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Pregon de Navidad 2021

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PREGÓN

DE NAVIDAD
CARTAGENA
18 DICIEMBRE 2021
RVDO. D. PEDRO JOSÉ GONZÁLEZ RUIZ
PREGON DE NAVIDAD 2021

17 de Diciembre 2021. Iglesia Castrense de Santo Domingo


Cofradía Marraja

Buenas noches, damas y caballeros, hermanos todos, antes de


comenzar mi intervención quiero aprovechar la ocasión para saludar a
las autoridades presentes:() asimismo quiero hacer llegar mi más
cordial y afectuoso saludo a D. Francisco Pagán, Hermano Mayor de la
Cofradía de N.P. Jesús nazareno y demás autoridades de la Cofradía
Marraja, así como a mi hermano en el ministerio sacerdotal D.
Fernando Gutiérrez Reche, capellán Marrajo y demás hermanos
sacerdotes presentes aquí esta noche.

Nos dice San Lucas en su Evangelio, a propósito del nacimiento


de Jesús:

“En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al
aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les
presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran
temor.
El ángel les dijo: <<No temáis, os anuncio una buena noticia que será
de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido
un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre>>.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejercito celestial,
que alababa a Dios diciendo: <<Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a
los hombres de buena voluntad>>.
Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se
decían unos a otros: <<Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y
que el Señor nos ha comunicado>>.
Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en
el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los
que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su
parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se
volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían
oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.” Palabra del Señor.

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El anuncio del ángel a los pastores, es una invitación a que
recuperemos el verdadero sentido de la Navidad, el cual queda muy
alejado de las prisas, los ajetreos y las compras de estos días. Días en
los que nos ausentamos del habitual tono gris de nuestras vidas,
disfrazándolo de luces de colores, de doradas cintas que colgamos de
árboles de Navidad y de cualquier lugar que se nos ocurra, de
modernistas belenes en los que no sabemos de sus figuras quien es
quien. Medios, estos, con los que el secularismo, que se ha adueñado
de nuestra sociedad, pretende eclipsar el Nacimiento de Cristo
asemejando estos días más a un carnaval que a la conmemoración del
mayor acontecimiento del que jamás haya sido testigo la humanidad.

Y en este clima pseudonavideño, del que hemos exiliado a Jesús,


es usado por muchos para alienarse de una vida triste cargada de
sufrimientos y frustraciones. En la que encandilados por la felicidad
que nos venden los anuncios de televisión o las típicas películas de
serie B de estos días. Disfrazan de oropel sus sentimientos de
desconsuelo, soledad y frustraciones que en días normales amenazan
con asfixiarnos bajo su peso.

Ocultamos nuestros miedos y nos resistimos a despertar, a salir


del letargo, como si de un sueño se tratara; por miedo a perder la
felicidad ficticia que vivimos. El miedo a ser infelices nos paraliza y
hace que no busquemos el verdadero sentido que ha de tener la
Navidad. Ya no profundizamos en lo que significa el nacimiento del
Hijo de Dios desposeído de todo, en un establo donde habían dado
cobijo a María y José por pura misericordia. De este modo su mensaje
de libertad lo convertimos en un montón de nuevas esclavitudes a las
que nos atamos.

Contaminada por el secularismo y desposeída la Navidad de


todo sentido cristiano, convertida en evasión de una realidad que no
nos gusta; hay muchos que aún hoy se repiten la pregunta que hace
800 años hizo el hermano León a San Francisco de Asís, al contemplar
aquella representación viviente del nacimiento de Jesús que el Santo
de Asís había organizado con los habitantes del pueblecito de Greccio:
¿Qué es la Navidad? La respuesta del San Francisco no se hizo de

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esperar, y respondió a su hermano: “Navidad es Belén, es gozo, es
esperanza, es bondad, es amor, es luz, es ternura, es amanecer, pero sobretodo
y fundamentalmente es silencio”.

Muy lejos y no sólo en el tiempo quedan de nosotros la palabras


de San Francisco de Asís. Nuestra forma de percibir la Navidad ha de
encender la luces de alarma, sobre todo en aquellos que aun quede un
resto de conciencia cristiana alarmados por urgente necesidad que
tiene nuestra sociedad recuperar el auténtico sentido de la Navidad.
Sería bueno que nos situáramos junto al pesebre en el que nace Jesús y
darnos cuenta de quienes lo acompañan; entre que personajes nació
Jesús y sigue naciendo hoy. Esta escena, tiene que interrogarnos en que
lugar de la representación, que se nos antoja idílica, nos situamos cada
uno de nosotros.

Posemos nuestra mirada especialmente en aquellos pastorcillos


que recibieron el anunció del nacimiento del Salvador, tal y como nos
ha narrado hace unos minutos el San Lucas.

Los pastores de Belén, llamados, Isacio, Josefo y Jacobo; cuyo


nombre y número conocemos por los escritos de San Beda el Venerable
y cuyos restos se conservan y veneran como si auténticos de santos
proclamados por la Iglesia se tratase, en la Parroquia de San Pedro y
San Fernando del pueblo salmantino de Ledesma, llevados allí por un
piadoso caballero cruzado de la Orden de San Juan de Jerusalén, más
conocida como la Orden de Malta; para que no fueran profanados
cuando Saladino se disponía conquistar Tierra Santa.

Desde que San Francisco de Asís ideara el primer Belén, la


tradición nos los ha representado tiernos, encantadores, generosos; un
tanto dulzones llevando sus presente al Niño. Algo muy lejos, de como
los percibía la sociedad de su tiempo, para la que no eran nada tiernos,
ni encantadores, ni generosos. Eran vistos por sus contemporáneos
como gente de la más baja escala social. Muchos eran considerados
peligrosos, responsables de robos y hurtos y demás delitos. Obligados
a trabajar por un mendrugo de pan y muchas veces sin un techo que
los cobijara. Una realidad nada idílica y muy lejos de lo que solemos
representar en nuestros belenes.

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San Lucas, nos dice que estos a los que los sabios y poderosos de
su tiempo no prestaban atención, incluso despreciaban, fueron quienes
tuvieron la dicha de ser las primeras personas que recibieron la Buena
Noticia del nacimiento de Jesús y el privilegio de ser los primeros
hombres sobre la faz de la tierra en postrarse y adorar a Dios hecho
hombre. No es casualidad ni un detalle poético para dulcificar la
narración, sino es que una forma de decir desde el principio del
Evangelio de quien estuvo cerca de Jesús, entre quienes nació y para
quienes vivió aquel Niño; para todo aquel que sin apego a las riquezas
de este mundo ni a los bienes materiales acepta el encuentro con Jesús
como la única riqueza que necesita, convirtiendo esta Buena Noticia en
el mayor tesoro que jamás se pueda encontrar.

La Buena noticia, del ángel a los pastores, es entendida por ellos


a perfección con la sabiduría que da una vida de dura dedicada a un
no menos duro trabajo. Entienden que el liberador por el que Israel
suspira desde hace siglos ya ha llegado; entienden que el que acaba de
nacer no es un libertador, porque un libertador libera de una
esclavitudes para subyugarnos a otras señores y nuevas esclavitudes;
mientras que Cristo libera total y absolutamente de todo para que
decidamos según nuestra conciencia.

Isacio, Jacobo y Josefo, los tres pastorcillos de Belén, hombres


pobres, despreciados, sospechosos de cualquier fechoría… representan
a todos aquellos hombres y mujeres a los que Jesús anuncia el
Evangelio (la Buena Noticia del Reino de Dios). A aquellos anawin, los
pobres del Señor, que desposeídos de todo lo mundano por la codicia
humana, han puesto toda sus esperanzas en las promesas de Dios a su
pueblo y, comprenden que la verdadera y única riqueza que les hace
falta es Dios; y es a ellos y no a otros a los que se les anuncia el
nacimiento del Salvador, como ya profetizara siete siglos antes el
profeta Isaías.

En cada uno de estos pastores pobres y mal vistos por la sociedad


de su tiempo, bien podríamos estar representados cada uno de
nosotros si fuésemos conscientes que Jesús viene a nuestro encuentro.
Pues también anhelamos que esta situación en la que vivimos cambie,

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deseamos que llegue alguien, que suceda algo que nos libere de la
situación de crispación social en la que vivimos, donde todos vamos
contra todos. Anhelamos un liberador que nos libre de la crisis moral y
de valores en que ha caído nuestra sociedad. Que nos solucione
nuestros problemas económicos, familiares que nos ayude a conseguir
el trabajo soñado.

Todos, al igual que los pastores de Belén, estemos como estemos,


y donde estemos, independientemente de la profundidad de nuestra fe
o creencias religiosas; deseamos ser liberados de esta servidumbre
social en la que vivimos atrapados. Deseamos encontrarnos con esa
fuente de mayor consuelo, como reza la invocación al Espíritu Santo.

Este liberador que deseamos que llegue es Jesús. Y hoy como


cada Navidad, como cada día que sale el sol sobre nuestras cabezas,
viene a nuestro encuentro, y para que lo acojamos, para hacer morada
junto a nosotros, transformando vidas, cambiando existencias. Pero
ojo, no podemos caer en el error de pensar que va a resolver
directamente, como a nosotros nos gustaría, los sufrimientos que
tenemos y los sufrimientos que nos agobian; sino que nos animará a
que los dones, gracias y virtudes que el Espíritu Santo ha puesto en
cada uno de nosotros los usemos para que la Buena Noticia de la
Navidad llegue a todos, comenzando por nosotros mismos. Dios
quiere que hoy nosotros a parte de los pastores del portal, también
seamos el ángel de Belén.

Para que esta Gran Noticia llegue a aquellos que necesitan


escuchar el anuncio de la Navidad; aquellos que esperan algo
novedoso en el horizonte gris y sombrío de la existencia del hombre;
algo nuevo que lleve a todo hombre o mujer a transformar sus vidas.
Se necesita que cada uno de nosotros, que estamos aquí esta noche, en
esta Iglesia Castrense de Santo Domingo; hagamos un alto en el
camino y percibamos la Navidad tal y como la veía San Francisco de
Asís. Para poder ser con nuestras vidas anunció de la Buena Noticia
para quienes necesitan escucharla. No, porque hayamos superado las
dificultades de la vida, sino porque hemos aprendido a vivir con ellas
y no para ellas.

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En nuestro deambular por este mundo, debemos tener todos algo
del hermano León, aquel que preguntó al Santo de Asís “¿Qué era la
Navidad?” Y preguntarnos lo mismo ¿Qué es para mi la Navidad?
Preguntarle a Dios qué es la Navidad, preguntárselo al mundo. Y
buscar alrededor nuestro quienes son los que hoy acogen la buena y
gran noticia que trae el ángel; y sorprendernos al ver como casi
siempre son aquellos que viven con más sencillez, aquellos que
teniendo motivos para ser admirados, para ser estimados por sus
cualidades y valores optan por pasar desapercibidos, son aquellas
personas que cargadas de problemas y dificultades han decidido dar lo
mejor de si mismo para los demas. Porque ellos saben que no valen
nada por si mismos, que su tesoro es Jesús con Él que se han
encontrado en lo profundo de su corazón en el misterio de la Navidad.
Misterio que nos acerca a los hermanos y nos hace más sensibles a sus
necesidades.

En unos días, en los que a pesar de las crispaciones y enfados que


vivimos, se nos llenará la boca de hablar de solidaridad, de compartir
con los que menos tienen, con los que solemos llamar pobres; con los
que el Papa Francisco llama los últimos de nuestras sociedad, los
descartados, los excluidos. Y tal vez, nos acordaremos de los que
acuden a las Caritas de nuestras parroquias, a los gorrillas del puerto o
de la puerta del Tanatorio o del “pobre” que pide limosna a la puerta
de nuestra parroquia o en alguna esquina de la calle Mayor o la del
Carmen. A los que damos las monedillas que nos sobran, como
queriendo descargar, de este modo, nuestra responsabilidad en que la
Navidad haya perdido su sentido.

Pero estos, no son realmente estos los pobres a los hoy día se
dirige en al anunció del ángel en el momento presente. Hoy el anuncio
del Ángel es para nosotros, para que busque de nuevo el sentido de la
Navidad, que redescubramos el porqué el Hijo de Dios se hace hombre
y nos preparemos a recibirlo. Porque a estos que llamamos pobres, a
los que las mentes bien pensantes hacen sospechosos de robos, hurtos,
vandalismo y otras muchas fechorías que podamos imaginar. Ellos que
en muchas ocasiones comen porque Jesús nos recuerda en el Evangelio
que si no damos de comer al hambriento por muchas veces que el
nazca no podremos ser salvados. Como ya pasó en su día con los

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pastores de Belén; son ellos los que en su desposeimiento material,
tienen el corazón libre de cualquier esclavitud, y tal vez ya han acogido
hace tiempo el anunció del ángel.

Para buscar la Buena Noticia y poderla llevar a los demás, para


saber quienes son los que han acogido el anuncio del ángel, tenemos
que darnos cuenta de como se anuncia hoy; tenemos que descubrirla y
la descubrimos cerca de nosotros cuando abandonamos nuestros
refugios y pisamos la calle; en ella nos encontramos con una grandes y
bellas noticias, que al no estar protagonizadas por futbolistas con
sueldo millonarios, actores famosos o por los profesionales del cotilleo
televisivo; no ocuparan portadas de periódico, ni abrirán telediarios, es
más quizás ni siquiera lo consideremos “noticia”. Esa gran noticia que
pasa desapercibida sino agudizamos nuestros cinco sentidos; porque
aunque no lo parezca el espíritu navideño de San Francisco sigue hoy
presente entre nosotros, en nuestra milenaria Cartagena: donde
hombres y mujeres que después de una abnegada vida de trabajo,
ocupados concienzudamente en la ardua tarea de ser abuelos, gastan
las fuerzas que les restan como voluntarios en Caritas; o como
visitadores de enfermos acompañando a aquellos ancianos que han
quedado solos, a aquellos que la sociedad por el peso de sus años
descarta o que la enfermedad tiene recluidos en sus hogares. O esos
jóvenes que en lugar de ocupar sus horas de ocio en el botellón, en las
frías noches de invierno proporcionan café caliente y mantas a los sin
techo que duermen bajo el escudo de la Plaza de la Reina María
Cristina o del puente del Cartagonova; o los que gastan las tardes, en
que podían esta ocupados en no hacer nada, en el Centro San Pablo o
en el Coto Dorda, donde acuden niños y niñas de determinados barrios
de nuestra ciudad famosos no precisamente por su buena fama, con la
esperanza de que no engrosen las listas de los que viven en las
fronteras de la marginalidad, en el limite de la existencia humana.

Esto es sólo un botón de muestra, pues son muchas muchísimas


más las iniciativas que en nuestra ciudad hay, sin contar todas aquellas
que anónimamente iluminan con un rayito de esperanza la vida de los
demás con un simple gesto amable, a través de una sonrisa; con el
simple hecho de estar ahí. Porque Dios vive en el silencio, viene en la

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discreción de la noche, para ser “Dios con nosotros”, con cada uno de
nosotros sin distinción alguna.

En este clima el cantico de la legión celestial “Gloria a Dios en el


cielo y en la tierra paz a los hombres que Él quiere” se convierte en la
síntesis de lo que debe significar el nacimiento de Jesús para el hombre
del siglo XXI. Jesús nace hombre, como uno de tantos y reclama que
entorno a la Navidad… hagamos silencio frente a los ruidos que
inundan nuestra existencia, es el silencio que San Francisco pidió al
hermano León para que el canto de los ángeles pueda llenar toda la
creación; porque Dios se ha encarnado en medio de su pueblo y es ahí
donde hoy se nos revela. Para como dijo el profeta Isaías “…anunciar
la liberación a los cautivos, dar vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos
y anunciar el año de gracia del Señor”.

Hemos perdido la costumbre de buscar a Dios entre nosotros y


miramos demasiado al cielo queriendo verlo, cuando ya esta a nuestro
lado compartiendo el café de la mañana, cuando se pone detrás de
nosotros en la fila del supermercado o subimos al autobús. Para
buscarlo, o mejor dicho para verlo, para adorarlo como hicieron los
pastores hay que tener un corazón abierto y cercano que se alegre con
el canto de un pájaro, que en la brisa del mar toca su cara sienta la
caricia de Dios. Sólo así podremos recuperar el verdadero y auténtico
sentido de la Navidad.

El horizonte social que divisamos jalonado de claros de luz entre


negros nubarrones, nos invita a los cristianos a vivir con las esperanzas
puestas en Jesús que viene a nosotros. No necesitamos tener nada para
ello, los pastores, no lo tenían Es más, nos cuenta el autor latino Flavio
Lucio Dextro; que después de su encuentro con Jesús en el portal de
Belén, siguieron llevando una vida anónima y escondida para el
mundo, eso si visitando asiduamente el lugar donde habían adorado al
Hijo de Dios; se casaron, tuvieron descendencia y finalmente murieron
los tres el mismo día, en la madrugada del 25 de diciembre del año 40.

En una vida como la nuestra, tuvieron la dicha descubrir la


presencia de Dios en el silencio de la noche, para convertir su
oscuridad en luz que lo inunda todo. Es necesario que redescubramos

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el sentido de la Navidad; es necesario que esta Nochebuena dejemos
que Jesús nazca; no lo ocultemos detrás del espumillón, de las luces de
colores, de copas de champan y grandes cenas. Superemos cualquier
tipo de encasillamiento: social, ideológico, económico, etc.; la Navidad
nos llama a que superemos los límites de lo políticamente correcto. Si
los pastores hubieran sido políticamente correctos no habrían ido al
Portal de Belén, ellos, unos indeseables ¿Qué pintaban allí?

En una vida callada y anónima, nuestras generaciones pretéritas,


entendieron a la perfección cual era el espíritu de la Navidad. Ellos que
vivían con menos medios técnicos y económicos que nosotros, ellos
que nada sabían de redes sociales para comunicarse con los demás,
ellos que a pesar de tener que poner mucho más esfuerzo físico en su
trabajo. Cuando llegaban estas fechas del año, como ya hicieran sus
mayores desde tiempos inmemoriales, se reunían reviviendo antiguas
tradiciones para mostrar, no ya su alegría sino su gozo incontenible
por el nacimiento del Hijo de Dios. Tradiciones que hoy día apenas
sobreviven en algunas zonas rurales y de las que tanto tendríamos que
aprender.

Hoy, a nosotros se nos presenta como una necesidad urgente


seguir el camino marcado por a San Francisco de Asís, para que la paz
que se irradia desde el pesebre no sea sólo que no haya guerra entre
naciones ni conflictos armados alguno; sino que nuestro corazón, que
tantas luchas alberga se halle sobretodo en paz consigo mismo. Pues la
palabra “paz” en las sagradas escrituras tiene un sentido muy amplio
y rico, significa: salud, alegría, vida, felicidad, dignidad, integridad,
bienestar material y espiritual para uno mismo y para los demás.

Porque Belén, ha de estar en el corazón de todo hombre o mujer;


es ahí donde el ángel del Señor, con todas nuestras vivencias nos
anuncia que nos ha nacido un Salvador. En el hogar del que formamos
parte, en la situación en la que estamos; es como les ocurrió a los
pastorcillos de Belén. No importa que estés donde estés, ni como estés;
lo único que ahora importa es que Dios viene a encontrarse contigo y
tu debes de ir en su busca al portal, en su búsqueda en los otros, en la
mirada inocente de un niño.

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La Navidad es la fiesta cristiana que está más hondamente
arraigada en todo el mundo, pero para que siga siendo cristiana, para
que siga siendo la fiesta de Dios con nosotros. Tenemos que volver a
mirar al Portal, al Niño Jesús, ver al Verbo de Dios hecho carne entre
las pajas del pesebre; y darnos cuenta de en lo que hemos convertido
estos días poco tiene que ver con lo acontecido una noche a unos
pastores que pasaban la noche al raso con sus rebaños.

A todos vosotros,a los que el profeta Isaías os llama sedientos de


justicia, de paz, de amor, a los que buscáis la verdad , a los que deseáis
encontraros con Dios en vuestro día a día ¡Feliz Navidad!

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