Vía Crucis Seminario
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Vía Crucis Seminario
PROTEGE
Llamados, también nosotros, a proteger por amor
INTRODUCCIÓN
Participemos en este vía crucis íntimamente unidos a Jesús. Atentos a lo que está escrito en los Evangelios, se irán
observando algunos sentimientos y pensamientos que pudieron embargar la mente y el corazón de Jesús en aquellas
horas de prueba.
Al mismo tiempo, nos dejaremos interpelar por algunas situaciones de la vida que caracterizan –para bien o para
mal– nuestros días. Expresaremos así una resonancia que manifieste nuestro deseo de dar algún paso en la imitación
de nuestro Señor Jesucristo en su pasión.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo muerto en la
cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio de amor, dar testimonio de él, con
palabras y obras, ante cuantos, en tu bondad, se cruzan en nuestro camino cada día. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte
Nuestra resonancia
Señor Jesús, nosotros somos todavía más frágiles en la fe que los primeros discípulos. También nosotros corremos el
riesgo de traicionarte, cuando tu amor debería alentarnos a amarte cada vez más.
Nos hace falta oración, vigilancia, sinceridad y verdad. Así, la fe crecerá. Y será fuerte y gozosa.
Oración
Humilde Jesús, también nosotros nos dejamos condicionar por lo que está fuera. Ya no sabemos escuchar la voz sutil,
exigente y liberadora, de nuestra conciencia que dentro llama e invita amorosamente: «No salgas fuera, entra dentro
de ti mismo: porque en tu hombre interior reside la verdad».
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús con la cruz a cuestas
Resuenan en mí las dramáticas palabras del profeta Isaías sobre el Siervo del Señor. Dicen de él que no tiene aspecto
atrayente; que es despreciado, varón de dolores, como un cordero llevado al matadero; que es arrancado de la tierra
de los vivos, maltratado hasta la muerte. Ese Siervo soy yo, para desvelar la grandeza del amor de Dios por el
hombre.
Nuestra resonancia
Tú, Jesús, has sido «contado entre los pecadores». En la primera generación cristiana, precisamente por hablar
públicamente de ti, Pedro y Juan, Pablo y Silas, entraron en prisión. Así ha ocurrido muchas veces a lo largo de los
siglos.
También en nuestros días hay hombres y mujeres que son encarcelados, condenados e incluso asesinados
simplemente por ser creyentes o por su compromiso en favor de la justicia y la paz. Ellos no se avergüenzan de tu
cruz. Son ejemplos admirables para que los imitemos.
Oración
Humilde Jesús, en el transcurso cotidiano de la vida nuestro corazón mira hacia abajo, a su pequeño mundo y,
completamente embebido en la búsqueda del propio bienestar, permanece ciego ante la mano del pobre y del
indefenso que mendiga nuestra escucha y pide auxilio. A lo sumo se conmueve, pero no se mueve.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae bajo el peso de la cruz
Alguien me levanta. A mi alrededor veo mucha gente. Entre ellos, hay quien me quiere bien. Otros son sólo curiosos.
Pienso en Juan Bautista que, al comienzo de mi vida pública, dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo». Ahora se revela la verdad de esas palabras.
Nuestra resonancia
Señor Jesús, en este día no podemos parecernos al fariseo que se ensalza a sí mismo, sino al publicano que no se
atreve siquiera a levantar la cabeza. Como él, te pedimos con confianza, a ti que eres el Cordero de Dios, perdón por
nuestros pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Meditando sobre el peso de tu cruz, no nos avergonzaremos de hacer sobre nuestro cuerpo la señal de la cruz: «Es
una ayuda eficaz: gratuita para los pobres y, para quien es débil, no exige ningún esfuerzo. Se trata, ciertamente, de
una gracia de Dios».
Oración
Humilde Jesús, nuestras caídas, entretejidas de fragilidad y pecado, hieren el orgullo de nuestro corazón, lo cierran a
la gracia de la humildad e interrumpen nuestro camino hacia ti.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
CUARTA ESTACIÓN
Jesús se encuentra con su Madre
-Te adoramos oh Cristo y te bendecimos.
Resonancia de María
Nos diría María: «¡Ay de mí! ¿Qué veo? Hijo mío, de estirpe divina. ¡Te arrastran las manos de esos criminales y lo
soportas! Te conducen a las cadenas y por tu propia voluntad te diriges hacia ellas, tú que eres quien libra de sus
cadenas al linaje de los encadenados… ¡Yo me muero! Dime, dime una sola palabra, tú, Palabra de Dios Padre; no, no
pases en silencio ante la esclava convertida en madre».
Señor Jesús, el drama que afrontas junto a tu Madre por una calle de Jerusalén nos hace pensar en tantas tragedias
familiares de nuestro mundo. Hay para todos: madres, padres, hijos, abuelos y abuelas. Es fácil juzgar a los demás,
pero lo más importante es saber ponerse en su lugar y ayudarles en la medida de lo posible. Lo intentaremos.
Oración
Humilde Jesús, cuando las adversidades y las injusticias de la vida, el dolor inocente y la violencia cruel nos hacen
imprecar contra ti, tú nos invitas a estar, como tu Madre, a los pies de la cruz. Cuando nuestras expectativas y
nuestras iniciativas, vacías de futuro y marcadas por el fracaso, nos llevan a huir hacia la desesperación, tú nos
llamas a la fuerza de la espera. ¡Hemos olvidado verdaderamente la importancia del estar como expresión del orar!
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
QUINTA ESTACIÓN
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Más de una vez, predicando el Reino de Dios, dije: «Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío».
Sin embargo, ahora este hombre carga incluso con la mía. Quizás ni siquiera sabe quién soy, pero igualmente me
ayuda y me sigue.
Señor, quizás también para algunos de nosotros el encuentro contigo sucedió de modo fortuito. Pero luego se ha
hecho más profundo.
Consideramos un gran don de tu gracia que no falten entre nosotros cirineos, que lleven la cruz de los otros. Lo
hacen con perseverancia. Los motiva el amor. Su presencia es fuente de esperanza. Ponen en práctica la invitación de
san Pablo: «Lleven los unos las cargas de los otros». Y así cuidan de sus hermanos.
Oración
Humilde Jesús, cuando la vida nos propone un cáliz amargo y difícil de beber, nuestra naturaleza se cierra,
recalcitrante, no osa dejarse atraer por la locura de ese amor más grande que convierte la renuncia en alegría, la
obediencia en libertad, el sacrificio en grandeza del corazón.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Nuestra resonancia
Señor Jesús, en los Evangelios las mujeres tienen un lugar destacado. Te ayudaron a ti y a los apóstoles. Algunas de
ellas estuvieron presentes en tu pasión. Y fueron las primeras en anunciar tu resurrección.
El genio femenino nos lleva a vivir la fe con afecto hacia ti. Nos lo enseñan todos los santos. Queremos seguir sus
huellas. Queremos seguir viviendo la fe que nuestras madres, abuelas, catequistas nos trasmitieron.
Oración
Humilde Jesús, nuestra mirada es incapaz de ir más allá: más allá de la indigencia, para reconocer tu presencia, más
allá de la sombra del pecado, para descubrir el sol de tu misericordia, más allá de las arrugas de la Iglesia, para
contemplar el rostro de la Madre.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez
Nuestra resonancia
Señor Jesús, ¡qué abismo de tristeza en tantas almas heridas por la soledad, el abandono, la indiferencia, la
enfermedad, la muerte de un ser querido!
Inconmensurable, el dolor de cuantos sufren la crueldad de la violencia, el odio de palabras falaces o se encuentran
con corazones de piedra que hacen llorar y llevan a la desesperación.
El corazón del hombre –el corazón de cada uno de nosotros– espera otra cosa: el cuidado del amor. Tú, Jesús, nos lo
enseñas a todos los hombres de buena voluntad: Ámense los unos a los otros como yo los he amado.
Oración
Humilde Jesús, en las injusticias y adversidades de esta vida nosotros no resistimos con paciencia. Frecuentemente
pedimos, como signo de tu potencia, que nos libres del peso del madero de nuestra cruz.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
Nuestra resonancia
Señor Jesús, también hoy, viendo nuestras ciudades, tendrías motivos para llorar. Quizás también nosotros estamos
ciegos y no comprendemos el camino de paz que tú nos indicas.
Pero ahora sentimos como una llamada tuya lo que dijiste en el Sermón de la Montaña: «felices los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios». Y
también cuando dijiste a tus discípulos: «Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo… Alumbre así
su luz a los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria al Padre que está en el cielo».
Oración
Humilde Jesús, en tu cuerpo sufriente y maltratado, denigrado y escarnecido, no sabemos reconocer las heridas de
nuestra infidelidad y de nuestras ambiciones, de nuestras traiciones y de nuestras rebeliones. Son heridas que gimen
e invocan el bálsamo de nuestra conversión, mientras nosotros hoy ya no sabemos llorar por nuestros pecados.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez
Como enviado itinerante del Padre, he anunciado la amplitud de su amor, en el que todos caben; la extensión de su
amor, que se mantiene fiel a lo largo de todas las generaciones; la altitud de su amor, esperanza que vence incluso a
la muerte; y la profundidad de su amor, que no me ha enviado para los justos, sino para los pecadores.
Nuestra resonancia
Señor Jesús, ante tu amor y el amor del Padre, nos preguntamos si no nos estaremos dejando contagiar por el
mundo, que considera tu pasión y muerte «necedad y escándalo», siendo así que es «fuerza y sabiduría de Dios».
¿No estaremos siendo cristianos tibios, cuando tu amor es un misterio de fuego?
¿Nos damos cuenta de que antes de que Dios viniese a nosotros, ni siquiera sabíamos quién era Dios? Cuando tú,
Hijo Unigénito, llegaste, Dios, que nos hizo a su imagen, nos permitió levantar los ojos a él y nos prometió el Reino de
los cielos. ¿Cómo no amar a Aquel que nos ha amado primero»?
Oración
Humilde Jesús, ante las pruebas que criban nuestra fe nos sentimos desolados: no nos acabamos de creer que
nuestras pruebas hayan sido ya las tuyas, y que tú nos invitas simplemente a vivirlas contigo.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras
Nuestra resonancia
Tu túnica, Señor, nos lleva a meditar en un momento de gracia y también en todas las veces que se viola la dignidad
del hombre.
La gracia es la del Bautismo. Al niño que acaba de convertirse en cristiano, se le dice: «Eres ya nueva creatura y has
sido revestido de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el
ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha hasta la vida eterna». Esta es la verdad más profunda de la existencia
humana.
Al mismo tiempo, el amor con que cuidas a todas las criaturas nos lleva también a pensar en situaciones terribles: el
tráfico de seres humanos, los niños soldados, el trabajo esclavo, los niños y adolescentes a los que han robado su
inocencia, heridos en su intimidad, profanados sin piedad.
Tú nos haces pedir humildemente perdón a cuantos sufren estos ultrajes y rezar para que finalmente se despierte la
conciencia de los que oscurecen el cielo en la vida de los demás. Ante ti, Señor Jesús, renovamos nuestro propósito
de «vencer el mal con el bien».
Oración
Humilde Jesús, delante de tu desnudez descubrimos lo esencial de nuestra vida y de nuestra alegría: ser en ti hijos del
Padre. Pero confesamos también la resistencia a abrazar la pobreza como dependencia del Padre, a acoger la
desnudez como hábito filial.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz
Miro a los que me crucifican. Pienso en los que se lo han mandado: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen». Junto a mí hay otros dos condenados a morir en cruz. Uno de ellos me pide que me acuerde de él cuando
esté en mi reino. Sí –le digo–, «hoy estarás conmigo en el paraíso».
Nuestra resonancia
Te vemos, Señor Jesús, clavado en la cruz. Y nos asaltan preguntas apremiantes: ¿Cuándo quedará abolida la pena de
muerte, vigente aún hoy en numerosos Estados? ¿Cuándo desaparecerá todo tipo de tortura y la muerte violenta de
personas inocentes? Tu Evangelio es la mejor defensa para el hombre, para todos los hombres.
Oración
Señor Jesús, crucificado por nosotros. Tú eres la confesión del gran amor del Padre por la humanidad, el icono de la
única verdad creíble. Atráenos hacia ti, para que aprendamos a vivir «por amor de tu amor».
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
Nuestra resonancia
En la cruz, Jesús, rezaste. Así viviste el momento culminante de tu vocación y misión.
Te dirigiste a tu Madre y al discípulo Juan. A través de ellos, nos hablabas también a nosotros. Nos confiaste a tu
Madre. Nos pediste que la acogiéramos en nuestra vida, para que nos cuidase a nosotros igual que cuidó de ti.
El evangelista Lucas recuerda que, poco antes de morir, dijiste: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». La
respuesta que el Padre dará será tu resurrección.
Oración
¡Señor Jesús, muerto por nosotros! Tú pides para dar, mueres para entregar y, al mismo tiempo, nos haces descubrir
en el don de sí mismo el gesto que crea el espacio de la unidad. Perdona el vinagre de nuestro rechazo y de nuestra
incredulidad, perdona la sordera de nuestro corazón a tu grito sediento que sigue subiendo desde el dolor de tantos
hermanos.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su madre
Nuestra resonancia
Jesús ha pasado de este mundo al Padre. Su pasión nos da la gracia de descubrir, dentro de la historia, la pasión de
Dios por el hombre. Los santos han correspondido convirtiéndose en discípulos y apóstoles. A esto mismo estamos
llamados también nosotros.
Oración
Señor Jesús, entregado a la madre, figura de la Iglesia-Madre. Ante del icono de la Piedad aprendemos la entrega al
sí del amor, al abandono y la acogida, la confianza y la atención concreta, la ternura que sana la vida y suscita la
alegría.
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es puesto en el sepulcro
José de Arimatea: «¡Qué fortuna, para mí y para ustedes, que nos hayamos convertido en discípulos de Jesús! Yo
antes me escondía. Ahora, en cambio, siento dentro de mí una fuerte determinación. Me he presentado incluso ante
Pilato para obtener el cuerpo de Jesús. Más que la determinación, me han movido el amor y la alegría. Estoy
contento de haber podido ofrecer una tumba nueva, excavada en la roca. A ustedes les digo: Amen a nuestro
Salvador».
Nicodemo: «Mi primer encuentro con Jesús fue en horas nocturnas. Me invitó a nacer de nuevo, a nacer de lo alto.
Solamente poco a poco he comprendido aquellas palabras suyas. Ahora estoy aquí para honrar su cuerpo. Por eso, he
comprado una mixtura de mirra y áloe. Pero, la verdad es que él ha hecho mucho más por mí: ha perfumado mi
vida».
Junto a ellos estaba María que piensa y dice: «Juan ha permanecido junto a mí. Al pie de la cruz, mi fe ha sufrido una
dura prueba. Como en Belén y después en Nazaret, también ahora medito todas estas cosas en silencio. Confío en
Dios. No he perdido mi esperanza de madre. Confíen también ustedes. Para todos ustedes pido la gracia de una fe
fuerte. Para aquellos que atraviesan días de oscuridad, el consuelo».
Padre nuestro…
Gloria al Padre…
OREMOS
Te pedimos, Señor, que descienda una abundante bendición sobre tu pueblo, que ha recorrido el camino de la Cruz,
siguiendo sentimientos de tu Hijo, y con la esperanza de su Resurrección, llegue a él tu perdón, concédele tu consejo,
acrecienta su fe y asegúrale la eterna salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén