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DRAMATIZACIÓN DEL
VIACRUCIS PARA SEMANA
SANTA
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PRIMERA ESTACIÓN
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SANTIAGO: ¿estás en peligro? ¿Debemos huir?
JESÚS: Santiago, quédense aquí, velen y oren para que no caigan en tentación
JUAN: ¿Qué le ocurre?
PEDRO: Parece que tiene miedo.
SANTIAGO: Nos habló de peligro y de traición mientras cenábamos.
JESÚS: (Por segunda vez se adelantó y oró así): “¡Padre Mío, si no es posible
evitar que yo sufra la prueba, Hágase tu Voluntad!”
(Cuando vuelve encuentra otra vez dormidos a los discípulos, porque los ojos se
les cerraban del sueño. Vuelve a orar por tercera vez con las mismas palabras. –
Después de un momento breve de oración, les dice a todos los apóstoles):
“¿Siguen ustedes durmiendo y descansando? Ha llegado la hora en que el Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos!
¡Ya llega el que me traiciona!
ORACIÓN:
Señor, siempre presentaste tu vida a los ojos del Padre e hiciste su voluntad. En tu
oración en el huerto nos enseñas que aceptemos la Voluntad del Padre, a pesar del
inmenso número de necesidades que podamos tener. Nos constituimos en
personas que piden y presentan sólo sus necesidades ante ti, pero sin tener un
verdadero encuentro de amor contigo, sin actitud de agradecimiento, sin reconocer
tus dones, tus maravillas en cada una de nuestras vidas y, peor aún, imponiéndote
y diciéndote lo que tienes que hacer por nosotros. Gracias porque en tu oración en
el huerto nos enseñas a abandonarnos al Padre, a adquirir confianza, a saber, que
a pesar de las múltiples necesidades estamos invitados por ti a aceptar la santa
voluntad de tu Padre.
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SEGUNDA ESTACIÓN:
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(En ese momento los apóstoles dejaron solo a Jesús y huyeron. Los soldados atan
las manos de Jesús y continúan la marcha hacia el palacio de los sumos
sacerdotes).
ORACIÓN:
Señor, muchas veces nos sucede como a Judas, no entendemos tu misión y la
constituimos sólo una ideología. Por las ideas sobre gobierno, sobre política, sobre
formas económicas y sobre religión los hombres nos hemos matado los unos a los
otros y caemos en la tentación de hacer justicia por nuestras propias manos,
caemos en propuestas sanguinarias como el secuestro, la extorsión y la muerte
para sostener nuestras ideas. Señor ayúdanos para no llegar a traicionarte en la
búsqueda de la justicia, para no llegar a traicionarte en la búsqueda de la paz y en
la construcción del Reino del amor, en nuestras familias y en nuestra sociedad.
Danos fuerza para luchar con las desilusiones de la vida y para comprender que
sólo en Ti encontraremos al verdadero amigo, al que nunca traiciona.
TERCERA ESTACIÓN:
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CAIFÁS: (Mirando a los demás dice): ¿También ustedes quieren abandonarme?
ANÁS: Nosotros no te abandonaremos, el Nazareno es culpable y debe morir.
DORAS: Te seguiremos hasta el fin.
CENTURIÓN: (Entrando con Jesús atado) ¡Jesús Nazareno, ante la Junta
Suprema!
ANÁS: (Mirando a Jesús): ¡Jesús de Nazareth, arrojaste a los mercaderes del
Templo, engañaste a la gente con tus milagros, hiciste ver a los ciegos, caminar a
los cojos, diste vida a los muertos! ¡Ahora dinos! ¿Quiénes son tus discípulos?
¿Cuál es tu doctrina?
JESÚS: Cuántas veces estuve en el templo predicando mi doctrina, explicando el
Evangelio. Pregúntale a cuantos me han oído, ¡ellos deben saber qué les he dicho!
DORAS: (Le da una bofetada; y le dice): ¿Así contestas al poderoso Anás?
JESÚS: Si hablé mal ¿muéstrame en qué? Y si no… ¿por qué me pegas?
CAIFÁS: Basta ya, ¡unos y otros! Estamos en un juicio público y no en un campo
de batalla. Necesitamos demostrar que este hombre es un impostor y no el Cristo
prometido a nuestros Padres Abraham, Isaac, Jacob y a los Profetas. (Se acerca a
Jesús mirándolo lentamente) En nombre del Dios vivo, te pregunto ¿Eres tú el
Mesías, el Cristo?
JESÚS: Tú lo has dicho. Yo soy… Y verán al Hijo del Hombre sentado a la
derecha del Todopoderoso venir sobre las nubes del cielo.
CAIFÁS: (Dirigiéndose a la multitud): ¡Rasguen conmigo las vestiduras!
¿Acaban de oír esta blasfemia? ¡Qué les parece!
ANÁS: Que es un blasfemo y mentiroso.
DORAS: No necesitamos de más pruebas. ¡Merece la pena de muerte! (Todos
repiten en coro): ¡Merece la pena de muerte! (3 veces)
(Con Jesús acusado todos se dirigen ahora hacia el Palacio de Pilato para pedirle
que sea él quien lo condene a muerte).
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ORACIÓN:
Señor, el Sanedrín, “los buenos”, los representantes de Dios, te condenan.
Ayúdame Señor, a ser siempre comprensivo con los demás; que nunca les juzgue
y menos aún les condene. Que, aunque sea el mejor o haga las cosas bien, religiosa
y socialmente, nunca llegue a pensar que tengo todo el derecho de imponer mi
criterio ante los demás. No permitas que se introduzca en mi corazón el cáncer de
la envidia. Que vea a todos con tus mismos ojos y sepa responder a tantas
maravillas de tu amor.
CUARTA ESTACIÓN:
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ACUSADOR 2: ¡Seguro que tú también eres uno de ellos … (lo toma por el
brazo) … ¡Hasta en tu manera de hablar se te nota!
PEDRO: ¡Les juro, que no conozco a ese hombre, juro que no lo conozco! (En
ese instante se oye cantar un gallo, y Pedro se detiene ante el público, con mirada
de angustia al recordar las palabras que había dicho Jesús sobre este hecho, se
postra y llora amargamente. En esta estación No aparece para nada en escena el
Cortejo que avanza con Jesús).
ORACIÓN:
Señor, también como Pedro en varias oportunidades te hemos negado. Te
negamos con la vida fácil, te negamos volviendo a nuestro pecado, te negamos
siendo indiferentes ante las necesidades de los demás, te negamos no asumiendo
los compromisos de cambio de vida que hemos establecido contigo. Hoy, como
Pedro, lloramos por negarte bajo las diferentes formas en las que no hemos sido
radicales con tu mensaje. Te ofrecemos nuestro corazón contrito y humillado,
ayúdanos y danos la fuerza de tu Espíritu para cambiar, Señor.
QUINTA ESTACIÓN:
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ancianos del Sanedrín y los soldados que llevan a Jesús llegan al Palacio de Pilato.
El centurión hace detener la marcha y anuncia):
CENTURIÓN: Llegamos a la Fortaleza Antonia, casa del Procurador Romano.
(Todos los que han llegado –menos Jesús- hacen una reverencia de saludo a Pilato)
CENTURIÓN: (Dirigiéndose a Pilato): ¡Poncio Pilato, representante del César!
El Sanedrín de Israel pide que Roma condene a este hombre.
PILATO: (De pie escucha y responde) ¿Qué acusaciones presentan contra él?
DORAS: Si no fuera un criminal no te lo hubiéramos traído.
ANÁS: Es un blasfemo y mentiroso.
CAIFÁS: Alborota al pueblo y se burla de Dios.
PILATO: ¿Por qué no lo juzgan según su propia ley?
CAIFÁS: Según la Ley judía no tenemos el derecho de dar muerte a nadie.
PILATO: Déjenme que lo interrogue.
(Se sienta en la silla y el soldado Romano trae a Jesús hasta Pilato)
CENTURIÓN: Soldado, acerca al reo hasta el procurador.
PILATO: (Dirigiéndose a Jesús): ¡Dime! ¿Quién eres tú? (Jesús no responde.
Pilato se levanta y se acerca a Jesús, diciendo): ¡No respondes nada! ¿No te das
cuenta que yo tengo el poder para condenarte o para dejarte libre?
JESÚS: Tú no tienes más poder que el que te ha sido otorgado por mi Padre desde
los cielos.
PILATO: Pero dime: ¿Eres tú el rey de los judíos?
JESÚS: ¿Eso lo dices por tu cuenta? ¿O porque te lo han dicho otros de mí?
PILATO: ¿Acaso soy yo judío? Los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí.
¿Por qué? ¿Qué has hecho? ¿Eres Rey?
JESÚS: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi gente
me libraría de todos ustedes, pero mi reino no es de aquí.
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PILATO: ¿Así que tú eres Rey?
JESÚS: ¡Tú lo has dicho! ¡Yo soy Rey! Yo nací y vine al mundo para hablar de
la verdad, y todo el que ama la verdad me ama a mí; y el que me ama, ama también
al Padre.
PILATO: ¿La Verdad? Pero… ¿qué es la Verdad? ¡Ba!
(Dirigiéndose a los ancianos del Sanedrín, Pilato dice):
¡Escúchenme! ¡Yo no encuentro culpa alguna en este hombre para juzgarlo!
CAIFÁS: Pero Pilato, ¡es un impostor!
ANÁS: ¡Ha alborotado al pueblo desde Nazareth hasta aquí!
DORAS: “El Nazareno es culpable. ¡Crucifícalo!”
PILATO: (Llama al Centurión y le pide –públicamente- que traiga a Barrabás):
“Traigan a Barrabás” (Y dirigiéndose a todos dice):
“Es costumbre muy antigua que, al llegar la Pascua, Roma ponga en libertad a
aquel reo que ustedes pidan. A quién quieren que deje en libertad: ¿A Jesús
llamado el Cristo? ¿O a Barrabás, ladrón y homicida?
TODOS: ¡Suelta a Barrabás! ¡A Barrabás!
PILATO: Y ¿Qué hacemos con el Cristo?
TODOS: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
PILATO: (Dirigiéndose a ellos dice): Soltaré a Barrabás y a Jesús lo enviaré para
que lo flagelen. (Ordena al Centurión, diciéndole al oído, pero haciéndose
escuchar por todos): Centurión, ¡Suelta a Barrabás! Y a Jesús, envíalo a ser
flagelado, para que al verlo malherido ellos mismos se apiaden de la condena que
piden para él. (Inmediatamente el Centurión con voz fuerte da la indicación al
soldado para que libere a Barrabás, diciendo):
CENTURIÓN: Soldado, ¡Suelta a Barrabás!
(Cuando el soldado suelta a Barrabás, éste sale mostrando sus manos libres de las
ataduras, y gritando: libre, soy libre, puedo hacer lo que quiera, soy libre
totalmente)
(Con Jesús atado prosigue la marcha hacia el lugar de la flagelación)
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ORACIÓN:
Señor, en la mañana del Viernes Santo fuiste conducido por los jefes de tu pueblo
ante Poncio Pilato. Le pedían que te juzgara y que te condenara a muerte. En
muchas ocasiones nos pasa como a Pilato, no te conocemos para hacer un juicio
de ti, no te conocemos cuando nos presentan a alguien para ser juzgado, para que
demos nuestro juicio frente a los demás. Señor si no has venido a condenar sino a
salvar ayúdanos a ser instrumento de salvación y no de condenación, de liberación
y no de murmuración.
SEXTA ESTACIÓN:
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SOLDADO No 2: (Le venda los ojos, lo abofetea y le dice): Si eres el Cristo,
adivina ¿quién te pegó? (Los soldados se burlan entre sí, mientras lo escupen, lo
insultan y se ríen).
(En ese momento llega el Centurión, acompañado de un soldado, y los detiene en
su maldad):
CENTURIÓN: ¡Atrás! ¡Atrás, salvajes! Soldado… (Se dirige a uno que viene
con él) trae el reo y llevémoslo ante el Procurador.
(Se presentan ante Pilato quien al ver a Jesús siente compasión por él.
Inmediatamente ve a su mujer quien está observando todo desde una esquina del
pórtico de su casa. Hace señas a Pilato, con un pañuelo blanco en la mano, para
que se dirija hasta ella. Pilato se acerca a ella y ella le dice desde un segundo piso
–o en su defecto desde una parte alta-, haciéndose escuchar por todos los
presentes):
MUJER DE PILATO: “No envíes a este hombre a la muerte pues es inocente.
Lo he visto en mis sueños, no lo dejes morir”.
(Pilato vuelve a su lugar, con su mirada pone el acento en el aspecto
sorprendentemente demacrado en el cual ha quedado Jesús. Inmediatamente se
dirige a los integrantes del Sanedrín y al tumulto que venía con ellos):
PILATO: ¡Mírenlo! ¡Mírenlo bien! ¡Vean cómo ha quedado su Rey!
(Dirigiéndose a la multitud y señalando a Jesús, dice): ¡He aquí al hombre!
CAIFÁS: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Nuestro Mesías vendrá de Jerusalén bajo el Reino de
un trono poderoso! Este hombre debe morir.
PILATO: ¡Yo tengo las manos limpias de la sangre de este hombre!
ANÁS: Tan puras como están tus manos están nuestras conciencias de esta sangre
CAIFÁS: Que su sangre caiga sobre nosotros, nuestras mujeres y sobre nuestros
hijos.
PILATO: ¡Sí, que caiga sobre ustedes! (se sienta, pide al centurión una jarra con
agua y una toalla y se lava las manos diciendo): ¡Tráiganme agua! (Luego se dirige
a los presentes y les dice): Desistan de su intención… (Se empieza a lavar las
manos diciendo): ¡Esto es en señal de que soy inocente de la muerte de este justo!
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DORAS: ¡Procurador implacable! ¿Qué? ¿Te entristece una Cruz? ¡Débil es tu
voluntad!
PILATO: (Se levanta furioso y le arroja la toalla a la cara y le dice): ¡Débil, sí!
¡Por qué he de derramar sangre sobre ustedes! ¿Acaso están más limpios que yo
de la sangre de este hombre?
CAIFÁS: ¡Lo estamos! Al bañarnos, en los ritos de purificación, hemos bajado
por unos escalones y subido por otros; para que al subir no recojamos la
inmundicia que dejaron nuestras sandalias.
PILATO: ¡Hipócritas! Se han lavado por fuera, pero por dentro están llenos de
toda inmundicia y suciedad.
CAIFÁS: (En tono amenazante): Si sueltas a este hombre ¡No eres amigo del
César!
ANÁS: ¡Todo el que se dice Rey, va contra el César!
DORAS: (Se le acerca furioso y amenazante y le dice): Si sueltas a este hombre
¡Te acusaremos ante el César de Roma!
PILATO: (Guardando silencio, se aparta un poco, y hablando de forma
meditativa, dudosa y pensativa hace esta reflexión. El actor debe hablar de manera
que se sienta a Pilato reflexionando, pero siendo escuchado por quienes están
viviendo el dramatizado): “Si dejo libre a este hombre me acusarán ante el César,
y él podría acusarme de alta traición, y entonces… ¿Qué sería de mí? ¿De mi
Poder? ¿Mis riquezas? ¿Mis honores? ¡Y todo por culpa de este hombre
(observando a Jesús) que ni siquiera conozco! (Se dirige a Jesús y levantando
ambos brazos, le dice): ¡JESÚS DE NAZARETH, IRÁS A LA CRUZ!
COMENTADOR: Pilatos, se sienta y firma la sentencia que debe publicarse en
latín, griego y hebreo para que todos la entiendan.
CAIFÁS: (Recibe la sentencia, la lee junto a Anás y volviendo a Pilato dice):
¡Pero Pilato! No escribas: “Este es el Rey de los Judíos”, sino: “El que se hace
llamar Rey de los Judíos”
PILATO: ¡Lo escrito, escrito está! Así pues, que llévenlo y crucifíquenlo según
esta orden. (Da la vuelta y sale).
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CENTURIÓN: ¡Abran paso a Jesús Nazareno, condenado a muerte, muerte de
Cruz! ¡Jesús Nazareno, Rey de los Judíos!
ORACIÓN:
Señor, muchos hombres y mujeres de hoy son juzgados y condenados
injustamente. Muchos hermanos y hermanas nuestros son flagelados, torturados,
secuestrados por la pobreza y por la violencia. En ellos se prolonga el juicio
perverso que te condenó. Que para ellos y ellas brille tu Verdad y su angustia sirva
para la salvación del mundo. Un día, con nuestra muerte, Señor, vendrás a juzgar
a vivos y muertos. Que entonces seamos hallados a tu derecha, con los que te
reconocieron, te amaron y te sirvieron en sus hermanos.
SÉPTIMA ESTACIÓN:
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ovejas, ellas me obedecerán y habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me
ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir.
CENTURIÓN: (Presentan a los dos ladrones que acompañarán a Jesús en su
camino al Calvario). “Traigan a los dos ladrones y también entréguenles sus
respectivas cruces”.
SOLDADOS No 3 y 5: (Traen a los malhechores y les obligan a llevar sus cruces)
ORACIÓN:
En la Cruz, Señor, abrazas todos los dolores y angustias, fracasos y desolaciones,
enfermedades y muertes de los hombres y mujeres de la historia humana.
Recibimos de tu mano, con amor, las cruces que quieras enviarnos. Algunas de
ellas son inherentes a nuestra condición humana, pero otras son fruto de la
injusticia y violencia del mundo, de la miseria moral o del pecado. Que no
rehuyamos a tu cruz, antes, con amor, la abracemos pues en ella prolongas tu
pasión salvadora en nuestra vida y sigues haciendo la salvación del mundo.
(Carga con la cruz y empieza lentamente la marcha):
OCTAVA ESTACIÓN:
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(Un poco adelante del cortejo, aparece en el camino Simón, un campesino que va
con su hijo pequeño hacia el pueblo y se detiene a observar lo que está pasando).
CENTURIÓN: ¡Soldados! ¡Pronto! Detengan a ese individuo (señala a Simón)
SOLDADO No 1: (Corren hacia el campesino, lo toman por los brazos y uno de
ellos le dice): ¡Camine usted con nosotros, deja eso al muchacho! (le quita un
morral y lo tira al suelo. El niño que lo acompaña lo recoge asustado).
SIMÓN: (Los sigue hasta donde está Jesús y espera)
JESÚS: ¡Quién quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su
cruz de cada día y me siga!
SOLDADO No 1: (Carga a Simón con la Cruz de Jesús)
SIMÓN: (Recibiendo la cruz): ¡Ahora me alegro de sufrir por ti! ¡Pues voy
completando en mi carne mortal lo que falta a las penalidades de Cristo por su
cuerpo que es la Iglesia!
ORACIÓN:
Tu invitación a llevar la cruz tras de ti sigue sonando hoy en nuestro corazón. Pero
no llevamos sólo nuestra propia cruz. Llevamos también las cruces de todos
nuestros hermanos y hermanas en la fe. Formamos en ti un solo cuerpo que es la
Iglesia. Cuando entregaste a Simón tu cruz le entregaste igualmente los
sufrimientos de todos los tuyos. Danos fuerza para llevar hoy tu cruz y la de
nuestros hermanos.
CENTURIÓN: ¡Que prosiga la marcha! ¡Adelante!
NOVENA ESTACIÓN:
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COMENTADOR:
En el camino de la Cruz una multitud del pueblo y de mujeres se golpean el pecho
y se lamentan por Jesús. En este mismo instante Jesús abre paso para la ternura y
la reflexión. Detiene su marcha y dirige sabias palabras a las mujeres de Jerusalén.
En una de ellas, Jesús, la imagen del Dios invisible, deja su imagen dándole
visibilidad al Dios escondido, al Dios que en la antigüedad no se podía representar
ni figurar. Es Jesús quien abre la imagen de Dios para el hombre y la deja grabada
en su corazón.
(Varias mujeres llorando salen al encuentro de Jesús, los soldados tratan de
separarlas)
JESÚS: (Quien cuenta con la ayuda de Simón de Cirene. Se detiene ante ellas, las
mira y les dice): ¡Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren más bien por ustedes
y por sus hijos!
MARTHA: (Una de las mujeres dice en voz alta): ¡Pero Señor! Sabemos que tu
condena es injusta.
JESÚS: (Mirando la multitud, dice): Hijas de Jerusalén no lloren por mí, lloren
por ustedes mismas y por sus hijos. Porque está por llegar el tiempo en que se dirá
ojalá el rayo nos partiera y el monte nos ocultara. Porque si esto hacen con el leño
verde, ¿Qué harán con el leño seco?
(Por entre la multitud aparece la Verónica en compañía de otras mujeres tratan de
abrirse paso, pero los soldados se interponen)
VERÓNICA: (Se abre paso a empujones y se arrodilla frente a Jesús): Jesús, yo
no sé si eres culpable o inocente, solo sé que eres bueno y que has amado siempre,
deja que con este mi manto enjugue la sangre y el sudor que moja tu rostro.
(Poniéndose en pie con el velo de sus espaldas limpia el rostro de Jesús)
SOLDADOS No 3 y 4: (Retiran rápidamente a la verónica y uno de ellos dice):
¡Retiren a esa mujer! ¡No es hora de contemplaciones! ¡Debemos continuar la
marcha!
JESÚS: A todo el que se declare a mi favor delante de la gente, yo me declararé
a favor suyo delante de mi Padre que está en los cielos.
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ORACIÓN:
En este mundo de violencia y de injusticia, pero también de gracia y misericordia
dejas por doquier tu imagen dolorosa. La llevan todos esos dolidos de nuestro
mundo: “Rostros de niños golpeados por la pobreza y la guerra antes de
nacer…Rostros de jóvenes desorientados…Rostros de indígenas
marginados…Rostros de campesinos desplazados…Rostros de obreros mal
retribuidos…Rostros de subempleados y desempleados…Rostros de marginados
y hacinados urbanos…Rostros de ancianos olvidados. También en las angustias
de nuestros propios rostros has querido dejar tu imagen sufrida.
SOLDADO No 1: (Empujando a Jesús, dice): ¡Pronto! ¡Continúen la marcha!
DÉCIMA ESTACIÓN:
Jesús es Crucificado
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SOLDADO No 2: (Mirando a toda la multitud) ¿Ninguno va a seguirle en su
camino de Gloria? (Todos ríen).
(Los otros soldados obligan a Jesús a tenderse sobre la cruz. Otros soldados traen
también a los ladrones Dimas y Gestas, que vienen profiriendo insultos y peleando
entre ellos mismos. Les obligan también a tenderse sobre las cruces).
JESÚS: ¡Siento en este momento una angustia terrible! ¡Pero precisamente para
eso he venido! ¡Padre! ¡Glorifica tu nombre!
SOLDADO No 3: (En tono de burla se dirige a los presentes): Lo oyeron, tiene
miedo porque su Padre no viene a salvarlo. Procedan de inmediato (El centurión
observa el comportamiento y se hace el indiferente).
(Al ser clavados en la cruz, lloran y se lamentan por el grosor de los clavos, las
mujeres y los acompañantes cercanos a Jesús se lamentan llorando y los soldados
y sumos sacerdotes se burlan)
ORACIÓN:
Señor, tu apóstol pide “despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos de
las armas de la luz”. Despojados de nosotros mismos, de nuestros egoísmos y
suficiencias nos has revestido de ti en el bautismo. Clava Señor Jesús en tu Cruz
nuestros pecados y egoísmos, nuestros desamores e injusticias para que seamos
liberados de ellos y recibamos copioso el fruto de tu redención.
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del amor de Dios. Eso es lo que Jesús trata de mostrar en las palabras que
pronuncia en la cruz; palabras que son a la vez una predicación para los maleantes
que están crucificados con él y para quienes le han llevado a este suplicio. Es una
invitación para que dejen de fabricar cruces para sus hermanos cambiando con el
mensaje del Evangelio a una vida nueva.
JESÚS: (Mirando a la multitud y de forma asfixiada dice): ¡Padre! ¡Perdónales
porque no saben lo que hacen!
GESTAS: (Uno de los ladrones) Si de verdad eres el Hijo de Dios, ¡Sálvate a ti
mismo y sálvanos a nosotros!
DIMAS: (El otro bandido, dice): ¡No tienes temor de Dios! Tú que estás bajo el
mismo castigo. Nosotros lo estamos sufriendo con toda razón porque estamos
pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero éste hombre, no hizo nada
malo… (Luego añadió): ¡Jesús! ¡Acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino!
JESÚS: ¡Amén te digo! pues ¡Hoy estarás conmigo en el Paraíso! Tu fe te ha
salvado
ORACIÓN:
Señor Jesús, como el buen ladrón, aceptamos tu mensaje de conversión. Queremos
reconocer como él que tú eres el Hijo de Dios, que has sufrido por nuestra
salvación. Ya no queremos causar más dolor y sufrimiento a nuestros hermanos,
a nuestros familiares, a los integrantes de la sociedad. Ya no queremos obrar con
mala intención en el corazón, ya no queremos murmurar y levantar calumnias
contra los demás. Hoy queremos que todo sea como en el paraíso, como al
principio cuando empezó esta hermosa historia de amor, cuando tú nos diste Dios
una hermosa creación, una hermosa familia, un hermoso llamado de conciencia
para construir tú reino.
22
DÉCIMO SEGUNDA ESTACIÓN:
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DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN:
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según su mensaje. (María lo escucha, con los ojos llorosos, pero con esperanza
en su corazón. En ese preciso momento se acerca José de Arimatea haciendo un
acercamiento y contemplando a Jesús muerto en la Cruz. Nicodemo lo reconoce
y le dice): José de Arimatea, tenemos que nacer de nuevo.
JOSÉ DE ARIMATEA: (Mirando al discípulo amado, a Nicodemo mismo, a
María y a las santas mujeres dice): Sí, Nicodemo, vamos a nacer de nuevo con su
mensaje. (En ese momento, José, se dirige a María y le dice): Buena Madre, no te
intranquilices por el cadáver de tu Hijo, ahora mismo voy a donde Pilato a pedirle
el cadáver de Jesús, para descolgarlo y darle sepultura.
MARÍA: (con voz dolorosa, pero con esperanza): Gracias, hijo mío; Gracias hijos
míos, por llevar a mi Hijo en sus corazones y en sus vidas, por querer darle lo
mejor hasta en este momento de su muerte, por disponer todo en sus vidas para
que él Resucite en cada uno de ustedes.
ORACIÓN:
Señor, “Todo se ha cumplido”. La misión del Padre está realizada. Al expirar as
entregado el Espíritu. Con tu muerte termina un mundo y se abre otro: el que lleva
a la vida y a la Resurrección. Tu muerte es la hora de los discípulos, como
Nicodemo, Señor, permítenos recordar tus palabras todos nuestros días para nacer
de nuevo, como José de Arimatea, Señor, permítenos dejar a un lado nuestros
temores y presentarnos en público como tus discípulos. Danos la fuerza de tu
espíritu para prolongar tu vida y tu misión a lo largo del tiempo, para unirnos a la
hora de tus discípulos, para ser un verdadero seguidor de tu evangelio todos
nuestros días.
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COMENTADOR: Después de las debidas licencias romanas para bajar a los
crucificados, el cuerpo de Jesús es puesto en las manos de María, preparado con
aromas y envuelto en una sábana siguiendo el uso de sepultar entre los judíos.
Jesús fue sepultado en una tumba nueva.
(Luego de permanecer un momento en brazos de María, el Cuerpo de Jesús es
colocado dentro del Sepulcro. Esta es una escena muda, no hay palabras, todo es
en absoluto silencio y respeto):
ORACIÓN:
Tú corazón y el de tu madre no forman sino un solo corazón. Ella como madre
nos lleva a todos y nos hace partícipes de tu obra redentora. ¡Señor!, a partir de ti
el hombre no se hundirá para siempre en la oscuridad y el frío de un sepulcro sin
esperanza. Sepultado, Señor, Tú no estás sólo. Tu cuerpo místico, que es tu
Iglesia, está contigo. Ahora como tus discípulos, con nuestras vidas, queremos
pasar contigo por la oscuridad de nuestra muerte, causada por el pecado,
anhelando la luz de tu gloria; queremos resucitar contigo Señor, ser hombres y
mujeres nuevos, renovando la gracia que recibimos en nuestro Bautismo. Te
suplicamos que siempre exista para nosotros un mañana iluminado por el
compartir de tu resurrección. Para que así, cuando pasemos por el sepulcro final
de nuestras vidas, la oscuridad de las tinieblas no pueda devorar la luz de nuestra
fe, ni el consuelo de nuestra esperanza.
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ORACIÓN FINAL
“Señor Jesús,
Dios verdadero y dador de vida eterna,
que muriendo y resucitando quisiste
asociarnos a tu muerte y a tu vida,
concédenos manifestar en nosotros tu pasión
y tu resurrección muriendo al pecado
y a nosotros mismos
y viviendo en ti y para ti por siempre”.
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