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Resumen El Incomparable Cristo
Resumen El Incomparable Cristo
Resumen El Incomparable Cristo
Presentar a Jesús es el fin del autor en su libro El Incomparable Cristo. Comienza con un breve relato del
modo en que la iglesia lo ha presentado a lo largo de la historia, lo cual no ha sido acertada, ya que le ha
hecho cautivo de sus propios prejuicios y tradiciones.
También considera de ejemplo la misión de Pablo dirigiéndose a la Iglesia de Corintios, al ver similar
herejía ante nuestro Dios, dando formas y presentando sus propias imágenes de quien es Cristo.
Bajo esta simple pero impactante introducción, nos adentra con un cuadro general de la historia de la
iglesia en el testimonio de Jesús sorprendentemente polifacético.
Desde el sigo II dice. Periodo post-apostólico, la iglesia tenía la convicción de que con Jesús en verdad
había comenzado una nueva era, el Reino de Dios. Dicho por el mismo : “El tiempo se ha cumplido y el
reino de Dios se ha acercado” (Marcos 1:15). Sin embargo no era del todo cierto porque simplemente
fue el cumplimiento de la promesa dada en el Antiguo Testamento, lo cual complementaria con el
Nuevo, una obra completa.
El padre de la iglesia que expresó este sentido de cumplimiento con mayor energía fue probablemente
Justino Mártir (100–165 dC.); quien buscaba armonizar las Escrituras hebreas con la filosofía griega y
defender al cristianismo contra burlas y tergiversaciones. La frase que sugiero como resumen de su
teología fue: “Jesucristo, el completo cumplimiento”. Cita a Juan 1:9 : “La luz verdadera que alumbra a
todo hombre venía a este mundo”. Es decir, antes de que viniera en la encarnación, “venía” y sigue
todavía viniendo alumbrando a todo el mundo. No es luz salvífica (como bien sabía Justino), es luz, de
modo que todo lo hermoso, bueno y verdadero, se encuentre donde se encuentre, pero se origina en el
Logos, “la luz verdadera”, que es Jesucristo.
Estos concilios en dos pares: el Concilio de Nicea (325) estableció que Jesús es verdaderamente Dios,
mientras que el Concilio de Constantinopla (381) concluyó que Jesús es verdaderamente humano. A
continuación, el Concilio de Éfeso (431) dejaría establecido que, aunque Dios y hombre, Jesús era una
sola persona, mientras que en el Concilio de Calcedonia (451) se resolvió que, aunque era una sola
persona, tenía dos naturalezas: la divina y la humana.
Los padres de la iglesia, incontaminados por nuestra cultura postmoderna, estaban profundamente
preocupados por mantener la verdad de Dios y vieron la necesidad de combatir a falsos maestros.
También defendieron la doctrina de un Salvador completamente divino y completamente humano,
representante de ambas partes para reconciliarnos con Dios. Fundamentaron la supremacía y suficiencia
de las Escrituras, y la justificación por la sola fe, con tanta eficiencia que hasta la actualidad sigue en
vigencia.
Declararon en su postura el reconocer que somos seres caídos y finitos; que Dios, en su perfección
infinita, está completamente por encima de nosotros. Y por último expresan que es sabio y humilde
aceptar sin más la antinomia que suponen los misterios divinos sin dar por sentado que podemos
resolverlos.
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Sonia Quispe
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Exegesis de los evangelios
RESUMEN Prof. Arturo Kim
Desde Marcos 8:34 que define la implicancia de seguir a Cristo, es donde inicia las diferentes posturas
de aquella época. ¿qué implica esta negación de uno mismo? ¿Comporta inevitablemente una vida
monástica?. Estas son
Las condiciones básicas de una vida monástica han sido siempre los tres votos de pobreza,
castidad (significando celibato) y obediencia (al abad). Tales votos pretenden tener como modelo a
Cristo, a quien puede considerarse el monje perfecto:
El movimiento monástico fue un protesta radical contra un mundo depravado y una iglesia
corrupta, en anhelos de santidad del cristianismo, y compromiso con la abnegación.
mantuvo viva la visión cristiana acerca de la erudición y, mediante sus valiosas bibliotecas,
preservó, aun en tiempos de barbarie.
Los monjes medievales fueron misioneros, comprometidos tanto con la evangelización como
con la ayuda a los pobres.
No obstante plantea una objeción a esta posición, Juan 17: 15 menciona una intimidad profunda y no
una sustracción de lo que es el mundo. Dice: “No ruego –le dijo al Padre– que los quites del mundo, sino
que los guardes del mal”, y añadió “como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo”.
También se critica el punto materialista que se le da Mateo 19:21, dice: “Si quieres ser perfecto, ve,
vende lo que tienes y dáselo a los pobres...” el Nuevo Testamento nos plantea no son dos criterios,
siendo uno de ellos más elevado y mejor que el otro, sino una variedad de vocaciones y ministerios,
igualmente buenos aunque diferentes unos de otros.
El celibato no es superior al matrimonio ni viceversa; ambos son dones de la gracia de Dios (1 Corintios
7:7), pero unos son llamados al primero y otros al segundo.
Durante varios siglos, desde Orígenes en el siglo III y los Padres capadocios en el IV, la doctrina
preponderante de la expiación fue la teoría del “rescate”, según la cual el pecado colocó a la raza
humana bajo la esclavitud del diablo, de la que Cristo nos redimió mediante el pago a éste de un
rescate. Esta inaceptable teoría no fue seriamente refutada hasta la llegada del gran libro de Anselmo,
Cur Deus Homo (“Por qué Dios se hizo hombre”), en el que se evidencia que la deuda no era pagadera al
diablo, sino a Dios.
Misticismo cristiano
El misticismo cristiano llegó a su máximo esplendor en Europa entre los siglos doce y catorce. Estaba
centrado en Jesucristo como el amante, el esposo de hecho, del alma cristiana, y Bernardo de Claraval
(1090–1153) fue su exponente más popular.
Durante los últimos dieciocho años de su vida (1135–1153), Bernardo predicó ochenta y tres sermones
basados en el Cantar de los Cantares. Su propósito con esta obra no era en modo alguno escribir un
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comentario, sino más bien una serie de meditaciones para creyentes avanzados que estuvieran
“maduros para las nupcias místicas del esposo celestial”.
Jesús oró para que sus seguidores fueran “uno” como lo son él y el Padre (Juan 17:21–23).
Tomás de Kempis nació en 1379 en Kempen (de ahí su nombre), Alemania. En el año 1400 y a la edad de
veintiún años, entró en un convento agustino de la diócesis de Colonia y fue ordenado en 1413.
Permaneció en el mismo convento durante toda su vida y murió siendo su prior en 1471, a la edad de
noventa y un años
Aunque, en general, el amor de Tomás hacia Cristo se desemboca en la búsqueda por lograr este
objetivo: buscar la santidad que brota del amor a Cristo. En el prólogo de una nueva edición inglesa de
La Imitación de Cristo, hace referencia entre una mezcla del ascetismo y el misticismo. Relacionados con
la superación de los vicios, la resistencia a la tentación, el desprecio de las vanidades, la humilde opinión
de uno mismo, no creer ni pensar mal de los demás, soportar la adversidad y las “cruces”, evitar los
juicios precipitados, y la preparación para la muerte. Queda resumido en uno de los dichos de Tomás:
“mucho hace el que mucho ama”.
Sin embargo Tomas no se dio cuenta de que la esencia de la invitación del Evangelio no es a hacer
buenas obras en imitación a Cristo, sino, primeramente, a poner nuestra confianza en el Cristo
crucificado como Salvador. Él mismo no parece haber tenido ninguna certeza de su aceptación por parte
de Dios, puesto que vive en un constante temor del juicio, el purgatorio y el infierno.
tampoco cayo en cuenta en que el camino de santidad no se basa en la imitación de Cristo, sino en la
unión con él.es decir No es tanto que uno viva como Cristo; sino que Cristo vive en nosotros.
Finalmente, Tomás de Kempis hace referencia al mandamiento de tomar nuestra cruz y soportar el
sufrimiento en imitación de Cristo. En la cual no se encuentra las referencias a imitar la humildad de
Cristo en su encarnación y muerte (Filipenses 2:5–8); a amar a los demás como Cristo nos ha amado
(Efesios 5:2), y perdonarles como Dios nos ha perdonado a nosotros en Cristo (Efesios 4:32); a
purificarnos como él es puro (1 Juan 3:3); a seguir sus pisadas soportando injustos sufrimientos sin
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vengarnos (1 Pedro 2:18–21); o a salir al mundo en misión, de igual modo que Cristo fue enviado por el
Padre (Juan 17:18; 20:21) .
En conclusión Kempis ignora en parte esta verdad, del verdadero y completo evangelio: Cristo por
nosotros y Cristo en nosotros, así como el llamado a seguirle tanto en su apartamiento del mundo, como
en su implicación en él.
En nuestro tiempo, es difícil entender la pesada carga de pecado y culpa bajo la que vivía la gente en la
iglesia medieval. Vivían aterrorizados, esforzándose en obtener el favor de Dios mediante buenas obras
de justicia, ya que esto era lo que enseñaba la iglesia.
Martín Lutero nacido en 1483, hombre de estudios seculares hasta que se unió al preparatorio del
servicio a Dios, allí siempre estuvo abrumado por una profunda inquietud espiritual. Oraba, ayunaba y
adoptó otras prácticas de extrema austeridad. Más adelante, hablando de sí mismo, escribiría: “Era un
buen monje… Si alguna vez un monje hubiera podido llegar al cielo mediante sus prácticas, éste era mi
caso”.
Ofrece salvación a los pecadores como un don absolutamente gratuito. No deja, por tanto, lugar para la
jactancia humana. Da gloria tan sólo a Jesucristo, a Jesucristo, nuestro gracioso salvador.
La así llamada “Ilustración Europea” o “Era de la Razón”, que floreció durante los siglos XVII y XVIII
constituyó un ataque frontal contra las creencias tradicionales de la iglesia. Su confesa intención era
proclamar la autonomía de la mente humana, sustituyendo así la revelación por la razón, el dogma por
la ciencia, lo sobrenatural por lo natural, y la perspectiva pesimista respecto a la condición humana por
la confianza en la bondad fundamental del hombre y el consecuente progreso social.
Por otro lado, Thomas Jefferson, artífice principal de la Declaración de Independencia Americana (1776),
y tercer presidente de los Estados Unidos (1801–1809) en su obra las enseñanzas de Jesús era el sencillo
producto del sentido común. Igual que ocurre con las verdades “obvias” de su Declaración de
Independencia, así también consideraba que era una mera cuestión de extraer “lo que él dijo realmente,
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de entre las tonterías con que está mezclado… el diamante, del estercolero”. No obstante, su talante en
esta tarea fue de una inaceptable seguridad en sí mismo y su criterio, enormemente subjetivo. Mientras
las dos reconstrucciones de Jefferson se han extinguido, los Evangelios perduran.
El Jesús como modelo ético fue producto de la Edad Media; el gracioso Salvador, de la Reforma; y el
maestro humano, de la Ilustración del siglo XVIII. Los tres fueron europeos. Consideremos ahora un
retrato eclesiástico de Jesucristo que comenzó en España, pero desarrolló sus propias formas indígenas
por todo el territorio latinoamericano.
El Autor escoces , John Mackay, publicó en 1932, titulado The Other Spanish Christ. Tras estudiar en
España y descubrir el alma ibérica, trabajó veinte años como misionero presbiteriano en Lima (donde
fue el primer protestante en obtener la cátedra de Filosofía en la Universidad Nacional de Perú), en
Montevideo (Uruguay), y en Ciudad de México; y luego nombrado Presidente del Seminario Teológico
de Princeton.
El escribió acerca de ¿Cuál fue la imagen de Jesús que introdujo el catolicismo español en
Latinoamérica? El Cristo que llegó a Latinoamérica, nos diría Mackay, es un personaje de tragedia.
“Cristo está ante nosotros como la víctima de una tragedia”. El Cristo criollo “aparece casi
exclusivamente en dos roles dramáticos: el de pequeñuelo en los brazos de su madre, y el de víctima
sufriente y sangrante; es la imagen de un Cristo que nació y murió, pero nunca vivió”, y (podríamos
añadir) nunca volvió a la vida; es decir, no resucitó.
Después, vinieron los místicos españoles del siglo XVI, de entre los que destacan San Juan de la Cruz y
Teresa de Ávila. Ambos eran “grandes almas solitarias”,71 expresiones del individualismo ibérico. En sus
escritos a menudo se refiere a Cristo como “Su Divina Majestad”. Ambos eran rebeldes contra lo
establecido; que en el siglo XX han mantenido Miguel de Unamuno, a quien Mackay describió como “un
piadoso rebelde cristiano”, y Ricardo Rojas, que fue presidente de la Universidad de Buenos Aires
durante la década de los veinte y autor del provocativo El Cristo invisible (1927), así como crítico radical
del catolicismo latinoamericano.
durante la segunda mitad del siglo XX, surgió el movimiento del pentecostalismo, representan otros
aspectos de El otro Cristo español. El profesor David Martin: en un trasfondo de rápidos y amenazadores
cambios sociales, el pentecostalismo ofrece un refugio o, como se ha dicho, “un remanso para las
masas”, que reproduce la cercanía y protección de la hacienda (la finca latinoamericana). cuatro
características esenciales: (1) autenticidad latina: es indígena, emocional y entusiasta; (2) participación
activa: es laico e igualitario, aglutina a personas marginadas que anteriormente no tenían voz ni poder
alguno; (3) bendición material: promete la mejora de las condiciones económicas, sanidad física y
libertad de la ansiedad; y (4) una familia sucedánea: el pentecostalismo “crea una red de protección y
reproduce algunas de las estructuras de autoridad y solidaridad características de la hacienda”.
De este modo, en las iglesias de Latinoamérica hemos visto, por un lado, que existen diferentes retratos
de Cristo, y por otro, que necesitan el uno del otro. Hemos de tener cuidado con el desequilibrio.
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Bajo el concepto Jesús como supremo libertador del mundo, surgen en la década de los setenta del siglo
pasado, en Latinoamérica la “teología de la liberación”.
El panorama en un breve análisis histórico. Señaló que los cristianos entraron en Latinoamérica en dos
etapas, distintas pero igualmente opresivas: “El colonialismo español (catolicismo romano) y el
neocolonialismo del norte del Atlántico (protestantismo)”. Bajo una continua opresión política y
económica por parte de las oligarquías de la derecha latinoamericana y las dictaduras militares.
Gutiérrez y sus compañeros liberacionistas sienten compasión hacia los oprimidos. Gutiérrez llama a la
iglesia a “un compromiso con la liberación más evangélico, más auténtico, más concreto y más eficaz”.
Gutiérrez ve el proceso de liberación y transformación como una “búsqueda para satisfacer las más
elementales aspiraciones humanas: libertad, dignidad y la posibilidad de realización personal de todos.”
La teología de la liberación se dirigió, en un principio, contra la opresión sociopolítica y económica;
desde entonces, sin embargo, han surgido otras teologías de la liberación. Ejemplo la liberación ante la
esclavitud o el liberalismo gay en cuanto a la elección de la orientación sexual. La corrección política
insiste en que todas ellas son igualmente válidas y que no debería permitirse discriminación alguna por
razones de casta, raza, sexo u orientación sexual.
La perspectiva cristiana, no obstante, es diferente. Según el Apóstol Pablo en Gálatas 3:28 nuestra
relación con Cristo mediante la fe, toda distinción étnica, social y sexual es completamente irrelevante.
Ante él, somos iguales en nuestro valor y dignidad. Sin embargo, estas distinciones no han sido abolidas.
Es, pues, necesario redefinir el concepto de liberación. La liberación cristiana se propone asegurar
nuestra libertad respecto a cualquier cosa que inhiba a los seres humanos de ser lo que Dios, en la
creación y en la redención, se propone que sean; esto incluye al matrimonio en tanto que una relación
para toda la vida, monógama, heterosexual y basada en el amor, que Dios instituyó y Jesús corroboró.
Gutiérrez presenta una nueva manera de hacer teología: primer paso para hacer teología,
comprometerse seriamente con la lucha para la liberación. Por ello, el primer texto a estudiar no es el
bíblico, sino el social, es decir, la realidad que nos rodea y el modo en que la experimentamos. Sólo
entonces estaremos preparados para el segundo paso; a saber, el estudio bíblico. Sin duda, muchos han
encontrado este proceso desafiante e iluminador. En objeción, por haber comenzado con un estudio
serio de la realidad social, se haya descuidado el serio estudio del texto bíblico. La misma falta de
precisión hermenéutica se aprecia en relación con el vocabulario de la salvación. Gutiérrez reconoce la
diferencia entre salvación (del pecado y la muerte) y liberación (de la pobreza y la opresión), pero,
probablemente, no de un modo suficientemente claro.
En conclusión y refutación queda determinante el Pacto de Lausana (1974) que se pronunciara con
claridad acerca de este asunto. “También aquí expresamos nuestro arrepentimiento tanto por nuestra
negligencia, como por haber considerado en ocasiones el evangelismo y la preocupación social como
hechos mutuamente excluyentes. Aunque la reconciliación con el hombre no es reconciliación con Dios,
ni la acción social, evangelismo, o salvación la liberación política, afirmamos, con todo, que tanto el
evangelismo como nuestra implicación sociopolítica son parte de nuestro deber cristiano. Ambas cosas
son expresiones necesarias de nuestras doctrinas de Dios y del hombre, nuestro amor al prójimo y
nuestra obediencia a Jesucristo…”.
Así también, el marxismo se topó con Jesús bajo las declaraciones, en Chile, del Obispo de Riobamba.
Exilio y éxodo
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Uno de los primeros movimientos heréticos que surgió en la iglesia primitiva fue el docetismo, la
creencia en que la humanidad de Jesús, así como sus sufrimientos y muerte, fueron sólo aparentes (de
dokein, parecer) y no reales. En nuestros días, algunas personas son culpables de la misma herejía sin
darse cuenta. Su posición: Jesús deja de ser un auténtico ser humano.
Dr. Tom Wright, en relación con el carácter judío de Jesús. Wright insiste en que debe situarse a Jesús en
su contexto del judaísmo palestino del siglo I; y su hipótesis principal es que, aunque la cautividad
babilónica de Israel (que comenzó en el 587 aC.) terminó geográficamente a finales del siglo VI aC.,
seguía vigente, en lo teológico, en el primer siglo de la era cristiana. Israel continuaba bajo dominación
extranjera. Ahora, sin embargo, por fin, el Mesías les rescataría mediante un nuevo éxodo que sería el
clímax de la historia. Jesús, pues, al proclamar la llegada de su reino, anunciaba también el final del
exilio. Su mensaje, no obstante, era muy distinto de las opciones populares: (1) la opción de Qumrán:
separatismo y quietismo, (2) la opción del rey Herodes: componendas políticas, y (3) la opción de los
celotes: una revolución violenta. En lugar de ello, en su recorrido de pueblo en pueblo, Jesús llamaba al
pueblo al arrepentimiento (es decir a rechazar las demás opciones) y a aceptar su contrapropuesta (es
decir, el camino del Reino, la no venganza, el amor y la misericordia hacia los enemigos).
Según el Dr. Wright, quien elabora detalladamente las implicaciones mesiánicas de algunos textos:
En primer lugar, Jesús purificó el templo, indicando con ello dos cosas: que había llegado el
momento del juicio para el presente sistema corrupto y que él lo sustituiría para que desde
entonces la presencia personal de Dios estuviera dondequiera que se hallaran él y su pueblo.
En segundo lugar, la Santa Cena era la nueva comida pascual, la fiesta del reino que
conmemoraba el final del exilio, el verdadero éxodo y el nuevo pacto.
Wright dice: “Jesús… encarnaría en sí la acción redentora y el regreso del Dios del pacto.”
En 1910, se reunió en Edimburgo la Conferencia Misionera Mundial bajo la presidencia de John R. Mott.
El libro de John Mott, The Decisive Hour of Christian Missions[La hora decisiva de las misiones
cristianas],
Mott escribió que había “motivos abundantes para la confianza y la esperanza”. De hecho, sigue
diciendo que “sin lugar a dudas, se está preparando el camino para la aceptación del cristianismo por
parte de grandes masas de personas en diferentes lugares”. Y, usando lo que podría considerarse una
desafortunada metáfora militar, Mott prosigue: “En el campo de batalla mundial del cristianismo… la
victoria es segura…”
Eran plenamente conscientes de la magnitud de la tarea, sabían que quedaban alrededor de mil
millones de no cristianos en el mundo y que tan sólo una quinta parte de ellos habían oído el Evangelio
con claridad. Sin embargo en cuestión de pocos años, este empeño misionero se habría evaporado casi
por completo:
1914 llego la Primera Guerra Mundial: los cristianos se dividieran por causa de la conflagración,
sino que, en general, todos los proyectos a escala internacional quedaron congelados.
la expansión entre las dos guerras mundiales de la teología liberal puso en tela de juicio el
contenido del Evangelio y menoscabó la confianza de las gentes en él.
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RESUMEN Prof. Arturo Kim
El hecho es que durante los últimos 25 años del siglo XX, la iniciativa misionera pasó de estar en el
Consejo Mundial al movimiento de Lausana, promovido por el Dr. Billy Graham. El Congreso Mundial
sobre la Evangelización del Mundo se celebró en Lausana, Suiza, en 1974. El Congreso reunió a 2.700
participantes (el 50% del mundo en desarrollo), de 150 naciones. Éstos, tras nueve días de frenética
actividad, refrendaron el Pacto de Lausana, que, según un teólogo asiático, puede ser “la confesión
ecuménica más significativa respecto al evangelismo que la iglesia haya producido jamás”. Ésta es tanto
más importante cuanto que tiene como trasfondo el “pluralismo”, que insiste en la idéntica legitimidad
de cualquier religión
En esta constante reformulación del perfil de Jesús, los motivos de la iglesia se han mezclado. Es bueno
presentar a Jesús en la mejor luminosidad posible para proclamarle al mundo, pero es un grave error
eliminar del retrato aquello que pudiera ofender, la ofensa de la cruz incluso, para conseguirlo.
¿Cómo podemos presentar a Jesucristo al mundo de un modo que sea auténtico y, al mismo tiempo,
relevante? Por un lado, debemos librar nuestras mentes de toda preconcepción y prejuicio, y renunciar,
resueltamente, a cualquier intento de forzar a Jesús en nuestro molde predeterminado. Y por el otro,
abrir nuestras mentes y corazones a todo lo que nos diga el texto bíblico y escuchar el testimonio que
nos da de Cristo la totalidad del Nuevo Testamento.
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