BIANCHI Susana Historia Social General - Capitulo - 5 - 1 PDF
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vieron un alto impacto en ciertas elites ilustradas que ya hacia 1918 comen-
zaron a incorporar a su lenguaje términos psicoanalíticos. Y este éxito se
debió no sólo a esta intención de develar lo oculto, de rescatar la importan-
cia de la irracionalidad, sino también porque Freud incluyó, como punto cen-
tral de su teoría, otra de las problemáticas que preocupaba a sus contempo-
ráneos: la sexualidad. Freud fue percibido como aquel que rompía con los
tabúes sexuales, que indagaba en un campo de la conducta humana que
también pertenecía al campo de lo oculto.
Si la aparición del psicoanálisis, con su eje en la importancia de la irra-
cionalidad, es uno de los indicios de la crisis de la identidad de la sociedad
burguesa, otro indicio de esta crisis lo encontramos en los desarrollos de la
sociología, a partir de los primeros años del siglo XX. Dos fueron los nom-
bres de los sociólogos más significativos: Emile Durkheim (francés) y Max
Weber (alemán). La principal pregunta que, cada uno por su lado, intentaba
responder fue ¿cómo mantienen la cohesión las sociedades cuando desapa-
recen de ellas los antiguos elementos de cohesión, como, por ejemplo, la
costumbre? La pregunta estaba referida precisamente a las sociedades de
masas y la preocupación fundamental era tratar de mantener bajo control
los cambios sociales, cómo manejar las situaciones de “anomia”, es decir,
de falta de normas. Y no es casual que ambos, Durkheim y Weber -pese a
ser hombres manifiestamente ateos- hayan centrado sus estudios en el te-
ma de la religión, para sostener que toda sociedad necesitaba de una reli-
gión o de un sustituto de religión para poder mantener su cohesión.
En síntesis, fue esta crisis de la identidad social lo que llevó a la espera de
un colapso expresado en la guerra o en la revolución y ambas llegaron final-
mente: la guerra en 1914 y la revolución en 1917. De allí la percepción de es-
tos años como una ruptura, como el fin de una época y el comienzo de otra.
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había limado las rivalidades, había puesto límites a la expansión. Sin embar-
go, la lógica de la acumulación capitalista era diferente a la lógica de la po-
lítica. La acumulación capitalista implica la ausencia de todo límite. Para la
Standard Oil, por ejemplo, su expansión dependía del control del petróleo es-
té donde esté, independiente de todo control diplomático y de toda zona de
influencia. La Standard Oil no buscaba petróleo en las zonas de influencia,
sino que procuró que el Estado estableciera su zona de influencia allí donde
hubiera petróleo. Dicho de otra manera, los antiguos límites impuestos por
la diplomacia tendían a desaparecer.
Dentro de esta lógica, la rivalidad de Gran Bretaña y Alemania se intensificó Ver mapa 5.1. La gran
cuando Alemania no respetó sus viejos límites de potencia continental y co- guerra
menzó la construcción de una gran armada que fue percibida como una
amenaza por el Imperio británico. En medio del clima de nacionalismos triun-
fantes, esta pérdida de límites transformó a las viejas rivalidades entre paí-
ses (como por ejemplo la de Francia y Alemania después la guerra de fran-
coprusiana) en dos bloques rígidos y cada vez más hostiles: por un lado,
Gran Bretaña, Francia y Rusia; por otro, Alemania y el Imperio Austro-Húnga-
ro (posteriormente durante el transcurso de la guerra, Estados Unidos e Ita-
lia se habrán de agregar a los primeros y Bulgaria y el Imperio otomano, a
los segundos).
En medio de una creciente tensión internacional, la crisis de los Balca-
nes encendió la pólvora. En 1908, el Imperio austro-húngaro había anexado
las provincias servias de Bosnia y Herzogovina. El 28 de junio de 1914, el
archiduque Francisco Fernando, sobrino del emperador Francisco José y he-
redero del trono, fue asesinado en Sarajevo, por los nacionalistas servios. El
incidente llevó entonces a que el Imperio austro-húngaro declarase la guerra
a Servia. Crisis políticas semejantes ya habían ocurrido y se habían zanjado
con pactos diplomáticos más o menos satisfactorios para las partes afecta-
das. Pero las intenciones de las cancillerías europeas de lograr un nuevo
equilibrio no funcionaron. Sería además demasiado simplista pensar que los
gobiernos estaban ansiosos por ir a la guerra para superar sus problemas
internos (en Francia, el debate por el servicio militar; en Inglaterra, la cues-
tión irlandesa). Lo cierto es que los países europeos se vieron atrapados en
una dinámica que los llevó a un enfrentamiento de proporciones inéditas.
Rusia, sostenida a su vez por las diplomacias británica y francesa, decla-
ró su apoyo a Servia. De este modo, el 28 de julio de 1914 cuando las tro-
pas imperiales atacaron el territorio servio, comenzaba la guerra, conocida
por sus contemporáneos como la Gran Guerra. Sólo en dos semanas cinco
millones de hombres habían sido movilizados, agrupados en unidades milita-
res, equipados para la guerra y enviados a las fronteras, en medio de un cli-
ma de patriotismo casi religioso. Las pocas voces que llamaban a la paz no
fueron escuchadas sino incluso violentamente silenciadas: Jean Jaurés, ca-
beza del Partido Socialista francés, fue asesinado por un fanático naciona-
lista (julio de 1914).
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En realidad, se esperaba que la guerra fuera muy breve. Cada uno de los
Estados Mayores había preparado un plan ofensivo que les permitiera ganar
una batalla decisiva en el menor tiempo posible. Pero en contra de lo espe-
rado, tras la batalla del Marne (septiembre de 1914) que estabilizó el frente
occidental, la guerra se prolongó hasta 1918. La moderna tecnología -la
aviación fue empleada en los últimos años del conflicto- o, para suplirla, in-
mensos contingentes de soldados (como los ocho millones de rusos en el
frente oriental) constituyeron la maquinaria más mortífera conocida hasta el
momento. De este modo, el fin del largo conflicto bélico mostraba a una Eu-
ropa destruida, con campos calcinados, ciudades desvastadas y una pobla-
ción marcada por la muerte: la guerra había cobrado más de ocho millones
de vidas.
Indudablemente, la vida en las trincheras para los hombres que habían
estado en el frente había sido muy dura. Pero la guerra también había afec-
Ver imágenes 5.1. y
5.2. sobre Las formas tado profundamente a la población civil. Y a medida que pasaba el tiempo y
de la vida cotidiana las condiciones se volvían cada vez más difíciles, las consignas nacionalis-
durante la guerra tas que habían apoyado al conflicto se volvían cada vez más vacías de con-
tenido. Para mantener la maquinaria bélica, los gobiernos necesitaban con-
trolar todo el aparato productivo. La economía de guerra implicó entonces
una estricta planificación -que se dio en Alemania en su máxima expresión-
que supeditaba el abastecimiento de la población a las necesidades del
frente. Pero también el bloqueo económico fue un arma de guerra. No sólo
se buscaba dificultar el aprovisionamiento de repuestos y suministros milita-
res al enemigo, sino también la extensión del hambre entre los civiles como
eficaz medio de desmoralización. La situación era tal que hasta para los
propios jefes militares resultaba evidente que no se podía sostener por mu-
cho tiempo el esfuerzo que la guerra implicaba: las protestas no tardarían
en llegar. Y así fue. Es cierto que, desde el punto de vista de la política in-
terna, los gobiernos trataron de mantener la paz interior para canalizar todas
las energías disponibles hacia la guerra. Pero esto no impidió que desde la
izquierda, se tratara de canalizar el descontento. En tal clima, en 1917, en
Rusia, estallaba la revolución: era el primer desafío abierto al capitalismo.
Las peores pesadillas de la burguesía parecían haberse cumplido.
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Ver Unidad 4. ese clima, en 1897, se fundaba el Partido Obrero Socialdemócrata ruso que
aspiraba, como su modelo alemán, a transformarse en un gran partido de
masas.
En 1905 estalló el movimiento que llevó a algunos teóricos del marxis-
Ver Unidad 4. mo, como Rosa Luxemburgo, a analizar el carácter revolucionario de las
huelgas. En efecto, en enero de 1905 (el “domingo sangriento”) una masiva
manifestación fue reprimida duramente por las tropas zaristas: el saldo fue
más de cien muertos y miles de heridos. La indignación provocó una ola de
huelgas en las ciudades y levantamientos campesinos. Carecían de objeti-
vos claros, pero una resolución de la Universidad de San Petesburgo -apro-
bada por unanimidad por alumnos y profesores- se los proporcionó: se exi-
gía la convocatoria a una asamblea constituyente, libertad de prensa,
derecho de asociación y de huelga.
Mientras el movimiento de protesta se profundizaba -comenzaron a orga-
nizarse los primeros soviets, es decir consejos elegidos por los trabajadores
en las distintas fábricas-, una serie de derrotas durante la guerra ruso-japo-
nesa mostraba las deficiencias internas del aparato estatal, sin que el go-
bierno zarista se atreviese a emplear la fuerza para reprimir. Ante la situa-
ción dada, el zar Nicolás debió hacer algunas concesiones, incluida la
formación de la Duma, la asamblea legislativa. Sin embargo, la composición
de esta permitía comprobar la ruptura entre la autocracia y la sociedad. La
elección -179 representantes del Kadete, 94 representantes campesinos,
18 socialdemócratas y solo 15 fieles al zarismo- mostraba el abismo que
se abría entre la Duma y el Zar. Ante la situación, Nicolás II no dudó. Una
vez que hubo contado con capacidad represiva, disolvió la Duma para convo-
car otra de clara composición aristocrática (1907).
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pobres urbanos era conseguir pan y de los obreros, mayores salarios y jorna-
das de trabajo reducidas. Y en cuanto al 80 por ciento de la población rusa
que vivía de la agricultura reclamaba, como siempre, la tierra. Y todos coin-
cidían en el deseo de que concluyera la guerra.
En contra de la imagen de Lenin que construyó la mitología de la guerra 5.4. Lenin, líder revo-
fría -que lo presentó como un hábil organizador de golpes de estado-, el único lucionario, se dirige a
una audiencia cada
capital con que contaban los bolcheviques fue el conocimiento de estas aspi-
vez más amplia desde
raciones que les indicó cómo proceder. (Incluso cuando Lenin comprendió un camión, 1917.
que los campesinos deseaban la tierra, aún en contra del programa socialis-
ta, no dudó en comprometerse con el individualismo agrario). Las consignas
“Pan, Paz y Tierra” y “Todo el poder a los Soviets” articulaban las difusas as-
piraciones de las masas. De allí que los bolcheviques de Lenin pudieran cre-
cer de unos pocos miles en marzo, a casi 250.000 en julio de 1917.
En el mes de octubre, el afianzamiento de los bolcheviques en las princi-
pales ciudades rusas, especialmente en Petrogrado y en Moscú, y el debili-
tamiento del Gobierno Provisional -sobre todo cuando debió recabar el apo-
yo de las fuerzas de los soviets para sofocar un intento de golpe
encabezado por un general monárquico- llevó entonces a la decisión de la
toma del poder. El comité central de los bolcheviques aprobó la insurrección
armada y se constituyó un Buró político -integrado entre otros por Lenin, Sta-
lin y Trotsky- responsable de llevarla a cabo. Pocos días más tarde, en una
rápida operación, cuidadosamente planificada, los bolcheviques ocuparon
los principales centros de poder de Petrogrado, y se hicieron del control ab-
soluto de la capital. En rigor, dado el vacío existente, se trató más de ocupar HOBSBAWM, ERIC
el poder que de tomarlo. Como señala Hobsbawm, hubo más heridos duran- (1995), Capítulo 2:
te el rodaje de Octubre, el gran film de Eisenstein (1927) conmemorativo de “La Revolución Mundial”,
la revolución, que en el momento de la ocupación del Palacio de Invierno. en: Historia del Siglo XX,
1914-1991, Barcelona, Crí-
Para los bolcheviques había sido muy fácil derrocar al Gobierno Provisional. tica, pp. 62-91.
Sustituirlo, establecer un control efectivo sobre el caos en el que estaba su-
mido el vasto territorio, y establecer un nuevo orden iban a resultar tareas
mucho más complejas.
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torios que significaban las tres cuartas partes de recursos mineros. (Si bien
también es cierto que la derrota alemana a fines del mismo año hizo que se
paliaran parcialmente esas condiciones).
Frente a la situación de inestabilidad, ganar la guerra a los enemigos in-
ternos se había transformado en el objetivo principal, aunque para ello se
sacrificaran algunos de los principios revolucionarios. Trotsky organizó el
Ejército Rojo según los más estrictos criterios de disciplina, pues era la efec-
tividad lo que contaba. A su vez, el poder político se desplazó desde los So-
viets -teóricamente los órganos supremos-, al Partido Bolchevique, y dentro
de él, a un reducido núcleo con Lenin a la cabeza. De este modo, el nuevo
régimen iba en marcha hacia un Estado autoritario, fuertemente centraliza-
do, inflexible con quienes discutían su estrategia, sus tácticas y sus medios.
Pero también había otras dificultades. El total desorden de la economía con-
dujo a adoptar, desde 1918, drásticas medidas que posteriormente se cono-
cieron como el “comunismo de guerra”. Se nacionalizó la industria y todo el
aparato productivo y la asignación de la mano de obra quedó bajo la depen-
dencia de las necesidades del Estado. Para muchos, este “comunismo de
guerra” significaba un avance hacia el socialismo, en la medida que la eco-
nomía ya no dependía del mercado. Sin embargo, tras la guerra civil, esta
imagen utópica chocó con la realidad de una economía devastada.
De este modo, hacia 1921, la NEP (Nueva Política Económica) introducía
cierta flexibilidad anteponiendo la mejora de las condiciones de vida, aun-
que para ello debiera recurrir a la admisión de algunas fórmulas de propie-
dad privada y de mecanismos de mercado. En síntesis, la NEP constituyó
una forma de compromiso entre la industria nacionalizada y las explotacio-
nes campesinas privadas. Se trataba fundamentalmente de generar estímu-
los a la agricultura: los campesinos luego de pagar al Estado un impuesto
en “especie” podían vender en el mercado. Esto incluso constituía un estí-
mulo para la industria liviana. Pero el proceso de recuperación económica
que se había iniciado se vio ensombrecido por el comienzo de la larga y fa-
tal enfermedad de Lenin (mayo de 1922).
5.5. Stalin (Josip Vis- La ausencia de Lenin había permitido a Stalin convertirse en una figura
sarionovich Djgassh-
dirigente dentro del Partido Comunista de modo tal que, tras la muerte del
vili, 1879-1953).
fundador de los bolcheviques (1924), pudo ascender al poder, desde donde
profundizó la vía autoritaria.
El problema que se debía afrontar era indudablemente el de la industriali-
zación. En 1927, la ruptura de relaciones con Gran Bretaña y la amenaza de
la guerra centró la atención en la defensa militar, y las necesidades de rear-
me reforzaron la causa de un rápido desarrollo de la industria pesada. Tam-
bién se planteaba el problema de la desocupación, cuya principal causa era
la superpoblación rural. La solución parecía residir en la creación de nuevas
empresas industriales que absorbieran la mano de obra desocupada.
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Analizar la crisis del capitalismo que se inició con el crack de la Bolsa de Va-
lores de Nueva York en 1929 y que se prolongó en la profunda depresión
económica de los años treinta requiere introducirse en la situación de los
Estados Unidos, país que se afirmó como potencia mundial después de la
Gran Guerra. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, los Estados Unidos ha-
bían logrado un considerable desarrollo. Por un lado, la expansión hacia el
Oeste -exploradores, tramperos, mineros, vaqueros, agricultores fueron la
punta de lanza que permitió a los Estados Unidos una expansión que creó
un vasto comercio interregional-; por otro lado, las políticas industrialistas
que se intensificaron luego del triunfo de los Estados del norte en la Guerra
de Secesión (1861-1866) fueron los factores que favorecieron este creci-
miento. En 1917, los Estados Unidos entraron en la guerra que asolaba a
Europa, considerando que esto les proporcionaría un lugar de la conferencia
de paz y les daría la posibilidad de hacer oír su voz en el futuro. Lo cierto
es que, en medio del desastre de la postguerra, Estados Unidos fue la úni-
ca nación acreedora. Y, a partir de 1918, comenzó a experimentar un creci-
miento sin precedentes.
La sociedad norteamericana de la década del veinte fue la primera socie-
dad de consumo de masas. Ningún otro país había alcanzado esa situación y
los europeos no podían dejar de contemplarla con una mezcla de admiración
y de envidia, mientras el cine de Hollywood difundía las imágenes de la “bue-
na vida” norteamericana. El crecimiento se basaba en un mercado cada vez
más amplio de productos de consumo durable: automóviles y artículos eléctri-
cos. Y la formación de dicho mercado había sido posible por varios factores.
En primer lugar, en el proceso productivo fueron incorporados avances tecno-
lógicos como la “cadena de producción”, desarrollados durante la guerra pa-
Ver Unidad 4. ra la producción bélica. Incluso los principios de la “gestión científica” de Tay-
lor ya habían sido incorporados por Henry Ford desde 1914. De este modo,
los trabajadores podían producir más, bajar costos y reducir los precios al
consumidor. En segundo lugar, comenzaron a surgir una serie de mecanismo
destinados a modificar las actitudes frente al consumo. La publicidad a tra-
vés de la radio y los periódicos, la importancia creciente del diseño -un nuevo
modelo podía volver obsoleto a otro aún útil-, los sistemas de distribución co-
mo las cadenas de almacenes, y las ventas “a plazos”, que permitían crear
una demanda para productos caros (como los automóviles), modificaban los
hábitos de consumo. En síntesis, se trataba de “crear” un nuevo mercado.
En este sentido, el caso de Henry Ford ejemplifica este proceso de forma-
ción de un nuevo mercado de consumo. Anteriormente, los automóviles eran
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Pero también el automóvil modificó los modos de vida. Como señala Baines, Ver imágenes sobre
creó “una nación de nómades”. Las clases más acomodadas optaron por vi- las transformaciones
vir en residencias suburbanas rodeadas de jardines, dotadas de energía de la vida cotidiana:
5.8. La heladera (o re-
eléctrica, y todos los elementos necesarios para el confort: aparatos de ra- frigerador) revolucio-
dio, aspiradoras, lavarropas y, a finales de la década, heladeras. na la cocina sobre to-
Y todo esto resultaba un importante impulso para la industria eléctrica. do a partir de su
El automóvil permitió también la construcción de residencias veraniegas en difusión en los años
20 y 30. 5.9. Desde
lugares -como el sur de Florida- donde se podía acceder fácilmente por ca- comienzos de la déca-
rreteras, donde aparecieron nuevas posibilidades de negocios, desde mote- da del 50, el televisor,
les hasta puestos de venta de salchichas. De este modo, la economía se en la sala de estar,
modifica hábitos y re-
activaba y parecía ofrecer múltiples oportunidades para todos.
laciones familiares.
La industria de la construcción recibió un fuerte impulso por la construc-
ción de viviendas particulares, pero también por la construcción de edificios
comerciales destinados a oficinas para la administración gubernamental o
de los negocios privados, que adquirió gran complejidad. La aplicación de
estructuras de acero y la difusión de los ascensores permitieron la construc-
ción de “rascacielos” e hizo que las ciudades crecieran en altura: Manhat-
tan, en Nueva York, y el Loop de Chicago adquirieron su perfil característico
en los años veinte. De este modo, la década de los veinte fue la época do-
rada de la gran ciudad -que creció a un ritmo mayor que la población total-,
con su centro y sus barrios suburbanos, y la sociedad americana quedó so-
metida a una nueva cultura urbana.
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Ante los cambios, los sectores más tradicionalistas reaccionaron con to-
tal intransigencia, afirmando su fe en los antiguos valores, en Dios, en la
austeridad, en la moralidad y en todo lo que definían como el “espíritu” ame-
ricano. En este clima comenzó a tener particular éxito el fundamentalismo
religioso, que a partir de la interpretación literal de la Biblia, procuraba afir-
mar las viejas tradiciones. Estas tendencias tuvieron particular importancia
en los estados del Sur -los más afectados por la crisis de la agricultura- en
donde lograron, por ejemplo, que, en 1925 en el Estado de Tennessee, se
promulgara una ley que prohibía los “ataques” a la Biblia: esto significaba
que en las escuelas estaba vedada la enseñanza de la interpretación darwi-
niana de la evolución humana. Dentro de este clima, en la década del vein-
te resurgió el Ku Kux Klan, secta que defendía la idea de una América tradi-
cional, una América Wasp, es decir, blanca (white), anglosajona y
protestante. El KKK recomenzó entonces los violentos ataques a los grupos
que consideraban que destruían esa esencia americana: en primer lugar, ne-
gros; pero también católicos y judíos.
El gobierno no estaba dispuesto a otorgar a los sectores rurales el recla-
mo de la “paridad”, pero ante las presiones debió dar lugar a su otra gran
reivindicación: la prohibición del consumo de alcohol. En efecto, el consumo
de alcohol era percibido por los sectores tradicionalistas como el origen de
todos los males. Ya antes de la guerra, habían obtenido su prohibición en al-
gunos Estados, pero a partir de 1920 la “ley seca” se estableció a nivel na-
cional. Si bien con esta ley se buscaba preservar la moral, sus resultados
fueron paradójicos. La “prohibición” fue, en rigor, una invitación a beber ile-
galmente, actividad que se revistió de emoción, mientras los locales clan-
destinos se ponían de moda. Para solucionar el abastecimiento, aparecieron
destilerías clandestinas (el cocktail se inventó para disimular el mal sabor
de algunos de estos productos) y se intensificó el contrabando. No es sor-
prendente, por lo tanto, que esta actividad quedara controlada por los gans-
ters, que se transformaron en los más fervorosos partidarios de la “prohibi-
ción”. En estas circunstancias, el célebre Al Capone construyó su primer
imperio sobre la base de la producción ilegal de cerveza, mientras comenza-
ban las primeras guerras entre bandas en Chicago por barrios en que los
gansters tomaban bajo su “protección”.
Si los valores “tradicionales” y los valores “modernos” enfrentaban a la
sociedad estadounidense, en cambio, todos se unificaban en un fuerte na-
cionalismo. Ya durante la guerra, muchos estadounidenses se habían dedi-
cado ardorosamente a detectar “saboteadores” alemanes. Y cabe aclarar
que todo aquel que no entrara estrictamente en las pautas norteamericanas
podía ser definido como “saboteador” alemán. Y todos realmente estaban
convencidos de que el prejuicio contra los extranjeros constituía un sincero
patriotismo. Después de la guerra se mantuvieron estos prejuicios dirigidos,
sobre todo, hacia aquellos extranjeros que mantenían sentimientos de leal-
tad hacia sus países de origen y hacia sus Iglesias, y se reaccionó violenta-
mente contra aquellos rasgos que se consideraban “foráneos”.
Bajo el impacto de la revolución rusa, estos sentimientos se intensifica-
ron y se dirigieron contra los políticos radicales y, sobre todo, contra los sin-
dicalistas. Estos grupos, muchas veces de origen inmigrante, caían enton-
ces bajo un doble estigma: “extranjeros” y “comunistas”. De este modo,
cualquier conflicto laboral (como las importantes huelgas de 1919 y 1920
en las minas de carbón y en la industria metalúrgica) podía ser presentado
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como una amenaza contra la Constitución. El miedo al “peligro rojo” que in-
vadió a la sociedad norteamericana de los años veinte era bastante infunda-
do: el Partido Comunista tenía sólo 75.000 afiliados, de los cuáles un pe-
queño grupo era activista. Sin embargo, para muchos era una amenaza real
que se tradujo en una verdadera histeria. Se persiguió a dirigentes sindica-
les, políticos, profesores universitarios, directores de cine (preanunciando el
macartismo de la década de los cincuenta). Dentro de este clima, dos anar-
quistas italianos, Sacco y Vanzetti, no lograron ser juzgados de manera im-
parcial en el estado de Massachusetts y, cuando fueron ejecutados en
1927, el movimiento de protesta fue mínimo.
Pero, más allá del nacionalismo y la xenofobia, sobre todo en las grandes
ciudades, muchos de los conflictos sociales podían ser ignorados. Se vivía
uno de los momentos de auge económico más duraderos de la historia es-
tadounidense y esto alimentó la creencia de que se había encontrado una
maquinaria de prosperidad de movimiento perpetuo. Pero muy pronto, la cri-
sis puso abruptamente fin a la euforia.
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Ver citas cinemato- Film obligatorio: Charles Chaplin: Tiempos Modernos (1936)
gráficas 5.11. y 5.12. (Ver guía de análisis).
de la película Tiempos
Modernos.
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inglés, lord Maynard Keynes formuló en 1936, en Teoría General del Empleo,
del Interés y la Moneda. Se trataba de lograr el pleno empleo y de sostener
la demanda; esto alejaría el conflicto social pero también además estimula-
ría la producción. Y esto no sólo ocurría en los Estados Unidos. Gran Breta-
ña, por ejemplo, abandonó en 1931 el libre comercio y fue el ejemplo más
claro de esta rápida generalización del proteccionismo. En esta línea, los go-
biernos se vieron forzados a dar prioridad a las consideraciones sociales so-
bre las económicas en la formulación de sus políticas para alejar el peligro
de la radicalización, tanto de izquierda como de derecha. En síntesis, nacía
el “Estado de Bienestar”.
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Ver Unidad 4. trada en el nacionalismo. Su novedad no significa que hubiera una ruptura
con el pasado, ni que desconociera antecedentes anteriores, como la exalta-
ción nacionalista y el racismo, que modelaron el consenso que indudable-
mente estos regímenes tuvieron. Nacidos de una grave crisis económica y
social y del descrédito de la política, estos movimientos pudieron canalizar
el descontento social haciendo uso de los medios de propaganda y a través
los grandes desfiles, las inmensas concentraciones, la escenografía de los
mitines, un discurso fuertemente emotivo y la sumisión incondicional a un lí-
der. Un discurso antirracionalista articuló las aspiraciones difusas de las
masas y establecieron las “causas” concretas de los males.
En efecto, tanto Hitler como Mussolini pudieron interpretar la frustación
de vastos sectores sociales que identificaba su situación con la decadencia
de la nación. Ambos consideraron a la guerra y al Tratado de Versalles como
la causa de todos los males. Tanto Hitler como Mussolini denunciaron la
opresión del “capital usurero”. Según Mussolini, “unos cuantos usureros
colgados darán un buen ejemplo”, mientras Hitler denostaba a la burguesía
judía. Ambos eran hombres “comunes”, hombres de orígenes oscuros que
habían alcanzado posiciones preeminentes y con los que resultaba fácil
identificarse a los sectores más frustrados. Hitler recordaba insistentemen-
te al “hombre desconocido” que había sido en su juventud. De este modo,
el fascismo pudo reemplazar las frustraciones -de soldados que volvían de
la guerra cargados de medallas pero que sentían que sus sacrificios habían
sido vanos, de padres que no podían dar un futuro a sus hijos, de mucha-
chas sin dote, de pequeños propietarios hundidos en la bancarrota, de co-
merciantes sin clientes, de universitarios sin empleo- por un sistema de sím-
bolos que nutrió las ansias de poder. Una ideología que proporcionaba
seguridad en la obediencia al Duce o al Führer, la exaltación de la nacionali-
dad a extremos inimaginables y el desprecio por las minorías raciales -el an-
tisemitismo, en el caso alemán- brindaron las oportunidades de acción y die-
ron salida al resentimiento que generaba la frustración social y económica.
En síntesis, el fascismo nació como una respuesta a la profunda crisis euro-
pea del período de entreguerras.
Centrar el análisis en los casos de Italia y Alemania no significa descono-
cer la existencia de otros movimientos autoritarios, surgidos en Europa duran-
te el mismo período, que algunos autores también calificaron como fascistas.
Son, por ejemplo, los casos del régimen establecido por Salazar en Portugal,
la dictadura de Primo de Rivera y el franquismo en España. Es indudable que
la crisis del liberalismo permitió el surgimiento de movimientos autoritarios
de derecha en distintas partes del mundo. Y estos movimientos, fuertemen-
te nacionalistas, acusaban el “clima de ideas” de la primavera fascista. Pero
también es indudable que los casos de Italia y Alemania, durante el período
de entreguerra, son los que representan al fascismo “clásico”.
¿Cuáles habían sido los resultados de la guerra para Europa? El Tratado de Versa-
lles (1919) había intentado rehacer el mapa de Europa. La derrotada Alemania
debió devolver Alsacia y Lorena a Francia, y otros territorios a Bélgica y Dinamar-
ca. Danzing se constituyó en ciudad “libre” y las minas carboníferas del Sarre fue-
ron ocupadas por Francia y administradas por la Sociedad de las Naciones. Asi-
mismo, Alemania debía comprometerse al pago de indemnizaciones y de los
gastos de guerra, reducir su flota y su ejército a cien mil hombres. Por medio de
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otros tratados se entregó Trieste a Italia, se formó Yugoslavia con Servia, Croacia
y Eslovenia y se creó la república de Checoslovaquia sobre la base de Moravia y
Bohemia. Polonia recuperó territorios y se le concedió salida al mar a través del
“corredor polaco”. Austria debió otorgarle la independencia a Hungría -que a su
vez perdió tres cuartas partes de su territorio- y ambos países quedaron constitui-
dos como pequeños estados sin salida al mar. Líbano y Siria pasaron a ser con-
trolados por Francia, mientras Gran Bretaña se reservaba la administración de Pa-
lestina, Transjordania e Iraq.
Como corolario se creó la Sociedad de las Naciones. A través de este organismo
internacional los países europeos esperaban encontrar un equilibrio, pero muy
pronto se evidenció su fracaso. Desde sus comienzos la Sociedad de las Naciones
careció de una verdadera representatividad. La Unión Soviética y Alemania habían
sido excluidas y los Estados Unidos no participaron al rechazar el convenio. De es-
ta forma sin las principales potencias internacionales, la organización se redujo a
una serie de acuerdos entre Gran Bretaña y Francia, y con la guerra chino-japone-
sa (1937) se hizo evidente su inoperancia. Pero ni los nuevos repartos, ni los acuer-
dos internacionales podían resolver los graves problemas que aquejaban a los paí-
ses europeos. La guerra había dejado un saldo de pérdidas desfavorable para todos
y, en rigor, ninguno obtuvo mayores beneficios. La excepción la constituían los Es-
tados Unidos, nación acreedora que quedó confirmada como primera potencia
mundial. Quedaba claro que el eje del mundo había virado.
El caso italiano
321
Universidad Virtual de Quilmes
ños de fábricas alarmados por el curso de los acontecimientos. Los fasci ca-
da vez más se fueron convirtiendo en organismos de carácter paramilitar, in-
tegrados por excombatientes, y exaltados nacionalistas, dedicados al asalto
de sindicatos, de periódicos, de grupos y de partidos de izquierda y de todo
aquello que significara el “peligro comunista”. Y lo que había comenzado co-
mo un fenómeno urbano, limitado a los centros industriales, pronto se ex-
tendió también al medio rural y a las pequeñas ciudades de Toscana, de
Emilia y del Valle del Po.
A fines de 1921, se organizaba el Partido Nacional Fascista Italiano. Su
crecimiento, en apenas un año había sido espectacular: con 250.000 afilia-
dos se había constituido en el mayor partido de Italia. Su programa también
fue perdiendo su retórica revolucionaria poniendo de manifiesto lo que cons-
tituiría una de sus principales características: su pragmatismo, su capacidad
de adaptación a las circunstancias. Sin duda, el alma mater del partido era
Benito Mussolini. Desde muy joven Mussolini había militado en el Partido
Socialista, en donde había dirigido el periódico Avanti. Expulsado del partido
por su prédica belicista, pasó a dirigir Il Popolo d´Italia y participó en la gue-
rra como soldado raso. En 1919, había sido elegido Duce, del fascio de Mi-
lán. Durante los años siguientes, el prestigio de Mussolini fue en aumento.
Y su principal oportunidad se presentó en el transcurso de un motín en Ná-
poles que le permitió declarar la “revolución” fascista y ordenar la célebre
Marcha sobre Roma, en la que 50.000 “camisas negras” tomaron la ciudad
(28 de octubre de 1922).
La audacia de Mussolini se vio recompensada. Ante la situación creada,
el rey Víctor Manuel III le otorgó el gobierno y le encomendó la formación de
un nuevo gabinete. Durante los primeros años, Mussolini actuó con cautela:
la autoridad del rey se mantuvo nominal y se respetaron los mecanismos
institucionales. Sin embargo, Mussolini fue construyendo un poder omnímo-
do: como Duce, controlaba el partido y como Capo di Governo el poder políti-
co. Los destinos de Italia estaban en sus manos. Sin embargo, el apoyo que
lograba también parecía ser notable: en las elecciones de 1924, la coalición
integrada por los fascistas obtenía el 70% de los escaños.
5.13. Las mujeres en Pronto comenzó a construirse el Estado de “excepción”. En mayo de
el fascismo: conven-
ción de madres prolí-
1924, el diputado socialista Giacomo Matteotti había lanzado una dura acu-
ficas frente al Altar de sación contra los métodos fascistas: denunciaba el clima de intimidación y
la Patria de violencia en el que se habían celebrado las elecciones. Matteotti fue se-
cuestrado en pleno centro de la ciudad de Roma y su cadáver apareció dos
meses después. Y esto marcó un hito. Se intensificaron las medidas repre-
sivas contra los disidentes y la marcha hacia el totalitarismo fue un dato in-
cuestionable. El parlamento fue disuelto y reemplazado por el Gran Consejo
Fascista, cuerpo consultivo cuyos miembros se elegían bajo la orientación
de Mussolini. Los partidos políticos fueron clausurados y se estableció el
sistema de “partido único”, el Partido Fascista. Pero no se trataba sólo de
reorganizar la política. Se trataba básicamente de “disciplinar” a toda la so-
ciedad, según un modelo militarizado.
En 1932, el ministro de Guerra, general Gazzera podía admirar los logros:
“El régimen disciplinario de nuestro ejército gracias al fascismo aparece hoy
como arma directiva que tiene valor para toda la nación. Otros ejércitos han
tenido y todavía conservan una disciplina formal y rígida. Nosotros tenemos
siempre presente el principio de que el ejército está hecho para la guerra y
que para ella debe prepararse; la disciplina de paz debe ser, por consiguien-
322
Historia Social General
Sin embargo, se construyeron los instrumentos destinados a organizar la so- 5.14. La infancia en el
ciedad fascista: en 1927 se suprimieron los sindicatos y el movimiento fascismo: publicidad
fascista, 1928.
obrero quedó bajo un estricto control. Se cumplía, en este sentido, lo que el
mismo Mussolini había declarado: “El sindicalismo fascista es una fuerza
que se impone, un poderoso movimiento de masas, completamente contro-
lado por el fascismo y el gobierno, un movimiento de masas que obedece.”
También se creó la Opera Nazionale Dopolavoro, espacios de recreación,
destinados a administrar el tiempo libre de los trabajadores y se estableció
una rígida censura sobre la prensa y la educación. Los niños incluso pasa-
ron a formar partes de organizaciones controladas por el fascismo.
Los principales dirigentes sindicales y políticos fueron perseguidos y en-
carcelados. Entre ellos, Antonio Gramsci, secretario del Partido Comunista,
fue acusado de pretender “instaurar por la violencia la república italiana de
los soviets” y condenado a veinte años de cárcel. Murió en prisión -en don-
de escribió los Cuadernos que renovaron la teoría marxista- en 1937.
También se desató una cuidadosa campaña de exaltación del “espíritu Ver Unidad 4.
nacional”. El objetivo era no sólo la consolidación del consenso, sino tam-
bién crear el clima apropiado para la expansión. Pero para ello era necesa-
rio asegurar el orden interno y atraer la adhesión de muchos católicos que
miraban al fascismo con cierta desconfianza. Mussolini -ateo declarado y
que muchas veces había manifestado su anticlericalismo- comenzó enton-
ces un proceso de acercamiento a la Iglesia católica. Se trataba, fundamen-
talmente, de resolver la “cuestión romana” que había quedado pendiente
desde 1870.
Con este objetivo, tras largas y complejas tratativas, en 1929, se firma-
ban los Tratados de Letrán, por el que se creó el Estado del Vaticano, parti-
cular enclave dentro de la ciudad de Roma. También el Estado Italiano reco-
nocía como religión oficial al catolicismo, cuya enseñanza se implantó en las
escuelas. A cambio, el Vaticano se comprometía a no reclamar los territorios
perdidos hasta 1870 y controlar a algunos de sus díscolos miembros.
323
Universidad Virtual de Quilmes
conocían problemas: “hay quien teme que en esa organización el Estado sustituya a
la libre actividad en lugar de limitarse a la necesaria y suficiente asistencia y ayuda”,
pero también se consideraba que el problema del “estatismo” podía ser superado
por medio de la participación de los católicos: “Cuanto mayor sea la cooperación de
la pericia técnica, profesional y social, y más todavía de los principios católicos y de
la práctica de los mismos”. De este modo, incitando a los católicos a participar del
régimen, la Iglesia transformaba al fascismo en un modelo a seguir.
El caso alemán
324
Historia Social General
❘❚❚ “Como una mujer que prefiere someterse al hombre fuerte antes que domi- Ver imagen 5.15. Las
nar la débil, así las masas aman más al que manda que al que ruega, y en su concentraciones na-
fuero íntimo se sienten mucho más satisfechas por una doctrina que no tolera zis: desfile de conme-
moración del cum-
rivales que por la concepción de la libertad propia del régimen liberal; con fre-
pleaños de Hitler,
cuencia se sienten perdidas al no saber que hacer con ella, y aún fácilmente se 1939.
consideran abandonadas. Ni llegan a darse cuenta de la imprudencia con que
se las aterroriza espiritualmente ni se percatan de la injuriosa restricción de
sus libertades humanas, puesto que de ninguna manera caen en la cuenta del
engaño de esta doctrina.
“El mitín de masas es necesario, al menos para que el individuo que al ad- Film recomendado:
herir a un nuevo movimiento se siente solo y puede ser fácil presa del miedo Leni Reifenstahl: El
de sentirse aislado, adquiera por primera vez la visión de una comunidad más triunfo de la voluntad,
1934.
grande, es decir, de algo que en muchos produce un efecto fortificante y alen- Ver citas cinemato-
tador... él mismo deberá sucumbir a la influencia mágica de lo que llamamos gráficas 5.16. y 5.17.
sugestión de masa.” Adolf Hitler, Mein Kampf ❚❚❘ sobre este film.
325
Universidad Virtual de Quilmes
❘❚❚ “¿Habéis notado cómo acuden los babiecas cuando dos granujas se trenzan
en la calle? La crueldad impone respeto. La crueldad y la brutalidad. El hombre
de la calle no respeta más que la fuerza y la bestialidad. Las mujeres también,
las mujeres y los niños. La gente experimenta la necesidad de sentir miedo, los
alivia el temor. Una reunión pública, pongamos por caso, termina en pugilato,
¿no habéis notado que los que más severo castigo han recibido son los prime-
ros en solicitar su inscripción en el Partido? ¿Y me venís a hablar de crueldad
y de torturas? Pero si precisamente lo quieren las masas. Necesitan temblar-
”...”Lo que no quiero es que los campos de concentración se transformen en
pensiones familiares. El terror es el arma política más poderosa y no me priva-
ré de ella so pretexto que resulta chocante para algunos burgueses imbéciles.
Mi deber consiste en emplear todos los medios para endurecer al pueblo ale-
mán y prepararlo para la guerra.” ❚❚❘
Junto con este rígido sistema de control social se estableció también el con-
trol sobre la economía que quedó subordinada a los objetivos políticos. El
“Plan de Cuatro Años” tenía como objetivo el autoabastecimiento. Al mismo
tiempo que se desconocían las determinaciones del Tratado de Versalles
que prohibían el rearme, se comenzaron a reclutar nuevamente hombres pa-
ra el ejército reestableciendo el servicio militar obligatorio, y se orientó la
producción hacia las industrias bélicas y químicas. Sin duda, Alemania se
preparaba para una expansión que conduciría irremediablemente hacia la
guerra.
5.19. La influencia La prueba más siniestra y evidente de la irracionalidad del nazismo la
“degeneradora” del
constituye la persecución desatada contra los judíos. En rigor, la cultura oc-
judaísmo: Le Journal
de la Femme, marzo cidental rechazaba en muchos aspectos a los judíos a quienes se responsa-
de 1933. bilizaba del deicidio. No son escasas las fuentes que ponen en evidencia la
exclusión a la que se los pretendía someter ni el hecho de que, desde el me-
dioevo, se les adjudicara la responsabilidad sobre distintas calamidades.
Sin embargo, estas actitudes antijudías nunca alcanzaron la amplitud y la ra-
dicalización que alcanzarían durante el nazismo. Con la toma del poder que-
dó libre el camino para transformar en realidad el objetivo que ya figuraba en
Mein Kampf y en el programa del Partido: eliminar la influencia cultural, polí-
tica, social y económica judía y proceder a la sistemática expulsión de los ju-
díos del estado nacionalista. El “espíritu ario” no podía ser atacado por ese
“fermento de descomposición”.
Desde la radio y la prensa se puso en práctica una activa campaña difa-
matoria contra los judíos. En las escuelas y en todas las Universidades se
estableció como obligatoria una “ciencia de la raza”: se trataba de formar a
la juventud alemana en un antisemitismo que constituiría la base de la Gran
Alemania “aria” que se procuraba construir. La campaña parecía contar con
consenso. En rigor, no se levantaron protestas cuando ya en abril de 1933
se estableció el boicot a los comerciantes judíos. Tampoco las hubo cuando
los judíos perdieron los derechos políticos y se estableció que ninguno po-
día ocupar cargos públicos. No se levantó ninguna ola de indignación entre
los profesores de escuelas y universidades cuando fueron expulsados de
326
Historia Social General
las cátedras sus colegas judíos. Tampoco hubo reacciones -más allá de
muestras de solidaridad individual- cuando en marzo de 1941 se decidió la
exterminación biológica de los judíos, misión encomendada a las tropas de
asalto de las S.S. en distintos campos de concentración de los que Ausch-
witz alcanzó la más trágica celebridad.
La intención de explicar el Holocausto ha generado un amplio debate his-
toriográfico. En 1996, en una controvertida obra, Daniel Goldhagen sostenía GOLDHAGEN, DA-
NIEL (1998) Los ver-
que los principales perpetradores del Holacausto eran alemanes “comunes” dugos voluntarios de Hitler,
y que la única motivación para el genocidio era el antisemitismo eliminacio- Madrid, Taurus,.
nista de la cultura alemana, incubado durante mucho tiempo. Desde su
perspectiva, este antisemitismo omnipresente y virulento impregnó a la so-
ciedad alemana de una manera distintiva y casi única y transformó a los ale-
manes corrientes en verdugos voluntarios capaces de llegar a límites extre-
mos, más allá incluso de las políticas diseñadas por el Estado nazi. Era un
antisemitismo fundado política e institucionalmente que formaba parte de la
misma “identidad” nacional alemana.
El libro de Goldhagen -basado en su tesis doctoral defendida en la Univer- FINCHELSTEIN, FEDE-
RICO (ed.) (1999),
sidad de Harvard- tuvo un gran éxito editorial que alcanzó a un amplio públi-
Los alemanes, el holocausto
co. Desde los ámbitos estrictamente académicos, en cambio, se cuestiona- y la culpa colectiva. El deba-
ron muchos de los criterios metodológicos empleados por el autor. te Goldhagen, Buenos Aires,
Es cierto que Golhagen no ensaya ninguna explicación en torno a las con- Eudeba.
diciones sociales y políticas que permitieron la radicalización del antisemitis-
mo, sin embargo, su interés, al ubicar el problema como intríseco a la cultu-
ra alemana, radica en abrir una línea de investigación que supera otros
intentos explicativos del Holocausto.
Las explicaciones clásicas sobre el Holocausto siguieron dos tendencias. Por un la-
do, la línea representada, entre otros, por Saul Friedlander y Steven Katz hizo hin-
capié en la importancia del antisemitismo en la determinación de las políticas na-
zis, las dimensiones irracionales del sistema y la importancia de la figura
carismática de Hitler sustentadora de la radicalización racial alemana. Por otro lado,
una segunda línea representada por Adorno, Horkheimer y Hannah Ardent, pone
énfasis en la racionalidad instrumental y burocrática del exterminio, en los tecnó-
cratas nazis, en el surgimiento de una ciencia racista, y en la crisis de la sociedad
occidental.
Más recientemente, una línea de debate fue abierta por Ernest Nolte y Fran- NOLTE, ERNEST (1996),
La guerra civil eu-
cois Furet. Mientras el historiador alemán Nolte, en una posición “revisionis-
ropea, 1917-1945. Nacio-
ta” que intenta limitar los efectos del Holocausto, considera a los judíos no nalsocialismo y bolchevis-
como víctimas de una empresa infame sino como actores necesarios de mo, México, Fondo de
una tragedia, el francés Francois Furet sostiene que el antisemitismo moder- Cultura Económica.
no estaría basado en una privilegiada relación de los judíos con el mundo de NOLTE, ERNEST,
la democracia. En su respuesta a Nolte, Furet señala que mientras el antise- “Sobre revisionis-
mo” y FURET, FRANCOIS, “El
mitismo, en el medioevo, está arraigado en el mismo cristianismo -la negati- antisemitismo moderno”,
va judía a reconocer la divinidad de Cristo, el diecidio- el moderno, si bien en FRANCOIS FURET Y ER-
las antiguas motivaciones pueden persistir, “acusa al judío de ocultar, bajo NEST NOLTE (1998), Fascis-
la universalidad abstracta del mundo del dinero y de los Derechos del Hom- mo y comunismo, Buenos
Aires, Fondo de Cultura
bre, una voluntad de dominación del mundo, que comienza por un complot Económica.
327
Universidad Virtual de Quilmes
en cada nación en particular [...] De muy buena gana reconozco que la repre-
sentación imaginaria que el antisemita tiene del judío deriva no sólo de una
herencia histórica, sino del conjunto de observaciones sobre la parte que
los judíos tomaron en la economía capitalista, en los movimientos de iz-
quierda o en las cuestiones del espíritu en las naciones de la Europa demo-
crática”. La transformación de ese juicio, que puede llamarse “racional”
aunque sea para deplorar tal estado de cosas, en ideología de exterminio,
es lo que caracteriza el paso de lo racional a lo irracional. Y se opera por el
deslizamiento de esa idea -el papel desempeñado por los judíos en la mo-
dernidad- en un medio de movilización de masas y un imperativo de la ac-
ción política. En esta línea, los judíos fueron transformados, en el imaginario
colectivo, en agentes constantes y activos de un complot contra la nación.
Sin embargo, más allá de las interpretaciones, una cosa queda clara: el Ho-
locausto demuestra el grado de monstruosidad que los hombres y las muje-
res somos capaces de alcanzar.
El irracional nacionalismo que se alentó en Alemania tenía como objetivo
Ver 5.3 Anexo: De los
también la expansión y la guerra. Después de formar el Eje Roma-Berlín, de
Frentes Populares a la participar en la Guerra Civil española, de firmar el Pacto AntiComitern con Ja-
Guerra Civil española. pón (1936), Hitler anexó Austria (1938) e invadió Checoslovaquia (1939). Ya
desde abril de 1939, Hitler había expresado sus intenciones de anexar Dan-
zing y exigió a Polonia la concesión de un camino y un ferrocarril para atra-
versar el “corredor polaco”. Ante la situación creada, Gran Bretaña y Francia
firmaron un tratado militar para garantizar la defensa de Polonia. Finalmente
tras una serie de ultimátums que fueron rechazados por el gobierno polaco,
las fuerzas alemanas invadieron Polonia el primero de septiembre de 1939.
La guerra se reiniciaba.
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La guerra fría
Tras la guerra mundial, era indudable que los Estados Unidos y la Unión So-
viética se constituirían en las potencias hegemónicas dentro del concierto
internacional. Ya entre 1943 y 1945 se había esbozado la línea demarcato-
ria que dividiría a Europa, tanto en función de las cumbres internacionales
en que habían participado Churchill, Stalin y Roosevelt, como por el innega-
ble hecho de que los ejércitos soviéticos eran los que habían derrotado a
Alemania. En síntesis, la guerra terminó con el fin del sistema de equilibrio
entre las potencias europeas, entretejido desde el siglo XVI. En su lugar sur-
gía un nuevo ordenamiento internacional.
5.21. Europa devasta- Dentro de ese nuevo ordenamiento, los países europeos dependerían de
da: Berlín, agosto de las relaciones soviético-americanas y podrían influir en su desarrollo según su
1945.
importancia estratégica para los dos nuevos centros hegemónicos. Estaba cla-
ro además que ambas potencias estaban interesadas en la rápida estabiliza-
ción económica de una Europa que había quedado devastada por la guerra.
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Historia Social General
De allí, las preguntas planteadas por Edward P. Thompson: ¿cuál es el sig- THOMPSON, EDWARD
nificado de la Guerra Fría?, ¿cuáles son los objetivos a los que efectivamen- P. (1983) Capítulo 7:
“Más allá de la guerra fría”,
te sirvió? en: Opción Cero, Barcelo-
Indudablemente, la imagen de bloques sólidos, sin ningún tipo de fisu- na, Crítica, pp. 199-240.
ras, que construyeron mutuamente los antagonistas no corresponde a la
realidad. Dentro del bloque “libre”, occidental o capitalista no todos los paí-
ses acataron disciplinadamente las consignas estadounidenses: el laboris-
mo británico, la socialdemocracia alemana, la democracia cristiana, en Ita-
lia, muchas veces adoptaron posiciones autónomas. Otro tanto ocurría
dentro del bloque comunista, oriental o soviético: la Yugoslavia de Tito (que
en 1948 fue expulsada del bloque), los conflictos surgidos en Polonia
(1956), en Hungría (1956) y en Rumania (1963), la ruptura de relaciones en-
tre la URSS y China (1964) y la “primavera de Praga” (1967) también fueron
expresiones de las tensiones internas.
¿De dónde surgió entonces la imagen de bloque monolítico? Esa imagen
fue la que construyó el “otro”, buscando asegurar su propia existencia. Se-
gún Thompson, la Guerra Fría fue un “negocio” que se inauguró a partir de
1947, pero que posteriormente se independizó de sus orígenes para transfor-
marse en un fenómeno encerrado en sí mismo; un fenómeno autónomo que,
además, se autorreproducía. A medida que el poder militar de cada una de
las “superpotencias” crecía año tras año, la Guerra Fría generaba sus pro-
pias estructuras. La carrera armementista contaba con directores, adminis-
tradores, productores e inversores interesados en que el negocio se ampliara
y perdurara. En ambos bloques había intereses materiales muy poderosos:
personal militar e industrial, investigadores para el desarrollo de las nuevas
tecnologías bélicas, servicios de seguridad y de espionaje. Eran grupos que
manejaban importantes y crecientes partidas de recursos, controlaban el de-
sarrollo científico y ejercían una indudable influencia en la vida económica y
social. Y el mantenimiento de esa estructura dependía básicamente de la
Guerra Fría. Lo importante es marcar el carácter recíproco de este proceso:
para que existiera uno debía existir necesariamente el otro. Los proyectiles
soviéticos alimentaban a los proyectiles de la OTAN y estos, a los soviéticos
y así indefinidamente. En síntesis, la principal característica de la Guerra Fría
fue su autorreproducción.
Pero también la Guerra Fría generó una visión del mundo que también se
reprodujo. Para definir a un “nosotros” es necesario definir a un “otro”. Y si
ese “otro” se presenta como algo amenazador, los vínculos que constituyen
al “nosotros” se fortalecen. De esta manera, también la Guerra Fría permitió
homogeneizar a la sociedad y construir el consenso dentro de cada bloque.
Según Thompson, la amenaza del “otro” se había internalizado de modo tal
en la cultura estadounidense y en la soviética que la identidad de muchos
de sus ciudadanos estaba íntimamente a las premisas de la Guerra Fría.
En efecto, los Estados Unidos contaban con una población dispersa en
medio continente, proveniente de distintas oleadas inmigratorias que no se
organizaba tanto horizontalmente, en clases o grupos sociales, como verti-
calmente según orígenes regionales, étnicos o lingüísticos: negros, hispa-
nos, polacos, italianos judíos, irlandeses, chinos mantenían sus propias es-
tructuras mentales y culturales. Además, el mito norteamericano de las
posibilidades de ascenso que los Estados Unidos ofrecían para todos refor-
zaba el individualismo e impedía trazar objetivos comunes. El modo de con-
trarrestar esas fuerzas centrífugas fue la ideología de la Guerra Fría. La exis-
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Historia Social General
“tercerismo”. El único punto en común es el de ser países identificados con Ver Unidad 4.
la dependencia colonial generada por la expansión del imperialismo.
En términos generales, se trataba de regiones caracterizadas por conti-
nuar siendo abastecedoras de materias primas y de productos alimenticios,
y mercados para los productos industriales y las inversiones de capitales de
las metrópolis. Las exportaciones comprendían un número muy escaso de
productos claves (por ejemplo: Indonesia, carbón; Birmania, caucho; Filipi-
nas, azúcar). Esto significaba que la economía dependía de la monoproduc-
ción. Cualquier problema, como la caída de los precios en el mercado mun-
dial, provocaba inmediatamente una crisis general que afectaba a toda la
economía y a todas las capas de la sociedad.
Pero además, la acción de los países metropolitanos había impulsado el Ver imagen 5.22. Los
contrastes en la vida
desarrollo capitalista en algunas regiones, lo que trajo algunas consecuen- urbana: Ahmedabad,
cias. Se acentuaron los desequilibrios internos, particularmente entre las India.
ciudades y el campo.
Las ciudades fueron los centro de la actividad bancaria y comercial y don-
de se dieron algunos -aunque limitados- procesos de industrialización, al
mismo tiempo que las áreas rurales continuaban manteniendo un marcado
carácter tradicional. Pero estos procesos también modificaban la estructura
social: en las ciudades comenzaban a surgir nuevos grupos sociales vincula-
dos a las nuevas actividades.
Parte de las burguesías nativas prosperaron al ritmo del comercio de ex-
portación-importación y de las actividades financieras; pero otros sectores,
vinculados al mercado interno, debieron afrontar la competencia extranjera
en inferioridad de condiciones. De este modo, la actividad política de esta
burguesía, a la que se unieron grupos de profesionales e intelectuales, se
manifestó en la creación de partidos nacionalistas y en la participación en
movimientos democráticos y antiimperialistas. En estas actividades políticas
también confluyeron sectores populares. Por un lado, el proletariado crecía
en la medida en que evolucionaba el sector capitalista de la economía. Era
mano de obra recién emigrada del campo, barata y abundante, que sufría du-
ras condiciones de trabajo. Y muy pronto cualquier conflicto laboral adquirió
el carácter de una lucha nacional contra la dominación extranjera. Por otro
lado, también en las áreas rurales, los movimientos campesinos contra los
grandes propietarios (en muchos casos, extranjeros o empresas extranjeras)
también adquirían la forma de una lucha nacional.
Estos movimientos, que agrupaban a distintas fuerzas sociales, se basa-
ban en el principio de que cada país tenía derecho a elegir su destino políti-
co. Además, el logro de la independencia era considerado indisociable de un
amplio programa de reformas que incluían puntos referidos al desarrollo de
una economía autónoma, al mejoramiento de las condiciones de vida y a la
afirmación de una cultura que revalorizase las tradiciones locales. Estos pro-
gramas eran, por lo general, bastante ambiciosos y los procesos posteriores
demostraron que lo más sencillo fue quizá obtener la independencia políti-
ca. En efecto, una vez lograda esta independencia, las mayores dificultades
provinieron de la organización de estos nuevos Estados. Surgieron diferen-
cias entre los distintos grupos sociales, políticos y étnicos que habían inte-
grado los frentes nacionales; pero además los conflictos se agravaron en la
medida en que se transformaron en fértil terreno para la Guerra Fría. De es-
ta manera, dentro de cada nuevo Estado los sectores más moderados o
más conservadores contaron con el apoyo de los Estados Unidos y los sec-
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Historia Social General
agruparon a cada lado del paralelo 17. El norte, con capital en Hanoi, quedó
controlado por el Frente Unificado Nacional, conducido por Ho Chi Minh; el
sur, con capital en Saigón, quedó controlado por la dictadura anticomunista
de Ngo-Dinh-Diem. Pero el conflicto se reinició cuando en el sur se formó, en
1960, el Frente de Liberación de Viet Nam del Sur y comenzó una guerra
que se extendió a Laos y Camboya y en la que los Estados Unidos tuvieron
una activa participación. El conflicto terminó en 1976 con la derrota de los
Estados Unidos y la reunificación del territorio en la República Socialista de
Viet Nam, con capital en Hanoi.
Los movimientos independentistas también se dieron en África. Desde fi- Ver Unidad 4.
nes del siglo XIX, y principalmente desde 1884, África fue repartida entre los
países europeos en distintas áreas de dominación política y económica.
La economía fue organizada fundamentalmente en función de la exporta-
ción de productos agrícolas, en grandes plantaciones dedicadas al monocul-
tivo, cacao, café y la explotación del caucho. Dentro de este esquema, el co-
mercio fue monopolizado por grandes empresas agroexportadoras de origen
europeo. Con esta base económica, la situación fue particularmente difícil
después de la crisis del treinta. La caída de los precios agrícolas obligaba a
exportar cada vez más para poder importar más o menos lo mismo. En este
contexto, después de la guerra, también en África surgieron vigorosos movi-
mientos nacionalistas.
La administración colonial había dado origen a una capa de nativos edu-
cados en Estados Unidos o en Europa. Estos sectores configuraban una ca-
pa de funcionarios, empleados, maestros, profesores universitarios, profe-
sionales, e incluso militares que configuraron una intelligenzia africana que
proveyó los líderes nacionalistas. Sobre estas bases, en la década del cin-
cuenta, estallaron una serie de conflictos, aunque los procesos se adapta-
ron a las distintas condiciones locales. De este modo, nos encontramos con
movimientos de diferente tipo según tomemos como referencia el África mu-
sulmana o el África negra.
En el caso del África musulmana, los movimientos por la independencia
comenzaron en Egipto, antiguo protectorado inglés. La monarquía egipcia es-
taba sostenida en realidad por el apoyo de Gran Bretaña, cuya presencia, so-
bre todo expresada en las tropas británicas encargadas de mantener el or-
den interno, causaba una marcada irritación en la sociedad. Esto no impedía
sin embargo que se desataran huelgas, motines, y manifestaciones sin que
el gobierno encontrara una salida política. Dentro de ese clima, cobró impor-
tancia una organización interna del ejército egipcio, el grupo llamado de “Ofi-
ciales libres” que sostenía posiciones nacionalistas y propugnaba un proyec-
to político de nacionalización e incluso de modernización de la economía. El
principal dirigente del grupo fue el coronel Nasser que dio un golpe militar,
en 1952, por el que se pudo establecer la República (1953). Nasser llegó
además a un acuerdo con Gran Bretaña que comenzó a retirar sus tropas.
De este modo, en 1956, cuando culminó este retiro quedó garantizada la in-
dependencia de Egipto.
El golpe militar nacionalista en Egipto, en 1952, avivó los sentimientos
nacionalistas árabes que impulsaron una serie de movimientos independen-
tistas: en 1952, se estableció la República de Libia; en 1956, Sudán se li-
beró de la presencia tanto de egipcios como de ingleses y proclamó la Repú-
blica; en 1956, también se dieron los movimientos en Marruecos y en
Túnez, que se independizaron de España y de Francia, respectivamente. Y
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derivaba no sólo en una crisis fiscal sino también en una crisis de credibili-
dad porque el Estado se mostraba ya incapaz de cumplir con todas las ex-
pectativas. Se consideraba que el keynesianismo había exarcebado las de-
mandas igualitarias y conducido el estado a la crisis, al mismo tiempo que
lo debilitó al colocarlo en una situación de excesiva dependencia con res-
pecto al consenso de la sociedad.
Para estos neoconservadores, por lo tanto, la salida era la recuperación
de los viejos valores centrados en el esfuerzo individual y en la libre empre-
sa, al mismo tiempo que afianzar la autoridad y la eficacia de los gobiernos
deslindándolos de las excesivas cargas sociales. Y estos principio neocon-
servadores sirvieron como plataforma para el Partido Republicano, en 1980,
y fueron la base de los discursos de Ronald Reagan durante su campaña
electoral. Reagan insistió en que su política económica tendría como objetivo
reducir la actividad gubernamental y colocar al mercado nuevamente como
centro de la economía. Los mecanismos para equilibrar el funcionamiento
económico serían la reducción de los impuestos y el control del presupuesto,
evitando la socialización de áreas como salud y educación. En política exte-
rior, el eje de su discurso fue la reconstitución de la posición hegemónica de
los Estados Unidos que debería reconquistar el liderazgo mundial.
Sobre estas bases, Ronald Reagan accedió a la presidencia de los Esta-
dos Unidos en 1981. Sin embargo, las elecciones no habían provocado de-
masiado entusiasmo: Reagan fue electo por el 29 por ciento del electorado,
lo que demostraba el escepticismo de los ciudadanos.
¿Quién es Ronald Reagan? Nació en un pequeño pueblo del Medio Oeste, en 1911,
hijo de un modesto vendedor de zapatos. Estudió ciencias económicas pero muy
pronto abandonó sus estudios y entre 1933 y 1937 trabajó en radio como locutor
deportivo. En 1937, consiguió un contrato como actor en la Warner Brothers, don-
de filmó la primera de sus 51 películas. En Hollywood, se consolidó como actor de
películas de clase B filmadas prácticamente en serie. Pero sus actividades actorales
fueron combinadas con el sindicalismo y, en 1946, fue elegido presidente del sin-
dicato de actores. Participó activamente en la campaña maccartista, denunciando
en el Comité de Actividades Antinorteamericanas la “infiltración” comunista en
Hollywood. En 1964, participó también de la campaña presidencial del candidato
ultraderechista y racista Barry Goldwater y al año siguiente, 1965, lanzó su propia
candidatura para gobernador de California, cargo al que llegó en 1966, y en el que
fue reelecto en 1970. Y en 1980, sobre la base de los principios neoconservadores,
fue elegido como el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos.
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través de films como la serie de Rambo, cuyo protagonista reinicia individual- Film recomendado:
mente una guerra que no considera terminada. Pero tal vez fue la serie de Rocky IV (1985), diri-
gida e interpretada por
films de Rocky -también interpretada por el popular actor Sylvester Stallone,
Sylvester Stallone.
la que mejor expresó la política cultural reaganiana: son la historia del éxito Ver cita cinematográ-
del héroe mítico que afirma los valores tradicionales y la identidad estadou- fica 5.24. sobre esta
nidense. película.
Pero los modelos culturales no brindaban soluciones a algunos de los
más graves problemas que aquejaban a la sociedad de los Estados Unidos.
Uno de los fenómenos más visibles era el auge de la delincuencia juvenil en
las grandes ciudades, como New York. Allí se concentraban casi doscientas
bandas que reunían a más de 6.000 miembros. Todos ellos tenían caracte-
rísticas semejantes: eran negros o hispanoparlantes, habían pasado la ma-
yor parte de sus vidas en los barrios más pobres, habían dejado la escuela
a edad temprana, habían trabajado sólo ocasionalmente y tenían muy poco
futuro dentro de la sociedad. En un medio basado en la exaltación del indivi-
dualismo, la banda era lo único que proporcionaba la sensación de seguri-
dad y pertenencia. En síntesis, surgía una nueva clase de pobres, más jóve-
nes y menos educados, marginada por una sociedad que no les daba
cabida.
A mediados de la década del ochenta, la política de la Guerra Fría parecía
mostrar signos de cambio. En medio de la expectativa internacional, se rea-
lizó la “cumbre” entre Ronald Reagan y Mikhail Gorbachov, líder de la Unión
Soviética, en Ginebra en noviembre de 1985. La reunión, celebrada en me-
dio de las mayores medidas de seguridad, había despertado resquemores
en los Estados Unidos. Mientras el Pentágono daba a conocer un informe
donde se formulaban implícitos interrogantes sobre la oportunidad de llegar
a nuevos acuerdos con Moscú, el Washington Post anunciaba el temor de al-
gunas empresas comprometidas con los planes armamentistas de una re-
ducción de armamentos antes de que algunas piezas entraran en la fase re-
munerativa de la producción. El temor radicaba tanto en que el mentado
“encanto personal” del líder soviético debilitara la inflexibilidad de Reagan,
como que el anciano presidente -enfermo y sin posibilidad de reelección- de-
cidiese pasar a la historia por su acción en favor de la paz. Sin embargo, na-
da de esto pasó: todo se redujo a una declaración mutua de buena voluntad
y a la promesa de reuniones anuales. En rigor, la reunión demostraba los
cambios que se estaban registrando en la URSS.
La Guerra Fría permitió que el férreo dominio que Stalin ejercía sobre Europa
del Este se endureciera aún más. Siguiendo los principios que marcaba lo
que se llamó el “centralismo democrático” se habían impuesto constitucio-
nes -que situaban el poder en el Politburó- y economías planificadas de cor-
te soviético en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Alemania Oriental, Albania
y Bulgaria. Además, para completar las reformas (1948), se declaró abolida
la propiedad privada y el Estado se hizo cargo de los medios de producción
como representante de la clase obrera. En síntesis, el “centralismo demo-
crático” concentraba, además del poder político, el económico, en manos
del Estado, en una fusión que subrayaba la autoridad incuestionable del Par-
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considera disidente. Por último, bajo el control de las Guardias Rojas, se lo-
gró que todas las manifestaciones culturales tuvieran como centro a Mao,
construyendo un efectivo culto a su personalidad. Para fortalecer esta orien-
tación se establecieron en todos los puntos del país los “comités revolucio-
narios” destinados a un control estricto sobre la población.
Esta orientación no impidió que la Revolución China se transformara pa-
ra muchos en un modelo a seguir, alternativo al modelo que proporcionaba
la Unión Soviética. En los sectores marxistas de Occidente, sobre todo entre
los jóvenes e intelectuales en los años sesenta y setenta, el maoísmo des-
pertó grandes esperanzas. Se consideraba que era el verdadero camino a la
revolución que los burócratas soviéticos habían traicionado. En las Universi-
dades, entre los estudiantes y los profesores más radicalizados se acepta-
ba con fruición el nuevo comunismo chino con su insistencia en la inevitabi-
lidad de la guerra contra el imperialismo, y el énfasis en la combatividad y
creatividad de las masas.
Uno de los rasgos de los años setenta, que se prolonga a nuestros días, es
la nueva presencia del mundo árabe, basada en una peculiar cultura y una
fuerte conciencia religiosa. Muchos de los estados árabes habían estado
bajo el dominio occidental, tras la desintegración del imperio otomano des-
pués de la Gran Guerra. Ya en 1916, Francia e Inglaterra habían firmado una
serie de tratados por los cuales se repartían esas regiones en áreas de in-
fluencia. Así por ejemplo, entre otros territorios, Siria y el Líbano, correspon-
dieron a Francia; y Egipto, Irak y la amplia región de Palestina quedó bajo la
administración inglesa. Pero a diferencia de la colonización en otras zonas,
el occidente cristiano europeo no pudo vencer la fuerza del Islam que conti-
núo siendo la religión y la cultura dominante.
Su posición de proveedores de materias primas y, en algunos casos de
petróleo, dejó a la economía de estos países fuertemente subordinada a la
economía occidental, al mismo tiempo que la invasión de mercaderías im-
portadas europeas arruinó a las artesanías tradicionales. Con respecto a la
explotación de petróleo, el Irak cumplió un papel clave lo mismo que Palesti-
na, en donde, en la región de Haifa, estaba una de las estaciones finales del
oleoducto. De allí la importancia estratégica que el control de Irak y de Pa-
lestina, y también del Canal de Suez tenía para Inglaterra durante los años
de entreguerra.
En 1950 comenzaron a gestarse los movimientos independentistas. Sin
embargo, en estos primeros movimientos fue el nacionalismo y la intención
de modernizar a estos países lo que guió la conducta de los líderes indepen-
dentistas: en los años cincuenta las motivaciones culturales y religiosas
ocuparon un segundo plano. En este sentido, el punto de partida fue el mo-
vimiento encabezado por Nasser a favor de la independencia de Egipto, mo-
vimiento que se transformó en un hecho paradigmático para los otros paí-
ses árabes a lo largo de la década del sesenta.
En los años setenta, en cambio, los movimientos de los países árabes
cambiaron sus contenidos, abandonaron el nacionalismo y los planes de
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Si bien el resurgimiento del islamismo tuvo como centro Irán, muy pronto se
extendió a otros países árabes. Sin embargo, hablar de islamismo no signi-
fica hablar de unanimidad religiosa. En parte porque el islamismo está frac-
turado en dos corrientes religiosas, el shismo y el sunismo, enfrentadas en-
tre sí muchas veces en forma violenta, además de otros grupos. Pero por
otra parte, la unidad en el islamismo no es suficiente para evitar conflictos
por intereses nacionales. De este modo, dos países fuertemente islámicos,
Irán e Irak se vieron envueltos en una serie de conflictos fronterizos que fi-
nalmente desembocaron en la guerra.
Irak era también un centro de producción petrolera donde se jugaban po-
derosos intereses internacionales. También en la década del cincuenta nos
encontramos con un movimiento nacionalista y republicano que culminó con
el derrocamiento del rey Faisal y el establecimiento de la república de Irak.
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Sin embargo la política de la nueva república fue muy inestable hasta que en
1979, se hizo cargo de la presidencia y de numerosos cargos (en una suerte
de “suma” del poder público) el líder militar Saddam Hussein. En septiembre
de 1980, un conflicto fronterizo había desencadenado una larga guerra entre
Irán e Irak, que finalizó recién en 1988. En esa guerra, Irak había logrado apo-
derarse de algunos territorios; sin embargo, el saldo no le fue favorable. Irak
había quedado con una situación económica muy crítica, con un ejército so-
bredimensionado, y con numerosos conflictos internos. La población shiita se
sublevaba contra el régimen sunita de Saddam Hussein; mientras que la po-
blación de origen kurdo continuaba con sus levantamientos.
En medio de este clima político, Irak invadió el emirato de Kuwait. Kuwait
es un pequeño territorio que hacia 1989 contaba con sólo dos millones de
habitantes, pero su escaso territorio es compensado por la riqueza petrole-
ra: en 1934, empresas británicas y estadounidenses habían organizado la
Kuwait Oil Company que tranformó al país en el principal productor de petró-
leo del Medio Oriente. En 1961, si bien los intereses económicos anglobritá-
nicos se mantuvieron, se organizó el primer emirato independiente. Se esta-
bleció una monarquía constitucional, aunque en la práctica el poder era
detentado por el Emir y un estrecho grupo de familiares y allegados (que
son, por otra parte, las familias más ricas del mundo). Desde 1989, comen-
zaron las tensiones con Irak, por el reclamo que Kuwait hizo sobre la isla de
Babiyán en el Golfo Pérsico. Las tensiones se agudizaron de modo tal que
Irak invadió Kuwait y lo anexó en agosto de 1990.
Ante la situación planteada, en 1991, una fuerza internacional integrada
por los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Arabia Saudita inició las
operaciones, que condujeron a la derrota de Irak y al reestablecimiento de la
independencia de Kuwait (febrero de 1991). La guerra significó para Kuwait
grandes pérdidas materiales que afectaron la producción petrolera. Pero
también la guerra fue el inicio de transformaciones internas. Tras la vuelta al
poder del emir al-Jaber comenzaron una serie de movilizaciones internas
que demandaban reformas de tipo democrático. De este modo, en julio de
1991, se debió reestablecer la Asamblea Nacional como órgano legislativo.
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Cronología
1922. Tras la “marcha sobre Roma”, el rey Víctor Menuel III encomienda a
Benito Mussolini la formación de un nuevo gabinete.
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1936. Tras los “procesos de Moscú” son ejecutados disidentes del stalinismo.
En Estados Unidos, Charles Chaplin filma Tiempos Modernos.
En Gran Bretaña, Maynard Keynes publica la Teoría General del Em-
pleo, del Interés y la Moneda.
Hitler y Mussolini forman el Eje Roma- Berlín. Se firma Pacto Anti-
Comitern con Japón.
En Francia se impone en las elecciones el Frente Popular que lleva
a la presidencia al socialista León Blum.
En la República española triunfa en las elecciones el Frente Popu-
lar, el levantamiento del general Franco inicia la Guerra Civil.
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1954. En Viet-Nam, los franceses son derrotados en Diem Bien Puh; el terri-
torio queda dividido en dos regímenes. Comienza la guerra de Argelia.
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1983. El intercambio comercial de los Estados Unidos con los países del
Pacífico supera al de Europa.
1989. Se retiran las tropas soviéticas de los países del Este. En Polonia
en las elecciones parlamentarias triunfan los candidatos del sindi-
cato católico Solidaridad. Cae el Muro de Berlín.
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Guías de lectura y actividades
1.
a. Describa las principales características de la primera etapa
de la Guerra (Primera Guerra Mundil) y explique las prin-
cipales consideraciones que debieron tenerse en cuenta
en la firma de la paz
2.
a. Describa el proceso revolucionario. Explique por qué Carr
habla de un “doble poder” tras la caída del zarismo y cuál
era la posición de Lenin al respecto. Refiérase a las prui-
meras medidas revolucionarias.
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3.
a. Explique las características de la industrialización soviética
en el contexto europeo y compárelas con la británica.
4.
a. Describa cuál era la posición soviética respecto a la colec-
tivización de la tierra antes de 1929.
370
d. Refiérase a los problemas que implicó la “colectivización
forzosa.”
5.
a. Analice el impacto de la guerra en la política y la sociedad
estadounidense a través de 1) el “aislacionismo”; 2) el na-
cionalismo y el “miedo a los rojos”
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6.
Capítulo 5: “Socialización fascista y conformismo,” (pp. 159-
201)
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7.
a. Explique las características de la política económica del na-
zismo, sus objetivos y sus contradicciones con los principios
enunciados. Refiérase a las políticas dirigidas al trabajo, a la
industria, a la agricultura, y al papel social de las mujeres.
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8.
a. Describa las principales características del período defini-
do como la Guerra Fría.
9.
a. Explique por qué los años entre 1950 y 1970 pueden ca-
racterizarse como una “edad de oro.”
10.
a. Explique por qué a partir de los años setenta el mundo
económico era menos estable. Refiérase al significado del
problema del desempleo y la pobreza.
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11.
a. Describa la evolución de la Unión Soviética en el período
stalinista.
12.
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13.
Guía de análisis:
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c. La vida urbana
I. La vida urbana como marco de la deshumanización
II. Los ámbitos de la vida cotidiana:
III. Barrios marginales (zona portuaria)
IV. Los nuevos modelos de vida suburbana. La caricaturiza-
ción de la vida burguesa. El hogar “soñado” versus el ho-
gar “real”
V. La parodia de los gestos burgueses. La ironía sobre la so-
ciedad opulenta.
VI. Las nuevas formas de comercialización: los grandes alma-
cenes. La contraposición entre formas de vida
VII. Los deportes populares: el fútbol americano
VIII.La salida de la ciudad como búsqueda
e. Síntesis:
I. A través del análisis de los puntos anteriormente señala-
dos describa la visión de Chaplin de la sociedad de su
época y explique cuáles son las causas de tal visión.
II. Explique de qué modo los recursos expresivos anterior-
mente señalados son una parte constitutiva de la visión de
la sociedad de Chaplin.
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Referencias bibliográficas
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