Actividad 2 Documento Argumentativo
Actividad 2 Documento Argumentativo
Actividad 2 Documento Argumentativo
a) Transcribe las narraciones acerca de la resurrección, de al menos 6 citas bíblicas (de los evangelios
sinópticos, Hechos de los Apóstoles, que cita el documento) y
b) Justifica el porqué de tu testimonio en la Resurrección de: partiendo de la Sagrada Escritura, Jesús había
anunciado lo que iba a acontecer con él, pero también como al tercer día resucitaría. Los discípulos
encuentran el sepulcro vacío y los ángeles les revelan que ha resucitado. Luego se aparece a sus discípulos
para que den testimonio de que esta vivo. Lo cual hacen con valentía cuando reciben el Espíritu Santo y los
lleva incluso a entregar su vida. Aparte de mi experiencia de fe, el testimonio de los mártires, los milagros
eucarísticos y lo que el Señor sigue haciendo en su Iglesia, donde la medicina se ve limitada está la acción
de Dios, haciendo maravillas en cada uno de sus fieles. El Señor sigue actuando por lo menos dos veces
he estado al borde de la muerte y el Señor me ha permitido vivir. Hay un libro del padre Emiliano Tardif que
se llama “Jesús está vivo” donde se narra muchos de las maravillas que Dios realizó a través de este
sacerdote y lo sigue haciendo, porque cuando los médicos han dicho que no hay nada que hacer, el Señor
hace lo contrario. Hoy vivimos una situación difícil en nuestro país y necesitamos vivir como resucitados
para seguir construyendo el Reino de Dios.
Marcos 16:
El Sepulcro vacío. Mensaje del ángel
1. "Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a
embalsamarle. 2. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. 3. Se
decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» 4. Y levantando los ojos ven que
la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. 5. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado
en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. 6. Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis
a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. 7. Pero id a
decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.» 8. Ellas
salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada
a nadie porque tenían miedo...
La finalidad del relato no es contar el hecho de la resurrección de Jesús, que no se narra en todo el NT, sino
presentar uno de los momentos en que se proclama el misterio que ya ha sucedido. Comienza con una nueva
paradoja: las mujeres van al sepulcro con un proyecto caritativo, preocupadas por la piedra grande, y se
encuentran con lo inesperado, la proclamación de la resurrección. El kerygma pascual se conoce por revelación
de Dios y por la fe, no como consecuencia de la piedra removida ni del sepulcro vacío, que son hechos ambiguos
que, en este contexto, sólo subrayan el poder de Dios. El joven vestido de blanco es el enviado de Dios, y el
temor de las mujeres muestra la reacción humana ante la presencia de lo celestial: ambos elementos muestran
que el mensaje viene de Dios. Dios quiere revelar el misterio, por eso “no hay que temer” ante su revelación. El
kerygma se proclama con una fórmula antitética, como las que usa la comunidad primitiva: buscan al hombre
histórico Jesús de Nazaret, el Crucificado; pero ¡ha resucitado! y, por eso, no está aquí. Pueden ver el sitio
donde lo colocaron. Sigue el mandato de avisar a Pedro y a todos los demás discípulos que vayan a Galilea,
donde lo podrán “ver”. Galilea es un lugar geográfico-teológico: el lugar donde actuó y se reveló Jesús en la
debilidad durante su ministerio y el lugar donde continúa actuando eficazmente ahora, resucitado, pero también
en aparente debilidad. Los discípulos, que lo han abandonado, reciben una nueva invitación de seguir a Jesús.
Deben de “ir a Galilea” y “ver” allí al Resucitado para ser testigos, reanudar el estar-con-él y seguirle sin temor,
actualizando el seguimiento en la misión entre dificultades. Pero para ello deben aceptar el nuevo orden de
valores proclamado por Jesús con su muerte y resurrección. Las mujeres, llenas de espanto, no dicen nada. De
acuerdo con los mejores manuscritos, el relato de Marcos termina aquí con la información del silencio de las
mujeres, pero no hay acuerdo sobre el motivo. ¿No pudo terminar Marcos su relato? ¿Lo terminó con el relato
de una aparición en Galilea, de forma parecida a Mateo (véase Mt 28,16-20), pero se ha perdido el final?
¿Terminó así deliberadamente? Posiblemente Marcos deja conscientemente la obra incompleta, sin narrar
ninguna aparición final, a pesar de que conoce por la tradición que Jesús se apareció a Pedro y a los discípulos
y que a través de su testimonio les ha llegado la fe. Con ello invita al lector a completar el relato con su propia
experiencia personal de seguimiento a Jesús, superando el temor, yendo a Galilea, “viendo” a Jesús y dando
testimonio de él. Sólo así se puede conocer a Jesús-Evangelio, que es el objetivo de esta catequesis.
Apariciones de Jesús resucitado.
9. Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de
la que había echado siete demonios. 10. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que
estaban tristes y llorosos. 11. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. 12. Después de
esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. 13. Ellos volvieron a
comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. 14. Por último, estando a la mesa los once
discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a
quienes le habían visto resucitado. 15. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación. 16. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. 17. Estas son las señales
que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, 18.
agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y se pondrán bien.» 19. Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se
sentó a la diestra de Dios. 20. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y
confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban."
Otros manuscritos ofrecen un final breve: «Ellas refirieron brevemente a los compañeros de Pedro lo que se les
había anunciado. Luego, el mismo Jesús hizo que ellos llevaran, desde el oriente hasta el poniente, el mensaje
sagrado e incorruptible de la salvación eterna».
Uno de los manuscritos que dan el final largo intercala entre los vv. 14 y 15 este fragmento, llamado “logion de
Freer”: «Y éstos alegaron en su defensa: Este siglo de iniquidad y de incredulidad está bajo el dominio de Satán,
que no deja que los que están bajo el yugo de los espíritus impuros reciban la verdad y el poder de Dios;
manifiesta, pues, ya desde ahora tu justicia. Esto es lo que decían a Cristo y Cristo respondió: El término de los
años del poder de Satán se ha cumplido, pero otras cosas terribles se acercan. Y yo he sido entregado a la
muerte por los que pecaron, para que se conviertan a la verdad y no pequen más, a fin de que hereden la gloria
espiritual e incorruptible de justicia que esta en el cielo». Posiblemente se trata de una adición al final largo
hecha en el siglo II o III para suavizar la severa condena de 16,14». Este texto, conocido como el final largo,
falta en los manuscritos más importantes, como el Vaticano y el Sinaítico, por lo que la critica textual lo considera
un apéndice, añadido muy pronto al final problemático de Marcos, pues ya está atestiguado en el segundo tercio
del siglo II. Aunque no pertenece a Marcos, se considera canónico, es decir, perteneciente a la Sagrada
Escritura y, por ello, es un texto inspirado que contiene la palabra de Dios (Concilio de Trento, Decretum de
canonicis Scripturis, de 8 de abril de 1546; véase EB 60; 396; DV 11). En cuanto a su origen, no hay una
explicación clara aceptada por todos. Tiene paralelos en Jn 20,11-18 (aparición a María Magdalena), Lc 24,13-
35 (discípulo de Emaús), Lc 24,36-49; Jn 20,19-23; Mt 28,18-20 (comida y misión); Lc 24,50-53 (ascensión).
Según algunos autores, el apéndice depende y resume los relatos de Juan, Lucas y Mateo, pero según otros
es independiente y procede de una fuente común. En primer lugar, se alude a la aparición a María Magdalena,
de la que había arrojado siete demonios, es decir, la había librado de una difícil enfermedad física. A
continuación se alude a la aparición de los discípulos de Emaús; en tercer lugar, se recuerda la aparición a los
Once con el mandato misionero universal. Finalmente se narra brevemente la ascensión y se alude al comienzo
de la misión universal. Además del final largo, otros manuscritos del siglo IV, pero cuyo texto se remonta con
toda probabilidad al siglo II, presentan un final breve y otros el final largo y el breve.
Mateo 28
El sepulcro vacío. Mensaje del Ángel
1. "Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el
sepulcro. 2. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo
rodar la piedra y se sentó encima de ella. 3. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la
nieve. 4. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. 5. El Angel
se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; 6.no está
aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. 7. Y ahora id enseguida a decir a
sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." Ya os lo
he dicho.» 8. Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus
discípulos.
La proclamación de la resurrección consta de cuatro relatos: proclamación del hecho por parte un ángel;
aparición de Jesús a un grupo de mujeres; la incredulidad de Israel como consecuencia negativa; y la misión
universal como consecuencia positiva. Mateo está más interesado en las consecuencias de la resurrección que
en el mismo misterio. Pasado el sábado (y no «en la tarde del sábado», como traduce la Vulgata), que es día
de descanso, al alborear el primer día de la semana, que corresponde a nuestro domingo o «Día del Señor»
(llamado así en memoria de la Resurrección, ver Ap 1,10; Hch 20,7; 1 Cor 16,2), María Magdalena y la otra
María, es decir, María la de Santiago (ver Mt 27,56.61; Mc 16,1; Lc 24,10) fueron a «ver el sepulcro» y no a
ungir el cuerpo de Jesús, como en Mc y Lc, pues el sepulcro está sellado y vigilado por soldados. En esto tiene
lugar un terremoto, que en el lenguaje apocalíptico judío es signo de la presencia divina (ver Mt 27,51) y cuyo
sentido se explica a continuación: ha bajado del cielo un ángel de Dios, que hace rodar la piedra que cerraba la
entrada del sepulcro y se sienta sobre ella, ¡no para que salga el Señor Resucitado!, sino para que se
compruebe que está vacío y se confirme así el mensaje que va a proclamar. Entonces tiene lugar la revelación
divina del hecho de la resurrección, que ya ha acaecido. El mensaje tiene dos partes: resucitó el Crucificado,
no está en el sepulcro; decid a los discípulos que vayan a Galilea, donde lo verán. Todo ello de acuerdo con lo
anunciado por Jesús. El sepulcro vacío es un hecho ambiguo. La revelación divina es la que da el verdadero
sentido. El motivo de los guardias atemorizados está tomado de la etiología anterior (27,62-66); no son
beneficiarios del «no temáis» que se dice a las mujeres (28,4).
Aparición a las santas mujeres
9. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus
pies y le adoraron. 10. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea;
allí me verán.»
Mientras las mujeres van a anunciar el mensaje a los discípulos, Jesús les sale al encuentro, con el
mismo mensaje. Esta repetición del mensaje subraya la importancia de la aparición final de Galilea. El saludo
«Salve», literalmente “alegraos”, alude a So 3,14-17: Alégrate, no temas, Yahvé está en medio de ti (el
Resucitado). Si bien los cuatro evangelistas están de acuerdo al referir la aparición inicial del ángel (o de los
ángeles) a las mujeres (Mt 28,5-7; Mc 16,5-7; Lc 24,4-7; Jn 20,13), difieren en lo tocante a las apariciones del
mismo Jesús. Prescindiendo de Marcos, cuya brusca conclusión (Mc 16,8) plantea un problema especial y cuyo
apéndice final (16,9-20) recapitula los datos de los demás evangelios, se observa en todos ellos una distinción
literaria y doctrinal subrayada entre varias apariciones privadas y una colectivas. Las privadas sirven para
convencer de la resurrección: a María Magdalena, sola (Jn 20,14-17; ver Mc 16,9) o acompañada (Mt 28,9-10);
a los discípulos de Emaús (Lc 24,13-32; ver Mc 16,12); a Simón (Lc 24,34); a Tomás (Jn 20,26-29). La aparición
colectiva incluye una misión apostólica (Mt 28,16-20; Lc 24,36-49; Jn 20,19-23; ver Mc 16,14-18). Se advierten,
por otra parte, tres tradiciones en la localización: en Galilea solamente (Mc 16,7); en Judea solamente (Lc 24 y
Jn 20); en Judea y Galilea (Mt; ver Jn 21, que es un apéndice). El credo antiguo que cita Pablo en 1 Co 15,3-7)
enumera cinco apariciones (a las que se añade la del mismo Pablo), que no son fáciles de armonizar con los
relatos evangélicos; menciona en particular una aparición a Santiago, que también la refiere el apócrifo
Evangelio a los Hebreos. Se advierte en todo ello tradiciones diferentes, debidas a grupos diversos, que resulta
difícil precisar. Pero sus mismas divergencias atestiguan, mejor que una uniformidad artificialmente elaborada,
el carácter antiguo e histórico de estas múltiples manifestaciones de Cristo resucitado.
Soborno de los soldados
11. Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que
había pasado. 12. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a
los soldados, 13.advirtiéndoles: «Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros
dormíamos." 14. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos
complicaciones.» 15. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa
versión entre los judíos, hasta el día de hoy.
El soborno de los soldados es continuación de la etiología de 27,62-66; 28,4 y tiene como finalidad
reflejar la incredulidad de la mayor parte de los judíos «hasta el día de hoy», en que escribe Mateo. La versión
de los hechos que proponen sumos sacerdotes y ancianos contiene incoherencias que la hacen inverosímil:
¿Cómo vieron robar el cadáver a los discípulos si estaban dormidos? ¿Por qué no lo impidieron?
Aparición en Galilea y misión universal
16. Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. 17. Y al verle
le adoraron; algunos sin embargo dudaron. 18. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra. 19. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20.y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»"
Esta escena es importante y por ello ha sido preparada por un anuncio de Jesús en la Última Cena
(27,31-32) y por los mandatos del ángel y del mismo Jesús en las apariciones que se acaban de narrar (28,7.10).
La aparición de Jesús se desarrolla en un contexto de libertad (unos adoran, otros dudan). Con estas dudas
Mateo alude aquí a relatos que no ha incluido en su obra (véase Mc 16,11.14; Lc 24,11.41; Jn 20,24-29). Jesús
declara que ha recibido del Padre la plenitud del poder salvador. “Por ello” envía a los Once en misión para
hacer efectivo este poder en todos los hombres sin distinción de raza ni condición: «a todas las gentes». El
modo concreto será hacerlos «discípulos», que comparten la vida y las enseñanzas de Jesús. Para ello deberán
bautizar, es decir, incorporar al Padre, Hijo y Espíritu Santo. El grupo que comparte la vida trinitaria deberá vivir
de acuerdo con esta vida, según enseñó Jesús. Finalmente para hacer posible este mandato Jesús resucitado
estará dinámicamente presente en la Iglesia, como “Emmanuel”, hasta el final de la historia. El relato termina
así por inclusión: comenzó diciendo que al Niño le impondrán el nombre de Emmanuel, que significa «Dios con
nosotros» (1,23), y termina con la declaración de Jesús en que promete estar siempre con su comunidad. La
fórmula bautismal «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» puede provenir del uso litúrgico
concreto, que tiene lugar en las comunidades a las que escribe Mateo. Hechos de los Apóstoles habla del
bautismo «en el nombre de Jesús», es decir, mientras se invoca a Jesús como Señor; más tarde se habría
hecho explícita la vinculación del bautizado con las tres personas de la Trinidad. Sea lo que fuere de estas
variaciones posibles, la realidad profunda sigue siendo la misma. El bautismo vincula con la persona de Jesús
Salvador (ver Rm 6,3-11) y por él con el Padre y el Espíritu.
LUCAS 24
El sepulcro vacío. Mensaje de los ángeles.
1. "El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado.
2. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, 3.y entraron, pero no hallaron el cuerpo del
Señor Jesús. 4. No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos
resplandecientes. 5. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los
muertos al que está vivo? 6. No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en
Galilea, diciendo: 7. "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea
crucificado, y al tercer día resucite. "» 8. Y ellas recordaron sus palabras. 9. Regresando del sepulcro,
anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. 10. Las que decían estas cosas a los apóstoles
eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. 11. Pero todas estas
palabras les parecían como desatinos y no les creían. 12. Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero
sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.
Partimos de los textos tal como nos han llegado. Para darnos cuenta de las aportaciones de Lc a un
posible esquema básico, sigo los apartados en que los he distribuido.
1. Día y hora. Hay coincidencia en la hora de la visita y en los detalles: ha transcurrido el sábado; es el amanecer
del primer día de la semana. 2. Personas. Todas son mujeres. Los tres evangelistas nombran en primer lugar a
María Magdalena. Mt y Lc introducen pequeñas diferencias en el grupo. Lc lo amplía con la mención de Juana
y las demás que estaban con ellas, aunque el dato de los nombres lo ha desplazado a 24,10, como si fuera un
olvido corregido al final de esta parte del relato. 3. Objetivo. En Mc consiste en “embalsamar el cadáver”,
solamente; en Lc es ampliado con la referencia a otras acciones del embalsamamiento: «llevando los aromas
que habían preparado», noticia anticipada en 23,56. 4. El diálogo de las mujeres expresa en Mc una
preocupación lógica en unas mujeres que pretenden llegar al cadáver sepultado. Lc lo ha suprimido. 5. En el
sepulcro. Mc describe la escena con abundantes detalles de un contexto apocalíptico. Mt lo ha transformado en
una teofanía. Lc ha suprimido todos estos elementos apocalípticos y teofánicos y ha introducido dos
modificaciones: el joven que está dentro de la cueva se transforma ahora en «dos hombres» con vestidos
resplandecientes; y las mujeres, al entrar en el sepulcro, «no hallaron el cuerpo del Señor Jesús». 6. Reacción
de las mujeres. Según Mc, «se asustaron». Lc redondea el “susto” de las mujeres con una deliberación y un
gesto de reverencia o respeto ante los dos hombres: «no sabían qué pensar... inclinaron el rostro a tierra». 7.
Mensaje. Lc, siguiendo el texto de Mc, ha puesto en boca de estos personajes, presentes en el sepulcro, un
mensaje. Desglosándolo, descubrimos en él dos afirmaciones: «No está aquí… ha resucitado». Les precede
una reconvención que los dos hombres hacen a las mujeres: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está
vivo?». Si comparamos este relato con los textos de Hechos en los que se afirma la resurrección de Jesús con
fórmulas kerigmáticas (véase Hch 2,24.32.36; etc.), vemos que la formulación kerigmática ha avanzado. Ahora
el sujeto es Jesús, es él quien resucita; ya no es Dios (el Padre) el sujeto gramatical de esta acción. Hay aquí
una mayor profundización en la persona de Jesús, en su divinidad: él es quien resucita. Jesús es dueño de su
acción, de ahí que su resurrección se interprete a partir de este momento como la prueba de su divinidad. La
fórmula kerigmática breve «ha resucitado» es completada en Lc con una nueva afirmación: «No está aquí»,
precedida, como hemos visto, de una especie de reprensión interrogativa: «¿Por qué buscáis entre los muertos
al que está vivo?». 8. Reacción de las mujeres. Mc termina la escena anotando el miedo, el temor y el silencio
de las mujeres. Mt ha alterado el final. Lc suprime el miedo de las mujeres y da al relato un final más pacífico y
más en consonancia con el marco de una catequesis en que ha situado estas noticias: recuerdo de las palabras
de Jesús que anunciaban su resurrección y, al mismo tiempo, comunicación de todas estas cosas a la
comunidad: los Once y todos los demás.
Juan 20-21
1. "El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro,
y ve la piedra quitada del sepulcro. 2. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien
Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» 3. Salieron
Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió
por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero
no entró. 6. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7.y el
sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. 8. Entonces entró también
el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9.pues hasta entonces no habían
comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. 10. Los discípulos, entonces,
volvieron a casa. 11. Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el
sepulcro, 12. y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera
y otro a los pies. 13. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi
Señor, y no sé dónde le han puesto.» 14. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era
Jesús. 15. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del
huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» 16. Jesús le dice:
«María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. 17. Dícele Jesús: «No
me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y
vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» 18. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al
Señor y que había dicho estas palabras. 19. Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando
cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús
en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» 20. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron de ver al Señor. 21. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me
envió, también yo os envío.» 22. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23. A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» 24. Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor.» 25. Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi
dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» 26. Ocho días después, estaban
otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y
dijo: «La paz con vosotros.» 27. Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» 28. Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» 29.
Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» 30. Jesús realizó
en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31. Estas han sido
escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre."
1. "Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó
de esta manera. 2. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea,
los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos:
«También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. 4.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5. Díceles Jesús:
«Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.» 6. El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca
y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. 7. El discípulo a quien
Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al
mar. 8. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho
de tierra, sino unos doscientos codos. 9. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre
ellas y pan. 10. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» 11. Subió Simón Pedro y
sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
12. Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?»,
sabiendo que era el Señor. 13. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. 14. Esta
fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. 15.
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice
él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» 16. Vuelve a decirle por
segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús:
«Apacienta mis ovejas.» 17. Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de
que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.»
Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. 18. «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías,
e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde
tú no quieras.» 19. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme.» 20. Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además
durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
21. Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» 22. Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta
que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» 23. Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo
no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo
venga.» 24. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que
su testimonio es verdadero. 25. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una,
pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran."
20 Con la muerte de Jesús el ciclo revelador anterior había quedado consumado. En efecto, Cristo entregó
el Espíritu después de haber dicho «Todo está cumplido» (19,30). Juan, hablando de ese día de la muerte de
Cristo, dirá: «Era grande aquel sábado» (19,31). Curiosamente, en griego, sábado y semana se pueden decir
con el mismo vocablo. Así, las primeras palabras de 20,1 que hemos traducido por «el primer día de la semana»,
se podían también traducir por «el uno de los sábados». No sabemos si, teniendo en cuenta esto, el evangelista
ha querido hacer algún paralelismo: el sábado que siguió a la muerte del Señor fue “muy solemne”, y el día de
la resurrección fue “¿el uno (el principal) de los sábados?”
En lo referente a la ida al sepulcro, se nota alguna diferencia expresa entre Juan y Marcos. Éste dice «muy de
madrugada… a la salida del sol» (16,1). El dato de la oscuridad o tinieblas es exclusivo de Juan. Si tenemos en
cuenta que las tinieblas en este autor siempre están en relación con la carencia de Cristo (3,19; 6,17; 12,35),
hay que admitir en ellas un contenido teológico: María todavía no ha llegado a la fe. No sabemos si también ha
querido determinar que, cuando fueron las mujeres al sepulcro, aún no había amanecido. Pero es seguro que
esa afirmación no puede pasar inadvertida teológicamente: «Una visita al sepulcro cuando todavía es de noche,
resulta inverosímil. Ahora bien, ¿dónde estaría el simbolismo? No en Jesús, que ya ha resucitado, sino más
bien en los hombres, en quienes todavía no ha brotado la fe en su resurrección» (R. Schnackenburg). Esa
oscuridad está en el alma de la Magdalena, que va a buscar a un muerto. Tiene afecto por Jesús, pero todavía
carece de fe; va a buscar al vivo, pensando que está muerto.
A continuación se nos dice que salieron Pedro y el otro discípulo. El texto griego no dice “salieron”, sino “salió”.
Este verbo, en singular, nos advierte que la decisión de salir fue de Pedro, a quien acompañó el otro discípulo.
Son los discípulos más representativos. En el cap. 21 se nos explicará el sentido de cada uno. Los dos
emprenden una carrera hacia el sepulcro. Esto indica que el amor por Jesús es total en ambos. Pero el discípulo
que Jesús amaba corre más deprisa y llega antes. Quizás tengamos aquí un simbolismo. ¿Se trata de una
carrera material o teológica? ¿No será que llega antes a Jesús aquel que más le ama? Pedro quizás represente
la autoridad: la que decide, pero la experiencia puede venir por otro lado. ¿La carrera hacia el sepulcro no será
un proceso de fe y de amor? El discípulo que amaba Jesús y que llega antes observa los lienzos extendidos,
empapados en los aromas. Sin duda, piensa que aquello es un lecho preparado. Pero, como consta por el
versículo siguiente, no entra por esperar a Pedro. Esto indica que Pedro tiene una cierta autoridad sobre ese
discípulo. Llega Pedro y contempla los lienzos extendidos, y ve algo más. Pero antes de explicar el objeto de
su visión, quiero fijarme en la palabra “siguiéndole”. Históricamente hablando, este gerundio refleja el hecho de
que Pedro va detrás del discípulo amado hacia el sepulcro. Pero este verbo es el que usa Juan para hablar del
seguimiento teológico. ¿Pedro, que ha negado a Jesús, tiene ahora que seguir al discípulo que permaneció fiel,
y que en este momento hace las veces de Jesús? «En Juan, ‘seguir’ es el término que designa la condición del
discípulo» (R.E. Brown). Pero Pedro ve además que el símbolo de la muerte, el sudario, está separado del
símbolo de las bodas, las sábanas. El v. 7 ofrece no pocas dificultades de traducción. Juan dice que le pusieron
el sudario sobre su cabeza. De Lázaro dirá, en cambio, que tenía la cara cubierta. Ordinariamente se traduce:
«y el sudario plegado en un lugar aparte». Pero en Juan la preposición “en” (eis) siempre tiene sentido dinámico.
No se puede traducir por “en”, sino por “hacia”: “envuelto hacia un lugar”. Algunos, afinando aún más desde la
filología, traducen “envolviendo un lugar”. Posiblemente estamos ante un gran simbolismo. Curiosamente, Juan
en alguna ocasión denomina al templo de Jerusalén “el lugar” (4,20; 5,13; 11,48). Mi opinión es que Juan quiere
decir que el sudario, símbolo de la muerte, esta envuelto hacia el templo. La muerte, de la que es símbolo el
sudario, amenaza al templo. En tiempo de Juan el templo, destruido con sus moradores dentro y después
arrasado, era un cementerio. El sepulcro de Jesús se había convertido en un lecho, y el templo, en un sepulcro.
Se dice del discípulo amado que creyó, cosa que no se afirma de Pedro. Mi opinión es que Pedro creyó primero
y después el discípulo amado creyó también. Si seguimos en la idea de que estos dos discípulos son
representativos, observamos que el carismático llega primero (Discípulo Amado), pero necesita la confirmación
de la autoridad (Pedro). El hecho de que hasta entonces no habían comprendido las Escrituras, quiere decir
que ahora perciben su sentido. De ahí que es necesario admitir que los dos discípulos llegaron a la fe. No está
claro a qué texto de la Escritura se refiere el evangelista. Se han propuesto varios: 1 R 15,4; Sal 16,10; e Is
26,19-21.
Que la Magdalena no ha llegado a la alegría pascual se deduce porque el evangelista la presenta dos veces
llorando: «No se trata de las lamentaciones acostumbradas entre las mujeres de la familia o sus amigas por un
difunto; María llora más bien porque creía que el cuerpo de Jesús había sido robado» (R.E. Brown). Esto indica
que no ha alcanzado la fe en Jesús, y al mismo tiempo el gran afecto que siente por él. Ese amor es tan fuerte
que se inclina a mirar al sepulcro, sabiendo que no está allí, pues está convencida de que ha sido sustraído. La
presencia de los dos ángeles, que salen al encuentro de la mujer, aparentemente no significa gran cosa en el
relato, porque se limitan a preguntar. Cumplen la función de ser testigos de todo cuanto allí va a suceder y
conexionar la resurrección narrada por Juan con la sinóptica, que también habla de presencia de ángeles o
testigos especiales: Mc 16,5 habla de un joven vestido con una túnica blanca, Mt 28,2-3 de un ángel, y Lc 24,4
de dos hombres con vestido refulgente. Parece que cumplen la función de testigos, porque uno se halla a la
cabecera de Jesús y otro a los pies. El paralelismo con el Cantar es posible: «Me encontraron los guardias que
hacen ronda en la ciudad; ¿habéis visto al amor de mi alma?» (Ct 3,3). Aquí son ellos quienes interrogan; allí
es ella.
Antes Jesús se aparece en un jardín. Se presentaba como esposo de la nueva comunidad, que había nacido
en la cruz. Ahora lo hace en un espacio cerrado, que recuerda el momento de la última Cena. Es la comunidad
como tal. Jesús, puesto en medio, les ofrece por dos veces la paz, la paz mesiánica que comprende todos los
dones del Resucitado. La tercera vez lo hará en otro momento comunitario, en el famoso episodio de Tomás
(20,26). Por tanto, en todo este pasaje se da una estrecha unidad. Sólo al final (20,24-29), la comunidad estará
completa. Jesús les muestra a los discípulos las manos y el costado, signos de su pasión. El Resucitado está
configurado por el crucificado. Cruz y resurrección irán ya siempre juntas. Los discípulos, ante estos gestos de
Jesús, sienten la alegría pascual. Y Jesús les envía al mundo como él fue enviado por el Padre (cf. 17,18). Uno
de los títulos claves de Jesús en el evangelio de Juan es el de Enviado (17,3; 3,34; 4,34; 13,16; 15,21 etc).
Ahora reciben ellos este mismo don como algo que les caracteriza. Esta misión al mundo nos recuerda el final
del cap. 14, cuando ellos querían permanecer en el cenáculo, y Jesús les urge: «Levantaos, vámonos de aquí».
La misión no puede llevarse a cabo sin la asistencia del Espíritu Santo, que es quien introducirá en ellos el
Cristo glorioso. Por eso insufla sobre ellos, es decir, les da el Espíritu. Esta expresión, cotejada con otros pasajes
similares, nos habla de transmisión de la vida (Gn 2,7; 1 R 17,21; Ez 37,9; Sb 15,11). El paralelismo más
próximo, sin duda, es Gn 2,7, en el que el hombre, después de insuflar Dios en su rostro, comienza a ser espíritu
viviente, o sea, hombre. El evangelio de Juan nos narra así el nacimiento de la nueva humanidad por el Espíritu
Santo infundido.
Se tiene la sensación de que aquí concluiría el evangelio. Pero enseguida veremos que el cap. 21 no puede ser
considerado solamente como un gran epílogo. Si no se hubiera compuesto, muchas cosas resultarían de difícil
interpretación, e incluso existirían en el escrito algunos vacíos serios. Las opiniones sobre la relación de ambos
capítulos son muy numerosas y diferentes. En el estado actual, es decir, tal como nosotros tenemos el texto,
ésta es una conclusión a la sección en que sólo actúa Jesucristo. En el cap. 21 aparece también resaltada la
labor de los discípulos; de tal modo que algunos especialistas no han dudado en denominarlo “los Hechos de
los Apóstoles del evangelio de Juan”. En su conclusión se da razón de quién lo ha escrito y cómo ha surgido el
libro entero.
21 Con la fórmula griega meta tauta («Después de esto»), el evangelista separa esta narración de las
precedentes. Es algo que sucede después. La manifestación de Jesús resucitado, a la que va a hacer alusión,
tiene el mismo carácter entitativo, pero no forma unidad temporal con las precedentes. Será la manifestación
del Resucitado en un acto misional de la comunidad. La pesca no es un dato histórico, sino una narración
figurada. No se trata de pesca de peces, sino de hombres. Tiene carácter universal. Así nos lo dan a entender
las diversas figuras que se barajan. «Este pasaje es rico en alusiones y en símbolos. En primer lugar el mar
adonde van a pescar los discípulos: es el lugar de la peripecia humana; simboliza el momento de la prueba y
de la dificultad… Pedro es el primero del grupo en ser nombrado y después de él los demás. Su función en la
comunidad eclesial está ya insinuada en cierto sentido. Su número de siete tiene también su significado; lo
mismo que el número de ‘doce’ indica la totalidad de Israel, el ‘siete’ es la cifra simbólica de la universalidad…
Se subraya el momento de crisis con la alusión a la noche, que no es sólo un hecho cronológico, sino simbólico
de la ausencia del Señor» (G. Zevini).
Pasaje típicamente joaneo, en el que el ministerio otorgado a Pedro se pone en estrecha relación con el
discípulo amado. La comprensión de la perícopa sólo se logra confrontándola con 20,1-10, donde se describe
la ida al sepulcro de estos dos discípulos. Cuando Jesús interroga a Pedro sobre su amor hacia él, las dos
primeras veces utiliza el verbo agapaô y la tercera phileô. En cambio, Pedro en las tres ocasiones responde
con phileô. Los autores desde la antigüedad discuten si los diversos verbos significan otros tantos matices o
son meramente sinónimos. En el NT el verbo agapaô significa el amor de caridad, el amor con que Dios nos
ama; se inscribe en el orden de la gracia. Es esencialmente el amor cristiano; el de Cristo, hasta la muerte y
muerte de cruz por nosotros, y el que nos exige a nosotros. El otro verbo significa el amor de amistad. Si así
fuera, el pasaje habría que interpretarlo de la siguiente manera: Jesús le pregunta a Pedro si le ama con ese
amor de gracia, y Pedro no se atreve a confesarle su amor con ese mismo verbo; lo hace con otro, phileô, que
significa amistad: “Tú sabes que soy tu amigo”. La tercera vez Jesús le interroga con el verbo que acaba de
usar Pedro: “¿eres mi amigo?”. Pedro se entristece, pero le vuelve a responder con el mismo verbo. Porque
Pedro es su amigo, Jesús le va a confiar el cuidado de su rebaño: hacer el oficio de Buen Pastor. Y de nuevo
nos vamos a encontrar con dos verbos diferentes: boskô, alimentar, dar vida, y poimainô, dirigir, gobernar.
Algunos autores piensan que estos verbos son sinónimos. Lo más probable es que Juan haya querido señalar
con ellos esa doble función. Jesús no quiere que le pase inadvertido a Pedro que su amistad con él y la
vinculación que va a surgir del nuevo cargo, le van a obligar a seguir su mismo camino hasta la cruz. La vida
futura de Pedro se va a orientar en esa dirección. La palabra “ceñir”, que usó Jesús en el lavatorio de los pies
como expresión de su entrega total, aparecerá ahora en el cap. 21 dos veces, como allí. Esto quiere decir que
Pedro va a ser ceñido como Jesús. Parece seguro que con esas palabras el evangelista habla de la muerte de
Pedro en cruz, como su amigo.
Ya hemos hecho notar cómo al escritor joánico le cuesta terminar el libro. Esto se puede ver en el procedimiento
que sigue al finalizar algunas de las partes del mismo (12,37-43; 20,30-31; 21,24-25). Esta conclusión, sin
embargo, tiene un carácter diferente de las otras. Aquí se quiere de alguna manera justificar el escrito, dar razón
de su autoridad. Un grupo de personas habla y se hace responsable al menos de la conclusión. Ya veremos
que quizás no sean varios los redactores, sino uno, pues al final habla uno solo (“pienso”). Quizás, pues, es un
redactor final el que escribe, pero habla en nombre de la comunidad. Por tanto, según esta conclusión, incluido
el cap. 21, sería escrito por el famoso discípulo. Pero, en el fondo, podemos observar, a través de estas
pequeñas rendijas que nos deja el texto, que el evangelio de Juan ha tenido sus fases de composición, pero
siempre dentro de un mismo pensamiento. Los diversos redactores han tenido sumo cuidado en armonizar las
nuevas aportaciones con el resto del evangelio. Por eso es tarea imposible pretender ahora individuar los
estratos.
En algunos momentos del evangelio ya nos hemos encontrado con esos plurales (1,14.16), que indudablemente
remiten a la comunidad joánica. Téngase en cuenta que el concepto de autor de un libro en la antigüedad era
muy complejo. El escrito joánico remite a un famoso personaje cercano a Jesús. Posiblemente ahí se halla el
origen de la escuela, que ha dado lugar al evangelio actual, fruto primero de tradiciones y después de
redacciones, hasta llegar al último, a ése que pone la conclusión, y que primero se mete en medio de la
comunidad: «Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero» (21,24); pero que en seguida recobra su
individualidad: «Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, “pienso”…»
(21,25). Ese “pienso” trasluce el único “yo” con autoridad, distinto de Jesús, que existe en el cuarto evangelio.
HECHOS 1,1-11.
PRÓLOGO
1. "El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio 2. hasta el día en
que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue
llevado al cielo. 3. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que
vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. 4. Mientras
estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa
del Padre, «que oísteis de mí: 5.Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu
Santo dentro de pocos días».
La Ascensión
6. Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino
de Israel?» 7. El les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre
con su autoridad, 8.sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» 9. Y dicho esto, fue levantado
en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. 10. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se
iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco 11. que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando
al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.»"
1,1-2 Prólogo. Dirigiéndose al mismo Teófilo a quien había dedicado el evangelio, Lucas relaciona este libro
con el anterior por la alusión a Jesús y su actividad de palabra y acción. Hay un recuerdo del Jesús prepascual,
desde el principio, pero al lado de esto -y en ello consiste la unión de los dos libros- una mención de los apóstoles
escogidos por él antes de su muerte, pero instruidos después bajo el impulso del Espíritu. Así hallamos a los
protagonistas del libro, Espíritu y apóstoles, en el mismo prólogo, vinculados los dos con Jesús. La rápida frase
sobre la ascensión abre el paso a cuanto sigue.
1,3-8 Despedida de Jesús. Lucas quiere mostrar la continuidad entre todo lo que él va a narrar en este segundo
libro y la actividad de Jesús. Teniendo presente esta clara intención, no podemos atribuir una gran historicidad
en esta narración. Y no sólo por esa intención. Lucas mismo dice cosas distintas aquí de las que dice en su
evangelio, lo que indica que no le importa tanto la historia. En efecto, la mención de los cuarenta días falta en
el final de su evangelio, así como las muchas y evidentes pruebas de que estaba vivo. Las escasas apariciones
del evangelio lucano no se pueden considerar tales pruebas (véase Lc 24). Por otra parte el número de
"cuarenta" no se puede tomar literalmente. Aquí, como en el resto de las cifras bíblicas, el sentido es muy
distinto del indicado con el mero número. Jesús glorioso no está en el tiempo y espacio normales, donde
únicamente tiene sentido hablar de días definidos. Además los problemas dogmáticos que plantearía tomar al
pie de la letra ese dato son enormes y aconsejan no hacerlo así, sobre todo cuando sabemos que una lectura
simbólica corresponde más al modo de escribir bíblico en general y lucano en particular. El sentido de la cifra
es que las experiencias del resucitado tienen una cierta duración después de la pascua y luego acaban. El resto
de la narración (Hch 1,4-8) es un subrayado inicial de la recepción del Espíritu y del testimonio sobre Jesús que
van a dar los apóstoles, como resultado de la manifestación del Cristo glorioso. Tenemos resumida aquí la
experiencia misionera de la comunidad de Lucas: el Espíritu viene por la promesa de Jesús y da fuerza para
ser testigo suyo en todo el mundo. Aquí se abre el horizonte total de Hechos: de Jerusalén hasta el confín de la
tierra, tomando a Roma como símbolo de ello (véase Hch 28,14ss). En realidad se trata de un programa de
todo el libro puesto en boca del Jesús resucitado. El autor quiere mostrar con su obra que el testimonio y la
predicación de la Iglesia están entroncados en Jesús mismo e impulsados por el Espíritu. Este Espíritu supera,
además, toda la incomprensión y resistencia humana, representada en la absurda pregunta de los discípulos
(Hch 1,6) sobre la restauración del reino de Israel. El Espíritu no está subordinado a lo humano. Los hombres
serán su vehículo; el testimonio apostólico hará que el evangelio de la salvación se extienda. Pero lo humano
no es suficiente, aunque sea imprescindible.
1,9-11 Ascensión. Evidentemente este pasaje necesita ser interpretado para que su mensaje aparezca con
claridad. Aparte de otras dificultades (no podemos pensar en Jesús como en un cohete espacial; el cielo no
está "arriba", etc.), también vale aquí la consideración anterior de que el resucitado no está en nuestro tiempo
ni espacio. El significado principal de la ascensión es expresar que la exaltación de Jesús es total y llega a
dimensiones supraterrenas. Es la culminación de la resurrección, tanto en lo literario como en lo teológico. Por
eso el evangelio de Lucas, el único que habla de la ascensión (Lc 24,50-51), la presenta inmediatamente
después de la misma resurrección, tal como se indicaba al comienzo de Hechos. En la versión de este libro se
da la separación simbólica de los cuarenta días, pero el sentido es el mismo. En este relato llegan a su culmen
las continuas "ascensiones" de que ha ido hablando Lucas en su evangelio: de Galilea a Je-rusalén y de
Jerusalén al cielo. Señala el triunfo total de Jesucristo y la consiguiente salvación, aunque este último aspecto
está menos explicitado en Hechos. Un significado particular de la narración de la ascensión y consecuente
desaparición de Jesús es que a partir de un cierto momento los mismos apóstoles, los Doce y los demás testigos
de la resurrección ya no tienen vivencias del resucitado -con alguna excepción como la de Saulo- y pasan a ser
unos cristianos parecidos a los que hemos venido después. Ya no está Jesús con ellos. No sólo no lo está como
antes de pascua, sino como estuvo después de ella algún tiempo. La aparición de los varones celestes -también
simbólica obviamente- con su suave reproche, orienta una vez más el sentido de esta introducción hacia el
futuro que culminará en la parusía de Jesucristo, al final del tiempo. Los testigos no se han de quedar en el
recuerdo o añoranza, aunque esta actitud sea explicable, sino que han de pasar a la misión y al testimonio, a
la comunidad que va a venir a continuación, con la esperanza en esa segunda y definitiva venida del Señor
Jesús. El sentido principal de la ascensión no es que veamos a Cristo exaltado, aislado de su comunidad, ni
que admiremos su elevación. La intención de este relato es, más bien, invitarnos a seguir el camino de Jesús,
mirando hacia el futuro, entregados a la difusión de su mensaje, de la salvación que él mismo es.
HECHOS 1,15-26.
Sustitución de Judas
15. "Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos - el número de los reunidos era de
unos ciento veinte - y les dijo: 16. «Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu
Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús.
17. Porque él era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio. 18. Este, pues, compró un campo
con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas.
- 19. Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua
Haqueldamá, es decir: "Campo de Sangre" - 20. Pues en el libro de los Salmos está escrito: Quede su majada
desierta, y no haya quien habite en ella. Y también: Que otro reciba su cargo. 21. «Conviene, pues, que de entre
los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, 22. a partir
del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de
su resurrección.» 23. Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. 24.
Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has
elegido, 25. para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le
correspondía.» 26. Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce
apóstoles."
Los rasgos de la vida eclesial en este breve compás de espera -unión de sentimientos y asiduidad en la oración-
coinciden con los que caracterizarán esa misma vida después de la venida del Espíritu, y se prolongarán
ulteriormente en las comunidades paulinas. Sin duda, Lucas narra la vida de la comunidad primitiva con la
intención de presentar un ideal y un ejemplo para la vida de la Iglesia posterior, sin distinción de tiempo o
espacio. Aparecen los Once como núcleo de esta comunidad, pero Lucas destaca, según su costumbre, la
presencia de mujeres en ella, mencionando expresamente a María, la madre de Jesús. Es, pues, una comunidad
mixta. Lo cual no era tan obvio en un ambiente judío. Resultaba chocante señalar inmediatamente después de
los Once y aun antes de los hermanos de Jesús la realidad de lo femenino en la comunidad cristiana, pues las
mujeres no formaban parte de la sinagoga judía. Lucas, sin embargo, aquí y en otros sitios, hace notar esa
presencia no sólo porque fuera así, sino para enseñanza de sus lectores. La elección de Matías (Hch 1,15-26)
tiene como objeto completar el número de los Doce. Lo realmente importante de este número es su simbolismo.
Los Doce representan el nuevo Israel, en paralelo con los doce patriarcas. Jesús los ha constituido para dar a
entender que su comunidad recoge, continúa y renueva la realidad del antiguo Israel y sus promesas de
salvación que va a realizar de un modo especial. A los ojos judíos esa significación del colegio es clara. Algo
parecido vale de los ciento veinte hermanos (Hch 2,15) como señal de la comunidad salvífica. Dado que los
Doce son en este momento sólo Once, hay que reconstituir el número. Los detalles sobre Judas y su suerte son
menos relevantes (nótese que la versión de Mateo es diferente en algunos aspectos: Mt 27,3-10). Lo central es
cómo se nos presenta la función de quien ha de completar el número del colegio. Ahí está el punto más
importante: haber seguido a Jesús durante su vida terrestre y ser testigo de su resurrección. Todo ello es vivido
en y para la comunidad que, por tanto, interviene en la designación de Matías, pero la obra es fundamentalmente
del Señor. Lo importante, pues, es que el núcleo de la primera comunidad está completo. Hay continuidad con
la del Antiguo Testamento, pero está abierta al futuro del Espíritu, unida y orante.