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TEMA 1: LA CORRIENTE ESTRUCTURALISTA

1. El nacimiento de la lingüística como disciplina autónoma: Ferdinand de Saussure y el


Curso de lingüística general. – La Lengua, objeto propio y específico de la lingüística. –
Sociología, semiología y lingüística.

Lo que actualmente entendemos por Lingüística tiene poco más de un siglo de existencia. Su nacimiento
suele hacerse coincidir con la publicación en 1916 del Curso de lingüística general de Ferdinand de
Saussure (Ginebra, 1857 - Vufflens-le-Château, 1913). En esta obra, Saussure reivindica la existencia de
una disciplina centrada específicamente en el estudio del lenguaje, más allá de la tradicional atención
de otros estudiosos (filósofos, psicólogos, etc.) por su implicación en sus respectivos ámbitos de interés
(su relevancia en la conformación y límites del pensamiento, su implantación en el cerebro y su conexión
con otras funciones mentales, etc.). Saussure, en cambio, reclama una ciencia centrada en el lenguaje
mismo y autónoma o emancipada de otras disciplinas.

Por otro lado, en su aspiración por diferenciar la lingüística de otras aproximaciones al estudio del
lenguaje, Saussure centra su estudio en las relaciones que las unidades de una lengua contraen entre sí
en los diferentes niveles de análisis (fonología, semántica, etc.). A los patrones de relaciones resultantes
Saussure los llamaba sistemas, término que más adelante decayó en favor del término estructura. La
idea de que las lenguas se organizan estructuralmente sigue siendo, aunque con diferentes
elaboraciones, una de las marcas distintivas de la lingüística.

Se podría decir que el Curso de lingüística general (en adelante, CLG), el texto fundacional de la
lingüística teórica, es un trabajo de ciencia-ficción, una transcripción editada. Cuando Saussure impartía
las clases que dieron lugar a la edición póstuma del texto, no existía una disciplina con esa
denominación. En realidad, los apuntes que sirvieron para construir el libro se correspondían con las
clases introductorias de asignaturas de gramática comparada y gramática histórica, en las que Saussure
intentaba fijar el objeto propio y los métodos adecuados para el estudio de lenguas particulares, su
comparación y su historia. Pensaba que estos estudios podían arrojar conclusiones generalizables a todas
las lenguas, independientemente de su edad, su localización o su tipología. Esas generalizaciones, por
tanto, apuntaban a un objeto de estudio que no se correspondía con ninguna lengua en concreto, sino
más bien a "algo" de las que cada una de ellas podía considerarse una instancia o manifestación
particular. Saussure llamó Lengua (la mayúscula es importante) a ese "algo".

Las ideas son de Saussure pero él no escribió la obra. Cuando Saussure escribía y pensaba, la lingüística
era ciencia ficción, no existía ni había disciplina que estudiara el lenguaje. El lenguaje interesaba pero
sobre todo por razones extralingüísticas. Echaba en falta gente que estudiara el lenguaje en sí mismo.

Para entender qué es exactamente la Lengua, objeto propio y específico de la lingüística según Saussure,
es necesario insistir en que determinados aspectos del lenguaje ya eran en ese momento objeto de
estudio de diferentes disciplinas científicas:

 La psicología (individual) estudiaba los procesos cerebrales subyacentes a la adquisición,


memorización y ejercicio del lenguaje.
 La fisiología estudiaba la anatomía y procesos implicados en la articulación y la audición de los
sonidos del habla.
 La física (acústica) estudiaba las propiedades de los sonidos del habla en tanto que
acontecimientos físicamente realizados.

Para Saussure, la lingüística solo tendría sentido en la medida en que pudiera ocuparse de algún aspecto
de interés del lenguaje que escapase a las diferentes facetas ya estudiadas por estas disciplinas.
Una primera conclusión de interés de todo lo anterior es que, para Saussure, el lenguaje no es el objeto
de la lingüística. Podría serlo, en todo caso, algún aspecto particular del lenguaje, pero el lenguaje como
un todo es un fenómeno complejo que no puede constituirse en monopolio de una disciplina científica
en particular, ni de la lingüística, ni de ninguna otra. Esta idea queda recogida en un fragmento
especialmente célebre del CLG:
“Tomado en su totalidad, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo de varios dominios, a la vez
físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al ámbito individual y al ámbito social; no se deja
clasificar en ninguna categoría de los hechos humanos, porque no se sabe cómo sacar su unidad.” [CLG,

35]
Sin embargo, el esquema anterior omite una dimensión del lenguaje desatendida por sus estudiosos y
que, para Saussure, podría convertirse en el objeto propio y específico de la nueva disciplina. Se trata del
sistema de conocimiento que los componentes de una misma comunidad de habla (la anglófona, la
hispanoparlante, la francófona, etc.) comparten. Es decir, no se trataría del conocimiento de cada
hablante en particular, aprendido individualmente y memorizado en su propio cerebro, sino de aquello
acerca de lo cual puede decirse por igual que es el conocimiento todos esos hablantes . Saussure
denominó a este objeto la Lengua (es decir, el Inglés, el Español, el Francés, etc.), entendiéndola como
algo diferenciado de lo que este o aquel hablante en particular sabe y utiliza al hablarla (es decir, el
inglés, el español o el francés de A o de B).

De la Lengua, Saussure afirma que es un fenómeno social, común e idéntico para todos los hablantes
que componen la comunidad de habla. No reside en ninguno de ellos en particular, sino en el grupo
social que
conjuntamente componen. Cada hablante la conoce de una manera parcial o incompleta. La Lengua es
una y la misma para todos, pese a la diversidad de sus concreciones en el habla de cada hablante
(idiolecto) o de determinados grupos de hablantes (dialectos). El propio Saussure la caracteriza de este
modo:
“Es […] un sistema gramatical que existe virtualmente en cada cerebro, o más exactamente, en los
cerebros de un conjunto de individuos; porque la Lengua no está completa en ninguno, no existe
perfectamente más que en la masa.” [CLG, 40]

Así pues, Saussure caracteriza la Lengua, de un lado, de manera "negativa": se corresponde con un
aspecto del lenguaje que no es psicológico, fisiológico o físico; que no se localiza individualmente en el
hablante y que no varía para el conjunto de la comunidad de habla. Por otro lado, la caracteriza
"positivamente" como un hecho social, abstracto, único, invariable y completo para toda la comunidad
de hablantes.

A la Lengua, así caracterizada, Saussure la considera el objeto propio y específico de estudio de la


lingüística.Para todos los demás aspectos del lenguaje acuña el término Habla, que, desde su punto de
vista, no es un objeto de estudio en sí mismo, si bien lo es, o puede llegar a serlo, de otras disciplinas
científicas relacionadas con el lenguaje.
Aunque el CLG no incorpora menciones explícitas a sus trabajos, Émile
Durkheim había establecido poco tiempo antes la sociología como disciplina
científica centrada en el estudio de todo tipo de fenómenos sociales. Saussure
suele contraponer la psicología Individual a la social, la segunda de las cuales
puede identificarse sin problemas con la sociología de Durkheim. Saussure la
presenta como la disciplina encargada de estudiar aquellos fenómenos que
tienen su sede en el grupo social, trascendiendo así al individuo. Entre tales
fenómenos, Saussure destacó la existencia de convenciones simbólicas de
todo tipo en el seno de los grupos sociales, que serían el objeto de una disciplina (otra "ciencia ficción",
en ese momento) a la que denominó semiología. La lingüística, para Saussure, sería una rama de la
semiología, concretamente la encargada de estudiar las Lenguas como sistemas simbólicos propios de
los diferentes grupos sociales que denominados comunidades de habla.

2. La Lengua como hecho social abstracto. – El método de la suma y el promedio.

Uno de los aspectos más delicados del pensamiento de Saussure tiene que ver con su planteamiento
acerca de cómo afrontar el estudio de algo que, en sí mismo, es abstracto y que, por tanto, no se presta
a la observación directa. No debe olvidarse que el aspecto directamente observable del lenguaje lo
constituye el habla efectivamente realizado concretamente por un hablante y que llega concretamente a
uno o más oyentes en actos de habla particulares. Pero esta es la materia con la que trabaja el lingüista,
no el objeto que se propone estudiar.

Teniendo esto en cuenta, ¿cómo puede el lingüista acceder a la Lengua y convertirla en un objeto
posible de estudio?

A este respecto, Saussure propuso un método que se inspira en gran medida en los avances de la
sociología del momento. Lo llamó el modelo de la suma y el promedio.

En un primer paso (suma), Saussure plantea que el especialista debe observar un número
suficientemente representativo de muestras de habla de miembros de la comunidad. Así pues, en esta
fase se centra en el habla (el aspecto realmente observable del lenguaje), para utilizarlo
instrumentalmente como un medio indirecto de observación de la lengua.

En un segundo paso (promedio), el estudioso debe elaborar, a partir de todas esas muestras, un modelo
ideal que, aunque no se corresponda con el conocimiento de la lengua de ninguno de los hablantes
observado en particular, pueda considerarse como el sistema lingüístico ideal o modélico al que más se
aproxime la manera de hablar de todos ellos. Este modelo podrá considerarse como una reconstrucción
racional de algo en sí mismo abstracto, es decir, la Lengua común a los hablantes en cuestión. Como el
propio Saussure señala en la última cita anterior, ese modelo solo existe virtualmente en cada uno de los
hablantes, que realmente conocen y hablan una aproximación particular a él.

La siguiente figura es la visualización esquemática del propio Saussure del método de la suma y el
promedio, donde los unos arábigos representan el habla de individuos particulares y el uno romano el
promedio lingüístico, la Lengua, atribuible por igual a todos ellos.

1+1+1+1…= I (Modelo colectivo)

3. La relación "signo". – El principio de la "arbitrariedad" del signo.

¿Qué tipo de unidades componen el sistema abstracto [de valores] de la Lengua? La teoría del valor.
Para Saussure, las unidades que componen un sistema lingüístico (una Lengua) tiene como principal
característica el ser unidades de tipo relacional. Esto significa que no son nada en sí mismas, sino
únicamente en función de la relaciones que contraen con otras unidades dentro del mismo sistema.
Saussure lo expresa diciendo que tienen un carácter negativo, relativo y opositivo. A este tipo de
unidades las denomina valores. Un sistema lingüístico se compone, por tanto, de valores de diferente
tipo. Por el contrario, los hechos del habla tienen un carácter positivo, es decir, características en sí
mismos: son, por ejemplo, sonidos, imágenes mentales realizadas en el cerebro, etc.

La manifestación más directa y más sencilla de la teoría del valor es la teoría del signo de Saussure, que
incorpora, además, lo que denominaba el Primer Principio de la Lengua o Principio de Arbitrariedad. Un
signo lingüístico no es, para Saussure, algo en sí mismo (ni un sonido, ni una idea, ni ambas cosas a la
vez). Es una relación: la relación signo. Esta relación fusiona la imagen abstracta de un estímulo acústico
(significante) con la imagen abstracta de una idea (significado). Lo fundamental de esta relación es que,
al margen de ella, tanto el significante como el significado dejan de existir. Esto implica que uno y otro
solo existen en el marco de esa relación: son entidades relacionales, o valores.

Para Saussure, la mejor prueba de que el signo es una relación consiste en que, abrumadoramente,
significante y significado no se unen atendiendo a nada que sea intrínseco a ellos: nada en el aspecto
acústico del signo bambalina recuerda o es en sí mismo indicativo de la idea asociada; la palabra
bambalina no evoca, salvo para los previamente familiarizados con el sistema lingüístico al que
pertenece, lo que nombra. La asociación se basa en una relación por completo caprichosa o arbitraria.
Por tanto, es el carácter mismo de la relación (la arbitrariedad es una propiedad de la relación) lo que
explica cómo se asocian en una lengua significantes y significados.

Buena prueba de ellos es, por un lado, que en una misma lengua significantes muy diferentes pueden
tener significados semejantes (y a la inversa). También, lo diferentes que pueden ser
interlingüísticamente los significantes de un significado más o menos equivalente en todas ellas.

La imagen acústica (significante) y la imagen mental (significado) de un signo son entidades igualmente
abstractas. El significante es abstracto porque no se corresponde con la manera de pronunciar esa
imagen por parte de ningún hablante en concreto; el significado es abstracto porque no se corresponde
con las asociaciones mentales que diferentes hablantes puedan haber establecido con relación a él.

¿Contiene la Lengua unidades significativas que no sean signos?

Existen, por un lado, las llamadas onomatopeyas (DLE: "Palabra cuya forma fónica imita el sonido de
aquello que designa; p. ej., runrún."). Saussure, sin embargo, considera lo siguiente respecto a estas:

 Por un lado, muchas de las unidades que consideramos habitualmente onomatopeyas (guau, plof…)
no están propiamente integradas en el sistema. Guau, por ejemplo, no es una manera de nombrar a
los perros, ni al sonido característico de los perros, sino una manera convencional de imitar ese
sonido.
 Por otro lado, el número de verdaderas onomatopeyas (runrún) que incorpora una lengua suele ser
muy reducido. En el DLE, por ejemplo, aparecen 328 entradas marcadas como "onomatopeyas" o
"imitativas" (muchas de ellas muy dudosas: ¿pizcar?), lo que supone el 0,37% de la totalidad del
diccionario. Podríamos decir, en los términos de Saussure, que son unidades escasamente
representativas y que, por tanto, pueden ser desconsideradas de lo que consideramos propiamente
perteneciente a la Lengua.

Por otro lado, Saussure comenta el caso de lo que denomina “nomenclaturas” (DLE: Conjunto de las
voces técnicas propias de una disciplina. Nomenclatura química.). Para Saussure, los términos de las
nomenclaturas tampoco son signos: lo que representan no son significados lingüísticos establecidos y
usados por la comunidad de habla en su conjunto, sino elaboración y herramienta propia de la actividad
de colectivos particulares (p.ej., los químicos).

4. La arbitrariedad relativa y el carácter relacional de los sistemas.

Arbitrariedad absoluta y arbitrariedad relativa.


Dejando de lado las onomatopeyas, que considera un tipo de unidad marginal y escasamente integrada
en el sistema de una Lengua, Saussure apunta una cierta limitación en el alcance del Principio de
Arbitrariedad en casos como este:

Saussure dice que el signo pescadero es solo relativamente arbitrario, porque, en parte, se basa en la
semejanza con otras unidades existentes en el mismo sistema: de un lado, pescadería, pescado,
pescar, etc.; de otro lado, roquero, panadero, jardinero, etc.).

Este tipo de arbitrariedad relativa muestra que el alcance del Principio de Arbitrariedad solo se ve
limitado por otra característica con una fuerza semejante de los sistemas lingüísticos: su naturaleza
relacional. Una Lengua no se limita a ser un puro inventario desorganizado de signos, sino que los signos
están relacionados entre sí. Tanto, que puede hablarse de una especie de fuerza interna al sistema
tendente a que así sea. Así se explica que signos que podrían ser absolutamente arbitrarios, se formen
en cambio sobre la base de su parecido con otros signos del mismo sistema.

En cualquier caso, Saussure insiste en que la arbitrariedad relativa no desmiente el Principio de


Arbitrariedad como principio básico constitutivo de las lenguas. Por dos razones fundamentales:

 En primer lugar, porque los casos de arbitrariedad relativa siempre acaban llevándonos a algún signo
que lo es absolutamente: pescadero> ) pescad / ero.
 En segundo lugar, porque la propia arbitrariedad relativa se basa en pautas que no se aplican de
modo totalmente sistemático, sino de un modo caprichoso que puede verse como una manifestación
más del principio de arbitrariedad: pescado > pescadero (/ * pescadista); diente / dentista (/ *
dentero).

5. La teoría del valor.

La afirmación de que los valores lingüísticos son negativos, es decir, que carecen de cualidades positivas
(físicas o psicológicas), también se aplica específicamente a cada una de las dos caras del signo
lingüístico. Tanto el significante como el significado son valores, es decir, en sí mismos puramente
abstractos y dependientes de sus relaciones con otras unidades del mismo plano en la misma Lengua.

Saussure argumenta del siguiente modo la tesis del carácter abstracto de significantes y significados.

El plano del significante

El hecho articulatorio o acústico (en definitiva, físico) en que se materializa un significante es continuo, es
decir, carece de límites o divisiones precisos y bien definidos (es un espectro). Esto se puede observar en
un sonograma (es decir, la visualización de los parámetros físicos de una emisión), en el cual no se puede
establecer en ningún caso el momento en que concluye un sonido del habla y comienza el siguiente. En
el sonograma, la mayor parte de los momentos se corresponden con la realización simultánea de más
una unidad lingüística. Desde el punto de vista de la articulación, lo anterior se corresponde con el hecho
de que unidades sucesivas son, en realidad, coarticuladas.
“Considerada en sí misma, [la cadena fónica] no es más que una línea, un cinta continua, en la que el
oído no percibe ninguna división suficiente y precisa.” [CLG, 149]
“La substancia fónica no es fija ni rígida […] sino una materia plástica que se divide a su vez en partes
distintas para suministrar los significantes que el pensamiento necesita.” [CLG, 159]

El plano del significado

De manera semejante, las representaciones mentales que los individuos se forman a partir de los datos
sensoriales o en el ejercicio libre de la imaginación carecen, en opinión de Saussure, del tipo de limites
que las distinciones lingüísticas sobreimponen a ellas. El pensamiento, dice Saussure, es mucho más
indistinto y amorfo de lo que pueda parecer; la claridad de las distinciones que parece contener son
realmente una contribución de la Lengua.

“Psicológicamente, y haciendo abstracción de su expresión por las palabras, nuestro pensamiento no es


más que una masa amorfa e indistinta. Filósofos y lingüistas han coincidido siempre en reconocer que sin
la ayuda de los signos seríamos incapaces de distinguir dos ideas de una forma clara y constante.
Considerado en sí mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está delimitado
necesariamente. No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la aparición de la
lengua.” [CLG, 159]

Principales tesis de la teoría del valor de Saussure

1 - Una Lengua es un sistema de valores o formas abstractas, que se sobreponen sobre


las sustancias acústica y psicológica a través de las cuales se realizan. Lo propiamente lingüístico son,
pues, las formas, no las sustancias. Las sustancias simplemente están al servicio de la Lengua, haciendo
posible la realización de sus formas y la comunicación efectiva entre los hablantes. La Lengua, en sí
misma, es pura forma, pura abstracción.

2 - Prueba evidente de ello es que una misma forma (un mismo valor) puede manifestarse a través de
diversas sustancias:
2. a. En el plano del significante, una misma forma (un fonema) puede realizarse a través de diferentes
sonidos. Acústicamente, debemos hablar de la existencia de tantas unidades como sonidos
acústicamente diferenciables; lingüísticamente (fonológicamente), solo cabe habla de una y la misma
unidad en todos los casos.
2. b. En el plano del significado, una misma forma (un significado) puede realizarse a través de
representaciones mentales diferentes, tantas como sea posible diferenciar, por ejemplo,
perceptivamente; lingüísticamente (semánticamente), solo cabe hablar de una y la misma unidad en
todos los casos.
3 - El valor o la identidad de la unidades de la Lengua no depende de las sustancias que las realizan, sino

que es puramente relacional: ni los fonemas son sonidos (son abstracciones de sonidos), ni los
significados representaciones mentales (son abstracciones de representaciones mentales). La identidad
de las unidades de la Lengua, su valor, depende exclusivamente de las relaciones que contraen con
unidades afines en el mismo sistema. Es, pues, un tipo de identidad relacional, sensible únicamente al
espacio formal conformado por esa y otras unidades afines y a cómo ocupan relativamente ese espacio.

“Cada idioma compone sus palabras sobre la base de un sistema de elementos sonoros, cada uno de los
cuales forma una unidad netamente delimitada, y cuyo número está perfectamente determinado. Ahora
bien, lo que les caracteriza no es, como podría pensarse, su cualidad propia y positiva, sino simplemente
el hecho de que no se confunden entre sí. Los fonemas son, ante todo, entidades opositivas, relativas y
negativas.” [CLG, 167]

“Si las palabras se encargaran de representar conceptos dados de antemano de una lengua a otra
tendrían correspondencias exactas para el sentido; pero no es así. El francés dice indistintamente louer
[alquilar] (una casa) para «tomar» o «dar en alquiler», allí donde el alemán emplea dos términos: mieten
y vermieten.” [...] Cuando se dice que [los valores] corresponden a conceptos, se sobreentiende que son
puramente diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino negativamente por sus
relaciones con los demás términos del sistema. Su característica más exacta es ser lo que los otros no
son.” [CLG, 165]

La teoría del valor, antes y después de Saussure

1 - Charles Sanders Peirce


La teoría del valor de Saussure tiene un antecedente, desarrollado paralelamente, en la obra del lógico y
filósofo norteamericano Charles S. Peirce (Cambridge, MA, 1839-Milford, PA, 1914), quien señaló la
necesidad de diferenciar dos niveles lógicos en el análisis de fenómenos simbólicos semejantes a los que
interesaban Saussure. Se refería a ellos, respectivamente, como el nivel de los tipos ("types") y el nivel
de las instancias ("tokens"). Los tipos de Peirce son, en la terminología de Saussure, valores abstractos, a
cuyas realizaciones concretas llama instancias.

La teoría del valor de Saussure plantea, precisamente, que los valores lingüísticos funcionan como
criterios de identidad en un nivel equivalente al de los tipos de Peirce. Así, las diferentes instancias de
la /n/ en español son hechos acústicos diferentes; sin embargo, se corresponden con un mismo valor de
Lengua. De igual modo, las diferentes instancias de "azul" son hechos perceptiblemente diferentes; sin
embargo, se corresponden con un mismo valor de Lengua.

El siguiente fragmento del CLG ilustra bien la conexión entre la teoría del valor de Saussure y la distinción
tipo/instancias de Peirce.

“[...] hablamos de identidad a propósito de dos expresos «Ginebra–París, 8 h. 45 de la noche», que


parten con veinticuatro horas de intervalo. A nuestros ojos es el mismo expreso, y, sin embargo,
probablemente locomotora, vagones, personal, todo es diferente. O bien, si una calle es demolida y luego
construida de nuevo, decimos que es la misma calle cuando materialmente no queda quizá nada de la
antigua. ¿Por qué se puede reconstruir una calle de arriba a abajo sin que deje de ser la misma?
Porque la entidad que constituye no es puramente material: está fundada en ciertas condiciones a las
que su materia ocasional es extraña, por ejemplo, su situación en relación con las demás; de igual
modo, lo que hace el expreso es la hora de su partida, su itinerario y en general todas las circunstancias
que lo distinguen de otros expresos. Siempre que se cumplan las mismas condiciones, se obtienen las
mismas entidades.” [CLG, 155]
2 – Louis Hjelmslev
La teoría del valor de Saussure tuvo como principal continuador el llamado enfoque "glosemático" del
lingüista danés Louis Hjelmslev (Copenhague, 1899-Copenhague, 1965). Dicho enfoque puede ser
considerado como el continuador más extremo del pensamiento estructuralista de Saussure, en el
siguiente sentido. La teoría del valor de Saussure establece que una misma forma lingüística abstracta
(un valor lingüístico) se realiza, de hecho, a través de diferentes sustancia materiales (en diferentes
contextos, por diferentes hablantes, en diferentes ocasiones, etc.). Por ejemplo, el fonema /b/ del
español tiene una realización oclusiva [b], característica de la posición inicial absoluta (barco) y en
posición postconsonántica, (cambio) y otra aproximante [ß], que se da entre vocales (abarcar).

La versión extrema de Hjelmslev para la misma idea es que, además, ese mismo valor lingüístico
abstracto (el fonema /b/) puede realizarse a través de sustancias diferentes a la sonora sin perder su
"identidad" o su "valor" lingüístico. Por ejemplo, se puede realizar visualmente a través de grafemas, o a
través de configuraciones de la mano, o a través de patrones de combinaciones de colores. Incluso se
puede realizar táctilmente, como demuestra el sistema Braille que usan los ciegos. Lo importante,
lingüísticamente hablando, es que, sea cual sea la sustancia usada, se de una asociación uniforme con el
valor lingüístico en cuestión, que es algo que simplemente se consigue si no se confunde con la sustancia
que, a su vez, se asocie sistemáticamente con los demás valores del sistema (es decir, los fonemas
/p/, /m/, etc.). En otras palabras, a la relación de "realización" entre los valores o formas lingüísticas,
de un lado, y las sustancias que los materilzian, de otro lado, se le exige tan solo que sea preservadora
de las identidades abstractas de la Lengua. El siguiente esquema ilustra el planteamiento de Hjelmslev:

6. El orden lineal del significante y la exclusión de la sintaxis de la Lengua.– La sintaxis


estructural de Tesnière
El carácter lineal del significante y la exclusión de la sintaxis

Por su centralidad dentro del conjunto de sus teorías, Saussure llamaba Primer Principio al principio de
la arbitrariedad del signo. Formuló, además, el que denominó Segundo Principio, referido en este caso
al carácter lineal de los significantes. Este principio atribuye al significante las siguientes propiedades:

1. Representa una extensión


2. Esa extensión es mensurable en una sola dimensión: es una línea (CLG, 107)
Con relación a este segundo principio es importante entender, en primer lugar, que el equivalente al
significante en otros sistemas de signos o símbolos puede no tener este carácter lineal. Esto se nos hace
particularmente manifiesto si consideramos algún tipo de señal no lingüística cuyo significante no se
organice linealmente e intentamos "traducirlo" a una expresión lingüística, que deberá acomodarlo a su
modo característico de organización lineal.

Al reflexionar sobre la razón de ser de este Segundo Principio, Saussure llega a la conclusión de que no se
trata de una de una característica propiamente de la Lengua, porque no la determina esta, sino que es
una imposición de los sistemas fisiológicos (articulatorio y auditivo) que empleamos al hablar (por tanto,
del Habla).

“El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desarrolla sólo en el tiempo y tiene los caracteres que
toma del tiempo: a) representa una extensión, y b) esa extensión es mensurable en una sola dimensión:
es una línea.” (CLG, 107)

“Por oposición a los significantes visuales (señales marítimas, etc.), que pueden ofrecer complicaciones
simultáneas en varias dimensiones, los significantes acústicos no disponen más que de la línea del
tiempo; sus elementos se presentan uno tras otro; forman una cadena.” (CLG, 108)
“En el discurso, las palabras contraen entre sí, en virtud de su encadenamiento, relaciones fundadas
sobre el carácter lineal de la lengua, que excluye la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez [...].
Estos se alinean unos detrás de otros en la cadena del habla.” (CLG, 173)

Así pues, las relaciones de sucesión lineal que mantienen los significantes en cualquier nivel de análisis
(los fonemas en el morfema, los morfemas en las palabras, las palabras en las frases y las frases en las
oraciones) están determinadas por la fisiología (la fonación y la audición de los sonidos del habla). Por
tanto, tienen un carácter no propiamente lingüístico o solo derivadamente lingüístico.

A todas las unidades que se organizan en sucesión lineal en el habla, Saussure las denomina sintagmas:
“Estas combinaciones que tienen por soporte la extensión pueden ser llamadas sintagmas.” (CLG, 173)

Su conclusión es, pues, que todo lo que tiene que ver con la sintagmática no es competencia directa de
la Lingüística, entendida por Saussure como lingüística de la Lengua:
“La frase es el tipo por excelencia de sintagma. Pero pertenece al habla, no a la lengua.” (CLG, 174)

La sintaxis estructural de Lucien Tesnière

Sin proponérselo, Saussure incurrió en una falacia en su argumento a favor de la exclusión de la sintaxis
del ámbito de la Lengua. Es cierto que los elementos sintetizados en la cadena hablada componen
cadenas ordenadas linealmente (a precede a b, b precede a c, a precede a c…). Sin embargo, la sintaxis
implica otro tipo de relaciones que el orden lineal no capta. Podemos apreciarlo considerando las
siguientes oraciones:

1. El invitado irá al restaurante sin pasar por casa


2. El invitado irá sin pasar por casa al restaurante
3. Sin pasar por casa irá al restaurante el invitado

Lo interesante de series de oraciones como estas es que representan exactamente la misma situación o
estado de cosas, a pesar de los elementos que la representan aparecen linealmente ordenados de
diferente manera. Esto significa que, independientemente del orden lineal adoptado en cada caso, esos
elementos se encuentran organizados en los tres ejemplos de un modo que capta la identidad de la
situación representada.
La identidad subyacente a las tres oraciones consiste en que su componentes se relacionan en términos
jerárquicamente (o estructuralmente) desiguales, como se capta en la siguiente ilustración:

Al decir que esta ilustración representa una jerarquía, se quiere


decir, por una parte, que el orden lineal es, de entrada,
irrelevante. O, en otras palabras, que esa misma jerarquía puede
manifestarse alternativamente a través de varios órdenes
lineales.

Se quiere decir, además, que los elementos no tienen un mismo rango los únicos respecto a los otros.
Así, en el ejemplo que nos sirve de ilustración todos los elementos dependen del verbo irá (la oración en
su conjunto es una especificación del tipo de actividad que este verbo nombra); en cambio, el
invitado y al restaurante no guardan una dependencia estructural directa el uno respecto del otro.
Una manera de visualizarlo consiste en ver la estructura jerárquica como un móvil y las diferentes
ordenaciones lineales como el efecto de dejarlo rotar y detenerlo con los elementos dispuestos de
diferente modo.

A parir de este tipo de observaciones, Tesniére entendió que la cadena hablaba, aunque aparente tener
una única dimensión (el orden lineal), en realidad oculta una segunda dimensión, basada en la en la
jerarquía estructural que mantienen los elementos entre sí.

Entendió, además, que si bien el orden lineal podía efectivamente


deberse a una imposición de la fisiología de la fonación y la audición de
los sonidos del habla, el orden jerárquico puede considerarse como
una dimensión propiamente lingüística de la sintaxis. Sería, pues, un
aspecto de la sintagmática que sí puede remitirse a la Lengua.

Tesnière concluye que un aspecto fundamental del uso del lenguaje consiste en la transformación del
orden jerárquico abstracto (no es manifiesto en la cadena hablada) en el orden lineal a través del cual se
realiza en el habla (y viceversa, cuando adoptamos la perspectiva del oyente).

Un aspecto interesante de esta observación es que favorece la identificación del orden jerárquico con la
Lengua y el orden lineal con el habla: por un lado, el último es manifestación o realización del primero;
por otra parte, se cumple que un mismo orden jerárquico se puede manifestar a través de órdenes
lineales diferentes sin perder su identidad sintáctica.
7. El estructuralismo norteamericano (I)

Ejercicio de ciencia ficción: imagina que nadie se hubiese preocupado por editar las clases de Saussure ni
por rebuscar entre los manuscritos que dejó inéditos al morir. ¿Qué figura y qué obra ocuparían su lugar
en la historia de la lingüística?

Probablemente, el profesor de filología germánica en la Universidad de Chicago, Leonard Bloomfield


(1887-1949), con su obra Language (1933). Este manual solo tiene una edición en español, del año 1984,
se trata de un ejemplar muy raro traducido por la Universidad Nacional de San Marcos (Lima, Perú).

En cierta medida, la historia no habría sido del todo diferente. Con un par de décadas de retraso, la
Lingüística habría afirmado de todos modos su personalidad disciplinar en el ámbito de los saberes
académicamente instituidos, su derecho a existir, como decía Saussure. Lo habría hecho, además, de un
modo semejante a como se lo propuso por su parte este: es decir, reivindicando su cientificidad al
amparo de otras disciplinas independientemente instituidas (Saussure lo hizo amparándola, en último
término, en la Psicología Social), así como la especificidad de su objeto (para Saussure, un objeto social
con personalidad propia).

Sin embargo, la historia también habría sido bastante diferente, porque Bloomfield contextualizó la
Lingüística de un modo radicalmente diferente al de Saussure, de lo que asimismo resultó una
caracterización de su objeto de estudio propio totalmente distinta.

Bloomfield entendió que una lingüística a la altura de los tiempos debía obedecer a los preceptos de la
corriente filosófica conocida como "positivismo lógico" y de la corriente psicológica conocida
como "conductismo", con el resultado de que el concepto de lenguaje, alusivo al objeto específico de la
disciplina, pasó a nombrar un objeto físico y una forma particular del comportamiento observable
humano.

Adhesión al positivismo lógico: ¿Qué es el positivismo lógico? ¿En qué sentido inspiró el concepto de
"lenguaje" de Bloomfield?

Rudolf Carnap (1891 - 1970), Otto Neurath (1882 - 1945), Carl G. Hempel (1905 - 1982).
El positivismo lógico descansa, en primer término, en una filosofía del lenguaje centrada en un concepto
de "significado" basado, a su vez, en la idea de "condiciones de verdad" (o "condiciones veritativo-
funcionales"). De acuerdo con este planeamiento, el significado de una expresión (lingüística o de
cualquier otro tipo, una fórmula química, por ejemplo) consiste en una especificación de las condiciones
que convierten la expresión en verdadera (aunque de hecho, o a la larga, se compruebe que no lo es).
Supone, además, que las condiciones de verdad son operacionalizables (es decir, tratables
científicamente) estipulando los métodos de verificación adecuados para los diferentes dominios
empíricos a los que se apliquen las expresiones. En ausencia de métodos de verificación, o ante la
imposibilidad de validar de ningún modo sus potenciales correspondencias empíricas, las expresiones
carecen de significado, es decir, son "sinsentidos".

De acuerdo con el positivismo, por tanto, los enunciados de un amplio sector de la filosofía tradicional,
en concreto, la metafísica, no son verificables y son, por tanto, sinsentidos. Los enunciados religiosos, los
poéticos, etc. también son sinsentidos. Para algunos positivistas, la condición de sinsentido no restaba
valor a los enunciados. Pero era un tipo de valor diferente (un valor expresivo o emotivo, podríamos
decir).

(Existirían, en todo caso, algunas ramas del saber que, aun careciendo sus enunciados de contenido
empírico, no consistirían en una suma de sinsentidos, como las matemáticas. La razón es que se basan en
enunciados analíticos, es decir, enunciados que pueden encerrar verdades basadas exclusivamente en el
contenido asociado a las unidades en que se basan y del modo como estas se combinan).

El principal problema es que el concepto de Lengua hace referencia a un objeto abstracto. Para Saussure
no era una abstracción teórica, apta para aproximarnos a una mejor comprensión de la realidad última
del lenguaje. La Lengua, en sí misma una entidad abstracto, es el objeto de la lingüística. La lingüística es,
por tanto, "acerca de" un objeto abstracto. La inexistencia de un correlato empírico para el concepto
convierte directamente a la disciplina en una forma de metafísica. La alternativa: desarrollar una
alternativa física a la metafísica lingüística de Saussure.

La adopción del "fisicalismo" por parte de Bloomfield (por oposición al "metafisicalismo" de Saussure), se
tradujo en dos de sus más destacadas definiciones del concepto de "lenguaje":

1. El lenguaje es (un tipo de) ruido.


2. Un lenguaje es el conjunto de todas las emisiones registrables en una misma comunidad de habla.

“Los no lingüistas (salvo que casualmente sean fisicalistas) olvidan continuamente que lo que un
hablante hace es ruido y le atribuyen, en cambio, estar en posesión de ideas impalpables. Compete a los
lingüistas mostrar, detalladamente, que el hablante no tiene «ideas», que el ruido es suficiente.”
“Language or Ideas?”. Language 12(2), 1936; p. 93.

“La totalidad de las emisiones que pueden llegar a realizarse en una comunidad de habla es el lenguaje
de esa comunidad.” "A set of postulates for the science of language". Language 2(3), 1926; p. 155.

8. El estructuralismo norteamericano (II)

Adhesión al conductismo psicológico: ¿Qué es el conductismo psicológico? ¿En qué sentido inspiró el
concepto de "lenguaje" de Bloomfield?

Ivan Pavlov (1849 - 1936), John B. Watson (1878 - 1958), Burrhus F. Skinner (1904 - 1990).

El conductismo es una corriente de psicología teórica y clínica que se opone a que el objeto tradicional
de estudio de la psicología, la "mente", sea realmente un objeto de estudio científico. La psicología,
según la corriente, no puede basar sus enunciados explicativos en la apelación de los "estados mentales"
del individuo, ya que estos no son accesibles a ningún tipo de observación directa. Ni siquiera existen
garantías de que realmente existan cosas tales como los estados mentales o la mente de una persona. En
su lugar, los conductistas plantearon que el objeto de estudio de una psicología científica debía ser la
conducta o comportamiento observable de los sujetos estudiados.

Para algunos psicólogos, el conductismo tiene un valor simplemente metodológico o heurístico, como
una especie de solución práctica ante la imposibilidad técnica de acceder a la observación de los propios
estados mentales subyacentes a la conducta. Otros, en cambio, abrazan un conductismo ontológico,
comprometido con la negación efectiva de la mente como entidad empírica.

Como los conductistas, Saussure entendió que el objeto de la lingüística no debía localizarse en la mente
individual: la Lengua no se encuentra entre los estados de conocimiento ni en la actividad mental del
hablante. Su motivación, sin embargo, era muy distinta, porque Saussure sí daba crédito a la Psicología
individual, centrada en el estudio de esos objetos. Su motivo era la variabilidad propia de esos estados
de conocimiento, siendo que la Lengua es una y la misma para todos los componentes de una
comunidad de habla.
Por la misma razón, Saussure tampoco podía localizar la Lengua en las señales acústicas u otros tipos de
estímulos físicos realizados por los hablantes, igualmente variables. Su solución fue la de conceder a la
Lengua un carácter supraindividual, invariable y, atendiendo a todo ello, abstracto.

A ojos de un conductista, esta naturaleza abstracta hace de la Lengua un objeto tan desacreditable
científicamente como la Mente de la psicología clásica.

La adopción del conductivo se traduce en otra de las caracterizaciones clave del lenguaje por parte de
Bloomfield: la idea del lenguaje como un instrumento diferidor de conductas.

El lenguaje es, para Bloomfield, una forma de comportamiento, cuya principal singularidad es que sirve
como un procedimiento "diferidor de conductas". A través de lenguaje, resulta posible que la respuesta a
un determinado estímulo sea ejecutada por un individuo
diferente al que originalmente lo recibió. Es decir, un individuo
puede recibir un cierto estímulo físico (p.ej. sentirse deslumbrado
por el sol mientras conduce), transformarlo en otro estímulo
físico (p.ej. la emisión "¿podrías bajarme el parasol?") y conseguir
que otro (p.ej. su copiloto) haga lo que de otro modo le
correspondería hacer con más esfuerzo o dificultad. Por esta
razón, Bloomfield también entendía que el lenguaje era el
fundamento último de la división social del trabajo.

9. El estructuralismo norteamericano (III)

El análisis distribucional

Es llamativo que, siendo tan distantes en lo que se refiere a objeto y objetivos, las tradiciones lingüísticas
procedentes de la obra de Saussure y de Bloomfield reciban por igual la denominación
de estructuralismo.
Lo cierto es que sí existe un trasfondo de identidad entre ambas corrientes históricas, que justifica el
empleo de esa misma denominación: la idea, común a ambas corrientes, de que el objeto de estudio (la
Lengua o las emisiones, respectivamente) son objetos estructurados, es decir, compuestos de entidades
cuya identidad es de tipo relacional. El siguiente esquema trata de destacar la especificidad de cada
modelo sobre es fondo de parentesco:

El aspecto distintivo del estructuralismo norteamericano puede captarse diciendo que atribuye una
estructura interna a cada una de las emisiones de los hablantes, en consonancia con las posibilidades
combinatorias mutuas, o distribucionales, de las unidades que participan en ellas.
Ahora bien, no existe más que la estructura concreta propia de cada emisión. Es falaz atribuir existencia a
estructuras abstractas comunes (tipos) a diferentes emisiones concretas (ejemplares). La lingüística tiene
por objeto la estructura de la emisiones/ejemplar, no de emisiones/tipo. También es falaz atribuir
existencia a un sistema aparte de las emisiones, en que estarían codificadas las propiedades
distribuciones de las unidades. Las unidades no manifiestan sus propiedades distribuciones más que en
las emisiones en que participan.

En la medida en que la lingüística necesite usar abstracciones que puedan dar pie a la impresión de que
existen tipos de emisión o inventarios estructurados de emisiones, debe insistirse en el valor meramente
instrumental de dichas abstracciones. Los fines explicativos de la lingüística no entraña ni requiere de
ningún modo su existencia efectiva.

La imagen contiene los sonogramas de cuatro secuencias de canto (A, B, C y D) de dos ejemplares (2 y 3)
de chochín común (Troglodytes troglodytes). Los fragmentos de diferentes colores dan idea del carácter
articulado del canto: cada fragmento se puede repetir en el mismo o diferentes cantos y cada canto
consiste en una combinación de fragmentos de ese tipo.

Se aprecia, además, que cada uno de los fragmentos obedece a contextos de aparición característicos: es
decir, un fragmento no puede aparecer en cualquier posición, sino respetando condiciones de aparición
relativamente a otros fragmentos.

El análisis distribucional consiste precisamente en determinar exhaustivamente los contextos de


aparición posibles para cada una de las unidades (de canto, en este caso), así como las determinaciones
que cada unidad establece como contexto de aparición para otras unidades.

La aplicación del método distribucional al lenguaje, a partir de una muestra de emisiones


suficientemente representativa de una comunidad de habla, supone, en primer término,
establecer clases de identidad entre las unidades diferenciadas y recurrentes que apreciamos en esas
emisiones. Cada clase de identidad es relativa a un contexto, es decir, a un marco de aparición posible
para las unidades que componen esa clase.

Permite, además, establecer subclases de identidad, en la medida en que la elaboración de otros


contextos permita apreciar divergencias entre las posibilidades combinatorias más generales
establecidas de antemano.
A las clases y subclases de identidad resultantes podemos nombrarlas (por ejemplo, con las
denominaciones categoriales tradicionales), pero el modelo distribucionalista enfatiza la necesidad de
tener presentes los siguientes supuestos:

1. Que las categorías no nombran nada que exista con independencia de las unidades así
nombradas, tal cual aparecen en las emisiones (es decir, sustantivo solo nombra el conjunto de
unidades así llamadas por obedecer a un mismo criterio distribucional).
2. Que no existe un sistema o conjunto de paradigmas en que se codifiquen tales categorías
distribucionales junto a las unidades correspondientes. Solo existen los enunciados en que se
manifiestan las restricciones distribucionales observadas.

10. El estructuralismo norteamericano (IV)

Las dificultades de la semántica. La cuestión del significado en el estructuralismo lingüístico: hacia la


naturalización de la semántica

El carácter articulado y la regularidades estructurales a que responden son propiedades que convierten a
las emisiones lingüísticas en algo más que ruido. Sin embargo, estas propiedades no acaban de
diferenciarlas de otros tipos de estímulos acústicos producidos por organismos no humanos, como
hemos constatado con el caso del canto de muchas especies de aves.

La propiedad que parece diferenciar definitivamente el lenguaje humano de otras formas de


comportamiento basadas en la emisión de estímulos acústicos estructurados es que las emisiones
lingüísticas, al contrario de lo que sucede con el canto de los pájaros, por ejemplo, tienen significado.

Se ha repetido, hasta casi convertirse en un lugar común, que Bloomfield se desentendió del estudio del
significado y que, como consecuencia, la semántica acabó por desaparecer del horizonte de
preocupaciones del estructuralismo norteamericano.
Se trata de una apreciación incorrecta. Bloomfield defendió realmente que el estar dotadas de
significado es una propiedad definitoria de las emisiones lingüísticas, en ausencia de la cual sería,
efectivamente, simplemente ruido.

“El estudio de los sonidos lingüísticos sin alusión al significado es una abstracción: en el uso real, los
sonidos lingüísticos son emitidos como señales.” (Language, p.139)

“Una de nuestras asunciones fundamentales es la de que cada forma lingüística tiene un significado
específico y constante.” (Language, p.145)

Los equívocos sobre Bloomflied en torno a esta cuestión tal vez se deban a que, a pesar de la centralidad
que concedía a los significados y a la semántica, consideraba que esta representaba la parte o
subdisciplina más difícil de la lingüística, cuyo verdadero desarrollo probablemente debería tener que
esperar a una fase de mayor madurez de la propia lingüística. Con todo, Bloomfield realizó comentarios
de mucho interés en torno a las dos cuestiones fundamentales planteadas hasta aquí:
1. ¿En qué consiste el significado específico y constante atribuible a las combinaciones de
sonidos lingüísticos?
2. ¿Qué hace que su estudio sea tan difícil?

Externismo y naturalismo semánticos

En cuanto a la primera cuestión, Bloomfield plantea que los significados solo pueden localizarse en las
condiciones ambientales o externas al hablante; concretamente, en aquellas condiciones que pueden
típicamente motivar el uso de las expresiones lingüísticas. Se trata de una variante de lo que se conoce
como externismo semántico.

Además, puesto que los significados se encuentran en las cosas y estados de cosas que pueden motivar
el uso de las expresiones (o en las cosas y estados de cosas a que pueden dar lugar), los significados
pueden ser estudiados en continuidad, es decir, del mismo modo, que cualquier otro elemento
observable de la naturaleza o, en general, del ambiente. Se trata también, pues, de una variante de lo
que se conoce como naturalismo semántico.

Ahora bien, Bloomfield deja claro que no todos los elementos o estímulos presentes en una determinada
situación ambiental pueden considerarse significado, o parte del significado de una expresión lingüística.
Lo serían, únicamente, aquellos elementos o estímulos sistemáticamente presentes en cualquier
situación que pueda motivar el uso de la expresión (o a las que pueda dar lugar su empleo). Bloomfield
se refiere concretamente a estos elementos como "rasgos distintivos" o "significados".

“Es evidente que debemos diferenciar entre los rasgos no-distintivos de una situación, tales como el
tamaño, forma, color, etc. de cada una de las manzanas particulares, y los rasgos distintivos, o
significado lingüístico (los rasgos semánticos), que son comunes a todas las situaciones que pueden
mover a la emisión de una forma lingüística [como manzana].” (Language, p.141)

Es muy importante tener en cuenta que la distinción entre rasgos distintivos y no distintivos es usada por
Bloomfield para destacar que las emisiones lingüísticas solo se asocian (significativamente) a los
primeros.

Sin embargo, esto no significa que la distinción "exista" como tal en las cosas mismas. En otras palabras,
no existen los "significados" como algo diferente y aparte de las cosas con que se asocian las expresiones
lingüísticas.

La dificultad y provisionalidad de la semántica

Un ejemplo tan aparentemente sencillo como el anterior, ya permite ver, sin embargo, la dificultad del
análisis semántico. ¿Qué es exactamente lo que tienen en común todas las manzanas? ¿Quién puede
determinarlo?

Bloomfield se inclinaba por pensar que serían los especialistas en los diferentes ámbitos de aplicación del
lenguaje. Teniendo en cuenta, por una parte, la enorme amplitud de los ámbitos de aplicación del
lenguaje (la práctica totalidad de la experiencia humana) y la enorme diversidad de especialistas
implicados (la totalidad de la comunidad científica, más otros muchos especialistas en cuestiones
mundanas), Bloomfield también pensaba que el estudio de los significados todavía estaba muy lejos de
un horizonte de expectativa razonable para la lingüística.

“Las situaciones que pueden motivar que los sujetos hablen abarcan la totalidad de los objetos y
situaciones del universo. Para ofrecer un definición científica apurada del significado de todas las formas
lingüísticas, deberíamos disponer de un conocimiento científico profundo acerca de cuanto comprende el
mundo de los hablantes. En la práctica, el alcance del conocimiento humano es muy pequeño comparada
con esto. Podemos definir adecuadamente el significado de una forma lingüística cuando ese significado
tiene que ver con alguna materia acerca de la cual poseemos un buen conocimiento científico. Podemos,
así, definir los nombres de los minerales en términos de la química y de la mineralogía, como cuando
decimos que la palabra castellana sal es «cloruro sódico (NaCl)», y podemos definir los nombres de las
plantas y de los animales a través de la botánica y la zoología, pero carecemos de una forma precisa de
definir palabras como amor u odio, que guardan relación con situaciones que no han sido debidamente
clasificadas — y éstas son mayoría.” (Language, 139)
En todo caso, las dificultades del enfoque de Bloomfield van mucho más allá de estas consideraciones de
tipo práctico. En realidad, su semántica, de llevarse a término, se enfrentaría a numerosas paradojas. Por
ejemplo, y lo que sigue es una mínima muestra de ello:

 ¿Es al botánico a quien compete establecer el significado de las expresiones alusivas a vegetales?
 ¿Es un botánico, pues, un lexicólogo?
 ¿Qué sucede si sus categorías taxonómicas no se corresponden con las distinciones del
vocabulario básico de la comunidad?
 Si el especialista concluye, por ejemplo, que lo común a todos los tipos de manzana solo se
encuentra en la composición genética de la planta y el fruto correspondientes, ¿conoce o no el
hablante el significado de manzana?

TEMA 2: LA CORRIENTE FUNCIONALISTA

1. El origen del funcionalismo lingüístico: El Círculo Lingüístico de Praga (CLP).– La


revisión funcionalista de la teoría del valor. Las funciones del lenguaje

El funcionalismo lingüístico surge con el llamado Círculo de Praga (en adelante, CP), a pesar de que su
promotores originales y, a la larga, sus miembros más representativos eran rusos huidos de la revolución
soviética: Roman Jakobson, Nikolai Trubetzkoy y Serge Karcevski (aparecen de pie, por ese orden, en la
fotografía anterior). El último había asistido a uno de los cursos de lingüística general de Saussure y fue la
figura que sirvió de puente entre aquel y un grupo de estudiosos que en Moscú se proponía afrontar el
estudio de lenguaje, los textos poéticos y folklóricos, etc. a partir de un tipo de análisis orientado a la
forma. Se les conocía como "formalistas rusos" o Círculo de Moscú.

Como formalistas, se declaraban herederos del legado de Saussure al estudio del lenguaje, pero sentían
al mismo tiempo cierta insuficiencia en la fundamentación de la teoría del "valor" de aquel.

La teoría de Saussure establece que cada unidad de un sistema lingüístico tiene un valor que se sigue
exclusivamente de las relaciones que contrae con las restantes unidades del mismo sistema. El sistema
lingüístico es, pues, una entidad autosuficiente, que no necesita de nada más para dotar de valor o
identidad propia a sus componentes abstractos. Los lingüistas de Praga aceptaban la teoría del valor,
pero no estaban realmente convencidos de la plena autosuficiencia de la Lengua. Para ellos, el sistema
lingüístico era indisociable de las funciones de diverso tipo a las que sirve (aspecto que Saussure derivaba
al habla) y plantearon desarrollar (o, en el fondo, revisar) la teoría de Saussure proponiendo que el valor
de cada unidad lingüística se sigue y debe establecerse atendiendo a su utilidad de cara a la
satisfacción de aquellas funciones. A este supuesto se le conoce como el Criterio Funcional o Criterio
Teleológico.

Por razones históricas, relacionadas con la inestabilidad del período de entreguerras en Centro Europa,
las ascensión e invasiones nazis y el estallido de la II Guerra Mundial, la actividad conjunta del CP fue
relativamente efímera. Básicamente, se limita a la década que va de 1928 a 1938, fecha del fallecimiento
prematuro de Trubetzkoy. La última actividad del grupo fue la publicación póstuma de los
fundamentales Principios de Fonología de Trubetzkoy, parece que inacabados, aunque captan a la
perfección su pensamiento funcionalista y la aplicación de este a dicho nivel del análisis lingüístico. Su
primera aportación conjunta la realizaron ante el I Congreso Internacional de Lingüística de La Haya, en
1928. En la propuesta del texto que allí presentaron podemos leer lo siguiente:

“La tesis de F. de Saussure definiendo la lengua como un sistema de valores relativos está casi
generalmente admitida en la lingüística contemporánea. Con todo, no se ha sido totalmente consecuente
a la hora de extraer de ella todas sus consecuencias. La fonología sincrónica de una lengua se ocupa, en
la mayor parte de los casos, de caracterizar los sonidos desde el punto de vista de su producción sin tener
en cuenta su función en el sistema fonológico. Así, las diferencias significativas no son lo
suficientemente destacadas y diferenciadas de las diferencias no-significativas (es decir, las meramente
combinatorias o exteriormente motivadas y, como tales, sólo relevantes desde el punto de vista de otros
sistemas funcionales).” [Jakobson, Kacevski y Trubetzkoy, Proposition, 1928]

En este fragmento plantean, como Saussure, que las unidades propias del análisis fonológico no deben
su identidad, o valor, a los gestos articulatorios que sirven para pronunciarlas o a las características
acústicas que las hacen audibles. Sin embargo, apartándose de Saussure, entienden que si la función de
los fonemas es la diferenciación de las unidades con significado, su valor debe encontrarse en los
aspectos de su producción/percepción de los que realmente depende esa capacidad diferenciadora
(o diferencias significativas). Así, en español, el hecho de que la pronunciación del fonema /b/ sea, en
ocasiones, oclusivo y, en otras ocasiones, fricativo, no se corresponde con un diferencia significativa,
porque no existen dos únicas palabras en español cuya distinción se base en esa diferencia. En cambio,
es significativo el hecho de que el fonema /b/ sea sonoro y el fonema /p/ sordo, porque esa diferencia da
lugar a la distinción de muchas palabras en español (paliza / baliza, abocado / apocado, etc.).

En estos casos, la función con que se relaciona el valor o identidad de las unidades es la función
significativa, es decir, la de diferenciar la unidades con significado propias del sistema lingüístico. Una de
las principales preocupaciones del CP fue, por ello, la de llegar a establecer un inventario de las
diferentes funciones a las que pueden servir las unidades que componen los sistemas lingüísticos.

No fue una tarea para la que encontraron rápida respuesta. La más popular teoría sobre las funciones del
lenguaje se debe a uno de los fundadores del CP, concretamente, a Roman Jakobson, quien, sin
embargo, la formuló bastante tiempo después de la disolución del grupo, en 1959 (ver abajo). Hasta
llegar a esta célebre formulación y justificación de las funciones del lenguaje, el CP se mostró bastante
dubitativo. En la Proposición de 1928 ante el congreso de La Haya sencillamente dejaron entrever la idea
de que al igual que la distinción entre ciertas unidades se dedica a la función significativa, otras
distinciones podría encontrarse el servicio de otros sistemas funcionales, así como otras ser por
completo irrelevantes. En otro texto firmado conjuntamente y presentado ante el I Congreso de
Eslavistas de Praga, plantearon la distinción entre usos
intelectuales (como expresar conceptos, ideas, representaciones
de estados de cosas reales o hipotéticos, etc.) y usos
emocionales (como dar a conocer los estados internos propios).
Finalmente, Trubetzkoy, basándose en la ideas del psicólogo Karl
Bühler, vinculado al CP, completó el catálogo de usos y funciones
del lenguaje diferenciando, entre los usos emocionales, los usos
expresivos (que se relacionan con los estados del propio
hablante) y los usos apelativos (que se relacionan con la voluntad
de actuar sobre los del oyente).

Los siguientes textos son fragmentos de los Principios de Fonología, en cada uno de los cuales
Trubetzkoy comenta cada una de esas funciones y cómo las cumplen las unidades mínimas del plano del
significante.

Función representativa

“Cada palabra debe diferenciarse por medio de algo, de todas las palabras de la misma lengua. […] La
tarea de la fonología ha de ser la de investigar cuáles son la diferencias fónicas que, en una lengua dada,
están ligadas a las diferencias de significación. […] En consecuencia, los sonidos del fonetista no coinciden
con las unidades del fonólogo. El fonólogo ha de tener en cuenta en un sonido, sólo aquello que cumple
una determinada función en la lengua.” [Trubetzkoy 1939, 9-10]
Función expresiva

“La función expresiva del lenguaje consiste en la caracterización del locutor. Todo lo que en el discurso
sirve para caracterizar al locutor cumple una función expresiva. Sin embargo, sólo nos interesan los
recursos expresivos fonológicos, es decir, los recursos expresivos de la faz fónica de la lengua considerada
como un sistema de signos convencionales. […] Debemos dejar a un lado lo que está dado por la
naturaleza o condicionado puramente por la psicología. En la voz del locutor se puede reconocer, sin
duda, no sólo el sexo y la edad, sino también, en ciertos casos, su estado de salud y, aun sin verlo,
determinar si es grueso o delgado. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la fonología. […] No
deben confundirse las diferencias convencionales con las de origen natural. El hecho de que en ciertas
comunidades lingüísticas los niños reemplacen algunos sonidos por otros, debido a que sólo con el
tiempo adquieren la pronunciación correcta, no constituye un hecho de fonología expresiva, como
tampoco los errores patológicos del lenguaje. En cambio, tiene lugar un fenómeno de fonología expresiva
cuando un niño que puede imitar perfectamente la pronunciación de los adultos lo evita
intencionadamente, o cuando un hombre joven se cuida de pronunciar como los mayores, aun cuando
ello no le ofrezca ninguna dificultad, para no parecer anticuado o ridículo. […] Los medios fónicos
convencionales no siempre indican lo que un locutor es en la realidad, sino a menudo sólo lo que éste
pretende parecer en un momento dado.” [Trubetzkoy 1939, 15 y 19]

Función apelativa (o desencadenante)

“Los recursos fonológicos expresivos deben distinguirse de los recursos fonológicos apelativos o
desencadenantes. Éstos sirven para provocar o “desencadenar” en el oyente ciertos sentimientos. Estos
sentimientos son a menudo presuntamente experimentados por el hablante mismo; pero lo esencial es
que el oyente sea afectado por ellos. […] La intención del hablante no es expresar sus sentimientos sino
provocar estos sentimientos (u otros correspondientes) en el oyente. Los recursos fonológicos apelativos
deben ser a su vez, cuidadosamente diferenciados de las manifestaciones naturales del sentimiento,
incluso cuando éstas son sólo fingidas. Por ejemplo, no tiene nada que ver con la fonología el que el
hablante tartamudee de angustia o de emoción (fingidas o reales), o el que su discurso sea interrumpido
por sollozos: en estos casos, en efecto, se trata de síntomas que se dan incluso en manifestaciones extra
lingüísticas. En cambio, son evidentemente lingüísticos fenómenos tales como el alargamiento de la
consonante y de la vocal que aparece por ejemplo cuando se pronuncia efusivamente schschöön!
“hermóoso!”: fenómenos de este tipo, en efecto, sólo pueden ser observados en manifestaciones
lingüísticas, poseen una función determinada y, como todos los fenómenos que están destinados a
provocar en el oyente un sentimiento determinado, pertenecen al dominio de la fonología apelativa. […]
La tarea de la fonología apelativa consiste en la determinación de las marcas fónicas convencionales que,
una vez eliminadas, distinguen entre un discurso matizado de emoción y un discurso tranquilo,
emocionalmente neutro.” [Trubetzkoy 1939, 20]

A las funciones de Bühler/Trubetzkoy, Jakobson añadió otra tres, completando el esquema del siguiente
modo:
Para Jakobson, este modelo de las funciones del lenguaje (en realidad, de los mensajes lingüísticos) se
justificaba muy naturalmente, porque establece la existencia de seis funciones a partir de la existencia de
seis componentes básicos constitutivos de toda situación de habla o situación comunicativa: emisor,
receptor, canal, mensaje, código y contexto. De acuerdo con este modelo, una función consiste en la
relación preferente que el mensaje puede establecer en cada uso en particular con uno u otro de esos
elementos: mensaje --> emisor = expresiva, mensaje --> receptor = apelativa, mensaje --> canal = fática,
mensaje --> mensaje = poética, mensaje --> código = metalingüística y mensaje --> contexto
= representativa.

2. El Círculo Lingüístico de Praga (CLP).– La motivación funcional de los criterios de


organización estructural

La fonología como modelo de aplicación del análisis funcional en el CP

El CP centró especialmente su atención en el análisis del plano del significante y señaló la fonología como
componente óptimo para explorar los principios del análisis funcional. Este se apoya en dos nociones
básicas que, aunque de carácter formal, tienen, como veremos más abajo, una motivación de tipo
funcional.

1. Oposición binaria: La unidades se diferencian entre sí de dos en dos, es decir, en pares de


unidades opuestas. En concreto, cada unidad se opone directamente a aquella a la que mas se
asemeja en el sistema: p/b, t/d, etc.
2. Correlación: Componen una correlación las oposiciones binarias que se basan en un mismo
criterio o principio de oposición. Por ejemplo, las oposiciones p/b, t/d o k/g se basan por igual en
el contraste sordo/sonoro. Componen (parte de) lo que se conoce como correlación de
sonoridad (el nombre de la correlación es la del rasgo o característica que aporta o añade algo;
en este caso, el movimiento de las cuerdas vocales en la fonación)

No es difícil apreciar el porqué del carácter funcional o práctico de estas nociones: permiten que, con un
pequeño número de principios de oposición, el sistema consiga diferenciar un elevado número de
unidades entre sí. Por ejemplo, en español, un único principio, como el referido principio de sonoridad,
permite diferenciar ocho unidades entre sí:

El principio funcional subyacente sería una máxima de economía que podríamos formular del siguiente
modo:

“Los sistemas lingüísticos tienden a estructurarse de la manera más eficiente posible correlacionando al
máximo tanto la oposición entre sus miembros como las propias correlaciones entre las oposiciones.”

La segunda parte de esta formulación apunta a que las propias correlaciones pueden entrecruzarse entre
sí, permitiendo que con una gran economía de principios de oposición el número de elementos opuestos
sea realmente muy alto. En español, por ejemplo, para tres de las oposiciones binarias que componen la
correlación de sonoridad hay un elemento de tipo nasal que se opone conjuntamente a aquellos pares,
como se ve en la siguiente ilustración. Esto significa que existe una correlación de nasalidad y que esta se
entrecruza con la de sonoridad, en el sentido de que opone tres elementos, que incorporan ese rasgo, a
tres pares de elementos que a su vez se oponen entre sí por el criterio de sonoridad. Con dos principios
de oposición, el sistema diferencia once unidades.

Esto no significa que el principio formulado se cumpla estrictamente ni de igual modo en todas las
lenguas, que difieren bastante entre sí en lo que se refiere al número de unidades diferenciadas y
cohesión del sistema. El español, por ejemplo, actualmente hace uso del rasgo de lateralidad (salida del
aire hacia los lados y no solo hacia el frente) que solo utiliza para identificar el fonema /l/ frente a todos
los demás del sistema. En este caso, un criterio solo identifica a una unidad, lo que obviamente se puede
apuntar como una disfuncionalidad sistemática. El principio, pues, debe entenderse como un ideal o una
tendencia que rige la auto-organización de los sistemas, aunque no de lugar a soluciones óptimas en
todas sus dimensiones.

3. Lingüística Sistémica Funcional (LSF).– El lenguaje como semiótica social. Meta-


funciones del lenguaje. La meta-función textual: 1. La estructura temática. La meta-
función textual: 2. La estructura informativa.

La lingüística sistémica funcional (en adelante, LSF) toma como punto de partida una concepción
instrumental del lenguaje, que concibe como un sistema simbólico o semiótico apto para la
representación de los ambientes y situaciones humanos típicos y la puesta en contacto y coparticipación
de esas representaciones por parte de los hablantes. Esta orientación dirigida al uso, en las diferentes
dimensiones señaladas, queda de manifiesto en este primer fragmento de M.A.K. Halliday, artífice y
promotor de la teoría:

“Usamos el lenguaje para dar sentido a nuestra experiencia e interactuar con otras personas. Esto
implica que la gramática tiene que ponerse en contacto con lo que ocurre fuera del lenguaje: (1) con los
acontecimientos y condiciones del mundo, y (2) con los procesos sociales de que somos partícipes. Al
mismo tiempo, tiene que organizar la construcción de la experiencia y la ejecución de los procesos
sociales, de modo que puedan verse transformados en palabras.” M.A.K. Halliday (2004: 24)

Esta declaración avanza genéricamente el funcionalismo de la corriente, pero no precisa el inventario de


funciones a las que el modelo confía su capacidad explicativa. Las funciones en cuestión son tres (por
razones que aclararé en su momento, Halliday las llama "meta-funciones"):

1. Ideacional: representación de cosas y estados de cosas.


2. Interpersonal: atribución o distribución de roles entre los interlocutores en los contactos
comunicativos de los que son partícipes.
3. Textual: captación de la atención y distribución de la información en los actos comunicativos.

La tesis fundamental de la LSF es que cada una de estas funciones está asociada a niveles de estructuras
y sistemas de recursos lingüísticos dedicados a su satisfacción, tal como se visualiza en la imagen
siguiente.

A continuación repasaremos esas funciones, niveles de estructura y sistemas de recursos en sentido


inverso al que fueron presentados arriba.
La meta-función textual: atención e información

El funcionamiento de todo texto tiene como base última de su eficacia la de atraer la atención del
receptor. En este sentido, se dice que todo texto está tematizado, es decir, contiene un elemento al que
se confía la llamada de atención del receptor. Es el tema. El tema es un componente dinámico, que
puede ir cambiado a los largo del discurrir del texto, dirigiendo la atención del receptor hacia nuevos
puntos de interés. Al la parte no temática del texto se la conoce como rema.

La pertinencia funcional de este nivel de estructura, basado en la contraposición entre tema y rema, lo
ilustra el contraste entre las siguientes oraciones, todas las cuales hacen referencia (meta-función
ideacional) a un mismo estado de cosas:

1. El profesor empieza la clase a las diez en punto


2. La clase empieza a las diez en punto
3. A las diez en punto empieza la clase

La diferencia reside en el elemento al que se ha confiado llamar la atención del receptor, es decir,
el tema (aparece destacado en negrita en cada caso)

Muchas lenguas, como el español, confían la tematización de lo dicho al orden lineal, lo que puede
considerarse como una especie de "sintaxis natural", puesto que lo primero que se dice ya llama la
atención desde un punto de vista puramente perceptivo. Otras lenguas, sin embargo, confían la
expresión del tema a otros recursos gramaticales. El quechua, por ejemplo, hace uso de un afijo (-qa)
para señalar el tema de lo que se dice y de un segundo afijo (-taq), para cambiar el tema o retematizar.

Kunan warmiqa manam hamunqachu


hoy mujer-TM NEG venir-3P-FUT-NEG
“La mujer no vendrá hoy”

Kunanqa warmi manam hamunqachu


Hoy-TM mujer NEG venir-3P-FUT-NEG
“Hoy no vendrá la mujer”

El contraste entre lenguas como el español y el quechua nos permite introducir la distinción que
establece la LSF entre los niveles de estructura meta-funcionalmente determinados y los estratos en los
que localiza recursos apropiados para dar satisfacción a las meta-funciones. En los casos vistos, el
español recurre al orden lineal, mientras que el quechua recurre a la morfología.

La tematización del texto es, en el fondo, un procedimiento instrumentalmente al servicio de la función


de aportar información al receptor. El concepto de información, muy próximo al de sorpresa, consiste en
la aportación de nuevos contenidos (nuevo) relacionados con lo ya sabido (conocido). La consideración
de un nivel de estructura informativa por parte de la TSF, basada en la distinción nuevo/conocido, se
puede justificar a la vista de contrastes como los siguientes:

El profe de Corrientes tiene un Ford Mustang

En este ejemplo presupone conocimiento previo del profesor en cuestión, pero desconocimiento, hasta
ese momento, del coche que tiene. Así pues, podemos realizar el siguiente análisis en términos de la
estructura informativa:

[INF [conocido El profe de Corrientes [nuevo tiene un Ford Mustang]]


Es interesante apreciar al respecto que la información nueva se aporta a menudo para corregir la que se
sabe o se cree que maneja el interlocutor hasta ese momento. Por esta razón, resulta natural un
contraste como el de (1), pero no uno como el de (2):

1. El profe de Corrientes tiene un Ford Mustand, no un Ferrari Testarrosa


2. (?) El profe de Corrientes tiene un Ford Mustang, no el de Futuro del Español

Esto nos ofrece una especie de test para identificar y diferenciar lo nuevo y lo conocido en este nivel de
estructura.

Los niveles de estructura temática e informativa se encuentran estrechamente relacionados entre sí. En
la situación típica (o no marcada) lo conocido se utiliza para tematizar, es decir, fijar la atención del
receptor, y lo nuevo se introduce como rema. Es lo que sucede en el ejemplo anterior:

[AT/INF [tema/conocido El profe de Corrientes [rema/nuevo tiene un Ford Mustang]]

Sin embargo, esto no es necesariamente así. De lo contrario, no tendría justificación la distinción entre
los niveles atenciones e informativo. Los sistemas lingüísticos pueden servirse de los recursos propios de
diferentes estratos para marcar la discordancia entre el tema y lo conocido. Estas son algunas
ilustraciones del español:

El profe de Corrientes ↑, (es quien) tiene un Ford Mustang

En este caso, el rema coincide con lo conocido (que algún profesor tiene un Ford Mustang) y el tema con
lo nuevo (que quien concretamente lo tiene es el de Corrientes). Para ello, ha sido necesario introducir
marcas como la subida entonativa entre uno y otro componentes y (en algunos casos) la introducción de
la fórmula ecuacional con es quien.

El profe de Corrientes ↑, (es quien) tiene un Ford Mustang / no el de Futuro del Español

El profe de Corrientes ↑, (es quien) tiene un Ford Mustang / (?) no un Ferrari Testarrosa

Otro caso interesante lo aportan las interrogativas, pues en su caso se tematiza lo que se desconoce (es
decir, lo que pide ser satisfecho con información nueva):

¿Qué profesor tiene un Ford Mustang?

Como en el caso de la estructura temática, también en el de la informativa ocurre que las lenguas puede
recurrir a estratos diferentes para marcar la distinción propia de este nivel. Por ejemplo, el tagalo recurre
a la morfología, como se puede apreciar en estos ejemplos:

B-um-ili ang tao ng sapatos


asp-agente.C-comprar C hombre N zapatos
“El hombre ha comprado los zapatos”

B-in-ili ng tao ang sapatos


asp-paciente.C-comprar N hombre C zapatos
“Los zapatos los ha comprado el hombre”

4. La meta-función interpersonal: las funciones interpersonales y la estructura modal.


La llamada de la atención y la distribución de la información en este texto son, en realidad, fines
instrumentales relativamente a los fines últimos que más claramente persiguen los interlocutores en una
situación típica de comunicación. A estos fines último es a los que la LSF engloba bajo la denominación
de meta-función interpersonal, que es, en realidad, una categoría que sirve para englobar diferentes
funciones de inferior rango (de ahí la distinción meta-función/función). Estas funciones se definen a
partir de dos pares de rasgos primitivos, que delimitan los posibles usos interpersonales del lenguajes:

1. ofrecer / demandar
2. bienes / información

El conjunto de funciones interpersonales posibles


resultante se refleja en la siguiente imagen,
acompañadas de ejemplos de emisiones que típicamente
las cumplirían:

Con relación a la meta-función interpersonal, la LSF observa que existe un área de la organización
oracional que resulta particularmente sensible a la función concretamente manifiesta, efecto que
podemos apreciar mediante el contraste de los siguientes ejemplos:

1. Juan me ha regalado este libro por mi cumpleaños (oferta de información)


2. ¿Qué te ha regalado Juan por tu cumpleaños? (demanda de información)
3. Regálame tú ese libro por mi cumpleaños (demanda de bienes)
4. ¿Quieres tú ese libro por tu cumpleaños? (oferta de bienes)

Lo que básicamente observamos es que la parte de la oración compuesta por el sujeto y el verbo es,
efectivamente, muy sensible al cambio de función interpersonal, lo que se traduce en fenómenos de
inversión de orden, omisión, u otros, según las lenguas. Este es el fundamento de la identificación por
parte de la LSF del nivel de estructura modal, cuyas distinciones básicas se recogen el siguiente

esquema:

No existe una coincidencia plena en los elementos que componen cada una de las partes de la estructura
modal de una a otra lengua. Los siguientes ejemplos nos permiten apreciar, por una parte, que el
componente modo no comprende exactamente los mismos elementos en español y en inglés y, por otra
parte, que los complementos del componente residuo no serían exactamente los mismos en español y
en catalán.

5. Lingüística Sistémica Funcional.– La meta-función ideacional: 2. La estructura


experiencial.
La meta-función ideacional se corresponde con la representación de estados, situaciones o eventos,
obviamente instrumental de cara a la consumación de las metas interpersonales de los hablantes. Se
corresponde con el nivel de estructura que Halliday denomina estructura experiencial, cuyas categorías
analíticas básicas son las de proceso, participante(s) y circunstancia(s). Se relacionan entre sí del modo
que se refleja en la siguiente ilustración:

Los procesos no son, en el fondo, más que el estado o actividad en que se encuentran implicados sus
participantes. Se consideran participantes solo aquellas entidades que definen las características del
estado o actividad en cuestión. Las circunstancias no son, en cambio, específicas o definitorias de tipos
particulares de proceso, sino comunes o generales a todos ellos o a muchos de ellos.

Los siguientes ejemplos ilustran todas estas categorías del análisis experiencial:

En el análisis de este nivel experiencial resulta muy relevante la clasificación de los procesos atendiendo
al tipo de participantes que los articulan experiencialmente. Como veremos, del análisis experiencial de
los procesos se siguen efectos importantes sobre las maneras concretas de expresarse esos procesos.

Los dos siguientes cuadros muestran, respectivamente, una especificación de seis tipos de proceso y una
subespecificación de dos tipos particulares de esos procesos:
Los siguientes ejemplos ilustran la justificación de este nivel de análisis a través de la posibilidad de que
operen o no ciertos efectos gramaticales sensible al tipo de estructura experiencial de cada caso:

6. La lingüística sistémica funcional: síntesis final

Para la lingüística sistémica funcional (LSF), un mensaje se construye en respuesta a tres


determinantes metafuncionales básicos (interpersonal, ideacional y textual), lo que significa que debe
acomodar en su forma las exigencias propias de cada uno de aquellos.

El problema que esto plantea es que, consistiendo el mensaje en

una secuencia lineal única, debe acomodar en esta tres niveles diferentes de estructura: el modal,
el experiencial y el temático/informativo.

El mensaje, por tanto, debe dar lugar a una especie de ‘solución de compromiso’ entre todas esas
exigencias funcionales y demandas estructurales.

Consideremos, a modo de ejemplo, un mensaje con el que demandamos un bien (meta-


función interpersonal), en concreto, la emisión: Regálame tú ese libro por mi cumpleaños.

Para el cumplimiento de esta función, el mensaje se acomoda, en primer lugar, a una estructura modal
con inversión verbo/sujeto en el componente modo:

El contenido de ese mensaje implica además, obviamente, la representación de un estado de


cosas relacionado con el bien perseguido. En en este caso concreto, esto se plasma en la elaboración

de proceso material transformativo con cambio de localización, circunscrito temporalmente:

Finalmente, el mensaje debe también establecer un punto de atención (tema) y distribuir sus contenidos
de acuerdo con el entorno cognitivo (conocido) que se le supone al oyente.
En en este caso concreto, los elementos están dispuestos de tal modo que parecen presuponer el
conocimiento previo de que el libro en cuestión forma parte de algo así como una ‘lista de cumpleaños’.
Se informa al oyente del deseo de que sea él quien ejecute el regalo, tematizando además esta
información nueva.

El mensaje, pues, acaba por dar acomodo en una única secuencia lineal a un conjunto de tres niveles de

estructura, aglutinándolos de un modo que, en el ejemplo visto, puede resumirse en la siguiente figura:

¿Son "sociales" todas las meta-funciones de Halliday? ¿Podemos jerarquizarlas en términos de su


carácter más o menos social?: Jerárquicamente, la función interpersonal sería la más social, la siguente
sería la función xxx, y por último, la función menos social sería la xxx.

*Un sistema lingüístico es una caja de herramientas, y un mensaje es una navaja suiza.
7. La Lingüística Cognitiva (LCOG). – La función categorizadora del lenguaje. – Mecanismo
básico de categorización: perfil/dominios.

Tesis fundamental: La función primaria de las lenguas, anterior y posibilitadora de cualquier forma de
comunicación, es la categorización. Categorizar es someter la experiencia a un formato de
representación apto para la comunicación.

La función categorizadora del lenguaje

Categorizar es, en un sentido general, delimitar internamente un determinado dominio de la


experiencia, de modo que el sistema de categorías resultante:

1. Capte distinciones en ese dominio conformes a criterios apreciables intersubjetivamente.


2. Propicie una comunicación eficiente acerca del dominio en cuestión, basada en la existencia de
un sistema de referencias inequívoco para cualquier usuario.

Las diferentes disciplinas científicas y académicas se sirven de sistemas de categorías establecidos por los
propios especialistas (idealmente consensuadas, pero abiertas a discusión y revisión permanente), que
cumplen la doble finalidad reflejada en los puntos 1) y 2). Por ejemplo:

La tabla periódica de los elementos categoriza los elementos químicos atendiendo a su número atómico
(número de protones), su configuración de electrones y sus propiedades químicas. La numeración, las
columnas y los colores captan la similitud o distancia entre los elementos (categorías) según esos
criterios.

Es el vocabulario propio de la química y proporciona las unidades básicas de todo el sistema de


formulación asociado. Se trata de una elaboración de la propia comunidad de químicos (en este sentido,
‘artificial’), con independencia, por ejemplo, de las lenguas que hablen (en este sentido, ‘universal’).

De modo semejante, la LCOG plantea que el lenguaje es, antes que cualquier otra cosa, un sistema de
categorización natural.

En el contexto más amplio de los sistemas de categorización (artificiales o naturales), sus principales
peculiaridades serían las siguiente:

 No se limita a un dominio particular de la experiencia, sino que se proyecta sobre la totalidad de


la experiencia.
 Se basa en la actividad natural y espontánea del cerebro humano. Por tanto, resulta de la
actividad (orgánica) humana, aunque actúa al margen de la voluntad y de la percatación
consciente de los hablantes.
 Da lugar a sistemas de categorías que son, en buena medida, propios de cada lengua y, por
tanto, no totalmente idénticos de unas a otras comunidades de habla.

Recuerda esto:

Como sistemas categorizadores, las lenguas se caracterizan, sobre todo, porque las identidades a que
dan lugar las categorías lingüísticas son, en la mayor parte de los casos, no triviales, es decir, no auto-
evidentes, y pueden incluso escapar a la comprensión inmediata del hablante, que sin embargo, las
emplea con naturalidad.

En relación con esto, ocurre, además, que los sistemas de categorización lingüísticos no son
(habitualmente) objeto de discusión entre los hablantes, a diferencia de los sistemas especializados de
las disciplinas académicas, que se consideran falibles (o refutables), negociables y modificables.

Por ejemplo, el español identifica todo lo siguiente bajo una misma categoría:

Se trata, en concreto, de algunas de las diferentes manifestaciones de la categoría asociada al significado


de la palabra boca. Algunos de los dominios a los que se aplica esta categoría, de hecho, están reflejados
en el Diccionario de la Lengua Española (DLE).

Lo más interesante de esta ilustración es que nos muestra que lo que el lenguaje (en este caso, la lengua
española) categoriza como boca no se corresponde con un dominio de experiencia en particular (por
ejemplo, la anatomía). El lenguaje categoriza atendiendo a un nivel de abstracción tal que, como en este
caso en particular, establece identidades que se aplican a ámbitos tan dispares como la anatomía, los
libros, los elementos arquitectónicos y urbanos, o los accidentes orográficos.

Es en este sentido en el que decimos que el lenguaje categoriza de maneras no triviales, es decir, que
establece sus delimitaciones categoriales sin atender a criterios de identidad obvios. En buena medida,
es el propio lenguaje el que se encarga de establecerlos de modo hasta cierto punto caprichoso. Pero no
del todo…

¿Cómo se estructura y funciona una categoría lingüística?

El ejemplo nos sirve para establecer el modelo de organización básica que podemos atribuir a una
categoría lingüística. Este modelo se basa en dos elementos esenciales: el perfil de la categoría,
y los dominios de aplicación de la categoría.
Es difícil formular lingüísticamente el perfil de una categoría como si fuese una especie de definición,
precisamente porque es un tipo de unidad del análisis categorial que se sitúa por debajo de un nivel
propiamente lingüístico.

En el ejemplo con el que estamos trabajando, lo he expresado como apertura anterior. Sin embargo, es
importante entender que el perfil NO ES una especie de definición escueta que capta el denominador
común a todas sus aplicaciones. Debemos más bien entenderlo como una representación mental muy
básica, a través de la cual efectivamente captamos ciertas identidades en diferentes estímulos
ambientales.

En el ejemplo, pues, el perfil no consiste en las palabras apertura anterior, sino


en una representación o imagen mental que nos lleva a captar aspectos del
entorno como aperturas anteriores.

Los dominios de aplicación de una categoría son los diferentes aspectos del entorno y la experiencia
circundantes que estimulan la aplicación del perfil.

En muchos casos, los dominios son ámbitos de aplicación muy habituales


(casi todos los de la categoría ‘boca’ vistos arriba lo son), aunque algunos
pueden ser no tan habituales o ser propios de aplicaciones muy
especializadas de esa misma categoría (por ejemplo, la boca de los libros).

En definitiva, una categoría acaba por ser una parcela de la realidad,


normalmente muy heterogénea, circunscrita por la aplicación sobre el
entorno de un determinado perfil representado mentalmente.

8. La Lingüística Cognitiva.– Operaciones de categorización.

¿Cómo se estructura y funciona una categoría lingüística?

El aspecto tal vez más interesante de la categorización lingüística es que los dominios de aplicación de un
determinado perfil (por ejemplo, el que hemos denominado apertura anterior) no se pueden dar por
cerrados en ningún momento. Constantemente, al perfil pueden ofrecérsele ocasiones para ser aplicado
sobre nuevos dominios.

En estos casos, podemos diferenciar varios tipos de situaciones: por ejemplo, el nuevo dominio de
aplicación puede generalizarse, puede convertirse en un dominio propio de usos especializados de la
categoría, o puede ser una aplicación ocasional o efímera del perfil. También pueden darse diferentes
combinaciones de todos eso casos.

¿Tiene boca una botella? En una exploración (informal) sobre esta pregunta, la respuesta que
mayoritariamente recibí fue la de que la boca de una botella sería su orificio, si bien no es del todo
habitual referirse a él con la palabra correspondiente. Esta respuesta es interesante por varias razones:

1. Significa, por una parte, que puede ser normal captar un determinado elemento de la experiencia
(captar el orificio de una botella como una boca) sin que sea habitual el uso de la palabra que
nombra a la categoría para hacer referencia a aquel. Es decir, ‘vemos’ el orificio de la botella como su
boca, pero no lo llamamos habitualmente así. Este caso es interesante porque muestra la necesidad
de diferenciar con claridad las categorías, como dimensión significativa o semántica de las palabras
(en adelante, ‘boca’), y las palabras mismas que lexicalizan las categorías en cuestión (en
adelante, boca).
2. El caso también resulta interesante porque las personas que, por su actividad habitual, tienen una
familiaridad especial con las botellas y sus partes, efectivamente usan la palabra boca para referirse
al orificio de las botellas. Es decir, el uso de una palabra puede estar distribuido desigualmente entre
los miembros de la comunidad de habla, aunque en el fondo usen de igual o muy semejante modo su
capacidad categorizadora.

En el uso especializado que estamos comentando, se observa que en la categorización de un objeto


suelen aplicarse las mismas categorías que, por ejemplo, se aplican en un cuerpo, particularmente un
cuerpo humano. Esto se ha interpretado en el sentido de que el cuerpo humano, seguramente por ser el
aspecto más inmediato de nuestra propia experiencia, sirve como una especie de sistema de referencias
básico para la generación y proyección de categorías sobre otros aspectos de la experiencia. ‘Vemos’ los
objetos como cuerpos.

Lo anterior probablemente signifique, además, que no todos los dominios de aplicación de un


determinado perfil tengan la misma ‘centralidad’ dentro de la categoría, es decir, que algunos de ellos
(por ejemplo, los que tienen que ver con el cuerpo, sobre todo el humano) sean más centrales que los
demás. Se habla, en este sentido, de "cognición corporeizada": la composición y disposición de las partes
del cuerpo es algo así como una herramienta del análisis que la cognición hace de la realidad.

Además, si hay dominios con más centralidad que otros, esto implica que las categorías probablemente
tengan más estructura que la que les hemos atribuido hasta ahora.

Estructura y funcionamiento de las categorías lingüísticas

A menudo, una categoría puede funcionar contrariamente a las expectativas que generan sus dominios
de aplicación habituales. Por ejemplo, el perfil apertura anterior es perfectamente aplicable a las aves.
Sin embargo, a las aves no le atribuimos boca, sino pico. De todos modos, es generalizada entre los
hablantes la intuición de que el pico es la boca de las aves; contrariamente, suelen rechazar la afirmación
de que la boca sea el pico de los perros. Podemos interpretar lo anterior del siguiente modo:

1. En ambos casos se aplica el mismo perfil [apertura anterior].


2. Uno de los dominios de aplicación (aves) es un subconjunto de un dominio de aplicación más
general (animales).

En este caso, ocurre que las dos aplicaciones "perfil > dominio", aunque evidentemente
relacionadas, reciben denominaciones independientes:

apertura anterior > animales = boca


apertura anterior > aves = pico

La relación de subconjunto (animales [aves]) capta la intuición de que la denominación más general
pueda aplicarse al caso más particular, pero no al revés.

Algunos casos son particularmente desafiantes para este modelo de análisis categorial, porque los
dominios de aplicación parecen desmentir las propiedades del perfil que parece aplicarse en todos los
demás casos. Por ejemplo, el DLE atribuye boca a ciertas herramientas percutoras, como el escoplo o la
martellina. Los escoplos y las martellinas, obviamente, carecen de apertura anterior.
Podemos interpretar estos casos como muestra de que: 1) los perfiles obedecen a una cierta articulación
interna, y 2) es posible realizar ciertas operaciones sobre dicha articulación.

Por ejemplo, en este caso, podemos atribuir al perfil la siguiente estructura interna: [apertura
[anterior] ] y considerar que existe una operación de ”ajuste de perfil” que elimina parte de la estructura
y permite la proyección del perfil a más dominios de aplicación. [Ø [anterior] ]. En estos casos, pues, la
categoría capta la parte anterior de la herramienta, aunque carezca de abertura.

9. La lingüística cognitiva.- Metáforas y prototipos.- Consideraciones finales.

La metáfora como proceso dinámico de categorización

Lo visto hasta aquí muestra que las categorías lingüísticas no son estáticas:

1. Por un lado, tienen una capacidad intrínseca para ser aplicadas a nuevos dominios (es decir, los
dominios de aplicación no son un conjunto delimitado de antemano).
2. Por otro lado, existen operaciones que permiten, no solo la extensión de los dominios de
aplicación, sino también la manipulación de los perfiles para hacerlos más fácilmente extensibles
a nuevos dominios.

El fenómeno tradicionalmente conocido como metáfora es tal vez el que mejor ilustra la versatilidad de
las categorías lingüísticas. Considera las siguientes aplicaciones de la categoría ‘boca’ y ordénalas de más
a menos típicas:

 No hay manera de dar con la boca para salir de este


dichoso metro
 Sus manos eran bocas voraces dispuestas a devorarme
 Es obligatorio cubrirse la nariz y la boca con una mascarilla
 No necesitaron besarse: sus ojos fueron bocas y sus
miradas besos
 Al dichoso pajarraco de la ventana no hay quien le cierre
la boca

Todo lo anterior nos da a entender que la metáfora:

1. Es un fenómeno común en el uso ordinario del lenguaje.


2. No es un fenómeno monolítico, en el sentido de que los usos no son metafóricos o no
metafóricos, sino más o menos metafóricos.
3. Revela como ningún otro la flexibilidad y la dinamicidad de las categorías con que asocian las
palabras.

*Lectura recomendada: Metáforas de la vida cotidiana, de George Lakoff y Mark Johnson.

Otros fenómenos característicos de la categorización lingüística: prototipos y estereotipos

En el ejemplo con el que hemos estado trabajado, el de la categoría ‘boca’, se da la circunstancia de que
los dominios de aplicación de la categoría son mutuamente excluyentes: es decir, el perfil se aplica a un
organismo, o a un accidente orográfico, o a materiales bibliográficos, o a elementos urbanos, etc.

Ocurre, sin embargo, que en otros casos los dominios de aplicación no son excluyentes. Al contrario,
pueden acumularse más de uno simultáneamente en un mismo empleo de la categoría.
El siguiente es un ejemplo tomado de un trabajo clásico de George Lakoff, Women, fire, and dangerous
things. What categories reveal about the mind. (Chicago: University of Chicago Press, 1987).

Lakoff observa que la palabra madre se puede aplicar a tipos de ‘maternidad’ bastante diversos, cada
uno de los cuales se corresponde con circunstancias que a menudo guardan poca relación entre sí. Por
ejemplo, la palabra puede usarse, alternativamente, para referir a una persona que nos gestó y alumbró,
a una persona que aportó su material genético (pero tal vez recurrió a la gestación subrogada), a una
persona que se hizo cargo de nuestro cuidado y educación tempranos, a una persona que estableció una
relación de convivencia con nuestro padre, al pariente femenino más cercano que tuvimos en nuestra
infancia, etc.

Se resume en el siguiente esquema, que seguramente solo capta parte de esa compleja casuística:

Lakoff sugiere para este tipo de categorización el siguiente análisis:

 En primer lugar, considera que todos los usos remiten a un perfil único. Como en todos los
demás tipos de categorización, no es fácil dar nombre al perfil, precisamente porque el perfil
nombra una entidad cognitiva que se encuentra por debajo del nivel de análisis lingüístico. Para
facilitar la explicación, yo lo llamaré [ASCENDIENTE FEMENINO].
 En segundo lugar, Lakoff considera que cada una de las
aplicaciones especificadas anteriormente se corresponden con
dominios de aplicación particulares, a los que yo daré las
denominaciones que aparecen en el gráfico:

Este es uno de esos casos en que los dominios no son excluyentes, sino que se pueden acumular, en
mayor o menor grado, en una misma aplicación del perfil. En mi caso personal, en mi madre concurren
todos los dominios de aplicación señalados. Pero todos conocemos, sin duda, casos en que concurren
combinaciones de tipo diverso.

Pues bien, la conclusión de Lakoff es que, en casos así, se


produce un efecto de prototipicidad en la medida en que se
acumulen dominios en una misma aplicación; y, al contrario, las
aplicaciones son tanto más periféricas en la medida en que la
aplicación apunte a un dominio o unos pocos de esos dominios.

Un fenómeno relacionado, pero no idéntico, se da en casos en que la tipicidad no se da por la


acumulación de dominios (como en la prototipicidad), sino por algún tipo de familiaridad (por
ejemplo, cultural) con alguna aplicación en concreto. A estos casos los llamaré, para diferenciarlos de los
prototipos, estereotipos. Por ejemplo, la reina Grimhilde, madrastra de Blancanives, es el estereotipo,
en este sentido, de las madrastras, a pesar de que poco o nada tiene que ver con la inmensa mayoría de
las madrastras reales.

Este caso también tiene interés porque nos da otro ejemplo en que un dominio de aplicación en
concreto (en este caso, el que tiene que ver con la condición civil)
puede recibir una denominación diferenciada (en este
caso, madrastra). Es un caso semejante al de la relación de pico respecto a boca. De hecho, tiene más
sentido decir que una madrastra es un tipo de madre que decir que una madre es un tipo de madrastra.

Ahora bien, en alguna ocasión podemos decir de nuestra madre (biológica) que es una verdadera
madrastra… ciertamente porque la sometemos a comparación con un estereotipo de madrastra, por
mucho que este en nada es asemeje al común de las madrastras.

Comentarios finales sobre la Lingüistica Cognitiva (Estos contenidos no serán objeto de evaluación)

La LCOG no se aplica únicamente al análisis de las categorías codificadas léxicamente, es decir, las que se
corresponden con los significados del inventario léxico de una lengua. Para la LCOG, por ejemplo,
también las estructuras sintácticas son esquemas que sirven para categorizar la experiencia. Como tales,
se prestan a efectos del mismo tipo o de tipo muy semejante a los que hemos estudiado hasta aquí.
Plantearé una serie de ejemplos para cerrar el tema.

Las oraciones (1) y (2) hacen uso del verbo romper y, consecuentemente, del esquema sintáctico
transitivo que podemos esquematizar como X romper Y:

1. Juan rompió la ventana.


2. Juan rompió el brazo.

De entrada, podemos entender que romper, usando la terminología de la LSF, nombra un proceso
agentivo que da lugar a un cambio de estado. Por tanto, podemos enriquecer el esquema superior del
siguiente modo, para captar la semántica asociada a él: acción (x) > [ + íntegro (y) > – íntegro (y) ]

Es decir, cierta acción de X (= Juan) da lugar a un cambio en la integridad de Y (= la ventana, el brazo).


Ahora bien, este análisis no se ajusta a oraciones como (3) y (4):

3. María rompió con su novia.


4. María rompió la negociación.

En primer lugar, estos ejemplos llevan a pensar que el tipo de cambio de estado en cuestión tiene más
dominios de aplicación que las entidades físicas: por ejemplo, se aplica también a relaciones sociales,
como noviazgos, negociaciones, etc.

También, que el cambio en cuestión puede implicar no solo la alteración de un estado, sino también su
desaparición (es lo que sucede al romper un noviazgo o una negociación, no así con las ventanas y los
brazos). Podemos entender que el perfil en cuestión capta el cambio de estado como un continuo que
abarca desde fragmentaciones ‘contables’ (romper un brazo por dos o tres lugares),pasando por
fragmentaciones ‘masivas’ (hacer añicos una ventana), hasta llegar a la disolución (cese de existencia de
un noviazgo o una negociación).
Por otra parte, ejemplos como (5) nos permiten ver que, a partir de tal perfil, se puede realizar una
operación de ajuste (semejante a la que vimos en la aplicación de la categoría ‘boca’ a las herramientas
percutoras):

5. La ventana (se) rompió.

En este caso, estaríamos ajustando el perfil eliminando el componente agentivo, es decir: Ø [ + íntegro
(y) > – íntegro (y) ]

Además, podemos decir de muchos usos de la estructura X romper Y que son más o menos metafóricos:

 María le rompió el corazón


 Te rompería la cara
 Se nos ha roto el amor
 Se nos ha roto la convivencia

También es probable que podamos decir que la rotura intencional de un objeto se corresponde con
el prototipo del esquema sintáctico en cuestión.

TEMA 3: LA CORRIENTE GENERATIVISTA

1. La corriente generativista.– El papel de la infinitud discreta y de la pobreza del


estímulo. Internismo e innatismo lingüísticos. Concepto de gramática. La recursividad
formal. Reglas de estructura.

La corriente generativista surge con los primeros trabajos de Noam Chomsky a finales de los años
cincuenta del siglo XX, motivados por su descontento con dos de los supuestos centrales del
estructuralismo bloomfieldiano entonces vigente en América:

1. El concepto de lenguaje como externo al individuo.


2. La idea de que su interiorización por parte del individuo puede explicarse de la misma manera
que cualquier otro caso de aprendizaje.

Del lenguaje externo al lenguaje interno: ¿por qué?


De un modo semejante al papel que Saussure concedió a la arbitrariedad del signo, Chomsky estima que
la característica más distintiva del lenguaje humano se concentra en la propiedad que él
denomina infinitud discreta. El número de emisiones, diferentes las unas de las otras, que un hablante
puede llegar a realizar no tiene límite. A pesar de que sí es limitado el número de unidades que maneja,
el lenguaje le dota de la capacidad de combinarlas de un modo infinito.

Chomsky no fue el primero en destacar la centralidad


de esta propiedad para la comprensión científica del
lenguaje. El propio Chomsky destacó, por ejemplo, las
observaciones de Wilhelm von Humboldt al respecto,
y en él se inspiró precisamente para denominar y
definir esta propiedad formal del lenguaje humano.

La razón de la importancia que Chomsky concede a la infinitud discreta reside, precisamente, en que nos
obliga a localizar la existencia del lenguaje de un modo radicalmente diferente al de sus predecesores
estructuralistas. El argumento puede resumirse así:

1. Las emisiones que realiza (o exterioriza) un hablante cualquiera se corresponde con un número
finito y cada una de ellas tiene una extensión finita.
2. Sin embargo, esas emisiones solo son un subconjunto de las que podría realizar (exteriorizar).
Todas ellas, además, podrían ser más extensas (en realidad, sin ningún tipo de límite superior
establecido).
3. Por tanto, la propiedad más distintiva del lenguaje humano, la infinitud discreta, no se localiza
en las emisiones efectivamente realizadas (lenguaje externo). No tiene sentido, en consecuencia,
localizar el objeto de estudio de la lingüística allí donde evidentemente no se localiza su rasgo
más característico.

Debemos considerar, en cambio, que hablante está dotado para la infinitud porque dispone de un
dispositivo mental que le permite combinar sin límite los inventarios de unidades (limitadas) que conoce
en cada uno de los niveles de análisis lingüístico.

El objeto de estudio de la lingüística es ese dispositivo, por tanto, un objeto


mental, interno al individuo.

Chomsky suele referirse a este concepto interno e individual de lenguaje


como Lengua-I.

De la teoría del aprendizaje a la teoría de las ideas innatas: ¿por qué?

El aprendizaje, en su sentido clásico, requiere que el niño tenga acceso a buenos modelos y que los
adultos sean una fuente fiable y constante de corrección. De acuerdo con Chomsky, ninguna de tales
condiciones se dan en el caso del aprendizaje infantil de la lengua materna. Por tanto, la explicación
conductista (ensayo/error, condicionamiento operante externo, etc.) resulta infundada como fórmula
aplicable al lenguaje humano.

Chomsky basó tal conclusión en un argumento lógico conocido como el argumento de la pobreza del
estímulo. Establece, en pocas palabras, que muchos de los modelos que necesitaría un niño para
aprender ciertos aspectos de una gramática no tienen reflejo alguno en los estímulos adultos que
supuestamente le sirven como modelo. Una de las ejemplificaciones más conocidas del argumento es la
siguiente.

Dos conclusiones iniciales

De lo visto hasta aquí, se siguen dos conclusiones fundamentales sobre el objeto de estudio de la
lingüística desde la perspectiva generativista:

1. El lenguaje es un sistema de conocimiento interno al individuo, de algún modo codificado en su


mente/cerebro. Una gramática es una teoría sobre esos estados de conocimiento.
2. Partes sustanciales de ese conocimiento no tienen reflejo en las muestras exteriorizadas de
habla (lenguaje externo). No pueden ser, por tanto, objeto de aprendizaje por los hablantes.
La gramática universal es la teoría sobre el componente innato de las gramáticas.

La teoría gramatical

Como premisa, debemos tener una


idea lo suficientemente clara sobre la
arquitectura básica de un sistema de
conocimiento lingüístico. Obedecería,
aproximadamente, al siguiente
modelo:

1. El inventario léxico es el
repertorio de unidades significativas mínimas que conoce el hablante. Es un componente no creativo
(o repetitivo), en el sentido de que el hablante se limita a interiorizar y repetir en el uso las unidades
que recibe de los restantes miembros de su comunidad de habla.
2. El sistema computacional aúna los componentes en que el hablante basa la composición de nuevas
unidades a partir de las consignadas en el léxico: palabras, combinando morfemas, y frases y
oraciones, combinando palabras y otras frases y oraciones. Es el componente creativo del lenguaje,
porque el hablante elabora continuamente nuevas frases, oraciones e incluso palabras.
3. Las expresiones que compone internamente el hablante pueden adoptar una forma sensible
(fonologizada) y ser expresión de pensamientos más o menos complejos (significados).

El componente estructural de la gramática

La clave, en este caso, es comprender el modo de funcionamiento del sistema computacional, que
podemos considerar basado en la aplicación de un tipo de reglas llamadas ”reglas de estructura de
frase”, a su vez perteneciente a un tipo más general de reglas conocidas como “reglas de rescritura”.

La forma genérica de todas las reglas de rescritura es la siguiente: X→YZ


Significa que un determinado símbolo (X) se desarrolla como una cadena de símbolos (Y y Z, en este
caso). Es una especie de relación de equivalencia (X equivale a Y y Z) o, como más nos interesa aquí, una
indicación de la composición interna de algo (X se descompone internamente en una sucesión de Y y Z).

Las que aparecen a continuación son ejemplos de reglas de estructura de frase que, efectivamente,
indican que los símbolos categoriales que aparecen a la izquierda de la flecha se pueden descomponer
en los símbolos categoriales que aparecen a la derecha:

 O → SN Aux SV → es decir, una Oración se puede descomponer en un Sintagma Nominal, un


Auxiliar y un Sintagma Verbal.
 SV → V SN → es decir, un Sintagma Verbal se puede descomponer en un Verbo y un Sintagma
Nominal.
 SN → N → es decir, un Sintagma Nominal puede ser equivalente a un Nombre.
 SN → Det N → es decir, un Sintagma Nominal se puede descomponer en un Determinante y un
Nombre.

Alternativamente, las reglas de estructura de frase se pueden representar como estructuras


arbóreas. Las que aparecen a la derecha son equivalentes a las formuladas anteriormente.
Ahora, el símbolo de la parte izquierda de la regla aparece en la parte superior del árbol y los
símbolos de que se compone en la parte inferior. Las ramas equivalen a las flechas:

La aplicación sucesiva y ordenada de un conjunto de reglas de estructura de frase puede


servir para dar cuenta de cómo se las arregla el sistema computacional para componer
oraciones. Por ejemplo, la siguiente sucesión de reglas formaliza la estructura sintáctica de
una oración como Chomsky suele tomar un café:

1. O → SN Aux SV
2. SN → N
3. SV → V SN
4. SN → Det N

Los símbolos terminales (N, Aux, V y Det, en este caso) están, a su vez, en correspondencia directa con el
léxico:

1. N → Chomsky, café
2. Aux → suele
3. V → beber
4. Det → un

Es común, por ejemplo, que una oración tome como complemento otra oración, que a su vez puede
tomar otra como su propio complemento, etc. Lo mismo sucede con los sintagmas nominales, que
frecuentemente toman complementos preposicionales que a su vez contienen otros sintagmas

nominales.
La recursividad es una propiedad matemática, con una gran diversidad de aplicaciones. En general
consiste en que un determinado procedimiento puede incluirse a sí mismo como una de las partes de su
propia aplicación.

Las reglas de estructura de frase que hemos atribuido al sistema computacional sirven para captar la
composición interna de las oraciones y frases que componen a estas: por ejemplo, que un oración puede
componerse de un Sintagma Nominal, un elemento Auxiliar y un Sintagma Verbal; que un Sintagma
Verbal puede a su vez componerse de un Verbo y un Sintagma Nominal; etc.

También captan que una misma clase de sintagmas, por ejemplo, el


Sintagma Verbal, puede obedecer a descomposiciones diferentes.
Los hay intransitivos,transitivos y ditransitivos,
la transitividad se puede dar a través de la
complementación de un Sintagma Nominal,
pero también de una Oración subordinada, etc.

Todas las oraciones y frases vistas hasta aquí son correctas, en parte, porque todas
las frases que a su vez las componen son acordes con estructuras de frase existentes
en español. La siguientes secuencias, en cambio, no son oraciones o frases del español porque
contravienen alguna de sus reglas de estructura de frase:

 Chomsky tomar un café.


 Chomsky suele que le sirvan un café.
 Chomsky suele.
 Chomsky suele contar chistes los estudiantes.

En concreto, no son correctas en español porque son oraciones sin flexión de tiempo, con auxiliares
complementados directamente por una oración, con auxiliares intransitivos o con verbos ditransitivos
complementados por dos Sintagmas Nominales. Es decir, contraviene alguna de las reglas de estructura
de frase del español.

Sin embargo, ocurre que también son incorrectas en español oraciones que se atienen estrictamente a
modelos de estructura de frase correctos en español:

 Chomsky suelen tomar un café.


 Chomsky suele pedir que la sirvan un café.

Esto nos pone sobre la pista de que debe existir otro componente de
reglas diferentes de las estructurales.

2. La corriente generativista.

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