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El Secreto de La Acumulación Originaria

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El secreto de la acumulación originaria

El dinero se transforma en capital; mediante el capital se produce plusvalor y del plusvalor se


obtiene más capital. Todo el proceso, pues, parece suponer una acumulación "originaria" previa a la
acumulación capitalista, una acumulación que no es el resultado del modo de producción capitalista,
sino su punto de partida.
Esta acumulación originaria desempeña en la economía política aproximadamente el mismo papel
que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana, y con ello el pecado se posesionó
del género humano. Se nos explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos
muy remotos había, por un lado, una elite diligente, y por el otro una pandilla de vagos y holgazanes.
Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por no tener nada que
vender excepto su pellejo. Y de este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que aun hoy,
pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias personas y la riqueza de unos pocos,
que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace mucho tiempo. En
la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento,
el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia. En la economía política, tan apacible,
desde tiempos inmemoriales ha imperado el idilio. El derecho y el "trabajo" fueron desde épocas
pretéritas los únicos medios de enriquecimiento. En realidad, los métodos de la acumulación
originaria son cualquier cosa menos idílicos.
El dinero y la mercancía no son capital desde un primer momento, como tampoco lo son los medios
de producción y de subsistencia. Requieren ser transformados en capital. Pero esta transformación
misma sólo se puede operar bajo determinadas circunstancias coincidentes: es necesario que se
enfrenten y entren en contacto dos clases muy diferentes de poseedores de mercancías, a un lado los
propietarios de dinero, de medios de producción y de subsistencia, a quienes les toca valorizar,
mediante la adquisición de fuerza de trabajo ajena, la suma de valor de la que se han apropiado; al
otro lado, trabajadores libres, vendedores de la fuerza de trabajo propia y por tanto vendedores de
trabajo. Trabajadores libres en el doble sentido de que ni están incluidos directamente entre los medios
de producción como sí lo están los esclavos, siervos de la gleba, ni tampoco les pertenecen a ellos los
medios de producción a la inversa de lo que ocurre con el campesino que trabaja su propia tierra,
hallándose, por el contrario, libres y desembarazados de esos medios de producción. Con esta
polarización del mercado de mercancías están dadas las condiciones fundamentales de la producción
capitalista. La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre
las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no
sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor. El proceso que crea a la
relación del capital, pues, no puede ser otro que el proceso de escisión entre el o brero y la propiedad
de sus condiciones de trabajo, proceso que, por una parte, transforma en capital los medios de
producción y de subsistencias sociales, y por otra convierte a los productores directos en asalariados.
La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión
entre productor y medios de producción. Aparece como "originaria" porque configura
la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente al mismo.
El punto de partida del desarrollo fue el sojuzgamiento del trabajador. La etapa siguiente consistió
en un cambio de forma de ese sojuzgamiento. Sin embargo, los objetivos que nos hemos trazado no
exigen, ni con mucho, el análisis del movimiento medieval. Aunque la producción capitalista,
esporádicamente, se estableció ya durante los siglos XIV y XV en los países del Mediterráneo, la era
capitalista sólo data del siglo XVI. Allí donde florece, hace ya mucho tiempo que se ha llevado a cabo
la supresión de la servidumbre de la gleba y que el régimen urbano medieval ha entrado en la fase de
su decadencia.
Expropiación de la población rural, a la que se despoja de la tierra
En Inglaterra la servidumbre de la gleba, había desaparecido en la última parte del siglo XIV. La
inmensa mayoría de la población se componía entonces y aun más en el siglo XV de campesinos
libres que cultivaban su propia tierra. Los trabajadores asalariados agrícolas se componían en parte
de campesinos que valorizaban su tiempo libre trabajando en las fincas de los grandes terratenientes,
en parte de unaclase independiente poco numerosa tanto en términos absolutos como en relativos de
asalariados propiamente dichos. Pero también estos últimos eran de hecho, a la vez, campesinos que
trabajaban para sí mismos, pues además de su salario se les asignaba tierras de labor con una
extensión de 4 acres. Disfrutaban además, a la par de los campesinos propiamente dichos, del
usufructo de la tierra comunal, sobre la que pacía su ganado y que les proporcionaba a la vez el
combustible: leña, turba, etc. En todos los países de Europa la producción feudal se caracteriza por la
división de la tierra entre el mayor número posible de campesinos tributarios. El poder del señor
feudal, como el de todo soberano, no se fundaba en la longitud de su registro de rentas, sino en el
número de sus súbditos, y éste dependía de la cantidad de campesinos que trabajaban para sí mismos.
Por eso, aunque después de la conquista normanda se dividió el suelo inglés en gigantescas baronías,
una sola de las cuales incluía a menudo 900 de los viejos señoríos anglosajones, estaba tachonado de
pequeñas fincas campesinas, interrumpidas sólo aquí y allá por las grandes haciendas señoriales.
El preludio del trastrocamiento que echó las bases del modo de producción capitalista se produjo
en el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del siglo XVI. Una masa de proletarios libres
como el aire fue arrojada al mercado de trabajo por la disolución de las mesnadas feudales. El gran
señor feudal, tenazmente opuesto a la realeza y al parlamento, creó un proletariado muchísimo mayor
al expulsar violentamente a los campesinos de la tierra, sobre la que tenían los mismos títulos jurídicos
feudales que él mismo, y al usurparles las tierras comunales. En Inglaterra, el impulso directo para
estas acciones lo dio particularmente el florecimiento de la manufactura lanera flamenca y el
consiguiente aumento en los precios de la lana.
El proceso de expropiación violenta de las masas populares recibió un nuevo y terrible impulso en
el siglo XVI con la Reforma y, a continuación, con la expoliación colosal de los bienes eclesiásticos.
En la época de la Reforma, la Iglesia Católica era propietaria feudal de gran parte del suelo inglés. La
supresión de los monasterios, etc., arrojó a sus moradores al proletariado. Los propios bienes
eclesiásticos fueron objeto, en gran parte, de donaciones a los rapaces favoritos del rey, o vendidos
por un precio irrisorio a arrendatarios y residentes urbanos especuladores que expulsaron en masa a
los antiguos campesinos tributarios hereditarios, fusionando los predios de estos últimos.
El patrimonio eclesiástico configuraba el baluarte religioso de las relaciones tradicionales de
propiedad de la tierra.
El siglo XVIII aún no comprendía, en la misma medida en que lo comprendió el siglo XIX,
la identidad existente entre riqueza nacional y pobreza popular. Todos éstos y sus familias se han
visto expulsados de su propiedad, junto a otras muchas familias a las que aquellos daban ocupación
y mantenían. Lo que anexaba el terrateniente colindante so pretexto del cercamiento no eran sólo
tierras baldías, sino, a menudo, terrenos cultivados comunalmente o mediante pago a la comuna,
despoja al pobre de una parte de sus medios de subsistencia y engruesa fincas que ya son demasiado
grandes. Crecerán las ciudades y las manufacturas, porque más gente, en busca de trabajo, se verá
empujada hacia ellas. La usurpación de las tierras comunales y la consiguiente revolución de
la agricultura, surten un efecto tan agudo sobre la situación de los obreros agrícolas.
El último gran proceso de expropiación que privó de la tierra al campesino fue el llamado
despojamiento de las fincas, que consistió en realidad en barrer de ellas a los hombres. Todos los
métodos ingleses considerados hasta ahora culminaron en el "despojamiento". La expoliación de los
bienes eclesiásticos, la enajenación fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad
comunal, la transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la propiedad
feudal y clánica en propiedad privada moderna, fueron otros tantos métodos idílicos de la
acumulación originaria. Esos métodos conquistaron el campo para la agricultura capitalista,
incorporaron el suelo al capital y crearon para la industria urbana la necesaria oferta de un
proletariado enteramente libre.

Repercusión dela revolución agrícola sobrela industria.Creación del mercado interno para el capital industrial
Con la parte liberada de la población rural se liberan también, pues, sus medios alimentarios
anteriores. Éstos ahora se transforman en elemento material del capital variable. El campesino
arrojado a los caminos debe adquirir de su nuevo amo, el capitalista industrial, y bajo la forma del
salario, el valor de esos medios alimentarios. Lo que ocurre con los medios de subsistencia, sucede
también con las materias primas agrícolas locales destinadas a la industria. Se convierten en elemento
del capital constante. Las manufacturas individuales separadas, en su mayor parte ligadas a la
agricultura practicada en pequeña escala, son las únicas libres". La expropiación y desalojo de una
parte de la población rural, no sólo libera y pone a disposición del capital industrial a los trabajadores,
y junto a ellos a sus medios de subsistencia y su material de trabajo, sino que además crea el mercado
interno. El arrendatario vende ahora como mercancía y masivamente medios de subsistencia y
materias primas que antes, en su mayor parte, eran consumidos como medios directos de subsistencia
por sus productores y elaboradores rurales. Las manufacturas le proporcionan el mercado. Por otra
parte, no sólo se concentran, formando un gran mercado para el capital industrial, los
numerosos clientes dispersos a quienes aprovisionaban, localmente y al pormenor, numerosos
productores pequeños, sino que una gran parte de los artículos antes producidos en e l campo mismo
se convierten en artículos manufacturados, y el campo mismo se transforma en un mercado para
la venta de dichos artículos. De esta manera, paralelamente a la expropiación de los campesinos que
antes cultivaban sus propias tierras y que ahora se ven divorciados de sus medios de producción,
progresa la destrucción de la industria rural subsidiaria, el proceso de escisión entre la manufactura y
la agricultura. No obstante, el período manufacturero propiamente dicho no produjo una
transformación radical. Recuérdese que la manufactura sólo se apodera muy fragmentariamente de la
producción nacional y se funda siempre en el artesanado urbano y en la industria subsidiaria
doméstico-rural, que constituyen su amplio trasfondo. Sólo la gran industria proporciona, con
las máquinas, el fundamento constante de la agricultura capitalista, expropia radicalmente a la
inmensa mayoría de la población rural y lleva a término la escisión entre la agricultura y la industria
doméstico rural, cuyas raíces la hilandería y tejeduría arranca .
Génesis del capitalista industrial
La génesis del capitalista industrial no se produjo de una manera tan gradual como la del
arrendatario. Indudablemente, no pocos pequeños maestros gremiales, y aun más pequeños artesanos
independientes, e incluso trabajadores asalariados, se transformaron primero en pequeños capitalistas,
y luego, mediante una explotación paulatinamente creciente de trabajo asalariado y la acumulación
consiguiente, en capitalistas sin más especificación. Durante la infancia de la producción capitalista
solía ocurrir lo que sucedía durante la infancia del sistema urbano medieval, cuando el problema
consistente en saber cuál de los siervos de la gleba huidos se convertiría en amo y cuál en sirviente,
se resolvía de ordinario por la fecha, más temprana o más tardía, de su fuga. Con todo, el paso de
tortuga inherente a este método en modo alguno era compatible con las necesidades comerciales del
nuevo mercado mundial, creado por los grandes descubrimientos de fines del siglo XV. Pero la Edad
Media había legado dos formas diferentes de capital, que maduran en las formaciones económico-
sociales más diferentes y que antes de la era del modo de producción capitalista son consideradas
como: el capital usurario y el capital comercial. El régimen feudal en el campo y la constitución
corporativa en la ciudad, le impedían al capital dinerario formado por medio de la usura y
el comercio transformarse en capital industrial. Esas barreras cayeron al disolverse las mesnadas
feudales y al ser expropiada, y en parte desalojada, la población rural. La nueva manufactura se asentó
en puertos marítimos exportadores o en puntos de la campaña no sujetos alcontrol del viejo régimen
urbano y de su constitución corporativa.
El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización
y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales,
la transformación de Africa en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan
los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores
fundamentales de la acumulación originaria. La colonia aseguraba a las manufacturas en ascenso un
mercado donde colocar sus productos y una acumulación potenciada por el monopolio del mercado.
Los tesoros expoliados fuera de Europa directamente por el saqueo, por la esclavización y las
matanzas con rapiñas, refluían a la metrópoli y se transformaban allí en capital. El sistema colonial
arrojó de un solo golpe todos los viejos ídolos por la borda. Proclamó la producción de plusvalor
como el fin último y único de la humanidad. Aquel sistema fue la cuna de los sistemas modernos de
la deuda pública y del crédito. El sistema proteccionista era un medio artificial de fabricar fabricantes,
de expropiar trabajadores independientes, de capitalizar los medios de produccion y de subsistencia
nacionales, de abreviar por la violencia la transición entre el modo de producción a ntiguo y el
moderno. Los estados europeos se disputaron con furor la patente de este invento, y una vez que
hubieron entrado al servicio de los fabricantes de plusvalor, no sólo esquilmaron al propio pueblo
indirectamente con los aranceles protectores, directamente con primas a la exportación, etcétera para
alcanzar ese objetivo, sino que en los países contiguos dependientes extirparon por la violencia toda
industria, como hizo Inglaterra, por ejemplo, en el caso de la manufactura lanera irlandesa. Sistema
colonial, deudas públicas, impuestos abrumadores, proteccionismo, guerras comerciales, etcétera;
estos vástagos del período manufacturero propiamente dicho experimentaron un crecimiento
gigantesco durante la infancia de la gran industria.
Tendencia histórica de la acumulación capitalista
La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción es el fundamento de la pequeña
industria, y la pequeña industria es una condición necesaria para el desarrollo de la producción social
y de la libre individualidad del trabajador mismo. Ciertamente, este modo de producción existe
también dentro de la esclavitud, de la servidumbre de la gleba y de otras relaciones de dependencia.
Pero sólo florece, sólo libera toda su energía, sólo conquista la forma clásica adecuada, allí donde el
trabajador es propietario privado libre de sus condiciones de trabajo, manejadas por él mismo: el
campesino, de la tierra que cultiva; el artesano, del instrumento que manipula como un virtuoso.
Este modo de producción supone el parcelamiento del suelo y de los demás medios de producción.
Excluye la concentración de éstos, y también la cooperación, la división del trabajo dentro de los
mismos procesos de producción, el control y la regulación sociales de la naturaleza, el desarrollo libre
de las fuerzas productivas sociales. Su aniquilamiento, la transformación de los medios de producción
individuales y dispersos en socialmente concentrados, y por consiguiente la conversión de la
propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos, y por tanto la expropiación que
despoja de la tierra y de los medios de subsistencia e instrumentos de trabajo a la gran masa del
pueblo, esa expropiación terrible y dificultosa de las masas populares, constituye la prehistoria del
capital. Comprende una serie de métodos violentos, de los cuales hemos pasado revista sólo a
aquellos que hicieron época como métodos de la acumulación originaria del capital. La expropiación
de los productores directos se lleva a cabo con el vandalismo más despiadado y bajo el impulso de
las pasiones más infames, sucias y mezquinamente odiosas. La propiedad privada erigida a fuerza de
trabajo propio; fundada, por así decirlo, en la consustanciación entre el individuo laborante
independiente, aislado, y sus condiciones de trabajo, es desplazada por la propiedad privada
capitalista, que reposa en la explotación de trabajo ajeno, aunque formalmente libre. El que debe
ahora ser expropiado no es ya el trabajador que labora por su propia cuenta, sino el capitalista que
explota a muchos trabajadores. Esta expropiación se lleva a cabo por medio de la acción de las propias
leyes inmanentes de la producción capitalista, por medio de la concentración de los capitales. Cada
capitalista liquida a otros muchos. Paralelamente a esta concentración, o a la expropiación de muchos
capitalistas por pocos, se desarrollan en escala cada vez más amplia la forma cooperativa del
proceso laboral, la aplicación tecnológica consciente de la ciencia, la explotación colectiva
planificada de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en medios de trabajo que sólo son
utilizables colectivamente, la economización de todos los medios de producción gracias a su uso
como medios de producción colectivos del trabajo social, combinado. Con la disminución constante
en el número de los magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este
proceso de trastrocamiento, se acrecienta la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de
la degeneración, de la explotación, pero se acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una clase
cuyo número aumenta de manera constante y que es disciplinada, unida y organizada por el
mecanismo mismo del proceso capitalista de producción. El monopolio ejercido por el capital se
convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo él. Suena la hora postrera
de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.
El modo capitalista de producción y de apropiación, y por tanto la propiedad privada capitalista, es
la primera negación de la propiedad privada individual, fundada en el trabajo propio. La negación de
la producción capitalista se produce por sí misma, con la necesidad de un proceso natural. Es la
negación de la negación. Ésta restaura la propiedad individual, pero sobre el fundamento de la
conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación de trabajadores libres y su propiedad
colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción producidos por el trabajo mismo.
La transformación de la propiedad privada fragmentaria, fundada sobre el trabajo personal de los
individuos, en propiedad privada capitalista es, naturalmente, un proceso incomparablemente más
prolongado, más duro y dificultoso, que la transformación de la propiedad capitalista, de hecho
fundada ya sobre el manejo social de la producción, en propiedad social. En aquel caso se trataba de
la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores; aquí se trata de la expropiación
de unos pocos usurpadores por la masa del pueblo.

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