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APROVECHA EL TIEMPO - Disfruta El Arte de La Organización (Spanish Edition)

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APROVECHA EL TIEMPO

Disfruta el arte de la organización

Rocío San Segundo Ortiz


© 2023 Copyright by Rocío San Segundo Ortiz

Este libro no debe ser fotocopiado, digitalizado, duplicado o reproducido


total o parcialmente por medios físicos ni electrónicos sin la autorización
expresa de la autora.

1ª Edición, septiembre de 2023


Diseño de portada: Luz María Calderón Heredia
Nacida en Ávila en 1986, Rocío es licenciada
en Filología Italiana por la Universidad Complutense de Madrid y graduada
en Traducción e Interpretación por la Universidad de Salamanca. Además,
cuenta con un Máster en Relaciones Internacionales y Comercio Exterior en
IMAFE y con un MBA del Instituto Superior Europeo de Barcelona. Rocío se
ha formado entre España y otros países europeos, en los que ha tenido la
posibilidad de investigar acerca de las costumbres, los hábitos y la gestión del
tiempo en cada contexto. Tras una primera toma de contacto con la gestión de
proyectos en la industria de la traducción, Rocío confirmó su gran interés en
la planificación, optimización del tiempo y gestión de tareas, continuando así
su carrera en el mismo sector, aunque ahora orientada hacia la calidad,
productividad, implementación de nuevos procesos y mejora continua. Dada
su trayectoria profesional y personal, ha decidido crear y compartir un
método sencillo para aumentar la productividad y gestionar el tiempo de
forma eficiente.
Agradecimientos

A Luís, mi marido, por haber creído siempre en mí, por apoyarme


incondicionalmente y por haberme animado a hacer lo que siempre había
querido desde pequeña.

A mis hijos, Mateo y Álvaro, por ser el motor que me ha movido a plasmar
mis pensamientos y por animarme a ser un poco mejor cada día.

A mi padre, que desde pequeña ha sabido que mi vocación era escribir.


Gracias por ayudarme con todo lo que estaba en tu mano para que
consiguiera mi sueño.

A todos aquellos que habéis creído en mí y que formáis parte de mi vida. Es


imposible citaros a todos, pero de cada uno de vosotros me llevo un
aprendizaje importante, una inspiración y una lección de vida.

A ti, que has decidido dedicar una parte de tu valioso tiempo a leerme. Estoy
convencida de que mi método te inspirará para seguir mejorando.
ÍNDICE

1- Introducción
2- El método AMORE
3- Tu ACTITUD te diferencia
4- La importancia de establecer METAS
5- ORGANIZACIÓN y planificación.
6- REALIZACIÓN de tus metas
7- EXAMEN de tus resultados
8- Consejos sencillos para aumentar la productividad.
10. Epílogo.
11. Contacto
1- Introducción

Estoy segura de que más de una vez has oído, dicho o pensado «no tengo
tiempo», «no llego», «a mis días les faltan horas». Te suena, ¿verdad? En la
sociedad en la que vivimos cada vez estamos más ocupados, tenemos la
sensación de que nos falta tiempo para hacer todo lo que tenemos planificado.
Vivimos presos de una vorágine que nos arrastra día a día y nos impide
alcanzar nuestros objetivos. Yo misma, hablando en el sofá con mi marido,
más de una vez le he formulado esta pregunta: «¿qué hacemos mal?»,
siempre tras una larguísima jornada llena de tareas con otras tantas
pendientes. Queremos llegar a todo y nos resulta imposible.

Y, querido lector, querida lectora, siento decirte que es muy probable que no
llegues a todo. Al menos no siempre. Y esto es algo que a mí me ha costado
mucho asimilar, especialmente en momentos en los que los días se me
llenaban de obligaciones y no me quedaba suficiente espacio para mí misma.
La buena noticia es que, con un buen plan, podemos ser capaces de
aprovechar nuestro tiempo al máximo y terminar las tareas que consideremos
prioritarias, además de disfrutar de los tan necesarios momentos de ocio. Este
equilibrio va a hacer que seamos más felices y libres.

Dicho esto, me gustaría que te hicieras una pregunta: «¿soy consciente de en


qué se me van las horas?» Si estás leyendo esto, la respuesta seguramente sea
no. No te preocupes, a mí también me ha pasado, pero lo importante es tomar
conciencia de ello para ponerle remedio. Para eso estás hoy aquí, porque
tienes ganas de mejorar, de cambiar la forma en que gestionas tu tiempo, de
aprender a ser productivo o productiva y de planificar tus tareas de forma
óptima.

Algunas personas tienen la capacidad innata de organizarse muy bien y


optimizar su tiempo al máximo. Son verdaderos magos del tiempo y de la
planificación. Sin embargo, otras personas parece que son opuestas y nunca
consiguen terminar sus tareas o, aún peor, ni siquiera las empiezan. Siempre
tienen la sensación de no haber hecho nada. Quizás esa sea la percepción que
tienes sobre ti mismo o sobre ti misma: te ves incapaz de realizar muchas
tareas que te gustaría hacer y ni siquiera sabes por dónde empezar. No te
preocupes; no estás solo, no estás sola y por eso estoy aquí, escribiendo estas
líneas para ayudar a gente como tú a encontrar su camino y a conseguir sus
objetivos. Siguiendo el programa que te presentaré en los próximos capítulos,
tú también podrás llegar a ser un buen gestor o gestora de tu tiempo. A través
de mi vivencia personal, mi aprendizaje y mi día a día te mostraré el camino
para sacar el máximo provecho a tu tiempo. Compartiré contigo vivencias
reales con las que seguramente te identifiques para poder encontrar la mejor
ruta hacia el éxito.

Desde hace años, una gran parte de la gente que me rodea, tanto en el ámbito
laboral como en el personal, me dice frases del tipo: «¿cómo puedes
aprovechar tanto tu tiempo?» o «¿cómo te llega el día para hacer tantas
cosas?» También se repite mucho «no sé cómo lo haces» o «hay que ver
cómo te cunde el día», incluso me han llegado a comparar con Hermione y su
«giratiempo», Pero también me dicen a menudo: «a mí no me da tiempo a
nada», «no tengo tiempo para hacer deporte», «no tengo tiempo para quedar
con mis amigos». Te sonará a risa, pero algunas veces me han propuesto
comprar mi tiempo. Partiendo de la base de que querer es poder y de que los
días de todas las personas tienen veinticuatro horas, me he planteado si
realmente hay algo en mí que me diferencie de todos aquellos que valoran mi
organización y, tras unos meses de análisis interno y externo, he decidido
escribir este libro con los puntos que considero fundamentales para sacar el
mayor partido posible a tus días.

Con el paso de los años y tras experimentar varios cambios en mis


circunstancias y mi situación personal, tengo que admitir que antes de ser
madre tenía una organización algo distinta a la que tengo actualmente,
teniendo dos hijos. Ahora mis prioridades han cambiado, pero siempre
consigo tiempo para lo que es verdaderamente importante para mí. Pongo
todo mi empeño en conseguirlo y lo mantengo. Al igual que yo soy capaz
organizarme y mantener mi sistema de hábitos en el tiempo, te aseguro que tú
también vas a poder hacerlo siguiendo mi método.

Soy consciente de que cada persona, cada familia, tiene una situación
completamente diferente; no todos tenemos la misma disponibilidad o las
mismas herramientas, ni contamos con el mismo tiempo disponible, pero
todos podemos encontrar el modo de llevar a cabo gran parte de las
actividades que consideremos importantes e instaurar una rutina productiva,
lo que nos resultará muy gratificante y contribuirá a nuestra felicidad y hará
que nuestro estrés y frustración disminuyan.

A lo largo de este libro te ayudaré, a través del sistema que he creado, el


método AMORE, a hacerte dueño o dueña de tu tiempo, te enseñaré a
organizarte y a planificar tus días, te daré consejos para que puedas
aprovechar mejor el tiempo y pondré a tu disposición herramientas de ayuda
cotidiana. Aprenderás a identificar tus áreas de mejora y a llevar a cabo las
acciones necesarias para conseguir los objetivos que te propongas mediante
la instauración de hábitos. Por tu parte, lo único que va a hacer falta es seguir
el plan que te propongo. ¿Empezamos?
2- El método AMORE

Mediante este sistema tan sencillo que he creado, el método AMORE, te


explicaré los pasos que tienes que seguir para llevar a cabo de forma exitosa
tus tareas y conseguir lo que te propongas. Son cinco pasos aplicables a
cualquier contexto:

ACTITUD
METAS
ORGANIZACIÓN
REALIZACIÓN
EXAMEN

En primer lugar, es necesario que tengas buena ACTITUD, que estés


dispuesto o dispuesta al cambio. Quiero que la motivación sea tu mejor amiga
y que vivas con entusiasmo esta nueva etapa. Vas a necesitar también
compromiso, decisión y disciplina por tu parte. En los próximos capítulos te
enseñaré cómo.

Las METAS y los objetivos que te propongas serán el hilo conductor de este
método. Piensa qué quieres hacer, qué te gustaría conseguir y visualízate en
el futuro. Una vez que te hayas visualizado, tendrás que pasar a la acción.

La ORGANIZACIÓN va a contribuir a que consigas tus objetivos. No te


preocupes si no sabes cómo organizar ni cómo planificar, yo te mostraré
cómo hacerlo de forma sencilla para que lo interiorices y lo apliques en tu día
a día.

Tras la organización y planificación de tus actividades, llega el momento de


la REALIZACIÓN de estas, de que te pongas manos a la obra. Sé que
quieres convertirte en una persona comprometida, solo necesitas que alguien
te dé el empujón para hacer lo que te has propuesto.
Por último, llega el momento del EXAMEN, de analizar lo que has logrado y
cómo lo has hecho, además de estudiar qué te ha quedado por hacer. Y, a
partir de aquí, se te abrirá un mundo nuevo de posibilidades, en el que vas a
querer seguir creciendo y te darás cuenta de que los límites son los que tú te
pones.
3- Tu ACTITUD te diferencia

Recuerdo un día de enero de hace siete años a las ocho de la mañana nada
más llegar a la oficina. Llevaba lloviendo más de quince días seguidos y yo,
que soy de secano, estaba cansada del clima invernal. Ese día, además de la
lluvia, hacía mucho frío, no podía ser peor. Al salir del ascensor me encontré
con la chica que limpia el edificio. Siempre me gustaba intercambiar unas
palabras con ella, me transmitía mucha paz y positividad. Como siempre,
inicié la conversación después de que me diera los buenos días: «Buenos
días, aunque con este tiempo no sé yo qué decirte», le respondí. A lo que ella,
con la calma que la caracteriza, me dijo: «está en nosotros hacer que un día
sea bueno o malo». Me quedé sin saber qué responder, qué contundente.
Menudo bofetón de realidad. Porque una afirmación aparentemente sencilla
me tuvo todo el día dándole vueltas. De hecho, compartí su frase en
Facebook para que cada año me apareciera entre mis recuerdos, para no
olvidarla nunca. A pesar de lo banal que les pudiera resultar a algunos esa
afirmación, ese momento marcó un antes y un después en mi vida. Es verdad
que nunca me había caracterizado por ser una persona especialmente negativa
o catastrofista, pero es igualmente cierto que no tenía el enfoque adecuado en
todas las situaciones. La frase que le dije era lo opuesto que había que hacer
para tener un buen día. Con ese ánimo era complicado que las cosas salieran
como yo quería. Y, para qué mentir: a alguien de la Meseta tanta lluvia se le
hace cuesta arriba. Durante mi aprendizaje he comprendido que, si dependes
del exterior, rara vez vas a conseguir lo que te propongas, por eso es tan
importante enfocarse en uno mismo, en qué puedes hacer para conseguir tus
metas y luchar por ello. Siempre va a haber circunstancias adversas en
nuestros días, pero en nosotros está la voluntad de aceptarlas y seguir
adelante con nuestros propósitos. Ahora, cada vez que llueve, pienso: «menos
mal, tengo un paraguas y un abrigo para protegerme del clima». Por supuesto,
es mi responsabilidad acordarme de coger el paraguas y abrigarme para que
la lluvia y el frío no me impidan ver el resto de mi día.

Fíjate en todas las personas exitosas que conozcas, famosas o no. ¿Qué crees
que tienen en común? Efectivamente es su actitud. Tienen entusiasmo,
positividad, son conscientes de que sus días dependen de ellas y hacen todo
lo posible por buscar soluciones a sus problemas. Obviamente una actitud
positiva por sí sola no garantiza el éxito. Pero todas las personas exitosas
coinciden en que tienen entusiasmo, enseñan al mundo sus ganas y su fuerza,
así como su compromiso. Luchan por conseguir lo que quieren. Y lo
consiguen. Con actitud y pensamientos cargados de negatividad es muy
complicado cumplir con lo que nos proponemos, alcanzar el éxito. Así que,
desde este momento te voy a pedir que te hables bien, que te trates como
tratarías a otra persona. Nunca te digas «no puedo», es mejor que te digas:
«lo seguiré intentando y lo conseguiré». A lo mejor no lo consigues hoy, pero
llegará más adelante. Una amiga cercana se repetía constantemente a sí
misma que no iba a conseguir aprobar un examen bastante complicado para
obtener una acreditación que necesitaba. No creía en ella y, cuando me
compartía sus preocupaciones, casi me enfadaba, porque yo sí veía clarísimo
que lo iba a conseguir, quizás no ese año, pero al año siguiente seguro que lo
haría. La animé a que lo intentara y le dije más de mil veces que confiaba en
ella, que lo lograría. Se esforzó muchísimo, estudió como nunca, casi hacía
vida monacal. Y pasó: consiguió aprobar ese examen la primera vez que se
presentó a la convocatoria. Y yo me llevo la satisfacción de haber creído en
ella y haberla apoyado hasta que consiguió su objetivo y, sobre todo, por
haber hecho que creyera en sí misma, porque eso la ha llevado a establecerse
metas más ambiciosas e ir a por ellas. Porque la mayoría de las veces nuestras
limitaciones están en nosotros mismos. Trátate bien, confía en ti, lucha por
conseguir lo que te propongas. Tarde o temprano llegará. Si no crees en ti y
no lo intentas por miedo, por desconfianza, nunca lo lograrás. No tengas
miedo al fracaso ni miedo a equivocarte, ya que cada error que cometemos es
una oportunidad para mejorar y aprender. Háblate con cariño, con confianza
y con entusiasmo, poco a poco los mensajes positivos irán calando y verás el
impacto que tienen en tu vida.

Otra persona que me viene mucho a la mente es mi profesora de historia de


tercero y cuarto de la ESO. Nunca había conocido a nadie que desempeñara
su trabajo como ella, con tanta vitalidad, entusiasmo y ganas. Su actitud era
admirable y mucho más viendo con perspectiva que trataba de enseñar
historia a un grupo de adolescentes, algunos de ellos bastante dispersos. A
pesar de que la asignatura a priori no le resultaba interesante a casi ningún
alumno, estoy segura de que hoy todos nosotros recordamos que «Isabel la
Católica no se cambió de camisa durante toda la Reconquista» (y vaya la de
años que duró), entre muchos otros datos. No sé cuánto de cierto tiene esta
afirmación, si es o no una leyenda, pero, de lo que sí estoy segura, es de que
esta persona extraordinaria consiguió su objetivo: motivar a un grupo de
adolescentes mediante su actitud, su entusiasmo y su dedicación.

Todos tenemos modelos, personas a las que queremos parecernos o, al


menos, referentes. Intenta imitar, emular las actitudes de estas personas,
visualiza qué harían en tu situación, ve allanando el camino hacia el éxito. Yo
te puedo decir que estas dos personas de las que te he hablado, entre otras
muchas de las que he ido aprendiendo a lo largo de mi vida, me han marcado
para querer continuar mi camino siguiendo sus máximas de positividad,
entusiasmo y ganas. Y te adelanto que da resultado. Si no tienes un modelo o
un referente, fíjate en las personas de tu entorno; de la inmensa mayoría de
ellas (por no decir de todas) tienes algo que aprender, solo hay que estar muy
atento o atenta a lo que te puedan aportar. Te sorprenderá la cantidad de
lecciones que puedes aprender prestando atención a tu entorno.

A veces puede resultar complicado encontrar esa energía, esas ganas, esa
actitud tan positiva, cuando nuestro día a día se nos echa encima y, en
algunos casos, no de la mejor manera. ¿Cómo puedes conseguir la
motivación que te hace falta? Es tan sencillo, pero a la vez tan complejo
como entender por qué y para qué haces las cosas, dándoles sentido a tus
días. Si tienes metas claras, te será mucho más fácil estar enfocado, enfocada,
ya que tendrás un rumbo definido por el que avanzar. Si no tienes claras tus
metas, trabajaremos métodos para poder seleccionarlas correctamente de
acuerdo con tus preferencias. En el próximo capítulo trataremos el
autoconocimiento y la tarea de introspección, que te ayudarán a definir
claramente tus objetivos y metas vitales, las cuales te permitirán vivir con
mayor entusiasmo. Pero, como todos somos humanos, habrá momentos en los
que la motivación disminuya por distintas circunstancias, ajenas o no a
nosotros. En esos casos es importante que mantengas el foco y continúes con
tu plan compensando esa puntual falta de motivación con disciplina y
compromiso. Cuando estoy estancada o empiezo a notar que estoy perdiendo
la motivación, me funciona muy bien la técnica del « vaciado cerebral » , que
consiste en anotar todo lo que tengo en la cabeza en ese momento, sea o no
importante, desde las noticias que me preocupan, la lista de la compra, un
sentimiento, etc. Una vez vacío el cerebro, me encuentro con otra perspectiva
que me da un soplo de aire fresco y me levanta el ánimo para poder continuar
con mis tareas con energía.

La disciplina

Es importante que des a la disciplina el lugar que se merece, ya que va a ser


clave para que consigas todos tus objetivos. No debes vincularla con la
obligación, sino que debes tratarla como un acto de amor hacia ti mismo,
hacia ti misma, es algo positivo y quiero que lo consideres así para motivarte,
ya que el lenguaje es muy importante y ejerce un gran poder en nuestra mente
y, por ende, ayuda a que seamos exitosos en lo que nos propongamos.
¿Verdad que a nadie le gusta hacer nada por obligación? Cambia
«obligación» por «deseo», verás cómo notas resultados positivos. Este
cambio de mentalidad te dará una energía antes desconocida.

También es fundamental que sepas que la falta de disciplina en un área de tu


vida afecta a todas las demás. Es decir, la disciplina se debe considerar como
algo global, perteneciente a todas las partes de tu día: trabajo, tareas
domésticas, autocuidado, etc. Es importante que seas disciplinado o
disciplinada los 365 días del año en todos los ámbitos, de lo contrario va a ser
imposible que consigas todas tus metas. La falta de disciplina en una parte
hará que el resto caiga como las piezas de un dominó. Esto no quiere decir
que no puedas fallar un día puntual, sino que se trata de un sistema global de
compromiso.

Siempre me gusta vincular la disciplina con la fuerza de voluntad. Respecto a


esta última he de decirte que es importantísimo aprender a gestionarla a lo
largo del día, para que no se termine, ya que es limitada. Para ello, tenemos
que enfocarnos en lo realmente importante, no perder tiempo ni energía en
tomar decisiones que no nos van a reportar nada positivo. Reserva ese tiempo
y esa fuerza para lo realmente importante. Esas pequeñas decisiones
cotidianas: ¿llamo a mi amiga hoy o mejor mañana?, ¿contesto a ese mensaje
incómodo?, ¿qué ropa me pongo hoy? Pueden parecer muy simples, pero
poco a poco van minando nuestra energía y, con ella, nuestra fuerza de
voluntad. No dudes y emplea bien tu mente. Con disciplina y fuerza de
voluntad tendrás más tiempo libre, más energía y más felicidad en tu vida.
¿No sabes cómo puedes conseguir tener más disciplina? Los buenos hábitos y
la disciplina son íntimos amigos; realizar actividades positivas de forma
regular te harán instaurar una rutina y, cuando te des cuenta, la habrás
interiorizado. Te propongo que elijas una actividad de las siguientes y le
dediques unos minutos cada día, de forma consistente: la meditación, la
lectura, el deporte…. Veras cómo la disciplina se irá instalando en tu vida.
Solo necesitas un pequeño compromiso contigo mismo o contigo misma de 5
o 10 minutos al día, se trata solo de empezar, verás que después continuar es
mucho más sencillo y poco a poco irás interiorizando tus hábitos.

Suelta aquello que no puedes controlar

Durante este camino también vas a necesitar comprender que tú solo, tú sola,
no vas a poder cambiar el mundo. Sin embargo, sí puedes cambiar muchas
cosas, hay muchas partes de tu vida que dependen de ti. Enfócate en ellas y
suelta aquello que no puedas controlar. Para mí esta ha sido la parte más
difícil de aceptar. Me gusta mucho la frase: «Si tu problema tiene solución,
¿por qué te preocupas? Y, si no la tiene, ¿por qué te preocupas?» La teoría
puede sonar muy sencilla, pero en la práctica no es tan fácil como parece,
sobre todo porque muchas veces actuamos de forma inconsciente. Las
personas que tienden a preocuparse en exceso viven en el futuro, se anticipan
a lo que puede suceder (que, de hecho, las circunstancias por las que solemos
preocuparnos no suelen suceder nunca). Cuando nos preocupamos tenemos
una falsa sensación de control sobre los hechos, ya que consideramos que
tendremos una solución anticipada a lo que pueda ocurrir. Y digo falsa
sensación porque siempre va a haber circunstancias, actitudes o hechos que
no podemos controlar. Preocuparnos en exceso puede llevarnos a dejar de
vivir el presente para vivir en el futuro que, dicho sea de paso, suele ser
bastante irreal, ya que normalmente no se corresponde con la realidad.
Mientras no vivimos en el presente perdemos la oportunidad de ser felices y
de hacernos cargo de situaciones y actividades que pueden ser importantes
para nosotros. Además, perdemos un valioso tiempo y la concentración y
atención necesarias para ser productivos.

Dime, ¿cuántas veces te ha pasado que has llamado a tu marido, a tu hijo, a tu


padre, a tu madre, a un amigo… y no te han cogido el teléfono durante horas?
Recuerda qué pensabas durante esas horas: «¿estará bien, le habrá pasado
algo?» mientras eras incapaz de concentrarte en nada más e incluso sentías
una presión en el pecho. Continuabas llamando, pero no había respuesta. Al
cabo de seis horas, cuando ya estabas a punto de llamar a la policía, recibes
un mensaje de vuelta: «Perdona, tenía el móvil en casa y había salido a comer
fuera». Y te das cuenta de la angustia que has pasado por culpa de un hecho
que no ha sucedido. Y, además, este tipo de situaciones te suceden de forma
habitual, en otros ámbitos de tu vida. Y, si no es así, enhorabuena, eso quiere
decir que no vives en el futuro, pero, si puedes, te animo a dejarte olvidado
un día tu teléfono en casa intencionadamente. Te sorprenderá la cantidad de
llamadas y mensajes que vas a acumular. Para evitar estas preocupaciones
frecuentes, puede ayudarte tomar distancia de la situación y preguntarte si
hay algo que puedas hacer, algo que dependa de ti y estudia las posibilidades
reales que hay de que suceda. Normalmente la respuesta es que no hay nada
que puedas hacer y que las probabilidades de que ese hecho ocurra son
bastante bajas. Tómate tu tiempo para pensar en estas preguntas y
responderlas, verás como poco a poco empiezas a ver más clara la situación.

Además de tener entusiasmo, saber vivir el presente y soltar aquello que no


puedes controlar, es muy importante que te conozcas a ti mismo o a ti misma.
El autoconocimiento es clave en el camino hacia el éxito. Solo mediante el
conocimiento propio serás capaz de poner rumbo a tu vida, saber con claridad
qué quieres y qué te hace feliz y, además, cuanto más te sepas sobre ti, mayor
capacidad tendrás para resolver los problemas que te puedan surgir y mayor
previsión tendrás sobre el futuro.

Algo que me funciona muy bien a mí es dar las gracias cada mañana al
levantarme por algo bueno que tenga o que me haya pasado. Basta con una
sola cosa cada día; al cabo de un par de semanas seguro que empiezas a notar
los beneficios. Otro ejercicio que también me ayuda es plasmar en papel mis
logros y mis virtudes. Suelo hacerlo cuando tengo un mal día o cuando las
cosas no salen como espero. Esto me ayuda a tomar distancia de lo negativo y
me da la fuerza necesaria para resolver las situaciones adversas que se me
hayan presentado. También resulta muy positivo y motivador visualizarse en
el futuro consiguiendo las metas que te propones, tómate tu tiempo e imagina
con todo detalle lo que quieres conseguir. Aunque sea difícil de creer, el
lenguaje en positivo tiene un gran impacto en nuestra actitud. Por ejemplo,
puedes cambiar: « si no soy disciplinada no lo voy a conseguir » por « si soy
disciplinada lo voy a conseguir » . Este pequeño matiz tiene un gran impacto
en los resultados, compruébalo. Si realizas estos sencillos ejercicios de forma
rutinaria, conseguirás poco a poco ir entrenando a tu mente para vivir con
más entusiasmo y motivación.

A pesar de que tienes claro que, para conseguir tus metas, la actitud es muy
importante, puede que no sepas por dónde empezar, que te sientas perdida,
que te sientas perdido, que sientas inseguridad, escepticismo, incluso miedo
al cambio, pero déjame darte desde este momento la enhorabuena. ¿Tan
pronto? Sí, porque ya has dado el primer paso casi sin darte cuenta. Si estás
leyéndome es porque hay algo en tu interior que ha hecho que quieras
mejorar. Eres consciente de que hay algo que no termina de funcionar en tu
vida y quieres que lo haga. Créeme que eso ya es mucho; algunas personas ni
siquiera se dan cuenta de que tienen algo que cambiar. A pesar de que el
camino no va a ser corto, al menos ya tienes los pies puestos sobre él. Solo
falta que alguien te indique cómo seguir, te guíe hasta el destino que tú
mismo, tú misma, te marcarás.
4- La importancia de establecer METAS

Los japoneses acuñaron el concepto ikigai, que en español sería algo así
como la «razón de ser». Según la cultura japonesa, todos tenemos nuestro
ikigai, nuestro propósito, nuestro objetivo en la vida. Se trata de una actividad
que nos llena, en la que somos buenos, que se nos da bien y que al mismo
tiempo contribuye a nuestra comunidad. Puede parecer sencillo, pero para
encontrar nuestro ikigai puede ser necesario recorrer un camino largo, de
autoconocimiento, de introspección, de análisis interno y externo. Los
expertos en la cultura japonesa concluyen que esta filosofía es algo mucho
más complejo que lo que te estoy contando aquí, pero esta definición puede
ser un punto de partida, un referente para perseguir tus objetivos.

Además de trabajar en tu actitud como hemos visto en el capítulo anterior, es


igual de importante que pongas tu empeño en establecer tus metas, tu razón
de vida, un hilo conductor entre todas tus actividades. No solo para dotar de
sentido a tu existencia, sino porque es fundamental a la hora de aprovechar el
tiempo y organizarte con eficacia y porque sin metas no hay motivación.
Antes de establecer una meta, debes ser consciente de cuáles son las
prioridades en tu vida y analizar en qué áreas crees que tienes que mejorar o
quieres cambiar para poder así empezar a trabajar de la forma más eficiente.

Como te comentaba en la introducción y como probablemente ya sabías, va a


ser muy difícil llegar a todo, hay que ser realistas. Pero, aunque no llegues a
todo, sí puedes llegar cumplir aquellos objetivos o a realizar aquellas tareas
que sean importantes para ti, tendrás que aprender a priorizar. Por citar
algunos ejemplos de los que más me encuentro en mi día a día y en las
consultas que recibo: hacer deporte, meditar, evitar llegar tarde a las citas
médicas, cocinar comida saludable, dedicar más tiempo de calidad a nuestros
seres queridos, dejar de olvidar tareas programadas…

En primer lugar, el objetivo o los objetivos que te marques tienen que ser
concretos. De no ser así correrás el riesgo de perder el foco en otras tareas o
distracciones al no tener clara la finalidad de tus actos. Si es posible, es mejor
que los objetivos sean cuantificables, es decir, que se puedan medir.
Recuerda que lo que se puede medir se puede mejorar. Pero no te preocupes
si no es así, ya que siempre hay maneras de mejorar o realizar cambios con
impacto positivo.

En segundo lugar, mi consejo es que no empieces estableciendo muchos


objetivos ni demasiado ambiciosos. Al principio es mejor que empieces poco
a poco hasta que tengas bien instaurado tu sistema de organización. Es
preferible culminar pocos objetivos, pero importantes que iniciar muchas
tareas y no conseguir ninguna de tus metas. Por ejemplo, si lo que quieres es
empezar a hacer ejercicio, puede ser muy difícil conseguir hacer un triatlón a
la semana del inicio de tu plan si antes no has hecho deporte. Ese sería un
objetivo poco realista o demasiado exigente. Sin embargo, puedes ajustar la
intensidad del ejercicio a tu realidad y, mirando a largo plazo y con
constancia, estoy segura de que podrás conseguir hacer un triatlón. Si te
marcas pequeños hitos en tus objetivos, será más satisfactorio ir viendo cómo
los cumples y te dará la motivación necesaria para continuar hasta el final o,
mejor dicho, continuar mejorando siempre. Porque esa es la base de este
sistema: la mejora continua.

Además de marcarte pocos objetivos, concretos y no demasiado exigentes,


tienen que ser importantes para ti. Si no consideras que un objetivo es
importante para ti, no tendrás la motivación suficiente para ponerlo en
marcha, ni mucho menos el tesón necesario para mantenerlo en el tiempo.
Dedica el tiempo necesario a comprender qué es lo que quieres y cuál es el
camino que quieres seguir.

Me gustaría compartirte un ejemplo real de mi vida; de un tiempo a esta parte


he comprendido la importancia de meditar de forma diaria, pero, cada vez
que me disponía a empezar mi plan de meditación, nunca encontraba tiempo.
Y siempre me decía a mí misma cuando lo pensaba: «Rocío, sí que tienes
tiempo, lo que no tienes son las ganas o motivación necesarias». O al menos
eso creía por aquel entonces. Más tarde entendí por qué posponía siempre
esta actividad: porque consideraba que era antagónica a mi forma de ser, ya
que soy una persona muy activa. La meditación supone calma, tranquilidad,
«dejar de lado otras tareas», conectar con el interior. Y eso me aterraba, no
me sentía capaz de enfrentarme con esa tranquilidad, esa gran desconocida
para mí. Lo no conocido a veces da miedo, especialmente si crees que es algo
tan distinto a lo que conoces y con lo que te sientes cómodo. Hasta que por
fin un día, hablando con una buena amiga, me contó su experiencia más
personal y su evolución interna gracias a la meditación. Y ahí comprendí,
contrastando que todo lo que me contaba era real, que el resultado no iba a
ser inmediato, pero que, si seguía trabajando con constancia, obtendría los
beneficios que buscaba. Y, en cuanto me convencí de su importancia, luché
contra mis miedos, contra esas creencias limitantes que tenía en torno a la
meditación y por fin me puse manos a la obra. Hoy puedo decir con
satisfacción que tengo el hábito instaurado y me estoy beneficiando de sus
resultados.

A continuación, te voy a proponer un ejercicio: te voy a pedir que cojas lápiz


y papel (o el ordenador, teléfono móvil o tableta si eres más tecnológico) y
hagas una lluvia de ideas o brainstorming. Quiero que te visualices y anotes
en el papel o en tu dispositivo todo aquello que te gustaría hacer. No solo en
tu día a día, sino también a largo plazo. No te preocupes si escribes mucho,
ya tendrás tiempo para ir descartando si es necesario. Tampoco importa que
sea algo que deseas hacer desde hace años y que has ido posponiendo, ni algo
relativamente nuevo. Quiero que plasmes tus ideas para después poder
ordenarlas. Dedícale el tiempo necesario, sin prisa, verás que una vez que
empieces todo fluye. La introspección, el conocerte a ti mismo o a ti misma
es fundamental para poder organizar tu vida y plasmar tus metas por escrito
te va a ayudar a tomar conciencia de lo que es verdaderamente importante
para ti, especialmente si nunca te has detenido a hacerlo.

En numerosas ocasiones, me he encontrado con personas que no saben cuáles


son sus objetivos y no es porque no tengan esa capacidad analítica o porque
no tengan las ideas claras, ni porque sean inseguras o distraídas. En la mayor
parte de los casos se debe a que estas personas no han dedicado el suficiente
tiempo a pensar y analizar su interior, a indagar en lo que realmente quieren
hacer, en conocerse a sí mismas. Esta falta de introspección suele estar
marcada por el ritmo frenético de sus vidas, tan habitual hoy en día.
Encuentra tu momento para parar y replantearte tus grandes metas.

Seguro que conoces a alguien que te ha hecho este comentario sobre otra
persona: «ese no sabe ni lo que quiere». Sí, así, en tono despectivo: «ese» (o
«esa»), refiriéndose a un adulto funcional pero que no parece tener las ideas
claras. Incluso, posiblemente, este comentario lo hayas hecho tú en alguna
ocasión también, al ver que alguien de tu entorno daba bandazos de un lugar
a otro sin avanzar realmente hacia ningún lado. Piensa en aquel amigo que
empezó tres carreras distintas y no terminó ninguna, ni siquiera pasó del
primer curso. O en ese familiar que inició un sinfín de negocios diferentes y
ninguno le duró más de dos meses. Todas esas personas tienen en común la
falta de conocimiento interior, es decir, que no han sido capaces de entender
el propósito de sus vidas o de llegar a la conclusión de lo que querían hacer.
Por supuesto todos tenemos derecho a equivocarnos y a cambiar de parecer,
no es eso a lo que me refiero, sino a personas que no tienen un rumbo claro
en sus vidas.

Te anticipo que llegar al autoconocimiento no es un camino fácil, suele ser


una tarea compleja que puede prolongarse en el tiempo. Hay quienes hablan
de años e incluso otros afirman que nunca se llega al autoconocimiento
completo. Se cree que esta dificultad reside en que durante la introspección
nos encontramos aspectos de nuestro carácter que hemos rechazado, obviado
o escondido, ya que nos hacen sentir incómodos. Enfrentarse a ellos no es
una experiencia agradable, ya que, además de nuestro propio rechazo, una
parte de nuestro entorno los desaprueba. Sin embargo, conocerse a uno
mismo e indagar en nuestro interior nos reporta numerosos beneficios y nos
hará poner el foco en lo que es realmente importante para nosotros y nos
aportará mayor bienestar y felicidad.

Personalmente, he trabajado durante muchos años en el autoconocimiento y


sigo trabajando en él actualmente. De hecho, me queda un largo camino que
recorrer, pero gracias a la realización de unos cuantos ejercicios he
conseguido avanzar mucho y comprender algunas de las situaciones de mi
vida que antes me limitaban, además de establecer metas mucho más
alineadas conmigo misma. Yo, como principiante en este «mundo», empecé
haciendo estos ejercicios de autoconocimiento:

1- Hacerme preguntas poderosas y responderlas por escrito: ¿Quién


soy?» «¿Qué quiero?» «¿Dónde me veo dentro de diez años?» Son
preguntas difíciles de contestar, incluso había días que no era capaz
de escribir nada en el papel, pero lo sigo intentando y cada vez
llego a profundizar más dentro de mí. Inténtalo y verás todo lo que
descubres.
2- Escribir un diario y leerlo para analizarlo después de un tiempo.
Con esta actividad he descubierto algunas situaciones cotidianas
que me bloqueaban y les he buscado solución, trabajo en ellas
todos los días, además de que he podido ver con perspectiva cuáles
son algunas de mis fortalezas y debilidades.
3- Practicar ejercicios de atención plena (también conocida como
mindfullness). Esto me ha permitido conectar conmigo misma,
conocer mis deseos, mis preferencias y me ha aportado la claridad
mental necesaria para encontrar el camino que buscaba desde hacía
años.
4- Experimentar con los sentidos. Si eres una persona sensorial,
practicar con tus sentidos te hará tener una visión de las cosas
desde una perspectiva diferente. En mi caso concreto, tengo el
sentido del olfato muy desarrollado y entrenarlo con distintos
aromas y olores hace que afloren muchos sentimientos que de otra
forma no consigo. Prueba también con el tacto, el oído, la vista y el
gusto; todos son válidos, verás cómo se abre un mundo nuevo ante
ti. Tómate tu tiempo, disfruta del proceso.
5- Hacer todos los días algo que me apasiona, aunque sea diez
minutos: escuchar música, bailar, leer… obtendrás una descarga de
energía adicional.

Te animo a que practiques estos ejercicios las veces que lo necesites, con la
frecuencia que mejor se adapte a ti, pero sé constante, no lo dejes, verás como
poco a poco irás viendo cuál es el rumbo que quieres seguir. Por supuesto hay
profesionales que son expertos en autoconocimiento que podrán acompañarte
y mostrarte ejercicios más avanzados, pero estos que te he mostrado son muy
útiles como punto de partida.

Volviendo al ejercicio de la lluvia de ideas: una vez terminado, dime,


¿cuántos objetivos has escrito? ¿Cinco, diez, quince? No te preocupes,
cualquier número es válido; lo importante es tener al menos un objetivo
importante como punto de partida. Con el tiempo te irán surgiendo muchos
más, estoy segura de ello, y te serán más fáciles de conseguir porque podrás
aplicar el mismo método que ya has interiorizado.

Coge tu lista y empieza marcando en amarillo los objetivos que detectes que
son prioritarios, que sabes que son los de mayor importancia en tu vida. Para
llegar a esta conclusión, si no lo tienes claro, puedes empezar haciéndote
estas preguntas:

1. ¿El no conseguir este objetivo condiciona negativamente mi


vida? Un buen ejemplo podría ser llegar tarde a tus citas
importantes, lo cual hace que pierdas una revisión médica y
podrías poner en riesgo tu salud.

2. ¿La no consecución de este objetivo afecta a terceras personas?


Si, por ejemplo, la cita médica a la que llegamos tarde es para
nuestro hijo, quiere decir que sí afecta a terceras personas.

3. ¿He intentado cumplir este objetivo antes y no lo he


conseguido? Siempre te propones llegar puntual y finalmente
acabas volviendo a llegar tarde.

4. ¿Sé cómo puedo conseguir cumplir con este objetivo? En este


caso podría ser poner el despertador media hora antes, cambiar
de ruta con el coche para evitar un atasco, etc.

Respondiendo a estas preguntas podrás ser capaz de asignar prioridad a tus


objetivos. Si tienes varios objetivos prioritarios, empieza por uno de ellos. Mi
consejo es que intentes que sea el que creas que es más fácil de conseguir.
Así obtendrás una recompensa que te motivará a seguir con el resto.

También es posible que haya alguna circunstancia extraordinaria que te haga


cambiar la prioridad de tus objetivos después de hacer esta lista. Con esto
quiero decir que la lista es dinámica y dependerá de tu situación, de tu
momento vital, etc. Como en la mayoría de las situaciones en esta vida,
deberás ser flexible y adaptarte a las circunstancias de cada momento, esto
también forma parte de la productividad. Veámoslo con un ejemplo:

Imagina que uno de tus objetivos no prioritarios es conseguir ser constante en


el deporte. Lo has intentado cuando eras más joven, en aquel gimnasio que
estaba lejos de tu casa y tenías que recorrer varias paradas de metro para
llegar a él. No te engañes, desde que te inscribiste sabías que no ibas a ir. De
hecho, te apuntaste a ese gimnasio tan lejano con la excusa de que había una
oferta sabiendo que nunca irías. Es mejor perder veinte euros que setenta.
Además, empezaste en invierno; con el frío que hacía y la lluvia siempre
encontrabas una excusa para quedarte en casa. Más adelante lo intentaste en
el gimnasio al lado de tu trabajo, pero con las largas jornadas que tenías,
salías tan cansado o cansada que volvías a casa sin pasar por el gimnasio. Y
por eso tampoco ibas o casi nunca ibas a este segundo centro. Al final te
llamó la recepcionista preguntándote si seguías viviendo en la misma ciudad.
Por vergüenza dijiste que no y te diste de baja.

Llegó el día de hacer el chequeo médico del trabajo. Tan feliz a las 8:00 de la
mañana te presentas en la consulta. Estás tranquilo porque estás seguro de
que los análisis van a salir bien, igual que el resto de las pruebas. Pero, para
tu sorpresa, el doctor te indica que tienes el colesterol disparado. Te planteas
cómo es posible, si acabas de cumplir los cuarenta, crees que se trata de un
error. Con miedo, le preguntas cuál es el tratamiento y te indica que te
recetará unas pastillas, pero hace hincapié en que tienes que hacer deporte o,
de lo contrario, tu salud podría verse comprometida. Ahí es cuando empiezas
a pensar en la importancia de hacer ejercicio, ese desconocido que siempre ha
estado rondando por tu mente. Sales de la consulta pensando en que tienes
que cambiar tus hábitos, tanto de alimentación como de actividad física.

Y vuelves al ejercicio de las preguntas:

1- ¿El no conseguir este objetivo condiciona negativamente mi vida?


Sí, mi salud está en riesgo.
2- ¿La no consecución de este objetivo afecta a terceras personas? Sí,
mis hijos necesitan un padre sano o una madre sana para que cuide
de ellos.
3- ¿He intentado cumplir este objetivo antes y no lo he conseguido?
Sí, al menos dos veces que yo recuerde.
4- ¿Sé cómo puedo conseguir cumplir con este objetivo? Sí,
levantándome media hora antes cada día y saliendo a correr al a
calle.

Puede que este objetivo sea recurrente porque sabías que el deporte podría ser
beneficioso para ti, pero no le habías dado el lugar adecuado en tu vida. Tal
vez después de ver las noticias, anuncios promoviendo un estilo de vida
saludable o fijándote en ese amigo que se encuentra siempre bien, lleno de
energía, has querido llevarlo a cabo, pero no llegaste a interiorizar su
importancia hasta que no has sido consciente de que podría condicionar tu
vida o la de tus seres queridos.

¿Por qué no has sido constante con esa actividad? Las respuestas más
comunes que recibo de mi entorno son: por pereza, cansancio, falta de fuerza
de voluntad para iniciarlo… o porque, al no tener un plazo determinado, no
se consideraba urgente. En tu caso, tu conversación con el doctor tiene
mucho tener más peso que todas estas excusas para no llevar a cabo esta
nueva tarea. Y, por supuesto, tu compromiso hará que venzas todos los
obstáculos que antes considerabas insalvables.

Si estableces numerosas metas, o metas demasiado exigentes, correrás el


riesgo de abandonarlas fácilmente. Recuerda que el tiempo es limitado, por lo
que debes centrarte en lo que es realmente importante para ti. Empieza poco a
poco y verás que eres capaz de conseguir resultados y, de esta manera, podrás
motivarte para continuar el progreso de seguir creciendo y mejorando. Si al
principio crees que tu lista tiene demasiados objetivos, no te preocupes,
puedes eliminarlos o posponerlos para otro momento, no se trata de que te
satures desde el inicio.
5- ORGANIZACIÓN y planificación.

Según el diccionario de la Real Academia Española, organizar en su primera


acepción consiste en «establecer o reformar algo para lograr un fin,
coordinando las personas y los medios adecuados».

Como se intuye en esta definición, organizar lleva vinculada una acción para
conseguir una meta, un objetivo. Lo primero para lo que tienes que estar
preparado o preparada es para ejecutar. Solo mediante la acción va a ser
posible que te organices correctamente y consigas culminar aquellos
objetivos o tareas que te has propuesto, ya nadie va a venir a ordenar tus días
por ti. Quiero que seas consciente de que eres más que capaz de conseguir
esta organización de la que te hablo. Desde este momento te pido que tomes
tú las riendas de tu tiempo y te propongas cumplir con el plan que vamos a
establecer. La motivación y la confianza en uno mismo o una misma es
fundamental. Cree en ti, en que eres capaz de conseguirlo. Y yo voy a estar
aquí para acompañarte en el camino.

De cara a conseguir sacar el máximo partido posible a tu tiempo debes tener


claro, como ya hemos visto en el capítulo anterior, cuál o cuáles son tus
metas e ir a por ellas, enfocarte en conseguir lo que te propongas.

Como bien sabes, el tiempo es limitado, por lo que vas a necesitar aprender a
gestionarlo bien. Para conseguirlo, además de haber establecido tus metas,
tendrás que ser capaz de comprender en qué inviertes tu tiempo cada día y
hacer una clasificación de las tareas que realizas y las que tienes pendientes
de realizar. Esto te va a permitir alinearte con tus objetivos e identificar
dónde inviertes el tiempo y dónde lo pierdes, para poder gestionarlo de una
forma óptima. Me gusta hacer la distinción entre «invertir» el tiempo, que
lleva vinculado un aprovechamiento de este, es decir, emplear el tiempo para
conseguir un objetivo determinado, y «perder» el tiempo, o lo que es lo
mismo, realizar determinadas tareas que no nos aportarán ningún beneficio ni
van a contribuir a la consecución de ningún objetivo. Recuerda que tiempo es
muy valioso y no se puede recuperar.
Te anticipo que hay varios, casi infinitos, tipos de organización, dependiendo
de la situación personal de cada persona, de sus preferencias y sus vivencias.
Yo te explicaré mi método, ya que llevo varios años comprobando su
eficacia, no sin antes pasar por algunos errores de los que por supuesto me he
llevado una lección aprendida. La palabra clave y el nexo común de toda
organización se llama compromiso, pero antes del compromiso necesitarás
conocimiento, análisis de tu situación actual, para poder mejorarla, además de
autoconocimiento, como hemos visto anteriormente.

De nuevo voy a pedirte que realices un ejercicio sencillo. Quiero que anotes
durante una semana completa cómo distribuyes tus tareas en el día y cuánto
tiempo le dedicas a cada una de ellas. No hace falta que cronometres todas y
cada una de las tareas, pero sí puedes empezar midiendo el tiempo dedicado a
cada bloque de tareas y hacer un cómputo global del mismo. Ya tendrás
tiempo de hacer mediciones más exhaustivas más adelante. Hay varias
herramientas que sirven para medir el tiempo que inviertes en cada actividad,
disponibles para cualquier dispositivo electrónico: Toggl, Pulse, Clockify…
cualquiera de ellas puede ayudarte a gestionar y registrar tu tiempo.

Clasificación de las tareas

Una vez que tengas medida una semana completa necesito que analices
cuáles son las tareas que te llevan más tiempo y las señales. Quiero que te
hagas consciente de cómo distribuyes tu tiempo en el día a día y, sobre todo,
que veas cuánto tiempo te queda «libre» tras las tareas que yo llamo «fijas».
A continuación, te hablaré de la clasificación que he elaborado analizando mi
día a día. He hecho una distinción de las tareas entre:

1) Tareas fijas. Hay quienes prefieren llamarlas «obligaciones», pero


yo intento evitar esta palabra por su connotación negativa, porque
es menos atractiva y porque, para conseguir culminar una tarea, es
importante la motivación. Algunos ejemplos de este tipo de tareas
podrían ser dormir, comer, ducharse, preparar la comida, limpiar,
tender la ropa de la lavadora…
2) Tareas para otros: contar un cuento, bañar a nuestros hijos, hacer la
compra a nuestros padres, un favor a un amigo…
3) Tareas libres: actividades que nosotros decidimos realizar.

En primer lugar, el tiempo dedicado a las tareas fijas es el mayoritario, ya que


solo dormir debería ocupar alrededor de un tercio de nuestro día. Si
limitamos el tiempo mínimo aceptable que les dedicamos a estas tareas,
podría repercutir negativamente en nuestra salud. No te voy a hablar de la
importancia de dormir lo suficiente, de comer bien y tomarnos nuestro
tiempo para ello; ya que actualmente todos somos conscientes de que cuidar
nuestra salud es fundamental para nuestro bienestar y, por ende, para nuestra
productividad. Si alguna vez te has encontrado en la situación de haber ido a
trabajar sin dormir o durmiendo poco (porque tu hijo ha estado enfermo, por
ejemplo, o porque has tenido que quedarte trabajando hasta tarde), te habrás
dado cuenta de que te costaba mantener la concentración, te era más difícil
ser productivo o productiva, te parecía imposible poner atención plena a
ciertas tareas o hacerlas de la forma en que sueles hacerlas habitualmente
después de dormir bien. Si queremos ser productivos y aprovechar nuestro
tiempo al máximo, tenemos que estar en óptimas condiciones físicas y
mentales. En este grupo también tenemos el tiempo dedicado a trabajar, que
suele ser alrededor de otro tercio de nuestro día. Solo con estas dos
actividades (trabajar y dormir), nos queda disponible un tercio de nuestro
tiempo. Y, obviamente, una parte de este tiempo tendremos que dedicarlo a
comer, asearnos, etc. De media podrían ser unas dos horas en el mejor de los
casos. Esto quiere decir que nos quedan unas seis horas libres al día de
nuestro tiempo.

Una vez eliminadas las tareas anteriores, quedaría el tiempo neto, es decir, la
parte de tu día que puedes controlar en mayor o menor medida; es el tiempo
que tienes que aprender a optimizar para sentir que te cunden tus días. Hazte
consciente de que eres dueño o dueña de tu tiempo y de que es tu
responsabilidad gestionarlo de forma adecuada. Dicen que quien quiere busca
tiempo y quien no busca excusas y, tras mi experiencia, puedo decir que esto
se cumple en la mayor parte de las situaciones. Eres dueño de este tiempo,
estás al mando de él.

Es cierto que, a veces, este tiempo neto no nos pertenece totalmente, puesto
que tenemos personas que dependen de nosotros, como nuestros hijos,
familiares a cargo, etc. Obviamente este tiempo no podemos eliminarlo, pero
sí podemos aprovecharlo al máximo y ser productivos en las tareas que
hagamos para que así nos quede tiempo suficiente para actividades propias y
que son de nuestra elección. Para ello, vamos a necesitar poner el foco en lo
importante, eliminar nuestras distracciones y ejecutar lo que debemos
ejecutar. Cuanto antes terminemos, antes podremos dedicarnos a gestionar
nuestro tiempo libre.

Posiblemente te hayas dado cuenta de que hay algunas tareas que no te


aportan ningún beneficio, que te quitan mucho tiempo (aunque sea solo por
pensar en ellas) y te distraen de lo verdaderamente importante. No son más
que ruido en tu día a día. Examina cuáles son estas tareas (normalmente
llevan mucho tiempo pendientes o ni siquiera están en tu lista) y plantéate si
son realmente necesarias. Lo que lleva mucho tiempo sin hacerse,
probablemente sea prescindible. Empieza a eliminar estas tareas o actividades
a medida que te hagas consciente de su irrelevancia.

Herramientas para organizar

Para poder planificar y organizar mejor tus tareas, voy a pedirte simplemente
que tengas a tu alcance dos herramientas: una agenda y una lista de tareas. No
importa el formato, puede ser en papel o en formato digital. Yo
personalmente utilizo el formato digital, con el calendario Google, pero
puede servir cualquier otro. Para la lista de tareas yo utilizo la aplicación de
Notas de mi móvil, pero hay muchas otras en el mercado. A mí me ayuda que
estas listas tengan las casillas para marcar y desmarcar cada tarea antes y
después de gestionarla. Estas dos herramientas van a ayudarte a dividir las
tareas pendientes en dos tipos: aquellas que tienen una fecha límite concreta,
que tendrás que apuntar en la agenda, y aquellas que no tienen una fecha
determinada, que se incluirán en la lista de tareas pendientes.

Anota en tu agenda las tareas con una fecha límite concreta y, si es en


formato digital, ponles un recordatorio para que recibas un aviso antes de la
fecha o la hora de vencimiento (puede ser media hora, una hora antes, un
día… depende de la tarea) para que no se te olviden. Y después incluye todas
las tareas pendientes sin fecha concreta en la lista, a ser posible por orden de
prioridad. Te adelanto que a las tareas sin fecha les añadiremos una fecha más
adelante para evitar que caigan en el olvido. Porque te darás cuenta de que
puedes hacer una lista interminable de tareas, pero si nunca les pones un
plazo concreto, no las realizarás.

Suelo llamar a la agenda «mi segundo cerebro», ya que ella se encarga de


pensar por mí, de registrar mis tareas pendientes y me descarga la mente para
poder utilizarla en otras actividades más productivas, complejas y
gratificantes. Compra una bonita de papel o descarga o utiliza una aplicación
en tu móvil, no tengas miedo. Tu agenda se convertirá en tu mejor amiga.
Tiene que ser una agenda que se adapte a tus necesidades: si quieres incluir
notas, dibujos, colores… dependiendo de lo que quieras anotar en ella. Pero,
por favor, cuando compres o instales en tu móvil la agenda, úsala. Puede
parecer obvio, pero no sabes la cantidad de personas que tienen agendas sin
estrenar en su casa, que posteriormente pasan a ser cuadernos para que
dibujen sus hijos o papel para apuntar la lista de la compra. Incluso he visto
quien la convertía en confeti para la piñata de un cumpleaños.

Un truco que a mí me funciona muy bien es compartir mi agenda con mi


marido y viceversa, para que los dos estemos al corriente de los planes que
nos afectan o que están relacionados con nuestros hijos. Otras veces le envío
invitaciones de Google para que bloquee un hueco concreto en su agenda,
bien porque yo tengo un compromiso y tiene que estar libre para cuidar de
nuestros hijos, bien porque necesito que realice una tarea mientras yo hago
otra, etc. Por supuesto, también sucede a la inversa y él me informa de sus
actividades para evitar imprevistos. Para mí es muy útil este sistema porque
de esta manera los dos tenemos controlado lo que hay que hacer y se evitan
confusiones como: « no me lo habías dicho » , « ahora tengo que cancelar un
plan » , etc.

Además de utilizar la agenda, tendrás que ser constante con su uso; todo lo
que tengas que hacer y que tenga una fecha de vencimiento tiene que estar
incluido en la agenda, así no vas a tener que preocuparte por si se te olvida.
Algunos de mis conocidos más despistados me han comentado que, incluso
teniendo agenda, se les siguen olvidando las citas u otras tareas con fecha de
vencimiento. Para que esto no ocurra, recomiendo consultar la agenda con
regularidad, incluso varias veces al día. Para personas especialmente
despistadas (conozco algunos casos), es muy útil poner recordatorios antes de
que llegue la fecha o la hora de finalización, pero no aconsejo poner más de
dos por tarea, ya que, de lo contrario, correrías el riesgo de ignorarlos y
perderían su función.

Entre las tareas de una agenda nos vamos a encontrar las tareas recurrentes,
como pueden ser las clases semanales de pilates, las actividades
extraescolares de tus hijos los miércoles, las sesiones de terapia mensuales…
Estas tareas pueden marcarse en un color distinto cuando las identificamos en
papel o asignarles un marcador explícito que sea relevante cuando las
registramos en formato digital. De esta forma nuestra memoria visual nos
ayudará mejor a identificarlas e interiorizarlas casi sin ser conscientes de ello.
A mí me funciona muy bien poner marcadores en un color para las
actividades recurrentes, en otros dos distintos para las tareas relacionadas con
cada uno de mis hijos, en otro para mis tareas o citas puntuales y en otro para
las de mi marido. Elige el método que mejor te funcione, lo importante es que
sea claro y te permita identificar rápidamente lo que tienes pendiente de
hacer.

Tendrás que acostumbrarte a anotar todo en tu agenda; además de las citas


recurrentes, también tendrás que registrar las citas puntuales, las actividades
de ocio (cenas con amigos, cumpleaños, fiestas, etc.) y cualquier otra
actividad que consideres oportuno recordar. Si te acabas de iniciar en una
actividad relacionada con un objetivo, también puedes incluirla con notas
para seguir tus hábitos. Por ejemplo, si empiezas a hacer deporte, puedes
anotar tu sesión dentro de la tarea: su duración, el tipo de ejercicios que has
hecho, la sensación al inicio y al finalizar… y así podrás hacer un
seguimiento de tu evolución y te dará un plus de motivación. Créeme que
funciona porque podrás ver tu evolución.

La agenda debe tener el detalle necesario para que sea eficiente. Si tienes
citas, incluye la hora de estas y la información relevante (por ejemplo, si
tienes una cita médica, además de añadir la hora, añade la documentación que
tienes que llevar, como informes previos, volantes, etc., indica la dirección de
la cita...). En algunas aplicaciones puedes incluir además la dirección de la
cita mediante la ubicación, a mí me resulta muy útil porque conecta
directamente con el GPS.

Al tener una agenda, va a ser imprescindible que la revises y actualices de


forma regular. Yo siempre la reviso, como mínimo, al principio y al final de
mi día, para asegurarme de que no se me escapa nada y para planificar el día
siguiente. Siempre que voy a fijar una nueva cita, tarea o evento consulto la
agenda para evitar que se solape con otros. Puede parecer obvio, pero si lo
haces de memoria, correrás el riesgo de crear un conflicto entre citas. Si hay
algo de la agenda que se ha quedado sin hacer, no lo elimines, muévelo a otra
fecha y la próxima vez no lo pospongas. La idea de poner fecha a una tarea es
simplemente para asegurarnos que la realizamos en un plazo determinado. De
lo contrario, corremos el riesgo de dejarla sin hacer.

Una amiga cercana (bastante tecnológica, dicho sea de paso), se compra cada
año una agenda en papel. Y la utiliza, no te imaginas el empeño con el que lo
hace. Dedica tiempo a ponerla bonita, añadirle notas, dibujos, pegatinas,
colores a los cumpleaños de sus seres queridos… Tiene una agenda que
parece una obra de arte. Conozco otros casos, por el contrario, en los que la
agenda solo consta de letras, números y, como mucho, colores de
subrayadores. Cada uno decora o completa la agenda como mejor le
funcione, ninguna forma es más válida que otra. A mi amiga le funciona a la
perfección y a otras personas con agendas más sencillas también, aunque, si
te soy sincera, la agenda de mi amiga es mucho más bonita. Personaliza tu
agenda para adaptarla a tu día a día, asegúrate de que lo que incluyas te ayude
a llegar a tus metas y cumplir con su función. Hay varias marcas que tienen
agendas que incluyen pegatinas, citas motivadoras, marcadores y otros
elementos que pueden ayudar a poner más atención en nuestras tareas
pendientes y, ¿por qué no? Pueden motivarnos cuando más lo necesitamos.

Es muy importante que aprendas a planificar tus días y tus semanas. Para
ello, vas a tener que tomarte unos minutos al final del día para revisar las
tareas agendadas para el día siguiente. De esta manera podrás organizar la
distribución de estas con antelación y que no te cojan por sorpresa cuando no
tengas tiempo de reaccionar. Asígnales un espacio cada día si no tienen una
hora de vencimiento concreta, así será más difícil que las dejes de lado. Esta
actividad también tendrás que hacerla al final de cada semana, yo reviso mi
agenda los domingos por la tarde, para entender qué tengo que hacer la
semana siguiente y anticiparme a posibles imprevistos que puedan surgir.
Cuando reviso la agenda, me hago una idea de cómo voy a tener la semana de
carga de tareas y así ser capaz de planificar otras actividades que no estaban
previstas, como por ejemplo citas con amigas, llamadas a familiares, etc.

Esta planificación va a darte mucha tranquilidad, porque sentirás que tienes


todo controlado, ya que no se te puede olvidar nada al tenerlo todo anotado
en la agenda. El estrés se reduce considerablemente podrás dedicar tu energía
a otras tareas para las que antes no había espacio. A menor estrés mayor
productividad, a pesar de que haya muchas personas que afirman rendir más
«bajo presión». Está demostrado que ante situaciones de estrés somos menos
productivos, ya que perdemos la concentración, además de que aumenta el
riesgo de cometer errores.

Por otro lado, al inicio de cada semana quiero que revises las tareas de la
semana de anterior y te plantees si las tareas que te has establecido estaban
alineadas con tu realidad: si has cumplido todas o la mayoría, o si en cambio
te han quedado muchas por hacer. Este ejercicio te servirá para comprender
cómo es tu realidad, analizar tus errores y poner el foco en mejorar para que
las semanas siguientes vayas cumpliendo mejor con lo planificado. Cada vez
serás capaz de controlar y organizar mejor tus actividades y de estimar mejor
el tiempo que le dedicas a tus tareas.

También te he mencionado anteriormente la lista de tareas, que es una


herramienta muy útil, pero hay que tener cuidado con ella porque puede ser
un arma de doble filo. La lista de tareas puede ser una libreta corriente o una
aplicación de tu móvil. Anota en ella todo lo que quieras hacer, sin límite,
pero toma conciencia de que una lista de tareas es algo temporal. Las tareas
que incluyas en ella tendrás que pasarlas a la agenda en algún momento, y
mejor que sea pronto. Si dejas las actividades solo en la lista de tareas, lo más
probable es que no las lleves a cabo al no tener una fecha de vencimiento.
Asigna una fecha a la tarea y ejecútala. ¿Tienes que ir al dentista? Llama,
concierta una cita e inclúyela en la agenda. Así no la pospondrás eternamente.
Ya lo sé, a mí tampoco me gusta ir al dentista, pero sabemos que es
necesario, por lo que anímate y pon fecha a esa cita que tanta pereza te da.
Hazlo con todas las tareas que vas incluyendo en tu lista, de las más antiguas
a las más recientes.

Te han regalado un bono para utilizar en un balneario maravilloso. De esos


que te tienen que regalar porque son tan caros que te da pena gastarte el
dinero en ellos para ti mismo o misma. Pero cuando llega el regalo, admítelo,
te parece maravilloso. El bono tiene un año de validez antes de que caduque,
qué bien, tienes tiempo. Como no tiene fecha de uso lo dejas en el olvido.
Pasan semanas, meses y nunca encuentras el momento adecuado para
utilizarlo. Cuando por fin vas a coger cita te das cuenta de que el bono ha
caducado y te sientes fatal. ¿Cómo ha podido pasarte esto? Si hubieras
buscado una fecha nada más recibir el regalo, aunque fuera una fecha a meses
vista, esto no te habría pasado. Pasados unos meses, te regalan unas entradas
para un espectáculo, con fecha concreta. Ya sabes que tienes que hacer todo
lo posible por tener esa fecha libre. Cancelas una cena que tenías ya
programada, te pides el día de vacaciones, contratas a una persona para que
cuide de tus hijos… lo que sea necesario, pero esa es la fecha de vencimiento
y no vas a permitirte perderla. ¿Ves la diferencia? Esto mismo es lo que te
ocurrirá con la lista de tareas: si no les asignas un plazo concreto a tus
actividades y las pasas a la agenda, se te perderán y las dejaras sin terminar.

En otro orden de cosas, siempre me gusta hablar de los intermedios entre mis
tareas, lo que yo llamo «tiempos muertos». A mí personalmente me encanta
aprovecharlos porque me siento doblemente productiva; no estoy «parada» y
así descuento una tarea más de mi día. Normalmente hago tareas no
demasiado exigentes o que requieran atención plena, puesto que en los
tiempos muertos suele haber interrupciones o son momentos de descanso
mental. Evita coger el móvil automáticamente durante estos tiempos muertos,
ya que esto disminuye tu productividad. Te puedo poner un ejemplo claro: en
el caso en que tengas un trabajo a turno partido, es frecuente que no necesites
las dos horas o la hora completa de pausa para comer. Si tienes turnos con tus
compañeros y no coincides con ellos para poder tener una conversación
animada durante la comida o para compartir ese rato con alguien, es muy
probable que sientas que estás desperdiciando ese tiempo. Si es tu caso,
puedes aprovechar una hora para hacer deporte y ducharte, por ejemplo, y la
otra hora para comer (el tiempo se puede adaptar a tu caso concreto). Se
puede sustituir el deporte por cualquier otra actividad que sea importante:
estudiar, meditar, llamar por teléfono a un familiar, hacer la compra, hacer
gestiones varias… Entiendo que esto no siempre es posible porque hay
personas que no tienen esa pausa por tener jornada continua u otro tipo de
circunstancia concreta, pero este consejo se puede extrapolar y aplicarlo a
otros tiempos muertos (en la sala de espera del médico, por ejemplo, puedes
dedicarte a leer en lugar de estar con el móvil, en el metro o autobús puedes
estudiar o adelantar trabajo…).

Pero no todo va a ser producir; también creo que es muy importante dedicar
algo de tiempo diario a actividades que no son ni urgentes ni importantes
pero que permiten desconectar de las obligaciones, ya que son menos
exigentes mentalmente, como puede ser ver una serie en la televisión,
navegar por internet, interactuar en redes sociales o simplemente hacer
algunas tareas que en principio no contribuyen a la consecución de un
objetivo a largo plazo. No obstante, es muy importante que controles y
limites el tiempo que les dedicas, ya que, de no hacerlo, tenderás a la
procrastinación y, por ende, tu productividad podría verse amenazada
dejando de lado otras tareas que son importantes.

Ordena tus prioridades

No sé si alguna vez has oído hablar de la matriz de Eisenhower; es un


instrumento muy útil para clasificar las tareas y organizarlas según su
prioridad e importancia. Eisenhower clasifica las tareas como urgentes, que
son aquellas que requieren acción inmediata, e importantes, que forman parte
de objetivos a largo plazo. A veces pueden concurrir ambos factores en una
tarea: que sea urgente y que sea importante. Obviamente estas tareas serán
prioritarias.

Casi todos seremos capaces de determinar qué es lo urgente y qué es lo


importante, aunque en algunas ocasiones, cuando tenemos una tarea urgente
entre manos, podemos perder el foco y pensar que esta es importante, solo
porque se necesita hacer lo antes posible. Para poder gestionar bien nuestro
tiempo, es fundamental que seamos capaces de identificar qué es lo
importante y qué es lo urgente para nosotros. Sobra decir que lo que para una
persona puede ser importante, podría no serlo para otra y viceversa, aunque
muchas de ellas son prácticamente universales.

El autor Stephen Covey utilizó el principio de decisión de Eisenhower en su


libro Los siete hábitos de las personas altamente efectivas. A partir de este
principio, creó un diagrama de tareas para facilitar la clasificación entre lo
importante y no importante, y lo urgente y no urgente.

Este diagrama tiene forma de cuadrado que se divide en cuatro partes:

Tareas urgentes e importantes:

Un ejemplo podría ser llevar a nuestro hijo al hospital tras romperse un


brazo. Huelga decir que es evidente y lógico que esta tarea es urgente e
importante; urgente, puesto que requiere de atención inmediata, e
importante, ya que de no ir al hospital las secuelas para nuestro hijo
podrían condicionarlo de por vida.

Veamos otro caso menos evidente. Como sabes, todos estamos


obligados a pagar ciertos impuestos. Por un lado, es una obligación, una
tarea que hay que hacer «sí o sí». Al menos lo es para las personas que
pagamos impuestos. También es una tarea importante, ya que, si no lo
hacemos, podemos recibir una multa o sanción o incluso tener otro tipo
de consecuencias nada agradables. Como sabes, hay un plazo para el
pago de ciertos impuestos. Veamos el ejemplo del impuesto sobre
bienes inmuebles, más conocido como IBI. En la ciudad donde yo vivo,
el plazo de pago voluntario empieza el 1 de octubre y termina el 30 de
noviembre. Si decidimos posponer su pago hasta el último momento por
diversos motivos (pereza, olvido, mala planificación…), esta tarea se
convertirá también en urgente, lo que hará que a finales de noviembre
tengamos que dejar de lado otras actividades para pagar este impuesto.
Si lo hacemos con antelación, la tarea pasará de ser importante y urgente
a importante y no urgente, teniendo así la opción de planificar mejor
nuestros días y evitaremos agobios y presiones innecesarias. La clave es
ser proactivos.

Tareas no urgentes e importantes:

Estas tareas no suelen tener límite temporal y forman parte de la


planificación a futuro, la realización personal, ayudan a alcanzar las
metas que nos hayamos marcado. Normalmente estas tareas nos hacen
sentirnos realizados, alcanzar la felicidad, el éxito… Por ejemplo, hacer
ejercicio, meditar o leer libros. El hecho de que no haya un plazo para
realizarlas conlleva el peligro de que se descuiden y se terminen por
dejar de lado. Para evitarlo son necesarios la fuerza de voluntad, la
disciplina y el compromiso.

Tareas urgentes no importantes:

Estas tareas generalmente no contribuyen a la realización de un objetivo


a largo plazo ni a la realización personal. Un buen ejemplo sería la
llamada de un familiar para que le solucionemos un problema menor,
como la gestión de una factura de su compañía telefónica, ya que él o
ella no se ven capaces de hacerlo. Estas tareas suelen ser urgentes y se
presentan previo aviso, normalmente hay que atenderlas en el momento.
No quiero decir que no atendamos peticiones de otras personas, todo lo
contrario, pero tenemos que ser capaces de decidir cómo de urgentes son
estas tareas y actuar en base a ello. Estoy segura de que algunas de ellas
se pueden aplazar para otro momento que podamos planificar.

Tareas no urgentes y no importantes:


Suelen ser distracciones que nos proporcionan estímulos inmediatos,
como el uso del móvil sin un fin concreto, la interacción en redes sociales, la
televisión… Podrían considerarse «ladrones del tiempo». Con esto no quiero
decir que haya que suprimir por completo estas actividades, ya que considero
que todos nosotros necesitamos de vez en cuando tiempo de desconexión,
pero sí es importante que seamos consciente de ellas y tratar de limitarlas en
función de nuestro tiempo. Personalmente sí dedico un tiempo diario a ellas
para lo que yo llamo «airearme», en otras palabras, despejar la mente de la
carga diaria.

Si te cuesta identificar las prioridades, un buen ejercicio para poner en


práctica esta matriz de la que te he hablado es que clasifiques tus tareas según
estos cuatro tipos. Hazlo en un papel, a modo de diagrama, a modo de lista, lo
que mejor te venga. Este ejercicio te permitirá aterrizar las tareas y darles su
lugar en tu vida para poder ordenar prioridades. No olvides que algo urgente
no tiene por qué ser importante y viceversa.
6- REALIZACIÓN de tus metas

Una vez que tienes claros tus objetivos, estás trabajando en tu actitud y
motivación y ya has planificado todas tus tareas con la agenda y la lista de las
que te he hablado, estás preparado o preparada para pasar a la acción. No
esperes a mañana, al mes que viene, al año que viene… Empieza ya mismo.
El momento adecuado es ahora y tu futuro empieza hoy. Postergar tus
compromisos y tus objetivos para que coincidan con lo que tú consideras «el
momento adecuado » no va a llevarte al éxito. ¿Cuántas veces te has
propuesto objetivos para el año siguiente y nunca los llegaste a cumplir? ¿Por
qué crees que el 31 de diciembre eres una persona y el 1 de enero puedes ser
otra totalmente distinta? No te engañes; los grandes cambios no ocurren de
un día para otro, requieren de esfuerzo, paciencia y compromiso. Todo esto
construirá un hábito en ti que te ayudará a encontrar el camino hacia el éxito.
Posponer las tareas para una fecha concreta (dejar de fumar el 1 de enero,
empezar la dieta el lunes…) no es más que una forma inconsciente de
mentirnos a nosotros mismos. Convéncete de que el mejor momento es ahora,
actúa, toma las riendas de tu vida. Como dice Nike: «Yesterday you said
tomorrow» («ayer dijiste mañana»). Ya sabes por dónde empezar, lo estás
aprendiendo en estas líneas, no tengas miedo. Comienza poco a poco y ve
ganando confianza e instaurando los hábitos necesarios para conseguir lo que
te propongas, cada vez te será más fácil avanzar.

Si quieres mejorar y ser productivo o productiva, es muy importante la


proactividad. Las personas reactivas difícilmente conseguirán sus objetivos.
Actuar, ejecutar, hacer. Si no nos ponemos en marcha no podremos
organizarnos y optimizar nuestro tiempo. Si quieres resultados, haz. A las
personas reactivas se les pasa el tiempo sin darse cuenta de que no han hecho
nada. Y cuando se han dado cuenta ya es demasiado tarde. El primer paso es
el que más cuesta; una vez dado ese primer paso, terminar la tarea es mucho
más sencillo. Te voy a poner un ejemplo habitual: a mucha gente le da pereza
prepararse y desplazarse para ir al gimnasio. Después, el ejercicio que
hacemos allí no nos resulta tan pesado, ¿verdad? Y ya una vez que hemos
terminado nos sentimos mucho mejor, por las endorfinas que se liberan
durante la actividad. Al fin y al cabo, hemos «cumplido». Cuanto más
pospongamos ese primer paso, mayor riesgo tendremos de no realizar esa
tarea. Actúa, ponte en marcha sin pensar. Y luego, cuando estés inmerso o
inmersa en la tarea, podrás pensar todo lo que necesites. Nike siempre ha
dicho «Just do It» («solo hazlo», en español). Porque los de Nike saben que,
si lo pensamos tanto, no lo haremos. Igual que cuando el agua de la piscina
está fría. Y aquí me pongo yo la primera de ejemplo, como persona
increíblemente friolera que soy. Cada vez que quería meterme en la piscina
porque estaba muerta de calor se convertían en diez minutos de agonía al sol.
Porque me paraba a pensar en lo fría que estaba el agua. «Sí, son solo unos
segundos, pero qué frío y qué mal lo paso», pensaba. «Ya, ya sé que son solo
unos segundos, pero no puedo» y me volvía a la toalla a la sombra sin
bañarme. Exactamente lo mismo pasa con nuestras actividades: darle vueltas
antes de ponernos en marcha no aporta sino pereza. Sin embargo, si «nos
tiramos al agua» directamente, nos ponemos a hacer la tarea sin pensar, esta
no nos resultará tan pesada y será más fácil que la terminemos. Cada vez que
te ocurra esto, «lánzate a la piscina sin pensar» tú también, verás cómo notas
el cambio.

Pero no todo va a ser «tirarse a la piscina» y ya está. El camino no va a ser


corto, sino se va a tratar de adquirir un hábito y, para ello, William James
dice que se tardan veintiún días en adquirirlo. Durante estos veintiún días vas
a necesitar motivación, compromiso, constancia y disciplina. El resto vendrá
solo, te lo aseguro. Tienes que ser consciente de que con este sistema no vas a
conseguir tu objetivo de inmediato, la recompensa no será sencilla; tienes que
poner de tu parte, pero verás que la satisfacción va a ser mucho mayor
cuando consigas lo que te propones tras un esfuerzo. Porque sentirás que eres
dueño o dueña de tu tiempo y porque te dará la energía y las ganas de querer
más. Recuerda que solo cambiarás tu vida cuando cambies algo que haces a
diario.
Vuelvo al ejemplo del deporte. Porque sé que hoy es el gran caballo de
batalla para muchas personas, probablemente por dos motivos: porque no
somos conscientes de la importancia que tiene y porque el fruto del deporte
no es inmediato o tangible a corto plazo. Cuando comemos chocolate, por
ejemplo, recibimos una recompensa inmediata, el placer inmediato, mientras
que con el deporte no es así, ya que hay que realizar un esfuerzo para liberar
endorfinas y obtener así el placer. Y aquí es donde tenemos que hacernos
fuertes y ser decididos, hacernos parte activa de nuestra vida para conseguir
los resultados que queremos. Y todo esto no se consigue si no es con hábitos.

La clave son los hábitos

Para ser productivo o productiva es muy importante que tengas una serie de
hábitos que te lleven a conseguir los resultados que deseas. En mi caso
particular considero también muy importante el estar comprometido con uno
mismo o una misma, es decir, no fijarse en los objetivos de los demás, sino
en los propios. Mi lema es «no intentes ser mejor que alguien, sino mejor que
ayer». Si te centras en ser mejor que una persona o personas concretas y no lo
consigues puede ser muy frustrante. Sin embargo, si te esfuerzas en mejorarte
a ti mismo, tienes la forma de conseguirlo en tu mano y será mucho más
gratificante. Partirás de tus cualidades y tus limitaciones, de tu situación
específica. Cuando algo depende de ti se te abre un mundo de posibilidades.
Esto quiere decir que vas a competir contra ti mismo o misma para dar tu
mejor versión.

Además de esta «competición» contigo mismo o misma, me gustaría recalcar


que el compromiso es fundamental. El compromiso es respeto a uno mismo,
a una misma. Es cumplir con tus objetivos, con tus deseos. Recuerda que tú
tienes la llave de tu cambio, nadie más. Cuando me hablo, me digo a mí
misma que, cuando fijo un objetivo, me estoy haciendo una promesa personal
de que lo voy a cumplir y voy a continuar creciendo. Y, si las promesas a los
demás las cumplo, debo cumplir también las que me hago a mí misma, por
respeto y porque no me gusta faltar a mi palabra. Y el resto es solo
constancia.

Quizás estés leyendo algo de obcecación por mi parte. Y no lo voy a negar;


hay quien me dice que soy muy perseverante, otros comprometida, hasta los
más cercanos me dicen que soy bastante testaruda. Pero esta obcecación,
perseverancia, testarudez o como queramos llamarla, me ha llevado a
conseguir las metas que me he ido estableciendo. Me desafío a mí misma, me
pongo a prueba para ver hasta dónde soy capaz de llegar. Y puedo decirte que
resulta muy gratificante cuando llegas a la meta que te propones. Pero lo
realmente grande es que quieres más; conseguir un objetivo no debe ser el
final, ya que correrías el riesgo de estancarte y la idea es que mantengas un
sistema en el que la mejora continua es la base. Imagina que eres una persona
desordenada (o tal vez no tengas que imaginarlo, lo eres) y te propones
ordenar tu habitación porque ese día tienes la energía y motivación
suficientes. Lo consigues y te sientes muy bien, pero te quedas estancado,
estancada en ese punto, era tu objetivo, lo consigues y lo dejas abandonado.
Esto te lleva a seguir teniendo la casa desordenada, porque al conseguir el
objetivo no has seguido instaurando el hábito, que es lo más importante a la
hora del cambio.

No voy a negarte que esta testarudez de la que te hablo me ha llevado a


cometer errores. Por ejemplo, he empezado a leer un libro que no me estaba
gustando en absoluto, pero por orgullo (por amor propio, me decía muchas
veces), he seguido hasta el final hasta acabármelo. Y ¡sorpresa! No me sentía
realizada, ni me resultaba gratificante, ni estaba contenta. «¿Por qué, si me lo
he terminado?», decía. Porque, además de que el camino no había sido
agradable (la lectura), no me había aportado nada al terminarlo ni había
contribuido a mi realización personal o a la consecución de un fin
determinado. Perdía el foco en si era importante o útil para mí.
También me ha pasado con algunos cursos (he de decir que han sido pocos),
en los que me he equivocado al elegirlos (bien porque la temática era más
compleja de lo que creía, bien porque había intentado ahorrarme algunos
euros eligiendo un curso más económico, bien porque el curso no cumplía
con mis expectativas…). Una vez más, por testarudez, terminaba los cursos,
no sintiéndome realizada después, ni contenta, ni tenía esa sensación de haber
hecho las cosas bien. Los hacía en piloto automático, para terminar. Hasta
que, el invierno pasado, dejé sin terminar un curso. Lo dejé justo a la mitad.
«¡¿Cómo? ¿Qué he dejado un curso a medias?!» Sí, por primera vez en mi
vida. Y tengo que reconocer que sentí una liberación enorme. Posiblemente
perdí unos cuantos euros no terminándolo, pero habría perdido mucho más
tiempo si hubiera continuado hasta el final. Y, señores y señoras, mi tiempo
vale mucho más, al fin y al cabo, el tiempo es dinero. En los momentos de
escasez los productos se encarecen. Y exactamente lo mismo ocurre con el
tiempo: cuando no tenemos mucho disponible, se convierte en un bien mucho
más preciado. Y perder mi tiempo en un curso que no me es útil ni me reporta
ningún beneficio ni a corto ni a largo plazo no es más que una pérdida de
tiempo. Esto no quiere decir que no sea una persona constante ni
comprometida, ese era mi miedo, admitir que había fracasado. En realidad,
no era así, simplemente me había equivocado, y equivocarse es humano y
natural. Evidentemente, si me lo hubiera propuesto, habría terminado el
curso, pero no quería hacerlo, prefería invertir mi tiempo en algo realmente
importante para mí.

Lo que te quiero enseñar con esta historia es que todos nos podemos
equivocar en la gestión de nuestro tiempo, bien por malas elecciones, bien
por falta de foco en nuestras prioridades, bien por otras causas ajenas a
nosotros, etc. Lo importante es tomar conciencia del error y ponerle remedio.
Si hubiera decidido continuar con el curso, habría perdido alrededor de un
mes de mi vida y no habría podido hacer otras tareas importantes. Ante una
situación como la mía, es mejor asumir el error, analizarlo y buscar una
solución. No hay tiempo para quejarse. Además, tras dejar el curso, te digo
con todo mi orgullo que dediqué mi tiempo, mis ganas y mi energía a escribir
este libro. Mi primer libro. Estoy segura de que desechar ese curso ha sido
todo un acierto porque tú estás leyendo estas líneas, porque tú también buscas
un cambio.

Volviendo al tema de los hábitos, es importante que te plantees que, para


convertirte en una persona productiva, vas a tener que cambiar algunos de tus
hábitos. Puede que, a priori, te parezcan cambios pequeños e incluso
insignificantes y que, probablemente, haciendo un cambio solo un día no
tenga repercusión en los resultados, pero lo verdaderamente importante es
hacer cambios en tu sistema, en tu rutina y seguir buscando la mejora
continua. Por si no lo conocías, la filosofía Kaizen (palabra japonesa que se
compone de dos sinogramas que significan « bueno » y « cambio»), que
recoge un sistema de mejora continua en el que las pequeñas, pero constantes
mejoras, acumulan grandes beneficios a largo plazo. Por ejemplo, puede que
levantarte media hora antes un día concreto no vaya a suponer muchos
resultados, pero si decides levantarte media hora antes todos los días, este
cambio va a tener una gran repercusión en tu vida. El hábito mantenido en el
tiempo es la semilla del éxito. Obviamente va a haber situaciones en las que
falles, como las que yo te he contado anteriormente que me han sucedido a
mí, pero lo importante es integrar esos errores, observarlos, aprender de ellos
y continuar con tu rutina establecida para conseguir lo que te propongas.
Tienes un gran potencial dentro de ti, solo tienes que dejar que se desarrolle.

Unos hábitos bien empleados son tus amigos, mientras que los malos hábitos
puede ser tus peores enemigos. Tú decides cuáles de ellos quieres desarrollar
y nutrir, es algo que está en tu mano. Hay muchos hábitos de los que nos
somos conscientes, que realizamos de manera automática sin cuestionarnos
por qué los realizamos o no; algunos de ellos nos acercan al éxito, mientras
que otros nos alejan de él. Si no eres consciente de qué hábitos tienes, puedes
hacer el ejercicio de anotar todos y cada uno de ellos durante una semana
completa y clasificarlos en hábitos positivos o negativos, según te ayuden o
no a alcanzar el éxito. Por ejemplo, si tu objetivo es perder peso, comer
comida basura todos los días podría ser un hábito negativo. Haz la
clasificación según tus objetivos para conseguir hacerte consciente de qué es
lo que tienes que cambiar y qué es lo que tienes que mantener en tu vida.

Como te comentaba anteriormente, es importante que a la hora de establecer


una meta sea una meta realista, que sepas que puedes cumplir. Y, a partir de
ahí, puedes ir ampliando tus objetivos. De hecho, mi consejo es que nunca te
detengas, la consecución de un objetivo no debe suponer el fin de tu carrera,
sino que podría ser el principio de una trayectoria más ambiciosa. Por ponerte
un ejemplo algo exagerado: no me voy a proponer escalar el Everest yo sola
mañana porque es imposible que lo consiga. Y seguirá siendo imposible (o
muy improbable, para los más confiados) que mañana, ni siquiera dentro de
unos meses, lo consiga, ya que no soy alpinista ni tengo ciertas cualidades
innatas necesarias para ello. Sin embargo, escalar el Everest podría ser una
meta a largo plazo mientras me voy poniendo pequeños hitos más sencillos a
la par que gratificantes. O incluso escalar el Everest podría no estar entre mis
metas como alpinista y establecer un objetivo más cercano, una montaña más
baja, como el Almanzor. O la montaña de mi pueblo. Lo importante es la
conciencia de mejorar, de comprometerte con tus objetivos, de ser proactivo
o proactiva. Lo importante es disfrutar del camino, es la clave para no
abandonar. Conseguir una meta por sí sola no te va a proporcionar la
felicidad inmediata, pero establecer nuevos objetivos va a permitir que
continúes motivado o motivada y te será más gratificante a largo plazo,
además de permitirte organizar tus hábitos. Si esto no es así, es que necesitas
hacer algunos ajustes en tu programa, no tengas miedo de hacerlo, lo
importante es que tengas un sistema que te funcione y puedas mantenerlo en
el tiempo. Si no consigues tu objetivo, valora en qué has mejorado. Si lo has
hecho, estás en el camino adecuado, lograrás lo que te propongas con
perseverancia. Al principio puede que no veas cambios, pero si eres constante
lo conseguirás, no te detengas ni te frustres, simplemente sigue hacia adelante
y disfruta de lo que haces.

Obviamente no todos los hábitos son motivadores; a muchas personas de las


que conozco les motiva más quedarse viendo la televisión que salir a hacer
deporte, navegar por internet en lugar de leer un libro… está en ti hacer de tus
hábitos algo atractivo. Cuando los interiorices y actúes de forma
inconsciente, no te plantearás siquiera si son motivadores o no, sino que
directamente ejecutarás. Unos buenos hábitos te van a dar libertad, ya que, al
tener automatizadas algunas tareas, tendrás más energía para realizar otras y
tendrás la mente más despejada. Esto te va a permitir disfrutar más de tu ocio,
por ejemplo, lo que contribuirá a tu felicidad.

Si eres de los que les cuesta instaurar hábitos, intenta propiciar el ambiente
para que se den. Por ejemplo, a mí me ayuda a estar más concentrada el
hecho de tener mi espacio de trabajo limpio, ordenado, con el material que
necesito siempre accesible y el móvil fuera de la vista. Mi mente
automáticamente asocia este espacio al trabajo y la concentración y me
permite tener unos hábitos más estables y sin esfuerzo. El ambiente hace más
fácil que consigamos nuestros objetivos y mantengamos un sistema de
hábitos en el tiempo. Siempre intento que mis espacios estén bien
diferenciados para propiciar el ambiente de realización de cada uno de ellos:
trabajo en el despacho, descanso en el dormitorio, ocio en el salón, comidas
en el comedor, deporte en la calle o el gimnasio… Pero entiendo que esto no
siempre va a ser posible por temas de espacio, organización, etc. Si
compartes espacio para varias tareas, intenta que se realicen desde
perspectivas diferentes, sentado en sillas distintas, etc. Siempre que sea
posible, intenta que cambie tu espacio cuando cambies de tipo de tarea, esto
de ayudará a estar más enfocado o enfocada.

Otro método que me funciona muy bien es, tras analizar mi rutina, dificultar
la realización de los hábitos negativos y facilitar la realización de los hábitos
positivos. Por ejemplo, si quiero salir a hacer deporte, dejo mi ropa preparada
para el día siguiente o, si no quiero utilizar el móvil, lo saco de la habitación.
El cerebro tiene preferencia por los hábitos fáciles, siempre busca ahorrar
energía. Si quieres dejar de comer comida basura, no la tengas en casa; si
quieres leer más, pon un libro en tu mesita de noche… Cuanto más sencillo
sea un hábito, mayor probabilidad tendrás de mantenerlo.

Además de propiciar un buen ambiente y hacer que tus hábitos sean


atractivos y sencillos, intenta que sean consistentes, que sean lo más
parecidos posible entre sí. Esta estabilidad te ayudará a mantener la actividad
a lo largo del tiempo.

Un consejo sencillo para motivarte con los hábitos es que, como no vas a
recibir resultados inmediatos durante la realización de tus tareas, asocia un
premio tras la culminación de una actividad positiva que te cueste. Por
ejemplo, puedes ver una película que te guste tras una sesión intensa de
deporte. Obviamente estos premios (o castigos, en su defecto), tienen que
estar alineados con tus objetivos. Por ejemplo, no sería coherente irse a una
hamburguesería y comerse un menú grande para compensar una sesión de
deporte. En cuanto a los castigos, a mí personalmente no me gusta aplicarlos,
ya que con el refuerzo positivo me resulta suficiente, pero entiendo que en
casos más complejos podría ser una herramienta valiosa para instaurar un
hábito. Te contaré un ejemplo real tiene que ver con el compromiso con el
deporte. Un chico bastante activo que quería empezar a competir acordó con
un amigo suyo que, si faltaba un solo día al gimnasio durante los meses de
preparación, tendría que pagarle una elevada cantidad de dinero. Con tal de
no perder este dinero, no faltó ni un solo día a su cita con el deporte y su
competición fue bastante exitosa para ser la primera. Quizá este método
pueda parecer radical, pero hay algunas personas que les funciona bastante
bien.

Lo más positivo de los hábitos es que, al ser tareas automáticas, liberan carga
mental y dejan más margen al cerebro para emplear su energía en tareas
realmente demandantes. Cuantas más tareas tengas automatizadas, mejores
resultados tendrás en otras actividades más complejas. Emplea tus esfuerzos
en tareas realmente productivas. Analiza en qué gastas tu batería y aprende a
dosificarla bien.

La procrastinación
Seguro que has oído el refrán que dice «no dejes para mañana lo que puedas
hacer hoy» y creo que es un excelente punto de partida para entender la
importancia de evitar posponer las tareas para ser productivos. La
procrastinación nos lleva a la falta de productividad, a la pérdida de tiempo y
a la no consecución de nuestros objetivos.

Según la RAE, procrastinar es «diferir, aplazar». Muchas veces tendemos a


posponer nuestras obligaciones incluso sabiendo que ese aplazamiento no nos
va a aportar nada positivo, sino todo lo contrario. Se me ocurre un ejemplo
muy claro y que surge en torno al uso que le damos a nuestro despertador.
Porque seguramente sepas que hay dos tipos de personas: las que se ponen
varias alarmas y las posponen y las que solo ponen una y se levantan. En
general, levantarse pronto por las mañanas nos cuesta a todos. Porque
estamos muy cómodos en la cama, porque queremos seguir durmiendo,
porque no nos apetece salir de casa con el frío… En mi caso, pongo una
única alarma y me levanto inmediatamente después de que suene. Quizás esto
me ha venido inculcado desde que era niña, cuando mi padre me levantaba
tirando de mí, me hacía quedarme de pie y ponerme a caminar, y se quedaba
esperando antes de irse a trabajar hasta que estaba seguro de que no volvería
a la cama. Y he de decir, a pesar de que en su momento me diera rabia, que
tengo que agradecérselo porque ahora soy capaz de levantarme a la primera
siempre. Porque, de no hacerlo, correría el riesgo de quedarme dormida y
porque, según los expertos, posponer la alarma hace que tengamos peor
memoria, peor capacidad de reacción y que nuestro rendimiento disminuya
más durante la jornada. Y porque, además, evito perder tiempo que no me va
a reportar beneficio. ¿Para qué poner la alarma a las 7:30 y posponerla
durante media hora en la que no descanso si puedo ponerla a las 8:00 y
dormir media hora más sin interrupciones? Piénsalo y aplícalo a todos los
casos en los que procrastines, date cuenta de que posponer las tareas no las va
a hacer más atractivas, ni vas a conseguir que se hagan solas.
Estoy convencida de que gran parte del problema de procrastinar reside en
que nos cuesta dar ese primer paso, el de poner el pie en el suelo como me
hacía mi padre cuando era niña, el de tirarse al agua fría la piscina sin pensar.
Porque una vez hecho, el resto es muchísimo más fácil. Te animo a que
pruebes a dar ese primer paso sin pensártelo para empezar a hacer las tareas
que más te cuestan: levantarte de la cama, planchar, cambiar los armarios,
hacer esa llamada que tienes pendiente, enfrentarte a una situación
incómoda… verás que luego te resulta muchísimo más fácil. Evidentemente
el no pensar no aplica para todas las circunstancias ni hay que tomárselo al
pie de la letra. Lo que te quiero decir es que dar vueltas antes de realizar algo
no nos aporta ningún beneficio, sino que nos resta productividad y nos
consume tiempo y energía.

Últimamente he investigado mucho sobre la procrastinación; me resulta


curioso por qué tendemos a evitar la realización de ciertas tareas. Siempre
había pensado que se trataba simplemente de pereza, pero, tras mucho leer y
reflexionar, he llegado a la conclusión de que no siempre es así. Conozco a
muchas personas muy activas y nada perezosas que procrastinan con alguna
tarea e incluso yo misma te he contado en este libro que he procrastinado en
alguna ocasión. Estudios recientes indican que tendemos a procrastinar a la
hora de enfrentarnos a ciertas emociones negativas (aburrimiento,
inseguridad, frustración, miedo…). No se trata de una mala gestión del
tiempo como se creía antes, ni de pereza o mala organización. Al ser humano
le cuesta enfrentarse a algunas situaciones que le resultan incómodas, por eso
nos cuesta dar ese primer paso. Mi estrategia aquí es dar el primer paso sin
pensar, lanzarme al agua fría de la piscina como te contaba antes. Y después
ya solo es continuar, que siempre es más fácil que empezar.

Se me ocurre un ejemplo real de procrastinación que me proporcionó un


familiar cercano, esta vez en el ámbito laboral. En el mes de enero, el director
del área de una importante empresa le encomendó a uno de sus gerentes que
le hiciera una propuesta de plan estratégico de ventas para presentárselo el
mes de diciembre de ese mismo año, era un trabajo de gran complejidad. La
complejidad de este nos daría para un libro aparte, pero, para que te hagas
una idea, había trabajo para meses. El gerente se vio abrumado, casi
paralizado por el encargo que tenía entre manos. Era la primera vez que hacía
algo así, tan complejo y con tantísima repercusión para la empresa. Se sentía
inseguro e incapaz de hacerlo. Pasaban los días, las semanas, los meses y no
conseguía empezarlo, ni siquiera tenía una línea escrita. Cuanto más tiempo
pasaba, cuanto más procrastinaba nuestro gerente, más estrés le suponía, más
incapaz se veía, mayor carga mental tenía, porque no podía dejar de pensar en
ello. Pero no hacía nada, nunca empezaba. A finales de octubre empezó a
tener pesadillas a diario, pero no conseguía ponerse en marcha. Finalmente
empezó la tarea a finales de noviembre tras un recordatorio de su director y
tuvo que trabajar casi de sol a sol para poder terminarlo antes de que acabara
el año. Lo hizo sin tiempo, con muchísimo estrés, sin pensar, deprisa y
corriendo. Lo entregó el 23 de diciembre, antes de Navidad. Cuando su
director empezó a revisarlo, le preguntó muy enfadado que qué era aquello, el
trabajo que había hecho no tenía sentido y no servía, se veía claramente que
no se había tomado su tiempo para hacerlo. El gerente no fue capaz de dar
una razón de peso y dimitió. Se avergonzaba de haber procrastinado con algo
tan importante y no fue consciente de que la inseguridad y el miedo le
invadían. ¿Qué podría haber hecho nuestro gerente? En primer lugar, analizar
lo que le pasaba: se sentía inseguro ante ese nuevo encargo y temía no estar a
la altura de las exigencias. En segundo lugar, debería haber establecido un
plan de acción desgranando y organizando las distintas actividades que le
llevaran a conseguir su objetivo, que podían pasar incluso por buscar ayuda si
no se sentía cómodo con ciertas tareas o delegar algunas actividades. Por
último, tendría que ejecutar y respetar su plan para cumplir con los plazos
propuestos. Cuando tengas la tentación de procrastinar, plantéate por qué lo
haces, qué sentimiento o emoción esconde esa procrastinación. Tras
identificarlo, hazte consciente de que posponer la tarea no va a evitar que ese
sentimiento desaparezca, sino que va a hacer que se magnifique impidiéndote
avanzar. Un problema pequeño hoy puede convertirse en un problema grande
mañana.

¿Sabías que los estudios más recientes indican que los españoles pasamos de
media unas dos horas diarias en redes sociales? Puede parecer poco tiempo,
pero ¿qué te parece si te digo que son en torno a 730 horas al año? Imagina
todo lo que podrías hacer en esas horas disponibles. Las redes sociales
pueden ser una poderosa herramienta de trabajo y promoción de una empresa,
por ejemplo. Pero en la mayor parte de los casos no es así, sino que sirve solo
de entretenimiento y, como consecuencia, nos lleva a dejar de lado tareas
importantes para nosotros.

Hoy, con el uso de los teléfonos móviles, la procrastinación es aún más


habitual. ¿Cuántas veces has oído decir a alguien: «tengo muchísimas cosas
que hacer hoy…» mientras cogía el teléfono y revisaba las redes sociales de
su expareja? O personas que te dicen que tienen mucho trabajo, pero
constantemente publican o interactúan en redes sociales. Incluso tú mismo, tú
misma, coges el móvil para hacer una llamada importante y al final te distraes
entrando a revisar tus notificaciones y, cuando te quieres dar cuenta, ya no
recordabas lo que ibas a hacer. Porque los dispositivos están diseñados para
que nos comportemos así, las redes sociales están hechas para
«engancharnos» y hacernos perder el foco y la concentración, ya que en ellos
reside la inmediatez. Si todos registráramos el tiempo que pasamos con el
móvil, más de uno se llevaría una sorpresa. Te animo a que hagas la prueba;
yo utilizo el tiempo de uso de mi móvil para controlarlo, está incluso dividido
por aplicaciones. Hazlo y, cuando tengas los resultados, recuerda que ese
tiempo suele ser tiempo perdido que no has aprovechado en tareas
importantes. La buena noticia es que hay formas de evitar perder el tiempo
con el móvil: desinstalar los juegos o las aplicaciones que no te aportan y que
te restan mucho tiempo, limitar el tiempo de uso con las opciones de bloqueo
que ofrece el dispositivo, dejar el móvil en otra habitación, apagarlo, etc.
Conozco un caso extremo de una persona que no tiene un teléfono inteligente
por decisión propia, porque no quiere perder el tiempo ni distraerse, aunque
hoy en día esta opción es bastante complicada de mantener teniendo en
cuenta que muchas de las gestiones importantes que realizamos son a través
de nuestros móviles. Los dispositivos también son herramientas importantes
de organización, pero hay que saber utilizarlos correctamente.

Vamos a ver un ejemplo que seguramente te resuene: ¿cuántas personas


conoces que lleguen por sistema tarde a todos los sitios? Al colegio a dejar a
sus hijos, a una cita médica, a una cena con amigos… En algunos casos los
retrasos no tienen consecuencias, pero en otros sí (llegar tarde a una
entrevista de trabajo, perder una cita médica…). Me llama especialmente la
atención cómo algunas personas tienen más que interiorizado y aceptado que
«son impuntuales» y se resignan a vivir así. La impuntualidad reside en
muchos casos en la procrastinación, en la falta de acción por parte de estas
personas para ejecutar la tarea necesaria, como vestirse o arreglarse con
tiempo, pero también tiene que ver con la resistencia a dejar de hacer las
tareas que las llevan a procrastinar: ver la televisión, navegar por internet,
interactuar en redes sociales… No obstante, existen casos en los que la
impuntualidad no solo es por procrastinación, sino que puede ser también por
una mala organización, una mala planificación del tiempo disponible, por
subestimar el tiempo que tardan en hacer otras tareas necesarias como
prepararse, desplazarse, etc. Si eres una persona impuntual, plantéate cuál es
la situación que te lleva a llegar tarde: ¿comienzas a prepararte con poco
tiempo porque te entretienes mirando el móvil? ¿o crees que tardas media
hora en arreglarte y realmente tardas una? Hay casos (son los más reducidos)
en los que la persona impuntual se sobrecarga de tareas y al final no consigue
terminarlas ni llegar a tiempo.

Como podrás imaginar, soy persona muy puntual, me estresa mucho no llegar
a tiempo a mis citas, en primer lugar, por las consecuencias que pueda tener
(perder una cita médica, no llegar a tiempo a recoger a mis hijos al colegio…)
y, por otro lado, porque no me gusta hacer esperar a otras personas,
independientemente de si son de confianza o desconocidas. El secreto para
ser puntual no es otro que el mismo que para gestionar correctamente el
tiempo: planificar de forma idónea nuestras actividades y recursos y ejecutar
las tareas necesarias con antelación evitando procrastinar.

Para planificar y organizarse bien es necesario saber cuánto tiempo te va a


llevar realizar las tareas anteriores a la cita. Conozco a una persona que se
arregla antes de salir de casa como si fuera a ser la presentadora de un
programa de televisión o, mejor dicho, como si fuera la protagonista de una
película de Hollywood. Para ser sinceros, sale siempre impecable de casa:
con el pelo perfectamente peinado, maquillada con esmero, elegantemente
vestida y con todos sus complementos combinados. Esto no tendría nada de
malo si no fuera porque tarda una media de dos horas en arreglarse cuando
ella afirma que solo tarda una y planifica su tiempo en base a esta estimación.
Podrás imaginarte que siempre llega tarde a todas partes. No ha llegado
nunca a tiempo en los quince años que la conozco. ¿Por qué no empieza una
hora antes, así de sencillo? Porque subestima el tiempo que le lleva
prepararse y porque se niega a aceptar que tarda tanto en hacerlo. El
problema no es solo que siempre llegue tarde a sus citas, sino que deja
muchas otras tareas sin hacer por tener que arreglarse. Alguna vez le he
planteado que quizás no deba ser tan perfeccionista, al menos no siempre.
Estaremos de acuerdo en que invertir dos horas para bajar a comprar el pan es
demasiado tiempo. A mí personalmente no me compensa. Por eso a veces
tendríamos que plantearnos también el porqué de nuestro perfeccionismo, si
es el caso. Pero esto daría para otro libro. Lo que sí te puede servir es valorar
si te compensa invertir mucho tiempo en algunas tareas que apenas reportan
beneficio. Como comentaba en capítulos anteriores, es mejor limitar este
tiempo o incluso eliminarlo si es posible.

En mi caso, sí que suelo entrar a valorar cuánto esfuerzo o empeño tengo que
poner a las tareas, estudiando el impacto que tienen en el resultado. Si
dedicando dos horas a una tarea tengo resultados muy parecidos a los que
tendría si le dedicara una, lo tengo claro. Si hay una gran diferencia en el
resultado y puede contribuir a la consecución de objetivos importantes para
mí, entonces querrá decir que merece la pena el esfuerzo. Te invito a que
reflexiones sobre los beneficios que te reportan las tareas que haces y los
resultados que tienes según el tiempo que les dediques. Verás con claridad en
qué situaciones puedes limitar el tiempo y aprovecharlo en otras actividades
más importantes para ti. Nunca te voy a pedir que le dediques poco tiempo a
una decisión importante en tu vida, pero sí podría sugerirte que limites el
tiempo que empleas en tareas vacías o que apenas tienen repercusión en tu
vida.

Es muy importante que seas flexible, que te adaptes a las situaciones y que
tus hábitos se adapten a ti. Permítete fallar de vez en cuando sin castigarte.
Todos somos humanos y cometemos errores. Ser demasiado estrictos podría
llevarnos a tener ansiedad cuando no actuamos como se espera, a vivir
estresados y a bloquearnos a la hora de avanzar. Ten claro tu objetivo, ve
hacia él, pero adáptate también a tus propias necesidades y circunstancias, a
los imprevistos que puedan surgirte y, por supuesto, escucha a tu cuerpo y a
tu mente y alinéate con ellos. Recuerda que ningún camino es recto, sino que
existen curvas, subidas, bajadas y cambios de rasante; lo importante es que la
dirección que tomes sea la correcta. James Clear, en su libro Hábitos
Atómicos, me inspiró con un consejo que utiliza él mismo en su vida: si fallas
un día en un hábito, esto no tendrá consecuencias negativas, pero, si fallas
dos días seguidos, ya estás entrando en el peligroso camino de los malos
hábitos. Clear comenta que no se permite fallar dos días seguidos para no
perder la rutina y yo lo aplico de igual manera. Puedo decirte que la fórmula
funciona.

Te animo a que hagas la siguiente prueba cuando creas que estás


procrastinando; tendrás que controlar las diferentes etapas que conforman el
ciclo de procrastinación y hacerte consciente de si pasas o no por ellas.
Tomar conciencia de este ciclo te ayudará a evitar este tipo de conductas.
El primer paso cuando se procrastina es el nacimiento de una obligación, un
« tengo que » , una tarea que se nos ha impuesto. Obviamente las obligaciones
no son atractivas, por lo que pasamos a la segunda fase, en la que
anticipamos la situación incómoda en la que nos vamos a encontrar
realizando esa tarea. Al creer que vamos a sufrir, entramos en la siguiente
fase, en la que buscamos « consuelo » realizando otras tareas, productivas o
no, aplazando así la tarea que queríamos realizar. Esto nos proporciona una
satisfacción inmediata, que posteriormente nos llevará a sentir culpa por no
haber hecho lo que debíamos hacer. Y lo grave es si estas conductas se
convierten en hábitos, ya que condicionarán nuestra vida negativamente y
cada vez nos costará más encontrar la motivación para salir de la espiral.

También te puede ser de gran ayuda entender los motivos que te llevan a
procrastinar. Los motivos principales son:

El entorno; las personas que nos rodean pueden ejercer mucha influencia
sobre nuestras conductas. Si tu objetivo es hacer deporte y te rodeas de
personas sedentarias, te será más difícil evitar posponer el deporte. Si quieres
tener una serie de hábitos concretos, es importante que identifiques a las
personas que te llevan a hacer lo contrario.

Las tentaciones son otro de los motivos que nos llevan a procrastinar: el
móvil, la televisión, la comida… para evitar caer en las tentaciones lo más
efectivo es alejarnos de ellas o limitarlas. Si quieres seguir una dieta
saludable evita tener comida basura en casa, por ejemplo.

Una baja energía es otra de las causas que más lleva a las personas a
procrastinar. Presta atención a tu entorno y date cuenta de cuántas personas
dicen que están agotadas, que no tienen energía ni fuerza para hacer muchas
tareas. La buena noticia es que, si tú también te encuentras en esta situación,
mediante una serie de prácticas habituales tendrás un extra de energía para
realizar las tareas que te propongas. Si priorizas la alimentación saludable y
equilibrada, realizas deporte de forma regular, si duermes lo suficiente, te
mantienes hidratado o hidratada, te rodeas de gente positiva, paseas al aire
libre, dedicas unos momentos diarios a la meditación, etc. notarás un cambio
y un aumento de energía, que te llevará a ser más productivo o productiva y
aprovechar mejor tu tiempo disponible. Otro ejercicio muy positivo para
ganar energía es escribir una lista de las cosas que haces y de personas a las
que ves de forma regular. Marca las que te animan y te dan energía e intenta
buscarlas cuando tengas la batería baja.

La falta de motivación también nos lleva a procrastinar una tarea. Hay que
encontrar la forma de estar motivado o motivada, no hay que esperar a que
nos venga de forma repentina o milagrosa. Se hace camino al andar, es decir,
cuanto más actuemos, más progresemos, más motivados estaremos. Si un día
te falta motivación, establécete tres tareas concretas y ve a por ellas,
consíguelas. Te dará un extra de fuerza.

Por último, hay personas que tienen una visión algo distorsionada de la
realidad, bien por ser demasiado optimistas o demasiado pesimistas. Los
optimistas creen que pueden hacer más de lo que realmente pueden, dejando
muchas tareas sin concluir, mientras que los pesimistas no realizan las tareas
por miedo o por no sentirse lo suficientemente seguros para realizarlas.

Tipos de procrastinadores

A continuación, te presentaré una lista resumida con los tipos de


procrastinadores que hay, ¿te identificas con alguno de ellos?

En primer lugar, tenemos al perfeccionista. Son aquellas personas que dan


tantas vueltas que al final no consiguen culminar sus tareas, porque nunca las
encuentran de su agrado. El consejo aquí es « mejor hecho que perfecto » . Si
buscas la perfección, nunca la vas a encontrar, lo mejor es que te pongas en
marcha para avanzar y establezcas un tiempo límite para realizar tus tareas.

En segundo lugar, están las personas que yo llamo soñadoras. Imaginan hacer
tantas cosas que al final no ejecutan ninguna. ¿Cómo solucionarlo?
Centrándote en unos objetivos claros y realizables y ponerte en marcha
cuanto antes para conseguirlos.

Otro tipo de procrastinadores son las personas negativas, aquellas que se


quejan constantemente de todo: de la gente, de los procesos, del tiempo… y
entre queja y queja no hacen nada. La gente productiva de verdad no tiene
tiempo ni energía para quejarse, además de que para ellos siempre existe una
solución, una salida. Esta es la clave del éxito: buscar soluciones, ponerse en
marcha, porque problemas o circunstancias adversas siempre van a existir.

Las personas demasiado ocupadas también podrían ser procrastinadoras,


puesto que tienen tantas tareas que no son capaces de terminarlas todas. En
estas situaciones lo ideal es saber poner límites y decir que no a ciertas
actividades. Suelta aquello que no sea importante.

Querer hacer demasiadas tareas a la vez también conforma un tipo de


procrastinador, el multitarea. Su atención se divide entre varias actividades,
evitando poner el foco en lo realmente importante. Para evitar caer en este
error, lo mejor es asignar un tiempo específico a cada tarea para evitar que se
superponga con otras.

Las personas distraídas suelen procrastinar por naturaleza. Cuando van a


hacer una tarea terminan llamando por teléfono, contestando mensajes o
realizando una actividad que no tiene nada que ver con la inicial. En estos
casos la mejor estrategia es eliminar el mayor número de distracciones
posible: suprimir las notificaciones del móvil, ponerlo en modo avión, apagar
la televisión…

Hay otro caso de procrastinadores que evitan realizar actividades complejas y


se centran en realizar tareas simples para no tener que enfrentarse a una
situación difícil. En estos casos hay que analizar la causa concreta de
esquivar ciertas tareas y centrarse en trabajarla, si es posible con ayuda de
otra persona.

Por último, y como ya he comentado anteriormente, están aquellas personas


que afirman trabajar mejor bajo presión. Esta expresión es solo una ilusión;
como ya sabes, el estrés y las prisas no son buenas amigas de la
productividad. Lánzate a la piscina y actúa cuanto antes para evitar caer en el
«síndrome del último minuto».
Como ejercicio para evitar la procrastinación, si tienes identificada la tarea o
tareas que procrastinas habitualmente, será muy positivo que te dediques una
hora concreta de cada día (intenta que sea fija) para realizar esta tarea
concreta y no la pospongas. Comprométete contigo mismo o contigo misma
para realizarla. Por ejemplo, de 8:00 a 9:00 puedes salir a correr todos los
días, o de 18:00 a 19:00 puedes dedicarte a organizar la comida del día
siguiente para conseguir comer sano.
7- EXAMEN de tus resultados

Ahora que ya sabes cómo llevar a cabo el plan antes de realizar tus tareas,
pasamos a la parte en la que tienes que valorar los resultados tras la ejecución
de tus tareas. Regularmente tendrás que evaluar cómo ha sido tu organización
en un período determinado de tiempo, siempre teniendo presentes tus
objetivos y metas. Para comenzar, puedes ir analizando cómo han ido tus
días, comprobando la agenda y la lista de tareas. Si te han quedado muchas
tareas que realizar, si crees que podrías haber hecho más, si han tenido la
calidad que esperabas… Asegúrate de asignar un momento concreto de tu día
para realizar este análisis, no tengas miedo de perder el tiempo, ya que esta
tarea es muy valiosa para continuar mejorando. Posteriormente, cuando ya
hayas avanzado, podrás hacer el examen de forma semanal, cuando ya hayas
establecido un hábito que te funcione. Por último, cuando tus semanas estén
bastante estables y bien planificadas, te propongo que hagas un examen
mensual: valora si has cumplido con tus objetivos, si has continuado
procrastinando... Plantéate si te has puesto demasiadas metas o demasiado
ambiciosas, si has pensado que tardabas menos en realizar tus tareas de lo
que realmente has tardado, cuáles son los ladrones del tiempo y, sobre todo,
entiende cuáles han sido los motivos para no realizar todo lo que te has
propuesto. Y establece de nuevo un plan de acción para mejorar, para seguir
tu camino y competir contra ti mismo o misma y planifica tus próximos días.
Quizás tengas que ajustar tus objetivos, eliminar tareas o actividades o ajustar
algunos hábitos. No te olvides de celebrar tus logros, cada objetivo
conseguido es una victoria. Esto reforzará tu mentalidad positiva.

Si has conseguido completar todos los objetivos que te habías propuesto,


¡enhorabuena! Has hecho un trabajo excepcional. Probablemente te sentirás
tan realizado o realizada que vas a querer más, la gran motivación que sientes
hará que quieras seguir buscando mejorar y, como ya sabes cómo hacerlo,
sigue adelante, ya sabes que lo vas a lograr. Tu único límite eres tú.
8- Consejos sencillos para aumentar la productividad.

Por último, me gustaría compartir contigo algunos trucos de organización


genéricos que incluyo en mis rutinas o en mi planificación semanal, que te
serán muy útiles para tu día a día, ya que son muy generales y se pueden
utilizar en casi cualquier circunstancia.

1- Establece un día concreto para realizar actividades recurrentes.

Por ejemplo, fija un día concreto para hacer la compra o para hacer la
limpieza general de la casa. De esa manera te aseguras de que siempre vas a
tener el hueco para realizarlo y no lo vas a posponer.

En mi caso concreto, vamos al supermercado los jueves, porque es el día que


más nos funciona a nosotros por distintos motivos. Eso quiere decir que antes
del jueves debemos tener claro qué es lo que vamos a comprar y, para ello,
elaboramos el menú semanal tras revisar qué tenemos en la nevera y el
congelador. Obviamente no preparamos la lista de la compra a una semana
vista porque puede haber productos que no se gasten o cambios de planes.
Normalmente el día antes reviso qué hay en la nevera y, dependiendo de lo
que haya, establezco el menú semanal. Por otro, tengo una lista con los
productos que compramos habitualmente (lácteos, huevos, etc.) a la que
añado los ingredientes necesarios para esa semana concreta. Si hay algún
producto de larga duración (detergente, jabón para los platos…) que se está
acabando, lo incluyo en una nota en la pizarra de la cocina para poder
añadirlo como extraordinario cuando termine la lista. Es decir, tengo la lista
fija a la que añado dos elementos: productos concretos para hacer el menú de
esa semana y productos de larga duración anotados en la pizarra de la cocina.

Por otro lado, debido a la falta de tiempo durante la semana, practicamos el


batch cooking, es decir, cocinamos durante el fin de semana la comida para
los días siguientes y la congelamos para ir sacándola día a día y garantizar así
que tenemos comida saludable lista para comer.

2- Divide las tareas grandes en pequeñas.

Una tarea grande puede verse como algo inalcanzable o muy lejano en el
tiempo. Sin embargo, si divides esa gran tarea en actividades más pequeñas,
puedes ir consiguiendo hitos poco a poco y seguir motivándote para llegar
hasta el final. Este consejo puede ser aplicable en el trabajo o en tus estudios
y también puede servir para actividades del hogar o de ocio. Imagina que
tienes que preparar un evento importante, como una boda o una fiesta
sorpresa de cumpleaños. En lugar de organizar todo a la vez sin mucho
sentido piensa en los tipos de tareas que están relacionadas con la
consecución del objetivo. Por ejemplo, elaborar la lista de invitados y
confirmar sus intolerancias o alergias, pedir presupuestos a distintos
proveedores, elegir el lugar para la celebración de la fiesta… son tareas
diferentes que pueden organizarse de forma independiente. Si se planifican
con tiempo, se pueden ir haciendo paulatinamente e ir tachándolas de la lista.

3- Escucha a tu cuerpo. No siempre es buen momento para hacer


todas las tareas.

Cada persona tiene distintos momentos de máxima productividad a lo largo


del día, dependiendo no solo de sus circunstancias, sino también de sus
biorritmos.

El biorritmo según la RAE es el «ciclo periódico de fenómenos fisiológicos


que en las personas puede traducirse en sentimientos, actitudes o estados de
ánimo repetidos cada cierto tiempo».

Analiza y anota en un papel cuándo son tus momentos de mayor y menor


productividad, lo notarás dependiendo de la energía que tengas. Hay personas
que por la mañana se levantan y pueden hacer cualquier actividad y otras que
no son capaces ni siquiera de hablar. Hay personas que tienen un «bajón» de
energía después de comer y resurgen por la tarde. Anota cómo te sientes
durante el día y verás cuáles son tus momentos óptimos para realizar tareas
demandantes y cuáles lo son para tomarte un descanso. Una vez que tengas
claros tus biorritmos, organiza tus actividades en función de tu horario de
mayor rendimiento. Por ejemplo, no te pongas actividades complejas a
primera hora de la mañana si eres de los que necesita uno o varios cafés para
despejarse. Sacarás el máximo partido de tu energía disponible.

4- Motívate con la música.

En momentos de falta de energía, de situaciones en las que estés algo


desmotivado o desmotivada o simplemente cuando vayas a realizar una tarea
que requiera un extra de energía física, prueba a ponerte música animada. Yo
suelo hacerlo cuando hago la limpieza general de la casa. A los diez minutos
de haberme puesto la música se me ha olvidado el cansancio o la pereza. Más
de una vez me ha encontrado mi marido bailando sin parar mientras pasaba la
aspiradora.

5- Ordena el espacio para concentrarte mejor.

Una casa desordenada lleva a una disminución de la concentración, un


aumento del estrés, además de que roba tiempo y energía. Si tienes bien
ordenado y organizado tu espacio, serás capaz de planificar mejor y de paso
te ahorrará mucho tiempo de buscar cosas hasta encontrarlas (¡esto también
disminuye la productividad!). Intenta ser ordenado u ordenada, ve poco a
poco, te aseguro que notarás los resultados.

6- Ten listas estándar para ahorrar tiempo.


Para optimizar al máximo el tiempo, siempre tengo disponibles dos listas de
ropa y enseres necesarios tanto para mí como para mis hijos para hacer la
maleta: (una para invierno y otra para verano). Viajamos muchos fines de
semana a visitar a mi familia, por lo que se podría decir que vivimos entre
maletas. Estas listas me dan tranquilidad y me ahorran mucho trabajo. Cada
vez que tengo que hacer una maleta, saco mi lista y la termino en pocos
minutos. Estas listas son extrapolables a cualquier otra situación recurrente de
tu vida.

7- Aprovecha los tiempos muertos.

Los tiempos muertos son los momentos de espera, de transición de una tarea
a otra, como las esperas en la consulta médica, los trayectos en el coche…
son tiempos que, a priori, no aportan nada y que se pueden aprovechar.
Cuando conduzco escucho las noticias de la radio por si ese día no las puedo
ver en la televisión, o bien escucho audiolibros, aprovecho para hacer
llamadas a mis amigos o familiares para interesarme por ellos... Cuando voy
al médico, suelo llevarme un libro para leer, el ordenador para adelantar
trabajo, etc. Piensa en qué puedes hacer el día antes de la cita y prepara lo que
necesites: libro, ordenador, un jersey que estés tejiendo… cualquier cosa es
válida.

8- Agrupa las tareas parecidas entre sí

Si realizas todas las tareas similares seguidas, notarás una mayor


productividad, ya que estarás evitando cambiar de contexto, lo que hace que
disminuya la concentración. Tendrás el foco en lo que estás haciendo y serás
mucho más eficiente.

9- Empieza por las tareas que se tarda menos en hacer.


Si empiezas haciendo tareas que no te llevan mucho tiempo, te sentirás
productivo y tendrás más ganas de continuar con el resto de las actividades.
Por ejemplo, reservar una cita médica, poner las lentejas del día siguiente en
remojo, poner una lavadora, cualquier tarea sencilla que se te ocurra. Trata de
encadenar las tareas fáciles al principio. Esto te ayudará a liberar muchas de
las tareas pendientes y así tener energía y motivación para continuar con las
más arduas.

10- Si estás estancado o estancada en una tarea, cambia.

A veces nos quedamos bloqueados en una tarea compleja. En este caso,


necesitamos que nuestra mente se despeje y tome distancia. Para ello,
cambia de actividad. Cuando vuelvas a la actividad en la que estabas
atrapado o atrapada anteriormente, la verás con mayor claridad.

11- Perfecciona tus tareas clave.

Cuanto más repitas o practiques una tarea o actividad, más eficiente serás en
su ejecución y mayor disponibilidad de tiempo tendrás.

12- Disfruta del camino, no te enfoques solo en el resultado.

Esto hará que seas más productivo o productiva y más feliz. Recuerda que el
objetivo no es el final, sino el comienzo del cambio.

13- Delega cuando te sea posible.

Si tienes esa posibilidad, delega, no solo en el trabajo, también en tu vida


personal. En ocasiones nos empeñamos en hacerlo todo nosotros porque
tememos que otra persona no lo vaya a hacer bien. En mi casa, por ejemplo,
hay una receta de comida específica que siempre hacía yo, la cual tenía que
hacer en momentos que no me venía bien e incluso cuando no tenía mucho
tiempo, quería hacerla siempre yo porque era «mi receta», hasta que un día
me retrasé varias horas en llegar a casa y la hizo mi marido. ¿Qué creéis que
pasó? Que la receta le salió mejor que a mí porque no quedaba cebolla en
casa y tuvo que utilizar puerro. Desde entonces la receta lleva puerro y ya no
es mía, sino de él.

14- Ten siempre un back-up para imprevistos.

Esta afirmación puede ser muy amplia, pero hay momentos críticos en los
que necesitamos que alguien nos cubra. Por eso, en mi casa, mi marido y yo
compartimos agenda electrónica para que ambos estemos al corriente de las
citas y empeños de cada uno para poder organizarnos. Por supuesto, ambos
tenemos las citas de nuestros hijos (médicos, extraescolares, etc.) con una
descripción e instrucciones detalladas y cada una está asignada a uno de
nosotros. Pero, si por cualquier imprevisto, el que se tenía que encargar de
una tarea concreta no puede hacerlo, el otro está al corriente y tiene la
posibilidad de solucionar esa situación. Si en tu casa eres tú solo o sola,
asegúrate de tener un plan B ante las situaciones importantes o de emergencia
(un vecino, un familiar cercano, una herramienta o ruta alternativa, etc.).

15- Automatiza todo lo que puedas.

Los humanos fallamos más que las máquinas, eso es un hecho, por lo que,
cuanto más dejemos que las máquinas hagan por nosotros, menor riesgo
correremos. Por ejemplo, domicilia todos los recibos periódicos: impuestos,
seguros, etc., para que no tengas que estar pendiente de ellos. Además, así
liberarás espacio de tu mente. Si te ayuda a planificarte, ponte un recordatorio
días antes para que sepas que te va a llegar el cargo a tu cuenta bancaria.
Evita siempre que puedas lo manual, ahorrarás tiempo.
16- Ten preparados de antemano los recursos que necesitas
para elaborar tus tareas.

Por ejemplo, si tienes una cita médica, anota al lado de ella la documentación
que tienes que llevar o prepárala. Yo siempre dejo todo preparado en mi
bolso el día antes de la cita o tarea, junto a la ropa que me voy a poner.
Ahorras tiempo, liberas carga mental y evitas estrés.

17- Las rutinas son fundamentales.

Si sigues rutinas fijas, tus días serán más predecibles, tendrás más orden,
mayor control sobre tus tareas y menos estrés. Cuanto más interiorizadas
tengas tus tareas, mayor espacio libre te quedará para nuevas tareas o retos
que puedan surgir.

18- No tengas miedo de dedicar tiempo a planificar.

Planificar es una inversión de tiempo para rentabilizarlo. Aunque creas que


necesitas ponerte a la acción de inmediato para ahorrar tiempo, un breve
período de análisis y organización hará que tu día sea mucho más productivo.

19- El descanso y el ocio son muy importantes para ser


productivo.

Respeta tus tiempos de descanso, no te sobrecargues y dedica tiempo al ocio


y a tus seres queridos; recargarás energía y serás más feliz.

20- Aliméntate de personas productivas.

Observar el comportamiento de las personas productivas te inspirará y


animará a imitarlo. No te quedes en la mera admiración.

21- Recuerda que no eres perfecto o perfecta.

Si un día te tomas una pequeña licencia para reconectar, no te preocupes,


escucha a tu cuerpo. Seguro que después vuelves a tus tareas con más ganas.
Permítete fallar de vez en cuando. Recuerda que lo preocupante sería si esa
licencia se convirtiera en algo habitual.

22- Si quieres resultados distintos no hagas siempre lo


mismo.

Si lo que estás haciendo no te funciona, cambia de estrategia, seguro que


encuentras el modo de conseguirlo. Te pongo un ejemplo reciente: hace
tiempo, me pasé un mes entero llamando a una notaría por un trámite que
tenía que hacer. Por teléfono era imposible que me atendieran, lo intenté por
correo electrónico, tampoco funcionó. Cuando fui allí físicamente conseguí
hacer lo que necesitaba en menos de diez minutos. Si hubiera invertido un par
de horas en desplazarme físicamente a la notaría, habría ahorrado mucho más
tiempo y energía que perdí en las llamadas.

23- Sonríe siempre que puedas, especialmente cuando no te


apetezca.

Te sorprenderá el poder que tiene una sonrisa, no solo en ti mismo o


misma, sino en la gente de tu alrededor.

24- Prepara cada noche lo necesario para el día siguiente.

Ropa, comida, accesorios… ahorrarás mucho tiempo y evitarás tener más


estrés a la hora de levantarte. Y ¿por qué no? Podrás dormir unos minutos
más al día siguiente.

25- No dejes las tareas para el último momento.

Correrás el riesgo de que surja algún imprevisto y no puedas terminarlas. Si


haces tus actividades con margen, podrás salvar los imprevistos más
fácilmente.

26- Cuando una tarea no dependa de ti, asígnale más


tiempo.

Si crees que tardas treinta minutos en desplazarte en metro, añade algunos


minutos extra por si hay un imprevisto. Recuerda que no depende de ti y un
potencial retraso podría estresarte. Si te adelantas en tu llegada, puedes
aprovechar ese tiempo muerto para realizar otra actividad.

27- Mejor hecho que perfecto.

No seas demasiado perfeccionista. Esto no quiere decir que hagas todas tus
tareas mal, sino que les dediques el esfuerzo que cada una de ellas requiera
dependiendo del resultado que necesites. Pon en la balanza si te compensa
invertir más o menos tiempo según resultado que obtengas en la tarea.

28- Escribe siempre que puedas.

Aunque creas que no se te da bien, aunque no te guste, escribe. Ver tus ideas
plasmadas en papel te ayudará a tomar distancia y entender con claridad
muchas situaciones y objetivos vitales.

29- Verbaliza tus sentimientos cuando te sientas estancado o


estancada en un problema.

Esta comunicación te ayudará a tomar distancia de la situación y te hará ver


el problema desde otra perspectiva y con mayor claridad. Si no eres una
persona expresiva, prueba a hacerlo contigo mismo o misma.

30- No hagas varias tareas a la vez.

Tendrás una falsa sensación de productividad, pero la realidad es que reduce


tu rendimiento y aumenta los niveles de estrés, además de que aumenta el
riesgo de cometer errores. Hoy mismo he cometido yo misma este error;
estaba cocinando en el horno, robot de cocina, sartén y cacerola a la vez. He
confundido el tiempo que tenía que poner en el horno con el del robot de
cocina. Seguro que nadie querría probar la comida que me ha salido.

31- Recuerda que, si quieres, puedes.

Vas a conseguir todo lo que te propongas, solo necesitas visualizarte en tu


objetivo y lanzarte hacia él. Confía en ti y persevera.
10. Epílogo.

Como has podido leer a lo largo de este libro, con el Método AMORE serás
capaz de optimizar tu tiempo y alcanzar los objetivos que te marques. La
Actitud a la hora de conseguir lo que te propongas es fundamental: trátate
con cariño, háblate bien y convéncete de que vas a ser capaz de cumplir tus
metas. Invierte tiempo en conocerte a ti mismo o a ti misma. Las Metas son
el motor de este método. Márcate objetivos concretos, factibles, Aprende
sobre Organización, estableciendo prioridades y fechas de vencimiento.
Sigue con la Realización y ejecución de las tareas planificadas e instauración
de los hábitos necesarios para que puedas tener una mayor libertad y no te
olvides de realizar un Examen de lo que has conseguido y lo que no para así
poder seguir mejorando y creciendo.

Recuerda que mediante el cultivo de los hábitos cada vez te será más fácil y
te costará menos energía cumplir con las tareas que consideres importantes.
Encuentra la motivación necesaria para poder seguir y, cuando no la
consigas, sé constante y disciplinado o disciplinada, es la clave del éxito.

No caigas en la procrastinación, identifica aquellas situaciones en las que


pospongas una tarea y analiza el por qué. Cuando lo tengas claro, te será
mucho más fácil ponerle remedio.

Y confía en el sistema. Confía en ti. En tu mano está la llave del cambio,


puedes abrir la puerta hacia un mundo nuevo en el que serás más libre y feliz.

Espero que ya estés preparado o preparada para comenzar el cambio. No


esperes a mañana, al mes que viene, al año que viene… tu transformación
empieza ya, desde este momento.
11. Contacto

Si quieres contarme tu historia, compartir tu opinión sobre este método o si


buscas ayuda para organizarte, puedes contactar conmigo en
rociosansegundo@outlook.com, estaré encantada de acompañarte en tu nueva
etapa y trazar contigo un camino de mejora continua.

También puedes saber más sobre organización y gestión del tiempo en mis
redes sociales:

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