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Cronica-Mozarabe-754 - José Carlos Martin Iglesias

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ESTUDIO CRÍTICO FHL

© Del texto: el autor.

© De la edición: Fundación Ignacio Larramendi.

Madrid, 2011.

Es una edición electrónica de DIGIBÍS.


ESCRITORES VISIGÓTICOS

SIGLO VIII

CHRONICA MVZARABICA ANNO 754


JOSÉ CARLOS MARTÍN IGLESIAS
Profesor titular en la Universidad de Salamanca

La llamada Crónica mozárabe del año 754 está considerada la mejor fuente de
información altomedieval sobre la primera mitad del s. VIII peninsular. Fue, sin duda,
obra de un clérigo hispano dominado por un ardiente nacionalismo frente al musulmán
invasor, pero en buenas relaciones al mismo tiempo con el régimen de Al-Ándalus
durante el gobierno de Yusuf ibn ‘Abd ar-Rahman (747-756). Otros aspectos que de él
se han destacado son sus amplios conocimientos sobre la doctrina, liturgia e historia de
la Iglesia, así como su dominio de las Sagradas Escrituras, a cuyas imágenes y citas
recurre en más de una ocasión. Entre los autores eclesiásticos, cita como autoridades a
Eusebio de Cesarea, Isidoro de Sevilla y Julián de Toledo, a quien parece admirar por
encima de los demás. En los códices más antiguos que nos la han conservado (Madrid,
Archivo Histórico Universitario, Universidad Complutense de Madrid, 134, del s. XIII;
y Paris, Bibliothèque de l’Arsenal, 982, del s. XIV), esta crónica anónima aparece
inmediatamente después de la Crónica universal y de las Historias de los Godos,
Vándalos y Suevos de Isidoro de Sevilla, que, en la versión que de ellas conoció nuestro
autor, finalizaban en tiempos de Suintila (en el año 626), durante el reinado del
emperador Heraclio I. Esto y el hecho de que precisamente la Crónica mozárabe
comience con el reinado de Heraclio I, en el año 611, parece sugerir que su autor
pretendía con ella continuar las dos obras históricas del hispalense, y en especial las
Historias de los Godos por centrarse más éstas en la historia peninsular.

Sobre el lugar de redacción de la obra existen fundalmente dos hipótesis: J. E. López


Pereira, el más reciente editor del texto y quien con mayor detenimiento ha estudiado
esta crónica, la considera elaborada en el sureste hispano, en algún lugar entre Murcia y
Guadix (pero la evidente admiración que siente el autor de la Crónica mozárabe por los
personajes de esta región, indica acaso más bien su origen familiar que el lugar de
redacción de su obra); la hipótesis tradicional, que es la que cuenta con un número
mayor de partidarios (entre los que citaremos a M. C. Díaz y Díaz, R. Collins y C.
Cardelle de Hartmann), cree que la obra fue probablemente escrita en Toledo. Una
tercera hipótesis, algo antigua ya pero que cuenta aún con partidarios (K. B. Wolf), y no
sin buenos argumentos, sitúa la composición de esta obra en Córdoba.

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Escritores visigóticos. Chronica mvzarabica anno 754

Por lo que a su datación se refiere, la obra, tal y como ha llegado hasta nosotros, aparece
fechada en la era hispana 792, esto es, el año 754 (cap. 95, ed. López Pereira, por quien
cito en todo momento). Se ha dicho, no obstante, que habría conocido al menos otras
dos redacciones más primitivas, la primera de las cuales finalizaba en el año 743 (en el
actual cap. 86), en el que esta crónica enlazaba con otra obra escrita por el mismo autor
y que contenía ya con gran detalle los sucesos ocurridos en Hispania a partir de esa
fecha, y en especial las guerras intestinas entre las distintas facciones árabes de
Al-Ándalus y las persecuciones sufridas por los cristianos. No obstante, un año después,
en 744 el autor habría añadido una pequeña continuación a su obra (los actuales cap. 87
y 88), remitiendo de nuevo a partir de ese momento a esa misma otra obra suya sobre
Hispania. Finalmente, en el año 754 habría vuelto a remodelar su crónica, añadiendo
entonces los sucesos comprendidos entre los años 745 y 754 (cap. 89-94), así como el
apéndice cronológico que cierra la obra y en el que se calculan los años del mundo
desde la creación hasta la fecha en la que escribe el autor (cap. 95).

Me parece difícil, sin embargo, que esta crónica haya podido conocer estas tres
redacciones sucesivas. Digamos, en primer lugar, que esa otra obra suya a la que
nuestro autor hace alusión repetidas veces en su crónica no se nos ha conservado.
Aparece citada en tres ocasiones, una vez como epituma (“epítome”, cap. 86), otra
como epituma temporalis (“epítome histórico” o quizás “e. cronológico”, cap. 88), y
una tercera como Liber uerborum dierum saeculi (cap. 94), denominaciones las dos
primeras que parecen referirse más bien al género de la obra, pero que bien podrían ser
el título de la misma, mientras que la tercera (algo así como “Libro de los
acontecimientos de los días de nuestra época”) es considerada por algunos estudiosos el
verdadero título de la obra. No obstante, el hecho de que se trate de una expresión
construida a imitación de otra de la Biblia (Liber uerborum dierum regum Iuda, del
libro tercero de los Reyes, 15,7) nos deja en la incertidumbre, pues su autor, poseedor
de amplios conocimientos bíblicos, como ya se ha dicho, al servirse de ella pudo haber
querido simplemente traer al recuerdo de su público el pasaje bíblico, comparando de
ese modo los horrores narrados en la obra citada en la Biblia con los que él había
relatado en su Epituma temporalis. Por lo que a su contenido se refiere, parece que se
exponían en ella con gran detalle las guerras libradas en Hispania por las distintas
facciones árabes de Al-Ándalus, guerras que comenzaron en el año 741, a la muerte del
gobernador ‘Abd al-Malik. No sabemos con exactitud qué período de tiempo de la
historia peninsular abarcaba esta obra, pero sí sabemos que incluía al menos los años
743 a 747 (aunque es más que probable que comenzase en el año 741, si no antes). En
efecto, en el cap. 86 de la Crónica mozárabe se lee: “Concluida la era indicada (sc. 780,
.i. el año 742)..., tan horribles fueron las guerras libradas por ambos lados entre los
ejércitos ‘orientales’ reunidos a las órdenes de su jefe Baldch y los ‘occidentales’

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mandados por Humeya, el hijo de Abdelmelic, que la lengua difícilmente podría


narrarlas. Pero como toda España las conoce ya muy bien, por eso he decidido omitir en
esta historia aquellas guerras tan trágicas y que con todo detalle, página a página, están
descritas por mi propia pluma en otro Epítome según se han ido desarrollando” (cito por
la traducción de López Pereira). Y en el cap. 94: “Pero los restantes hechos, cómo
combatieron ambos partidos al enfrentarse, cómo aumentaron las guerras bajo los
príncipes Balch, Talama y Humeya o se terminaron en el reinado de Abulcatar; en qué
orden, bajo el gobierno de Yuzif, fueron aniquilados sus rivales... ¿acaso no he relatado
todos estos hechos en el libro Sobre los sucesos de cada día del siglo, procurando
añadirlos uno por uno a las crónicas anteriores?”. Es evidente, entonces, que la obra
llegaba hasta el reinado de este Yuzif, que debe ser identificado con el ya citado Yusuf
ibn ‘Abd ar-Rahman, gobernador musulmán de Al-Ándalus entre los años 747 y 756.
Tenemos, así pues, como terminus post quem de redacción del epítome el año 747, en
que probablemente concluía esta obra con la ascensión al poder de Yusuf, que puso fin a
las citadas guerras civiles. Además, en el cap. 88 de la Crónica mozárabe se lee: “Pero
quien desee conocer uno a uno todos los acontecimientos de esta lucha puede hallarlos
todos aclarados en el Epítome cronológico que hace tiempo hemos compuesto”, lo que
significa que en el momento en el que nuestro autor escribe estas líneas, ha pasado ya
algún tiempo desde la redacción de su epítome. No es posible, entonces, postular sobre
la base de los citados pasajes que la Crónica mozárabe haya conocido varias
redacciones, pues en el año 743 nuestro autor no podía referirse a una obra que no había
comenzado a escribir aún.

Pese a ello, creo que es más que posible, en efecto, que nuestra crónica haya conocido al
menos tres redacciones: los años de la historia peninsular son tratados uno por uno con
una cierta regularidad hasta 747 (y año por año a partir de 742), fecha en la que el citado
Yusuf es elegido gobernador de Al-Ándalus (cap. 91). En ese capítulo, el autor dedica
un caluroso elogio al nuevo gobernador, no deja de señalar que todos los enemigos de
Yusuf han perecido en su lucha contra éste y que merecidamente han descendido a los
infiernos, y concluye diciendo que Yusuf hizo borrar del libro público a todos los
mártires cristianos asesinados durante las persecuciones. Todo ello parece un final muy
apropiado para una obra escrita en buena medida en apología del cristianismo, pero
cuyo autor parece mantener buenas y estrechas relaciones con Yusuf (K. B. Wolf ha
sugerido incluso que desempeñaba algún tipo de cargo al servicio del poder musulmán),
o al menos admirar al nuevo gobernador que ha puesto fin a las persecuciones sufridas
por los cristianos. Y este pasaje de la crónica me parece tanto más significativo cuanto
que a continuación el autor pasa a ocuparse del año 580 (cap. 92-94), sin haber tratado
el período intermedio, que queda así en blanco en la obra. Esta parte de la crónica bien
puede haber sido añadida tres años después del resto de la misma. Téngase en cuenta

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además que los sucesos narrados correspondientes al año 750 no son introducidos según
la fórmula habitual en la crónica, fórmula que no aparece sino más adelante. En efecto,
el relato de los acontecimientos del año 750 se abre con la noticia (cap. 92) de que el
domingo cinco de abril de ese año, entre las 7 y las 9 de la mañana, los habitantes de
Córdoba vieron tres estrellas “que se movían de un forma extraña y como si hubiesen
perdido brillo, precedidas por una especie de hoz color de fuego o esmeralda”,
fenómeno que se interpreta con razón como la descripción de un cometa. Ello ha
llevado a K. B. Wolf a pensar que nuestro autor se hallaba en Córdoba en ese momento.
Es muy posible, pues parece como si el autor, impresionado por ese suceso, del que
habría sido testigo presencial, se hubiese decidido a añadirlo directamente al final de su
obra, sin pretender continuar su crónica año tras año en la forma en la que hasta ese
momento lo había hecho. Sólo tras la noticia hasta cierto punto igualmente “anecdótica”
de la redacción ese mismo año de un tratado sobre la Pascua compuesto para la Iglesia
de Sevilla por un diácono de Toledo (cap. 93), nuestro anónimo autor recupera el hilo
de lo que había sido su relato hasta el año 747, informando de las luchas por el poder en
el Oriente musulmán entre la dinastía Omeya y la Abasí (cap. 94, líneas 1-17).
Curiosamente, tras ello y a modo de conclusión de su crónica, el autor se refiere
nuevamente a su epítome, diciendo una vez más que ya ha descrito en él las guerras
civiles acaecidas en la Hispania árabe hasta el gobierno de Yusuf (cap. 94, líneas 18-
23). Y digo curiosamente, porque en el cap. 91 había escrito que estas guerras
finalizaron al comienzo del mandato de este gobernador, en el año 747, por lo que no
parece que pueda interpretarse que el epítome en el que se narraban llegaba hasta el año
750. Creo, simplemente, que nuestro autor no quería poner fin a su obra con esa larga
referencia a las guerras entre Omeyas y Abasíes en Oriente, sino con una noticia sobre
la historia hispana, como había hecho al final de la primera redacción de su obra en el
año 747. Sin embargo, o bien no encontró ningún suceso de carácter político o militar
digno de ser mencionado, o bien los que habría podido incluir no hubiesen sido del
gusto de Yusuf, que a partir del año 748 ejerció un poder despótico e hizo asesinar a un
gran número de sus adversarios. Y así se decidió finalmente a introducir un breve
resumen de las luchas civiles hasta el triunfo de Yusuf, retrocediendo en el tiempo sin
querer hasta el año 747. No obstante, dado que en otros pasajes de la obra encontramos
este tipo de saltos temporales, en virtud de los cuales quedan en blanco algunos años, de
los que no se incluye noticia alguna (por ejemplo, del año 737 se pasa al 742), no
podemos estar seguros de que nuestro clérigo haya escrito en dos momentos diferentes
los sucesos relativos a los años 747 y 750.

En fin, el apéndice cronológico con el que la Crónica mozárabe concluye en los


manuscritos que la transmiten aparece inesperadamente fechado en el año 754 (cap. 95),
y no en el año 750, como habría sido de esperar. Podemos estar en este caso ante una

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segunda adición, sin duda, del mismo autor, pues encontramos al comienzo de esta
continuación el mismo sistema de datación habitual en el resto de la obra: era hispánica
+ año del emperador de Bizancio + año del califa de Damasco + año del gobernador de
Al-Ándalus + año de la hégira + años del mundo. También es posible, sin embargo, que,
de haber conocido esta crónica varias redacciones, esta cronología apareciese como
conclusión de la misma desde la más antigua, y que su autor se limitase simplemente a
ponerla al día al introducir en su obra nuevas noticias o al remodelarla de la forma que
fuese, pues ésta presenta importantes variantes en su contenido de unos códices a otros.

Desde el punto de vista de sus contenidos, esta obra comienza en el año 611, en tiempos
del emperador Heraclio I (610-641), si bien la historia del Imperio de Bizancio no
interesa realmente a nuestro historiador. La sucesión de los emperadores de
Constantinopla sirve principalmente de referencia a la hora de situar los
acontecimientos narrados dentro del habitual sistema de datación de las crónicas
universales de tradición imperial por los años de los emperadores romanos, sistema que
el autor de la Crónica mozárabe toma, sin duda, de la Crónica de Juan de Biclaro (pues
no se encuentra en la Crónica de Isidoro de Sevilla). No parece que para él sea más que
una convención del género, sobre todo teniendo en cuenta que su obra, luego de los
primeros siete capítulos, dedicados al reinado de Heraclio, recoge exclusivamente
acontecimientos de la historia del Islam desde Mahoma, así como peninsulares, primero
de la Hispania visigoda y a continuación de la musulmana. En el cap. 18 se aprecia por
primera vez el sistema completo de datación utilizado: “En estos tiempos de Heraclio,
era 674, año vigésimo quinto de su gobierno, décimo octavo de los árabes, reinando
sobre ellos Amer, concluido casi su quinto año y empezando ya el sexto, los godos
eligen a Chintila, que llegó a reinar seis años”. Vemos, entonces, que el sistema es poco
más o menos el siguiente a lo largo de la obra: era hispana, año de gobierno del
emperador bizantino correspondiente, años de la hégira, año de gobierno del califa de
Damasco correspondiente, sucesión de los reyes visigodos hasta el año 711 (cap. 52), y
a partir de entonces de los gobernadores de Al-Ándalus. Además, en el momento de la
ascensión al poder de un nuevo emperador bizantino, se calculan los años del mundo
transcurridos desde la creación (cap. 1, 20, 24, 30, etc.).

Los tres grandes temas tratados en la Crónica mozárabe son la historia de Bizancio, la
historia del Imperio islámico, y la historia de la Hispania visigoda y musulmana, siendo
ésta última, no obstante, la que con diferencia más interesa al autor. Los cap. 1-7 están
dedicados a la historia del Imperio bizantino. Este comienzo proporciona el contexto
histórico necesario para introducir el tema del nacimiento y expansión del Islam en el
mundo antiguo, los cap. 8-12, en los que se narran la rebelión de los sarracenos
acaudillados por Mahoma, el primer enfrentamiento con Bizancio, la muerte del profeta

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y la extensión del Islam por Oriente y el norte de África. A partir del cap. 13 irrumpe en
la obra la historia visigoda, que se inicia en tiempos de Sisebuto. Desde este momento y
hasta la entrada de los musulmanes en Hispania, se alternan las noticias sobre la
Hispania visigoda y el Imperio islámico en Oriente, interrumpidas únicamente por las
oportunas referencias a la ascensión al poder de un nuevo emperador en Bizancio, que
el autor aprovecha para ir calculando, como ya se ha dicho, los años del mundo desde la
creación. No obstante, las noticias sobre el Imperio bizantino quedan reducidas a la
mera sucesión de los respectivos emperadores, hasta que en el cap. 89 nuestro autor, al
mencionar la subida al trono de Constantino V (741-775), se ocupa de nuevo con algo
de detalle de la historia de Bizancio. En el cap. 52 se introduce la noticia de la invasión
musulmana de la Península Ibérica, y en el cap. 54 se exponen con gran detalle las
luchas entre visigodos y musulmanes en Hispania, acaudillados éstos últimos por el
general Muza. El cap. 55, el lamento del autor por las desgracias sufridas por Hispania
desde entonces, puede considerarse el último de la primera parte de esta obra. Se ha
señalado, en efecto, cómo, a partir de este momento, el interés del autor se centra casi
exclusivamente en la historia de la Hispania musulmana, mientras que la atención
prestada a los sucesos del Imperio islámico en Oriente y en África se reduce a aquellos
que tienen alguna relación con Hispania, como, por ejemplo, los capítulos
inmediatamente siguientes sobre el destino del general Muza a su regreso a Damasco
tras la conquista de la Península Ibérica (cap. 56-57). Consecuencia de ello es que la
obra está en su segunda parte más próxima de la monografía histórica que de la crónica.
Como ya he dicho, en el cap. 91, con la noticia del nombramiento de Yusuf como
gobernador de Al-Ándalus en el año 747 finalizaba probablemente la primera redacción
de la Crónica mozárabe. Los cap. 92-94 constituyen la primera continuación, fechada
en el año 750: los cap. 92-93 relatan dos noticias más bien anecdóticas de la Hispania
musulmana, y el cap. 94 las luchas en Oriente entre Omeyas y Abasíes y la muerte de
Marwan II (744-750), el último califa de la dinastía omeya. Este primer añadido
concluye con la renuncia del autor a tratar los correspondientes temas hispanos de
carácter militar y político por haberse ocupado ya de ellos en su epítome. Cierra la obra
la segunda continuación de la misma, el llamado apéndice cronológico, elaborado en el
año 754, y consistente en el cálculo de los años del mundo desde Adam hasta el
momento en el que escribe el autor, primero, y hasta la Natividad, después. En él se
citan como autoridades los cálculos elaborados por Eusebio de Cesarea en su Historia
eclesiástica, por Isidoro de Sevilla en su Crónica universal, y especialmente por Julián
de Toledo en su De comprobatione aetatis sextae.

Como fuente histórica, la Crónica mozárabe está considerada de un valor excepcional


para la historia hispana desde la invasión musulmana de la Península Ibérica en el año
711 hasta el año 750, último del que nos suministra alguna información. Por el

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contrario, las noticias que proporciona sobre la Hispania visigoda no son mejores que
las que nos han dejado otros autores como Isidoro de Sevilla o Julián de Toledo, u otras
fuentes como leyes y concilios fundamentalmente, y deben ser utilizadas además con
gran precaución por tener cabida en ellas junto con datos fidedignos otros que deben
atribuirse más bien a la visión legendaria que del período visigodo había quedado entre
los cristianos de Al-Ándalus que a la realidad histórica. A ello debe sumarse asimismo
la perspectiva providencialista de la historia que domina el pensamiento de nuestro
clérigo y su gusto por incluir en su obra todo tipo de hechos sobrenaturales. Pese a todo,
se ha destacado su innegable valor documental en relación con la historia de la Iglesia
hispana y principalmente de la sede de Toledo, sobre la que nos proporciona noticias
que no han llegado hasta nosotros por ninguna otra vía. Precisamente, se ha destacado
como una de las mayores originalidades de esta obra la importancia concedida en su
primera parte a la historia de la Iglesia hispana, mucho mayor que la atención prestada a
la historia política visigoda del mismo período. Nuestro autor introduce en su crónica a
todos los grandes obispos visigodos tales como Isidoro de Sevilla, Braulio y Tajón de
Zaragoza, y naturalmente a los de Toledo: Eugenio II, Ildefonso, Julián y Félix. Al
mismo tiempo, describe con gran detalle un buen número de concilios toledanos,
además del II Concilio de Sevilla, indicando el año de su celebración, la iglesia en la
que se reunieron los obispos, el número de asistentes (tanto obispos, como vicarios y
nobles visigodos), los temas principales en ellos tratados y las figuras más
sobresalientes de cada uno de ellos.

Entre sus fuentes sobre la historia de la Hispania visigoda se hallaban la Crónica


universal y las Historias de los Godos de Isidoro de Sevilla, que constituyeron la base
de su descripción de los reinados de Sisebuto y de Suintila. Existen además en la
Crónica mozárabe algunos paralelismos con otras dos obras del hispalense como son
las Etimologías y el De uiris illustribus. De entre los restantes autores visigodos, por las
noticias que de ellos da podemos sospechar que conoció algunas obras de Braulio de
Zaragoza, así como las Sentencias de Tajón de Zaragoza, de donde toma probablemente
la noticia sobre las incursiones de los vascos que aparece en el cap. 23 de nuestra
crónica. También se advierte en su obra una fuerte influencia de la Crónica de Juan de
Biclaro, por ejemplo, en la abundante información sobre los distintos concilios
celebrados en la Hispania visigoda, a imitación, sin duda, de lo que hace el biclarense a
propósito del III Concilio de Toledo. De forma expresa, cita además el De uirginitate
perpetua sanctae Mariae de Ildefonso de Toledo, y, como ya se ha dicho, el De
comprobatione aetatis sextae de Julián de Toledo. Las Actas de los concilios visigodos
le proporcionaron, sin duda, la detallada información que suministra sobre los mismos.
Si conoció las actas conciliares, hubo de tener acceso igualmente al Laterculus regum
Visigothorum, de donde tomó con toda probabilidad las dataciones correspondientes a

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los reinados de los reyes visigodos hasta Witiza. Por su parte, los elogios dedicados a
los obispos visigodos parecen estar inspirados en tratados del género De uiris illustribus
del tipo de los escritos por Isidoro e Ildefonso, con sus correspondientes continuaciones.
En fin, en un pasaje de su obra reproduce unos poemas que Wamba hizo grabar sobre
las puertas de la ciudad de Toledo (cf. WAMBA).

Para la cronología de los emperadores romanos de Bizancio, hubo de disponer de algún


latérculo bizantino en traducción latina, en el que no figuraba, sin embargo, el cálculo
de los años del mundo, obra personal, parece, de nuestro autor. Aunque en algún
momento se creyó que éste pudo haber conocido la Crónica bizantino-arábiga y
haberse servido de ella en sus noticias sobre Bizancio, hoy día se tiende a pensar que no
fue así. La fuente de estas noticias debe buscarse, sin duda, en alguna crónica bizantina
del siglo VII, hoy perdida, quizás la misma que utilizó el autor de la Crónica
bizantino-arábiga.

Sobre la historia del nacimiento y expansión del Islam se cree que nuestro clérigo pudo
servirse de la misma crónica de origen sirio favorable a la dinastía Omeya utilizada por
el autor de la Crónica bizantino-arábiga (del año 743/4). Determinadas construcciones
latinas de la Crónica mozárabe sugieren que esta fuente siria debió de estar escrita
originalmente en griego. Nada hace pensar, sin embargo, que pueda atribuirse a nuestro
autor el conocimiento de esta lengua. Así, se cree que esta crónica siria circulaba en
Hispania en traducción latina, probablemente de origen norteafricano. Asimismo, como
en el caso de la Crónica bizantino-arábiga, es posible que algunas noticias de nuestra
obra remonten a la Crónica universal de Juan de Nikiu, redactada en Egipto a finales
del s. VII, también en griego (y de la que no conservamos más que una traducción
amárica). Por lo que se refiere a las noticias sobre la Hispania musulmana, parece claro
que hubo de tener acceso tanto a archivos de la administración musulmana de
Al-Ándalus como a otros cristianos, al menos de Toledo y Córdoba, lo que hace pensar
que era capaz de desenvolverse con cierta soltura en árabe. Se ha observado igualmente
que muchas de las noticias sobre la Hispania musulmana de los últimos treinta años
recogidos por la crónica (entre 720 y 750 aproximadamente) abundan en detalles, lo que
se interpreta, en parte, como fruto del testimonio de testigos presenciales (árabes) de los
hechos en ellas narrados con los que habría hablado el autor (otro argumento a favor de
su conocimiento de la lengua árabe), y en parte como fruto directo de la propia
experiencia vital de éste último. Asimismo, el relato de la derrota musulmana en
Poitiers incluye precisiones sobre el ejército franco que difícilmente podrían encontrarse
en fuentes árabes, por lo que se atribuyen a una fuente gala, ya sea escrita u oral.

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Escritores visigóticos. Chronica mvzarabica anno 754

BIBLIOGRAFÍA

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