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Los Diferentes Sacramentos
Los Diferentes Sacramentos
Los Diferentes Sacramentos
EN UNIÓN CON
CATÓLICOS EN ORACIÓN
TALLER DE LITURGIA A DISTANCIA
SESIÓN 13
NATURALEZA
El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la
vida espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad.
El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, es el pórtico
de la Vida en el Espíritu, y además es la puerta que nos abre el acceso a los
otros sacramentos. Por el Bautismo, somos liberados del pecado y
regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo, y somos
incorporados a la Iglesia, haciéndonos partícipes de su misión. (CEC 1213)
Este sacramento se llama "Bautismo", debido al elemento esencial del
rito, es decir, el "bautizar" (baptizein en griego) que significa "sumergir",
"introducir dentro del agua"; la "inmersión".
La "inmersión", significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro
muriendo al pecado con Cristo, para así junto con Él, obtener una nueva vida en
su resurrección. "Fuimos, pues, con El sepultados por el bautismo en la muerte, a
fin de que, al igual que Cristo resucitamos de entre los muertos por medio de la
gloria del Padre, y así también nosotros vivamos una nueva vida”. (Ef. 5, 26).
NATURALEZA
2. FRACCIÓN DEL PAN porque este rito fue el que utilizó Jesús
cuando bendecía y distribuía el pan, sobre todo en la Última Cena. Los
discípulos de Emaús lo reconocieron – después de la resurrección – por
este gesto y los primeros cristianos llamaron de esta manera a sus
asambleas eucarísticas. (Cfr. Mt. 26, 25; Lc. 24, 13-35; Hch. 2, 42-46).
3. También, se le dice ASAMBLEA EUCARÍSTICA porque se
celebra en la asamblea –reunión - de los fieles.
Cristo, sabiendo que había llegado su “hora”, después de lavar los pies a sus
apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el
Jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28; Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 -
20). Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de
los suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El sacramento de la Eucaristía
surge del infinito amor de Jesucristo por el hombre.
El Concilio de Trento declaró verdad de fe, que la Eucaristía es verdadero y propio
sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de los sacramentos: el
signo externo; materia (pan y vino) y forma; confiere la gracia; y fue instituido por
Cristo.
Poco a poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta que en
1570 San Pío V determinó como debería ser el rito de la Misa, mismo que se
mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.
PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO
Para entender bien el sentido de la celebración eucarística es necesario
tener en cuenta la presencia de Cristo y Su acción en la misma.
Hemos dicho que la presencia de Cristo es real y substancial, esto nos ha sido
revelado, por lo que, no es evidente a la razón, como dogma que es, resulta
incomprensible. Sin embargo, trataremos de dar una explicación de lo que sucede.
NATURALEZA
El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de
iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o
consolidar, nos dice mucho.
INSTITUCIÓN
NATURALEZA
Penitencia en su sentido etimológico, viene del latín “poenitere” que
significa: tener pena, arrepentirse. Cuando hablamos teológicamente, este
término se utiliza tanto para hablar de una virtud, como de un sacramento.
COMO SACRAMENTO:
La virtud nos lleva a la conversión, como sacramento es uno de los siete
sacramentos instituidos por Cristo, que perdona los pecados cometidos contra
Dios - después de haberse bautizado -, obtiene la reconciliación con la Iglesia, a
quien también se ha ofendido con el pecado, al pedir perdón por los pecados
ante un sacerdote. Esto fue definido por el Concilio de Trento como verdad
de fe. (Cfr. L.G. 11).
A este sacramento se le llama sacramento de “conversión”, porque
responde a la llamada de Cristo a convertirse, de volver al Padre y la lleva a cabo
sacramentalmente. Se llama de “penitencia” por el proceso de conversión
personal y de arrepentimiento y de reparación que tiene el cristiano. También es
una “confesión”, porque la persona confiesa sus pecados ante el sacerdote,
requisito indispensable para recibir la absolución y el perdón de los pecados
graves.
El nombre de “Reconciliación” se debe a que reconcilia al pecador con el
amor del Padre. Él mismo nos habla de la necesidad de la reconciliación. “Ve
primero a reconciliarte con tu hermano”. (Mt. 5,24) (CEC 1423 –1424).
El sacramento de la Reconciliación o Penitencia y la virtud de la
penitencia están estrechamente ligados, para acudir al sacramento es necesaria
la virtud de la penitencia que nos lleva a tener ese sincero dolor de corazón.
La Reconciliación es un verdadero sacramento porque en él están
presente los elementos esenciales de todo sacramento, es decir el signo
sensible, el haber sido instituido por Cristo y porque confiere la gracia.
Este sacramento es uno de los dos sacramentos llamados de
“curación” porque sana el espíritu. Cuando el alma está enferma debido al
pecado grave, se necesita el sacramento que le devuelva la salud, para que la
cure. Jesús perdonó los pecados del paralítico y le devolvió la salud del
cuerpo. (Cfr. Mc. 2, 1-12).
Cristo instituyó los sacramentos y se los confió a la Iglesia – fundada por
Él – por lo tanto, la Iglesia es la depositaria de este poder, ningún hombre por
sí mismo, puede perdonar los pecados. Como en todos los sacramentos, la
gracia de Dios se recibe en la Reconciliación "ex opere operato" – obran por
la obra realizada – siendo el ministro el intermediario. La Iglesia tiene el
poder de perdonar todos los pecados.
En los primeros tiempos del cristianismo, se suscitaron muchas herejías
respecto a los pecados. Algunos decían que ciertos pecados no podían
perdonarse, otros que cualquier cristiano bueno y piadoso lo podía perdonar,
etc. Los protestantes fueron unos de los que más atacaron la doctrina de la
Iglesia sobre este sacramento. Por ello, El Concilio de Trento declaró que
Cristo comunicó a los apóstoles y sus legítimos sucesores la potestad de
perdonar realmente todos los pecados. (Dz. 894 y 913)
La Iglesia, por este motivo, ha tenido la necesidad, a través de los siglos, de
manifestar su doctrina sobre la institución de este sacramento por Cristo,
basándose en Sus obras. Preparando a los apóstoles y discípulos durante su vida
terrena, perdonando los pecados al paralítico en Cafarnaúm (Lc. 5, 18-26), a la
mujer pecadora (Lc. 7, 37-50) …. Cristo perdonaba los pecados, y además los
volvía a incorporar a la comunidad del pueblo de Dios.
El poder que Cristo le otorgó a los apóstoles de perdonar los pecados
implica un acto judicial (Concilio de Trento), pues el sacerdote actúa como
juez, imponiendo una sentencia y un castigo. Sólo que, en este caso, la sentencia
es siempre el perdón, sí es que el penitente ha cumplido con todos los requisitos
y tiene las debidas disposiciones. Todo lo que ahí se lleva a cabo es en nombre y
con la autoridad de Cristo.
Solamente si alguien se niega – deliberadamente - a acogerse la
misericordia de Dios mediante el arrepentimiento estará rechazando el perdón de
los pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo y no será
perdonado. “El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca,
antes bien será reo de pecado eterno” (Mc. 3, 29. Esto es lo que llamamos el
pecado contra el Espíritu Santo. Esta actitud tan dura nos puede llevar a la
condenación eterna. (CEC. 1864)
INSTITUCIÓN
Después de la Resurrección estaban reunidos los apóstoles – con las puertas
cerradas por miedo a los judíos – se les aparece Jesús y les dice: “La paz con
vosotros. Como el Padre me envío, también yo los envío. Dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedaran perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Jn. 20,
21-23) Este es el momento exacto en que Cristo instituye este sacramento.
Cristo - que nos ama inmensamente - en su infinita misericordia les otorga a los
apóstoles el poder de perdonar los pecados. Jesús les da el mandato - a los
apóstoles - de continuar la misión para la que fue enviado; el perdonar los
pecados. No pudo hacernos un mejor regalo que darnos la posibilidad de
liberarnos del mal del pecado.
Dios le tiene a los hombres un amor infinito, Él siempre está dispuesto a
perdonar nuestras faltas. Vemos a través de diferentes pasajes del Evangelio
como se manifiesta la misericordia de Dios con los pecadores. (Cfr. Lc. 15, 4-7;
Lc.15, 11-31). Cristo, conociendo la debilidad humana, sabía que muchas veces
nos alejaríamos de Él por causa del pecado. Por ello, nos dejó un sacramento
muy especial que nos permite la reconciliación con Dios. Este regalo
maravilloso que nos deja Jesús es otra prueba más de su infinito amor.
RITO Y CELEBRACIÓN
NATURALEZA
El sacramento de la Unción de los Enfermos “tiene como fin conferir
la gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al
estado de enfermedad y vejez”. (CEC n. 1527).
Es un hecho que la enfermedad y el sufrimiento que ellos conllevan son
inherentes al hombre, no se pueden separar de él. Esto le causa graves
problemas porque el hombre se ve impotente ante ellos y se da cuenta de
sus límites y de que es finito. Además de que la enfermedad puede hacer
que se vislumbre la muerte.
En el Antiguo Testamento podemos apreciar como el hombre vive su
enfermedad de cara a Dios, le reclama, le pide la sanación de sus males.
(Cfr. Sal.6, 3; Is. 38; Sal. 38). Es un camino para la salvación. (Cfr. Sal.32,
5; Sal.107, 20) El pueblo de Israel llega a hacer un vínculo entre la
enfermedad y el pecado. El profeta Isaías vislumbra que el sufrimiento
puede tener un sentido de redención. (Cfr. Is. 53, 11)
Cristo tenía gran compasión hacia aquellos que estaban enfermos. Él
fue médico de cuerpo y alma, pues no sólo curaba a los enfermos, además
perdonaba los pecados. Se dejaba tocar por los enfermos, ya que de Él salía
una fuerza que los curaba (Cfr. Mc. 1, 41; 3, 10; 6; 56; Lc. 6, 19). Él vino a
curar al hombre entero, cuerpo y alma. Su amor por los enfermos sigue
presente, a pesar de los siglos transcurridos. Con frecuencia Jesús les pedía
a los enfermos que creyesen, lo que nuevamente nos pone de relieve la
necesidad de la fe. Así mismo se servía de diferentes signos para curar. (Cfr.
Mc. 2, 17; Mc. 5, 34-.36; Mc. 9, 23; Mc. 7, 32-36). En los sacramentos
Jesucristo sigue tocándonos para sanarnos, ya sea el cuerpo o el
espíritu. Es médico de alma y cuerpo.
Jesucristo no sólo se dejaba tocar, sino que toma como suyas las
miserias de los hombres. Tomó sobre sus hombros todos nuestros males
hasta llevarlo a la muerte de Cruz. Al morir por en la Cruz, asumiendo
sobre Él mismo todos nuestros pecados, nos libera del pecado, del cual la
enfermedad es una consecuencia. A partir de ese momento, el sufrimiento y
la enfermedad tienen un nuevo sentido, nos asemejamos más a Él y nos
hace partícipes de su Pasión. Toma un sentido redentor.
INSTITUCIÓN
Cuando Cristo invita a sus discípulos a seguirle, implica tomar su cruz,
haciéndoles partícipes de su vida, llena de humildad y de pobreza. Esto los
lleva a tomar una nueva visión sobre la enfermedad y el sufrimiento y los
hace participar en su misión de curación. En Marcos 6, 13 se nos insinúa
como los apóstoles, mientras predicaban, exhortando a hacer penitencia y
expulsaban demonios, ungían a muchos enfermos con óleo.
Sabemos que esta santa unción fue uno de los sacramentos instituidos
por Cristo. La Iglesia manifiesta que, entre los siete sacramentos, hay uno
especial para el auxilio de los enfermos, que los ayuda ante las tribulaciones
que la enfermedad trae con ella.
El Concilio Vaticano II toma como la promulgación del sacramento,
el texto de Santiago 5, 14-15, el cual nos dice que, si alguien está
gravemente enfermo, llamen al sacerdote para que ore sobre él, lo unja con
óleo en nombre del Señor. Y el Señor los salvará. En este texto nos queda
claro, que debe ser una enfermedad importante, que los debe de llevar a
cabo un presbítero, y encontramos el signo sensible compuesto de materia
y forma.
SIGNO: MATERIA Y FORMA
La unción de los enfermos se administra ungiendo al enfermo con óleo y diciendo las
palabras prescritas por la Liturgia. (Cfr. CIC. c. 998). La Constitución apostólica de Paulo
VI, “Sacram unctionem infirmorum” del 30 de noviembre de 1972, conforme al Concilio
Vaticano II, estableció el rito que en adelante se debería de seguir.
LA MATERIA REMOTA es el aceite de oliva bendecido por el Obispo el Jueves Santo.
En caso de necesidad, en los lugares donde no se pueda conseguir el aceite de oliva, se puede
utilizar cualquier otro aceite vegetal. Aunque hemos dicho que el Obispo es quien bendice el
óleo, en caso de emergencia, cualquier sacerdote puede bendecirlo, siempre y cuando sea
durante la celebración del sacramento.
LA MATERIA PRÓXIMA es la unción con el óleo, la cual debe ser en la frente y las
manos para que este sacramento sea lícito, pero si las circunstancias no lo permiten, solamente
es necesaria una sola unción en la frente o en otra parte del cuerpo para que sea válido.
LA FORMA son las palabras que pronuncia el ministro: “Por esta Santa Unción, y por su
bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de
tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.
Las palabras, unidas a la materia hacen que se realice el signo sacramental y se confiera la
gracia.
MINISTRO Y SUJETO
Para poderlo recibir tienen que existir unas condiciones. El sujeto – como en
todos los sacramentos - debe de estar bautizado, tener uso de razón, pues hasta
entonces es capaz de cometer pecados personales, razón por la cual no se les
administra a niños menores de siete años.
Además, debe de tener la intención de recibirlo y manifestarla. Cuando
el enfermo ya no posee la facultad para expresarlo, pero mientras estuvo
en pleno uso de razón, lo manifestó, aunque fuera de manera implícita, si
se puede administrar. Es decir, aquél que antes de perder sus facultades
llevó una vida de práctica cristiana, se presupone que lo desea, pues no hay
nada que indique lo contrario. Sin embargo, no se debe administrar en el
caso de quien vive en un estado de pecado grave habitual, o a quienes lo
han rechazado explícitamente antes de perder la conciencia. En caso de
duda se administra “bajo condición”, su eficacia estará sujeta a las
disposiciones del sujeto.
NATURALEZA
Para ello la Iglesia pide una serie de requisitos previos que hay que
cumplir. Como son constatar que no exista un vínculo anterior (Cfr. CIC. c.
1066), la instrucción sobre lo que conlleva el sacramento y las
amonestaciones o proclamas matrimoniales con el fin de corroborar que no
existe ningún impedimento. Debe de celebrarse ante un sacerdote, un diácono,
o en un caso especialísimo de un laico autorizado y dos testigos. (Cfr. CIC. n.
1111 – 1112).
SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL
NATURALEZA
INSTITUCIÓN