Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

La Educaci?N Elemental en El Porfiriato : Este Art?culo Es Parte de Una Investigaci?n M?s Amplia Sobre

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 47

LA EDUCACI?

N ELEMENTAL
EN EL PORFIRIATO*
Alejandro Mart?nez Jim?nez
UNAM

Al iniciarse la vida independiente exist?an en el pa?s al


dedor de 30 000 alfabetos de un total de 4 800 000 adulto
es decir, que el porcentaje de analfabetos era de 99.3
contra un 0.6 de alfabetizados. Estas cifras nos ilustran d
la precaria situaci?n cultural en que el pa?s inici? su vida
independiente.1 Tambi?n reflejan el car?cter incre?blemen
exclusivista y desigual de la educaci?n que predomin? d
rante la Colonia. La Independencia por primera vez hi
reconocer la necesidad de instruir a la poblaci?n con la p
ticipaci?n del estado, Pero el largo per?odo de la guerra p
la independencia, que hab?a ocasionado grandes p?rdid
materiales, y, posteriormente, las interminables luchas ent
conservadores y liberales, no permitieron que la educaci?
se desarrollara en ese sentido.? El precio de la lucha se ex
tendi? tambi?n al campo ideol?gico en forma de una con
fusi?n generalizada de cuyas agudas contradicciones no a
canzaba a salir un proyecto amplio y coherente sobre
que el pa?s deb?a ser en general y, menos a?n, en sus aspe

* Este art?culo es parte de una investigaci?n m?s amplia sob


la expansi?n de la educaci?n elemental (1872-1970) , que se est? r
lizando en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM dond
el autor labora como investigador.
i UNESCO, Estudio acerca de la educaci?n fundamental en M?xico
(Trabajo que present? el Comit? de M?xico.) M?xico, Secretar?a
Educaci?n P?blica, 1947.
2 Secretar?a de Educaci?n P?blica, La educaci?n p?blica a trav
de los mensajes presidenciales desde la consumaci?n de la Independe
cia hasta nuestros d?as. Pr?logo de Jos? Mar?a Puig Casauranc. M?xic
Secretar?a de Educaci?n P?blica, 1962; p. XIII.

514

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 515

tos educacionales. Jos? Maria Luis Mora fue uno de los


pocos que alcanz? a percibir la importancia y la urgencia
de un plan educativo de amplias perspectivas. Mora consi
deraba que la prosperidad de la naci?n s?lo podr?a lograrse
cuando se contara con el concurso activo de las mayor?as
para construir un estado democr?tico en su forma de go
bierno republicano. La acci?n de las mayor?as implicaba en
ellas, seg?n la visi?n de Mora, el "conocimiento claro de sus
deberes y obligaciones hacia sus conciudadanos y hacia la
patria".3 Para cumplir con tales objetivos, el estado deb?a
ser la instituci?n que ordenara la educaci?n para las mayo
r?as. La concepci?n de lo que deb?a ser la educaci?n p?bli
ca, seg?n Mora, se contrapuso a la educaci?n monacal por
cuanto esta ?ltima se destinaba a una minor?a y porque en
lugar de crear "en los j?venes el esp?ritu de investigaci?n y
de duda que conduce el entendimiento humano a la ver
dad, se les inspira el h?bito del dogmatismo y disputa que
tanto aleja de ella en los conocimientos puramente hu
manos".4
Un hecho que pudo ser trascendental por su objetivo de
proporcionar educaci?n a las masas fue el establecimiento
de las escuelas lancasterianas en 1822. Te?ricamente, el m?
todo lancasteriano hac?a posible la instrucci?n m?nima ?lec
tura, escritura y rudimentos de aritm?tica? para un n?mero
considerable de alumnos. La base de su funcionamiento re
sid?a en que la ense?anza era impartida por "monitores"
(alumnos destacados de cada grado) asesorados por un pro
fesor. El crecimiento de las escuelas lancasterianas fue r?pi
do en una primera etapa. Ya en 1834 exist?an 1 310 escuelas
con 58 744 alumnos. El m?todo de la ense?anza mutua man
tuvo su vigencia durante casi cincuenta a?os, hasta que las
escuelas oficiales lo desplazaron. En 1870 hab?a ya cerca de
4 000 escuelas primarias y aparecieron mil m?s en el a?o

3 Jos? Mar?a Luis Mora, El clero, la educaci?n y la libertad. M?xi


co, Empresas Editoriales, S. A., 1949. (El liberalismo Mexicano en Pen
samiento y en Acci?n, 11), p. 107.
4 Ibid^ P- 90.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
516 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

siguiente. Cuatro a?os m?s tarde el n?mero hab?a ascendido


a un total de 8 103 establecimientos, con una poblaci?n esco
lar de 349 000 alumnos. El 65% de esas escuelas era soste
nido por los municipios, el 7% por la federaci?n y el 28%
por particulares. En 1878, el porcentaje de escuelas oficiales
con relaci?n a las dem?s era de 89%.5 De lo anterior se
sigue que el ritmo de incremento de los establecimientos es
colares fue muy acelerado y que las escuelas municipales cre
cieron m?s r?pidamente que las federales hasta 1878 en que
su n?mero alcanza el m?ximo porcentaje. El incremento ob
servado entre 1875 y 1878 es, a nuestro juicio, parte de un
proceso iniciado la d?cada anterior, cuyo centro de impulso
fue la escuela municipal y cuya contrapartida fue la reduc
ci?n a un 11% del total de las escuelas particulares (los cua
dros 3 y 4 presentan las cifras de este proceso en un desglose
detallado, estado por estado).
A pesar de los efectos, en general nocivos para las peque
?as comunidades y municipios, de la desamortizaci?n de bie
nes establecida en la ?poca de la Reforma, el proceso tuvo
un car?cter hasta cierto punto moderado si se le compara
con la intensidad de la concentraci?n y el despojo de tierras
de comunidades y municipios en el curso del Porfiriato. Du
rante la ?poca de Ju?rez el municipio pudo mantener su vi
talidad y ser el principal propulsor de las instituciones edu
cativas porque, entre otras cosas, las tendencias pol?ticas a
la r?gida centralizaci?n del poder y las decisiones no pudie
ron cumplirse cabalmente durante los gobiernos de don Be
nito. Aunque al triunfo del liberalismo una de las primeras
cuestiones pol?ticas evidentes fue que s?lo un gobierno cen
tral fuerte podr?a imponer las condiciones de paz y orden
indispensables para el desarrollo econ?mico, los diez agitados
a?os de la Rep?blica restaurada transcurrieron sin que ese

5 Jos? Carrillo, Sociolog?a de la educaci?n. M?xico, El Caballito,


1972; pp. 138-141. Jos? D?az Covarrubias, La Instrucci?n p?blica en
M?xico. M?xico, Imprenta de el Partido Liberal, 1889. Direcci?n Gene
ral de Estad?stica, Estad?sticas sociales del porfiriato. M?xico, Secretar?a
de Econom?a, 1956. V?ase el ap?ndice estad?stico.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 517

gobierno pudiera constituirse. El proceso tiene expresi?n


aned?tica en hechos como la est?ril lucha de Ju?rez para
obtener facultades extraordinarias en las gestiones de la cons
trucci?n del primer ferrocarril. Caudillos regionales fortale
cidos por la descentralizaci?n de la rucha contra los conser
vadores y contra el Imperio, resist?an con tenacidad las in
tromisiones del centro que no ten?a el apoyo ni el poder
suficiente para dominarlos; los ?nimos levantiscos heredados
de un largo per?odo de guerra y anarqu?a, tampoco colabo
raban gran cosa a facilitar la erecci?n de un estado fuerte,
centralizado, como ser?a m?s tarde el r?gimen porfirista.6
Por lo que se refiere a la cuesti?n ideol?gica, los libera
les que participaron en el Constituyente del 56, pretend?an
establecer definitivamente, en sus aspectos esenciales, los
planteamientos de la reforma educativa del doctor Mora. Sin
embargo, en los debates predomin? una posici?n que contra
dec?a en mucho lo propuesto por aqu?l. La d?bil postura
que se manten?a firme era la de darle t?rmino al monopo
lio educacional del clero, colocando al sistema escolar refor
mado bajo la direcci?n unitaria del estado. Pero esta postu
ra no pudo abrirse paso en los debates, ya que se argument?
que contraven?a ciertos principios b?sicos, especialmente el
de la libertad entendida en su acepci?n m?s tradicional.7 La
posici?n prevaleciente proclam? sin m?s la libertad educa
cional e, impl?citamente, el laicismo qued? estatuido en el
sentido de "neutralidad". La ligereza conque fue proclama
da esta posici?n tuvo origen, probablemente, en la confianza
que los liberales ten?an de que, una vez reconquistado el
poder pol?tico, el derecho de impartir educaci?n, que el es
tado ejercer?a con amplios medios, terminar?a por opacar y

6 Daniel Cos?o Villegas, ed. Historia Moderna de M?xico. El Por


firiato. La Vida Social. M?xico, Editorial Hermes, 1957. V?ase la cuarta
llamada particular.
7 Guillermo Prieto confes? que "por alg?n tiempo lo alucin? la
idea de la vigilancia del estado como necesaria para arrancar al clero
el monopolio de la instituci?n p?blica... (pero pens?ndolo bien eso
equival?a a) querer luz y tinieblas". Cf. Jos? Carrillo, op. cit., p. 46.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
518 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

vencer a la educaci?n monacal.8 La nueva ley, sin embargo,


ten?a un alcance jur?dico limitado: se refer?a ?nicamente al
Distrito y territorios federales y dejaba a las entidades esta
tales en libertad de decidir sus propias cuestiones educativas.
A pesar de todo lo anterior, la experiencia reciente obli
gaba a los liberales a reparar en la educaci?n como un asun
to de primera importancia. El funcionamiento del Imperio
de Maximiliano hab?a tenido una fuerza limitada, pero su
erecci?n hab?a reflejado con claridad la debilidad constitu
tiva de la naci?n mexicana. Los triunfadores debieron admi
tir que la dominaci?n extranjera s?lo hab?a sido posible por
que "muchos hombres sinceros sirvieron al imperio, por des
conocimiento de las nuevas corrientes de pensamiento en el
mundo, ignorantes del progreso cient?fico y del derrumba
miento de muchos mitos y fantas?as, resultado de la educa
ci?n dogm?tica que hab?an recibido".9 Admitida esa gran
deficiencia, y una vez restaurada la Rep?blica, la necesidad
de una transformaci?n mental fue valorada como uno de
los principales objetivos, por los gobiernos de Ju?rez y Ler
do. De este modo se garantizar?a no s?lo la independencia
pol?tica, sino tambi?n la autonom?a cient?fica y la unidad y
cohesi?n nacionales. Como sabemos, toc? a Gabino Barreda
ser el iniciador de una nueva concepci?n educativa que te
n?a por objeto, en principio, la emancipaci?n mental.10 El
aporte inicial del positivismo a la reforma educativa empren
dida por Ju?rez, vino a sintetizar los ideales liberales, cuya
pretensi?n consist?a tambi?n en acabar ideol?gicamente con
el clero, suprimiendo la ense?anza que ?ste auspiciaba. Se
g?n Barreda, la victoria definitiva s?lo se lograr?a por la
emancipaci?n mental de la poblaci?n basada en la ense?an

8 Mart?n Luis Guzman, comp. Escuelas laicas. M?xico, Empresas


Editoriales, S. A., 1967. (El Liberalismo Mexicano en Pensamiento y en
Acci?n, 7.)
9 Jorge L. Tamayo. Introducci?n a la Ley Org?nica de Instrucci?n
P?blica en el Distrito Federal, 1867. Reglamento. Oraci?n c?vica. M?xi
co, Universidad Nacional Aut?noma de M?xico, 1967.
io Gabino Barreda, "Oraci?n c?vica", en Ibid. Barreda pronunci?
esta "oraci?n" en Guanajuato, el 16 de septiembre de 1867.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 519
za de ciertas verdades cient?ficas comunes.11 Esa reforma
tuvo un ?xito inesperado, pues logr? expandir en corto tiem
po el conjunto escolar (especialmente el municipal), siguien
do las orientaciones federales. Con Barreda, el ciclo prepa
ratorio alcanz? su m?ximo desarrollo, al grado que Justo
Sierra calific? a la Escuela Preparatoria como la mejor de
Latinoam?rica.
Bajo los gobiernos de Ju?rez y Lerdo, las leyes y regla
mentos de instrucci?n p?blica, derivados de la Constituci?n
de 1857, aunque s?lo abarcaban al Distrito Federal y a los
territorios federales, fueron seguidos, supuestamente, al pie
de la letra por casi todos los estados. Los principales pre
ceptos de esas leyes establec?an la obligatoriedad de la en
se?anza, impon?an castigos a los padres o tutores que no
enviaran a sus hijos a la escuela y premiaban a los ni?os
que asist?an regularmente. Se encarg? a los ayuntamientos
la fundaci?n de escuelas en los lugares m?s poblados y se
les exhort? a despertar la filantrop?a de los hacendados para
que fundaran otras, "contiguas a sus fuentes de trabajo,*
ayudados por los ayuntamientos".12
Como presidente, Lerdo incorpor? las Leyes de Reforma
a la Constituci?n, "completando ?sta con la expedici?n de
la Ley de Adiciones y Reformas en la Educaci?n de 1873,
que prohib?a la existencia de todas las ?rdenes religiosas".13
Lo m?s relevante, sin embargo, fue la expedici?n de la ley
del 10 de diciembre de 1874, que en su art?culo cuarto cons
titu?a el laicismo estricto y suprim?a la "instrucci?n reli
giosa" de todo mosaico educativo oficial.14
La reforma educativa emprendida por Ju?rez y continua
da por Lerdo constituye el punto de partida del proceso
educativo del Porfiriato. Esa reforma, en resumen, estable
ci? que la gratuidad de la ense?anza, especialmente para

il V?ase Mart?n Luis Guzm?n, op. cit. La reforma es la empren


dida por el ministro Ezequiel Montes en 1880.
12 Jorge L. Tamayo, op. cit.
13 Ibid., p. 26.
14 Ibid.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
520 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

los ni?os pobres, fuese con fondos municipales o con fondos


de los due?os de fincas y haciendas; impuso la obligatorie
dad de la instrucci?n, y en cuanto a la orientaci?n te?rica,
se inclin? decididamente por un laicismo positivista. En
1880, sin embargo, el positivismo fue obstruido por la vieja
guardia liberal. El entonces secretario de Justicia e Instruc
ci?n, Ezequiel Montes, expidi? un decreto que atacaba la
instrucci?n positivista y ordenaba el cambio del libro de l?
gica de los positivistas Stuart Mills y Vain, por el de Tiber
ghien, disc?pulo de Krause. Al positivismo se le reprocharon
entonces sus rasgos exc?pticos que lo imposibilitaban para
ofrecer una orientaci?n firme sobre la vida; y se afirm? que,
como filosof?a del orden que limita la libertad y se propone
a s? misma como ideol?gicamente neutral, el positivismo se
convert?a en una corriente conservadora que atentaba con
tra las conquistas liberales.15 Los impugnadores del positi
vismo advirtieron tambi?n que esa "doctrina. . . no tardar?a
en ser un instrumento ideol?gico para justificar una nueva
forma de tiran?a".16 Se hizo claro tambi?n que, tal como lo
entend?an sus defensores, el positivismo se refer?a exclusiva
mente al m?todo de las ciencias naturales y que por ello era
incapaz de tratar los problemas de "las ciencias filos?ficas y
morales en las que se establece lo que debe ser".17 Hacia
1881 dio inicio tambi?n una ofensiva en el orden pr?ctico,
mediante una nueva reforma educacional que suprimi? los
cursos de rendimientos de f?sica y de artes, en el nivel pri
mario, y los fundamentos de qu?mica y mec?nica pr?ctica.18
Ambas ofensivas impidieron, seg?n Leopoldo Zea, que el
plan positivista inicial pudiera "imponerse definitivamente
al consolidarse el r?gimen de Porfirio D?az". Y sin embargo,

15 Leopoldo Zea, Del liberalismo a la revoluci?n en la educaci?n


mexicana. M?xico, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Hist?
ricos de la Revoluci?n Mexicana, 1956; pp. 113-122.
16 ibid., pp. 118-122.
17 Jos? Mar?a Vigil, citado en ibid.
18 Diario Oficial, del 21 al 25 de abril de 1881. Se publica en este
diario con el prop?sito de someter las medidas a la cr?tica p?blica,
especialmente de la prensa.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 521

conforme la dictadura porfiriana fue reafirm?ndose, las cr?


ticas de la vieja guardia liberal fueron recibiendo una rati
ficaci?n evidente.
Como se ha dicho ya en alguna parte, una de las carac
ter?sticas fundamentales del porfirismo, fue la paulatina cen
tralizaci?n del poder y en general de los recursos econ?mi
cos, a costa de las autonom?as locales y estatales. La concen
traci?n de la propiedad de la tierra en una minor?a civil,
que tuvo inicio justamente con las medidas de desamortiza
ci?n, se dio con mayor fuerza durante el Porfiriato. "Las
Leyes de Reforma ?-dice Nathan Whet ten? se aplicaron con
todo rigor en contra de los pueblos que pose?an tierras. En
el pasado inmediato hab?a existido cierta tendencia a esti
mar que dichas leyes no eran aplicables a las tierras de co
m?n repartimiento de los ejidos. D?az, en cambio, dict? dos
circulares (en 1899 y 1890) que declaraban que todas las
tierras de los pueblos deb?an dividirse y ordenaban que se
expidieran los t?tulos individuales. Presion? adem?s a los
gobernadores para que impusieran la ley con energ?a...
(pero ?sta no fue la ?nica medida), otras muchas medidas
se utilizaron durante el r?gimen de D?az para desposeer a
los pueblos de sus tierras." 19 En lo econ?mico, el gobierno
porfiriano se propone aumentar la capacidad de la federa
ci?n mediante impuestos al comercio exterior y restringien
do los recursos disponibles de los estados y municipios, al
suprimir las alcabalas. Las alcabalas representaban quiz? la
fuente m?s importante de ingresos de varios de los gobiernos
estatales y su supresi?n, que no fue acompa?ada por medi
das compensatorias, afect? gravemente la capacidad econ?
mica de las distintas entidades. Los ayuntamientos y las co
munidades fueron sistem?ticamente da?adas, en lo econ?
mico, por el aniquilamiento sistem?tico de las propiedades
"comunales". Una administraci?n municipal sin recursos no
pod?a promover las obras y servicios necesarios para el bien
estar de la comunidad; en consecuencia, disminuye en las

19 Nathan L. Wetten. "M?xico rural", en Problemas Agr?colas e


Industriales de M?xico; vol. V, n?m. 2; 1953, p. 78.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
522 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

localidades el inter?s y la fuerza de participaci?n en las acti


vidades pol?ticas y administrativas locales. Los ayuntamien
tos pierden as? su antigua importancia y representatividad
pol?tica. La decadencia de la organizaci?n municipal debi?
repercutir negativamente en la educaci?n municipal, que era
por el momento el pilar de la expansi?n educativa del pa?s,
el sector m?s activo e importante. As?, los proyectos porfi
ristas de un sistema nacional, unitario de educaci?n p?blica
?coincidente con el desarrollo de un estado fuerte tambi?n
capaz de imponer normas a todo el pa?s?, surgieron justa
mente cuando la base fundamental del sistema educativo an
terior se erosionaba. Quiz? en esta paradoja deba buscarse
la raz?n de que los proyectos de ministros como Joaqu?n
Baranda y Justo Sierra tuvieran siempre un car?cter m?s
te?rico que real. Sin embargo, con las discusiones en torno
al problema educativo se lograr?a avanzar en una idea de la
educaci?n mexicana que llevaba impl?cito el deseo de expan
dir la educaci?n al sector rural y ten?a una orientaci?n libe
radora que era la contrapartida misma del r?gimen del Por
firiato.
La falta de recursos materiales, tanto en el nivel local
como en el nacional, imposibilit? la ejecuci?n real de ese
proyecto, pero los ideales de ?ste despertaron al menos la
conciencia del problema y una amplia gama de aspiraciones
educativas que, curiosamente, fueron consignadas en las cr?
ticas y los planes revolucionarios de la oposici?n.20

La pol?tica educativa del ministro Joaqu?n Baranda

Joaqu?n Baranda tom? posesi?n del cargo de ministro de


Justicia e Instrucci?n en 1882, durante el gobierno de Ma
nuel Gonz?lez, y continu? en ?l hasta 1901.
En realidad, como dice Jos? Carrillo, se conoce poco en
torno a la obra educativa del ministro Baranda. Dificulta
la tarea de investigaci?n el escaso n?mero de escritos que

20 V?anse los planes y programas del Partido Liberal Mexicano.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 523

Baranda nos leg?. No obstante, de sus jugosos discursos y


de las informaciones sobre su actividad al frente del Minis
terio, se puede deducir que la obra educativa de Baranda
fue realmente positiva. Logr? dise?ar congruentemente un
verdadero sistema nacional de educaci?n aunque s?lo pudo
realizarlo en peque?o para el Distrito Federal. Procedi? para
su realizaci?n por etapas, principiando por la formaci?n del
profesorado. Mantuvo despierta la atenci?n del r?gimen so
bre los problemas educativos y as? logr? arrancarle ciertos
beneficios sustanciales.
Refiri?ndose a la educaci?n, Baranda expresaba: "mi
prop?sito es... estudiar el progreso desde el punto de vista
de su generalizaci?n: justificar la necesidad de llevar sus
principios fundamentales a la escuela primaria, para redi
mir al ni?o del despotismo tradicional del silabario, dej?n
dole expedito al desenvolvimiento de sus facultades f?sicas e
intelectuales a fin de que sin trabas... satisfaga en el jard?n
de la infancia... exigencias de curiosidad y observaci?n".21
Para Baranda, en la escuela primaria estaba "la soluci?n
de las grandes cuestiones que afectan al pa?s en el orden po
l?tico, social y econ?mico".22 En el plano pol?tico precisaba:
"?ste es el ere Jo de nuestro sistema de gobierno. No hay
que olvidarlo: la democracia tiene que levantarse sobre la
escuela primaria." 23 En el social, se propon?a "hacer de la
instrucci?n un poderoso elemento de unidad nacional".24
Advert?a que "el progreso humano no puede explicarse sino
aceptando la necesidad de vulgarizar los conocimientos, [para
lo cual] hay que vestir la ciencia con la blusa del obrero
para regenerar el taller; hay que vestirla con el inocente
traje del ni?o para deslizar?a en la escuela primaria".25 Y

21 Joaqu?n Baranda, Discurso pronunciado al inaugurarse la Es


cuela Normal para profesores de ense?anza primaria. M?xico, Imprenta
de Francisco D?az de Le?n, 1887; p. 5.
22 Joaqu?n Baranda, Obras; citado en Jos? Carrillo, op. cit.
23 Joaqu?n Baranda, loe. cit.
24 Ibid., p. 31.
25 Citado en Jos? Carrillo, op. cit.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
524 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

no olvidaba la importancia de la instrucci?n para la inde


pendencia nacional al se?alar que "un pueblo ignorante es
m?s f?cil de dominar que un pueblo ilustrado".26
?C?mo procedi? Baranda para tratar de realizar los obje
tivos impl?citos en las concepciones educacionales mencio
nadas?
En primer lugar era necesario emprender la organizaci?n
de esas instituciones aisladas, en un conjunto integrado, uni
ficado. Nada m?s conveniente que ese conjunto laborara
bajo la direcci?n del Estado aunque no en forma excluyen
te: "iQue ense?e todo el que quiera! ?dec?a?, pero que en
se?e el estado y que ense?e bien, tanto para abrir de par en
par la puerta de la ciencia a todas las inteligencias, como
para abrir todos los corazones a los m?s elevados sentimien
tos." 27 Y no era que el estado deb?a de fortalecer el con
junto escolar s?lo porque all? se preparar?an los futuros ciu
dadanos, sino que ?apuntaba? el estado era el ?nico con
posibilidades econ?micas suficientes para expandir la educa
ci?n a los campesinos y a otros sectores carentes de los re
cursos necesarios. Si el estado pod?a ofrecer este servicio, la
obligatoriedad de la ense?anza, su contrapartida, se impon
dr?a tambi?n. De esta manera era posible echar a andar el
sistema. ?Por d?nde empezar la obra? Puesto que se trataba
de "derramar en terreno f?rtil y virgen la semilla del ?rbol
de la vida", dicha tarea deb?a ser exclusiva del profesor,
especialmente preparado para tal fin. Hab?a que terminar
pues con su improvisaci?n. El punto de partida fue, enton
ces, la creaci?n de la "escuela normal para profesores de
ense?anza primaria", "directriz o central de la que se deri
van las dem?s escuelas...", fundada en 1887.28
La idea de fundar escuelas normales en M?xico no era
nueva, pues por lo menos ya funcionaban cuatro en distintos

26 Joaqu?n Baranda, Discurso..., p. 6.


27 Ibid., p. 32.
28 Ibid., p. 5.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 525

estados de la Rep?blica,29 y se fundaron otras tres30 entre


1882, fecha en que Baranda encarg? el proyecto de creaci?n
de la Normal Nacional a Ignacio Altamirano, y 1887. Lo
nuevo y original en la fundaci?n de esta Normal consisti?
en el car?cter federal y nacional que se le asign?, en coinci
dencia con el plan general del Ministro de fortalecer la uni
dad y progreso nacionales. Cabe recordar que con el mismo
prop?sito de homogeneizar la educaci?n se abri? un certa
men para escoger las mejores obras como textos ?nicos para
todas las escuelas en 1884.
Adem?s, con la creaci?n de la Normal, el organismo edu
cacional central diversific? su funcionamiento: la facultad
que ten?an los ayuntamientos de expedir t?tulo para la ense
?anza, pas? a ser facultad exclusiva de la Normal.31
A la fundaci?n de la escuela Normal, sigui? la promo
ci?n por Baranda de la Ley de Instrucci?n Obligatoria que
fue promulgada en 1888. La ley determinaba que "la ins
trucci?n primaria elemental es obligatoria en el Distrito y
territorios, para hombres y mujeres de seis a doce a?os.
[Que, la] instrucci?n puede adquirirse en cualquier estable
cimiento oficial o particular, o en lo privado",32 y que las
pesonas en ejercicio de la patria potestad comprobar?an
anualmente su cumplimiento, y su desacato ser?a castigado.
Sin embargo, dicha ley ten?a un alcance jurisdiccional limi
tado al Distrito y territorios federales; y su expedici?n ga
rantizaba un m?nimo de su observancia. Todo esto lo ten?a
en cuenta Baranda. De ah? que buscara y promoviera su
aplicaci?n y observancia general mediante un congreso edu

29 En San Luis Potos? funcionaba una normal desde 1849; en Gua


dalajara y Nuevo Le?n, desde 1881, y en Puebla desde 1879.
30 Dichas normales se crearon en Michoac?n, Quer?taro y Veracruz.
La Escuela Normal de Veracruz fue fundada por Enrique C. R?bsamen,
uno de los pedagogos que m?s contribuy? al desarrollo de la educaci?n
en lo referente a la preparaci?n de maestros. V?ase Francisco Larroyo,
Historia comparada de la educaci?n en M?xico. M?xico, Porr?a, 1967;
p. 350.
31 Larroyo, ibid., p. 352.
32 ibid., p. 353.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
526 ALEJANDRO MARTINEZ JIM?NEZ

cativo nacional. En 1889, se celebr? el "... primer Congre


so de Instrucci?n, con el fin de buscar en un esfuerzo co
lectivo, la unidad de la legislaci?n y reglamentos escolares,
tan necesarios a cimentar la obligaci?n de la ense?anza".33
La "federalizaci?n" de la ense?anza se busc? en la repre
sentatividad en el Congreso de los gobiernos estatales. Con
esa clara intenci?n fue denominado, por el propio Baranda,
Congreso Constituyente de la Ense?anza.
En el discurso de apertura, Baranda se refiri? al papel
de la ense?anza como "elemento principal para dominar a
los pueblos" raz?n por la cual las diversas sectas religiosas
hab?an pretendido "apoderarse de la ense?anza para propa
garse y sobreponerse; pero el estado no debe permitir que
le arrebaten ese elemento constitutivo de su propio ser".34
En consecuencia, era necesario que el estado reafirmara su
predominancia, su hegemon?a, e interviniera en la ense?an
za, propag?ndola a todo el pa?s y a todos los sectores para
"hacer de la instrucci?n el factor originario de la unidad
nacional". Baranda adujo la necesidad de "que se logre la
federalizaci?n de la ense?anza, [pues] tiempo es ya de que
los esfuerzos aislados se fundan en un solo y un?nime es
fuerzo de que los diversos programas de ense?anza que tan
to predica a la juventud, se sustituyan con un programa
general adoptado en toda la Rep?blica".
Luego se refiri? a los principios educativos afirmando
que "en M?xico no est? a discusi?n el principio de la ense
?anza laica, obligatoria y gratuita. Est? conquistado y espe
ramos que muy pronto se consignar? en la ley fundamental,
como un elocuente y ?ltimo testimonio de que la obligaci?n
de aprender no es inconciliable con la libertad de ense?anza.
El car?cter laico de la ense?anza es el consiguiente forzoso
de la independencia de la Iglesia y el estado. La instrucci?n

33 "Memoria de la Secretar?a de Justicia e Instrucci?n P?blica",


en Ibid., p. 356.
34 "Discurso pronunciado por Joaqu?n Baranda en la Apertura del
Congreso Nacional de Educaci?n". En Escuela Moderna, tomo I, de
15 de octubre de 1889 a 30 de septiembre de 1890.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 527

religiosa y las pr?cticas oficiales de cualquier culto quedan


prohibidas en todos los establecimientos de la Federaci?n,
de los estados y de los municipios, dice la ley". Sin embargo,
"la aceptaci?n del principio no basta para satisfacer nuestros
deseos... sino el prop?sito de ponerlo en ejecuci?n. Nos
consideraremos satisfechos cuando se fijen los mejores me
dios de sanci?n para hacer efectiva la ley; cuando simult?
neamente se propague la instrucci?n primaria, y la reciban
todos los ni?os de igual edad, en el mismo tiempo y con
forme a id?ntico programa; cuando la escuela, en fin, est?
a la puerta de todas las casas y de todas las chozas, y sea
accesible [tanto] a los ni?os de las grandes poblaciones,
como de los de villorrio y, sobre todo, a los de las haciendas,
que generalmente condenados a la ignorancia y a la servi
dumbre desde antes de nacer, suelen ser cruelmente explo
tados por el capataz y el amo. Ah? es donde debemos llevar
la escuela, al campo, a las tribus ind?genas rezagadas a la
civilizaci?n para proyectar un rayo de luz en medio de la
noche secular en que viven m?s de cuatro millones de nues
tros hermanos... ; el establecimiento de las escuelas urbanas
no presenta serias dificultades y depende de aumentar la
partida del presupuesto destinado a ese objeto; pero el de
las escuelas que denominamos rurales, demanda gastos y sa
crificios cuantiosos, aptitud, prudencia, y abnegaci?n en los
que han de servir al profesorado; que en este caso asume. . .
los caracteres del m?s delicado sacerdocio..."85
El Congreso tuvo la fortuna de haber reunido a destaca^
dos pedagogos e intelectuales interesados en la educaci?n.
Entre los principales figuraron Justo Sierra, Enrique C. R?b
samen, Miguel F. Mart?nez, Manuel Zayas, Luis E. Ruiz,
Francisco G. Cosmes, etc.
Los puntos propuestos al primer Congreso por Baranda
fueron retomados y discutidos en peque?as comisiones, lle
g?ndose a la ampliaci?n de algunos y a la superaci?n de
otros que quedaron sujetos a la aprobaci?n del Congreso.
En primer lugar, el concepto de la instrucci?n usado por

35 Ibid.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
528 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ
Baranda, fue sustituido por el de educaci?n, el cual, dijo la
comisi?n encargada, favoreciendo la concepci?n de R?bsa
men, "comprende la cultura de las facultades todas del in
dividuo". El objeto de la educaci?n primaria, pues, era
"desarrollar arm?nicamente la naturaleza del ni?o, en su
triple modo de ser: f?sico, moral e intelectual, ?nico medio
de formar en ?l un hombre perfecto".36 De otra parte, el
concepto de la ensefianza elemental fue transformado en la
llamada educaci?n popular; al respecto, la comisi?n expre
s?: "La educaci?n popular es m?s comprensiva porque no
determina tal o cual grado de ense?anza, sino que se refiere
a la cultura general, que se considera indispensable para el
pueblo, en todos los pa?ses civilizados, [y puesto que el ob
jetivo consiste en] elevar el nivel de la cultura popular...
debemos emplear un t?rmino que comprenda los diferentes
elementos que deben contribuir en el pa?s a la completa
educaci?n de las masas populares".37 Entonces, "un sistema
nacional de educaci?n popular vendr? a realizar la verdade
ra unidad del pa?s" y "m?s importante, m?s trascendental
ser? la que procure la igualdad de cultura y especial prepa
raci?n para la vida pol?tica, la unidad intelectual y moral,
que imprimir? igual car?cter a todos los miembros del esta
do, y establecer? bajo indestructibles bases el amor, el res
peto a las instituciones que nos rigen".38
Respecto a la extensi?n de la educaci?n rural la Comi
si?n expres?: "No se trata de averiguar, desde el punto de
vista pedag?gico, qu? programa satisfar? mejor las necesi
dades de la vida agr?cola y cu?l las de la vida comercial e
industrial. Se trata de fundar la escuela nacional mexicana;
de impartir la ense?anza obligatoria y de fijar por consi
guiente, el m?nimo de instrucci?n que el estado tiene obliga
ci?n de proporcionar a todos sus hijos... minimum...
que. .. deben poseer para llenar sus deberes como hombres

36 Leopoldo Zea, op. cit., pp. 149-51.


37 Ibid., pp. 151-55.
38 Ibid. Las cursivas son nuestras.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 529

y como ciudadanos, y hacer uso de los derechos que como


tales les garantiza [la] Constituci?n."39
En las exposiciones de las comisiones se hizo un porme
norizado recuento de los obst?culos que se opon?an a la exten
si?n de la educaci?n al campo; no obstante eso, hubo coin
cidencia en afirmar que "las escuelas rurales son indispensa
bles en las haciendas, rancher?as y pueblos que no sean cabe
ceras de municipios".40
Se consider? urgente la educaci?n de los adultos, pues
?stos eran los primeros que deb?an depositar "el germen de
las virtudes morales y c?vicas en el coraz?n de sus... hijos" 41
y ayudar al maestro en su tarea educativa.
En cuanto al profesorado, "esa agrupaci?n de fil?ntropos,
en cuyas manos vamos a depositar nuestra absoluta confian
za, acertados int?rpretes de nuestras aspiraciones", la comi
si?n pidi? que se les procurase "una vida tranquila y mo
desta, pero suficiente";42 tambi?n aprob? las indicaciones
de Baranda respecto al car?cter laico, gratuito y obligatorio
de la ense?anza.
Puede afirmarse que este primer Congreso dio forma a
la idea original de Baranda, de constituir un sistema nacio
nal de ense?anza. Esto fue posible porque los puntos de vis
ta expuestos y aprobados reflejaban no s?lo las aspiraciones
del grupo intelectual en general, y de los pedagogos en par
ticular, sino tambi?n el de las masas con las cuales, por lo
menos algunos congresistas, ten?an estrechos contactos. Si
esto es as?, se puede afirmar que ah? naci?, ah? fue conce
bida la escuela mexicana.
Sin embargo, el Congreso y lo que representaba dentro
del r?gimen dominante, ?acaso no significaba una contradic
ci?n? ?C?mo es posible que mientras se alentaba el aniqui
lamiento de pueblos y ranchos por medio de los cercamien
tos que iban a engrandecer las haciendas y latifundios, se

39 ibid.
40 Ibid.
41 Ibid.
42 Ibid.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
530 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

estuviera permitiendo ?y en cierta medida propugnado? la


educaci?n de los ahora reducidos a peones? ?C?mo se en
tiende que mientras se entregaba la econom?a al extranjero
se pugnara por una educaci?n eminentemente mexicana,
para la unidad e independencia nacionales?
Por supuesto que muy poco de lo aprobado por el Con
greso pudo ser realizado durante el Porfiriato a nivel nacio
nal. Esto refleja los l?mites sociales del r?gimen; sus logros
fueron ciertamente sustantivos pero circunscritos al Distrito
Federal y a los centros urbanos de algunos estados; y aun
en esas zonas es dif?cil precisar su verdadero alcance. Esto
queda como un tema a investigar. Sin embargo, tanto lo rea
lizado como lo que qued? en proyecto, reafirm? las aspira
ciones y necesidades educacionales tanto de las masas como
de los sectores medios, e inclusive de la oposici?n, que pron
to se manifestar?a.
Otra de las realizaciones en la l?nea de la integraci?n de
la ense?anza oficial fue la "nacionalizaci?n" de las escuelas
lancasterianas y de la beneficencia, en 1890.
Fue tambi?n Baranda quien promovi? la aprobaci?n de
una ley reglamentaria de la educaci?n elemental. ?sta se
expidi? en 1891, "ci??ndose en lo posible a las resoluciones
del Congreso". La ley de 1891 "instituy? que la ense?anza
elemental es gratuita, laica y obligatoria en el Distrito Fe
deral; fij? la edad escolar, limit? las materias que la ense
?anza obligatoria comprende, enumer? los deberes de los pa
dres..., atribuy? penas a los infractores, cre? el consejo de
vigilancia de las demarcaciones y de las municipalidades;
redact? los programas para cada materia..., en una pala
bra, reorganiz? totalmente la ense?anza primaria elemen
tal".43 Entre las innovaciones importantes de la ley pueden
destacarse la divisi?n de la escuela primaria en elemental y
superior, en dos y tres a?os respectivamente. Con el fin de
coordinar las superiores, se cre? "el Consejo Superior de
Educaci?n P?blica, en reemplazo de la junta directiva y la

43 Secretar?a de Educaci?n P?blica, La educaci?n p?blica en M?xico


a trav?s de los informes presidenciales..., p. 71.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 531

inspecci?n escolar. Esta ?ltima es? la m?s digna de elogio.


Hasta ahora se vinieron a comprender, en todo su alcance,
las funciones del control y coordinaci?n de las tareas docen
tes en las escuelas primarias"'.44
Todas estas medidas tuvieron un alcance jurisdiccional
reducido al Distrito y territorios federales; de ah? que su
expedici?n fuera antecedida y seguida por circulares del mi
nistro y por los mensajes presidenciales invitando e infor
mando al respecto a los gobernadores con el fin de que las
secundaran. D?az, por ejemplo, inform? que "durante este
tiempo, los estados secundaron los planes del ejecutivo con
verdadero entusiasmo..." 45
La actuaci?n de Baranda en esta l?nea culmin? con la
unificaci?n pedag?gica de "la instrucci?n oficial primaria
elemental en el Distrito y territorios federales [que pas? a]
depender... exclusivamente del Ejecutivo de la Uni?n; la
instrucci?n primaria superior se organiza.. . como ense?an
za media, entre la primaria elemental y la preparatoria, y
queda establecida una Direcci?n General de Instrucci?n Pri
maria, a fin de que [la instrucci?n] se difundiera y pudiera
ser atendida con uniformidad, bajo un mismo plan cient?fi
co y administrativo (Cap. VII) ".46 No hay que olvidar, tam
poco, que por primera vez se estatuye la obligatoriedad de
la ense?anza de los trabajos manuales; esta materia, que en
realidad hab?a sido introducida por Manuel Cervantes ?maz,
pas? inadvertida y en 1889 no fue tomada en cuenta. Aho
ra, con su inclusi?n, y el nombramiento de ?maz como se
cretario de la Direcci?n de Instrucci?n, debi? cobrar verda
dero auge.

44 Francisco Larroyo, op. cit., p. 355. El Consejo Superior de Ins


trucci?n P?blica tiene atribuciones ?nicamente consultivas; est? inte
grado por los directores de Instrucci?n Primaria y Normal y 20 perso
nas nombradas por el Ejecutivo y escogidas "entre las m?s id?neas y
de las distintas ramas de la ense?anza. Secretar?a de Educaci?n P?blica,
op. cit., p. 117.
45 Secretar?a de Educaci?n P?blica, op. cit., p. 74.
46 Francisco Larroyo, op. cit., p. 360.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
532 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

El interludio de Justino Fern?ndez

Justino Fern?ndez reemplaz? a Baranda en el Ministerio


de Instrucci?n P?blica en 1901. "Durante [su] permanen
cia... en el Ministerio de Instrucci?n, se sustituy?, por ley
de 12 de octubre de 1901, la Junta Directiva de Instrucci?n
P?blica por un Consejo de Instrucci?n P?blica",47 cuyas atri
buciones eran lograr la coordinaci?n de todos los centros es
colares y "se?alar los medios para hacer m?s realizable y
comprensiva la tarea... de la educaci?n nacional".48 Se pre
tend?a, en fin, que todo el sistema educativo estuviese orien
tado por ese Consejo, en el cual tendr?an cabida los distin
tos funcionarios de la educaci?n. Tambi?n se reglament?
que la educaci?n primaria permanecer?a escalonada en ele
mental ?con dos a?os de estudio? y en superior, con cua
tro. Se fij? como objetivo de esta ?ltima "ampliar los cono
cimientos de la primaria elemental... [y]... preparar para
la vida pr?ctica a los alumnos que por variedad de motivos
no lleguen a perseguir las m?s altas investigaciones del saber
humano".49
Paralelamente a la divisi?n de la escuela primaria, se es
tableci? en la Normal la formaci?n de profesores tanto para
el nivel elemental como el superior, con cuatro y seis a?os
de estudio respectivamente.
De la mayor importancia fue la diversificaci?n y auto
nom?a que se logr? en la administraci?n y direcci?n del con
junto escolar central. Efectivamente, Justino Fern?ndez pro
movi? el establecimiento, dentro del Ministerio a su cargo,
de la Oficial?a Mayor de Instrucci?n, que luego derivar?a
en Subsecretar?a, y m?s tarde, en Ministerio de Instrucci?n
P?blica, en base a un proyecto que para el efecto presentara
Justo Sierra.

47 Ibid., p. 368.
48 Ibid.
49 Secretar?a de Educaci?n P?blica, op. cit., p. 71.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 533

La concepci?n y pol?tica educativa de Justo Sierra

La obra educativa de Justo Sierra se inicia en la d?cada


de 1870, y se extiende en forma intermitente y cada vez m?s
directa hasta 1910. Sierra se vincula a la problem?tica edu
cativa nacional como cr?tico e ide?logo de la misma desde
la tribuna period?stica; luego, en su calidad de diputado,
promueve cambios en las instituciones educativas existentes
y la creaci?n de otras; lleva a la pr?ctica y madura sus pro
pias concepciones pedag?gicas en el ejercicio docente en la
Escuela Nacional Preparatoria, y revela su gran capacidad
como pol?tico de la educaci?n nacional en la lucha que em
prende desde el Ministerio de Educaci?n, por organizar el sis
tema nacional de educaci?n en su forma m?s completa y aca
bada, con el fin de expandir la educaci?n a todos los sectores
sociales y de elevar los niveles generales de educaci?n.
Respecto a las concepciones doctrinarias de Justo Sierra,
se ha mostrado que era partidario del positivismo spence
riano.50 Francisco Larroyo dice que J. Sierra "se vincula en
libre relaci?n a la corriente de la filosof?a positiva. . . [que]
en 1892... da la t?nica y la f?rmula de una pol?tica posi
tivista: en hist?rico discurso proclama la necesidad de poner
la ciencia como base de la pol?tica nacional".51
Aqu? nos interesa examinar sobre todo su concepci?n y
actuaci?n en relaci?n al problema educativo. En este con
texto nos inclinamos a pensar que, del positivismo, Sierra
aceptaba sobre todo el m?todo; ?l mismo afirm? alguna vez
que la corriente positivista "si... no es la negaci?n de la
filosof?a, s? es la reducci?n a un m?todo cient?fico, y preciso
es confesar que a ella se deben los avances constantes del
mundo moderno en el camino de la verdad".52
Con respecto a la orientaci?n de la ense?anza expresaba:
"Partidarios ardientes del m?todo positivista en la ense?an

50 Leopoldo Zea, op. cit.


5i Francisco Larroyo, op. cit., p. 373.
52 Justo Sierra, "La educaci?n nacional", en Obras completas. M?
xico, Universidad Nacional Aut?noma de M?xico, vol. VIII, 1948.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
534 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

za, no lo somos en la filosof?a de la escuela positiva, creemos


en la existencia del esp?ritu, y hemos dicho y repetimos...
que falta algo de muy interesante en el plan de la educa
ci?n secundaria".53 Se refer?a a la fiosof?a, cuyo vac?o, ?l
mismo respond?a, pod?a llenarse con un curso de historia de
la filosof?a. Despu?s de 30 a?os, en ocasi?n de la inaugura
ci?n de la Universidad Nacional, Sierra reafirm? su rx>sici?n:
"pedimos a la ciencia la ?ltima palabra de lo real y nos
contesta y nos contestar? siempre con la pen?ltima palabra,
dejando entre ella y la verdad absoluta que pensamos vis
lumbrar, toda la inmensidad de lo relativo... ser? que la
ciencia del hombre es un mundo que viaja en busca de
Dios".54 Nuevamente, al justificar varias reformas en la ins
trucci?n p?blica, manifest?: "La verdad es que era preciso
aclimatar, como base de la instrucci?n, el estudio de las cien
cias, enteramente descuidado antes, y que ha venido a for
mar el.. . n?cleo de la ense?anza." 55 As?, aunque Sierra no
fuera totalmente positivista, s? confiaba en que ese m?todo
constitu?a el punto de partida para promover la transforma
ci?n de la realidad nacional. Esta posici?n de Sierra a la
postre resultaba insuficiente y desvinculada respecto de su
concepci?n filos?fica pura, que derivaba en lo absoluto, lo
ideal o lo religioso.
Parad?jicamente, para Sierra las concepciones positivis
tas adoptaban un car?cter generalizador que le ayudaba a
interpretar el devenir pero sin descuidar las premisas de la
historia, cuyo papel era m?s concreto. Esta diferencia y rela
ci?n que establec?a entre la sociolog?a y la historia se apre
cia cuando afirma que "la sociolog?a, es decir la ciencia de
las leyes sociales, es a la historia lo que la s?ntesis al an?
lisis. La historia se ocupa de los pormenores y de sus inme
diatas relaciones; ciencia de generalizaci?n por excelencia, la
sociolog?a asciende de esas relaciones a otras m?s compren
sivas hasta formular la ley suprema de la vida social, la

53 Justo Sierra, "Homenaje al Dr. Gabino Barreda", en Ibid.


54 Ibid.
55 Ibid.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 535

evoluci?n, que es al mismo tiempo de la creaci?n entera, y


que no es la ley del progreso, sino otra m?s cient?fica y m?s
lata... porque comprende no s?lo el adelanto de las cosas,
sino su retrogradaci?n y aniquilamiento".56
En realidad, Justo Sierra como ide?logo de la burgues?a
porfiriana expresa clara y directamente sus objetivos, aspira
ciones y forma de realizarlos.
El objetivo esencial de esa burgues?a, claro, es el progreso
material. Las condiciones propicias para realizarlo, la paz y
el orden, las ha impuesto Porfirio D?az. Pero, ?c?mo reali
zarlo?, ?c?mo proveerlo? Al respecto contestar?a Sierra en
t?rminos positivistas y spencerianos: "Cuando una necesi
dad ingente se manifiesta al legislador, cuando la experien
cia de otros pa?ses presenta la f?rmula adecuada para
satisfacer una necesidad, cuando se trata de un pa?s latino
que necesita para moverse precisamente por el camino del
progreso, de tener precisada en una regla la base de su con
ducta futura, no hay que vacilar, se precisa de esa ley; es
preciso proceder a priori, en apariencia por lo menos; es
preciso que de un grupo peque?o parta el precepto para
el grupo mayor. ?Esto quiere decir que la ley reemplace a
la costumbre y no necesite de antecedentes? No, la ley no es
m?s que, en este caso, la condensaci?n de antecedentes va
gos, oscuros y flotantes, su efecto habr?a de ser lento, la ley
no ser? un salto, la sociedad no progresa a saltos".57 Ocho
a?os m?s tarde precisar?a: "el legislador puede ir en la ley
algo m?s all? del estado presente, que puede no s?lo pre
parar el porvenir, sino marcar, en parte, el ideal de deter
minada evoluci?n de la sociedad, con tal que ese ideal o
fin... sea positivamente una consecuencia l?gica de pre
misas reales".58
Justo Sierra se percat? r?pidamente de que "la circuns
tancia" mexicana ?en palabras de Agust?n Y??ez? compa
rada con las naciones civilizadas dejaba mucho que desear,

56 Ibid., art?culo "La ense?anza en la historia".


57 Ibid., p. 141.
58 Ibid., p. 115.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
536 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

especialmente en el aspecto cultural. Se dio cuenta, tambi?n,


de que la paz impuesta por las armas si bien era necesaria
como condici?n previa para el progreso, era tambi?n insu
ficiente como punto de arranque; para ello, deb?a haber
unidad nacional y ?sta s?lo era posible formando la concien
cia nacional "por la educaci?n de las masas". Y con insistente
vehemencia, Sierra expres? su firme deseo de utilizar a la
educaci?n, no como una panacea, al decir de los liberales
de 57, sino para despertar a esas masas rurales de su aton?a,
"transformar a la poblaci?n mexicana en un pueblo, en una
democracia", e incorporarla al objetivo del progreso. Este
sentido positivista con que interpreta el problema educacio
nal nacional, lo lleva a considerar al sistema educativo como
uno de los medios fundamentales para lograr el objetivo de
seado. Su fundamentaci?n es como sigue: "si la civilizaci?n,
es en resumen, la educaci?n de una generaci?n por otra, si
un pa?s es m?s civilizado a medida que la base de los cono
cimientos abraza una mayor ?rea social y su cima sube a una
mayor altura, claro es que es obra de civilizaci?n cuanto al
ensanche de la instrucci?n se refiere".59
De aqu? se deriva su inter?s concreto de impulsar la ac
ci?n educativa; de ah? la necesidad que tuvo de fundamen
tar y precisar sus ideas sobre el sistema escolar y la educa
ci?n en general.
Logr? concebir un sistema educativo nacional completo
de tal suerte que abarcase todos los centros poblados y todos
los grupos escolarizables, por lo menos en sus a?os iniciales.
As?, de la participaci?n general de la poblaci?n en la escue
la elemental, ?l pensaba que una gran parte escalar?a la
educaci?n media y de ?sta se seleccionar?a, en base al talento
y predisposici?n, la que llegara a la Universidad.
En la concepci?n de Sierra, el sistema educativo consti
tuye un todo que abarca los distintos niveles de la ense?an
za. Justifica que el nivel primario se mantenga bajo la tu
tela del estado porque es el medio para "transformar la po

59 Ibid., p. 108.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 537

blaci?n mexicana en un pueblo, en una democracia: .. .esta


escuela forma parte integrante del estado, corresponde a una
obligaci?n capital suya",60 para generalizar la educaci?n pri
maria que el pa?s necesita.
Sierra concibe a la Universidad como la "encargada de
la educaci?n nacional en sus medios superiores e ideales; es
la cima en que brota la fuente.. . que baja a regar las plan
tas germinadas en el terreno nacional y sube en el ?nimo
del pueblo".61
La Universidad nace del deseo de los representantes del
estado de encargar a hombres de alta ciencia de la misi?n
de utilizar los recursos nacionales en la investigaci?n cient?
fica, porque ellos constituyen el ?rgano m?s adecuado a estas
funciones". Por todo ello, la Universidad parece quedar des
ligada ?seg?n Sierra? de la tutela del estado. A ella se le
fija como fin ?ltimo "la realizaci?n [de la] democracia y [la]
libertad".62
Como primer paso en el plano de la realizaci?n, Justo
Sierra present? un proyecto en base al cual se cre? la Secre
tar?a de Instrucci?n P?blica y Bellas Artes, en 1905.
Con la nueva Secretar?a culminaba un largo proceso de
desenvolvimiento educativo en el pa?s. Por fin la educaci?n
p?blica lograba la institucionalizaci?n en el grado y relevan
cia requeridas por su especial funcionamiento. Con este nue
vo car?cter institucional, la educaci?n oficial estar?a en po
sibilidades no s?lo de responder m?s adecuadamente a las
necesidades educativas nacionales a nivel nacional, sino tam
bi?n de hacerlas conscientes en las clases marginadas.
Y a pesar de que, en realidad, la Secretar?a de Instrucci?n
?nicamente abarcaba la educaci?n del Distrito y territorios
federales, Sierra justificaba su creaci?n afirmando que a la
gran metr?poli "vienen a educarse j?venes de todos los rum

60 Justo Sierra, Discurso pronunciado en la Inauguraci?n de la


Universidad Nacional, el a?o de 1910, en Prosas. M?xico, Universidad
Nacional Aut?noma de M?xico, 1963; pp. 163-190.
61 Ibid., pp. 165 y ss.
62 Ibid., pp. 163 y ss.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
538 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

bos del pa?s, pudiendo, adem?s, servir sus m?todos y estable


cimientos educativos de modelo a los estados".63
En 1908 se reform? nuevamente la ense?anza primaria.
La nueva ley estatuy?: "las escuelas oficiales ser?n esencial
mente educativas: la instrucci?n en ?stas se considerar? s?lo
como un medio de educaci?n".64
La educaci?n de cada alumno se conceb?a en la ley "como
el desenvolvimiento arm?nico" e integral "en su ser f?sico,
intelectual y moral, lo mismo que en su posibilidad" est?
tica.65 Por la educaci?n se intentaba, pues: vigorizar la per
sonalidad del alumno, "tan a menudo indecisa e informe";
robustecer sus h?bitos a fin de "intensificar el esp?ritu indi
vidual de iniciativa";66 y disciplinar "un poderoso senti
miento de civismo". La ley estableci?, adem?s, que la edu
caci?n ser?a nacional, con el fin de que hiciera de los alum
nos "ciudadanos particularmente mexicanos".61 En realidad
Sierra consigui? los mayores avances en el ciclo primario del
Distrito Federal y especialmente en la orientaci?n y eficien
cia del sistema escolar, gracias a la estructuraci?n unitaria
del sistema. Aunque tambi?n durante este periodo la expan
si?n escolar cuantitativa en el Distrito fue bastante elevada.
En 1910, Justo Sierra organiza un congreso nacional de
educaci?n en el cual se informa de los progresos en la ma
teria en cada estado y se fija como l?nea de acci?n el modelo
desarrollado en el Distrito.
En ese mismo a?o, Sierra inaugur? la Universidad Nacio
nal de M?xico. Los objetivos que ?l mismo le fij? fueron "la
educaci?n nacional en sus medios superiores e ideales, lo
grando la incorporaci?n del conocimiento universal a las ne
cesidades nacionales y con una visi?n nacionalista".68

63 Francisco Larroyo, op. cit., p. 372.


64 Justo Sierra, Ley de Educaci?n primaria para el Distrito y Te
rritorios Federales, de 15 de agosto de 1908, en Obras.
65 Ibid.
66 Francisco Larroyo, op. cit., p. 378.
67 Ibid.
68 Justo Sierra, "Discurso... en la Inauguraci?n de la Universi
dad..."; Prosas, pp. 163-190.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 539

Era imposible realizar todo cuanto se propuso el maestro


Sierra en el ramo educativo. Sin embargo, se llev? a feliz
t?rmino lo principal: avanzar en la organizaci?n y orienta
ci?n de cada nivel educativo, en la diversificaci?n y autono
m?a de la instituci?n educativa oficial. Su obra culmin? con
la creaci?n de la Universidad, "su sue?o dorado", al decir de
Daniel Cos?o Villegas.
El impulso que Justo Sierra logr? dar a la educaci?n fue
eminentemente urbano; pero en este sector lleg? hasta el
l?mite estructural de la desigualdad social; no pudo expan
dir la educaci?n al campo, pues obst?culos insalvables lo
imped?an. Pero su constante lucha en pro de la educaci?n
debi? contribuir a reafirmar la conciencia de la necesidad
de llevar la educaci?n a todos los grupos. Esta idea potencial
ser?a retomada por sectores de la oposici?n y germinar?a en
medios m?s propicios. En conclusi?n, puede decirse, con Leo
poldo Zea, que el r?gimen porfiriano no llev? la educaci?n
a las masas del pa?s, pero hizo circular "las ideas que habr?an
de llevarla"; Sierra, R?bsamen, Carrillo, Torres Quintero y
otros, "fueron formando a la generaci?n que servir?a de l?der
en las nuevas reformas, tanto pol?ticas y econ?micas como
educativas". Es claro que, como se?ala Francisco Larroyo, los
grandes pedagogos y los m?s destacados pol?ticos de la educa
ci?n "aprovechando la propaganda, muchas veces postiza de
una pol?tica liberal al servicio de la unidad de intereses na
cionales. . . lograron crear importantes y fecundas institucio
nes que en pocos a?os coadyuvaron a minar la vieja estruc
tura pol?tica del pa?s".69
Tal vez lo m?s importante de la ?poca porfirista, para el
futuro educativo de las masas, fue lo que no pudieron reali
zar quienes pugnaron por mejorar y expandir la educaci?n;
lo que no dejaron de exponer y repetir por todos los medios:
la creaci?n de un sistema nacional de educaci?n capaz de
producir las transformaciones del pa?s.

69 Leopoldo Zea, op. cit. La cita textual de Larroyo viene en la


misma obra.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
540 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

La escolaridad en el Porfiriato

Al inicio del Porfiriato, la escolaridad ya hab?a logrado


un nivel de 41 matriculados por cada mil habitantes.70 Pue
de considerarse como notable dicho nivel, sobre todo si
tenemos en cuenta que es el resultado del primer impulso
educativo nacional. La nueva tendencia, que abarca el pe
r?odo de la dictadura, en general es de menor crecimiento.
La fase inicial (1878-1900) muestra una tasa de 3.2% anual
de aumento y hace subir el nivel a 51 matriculados por cada
mil habitantes. En la fase final (1900-1907) el ritmo71 de
escolaridad disminuye en 2.7%, y el nivel alcanza a elevarse
a 59 matriculados por millar, posiblemente debido a que la
poblaci?n disminuye sensiblemente su ritmo (cuadro 1.)
Lo anterior revela que el Porfiriato parti? de un punto
respetable de escolaridad; y que aunque el impulso educati
vo disminuy?, el nivel de escolaridad registr? un incremento.
Examinando ese crecimiento m?s de cerca, vemos que en
la Rep?blica restaurada el empuje educativo se concentr?
en el emergente sector oficial, que logr? sobrepasar al pri
vado y obtuvo un predominio relativo casi total. En 1875,
la matr?cula oficial representaba el 72% del total y en 1878,
el 86%. Durante el Porfiriato sucedi? en cierta medida lo
contrario: el sector oficial disminuy? su peso relativo repre
sentando el 82% del total de matr?cula en 1900, el 80%
en 1907. Es obvio, pues, que este sector perdi? el impulso de
su desenvolvimiento inicial. Adem?s, por lo menos en el pri
mer momento (1878-1900), el deterioro progresivo del sector
oficial corresponde a un r?pido avance del privado, que re
cuper? parte del terreno perdido. Entre 1900 y 1907, dismi
nuyeron su incremento tanto el sector oficial como el priva

do Por nivel de escolaridad entendemos el grado en que se satisface


el servicio educativo respecto a la poblaci?n.
71 Por ritmo de incremento entendemos la velocidad en que se des
envuelve un fen?meno. Se expresa generalmente en una tasa de creci
miento anual, acumulativa.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 541

do (en menor grado) y el peso relativo de ambos permane


ci? sin cambio sustancial.
Es necesario hacer notar que el indicador del nivel de
escolaridad obtenido respecto al total de la poblaci?n es ?til
por cuanto nos ofrece una idea del cambio que ?sta experi
menta. Pero en realidad, la escolaridad efectiva se mantuvo
bastante baja. El dato m?s aproximado (porcentaje de ma
tr?cula respecto de la poblaci?n entre 5 y 15 a?os) nos indi
ca un nivel de 23%.
Si para los fines del an?lisis consideramos que los nive
les y ritmos de escolaridad son la expresi?n, por una parte,
de la oferta de escolaridad oficial-privada y, por la otra, de
la demanda social de escolaridad, se hace necesario conocer
a la vez la din?mica de cada uno de estos factores y de las
condiciones en que se desenvuelven.
-La oferta de escolaridad, indicada por el n?mero de es
cuelas, sigui? tambi?n las mismas tendencias observadas en
la escolaridad. Entre 1875 y 1878 su tasa de incremento fue
de 1.6% anual; luego, durante la primera fase del gobierno
de D?az (1878-1900) disminuy? ligeramente al 1.5% anual,
y, entre 1900 y 1907 se redujo todav?a m?s, al 0.5%.
A nivel de sectores el ?ndice muestra una tendencia pa
recida. Tanto, el sector oficial como el privado se desenvol
vieron primero (1878-1900), en forma regular y luego lenta
mente (v?ase el cuadro 1). Pero el caso extremo corresponde
al sector privado que al principio aument? m?s r?pidamente
y luego decreci? en cifras absolutas; su tasa inicial fue del
3.7% anual y la final de ?0.1%. La oferta educacional ex
presada por la cuant?a del profesorado (aument? a un ritmo
de 3.9% y 3.8% respectivamente en 1878-1900 y 1900-1907)
puede decirse que permaneci? constante.
Al permanecer invariable la tasa de aumento del profe
sorado mientras la matr?cula crec?a regular y luego lenta
mente, el n?mero de alumnos por profesor que inicialmente
era de 46 en 1878, qued? casi constante en 1900 con 47 alum
nos, para decrecer en 39 en 1907. Ahora bien, esto no s?lo
es indicio del car?cter exclusivista de la educaci?n en el Por
firiato; refleja tambi?n que la din?mica del conjunto esco

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
542 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

lar tiende a debilitarse progresivamente. La crisis que envol


vi? a la educaci?n elemental motiv? incluso la clausura de
unidades escolares privadas en las zonas m?s afectadas, mien
tras que el resto sigui? aumentando su personal y en menor
medida su alumnado.
Todo lo anterior nos lleva a considerar que el estanca
miento econ?mico afect? la demanda social de educaci?n, ex
presada claramente por la matr?cula de ciertos estratos me
dios (empleados estatales) que constitu?an las clientelas pre
dilectas del sector escolar privado (v?ase el cuadro 1).

Interpretaci?n de la expansi?n escolar

Nuestro problema es tratar de explicar c?mo, dentro del


proceso de desarrollo, se desenvolvi? la educaci?n y qu? fuer
zas estructurales influyeron tanto indirecta como directa y
definitivamente en la evoluci?n del conjunto escolar. Es de
cir, intentamos reconstruir en base a todo lo dicho, el c?mo
y el porqu? del desenvolvimiento de las fases de escolaridad
expuestas, dentro de la din?mica de la estructura social...
Al final reforzaremos nuestro an?lisis cualitativo con algunos
tratamientos estad?sticos.
Nuestro punto de partida para el an?lisis de esas relacio
nes es considerar que la educaci?n ?y la escolaridad? desde
el per?odo de la Reforma, pasaron a formar parte inherente
del desarrollo social que empezaron a dirigir y proyectar los
grupos liberales dominantes. Y m?s espec?ficamente, que la
escolaridad se vincul? estrechamente al r?gimen pol?tico y
al crecimiento econ?mico. Y, si esto fue verdad, las tenden
cias pol?tico-econ?micas debieron repercutir en la escolaridad.
Desde el ?ngulo del conjunto escolar, lo anterior quiere
decir que dentro del nuevo contexto estructural, la educa
ci?n dependi? fundamentalmente, tanto de las medidas de
pol?tica educativa estatal, como de la situaci?n y condiciones
sociales de los grupos y estratos que recibieron educaci?n,
as? como de las de quienes ten?an posibilidad y aspiraci?n
de recibirla. Pero, desde el punto de vista interno del con

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 543

junto o sistema escolar, el desarrollo de ?ste debi? depender


en mayor o menor medida de la forma en que fue constitui
do y organizado para llevar a cabo sus propios fines.
En el periodo anterior al Porfiriato, la educaci?n cobr?
un incremento inusitado debido fundamentalmente al des
arrollo del sector oficial municipal. Dicho sector, al aceptar
la f?rmula federal de la obligatoriedad de la ense?anza, fa
voreci? la demanda de escolaridad de amplios sectores. Al
parecer, dicha norma se aplic? con m?s efectividad a los em
pleados del gobierno y en general a los estratos medios. La
fuerza impulsora de la escolaridad se inici? por el lado de
la oferta oficial federal, municipal y estatal, pero su reali
zaci?n fue posible porque tanto los municipios como los es
tados se encontraban en la posibilidad de auspiciar la edu
caci?n, como las clientelas escolares en posibilidad de re
cibirla.
Durante el Porfiriato la educaci?n local se dej? bajo la
tutela de los ayuntamientos y gobiernos estatales, pero al
mismo tiempo el gobierno federal pretendi? dirigir y con
trolar la educaci?n elemental en todo el pa?s. La influencia
del gobierno central m?s bien fue decisiva tanto porque des
barat? las bases que sosten?an al conjunto escolar anterior
que se desarrollaba en forma casi homog?nea en todo el
pa?s, como porque impuls? las condiciones en que se desarro
llar?an las nuevas fuerzas estructurales que determinaron m?s
directamente, pero de una manera desigual, la expansi?n es
colar. Veamos con m?s detenimiento este punto. La pol?tica
del r?gimen en cuesti?n, que consisti? en favorecer la gran
propiedad de la tierra, a costa de la propiedad peque?a y
de la comunal, origin? una crisis en la organizaci?n muni
cipal y dio al traste con la fuente proveedora de sus ingre
sos. Las condiciones de penuria en que quedaron la mayor?a
de los ayuntamientos municipales les impidi? apoyar como
antes el servicio educativo.72

72 Fernando Gonz?lez Roa, "El aspecto agrario de la Revoluci?n

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
544 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ
De otra parte, si bien es verdad que se produjo en t?rmi
nos generales y hasta cierto punto la recuperaci?n de la si
tuaci?n cr?tica local, por la aparici?n de las modernas acti
vidades industriales y comerciales, sin embargo, esto sucedi?
en distinto sentido. En efecto, la recuperaci?n sobrevino, es
pecialmente all? donde surgieron las modernas industrias y
donde se formaron centros comerciales regionales. Las capi
tales de los estados fueron los centros m?s favorecidos por la
nueva tendencia.73
Algo parecido a la crisis financiera municipal ocurri? a
nivel estatal por la supresi?n de las "alcabalas". Sin embar
go, como hemos dicho, la recuperaci?n a este nivel debi? ser
mayor por el car?cter citadino del nuevo desarrollo. De otro
lado, se produjo una influencia del poder central en la de
manda real de educaci?n pero tambi?n como antecedente
mediato o indirecto. Su aspecto negativo provoc? la declina
ci?n de las antiguas clientelas escolares locales. En primer
lugar, la decisi?n de favorecer la concentraci?n agraria, no
s?lo afect? al erario municipal, sino a su propia din?mica.
Lo com?n fue que amplios sectores sociales que de alguna
manera ten?an como base de sustentaci?n la antigua estruc
tura agraria organizada en torno al municipio, fueran absor
bidos por las mismas haciendas. Los que permanec?an en sus
comunidades, atravesaron una etapa cr?tica que les rest? po
sibilidades de escolaridad. Pero adem?s, y esto es definitivo,
las clientelas predilectas de las escuelas, los peque?os comer
ciantes y artesanos, fueron arruinados directamente por el
advenimiento del moderno capitalismo.

Mexicana", en Problemas Agr?colas e Industriales de M?xico, Vol. V,


1953, apunta: "Los municipios... ten?an el incentivo econ?mico del
manejo de la propiedad comunal y del cobro de algunos impuestos para
los Santos. (Pero) cuando desapareci? la propiedad comunal falt? uno
de los factores m?s importantes para mantener vivo el deseo de inter
venir en la administraci?n municipal."
73 Fernando Rosenzweig, "El desarrollo econ?mico de M?xico de
1877 a 1911". El Trimestre Econ?mico. M?xico, Fondo de Cultura Eco
n?mica, vol. XXXII, num. 127, 1965, hace referencia al crecimiento inusi
tado de las ciudades capitales.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 545

Desde el punto de vista positivo, la influencia del gobier


no federal en la conformaci?n de la demanda social de edu
caci?n fue que, al estimularla el desarrollo econ?mico capi
talista, provoc? la incorporaci?n y reacomodo a este proceso
de nuevos sectores sociales, que en cierta medida tambi?n
entraron a formar parte de las nuevas clientelas escolares.
Conviene reparar en que los grupos m?s favorecidos fueron,
primero, los estratos medios que fueron absorbidos por D?az
e incorporados al presupuesto del estado; luego, los comer
ciantes y profesionales y el proletariado de las modernas in
dustrias. En contraposici?n a lo anterior, la influencia directa
del gobierno federal en el disgregado universo escolar, logr?
escasamente los objetivos perseguidos. Hemos visto, en la par
te sobre pol?tica educativa federal, que apenas si se lograron
sentar las bases de unificaci?n escolar. Pero incluso eso no
respondi? al proyecto de constituir un sistema nacional efec
tivo y autosuficiente.,
Al parecer, D?az quer?a aplicar la misma f?rmula de go
bernar al campo educativo. Pretend?a que as? como las auto
ridades estatales y municipales se subordinaban en forma pi
ramidal y monol?tica al gobierno central, as? tambi?n los
establecimientos educativos locales se rigieran por las pautas
del n?cleo central federal. Con esta mira, D?az empez? por
exhortar a los gobernadores y jefes pol?ticos a no descuidar
la educaci?n. Posteriormente, por medio de los congresos edu
cativos nacionales, trat? de formalizar un compromiso con
los gobiernos estatales para homogeneizar la ense?anza ele
mental conforme a los c?nones federales. En seguida, el go
bierno central logr? la direcci?n y el control directos de las
escuelas municipales del Distrito y territorios federales, que
dando el resto en manos de las administraciones locales. Pero,
como hemos visto, con la pol?tica educativa federal, resultan
fortalecidas las instituciones escolares, puesto que se logr? la
intercomunicaci?n de las diferentes experiencias educativas
y se lograron proyectar nuevos lincamientos.
Ahora bien, no obstante que el r?gimen dictatorial pro
yect? con antelaci?n los l?mites y posibilidades de evoluci?n
del conjunto escolar, su influencia directa y decisiva en torno

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
546 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

a ?ste, ?nicamente lleg? a las escuelas del Distrito Federal y


de los territorios.
Queda claro pues, que la educaci?n permaneci? todav?a
como un mosaico institucional, como un conjunto disgrega
do que deb?a depender de la din?mica misma de las comu
nidades. Y si, como hemos visto, el per?odo en cuesti?n se
caracteriz? porque el moderno desarrollo capitalista fue sus
tituyendo a la forma precedente y afirm? la nueva tendencia,
entonces es claro que la modernizaci?n de la econom?a vino
a ser el aspecto determinante, el m?dulo regulador del pro
ceso de evoluci?n de la escolarizaci?n.
Por consiguiente, cabe preguntarse: ?cu?les fueron las ex
pectativas y la acci?n de los promotores del desarrollo mo
derno en torno a la educaci?n? Ya sabemos que los inversio
nistas extranjeros de entonces, en t?rminos generales, no de
seaban el adiestramiento de trabajadores nativos. Empero,
dadas las condiciones de gran atraso cultural en nuestro pa?s
(recordemos que el primer impulso serio en la instrucci?n se
hab?a iniciado algunos a?os antes, con Ju?rez) y de la com
pleta inexperiencia de la fuerza de trabajo en las modernas
actividades, era necesario, como un requisito para facilitar
ese adiestramiento, por lo menos en algunos niveles, un m?
nimo de instrucci?n, sobre todo si se trataba de grupos neta
mente rurales. Esta necesidad, desde luego, era m?s apremian
te para las industrias de transformaci?n como la de textiles
que requer?a un personal ciertamente m?s calificado. En la
misma forma, la incorporaci?n al sector terciario de amplios
grupos, y especialmente de profesionales y empleados del go
bierno, implic? tambi?n, y de una manera m?s apremiante,
un m?nimo de instrucci?n. Se colige, pues, que la moderni
zaci?n de la econom?a s? requiri? inicialmente, en cierta pro
porci?n, de un m?nimo de instrucci?n.
En consecuencia, la penetraci?n del desarrollo capitalista
moderno, al reanimar los ingresos de los presupuestos locales
y al incorporar a dicho proceso a nuevos grupos, viene a
constituirse en la base de apoyo del impulso, tanto de la ofer
ta como la demanda educativa.
El moderno desarrollo tendi? a concentrarse en algunas

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 547
ciudades que se convirtieron en enclaves industriales y co
merciales; por ello, la escolaridad fue un proceso que se dio
concomitante al de la concentraci?n agraria y desorganiza
ci?n de la estructura local municipal. As?, al mismo tiempo
en que se fortalec?an los modernos enclaves del desarrollo
capitalista, las grandes propiedades iban sustituyendo a la
antigua organizaci?n municipal. En otras palabras, el r?pido
impulso educativo inicial se bas? en las condiciones imperan
tes de relativa homogeneidad tanto de los distintos estados
como de los grupos sociales. Estas mismas fuerzas producti
vas, que de un lado desarrollaron la gran hacienda y de otro
la industria y que desembocaron en la separaci?n del campo
y la ciudad, originaron una nueva tendencia a la desigual
dad estructural que se reflej? en la exclusividad educacional
tanto de los centros urbanos como de sus sectores medios y
altos.

Algunas pruebas estad?sticas del proceso

La asociaci?n estrecha entre la escolaridad y el desarrollo


debe mostrarse en dos planos: el de las tendencias generales
y longitudinales, en donde se observa la repercusi?n del des
arrollo en la escolaridad; y el de las relaciones transversales,
que indican c?mo son las relaciones regionales entre los dos
fen?menos en distintos momentos del periodo.
En primer lugar, se observa que la etapa de penetraci?n
y expansi?n r?pida del capitalismo ?en que la producci?n
del producto bruto interno en las actividades secundarias y
terciarias crecen a un ritmo de 7.5% y 6.8% anual respecti
vamente? coincide con la del incremento tambi?n m?s r?pi
do de la escolaridad (3.2%). Y, a su vez, el descenso en di
chas actividades respectivamente de 4.4% y 3.1%, y de 1900
a 1910, conlleva el descenso en la escolaridad (2.7%).
Hasta aqu? puede calificarse de simple coincidencia el
paralelismo entre las tendencias de la econom?a y de la esco
laridad. Para corroborar lo expuesto se impone que dichas
relaciones sean cuestionadas y analizadas m?s a fondo.
As?, pues, se desprende que en la fase inicial el aumento

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
548 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

sustancial de la fuerza de trabajo en las modernas activida


des implic? la incorporaci?n de esos mismos sectores a la
escuela. Y viceversa, que en la etapa de crisis en la econom?a,
el ritmo de incremento de la fuerza de trabajo en dicha acti
vidad disminuy? y, por tal raz?n, esos mismos sectores no
fueron incluidos en la escuela.
Al respecto, puede constatarse que el incremento r?pido
y luego lento de la fuerza de trabajo en la industria (2.9%
y ?0.1% anual) y en los servicios (1.6%) corresponden al
de la escolaridad (3.2% y 2.7%).
M?s espec?ficamente, consideramos que la corresponden
cia anotada arriba se explica porque el periodo de r?pido
desarrollo se tradujo en aumento de ingresos en los sectores
involucrados, e hizo posible que las aspiraciones educativas
de los mismos pudieran realizarse, incorpor?ndolos a la es
cuela. Y al rev?s, la crisis del desarrollo fue de tal magnitud
que afect? incre?blemente los niveles de salarios de esos sec
tores, lo cual implic? tambi?n su exclusi?n de la escuela.
(Recu?rdese que, entonces, el trabajo de los ni?os represen
taba un porcentaje elevado en el total.)
Sobre este particular, se nota en la manufactura un au
mento m?nimo salarial de 32 c. por d?a en 1895, de 50 c.
en 1900, y luego un descenso de 36 c. en 1908. La misma ten
dencia se sigue en el sector agr?cola. El sector de servicios
tuvo un desarrollo similar; por lo menos puede afirmarse
que la poblaci?n ocupada, decreci? considerablemente.74 La
excepci?n corresponde a la miner?a del norte; all? los sala
rios tienden a crecer progresivamente durante el periodo (v?a
se el cuadro 1) con el fin de atraerse del centro, m?s mano
de obra.
Ahora bien, las relaciones de las tendencias anotadas nos
llevan a agregar que el moderno desarrollo, en la manera de
introducirse, desenvolverse y alterar la antigua estructura so

74 "El mayor grado de capacitaci?n que se exig?a a los operarios


mineros y la necesidad de atraer a ?stos a los centros mineros en des
arrollo, se tradujeron en un firme aumento de los salarios", Ibid., p. 446.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 549

cial regional, debe ser indicativa de la direcci?n en que la


escuela se expandi?. Y esto, claro, se manifiesta en la dimen
sion de relaciones transversales.
Los c?lculos estad?sticos obtenidos nos confirman en bue
na medida lo anterior. La correlaci?n entre escolaridad y
fuerza de trabajo en el sector servicios, aumenta progresiva
mente, de 0.50, 0.75 y 0.85, respectivamente en 1878, 1900
y 1910. A su vez, los ?ndices de correlaci?n entre fuerza de
trabajo industrial y escolaridad se incrementan de 0.11, a
0.43, y a 0.60 en los mismos a?os. De lo anterior se obtiene
que al principiar el Porfiriato, si bien la interconexi?n entre
las variables mencionadas era muy baja, su integraci?n y
ajuste reflejan cada vez m?s la estructuraci?n de esa sociedad.
Sobre todo, la elevada correlaci?n entre escolaridad y fuerza
de trabajo en servicios corrobora que los estratos medios, in
cluidos en el sector terciario, desempe?aron un papel pre
ponderante en el proceso de modernizaci?n; en la tendencia
de r?pido desarrollo se beneficiaron en forma ?ptima; por
eso mismo, la crisis los perjudic? a?n m?s (v?ase el cua
dro 2).
Otra manera, aunque un tanto indirecta, de confirmar
la ?ntima relaci?n entre escolaridad y modernizaci?n econ?
mica es mediante la correlaci?n del alfabetismo y las mismas
variables econ?micas. Los ?ndices de correlaci?n son de mag
nitud parecida y tienden a ser m?s significativos. En primer
lugar, la correlaci?n entre alfabetismo y poblaci?n que tra
baja en la industria crece de 0.47 a 0.69 en 1895 y 1900 y
se mantiene en 0.69 en 1910; la relaci?n entre alfabetismo
y poblaci?n que trabaja en servicios crece de 0.78, a 0.87,
y luego disminuye a 0.81 en 1895, 1900 y 1910, respectiva
mente (v?ase el cuadro 2). Finalmente, debemos mencionar
que tambi?n se muestra que la expansi?n de la escolaridad
fue un fen?meno social t?picamente urbano. La correlaci?n
entre escolaridad y poblaci?n que vive en localidades urba
nas, de 0.79, lo demuestra ampliamente para 1900 (v?anse
los cuadros 1 y 2).

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
550 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

Cuadro 1

Algunos indicadores de los niveles y ritmos de escolaridad


y desarrollo durante el porfiriato

?NDICES

1875 1878 (1895) 1900 1907


1. Escolaridad primaria
1000 habitantes 41.24 54.60 59.47
2. % Matr?cula Oficial
respecto del total 72.11 86.67 81.5
3. N?mero de alumnos
por profesor 43.00 46.10 47.48
4. % Escuelas Oficiales
del total 86.60 78.66 79.92
5. % Pob. Ec. activa en
Agricultura 67.00 66.00 68.00
6. % Pob. Ec. activa en
Industria 15.60 16.60 15.10
7. % Pob. Ec. activa en
Servicios 17.40 17.40 16.80
8. Mortalidad por 100
Habitantes 31.00 32.30 33.20
9. P.B.I. Agr?cola % 40.90 36.20 35.60
10. P.B.I. Industrial % 21.10 23.90 26.10
11. P.B.I. Servicios % 24.00 26.10 25.10
12. Salario M?nimo. A Pre
cios de 1900, total cts/d?a 0.32 0.39 0.30
13. Salario M?nimo. Precios
de 1900 (Agricultura) ? ? 0.32 0.37 0.27
14. Salario M?nimo. Precios
de 1900 (Manufactu
ras) ? ? 0.32 0.50 0.36
15. Salario M?nimo. Precios
de 1900 (Miner?a) ? ? 0.32 0.47 0.72

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
LA EDUCACI?N EN EL PORFIRIATO 551

TASAS

1875-78 1878 (90)-1900 1900-19

1. Tasa de A % Anual de la
Escolaridad Prim. 3.1 3.2 2.7
2.
3. Tasa de ? % Anual de la
Escolaridad Of. 4.3 2.7
4. Tasa de ? % Anual de la
Escolaridad Priv. P. 6.5 3.8
5. Tasa de A % Anual de Prof. 3.9 3.8
6. Tasa de ? % Anual de Es
cuelas Total 1.6 1.5 0.5
7. Tasa de ? % Anual de Es
cuelas Oficial 1.1 0.2
8. Tasa de ? % Anual de Es
cuelas Privado 3.7 ?0.1
9. Tasa de Crecimiento %
Anual de la Poblaci?n 1.5 1.1
10. Tasa de A % Anual de la
Fuerza de Trab. Agrie. 1.3 1.2
11. Tasa de A % Anual de la
Fuerza de T. Ind. 2.9 -0.1
12. Tasa de A % Anual de la
Fuerza de T. Serv. 1.6 0.5
13. Tasa de A % Anual del
P.B.I. Agr?cola 2.4 3.3
14. Tasa de A % Anual del
P.B.I. Industrial 7.5 4.4
15. Tasa de A % Anual del
P.B.I. Servicios 6.8 3.1

Los c?lculos de los ?ndices y tasas de Escolaridad


fuente para 1975 son los datos de Jos? D?az Covarr
P?blica Mexicana", ?ndices (incisos 5-8) de Fernando
Desarrollo Econ?mico de M?xico de 1877-1911", p. 4
Econ?mico V. XXXII (3) Jul.-Sep. 1965 num. 127. ?nd
de Leopoldo Sol?s, "La Evoluci?n Econ?mica de M
la Rev. 1910". Econom?a y Demograf?a, num. 7. ?nd
de Fernando Rosenzweig, ibid. Tasas (incisos 1, 3
Rosenzweig. Ibid. Tasas (incisos 13-15) de Leopoldo S

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
552 ALEJANDRO MART?NEZ JIM?NEZ

A?os en que aparecen


Variables
1878 1895 1900 1907 1910

1. Escolaridad por 1 000 habitantes s? s? s? s?


2. % Matr?cula Oficial respecto al
total s? s? s?
3. Alumnos por profesor s? s? s?
4. Escuelas Oficiales respecto del to
tal s? s? s?
5. % Alfabetismo s? s? s?
6. % Poblaci?n Econ?micamente
Activa en la Agricultura s? s?
7. % Poblaci?n Econ?micamente
Activa en la Industria s? s?
8. % Poblaci?n Econ?micamente
Activa en los Servicios s? s?
9. % Poblaci?n que vive en locali
dades de 2 500 y m?s habitantes s?
10. % Poblaci?n que vive en locali
dades de 5 000 y m?s habitantes s?
11. % Retenci?n inter-anual-exami
nados matriculados (Oficial) s?
12. % Aprobaci?n aprobados exami
nados (Oficial) s?
13. % Retenci?n inter-anual-exami
nados (Oficial) s?
14. % Aprobaci?n aprobados exami
nados (particular) s?
15. % Escolaridad con respecto a la
Poblaci?n Urbana de 2 500 y m?s
habitantes s?
16. Mortalidad Juvenil s? s? s?

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
Cuadro 2

Variables ?ndices * de correlaci?n

1. Escolaridad por 1 000 habitantes 100


2. Escolaridad por 1 000 habitantes 0.89 100
3. % Matr?cula Oficial respecto al total 0.00 ?0.12 100
4. Alumnos por profesor 0.11 0.06 0.14 100
5. Escuelas Oficiales respecto al total -0.30 -0.21 0.28 0.26 100
6. Alfabetismo 0.73 0.49 0.10 0.03 0.51 100
7. Poblaci?n econ?micamente activa agricult -0.38 -0.17 0.20 -0.12 0.58 -0.71 100
8. Poblaci?n econ?micamente activa industrial 0.11 -0.08 -0.23 0.30 -0.43 -0.47 0.89
9. Poblaci?n econ?micamente activa servicios 0.50 0.30 0.14 -0.04 -0.59 0.78 -0.95
10. Mortalidad juvenil 0.06 0.13 0.35 -0.03 0.37 -0.30 0.33
?ndices * de correlaci?n

1. Escolaridad por 1 000 habitantes 100


2. % Matr?cula oficial respecto al total 100
0.32
3. Alumnos por profesor 0.06 0.46 100
4. Escuelas oficiales respecto al total 0.25 0.97 0.47 100
5. % Alfabetismo 0.86 0.36 -0.23 0.24 100
6. % Poblaci?n econ?micamente activa Agri
cultura -0.07 0.65 0.76 0.70 -0.20 100
7. % Poblaci?n econ?micamente activa Indus
trial 0.430.26 -0.31 0.11 0.69 -0.17 100
8. % Poblaci?n econ?mi
cios 0.75 0.25 -0.31 0.10 0.87 -0.36 0.65 100
9. % Poblaci?n que viv
2 500 y 0.21 habitantes
m?s -0.21 0.09 0.72 -0.17 0.63 0.7
10. % Poblaci?n que viv
500 0.11 -0.31 -0.03
habitantes 0.66 -0.34 0.64
0.66 0.8
11. % Retenci?n intra/a
tr?cula 0.68 0.19 0.620.16
(Oficial) 0.34 0.54 0.46 0.2
12. % Aprobaci?n. Aprob
(Oficial) 0.65 0.33 0.64 0.17 0.73 0.33
0.22 0.0
13. % Retenci?n inter/a
tr?cula (Particular) 0.26 0.3
0.58 0.09 0.52 0.17 0.310.07
14. % Aprobaci?n. Aprob
0.16 -0.02
(Particular) 0.11 0.21 -0.10 0.37 -0.16 -0.0
15. % Escolaridad respec
bana -0.50 -0.31
D. del
F. -0.45 -0.18
-0.09-0.55 -0.50 -0.0
16. -0.79
Mortalidad -0.41 -0.70 -0.53
juvenil -0.64 -0.54 -0.4

?ndices * de correlaci?n

1. Escolaridad por 1000 habitantes 100


2. % Matr?cula oficial respecto al total100
0.06
3. Alumnos por profesor ?0.30 0.31 100
0.80 0.31 100
4. Escuelas oficiales respecto del total ?0.08
5. % Alfabetismo 0.94 -0.02 -0.47 0.14 100
0.06 0.55 0.33 -0.81 100
6. % Poblaci?n econ?micamente activa Ag. ?0.81
7. % Poblaci?n econ?micamente activa Indus
trial 0.60 -0.19 -0.70 -0.29 0.69 -0.83 100
8. % Poblaci?n econ?micamente activa Servi
cios 0.85 0.03 -0.45 -0.27 0.81 -0.97 0.72 100
9. -0.12 0.18 -0.16
Mortalidad -0.44 0.24 -0.12 -0.2
juvenil

Nota: Se incluyen en el an?lisis 19 Estados.


* M?todo de la y de Pearson.

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
Cuadro 2

?ndices * de correlaci?n 1878 (1895)


(1978)
(1978)
100
0.14 100
0.28 0.26 100 (1978)
0.10 0.03 0.51 100
0.20 -0.12 0.58 -0.71 100
-0.23 0.30 -0.43 -0.47 0.89 100
0.14 -0.04 -0.59 0.78 -0.95 0.70 100
0.35 -0.03 0.37 -0.30 0.33 -0.46 -0.20 100

?ndices * de correlaci?n 1900

100
0.47 100
-0.23 0.24 100

0.76 0.70 -0.20 100

-0.31 0.11 0.69 -0.17 100

-0.31 0.10 0.87 -0.36 0.65 100

-0.21 0.09 0.72 -0.17 0.63 0.75 100

-0.31 -0.03 0.66 -0.34 0.64 0.82 0.95 100

0.19 0.62 0.34 0.54 0.46 0.23 0.19 0.13 100

0.33 0.64 0.17 0.73 0.33 0.06 0.28 0.13 0.79 100

0.09 0.52 0.17 0.31 0.26 0.38 0.27 0.33 0.65 0.61 100

0.11 0.21 -0.10 0.37 -0.16 -0.02 -0.07 -0.16 0.24 0.46 0.45 100

-0.31 -0.45 -0.18 -0.55 -0.50 -0.09 -0.52 -0.40 -0.56 -0.75 -0.38 0.08 100
-0.41 -0.70 -0.53 -0.64 -0.54 -0.41 -0.44 -0.31 -0.75 -0.79 -0.52 0.24 0.68 100

?ndices* de correlaci?n 1907 (1910)

100
0.31 100
-0.47 0.14 100
0.55 0.33 -0.81 100 (1910)
-0.70 -0.29 0.69 -0.83 100 (1910)
-0.45 -0.27 0.81 -0.97 0.72 100 (1910)
0.18 -0.16 -0.44 0.24 -0.12 -0.29 100

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
(

Escolaridad en 1875 Escolaridad por 1 000 habitantes Por ciento matricula of ici
Entidades
N? de los
N? de 1895
que con 1878 1900 1907 1878 1900
Escuelas

1. Aguascalientes 66 5 663 19.36 45.42 62.21 68.90 62.75 66.24


2. Baja California 75 300* 50.87 76.41 91.59 122.19 80.08 74.41
3. Campeche 72 2 585 42.19 55.87 61.89 53.89 100.00 87.71
4. Coahuila 115 4 359 57.48 50.00 50.28 82.34 77.41 87.96
5. Colima 48 3 600 - - 88.57 69.40 - 75.72
6. Chiapas 100 2 435 8.07 12.25 13.93 23.01 - 88.03
7. Chihuahua 39 2 228 - - 48.40 66.63 - 56.91
8. Distrito Federal 354 22 200 78.00 91.58 140.17 170.63 69.87 79.17
9. Durango 150 4 410 13.06 32.25 38.20 48.25 100.00 69.63
10. Guanajuato 403 20 641 13.92 27.99 38.16 38.29 98.32 64.54
11. Guerrero 455 9 670 37.27 37.36 35.85 33.04 100.00 93.05
12. Hidalgo 479 18 078 44.90 55.84 59.55 58.23 - 89.73
13. Jalisco 714 39 538 - - 64.27 73.40 - 62.17
14. M?xico 821 43 735 77.45 66.15 58.44 57.23 - 90.30
15. Michoac?n 233 10 200 8.83 29.11 43.31 40.89 100.00 66.31
16. Morelos 200 7 271 84.13 87.29 87.74 87.64 100.00 88.63
17. Nayarit ? - - - 65.68 64.96 - 55.07
18. Nuevo Le?n 278 12 031 65.84 66.77 72.91 77.66 75.77 85.24
19. Oaxaca 427 18 000 17.07 - 152.70 33.57 94.94 95.78
20. Puebla 1008 33 755 - - 51.97 52.52 - 90.02
21. Quer?taro 98 3 613 32.50 38.82 76.74 50.12 100.00 64.97
22. Quintana Roo ? - - - - 64.28 - -
23. San Luis Potos? 252 13 019 - - 65.01 43.43 - 81.43
24. Sinaloa 281 9 272 - - 73.16 57.89 - 95.84
25. Sonora 129 3 840 - - 43.27 48.82 - 99.58
26. Tabasco 38 2 184 28.47 43.21 46.98 6
27. Tamaulipas 60 3 600 - - 65.93 71.10 - 70.04
28. Tlaxcala 202 8 868 - - 68.00 - 96.68 96.68
29. Veracruz 500 17 062 53.73 46.88 46.41 45.33 86.81 86.48
30. Yucat?n 194 9 263 37.49 49.73 53.06 71.37 93.17 91.10
31. Zacatecas 382 17 581 49.83 56.74 59.27 70.91 81.69 88.87
Total 8 103 394 001 25.97 ? ? 57.84 61.20 82.94
Total de los 19 Estados no subrayados 41.2447.57 54.60 59.47 90.87 81.54
Total de los Estados (se excluyen el 6, 12 y 14). 86.67

Fuente: Los datos de escolaridad de 1875 se tomaron de: Jos? D?az Covarrubias "Instrucci?n P?blica Mexicana"

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
Cuadro 3

N? de estable
cimientos
Tasa de A %
Matricula
A % <*' escolares
idad por 1 000 habitantes Por ciento matricula oficial Profesores

1900 1907 1878 1900 1907 Total Total 1878-1900 1900-1907 1878-1900 1900-1907
1878-1900 1900-1907 '

62.21 68.90 62.75 66.24 57.37 6.1 3.1 3.8 -4.7 3.0 -0.8
91.59 122.19 80.08 74.41 80.99 6.1 5.2 14.0 6.8 4.0 0.9
61.89 53.89 100.00 87.71 88.80 1.8 1.9 1.9 2.7 -4.1
50.28 82.34 77.41 87.96 87.06 4.2 9.4 12.3 6.5 -0.1 10.5
88.57 69.40 75.72 87.46 1.7 -1.7 5.3 -1.1
13.93 23.01 88.03 92.70 5.1 9.5 -15.0 11.5 2.1 3.6
48.40 66.63 56.91 84.71 6.9 -15.0 7.9 11.4
140.17 170.63 69.87 79.17 83.03 3.2 5.8 5.2 3.9 1.5 3.1
38.20 48.25 100.00 69.63 71.19 8.2 6.2 9.1 4.0 6.2 4.6
38.16 38.29 98.32 64.54 63.77 6.2 0.2 5.8 2.0 4.9 -2.2
35.85 33.04 100.00 93.05 94.36 2.0 1.0 0.5 -0.6 0.7 -1.4
59.55 58.23 89.73 87.25 2.9 0.3 19.6 -5.5 1.1 -0.5
64.27 73.40 62.17 57.90 2.4 1.5 2.9 2.3
58.44 57.23 90.30 86.28 0.3 0.2 10.2 2.6 0.4 -0.8
43.31 40.89 100.00 66.31 61.48 9.2 0.2 -0.9 4.3 6.9 -3.2
87.74 87.64 100.00 88.63 83.97 0.4 1.1 0.1 0.3 0.7 1.7
65.68 64.96 55.07 86.94 1.2 3.6 8.3 0.1
72.91 77.66 75.77 85.24 76.54 3.0 1.9 4.9 4.0 1.1 1.9
152.70 33.57 94.94 95.78 90.33 10.1 3.0 8.8 -3.8
51.97 52.52 90.02 88.48 0.9 6.1 -0.8 0.8
76.74 50.12 100.00 64.97 44.57 2.7 2.5 5.5 1.7 5.8 -2.5
64.28 100.00
65.01 43.43 81.43 73.08 4.8 -0.9 2.1 -3.6
73.16 57.89 95.84 94.30 2.5 19.6 -6.7 -0.3
43.27 48.82 99.58 90.48 3.6 6.3 4.0 1.5
46.98 60.91 94.38 88.89 92.22 5.4 5.4 -0.8 2.6 5.1 -0.3
65.93 71.10 70.04 85.84 2.4 0.6 4.7 3.3
68.00 96.68 96.68 -2.7 -0.2
46.41 45.33 86.81 86.48 89.60 2.4 1.1 -10.8 5.2 0.9 1.2
53.06 71.37 93.17 91.10 80.77 2.0 5.2 -0.4 6.6 2.4 3.8
59.27 70.91 81.69 88.87 81.75 1.3 2.9 4.5 4.9 -0.7
57.84 61.20 82.94 79.39 HT ~27~ 4j0~ sT ?T
54.60 59.47 90.87 81.54 80.06 3?T 0\5~
86.67

de: Jos? D?az Covarrubias "Instrucci?n P?blica Mexicana" 1875. Los restantes de: "Estad?sticas Sociales del Porfiriato".

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
3

N? de estable
A o? de cimientos N? de alumnos % de Escuelas Oficiales
Profesores escolares por Profesor respecto del total

otal Total 1878-1900 1900-1907 1878-1900 1900-1907 1895 1900 1907 1878 1900 1900
8-1900 1900-1907

3l 3^8 ^W 3X? "^?? 43.59 48.64 38.20 41.02 43.24 50.00


5.2 14.0 6.8 4.0 0.9 78.73 55.21 40.86 73.08 67.21 81.54
1.9 ? 1.9 2.7 -4.1 615.37 52.51 37.95 100.00 83.33 90.00
9.4 12.3 6.5 -0.1 10.5 43.81 30.41 30.50 60.27 82.27 97.85
1.7 -1.7 5.3 ? -1.1 - 54.40 28.89 - 68.18 78.69
9.5 -15.0 11.5 2.1 3.6 16.88 62.85 39.84 76.67 86.01 88.52
6.9 -15.0 7.9 ? 11.4 - 72.44 54.07 - 65.73 77.30
5.8 5.2 3.9 1.5 3.1 22.12 29.84 27.38 50.79 64.83 69.89
6.2 9.1 4.0 6.2 4.6 46.43 44.62 45.70 100.00 65.28 66.89
0.2 5.8 2.0 4.9 -2.2 46.62 47.89 39.83 100.00 48.20 54.78
1.0 0.5 -0.6 0.7 -1.4 99.40 106.04 121.11 100.00 95.92 96.29
0.3 19.6 -5.5 1.1 -0.5 92.86 43.84 78.70 86.87 87.95 87.17
2.4 1.5 2.9 ? 2.3 - 49.08 43.64 - 51.56 54.01
0.2 10.2 2.6 0.4 -0.8 97.00 60.40 46.35 93.21 91.14 86.43
0.2 -0.9 4.3 6.9 -3.2 40.52 65.90 42.62 100.00 53.52 69.20
1.1 0.1 0.3 0.7 1.7 73.99 74.73 78.79 100.00 94.71 85.20
1.2 3.6 8.3 ? 0.1 - 75.84 37.12 - 60.26 78.34
1.9 4.9 4.0 1.1 1.9 44.50 40.59 31.57 62.54 77.84 78.80
? 10.1 3.0 8.8 -3.8 - - 52.18 94.21 87.94 94.28
0.9 6.1 -0.8 ? 0.8 - 37.98 44.05 - 92.95 91.55
2.5 5.5 1.7 5.8 -2.5 53.13 46.60 46.62 100.00 63.53 55.61
? ? ? ? ? - - 56.50 - - 100.00
4.8 -0.9 2.1 ? -3.6 - 82.03 47.52 - 50.73 53.88
2.5 19.6 -6.7 ? -0.3 - 34.13 57.40 - 98.01 91.59
3.6 6.3 4.0 ? 1.5 - 29.51 25.68 - 99.44 82.00
5.4 -0.8 2.6 5.1 -0.3 45.51 61.06 68.48 96.47 81.32 64.42
2.4 0.6 4.7 ? 3.3 - 52.11 38.96 - 79.72 85.61
? -2.7 -0.2 ? ? - 45.59 - - 93.23 -
1.1 -10.8 5.2 0.9 1.2 36.04 71.47 46.49 84.76 82.62 87.27
5.2 -0.4 6.6 2.4 3.8 32.03 36.11 26.20 87.39 96.78 85.74
2.9 4.5 4.9 ? -0.7 81.52 69.81 53.14 97.64 89.52 83.85
27 4^0 3d ?9 ?7? 28.87 55?? 40.85 ? 77.92 79.06
3^9 3^8 L5 ?\5 46??? 47.48 39.36 86\60 7SM 79^92

.os restantes de: "Estad?sticas Sociales del Porfiriato".

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00Jan 1976 12:34:56 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
(

Eficiencia escolar 1900 y


_Urban iz
Examinados Aprobados Examinados Aprobados -
Alfabetismo Inscritos Examinados Inscritos Examinados '?
1895 1900 1910 (Oficiales) (Particulares)

1. Aguascalientes 14.56 16.42 26.11 67.33 76.30 40.21 70.52


2. Baja California 38.81 30.12 38.97 74.92 72.66 3.76 64.29
3. Campeche 17.98 18.38 24.73 76.77 79.88 60.18 30.05
4. Coahuila 17.49 25.00 30.63 65.12 76.13 68.97 79.27
5. Colima 28.83 24.61 38.90 84.29 88.92 53.57 69.47
6. Chiapas 6.88 8.88 9.12 100.00 76.97 100.00 72.92
7. Chihuahua 18.99 23.00 28.16 51.24 68.04 46.39 87.29
8. Distrito Federal 37.73 38.55 50.21 58.15 65.71 74.06 65.91
9. Durango 15.98 15.84 18.29 70.74 70.39 53.20 78.25
10. Guanajuato 9.93 12.19 14.46 74.80 93.69 83.90 99.54
11. Guerrero 6.36 6.10 8.30 44.95 69.97 50.92 80.59
12. Hidalgo 10.53 15.03 16.13 73.39 97.14
13. Jalisco 18.13 20.99 25.02 62.64 91.06 72.35 61.19
14. M?xico 13.61 13.34 16.36 69.83 77.26 53.72 84.16
15. Michoac?n 10.50 12.93 14.21 75.00 100.00 73.97 99.92
16. Morelos 15.03 19.27 23.58 73.24 94.53 72.39 93.86
17. Nayarit 15.14 17.19 22.21 57.52 62.66 63
18. Nuevo Le?n 23.83 24.06 32.99 73.39 65.22 100.00 100.00
19. Oaxaca 6.85 7.81 9.40 37.75 82.23 66.09 52.22
20. Puebla 12.20 14.86 14.96 69.03 93.07 76.69 87.59
21. Quer?taro 11.52 12.02 15.73 40.85 92.49 40.38 92.14
22. Quintana Roo - - 34.33 - - - -
23. San Luis Potos? 11.40 12.62 16.12 69.82 84.83 45.20 100.00
24. Sinaloa 19.58 18.14 21.89 81.91 80.81 53.13 98.32
25. Sonora 22.84 26.73 33.52 64.09 87.57 87.50 85.71
26. Tabasco 13.47 14.06 16.08 68.11 47.38 29.26 36.48
27. Tamaulipas 20.31 23.36 26.91 64.25 - 100.00 -
28. Tlaxcala 27.60 14.14 21.90 91.27 98.18 96.66 100.00
29. Veracruz 12.00 14.19 16.42 58.63 64.24 47.93 74.98
30. Yucat?n 14.03 16.76 21.81 98.47 99.63 75.38 100.00
31. Zacatecas 16.48 15.68 19.44 66.19 68.77 65.05 -
Total de las entidades 14.38 ?6\u6 1974 62.18
Total 19 Estados excluidos
subrayados

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
Cuadro 4

Urbanizaci?n 1900
Escolaridad -
% Pobla- % Pobla
Eficiencia escolar 1900 TT u . , don ^que
Urbanizaci?n ^ ci?n que
_viven en viven en
Examinados Aprobados Examinados Aprobados Pobl. - localidades localidades Fuerza de trabajo por
Inscritos Examinados Inscritos Examinados '? actividades 1895
Total 2500 y 5 000 y
(Oficiales) (Particulares) Urbana m?s hab. m?s hab. Agr?cola Industrial Servicios
67.33 76.30 40.21 70.52 14.27 42.3 34.22 58.27 20.99 20.74
74.92 72.66 3.76 64.29 37.17 24.7 8.49 50.46 20.51 29.03
76.77 79.88 60.18 30.05 17.23 34.2 27.19 53.93 26.74 19.32
65.12 76.13 68.97 79.27 14.23 34.9 25.64 69.43 13.42 17.15
84.29 88.92 53.57 69.47 24.82 35.7 31.79 62.85 16.06 21.09
100.00 76.97 100.00 72.92 6.22 21.9 19.91 53.49 26.90 19.61
51.24 68.04 46.39 87.29 17.57 27.4 19.12 69.61 14.69 15.70
58.15 65.71 74.06 65.91 15.31 81.4 76.97 15.59 31.05 53.36
70.74 70.39 53.20 78.25 17.42 21.4 14.56 72.99 13.38 13.63
74.80 93.69 83.90 99.54 10.50 35.9 29.64 71.55 15.48 12.97
44.95 69.97 50.92 80.59 25.66 13.8 5.98 87.48 6.04 6.48
73.39 97.14 67.61 88.80 36.51 .16.2 9.34 68.81 14.31 16.88
62.64 91.06 72.35 61.19 21.28 30.0 18.63 65.74 17.15 17.11
69.83 77.26 53.72 84.16 23.76 25.3 9.73 74.66 10.36 14.98
75.00 100.00 73.97 99.92 18.03 23.1 12.31 71.14 14.09 14.77
73.24 94.53 72.39 93.86 26.06 33.6 13.73 79.63 7.75 12.62
57.52 62.66 63.16 26.52 8.90 33.7 10.32 49.41 14.95 35.64
73.39 65.22 100.00 100.00 68.91 22.7 21.14 70.90 12.93 16.17
37.75 82.23 66.09 52.22 22.9 9.50 75.30 16.73 7.97
69.03 93.07 76.69 87.59 15.68 32.5 20.96 70.82 15.89 13.29
40.85 92.49 40.38 92.14 10.50 41.2 25.86 67.40 13.43 19.17

69.82 84.83 45.20 100.00 24.86 25.9 17.22 65.62 14.78 19.60
81.91 80.81 53.13 98.32 50.99 14.2 12.36 61.65 14.78 19.60
64.09 87.57 87.50 85.71 23.85 18.1 11.48 61.54 12.87 25.59
68.11 47.38 29.26 36.48 47.11 9.8 6.60 75.43 8.55 16.04
64.25 100.00 22.48 28.9 22.03 68.71 7.32 23.97
91.27 98.18 96.66 100.00 31.24 21.7 10.06 49.11 28.02 22.87
58.63 64.24 47.93 74.98 22.00 20.6 13.85 76.58 9.45 13.99
98.47 99.63 75.38 100.00 17.74 28.3 17.55 74.86 11.36 13.58
66.19 68.77 65.05 20.85 27.9 17.29 64.64 22.26 13.10
62.18 82.83 67.26 81.02 28.3 18.85 67.00 13.39 17.41

66.89 15.38 17.73

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms
4

urbanizaci?n 1900

Pobla- % Pobla
m que ci?n que
jen en viven en
Fuerza de trabajo por
ilidades localidades Fuerza de trabajo por Fuerza de trabajo por
actividades 1910
actividades 1895 actividades 1900
500 y 5 000 y
?s hab. m?s hab. Agr?cola Industrial Servicios Agr?cola Industrial Servicios Agr?cola Industrial Servicios

34.22 58.27 20.99 20.74 57.23 25.17 17.60 54.71 24.86 20.43
8.49 50.46 20.51 29.03 57.60 23.66 18.70 59.46 19.18 21.36
27.19 53.93 26.74 19.32 66.20 17.84 15.66 69.13 16.24 14.63
25.64 69.43 13.42 17.15 45.09 31.48 23.43 56.83 22.65 20.52
31.79 62.85 16.06 21.09 70.15 13.96 15.89 62.32 15.16 22.52
19.91 53.49 26.90 19.61 66.51 22.21 11.28 73.78 15.49 10.73
19.12 69.61 14.69 15.70 77.69 15.33 12.78 66.18 18.57 15.25
76.97 15.59 31.05 53.36 18.67 29.30 52.03 ?6.12 28.51 55.37
14.56 72.99 13.38 13.63 62.97 20.91 16.12 75.50 14.17 10.33
29.64 71.55 15.48 12.97 65.93 18.26 15.82 65.65 17.94 16.42
5.98 87.48 6.04 6.48 88.21 5.57 6.22 89.64 5.15 5.21
9.34 68.81 14.31 16.88 66.52 17.66 15.82 70.70 14.36 14.94
18.63 65.74 17.15 17.11 60.53 18.47 21.00 69.50 14.53 15.97
9.73 74.66 10.36 14.98 77.39 11.07 11.54 72.23 13.51 14.26
12.31 71.14 14.09 14.77 72.80 13.63 13.56 75.08 11.96 12.96
13.73 79.63 7.75 12.62 78.91 8.24 11.75 78.43 9.00 12.57
10.32 49.41 14.95 35.64 68.46 12.72 18.82 71.47 10.26 18.27
21.14 70.90 12.93 16.17 50.41 14.77 34.82 67.71 14.74 17.55
9.50 75.30 16.73 7.97 73.82 18.76 7.42 75.49 15.81 8.70
20.96 70.82 15.89 13.29 69.08 17.76 13.16 67.33 17.59 15.08
25.86 67.40 13.43 19.17 69.80 13.68 10.52 73.31 11.99 14.70
44.50 11.08 44.42
17.22 65.62 14.78 19.60 65.49 12.03 22.49 71.42 12.05 16.53
12.36 61,65 14.78 19.60 54.08 19.32 26.60 74.83 12.16 13.01
11.48 61.54 12.87 25.59 63.16 16.29 20.54 58.75 19.03 22.22
6.60 75.43 8.55 16.04 71.55 8.83 19.62 63.67 7.33 19.00
22.03 68.71 7.32 23.97 73.16 8.13 18.71 78.39 7.41 14.20
10.06 49.11 28.02 22.87 72.65 16.31 11.04 73.04 18.49 8.48
13.85 76.58 9.45 13.99 78.13 9.39 12.47 76.48 10.75 12.77
17.55 74.86 11.36 13.58 73.19 12.47 13.64 61.67 17.55 20.78
17.29 64.64 22.26 13.10 67.94 20.57 11.64 73.28 17.50 11.22
18.85 67.00 13.39 17.41 65.94 16.67 17.39 67.99 15.23 16.78

66.89 15.38 17.73 65.50 16.60 17.90 66.61 15.32 16.87

This content downloaded from


132.248.9.41 on Tue, 26 Jan 2021 02:00:36 UTC
All use subject to https://about.jstor.org/terms

También podría gustarte