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La Ley Del Revolver 314 El Tren de Las 21'45 Joe Mogar PDF

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El tren de las 2145

Joe Mogar




CAPTULO PRIMERO


Llova torrencialmente.
Los relmpagos y los truenos se sucedan unos a otros y el aire
silbaba por entre los rboles lanzando a la inmensidad del llano, a
las colinas, a las cercanas montaas, su lgubre y lastimero aullido.
Daba de lleno en la traqueteante y vieja mquina, como
queriendo detener su marcha, como deseando impedirle que
aquella noche llegara y se detuviera en la pequea estacin de Big
Piney.
Era el tren de las 2145.
El ltimo tren de aquella noche. Un tren que ya no regresara
hasta el da siguiente para volver a pasar a la misma hora que la
estacin de aquella perdida poblacin de Wyoming.
La oscuridad era absoluta, o deba serlo ya que sta era rasgada
de continuo por el azulado rayo seguido del estampido del trueno
que amenazaba con arrancar de la va la pequea mquina que en
medio de aquel caos infernal arrastraba penosamente los cinco
vagones de viajeros.
El chorro de humo de la misma, arrastrado por el huracn que le
vena de cara la envolva en negro manto, lo mismo que si la
estuviera vistiendo con un traje de luto.
La luz del faro apenas si se divisaba a tres o cuatro yardas por
delante de la misma, pero a pesar de todo, ella segua adelante,
jadeando, soltando humo y llamas por la alta y fea chimenea y de
vez en cuando lanzando contra el bramido del viento y el estallido
del trueno, como si quisiera competir con ellos, el pitido de su
silbato.
Sin que el huracn, la lluvia y los relmpagos decrecieran, el tren
de las 2145, sin retraso alguno, entr en agujas.
Tres minutos ms tarde lo haca frente a la estacin, resoplando,
lanzando chorros de vapor por todas partes, pero ningn viajero
sali del mismo segn pudo apreciar el viejo jefe de estacin, Phil
Foster, que se acerc a la mquina para charlar unos minutos con
el no menos viejo maquinista, como haca todas las noches desde
que se inaugur aquel pedazo de ferrocarril.
La lluvia no decreca en modo alguno, por lo que casi de
inmediato dio la seal de partida, luego, dando media vuelta, y
mientras el tren se alejaba renqueando, penetr en la pequea
cantina de la estacin.
Se volvi para cerrar la puerta y entonces fue cuando le vio.
All, al otro lado de la va, envuelto en una manta mejicana, alto,
felino, peligroso tal vez, parado al otro lado de la va, y Foster,
achicando los ojos para ver si a la luz de los casi interminables
relmpagos poda reconocer sus facciones, le mir, pero no lo
consigui.
Adems de la manta mejicana, el hombre, tal vez un pistolero
por sus trazas, llevaba el ala del stetson sobre los ojos, para
resguardarse del agua, o tal vez para que ste no fuera reconocido.
Foster vio cmo miraba a ambos lados de la va y luego
empezaba a avanzar hacia la cantina.
Sabiendo que un natural curiosidad iba a ser satisfecha de un
momento a otro, se apart de su lugar de observacin y se
encamin al mostrador donde pidi un whisky, exactamente como
vena haciendo tan bien desde que se inaugur el tramo de
ferrocarril.
Y esper.
Lo hizo lanzar una sola mirada a los dos pistoleros que haba en
la barra, muy cerca de l, y que por otra parte conoca demasiado
bien.
En aquel momento hubo un vivsimo relmpago seguido
inmediatamente despus por el trueno, que hizo bambolear la
cantina hasta sus delicados cimientos, y que por otra parte coincidi
con la entrada del forastero.
Foster le mir a travs del espejo.
No se haba equivocado.
Era alto, casi los seis pies y medio, delgado pero musculoso y se
mova con la misma elasticidad felina de una fiera.
Ahora poda verle el rostro.
Un rostro que pareca esculpido en granito. Un rostro cuya nota
ms destacada, adems de la dureza de ste, eran los ojos negros,
fros e impasibles como los de un indio.
Su piel tambin era morena aunque no tena el cobrizo de aqul.
Y vino a colocarse entre los dos pistoleros y l, sin mirarles, sin
mirar a Foster, pero con los ojos fijos en la belleza detonante de
Silvia, duea, por le momento de la cantina.
Silvia era joven; su edad oscilara entre los veinte y los veintitrs
aos. Pelirroja, ojos intensamente verdes, grandes, rasgados, y
sombreados de largas y sedosas pestaas.
Seno alto, altivo, orgulloso. Como un desafo ms sobre las
muchas cosas que tena sobre s mismo.
El forastero se desembaraz de la manta y entonces, tanto ella
como Foster, pudieron ver claramente que slo llevaba un Colt 45,
colocado sobre el muslo derecho, a modo de los gun-men.
Hecho esto acab de acercarse a la barra, se acomod en ella, y
mientras Foster haca conjeturas sobre el hecho de que no llevaba
equipaje y tampoco caballo, ste pidi, encarando a la pelirroja:
-Ponga un whisky.
Ella no sonri.
Con otro tal vez lo hubiera hecho. Era su oficio y tena que
sonrer siempre, pero con aquel pistolero, no. Sin saber por qu, se
senta incapaz de hacerlo.
Gir hacia la estantera, tom una botella, luego un vaso y le
enfrent de nuevo. Sin pronunciar palabra se lo coloc delante
despus de llenrselo hasta los bordes.
El forastero empez a beber a pequeos sorbos hasta que lo
medi. Entonces, ante su estupor, Silvia, que no le perda de vista
ni un segundo, hacindolo con disimulo, vio cmo arqueaba un
dedo para llamarla.
Se acerc, y por unos momentos sus ojos quedaron prendidos
en los siempre impasibles del pistolero.
Abri la boca para preguntar, pero l se adelant a sus deseos,
como si tuviera prisa porque todos en Big Piney supieron cul era
su nombre.
-Me llamo Dan Kendall, preciosa, y vengo buscando a un
hombre llamado Chester Holland. Le conoce?
La pelirroja retrocedi hasta que su espalda semidesnuda
tropez contra la estantera, mientras que sus labios un tanto
gruesos e incitantes se quedaban sin color, lo mismo que su rostro.
-No No s de que
En aquel instante, uno de los dos pistoleros que haba en el
interior de la cantina solt el vaso sobre el mostrador y se volvi en
redondo, encarndose al forastero:
-Cuernos, Dan! exclam-. Nunca debiste venir a Big Piney.
Nunca. A Holland no le gustar.
-Hola, Templar replic el aludido-. S que no, que no le gustar,
ya que voy a matarle. Ni a ti tampoco, muchacho. Vamos, a qu
esperas?
Estaba frente a los dos, fro, sereno, impasible, pero al mismo
tiempo tan peligroso como una serpiente de cascabel.
-A que transcurran unos segundos, Dan. Los suficientes para
que te diga que no saldrs vivo de aqu. Y si lo consigues, nunca de
Big Piney.
Al terminar de hablar, los dos se separaron unas yardas con
objeto de ofrecer menos blanco. Por espacio de unos cuantos
segundos permanecieron mirndose fijamente, y al fin, Larry
Templar pronunci dos palabras:
-Sacas, Dan?
La respuesta fue muy rpida. Demasiado tal vez.
-Os estoy esperando.
Hubo otro largo silencio tan slo roto por el retumbar del trueno y
la torrencial lluvia que afuera, en los alrededores y en el llano,
pareca querer inundarlo todo despus de muchos meses de
pertinaz sequa.
Repentinamente, Templar tir de la culata del Colt.
Eran tres, y slo rugieron dos detonaciones que por unos
instantes parecieron ahogar el fragor del trueno. Acto seguido todo
volvi a la normalidad.
En el interior de la cantina era silencio, todo era silencio. Fuera
continuaba la lluvia, el trueno y los relmpagos. Y no obstante, algo
haba cambiado en el ambiente. Ahora, sobre el entarimado, los dos
con un balazo en medio de los ojos, se encontraban los cadveres
de Larry Templar y Lass Lassiter.
Dos pistoleros que vigilaban noche y da a Silvia Sutton.
Frente a ellos, con el semblante tan hermticamente imposible
como siempre, Dan Kendall recargaba parsimoniosamente el Colt
que tan rpida y eficazmente haba empleado mientras que Foster,
con los ojos agrandados por el asombro, sin dejar de mirarle, se
escurra materialmente hacia la puerta.
Kendall enfund. Lanz una fugaz mirada a los dos cuerpos
cados sobre el entarimado de la cantina y sin hacer nada por
detener a Foster se acerc de nuevo a la barra, tom el vaso de
whisky, lo apur de un trago, rode el mostrador, ante el temor
creciente de Silvia y se acerc a ella, dndose cuenta de que lo
mejor que sta tena sobre s misma, era lo que ocultaba el
mostrador.
Iba, de cintura para abajo envuelta materialmente en mallas
negras, incluso el tentacin con que se tocaba, y sus piernas eran
largas y maravillosamente torneadas. Unas piernas, en fin, como l
no haba visto ningunas.
Puso una mano sobre su bien torneado hombro desnudo y
acarici su barbilla sin que ella acertara a protestar ni a pronunciar
una sola palabra. Ni tampoco a separar sus ojos de los de l, fros
e impenetrables.
Kendall se inclin sobre ella y la bes suavemente.
Al separarse, pero sin soltarla, pregunt:
-Qu es lo que hace en este pueblo un hombre como Holland,
linda?
Silvia entrecerr los ojos, pero no los desvi de los suyos.
-Prcticamente me mantiene a m, y a esto termin abarcando
toda la amplitud de la cantina-. Tambin mantiene a muchas
personas ms.
l la tute ahora.
-Tu amante?
-Tengo que mostrarme cariosa con l.
-Te agrada?
Los ojos de ella centellearon.
-Eso no tiene importancia.
-Pero, le amas?
-Le odio!
Su propia pasin, al pronunciar aquellas palabras, la hizo
ahogarse y por espacio de varios segundos su seno se agit
violentamente bajo la escotada blusa que apenas le cubra.
-Vendras conmigo?
Y antes de que pudiera replicar de nuevo, Kendall lo bes por
segunda vez. Luego la abarc por la cintura y sin soltarla pregunt
de nuevo:
-Dime, lo haras?
Ella replic:
-Dnde?
Kendall se encogi de hombros.
-Ni lo s replic-, pero conmigo.
Silvia le mir y entonces dijo sencillamente:
-Sultame y espera.
Kendall lo hizo y ella fue hasta la puerta y la cerr con llave.
Llevndole ahora a la trastienda explic:
-No esperas a Holland?
-No, esta noche no.
Ya no hablaron ms hasta que no se encontraron frente a frente,
en la especie de salita, admirablemente amueblada, que ella tena
detrs de la trastienda. Y fue Kendall el que pregunt rompiendo el
silencio que reinaba entre ambos:
-Vas a ayudarme?
-En contra de Holland?
-S.
Silvia lo pens durante unos segundos mientras que las manos
de l volvan a su delicada y fina cintura.
-Es muy expuesto, Dan.
-Lo s. Pero yo te ofrezco algo.
-S, ir contigo, si no te matan.
-Exacto, si no me matan. Y lo har.
-Sin amarme? Aun as lo haras? Responde, Dan.
-S. Sin amarte. Eres una mujer muy hermosa, Silvia. Muy
hermosa
Interrumpindose la atrajo hacia su pecho y correspondi a la
caricia silenciosamente, pero entonces ella elev los brazos hasta
que su cuello y con un ardor que le dej confuso hasta que perdi la
nocin de todo.


CAPTULO II


Una hora.
Sesenta minutos.
Estaba perdiendo mucho tiempo. Como por obra de telepata,
Silvia se separ en aquel entonces de sus brazos y Kendall,
acariciando sus mejillas, la bes en la nariz.
Hizo ademn de preguntar pero ella le ataj, primero al
corresponder al beso y segundo cuando dijo inmediatamente
despus:
-Quedan los dos cadveres, Dan. Los habamos olvidado.
Era una verdad. La mejor, la nica.
-S, claro. Y tendrs que avisarle, no?
Ella inclin la cabeza, desviando los ojos de los suyos y musit:
-S, si no lo hago yo, si t los haces desaparecer, ese viejo zorro
de Phil se encargar de hacrselo saber hizo una pausa y aadi
con lo bellos ojos muy abiertos-. Me preguntar por lo que ocurri,
Dan, y tendr tendr que darle tu descripcin o mentirle. Y si le
miento
-Nada de eso, preciosa dijo l mirndola de pies a cabeza-. No
tienes por qu mentir. Incluso va a darle mi nombre.
Si Silvia se asombr de sus palabras, Kendall no pudo
averiguarlo, ya que su hermoso rostro permaneci completamente
impasible.
-Y eso te ayudar?
-S, porque al saber que estoy aqu, eso le har cometer un
error.
-De acuerdo. Pero, y t, Dan?
-Yo me voy ahora mismo. Tan pronto salga, deja transcurrir unos
cuantos segundos y luego vete y avisa a Holland.
-Lo har. Y nosotros?
Kendall se puso en pie y su siniestra sombra cay sobre ella
empequeecindola.
-Nos volveremos a ver. Pero si no es as, Silvia, linda, maana
noche estar en la estacin para esperar el tren de las 2145.
Exactamente el mismo que me trajo hizo una pausa, y mientras
que ella le imitaba ponindose tambin de pie, pregunt-: Hay
puerta trasera?
-S, ven conmigo.
Fueron los dos hasta la misma y all, como si por primera vez en
su vida hubiera encontrado una tabla salvadora en medio del
tempestuoso ocano en que se debata, Silvia elev los brazos
hasta su cuello y le bes largamente en los labios. A continuacin, y
por espacio de varios minutos, como si se conocieran de toda la
vida, ambos permanecieron estrechamente abrazados hasta que
repentinamente Kendall se solt de ella con manifiesta brusquedad.
Entonces ech a andar, rode la cantina y empez a avanzar
hacia el pueblo dndose cuenta de que ya no llova ni tronaba
aunque el cielo permaneca parcialmente encapotado.
Tan slo en la lejana, casi en la imaginaria lnea del horizonte,
se vean algn que otro relmpago.
Avanz despacio sabiendo que Silvia an tardara un poco en
abandonar su cantina. Deba fiarse de ella a pesar de lo ocurrido?
Se ri de s mismo y en el silencio de la noche su risa son a
algo fantasmal. A algo que tan slo poda pertenecer a la muerte.
Con pasos de cadencia felina alcanz las primeras casas y fue
dejndolas atrs hasta que dio vista al saloon. Tena tiempo ms
que sobrado para tomarse un whisky mucho antes de que Holland
supiera de su presencia en Big Piney.
Tambin poda tenerlo para hacer la primera visita de la noche,
aunque contando con lo ocurrido en la cantina de la estacin,
aquella sera la segunda. Pero antes de ponerlo en prctica, deba
de consultrselo a s mismo.
Kendall alcanz las batientes, las empuj y entr.
Haba muchos clientes a aquella hora y un par de hermosas
mujeres. Y mirndolas, se pregunt si Silvia se haba referido a
ellas cuando dijo que Holland mantena a algunas personas ms
dentro de la poblacin.
Acodndose en la barra, despus de volverse a quitar de encima
la manta mejicana, pidi:
-Whisky.
Bebi lentamente sin hacer caso de una de las dos mujeres que
silenciosamente se haba colocado a su lado, como en espera de
una invitacin, o de cualquiera saba qu, pero que le estaba
mirando con todo descaro.
Del mismo modo solt el vaso sobre el mostrador, tom la manta
y la pleg sin ayuda de nadie. Luego, encarando al barman,
pregunt:
-Puede guardarme esta hasta maana, amigo? Es molesto
llevarla a todos lados sobre todo cuando todava no he buscado
acomodo en la poblacin.
-Forastero, no?
Era una pregunta como otra cualquiera. Era el deseo de saber.
La curiosidad insatisfecha de todos cuantos le vean all, sin saber
quin era, de dnde vena y adnde iba.
Y en fin, era una pregunta que indefectiblemente dara paso a
muchas ms.
A pesar de saberlo, Kendall replic:
-S. He venido en el ltimo tren hizo una ligera pausa y aadi
rpidamente, como si con esto quisiera evitar las preguntas que
adivin de antemano-: Me puede indicar dnde vive el juez?
Fue la rubia que haba a su lado, la que mirndole con ms
curiosidad que nunca, explic:
-En sta misma acera, al final de la calle. Es la nica casa de
dos plantas. Cmo dijo que se llamaba?
El rostro de Kendall no cambi de expresin cuando sin replicar
a la pregunta, sin dar las gracias por la informacin, encar de
nuevo al barman.
-Puedo dejarle la manta? Me sirve de estorbo. Incluso si quiere,
puede quedarse con ella. A m no me sirve.
La deposit sobre el mostrador, en el momento en que la rubia
volva a la carga.
-Para qu busca al juez McDugal, forastero? No ser para
casarse, verdad?
Kendall deposit su dlar de plata sobre el mostrador, gir hasta
encarar a la rubia y sus ojos de indio inexpresivos, carentes de toda
expresin, cuando replic:
-Para matarle, linda.
Dio media vuelta y se encamin hacia las puertas batientes
diciendo entretanto:
-Puede guardarse el cambio.
Pero ni la rubia ni ninguno de los clientes le escuchaban. Slo le
miraban ir, sobrecogidos de asombro, estremecidos cuando algo
parecido a una corriente de aire helado les sacudi de pies a
cabeza.
Suavemente, como deslizndose sobre las tablas de la falsa
acera, como un vengativo y fro animal salvaje, carente de todo
sentimiento humano, inexorable como la misma muerte, hermtico
como la tumba de un antigua Faran, avanz ahora calle abajo
llevando en los delgados y crueles labios una sarcstica y
semiburlona sonrisa.
Vio la casa mucho antes de llegar, y entonces cruz al otro lado
de la calzada hundiendo los pies en el espeso barro cuando se
encamin a la otra acera para verle de cerca.
A continuacin se detuvo y observ atentamente las iluminadas
ventanas de la planta baja.
All dentro estaba el juez Jess Mc. Dugal. El hombre que ms
odiaba en el mundo. Es decir, uno de los hombres que ms odiaba,
ya que Holland tambin se encontraba enmarcado en la lista que
componan stos.
El hombre que iba a morir aquella misma noche.
Luego, si Holland le daba tiempo, que no lo dara, ira en busca
del tercero de la lista.
Otro de los ciudadanos prominentes de Big Piney.
Li y encendi un cigarrillo, le dio la primera chupada y a
continuacin se lo colg materialmente de la comisura de la boca.
De nuevo cruz la calzada ahora recto hacia la puerta principal
de la casa de Mc. Dugal con el semblante ms hermtico que nunca
y el negro y solitario Colt bambolendose en su cadera,
golpendole el muslo con su largo y mortal can.
Tante la puerta y la empuj cuando se dio cuenta de que
estaba abierta.
A su espalda la calle continuaba tranquila y silenciosa. En el
saloon, frente a los vasos de whisky, la concurrencia se
mostraba extraamente callada, esperando or de un momento a
otro el estallido del disparo que acabara con la vida del juez.
Al parecer, el diablo andaba suelto aquella noche por Big Piney.
Al abrir la puerta, Kendall se vio frente a un pasillo iluminado
profusamente por tres grandes lmparas de petrleo, y sonri
furamente al ver el lujo que reinaba en todo lo que alcanzaba su
vista.
Mir las puertas que haba a ambos lados del mismo. Luego
avanz unos pasos hasta situarse en el centro y escuch. Nada.
Todo era silencio. Kendall se encamin a la primera puerta y la
abri.
Estaba a oscuras y por lo tanto la volvi a cerrar.
En la segunda tuvo hubo suerte.
Un despacho.
Amplio, lujoso, acogedor, y detrs de una gran mesa, con
muchos papeles, la maciza y fuerte figura de Mc. Dugal.
Suavemente cerr a su espalda y en aquel momento el juez de
Big Piney levant la cabeza de los papeles y lo vio.
Durante unos segundos sus ojos se dilataron y acto seguido se
puso violentamente en pie mientras acercaba peligrosamente la
mano a la culata del Colt.
-Dan Kendall! exclam.
-S, el mismo. No me esperaba, verdad?
-No, confieso que no. A qu ha venido, Dan?
Le mir antes de replicar.
No, Mc. Dugal no haba cambiado muchos desde la ltima vez
que le viera. Continuaba siendo el mismo, slo que con tres aos
ms. Ahora rondara los treinta y cinco aos. Su pelo, en las sienes,
igual que antao, estaba cubierto de blancura. Sus ojos
continuaban siendo tan grises y tan fros como siempre. Tan
despiadados.
Entonces replic:
-Voy a matarte. Lo sabas, verdad?
Nada en el rostro de Mc. Dugal delat si se senta impresionado
o no por las palabras de Kendall.
-S, creo que s, que lo supe siempre, Dan replic con perfecta
calma-. Y dime: cmo crees que saldrs de Big Piney cuando
Holland se entere de que ests aqu?
Kendall se encogi de hombros pensando que a aquella hora,
Silvia ya se lo habra comunicado. O tal vez no?
Se haba dejado seducir, pero, poda confiar en ella?
Tal vez s, si era verdad lo que le haba dicho con respecto a su
odio por Holland. Pero tambin pudo mentir. Sus besos, sus
caricias, su total entrega, podan ser un seuelo, una mortal trampa
para l.
Sonri duramente volvindose a encoger de hombros, y frente a
l, el atento Mc. Dugal, juez de Big Piney, de pregunt en qu
estara pensando. Y ya no pudo continuar hacindose preguntas ya
que en aquel momento, Kendall le dio la respuesta a la suya:
-No saldr, Mc. Dugal. No lo har hasta haber acabado con
todos vosotros. Si no puedo, si caigo, mala suerte.
Entrecerr ahora los ojos para mirarle y as permaneci en
silencio durante algn tiempo hasta que finalmente, en vista de que
Mc. Dugal tampoco pronunciaba palabra, indic impasible Dan
Kendall:
-Tengo prisa, Mac. Por qu no sacas?
La sonrisa del juez fue enigmtica por completo.
-Estoy esperando que lo hagas t, Dan replic.
Hubo una pausa entre los dos mientras que Kendall empezaba a
retroceder de espaldas hasta que sta tropez con la pared
opuesta.
Y fue el propio Mc. Dugal el que la rompi cuando dijo:
-Escucha, Dan, aquello ya pas. Por qu no olvidarlo? Tengo
algunos dlares y puedo convertirte en un hombre rico si lo deseas.
Slo tienes que pronunciar una cifra y luego largarte de Big Piney
para siempre.
-Me dejaran los dems?
-S, claro. Yo me encargo de eso.
-Con Silvia Sutton?
Mc. Dugal tuvo un sobresalto y acto seguido replic:
-Silvia es cosa de Holland, Dan.
Kendall solt una brutal carcajada y respondi irnico:
-Yo no estara tan seguro de ello, Mc. Dugal. No, no lo estara. Y
no estndolo vuelvo a repetir lo mismo. Me dejaran?
-Qu qu ests tratando de decirme, Dan? Qu sabes de
Silvia?
La sonrisa de Kendall, as como el brillo de sus ojos, eran
sencillamente odiosos cuando replic:
-Que es la amante de Holland, comprendes? Y que le odia a
muerte segn me dijo. Le promet que la llevara conmigo si sala
con vida de aqu.
Un nuevo silencio se hizo entre los dos, que rompi Mc. Dugal.
-A cambio de qu, Dan? De sus caricias y besos?
-En parte. Por ahora deseo su ayuda, y me la va a dar.
-Cuernos, Dan! Por qu me cuentas todo eso?
En contraste con las anteriores, la sonrisa que Kendall le dedic
ahora era burlona en extremo.
-Creo que ya te lo dije antes, no? Porque voy a matarte, y por
lo tanto, como los muertos no hablan, t no podrs contrselo a
Holland.
Mc. Dugal dej transcurrir unos segundos de silencio antes de
replicar:
-Te ofrec unos dlares, Dan. Te dije que aquello lo lament
durante mucho tiempo pero
La spera risa de Kendall le interrumpi.
-Que lo lamentaste? T y quines ms, Mc. Dugal? Y
aunque fuera verdad, t crees que las lamentaciones conducen a
alguna parte?
-S. Cuando son sinceras.
-Lo son las tuyas?
Dos o tres segundos ms tarde, que se tom Mc. Dugal para
replicar, transcurrieron antes de que dijera:
-S, Dan. Lo son!
-No asegurara yo eso sonri mostrando a la luz de la lmpara
de petrleo y a los ojos de ste, sus dientes de lobo, y aadi-: No,
Mc. Dugal, no lo asegurara. Por lo tanto, ser mejor que tires de los
hierros cuanto antes. A estas horas Holland ya debe saber que
estoy en Big Piney, y me molestara en grado sumo que se
presentara aqu antes de que t y yo ajustramos cuentas. Vamos,
a qu esperas?
-A convencerte, Dan.
Se ri.
Por tercera vez ri, y ahora, su risa, produjo a Mc. Dugal
sudores en todo el cuerpo.
Al acabar sta, aquel replic:
-No hay forma de convencerte, verdad, Dan? T crees que
estoy mintiendo, no?
Por cuarta vez, Kendall dej escapar la risa por entre sus
delgados labios, pero ahora haba en ella un marcado sarcasmo.
-Vamos, Mc. Dugal replic al cabo de la misma-. Estoy por
apostar contigo a que ni t mismo te crees.
Hizo una ligera pausa y aadi:
-Tienes tres segundos para llevar la mano al Colt y empuar el
arma. Si no lo haces, juez, te mato como a un pe
Sin dejarle terminar la frase, Mc. Dugal llev las manos a los
Colts y los empu. Casi en el acto la casa se estremeci al
conjuro de un disparo. Luego todo fue silencio en torno mientras
que el olor a picante de la plvora se expanda por el despacho.




CAPTULO III


Silvia dej las mallas, se puso un vestido y baj a la planta baja.
Lanz una mirada en torno y se estremeci de nuevo ante la vista
de los dos cadveres.
Casi en el mismo acto desvi los ojos de stos y mir a la
puerta. Se acerc a la misma. La abri pensando en Dan Kendall.
Preguntndose cmo haba sido posible que ocurriera aquello.
Cierto que odiaba a Holland como jams odi a nadie, pero con
un pistolero, con un asesino lleno de venganza, no!, y no obstante,
haba ocurrido. Qu esperaba de l? Nada.
No esperaba nada de nadie.
Cierto que le haba prometido llevrsela de all si le ayudaba. S,
cierto. Pero, cmo saba que no la estaba engaando?
Abriendo la puerta, Silvia se dijo a s misma, pasado el momento
de pasin que ofusc su mente durante aquella hora, que eso no lo
sabra nunca, si le mataban. Si l continuaba vivo, mucho menos,
porque jams le vera.
Ella quiz esperara el tres de las 2145, pero Dan Kendall jams
se la llevara con l.
No, nunca lo hara.
Silvia cerr a su espalda y mirando a ambos lados de la calle
empez a andar en direccin contraria a la que llevara Kendall
cuando abandon sus brazos y con stos su pequea cantina, que
en realidad no era de ella, sino de Holland.
Del hombre que ahora iba a ver, para lanzarle como un lobo en
contra de un forastero acabado de llegar a Big Piney.
Sin dejar de pensar un solo instante, Silvia dio un largo rodeo
abandonando la enfangada senda que conduca a la poblacin poco
despus, pero por el lado contrario al lugar por donde Kendall lo
hiciera.
A pocas yardas de la casa de Holland, se detuvo.
Mir a lo largo de la calle. Sus hermosas piernas temblaban y
estaba notando que su rostro estaba plido y mustio.
Despus del examen de la calle mir al frente, a la casa de
Holland, el hombre que rega muchos de los destinos de Big Piney.
El hombre que tambin rega el suyo.
Vacil. Vacil como no lo haba hecho nunca hasta que por fin
se decidi. Entonces cruz la calzada y se acerc a la puerta.
Levant la mano y llam.
Un minuto ms tarde sta se abri enmarcando el umbral a la
figura rgida y un tanto afeminada de Dick Callender, pistolero
profesional y mano derecha de Holland.
Los ojos de ste brillaron y casi en el acto Silvia vio cmo dejaba
patinar su mirada por su figura, para a continuacin mirarla
fijamente a los ojos, hasta que finalmente se apart de la puerta e
indic con una sucia sonrisa.
-Pase, miss Sutton. El patrn est dentro.
Lo hizo, se volvi para mirarle, y pregunt:
-Solo?
La sonrisa de Callender se ampli.
-Claro! Y apuesto a que va a darle una sorpresa. l no la
esperaba hoy.
S, iba a darle una sorpresa, pero no del modo que aquel sucio
crea, sino de otro modo harto diferente.
Continu andando llevndole a su espalda, notando cmo sus
ojos se clavaban en ella, y se estremeci pensando que Callender
era el peor reptil con el que poda tropezarse en un caso dado.
Sin llamar empuj la puerta del despacho y entr mientras que
Callender quedaba a su espalda, esperando.
Desde detrs de la mesa, Holland se puso en pie apenas si la
vio entrar, y lo mismo que su secuaz, l tambin la mir de pies a
cabeza, y ella le sonri plidamente.
-Diablo, Silvia! Cmo t por aqu? No te esperaba, la verdad.
Empez a rodear la mesa mientras que ella, sin replicar, le vea
acercarse lentamente, como recrendose de antemano con lo que
iba a hacer, y sinti asco de s misma, y de todo.
Holland era alto, joven, ya que su edad no pasara de los treinta
y cinco aos, fuerte, rubio y de ojos pardos, y de rostro, en conjunto,
correcto hasta la exageracin.
Mirndola, pero sin notar la palidez de ella, Holland continu
acercndose y acto seguido la tom por la cintura, se inclin y la
bes largamente en los gordezuelos labios, pero Silvia no
correspondi a la caricia.
Al notarlo, Holland la solt con brusquedad y lanz una
maldicin:
-Qu es lo que ocurre ahora, linda? Tanto me odias que no
quieres ni aceptar un be?
Se interrumpi, notando, por primera vez la palidez de su
semblante y acto seguido la prendi por los hombros.
-Qu cuernos ocurre, muchacha? Vamos, habla insisti
Holland.
Con los ojos chispeantes, Silvia, sin osar desprenderse de
aquellas garras que se le clavaban en la piel por encima del liviano
vestido que llevaba, replic:
-Templar y Lassiter han muerto, Chester. Les mataron en la
cantina.
Las venas del cuello de Holland se hincharon y acto seguido
empez a zarandearla de un lado para otro.
-Quin lo hizo? Cmo fue? Contesta, arpa. T, fuiste t la
que les tendi la trampa, verdad? Sabas que te estaban vigilando,
no? S, t, slo t has podido hacerlo. Maldita sea tu sucia
La solt y acto seguido dispar la mano derecha contra su tersa
mejilla. Silvia dio un par de vuelta sobre s misma, y luego, con la
falda sobre la cintura, dndole un fantstico espectculo de largas y
bien torneadas piernas, cay al suelo sin lanzar un solo gemido.
Holland se acerc y le peg una patada en un costado que
arranc lgrimas de sus hermosos ojos, pero que no arranc ni una
sola queja a sus adorables labios.
Luego se detuvo, a su lado, con las punteras de sus botas de
montar muy cerca de sus maravillosas piernas, completamente
inmvil, un tanto inclinado hacia adelante, con una luz peligrosa en
los ojos, y exclam:
-Cmo ocurri? Vamos, estoy esperando.
Silvia trag saliva pensando que l no la creera. Que aunque
dijera o hiciera cualquier cosa, Chester Holland no hara caso
alguno de ella. Y no obstante, a pesar de estar segura de ello,
replic:
-Lo hizo un hombre que vino con la tormenta, en el ltimo tren.
Les provoc delante de mis ojos y les mat.
-S? Claro, nena! Y yo que me lo creo! Y dime, cmo se
llamaba ese hombre?
Silvia trag saliva por segunda vez.
-Fue fue un pistolero llamado Dan Kendall, Chester.
Como si le hubieran golpeado con un mazo en pleno pecho,
Holland retrocedi unos pasos, mirndola con los ojos desorbitados
por el miedo, hasta que por fin se detuvo junto a la mesa diciendo
en tanto que ella se apresuraba a ponerse en pie:
-Repite eso, por favor.
Silvia lo repiti y con ntimo regocijo vio cmo el rostro de
Holland se volva color tierra. Luego ste extrajo del bolsillo su gran
reloj y lo consult. En el acto le mir fijamente.
-Eso ocurri algo as como a las once, verdad?
Silvia asinti con un mecnico movimiento de cabeza y acto
seguido replic:
-S, claro
-Entonces, cmo explicas el que no hayas venido hasta ahora?
Por segunda vez avanz hacia ella, pero ahora su expresin era
bien distinta a la primera. Para Silvia era obvio que ciego de furia o
de miedo, iba a golpearla de nuevo.
Retrocedi hasta que por causa de la pared ya no pudo hacerlo
ms, y entonces le enfrent susurrando:
-Se acerc a la barra con el Colt en la mano, Chester. Y yo no
pude hacer otra cosa que servirle, comprendes? Estaba loca de
terror. Loca Bebi uno y otro. En total creo que fueron cinco o
seis whiskyes Luego luego se fue y yo esper aunque fue
muy poco, y entonces vine hacia aqu, a explicrtelo a ti: Y t
ahora
Holland ya estaba muy cerca, mirndola fijamente a los ojos,
como intentando con los suyos taladrar hasta lo ms profundo de
sus pensamientos. Repentinamente se detuvo y replic con voz
ronca:
-Ojal sea verdad eso, Silvia. Si no es as, juro que lo vas a
sentir se acerc a la puerta, la abri, y llam: Callender.
El pistolero no replic, pero Silvia le vio aparecer repentinamente
ante sus ojos llevando en sus labios su perenne y fra sonrisa.
Mirndole, Holland seal a Silvia:
-Procura que no salga dijo framente-, si se pone tonta, mtala.
Silvia palideci an ms.
-Qu? Qu es lo que intentas hacer conmigo?
Holland ri suavemente, y acto seguido replic:
-An no lo s, linda, pero si me has engaado, si no es verdad lo
que me has contado, lo vas a sentir. No admito traiciones, y menos
tuyas. Comprendes?
Silvia se le acerc con los ojos brillantes, y por primera vez
desde que la conoca, Holland se dijo que en unas pocas horas, ella
haba cambiado en algo. No saba en qu, pero lo vea claramente.
S, iba a averiguarlo, si le dejaban.
Parada ahora frente a l, sin que ni sus ojos ni su rostro
experimentaran el temor que senta, replic:
-No te ment, Chester. Pero t bueno, t, ves traiciones en
todas partes, tal vez porque tu forma de ser es sa, no?
-Qu quieres decir?
-Nada que no sepas, querido. T tampoco eres trigo limpio.
Tampoco eres de fiar. O si no, qu me dices de Mirtha Duncan?
La bofetada la alcanz en plena cara y la lanz rodando contra la
pared, con las maravillosas piernas por el aire, apuntando a la
lmpara de petrleo que haba colgada del techo, y Callender
ahog un suspiro ante el fantstico espectculo.
Luego ya no tuvo que pensar ms, puesto que Silvia se levant,
y de nuevo ambos quedaron frente a frente, mirndose a los ojos.
Fue Holland quien rompi el penoso silencio que reinaba entre
los dos, con una pregunta:
-Qu hay de Mirtha, Silvia?
Ella an tuvo valor para sonrer.
-Eso no soy yo quien debe de decirlo, querido replic triturando
las palabras entre los dientes-, sino t. Ella Ella era una dama,
no? Y segn dicen, te ama, verdad? le mir de pies a cabeza
reflejando en sus ojos y en su actitud todo el asco que senta, por
l, y tal vez por s misma, y aadi-: Puede que incluso te cases con
ella, si no mueres esta noche en Big Piney, cielo. O si antes ese
hombre Cmo dijo que se llamaba? Ah! Dan Kendall, no?
Qu le has hecho, Chester? Le pregunt y no me lo quiso decir.
Qu fue?
Holland dio un paso hacia ella, pero se detuvo antes de rozarla.
Y desvi los ojos hacia Callender que les contemplaba
completamente impasible, como si nada de aquello le importara
cuando era todo lo contrario.
Entonces dijo:
-Me respondes con tu pellejo, Callender. No lo olvides. Y ten
cuidado. Ahora, aunque tarde, me estoy dando cuenta de que Silvia
no deja de ser una maldita arpa.
Fue ella la que replic:
-S, Chester, tal vez tengas razn. Tal vez sea eso que t dices,
no? Pues bien: no olvides que si soy as, fue por causa tuya.
Ahora vas a dejarme salir? Tengo sueo y deseo irme a dormir.
Por toda respuesta, Holland dio media vuelta y abandon el
despacho dejndola con Callender.
El silencio rein en torno al mismo, slo roto por el sonido de sus
espuelas cuando se alej por el pasillo, hasta que ste tambin
ces por completo. Entonces Callender se acerc a uno de los
sillones y se dej caer en l.
-Quin es Dan Kendall, miss Sutton?
La pregunta, que son al cabo de varios segundos, mientras que
los ojos brillantes de ste la recorran una vez ms de pies a
cabeza, la sobresalt.
-Un pistolero, Callender. Un pistolero mucho mejor que usted y
que Chester juntos.
Callender mostr sus dientes manchados de nicotina al sonrer
burlonamente.
-S? Bueno, y qu busca en Big Piney?
Por primera vez desde que ocurriera lo de la cantina, el rostro de
Silvia recobr parte de su color normal, e incluso se permiti una
sonrisa que hizo un nudo en la garganta a Callender.
-Cortar unas cuantas cabezas replic ella.
-Se lo dijo l?
Silvia deneg con la cabeza.
-No. No me dijo nada, pero a juzgar por la expresin de Chester,
debe de ser as, no?
-S, claro. Es posible.
Se puso en pie y se acerc a ella.
-Muy posible aadi-. Pero, y usted, miss Sutton?
-Qu quiere decir?
Los ojos de Callender brillaban ms que nunca cuando replic
con otra pregunta:
-Y usted?
-Yo qu?
-Nada, miss Sutton; pero ya oy al patrn. Tengo orden de
acabar con usted si intenta algo que no me guste.
Silvia le dedic una nueva sonrisa que le produjo cosquillas en la
nuca.
-No creo que le d motivos para ello, Callender replic sin dejar
de sonrer.
-No, claro que no. Pero puedo buscarlo yo, verdad?
Creyendo entenderlo, Silvia replic:
-S, creo que s, pero no lo har.
Callender arque levemente una ceja en seal de asombro.
-Por qu no, linda? pregunt a continuacin.
-Porque usted desea hacerme una proposicin, y a espaldas de
Chester, Callender. Estoy casi segura de saber cul es, pero a
pesar de ello deseo que me lo diga. Vamos, sultela de una vez!
Sin replicar, ste se acerc ms y a continuacin la prendi por
la cintura con sus grandes y fuertes manos, cuidadas como las de
un tahr, pero que en su caso correspondan a un pistolero.
Abri la boca para hablar, y en aquel momento, no muy lejos de
all estall una detonacin.


CAPTULO IV


Frente a l, con los ojos dilatados por el espanto, Mc. Dugal se
estremeca bambolendose de un lado para otro, hasta que
finalmente el Colt cay de su mano golpeando duramente el suelo.
Unos segundos ms, y el juez rod detrs de la mesa, ya
cadver.
Kendall lanz una mirada en torno, sopl por el can del Colt
y lentamente se acerc a la puerta. Sali a la calle.
Mir a ambos lados de la misma. Haba sombras en algunos
lugares. Sombras que le estaban buscando, y comprendi que
Silvia haba hablado ya con Holland.
Se peg a la pared de la casa, consciente de que haban odo el
estallido del disparo y comprendi que estaban tratando de localizar
el lugar. Acababa de pensar en ello cuando vio correr a un par de
ellas en direccin a la casa del juez, en direccin al lugar donde se
encontraba.
Suspir secamente.
Mir de nuevo a un lado y a otro y ech a correr hacia la acera
opuesta. Casi en el acto oy la voz de uno de ellos:
-Cuidado, Cliff, est escapando!
Hubo un disparo aislado. Kendall se detuvo en seco, se volvi,
levant el Colt y apret el gatillo cuando estaban disparando
contra l desde diferentes puntos de la calle.
Oy un alarido de dolor, pero no esper. Dio media vuelta,
notando cmo el plomo le araaba la hombrera de la chaquetilla de
piel de ante que llevaba, y dobl la primera esquina que le vino al
paso.
Continu corriendo por la calleja oyendo a su espalda los gritos y
voces de sus perseguidores. Se detuvo con los pulmones a punto
de estallar y una vez ms mir en torno buscando algn lugar por
donde desaparecer.
Fue entonces cuando vio aquella ventana.
Frente a l, al otro lado de la calleja. Estaba abierta y mirando a
ambos lados de la misma sin enfundar, sudando como un
condenado, corri hacia all. Enfund al llegar a la pared de troncos
y maderas y limpiamente salt sobre el alfizar, y de ste al interior.
Cerr corriendo las fallebas y jadeando, notando cmo el sudor
se deslizaba por su frente hacia sus ojos y mejillas, y durante unos
segundos hizo esfuerzos porque se normalizara su respiracin.
Lo consegua casi cuando la puerta se abri repentinamente y
una luz brillante, procedente de un farol que alguien llevaba en la
mano, le dio brutalmente en la cara haciendo cerrar los ojos.
Casi en el acto oy la voz de una mujer:
-No se mueva, amigo. No lo haga o le vuelo los sesos de un
balazo.
Kendall inmoviliz la mano que ya estaba muy cerca de la culata
de su nico Colt.
-Vamos, levanta las manos.
Lo hizo lentamente, preguntando ya:
-Va a entregarme a los lobos, miss
-An no lo s fue la sorprendente respuesta que ella le dio-.
Vamos, venga hacia m, sin bajar las manos, y desapareci. Le
estoy apuntando. Lo ve, verdad?
S, a ella no la vea debido a la luz del farol, pero a su mano s.
Una mano derecha que empuaba firmemente un Colt 45, cuyo
can no perda ni un solo de sus movimientos.
Kendall empez a avanzar y ella a retroceder. De este modo
ambos cruzaron el umbral y a continuacin ste se vio en el interior
de un dormitorio amueblado con un gusto fino y exquisito.
Un dormitorio de mujer, alumbrado con una lmpara de petrleo.
Entonces ella apag el farol mediante un rpido soplo, y ambos
quedaron mirndose de frente, estudindose mutuamente.
Era rubia y muy joven, ya que su edad oscilaba entre los veinte a
veintin aos. Su hermoso pelo caa en tirabuzones sobre sus
desnudos hombros. Kendall se dijo un tanto alarmado que ella no
tena miedo ante la presencia de un pistolero en su ntimo
dormitorio.
Tena los ojos grandes, rasgados e intensamente verdes. La
nariz fina, clsica, la boca de labios gordezuelos e incitantes, y el
mentn era redondito y un tanto desafiante.
El seno alto, desafiante, y la cintura estrecha, y amplias y firmes
las caderas. De lo dems Kendall continu interesndose por ella,
ya que iba vestida en una especie de neglige transparente, y
nada ms.
Sus piernas, largas y desnudas, eran an ms perfectas que las
de la propia Silvia.
Pensaba en ello, cuando ella rompi el hilo de sus
pensamientos:
-Si ha terminado de mirarme, forastero, le ruego que se siente.
Por ahora, ser mi invitado de honor.
Aquello era desconcertante por completo.
Le estaba invitando a que se sentara, le tildaba de invitado de
honor, y sin embargo, a pesar de todo aquello, a pesar de la
invitadora sonrisa que haba en sus tentadores labios, no dejaba de
apuntarle con el Colt, con mano que no temblaba.
Kendall se sent cabalgando una de sus pernas sobre la otra y
continu mirndola de pies a cabeza.
S, era hermosa, mucho ms hermosa que Silvia.
De nuevo, ella rompi el hilo de sus pensamientos.
-Va a conseguir sacarme los colores a la cara, forastero, si
contina mirndome de ese modo, no? hizo una ligera pausa y
pregunt-: Cmo se llama usted?
Aquello iba a ser un interrogatorio en toda regla, y l no poda
perder mucho tiempo. Tena que hacer algo.
Mientras lo pensaba replic:
-Dan Kendall, linda.
Ella le sonri.
-El mo es Mirtha, Dan. A qu ha venido un hombre como t a
Big Piney? Puedo saberlo?
-Eso, miss Duncan, es
-Llmame Mirtha ataj ella-. Y responde, a qu has venido?
Kendall pens que era mejor tutearla tal y como Mirtha lo estaba
haciendo, y replic:
-He venido a matar a tres hombres, y no creo que te importe
mucho, no?
La sonrisa de ella fue desconcertante cuando replic:
-Tal vez me importe. Quines son esos hombres?
Hizo una pausa y en vista de que Kendall no replicaba, aadi:
-O disparos, Dan. Fuiste t, verdad? sonri de nuevo, se
sent, cabalg la maravilla de su pierna derecha sobre la izquierda,
mostrndosela con gran profusin y acto seguido aadi:
-Quin fue el primero?
Kendall se puso en pie, y a pesar de la desconcertante sonrisa
de Mirtha, el Colt que empuaba no dej de seguirle en todos sus
movimientos.
-Quin fue, Dan? Por qu no contestas? Y sintate, por favor.
Kendall no lo hizo. En pie, frente a ella, con los ojos fijos en el
Colt que le apuntaba, calculando posibilidades para efectuar el
salto y arrebatrselo, replic:
-El hombre se llamaba Mc. Dugal, Mirtha. Fue el primero.
Ella le mir pensativa, y de nuevo dijo:
-Sintate, Dan, quieres?
Sin saber por qu, Kendall lo hizo ahora y de nuevo dej que su
mirada patinara por la figura de ella, hasta que Mirtha exclam:
-Tanto te gusto, Dan?
Maldijo sin darse cuenta y ella se ri:
-Me ests mirando demasiado y eso no es bueno, Dan. No
cuando tengo un Colt en la mano, el cual disparar si intentas
ponerte pesado, comprendes?
l no replic y ella prosigui:
-Por qu mataste al juez?
-Lo mereca, y eso es todo, linda.
Pero no lo era, y tanto Mirtha como l lo saban.
-Por qu no me lo cuentas todo, Dan?
-Para qu? Qu pueden importarte a ti los problemas de un
pistolero forastero, querida?
Fue entonces cuando Mirtha hizo una pregunta que le
desconcert:
-Sabes que soy una mujer muy rica, Dan?
-No, no lo saba replic despus de unos segundos de silencio
que emple para rehacerse de su sorpresa.
Luego aadi:
-Qu tiene que ver eso con lo otro, linda?
-Te lo dir cuando me respondas con la verdad de lo que deseo
saber. Quines son los otros dos?
Dan tendi el odo para escuchar.
-Hay hombres que me estn buscando en la calle, preciosa, y tal
vez una mujer est en peligro de muerte por causa de esto.
Mirtha le mir atentamente y pregunt:
-Quin es esa mujer?
Sin saber por qu, Kendall replic:
-Se llama Silvia, y tiene una cantina en
-La amante de Chester Holland, no?
-S, tal vez. Pero, qu importa eso, Mirtha?
-Nada, porque nos aparta de la cuestin. Deca
-Que eres una mujer rica, Mirtha sonri levemente, lo que rest
dureza a su semblante, y aadi: Yo tampoco soy un hombre pobre,
linda.
Mirtha arrug el entrecejo y repentinamente baj el Colt, le mir
durante unos instantes apuntando al suelo, escuch a su vez los
rumores que le llegaban de la calle y solt el arma encima de la
cama.
Luego le mir a los ojos.
-Quieres sentarte, Dan? pidi.
l fue a hacerlo en el mismo lugar que ocupara antes, pero ella,
sonriendo, se hizo a un lado, palmote la cama con la palma de la
mano y dijo suavemente:
-Aqu, a mi lado. Es decir, si no tienes miedo a una mujer rica y
hermosa. Tenemos que hablar.
Kendall se acerc, se sent donde Mirtha indicaba y por unos
segundos su rostro de halcn, duro como el granito, qued tan
cerca de ella que casi lo roz. Casi en el acto el seno de Mirtha
acus el impacto de su agitada respiracin y su hermoso rostro de
mueca de bazar se colore un tanto, pero no apart la mirada de
sus ojos verdes de la negra y fra del pistolero.
Y su voz fue ronca cuando dijo sencillamente:
-Bsame si es eso lo que deseas, Dan. Yo Yo, creo que lo
necesito. Pero luego calla, por favor.
Nunca supo por qu lo hizo, ni tampoco lo sabra jams, pero
con la vaga sensacin de que la cosa se complicaba demasiado,
Kendall, un pistolero venido de muy lejos, para matar a tres
hombres en Big Piney, se inclin sobre ella, la abarc por la cintura
y la bes mientras que los brazos de Mirtha iban a su cuello.
Tres minutos ms tarde, cuando se separaron l call tal y como
ella le haba dicho. Por lo tanto, fue la propia Mirtha la que reanud
la conversacin; con una pregunta:
-El juez Mc. Dugal era uno, quines son los otros dos, Dan?
La respuesta fra y sin matices del pistolero son casi al instante:
-Para qu quieres saberlo, ricura?
-Lo necesito le mir intensamente y aadi-: No ser el sheriff
Porter y el propio Chester Holland, verdad?
-Y qu si fuera as, linda?
-An no lo s.
-Qu quieres decir?
Kendall vacil unos cuantos segundos pensando que el beso
que ella le haba dado era muy diferente de los de Silvia. En el de
Mirtha haba una torpeza que los de la otra no tenan.
Una torpeza que le agradaba en extremo.
Era como si Mirtha no estuviera acostumbrada a ello, o como si
aquel fuera el primer beso que le diera un hombre. Por qu? A
qu trataba de obligarle que l no estuviera dispuesto a hacer
desde el mismo momento en que tom aquel tren?
No lo saba, y tampoco pregunt.
En aquel punto de sus pensamientos, Mirtha replic:
-Vas a matarles, verdad?
-S.
Mirtha guard silencio durante unos segundos y acto seguido
replic con algo que le desconcert momentneamente:
-Sabes quin es Chester Holland? Lo que significa para m?
Kendall desvi los ojos hacia la puerta que daba acceso al lugar
por el que haba entrado y replic:
-No.
-Es mi prometido. Nos vamos a casar dentro de poco.
Se puso en pie lentamente y por su expresin Mirtha no supo si
su noticia le haba impresionado o no.
-An as, linda, voy a matarle seal el lugar donde estaba
emplazada la ventana por la que entr-. Estn en la calle, preciosa.
Me estn buscando. No tienes nada ms que gritar y los tendrs
aqu en contados segundos. Anda, a qu esperas?
Al acabar de hablar, Kendall la estaba apuntando con nico
Colt que haba desenfundado sin que ella se diera cuenta de ello.
Mirtha le mir y le dedic una de sus mejores sonrisas.
-No me das miedo, Dan. Yo puedo gritar y t matarme, pero tus
horas, si disparas contra m, se reduciran a cero. Yo no lo vera,
querido, pero t moriras tambin. Por qu no guardas ese Colt?
Pero Kendall no lo hizo. Simplemente se inclin un tanto sobre
aquellos labios que bes y dijo:
-Por qu no pruebas a hacerlo?
-Probar? El qu?
-Gritar, preciosa se inclin un poco ms y clav el can de su
Colt entre los senos de ella-. Anda, hazlo agreg-. Hazlo, y te
estrangulo. O es que no sabes que hay muchas formas de matar
sin hacer ruido, amor?
Como primera respuesta, Mirtha le sonri. Luego dijo:
-S, claro. Pero no olvides que tengo que hacer algo. Voy a
casarme con l como ya te dije.
-A pesar de Silvia?
-Ella no cuenta ahora, Dan. Slo Chester y yo.
-Tanto le amas?
-Qu importa eso?
-Tal vez nada, linda. Pero aqu hay algo que no entiendo. Por lo
tanto te pregunto: Por qu?
-Me ayud en otro tiempo. Luego me propuso matrimonio y
acept. Le estoy muy agradecida. Eso es todo.
Kendall se irgui y se apart de ella unos pasos. Pregunt
llevando el Colt en la cadera apuntndola an, sin que Mirtha
dirigiera ni una sola vez la mirada de sus ojos verdes hacia la
mesita donde continuaba el suyo.
-Por qu me dijiste entonces que eres una mujer rica, linda?
Por qu me besaste? Qu es lo que esperas de m?
-Iba a ofrecerte un montn de dlares para que te fueras de Big
Piney sin matar a nadie ms.
-Por qu?
-Con sta creo que son tres o cuatro las veces que te repito esto
mismo, Dan. Voy a ca
-S, puede que s lo hagas, si a m me matan esta noche. Si no
es as, temo, ricura, que voy a dejarte viuda antes de que
verdaderamente ests casada retrocedi unos pasos y luego, de
una manera repentina se detuvo y se desvi hacia la mesita donde
estaba el Colt, aadiendo de paso-: Tienes puerta trasera,
preciosa?
-Claro. Pero apuesto a que tambin te estn buscando por all.
Kendall alarg la mano y tom el Colt de encima de la mesa.
Se lo guard en el bolsillo de la chaquetilla de piel de ante y replic:
-S, es cosa ma, linda. Slo cosa ma y -dej en silencio unos
cuantos segundos antes de aadir-: T vas a venir conmigo, Mirtha.
Puede que a partir de este momento mster Chester Holland piense
mucho en lo que va a hacer antes de atacarme, no?
Sin demostrar temor alguno, Mirtha se puso en pie, se mir de
pies a cabeza y con una semi burlona sonrisa, pregunt:
-Vas a llevarme con esta ropa, Dan?
-Por qu no? volvi a mirarla de pies a cabeza y aadi
llevando en el frunce de su boca una extraa mueca-: Es la ropa
ms interesante de toda mujer, no? Anda, vamos.
Alarg la mano para tomarla por el brazo y en aquel instante
empezaron a golpear la puerta de la calle. Casi al instante se oy la
voz de Holland.
-Mirtha! Te ocurre algo? Vamos, Mirtha, abre esa puerta.
Mientras los perentorios golpes continuaban sonando, ambos se
miraron en silencio por varios segundos.
-A qu esperas, querida? Anda, ah tienes a los perros.
Llmalos, estoy esperando.
Y ante el estupor de ella, Kendall enfund.


CAPTULO V


-Mirtha! Mirtha, vamos abre la puerta.
Hubo un golpe mucho ms fuerte que los dems y tanto ella
como Kendall se dieron cuenta de que Holland iba a derribarla si
tardaba mucho en abrir.
Entonces Mirtha grit:
-Espera un poco, Chester. Ya voy.
Mir a Kendall y aadi con la voz tan tenue como un susurro:
-Espera aqu, Dan. Nadie entrar en mi habitacin.
Sin saber qu decir no qu hacer, sin acertar a detenerla, ste
dio un paso al frente, pero ella ya haba abandonado
precipitadamente el dormitorio, y se alejaba en direccin a la puerta
de la calle, mientras que los golpes y los denuestos volvan a sonar.
-Espera, Chester. Ahora abro.
Hubo unos segundos de silencio, que rompi la voz de aqul al
preguntar:
-Ests bien? Te ocurre algo?
Mirtha se acerc a la puerta y replic mientras haca correr los
pestillos de la misma:
-Qu quieres que me ocurra, Chester? A qu viene ese
escndalo a estas horas de la no?
Se interrumpi en seco al abrir la puerta y fingi un gesto de
sorpresa cuando se enfrent con Chester Holland y con el sheriff
Cliff Porter.
Este ltimo esta alto y macizo, de cuello de toro, y su edad
oscilara entre los treinta a treinta y cinco aos. Exactamente la
misma que en aquel entonces poda tener Holland.
Detrs de los dos, Mirtha pudo contar hasta cuatro hombres, y
les reconoci de inmediato como pistoleros a las rdenes del
segundo.
Se apart de la puerta mientras preguntaba:
-Qu es lo que ocurre, Chester?
Holland la mir de pies a cabeza y le satisfizo su aspecto. Mirtha
acababa de levantarse de la cama.
No obstante, y ya dentro de la casa, Holland pregunt:
-No has visto ni odo nada, Mirtha?
Ella agrand un tanto sus hermosas pupilas.
-Ver? No, cielo. Nada. Qu es lo que poda ver si estaba en
la cama y t y tus hombres me habis despertado? hizo una ligera
pausa y pregunt por segunda vez-: Qu es lo que ha?
Fue Porter el que la ataj:
-Estamos buscando a un hombre, miss Duncan. Es un peligroso
criminal reclamado en otros Estados. Mat a Templar en la cantina
de -mir a Holland y se interrumpi para aadir en el acto, y sin
pronunciar el nombre de Silvia-: Hace algunos minutos asesin a
mster Mc. Dugal. Por eso Chester ha preguntado si usted oy
alguna cosa mir en torno y sigui-: De verdad que no la ha
molestado nadie?
-Por qu haban de molestarme? pregunt ella a su vez
fingiendo una extraeza que estaba muy lejos de sentir.
Ahora el encargado de dar una respuesta, fue el propio Holland.
-Lo estbamos siguiendo muy de cerca y hubo disparos, linda.
Luego entr en esta calleja y desapareci. Hemos registrado
algunas casas y no est. Quieres decir que no se oculta aqu?
El rostro de Mirtha reflej una furia incontenible cuando replic:
-Acaso crees que le tengo guardado bajo la cama de mi
dormitorio, Chester?
-Nunca dije eso, linda. Pero s pudo haber entrado sin que t lo
vieras se volvi a mirar a Porter y aadi-: Ser mejor que
registres esto, Cliff. Entretanto, Mirtha y yo charlaremos un poco.
-Debo hacerlo yo solo?
Fue ella la que se encarg de dar la respuesta:
-Sus hombres pueden entrar, sheriff dijo abarcando con un
elegante ademn de su moreno y bien torneado brazo toda la
amplitud del elegante hall-. Vamos, a qu espera?
Sin replicar, Porter se volvi cara a la puerta y con una sea hizo
entrar a los cuatro pistoleros.
-Buscarle por aqu dentro dijo-. Y disparar a matar si le veis.
Y les sigui hacia el interior de la casa mientras Mirtha fingi
pensarlo un poco, y luego, sin apartar los ojos de aquellos otros que
parecan querer taladrar sus pensamientos hasta lo ms recndito
de los mismos, replic:
-Me acost pronto, Chester, segn te dije. Antes de las diez.
Creo que me qued dormida hasta el momento en que t llamaste a
la puerta, dndome un terrible susto. Y dime, quin es ese
hombre?
Holland continu mirndola largamente, en silencio, con el
pensamiento puesto en Silvia, preguntndose si aqulla que ahora
tena delante no sera otra ms, que al final le destrozara al
venderle a su enemigo.
Dentro, en el interior, se oa al sheriff y a los pistoleros que
continuaban registrando, pero en ningn momento Mirtha delat a
los inquisitivos ojos de Holland el nerviosismo interior que
experimentaba.
-Un pistolero, Mirtha.
-Nada ms?
-Qu quieres decir?
Ella arrug un bonito entrecejo, como fingiendo estar haciendo
un enorme esfuerzo mental, y al fin replic:
-Pues no lo s, Chester. Pero, segn se deduce Bueno,
puedes t decirme cmo a un pistolero de la talla de Kendall se le
ha ocurrido la idea de dejarse caer en un poblacho de mala muerte
como Big Piney?
Los ojos de Holland se cargaron de sospecha.
-Cmo sabes t que ese Kendall es un pistolero de gran talla?
La carcajada de Mirtha le interrumpi:
-Pero, Chester! exclam-. Crees que estoy tonta? Por un
hombre cualquiera, ni t ni Porter arriesgarais vuestro pellejo y
mucho menos el de tus hombres. Te hacen falta. Dime la verdad:
quin es ese hombre?
l tambin fingi asombro cuando replic:
-Cmo quieres que lo sepa, linda? Slo lo que he odo contar
a Bueno, a Porter y ella adivin sin esfuerzo alguno que el
primer nombre que iba a brotar de los labios de l era el de Silvia-.
Mat a uno de mis hombres, en la estacin, y luego, aqu, como ya
te hemos dicho, asesin al juez.
Fingiendo inocencia, Mirtha replic:
-Quieres decir que no tendra algn resentimiento contra l y
por eso vino hasta Big Piney, posiblemente siguiendo sus huellas?
-Por qu dices eso, Mirtha? pregunt.
Ella fue a replicar, pero en aquel instante les lleg la voz de
Porter.
-No lo encontramos, Chester hizo una pausa y pregunt-. Nos
falta por registrar el dormitorio de miss Duncan, qu hacemos?
Fue la primera que se volvi cara al lugar que ocupaba su
dormitorio, y la primera vez que palideci desde que Porter y
Holland entraran en su casa.
Estaba pensando cmo salir rpidamente del paso, cuando
Holland vino en su ayuda diciendo a su espalda:
-No hace falta, Cliff. Yo tampoco creo que Mirtha lo tenga bajo su
cama.
-Entonces, nos vamos?
Holland mir a Mirtha, y sin apartar los ojos de ella, replic:
-S, y esperadme en la puerta.
Salieron llevando los Colts en las manos.
Al quedar solos, Holland se acerc y la prendi por los hombros.
-Voy a besarte, Mirtha dijo con voz ronca-. Lo sabes, verdad?
Ella no replic, pero levant la cabeza hacia l llevando los
labios entreabiertos. Holland se inclin, pero no pudo besarla,
porque en aquel momento, y tambin no lejos de all, estallaron
varias detonaciones.
Holland se apart con violencia.
-Te ver ms tarde, Mirtha dijo.
Dio media vuelta y corri a la calle. Enfrentando a Porter
pregunt:
-Qu fue eso? Desde dnde dispararon?
Y fue uno de los cuatro pistoleros el que replic:
-Creo que sonaron en direccin a donde usted tiene su casa,
patrn, lo que no asegurara, desde luego. Pero me dio esa
impresin. Vamos?
Holland mir a Porter.
-Desde luego vamos a ir, pero por separado dijo mientras que
en el interior de su casa, Mirtha, ahogando un fuerte suspiro, cerr
la puerta con llave.
Una vez sola mir a todos lados, como si temiera ser
sorprendida por alguien que la estuviera observando desde el
interior de su propio domicilio, y luego, dando media vuelta, Mirtha
se encamin a su dormitorio.
Abri la puerta, y se qued en el umbral, completamente
inmvil, mirando a todos lados, sin ver rastro de Kendall. Entonces
record que le haba dicho a Holland que no creera que le tena
escondido bajo la cama, y se acerc para mirar.
Pero Kendall no se encontraba all.
Mirtha volvi a mirar en torno, momentneamente
desconcertada, y a continuacin, fue a la ventana. Mir por ella la
calle en sombras. A ambos lados de la misma y un poco ms all,
pegado contra las fachadas de las casas, crey distinguir una que
se mova rpidamente, como buscando la calle principal.
Achic los ojos con objeto de intentar taladrar las tinieblas, pero
el intento result vano ya que la sombra se desvaneci lo mismo
que si hubiera sido producto de su imaginacin.
Sumamente pensativa se apart de la ventana y fue a la mesa
donde ante su estupor reposaba el Colt 45 que perteneciera a su
padre y con el cual estuvo encaonando durante unos minutos a un
pistolero llamado Dan Kendall.
Lo guard bajo la falda, atraves toda la casa y abri la puerta
posterior de la misma.
Unos segundos ms tarde, Mirtha se encontraba en la calleja.
Decididamente, como ya pensara el jefe de estacin de Big
Piney, y con l casi todos los habitantes de la poblacin, aquella
noche la muerte estaba suelta dentro de la misma.

* * *

Callender solt la cintura de Silvia, retrocedi un par de pasos y
exclam:
-Ha odo, miss Sutton? Qu diablos han sido esos disparos?
-Yo slo he odo uno.
-Correcto replic el pistolero sin dejar de mirarla-. Uno solo.
Pero, dnde fue? Qu diablos est ocurriendo esta noche en Big
Piney?
Ella se le acerc sinuosa como una serpiente. Le toc uno de
sus brazos y le mir fijamente sus ojos.
-Qu diablos importa eso, Callender? pregunt-. T y yo
bamos a hablar de otra cosa, no?
Callender la mir a su vez, vacilando. Aquel disparo que se oy
no le gustaba en modo alguno. Por otra parte, tampoco poda
dejarla sola. Si lo haca y las cosas salan mal, Holland se
despedazara, pero llevando ya un par de onzas de plomo en medio
de la cabeza, ara que no cojeara. Por otra parte, Silvia era muy
hermosa. Era una muchacha que al parecer
Ella misma rompi el hilo de sus pensamientos cuando pregunt:
-Por qu no respondes, Callender?
El pistolero se acerc. Tena los ojos tan brillantes como haca
unos minutos, o tal vez unas horas. Silvia no lo saba.
-Qu es lo que debo replicar, miss?
-Eso no lo s, Callender. Pero s creo estar segura de una cosa.
De la proposicin que ibas a hacerme, no?
El pistolero se detuvo cuando iba a tomarla por segunda vez de
la cintura.
-S? dijo-. Y qu proposicin era esa si puede saberse,
linda?
Silvia se le acerc y su sonrisa fue en extremo enloquecedora.
-Creo que era, sobre la orden que Holland te dio con respecto a
m, y nosotros dos, no?
Callender escrut atentamente aquel hermoso semblante de
mujer que se levantaba hacia l como una incitante pero al mismo
tiempo peligrosa promesa.
-Se cree una muchacha muy lista, verdad, miss Sutton?
pregunt.
Ella levant las dos cejas en seal de asombro.
-No te comprendo, Callender dijo.
El pistolero se llev la mano a la frente, se mes el cabello con
ella, luego se rasc la nuca y finalmente replic:
-Creo que he estado a punto de perder la cabeza, y con ella la
vida, con una mujer como t, Silvia Sutton la tute-. De no ser por
ese disparo, hubieras hecho conmigo lo que te proponas.
Seducirme para tus fines, verdad?
-Yo? Y a ti?
Ech la cabeza atrs y empez a rer mientras se le acercaba.
-Pobre tonto dijo entre risas mientras elevaba los brazos hasta
su cuello-. Pobre y querido tonto.
Durante unos segundos l not los labios de fuego de ella sobre
los suyos, luch consigo mismo hasta que finalmente alarg los
brazos para rodearla por la cintura, y fue entonces cuando Silvia dio
un salto atrs, riendo burlonamente.
Pero ni en sus ojos ni en su risa haba alegra.
Tampoco en la expresin de su rostro ni en el Colt 45 que
empuaba cuyo can apuntaba a Callender directamente en la
boca del estmago.
-No se mueva, Callender dijo sonriendo ahora-.No lo haga o le
mato, imbcil. Qu esperaba? Que me estuviera quieta hasta el
regreso de Holland? Vamos, aprtese de la puerta.
Callender se hizo a un lado y elev un tanto las manos. Poco,
muy poco, y mucho menos la izquierda, con lo que sta qued muy
cerca de la culata del otro Colt.
Sin dejar de apuntarle, con el dedo tenso en el gatillo, Silvia
avanz unos pasos, andando de costado. Se encontraba ya muy
cerca de la puerta, cuando Callender exclam:
-Espere, miss Sutton.
La respuesta de ella estuvo llena de sarcasmo:
-Hace unos segundos me estabas tuteando, Callender. A qu
se debe ese cambio?
El pistolero tuvo una feroz respuesta a flor de labios pero se la
call.
-Perdone fue lo que dijo-. Pero yo yo no estaba fingiendo.
Por qu no guarda ese Colt y nos entendemos?
Silvia ri una vez ms.
-Hasta cundo? pregunt-. Hasta que regrese Holland? No,
Callender, no lo har. Y ahora no se mueva que voy a salir.
-Cree que escapar viva de Big Piney, mis Sutton?
-S. Y me ir de aqu para siempre entrecerr los ojos y una
nueva sonrisa apareci en sus adorables y rojos labios, bien
diferente a todas las dems-. Hay un hombre que tiene una cita
conmigo para el tren de las 2145, maana en la noche. Para
entonces, Callender, t habrs muerto, porque si no te mata Holland
cuando se entere que te burl escapando, lo har Dan Kendall.
-Con que es l, no?
-Es l? El qu? fingi extraarse ella.
-Te ha prometido llevarte con l si le ayudas, no?
Llegaba al mismo umbral de la puerta cuando Silvia replic:
-S, Callender. Me lo prometi.
-Y t le creste?
Ella sonri de extraa manera.
-No, no le creo replic-. Pero aun as, voy a ayudarle.
La ceja derecha de Callender se arque.
-Por qu? pregunt lleno de asombro.
-Porque l es lo que ninguno de nosotros somos, Callender. Un
hombre decente. Un pistolero, s, un gun-man, pero un hombre
decente. Te has preguntado alguna vez por qu est aqu, en Big
Piney y por qu busca a Porter, a Holland y al juez Mc. Dugal?
El asombro de Callender era bien patente cuando replic:
-No, por qu habra de preguntrmelo?
Silvia no se lo aclar. Cruz el umbral y fue entonces cuando
Callender baj la mano izquierda como un meteoro. Tir de la culata
hacia arriba desplazndose a un lado en el momento preciso en que
ella apretaba el gatillo.
Las dos detonaciones sonaron casi juntas, pero slo una de las
balas lleg a su destino.



CAPTULO VI


Con el Colt en la mano, el dedo tenso sobre el gatillo, Kendall
se acerc a la puerta que Mirtha acababa de cerrar mientras que los
golpes seguan sonando en la calle.
Luego oy la voz de Holland y ms tarde, dentro ya de la casa,
la de Porter.
Y esper sin moverse porque all se encontraban los dos
hombres que ms odiaba en el mundo. Acompaados, claro, pero
aquello no le importaba demasiado. Si Mirtha intentaba jugrsela,
sus primeras balas seran para Holland y Porter.
Escuch.
Los trozos de conversacin llegaron claramente a sus odos y
por espacio de varios minutos esper a que uno de ellos abriera la
puerta y entrara en el dormitorio de ella, pero no ocurri as.
Tampoco cuando Porter le pregunt a Holland si deba
registrarla o no. Luego se retiraron, y supo que Mirtha estaba con su
prometido. Aquello no lo entenda ni mucho menos.
Otra cosa hubiera sido si le hubiera delatado.
Pensaba en ello cuando oy el disparo viniendo de la parte de
fuera.
-Escuch.
Aqul no se repiti, pero si oy la despedida de Holland.
Entonces, sabiendo que Mirtha no tardara en regresar, y por otra
parte, extraamente alarmado por aquel solitario disparo, con el
pensamiento puesto en Silvia, que a aquella hora debera estar
esperando en la casa de Holland, sali por la ventana despus de
soltar el Colt de Mirtha.
Unos minutos ms tarde, pegado a las fachadas de las casa,
Kendall avanz hasta encontrarse frente a la misma.
Haba luz en las ventanas de la planta baja y el silencio era tan
lgubre como el que reinaba en la calle.
Mir en torno y a continuacin empez a cruzarla, pensando que
aquel silencio le gustaba mucho menos que el que haba en torno
suyo.
Pis la acera.
En aquel momento se abri la puerta que daba acceso a la
escalera y Kendall se peg contra la pared.
Callender sali por ella. Kendall vio su oportunidad. Una
oportunidad que le iba a servir para eliminar a otro de los pistoleros
de Porter, o de Holland, que para l significaba lo mismo.
Le estaba dando la espalda.
Empezaba a alejarse. Kendall le llam:
-Un momento, amigo dijo.
Callender se volvi como una centella. Por espacio de varios
segundos, que parecieron etenizarse, sus ojos quedaron prendidos
en aquellos otros, impasibles, de indio.
Con las manos pegadas materialmente a las culatas de los
Colts, pregunt:
-Kendall, no?
El pistolero ri suavemente.
-S, Kendall seal la puerta de la casa de Holland y pregunt-:
Viene de ah dentro, verdad?
Callender dej transcurrir unos cuantos segundos antes de
replicar:
-Tal vez. Por qu?
Kendall se apart un poco de la pared y su alta estatura pareci
empequeecerse cuando qued frente a Callender, con las piernas
un tanto abiertas, inclinado hacia adelante, y sus impasibles ojos
extraordinariamente fijos en l.
-Entonces sabr dnde est Silvia Sutton, no?
-Qu infiernos est tratando de decir?
-Simplemente que los dos vamos a entrar ah, y ahora. Deseo
verlo por m mismo. Vamos?
La mano de Callender se corri un poco hacia atrs.
-No lo haga! Sera peligroso para usted. Entramos?
Callender tard unos cuantos segundos en replicar.
-Escuche, Kendall, si ahora tira del arma, ser la muerte para
usted, comprende?
La frase de ste fue sencilla ya que const de una sola palabra:
-Vamos dijo.
Callender le mir profundamente sin un solo parpadeo.
-Est bien, Kendall murmur entre dientes -. Usted lo ha
querido.
Tir del Colt.
Incluso lo puso en posicin, pero nada ms ya que en aquel
momento recibi el balazo que contra l enviaba Kendall, en medio
de la frente, y que le lanz hacia atrs, casi hasta el centro de la
calzada.
Sin esperar a verle caer, Kendall corri hacia la puerta y la cruz
llevando por delante de s mismo el can de su Colt.
Casi en el mismo umbral se detuvo.
Silvia, con el pecho tinto en sangre, estaba cada boca arriba, y
sus ojos, aquellos hermosos ojos que l tanto haba admirado,
estaban vidriados por la muerte.
Kendall se inclin sobre ella, y por unos segundos crey que le
reconoca y le pareci advertir que stos se animaban un tanto.
Desgarr parte del vestido, y al notar el negro agujero que le
atravesaba limpiamente el seno izquierdo, supo que ya no haba
salvacin para ella.
Intent decir algo pero Silvia musit brevemente, lo mismo que
un soplo, lo mismo que un hilo, que era vivo reflejo del que penda
su vida en aquel momento:
-Yo yo no podr esperarte en el tren de de
-No digas eso, Silvia, esto se acaba esta noche. Es la verdad.
No va a pasarte nada y cuando cures no iremos jun
l mismo se interrumpi al darse cuenta de que ella haba
muerto ya.
Kendall, con un brillo asesino en los ojos, cerr los hermosos de
Silvia y se puso en pie.
Entonces musit lentamente:
-Que cuando yo muera, mi cuerpo no descanse en la tumba si
no acabo con ellos, Silvia, linda, te lo juro.
Sali a la calle tambalendose como un borracho, y ya en la
acera, mir a lo alto, hacia el tintineante brillo de las estrellas, y
movi los labios como si mentalmente estuviera murmurando una
oracin por el alma de Silvia Sutton.
Una mujer.
Toda una mujer, aunque tal vez equivoc el camino.
Baj de la acera al barro de la calle, y oy pasos que venan de
varios sitios al mismo tiempo. Empez a correr hacia la esquina.
Pero no lleg completamente solo ya que el plomo empez a
repiquetear en torno suyo de un modo alarmante.
Kendall se lanz al suelo y dispar por dos veces cuando
apenas si haba dado una vuelta sobre s mismo, y luego dobl la
esquina mientras que revocndose en los ltimos esterores de la
agona, quedaban otros dos de los pistoleros de Holland y del
sheriff Porter.
Y cuando stos llegaron all, acompaados de un par de ellos
ms, la calle estaba completamente vaca.
Holland fue el primero que lanz una maldicin.
-Vamos, buscadle, no puede estar lejos.
Los dos pistoleros que iban con l se miraron, y son dificultad
alguna adivin lo que estaban pensando, lo que les ocurra.
-Vamos repiti-. Dos mil dlares por su pellejo, vivo o muerto.
No replicaron, se miraron entre s, luego le miraron a l, y acto
seguido uno de ellos replic:
-Hecho, mster Holland, vamos por l.
Se fueron casi al instante.
Holland qued completamente solo, en medio de la calle, y
entonces amartill el Colt. Retrocedi hacia su casa y por primera
vez se fij en que haba luces encendidas. Record a Silvia.
Silvia y Callender. Les haba olvidado por completo.
Apresur el paso.
Llegaba junto a ella cuando descubri el cadver de ste y
comprendi a quin haba sido destinado uno de los disparos que
oy.
Corri ahora, atraves el umbral, llevando el Colt en la mano, y
vio el cadver de Silvia, una mujer que represent algo para l,
aunque no lo que representaba Mirtha, y se inclin examinndola.
Unos segundos despus iba a su dormitorio del cual tom una
sbana con la cual la cubri, y acto seguido, reflejando en sus
pupilas el terror que empezaba a atenazarle, fue a la puerta con
nimo de cerrarla.
Pero se detuvo antes de llegar.
El sonido de unos pasos, acompaado por el tintineo de unas
espuelas, le hizo saltar hacia el interior, pegndose materialmente
contra el marco de la puerta.
Amartill el arma con el pulgar y fij el can en el hueco de la
misma.
El que vena, como si hubiera adivinado, se detuvo. Hubo unos
segundos de silencio y luego pregunt:
-Chester ests ah?
Holland suspir con alivio y sali del amparo del marco de la
puerta.
-Pasa y cierra la puerta replic con el rostro tan ceniciento
como el del sheriff Porter, que obedeci rpidamente.
Los dos se enfrentaron en el despacho del dueo de la casa.
Primero se miraron a los ojos durante un largo espacio de tiempo, al
cabo del cual, Holland pregunt:
-Quieres algo de beber, Cliff?
Porter hizo una mueca.
-Diablos, Chester! Ese hombre es el mismo diablo. Va a acabar
con nosotros. Lo presiento. Anda, trae una botella de whisky!
Holland fingi una risita que a nada conduca. Luego exclam:
-Ests asustado, Porter. Tienes miedo.
La mueca que hubo en la boca de Porter no gust a Holland.
-T tambin lo ests, Chester. Ests aterrorizado, igual que yo.
Igual que los hombres que nos siguen mir hacia atrs, hacia la
puerta que daba acceso al despacho y aadi-: Qu le ocurri a
Silvia? La mat Kendall? Lo digo porque tambin vi fuera el
cadver de Callender. Qu ocurri?
Sin replicar ahora, Holland dio media vuelta y le dej solo. Tres
minutos ms tarde estaba de regreso, llevando en las manos una
botella de whisky y dos vasos.
Los llen.
-Qu hacemos ahora? Pero antes, Chester, dime qu ha
ocurrido aqu?
Lentamente, en tanto Porter beba el whisky, Holland explic
cmo haba detenido a Silvia cuando sta fue a avisarle de que un
pistolero llamado Kendall se encontraba en Big Piney, y las rdenes
que le haba dado a ste con respecto a ella.
Al acabar, Porter se puso en pie.
A pesar del miedo que senta, acus:
-Ests loco, Chester. Siempre lo has estado. Lo estuviste ya
cuando ocurri aquello, y por culpa tuya. De no ser as, Dan Kendall
jams se hubiera presentado en este pueblo para pedirnos cuentas
a nosotros tres. Mat al juez, no? Y ahora, a quin le va a tocar
primero? A ti, o a m?
Sin moverse de donde estaba, aparentando una serenidad que
no senta, Holland levant el vaso y bebi largamente.
Al acabar de hacerlo, replic:
-S, puede que est loco, pero t, Cliff, tienes miedo, y eso es
an mucho peor. Y eso, tu miedo, va a ser el que te haga morder el
polvo. Kendall lo notar en el acto, entiendes? Y cuando lo note,
se reir de ti antes de apretar el gatillo de su Colt. Se reir de ti
antes de lanzar en tu contra la bala que te enve al infierno. Es que
no lo comprendes an?
Porter apur el resto de su whisky y se volvi hacia la puerta.
-Me defender de l como pueda hizo una mueca y aadi-: La
verdad, Holland, es que a pesar de que yo fui tan culpable como
vosotros, jams dej de remorderme la conciencia por aquello.
Jams, aunque t creas lo contrario.
Sali a la calle mucho antes de que Holland reaccionara de la
sorpresa que le produjeron las palabras de aqul que hasta
entonces haba sido un secuaz en casi todas las fechoras que
haba cometido en el transcurso de algunos aos.
Porter sali a la calle.
Mir en torno con la misma expresin que pudiera tener una rata
acorralada por una manada de gatos furiosos mientras que escenas
del pasado, escenas ocurridas a orillas de un riachuelo, cruzaban
por su mente con la misma velocidad que un relmpago.
Con la frente perlada de sudo fro, los ojos casi fuera de las
rbitas, atenazado por un terror casi animal, Cliff Porter, sheriff de
Big Piney, un poblado perdido en pleno territorio de Wyoming,
llevando los Colts en las manos, mirando a todos lados,
escudriando todos y cada uno de los rincones de la vaca y muerta
calle, o por lo menos pareca estarlo desde el momento en que Dan
Kendall lleg en el tren de las 2145, notando que las que hasta
ahora fueron fuertes piernas de caballista, le temblaban de modo
indecible, camin apresuradamente hacia su oficina, situada cerca,
muy cerca de la salida de la poblacin por la parte Sudoeste,
mientras que en su casa, Holland se apresuraba a llenarse de
nuevo el vaso de whisky, que llev a los labios casi al instante.
Y lo apur de un trago.
En el acto se sirvi otro, bebi un poco, y mir entorno suyo
despus de dejarlo sobre la mesita que haba a su lado.
Al hacerlo mir alrededor.
Y antes de verle, supo que l se encontraba all, ya que su risa
de chacal le sobresalt haciendo que se le erizaran los pelos de la
nuca.
Se encontraba recostado contra la jamba de la puerta, con su
negro y solitario Colt en la funda, el cigarrillo encendido colgando
materialmente de la comisura de la boca, y una semicnica y
burlona sonrisa en los labios.
Antes de que pudiera decir algo, Kendall habl primero:
-Buenas noches, Chester dijo-. El caso es que no me alegra
verte, pero estoy aqu. Eso es lo que cuenta, no?
Durante unos segundos, Holland no replic. Cuando lo hizo, fue
con una pregunta:
-A qu has venido, Dan?
El pistolero pens la respuesta que iba a dar.
-A matarte dijo al cabo de unos segundos de silencio-. Cre que
lo sabras.
-S, eso he supuesto. Ahora, muchacho?
Kendall sonri y su sonrisa puso un escalofro en los huesos de
Holland.
-No, ahora no dijo-. Ms tarde, Chester. Voy a esperar a que
entierres a Silvia. Luego matar a Porter, y despus vendr a por ti.
Lo har en cualquier momento, en cualquier hora de la noche o del
da, pero t no sabrs cundo y ese ser tu mayor suplicio. Vas a
morir de un momento a otro, Chester Holland. De un balazo que
disparar contra ti a cualquier hora y en cualquier momento. Incluso
puede que lo haga esta misma noche, dentro de un momento, o
dentro de unas horas. Tal vez cuando amanezca. Tal vez maana
en la noche antes de tomar el ltimo tren. Ah! Silvia iba a venir
conmigo. Lo sabas, no? Ahora est muerta. Vigila a Mirtha
Duncan. Te conviene.
El rostro de Holland estaba ceniciento cuando llev la mano a la
culata del Colt lanzando una maldicin. Pero no lleg a
desenfundarlo del todo. Un segundo antes le alcanz el balazo que
Kendall envi contra l, y ste se le fue de la mano estrellndose
contra la pared que haba a su espalda.
Sin reparar que Kendall estaba armado, que haba disparado
contra l, y que poda matarle en menos de un segundo, con una
ronca maldicin, se abalanz contra ste.
Kendall pudo matarlo en aquel instante. Hubiera bastado para
ello una ligera presin del gatillo, pero no lo hizo, sino todo lo
contrario. Dej caer el Colt al suelo y le recibi con un golpe de
izquierda, bajo el corazn, que le lanz boqueando contra la pared.
Luego, noblemente, esper a que se levantara.
Holland lo hizo lentamente, con los ojos inyectados en sangre y
el rostro convertido en la mscara de Satn, y al instante se le vino
encima.
Kendall hizo un amago, pero ahora Holland no cay en la
trampa, sino que dispar su puo izquierdo con la velocidad de una
bala. Kendall lo recibi en un lado de la cara y empez a dar vueltas
sobre s mismo hasta que se estrell materialmente contra la pared
de troncos.
Se desliz por ella, y Holland no le dio respiro, ya que mucho
antes de que hiciera intencin de levantarse, se lanz contra l
aunque no lleg a tocarle, ya que Kendall le recibi con las piernas
encogidas y luego las ballest.
Una vez ms, Holland se vio lanzado contra la pared, y de
nuevo, tambin otra vez ms, Kendall esper a que se levantara.
Luego ya no le dio respiro.
Empez a golpearle de un modo feroz, llevndole de un lado
para otro, hasta que comprendi que si acababa con l de aquel
modo, su venganza no estara nunca completa. Tena que matarle
s, pero de un tiro, y en medio de la calle principal de Big Piney.
Lo mismo daba que fuera aquella noche como a plena luz del
sol, pero nunca a golpes y mucho menos dejarle incapacitado para
la lucha, de una bestial paliza.
Fue al llegar a esta conclusin cuando Kendall empez a
retroceder al parecer sin motivo aparente y Holland, lleno de furia,
se le fue encima para recibir en el acto un gancho de derecha que
le hizo levantar los pies del suelo, y a continuacin otro de izquierda
que le arrug en el suelo, sin conocimiento.
Kendall se frot las manos, tom el Colt del suelo, dio media
vuelta y sali a la calle por el mismo lugar por donde haba venido a
la casa de Holland, por la puerta trasera.
Oyendo las pisadas de los que ahora corran hacia all,
seguramente alarmados por el ruido de su disparo, Kendall dobl la
primera esquina que le vino al paso, dio unos cuantos ms sobre la
acera de tablas, llevando el Colt en la mano, y en aquel entonces
otra se pos en su brazo.
Se detuvo bruscamente y levant el Colt amartillndolo con el
pulgar.


CAPTULO VII


-Cuidado, Dan, el matar a una mujer en el Oeste, significa la
cuerda, no?
Y ella misma, mirndolo a los ojos, apart el can del Colt de
su seno.
Kendall se qued de una pieza mientras que Mirtha, sin aadir
una sola palabra ms, tir de l.
No se resisti.
Se dej guiar hasta una pequea puerta que daba acceso al
interior de la casa de ella, donde ya entrara una vez, no haca
mucho, pero por la puerta principal, y comprendi que la casualidad
le haba tomar una calleja adyacente, que daba precisamente en el
lugar donde ella estaba esperndole.
Supo que su idea no era tan cierta cuando Mirtha, despus de
conducirle a una especie de salita de estar, exclam mirndole a los
ojos.
-Hace un buen rato que le estoy buscando, Dan.
-S Por qu?
Mirtha hizo una mueca y replic con una pregunta
diametralmente opuesta al asunto que la interesaba:
-Quiere beber algo?
-Whisky, si tiene.
Se lo trajo poco despus, le dio un vaso, de los dos que llevaba,
y mirndole fijamente, pregunt, lo mismo que si estuviera guiada
por una extraa obsesin:
-Cundo va a marcharse, Dan?
Kendall bebi un poco antes de replicar.
-Cuando un par de hombres mueran, linda dijo-. Mataron a
Silvia, comprende? Fue cosa de Holland, de su prometido de
usted. Lo s, estoy seguro de ello, y slo por eso, sin contar lo que
me hizo a m, ya merece la muerte, y no una, sino mil veces.
Hablaba tranquilo, sin pasin alguna, como si el decidir sobre la
vida de un hombre no tuviera importancia para l.
Los ojos de Mirtha chispearon cuando dijo:
-No lo saba, Dan, y creme, porque es verdad cuando le digo
que lo siento. Pero an as, cunto quiere por marcharse de Big
Piney en este momento? Puedo darle hasta
Kendall no la dej terminar.
-Y usted, se quedara aqu? Con Holland?
Mirtha asinti en silencio y acto seguido lo hizo de viva voz:
-S, Dan. Me quedara con l.
-Lo siento, porque entonces ya no hay nada ms que hablar.
-Por qu?
Kendall se puso en pie.
Como impulsada por un resorte, Mirtha le imit en el acto y los
dos quedaron mirndose frente a frente, muy cerca el uno del otro.
Y fue ella la que habl primero.
-Supongo que ahora ir en busca de Porter, no?
Kendall arque una ceja.
-Quin se lo dijo?
-Es fcil deducirlo, Dan. Tan fcil como saber que Holland ser
el ltimo. Le vi salir de su casa y s que no le mat.
-Quin se lo dijo?
-Nadie, Dan, pero si hubiera sido as, a usted le hubiera faltado
tiempo para decrmelo hizo una ligera pausa y pregunt-: Qu fue
lo que hicieron entre los tres?
Kendall hizo una mueca, extrajo del bolsillo la bolsita de tabaco y
li y encendi un delgado cigarrillo.
Solo entonces replic:
-Nada que le interese, Mirtha. Despus de todo, usted es la
prometida de Holland, no?
-S, claro. Pero usted Usted, a pesar de saberlo, va a matarle,
verdad?
-S, voy a hacerlo.
-No tiene piedad. Nunca la tuvo, no es as? resumi Mirtha.
-Tan slo hubo una vez pero de aquello hace muchos aos,
muchacha. Luego ocurri algo y
-Pero salv su vida. Y cre que comprendera que lo hice a
cambio de la de Holland, pero no lo ha entendido as.
Kendall fum unos segundos en silencio, al cabo de los cuales
replic:
-Me gustara que me explicase cundo ocurri eso, linda.
Ella achic un tanto sus hermosos ojos y las violentas
palpitaciones de su corazn las acusaron los altivos y orgullosos
senos.
Casi al instante replic:
-Fue hace muy poco, Dan. Cuando Porter se encontraba en esta
casa conjuntamente con mi prometido, y cuatro pistoleros ms.
La risa sorda de l la interrumpi. A continuacin fueron sus
burlonas palabras:
-S? Pues yo no lo creo as, Mirtha, querida. Si uno u otro
hubiera abierto la puerta, a estas horas, nadie lo contara. Hubieran
muerto lo mismo que muri Silvia. Incluso t, cario acab
tutendola, aunque despus ya no lo hizo.
Dio media vuelta y se encamin hacia la puerta. Mirtha le
prendi por un brazo mucho antes de llegar.
Kendall se volvi a mirarla.
-Qu ocurre ahora, Mirtha? pregunt.
Sin una sola vacilacin, ella replic:
-Nada que no sepa, Dan. Puedo darle una fortuna si abandona
Big Piney esta misma noche. Cien mil dlares. Es todo cuanto
poseo.
Entrecerrando los ojos, Kendall dej vagar una tenue y cnica
sonrisa por entre sus delgados labios.
-Incluyndola a usted, linda? pregunt.
-En otras circunstancias, tal vez, Dan. Ahora no. Desde luego,
no.
-Por qu?
Ella le devolvi la frase que l empleara minutos antes.
-Eso es algo que ocurri hace tiempo, querido. Cien de los
grandes, y asunto concluido.
Como si no la hubiera odo, Kendall pregunt por segunda vez:
-Por qu?
Mirtha, a la recproca, replic:
-Eso ocurri hace mucho tiempo, Dan hizo una pequea pausa
y aadi en vista de que l sin decir nada, haca adems de ir hacia
la puerta-: Dnde va ahora, Dan?
-Hace falta que lo diga?
-No, creo que no. Es Porter el primero? Oiga, Dan, por qu no
se queda aqu hasta que amanezca?
-Con usted?
-Y por qu no?
-A cambio de la vida de Holland, verdad?
Martha suspir.
-Y por qu no? Voy a casarme con l. Se lo he dicho muchas
veces.
Sin replicar, Kendal dio media vuelta y tom el tirador de la
puerta. A su espalda, Mirtha susurr:
-Se da cuenta de que si no est conmigo est en contra, Dan?
Sin volverse a mirarla, replic:
-Quiere decir que va a luchar contra m?
-S, Dan. Y voy a sentirlo aunque no me crea se le acerc y
poniendo una mano en su brazo lo hizo volverse.
Entonces aadi mirndole a los ojos, con el semblante un tanto
enronquecido:
-Usted ha sido el primer hombre que me ha besado, Dan, y
ahora me desprecia. Por qu? Por Chester Holland, o por el
recuerdo de Silvia Sutton? Sabe quin era ella, lo que representaba
para l, no? Y an
-Tambin lo sabe usted, Mirtha, y no obstante va a casarse con
Holland.
-S. Y no trate de impedirlo, Dan, o ser yo la que cave su tumba
en Big Piney, se lo advierto.
Estaba muy cerca, peligrosamente cerca cuando pronunci las
amenazas, con su hermoso rostro elevado hacia l, los ojos
entrecerrados y entreabiertos los adorables labios.
Kendall se inclin y la bes suavemente.
-Eres una chiquilla, linda dijo-, y no deseo hacerte dao.
Aprtate de mi camino y ser mejor para ti, y para m.
Fue a volverse y entonces, ella, elevndose sobre las punteras
de sus zapatos de alto tacn le ofreci de nuevo sus labios llevando
sus morenos y bien torneados brazos a su cuello, y correspondi
con inusitado ardor al beso que Kendall le dio.
Al separarse con el semblante arrebolado, el seno agitado, y
falta de respiracin, musit roncamente:
-Tengo miedo de usted y de m misma, Dan. Por eso no quiero
que sea Por favor tome esos dlares y olvdese que en Wyoming
existe un poblado llamado Big Piney. No no quiero ser yo misma
la que tuviera necesidad de matarle, querido.
-Lo hara?
-S.
-Entonces, por qu no lo evita?
-Cmo?
Kendall replic lentamente, consciente de que cuando terminara
de hablar, ella le dira lo que llevaba dentro.
-Viniendo conmigo, linda.
Casi en el acto, Mirtha ech la cabeza hacia atrs y empez a
rer. Kendall impasible clav los ojos en su bella y bien torneada
garganta, y esper.
Fue muy poco.
Con la misma brusquedad que haba empezado a rer, Mirtha
dej de hacerlo y luego clav sus ojos en l.
-Est usted loco! dijo-. Loco de atar. Entindalo bien, Kendall.
Como le dije, soy una mujer rica. Cualquiera lo sera con cien mil
dlares, no? Pero Holland an lo es ms. Mucho ms.
-Ambiciosa?
-Qu mujer no lo es, Dan? Todas, todas lo somos. Por eso
yo
-T quieres ms, no? Mucho ms. Y dime, tan cara te
vendes? Ese es el amor que sientes por Holland, uno de los
asesinos mas despreciables que he
La risa de ella lo interrumpi.
-Lo mismo que usted, Dan Kendall? pregunt.
No replic.
Dio media vuelta, atraves el umbral y sali a la calle con la vaga
sospecha de que a partir de entonces tena un enemigo ms en Big
Piney.
Como siempre, como si ya constituyera una costumbre muy
arraigada en l, Kendall pase los ojos en torno, pero no logr
descubrir nada extraordinario.
La calle se encontraba como en un principio. Sola, oscura,
sombra, en silencio.
Kendall baj de la acera al barro y empez a cruzarla, con los
ojos clavados en el saloon cuyas iluminadas puertas se ofrecan
ante l como una tentacin.
Avanz decidido y empujando las batientes entr.
Desde la misma puerta lanz una fugaz y rpida mirada en torno
y como no viera nada sospechoso, continu avanzando hacia la
barra, con los ojos fijos en la rubia que ya en una ocasin hablara
con l.
En las piernas de la rubia, y en todas y cada una de las cosas
que la rubia tena sobre s misma, que no eran pocas.
Se acomod en la misma y pidi:
-Whisky.
Fue entonces cuando se dieron cuenta de que estaba all, y casi
en el acto un silencio de tumba cay sobre el local. Luego, como
puestos de acuerdo, y mientras el barman le serva, mirndole
inquisitivo, y la rubia se le acercaba, la escasa concurrencia del
saloon empez a desaparecer silenciosamente, hasta que le
dejaron solo.
Y fue el propio barman el que rompi el silencio, con una
pregunta que son ridcula hasta en sus propios odos.
-Va a llevarse la manta, Kendall?
Sin replicar, y en tanto la rubia de hermosas piernas llegaba a su
lado, contoneando las firmes caderas al andar, mostrando sus
mallas bajo el tentacin negro, y la firmeza de su seno altivo y
orgulloso, Kendall levant el vaso y empez a beber.
En aquel entonces la rubia lleg a su lado, dio un salto y se
subi sobre el mostrador donde se sent, balanceando una larga y
bien torneada pierna, casi bajo las narices de Kendall, al comps de
una imaginaria msica, y alargando la mano le quit el vaso.
Con sus grandes y magnficos ojos pardos fijos en l, empez a
beber lentamente hasta que lo apur del todo. Luego, depositndolo
sobre la pulida superficie del mostrador, frente a Kendall,
sonrindole, dijo:
-Si te sabe mal, querido, puedo pagarte otro.
Kendall la mir fijamente por espacio de unos largos segundos.
Era tan alta y mucho ms hermosa que lo haba sido Silvia. Sus
piernas podran competir con cuantas l haba visto, que fueron
muchas, y su cuerpo hermoso tena tantas y tan sinuosas curvas
como las que l haba doblado desde que empez aquella
bsqueda hasta que lleg a Big Piney.
-Lrgate, preciosa dijo.
La rubia arque una ceja y replic:
-Me llamo Leslie OHara y s que te mataron a la mujer que iba a
irse contigo de aqu.
Aquello interes a Kendall, y sus ojos de indio le recorrieron una
vez ms de pies a cabeza, detenindose ms de lo conveniente en
los lugares pertinentes.
-Cmo lo sabes? pregunt cuando al cabo de unos segundos
se mir en los suyos.
-Me lo dijo un pajarito, Kendall.
-S. Qu clase de pjaro? Un cuervo?
-Tal vez, Kendall replic despus de la sonrisa-. Tal vez
Pero -vacil de nuevo y acto seguido aadi-: Si quieres saberlo,
sube conmigo y te lo explicar.
-Subir? Dnde?
-Al piso de arriba, a mis habitaciones.
Kendall la mir fijamente, con el semblante completamente
impasible, mientras se haca infinidad de preguntas.
-Tienes algo de beber arriba, linda? pregunt unos segundos
ms tarde.
-Dnde? Arriba?
-Claro!
-S, whisky.
Lanz una rpida mirada al barman y aadi:
-Whisky del bueno, Dan Kendall. Vienes?
Sus ojos y sus labios eran una promesa. Mirndola olvid a
Holland, a Porter y a Mirtha Duncan, pero el recuerdo de Silvia, tal
vez por un sangriento contraste, no se apart ni un solo segundo de
su mente.
Tal vez por eso, porque deseaba descubrir el significado de las
palabras de ella, replic:
-De acuerdo. Vmonos, preciosa.
Llevndola enlazada por la cintura, ambos se encaminaron hacia
la escalera bajo la mirada un tanto extraa del barman.
Kendall la bes en el primer rellano, y cosa rara, fue l quien
falto de respiracin tuvo que separarla de sus brazos.


CAPTULO VIII


Alcanzaron el pasillo cuando ella dijo:
-Qu fue lo que ocurri?
-Cundo, linda?
Leslie vacil en dar la respuesta, pero slo fueron segundos:
-All, en donde fuera, Dan. Y me estoy refiriendo a tu odio, al
odio que sientes por Porter y Holland. Fue a causa de una mujer,
no?
Kendall no replic, y Leslie ya no insisti hasta que no se
encontraron frente a la puerta de las habitaciones que tena en el
piso superior del saloon.
-Aqu es, Dan dijo levantando un poco la voz, para aadir a
continuacin-: No ha respondido a mi pregunta, Dan.
-Crees que debo hacerlo?
-No lo s; pero me gustara saberlo.
Le mir con una provocativa sonrisa y aadi:
-Entramos?
Sonriendo a su vez, Kendall replic:
-S, por qu no, linda?
Le ofreci los labios y Kendall la bes de nuevo. Luego Leslie se
adelant un par de pasos y abri la puerta. Se hizo a un lado,
mirndole.
-Pasa, Dan, querido.
Lo hizo, pero no como ella esperaba, sino a su modo.
Kendall se adelant un tanto y luego, de un feroz puntapi,
acab de abrirla violentamente. Salt hacia adelante y cay dentro
del dormitorio, llevando ya el Colt en la mano escupiendo fuego y
plomo contra los tres pistoleros que a su vez empezaban a disparar
contra l desde tres puntos distintos de la habitacin.
Detrs de l, con los ojos llenos de espanto, el seno agitado
violentamente, los rojos sensuales labios temblorosos, recostada
contra el marco de la puerta, Leslie le vio inclinado hacia adelante,
golpeando de manera endiablada el enorme martillo del Colt,
girando rpidamente en uno y otro sentido, hasta que el Colt se
qued sin un solo cartucho.
Entonces acab todo.
Con un pequeo grito, Leslie empez a retroceder hacia el
pasillo, pero lo hizo demasiado tarde ya que Kendall estaba girando
rpidamente hacia ella.
La tom del brazo y tir.
-Ven aqu, preciosa.
Dentro ya, sin soltarla, Kendall cerr la puerta de una patada y
luego la golpe dos veces en la cara.
Las hermosas piernas de ella, envueltas en malla, apuntaron la
lmpara de petrleo del techo. Dio un par de vueltas sobre s misma
y qued hecha un ovillo junto al cadver de uno de los pistoleros.
Cuando el zumbido de sus odos se aplac un tanto, Leslie, con
los ojos llenos de lgrimas, levant el rostro y le mir.
La sangre se le hel en las venas cuando la vio. Kendall estaba
reponiendo el ltimo cartucho en el cilindro del Colt. Luego lo cerr
con un seco golpe y la mir fijamente mientras iba levantndolo
lentamente hasta que el can qued apuntando a su cabeza.
El hermoso rostro de Leslie se volvi terroso.
-Qu?
-Voy a matarte, preciosa dijo-. Quiero que hagas compaa a
esos tres.
Ella se arrastr hasta quedar muy cerca de sus pies.
-Me obligaron, Dan Fue Holland. Dijo que me quedara sin
empleo, que me entregara a sus hombres si no le obedeca, que
hara Oh,Kendall! Comprenda, por favor Yo yo no quera
hacerlo, pero s lo que le ocurre a todo el que no acata sus
rdenes. Yo Yo hubiera servido de juguete a sus hombres, tal y
como dijo, y luego me hubiera matado. Es es la verdad.
El rostro de Kendall era una mscara. Como fascinada, loca de
terror, ella vio cmo el can del Colt se iba levantando poco a
poco y luego oy el fatdico clic cuando l lo amartill con el
pulgar.
Loca de terror cerr los ojos a punto de desmayarse y fue en
aquel preciso instante cuando se oyeron unos pasos precipitados
por el pasillo, y un sordo rumor de voces.
En menos de un segundo, Kendall comprendi lo que estaba
pasando. Ahora empezaba la cacera. Abajo, tal vez en la puerta,
alguien haba dado aviso a algunos de los pistoleros de Porter u
Holland, diciendo que la emboscada pareca haber fracasado, ya
que Leslie no haca acto de presencia en el saloon.
Suban a ver lo que haba pasado.
Suban buscndole a l conscientes de que por algo
insospechado, haban fracasado en su intento de eliminarle.
La primera noticia la tuvo Leslie cuando l clav una de sus
manos, la izquierda, sobre el desnudo y bien torneado brazo
clavndole los dedos en l.
-Levntate, linda dijo.
Ella lo hizo llevando ahora los ojos completamente abiertos, y sin
que l la soltara.
-Voy a salir de aqu, preciosa aadi-. Dime por dnde, o
moriremos los dos. Pero t caers primero.
Fuera, en la puerta que daba acceso a la escalera, empezaron a
sonar golpes. El rostro de Leslie palideci an ms.
-Leslie, abra. Abra, o echamos la puerta abajo! Est usted
bien, Leslie?
-Contesta, linda orden l.
-S, Buck, no me ocurre nada.
Era una forma como otra cualquiera de perderlo, o de ganar
tiempo. Kendall lo supo cuando oy la rplica del llamado Buck.
-Salga enseguida. Hgalo o derribaremos la puerta.
Empezaron a golpear de un modo salvaje y Kendall vio cmo
algunas astillas saltaban de la madera, para luego, de un modo
brusco, dejar de golpearla. Se hizo el silencio, y casi en el acto,
Leslie vio como ste desviaba de su cuerpo el can del Colt para
a continuacin encararlo hacia la puerta justo cuando detrs de ella
empezaban a abrir fuego contra la cerradura.
Kendall dispar a su vez hacindolo a travs de la madera. En el
acto se oy un alarido de agona, el sordo golpe que contra el suelo
produca un cuerpo pesado al chocar violentamente con l.
El rostro de Kendall era demonaco cuando se volvi hacia ella
enfrentndola.
-Tienes tres segundos para indicarme un camino, linda dijo
triturando las palabras entre los dientes.
Ella le mir primero y luego desvi los ojos hacia la puerta que
conduca directamente a su dormitorio.
-All hay una ventana que da a la calle, y no est a mucha altura.
-Vamos.
La empuj violentamente y Leslie estuvo a punto de dar con sus
preciosos huesos en el suelo, cosa que indefectiblemente hubiera
ocurrido si Kendall hubiera soltado su brazo en aquel momento.
Cruzaron el umbral.
En aquel instante alguien dispar contra la puerta, y Kendall,
volvindose, apret el gatillo una vez ms. Luego, sin saber si haba
hecho blanco o no, pero notando que a su espalda el pasillo
quedaba en silencio, preguntndose qu preparaban ahora, la
empuj hacia la ventana.
De pasada tom una prenda de ella y exclam:
-Ponte eso encima, querida. No es que me importe mucho,
sabes? Pero no es correcto que vayas de ese modo por la calle.
Y seal sus magnficas piernas con una sonrisa sarcstica en la
boca.
-En la calle?
-Claro, linda. Vas a venir conmigo, y voy a matarte tan pronto
como me sienta acorralado del todo. Si Holland te oblig, que
venga l ahora a librarte de m.
-Pero es que
Sin miramiento alguno, Kendall la golpe en la boca del
estmago y ella se dobl hacia adelante, gimiendo.
-Date prisa, o tendrs que saltar as.
Leslie se coloc el vestido. Luego l la empuj contra la ventana
y la oblig a mirar.
-Dime si se ve a alguien, pero no mientas, querida.
Temblando, sabiendo que desde abajo podan tomarla por
blanco al confundirla con Kendall, Leslie mir.
-No no veo nada. Yo
La voz salvaje de Kendall la interrumpi.
-Salta, linda dijo.
Ella se encaram sobre el alfizar, mir hacia abajo y luego lo
mir a l. En la puerta empezaban los golpes, ahora propinados con
un objeto contundente.
Kendall clav el Colt en su espalda. Ahora la orden anterior se
convirti en pregunta:
-Saltas, linda?
Leslie no replic.
Dio un pequeo suspiro y salt.
Desde la ventana la vio rodar por el suelo, fue detrs cuando la
puerta cruja siniestramente para un segundo despus caer al suelo
arrancada de sus goznes.
Y mientras la habitacin se llenaba de pistoleros, hasta un total
de seis, Kendall cay en cuclillas, rebot como una pelota, y se
puso en pie cuando Leslie haca adems de levantarse.
La ayud rpidamente y luego tir de ella llevndola casi
arrastrando hacia la prxima esquina mientras que la ventana del
saloon se inflamaba en lengetazos de fuego y humo y las
detonaciones de los rifles rompan la calma ficticia que reinaba en la
calle.
Pegado a la pared, Kendall la empuj hacindola caer sobre el
fango amasado en el suelo a causa de la reciente tormenta,
mientras mascullaba:
-Corre, preciosa. Hacia la esquina, o te matarn como a un
conejo.
El eco de su voz lo quebr violentamente el estallido de su
propia detonacin cuando dispar a su vez. Luego corri en pos de
Leslie que con la falda levantada a medio muslo corra hacia el
amparo que le ofreca la esquina.
Detrs, en la ventana que corresponda al dormitorio de Leslie,
un hombre bascul sobre el alfizar, solt el rifle que empuaba, y
un segundo ms tarde, completamente muerto, le segua en su
cada hacia la calle.
Al doblar la esquina, sin que ahora dispararan contra l, Kendall
encontr a la jadeante y plida Leslie recostada contra la pared de
troncos de una de las casas, y sin pronunciar una sola palabra la
tom de un brazo y tir de ella.
Casi en volandas la llev por la calleja hasta que sta se termin
y entonces salieron al descampado.
Kendall continu tirando, pero Leslie empez a resistirse por lo
que ambos se detuvieron.
Bajo la luz de las estrellas se miraron a los ojos.
-Adn? Adnde me lleva, Kendall?
-A la estacin, nena. Vas a quedarte all hasta que amanezca,
querida. Yo tengo algo que hacer en Big Piney, antes de que nos
volvamos a ver.
-Pero -intent protestar.
Kendall la empuj violentamente. Leslie dio un traspis y luego
empez a correr con pasos cortos y vacilantes hasta que se detuvo.
Kendall fue a empujarla una vez ms pero no lo hizo ya que ella se
estaba quitando los zapatos de alto tacn que usaba para actuar en
el saloon.
Esper, y unos segundos ms tarde, llevndola por la cintura,
continu corriendo hacia la estacin sin parar mientras pensaba que
se estaban poniendo perdidos de barro y lodo.
Hacia la estacin.
Hacia la cantina de una mujer que en vida se llam Silvia Sutton.
Sin soltarla, frente a la puerta, Kendall habl roncamente.
-Conoces esto, verdad?
-Es es
-La cantina de Silvia, y la mataron. Voy a entrar por una de las
ventanas, linda. No intentes escapar o t sers la prxima que
muera, Leslie. Te lo juro.
Con el Colt en la mano, Kendall retrocedi hasta una de las
ventanas mientras la cada vez ms asustada Leslie, miraba a todos
lados, como buscando una ayuda inexistente, o tal vez el modo de
huir de aquel pistolero, que mentalmente ya la haba sentenciado a
muerte, a causa de su traicin.
El ruido de vidrios rotos la sobresalt y la hizo girar la cabeza
hacia donde ste se encontraba.
Kendall haba introducido la mano por el cristal roto y estaba
descorriendo las fallebas. Unos segundos ms tarde, ya con sta
abierta, gir en redondo y la enfrent.
-T primero, linda dijo roncamente-. Te ayudar.
Enfund mientras se acercaba, y sin saber por qu, Leslie se dijo
que an era ms peligroso con el Colt en la funda que con ste en
la mano.
Luego ya no supo qu ocurri.
Sbitamente se vio entre los brazos de Kendall y cmo sin
esfuerzo alguno la elevaba hasta la ventana. La hizo pasar por el
hueco, rod por el interior de la habitacin, y cuando fue a ponerse
en pie, Kendall ya estaba a su lado, tomndola de los hombros para
ayudarla a que se levantara.
Estaba temblando.
Asustada.
Tal vez llena de terror hacia l.
Kendall lo comprendi en el acto cuando la arroj hacia su pecho
y not su tibio calor conjuntamente con el temblor que haba en su
maravilloso, prieto y juvenil cuerpo de mujer joven y hermosa.
Se inclin, la bes suavemente en los labios para separarla de s
mismo en una brusca transicin, y entonces dijo:
-Ests asustada, linda. Tienes miedo de Kendall y Kendall no es
malo, querida. Y no lo ser si te comportas bien con l. Anda, ven
conmigo que encenderemos una luz.
A oscuras, sin soltarla del brazo que sujetaba con su mano
izquierda mientras que la derecha iba pegada a la culata del Colt,
Kendall la hizo atravesar el umbral, y ya en la habitacin interior, a
tientas, busc la lmpara y la encendi.
Un dormitorio.
De mujer.
El que en vida perteneci a Silvia Sutton.
-Sintate, Leslie dijo.
Y ella lo hizo sin replicar.
Siguieron unos segundos de silencio hasta que de una forma
repentina, Kendall lo rompi.
-Voy a tener que atarte. Me comprendes, verdad, linda? No
deseo en modo alguno tener que guardarme de ti como de -no
termin la frase, pero estaba pensando en Mirtha Duncan.
-S, creo que s replic ella con un hilo de voz-. Sin embargo,
nada voy a hacer en contra
Kendall ri speramente.
-Voy a atarte, pero antes deseo que respondas a una pregunta.
Y escucha bien, slo voy a hacrtela una sola vez. Comprendes?
-S, creo que s.
Kendall li y encendi un cigarrillo con el odo atento a cualquier
rumor que le viniera de fuera y los ojos fijos en el ahora embarrado
rostro de Leslie, cuyos ojos eran dos carbones encendidos fijos en
l.
S, le brillaban, y mucho, a pesar de su miedo. Y tambin, a
pesar de esto, pareca haber en lo ms profundo de ellos una oculta
promesa.
-Dnde vive el sheriff Porter? Me refiero a su casa particular y
no a su oficina de representante de la ley. Responde, querida.
Leslie se puso bruscamente en pie y levant hasta l su
redondito mentn en forma desafiante.
-Nunca se lo dir, Kendall. Nunca! Puede matarme, pero no lo
har.
Kendall no la mat ni mucho menos. Se limit a dar un paso en
su direccin y luego de una bestial bofetada la lanz contra la silla
que anteriormente ocupara, y tanto sta como Leslie se
derrumbaron en confuso montn, pero fueron las maravillosas
piernas de ella, y no las patas de la silla, las que por unos segundos
se ofrecieron a los ojos de Kendall, en su totalidad, cuando
apuntaron al cielo raso de la habitacin.
Y cuando quiso darse cuenta, Kendall se le fue encima y la
atenaz por los hombros. La levant violentamente mascullando:
-Voy a matarte, aunque sea a golpes, pero quiero saberlo, linda,
y lo sabr.
Kendall se asombr porque ella estaba denegando con la
cabeza mucho antes de que l acabara de hablar.
-Pero, por qu? pregunt-. Habla.
Leslie, a pesar de llevar lgrimas en los ojos, le sonri. Fue una
sonrisa tmida en extremo que contrastaba notablemente con su
profesin de cantante y bailarina de saloon.
-No lo har, Dan dijo tutendole y llamndole por su nombre
como ya lo hiciera con anterioridad-. No quiero cargar con una
muerte en mi conciencia. Con la experiencia que he recibido con lo
tuyo, tengo bastante.
No la crea.
Kendall dudaba de ella. Lo estaba leyendo en sus ojos llenos de
impiedad. En sus negros ojos de indio fijos en los suyos, fros como
un ventisquero. No, no la crea.
Leslie se le acerc levantando su bello rostro hacia l.
-Dan susurr-. No puedo, no me pidas eso. No voy a
hacerlo - gir el rostro presentndole una de sus tersas y
sonrosadas mejillas y aadi-: Haz lo que quieras pero -le mir de
frente y en un brusco arranque le ech los brazos al cuello-. No,
Dan, eso no Nunca, Dan, conseguirs que yo, y por mi culpa,
cargue con una muerte en mi conciencia No nunca.
Elev sus brazos hasta su cuello y le enlaz. Unos segundos
antes de besarle susurr:
-No, nunca
Kendall se separ de ella al poco rato. Una escasa media hora
no ms, pero fue suficiente. Luego ya no tuvo el valor necesario
para atarla tal y como prometi.
Por lo tanto, sin pronunciar una sola palabra, sin preguntar ms,
dio media vuelta y abandon el dormitorio y la dej sola.
Sali a la calle.
Lejos, muy lejos, en la lnea imaginaria del horizonte, le pareci
distinguir las primeras luces del amanecer.
Hundiendo las botas en el barro, Kendall apart los ojos de all y
los fij en la cercana poblacin de Big Piney.
Ech a andar hacia ella con el pensamiento ofuscado por una
idea:
Porter. El sheriff Porter, que iba a morir a no tardar.




CAPTULO IX


-Escap, Chester.
La voz de Porter tena tonalidades de terror cuando en el interior
del dormitorio de Leslie, encar a Holland.
-S, ya lo he visto.
El sheriff se mes el cabello sin tener en cuenta que alguno de
sus hombres le estaba observando, desde la misma habitacin
donde se encontraban todos.
-T lo has visto, Holland, y yo tambin replic con la voz un
tanto ronca-. Y ahora, quieres decirme cmo acabamos con l? No
podemos. Confisatelo a ti mismo y ser mejor para todos. Es es
lo mismo que tratar de derribar a un elefante con una manada de
pulgas.
-Eres un cobarde, Cliff estall Holland-. Ests loco de miedo, y
todo por un hombre como
-Y t! T tambin lo ests pero sabes enmascararlo, Chester.
Ojal pudiera hacer lo mismo pero no sirvo para ello le mir
intensamente, con el rostro tan blanco como la nieve, y aadi-:
Sabes lo que voy a hacer? No? Pues me largo de Big Piney
ahora mismo. Voy a ir a mi casa, tomar unos pocos dlares Es
decir, todos los que tengo, el caballo y emprender el galope hacia
el interior. Kendall no trajo caballo en el tren y dudo que consiga
uno para poder perseguirme con efecti
La risa violenta del ranchero le interrumpi.
-Sigo pensando que ests loco, Porter dijo despus de la
misma.
-S? Y puedo saber por qu?
-Porque Kendall te encontrara ms tarde o ms temprano. O
es que olvidas que nos encontr aqu al cabo de tres aos?
No. Porter no lo olvidaba. Hubiera olvidado hasta su propio
apellido, si esto fuera necesario, pero aquello no, de ningn modo.
Por lo tanto replic con la verdad de lo que pensaba:
-No es fcil de olvidar, Chester. No, no lo es pero yo voy a
correr el riesgo.
-Quieres decir que?
-Me marcho ahora, Chester. Y lo siento por ti. Kendall acabar
contigo lo mismo que acab con Mc. Dugal y con todos cuantos
pistoleros le enviamos en su contra. Por otra parte tiene a Leslie
consigo y una mujer es siempre una
-Eso es porras, Cliff! O es que no te acuerdas de lo que
ocurri?
El gesto de ste le interrumpi en seco, pero Porter no pronunci
una sola palabra. Se limit a dar media vuelta y son el Colt a
medio extraer atraves el umbral de la puerta y sali a la calle
despus de cruzar despaciosamente el saloon.
Llevaba el Colt en la mano cuando empez a andar hacia la
casa donde tena la oficina y su domicilio particular, mirando a
ambos lados, intentando taladrar las tinieblas que haba ms all de
los ltimos faroles de petrleo.
Su rostro, ptreo, era una mscara de yeso cuando dobl a la
cuadra donde guardaba su caballo.
Junto a la puerta de la misma se sec el fro sudor que perlaba
su frente y mir a todos lados con gesto de rata acorralada.
Holland era un imbcil al no intentar huir. Kendall le matara a
pesar de los pistoleros que llevaba consigo. Le matara sin que
nadie pudiera evitarlo.
No es que l se encontrara solo, no. Hubiera bastado quedarse
junto a ste para Para qu? Para morir todos juntos?
Porter se acerc a la puerta y escuch.
Ningn sonido extrao le lleg del interior de la misma. Nada
como no fuera el resollar de su caballo.
Empuj la puerta y entr.
Unos segundos ms tarde, sintiendo que tena las palmas de las
manos completamente mojadas, empez a ensillarlo con una prisa
que pecaba de febril.
Chorreando de sudor por todos los poros de su cuerpo, Porter
abandon la cuadra llevando al animal de la brida, y todo lo ms
rpidamente que pudo se encamin hacia la puerta de la oficina.
Puso la llave en la cerradura y la abri.
Entr, encendi la lmpara, la tom con la mano izquierda y sin
que su derecha soltara la culata del Colt, avanz en direccin a su
pequeo despacho donde guardaba todo o casi todo lo que tena.
Sin contar los billetes, empez a metrselos por los bolsillos de
cualquier modo, y luego, siempre alumbrndose a s mismo, fue a
su dormitorio. Empujaba la puerta cuando sta se abri
enmarcando en el umbral la amenazadora figura de Kendall.
Porter hizo un gesto de estupor, su frente empez a transpirar
fuertemente, y retrocedi un paso. Luego, reaccionando, tir de la
culata del arma para encontrarse con el Colt de ste que ya le
estaba apuntando en el centro del pecho.
-Ser mejor que no contines con ese movimiento, Cliff dijo
framente-, ya que antes de enviarte al infierno quiero hablar
contigo. Vamos, anda. En tu despacho estaremos mejor.
Le empuj con el can y Porter empez a retroceder mientras
que su rostro, intensamente plido, pasaba a color tierra, y de ste
a ceniza.
Siempre retrocediendo, con los ojos casi fuera de las rbitas,
notando que las piernas le flaqueaban, pregunt con la voz tan
ronca, que Kendall tuvo alguna dificultad para entenderle:
-Qu qu vas a hacer, Dan?
La respuesta del pistolero fue un tanto mordaz:
-T qu crees, sheriff?
-No irs a?
-Por qu no, Cliff? Nadie me lo va a impedir, verdad? Nadie.
Ni siquiera la prometida de Holland que vino a m a suplicarme por
su vida, y por la tuya, ya que me ofreci un montn de dlares para
que me fuera de Big Piney.
-Por qu no lo haces, Dan? Mira, puedo hacerte rico ahora, si
lo deseas Mira
Febrilmente empez a sacarse billetes de los bolsillos.
-Te lo dar todo, Dan Todo en tuyo, pero no dispares contra
m. Yo fui uno de los tres pero Bueno, Dan, un montn de
dlares como esos lo borra todo. Son
La brutal carcajada de Kendall le cort en seco sobresaltndole
hasta lo infinito y empez a retroceder hasta que su espalda tropez
con la pared, mientras que los ojos de ste se clavaban en la
estrella que llevaba prendida al pecho, justamente en el centro del
corazn.
-Dlares, Porter! replic al terminar de rer-. T, Mc. Dugal y
Holland, todo lo compris con dlares, verdad? Pero hay dos
cosas que por ahora no habis conseguido. Ni t, ni Mirtha Duncan,
ni l, que ha sido comprarme a m hizo una ligera pausa y aadi
sin que Porter quitara sus desorbitados ojos del can de su Colt-.
No, Cliff. No quiero de vosotros nada ms que vuestras vidas.
Tengo perfecto derecho a ello y t lo sabes. Un sheriff, un juez y
un buen ejemplar de ranchero mir la placa y aadi-: Voy a
meterte un balazo en el centro de la misma, Cliff. Nada ms que
uno, comprendes?
-Pero
El mismo Porter se interrumpi cuando vio cmo Kendall
enfundaba sin dejar de mirarle a los ojos.
Casi en el acto le oy decir:
-Voy a darte una oportunidad, Cliff Una oportunidad que ni t
ni Holland, y mucho menos Mc. Dugal, le disteis a Lila. Te
acuerdas de ella? S, verdad? Lo mismo que yo, no? No ha
podido olvidarla ni yo tampoco. Es triste, Cliff. Muy triste. Y por
ese mismo recuerdo voy a matarte. Lila y Hellen. Recuerdas a
Hellen? No, creo que no. Hellen no significaba nada para ninguno
de vosotros tres. Hellen no significaba nada para nadie que no fuera
para Lila y para m. Hellen vive, Cliff. Lo sabas? No, apuesto que
no. Vive, pero est muy sola; espantosamente sola. Lo mismo que
yo, sheriff. Anda saca, te estoy esperando.
Tranquilo, fro y sereno, lo mismo que siempre, con su perenne y
fra sonrisa a flor de labios, sin una sola alteracin en la voz, lo que
le haca an ms temible a causa de su pleno dominio de nervios,
parado frente a l, con el arma en la funda y sin hacer un solo
ademn de acercar la mano a la culata. Kendall desgran en los
odos de Porter parte de una sangrienta historia.
Una historia como muchas, pero que en aquella ocasin le toc
vivirla a l, sin necesidad.
Mirndolo a su vez, sin perderlo de vista un solo segundo, Porter
senta cmo el sudor iba empapando rpidamente su cuerpo, su
rostro y sus manos. Sobre todo las palmas de sus manos, manos
que iban a servir para defenderle.
Sacar?
La fra pregunta de Kendall, que no levant la voz al formularla,
interrumpi el hilo de sus pensamientos.
Retrocedi otro paso pero ahora tuvo que darlo hacia la
izquierda ya que no poda hacerlo en otro sentido puesto que la
pared que tena a su espalda se lo impeda.
-No, no lo har, Dan. Nunca. Entindelo bien! Jams sacar mi
arma contra ti!
Kendall sonri.
Entrecerr los ojos y la fra mueca de su boca se acentu an
ms.
-Te obligar a ello, Cliff. Si dentro de un minuto no llevas la mano
al Colt, empezar a disparar contra ti. A las piernas. Luego a tu
brazo izquierdo y as, hasta que saques replic con voz salvaje.
Porter dio otro paso hacia la puerta.
-No No te atrevers. Nadie hace eso contra un semejante.
Nadie que tenga sentimientos huma
La carcajada de Kendall fue an ms brutal que las palabras que
pronunci con anterioridad.
-Sentimientos humanos, Cliff? pregunt con sarcasmo-. Los
tuviste t? Lo tuvo Holland o Mc. Dugal? Pero, es que no
recuerdas a Hellen, muchacho?
-Dame otra oportunidad, Dan. No No quiero sacar contra ti.
Yo yo
-El minuto de tiempo est contando ya, Cliff, y te queda muy
poco del mismo. Estoy esperando.
Siguieron unos segundos de intenso silencio, hasta que ste se
vio roto por unos sbitos pasos de mujer, resonando por el
entarimado del pasillo.
De un modo inconsciente, Kendall lade la cabeza para mirar.
Fue slo cuestin de segundos, y luego se volvi rpidamente hacia
Porter, justo cuando ste empezaba a apuntarle con su Colt.
Con un rugido, Kendall se hizo a un lado y desenfund cuando la
bala de Porter se enterraba en la pared, justo en el lugar que un
segundo antes ocupara su cuerpo.
Kendall dispar, y lo hizo a matar.
Con un alarido infrahumano, Porter se desplom con un negro
orificio en medio del la frente y qued all, junto a la pared, con los
brazos en cruz y el rostro vuelto al lado contrario de donde l se
encontraba.
Kendall sopl por el can del Colt y empez a acercarse a l.
En aquel mismo instante la voz de Mirtha Duncan son a su
espalda.
-Ya slo queda Holland, verdad, Dan?
Se volvi para mirarla.
Desde la puerta, con la mano entre los pliegues de su falda,
Mirtha le estaba mirando fijamente, con un brillo peligroso en lo ms
profundo de sus pupilas.
Tal vez por eso, Kendall no enfund si bien mantuvo el can del
Colt apuntando al suelo.
-S, slo Holland, linda replic lentamente.
-Cree que podr con l como con los dems?
-Estoy seguro de ello.
-A pesar de saber que le estoy apuntando, Dan?
Kendall sonri, pero su sonrisa de ahora fue harto diferente de
las que le dedicara a Porter, minutos antes de matarle.
-A pesar de ello, Mirtha replic-. Saque ese arma, o dispare, y
antes de morir, usted tambin habr muerto.
-Lo cree as?
Sin replicar, Kendall se acerc a la puerta.
-Me voy ahora, monina dijo framente-. Dale recuerdos a
Holland de mi parte.
Mirtha le tute tambin al replicar:
-Antes de salir, Dan, quiero que me cuentes esa historia. Fue a
causa de una mujer, verdad?
-S.
-Tanto la queras?
El rostro de Kendall se nubl. Mir el cadver de Porter y replic
sin apartar los ojos de l.
-La verdad, linda, es que no creo que eso te importe mucho.
-Tal vez s replic ella ante su asombro.
-S? Por qu?
-Te lo dir tan pronto como me hayas explicado esa historia,
Dan.
-Es como otras muchas dej de mirar el cadver y lade el
rostro para clavar los ojos en aquellos otros hermosos y rasgados
que no se apartaban de l ni un solo segundo, y aadi-: Ser
mejor que nos vayamos de aqu. Estoy seguro de que no tardarn
en venir los hombres de tu prometido. Vamos?
Mirtha le mir atentamente durante unos segundos y luego sac
la mano de entre los pliegues de su vestido, mano que no
empuaba arma alguna.
-Cuando t quieras, Dan replic un segundo antes de prenderle
por un brazo.
Al instante, el Colt de Kendall volvi a la funda.
Salieron de all, rectos a la calle, rozndose continuamente, y sin
soltarse del brazo. Es decir, Mirtha no le solt ni aun cuando
abandonaron el edificio y pisaron la acera de tablas.
Pero s pregunt:
-Adnde vamos, Dan?
La sonrisa de Kendall era torcida cuando replic sin una sola
inflexin en la voz:
-Yo en busca de Holland, preciosa. En cuanto t eso es cosa
tuya.
Sin una sola vacilacin, Mirtha musit quedamente:
-Te acompao, Dan.
-Para impedirlo?
-S. Si t no me matas antes.
Kendall ri ante la salida de ella.
Puede que tuviera miedo de l. Puede tambin que le llevara a
una trampa. Tal vez en su propia casa donde le estara esperando
Holland con alguno de sus pistoleros. Puede que estuviera
equivocado en ambas cosas.
Pero si era lo primero, si Mirtha estaba asustada de l, era la
perfecta imagen del optimismo y no del terror. S, si era as, ella
saba fingir tan bien, que l mismo era el que deba tener miedo de
ella.
-T esperas que yo haga eso contigo, linda? T me tienes
miedo?
-S, Dan.
-De qu? De que te mate como me has dicho hace unos
segundos?
Mirtha no replic por el momento.
-No, Dan. No es en ese sentido. No. Creo creo que ya te lo
dije antes, no? Tengo miedo de ti, s, pero en otro miedo de
dejarme dejarme
Kendall se detuvo y ella no tuvo ms remedio que imitarle.
Luego, mirando a ambos extremos de la calle, la apart hacia uno
de los portales en sombras y se inclin hasta mirarse en sus ojos.
-De dejarte seducir, no?
-S, Dan
Su voz era tan delgada como un hilo cuando replic, y al acabar,
Kendall se inclin ms sobre ella y la bes suavemente, muy
suavemente en sus rojos y sensuales labios.
-Descuida, nena dijo al terminar con el beso-, que eso no
ocurrir jams. No me interesas como mujer. Y ahora, djame solo.
No quiero complicarte en lo que voy a hacer.
La respuesta de Mirtha fue para l como un mal presagio.
-Toma el tren y vete de Big Piney, Dan. Hazlo o Chester te
matar.
-Vente conmigo, linda.
Ella empez a andar y por espacio de varios segundos ambos
caminaron muy juntos hasta que replic:
-Renunciaras a tu venganza?
- Por ti?
-S.
Kendall dej pasar en silencio unos cuantos segundos y acto
seguido replic:
-No, linda. No lo hara por nada de este mundo. Hombres como
tu prometido no merecen vivir.
-Y si yo te pidiera que no le mataras?
-Eso no significa nada para m, preciosa.
-Para m s.
-Tanto le amas?
-No lo s, Dan fue la desconcertante respuesta que obtuvo-. No
lo s, ya que lo que verdaderamente me ocurre, es que no deseo
que sigas matando, comprendes?
Aunque estaba diciendo la verdad, Kendall no la crey. Por eso,
sin replicar, empez a avanzar en direccin a la casa de Holland.
Fue entonces cuando Mirtha se colg literalmente de su brazo.
-Vmonos, Dan dijo quedamente.
-Adnde?
Y con exactitud cronomtrica, ella dio la respuesta que l
esperaba:
-A mi casa, Dan.
-Para qu?
Mirtha dej transcurrir unos segundos de silencio y acto seguido
replic:
-No tardar mucho en amanecer, Dan. Entonces te buscarn con
ms ahnco. All, puedes permanecer durante todo el da, y luego, a
la noche, tomar el tren de las 2145.
Kendall fingi pensarlo cuando en realidad ya saba de
antemano la respuesta que tena que dar, y al fin replic:
-De acuerdo, nena. Vamos.
Fueron.
Los dos muy juntos, en silencio, mirando a todos los lados de la
calle, escudriando los oscuros portales y todas y cada una de las
sombras de la misma.


CAPTULO X


Era una trampa.
Kendall saba que lo era. Estaba seguro de ello.
Mirtha, la mujer que iba a su lado completamente en silencio,
rozndole unas veces y las otras no, pero siempre mirando en torno
a la vaca y silenciosa calle, le estaba llevando a la muerte.
Una muerte que le esperaba en su casa. Una muerte que tal vez
llegara, pero que al mismo tiempo costara la vida de Holland. El
ltimo de los tres hombres cuya pista haba seguido durante tres
aos.
Despus de matarle, Lila descansara en su tumba. Y l tambin,
pero dudaba de que pudiera hacerlo mientras le quedara un hlito
de vida.
-Espera un momento, Dan
Kendall se detuvo casi en seco cuando ella interrumpi el hilo de
sus pensamientos, y entonces se dio cuenta de que estaban en la
esquina, en la misma esquina que ya atravesara no haca mucho
perseguido por las balas de Porter y Holland, y por las de los
pistoleros a las rdenes de este ltimo.
-Qu ocurre ahora, linda?
La voz de Kendall era ronca cuando pregunt, pero la de Mirtha,
al replicar, son completamente normal.
-Espera un momento dijo.
Y avanz hacia la esquina, desapareci por ella, y en contados
segundos estuvo de regreso junto a l.
-Estuve observando por si haba alguien en torno a la puerta
trasera de mi casa, Dan, pero la calleja est completamente vaca
de toda alma. Vamos?
Kendall estaba seguro de que en la calleja no haba nadie.
No poda haber, ya que era en el interior de la vivienda de Mirtha
donde le esperaba la trampa. Y al pensar en ello, Kendall se dijo
que Holland se estaba repitiendo demasiado las mismas
emboscadas.
Primero haba sido Leslie, una bella mujer que trabajaba en el
saloon de Big Piney, y ahora era su hermosa prometida.
Pensando en ello le invadieron unos deseos locos de matarla en
aquel momento, que reprimi de inmediato , un poderoso esfuerzo
de voluntad.
-S, vamos fue lo que dijo al cabo de unos cuantos segundos.
Mirtha le prendi del brazo y tir de l, pero tuvo buen cuidado
de tomarle por el izquierdo, cosa que tampoco sorprendi a Kendall.
Mirtha estaba representando a conciencia su papel.
Eso era todo.
La puerta trasera de su casa estaba abierta. Es decir,
simplemente entornada. Mirtha misma la empuj y penetr en la
oscuridad.
-Anda, pasa dijo desde dentro.
Kendall lo hizo, tropez con ella y la prendi por la cintura. No
era eso lo que deseaba por el momento, pero al parecer, Mirtha no
fue de la misma opinin ya que de inmediato le prendi del cuello y
empez a besarle.
Luego, ambos permanecieron estrechamente abrazados hasta
que ella rompi el silencio con un susurro:
-Por favor, Dan vmonos
Se separ de sus brazos con alguna violencia y empez a subir
por la estrecha escalera y alcanzaron el piso superior,
completamente en tinieblas, hasta que Mirtha empez a encender
las lmparas de petrleo.
Slo entonces, cuando se encontr frente a ella, en el interior de
su bien amueblada salita de estar, completamente a solas, Kendall
comprendi que no era una trampa, si bien Mirtha le haba llevado
hasta all con un propsito definido a pesar de que puso por excusa
que quera que l le contara su historia.
Por lo tanto esper a que ella empezara a hablar, cosa que no
ocurri hasta pasados unos cuantos segundos de silencio.
Y fue la propia Mirtha la que lo rompi con una sencilla pregunta:
-Sorprendido, verdad?
-De qu habra de sorprenderme, linda?
Ella le sonri.
-Esperabas que te condujera a una trampa, no? Y ahora has
visto que no es as, verdad?
-Correcto, ricura replic-. Qu quieres?
-Te lo he dicho miles de veces, Dan. Deseo que desaparezcas
de Big Piney y me O mejor dicho, que desaparezcas de una vez
para siempre, y nos dejes tranquilos aqu. Lo pasado, si no se
olvida, s puede perdonarse.
-Nunca conseguirs eso de m, preciosa.
-Ests seguro?
La mano de Kendall no pareci moverse en absoluto, sin
embargo, al acabar de formular la sencilla pregunta, rozaba la
culata del negro Colt, aunque Mirtha no pareci darse cuenta de
ello.
-S.
Nunca supo cmo lo hizo, pero ella le gan por la mano.
Repentinamente, y apenas replicar, se encontr frente al ojo
siniestro del Colt que ya le apuntara una vez, y sostenido por la
misma firme mano.
Luego le lleg al odo la voz incisiva de ella.
-Voy a entregarte por eso mismo, Dan. Te lo advert,
recuerdas? Te dije que Holland lo era todo para m, aunque no en
el sentido que le dabas a la frase. Luego ocurri algo y te dije la
verdad cuando expres mi deseo de que no volvieras a matar ms.
Incluso ofrec ir contigo donde quisieras. Pero ahora no, Kendall. T
no eres nada ms que una fiera sanguinaria que slo desea la
destruccin de los dems.
Claro que s que tienes una historia que contar. Claro, tambin,
que no s de qu se trata, pero sea lo que fuere, esto ya se acab,
querido. Comprendes? No estoy dispuesta a arruinar mi porvenir
porque t desees matar a Chester Holland, el hombre que va a
casarse conmigo pasado maana. Anda, Dan, querido, sultate el
cinturn canana con el Colt y
-Cuando lo haga, qu? -interrumpi Kendall mientras se
maldeca interiormente.
-Mandar aviso a Holland.
-Me matar como a un perro si lo haces, linda.
-Matarte? T ests loco.
-Lo har, muchacha, y slo t sers la responsable.
-No, Dan; no lo har. Chester slo quiere hablar contigo. Eso es
todo.
Una semiburlona sonrisa apareci durante unos segundos entre
los labios crueles de Kendall, y al desvanecerse sta, pregunt:
-Y t le has credo, verdad?
Mirtha replic con otra pregunta:
-Y por qu no voy a creerle?
Kendall ri, y aunque ella no se lo confes al pronto, esto le hizo
dao.
-Te ciega la ambicin, linda dijo despus-. S, te ciega la
-Cierre la boca, Dan y descase el cinturn con el Colt.
Empez a obedecer lentamente.
En aquel momento, llamaron a la puerta.
Al instante, Kendall vio las desacompasadas palpitaciones de su
seno, y exclam:
-Como sospech, era una trampa, no?
-No, Dan, no es una trampa. Si calla y espera lo sabr, a pesar
de que efectivamente, es mi prometido el que est llamando a la
puerta.
-Slo?
-S, solo.
Lo mir fijamente a los ojos y girando levemente el rostro hacia
la puerta que daba acceso a la calle, autoriz.
-Pasa, Chester, te estbamos esperando.
Hubo unos segundos de silencio y Kendall oy el sonido de una
llave al introducirse en la cerradura. Se desplaz a un lado con la
mano muy cerca de la culata, pero la voz incisiva de Mirtha le
interrumpi.
-Quieto, Dan. Como tambin le dije en cierta ocasin, no es mi
deseo matarle por propia mano.
-Eso se lo deja a l, verdad?
La respuesta de Mirtha le desconcert completamente.
-Nadie va a matar a nadie aqu, Dan. Se lo aseguro.
Acababa de pronunciar aquellas palabras cuando Holland hizo
acto de presencia. Sin mirar a Mirtha, con los ojos fijos en Kendall,
sonriendo lobunamente, murmur:
-Gracias, muchacha.
Rpidamente llev la mano al Colt y entonces, tanto l como
Kendall sufrieron una sorpresa cuando Mirtha estall en aquel
momento:
-Quieto t tambin, Chester, os estoy apuntando a los dos.
Desviando los ojos de Kendall, Holland mascull una maldicin y
se volvi a mirarla.
Efectivamente, Mirtha haba dado un par de pasos hacia atrs, el
ojo siniestro de su arma, pareca apuntarles a los dos al mismo
tiempo.
-Qu te ocurre? Qu diablos ests haciendo, linda? Vamos,
suelta ese Colt. Dan Kendall no es nada ms que un sucio ase
Fue el propio Kendall el que le interrumpi.
-Recuerdas a Lila, Chester? Yo s hizo una pausa y aadi-:
Tu prometida, la mujer que ahora no est apuntando con un Colt,
va a tener que disparar contra m, porque voy a matarte, o al menos
a intentarlo.
La mano de Holland, a pesar de la amenaza del Colt de Mirtha,
se acerc peligrosamente a la culata del suyo. Casi en el acto oy
la voz de Kendall.
-No lo hagas, Chester. Podras morir ahora mismo y antes deseo
decir algunas cosas en presencia de ella.
-S? Pues nada tengo que or. Mirtha no creer nunca en tus
mentiras. Ella sabe lo que yo: que eres un simple asesino, Dan.
Sobre tu conciencia pesan las muertes de muchos hombres. Las
muertes del Porter y de Mc. Dugal. Ella misma, casi vio cmo les
mataste, no?
Kendall, sin querer contestar a sus palabras, empez a
retroceder hasta que tropez con la pared opuesta. Su mano
derecha se corri hacia la culata del Colt y con ella crispada como
una garra, sobre su empuadura, mir amenazadoramente a
Holland.
-Te estoy esperando, muchacho dijo.
Mirtha intervino en aquel momento.
-Al parecer dijo framente-, olvidan que les estoy apuntando a
los dos, y que slo hace falta una pequea presin al gatillo para
que les enve al infierno, no?
Hizo una ligera pausa y aadi:
-Guarda las uas o le matar, Dan. Se lo aseguro mir de
soslayo a Holland y le pregunt-: Qu fue lo que ocurri, Chester?
Deseo saberlo.
-Nada importante, linda. Algo que ocurri hace unos tres aos y
que no tuvo importancia alguna aunque ese sucio pistolero s se la
dio. Baja el Colt, linda, y deja que acabe con l. Luego, tal y como
habamos acordado, nos casaremos.
La sonrisa de ella no gust a Holland. Tampoco sus palabras.
-Escchame de una vez por todas, Chester dijo-. Hace unos
das yo me hubiera casado contigo con los ojos cerrados, sin
pensar, sin preguntar nada, pero ahora despus de todo lo ocurrido,
no. No lo har, a menos que no me digas lo que ocurri entre
vosotros y Dan Kendall. Pero la verdad.
Holland intent mirarla a los ojos, pero lo que vio en ellos, le
gust mucho menos que la sonrisa que haba en sus tentadores
labios.
-Nada, linda. No ocurri na
-Mientes, Holland. Ya te pregunt si
Mirtha le ataj de nuevo:
-Sujete la lengua y calle, Dan. Ahora le toca hablar a Chester. Y
quiero la verdad. Qu fue lo que pas?
No haba escape.
Le haba mentido. Le minti a ella cuando dijo que deseaba
hablar con Kendall, y le propuso que deseaba hacerlo para evitar
ms derramamiento de sangre, pero Mirtha haba sospechado la
verdad de la trampa que le tenda ya que su deseo haba sido
eliminar a Kendall ayudado por ella, aunque la aludida no lo supiera.
Ahora, mirndola, Holland comprendi que Mirtha haba
sospechado de la encerrona desde el mismo momento en que le
propuso que atrajera a Kendall hasta all. Si ahora se mantena con
el Colt en la mano, apuntndole tambin, se deba a que deseaba
saber la verdad de todo.
Tanto si la deca como si no, Mirtha bajara el Colt. Llegara un
momento en que lo hara, y Kendall y l quedaran frente a frente
por ltima vez.
No, no mereca la pena dar ms largas al asunto.
-La verdad, Chester, o dejo que Kendall la ventile contigo. Qu
contestas?
Era exactamente como l haba pensado que sera.
La mir fijamente y si bien ella no perda de vista a Kendall ni un
solo segundo, si bien ste no tena ni la ms remota intencin de
lanzarse contra ella, no por eso desvi los ojos de los de Holland.
-Nosotros ramos vecinos del pueblo donde Kendall viva. Nos
las pasbamos muy bien y un da atracamos un banco de la
localidad. Lila Kendall, la esposa de ste, se encontraba en el
banco y muri. Dej una nia de apenas un ao. Kendall no se
encontraba en el pueblo. Cuando regres se encontr a la mujer
muerta y a su hija en casa de una vecina. Nosotros logramos huir,
pero l nos persigui. Lo dems ya lo sabes, linda. Pero yo no fui
quien dispar contra Lila Kendall. Fue Mc. Dugal. Por eso debes
dejar que le mate, Mirtha. Kendall es un asesino. Ni ms ni menos
que como Mc. Dugal.
Se interrumpi con los ojos desorbitados al ver cmo lentamente
mientras retroceda, Mirtha iba bajando el Colt que empuaba.
Y mirndola, Holland no tuvo nimo de pronunciar uno sola
palabra. Por lo tanto desvi los ojos de ella y los clav en el siempre
fro y enigmtico rostro de Kendall.
-Cuando quieras, Chester dijo aqul-. Hellen, la hija de Lila,
clama venganza por su madre, comprendes?
S, le comprenda demasiado bien, pero no pronunci palabra.
Se limit a retroceder hasta la pared opuesta y entonces tir del
Colt.
La salita de estar de Mirtha se estremeci ante el estampido de
un solo disparo mientras que el fogonazo saltaba al aire hacindola
parpadear, llevndose las manos a los senos.
Con el Colt en la mano, tan impasible como siempre, Kendall
contempl la cada de Holland que qued boca arriba, con los ojos
espantosamente abiertos fijos en el rostro lvido de Mirtha.
Le mir fijamente por espacio de varios segundos y luego se
acerc lentamente a la puerta sin abandonar el Colt. Con la mano
en el tirador de la misma se volvi para mirarla.
-Lo siento, Mirtha dijo con voz ronca-. Lo siento por usted.
Ella apart los ojos del cadver de Holland y le mir sin rencor,
como si no le importara mucho la muerte de aqul. Como si no le
hubiera amado nunca, lo que poda ser una gran verdad.
A continuacin hizo una mueca y Mirtha le pregunt:
-Y t, Dan, adnde vas ahora?
-A Texas replic encogindose levemente de hombros.
-Con tu hija, no?
-S.
Hubo una pausa que dur cerca de medio minuto. Una pausa
que Mirtha rompi con una nueva pregunta:
-Quin la cuida, Dan?
-Una vieja mejicana, linda.
-Ya Y Era por eso por lo que te queras llevar a Silvia
contigo, no? Por la nia, verdad?
l asinti con un leve movimiento de cabeza y acto seguido dijo:
-Adis, Mirtha. Que tengas suerte.
-Adis, Dan.
Nada ms que eso. Como dos extraos. Como lo que eran en
realidad.
Kendall sali a la calle. El sol empezaba a iluminar la dormida
poblacin de Big Piney. Mir hacia el saloon y le extra que
estuviera abierto.
Fue en aquella direccin, empuj las batientes y entr.
Haba mucho pblico. Era como si nadie hubiera dormido
aquella noche en Big Piney, lo que haba sucedido en realidad.
Ahora esperaban. Kendall saba el qu. Por eso no le extra
que a su paso hacia la barra el silencio se fuera extendiendo a su
alrededor hasta pesar como losa de plomo. Ahora, al verle a l,
saban lo que deseaban. Saban que Chester Holland haba muerto
tambin.
-Me da la manta?
Iba a hacer calor, pero l la pidi. La necesitara para las largas
noches en solitario, tendido al lado de una roca, junto a un arroyuelo
de verdeante vegetacin, o bajo cualquier rbol.
-S, ahora mismo.
La tom de manos del barman, gir en redondo sin pronunciar
una sola palabra, y entonces vio a Leslie.
Se acerc a ella.
Mirndola de frente levant la mano y acarici su barbilla con
sus largos y sensitivos dedos de pistolero.
-Perdona lo que te hice, linda dijo-. Pero no tena ms remedio.
-Yo Yo fui la culpable de todo, Dan. Slo yo. Nunca deb
acceder a
-Olvdalo, muchacha ataj l-. Ahora ya no merece la pena
recordar.
La bes suavemente y sali a la calle. El barro de la noche se
haba convertido en polvo. Kendall hundi los pies en el mismo
cuando empez a andar por el centro de la calle buscando la salida.
La curva de la misma le ocult pronto a los ojos de lo que desde
la puerta del saloon observaban su marcha, y ya no volvieron a
verle ms.
No en Big Piney.
Pero Foster, el viejo jefe de estacin, s le vio aquella noche, de
nuevo bajo los relmpagos y los truenos, al otro lado de la va,
envuelto en la manta mejicana, como un ser de pesadilla.
Como un ser del Ms All.
Un minuto ms tarde, el tren de las 2145 entraba en agujas y
luego se detena frente a la estacin ocultando a Kendall a los ojos
de Foster.
Cuando ste se puso de nuevo en marcha, en el otro lado de la
va ya no haba nadie, y el viejo jefe de estacin pens que por fin el
diablo marchaba de Big Piney, cualquiera saba dnde.
Pero dentro del tren, en uno de los vagones, Kendall se
acomod en uno de los asientos despus de doblar la manta
mejicana, estir las fuertes piernas, cerr los ojos echndose
materialmente el sombrero sobre la cara, y se dispuso a descansar.
Fue muy poco.
Apenas un par de minutos al cabo de los cuales la puerta del
compartimento, en el cual viajaba completamente solo, se abri.
Kendall lo oy claramente pero ni abri los ojos ni se quit el
stetson hasta que no oy decir:
-Si te estorbo, Dan, dmelo.
Se irgui lentamente sobre el asiento quitndose el sombrero de
los ojos y la mir mientras ella, sin esperar su respuesta, se sentaba
frente a l, colocando antes, en la redecilla, la pequea bolsa de
viaje que llevaba.
-No, Mirtha. Puedes quedarte, si lo deseas, hasta el trmino del
viaje.
A su respuesta sigui un extrao silencio que dur mucho
tiempo. Tanto que ya haban pasado la estacin inmediata cuando
l lo rompi con una pregunta:
-Vamos juntos, verdad, linda?
-S, Dan, vamos juntos.
-Es por la nia, no?
-S, Dan, es por ella.
Y no le rechaz cuando Kendall se puso en pie y se acerc.


FIN

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