando incluso a la selectividad de la pobreza (pobre
verdadero y pobre vergonzante). Otro elemento importante son los mecanismos de creación
institucional: construcción de hospitales, albergues y la educación laboral.
3. Los moriscos están viviendo el momento de su expulsión por ser considerados otro chivo

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expiatorio: por razones religiosas de intolerancia. Entre 1613 y 1614 se aprueba el edicto de
expulsión de moriscos, el cual supone un grave problema jurídico al ir contra los fueros de
Aragón (los moriscos se encuentran en este territorio y en Valencia) y plantea un grave problema
teológico y moral (un monarca católico expulsa a una minoría en la que existen mujeres, ancianos
y niños, los cuales pierden todas sus propiedades). Para eliminar este problema, Felipe III nombra
responsable a su valido, el duque de Lerma, y este elige a un consejo de teólogos, acabándose así
con los problemas de conciencia y de moral. En el territorio de la actual Comunidad Valenciana
esta expulsión supone un enorme perjuicio para los señores, pues eran terrenos en los que el
regadío tenía una importancia fundamental. Habrá que hablarse también de un problema
demográfico, con el abandono de muchos territorios; así como fiscal con la bajada de las rentas
señoriales.

3.3. Teoría, práctica y aplicaciones del pensamiento mercantilista en la España del siglo XVII.

Por mercantilismo entendemos un conjunto de medidas con elementos teóricos y prácticos.


Esta doctrina, que en toda Europa es aplicable con la denominación de mercantilismo, tenía por
objeto superar la crisis económica, la fragilidad del sistema productivo. Dicha superación vendría
de la mano de las prácticas comerciales y de las prácticas manufactureras e industriales,
abandonándose ahora todo lo que se refería a una economía agraria (agricultura y ganadería), que
han sido fundamentales en el siglo anterior y a las cuales de algún modo se volverá en el XVII con
la denominada fisiocracia6 (amor a la tierra, la cual es considerado como el mejor bien de
provecho). El agotamiento agrario, las condiciones climáticas, el descenso de la población y las
calamidades de los reinos hicieron que en el s. XVII los campos se abandonaran y se produjera el
éxodo de la comunidad rural al mundo urbano. La recuperación económica debe provenir ahora del
comercio y la manufactura.
El mercantilismo es un sistema doctrinario. No puede confundirse con un modo de
producción. Está basado en el dirigismo y en el intervencionismo del Estado en materia económica
y se halla motivado por las circunstancias de una realidad negativa, con una sociedad en crisis. el
mercantilismo tendrá un marco teórico y uno práctico que procurará aplicarse en los denominados
marcos de aplicación de la doctrina mercantilista. Este mercantilismo tendrá una difusión a nivel
europeo. Su problema en España es la imposibilidad de su adaptación.
Diferentes autores han distinguido periodos para comprobar que el proceso del
mercantilismo no ha sido siempre el mismo. E. James, en un tratado acerca de la historia del
mercantilismo, sugiere la posibilidad de que en lugar de observar el mercantilismo como un cuerpo
compacto sin divergencias, se establezcan tres fases en su desarrollo:

1. Una primera fase denominada bullonista, “fase del bullonismo” o “metalismo”. Equivale
a la acumulación de metales, es decir, cuantos más metales acumule un Estado, mayor será su
riqueza. En esta fase se identifica claramente la llegada de oro y plata de América de la etapa
posterior a la conquista y en la colonización de las Indias.

5
Dentro de los llamados humanistas cristianos se puede mencionar a Cristóbal Pérez de Herrera, autor de
Amparo de pobres; Juan Luis Vives, Domingo de Soto o Juan de Robles.
6

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2. A partir del s. XVII, sobre todo de 1615, aparece un autor francés llamado Antoine de
Montchretien que escribe un tratado de economía política, el cual da un giro en la consideración de
la doctrina mercantilista. Montchretien considera que no es la acumulación de dinero lo que hace
que alguien sea rico, son que ser rico es generar riqueza y productividad, es decir, que a través de la
inversión la riqueza se multiplique. La simple acumulación para él no es más que un signo de
avaricia. El Estado no se hará rico con la llegada de metales preciosos, sino que para enriquecerse
deberá fomentar la riqueza y generar beneficios e inversiones productivas. Se llega a hablar de que
España se comporta como las Indias de Europa, pues el oro y la plata que llega desde América en
lugar de ser utilizado en inversiones, sale a las distintas zonas de Europa como consecuencia de la
economía de guerra y de las compras de objetos de lujo. La inexistencia de un modelo productivo
no genera beneficios, sino únicamente acumulación. Para Montchretien el Estado debe concentrar
sus esfuerzos en dinamizar su proceso productivo y no en la simple acumulación.
3. Llega a la conclusión de que el mercantilismo es una economía política propia de los
estados absolutistas, donde el enriquecimiento del monarca exige el enriquecimiento de la
comunidad nacional. No era que la monarquía fuera rica como depositaria de los bienes y de los

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beneficios, sino que fuera rico el Estado.

Estas fases del mercantilismo tienen un significado de lo que entendemos por una economía
estatal basada en un sistema de unificación, que no es posible si hay aduanas y barreras entre unos
territorios y otros. En España se comprueba que la unidad del Estado es inexistente, lo que impide
el desarrollo de las prácticas mercantilistas. Las economías dirigidas e intervencionistas favorecen
el monopolio estatal, así como la creación de compañías de titularidad estatal y de compañías
anónimas o de particulares. Además, el desarrollo de una economía estatal debe favorecer el poder
desde el dirigismo y el intervencionismo político; y también, al basarse en un sistema monetario,
debe poseer una balanza comercial favorable (se debe vender más que comprar) sin la cual un
Estado no puede progresar, quedando sometido al crédito y al endeudamiento. Por último, existe
una nueva concepción de la economía por parte de la sociedad, la cual ve un predominio del interés
y de la fuerza, y ya no existe la ética ni la moral (es el triunfo de Maquiavelo sobre Erasmo).
Todas las grandes monarquías europeas del XVII se empeñaron en esta vía del
intervencionismo económico desde la teoría y la práctica, cuyos campos de aplicación pasan por
los siguientes niveles:

a) la permanencia de la presencia monetaria como fuente de riqueza (tesis bullonista:


avaricia);
b) la conquista de metales precioso debe ponerse en manos del Estado (dirigismo e
intervencionismo);
c) el Estado debe garantizar la posesión del metal a partir de unos procedimientos que solo
le corresponde a él (explotación de las minas);
d) impedir la salida del metal al exterior y favorecer la entrada;
e) organizar y planificar la actividad manufacturera y la comercial (por ejemplo, con
medidas poblacionistas, con medidas de control de salarios y precios, fomento de puestos de
trabajos, creación de las manufacturas reales);
f) los estímulos a la inversión productiva (que permitirá que el dinero acuñado y atesorado
circule);
g) un sistema fiscal favorecedor de las exportaciones y con altos gravámenes a los productos
importados (favorecer la exportación y el consumo de los productos nacionales);
h) lograr mercados privilegiados (lo que implica favorecer el colonialismo, pero solo si se
dispone de una marina fuerte);

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La monarquía hispánica consideró como ciertas estas medidas de aplicación que definen el
mercantilismo: no rehuyó esta situación, sino que las entendió como esenciales.7 Pero no se aplicó
un sistema mercantilista en la economía española: había que tener en cuenta que no existe una
entidad unificadora ni homogénea, tanto en lo político como en lo económico, y tampoco en la
demografía ni en la holografía. Otra razón importante es la política exterior de los Austrias,
vinculada a la guerra y al gasto para preponderar en Europa, lo que implica insertarse en una
economía europea donde cada vez se es más débil por la falta de producción. Esto también se hacía
notar en las relaciones mercantiles con las colonias americanas al incrementarse la piratería y de la
llegada de competidores europeos (ingleses, franceses y holandeses) en los mercados americanos,
hasta entonces exclusivamente controlados por España. De ahí se explica que existiera una
subordinación de la economía española a los intereses de otros países europeos. Por último, una
tercera razón es la intromisión de los extranjeros en el control de la economía española, así como la
práctica del contrabando, la incapacidad de un sistema protector por el plan de las aduanas
existentes (no muy convincentes) y la existencia de la presión fiscal (que sigue gravando la
producción de la materia prima).

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3.4. La debilidad económica: decadencia, regeneracionismo y reactivación.

Se parte de un cambio de coyuntura de una fase “A” a una “B” de debilidad económica. La
crisis de este s. XVII necesita de una explicación que proviene de la idea de decadencia, que
consiste en una serie de factores atendiendo por una parte a la situación agraria, la del artesanado y
de la economía urbana; y de otra a las actividades comerciales, a la hacienda y al sistema financiero.
Además, este esquema que surge de la idea de decadencia precisa de tres rasgos, como pueden ser
el nuevo modelo cultural (cultura barroca): un claro ejemplo de lo que significa la decadencia, es
decir, más allá de ser un estilo artístico se trata del concepto que marca una época. El segundo rasgo
tiene que ver con el espíritu que pretende salir de la crisis, o sea, existe una conciencia de crisis
como aspecto que demuestra que el país está enfermo y se piensa para superar la coyuntura. El
tercer y último rasgo proviene a partir de los planteamientos dados para superar la decadencia por
medio de la idea del regeneracionismo.8

Factores agrarios, el artesanado y la economía urbana.

a) En cuanto a los factores agrarios, hay que señalar que se produce una recesión
importante en la propiedad de la tierra, que se halla en su mayoría en manos de los sectores
privilegiados. La producción agrícola disminuye al mismo tiempo que lo hace la población rural al
recrudecerse la percepción de las rentas (incremento de los impuestos), al no renovarse las técnicas
agrarias (continuidad de los modelos extensivos), etc. También ocurre la pérdida de importancia de
la lana española en el mercado, el alza de los precios… Algunos historiadores hablan de reajustes
económicos en lo referido a la actividad agraria y señalan que en algunas zonas de Castilla y León
(Burgos y Palencia fundamentalmente), zonas con pequeña población y una producción extensiva
se obtenían unos rendimientos considerables. En cualquier caso, se trataría de casos aislados.
b) Para con el artesanado, la industria y la economía urbana, se caracteriza por su
recesión. Se trata de un mercado cerrado y de una industria que no compite con la producción
extranjera al poseer unos elevados costes de producción. Tiene lugar el derrumbe de la construcción
naval y fuertes pérdidas en la siderurgia y de la industria textil dedicada a la seda, consecuencia

7
Autores que se mezclan en estas tesis doctrinarias: Luis de Ortiz, consejero de Felipe II y asesor en el
Consejo de Hacienda, escribió un memorial en 1558 en el que informa al monarca de que si sigue manteniendo ese
sistema económico no habrá posibilidad de salir de la crisis, ya que los campos de actuación señalados no se estaban
llevando a cabo en dicho programa económico. Sancho de Moncada, Fernández de Navarrete, Álvarez de Osorio,
etc. van a seguir intentando ordenar la economía de España según las medidas del mercantilismo. Con esto se quiere
decir que había un grupo de la sociedad de España que tenía conciencia de crisis.
8
Es una conciencia que arranca a partir de los estudios planteados por los autores de la nota 7.
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principalmente de la expulsión de los moriscos en la zona del Levante. El siglo XVII significó en
muchos aspectos el fin de la pujanza artesanal española, o, al menos, el giro definitivo de la
actividad fabril entre las zonas de interior y la periferia. Las ciudades castellanas sufrieron el
hundimiento de su industria textil desde la década de 1620, sobreviviendo una producción marginal
en ciudades destinada a productos de lujo que se exportan fuera de España. La producción masiva
desaparece, sin embargo, durante la segunda mitad del siglo el sector textil se reactivó al amparo de
una política de protección del sector nacida en el reinado de Carlos II. Esta política potencia la
llegada de artesanos especializados del extranjero y articula una serie de medidas reclamadas por el
sector textil. Esta política de atracción del sector textil se basaba en la capacidad del Estado de
atraer fabricantes extranjeros con el objetivo de imitar sus productos. La mayoría de los que
llegaron, sin embargo, fracasaron a causa de la resistencia de gremios y cofradías, y por la
inestabilidad del sistema fiscal y monetario; es decir, aunque acudieron muchos, se desarrollaron
muy pocos. Esta resistencia no impidió, en cambio, que otras industrias comenzaran a repuntar ya
en la primera mitad del siglo, concretamente, los altos hornos, cuyo éxito, sin ser inmediato, puso
las bases para la siderurgia en el Norte de España.

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Actividades comerciales, la hacienda y el sistema financiero.

a) En cuanto al comercio, como consecuencia del auge de las demás potencias europeas y de
las prácticas mercantilistas en el exterior, así como la reducción del tráfico comercial con las
colonias americanas, el comercio español ha quedado limitado. Es una falta de comunicación
comercial paralela al cese de las posesiones coloniales: el tiempo de pacifismo de Felipe III (paz
con Francia, Inglaterra y Holanda hasta 1618) queda atrás con la política belicista de Felipe IV, la
cual acaba con tratados e intereses muy desfavorables para la monarquía española.9 Si las relaciones
comerciales se venían abajo interior y exteriormente, no hay que olvidar que el comercio con
América cada vez era menor, con lo que la balanza comercial era realmente negativa: El problema
principal era la pérdida de valor de la moneda corriente. El origen de esta crisis son las bancarrotas
del Estado por una parte, y la drástica disminución de la llegada de metales preciosos: el elemento
compensador hasta entonces era el oro y la plata americanos, pero no pasaban por la hacienda
española, sino que directamente estaban destinados al pago de los banqueros y de la deuda.
Además, el origen de la merma en la llegada de metales preciosos puede explicarse sólo
parcialmente por las dificultades del transporte, visibles ya en 1629 con el desastre de la flota de
Nueva España frente a las costas de Matanzas. Para paliar estos efectos, se decide a acuñar moneda
de vellón con menor contenido de plata y oro, la cual se devalúa constantemente. Hasta 1680, la
política monetaria es errática, con deflaciones y aumentos de valor inesperados y constantes. En
1661, la valoración del vellón respecto a la plata es del 75%; del 150% en 1664; y del 275% en
febrero de 1680. Las reformas de 1680 y 1686 acabaron definitivamente con la deriva monetaria,
pero significaron el hundimiento del mercado interior (se ruraliza) rebrotando la práctica del
trueque directo entre productores. ¿Qué comercio existe? Hay unas grandes relaciones que se
potencian con los países Bálticos tras la Paz de Westfalia (sobre todo con en el Reino de Suecia) y
que más tarde será aprovechado por los Borbones; igualmente, no desaparece el comercio
mediterráneo: las transacciones de Aragón, Cataluña y Valencia supondrán un desahogo
económico; y también se encuentra la llamada Carrera de Indias, ampliada hasta Barcelona y que
enlaza con Cádiz y Canarias para alcanzar las Indias.
b) Para con la hacienda y las finanzas, en un primer momento, con el cambio de coyuntura
se produce un respiro económico, consecuencia de los pactos establecidos por Felipe III. Ese marco
de aplicación del intervencionismo permitía sanear la Hacienda. Felipe III simplifica la recaudación
reduciendo los impuestos, y trata de llevar a cabo un proceso de disminución de las acuñaciones
monetarias (que llevaba a procesos inflacionistas), pero no elimina el “resello de la moneda”,
9
Tal y como pasó en 1648 con la Paz de Westfalia; y también en 1659 con la Paz de los Pirineos firmada con
Francia, que implicó un fuerte contratiempo para la idílica preponderancia española en Europa. Y otra puntilla para el
comercio internacional ocurrió con el tratado de 1667 con Inglaterra.
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consistente en duplicar el valor nominal de la moneda (que no el fiduciario), lo que implicaba que
hubiera más dinero en circulación, pero no que la riqueza aumentara. Con Felipe IV la situación
será mucho más compleja, pues con la fase expansionista y militar en la que ha entrado necesita
mayor cantidad de dinero, para lo cual vende tierras, cargos, oficios, devalúa la moneda y la resella,
altera el sistema fiduciario y los sistemas de rentas y pagos… Todo ello va a generar
endeudamientos y dificultades en los pagos, dando lugar a una situación realmente crítica. Este
riesgo se encontrará Carlos II y sus validos, que llevaron a cabo reformas monetarias que
devaluaban el dinero, disminuían el dinero circulante, prohibían las acuñaciones, retiraban la

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moneda alterada y pretendían en la medida de lo posible la bajada de precios, con lo que lograron
mejorar la caótica situación económica. Hubo intentos de reformas, como la creación de los
“erarios” y “montes de piedad”, usados como un remedio para ayudar a las personas necesitadas; y
también la “unión de armas”, que consistían en que si una persona se alistaba al ejército se le eximía
de pagar ciertos impuestos. El Conde Duque de Olivares fue partidario de reducir impuestos y
generar uno único, tratando que se tributara por cabeza en lugar de pagar impuestos indirectos. Eran
impuestos que gravaban bienes de utilidad, como el de la sal. Las reformas técnicas en el cobro de
impuestos también demostrarían que en el s. XVII hubo deseos de cambiar el sistema financiero
para conseguir mayores beneficios.10

Conciencia de crisis, regeneracionismo y reactivación: memorialistas y arbitristas.

El significado de estos arbitristas y memorialistas implican que son una pieza clave para
reconstruir la Historia de España del s. XVII. Estos individuos desarrollan la anticipación de la
racionalización ilustrada: son unos “prerracionalistas”. Para los historiadores de la economía, el s.
XVII español supone el nacimiento de una literatura económica específica. Los memorialistas y
arbitristas no son nuevos en el panorama intelectual hispánico, pero presentan signos nuevos y
características renovadas. Suponen un testimonio extremadamente complejo de la situación vivida
por España en estas fechas. En 1669, la idea colectiva era la de completa ruina. A diferencia de los
pensadores precedentes, el s. XVII contempla el fin del predominio de los escolásticos y un giro
hacia el pensamiento político más práctico que teórico (el regeneracionista idealiza la crisis en el
sentido de que existen unas ideas que hay que llevar a la práctica por parte del que tiene la
responsabilidad de gobernar). Además, hay una renovación como alternativa con el fin de evitar
continuar con los defectos en los que está cayendo la monarquía desde hace décadas, como en la vía
del comercio, de la inversión, de la regeneración productiva, de las políticas de fomento de la
natalidad… A los tres aspectos anteriores hay que añadir la difusión de esas ideas y su
planificación, presentes en los programas y en el significado del memorialismo. También, los textos
escritos por estos autores tienen un sentido de la oportunidad (cómo administrar la abundancia de
oro y plata, el proceso alcista de los precios debe ser rebajado, cómo controlar la entrada de
mercancías extranjeras para que no provoquen una mala competitividad con los productos
españoles…). En definitiva, estos regeneracionistas reaccionan de una forma racionalista, con una
metodología propia del s. XVII consistente en que se trata de individuos observadores de la realidad
de la que son protagonistas: se ve aquí la idea de Descartes de que todo método racional debe
iniciarse con la observación.
El antecedente del regeneracionismo de España en 1558 es Luis de Ortiz, proponiendo en
su memorial algunas prácticas memorialistas. Asimismo, un autor que demuestra con claridad ese
cambio de signo de lo teórico a lo práctico y la primacía de lo político frente a lo espiritual es
Martín González de Cellórigo. Su aportación más importante será el memorial de 1600, cuyo
título Memorial de la política necesaria y útil restauración de la república de España y Estados de
ella y desempeño universal de estos reinos se considera un tratado clásico de política económica en

10
Son los casos de Francisco de Villoslada, a quien el Conde Duque pide opinión para modificar el cobro de
impuestos, o Francesco Zentani, otro asesor que se incorporó como técnico para colaborar con el Conde Duque en la
modificación del sistema fiscal.

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el que se descubren influencias de otros autores, especialmente de Juan Botero y del francés Jean
Bodin. Sin duda, este texto es el más influyente en la literatura posterior, y trata los temas de la
despoblación, el deterioro progresivo de las economías familiares campesinas, la imposibilidad del
pago de las deudas contraídas, el exceso de tributos y los remedios que se pueden aportar. Este
trabajo se considera el prototipo en cuanto a los trabajos de memorialistas y arbitristas. Por su parte,
Sancho de Moncada tiene un perfil diferente por ser abiertamente mercantilista, por un lado, y por
considerar el comercio como una actividad cuyo juego de intercambios era de suma cero, es decir,
si aumenta en un lado, disminuye en otro. Es el inicio de la interpretación de la economía
monetaria. Sus Discursos, ocho en total, escritos en 1618, fueron ampliamente difundidos por los
teóricos del siglo XVIII con el título más conocido de Restauración política de España. Junto con
Cellórigo insiste en la despoblación, pero además trata temas como la relación entre la abundancia
de metales preciosos y la acuciante inflación de precios. El comercio de los extranjeros es también
objeto de revisión, en lo que se muestra abiertamente mercantilista, y lo más interesante, quizá, es
que plantea un esbozo de la conocida teoría de la población malthusiana (la relación entre los
recursos y el número de habitantes).

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Otro memorialista importante y más avanzado es Pedro Fernández de Navarrete,
considerado como el más político de los memorialistas de la primera mitad de siglo. Su obra está
específicamente orientada a la solución de problemas y, de hecho, su obra principal, los Discursos
políticos de 1621, surgen como respuesta a un encargo del Consejo de Castilla. Estos discursos son
más conocidos cinco años más tarde de su publicación por el título de Conservación de Monarquías
y discursos políticos. Precisamente las demandas de otra institución del Estado (Consejo de
Hacienda) provocaron una cascada de obras orientadas a solventar problemas hacendísticos. Se
trata, por ejemplo, de propuestas para la reforma de la agricultura, la mejora de la población, el
desarrollo de la industria, la reforma de la propia estructura administrativa, etc. También está
Miguel Caxa de Leruela (Restauración de la abundancia de España, 1631), que indica que el gran
problema de España es la despoblación, y propone medidas para afrontar la ganadería mesteña (para
darle una mayor importancia al mercado de la lana).
Los memorialistas son básicamente los que escriben en la primera mitad de siglo. A partir de
ahora se darán arbitrios, que surgen como remedio. La mayoría son solo oportunistas de calidad
muy desigual que provocaron sátiras muy ácidas (sobre todo por Quevedo) hasta el punto de
denotar el término arbitrista como tipo de personaje quimérico, poco formado y sin conexión con la
realidad. Sobre esta tónica general destacan las obras de algunos importantes teóricos que vivieron
y escribieron entre los reinados de Felipe II y Felipe III. Quizá el más interesante sea Cristóbal
Pérez de Herrera, quien trató el tema de la decadencia desde el punto de vista de su incidencia
social, aportando una visión política del problema de la pobreza. Al final del siglo, durante el
reinado de Carlos II, aparece la obra importante de Miguel Álvarez Osorio, un autor prolífico y
que destaca sobre los demás por el tratamiento empírico, econométrico, de los asuntos económicos,
y que a pesar de no presentar grandes novedades respecto a otros arbitristas, presenta la economía
desde un punto de vista globalizador. Esta visión globalizadora economicista va a ser clave en los
trabajos de intelectuales posteriores (Campomanes o Joaquín Costa). Lo importante es su visión de
la economía como una herramienta social.
En la reforma de la agricultura, que es uno de los temas más importantes del siglo, puso
Lope de Deza su punto de mira. Su obra gira en torno a problemas clásicos del agrarismo español,
como por ejemplo, la excesiva fiscalidad que gravaba a los campesinos junto a la necesidad de
redirigir las inversiones improductivas (lujo, fiestas, títulos del tesoro…) hacia el campo y dotar a la
agricultura de nuevos recursos técnicos. El pensamiento de Lope de Deza pervive en el tiempo de
forma constante. En cuanto a Francisco Martínez de la Mata (Memoriales y Discursos, 1650-
1660), quizá el más internacional de los arbitristas en el reinado de Felipe IV, orientó su reflexión a
la teoría mercantilista, es decir, hacia la protección de la industria y el comercio, porque
consideraba ambos elementos el origen de la pobreza y la despoblación de España ante la
protección que se daba a los productos extranjeros. Para él la ruina de la industria arrastra a todo lo
demás. De sus reflexiones podemos extraer los intentos de reforma llevados a cabo durante el
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reinado de Carlos II a través de la Junta de Comercio (1668-1669) y también, posiblemente la


política de producción industrial de la Secretaría de Estado durante los Borbones. Es muy
importante porque desde el punto de vista teórico es el primero que hace surgir la idea de que la
agricultura por sí misma no es importante, sino que hay que potenciar la industria para darle toda su
importancia.
En la mayoría de los escritores políticos y económicos se describe, por tanto, una política
mercantilista más o menos clara. En España no hubo una verdadera política mercantilista hasta el s.
XVIII. Las diferentes propuestas de los últimos años del siglo XVII, por influencia francesa, se
aplicarán a la cuestión de la balanza comercial, pero fueron incapaces contener la entrada de
productos o la salida de capitales del país. Con frecuencia se ha considerado que la madurez del
Estado moderno limitaba cualquier tipo de intervención en la vida pública económica o política. No
cabe duda, sin embargo, que se intentaron programar políticas de corte mercantilista en la medida
en la que las urgencias del Estado lo permitieron (que fueron muy pocas). Esta circunstancia se dio
cuando el fin de la hegemonía española en Europa se concretó a partir de la firma del tratado de
Nimega (1676). Sólo en ese momento la recuperación de la actividad económica permitió una

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política de protección arancelaria que no produjo frutos apreciables, pero se mantuvo y perfeccionó
a lo largo del s. XVIII. Es decir, en el XVII la política mercantilista en España es un intento incapaz
de ser llevado a efecto; pero desde 1679 la balanza comercial española permite la puesta en práctica
de estas medidas, aunque no se obtiene fruto hasta el XVIII cuando esta legislación se perfecciona y
se mantiene.

3.5. El Barroco como concepto de época.

El Barroco va más allá del concepto artístico. Las transformaciones económicas y sociales
en la España del XVII fueron claves, aunque no lo son menos que los cambios que tuvieron lugar en
el marco cultural e intelectual. Como reflexión general, el optimismo renacentista y la fe en la
capacidad del individuo se truncan ahora frente a la realidad de la decadencia, las catástrofes
naturales, las guerras, etc. Es en este sentido en el que el Barroco codifica sus fundamentos con una
finalidad muy precisa: fomentar los ideales aristocráticos y el poder justo en el momento en el que
el optimismo renacentista y la fe en la capacidad del individuo comienzan a derrumbarse.
Maravall define el Barroco como una cultura estamental dirigida por el poder que pretende
reforzar a través de la educación y de la propaganda los mecanismos de autoridad exaltando a
quienes la encarnan (la Corona, la nobleza y el clero). La cultura barroca es a) conservadora, un
freno consciente a los intentos de subversión social; b) es una cultura que pretenda dar un gran
alcance de difusión dado que está destinada a transmitir un mensaje de amplio calado social; no es
como el Renacimiento, una cultura elitista; c) es también una cultura urbana porque fue
precisamente en las ciudades donde se crean las condiciones necesarias para que esta se desarrolle.
Es, en definitiva, compleja y contradictoria (Benedetto Croce). Desde un punto de vista cultural, se
ha atribuido al Barroco una ligazón muy fluida con la Contrarreforma y su estética; sin embargo, es
simplificar demasiado el estilo. Y d) fue la estética de la propaganda, del efectismo, lo que
convierte al Barroco en la mejor herramienta de la Contrarreforma. Juan Luis Palos indica que a
partir del XVII la mayoría de las monarquías europeas pasaron a considerar entre sus objetivos
fundamentales la formulación de un arte oficial estrechamente controlado, dirigido y orientado a
la exaltación de la monarquía. Una manifestación de este proceso es el renovado mecenazgo,
especialmente activo durante el reinado de Felipe IV. Otra iniciativa perfectamente identificable
será la construcción de palacios, residencias reales como el Buen Retiro (comienza a construirse en
1630). En este caso, tanto la arquitectura exterior como la interior, tienen como objetivo lanzar un
mensaje de magnificencia y autoridad de la monarquía, y presentar el continuo histórico de su
legitimidad. Más allá de estas obras arquitectónicas, fue la profusión de fiestas, de decoraciones
urbanas, de ceremonias públicas y los juegos y fiestas los actos teatrales que sirvieron para legitimar
tanto el poder del rey, como el poder de las instituciones y la aristocracia. Las principales ciudades
españolas multiplican el número de plazas porque son el escenario de la fiesta pública.
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Esta forma de comportamiento de la monarquía fue imitada por la aristocracia a pesar de las
múltiples críticas vertidas contra ellos por todo tipo de moralistas. Era esencialmente el contraste
entre la pobreza de la gente y el fasto con el que estas fiestas se desarrollaban. La mayor parte de
los aristócratas españoles del XVII eran mecenas o se hacían rodear de una verdadera corte de
artistas. El propio Conde Duque de Olivares es uno de ellos, pero quizás el más llamativo fue
Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos y virrey de Nápoles, quien tuvo entre sus protegidos
a los hermanos Argensola, Ortigosa, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo y Miguel de
Cervantes, a los cuales protegía directamente, además, era el mecenas del teatro español del
momento. Otro importante mecenas era el Duque de Alba, que tenía en Abadía un palacio hecho al
estilo barroco italiano, residencia de verano de Lope de Vega. Su lugar de reunión dejó de ser la
universidad para trasladarse a las academias en las que florece el culteranismo y la emblemática,
que es el paradigma de la cultura aristocrática.
El mundo ligado a la religiosidad es, sin duda, el que más abiertamente cabe definir como
barroco. Se da entre los españoles una conducta militante en lo religioso que no debe hacernos dejar
de ver un proceso de interiorización de las creencias cuyo origen se remonta a finales del siglo XV.

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El reflejo más claro de esta idea se ve en la difusión de obras como La oración y la meditación de
Fray Luis de Granada, que si bien se publicó en 1545, tuvo más de 150 reimpresiones hasta 1680.
Esto llama a la interiorización de la fe. El triunfo de la ascética11 a imagen de lo propuesto por
Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales caló profundamente en las capas populares. Sin
embargo, el medio más eficaz de difusión de la cultura barroca fue el predominio de las imágenes
en todos los lugares del culto. Se multiplica el número de imágenes, incluyendo a los nuevos santos
como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz… Incluso, la apertura y la fascinación que sugiere el
trasmundo tienen que ver con la idea de trascendencia y transfiguración en el sentido más
religioso de la palabra. Esta idea expresa que el concepto de trasmundo se encuentra junto a las
ideas racionalistas, una connotación contradictoria que dará lugar a la atracción por la superstición y
lo sobrenatural. La simbología de las artes plásticas se somete a una elaboración sensual e
intelectual para el consumo de las masas (teatro, templo, palacio o cualquier centro urbano). Se
podría decir que el fenómeno de la imaginería es usada como pedagogía (la escritura y la palabra
son difíciles de entender para una población en la que más del 90% no sabe leer ni escribir) y
control porque va a orientar la atención y la opinión, así como excitar la devoción y enternecer la
sensibilidad de los individuos (las buenas obras, la vida y los misterios de la Virgen, la autoridad
del papado, la representación de la Gloria y el Éxtasis, las vidas de santos, la visión de la idea de la
muerte…).
En resumen, la cultura del Barroco aparece como una cultura dirigida, masiva, urbana y
conservadora. Con el Barroco nos encontramos por primera vez con una cultura vulgar, universal.
Algunos ejemplos clásicos como la representación de las comedias o la producción masiva de
objetos estéticos de contenido ideológico son buena prueba de ello. En la década de los 80 alcanza
su madurez en España, y a partir de ese momento se exporta a las colonias, siendo allí donde se
reafirmó y desarrolló en sus manifestaciones más extremas.

3.6. Monarquía Hispánica y Reinos: de la dialéctica política a los conflictos.

El Estado, el Ejército y la Hacienda eran para Tomás y Valiente los tres problemas más
graves de España en el s. XVII, de tal manera que hablaba de un problema constitucional. Los tres
conceptos fundamentales para este autor son, asimismo, nación, monarquía y Estado. Con esto, se
formula una pregunta: ¿cómo constituir el Estado en este tiempo sabiendo que está fundamentado
en una monarquía con coronas, reinos y naciones? Sea de una manera o de otra, los problemas del
ejército y de la fiscalidad estaban presentes, por lo que las tensiones y los conflictos estaban
asegurados desde el punto de vista institucional y de cada reino, ya que España era un

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(DRAE, sub voce): Dicho de una persona: Que se dedica particularmente a la práctica y ejercicio de la
perfección espiritual.
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conglomerado de problemas políticos: el modelo absolutista del Estado tiene en su organización


naciones, reinos y unos determinados intereses militares y fiscales. Esta monarquía del s. XVII
tendrá que compartir su protagonismo con los reinos, siendo gobernada y administrada por un
conjunto de instituciones (entre las que destaca la figura del valimiento). Este absolutismo
doctrinario se basa en dos tesis antagónicas: el absolutismo defendido y el absolutismo combatido.
Paradójicamente, cuando más se combate y defiende el absolutismo en España es en el XVII. El
gobierno y administración de la monarquía y de los reinos tiene un problema institucional: no se
pueden atender a las necesidades de los reinos con las mismas instituciones de la monarquía (el rey,

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los consejos, sistema polisinodial…). En concreto, cuando se analiza el valimiento (características:
tener en cuenta sus etapas, sus funciones, planes reformadores y el nivel de las actuaciones).

Instituciones, Juntas, y la administración de los reinos.

Si nos adentramos en el absolutismo doctrinario (en el pensamiento político en el que hay


que encajar a esta monarquía), en el s. XVII existen diversas opciones, entre las que hay que señalar
el racionalismo, el moralismo, el tacitismo y el casuismo. La comunidad política en la se cimentará
esta monarquía, compuesta por las coronas y los reinos, están vinculadas por la común dependencia
a un mismo monarca. El concepto, sin embargo, admite perspectivas distintas, con lo cual está
enrareciendo el ambiente a la hora de entender el sistema político ante el que nos encontramos. Se
trata de una monarquía austracista, es decir, vinculada a los Habsburgo, pero también de una
monarquía católica en el sentido que dispuso la idea imperial carolina del uso de la universitas
cristiana como idea global; y también es una monarquía hispánica que destaca los valores existentes
en la antigua Península Ibérica desde la realidad de Hispania. Es un Estado plural con unas
conciencias nacionales diferentes que dan lugar a una cierta oposición y resistencia frente al Estado,
lo cual nos lleva a la idea de que ese absolutismo doctrinario tiene dos caras: la expresión “quienes
combaten, comparten” significa el enfrentamiento entre una visión uniforme del Estado y quienes
concebían un Estado plural. Todos ellos forman parte de la misma monarquía y al mismo tiempo
combaten, por lo que forman parte tanto de una unidad como de una pluralidad. Todo esto hace que
la situación de la monarquía en el XVII sea difícil.
La monarquía hispánica, ya conocida como tal, se enfrenta a un creciente problema de
inestabilidad constante, pero no fue así durante todo el siglo. Una primera etapa que nos conduce
hasta los años 30, es de conflictividad baja, a pesar del problema morisco, que se llega a interpretar
básicamente como un problema administrativo. A partir de los últimos años de los 20, puede
encontrarse una segunda etapa, plagada de motines y revueltas anti-fiscales, significada además por
los intentos separatistas catalán y napolitano y por el inicio de la recobrada independencia
portuguesa. A partir de la muerte de Felipe IV se iniciaría una nueva época con el cambio de
reinado, pero los conflictos adquieren un marcado carácter local. Por ejemplo: las grandes revueltas
urbanas prácticamente desaparecieron, pero empiezan a surgir problemas donde nadie lo esperaba.
Es decir, la conflictividad continúa, pero se hace local. La última parte del reinado de Carlos II se
reinstaura la conflictividad social principalmente como consecuencia de las presiones fiscales
provocadas por la guerra contra Francia. En definitiva, la monarquía tuvo que hacer frente a una
disparidad creciente y contradictoria de la evolución del Estado, incapaz de aglutinar todos los
reinos en un solo gobierno, es decir, de eliminar las instituciones intermedias, disgregó a su vez el
Estado central, dando mayor protagonismo a las Juntas frente a los consejos.
La proliferación de Juntas fue la respuesta de la monarquía hispánica a las necesidades del
gobierno. Estas Juntas son pequeños comités casi siempre temporales que trataban asuntos
particulares, por lo normal directamente intervenidas por el valido. La tipología de las Juntas era
muy diversa: la mayoría son simplemente consultivas, sin embargo, existen Juntas con cierto grado
de poder ejecutivo aunque dependientes de un Consejo. Ejemplo de Junta consultiva era la Junta de
Comercio; y una Junta de carácter mixto era la Junta de Contrabando. Menos frecuente era el
tercer tipo de Junta, con capacidad similar a un Consejo, pero directamente dependiente del valido,
su organización era más abierta que la del Consejo, y por lo tanto, era mucho más operativa. Es
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decir, el Estado genera una serie de Juntas que intentan suplantar el papel de los Consejos para
agilizar la acción del gobierno.
La novedad en la administración es la Secretaría de Despacho, que se establece en 1621
con Felipe IV y que con los Borbones se unirá a la Secretaría de Estado dando lugar a la Secretaría
de Despacho y de Estado, base administrativa de España a partir de entonces. Las instituciones de
los reinos de la monarquía hispánica coexisten con las del poder central, alcanzando en algunos
casos un equilibrio entre el todo y las partes, pero en otros casos se ha roto dando lugar a un
desajuste, tal y como ocurrirá a partir del reinado de Felipe IV, especialmente desde 1640 con las
revoluciones de Cataluña y Portugal. Castilla como Corona tiene instituciones con un régimen
jurídico común: las Cortes, el régimen municipal, las instituciones para la administración de justicia
(chancillerías y audiencias), etc. Pero también hay especificidades propias en tres espacios
territoriales dentro de la Corona de Castilla: Canarias, Galicia (con las Juntas del reino de Galicia) y
Asturias (con las Juntas del Principado). En los tres existe una tradición histórica que es respetada.
Un tercer nivel institucional es el de los regímenes jurídico-políticos y administrativos
peculiares: las provincias de Álava y Guipúzcoa, el señorío de Vizcaya y el reino de Navarra. La

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Corona de Aragón, por su parte, se organiza a través del virrey, el gobernador general y el
Consejo de Aragón. De modo particular, para cada uno de los territorios de la Corona (Aragón,
Cataluña, Valencia y Mallorca) hay unos elementos institucionales (Cortes, audiencias…) y un
régimen municipal (vegueres,12 síndicos13…). El reino de Portugal, por su parte, es un reino unido a
España en 1580, pero se acabó separando por razones de violencia, oposición y dialéctica con la
Guerra de Restauraçao (1640-1669). Felipe II tuvo una gran delicadeza con Portugal al no
modificar sus estructuras institucionales. Así, en las Cortes de Tomar se respetaron las Cortes
portuguesas y sus instituciones comunes y peculiares sin introducir ningún tipo de agresión
institucional (salvo en el caso del nombramiento de individuos directamente desde la Corona).

El régimen de valimiento.

Entre las diferentes instituciones comunes que afectan a toda la monarquía hay que destacar
la figura del valido, que no constituye en sí misma una institución. En el régimen de valimiento hay
que tener muy claro que el valido muestra una continuidad desde el final del reinado de Felipe II
hasta Felipe V. Más allá de un recorrido cronológico personalizado interesa entender la
interpretación de la figura institucional del valido para poder captar todo su sentido histórico. En
muchos casos la historiografía ha aportado una interpretación muy frívola de los validos, pero hay
que llegar más allá de esas valoraciones, pues el valido tiene un papel directo en la monarquía.
Sin duda, la principal novedad del siglo es la institución del valimiento o privanza. El valido
es una figura que suscitó desde sus inicios todo tipo de controversias y críticas, positivas y
negativas. La principal crítica negativa residía en el hecho de la interposición de una figura entre los
súbditos y el rey, limitando los derechos de los nobles, por ejemplo, en el reconocimiento de
méritos o el acceso a la justicia (Juez supremo). Otros, en cambio, como Saavedra Fajardo,
entienden que debe consolidarse un “ministro principal” que estuviese por encima de los demás y
ayudase al gobierno de la monarquía. Para él no hay ningún problema de legitimidad en esta
decisión porque la creación de un valimiento es el proceso natural de la evolución en los altos
cargos. La mayoría de las críticas, sin embargo, no se debatían en el marco teórico, sino en la
práctica diaria de la vida cortesana. Los intereses partidistas que manejan los validos representan
durante todo el s. XVII la lucha por el poder de la aristocracia. Esto tiene un doble efecto: por una
parte, afianza a determinadas familias aristocráticas en el poder, y por otra hace de los Consejos una
herramienta menos eficaz porque la toma de decisiones pasa directamente al valido.

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Vegueres: Magistrado que en Aragón, Cataluña y Mallorca ejercía, con poca diferencia, la misma
jurisdicción que el corregidor en Castilla.
13
Síndicos: En los ayuntamientos o concejos, encargado de promover los intereses de los pueblos, defender
sus derechos y quejarse de los agravios que se les hacían.
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¿Cuál es la explicación para el surgimiento de los validos? El valimiento se inicia en el


reinado de Felipe III con el Duque de Lerma. Tras la caída en desgracia de Lerma accede al
valimiento el Duque de Uceda en 1618. En el reinado de Felipe IV, surge el más conocido de todos
ellos, el Conde Duque de Olivares, de la familia de los Pimentel. Todos ellos pertenecen a la Corte
y han desempeñado a lo largo de su vida numerosos cargos al servicio del rey, la mayoría cargos
palatinos. En todos los casos su práctica política anula la acción de secretarios y presidentes de
Consejo sobre los que ejercen una política abiertamente prevaricadora. La documentación acerca
del valido es muy extensa. Se cuenta, por ejemplo, con la famosa sátira política del XVII, con los
tratadistas de tipo propagandístico y con los escritores de poesía y ensayo, los cuales se plantean la
justicia o injusticia de la existencia de los validos y si sus competencias deben ser mayores o
menores. Entre ellos está Diego Saavedra Fajardo, Juan de Santamaría, Fernández de Navarrete o
Carlos Maura Gamazo.
El gobierno de Lerma (portavoz del rey en el Consejo de Estado) estuvo dirigido a
problemas que van a resultar constantes a lo largo de todo el siglo. Sobre todo el descontento
existente en los reinos, las reivindicaciones forales y la degradación de la presencia española en los

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territorios europeos. Es decir, en política interior intenta frenar el deterioro de la estructura de
gobierno de todos los reinos, y en política exterior intenta frenar las reivindicaciones foralistas que
surgen por toda Europa. El cese de Lerma acaba con el régimen del valimiento clásico. A partir de
1643 Felipe IV decide intervenir personalmente en los asuntos de gobierno más importantes,
apoyado directamente por el Luis Méndez de Haro y Guzmán (Conde Duque de Olivares). A la
muerte del Duque de Haro en 1661 el monarca se rodeó de dos asesores distintos: el Duque de
Medina de las Torres para los asuntos de la política exterior; y Castrillo en los asuntos de la
política interior (dado que era presidente del Consejo de Castilla). A la muerte de Felipe IV surge la
Junta de Gobierno para el asesoramiento de la regente Mariana de Austria. Por su parte, el Conde
Duque de Olivares se empeña en lograr el reconocimiento como primer ministro, y para ello
considera que debe dejar de lado entre sus funciones el repartir mercedes; además, acumula
numerosos títulos en su persona con la idea de que le reportara una institucionalización. Saavedra
Fajardo lo considera uno de los grandes políticos de la Historia de España, y dice que “el valimiento
no es gracia sino oficio”, es decir, que es algo que hay que merecer y aprender. Otra de las
características del gobierno de Olivares fue la desmembración del sistema polisinodial. Entiende
que el reparto territorial y el de las funciones de los Consejos le privan de poder y de adquisición de
información. Por ello decide eliminar los Consejos y sustituirlos por Juntas dirigidas por personas
de su confianza y aplicando así un dirigismo que no verá ninguna resistencia. En resumen, muestra
un deseo de renovación concretado en la aprobación de diversas reformas.

Las reformas de los validos.

Hay que destacar las reformas de Lerma con Felipe III y las de Olivares con Felipe IV.

Lerma, con sus grandes esfuerzos reformadores, busca lograr la llama pax hispánica, una
paz con todos los que le rodean que le permita centrarse en la política interna. Con la paz en el
exterior Felipe III está llevando a cabo una política que rápidamente desaparecerá con la llegada al
trono de Felipe IV, cuando el Conde Duque de Olivares entiende esa paz como una forma de
claudicar ante el resto de Europa. Olivares habla de una eficacia en el poder real que posibilite
restaurar su reputación exterior. De hecho, en uno de los manifiestos que envía a Felipe IV indica
que había que conservar lo que quedaba y restaurar lo perdido, una forma de pensar que explica la
intervención de España en guerras exteriores (la Guerra de los Treinta Años). A diferencia de Felipe
III, Olivares entiende que el rey que despierta una mayor atracción es Felipe II (por el sentido
nacional y castellano que muestra en todas sus actuaciones). El dilema del Conde Duque viene dado
por esos objetivos que quiere cumplir teniendo en cuenta que no existe dinero en la Hacienda.
Olivares sigue unas líneas de actuación diferentes a las de Lerma: a) una política
restauradora basada en la restauración de Castilla, b) la defensa imperial de la monarquía
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(colaboracionismo de los distintos reinos en las tareas de la monarquía), c) política austracista y


ecuménica, es decir, se da por acabada la pax hispánica de Felipe III y se pasa al belicismo para
alcanzar el poder por medio de la conquista de territorios, y d) establecer una red de alianzas
matrimoniales, sobre todo con los Augsburgo alemanes. Solo así se podrá conservar un complejo
territorial y habrá una actitud fuerte frente a quienes quieran atentar contra los Austrias. El resultado
fue nefasto porque había un compendio de guerras que acabaron con la hegemonía española en el
mundo. También fracasan por la crisis económica que acucia a los reinos desde el final de la década
de 1620. De hecho, el brote de protestas urbanas de los años 30 tiene mucho que ver con este
fracaso. En el valimiento de Olivares se tuvo que hacer frente a la independencia de Portugal. En
1640 la situación ya es crítica porque una facción de la nobleza y la burguesía habían proclamado
rey al futuro Joao IV en diciembre, lo cual se interpreta como el acto final de una situación que se
alargará, no obstante, durante la mayor parte del reinado de Felipe IV. La independencia de
Portugal tuvo consecuencias muy graves para la economía castellana, pues hubo de hacer frente a la
guerra con un país vecino. La situación fue también grave en estos años en Nápoles y en Sicilia. En
Sicilia se resolvió por medio de cesiones y repartos de trigo, mientras que en Nápoles el gobierno se

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enfrentó a una rebelión de tinte separatista que fue sofocada de una forma pactista, con una
intervención más o menos leve. Además, la política de Olivares fracasa por la aguda crisis
económica vivida en Castilla a partir de los años 30. Fue incapaz de comprometer a los reinos
periféricos ante la necesidad del gasto militar, viéndose en la necesidad de declarar una quiebra en
1627. También en este año se ve reducido el valor de la moneda, pagando tan sólo el 5% del valor
nominal. Esta medida tropezará con la oposición frontal de las oligarquías urbanas y de las
oligarquías integradas en la administración, especialmente las del Consejo de Castilla. A pesar de
que las Cortes concedieron un servicio de millones, la monarquía de Felipe IV se vio obligada a
retirar la protección contra las importaciones y el proyecto de los erarios y montes de piedad. Entre
1629 y 1631 las urgencias financieras son cada vez más importantes en Castilla, hundida en una
profunda crisis que la imposibilita para cargar con nuevas contribuciones a la población.

Las actitudes de Lerma y de Olivares son muy distintas. A nivel interior una importante
diferencia es la de la expulsión de los moriscos, protagonizada por el duque de Lerma. Con respecto
a la política exterior, Lerma es pacifista, pues es defensor de la llamada pax hispánica, explicada
desde la debilidad y desde la necesidad de España con el reconocimiento de la superioridad de otros
países y de la mala situación fiscal, que se traducen en la paz de Vervins de 1598, la paz de Londres
de 1604 o la paz de Amberes de 1609 (al contrario que el Conde Duque de Olivares, partidario de
una política belicista). De todos ellos España sale perjudicada, con tratados comerciales y firmas de
paz que llevan consigo pérdidas de capacidades mercantiles y exportadoras y la subordinación ante
otros países extranjeros (especialmente Francia, Holanda e Inglaterra, las tres grandes potencias del
momento). La política exterior del Conde Duque de Olivares es de carácter belicista, poniéndose fin
a la pax hispánica. La demostración más clara de ello es la entrada de España en la Guerra de los
Treinta Años.
Esta revolución política transcurrida entre 1640 y 1668 es la tercera gran revolución de la
época moderna (tras la revolución religiosa y la revolución científica). Este conflicto entre los
partidarios del orden tradicional (católicos, contrarreformadores, partidarios de la casa de
Habsburgo) y los defensores de un orden moderno (sin los ideales de la Contrarreforma ni la
defensa de los poderes universales [Papado e imperio], representados por Francia) llegará a su fin
con la paz de Westfalia de 1648, donde se sanciona el fin de la política de los Habsburgo y de la
idea imperial de Europa. Las ideas de hegemonía y preponderancia son sustituidas por la idea de
equilibrio. Supone asimismo el arrinconamiento de la tesis católica en el ámbito político europeo
por la razón de Estado de Maquiavelo. El significado de este conjunto de tratados descansa en el
desquiciamiento del mapa del Sacro Imperio Romano Germánico y en la aparición de un nuevo
mapa territorial y político que privilegia los territorios del Norte europeo. Por lo tanto, a partir de
1640 Europa no se estructurará a la manera española. Tras el Tratado de Westfalia el Conde Duque
de Olivares es sustituido por Luis de Haro, responsable de la firma del Tratado de los Pirineos.
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Una de las grandes expresiones y consideraciones será la posible implantación de una dinastía
francesa en España.
En cuanto a la política interna del Conde Duque de Olivares, esta se desarrolla en un período
en el que según Alejandra Lublinskaya tiene lugar una revolución política de toda Europa. Entre
1640 y 1660 tiene lugar la revolución puritana inglesa que da lugar en Inglaterra a un
Parlamentarismo que limita el poder absoluto. Entre 1648-1653 se producen en Francia diversas
revueltas debido a razones fiscales. En los Países Bajos se producirá una separación entre el Sur
(católico) y el Norte (burgués y partidario del liberalismo político y económico). En la monarquía

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hispánica tendrán lugar también diversas revueltas a partir de 1640, tanto de tipo político (defensa
de un nacionalismo periférico que combate contra la monarquía absoluta pero sin un sentido
revolucionario en tanto que no registra transformaciones sociales y económicas) como económico y
social (razones antifiscales y antiseñoriales). Se producen la revolución de Cataluña, la Guerra de
Restauración Portuguesa, el intento de una Andalucía independiente (con motines y conspiraciones
nobiliarias, como la del duque de Medina Sidonia) y alteraciones y motines en Nápoles y en Sicilia.

Carlos II.

Tiene lugar un fuerte ascenso de la aristocracia que justifica la aparición en este momento de
la idea de la aristocratización del poder. El rey Carlos II no es más que una especie de marioneta
en manos de su madre y de sus validos (Padre Nithard, cardenal Portocarrero o Valenzuela). El
duque de Medinaceli y de Oropesa serán los dos últimos validos, los cuales llevarán a cabo
reformas económicas y sociales y serán los responsables de la reactivación de los años finales del
reinado de Carlos II. Tras la paz de Westfalia y el tratado de los Pirineos estamos ante un tiempo en
el que el monarca está rodeado de guerras y de todo tipo de problemas, con una Europa que trata de
asfixiar a España y a sus posibles aliados. Tienen lugar en estos años la Guerra de Devolución
(1667-1668) contra Luis XIV, protagonizada por los Países Bajos y finalizada con la paz de
Aquisgrán, la guerra hispano-holandesa contra Francia, el enfrentamiento entre la Liga de
Augsburgo y Francia finalizado con la paz de Ryswick. Todo esto llevará a la Guerra de Sucesión
en España tras la muerte de Carlos II en 1700, que enfrentará a los austracistas contra los partidarios
del heredero de Luis XIV, es decir, a los defensores del Archiduque Carlos frente a los partidarios
de Felipe de Anjou (futuro Felipe V). La guerra terminará con la victoria de Felipe V y la firma del
tratado de Utrecht en 1713, con desastrosas consecuencias para los intereses españoles.

Problema sucesorio

TEMA 4. La cultura de la ilustración: afán reformista y pensamiento reaccionario.

En el XVIII estamos ante un nuevo fenómeno cultural: la incorporación de la razón como


elemento justificativo del conocimiento humano. Hasta comienzos del XVIII no se habla de la
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introducción de las luces en Europa, y en España hay que esperar hasta la mitad de ese siglo para
observar este movimiento. No se trata de un fenómeno que solo se manifieste en la cultura, sino que
hay una interrelación entre la cultura y otros ámbitos, aunque esté protagonizado por la primera. El
debate interpretativo en torno a la Ilustración es cada vez mayor, pues se convierte en un concepto
que hoy día significa modernidad, y es un concepto nuestro. Jürgen Habermas es el defensor de la
idea de modernidad como concepto que proviene de la Ilustración, y hay quien analiza el tiempo
posterior a las luces como la posmodernidad. Estamos ante un debate que no es sólo de los hombres
del XVIII, es un debate interpretativo en torno a la Ilustración, pues emana de la modernidad.
Es difícil diferenciar las luces en Alemania, Francia, Italia o en España. España tiene la
personalidad más limitada del Barroco, de manera que las luces no tuvieron tanta significación
como en el resto de Europa. Hay una clara influencia francesa, pero poco a poco las investigaciones
derivan a otras influencias, como la de la península italiana. En la Ilustración propia del s. XVIII en
España coexisten un afán reformista representado por los ilustrados y un pensamiento reaccionario
desarrollado por quienes se oponen a las luces (que prepara las bases de la conflictividad social,
mental e ideológica del s. XIX). A finales del XVII surgen los novatores, vinculados al inicio del

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movimiento ilustrado en España. Se trataba de individuos que centraron sus estudios en la
renovación científica entre 1680 y 1690, utilizando como instrumentos y canales de información las
sociedades económicas de amigos del país, las reformas de la educación universitaria y el
inicio de la prensa periódica (aunque ya a finales del XVIII). Otro problema principal es el
referido a las nuevas formas de teoría y práctica económica, como el desarrollo del
mercantilismo, especialmente con Fernando VI y el Marqués de la Ensenada. Ante todo, hay
quienes quieren seguir viviendo en la tradición: el conservadurismo. De esta forma, empieza a
plantearse la teoría de las dos Españas: la conservadora y la reformista.

4.1. Características de la ilustración española: orígenes, significado e interpretación.

Orígenes.

La mayor parte de las veces los periodos culturales coinciden con periodos cronológicos (o
lo hacemos así para entenderlos mejor). En el 1700 comienza cronológicamente, muere Carlos II y
tras él se produce un cambio de dinastía con el reinado de Felipe V. Se trata de un francés que viene
de un territorio donde el proceso de las luces está más adelantado; por tanto, abre un camino a esta
corriente cultural en España. Junto a esta coincidencia en 1711 se crea la Real Librería, en 1714 la
RAE y en 1726 Feijoo publica el primer volumen de su obra (tiene ocho). Y están en su apogeo
intelectual figuras como Montesquieu, Rousseau, Voltaire y Beccaria (se opone a la pena de
muerte). Justo en ese momento, en la mitad del XVIII, sube al trono Carlos III, quien desarrolla la
versión española del absolutismo ilustrado (el último movimiento doctrinario del absolutismo).
Cuando la Revolución Francesa cierra el ciclo de este periodo histórico que estudiamos, se iniciará
el periodo de una serie de personajes españoles que están en auge (Campany, Moratín o Menéndez
Valdés), al igual que se inicia el Romanticismo, y es cuando Kant publica sus obras. Es decir,
cuando se produce la invasión francesa ocurre la explosión de ideas que cerrarán un ciclo histórico
por la vertiente radical que adopta (se aprobarán los Decretos de Nueva Planta y todo tipo de
reformas ilustradas).
El cambio brusco ocasionado por la llegada de una nueva dinastía al trono español coincidió
en España con que la Ilustración se superpone al Barroco. Hay que partir de algunos supuestos para
explicar el triunfo de la Ilustración en España, entre los que habría que precisar que la Ilustración va
a ser una constante en la cultura española no solo en el XVIII, sino también en todo el periodo
posterior. Además de ser una constante en la cultura española, sería el resultado de una influencia y
de una interrelación de España con Europa. Se produce entonces un giro de la mentalidad en los
sectores científicos, filosóficos y culturales. Partir de este supuesto sería demasiado simplista, pues
no es sólo que una serie de figuras personales se incorporen a estos sectores, hay que precisar que
todo aquello que en la sociedad, economía, vida política y cultural pueda ser considerado como una
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transformación es bienvenido para entender este siglo. La Ilustración nos proporciona también la
formación de una minoría directora que asimila con rapidez la nueva corriente cultural y que es
consciente de la influencia que va a tener a nivel directivo. La formación de un grupo director, el de
la minoría ilustrada, es fundamental en el plano de la comunicación, de la educación y de la
transmisión de la cultura.
Estudiar la cultura ilustrada es también estudiar su difusión y resistencias. El s. XVIII no
será sencillo, pues primero tiene que producirse una idea de difusión de las luces, la cual tiene unos
conductores pero también unos detractores o enemigos que prefieren seguir adecuados a una
tradición, convirtiéndose entonces en individuos reaccionarios. Todo lo que significa estudiar estas
luces obliga a buscar el mayor número de factores: cómo se comportaba la población, los factores
económicos de la base de la Ilustración, el concepto de la religión…
Existe pues un debate interpretativo en torno a la Ilustración. Tiene una interpretación muy
compleja: su propia definición tiene peculiaridades, como la periodización (preilustración antes de
Carlos III). La propia interpretación en torno a las luces nos lleva a la valoración del movimiento
ilustrado y a ofrecer razones para tener mayor consistencia posible: la primera razón es que nuestra

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disciplina pasa por cambios, con la idea consolidada de evolución. Por tanto, no podemos pensar en
la Ilustración como la veían los hombres de antaño. La segunda razón serían las inquietudes de
nuestro propio tiempo presente, que entiende la Ilustración como un proyecto de modernidad en
íntima relación con todo lo que comenzó en aquella modernidad que estaba en el XVIII.

Significado e interpretación de la Ilustración.

Más allá de ese debate interpretativo y de los problemas que plantea, surge una situación en
cuanto al significado e interpretación de la Ilustración. Primeramente, a la Ilustración se le han
buscado respuestas, que no solución. Esto es así porque la Ilustración designa un concepto y un
proceso real que no se puede delimitar conforme a nuestros deseos, ya que afecta a los ámbitos
religiosos, culturales e intelectuales y ha tenido un papel fundamental en la vida de los individuos.
En segundo lugar, la Ilustración como movimiento socio-cultural no puede limitarse a la época de
las luces, pues designa un proceso que no termina con el s. XVIII, sino que es una estructura usada
y aplicada en varios tiempos históricos. Por ejemplo, los defensores de la Escuela de Frankfurt, que
creen en la modernidad, hoy día hablan de la Ilustración, pero no de la de Diderot ni de la de
Rousseau, es decir. En tercer lugar, la Ilustración se transformó en un estilo de pensamiento, rector
de nuestro conocimiento y motivo de acción aplicada a través de conductos, pues se trata de una
serie de ideas con la necesidad de que se conviertan en práctica. En cuarto lugar, toda la Ilustración
se entendió a sí misma como un proceso de aprendizaje: por primera vez se empieza a pensar en el
conjunto de la sociedad, la cual debe ser instruida para su propio gobierno en el futuro. Esa idea
“voltaireana” es la de la Ilustración, pero si no se entra en ese proceso no se aprende, de manera que
el pueblo sigue siendo masa, y el pueblo debe salir de su minoría de edad pensando por sí mismo.
Esta orientación es básica para comprender la idea de resolver los problemas sociales y que el
individuo sea capaz de resolver los suyos propios para la sociedad y para el Estado. Para ello se
necesitan planes que puedan elevar la categoría de los planes de aprendizaje, es decir, que desde los
gobiernos se tienda a emprender amplias actividades reformadoras para modificar la situación social
y política. En sexto lugar, todo ese pensamiento ilustrado está sujeto a una crítica pública, pues está
basado en la razón y en el derecho civil. Este aspecto será muy importante, pues lo que antes estaba
reservado a una minoría ahora se intenta convertir en tema de discusión pública. Muy relacionado
con este tema es la representación de la Ilustración: son los burgueses, que no pertenecen a los
grupos privilegiados y no comparten las concepciones del mundo y de la vida de la sociedad
estamental, además de que cree en unas formas económicas de provecho social basado en el sector
de la transformación y de la búsqueda del máximo beneficio. En última instancia, tiene lugar el
surgimiento de una opinión pública y de una idea mediante la cual se tenga una conciencia clara y
crítica, además de un nivel de concienciación política más importante de lo que ha existido en los
siglos anteriores.
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Todo esto demuestra la aparición de una serie de innovaciones que tienen como objetivo la
defensa optimista de la razón y la defensa de la libertad. Todo ello se va a ir sistematizando en un
significado de la Ilustración, que debe ser entendida como un proceso de racionalización, es decir,
una nueva aspiración hacia la comprensión racional de las cosas, siguiendo así el espíritu cartesiano
iniciado en el siglo XVII basado en la observación, en el análisis, en la elaboración y demostración
para obtener resultados. El segundo significado atiende a un proceso de secularización, pues el
hombre debe separar su concepción humana del mundo de las creencias. El tercer significado tiene
que ver con una nueva mentalidad que cree en las fuerzas de la razón y que desarrolla una serie
de ideas al respecto. Es una razón que considera al hombre como el centro de todas las acciones,
que hay que transformar los presupuestos sociales para buscar a través de la razón aquello que más
favorece a los hombres: la felicidad y el progreso. Un cuarto significado es la aparición de la
filosofía ilustrada, que pasa a ocupar el lugar de la teología: la filosofía enseña a pensar mientras
que la teología enseña a creer en Dios.
Los fundamentos de este modelo cultural implican al hombre, a la naturaleza y a una
divinidad entendida como reguladora del universo. Cuando Descartes planteaba el concepto de

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divinidad lo hacía como “deus ex machina”, lo cual implicaba la regulación del universo por parte
de un dios que no era el católico: ese fundamento se desarrolla en el s. XVIII. Este pensamiento
conlleva que el hombre sea un individuo dentro de un conjunto social. El hombre se estudia en el
ámbito de una formación (la comunidad) de cara a un nuevo planteamiento de Estado (despotismo
ilustrado). Además, otro punto fundamental es la idea de la razón como fuerza resolutoria de
cualquier aspecto que podamos plantear. El tercer fundamento es el progreso entendido en
cualquiera de sus consideraciones: material o espiritual (ámbito de las ideas).

La difusión de todas estas nuevas ideas es lenta y llega a ser criticable en algunos territorios,
como la monarquía española del XVIII, pero no por ello negamos la existencia de tales ideas. Esta
ilustración tampoco debe ser encerrarda en una definición corta, pues es un fenómeno muy
complejo que no trata solo del siglo de las luces, y por ello hay que aceptar la investigación
científica y su resultado aunque choque con razones ideológicas. En España se desarrolla una línea
apologética14 debido a los ataques de autores extranjeros centrados en la polémica. Por tanto, la
Ilustración lucha contra la superstición y los prejuicios, en especial los que conducen a cualquier
forma de opresión e injusticia.
Esta serie de planteamientos llevan hacia la reconstrucción de las carencias más básicas del
individuo y al intento de reforma para modernizarnos. Este conocimiento de la Ilustración no es
solo la mirada a un pasado por parte de un individuo de este presente, sino que se trata de un
sistema de conocimiento que pretende la comprensión del pasado y de nuestro tiempo actual.
Cuando seamos capaces de identificarnos con ese proceso estaremos más cerca de la idea de
desarrollo cultural.

a) En primer lugar, porque de aquella idea de “ciudad celestial” que correspondía a los
filósofos reformistas, nosotros entendemos que ese mundo está sometido a unos elementos críticos
que se introducen para relacionar nuestro mundo actual con el pasado. Ese movimiento crítico,
además de ser constructivo, pretende edificar un nuevo orden basado en principios diferentes y
nuevos a partir de la razón y de la reforma. Tiene también un sentido marcado por la superación de
las contradicciones y disgregaciones. El proyecto político, intelectual, económico… es peligroso si
no las supera, ya que resulta frágil ante la reacción, que es la que sostiene el sistema de
conocimiento de los siglos anteriores. Por eso mismo los enemigos de la Ilustración buscan estas
fragilidades para atacarla y derribarla.
b) En un segundo rasgo, hay que fijar el interés en las relaciones entre el pensamiento
ilustrado y el contexto económico y social. La Ilustración es un sistema de conocimiento pero

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Apología: Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo.
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vinculado a una acción, la cual encontramos en el deseo de transformación económica y social, por
lo cual puede hablarse de un interés vinculador entre el pensamiento ilustrado y el contexto global.
c) El tercer rasgo entiende que la cultura es un filtro a través de la cual el individuo o el
grupo social llevan a cabo interpretaciones de la situación del momento. La formación de la esfera
pública es un concepto ilustrado que va acompañada de la emergencia de la opinión pública a partir
del siglo XVIII. Se trata de conceptos, y como tales tienen un conocimiento, una interpretación y
unos niveles de comprensión complejos, pero se trata de conceptos que desde la Ilustración han
tenido toda una serie de propuestas y formas de entender que han llegado hasta nuestros días. El

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filósofo J. Habermas, creador de la escuela de Frankfurt, es todo un referente a la hora de estudiar
estos conceptos. La opinión pública y la formación de una esfera pública caracterizan el desarrollo
de un espacio de opinión crítica. La opinión crítica no debe partir del poder, del Estado. Esta
formación de una esfera pública en el siglo XVIII hay que entenderla como un rasgo fundamental
para comprender el contexto socioeconómico y político de la época. En ella se produce un libre
ejercicio de la crítica y una especie de contrapoder que constituye una garantía de transparencia y
una participación política que está augurando los que serán posteriormente los planteamientos de
los juegos democráticos.
d) En el siglo de las luces, la diferencia de los sexos (entre lo masculino y lo femenino)
constituye un eje que va a atravesar las grandes preocupaciones del siglo. La reflexión sobre la
naturaleza humana, la diversidad de la especie, la relación entre el cuerpo y el alma, las reformas de
la educación, la moral, las costumbres… todo ello explica que, mezclándonos en el área de los
sentimientos e introduciéndonos en la idea de la sociedad, empieza a manifestarse la idea de la
diferencia entre ambos sexos. La sociedad del siglo XVIII se siente orgullosa de la generación de la
idea de la diferencia de género, entendiendo el comportamiento de las familias como uno de los ejes
básicos.
e) Hay que hacer referencia también a la llamada cultura de la privacidad, de la
construcción del individuo a través de su sensibilidad, que pone en un alto valor todo lo que
significan la sensibilidad y los sentimientos. La Ilustración es una cultura burguesa, y el ejercicio de
las conductas burguesas tiene en lo privado uno de sus principios fundamentales. Es la cultura del
individualismo y del sentimiento. El liberalismo y el romanticismo serán dos consecuencias directas
de esta cultura de la privacidad y burguesa del siglo de las luces.
f) El último de los rasgos que se deben señalar es el de la crítica radical a la Ilustración,
que hablaban de “los monstruos de la razón”: los detractores de la Ilustración se oponían al
predominio de la razón, que podía generar monstruos. De todo lo dicho pueden deducirse multitud
de hipótesis de trabajo y numerosas actitudes reflexivas que pueden ayudarnos a comprender una
óptima de las luces más enriquecedora que el mero hecho de decir que el siglo XVIII se caracteriza
por las luces y el predominio de la razón. Hay que ser mucho más exigentes para poder entender el
concepto de Ilustración.

Las relaciones entre la Ilustración española y la Ilustración europea.

La Ilustración española surge dentro del contexto de la Ilustración europea. No es por tanto
nacionalista, sino global, ya que presenta una fuerte influencia de las ideas francesas y una serie de
mecanismos que provienen de Alemania e Italia. Enmarcar la producción de la Ilustración española
en el conjunto de ideas y cuestiones que afectan a toda Europa es encontrar razones para entender
que la concepción de la modernidad es la que es y puede entenderse de un modo más complejo, con
influencias provenientes del mundo europeo.
¿Qué es la Ilustración en España y cómo se comportan las luces en este país? Existe una
literatura ilustrada, una economía ilustrada, una filosofía ilustrada, una religiosidad ilustrada… Pero
¿por qué no buscar una ligazón en la que todas estas materias nos digan algo común, constituyendo
así una especie de cosmovisión de la Ilustración y del hombre ilustrado? Dentro de la Ilustración
hay que hacer una diferenciación entre las ideas y las mentalidades, cuyos dos referentes no se

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hallan en el siglo XVIII sino que responden a una continuidad histórica. Se trata del racionalismo
cartesiano del siglo XVIII y del empirismo.
En estas explicaciones de qué es la Ilustración y cómo se comportan las luces en España
identificamos nuestras luces con una época expansiva como es el siglo XVI (no del XVII), algo
propiciado por el desarrollo del despotismo ilustrado, con el consecuente reforzamiento del Estado
y reformismo político. Hay que mencionar también el planteamiento de una minoría liberal que
propone el desarrollo de la libertad económica frente al intervencionismo estatal, así como el fin de
los privilegios frente a la sociedad estamental. Surgen las bases del liberalismo, pero los resultados
no se verán hasta varias décadas más tarde. La otra idea importante es la del pacto constitucional
frente a la autoridad de derecho divino (en 1812 se aprobará la primera Constitución española). Este
sería el único medio de superar los límites que se habían impuesto desde las bases doctrinarias del
absolutismo. Hay que tener claro que estas ideas no fueron creadas en España en este momento,
sino que son fruto de una continuidad histórica.

Esta vinculación de la Ilustración que existe entre Europa y España descansa en unas fuentes

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cuyo eje central ha sido siempre la búsqueda de materiales provenientes de la Francia del s. XVIII,
manifestado en España por la literatura, la moda o la cultura en un proceso llamado
afrancesamiento. Más allá de Francia se empiezan a notar influencias de Alemania, encontrando
temas de la vida literaria y de la filosofía, y sobre todo en la promoción de la disponibilidad de la
corte (reyes absolutistas). El individuo encargado de difundir toda esta cultura alemana es Gregorio
Mayans. Por su parte, los Países Bajos aportan luces desde el campo jurídico y eclesiástico: la
figura de Van Espen influirá en el desarrollo de la norma y el derecho ilustrado. De Inglaterra se
sacan las relaciones que los españoles tienen a partir de los viajeros ingleses en España y de los
españoles por Gran Bretaña. Ello hace que los descubrimientos científicos, la economía política, la
prensa o los escritos periódicos sean de gran influencia desde estas luces inglesas a la cultura
española. En cuanto a las relaciones con el territorio que hoy ocupa Italia, la obra de Mayans se
convierte en el gran nexo entre ambas culturas, llegando así el pensamiento jurídico de Beccaria,
que influirá fundamentalmente en la cultura ilustrada española. Beccaria es el gran impulsor de una
parte importante del derecho de la época: el derecho penal, es decir, se opone tajantemente a la pena
de muerte y defiende la vida a ultranza. También se destaca de Italia la influencia eclesiástica de
Roma: es el tiempo de los jesuitas, del regalismo, de la firma de los concordatos con la Santa Sede,
de la renovación de los métodos educativos… y todo ello generará un marco de influencias enorme.
Por último, resaltar el interés suscitado por un texto que despertó un nuevo método de trabajo: La
ciencia nueva de Gean Baptista Vico, que como Beccaria añade una nueva fuente permite
comprobar unas relaciones de España con Europa.
A partir de ahí la Ilustración se nos presenta como un movimiento de regeneración
nacional: la Ilustración, a partir de los textos, trata de incorporar un sentimiento patriótico. España
es el centro de estas reflexiones (“España regenerada”), siendo también una corriente que recorre
Europa (la regeneración de Suecia por parte de Gustavo Adolfo de Suecia, que la eleva a la
categoría de patria y nación; Catalina II de Rusia, la gran política despótica ilustrada; el Marqués de
Pombal en Portugal, el gran artífice del urbanismo lisboeta y el regenerador de la vida ilustrada en
Portugal).
La Ilustración, no obstante, tiene un carácter moderado que en un momento determinado se
viene al traste. En 1789 se pierde la concordia y afloran tensiones y contradicciones en toda la
política reformista y en esa idea de regeneración nacional. Las luces, aparte de propiciar todo este
programa reformista, van a ensanchar los horizontes mentales del individuo y de los grupos sociales
y mostrarán incluso las insuficiencias de un proyecto (“el sueño de la razón produce monstruos”).
Sin embargo, este proyecto va a presentar unas alternativas: en la Ilustración está el germen del
liberalismo económico para derogar el intervencionismo o economía dirigida. Y más allá de eso
está la abolición de la sociedad estamental y de sus privilegios (1812), donde se especifica que
todos son iguales ante la ley, y cuyas diferencias en todo caso no se tengan en cuenta según la

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sangre o la cuna. De la misma manera tampoco se puede dejar pasar un constitucionalismo político
que alcanza la actualidad

Periodización del movimiento ilustrado.

Es importante también el fenómeno de la periodización. Uno de los grandes elementos que


periodizan el inicio de la Ilustración es la llegada de los novatores (el desarrollo científico en
España), así como la publicación del Teatro crítico universal de Feijoo. El inicio del movimiento de
las luces puede situarse por tanto en el siglo XVII, aunque de una manera razonable. El comienzo se
halla también con Felipe V, con la llegada de una nueva dinastía a España que traerá consigo
numerosas transformaciones en todas las materias, como bien refleja la aprobación de los Decretos
de Nueva Planta a principios del siglo XVIII. La etapa plena de la Ilustración llega con Carlos III, el
monarca ilustrado por excelencia, el gran déspota ilustrado. El final se encuentra en las
convulsiones políticas que anuncian el fin del Antiguo Régimen durante el reinado de Carlos IV,
que llevan al fin de los proyectos reformistas. El pánico ante la revolución (con la difusión de las

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ideas de la Revolución Francesa) viene acompañado de convulsiones políticas internas y externas
(movimientos independentistas de las colonias americanas, de los cuales la Ilustración fue sin duda
un germen favorecedor). Desde el punto de vista de la periodización física la Ilustración termina en
este momento, pero su influencia continuará hasta nuestros días, por lo que nunca desaparecerá por
completo.

4.2. Preocupación reformadora en la sociedad española: continuidad y cambios sociales.

El trabajo de Jean Sarrailh plantea el denominador común de las obras de los ilustrados: el
afán de reformas, pero también da curiosidades dentro de lo que es el proceso reformista español.
Dice que hubo un ideario reformista de unos pensadores moderados y muy prudentes, pero
también menciona la existencia de reformadores ilusos cuyas obras reformistas eran utópicas.
También hubo reformadores timoratos (que no daban la cara), y otros a los que la Historia les
pasó cuenta (como a Floridablanca). Otros, sin embargo, eran pusilánimes (Manuel Godoy careció
de valor para realizar reformas). Tres fuerzas influyen notablemente en ese afán reformador: a) la
mentalidad o educación católica, que da fuerza moral a estos reformadores; b) el pensamiento
moderno (el de la Ilustración) y c) la mentalidad burguesa. Todo ello se encamina con la
intención de que España tome una actitud renovada y regenerada que responda al espíritu del siglo
de la Ilustración, que responda al sentimiento de nación (diferenciando la nación cultural de la
político-jurídica) y que responda al examen de una realidad anticuada que ya no convence (Antiguo
Régimen): estos planteamientos funcionan como un encaje de piezas que dan como resultado un
tiempo dialéctico que tendrá siempre el monstruo generado por el sueño de la razón.
En el examen de la razón encontramos los proyectos de reformas de todo lo que hay que
cambiar: el problema de la estructura social, el problema de la educación, el programa económico,
el nuevo orden jurídico basado en el derecho natural e internacional, las relaciones entre la Iglesia y
el Estado (concordatos, regalismo). Los monarcas españoles del s. XVIII tendrán diferentes
enfoques y posturas: Felipe V será el prerreformador, y habrá que esperar hasta Carlos III para la
llegada plena de las reformas ilustradas y de sus autores: economistas (Bernardo de Ulloa, Miguel
de Zabala, Bernard Ward, Miguel Antonio de la Gándara, Jovellanos, Pablo de Olavide,
Campomanes…) trabajan al lado de Carlos III. Estas personalidades harían de España un país
europeizado a partir de cinco apartados:

1. El propio Campomanes pide en su Discurso sobre la educación popular un impulso


constante y nacional en la economía, y como base política una instrucción nacional. Con el
Tratado de la regalía de amortización dice que responde a las obligaciones de magistrado y de
patriota, con lo que responde también a la sociedad. Por tanto, no se considera vasallo, sino un

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individuo que se debe a la nación. Estas obligaciones nacionales están presentes en la sociedad de la
época: no se atiende a una fidelidad al monarca, sino al conjunto de la sociedad.
2. Valentín de Foronda aboga por la idea del valor de utilidad como sinónimo de burguesía,
de pragmatismo y provecho. Es decir, comprende todos los métodos que satisfacen las necesidades
del hombre.
3. Un lazo de solidaridad: el afán reformista implica una participación comunitaria en la
cual las actividades económicas se relacionan con su proyección para con las personas y para con
los grupos sociales. El sentido de la solidaridad se entiende como unión y proyección del individuo.
4. Las preocupaciones que los reformistas tienen desde una perspectiva moral. Hay una
contante preocupación por reelaborar un nuevo orden moral y social donde tenga un puesto clave el
burgués, el cual llega a construir soluciones que pasan por un sistema de valores adecuado a esta
sociedad.
5. La afirmación de la noción de tráfico, que juega un importante papel porque discurre en
la mentalidad mercantil del burgués y atiende a las líneas de enlace entre diferentes puntos. Este
concepto de tráfico se abre en varios campos, en los que destacan las vías de comunicación (se trata

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de crear mecanismos de transporte que acerquen los lugares entre ellos). Este concepto tiene tanta
trascendencia que hay que relacionarla con la idea de contrato, que explica el fenómeno de
contacto y de solidaridad e implica unas relaciones contractuales entre individuos libres.

4.3. Complejidad y aplicación del pensamiento ilustrado: de las Sociedades Económicas de


Amigos del País a las nuevas formas de teoría y práctica económica.

Tres cauces reformadores de estudio en este apartado: las Sociedades Económicas de


Amigos del País, la Universidad y la proliferación de la prensa periódica para expresar opiniones,
noticias e informaciones para que el conjunto de la sociedad mantenga un nivel de información y de
conocimiento. Estas tres proyecciones están ligadas a otra esfera en la que el proyecto reformador
de la Ilustración va a tener su sentido más elevado: la teoría y la práctica económica, la cual no
tendría sentido si no tuviera detrás el proyecto ilustrado comenzado por Carlos III, cuando tiene
lugar también la adopción de la doctrina de la fisiocracia, que irá ligada al librecambismo. Este
esquema se completa con que a cada uno de estos componentes le surge un pensamiento
reaccionario por el conservadurismo negado al avance de la Ilustración que defiende el
mantenimiento de elementos no racionales como los mitos y determinadas tradiciones.

Sociedades Económicas de Amigos del País.

Deben su origen a la iniciativa de un noble vasco llamado Javier María Munive e Idiáquez,
conde de Peñaflorida, quien en 1774 pidió permiso al gobierno para establecer una organización
oficial (ese permiso le fue otorgado en 1775) y surgirá la Sociedad Vascongada de Amigos del País,
la cual tiene la intención de “estos vascos amigos del país” para fomentar la agricultura, el
comercio, las artes y las ciencias. Campomanes, el gran incitador de muchas medidas económicas
adoptada por la corona, se convirtió en un entusiasta de esta institución, tal y como se ve en el
Discurso sobre el fomento de la industria popular, en el que propone la gran utilidad que tendría el
desarrollo de estas instituciones en todas las provincias de España. Piensa que cada provincia debe
tener una sociedad económica. Estas sociedades serían capaces mente en qué situación se
encontraban desde el punto de vista económico, cuáles serían las necesidades a las que tendrían que
adaptarse y cuáles serían las directrices indicadas para el buen funcionamiento del proceso de
reformas. No obstante, no se crearon sociedades en todas las provincias. En 1775 se establecía la
Real Sociedad de Madrid, más conocida como Matritense. Valencia, Sevilla, Mallorca, Segovia, y
más tardíamente la de Badajoz, se fueron creando a partir de la de Madrid. Para la constitución de
estas sociedades afluyo genete perteneciente a todos los sectores sociales (comerciantes, hidalgos,
propietarios, rurales…). La decadencia inicial de estos centros sobrevino con el efecto posterior de

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la Revolución Francesa, aunque ejercerán una cierta influencia durante las primeras décadas del s.
XIX.

Reforma de la educación universitaria.

Esta educación, que tenía un valor dudoso por el que la desarrollaba (la iglesia) y por una
fuerte adscripción al modelo educativo teológico, se pretende crear una situación universitaria
nueva donde se vaya obviando el protagonismo de los colegios mayores (dominados por algún

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grupo profesional y social). El reinado de Carlos III emprende una decidida renovación de esta
institución y la educación se empieza a considerar como tarea que incumbe a toda la sociedad. La
monarquía atribuye a la universidad, en palabras del rey, la misión de educar a la juventud y
conseguir ministros para el gobierno de los reinos y de sus dominios.
Las reformas cumplían facetas muy variadas: era una reforma social, ya que se pretendía
eliminar influencia a determinados grupos, como los colegios mayores y los jesuitas. Esa reforma
social se completa con otra científica y académica que permita que utilice instituciones adaptadas a
los tiempos y use planes de estudios renovados. Es un planteamiento racional y utilitarista que está
anticipando la idea de la instrucción pública. La tercera reforma es institucional: la monarquía
encarga la dirección de algunos puestos a “ministros”, con un importante intervencionismo estatal
en el ámbito universitario. En cuanto a la reforma financiera, también habría de mencionarla,
siempre gravando lo menos posible a los universitarios.
Esta modernización de la universidad se debió a Gregorio Mayáns y Pablo de Olavide. A
Mayáns, realiza un plan de estudio o proyecto en el cual en torno a 1766 (motín de Esquilache,
expulsión de los jesuitas) recibe el nombre de Idea del nuevo método que se puede practicar en la
enseñanza de las universidades de España, entregado al propio monarca con la intención de que
sirviera para todas las ciudades españolas. Se insiste en la necesidad del conocimiento de algunos
textos como base de estudio, el conocimiento del griego, del latín y del hebreo, planteando también
una crítica a la escolástica, una demanda a los estudios sustitutivos de la teología (inclinándose a la
filosofía de la Ilustración). El proyecto de Mayáns se aplicó en las universidades de Sevilla,
Valencia, Alcalá, Salamanca o Granada.
En 1769 se encargó a Olavide un nuevo plan de estudios universitarios, el informe que
Olavide desarrolla es muy interesante porque va precedido de una introducción de alabanzas a
Descartes. Se trataba de un manifiesto que señalaba las vías por las que debe discurrir la
universidad; y alababa el racionalismo por haber destruido el escolasticismo y haber reavivado los
estudios en Europa. Entiende que las necesidades de la época pasan por la filosofía, la moral, las
matemáticas y la física experimental, consideraba necesario que se crearan cátedras de estas cuatro
disciplinas. Es interesante señalar también cómo se produce un movimiento que registra como
detrás de los planes de estudio se encuentra el absolutismo ilustrado. Los planes de reforma, que
afectan a muchos de los aspectos de la vida cotidiana, eran difíciles de llevarlos a cabo.

La prensa periódica.

Con el antecedente de los diarios de avisos de la prensa barroca, el s. XVIII es el inicio de la


difusión del pensamiento ilustrado, encontrando vías para su divulgación: la Gaceta de Madrid, el
Apologista Universal, el Pensador, el Censor, el Duende de Madrid, Conversaciones de Perico y
Marica, el Semanario erudito, o el Diario de Madrid. En algunos casos denotan el sentido hacia
donde van las noticias o informaciones. Todos ellos son ejemplos de publicaciones de ensayos,
trataban temas ligeros y publicaban cartas con una intención de expresar la forma en que vivía el
país.

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Las nuevas formas de teoría y práctica económica.

Al advenimiento de los Borbones en España, en el campo económico se va a seguir


prefiriendo el imperio de la razón y las ciencias útiles como instrumento para la mejora. La difusión
y las nuevas formas de teoría y práctica económica habrá todo un desarrollo de actividades como las
agrarias, industriales (manufactureras) y actividades comerciales. Los esfuerzos iban encaminados a
racionalizar esa vida económica, sobre todo en la segunda mitad del XVIII. Cualquier ilustrado
esperará del conocimiento económico un resultado similar al que Newton alcanzara respecto al
mundo físico: ser capaz de formular leyes fundamentales para el conocimiento económico.
La economía comienza a convertirse en una ciencia que favorece el crecimiento, en tanto
además que ese crecimiento debería ser el cauce fundamental para el provecho y progreso de la
sociedad. Con Carlos III se abren las exigencias de la burguesía, que encuentra su cauce a partir de
la fisiocracia y del librecambismo. Entre los economistas españoles del XVIII hay que mencionar a
Francisco de Cabarrús (Cartas político-económicas dirigidas al conde de Lerena, en las que
demuestra el bagaje del librecambismo), a Pedro Rodríguez de Campomanes, que escribirá varios

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discursos, entre los que se destaca el Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su
fomento; Gaspar Melchor de Jovellanos, con su Memoria sobre la educación pública y diversos
tratados sobre la economía, destacando el Informe sobre la ley agraria. También hallamos a
proyectistas como Gerónimo de Ustáritz, que desarrolló numerosos proyectos centrados en las
actividades fiscales y de contribución; a Miguel de Zabala, Rafael Melchor de Bacanaz, Campillo,
Ward o Bernardo de Ulloa, destacando en el ámbito de reformas y en el campo de la reforma
educativa.
La segunda mitad del s. XVIII atrae la concepción de unos tratados de economía donde
empiezan a desaparecer las tesis mercantilistas por la teoría y la práctica de la fisiocracia, y es a
partir de una tesis de Miguel de la Gándara (Apuntes sobre el bien y el mal) donde se critican los
objetivos resultantes de la doctrina mercantilista. La Gándara opta por una serie de reformas
prácticas y teóricas tendentes a reflexionar sobre un pensamiento económico diferente: es la
fisiocracia (se está dejando atrás la doctrina del mercantilismo, pero aún no se abandona). La
fisiocracia viene de unas condiciones económicas y financieras de la monarquía francesa (Luis XIV
y Luis XV) y de unos pensadores franceses que influirán en la política económica española. Desde
un punto de vista ideológico y mental, quiere dejar atrás las prácticas mercantilistas y concentrar un
mayor número de esfuerzos en la agricultura y en crear un orden económico natural. Sus principios
se pueden aglutinar en los cuatro puntos de Quesney: 1) la ley del interés, entendida como la
búsqueda de la máxima satisfacción con el mínimo esfuerza; 2) la ley de la acumulación, que
identifica la utilidad social con la suma de las utilidades individuales, es decir, no consiste en
acumular de forma avara, sino que la acumulación individual es el provecho de la sociedad; 3) la
ley de la armonía, por la que la persecución individual del interés no provoca antagonismos
sociales; y 4), la ley de la libertad por la que la máxima satisfacción de la sociedad es el resultado
de la libertad del individuo en la persecución de su interés individual. Todo ello lo resumían los
fisiócratas en el aforismo de laisez faire, laissez passer, la primera escuela de pensamiento
económico propiamente dicha.
Existen una serie de teorías que explican el funcionamiento de la fisiocracia. En primer
lugar, la de la tierra, que mediante su actividad agrícola y ganadera será el punto de partida de un
pensamiento basado en el amor a la tierra (la tierra es el único bien que produce un aumento
objetivo de la riqueza). Eso quiere decir que cuando producimos por medio de actividades agrarias,
estamos produciendo rentas; y si no hay materias primas, estas no podrán ser transportadas ni
comercializadas. En segundo lugar, la teoría de la circulación insiste en que no se consigue nada
por medio de la acumulación de bienes y materias primas, sino que estos deben circular para
producir beneficios. En tercer lugar, la teoría de la distribución propugna una libertad mercantil
como característica del orden natural. En resumen, los ilustrados tratan de constituir un sistema
nueva para el cual está el origen del pensamiento librecambista. Se trata de un liberalismo que

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acepta el principio del bien personal y que hace al individuo como juez de sus propios bienes, que
persigue su propio interés pero, a la vez, colabora al bien común.
Estas tesis librecambistas son defendidas por teóricos como Adam Smith, en cuya obra La
riqueza de las naciones ofrece una visión optimista al introducir el liberalismo económico, aunque
otros autores dicen que su planteamiento no tenía nada que ver con el existente, sino que en lugar de
conducir a un orden armónico y natural, el nuevo orden conduciría a conflictos. Esta postura será
defendida por Malthus, quien defendía que la población crecía geométricamente con respecto a los
recursos, que lo hacían aritméticamente, lo que conlleva que existan reguladores, como las guerras,
las enfermedades o el hambre que harán regresar de nuevo al equilibrio entre población y recursos,
conformándose así un ciclo repetitivo.
¿Se aplican estas medidas de política económica en la monarquía española? Se aplicarán en
función de intereses, es decir, a partir de la propia naturaleza del despotismo ilustrado y teniendo en
cuenta el inmovilismo del sistema tradicional. Existe una cierta dejación y continuismo con respecto
a la política agraria del s. XVII, que tan solo se ejecuta cuando el Estado observa todos los frentes
que debe tener en consideración para llevar a cabo las reformas: la idea de mejora de los cultivos a

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través de las obras públicas, la modificación de los transportes y de las vías de comunicación, la
libertad de comercio de granos para favorecer la competencia entre los agricultores, y la reforma
agraria y los procesos de desamortización. El Informe sobre la ley agraria de Jovellanos, encargado
por la Sociedad Económica de Madrid, es una de las primeras manifestaciones de ello, pero los
grupos de la nobleza no estaban dispuestos a perder sus tierras para pasaran a formar parte del
dominio público. No obstante, relacionadas con la agricultura, la aplicación de medidas económicas
fue bastante tardía. Una verdadera política agraria solo empieza a desarrollarse por el Estado
cuando se dan unas condiciones que no se presentarán hasta el reinado de Fernando VI (son las
anteriores). En el campo industrial debemos las reformas a Felipe V, que puso en práctica lo
aprendido en Francia. Sus ministros Alberoni y Ripperdá dieron sus ideas al ensayo de Felipe V.
Básicamente aplicaron un principio de práctica mercantilista, pero fueron más allá en su política
monetaria, que favorecía la fluidez de la moneda en el mercado interior. De ese modo, prohíbe la
exportación de metales preciosos, impidiendo que la balanza de exportaciones e importaciones se
salde con un balance negativo o deficitario (el equilibrio es necesario para evitar el endeudamiento).
Otro elemento importante era el fomento de las regiones a partir de las Juntas (de la moneda, la de
comercio, etc.).

4.4. Luces y pensamiento tradicional: dificultades y oposición al reformismo. Los enemigos de


la Ilustración.

La conexión de España y Europa desde la apología y desde la crítica genera un complejo de


inferioridad de los españoles con respecto a las críticas extranjeras en lo que se refiere al retraso en
su incorporación al mundo occidental. Las reflexiones de Montesquieu sobre la monarquía y las
críticas hacia el colonialismo español por parte de Raynal y Robertson, así como las de Voltaire y
de Diderot acerca del papel de la Inquisición, son la que provocaron la reacción de los apologistas
españoles en un sentido patriótico. Siempre existe una crítica que viene del exterior y otra dirigida
desde dentro hacia los países extranjeros; el peligro se encuentra en la defensa a ultranza del
patriotismo: la apología de la cultura nacional servía para defender a los partidarios de la tradición
hispana, aunque no siempre en términos intelectuales y rigurosos. Por tanto, es fácil que la apología
derive en un sentido tradicional y sirva de defensa de los partidarios de la renovación. Por ejemplo,
el artículo “España” de Mason de Morvilliers cuya idea era continuar la labor de la Enciclopedia de
Diderot y D’alembert. Lanza la pregunta “¿Qué se debe a España?”, es decir, una pregunta insolente
en un artículo mediocre para atacar a España, sus instituciones y sus costumbres, y que consiguió
herir el orgullo nacional español generando un movimiento en contra de Morvilliers, que en
concreto fue la defensa de la cultura española frente a la europea (del botánico Cavanilles, del abate
Andrés, de Jovellanos, de Pérez Bayer o José de Cadalso). Pero el más destacado fue el escrito de
Forner Apologética por España y sus méritos literarios, que ataca a los philosophes y a todo lo
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renovador de la cultura europea. Asimismo, el efecto de esta situación es el conflicto ideológico


entre la novedad y la tradición. García de la Huerta, Luis Cañuelo o Tomás Iriarte son individuos
que reaccionan contra la obra de Forner, curiosamente cuando pensaban precisamente lo mismo,
con bases racionales en sus planteamientos; y es esta obra la que demuestra cómo a partir de las
críticas desde Europa a España se ha generado una defensa de la tradición.

Gran parte de este pensamiento reaccionario proviene de la antigua alta nobleza, la cual
ejercerá una fuerte oposición al poder reformista tratando de ganarse la opinión pública a su favor y
conseguir la influencia que tenía anteriormente. También tendrá un papel destacado la Iglesia, que
no está dispuesta a subordinarse al Estado (regalismo, secularización de la sociedad…) y
protagonizará las críticas contra la introducción de las reformas borbónicas y contra las novedades
de la Ilustración. Esta polémica afectará también al campo de la educación.
De esta forma, se empezarán a introducir en España textos europeos que defendían la
doctrina del antiguo régimen, una ideología antiilustrada y reaccionaria que establece sus pilares en
la monarquía y en la religión, que no son más que textos mitificados y apologéticos. Circularon

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trabajos como El oráculo de los nuevos filósofos, Los errores de Voltaire, el Diccionario
antifilosófíco (del abate Claudio A. Nonnotte), El deísmo refutado por sí mismo (Michelle de
Bergier)… En definitiva, hay un dossier importante para comprender el pensamiento reaccionario.
El tercer aspecto proviene de un pensamiento crítico hacia la monarquía absoluta ilustrada y
que utiliza principios constitucionalistas basados en la tolerancia social, la igualdad ante la ley, la
defensa de la justicia, las medidas favorables a la libertad y la libertad religiosa que liderará la
verdadera tendencia de la reforma política. Textos de esta tendencia son los de León de Arroyal, el
periódico de El Censor, las obras de Valentín de Foronda y las Cartassobre los obstáculos de la
naturaleza del Conde de Cabarrús o los escritos antiabsolutistas de Rubín de Celis y del abate
Marchena.

TEMA 5. ¿Hacia la crisis del Antiguo Régimen? Oposición interior, política exterior y cambio
de siglo.

5.1. Restauración del Estado y prerreformismo borbónico en la España de la primera mitad


del siglo XVIII. Reforzamiento del poder real y racionalización estatal.

El concepto de Antiguo Régimen es bastante complejo. Está muy vinculado a los


revolucionarios franceses de 1789 que derribaron la monarquía de Luis XVI con el asalto de la
Bastilla, que dieron el nombre de Antiguo Régimen a un sistema de la monarquía absoluta que es
anterior a la revolución (sociedad de privilegios, de diferencias de grupos, de intolerancia, de un
Estado que ampara el despotismo...). Esa expresión utilizada preferentemente por los
revolucionarios fue tomada por el lenguaje diplomático, en el cual las cortes y embajadas europeas,
especialmente a causa los embajadores franceses del tiempo del Directorio, fueron inundadas por la
idea de que se estaba ante un nuevo régimen posterior al ya finalizado Antiguo Régimen. En un
primer momento se trata de una fórmula política de uso convencional que trata de indicar que un
estado que estaba estructurado por una serie de rasgos políticos, económicos y sociales había sido
derogado. Fue Alexis de Tocqueville, uno de los historiadores franceses más importantes de los
siglos XVIII y XIX, quien acuñó en una obra titulada El Antiguo Régimen y la Revolución,
publicada en 1856, el término y el concepto que quedaron consagrados historiográficamente. De
esta manera, la expresión “Antiguo Régimen” dejó de tener un carácter exclusivamente político y
pasó a tener un carácter historiográfico. Este autor decía en uno de sus párrafos que “abolir las
instituciones políticas que durante siglos había reinado sin discusión en la mayor parte de los
pueblos europeos y que se llaman corrientemente instituciones feudales, para sustituirlas por un
orden político más uniforme y más firme que tenía por base la igualdad de derechos y de
condiciones”.

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En cuanto a la periodización, hay que tener en cuenta que en 1789 aparece una fórmula que
indica el final de un tiempo, dándose inicio en este momento a la denominada Edad
Contemporánea. Por extensión, y siguiendo el modelo de la Historiografía moderna, la época
moderna puede ser también entendida como el tiempo del Antiguo Régimen. Por lo tanto, Antiguo
Régimen es una expresión que ofrece una imagen más completa de lo que ofrece Edad Moderna, la
cual alude únicamente a una etapa física, sin tener en cuenta conceptos políticos, sociales y
económicos. El Antiguo Régimen implica el establecimiento de una determinada estructura política
y jurídica y de una serie de relaciones sociales dentro de una sociedad organizada en estamentos.

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Con la llegada de la monarquía borbónica con Felipe V ya se puede hablar de un
prerreformismo borbónico, dejando para el periodo de Fernando VI hasta Carlos IV la etapa de
reformismo borbónico y de despotismo ilustrado. El prerreformismo borbónico busca restaurar el
Estado sobre todo a partir de los tratados surgidos de la paz de Westfalia en 1648, que trajo consigo
un proceso de centralización o de reforzamiento del poder real (Decretos de Nueva Planta, que
trataban de romper con el modelo anterior y acabar con los derechos forales, excepto con los de las
Vascongadas en el orden hacendístico como recompensa por el apoyo a Felipe V en la Guerra de
Sucesión); y también inició una racionalización de la administración y de las competencias del
Estado. Westfalia es también la consecuencia de la crisis de la resistencia, es decir, que los reinos de
la periferia empiezan a conseguir algunos logros, aunque no en todas las zonas. En Europa del
Nortey la Europa Central esa resistencia ha triunfado, generándose así un nuevo mapa político,
fragmentándose los territorios alemanes y apareciendo nuevos reinos. No obstante, esta resistencia
centralizadora fracasará en la Península Ibérica, pues el reino de Aragón quedará engullido por la
tendencia centralizadora y no podrá oponer resistencia al dominio de Castilla. Así pues, aparecerán
ahora nuevas instituciones, como las Secretarías de Despacho.

Reorganización estatal.

Algunos países europeos (Inglaterra, Portugal, Austria, Saboya…), a raíz de la llegada de un


nuevo monarca, entienden que se ha producido una especia de desaire, pues si España y Francia
tuvieran una misma monarquía no sería considerado como una forma de respetar el acuerdo de
Westfalia. Eso dio lugar a la formación de una alianza entre estos países, opuestos a Francia y a
España, desencadenándose la Guerra de Sucesión española (civil e internacional). Felipe V
representa los intereses de la dinastía borbónica, que sucede al rey Carlos II, muerto sin
descendencia dejando como sucesor al Duque de Anjou, al que otorga carácter de favorito,
sorprendiendo a muchos que pensaban que el sucesor sería el Archiduque Carlos. Ello implicó toda
una serie de alianzas entre diversos reinos, declarando la guerra a Francia y España, defensores de
la dinastía borbónica. Felipe V llega en 1702 y se inicia un conflicto civil e internacional;
aproximadamente hasta 1713, cuando se firma el Tratado de Utrecht, que pondrá fin a la Guerra de
Sucesión e implica la pérdida de Gibraltar para la monarquía española. Ese conflicto social ha
significado un tiempo lamentable y la debilidad de los conflictos provocaba una evidente fragilidad
de la monarquía española. Desde entonces, España se halla en manos de Felipe V y es la etapa en la
que llegan toda una serie de gobernantes italianos que apoyarán al monarca intentando reforzar el
poder real y donde se da una racionalización para crear un nuevo sistema. Es la etapa de la reina
Isabel de Farnesio, que traerá una serie de personajes italianos como Alberoni, Ripperdá o
Patiño. Es un período decisivo para la reforma del Estado, siempre hacia el centralismo. Pero no
sólo interesan estas reformas, sino también las que se dirigen al saneamiento financiero y a la
reconstrucción interior. Para cumplir con estos objetivos, se propuso reorganizar el aparato estatal
con un intervencionismo en materia económica y con unas prácticas que hasta entonces no se
habían llevado a cabo, como son las regalías frente a la Iglesia, que no es una intromisión en el
poder de la Iglesia, sino que es la reivindicación estatal del derecho de regalías en el orden civil y
que el Estado fue perdiendo periódicamente (y que los Austrias no fueron capaces de defender). Es
preciso observar un progresivo crecimiento del Estado a medida que avanza el s. XVIII, en gran
parte debido a los principios propios del absolutismo. No es de extrañar que aparezcan órganos
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colegiales nuevos y que se mantengan algunos Consejos y Juntas. No obstante, destacan con los
Borbones los órganos individuales, como los ministerios. Las Secretarías de Estado y de Despacho
eran las de Guerra, Marina e Indias, Estado, Justicia y Gobierno político, y la de Hacienda.
Todos estos mecanismos van removiendo y transformando el sistema anterior,
encontrándose los cambios mayores en la administración territorial con la aparición de la figura
del intendente. Una vez eliminados los reinos se crean las intendencias, que están distribuidas en
provincias (con una definición fiscal, entendidas como circunscripciones para el ámbito de la
fiscalidad) y corregimientos (esta idea de centralización administrativa está inspirada en el modelo
francés, que divide sus territorios en intendencias). Sobre los intendentes existe una normativa muy
compleja, pudiéndose destacar con relación a ellas cuatro acontecimientos concretos: a) la
instrucción de 1711 es una de las primeras que afectan a esta centralización administrativa a partir
de las intendencias. En ella se dejan claras las competencias (Justicia, Gobierno, Hacienda y
Guerra), dirigidas por un intendente que se halla al frente de la intendencia; b) el decreto de 4 de
julio de 1718, en el cual se dispone el número de intendencias en los reinos de España (20
intendencias); c) en 1749 tiene lugar una precisión en todo el tema de la distribución para que las

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intendencias estén perfectamente repartidas en todo el suelo de la monarquía, para que coincidan
con los corregimientos de las ciudades, y para que se subdividan las intendencias en lo que se puede
denominar provincias y partidos, subdivisión que permite que la administración territorial vaya
tomando un cuerpo muy diferente al de los ss. XVI y XVII. El régimen municipal tampoco va a
escapar de la reorganización del Estado, como se observa en las influencias centralizadoras. D) De
la misma manera, estamos a las puertas de que aparezcan figuras nuevas en la composición de los
municipios, las cuales empiezan a emerger con Fernando VI, pero que tendrán su mayor
implantación con el despotismo ilustrado de Carlos III: los procuradores síndicos personeros y
los diputados del común. La función de estas figuras en la administración municipal era la d
defensa de los intereses de los súbditos ante las oligarquías urbanas que dominan en un sentido
minoritario. Serían una especia de “defensores del pueblo” que tratan de defender los intereses del
común ante las autoridades políticas, y que fueron muy valoradas por el pueblo, especialmente
durante el reinado de Carlos III. Hay que mencionar también las audiencias, que ahora van a
coincidir casi en su totalidad con las capitanías generales (audiencia de Oviedo, de Sevilla, de
Extremadura…). Entre 1707/1709 y 1716 tendrá lugar la adaptación del régimen foral al modelo
castellano centralizador con los Decretos de Nueva Planta. Estos empezarán a establecerse en 1707
(1709 para Valencia, 1713 para Aragón, 1715 para Mallorca, 1716 para Cataluña). Es una tendencia
centralizadora que suprime cargos e instituciones (consejos, virreinatos…), imponiendo las
características del modelo castellano este cambio supone una reorganización del territorio
materializada con Felipe V.
El segundo gran objetivo de Felipe V es el intervencionismo en materia económica. Por
ello, la política económica buscará recursos necesarios y llevará a cabo una práctica mercantilista,
contando con la influencia de un capital francés, pues se pretende una estabilidad económica De ahí
que la política de estabilidad aportara también que la plata americana quedase en nuestro país y no
se exportase sin llegar a endeudarse, pues era necesaria la disponibilidad de fuertes divisas. Para
ello, además, se crean las manufacturas y fábricas reales, y las compañías comerciales (fábricas
de paños, tapices…), que muestran ese proteccionismo a nivel industrial. Sin olvidarnos de otras
industrias abandonadas por la propia realidad interna y la escasa atención a la actividad económica
como la industria metalúrgica y a la actividad de la minería. Una medida importante será la del
desarrollo de un catastro que permita conocer la riqueza de los españoles. Si además de ello la
monarquía genera una red jurídica (a partir de las reales pragmáticas), se puede encauzar el
intervencionismo económico para que desemboque en la tan ansiada estabilidad económica.

El reforzamiento del regalismo en materia eclesiástica.

La práctica de hacer valer las regalías es un concepto con un desarrollo importante en la


Historia de España que ha marcado las relaciones entre el Estado y la Santa Sede. Es un capítulo
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esencial en el s. XVIII porque lo primero que se marca es la conducta en las relaciones Iglesia-
Estado. Hay que atender al regalismo en relación con unas prácticas de reforma desde las nuevas
ópticas de la Ilustración, de ahí que la visión inicial que se puede tener el problema es a partir de
una ideología como conjunto de ideas renovadas con respecto a tiempos anteriores (el argumento de
la secularización o la separación de la Iglesia y del Estado); y también se puede estudiar este
fenómeno a partir de unas tensiones (conflicto provocado por el desarrollo de las relaciones entre
ambas partes).15 Todo este proceso ayudará a entender lo que se va a hacer por parte de la
monarquía en ese forcejeo constante es atribuirse unos derechos reales que consideran inherentes a
su soberanía y, por lo tanto, no corresponden al papado ni a la Iglesia. La idea de la secularización
es fundamental para haberse podido llegar a esta situación en el s. XVIII. No se discute la potestad
del pontífice ni se trata de inmiscuirse en materia religiosa o eclesiástica, sino que lo que se exige a
Roma es el respeto por todo aquello que se considera exclusividad temporal de la monarquía,
batalla en la cual pondrán todo su ardor Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Este regalismo
borbónico se convierte además en un aspecto que influye poderosamente en la Ilustración española
y en el despotismo ilustrado, pues significa, por ejemplo, que para los nombramientos de los cargos

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eclesiásticos es necesario contar con el rey. La ampliación del campo de las regalías traerá también
la obtención de una serie de recursos materiales que antes correspondían a la Iglesia.
En estas prácticas aparece un soporte jurídico a la hora de entender el regalismo, el cual hace
que la monarquía no cometa los mismos errores que la Iglesia, es decir, utilizar un privilegio, una
tradición o una confusión para hacerse con el control de algo. El soporte jurídico, de acuerdo con
las nuevas ideas, se hace desde el derecho mayestático, es decir, el derecho que tienen los reyes
(derecho de majestad) en función de su soberanía (por lo tanto, no es un privilegio, sino un
elemento inherente a la monarquía como institución). La burguesía tiene bastante que decir en estas
nuevas ideas, ya que muchas tensiones con Roma ponen de manifiesto que, junto a la independencia
del poder real, se esconden intereses económicos propios de este sector social. En el Concordato de
1753 (ya con Fernando VI) se transfiere al monarca facultades del control de la Iglesia que no
supieron hacerlo los concordatos anteriores (Patronato Universal, beneficios desde el punto de vista
económico…).

Despotismo ilustrado como pensamiento político y práctica reformista.

Historiográficamente nos interesa el despotismo ilustrado porque se genera una unión entre
el Estado y la Ilustración que, como pensamiento político y práctica reformista, da lugar a un
amplio marco teórico para implantarlo en las reformas. En definitiva, el despotismo ilustrado es la
última fase en el proceso histórico de la monarquía. Además, fue una expresión inventada por
investigadores alemanes en el s. XIX porque quieren contrastarlo con el despotismo de corte
(sistema de la monarquía absoluta por antonomasia de Luis XIV), que nada tenía que ver con el
despotismo ilustrado.
En el planteamiento de Carlos III hay una proyección inicial de este despotismo ilustrado en
el marco reformador (1759-1766), que continúa hasta 1766 cuando se produce un detenimiento
debido a factores muy diversos (expulsión de los jesuitas, motín de Esquilache, el motín de
Aranjuez, revueltas de corte religioso, económico, ideológico, etc.). La tercera fase, tras la
inestabilidad ocasionada por el parón, Carlos III continuará con su plan de reformas hasta su muerte
en el año 1788, aplicándolo en una triple dirección: la administración del Estado, el
ordenamiento social y económico y el planteamiento cultural y la política religiosa. El
absolutismo ilustrado durante el reinado de Carlos III contiene un problema terminológico
relacionado con el concepto de despotismo. Ambos conceptos son sinónimos aceptados por la
Historiografía, pero cuando ambas expresiones se encuentran aparecen historiadores del derecho

15
El primer caso de tensiones surge ya con la llegada de Felipe V a la Península en 1701, pues Clemente XI
apostó por el archiduque Carlos. Otras tensiones se observan en los Concordatos de 1717 y 1737, los pactos y acuerdos
que pretende el Estado establecer con la Iglesia unas relaciones como consecuencia de las ideas nuevas aportadas por la
Ilustración.
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que se interesan por el desarrollo de esta modalidad de la monarquía (El despotismo ilustrado en
España, de Luis Sánchez Agesta), donde dice que “el despotismo ilustrado es un concepto que sirve
para dulcificar el término «ilustrado»”. En ese mismo aspecto, aunque desarrollando diversas
paradojas, Vicente Atard escribió dentro del ámbito de la política del s. XVIII que “la Ilustración,
que predica la libertad, junto a los monarcas, que ejercen el poder de modo absoluto, se dan la
mano”. Se pueden hallar expresiones más actuales de Antonio Domínguez Ortiz (Carlos III y la
Ilustración española), quien dice que la expresión correcta es «absolutismo ilustrado» porque
“absoluto” (soluto ab legibus, en su expresión en latín) significaba en la terminología de la época
que el monarca no estaba sometido a las leyes ordinarias, pero sí a las leyes morales y a los pactos
establecidos con los vasallos; mientras que el déspota era el tirano que ejercía el poder para su
exclusivo beneficio. La ideología de las luces y el sistema de ideas y de valores programados por la
Ilustración, el uso de la razón, la idea de la naturaleza, el secularismo y el reforzamiento de la
educación van a ser asumidos por los deseos de los monarcas.

¿Qué añade el absolutismo ilustrado al «absolutismo» a secas?

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Ese absolutismo encarnado en los ss. XVI y XVII se encarna en la práctica de un poder
divino por un monarca soberano y cuya actividad se orienta a la política interior y exterior, y cuyos
intereses dinásticos y personales no se aclara que estén separados de los intereses del reino (esta es
la idea del absolutismo a secas). El absolutismo ilustrado añade a este concepto que se aceptan y
ponen en práctica los principios de la Ilustración para lograr una mayor eficiencia del Estado, en
beneficio de este y en el del poder del monarca absoluto ilustrado. Por lo tanto, no piensa
únicamente en él, sino también en sus súbditos (se cumple por tanto la primera parte del aforismo
“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). A partir de asumir los principios de la Ilustración se
puede decir que el absolutismo y la Ilustración entablan unas relaciones íntimas, en algunos casos
posibles y en otros imposibles, generándose de esta manera tensiones. Otro factor que demuestra
esta idea es la intervención del poder real en todos los ámbitos del Estado, como ocurre con el
regalismo. En los ss. XVI y XVII se tiene muy claro que no merece la pena eliminar la confusión
entre las facultades de la Iglesia y el Estado, pero en el s. XVIII la situación cambiará, pues tendrá
lugar un proceso de secularización. Otra de estas manifestaciones se encuentra en que el poder
tiende a centrar en sí mismo toda la vida administrativa, con lo que está fomentando un añadido a
ese absolutismo a secas. Además, también se tiene en cuenta la preocupación por el bienestar
material, tratando de crear un provecho social. En definitiva, de la unión entre un pensamiento (el
ilustrado) y una práctica (la del absolutismo) se desprende la verdadera médula del absolutismo
ilustrado. Por otra parte, hay que decir que los monarcas eran hombres de su tiempo y no podían
sustraerse del ambiente que les rodeaba, siendo representantes de un Estado que está cambiando en
sus formas y finalidades. El encuentro entre una práctica política y una filosofía que da como
resultado el absolutismo ilustrado se ve apoyado por la obra de Kant, que queda resumida por la
frase “los filósofos ilustran y los soberanos gobiernan”, que trabajan conjuntamente en provecho de
los súbditos. Por ello, entendemos que el absolutismo ilustrado se está basando en unos principios
doctrinales con el objetivo de la utilidad y del provecho, por lo que la burguesía ofrece su apoyo a la
causa del monarca ilustrado, mientras que la antigua nobleza lo rechaza y se sitúa al lado del
conformismo (y no del progreso).
La confluencia de los ilustrados (Jovellanos, Cabarrús, Floridablanca…) y de un monarca
ilustrado implica que sea un ámbito en torno al que giren las reformas. Antonio Mestre dice que hay
que distinguir entre Ilustración y despotismo ilustrado y, al hacer esta distinción, el gobierno, que
con unas ideas ilustradas está acentuando su práctica política, recibe la denominación de monarca
ilustrado; aunque por otro lado, el marco teórico elabora un entramado de ideas que pueden no
llegar a aplicarse. Toda esta línea reformista habría sido muy útil en la España del s. XVIII si
hubiera existido una armonía, pero no fue así, pues la armonía entre la monarquía, los ilustrados y la
sociedad registró graves puntos conflictivos y contradictorios que marcaron distanciamientos entre
proyectos, contrastes entre ideas y realidad y, en ocasiones, una difícil armonía entre los deseos de
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los distintos sectores de la sociedad y las prácticas de su gobierno. De la misma forma, el


desempeño de importantes cargos políticos por parte de nobles extranjeros no será bien recibido por
parte de la antigua nobleza española. No solo se cuestiona que pueda ponerse en peligro el antiguo
régimen, sino que también se ponen en peligro los principios de la Iglesia al protagonizar el
gobierno la política regalista. La reacción eclesiástica ante esta situación llevará a unos
planteamientos apologéticos y a denunciar que la razón ha producido monstruos. En tercer lugar,
surge el problema del absolutismo monárquico (a secas). Todo ello motiva a reflexionar sobre el
despotismo, Ilustración, conflictos ideológicos, contradicciones del pensamiento y tendencia de

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
reforma política a lo largo del s. XVIII.16 Aun así, el poder del monarca es omnímodo, y es el
nervio principal de las reformas (es el individuo mediante el cual encontramos la proyección y los
campos de aplicación del afán reformista).17

5.2. El Despotismo Ilustrado de Carlos III en España. El Rey y sus ministros: impulso
reformador y campos de aplicación.

En la operación reformista de los monarcas y en las ideas de los ilustrados hay un primer
estadio que es el interés por el conocimiento de la realidad que permite actuar, gobernar y saber con
quién se está tratando y qué es lo que se necesita para cambiar la realidad. Según el método
cartesiano (observación, análisis e interpretación), el interés siempre proviene de la existencia de la
duda, y se usa la información como vía para llegar al conocimiento. Así pues, la monarquía quiere
descubrir las verdades de esa realidad y trata de aplicar los medios convenientes para transformarla,
buscando el progreso y tratando de favorecer el bienestar de los súbditos. Todo deriva de la
actuación del Estado, que producirá una amplia documentación que será muy útil para los
historiadores.
Entre las muestras conservadas las primeras que encontramos son los viajes y los textos de
los viajeros, mecanismos de información y conocimiento que tuvieron una influencia importante en
los proyectos de reforma. En algunos casos se trata de escritos de viajeros españoles, pero se
dispone de toda una gama de viajeros extranjeros que transitan por la Península (Juan García
Mercadal recogió numerosos viajes de extranjeros por España y Portugal). Se pueden destacar los
viajes de ilustrados españoles como Aranda, Campomanes, Floridablanca o Godoy. Juntos a los
viajes están los vecindarios, que con el paso del tiempo se transformarán en recuentos y en
“censos”. Puede mencionarse el censo que formaría parte del catastro de Ensenada, el censo de
Floridablanca o el de Godoy, que constituyen exquisitos documentos para conocer la realidad
demográfica y urbanística. Junto a los viajes y los vecindarios, las memorias políticas y
económicas, los diccionarios geográficos y los diccionarios históricos forman todo un acervo de
información acerca del siglo XVIII. En lo que se refiere a los cuestionarios, encuestas,
interrogatorios o formularios llevados a cabo a lo largo de todo el siglo (Aranda, Floridablanca,
Jovellanos...), su finalidad era la de preguntar a la población para obtener un conocimiento que
permitiera a las instituciones del Estado aplicar todo tipo de posibilidades para poder gobernar.
Hay que decir que en las últimas décadas de este siglo se desarrollan por parte de los
monarcas un sinfín de normativas y de disposiciones legislativas con el fin de transformar la
realidad. Desde la aparición del despotismo ilustrado se están empleando unos mecanismos que,
siguiendo el método racionalista, tratan de observar, explicar y aplicar métodos eficaces en lo que
se refiere a la vida social, económica, política o cultural. La geógrafa Pilar Ponce Leiva ha trabajado
en este tipo de noticias a través de cuestionarios, interrogatorios y formularios y plantea que esta
apropiación de las noticas protagonizada por el Estado lleva al control de un instrumento más del
poder por parte del Estado. Se eliminaba así la privacidad de la población y el Estado incrementaba
su control sobre ella.

16
Estudiadas por J. A. Maravall, quien expresa que es un continuo combate y muy difícil de llevarlas a cabo.
17
Antonio Elorza, en relación con esta idea, dice que las atribuciones que tiene este poder que representa el
monarca absoluto ilustrado se hacen en un estricto respeto al orden jerárquico de la sociedad estamental.
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Siguiendo el guion de Palacio Atard, el buen gobierno se debe basar en cuatro grandes
espacios:

1. El espacio político-religioso lleva consigo el intento de abordar el regalismo, de


adentrarse en la imagen regalista como ideología política religiosa peculiar del siglo XVIII. Se trata
de una posición secularizadora, de derecho real, que debe fomentar el control de la Iglesia y de los
eclesiásticos.
2. El espacio político-administrativo, que debe caracterizarse por la centralización. Hay
que ser consciente de los cambios introducidos por Felipe II, pero son las reformas carolinas del
déspota ilustrado Carlos III las que proporcionan en los distintos niveles de la administración la
posibilidad de transformar la realidad.
3. El espacio económico-social con un vasto programa de reformas que afecte a la actividad
primaria y comercial Se busca racionalizar el sistema en busca del bienestar y la felicidad pública.
Por ello se entendía que la política de comunicaciones, la construcción de un banco nacional, la
mejora de las infraestructuras, la incidencia de las nuevas corrientes doctrinarias (fisiocracia) o la

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creación de sociedades específicas como las Sociedades Económicas de Amigos del País serían
fundamentales para atender a los deseos de reforma y al espíritu del siglo que encarnas los reyes
ilustrados. Con este fomento del progreso se está fomentando la producción y el trabajo,
disminuyendo las manos muertas representadas por el clero y la nobleza y el sector de vagos y
maleantes. La reacción de los dos estamentos privilegiados no pondrá nada fácil la puesta en
práctica de las reformas ilustradas. Se trata también de la defensa de los valores del liberalismo, del
librecambismo, superándose en cierta medida las realidades del Antiguo Régimen y permitiendo
empezar a pensar en un nuevo modelo. Las reformas vienen de la mano de un incremento de la
producción y de un buen uso y aprovechamiento de los recursos, con una explotación eficiente, y
una propiedad plena y privada de la tierra (puesta en marcha con las desamortizaciones). Si la tierra
está en manos de la nobleza y de la Iglesia no existe capacidad de producción, existiendo como
consecuencia un elevado número de desempleados, por lo cual se llevan a cabo proyectos de
desamortización.
4. El espacio ideológico-cultural, a fin de elevar el nivel intelectual y científico. Los
proyectos de reforma de la educación son el principio básico en el que se sostiene el ideal de los
ilustrados. La educación se sitúa en el centro de la preocupación política, pues sin ella, tal y como
decía Jovellanos, nada puede funcionar correctamente. Se creará la Institución Libre de Enseñanza,
que proponía la instrucción como elemento fundamental de la educación humana. Todo ello con el
objetivo de alcanzar la felicidad, que significa progreso y reivindicación de los valores de virtud (no
la virtud cristiana, sino la virtud unida a la fortuna destacada por los clásicos y por Maquiavelo en
El Príncipe). Todas estas cuestiones son las que conforman los principios básicos del despotismo
ilustrado, que muestran el añadido del absolutismo ilustrado al absolutismo “a secas”.

Deben relacionarse a los hombres con los hechos que produjeron sus pensamientos. Es el
caso de Jovellanos, de Floridablanca, de Cabarrús… Estos individuos tienen la capacidad de
emprender las reformas, acordes con su pensamiento basado en el uso de la razón. Floridablanca,
que coincide con los reinados de Carlos III y de Carlos IV desempeñando distintas
responsabilidades políticas, escribió una serie de textos entre los que cabe destacar dos obras que
representan su pensamiento: la Instrucción reservada y su Testamento político. Es evidente que en
él se encuentran gran parte de las claves del proceso de evolución política del siglo XVIII y de lo
que significa este absolutismo ilustrado. La primera obra va dirigida al gobierno y a la
administración de la Junta de Estado, y la segunda sintetiza el pensamiento y la obra política, toda
la expresión de un tiempo, de lo que son los ministros ilustrados, las manifestaciones, los hechos,
las medidas que muestran las bases de un programa, el deseo de transformar la realidad por medio
del conocimiento. Con él culmina el proceso reformista del despotismo ilustrado español. Siempre
tuvo que hacer frente a un proceso de reacción, con una serie de medidas que impedirían la
proyección de todos estos asuntos. Con la caída de Floridablanca se desmorona una gran parte de
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las bases del reformismo ilustrado en España, triunfando de una manera rápida las ideas de las
fuerzas de la reacción, de la oposición, que defienden un régimen más personal y autoritario. Se
inicia en este momento la crisis del Antiguo Régimen en España.
La crisis del Antiguo Régimen es una crisis finisecular, propia del cambio de siglo, muy
amparada en la crisis del Estado.

5.3. Crisis del Estado, crisis del Antiguo Régimen: temores y reacción en la España de Carlos
IV. La difícil coyuntura finisecular: crisis de la Hacienda y problemas financieros.

Cuando nos planteamos la cuestión de la crisis del Antiguo Régimen estamos formulando
que se va a producir el final de un tiempo y el principio de otro. En España se estaban observando
unos cimientos de cambio que apuntaban a la crisis y caída del absolutismo. Estos cambios estallan
en los últimos años del reinado de Carlos III, y especialmente durante el tiempo de Carlos IV. Es
entonces cuando se inicia la crisis definitiva del Antiguo Régimen. Es cierto que tras las revueltas
de 1766 tienen lugar algunas transformaciones, pero los tres elementos que harán tambalear el

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absolutismo tendrán lugar sobre todo con Carlos IV. El primero de ellos tiene que ver con el mundo
de las ideas, con la Ilustración. Es la etapa del temor al contagio revolucionario, en la que las
ideas ilustradas pueden estar sobrepasando los límites de la sociedad española, iniciándose su
abandono. El pánico al contagio está eliminando la Ilustración y limitando el reformismo de
Floridablanca. La breve etapa de Aranda hará que se recrudezca todavía más la reacción de la
contraideología, la cual no pretende continuar hacia un sistema renovado. El segundo elemento es la
desintegración del Estado. Encontramos ahora una crisis política de la España del antiguo régimen
vinculada a la monarquía de Carlos IV. El tercer elemento es la crisis económica. Estos tres
aspectos son los tres niveles de análisis que se proponen para entender lo específico de esta
situación y que coinciden con los planteamientos de la mayor parte de la bibliografía que trata las
causas de la crisis del Antiguo Régimen.

Josep Fontana indica que la crisis del Estado está motivada por la crisis de la Hacienda. En
cuanto a la desintegración del Estado (un proceso vinculado fundamentalmente a la monarquía de
Carlos IV), hay que establecer una relación entre dos esferas que se complementan: la esfera
interior y la esfera exterior (íntimamente relacionadas ambas cuestiones, aunque presentan
diferencias). En lo que respecta a la esfera interior, en poco tiempo se pasa de un proceso de
reacción (modificándose los aires reformistas por los reaccionarios). En cuanto a las relaciones con
el exterior, hay que mencionar el fuerte protagonismo de Francia (como consecuencia de las ideas
provenientes de la Revolución Francesa y por la posterior invasión napoleónica) e Inglaterra
(referido a la política nacional). La herencia recibida por Carlos IV viene definida por la clara
imposibilidad de establecer una realidad que nada tendrá que ver con el carácter reformista de
Carlos III. Sí parecen más importantes para la desintegración del Estado los valores
revolucionarios procedentes de Francia: si la revolución se desecha por considerarla radical en su
método y resultado, y las reformas no dan más de sí, se va alargando la etapa de antiguo régimen
durante varias décadas en relación con el resto de países europeos (que para este momento ya han
conseguido eliminar el antiguo régimen y se encaminan hacia otra etapa de su historia).
Floridablanca representa en el ámbito estatal el pánico ante la revolución (manifestado en
su práctica política) hasta el punto de que es destituido en 1792 por Aranda. Este atiende más a la
situación internacional que al interior, pero según el monarca no da la talla, de manera que cuando
lleva un año en el poder será cesado. Con esto, es nombrado Manuel Godoy, que llegará a ser el
ministro de la monarquía de Carlos IV. Se podría decir que esta elección es un punto de inflexión en
la actuación política de los anteriores ministros de la época de Carlos III. La labor de Godoy tiene
un atisbo de reformismo que, incluso, se pensaba que podría llegar a ser un revitalizador del
despotismo ilustrado, aunque más tarde se comprobó que en todas sus actuaciones (corrección del
déficit, reforma educativa, reformas económicas…) no se conseguirán resultados relevantes. Los
movimientos de oposición a Godoy crecieron enormemente (hasta el punto de que se creyó que
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parecía que había resurgido el movimiento revolucionario): lo más destacable son las
conspiraciones ante el despotismo ministerial, como la de Juan Antonio Picornell, la de Antonio
Malaspina o la del Conde de Teba. Estas conspiraciones ponen de manifiesto la oposición de la
actuación interior y exterior a Godoy, y también es una reacción ante el sistema despótico
ministerial. Los instigadores de las conspiraciones tendrán que exiliarse.
Vendría posteriormente una alianza con Francia (pacto de San Ildefonso de 1796) y una
guerra contra Inglaterra. El marqués de Urquijo será un paréntesis ministerial que, tras el pacto de
San Ildefonso, vuelva a ascender al poder el ya llamado “Príncipe de la paz” (Godoy), simplemente
por el deseo de Carlos IV de regresar a la política regalista y de disponer a Godoy para que se
sometiera a los dictados de Napoleón (todo eso sin olvidar de las numerosas intrigas que Godoy
realizó en la corte a espaldas de Napoleón). De los conflictos interiores se pasará a la guerra exterior
con la Guerra de las Naranjas, un apoyo explícito a Francia declarando la guerra a Portugal, que
terminaría con el Tratado de Badajoz por el que se concedía Olivenza a España. Se permitió el
tránsito de las tropas francesas a través de la Península, pues Napoleón deseaba controlar la frontera
portuguesa, país aliado de su rival tradicional: Inglaterra. Tendrá lugar finalmente la guerra de

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España y Francia contra Gran Bretaña, que llevará a la batalla de Trafalgar en 1807.
Parece claro que Godoy, más allá de la corte, no disfrutaba de demasiados partidarios. Se
llega así a una crisis monárquica con un rey impopular, un príncipe que agrupa fuerzas contra
su padre y una crisis de confianza de la monarquía. Así pues, durante el reinado de Carlos IV la
política de Godoy ha creado muchas dificultades en cuanto a la figura del monarca y ha
generalizado las desconfianzas contra la monarquía. Se llegará a una situación de caos político,
situación que será aprovechada por Napoleón, instaurando a su hermano José I Bonaparte en el
trono español tras las abdicaciones de Bayona. La presencia constante de las tropas francesas en el
suelo español, los incidentes civiles y militares y el nombramiento de José I como rey de España,
llevarán a un sentimiento antifrancés que llevará al estallido de diversos motines. En 1808 los
delegados de las Juntas se reunirán en Aranjuez para evitar que se produzca un vacío de poder,
creándose una Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, que representaría la soberanía
del pueblo. Los desórdenes, la guerra legitimada por el pueblo que rechaza el cambio de la dinastía
y el vacío de poder incidirán en el desarrollo de una profunda crisis, la crisis del Estado, del
cambio de siglo.
Todo esto lleva a la crisis económica, observándose un cansancio de los sectores
productivos y un debilitamiento del crecimiento de la población. Los indicadores de la natalidad y
la fecundidad a partir de las décadas de 1780-1790 muestran un detraimiento que coincide con la
debilidad de los recursos y con la crisis de las relaciones con América. La política reformista, que
había tenido un fuerte apoyo, se ha debilitado: tiene lugar el bloqueo agrario por la falta de
flexibilidad del sistema productivo (el ejemplo es la poca trascendencia reformista del Informe
sobre la ley agraria de Jovellanos) y por el agotamiento de la voluntad de los gobernantes. Si nos
fijamos en las manufacturas, se van a ver beneficiadas por la práctica mercantilista y por las
prácticas liberalizadores. Son sobre todo las grandes compañías de comercio y los talleres reales,
pero poco a poco se fueron reduciendo las tasas y trabas gremiales, desarrollándose un capitalismo
mercantil con un gran protagonismo de la burguesía. No obstante, los conflictos exteriores con
Francia y Gran Bretaña no favorecerán la legislación liberalizadora al entorpecer el comercio
Atlántico colonial, que será el más perjudicado. Todo ello, junto al gran desequilibrio entre gastos e
ingresos, pone de evidencia una situación insostenible. Hay que destacar la figura de Miguel
Cayetano Soler,18 responsable de la gestión hacendística y encargado de buscar muchas soluciones
a los ahogos de las finanzas reales. Sin embargo, no logró resultados satisfactorios. Josep Fontana
traslada la opinión de que el endeudamiento hace que el Estado entre en crisis, y esa crisis se nota
primera primero en lo material y en los elementos de alimentación.

18
Miguel Cayetano Soler: Abogado y político ilustrado español que entre 1798 y 1808 desempeñó el cargo de
Secretario de Estado y del Despacho de Hacienda del gobierno presidido por Godoy durante el reinado de Carlos IV.
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5.4. El nuevo equilibrio europeo, la proyección del reformismo ilustrado en Hispanoamérica y


el impacto revolucionario en las relaciones exteriores borbónicas.

El equilibrio europeo es complicado en el s. XVIII. Entre la decadencia del XXVII y los


elementos reformadores del XVIII hay un punto que se mueve entre los conceptos de decadencia y
recuperación, ya que es fácil que se desequilibre hacia uno de los dos. Este juego de intereses pasa
por tres hitos básicos que hay que tener en cuenta en el ámbito de las relaciones internacionales de
todo el s. XVIII:

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
a) Westfalia (1648), que aunque esté distante de este tiempo, forma parte del proceso
evolutivo que afecta a la monarquía española al arrebatarle poder en Europa y quitarle la hegemonía
mundial.
b) Utrecht (1713), de donde surgirá en gran medida los elementos de recuperación y por los
que algunas potencias, como Inglaterra, van a ser preponderantes y tendrán capacidad de organizar
el modelo europeo a imagen y semejanza del imperialismo inglés (dejando el desarrollo cultural a
Francia).
c) El congreso de Viena (1814-1815), el final del proceso napoleónico.

Cualquiera de estos acuerdos representa para la monarquía española una gran encrucijada
histórica, hundiéndose el designio hispánico de dominar el continente. Westfalia organizará Europa
de acuerdo con los ideales nuevos y reformista (y al margen de las grandes organizaciones estatales,
como el Imperio y el papado), no con los de la tradición y de la nostalgia (de los que hablaba
Quevedo). Utrecht disloca aún más la comunidad hispánica al arrebatarle territorios que
históricamente fueron españoles, pero también de una realidad muy importante: es la fragmentación
de la unidad política española entre el Mediterráneo y el Atlántico (recuérdese la conquista de
Menorca por los ingleses). Viena supone, por su parte, el momento en el que Europa decide
establecer los principios de su restauración, pero ahora se disloca el imperio ultramarino y se
rompen vínculos comerciales con los virreinatos sudamericanos. Por tanto, es el fracaso de la
política continental, la crisis de la política mediterránea y la crisis de la política ultramarina. A lo
largo del siglo estos tres ejes son resultado de un equilibrio inestable que, ante todo, lo que sale no
es nada bueno para la monarquía hispánica.

Durante el gobierno de Felipe V existe una fuerte diplomática inglesa, ya que va a


favorecer el fin de la guerra de Sucesión y va a establecer los fundamentos para construir un nuevo
orden en Europa, objetivo para el cual era fundamental el tratado de Utrecht. Es decir, la diplomacia
inglesa buscaba dislocar una alianza en la ella misma participaba (Holanda, Inglaterra y Francia), ya
que quiere adquirir su propio protagonismo dentro y fuera del continente. La aproximación a
Francia, la ruptura con Holanda y la política de mediación practicada en las alianzas son
explicaciones de lo que pretende hacer con todos los estados europeos. Se trata de una estrategia
que termina con un nuevo ordenamiento jurídico de Europa y en la que tuvieron cabida una serie de
tratados (los tratados de Utrecht): el reconocimiento de Gibraltar y Menorca como territorios
ingleses edifica una serie de intereses para hacerse poco a poco con el control de los imperios
ultramarinos. España empieza a ser un sujeto pasivo en las relaciones internacionales, de ahí que
Felipe V vea en su política exterior un doble campo al que tiene que atender para recuperar a
España en la política internacional y para no incidir en una mayor decadencia: el Mediterráneo y
América.19 Por eso, Felipe V ha representado siempre la imagen del irredentismo mediterráneo, y
para ello contó con Alberoni y Ripperdá. Sin embargo, el revisionismo de estos ministros no
obtiene un equilibrio entre la decadencia y la recuperación, de manera que optará por Patiño.

19
Antonio Marañón dijo que el intento más importante de incorporación de España a la política universal de
los primeros monarcas de la dinastía borbónica y de los estadistas que llegaron.
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Las líneas de actuación cambian cuando llega al trono Fernando VI, que están basadas en la
política de neutralidad representada por el ministro Carvajal y Lancaster y por Ricardo Wall.
En cuanto a la política de orientación atlántica, fundamentalmente vendrá dada por los Pactos de
Familia, que tratarán de equilibrar el proceso de antagonismo con Gran Bretaña: son pactos que
buscan resolver de una forma inmediata la inserción española en la política universal. La
coincidencia de intereses con Francia es relativa (en 1733 en el Escorial se firma el Primer Pacto de
Familia, en 1743 en Fontainebleau se firma el Segunda Pacto de Familia, y en 1761 en París se
firma el Tercer Pacto de Familia).
Estos Pactos de Familia van a condicionar la política de Carlos III, los cuales tendrán su
expresión en dos conflictos de gran magnitud: la Guerra de los Siete Años (1747-1753) y la
Guerra de las Trece Colonias norteamericanas. El Mediterráneo siempre seguirá teniendo
importancia en la política exterior de Carlos III (quien aprovechará su experiencia italiana como rey
de Nápoles que había sido) para colocar el Mediterráneo como uno de los ejes fundamentales.
Cualquiera de estos conflictos va, poco a poco, marcando la trayectoria internacional de España,
que tiene que seguir pensando en un equilibrio entre la decadencia y recuperación, y salvar

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
obstáculos en las relaciones con Francia e Inglaterra.
Se llega así al último de los periodos: la crisis del cambio de siglo durante la práctica de la
geopolítica de Carlos IV. En estos momentos hay una alianza con Francia y una guerra con
Inglaterra (1788-1789). Esa decisión de mantener la alianza con Francia la mantendrá Manuel
Godoy, pero es una experiencia que notará violentos cambios, como la ejecución de Luis XVI (lo
que supone que Francia se aleje de las prácticas propias de antiguo régimen y abrace las ideas de la
revolución, algo que pondrá en jaque la alianza con España). La Paz de Basilea20 no deja buen
sabor de boca a la monarquía española, que pondrá en juego las relaciones España-Francia en el
ámbito internacional. Después del periodo 1793-1795, a los asesores de la política internacional de
Carlos IV el problema que se les plantea no es nada sencillo, ya que se le plantea dos preguntas:
¿qué es antes, la pura razón de Estado que exige una búsqueda del equilibrio sin reparar en razones
ideológicas, de coherencia, de principios o de fundamentos que pudieran ayudar a desentonar
cualquier impulso hegemónico del adversario?, o ¿son antes los principios de moral política del
antiguo régimen, que exigían vínculos dinásticos fieles (tradicionalmente establecidos con Francia)?
En suma, esa alianza con Francia no podía acabar bien (y no lo hizo): las invasiones francesas tras
1795 y hasta 1808, y la de 1823, produjeron un inmenso trastorno nacional que desencadenará
conflictos hasta el punto de ocasionar la Guerra de la Independencia. Vendrá tras esta invasión una
política española desarrollada según los designios napoleónicos, de ahí que la mayor parte de los
elementos de colaboración con Francia tengan su antagonismo (oposición a Godoy visto en las
conspiraciones) en el que se mostraba que los españoles no estaban por la labor de convertirse en un
fragmento más del imperio napoleónico.
A partir de septiembre de 1808 se llevará a cabo un proceso de independencia que dará lugar
a una etapa revolucionaria que tratará de expulsar a los franceses de España y de organizar
internamente la política de España con la elaboración de una Constitución. La recuperación sería
muy efímera, pues la etapa iniciada en 1812 terminará dos años después con la llegada a España de
Fernando VII y la consecuente restauración del absolutismo y de las bases del antiguo régimen.

20
El Tratado de Basilea entre la República Francesa y la Monarquía de Carlos IV de España, firmado el 22 de
julio de 1795 en la localidad suiza de Basilea, puso fin a la Guerra de la Convención entre los dos países que se había
iniciado en 1793 y que había resultado un desastre para la monarquía española, pues las "provincias vascongadas" el
norte de Cataluña acabaron ocupadas por las tropas francesas.
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