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Estudios de Ocio La experiencia de

Aisiazko Ikaskuntzak
Deusto ocio: una mirada
científica desde los
Estudios de Ocio
María Jesús Monteagudo Sánchez (ed.)

Documentos
de Estudios de Ocio
núm. 35
La experiencia de ocio:
una mirada científica
desde los Estudios de Ocio
María Jesús Monteagudo Sánchez (ed.)

La experiencia de ocio:
una mirada científica
desde los Estudios de Ocio

2008
Universidad de Deusto
Bilbao
Documentos de Estudios de Ocio, núm. 35

El Instituto de Estudios de Ocio pretende que la aparición de


sus Documentos ayude a paliar la escasez de publicaciones
sobre temas de ocio en lengua castellana. Cada Documento tra-
tará de responder a alguna cuestión relacionada con la práctica
del ocio, entendido como cultura, deporte, educación, turismo,
recreación y desarrollo personal y comunitario. Los especia-
listas y técnicos en las áreas señaladas podrán disponer así
de investigaciones, instrumentos de trabajo y puntos de vista
de personas que colaboran con este Instituto universitario. El
contenido de cada uno de los documentos es obra y responsabi-
lidad de su/s autor/es.

La publicación de este libro es posible gracias al patrocinio del


Grupo Santander a través de la financiación de la Cátedra Ocio
y Conocimiento.

Dirección
Manuel Cuenca

Consejo de Dirección
M.ª Luisa Amigo
Cristina de la Cruz
Susana Gorbeña
Roberto San Salvador del Valle
M.ª Luisa Setién

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la


cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en
manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, quími-
co, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permi-
so previo del editor.

© Publicaciones de la Universidad de Deusto


Apartado 1 - 48080 Bilbao
e-mail: publicaciones@deusto.es
ISBN: 978-84-9830-462-6
Índice general

Introducción
por Monteagudo Sánchez, M. J. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Parte I. Reflexiones sobre el ocio y el valor de su experiencia

El ocio líquido. Un nuevo paradigma de experiencia.


por Cuenca Amigo, J. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Claves interpretativas de la experiencia de ocio. Más allá de la participación
y el disfrute está la persona.
por Goytia Prat, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Transformando nuestro comportamiento mecánico: la recuperación del ocio.
por Juniu, S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Reconstruyendo la experiencia de ocio: características, condiciones de posibi-
lidad y amenazas en la sociedad de consumo.
por Monteagudo Sánchez, M. J . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
La experiencia de ocio estético
por Amigo Fernández de Arroyabe, M.ª Luisa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Ocio: la celebración de la vida frente a las conquistas materiales
por de Oliveira Martins, José Clerton . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Cada vez más rápido
por Carlos Andrés, J . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
El consumo de ocio: gustos, prácticas y funciones
por Álvarez Sousa, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
El valor del ocio: una negociación entre renta y tiempo
por Gabaldón Quiñónes, P . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191

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Parte II. Propuestas y retos en torno a las experiencias de ocio
desde distintos ámbitos y grupos de población

Modelos de Aceptación de Tecnología aplicados en contextos de ocio: el caso


del turismo (MATT).
por Abad Galzacorta, M. y Alzua-Sorzabal, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
El valor de proveer experiencias únicas en turismo activo: aportaciones prácticas
para la oferta.
por Sallent i Bonaventura, O . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
La manifestación del ocio en parques naturales protegidos
por Arruti, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249

Los videojuegos y las comunidades virtuales. Dos ejemplos de ocio digital


por Aguilar Gutiérrez, E . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267

Claves del acceso al ocio de toda la ciudadanía


por Madariaga Ortúzar, A. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287

La experiencia de ocio a través de los programas universitarios de adultos/mayores


por Lázaro Fernández, Y . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317

Autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337

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Introducción
María Jesús Monteagudo Sánchez

Resulta siempre gratificante poder dar cuerpo a las reflexiones de


pensadores distintos que, con el objetivo común de arrojar luz sobre un
tema concreto, concentran sus esfuerzos en torno a cuestiones que preocu-
pan a la comunidad científica. La experiencia de ocio no es, en absoluto,
un tema nuevo. La experiencia ha estado ahí desde siempre; es tan antigua
como las conductas de ocio, tan remota, entonces, como el ser humano,
ya que el ocio es inherente a nuestra naturaleza. La actualidad de la ex-
periencia de ocio, como objeto de interés científico, radica en que, nunca
antes de manera tan explícita, se había hecho patente la trascendencia del
ocio como elemento central en la jerarquía de valores de la ciudadanía, ni
tampoco se había tomado conciencia de su enorme potencial como fuente
de satisfacción y felicidad. Hoy más que nunca adquiere sentido la frase
popular, «no vivimos para trabajar sino que trabajamos para disfrutar del
ocio».
El ocio, se ha convertido, junto a otros valores postmateriales, pro-
pios de las sociedades postmodernas, en uno de los aspectos que otorga
valor y sentido a la vida. En este escenario, resulta lógica la preocupación
que hoy se evidencia en el marco académico por preservar el sentido in-
trínseco, el valor y los beneficios que reportan las experiencias de ocio.
Alcanzar este objetivo requiere, sin embargo, asentar, previamente, un
conocimiento riguroso de la naturaleza de estas experiencias, su funciona-
miento, sus significados así como las repercusiones que su vivencia puede
desencadenar en los protagonistas.
La inquietud que despierta la experiencia de ocio no supone relegar
la convicción de que el ocio es, aún hoy, un derecho humano conculcado

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y como tal, se ha de seguir reivindicado. Por el contrario, la focalización
del interés en torno a las experiencias de ocio refuerza y amplia el sentido
de derecho al ocio, pues implica el reconocimiento de que la materiali-
zación de este derecho, no se restringe a la garantía de unas condiciones
de acceso para todos los ciudadanos. Este derecho se extiende más allá, y
contempla, además del acceso, la necesidad de cuidar los ingredientes que
convierten el ocio en una experiencia humana básica y le dotan de todo su
potencial como factor de desarrollo. En otras palabras, el derecho al ocio
exige también la reivindicación de un ocio de calidad, cuya vivencia pue-
da desencadenar experiencias de ocio memorables.
En esencia, la reflexión crítica y el análisis constructivo de las expe-
riencias de ocio constituyen el hilo conductor de este libro. La segunda
edición de OcioGune. Foro de Investigación, Pensamiento y Reflexión en
torno al Ocio, celebrado en la Universidad de Deusto en Junio de 2007,
proporcionó el marco idóneo para el tratamiento de esta temática desde un
enfoque multidisciplinar. Bajo el título: La experiencia de ocio a debate:
más allá del consumo y la participación, OcioGune 2007 contextualizó
el estudio de la experiencia de ocio en el marco de las sociedades del
siglo XXI. Un marco que, sin duda, aporta nuevos parámetros para la re-
flexión. Entre ellos, el influjo de las estructuras socioeconómicas propias
del capitalismo occidental y que se erigen a través de nuevas expresiones
del capitalismo liberal, tales como la economía de la experiencia, de la
creatividad o de las ideas.
La fuerza arrolladora de esta realidad económica, que inevitable-
mente acerca el fenómeno del ocio a las dinámicas propias del consu-
mo, se halla presente en el discurso de buena parte de los autores que
participan en esta obra y constituye, uno de los ejes trasversales a partir
del que avanza el discurso. El otro eje que subyace a cada texto y que
emana como filosofía de base y punto de arranque de la reflexión, es
la visión humanista de la experiencia de ocio. Una concepción que, tal
y como afirma Manuel Cuenca, defiende el valor y el sentido intrínse-
co del ocio como conducta humana compleja (direccional y multidi-
mensional), centrada en actuaciones queridas (libres y satisfactorias),
autotélicas (con un fin en sí mismas) y personales (con implicaciones
individuales y sociales).
Los capítulos que componen esta obra son buena muestra de las apor-
taciones que tuvieron lugar durante la celebración de OcioGune 2007. Por
segunda vez consecutiva, este Foro consiguió reunir a investigadores y
expertos en ocio procedentes de diferentes contextos geográficos y que,
desde múltiples enfoques, consiguieron enriquecer con sus discursos, la
actual reflexión existente en torno a la Experiencia de ocio como objeto
científico de estudio.

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Este libro reúne los textos de las ponencias que se presentaron durante
el Foro así como algunas de las comunicaciones más representativas de la
temática principal de OcioGune 2007. Sus contenidos se estructuran en
dos partes bien diferenciadas.
La primera parte del libro, Reflexiones sobre el ocio y el valor de
su experiencia, acoge los textos que reflexionan sobre el tema desde
un planteamiento eminentemente teórico. Los ocho autores que inte-
gran esta primera sección, profundizan en la naturaleza de la expe-
riencia de ocio, delimitan sus características y avanzan algunas claves
necesarias para su interpretación actual, en el marco de lo que algunos
autores denominan Modernidad líquida. Los contenidos dan cuenta
de las transformaciones que el ocio ha experimentado a lo largo del
siglo XX, el origen y las consecuencias que tales cambios han genera-
do en la actual configuración del ocio como paradigma emergente en
las sociedades contemporáneas. Subyace al discurso de estos autores,
la necesidad de entender el ocio y los rasgos de las experiencias que
propicia, dentro de las coordenadas ideológicas de una ciudadanía ac-
tual, que asume este fenómeno como uno de los valores centrales de
su existencia y que ha crecido al amparo de estructuras sociales que
tienden a equiparar «ocio y consumo». Este ejercicio de adaptación
a los tiempos que corren, no impide a los autores, el reconocimiento
de que las potencialidades del ocio van más allá del consumo y de la
mera participación. Se toma conciencia de la situación actual del ocio,
no desde una postura antropológicamente conformista, sino desde
la conciencia y la necesidad de preservar el auténtico valor del ocio,
hallando un equilibrio entre su papel como promotor del desarrollo
personal y su contribución al desarrollo económico y social, mediante
la conversión de las experiencias de ocio en productos al servicio de la
economía de mercado.
La segunda parte del libro, Propuestas y retos en torno a las expe-
riencias de ocio desde distintos ámbitos y grupos de población, reúne las
aportaciones de seis autores que, sin alejarse del discurso académico pero,
con una visión más aplicada, analizan el tema a la luz de las necesidades,
transformaciones y retos que se perfilan en diferentes ámbitos del ocio
(turismo, deporte, recreación), en distintos grupos de población o vincu-
lando la experiencia de ocio con otras temáticas afines, estrechamente
relacionadas al objeto de estudio como las Tecnologías de la Información
y de la Comunicación (TIC). El resultado de tales reflexiones aplicadas,
se materializa en la consideración de binomios temáticos (Ocio/Turismo,
Ocio-Deporte, Ocio-Recreación, Ocio-TIC, Ocio-Personas con discapaci-
dad, Ocio-Personas Mayores), que marcan el contenido de los textos que
componen este segundo apartado de la obra.

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La contribución de las TIC en la transformación de los estilos de ocio
y de vida de la ciudadanía resulta innegable. La ya consolidada relación
entre Ocio y TIC, cambia en la actualidad de manera exponencial, al con-
vertirse, las TIC, no sólo en factor de producción y soporte de productos
y servicios de ocio, sino también en el contenido mismo del ocio, dando
forma a lo que hoy se denomina, ocio digital o electrónico.
El influjo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(TIC) es uno de los temas que, de manera recurrente y transversal son
considerados, tanto en el ámbito del turismo como en el del deporte. En
ambos, las TIC contribuyen a mejorar y adaptar la calidad de las experien-
cias de ocio que se pretenden promover en el cliente, a sus preferencias,
expectativas y posibilidades, de una manera cada vez más personalizada.
La propuesta que desde el ámbito del Turismo activo se nos plantea sobre
el uso de las experiencias turísticas como eje para una nueva estructura-
ción del producto turístico y de la orientación al cliente, es buena muestra
de ello.
El protagonismo indiscutible de la experiencia de ocio se recupera con
el tratamiento del binomio Ocio-Recreación, en el marco de los espacios
naturales. La figura de los parques naturales protegidos, sirve a la autora
para reflexionar sobre las aportaciones que estos espacios pueden hacer a
las experiencias de ocio, incorporando valores de respeto, preservación y
sostenibilidad a las conductas de ocio.
Cierran esta segunda parte, dos capítulos en los que la experiencia de
ocio toma cuerpo en dos colectivos de población ampliamente considera-
dos en la literatura de los Estudios de Ocio: las personas con discapacidad
y las personas mayores. El capítulo dedicado a las personas con discapa-
cidad, sirve de marco para la defensa del derecho al ocio de toda la ciuda-
danía. La diversidad de la sociedad, entendida como valor, y el principio
de inclusión, como herramienta de implantación para garantizar a todos el
acceso al ocio, actúan como preámbulo para abordar, después, las dificul-
tades que experimentan las personas con discapacidad para disfrutar de
experiencias de ocio. La autora avanza algunos de los retos que se han de
afrontar para garantizar el acceso al ocio de toda la ciudadanía.
Una realidad radicalmente distinta plantea la situación que, con res-
pecto al ocio, vive buena parte de las personas mayores. La aproximación
de este colectivo al mundo universitario, con una filosofía que emplea el
binomio Ocio-Formación como lemas principales, sirve a la autora para
profundizar en aquellas experiencias de ocio que tienen en el saber, en la
adquisición de conocimientos y en la superación personal, los conteni-
dos idóneos para perfilar su ocio y disfrutar de las experiencias que este
proceso le depara. La experiencia de más de una década del Instituto de
Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto ratifica la importancia de

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dar continuidad a estas iniciativas formativas, que contribuyen a convertir
el proceso de envejecimiento en una oportunidad para dar vida a la vida a
través del ocio.
Este libro es, igual que OcioGune, el Foro del que emanan estas
aportaciones, una invitación a la reflexión y al pensamiento en torno a
cuestiones que, lejos de ser vanas, comprometen el futuro de las personas,
en términos de felicidad, bienestar y calidad de vida. El protagonismo del
ocio está garantizado durante las próximas décadas. Queda en nuestras
manos, en manos de toda la ciudadanía, garantizar que el ocio del futuro
se desarrolle bajo las directrices de un ocio humanista.

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Parte I
Reflexiones sobre el ocio
y el valor de su experiencia
El ocio líquido. Un nuevo paradigma de experiencia.
por Cuenca Amigo, J. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Claves interpretativas de la experiencia de ocio. Más allá de la participación
y el disfrute está la persona.
por Goytia Prat, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Transformando nuestro comportamiento mecánico: la recuperación del ocio.
por Juniu, S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Reconstruyendo la experiencia de ocio: características, condiciones de posibi-
lidad y amenazas en la sociedad de consumo.
por Monteagudo Sánchez, M. J . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
La experiencia de ocio estético
por Amigo Fernández de Arroyabe, M.ª Luisa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Ocio: la celebración de la vida frente a las conquistas materiales
por de Oliveira Martins, José Clerton . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Cada vez más rápido
por Carlos Andrés, J . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
El consumo del ocio: gustos, prácticas y funciones
por Álvarez Sousa, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
El valor del ocio: una negociación entre renta y tiempo
por Gabaldón Quiñónes, P . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191

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El ocio líquido. Un nuevo paradigma de
experiencia 1

Jaime Cuenca Amigo

Durante el siglo XX la valoración social del ocio ha sufrido un vuelco


radical. Para comprenderlo en toda su amplitud es necesario ocuparse
del cambio que ha experimentado el significado mismo del ocio, en el
marco de una transformación general de las significaciones sociales. Es
necesario detenerse en el primer término de este proceso, tratando de
determinar el lugar que ocupaba el ocio en lo que podemos denominar,
con Z. Bauman, la fase sólida de la Modernidad. Dentro del paradigma
laboralista dominante, el papel que correspondía al ocio era el del tiempo
libre destinado a que el trabajador se recuperase de la fatiga laboral. Con
la crisis del discurso del progreso, que daba cobertura metafísica a la cen-
tralidad del trabajo en la sociedad industrial, la Modernidad ingresa en su
fase líquida. Ésta se caracteriza por la permanente provisionalidad de sus
estructuras, la privatización y desregulación de las tareas modernizadoras.
Los rasgos del paradigma anterior se invierten: la experiencia con sentido
se despliega ahora en las vivencias privadas, libres, gozosas y autotélicas,
que el mercado de consumo se encarga de suministrar. Actualmente, el in-
dividuo halla ese género de vivencias en el ocio de un modo eminente, lo
que lo convierte en el paradigma de toda experiencia.

1 El presente texto se enmarca en el proyecto de tesis «La globalización ante sus dese-

chos. Orden y exclusión en Zygmunt Bauman», financiado con una beca predoctoral del
Gobierno Vasco desde el curso 2005-2006.

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La nueva valoración del ocio

«La mal llamada pereza, que no consiste en no hacer nada, sino en


hacer muchas cosas no reconocidas en los formularios dogmáticos de la
clase dirigente, tiene tanto derecho a hacerse valer como la laboriosidad»
(Stevenson, 2005: 57). Así escribe Robert Louis Stevenson en 1876. Bajo
el provocador título de Apología de la pereza defiende la idea de que el
ser humano puede hallar un cauce de desarrollo en placenteras ocupa-
ciones más allá de la reglamentación académica o laboral. Consciente
del rechazo social que acompañaría este pensamiento, se ve obligado a
numerosas precauciones y admite que su expresión puede sonar, a oídos
de la mayoría de sus contemporáneos, con «cierto tono bravucón y de
fanfarronería». Cuatro años más tarde, Paul Lafargue adopta una actitud
brutalmente polémica en su panfleto El derecho a la pereza para defender
el ocio frente a la imperante ideología laboralista. Su encendida invectiva
contra el trabajo le valió el ataque y las burlas de sus propios correligiona-
rios socialistas.
En la actualidad no tendrían sentido ni las muchas precauciones de
Stevenson ni el tono polémico de Lafargue: el ocio ha adquirido un va-
lor y una importancia inimaginables hace, no ya un siglo, sino apenas
cincuenta años. La WLRA (World Leisure & Recreation Association) lo
considera desde 1993 «un derecho humano básico, como la educación, el
trabajo y la salud» (Cuenca, 2004: 31). Una reciente encuesta sobre la ju-
ventud española (CIS, 2005) revelaba que, si el 95,7% de los jóvenes con-
sidera el trabajo como muy importante o bastante importante en su vida,
el 95,4% otorga al ocio esa misma valoración. El 43,6% cree que el ocio
es muy importante en su vida, mientras que sólo el 5,5% dice lo mismo de
la religión y un 7,5% de la política.
Este espectacular vuelco en la valoración social del ocio suele expli-
carse usualmente acudiendo a la transformación de sus condiciones de po-
sibilidad, al menos en los países ricos. Durante todo el siglo XX se produjo
un mantenido incremento del tiempo libre, en parte debido a la consecu-
ción de ciertas exigencias de los trabajadores —tales como la disminución
de la jornada laboral o las vacaciones pagadas— y en parte por el impacto
de la tecnología, que en el ámbito cotidiano permitió reducir el tiempo
dedicado a tareas rutinarias del hogar, y en su aplicación médica logró au-
mentar notablemente la esperanza y la calidad de vida. El incremento de
la totalidad de tiempo libre disponible tiene sin duda una gran importancia
en el proceso de revaloración del ocio, como su condición necesaria de
posibilidad, pero no puede considerarse condición suficiente del cambio.
No basta con disponer de más tiempo libre, es necesario que éste pueda
ocuparse en algo distinto al mero acopio de fuerzas para el trabajo.

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Una explicación apresurada puede señalar a la prosperidad económica
como causa de este cambio en la valoración del ocio. A consecuencia del
bienestar disfrutado por las sociedades industriales avanzadas desde me-
diados del siglo XX, las necesidades básicas de subsistencia y seguridad
de la mayoría de sus ciudadanos se hallan cubiertas. De ahí que los indi-
viduos comiencen a preocuparse mayoritariamente por tratar de satisfacer
las necesidades de pertenencia, estima y autorrealización (aquellas que
ocupan los niveles superiores en el modelo piramidal de A. Maslow). En
1970 R. Inglehart propuso la hipótesis de que esta transformación en el
sistema de necesidades, debida al bienestar económico, lleva al progresivo
abandono de valores materialistas (referentes a las necesidades de subsis-
tencia y seguridad) y a la primacía de valores postmaterialistas (referentes
a la autoexpresión y la realización personal). Desde entonces, numerosos
estudios empíricos han constatado este cambio axiológico en las socieda-
des industriales avanzadas (Inglehart, 1991: 59-101).
A primera vista la extensión de valores postmaterialistas ofrecería
una explicación suficiente de la revaloración del ocio: si es en el trabajo
donde se colman las demandas de la supervivencia y la seguridad, el ocio
parece el ámbito más adecuado para satisfacer las necesidades referentes
a la realización personal. Así, el incremento del bienestar económico sería
la causa de que el ocio hoy sea más importante y se valore mejor que hace
cincuenta años. Ahora bien, mirada con detenimiento, esta explicación
se revela insuficiente, pues deja sin respuesta una cuestión fundamental:
suponiendo que la hipótesis de Inglehart fuera correcta y el bienestar eco-
nómico de una sociedad oriente el interés de sus miembros hacia la auto-
expresión y la realización personal, ¿por qué iba a buscarse la satisfacción
de esas necesidades precisamente en el ocio?
La prosperidad económica podría explicar el surgimiento de valores
postmaterialistas, pero no la elección del ocio como ámbito privilegiado
para la realización de tales valores. Por otro lado, el aumento del tiempo
libre permite que se atribuyan a éste expectativas distintas de la recupera-
ción de la fuerza laboral, pero por sí solo no explica por qué se produce
esta atribución. Así pues, ni la redistribución del tiempo social ni la segu-
ridad económica dan cuenta cabal de la revaloración del ocio en nuestra
sociedad. Es el significado mismo del ocio el que ha experimentado un
cambio y éste no puede entenderse aisladamente como producto de un
único factor, sino sólo en el contexto de una transformación de las repre-
sentaciones culturales y las estructuras sociales en su totalidad. El nuevo
significado del ocio no es sino la punta visible de profundos deslizamien-
tos de sentido que alteran el modo de comprender la vida humana y su
dimensión social.

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En las siguientes páginas trataremos de aislar breve, pero rigurosa-
mente, los contenidos centrales de este cambio semántico del ocio. Des-
cribiremos los rasgos más característicos de la comprensión actual del
ocio y sintetizaremos su función social en la categoría de paradigma de
experiencia.

El paradigma laboralista

La conquista de la naturaleza

Cuando Stevenson y Lafargue escribieron sus defensas de la pereza


eran conscientes de que la gran mayoría de sus contemporáneos las recha-
zarían con indignación. Penetrar en las razones de este rechazo es inelu-
dible para captar en qué consiste exactamente la transformación del valor
social del ocio a la que nos referimos.
Siete años antes de la aparición del escrito de Stevenson, el 17 de
noviembre de 1869, los más altos representantes de las sociedades euro-
peas se reunían solemnemente en un acto que condensa a la perfección
el espíritu de su tiempo: la inauguración del canal de Suez. La gigantesca
obra, que se alargó durante diez años y contó con la mano de obra de unos
veinte mil hombres, acortaba considerablemente el tiempo de navegación
entre Europa y Asia, facilitando así de forma decisiva el comercio de las
metrópolis europeas con sus colonias. A la ceremonia de inauguración
acudieron la emperatriz Eugenia de Montijo, el emperador de Austria y el
príncipe de Gales, entre otros miembros de la realeza europea, y al com-
positor Giuseppe Verdi se le encargó su ópera Aida para la ocasión. Tanta
solemnidad no puede entenderse si no se ve que, más allá de las evidentes
ventajas económicas que proporcionaría, la culminación del canal venía a
respaldar con los hechos la imperante ideología del progreso. La colabora-
ción en la tarea universal de construir un mundo mejor por medios técni-
cos se había convertido en la única legitimación del poder racionalmente
aceptable por la burguesía. No es de extrañar que los soberanos elegidos
por la gracia de Dios se apresuraran a demostrar sus esfuerzos en la causa
del progreso.
En el mismo año de 1869 el presidente Grant clavaba en Promontory
Point el último remache de la primera línea transcontinental de ferrocarril,
que unía las costas atlántica y pacífica de los Estados Unidos. A esta proe-
za técnica le seguirían el Orient Express (1883) y el Transiberiano (1904).
Presas, canalizaciones, carreteras, diques, rascacielos… los nuevos ma-
teriales de construcción hicieron posible un número creciente de obras
públicas que desafiaban una y otra vez barreras naturales, hasta bien poco

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antes consideradas infranqueables. Durante todo el siglo XIX, la creativi-
dad tecnológica y el poderío industrial marcaron la orgullosa autoconcien-
cia de las sociedades modernas.
En el fondo de esta exaltación de los logros técnicos de la humanidad
se encuentra la concepción moderna del ser humano y la naturaleza. Hans
Blumenberg, infatigable buscador de las metáforas que subyacen a cual-
quier discurso conceptual, señala cómo para la Modernidad el mundo se
presenta bajo la imagen de la terra incognita, como el ámbito de una tarea
de descubrimiento, conquista y colonización por la que el hombre com-
pleta un universo de por sí inacabado (Blumenberg, 2003: 125-139). El
cosmos de la Antigüedad se constituía como un orden dado de antemano,
gozosamente revelado al hombre en la contemplación. Para la Moderni-
dad, en cambio, es el hombre quien pone trabajosamente el orden en el
mundo: primero como sujeto de la representación cognoscitiva y luego
como agente de la intervención técnica. Sin esta doble ordenación, teóri-
ca y práctica, las esperanzas humanas de felicidad quedarían frustradas.
Como aprecia Zygmunt Bauman, los promotores de esta tarea moderni-
zadora se sienten llamados a una transformación de la naturaleza en su
totalidad.
«La felicidad, pensaban, sería el resultado de un mundo bien gestio-
nado, es decir: 1) de una naturaleza no humana que, gracias a los esfuer-
zos humanos, habría sido moldeada hasta adoptar una forma más dócil
para su uso humano y más propensa a la felicidad humana, y 2) de una
naturaleza humana de la que se habría limpiado todo lo que no se ajusta-
se a ese estado de felicidad o pudiera ir en contra del mismo.» (Bauman,
2006: 175)

El entusiasmo generado por la colonización del Oeste norteamericano


se comprende sólo a la luz de esta obsesión moderna por completar una
naturaleza que se concibe como inacabada (entusiasmo, desde luego, no
compartido por los pobladores originarios, para quienes la naturaleza
estaba bien como estaba). Cuando el presidente Grant clavaba el último
remache de la primera línea transcontinental de ferrocarril, no estaba sim-
plemente inaugurando una ambiciosa obra de ingeniería, sino sellando de
algún modo la domesticación del salvaje Oeste, esa Tierra Prometida de la
Modernidad. Se realizaba así en la práctica, a martillazos, el derecho a la
búsqueda de la felicidad consagrado en la Declaración de Independencia.
El ser humano moderno tiene la tarea de completar el universo
inacabado. Ahora bien, este mandato exige una omnipotencia de la
que carecemos. ¿Cómo se resuelve este obstáculo? Según Blumenberg
(Blumenberg, 2003: 136 y ss.), la Modernidad propone dos respuestas:
el método y la colectividad. La intención fundamental de la idea carte-

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siana del método radica precisamente en la constitución de una unidad
de esfuerzo de la humanidad. Si se siguieran con rigor las reglas del mé-
todo, razona Descartes, cada generación podría comenzar su tarea desde
el lugar en que la dejó la anterior, con el convencimiento de que ni una
sombra de duda empaña lo construido hasta entonces. La razón pone el
fundamento y las normas de todo saber sobre el mundo y de toda reforma
del mismo; ateniéndose estrictamente a su coerción, cada generación hu-
mana se hallará más y más cerca del conocimiento exhaustivo y del orden
definitivo de las cosas, es decir, de la felicidad.
La segunda respuesta es la colectividad. El ser humano sólo puede
creer en su capacidad para completar el universo inacabado «desde la con-
ciencia de lo disponible de una cantidad ilimitada de trabajo» (Blumen-
berg, 2003: 139), en expresión de Blumenberg. No es difícil imaginar que
algo parecido a esta conciencia debió de poseer a Ferdinand de Lesseps,
director de las obras del canal de Suez, cuando el 25 de abril de 1859 dio
el primer golpe de pico: ese simple gesto orientaba la fuerza y el trabajo
de veinte mil hombres. De hecho, las instituciones más características de
la Modernidad son estructuras que canalizan el esfuerzo de las masas. Así,
antes de la Revolución Francesa, ninguna guerra había conocido ejércitos
de millones de hombres, reclutados mediante leva. Del mismo modo, el
propósito de la fábrica industrial consiste en aprovechar con la mayor
eficiencia el trabajo de masas de obreros en un número nunca visto ante-
riormente.
Más que como dos respuestas enfrentadas al problema de la integración
de una humanidad todopoderosa, la colectividad y el método deben enten-
derse como dos rasgos ineludibles exigidos por la Modernidad a toda activi-
dad con sentido. Cualquier esfuerzo humano que aspire a no quedarse en un
mero movimiento sin dirección o en un absurdo derroche de energía debe
cumplir para la Modernidad, al menos, estos dos requisitos: estar sujeto a la
coerción racional de un método y hallar cumplimiento en el seno de la co-
lectividad. Al menos, decimos, porque en realidad es necesario añadir aquí
un tercer requisito. Bauman se refiere a él como «retraso de la satisfacción»
y asegura que se halla en el fundamento mismo de la sociedad moderna
(Bauman, 2002: 167 y ss.). Consiste en el imperativo de sacrificar la satis-
facción del propio interés en aras de una finalidad futura. En el extremo, el
constante aplazamiento del objetivo final acaba dando valor al sacrificio en
sí mismo, que se percibe como moralmente ennoblecedor. Este es para Bau-
man el núcleo mismo de la ética del trabajo, la cual predica:

«Que está mal, que es necio y moralmente dañino, conformarse con


lo ya conseguido y quedarse con menos en lugar de buscar más; que es
absurdo e irracional dejar de esforzarse después de haber alcanzado la

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satisfacción; que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y
seguir trabajando. Dicho de otro modo: trabajar es un valor en sí mismo,
una actividad noble y jerarquizadora. Y la norma continúa: hay que se-
guir trabajando aunque no se vea qué cosa que no se tenga podrá apor-
tarnos el trabajo, y aunque eso no lo necesitemos para nada. Trabajar es
bueno; no hacerlo es malo.» (Bauman, 2000: 17)

Bauman rastrea la enorme resistencia con la que chocaron los promo-


tores del capitalismo al tratar de extender este credo entre los trabajado-
res. Los orígenes de la Modernidad económica nos han legado un buen
número de testimonios de empresarios y economistas maldiciendo la hol-
gazanería de los obreros, que dejaban de trabajar cuando consideraban cu-
biertas sus necesidades básicas. El punto en conflicto no es en absoluto un
asunto de poca importancia; al contrario, constituye la actitud demandada
a cada individuo por el naciente sistema económico industrial, un modo
de conducta sin el cual no hubiera podido mantenerse. De ahí que Weber
perciba en esta entrega incondicionada al deber profesional, más allá in-
cluso del propio interés del individuo, uno de los principales elementos
constitutivos del espíritu del capitalismo (Weber, 2001: 62-63). No nos
interesa aquí el hipotético origen de este espíritu, situado por Weber en la
ética protestante, pero sí su caracterización como un ascetismo en el mun-
do, que no es del ni para el mundo. Al creyente protestante se le instaba
a trabajar de forma sistemática y sin descanso (para dar testimonio del
estado de gracia), pero se le prohibía el disfrute de la riqueza que genera-
ba. Del mismo modo, el trabajador moderno debe entregarse sin tregua al
cumplimiento de su deber profesional, sin gozar de otra satisfacción que
la de su conciencia tranquila.

Modernidad sólida y tiempo libre

Ahora queda claro cuál es el camino propuesto por la Modernidad


para realizar la tarea suprema del hombre, que consiste en completar el
universo inacabado y conquistar así su felicidad. Todo esfuerzo humano,
si pretende estar dotado de sentido, debe colaborar en el cumplimiento de
esta misión última, es decir, quedar integrado en el progreso. Y para ello
es necesario que satisfaga tres requisitos: seguir la coerción de un méto-
do, realizarse con la sanción y la cooperación colectivas, y renunciar a la
búsqueda de una satisfacción presente en aras de una lejana finalidad. Los
resultados de una acción con tales características han de ser perdurables
configuraciones sociales o técnicas que acerquen a la humanidad a la vic-
toria definitiva sobre la naturaleza.

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En este camino del progreso, la Modernidad se ve obligada a destruir
todo aquello que obstaculiza su marcha, pero sólo para poder construir de
un modo más seguro y fiable sobre el terreno liso. En palabras de Marx y
Engels: «Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su
séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban (…). Todo
lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado»
(Marx y Engels, 1975: 76). Pero el motivo de esta destrucción es siempre
el diseño de relaciones, ideas y creencias nuevas, mejoradas, que puedan
aspirar con éxito a la permanencia. Así, para construir su sociedad orde-
nada y feliz, la Modernidad deconstruye tenazmente todas las confusas
lealtades heredadas de la comunidad tradicional: el hombre no será ya
miembro de un gremio, vasallo de un feudo y súbdito de un rey; a cambio
será integrado en el aparato del Estado-nación, una estructura racional-
mente diseñada y, por ello, aún más sólida e inmune al cambio que las
anteriores.
Esta fase de la Modernidad, entregada con entusiasmo al diseño de es-
tructuras eficaces e invariables, a la construcción de titánicas obras de in-
geniería, rígidos sistemas burocráticos, gigantescas plantas de producción
y teorías científicas definitivas, es denominada con acierto por Zygmunt
Bauman como Modernidad sólida. La fuerza de trabajo que necesita para
su permanente tarea de construcción la logra reclutando cualquier esfuer-
zo humano para la causa del progreso. Como hemos visto, este alistamien-
to forzado se traduce en la adopción de tres rasgos ineludibles: el método,
la colectividad y el retraso de la satisfacción. El ámbito de la vida humana
en el que tales rasgos aparecen de modo eminente es el trabajo, bajo su
forma moderna, racionalmente organizada. En una sociedad que deja
atrás definitivamente la configuración artesanal del trabajo, la producción
—como advierte Bauman— se convierte en «una empresa colectiva, que
supone la división de tareas, la cooperación entre los agentes y la coordi-
nación de sus actividades» (Bauman, 2000: 53). Esta coordinación obliga-
da de los trabajadores sólo puede culminarse con éxito por medio de una
estricta aplicación de normas comunes para todos que regulen la actividad
productiva y repriman todo impulso individual que pudiera perturbarla,
especialmente la búsqueda de gratificación inmediata.
La fábrica fordista, con sus largas cadenas de montaje en las que mi-
les de operarios cumplen con toda precisión su parte mínima pero impres-
cindible de la tarea colectiva, es el más acabado producto de la moderna
organización industrial del trabajo. Pero es también algo más que eso:
constituye la metáfora más ilustrativa para entender el modo en que cobra
sentido la experiencia humana en el seno de la Modernidad sólida (Bau-
man, 2002: 62-63). La sujeción a un método, la orientación colectiva y el
retraso de la satisfacción son rasgos que aparecen de modo eminente en

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el trabajo racionalmente organizado, pero que caracterizan muchos otros
ámbitos de experiencia en su forma moderna. Así ocurre, por ejemplo,
con la investigación científica, en la que el sujeto debe seguir el método,
someterse a la crítica de sus colegas y reprimir todo interés personal ajeno
a la finalidad teórica. Lo mismo puede observarse en el funcionamiento
de los modernos ejércitos de reclutas o en un fenómeno aparentemente
tan pasional como la revolución, que sin embargo originó una amplia
bibliografía sobre metodología y moral revolucionarias. Valores como la
abnegación, el sacrificio y la constancia permeaban toda la vida del in-
dividuo en la Modernidad sólida, cristalizando en estructuras de relación
que conformaban hasta su más recóndita intimidad; la familia patriarcal
tradicional es un claro ejemplo.
De modo que la función que le corresponde al trabajo en la Moderni-
dad sólida es la de servir de paradigma a toda experiencia humana. Para
tener sentido y lograr la sanción social, todo esfuerzo o actividad del
individuo debía imitar, en su forma, el trabajo racionalmente organizado.
¿Qué lugar puede ocupar aquí el ocio, que es, ya incluso en su etimología,
lo opuesto al trabajo productivo, al neg-otium? ¿Qué otra reacción, distin-
ta de una sincera y furiosa indignación, podían esperar Stevenson y Lafar-
gue ante sus defensas de la ociosidad?
En efecto, el papel que la Modernidad sólida reserva al ocio no pue-
de ser sino residual: precisamente el tiempo que resta tras cumplir con
todas las demás obligaciones, el tiempo libre. A este ámbito residual de
la vida del individuo debe corresponderle también una utilidad en el ca-
mino del progreso; ya que no la producción laboral en sí misma, al me-
nos la recuperación de las fuerzas necesarias para el trabajo. Como regla
general (no exenta, como veremos, de su excepción), la Modernidad
sólida únicamente tolera el ocio como un mal menor en cuanto descanso
conducente a la recuperación de la fuerza laboral. Todo intento por libe-
rarlo de su referencia al trabajo lo convierte de inmediato en objeto de
condena moral.
La Enciclopedia Espasa, representativa como reunión sistemática
del conocimiento admitido sin discusión a comienzos del siglo XX (fue
escrita entre 1905 y 1930), recoge rigurosamente esta comprensión la-
boralista del tiempo libre. Ofrece cuatro acepciones para la voz «ocio»
(Espasa, 39: 600 y ss.). Las dos primeras lo identifican con el tiempo
libre como mera contraparte de la fatigosa actividad laboral: «cesación
del trabajo, inacción o total omisión de hacer una cosa» y «descanso, re-
poso». Las otras dos, aunque se refieren a posibles contenidos del ocio,
siguen comprendiéndolo como «descanso de mayores tareas», realizado
por alguien «en los ratos que le dejan libres sus principales ocupacio-
nes». En todos los casos se aprecia la subordinación a la actividad útil

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y productiva, que determina la definición del ocio y le otorga su valor.
Cuando el ocio se libera de esta referencia pasa a llamarse «ociosidad»
y se convierte en vicio:

«Ociosidad es el vicio de malgastar el tiempo, desperdiciándolo sin


ocupación alguna honesta, útil o conveniente. La ociosidad, por tanto,
lleva consigo una vida inerte o, por lo menos, empleada en bagatelas
y cosas de ninguna importancia. De donde se ve que no es lo mismo
ociosidad que cesar del trabajo para reparar con el descanso las fuerzas
perdidas del cuerpo o del ánimo.» (Espasa, 39: 602 y s.)

Es virtuoso el ocio cuando queda subordinado a la recuperación de las


fuerzas necesarias para el trabajo; se convierte en vicio y pasa a llamarse
ociosidad cuando se rebela contra esta subordinación y alcanza su propia
autonomía.
Hay una excepción en esta descalificación general del ocio no dedica-
do al mero acopio de fuerzas para el trabajo: el mundo del arte. En efecto,
la Modernidad es también la época en que se proclama la autonomía del
arte, esto es, su derecho a la independencia respecto de cualquier condi-
cionante práctico. Como señala Peter Bürger (Bürger, 1987: 100 y ss.), el
arte de la sociedad burguesa no se encuentra ya subordinado a los propó-
sitos del culto divino (como el arte sacro) ni al ensalzamiento del monarca
(como el arte cortesano); su función es representar la autocomprensión de
la burguesía. La principal diferencia con el arte anterior es que no se halla
ya inmerso en la praxis vital del receptor (algo que sí ocurría en el caso
del creyente o del cortesano), es decir, que se trata de una esfera autóno-
ma carente de función social y alejada de los condicionantes prácticos de
la cotidianeidad. La experiencia estética no cumple ninguno de los tres
rasgos que hemos distinguido en el paradigma laboralista de experiencia y
tampoco se halla subordinada al acopio de fuerzas para el trabajo, puesto
que en su calidad de autónoma rehúye cualquier finalidad no estética; y
sin embargo, el arte es un ámbito de ocio reconocido como legítimo en la
Modernidad sólida. Desde luego, la tolerancia hacia este ocio vocacional-
mente inútil, se encuentra ligada a su contención dentro de los estrictos
límites del teatro, la galería o la sala de conciertos, es decir, mientras se
mantenga en su propia esfera de irrealidad y no trate de invadir la realidad
social, configurada mediante el principio de utilidad.2

2 En esta invasión precisamente resumirán las vanguardias su voluntad revolucionaria,

para escándalo del público burgués, que había asimilado la férrea separación entre una vida
cotidiana regida por el paradigma laboralista y una esfera del arte opuesta al mismo y so-
cialmente impotente.

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Aparte de esta excepción, cualquier otra forma de ocio en la Moder-
nidad sólida debe cumplir los requisitos impuestos por el paradigma labo-
ralista. Cuando esto no acontece de modo indirecto, mediante la inversión
del tiempo libre en el acopio de fuerzas para el trabajo, trata de realizarse
directamente, mediante planificación. En efecto, el ocio que no se dedica
al mero descanso es observado en la Modernidad sólida como una fuente
constante de problemas y peligros, especialmente para los jóvenes. Sur-
gen por ello diversas organizaciones que tratan de ocupar el tiempo libre
de los jóvenes mediante actividades planificadas, que deben alejarlos de
los riesgos que la ociosidad entraña para su integridad física y moral.
La YMCA (Young Men’s Christian Association), establecida por George
Williams en 1844, o los Boy Scouts, fundados por Baden-Powell en 1907,
constituyen verdaderos éxitos internacionales de esta estrategia. Los valo-
res de la constancia, la disciplina o la abnegación, pilares centrales de este
tipo de organizaciones, son los propios del paradigma laboralista, cuyos
rasgos característicos —orientación colectiva, método y retraso de la sa-
tisfacción— son aplicados aquí directamente al ocio, mediante la planifi-
cación de actividades deportivas o recreativas.
En definitiva, hemos visto cómo en la etapa sólida de la Modernidad
el ocio, como cualquier otro ámbito de la vida humana, debe adaptarse a
los requisitos del paradigma laboralista de experiencia. Esto puede ocurrir
indirectamente, destinando el tiempo libre a la recuperación de la fatiga
laboral, o directamente, mediante planificación de actividades recreativas
o deportivas en el marco de organizaciones creadas para ese fin. El ocio
que no se acoge por ninguna de estas vías al paradigma laboralista, o bien
se circunscribe a la esfera del arte, separada de la realidad social, o bien es
descalificado como ociosidad y considerado fuente segura de desestabili-
zación social, física y moral. Puesto que la pereza que defienden Steven-
son y Lafargue pertenece a este último apartado, no puede sorprendernos
la sincera indignación de sus contemporáneos.

El nuevo paradigma de experiencia

Modernidad líquida

El día 2 de diciembre de 2006 una conocida empresa trasnacional


sacó a la venta en Japón 400.000 unidades de su último producto. En una
sola jornada se agotaron todas las existencias. Su rival más importante,
que lleva meses vendiendo su más reciente creación en Japón y los Esta-
dos Unidos, proyecta distribuir un millón de unidades para el lanzamiento
simultáneo en el resto del planeta el 23 de marzo. Sólo de su anterior

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producto estrella ha vendido 105 millones de unidades en los seis años
transcurridos desde su aparición. El reñido mercado global por el que se
enfrentan estas y otras muchas compañías se basa en una sola motivación
de sus consumidores: la firme voluntad de divertirse. Nos referimos, claro
está, al sector de las videoconsolas, marco de la lucha entre la Wii de Nin-
tendo, la Play Station 3 de Sony (respectivamente, las dos citadas arriba)
y la Xbox 360 de Microsoft.
La enorme expectación comercial originada por el lanzamiento pla-
netario de consolas de última generación sólo puede explicarse sobre la
base de una suposición incontestable: millones de personas en todo el
mundo (adultos en un porcentaje muy alto) pasan una buena cantidad de
su tiempo jugando con uno de estos equipos. Para que nadie considere
que estas personas deberían avergonzarse por invertir tiempo y dinero
en la búsqueda de diversión, algo muy profundo ha debido de cambiar
en el significado mismo del ocio. Al parecer, ya no rige aquella barrera
moral que separaba el ocio bueno, destinado al descanso, de la ociosidad,
el vicio de sobrepasar esa recta finalidad del tiempo libre. La concepción
del ocio como el residuo temporal dedicado a recuperarnos de las ocupa-
ciones verdaderamente importantes se hallaba enmarcada en el discurso
predominante de la Modernidad sólida y era consecuencia inevitable de
sus premisas fundamentales. Si el ocio ha pasado a poder comprenderse y
valorarse de otra manera, aquellas premisas han debido de perder su pres-
tigio hasta el punto de verse sustituidas por otras nuevas.
Veíamos más arriba cómo la Modernidad sólida ponía todas sus espe-
ranzas y esfuerzos en la construcción de un orden definitivo de la socie-
dad y la naturaleza, imaginado como la feliz culminación del progreso de
la humanidad. El motor último en este camino del progreso era la firme
convicción de que el entorno humano puede y debe cambiarse, lo que
implica —se suponía— la destrucción del pasado estado imperfecto de
las cosas para construir desde cero estructuras racionales y perdurables o,
dicho de otra manera, la erosión y liquidación de los viejos sólidos para
crear otros nuevos, aún más resistentes. La energía necesaria para tal pro-
ceso de saneamiento y construcción era suministrada por el trabajo, enten-
dido como una actividad metódica, colectiva y sacrificada. Algunos de los
rasgos de esta sumaria caracterización de la Modernidad en su fase sólida
siguen vigentes a día de hoy; otros han perdido, si no todo, al menos gran
parte de su poder descriptivo.
Bauman afirma tajantemente que «la sociedad que ingresa al si-
glo XXI no es menos «moderna» que la que ingresó al siglo XX; a lo sumo
—añade—, se puede decir que es moderna de manera diferente» (Bau-
man, 2002: 33). Lo que permanece es la compulsiva voluntad de cam-
bio, el movimiento constante de desmantelamiento y montaje: seguimos

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siendo modernos porque seguimos embarcados en una modernización
obsesiva de cuanto nos rodea. Sentimos como el primer día la necesidad
de diseñar nuevamente nuestro entorno, para hacerlo más eficaz, más có-
modo, más agradable o para dotarlo, sin más exigencias, del aura irresis-
tible de la novedad. El tren de la modernización sigue en marcha; lo que
ha desaparecido, en cambio, es la estación final. La creencia en una meta
última del progreso ha perdido nuestra confianza.
Hace sólo unas cuantas décadas la pugna se situaba en el contenido
concreto de esa meta final —la sociedad sin clases y el equilibrio ideal del
libre mercado eran las principales alternativas—, pero nadie dudaba de
que la humanidad debiera dirigirse hacia un orden definitivo y perfecto,
accesible a nuestro esfuerzo. Hoy, por el contrario, apenas queda partido
o asociación de cualquier tipo que se atreva a afirmar algo semejante. Pa-
rece haber un desencantado acuerdo en lo fundamental: la modernización
debe continuar, pero sin final previsible. Seguimos desmantelando las
viejas estructuras, liquidando los sólidos del pasado, pero nuestras cons-
trucciones no aspiran ya a la permanencia, porque no hay ningún orden,
definitivo y definitorio, cuya lejanía o proximidad sirva de criterio de va-
loración. De hecho, nada de lo que construimos, válido sólo hasta nuevo
aviso y sometido a constante remodelación, puede reclamar ya con rigor
el atributo de la solidez. De ahí que Bauman sintetice las características
fundamentales de nuestro modo de vida en la expresión Modernidad lí-
quida.
Además del colapso de la creencia en una meta del progreso, Bauman
señala otra diferencia de base entre los estadios sólido y líquido de la Mo-
dernidad (Bauman, 2002: 34 y ss.): la privatización y desregulación de las
tareas modernizadoras. A finales del siglo XVIII Kant entendía el progreso
como el paulatino desarrollo de todas las disposiciones de la especie hu-
mana. Con una u otra expresión, la Modernidad sólida siempre consideró
el progreso como una tarea colectiva; sus verdaderos sujetos eran la na-
ción o la clase, si no la humanidad en su conjunto. El papel reservado al
individuo era el de cumplir con el deber de colaborar en la conquista de la
felicidad universal. Este bien colectivo justificaba los sacrificios indivi-
duales más arduos o incluso el supremo.
La distancia que nos separa de esta concepción de las tareas moderni-
zadoras se advierte fácilmente si nos detenemos a observar lo que se han
considerado «vidas ejemplares» en cada fase de la Modernidad (Bauman,
2006: 57-71). El naciente Estado-nación, con su pretensión de monopolio
de disciplina e identidad, necesitaba extender la creencia de que su causa
merecía todas las renuncias (de privilegios estamentales o tradiciones lo-
cales, por ejemplo) a las que tantos individuos y grupos se estaban viendo
obligados. Nada más eficaz, para este fin, que rodear con un aura de sa-

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cralidad a quienes sacrificaban su propia vida por la patria. Los héroes de
la Modernidad sólida morían por el futuro glorioso de la colectividad y,
paradójicamente, su existencia individual quedaba justificada en el mismo
acto de su renuncia. Testimonio de esta exaltada desaparición del indivi-
duo en la causa común son los muchos monumentos al soldado descono-
cido que pueblan nuestras plazas.
Hoy sigue luchándose la guerra de lo nuevo contra lo antiguo, pero
tan mutada que es ya casi irreconocible. Sus soldados no tratan ya de
destruir las viejas cadenas de la tiranía, la injusticia y la ignorancia en
aras de un futuro reconciliado y feliz para todos; les falta para ello la
fe en el largo plazo y en la colectividad. Los nuevos héroes de la Mo-
dernidad líquida luchan sólo por sí mismos y para el presente; son las
celebridades: expertos en esa compulsión que nos embarca a todos en
una constante reconstrucción identitaria, dominan el arte de deshacerse
con urgencia del pasado y apropiarse de la prometedora novedad. Pue-
de parecer ridícula e irrelevante su capacidad para «marcar tendencias»
y pasar ágilmente del look militar al minimalismo, del zen al revival
de los 80, de la comida macrobiótica a la cábala, pero lo cierto es que
las celebridades de hoy son, como el héroe para la Modernidad sólida,
el tipo ideal de individuo, aquello que —se supone— todos deberían
llegar a ser.
De modo que vivimos en una Modernidad que no vislumbra en el
horizonte ninguna grandiosa meta por la que unir nuestros esfuerzos
bajo una norma común y que no puede desprenderse, sin embargo, de la
compulsión que la incita al constante rediseño (azaroso, sin finalidad)
de sus estructuras. Es difícil penetrar las causas de esta transformación.
Quizá se deba a los muchos desmentidos que el siglo XX ha lanzado a
la cara del progreso o, como apunta Bauman, quizá el continuo aplaza-
miento de la satisfacción la elevó hasta el punto de hacernos insopor-
table el sacrificio3; lo cierto es que hemos perdido la fe en que todas
las renuncias hallarán su premio en una configuración definitivamente
buena del hombre y la sociedad. Como resultado, la nuestra es una Mo-
dernidad privada, desregulada y compulsiva. Si no hemos heredado las
esperanzas de la Modernidad sólida, tampoco podremos acogernos a sus
seguridades. El trabajo, pilar de la construcción social y biográfica, no
puede mantener sus viejas funciones. En palabras de Bauman:

3 «La necesidad de esperar amplificaba el poder provocativo/seductor del premio. Lejos

de degradar la gratificación de los deseos como móvil de todos los esfuerzos, el precepto
que ordenaba su postergación la colocaba entre los propósitos supremos de la vida.» (Bau-
man, 2002: 168)

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«Despojado de su parafernalia escatológica y separado de sus raíces
metafísicas, el trabajo ha perdido la centralidad que le fue asignada en
la galaxia de los valores dominantes de la era de la modernidad sólida y
el capitalismo pesado. El «trabajo» ya no puede ofrecer un huso seguro
en el cual enrollar y fijar definiciones del yo, identidades y proyectos de
vida. Tampoco puede ser pensado como fundamento ético de la sociedad,
ni como eje ético de la vida individual.» (Bauman, 2002: 149)

El trabajo, en cuanto paradigma de experiencia de la Modernidad sóli-


da, suministraba criterios de valoración aptos para cualquier ámbito de la
vida humana. Hoy, no sólo pierden prestigio tales pautas valorativas, sino
que el trabajo mismo tiende a medirse a partir de criterios bien distintos.
Para L’Encyclopédie de Diderot y D’Alembert, el ser humano debe al tra-
bajo «al mismo tiempo su salud, su subsistencia, su serenidad, su sentido
común y quizá su virtud» (Diderot, 1973: 389). Esta creencia en la capa-
cidad moralmente ennoblecedora del trabajo en sí mismo se esconde tam-
bién tras el cínico lema que coronaba la entrada del campo de exterminio
de Auschwitz: «el trabajo libera» («Arbeit macht frei»). Hoy en día, sin
embargo, el trabajo no se valora ya como un instrumento de perfecciona-
miento moral, sino, más bien, como proveedor de experiencias satisfacto-
rias. Los criterios de valoración que se le aplican, como advierte Bauman
(Bauman, 2000: 57), no son propios de la ética, sino de la estética: lo que
se busca en el trabajo no es ya la conciencia del deber cumplido, sino su
capacidad para proporcionar satisfacciones intrínsecas. Si antes el trabajo
se consideraba siempre como dotado de valor en sí mismo y capaz de va-
lorar cualquier otro ámbito de la vida humana, hoy debe reclamar la apro-
bación de instancias valorativas ajenas. Esto significa que el paradigma
de experiencia, aquello que otorga valor y sentido a cualquier esfuerzo o
actividad del hombre, ha cambiado. Trataremos de aislar los rasgos funda-
mentales del nuevo paradigma.

Consumo de experiencias

¿Qué forma puede decirse que adoptan hoy en día nuestras acciones
y esfuerzos, si no es ya la del trabajo? Recordemos que la nuestra es una
Modernidad privada, desregulada y compulsiva. La tarea colectiva de
construir un mundo nuevo para todos se ha fragmentado hasta el infinito
y se emprende ahora en el interior de cada individuo. Cada uno de noso-
tros, sometido a constante autocrítica, debe demostrar su capacidad para
renovarse, su agilidad para no quedarse nunca atrás en la carrera de la
reconstrucción identitaria. La obligada elección entre diferentes ofertas,
la pronta pérdida de su frescura, la inevitable soledad de nuestra tarea,

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su insubordinación a cualquier finalidad lejana y a cualquier sacrificio…
nada de esto recuerda a ningún proceso de producción de bienes, sino más
bien, al acto de su consumo. Nuestros esfuerzos, todos nuestros esfuerzos,
deben adoptar la forma que dicta el mercado de consumo si aspiran a te-
ner sentido. Así lo expresa Bauman:

«El arquetipo de la carrera que corre cada miembro de la sociedad


de consumidores (…) es la actividad de comprar. Seguiremos en carrera
mientras compremos, y no sólo hacemos nuestras compras en comercios,
supermercados o tiendas departamentales, los «templos de consumo» de
George Ritzer. Si «ir de compras» significa examinar el conjunto de po-
sibilidades, tocar, palpar, sopesar los productos en exhibición, comparar
sus costos con el contenido de la billetera o con el límite de la tarjeta
de crédito, cargar algunos en el carrito y devolver otros a su anaquel…
entonces compramos tanto fuera de los comercios como dentro de ellos;
compramos en la calle y en casa, en el trabajo y en el ocio, despiertos y
en sueños.» (Bauman, 2002: 79)

De modo que cada una de nuestras decisiones y actividades tienen


la forma del consumo. Consumimos en todo momento, de acuerdo; pero
¿qué consumimos? Cabe aquí el peligro de proyectar en nuestro tiempo
categorías propias de la Modernidad sólida. El consumo ha existido siem-
pre, y el mercado masivo de bienes de consumo comenzó a desarrollarse
ya desde la Revolución Industrial, pero lo cierto es que el consumo de una
sociedad basada en la producción dista mucho de parecerse al nuestro. El
consumo de la Modernidad sólida se entendía como la apropiación de los
resultados del proceso productivo para la satisfacción de necesidades da-
das. En teoría, la principal preocupación de los agentes económicos debía
consistir en buscar el modo más eficiente de utilizar los recursos escasos
para satisfacer tales necesidades, es decir, determinar el mejor medio para
un fin dado. Una vez hallado este medio, la constancia era el comporta-
miento más razonable: el cambio de las opciones de consumo sólo tendría
sentido si se hallara una forma mejor de satisfacer las necesidades.
Por el contrario, el consumo de la Modernidad líquida aborrece la
constancia y se caracteriza por lo que parece un envejecimiento rápido,
espontáneo e inexorable de toda opción de consumo. Desde luego, y pese
a las apariencias, este proceso de continua obsolescencia no tiene nada de
espontáneo: las opciones de consumo no envejecen por sí mismas, sino
porque se ven sustituidas por otras nuevas. La diferencia estriba en que
estas nuevas opciones no se caracterizan por ser un medio mejor que el
anterior para conseguir un fin dado (como ocurría en la Modernidad sóli-
da), sino, la mayor parte de las veces, única y exclusivamente por su aura
de frescura y novedad. Tal y como aconsejan Pine y Gilmore en un libro

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destinado a empresarios, en la actualidad es necesario «modificar ele-
mentos o agregar otros que mantengan la ofrenda nueva, atractiva y me-
recedora de que la gente gaste dinero para volver a experienciar todo otra
vez. Si no se procede así, se denigra la ofrenda» (Pine y Gilmore, 2000:
181). No se trata ya de que las nuevas opciones de consumo sirvan mejor
que las anteriores a la consecución de un fin dado y conocido, sino de que
funcionen precisamente como medios para nuevos y excitantes propósi-
tos, que aún ignoramos. Como dicen Pine y Gilmore: en vez de limitarse
a satisfacer las expectativas o incluso crear otras nuevas, las empresas de-
ben buscar trascenderlas, «abrirse en direcciones nuevas e imprevistas»,
«teatralizar lo inesperado» (Pine y Gilmore, 2000: 183).
Este cambio en la forma del consumo se deriva de la transformación
de su motor mismo. Lo que nos mueve en la gran mayoría de nuestras
opciones de consumo no es la satisfacción de unas necesidades dadas, es
el deseo de vivir nuevas experiencias. La diferencia es enorme. Con la
primera motivación, cuando las necesidades se satisfacen, la búsqueda
se detiene. La opción de consumo sólo se revisa si hay un modo mejor o
más eficiente de satisfacción. Con la segunda motivación, en cambio, no
puede haber final. La voluntad de vivir experiencias inéditas o más inten-
sas no puede alcanzar nunca un estado de calma definitiva, porque para
mantenerla en marcha las opciones de consumo no necesitan más que
ser nuevas. De modo que no consumimos ya bienes o servicios que sa-
tisfagan nuestras necesidades, sino experiencias que calmen, si bien sólo
momentáneamente, nuestro deseo de novedad. Esto es así incluso cuando
creemos consumir simples objetos. Recordemos, por ejemplo, la campaña
publicitaria de una célebre marca de automóviles que no se molestaba en
comunicar ni una sola ventaja de sus coches, limitándose a ensalzar la
experiencia de conducirlos mediante la pregunta: «¿Te gusta conducir?»
Pine y Gilmore afirman que el motor de la industria informática no es otro
que el afán de brindar experiencias cada vez más absorbentes (Pine y Gil-
more, 2000: 20) y no dudan en generalizar este principio: «los fabricantes
deben diseñar sus artículos con el expreso designio de intensificar la ex-
periencia del usuario —o sea que en esencia experiencializan sus bienes»
(Pine y Gilmore, 2000: 42). Precisamente porque no consumimos cosas
sino experiencias, puede afirmar Bauman que el consumo es arquetipo de
toda nuestra conducta y no se circunscribe sólo a los centros comerciales.
Recordemos que estamos tratando de aislar los rasgos del paradig-
ma que aporta los criterios valorativos para toda actividad humana en la
Modernidad líquida, aquel que viene a cumplir la misma función que el
trabajo para la Modernidad sólida. Hemos visto cómo el consumo ocupa
un lugar central en nuestras sociedades y que, propiamente, deberíamos
hablar de consumo de experiencias. Resulta imprescindible ahora ensayar

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una caracterización de estas experiencias posibilitadas por el consumo. El
trabajo racionalmente organizado le permite al hombre experimentar una
serie de modos de conducta que la Modernidad sólida erigió en requisitos
de toda acción con sentido. Volvamos sobre estos modos de conducta para
ver de qué manera se han transformado en las experiencias posibilitadas
por el consumo.
El primero de los rasgos que el paradigma anterior imponía a cual-
quier esfuerzo humano consistía en requerir la sanción y la cooperación
de la colectividad. Como vimos más arriba, esto viene exigido por la natu-
raleza misma del trabajo en una sociedad post-artesanal. La naturaleza del
consumo, en cambio, exige todo lo contrario. Como advierte Bauman: «El
consumo es una actividad esencialmente individual, de una sola persona;
a la larga, siempre solitaria. Es una actividad que se cumple saciando y
despertando el deseo, aliviándolo y provocándolo: el deseo es siempre
una sensación privada, difícil de comunicar» (Bauman, 2000: 53). Si en
la Modernidad sólida todo esfuerzo humano, para estar dotado de sentido,
debía engarzarse en la acción colectiva y estar públicamente permitido, en
la Modernidad líquida se le exige una orientación individual y ser expre-
sión de la privacidad.
El segundo rasgo del paradigma laboralista es la coerción metódica.
La coordinación obligada de los trabajadores en la sociedad industrial
sólo puede culminarse con éxito por medio de una estricta aplicación de
normas comunes para todos. Éstas deben limitar la libertad de elección
a la sola opción permitida por la norma. Pero, como afirma Bauman, «el
efecto colateral producido por la supresión de la elección —y, en especial,
de la elección más repudiable desde el punto de vista de la regulación nor-
mativa: una elección volátil, caprichosa y fácilmente modificable— equi-
valdría a matar al consumidor que hay en todo ser humano» (Bauman,
2000: 52). De modo que la Modernidad líquida rechaza la regulación
normativa y fomenta la libertad de elección, sin admitir más guía para el
arbitrio individual que la seducción publicitaria.
El tercer rasgo de toda acción con sentido en la Modernidad sólida era
el retraso de la satisfacción. Como vimos, la coordinación industrial del
trabajo exige que se reprima todo impulso individual que pudiera pertur-
barla, especialmente la búsqueda de la gratificación inmediata. Sólo así se
consiguen la constancia y la orientación a fines que la producción raciona-
lizada requiere. «Ahora, en cambio —dice Bauman—, ya no hay razones
para postergar la búsqueda de nuevas experiencias; la única consecuencia
de esa demora es la «pérdida de oportunidades». Porque la oportunidad
de vivir una experiencia no necesita preparación ni la justifica: llega sin
anunciarse y se desvanece si no se aprovecha a tiempo; se volatiliza,
también, poco después de habérsela vivido» (Bauman, 2000: 55-56). Por

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tanto, en la Modernidad líquida el resultado del ejercicio de la elección
individual debe proporcionar satisfacción por sí mismo, y no ser sólo un
medio para una satisfacción futura.
Así pues, vemos cómo el paradigma laboralista —que habíamos cons-
truido para determinar la manera en que la Modernidad sólida dotaba de
sentido la acción humana— no puede menos que invertirse en una socie-
dad de consumo. Cada uno de los rasgos que lo caracterizaban se transfor-
ma en su opuesto. Desde luego, tras este vuelco, las actividades humanas
que se acogen a un paradigma o a otro han de estar conformadas de una
manera radicalmente distinta; sólo sin propiedad podríamos referirnos a
unas y a otras del mismo modo. Una observación de Bauman será aquí
de gran ayuda, como lo han sido de cara a la inversión del paradigma sus
penetrantes reflexiones sobre el consumo. Llama la atención sobre la di-
ferencia entre los términos alemanes Erlebnis y Erfahrung, vinculando el
primero a la percepción que un consumidor tiene de su vida y del mundo
(Bauman, 2000: 56-57). Aunque se trata de un apunte lateral, hecho casi
de pasada, creo que merece la pena desarrollarlo. Ambos términos pueden
traducirse al español como «experiencia», pero de ese modo se pierde un
matiz semántico que resulta clarificador. El Wahrig Deutsches Wörter-
buch (diccionario alemán — alemán) incluye las siguientes definiciones:
Erlebnis —«acontecimiento que uno vive; suceso en el que uno se ha
visto envuelto; aventura; acontecimiento impresionante y turbador»; Er-
fahrung —«acontecimiento del cual se aprende; conocimientos y práctica;
(Filos.) saber alcanzado por la vida y perspectiva propias, por oposición al
alcanzado a través del pensamiento discursivo»4. En el primer caso se en-
fatiza la singularidad y la intensidad de una determinada experiencia; en
el segundo, esa relación de las experiencias vividas con el conocimiento y
entre sí que acaba cristalizando en ciertos saberes o habilidades. La con-
sulta de un diccionario alemán-español confirma esta diferencia: Erlebnis
—«aventura; suceso que se ha vivido, episodio, incidente, experiencia;
emoción, sensación; intuición, acontecimiento»; Erfahrung —«experien-
cia, escarmiento; práctica; pericia». Para no perder la distinción semántica
que permiten estos términos, Ortega y Gasset propuso traducir Erlebnis
por «vivencia»: voz construida por él mismo a partir de la etimología de
la palabra alemana, que viene a recoger el uso transitivo del verbo «vi-
vir».
Decíamos arriba que en la Modernidad sólida toda experiencia debía
ajustarse a los imperativos del paradigma laboralista. «Experiencia», aquí,
debe entenderse en el sentido de Erfahrung. Para la Modernidad sólida,

4 La traducción es del autor.

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lo más importante en la vida de un individuo era que los acontecimientos
quedaran trabados unos con otros, de modo que se fuera produciendo un
aprendizaje, una predisposición a actuar de manera previsible y constante.
Su entorno y lo que en él acontecía debía ser percibido por el individuo
como una oportunidad para aplicar con éxito las destrezas adquiridas en el
pasado, y para probarlas, corregirlas y ampliarlas de cara al futuro. Como
siempre, en el ámbito laboral se realizaba de forma eminente esta inter-
pretación de la vida humana (y en parte se sigue realizando). En la trayec-
toria de un profesional, los diversos hitos y acontecimientos deben dejar
su impronta en forma de conocimientos y habilidades; por eso, porque se
supone que conforman necesariamente el perfil laboral, en teoría basta la
enumeración de tales hitos y acontecimientos en un currículum para obte-
ner una idea fidedigna de las capacidades de un trabajador. El objetivo de
toda esta experiencia acumulada es la construcción de una carrera profe-
sional, que en la Modernidad sólida viene a ser sinónimo de identidad per-
sonal y posicionamiento social. Naturalmente, aquel esfuerzo humano que
no participe en esta tarea, es decir, que no genere experiencia en el sentido
de Erfahrung, es percibido como un esfuerzo en balde y sin sentido.
Por el contrario, cuando buscamos el paradigma de experiencia propio
de la Modernidad líquida, debemos entender «experiencia» como viven-
cia (Erlebnis). Son vivencias, y no experiencia en el sentido moderno só-
lido, lo que el consumo nos posibilita. En una sociedad de consumidores
lo que interesa es que cada acontecimiento se perciba en su singularidad,
como algo fascinante y único que podrá vivirse sólo una vez, ahora o
nunca. El consumidor no debe construir una predisposición a actuar de
forma previsible y constante, porque eso limitaría su libertad de elección
futura. Por el contrario, debe ser capaz de disfrutar de cada cosa según se
presente, apurar sus cualidades únicas e irrepetibles mientras éstas per-
manezcan frescas y pasar luego a otro asunto cuando pierdan intensidad.
Lo que cuenta en las vivencias es precisamente la intensidad, no tanto la
extensión (como en un currículum lleno de Erfahrung); aunque también
se acumulan en la trayectoria del consumidor, es su variedad, y no su arti-
culación sistemática, lo que otorga valor a la colección de vivencias.
Ahora estamos en condiciones de cumplir lo que nos proponíamos.
Decíamos que el consumo de nuestra sociedad es un consumo de expe-
riencias; ya podemos caracterizarlas con cierta precisión. En la Moder-
nidad líquida, todo esfuerzo humano con sentido debe adoptar la forma
de una vivencia caracterizada por los tres rasgos que hemos descrito
más arriba: privacidad, libertad y satisfacción inmediata. Aunque tengan
un contexto social o condiciones de posibilidad colectivas, las vivencias
son acontecimientos privados, experimentados por el sujeto. Rehú-
yen someterse a reglamentación alguna, deben ser siempre libremente

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elegidas. Por último, si se elige una vivencia entre otras es porque se
considera que ella proporcionará satisfacción en sí misma y que no será
simple medio para un incierto goce futuro. Para mayor claridad puede
deslindarse este último rasgo en dos: satisfacción y autotelismo (es de-
cir, ser fin en sí mismo y no medio para otra cosa). Si la Erfahrung mo-
derna sólida se encontraba ante todo en el trabajo, ¿dónde hallamos de
forma eminente los rasgos de la vivencia moderna líquida? Creo que la
respuesta más plausible es: en el ocio.

El lugar del ocio

Nos distanciamos aquí considerablemente de Bauman, cuyo diagnós-


tico de la sociedad actual hemos compartido en gran medida. Preguntado
por el paradigma de experiencia de la Modernidad líquida, él señalaría al
consumo en su respuesta. ¿Por qué nos separamos en este punto decisivo?
Como hemos visto, hablar de consumo sin más no capta la especificidad
de nuestras prácticas: debe hablarse de consumo de vivencias. Es cierto
que en la búsqueda de tales vivencias actuamos como en el interior de un
gigantesco centro comercial, pero esto parece afectar sólo al modo de la
búsqueda, no a su contenido, que es precisamente lo que la motiva. Por
eso, a la hora de hallar un paradigma de experiencia, es decir, un determi-
nado ámbito de nuestra existencia que sirva a manera de modelo, ejemplar
o tipo para todos los demás, nos parece más acertado señalar al género de
vivencias que buscamos con más afán, en vez de centrarnos sólo en la
manera en que las buscamos. Pues bien, resulta que donde se encuentran
con más claridad los rasgos que ostenta este género de vivencias es preci-
samente en el ocio.
En la Modernidad sólida el ocio se identificaba con el tiempo libre
o, como mucho, con las ocupaciones realizadas en el tiempo libre. Ac-
tualmente, en cambio, los principales teóricos de los Estudios de Ocio
concuerdan en la necesidad de tener en cuenta la conciencia que el sujeto
tiene de su propia actividad como una experiencia específica. Manuel
Cuenca recoge esta posición de consenso y la concreta en tres rasgos de-
finitorios:

«A la experiencia de ocio la entendemos aquí como un tipo de expe-


riencia humana que el sujeto percibe de modo satisfactorio, no obligado
y no necesario. Enunciado afirmativamente se puede decir que el ocio es
una experiencia humana libre, satisfactoria y con un fin en sí misma; es
decir, voluntaria y separada de la necesidad, entendida como necesidad
primaria.» (Cuenca, 2004: 45)

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Libertad, satisfacción y autotelismo: las experiencias de ocio que-
dan caracterizadas de forma exhaustiva y exclusiva por la conciencia de
estas tres notas; de ahí que sean el modelo al que miran todas las demás
experiencias, el tipo ideal al que deben tratar de aproximarse. Ahora bien,
como hemos dicho, estas vivencias se buscan de una manera determinada:
ejerciendo compulsivamente, en el mercado de consumo, una capacidad
de elección a corto plazo que evita que cualquier práctica o estructura
social mantenga su forma durante largo tiempo. Por supuesto que hay
estilos de ocio que escapan a esta dinámica; dedicar tiempo y esfuerzo
durante toda la vida a la interpretación de un instrumento musical, por
ejemplo. Sin embargo, este modo de cultivar el ocio es más bien minori-
tario y sería ingenuo considerarlo como el tipo ideal o paradigma de cual-
quier experiencia en nuestra sociedad. Se da aquí lo mismo que sucedía
en la Modernidad sólida con ciertas formas del trabajo: por supuesto que
existía actividad laboral no regida por las normas y principios de la indus-
tria (es el caso del trabajo agrícola o artesanal), pero quedaba siempre al
margen de lo promovido por el discurso dominante, como en una especie
de isla de anormalidad tolerada. Así ocurre hoy con las formas de ocio im-
permeables a la exigencia de constante renovación mediante el consumo.
En rigor, son precisamente aquellas vivencias de ocio que sí cumplen tal
exigencia las que deben considerarse paradigma de toda experiencia en la
Modernidad líquida. A ellas nos referimos con la expresión que encabeza
estas páginas: ocio líquido.
¿Pero puede afirmarse con propiedad que el ocio líquido se ha con-
vertido hoy en día en paradigma de toda experiencia? ¿No se tratará de
una ridícula exageración? Creo que no es ninguna exageración, sino, por
el contrario, una interpretación ajustada que da cuenta cabal de lo que ca-
racteriza nuestro modo de vida. Basta echar un vistazo a nuestro alrededor
para concluir que los más diversos ámbitos de experiencia adoptan hoy
la forma del ocio líquido. Comencemos por aquello que, a primera vista,
parece que podría oponer mayor resistencia a adoptar la forma del ocio:
el trabajo. Ya hemos visto cómo el trabajo no se valora ya principalmente
en términos morales, sino como suministrador de vivencias satisfactorias.
Las ocupaciones más envidiadas en nuestra sociedad son aquellas que
merecen ser elegidas por sí mismas —y no sólo como medio de subsisten-
cia—, debido a que permiten al individuo el libre y gozoso ejercicio de su
creatividad. Cada vez son más las empresas que tratan de lograr que sus
empleados (al menos, los que ocupan determinados puestos) se diviertan,
ya sea disponiendo áreas de esparcimiento en sus oficinas o rodeando las
reuniones de trabajo cruciales de todo tipo de actividades recreativas y di-
námicas de juego. En su central de California, Google pone a disposición
de sus trabajadores piscinas donde relajarse y zonas de descanso donde

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pueden jugar al billar o tomar un café. Por otra parte, la sección españo-
la de una célebre empresa multinacional de productos de gran consumo
presenta cada año los nuevos lanzamientos a sus principales clientes en
el marco de lo que denomina «ferias de innovación». En tales eventos,
los asistentes atienden a las explicaciones del departamento de marketing
mientras disfrutan durante varias horas de una excitante experiencia de
ocio, como, por ejemplo, esquiar por una gran pista de nieve artificial o
realizar una exploración espeleológica. No digo que unas condiciones
laborales como las descritas constituyan la norma de nuestra sociedad, ni
mucho menos. Lo que sí son es el tipo ideal de trabajo, aquel que sirve
para que la mayoría mida la insatisfacción que le genera un empleo no
conformado según los patrones del ocio líquido.
Otro ámbito de experiencia que acusa el influjo del paradigma es el
de la transmisión cultural. La misión actual de la enseñanza parece con-
sistir, cada vez más, en proveer a los alumnos de experiencias didácticas
que puedan ser elegidas libremente por la satisfacción intrínseca que
proporcionan. La destreza en el manejo de equipos multimedia que con-
vierten la clase en una experiencia inmersiva se considera ya un deber
del profesor. Y lo mismo vale en el caso de los museos y los monumen-
tos histórico-artísticos. En una de las torres de la catedral de Salamanca,
por ejemplo, el visitante puede disfrutar de un montaje audiovisual que
simula los efectos del terremoto de Lisboa sobre la estructura arquitec-
tónica. Pine y Gilmore (Pine y Gilmore, 2000: 70) recogen el término
edutainment para referirse a esta fusión entre los campos de la educa-
ción y el entretenimiento.
Ni siquiera un campo con una especificidad tan marcada como el de
la religión deja de conformarse en sus manifestaciones actuales según las
características del nuevo paradigma. El Papa Juan Pablo II tuvo un espe-
cial interés en utilizar los medios de comunicación de masas al servicio de
su tarea pastoral. Con independencia de que uno comparta o no sus creen-
cias y motivaciones, es necesario reconocerle el éxito en ese intento por
llegar a una audiencia masiva. Entre las causas de este éxito debe contarse
la adaptación, para fines religiosos, de formas y modos característicos de
los fenómenos contemporáneos de ocio. Ciertamente, es difícil no ver el
paralelismo formal entre los conciertos de las estrellas del pop y las misas
multitudinarias televisadas, entre los festivales de música y las jornadas
mundiales de la juventud convocadas por Juan Pablo II. El llamado turis-
mo religioso es otro ámbito en el que las fronteras entre ocio y religión
parecen desvanecerse. Acontecimientos como el Año Santo compostelano,
el jubileo de Liébana o la conmemoración del centenario de San Francis-
co Javier son promovidos y publicitados por la Administración como oca-
siones de ocio. A la vista de los beneficios económicos obtenidos, debe

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concluirse que este mensaje resulta bastante más eficaz que la apelación
tradicional a la piedad.
Por supuesto, estos rápidos apuntes no pretenden demostrar de for-
ma exhaustiva la hipótesis de que el ocio líquido constituye en la actua-
lidad el paradigma de toda experiencia. Espero, al menos, que la doten
de cierta plausibilidad. En las siguientes líneas realizaremos una breve
recapitulación.

Reflexiones finales

Constatábamos al comienzo el vuelco radical en la valoración del ocio


que se produjo en el siglo XX. Para comprenderlo es necesario ocuparse
del cambio que ha experimentado su significado mismo, en el marco de
una transformación general de las significaciones sociales. Hemos descri-
to el primer término de este proceso, tratando de determinar el lugar que
ocupaba el ocio en la fase sólida de la Modernidad. El discurso laboralista
dominante entendía que toda experiencia humana con sentido debía se-
guir la coerción de un método, realizarse con la sanción y la cooperación
colectiva, y renunciar a la búsqueda de una satisfacción presente en aras
de una lejana finalidad superior. Dentro de este paradigma, el papel que
corresponde al ocio es el del tiempo libre destinado a que el trabajador se
recupere de la fatiga laboral. Con la crisis del discurso del progreso, que
daba cobertura metafísica a la centralidad del trabajo en la sociedad in-
dustrial, la Modernidad ingresa en su fase líquida. Ésta se caracteriza por
la permanente provisionalidad de sus estructuras, la privatización y desre-
gulación de las tareas modernizadoras. Los rasgos del paradigma anterior
se invierten, realizándose ahora en vivencias privadas, libres, gozosas y
autotélicas, que el mercado de consumo se encarga de suministrar. El in-
dividuo halla ese género de vivencias en el ocio de un modo eminente, lo
que lo convierte en el paradigma de toda experiencia.
Un cambio de tal magnitud no puede dejar de provocar los más di-
versos efectos en la configuración de la vida individual y social. La de-
tección de estos efectos y la valoración de su influjo en la humanidad de
las actuales condiciones de la existencia es una tarea de hondo alcance a
la que estas páginas sólo pueden ofrecer una primera toma de concien-
cia. En cualquier caso, puede advertirse ya la necesidad de una actitud
cautelosa y, en cierto modo, desapasionada para poder leer con rigor las
implicaciones del cambio de paradigma. De nada servirán la exaltada
alabanza ni la condena sumaria, los juicios apresurados de redención y
hundimiento. Que el ocio líquido se haya convertido en la experiencia
tipo del ser humano no puede considerarse por sí mismo una bendición

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ni una catástrofe; se trata, eso sí, de una situación radicalmente nueva en
la historia de la humanidad que trae consigo oportunidades y problemas
también inéditos. De nosotros dependerá encontrar el modo de liberar
las esperanzas escondidas y de plantar cara a los nuevos riesgos. Los
Estudios de Ocio, por la situación privilegiada de su perspectiva, tienen
aquí una gran responsabilidad.

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Claves interpretativas de la experiencia
de ocio. Más allá de la participación
y el disfrute está la persona
Ana Goytia Prat

Introducción

El III Foro de Ideas Ociogune 2007 se presenta como epílogo al de-


bate mantenido en los dos Foros anteriores (Foro I y Foro II) en los que
se ha reflexionado respectivamente sobre el fenómeno del ocio desde una
perspectiva socio-económica y desde una visión psicosocial.
Estudios de Ocio-UD intentó, a través de Ociogune 2007, dar respues-
ta a preguntas tales como: ¿cuánto tiempo de ocio tenemos disponible?,
¿qué hacemos en nuestro tiempo de ocio?, ¿cuál es el peso de la pareja,
amigos, cuadrillas, asociaciones, instituciones, empresas, escuela, medios
de comunicación,... en nuestras opciones en el ocio?, ¿qué uso hacemos
de la casa, ciudad, campo, naturaleza, red, como espacios de ocio?, ¿cuán-
to y en qué gastamos en el ocio? Este espacio de encuentro entre investi-
gadores sirvió también para abordar, desde una perspectiva psicosocial,
otras incógnitas igualmente interesantes: ¿por qué hacemos o no hacemos
determinadas actividades de ocio?, ¿para qué las hacemos?, ¿qué benefi-
cios nos genera esas experiencias de ocio?, ¿qué barreras y/o dificultades
nos impiden iniciar o continuar una actividad de ocio?, ¿cómo se modifica
el itinerario de ocio descrito a lo largo de nuestra vida?, ¿existen diferen-
tes estilos de vida según el tipo de experiencia de ocio?

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En conjunto, OcioGune hizo posible analizar el fenómeno del ocio
tanto desde una perspectiva objetiva como subjetiva. A la luz de las apor-
taciones presentadas, este capítulo, resultado de mi aportación en dicho
evento, pretende integrar las dos lecturas en un discurso innovador. Así,
se presenta con una vocación hermeneútica que permita identificar claves
para una interpretación global del fenómeno del ocio en la sociedad ac-
tual.
En este contexto, estas páginas pretenden esbozar la esencia de la
experiencia de ocio en la sociedad occidental del s. XXI, una sociedad que
algunos bautizan como experiencial y otros como emocional puesto que
se soporta en la idea de que en ella se trasciende la participación y el con-
sumo. ¿A qué nos referimos?; ¿qué hay más allá de la participación?; ¿y
más allá del consumo?
En aras a dar respuesta a estas incógnitas a continuación se analiza la
naturaleza de la experiencia de ocio en el siglo XXI a partir de tres apar-
tados básicos: un contexto o marco conceptual, cuatro presupuestos de
partida y siete claves interpretativas. Todo ello, avanzamos, conducirá al
ser humano, a la ubicación del individuo en el núcleo del sistema porque
el valor no está en la experiencia, el valor está en la persona que la expe-
rimenta.

Un contexto o marco interpretativo de la experiencia de ocio

El análisis de la experiencia de ocio en el nuevo milenio requiere


abordarse en el marco interpretativo que nos brinda el siglo XXI. En este
marco destaca la importancia de dos aspectos que, lejos de ser contradic-
torios, se complementan: la concepción humanista de la experiencia de
ocio y la vivencia de la misma en el contexto socioeconómico capitalista
occidental de la economía creativa (Stevenson, 2006) o economía de la
experiencia (Pine y Gilmore, 2000).

1. La concepción humanista de la experiencia de ocio

Lejos de la connotación peyorativa que le fue atribuida en otros tiem-


pos, la experiencia de ocio se nos presenta en el siglo XXI como un dere-
cho humano fundamental y como un factor de desarrollo, tanto personal
como social, ya que satisface funciones psicológicas, sociales y económi-
cas (Sue, 1981).
Hablamos así de la experiencia de ocio desde una perspectiva huma-
nista lo cual significa entenderla «como una experiencia humana integral,

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es decir, total, compleja, centrada en actuaciones queridas, autotélicas y
personales». (Cuenca, 2006:14)5. Se refiere, por tanto, a «una vivencia
personal satisfactoria, una vivencia propiciada por un estado mental que
permite disfrutar de algo con los que otros tal vez no disfrutan». (Cuenca,
1995:55). En definitiva, nos referimos a una vivencia satisfactoria que se
consigue cuando el individuo atribuye significado a aquello que hace (yo
soy o me siento libre, realizado, feliz...).
En consecuencia, en la vivencia de ocio el individuo no sólo es com-
prador o consumidor sino que se convierte en protagonista de una expe-
riencia. La clave está en la significación personal, en que el individuo le
encuentre sentido. Por tanto, la vivencia de la experiencia de ocio exige
internalización ya que nos encontramos ante un contexto en el que impor-
ta más el desarrollo de la persona que vive la experiencia que la experien-
cia en sí.

2. La vivencia de la misma en el marco de la economía de la experiencia

La sociedad occidental del s. XXI vive regida por la economía de merca-


do. Si bien es verdad que explicar la experiencia de ocio en base al consu-
mo o a la práctica de ciertas actividades supondría caer en el reduccionismo
y en una simplificación de la esencia misma de tal experiencia, tampoco es
posible obviar la influencia del mercado en la definición individual de la
misma.
En este contexto, frente a la venta de productos y servicios, típica de la
economía de mercado de fin de siglo, en el nuevo siglo nos encontramos
ante el «experiential marketing» (Schmitt, 2000) también denominado
«segmentación experiencial del mercado» (Prentice, 2005) o «segmentación
post-moderna» (Holt, 2002) que consiste en seducir al cliente con estrate-
gias no racionales sino experienciales, simbólicas e, incluso, afectivas. El
marketing experiencial se ha empleado en una gran variedad de contextos
(automóviles, detergentes, cosméticos, comida, etc.). Encontramos buenos
ejemplos de marketing experiencial en la campaña «Wow!!» de Windows
Vista o en el slogan de BMW, «¿Te gusta conducir?».

5 Esta definición comulga con los planteamientos de la tradición norteamericana (li-

derada por Tinsley y Tinsley (1986) y Baldwin y Tinsley (1988) quienes, influenciados
por Neulinger (1974, 1980), Csikszentmihalyi (1975) o Mannell (1980) propusieron la
teoría de la experiencia subjetiva de ocio, hoy comúnmente aceptada (Mannell y Klei-
ber, 1997; Cikszentmihalyi, 1993, 1997, 1998, entre otros), aunque amplía su perspec-
tiva de análisis. Así, mientras en USA se propone la teoría de la experiencia subjetiva de
ocio desde una perspectiva eminentemente psicológica, nosotros entendemos que la vi-
vencia del ocio tiene implicaciones tanto personales como sociales.

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Siguiendo esta tendencia, el mundo del ocio (Lee, Dattilo y Howards,
1994; Lee, 1999:40; Lee y Shafer, 2002:290) se plantea redefinir el modo
en que diseñaba su oferta atendiendo precisamente a ese factor experiencial.
El primer paso se dio con la llegada de la sociedad post-industrial, cuando
se incrementó el acceso al consumo de ocio a través de la democratización
del acceso al mismo. Sin embargo, consumir más no implicaba necesaria-
mente disfrutar más por lo que la ilusión de la «democracia del ocio», hecha
realidad en los años 60, puso en peligro la vivencia plena de la experiencia.
Una experiencia que se caracteriza por un individuo dueño y protagonista
de momentos vividos satisfactoria, libremente y en primera persona. Así, el
boom de los años 60 dio lugar a que, junto con la democratización del ocio
—entendido como el incremento del acceso al consumo del mismo— se en-
torpeciera su disfrute democrático, entendido como la participación activa
en la vivencia. En otras palabras, la posibilidad de que el individuo no sea
un mero consumidor sino el verdadero protagonista. Ello ha derivado a que
el futuro del mercado, para realmente proveer de verdaderas experiencias de
ocio, esté en convertir al usuario en protagonista y favorecer la transforma-
ción del comprador en actor. Los «proveedores de experiencias» persiguen
la venta de experiencias memorables y se enfrentan, por tanto a la tarea de
diseñar experiencias capaces de modificar al consumidor.

OUT IN

vendedores de camas Vendedores de experiencias

los creadores de “paquetes” Los STORY CREATORS

los “marketers” Los STORY TELLERS

el director de operaciones El Director de las


EXPERIENCIAS

Gráfico 1
Proveedores de experiencias
Fuente: De Bruyn, 2002: 21.

Por tanto, participando de las palabras de V. Verdú, podemos decir que


la experiencia de ocio trasciende la realidad imperante en la economía de
mercado en el que probablemente se disfruta y dota de autoridad y poder
al individuo ya que:

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«El consumismo se ha reencarnado en humanismo (...). Gracias al
consumo elegimos, nos degustamos, nos reconocemos y, al cabo, trans-
formamos aquella primera etapa del seco amor por los objetos en una
jugosa lubricia interpersonal. Cambiamos, en definitiva, la represión por
la expansión y la continencia repetida por el juego interminable de la
ilusión o la compulsión».
(V. Verdú, 2005).

Cuatro presupuestos de partida

En el marco o contexto presentado, proponemos la interpretación de


la experiencia de ocio en el s. XXI desde cuatro presupuestos de partida
que la enmarcan en una lógica encadenada. Una cadena de cuatro eslabo-
nes que enlaza la naturaleza psicosocial de la experiencia de ocio al con-
sumo, éste a la participación, la participación al disfrute y éste a su vez a
la persona.
— Presupuesto 1: Visión psicosocial de la experiencia de ocio. El ocio
incluye aspectos personales y sociales.
— Presupuesto 2: Experiencia. Más allá del consumo está la participa-
ción.
— Presupuesto 3: Carpe díem. Más allá de la participación está el dis-
frute. Consumir más no implica disfrutar más. El ocio es experien-
cia satisfactoria.
— Presupuesto 4: Protagonismo. Más allá del disfrute está la perso-
na. El sujeto está en el núcleo de la participación y del consumo.
El ocio exige internalización y que el sujeto sea protagonista de la
experiencia. Hablamos de un disfrute en primera persona en el que
importa más el desarrollo del sujeto que la vivencia gratificante en
sí misma.

1. Visión psicosocial de la experiencia de ocio

El ocio no se tiene. Ni se gasta, ni se consume; el ocio «se vive», por-


que, desde una perspectiva humanista, el ocio es experiencia. Es, además,
experiencia satisfactoria. Mucho se ha escrito desde las ciencias sociales
al respecto. Las reflexiones de autores como Neulinger, Mannell o Csiks-
zentmihalyi, nos hablan de vivencias satisfactorias; motivadas intrínseca-
mente, elegidas libremente, no obligadas y ni tan siquiera necesarias. Nos
hablan del fluir o experiencia óptima que los individuos experimentan al
practicar ciertas actividades. En definitiva, nos hablan de un individuo

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dueño y protagonista de momentos vividos satisfactoria, libremente y en
primera persona.
Desde la perspectiva psicológica la experiencia de ocio se entiende
como un estado mental subjetivo, resultado de la libre elección y llevada
a cabo por razones intrínsecas, que parece depender exclusivamente del
individuo que la experimenta. Sin embargo, en añadidura a los elementos
cognitivos y afectivos hasta ahora comentados, se hace necesario conside-
rar que el ser humano es un ser político y que, como tal, sufre y disfruta
de la influencia de la sociedad y del medio en el que vive a la hora de ex-
perimentar cualquier vivencia, incluida la de ocio. Sin restar importancia
a los condicionantes personales o individuales que permiten, favorecen
o facilitan la vivencia de la experiencia de ocio, entendemos que ésta
se refiere a un estado mental que se deriva de la interrelación entre el
participante y su entorno; un entorno en el que las variables sociales y/o
situacionales también inciden (Unger, 1984). Por lo tanto, una caracterís-
tica fundamental de la experiencia de ocio es que, además de ser definida
subjetivamente, es dinámica. (Lee y Shafer, 2002).
Así, proponemos un análisis no exclusivamente psicológico sino psi-
cosocial de la experiencia de ocio. Desde este punto de vista resulta espe-
cialmente interesante la visión de Iso-Ahola. (1976 citado en Iso-Ahola,
1980a:185) quien en un artículo titulado «La relación teórica entre ocio y
personalidad» publica el gráfico que reproducimos a continuación.

Situación o influencia social Situación o influencia social Influencia social

Definición subjetiva de ocio Comportamiento de ocio

Experiencias personales Experiencias personales

Gráfico 2
Definición psicosocial de la experiencia de ocio
Fuente: Iso-Ahola, 1980a:185

Iso-Ahola apuesta por la definición personal del ocio, aunque aña-


de a los análisis psicológicos del mismo (Neulinger, 1974; Tinsley y
Tinsley, 1986) la importancia de los factores sociales y situacionales.
De este modo, adopta una postura más psicosocial, incluyendo acerta-
damente la influencia que, tanto las situaciones sociales como las expe-

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riencias personales, tienen en la definición subjetiva de la experiencia
de ocio. Coincidimos con el autor y entendemos que, efectivamente, las
situaciones sociales adquieren un papel relevante a la hora de dar forma
a la experiencia de ocio dado que permiten que cada individuo defina
subjetivamente qué es para él ocio. En este sentido, entendemos que
la cultura, la educación, la religión, la clase social, e incluso el sistema
económico determinará tanto la significación personal atribuida al ocio
como la manifestación práctica de su vivencia. Ello implica la imposi-
bilidad de obviar el hecho de que el mundo occidental y, por tanto, la
vivencia de la experiencia de ocio está inmersa en la sociedad de con-
sumo. Sin embargo, tal y como se analiza a continuación, la experiencia
de ocio trasciende el simple consumo.

2. Más allá del consumo esta la participación

Frente a la identificación del disfrute con el consumo, que es frecuen-


te entre los que definen la experiencia como «el conjunto de eventos que
alguien escenifica para cautivar, entretener o fascinar al cliente» (Pine
y Gilmore, 2000; de Bruyn, 2002) y entre los que confunden la vivencia
del individuo con el servicio prestado por la industria, la autora entiende
que, si bien es cierto que las actividades comerciales y el consumo pue-
den facilitar la vivencia de ocio, el verdadero ocio no cabe limitarse a la
«experiencia-mercancía» típica de la sociedad post-industrial, a la compra
de espectáculo, entretenimiento o aventura.

Imagen 1
Mercados para el disfrute de experiencias de ocio

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Frente a quienes identifican el ocio con experiencias que se compran
y se venden, creemos que el ocio no es sinónimo de mundos de ficción, ni
de imágenes ni marcas. Consideramos que el pago de una entrada por la
generación de sensaciones y emociones no garantiza la vivencia de ocio.
El ocio exige internalización; y además, como acertadamente señalan
algunos autores (Stebbins, 2000; Cuenca, 2004), la educación, el esfuer-
zo y el «tener afición» hacen más fácil que esta internalización suceda
y la vivencia de ocio no quede en algo casual. En la vivencia de ocio el
individuo no sólo es comprador o consumidor sino protagonista de una
experiencia. El ocio es una vivencia satisfactoria que se consigue cuando
el individuo atribuye significado a aquello que hace (yo soy o me siento
libre, realizado, feliz...). La clave está en la significación personal, en que
el individuo encuentre sentido a la vivencia.

3. Más allá de la participación está el disfrute

La experiencia de ocio requiere actividad, participación activa y vi-


vencia. Ahora bien, más allá de la participación, la esencia de la experien-
cia reside en el disfrute que de ella se deriva. La experiencia de ocio nos
permite disfrutar tanto en el ámbito cotidiano como en momentos extraor-
dinarios o coyunturales (Ruiz Olabuénaga, 1996).
En el ámbito de la vida cotidiana el ser humano encuentra, general-
mente al margen del trabajo y de las obligaciones diarias, momentos para
el disfrute; así, unos acuden al gimnasio y otros disfrutan de los amigos en
el ambiente relajado de un bar, mientras que otros encuentran en ese rato de
juego con los hijos, en el cine, en el teatro o un en buen libro «lo mejor del
día». Por otro lado, los fines de semana y las vacaciones son, por excelen-
cia, el ámbito para vivir el ocio extraordinario. Cada vez más conscientes de
las limitaciones que el trabajo, el dinero, el poder o el consumo tienen en la
consecución de la felicidad, desde finales del siglo XX, se inicia un cambio
de mentalidad que retorna a la evidencia de que «encontrarle sentido a la
vida» reside en la capacidad de cada uno para disfrutarla.¿Recuerda «Rose-
bud», el misterioso tesoro de Ciudadano Kane?

«Rosebud es la última palabra que pronunció el magnate antes de


morir y es la que resuelve el enigma y da sentido a la película. Tras haber
construido todo un imperio (...) el anciano revela en su agonía los únicos
momentos en que ha sido feliz. En los inviernos nevados recuerda cómo
se tiraba en su trineo desde el repecho situado al frente de la casita en la
que vivía con sus padres. En la madera del trineo se puede ver grabada la
palabra: Rosebud: lo más preciado para él«.
(Plana y Pérez del Monte, 2001:121).

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Tal y como ilustra la cita, la experiencia de ocio invita al disfrute y a
paladear la vida. Sin embargo, tampoco podemos identificar la experien-
cia de ocio con el mero hedonismo puesto que más allá del disfrute está el
ser humano que lo experimenta.

4. Protagonismo: Más allá del disfrute está la persona

Cada vez parece más evidente que la compra de experiencias-mer-


cancía, el consumo de experiencias diseñadas en serie, la denominada
McGuggenheinización (Richards, 2003), no garantiza la vivencia de ex-
periencias de ocio por lo que el usuario desea ser protagonista y vivir la
experiencia de ocio en primera persona de forma única e irrepetible.

Imagen 2
Ejemplo de personalización y protagonismo en Barceló Viajes

Así, la personalización, la adecuación de la oferta a las preferencias


personales es la clave para adaptar el entorno del usuario a sus caracterís-
ticas concretas. Viajes Barceló6 aparece como un ejemplo paradigmático
en la oferta de «experiencias de ocio» al turista por lo que en estas pági-
nas en varias ocasiones apoyamos e ilustramos la reflexión haciendo refe-
rencia a este caso pionero en España.

6 Barceló Viajes ha puesto en marcha “Viajeros Barceló”, una nueva publicación «he-

cha por y para viajeros, innovadora e inspiradora, entre el catálogo y el magazine de via-
jes». La compañía destacó que “Viajeros Barceló” es uno de los elementos «clave» de la
nueva estrategia de posicionamiento de marca e imagen de Barceló Viajes. Pretende «crear
nuevos viajeros», transmitirles experiencias y emociones y comunicarles los contenidos
comerciales de una forma «sugerente y amena».

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Con la personalización de la experiencia de ocio aparece el triunfo de
lo minoritario (Anderson, 2006). Frente a la democratización del ocio que
caracterizó el final del siglo XX, el ocio del siglo XXI encaja de lleno en
la economía «long tail» o de «larga cola» de la que nos habla Anderson
(2006) al referirse a curvas en las que el extremo inferior es muy largo,
tan largo como la variedad de opciones personales, casi únicas o exclusi-
vas, en relación con el extremo superior.

«Larga cola» de experiencias de ocio

Gráfico 3
El protagonismo minoritario de las experiencias de ocio en la curva de demanda
Fuente: Elaboración propia a partir de Anderson, 2006

Así, al hablar de experiencias de ocio deja de interesarnos la interpre-


tación clásica de la curva de la demanda que se basaba en la popularidad
(en la moda o en la media). Aparece lo que Olsen y Connolly (2000) deno-
minan «segmentos de uno». ¿A qué se refieren los autores? A que, frente a
la producción en masa, la experiencia de ocio se vive en primera persona,
y por tanto ésta ha de entenderse desde la personalización o exclusividad,
desde el protagonismo minoritario que implica su vivencia única.

Heptálogo de la experiencia de ocio. Siete claves para la comprensión


del ocio en el S. XXI

A la luz de estos cuatro presupuestos básicos la ponencia identifica


siete claves para la interpretación y comprensión del ocio en el siglo XXI.
Las siete claves que se presentan a continuación añaden tres elementos a
las cuatro maneras básicas que De Bruyn (2002:19) señala para estructu-
rar experiencias del cliente. Estas son: 1) entretenimiento, disfrutando de
una actividad realizada por otros; 2) estética, apelando esencialmente al
sentido de la vista; 3) protagonismo, siendo el propio sujeto el actor prin-
cipal del evento y; 4) edutaiment, aprendiendo de forma lúdica.

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Clave 1. La experiencia es sagrada

El entretenimiento, identificado por De Bruyn como la primera vía


para la estructuración de experiencias, conduce a la sublimación del dis-
frute de modo que podemos afirmar que cuando hablamos de ocio «la ex-
periencia es sagrada». En consecuencia, hablar de «experiencia de ocio»
implica aceptar, como presupuesto de partida, que el ocio no cabe limitar-
se al tiempo libre ni de la práctica de una determinada actividad sino que
fundamentalmente reside en una experiencia gratificante subjetivamente
definida por el individuo que la experimenta.
Ésta no es sólo una discusión académica, sino que también es compar-
tida por las industrias y servicios de ocio, cada vez más conscientes de la
necesidad de sustituir la mera provisión de actividades por la facilitación
de experiencias. Según una encuesta realizada por American Express
(2004), el 59% de los consumidores recibe la mayor satisfacción personal
de la vivencia de experiencias. Otros autores (Bordas, 2003) llegan a afir-
mar que el 70% del valor está en las experiencias.

70% 20% 10%

CALIDAD EN
VALOR EXPERIENCIAS SENSACIONES
PROCESOS DE
SERVICIO

=
ESFUERZOS INCOMODIDADES INSEGURIDADES PRECIO

Gráfico 4
El valor de las experiencias
Fuente: Bordas, 2003:6

La vida se compone de un cúmulo de experiencias que van dotando de


sentido a la mera sucesión y acumulación de tiempo y, en consecuencia, los
productos y los servicios se sustituyen por momentos, sensaciones y expe-
riencias. La experiencia satisfactoria permite alcanzar un estado que la psico-
logía denomina «fluir». El ocio facilita la vivencia de «experiencias de flu-
jo», experiencias con mayúscula puesto que son fuente de satisfacción vital.

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Clave 2. Carpe díem. La vida es bella si se sabe disfrutarla

La búsqueda del sentido de la existencia puede entenderse como


una necesidad básica del ser humano. Existe un consenso prácticamen-
te generalizado con respecto a la idea de que cubiertas las necesidades
más básicas, el hombre busca autorrealización (Maslow, 1954), reali-
zarse (McClelland,1961), engrandecer el ego (Dann, 1977), encontrar
sentido a la vida o ser feliz. Ahora bien, si esta búsqueda es una cons-
tante en la historia de la humanidad, los caminos que el ser humano
ha seguido para alcanzarla han sido de naturaleza diversa. Desde la
religión, pasando por la valoración del placer y el disfrute en las civi-
lizaciones clásicas, hasta la ética protestante basada en la sublimación
del trabajo, las fuentes de dónde beber para conseguir la satisfacción
vital son múltiples. ¿Qué decir de la sociedad actual? Eche un vistazo a
su alrededor, observe los mensajes que lanza la publicidad, analice qué
es lo que hace a los productos atractivos, apetecibles o beneficiosos,
reflexione sobre sus deseos más íntimos, sobre sus reivindicaciones
en el trabajo o las peticiones a su familia y amigos ¿qué es lo que bus-
camos? Todo a nuestro alrededor se nos dibuja como una oportunidad
para maximizar la calidad de nuestra existencia. La vida se presenta
como un gran campo en el que podemos cosechar logros o beneficios
que aspiramos alcanzar y que hemos interiorizado como indicadores de
lo buena o mala, de lo valiosa que es nuestra vida. En esta búsqueda, lo
verdaderamente interesante es que quizás nunca antes como hoy en día
se han valorado las oportunidades que la vida brinda para el disfrute
como indicador de lo que hoy llamamos «calidad de vida»; «satisfac-
ción vital» o «felicidad». Es más, creemos no exagerar al afirmar que
éste es quizás el objetivo fundamental de las sociedades actuales.
La estética, segunda manera de estructurar experiencias señalada por
De Bruyn, y ejemplificada en el «ocio estético», aparece como un ámbi-
to básico de la experiencia de ocio. La vida «merece la pena» si se sabe
como inyectar vida a la vida, si uno es capaz de transformar la simple
supervivencia en experiencia vital y dotar a la existencia de valor final
porque, realmente, «la vida es bella».
Parece ser que el señor Beyle en un viaje a Florencia, dio su apellido
a una enfermedad hasta entonces desconocida: el síndrome de Stendhal.
Dicen, que el bueno de Henri-Marie Beyle, pasó todo un día entero visi-
tando la ciudad, y así, de repente, una extraña angustia, taquicardias y vér-
tigos le recorrieron el cuerpo. Fue al médico, quien muy inteligentemente
le diagnosticó lo siguiente: «Caballero, usted padece una sobredosis de
belleza».

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«Era una forma de éxtasis, desde la idea de hallarme en Florencia,
cerca de los hombres de los que había visto sus tumbas. Absorbido en
la contemplación de la sublime belleza... llegué a un punto en el que
uno encuentra sensaciones celestiales... Todo me estaba hablando vívi-
damente a mi alma. ¡Ah, si sólo pudiera olvidar! Tenía palpitaciones en
el corazón, aquello que en Berlín llaman «nervios». La vida se escurrió
fuera de mí. Caminaba con miedo a caerme».
(Marie-Henry Beyle, 1817).

Aunque no se trata de sufrir vértigos y desvanecimientos, la experien-


cia de ocio si implica participación, vivencia y experiencia plena.

Clave 3. Teatralización de la vida. Emociones y sueños

Nuestra sociedad, apodada «sociedad emocional» o «sociedad de en-


sueño» (Bordas, 2003), persigue emociones satisfactorias, sueños cumpli-
dos y, en consecuencia, persigue experiencias satisfactorias o «experien-
cias flujo», si utilizamos la denominación de Csikszentmihalyi (1975),
que permite dar sentido a la vida y que, por ende, la dota de valor. Se en-
tra en el reino de la «otredad» (Grötsch, 1997) o recreación de «lo otro»,
lo especial o singular frente a la rutina diaria. La experiencia de ocio ha de
saber mantener el clima de ensoñación tal y como acertadamente describe
Csikszentmihalyi en la cita que se reproduce a continuación.
«Imagine que está descendiendo por una pista de esquí. Toda la aten-
ción se concentra en los movimientos de su cuerpo, en la posición de sus
esquís, en el aire silbando al rozar su rostro y en los árboles cubiertos de
nieve que se suceden veloces a ambos lados. En su mente no queda lugar
para conflictos ni contradicciones. Sabe que si un pensamiento o una
emoción le distraen se dará de bruces en la nieve. La pista es tan perfecta
que desea que no acabe nunca (...). Momentos como estos son como una
ventana abierta hacia la intensidad de la vida que contrastan con el gris
telón de fondo de cotidianidad. A estas situaciones excepcionales las lla-
mo experiencias de «flujo», una expresión que muchas personas utilizan
para describir la sensación que tienen cuando al realizar una actividad
que no les supone esfuerzo alguno, convierten ese momento (en que todo
fluye) en uno de los mejores de su vida».
(Csikszentmihalyi, 1997b:45).

Clave 4. Autorrealización, salud y la calidad de vida

Las condiciones en las que se desarrolla nuestra vida proveen un mar-


co referencial en el que experimentar vivencias que dotan de sentido a la

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mera sucesión y acumulación de tiempo. Estas experiencias son benefi-
ciosas en cuanto que inyectan vida a la vida, en cuanto que transforman
la simple supervivencia en experiencia vital y dotan a la existencia de
valor final. En definitiva, en cuanto que son «las metas u objetivos que las
personas más valoran y de las que no quieren prescindir a lo largo de su
existencia» (Driver y Bruns, 1999). ¿A qué tipo de experiencias nos refe-
rimos?, ¿cuáles son estas vivencias valiosas, beneficiosas porque dotan a
la vida de calidad y sentido?
Decíamos en el apartado anterior que hoy día se identifica como «bue-
no», «deseable» o «beneficioso» todo aquello que permite dotar de valor
a la vida. En esta búsqueda, lo verdaderamente interesante es que quizás
nunca antes como hoy día se han valorado las oportunidades que la vida
brinda para el disfrute y el ocio como un elemento clave en las condicio-
nes de vida y como indicador de lo que hoy llamamos «calidad de vida»;
«satisfacción vital» o «felicidad». Es más, creemos no exagerar al afirmar
que éste es quizás el objetivo fundamental de las sociedades actuales.
Cada vez más conscientes de las limitaciones que el trabajo, el dinero, el
poder o el consumo tienen en la consecución de la felicidad, desde finales
del siglo XX, se inicia un cambio de mentalidad que retorna a la evidencia
de que «encontrarle sentido a la vida» reside en la capacidad de cada uno
para disfrutarla.
Los efectos positivos del ocio son conocidos desde la antigüedad. Los
griegos proponían el descanso, el deporte o la contemplación como acti-
vidades que incidían positivamente en la salud y ayudaban a recobrarla.
Las mismas recomendaciones se encuentran en la antigua cultura egipcia
y en la cultura árabe desde los primeros siglos de nuestra era. Sin em-
bargo, tanto el concepto de ocio como el de beneficio han evolucionado
profundamente en estos más de 20 siglos de historia. Así, tal y como se
pone de manifiesto en la Declaración Hangzhou-China (Jackson, 2006),7
el siglo XXI se asoma al ocio con una mirada nueva en la que destacan sus
aspectos positivos y, como consecuencia, se valoran más que nunca los
beneficios que se obtienen de su vivencia.
El ocio y las oportunidades que la vida brinda para el disfrute son
un indicador de lo que hoy llamamos beneficios finales (Driver y Bruns,
1999) del ocio tales como «calidad de vida»; «satisfacción vital» o «feli-
cidad». Junto con éstos también pudiéramos hablar de los denominados
beneficios intervinientes que, a su vez, se pueden agrupar en dos grandes
categorías: beneficio entendido como mejora y proyección vital y benefi-

7 Bajo el título «Ocio y Calidad de vida. El impacto del ocio en el desarrollo social eco-

nómico y cultural,» la Declaración de Hangzhou fue firmada en el último Congreso Mun-


dial de Ocio celebrado en esta ciudad China en 2006.

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cio como prevención o mantenimiento. Así, lejos de la connotación peyo-
rativa que le fue atribuida en otros tiempos, en el siglo XXI la experiencia
de ocio se nos presenta como un derecho humano fundamental y como un
factor de desarrollo, tanto personal como social, ya que satisface funcio-
nes psicológicas, sociales y económicas (Sue, 1981).

Imagen 3
Ejemplo de disfrute de la vida en la oferta turística de Viajes Barceló

Todos estos beneficios legitiman y dan sentido a la provisión de


experiencias hedónicas y memorables (Arnould y Price, 1993) que, más
allá de ser una fuente de placer, aparecen como elementos fundamenta-
les para la calidad de vida.

Clave 5. Transformación del espectador en actor. Implicación y


protagonismo: el ocio 2.0

El protagonismo, tercera manera de estructurar experiencias se-


ñalada por De Bruyn aparece como otra clave interpretativa funda-
mental. La naturaleza activa del cliente y el papel de protagonista que
caracteriza a la demanda de ocio actual está ampliamente referenciada.
(Goodwin, 1996; McGregor, 2001; Bendapudi y Leone, 2003; Harris

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y Baron, 2004). Cabe hablar de un «ocio democrático» (Goytia, 1999)
en el que los usuarios no se limitan a ser meros consumidores sino
que son «co-productores» de sus propias experiencias vacacionales
(Binkhorst, 2005). Pine y Gilmore (2000) hablan del consumidor de
experiencias que desea «transformarse» a través de la vivencia de las
mismas; Ray y Anderson (2000) describen la emergencia de lo que
denominan «cultural creatives»; Florida (2002) habla de la emergencia
en USA de una «creative class», y también analizan su aparición en
Europa (Florida y Tinagli, 2004). Incluso se habla (Prentice, 2004) de
que «los creativos» componen un estilo de vida que pone el énfasis en
el desarrollo personal y en aspectos experienciales por lo que son muy
apasionados en las actividades que realizan y, además sus valores se
basan en la autenticidad.
El protagonismo que impera en la vivencia de la experiencia de
ocio ha dado lugar a que el sujeto se erija como el verdadero prescrip-
tor de las experiencias que desea vivir. La estructura de la industria
del siglo XX en la que los profesionales producían y los aficionados
consumían ha caducado a favor de un mercado de dos direcciones
donde todos pueden estar en cualquier campo. La llamada arquitec-
tura de la participación (O’Reilly en Anderson, 2006:113) ha llegado
a todos los campos y el ocio no es una excepción de modo que los
consumidores participan en el proceso de producción. Nace así el ocio
2.0 que ha conducido a que la línea fronteriza que separaba al consu-
midor y al productor se desdibuje hasta el punto que incluso se desea
co-participar en el proceso de producción. Nos referimos al fenómeno
del «prosumo», acuñado por Alvin Toffler en 1990 y al que Tapscott
(1997, 2007) se refiere de modo reiterado al hablar de la nueva eco-
nomía donde los clientes participan en la creación de productos de un
modo activo y continuado. Un buen ejemplo de ello es la comunidad
Beers&Blog , creada con el objetivo de compartir experiencias 2.0 o la
campaña de Viajeros Barceló, excelente ejemplo de lo que se ha bauti-
zado como Travel 2.0. En definitiva, para responder al cliente que bus-
ca vivir experiencias inmersivas: sucesos montados por una compañía
que involucra personalmente al sujeto, la clave está en transformar al
cliente pasivo en huésped activo.

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Imagen 4
Ejemplo de preconsumo turístico o Travel 2.0 en Barceló Viajes

El cliente se hace huésped («guest») y, más allá de consumir de


modo pasivo, el yo que «prosume» es más importante que la experien-
cia ofertada. Así, el consumidor/prosumidor de experiencias se hace
consciente de sí mismo y desea «transformarse» a partir de la vivencia
de las mismas al modo en que describe Proust al paladear su famosa
magdalena.

«Me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado


un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago,
con las migas de bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención
en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso
me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba...».
(Marcel Proust, 2005).

Clave 6. Edutaiment

La «transformación» a la que aspira el «prosumidor» de expe-


riencias de ocio nos conduce directamente a «edutaiment» de modo

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que coincidimos con De Bruyn en que el edutaiment, cuarta y última
manera de estructurar experiencias señalada por el autor, es una clave
interpretativa fundamental. El término edutaiment, maridaje entre los
términos anglosajones «education» y «entertainment», se refiere al pro-
ceso a través del que se educa entreteniendo. El edutaiment no se re-
fiere a una educación formal ni es sinónimo de «instrucción» sino que
ha de mantener un equilibrio entre la función lúdica y la pedagógica
de modo que favorezca el crecimiento y el desarrollo personal. Así, las
verdaderas experiencias de ocio, no sólo proveen de «conocimientos»
sino que ofrecen «sabiduría». En definitiva, transforman al sujeto que
las experimenta.
La experiencia de ocio ha de permitir, en palabras de Wagener-
Spöhring, que el individuo experimente «playful changes of identity»,
es decir, que aprenda, que cambie de modo lúdico, casi sin darse cuen-
ta. No hablamos entonces sino de la transformación a la que aluden
Pine y Gilmore (2000) cuando se refieren a la importancia de que el
consumidor sea modificado por la experiencia. Por lo tanto, la verda-
dera experiencia de ocio prioriza el desarrollo de la persona que vive
la experiencia ante la experiencia en sí. En definitiva, la experiencia
de ocio construye identidad. Así, es fuente de desarrollo personal, de
refuerzo de la identidad y de auto expresión.
En definitiva, el edutaiment provee a la experiencia de ocio de un
carácter memorable, duradero, «sólido» que ayuda a dotar de identidad
a un sujeto imbuido en la provisionalidad de la modernidad efímera,
«liquida» que describe Bauman (2006). Hablamos, por tanto, de expe-
riencias que permitan satisfacer el desarrollo personal, construir identi-
dad o, en palabras de Giddens (1990), la «construcción o narrativa del
yo».

Clave 7. Experiencias a la carta

Si la experiencia de ocio es fuente de auto expresión y de construc-


ción de identidad, se aspira a una vivencia de ocio no estandarizada y
adaptada a las necesidades, motivaciones e intereses personales. Como
dicen Gilmore y Pine (2002) una experiencia se vive como memorable
cuando su oferta es inherentemente personal. Por ello, el «factor ego»
tal y como lo define Maccanell (2002), es fundamental para organizar
las experiencias de ocio de la forma más cercana y mimética posible al
espíritu de aquel que las disfruta. Nos encontramos, por tanto, ante un
importante componente narcisista que subyace a la estructura de la ex-
periencia de ocio.

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VIAJE EN GLOBLO
PERSONALIZADO

«Ahora ya puedes elegir tu mismo


el trayecto que quieras. Sobrevo-
larás los destinos más bonitos: las
planicies más extensas o las mon-
tañas más altas. Cuando llegues
a tierra firme, relájate tomándote
una copa de cava mientras lees el
diploma personalizado que hemos
preparado para ti»

Imagen 5
Ejemplo de experiencia a la carta

Se trata de diseñar a la carta para cada tipo de usuario la información, la


reserva, la compra, el disfrute, el uso y el post-uso de la experiencia de
ocio. Esto exige:

1. Conocer los diferentes estilos de ocio desde una aproximación


psicosocial que no se limite a sus comportamientos sino que incluya
pensamientos emociones motivaciones y valores

Tradicionalmente la clasificación de los sujetos que disfrutan del ocio


se realizaba en función de variables sociodemográficas y socioeconómi-
cas. Sin embargo, debido al cambio que el sector ocio está sufriendo des-
de finales del s. XX, cada vez se usan menos los criterios tradicionales ya
que la realidad del individuo nos muestra comportamientos muy similares
realizados por personas diferentes en términos sociodemográficos o eco-
nómicos o, al contrario, comportamientos diferentes entre personas con el
mismo perfil sociodemográfico o económico. Por ello, consideramos más
acertado clasificar, o segmentar el mercado en función de patrones; es de-
cir, de lo que llamaremos «estilos de ocio» u ociotipos.
La segmentación de ociotipos puede hacerse desde diversas perspec-
tivas dependiendo de las variables que se tomen en consideración. Así,
los estilos de vida se han definido sobre la base de patrones de actitudes;
patrones de comportamiento; actividades, intereses y opiniones; valores;
estilos estéticos; o sobre la base de las visiones de vida. Sin embargo,

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realmente son escasos los intentos de plantear modelos globales para el
análisis y la segmentación del mercado de ocio, por lo que muchas veces
se obvia el hecho de que el ser humano es multidimensional. Frente a esta
carencia, la tesis doctoral de la autora (Goytia, 2006) propone un modelo
penta-dimensional cuya estructura se basa en el convencimiento de que
el ser humano es un ser que hace y piensa pero además también siente.
Además, el ser humano está condicionado tanto por factores psicológicos
como pueden ser las motivaciones, como por factores socioculturales
como los valores. Por ello incluye cinco dimensiones: conductual, cogni-
tiva, emocional, motivacional y cultural (valores).

2. Una gran proximidad con el consumidor, personalizar la oferta de ocio en


base a «estilos de ocio» y ofrecer diferentes experiencias personalizadas

El trabajar con estilos de ocio conduce directamente a personalizar la


oferta. En este sentido coincido plenamente con la perspectiva de Orioll
Sallent, presente también en este libro, y retomo su pregunta, ¿cuántas
maneras hay de andar en biclicleta?, ¿y cuantas Ibizas? y ¿cuántos Mu-
seos del Prado?, realmente, tantos como se deseen vivir, tantos como «es-
tilos o tipos de personas».
En consecuencia, la gestión de la experiencia de ocio exige colocar a
los usuarios en el centro del sistema funcional ya que cada individuo es
diferente en base a su definición psicosocial. En otras palabras, la clave del
éxito reside en la personalización, en identificación rápida y precisa del per-
fil de dicho usuario y en ofrecerle un gran abanico de productos y servicios,
personalizados y actualizados que satisfagan sus deseos y necesidades.

CONSUMER Customer Centric


—Personalisation-CRM —Reactive/adaptive to consumer needs
—Location/Context/Mood aware —System integrated
—Proactive/anticipatory —Satisfaction driven
COMPANY Profitability Driven
Reneuve
Expansion of markets and operations TOURISM
Direct Distribution Trends
Yield management/Revenue Management
Extensive distribution strategy
Cost DISTRIBUTION: Partnership Enabled
Internal Integratiion —Virtual Organisations
Reduction of Intermediation —Interoperability
Intelligent procurement —ASPs
ASPs —Developing a value system

Gráfico 5
Un modelo de negocio centrado en el cliente
Fuente: Buhalis, 1999

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Hablamos del Customer Relationship Management (CRM)8, de su
versión más avanzada: el Consumer Centric Marketing (CCM)9 y de
toda una serie de herramientas de gestión con «C», es decir basadas en la
orientación al cliente y, más allá, al «customer empowerment» (Niininen,
Buhalis y March, 2007) que consiste en dotar a los usuarios de herramien-
tas para participar en la creación de valor. En definitiva, el paradigma de
la experiencia de ocio en el s. XXI es «colaborativo» (Tapscott y Williams,
2006) ya que entiende a la persona como núcleo referencial y agente par-
ticipativo en todo momento.

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8 Concepto muy cercano al Marketing Relacional, según se usa en España.


9 El CCM es más avanzado que el CRM puesto que supera la acumulación de cono-
cimiento sobre las necesidades del cliente y «ubica al cliente en el medio» permitiéndole
participar en el diseño del producto.

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Transformando nuestro comportamiento
mecánico: la recuperación del ocio
Susana Juniu

Introducción

Hoy en día existe una sensación de vacío sobre todo cuando hablamos
del tiempo libre; tal parece que hay un reloj interno que ha transformado
nuestro espacio de manera tal que ya no es claro que el tiempo nos per-
tenece. Los individuos son esclavos del tiempo y tienen menos control
sobre él. Ocio es algo que se compra y compramos ocio para compensar
la falta de él. Ocio ya no es espontáneo y genuino, pasó a ser un ocio de
consumo ¿Por lo tanto, cuál ha sido el efecto que todo lo señalado ante-
riormente ha provocado en el ocio? La presión en nuestras vidas, reforza-
da por los lugares de trabajo y por el clima económico, social, y político
ha reducido nuestra calidad de vida. El objetivo de este ensayo es analizar
la relacion de la globalización desde la influencia económica, tecnológica,
y social en el ocio y en el bienestar de las personas y explorar alternativas
que nos ayuden a recuperar la esencia filosófica de lo que es el ocio. Los
temas emergentes incluyen el ocio moderno, el consumo del ocio, el im-
pacto de la tecnología en el ocio, la transformación de las redes sociales,
ocio y calidad de vida, y el ocio como un derecho.

Comprender el Ocio

Es necesario comprender la naturaleza del ocio para examinar el


significado que tiene el concepto para los individuos y para la sociedad.

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El ocio tiene muchos significados y cada uno de ellos puede ser total-
mente diferente del otro. Estas diversas perspectivas conforman el pensa-
miento de las personas sobre el ocio y sobre cómo lo experimentan. En la
tabla 1 se describen los diferentes conceptos del ocio desde los orígenes
en la antigua Grecia hasta la revolución digital.
Desde la perspectiva de un angloparlante puede ser útil revisar breve-
mente la evolución de los conceptos de ocio y de recreación, así como la
interpretación que se ha dado a estos términos. Arnold (1991) apuntaba
que el término recreación venía de la palabra latina «recreatio» y signifi-
caba restauración o recuperación de algo, o una agradable pausa. Durante
los siglos XVI y XVII, la revolución trajo consigo la noción de recreación
orientada a actividades de diversión. Se tenía la percepción de que la re-
creación era a la vez curativa y preventiva.
En la Antigua Grecia, el ocio se asociaba con la «buena vida». Según
varios de los filósofos griegos, el ocio era vida. El término griego para la
palabra ocio era «skhole» que se ha transformado en escuela, escolástico
y otros términos similares (Arnold, 1991). Como ideal de los griegos an-
tiguos, el ocio era la ocasión para la realización de la excelencia en todas
las cosas. El ocio en la sociedad griega antigua se definía como la contem-
plación de los valores supremos del mundo: la verdad, el bien, la belleza y
el conocimiento. El ocio se asociaba con la «buena vida».

Tabla 1
Perspectiva Histórica

Revolución
Periodo Antigua
Roma Edad Media Puritanismo
Histórico Grecia
Industrial Post-Industrial Digital

Concepto Concepto Concepto Concepto Concepto Concepto Nuevas


de Ideal Utilitario de Nobleza de Ética de de Formas de
y Contem- Tiempo Lujo del Trabajo Diversión Consumismo Interacción
Conceptos plación para y Placer Protestante para y Mercado Social
«Skhole» la Incrementar la distancia
«Buena Recuperación Producción Geográfica
Vida» «Otium» es Irrelevante

Los romanos se alejaron de la percepción griega del ocio y descubrie-


ron en el «otium» (Munnè, 1992) el tiempo que se requiere para descansar,
recrearse y recuperarse para volver al trabajo. En contraste con los tiempos
griegos, el ocio para los romanos no significaba un estatus social o un modo
de vida, sino un tiempo después de las actividades colectivas. El ideal grie-
go se invirtió y el ocio se transformó en una estrategia para apoyar el tra-
bajo; el trabajo era un fin en sí mismo. Formas de ocio de masas surgieron

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entonces a través de deportes y juegos proporcionados por las clases domi-
nantes como forma de entretenimiento. Esta visión del ocio como comple-
mento al trabajo es un concepto relacionado con los tiempos modernos.
El ocio en la Edad Media era no sólo un tiempo para descansar y re-
crearse, sino que se transformó en una exhibición social entre las clases
altas. En contraste con la filosofía griega, el ocio era la abstinencia del
trabajo, y la libertad de elegir la actividad en la que participar. En la Edad
Media tardía, el ocio empezó a transformarse en ostentación, lujo, pla-
cer, y despilfarro. El uso del tiempo era señal de nobleza por oposición
al tiempo de trabajo de la servidumbre. Veblen creó el término «clase
ociosa» y lo asoció con el tiempo libre, falta de producción y ausencia de
necesidad de trabajar (Arnold, 1991).
A lo largo de los años 1700, la ética puritana relativa al trabajo se
construyó sobre las creencias básicas de Lutero según las cuales la res-
ponsabilidad del trabajo y la familia servían a Dios. Los puritanos con-
sideraban el ocio como inactividad y pérdida de tiempo. Esta doctrina
proporcionó al trabajo un valor religioso según el cual la inactividad se
consideraba pecado. Esta interpretación del ocio llegó a ser parte de la so-
ciedad industrial y sigue siendo válida en el presente.
El advenimiento de la Revolución Industrial trajo consigo un aumento
en el tiempo del trabajo. El objetivo principal era incrementar la produc-
ción. La consiguiente explotación del trabajador desembocó en el mo-
vimiento de trabajadores que demandaba menos horas de trabajo y más
salario. Poco a poco, se llegó a la noción de un tiempo que se extraía del
tiempo de trabajo que iba diminuyendo. Eso es lo que se llama el tiempo
libre o disponible: históricamente el ocio tenía un significado claro.
En Grecia, en Roma, durante el periodo medieval ostentoso, y en la
época puritana, este significado condicionó el uso del tiempo de ocio.
Lo esencial en cada caso era la vida social. El ocio moderno proviene de
esta sustracción del tiempo de trabajo, no porque el tiempo de ocio sea
valorado, sino porque el trabajo ha perdido su valor. Como consecuencia,
lo importante es el «no trabajar», que es una noción diferente de las no-
ciones antiguas del ocio. El ocio es, por consiguiente, un tiempo «vacío»
y sin significado, un tiempo para todo y cualquier cosa. Está sujeto a las
condiciones de trabajo y constituye una fuente potencial de consumo. Las
nociones contemporáneas del ocio también han sido formadas por la revo-
lución post-industrial llevando a su comercialización (commodification) y
a su creciente consumismo (Hemingway, 1996). El ocio está sujeto a las
condiciones de trabajo y constituye una fuente potencial de consumo. El
ocio moderno se subordina a menudo al trabajo y no debe interferir con el
trabajo. El ocio es una forma distintiva de la experiencia humana y no un
derivativo del trabajo (Bramham, 2002). El ocio tampoco es un lugar para

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la acumulación del placer o de la libertad humana como lo parecen sugerir
los padres fundadores. El sentido histórico de la libertad en el ocio se ha
perdido ante la comercialización (commodification) y el consumismo; a
menudo el ocio no es ya un tiempo para el crecimiento personal y para la
contemplación, y tampoco un tiempo para la utilización social.

La Transformación del ocio

La práctica actual del ocio indica un distanciamiento de lo que re-


presenta y su separación del sentido filosófico del «yo» y de la identidad
(Fullagar, 2004). El ocio ya no es una disposición de la mente, espontánea
y genuina. Se transformó en una disposición de la sociedad y se redujo a
tiempo vacío. Hoy en día, el individuo vive para trabajar y no trabaja para
vivir. Los comentarios de Kelly (2000) según los cuales «el ocio ya no es
un ideal filosófico sino un grupo de comportamientos, significados, es-
tructuras e ideologías socialmente construidos», sugieren que la definición
tradicional del ocio asociado a libertad, elección y estado de la mente no
se sostiene. El ocio es un concepto contextual que emerge a partir de un
proceso social y a partir de la interacción del individuo con el medio am-
biente (Molina, 2005). El sistema social condiciona la manera en la que
la gente piensa, experimenta y disfruta del ocio (Sousa, 2000). Por consi-
guiente, las experiencias del ocio se estructuran socialmente y se forman a
partir de las inigualdades sociales. El individuo se comporta según lo que
se espera de él y las acciones y las maneras se regulan por la mirada de
los otros y por la autorreflexión de las personas mismas (Rojek, 1999).
Otro elemento de transformación del ocio moderno ha sido la revo-
lución digital, que es responsable de la eliminación de barreras creando
igualdad material y unificando comunidades tanto a nivel económico
como social. El rápido desarrollo tecnológico ha extendido la prosperidad
e incrementado el tiempo libre (Bundy, 1977), pero este tiempo libre es
más difícil de planificar y se ve afectado por un sentido de culpabilidad
al sustraer tiempo de las obligaciones. La tecnología ha creado nuevos
conceptos de la distancia y la comunicación, y un sentimiento virtual de
satisfacción. Al mismo tiempo, ha contribuido al proceso de polarización
entre los individuos con acceso a mejores servicios y mejor información
por un lado y por otro, aquellos que apenas pueden satisfacer sus necesi-
dades. Este desarrollo desigual es producto de la subida del crecimiento
del capitalismo global y de la información, que se «caracteriza por un
desarrollo económico simultáneo así como por un subdesarrollo, y la in-
clusión y exclusión social...» (Castells, 1988). Como resultado, esta sepa-
ración y exclusión creada por el proceso de polarización ha repercutido en

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la manera en la que los individuos experimentan y perciben el ocio. A su
vez, ocio se transforma en una mercadería de diferente calidad dependien-
do de la capacidad de adquisición del individuo. Si el énfasis se pone en
el acceso a las nuevas formas de ocio y a un nuevo estilo de vida, aquellos
que no tienen soporte económico serán excluidos de la «práctica» del ocio
moderno.

Consumo de ocio

La era moderna ha cambiado el ocio en torno al mercado de la


economía y la tecnología. El consumo es elogiado y el ocio es parte
de este patrón (Kelly, 2000). Aunque la modernidad controla mejor los
distintos estilos de vida y el significado que tienen, también crea en los
individuos un sentimiento de impotencia. Williams (2002) sugiere que
«la modernización ha liberado la actividad económica de los límites
locales de lugar y ha dado lugar a un uso más eficaz de los recursos»;
asimismo ha dado lugar al incremento del intercambio y comunicación
a través del espacio. Estas condiciones deberían haber proporcionado
más tiempo de ocio para el crecimiento personal y para la utilización
social (por ejemplo, la participación en actividades cívicas). Pero en
lugar de esto el tiempo se ha transformado en consumo de masas y la
producción de masas ha llegado a significar consumo de masas (Har-
vey, 1990).
El ocio es casi algo que se compra y la gente compra ocio para com-
pensar la falta del mismo (Gunnell, 1996). El énfasis creciente en la pro-
moción del ocio en términos de salud y actividad física como instrumento
de estilo de vida para mejorarse a sí mismo es una reflexión que tiene que
ver con el cálculo y el consumo más que con la promoción del ocio para
el cuidado personal que se centra en el placer y la socialización a través
de la participación activa (Fullagar, 2004). El ocio se está convirtiendo
poco a poco en una mercancía de calidad diferente, de acuerdo al poder
de adquisición del individuo. Este instrumentalismo del ocio como reflejo
de la modernización (Hemingway, 1996) produce «consumo de cultura»
en vez de «creación de cultura». La cultura es ahora una mercancía y el
ocio un acto de consumirla. Esta visión coincide con la noción de Veblen
(1912) del consumo conspicuo porque el ocio llega a nuestra sociedad
moderna en forma de fuente artificial de riqueza, prestigio y poder. Como
resultado, el consumismo ha cambiado el concepto de libertad ya que la
gente puede verse atrapada por el dinero, y aquellos elementos de creati-
vidad y sociabilidad que se encontraban en el ocio están desapareciendo o
se encuentran en el trabajo.

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El consumismo ilimitado es ahora una pesadilla y «somos material-
mente ricos pero pobres en felicidad» (Díaz, 1999). Este comportamiento
es la nueva experiencia del ocio y repercute en la forma de percibir el
tiempo libre y otros ideales relacionados con el ocio. Existe una presión
hacia el consumo del ocio más que hacia la experiencia del mismo. Estas
fuerzas sociales incrementan la necesidad de adaptarse a las nuevas ten-
dencias del ocio (por ejemplo, consumo de artículos de deporte, actividad
física y viajes). La gente compra tiempo en el gimnasio, en el restaurante
y tiempo para viajar en vez de usar el tiempo libre para relajarse. Parece
que el ocio se ha convertido en otro concepto de trabajo y tener tiempo
libre se considera improductivo y no se demanda:

«El tiempo se percibe socialmente como algo que debe llenarse has-
ta el límite eliminando «los aspectos positivos del tiempo perdido» que
«puede también llenarse de reflexión, aventuras posibles, observación
de acontecimientos, reducción de la uniformidad de nuestra existencia,
etc.» (Fortunati).

El tiempo libre se ha incorporado a la vida profesional ya sea en


forma de vacaciones reguladas o del suministro de actividades de ocio
dentro del ámbito laboral. De este modo se ha podido establecer una pu-
jante industria del ocio. Lasuén (2003), opina que el núcleo fundamental
de la economía en la nueva etapa posindustrial será «la creación y sus
derivados. [y que] no se trata de la microelectrónica, sino del mundo de
la creación de nuevas emociones y sensaciones.» Este consumo de ex-
periencias y emociones conlleva al individuo a una necesidad de cons-
tante renovación y actualización. El individuo busca nuevas sensaciones
como producto de un continuo cambio y con el propósito de satisfacer
experiencias novedosas facilitadas por un consumo impuesto en una
sociedad mercantilista (Cuenca Amigo, 2007). Esta es una filosofía de
enriquecimiento personal (derecho y libertad de elegir) que asume una
visión en que todos los individuos tienen la mismas oportunidades de
participar si tener en cuenta al menos afortunado. El ocio se convierte
en una mercancía de diferentes calidades según el poder adquisitivo de
cada individuo.
Por lo tanto, esta economía de la experiencia propone oportunidades y
nuevas posibilidades de ocio (Cuenca Amigo, 2007); a su vez este ocio se
convierte en un ocio elitista ya que solo aquellos que posean recursos po-
drán acceder a este tiempo de consumo de oportunidades pero excluyendo
a un grupo que verán sus opciones limitadas o que no podrán relacionarse
a este ocio moderno. Las desigualdades económicas y de experiencias
forman parte de un conjunto de factores que influencian la calidad de la

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vida del individuo ya que la mera participación en actividades de ocio
estará determinada por el consumo y no por la satisfacción que produce la
actividad en si.
En el contexto presente los individuos responden a las presiones de
consumo, midiendo lo que son y cuánto tienen, en vez de analizar la cali-
dad de lo que son, lo que tienen, y cómo son. Estos motivadores extrínse-
cos gobiernan las vidas y comportamientos de las personas e influyen en
sus relaciones con los otros así como con su ser interno. Esta experiencia
de ocio se convierte en un ocio objetivo donde el tiempo esta invertido en
una actividad y donde la motivación en participar esta definida por un fac-
tor extrínseco. En este modelo la motivación esta representada por: la pre-
sión de ser parte de una sociedad donde el valor del status social se mide
a partir de un consumo conspicuo y de un constante estado de producción.
Consecuentemente, el ocio motivado de forma extrínseca pasa a ser lo que
hoy en día satisface las necesidades de los individuos. El ocio representa
progreso y presión para encajar en una sociedad que valora la producción
y da prioridad al individualismo. Estos elementos forman parte de las cua-
tro Ps (Presión, Producción, Progreso y cambio de Prioridades) del ocio
actual, que parecen regir y gobernar al individuo moderno.

El impacto tecnológico en el ocio y la interacción social

«Las nuevas tecnologías están cambiando la naturaleza del trabajo y


creando nuevas formas de ocio, que incluyen la hiperrealidad del cibe-
respacio, nuevas realidades virtuales y nuevos modos de información y
entretenimiento. El capital está produciendo una nueva tecnocultura, una
nueva forma de la sociedad del entretenimiento y de la información, y
absolutamente todo, desde la educación, el trabajo, las políticas y hasta la
vida diaria, está cambiando radicalmente» (Kellmer, 2007).

Estas tecnologías emergentes tienen una influencia radical en la ma-


nera que la gente se relaciona, comunica, socializa, educa, juega y vive
(Mallory & Miles, 2000). Desde la aparición del teléfono y la televisión,
las tecnologías han modificado la experiencia de participación social y
transformando la conceptualización tradicional de las prácticas de ocio. A
través del uso del teléfono, correo electrónico y otras tecnologías móviles,
las barreras convencionales entre el trabajo y ocio han desaparecido. A
medida que las personas se hacen esclavas de la tecnología que les rodea
(Rheingold, 2003), la condición de estar «permanente activo» repercu-
te en la noción del ocio y el trabajo como dos entidades separadas. Por
ejemplo, el Internet tiene la capacidad de borrar las fronteras tradiciona-

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les entre el trabajo y el ocio, fantasía y realidad, y entre los espacios del
ocio doméstico y comercial. Bryce (2001) utiliza el ejemplo del «espacio
heterotópico» como yuxtaposición de varios espacios y la confluencia
de fronteras. En este modelo de superposición de espacios, la tecnología
proporciona experiencias en donde el individuo moderno llega a percibir
elementos de ocio y no-ocio en una misma actividad.
Pero estos cambios y avances tecnológicos también han creado dis-
cursos polarizados y visiones que compiten entre sí sobre el impacto que
tienen las tecnologías emergentes en la interacción social, en el comporta-
miento en el ocio y en la salud. Las visiones utópicas y distópicas ilustran
las percepciones que la gente tiende a tener sobre el efecto de Internet en
la interacción humana y la socialización (Kling, 1966; Bryce, 2001; Ber-
land, 2000).
El discurso utópico asume que el Internet tiene una influencia
positiva en el incremento del apoyo social y en la mejora de la salud
mental y psicológica (Bryce, 2001). Sin embargo, el carácter anónimo
del ciberespacio beneficia la participación en el ocio y la re-creación de
comunidades desaparecidas. Otros beneficios tecnológicos que afectan a
las experiencias del ocio incluyen la superación de limitaciones intra e
interpersonales. Estas limitaciones (el estrés, autoconciencia, depresión)
se reducen como resultado de éste carácter anónimo. En particular, las
comunidades virtuales brindan oportunidades para la interacción social
y el individuo tiene potencial para encontrarse con otros que tengan
intereses similares. Estas comunidades se organizan en función de los
estilos de vida y ocio, e intereses similares, en búsqueda de apoyo so-
cial y la formación de redes sociales. Las comunidades virtuales tienen
un significado social y son espacios que promueven la solidaridad y el
bienestar.
Por otro lado, los espacios de ocio virtual y tradicional proporcionan
experiencias similares como relajación, escape, interacción social y desa-
rrollo de la propia identidad y estilo de vida. A menudo, hay un solapa-
miento entre acontecimientos «on-line» y «off-line». El ocio on-line pa-
rece ser una extensión de las prácticas de ocio off-line donde el individuo
encuentra actividades on-line que puedan estar relacionadas con activida-
des off-line. La comunicación mediada por el ordenador tiene el potencial
de liberar a la gente de limitaciones físicas y emocionales, y experimentar
un tipo de interacción social único (Miah, 2000) y también ofrece oportu-
nidades de mantener y crear nuevas relaciones.
En contraste, el discurso distópico cuestiona la autenticidad de estas
comunidades virtuales y mantiene que el Internet es peligroso y que pro-
mueve el aislamiento social, la pérdida de la comunidad y la depresión.
Esta visión se preocupa por esclavitud de la gente frente a la tecnología

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digital, su dependencia creciente de la misma, así como el crecimiento
sin pausa de la tecnología, que trae consigo una sobrecarga de informa-
ción y la desaparición de los valores y estructuras sociales (Bryce, 2001;
Berland, 2000). Otro elemento dentro del discurso distópico es examinar
quien tiene acceso a las nuevas tecnologías. La mayoría de los usuarios
de Internet son de raza blanca, hombres de clase media, profesionales y
académicos. Esto conduce a la exclusión social y afecta a los individuos
en cómo experimentan el ocio y la interacción social. El uso del orde-
nador es una actividad individualista que se comparte únicamente en un
tiempo y espacio virtual. Por consiguiente, la desaparición de los espa-
cios sociales lleva al aislamiento y ejerce una influencia negativa en la
participación social del individuo (McPherson y Baptista Nunes, 2004).
Aunque las nuevas tecnologías permitan a los individuos estar con-
tacto con el mundo entero, al mismo tiempo estos individuos se están
transformando en meros «apéndices» de sus ordenadores. Estos aparatos
electrónicos pueden significar una amenaza para la calidad de vida en
una cultura que está siempre «conectada», lo cual afecta a la experiencia
del tiempo y de ocio. Además la tecnología promueve el fenómeno de
impersonalidad asociado con la vida moderna sustituyendo la práctica
social cara a cara, con otras formas de interacción social a través de la
comunicación mediada tecnológicamente (Boden & Molotoch, 1994).
La participación en comunidades virtuales no significa falta de parti-
cipación en la comunidad off-line (Wellman & Gullia, 1999). El Internet
y la tecnología móvil son artefactos sociales y un medio de socialización.
La gente se conecta y desconecta fácilmente pasando de una red a otra
y creando un capital de comunicación social. La comunicación on-line
tiende a complementar la interacción en el mundo real y no destruye el
capital social (Prujit, 2002). El Internet también apoya y promueve co-
munidades que de cierta manera dependen de la interacción cara a cara.
Queda por ver si el Internet tiene influencias positivas o negativas
en la interacción y apoyo social, y en las prácticas del ocio: vínculos
sociales débiles y fuertes dependen de la frecuencia de los contactos y
de la proximidad física; el uso de Internet puede formar esos vínculos y
reforzar la continuidad de las relaciones (Kraut et al, 1998). Kraut et al.
(1998) estudia el potencial de Internet en la disminución de la partici-
pación social y, en consecuencia, de la disminución del bienestar físico
y psicológico del individuo. Este distanciamiento social se asocia con
una calidad de vida pobre y una disminución de la participación en las
actividades sociales (es decir comidas, trabajo de voluntariado, iglesia,
etc.) (Putnam, 2001). Por otro lado, las prácticas de ocio Online tienden
a incrementar el apoyo social y en consecuencia mejoran la salud mental
y psicológica.

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La recuperación del ocio: Alternativas modernas

Tal como se presentó en secciones previas, el ocio ha sido moldeado


por las presiones de una sociedad que valora los comportamientos de con-
sumo y la conducta compulsiva de producir. Ocio ha perdido su significa-
do para encajar en una cultura donde la motivación esta definida por un
ocio de consumo compensatorio. Las limitaciones percibidas y la libertad
son estados de la mente como lo es la motivación; por consiguiente, el
ocio es lo que la persona experimente y sienta. En este caso el ocio podría
jugar un papel compensatorio para algunos individuos que lo experimen-
tan como una necesidad de escapar de la presión de sus vidas y compen-
sarles de la falta de satisfacción en el trabajo.
La tendencia materialista de cuantificar nuestra felicidad ha repercuti-
do en la esencia de la libertad que sugiere el ocio, en el tiempo concebido
para la creación de la cultura y en el tiempo para la interacción social. El
ocio como contemplación y práctica de reflexión parece haber desapareci-
do «en el contexto del consumo conspicuo para la auto transformación in-
mediata» (Fullagar, 2004, pg. 15). La figura 1 ilustra el ocio actual como
una disposición de la sociedad y como las cuatro Ps han marcado la forma
de vida del individuo en lo que se refiere al ocio. La premisa subyacente
al modelo es que la calidad de vida de los individuos está extrínsecamente
vinculada al medioambiente físico y social en el que viven.

Estado actual Las 4 Ps del Ocio

Presión
Producción
Progreso Influencia negativa
Cambio en Prioridades Calidad de vida

Motivadores extrínsecos Influencia negativa


y percepción de resticción Disposición de
la Sociedad

Actividades
relacionadas al
Trabajo
Ocio comparte
elementos del trabajo

Figura 1
Las 4 Pes del Ocio Actual

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Por lo tanto, ¿cuál ha sido el efecto sobre el ocio de todos estos
factores? La gente está contaminada de necesidades materiales y está
constantemente buscando felicidad y significado; en cierto sentido, está
intentando moverse desde las necesidades materiales a las necesidades
de significación (Easterbrook, 2003). Urge salir de este paradigma actual
para orientarse hacia alternativas de vida más saludables. Una de estas
alternativas es dar un paso hacia la simplicidad que nos llevaría a buscar
una forma de vida más satisfactoria.
La recuperación del ocio debe empezar preguntándonos cuales son
las prioridades y despertando una conciencia sobre lo que constituye
ocio para el individuo. La gente debe buscar nuevas formas de ocio que
les permita hacer cosas que les satisfagan; necesitan nuevos elementos
que hagan posible una nueva condición de ocio como la «Simplicidad
Voluntaria» o la perspectiva «Downshifting» Buckingham ( ) . La gente
buscará nuevas formas de ocio así como cambios filosóficos como pasar
del (a) individualismo a la solidaridad social, (b) de la filosofía del vivir
para trabajar a la filosofía del trabajar para vivir, (c) del materialismo
al espiritualismo, y (d) de la perfección a la creatividad y a la diversión
(Juniu, 2000).
La simplicidad voluntaria ayudaría a recuperar la esencia del pla-
cer. El enfoque dejara de estar en la cantidad de vida (es decir ¿cuanto
tiene la gente) sino en la calidad de vida (es decir ¿cuanto se divierte la
gente?). Se trata de una filosofía que busca recuperar el placer de vivir
a través de la simplicidad voluntaria, según la cual el dinero es un me-
dio, no un fin en sí mismo. No sólo significa dejar de trabajar o dejar de
gastar. Significa trabajar menos, gastar menos, y hacer las cosas de di-
ferente manera de forma relajada. Si la gente opta por consumir menos,
¿podría aun divertirse?
La necesidad es desarmar parte del yo que se comporta como un
reloj e incorporar nuevos elementos para hacer posible una nueva con-
dición del ocio y ayudar al individuo a recuperar el sentido filosófico de
lo que es el ocio. El descubrimiento de un nuevo grupo de Ps (pasión,
placer, paz, propósito) ayudará a recuperar el sentido filosófico de lo
que es el ocio tal como lo ilustra la Figura 2. En este nuevo modelo ocio
representa un tiempo para la autorreflexión y un tiempo para la contem-
plación y creación. La motivación surge de la actividad misma; el indi-
viduo percibe la libertad de elegir en lugar de la necesidad de consumir
ocio para poder alcanzar un estado de placer. El ocio es ahora una dispo-
sición de la mente que rescata la esencia de libertad y el sentimiento de
paz. Educación en la edad temprana es un elemento clave para preparar
a los individuos a controlar su tiempo y a participar en actividades de
placer intrínseco y que no solo proporcionen estatus al individuo. Es

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fundamental crear una conciencia de que ocio va mas allá del consumo
y de que es un elemento de prioridad en la calidad de vida. El objetivo
es orientar al individuo a pensar críticamente sobre lo que es el ocio
adaptándose a una sociedad en constante transformación económica,
social y tecnológica.

Las 4 Ps del Ocio

Estado actual Hacia Nuevas condiciones

Presión Pasión
Influencia Influencia Placer
Producción Calidad de vida
negativa positiva Paz
Progreso
Cambio en Propósito
Prioridades

Motivadores extrínsecos y Motivadores intrínsecos


Influencia Influencia y percepción de libertad
percepción de resticción
negativa positiva

Disposición
Disposición
de la mente
de la Sociedad

Actividades Relacionadas al Trabajo


Esencia del Ocio
Ocio comparte elementos del trabajo

Figura 2
Las 4 Pes del Ocio Futuro

Este ensayo no sugiere soluciones de políticas y leyes, solo un


cambio de filosofía y un análisis serio de cómo vivimos y percibimos
al ocio. Pero si es importante considerar y promover una mayor partici-
pación del gobierno que controle y reduzca las diferencias de acceso y
participación. Tal como Veal (1998) lo sugiere, es necesario establecer
políticas sociales que sean inclusivas, que lleven a reducir desigualda-
des, y que mejoren la calidad de vida del individuo. La calidad de vida
depende de que el individuo posea garantías de ocio y del disfrute del
ocio.

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Reconstruyendo la experiencia de ocio:
características, condiciones de posibilidad
y amenazas en la sociedad de consumo
María Jesús Monteagudo

Introducción

Lejos parece quedar el tiempo en que el ocio era interpretado como


tiempo libre o como mera actividad. Hoy navegamos en el terreno de la
investigación con la sólida intuición de que el ocio es, ante todo y sobre
todo, una experiencia personal. Una experiencia, que se adentra profun-
damente en el terreno de lo subjetivo y que adopta infinidad de expresio-
nes, intensidades y significados. La experiencia vivida a través del ocio se
ha alzado en estandarte de felicidad y bienestar en las sociedades contem-
poráneas tanto como la innovación se ha convertido en el adalid de las so-
ciedades del conocimiento. Este protagonismo y las altas expectativas que
giran en torno a dicha experiencia la sitúan en un serio peligro de triviali-
zación, bajo la amenaza de modelos de producción y masificación propios
de las industrias del ocio. Sin embargo, a pesar del interés que despiertan
las experiencias de ocio en una sociedad impulsada por una economía de
mercado, sabemos que no todas las vivencias que las personas experi-
mentan a través del ocio son interpretadas ni adheridas en la memoria al
itinerario personal de ocio como experiencias memorables, significativas
y responsables de una huella imborrable que ha transformado en algún
sentido a su protagonista.

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Esta reflexión se estructura en tres partes. En la primera, se analiza el
concepto de experiencia y se considera su sentido en el ámbito del ocio.
La segunda parte, constituye un ejercicio de análisis en el que se pretende
identificar tanto los rasgos comunes como los aspectos diferenciales de
las experiencias de ocio. Para ello, se avanzan los principios y condicio-
nes de posibilidad que conforman la naturaleza de las experiencias de
ocio, se clarifica el proceso de configuración de las experiencias de ocio y
finalmente, se consideran diferentes tipos de experiencias de ocio a partir
de parámetros también diversos. Los esfuerzos encaminados a conocer
y entender mejor las experiencias de ocio arrojan cierta luz a la hora de
abordar la última parte del capítulo. En ella, cobran protagonismo algunos
de los interrogantes que preocupan a la comunidad científica en torno al
tema: ¿es posible «fabricar» experiencias de ocio aptas para el consumo?
¿es posible «enlatar» dichas experiencias y mantener intacto su potencial
como productos comerciales globales y masificados? ¿es la mercantiliza-
ción de las experiencias de ocio una amenaza real para el libre ejercicio
del derecho al ocio de la ciudadanía? ¿y para el desarrollo a través del
ocio?
La teoría del ocio humanista sirve de marco de análisis para la re-
flexión crítica en torno a estas complejas cuestiones.

El ocio: transformaciones e importancia actual

Desde sus inicios a finales de la década de los 60, uno de los princi-
pales objetivos de los Estudios de Ocio ha sido desentrañar la naturaleza
de los procesos personales que subyacen al fenómeno del ocio para así
entender mejor las conductas humanas. Sabido es también que aunque
la esencia del ocio haya sido siempre idéntica, la relevancia, significa-
dos y funciones, tanto individuales como sociales, atribuidas al ocio y a
sus manifestaciones, han variado en cada época, de la misma forma que
lo han hecho las teorías, los enfoques y las hipótesis con las que se ha
abordado científicamente este concepto. Lejos queda la aproximación al
estudio del ocio entendido como tiempo libre y cuyo resultado era una
detenida descripción de los tiempos empleados para el ocio (estudios de
presupuestos de tiempo) o, como actividad, caso en el que su estudio daba
lugar a un análisis de los comportamientos de ocio de la población (qué
hacen, cuándo, con quién, dónde, con qué frecuencia...) destinado a per-
filar los hábitos de ocio de un colectivo o sociedad. Un tercer enfoque de
aproximación al estudio del ocio es el de carácter económico, que aunque
ciertamente interesante para ratificar el poder del ocio como motor de
desarrollo económico, no hace sino descifrar una de las vertientes de este

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fenómeno. Hace ya décadas que estos abordajes, planteados de manera
aislada, se nos antojan insuficientes puesto que permiten únicamente la
contextualización de algunas de las manifestaciones más explícitas del
ocio, descuidando la compleja interacción de flujos internos que sustentan
las cogniciones, emociones, motivaciones, actitudes y valores que prece-
den y desencadenan las conductas de ocio así como los procesos vivencia-
les que las acompañan.
Convencidos de la parcialidad de estos enfoques, la investigación
actual navega con la sólida intuición de que el ocio es, ante todo y so-
bre todo, una experiencia personal, es decir, una experiencia compleja
(direccional y multidimensional), centrada en actuaciones queridas
(libres y satisfactorias), autotélicas (con un fin en sí mismas) y perso-
nales (con implicaciones individuales y sociales) (Cuenca, 2006). La
experiencia de ocio se adentra profundamente en el terreno de lo subje-
tivo y adopta infinidad de expresiones, intensidades y significados que
enriquecen su esencia pero que sin duda, plantean un complejo reto en
su estudio.
Esta convicción sobre el ocio como experiencia personal ha calado
más rápidamente si cabe, en el actual modelo socioeconómico que en la
propia comunidad científica. El capitalismo democrático ha socializado,
a través del consumo globalizado, las bondades de un ocio acorde a sus
intereses y ha convertido la experiencia vivida a través ese ocio en el
estandarte de felicidad y bienestar de las sociedades contemporáneas. La
economía de mercado se ha plegado perfectamente a la búsqueda prefe-
rente de valores postmateriales propios de las sociedades posmodernas
emergentes (Inglehart, 1991). Sociedades en las que se otorga un claro
protagonismo al bienestar y a la calidad de vida como valores finales y a
la satisfacción, al disfrute, a la inmediatez y al presentismo, entre otros,
como valores intermedios para alcanzar los anteriores. En este escenario,
el ocio y la vivencia que a través de éste se desencadena constituyen
elementos esenciales para el bienestar y la calidad de vida de la ciudada-
nía. No escapa a ningún análisis, sin embargo, que en esta economía de
mercado, el ocio se ha aproximado peligrosamente al consumo, hasta el
punto de llegar erróneamente a identificarse el uno con el otro. Si bien
es cierto que actualmente, cualquier iniciativa de ocio conlleva dosis im-
portantes de consumo para su puesta en marcha e incluso que el consumo
puede ser una vía de acceso para el ocio, también es cierto que el ocio,
entendido desde un pensamiento humanista como factor de desarrollo
personal y social, no se agota ni se apoya necesariamente en el consumo
como estrategia facilitadora. Aún más, determinadas formas de consumo,
especialmente aquellas en las que el acto de consumo se convierte en un
fin en sí mismo, pueden actuar como detractores de la vivencia de ocio

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entendida desde un planteamiento humanista (Cuenca, 2000; San Salva-
dor del Valle, 2000).
Por tanto, si tal y como se afirma desde la teoría humanista del ocio,
el ocio no puede equipararse estrictamente a consumo, tampoco debería
asumirse a priori que todas las experiencias de ocio que se ofrecen en el
marco de la economía de mercado han de ser tales. La comunidad cien-
tífica aún está lejos de poder dar respuesta cabal a esta cuestión, aunque
existen reflexiones notorias en torno a la experiencia de ocio como objeto
de estudio (Dewey, 1949; Tinsley & Tinsley, 1986; Kleiber, 1999; Cuen-
ca, 2004; Pine & Gilmore, 2000; Stebbins, 2000; Rhoden, 2004; Grötsch,
2006; Goytia, 2006). Un paso esencial para la consecución de este obje-
tivo es la aproximación conceptual a la experiencia, abordada en clave
subjetiva y aplicada al fenómeno del ocio entendido éste bajo parámetros
humanistas de crecimiento personal.
Esta reflexión pretende por tanto, clarificar, en una primera labor de
aproximación, de qué hablamos cuando consideramos el término «expe-
riencia» y su sentido aplicado al estudio del ocio.

Algunas reflexiones sobre el concepto de experiencia y su sentido en


el ámbito del ocio

En las sociedades contemporáneas, el término «experiencia» es objeto


de un proceso de revalorización que ha hecho de ella sinónimo de pleni-
tud, intensidad, calidad y satisfacción. De alguna manera, se nos presenta
como un objetivo, un ideal a alcanzar en la búsqueda de la felicidad.
Ciertamente, el concepto experiencia alude a algo de carácter extraordi-
nario, que se aleja de la rutina, de lo cotidiano, y penetra en lo más pro-
fundo de la persona propiciando, en algún sentido, el cambio, la mejora
o el crecimiento. Hasta aquí, parece existir consenso. Las dudas surgen
cuando se intenta delimitar más rigurosamente el concepto de experiencia
de ocio: ¿se puede promover este tipo de experiencias?, ¿quién puede o
debe impulsarlas?, ¿es la economía de mercado una vía de acceso a estas
experiencias?, ¿es la mejor?, ¿la única?, ¿puede el consumo democratizar
las experiencias de ocio? A priori, el sentido común incita a responder
negativamente, evocando la idea de la vivencia masiva de experiencias,
a través de estrategias propias de las industrias del ocio, cuyos fines, di-
fícilmente tienen que ver con el valor de la propia experiencia. En primer
lugar, porque los recursos y la puesta en escena que estas industrias ponen
«al servicio» de la experiencia, no garantiza que ésta tenga lugar —si su
consecución fuera tan sencilla, tan obvia, la experiencia perdería inmedia-
tamente todo su valor «singular y extraordinario»— y en segundo lugar,

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tampoco asegura que lo que se propicia no sea otra cosa que sucedáneos
de las experiencias de ocio.
No obstante, conviene no apresurarse a responder y antes, ahondar en
el propio concepto de experiencia y su sentido aplicado al fenómeno del
ocio.
La Real Academia de la Lengua (2004) recoge varias definiciones del
término, cada una de las cuales arroja algo de luz sobre el concepto que
nos ocupa. Procedente del latín experientia, se define como:
— Hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo.
— Práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para
hacer algo.
— Conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias o situacio-
nes vividas.
— Circunstancia o acontecimiento vivido por una persona.
— Experimento
El denominador común de todas estas acepciones es, sin duda, la idea
de vivencia. La experiencia queda adscrita a la persona porque nace de
sus vivencias, de aquello que le ha sucedido, sentido, conocido, presen-
ciado o provocado ella misma. De ahí, que todas las prácticas de ocio se
constituyan en vivencias para quien las protagoniza; dicha vivencia es
consustancial al ser humano; no podemos dejar de vivir, en el sentido de
hacer nuestro aquello que nos sucede, sentimos, conocemos, presencia-
mos o provocamos.
Por tanto, si lo que destacamos en el concepto experiencia es su carác-
ter vivencial y ambos términos se asumen como sinónimos, toda práctica
de ocio constituye una vivencia y por ende, una experiencia. Sin embargo,
cierto es que no todas las vivencias que tiene una persona quedan adheri-
das de manera idéntica a la memoria de su protagonista. Por eso, de todo
aquello que vivimos, solo algunas vivencias son registradas de manera
explícita como parte de nuestra historia vital, solo algunas dejan un rastro
memorable. Lo mismo sucede con nuestras prácticas de ocio, todas ellas
constituyen vivencias personales en la medida en que el sujeto las prota-
goniza (al margen del rol que desempeñe como espectador o como actor).
No obstante, si vamos más allá en el sentido del término experiencia,
entendemos la vivencia como condición necesaria pero no suficiente para
que la experiencia suceda. Y es que la experiencia conlleva en su propia
naturaleza una serie de características básicas que la definen como tal y
ratifican su valor por encima de cualquier vivencia. Entre otros rasgos,
queremos destacar la conciencia-diferenciación, la asimilación, la signi-
ficación y la transformación, la emoción y el carácter memorable de las
experiencias de ocio.

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— Conciencia/Diferenciación
Conviene recordar en este punto, las palabras de Manuel Cuenca,
en cuanto a que el ocio supone siempre el ejercicio de la voluntad libre
(Cuenca, 2000: 62). Se trata de acciones libremente elegidas, queridas
y tomadas por una persona responsable, consciente de sus acciones y
consecuencias. La conciencia, en términos de responsabilidad, se halla,
por tanto, a la base de toda conducta de ocio; sin embargo, esta forma de
conciencia se halla incompleta, si no se adereza con el ejercicio de la dife-
renciación. Vivir una experiencia exige, como condición básica, ser cons-
ciente de la misma. Pero además, para que la experiencia se convierta en
tal, es necesario que su protagonista entienda e interprete lo que le está su-
cediendo como algo distinto, extraordinario, alejado de las vivencias coti-
dianas. Este estado de conciencia, entendido como ejercicio de distinción,
hace posible que una experiencia de ocio sea registrada en la memoria de
las personas y su huella perdure como parte de su itinerario vital de ocio.

— Apropiación/Asimilación
Supone un ejercicio de apropiación, en el sentido de hacer propio lo
que está sucediendo, lo que se está sintiendo, conociendo, presenciando
o provocando. Subyace a esta asimilación, una actitud manifiesta en la
voluntad de querer ser protagonista, de querer vivir, pero se diferencia del
protagonismo al que nos referíamos en toda vivencia en que ésta última,
no la elegimos voluntariamente, sino que nos viene dada por el mero he-
cho de «ser» y de «estar» ante las cosas; es la misma inercia de la vida. En
el ámbito del ocio, y especialmente, en el caso de las experiencias de ocio,
esta asimilación tiene mucho que ver con la actitud que el ocio requiere;
una actitud de apertura y receptividad, inevitablemente asociada al grado
de implicación; en palabras de Pine y Gilmore (2000), a la capacidad de
inmersión, que la persona muestra en cada práctica y al sentimiento de li-
bertad que la persona percibe que respalda su implicación e interés.

— Significación
Estrechamente ligado al rasgo anterior, la significación se refiere a la
necesidad de que la vivencia adquiera sentido para la persona; la vivencia
debe ser valiosa e imbricarse en la historia de vida del protagonista. Úni-
camente si la persona vislumbra este significado, puede tomar la decisión
de asimilar su contenido. A priori, las decisiones que tomamos en torno a
nuestro ocio deben respetar este supuesto; esto es, si decidimos realizar
una práctica es porque consideramos que tiene sentido para nosotros; sin
embargo, en ocasiones, esta significación que se presupone en la elección
de la práctica no se materializa en el desarrollo de la acción, al alejarse el
proceso y/o el resultado de nuestros pronósticos y defraudar así nuestras

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expectativas. De ahí, que no todas las vivencias de ocio concluyan siendo
significativas para su protagonista.

— Transformación
Si bien no todas las vivencias consiguen marcar nuestra existencia,
algunas se convierten en motores de cambio, en el origen de pequeñas o
grandes transformaciones que nos permiten crecer, transformarnos como
personas. Estas transformaciones solo pueden apoyarse en vivencias
asimiladas, profundamente significativas para la persona. Como afirma
Manuel Cuenca «el ocio, en cuanto acción satisfactoria de nuestra exis-
tencia, es algo dinámico: o se practica y obtenemos sus beneficios, o no
se practica, y como mínimo, dejamos de avanzar en el autoperfecciona-
miento que nos proporciona» (2006:15). Desafortunadamente, no todas
nuestras prácticas de ocio o al menos, no todas las ocasiones en las que
practicamos alguna actividad de ocio, nos permiten ser protagonistas de
estas transformaciones.
La idea de cambio a la que aludimos se muestra especialmente unida
a la consideración del ocio como proceso; el ocio de cada persona adquie-
re la dimensión de itinerario en la medida en que nos acompaña a lo largo
de distintos momentos y circunstancias de la existencia. Nuestros estilos
de ocio no se componen de acciones aisladas (aunque también las halla),
sino de elecciones y actuaciones concretas unidas entre sí por un hilo con-
ductor que es la persona y que otorga sentido a este proceso. Por tanto, la
transformación de la que hablamos puede explicitarse para la persona en
un momento determinado como consecuencia de una experiencia con-
creta, pero también puede ser el resultado de un proceso, de un camino
previo que es el ocio. Un camino en el que se van acumulando experien-
cias, que van dejando su poso en forma de recuerdos, conocimientos, ha-
bilidades y destrezas que finalmente pueden dar sus frutos en este proceso
transformador.

— Emoción
Toda experiencia encierra un fuerte componente emocional que la
convierte en un hecho singular, personal e intransferible. A pesar de los nu-
merosos estudios realizados en torno a las emociones, poco se ha llegado a
esclarecer acerca del proceso que encierra una emoción y los factores que la
desencadenan. Existe consenso sin embargo, acerca de uno de los elementos
que contribuyen al éxito y a la actual puesta en valor del ocio como promo-
tor de experiencias: su capacidad para llegar a las personas a través de las
emociones. Emociones que afloran invocadas por estímulos de naturaleza
diversa (recuerdos, sensaciones, deseos no alcanzados…); estas emocio-
nes pueden ser provocadas por agentes, escenarios, situaciones o acciones

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también distintas, cuyo origen se halle en estímulos externos o internos. Lo
cierto, sin embargo, es que para que una experiencia adquiera esta categoría
debe ser capaz de remover los cimientos afectivos del individuo.
La variada intensidad de las emociones que puede propiciar una expe-
riencia de ocio modula la existencia de experiencias de distinta gradación,
que no responde necesariamente a una correlación positiva entre la in-
tensidad de la experiencia y el estímulo que la provoca. Esto es, a mayor
estímulo, no siempre se consigue una experiencia de mayor intensidad.
Las emociones son constructos complejos en los que intervienen variables
moduladoras tales como las cogniciones, el estado de ánimo y los estilos
atribucionales. Esta complejidad no ha limitado, sin embargo, la utiliza-
ción de las emociones como valor seguro por parte de las industrias del
ocio. Respaldados por la convicción de que lo que la ciudadanía persigue
a través del ocio son retazos de felicidad y bienestar, un amplio repertorio
de emociones básicas se sitúan en la base de sus productos y de los men-
sajes que los acompañan. No hay duda de que el mercado se ha erigido
como el principal proveedor de emociones a través de las experiencias
de ocio. El análisis de las emociones que promueven, nos llevaría a cues-
tionarnos acerca de qué tipo de experiencias de ocio ofrece el mercado,
si son éstas las únicas experiencias posibles o las más propicias desde el
punto de vista de la teoría del ocio humanista y finalmente, si el consumo
es la única vía de acceso a la vivencia de experiencias de ocio. Intentare-
mos esclarecer estas cuestiones más adelante. Por ahora, nos centraremos
en la última característica o rasgo distintivo de la experiencia de ocio.

— Carácter memorable
Memorable significa ser «digno de memoria» (RAE, vigésimo segunda
edición, 2004). Es decir, digno de ser recordado. Efectivamente, la memoria
humana almacena en un lugar preferente, aquello que nos ha marcado de
manera positiva, que nos ha resultado significativo, que nos ha transforma-
do. Entre todas nuestras vivencias, nuestra memoria selecciona y tiende a
recordar con especial nitidez aquéllas que han dejado una huella memora-
ble en nuestro ser, aquellas cuyo legado permanece como algo inherente a
nuestra historia de vida. Así sucede también con las experiencias de ocio.
Además, la palabra memorable posee una connotación positiva que, en este
caso, interesa subrayar. Aunque la memoria puede almacenar vivencias
tanto positivas como negativas, el calificativo memorable es atribuido a
aquellas vivencias cuyo recuerdo evoca la grata emoción entonces experi-
mentada. De la misma forma, el término experiencia de ocio memorable
se asocia a aquellas vivencias de ocio de direccionalidad positiva que han
resultado especialmente significativas, fuertemente emotivas y promotoras
de algún cambio o mejora para la persona protagonista.

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La memoria desempeña un papel esencial en el ocio. De hecho, el valor
de la experiencia crece exponencialmente a través del recuerdo que perdura
tras ella. Un recuerdo que cumple múltiples funciones tanto si ésta ha sido
individual como grupal. Si la experiencia ha sido personal, su recuerdo per-
mite socializar la experiencia, convirtiendo a su protagonista en un narrador
de lujo, que continúa disfrutando de su experiencia mediante el ejercicio de
compartir con los demás. En cambio, si la experiencia ha sido colectiva, su
recuerdo dará pie durante mucho tiempo a conversaciones evocadoras en
torno a ella que inciden positivamente en el sentimiento actual de pertenen-
cia y cohesión de sus protagonistas. Cuanto más memorable haya sido una
experiencia, más nítido será el recuerdo que permanece de ella. Aún así,
dada la fragilidad de los recuerdos ante el paso del tiempo, las personas ten-
demos a recolectar elementos materiales que de alguna forma hagan tangi-
bles los recuerdos y dejen constancia duradera de ellos. Tangibles (un foto,
una postal, una camiseta, un adorno…) que se convierten de alguna manera
en garantes de nuestras experiencias y cuyo valor sentimental, las organiza-
ciones de ocio conocen bien (Pine & Gilmore, 2000).
Sirva el siguiente cuadro, como resumen de nuestra reflexión explora-
toria en torno a las experiencias de ocio:

— Todas las Prácticas de ocio son Vivencias de ocio


— No Todas las Prácticas de ocio son Experiencias de ocio
— No todas las Prácticas de ocio se enmarcan dentro del Ocio humanista
— No todas las Prácticas de ocio humanista son Experiencias de ocio
— Todas las Prácticas de ocio humanista se caracterizan por tener una
direccionalidad positiva y por ser tractoras de desarrollo personal.
— Todas las Experiencias de ocio se caracterizan por compartir lo atri-
buido a las prácticas de ocio humanista, pero además, por ser cons-
cientemente distintas del resto de las prácticas de ocio, asimiladas,
significativas, transformadoras, emotivas y memorables. Su viven-
cia puede tener lugar con diferentes grados e intensidades.

Una mirada hacia el interior de la experiencia de ocio: principios


y condiciones de posibilidad, proceso de configuración y tipos de
experiencias

Principios de la experiencia y las condiciones de posibilidad

Apoyados en un artículo que Larrosa (2006) realiza sobre el sentido in-


trínseco de la experiencia y sus potencialidades en el ámbito educativo, pro-
fundizaremos en las características antes consideradas y plantearemos otros

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aspectos que conforman el valor global de la experiencia. Guiados por la re-
flexión de este autor, revisaremos, en clave de ocio y tomando como núcleo
referencial la persona protagonista, los principios de la experiencia y las
condiciones de posibilidad que pueden promover o dificultar su vivencia.

Principio de Alteridad

Condiciones de posibilidad:
Exterioridad, Atracción y Potencialidad equilibrada

Este principio atiende a la idea de suceso, de acontecimiento que se es-


conde en el término experiencia (Larrosa, 2006). Acontecimiento o suceso
que inicialmente tiene lugar ahí fuera, como algo externo que proporciona
contenido a la experiencia. La presencia de ese «algo» exterior, entendido
como estímulo, es la primera condición de posibilidad que requiere la vi-
vencia de una experiencia de ocio, pero que obviamente, no la garantiza.
Para que ese acontecimiento se convierta en experiencia, la persona ha
de sentirse libremente atraída hacia ello y estar dispuesta, por tanto, a rea-
lizar un movimiento hacia el exterior con el fin de aproximarse a ese algo.
Algo que difiere del propio Yo y que como tal resulta en, mayor o menor
medida, desconocido, inexplorado y por ello, atractivo; pues como ya se
sabe, lo desconocido, lo aún no probado plantea un reto que para tornarse
en experiencia la persona debe desear y sentirse capaz de afrontar. De
aquí, deducimos dos condiciones de posibilidad de la experiencia de ocio:
la Atracción libre que impulsa el movimiento hacia el algo distinto del Yo
y la interpretación de ese algo «distinto» como Potencialidad en estado
puro, en el que inicialmente todo es esperable, todo está por ocurrir.
Afirmar que el acontecimiento que puede propiciar una experiencia es
exterior, algo distinto al Yo y por tanto, ajeno, significa que la persona no
puede provocar la experiencia a su antojo, no puede postponerla o retenerla;
la experiencia sencillamente ocurre o no. Por tanto, ese algo es inicialmente
Potencialidad en su máxima expresión. Como veremos, la relación que la
persona establece con el acontecimiento es el aspecto definitivo que define
la conversión del acontecimiento en experiencia. En palabras de Larrosa,
la experiencia es »algo que no depende de mí, que no es proyección de mí
mismo, que no es el resultado de mis palabras.... algo que no depende de mi
saber, ni de mi poder, ni de mi voluntad» (Larrosa, 2006: 88).
Aquí diferimos en algún aspecto con el autor. A nuestro modo de ver, la
experiencia es algo distinto al Yo que la protagoniza pero, a pesar de que no
puede provocarla a su antojo, sí puede actuar como promotor de la misma.
Primero, mediante la predisposición de su Yo hacia la experiencia. Esto

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es, adoptar una actitud de disposición hacia el movimiento centrífugo, de
curiosidad hacia el exterior, hacia lo no vivido y finalmente, de aceptación
del reto que ello supone. Segundo, la persona puede encaminar sus acciones
hacia el creciente control sobre la actividad que conlleva la búsqueda de
mejora. En este sentido, la formación explícita o implícita que acompaña
a muchas prácticas de ocio puede actuar como elemento tractor de la expe-
riencia al propiciar la fusión que ha de darse en toda experiencia entre suje-
to y acción (Csikszentmihalyi & Csikszentmihalyi, 1998).
De alguna manera, subrayamos el papel activo que la persona desem-
peña no sólo en la vivencia sino también en el proceso que antecede a las
experiencias de ocio, propiciando o dificultando que tales vivencias me-
morables y significativas tengan lugar en torno al ocio.
En cualquier caso, este primer principio de Alteridad alude directa-
mente al suceso o acontecimiento que puede desencadenar la experiencia
y por tanto, al QUÉ de la experiencia; a «eso» del «eso que me pasa»
cuando vivo una experiencia (Larrosa, 2006).

Principio de Reflexividad

Condiciones de posibilidad: Subjetividad, Apertura y Transformación

Este principio de Reflexividad vuelve la mirada hacia la persona protago-


nista de la experiencia porque el Yo es el lugar donde siempre se desencadena
dicha experiencia. En el principio anterior se ha subrayado que la vivencia de
una experiencia de ocio requiere mirar hacia el exterior e identificar una ac-
ción, un suceso, un acontecimiento en el que se focaliza la atención y hacia
el cual se reorientan las fuerzas. Si el principio anterior de Alteridad revela
un movimiento centrífugo, salida de uno hacia afuera, este Principio de
Reflexividad se fundamenta en un movimiento centrípeto, hacia dentro, en
el que la persona percibe y está dispuesta a que la acción o acontecimiento
se vuelve hacia él. El movimiento que exige toda experiencia de ocioes por
tanto, bidireccional, es un encuentro querido por parte de la persona entre
ella y el acontecimiento. He aquí pues la siguiente condición de posibilidad
de la experiencia: la Subjetividad. La experiencia no puede generalizarse ni
expandirse ni compartirse en su totalidad, pues la experiencia es siempre de
la persona que la experimenta, algo propio de cada cual. Como bien matiza
Larrosa, «propio, que no propiedad» (Larrosa, 2006), porque si lo fuera, cada
persona podría disponer de ella cuando quisiera, cosa que no sucede.
Decimos que la experiencia sucede en el terreno del Yo, porque la
experiencia le pasa, le interfiere necesariamente a alguien. Pero para que
tenga lugar, es imprescindible que la persona sea un sujeto abierto, sensi-

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ble, dispuesto a exponerse a lo nuevo, a lo distinto, a lo desconocido o a
exponerse de nuevo a algo ya conocido pero con el objetivo de superarse,
de ir más allá. Requiere una persona capaz de esperar sin saber, a veces,
exactamente qué espera, una persona capaz de buscar sin saber a veces
exactamente qué busca. Aludimos así a la siguiente condición de posibili-
dad: la Apertura como estrategia, como estado existencial necesario para
disfrutar del ocio y de las experiencias que proporciona.
Finalmente, unido a este doble eje de Subjetividad y Apertura, topa-
mos con la idea ya mencionada de Transformación. Pues sólo una persona
sensible, expuesta y vulnerable puede ser candidata a vivir una experien-
cia. En estas circunstancias, la persona se expone a la experiencia con
condiciones de posibilidad favorables. Pero aún así no puede provocar
la experiencia porque la experiencia no se hace, no se fabrica, se vive;
te absorbe, te envuelve, te emociona... te transforma. Es precisamente,
la transformación, el principal indicador de que la experiencia ha tenido
lugar. La experiencia sucede a partir de algo, de un suceso, de un aconte-
cimiento, pero lo que realmente le confiere la categoría de experiencia es
la significación, la repercusión que tal suceso tiene en la persona. Dicho
de otra manera, la relación que el sujeto entabla con el acontecimiento y el
poso que dicha relación deja en la persona. De alguna manera, la persona
«hace la experiencia de su propia transformación» (Larrosa, 2006:90). Es
del cambio y del acontecimiento que lo desencadena de lo que se mantie-
ne un recuerdo emocionado que se adhiere en la memoria en calidad de
experiencia de ocio memorable, que ha transformado en algún sentido a
su protagonista. Sabemos apenas nada de este proceso transformador, qué
lo desencadena o por qué en escenarios similares o idénticos, sólo algunas
personas y no otras han vivido auténticas experiencias de ocio o incluso
por qué la misma persona en similares circunstancias personales y ante
un mismo acontecimiento o no accede a ella o no vive la experiencia de
manera idéntica. Lo que sí sabemos es que este proceso transformador que
conlleva la experiencia está íntimamente ligado de nuevo a la idea de for-
mación. No en el sentido unívoco de un aprendizaje cognitivo sino de un
aprendizaje emocional. Hablamos, como subraya Larrosa (2006), de una
formación significativa que deviene de la aprehensión de la propia expe-
riencia, del ejercicio de hacer propio un conocimiento experiencial.
De nuevo se hace evidente que la formación que deriva de la expe-
riencia exige una doble direccionalidad, hacia fuera por parte de la per-
sona que busca la experiencia y hacia adentro, por parte de la persona que
expone y pone en cuestión su subjetividad ante la fuerza arrolladora de la
experiencia que se aproxima en forma de incertidumbre. Lo importante
es, quizá, entender que la capacidad de apertura a la transformación que
conlleva la experiencia de ocio requiere de un aprendizaje emocional, dis-

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tinto que no se adquiere abogando por el sentido tradicional del término y
las metodologías a él asociadas.
En resumen, este principio de Reflexividad alude directamente al su-
jeto, a la persona que protagoniza el acontecimiento y que puede desen-
cadenar la experiencia y por tanto, al QUIÉN de la experiencia; al «me»
del «eso que me pasa» cuando vivo una experiencia (Larrosa, 2006).

Principio de Incertidumbre

Condiciones de posibilidad:
Aventura, Dinamicidad, Relacionalidad emocionada

Ya se ha dicho que la experiencia de ocio, cuando tiene lugar, requiere


una salida hacia algo distinto de uno mismo, exige una actitud de búsque-
da. Etimológicamente, la palabra «experiencia» se muestra acorde con
este planteamiento, pues tiene que ver, atendiendo a su significado más
antiguo, con viaje, travesía, pasaje o camino; Aún más, toda experiencia
de ocio tiene algo de Aventura por su carácter desconocido; implica incer-
tidumbre, a veces incluso riesgo. Y es que la palabra «experimentar» «ex-
perienciar», en latín «ex/periri» significa peligro (Larrosa, 2006:91).
La vivencia de cualquier forma de ocio ya conocida puede resultar ser
algo distinto, pero a priori, esperable a partir de lo ya vivido. Sin embargo,
la experiencia de ocio solo puede devenir de una acción o acontecimiento
que posea una dimensión de alteridad, de diferencia (primera caracterís-
tica del primer principio). Esta dimensión de exterioridad no se refiere a
la necesidad de afrontar un acontecimiento nuevo cada vez que se busca
una experiencia de ocio pues, de hecho, la novedad como atributo de la
experiencia, no es de manera aislada, garantía de la misma. La experien-
cia de ocio puede surgir de la vivencia distinta de una realidad de ocio ya
conocida y explorada, pero esta vez sustentada en una Dinamicidad que
impulsa una nueva relación entre la subjetividad y la acción.
La incertidumbre que forma parte de la naturaleza de la experiencia
de ocio se materializa en su carácter imprevisible. Se trata de un acon-
tecimiento que no se puede prever (aunque sí promover), ni conocer de
antemano cómo se va a desencadenar. La apertura y entrega absoluta en
ese proceso de indefinición que es el ocio y que se materializa en la ex-
periencia, convierte a la persona en un sujeto implicado, emocionado y
pasional, que se fusiona con la vivencia. Esta idea de emoción apasionada
como manifestación de la implicación que exige toda experiencia de ocio
marca la diferencia entre el saber y el estar; entre el conocer y el sentir.
Vivimos en la sociedad de la información y del conocimiento, subsumidos

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en un mar de constantes noticias, sucesos de diferente índole y más o me-
nos cercanos, pero que en pocos casos logran conmovernos de verdad. Se
trata de hechos que no superan para nosotros la categoría de información.
Tenemos noticia de ellos, los integramos convenientemente en nuestros
mapas cognitivos pero no nos afectan porque no superan la frontera de
nuestra subjetividad, no alcanzan nuestro Yo más íntimo, en definitiva, no
NOS pasan a nosotros. Y por tanto, no nos mueven al cambio, no incitan
en nosotros ninguna forma de transformación (Larrosa, 2006:97).
Lo mismo sucede con el ocio. Llenamos nuestro tiempo libre de activi-
dades, damos contenido con más o menos acierto a nuestros gustos, prefe-
rencias, buscando el óptimo equilibrio entre lo que queremos (en los casos
en que esto se conoce) y lo que podemos hacer realidad en nuestro ocio
(dependiendo de nuestros recursos personales, sociales, económicos…). Sin
embargo, no todo lo que hacemos en nuestro ocio constituye una experien-
cia. De la misma manera, la experiencia de ocio que otros relatan a partir
de su vivencia no es para el receptor otra cosa que información, ciertamente
valiosa, pero información al fin y al cabo, que se convertirá en experiencia
(quizá sí, quizá no) solo en el caso de que la persona la experimente como tal
en su propio Yo. He aquí la diferencia entre lo que pasa y lo que nos pasa.
Las potencialidades que la incertidumbre proporciona a la experien-
cia de ocio abre ante la persona un sinfín de posibilidades en torno a
la resolución de su práctica de ocio. La incertidumbre enriquece la ex-
periencia de ocio fundamentalmente porque supone una ruptura con la
lógica, con el control más racional y da paso a un fluir (Csikszentmiha-
yli, 1997) emocional, pasional que emana de la persona y que, a su vez,
alimenta la experiencia. La experiencia de ocio así entendida debe rela-
cionarse con los límites de nuestro saber explícito, pues se constituye a
partir de un saber que desconocemos que sabemos y que emana del mis-
mo proceso de transformación derivado de estas experiencias de ocio.
En resumen, este Principio de Incertidumbre alude directamente al
acontecer que tiene lugar cuando un suceso se inicia y que puede desenca-
denar la experiencia. Por tanto, al PASAR de la experiencia; al «pasa» del
«eso que me pasa» cuando vivo una experiencia (Larrosa, 2006).

Principio de Individualidad

Condiciones de posibilidad: Singularidad, Irrepetibilidad, Pluralidad

La experiencia de ocio es siempre singular. Cada persona vive su


propia experiencia y aunque ésta sea susceptible de ser compartida, la
vivencia es siempre íntimamente personal, individual e intransferible.

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Una práctica de ocio puede ser la misma atendiendo a los parámetros
más objetivos que la conforman (características del entorno —escena-
rio, climatología, compañía—, variables referentes al tiempo, al espa-
cio, duración de la actividad, contenido de la misma…). No obstante,
desde la perspectiva de la vivencia, considerando los parámetros sub-
jetivos que respaldan y dan sentido a una práctica de ocio (intereses,
necesidades, valores, beneficios, barreras…), la experiencia solo pue-
de ser una, individual y en definitiva, Singular. Prueba de ello es que
distintas personas, protagonistas de una misma actividad o acción de
ocio, se transforman en narradoras de diferentes historias, en las cuales
resaltan unos aspectos y omiten otros en función de los atributos que
arropan el núcleo de sus vivencias. Aún más, la misma persona, ante
la misma o al menos similar realidad de ocio no experimentará una
vivencia idéntica a la anterior. Quizá en este aspecto reside uno de los
secretos del ocio, su repetición no implica necesariamente rutina sino
dinamismo, cambio, en ocasiones, superación para crecer y mejorar. De
lo anterior se desprende otra característica de la experiencia de ocio, la
Irrepetibilidad. La afirmación de estas características, singularidad e
irrepetibilidad no significa que las experiencias de ocio no puedan ser
compartidas, incluso que haya interpretaciones similares acerca de las
emociones, de las pasiones singulares que despierta una experiencia de
ocio. Aún más, si estas similitudes se ponen de manifiesto en el ejerci-
cio de compartir, lo más probable es que se refuerce el valor de la expe-
riencia. Sin embargo, tales coincidencias no anulan el carácter singular
de la experiencia. Y precisamente de la singularidad de la experiencia
de ocio emana otra característica que añade valor al ocio como fenóme-
no personal y social: la Pluralidad. Dado que la experiencia de ocio es
siempre singular, la pluralidad de experiencias (Larrosa, 2006) está ga-
rantizada. Una pluralidad entendida como diversidad de sentidos, signi-
ficados, emociones, transformaciones… que legitima cada experiencia
de ocio y que pone en valor el concepto de diferencia.
El ensalzamiento de la diferencia en la experiencia de ocio reviste
dos significados bien distintos que quisiéramos destacar por sus implica-
ciones personales y sociales.
1.º Significado: Admitir la pluralidad y por tanto, legitimar la di-
ferencia como clave para la compresión de las experiencias de ocio
abre la posibilidad de este tipo de experiencias a cualquier persona o
colectivo; sin embargo, las experiencias de ocio no son susceptibles
de democratización; sí lo son, sin embargo, algunas de las condicio-
nes en las que el ocio ha de desarrollarse; De hecho, la realidad sirve
como testimonio de que no todas las personas estamos en las mismas
circunstancias (económicas, familiares, laborales, formativas, de sa-

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lud…) para vivir una experiencia de ocio. La reivindicación del dere-
cho al ocio (que para algunos sólo cobra sentido al hablar de determi-
nados colectivos: personas con discapacidad, personas en situaciones
de exclusión social…) no debe traducirse únicamente en estrategias
para garantizar el acceso a la práctica del ocio sino también en accio-
nes que promuevan el disfrute, la continuidad y el desarrollo personal
a través del ocio (Monteagudo, 2005). En definitiva, debe prepararse
a las personas para experimentar el ocio en sus diferentes facetas e
intensidades, desde un ocio más casual orientado a la diversión y al
disfrute hasta un ocio sustancial, materializado en expresiones de ocio
psicológicamente más complejas e inmersivas. He aquí, donde la edu-
cación del ocio, entendida como estrategia para dotar a las personas de
recursos que les permitir optimizar su ocio, adquiere un protagonismo
que aún hoy no le ha sido reconocido.
2.º Significado: El concepto de diferencia reviste además otro sig-
nificativo, esencial para entender el valor social del ocio y que asume
el concepto diferencia en términos de distinción. Es un hecho ya acep-
tado que la psicología humana busca el equilibrio entre la certeza de
saberse similar a los de su especie al tiempo que busca, disfruta y se
enaltece remarcando las diferencias que lo separan de sus iguales. El
ocio es un excelente campo de cultivo para el ejercicio de la distinción
(Bourdie, 1988). El ocio inocula en nosotros el virus de la pertenen-
cia mediante conductas que nos integran e identifican como parte de
una realidad colectiva al tiempo que nos impulsa a buscar y desarro-
llar aquellas acciones de ocio que refuerzan nuestra identidad y nos
diferencia de nuestros supuestos iguales. Actualmente, el ocio se ha
convertido en una de las facetas vitales que mejor define nuestra iden-
tidad («dime qué haces en tu tiempo libre y te diré cómo eres»). Esta
afirmación ha consolidado la idea fundada de que para sentirnos y de-
clararnos diferentes ante los demás, para ser protagonistas de la distin-
ción que nos aporta el ocio, es necesario proveerse constantemente de
experiencias nuevas, cada cual más exótica y sorprendente; experien-
cias que marquen una línea diferencial entre nuestro Yo y el resto. El
círculo vicioso de incesante búsqueda de novedad y cambio en el que
esta creencia sumerge al ocio, le emparenta con dinámicas propias del
consumo. Las experiencias de ocio se trastocan en productos que, tras
reportar satisfacción a quienes disfrutan de ellas, caducan con rapidez
y se devalúan en detrimento de nuevas experiencias, garantía segura
de disfrute y bienestar. Más adelante profundizaremos en esta cuestión
y comprobaremos como este tratamiento del ocio como mercancía
(San Salvador del Valle, 2000), trastoca su naturaleza y trivializa sus
potencialidades como factor de desarrollo humano.

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Configuración de las experiencias de ocio

El carácter eminentemente subjetivo, singular e irrepetible de las


experiencias de ocio no exime al investigador interesado en su estu-
dio, de la obligación de intentar encontrar en su proceso de configu-
ración, un cierto orden y sistematicidad que arroje información sobre
el origen y constitución de estas experiencias. Por esta razón, una
reflexión seria, que ayude a desentrañar su naturaleza, no puede eludir
la identificación de los rasgos comunes y diferenciales que conforman
las experiencias de ocio como objeto de estudio. Los principios y con-
diciones de posibilidad, anteriormente analizados, así como este apar-
tado, centrado en los pasos que conlleva el proceso de configuración
de las experiencias de ocio, dan cuenta del primer aspecto: los rasgos
comunes del ocio. Por el contrario, la propuesta sobre los tipos de ex-
periencias de ocio que se desarrolla en el siguiente apartado, dará luz
acerca de su pluralidad, identificando algunos rasgos diferenciales de
las mismas.
El análisis de las experiencias de ocio que aquí se plantea se ar-
ticula a partir de los fundamentos de la Teoría del Ocio Humanista
(Cuenca, 2000). Una de las premisas básicas en las que esta teoría
descansa defiende la idea de que toda conducta de ocio tiene a la per-
sona como eje central de la acción, pero que a su vez, dicha conducta
está condicionada no sólo por factores subjetivos sino también por
elementos objetivos de la realidad en la que intervienen variables de
naturaleza social, política, económica, cultural… (Iso-Ahola, 1980).
Estos factores sociales dotan a la vivencia de ocio de un marco general
que facilita la interpretación de las expectativas, actitudes, necesidades
y preferencias que impulsan a las personas a tomar sus decisiones en
cuanto a su ocio. La huella que estos factores dejan en el imaginario
social contribuye a explicar los consensos existentes entre miembros
de una generación, colectivo o sociedad en cuanto a su valoración del
ocio, los significados y los beneficios que a éste se le atribuyen así
como la coincidencia en cuanto a los contenidos y formas de expre-
sión que las personas eligen «libremente» a través del ocio. Además
de considerar el influjo y la interacción de estos factores subjetivos y
objetivos, nuestro intento de ahondar en la naturaleza de las experien-
cias de ocio nos exige centrar la atención aquellos factores o estímulos
que pueden actuar como desencadenantes de una experiencia de ocio.
En este sentido, los párrafos que aparecen a continuación, pretenden
deconstruir la experiencia con el fin de aproximarnos al procedimiento
mediante el cual ésta se configura y descubrir los pasos que tienen lu-
gar en su desarrollo.

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Procedimiento en la configuración de una experiencia

1. Exposición e identificación de un estímulo, interno o externo, —aun-


que son éstos últimos, los externos, los que mayoritariamente se mues-
tran como desencadenantes de la experiencia de ocio—. El estímulo
puede acoger formas diversas tales como un objeto, acción, situación
o pensamiento.
2. Concentración de la atención o focalización del interés en el estímulo.
3. Asimilación o apropiación del objeto, acción, situación o pensamien-
to, mediante un ejercicio de absorción e inmersión (Pine i Gilmore,
2000).
4. Experimentación y toma de conciencia de las sensaciones provocadas
por el estímulo.
5. Experimentación de emociones. Las sensaciones se han convertido en
emociones.
6. Interpretación de las emociones. Lectura personal, atribución de signi-
ficados o racionalización de las emociones con contenidos significati-
vos para el individuo que protagoniza la experiencia.
7. Asociación de las emociones a un determinado estado de ánimo o
mental.
8. Fijación de la emoción y del estado de ánimo o mental a ella asociado
en la memoria. Elaboración del recuerdo y categorización de la viven-
cia como experiencia de ocio memorable, sublime o extraordinaria.

Tal y como afirma Grötsch (2003), las emociones son un componente


esencial de toda expresión de ocio. Por tanto, también están presentes en
las vivencias de ocio que no son consideradas por sus protagonistas como
experiencias de ocio memorables. La diferencia, el punto de inflexión
entre unas y otras se encuentra en la interpretación que la persona hace
de la situación, acción o pensamiento que promueve la experiencia. Más
concretamente, en el significado personal que se le atribuye a la acción y
la lectura que se hace del impacto de sus emociones en su historia vital
(Punto 6 del procedimiento de configuración de la experiencia).
La subjetividad que domina esta interpretación y que la eleva o no a la
categoría de experiencia, explica las diferencias interpersonales ante la ex-
periencia de ocio. El significado atribuido a una situación, acción o pen-
samiento variará, no sólo de una persona a otra, sino también en la misma
persona en momentos distintos, dependiendo de la acción de variables
psicológicas moduladoras como son la actitud, las expectativas o el estado
de ánimo en el que previamente se encuentra el sujeto. Cada una de estas
variables contribuye en el proceso de configuración de la experiencia y
modula la mayor o menor intensidad con la que ésta se experimenta.

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Tipos de Experiencias de ocio

Esta idea de gradación, también presente en otros autores que han


desarrollado el tema que nos ocupa, orienta nuestra reflexión hacia la con-
sideración de distintos tipos de experiencias que se formulan atendiendo
a diferentes parámetros que la bibliografía revisada ha ido subrayando
como relevantes para la comprensión de las experiencias de ocio.
En este ejercicio de diferenciación incurren Pine y Gilmore (2000)
cuando clasifican las experiencias atendiendo a dos dimensiones funda-
mentales (la participación y la conexión o relación ambiental) y cuatro
dominios de la experiencia que parten de ellos: el dominio de entrete-
nimiento, el estético, el educativo y el escapista. Según este modelo, la
participación de la persona discurre a lo largo de un continuo que se inicia
con una participación pasiva y concluye con una participación plena que
denominan activa. Así, quienes disfrutan de un concierto o de la lectura
de un libro se ubican en la dimensión pasiva de la participación, mientras
que quienes son protagonistas de un partido de baloncesto o toman parte
en un juego, se ubican en la dimensión activa de la participación. Pero la
categorización de las experiencias depende también de la conexión que la
persona establece con la experiencia; esa conexión transcurre a lo largo
de un doble eje que va desde la absorción hasta la inmersión. Hablan de
absorción cuando la experiencia capta toda la atención de la persona y es
ésta quien la absorbe e integra en su realidad; se habla de inmersión sin
embargo, cuando es la persona la que se sumerge en la experiencia, que-
dando inmersa hasta formar parte de ella.
Los cuatro dominios de la experiencia que estos autores plantean nos
recuerdan algunas de las dimensiones del ocio que Cuenca (2000) ha
desarrollado más ampliamente a través de la coordenada autotélica del
ocio humanista. El enfoque con el que se aborda la participación por parte
de Pine y Gilmore (2000), nos sugiere algún matiz importante derivado
principalmente de las diferencias surgidas en torno al propio concepto de
experiencia de ocio que aquí se defiende. Ya hemos subrayado, que no
todas las prácticas de ocio son vividas como experiencias. Si bien la par-
ticipación, entendida como implicación de la persona que protagoniza la
acción, puede variar, tal y como plantean algunos autores (Pine & Gilmo-
re, 2000), a lo largo de un continuo que va desde el desempeño de un rol
pasivo hasta la adopción de un rol plenamente activo, la consideración del
término experiencia lleva implícita la adopción de un rol activo por parte
del protagonista, manifiesto en términos de implicación y apertura a la ex-
periencia. Al considerar la experiencia, no cabe, por tanto, la posibilidad
de hablar de una actitud pasiva. Incluso en aquellas experiencias en las
que la persona es espectadora, la vivencia de una experiencia es incompa-

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tible con la pasividad. La experiencia que puede derivarse de la lectura de
un libro, se ubicaría atendiendo al esquema de Pine y Gilmore, como una
experiencia de participación pasiva; sin embargo, el sujeto puede introdu-
cirse en la historia y vivir su contenido con tal intensidad que justifique
la vivencia en términos de experiencia. Razón por la cual, defendemos la
incompatibilidad de los conceptos de experiencia y pasividad.
Por otra parte, la distinción entre absorción e inmersión es, en cierta
medida, ficticia. Tal y como afirmábamos al comenzar el texto, toda ex-
periencia de ocio requiere un movimiento bidireccional que se materializa
en un encuentro entre la persona y la acción. Se trata, inicialmente, de
un movimiento centrífugo en el que la persona reconoce una acción o
situación externa que es objeto de su interés «ESO que me pasa» y hacia
el cual se dirige, pero también se da necesariamente un movimiento cen-
trípeto con el que la persona asimila la acción y le otorga sentido en su
propio yo, convirtiéndose en el centro de la experiencia, dando así cabida
a «eso que ME pasa». Nos atrevemos a afirmar que la persona es siempre
el eje principal de la experiencia de ocio. Su actitud en términos de im-
plicación, de apertura, de entrega ante la incertidumbre que esconde toda
experiencia y de asimilación es la clave para que ésta tenga lugar. Cuanto
mayores sean estas actitudes, más probabilidades existen de que la expe-
riencia sea más intensa y por tanto, más sublime o extraordinaria.
Tomando en consideración la clasificación que realizan Pine y Gilmo-
re (2000), se ofrece, a continuación, una propuesta tipológica de las expe-
riencias de ocio, coherente con el concepto de experiencia defendido en
estas páginas. Se trata de una propuesta sencilla, que representa cada tipo
de experiencia a través de un continuo en el que la experiencia se reviste
de uno atributo dicotómico, y se manifiesta preferentemente mediante uno
u otro rasgo, en función del punto del continuo en el que se ubique la ex-
periencia.

Tipo 1. Según el origen del estímulo, interno o externo: Experiencias


relacionales vs. introspectivas
El estímulo que propicia la experiencia y que otorga contenido a la
misma puede ser de origen externo o interno. Frecuentemente, el aconte-
cimiento de la experiencia tiene lugar como resultado de un objeto, acción
o situación externa que capta nuestra atención y ejerce tal influjo en noso-
tros que se transforma en nuestro único foco de interés. Denominamos a
las experiencias que desencadenan este tipo de estímulos, experiencias re-
lacionales porque establecen una interacción de la persona con un objeto,
acción o situación externa. Sin embargo, una experiencia también podría
gestarse a partir de un estímulo interno (un pensamiento, un recuerdo,
un estado mental…)(Pieper, 1974). Este tipo de estímulos requiere unas

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condiciones de posibilidad más complejas por parte de quien vive la expe-
riencia, pero constituyen, sin duda, otra fuente de inspiración de la expe-
riencia de ocio. Las denominamos experiencias introspectivas.
Hay que subrayar, no obstante, que en la sociedad actual, los estí-
mulos que promueven las experiencias son habitualmente, de naturaleza
externa (un objeto, una situación, una representación…). El origen del
estímulo, potencial desencadenante de la experiencia, tiene mucho que
ver con el agente que controla el estímulo, que es otro de los parámetros
empleados para la elaboración de estas tipologías.

Tipo 2. Según el Escenario: Experiencias auténticas vs. virtuales


En función del escenario en el se desencadena la experiencia, se po-
dría hablar de experiencias auténticas o virtuales. Conviene subrayar que
auténtico, en este contexto, no es sinónimo de real. Tanto los entornos au-
ténticos como los virtuales, tienen lugar en el plano de la realidad, —rea-
lidad auténtica frente a realidad virtual (Grötsch, 2003)—. El elemento
diferenciador de las experiencias es, en este caso, el entorno en el que se
desencadena y tiene lugar la experiencia. En el caso de los escenarios vir-
tuales, se habla de tercer entorno (Echeverría, 1999)

Tipo 3. Según su Contenido: Experiencias de realidad vs. Experien-


cias de ficción
Los estímulos que promueven experiencias de ocio pueden descansar
en contenidos reales o de ficción. Tal atributo hace referencia a si el con-
tenido de la potencial experiencia es tomado de la realidad o procede de
una representación, de una interpretación ficticia de la misma. En otros
periodos de la Historia, «los productores de emociones disponían de
probados recursos para causar impactos emocionales en sus clientes. El
negocio de las emociones se movía, hasta hace pocas décadas, entre la in-
terpretación de la realidad y la creación de una realidad ficticia (Grötsch,
2003). Actualmente, la aplicación de las Tecnologías de la Información y
de la Comunicación al sector del ocio ha hecho posible difuminar hasta
extremos impensables la frontera entre la realidad y ficción, de tal forma
que los contenidos de muchas experiencias de ocio se trastocan en au-
ténticos híbridos que se alimentan de ambas dimensiones por igual. Lo
importante es que la experiencia de la que la persona es protagonista es
ciertamente, real.

Tipo 4. Según la Temporalidad: Experiencias puntuales o inmediatas


vs. procesuales
Atendiendo a la temporalidad de las experiencias, se ha de diferenciar
entre experiencias puntuales o inmediatas y experiencias procesuales. El

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primer tipo de experiencias, las puntuales o inmediatas, aglutina a aqué-
llas que se desencadenan preferentemente por la exposición a estímulos
intensos, estrechamente relacionados con aspectos sensoriales y que, a
diferencia de las experiencias procesuales, no conllevan una historia ante-
rior; esto significa que la persona no ha recorrido previamente un camino
hacia el estímulo, exponiéndose a él mediante la práctica, la adquisición
de conocimientos, destrezas o habilidades. En estas experiencias puntua-
les o inmediatas, el factor sorpresa adquiere especial protagonismo. En
las experiencias procesuales, sin embargo, la persona ya ha convivido
en momentos anteriores con el estímulo, sin embargo, en ellas, quizá no
había mostrado su potencial como desencadenante de la experiencia. En
estas experiencias procesuales, existe un juego entre el reto que plantea
el estímulo y la capacidad de la persona para afrontarlo y fusionarse con
él que resulta determinante para que la experiencia tenga lugar. Este equi-
librio óptimo entre persona y situación-acción (estímulo) hace posible el
fluir de la experiencia (Csikszentmihalyi, 1997); en palabras de Larrosa
(2006), permite a la persona situarse de modo distinto ante el estímulo
y entablar con él, desde ese posicionamiento, una nueva interacción que
puede actuar como promotor de la experiencia. Las experiencias proce-
suales tienen, por tanto, mucho que ver con vivencias formativas y con
la gestación de sentimientos de autocompetencia. Aspectos que, para mu-
chos autores (Kleiber, 2004) están asociados con formas de satisfacción
más duradera, por hallarse vinculadas a procesos de desarrollo personal y
autorrealización.

Tipo 5. Según la Intensidad: Experiencias memorables vs. sublimes o


extraordinarias
Tal y como afirmábamos al delimitar los rasgos básicos de las ex-
periencias de ocio, todas ellas tienen un carácter memorable. Es decir,
su vivencia deja rastro en nuestro itinerario vital y de ocio, de tal forma
que su recuerdo despierta un cúmulo de pensamientos y emociones po-
sitivas que no dejan a la persona indiferente. De ahí, que acordes con el
planteamiento teórico realizado de la experiencia, como mínimo, todas
las experiencias son por naturaleza, memorables. Sin embargo, aunque
resulte complejo aplicar una gradación a elementos subjetivos y por
tanto, sujetos a la valoración de su protagonista, parece necesario atri-
buir a las experiencias, diferentes grados de intensidad. Entre las expe-
riencias memorables y las sublimes o extraordinarias habría un camino,
determinado por la intensidad creciente de las experiencias y que estaría
condicionado por la capacidad del sujeto para experimentar el flujo de
la experiencia en el que diferentes autores han profundizado (Csikszen-
tmihalyi, 1997; Maslow, 1993). No cabe duda de que no todas las per-

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sonas estamos en las circunstancias más óptimas para disfrutar de expe-
riencias extraordinarias o sublimes. Sin embargo, esta realidad no niega
su existencia. Por el contrario, la consideración de sus condiciones de
posibilidad no hace otra cosa que subrayar, en primer lugar, el enorme
potencial del ocio, cuyos caminos están aún por descubrir; y en segundo
lugar, la necesidad de educarnos en el ocio para ser capaces de discernir
las experiencias de ocio de las que no lo son, qué tipo de experiencias
hemos vivido y cómo se pueden promover estos tipos de experiencias,
sin conformarnos con sucedáneos de las mismas.

Tipo 6. Según el Protagonista de la acción, que no de la experiencia:


Experiencias Vicarias vs. No vicarias
Según quien posea el control de los estímulos potencialmente genera-
dores de la experiencia, se puede distinguir entre experiencias vicarias y
las que no lo son. Se entiende por experiencias de ocio vicarias, aquellas
en las que la persona experimenta dicha experiencia a partir de la observa-
ción o de la re-creación de un objeto, situación o acción ajena. Por tanto,
la persona es protagonista de la experiencia pero no de la acción que la
desencadena. Estas experiencias se corresponden con la dimensión de la
experiencia que Pine y Gilmore (2000) denominan Participación pasiva.
Como ejemplos de este tipo de experiencias vicarias nos encontramos con
el disfrute de espectáculos de todo tipo (deportivos, culturales…), la lec-
tura de un libro, la visión de una película, un documental, etc.
Por el contrario, las experiencias de ocio no vicarias, son aquéllas en
las que la persona es protagonista no sólo de la experiencia de ocio sino
también de la acción o situación que la provoca. Este tipo de experiencias
podría equiparse a las denominadas como Participación activa por Pine y
Gilmore (2000).
Una de las grandes diferencias existentes entre las experiencias de
ocio vicarias y las que no lo son radica en que en las primeras prevalece
el principio de alteridad del que hablábamos al analizar las características
de la experiencia de ocio. Tal y como afirman Pine y Gilmore, la persona
que observa y/o recrea absorbe la experiencia ajena con un movimiento
centrífugo hasta hacerla suya, la asimila de manera que la experiencia ad-
quiere pleno sentido para ella, sus contenidos la sacuden, la transforman,
no la dejan indiferente y promueven una experiencia de ocio. La persona
protagonista hace por tanto, un ejercicio de absorción, de asimilación,
de diferenciación para finalmente alcanzar la fusión a través de una ple-
na identificación. En las experiencias de ocio no vicarias, sin embargo,
el principio más potente es el Principio de reflexividad. Se trata de un
movimiento centrípeto que busca el propio Yo como escenario de la ex-
periencia en la cual se sumerge y con la que acaba confundiéndose. De

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ahí, el término inmersión que Pine y Gilmore utilizan para este tipo de
experiencias.

Tipo 7. Según el Agente que controla el estímulo: Agentes externos vs.


Persona o grupo
Existe una diferencia importante que se establece entre las experien-
cias de ocio promovidas por agentes externos y las promovidas por la
propia persona: la procedencia del control. En las primeras experiencias,
promovidas por agentes externos, el control sobre los contenidos, el esce-
nario y otros elementos facilitadores de la experiencia se halla preferen-
temente, en manos ajenas, de ahí que la novedad, el factor sorpresa sea el
gran aliado de este tipo de experiencias, a pesar de la ilusión de control
que, en muchas de ellas, se transmite al protagonista. En cambio, en las
experiencias promovidas por uno mismo, la persona que vive la experien-
cia ejerce pleno control sobre la acción. Entiéndase que cuando hablamos
de experiencias promovidas por uno mismo no nos referimos a experien-
cias que se producen totalmente al margen del mercado (cuestión harto
difícil actualmente, aunque no imposible) sino a experiencias que no re-
quieren la intervención de las estructuras de mercado para que ésta tenga
lugar. Sirvan como ejemplos de las experiencias promovidas por agentes
externos, la generada por la visita a un parque temático, un espectáculo de
música, una clase de danza, la visita a un museo, un juego de paintball o
un viaje organizado. En el caso de las experiencias promovidas por uno
mismo, podríamos aludir a ejemplos tales como un momento de encuen-
tro sublime con la creación artística, cualquier forma de juego autodidac-
ta, una subida al monte o encuentro social memorable…
Dado que en las experiencias promovidas por el propio sujeto, el
control descansa en sus manos, el peso de elementos relacionados con el
factor sorpresa, la novedad y en general, con emociones más básicas es
menor. Este tipo de experiencias añaden además de estos elementos de
base, otros factores promotores de experiencias tales como la superación
de retos, la consecución de metas u objetivos deseados; aspectos vincu-
lados tradicionalmente en la literatura con procesos de autorrealización y
desarrollo del self (Rogers, Maslow, Munné, Csikszentmihalyi…)

Tipo 8. Según la Complejidad psicológica de la experiencia: Expe-


riencias simples vs. complejas
Igual que sucedía en casos anteriores, el carácter dicotómico de las
experiencias consideradas según los tipos planteados, no encierra una va-
loración positiva o negativa atribuible a cada uno de los atributos. En pri-
mer lugar, porque la idea de experiencia lleva ya implícita una valoración
positiva como punto de partida que, en todo caso, nos lleva a plantear

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tipos de experiencias aún más positivas que lo que ya supone una expe-
riencia de ocio en sí misma. Tener en cuenta esta apreciación resulta clave
al hablar de experiencias simples o complejas. Este carácter dual, preten-
de subrayar la potencialidad del ocio y de las experiencias que promueve.
La incorporación de contenidos de complejidad psicológica creciente
en las experiencias de ocio es un camino seguro hacia la satisfacción, el
bienestar y el crecimiento personal. En palabras de Csikszentmihalyi, «el
desarrollo humano óptimo puede resumirse en un aumento de la com-
plejidad psicológica, que es el resultado de dos componentes: la diferen-
ciación o el refinamiento de la autonomía, la habilidad e individualidad
personales y la integración o participación armónica con el medio social y
cultural» (2001:25). De esta afirmación se deduce que, a pesar de que las
experiencias de ocio más simples (asociadas a contenidos y procesos más
básicos) sean más accesibles y estén más al alcance de la mano, debemos
buscar un equilibrio entre estas experiencias y otras, más complejas. Esta
complejidad debe materializarse en un constante inconformismo —que no
insatisfacción— con respecto a nuestro ocio, que nos incite a desarrollar
todo nuestro potencial como seres humanos a través del descubrimiento,
la exploración y la creatividad (Csikszentmihalyi, 2001). Esta actitud
inconformista no es un argumento a favor de la dinámica que propone el
mercado de consumo de búsqueda incesante de nuevas formas de ocio y
sustitución de una práctica ya obsoleta por otra mucho más actual, sino
más bien, una garantía de crecimiento y autorrealización a través de ex-
periencias de ocio que eleven al máximo nivel el potencial que encierra la
condición humana.
Conocer que existe la posibilidad de vivir distintos tipos de expe-
riencias supone dar un paso más en el proceso de conciencia social sobre
las potencialidades del ocio y su importancia actual. Pero además, la
reflexión que plantea su existencia marca un horizonte al que tender y
orienta el camino en base a la búsqueda de experiencias dotadas de los
atributos señalados, en su máxima expresión. La consideración de la pro-
pia persona como agente promotor de experiencias así como la necesidad
de buscar experiencias complejas, resulta alentadora y provee a este dis-
curso del apoyo necesario para mantener la hipótesis que se defiende:
La mercantilización del ocio es ya un hecho. El mercado de consumo
puede, ayudado por el complejo entramado económico y tecnológico del
que dispone, ser un promotor de experiencias de ocio para la ciudadanía.
Sin embargo, la vivencia de este tipo de experiencias, que no depende del
mercado sino de la persona que lo protagoniza, no es el camino para el
desarrollo humano. Este camino pasa por la apuesta por experiencias de
ocio de mayor complejidad que las que ofrece el mercado, pues lo que se
promueve con ellas, generalmente orientadas a la convulsión de emocio-

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nes básicas y su disfrute puntual, es la consecución de retazos de felicidad
que aunque pueden contribuir a la percepción de bienestar y calidad de
vida, no persiguen como fin último, la autorrealización y el desarrollo de
sus protagonistas.
Los siguientes párrafos explican con más detalle, los argumentos que
subyacen a esta hipótesis.

La mercantilización de las experiencias de ocio ¿utopía o amenaza real?

Hasta el momento, la interpretación académica del concepto expe-


riencia de ocio ha puesto de relieve una serie de características de la ex-
periencia que no la hacen susceptible de ser manipulada externamente. Su
carácter profundamente subjetivo, su sentido singular, su vivencia prácti-
camente irrepetible y su efecto transformador parecen, a priori, blindar la
experiencia a los efectos de la economía de mercado. Sin embargo, no son
pocos los autores que se plantean las potenciales amenazas que pueden
derivarse de la mercantilización de las experiencias de ocio (Rifkin, 2000;
Cuenca, 2004; San Salvador del Valle, 2000). A quienes nos inquieta la
preservación del valor integral del ocio como factor de desarrollo huma-
no, no preocupan cuestiones acerca de si es posible «fabricar» experien-
cias de ocio aptas para el consumo; si es posible «enlatar» experiencias
de ocio y manipular los entornos en los que éstas suceden hasta convertir
dichas experiencias en productos homogéneos y masificados o si la mer-
cantilización de las experiencias de ocio es realmente una amenaza para el
libre ejercicio del derecho al ocio de todos los ciudadanos.
Es un hecho cierto que nos hallamos inmersos en una nueva etapa,
caracterizada por descansar sus bases de funcionamiento político, econó-
mico, sociocultural, educativo, moral…. en nuevos fundamentos episte-
mológicos, principios, estructuras, y estrategias de acción. Dependiendo
del ámbito del que se trate hablamos de sociedad del conocimiento, de
modernidad líquida, de postmodernidad, de sociedad de la innovación…
En términos experienciales, el concepto que se impone no es otro que la
economía de la experiencia, la economía de las sensaciones, sobre la que
numerosos autores han profundizado y de cuyo funcionamiento se da bue-
na cuenta en las páginas de este libro.
Para que algunas prácticas de ocio sean vividas como experiencias, es
necesario que algunas otras no lo sean. De ahí, el peligro de hacer sentir
y pensar a la población que cualquier práctica de ocio es una experiencia.
Si lo que nos vende la economía de mercado son experiencias, nos arries-
gamos a entrar en un proceso de trivialización de la experiencia que la
vacíe de contenido y anule sus aportaciones al crecimiento humano. Para

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que esto no ocurra, es esencial que la ciudadanía sepa discernir entre lo
que es una experiencia de ocio y lo que no lo es. El verdadero peligro de
la mercantilización de las experiencias de ocio radica en la manipulación
interesada de la información y de los conceptos que sobre ella se manejan.
El poder de la economía de mercado reside en la socialización de las ex-
pectativas que giran en torno a las experiencias de ocio. Es cierto que la
experiencia es individual, singular e irrepetible, pero esto no significa que
no sea manipulable a través de las expectativas que se construyen en torno
a ellas.
Prueba de que esta manipulación es viable y de que la mercantiliza-
ción de las experiencias de ocio es un hecho se hace patente en la consta-
tación de que el ocio se ha contagiado del discurso y de la dinámica que
prevalece en la ética del consumo: «cómprelo, úselo y tírelo» Bauman
(2007). En palabras de Slater, la cultura consumista «asocia satisfacción
con estancamiento económico: las necesidades no deben tener fin… Exi-
ge que nuestras necesidades sean insaciables y que sin embargo siempre
busquemos satisfacerlas con productos» (Slater, 1997:100). Esta idea es
fácilmente extrapolable al ámbito de las experiencias de ocio en la medida
en que éstas han sido y son objeto de mercantilización, absorbidas y pues-
tas en valor por la economía de mercado. La sociedad de consumo, atenta
convencida del valor de la experiencia, ha puesto a su servicio los atracti-
vos de la innovación y ha sometido al ocio a un proceso inagotable en el
que la novedad, la capacidad de sorprender al «cliente»… se han converti-
do en la única garantía de éxito, obviando otros aspectos esenciales en las
experiencias de ocio. Ciertamente, la ciudadanía busca proveerse de «ex-
periencias» que enriquezcan y que hagan de su ocio un tiempo memora-
ble. El factor sorpresa, la capacidad de innovar apoyados en la tecnología,
en procesos creativos y co-participados en cuyo discurrir el usuario tiene
mucho que decir, son algunas de las claves del éxito de las experiencias
que nos llegan a través del consumo;
Sin embargo, cabe señalar en este punto un error de percepción, o si
se prefiere, un error de interpretación propiciado, por la misma economía
de mercado. Tal error hace referencia a la creencia cada vez más arraiga-
da en el ciudadano de que la vivencia de experiencias de ocio solo puede
venir de la mano de la sociedad de consumo; esto es, de organizaciones
realmente potentes que, con sus bienes como utilería y sus servicios como
escenario, son capaces de teatralizar con garantía de éxito una experien-
cia de ocio memorable (Pine & Gilmore, 2000).
El problema que subyace a esta creencia es el convencimiento de la
negación por parte de la ciudadanía de su capacidad, como sujeto activo,
para promover experiencias de ocio; experiencias que no necesariamente
han de hallarse al margen del mercado, pero sí que sitúen a los ciudada-

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nos no únicamente como protagonistas de las experiencias sino también
como posibles generadores de experiencias. La cesión, casi en términos
de monopolio, de la capacidad de promover experiencias de ocio a agentes
externos, en este caso, a las organizaciones que conforman la economía
de mercado, no es sino un reflejo del modelo de ocio que prevalece desde
hace décadas. Un modelo que gira en torno a la persona en calidad, antes
de cliente, ahora de huésped (Pine y Gilmore, 2000) y que defiende como
objetivo último, la satisfacción de la persona a través de sus ofertas. Lo que
no buscan los proveedores de experiencias de ocio que nos llegan a través
del consumo es la «satisfacción duradera o definitiva» del cliente (Bau-
man, 2007) pues ello supondría anular el ya instaurado proceso de búsque-
da incesante de nuevas experiencias de ocio del que ya formamos parte.
Tampoco les preocupa el potencial de autorrealización o desarrollo que se
esconde tras las experiencias de ocio y que en su planteamiento mercantil
queda relegado a un segundo plano, en aras de unos réditos económicos.
En este escenario, el riesgo al que se enfrenta la ciudadanía con res-
pecto al ocio es conformarse, aceptar y por tanto, dar por buena la creen-
cia de que el modelo de experiencia de ocio que desde el mercado se nos
ofrece es, si no el único, sí el mejor camino para el desarrollo humano.
Delegar la promoción y el control de las experiencias de ocio en la socie-
dad de consumo como únicos proveedores de las mismas supone una pér-
dida irrecuperable desde el punto de vista de las potencialidades del ocio
a favor del desarrollo humano.
La consideración de la persona como promotor de experiencias de
ocio plantea nuevos retos a la comunidad de investigadores, no con el áni-
mo de hacer frente a una dinámica de consumo de la que el ocio ya forma
parte, sino con el propósito de impulsar estrategias formativas y articular
políticas de ocio que devuelvan a la ciudadanía sus cuotas de responsa-
bilidad, capacidad crítica y en último término, un protagonismo real a la
hora de buscar su camino en y a través del ocio. Es necesario aprovechar
el interés de las industrias de ocio por proveernos de experiencias de ocio
pero sin conformarnos con alcanzar a través de ellas retazos temporales
de felicidad. El fin último sería conseguir que estas experiencias se con-
virtieran en pasos de un proceso de mejora continua hacia el bienestar y el
desarrollo personal.

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La experiencia de ocio estético
M.ª Luisa Amigo Fernández de Arroyabe

En la última Bienal de Venecia que he tenido oportunidad de asistir,


recorrí una instalación titulada The Blind Pavillon. En el Pabellón de
Dinamarca el artista, Olafur Eliasson, proponía al visitante atravesar una
estancia bañada en un amarillo intenso que provocaba una estimulación
sensitiva, casi al límite de nuestra sensibilidad. En otras habitaciones la
propuesta detenía al receptor, cautivándole con los colores como un gran
caleidoscopio en el que quedaba gratamente inmerso. En El pabellón cie-
go el artista nos invitaba a una experiencia estética y a cuestionar la forma
en la que vemos. Desde luego no era la única instalación en la que se ins-
taba a formar parte activa de la obra. Había muchas más, con diferentes
intencionalidades por parte de los artistas. Es lo habitual en las muestras
de arte contemporáneo. En cualquier caso, mi comentario se refiere a una
obra que podríamos calificar de estética, pero en estas grandes exposicio-
nes nunca faltan obras de signo contrario, cargadas de sangre, vísceras y
otros aspectos sensitivos que violentan al espectador. No entro ahora en
este tema. Sólo quería recordar la experiencia estética deliberada que nos
ofrecen muchas propuestas artísticas, invitándonos a una participación ac-
tiva. Más aún, nos hacen sujetos destacados de sus performances.
Pero no sólo las grandes muestras expositivas de arte nos invitan a
experimentar. También lo encontramos en otros ámbitos de la vida social.
El predominio de lo estético se manifiesta en la gastronomía, en la trans-
formación de las ciudades y el cuidado de los cascos históricos, o en otros
lugares más tradicionales como la jardinería o el urbanismo. Además, el
consumo converge en este giro estético y pone a nuestro alcance una for-
ma de vestir especialmente apropiada para cada actividad. Pensemos en el

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deporte. Hay indumentarias diseñadas para todos los ámbitos deportivos.
Es dudoso pensar que en esta oferta sólo prima la función. El atractivo es-
tético juega un papel importante. El consumo se canaliza en la publicidad
donde la primacía de lo estético salta a primera vista. Recientemente he
tenido ocasión de observarlo de forma más sutil y refinada con ocasión
de una comida tras una tesis doctoral. Al terminar el almuerzo compartido
con otros profesores, se nos invitó a experimentar estéticamente. Se trata-
ba de probar una bebida que promocionaban bajo el lema, la plenitud de
los sentidos. Lo que más llamó mi atención fue que se nos propuso captar
los olores concentrados en unos esencieros. Se nos pedía reconocer los
aromas condensados e identificarlos después al gustar la bebida. Un mun-
do exquisito preparado para la vista, el gusto y el olfato.
¿Cómo podemos leer todas estas manifestaciones? ¿Todos las expe-
riencias de ocio tienen una marca estética? ¿Se privilegia el ocio estético
en el siglo XXI? ¿Tienen algo en común estas experiencias? Me propongo
afrontar estas cuestiones haciendo una reflexión acerca del ocio estético.
Mi interés por este campo es fundamentalmente teórico, pero sin olvi-
dar el horizonte de la praxis. La experiencia nos muestra una intensifica-
ción de estos fenómenos que podemos denominar de ocio estético y que,
en estas páginas, debemos esclarecer en qué consisten. Baste, ahora, con
recordar la asistencia a museos, exposiciones y conciertos, el incremento
de nuevas actividades como pueda ser la fotografía digital, el cuidado de
los entornos naturales, urbanos o las transformaciones de las ciudades,
que parecen propiciar experiencias de ocio estético. Observo desde este
primer momento que no me intereso por estos aspectos desde un punto de
vista psicológico, sociológico o desde el urbanismo —por ejemplo—, sino
desde la experiencia que pueden favorecer en este campo, es decir, desde
la experiencia de ocio estético.
Mi objetivo es considerar en el ámbito de las ideas y del pensamiento,
lo que se da en la experiencia de una manera inmediata y vivida. Aquí es
donde nos ayuda el interés teórico. El Instituto de Estudios de Ocio de la
Universidad de Deusto, en el que colaboro desde hace años, invita a este
desafío intelectual, en la medida que nos propone teorizar sobre las ma-
nifestaciones de ocio en toda su diversidad. En mi caso, la reflexión del
pensamiento estético y de la teoría del ocio será la guía que me ayude a
esclarecer las categorías en este ámbito. Para ello, recurriremos a la revi-
sión de las relaciones entre ocio y estética, entre estética, arte y formas de
vida. No es mi intención hacer aquí una categorización rigurosa de los fe-
nómenos que se caractericen como ocio estético, sino identificar algunos
rasgos comunes, algunas direcciones que muestren unas notas comparti-
das, aún siendo conscientes de que nos situamos ante un ámbito que nos
habla de singularidad e individualidad.

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Voy a desplegar tres vías de reflexión: 1.ª. Un apunte sobre la re-
lación de los dos términos: ocio y estética, para tratar de concretar el
campo del ocio estético. 2.º. Una reflexión sobre la estetización como
marco de la oferta de ocio en nuestras ciudades y como horizonte de
posibilidad de experiencias de ocio estético. 3.ª. Una caracterización del
paradigma de experiencia de ocio estético.

¿Qué entendemos por ocio estético?

Vinculamos estos dos términos y debemos comenzar por razonar qué


relación tienen. No pretendo recoger en este apartado lo que es objetivo
del trabajo. Mi intención se concreta en esbozar ahora el punto de en-
cuentro de ambos conceptos, partiendo de la teoría de los dos ámbitos de
conocimiento: el Ocio y la Estética.
Ambas reflexiones acercan las dos disciplinas en un punto central: la
función privilegiada que en ellas ocupa la experiencia. El primer punto de
convergencia del pensamiento estético y de la reflexión sobre el ocio lo
encontramos en el concepto de experiencia.
La experiencia es un pilar clave en las diferentes ramificaciones de
estudio del ocio humanista relacionado con los valores de la persona y su
desarrollo integral. Para la reflexión estética es también un núcleo funda-
mental: la experiencia estética es el punto de partida de muchos pensado-
res. En los diferentes escritos que han marcado la reflexión del ocio, en
el Instituto de Estudios de la Universidad de Deusto, se ha caracterizado
el ocio como una «experiencia integral de la persona y un derecho fun-
damental. Una experiencia humana integral, es decir, total, compleja (di-
reccional y multidimensional), centrada en actuaciones queridas (libres,
satisfactorias), autotélicas (con un fin en sí mismas) y personales (con
implicaciones individuales y sociales)» (Cuenca, 2005:14). Se destaca la
primacía del sujeto, su papel de interacción con la realidad, así como sus
posibilidades creadoras, receptivas y fecundadoras de lo real (Cuenca,
1995, 1999, 2000). En el ámbito internacional se ha conceptuado el ocio
definiéndolo como un área de la «experiencia humana, con sus beneficios
propios, entre ellos la libertad de elección, creatividad, satisfacción, dis-
frute y placer, y una mayor felicidad». Así lo caracteriza la Carta Interna-
cional sobre la Educación del Ocio, de 1993 (Cuenca, 2004, 316).
El pensamiento estético ha considerado la experiencia como el núcleo
fundamental de su saber (Dufrenne, 1982; Jauss; 1986. Molinuevo; 1998).
Ya en el nacimiento disciplinar de la Estética, con Baumgarten, se reco-
noce el papel de la experiencia: la Estética es experiencia y conocimiento
sensitivo. No olvidemos que la nueva disciplina tiene un papel en la Ilus-

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tración y en el Romanticismo como educadora de la sensibilidad. En esta
línea escribirá Schiller, en 1795, Las cartas sobre la educación estética
del hombre (Schiller, 1961; 1990).
La experiencia estética se delimita de otras experiencias con las que
nos relacionamos con el mundo destacando el papel de la actitud. Hospers
concreta la actitud estética en los siguientes términos: «Esta actitud fun-
damentalmente consiste en la separación de la experiencia estética de las
necesidades y deseos de la vida ordinaria y de las respuestas que damos
por costumbre a nuestro ambiente como personas prácticas» (Hospers,
1980: 22). Si esta distinción de actitud se niega, quedan borradas las dife-
rencias para deslindar lo estético de lo no estético.
También en la experiencia de ocio la actitud es una nota clave en la
precisión del concepto. El ocio depende de la acción del sujeto, de su vo-
luntariedad y, por tanto, de la actitud que adopta ante los acontecimientos,
la vida cotidiana o los fenómenos culturales. En la experiencia de ocio se
vinculan claramente la creatividad y la libertad. El ser humano es capaz
de inventar posibilidades. No se trata sólo de conocer lo que las cosas son,
sino descubrir lo que pueden ser, dependiendo de nuestra relación con
ellas, de nuestra creatividad. Como en la vivencia estética, en la experien-
cia de ocio la actitud es un pilar básico de distinción. Libertad, creatividad
y actitud confluyen en nuestra disposición ante la realidad para deslindar
la experiencia de ocio.
De modo que ocio y estética convergen en la experiencia y en la acti-
tud. Ahora bien, éste sería un marco general que debemos concretar más,
intentando cercar las notas características del ocio estético.

La belleza como horizonte de ocio estético

Los teóricos de la Estética o de la Filosofía del Arte tienen dificul-


tades en la actualidad para concretar qué es la belleza. Sabemos que las
complicaciones de la teoría vienen en gran medida de la práctica del
arte y, especialmente, de muchas propuestas artísticas del siglo XX. Pero
conviene insistir en que arte y belleza no tienen por qué ir unidos. El arte
tiene otra intencionalidad y la búsqueda de la belleza no tiene por qué ser
su objetivo prioritario.
Sin embargo, desde una perspectiva más fenomenológica, sentimos
la belleza y la valoramos. Al margen de la reflexión teórica, el hombre
de la calle, todos nosotros en cuanto sujetos de experiencia, reclamamos
la belleza, la necesitamos y la vivenciamos. Sabemos que tiene una di-
mensión sensible y la reconocemos intuitivamente, como una plenitud de
presencia. Nos sentimos involucrados en su reconocimiento y la aprecia-

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mos como un valor. Quizá no sepamos definirla, —no sabemos qué es lo
bello—, pero reconocemos su luminosidad y su peculiar carácter sensible
y espiritual. La belleza nos emociona.
Se da esta paradoja. Frente a esa vivencia y necesidad cotidiana, en el
universo del discurso se ha dado un proceso de descrédito tal que se ha lle-
gado a decir que «la belleza trivializa a aquello que la posee...» o, incluso,
llega a ser vista como algo «moralmente reprobable» (Danto, 2005: 65-66).
En el ámbito de experiencias de ocio estético, podemos alejarnos
de estas cuestiones teóricas —en torno al arte— y reivindicar la belleza
como el horizonte de articulación de estos fenómenos. ¿Por qué la belle-
za? ¿en qué sentido?
Reclamamos la belleza como horizonte de ocio estético y como mar-
ca de distinción que diferencia estas experiencias de otras, que interesan
al ocio desde un punto de vista sociológico, psicológico, educativo...etc.
No se quiere decir que los fenómenos de ocio estético serán bellos en tal
sentido o no serán. Se destaca la belleza como su marco apropiado que los
caracteriza y distancia de otros. La relación del hombre con la belleza ha
sido comprendida tradicionalmente como un ámbito de contemplación,
como una visión que goza con la presencia del objeto, pero lo deja intac-
to. Podríamos decir ahora que lo contempla y no lo consume. Volveré más
adelante sobre estos conceptos. Este es el marco que encuadra las expe-
riencias de ocio estético. Concretando más, lo apunto en cuatro sentidos:

— Primero: La belleza como horizonte de las experiencias de ocio es-


tético delimita un ámbito para ellas, pero no impone un criterio uni-
forme. Bajo este marco comprendemos las experiencias creativas y
receptoras que crean y recrean el objeto estético.
— Segundo: La belleza en sentido kanteano, es decir, lo que place
universalmente sin concepto (Kant, 1790, 59). Se entiende el senti-
miento de placer que experimentamos como seres humanos al con-
templar estéticamente una realidad, a la que no dudamos en calificar
de bella.
— Tercero: La belleza se genera en un ámbito de relación entre noso-
tros y la realidad con la que establecemos un campo de libre juego.
López Quintás lo concreta así: «La belleza es un fenómeno relacio-
nal que se alumbra en el campo de libre juego establecido entre el
hombre y las realidades del entorno, con las que funda una relación
comprometida de encuentro» (López Quintás, 1998: 83-84).
— Cuatro: En el arte, la belleza se vincula al sentido y a la intenciona-
lidad de la obra, creada por una persona —el artista— para otra —el
receptor—. En este caso el apoyo lo encontramos en Hegel (Hegel,
1989: 10).

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En definitiva, en el apartado anterior se han precisado los conceptos
de experiencia y actitud. Añadimos la belleza como horizonte del ocio es-
tético. Puntualizamos también que en este campo se da en una interacción
entre la persona que lo experimenta y la realidad.

Los fenómenos de ocio estético que estudiamos aquí

En el apartado anterior he destacado que la belleza nos proporciona


el horizonte que diferencia estos fenómenos de otros que interesan al
ocio. Ahora bien, esta marca quizá no sea suficiente para delimitar la
experiencia que pretendemos analizar en este trabajo.
¿Por qué? Por la primacía de la dimensión estética en los diversos
ámbitos de la vida social. Si lo estético está en todas o muchas mani-
festaciones de nuestra vida, ¿cómo diferenciar las específicas del ocio
estético?
Propongo circunscribirlas a la experiencia y a privilegiar lo estético
como la dimensión primera. Es decir, que el objeto primario de atención
de la experiencia sea lo estético. De esta manera prescindiremos de
aquellos aspectos en los que lo estético acompaña pero no es el objetivo
prioritario, como por ejemplo la forma de vestir en las experiencias de
ocio deportivo.
Por lo tanto, acotaremos el campo de ocio estético circunscribién-
dolo a la experiencia contemplativa, creadora y receptora de un sujeto
y destacando en ella las notas caracterizadoras del ocio que podemos
resumir al menos en voluntariedad, libertad de elección y autotelismo.
De esta manera las notas de las experiencias de ocio junto con las espe-
cíficas de las estéticas nos proporcionan un área de vertebración de con-
ceptos que nos permite estudiar estos fenómenos. El Ocio, la Estética
y la primacía de la experiencia establecen un área de demarcación para
pensar su variedad y diversidad.
Por estas razones, he destacado desde el primer momento que el
objetivo de este trabajo se centraba especialmente en la experiencia de
ocio estético. Esta acotación nos ayuda a no perdernos en el amplio
campo del fenómeno y a centrarlo desde la experiencia del sujeto. No
cabe duda de que estos fenómenos pueden ser objeto de análisis desde
otras disciplinas y, por tanto, desde otros puntos de vista.
Pero, ¿en qué consiste la experiencia de ocio estético?, ¿cómo se di-
ferencia de otras experiencias que tenemos como seres humanos? Ya se
ha apuntado, pero volvemos a concretarlo. La primera nota es la actitud.
La segunda observación radica en que la experiencia de ocio estético es
gradual.

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La actitud

Los pensadores han destacado la función primordial de la actitud y de


la mirada del sujeto. En este sentido recordaba antes la precisión de Hos-
pers. Otro autor como Dufrenne subraya que la percepción estética fun-
damenta el objeto estético y concreta éste como el objeto estéticamente
percibido, es decir, percibido en tanto que estético (Dufrenne, 1982: 23).
Esta precisión nos ayuda a comprender que nos encontramos en un
ámbito más amplio que el del arte. Éste puede ser percibido desde otras
perspectivas que no atienden a su cualidad estética y seguirá siendo una
obra de arte. En el objeto de ocio estético su condición es la actitud hacia
él, la mirada que lo constituye.
Si esta distinción de actitud se niega, quedan borradas las diferencias
para deslindar lo estético de lo no estético. Por lo tanto, esta visión de
Hospers nos proporciona un mínimo para precisar el concepto. Vamos a
complementarlo con la aportación de un pensador alemán, Robert Jauss.
Este filósofo nos ofrece otra caracterización que, en este caso, podemos
considerar como un máximo. Robert Jauss escribe que «la experiencia es-
tética se realiza al adoptar una actitud ante su efecto estético, al compren-
derla con placer y al disfrutarla comprendiéndola» (Jauss, 1986: 13-14).
Si observamos la distinción de Hospers, caemos inmediatamente
en la cuenta de que hay una convergencia de la experiencia estética y la
experiencia de ocio. El ocio depende de la acción del sujeto, de su volun-
tariedad y, por tanto, de la actitud que adopta ante los acontecimientos, la
vida cotidiana o los fenómenos culturales. Lo mismo podemos decir de la
experiencia estética. Ahora bien la caracterización de Jauss nos propor-
ciona dos notas más, ya que se refiere al placer y a la comprensión de la
experiencia.

La experiencia de ocio estético es gradual

Considero de gran interés tener en cuenta estas dos distinciones de


Hospers y Jauss, porque nos ayudan a comprender que la experiencia
de ocio estético es gradual y puede darse en diferentes niveles. Es difícil
trazar sus límites, pues puede coexistir con otros intereses o darse en otro
tipo de experiencias y quizá no perdamos nunca un umbral de conciencia
estética. Por otro lado, esta gradación nos es útil para deslindar experien-
cias más cotidianas, como pueda ser un paseo en el que disfrutamos esté-
ticamente del entorno o la visita a una ciudad recorriendo sus monumen-
tos, de otras experiencias más complejas como la recepción de una obra
de arte. Pueden darse en diferentes ámbitos, en la naturaleza, en la sala

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de exposición, en el parque temático o mientras paseamos y escuchamos
música.
Ahora bien, el rasgo que marcaría estas experiencias como ocio estéti-
co sería que en ellas se privilegia la relación con la realidad desde el pun-
to de vista estético, disfrutando de su contemplación, sin otra finalidad,
es decir, desde la apreciación de la belleza. Se favorece la apreciación de
lo percibido en su dimensión sensible, en sus formas, en los colores o en
la armonía. Disfrutamos del aspecto, del sonido o del sabor, del espacio
o el lugar, de una manera intuitiva y sin hacer distinciones o entrar en el
campo de la significación. Entrar en este campo nos lleva a otro nivel de
la experiencia. En este caso, la caracterización de Jauss, destacando la
nota de comprensión, nos ayudará a ver la riqueza de experiencias de ocio
estético más complejas, como pueda ser la recepción de una obra de teatro
o de un poemario.
Actitud, contemplación, desinterés o autotelismo, dimensión sensible,
comprensión y goce son los pilares que la caracterizan y deslindan la ex-
periencia de ocio estético.

La experiencia de ocio en el marco de la estetización actual

¿Qué es la estetización?

En las últimas décadas del siglo XX, se puede observar una revaloriza-
ción de lo estético. Podríamos cifrarlo en un aspecto fácilmente compro-
bable: la transformación estética de las ciudades. Pensemos en mi ciudad.
La ciudad de Bilbao se destacó desde hace siglos por su función de puerto
del norte de España. Esta actividad trajo consigo la implantación de una
potente industria naval, llegando a considerarse uno de los lugares astille-
ros más importantes de la península. A esta labor se sumó, en el siglo XIX,
el desarrollo industrial del hierro y el acero, que se vinculó a una vieja
tradición de ferrerías. La crisis de finales de los pasados años setenta y
ochenta, sumada al envejecimiento de las instalaciones, trajo una gran cri-
sis para el sector que arruinó gran parte del tejido industrial. El cambio es-
tético de Bilbao, iniciado en el década de los ochenta, se aprecia a simple
vista. La oscura y sucia villa industrial ha dado paso a una urbe muy agra-
dable en la que se cuidan todos los aspectos, desde la limpieza de la ría y
la jardinería hasta los detalles mínimos del mobiliario urbano. ¿Favorecen
estas transformaciones la realización de experiencias de ocio estético?
A diferencia de otros momentos anteriores, el fin de siglo parece haber
privilegiado el ámbito estético. Esta distinción vendría dada por una nue-
va sensibilidad, un cultivo del cuerpo como parte integral de lo humano

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y fuera de lo humano, una revalorización de lo sensible en la naturaleza,
en el entorno y en la ciudad. Un proceso semejante se ha observado en la
época moderna, es decir, en el tiempo de los orígenes de la Estética como
disciplina. Acorde con aquel cambio, surgió la disciplina llamada Estética
como una teoría de la sensibilidad. (Molinuevo, 1998: 49-50). Esto signi-
ficaría, en primer lugar, un reconocimiento de su papel y un aprecio cons-
ciente de esta dimensión valiosa en sí misma.
Como fenómeno se muestra en la actualidad de forma notoria en el
esfuerzo de embellecimiento de la ciudad y de los pueblos, que se reha-
bilitan y se recuperan sus formas tradicionales. Un ámbito y otro se trans-
forman con criterios estéticos, tratando de configurar entornos agradables.
En este sentido podemos hablar de estetización.
¿Qué significa este concepto? Podríamos entenderlo, en un sentido
débil, como la primacía de la dimensión estética. Se embellece lo real
para hacerlo más habitable y propicio para mejorar la vida de las perso-
nas. Se recuperan las construcciones tradicionales —especialmente en el
área rural— y se depuran los núcleos urbanos de la contaminación urba-
nística industrial. La ciudad o el pueblo se recupera para sus habitantes.
En el ámbito de la naturaleza, se cuidan los entornos para preservarlos
como patrimonio natural.
Reservaríamos el sentido fuerte para aquellos casos en los que significa
un cambio en la definición de lo real, no ya como embellecimiento, sino
como creación de otra realidad que lo sustituye. Podríamos reconocer este
otro nivel, en sentido fuerte, al observar la creación de espacios expresa-
mente pensados para favorecer experiencias en las que el ocio estético tenga
un papel importante. Me refiero a lo que Pine y Gilmore han denominado
experiencias de teatralización. Se diseñan entornos no reales destinados a
estas experiencias, como el Rainforest Café, que simula un bosque tropical
y no es tal. Se crea una ficción con criterios estéticos para involucrar a las
personas en experiencias inolvidables (Pine y Gilmore, 2000: 76 y ss). En
todas las ciudades podemos reconocer este tipo de ofertas, vinculadas, so-
bre todo, al consumo. Sabemos que los aspectos estéticos se privilegian en
publicidad, en la comunicación y en muchas formas de la vida social. Lo
estético parece haber adquirido un peso desmesurado.
Ahora bien, en este trabajo nos interesa, sobre todo, la experiencia que
puede considerarse de ocio estético. Por esa razón tratábamos de ver cómo
favorecen las nuevas infraestructuras la realización de actividades de ocio.
Debemos recordar que estos procesos de cambio en la ciudad han cum-
plido el deseo de muchos artistas y teóricos de la modernidad. Vendrían
a cubrir un objetivo buscado por las artes desde el modernismo de fin de
siglo, y más claramente por algunas tendencias del siglo XX, de amplificar
el arte en la ciudad, de lograr por el camino del urbanismo, del diseño y de

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la arquitectura un mundo estético, acorde con las necesidades del hombre.
Algunas vanguardias del siglo XX intentaron realizar la belleza y encarnarla
en formas que hicieran más grata la vida del hombre. Los artistas buscaron
nuevas formas adaptadas al mundo moderno y en algunos casos aspiraron
a realizar un arte social, un paraíso de bellas formas para la vida cotidiana.
Herederos de la utopía de un arte total, algunas tendencias vanguardistas
quisieron realizar un arte que participara en todos los aspectos de la vida
humana. Cabría recordar el utopismo del movimiento De Stilj que propu-
so la realización de la imagen neoplástica en el urbanismo y en el diseño
interior. También la Bauhaus alemana. Gropius, su creador, concentró las
aspiraciones éticas y sociales del arte en la educación, objetivando en ella
la transformación del futuro arquitecto-constructor de la nueva sociedad.
La Bauhaus realizó muchos diseños para contribuir a la mejora de la habi-
tabilidad del ser humano, teniendo en cuenta sus necesidades psicológicas y
grupales. Todo su proyecto educativo estuvo orientado a la realización del
arte en la sociedad, ofreciendo al hombre formas significativas adecuadas a
las necesidades de la vida moderna.

La experiencia de ocio en el marco de la estetización

Hemos observado el fenómeno de transformación de la ciudad y he-


mos reflexionado sobre su significación. Nos preguntamos ahora cómo
incide esta estetización en las experiencias de ocio. Para decirlo en otros
términos, si en el apartado anterior me he referido al objeto, ahora centro
la atención en el sujeto, en cómo incide aquél en éste. Nos situamos en un
primer nivel de experiencia de ocio estético, dejando para la tercera parte
de este trabajo la reflexión de los rasgos de una experiencia superior. En
cualquier caso subrayo que la experiencia es estética, es decir, la relación
estética se favorece primariamente. No me refiero, por ejemplo, a ir de
compras a un centro comercial, cuidado estéticamente, donde la intencio-
nalidad primaria es el consumo. No; me refiero a una experiencia expre-
samente estética, autotélica, favorecida por la estetización y que se da en
un primer nivel.
¿Qué rasgos caracterizarían la experiencia estética de ocio en este
marco de estetización de lo real? Quisiera destacar tres notas.

Primacía de lo sensorial o polisensorialidad estética

En un primer nivel la experiencia estética de ocio se da de modo pri-


mariamente sensorial, polisensorial o multisensorial.

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La cuestión nos lleva a delimitar dónde encontraríamos las lindes
de ese marco de estetización para poder identificar el nivel estético. En
otros términos, ¿dónde termina el acondicionamiento funcional de la
ciudad y comienza el estético? El ámbito no puede ser fácilmente deli-
mitable como cuando nos referimos a una obra de arte, privilegiamos su
estructura formal, su inutilidad u otros rasgos de su estatus. En el caso
de un espacio estetizado las marcas son más fluidas y difíciles de sec-
cionar del trasfondo urbano y funcional. En muchos casos diríamos que
lo estético está encubierto o identificado con la función que el objeto
realiza, bien sea en el urbanismo o en el mobiliario urbano que puebla
nuestras ciudades. Pero además de estas consideraciones podemos en-
contrar en muchos casos un desarrollo más explicito de las formas que
sobrepasan aquel nivel y utilizan recursos plásticos, expresivos más
allá de los exigidos por su utilidad. Es ahí donde vemos más claramen-
te la intencionalidad estética de estos objetos, marcos o ambientes de
nuestras urbes. Este plus, este excedente, es el que nos orienta en su
virtualidad para favorecer experiencias estéticas. En algunos casos, la
intervención estética ha sido tan favorecida que los espacios urbanos
cobran una dimensión escenográfica donde todos los detalles plásticos e
incluso sonoros han sido cuidados. No es extraño que encontremos nú-
cleos urbanos o determinadas áreas de los cascos antiguos, o renovados,
en los que la música acompaña a las esculturas que estratégicamente se
han diseminado en los paseos, jardines o plazas. Estos ambientes están
diseñados para favorecer y potenciar espacios agradables, que llegan a
los destinatarios multisensorialmente.
Más arriba he destacado que la experiencia estética de ocio es gra-
dual y puede darse en diferentes niveles. Es difícil trazar sus límites,
y quizá no perdamos nunca un umbral de conciencia estética. Esta ex-
periencia polisensorial sería un primer nivel, en el que disfrutamos del
entorno agradable y cuidado que la ciudad o un determinado ambiente
nos proporciona. Probablemente nuestra conciencia esté distraída en esa
vivencia que no nos exige demasiado esfuerzo.
Un nivel diferente lo encontraríamos en la imagen, tan habitual, de
la persona que camina en ese entorno con una cámara fotográfica. En
este caso su conciencia no está distraída, sino alerta para la apreciación
de la belleza. La apertura a la realidad tiene aquí una intencionalidad
estética y muestra el anhelo de conservar ese momento o de mirar crea-
tivamente. Evidentemente, entre la foto de recuerdo y la artística hay
una diferencia, pero ambas parten de la misma mirada estética. Sabemos
que la fotografía captura e interpreta la realidad como las pinturas y los
dibujos, pero lo que impulsa esta miradas —salvo excepciones— es «el
hallazgo de algo bello» (Sontag, 1981: 95). La fotografía aúna la expe-

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riencia capturada y el hallazgo de belleza. Claro que también aquí la ac-
titud e intencionalidad modifican la experiencia. Si tener una experien-
cia se transforma en algo idéntico a fotografiarla, deberíamos reconocer
que la fotografía puede limitarla, consumirla, convertirla en souvenir.

Belleza: «lo que place sin concepto»

He destacado antes la belleza como el horizonte de las experiencias


de ocio estético. Esta marca delimitaba un ámbito, pero no uniformizaba
aquéllas en una dirección. He comentado su carácter relacional y, espe-
cialmente, la peculiaridad de contemplación que vincula la experiencia
al autotelismo. Partimos de un actitud abierta, lúdica, de la persona, que
trata de integrar activamente la realidad en la que está inmersa. Nos pre-
guntamos ahora en qué sentido hablamos de belleza en este primer nivel
de experiencias de ocio estético. Nos situamos en el marco de estetiza-
ción que favorece aquéllas tratando de caracterizar un primer nivel.
Kant nos ofrece una base teórica para comprender esta experiencia
de la belleza, ya que concreta lo bello como lo que place universalmen-
te, sin concepto (Kant, 1790, 59). El embellecimiento de las ciudades
cubriría ese ámbito de una belleza sin significado, a diferencia del arte,
aunque Kant no hace esa distinción. Recientemente A. Danto ha subra-
yado que la nota sin concepto «indica que la belleza es un contenido no
conceptual de ciertas experiencias» (Danto 2005: 162). Kant se refiere
a la particularidad y singularidad de la experiencia de lo bello. Cuando
tenemos ese sentimiento no clasificamos el objeto que lo produce como
cuando hacemos —por ejemplo— un inventario. No aplicamos un ca-
non. La contemplación estética no está mediada por concepto alguno ni
predica una cualidad del objeto. Para nosotros es un momento único y
no admite otra relación. Quizá Gadamer nos ayuda a comprender esta
experiencia: «Ni en la naturaleza ni en el arte, la experiencia de lo bello
consiste en comprobar que solo se encuentra lo que se había comproba-
do previamente y mostrarlo como un caso particular más del universal.
Una puesta de sol que nos encanta no es un caso más de una puesta de
sol, sino que es una puesta de sol única que escenifica ante nosotros el
drama del cielo»(Gadamer, 1991: 54).
La filosofía kanteana tiene muchas limitaciones en su aplicación al
arte, aunque se ha valorado su formalismo respecto al arte abstracto.
Ahora bien, en esta cuestión que nos ocupa puede ser una buena guía
para comprender esa estetización difusa pretendida por los políticos,
urbanistas, centros comerciales etc. Tendríamos que ver en ella lo que el
filósofo denominó belleza libre, sin fines, es decir, la propia de una flor,

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o de los dibujos geométricos etc. La contrasta con la llamada adherente,
dependiente del concepto de fin, como una iglesia o un palacio. La be-
lleza libre asegura la experiencia estética.

Goce

Se daría también en tercer lugar, la nota de goce o placer. El goce


—como enseguida veremos— puede darse en diferentes niveles que irían
desde un grado de satisfacción o agrado al placer intelectual de la compren-
sión. El término agrado tiene desde Kant la connotación de interés. No es el
caso. Esta experiencia no es interesada. Esto nos lleva a utilizar la misma
palabra, goce, sabiendo que hay diferencias de grado en las experiencias.
Estos rasgos apuntados se darían tanto en el ámbito de la ciudad, en
el espacio natural o en el rural. Igualmente los encontraríamos en las ex-
periencias que podemos tener en aquellos lugares teatralizados¸ es decir,
preparados expresamente para favorecer experiencias de ocio estético o
en las que el ocio estético tiene un papel fundamental. Recordemos que la
nota distintiva ha sido primar la dimensión estética prioritariamente.
Sensorialidad o polisensorialidad, belleza en sentido kanteano y goce
serían las notas más significativas.
Por último, quisiera destacar que estos rasgos son personales, se expe-
rimentan personalmente y cada persona imprime en ellos su peculiaridad.
Nos situamos en el polo opuesto de lo que el consumo parece favorecer:
los criterios comunes de gusto. En la experiencia de ocio estético destaca
la singularidad e individualidad de la persona. También su libertad. En
ella el ser humano se siente libre, no sujeto a coacción, ni a necesidad.
Realiza un acto de libertad. En estas experiencias se manifiestan, por tan-
to, las notas que caracterizan al ocio humanista.
Ahora bien, hasta aquí hemos destacado unas notas de la experiencia
de ocio estético en un primer nivel. Quisiera ahora deslindar estas expe-
riencias más cotidianas, como el paseo en el que disfrutamos estéticamen-
te del entorno, de otras experiencias de ocio estético más complejas como
la recepción de una obra de arte.

Paradigma de una experiencia de ocio estético

En el apartado anterior he centrado la atención en el fenómeno de la


estetización y en la experiencia de ocio estético de primer nivel. Ahora
quisiera destacar las notas clave que deben darse en una experiencia de
ocio estético a un nivel superior y ese planteamiento nos lleva al sujeto.

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Experiencias superiores de ocio estético

Las experiencias de ocio estético de mayor riqueza son fenómenos


que proporcionan emoción, gozo, disfrute y conocimiento. Se vinculan
con la dimensión expresiva, creadora o recreadora del ser humano. No
podemos restringirlas a un ámbito, porque dependen de la intencionalidad
de la persona que las vivencia y de su interacción con el objeto que sale a
su encuentro. Pueden darse en la contemplación de la naturaleza y, sobre
todo, en la creación y recepción del arte.
La lectura, la escritura, la recepción de una obra musical, la asistencia a
una representación teatral o de ópera etc... son actividades que nos propor-
cionan experiencias de ocio estético. También en el ámbito de la naturaleza
reconocemos estas experiencias cuando nuestra mirada queda prendida de
un espectáculo como la puesta de sol, la visión de las montañas y tantos
otros. En unas y en otras sabemos que las vivimos con gran intensidad. El
libro que leemos o la sonata que escuchamos nos llevan a olvidarnos del
espacio y el tiempo externos y no sabemos por qué nos producen una hon-
da tristeza, una emoción indescriptible o nos cautivan provocando en nues-
tra imaginación un mundo pleno de imágenes. Son experiencias que tienen
en sí mismas el beneficio de su propia vivencia y, con frecuencia, es tal su
calidad que nos producen una profunda sensación de formar parte de una
realidad compartida con los otros seres humanos y nos permiten entender
mejor lo que pasa en el interior de nosotros mismos.
Hemos encuadrado los fenómenos de ocio estético en el marco de la
belleza. En las experiencias de ocio estético sentimos la belleza, aunque no
siempre con plena conciencia. Ahora vamos a centrarnos en experiencias
de gran intensidad. Quizá nos ayudaría recordar, con Eco al presentar a
los simbolistas, que sólo el arte nos permite comunicarlas a los otros, sólo
el arte es capaz de dar un significado a nuestras experiencias (Eco, 2004:
355). Esta referencia nos ayuda también a vincular el concepto de belleza a
la comprensión. La experiencia no es ya la de una actitud (Hospers) sino la
que se realiza «al comprenderla con placer y disfrutarla comprendiéndola»
(Jauss, 1986: 13-14). La belleza en estas experiencias no es sólo lo que pla-
ce sin concepto (Kant), sino también el ámbito de inteligibilidad que genera
la experiencia. La belleza estaría vinculada al sentido, a la comprensión, a
la recepción comprometida de la obra de arte. Los autores que han reflexio-
nado en esta línea irían desde Aristóteles a Gadamer, pasando especialmente
por Hegel, para quien la belleza nace y renace del espíritu (Hegel, 1989:10),
es decir, de un ser humano a otro (Danto, 2005).
Dada la limitación de espacio, voy a restringir el análisis a las expe-
riencias de ocio estético receptor, por ser un punto de vista más universa-

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lizador que el creador. Ya sabemos que todos somos co-creadores, pero
diferenciamos ese nivel de la creatividad del artista.

Rasgos que caracterizan la experiencia de ocio estético

He destacado algunos rasgos que deben darse en la experiencia esté-


tica de ocio, como la actitud, que nos ha permitido diferenciar el ámbito.
Toda experiencia debe inscribirse en un horizonte de libertad, es decir, el
sujeto la elige libremente sin buscar otra meta. En la reflexión de ocio nos
referimos al autotelismo o experiencia que tiene un fin en sí misma. Sobre
estas notas apuntamos ahora otros rasgos que nos ayudan a comprender su
especificidad y riqueza.

EL ASOMBRO O ADMIRACIÓN
La experiencia de ocio estético se inicia en el asombro. Caigamos en
la cuenta, desde el primer momento, de algo elemental: algo nos asom-
bra. La imagen óptima que representa este primer momento podría ser
la del niño totalmente entregado en su mirada a la realidad que llama su
atención. Quizá en los niños se dé de forma extraordinaria, pero todos
nosotros la experimentamos en uno u otro momento. Algo nos sorprende,
nos cautiva y nos retiene, a veces de una manera intensa. Sabemos que
el arte nos llega en muchas ocasiones de este modo, sin haberlo buscado,
sorprendiéndonos. Así ocurre cuando una melodía alerta nuestros oídos y
nos concentra en ella, haciéndonos olvidar lo que teníamos entre manos.
Visitamos una exposición y un cuadro nos paraliza en sus colores o en
sus formas. Leemos un poemario y, de pronto, un poema parece penetrar
hasta lo más hondo de nuestra intimidad. Sabemos que esta admiración
no se restringe al arte; también la vivimos muchas veces en la naturaleza
o en la ciudad. El arte nos proporciona, en muchas ocasiones, la imagen
que nos ayuda a disfrutar de ellas. Orhan Pamuk recoge este sentimiento
cuando valora la mirada poética y selectiva que realizan los escritores. Se
refiere concretamente al viejo Estambul y a su belleza del pasado, desapa-
recida y rescatada literariamente. Esas páginas «nos permiten disfrutar
como placer estético la ilusión efímera de cómo podría seguir vivo ahora
el pasado»(Pamuk, 2006: 136). La literatura, la pintura, el arte en general
tienen la capacidad de condensar en sus formas mundos que nos producen
admiración por diversas razones y, entre ellas, porque desaparecieron de
la historia y son capaces de vivificarlos. Admiramos también la maestría
de su hacer y reconocemos el valor de la acción artística.

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La filosofía griega destacó la admiración como el impulso de su inicio
y la Estética la toma como punto de partida de la experiencia. Recordando
aquélla escribe Plazaola: «Una vez «asombrados», podemos avanzar hacia
la abolición del asombro, y entonces vamos hacia la filosofía y hacia la
ciencia. Pero también podemos detenernos en el asombro, afincar en él la
vida profunda de nuestro yo entero, habitarlo en cierto modo; es entonces
cuando vivimos estéticamente» (Plazaola, 1991: 301).
Podemos preguntarnos ahora qué nos asombra, qué aspectos del obje-
to llaman nuestra atención. La respuesta puede ser variada, pero, al mismo
tiempo, unitaria si consideramos que se concreta en lo sensible. Es la di-
mensión sensible la que llega a nuestra mirada, a nuestros sentidos. Ejerce
inmediatamente un efecto en la medida que nos concentra en el fenómeno
y nos paraliza como personas prácticas. La experiencia estética nos trans-
forma en mirada, en atención al objeto que nos reclama. Esta fase inicial
puede considerarse como ruptura del ritmo cotidiano y es una emoción
estimulante que nos invita a continuar el proceso. Nuestra actitud entra en
juego y debe permitir su desarrollo para que la vivencia continúe.

CONCIENCIA DE LA EXPERIENCIA Y CONTEMPLACIÓN


El curso de nuestro vivir es un continuo de experiencias de las que,
en gran parte, no somos conscientes ni les prestamos la menor atención.
Las necesidades vitales, la costumbre de nuestro hacer diario nos ocupan
un tiempo que transcurre en buena medida de manera inconsciente. Para
poder diferenciar, entre este cúmulo de experiencias, una estética es nece-
sario que incorporemos nuestra conciencia.
Hemos partido de la consideración del asombro como eslabón pri-
mero. Si queremos que la experiencia continúe debemos detenernos, ser
conscientes de ella. Nuestro yo debe tomar conciencia de lo que está
viviendo. Sólo así diferenciaremos una experiencia de las muchas que
tenemos a lo largo del día. Afincamos la mirada en el asombro y cons-
cientemente deseamos que la experiencia continúe; acogemos en nosotros
lo que la realidad nos depara y detenemos nuestra mirada en su dimensión
sensible.
Los griegos denominaron este proceso con la palabra contemplación
(theoría). Theoría significa visión. El significado fue acuñándose en el
desarrollo del pensamiento griego y adquiriendo un sentido intelectual, en
cuanto comprensión de la realidad. En la primera tradición filosófica, en
el marco de los filósofos presocráticos —y concretamente en el pitagoris-
mo—, se asocia a la mirada sensible, que descubre el orden de la realidad.
En Platón, la noción de theoría se vinculó al contacto directo con lo ver-
daderamente real, es decir, con las Formas. En la filosofía de Aristóteles

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significó el ámbito del saber más excelso y se entendió como vida filo-
sófica. El término abarca, por tanto, un abanico que, en estrecha relación
de sentido, va desde la existencia contemplativa entendida como visión
sensible al ámbito de comprensión de lo real. Hay que tener en cuenta que
en todo momento conlleva una noción de actividad y no pasividad. Esta
noción de pasividad quizá haya derivado del desarrollo religioso y místico
del término. Aristóteles indica claramente su caracterización de actividad,
como una de las funciones propias de nuestra mente, comparable en esto a
la vida divina.
La tradición estética ha considerado la contemplación como una cate-
goría de la experiencia estética. Así en Kant, el juicio de gusto es contem-
plativo; un juicio que, indiferente a la existencia del objeto, sólo mantiene
unidos la índole de éste con el sentimiento de placer y displacer. El filóso-
fo lo relaciona con el desinterés de la apreciación estética, es decir, su au-
totelismo que lo diferencia de otras esferas interesadas de la vida. A partir
de Kant, el pensamiento estético ha recuperado esta nota caracterizadora
de la vivencia estética.
Ahora bien, las condiciones actuales de recepción de la obra de arte
hacen muchas veces difícil un acercamiento que posibilite este juicio con-
templativo. El contacto con la obra de arte se realiza, con frecuencia, en
el marco del turismo de masas, en situaciones que hacen realmente difícil
el encuentro con el arte. En muchas de estas circunstancias se consigue
una aproximación, la confirmación personal de un acto de presencia en la
exposición o en el museo. Estas nuevas condiciones de democratización
del arte, de acceso masivo a la cultura y también la dinámica del propio
arte contemporáneo han llevado a algunos investigadores a revisar esta
categoría de contemplación (Jiménez, 1998, 17-19). Sin embargo, el tener
en cuenta este cambio en las condiciones materiales y antropológicas de
posibilidad del juicio estético en el mundo de las artes no tiene por qué
llevarnos a olvidar la riqueza del marco de teórico que nos ayuda a su
comprensión.
Las condiciones habituales hoy día en los museos y salas de expo-
siciones no pueden conducirnos a una indistinción entre sujeto y objeto.
Algunas propuestas estéticas actuales invitan al espectador a participar en
itinerarios, laberintos o bosque de barras móviles. Si en esas propuestas
el receptor no detiene la mirada y contempla, no podemos decir que hay
experiencia estética (Plazaola, 1979, 139). El acceso masivo al arte puede
darnos más posibilidades de conocimiento y de disfrute, pero la experien-
cia es personal y la comprensión estética apela a un ámbito de libertad que
es voluntario y reflexivo.
Por lo tanto, pienso que podemos seguir utilizando el concepto de con-
templación, reivindicando el sentido originario del término y destacando

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la conciencia del sujeto sobre la experiencia, así como su carácter activo.
Contemplación, por tanto, no en el sentido de quietud y pasividad, sino de
colaboración y participación, como enseguida veremos. De este modo se
introduce una nota que rompe la indistinción entre sujeto y objeto y nos
permite encontrar un rasgo característico de la experiencia estética de ocio.

DISCERNIMIENTO INDIVIDUAL Y CAPACIDAD DE DISTINCIÓN


Tanto en el encuentro con el arte como en otros ámbitos, la experien-
cia estética de ocio requiere una actitud consciente que posibilite la capa-
cidad de discernimiento.
Ya hemos reconocido que las experiencias, normalmente, no comien-
zan así. Su punto de partida es, como hemos apuntado, el asombro o la
admiración y ésta suele presentarse de improviso. La siguiente nota es
la conciencia de la experiencia, que posibilita que ésta continúe. La con-
ciencia nos permite discernir. ¿Qué es el discernimiento en la experiencia
estética? ¿Cómo podemos entenderlo? El término significa distinción, y
se entiende como la capacidad de «distinguir algo de otra cosa, señalando
la diferencia que hay entre ellas. Comúnmente se refiere a operaciones del
ánimo» (RAE).
Desde las propuestas artísticas y desde la reflexión estética se recono-
ce que la recepción del arte es creatividad, activamente participante e in-
teractuante. La experiencia estética supone una tarea de reconstrucción e
integración que involucra plenamente al receptor; no es una actitud pasiva
y quieta sino de participación y coejecución. Esta apropiación no puede
realizarse sino en el espacio interior que nos permite el discernimiento y
la valoración.
Nuestra atención se centra en las cualidades sensibles del objeto, re-
conociéndolas, comparándolas, asociándolas. Si en la primera fase goza-
mos de la percepción sensible, cuando el proceso avanza nuestra mirada
responde a la forma y al sentido. Podríamos entenderlo en dos momentos
consecutivos e íntimamente relacionados. En primer lugar, respondemos
a la forma y, a través de ella, al sentido. Observamos la unidad formal, el
tema y su variación, el ritmo, la estructura, la armonía... diversos aspectos
que variarán según hablemos de un poema o de una sinfonía. Esta dimen-
sión formal desempeña un gran papel en la experiencia de ocio estético y
es la base sobre la que podemos hablar de su sentido.
Cuando nos adentramos en los aspectos formales de equilibrio, sime-
tría o composición, nuestra experiencia profundiza en la forma estética;
es la segunda dimensión que destaca Hospers. Nos damos cuenta de que
cada elemento es necesario para el resto y que juntos forman un todo
unitario. Captamos la unidad orgánica o estructural o, en otros, términos,

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el tema y la variación. La unidad, la estructura o la temporalidad son
valores formales que Hospers destaca como la segunda dimensión de la
experiencia estética, base de la tercera constituida por los valores vitales
o penetración del material de la vida. Nuestra apreciación de las obras de
arte no se limita a los valores de superficie o los formales. Gozamos del
arte en la medida en que nos ofrece una imagen de la vida y es un símbo-
lo de nuestra existencia, personal o colectiva, en las múltiples facetas y
concreciones que los artistas realizan (Hospers, 1980, 28-30). Reducir las
experiencia, como han hecho algunos teóricos, a los valores formales, es
una actitud purista que nos impide disfrutar experiencias en el ámbito de
los valores humanos o de los valores vitales, en expresión de Hospers.

PARTICIPACIÓN CO-CREADORA
El adentrarnos en el objeto estético, que ha cautivado nuestra aten-
ción, no es una tarea que se pueda llevar a cabo sin la participación de
nuestra subjetividad. Como han destacado ya algunos pensadores, en esta
experiencia nuestro yo se hace activo y vuelca en el objeto su mundo per-
sonal. Lo que contemplamos en esa forma es un cúmulo de datos sensi-
bles que percibimos e imaginamos. Inmediatamente asociamos imágenes,
referencias de otras obras similares que hemos conocido, situaciones que
recordamos...Nuestro yo se hace activo, observa, recuerda, asocia, relacio-
na... «Así vamos formando el objeto estético de nuestra contemplación.»
(Plazaola, 1991:303).
La experiencia nos implica y se enriquece con nuestra aportación ac-
tiva. El receptor tiene que ayudar a crear su propia experiencia, tiene que
constituir el objeto sobre el que va a desplegar su creatividad y en el que
va a encontrar una fuente de disfrute. Así como la experiencia del artista
se condensa en la forma que crea, la experiencia del receptor se concreta
en una participación co-creadora en la obra dada. La experiencia es crea-
ción y recreación. Observemos cómo lo expresa el Premio Nóbel de Lite-
ratura O. Pamuk. Recordábamos antes la capacidad del arte para recons-
truir mundos que ya no existen y, concretamente el escritor se refería al
esplendor pasado de la ciudad de Estambul. Destaco, ahora, cómo alude a
la recreación estética: «Aprendí que el precio que hay que pagar para po-
der elogiar Estambul sin límites y con un entusiasmo lírico es no vivir ya
en ella u observar desde fuera aquello que se considera hermoso»(Pamuk,
2006: 75).
En esta línea U. Eco, Lopez Quintás y otros autores han insistido en la
participación como complemento necesario de la obra. En la experiencia
de ocio estético el ser humano tiene un campo de posibilidades para en-
cauzar su capacidad creadora y co-creadora.

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COMPRENSIÓN
Estamos intentando describir las notas que caracterizan una experiencia
de ocio estético y hemos insistido en el abanico de posibilidades. El con-
cepto de actitud y las notas apuntadas por Hospers y Robert Jauss nos han
proporcionado los límites del arco. Recordábamos con este pensador que «la
experiencia estética se realiza al adoptar una actitud ante su efecto estético,
al comprenderla con placer y al disfrutarla comprendiéndola» (Jauss, 1986:
13-14). Quisiera ahora detenerme en esta dimensión de la comprensión que
se da en algunas experiencias de ocio estético, en las más complejas y, espe-
cialmente, centradas en propuestas artísticas.
Hemos destacado también los diversos niveles de experiencia, apoyán-
dome en Hospers. El primer peldaño puede considerarse un acercamiento al
color o a algún aspecto de la forma. El segundo nivel nos introducía en los
valores formales y reservábamos un tercero, a los valores humanos. En este
caso disfrutamos de la obra de arte cuando vemos en ella un símbolo de la
vida o un alter ego de nosotros mismos. En este tercer nivel entra en juego la
categoría de comprensión.
En la experiencia estética receptora se realiza un acto de comprensión; se
trata de un proceso que parte de un acto de reconocimiento intuitivo, rebasa
lo sensible y alcanza lo inteligible. Aristóteles, al hablar de la tragedia, nos
da una pauta para comprender este proceso. Apunta el filósofo que conlleva
un juicio de identidad acompañado de placer o gozo intelectual. Éste provie-
ne de la comprensión o reconocimiento.
Otro filósofo, Gadamer, ha insistido en esta categoría de comprensión,
clave de la hermenéutica. La experiencia del arte descubre el rasgo esencial
del lenguaje del arte: «Acogemos lo que la obra nos dice en una experiencia
que profundiza nuestra propia autocomprensión. La obra nos reclama y nos
habla de una forma presente y simultánea; como receptores tenemos que
integrar este diálogo en nuestra comprensión del mundo y en nuestra propia
autocomprensión. El comprender forma parte de la experiencia del arte, de la
experiencia primaria que vivenciamos en él» (Gadamer, 1996).
Con esta reflexión podemos ahora volver a Jauss y entendemos que la
experiencia se concreta en placer y comprensión. Aquél viene dado por ésta.
La emoción de la experiencia se condensa en la comprensión y ésta nos hace
gozar de nuevo. En ella encontramos otro ámbito de gozo, que continúa y, a
la vez, diferencia, aquel placer primero del contacto con el objeto estético.

GOCE
La experiencia de ocio estético es gozosa o, en otros términos, nos
proporciona placer. También aquí observamos una gradación que iría del

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simple agrado al goce de gran intensidad. Muchas experiencias se carac-
terizarán por un estado de complacencia que nos hace sentirnos a gusto
ante un paisaje o un paseo por un entorno que cautiva nuestra mirada.
Otras experiencias nos provocarán un goce más pasional en el que este-
mos totalmente involucrados. Ahora bien, la cuestión central no radica en
la variación de intensidad sino en saber si el goce de ocio estético tiene
alguna característica específica o se identifica con el placer sensible. Esta
nota ha sido objeto de reflexión del pensamiento estético desde Kant a la
actualidad.
Hemos visto en el apartado anterior que la comprensión de la obra
llevaba consigo una dimensión placentera. El propio Aristóteles vincula
placer y comprensión al relacionarlos con la intelección de lo que está
ocurriendo en la trama de la obra y con el juicio de valor que emitimos.
Quizá esta experiencia a la que alude el filósofo sea el grado más alto.
Pero conviene observar que en ella la coparticipación del espectador y el
goce quedan aunados en el mismo acto. Esta unión podemos rastrearla en
otras experiencias. Mi agrado en el paseo está vinculado a mi apreciación
del entorno y lo mismo ocurre cuando contemplamos un espectáculo de la
naturaleza. Eso significa que se establece en una relación con un objeto,
no de un modo solitario en mi propia subjetividad. Esta nota es clave para
comprender la especificidad del placer estético. Esta relación se realiza
sobre el objeto estético, es decir, el creado con los datos suministrados por
la realidad y también por los imaginarios que el sujeto ha volcado en él.
Hay una cierta distancia en esta relación; no hay una mera fusión sino una
distinción que nos permite una perspectiva. La actividad conlleva el goce,
no como algo secundario sino intrínseco. La experiencia es en sí misma
placentera y, aunque somos nosotros como sujetos los que disfrutamos, lo
hacemos sobre el objeto estético.
De esta distancia y voluntariedad de la experiencia estética, el pensa-
dor L. Giesz deduce el principal rasgo caracterizador del disfrute estético:
disfrutamos del objeto al alejarlo estéticamente. En la experiencia estética
anulamos nuestro interés por el objeto y paradójicamente obtenemos inte-
rés por nuestro desinterés: «Este interés superior, que elimina la relación
primaria con el objeto de disfrute realmente existente, de hecho no está
exento de cualidades de disfrute. Sólo que ahora el disfrute se hace más
dialéctico, pues disfruto al dejar en suspenso el disfrute primario y su
objeto» (Giesz, 1973: 45). Este goce se diferencia del disfrute puro del su-
jeto sobre sí mismo. Podemos recordar a A. Hauser cuando escribe que la
vivencia estética es goce y placer sensorial, pero no es un placer de índole
culinaria, sibarítica. La satisfacción de la vivencia no es una alegría fácil,
sino por lo general —en lo que se refiere a la recepción artística— «una
rigurosa prueba intelectual y moral» (Hauser, 1977: 563).

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El autotelismo nos proporciona una cierta independencia; delimita con
más claridad el objeto que contemplamos, sea el entorno de la ciudad o
sea la relación que establecemos con una obra de arte. La distancia viene
marcada por el autotelismo y esta perspectiva apunta el rasgo peculiar del
goce estético: somos nosotros como sujetos los que disfrutamos, pero lo
hacemos desinteresadamente —por utilizar el término tradicional— sobre
el objeto y no sobre nosotros mismos. Este sería el primer nivel específico
de goce estético.
Intentemos ahora concretar un segundo nivel de goce en el ocio esté-
tico. A la reflexión anterior vinculamos la aportación de Aristóteles y su-
mamos la categoría de comprensión. El goce se intensifica si observamos
el placer que proporciona la comprensión de lo que el objeto nos propor-
ciona. En este caso el arte nos ofrece un mundo condensado que el autor
ha configurado intencionalmente en forma. Su recepción es una tarea
compleja y, a veces, difícil que nos lleva a adentrarnos en sus valores sen-
sibles, formales y de sentido. La obra es un microcosmos que nos invita
a participar. Este fenómeno es, sin duda, una fuente específica de placer,
como señaló el Aristóteles y, recientemente, Jauss.
Este pensador, R. Jauss, continúa la reflexión de Giesz y sostiene
que en la experiencia estética el sujeto es capaz de disfrutar tanto del
objeto, que le va mostrando progresivamente sus rasgos y va provo-
cando placer, como de sí mismo, pues al ejercer la actividad se siente
liberado de la existencia cotidiana y se experimenta en la capacidad de
ser otro. Por eso dirá —siguiendo a Giesz— que el placer estético se
produce en una relación dialéctica entre la autosatisfacción y la satis-
facción ajena. Es decir, un movimiento pendular entre el sujeto y el ob-
jeto, entre la contemplación no interesada y la participación experimen-
tadora, una autosatisfacción en la satisfacción ajena. Esto presupone
la unidad primaria entre el placer que entiende y el entendimiento que
disfruta: «En el acto estético el sujeto disfruta siempre de algo más que
de sí mismo: se siente en la apropiación de una experiencia del sentido
del mundo, que puede descubrirle tanto su propia actividad productora
como la recepción de la experiencia ajena y que puede confirmarle la
aprobación de un tercero»(Jauss, 1986: 73).
Estas son las razones que nos pueden ayudar a comprender las si-
guientes palabras del poeta Antonio Gamoneda, Premio Cervantes 2006,
para quien la poesía es sufrimiento placentero: «Cabría pensar que la poe-
sía existe porque sabemos que vamos a morir... incluso cargada con esa
noticia mortal y fundamentada en sufrimiento, la poesías tiene su causa
y su finalidad en la creación de placer... la poesía es el relato de cómo se
avanza hacia la muerte, pero, simultáneamente, es también el arte de im-
plicar placer en este relato». ( Gamoneda, 2004: 15).

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Concluyendo, podemos resumir la reflexión sobre el goce del ocio
estético destacando su carácter específico. No es un placer solitario, ni
una mera autosatisfacción. La actitud, la voluntariedad y conciencia de
la experiencia, así como el autotelismo nos proporcionan el marco para
comprender este goce. Supone una relación con el objeto que nos permite
su despliegue y en él encontramos la causa del disfrute. Puede darse en
diferentes niveles y grados de intensidad, abarcando desde el agrado que
nos proporciona el entorno de la ciudad, a la apropiación y participación
del receptor en una experiencia de sentido del mundo que le ofrece una
obra de arte.

Reflexión final

La Teoría del Ocio y la Estética tienen un punto común de encuentro


en la primacía que ambas disciplinas conceden a la experiencia. Este re-
conocimiento nos ha llevado, en estas páginas, a centrar la reflexión en la
experiencia de ocio estético. Los fenómenos de este ámbito son números
e inabarcables, pero en este trabajo los hemos concretado bajo las notas
que caracterizan la experiencia de ocio y la estética. En este marco, la
actitud con que el sujeto afronta la realidad ha sido un punto central para
delimitar la experiencia de ocio estético de otras que tenemos en la vida.
Las distinciones de Hospers y Jauss nos han permitido establecer un arco
gradual de experiencias de ocio estético, cuyo horizonte es la belleza. El
campo del ocio estético se da en la interacción entre la persona que lo ex-
perimenta y la realidad. Ahora bien, este campo de relación puede verse
también en otras experiencias de ocio. Lo que distingue el ocio estético es
que esta relación tiene como marco la belleza. No la proponemos desde
un punto de vista absoluto sino como plenitud y valor. Es la mirada del
ser humano, su intencionalidad y apertura las que conforman las experien-
cias de ocio estético. La belleza es fruto de esta relación.
En la segunda parte del trabajo, nos hemos centrando en la estetiza-
ción actual como marco para favorecer experiencias de ocio estético. El
primer nivel de éstas se ha caracterizado por la polisensorialidad, la be-
lleza y el goce que nos proporciona. Estas notas se darían en experiencias
cotidianas y en diferentes ámbitos y entornos.
La última parte se ha dedicado al análisis del paradigma de experien-
cia de ocio estético, contemplando expresamente las de nivel superior.
Los rasgos que las caracterizan se han centrado en el asombro o la admi-
ración, la conciencia de la experiencia y contemplación, el discernimiento
individual y capacidad de distinción, la participación co-creadora, la com-
prensión y el goce. Estos rasgos se destacan y se suman a las notas que

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caracterizan la experiencia de ocio humanista y que hemos concretado
como voluntariedad, libertad de elección y autotelismo.
El análisis de la experiencia de ocio estético confirma que en ella
tenemos un ámbito de ocio humanista en el que podemos desarrollarnos
como personas. Frente a la oferta múltiple de consumo, las experiencias
de ocio estético se erigen como un horizonte de contemplación, con el que
podemos gozar sin consumir. En él ejercitamos la libertad y nos permite
poner en juego nuestras facultades sensitivas e intelectivas. Se destacan
como experiencias autotélicas, en el marco de la relación que el ser huma-
no establece con la realidad, y nos abren un gran abanico de posibilidades
en la apreciación y disfrute de la belleza.

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Ocio: la celebración de la vida frente a las
conquistas materiales
José Clerton de Oliveira Martins

Introducción

Observese, guardadas las diferencias del entorno y de la sociedad, que


como en los siglos XVIII y XIX, hay demandas de tiempo libre, de espacios
para el desarrollo de actividades lúdicas, creativas, tiempo para comer
tranquilo, con mas calidad, necesidad de alimentos sanos a precio justo,
de incentivos a la preservación del patrimonio histórico, protestas por un
medio ambiente puro, aire, agua, flora, fauna, menos tráfico en las calles,
más áreas verdes en las ciudades, son una variedad de exigencias que nos
llevan a cuestionar qué es de verdad, lo que quieren todos. Son exigencias
que se sitúan en cosas bien objetivas, pero se nota la proyección de subje-
tividades, pues son aspectos relacionados con sentirse mejor, buscar bien-
estar, salir de lo estricto, del aburrimiento producido por la proyección de
un mundo que de verdad, no ofrece la posibilidad de placer, satisfacción.
Entre los que observan este fenómeno, profesores, escritores, investigado-
res, artistas etc, hay un punto común:
Ellos buscan espacio en la ciudad, en la sociedad, y en sus propias
vidas para la realización de sus necesidades interiores de expresión. Se
puede arriesgar que, en tiempos de contaminación, de excesivo comer-
cio y canalización de la vida al consumo, se busca el derecho al ocio. ¿Y
por qué?
Según lo que se observa sobre el tema ocio, el hombre occidental
en su proceso histórico/cultural, aprendió a tratar y todavía trata el tema

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como algo «superfluo». Ya es un sitio común, pero es necesario decir que
la cultura capitalista/consumista heredada de la revolución industrial los
cambió en «elementos de producción» y al mismo tiempo en «elementos
de consumo». La vertiente puritana de la cultura reforzó la idea, con su-
gerencias tales como: «tiempo es dinero», «ocio es pecado», «El trabajo
es una forma de adoración a Dios», «el ocio es la oficina del demonio».
Imagínese el poder de tales valores en poblaciones católicas y lo que des-
de esos lemas se produjo de valor ético e moral desde el siglo XVIII y hasta
hoy. Todo el proceso de formación (educación) de nosotros, occidentales,
de la llamada civilización del ocio, hija de la revolución industrial, creó
en nuestra cultura la dicotomía entre trabajo y ocio, en la cual uno sig-
nifica «gozo», «placer», «premio» y al contrario, el otro, es relacionado
con sinónimos como, «dolor», «obligación», «pena». Donde la lógica es
primero el dolor, (uno tiene que trabajar), para tener después el «placer»
(después viene el fin de semana, las vacaciones, la jubilación). La lógica
en la escuela y en los hogares es la misma, primero el dolor de las obliga-
ciones, la tarea de la escuela, después el recreo, o después se puede mirar
a la tele, dicen las madres a sus niños. Es como la misma representación
de la historia de la Biblia: Dios ha trabajado seis días y muy cansado de
tantas obras magnificas, descansó en el séptimo-trabajo/descanso.

La existencia en horas

La tendencia que se proyecta es que el futuro se conforma de tiempo


sin trabajo. En el pasado las personas vivían 300.000 horas y trabajaban
120.000 de estas horas. Hoy nosotros vivimos 700.000 y trabajamos
70.000 horas. Vivimos más y trabajamos menos, pero no sabemos, o no
hemos aprendido cómo utilizar nuestras horas libres, o cómo ser creativos
en este tiempo libre.
El sociólogo del trabajo De Masi, declara que los directivos de las
empresas donde ha investigado, permanecen en sus oficinas de diez a
doce horas al día, llevan tareas para sus casas, llaman a la oficina desde la
playa, por que no saben, «qué hacer» fuera del contexto laboral. El hom-
bre moderno aprendió a valorar excesivamente el trabajo y después de 55
o 60 años, les quitan su puesto. El desarrollo de la medicina les permite
que vivan más o menos unos 30 años después de eso, pero no saben cómo
vivirlo (De Masi,1999).
El progreso, tecnológico y organizacional, permite la producción de
mayor número de bienes y servicios con menos trabajo humano. Eso se
traduce en más paro, un problema de muchos países, una vez que la prác-
tica predominante visualiza la economía y así mantener más personas en

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la empresa, implica más costes. Implica aún a más personas por las calles,
sin referencia de sí mismos, ya que nos valoramos a partir de lo que pro-
ducimos, o por lo que se puede comprar con lo que tenemos.
Hablar del ocio, desde la perspectiva de integrar mejor a las personas
entre si y con el medio en el que se vive, todavía es un tema que divide a
los estudiosos. Para algunos, tiempo libre es un tema que preocupa a los
ricos y a los que están en paro, para otros es de fundamental importancia
para la vida de las personas en el contexto existencial.
En el V Congresso Mundial do Lazer, en São Paulo, Brasil, se pre-
sentaron algunos datos sobre los hábitos de la población, sacados de
encuestas realizados por el Servicio Social del Comercio. Destaco, a
continuación, algunos datos sobre la ciudad de São Paulo, una de las más
grandes del mundo:
— 67%, ve la TV todos los días; 49%, nunca va al cine; 72%, nunca
van al teatro
— 30%, nunca va al parque y 62%, no practica ejercicios físicos.
Datos de Rio de Janeiro, otra gran población latinoamericana:
— 87%, ve la TV todos los días; 51%, nunca va al cine; 74%, nunca va
al teatro,
— 32%, nunca va a la playa y 50%, no practica ejercicios físicos.
El boletín sobre el empleo de la Organización Internacional del Tra-
bajo (OIT) indica que más de un billón de personas está en paro. ¿Qué
hacen estas personas en su tiempo? ¿Será que fueron orientadas para su,
digamos, tiempo disponible? Por lo que enseñan los datos del congreso
nos queda tan solo la preocupación y la seguridad de que, de verdad, la
gran mayoría de las personas no sabe utilizar bien su tiempo.
Los discursos del ocio están reservados a los círculos académicos, o
relacionados a la eficacia de la gestión, con el fin de un clima interno mas
positivo, que facilite la comunicación interna y por fin, la productividad,
se observa poca visión en la eficacia desde la conciencia del valor del ocio
por el mismo. La escuela se ha vuelto en una institución burocrática y se
ha alejado mucho de la función griega que está en la raíz de la palabra
«skholé».
Desde los años 1970 con el pasaje de Dumazedier por Brasil, el dis-
curso es lo mismo, alertase para la necesidad del ocio en beneficio de un
mundo mas humano en el futuro, con posibilidades de creatividad y rea-
lización pero nada más. Hace falta una educación para el tiempo en paro,
en el llamado tiempo libre y para el ocio. La escuela y demás instituciones
sociales siguen formando para el trabajo.
La realidad de Brasil no es la única. Por el mundo la gente vive de
forma semejante, trabajando mucho y elaborando unas identidades desde

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lo que producen. Paralelamente vivimos una realidad en la cual se dibuja
un mundo de otros valores, donde el ocio representaria un espacio para
que el ser se exprese integralmente. La necesidad de supervivencia no
pasa necesariamente por los vínculos con el trabajo de horarios fijos y en
los despachos cerrados. Vivimos un tiempo donde se prepara una nueva
relación de los hombres con el trabajo y con el ocio, pero seguimos nece-
sitando de una educación para este fin.

El hombre es faber y ludens

El hombre, en la sociedad actual, en el espacio urbano o rural nece-


sita trabajar para vivir. Eso es un hecho. Pero también es un hecho que
tenemos una naturaleza faber y otra ludens . Necesitamos hacer obras,
expresar la creatividad que enseña al entorno lo creativos que somos, pero
también existe la necesidad de juego y tiempo para ella (Huizinga, 1987)
Trabajar para la sociedad de ahora, significa sobrevivir. A través del
trabajo se obtiene la comida, vivienda, ropas etc. Se trabaja, todavía para
tener derecho al «descanso» o al «divertimento».
Huizinga (op.cit) considera que la designación de homo sapiens no
convenía tanto a nuestra especie como se había creído antes porque, a fin
de cuentas, no somos tan razonables como gustaba creer en el siglo XVIII.
Se le adjuntó la consideración de homo faber. Pero, faber, aún es menos
adecuado, porque podría ser aplicado a algunos animales. Ahora bien, lo
que ocurre con el hecho de fabricar sucede también con el hecho de jugar:
los animales juegan. Sin embargo, parece que el nombre de ludens, el
hombre que juega, expresa una función tan esencial como la de fabricar, y
merece, por lo tanto, ocupar su lugar junto al de homo faber.
Cuando observamos, en la medida de lo posible, el contenido de nues-
tras acciones, puede ocurrírsenos la idea que todo el hacer del hombre no
es más que un juego.
El trabajo es tan esperado socialmente que muchos hasta perciben que
es una forma de disfrute (ocio). Nuestra sociedad nos determina un mo-
delo de éxito cuyo lema es «producir» para «tener» y «tener» para «ser».
Tres casas en el pueblo, un piso en la ciudad bien montado, un coche de
paseo, otro cuatro por cuatro, una cuenta bancaria bien alimentada y esto
ya identifica que un hombre tiene éxito. No está mal, pero eso no es todo.
En nuestra vivencia observase que la sociedad desarrolla en las per-
sonas un culto al trabajo y edifica un hombre muy ocupado, lleno de lo
externo y vacío de si mismo. De esta realidad emerge la necesidad de la
psicología de los estudios sobre el «mal-estar», el sufrimiento psíquico
advenido de los valores reinantes en la sociedad que edificamos.

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Estar muy ocupado, en muchas organizaciones, es revelador de un
puesto o persona importante, mirar la agenda para saber si es posible o no
hacer algo, recibir o no a una persona, si hay tiempo en la larga lista de
obligaciones, es indicador de un «status». Tales valores se pueden encon-
trar fácilmente, en el comportamiento organizacional, donde las personas
hablan todo el tiempo de su falta de tiempo. Pues en la cultural interna, no
tener tiempo, tiene un cierto valor.

El vivir en 24 horas

El hombre de hoy, en general, trabaja ocho horas diarias. Se busca


una realidad donde las horas máximas de semana no pasen de las 28 ó
35 horas, pero de forma general el hombre común, cumple ocho horas
al día. Es evidente que esta fue, una conquista en la historia del trabajo
y de largos años de demandas laborales. Muy bien, se trabaja ocho, otras
ocho horas se destinan a dormir, reposo necesario para la reconstitución
biológica y vital para la supervivencia. Restan, entonces, ocho horas más,
que se distribuyen entre transporte, ida y vuelta entre el trabajo y el hogar,
alimentación, higiene corporal, tiempo para la familia y otras obligaciones
de orden personal o social que según los estudiosos del tema, no significa
ocio ni tampoco tiempo libre. El final de semana se llena con otras obliga-
ciones de orden familiar, social y personal, así ¿cual es el tiempo, verda-
deramente, libre?
El hombre común, aún respetadas sus horas obligatorias de trabajo,
no tiene tiempo en sus horarios, para otras actividades que signifiquen un
tiempo para el desarrollo de sus necesidades de «ser» por el mismo; hay
un entorno homogeneizante de valores acerca de cómo utilizar el tiempo.
Observando a la utilización del tiempo, Munné (1980) encuentra cua-
tro tipologías del tiempo social: el primero, es el tiempo psicobiológico
que es ocupado y dirigido por nuestras necesidades psíquicas y biológicas
elementales, éste englobaría el tiempo de descanso. El segundo, sería el
tiempo socioeconómico, que se relaciona al tiempo que empleamos para
suplir las necesidades económicas fundamentales, el tercero, el tiempo
sociocultural, que es dedicado a las acciones de demandas referentes a
la sociabilidad de los individuos; en este contexto, está el tiempo de la
recreación y finalmente, tendríamos el cuarto tiempo, el tiempo libre, refi-
riéndose a las acciones humanas que se realizan sin que ocurra una nece-
sidad externa actuando intensamente; sería un tiempo con un máximo de
autocondicionamiento y un mínimo de heterocondicionamiento.
El conocimiento de la dimensión temporal de la sociedad tiene sus
raíces en los problemas antológicos que confluyen para el fenómeno

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tiempo relacionado al trabajo y ocio. Pero, observase que el tiempo
posee un lado subjetivo / abstracto y aún es una perspectiva objetiva
/ concreta cuando «(...) imprime cierto ritmo de vida para la ocupa-
ción del tiempo social de producción / consumo y descanso» (Gómez,
1987:57).
La forma como representamos el tiempo está contenida en nuestra
concepción de mundo, se caracteriza tal cual a la cultura preponderan-
te. Así, el concepto de tiempo libre emerge con la industrialización de
las sociedades, se difunde con la constatación de los avances tecnoló-
gicos que demuestran una posibilidad de disminución de la jornada de
trabajo.

Ocio, una necesidad compleja

Los significados atribuidos al ocio están ligados a «divertimento» y


«descanso»; no es raro atribuir al ocio un sentido de «no hacer». Común-
mente, el significado del ocio se halla relacionado tan solo con «descan-
so», «holganza» y «vagar».
Conceptos así provocan entendimientos negativos, ora considerándolo
como «no hacer», vacío o «cosa de vagos», ora atribuyéndole poca pro-
fundidad, «cosa para pasar el tiempo».
Para Dumazedier, el ocio «es un conjunto de ocupaciones a las cuales
el individuo puede entregarse de libre voluntad, sea para reposar, sea para
divertirse, recrearse y entretenerse o aún para desarrollar su información
o formación desinteresada, su participación social voluntaria o libre ca-
pacidad creadora, después de cumplir sus obligaciones profesionales,
familiares y sociales».Esta definición, como tantas otras de su tiempo
son bases para muchas de las comprensiones del ocio y de sus factores
desencadenantes. Pero, observese en una mirada hacia la historia, que ta-
les construcciones se elaboran desde la visión de la realidad de los siglos
XVIII y XIX y más, desde la mirada económica y filosófica. En el siglo XX
y XXI, el ocio logra acceso al pensamiento de áreas como la psicología, la
antropología, la pedagogía y su comprensión se alarga. Su posibilidad se
amplia y se le determina como un fenómeno complejo, haciendo evidente
que la tentativa de reunir, precisar y matizar este concepto recurriendo a
términos como tiempo libre, recreación, hobby, o diversión, confunden y
fragmentan su significación más plena.
Algunas comprensiones actuales del ocio merecen ser observadas por
su relación respecto a la realidad actual y por reunir un consenso de gru-
pos. La carta sobre la Educación para el Ocio de World Leisure & Recrea-
ción Association-WLRA por ejemplo, nos ofrece que:

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«(…) El ocio se refiere a un campo específico de la experiencia hu-
mana, con sus propias ventajas, incluyendo la libertad de elegir, creativi-
dad, satisfacción, disfrute, mayor placer y felicidad. El ocio comprende
diversas formas de expresión y actividad cuyos elementos son a menudo
de naturaleza física, como asimismo intelectual, social, artística o espiri-
tual. El ocio es un importante recurso para el desarrollo personal, social
y económico y es un aspecto importante de la calidad de vida. El ocio es
asimismo un bien cultural y una industria que crea empleo, mercancías
y servicios. Factores políticos, económicos, sociales, culturales y del en-
torno pueden realzar u obstaculizar el ocio. El ocio promueve la salud
general y el bienestar, ofreciendo una gama de oportunidades que le per-
miten a individuos y grupos elegir actividades y experiencias adecuadas
a sus propias necesidades, intereses y preferencias. La gente alcanza su
mayor potencial en el tiempo libre cuando toma parte en las decisiones
que determinan las condiciones de dicho ocio. El ocio es un derecho
humano fundamental, tal como la educación, el trabajo y la salud son
derechos, y nadie debiera ser privado de este derecho por razones de
género, orientación sexual, edad, raza, religión, credo, estado de salud,
desventaja física o situación económica…» (WLRA-1993).

Se observa en este recorte del texto de la referida Asociación, la am-


plitud que sugiere el término. La comprensión de lo que es el ocio, com-
plejo y amplio. Pero queda claro que se trata de un documento que facilita
comprensiones y caminos para visualizar soluciones y políticas públicas
respecto al ocio y tan solo, desde ahí, queda todavía mucho camino que
recorrer para hacer, en términos de realidad práctica, lo que el documento
deja en suspenso.
Otra comprensión de ocio llama la atención en el presente. Es la de-
finición de Ocio Autotélico fruto de las investigaciones del Profesor Ma-
nuel Cuenca Cabeza del Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad
de Deusto.
En esta concepción:

«el ocio es una experiencia integral de la persona y un derecho humano


básico: una experiencia humana compleja (direccional y multidimensio-
nal), centrada en actuaciones queridas (no casuales, libres, satisfacto-
rias), autotélicas (fin en si mismas) y personales (individual y social); y
un derecho humano básico que favorece el desarrollo personal y social»
(Cuenca, 2003; 2004)

Esta visión nos sitúa en el carácter experiencial del ocio que se inserta
en la existencia por las actitudes que genera frente a la vida. Habla de rea-
lización personal, identificación, conocerse a uno mismo y al otro, huir de
la monotonía, cuidar de la salud.

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Dimensiones del ocio

Joffre Dumazedier, el creador de la llamada «Sociología del Ocio»,


nos enseñas las actividades del ocio en dimensiones como físicas, ma-
nuales, intelectuales, artísticas y sociales. Así las definió centrado en los
principios culturales de cada actividad. Las actividades físicas se refieren
eficazmente a la consolidación del bienestar físico del individuo, son las
caminadas, prácticas de ejercicios en áreas apropiadas, pistas, etc. En es-
tas actividades predominan intereses estéticos, asociativos, contemplación
a la naturaleza y el bienestar consigo mismo.
Por actividades manuales se entiende el placer de «manipular», «explo-
rar» y «transformar» la naturaleza. Son actividades como, cuidar del jardín,
montar/desmontar, crear aparatos electrónicos y mucho más. Las manos son
fuente de expresión gestual y también manifiestan la capacidad creadora del
hombre, que hoy esta limitada al sistema del «todo pronto». Para muchas
personas es vital dar libertad para esa potencialidad creadora.
Se entiende por actividad artística, la práctica y la asistencia de todas
las formas de cultura erudita conceptuadas como arte, como el teatro, la
literatura, el cinema, las artes plásticas, escénicas etc. A través de estas ac-
tividades se liberan los sueños, aventuras, fantasías, creatividad, belleza,
encantamiento etc.
Otras actividades como las fiestas, maquillaje, creación de piezas de
vestuario, mercenarias, artesanías, etc., son fuentes de expresiones artísti-
cas que pueden ser consideradas actividades artísticas de ocio. El ocio es
un tiempo precioso para el ejercicio del conocimiento y satisfacción de la
curiosidad intelectual en todos los campos, sea a través de conversación
aparentemente banal con los amigos o a través de la visión de programas
por medios electrónicos o a través de la investigación especializada.
En todas las actividades de ocio hay un fuerte contenido de sociabili-
dad, expreso en el contacto con las personas, esa actividad de ocio asocia-
tivo tiene su carácter centrado en el contacto con las personas.
La perspectiva «física» lleva a cuidar eficazmente del cuerpo físico a tra-
vés de la buena alimentación, flexibilidad, relax, respiración y movimientos
diversos, como la danza, la acrobacia, el deporte, todos convergiendo para la
consolidación del bienestar físico y para la facilitación de obtención de los
mejores resultados de las otras dimensiones. Mente y cuerpo sanos.
Se considera que las perspectivas «sociales y emocionales» están vin-
culadas porque es a través del contacto con los demás cómo la vida emo-
cional se manifiesta. Éstas están centradas en las relaciones interpersona-
les, en la comunicación, favoreciendo la apertura personal, el intercambio
de valores y sentimientos. Permiten expresar la motivación, el entusias-
mo, la alegría y el placer, que, cuando son bien trabajados, propician un

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clima de flexibilidad e interacciones autenticas entre las personas. Puede
propiciar una base importante para la relación entre interdependencia y
cooperación tan necesaria en el trabajo en equipo.
Aunque todas las dimensiones son importantes, el equilibrio es posible
cuando se trabaja conscientemente todas las dimensiones de un modo ajustado.
Otra posible mirada hacia las dimensiones del ocio está representada
en el cuadro siguiente, en el cual, desde la comprensión del ocio autotéli-
co de Cuenca (op. cit), se muestran las dimensiones así sintetizadas:

Tabla 1
Las dimensiones del ocio autotélico

Dimensiones Ámbitos personales y sociales Actividades

Desarrollo personal Artes


Autoafirmación Turismo alternativo
Creativa Introspección Nuevos deportes
Reflexión Deportes de aventura
Ejercicio mental y fisico Hobbies
Descanso Juego
Diversión Práctica cultural
Integración Turismo tradicional
Lúdica
Práctica deportiva
Paseos
Tertulia
Autoafirmación colectiva Fiesta
Heterodescubrimiento Patrimonio
Apertura a los demás Folklore
Socialización Turismo cultural
Festiva
Ruptura de cotidianeidad Deporte espectáculo
Sentido de pertenencia Eventos
Transgresión Parques temáticos
Parques de atracciones
Vinculación al espacio Recreación al aire libre
Capacidad de admiración Turismo urbano
Ambiental/ Contemplación Arte en la calle
ecológica Turismo rural
Ecoturismo
Deporte al aire libre
Vivencia del otro Ocio comunitario
Participación asociativa Animación sociocultural
Gratuidad Animación turística
Solidaria Voluntariedad Turismo social
Cooperación Deporte para todos
Asociacionismo
Educación del tiempo libre
Fuente: adaptado de Cuenca (2003) y San Salvador del Valle (2000)

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La fiesta supone un cambio en la percepción temporal. Donde hay
una fiesta hay gente para celebrar algún acontecimiento. Se convoca la
alegría, el entretenimiento y el tiempo se cambia en algo más agradable.
Así, la dimensión festiva del ocio posibilita fruición elevada, pues elimina
la participación fragmentada, en la fiesta todos son actores, no hay es-
pectadores. Se participa desde la organización, el evento, y lo que queda
para recordar. Son cosas placenteras que convoca esta dimensión del ocio
autotélico.
La dimensión lúdica se relaciona con el juego y contribuyen al de-
sarrollo integral de la persona, incrementan las capacidades motoras,
promocionan las interacciones sociales, beneficiando a la salud corporal
y mental.
La dimensión ecológica o ambiental, relacionase con los pro-
cesos de vinculación al espacio, con la capacidad de admi-
ración de un sitio, con la contemplación. Proporciona el tan desea-
do encuentro con la naturaleza, desde la perspectiva del gozo.
Prevalece en esta dimensión, la diversión y la relajación en medio a la
naturaleza. Paseos por los jardines, parques naturales, por el campo, el
turismo rural, los deportes al aire libre, la playa y la montaña, son algunos
de los ejemplos, de los entornos naturales de los que se puede disfrutar.
La dimensión creativa del ocio se encuentra relacionada con el potencial
creativo. Se relaciona con ella todo lo que convoca el pensamiento creador:
música, organizar las notas hasta producir el sonido que simboliza un senti-
miento. Crear una coreografía que represente un mensaje, pintar un cuadro,
producir una película, desarrollar un aparato, son muchas posibilidades de
esta dimensión. Promociona el desarrollo personal, mediante el aprendiza-
je y la formación. Es un ocio que se diferencia de los demás por su natura-
leza reflexiva, produce un sentimiento gratificante de autorrealización.
La dimensión solidaria llama la atención para un tipo de ocio que
se desarrolla desde la atención en ayudar a los demás. Se observa en la
sociedad capitalista, el surgimiento de las ONG que destinan su ayuda
a determinados segmentos sociales con algún tipo de carencia. Pero, los
diferentes tipos de actividades solidarias surgen en este entorno de ocio,
desde las más básicas, como es colaborar en el mantenimiento de casa
ordenando los objetos personales, en la elaboración de las comidas para la
familia, en actividades de limpieza del hogar, en la adquisición de las co-
sas que uno necesite. La ayuda, actividad destinada con placer hacia una
causa, genera la percepción positiva de esta acción para quien la ejecuta y
le da sentido. Así, ayudar a algún miembro de la familia en su trabajo, en
el cuidado de algún familiar, colaborar con algún vecino, actuar en alguna
actividad solidaria organizada por el colegio, la parroquia, una ONG u
otras instituciones son experiencias de esta dimensión.

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En estas dimensiones se observa la ampliación en el entendimiento
del fenómeno del ocio, expreso en la concepción del ocio autotélico. Se
puede constatar su aplicabilidad a los procesos actuales desde las prác-
ticas y las experiencias humanas en una sociedad que se muestra como
la actual, diversa, compleja y plural.

Consideraciones finales

Podemos concluir que los efectos benéficos de una vida equilibra-


da, donde haya tiempo/espacio para trabajar, producir y dejar que las
«potencialidades» humanas fluyan, volviendo al hombre más creativo,
más productivo y sobre todo, más humano es una posibilidad en los
tiempos actuales. Obsérvese también que es posible equilibrar el tra-
bajo y el ocio, sin el trauma de la dicotomía «dolor/placer», inserto en
nuestras creencias en los procesos de «convivencia social», o de «edu-
cación».
Pero, todavía, hace falta una comprensión de esa realidad bajo lo
que elegimos y aprendemos a valorar, hasta ahora, por cuenta de nues-
tra narrativa cultural.
Todavía la experiencia nos enseña que estamos lejos de comprender
las implicaciones benéficas de una vida intercalada de ocio y trabajo,
espontáneamente y conscientemente. La percepción creciente del valor
del ocio, aún es incipiente y urge a las organizaciones y a la sociedad
en general, comprender tal sentido en beneficio de un ambiente más
sano, productivo y lleno de creatividad.
Se hace necesario difundir los valores del ocio, interprétalo en el
contexto de la vida cotidiana, dentro de reflexiones en la sociedad so-
bre sus efectos, lo que implica en un cambio cultural. Es vital informar,
en los procesos educativos, visualizando amenizar los prejuicios sobre
el tema que son generadores de actitudes negativas.
El ocio aunque complejo, se expresa en actividades que se realizan
por la busca de experiencias sencillas, pero con un sentido subjetivo in-
tenso como ir al cine para descargar tensiones del trabajo, o simplemente
buscar una emoción. O quebrar la rutina sedentaria con una carrera en
bicicleta, un partido de fútbol entre amigos en cualquier sitio, aunque en
la playa, adquiere otro sentido. Asistir a una ponencia sobre un tema que
se aprecie sin compromiso ajeno, leer lo que se gusta, frecuentar un gru-
po informal o formalmente, bailar, componer una canción, pintar, viajar,
ayudar, etc. sin ninguna obligación, y un solo compromiso: el placer de la
experiencia.

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Cada vez más rápido
José Carlos Andrés

Introducción—algunas preguntas

Iniciamos este capítulo con un recuerdo personal de hace unos ca-


torce años, justo después del verano olímpico de Barcelona ’92, en el
año académico ‘92/’93 cuando yo era estudiante Erasmus en Manches-
ter. Sin teléfonos móviles (ni SMS’s), sin internet (ni correo electrónico,
ni Google), sin líneas aéreas de bajo coste, y con un presupuesto muy
reducido para el ocio (pero con ganas de conocer mundo), algunos de
los estudiantes que entonces estábamos en la Manchester Metropolitan
University, viajábamos con cierta frecuencia en los autobuses de Na-
cional Express a lugares cercanos como Chester, Liverpool, Blackpool,
Stratford upon Avon, Edimburgo, etc… y como no, al aeropuerto de
Heathrow para regresar a Bilbao en las vacaciones de Navidad y Sema-
na Santa…
Años más tarde, en enero del 2006, un sábado por la mañana es-
taba a punto de regresar a Reus desde el aeropuerto John Lennon de
Liverpool, después de una reunión el día anterior en Manchester con
la agencia de medios (los que compran los espacios publicitarios de
PortAventura en el Reino Unido e Irlanda). Observando los destinos
de salida de aviones (casi totalmente monopolizados por Ryan Air) y
el perfil de viajero que ya a las seis y media de la mañana llenaba el
aeropuerto, entendí de repente que la popularización de las «low cost»
es ya un fenómeno imparable. Tuve la sensación de que las mismas
personas que catorce años antes viajaban en autobús con National Ex-
press eran quienes ahora se disponían a llenar los aviones con destino

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a Roma, Barcelona, Copenhague, Reus, etc.., en un fenómeno cada vez
más frecuente de «escapada de varios días». Es cierto que ahora había
más cámaras digitales, más ropa de marca (y más marcas conocidas) y
muchísimos más teléfonos móviles, pero también lo fundamental (desa-
yunar después de haber hecho el embarque) parecía no haber cambiado
tanto, las magdalenas (muffins) parecían las mismas que hace ya unos
años en el Manchester de aquella lejana época de estudiante.
¿Cuántos de nosotros nos sentimos reconocidos? ¿Cuántos hemos
hecho algún viaje a alguna ciudad europea que, de no haber sido por
la tarifa tan atractiva, no habría tenido lugar? ¿Cuántos estamos/estáis
ahora incluso organizando un viaje con vuestros padres o amigos, vo-
lando con una «low cost»? Lo cierto es que a casi todos nos gusta viajar,
probar cosas nuevas, y a todos nos gusta llevar móvil y recibir un SMS
y responderlo «inmediatamente», nos hace sentirnos «conectados», per-
tenecer a algo.
En ocasiones, tengo la oportunidad de dar conferencias a estudiantes
de Turismo, o de Comunicación-Imagen, en Facultades de Universidades
de Tarragona y de Barcelona. Me gusta, para romper el hielo, iniciar las se-
siones con una serie de preguntas directas que sirven para crear conexión,
y para explicar que, lo queramos o no, tomamos multitud de decisiones
«de consumo» cada día. También, irremediablemente, somos el público
objetivo (target group) de muchos planes de marketing de distintas marcas
y compañías en los más variados sectores:

— ¿Cuántos bebéis Coca Cola cada día?


— ¿Qué coche os gustaría tener y no os lo habéis comprado?
— ¿Cuántos navegáis en Internet cada día?.... ¿hay alguien que no ten-
ga TV?
— ¿Qué pensáis de Mercadona, y de Eroski?
— ¿A qué lugar volveréis seguro, después de haber pasado unas buenas
vacaciones?
— ¿Os pasa alguna vez que vais a comprar algo y «dudáis-no sa-
béis»?
— ¿Qué os parece Starbucks? ¿Quién no ha ido nunca a Ikea?
— ¿Cuántos vais a ver una película al cine después del consejo de al-
gún amigo?

El ocio cumple una necesidad de «equilibrio» en la vida. Las famo-


sas «bien ganadas vacaciones» de hace unos años en largos y ociosos
meses de agosto se van convirtiendo cada vez más para cada vez más
personas en varios períodos cada vez más cortos, repartidos entre Se-
mana Santa, Verano y Navidades…, con alguna escapada incluso de

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tres/cuatro días aprovechando los puentes más favorables…, la ten-
dencia de viajar más parece imparable. Añadamos el mayor número de
personas que a corto y medio plazo trabajarán «desde casa», gracias a
las nuevas tecnologías, la cada día mayor cantidad de procesos que se
gestionan desde la red: de nuevo con los aviones, ahora existe la posibi-
lidad de comprar los billetes desde casa, sin siquiera llegar a emitirlos.
El embarque se puede hacer también de manera electrónica. De alguna
manera, cada uno de nosotros, con Google, un calendario y nuestro
presupuesto particular, nos hemos convertido de repente en Agencias
de Viajes, desde casa, con la misma facilidad con la que vamos al ae-
ropuerto en fechas hasta hace bien poco impensables en el contexto
familiar del ocio.
Este capítulo se plantea desde un punto de vista especial (como lo
es el poder observar a miles de visitantes cada día en PortAventura: ru-
sos, portugueses, franceses, irlandeses, españoles (catalanes, aragoneses,
valencianos, vascos, madrileños...), y sin la vocación de testar hipótesis
previas con objetividad y metodologías cuantitativas representativas del
universo de la población española. Al contrario, el espíritu del texto es
reflexionar desde el día a día de la gestión comercial y de marketing de
una marca (y un departamento, los que estamos detrás moviendo tantas
estrategias y acciones que esperamos funcionen) para ilusionar por un
producto/marca y convertirlo en destino a miles de visitantes cada año,
esperando que queden satisfechos y hablen bien a su entorno de su es-
tancia en PortAventura. Para ello, pondremos en común algunas de las
preguntas y retos que ocupan parte de nuestro tiempo, con la vocación de
proporcionar al lector una visión más amplia de las prácticas de ocio de
la población en España, y también con la intención de hacerle reflexionar
con nuevos puntos de vista.
Si hay un tópico que es absolutamente cierto es aquel de «el consu-
midor siempre tiene la razón»; es muy probable incluso, que más de uno
de los lectores esté revisando este texto desde internet, quizás mientras
está escuchando música en su iPod, o habla con un amigo que está en otro
país, gracias a Skype, como si lo hubieran hecho toda la vida. Estos son
hábitos muy nuevos pero ya perfectamente asumidos, ahí está una de las
claves del futuro: seguir encontrando necesidades insatisfechas para resol-
verlas. Y lo podemos analizar desde el punto de vista de los gestores que
«lanzan propuestas-productos-servicios» o desde el de los consumidores
que «nos adaptamos a ellas». Cuando se diseñaron los teléfonos móviles,
nadie pensó que la opción de los SMS’s generaría tal volumen de tráfico;
a día de hoy se han vendido en el mundo más de cien millones de iPod’s,
un producto que se presentó al mercado en octubre del 2001 (La Vanguar-
dia, 2007).

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Probablemente, mi padre nunca se planteó ir de vacaciones a Londres
cuatro días a ver un partido de fútbol y un par de musicales, echando
de paso un vistazo por alguna librería y tiendas de discos. Una realidad
demasiado lejana a su día a día, y si lo hubiera hecho habría sido algo ex-
cepcional. Incluso yo mismo, que nací en mil novecientos setenta, cuando
las televisiones eran aún en blanco y negro, nunca habría pensado con
diez años que ahora, con treinta y siete, la vida fuera tan diferente, sobre
todo en aspectos tecnológicos. Con total seguridad para mi hija Sofía, que
en breve tendrá seis meses, relacionarse con el mundo desde internet será
tan normal como que el sol salga cada día, y las fronteras y límites entre
países de principios de éste siglo XX serán cada vez menos relevantes para
ella y sus amigos y amigas, que vivirán un mundo más global, si cabe.
Todo esto ha ocurrido en menos de cincuenta años, y si de algo podemos
tener certeza es que se impulsará y no irá más lento sino, seguro, mucho
más rápido. Quizás el cambio tecnológico (con una velocidad de vértigo
—simplemente hagamos el ejercicio de recordar cuántos teléfonos móvi-
les hemos tenido hasta la fecha— es el que más nos ayuda, condiciona y
afecta a todos.

Cómo entender los datos macro y conciliarlos con nuestra realidad


diaria

Nuestra vida es única, tal y como lo es nuestra experiencia del mun-


do, y las conclusiones que nos llegan de macro datos (como los estudios
que recurrentemente se publican en prensa y afirman que países del
norte de Europa, con Dinamarca a la cabeza, tienen rentas más altas y
son más felices, aunque en invierno tengan menos horas de luz) son,
en ocasiones, difíciles de «entender del todo», y sobre todo de conciliar
versus nuestra experiencia «individual e intransferible», porque nuestra
experiencia vital es personal, y a lo sumo, tenemos la suerte de conocer
y mantener abiertas relaciones con varias decenas de personas que nos
son cercanas, pero de ahí a conseguir entender en toda su profundidad
los macro datos que aparecen en los periódicos o tertulias radiofónicas,
eso es un gran reto para la razón.
Con un universo cada vez más fragmentado que hace que la suma de
las personas y circunstancias que componen un ciudad, un país, sea cada
vez más heterogénea (por tribus urbanas, por perfiles demográficos, por
renta disponible, por estudios universitarios, por creencias religiosas,
etc…), resulta todo un reto intentar buscar los motivos comunes que
aglutinen factores de cambio en un sector tan fragmentado como el del
ocio, que incluiría desde el rato entre semana con los amigos después de

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haber acabado la jornada de trabajo, pasando por la reunión en el club
de montaña para preparar la escapada a la montaña del fin de semana
que viene, incluyendo también el viaje de bodas de plata con los abuelos
a Roma, todos los tíos y primos, algo que no se había hecho nunca en la
familia antes.
Resulta pues complicado predecir la evolución del uso del tiempo de
ocio agrupado por capítulos (familia, amigos, uno mismo), pero los indi-
viduos seguiremos disfrutando de esferas de cercanía (la familia, incon-
dicional; la pareja e hijos, una decisión propia; los amigos o cuadrilla,
también decisión propia) que nos ayudan a sentirnos ligados a un lugar
determinado y sentirnos parte de una comunidad, desarrollando el sen-
tido de pertenencia. Hace unos días leí una entrevista en un suplemento
dominical a un actor que había nacido en Francia y después, con pocos
años, había vuelto a España. Él se declaraba «de Madrid», sin que hu-
biera ningún trasfondo político, después de años de ser el «español» en
Francia y el «francés» en España. Resulta sencillo de entender, la idea
«Madrid» (si bien una gran ciudad, y en ocasiones caótica e inabarca-
ble del todo) es mucho más tangible que la idea «Francia» o «España»,
obviamente sin entrar en concepto político alguno. Esta será también
una de las tendencias de futuro: la combinación del pragmatismo «soy
de Madrid» con «me muevo por otra esfera más grande, que a veces es
Europa, y en ocasiones el Mundo».

Un poco de historia: Parques temáticos

Al hablar de Parques Temáticos, tratamos un sector con unas raíces


que se remontan al siglo XIX; éste no es un sector que surge de la noche
a la mañana a mediados de los sesenta en pleno siglo XX en Estados
Unidos, porque sí. El origen más antiguo de este negocio está en las
ferias rurales, que surgen a mediados del siglo XIX, ahí se empezaron a
desarrollar los primeros «parques de entretenimiento».
Un punto de inflexión es ya el siglo XX, en el momento en el que
Carl Lámele abre una zona de sus estudios de cine de Universal al
público en 1963, dando lugar al primer parque temático de Universal:
«Universal Studios Hollywood»
Posteriormente, Walt Disney construye en 1973 en Orlando (Flo-
rida), el primer parque de una de las marcas quizás más conocidas del
mundo: «Disney World», siendo el precursor y ‘visionario’ de una zona
turística que hoy es destino de parques temáticos a nivel mundial. En el
siguiente cuadro, podemos observar la evolución de los escenarios re-
creativos y de entretenimiento en distintas épocas:

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Tabla 1

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Evolución de los escenarios recreativos, según Botterill (1993)

Premodernidad Modernidad Tardomodernidad


(1500-1850) (1850-1960) (a partir de 1960)
Forma Feria Parque de Atracciones Parque Temático
Feria de San Bartolomé, Coney Island, Nueva York Walt Disney World, Orlando
Caso
Londres
Lugar Calle Frente marítimo Suburbio
Límites Abierto Semiabierto Cerrado
Tiempo Calendario religioso Estacional Anual
Festival religioso/intercam- Beneficio económico/civismo/ Dividendos/puestos de trabajo/
Motivación
bio de bienes diversión placer
Propósito Expresión Educación/cultura Entretenimiento
Audiencia Peregrino/Agricultor Obrero Clase media
Sistema Comunitario Monopolio Oligopolio

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Transporte Andar/Caballo Tranvía Coche/avión
Modo Alegoría Hechos Hiperrealidad/Simulacro
Producto Hecho por Hecho para Consumo/Promoción
Referencia Iglesia/Monarquía Cultura distinguida Vida cotidiana/Tecnología
Símbolo animal Cerdo Elefante Ratón
Fuente: Antón. S. (2005:27)
Los Parques Temáticos son atracciones turísticas (como lo pueden ser
los museos, acuarios, ciudades de las ciencias, zoológicos, etc.) y se basan
en temas concretos (como pueden serlo el cine, algunas áreas geográficas
del planeta, otros conceptos como el agua, etc..). Una parte fundamental
del diseño y gestión de los parques temáticos es la integración activa del
visitante, ya sea en atracciones, espectáculos e incluso oferta gastronómi-
ca, para generar una experiencia única, fuera de lo habitual.
En España, a finales de los años 60 se comenzaron a construir los pri-
meros parques de atracciones, como complemento de ocio en las ciudades
más grandes, y que en años posteriores también empezaron a trabajar y
desarrollar la oferta turística. En los años 90 surgen los parques temáticos,
que a diferencia de los parques de ocio, buscan ser destinos en sí mismos
a través de una oferta mucho más amplia. En Mayo de 1995, se inaugura
PortAventura, primer parque temático en España.
Durante el año 2006, se estima que la facturación de los parques de
ocio se ha situado en torno a los 600 millones de euros. La facturación
en el 2005, fue de 206 millones de euros para los parques temáticos, 176
millones de euros para los zoológicos, 121 millones de euros para los par-
ques acuáticos y 45 millones de euros para los parques de atracciones (El
País de los negocios, 2007).
A nivel mundial, el mercado norteamericano es el líder claro en cuanto
a ingresos y visitas de parques temáticos, con Europa situado en tercer lugar
después de Asia/Pacífico, tal y como podemos observar en la tabla adjunta:

Tabla 2
Principales magnitudes sobre parques temáticos, 2000
Mio$
N.º Mio Mio$ Inversiones
% % % %
Parques Visitas Ingresos nuevas
atracciones
EEUU-
112 33 226 41 6.762 49 11 35
Canadá
Europa 83 24 101 19 2.208 16 55 17
Asia/Pacífico 119 35 188 34 4.416 32 145 46
Resto del
28 8 30 6 414 3 10 3
Mundo
Total 342 545 13.800 321
Fuente: Antón, S. (2005:70)

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Experiencias únicas

Todos buscamos experiencias únicas en nuestro tiempo de ocio,


como pueden serlo las giras de U2 o de los Rolling Stones, que resul-
tan éxitos asegurados desde hace años por una serie de factores como
la fuerza de sus marcas, la excelente gestión y producción de los es-
pectáculos en directo y la calidad de su música.
O como el Circo del Sol, que ha sabido reinventar un sector que
parecía herido de muerte (el circo) con producciones de altísimo nivel
estético y trece espectáulos y varias compañías en todo el mundo llevan-
do a cabo espectáculos propios. La misma tendencia se observa en los
deportes: no es lo mismo ir a ver una final del Mundial de fútbol que se
juega cada cuatro años o ir a ver unas Olimpiadas, que ir a ver jugar al
equipo de fútbol o de baloncesto de la ciudad en la que uno reside.
Aún recuerdo como me sorprendió hace unos meses, mientras ha-
blaba con una compañera de trabajo, que me dijera que se iban a ir de
vacaciones a Las Vegas su marido y ella para poder ver el espectáculo
«Love» del Circo del Sol, porque desde que vieron «Alegria» en Barce-
lona se había hecho fans y les gustaba ver todo lo que hacía esta compa-
ñía tan especial.
Tampoco resulta comparable la visita de una tarde a las barracas (fe-
ria) que ponen en el parque de la ciudad en fiestas con ir a un Parque Te-
mático (ya sea en Tarragona, París o Florida); es algo bastante diferente.
O incluso en la restauración, independientemente de que hablemos de la
pizzería más normal o del restaurante de nueva cocina tailandesa, cada
vez a más personas lo que nos gusta es precisamente éso: experimentar
aquellas propuestas verdaderamente únicas, normalmente lejos del al-
cance de la mano en nuestro día a día.
Con muy buen criterio, en inglés el sector del Ocio se denomina «En-
tertainment-entretenimiento», Scmetterer (2003) lo explica muy bien:

«For the first half of the twentieth century, entertainment wasn`t at


the center of life, it was on the sidelines. It was what you did on Saturday
night —a movie, a dance, a concert—. Later, with television, entertain-
ment got bigger. You no longer had to go out to be entertained. In the
twenty first century, entertainment is America´s national pastime. Be-
yond the outrageous amounts of different entertainment-driven media
that we consume each day, the entertainment experience has pervaded
even the most mundane activities of our daily lives. Supermarkets, retail
stores, airlines, banks, restaurants, hotels,.… more and more, entertain-
ment is the deciding factor in where we shop and what we consume. We
don’t simply run errands anymore, we consume experiences. The bigger,
the better.» (Scmetterer, 2003:159)

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«Durante la primera mitad del siglo XX, el entretenimiento (ocio)
no estaba en el centro de la vida, estaba en los lados. Entretenimiento
era lo que hacías los sábados por la noche —ver una película, ir a bai-
lar, un concierto—. Más tarde, con la televisión, el ocio se hizo más
grande. Ya no hacía falta salir de casa para ser entretenido. En el siglo
XXI, el entretenimiento es la pasión nacional en América. Más allá de
las escalofriantes cifras que consumimos en los medios cada día en
entretenimiento, la experiencia del entretenimiento prevalece incluso
en las actividades más cotidianas de nuestras vidas. Supermercados
tiendas, líneas aéreas, bancos, restaurantes, hoteles,…cada vez más, el
entretenimiento es el factor clave a la hora de decidir dónde comprar y
qué consumir. Ya no vamos por ahí dando vueltas sin más, consumimos
experiencias. Cuanto más grandes, mejor.»

Obviamente, la reflexión habla del consumo de productos y de


medios de comunicación, en ocasiones íntimamente mezclados con el
ocio. El ejemplo de los cada vez más numerosos centros comerciales
es revelador para los Estados Unidos, pero es perfectamente válido
para España también. En la actualidad, resulta un motivo de interés
para los consumidores de ciudades que no son las dos grandes capitales
(Barcelona y Madrid), el hecho de que se inaugure un Ikea, un FNAC,
o un Corte Inglés. Y también, en ocasiones, la ausencia de un Ikea (es
sólo un ejemplo) en la ciudad dónde uno reside (pongamos Tarragona)
justifica una visita de un día (como si fuera un destino turístico) a otra
ciudad que está a más de cien kilómetros sin que finalmente se ejecute
compra alguna:
— «Hemos ido a Ikea a Barcelona», es el resumen del viaje de ida y
vuelta en el día que uno comenta con sus amigos, independiente-
mente de tener veintipocos años y haber ido con la idea de amueblar
el primer piso de alquiler o tener cuarenta años y haber ido pensando
en amueblar el apartamento de la playa.
— «Y nos hemos encontrado con los vecinos del cuarto y con uno que
estudió conmigo en Barcelona y que hacía diez años que no veía»,
es la frase que cierra el capítulo de Ikea en un fin de semana.
Podemos aportar otra visión de lo que es el ocio, o el famoso entrete-
nimiento de los anglosajones. Como decía Mercury (2002), líder y cantan-
te de los legendarios Queen:

«I like people to go away from a Queen show feeling fully entertai-


ned, having had a good time, I think Queen songs are pure escapism, like
going to see a good film. After that, they go away and say it was great,
and go back to their problems»

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«Me gusta que la gente salga de un concierto de Queen habiéndoselo
pasado muy bien, habiendo sido entretenidos, creo que las canciones de
Queen son puro escapismo. Después del concierto se van y dicen que
estuvo genial, y vuelven a sus problemas».

Diferenciación

Mirar al pasado y explicarlo es mucho más fácil que decidir hoy, aquí
y ahora las tendencias y nuevos mercados/hábitos que pueden ser clave
en varios años. Veamos dos ejemplos diferentes entre sí, dos dimensiones
distintas del ocio: Bilbao y Nokia:
1. «Bilbao is home to some 1 million Basque-nearly half the inha-
bitants of the surrounding Basque Country. It was once thriving, but by
1989 it was in state of deterioration. That year, the Basques hatched an
ambitious urban-renewal program to transform the city into a modern-day
commercial, cultural, and recreational center that would attract business
and tourists from around the world. Part of this plan was to create a mu-
seum of contemporary art, designed by one of the world’s great architects.
Who did the leaders of Bilbao want to run the museum? Thomas Krens.
When the invitation came, Krens had been looking at locations for a sate-
llite museum in Spain. But Bilbao wasn’t one of them. He wasn’t interes-
ted. Still, he met with the president of the Basque country-and gave him
a list of condition she never thought would be accepted. For openers, the
president would have to agree in advance to build the greatest building of
the twentieth century-and not only would be the Guggenheim get to pick
the site, Krens would submit the names of three architects from among
which the president could choose. In additions, the Basques would have
to subsidize the cost. The Guggenheim would loan part of the collection,
but Krens would need a multi-dollar acquisition fund to buy new works
of art. And he’d need $20 million to go forward, non-refundable. When
Krens was finished, he got up to leave. Suddenly, the president reached
across the table and said, «you’ve got a deal». It happened just like that.
At the initial meeting, Kresn had told the Basque president to ‘think big’.
The Guggenheim Bilbao, designed by Frank Ghery, is nearly double the
height and length of the Centre Georges Pompidou. A single gallery is
large enough to hold two 747’s. Krens always believed that if the museum
where interesting enough, people would go to it-wherever it was. The
Guggenheim Bilbao has proved that theory. The Guggenheim had projec-
ted 485.000 visitors in the first year-it lured 1.50 million. In one stroke,
it changed the fortunes of the Basque country. In the first year alone, the
museum brought in $250million in increased tourist spending and $45

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million in new tax revenues. The second year the numbers were even bet-
ter. As of the end of the year 2000, the Guggenheim Bilbao was receiving
almost 4.000 visitors a day. The only museum in Spain that gets better
attendance is the Prado» (Schmetterer, 2003:145)
«Bilbao es el hogar de 1 millón de vascos, casi la mitad de los ha-
bitantes del País Vasco. Con un pasado floreciente, en 1989 se hallaba
en una situación preocupante. Ese año, los vascos idearon un ambicioso
programa de renovación urbano para transformar la ciudad en un moder-
no centro recreativo, comercial y cultural que atrajera negocios y turistas
de todo el mundo. Parte de éste plan consistía en crear un museo de arte
contemporáneo, diseñado por uno de los mejores arquitectos del mundo.
¿Quién querían los líderes de Bilbao que dirigiera el museo? Thomas
Krens. Cuando le llegó la invitación, Krens había estado buscando locali-
zaciones para un museo satélite en España. Pero Bilbao no era uno de las
ciudades que se contemplaban. Él no estaba interesado. Sin embargo, se
reunió con el presidente del País Vasco y le dio una lista de condiciones
que pensó nunca serían aceptadas. Para empezar, el presidente debería
aceptar por anticipado que había que construir el edificio más magnífico
del siglo XX y no solo sería del Guggenheim la responsabilidad de elegir
el lugar, sino que Krens también entregaría una lista con los nombres de
tres arquitectos entre los cuales el presidente podría elegir. Adicionalmen-
te, el Gobierno Vasco tendría que subvencionar el coste. El Guggenheim
prestaría parte de la colección propia, pero Krens necesitaría adquisicio-
nes significativas para iniciar los fondos propios con nuevas obras de
arte. En concreto 20 millones de dólares para seguir adelante, sin derecho
a devolución. Cuando Krens acabó, se levantó para irse. De repente, el
presidente le alcanzó cruzando al otro lado de la mesa y dijo, «hay trato».
Simplemente ocurrió así. En la reunión inicial, Krens le dijo al presidente
vasco que pensara «en grande». El Guggenheim Bilbao, diseñado por
Frank Ghery, tiene aproximadamente el doble de la altura y longitud que
el Centro Georges Pompidou. Una galería individual es suficientemente
grande como para alojar dos aviones 747. Krens siempre pensó que si el
museo era suficientemente interesante la gente iría, independientemente
de dónde estuviera situado. El Guggenheim Bilbao ha demostrado esta
teoría. Guggenheim había hecho una previsión de 485.000 visitas en el
primer año, se consiguieron 1.500.000. De golpe, cambió el destino del
País Vasco. Sólo en el primer año, el museo originó 250 millones de dó-
lares en ingresos de nuevos turistas y 45 millones más en ingresos por
nuevos impuestos. El segundo año los números fueron incluso superiores.
A finales del año 2000, el Guggenheim Bilbao recibía unas 4.000 visitas
diarias. El único museo de España que tiene más visitas es el Prado».
(Schmetterer, 2003:170)

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2. Nokia: The year was 1999. Nokia had seen its future, and it clearly
wasn’t limited to handsets. Industry watchers had come to realize that
consumers would eventually be using their phones to listen to streaming
music, watch a movie preview, or check stock quotes-because the next
generation of phones would be a lot less like the traditional telephone and
a whole like a computer terminal. Nokia was smart enough to realize that
it wasn’t just in the business of making mobile phones; it was in the busi-
ness of connecting people through mobile services.
Nokia: Era el año 1999. Nokia había visto su futuro, que claramente
no estaba limitado únicamente a los aparatos. Los analistas de la industria
llegaron a darse cuenta de que los consumidores finalmente usarían sus
teléfonos para escuchar música, ver trailers de películas o comprobar la
evolución de sus acciones-porque la nueva generación de móviles serían
mucho menos como los tradicionales teléfonos y mucho más como las
terminales de los ordenadores. En Nokia fueron suficientemente inteligen-
tes como para dares cuenta de que el futuro no estaba unicamente en el
negocio de los teléfonos móviles; estaba en el negocio de conectar gente a
través de los servicios móviles.

Halloween en Portaventura

La noche de Halloween, del 30 de octubre al 01 de noviembre, es una


tradición normalmente asociada a las películas de terror y a calabazas, ca-
laveras y túnicas oscuras, que se viene celebrando en los países anglosajo-
nes desde hace muchos años con la misma intensidad que se celebra la no-
che de San Juan en algunos países mediterráneos. El evento de Halloween
en PortAventura, iniciado en la temporada 2001, ha pasado de 196.000 vi-
sitas en aquel primer año a más de 450.000 en la última temporada, la del
2006. Seguro que cuando la persona (desconozco quién) que lo propuso
por primera vez en la reunión de tormenta de ideas (brainstorming) «qué
podemos hacer para extender la temporada», muchos otros empleados de
PortAventura pensaron que Halloween era un concepto ‘excesivamente
americano’ y que aquí (en Cataluña) no cuajaría, ya que además, en oc-
tubre, la mayor parte de las personas que visitan PortAventura son catala-
nes, el mercado de mayor proximidad. Afortunadamente, los consumido-
res simplifican mucho las cosas y, al igual que ocurre con las películas de
terror, la propuesta es muy sencilla: se trata básicamente de ir a un lugar
en el que sabes que vas a sentir miedo y te vas reír un rato porque al final,
es mentira, es otro mundo, no es la vida de todos los días en la que si te
pegan el mismo susto sí que te quedarías en estado de shock. En la actua-
lidad, Halloween en PortAventura es un fenómeno absolutamente único,

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que crece año tras año en número de visitantes, en esfuerzo de tematiza-
ción del parque y creación de espectáculos únicos, lo que redunda en una
mayor satisfacción por parte de los consumidores y una vocación clara
de recomendación y revisita de ‘un PortAventura diferente al habitual’.
Es el momento más políticamente incorrecto del año (por ejemplo, en el
Hotel El Paso se dedican varias habitaciones especialmente tematizadas
con sábanas negras, colchones que se mueven en la noche y toda una lista
de sorpresas que incluyen la posibilidad de que —hasta las 2 de la madru-
gada— haya una invasión de monstruos/actores en la habitación en la que
uno se aloja; todos ellos, para satisfacer a los visitantes más exigentes en
la sencilla e intensa gestión del miedo; simplemente hay que venir para
probarlo.
Los consumidores no son tan diferentes a los dos lados del atlántico,
Halloween es un concepto de éxito contrastado en Estados Unidos desde
hace muchos años, igual que lo empieza a ser en España cada vez más, es
sólo cuestión de tiempo.
Como explica Hornby en una excelente analogía de la juventud
con la música rock, al final se trata de una cierta sensación de opti-
mismo, de sentirse invencible, que se puede experimentar escuchando
la canción favorita con el volumen al máximo, o gritando gol junto
con cuarenta y cinco mil personas en un partido de fútbol, subiendo
al Dragon Khan y sintiendo el efecto de la aceleración, la altura y los
loopings en lo más profundo del estómago, o pasando por ‘La selva
del miedo’ (uno de los túneles del terror más seguidos en Halloween
en PortAventura).

«La juventud es una cualidad no muy diferente a la salud; es más


abundante entre los jóvenes, pero todos necesitamos de ella. No hablo de
las circunstancias que acompañan a la juventud: los rostros sin arrugas,
los estómagos marcados como tablas de lavar, el pelo.
Hablo de otra cosa, de energía, de un inexplicable optimismo, del
esporádico sentimiento que nos vuelve invencibles, de la esperanza que
se aferra a nosotros como el olor del cloro.
De joven, el rock articulaba estos sentimientos. Ahora, más mayor,
los estimula. En cualquier caso, el rock era y sigue siendo necesario, por-
que: ¿quién no necesita optimismo y sentirse invencible, ¿aunque sólo
sea de vez en cuando?» (Hornby, 2004)

De la misma manera que no hace falta tirarse por montañas rusas de


ocho loopings o por caídas libres de ochenta y seis metros, tampoco hace
ninguna falta ‘ir a pasar miedo’; sin embargo, superar esta pulsión atávica
nos origina una agradable sensación de ‘estar más vivos’ que hace que
haya merecido la pena; y cuando nos queramos dar cuenta ya estamos de

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nuevo ‘en nuestra vida de siempre’, y si bien quizás realmente no haya-
mos vivido más, al menos sí lo hemos hecho ‘más intensamente’.
La esencia (la necesidad de divertirse, de hacer algo fuera de lo habi-
tual) no es tan distinta a los rituales de las fiestas de pueblos y ciudades
(en la mayor de las ocasiones con un origen religioso) que se repiten cada
año, aparcando la vida y la rutina diaria para vivir con más intensidad una
experiencia diferente. El resto de condiciones (la necesidad de desplazarse
a un destino concreto en ocasiones a más de mil kilómetros, la necesidad
de hacer una reserva previa de alojamiento que en ocasiones puede signi-
ficar un desembolso muy significativo, etc…) son las que van cambiando,
pero la esencia permanece siendo la misma: dar un susto, pegar un salto,
gritar, sentir más, sentirnos vivos, simplemente divertirnos.

Keloflipas para comunicar PortAventura: Boca-oreja en internet

Es cierto que en ocasiones el propio consumo de los medios de co-


municación (televisión, radio, internet, teléfono móvil) se convierte por sí
mismo en tiempo de ocio (en el sentido de no ser ‘tiempo dedicado al tra-
bajo productivo’, aquel que nos origina una remuneración a fin de mes).
Bajo esta filosofía, con la progresiva e imparable fragmentación del con-
sumo de los diferentes medios de comunicación, en PortAventura ideamos
una prueba hace apenas año y medio para aprender cómo conectar con el
público objetivo más ‘cañero’ (aquel que demanda las atracciones de ma-
yor adrenalina y que es capaza de subirse al Dragon Khan o al Hurakan
Condor varias veces seguidas) desde Internet y con un lenguaje propio
que añadiera unas dimensiones de realidad que normalmente la televisión
(que es excelente para generar coberturas masivas) no puede proporcio-
nar. La utilización de medios tradicionales nos aleja del público joven,
que cada vez está/vive más en Internet. Simplemente consumen menos
televisión que las generaciones de sus padres. Las nuevas tecnologías y el
cambio del lenguaje y consumo de medios exigen una respuesta innova-
dora de PortAventura. Como resultado nace Keloflipas, un tío auténtico, y
de Vila-Seca (PortAventura está situado entre dos poblaciones, Vila-Seca
y Salou, apenas a doce kilómetros al sur de la ciudad de Tarragona). El
‘kelo’, como se le conoce popularmente en la web, inició su andadura en
eBay (un lugar público de subastas en Internet), subastando su frente a
todas aquellas marcas-personas que quisieran utilizarla para hacer publi-
cidad. Como el ‘kelo’ pasa tantas horas en PortAventura, su imagen apa-
rece en multitud de fotos de las que se toman en las atracciones para que
la gente se las lleve de recuerdo… Un comienzo sencillo… sin no fuera
porque los gestores de eBay decidieron expulsarle ya que consideraron

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que no era ético hacer una propuesta como ésa…cuando la puja ya había
alcanzado los mil quinientos euros. A raíz de aquello, el personaje empe-
zó a adquirir una gran notoriedad en las páginas webs más underground
seguidas por los jóvenes, y el ‘kelo’ decidió lanzar su propia página web
en la que explicaba sus peripecias, su vida, sus amigos (mc mazo, che
nano,…). Si conseguía un número determinado de visitas, se tiraría del
Hurakan Condor (una caída libre única en el mundo, con ochenta y seis
metros de altura sólo hay otra más alta en Australia) vestido de conejito.
Así lo hizo y aquí empezó la andadura de ‘kelo’ ligado a PortAventura,
que le patrocinó algunas escapadas y eventos al ser un tío tan auténtico…
Puro plan de marketing, distinto del habitual de simplemente la campaña
tradicional en televisión, radio y otros soportes clásicos (autobuses, vallas,
metro) para generar cobertura.
El resultado final, es que, por primera vez en la historia, PortAventura
reinventa su comunicación hacia los jóvenes, empezando a crear acciones
de boca-oreja (Buzz Marketing), como complemento a la cobertura masi-
va de los medios tradicionales, utilizando Internet como medio, con una
estrategia claramente viral.
La verdadera clave es crear un contenido contagioso susceptible de
ser enviado por email a los amigos y compañeros de trabajo (todos tene-
mos suficiente experiencia en este aspecto, al recibir cada semana varios
correos de algún amigo con videos, presentaciones en powerpoint o sim-
plemente ideas lo suficientemente originales como para hacernos sonreír
y en ocasiones pensar en a quién podríamos enviárselo que seguro que le
gustará recibir algo tan original…), y aplicarlo a los medios que más nos
acercan a nuestro público.

Objetivo:
Reinventar el atractivo de PortAventura para los jóvenes, a través de un
código original y atrevido «PortAventura Mola!!! yo hago PortAventura»

Estrategias:
1. Crear un personaje joven real «KE LO FLIPAS» y un punto de en-
cuentro para todos los jóvenes, la web: www.keloflipas.com
2. Transmitir los valores de PortAventura Æ Las emociones más ca-
ñeras: Diversión, adrenalina, aventura… todo mediante historias.

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Premios publicitarios:
Campaña ganadora de los premios IMAN 2006
Campaña ganadora en el Festival El SOL 2006
Campaña finalista para de los Premios Eficacia 2006

Revolución tecnológica: móviles, Internet, i-Pod...

Hemos comentado el salto generacional en hábitos y consumo de me-


dios, observemos este cuadro realizado por una agencia de comunicación
holandesa (Keesie) después de investigaciones cualitativas con reuniones
con consumidores:

Tabla 3
Conocer la generación Einstein: más listos, más rápidos y más sociales

Baby boom Generación X Generación Einstein

1945-1955 1960-1985 1988-actualidad

Protesta Negatividad Optimismo


Crecimiento,
Reconstrucción de
Depresión económica estructuración y
posguerra
prosperidad
Muchísimos ideales Vacío ideológico Ideales tradicionales
Surgimiento de las
Ninguna marca Marcas omnipresentes
marcas
Ardientes Relativistas Serios
Otro futuro Ningún futuro Buen futuro
Búsqueda de la La personalidad es un La personalidad es algo
personalidad concepto real
La identidad es ser
independiente de La identidad equivale a La identidad es ser
los padres y de la pertenecer a un grupo sincero con uno mismo
autoridad
Fuente: Keesie (2006)

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La ‘generación Einstein’, está caracterizada por una serie de valores
que evolucionan y les separan de la generación ‘baby boom’ o la ‘ge-
neración X’ (en la cual me incluyo). Cuando yo era un chaval, Adidas y
Paredes eran prácticamente las únicas zapatillas deportivas de marca que
había en el mercado, y aún recuerdo cómo los equipos de fútbol llevaban
sus uniformes sin marca… en apenas unos pocos años hemos pasado de
‘ninguna marca’ a ‘surgimiento de las marcas’ y a la actual ‘omnipresen-
cia de las marcas’, ¿alguno de vosotros tiene una sobrina/hija/prima que
cuando pide una camiseta, ha de ser Roxy?
Curiosamente, el consumo en el ocio y la mayor aceleración de la
sociedad en la que vivimos nos lleva a una cierta obsesión por aprovechar
cada instante, eso sí, sin movernos excesivamente lejos del lugar al que
pertenecemos, según revelaban las siguientes citas extraídas del anuario
de Ergo (una agencia de investigación de mercados) en 1999. Ya han pa-
sado ya ocho años pero las conclusiones siguen siendo vigentes:

«Hay más dinamismo en el ocio que en la profesión o en la familia.


La actividad se centra en el presente; que no se pase un minuto sin apro-
vecharlo». (Ergo, 1999:41).

«La gente no quiere dejar su ciudad para irse a otra, incluso aunque le
ofrezcan más dinero y mejor calidad de vida.» (Ergo, 1999:42).

«En España se tiene mucho apego a la tierra. Hay algo a lo que segui-
mos estando conectados: me puedo cambiar de casa, pero mi pueblo si-
gue estando allí y sólo lo puede mover un terremoto.» (Ergo, 1999:51).

«El fútbol funciona porque es una manera de sentirse miembro de un


grupo. Como el sentimiento político de los jóvenes es nulo, funciona el
fútbol como identidad y forma de pertenencia.» (Ergo, 1999:130).

La importancia de las marcas, marcas cada vez más globales

Sin intención alguna de resultar apocalípticos en el análisis y centrán-


donos en la observación, la tendencia es que el espacio ocupado por las
marcas cada vez se centra más en valores. Todos conocemos marcas como
Coca-Cola que se atreven a plantear mensajes como «¿has pensado alguna
vez quién ira a tu entierro?» Mientras, como música de fondo suena ‘So-
mebody to love’ de Queen. Si hace cincuenta años se lo hubieran explica-
do a nuestros padres mientras tomaban un Coca-Cola, seguro que habrían
pensado que aquello era una locura. Sin embargo, más que la excepción,
esta resulta ser la norma de un número cada vez mayor de marcas.

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Salgamos un momento de los mensajes habituales del marketing y la
comunicación y entremos en un terreno mucho más desconocido para la
mayoría de todos nosotros, en aquel que explica cómo funciona nuestro
cerebro: La Neurología ha demostrado que funcionamos por emoción, no
por la razón. Si los centros de emoción de nuestro cerebro son dañados,
no sólo perdemos la capacidad de reir o llorar, también perdemos la ca-
pacidad de tomar decisiones, podemos concluir por lo tanto que la ‘razón’
necesita de la ‘emoción’.
En el año 2002, los Premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman y
Vernon Smith, demostraron cómo el corazón domina a la razón en el pro-
ceso de toma de decisiones.
En resumen, vivimos una época en la que las marcas cada vez son
más poderosas y nosotros, como personas que consumen (¿quién dijo que
nuestra sociedad es consumista?), tomamos multitud de decisiones cada
día, muchas de ellas racionales y muchas más, ‘emocionales’, aunque
para justificarnos en nuestro entorno cercano, y en ocasiones ante noso-
tros mismos, inventemos gran cantidad de ‘excusas racionales’: «me he
comprado estos zapatos porque los necesitaba / porque los he visto bien
de precio», « la leche siempre la compro ATO pero los yogures los com-
pro de cualquier marca porque son todos lo mismo», «Evax siempre me
ha dado un muy buen resultado, es mucho mejor que Ausonia».
La realidad es tozuda, y la vida va cada vez más rápido y lo seguirá
haciendo ya que vivimos (lo queramos o no) un sistema consumista que
privilegia exactamente eso, el consumo, pero, después de tanto viaje y
tanta compra, de tanta información y tantas horas de teléfono móvil e in-
ternet, ¿somos más felices?
Quizás el eclecticismo, la mezcla, saber un poco pero no mucho de
casi todo sea una de las grandes aspiraciones de cada vez más millones de
consumidores, ya que como dice la frase hecha ‘el consumidor siempre
tiene la razón’ y por lo tanto, piden más: más partidos de fútbol en tele-
visión, más ancho de banda en Internet para poder descargar más videos
en YouTube, más tiempo para dedicarlo a uno mismo cuando la tendencia
suele ser la inversa-más trabajo y más proyectos en el puesto de trabajo,
como modelo de superación y crecimiento personal, para poder generar
resultados y optar a una futura promoción en ésta-u otra-empresa.

¿Y el futuro? Pero... ¿somos realmente más felices?

Probablemente lo seamos, sobre todo si nos comparamos con las per-


sonas que vivían en las ciudades de la Edad Media, o con los habitantes
de las ciudades inglesas al inicio de la Revolución Industrial, o las per-

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sonas que lucharon en la primera guerra mundial, ¿a qué dedicaban estas
personas su tiempo de ocio? ¿tenían tiempo de ocio? Probablemente, aun-
que la misma pregunta, a mediados del 2007 y en el entorno de España,
tenga una resonancia totalmente distinta.

Evolución: población y migraciones / cambio climático


¿Cómo nos declaramos, apocalípticos o esperanzados? Muy difícil pro-
nunciarse aunque unos quizás tenga la esperanza de que algún día los países
se pongan de acuerdo no ya en solucionar el problema del hambre y de las
migraciones, con desequilibrios intolerables entre países y ‘mundos’, sino
también el cada vez más claro problema del ‘calentamiento global/cambio
climático’ por las emisiones de CO2 a la atmósfera en el planeta en el que
vivimos, Gaia (según Lovelock, la tierra, el planeta en el que vivimos, es
un ser vivo que se comporta como tal). De nuevo, la aparente dificultad de
encajar el peso y la enorme trascendencia de los comportamientos indivi-
duales vs el de millones de personas en cientos de países.
¿Son las marcas tan poderosas como los países, o más? Naomi Klein,
en su ensayo ‘No Logo’ es muy crítica con el poder y la influencia de las
marcas en la sociedad actual, a varios niveles. Y probablemente tiene mu-
cha razón, tanta como que la ‘globalización’ es un proceso con una inercia
imparable.
Quizás las fotos de Peter Menzel (30 años viajando alrededor del
mundo) nos ayudarían a entender a qué se dedica el tiempo de ocio a lo
largo del mundo. El fotografía familias con sus pertenencias en su entorno
habitual, de la manera más sencilla y contundente que podamos imaginar.

Conclusiones

¿Nos arriesgamos un poco en los inicos del siglo XXI?, ¿somos ca-
paces de acertar al menos ‘un par de tendencias’ que marcarán el futuro,
nuestro futuro?

— Aceleración-revolución tecnológica: El mundo, nuestras vidas, irán


cada vez más rápido. Internet será cada vez más importante en nues-
tra vida, es el medio cuya penetración ha crecido más rápido en la
historia. ¿Trabajaremos desde casa un mayor número de personas?
¿Trabajaremos los viernes? Ahora ya hay mucha gente que no traba-
ja los viernes por la tarde, ¿cuál es el siguiente paso?
— Personalización / Mayor fragmentación de audiencias: Hace 70
años la mayoría de la población en España era ‘rural’, ahora sólo

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una minoría, y en 1980 había dos cadenas de TV, ahora estamos
a punto de tener más cadenas de TV, más coches por habitante, y
más aeropuertos cerca de casa que lo que nuestros padre habrían
podido imaginar hace apenas 50 años (¿metro en Bilbao?, ¿avio-
nes para ir a Londres y que cuesten menos que ir a Barcelona? Es
imposible…)
— Incertidumbre: Ya no se venden walkman’s, ni cámaras de celu-
loide, ni videos VHS… Cada vez es más irreal pensar que tra-
bajaremos toda nuestra vida para la misma empresa, incluso que
estaremos con la misma pareja.
— Menos marcas y más globales: Cada vez más metidas en la vida
de la gente (el fútbol está lleno de marcas, ¡y son las más emocio-
nales!). La teoría de «lovemarks» del CEO, de Saatchi & Saat-
chi, Kevin Roberts, es quizás la más acertada de todas, no hay
nada más importante que el amor, y cuando uno consigue amar a
alguien, la relación es algo con una intensidad y profundidad in-
superables. Las marcas se esfuerzan por lo mismo, por conseguir
que haya consumidores que las amen, y ya hay más de una que lo
consigue… para más detalles visitad la pag web www.lovemarks.
com y echad un vistazo, los consumidores votan lo que creen que
son auténticas ‘lovemarks’, desde el Barça hasta Superman…
— Los Contramovimientos: El movimiento SlowFood que nació en
Italia en 1986, liderado por Carlo Petrini, es quizás el inicio de
una serie de ‘contramovimientos’ que intenten buscar un mayor
equilibrio centrado en las personas y su entorno, en el tiempo, sin
centrarse únicamente en lo rápido como quintaesencia del desarro-
llo y de la vida que vivimos, siempre al límite del cambio tecno-
lógico que gobierna, cada vez más, nuestras vidas. Como decían
Madredeus en su canción Oxala: «Óxala Eu nao faça tudo à pressa
-Ojalá no lo haga todo de prisa…»
— Autenticidad: Seguirá siendo importante estar con los amigos,
aunque quizás será menos probable salir cada día a dar una vuelta
con ellos, y esto se hará más en fin de semana o en épocas señala-
das.. Hay tradiciones laicas y religiosas (El día de los enamorados,
Navidad) que nos ligan al entorno y tradiciones familiares (los
cumpleaños, las bodas de oro; hay familias que vuelven a PortA-
ventura cada año) que cumplen y seguirán cumpliendo la misma
función.
— Historias auténticas: Harry Potter es el libro más leído, hay más
de tres mil artículos de merchandising, y hasta un tour por los
lugares donde se rodaron algunas de las películas. Las historias
cuentan valores, y los transmiten de generación en generación (el

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mago de Oz, Alicia en el País de las maravillas, Indiana Jones, El
señor de los anillos). Los videojuegos, las vidas en SecondLife,
siguen cumpliendo la función de ‘jugar-vivir-soñar’ historias, de
la misma manera que visitar Parques Temáticos con ‘historias que
contar’… (el mundo Disney, la emoción PortAventura)
— Creatividad: la música de los Beatles creó un territorio nuevo, el
iPod es un walkman muy mejorado, Barcelona está en la vida de
mucha gente gracias a unos juegos olímpicos espectaculares, Bil-
bao estará indisolublemente asociado al Guggenheim. La creativi-
dad funciona, nos mejora la vida… y hace ricas a algunas personas
(Bill Gates, Richard Branson,..), ¿quién será el próximo visionario
hecho a si mismo en colarse en la lista de Forbes de los millonarios
del top 20 del planeta?
Como ya hemos comentado con anterioridad, «el consumidor siem-
pre tiene la razón» y quizás ésta sea la tendencia de futuro de ocio más
clara (por ello el reclamo de las low cost es tan irresistible, porque con-
siguen no sólo que la gente ‘pruebe’ sino también que ‘repita’ en viajes
a destinos hasta hace muy poco desconocidos para muchos de nosotros),
y si bien la música es más probable que se venda desde internet los con-
ciertos en directo seguirán siendo importantes manifestaciones capaces
de reunir a cientos o miles de personas según sea el caso. Al final, las
personas buscamos algo muy sencillo: ser felices, mientras vamos vi-
viendo la vida, en el mayor número de ocasiones y en el mayor número
de circunstancias posible. Igual que hoy ya no se fuma en autobuses,
aviones, restaurantes o en el trabajo (cosa que habría parecido imposible
hace tan sólo diez años) es muy probable que dentro de unos cuantos
años haya nuevos canales de comunicación que hayan sustituido a la te-
levisión (y más acciones como la del amigo Keloflipas), junto con más
medidas de control de la contaminación de vehículos y empresas para
intentar frenar el calentamiento global. Lo único que es absolutamente
seguro es que la vida irá, con total certeza, cada vez más rápido, como
explica Alicia en su ‘país de las maravillas’ en un libro que fue escrito
en el siglo XIX:

«— Bueno, lo que es en mi país-aclaró Alicia jadenado (después de


una larga y rápida carrera)—, cuando se corre tan rápido como lo estamos
haciendo y durante algún tiempo, uno suele llegar a alguna otra parte…

— ¡Un país bastante lento!—replicó la reina—. Lo que es aquí, como


ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo
sitio. Si se quiere llegar a otra parte, hay que correr por lo menos dos veces
más rápido. (Lewis Carrol, 1832-1898, Alicia a través del espejo)»

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Bibliografía

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EL PAÍS, (2007). El País de los negocios, domingo 11 de febrero de 2007.
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El consumo de ocio: gustos, prácticas
y funciones
Antón Álvarez Sousa

Introducción

Analizar el tema del ocio implica reflexionar sobre la sociedad en la


cual realizamos las prácticas lúdicas. El paso de la sociedad industrial a
la sociedad postindustrial implicó para algunos autores el paso del paro al
ocio, otros hablan de la sociedad del fin del trabajo en la cual las personas
piensan en términos de diversión-felicidad y para otros se puede hablar de
la sociedad del ocio.
Lo cierto es que un análisis del ocio implica una reflexión previa
sobre el contexto macroestructural en el cual se producen los sujetos,
los gustos y las posibilidades de práctica de ocio. A su vez, el ocio no es
algo totalmente desinteresado, sino que cualquier gusto o práctica en el
capitalismo está atravesado por los intereses del sistema, de este modo
es necesario analizar los efectos que el ocio tiene sobre los sujetos que lo
practican y sobre el sistema en que se practica.
El objetivo general de nuestra investigación, como se puede ver en
el título y el esquema que más adelante introduce el marco teórico, es
analizar el ocio y en concreto los gustos que tenemos, las prácticas que
realizamos y las funciones que cumple este ocio, tanto para la persona
(funciones psicosociales que están relacionadas con las motivaciones que
tenemos las cuales son fruto de una construcción social) como las funcio-
nes macroestructurales (económicas, sociales, políticas, etc.)

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Ahora bien, existen diferencias entre las personas que viene marcadas
por las condiciones sociales de existencia que les llevan a tener distintas
habilidades, motivaciones, gustos y realizar distintas prácticas que a su
vez repercuten en diferentes funciones que para ellos desempeña el ocio y
que tendrán diversas repercusiones económicas, sociales y políticas.
Para analizar este objetivo general, investigaremos sobre una serie de
objetivos concretos de la población española, pero que se pueden hacer
extensivos a la población del mundo occidental en general, y también, en
gran parte, a otras sociedades, debido a que en una sociedad globalizada
los medios de comunicación extienden las prácticas por todo el mundo: el
capitalismo necesita que las personas tengan gustos y prácticas que favo-
rezcan el consumo.
Los datos concretos que estudiaremos se refieren a los gustos por
las distintas actividades de ocio, a la coincidencia entre los gustos y las
prácticas, a la evolución de las prácticas, a las motivaciones que los ciu-
dadanos nos dicen que tienen para realizar tales prácticas, a las diferencias
entre las distintas personas según las condiciones sociales de existencia.
Algunas de las funciones pueden analizarse a partir de lo que nos
contestan los ciudadanos debido a que son motivaciones-funciones mani-
fiestas; sin embargo, otras funciones que desempeña el ocio tanto para las
personas —psicosociales— como para el contexto macroestructural son
funciones latentes y no se explicitan en la conciencia de los que practican
el ocio; incluso algunas están manejadas por redes que funcionan al mar-
gen de la legalidad aceptada por el sistema, pero sí permitiendo sus prácti-
cas que conllevan la organización de mafias y riesgos para los individuos,
las familias y el sistema: drogas, ansias de consumo por la publicidad, etc.
Por lo tanto, como le dice Adorno a Popper en la disputa del positivismo
en la sociología alemana, no por ello dejan de ser tratados científicos los
que se basan en la reflexión, las historias de vida, etc., sino que sirven
para desentrañar aspectos que los datos estadísticos y la sociedad basada
en la suma de opiniones de los implicados en el consumo no pueden hacer
manifiesto.

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El marco teórico
El esquema de partida
Contexto macroestructural

INFLUENCIA DEL
CONTEXTO ECOLÓGICO-INTEGRAL
Condiciones Sociales
de existencia

Gustos

Prácticas de ocio
Individuo y

Valores,
Proceso de conocimientos
socialización habilidades Funciones macro-
y creencias
estructurales:
Motivaciones —Económicas
—Sociales
—Políticas
Funciones psicosociales
—Etc.

Postmaterialismo, consumismo, globalización, riesgo

El concepto de ocio: teoría y opinión de los ciudadanos

Antes de comenzar a analizar el ocio tenemos que realizar una defini-


ción de lo que entendemos por ocio. En nuestro análisis tenemos que di-
ferenciar por una parte lo que entienden por ocio los autores que reflexio-
naron sobre el tema, y por otra parte lo que entiende por ocio la población
cuando le preguntamos por sus prácticas de ocio.
El autor que dedicó más esfuerzo al ocio fue Joffre Dumazedier, quien
consagra una parte específica de su análisis a definir el ocio. En su expli-
cación del significado de este concepto, desde un punto de vista histórico
descarta las fiestas de las sociedades tradicionales y agrarias y el ocio de las
clases aristocráticas y cortesanas de la civilización occidental. La definición
de ocio que nos da Dumazedier está presuponiendo el trabajo, el cual cree
que es un componente actual del ocio. Las condiciones sociales que definen
al ocio considerado en el sentido actual del término son:
a) La necesidad de que la sociedad deje «de gobernar sus activida-
des mediante obligaciones rituales comunes».10 Las actividades del

10 DUMAZEDIER, J., «Ocio», en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales,

Madrid, Aguilar, 1975, tomo 7, p. 402-403

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hombre, entre las que se encuentran el trabajo y el ocio ya no son
un rito impuesto por la «conciencia colectiva», sino que se gana en
elección individual e impersonalidad, siendo fruto de una elección
del individuo, aunque esta se encuentre inducida por una presión
social;11
b) el trabajo deja de estar sometido al conjunto de actividades sociales y
se realiza de forma independiente a los ritmos naturales y religiosos.
«Está organizado de manera tan definida que pueden separarse fácil-
mente, tanto en la teoría como en la práctica, de su tiempo libre».12
Estos dos aspectos sólo se dan en las sociedades industriales y post-
industriales, siendo este el motivo que explica la falta de ocio en las socie-
dades agrarias, excepto en aquellas donde la agricultura se organiza de un
modo totalmente industrial. Para definir el ocio, Dumazedier emplea un
modo dialéctico de razonamiento, según el cual «el ocio implica y presu-
pone la existencia de obligaciones fundamentales que se oponen a él; éstas
deben cesar antes de que aquel empiece y sólo pueden definirse en función
de aquel; y viceversa».13 El ocio sería así «un conjunto de ocupaciones a
las que el individuo puede entregarse de manera completamente voluntaria,
sea para descansar, sea para divertirse, sea para desarrollar su información o
su formación desinteresada, su participación social voluntaria, tras haberse
liberado de sus obligaciones profesionales, familiares y sociales».14
Si tomamos la definición de Dumazedier como punto de partida para
nuestro análisis, veremos que no se ajusta a lo que nosotros vamos a en-
tender por ocio por dos motivos distintos:
— Por una parte debido a que la sociedad cambió mucho desde hace medio
siglo que Dumazedier escribió esta definición, llegando algunos autores
a hablar en la actualidad de la sociedad del fin del trabajo y por lo tanto
no podemos definir el ocio como complemento y oposición al trabajo.
— Por otra debido a que existen determinadas actividades que Duma-
zedier no incluye dentro del ocio y la población en general si las
considera ocio, existiendo además cierta dificultad en separar la fun-
ción de ocio de algunas actividades de las funciones de información
desinteresada o de obligación personal-familiar-social.

11 En este aspecto sigue Dumazedier el esquema que Durkheim establece para diferen-

ciar entre la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica. Cf. DURKHEIM, E., La división
del trabajo social, Madrid, Akal, 1982, pp. 151-154.
12 DUMAZEDIER, J., «Ocio», en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales,

Madrid, Aguilar, 1975, tomo 7, p. 303.


13 Op. cit., p. 404.
14 DUMAZEDIER, J., «Realidades del ocio e ideologías», en JOFFRE DUMAZEDIER, KAES

RENÉ y otros, Ocio y sociedad de clases, Barcelona, Fontanella, 1971, p. 20.

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En nuestro análisis cualitativo, cuando le pedimos a distintas personas que
nos describiesen sus actividades de ocio, en general todas incluían actividades
como la información, siendo muy difícil ver la diferencia entre una informa-
ción desinteresada-interesada. Por ejemplo cuando las personas se dedican a
ver la televisión y ven los informativos, o cuando leen el periódico, cuando
están navegando por Internet, etc. son actividades que difícilmente podemos
considerar ocio según Dumazedier, pero que la población las considera ocio.
Otras de estas actividades es el relacionarse con amigos, pero sobre todo
la visita a familiares, que en el fondo son obligaciones sociales que a veces
apetecen-gustan y otras no, pero hay que realizarlas y muchas personas nos
describieron las actividades de ocio las incluyen como una actividad priorita-
ria los fines de semana e incluso las vacaciones. A alguno de ellos después le
preguntamos si era la actividad prioritaria de vacaciones debido a que no tenía
medios para irse de vacaciones independientemente de la familia y nos dijo
que no, que él/ella no concebía sus vacaciones sin ser visita a la familia y que
la familia tampoco toleraría que llegasen las vacaciones y no fuese a visitarla.
Respecto a las obligaciones personales, muchos de los que describían sus
actividades de ocio nos nombraron las actividades deportivas, incluida la asis-
tencia a gimnasios. Les preguntamos si tenían como función el mero placer y
para muchos dicho placer estaba relacionado con una determinada obligación
personal que se había marcado para estar en forma, para otros el encuentro
con amigos y para otro ambas a la vez.
Por lo tanto, tenemos que relativizar la definición de ocio de Dumazedier
debido a los cambios experimentados en la sociedad con el paso de la so-
ciedad moderna-industrial, en la que el autor estaba pensando cuando ponía
como obligatorio el trabajo y que en la actualidad postmoderna y postomate-
rialista ya no lo es debido a varios factores, y por otra parte lo que la pobla-
ción considera prácticas de ocio y actividades formativas-informativas o con
obligaciones personales-familiares-sociales a veces están mezcladas.

El contexto socioestructural

A finales del siglo XX el mundo, dominado por la cultura occidental,


experimenta una gran revolución que lleva a nuevas manifestaciones del
cuerpo y de la orientación de la ética que gobierna la vida, según la cual
frente a concepciones anteriores que de acuerdo con la cultura oficial re-
chazaban todo placer corporal, surgen ahora nuevas culturas que ensalzan
los placeres del cuerpo hasta tal punto que la felicidad-placer, por el me-
dio que sea, se convierte en la ética fundamental a seguir.15

15 Cf. REIS, n.º 69, 1994.

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Si parafraseamos a W. Mills16 podemos considerar que entender los
gustos de una persona y su comportamiento-acción, implica entender la
sociedad en que vive, y para ello tenemos que entender la trayectoria de
dicha sociedad, el cambio experimentado, así como la relación con otras
sociedades en el presente, posteriormente debemos de entender los distin-
tos grupos sociales que sobre tal comportamiento-acción cabe diferenciar
en dicha sociedad y así podremos entender la persona formando parte de
uno de dichos grupos sociales.
El tiempo libre y las actividades de ocio que nosotros deseamos y las que
practicamos dependen de las condiciones socioestructurales vitales en las
cuales las personas van tejiendo sus gustos, sus deseos, sus satisfacciones y
sus insatisfacciones. Lo ideal sería que las orientaciones macroestructurales
que guían tales gustos, deseos y prácticas fuesen guiados por intereses mo-
ralmente justos y no por los caprichos de un sistema capitalista que lo teje
todo en base a los intereses de los que tienen el poder del capital hasta llegar a
convertir el ocio incluso en su propia negación: el negocio. Después de crear
unos determinados gustos y deseos lo ideal sería que el sistema proporcionase
a cada ciudadano las condiciones para que se llevasen a la práctica.
La realidad, en cambio, dista mucho de tal situación. Los gustos y los
deseos que se presentan desde el sistema y que se transmiten por distintos
medios que en la actualidad son una publicidad que mina los distintos
ambientes de la vida, desde la televisión que entra en nuestros hogares y
nuestras habitaciones desde que nacemos —el niño se le duerme con la
televisión—, hasta la música, el acondicionamiento de los ambientes pú-
blicos —estructura de parques, de auditorios, de estadios, etc.— que son
inadecuadas.
Tenemos así un gran contexto que nos induce a una ética de la feli-
cidad y que a su vez intenta aprovechar nuestros sentimientos para con-
vertirlos en negocio. Además, todo estudio que no lleve a manejar tales
sentimientos en aras del manejo económico es considerado algo sin valor.
Se llegó hasta tal nivel que la producción intelectual y artística enfocada
al ocio sólo procede si es para convertirlo en negocio y el disfrute del ocio
no se mide por los efectos que causa sobre las personas —sean favorables
o perniciosos— sino por la aportación al sistema.

El contexto ecológico-integral: gustos y prácticas

Una perspectiva ecológica integral ha de partir del análisis macroes-


tructural indicado, del análisis de la bondad y los riesgos de las propuestas

16 MILLS, W., La imaginación sociológica, México, Fondo de Cultura Económica, 1961,

véase cuando enuncia la primera regla que nos enseña la imaginación sociológica.

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estructurales de tiempo libre y ocio y las posibilidades de satisfacción de
los deseos creados. Dicho análisis ha de servir así para orientar las políti-
cas de ocio que se lleven a cabo, teniendo en cuenta que dichas propuestas
han de tener una orientación global.
Respecto a las distintas prácticas de ocio, es necesario realizar un cru-
ce entre el gusto y la práctica de cada actividad de donde resulta una tabla
en la que se encuentran cuatro categorías de suma 100:

Tabla 1
Diferencias entre los gustos y las prácticas de ocio

Practica de actividad x

SI NO

SI
Gusto de práctica x
NO
100

Una versión sobre los gustos Si (zona sombreada) y la prácticas SI o NO


la encontramos en la exposición de Raymore17 y su teoría del modelo ecológi-
co. Según Raymore existen una serie de facilitadores-limitadores del ocio que
se pueden ordenar en tres niveles: estructural, interpersonal e intrapersonal.
— En el caso del nivel estructural se incluyen los factores de género,
etnicidad, clase-riqueza, ofertas e instituciones
— En el caso del nivel interpersonal están la familia en cuanto que
facilita o limita-prohíbe determinados ocios, el grupo de amigos, el
grupo de referencia, etc.
— En el nivel intrapersonal está la personalidad, la disciplina —efi-
cacia— y las experiencias pasadas de las personas.
Este modelo, según Raymore, nos puede ayudar en las políticas y la
educación del ocio mediante la activación de los facilitadotes-limitadores.
La promoción institucional del ocio ha de verse así mediada por este tipo
de estudios.
Sin embargo, un análisis integral requiere salirse de la tabla y que se
analicen además de estos aspectos los que expresamos anteriormente de la
ética de los deseos y las raíces creadas estructuralmente que esconden unos

17 Cf. RAYMORE, L. A., «Facilitators of leisure», Journal of Leisure Research, 34 (1),

2002, pp. 37-51.

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intereses, también requiere el análisis de la diferencia de gustos y prácticas
según las condiciones sociales de existencia que realiza Bourdieu y requiere
—ya dentro de la tabla— analizar en la parte baja las dos categorías:
— Análisis de los no gustos por determinadas prácticas pero que se reali-
zan por presión social o por falta de dominio de la fuerza interior crea-
da por un sistema que presiona y puede sobre los gustos del individuo
llevándolo a realizar prácticas no deseadas–riesgos conscientes.
— También requiere en análisis de los que no les gusta realizar deter-
minadas prácticas y por qué.

Condiciones sociales de existencia y diferencias en los gustos


y el comportamiento
En base a las condiciones sociales de existencia de las personas podemos
diferenciar distintos gustos y prácticas de actividades de ocio. El teórico que
mejor explicó este tema fue Bourdieu, y en especial en su obra La distinción.
Para una crítica social del gusto. En esta obra Bourdieu relaciona clase so-
cial, habitus, práctica y gusto, y estilo de vida. Nos habla el autor de clase
objetiva refiriéndose a ella como «el conjunto de agentes que se encuentran
situados en unas condiciones de existencia homogéneas y producen unos
sistemas de disposiciones homogéneos, apropiados para engendrar unas
prácticas semejantes, y que poseen un conjunto de propiedades comunes,
propiedades objetivadas, a veces garantizadas jurídicamente (como posesión
de bienes o de poderes) o incorporadas, como los habitus de clase (y, en par-
ticular, los sistemas de esquemas clasificados)».18 Esta clase condiciona la
existencia, las prácticas, la apreciación de tales prácticas, los estilos de vida.
Considera Bourdieu que en los análisis realizados por ciertos autores,
estas clases se suelen relacionar únicamente con la variable profesión. Sin
embargo, una clase se refiere a toda otra serie de variables, de indicado-
res, que es necesario tener en cuenta para relacionar con ciertas prácticas.
Además de la profesión señala otros indicadores como son el nivel de ins-
trucción, el género, al lugar donde habita, etc.
El concepto que explica la unión entre lo individual y lo social, las estruc-
turas internas de la subjetividad y las estructuras sociales externas, en la obra
de Bourdieu, es el habitus. Los individuos son agentes sociales que tienen
unas formas de ver, sentir, pensar,.... actuar, que han ido incorporando en su
interior a lo largo de la historia, según la posición ocupada en el espacio so-
cial. El habitus es así «el principio generador de prácticas objetivamente en-
clasables y el sistema de enclasamiento (principium divisionis) de esas prác-
ticas. Es en la relación entre las dos capacidades que definen al habitus —la

18 BOURDIEU, P., La distinción, Madrid, Taurus, 1988, p. 100

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capacidad de producir unas prácticas y unas obras enclasables y la capacidad
de diferenciar y de apreciar estas practicas y estos productos (gusto)— donde
se constituye el mundo social representado, esto es, el espacio de los estilos
de vida».19 Esta relación entre clase y estilo de vida, mediante el habitus que
condiciona la práctica y la apreciación —gusto— de tal práctica, será lo que
produce la identidad mediante la diferencia con otros estilos de vida. Tal
relación es inteligible, «gracias a la construcción del habitus como fórmula
generadora que permite justificar simultáneamente las prácticas y los pro-
ductos enclasables, y los juicios, a su vez enclasados, que constituyen a estas
prácticas y a estas obras en un sistema de signos distintivos».20 En resumen,
Bourdieu interpreta el esquema que relaciona «condiciones de existencia»
con «prácticas» que simbolizan «estilos de vida» por medio de «habitus» que
configuran «esquemas generadores de prácticas» diferentes y «gustos» —es-
quemas de percepción y apreciación— sobre dichas prácticas.
Las condiciones de existencia, condicionan habitus diferentes que
generan distintas prácticas y percepciones —gustos— sobre ellas también
distintos, que dan como resultado estilos de vida diferenciados. Esto lle-
va a decir a Bourdieu que «la identidad social se define y se afirma en la
diferencia».21 Diferencias de los miembros de otras clases y semejanza con
los miembros de su clase y de todas las acciones —prácticas— entre sí.
Hasta el momento hemos desarrollado escasamente un aspecto del
esquema anterior, «el gusto», el cual es fruto de la pertenencia a una clase
y tiene una gran importancia en cuanto da sentido a las prácticas para con-
vertirlas en símbolos de distinción. «El gusto es el operador práctico de la
transformación de las cosas en signos distintos y distintivos, de las distri-
buciones continuas en oposiciones discontinuas; el gusto hace penetrar a
las diferencias inscritas en el orden físico de los cuerpos en el orden sim-
bólico de las distinciones significantes. Transforma unas prácticas objeti-
vamente enclasadas, en las que una condición se significa a sí misma (por
su propia mediación), en prácticas enclasantes, es decir, en expresión sim-
bólica de la posición de clase, por el hecho de percibirlas en sus relaciones
mutuas y con arreglo a unos esquemas de enclasamiento sociales».22
Bourdieu aplicó esta teoría al análisis de distintos aspectos del ocio,
que van desde la visita a museos y el deporte practicado, hasta la bebida
preferida, pasando por el vehículo comprado. Nosotros lo aplicaremos al
consumo (gusto y prácticas) del ocio de los españoles que es símbolo del
ocio en otras partes del mundo en esta sociedad globalizada.

19 Op. cit., pp. 169-170


20 Op. cit., p. 170
21 Ibidem.
22 BOURDIEU, P., La distinción, Madrid, Taurus, 1989, p. 174.

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Presentación y Análisis de datos

El gusto y las prácticas de ocio de la población española


Para analizar este tema tomamos los datos de las encuestas sobre el
comportamiento deportivo de los españoles realiza por el CIS en los años
2000 y 2005. Nos pareció importante esta encuesta debido a que recogía
las mismas preguntas para ambos años y así podíamos ver la tendencia.
La única diferencia es la pregunta por ciertas actividades relacionadas con
las nuevas tecnologías que se incluyen en el 2005 y no se incluyeron en el
año 2000 debido a que todavía estaban poco extendidas.

Gusto
La primera conclusión que sacamos de los datos del gráfico es que no
existe ninguna actividad de ocio que sea del gusto de la mayoría de la po-
blación. Incluso la más puntuada, «estar con la familia» no llega al 50% de
la población. Le siguen pasear y estar con los amigos que tienen una pun-
tuación próxima al 40%. Como vemos son tres actividades sociales, incluso
la de pasear que aún siendo una actividad física, las personas, por lo que
nos dijeron en las entrevistas en profundidad, lo suelen hacer en grupos de
familia o de amigos-vecinos.
El siguiente grupo, del 36 al 26%, lo ocupa el gusto por ir al cine, de
excursión, ver la televisión, hacer deporte, escuchar música y leer libros y
revistas. Son actividades que bien espacialmente —ir de excursión— o bien
mentalmente —cine, televisión, música, lectura e incluso deporte— tienen
una función de evasión de la realidad, cumplen la función de llevarnos a
una realidad distinta de la problemática cotidiana. Nos llama la atención que
la más importante sea ir al cine, por encima incluso de ver la televisión, al
tener un componente más imaginario. Esto no debe de confundirnos con la
práctica de la actividad, que en la realidad será distinto y se ve más la televi-
sión que se va al cine, lo cual como explicaremos no quiere decir que guste
más, de ahí la necesidad de analizar el desajuste entre gusto y práctica.
El siguiente grupo está formado por una serie de actividades que en
su mayoría se practican semanalmente como ir a bailar, ir de copas, ir de
compras a centros comerciales, etc.
Finalmente está un grupo de actividades que son propias de un grupo
de personas que bien por su edad o por su formación se diferencian de los
demás como son el teatro, las nuevas tecnologías, etc.
La tendencia de los españoles es a incrementar su ocio, tanto el ocio
activo como el ocio pasivo donde la respuesta más pasiva es el «no hacer
nada en especial», que como vemos pasó de un 15 a un 20% del año 2000
al año 2005.

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2000 2005

Estar con la familia 84,7


76,2
Ver televisión 77,7
68,5
Pasear 66,6

Estar con los amigos 65,3


56,1
55,3
Escuchar música 43,8
53,3
Leer libros, revistas 44,1
47,2
Oír la radio 36,7

Ir de compras a centros comerciales 42,4

39,2
Salir al campo, ir de excursión 29,8
38,9
Ir al cine 32,5
37,6
Ver deporte 29,1
33,3
Hacer deporte 30,7
32,7
Ir de copas
25,5
Salir con mi novio/a o algún/a chico/a 15,8
Navegar por Internet 24,6

No hacer nada especial 20,9


15,2

Ir a bailar 19,1
17,6

Hacer trabajos manuales 18,1


13,8

Intercambiar MSM Móvil 17,0

Conversar por correo electrónico y chatear 13,7

Asistir a actos culturales 12,6


(conferencias, exposiciones) 8,7
12,6
Ocuparse del jardín 7,6

Asistir a conciertos, ópera 12,1


9,0

Frecuentar establecimientos de comida rápida 11,2

Ir al teatro 11,1
7,0

Ir a alguna asociación o club 9,3


6,7

Otras respuestas 5,5


4,3
4,8
Tocar un instrumento musical 4,0

Ir a reuniones políticas 2,4


1,3

0 10 20 30 40 50 60 70 80 90

Práctica: Evolución: 2000-2005

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Todos los días o varias veces x semana 1 vez x semana o menos

Ver televisión 95,9 2,8

Estar con la familia 92,8 5,6

Oir la radio 92,0 6,5

Escuchar música 91,6 7,1

Intercambiar MSM Móvil 84,0 14,8

Salir con mi novio/a


o algún/a chico/a 81,1 17,2

Leer libros, revistas 77,6 20,8

Hacer deporte 76,6 21,8

Navegar por Internet 76,0 22,9

Conversar por correo 75,4 23,3


electrónico y chatear
Pasear 72,3 25,7

Estar con amigos 65,0 33,4

No hacer nada 61,0 34,7

Hacer trabajos manuales 54,7 43,6

Ir a alguna asociación o club 54,1 44,1

Ver deporte 52,3 46,4

Ocuparse del jardín 51,2 47,5

Tocar un instrumento musical 48,4 48,7

Ir de copas 16,3 81,7

Ir a reuniones políticas 15,1 82,2

Ir de compras a centros
comerciales 11,1 87,6

Frecuentar establecimientos 10,4 88,3


de comida rápida
Salir al campo, ir de excursión 10,1 87,7

Ir a bailar 10,1 88,6

Asistir a actos culturales


3,8 93,8
(conferencias, exposiciones)
Asistir a conciertos, ópera 3,8 94,3

Ir al cine 2,8 95,6

Ir al teatro 1,9 95,6

% 0 20 40 60 80 100

Frecuencia de la práctica de actividades de ocio

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SI N0

Estar con la familia 48,8 51,2

Pasear 41,3 58,7

Estar con los amigos 39,0 61,0

Ir al cine 36,2 63,8

Ir de excursión 31,2 68,8

Ver la televisión 30,7 69,3

Hacer deporte 29,7 70,3

Escuchar música 28,2 71,8

Leer libros, revistas 26,5 73,5

Ir a bailar 21,7 78,3

Ir de copas 20,2 79,8

Ir de compras a
20,1 79,9
centros comerciales
Ir al teatro 20,0 80,0

Oir la radio 19,9 80,1

Ver deporte 18,2 81,8

No hacer nada 16,9 83,1

Salir con el novio/a 16,4 83,6

Hacer trabajos manuales 14,6 85,4

Navegar por Internet 14,1 85,9

Asistir a conciertos 13,0 87,0

Asistir a actos culturales 12,0 88,0

Ocuparse del jardín 9,4 90,6

Tocar instrumentos musicales 8,4 91,6

Correo electrónico 7,5 92,5

Intercambiar MSM 6,9 93,1

Ir a alguna asociación o club 6,0 94,0

Frecuentar establecimientos 4,4 95,6


comida rápida
Ir a reuniones políticas 2,5 97,5

% 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100

Relación gusto-prácticas de ocio

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Las actividades más practicadas —que sobrepasan mucho al gusto
en porcentaje— son estar con la familia, ver la televisión, pasear, estar
con los amigos. Si las comparamos con los gustos se puede observar que
ocupan el mismo lugar de preferencia, excepto ver la televisión que sin
gustar mucho se practica. Parece como si las personas se viesen arrojadas
a esta actividad de ocio debido a la facilidad para conseguir el televisor y
la pasividad que implica, pero que en realidad no están contentos con ella.
Por otra parte se critica el excesivo tiempo dedicado a ver la televisión e
incluso la telebasura.
Otras actividades en las que también choca el cambio de orden es por
ejemplo el frecuentar establecimientos de comida rápida, que no gustando
mucho es bastante practicado, sobre todo los fines de semana.
Según estos datos podemos diferenciar tres grandes grupos de activida-
des: aquellas que se practican a diario, las que se practican semanalmente ó
menos, las que están a medio camino entre la práctica diaria y semanal:
—Las actividades que se practican a diario son: ver la televisión, estar
con la familia, oír la radio, escuchar música, intercambiar MSM móvil,
salir con la novia/o, leer libros y revistas, hacer deporte, navegar por
Internet, chatear y pasear.
— Las actividades que se realizan con cierta frecuencia, pero que una
importante parte de los españoles hace semanalmente son: estar con
los amigos, relajarse sin hacer nada, hacer trabajos manuales, ir a
alguna asociación o club, ver deporte, ocuparse del jardín y tocar un
instrumento musical
— Las actividades que se realizan semanalmente o menos son: ir de co-
pas, ir a reuniones políticas, ir de compras a centros comerciales, ir a
establecimientos de comida rápida, salir al campo-excursión, ir a bai-
lar, asistir a actos culturales, asistir a conciertos, cine y teatro.

RELACIÓN GUSTO-PRÁCTICAS DE OCIO


Las actividades que le gustaría hacer a un porcentaje más alto del que las
hace son ir a bailar, ir al teatro, ir a reuniones políticas, tocar instrumentos
musicales, asistir a actos culturales y asistir a conciertos. Todas las otras acti-
vidades las practican más personas de las que le gusta.
El problema, además, es que existe un gran desajuste entre el gusto y la
práctica que nos ha de llevar a reflexionar sobre la fabricación de los gustos y
las constricciones sociales para la práctica o las facilidades estructurales para
que se realicen. En algunos casos no gustan ciertas actividades pero se practi-
can y en otras gustan pero no se pueden practicar. Es en estos dos aspectos en
los que tenemos que centrarnos. Pasamos a comentar algunos de ellos:

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— Estar con la familia gusta a un 48,8% de los españoles, pero tiene que
estar con ella un 84,4, de los cuales el 37% pertenece al grupo de los que
no le gusta estar con ella pero tiene que estar por obligación social.
— En la actividad de ir a bailar se produce un gran desajuste: le gusta a un
21,7 y va a bailar un 18,3%. Pero ocurre que de ese porcentaje que va a
bailar sólo le gusta a un 9,6, el 8,3% restante es de personas que no les
gusta. Sin embargo no pueden ir a bailar un 12% que si les gusta.
— Va a pasear un 65,5% de los españoles, pero sólo le gusta a aun 41,3%.
Del 65,5% sólo le gusta a un 35,9%. El restante porcentaje lo hace por
obligación social o bien como nos confirmaron en la parte cualitativa,
muchos de ellos es por recomendación médica para cuidar su salud.
Existe, sin embargo, un 5,4% que le gustaría ir a pasear pero no va.
— Ve la televisión un 76,7%, pero sólo le gusta a un 30,7. Del 76,7% le
gusta a un 29,7%, el 47% restante que la ve no le gusta, pero no tiene
otra cosa en que entretenerse.

Actividades de ocio y condiciones sociales de existencia


La probabilidad de realizar o no una actividad de ocio varía entre las
personas según el grupo social al que pertenecen que viene dado por sus
condiciones sociales de existencia que medimos en base a variables como la
edad, el género, los estudios, la ocupación, el hábitat, etc.

LA INFLUENCIA DE LOS ESTUDIOS


Existe una gran diferencia en las actividades de ocio practicadas por las
personas según que el nivel de estudios sea bajo, medio o universitario. Po-
demos diferenciar por una parte las personas con estudios bajos y por otra las
personas con estudios medios y universitarios. En todo caso, dentro de este
último grupo también podemos establecer diferencias.
Las actividades de ocio que las personas con estudios bajos es más
probable que realicen que las personas con estudios medios y altos son:
estar con la familia, pasear y ver la televisión. Actividades para las que no
es necesario apenas invertir, debido a que la televisión en la actualidad se
convirtió en un artículo que está al alcance de todas las familias en la so-
ciedad española. Tal es su función que en estos momentos ya se convirtió
en una actividad más vista por las clases bajas que por las clases medias-
altas.
Las otras actividades culturales en general, sociales, deportivas, gas-
tronómicas de distinto tipo que no son las anteriores, las personas con es-
tudios bajos están en inferioridad de condiciones para su práctica que las
personas con estudios medios-superiores.

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Las actividades en que las personas con estudios medios destacan sobre las
de estudios universitarios son: ir a bailar, ver deporte (que no hacerlo), frecuen-
tar establecimientos de comida rápida e ir de compras a centros comerciales.
Las actividades en las que destacan las personas con estudios superio-
res sobre las personas con estudios medios son: tocar instrumentos mu-
sicales, ir al teatro, asistir a actos culturales-conferencias, ir a reuniones
políticas, ocuparse del jardín.

LA INFLUENCIA DE LA SITUACIÓN LABORAL


En lo que respecta a la relación entre actividades culturales y situación
laboral, los miembros de los colectivos que tienen mayor probabilidad de
practicarlas son los estudiantes, los técnicos y cuadros medios, los emplea-
dos de oficina y los directivos y profesionales. Los que menos probabilidad
tienen son los jubilados y pensionistas, los que se dedican a sus labores, los
obreros cualificados o no, y los agricultores.
Las actividades sociales se realizan con mayor probabilidad por los téc-
nicos y cuadros medios, en los empleados de oficina y servicios y sobre todo
en los estudiantes. Por el contrario, la parte más negativa en las actividades
sociales es para los jubilados y pensionistas y para «sus labores». Sin embar-
go, si afinamos en la interpretación se puede ver que los estudiantes destacan
en general, pero en el caso de estar con la familia llevan la parte más negati-
va, siendo la más positiva para sus labores. En el caso de las reuniones polí-
ticas junto con los cuadros medios están los directivos y profesionales supe-
riores que también asocian positivamente con ir a alguna asociación o club.
Las actividades deportivas asocian positivamente con los directivos y
profesionales superiores, con los técnicos y cuadros medios, con los em-
pleados de oficina y servicios. En el caso de los estudiantes asocian positi-
vamente con ir a bailar, hacer deporte y ver deporte; sin embargo asocian
negativamente con salir al campo y pasear. La actividad de pasear es reali-
zada principalmente por los jubilados-pensionistas y por las personas que se
dedican a sus labores. Otra actividad muy específica es la de ver deporte que
asocia fundamentalmente con obreros cualificados, que es sin duda alguna la
principal clientela de los campos de fútbol.
En lo que respecta a los medios de comunicación existen algunos que
son típicos de un público y otros de otro: navegar por Internet es típico de
estudiantes, técnicos y cuadros medios, directivos y profesionales superiores
y empleados de oficina; ver la televisión es más típico de jubilados, personas
que se dedican a sus labores y agricultores.
Los trabajos manuales y ocuparse del jardín son típicos de jubilados
y pensionistas, sus labores y agricultores. Este mismo público también
se entretiene con ir de compras a centros comerciales. Ir de copas es típi-
co de estudiantes, técnicos y cuadros medios, directivos y profesionales

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superiores y empleados de oficina y obreros cualificados. Los estableci-
mientos de comida rápida son frecuentados por estudiantes, empleados de
oficina y obreros (cualificados o no).

LA INFLUENCIA DEL SEXO


Existen claras diferencias entre hombres y mujeres en lo que respecta a
las actividades de ocio que se pueden apreciar claramente si diferenciamos
los parámetros de la vida pública (hombres), privada (mujeres), mayor em-
pleo de la tecnología y expresión corporal (hombres) y las culturales (muje-
res) y se necesitan más medios económicos (hombres):
— Las mujeres destacan en dos tipos de actividades: por una parte las ma-
nuales y familiares-vida privada y por otra en las culturales. Así, las mu-
jeres son las que más van de compras a centros comerciales, ocuparse
del jardín, hacer trabajos manuales, ir a bailar, estar con la familia, leer
libros y revistas, asistir a actos culturales, ir al teatro, ir al cine.
— Los hombres destacan en las de deportes y nuevas tecnologías y en
las de la vida pública-social. Ver y practica deporte, navegar por
Internet, conversar por correo electrónico-chatear, ir de copas, ir a
asociaciones y clubes, ir a reuniones políticas, estar con los amigos,
tocar instrumentos musicales.

LA INFLUENCIA DE LA EDAD
En general a medida que avanza la edad las personas realizan menos
actividades de ocio. Sin embargo, podemos diferenciar algunas activida-
des que son realizadas con mayor probabilidad por las personas de mayor
edad, como son pasear, ocuparse del jardín, trabajos manuales, escuchar
la radio, ver la televisión…
Hay otras que son típicas de edades intermedias, quizás por lo que fue
la situación de las personas en la sociedad española como es el leer libros
y revistas. Los grupos que más la practican son los que tienen edades entre
los 25 y los 55 años. Los jóvenes no están siendo socializados en métodos
de lectura, sino más bien en otros medios de información. Los más jóvenes
destacan por ir de copas, navegar por Internet, chatear, practicar deportes,
musicales (escuchar música, asistir a conciertos, tocar instrumentos).

LA INFLUENCIA DEL HÁBITAT


Las actividades más típicas de las pequeñas poblaciones (hasta 10.000 ha-
bitantes) son: ocuparse del jardín, hacer trabajos manuales, ver la televisión.
Las otras actividades son más típicas de las zonas urbanas.
A continuación presentamos una tabla con los datos de los residuos ajus-
tados de Haberman en la que se aprecia lo comentado anteriormente.

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Actividades Actividades
Culturales Sociales

Ir a alguna asociación o club


Asistir a conciertos, ópera

Intercambiar MSM móvil


Asistir a actos culturales,

Ir a reuniones políticas

Salir con el novio/a o

Conversar por correo


electrónico y chatear
Estar con los amigos
Leer libros, revistas

Estar con la familia


Tocar instrumentos
Escuchar música

conferencias
Ir al teatro
musicales

Ir al cine

chico/a
NIVEL DE ESTUDIOS
Básicos o menos –12,8 –13,4 –6,8 –21,4 –15,4 –17,3 –20,6 4,0 –10,7 –6,4 –5,9 –13,8 –15,4 –10,8
Medios 8,3 4,6 10,5 2,3 2,4 8,1 –2,7 6,2 2,9 10,0 8,5 8,5
Superiores 6,8 11,9 7,8 15,3 17,2 19,5 17,1 –2,1 6,5 7,3 4,3 6,0 9,9 4,1
SITUACIÓN SOCIOLABORAL
Directivos y profesionales
superiores 2,4 2,3 4,5 2,3 2,6 2,8 2,4

Técnicos y cuadros medios 5,6 8,5 5,8 10,6 11,4 12,4 11,6 3,6 3,3 4,0 7,9
Pequeños empresarios –1,8 –2,3 –2,6 –3,4
Agricultores –5,4 –3,0 –4,4 –3,4 –2,4 –3,9 0,3 –1,8 –2,9
Empleados de oficina y
servicios 6,6 5,3 11,0 4,6 5,6 7,7 6,0 1,9 8,3 4,3 6,8

Obreros cualificados –2,1 –1,9 –2,5 –4,8 –5,9 –8,2 2,0 2,6 –3,0
Obreros no cualificados 1,8 –1,8 –2,0 –4,4 –1,8 1,8
Jubilados y pensionistas –16,6 –7,0 –3,6 –18,9 –4,4 –2,5 –5,7 2,2 –10,8 –16,9 –13,0 –15,5
Parados 4,8 2,7 –2,2 2,5 –2,7 4,8 3,2
Estudiantes 12,9 6,8 6,5 14,8 –13,4 15,2 3,0 13,1 24,0 24,5
Sus labores –8,6 –5,8 –4,8 –10,6 –2,9 –3,2 6,9 –11,1 –11,1 –11,3 –12,0
No clasificables 1,8
SEXO
Hombre 7,6 –1,9 –4,5 –2,3 –9,8 –5,2 5,5 3,0 4,7 1,6 3,9
Mujer –7,6 1,9 4,5 2,3 9,8 5,2 –5,5 –3,0 –4,7 –1,6 –3,9
EDAD
15-24 años 17,5 7,6 5,5 17,1 –3,9 –3,3 –2,1 –15,8 17,7 24,3 25,2 31,1
25-34 años 11,7 5,8 4,3 13,7 2,8 –2,0 9,2 15,5 8,8 12,4
35-44 años 2,8 1,8 5,1 6,4 –2,2 –6,2 –5,0 –6,9
45-54 años –5,2 –3,7 –2,8 –6,2 2,0 2,0 2,5 4,6 –7,9 –10,4 –9,4 –13,2
55-64 años –12,6 –4,0 –2,8 –11,7 –3,3 4,3 –9,8 –12,8 –11,0 –13,6
65-74 años –17,5 –5,5 –5,0 –19,1 –4,0 –3,1 –6,9 3,2 –10,2 –15,2 –12,3 –14,3
TAMAÑO HÁBITAT
Menos de 2000 habitantes –5,7 –3,4 –2,6 –7,3 –4,4 –4,2 –2,8 –7,4 –4,1 –3,8
2.001 a 10.000 habitantes –7,2 –3,4 –6,2 –5,2 –3,7 –7,6 –2,7 –3,0
10.001 a 50.000 habitantes –2,5 –4,2 –2,9 –3,0 4,1 0,9 2,6
50.001 a 100.000 habitantes 3,0 –3,0 –0,1 2,6 3,6
100001 a 400000 habitantes 4,2 2,1 5,1 –1,9 –2,1 –3,6 2,0 –0,9 –2,6
400001 a 1.000.000
188
habitantes 2,6 4,2 6,6 7,1 8,4 4,2 –2,5 4,2 2,0 3,2 7,0 2,6 1,8

Más de 1.000.000 habitantes 4,6 5,7 2,5 6,5 10,8 7,4 9,1 –3,5 2,5 –3,0

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Actividades Ver medios Actividades Actividades Actividades
Deportivas de comunicación manuales gastronómicas consumistas

Frecuentar establecimientos
Salir al campo, excursión

Hacer trabajos manuales

Ir de compras a centros
Navegar por Internet

Ocuparse del jardín

ce comida rápida
Ver la televisión
Hacer deporte

comerciales
Ver deporte

Oír la radio

Ir de copas
Ir a bailar

Pasear

NIVEL DE ESTUDIOS
–7,8 –18,1 –2,4 –6,6 2,5 10,6 –25,7 1,4 –0,2 –4,7 –16,5 –5,0 Básicos o menos
8,9 10,2 2,7 3,2 –3,6 –3,9 11,4 –1,6 –1,7 5,6 11,7 6,5 Medios
11,4 –0,1 4,8 –9,1 19,9 0,1 2,1 –0,4 7,6 Superiores
SITUACIÓN SOCIOLABORAL
Directivos
3,0 2,2 1,9 –2,2 3,4 3,4 y profesionales superiores

10,7 5,4 2,0 –6,8 13,8 5,2 2,5 Técnicos y cuadros medios
–1,8 2,0 –3,5 –2,3 –1,8 Pequeños empresarios
–3,3 –3,1 3,1 –3,7 2,7 –2,5 –3,0 Agricultores
Empleados de oficina y
5,2 3,1 4,5 2,1 7,3 –3,4 –1,8 3,8 7,2 6,4 servicios

3,4 9,6 –4,2 –2,9 –1,9 –3,0 2,9 7,8 Obreros cualificados
–2,4 –2,9 2,4 2,2 Obreros no cualificados
–10,9 –14,0 –6,5 6,5 4,3 2,3 –17,1 3,9 5,7 –11,8 –19,6 –10,6 Jubilados y pensionistas
3,7 –2,4 –1,9 2,3 3,8 Parados
15,4 16,5 3,4 –3,2 –9,4 –2,9 –5,4 22,6 –5,1 –8,2 13,8 12,0 1,9 Estudiantes
–8,3 –13,0 –13,8 –2,3 7,1 4,6 1,1 –15,5 8,8 4,4 –7,9 –15,3 Sus labores
–2,3 2,4 No clasificables
SEXO
–8,3 15,4 28,7 –10,7 9,1 –8,7 –3,5 2,8 11,5 –11,7 Hombre
8,3 –15,4 –28,7 10,7 –9,1 8,7 3,5 –2,8 –11,5 11,7 Mujer
EDAD
23,1 17,4 3,4 –3,2 –11,0 –2,1 –4,9 23,2 –7,4 –11,1 21,3 20,2 3,9 15-24 años
5,1 8,7 2,0 3,5 –3,1 –3,3 12,9 –3,3 –5,2 8,8 17,4 7,0 25-34 años
–6,3 5,1 –1,8 –0,3 –4,0 4,0 35-44 años
–7,3 –5,9 1,9 4,3 –9,6 3,1 5,1 –9,4 –10,0 –2,1 45-54 años
–6,3 –10,0 –1,9 –1,2 6,2 3,2 2,3 –14,4 5,6 6,1 –9,6 –14,4 –4,7 55-64 años
–10,6 –14,7 –5,7 –8,1 5,4 4,0 1,5 –17,2 3,3 5,3 –10,3 –19,1 –11,2 65-74 años
TAMAÑO HÁBITAT
–2,1 –3,9 2,4 4,9 2,7 –7,0 3,3 6,6 –4,1 –2,8 –2,4 Menos de 2000 habitantes
–2,1 –5,0 –3,0 –5,0 5,2 –2,4 –3,4 2.001 a 10.000 habitantes
3,2 4,8 –2,1 2,3 3,6 10.001 a 50.000 habitantes
1,8 2,8 –2,0 –3,4 3,1 3,6 50.001 a 100.000 habitantes
–2,4 –3,8 1,9 –6,5 –0,4 100001 a 400000 habitantes
400001 a 1.000.000
3,3 3,6 4,7 –3,8 3,6 3,1 2,3 habitantes
3,2 2,0 –2,6 2,8 3,8 –3,7 Más de 1.000.000 habitantes

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El valor del ocio: una negociación entre
renta y tiempo
Patricia Gabaldón Quiñones

«The end of labour is to gain leisure».


Aristóteles

Introducción

La economía, como disciplina social, no puede valorar todos los as-


pectos relativos al ocio ya que los efectos sociales o psicológicos de éste
son difícilmente medibles de manera cuantitativa (Duran, 2007). La valo-
ración económica de esta esfera de nuestra vida diaria ofrece además otras
complicaciones como que, en muchos casos, los precios no representan
el valor de la actividad (por estar subvencionada por el Gobierno, o por
poder estar sobrevalorada en la sociedad), y tampoco parece claro que el
consumo de ocio y/o cultural se pueda regir por la ley de los rendimientos
marginales decrecientes del consumo (Becker y Murphy, 1998).
No obstante, el enfoque económico puede ofrecer algunas herra-
mientas útiles para contribuir al estudio del valor de ocio. La economía,
dentro del marco de los recursos limitados, está plenamente dentro del
comportamiento humano. En el caso de las actividades de ocio, el valor
económico no es más que una de las facetas del valor que puede ser
complementada por otras como el tiempo dedicado para conseguir con
ello un acercamiento al valor del consumo.
En el presente capítulo, trataremos de aproximar una visión de la
magnitud que el ocio tiene en nuestra vida diaria, tanto desde el punto
de vista del gasto como desde el del tiempo, los dos grandes recursos
escasos de nuestra sociedad actual.

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El gasto en ocio

Veamos como primera aproximación, cual es el porcentaje de sus


presupuestos familiares que dedican en promedio las familias de cada
uno de los países europeos al ocio. Basada en los datos más recientes de
Eurostat, la siguiente tabla muestra los porcentajes de gasto en ocio sobre
los presupuestos familiares de los distintos países de la Unión Europea y
el incremento que han experimentado esta parte de los presupuestos en
cada uno de ellos. En 1995, los países del Norte de Europa junto con Rei-
no Unido y Austria eran los que dedicaban una parte mayor de su dinero
disponible al gasto en bienes y servicios de tiempo libre, con cifras siem-
pre superiores al 10% y destacando Islandia con un 13%. Los valores de
este indicador para 2005 siguen la misma tendencia pero en casi todos los
casos se han visto incrementados, llegando incluso a ratios de incremento
de 59%, como en el caso de Lituania. En término medio, las familias de la
UE dedicaban un 9,1% de su presupuesto familiar en 1995 a esta partida y
en 2005 le dedicaron medio punto más, es decir un 9,6%.

Tabla 1
Porcentajes de gasto en ocio sobre el presupuesto familiar

1995 2005 % Incremento

Bélgica 9,1 9,3 2,1


Rep. Checa 10,6 11,6 8,6
Alemania 9,3 9,5 2,1
Estonia 5,0 7,9 36,7
Irlanda 7,7 7,5 -2,6
España 8,3 9,1 8,7
Francia 8,6 9,2 6,5
Italia 7,1 6,9 -2,9
Chipre 7,4 8,0 7,5
Lituania 3,0 7,4 59,4
Luxemburgo 8,2 7,9 -3,8
Hungría 8,0 7,9 -1,2
Malta 10,4 10,9 6,3
Holanda 10,8 10,1 -6,9
Austria 11,2 11,8 5,08
Polonia 8,0 6,5 -23,0

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1995 2005 % Incremento
Eslovenia 8,0 9,6 16,6
Eslovaquia 7,4 8,7 13,9
Finlandia 10,6 11,4 7,0
Suecia 10,4 11,8 11,8
Reino Unido 11,2 12,6 11,1
Islandia 13,1 12,3 -6,5
Noruega 11,6 12,7
EU (25 países) 9,1 9,6 5,2
Fuente: Household Budget Survey, Eurostat

Si relacionamos la evolución de estas cifras medias europeas con las ex-


perimentadas por la economía española, el resultado es el gráfico que apare-
ce a continuación. Las dos líneas representadas en el gráfico muestran cómo
el gasto de las familias españolas en ocio ha estado durante todo el periodo
1995 a 2005 por debajo del porcentaje medio de la UE. Aunque en ambos
casos podemos afirmar que hay una tendencia creciente, el crecimiento más
fuerte se dio de 1995 a 1999, momento a partir del cual se estabilizaron las
cifras de participación presupuestaria. En cualquier caso, los valores mos-
trados por España muestran que este porcentaje ha crecido de forma supe-
rior a la media europea (un 8,7% frente a un 5,2%).

10 y = 0,0536x + 9,1782 EU
R2 = 0,6086 (25
countries)
9,5 Spain

Lineal
9 (Spain)
y = 0,0855x + 8,3782
R2 = 0,7514 Lineal
(EU) (25
8,5 countries))

7,5
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

Gráfico 1
Porcentaje de gasto en ocio en los presupuestos de las familias españolas
y del resto de Europa

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1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

EU
(25 países) 9,1 9,1 9,3 9,5 9,7 9,7 9,6 9,6 9,6 9,7 9,6
España 8,3 8,4 8,5 8,9 9,0 9,1 9,1 9,1 9,2 9,1 9,1
Fuente: Household Budget Survey, Eurostat

Las familias españolas dedicaban en 2005 en término medio el 8,3% de


su presupuesto familiar al consumo de actividades de ocio y cultura, y 10
años después, este porcentaje había aumentado en 8 puntos, llegando al 9,1.
Durante este mismo periodo de tiempo, la Europa de los 25 muestra siem-
pre niveles superiores a los españoles, aunque con un ritmo de crecimiento
mucho menor.
Si nos enfocamos ahora más en el fenómeno del ocio en España, se
han realizado ya algunas aproximaciones a la importancia cuantitativa
del sector del ocio y la cultura en España, especialmente desde el punto
de vista de la oferta (ver Herrero Prieto, 2002, para más detalle sobre esta
bibliografía). Para el análisis del sector del ocio y la cultura en España,
García et al (2000) estimaron la aportación al PIB de esta industria en
1997 en más de un 4,5% (en 1992 era de un 3,1%) y en 2003 las cifras
que se barajaron fueron un 3,9% del PIB y un 7,8% del empleo nacional
fue generado por el sector del ocio y la cultura (García et al, 2006). Este
estudio señala además que una parte muy importante del valor añadido
bruto generado por este sector lo genera la iniciativa privada.
Centrándonos en la perspectiva de demanda, la evolución de las ci-
fras de gasto en ocio de las familias españolas muestra como a medida
que ha crecido la renta disponible de los hogares (Gabaldón, 2005), tal
y como predice la Ley de Engel (1973), ha disminuido el peso dentro
del presupuesto de los bienes de primera necesidad y ha aumentado el
destinado a otros de carácter más «superfluo». En España, en los últi-
mos veinte años, este cambio ha sido patente: los gastos en alimentación
han pasado de casi el 30% del presupuesto a menos del 20 entre 1980 y
2000, mientras que los gastos en esparcimiento, ocio y cultura han pasa-
do del 3% al 6% (Gabaldon, 2005).
Las cifras de la partida del grupo 9 de las Encuestas de Presupuestos
Familiares (INE, 1997), llamada «Ocio, espectáculos y cultura», realiza-
das al principio de las tres últimas décadas por el Instituto Nacional de
Estadística, muestran cómo este porcentaje se ha duplicado en importan-
cia presupuestaria relativa en los veinte años analizados, alcanzando el
6% del presupuesto familiar en el año 2000 (estas cifras son distintas a las
ofrecidas por Eurostat, ya que existe disparidad en las definiciones utiliza-

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das). Si comparamos esta evolución con las del resto de partidas de gasto
de los hogares, solo los gastos en vivienda y los destinados a las comuni-
caciones han tenido una evolución tan fuerte.
100% G12. Otros bienes y servicios
G11. Hoteles, cafés y restaurantes
90%
2,94 G10. Enseñanza
80% G9. Ocio, espectáculos y cultura
G8. Comunicaciones
70%
G7. Transportes
60% G6. Salud
G5. Mobiliario, equipamiento del hogar
50%
y gastos corrientes de conservación
40% de la vivienda

30% G4. Vivienda, agua, electricidad y otros


combustibles
20% G3. Artículos de vestir y calzado
10% G2. Bebidas alcohólicas, tabaco y narcóticos
0% G1. Alimentos y bebidas no alcohólicas
1980-81 1990-91 2000
Gráfico 2
Distribución del presupuesto familiar de los hogares españoles, 1980-1990-2000.
Fuente: INE, Encuesta de Presupuestos Familiares

Es decir, si el gasto medio por hogar de los españoles en 2000 fue de


19.862,65 €, alrededor del 6% se dedicó en promedio por cada familia al
ocio. Los últimos datos ofrecidos por el INE, para el año 2004, establecen
el gasto medio por hogar en 23.340,93 €, y de ellos un 6,13% (1.431,06 €)
se dedicó a la partida de Ocio, Espectáculos y Cultura, lo que implica que la
tendencia de crecimiento de importancia de este ratio se mantiene.

El tiempo dentro del análisis del ocio

Estas valoraciones ofrecen algunos problemas intrínsecos a la propia


ciencia económica. En primer lugar, se trata de una diferencia estadísti-
ca, estamos hablando siempre de valores medios de gasto, lo que no nos
permite conocer las disparidades dentro de cada uno de estos promedios.
El segundo de los problemas, ya se avanzaba en la introducción, y es que
hay una gran cantidad de actividades de ocio que no se ven reflejadas en
un desembolso económico. El primero de los problemas no se tratará en la
presente comunicación, pero es fácilmente solucionable identificando los
diferentes colectivos dependiendo de su tipo de gasto en ocio. El segundo
de ellos puede ser ligeramente solucionado complementando las cifras
de gasto en ocio con los valores del tiempo que se le dedica, con el fin

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de detectar aquellas actividades realizadas durante el tiempo libre que no
conllevan gasto.
La modernización de la vida de las familias ha llevado incorporada la
demanda de nuevas necesidades y exigencias que han variado de forma
profunda sus hábitos de consumo. Estas nuevas necesidades han venido
originadas en gran medida por la escasez de tiempo, y el desarrollo de
nuevas tecnologías ha sido una de las grandes soluciones a este problema
de escasez de tiempo. De hecho, nuestro tiempo libre y las actividades
que realizamos durante este tiempo se han visto muy influidos. El ocio
es una de las esferas de nuestra vida cotidiana que más se está viendo
afectada por los cambios provocados por las nuevas tecnologías. Estos
efectos han variado tanto la forma de entender el ocio como la forma de
acceso al mismo. Podemos definir el ocio como las actividades realizadas
durante la parte del tiempo libre tras el tiempo dedicado al trabajo, a las
necesidades personales y a otras obligaciones de otro tipo. Esto implica
que el tiempo de ocio va a estar vinculado a dos elementos: por un lado,
al tiempo libre disponible, y por otro, a la intensidad de gasto realizado
durante este tiempo.
Si metodológicamente existen dificultades para estimar el peso del
ocio y el consumo, desde el punto de vista social, no podemos dudar de
su carácter estratégico, ya que estamos ante una industria en constante
crecimiento, no sólo en cifras, sino en valoración dentro de la sociedad
actual. Según autores como Featherstone (1991), Castells (1991) o Rifkin
(2004) estamos ante un nuevo capitalismo, basado en el conocimiento y
las experiencias, una vez superadas las fases de la producción y el con-
sumo. La mayor valoración del tiempo libre, cada vez más escaso, pone
de manifiesto un mayor consumo dentro de este tiempo que ha hecho que
proliferen gran cantidad de actividades de ocio que hace algunos años
eran impensables, tales como los teléfonos móviles y todos sus accesorios
o todas las actividades de ocio relacionadas con la televisión e Internet.
En la actualidad, los nuevos gurús de la economía defienden la llegada de
un nuevo tipo de sociedad y de una revolución cultural en las que el bien-
estar y la cultura constituyen algunos de los factores centrales de su orga-
nización y su funcionamiento. La llegada de la sociedad postindustrial ha
incrementado el valor del ocio y la cultura (Baumol y Bowen, 1966).
La variable tiempo es un elemento fundamental en cualquier análi-
sis relacionado con el ocio. Y si se parte de que el tiempo de ocio es una
porción residual del tiempo diario frente al trabajo y a las necesidades
elementales de cada individuo, en este momento de la investigación toma
cuerpo la idea de que el tiempo libre no tiene por qué ser tiempo de ocio,
e incluso, el tiempo de ocio no tiene por qué significar necesariamente
gasto en ocio.

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La teoría tradicional del consumidor se basa en la asignación del di-
nero, sin tener en cuenta la distribución del principal factor escaso y total-
mente limitado para los consumidores: el tiempo.

Diferentes restricciones son decisivas para situaciones diferentes,


pero la restricción fundamental es la limitación del tiempo. El progreso
económico y médico han incrementado en gran medida la duración de la
vida, pero no el flujo físico del tiempo en sí mismo, que siempre nos está
limitado a 24 horas al día. Por ello, mientras los bienes y servicios se han
expandido enormemente en los países ricos, el tiempo disponible para
consumir no lo ha hecho.23
Gary S. Becker. (1992) Nobel Lecture.

Becker (1965) y Lancaster (1966), los padres de la nueva teoría del


consumidor, destacan la importancia de la asignación del tiempo. Hacien-
do un resumen muy somero, se podría decir que el tiempo junto con el
resto de factores productivos tradicionales se conjuga dentro del seno de
la familia, a razón de la función de producción domestica, para que ésta
obtenga el bien final, verdadero objeto de satisfacción.
Que las pautas de distribución del tiempo de los hogares españoles es-
tán variando parece algo que cualquiera de nosotros puede afirmar echan-
do un vistazo a su alrededor, pero por ahora, no disponemos de encuestas
de usos de tiempo comparables entre distintos periodos que nos ratifiquen
esta intuición. Muchas pueden ser las causas que están detrás de estos
cambios en los hogares, pero podemos destacar entre ellos algunos como
la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el fuerte desarrollo
económico experimentado por la sociedad española en los últimos treinta
años o las nuevas tecnologías, acompañadas de una fuerte incorporación
de equipamiento dentro del hogar. Evidentemente, el ocio, como una de
las esferas importantes del tiempo de los miembros de los hogares, se está
viendo afectado por estos cambios, generando tanto cambios en el tiempo
que se les dedica, como en la forma en que se desarrollan las actividades
de ocio. De alguna manera, el tiempo que las mujeres dedican a las activi-
dades domésticas condiciona el tiempo que dedican al trabajo remunerado
y al ocio. Este último se verá afectado a la baja, ya que el tiempo que se
consume en la realización de las tareas domésticas suele ser bastante rígi-
do (Del Re, 1995).

23 Different constraints are decisive for different situations, but the most fundamental

constraints is limited time. Economic and medical progress have greatly increased length
of life, but not the physical flow of time itself, which always restricts everyone to 24 hours
per day. So while goods and services have expanded enormously in rich countries, the total
time available to consume has not.

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La siguiente tabla, muestra la distribución diaria del tiempo de
hombres y mujeres en el año 2000 para algunos de los países de la UE.
Podemos ver como las mujeres europeas dedica de media entre 4 y
5 horas al día al «tiempo libre». Las finlandesas y las noruegas son las
que tienen más tiempo de este tipo, casi seis horas en el caso de Norue-
ga, mientras que parece que las francesas dicen solo tener cuatro horas
de tiempo libre al día. En el caso de los hombres, las tendencias por
países son muy similares (finlandeses y noruegos son los que disponen
de más tiempo libre y los franceses los que menos), pero el tiempo libre
de las mujeres en todos los casos es menor que el de los hombres.
Analizando las cifras más en detalle, en líneas generales parece que
las mujeres aún dedican una parte de su tiempo mayor al trabajo do-
méstico que los hombres, y que este tiempo se detrae en gran parte de
tiempo libre24 de las mujeres. Evidentemente estas diferencias, aunque
existen, son menores en el caso de los países nórdicos (algo más de una
hora) y (más de dos horas de diferencia).

24 Dentro del «tiempo libre» se incluyen las actividades de vida social, diversión, cul-

tura y ocio pasivo.

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Tabla 3
Distribución de tiempo diaria media en hombres y mujeres en algunos países de la UE, año 2000

Reino
Mujeres Bélgica Alemania Estonia Francia Hungría Eslovenia Finlandia Suecia Noruega
Unido

Tiempo Libre 4:50 5:24 4:36 4:08 4:38 4:29 5:29 5:03 5:05 5:52
Comida
2:43 2:43 2:08 3:02 2:19 2:08 2:06 2:28 2:16 1:58
y cuidados personales
Dormir 8:29 8:19 8:35 8:55 8:42 8:24 8:32 8:11 8:27 8:10
Transporte 1:19 1:18 1:06 0:54 0:51 1:02 1:07 1:23 1:25 1:11
Trabajo Doméstico 4:32 4:11 5:02 4:30 4:57 4:57 3:56 3:42 4:15 3:47
Trabajo o estudio 2:07 2:05 2:33 2:31 2:32 2:59 2:49 3:12 2:33 3:03

Reino
Hombres Bélgica Alemania Estonia Francia Hungría Eslovenia Finlandia Suecia Noruega
Unido

Tiempo Libre 5:22 5:53 5:28 4:46 5:29 5:34 6:08 5:24 5:30 6:03
Comida y
2:40 2:33 2:15 3:01 2:31 2:13 2:01 2:11 2:04 1:47
cuidados personales

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Dormir 8:15 8:12 8:32 8:45 8:31 8:17 8:22 8:01 8:18 7:57
Transporte 1:35 1:27 1:17 1:03 1:03 1:09 1:12 1:30 1:30 1:20
Trabajo Doméstico 2:38 2:21 2:48 2:22 2:39 2:39 2:16 2:29 2:18 2:22
Trabajo o estudio 3:30 3:35 3:40 4:03 3:46 4:07 4:01 4:25 4:18 4:31
Fuente: Comparable time use statistics. National tables from 10 European countries. Eurostat (2007)

199
Atendiendo a las diferencias entre tiempo libre y ocio en España, las
cifras anteriores quedan aun más reforzadas si calculamos el tiempo que
dedican los españoles en promedio a las actividades de ocio, independien-
temente de que impliquen gasto o no. La encuesta de empleo de tiempo
del INE para 2002 (INE, 2004) muestra cómo se dedica alrededor de 5
horas al día a las actividades de esparcimiento, es decir, prácticamente el
40% del tiempo no dedicado a las actividades de descanso.

Medios de comunicación
(2:16) Trayectos y tiempo
Aficiones y juegos
(2:16) no espec.
(1:10)
Deportes y actividades Cuidados personales
al aire libre (11:22)
(0:48)
Vida social
y diversión
(1:29)
Trabajo voluntario
y reuniones
(0:13)

Hogar y familia
(2:59) Estudios
(0:43) Trabajo
(2:39)

Grafico 4
Distribución media del tiempo diario de los españoles
Fuente: EET, INE, 2002-2003

Gasto y usos de tiempo por grupos de edad

La comparación de las dos fuentes de datos permiten hacer un ejer-


cicio de reflexión muy interesante basado en conocer cuando el gasto
en ocio coincide con el tiempo de ocio. El problema con el que nos te-
nemos que enfrentar en esta comparación es la agregación de los datos.
Es muy complicado ajustar el gasto y el tiempo de ocio de cada uno de
los tipos de familias. Los únicos datos que podemos comparar hasta
ahora (siempre teniendo en cuenta las limitaciones que supone utilizar
dos bases de datos totalmente distintas) son el tiempo medio diario
dedicado al ocio en 2002: 5 horas por persona y el gasto medio anual
de cada familia en esta misma partida en 2002: 1.247,24 € (5,85 % de
21.320,35 €). Si el tamaño medio de la familia española en 2002 era de
2,93 personas, estamos hablando de 15 horas dedicadas al ocio por día

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por familia, lo que supondrían 5.475 horas al año, es decir, cada familia
dedican 0,22 €/hora al ocio por familia. Pero estas cifras se alejan bas-
tante de la realidad personal de cada uno de nosotros. Para acercarnos
un poco más a la realidad, hemos optado por analizar gasto y tiempo de
ocio por grupos de edad.
La teoría del ciclo vital muestra que determinados acontecimientos en
la vida familiar (Modigliani, 1986) provocan modificaciones en el hogar y
en sus decisiones de gasto y compra. En esta ocasión, utilizaremos la edad
como variable de acercamiento a este concepto, y poder apreciar las dife-
rencias entre cada uno de ellos.
Algunas de las propuestas de Kelly (1982) para el futuro del ocio,
ponen de manifiesto como aparecerán nuevas formas de ocio vinculadas
a estas nuevas estructuras familiares, adaptadas a las nuevas necesidades
de las familias, como puede ser la reducción del tiempo de ocio de las
mujeres debido a su incorporación al mercado laboral. A priori, podemos
esperar algunas conductas con respecto al consumo de cultura en base
a los cambios en las fases de los hogares. Por ejemplo, en los hogares
más jóvenes y sin hijos los gastos en ocio deberían ser mayores, al no
tener compromisos familiares que les resten tiempo para este tipo de ac-
tividades; por lo tanto, la presencia de hijos tenderá a reducir el consumo
cultural cuando los hijos son aun dependientes de los padres, ya que es
menor el tiempo libre de los padres y por otro lado, cuando los hijos crez-
can, pasarán a ser ellos mismos consumidores de cultura. La llegada de la
jubilación implica un aumento drástico de tiempo libre en los miembros
del hogar, pero al mismo tiempo, una reducción de los ingresos. Estos
efectos contrapuestos harán que, por un lado, aumente el tiempo de ocio
disponible y por otro, que la renta disponible provoque una reducción del
consumo menos lujoso.
Aplicando estas ideas al caso español, los gráficos y tablas siguientes
muestran cuatro segmentos de la población española: los menores de 25
años, los de entre 25 y 44 años, de 45 a 65 años y los mayores de 65 años,
según las cifras de la Encuesta de Empelo de Tiempo y de Presupuestos
Familiares, del INE.
Los jóvenes de menos de 25 años dedican en promedio 5 horas y 21
minutos diarios al ocio y esparcimiento (más del 20 % de su tiempo) y,
como nota destacada, poco más de una hora al día al trabajo a las tareas
domésticas. Además, a pesar de que no son los que más gastan en ocio, sí
que son el grupo que muestra mayor interés en este tipo de gastos, ya que
se gastan en esto el 8,36 % de su presupuesto, tres puntos por encima de
la media nacional.
Las personas de 25 a 44 años se caracterizan por el gran tiempo de-
dicado al trabajo (casi cuatro horas) y a las labores del hogar (tres horas),

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esto en detrimento del tiempo libre, al que apenas le dedican, el 15 % de
su día. Y dedican algo más del 6 % de su presupuesto familiar al ocio
El tercero de los grupos es el de la segunda fase de la edad laboral:
de 45 a 64 años. Este colectivo tiene más tiempo libre que el anterior,
ya que también trabaja menos horas. Y es dentro de este grupo donde se
encuentran las mayores intensidades de gasto en ocio: las familias donde
el sustentador principal tiene entre 46 y 55 años gastan de media 1731 €
(el 6,29 % de su gasto total).
Las personas de 65 y más años son las que disponen de más tiempo
libre (seis horas y media, el 25 % de su tiempo) y lo usan esencialmente
en ver la televisión (tres horas y media diarias). Al contrario de lo que pa-
rezca, en este grupo la disponibilidad de tiempo libre no hace que se gaste
más, sino que al contrario, dada la restricción presupuestaria de este gru-
po, los niveles de gasto son muy inferiores a los del resto: el 4,39 % de su
presupuesto, alrededor de 700 € al año. Son un colectivo que dedica una
gran parte de su tiempo libre a realizar actividades que no implican gasto
como pasear o caminar, actividad a la que dedican una hora al día.

Tabla 4
Distribución de actividades por grupos de edad
menos de 25 de 45 65 y
de 25 años a 44 años a 64 años más años
tiempo % diario tiempo % diario tiempo % diario tiempo % diario

Cuidados
11:38 47,10 10:48 40,40 11:07 40,62 12:35 47,10
personales
Hogar y
1:06 4,45 3:01 11,28 3:42 13,52 3:41 13,79
familia
Tiempo
5:21 21,66 3:59 14,90 4:36 16,81 6:34 24,58
libre
Trabajo y
4:29 18,15 4:32 16,96 3:09 11,51 0:08 0,50
estudios
Voluntario
1:06 4,45 3:01 11,28 3:42 13,52 3:41 13,79
y reuniones
Trayectos y
tiempo no 1:20 4,18 1:23 5,17 1:06 4,02 0:04 0,25
especificado
Fuente: INE y elaboración propia

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8,36

6,9
6,73
6,29
5,84 5,64
4,96
4,39

Total Hasta 25 Entre 26 Entre 36 Entre 46 Entre 56 Entre 61 66 y más


años y 35 años y 45 años y 55 años y 60 años y 65 años años

Gráfico 5
Estructura del gasto en Ocio, espectáculos y cultura por grupos de edad.

Grupo 9. ocio,
Gasto medio por espectáculos y cultura
hogar
Valor %

Total 22.071,57 1.288,98 5,84


Hasta 25 años 18.100,49 1.513,20 8,36
Entre 26 y 35 años 21.578,14 1.452,21 6,73
Entre 36 y 45 años 24.287,61 1.675,85 6,90
Entre 46 y 55 años 27.527,95 1.731,51 6,29
Entre 56 y 60 años 26.369,56 1.307,93 4,96
Entre 61 y 65 años 22.102,53 1.246,58 5,64
66 y más años 15.799,41 693,59 4,39
Fuente: INE y elaboración propia

Conclusiones

El objetivo de este artículo era complementar de alguna manera las


cifras de gasto en ocio de las familias españolas con el fin de reflejar lo
más fielmente posible su comportamiento con respecto a las actividades
de ocio. Para ello, se han utilizado principalmente, dos grandes fuentes
estadísticas como son la Encuesta de Presupuestos Familiares (ECPF) y la

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Encuesta de Empleo de Tiempo (EET), ambas realizadas por el Instituto
Nacional de Estadística.
La hipótesis que subyace bajo este objetivo es que desde la econo-
mía, el ocio se ha considerado principalmente como una variable de gasto
cuando hay una gran cantidad de actividades que no implican desembolso
monetario y que sin embargo son muy relevantes dentro del ocio.
El tiempo se ha convertido en una variable de gran importancia dentro
de la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos que es la eco-
nomía. El tiempo es el recurso más escaso, especialmente porque no es re-
producible: solo tenemos 24 horas al día, que se agotan cada noche. Y por
ello el tiempo que le dedicamos al ocio cada vez tiene un valor mayor por
ser más escaso y más caro (el coste de oportunidad de no trabajar también
debería ser mayor).
Si complementamos las cifras de gasto en ocio con las cifras de tiem-
po, esta afirmación no tiene siempre por qué ser acertada. Según el co-
lectivo al que nos estemos refiriendo, la valoración del ocio y del tiempo
libre van a ser distintas.
En esta ocasión solo hemos analizado tres grupos de hogares, seg-
mentando por la edad del sustentador principal, pero las diferencias ya
son evidentes.
Los jóvenes son grandes consumidores de ocio y de tiempo libre (del
que disponen una gran cantidad) pero dada su restricción presupuestaria
no pueden permitirse gastarse mucho más de lo que lo hacen. En su caso
el tiempo no es un bien escaso, lo que es escaso es el dinero.
Las personas en edad de trabajar, de 25 a 65 años, son realmente los
pobres en tiempo, ya sea por dedicar este tiempo al trabajo ya sea por de-
dicárselo a la familia, pero en este colectivo la renta es mucho más alta.
La falta de tiempo libre hace que este grupo sea mucho más intensivo en
gasto en ocio durante este tiempo. Aquí, sí que el recurso más escaso es el
tiempo.
Y finalmente nos encontramos con el tercer colectivo, formado por las
personas jubiladas o retiradas (mayores de 65 años), donde la restricción
presupuestaria es tan evidente que el gasto en ocio es mínimo tanto en tér-
minos absolutos como relativos. Hay teorías que apuntan a que la socie-
dad española que actualmente está retirada no conoce como gastar durante
su tiempo libre y que prefiere realizar actividades más tradicionales, como
caminar o ver la televisión, que no implican gasto, pero la actitud hacia el
gasto es algo que no podemos conocer con este tipo de datos.
Estas cifras y comparaciones solo son orientativas y haría falta pro-
fundizar en ellas para poder conocer que tipo de gastos hace cada grupo
o si las diferencias podrían ser de otro tipo, como por regiones, países o
género. Sin embargo, eso ya es otra investigación.

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Parte II
Propuestas y retos en torno a las
experiencias de ocio desde distintos
ámbitos y grupos de población

Modelos de Aceptación de Tecnología aplicados en contextos de ocio: el caso


del turismo (MATT).
por Abad Galzacorta, M. y Alzua-Sorzabal, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
El valor de proveer experiencias únicas en turismo activo: aportaciones prácticas
para la oferta.
por Sallent i Bonaventura, O . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
La manifestación del ocio en parques naturales protegidos
por Arruti, A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249

Los videojuegos y las comunidades virtuales. Dos ejemplos de ocio digital


por Aguilar Gutiérrez, E . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267

Claves del acceso al ocio de toda la ciudadanía


por Madariaga Ortúzar, A. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287

La experiencia de ocio a través de los programas universitarios de adultos/mayores


por Lázaro Fernández, Y . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317

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Modelos de Aceptación de Tecnología
aplicados en contextos de ocio: el caso del
turismo (MATT)
Marina Abad Galzacorta y Aurkene Alzua-Sorzabal

Introducción

El impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana (activida-


des educativas, productivas o sociales), implica no sólo la modificación
de las formas de aprender, trabajar e interactuar, sino la integración de la
sociedad en redes globales (Castells, 1999). Una sociedad como la actual,
en constante transformación, exige un mayor esfuerzo investigador sobre
la realidad y los cambios que tienen lugar y un claro ejemplo de ello es el
efecto de la irrupción tecnológica que arrastra la necesidad de estudiar el
impacto de las tecnologías en los individuos y grupos.
El sector turístico, como sector de ocio y servicios, debe adoptar,
más que ningún otro sector, una orientación clara hacia el consumidor,
ya que los clientes forman parte indivisible del producto. Numerosos
psicólogos y sociólogos han afirmado que el turismo es ante todo un
fenómeno psicosocial (Pearce, 1987) y numerosas contribuciones cien-
tíficas de estas disciplinas se han centrado principalmente en la identifi-
cación de patrones y comportamientos de los usuarios y clientes de ser-
vicios y productos turísticos a lo largo de todo el proceso (desde la toma
de decisión hasta la realización de la actividad turística) tales como la
motivación, la formación de imágenes de destino o la personalidad y
roles turísticos.

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En el área de las ciencias del turismo, la psicosociología estudia
científicamente el comportamiento de las personas, generado por una
serie motivaciones encaminadas a satisfacer las necesidades relacionadas
con la actividad turística, la elección, la compra y la prestación de los
servicios turísticos correspondientes. Además, abarca el estudio de los
comportamientos en relación con los aspectos económicos, sociales, la-
borales y culturales de la actividad humana. Desde el punto de vista de la
oferta, estudia los comportamientos en cuanto a la comercialización de los
productos o servicios turísticos, mientras que analiza las motivaciones y
necesidades de los turistas, el consumo de productos y servicios turísticos,
la actividad viajera, las vivencias o los usos en los viajes desde el punto
de vista de la demanda.
Igualmente, en la investigación de los Sistemas de Información,
desde hace más de tres décadas se realizan estudios en los campos de la
psicosociología con el propósito de entender los factores que influyen
en la conducta hacia el uso de la tecnología, lo mismo que su proceso
de implantación en ámbitos diversos. Los modelos psicosociológicos de
aceptación de la tecnología, la disposición a pagar por los nuevos servi-
cios y productos para determinar su viabilidad industrial o el análisis y
desarrollo tecnológico de las políticas turísticas, son entre otras, nuevas
áreas de interés.
Diferentes investigaciones han tratado de explicar la aceptación de las
nuevas tecnologías por parte de los usuarios, convirtiéndose en un área de
investigación muy importante dentro de la literatura sobre los sistemas de
información. Existen datos que muestran que desde los años 80, el 50%
del nuevo capital invertido en las organizaciones se ha dedicado a nuevas
tecnologías (Westland and Clark, 2000 citado en Venkatesh et al, 2003).
En este contexto, se han generado diferentes modelos teóricos que tienen
su origen en la psicología y la sociología y que a día de hoy han podido
explicar el 40% de la varianza en la intención individual de uso (Venka-
tesh et al., 2003).

El turismo y las nuevas tecnologías

El desarrollo del sector turístico se ha visto influenciado, y sin duda,


seguirá viéndose influenciado por la evolución incesable de las tec-
nologías y más en concreto por las TIC, que a su vez, impactan en los
cambios que están sufriendo los comportamientos y las necesidades de
la sociedades más desarrolladas. Por lo tanto, si algo es cierto acerca del
futuro del sector turístico y de ocio, es que la influencia de la tecnología

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continuará transformando los medios y las formas en la comunicación y
el funcionamiento intersectorial.
Buhalis (2003) señala que las TIC han permitido gestionar mejor los
recursos a los organismos y empresas turísticas, incrementar su produc-
tividad, difundir su política y mejorar la comercialización de sus ofertas,
además de potenciar el desarrollo del asociaciones con sus clientes,
usuarios, consumidores, organizaciones del sector público, grupos de
interés, etc y de permitirles expandirse geográficamente y coordinar de
forma más eficiente su actividad regional, nacional e internacional. Es
decir, las organizaciones de turismo precisan utilizar las TIC para desa-
rrollar estrategias que estén centradas en el cliente, guiadas por la renta-
bilidad y que permitan y potencien las asociaciones, lo que les ayudará
a centrarse en su clientela, las necesidades de las organizaciones y las
estrategias de distribución respectivamente.
Asimismo, las TIC juegan un papel cada vez más relevante en la
competitividad de las organizaciones y destinos turísticos. En este
sentido, ese mismo autor afirma, que el despliegue exitoso de las TIC
requiere una administración innovadora y una revisión constante de
estos nuevos desarrollos además de adoptar las soluciones tecnológicas
convenientes para maximizar la capacidad competitiva de las organi-
zaciones. En esta línea, el progreso tecnológico, las tendencias hacia
la movilidad total y el acceso universal a los contenidos exigirán una
futura convergencia tecnológica ya que de lo contrario, se mantendrán
como elementos o funciones aisladas, disminuyendo el potencial retorno
del sector.
En resumen, para el sector turístico el desarrollo de tecnologías ge-
nera tanto oportunidades como retos, de modo que las tendencias emer-
gentes más significativas pueden y deben ser examinadas dentro de este
escenario de cambio y evolución.

Transformaciones en la cadena de valor del turismo

Otro de los cambios importantes que ha supuesto la innovación


tecnológica en general, es la disminución de muchas de las asimetrías
existentes en las cadenas de valor entre los actores más grandes y más
pequeños, lo que ha ocurrido también en el sector turístico. Hay que tra-
tar, por lo tanto, de entender la nueva cadena de valor del turismo en su
globalidad, viendo cómo las innovaciones tecnológicas han impactado
en el mismo, cambiando el paradigma global, en el que el papel del con-
sumidor ha ido tomando cada vez más protagonismo.

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El modelo de cadena de valor, desde su concepción por Porter
(1985), ha sido usado constantemente para trazar los niveles y las unio-
nes organizacionales e industriales y para analizar y describir dónde
reside el valor de estos dos niveles. También ha sido usado por econo-
mistas como un buen método para identificar eslabones causales entre
la globalización y la desigualdad económica y saber cómo contrarrestar
estás tendencias del desequilibrio.
En el caso del turismo, su complejidad aumenta, ya que el producto
turístico es uno de los más complejos, por estar directamente asociado
con la idea de tiempo libre y la «experiencia vacacional», llegando a
sugerir que «desde el punto de vista de un cliente potencial que está
considerando cualquier forma de experiencia turística, el producto pue-
de definirse como un grupo o paquete de componentes tangibles e in-
tangibles, basados en la actividad en un destino concreto» (Middleton y
Clarke, 2001). Es decir, además de ser percibido como una experiencia,
disponible a un precio, la satisfacción global del consumidor depende
del sitio donde se lleva a cabo la experiencia de ese producto basado,
además, en la experiencia de varios actores (normalmente los interme-
diarios) involucrados en la creación, desarrollo y realización de ese pro-
ducto turístico y que lo hace disponible al consumidor para la compra
(Baker & Crompton, 2000).
En turismo, la cadena de valor se define como el rango completo de
actividades que exigen llevar el producto turístico desde su concepción
y producción a su consumo como experiencia real del turista. En su
forma más simple, la cadena de valor del turismo puede representarse
como una interacción lineal, donde en un extremo de la cadena se si-
túan los proveedores de producto turístico también llamados «tourism
principals» y en el otro extremo el consumidor (turista, visitante). En
el medio, los intermediarios que están principalmente se encargan de
gestionar, empaquetar y promocionar el producto turístico haciéndolo
accesible al consumidor (Paraskevas, 2005).
Pero, es evidente que a nivel estratégico, el eTourism ha revolu-
cionado la cadena de valor entera, desde los procesos comerciales a
las relaciones estratégicas del turismo con todos sus actores. Por otro
lado, a nivel táctico, debe aplicar las TIC para maximizar la eficacia y la
efectividad de las organizaciones turísticas, además de incluir todas las
funciones comerciales (eCommerce, eMaketing, eFinance, eAccounting,
eHRM, eProcurement, eR&D, o eProduction) así como en eStrategy,
ePlanning e eManagement.

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Figura 1
El sistema turístico
Fuente: Buhalis, 2003

La «segunda revolución turística»

Existe una nueva corriente sobre la revolución que han supuesto las
nuevas tecnologías en la experiencia turística. Estas corrientes van un
paso más allá, de entender este fenómeno como impacto a llamarlo revo-
lución, basada en el acceso a la información. Estas ideas se basan en que
si hace unos años, las grandes agencias de viajes ponían a disposición de
los internautas (o «turisnautas») una gran fuente de información para ele-
gir su próximo destino, la comercialización de la oferta turística, hoy en
día, en éstas mismas agencias, están iniciando otra revolución: dar mayor
poder a los usuarios a través de una mayor y mejor información.25
Aunque en algunos foros se le ha acusado de utilizar un termino de-
masiado pretencioso, «segunda revolución turística», Hallé, quien lo ha
bautizado como Revolución,26 habla de la revolución turística de manera
intuitiva y documentada. El informe de la Consultora Magma Turismo
(cuyos socios son el propio Hallé y Grau), ha analizado las claves del sec-
tor turístico y afirman que «tras la irrupción de las TIC, que ha permitido

25 http://www.turistec.net/blog/2006/08/turismo_20.html
26 Hallé Bruno. La segunda Revolución Turística. (21/11/06) http://www.cincodias.com/
articulo/opinion/

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fenómenos como las aerolíneas de bajo coste o la gestión directa de reser-
vas, las empresas del sector afrontarán en los próximos años, como valor
diferencial decisivo a nivel de competitividad»27 (Hale y Grau).
Este estudio habla de tres factores de cambio evidentes: el sector ho-
telero, las aerolíneas low cost y los nuevos destinos. En el primer caso, es
evidente que las nuevas tecnologías han impactado en todos los ámbitos
(atención al cliente, promoción, gestión integral, etc.), siendo uno de los
ejemplos principales los procesos de reserva donde actualmente donde en
un 71,3% de los casos es a través de buscadores de Internet y un 21,6%
a través de la web del establecimiento. El segundo de los caso es la con-
solidación del modelo de líneas de bajo coste que ha provocado un giro
radical, arrastrando con ello una redefinición completa de la promoción,
marketing, distribución de productos y servicios del sector. Actualmente,
1 de cada 8 vuelos es operado por alguna de estas líneas, lo que además
ha impulsado nuevos destinos.
Por último, este informe hace referencia a los nuevos destinos, ya que
está «revolución» en línea con la nueva cadena de valor del sector, otorga
mayor potencial de decisión al consumidor (demanda) que cuenta con más
información y mayor capacidad de decisión, lo que le convierte a su vez
en un cliente más exigente. Según este informe, un 62,7% de los viajes
turísticos se realiza sin reserva previa y aunque un 50% de los españoles
rastrea por Internet para preparar un viaje, cabe señalar que únicamente
un 25% hace la compra por Internet.
En resumen, los turistas consumen menos en destino, vienen más ve-
ces, pero sus estancias son más cortas, además de enfrentarse a una com-
petencia global. Si bien todo esto, es resultado de una primera revolución
causada en gran parte, por las nuevas tecnologías, la denominada «segun-
da» se caracteriza por centrarse en el cliente, el desarrollo de tecnología
móvil integrada con la tecnología OLAP (Online Analitical Processing),
los CRM (Customer Relationship Management), la revolución del marke-
ting y los nuevos modelos de negocios donde los GDS están compitiendo
con los GNE (GDS New Entrants) de características muy similares pero
con una plataforma son coste, Internet.
Existen otros expertos28 que opinan que esa «revolución» no se cen-
tra ni mucho menos en las tecnologías en sí mismas sino en la capacidad
de las mismas de reconvertir al antiguo turista en el turista actual, en el
turista 2.0 y defiende que no se puede hablar de una segunda revolución,
pues la primera no ha terminado. Lo cierto es que, revolución o no, algo

27 Magma Turismo (2007). La segunda revolución tecnológica en el Sector Turístico.

Imab. Nuevas
28 Mario Eduardo Alza [http://www.turistec.net/blog/2006/08/turismo_20.html]

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está cambiando en la forma de intervenir en la experiencia de los turis-
tas en Internet.

Tabla 2
Turismo 0.0 - 1.0 - 2.0

0.0 1.0 2.0

Tipo de Integrada
Red Red
organización verticalmente
Soc. Información y
Tipo de sociedad Soc. Información
Industrial del conocimiento)
Estandarizada Individualizada Individualizada
Tipo de oferta Rígida Flexible Flexible
Masas Segmentada Personalizada
Medianamente Altamente
Conectividad Desconectada
conectada conectada (web)
Media/Alta
Orientación la Alta (bidireccional:
Baja (unidireccional:
cliente usuario activo)
usuario pasivo)
Orientación al
Baja Media/Alta Alta
destino
Fuente: Adaptado de William, 200729

Los Modelos de Aceptación de Tecnología

En este contexto de la Sociedad de la Información, campos de estudio


como el comportamiento, la motivación o las conductas, es decir, aquellos
que afectan de forma directa a la toma de decisiones, cada vez son más
complejos. En el caso del turismo, puede afirmarse que si la toma de de-
cisión siempre ha sido un sistema complejo, ahora es más, si cabe, ya que
es fruto de una amplia gama de experiencias anteriores así como de una
cantidad cada vez mayor de información disponible sobre el destino y las
actividades. Si ya en la década de los 80 autores como Krippendorf (1987)
señalaba que uno de los principales problemas de estas investigaciones
son la inabarcabilidad de los motivos que incitan a la práctica turística,

29 http://www.hosteltur.com/blogs/355_turismo-00---10-20-esquema-comparativo.html

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actualmente, la proliferación de información así como la multiplicidad de
canales de distribución no hacen sino aumentar dicha complejidad.
Esta irrupción tecnológica trae consigo la necesidad de estudiar el
impacto de las tecnologías en los individuos y grupos que componen el
mercado. Esto incluye modelos psicosociológicos de aceptación de la tec-
nología, la disposición a pagar por los nuevos servicios y productos para
determinar su viabilidad industrial, el análisis y desarrollo tecnológico de
las políticas turísticas o todos los estudios sobre las nuevas necesidades,
equipamientos, benchmarking, e internacionalización del sector turístico
vasco.
El protagonismo de la información y los canales para su adquisición
en el mercado turístico explican, en parte, la estructura de este mercado
y por lo tanto, la importancia de la información en todos los procesos del
mismo. Por esta razón, la facilidad y el coste del acceso a la misma es un
factor clave de éxito y de satisfacción de los turistas, incluso en términos
de calidad percibida. Esta realidad hace que una de las principales áreas
de estudio sea diseñar sistemas de información y herramientas inteligentes
capaces de dar respuestas integrales, tanto a la oferta como a la demanda.
En otras palabras, se trata de dar respuesta a estas necesidades mediante
la aplicación de técnicas inteligentes y/o sistemas expertos, aceptando la
variedad de exigencias de los distintos usuarios en cuanto a información
turística, e incorporando capacidades de interrogación e interlocución
para adecuar posibles alternativas de oferta turística a los requerimientos
del cliente.
En esta realidad puede afirmarse que, aunque existen estudios que
proponen modelos teóricos provistos de análisis empíricos, hay una caren-
cia de conocimiento referente a las necesidades reales, la disposición y el
grado de aceptación de estos nuevos dispositivos por parte de los usuarios
finales (Ajzen and Fishbein, 1980; Davis, Bagozzi, and Warshaw, 1989,
Mathieson, 1991).
Durante las dos última décadas se han propuesto, testado, extendido,
redefinido y unificado diferentes modelos de aceptación de las tecnologías
que han contribuido a entender los factores de la aceptación de tecnología
y las relaciones entre ellos (Sun and Zhang, 2006). Estos mismos autores
identifican dos limitaciones importantes en estos estudios. La primera de
ellas es el bajo poder explicativo de los mismos, ya que la mayoría de los
estudios tienen en cuenta menos del 60% de la varianza explicada, aunque
los datos respecto a publicaciones anteriores (Venkatesh, 2003) señalan
una mejora de esos porcentajes.30 Por otro lado, están las limitaciones por

30 Estos porcentajes son especialmente bajos entre aquellos que realizan los trabajos de

campo con profesionales aunque también existen diferencias como la capacidad de expli-

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las relaciones inconsistentes entre diferentes constructos y las de éstos con
sus factores determinantes, lo que ha llevado a algunos autores a cuestio-
narse la solidez de dichos factores en diferentes contextos.

Venkatesh & Davis Venkatesh et al.


(2000) (2003)
Model Elaboration
Gefen et al.
Straub (2003)
(1994)
Model extension
Davis & Venkatesh
Adams et al. (1996)
(1992)
Model validation
Davis
Taylor & Todd
(1986)
(1995)
Model introduction

1986 1990 1995 2000 2003

Figura 3
Progreso en el tiempo de la investigación en TAM
Fuente: Lee et al., 2003

Se han desarrollado numerosos modelos desde diferentes perspec-


tivas y a diferentes niveles pero todos ellos con el objetivo de explicar
la aceptación de tecnologías y le comportamiento de los diferentes
usuarios. La mayoría de los modelos seguidos durante estos años están
basados en modelos anteriores como el Technology Acceptance Model-
TAM (Davis, 1989; Davis et al., 1989), la Teoría de la Acción Razona-
da (TRA, Theory of Reasoned Action), Theory of Planned Behaviour
(TPB) y sus adaptaciones (Mathieson, 1991; Taylor and Todd, 1995b),
Computer Self-Efficacy (Compeau and Higgins, 1995a, b), Task–
Technology Fit (Goodhue, 1995; Goodhue and Thompson, 1995) o los
Modelos motivacionales (Davis et al., 1992) entre otros. Estos modelos,
han ido desarrollando toda una disciplina en Sistemas de Información

car el fenómeno entre cuando de hace en entornos reales frente a «laboratorios» o entre es-
tudiantes o profesionales, ya que algunos incluyen factores complejos contextuales que hay
que tener en cuenta (Sun y Zhang, 2006).

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(IS, Information System), contribuyendo a entender estos fenómenos
(todos citados en Sun and Zhang, 2006).
Un primer acercamiento a la investigación académica en aceptación
y uso de los sistemas de información propone que el TAM emerge como
uno de los modelos de mayor influencia en este campo de investigación,
principalmente por su aportación teórica, contribuyendo de forma signifi-
cativa a entender esos procesos a través de dos aspectos: entender el uso
de los IS y las conductas de aceptación de esos sistemas. Davis (1986)
introdujo el TAM sobre la base teórica de la Teoría de Acción Razonada
(TRA), un modelo de la psicología social que se desarrolló para explicar
los determinantes de conductas conscientemente intencionadas (Ajzen and
Fishbein, 1980; Fishbein and Ajzen, 1975). En general, el TRA explica
virtualmente la conducta humana, con el objetivo de predecir y entender
la conducta de un individuo (Ajzen & Fishbein, 1980).
Davis y Bagozzi (Davis, 1986; Davis et al., 1989; Bagozzi et al.,
1992) desarrollaron lo que se denomina TAM (Technology Acceptance
Model) para explicar el comportamiento de los usuarios con el uso de
ordenadores tratando de especificar uniones causales entre dos conjuntos
clave de constructos teóricos: la utilidad percibida (PU, Perceived useful-
ness) y la facilidad de uso percibida (PEOU, Perceived Ease of Use) como
factores determinantes en la aceptación del usuario de un sistema de infor-
mación, unido a las actitudes del usuario (A), sus intenciones de compor-
tamiento (BI) y la conducta real de adopción del sistema real (AB).

Perceived
Usefulness
(PU)
Attitude
Toward Behavioral Actual
External
Using Intention Use
variables
(A) (BI)

Perceived
Ease of Use
(PEOU)

Figura 4
TAM-Technology Acceptance Model
Fuente: Davis, Bagozzi and Warshaw, 1989

Este modelo ha sido testado en diferentes contextos, con diferentes


perfiles de estudios o con diferentes tecnologías además de utilizarse en

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su forma extendida, en variantes, de forma unificada con otros modelos,
etc. confirmando su validez y fiabilidad a la hora de explicar y predecir
el comportamiento del usuario respecto a la tecnología (Sun and Zhang,
2005) y aunque se le ha dado réplica y se han estudiado tanto sus aporta-
ciones como sus limitaciones, continúa siendo el modelo más utilizado en
el campo de los sistemas de información, aunque entre las implicaciones
siempre aparece la necesidad de seguir trabajando en los principales, tra-
bajar en sistemas complejos y en entornos diferentes (Lee et al., 2003).
Otro hito importante en la investigación de modelos de aceptación de
tecnología ha sido el modelo de Venkatesh, Morris, Davis y Davis (2003),
que propusieron un modelo unificado el UTAUT (Unified Theory of Ac-
ceptance and Use of Technology) con una perspectiva renovada y comple-
tada del TAM. Este modelo, se basa principalmente en entender cómo los
determinantes de intención y de conducta evolucionan con el tiempo. Para
ello, hicieron una revisión de la literatura exhaustiva, comparando los
ocho modelos principales identificados y sus extensiones para finalizar
formulando y validando un modelo unificado que integra elementos de
los ocho modelos.
En resumen, utilizando los datos de cuatro organizaciones en un
periodo de seis meses a través de tres puntos de medida, los ocho mo-
delos explicaron entre el 17 y el 53% de la varianza en la intención de
uso. El modelo fue generado (UTAUT), partiendo de cuatro constructos
determinantes de la intención y del uso (performance expectancy, effort
expentancy, social influence y facilitating conditions) y cuatro factores
moderadores (edad, género, experiencia y voluntariedad de uso) y testado
tratando de superar los ocho modelos individualmente (ajustando R2 al
69%) resultando ser una herramienta útil para aquellos que necesitan eva-
luar la probabilidad de éxito a la hora de introducir de nuevas tecnologías,
ayudándoles a entender el modelo de aceptación. Una de las principales
aportaciones de este estudio, ha sido unificar la investigación sobre la
aceptación individual e incorporar cuatro factores moderadores por consi-
derarse influyentes en las dinámicas incluyendo el contexto organizacio-
nal, la experiencia del usuario y las características demográficas, donde la
validez predictiva de los modelos crece incluyendo dichas variables.

Los Modelos de Aceptación de Tecnología en contextos turísticos

La aceptación de tecnología en entornos hedónicos

Como se ha visto en el apartado anterior, el paradigma dominante en


esta área de investigación está basado principalmente en el TAM de Da-

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vis y sus principales constructor: la «utilidad percibida» PU y la «facili-
dad de uso percibida» PEOU. Del mismo modo, se ha visto que desde su
postulado original, el modelo de TAM ha sufrido variaciones, extensio-
nes y modificaciones, pero en general puede afirmarse que el constructo
de la «utilidad percibida», es el factor determinante más significativo
frente a otros constructos investigados en la aceptación de tecnologías
(Davis et al. 1992; Igbaria, Parasuraman, y Baroudi 1996).
Pero aunque no son numerosos, existen estudios que se centran en
identificar diferencias en la aceptación del usuario cuando el uso de las
tecnologías tiene una orientación productiva (utilitaria) o cuando su uso
está orientado al disfrute o placer (hedónica). Estas excepciones dentro
de la literatura (Atkinson y Kydd 1997; Moon y Kim 2001; Venkatesh
1999), indican cómo en los sistemas de información estudiados en en-
tornos hedónicos, parece que la utilidad percibida pierde cierto peso
frente a el «disfrute o placer percibido» o la «facilidad de uso percibi-
das» (Van der Heijden, 2004) donde podrían citarse estudios sobre siste-
mas como el www, sistemas utilizados en entornos de ocio, videojuegos
o programas de formación basados en juegos. Estos estudios son los que
las que hacen pensar en las limitaciones de los modelo tradicionales en
estos contextos hedónicos, de ocio o «no laborables».
En este contexto, los sistemas de información denominados «hedó-
nicos», van a ser aquellos que además de tener utilidad, buscan propor-
cionar un valor al usuario en sí mismos, es decir, generalmente son dise-
ñados para ser un entretenimiento o placer en sí mismos. En contraste,
los sistemas denominados utilitarios tratan de proporcionar un valor
instrumental al usuario e implican la existencia de un objetivo externo a
la propia interacción entre el usuario y sistema, una tarea que cumplir o
sirven para ser más eficiente en el cumplimiento de las mismas. Por lo
tanto, según la definición de utilidad percibida (centrada principalmente
en los beneficios externos), en esos casos lo que se busca es que a través
de la interacción con ese sistema mejore su eficiencia, en cambio, el
valor de un «sistema hedónico» va a medirse en función del grado de di-
versión o placer que el usuario experimenta al utilizarlo, es decir, tener
una experiencia agradable (Van der Heijden, 2004).
Según la lógica de las hipótesis planteadas que parten de la teoría
de la motivación (Deci, 1975), donde la aceptación del usuario está
determinada por dos tipos fundamentales de motivación: extrínseco e
intrínseco, un usuario intrínsecamente motivado está más influenciado
por los beneficios derivados de la interacción con el sistema en sí mis-
mo. Igualmente, el enfoque hedónico ayuda a comparar la investigación
de TAM en ambientes de hogar o de ocio frente a entornos laborales,
que es el contexto en el que se desarrolla el TAM y que parte del estudio

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de sistemas de información pensados para aumentar la productividad en
ambientes laborales. En ocasiones, hay personas que utilizan esas tecno-
logías para llevar trabajo a su ambiente «más casero», lo que diluye en
cierta forma ese uso productivo de la tecnología hacía aspectos mucho
más relacionados con la diversión o el placer, como pueden ser los jue-
gos de ordenador o los sistemas de mensajería instantánea Venkatesh,
2001) ya que el entorno del hogar se presupone como «habitat natural»
de los sistemas hedónicos. Se puede esperar, por lo tanto, que en ge-
neral la percepción de diversión o de disfrute sean dominantes en esos
entornos, mientras que la utilidad como tal lo sea más en ambientes de
trabajo.
En resumen, y siguiendo los estudios originales del modelo TAM,
el desglose de la utilidad percibida no sirve para medir la naturaleza
hedónica del sistema de información, por ejemplo, un resultado externo
(como la mejora en el trabajo) es totalmente impropio en este contexto.
Por esta razón, para estos contextos, donde incluiríamos los entornos
turísticos, se han creado nuevos ítems y nuevos conceptos adaptados a
los contextos hedónicos (Sun & Zhang, 2006). Como puede verse en la
tabla 2, han aparecido nuevos conceptos como el «state of flow» descri-
to por Csikszentmihaiyi (1990) que tiene en cuenta el disfrute subjetivo
de un individuo cuando interactúa con la tecnología, confirma que es
un predictor significante en varios de los resultados que lo relacionaban
empíricamente el uso de tecnologías, como las actitudes y en cierta me-
dida su uso (Trevino y Webster 1992). La definición del disfrute percibi-
do, por ejemplo, trata de delimitar hasta qué punto puede ser divertido el
uso del sistema en sí mismo y por lo tanto, forma parte de la motivación
intrínseca. Consecuentemente, para los sistemas utilitarios, se espera
que los factores predictivos dominantes sean los de motivación extrín-
seca y de igual forma, para los sistemas hedónicos puede esperarse que
sean los de motivación intrínseca los que dominen a la hora de predecir
cómo va a ser la interacción con ese sistema.

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Tabla 5
Conceptos específicos de IT

Concepto Definición Fuente

Una situación específica con característi-


cas individuales representando un tipo de
Microcomputer estado intectual o playfulness cognitivo Webster and
Playfulness y describiendo una tendencia individual Martocchio
(CP) para interactuar espontanemente, «inven- (1992)
tivamente» e imaginativamente con los
microordenadores
Sensación holística que las personas sien- Trevino and
Flor tes cuando actuan con total implicación Webster
(también emocional) (1992)
Agarwal and
Cognitive Estado de implicación profunda con las
Karahanna
Absortion Tecnologías de la Información.
(2000)
La extensión por la cual la actividad de
usar ordenadores es percibida como diver-
Perceived Davis et al.
tida en sí misma, además de por determi-
enjoyment (1992)
nadas consecuencias de su realización que
podrían anticiparse.
La fuerza de las creencia de cada uno en
Perceived Moon and
que interactuando con la www satisfará las
playfulness Kim (2001)
motivaciones intrínsecas de los usuarios.
Un sentimiento positivo o negativo (eva-
Attitude toward Davis et al.
luación del afecto) hacia llevar a cabo un
using IT (1989, p.894)
comportamiento determinado.
Satisfaction El referente que afecta al usuario (sensa- Bhattacherjee
with using IT ción hacia) basado en su anterior uso (2001)
Computer self- Una creencia individual sobre sus propias Compeau et
efficacy (CSE) capacidades para usar ordenadores. al. (1999)
Fuente: Adaptado de Sun & Zhang, 2006

El estudio llevado a cabo por Van der Heijden (2004) en el uso de


www, la principal implicación, es que además de cumplir las hipótesis
principales, confirma que la naturaleza hedónica de un sistema de infor-
mación es una limitación de la validez del modelo de aceptación de tecno-

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logía en entornos no laborales, es decir, que la importancia se debe centrar
en el rol (funciones u objetivos) para el que esta pensado ese sistema ya
que en función de que el objetivo sea el disfrute o el aumento de producti-
vidad, el protagonismo de los factores determinantes será diferentes.
Un estudio anterior introduce ideas similares incluyendo en el modelo
el constructo CA, Cognitive Absortion (Agarwat y Karahanna, 2000). Es-
tos autores parten de la misma premisa y es que a la hora de explicar por
qué los usuarios se comportan de determinada manera en su aceptación
de tecnologías ha tendido a centrarse en principios instrumentales. Pero
incluso antes de entrar en el ámbito de la psicología individual, sugieren
que las experiencias heurísticas con tecnología pueden medirse a través
de constructos como perceived enjoyment o flow que serían variables
explicativas potencialmente importantes en las teorías de aceptación de
tecnología. Por ello parten de la de la hipótesis que CA, como variable
relativa de motivación intrínseca, es importante en el estudio de conductas
de uso de tecnología ya que sirve como un antecedente importante a las
opiniones nacientes sobre determinada tecnología.
Como conclusión, lo que se extrae de estos estudios es que si el pro-
greso en modelos de aceptación de usuario debe enfocarse en la naturale-
za de uso del sistema, es decir, si se quiere extender el modelo del TAM
a contextos hedónicos o no laborales la distinción entre el uso hedónico
o instrumental deben de quedar explícitas. Igualmente queda explicito,
que además de la inclusión de determinantes adicionales, será necesario
incluir nuevos constructos.

El Turismo y los modelos de aceptación tecnológica

En el caso de turismo, existen autores que tratan de teorizar acerca


de si el turismo como una forma especial de ocio o si no es así, ya que si
el turismo no es considerado como tal, los análisis teóricos del turismo o
del ocio derivarían en diferentes modelos de investigación. Hay otros que
defienden que el turismo es una forma de ocio con sus propias caracterís-
ticas, sin embargo otros investigadores sugieren que algunas formas de
turismo se distinguen de las características básicas atribuidas al ocio. Esta
investigación parte de la premisa de que hoy en día el turismo es una de
las actividades de ocio por excelencia y de primera categoría, y como tal,
es difícil de entender sin tener en cuenta el marco referencia en el que se
sitúa, el ocio (Cuenca, 2000).
Partiendo por lo tanto de esta premisa, hay que decir que no son nu-
merosos los estudios que apliquen los modelos de aceptación de tecnolo-
gía en contextos turísticos, y casi todos ellos son en entorno web. Existe

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un estudio que utiliza un modelo de aceptación de tecnología para evaluar
la influencia de las características de una página web de turismo en la per-
cepción de utilidad de la misma a la hora de planear un viaje (Kaplanidou
and Vogt, 2006). Para ello utiliza un modelo de análisis estructural en el
que se incluyen características del consumidor que se centra en conocer
los elementos que los turistas encuentran útiles dentro de un sitio web
(navegación, contenido,…), el grado de utilidad percibido a la hora de
planear un viaje y cómo influye en las intenciones de viajar al destino y
el impacto que las características de los consumidores pueden tener en la
intención de viajar a ese destino.
Como marco teórico han cogido los modelos de Theory of Reasoned
Action (TRA) y el Technology acceptance model (TAM) y por lo tanto, se
basan en la premisa de que la utilidad percibida es el constructo más con-
trastado y utilizado para entender la aceptación de tecnologías, «la utilidad
percibida es el mayor determinante en las intenciones de los usuarios para
utilizar el ordenador y la facilidad de uso percibida es un determinante se-
cundario pero significativo» (Davis, Bagozzi, y Warshaw, 1989). Además,
afirman que la confluencia de ambos modelos permite una estructura cau-
sal más completa para predecir y explicar la conducta del usuario basada
en tres constructos: intención del comportamiento, la utilidad percibida y
facilidad de uso percibida, por lo que no introducen ningún constructo de
los identificados para contextos no laborables, como podría ser utilizar
una página web para preparar una visita o una actividad de ocio.
En los resultados se han ido estudiando y analizando cada una de las
hipótesis, viendo las que se cumplían y las que no, pero en resumen, los
principales resultados muestran que la motivación visual y la funciona-
lidad de la información sobre el viaje son predictores en la utilidad de la
web. Igualmente, la utilidad del sitio web también es un predictor signi-
ficante en la intención de viajar al destino de la web, mientras que visitas
anteriores al destino o a su web tienen una influencia negativa significante
pero pequeña en la intención de viajar. El factor de la motivación visual,
anteriormente mencionado es también un predictor directo en la intención
de viajar a ese destino, mientras que la funcionalidad de la información
sobre el viaje tenía influencia indirecta en la intención. Metodológicamen-
te, este estudio está entre los pocos estudios que usan consumidores fina-
les a la hora de investigar la utilidad, por lo que puede ser muy útil para
gestores de DMOs a la hora de cómo dirigirse a viajeros de primera-vez o
a los que el objetivo es que repitan la visita. Además, el uso del análisis de
datos multivariante, ha enriquecido el modelo permitiendo una evaluación
simultánea de la relación entre todas las variables.
Existen además dos estudios actualmente en curso, de los que sólo se
conocen resultados preliminares, donde se aplica de forma directa los mo-

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delos de aceptación tecnológica a entornos turísticos y centrados ambos
en sistemas móviles (Rasinger, 2006; Kim et al., 2005). El de Kim (2005)
trata de generar un modelo conceptual donde se explican los factores que
influyen en la aceptación turística de dispositivos móviles, donde propone
5 determinantes como performance expectancy, effort expectancy, hedo-
nic motivation, social influence y facilitating condition.
Además, durante los últimos años, se han realizado diferentes prototi-
pos a través de proyectos de investigación donde se han validado distintos
dispositivos en diferentes escenarios (Schmidt-Belz & Poslad, 2003; Sch-
midt-Belz & Hermann, 2004; Kjeldskov et al., 2003). En la mayor parte
de estos proyectos, se han llevado a cabo estudios de evaluación desde
prácticamente el principio del desarrollo de los proyectos hasta la valida-
ción del prototipo tanto en laboratorio como en escenarios reales. El obje-
tivo es identificar las necesidades del usuario y los requisitos indispensa-
bles de los dispositivos para dar una respuesta adecuada a esa demanda.
Estas evaluaciones se han realizado de diferente forma, en función de
los objetivos de cada uno de los proyectos con los que se corresponden y
los escenarios de validación. Estos trabajos han servido por ejemplo para
probar la necesidad de llevar a cabo estudios de prospectiva, previos a la
experiencia e implementación de los prototipos, con el objetivo de son-
dear información acerca del tipo de contenidos que habitualmente deman-
dan así como de sus hábitos durante el viaje, como por ejemplo el tipo de
recursos informativos que utilizan durante el viaje (guías, mapas, etc.).
También es indispensable conocer el uso y la familiaridad previa que los
usuarios tienen con los diferentes dispositivos y herramientas que están
vinculadas con el prototipo a evaluar (Internet, PDAs, teléfonos móviles,
portátil, etc,...) para llegar a identificar modelos de aceptación de tecnolo-
gías.

Implicaciones

Se ha visto como en la denominada Sociedad de la Información y del


Conocimiento, la información y los canales para su adquisición cobran
protagonismo en mercado turístico, tratando de explicar la estructura y los
procesos del mismo. En esta realidad, la proliferación de información, así
como la multiplicidad de canales de distribución, no hacen sino aumentar
la complejidad de este mercado, por lo que la facilidad y el coste del ac-
ceso a la información va a ser un factor clave de éxito y de satisfacción de
los turistas, incluso en términos de calidad percibida.
Igualmente, ha quedado patente que esta irrupción tecnológica trae
consigo la necesidad de estudiar el impacto de las tecnologías en los in-

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dividuos y grupos que componen el mercado, haciendo que una de las
principales áreas de estudio sea el diseñar sistema de información y herra-
mientas inteligentes capaces de dar respuestas integrales, tanto a la oferta
como a la demanda. En otras palabras, se trata de dar respuesta a estas
necesidades mediante la aplicación de técnicas inteligentes y/o sistemas
expertos, aceptando la variedad de exigencias de los distintos usuarios en
cuanto a información turística, e incorporando capacidades de interroga-
ción e interlocución para adecuar posibles alternativas de oferta turística a
los requerimientos del cliente.
En este contexto, se ha hecho un repaso a los estudios existentes que
proponen modelos teóricos provistos de análisis empíricos y donde se
ha confirmado la validez y fiabilidad a la hora de explicar y predecir el
comportamiento del usuario respecto a la tecnología del modelo TAM
(Sun and Zhang, 2005). Pero aunque este modelo continúa siendo el mo-
delo más utilizado en el campo de los sistemas de información, entre las
implicaciones siempre aparece la necesidad de seguir trabajando en los
principales constructos, trabajar en sistemas complejos y en entornos dife-
rentes (Lee et al., 2003). En resumen, y siguiendo los estudios originales
del modelo TAM, el desglose de la utilidad percibida no sirve para medir
la naturaleza hedónica del sistema de información, por ejemplo, un resul-
tado externo (como la mejora en el trabajo) es totalmente impropio en este
contexto.
Por otro lado, existen estudios que se centran en identificar diferen-
cias en la aceptación del usuario cuando el uso de las tecnologías tiene
una orientación productiva (utilitaria) o cuando su uso está orientado al
disfrute o placer (hedónica). Estas excepciones dentro de la literatura
(Atkinson y Kydd 1997; Moon y Kim 2001; Venkatesh 1999), indican
cómo en los sistemas de información estudiados en entornos hedónicos,
parece que la utilidad percibida pierde cierto peso frente a el «disfrute
o placer percibido» o la «facilidad de uso percibidas» (Van der Heijden,
2004).
Estos estudios son los que las que hacen pensar en las limitaciones de
los modelo tradicionales en el contexto del turismo, considerando este un
entorno hedónico o de ocio. Por esta razón, se trata de trabajar en la inclu-
sión en estos modelos a los contextos hedónicos a través de nuevos cons-
tructos y/o nuevos conceptos (Sun & Zhang, 2006) como «state of flow»
(Csikszentmihaiyi, 1990), cognitive absortion (Agarwal and Karahanna,
2000) o perceived enjoyment (Davis et al., 1992) entre otros.
Partiendo de la premisa de que hoy en día el turismo es una de las
actividades de ocio por excelencia y de primera categoría, y como tal,
es difícil de entender sin tener en cuenta el marco referencia en el que se
sitúa, el ocio (Cuenca, 2000), la principal conclusión que se extrae de este

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estudio es que si el progreso en modelos de aceptación de usuario debe
enfocarse en la naturaleza de uso del sistema, es decir, si se quiere exten-
der el modelo del TAM a contextos turísticos MATT, la distinción entre
el uso hedónico o instrumental deben de quedar explícitas. Igualmente
queda explicito, que además de la inclusión de determinantes adicionales,
será necesario incluir nuevos constructos.
Además, como ocurre en otros estudios de motivación, en turismo, no
es lo mismo el tipo de utilidad o valor añadido que busca en un servicio,
es decir la motivación de un turista cultural, de sol y playa o de negocios.
Por ello, este enfoque requiere prestar atención a las decisiones que to-
man los turistas y cómo lo hacen. Además dentro de esta diferenciación
se generan ciertas dualidades como por ejemplo el tipo de usuario final:
usuario final (turista) vs gestor-trabajador turístico. En este caso a la hora
de generar un MATT, el saber con qué elemento de la cadena de valor del
sistema turístico se está estudiando, es indispensable y en ocasiones tam-
bién difícil de definir. Evidentemente no es lo mismo trabajar con un via-
jero que llega a una ciudad nueva y «quiere» utilizar un kiosco turístico
(turista) que con la trabajadora de una oficina de información turística que
diariamente «tiene que» trabajar con una plataforma dinámica de gestión
de destinos (trabajador turístico). Ambos son «consumidores/usuarios de
tecnologías aplicadas al turismo» pero el modelo a aplicar puede y debe
variar sustancialmente.
Como resumen se puede afirmar que existen una serie de conceptos
directamente relacionados con estos estudios como son utilidad, facili-
dad de uso, usabilidad, efectividad, satisfacción, placer o diversión, que
hay que tratar en cualquier caso, pero principalmente cabe señalar su
importancia, ya que a través de la evaluación de experiencias piloto, se
va tratando de añadir información válida a los modelos de aceptación de
tecnología en turismo (MATT).

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El valor de proveer experiencias únicas en
turismo activo: aportaciones prácticas para
la oferta
Oriol Sallent i Bonaventura

Introducción

Esta es una propuesta teórica sobre la importancia de considerar la


influencia de la experiencia vivida en el turismo activo, con un enfoque
que pueda mejorar la competitividad de las empresas prestadoras de servi-
cios así como la política turística de las administraciones, tal como ya han
estudiado parcialmente Bouchet y Lebrun, 2004 y, de forma muy general,
De Knop y Standeven, 1999.
A fin de establecer el área de estudio se analizará, brevemente, el
ámbito del Turismo y Deporte con una propuesta propia de definición y
clasificación según las expectativas del turista en turismo activo y turismo
deportivo.
En segundo lugar, se introducirá el ámbito del ocio, caracterizado por
una evolución continua hacia la búsqueda de experiencias en la que la ac-
tividad deportiva y la turística no constituyen la excepción. Precisamente,
la experiencia turística es el principal ámbito de estudio para entender la
estructura del producto turístico y la visión del cliente.
A partir de esta base conceptual, se propone un nuevo enfoque para el
turismo activo que tenga en cuenta la búsqueda de experiencias, la evo-
lución del ocio y las nuevas relaciones con el medio natural. Vivir expe-
riencias y sentir nuevas emociones se ha convertido en claro objetivo para

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individuos urbanitas, con las motivaciones más funcionales y materiales
superadas y con falta de referentes de identidad local. Entenderlo de este
modo contribuye a un cambio de estrategia turística, del márqueting apli-
cado y de la prestación del servicio turístico. La hipótesis que se propone
es que, considerando esta nueva clasificación del turismo activo basada
en la experiencia y la motivación, y no en las características técnicas de
la actividad, se obtienen nuevos referentes, muy útiles para la creación de
productos, así como para su comercialización y comunicación.
Para finalizar se facilitarán elementos prácticos para poder aplicar esta
nueva visión a la oferta turística.

El Turismo activo: turismo y deporte recreativo

Hablar de Turismo activo, en cualquiera de las definiciones que poda-


mos encontrar, es hablar de la participación del deporte en el producto tu-
rístico, designando aquella actividad física, reglada o no, institucionaliza-
da o no, que tiene el fin de mejorar el rendimiento, conseguir resultados,
educar, producir satisfacción y recreo o mejorar la salud.
Los intentos de articular el dominio del Turismo y Deporte han
desembocado en una proliferación de definiciones (Ruskin, 1987; Hall
1992 y 2005; Gammon y Robinson, 1997; Standeven, 1997; Weed y Bull,
1997; Gibson, 1998; Jafari, 2000: Higham, 2005; entre muchos otros).
Siendo el ocio un campo de difícil definición, y los ámbitos turístico y
deportivo fenómenos que evolucionan rápidamente y disciplinas con múl-
tiples enfoques, no ha sido fácil encontrar un consenso en una definición
y una clasificación únicas.
Huyendo de un intento imposible31 de querer limitar estrictamente el
ámbito (Weed, 2006: 23), se puede comprobar una creciente complejidad
y profundidad en las diferentes definiciones hasta llegar a aquella que
consideramos más completa y que se citará en la mayoría de trabajos, la
de Standeven y De Knop:
«Todo tipo de implicación activa y pasiva en actividades deportivas,
participadas de manera casual o organizada por motivos comerciales o no,
que necesitan un desplazamiento desde la localidad de residencia o tra-

31 Uno de los grandes obstáculos en el estudio del Turismo y Deporte es discernir si

es más conveniente «incluir todas y cada una de las relaciones entre ambas disciplinas, o
crear una especie de marco conceptual identificando un sujeto con parámetros precisos».
En el primer escenario la disciplina se podría diluir, mientras que una definición académica
demasiado estricta provocaría probablemente un sujeto demasiado rígido (Gammon y Ro-
binson, 1997: 21)

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bajo» (Standeven y De Knop, 1999:12) incluyendo tanto las actividades
deportivas que son motivaciones principales del viaje como las comple-
mentarias.
Para la hipótesis defendida en este artículo, el criterio de clasificación
más interesante para el estudio del Turismo y Deporte, es el de la motiva-
ción del viaje turístico, con una primera clasificación general basada en
la diferencia entre la búsqueda del rendimiento deportivo y la motivación
recreativa de la actividad física y una de secundaria basada en la búsqueda
de experiencias.
Aquellas prácticas turísticas que asimilan el deporte reglado, sistema-
tizado e integrado institucionalmente (ya sea como entrenamiento o como
competición) vivido activamente —participantes, o pasivamente— técni-
cos, periodistas y otros, se designarán como «Turismo deportivo». Como
contraposición a este término, el «Turismo activo» se desnudaría de su
sentido generalista como concepto opuesto a turismo pasivo y pasaría a
describir todas aquellas prácticas turísticas donde la actividad física se
vive recreativamente.
El Turismo activo abarcaría diferentes manifestaciones: una ruta sen-
derista por el Ripollés, una excursión a vela familiar en Palamós, una ac-
tividad de ràfting en el Pallars, unas colonias infantiles multideportivas en
la Segarra o un partido de tenis amistoso en un resorte turístico, por poner
sólo algunos ejemplos ilustrativos.
El término turismo activo en Cataluña y en el Estado Español32 tiene
una aceptación y uso muy importantes, pero no del todo consensuado
(Aspas, 2000: 27). Se refiere en general, a prácticas que tienen lugar en el
medio natural que, a menudo, pretenden huir de la masificación (aunque
muchas veces no se consigue, como por ejemplo, las pistas de esquí alpi-
no durante los fines de semana, el cicloturismo en algunas Vías Verdes, o
el submarinismo en las Islas Medes—Baix Empordà).
Entre turismo activo y turismo deportivo se encuentran los aficiona-
dos y seguidores que, aprovechando su tiempo de ocio, deciden viajar
siguiendo el calendario y la estructura de las competiciones deportivas
oficiales. Comparten la experiencia lúdica pero sin implicación activa en
la producción de la misma (ver Pine y Gilmore, 2000: 101). Se trata de un
turista asimilable al turista cultural que ubicamos en un grupo propio.
Una vez identificados los turistas activos es necesario estudiar más
profundamente las experiencias que buscan, y para ello es necesario estu-
diar previamente la naturaleza de éstas y, especialmente, desde la perspec-
tiva turística.

32 En el Estado Español es uno de los componentes del «Turismo de Naturaleza» junta-

mente con el «Ecoturismo» y el «Turismo de Esparcimiento» (SGT, 2004: 14)

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La recreación: la búsqueda de la experiencia. La experiencia turística

Sobre la ascendencia e importancia de la experiencia en el ámbito del


ocio se ha producido en los últimos 25 años un considerable interés aca-
démico y una relevante presencia en las estrategias empresariales.
A nivel científico, a partir de la identificación de una fase experiencial
por Clawson en los años 60, se ha ido progresivamente incrementando
la relevancia de ésta a través de los estudios de Toffler en 1970 y, poste-
riormente, en los «Momentos de la Verdad» de Carlzon (Carlzon, 1987),
la «Dream Society» del danés Jensen (Jensen, 1999), la «Economía de
la «Experiencia» (Pine y Gilmore, 2000), la teoría del «Flujo» (flow) de
Csickszentmihalyi (Csickszentmihalyi, 1993 y 1996), la «Teatralización
de las Experiencias» (Harris y otros, 2003), entre muchos otros (véase
como muestra de recopilación de estudios a Grötsch, 2003: 45; Goytia,
2004: 19 y Jennings, 2006: 8-11).
Un aspecto fundamental de la transformación del mundo del ocio se
manifiesta en la mercantilización de la experiencia (Rifkin, 2000: 197).
Una vez saturado el mercado de la razón, el sistema capitalista pone
precio a la ilusión y la experiencia. De este modo, la industria del ocio, e
incluidos en ella, los sectores del Turismo, del Deporte, y del Turismo y
Deporte, se ven arrastrados a generar experiencias e ilusiones. El ocio ha
hecho emerger deseos personales que antes estaban enterrados bajo otras
motivaciones más «pragmáticas» y los ha transformado en «ilusiones», y
estas ilusiones son emociones y vivencias que se han convertido en mer-
cancías comercializables.

La experiencia en el turismo

El concepto de ocio ha evolucionado en las últimas décadas. De aso-


ciarse al tiempo libre, ha pasado a denominar una actividad determinada
(hobby) y actualmente designa una experiencia vivida. El turismo, como
actividad recreativa, ha evolucionado consecuentemente. Si hace diez
años se hablaba del paso del «¿Donde vas de vacaciones?» al «¿Qué ha-
ces estas vacaciones?», ahora la pregunta está más cerca del «¿Qué has
vivido estas vacaciones?», ya sea esta vivencia haber compartido unos
días con unos indígenas en el Amazonas, haber descubierto la calidez de
un alojamiento rural o haberse lanzado en paracaídas desde un avión. Eso
sí, ¡tiene que haber una Experiencia auténtica y única! Una más de todas
las que buscamos infatigablemente cuando vamos de compras a unos
grandes almacenes, conducimos un automóvil, tomamos un refresco o co-
memos en un restaurante.

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Este cambio hacia la valoración de atributos emocionales y viven-
ciales tan estudiado desde el punto de vista científico e, incluso, abusado
en términos de promoción turística (Tarssanen y Kylänen, 2004: 134) no
parece haber cuajado en el desarrollo de productos ni en la prestación de
servicios turísticos, donde parece prevalecer la visión productivista. Así
«en el desarrollo convencional de productos y planificación de itinerarios
hay una falta evidente de análisis de las experiencias del cliente» (Haahti
y Komppula, 2005: 101) mientras que, gradualmente, un nuevo turista
«espect’actor» (espectador y actor, al mismo tiempo) se aparta del consu-
mo de productos y busca disfrutar de experiencias que él mismo co-diseña
y produce (Costa y Buhalis, 2005: 244).
A partir de un análisis teórico y del estudio de diferentes catálogos y
muestras se han identificado cuatro experiencias principales que parecen
determinar la elección de una actividad turística recreativa. Evidentemen-
te, hay que tener en consideración diferentes aspectos:
1. La frontera entre experiencias es difusa y no hay categorías abso-
lutas. Difícilmente se encuentran experiencias puras, de la misma
manera que los resortes que guían a un individuo están compuestos
de diferentes motivaciones y se han convertido en más complejos y
erráticos que nunca.
A una voluntad de vivir intensamente y de dar un sentido al tiempo
libre, debemos añadir lo que se ha venido llamando como paradojas
postmodernas: la autonomía y la convivialidad, el lazo familiar y
el individualismo, el modernismo y la necesidad de autenticidad,
la seguridad y la variedad, el confort y la aventura, etc. (Bouchet y
Lebrun, 2004: 79)
2. La controversia compleja de resolver del autotelismo, es decir, si las
experiencias se tienen por ellas mismas (de primera) o para conse-
guir una finalidad (de segunda) (M. Cuenca citado por Goytia, 2005:
20) aconseja considerar todas las experiencias de ocio.
3. En una época de «zapping» e «hiper vínculo» pasar de una emoción
a otra rápidamente, o incluso vivirlas al mismo tiempo, aún hace
las apreciaciones más complejas. Por lo tanto, se debe adoptar una
visión abierta que permita entender la complejidad de la motivación
humana.
4. La necesidad de vivir experiencias se combina, además, con las
nuevas expectativas del turismo actual de seguridad y «cuidado
maternal» (Bouchet y Lebrun, 2004:80), atención al detalle, indivi-
dualización, combinación de reposo y actividad, flexibilidad y aún,
actualmente, el precio, la variedad de la elección y la duración de la
estancia.

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Las cuatro experiencias se identifican con:
1. Descubrir el patrimonio cultural y natural
2. La vivencia de sensaciones más o menos impactantes (presenciando un
espectáculo, conduciendo por una reserva de animales salvajes, etc.)
3. La socialización (búsqueda de nuevas amistades, animación en el
seno de un grupo o afirmación social) basada «en grupos pequeños y
móviles y en relaciones múltiples y fluctuantes» (Bouchet y Lebrun,
2004: 81).
4. El desarrollo personal (sea a nivel de salud, de conocimientos, de
espiritualidad u otros).

Gráfico 1
Relaciones de la experiencia con las áreas de interacción humana
Fuente: elaboración propia

Cuatro experiencias que se basan en las distintas áreas de interacción


humana: a nivel fisiológico, a nivel personal, a nivel grupal y a nivel del
entorno y que integran, en su conjunto, el valor del ocio para los huma-
nos: un mundo de conocimiento, un tiempo para disfrutar, un espacio de
relaciones y un potencial de desarrollo humano (Anton, 2005).
Los cuatro ejes experienciales se relacionan con las seis dimensiones
del ocio identificadas por Cuenca (Cuenca, 2000) de manera que cada una
de estas dimensiones potenciará e integrará un nivel más o menos de un
tipo de expectativa determinado.
— la dimensión lúdica se centrará mucho más en las sensaciones fuertes,
— la dimensión solidaria y festiva tendrá mucho de experiencias de
relación social,

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— una gran proporción de experiencias de descubrimiento coincidirá
en la dimensión ecológica,
— y en la deportiva y creativa, el desarrollo personal.

sensaciones fuertes
5
lúdica
4
deportiva
3
festiva
2
creativa
1 ecológica
relación social 0 descubierta solidaria

desarrollo personal

Gráfico 2
Dimensiones del ocio y la experiencia recreativa
Fuente: elaboración propia

El Turismo activo: diferentes experiencias activas en el medio natural

Poco se conoce sobre el turismo activo desde el punto de vista del


consumidor. Pero se puede considerar que una clasificación del turismo
activo según la experiencia buscada nos llevaría a identificar las cuatro
expectativas del turista citadas anteriormente, realizadas a través de la
actividad física:
— La experiencia vivida al descubrir natural y culturalmente el terri-
torio
— La experiencia vinculada a la vivencia de sensaciones fuertes
— La experiencia compartida en la relación o distinción social
— La experiencia del desarrollo personal, intelectual, físico o espiri-
tual.
A primera vista de esta clasificación ya podemos extraer algunas
conclusiones:
1. Un mismo medio (aire, tierra, agua...) puede estar presente en di-
ferentes experiencias y, todavía más importante, puede suceder lo
mismo en una misma práctica deportiva (Mc Cool, 2006: 6). Así

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pues, la bicicleta puede ayudar a descubrir nuevos territorios, se-
gregar adrenalina por un sendero con pendiente, hacer una salida
en familia o aprender a ir en bicicleta tándem. Y evidentemente,
no sólo el material será muy distinto en cada uno de los casos,
también lo serán la dinámica de la actividad, la duración y otros
componentes del producto turístico como la necesidad o no de
guía, el precio, temas de seguridad, etc. De hecho, las dinámicas
de disfrute, identificación y relación que se dan en cada comuni-
dad social son más lógicas entre los que comparten una misma
experiencia que entre los que comparten una misma especialidad
deportiva.
2. Así como la clasificación según el tipo de práctica deportiva es mu-
cho más sencilla y manejable, esta división precisa de un análisis
más profundo y, evidentemente, más centrado en las motivaciones
internas (autodeterminación, competencia, implicación), o externas
(competición, evaluación, reconocimiento) (Barnett, 2006: 474).
Dado que la experiencia es vivida de manera distinta por cada turis-
ta, será este y no tanto el prestatario quién la definirá, y el segundo
tendrá que adaptarse con una puesta en escena acertada (creación y
prestación del producto), flexibilidad constante (empatía) y comuni-
cación (criterios de identificación).
3. Es evidente que la generación de una experiencia aislada difícil-
mente consolidará un vínculo importante entre el participante y el
prestador del servicio. Se tiene que llegar a la creación de escena-
rios recreativos constantes, cadenas de emociones que permitan
generar un estadio experiencial perdurable. «En realidad, lo que
la demanda del siglo XXI busca y, por lo tanto, compra, son cana-
les para vivir experiencias inmersivas» (Goytia, 2004: 22)
4. Las diferentes motivaciones experienciales que se distinguen per-
miten adivinar también una afectación mayor o menor en el turis-
ta. Tarssanen y Kylänen, del prolífico Lapland Centre of Expertise
for the Experience Industry proponen un modelo piramidal en el
que el nivel de afectación puede ir desde el puramente motiva-
cional hasta el cambio mental, espiritual (Tarssanen y Kylänen,
2006: 139). Experimentar Sensaciones Fuertes o vivir una activi-
dad de Desarrollo Personal muy probablemente afectará al turista
a un nivel diferente (ver gráfico 3)

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Nivel mental

Desarrollo Personal
Nivel emocional

Relación Social
Descubrimiento
Nivel intelectual

Nivel físico
Sensaciones
Fuertes
Nivel motivacional

Gráfico 3
Pirámide de la Experiencia y motivaciones en Turismo Activo
Fuente: elaboración propia a partir de Tarssanen y Kylänen, 2006:139

Frente al reto de una demanda interminable de experiencias, de la plu-


ralidad de expectativas del cliente, de la aparición de nuevos segmentos
de demanda, de las amplias posibilidades del medio natural, de la evolu-
ción de la actividad deportiva y de la creciente importancia de las nuevas
tecnologías, los empresarios de turismo activo y los gestores del territorio
necesitan indicadores y referentes que les permitan preparar y gestionar
mejor la oferta.

La búsqueda de experiencias de Descubrimiento

Puede interesar el patrimonio cultural, natural o social de un territorio,


con aspectos de autenticidad, libertad, profundidad, o incertidumbre más
o menos relevantes, según cada persona. Esta experiencia se puede con-
seguir a través de la práctica del senderismo, del cicloturismo, de las ex-
cursiones ecuestres y tantas otras actividades que permiten introducirse en
nuevos espacios territoriales más o menos desconocidos y en la vivencia
directa de la especificidad del lugar (desde el idioma, a los juegos popula-
res o la gastronomía).

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Este ámbito vive actualmente una transformación relacionada con la
lógica del turismo cultural en que, del recurso-decorado, aislado del en-
torno geográfico, histórico y social (recolector de recuerdos) se ha pasado
al recurso creativo, relacional y transversal con un fuerte componente cul-
tural (Miró, 2006). Por otro lado, estamos sometidos a la generalización
de un paisaje y unos destinos «cliché», consolidados en el imaginario del
turista y que marcan las decisiones de viaje de la mayoría. En esta expe-
riencia, el núcleo del producto se basa en el patrimonio, y por lo tanto, la
transformación del paisaje y el mantenimiento de una red de caminos y
senderos coherentes con el producto lo afectan directamente.

La vivencia de Sensaciones Fuertes

Se trata de impresiones impactantes, vinculadas muy a menudo a


actividades de riesgo «percibido», con cambios espectaculares de entor-
no o con experiencias óptimas en que se está totalmente absorto en la
actividad hasta el punto de excluir cualquier otro pensamiento o emoción
(Csikszentmihalyi y Jackson, 2002:18). Esta súbita segregación hormonal
se puede conseguir a través de un descenso de barrancos, de un salto en
parapente, de una salida en bicicleta todo terreno o en un vuelo en globo,
según las experiencias y circunstancias personales, el momento y el grado
de participación del turista, las condiciones de la práctica (Csikszentmi-
halyi, 1996, Csikszentmihalyi y Jackson, 2002) y la percepción del riesgo
que depende de la distorsión perceptiva generada por el entorno social
(espectacularidad o frecuencia de accidentes mortales), por el grupo
(motivador o atenuador) o por la capacidad y la habilidad del practicante
(Fuster y Elizalde, 1995).
Así pues, la seguridad será el centro de atención y ocupación del pres-
tador del servicio, que aprovechará las nuevas tecnologías para asegurar
el mínimo de riesgo real y el máximo de sensaciones posibles.
Se trata de la experiencia con más posibilidad de ser tematizada y,
por lo tanto, una buena solución para familias y consumidores que han
perdido los referentes identitarios y se han acostumbrado al ocio urbano,
garantizado, inmediato y sin retrasos y obstáculos pedagógicos (Revéret,
2004: 12)

La experiencia a partir de las Relaciones Sociales

Ya sea con una finalidad de comunión social, diferenciación, reco-


nocimiento o tribalidad social (Bouchet y Lebrun, 2004: 84), ya sea para

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compartir con el grupo o para encontrar nuevas relaciones, cada forma
tiene sus espacios y su tiempo, y vive las mismas actividades con enfo-
ques diferentes. En esta experiencia se pueden encontrar practicantes de
deportes elitistas, un trekking por alta montaña donde se espera encontrar
amigos, un juego de paint-ball o una excursión en velero.
Aprovechando las necesidades de contacto de una sociedad cada vez
más anónima, individualista y virtual, el carácter clasista del ocio y la
atracción de la complicidad que se genera en los núcleos de práctica (don-
de estamos seguros de encontrar a «los nuestros»), el prestador del servi-
cio generará dinámicas de grupo, bien para integrar a los participantes en
un colectivo, bien para marcar aún más la diferencia de estatus deseada.

La voluntad de experimentar un Desarrollo Personal

El centro es uno mismo, tanto si se quieren conseguir experiencias


relacionadas con la adquisición de algún aprendizaje (nuevas habilidades
técnicas, actitudes directivas, nuevos conocimientos teóricos o, incluso,
autoconocimiento), con la ampliación de límites personales (retos y ré-
cords personales) o con la mejora de la salud (estética, mental, espiritual,
higiénica, etc.) Cursos de esquí, expediciones extremas o estancias activas
en hoteles–spa, las diferentes experiencias de crecimiento buscadas se
mueven entre un entorno más estructurado (propuestas docentes, trata-
mientos médico–estéticos) o más libre y sus finalidades pueden ser más
utilitarias o más bien hedonistas.
De este modo, la oferta turística de paquetes que permitan retos persona-
les (alpinismo, ciclismo extremo) se vivirán generalmente como una expre-
sión hedonista en marcos poco estructurados, a diferencia de una sesión de
trabajo de las habilidades directivas para empresarios en el marco natural.
Se trata de una experiencia en claro crecimiento que se aprovecha
tanto de las nuevas corrientes de educación en la naturaleza (Rickinson y
otros, 2004), como de su redescubrimiento espiritual para consumo turís-
tico (ver www.spiritofnature.org/journeys y Gelter, 2006) y de la preocu-
pación por la degradación ambiental.

Aplicaciones prácticas

«Afectando la individualidad, la autenticidad, la historia, la percep-


ción multi-sensorial, el contraste y la interacción del producto, es posible
ofrecer a los turistas algo memorable y único» (Tarssanen y Kylänen,
2006: 139)

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La transformación más importante que comporta el enfoque sobre la
experiencia es que cambia radicalmente la mercantilización de la oferta e
incluso de la planificación turística, pero sus efectos se pueden notar in-
cluso a nivel legal, educativo y de investigación

La oferta turística

La estrategia de la oferta turística, sea pública o empresarial, tendrá


que centrar la atención en las expectativas emocionales que generan las
experiencias vitales, con tal de reconocer, generar, adaptar y convertir-
las en atractivos turísticos y, más tarde, en productos (Andereck y otros,
2006: 95). Siguiendo a Pine y Gilmore, se trata de concebir la estancia
como un momento único que necesita una escenificación precisa para
incidir en la implicación emocional del cliente. Mc Cool nos enseña
como se puede proceder (Mc Cool, 2006:7): habrá que entender que las
experiencias son multidimensionales, que los atributos del espacio son
importantes en facilitarlas pero no determinantes, pues de hecho, las expe-
riencias son imprevisibles pero por otro lado, identificables y pueden ser
usadas para la gestión; para ello será necesario crear indicadores para ha-
cer un seguimiento de las experiencias vividas como proponen Bushell y
Griffin (Bushell y Griffin, 2006). Por lo tanto, se tiene que tener en cuenta
no sólo aspectos de psicología en la estrategia de gestión, sinó también
aglutinar aspectos relacionados con la arquitectura, la empatía, los mitos
y clichés, la espiritualidad, la seguridad, la inteligencia emocional, la co-
municación inter-grupal y la pedagogía, entre otros, para crear espacios
experienciales integrales que permitan estados emocionales «tangibles»,
concretos y «almacenables». Depender de la experiencia querida y vivida
por el turista, hecho absolutamente subjetivo, nos obliga a un esfuerzo
empático para ponernos en su sitio, y conseguir automáticamente un pro-
ducto orientado a sus necesidades.
Actualmente, en el campo de la empresa privada de turismo activo
se observa, quizás más que en otros ámbitos, una clara orientación a la
«productivización»: el enfoque está en la actividad deportiva. Consecuen-
cia lógica de un sector empresarial formado, en gran parte, por antiguos
practicantes de actividades en el medio natural que han querido convertir
su afición en profesión; la atención en la creación de producto «se enfoca
en las propiedades técnicas de la actividad más que en la experiencia total
del cliente» (Haahti y Komppula, 2005: 110).
El empresariado del sector debería de considerar la experiencia como
valor económico tal y como se consideraron anteriormente los servicios,
los productos y mucho antes los bienes de consumo (Marciszewska,

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2005), y si es capaz de pasar a este enfoque sobre el cliente, en sus nece-
sidades y, especialmente, en los atributos emocionales y vivenciales de
estas necesidades, se podrá permitir una oferta única.
Nueva segmentación de la clientela, cambio en el posicionamiento
competitivo, generación de nuevos valores añadidos, política comercial
basada en grupos de interés y política promocional con mensajes claros y
efectivos, nuevos perfiles en el equipo humano y, sobretodo, una puesta
en escena coherente y participada por el cliente... Este cambio de enfoque
será probablemente un primer paso para superar la «situación actual caóti-
ca y cambiante» que vive el sector del turismo activo (SGT, 2004: 40). La
atomización, pequeña dimensión empresarial y especialización del sector
se dejará de ver como un problema (SGT, 2004: 55), para convertirse en
una ventaja, tal y como ya se entiende en el Estado Francés (Bouhaouala
y Albertini, 2005: 16) y su propuesta de experiencia se percibirá como un
valor añadido por el cliente, que estará más dispuesto a pagar, reduciendo
la proporción de clientes con niveles bajos de gasto (SGT, 2004: 52, 54).
En el caso de la política turística, un nuevo enfoque sobre la experien-
cia emocional del turista afectará aspectos tan diversos como la manera de
poner en valor el territorio y la creación de infraestructuras (orientándose
a las diferentes experiencias que generen, más que a la actividad depor-
tiva que permiten), las relaciones con la empresa privada (que pasará de
pedirnos solamente promoción, a investigación de mercado para conocer
las expectativas del cliente (Revéret, 2004: 13), la creación de redes de
agentes (desvinculadas de la actividad y relacionadas con la vivencia pro-
puesta) y evidentemente, toda la gestión de la comunicación y promoción.
Además de la importante coordinación entre turismo activo y medio
ambiente, el hecho de considerar la experiencia precisará de la interven-
ción de otras áreas: en productos de Descubrimiento se debería incluir el
área de cultura, la de deportes en experiencias de Sensaciones Fuertes, las
áreas de educación y sanidad en Desarrollo Personal, etc.

Aspectos Educativos

A nivel educativo la tarea más importante se encuentra en el ámbito de


los creadores o gestores de las ofertas de ocio que «tendrán que adquirir no-
ciones sobre las subestructuras de la estimulación y producción de sensacio-
nes efímeras, su transformación en emociones y en estados de ánimo men-
tales durables» (Grötsch, 2003: 45. Bouchet y Lebrun, 2004) y sobre cómo
«entender y gestionar las respuestas emocionales de los clientes» (Meriläi-
nen, 2006: 139). Pero también la orientación pedagógica para formar a los
prestadores y animadores de servicios de turismo activo variará según el

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enfoque experiencial de las ofertas turísticas: las de descubrimiento pedirán
sobretodo un guía con sobrados conocimientos naturales y/o culturales; las
de sensaciones, animadores técnicos con gran responsabilidad y conoci-
miento de los procedimientos; los productos turísticos de desarrollo nece-
sitarán de educadores o guías («coach» en inglés) que dominen las técnicas
y terapias, y finalmente las ofertas de relación social pedirán dinamizadores
con conocimientos de psicología y relaciones humanas.

Aspectos Legales

En tercer lugar, también afecta, en ciertos aspectos, el campo jurídico.


Es muy distinto el marco legal que engloba aspectos de la experiencia
de descubrimiento (probablemente más relacionada con regulaciones de
acceso al medio natural, por ejemplo), de la experiencia de desarrollo y
aprendizaje (regulación de las titulaciones de monitores) o de vivencia de
emociones fuertes (regulación de la seguridad y uso compartido de espa-
cios naturales).

Investigación

En última instancia y desde el punto de vista de la investigación, el


estudio de unas experiencias u otras nos abre escenarios diferentes. Re-
lacionándolo con el estudio de las dimensiones del ocio antes mentadas
(Cuenca, 2000),
— las experiencias basadas en Sensaciones Fuertes tienen un gran
campo de estudio en las dimensiones lúdicas, festivas y deportivas
del ocio, en la incidencia del riesgo y la progresiva tematización del
espacio natural,
— las experiencias de Descubrimiento pueden profundizar, sobretodo,
en la dimensión ecológica, pero también en la creativa (códigos de
comportamiento y nodos de exploración),
— las experiencias de Desarrollo Personal tienen interés, principal-
mente, en las dimensiones deportivas y creativas del ocio, sobre
todo, en relación a aspectos motivacionales y de desarrollo de la
personalidad y, finalmente,
— las experiencias de Relación Social necesitan del estudio de las di-
mensiones solidarias y festivas en campos como la afectación de la
naturaleza en los comportamientos tribales o la capacidad clasista
del turismo activo.

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lúdica
6

4
solidaria deportiva
2

0
sensaciones fuertes

descubierta
ecológica festiva
desarrollo personal

relación social
creativa

Gráfico 4
Importancia de las dimensiones del ocio en las diferentes experiencias.
Fuente: elaboración propia

Conclusión

De la misma manera que el aspecto emocional se ha infiltrado en


campos tan dispares como la comercialización automovilística, el sector
de la restauración o los grandes espacios comerciales, la actividad turís-
tica ha pasado de vender camas a mercantilizar experiencias. Este im-
portante cambio, no obstante, no parece que haya afectado a la oferta del
ámbito donde confluyen turismo y deporte. Cambiar el enfoque atorgando
más importancia a la motivación emocional del turista permite una nueva
clasificación en Turismo deportivo y Turismo activo y, en este segundo,
plenamente encuadrado en el ámbito recreativo, se plantean cuatro expe-
riencias como recurso turístico de primera mano: el Descubrimiento del
entorno, la vivencia de Sensaciones Fuertes, la generación de unas Rela-
ciones Sociales determinadas o el Desarrollo Personal.
Volver a pensar la satisfacción de las vacaciones en términos de ex-
periencias buscadas, además de permitir una nueva estructura de análisis,
puede contribuir a crear nuevas herramientas para segmentar las demandas
heterogéneas de públicos, a posicionarse con nuevos parámetros de fortale-
zas y debilidades, a considerar diferentes competidores o, incluso, encontrar
nuevos proveedores–colaboradores. Se trata de una estrategia de gestión de
la oferta turística que valora el binomio «commodity» contra valor añadido,
que considera la aparición de nuevas necesidades, que implica la participa-
ción creciente del practicante–turista, que favorece la agrupación tribal se-
gún nuevos tipos de parámetros y que, facilita la relación entre la emoción y
los valores emergentes de tipo ético, solidario o ecologista.

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Un nuevo enfoque que, compartido en las sesiones formativas con
prestadores de turismo activo y estudiantes de turismo y deporte, nos han
planteado nuevos retos de futuro:
— Se requiere una mayor reflexión sobre las subestructuras de funcio-
namiento del entretenimiento constante, identificando cuales son los
resortes más efectivos, las reacciones más comunes y los procedi-
mientos funcionales que permiten mantener el nivel de excitación a
un nivel alto.
— Se necesita identificar los diferentes componentes experienciales de
los deportes en la naturaleza para la creación de productos; en otras
palabras, entender las dimensiones emocionales de cada una de las
actividades para poder generar experiencias integrales. A partir de
su identificación, será necesario saber combinar la necesidad de sin-
gularización y la voluntad de implicación del turista en la creación
del producto experiencial.
— Se debe cuestionar y reflexionar sobre los canales comerciales y las
acciones de promoción utilizados actualmente, (¿son las ferias turísti-
cas los mejores lugares para encontrar clientes ávidos de sensaciones
fuertes, o deben buscarse en las atracciones de un Port Aventura?) y,
por lo tanto, se hace necesaria información de primera mano relacio-
nada con las expectativas emocionales de los mercados objetivos.
— Se necesita introducir aspectos del disfrute de la experiencia en la pres-
tación de servicios, de la forma en que lo hace Csikszentmihalyi con la
teoría del flujo (flow) (Csikszentmihalyi, 1996) o Tarssanen y Kylänen
con la Pirámide de la Experiencia (Tarssanen y Kylänen, 2006).
— Se requieren nuevas competencias y nuevos métodos pedagógicos
en las propuestas formativas para los profesionales implicados en
toda la red de la oferta turística.
Finalmente, ha generado una reflexión sobre la relación entre expe-
riencia, actividad física y medio natural: hasta qué punto los espacios
rurales, juzgados como hostiles e imprevisibles, por el consumidor urbano
de ocio, se convertirán en supermercados turísticos de experiencias para
unos turistas–compradores que viajarán de parque temático en parque te-
mático en busca de unas experiencias cada vez más totales y duraderas.

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La manifestación del ocio en parques
naturales protegidos
Arantza Arruti

Resumen

A lo largo de las siguientes páginas vamos a intentar dar respuesta a


una serie de preguntas que giran en torno a la consideración del espacio
natural protegido como co-protagonista indiscutible de la experiencia
de ocio. Entre ellas, las siguientes: ¿qué es lo que hace que un parque
natural protegido sea, desde un punto de vista recreativo, tan atractivo
para la persona?, ¿cuáles son las experiencias de ocio que una persona
puede vivenciar en parques naturales protegidos?, ¿qué es lo que aporta
al ser humano la experiencia de ocio en espacios naturales?, ¿cuáles
son los beneficios e impactos positivos que reporta a la persona el
hecho de tener experiencias satisfactorias, beneficiarias, placenteras
y saludables en espacios que son en sí mismos saludables (espacios
naturales)?, ¿puede causar la vivencia de ocio en espacios naturales
algún tipo de efecto o impacto negativo sobre la persona y los recursos
naturales?

La manifestación del ocio en parques naturales protegidos

— Actividades ecológicas versus actividades recreativas: cauces para


la vivencia del ocio sostenible en parques naturales protegidos

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— Actividades recreativas en los parques naturales protegidos: el
caso de la CAPV
— Beneficios del ocio en espacios naturales
— Impactos negativos del ocio en espacios naturales
— Reflexiones finales a modo de recapitulación y conclusión

La manifestación del ocio en parques naturales protegidos

Durante la última década hemos sido testigos de una serie de fenóme-


nos y situaciones de diversa índole y consideración que nos han llevado a
pensar, cada vez con más fuerza, que el entorno natural es un espacio in-
discutible de ocio y que el ocio parece que cobra más sentido al entrar en
contacto con el entorno natural y sus recursos.
Ejemplo de ello es la proliferación de equipamientos situados en
entonos naturales: granjas-escuela, centros de interpretación o aulas
de la naturaleza;33 el incremento de la diversidad de oferta y demanda
de actividades recreativas a realizar en espacios naturales: itinerarios
y visitas por parques naturales, alojamiento en casas de agroturismo
o participación en deportes de riesgo y aventura;34 el aumento en el
número de participantes en actividades de ocio en entornos natura-
les (Cordell et al, 1990:44; Cordell & Super, 2000:133-144; Jensen,
1995:184; Cordell et al, 1999:219-227), sobre todo, en los parques de
Europa Central y Oriental (FNNPE, 1993 y Consejo de Europa, 1992)
y el gran número de visitas realizadas a espacios naturales. Respecto
a este último caso, es significativo señalar que más de 30 millones de
personas visitan anualmente los espacios naturales de España35 (Múgica
y Goméz-Limón, 2002:81).
Hoy en día podemos afirmar que el entorno natural, sus recursos,
equipamientos y servicios se han convertido en uno de los grandes co-
protagonistas de la experiencia de ocio, en el cuál la naturaleza es con-

33 Según la Guía de Recursos para la Educación Ambiental, existen en España 678

equipamientos de este talante, de los cuales, 211, es decir, el 31% del total, están si-
tuados, según sus responsables, en espacios naturales protegidos o en su entorno (CE-
NEAM, 2002).
34 Según la Secretaría General de Turismo (2004:9), en el año 2004 existen 1.389 em-

presas y organizaciones dedicadas a actividades en la naturaleza.


35 Según la última publicación sobre espacios naturales del Estado español (EU-

ROPARC-España, 2006:11 y 24), existen en el territorio español 1.115 espacios na-


turales protegidos. De éstos, 154 son parques naturales protegidos y aportan una
superficie de más de 3,3 millones de hectáreas, es decir, un 64% de la superficie pro-
tegida.

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siderada el núcleo central de la misma. Y es que, de uno u otro modo,
un alto porcentaje de personas (sobre todo personas que vivimos en la
gran ciudad) sentimos la necesidad de salir al campo, disfrutar de la
naturaleza, dar un paseo por espacios no contaminados o de acercarnos
al mar. En definitiva, de disfrutar, libremente, de y en unos entornos y
ambientes distintos a los cotidianos y a los que tan acostumbrados es-
tamos.
Si nos centramos en un punto de vista fundamentalmente ecológico
o relativo a la naturaleza, los espacios naturales protegidos, y concreta-
mente los parques naturales, son áreas o enclaves de gran atractivo para
los ciudadanos a la vez que «zonas» merecedoras de una protección y
cuidado especiales puesto que:

— están poco transformadas y alteradas por la explotación u ocupación


humana;
— albergan paisajes de una belleza espectacular;
— contienen ecosistemas, comunidades y elementos biológicos de gran
diversidad, representatividad e interés científico, cultural, educativo
y recreativo;
— poseen unos valores ecológicos y estéticos de gran relevancia. En-
tre ellos cabe destacar las extraordinarias características, riqueza y
singularidad de la flora, fauna, estructuras geomorfológicas, yaci-
mientos paleontológicos y elementos geológicos que albergan los
espacios naturales y algunos de los cuales se encuentran en gran
peligro de extinción y altamente amenazados;
— poseen espacios, hábitats, elementos y recursos naturales de notoria
singularidad, rareza, fragilidad o belleza. Muchos de ellos únicos en
el mundo; y
— están bien conservadas y preservadas.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace que un parque natural protegido


sea, desde un punto de vista recreativo, tan atractivo para la persona?,
o dicho de otro modo, ¿cuáles son las experiencias de ocio que una
persona puede vivenciar en parques naturales protegidos? En esta línea,
¿qué es lo que aporta al ser humano la experiencia de ocio en espacios
naturales?, es decir, ¿cuáles son los beneficios e impactos positivos que
reporta a la persona el hecho de tener experiencias satisfactorias, be-
neficiarias, placenteras y saludables en espacios que son en sí mismos
saludables (espacios naturales)?

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Actividades ecológicas versus actividades recreativas: cauces para
la vivencia del ocio sostenible en parques naturales protegidos

Entre los distintos tipos de experiencias que dan a la persona la po-


sibilidad de disfrutar y vivir el ocio en parques naturales, nos vamos a
centrar a continuación en las conocidas como actividades recreativas.
Este tipo de actividades se caracterizan principalmente, y de modo
general, por llevarse a cabo en contacto con el entorno natural, por
propiciar sentimientos de libertad, placer y creación de hábitos de vida
saludables, por posibilitar el encuentro o reencuentro con la naturale-
za, por relacionarse con actividades lúdicas, la diversión y el deporte,
por generar sensaciones de tranquilidad y sosiego y por contribuir al
aumento de la autoestima, la autoconfianza o el conocimiento personal
(Parra, 2002:175-190)
Directamente relacionadas con las actividades recreativas están las
actividades que denominamos ecológicas. Se trata de un tipo de activi-
dades de ocio que, teniendo lugar en entornos naturales, permiten que
la persona (de generaciones actuales y futuras) pueda alcanzar altos
niveles de satisfacción y bienestar sin que ello suponga degradar la
naturaleza o dañarla en algún sentido. Es decir, que además de cumplir
con las características propias del ocio que hacen que una experiencia
sea considerada como tal, nos encontramos ante actividades que, en
ningún momento y por ningún motivo, van en contra del entorno y es-
pacio natural, sus normas, reglas u otras consideraciones relativas a su
protección y conservación, en definitiva, que no lo destruyen sino que
contribuyen al desarrollo sostenible y a su continuidad como espacios
de ocio por excelencia.
Llegados a este punto conviene recordar que es preciso no perder
de vista en ningún momento que el parque natural es, y seguirá sien-
do, un espacio para conservar (que hay que conservar) y que cualquier
iniciativa, actuación o actividad a realizar en el mismo deberá estar
supeditada al principio de conservación o uso sostenible de los recursos
naturales. Según este principio, tanto las generaciones presentes como
las futuras deberíamos tener los mismos derechos y oportunidades,
entre los que destacamos el derecho a disfrutar de un medio ambiente
limpio y saludable.36

36 En estas consideraciones se basan, por ejemplo, los «principios para el turismo en

áreas protegidas»: los parques son en primer lugar para conservarlos; los parques son en
segundo lugar para la recreación; sólo se debería permitir la recreación de bajo impacto;
los equipamientos de turismo en los parques deberían proveer beneficios para la conserva-
ción del mismo (Buckley, 2002).

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A este respecto, es curioso observar que, según una investigación
llevada a cabo por Corraliza, García y Valero (2002:159), el parque
natural debería acometer los siguientes objetivos en el orden que se in-
dica a continuación (relegando a un segundo plano la conservación de
los recursos naturales):

1. Facilitar el uso recreativo y promover el acercamiento a los visi-


tantes
2. Contribuir a proteger y conservar el medio natural de la zona (flo-
ra, fauna, paisaje, etc.)
3. Facilitar la conservación del patrimonio histórico y artístico de la
zona
4. Facilitar el uso educativo de la naturaleza en la zona
5. Permitir la creación de nuevas oportunidades de desarrollo so-
cioeconómico
6. Permitir a los habitantes de la zona obtener ayudas económicas
para promover sectores de actividad

Pero, volvamos a centrarnos en las actividades de ocio. No es tarea


fácil elaborar un listado definitivo de actividades ecológicas. Ello nos
obligaría a considerar, además de los requisitos previos e indispensa-
bles que hacen que una experiencia sea considerada de ocio para una
persona, los planes de regulación y gestión de los parques naturales en
las que aquéllas se vayan a realizar, la normativa vigente en cuanto a
actividades recreativas a desarrollar en dichos espacios y las caracterís-
ticas singulares del parque en cuestión.
Es por ello por lo que presentamos en la tabla 1 un amplio listado
(abierto y, por tanto, inacabado) de actividades recreativas que se po-
drían llevar a cabo en parques naturales y que podría tomarse como
punto de referencia a la hora de elaborar listados «personales» de acti-
vidades ecológicas y de ampliar el repertorio de actividades recreativas
a realizar por una persona.

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Tabla 1

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Clasificación y tipología de actividades recreativas

Acuáticas Aéreas Terrestres

Rafting Vuelo acrobático (ala delta) Tiro al arco


Distintas modalidades de Piragüismo/Kayak Vuelo a vela Rappel
Busbob Vuelo libre Trekking o senderismo
Hydrospeed Vuelo en ultraligero Montañismo, Alpinismo, Escalada
Freebol Vuelo con motor (Vuelo en globo Descenso de barrancos/cañones
Descenso de cañones, ríos o barrancos: Barranquismo aerostático/Aerostación) Espeleología y derivados como
Submarinismo/Buceo Aeromodelismo el espeleobuceo
Escafandrismo deportivo Paracaidismo Actividades de Orientación/
Pesca deportiva/submarina Parapente Supervivencia
Caza deportiva Excursiones/Visitas aéreas de valor Distintas modalidades de esquí de
Juegos subacuáticos histórico / natural / cultural montaña: Raquetas de nieve, snowboard
Remo Caída libre Jogging/Marcha
Esquí náutico Puenting Ecoturismo37
Surf/Surfing/Flysurf Agroturismo-turismo rural38
Windsurf Visitas a centros de interpretación
Vela Recogida de plantas, frutos, animales

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Navegación en canoa Observación de la naturaleza (flora,
Baño/Natación fauna, paisaje, gea)
Velomar Fotografiar la naturaleza
Motos acuáticas/Motonáutica Acampada
Excursiones/rutas en barco Pic-nic
Paseos naúticos en ríos (Paseos en piragüa/Kayak)
Cruceros fluviales/de litoral
Acuáticas Aéreas Terrestres

Distintas modalidades de automovilismo


(conducir por placer)
Distintas modalidades de ciclismo
(Cicloturismo, Bicicleta de montaña
(BTT), Mountain Bike)
Excursiones/Itinerarios ecológicos/
recorridos (a pie, a caballo, en BTT, en
todoterreno, en trineo)
Rutas de patrimonio histórico / natural /
artístico / cultural
Equitación/hípica/turismo ecuestre
Golf
Distintas modalidades de caza
Distintas modalidades de moticiclismo
Actividades de multiaventura
Fuente: elaboración propia a partir de Ceballos, 1996; Consejo Superior de Deportes. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte,
2001:19-49; Dupont, 1979:157-166; Fernández de Tejada e Iniesta, 1999:59-80; Ford & Blanchard, 1993; Ibrahim y Cordes, 1993; Leitner,
Leitner & Associates, 1989; Secretaría General de Turismo, 2004.

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37 Destacamos esta actividad por entenderse, de forma general, como una modalidad de turismo que consiste en viajar a espacios naturales

con el fin de disfrutar de sus recursos naturales de una manera sostenible causando el menor impacto negativo, involucrando a la población lo-
cal y satisfaciendo las necesidades del visitante.
Para profundizar en este concepto véase Dawson, 2001:41-54; Fernández, 2006; Fernández de Tejada e Iniesta, 1999:59-80; Hernández de
la Obra y Gómez-Limón, 2005:66; Juan, 1999:81-101; Pérez de las Heras, 1999:103-129; UICN, 1994:36-39.
38 Se puede entender por agroturismo la prestación de servicios de alojamiento, con o sin manutención, y otros servicios complementarios

en establecimientos situados en el medio rural.


Para más información véase Blanco, 1999:149-171; Departamento de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno Vasco, 1996:7; Setién y

255
López, 1995:473
Volvemos a reiterar el hecho de que no todas las actividades inclui-
das en la tabla 1 son ecológicas y que en consecuencia será cada per-
sona por una parte, y cada país, comunidad autónoma y parque natural
en cuestión, por otra, quiénes deberían establecer, según sus criterios y
legislación vigente, el número y tipo de actividades recreativas y, pos-
teriormente, ecológicas realizables en cada parque natural en el que nos
encontremos.

Actividades recreativas en los parques naturales protegidos: el caso


de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV)

En el caso de la CAPV, que cuenta en la actualidad con 9 parque


naturales protegidos, hay una serie de actividades recreativas que se
consideran susceptibles de afectar al normal desarrollo de las pobla-
ciones de especies de flora y fauna y de alterar sus hábitats, y sobre las
cuales existen normas y regulaciones explícitas.
Junto a esas actividades, cada parque natural protegido establece
en su decreto de declaración, Plan de Ordenación de los Recursos
Naturales-PORN y Plan Rector de Uso y Gestión-PRUG correspon-
dientes, normas y regulaciones particulares sobre la realización de
determinadas actividades recreativas. A modo de ejemplo presentamos
en la tabla 2 las actividades recreativas explícitamente reguladas en
los parques naturales protegidos de Urkiola (primer parque natural de-
clarado en la CAPV) y Gorbeia (parque de mayor extensión y punto de
referencia del montañismo vasco39 ).
Es importante señalar el hecho de que el contexto y la realidad
de cada parque natural son distintos. Ello conlleva que las normas y
regulaciones establecidas respecto a la realización de determinadas ac-
tividades recreativas sean muy distintas y, en determinados casos, muy
precisas, llegando a ser mucho mayor el número de regulaciones esta-
blecidas que el número de actividades reguladas.

39 Véase a este respecto http://www.nekanet.net

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Tabla 2
Actividades recreativas explícitamente reguladas en los parques naturales prote-
gidos de Urkiola y Gorbeia

Urkiola Gorbeia

Pesca Pesca
Caza Caza
(Senderismo) Senderismo
(Montañismo) Recorridos, circulación o compe-
Circulación con bicicletas tencias deportivas ecuestres y en
(Paseos a caballo) bicicleta
Escalada Escalada
Espeleología Espeleología
Realización de fuego Acampada
Estacionamiento de vehículos en suelo Escucha, observación, fotografía,
no urbanizable filmación, etc. durante el periodo
Corta de leña con fines recreativos de berrea
Parapente, Vuelo con ala delta o simi- Corta de leña con fines recreativos
lares Realización de fuego con fines
Sobrevuelo del parque por aviones y recreativos
helicópteros Estacionamiento de vehículos en
Vuelo de aparatos de aeromodelación suelo no urbanizable
provistos de motor Utilización de vehículos con
Actividad recreativa tip pic-nic escape libre, megáfonos, bocinas,
Utilización de vehículos con escape li- instrumentos musicales, aparatos
bre, megáfonos, bocinas, instrumentos de radio o similares con volumen
musicales, aparatos de radio o similares que resulten molestos
con volumen que resulten molestos Otras actividades deportivas
Fuente: elaboración propia a partir de Decreto 505/1995, de 5 de diciembre, por el que
se aprueba la parte normativa del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural de
Urkiola y se ordena la publicación íntegra, Decreto 111/2006, de 30 de mayo, por el que
se aprueba la parte normativa del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural de
Urkiola y Decreto 66/1998, de 31 de marzo, por el que se aprueba la parte normativa del
Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural de Gorbeia y se ordena la publicación
íntegra.

Estas últimas consideraciones nos llevan a subrayar la necesidad de


utilizar los más adecuados y eficaces canales de comunicación, informa-
ción y educación que nos permitan intervenir de una manera estructurada
y bien organizada sobre los reales y potenciales usuarios de los parques
naturales. Todo ello con la finalidad de lograr que las personas puedan te-
ner verdaderas experiencias de ocio sostenibles en parques naturales.
En definitiva, lo cierto es que el lograr unos niveles de calidad de
vida humanos más aceptables a través de vivencias de ocio en parques

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naturales no debería ir en contra de la calidad de vida del entorno natural:
su destrucción o empeoramiento podría contribuir a la larga a la imposi-
bilidad de utilizar el entorno natural como espacio en ocasiones único e
irrepetible para mejorar nuestra calidad de vida y, por consiguiente, a una
NO mejora de nuestra calidad de vida, o mejor dicho, a una incompa-
tibilidad de nuestras acciones con el medio ambiente natural. En pocas
palabras, a un ocio que no podríamos considerar sostenible con el en-
torno natural.

Beneficios del ocio en espacios naturales

Según el Plan de acción para las áreas protegidas de Europa,40


los espacios protegidos son considerados lugares de recreo que, ade-
más de enriquecer la calidad de vida humana, «ofrecen oportunidades
para la inspiración, un antídoto contra el estrés, perspectiva de disfrute
pacífico, un sitio para la reflexión y el entendimiento. Y por encima de
todo son una fuente de renovación mental, física y espiritual» (UICN,
1994:15).
En este sentido, según Corraliza, García y Valero (2002), los par-
ques naturales son, no sólo, importantes elementos para la conservación
del patrimonio natural, sino, también, para la mejora de la calidad de
vida, constituyendo así, un referente fundamental para el uso, disfrute
y bienestar de las personas. Así, estos autores reconocen que la experi-
mentación de la naturaleza (en sus múltiples formas) tiene efectos muy
beneficiosos para el funcionamiento psicológico y social de las perso-
nas, permitiéndoles recuperar un óptimo nivel de control a través de la
experiencia estética, suscitando un intenso y generalizado sentimiento
de aceptación y preferencia inespecífica (por cualquier razón) hacia los
parques naturales y constituyendo una experiencia personal, emocio-
nalmente cargada de sentimientos de gran intensidad.
Desde nuestro punto de vista, consideramos que la experiencia de
ocio en parques naturales, además de sus posibilidades de aprendizaje
y conocimientos de la naturaleza, ofrece la posibilidad de: olvidarse de
los problemas cotidianos; descansar del trabajo, descargar tensiones, li-
berarse, evadirse de la cotidiano y recuperar las energías perdidas, todo
ello en un ambiente muy privilegiado; huir de los ruidos y de la con-
taminación de las ciudades; alejarse de la monotonía de la vida diaria;

40 Se trata de un plan regional de acción elaborado por la Comisión sobre Parque Na-

cionales y Espacios Protegidos como resultado del IV Congreso Mundial de Parques cele-
brado en Caracas, Venezuela, en 1992.

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disfrutar del aire puro y de los recursos naturales que ofrecen los espacios
naturales; divertirse, entretenerse o distraerse con familiares y amigos en en-
tornos naturales de características inigualables; encontrar la tranquilidad,
la paz interior, recrearse y relajarse; realizar actividades en entornos y
ambientes muy difíciles de igualar y sin los cuales muchas de las acti-
vidades carecerían de sentido; tener experiencias únicas y difíciles de
olvidar; experimentar un nuevo encuentro con su persona, con su «yo
interno»; tener experiencias nuevas, lo suficientemente gratificantes
y satisfactorias como para desear volverlas a sentir; experimentar una
mejoría física y mental o relacionarse con los demás, ser solidario y
sentirse más feliz y satisfecho consigo mismo, con los que le rodean y
con el entorno en el que se encuentra.
En esta línea, según las definiciones dadas por distintos autores41
acerca de la recreación al aire libre, para nosotros, ocio en espacios
naturales, podemos afirmar que la realización de actividades de ocio
en espacios naturales fomenta el buen uso de la naturaleza, implica co-
nocer, valorar y usar los recursos naturales de una manera razonable y,
además, contribuye a la toma de conciencia de la necesidad de proteger
y conservar los espacios naturales y sus recursos.
Al hilo de las afirmaciones que estamos realizando, no podemos ol-
vidarnos de que la misma vivencia del ocio, sea ésta en un entorno natu-
ral o no, puede llevar a la persona a: vivir mejor, desarrollarse como tal,
desarrollar su capacidad creativa, perfeccionarse, tomar conciencia de
sus habilidades y destrezas, realizarse, conocerse, identificarse, sentirse
mejor, escapar de la rutina y de la ardua realidad de cada día, recuperar
el equilibrio perdido por las frustraciones y desengaños, descansar, dis-
frutar, recrearse, sintiendo nuevas ganas de vivir, y a mejorar física y
mentalmente. (Cuenca, 2000)
Así es como se ha dejado patente en la declaración de intenciones
(position statement) acerca de la educación del ocio al aire libre o out-
door leisure education elaborado por la Comisión de Educación de la
Asociación Mundial del Ocio (World Leisure Association Education
Commission, 2001) y en la declaración de Hangzhou (The Hangzhou
Communiqué), presentada en el IX Congreso Mundial de Ocio celebra-
do en Hangzhou (China) en octubre de 2006 (Jackson, 2006).

41 Entre otros, destacamos las definiciones dadas por la Comisión para el Análisis de

los Recursos de la Recreación al Aire Libre (Ford & Blanchard, 1993:4), Carlson (Ford
& Blanchard, 1993:5), Ford y Jensen (Iso Ahola, 1980:275; Jensen, 1995:9-10), Leitner
(Leitner, Leitner & Associates, 1989:310), el Consejo de Educación al Aire Libre (COE)
(Ibrahim & Cordes, 1993:288), Ibrahim (Ibrahim & Cordes, 1993:288) y Clawson y Knet-
sch (Ford & Blanchard, 1993:5).

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Impactos negativos del ocio en espacios naturales

Los beneficios de la vivencia de ocio en espacios naturales nos lle-


van, de uno u otro modo, a reflexionar sobre la otra cara de la moneda,
es decir, acerca de los impactos, no tan positivos sino más bien negati-
vos, que la misma vivencia del ocio puede causar sobre el entorno en
el que ésta tiene lugar. Esta idea nos remite, de algún modo, a la doble
direccionalidad del ocio que, como bien explica Cuenca (2000:80-91),
se puede manifestar en distintos tipos de ocio. La direccionalidad posi-
tiva del ocio va íntimamente unida a la vivencia gratificante del mismo
tanto para la persona como para la sociedad y, por consiguiente, a los
beneficios que su vivencia reporta a la persona y, por ende, a la socie-
dad. Pero, la direccionalidad negativa del ocio se manifiesta cuando
la experiencia de ocio es perjudicial ya sea para la sociedad o para la
persona que lo vivencia y, por extensión, para el entorno en el que se
realiza, estableciendo un nexo de unión entre direccionalidad negativa
e impacto negativo del ocio.
Hasta el momento nos hemos centrado en los beneficios que reporta
a la persona y a la sociedad la vivencia del ocio en espacios naturales.
Pero, ¿puede causar la vivencia de ocio en espacios naturales algún tipo
de efecto o impacto negativo sobre la persona y los recursos naturales?
En caso afirmativo, ¿de qué tipo de impactos estaríamos hablando?
Desde nuestro punto de vista, pensamos que la realización de acti-
vidades de ocio en espacios naturales puede causar una serie de impac-
tos negativos no sólo sobre el entorno natural en el que se llevan a cabo
sino también sobre la persona que las realiza. En cualquier caso, es
preciso distinguir entre los impactos de las actividades recreativas y los
de las actividades ecológicas.
En el caso de la realización de actividades recreativas, un aumen-
to de las mismas (sea dicho aumento controlado o no) puede llevar a
medio-largo plazo a:
— Un impacto negativo sobre el espacio natural en cuanto a incre-
mento de erosión del suelo, deforestación del terreno (aumento de
incidencia de aludes), deterioro de caminos y senderos, utilización
no sostenible de recursos naturales (agua), aumento de incendios
forestales, deficiencias en el tratamiento y evacuación de aguas
residuales, contaminación del agua, aire y tierra, muerte y daño
de especies de fauna y flora, pérdida de hábitats y perturbaciones
de especies amenazadas, cambio de hábitats de animales autóc-
tonos, introducción de especies alóctonas deterioro del atractivo
visual de los paisajes (alteraciones en el paisaje), incremento del

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ruido, generación, aumento y/o acumulación de basuras o resi-
duos orgánicos e inorgánicos, congestión de zonas de tránsito y/o
zonas naturales, etc (Banco Mundial/European Investment Bank,
1990; Consejo Superior de Deportes. Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte, 2001:54; CCE, 1993; ERM and STFT,1993;
Gobierno Vasco, 2002:60; FNNPE, 1993; Ors, 1999:35-59; Vi-
llalvilla, Blázquez y Sánchez, 2001).
— Un impacto negativo sobre la persona y su desarrollo, puesto que
el deterioro del medio ambiente haría disminuir las posibilidades
«futuras» de disfrutar y satisfacer necesidades en espacios natu-
rales, pues éstos entrarían en un proceso de degradación cada vez
mayor.
Ahora bien, un aumento controlado, en mayor o menor medida, de
la realización de actividades ecológicas llevaría a:
— Un mínimo impacto negativo para el espacio natural en cuanto
que las actividades, al ser ecológicas, estarían encaminadas a un
uso sostenible del espacio natural en cuestión y, por tanto, plani-
ficadas según las condiciones y características del mismo.
De cualquier modo, estos impactos negativos se ven recompensa-
dos por los beneficios e impactos positivos que reportan a la persona su
realización y que se han señalado anteriormente. En este sentido, el au-
mento de la realización de actividades recreativas (sea dicho aumento
controlado o no) puede llevar a medio-largo plazo a:
— Un impacto positivo para la persona en cuanto a beneficios que
le reporta la realización de dichas actividades tanto a nivel físi-
co, fisiológico, estético, psicológico, de autoestima, crecimiento
personal, satisfacción de necesidades, etc., siempre que el espacio
natural posea los recursos naturales necesarios y servicios preci-
sos.
Por su parte, el aumento controlado, en mayor o menor medida, de
la realización de actividades ecológicas llevaría a:
— Un impacto positivo para la persona en cuanto a beneficios que
le reporta la realización de dichas actividades tanto a nivel físico,
fisiológico, estético, psicológico, de autoestima, crecimiento per-
sonal, satisfacción de necesidades, etc.
— Y, además, un impacto positivo para el espacio natural en cuanto
que dichas actividades contribuirían, entre otros, a la protección,
conservación y desarrollo sostenible del entorno.

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Reflexiones a modo de recapitulación

Los espacios naturales protegidos son áreas de gran atractivo tanto


desde el punto de vista ecológico como recreativo. Por una parte, están
poco transformadas, poseen unos valores ecológicos y estéticos de gran
relevancia, y están bien conservados y preservados. Por otra, propician
sentimientos de libertad, placer y hábitos de vida saludables y ofrecen
grandes posibilidades de disfrute a través de la realización de actividades
recreativas, además de una serie de beneficios que contribuyen a la mejo-
ra de la calidad de vida.
Pero, lo cierto es que, además de beneficios físicos y psicológicos,
la realización de actividades recreativas puede causar determinados im-
pactos negativos sobre el entorno natural y, como consecuencia, sobre la
misma vivencia de ocio de la persona.
En este sentido, es obvio que la destrucción, empeoramiento o reduc-
ción de niveles de calidad del entorno natural podría contribuir, a medio o
largo plazo, a la dificultad o imposibilidad de utilizar dicho entorno como
espacio natural privilegiado y, en gran número de ocasiones, irrepetible
para la experiencia de ocio. Al fin y al cabo, son muchas las investigacio-
nes que otorgan al espacio natural un lugar predominante como referente
fundamental para el uso, disfrute y bienestar de las personas.
En cualquier caso, se debería aprovechar la oportunidad que se nos
brinda desde la recreación al aire libre para que a través de las vivencias
de ocio en espacios naturales se logre una relación sostenible entre el ser
humano y la naturaleza, se muestre a las personas las posibilidades que
el entorno natural ofrece o puede ofrecer para tener experiencias de ocio
en espacios naturales, que a la vez sean sostenibles, se continúe viendo el
espacio natural como lugar de recreo y esparcimiento, fuente de salud y
espacio para la experimentación de estilos de ocio sostenibles que lleven
al bienestar y a la mejora de la calidad de vida de la personas y para que
las personas seamos conscientes del impacto que el mal uso o desarrollo
de algunas actividades recreativas o vivencias de ocio en espacios natura-
les pueden causar en la naturaleza.

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Los videojuegos y las comunidades
virtuales. Dos ejemplos de ocio digital
Eduardo Aguilar Gutiérrez

Introducción

La existencia en los países desarrollados de lo que diferentes autores


denominan sociedad informacional (Castells, 1997), sociedad del apren-
dizaje (Paper, 1995) o sociedad de la información y el conocimiento (Cor-
nellá, 2002) evidencia un importante proceso de transformación social.
Independientemente de si este proceso de cambio es consecuencia de una
innovación radical o de un proceso lógico de evolución, lo cierto es que
los últimos 50 años han supuesto un importante cambio cualitativo para
las sociedades desarrolladas. La aparición e implementación de las tec-
nologías digitales, ha provocado que la información y el conocimiento se
conviertan en los principales recursos del desarrollo económico y social.
Esta transformación social está íntimamente ligada al perfeccionamiento
continuo de las herramientas adecuadas para su gestión, las Tecnologías
de la Información y la Comunicación (TIC). La presencia de las mismas
en nuestro entorno es cada vez más perceptible y afecta no sólo a aspectos
económicos y empresariales, ya que su acceso, disfrute y conocimiento
masivo las ha convertido en pilar básico de la vida cotidiana. Su presencia
intensiva y sus especiales características, nos obligan a replantearnos los
significados y el alcance de conceptos fundamentales para las sociedades,
tales como el sentimiento de pertenencia y de comunidad, el valor de las
fronteras físicas y geográficas, los procesos de comunicación, el aprendi-
zaje, la intimidad, la virtualidad y por supuesto, el ocio.

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Para nuestro sector, al igual que para cualquier otro, las posibilidades
casi ilimitadas de gestionar información que proporcionan estas tecnolo-
gías, pueden facilitar el diseño de productos y servicios de ocio personali-
zados, adecuados a los gustos, necesidades y preferencias de cada uno de
los usuarios que los demandan. Pero además de esta posibilidad de gestión
de la información casi ilimitada, las TIC ofrecen oportunidades que van
más allá de su utilización como herramientas de soporte de estos servicios
de ocio. La presencia de estas tecnologías y su transformación como activi-
dades de ocio en sí mismas, nos plantean numerosos interrogantes. La tras-
formación de un ocio que utiliza la tecnología como herramienta a un ocio
que se convierte en tecnológico o digital se presenta como punto de partida
desde el que atender a nuevas actividades de ocio esencialmente digitales.
Asimismo, el poder transformador de las TIC debe hacernos prestar la
atención a como éstas ofrecen nuevos espacios y soportes a actividades de
ocio ya existentes. La constante evolución de las tecnologías y los servicios
que ofrecen, nos obligan a reflexionar continuamente sobre lo individual y
lo social, sobre lo empresarial y lo comunitario, así como a intentar antici-
parnos sobre el camino hacia el que puede evolucionar este ocio digital con
el objetivo de facilitar experiencias significativas de ocio, y cómo trabajar
en asegurar las posibilidades de acceso y disfrute del mismo.

El paso decisivo: de la tecnología al servicio del ocio al ocio digital-


tecnológico

Es indudable la relación instrumental existente entre el ocio y el


desarrollo tecnológico en diferentes momentos históricos, proporcionando
al ocio los formatos o soportes sobre los que se desarrollan algunas de sus
actividades, servicios o productos, participando en los procesos de diseño,
implementación, comunicación y marketing o en los canales de distribu-
ción. La tecnología ha sido por tanto, como en otras actividades humanas,
una de las principales herramientas de apoyo y soporte a los servicios
y productos de ocio. Son las características especiales que presenta el
desarrollo tecnológico actual, lo que nos permite hablar de una relación
ocio-tecnología cualitativamente diferente a la sucedida en otras épocas.
La facilidad de uso, la interactividad, el acceso al equipamiento básico
necesario, el aumento de la formación en su uso de la población y su po-
sicionamiento como aspecto fundamental en la vida social, hace que estos
procesos tecnológicos se constituyan como cualitativamanente diferentes,
siendo capaces de trasformar de forma radical las actividades humanas,
más aún teniendo en cuenta que son las primeras que son usadas de forma
indistinta tanto en el ámbito laboral como en el del ocio.

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Parece ser esta una revolución tecnológica que se diferencia de las
anteriores tanto en la rapidez de implantación social (ofrece casi de forma
inmediata servicios y productos que implementan y utilizan estos avan-
ces), como en el foco de actuación de las mismas (incide de forma muy
especial en el sector del ocio). Estas dos características generan la apari-
ción de canales de transmisión de los avances tecnológicos a la sociedad
y ofrece puertas de entrada a los ciudadanos a su uso y conocimiento. En
contraposición con otros desarrollos tecnológicos más vinculados a secto-
res comerciales o industriales, las TIC están claramente relacionadas con
el ocio, ya que es a través de servicios, productos y experiencias en este
sector como los desarrollos en tecnología digital se implementan en la
vida de los ciudadanos.
Hasta ahora, la tecnología siempre había sido un factor de soporte y
producción de actividades y servicios de ocio. La tecnología es, en estos
casos, una herramienta al servicio del productor, del creador o distribui-
dor de actividades y de «experiencias de ocio». Pero lo cualitativamente
diferente que ofrecen las TIC es que permiten al propio usuario, alentado
por su uso y conocimiento y la implantación de la tecnología en su hábito
cotidiano, adoptar, además del rol del consumidor, el papel de productor
de actividades y experiencias. Esto genera experiencias o actividades
auténticas, cargadas de valor personal y desprovistas del carácter indus-
trial de muchas de las experiencias actuales. Se produce así la mezcla
del productor y el usuario, la confusión entre el gestor y el participante,
provocando quizá la democratización de la producción. Son estas tecno-
logías digitales, las que por sus características, permiten tanto la creación
de actividades de ocio para la sociedad de consumo, como a estos mismos
usuarios la configuración de actividades y espacios de ocio esencialmente
comunitarios.
Todas estas posibilidades no pueden hacernos olvidar los grandes in-
terrogantes retos y amenazas que estas tecnologías suponen para el sector
del ocio. Desde el punto de vista empresarial, por como van a afectar a los
productos y servicios tradicionales; el libro, la música, el entretenimiento,
los juguetes… Parece realmente complejo hacer prospectiva en el campo
de las tecnologías, pero al menos por el momento, la realidad demuestra
que si bien es evidente que se han producido transformaciones en muchos
de los productos y servicios tradicionales, la llegada de la tecnología digi-
tal no ha hecho, en general, más que reforzar su calidad o valor para los
ciudadanos. Más aún, parece que la presencia de estas tecnologías y sobre
todo, la implantación que tienen entre los ciudadanos, ofrecen novedosos
nichos de mercado para el sector empresarial así como la posibilidad de
dotar a los servicios, productos y experiencias de ocio tecnológico de un
carácter humanista. Desde el punto de vista de los usuarios, queda por ver

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las consecuencias de este ocio digital-tecnológico en el desarrollo de las
generaciones más jóvenes, la posible sustitución de actividades en la vida
real por actividades en el mundo virtual, la modificación sustancial de
nuestros hábitos de ocio, las dificultades de acceso a estos servicios que
nos podemos encontrar, etc.

Dos ejemplos de ocio digital: de lo individual de los videojuegos a lo


colectivo de las comunidades virtuales de interés

El campo del ocio digital o tecnológico es un fenómeno caracterizado


por su poca sistematización tanto en sus realizaciones prácticas como en
el sector empresarial que las desarrolla, seguramente consecuencia de la
multiplicidad de agentes y sectores que conforman el mismo. Esta carac-
terística, junto con la relativa novedad y evolución constante de las TIC,
hacen del ocio digital un difícil campo de análisis y estudio. A la ya de
por sí complejidad de análisis del ocio, se suma el de las TIC y sus ma-
nifestaciones, experiencias, productos y servicios vinculados a procesos
comunicativos, de gestión de la información, de interacción y de genera-
ción de contenidos. A pesar de ello, nos parece especialmente importante
la reflexión y análisis del ocio digital, tanto por su importancia entre los
ciudadanos, como por las posibilidades futuras, las ventajas y desventajas
del mismo, así como la necesidad de configurar experiencias de ocio digi-
tal de carácter humanista.
Acercarnos al mundo del ocio digital, supone ser capaces de selec-
cionar y analizar aquellas experiencias o actividades de mayor difusión
e impacto en la sociedad. Asimismo, debemos ser capaces de analizar
la realidad siendo conscientes de que esta relación se manifiesta en dos
perspectivas irremediablemente conectadas y complementarias. Por una
parte, aquella en la que el ocio digital se configura como un revolu-
cionario medio que genera nuevas actividades y servicios de ocio. Por
otra parte, aquella en que la relación tecnología-ocio ofrece un soporte
para actividades ya existentes, que son modificadas y enriquecidas por
la flexibilidad, interacción y características específicas de estas tecno-
logías. En base a esta premisa, se han escogido dos actividades de ocio
digital, vinculadas a cada una de estas dos perspectivas. Los videojuegos
como actividad específica de ocio digital y las comunidades de interés
y participación social como actividad tradicional transformada por las
TIC. Además, estas dos actividades ofrecen un inmejorable marco para
analizar tanto un producto de ocio digital creado por la industria de ocio
audiovisual, como otro, consecuencia de las características de interacción
social de los individuos.

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La industria del ocio digital; el caso de los videojuegos

La llegada y difusión de las tecnologías digitales ha generado la apari-


ción de nuevas actividades de ocio no existentes hasta el momento. Entre
ellas, una de las más importantes, es la de los videojuegos, tanto por la
cantidad de practicantes (la Interactive Software Federation of Europe,
ISFE, estima que el 25% de la población de Italia, España, Alemania,
Francia y Reino Unido juega a videojuegos regularmente) como por el
impacto económico de su industria, que según AdeSe (2006) ha sido, en
todo el mundo, de 21.000 millones de euros lo que la sitúa como la pri-
mera dentro del sector de ocio audiovisual. Por ejemplo, en España, del
total del consumo de ocio audiovisual e interactivo, el 35% del mismo
se refiere a los videojuegos, por encima de la taquilla del cine, la música
grabada y las películas de video lo que demuestra la importancia de este
sector (AdeSe, 2006).
Podemos afirmar que los videojuegos se configuran en la actualidad
como la actividad lúdica de mayor importancia social en relación al uso
de las TIC. La cotidianidad y difusión que han adquirido los desarrollos
tecnológicos y la aparición de diversos soportes han permitido a esta in-
dustria ir ganando cuotas de mercado de forma paulatina, accediendo in-
cluso a sectores que en un primer momento no parecían potenciales usua-
rios de sus productos. A este respecto, cabe destacar que la Entreteiment
Software Asociation, identifica que el 25% de los jugadores americanos
tienen más de 50 años. Esos datos nos permiten anticipar su enorme creci-
miento potencial a corto y medio plazo.
Debemos ser conscientes de que esta industria combina juegos
(cientos de títulos temáticos a elección del usuario) y juguetes (con-
figurados en diferentes soportes, muchas veces incompatibles entre
sí) que permiten al usuario adaptar su consumo de videojuegos a sus
propias necesidades o contextos a través del ordenador, la consola, la
consola portátil, el teléfono móvil etc. Es destacable el desarrollo e
importancia que este último soporte ya tienen en la actualidad, como
lo demuestra los datos de ISFE que identifican como el 40% de los
jugadores de videojuegos en Europa usan también sus móviles para
jugar. La tendencia de crecimiento de este soporte tecnológico entre
la población en general así como el conocimiento general de su uso, le
posiciona como un soporte con un gran desarrollo comercial a corto y
medio plazo. Por ello, todos los operadores de telefonía móvil están de-
sarrollando servicios de valor añadido que tienen que ver directamente
con servicios de ocio, entre los que destacan los videojuegos, descarga
de series de TV, acceso a la TV y servicios relacionados con la indus-
tria musical (SGAE 2005).

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El éxito de los videojuegos proviene de cumplir fielmente con la fina-
lidad para la que han sido creados, provocar diversión. A través del pro-
grama de reforzamiento que incluyen estos juegos (que emplea estímulos
muy variados tales como aumento de puntación, nuevas vidas, ayudas,
efectos sonoros… de forma inmediatamente contigua a la acción), se
«ayuda» al jugador en el desarrollo y aprendizaje del juego, convirtiendo
los objetivos parciales en retos a alcanzar ni demasiado fáciles ni excesi-
vamente difíciles. Cuando se pregunta a los propios usuarios (GFK, 2006)
sobre qué es lo primero que les viene a la cabeza cuando se les pregunta
sobre los videojuegos, estos mencionan en los tres primeros lugares; di-
versión, entretenimiento y pasarlo bien. Parece por tanto que los videojue-
gos cumplen con su pretensión fundamental, la de ser un instrumento lúdi-
co, un juego y juguete con el que divertirse. Los videojuegos se sitúan por
tanto en la esfera de aquellas actividades que podemos incluir dentro de la
dimensión lúdica del ocio, cuya finalidad de descanso y diversión define
Cuenca de la siguiente manera: «Descanso interpretado como separación
del trabajo y el quehacer cotidiano. Diversión entendida como acción que
distrae, que evade de los límites de la realidad» (2000:59).
Atendiendo a las respuestas de los usuarios, parece que los videojue-
gos divierten, entretienen y provocan ruptura con el quehacer cotidiano.
Sobre esta última cuestión, que podemos denominar ensoñamiento o eva-
sión de la realidad, se plantean algunas cuestiones o interrogantes espe-
cialmente importantes. Atendiendo al tiempo dedicado por los jugadores,
según ISFE, un tercio de los mismos juega entre 1 y 3 horas a la semana,
otro tercio entre 4 y 7 horas a la semana y el último tercio más de 7 horas
a la semana. Lo que parece que queda claro en todos los estudios, es que
cada vez existen más jugadores de videojuegos y que la dedicación de los
mismos a esta actividad en detrimento de otras es un asunto de especial
preocupación. En este sentido, el estudio elaborado por Pérez, resalta que
en referente a los ámbitos de ocio, «los jugadores y no jugadores partici-
pan de otras formas de ocio (televisión, música, deporte y cine) con pa-
rámetros de gran similitud»(2005:13), resultando ser sensiblemente más
deportistas los jugadores que los no jugadores. En general, el aumento
del tiempo dedicado a los videojuegos conlleva disminución de tiempo
dedicado a ver la TV , las actividades sociales y el tiempo de estudio. Por
el contrario, en los casos en que se ha disminuido el tiempo dedicado a los
videojuegos, éste se ha sustituido por actividades sociales, deporte, aficio-
nes y estudio (GFK, 2006). Como podemos imaginar, las cuestiones son
complejas y poliédricas, pero lo que sí parece marcar cierta tendencia es
que los porcentajes de quienes aumentan o disminuyen tiempo con refe-
rencia a los videojuegos son muy similares a 2004, lo cual parece demos-
trar que tanto el producto como el público está muy asentado y que los

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tiempos de dedicación a los videojuegos están relacionados con la edad
como afirma Pérez (2005) concluyendo, al igual que otros estudios euro-
peos, que cuanto más jóvenes, más horas dedican a los videojuegos.
Cabe detenerse en este momento para reflexionar sobre la posible
aplicación de estos videojuegos en la formación de los ciudadanos, espe-
cialmente los más jóvenes por la presencia e importancia que tienen los
mismos en sus actividades cotidianas. A este respecto, numerosas entida-
des públicas y privadas resaltan el importante papel que los videojuegos
pueden tener en el fomento de la creatividad y la imaginación, y la posi-
bilidad de contar con una nueva herramienta de educación si se consigue
supervisar sus contenidos. Es innegable la capacidad formativa de las ac-
tividades de ocio, y en el caso de los videojuegos, ésta también se produ-
ce. Aunque este componente formativo no es el objetivo principal de los
videojuegos, el aprendizaje producido por su uso en la adquisición de ha-
bilidades, tanto de carácter tecnológico, espacial, de resolución de proble-
mas, de elaboración de estrategias complejas etc., son aspectos a resaltar.
Por ejemplo, se ha demostrado que se puede hablar de ciertas diferencias
significativas en la coordinación oculo-manual a favor de los jugadores
de videojuegos. Por otro lado, los videojuegos exigen a sus usuarios com-
plejas dosis de percepción, atención y comportamiento deductivo y les in-
troduce en un mundo digital y caracterizado por un pensamiento no lineal
sino en red. Asimismo, es importante destacar el trabajo que se realiza a
través de los videojuegos con los elementos espaciales, tanto de tipo bidi-
mensional como tridimensional, y los procesos de atención selectiva que
se ponen en marcha para responder a los numerosos estímulos que se les
presentan al jugador.
Otro aspecto conflictivo, es el referido a la adquisición de valores
y actitudes. La adquisición de valores en actividades de ocio es espe-
cialmente significativa por sus especiales características. Por el carácter
interactivo y atrayente de los videojuegos, su papel como medio de crí-
tica, aprendizaje y reflexión sobre estereotipos, roles y valores puede ser
fundamental. Pero la realidad demuestra que los videojuegos, a veces,
presentan a sus personajes de forma inadecuada, machista o violenta. En
relación a los esteriotipos sexuales, la mayoría de las investigaciones abo-
gan por considerar los videojuegos como un juego típicamente masculino,
pero cabe destacar cómo se aprecian diferencias en las conductas de jue-
gos entre hombre y mujeres (GFK 2006, Rodríguez 2002). Glostein llega
a la conclusión es que no se puede considerar a los videojuegos como cau-
sa de los estereotipos, pero si pueden contribuir a la creación del estereoti-
po cuando el entorno del mismo alienta esta ideología (Estallo, 1995). Las
posibilidades de intervención de los progenitores están muy relacionadas,
en nuestra opinión, con la recogida de información y comprensión del

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fenómeno, que requiere de la ruptura de la brecha generacional existente
y la asunción, conocimiento y acceso a herramientas de control de acceso
a contenidos inapropiados como puede ser el código PEGI (Pan European
Game Information), un sistema que establece una clasificación por edades
para videojuegos y juegos de ordenador en función de diversos atributos.
Pero debemos ser conscientes de que si bien es cierto que existe
preocupación por si los videojuegos reflejan situaciones violentas, son
pocos los que se fijan en cuales son los roles sexuales que se trasmiten
en los mismos. Aun así, es deseable que la responsabilidad de cumplir
con estos códigos no solo recaiga en los progenitores sino también en los
diferentes agentes formativos de los jóvenes como la escuela y los dife-
rentes estamentos de la industria de los videojuegos. En lo que se refiere
a los primeros, estudios como el realizado por la Universidad de Londres
(Pérez, 2005) confirma que los videojuegos potencian el desarrollo de los
menores y que es recomendable su integración y uso en los centros esco-
lares. En lo referente a los agentes de la industria del videojuego, los mis-
mos jugadores manifiestan al respecto de los códigos de autorregulación,
la facilidad con la que es posible evitarlos (Rodríguez, 2002).
Respecto de los comportamientos violentos, dos son las perspectivas
que tratan de explicar la relación videojuegos-agresividad, la teoría de la
estimulación y la de la catarsis. Desde el punto de vista científico, si bien
ninguna de estas dos teorías es definitiva, la de la estimulación cuenta con
un mayor favor de los estudios de laboratorio pero referidas en la mayoría
de los casos a la televisión. A pesar de las relaciones de parecido que se
han establecido entre la televisión y los videojuegos, no debemos olvidar
las diferencias esenciales que existen entre estos dos fenómenos ya que la
visión de la televisión no deja de ser una actividad en la que el espectador
es un receptor de la información y de las imágenes que se le presentan.
Sin embargo, los videojuegos, posibilitan al usuario la interacción, es
decir, tomar decisiones y ver cómo éstas afectan y definen la acción del
mismo. En esta línea, Rushkoff comenta cómo «mientras sus padres están
en el salón absorbiendo pasivamente la programación de los canales, los
niños están en la sala de juegos cazando los alienígenas de Sega en su
propia pantalla de televisión. Los padres quieren esencialmente un entre-
tenimiento fácil, o como mucho, información predigerida. (...) Los niños,
por su parte, en lugar de recibir medios simplemente, están cambiando de
manera activa la imagen de esa pantalla» (Kerckhove, 1999: 52-53).
Varios estudios han pretendido analizar la relación entre comporta-
mientos violentos y consumo de videojuegos, concluyendo que esta re-
lación, si es que existe, no es causal y está influencia por otros aspectos.
Diversas investigaciones (Estallo, 1995) como la de Golstein, que afirma
que los juegos de contenido violento son más propios de los varones,

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pero que no cabe hablar de enorme amenaza; la de Cooper y Mackie, que
concluyen que no hubo aumento de conductas violentas en el juego es-
pontáneo entre los varones, pero sí las hubo entre las mujeres o la de Sil-
ver y Williamson, que concluyeron que existía un aumento en el nivel de
conducta agresiva, pero que éste era comparable al que se producía al ver
una serie de dibujos de temática agresiva, evidencian la complejidad de
demostrar de forma inequívoca esta relación. Seguramente es un aspecto
más a valorar en la evaluación de conductas violentas. Como nota, no
queremos dejar de introducir aquí las opiniones de los propios usuarios,
que en el estudio de Pérez (2005) comentan cómo les es más fácil ver es-
cenas de lucha, sangre o muerte de un ser humano en la televisión y en el
cine que en los videojuegos.
En relación a la adicción y los problemas de aislamiento social, pa-
rece poco probable que el desarrollo de actividades lúdicas a través de
estos juegos constituyan una modificación del carácter. Rodríguez (2002)
afirma que las personas con buenas relaciones de amistad no suelen jugar
menos, pero si lo hacen en compañía, los extrovertidos tienden a jugar
más y en compañía, los que tienen buenas relaciones familiares con me-
nos frecuencia y los que tienen malas relaciones familiares juegan con
más frecuencia, en soledad y presentan mayores problemas en relación al
juego. En relación a las opiniones de los usuarios, según Pérez (2005) un
41% de los individuos afirma haber hecho amigos mediante el juego con
videojuegos. Cabe atender en este punto a un posible factor de desarrollo
de los videojuegos que puede modificar a medio plazo este aspecto del
juego individual, que es el referido a los juegos en red. Este tema ha sido
considerado, junto a los progresos en la interactividad de los videojuegos,
como el gran espacio de desarrollo y evolución de los mismos a corto
plazo. La prensa ya se hacía eco de estos aspectos a finales de los 90, pero
ya es una realidad que la ISFE cuantifica en el 33% de los jugadores en
Europa y la ESA en el 44% en EE.UU. Entre los jugadores que juegan a
estos juegos en red, cabe destacar que lo que más les gusta de esta modali-
dad es relacionarse, frente a otras como las ventajas del juego online o las
emociones provocadas (GFK, 2006). Independientemente la importancia
de este tipo de juegos, y como ya hemos reflejado en páginas anteriores
y también recoge Estallo (1995), parece que los usuarios de videojuegos
no dedican menor cantidad de tiempo a otras actividades de ocio, y que
incluso en algunos casos superan a las de los no jugadores. Con respecto
al fomento de valores individualistas, la percepción de los usuarios es que
el juego con videojuegos ha influido positivamente en su capacidad de
trabajar en equipo (Pérez, 2005). No debemos olvidar, que a partir de la
dinámica de los videojuegos se crean nuevos modos de socialización, de
encuentro y trabajo conjunto para la superación de dificultades en el jue-

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go, así como la creación de canales y espacios de encuentro que tienen a
los videojuegos como tema central.
Por otro lado, es evidente el proceso de cambio mental que toda esta
revolución tecnológica está causando en todas las esferas de la vida coti-
diana y la diferencia, cada vez más amplia, que se está produciendo entre
las generaciones con respecto a las TIC, que Tapscott (1998) considera
como las primeras tecnologías de carácter fundamental que son conocidas
con más profundidad por los hijos que por los progenitores. Gros (1998)
recalca cómo todas las innovaciones sobre el tipo de juguetes son vistas
por la generación de los padres con recelo, mezcla del desconocimiento
de la misma y la percepción de su infancia como una época feliz sin la
presencia de estas innovaciones. Pero el juego es una necesidad antropo-
lógica y cultural en cualquier época y el mismo está también relacionado
con el momento histórico en el que se produce. Es cierto que los juegos
crean una cierta adicción, ya que es una de las consecuencias tradiciona-
les de su encanto. Desde sus inicios, el mundo de los videojuegos se ha
visto envuelto en una atmósfera de desconfianza por la inseguridad que
provoca, pero ¿cuántas veces nos hemos quedado hasta altas horas de la
madrugada atrapados por el interés de una lectura o una película de cine?,
¿con que asiduidad somos jugadores de cartas con los amigos, lectores de
periódicos o hinchas de un equipo deportivo?
Son los videojuegos un juego con una gran presencia entre los jóve-
nes, seguramente porque responden de forma más adecuada a sus gustos
y necesidades que otro tipo de juegos. Queremos recoger la conclusión
fundamental del estudio de Rodríguez, por las implicaciones y retos que
suponen a los profesionales de ocio: «Los videojuegos se nos aparecen
como un fenómeno cultural imparable, con luces y sombras, que se re-
sisten a cualquier lectura plana. Parece un elemento de realidad, ambigua
y ambivalente como la vida misma, que nos obliga a tratar de intervenir
minimizando los potenciales riesgos y potenciando los posibles usos posi-
tivos» (Rodríguez, 2002: 25).

Lo comunitario del ocio digital; las comunidades de interés en Internet

Junto a los videojuegos, otras realizaciones tecnológicas fruto de las


TIC se posicionan como actividades de ocio, presentándose Internet como
la práctica más evolucionada y completa de las mismas. La implantación
e importancia de este fenómeno es evidente. En España son ya más de 15
millones (41,6% de la población) el número de usuarios (AIMC, 2006).
Con respecto al uso de Internet por su contenido, por ejemplo en España,
podemos decir que tras el uso de buscadores/portales/comunidades (de los

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cuales un alto porcentaje tiene relación directa con el ocio) y de conteni-
dos de telecomunicaciones, los contenidos de entretenimiento se sitúan ya
en el tercer puesto de este ranking, según Nielsen NetRatings (Fundación
France Telecom, 2006).
De la realidad de Internet se pueden extraer dos lecturas bien diferen-
ciadas con respecto a las implicaciones sociales que provoca su existencia
y la aceptación cada vez más masiva de esta como un nuevo medio de co-
municación e intercambio de información. Una de ellas, percibe Internet
como una tecnología que promueve el aislamiento social. Esta opinión se
basa en la premisa de que estas tecnologías pueden reflejar un mundo no
real, donde aspectos claves como la identidad o la intimidad no se definen
bajo los mismos parámetros que en el mundo real. Desde esta perspec-
tiva se otorga a Internet una capacidad total de absorción de la atención
del usuario, alejándole de todo aquello que podríamos llamar el mundo
social real, material y tangible. Como recoge Turkle (1995), en voz de
muchos de los usuarios de los MUD (juegos para múltiples usuarios), esta
experiencia a través de Internet les permite llevar una vida diferente de
la que disfrutan en el mundo real, eligiendo en muchos casos la vida que
desearían tener. Parece que estos servicios de realidades virtuales siguen
creciendo y complejizándose de la mano del desarrollo de las posibilida-
des técnicas, como demuestran los más de 12 millones de personas que
se han suscrito al mundo virtual online Second Life, aunque «sólo» se
han conectado al juego 920.000 en los últimos 30 días (datos oficiales de
Second Life a febrero de 2008). Son ejemplos que ponen de manifiesto la
preocupación sobre los procesos de evasión del mundo real que puede su-
poner el uso de Internet. Junto a éste, aparece otro interrogante referente
a la posible adicción que puede generar Internet. Matute (2003) recalca la
necesidad de diferenciar entre lo que se define como un uso excesivo y lo
que se define desde el punto de vista clínico como una adicción. Asimis-
mo, recoge cómo numerosos estudios reconocen que muchos de los usua-
rios categorizados como adictos, eran usuarios que empezaban a moverse
por el mundo de Internet y que por tanto, por la sensación de novedad y
descubrimiento, dedicaban muchas horas al uso de esta tecnología.
Pero además de esta lectura pesimista, existe otra mucho más po-
sitiva que considera Internet como un espacio, no material pero si real,
de comunicación. Un espacio de comunicación que propicia la relación
entre personas alejadas entre sí por grandes distancias o que sin la red no
se hubiesen encontrado. En lo referido a las redes sociales profesionales,
estás cada vez crecen con mayor rapidez y están posibilitando encuentros
y la realización de trabajos conjuntos cada vez con mayor asiduidad (Es-
paña con más de un millón y medio de usuarios de estas redes se posicio-
na como uno de los países con mayor implantación de este fenómeno).

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Aunque no es objeto de este capítulo, estas redes no dejan de ser una gran
oportunidad de trabajo e intercambio de conocimiento entre profesionales
del ocio, y especialmente en nuestra opinión, entre Latinoamérica y Es-
paña. Otro tipo de redes, las denominadas P2P (Perr to Perr), permiten ya
que más de 23 millones de usuarios en el mundo descargen archivos de la
red. Sin ser tampoco estas redes objeto de esta reflexión, las implicaciones
que las mismas tienen para el sector del ocio son enormes y permiten an-
ticipar una transformación radical de productos tan importantes del sector
del ocio como la música, el cine, la literatura...
Además de estos dos tipos de redes, fundamentadas unas en el inter-
cambio de información profesional y otras en la posibilidad de ofrecer
intercambios de productos esencialmente de ocio, se configuran otras, que
son una mezcla de las anteriores, posibilitando conexión de personas e in-
tercambio de información y conocimiento, organizadas en torno a una ac-
tividad de ocio. Algunas de estas redes sociales o comunidades ya existían
en la sociedad real, pero la presencia de la red ha permitido reproducirlas
de forma online. También se han creado nuevas redes online que tendrían
muchas dificultades para implementarse de existir en el contexto real, por
las dificultades asociadas a la distancia y los límites geográficos así como
en relación al coste. Esto supone la posibilidad de crear espacios y comu-
nidades formadas por personas desconocidas entre sí. Ellas se encuentran
en el espacio de Internet en función de otros criterios diferentes a los geo-
gráficos o profesionales tales como intereses, hobbies o aficiones. A estos
aspectos se unen otras características de la misma tales como su comodi-
dad de uso, la rapidez o su bajo coste. Además, la libertad que se «respira»
en la red, hace que los miembros de la misma se consideren «miembros de
una comunidad», habitantes de una aldea global que no está configurada
en su totalidad, en cuya construcción y elaboración de normas de convi-
vencia están participando sus miembros. Así lo expresa Rheingold cuando
dice «pronto descubrí que yo era el público, el intérprete y el guionista,
junto con mis compañeros, de una improvisación en marcha. Una subcul-
tura de gran envergadura crecía al otro lado del conector de mi teléfono y
me invitaban a crear algo nuevo» (Rheingold, 1996:16).
Es necesario ser conscientes de que no se puede valorar y juzgar este
espacio de sociabilidad desde los mismos parámetros utilizados para valo-
rar espacios reales. La característica de virtualidad sobre la que se asienta
esta sociabilidad, así como los procesos específicos de comunicación e
interacción hace que se diferencie de forma significativa de otros espa-
cios. Por ello, es necesario advertir que las relaciones que se establecen
a través de la red, ya sean de tipo comercial, personal o de cualquier otra
modalidad, serán diferentes de las que se llevan a cabo en entornos rea-
les. Lo que es evidente es que, a diferencia del otro gran ejemplo de ocio

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tecnológico, la televisión, Internet ofrece características muy interesantes.
Dumazedier afirmaba hablando de la televisión que «el público no va ha-
cia la obra, sino que es ésta la que se dirige hacia él y se le impone» (Du-
mazedier, 1964:199). En la red, el público avanza hacia la obra y en parte
la crea y le da significado, formando parte de la misma. Al contrario que
la televisión, las posibilidades de interactuar y relacionarse de la misma
la convierten en un lugar de encuentro, discusión, debate y amistad. No
obstante, creemos que esta forma de sociabilidad no viene a sustituir a la
existente, sino que pretende complementarla para posibilitar instrumentos
y medios de comunicación e interacción humanos más efectivos, adapta-
dos a las nuevas situaciones, necesidades y públicos.
Las mismas características que subyacen al planteamiento de esta
posibilidad de sociabilidad a través de medios digitales, hace necesario
la reconsideración del concepto comunidad o, al menos, el alcance y la
diversas posibilidades de realización del mismo. Senett (Ferback et al.,
1995) diferencia entre dos tipos de comunidades, a las que denomina la
Gemeinschaft y la Gesellschaft. La primera, que podríamos situar tempo-
ralmente en el siglo XIX, está caracterizada por un contexto de homoge-
neidad cultural y unas relaciones basadas en el status social. La segunda,
situada temporalmente en el siglo XX, está caracterizada por un tipo de
relaciones individuales, impersonales y contractuales. Pero, ¿cuál y cómo
es la comunidad del siglo XXI? ¿sobre qué tipo de relaciones se asienta?
En nuestra opinión, el siglo XXI, trae consigo otro tipo de comunidad,
caracterizado por el soporte de las TIC, la combinación de lo individual y
lo comunitario, la importancia del anonimato en la identidad y la estruc-
turación de la misma en función de los intereses, gustos y hobbies de los
participantes. En esta misma línea, Beamish (1995) plantea dos significa-
dos comunes de este concepto. El primero se refiere a un lugar físico, un
pueblo o una ciudad en la que las personas que forman parte de la misma
lo hacen en relación a criterios de proximidad física. El segundo, hace re-
ferencia a grupos sociales que comparten intereses comunes y que confi-
guran un espacio dedicado a ese interés común sobre el que se capta y dis-
tribuye información y se genera conocimiento. Cothrel y Williams (1999)
afirman al respecto de las comunidades virtuales que éstas se producen
cuando grupos de personas utilizan como herramienta fundamental para la
interacción, las redes de ordenador. Rheingold (1996) va más allá, añade a
esta característica la necesidad de que estos encuentros sean de suficiente
gente y por suficiente tiempo y además, que existan suficientes sentimien-
tos como para crear redes de relaciones interpersonales. Fernback et al.
(1995) añaden a estas características que las mismas se definen simbólica-
mente por un tópico de interés.

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Existen numerosos ejemplos de este tipo de comunidades en Internet,
pero quizá uno de los más sorprendentes e interesantes es el que configu-
ran los usuarios que conforman el foro másquechicos.com http://www.
masquechicos.com/foro/index.php). Esta comunidad, organizada en base
a foros temáticos tales como belleza, niños, vacaciones…contiene ya
más de 26.000 temas de discusión y cuenta con casi un millon y medio
de mensajes. Esta comunidad surge de la iniciativa de varias personas
que ven la necesidad de crear un espacio propio, sin censura, en el que
comentar, discutir e informarse de las cuestiones que les preocupaban,
de las actividades que les gustan, etc. A partir de esta necesidad, deciden
poner en marcha este foro, que no solo sirve para compartir información,
dudas, conocimientos, ofrecer y pedir ayuda, consejos… También se ha
convertido en un espacio de encuentro que en numerosas ocasiones tras-
pasa el mundo de Internet para propiciar encuentros en el mundo real. Ha
generado varias acciones solidarias de los miembros de la comunidad con
colectivos desfavorecidos y se ha convertido en un gran canal de informa-
ción, conocimiento, ayuda y amistad para muchos de los integrantes de la
misma.
Podemos apreciar que el concepto clave que organiza comunidades
virtuales de este tipo, está formado por tópicos específicos, que se con-
vierten en referencia para su organización. Estos tópicos, hobbies o inte-
reses son muchas veces de ocio y determinan la pertenencia a una u otra
comunidad. Evidentemente el ocio no sólo se presenta en estas comuni-
dades de interés, sino que aparece en los diferentes tipos de comunidades
existentes en Internet. Armstrong y Hagel. (1996) diferencian entre cuatro
grandes tipos de comunidades virtuales en Internet, que no son en ningún
caso excluyentes sino que se encuentran entremezcladas. Las comunida-
des de transacción, basadas en las relaciones comerciales de compra-ven-
ta, están adquiriendo cada vez mayor importancia y se están configurando
como uno de los modelos de negocio de más éxito en Internet. Así lo
demuestra el ejemplo de Amazón y el uso de recomendaciones y opinio-
nes de los compradores como información de valor para otros usuarios.
Las comunidades de fantasía, en la que los miembros de la comunidad
participan a través de su imaginación, dándole, entre todos, un sentido de
realidad a la fantasía en la que están interactuando. La importancia y evo-
lución de Second Life ha adquirido un papel protagonista, incluso desde
el punto de vista económico, ya que en este mundo virtual se cierran tran-
sacciones que superan los 600.000 dólares cada día. Las comunidades de
relación, que se forman alrededor de ciertas experiencias vitales y pueden
dar lugar a profundas relaciones personales, se mezclan de forma muy su-
til con las últimas propuestas por estos autores, las comunidades de inte-
rés. En estas últimas, los usuarios se caracterizan por interactuar de forma

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muy profunda, a partir de ciertos temas específicos que comparten todos
aquellos que forman la comunidad. En este último caso, se manifiestan las
comunidades de interés en ocio, estructuradas y organizadas en función de
aspectos tales como la literatura, la música, la ópera, la creación literaria,
la creación audiovisual….
Como es evidente, estos cuatro tipos de comunidades pueden estar
relacionados con el ocio, pero es, en el último caso, en el que el concepto
de experiencia de ocio humanista se presenta con más fuerza. Parece que
hacia este tipo de comunidad es hacia donde puede ir el desarrollo de los
procesos sociales en Internet. Igual que Kerkhove (1995), pensamos que
los desarrollos más interesantes en Internet, están relacionados con lo que
denomina la «inteligencia en conexión» y se encuentran claramente vin-
culados al ocio.
Ejemplos como el proyecto Gutemberg (www.gutemberg.com), basa-
do en las posibilidades de creación de comunidades de Internet y el traba-
jo voluntario para la creación de una biblioteca digital de acceso univer-
sal, demuestran la potencialidad del ocio digital solidario. Este proyecto
es un ejemplo de cómo el voluntariado cultural, mediante la configuración
de una comunidad de voluntarios, dedica su tiempo de ocio a la puesta en
marcha de una espacio al servicio del acceso a la cultura. La existencia de
comunidades como Sane Society (www.sanesociety.com) demuestran que
Internet tiene una enorme posibilidad de conexión e intercambio de artis-
tas y un fantástico espacio para promover la creatividad y la cooperación.
Movimientos basados en la creación colectiva, son los ejemplos de coope-
ración y creatividad social, que Sane Society está implementando sobre
actividades de ocio como la pintura, la escultura o la música.
Los ciudadanos de las sociedades desarrolladas están encontrando en
Internet el soporte para organizarse y movilizarse en relación a las más
variadas necesidades y preocupaciones. Desde la participación política a
las preguntas sobre cómo organizar una boda o las comunidades de espe-
cialistas sobre filatelia, estas agrupaciones se conforman como un espacio
fundamental de relación e intercambio de información y conocimiento.
Tal es así, que las aplicaciones prácticas de la gestión del conocimiento
en las organizaciones empiezan a considerar estas comunidades como el
ejemplo a seguir en los procesos de formación y transmisión de informa-
ción y conocimiento. Wenger (1998), afirma que, para que estas comu-
nidades funcionen, deben respetar estas tres características: compromiso
mutuo, empresa conjunta y repertorio compartido. Si atendemos a estas
tres características y las contextualizamos en el proceso de las activida-
des de ocio, podemos percibir cómo las mismas están presentes en los
ejemplos comentados. Por una parte, se produce en estas comunidades de
practicantes un proceso de compartir conocimiento e información sobre

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la actividad. Asimismo, entre los miembros de la comunidad se estable-
ce un objetivo conjunto, a veces explicitado y otras veces implícito, que
es el elemento de enlace entre los mismos y el punto de destino hacia el
que dirigirse. Por otra parte, entre ellos se establecen una serie de rutinas,
comportamientos y prácticas específicas de la comunidad, un repertorio
propio de la misma que comporten todos los miembros.
Procesos de interacción, participación y creatividad social como los
que aparecen en Sane Society, Gutemberg o masquechicos.com, son el
testimonio de las características de las comunidades de interés y configuran
ejemplos de la Web 2.0 o Web social en referencia a las temáticas de ocio.
El enorme potencial de desarrollo de estas comunidades, que puede ofrecer
a corto plazo el fenómeno de los blogs, es innegable. Bitácoras que se rela-
cionan entre sí y configuran comunidades o redes temáticas y de amistad,
creando un espacio de encuentro donde intercambiar opiniones e informa-
ciones, recomendaciones sobre viajes, libros, películas… Nuevos espacios
sociales, que mezclan las características de los espacios tradicionales con
las ventajas que ofrecen las TIC, tienen en el ocio un elemento predominan-
te, un factor esencial de conexión y creación de comunidades.

El reto del ocio digital

Los ejemplos analizados permiten visualizar la importancia social del


espacio de interacción que entrelaza el ocio con la tecnología digital. Este
se configura aún como un espacio novedoso del que, más allá de algunas
las realizaciones prácticas, conocemos bastante poco en cuanto a sus efec-
tos, motivaciones y, sobre todo, futuros desarrollos o posibilidades.
Las tecnologías de la información y la comunicación vienen caracteri-
zadas por posibilitar nuevas formas de comunicación humana, que suponen
una revolución con respecto a las tradicionales. Estas formas de comunica-
ción están generando agrupaciones humanas diferentes, basadas en criterios
hasta ahora poco estudiados como pueden ser aficiones, hobbies o interese
de ocio. Las agrupaciones de personas serán tanto de tipo local (estructura-
das en base a criterios de cercanía) como globales (basadas en los intereses
comunes de los miembros). Ambas se darán al mismo tiempo. Las implica-
ciones de las relaciones virtuales, a través de las posibilidades comunica-
tivas que presentan las nuevas tecnologías, se presentan como un reto ante
diferentes campos de la ciencia humana. La presencia de la virtualidad y los
posibles desarrollos de la realidad virtual constituyen, además, un evidente
campo de desarrollo e innovación tecnológica. Un campo de estudio que
nos debe permitir apreciar cuales son las consecuencias de esta construcción
irreal del mundo, que cada vez adquiere más imagen de real. Las influencias

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de estos desarrollos con respecto a la cultura, los juegos, el turismo... son
enormes y presentan una de los más interesantes e inexplorados campos de
investigación de la relación Ocio y TIC.
La presencia de juegos y juguetes electrónicos hará replantearse las opi-
niones sobre los juegos, para que estas nuevas modalidades puedan integrar-
se en esta área del conocimiento. La falta de reflexión y estudios científicos
concluyentes, así como la falta de preparación, tanto de padres como de pro-
fesionales, indica una evidente carencia a la que debemos responder. La ne-
cesidad del conocimiento se presenta como base de una adecuada educación
en los medios electrónicos. Compartir con hijos y alumnos esta actividad de
ocio parece ser el camino para educar en y a través de ella.
La reivindicación del derecho al ocio de todos los colectivos a poder
disfrutar del espacio Ocio y TIC se muestra necesaria. El derecho de todas
las personas al ocio es un derecho incuestionable, al menos desde el punto
de vista teórico, aunque parece que no tanto desde la práctica. Por ello, es
necesario remarcar este derecho, tanto en actividades de ocio consideradas
más convencionales, como en aquellas que se producen en el espacio del
ocio y las TIC. Esta exigencia de acceso al ocio digital es esencial para
todos los colectivos tengan la oportunidad de participar en la sociedad
tecnológica. Esto nos lleva a recordar la importancia de adquirir la habi-
lidad para usar estos medios digitales. Esta no se caracteriza por grandes
conocimientos sobre los ordenadores, Internet o la informática, sino que
se define más bien por el aprendizaje que se produce por la experiencia y
el uso de los nuevos medios tecnológicos, a través de la experimentación.
El ocio digital se configura en este proceso de aprendizaje como un ele-
mento fundamental.
El ocio digital es un elemento de enorme importancia y potencial para
las sociedades desarrolladas y exige a los profesionales e investigadores
del sector la profundización en las diversas realizaciones del mismo, en
las consecuencias y transformaciones que pueden generar. Los videojue-
gos, las comunidades de Internet, el fenómeno de los blogs, las redes de
participación y creación artística, la descarga de entretenimiento a través
de las redes P2P, y otras muchas prácticas por venir, deben ser estudiadas
asumiendo el reto de promover dinámicas de ocio humanista.

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Claves del acceso al ocio de toda la
ciudadanía
Aurora Madariaga Ortuzar

«Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo»


Albert Einstein

Introducción

En junio de 2007 se celebró en Bilbao el II Foro de investigación,


pensamiento y reflexión en torno al fenómeno del ocio. Este encuentro
tuvo como título «La experiencia de ocio: más allá del consumo y la par-
ticipación» y en él se profundizó en cuestiones muy interesantes en torno
a tres ejes, el primero de ellos centrado en hábitos, practicas y consumos
de ocio, el segundo, abordó los comportamientos de ocio de la ciudadanía
desde un análisis psicosocial, y en tercer y último lugar, se describieron
las claves interpretativas de la experiencia de ocio.
El texto que aquí se presenta no se ciñe a ninguno de los tres ejes
descritos sino que trata un contenido transversal relacionado con el ma-
yor conocimiento de la experiencia de ocio, porque aborda una cuestión
previa dada por hecho que no se puede considerar algo obvio cuando
nos centramos en algún colectivo social determinado, estamos hablando
de poder acceder a participar como condición necesaria para tener una
experiencia de ocio. El título escogido, Claves del acceso al ocio de toda
la ciudadanía, pretende profundizar en los elementos fundamentales que

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condicionan, limitan, posibilitan y garantizan el ejercicio del derecho al
ocio de toda persona.
Este capítulo tiene cuatro apartados, el primero, es un acercamiento
a la diversidad de la sociedad, en la que cabemos todos desde el respeto
a las características de cada persona; el segundo apartado, define y ex-
plica el principio de inclusión como herramienta para responder a toda
la ciudadanía; en el tercero, se abordan las dificultades de acceso y par-
ticipación en ocio de las personas con discapacidad; y en el cuarto, se
plantean los principales retos para lograr la participación y disfrute en el
ocio de todas las personas. Al final, se adjunta un listado bibliográfico
relevante sobre la materia.
Aunque el abordaje de este artículo tiene tintes generalistas para
toda la ciudadanía, se centra de forma específica en el colectivo de las
personas con discapacidad por varias razones: el grado de conocimien-
to de ese grupo de población, los estudios realizados sobre el binomio
ocio y discapacidad, el desarrollo del marco normativo, los avances en
la prestación de servicios, las dificultades vigentes en el acceso al ocio,
y también por ser un posicionamiento y conocimiento fácilmente trans-
ferible, en su esencia, fundamentos, principios y herramientas, a otros
colectivos excluidos o en riesgo de exclusión social.
La Cátedra Ocio y Discapacidad desarrolla su trabajo desde el año
1994 en el Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto.
Centra todos sus esfuerzos en el conocimiento y el desarrollo de herra-
mientas que garanticen el ejercicio del derecho al ocio de las personas
con discapacidad.
El trabajo realizado por el equipo de la Cátedra se sintetiza en:

— Ser una entidad única en España centrada en el fenómeno del ocio


y su aplicación al colectivo de las personas con discapacidad en el
marco universitario.
— Acercamiento al mundo de la discapacidad de forma global res-
pondiendo a las necesidades generales del colectivo y a las especí-
ficas de cada grupo.
— Responder a la discapacidad como un colectivo excluido en el ám-
bito del ocio.
— Reivindicar el ocio como derecho para toda la ciudadanía.
— Intermediar entre el ámbito del ocio y el ámbito de la discapacidad.
— Consolidar la importancia del ámbito del ocio en la vida de las
personas con discapacidad. Promover el turismo, la cultura, el de-
porte y la recreación como experiencia de ocio para las personas
con discapacidad.

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— Aplicar el concepto de inclusión en ocio y desarrollar herramientas
que articulan la inclusión en ocio para todas las personas con disca-
pacidad.
— Labor de concienciación y asesoría ante la comunidad universitaria,
el ámbito del ocio, la realidad de la discapacidad y la sociedad.
— Desarrollar una amplia labor formativa con entidades del ocio e ins-
tituciones de la discapacidad para formar en este binomio.

Una sociedad diversa

En este apartado se profundiza en el término diversidad, en la con-


cepción actual de la discapacidad, y en las principales herramientas desa-
rrolladas para responder a las necesidades del colectivo desde el ámbito
internacional, europeo, y estatal.
La diversidad humana es un principio de vida, de valor, de relación,
de responsabilidad y de convivencia. Se define tomando como referen-
cia diferentes criterios con objeto de tener presente la heterogeneidad de
todas las personas. La diversidad, en cualquier sociedad, viene dada, en
términos generales por: el género, la edad, las dimensiones, las capaci-
dades cognitivas, las aptitudes sensoriales, las habilidades motrices, la
población, la lengua, la religión, las motivaciones y ritmos diferentes, la
orientación sexual, las condiciones económicas, la ideología, el medio
ambiente, y los motivos de justicia (Aragall, 2000). El término diversidad
pretende acabar con cualquier tipo de discriminación e instaurar el respeto
a ser diferente. Lo importante es que un cambio en el pensamiento y las
actitudes, se traduzca en nuevos planteamientos y en nuevas prácticas que
traigan consigo una nueva forma de enfrentarse a la pluralidad y multicul-
turalidad (Arnaiz, 1999).
Se trata de crear una situación social, totalmente abierta a la diver-
sidad y que implica a todas las instituciones y agentes que forman parte
de la comunidad (Wang, 1990). La atención a la diversidad: favorece el
desarrollo personal y el acceso a la oferta, permite adaptarse a las caracte-
rísticas de los participantes, responde a las necesidades de la sociedad, y
compensa desigualdades (Arnaiz, 1999).
Una sociedad para todos se construye valorando a la diversidad en un
contexto de igualdad y participación, mutua comprensión de las necesi-
dades y solidaridad en la satisfacción de necesidades individuales. Para
lograrlo, la sociedad debe creer en su propia capacidad de cambio ante las
desigualdades, debe movilizarse, no por colectivos ni de forma sectorial,
sino como comunidad diversa y heterogénea. Trabajar por una sociedad
en la que es posible una ciudadanía plena que ejerce sus derechos legales,

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políticos y sociales minimiza el riesgo de exclusión social (Unión Euro-
pea, 2005).

El objetivo, desde la perspectiva de los derechos humanos, es «cons-


truir sociedades que sean auténticamente integradoras, sociedades que
valoren la diferencia y respeten la dignidad y la igualdad de todos los
seres humanos con independencia de sus diferencias»· (Quinn y Dege-
ner, 2002:22).

La diversidad forma parte de la naturaleza humana pero algunas cir-


cunstancias sociales y culturales han provocado una distorsión de algunas
diversidades que han sido connotadas con una evaluación negativa (Ver-
dugo, 1999). En el caso de la discapacidad hay algunas cuestiones fun-
damentales que han ido desarrollando esa evaluación negativa: la visión
médica que pone el acento en la enfermedad; la exclusión social, son con-
siderados «ciudadanos invisibles» (Quinn y Degener 2002:18), a los que
las condiciones inaccesibles del entorno les obliga a ser discapacitados; y
los servicios especiales, la consideración de personas especiales ha provo-
cado el desarrollo de estructuras de atención sectoriales y específicas.
Las personas pueden ser diferentes debido al: genero, edad, peso, vi-
sión, cognición, reflejos, dificultades motrices, usar ayudas técnicas, pro-
blemas de movilidad, dificultades en el equilibrio, perdida de audición,
altura, problemas de salud, de memoria, tener uno o varios miembros
amputados, utilizar silla de ruedas, ser incontinente, o ser alérgico a diver-
sos materiales o alimentos. La presencia en sus vidas de alguna o varias
de estas circunstancias no les resta dignidad humana ni les debe anular
la posibilidad de ejercer el derecho al ocio. Lo esencial (Verdugo, 1999)
es que la dependencia no es el resultado de la incapacidad individual de
la persona con discapacidad sino que depende de cómo se satisfacen las
necesidades de esa persona en el entorno.
Se puede decir de forma resumida que ha habido diferentes formas
mediante las cuales la sociedad ha articulado la atención a la diversidad
(Madariaga, 2004). En una primera etapa no se responde a las necesida-
des, posteriormente, se van ordenando respuestas individuales y sociales
(supresión de barreras), y en la actualidad se intenta que se generalice la
promoción de la accesibilidad universal y la filosofía del Diseño para to-
dos, con el fin de responder a las necesidades de todas las personas desde
las estructuras sociales desarrolladas para toda la población en todos los
ámbitos (salud, educación, vivienda, edad, etc.).
Es fundamental buscar soluciones para todas las personas y crear una
sociedad para todos en la que se respeta la diferencia y se mantiene la
individualidad (Castillo Arenal, 2007). Las personas con discapacidad ne-

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cesitan crecer y madurar; para ello, es imprescindible preguntarles, contar
con su opinión, acompañarles, respetarles, y permitirles que participen. El
cambio de paradigma en el ámbito de la discapacidad en la actualidad lo
constituyen los derechos humanos (Palacios y Bariffli, 2007), un nuevo
enfoque de la condición de discapacidad obliga a desarrollar un nuevo
marco legal (Arbide, 2003). El valor de la persona y el eje de los dere-
chos han de ser el parámetro que marca la intervención en el ámbito de
la discapacidad (Palacios y Bariffli, 2007), pero aún persisten situaciones
múltiples de discriminación por motivo de discapacidad en los diferentes
ámbitos de la vida. Por ello, es necesario defender y proteger a las perso-
nas con discapacidad desarrollando un marco legal y diseñado políticas
integrales de actuación.
La discapacidad se define como una circunstancia personal y hecho
social resultante de la interacción de un entorno inadecuado pensado para
el parámetro de individuo «»normal» con la diferencia que presentan al-
gunas personas, es una manifestación más de la diversidad humana, que
una sociedad inclusiva y abierta ha de acoger como elemento enriquece-
dor que ensancha la humanidad y le agrega valor, CERMI (2004). La con-
cepción actual de la discapacidad (CIF, OMS, 2001) centra su discurso en
la interacción de la persona con el entorno, la legislación actual parte de
la no discriminación y del concepto de accesibilidad universal. En este
nuevo escenario, es fundamental para el acceso al ocio de las personas
con discapacidad las condiciones del entorno y la autodeterminación de
las personas con discapacidad. Las personas con discapacidad (Verdugo,
2001) demandan la inclusión (frente a la exclusión), la independencia y la
autodeterminación (frente a la dependencia) y el fortalecimiento (frente a
las posturas paternalistas).
La terminología utilizada para hacer referencia al colectivo de perso-
nas con discapacidad ha evolucionado y cabe subrayar la importancia que
tiene el utilizar un lenguaje adecuado que pone el acento en lo positivo del
ser persona, en las cuestiones generales que las personas con discapacidad
comparten con el resto de la población, que desmitifica la diferencia, y
que ofrece una información normalizada y accesible (Fernández Iglesias,
2006). Desde los propios colectivos (Palacios y Romañach, 2006) se em-
piezan a utilizar denominaciones como personas con diversidad funcional,
personas con diferentes capacidades, términos que ponen el acento en la
atención a la diversidad, la autodeterminación, la participación, y digni-
dad de toda persona. Según Belda y otros,»El lenguaje influye de manera
decisiva en la discriminación de cualquier colectivo y los términos utili-
zados son, en muchas ocasiones, un medio para la marginación y la cons-
trucción de imágenes alejadas de la realidad» (Belda et al., 2007:28). Se
parte de la concepción de que en primer lugar, son personas, lo cual im-

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plica derechos y deberes como cualquier otro ciudadano, y posteriormente
tienen una discapacidad, hecho que implica en determinados casos y en
algunas ocasiones adoptar una serie de medidas concretas relacionadas
con la propia discapacidad.
Actualmente, hay más de 500 millones de personas en el mundo que
padecen alguna discapacidad de tipo física, intelectual o sensorial es de-
cir, aproximadamente el 10% de la población mundial. Para todas esas
personas, la accesibilidad a los servicios esenciales significa educación,
trabajo, y vida social comunitaria sin discriminación. Una de las mayores
preocupaciones de las Naciones Unidas y que tiene sus raíces en uno de
sus principios fundacionales, la igualdad de todos los seres humanos,
es la equiparación de oportunidades, el respeto a la diferencia y el pleno
ejercicio de los derechos civiles, sociales, políticos y culturales de las per-
sonas con discapacidad. Para ello, llevan trabajando los últimos años en la
Convención sobre Derechos Humanos de las personas con discapacidad
(ONU, 2006); los principios fundamentales de dicha Convención son:
1. Dignidad, autonomía individual, toma decisiones, e independencia;
2. No discriminación;
3. Inclusión de las personas con discapacidad en todos los aspectos de
la vida;
4. Aceptación de la discapacidad como parte de la diversidad humana;
y
5. Equiparación de oportunidades.
Este Tratado fue ratificado por el Estado Español en marzo de 2007.
La Convención quiere crear un foro permanente de instituciones naciona-
les sobre los derechos humanos de las personas con discapacidad, (Quinn
y Degener, 2002). También desde la Unión Europea se reclama una mayor
visibilidad de las personas con discapacidad como ciudadanos y se desa-
rrolla una política de antidiscriminación que plantea los siguientes retos
de futuro inmediatos: igualdad de trato, accesibilidad universal a bienes,
servicios y entornos, nuevas estrategias contra la discriminación. Desde
Bruselas (Unión Europea, 1996), se lucha contra la discriminación con
la legislación antidiscriminación, y con la implantación del diseño para
todos.
La Declaración de Madrid (Unión Europea, 2002) pretende garantizar
que las personas en riesgo de exclusión tengan las mismas oportunidades
para participar en la vida económica, social y cultural, que todas las per-
sonas se beneficien de un nivel de vida y bienestar óptimos, y que aumen-
te la participación en la toma de decisiones y en el acceso a los derechos
fundamentales de los colectivos. Ello implica adoptar medidas de acción
positiva y fomentar prácticas antidiscriminatorias para lograr la plena in-

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tegración. Además, la Unión Europea ha centrado sus esfuerzos en los úl-
timos años en dar respuestas a la exclusión social. La exclusión social es
un fenómeno estructural que responde a desigualdades sociales, implica
un proceso de cambio y se origina por múltiples factores relacionados con
distintos ámbitos: formación, educación, laboral, apoyo social y familiar,
salud; es un fenómeno multidimensional que afecta a la persona y el abor-
daje social ha de ser desde la sociedad, las políticas sociales y la practica
institucional (Unión Europea, 2005).
En nuestro país, además de revisar y avanzar la legislación de ser-
vicios sociales general para mejorar la atención a la discapacidad desde
la política social, se ha legislado desde la accesibilidad universal y no
discriminación (Liondau, 2003) y se ha desarrollado un marco legal para
promover la autonomía y garantizar la atención en situación de dependen-
cia (Ley de 2006). En el marco de la política social estatal y autonómica,
se han desarrollado planes de acción específicos para el colectivo de per-
sonas con discapacidad y planes más generales relacionados con la acce-
sibilidad y la inclusión. Aunque esta cuestión es abordada y desarrollada
en un apartado del marco teórico, es importante destacar dos planes, el
primero de ellos es el carácter innovador del Plan de Acción para perso-
nas con discapacidad de la Comunidad de Madrid (2005), porque recoge
el principio de inclusión y pone de manifiesto los derechos de las perso-
nas con discapacidad, y las necesidades del colectivo de participar plena-
mente en cultura, ocio y deporte, el segundo de ellos, es el segundo Plan
de Acción para personas con discapacidad desarrollado por el Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales (2003).

El principio de inclusión aplicado al ocio

Este apartado profundiza en la inclusión, su definición, elementos


constituyentes y niveles de intervención. El marco de referencia concep-
tual ha sido desarrollado en el ámbito escolar y se ha realizado una apli-
cación al ámbito del ocio, al igual que ha ocurrido con el principio de in-
tegración, con una diferencia importante, la inclusión es una filosofía que
se aplica recientemente a la comunidad educativa y que hoy día todavía
no está generalizada, aún se está construyendo el marco teórico práctico
para una educación inclusiva. Este hecho nos permite construir y desarro-
llar la inclusión en ocio, definir estrategias para su plena implantación y
desarrollar herramientas para evaluar la inclusión en ocio.
La inclusión es, ante todo, una cuestión de derechos humanos y por
consiguiente, asume la defensa de una sociedad para todos (Mank, 2000),
razón ética por la que debería también ser asumida por toda la ciudadanía.

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Este planteamiento se sustenta en la premisa que la comunidad debe satis-
facer las necesidades de todos independientemente de sus particularidades
y condiciones. La inclusión como principio de actuación nace en el ámbito
educativo, en la actualidad se aplica otros ámbitos y a la comunidad en ge-
neral. Este mismo autor afirma que la inclusión es un proceso en tres nive-
les: el primero es la presencia, lo que significa, estar en la sociedad, pero no
es suficiente estar. El segundo nivel, por tanto, es la participación, para ello
deben darse las condiciones necesarias para que la persona pueda realmente
participar. El tercero es el desarrollo de potencialidades, para ello hay que
identificar y superar las barreras que impiden el desarrollo personal.
Los aspectos básicos de la inclusión, según Schalock (1999), son: la
concepción de la discapacidad, la visión transformadora de las personas
con discapacidad, la asunción del paradigma de apoyo, la mejora de la
calidad en la prestación de servicios, y las actuaciones centradas en las
necesidades de la persona. Otros autores (Dattilo, 2000), plantean como
factores fundamentales de la inclusión:
— Reconocer que somos una unidad, aunque seamos diferentes
— Crear oportunidades para que otros puedan experimentar la libertad
de participación
— Valorar a cada persona y saber valorar la diversidad
— Fomentar la participación
La verdadera inclusión (Compton, 2003) no se produce por un simple
ordenamiento de experiencias, por la integración social o por la organiza-
ción de actividades. La plena inclusión supone:
1. Una dinámica social que implica cambios en el entorno y en los
participantes.
2. Las interacciones entre personas con y sin discapacidad deben estar
basadas en un verdadero interés del uno por el otro, con objetivos
comunes y en términos de igualdad y sentido de pertenencia, re-
laciones duraderas, oportunidades de compromiso social, y en un
clima de comunicación sin juicios ni prejuicios. Cada persona es
valorada de acuerdo a sus capacidades y decisiones adoptadas.
La inclusión es el principio rector que guía «las acciones encamina-
das a que todas las personas formen parte real de la sociedad de la
que son miembros, destaca especialmente la idea de la responsabili-
dad que tiene el entorno de generar acciones y prácticas que fomen-
ten la plena aceptación y participación de los colectivos distintos en
el mundo que les rodea» (Gorbeña y otros., 2002). Este principio
está ligado a dos procesos, uno de ellos es la participación, y el otro
es la equiparación de oportunidades.

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— Participar es estar presente. La participación activa es tomar par-
te, desde una posición de organizador/gestor, implicándose a di-
ferentes niveles en una propuesta determinada, y la participación
pasiva es actuar como espectador/receptor, en una propuesta de
otros.
— Equiparación de Oportunidades (ONU, 1993) significa el proce-
so mediante el cual el sistema general de la sociedad -tal como
medio físico y cultural, la vivienda y el transporte, los servicios
sociales y sanitarios, las oportunidades de educación y trabajo, la
vida cultural y social, incluidas las instalaciones deportivas y de
recreo— se hace accesible para todos.
Asumir este principio implica diferentes niveles de actuación (Gor-
beña y otros., 2002) con objeto de alcanzar el máximo grado de inclusión
en el ámbito del ocio. Establecer niveles de inclusión física, comunicativa
y social es una manera de operativizar y poder definir la totalidad de los
elementos que dotan de contenido a la plena inclusión desde una visión
global que pretende responder a todas las necesidades dándoles la misma
importancia y desde las mismas estructuras.
Se trata, por tanto, de asegurar que los equipamientos, infraestructu-
ras, servicios y programas de ocio permiten, a toda persona, acceder, co-
municarse y participar plenamente de todas las oportunidades de disfrute
existentes. A continuación, se describen los contenidos de cada uno de los
niveles de inclusión establecidos.

a) La inclusión física viene definida por los elementos facilitadores de


las infraestructuras y equipamientos de ocio que permiten a toda
persona acceder, entrar o salir y utilizar los espacios.
b) La inclusión comunicativa define las condiciones facilitadoras tanto
en aspectos cualitativos y cuantitativos de la información (folletos,
videos y web) como en la señalización (paneles, directorios, señali-
zación general de equipamiento).
c) La inclusión social define elementos de gestión que facilitan la plena
participación y las relaciones interpersonales entre todos los partici-
pantes. Este nivel incluye el fomento de actitudes sociales positivas;
el desarrollo de una programación incluyente que responda a las
necesidades de todos los usuarios; el establecimiento de una política
de publicidad y marketing que incluya la diversidad como valor;
la cualificación y formación de los profesionales que atienden los
servicios y programas; y el análisis de los programas ofertados en
general y aquellos desarrollados de forma específica para colectivos
concretos.

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La siguiente tabla describe de forma sintética los principales concep-
tos que definen la inclusión y cuales son las claves de una intervención
inclusiva en ocio.

Tabla 1
Elementos claves de la inclusión en ocio

INCLUSIÓN EN OCIO

Elementos conceptuales Claves de la intervención

— Valorar la diversidad como factor — Crear oportunidades para partici-


positivo par
— Sentimiento de comunidad y de — Eliminar cualquier discriminación
pertenencia — Favorecer la libertad de elección
— Una sociedad que se construye — Ofrecer oportunidades de ocio
para todos inclusivo
— Ciudadanía plena: legal, política y — Organizar actividades para todos
socialmente — Autodeterminación en ocio
— Equiparación de oportunidades — Posibilitar el desarrollo integral
— Igualdad de derechos — Reconocer la valía de cada per-
— Participación activa plena sona
— La sociedad se flexibiliza para que — Relaciones interpersonales
quepan todos — Respeto a la diversidad
— Visibilidad y presencia social — Responsabilidad compartida
— Aceptación y acogimiento — Sentido de pertenencia
— Aprender unos de otros — Tener en cuenta a todos y sus
— Acceso y uso de servicios y espa- particularidades
cios de ocio — Gestionar los apoyos y adaptar el
— Favorecer las relaciones interper- entorno
sonales — Conocer limitaciones y necesida-
— Todos diferentes pero igual de des de apoyo
importantes
— Todos incluidos en la sociedad

En síntesis, la inclusión (Parrilla, 2001) en ocio se considera un dere-


cho humano, se dirige a todas las personas, se basa en un modelo socioló-
gico, apuesta por la inclusión total y global de toda persona en cualquier
ámbito, implica una reforma estructural, toma como referencia la comuni-
dad y el entorno social, plantea una oferta común para todas las personas,
se articula desde una organización inclusiva, requiere formación profesio-
nal; y supone apostar y comprometerse por un ocio inclusivo: adoptar el
principio de inclusión, adaptar la realidad a las necesidades de cada perso-
na y adecuar la oferta a usuarios distintos por diferentes razones.

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El acceso al ocio de las personas con discapacidad

En el inicio del siglo XXI, el siglo del ocio por excelencia, nadie pone
en duda la relevancia, el significado e importancia vital que tiene para la
persona y la comunidad dicho fenómeno. Pero, sin duda, al profundizar
en el ocio para todos nos encontramos escollos y dificultades que se ha-
cen más evidentes cuando defendemos el derecho de toda persona a un
ocio de calidad que le permita desarrollar un área vital de su experiencia
como ser humano.
El ocio constituye un fenómeno de gran relevancia en la actualidad;
hoy se asignan tiempos y espacios para su disfrute. A pesar de ser necesa-
rio el tiempo desde un punto de vista cuantitativo, la calidad de la expe-
riencia de ocio emerge como uno de los parámetros fundamentales para
vivir una experiencia de ocio satisfactoria y gratificante. Mientras tanto,
socialmente el ocio se ha convertido en un fenómeno social y personal
que nadie pone en cuestión. En la actualidad, se conoce muy bien el im-
pacto económico que cualquiera de los ámbitos del ocio, cultura, turismo,
deporte y recreación, tienen sobre la economía y el Producto Interior Bru-
to de un país. Además también se sabe el conjunto de beneficios físicos,
psicológicos y sociales que supone para una persona y la comunidad tener
un estilo de vida de ocio satisfactorio.
En este capítulo se adopta una concepción humanista del ocio (Cuen-
ca, 2000). El ocio entendido como derecho, área de la experiencia hu-
mana, elemento generador de desarrollo personal integral y vivencia
intransferible. Esta visión del ocio se desarrolla en diferentes dimensiones
del ocio (festiva, lúdica, ambiental-ecológica, creativa y solidaria) y se
articula en ámbitos del ocio (cultura, turismo, deporte, y recreación). La
concepción del ocio humanista (Cuenca, 1995) se apoya en el derecho
al ocio y en el ocio como experiencia humana (WLRA: 1994). La con-
sideración del ocio como derecho (Cuenca, 2000), ha sido estudiada por
diferentes autores centrándolo en el colectivo de las personas con discapa-
cidad (Lázaro, 2007; y Herran, 2007). También ha habido autores que han
investigado en el ámbito de las políticas de ocio (San Salvador del Valle,
2000; y Velasco, 2007).
El ocio, ha adquirido en los últimos años, un importante significado
en la vida de todas las personas. Se ha convertido en un ámbito de cre-
cimiento, disfrute, placer, descanso y en un indicador de calidad de vida
(WLRA, 1994). Se apuesta por un ocio serio potenciador del desarrollo
humano en su plenitud (Stebbins, 1992). Pero esta realidad ha estado te-
ñida por el hecho de que en muchas ocasiones colectivos excluidos han
permanecido al margen o con serias dificultades a la hora de acceder a la
oferta de servicios y programas de ocio.

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En los colectivos en riesgo de exclusión social se le ha otorgado un
papel secundario al ocio. Hecho que ha derivado en dificultades de acceso
a equipamientos, servicios, programas y actividades de ocio por parte de
los colectivos de personas con discapacidad. Además, la falta de accesibi-
lidad en los equipamientos y programas de ocio ha condicionado, a su vez,
la participación de las personas con discapacidad en actividades de ocio.
Todo ello, determinado por el concepto de ocio que ha prevalecido en la
sociedad, aunque en la actualidad es considerado un fenómeno relevante
(Cuenca, 2000) de carácter individual y social, no siempre ha sido así.
El binomio ocio y discapacidad es una realidad, aun hoy día llena de
luces y sombras. Por un lado, se ha avanzado en el marco normativo y
en la elaboración de Planes de Acción, ha aumentado el papel activo del
colectivo en la reivindicación del derecho al ocio, se realizan estudios
sobre el tema, se ha consolidado el conocimiento del ocio en cada tipo de
discapacidad, se considera relevante el ocio como área vital de la persona
con discapacidad, se esta creando una serie de Foros de profesionales y ha
aumentado la difusión del tema en publicaciones del sector de la discapa-
cidad. Pero por otro lado las dificultados de acceso al ocio de las personas
con discapacidad siguen presentes, hay problemas en la financiación de
los programas y en la continuidad de las líneas de trabajo iniciadas y los
equipos, sigue vigente un enfoque sectorial y parcial de la atención al ocio
de las personas con discapacidad, y deben consolidarse más los equipos
de investigación, la divulgación de resultados, la trasferencia de conoci-
miento y el trabajo en red.
El derecho al ocio aún es un derecho conculcado (Gorbeña, 1997) ya
que a pesar de estar reconocido no se garantiza ni se hace efectivo en la
practica. La atención a las personas con discapacidad se centra (Lázaro,
2007) en las políticas antidiscriminatorias y en la equiparación de opor-
tunidades; la discapacidad es una situación social que aumenta cuantita-
tivamente y actualmente, este colectivo reivindica la plena participación
desde el paradigma de la diversidad. Es fundamental entender la discapa-
cidad como una cuestión de derechos, el acceso universal y el diseño para
todos, y posibilitar la plena participación de las personas con discapacidad
y las organizaciones que les representan.
Al hablar de acceso al ocio de las personas con discapacidad es funda-
mental hablar de los beneficios del ocio y de las barreras en ocio. En rela-
ción a los beneficios que otorgan a las personas con discapacidad partici-
par en experiencias de ocio, hay que resaltar que su obtención afianza la
idea, cada día más generalizada, de la necesidad de que las personas con
discapacidad vivencien, disfruten y experimenten el ocio en su sentido
más pleno. El tema de los beneficios ha sido muy investigado desde di-
ferentes ópticas y se define como un cambio que es visto como ventajoso

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para una mejora en la condición, un aumento o un progreso para un indi-
viduo, un grupo, la sociedad u otra entidad (Driver, 1991). Los beneficios
pueden ser físicos, psicológicos (emocionales, cognitivos y conductuales)
y/o sociales (Gorbeña, 1999).
Del mismo modo es fundamental la superación, o al menos la minimi-
zación, de barreras. Las barreras se definen como «todos aquellos factores
que restringen, inhiben o limitan la capacidad de las personas de poder
participar en actividades de ocio que desearían realizar, pasar tiempo ha-
ciéndolas, de aprovecharse de ciertos servicios o de alcanzar los niveles
de satisfacción deseados» (Jackson, 1990).
Hay diferentes criterios para clasificar las barreras en función de su
naturaleza (Kennedy, 1991), momento de intervención (Jackson, 1990), o
del origen (Kennedy, 1991; Elorriaga, 1993). Las barreras externas (Gor-
beña, 1999) son aquéllas que están compuestas por factores externos que
imponen limitaciones a las personas con discapacidad, pueden estar rela-
cionadas con: transporte, recursos económicos, arquitectura y urbanismo,
comunicación, familiares, y actitudes sociales. Las barreras internas (Gor-
beña, 1999) son el resultado de las propias limitaciones del individuo: la
propia discapacidad, la falta de conocimiento, la falta de habilidades, las
atribuciones negativas, la falta de relaciones sociales y la falta de tiempo.
Todavía hoy día existen dificultades de acceso al ocio para algunos
colectivos con diferentes tipos de necesidades. Es cierto que se ha avan-
zado mucho y se empieza a reconocer el derecho al ocio de todas las
personas; pero también es verdad que la gran mayoría de las actividades
de ocio en las que participan algunos colectivos, es el caso de las personas
con discapacidad o personas con problemas de salud mental, se producen
en el marco de los servicios de ocio que han desarrollado las asociaciones
o entidades. Estas que trabajan a favor de cada grupo, en el seno de los
programas que ofertan a sus usuarios, tratan de responder a sus necesi-
dades y proponen actividades de carácter cultural, deportivo, turístico y
recreativo que posibilitan una vivencia real de ocio para un importante
grupo de personas con discapacidad.
Es cierto que se ha avanzado mucho y se empieza a reconocer el dere-
cho al ocio de todas las personas; pero también es verdad que la gran ma-
yoría de las actividades de ocio en las que participan algunos colectivos,
es el caso de las personas con discapacidad, se produce en el marco de los
servicios de ocio que han desarrollado las propias asociaciones. Éstas que
trabajan a favor de diferentes tipos de discapacidad, en el seno de los pro-
gramas que ofertan a sus usuarios, tratan de responder a sus necesidades y
proponen actividades de carácter cultural, deportivo, turístico y recreativo
que posibilitan una vivencia real de ocio para un numeroso grupo de per-
sonas con discapacidad.

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El acceso al ocio de las personas con discapacidad esta estrechamente
ligado a las asociaciones que trabajan con cada discapacidad, y ello condi-
ciona la participación en una oferta de ocio gestionada por las asociacio-
nes que se desarrolla de forma sectorial en función de una discapacidad
concreta y que depende de financiación externa para la gestión de los
servicios de ocio.
La estructura del tejido asociativo es compleja y amplia, las entidades
estatales que articulan la red de asociaciones de cada discapacidad marcan
la importancia asignada al ocio, desarrollan la filosofía en la prestación de
servicios y los principios de la intervención en ocio, conocen las necesida-
des de cada grupo, y apoyan la labor que desarrollan las asociaciones en
materia de programas de ocio. En la actualidad dan mucha importancia al
uso de los recursos comunitarios, a la autogestión de las personas con dis-
capacidad en ocio, a la necesidad de profesionalizar los servicios de ocio,
y demandan la accesibilidad universal a los entornos de ocio.
Las principales funciones que desarrollan las asociaciones son la
difusión de la concepción de la discapacidad, la prestación de servicios
de ocio de calidad, la visión transformadora y autodeterminante de la dis-
capacidad basada en el paradigma de apoyo a necesidades, la promoción
de políticas integrales, el desarrollo de procesos de intermediación con
el sector del ocio, la estrecha colaboración con los entornos de ocio para
garantizar la participación de las personas con discapacidad, y la reivindi-
cación del Derecho al ocio de las personas con discapacidad compartido.
Los programas de ocio de las asociaciones siguen unos criterios de ca-
lidad (FEAPS, 2000): entienden el ocio como fuente de disfrute y ámbito
de relaciones, utilizan instalaciones y recursos de ocio de la comunidad, la
oferta se circunscribe a tiempos y horarios que coinciden con el tiempo de
ocio del resto de la población, diseñan las actividades ajustadas a la edad
y a las necesidades personales, promueven la participación individual y
grupal. Estructuran la participación sobre la base del grupo, éste se cons-
tituye teniendo en cuenta los siguientes aspectos: amistad, gustos, edad,
apoyos, actividades, elección, monitores.
La realidad actual está constituida por una gran presencia de progra-
mas específicos en espacios propios o en equipamientos comunitarios, y
un reciente proceso de puesta en marcha de programas comunitarios in-
clusivos, las experiencias desarrolladas han resultado satisfactorias tanto
para el ámbito del ocio como para el sector de la discapacidad.
Como podemos constatar, por un lado, se abandera el ocio como dere-
cho y como experiencia vital de la persona y por otro lado, el acceso a la
vivencia del ocio no está garantizado para todas las personas de la misma
manera. Ante esta situación, hasta cierto punto contradictoria, es necesario
sentar principios, generar herramientas y diseñar políticas que posibiliten

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llevar la concepción teórica del ocio a la práctica cotidiana en la que se
gestionan multitud de servicios y programas desde entidades públicas y
privadas para que se responda a las necesidades de todos los usuarios.
El ocio de las personas con discapacidad debiera tener las mismas
características que el de la persona sin discapacidad, además el valor de
las experiencias de ocio es igual de decisivo para el desarrollo integral
y el bienestar de todas las personas. La puesta en marcha de la inclusión
plantea el reconocimiento de que todas las personas tienen derecho a
participar desde la base de igualdad y respeto a la diversidad. El ámbito
del ocio debe proporcionar diversidad de situaciones para que los distin-
tos participantes puedan intervenir plenamente (Stainback y Stainback,
1999). La siguiente tabla resume los principales condicionantes del acceso
al ocio de las personas con discapacidad, y en la página siguiente aparece
un resumen de las condiciones de accesibilidad en la oferta de ocio según
niveles de inclusión.

Tabla 2
Condicionantes del acceso al ocio de las personas con discapacidad

Acceso al ocio de las personas con discapacidad

— Consideración de ámbito secundario — La practica de actividades se ha iguala-


— Presencia de barreras internas y exter- do a la experiencia de ocio
nas para poder disfrutar del ocio — No es un colectivo con alto nivel
— Es necesario justificar beneficios del económico
ocio para poder desarrollar programas — El ocio se valora mas como medio que
para personas con discapacidad como fin
— Acceso a la oferta de ocio mediatizado — Enfoque del ocio: educativo, rehabi-
por el tipo de discapacidad y no en por litador, preventivo, y como respiro
actividades, espacio o tiempos familiar
— Escasa conciencia social de la existen- — La parte creativa se cultiva más en
cia del derecho al ocio para todas las entornos cerrados vinculados a la dis-
personas capacidad (talleres, cursos, etc.)
— Habitualmente participan en grupos de — Actividades comunitarias en las que la
personas con la misma discapacidad persona tiene un papel de espectador
— Es un colectivo con mayor disponi- — Se practica deporte sobre todo en
bilidad de tiempo que otros sectores entornos vinculados a la discapacidad
debido a la tasa alta de desempleo aunque en instalaciones comunitarias
— Aumento de las personas con discapa-
cidad que viajan

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Tabla 3
Condiciones de accesibilidad en la oferta de ocio según niveles de inclusión

Condiciones de accesibilidad

Inclusión Física — Acceso y entrada no accesible


— Plazas aparcamientos reservadas ocupadas
— Presencia de escaleras
— Mostradores una altura
— Ausencia de espacios de descansos
— Ascensores sin soporte sonoro
— Máquinas inaccesibles e incomprensibles
— Elementos inalcanzables: alcance manual o visual
— Medidas accesibles mal diseñadas (rampas, puertas,
baños)
Inclusión — Contenido de la información no adaptada
Comunicativa — Materiales en formato y soportes no adaptados
— Videos no subtitulados ni en audiodescripción
— Web inaccesible por formato y contenido
— Paneles informativos y directorios colocados en lugares
inaccesibles
— Señalización sin apoyos visuales, táctiles o sonoros
— Acústica inadecuada e iluminación insuficiente
Inclusión Social — Ausencia de oferta de programas
— Programas solo para grupos de personas con la misma
discapacidad
— Oferta especifica que no se mantiene en el tiempo (expe-
riencias piloto)
— Participación grupal de personas con discapacidad con
apoyo de asociaciones
— Experiencias muy positivas
— Profesionales del ocio desconocedores de la discapacidad
— Falta de formación para diseñar programas para todos
— Escasa difusión de las medidas accesibles
— Ausencia de difusión de la información en el sector de la
discapacidad
— Inexistencia de profesionales del ocio con alguna discapa-
cidad
— Falta de formación básica en trato adecuado a personas
con discapacidad
— Cursos de reciclaje en los que no se aborda la discapa-
cidad

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En síntesis, el acceso al ocio de las personas con discapacidad está de-
terminado por las condiciones de accesibilidad de la oferta de ocio comu-
nitaria, por el tipo de oferta especializada desde las asociaciones de disca-
pacidad, y por su estilo de vida de ocio fruto de las experiencias vividas
desde la infancia. Todo ello está condicionado por la concepción de ocio y
la consideración de la discapacidad desde la que se aborda la intervención
y se articula la oferta.

Retos de un ocio para toda la ciudadanía

La sociedad, en general, tarda tiempo en asumir e interiorizar los


cambios. Por ello, ante la relevancia que hoy día tiene el ocio, hay que
decir que en la oferta actual de ocio comunitario no cabemos todas las
personas. La sociedad actual se caracteriza por actitudes discriminato-
rias hacia lo diferente, se vivencia la diversidad como una dificultad y
se construye un concepto negativo a partir de la diferencia. El problema
se centra en la propia persona y se desarrollan estructuras y servicios
para mejorar las condiciones discriminatorias, y se legislan políticas de
carácter asimilador. Todo este panorama está lejos de propiciar un ocio
para todos.
La sociedad inclusiva debería caracterizarse porque respeta, conoce y
asume la diferencia, promueve la igualdad de derechos, permite la plena
participación en la vida comunitaria, evita situaciones discriminatorias y
define nuevas fórmulas de participación desde la óptica de una sociedad
para todos.
La presencia de colectivos de personas con discapacidad constituye
un movimiento social que plantea acciones que a su vez y en un plazo
más o menos largo generan cambios en el entorno. Las asociaciones de
modo directo repercuten sobre los propios colectivos de personas con dis-
capcidad y, además de una manera más indirecta inciden sobre la sociedad
en general. La inclusión de la persona con discapacidad en actividades de
la oferta comunitaria es posible. Es necesario reiterar la idea de la obliga-
ción que tienen las instituciones a la hora de crear las condiciones necesa-
rias para que todas las personas participen en las actividades de ocio. En
ese escenario, la oferta comunitaria se podrá convertir en otra opción más
dentro del abanico de posibilidades, y en función de la persona con disca-
pacidad en concreto y de sus necesidades e intereses, optará por acudir a
un servicio u otro.
Por todo ello, se plantean tres retos fundamentales, el paradigma de
la diversidad, la accesibilidad universal, y el desarrollo de un modelo de
gestión inclusiva.

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Reto 1: Consideración de la diversidad

El punto de partida es la consideración de una ciudadanía diversa que


tiene diferentes necesidades. Y a la que se respeta y atiende con el fin de
que la persona pueda ejercer sus derechos, tener las mismas oportunidades
y poder participar plenamente en la oferta de ocio.
El cambio en la conceptualización del colectivo de personas con
discapacidad debe estar basado en la conjunción de los dos principios si-
guientes: todas las medidas deben basarse en el reconocimiento explícito
de los derechos de las personas con discapacidad; y todas las personas
deben ser consideradas del mismo valor en y para la sociedad.
El cambio de paradigma implica modificar el procedimiento de pres-
tación de servicios de ocio. El término necesidades educativas especiales,
instaurado desde los ochenta en el ámbito escolar, es aplicable a otras
realidades como es el fenómeno del ocio. Leer en clave ocio este término
implica que, cualquier persona lo largo de su vida y en diversidad de ex-
periencias de ocio requiere diferentes ayudas de tipo personal, técnico o
material con el objetivo de garantizar su participación. Además las nece-
sidades especiales se aplican para todos aquellos sectores de la población
que de forma complementaria pueden precisar otro tipo de ayudas menos
generalizadas.
Esto implica plantearse que cualquier persona deberá disponer de
determinadas ayudas o servicios para que pueda participar en la oferta de
ocio, servicios y programas, desarrollada por cualquier equipamiento. Es
el sistema general de la sociedad el que debe responder a tales necesida-
des para asegurar la plena participación de toda persona en la oferta de
ocio.

Reto 2: Accesibilidad

La presencia de obstáculos (Ceapat, 1996) se produce en muchas


áreas, que permiten el desenvolvimiento autónomo de la vida cotidiana,
en el transporte público, el entorno exterior, edificios, viviendas. La acce-
sibilidad es el conjunto de condiciones que cumple o características que
posee el entorno, para ello es necesario que se extiendan criterios que per-
mitan a todas las personas poder moverse en el plano horizontal y vertical,
utilizar los objetos y percibir y comprender la información.
La Unión Europea (2006) impulsa distintos aspectos prioritarios del
colectivo de las personas con discapacidad, y centra una de las áreas de
intervención en materia de accesibilidad del entorno público construido y
especifica la importancia de que los equipamientos culturales y recreati-

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vos sean accesibles para promover la calidad de vida y la participación en
la vida social y cultural.
La accesibilidad se aborda en la edificación (viviendas, edificios de
uso público, edificios usos de ocio, el urbanismo (calles), el transporte
(terrestre —autobuses, ferrocarril, tranvía, taxis—, aéreo y marítimo), y
la comunicación y señalización. Se ha desarrollado (Alonso, 2003) un
sistema normativo estatal para la promoción de la accesibilidad que tiene
sus referentes en el contexto internacional y europeo. Existe un sistema
administrativo y financiero para la promoción de la accesibilidad a nivel
estatal42, autonómico y local que ha desarrollado marco jurídico en esta
materia.
El concepto de accesibilidad (CERMI, 2003a), por su parte, está en
su origen unido al movimiento de vida independiente, que defiende una
participación más activa de estas personas en la comunidad sobre unas
bases nuevas: como ciudadanos titulares de derechos; sujetos activos
que ejercen el derecho a tomar decisiones sobre su propia existencia y no
meros pacientes o beneficiarios de decisiones ajenas; como personas que
tienen especiales dificultades para satisfacer unas necesidades que son
normales, más que personas especiales con necesidades diferentes al resto
de sus conciudadanos y como ciudadanos que para atender esas necesi-
dades demandan apoyos personales, pero también modificaciones en los
entornos que erradiquen aquellos obstáculos43 que les impiden su plena
participación.
Hay autores como Robb (2002), que se centran fundamentalmente en
la accesibilidad física, e incluso se ha equiparado accesibilidad con acce-
sibilidad física; esta polarización se debe a la presencia de una serie de
factores: es el nivel más objetivo y tangible, sobre el que hay más aspec-
tos legislados tanto desde la supresión de barreras como desde el concepto
más integral de promoción de la accesibilidad, se ha convertido en el área
de intervención prioritaria desde las administraciones, afecta a un mayor

42 La ley de 2003 (LIONDAU) en la exposición de medidas contra la discriminación

pone el acento en la accesibilidad y la eliminación de obstáculos, y en realizar ajustes razo-


nables. Tanto en las exigencias de accesibilidad que deben cumplir los entornos, productos
y servicios, así como las condiciones de no discriminación en normas, criterios y prácticas,
con arreglo a los principios de accesibilidad universal de diseño para todos.
43 El anteproyecto de ley sobre la Lengua de signos (2005), en su articulo 19 Acceso a

los bienes y servicios a disposición del público, en el apartado d sobre Cultura, Deporte y
Ocio dice que las Administraciones competentes promoverán el establecimiento de los me-
dios de apoyo a la comunicación oral para las personas que sean usuarias de los mismos, en
aquellas actividades culturales, deportivas, de recreación y de ocio, tales como cines, tea-
tros y museos nacionales, monumentos histórico-artísticos de Patrimonio Nacional y visi-
tas guiadas en las que participen personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas.

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porcentaje de la población, cualquier persona que tiene dificultades más o
menos limitantes en la movilidad de carácter temporal o permanente, y se
relaciona estrechamente con un entorno amigable y un espacio accesible.
Las cadenas de accesibilidad (Alonso, 2002) son a menudo disconti-
nuas y deben ser continuas, cada elemento o eslabón debe ser accesible
para que el itinerario completo lo sea. Por ejemplo:
— Conexión: vivienda/ medio de transporte
— Conexión: transporte / llegada equipamiento de ocio
— Conexión: entrada equipamiento ocio / uso espacios del equipa-
miento
— Conexión: uso de los espacios del equipamiento / transporte
_ Conexión: transporte/ vivienda
En el abordaje de la accesibilidad global cabe destacar los pasos fir-
mes que se han producido en diferentes frentes y que han permitido avan-
zar en este campo en las últimas décadas:
— Resoluciones europeas y legislación estatal para desarrollar el mar-
co normativo autonómico sobre barreras y accesibilidad
— Publicación de manuales para la actuación en materia de supresión
de barreras sobre todo de tipo físico
— Cambio de paradigma fundamental en la intervención de supresión
de barreras a promoción de la accesibilidad.
— Desarrollo del concepto de accesibilidad y de la Filosofía de Diseño
para todos
— Estudios de análisis y diagnóstico de accesibilidad universal
— Elaboración, publicación de guías y materiales de accesibilidad de
ciudades y entornos de ocio
— Publicación de materiales para proporcionar pautas para realizar
adaptaciones a cada tipo de discapacidad
— Diseño e implantación del Plan Nacional accesibilidad 2004-2012
(MTAS, 2003b). Las áreas de intervención del plan son conciencia-
ción, formación, normativa, normas técnicas y guías, promoción de
la investigación, innovación y calidad, planes y programas, y pro-
moción de la participación.
El diseño universal es una estrategia que pretende diseñar y componer
los diferentes entornos y productos accesibles y comprensibles, así como
utilizables para todo el mundo en la mayor medida y de la forma más inde-
pendiente y natural posibles, sin la necesidad de adaptaciones ni soluciones
especializadas (Ceapat, 1996). Su intención es hacer la vida de cualquier
ciudadano más simple, para ello el entorno, los productos y comunicacio-
nes serán accesibles, utilizables y comprensibles para todos. Se centra en

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el usuario, y pretende responder a las necesidades de personas de cualquier
edad, talla y habilidad, incluyendo los cambios que cualquier persona expe-
rimenta a lo largo de su vida. Por tanto, este concepto deberá estar integrado
en la arquitectura, el diseño, el urbanismo, y los servicios y productos.
En este parámetro se sitúa el gran reto de los equipamientos y servi-
cios de ocio que sean diseñados para todos, en lo relativo a los elementos
físicos, comunicativos y sociales, con la idea de poder dar respuesta al
mayor número de potenciales usuarios distintos. Cuando se habla de dise-
ño universal (Aragall, 2000) también se está hablando de diseño para to-
dos, accesibilidad integral y diseño incluyente, y se resume en siete pun-
tos claves: uso provechoso universal, para todos; flexibilidad en el uso;
uso de manera fácil, simple e intuitivo; información percibida y percepti-
ble; tolerancia al error o mal uso; bajo esfuerzo físico requerido; y tamaño
y espacio para aproximación o acercamiento, manipulación y utilización.

Reto 3: Gestión inclusiva en los equipamientos de ocio

Una comunidad inclusiva es aquella capaz de crear las condiciones


adecuadas para responder a las necesidades de todos los ciudadanos en
todos los servicios y programas que se desarrollan desde diferentes tipos
de equipamientos. La manera de avanzar hacia una sociedad para todos
lleva consigo la implantación de estrategias (Ainscow, 2001) que ayuden
a los profesionales a desarrollar formas de trabajo y gestión que fomenten
la plena participación de variedad de usuarios, ofreciendo oportunidades
para considerar nuevas posibilidades y apoyando la experimentación y la
reflexión de los profesionales.
Las características de las experiencias innovadoras (Aznar, 2004)
desarrolladas en el ámbito de la discapacidad desde la inclusión implican
el logro de un gran impacto comunitario, el desarrollo de alianzas estraté-
gicas, la articulación de un sistema de apoyos, la participación social (las
personas con discapacidad ocupando su espacio y desempeñando roles
sociales valorados), y la mejora de la calidad de vida de las personas tanto
en las condiciones de vida objetivas como en las subjetivas.
Un ocio inclusivo (Madariaga, 2003) implica que:
— Se construyan modelos de servicios de ocio estructurados de forma
que respondan a las necesidades de cada participante,
— se alcance el máximo desarrollo comunitario en ocio para el benefi-
cio de todas las personas,
— se enfatice el sentido de comunidad para que todas las personas de-
sarrollen el sentimiento de pertenencia,

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— se asesore, adapte, cambie y proporcione cooperación y ayuda para
que cada persona crezca,
— se fomenten las relaciones personalizadas en el ámbito del ocio para
crear oportunidades de comunicación y relación,
— todas las personas utilicen los mismos equipamientos, servicios y
programas de ocio disponibles en su comunidad,
— se utilicen todos los recursos de ocio disponibles para todos los ciu-
dadanos,
— se proporcione apoyo social en ocio a todas las personas y no sólo a
los colectivos con necesidades especiales, y
— el desarrollo de servicios y programas de ocio que se apoyen en los
recursos generados por la comunidad para otras áreas de interven-
ción.

Tabla 4
Un ocio inclusivo

Elementos del ocio inclusivo

1. Fenómeno del ocio 11. Prioridades por ámbitos de ocio


2. Experiencia humana 12. Profesionalización
3. Derecho al ocio 13. Centros de recursos
4. Ámbitos del ocio 14. Heterogeneidad
5. Dimensiones del ocio 15. Autodeterminación
6. Beneficios del ocio 16. Equiparación de oportunidades
7. Calidad de vida 17. Tercer sector
8. Principio de inclusión 18. Necesidades de cada colectivo en ocio
9. Entorno inclusivo 19. Elementos conceptuales
10. Sentir, pensar y hacer 20. Claves de la intervención
Fuente: Cátedra Ocio y Discapacidad, Manifiesto por un Ocio Inclusivo, 2003.

La inclusión en la práctica aplicada al ámbito del ocio se apoya en los


siguientes tres ejes (OMS, 2004):
— El derecho al ocio: basado en la no discriminación y en el derecho
a disfrutar y divertirse, demandado desde los colectivos de personas
con discapacidad, y apoyado en los beneficios del ocio para todas
las personas.
— Un ocio de calidad: resultan experiencias inclusivas beneficiosas
para todos los participantes, potencia el desarrollo de programas de

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ocio en su contexto natural, y se deben garantizar los apoyos y dedi-
cación necesaria para cada persona.
— La dimensión social del ocio compartido: posibilita el aprendizaje y
asumir el respeto a la diferencia, es enriquecedor vivir experiencias
de ocio con personas diferentes, sienta las bases para una sociedad
diversa, apoyada en los derechos.
Para desarrollar una intervención de ocio con carácter inclusivo es
necesario plantear estrategias para superar los obstáculos para la parti-
cipación (Ainscow, 2001): dar diferentes oportunidades, uso eficaz de
recursos, experimentar en la prática, crear condiciones de participación
y asumir riesgos. Además hay que desarrollar prácticas que den res-
puesta a la diversidad (Blanco, 1999): encontrar sentido y significado a
la experiencia de ocio acorde a las expectativas, motivar y fomentar las
oportunidades de participación, y crear un ambiente adecuado y flexible
que potencie las relaciones interpersonales, organizar por procesos. Con
relación a la creación de un clima favorable, es conveniente resaltar que
hay que posibilitar la cooperación y las relaciones positivas, organizar
el espacio y los tiempos para suscitar experiencias significativas de ocio
(Ainscow 2001). Los apoyos son fundamentales para trabajar desde y por
la inclusión, este paradigma implica nuevas funciones para el profesional
y enfatiza el desarrollo de estrategias de participación (Porter, 2003).
Los profesionales del ocio inclusivo además de actualizar conceptos
en torno a la diversidad humana y asumir la importancia del ocio como
potenciador del desarrollo humano, deben desarrollar una gestión inclusi-
va plena en equipamientos, servicios y programas de ocio. Para ello, de-
ben tener en cuenta las siguientes herramientas estratégicas (Mank, 2000):
— Planificación centrada en la persona
— Elementos comunes que responden a necesidades de diferentes
usuarios
— Garantizar el éxito de la experiencia de ocio
— Mantener la igualdad de expectativas hacia todos los participantes.
— Prestar ayudas cuando la persona lo necesita y da su consentimien-
to.
— Organizar los servicios centrados en la gestión de los apoyos
— Adaptar el entorno
Desde la práctica, un proyecto de ocio inclusivo (Schlein et al., 1997)
contribuye a responder a las siguientes dimensiones: toma como referente
el ideal democrático de la sociedad; incluye a todos los miembros de la
comunidad; es una filosofía institucional que implica actitudes, valores
y creencias; desarrolla el sentido de comunidad, de apoyo y de trabajo en

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equipo; mejora la calidad y relevancia de las oportunidades y experien-
cias; considera a todas las personas protagonistas de las actividades de
ocio; respeta las características, necesidades e intereses de cada partici-
pante; se centra en prestar apoyo a las necesidades de cada persona; ofrece
el apoyo en contextos naturales y grupos heterogéneos; trabaja desde una
perspectiva institucional; afronta las dificultades como una oportunidad
para mejorar el sistema; la entidad y/o equipamiento se transforma para
responder a los usuarios; y la atención se centra en los recursos ofrecidos
para responder a todos.
Las principales características de un programa de ocio inclusivo son
(adaptado de López Melero, 1997; Illán, 2004): Proyectos abiertos, com-
prensivos y transformadores, se adaptan a las características del partici-
pante, utilizan la tecnología, valoran los procesos mas que los resultados,
realizan agrupamientos heterogéneos en cuanto a habilidades y capacida-
des, y grupos de edades, trabajan la cooperación frente a competitividad,
generan espacios en los que es posible interactuar, plantean diferentes
grados de dificultad y de ejecución, diferentes actividades con objetivos
comunes, equilibran el uso del pequeño y gran grupo, compensan limita-
ciones, aplican estrategias en situaciones de competición y plantean situa-
ciones de acceso real y plena participación.
La realidad se dibuja con programas de ocio específicos para personas
con discapacidad con la presencia de algún elemento inclusivo. Estos pro-
gramas se caracterizan por: implicación desde el ámbito de la discapaci-
dad, participación real de las personas con discapacidad en programas de
asociaciones, compartir espacios, infraestructuras y equipamientos de ocio
entre personas con y sin discapacidad, creciente participación en servicios
y programas de ocio comunitarios, cada colectivo conoce y responde a las
necesidades existentes en cada tipo de discapacidad.
Los programas inclusivos de ocio asumen: implicación del ámbito del
ocio, la participación real en la oferta de programas comunitarios, compartir
relaciones, espacios, infraestructuras, servicios y equipamientos de ocio
entre personas con y sin discapacidad, la adopción de condiciones facilita-
doras de inclusión en los servicios y programas de ocio comunitarios, y una
concepción global de las necesidades y respuesta acorde a cada persona.
Por último, a modo de síntesis global, es importante subrayar que en
la sociedad actual del bienestar se considera fundamental la valoración
positiva de la diversidad humana, al menos a nivel teórico. La concepción
actual de la discapacidad se centra en los derechos y la no discriminación.
La inclusión es el principio que garantiza responder a las necesidades
(físicas, comunicativas y sociales) de cada persona en los mismos equi-
pamientos y con los mismos servicios y recursos que los utilizados con el
resto de la población. Planteábamos un ocio para todos, pero ha quedado

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patente que aún queda mucho por hacer: concebir de forma positiva la di-
ferencia, avanzar en el logro de una accesibilidad universal, y desarrollar
una gestión inclusiva en el ámbito del ocio.
El acceso normalizado a la cultura, la creación, el ocio y el tiempo libre
por parte de las personas con discapacidad, debe ser parte indispensable de
toda política cultural, así como la plena accesibilidad a servicios y depen-
dencias culturales en una Administración sin barreras (CERMI, 2003). La
participación en la sociedad, a través de medidas de fomento del asociacio-
nismo, asociaciones que promueva la sensibilización, formación e informa-
ción de los derechos de las personas con discapacidad, y que posibiliten la
participación de las personas con discapacidad en el diseño de las políticas
para garantizar que la discapacidad es una cuestión transversal.
La oferta de ocio comunitaria, con sus características actuales, no
garantiza la plena participación de la persona con discapacidad. El ocio
es un ámbito, aún hoy día, considerado como de menor importancia para
la vida de una persona con discapacidad. Y es necesario conocer las ne-
cesidades de las personas con discapacidad en materia de ocio para poder
responderles. El acceso al ocio por parte de las personas con discapacidad
se sitúa a través de la oferta de ocio que ofertan las diferentes asociacio-
nes que trabajan a favor de la discapacidad. Las asociaciones prestan, en
la mayoría de las ocasiones, directamente servicios de ocio para personas
con discapacidad.
Desde los años setenta del siglo XX, en el sector asociativo (Madaria-
ga, 2006) se ha ido consolidando la importancia del ocio en el desarrollo
personal y los beneficios que implica. Por ello, se han desarrollado servi-
cios de ocio para las personas con discapacidad con una filosofía susten-
tada en los principios de normalización e integración. Esta situación, hoy
día muy consolidada para todos los tipos de discapacidad y generalizada
en todo el Estado Español, supone que quien lidera el acceso al ocio, es
el mundo asociativo de la discapacidad. En la actualidad, los esfuerzos se
centran en avanzar desde un ocio más centrado en la propia asociación a
un ocio más abierto en la comunidad. Diversificar la oferta de programas
y actividades de ocio para que las personas con discapacidad puedan
acceder, participar y vivir experiencias de ocio en todos los ámbitos. Es
necesario que la sociedad genere y garantice las condiciones adecuadas
para responder a las necesidades de todos los ciudadanos en todos los
equipamientos, infraestructuras, servicios y programas desarrollados en
los diferentes ámbitos de ocio.

«Los pesimistas son solo espectadores, los optimistas son quienes


transforman al mundo»
François Guizot

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La experiencia de ocio a través de los
programas universitarios de adultos/mayores
Yolanda Lázaro Fernández

Envejecer «es una oportunidad», un privilegio que alcanzan quienes


tienen la suerte de vivir muchos años.
Vicente Alexandre
Poeta
Premio Nobel, 1977

Introducción

A lo largo de las siguientes páginas se pretende acercarse a los pro-


gramas formativos para adultos/mayores desarrollados en las Univer-
sidades entendiéndolos como experiencias de ocio para este colectivo.
Así, en primer lugar, se hará una aproximación a las personas mayores
en la sociedad actual mostrando unas cifras que, sobre personas mayo-
res, se manejan en el Estado Español, para continuar con una breve deli-
mitación e historia de los programas universitarios de mayores. Se sigue
avanzando en la presentación sobre qué se entiende por experiencia de
ocio, y los beneficios que ésta proporciona, para acabar reflexionando
sobre si estos programas constituyen una experiencia de ocio para quie-
nes los cursan.

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Las personas mayores en la sociedad actual

Es evidente que los mayores de hoy, siglo XXI, son diferentes a los de
otras épocas, constituyen un grupo representativo de la sociedad, viven
más tiempo, poseen mayor calidad de vida y, por tanto, manifiestan unas
necesidades acordes a esta realidad.
Los pronósticos apuntan que las personas mayores del futuro, además
de constituir un importante porcentaje de nuestra sociedad, manifestarán
diferentes características a la cohorte generacional actual ya que tendrán
un mayor nivel de vida, poseerán un nivel cultural claramente superior,
serán más participativos y tendrán mayor concienciación sobre la vejez y
preparación para la misma (Muñoz, 2002).
A continuación se presentan unos breves datos con el objetivo prin-
cipal de ofrecer referencias que permitan conocer y valorar la dimensión,
en términos de individuos, de la realidad sobre la que se reflexiona en este
capítulo.
El proceso de envejecimiento entre 2006 y 2026 se producirá con una
disminución progresiva del segmento de 16 y 64 años y un aumento, tam-
bién progresivo, de los mayores de 65 años en el Estado Español.

Tabla 1
Porcentaje de población por grupos de edad en relación al total

Año 16-64 años > 65 años Población total

2006 67,5 % 16,8 % 43.995.007


2016 65,1 % 18,5 % 47.780.709
2026 63,5 % 21,6 % 50.287.317

De esta manera, para 2050 teniendo en cuenta el movimiento vegetati-


vo de la población, España será el país más envejecido de Europa.
Es por ello que, actualmente, los dos pilares en los que se apoyan las
políticas de mayores son Independencia y Envejecimiento Activo, obser-
vando (Longworth, 2003), una importante evolución conceptual del tér-
mino envejecimiento que podría presentarse así:
— digno (principios del siglo XX)
— merecido (mediados del siglo XX)
— saludable (Baltes, 1990)
— competente (Baltes, 1993)

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— activo/envejecimiento productivo (Sánchez, 1997), empowerment
(el empoderamiento de las personas mayores es una realidad) (Sán-
chez, 1997)

La Organización Mundial de la Salud junto con otros organismos in-


ternacionales, círculos académicos y grupos gubernamentales utilizan el
término «envejecimiento activo» para expresar principalmente la idea de
una implicación continua en actividades socialmente productivas y grati-
ficantes del colectivo de personas mayores.
Promocionar el envejecimiento activo requiere impulsar y compensar
la responsabilidad personal, el encuentro y la solidaridad intergeneracio-
nal, y la creación de entornos favorables que hagan que las decisiones
saludables sean decisiones fáciles. Para ello, es imprescindible el trabajo
conjunto entre distintos agentes donde los elementos educativos tienen un
peso importante.
Es evidente que las actuaciones tendentes a potenciar actitudes y con-
ductas que promueven la inquietud intelectual, la curiosidad científica,
y cultural, profundizar en las humanidades y en el conocimiento de los
riesgos que conllevan determinados hábitos, va a permitir a las personas
adultas/mayores estar en mejores condiciones de afrontar las diferentes
etapas que la vida les va proponiendo.
Todo ello requiere un posicionamiento vital de la persona. «Ser acti-
vo» significa responsabilidad personal hacia el cuidado de su propia salud
y la inserción participativa en la realidad social. Ha de formularse en
clave participativa, integral, flexible, de calidad, evaluable, sostenible e
innovadora (Diputación Foral de Bizkaia, 2007).
Las personas deben consolidar hábitos de ocio activos y saludables
que sean una fuente de estimulación física, cognitiva y social que, ade-
más proporcione satisfacción y objetivos vitales. Para conseguirlo, se
requiere facilitar el acceso de la persona a los recursos culturales del
entorno.
Actualmente la edad es un argumento discriminatorio, especialmente
para las franjas que no forman parte de lo que se entiende como sociedad
«adulta y productiva». Así, los jóvenes encuentran grandes dificultades
para su emancipación, debido a los ya conocidos problemas de acceso al
empleo estable, a la vivienda, etc. y también las personas «mayores» se
sienten expulsadas de la vida productiva, en ocasiones en edades tempra-
nas, y se los considera un segmento de la población pasivo y que, frecuen-
temente, genera gasto social.
La jubilación no debe ser una invitación al retiro, sino un momento
donde el planteamiento respecto a la actividad debe ser diferente, no se
trata de una ruptura sino de adecuar a otros ritmos, otras posibilidades y

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otros tiempos aquellas tareas que a las personas que se encuentran jubila-
das les gusta desarrollar o tienen la oportunidad de realizar.

El aprendizaje permanente y los programas universitarios para


adultos/mayores

Europa ha experimentando profundos cambios que se han traducido


en una situación actual que ofrece mejores oportunidades y opciones
a los ciudadanos, pero también entraña mayores riesgos e incertidum-
bres, es decir, las personas tienen la libertad de adoptar diversos estilos
de vida, pero también la responsabilidad de dar forma a sus propias vi-
das. Es por ello que actualmente se afirma que los protagonistas de las
sociedades del conocimiento son los propios ciudadanos. Lo principal
es la capacidad humana para generar y utilizar conocimientos de modo
eficaz e inteligente, sobre una base en continua transformación. En de-
finitiva, la población debe convertirse en ciudadanía activa y para ello,
la educación y la formación permanente son la mejor manera de ayudar
a asumir el reto del cambio. Ser activos debe ser una constante de toda
la vida. Ser activos es una actitud vital y una forma de entender la rela-
ción con el mundo que nos rodea.
La educación y la formación influyen en las posibilidades que tie-
nen los ciudadanos de empezar, situarse y mejorar en la vida. Además
cabe destacar que un aprendizaje útil y placentero puede producirse y
se produce en distintos contextos y entornos, en la familia, en el ocio,
en la vida comunitaria y en el trabajo cotidiano.
En la V Conferencia Internacional sobre Educación de Adultos
organizada por la UNESCO en 1997 se apuntaba que la educación de
adultos más que un derecho era la clave para el siglo XXI, ya que debía
ser concebida como la consecuencia de una ciudadanía activa y una
condición para participar plenamente en la sociedad.
Como señala Longworth (2003), el aprendizaje más puro se centra
en dar a los aprendices las herramientas con las que puedan aprender
según su propios estilos y sus propias necesidades de aprendizaje.
Además, ha de ser para todos, sin excluir a nadie, facilitando las con-
diciones para que el aprendizaje permita el desarrollo de la creatividad,
la confianza y el disfrute en todas las etapas de la vida. Es por eso que
puede decirse que el aprendizaje continuo tiene una serie de caracterís-
ticas:

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Tabla 2
Características del aprendizaje continuo

El aprendizaje continuo

1. El aprendizaje libera Libera la mente para explorar el univer-


so del conocimiento
2. El aprendizaje potencia Hace posible que se cumplan nuestros
sueños

3. El aprendizaje despierta Despierta la creatividad y la imagina-


ción naturales de la humanidad

4. El aprendizaje desata Nos permite desarrollar el potencial


latente que todos tenemos

5. El aprendizaje alimenta Da vitalidad a nuestras ganas de saber y


de asombrarnos

6. El aprendizaje inspira Alienta el espíritu de descubrimiento


que llevamos en nuestro interior

7. El aprendizaje nutre Mantiene el crecimiento y la compren-


sión del intelecto que va madurando

8. El aprendizaje crece Un aprendiz continuo nunca aprende


bastante

Fuente: LONGWORTH, N. (2003:28).

En el Memorandum sobre el aprendizaje a lo largo de la vida aproba-


do por la Comisión Europea en octubre de 2000, se define el aprendizaje
a lo largo de la vida como «toda actividad de aprendizaje útil, con carácter
permanente, encaminada a mejorar los conocimientos, las aptitudes y la
competencia». Además, se da una visión global del aprendizaje (que pue-
de y debe llevarse a cabo en cualquier momento del ciclo vital) señalando
que este tipo de aprendizaje hace necesario el incremento sustancial de las
ofertas educativas tanto formales, como no formales e informales.
Hoy en día, tal y como se ha apuntado, no cabe duda de que la per-
sona está aprendiendo y socializándose a cualquier edad y que todas las
personas, incluidas las personas mayores, necesitan educarse para adap-
tarse a los cambios de las sociedades en las que viven. El Informe Delors

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(1996:125) apuntaba que «la educación sin límites temporales ni espacia-
les, se convierte entonces en una dimensión de la vida misma».
García Fernández-Abascal (1995) apunta que el dinamismo propio
del ser humano y su tendencia natural al desarrollo a lo largo de la vida es
lo que ha dado lugar a una concepción sobre las personas mayores como
momento para la maduración y el aprendizaje.
Es en este contexto donde surge la iniciativa de Programa Universita-
rio para Mayores (PUM). La primera propuesta aparece bajo la dirección
del profesor Pierre Vellas en Toulouse (Francia) en 1973 y es dos años
después, en 1975, también en Toulouse donde se funda la Asociación In-
ternacional de Universidades de la Tercera Edad (AIUTA) con el objeto
de favorecer la creación y el desarrollo de las universidades para mayores
en el mundo. Al margen de las especificidades y características propias de
los distintos entornos sociales donde se imparten estos programas, puede
decirse que los PUM tienen como objetivo principal contribuir y potenciar
mediante la formación académica, la calidad de vida.
Otros objetivos de la educación universitaria de las personas mayores
apuntados por March (2004) son el incremento de los saberes y cono-
cimientos; el incremento de los saberes prácticos, del saber hacer, del
aprender a seguir aprendiendo y el desarrollo del saber ser, del desarrollo
personal, del desarrollo solidario, del crecimiento continuo y de la partici-
pación social.
En España, el art. 27 de la Constitución de 1978, reconoce el derecho
de todos a la educación, y se desarrolla en la Ley Orgánica 8/1985 de 3 de
julio, Reguladora del Derecho a la Educación, pero es a inicios de la déca-
da de los 90 cuando nacen estos programas siendo pioneras, las universi-
dades de Alcalá de Henares (1992), Salamanca (1993) y Granada (1994).
Desde entonces hasta la actualidad, son 53 universidades en el Estado
Español las que atienden a cerca de 23.000 alumnos mayores de cincuenta
años, por medio de enseñanzas específicas para ellos.
Actualmente, esta población mayor de 50 años, a la que se dirigen
fundamentalmente estos estudios universitarios, supone un 33,1 %, o lo
que es lo mismo un tercio de la población total del país y es obvio que
su número supera a la población en edad escolar y universitaria españo-
la, siendo una demanda creciente en los últimos años. Este auge se ex-
plica no sólo por el aumento del número de personas de edad avanzada
y de sus necesidades como mayores, sino a partir de las características
específicas de los cohortes generacionales que vienen alcanzando la
edad de jubilación desde hace poco más de una década, así como del
contexto actual general de bonanza socioeconómica, en Europa en ge-
neral y en España en particular, donde esta situación está teniendo lugar
(Cabedo y Alfageme, 2006).

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Como ya se ha apuntado las personas mayores son cada vez más cons-
cientes de su lugar en la sociedad. En general, las personas que participan de
estos programas se encuentran en buen estado de salud y manifiestan querer
aprender, conocer o reconocer la Universidad, sentirse útiles y «dentro» de
la sociedad, a través de un proceso formativo que no tiene un carácter ins-
trumental, ni una formulación ligada a las necesidades del sistema producti-
vo o el mercado laboral, sino que se convierte en un fin en sí mismo.
A continuación, se apuntan algunos de los rasgos que caracterizan a los
programas universitarios de mayores:
— son actividades educativas en las que participa en mayor o menor gra-
do la universidad;
— los objetivos generales de los programas giran en torno a cuestiones
de realización personal e integración social de las personas mayores;
— son programas de intervención socioeducativa dirigidas a personas
adultas mayores por el mero hecho de serlo, sin pretender otro tipo
de selección a priori de las personas participantes, por tanto, no se
requiere titulación alguna para acceder a ellos; y
— no se obtiene un Título Oficial y no habilita para el desempeño de
ninguna actividad profesional.
Por otra parte estos programas también plantean una serie de dificulta-
des tales como:
— No formar parte de las políticas sociales ya que en ellas no se incluyen
los aspectos educativos como una forma de encarar los procesos de
envejecimiento.
— Tampoco formar parte de las políticas educativas dada la escasa im-
plementación que el concepto de aprendizaje a lo largo de la vida
tienen en nuestro sistema educativo.
Pero en definitiva, puede afirmarse que el futuro de las universidades
pasa por abrirse a la sociedad y no puede seguir sólo impartiendo el saber
con un solo objetivo: la profesionalización. La Universidad de hoy debe ser
un lugar de encuentro, donde todos los ciudadanos puedan entrar para reci-
bir una educación, sea cual sea su edad.
Con una población cada vez más envejecida y con más años y mejor sa-
lud para encarar esos años con optimismo, la educación es una de las metas
de esos «nuevos jóvenes estudiantes» que demandan mejores recursos para
ellos y la cultura es, sin duda, uno de ellos.
Tal y como afirma la profesora Helena Matute (2004) «el aprendizaje,
como proceso mental, es un invento absolutamente genial, perfecto, una
herramienta única para la supervivencia del individuo y la especie».

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El ocio y la experiencia de ocio

Hasta no hace demasiado tiempo hablar de términos como «ocio» u


«ociosidad» era acercarse a términos cargados de connotaciones negati-
vas, en algunos casos dada su oposición al trabajo, o en otras ocasiones,
acercarse a términos considerados carentes de importancia y relevancia
para la sociedad. Pero la situación ha cambiado enormemente, incluso
ahora se habla de la «sociedad del ocio» (Puig, 1990). El ocio ha pasado a
ocupar un sitio valorado en la sociedad debido a múltiples factores como
el aumento del tiempo libre, la reducción de las jornadas laborales, la de-
mocratización de la vida cultural, deportiva, turística, la aparición de nue-
vas actividades y ofertas de ocio y por supuesto, debido a la importante
dimensión económica y comercial del fenómeno.
El ocio que se aborda en este texto, es un ocio humanista que partici-
pa del desarrollo de la persona, un ámbito de crecimiento humano. Como
apuntaba Cuenca (1997) el fundamento del ejercicio del ocio es uno de
los grandes valores del hombre, la libertad, pues no se puede obligar a na-
die a estar satisfecho, a estar alegre, a tener una visión lúdica y creativa de
las cosas o a vivenciar una fiesta, por poner unos ejemplos. La libertad es
la base de la dignidad de la persona, cuya meta y sentido es la autorreali-
zación, ser uno mismo y el ocio puede constituir una excelente plataforma
para conseguirlo.
Bergson (en Lemieux, 1997) cuando habla de la duración de la vida uti-
liza dos términos de medición que denomina «tiempo de reloj» para medir
el tiempo cronológico y «tiempo vivido» para medir el que se experiencia
en la vida. El «tiempo del reloj» es una abstracción mecánica: una línea
imaginaria que permite medir el cambio y el movimiento hacia un punto
pragmático. El «tiempo vivido» por su parte, designa la cualidad de una
sucesión de experiencias. El «tiempo de vida» hace referencia a la experien-
cia cualitativa de los seres humanos a través del desarrollo de la vida. Esta
experiencia está repleta de éxitos y de fracasos, de esperanzas y desilusio-
nes; la experiencia de cada uno crece y se enriquece según la aptitud que se
tenga ante los acontecimientos de la vida cotidiana. Esto es lo que Ericsson
denomina «sabiduría»; Maslow «autorrealización»; Jung «individualidad»
o simplemente «alegría» como la denominaba Aristóteles.
Cuando se estudia el ocio en adultos, se ha de tener en cuenta no sólo
las cuestiones de edad sino también las dimensiones culturales y de otro
tipo de identidad personal y social. La interacción de la cultura, la edad, el
género y la participación en el ocio deriva en una serie de vivencias (Hen-
derson, 2002). Iso Ahola (1980) habla de la influencia que tienen, tanto
las situaciones sociales como las experiencias personales, en la definición
subjetiva de la experiencia de ocio.

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El ocio, entendido como experiencia con valor en sí misma, en pa-
labras de Cuenca (2004) se distingue por su capacidad de sentido y su
potencial para crear encuentros creativos que originan desarrollo per-
sonal. Las experiencias de ocio son estructuradas en el conjunto de la
vida y de las experiencias vitales del individuo, son procesuales en su
vivencia y valoración, y direccionales porque el ocio permite acceder
a lo satisfactorio y positivo. Dewey apunta que la verdadera experien-
cia es aquélla que se conserva como recuerdo perdurable.

Los beneficios del ocio para personas adultas/mayores

Se entiende por beneficio aquel cambio que es visto como venta-


joso para una mejora en la condición, un aumento o un progreso para
un individuo, un grupo, la sociedad u otra entidad (Driver; Brown y
Peterson, 1991). Determinar que un resultado constituye un beneficio
del ocio requiere la evidencia de que la participación en el ocio es el
responsable del resultado y que dicho resultado comporta una mejora
que no habría tenido lugar en otras circunstancias. Es por ello que el
ocio posee una importancia capital en el recién adquirido énfasis de la
psicología en la personalidad saludable (Tinsley, 2004).
Así, según Kelly y Steinkamp (1986) la interacción social, la au-
toexpresión, la percepción de competencia, llenar el tiempo y evitar
el aburrimiento son algunas de las motivaciones para participar en
actividades de ocio que experimentan las personas mayores, y que les
ayudan a hacer frente a los cambios que se producen en esta fase de la
vida.
Por otra parte, el disfrute del ocio en los adultos/mayores está
directamente relacionado con la percepción de felicidad, el ajuste
a las circunstancias vitales y la implicación en los procesos vitales
(Katz, 2000). Igualmente, las personas mayores que disfrutan de
experiencias de ocio que revisten cierto grado de complejidad de
manera continuada, son personas con una capacidad de atención ma-
yor desde un punto de vista intelectual (Schooler y Mulatu, 2001) y
más implicadas socialmente y con su entorno (Iso-Ahola, Jackson y
Dunn, 1994).
Así mismo, diversas investigaciones permiten relacionar las prác-
ticas de ocio en personas mayores que demandan un posicionamiento
activo con un mayor bienestar psicológico y menores índices de depre-
sión (Dupuis, y Smale, 1995).
Todo esto queda ordenado por Driver y Bruns (1999) que clasifi-
can los beneficios en cuatro categorías:

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— beneficios personales del ocio;
— beneficios sociales y culturales;
— beneficios económicos, y
— beneficios medioambientales.
Martínez y Gómez (2005), por su parte, señalan una serie de objetivos
a desarrollar en la elaboración de programas de ocio activo y saludable en
la vejez:
— La creación de actitudes positivas hacia el ocio.
— Suscitar nuevas razones o motivaciones para el ocio.
— Ampliar y diversificar el repertorio de ocio del sujeto.
— Conocer las oportunidades y los recursos para el ocio disponibles en
la comunidad.
— Promover el contacto social como medio para el aprendizaje y la
integración en nuevas redes sociales y de amistad.
— Desarrollo de la creatividad.
— Favorecer la autonomía personal en relación con el ocio y la partici-
pación.

Beneficios de los Programas Universitarios para Mayores

Al abordar este apartado se distinguirán los beneficios que, a nivel


general, estos Programas proporcionan a la sociedad en su conjunto, y
por otra parte se señalarán los beneficios que a los individuos que en ellos
participan les reportan de manera individual.
Debe señalarse que tanto la Organización Mundial de la Salud como
Naciones Unidas han anotado los efectos perversos que tienen los este-
reotipos negativos sobre las propias personas mayores. Según Calhoun
(2000:289) «la visión de la ancianidad será cada vez más positiva a medi-
da que los miembros de la generación del baby boom entren en esta etapa
de la vida», por lo que cabe esperar que el enorme potencial demográfico
y cultural de la generación del baby boom servirá para que cambie la per-
cepción social de las personas mayores.
Pero actualmente puede decirse que, aunque no se puede imputar todo
el cambio producido en la sociedad a los Programas Universitarios para
Personas Mayores, es cierto que el que las personas mayores sean acepta-
das en contextos universitarios tiene dos repercusiones importantes:
— que se producen aprendizajes propios y vicarios, y
— que estos aprendizajes, necesariamente, sirven de prueba de la false-
dad del estereotipo.

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Así el porcentaje de personas en España que consideran que las perso-
nas mayores son incapaces de aprender ha descendido del 70% en 1991, a
alrededor del 30% en 2005 (Arnaiz, 2007).
La democratización de la cultura debe facilitar el acceso a la forma-
ción, también a la universitaria a sectores de la población, que ni desean,
ni necesitan obtener un título sino acceder a un tipo de formación perma-
nente, que ayude a su desarrollo personal y que contribuya a conseguir
una sociedad más culta, crítica y participativa, donde se construya una
nueva imagen de los mayores y se combata su exclusión social.
También ha de tenerse en cuenta que en 2007 ha entrado en vigor,
en el Estado español, la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y
Atención a las Personas Dependientes, aportando dos aspectos significa-
tivos que hacen más notable la labor de los programas universitarios para
mayores:
— Promoción de la Autonomía Personal, aspecto que incentiva la for-
mación permanente al fomentar la ciudadanía activa y la calidad de
vida; y
— Prevención de la dependencia: los 7.000.000 millones de personas
mayores de 65 años que aún no son dependientes en España, requie-
ren de una política de prevención (política educativa de formación a
lo largo de toda la vida) para que demoren en la medida de lo posible
su situación de dependencia.
El desafío actual consiste en entender que con una inversión que hoy
realicemos en la educación de los adultos/mayores puede significar maña-
na un ahorro muy sustancial en atención a la dependencia y sanidad.
En definitiva, la política educativa es esencial en un sistema preventi-
vo y constituye, sin lugar a dudas, una solución paliativa de los síntomas
de envejecimiento, en el país que, como se ha señalado, más envejece de
toda Europa.
Muchas personas mayores buscan en la Universidad respuestas a
preguntas que se han desarrollado a lo largo de sus vidas. Por ello, para
muchas personas mayores, la educación se vuelve una necesidad íntima y
personal. La educación con calidad puede producir cambios significativos
en la perspectiva de una persona, estableciendo significados nuevos para
su vida, dando lugar a un proceso de cambio entre las diferentes secuen-
cias del desarrollo que constituyen el periodo de persona mayor.
El Plan Gerontológico Nacional formula una línea de actuación cuyo
objetivo es facilitar el acceso de las personas mayores a los bienes cultu-
rales para la mejora de la calidad de vida y el empleo creativo del ocio.
Por tanto, es evidente que se establece una relación entre el acceso a la
cultura, la actividad y la calidad de vida.

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Y en relación a todo ello, Lorente (2006), plantea dos teorías que
pueden ayudar a entender cómo los Programas Universitarios de Ma-
yores mejoran entre otros, la calidad de vida y la satisfacción vital.
Por una parte, la Teoría de la Actividad plantea que la base del enve-
jecimiento saludable es la actividad. Así Havighurst (1987) y Atchley
(1977) concluyen que a mayor actividad de la persona, ésta se en-
cuentra más adaptada, vive con buen ánimo la vejez y llega a ser más
longeva. Y la Teoría de la Continuidad que defiende que a pesar de los
cambios en el sujeto, tanto de carácter físico, social y psicológico, el
mantenimiento de una serie de patrones, en la tipología de las activi-
dades que realiza y en las relaciones sociales que mantiene favorece al
individuo.
Velázquez Clavijo (2006) afirma que estos programas posibilitan el
convertir un tiempo que podía ser vacío y tedioso en gratificante, lleno
de actividad con sentido y en contacto con otras personas. Por tanto no
sólo cumplen los objetivos específicos de la participación social y del en-
riquecimiento intelectual y cultural, sino que, de forma colateral rompen
el riesgo del aislamiento y fomentan la calidad de vida de las personas
mayores.
Atendiendo al refranero popular, si «aprender no ocupa lugar», ni está
ceñido a una etapa determinada de la vida, sino que se puede aprender a
lo largo de todo el ciclo vital, entonces está claro que «aprender no tiene
edad» (Velázquez y Fernández, 1998). Además, si como afirman distintos
autores, el aprendizaje favorece la calidad de vida, los Programas Univer-
sitarios para Mayores contribuyen, de alguna manera, a que la gente sea
más feliz, independiente, desarrollada y crítica.
Estos Programas favorecen la calidad de vida por las siguientes razones:
— enriquecimiento personal que se desprende de los propios Progra-
mas,
— adquisición de conocimientos nuevos adquiridos en la Universidad,
— el reciclaje de los conocimientos aprendidos en la escuela y en el
vida,
— el establecimiento de relaciones con otras personas fuera del propio
círculo, y
— la facilitación de las relaciones intergeneracionales en el contexto
universitario.
Por todo ello, las Universidades a través de estos Programas:
— facilitan el acceso a la educación y a la cultura;
— promueven actividades para el uso creativo del tiempo libre y las
relaciones intergeneracionales;

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— posibilitan, en suma, la educación permanente y continúan facilitan-
do el acceso a la cultura, satisfaciendo así las necesidades básicas de
aprendizaje de este sector de la población, y otorgándole de esta ma-
nera una mayor calidad de vida como ciudadanos de pleno derecho.

Los Programas Universitarios para Mayores como experiencias de ocio

Las Universidades para Mayores constituyen una oferta específica


donde el concepto de aprendizaje a lo largo de la vida es su objetivo prin-
cipal tratando de cubrir las necesidades personales de aprender, más allá
de una formulación ligada a las necesidades del sistema productivo o el
mercado laboral. Esto es así puesto que las personas mayores reivindican
aprender desde un enfoque amplio de desarrollo cultural y no desde una
perspectiva restringida de la instrucción, porque no se trata de «aprender
para» sino de «aprender por» (Velázquez y Fernández, 1998). El concepto
de cultura no puede reducirse a los conocimientos adquiridos a través de
la instrucción, ya que limitaríamos la capacidad de participación y el uso
creativo del tiempo libre.
A través del aprendizaje propuesto en estos Programas Universitarios
para Mayores se pretende abrir caminos para que el patrimonio cultural
sea disfrutado y sirva como herramienta para el progreso de la sociedad,
puesto que, tal y como afirman Velázquez y Fernández (1998), la edad no
debe ser obstáculo para esta sintonía, ni se debe prescindir de las aporta-
ciones de los mayores, que deben disfrutar culturalmente con su edad y no
«a pesar de sus años».
El ocio tiene un papel importante en el proceso de ajuste óptimo a los
cambios que se producen en la vejez y la prevención de trastornos asocia-
dos al proceso de envejecimiento, aunque no por ello el ocio deja de pro-
porcionar las ventajas que reporte a cualquier persona adulta, como señala
McPherson (en Martínez, 2002).
El fundamento de la búsqueda de todo ocio serio es el deseo de alcan-
zar una autorrealización profunda. La autorrealización engloba el acto y el
proceso de desarrollo hasta la capacidad máxima de cada uno, sobre todo,
el desarrollo del talento y la forma de ser de cada uno.
Así pues, los programas de formación universitaria para adultos po-
drían incluirse dentro de lo que Stebbins (2004) ha denominado ocio se-
rio, puesto que en estos programas se dan las seis características señaladas
por este autor:
— necesidad de perseverar;
— encontrar una ocupación basada en el esfuerzo;

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— esfuerzo personal significativo basado en los conocimientos, la for-
mación y/o las habilidades adquiridas;
— ocho beneficios duraderos:
• autoactualización,
• autoenrequecimiento,
• autoexpresión,
• regeneración o renovación del yo,
• sentimientos de consecución,
• mejora de la autoimagen,
• la interacción social, la idea de pertenencia, y
• los propios resultados duraderos de la actividad;
— el ethos único que crece en torno a sí mismo, un componente central
de un mundo social extraordinario en que los participantes pueden
alimentar sus intereses de ocio y tiempo libre;
— los participantes en ocio serio tienden a identificarse profundamente
con las actividades elegidas.
Según Manuel Cuenca, la educación del ocio es un proceso relaciona-
do con el aprendizaje de habilidades y conocimientos, unido al desarrollo
de actitudes y conductas que implican un mundo de valores y una capa-
cidad de elección. La educación del ocio tiene que ver con el desarrollo
de conocimientos desinteresados, acciones gratificantes, con la revalo-
rización de lo cotidiano y lo extraordinario, con la vivencia creativa del
tiempo, la libertad, la participación, la solidaridad y la comunicación. La
vivencia del ocio debe evolucionar con nosotros mismos, con nuestras ne-
cesidades, capacidades y experiencias.
Aprender es para algunos individuos una forma de ocio por derecho
propio, hay individuos que experimentan el aprendizaje de nuevas destre-
zas o conocimientos como algo satisfactorio, ya que les permite mantener
o ajustar su nivel de activación hacia un nivel óptimo, consiguiendo dar
respuesta a sus necesidades de novedad, variedad y cambio.
En la Universidad de Deusto (Bilbao), en el curso académico 1995-96
se comenzó a trabajar en la Formación Permanente de Adultos, teniendo
como referente el colectivo adulto y el ocio, tanto como objetivo, momen-
to, entorno y metodología (Gómez y Martínez, 2002), iniciando el Progra-
ma Ocio Cultural Universitario compuesto por cursos independientes de
15 horas de duración que aún abordan temáticas variadas como son arte,
historia, música, psicología, sociedad, etc.
Con el paso de los años y ante la inquietud que mostraban nuestros
alumnos, en el curso 1999-2000 se puso en marcha el Graduado Universi-
tario en Cultura y Solidaridad, título propio de la Universidad de Deusto,

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de tres años de duración y que conlleva una nueva forma de estudiar en
la Universidad. Desde el inicio se tuvo claro que éste debía ser flexible,
transformador, gustoso e inclusivo, en el que fuese posible el contraste y
la convivencia sin perder la esencia del Proyecto Universitario. Así este
programa se caracteriza (Gómez y Martínez, 2002) porque:

Es aprendizaje
Esto es así puesto que se produce un aprendizaje de manera conti-
nuada para mejorar las capacidades, conocimientos y cualificaciones de
las personas. Las materias impartidas intentan, por una parte, ayudar a la
persona a controlar y manipular su entorno, y resolver los problemas que
se le plantean cotidianamente. Así se cubre, lo que Habermas (1984, en
Mezirow 2000) denomina el campo instrumental del aprendizaje. Pero
también en el programa se trabaja el campo comunicativo del aprendizaje
a través de materias que ayudan a comprender al otro cuando se comuni-
ca. Todo ello teniendo presente que junto con el aprendizaje (resultado) es
esencial el sentimiento, placer y disfrute (proceso).

Es un proceso de aprendizaje autodirigido


El papel protagonista de la persona individual en el proceso de apren-
dizaje. Para ello en el Graduado Universitario existen ciertas normas que
favorecen la autodirección del alumno, como es un curriculum flexible,
con un alto grado de optatividad. Igualmente la máxima nota a la que se
aspira es el aprobado, evitando así las comparaciones académicas, pero
ello no impide que se anime a los alumnos a profundizar en los temas, a
rectificar y a valorar los elementos destacables.

Es una experiencia personal


El individuo aprende a proporcionarse a sí mismo recompensas y re-
fuerzos, ser consciente de sus propios avances y concebirse como un ser
inacabado con un gran potencial de crecimiento.

Es una experiencia grupal


Las personas que conforman las promociones del Graduado son muy
variadas, con muchas cosas que les diferencias pero con al menos tres que
les unen: interés por la cultura, ganas de aprender y gran motivación.

Es una ventana al mundo


La llamada sociedad del conocimiento alude al hecho de que la adquisi-
ción, el uso y la distribución del saber se encuentran en la base del funciona-
miento general de la sociedad. Lo que ofrecen las universidades no es simple
entretenimiento sino conocimiento y capacidad de análisis crítico.

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Es una experiencia intergeneracional
Como ya hemos apuntado, este Programa no está dirigido a unas eda-
des concretas, sino a personas adultas, con la edad de 25 años como míni-
ma pero sin existir límite en el otro lado de la balanza.

Es una vivencia de ocio


Una experiencia de ocio, como se ha señalado, es aquélla que se
desarrolla con una percepción de libertad más la suma de la motiva-
ción intrínseca, por tanto, se trata de conductas que el individuo realiza
por el interés y el placer de realizarlas. La necesidad de aprender tiene
una estructura motivacional dominada por el puro deseo de conocer y
aprender (aprender por el puro placer de aprender), por conseguir una
meta social, al mismo tiempo que por la búsqueda de su desarrollo
personal. Es decir, dista de ser utilitaria y pragmática como en otros
tramos de edad. El Graduado propicia que la persona se implique sin
la necesidad de recompensas, logros tangibles o reconocimiento social,
por tanto, puede vivirse como una experiencia de ocio en su dimensión
formativa.

Puede decirse que el Graduado Universitario en Cultura y Solidaridad


pretende ser un espacio que permite:
— aprender a conocer, ya que, más allá del desarrollo económico, la
educación debe servir para promover el desarrollo y mejorar y enri-
quecer la vida de todas las personas;
— aprender a hacer, puesto que uno de los objetivos de la educación
es preparar para lleva a cabo labores productivas;
— aprender a vivir juntos, ya que la educación debe promover la inter-
culturalidad y el respeto de otros pueblos y valores;
— aprender a ser, puesto que no debe olvidarse que el ser humano es
un fin en sí mismo y su desarrollo pleno es un objetivo del proceso
educativo;
— y aprender a aprender, es decir, capacidad de adaptación a circuns-
tancias cambiantes y de hacer frente a otras sin precedentes.
Pero en la Universidad de Deusto se ha seguido avanzando y desde
el curso 2002-03, un tercer Programa ha visto la luz, es un programa con
duración de un curso académico que aborda anualmente una temática
concreta.
En resumen, puede afirmarse que los Programas de Formación Per-
manente del Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto
son Programas universitarios que propician a las personas que los cursan
una rica actividad en lo psicológico, lo físico y la social.

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La experiencia confirma que aprender es posible, siempre, con inde-
pendencia de la edad y de cualquier tipo de condición social, ya que la
capacidad de aprendizaje sólo desaparece con la vida.
El principal objetivo de la educación, según Ruskin, es desarrollar
los valores y actividades de las personas y aportarles los conocimientos y
habilidades con las que podrán sentirse más seguros, llegar a un disfrute
pleno y estar más satisfechos de su vida. Y esto es lo que a lo largo de
cada curso académico, más de medio millar de personas adultas/mayores
que pasan por las aulas de la Universidad de Deusto hacen, aprenden, dis-
frutan o mejor dicho disfrutan aprendiendo.

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Autores

Jaime CUENCA AMIGO


Licenciado en Filosofía por la Universidad de Deusto. Actualmente
cursa sus estudios de doctorado en el Instituto de Estudios de Ocio de esta
misma universidad y es beneficiario de una beca para formación de inves-
tigadores del Gobierno Vasco. En varios artículos y comunicaciones se
ha ocupado de diversas manifestaciones del arte del siglo XX, incidiendo
en su relación con el ethos de la modernidad. Así, en Muerte en Venecia,
un drama metafísico (Revista Anthropos, n.º 210) y Sensibilidad, inteli-
gencia y conciencia: Reflexiones sobre la modernidad de las vanguar-
dias (Revista Estudios filosóficos, n.º 158) o en las comunicaciones La
literatura, cauce de humanismo. Algunas propuestas de la narrativa del
siglo XX: Borges, Kundera y Muñoz Molina (Congreso Internacional sobre
Humanismo para el siglo XXI, Universidad de Deusto, 2003) y Arte y uto-
pía en las vanguardias del siglo XX (Congreso Internacional de Filosofía
«Persona y Sociedad: perspectivas para el siglo XXI», Universidad Católi-
ca de Braga, 2005). En esta misma línea se enmarca su participación en la
organización del seminario Escribir para comprender: experiencia vital
del sufrimiento: dimensión estética y filosófica de la narración (Univer-
sidad de Deusto, 2004). En la actualidad, su investigación en el campo de
los Estudios de Ocio se centra en la vinculación entre las nuevas formas
de ocio consumista y las dinámicas de construcción social del orden y la
exclusión en la modernidad líquida.

Ana GOYTIA PRAT


Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, Ocio y Potencial
Humano, Licenciada en Sociología Urbana y Master en Ocio. Directora

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de proyectos de investigación y consultoría, profesora del Instituto de Es-
tudios de Ocio de la Universidad de Deusto-Bilbao desde 1991, profesora
de la Escuela de Turismo de esta misma Universidad desde 1997. Cola-
bora, como docente invitada en programas de formación impartidos en
diferentes facultades de la Universidad de Deusto y en diversas Universi-
dades españolas y de la UE. Su labor docente y de investigación se centra
en el estudio de la experiencia de ocio, el turismo y la cultura desde una
perspectiva psicosocial, especializándose en su estudio desde el punto de
vista de la demanda y los estilos de vida, en la evaluación de la satisfac-
ción del cliente y en el papel del ocio, el turismo y la cultura como motor
de desarrollo sostenible. Ha escrito libros y publicado artículos en revistas
nacionales e internacionales. Participa activamente en foros y congresos
internacionales y estatales.

Susana JUNIU
Directora y Profesora en el Departamento de Ciencias del Ejercicio y
Educación Física de la Universidad de Montclair. Doctora en Educación,
título que obtuvo en la Universidad de Temple, USA, en el campo de la
Dirección y Gerencia de Deportes y Estudios sobre la Recreación. La Dra.
Juniu imparte materias relacionadas con Estadística, Métodos de Inves-
tigación, Métodos de Evaluación y Medición en Educación Física. Entre
sus áreas de especialización, destacan sus trabajos de investigación orien-
tados al análisis psico-social del comportamiento en el ocio, el impacto
de la inmigración y la experiencia recreativa, el impacto de las nuevas
tecnologías en el ocio, y el uso de la computadora como recurso didácti-
co. En esta línea, ha publicado y presentado diversos trabajos sobre ocio,
aspectos socioculturales, y tecnología.

María Jesús MONTEAGUDO SÁNCHEZ


Licenciada en Psicología por la Universidad de Deusto y doctoranda
en el programa «Ocio y Potencial Humano» de dicha Universidad. Es
miembro del Instituto de Estudios de Ocio desde 1992. Ha trabajado en el
área de documentación e investigación del Instituto de Estudios de Ocio.
Profesora del Master Europeo en Dirección de Proyectos de Ocio del
mismo Instituto. Actualmente, es Subdirectora del Área de Innovación,
Formación y Comunicación del Instituto de Estudios de Ocio. Sus áreas
de especialización se centran en el estudio del ocio y el deporte desde una
perspectiva psicológica. Ha profundizado especialmente en los concep-
tos de Beneficios y Barreras para el ocio. Entre los colectivos estudiados
destacan las personas jóvenes y las mujeres. Ha escrito y participado en
numerosas publicaciones. Entre ellas, cabe destacar su publicación como
coeditora, junto con Nuria Puig de Ocio y deporte. Un análisis multidisci-

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plinar, editado por la Universidad de Deusto en 2004, así como sus apor-
taciones con diferentes capítulos en varios libros: Avances en Ciencias
del Deporte, de Angel M. González Suárez, publicado por la Universidad
del País Vasco, en 2006 y Sociología del deporte, editado por M. García
Ferrando; N. Puig Barata y M. Lagardera Otero, en 2002. Su última con-
tribución ha sido la edición del libro El ocio en la investigación actual:
una lectura desde ámbitos, disciplinas, grupos de población y contextos
geográficos, perteneciente a la Colección de Documentos de Estudios de
Ocio de la Universidad de Deusto. Ha sido miembro del Comité Científi-
co y Organizador de varios congresos relacionados con el ocio, el deporte
y diferentes colectivos como las mujeres, los jóvenes y las personas con
discapacidad.

M.ª Luisa AMIGO FERNÁNDEZ DE ARROYABE


Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de Deusto. Actual-
mente, Catedrática de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educa-
ción, ha sido Decana de la misma desde 1994 hasta 2003. Asimismo, ha
desempeñado otros cargos entre los que destaca, Vice-decana General de
la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación desde 1991 a 1994,
Secretario de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación desde
1976 a 1991 y Directora de la Revista Letras de Deusto desde 1990 a
1993. Ha realizado numerosas publicaciones entre las que destacan: Poe-
sía y filosofía en Juan Ramón Jiménez, Guía para leer a Platón, El arte
como vivencia de Ocio, La Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educa-
ción de la Universidad de Deusto, Humanismo para el siglo XXI. Propues-
ta para el Congreso Internacional, (ed.) y Humanismo y valores,(ed. con
M. Cuenca).

José CLERTON OLIVEIRA MARTINS


Doctor en Psicología por la Universitat de Barcelona. Experto en Ges-
tión de Recursos Humanos por la Universidad Federal de Ceará, Gestión
del Marketing, por la Universidad Estadual de Ceará, y Cultura Folclórica
Aplicada por el Centro Federal de Educação Tecnológica do Ceará–CEFET.
Licenciado en Historia por la Universidad Estadual do Ceará. Actualmente
es profesor Titular del mestrado en Psicología en la Universidad de Forta-
leza, y actúa como profesor investigador de la línea de investigación Am-
biente, Trabalho e Cultura das Organizações. Integra como membro efetivo
o Colegiado do Mestrado de Psicologia, da Graduação em Psicologia e da
Graduação en Turismo en la misma universidad. Es Miembro efectivo del
Comité de Ética en la investigación con seres humanos de la Universidad de
Fortaleza. Es miembro efectivo de la Comissão Cearense de Folclore, don-
de fue vice-presidente y hoy es consultor del consejo. Actualmente es Pro-

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fesor titular de la Universidad de Fortaleza, exclusivo y a tiempo integral.
Organizó los libros: Turismo, Cultura e Identidade (2003); Antropología
das Coisas do Povo (2004) y Patrimônio Cultural: da memória ao Sentido
do Lugar (2006) todos publicados por la Editora Roca, São Paulo/Brasil. Es
miembro del Consejo científico local del periódico científico: Revista Mal-
estar e Subjetividade publicado por la Universidad de Fortaleza. Es autor de
varios artículos científicos publicados en Brasil, Argentina y México.

José Carlos ANDRÉS


Jefe de Marketing y responsable del desarrollo de PortAventura como
destino turístico para mercados clave (España, Francia y Reino Unido;
con inversiones en medios masivos) y nuevos mercados (Portugal, Rusia,
otros). Posee amplia experiencia en diseño y gestión de planes de mar-
keting y desarrollo de comunicación, liderando equipos acostumbrados a
trabajar por objetivos. Ha desempeñando distintas funciones y responsa-
bilidades de gestión en compañías de los sectores de servicios/turismo y
gran consumo durante nueve años. Ha impartido sesiones formativas en
varias cursos (másters de producción audiovisual, y jornadas de MKT)
en: Universidad Rovira i Virgili de (Tarragona), Universidad Ramón Llull
(Barcelona) y Universidad Autónoma de Barcelona (Bellaterra).

Antón Álvarez SOUSA


Antón Álvarez Sousa es Catedrático de Sociología de la Universidad
de A Coruña (España). Licenciado en Filosofía y Ciencias da Educación,
Licenciado en Ciencia Política y Sociología, Licenciado en Comunicación
Audiovisual. Doctor por la Universidad Complutense de Madrid con una
tesis sobre la Demanda Turística. Primer Premio Nacional de Terminación
de Estudios. Primer Premio de Investigación al Área de Ciencias Jurídico-
Sociales de la Universidad Complutense. Preside del grupo de investiga-
ción sobre Turismo, Ocio y Deporte de la Federación Española de Socio-
logía. Responsable del grupo de investigación de la UDC sobre Turismo,
Ocio y Deporte. Ex-director del Servicio de Asesoramiento y Promoción
del Estudiante de la Universidad de A Coruña. Ex-Decano de la Facultad
de Sociología. Director del curso de Postgrado de la UDC sobre «Pla-
nificación y Desarrollo Local» Director de un equipo de investigación
que elaboró los Planes de Excelencia y de Dinamización del Turismo de
varis municipios y Comarcas de Galicia y de Asturias. Coordinador por
la Universidad de A Coruña del Postgrado-Máster Oficial en Dirección y
Planificación do Turismo. Publicó distintos libros y artículos sobre turis-
mo. Realizó estancias como investigador y como profesor de Master y de
Doctorado en distintas universidades de España, Europa, Estados Unidos,

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Iberoamérica. Organizó distintos congresos sobre turismo. Coordinó dis-
tintas publicaciones sobre turismo

Patricia GABALDÓN QUIÑÓNES


Doctora en Economía y Master en Gestión de Ocio. Sus líneas de in-
vestigación principales se han desarrollado alrededor del análisis del ocio
de los hogares españoles desde el punto de vista del consumo privado,
modelizando el comportamiento de los consumidores de bienes y activi-
dades de tiempo libre. En la misma línea, ha realizado numerosos análisis
sobre el gasto de las familias españolas y ha publicado diferentes artícu-
los en revistas nacionales e internacionales, y presentado en congresos y
conferencias, habiendo sido ya algunos de dichos trabajos premiados por
diferentes organismos.

Marina ABAD GALZACORTA


Licenciada en Historia por la Universidad de Deusto-San Sebastián
desde 1999 y Master en «Gestión Cultural: patrimonio, turismo y natura-
leza» (Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid) en el 2000. En
2003 obtuvo la certificación DEA en el Programa de Doctorado denomi-
nada «Las Ciencias Humanas en la Sociedad del Conocimiento» y actual-
mente trabaja en su tesis doctoral, centrada en los Modelos de Aceptación
de Tecnología aplicados al campo del Turismo. En 2002, comenzó a tra-
bajar como becaria de investigación en proyectos relacionados con las tec-
nologías aplicadas en campos asociados a la cultura, el ocio y el turismo.
Actualmente es miembro del equipo de investigación «eK+i. Cultura, De-
sarrollo e Innovación en Europa» en la F. de Humanidades (Universidad
de Deusto-Donostia) donde, trabaja en diferentes proyectos de investiga-
ción otorgados por instituciones y en colaboración con otros centros de
investigación, empresas o agencias de desarrollo locales. Ha participado
en congresos a nivel nacional e internacional, tales como ENTER, Turitec
o International Doctoral Colloquium in Tourism and Leisure entre otros, y
colaborado en diferentes publicaciones.

Aurkene ALZUA-SORZABAL
Doctora en Outdoor Recreation and International Tourism por la
Universidad estadounidense, PURDUE UNIVERSITY (1999). Su tesis
titulada «A Leisure Involvement Model for the Study of Historic Site-
Based Participation» es un estudio centrado en la aplicación de modelos
psicosociales en el campo del patrimonio cultural y el medio ambiente.
En el momento actual, es directora del centro de investigación cooperati-
va en turismo, CICtourGUNE. Así mismo es profesora de la Universidad
de Deusto y su ámbito de investigación se centra en ciencias del turismo,

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la cultura y el impacto de las tecnologías. En su trayectoria profesional ha
colaborado con organismos como la Canadian Tourism Commission (Ca-
nada); U.S.D.A. Forest Services (Departamento Federal de Agricultura de
EEUU: Servicios Forestales); Gobierno Vasco y Diputación Foral de Gi-
puzkoa. Ha publicado en revistas científicas internacionales y ha presenta-
do comunicaciones en conferencias internacionales. Actualmente, trabaja
directamente con instituciones y agencias de desarrollo locales y colabora
en proyectos de investigación otorgados por instituciones europeas y es-
tatales. Ha publicado en revistas científicas internacionales y presentado
comunicaciones en diversas conferencias internacionales.

Oriol SALLENT I BONAVENTURA


Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (INEF)
(1986-91). Actualmente, está cursando el Doctorado de Geografía Hu-
mana en la Universidad de Girona. Ámbito de estudio: Turismo, Deporte
y Desarrollo Territorial. Dirección en Deporte y Turismo: Co-Director
del Complejo de Apartamentos Turístico-Deportivo Sea Garden Hotel
and Village, de 1997 a 1999 . Dirección de cruceros: asistente y director
de Crucero (Festival Cruises) 1999-2000. Gestión Deportiva turística:
AGENDA GESTIÓ DEPORTIVA SL.-Banyoles (Gestión deportiva y
agencia de viajes receptiva) como gerente. 2001 a 2005. Proyecto de
ayuda al desarrollo eco-turístico en el Grupo Ecológico Sierra Gorda
(México–Querétaro) 2005 y otoño 2006. Docencia en Deporte y Turismo:
Participación en cursos de Licenciatura, Masteres y Postgrados. También
es profesor en la Universidad de Vic–Ciencias de la Actividad Física y el
Deporte. Posee además diversas publicaciones en relación al Deporte y
Turismo.

Arantza ARRUTI
Licenciada en Pedagogía por la Universidad de Deusto y profesora del
Departamento de Educación de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la
Educación de la misma universidad. Ha desarrollado labores de gestión de
programas educativos de carácter nacional e internacional desde su incor-
poración a la Universidad de Deusto, en 1993. En la actualidad, compa-
gina sus labores docentes como profesora de Didáctica General y Progra-
mación educativa con la coordinación de un programa de Emprendizaje e
innovación de la Fundación Deusto, denominado Ingenio. Asimismo, se
encuentra realizando su tesis doctoral en torno a la Educación ambiental
y de ocio en parques naturales protegidos, área de interés en la que lleva
trabajando durante la última década. En este tiempo, ha impartido clases
en la Universidad de Deusto sobre educación ambiental, ha participado en
investigaciones ha publicado artículos relacionados con esta materia.

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Eduardo AGUILAR GUTIÉRREZ
Licenciado en Pedagogía, Master en Dirección y Gestión de la Infor-
mación y el Conocimiento y Doctorando en Ocio y Potencial Humano
Coordinador de la Cátedra Ocio y Conocimiento del Instituto de Estudios
de Ocio. Imparte docencia en los Postgrados de Dirección de Proyectos
de Ocio y Organización de Congresos y Eventos y en el Graduado Uni-
versitario en Cultura y Solidaridad. Asimismo, es profesor-consultor de la
Diplomatura de Turismo de la UOC y forma parte del claustro del Curso
de Especialización en Gestión Turística Local y es profesor invitado del
Master en Gestión del Turismo Internacional. Especializado en la gestión
de la información y el conocimiento, sus líneas de investigación abarcan
desde la relación de las TIC con el mundo del ocio a las posibilidades que
la gestión del conocimiento y la información ofrece a los profesionales e
investigadores en ocio.

Aurora MADARIAGA ORTÚZAR


Licenciada en Psicología Clínica. Experto en Pedagogía Terapéutica.
Máster en Educación Especial y Doctoranda en Ocio y Potencial Huma-
no. Desde 1994 trabaja en la en el Área de Investigación de la Cátedra
Ocio y Discapacidad, y desde el 2004 es la Coordinadora de la Cátedra.
Apoya su actividad investigadora y docente en una amplia experiencia y
conocimiento de la discapacidad. Ha impartido cursos en instituciones y
entidades de ámbito nacional y autonómico sobre el binomio ocio y disca-
pacidad. Ha presentado ponencias y comunicaciones en Congresos y Jor-
nadas de carácter internacional, nacional y autonómico organizados por
diferentes entidades sobre el papel del ocio en la realidad de las personas
con discapacidad. Además de numerosos artículos publicados es coauto-
ra del libro: Protocolo de evaluación de las condiciones de Inclusión en
equipamientos de ocio (2002) y coeditora del libro Ocio para todos: Re-
flexiones y Experiencias. Actas del VI Congreso Mundial de Ocio (2002).
Responsable del área de accesibilidad e inclusión del Congreso Mundial
de Ocio WLRA (Bilbao, julio 2000) y del Congreso Europeo Ocio, In-
clusión y Discapacidad (Bilbao, julio 2003). Su tesis analiza los servicios
de ocio de las asociaciones de discapacidad en el Estado (depositada en
mayo de 2008).

Yolanda LÁZARO FERNÁNDEZ


Coordinadora de Programas de Formación Permanente del Instituto
de Estudios de Ocio desde el curso académico 2004-2005. Es Doctora en
Ocio y Potencial Humano, Licenciada en Psicología, y Máster en Gestión
de Ocio, especialidad Gestión Cultural. Como docente imparte la asigna-
tura Salud Integral en el Graduado Universitario en Cultura y Solidaridad

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y es la responsable del módulo de Producción en el Master en Dirección
de Proyectos de Ocio. Ha trabajado, entre 1994 y 2004, en las diferentes
áreas de la Cátedra Ocio y Discapacidad y es miembro del Equipo para
la Equiparación de Oportunidades en la Fiesta Bilbaína desde 1995. Es
coautora del libro El derecho al ocio de las personas con discapacidad,
editora del libro Ocio, Inclusión y Discapacidad y autora de diversos ar-
tículos sobre estas temáticas. Recientemente, se ha editado la obra Ocio y
Discapacidad en la normativa autonómica española de la cual es autora.
Ha impartido numerosos cursos, conferencias, ponencias y comunicacio-
nes relacionadas con el ocio y la discapacidad.

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La reflexión crítica y el análisis constructivo de las experiencias de ocio constituyen el
hilo conductor de este libro. En él se recogen los textos de las ponencias presentadas en
OcioGune 2007, así como algunas de las comunicaciones más representativas.
Constituye una invitación a la reflexión y al pensamiento en torno a cuestiones que, lejos
de ser vanas, comprometen el futuro de las personas en términos de felicidad, bienestar
y calidad de vida. Queda en nuestras manos, y en las de toda la ciudadanía, garantizar
que el ocio del futuro se desarrolle bajo las directrices de un ocio humanista.

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