ResituandoDiario Bitacora Sketch-CatalinaCortes
ResituandoDiario Bitacora Sketch-CatalinaCortes
ResituandoDiario Bitacora Sketch-CatalinaCortes
DOI: http://dx.doi.org/10.17141/iconos.59.2017.2612
Resituando el diario/bitácora/sketch
en la producción de conocimiento y sentido
antropológico
Resituating the Sketch/Bitacora in the Production
of Knowledge and Anthropological Meaning
Ressituando o diário/bitácula/sketch na produção do
conhecimento e do sentido antropológico
Resumen
El objetivo principal de este artículo es situarme desde el “giro corporal” en “lo visual”, lo que nos lleva
a ubicarnos no en un tipo de observación a la distancia, desprendida y objetiva sino desde otra forma de 23
mirar y relacionarnos con el mundo; no como algo ajeno, sino el mundo que nos afecta y al cual nosotros
afectamos con nuestras miradas. Así, el cuerpo es el eje articulador, es decir, reconocer y reposicionar a los
cuerpos como eje fundamental para renovar la investigación antropológica y artística en nuestro conti-
nente. Desde estos planteamientos, el propósito de este artículo es visibilizar, articular y compartir algunas
de mis experiencias en el quehacer etnográfico a partir de tres trabajos realizados desde el diario/bitácora/
sketch, al igual que reflexionar sobre el diario como práctica narrativa y visual.
Descriptores: diario; bitácora; sketch; quehacer etnográfico; giro corporal; prácticas visuales.
Abstract
The principle objective of this article is to situate the analysis of the “bodily turn” within the study of “the
visual”. This locates the researcher not as an objective observer at a distance but instead in another way
of looking at and relating with the world. Instead of something “out there” the world is seen as some-
thing that affects us and that we also shape through our own perceptions. In this sense, the body is the
axis that articulates, recognizes and repositions physical bodies as the fundamental axis through which
anthropological research can be renewed in our continent. From these points of departure, the purpose
of this article is to illustrate, articulate and share some of my experiences in the “how to” of ethnographic
research on everyday life as a narrative and visual practice.
Keywords: everyday life; bitacora; sketch; how to; ethnography; bodily turn; visual practices.
Catalina Cortés Severino. Doctora en Antropología, Historia y Teoría Cultural por el Istituto Italiano di Scienze Umane, Universitá di Siena,
Italia. Profesora asistente del Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia.
* ccortess@unal.edu.co
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 59, Quito, septiembre 2017, pp. 23-53
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
Resumo
O principal objetivo deste artigo é me situar a partir do “giro corporal” no “visual”, o que nos leva a nos
posicionar não em um tipo de observação à distância, desapegada e objetiva, mas desde outra maneira de
olhar e interagir com o mundo; não como algo alheio, mas o mundo que nos afeta e ao qual nós afetamos
com nossos olhares. Assim, o corpo é o eixo articulador, ou seja, reconhecer e reposicionar os corpos como
o eixo fundamental para renovar a pesquisa antropológica e artística no nosso continente. Desde esta
colocação, o propósito deste artigo é visibilizar, articular e compartilhar algumas das minhas experiências
na tarefa etnográfica de três trabalho realizados desde o diário/bitácula/sketch, assim como refletir sobre o
diário como prática narrativa e visual.
Descritores: diário; bitácula; sketch; fazer etnográfico; giro corporal; práticas visuais.
D
esde la “crisis de la representación” durante la década de 1990 en las ciencias
sociales y la emergencia de “lo reflexivo” y “subjetivo” en la investigación
antropológica, la experiencia comenzó a ser base de la producción de cono-
cimiento (Pink 2006). Desde este escenario se empezaron a replantear las formas de
producción de conocimiento al igual que comenzó a considerarse la experiencia sen-
sorial. El “giro corporal” en “lo visual” nos lleva a situarnos no en un tipo de observa-
ción a la distancia, desprendida y objetiva sino que contrariamente nos obliga a partir
24
desde los conocimientos situados que plantea Donna Haraway (1991), donde estos
inician desde otra forma de mirar y relacionarnos con el mundo, no como algo ajeno,
sino el mundo que nos afecta y al cual nosotros afectamos con nuestras miradas.
Esta óptica que propone Haraway tiene que ver con las políticas del posicio-
namiento que aspiran transformar los sistemas ocularcentristas del conocimiento y
plantear nuevas maneras de mirar. Un posicionamiento en la relación subjetiva entre
objeto y sujeto donde el denominado objeto empírico no existe “ahí fuera”, sino que lo
crea el encuentro entre objeto y sujeto, mediado por el bagaje que cada uno trae con-
sigo en el encuentro. Esto transforma el análisis de una “aplicación” instrumental en
una interacción performativa entre el objeto, la teoría y el sujeto. Como lo recuerda
la autora, es la necesidad de visualizar de nuevo el mundo como un engañoso codifi-
cador con quien tenemos que aprender a conversar (Haraway 1991).
Este planteamiento lleva a pensar “lo visual” más allá de la visión y la mirada y
adentrarnos en el cuerpo como lugar de referencia, de percepción, es decir, el cuerpo
como la esencia de la visión. Son claves los planteamientos del arquitecto finlandés
Juhani Pallasmaa (2005) sobre su crítica al ocularcentrismo, término que utiliza para
referirse a la forma en que Occidente ha situado la visión, ajena a la experiencia sen-
sorial y los conocimientos corporizados. Es decir que el ocularcentrismo está centra-
do en la vista como elemento fundamental para llegar a “la verdad” y “la realidad”,
por lo cual su propuesta es liberar al ojo de la epistemología/perspectiva cartesiana,
la cual simplemente da una “visión enfocada”, expulsándonos del espacio y deján-
Siena’ga (2012), Re-membranzas (2014) y Trasegares (2015) son trabajos guiados por
un ensamblaje intuitivo de imágenes y memorias a través de capas temporales, re-
flexiones y texturas con que he tratado de evocar no solo lo que es visible, sino tam-
bién la experiencia sensorial del movimiento y la memoria. Los tres proyectos, en
sus temáticas particulares, son una yuxtaposición poética del tiempo, los lugares, la
26 cultura material y la experiencia vivida. Desde acá, me interesa explorar las múltiples
gramáticas de sentido del tiempo, el espacio y la memoria.
Mi propuesta del diario como práctica narrativa y visual parte de situarme en una
aproximación a lo visual desde lo afectivo y la intimidad. Es decir, me aproximo a los
afectos desde la perspectiva de Kathleen Stewart (2007 ), la cual indudablemente en-
tra en conversación con las estructuras de sentir de Williams y parte de ver cómo los
afectos ordinarios tienen la capacidad de afectar y afectarnos, lo cual da a la cotidia-
nidad la calidad de movilidad continua de relaciones, contingencias y emergencias.
Desde esta perspectiva es que sitúo la propuesta del diario como práctica narrativa y
visual en la que la producción, recolección y ensamblaje de las imágenes están total-
mente permeados por impulsos, intensidades, sensaciones, encuentros, compulsiones
y sueños. Este es un posicionamiento en la relación subjetiva entre “objeto” y sujeto
que me ha llevado a detenerme en los usos y significados privados de los recuerdos,
las historias familiares, los encuentros, la cotidianidad y las herramientas visuales que
en ellas se manifiestan.
Los tres proyectos que expongo los he desarrollado en el análisis sociocultural y los
lenguajes estéticos. Me sitúo en una reflexión sobre la(s) epistemología(s) de lo visual
y las posibilidades de producción de conocimiento originado en lo visual. Por medio
de estos proyectos, he explorado formas de expresión entre la escritura y las prácti-
cas visuales (fotografía y video) en las que las decisiones estéticas han estado ligadas
con las reflexiones teóricas y etnográficas, y viceversa. En este contexto, entiendo las
prácticas visuales y etnográficas como formas de crítica cultural donde la teoría, la in-
Siena’ga2
Mis intereses de aproximación desde y hacia lo visual comenzaron con fines no aca-
démicos ni de investigación ni de “producción de obra”, sino principalmente por mo-
tivos personales, es decir, por la necesidad que sentí de “documentar” ciertos eventos
de mi vida. La primera vez que comencé a explorar con una videocámara fue cuando
fui a Ciénaga, Magdalena, con mi abuela y mi tía, que no regresaban después de 30
años. Primero realicé un video tipo home-movie para toda la familia sobre este regreso
y después, con una buena distancia de tiempo, realicé el video-ensayo de Siena’ga,
guiada por mis intereses académicos de trabajar en investigación/creación, al igual
que tratando de explorar formas de aproximación y traducción de esa experiencia
utilizando el video y la fotografía. Así, el paso de una home-movie a una práctica ar-
tístico-investigativa no es de un espacio determinado a otro, sino más bien una forma
de trabajar en los intervalos entre lo personal y lo público, entre el adentro y el afuera,
entre la intimidad y lo colectivo. De esta forma Siena’ga (2012) se convirtió en una
yuxtaposición de biografías conectadas y desconectadas, una biografía familiar, como
comentario sobre la experiencia de la migración a través del tiempo. Igualmente pasó
a ser una historia sobre el movimiento y su relación con la violencia, la nostalgia y
el deseo, y principalmente una historia sobre la memoria por medio de los sentidos. 29
Siena’ga es la creación de nuevas imágenes, en medio de recuerdos, olvidos y fan-
tasías, que permiten no solo un acercamiento no lineal hacia el tiempo, sino también
una aproximación a las espirales que lo conforman. Este proyecto no pretende ser un
álbum familiar, sino que, a través de estos recorridos por memorias y lugares, quiere
interconectar los contextos históricos y cotidianos con las experiencias personales y
las relaciones afectivas. Con este enfoque, exploro las sustancias sociales, culturales y
personales durante diferentes momentos históricos, como por ejemplo, el contexto
social y político de Ciénaga entre las décadas de 1930 y 197 0, L’Italia que dejó mi
abuelo en la década de 1920 y, por último, Italia y Colombia de hoy en día. Siena’ga
se desarrolla a partir de prácticas visuales (fotografía y video) y textuales, en forma de
diario, ya que ha sido una forma de sanar y lidiar distancias temporales y espaciales,
a la vez que una manera de vivir en medio de esa fragmentación. También es un
intento por generar espacios de encuentro y diálogo que han permitido acercarme a
las historias personales, relaciones afectivas y contextos sociales, políticos, culturales
e históricos que me han rodeado.
Por medio de una aproximación textual y visual he creado a Siena’ga a través de
imágenes3 que cargan con sedimentos y residuos del pasado, presente y devenir. De
2 Ver trabajo audiovisual en:
https://catalinacortesseverino.wordpress.com/2014/11/05/sienaga-2/.
3 Imágenes entendidas en el sentido de Buck-Morss: “Una imagen toma una película de la superficie del mundo y
la muestra como llena de sentido, pero este sentido aparentemente está separado de lo que el mundo puede ser en
realidad, o lo que nosotros, con nuestros propios prejuicios podamos insistir en que es su significado” (2009, 50).
esta manera, Siena’ga hace parte de un recorrido por memorias personales y familiares
que navega e interconecta tres lugares que han sido, y son, parte de la experiencia
histórica de mi familia: Ciénaga y Bogotá (Colombia) y Siena (Italia). Este detour se
da a la vez como documental, ensayo y autobiografía, pero no en el sentido de una
narración retrospectiva de mi propia vida, sino en el de una autobiografía, enten-
dida como forma de explorar y aproximarme a las historias inscritas en mi cuerpo
en relación con los otros y con los mundos en los que me ha tocado vivir y que me
han permeado y cambiado. Así, este proyecto oscila en una línea permeable entre
la autobiografía y la etnografía, en ese espacio íntimo y vulnerable que se construye
por medio de encuentros, intercambios y presencias, en la tensión entre el adentro
y el afuera. Como lo expone Deborah Poole (2005), la etnografía está cargada de
intimidad y contingencias, y es a través de estas como tenemos que pensar y sentir
nuestros trabajos.
El nombre Siena’ga (Siena-Ciénaga) se refiere a ese espacio “entre”, al interva-
lo4 en el cual se desarrolla esta autobiografía; es decir, el espacio intermedio “entre”
diferentes lugares, memorias, nostalgias y deseos. Esta es una aproximación en la
temporalidad de los espacios y la especialidad del tiempo. De esta manera, Siena’ga
no hace parte de ninguna representación de las “realidades” que me han atravesado,
30 más bien es un intento de construir una nueva “realidad” a partir de imágenes que
dejen entrever las interposiciones temporales y espaciales. Desde esta perspectiva, el
presente se rebosa ya que incluye la actualidad del “tiempo del ahora” y la virtualidad
de lo que está por venir (Deleuze 1989).
Fragmentos de diario
4 El término “intervalo” es tomado de Trinh Minh-ha: “Los intervalos permiten una ruptura y presentan una percep-
ción del espacio en medio de fisuras. Ellos constituyen una serie de en la superficie, ellos designan hiatos temporales,
distancia, pausa, lapsus y uniones entre diferentes estados” (2005, 80), interrupciones e irrupciones.
Para mí, esta era la primera vez en Ciénaga... Sin embargo, yo ya la conocía antes de
llegar ahí porque siempre ha estado presente en la historia de mi familia, como una
presencia espectral...
31
Buscando trazos de su historia, entre gente, casas, iglesias, olores... Un detour entre
ausencias y presencias.
Por medio de estas fotografías, trataba de generar o encontrar algún sentido de lo que
era Ciénaga entre memorias contradictorias, recuerdos y deseos... Un lugar que guarda
algunos de mis secretos familiares.
32
A través de esta fotografía, quise capturar la entramada densidad de sentires en este día
de retorno. Lo inconmensurable de esta aparición del pasado.
33
La captura de esos momentos banales nos trae la sustancia misma de ese lugar. La
intensidad de haberlo vivido o escuchado.
Rostros borrosos por las sedimentaciones que causa el tiempo en el papel fotográfico o
por las mismas texturas de nuestra memoria que no nos permiten recordar completa-
mente quiénes fuimos en una época determinada. La ambigüedad que nos conforma.
34
La misma fotografía no alcanza a enmarcar todo lo que está inscrito ahí: deseos, frus-
traciones, intereses y diferencias.
El sepia de las fotografías hace resonar las arqueologías de los deseos, los futuros de-
seados y ya sedimentados. Movimiento: locaciones, re-locaciones, idas, venires, des-
pedidas y bienvenidas.
El templete de Ciénaga evidencia los deseos del ser europeos, el “esplendor” de lo que
un día fue... Morano Calabro-Calabria evoca los deseos de emigración en busca del
sueño americano.
35
Volviendo a crear una intimidad con el mundo en medio de los desplazamientos. Fo-
tografías que iban y venían como la única forma de conexión entre esos mundos que
estaban separados por un océano. Recolecciones arqueológicas del sueño americano.
36
Esa foto se la tomé a mi mamá la primera vez que fue a Italia. Una Italia que nunca
había pisado pero que siempre había vivido por medio de sus deseos e imaginaciones.
Una Italia completamente diferente a la que dejó mi abuelo cuando se fue en busca
del sueño americano, pero por la cual todavía corren los espectros de esas historias
silenciadas y opacas.
Re-membranzas5
nes, ritmos y pausas. Una de las escenas de los recorridos por las casas cementerio de
Portete, como las llaman las mujeres de la asociación, es el ojo-cámara que recorre,
dibuja y delinea estas ruinas. En la barra del audio de la tabla de edición están los
sonidos de las pisadas que entran y salen de las casas, hay espacios donde se impone
el silencio. El juego con las voces a través del montaje también ha sido una forma de
intercalar testimonios con mis reflexiones, cantos con rumores, pisadas con murmu-
llos. Esto ha permitido una construcción del ritmo a través de estas y una puesta en
escena de las texturas de las memorias.
También la aproximación desde la cartografía, como acto de caminar y acercarme
desde lo corporal a los escenarios de memoria de la violencia, siguiendo a Certeau
(1984), fue una forma de mapear a través de las prácticas de lugar a partir de la vida
cotidiana. Es decir, se contrapone la manera de documentar por medio de la crono-
logía, los datos y hechos, a una que surge de la yuxtaposición de historias personales,
canciones, momentos, encuentros, recorridos, sonidos, silencios, entre otras fuentes
de información y expresión que se salen de los parámetros de los registros oficiales y
cuya sustancia es la cotidianidad. Acercarme a los diferentes escenarios de memorias
en términos de cartografía me permitió darme cuenta de su complejidad y del reto
tan grande que es “documentarlos” y “traducirlos” en medio de su múltiple confor-
mación por silencios, actos performativos, objetos, cuerpos, espectros, cantos, dolor, 39
deseos y, en general, un sinnúmero de elementos.
Fragmentos de mi diario
¿Un documental sobre el recordar?, ¿las memorias?, ¿el tiempo?, ¿las ausencias?, ¿sobre
40 qué? Un intento de unir fragmentos y residuos de memorias e imágenes. Una forma
de traducir esas memorias a la deriva en medio de lo intraducible. En medio de lugares
devastados, la ropa se seca al viento que trae soplos de esperanza..., los deseos e inten-
tos de volver a rehabitar las ruinas. Me detengo y filmo por unos minutos la ropa que
mueve el viento y que va cobrando vida poco a poco.
Bahía Portete, por ser puerto natural, hasta hace muy pocos años fue centro de con-
trabando y economías ilegales, razón por la cual siempre fue ruta deseada y apropiada
para el control del poder territorial. Hoy en día, de lo que cuentan que fue el puerto
de Bahía Portete, un lugar bastante movido donde continuamente entraban y salían
embarcaciones, no queda más que un espacio vacío con apenas algunos rastros de latas
y vidrios rotos en la orilla. Al llegar ahí con mi cámara, trataba de capturar algo que
hiciera visible lo que había sido ese puerto, una pista que mostrara las ruinas de un
sitio que, por sus condiciones naturales y geográficas, había sido una ruta impregnada
de historias de violencia, abandono y olvido. Me quedó solo la opción de filmar el va-
cío que dejaron esos sedimentos de historias. ¿Hacia dónde podría enfocar la cámara?
41
Los lugares heridos testimonian a través del abandono los silencios y las huellas de su
horror…
Trasegares6
42
Este proyecto de investigación-creación tuvo como objetivo repensar la relación entre
la ciudad (Bogotá) y la producción de subjetividades desde algunos espacios domés-
ticos. Pero no con la finalidad de hacer una cartografía “esencialista” o “identitaria”
(Guattari 1989; Preciado 2008). Se trató, más bien, de reparar en ciertos cuerpos
atravesados por múltiples relaciones de poder y la manera en que circulan por espa-
cios bien delimitados y codificados de la ciudad –del sur al norte, del norte popular
al norte “estrato 5 y 6”; de sus casas a otros espacios domésticos, de una intimidad
a otra– para atender cómo experimentan esas relaciones, codificaciones y fronteras,
subjetivándose en el espacio, en las segmentadas geografías por las que transitan al
incorporarlas en sus formas de tener experiencia, en sus prácticas cotidianas.
En concreto, el proyecto se enfocó en las prácticas de cuidado de niños y de an-
cianos, partiendo de la reflexión sobre lo que está en juego en la misma actividad del
cuidado; una práctica laboral que implica el involucramiento de las emociones, de los
afectos y del contacto como parte del proceso de trabajo y las labores de servicio, y
que por esto parece exceder también lo que se considera “actividad productiva”. Ade-
más se trata de prácticas que producen cierta feminidad como identidad cultural y
social sedimentada –en nuestro medio, el trabajo de cuidado, se sabe, es básicamente
femenino–, pero que también permiten reinventar de cierto modo estas subjetivida-
des, en sus formas de circular y habitar los espacios y los flujos afectivos, perforando
compartimos algunas de las violencias que constituyen a esos cuerpos, aunque sin
duda desde posiciones muy distintas, que también pudieron verse alteradas, de cierta
manera, a través del mismo proyecto.
La puesta en escena de todo esto en la instalación que titulamos Trasegares consis-
tió en un video proyector que en una pared presentaba simultáneamente dos videos
documentales de primeros planos de actividades domésticas, alternados con imáge-
nes de interacciones de las mujeres, los niños y los ancianos que cuidaban. Paralela-
mente se proyectaron, en un lavamanos, imágenes de manos que lavaban, cortaban
alimentos y fregaban la loza. Asimismo la instalación presentó fragmentos de texto
–del diario de campo, entrevistas, reflexiones, etc.– que en el caso del espacio para
el Museo Efímero del Olvido se montaron en plóter, en 28 pequeñas ventanas que
funcionaban como paneles consecutivos. El registro sonoro de la instalación consis-
tió en fragmentos de historias, conversaciones, reflexiones, risas, silencios y ruidos
cotidianos que fueron transmitidos por medio de parlantes. El audio y el video no
fueron sincrónicos. Además del video, del sonido y de los paneles con texto, la ins-
talación tenía una parte análoga donde se expuso el diario “hecho a varias manos”,
desarrollado durante el proyecto, que contuvo fragmentos de entrevistas, reflexiones
personales, pequeños mapas de recorridos vitales, historias de vidas y algunos retazos
44 de imágenes.
“Lo efímero del trabajo del cuidado”. ¿Cuidado que se olvida? ¿Dónde guardamos
esos afectos que nos ayudaron a crecer, de los que estuvieron cerca, muy cerca, acom-
pañándonos en el día a día? Trabajo del día a día que no puede parar, que tampoco
puede detenerse, afectos que nos han formado, nos han constituido, nos han mol-
deado, ¿Dónde quedan? ¿En nuestros cuerpos? ¿En nuestros recuerdos? ¿En nuestros
olvidos? ¿Las huellas de esas manos siguen presentes en nosotras o ya se fueron a algún
lugar recóndito? ¿Estamos formadas, modeladas, vaciadas por esos cuidados invisibles
y silenciosos?
Estas son frases que asaltaban la vista apenas se entraba en la sala que alojaba la ins-
talación. Frases reflejadas en el piso, la pared y los cuerpos, que huían con los ritmos
e intensidades de la luz. Frases que aún nos atraviesan y resuenan en nosotras; que
surgieron en medio de conversaciones, encuentros cotidianos, reflexiones, recuerdos
y olvidos; que no operan referencialmente pretendiendo capturar una realidad dada,
sino como acciones que pertenecen a la realidad de la vida (Das 2008). Frases que
hacen parte del lenguaje y de los cuerpos no solo como significado, sino como porta-
doras de memorias y afectos.
45
El diario fue uno de los hilos conductores del proyecto, ya que partimos de la es-
critura como práctica corporal y afectiva en medio de una oscilación entre el ir y
el venir, lo familiar y lo extraño; es decir, en medio de la tensión entre experiencia
y reflexión. Y es que el mismo proyecto comenzó con reflexiones e inquietudes
que teníamos en común y que nos lanzaron en primer lugar a la tarea de trazarlas
a través de escritos que fueron conformando el diario de campo del que ya habla-
mos. Además, uno de los soportes del proyecto fue un blog-diario que creamos
inicialmente para guardar material fotográfico y sonoro, y que pronto se convirtió
en un espacio de reflexión que devino en un diario a varias manos. La escritura se
convirtió así no solo en una práctica de experimentación y de ejercicio en la que
podían asumirse, con esa cierta distancia del extrañamiento, experiencias que nos
son muy próximas, familiares; sino que se convirtió también en una práctica del
espacio, en una forma de acercarnos y repensar Bogotá a través de los espacios
de domesticidad, las sedimentaciones femeninas y la cotidianidad que se da entre
unos y otros. Por eso, la escritura fue una práctica que, en lugar de simplemente
transmitir descripciones y observaciones, operó desde el principio como una forma
de andar del proyecto que nos dio la posibilidad no tanto de construir relatos sino
de configurar recortes y ensamblajes de textos, imágenes y voces a partir de la fuerza
46 de los acontecimientos y de la manera en que estos nos afectaron y modificaron.
En este sentido, asumimos la escritura como práctica corporal que, desde la actitud
ética de la que hablamos antes, parte de la vulnerabilidad y la intimidad que atra-
viesan nuestras relaciones con los otros en el mundo.
Encuentros y escritura
Estados de ánimo
Mientras meneaba la crema de mazorca en forma de ochos para que no se cortara, Nu-
bia me contaba lo difícil que habían sido esos días con Tatica, como ella le dice. Días
donde ha estado muy triste, baja de ánimo... “Yo creo que es eso que llama depresión,
pero hay que saberla llevar porque uno no sabe si a esa edad nos va a dar a nosotras lo
mismo, y mi labor es acompañarla en las buenas y en las malas”. Ella me cuenta que
se siente muy sola, que no le dan ganas de nada, que el frío le vuelve rígida la columna
y no hay forma de apaciguar el dolor. Espacios y cuerpos que comienzan a ser despla-
zados de las dinámicas y ritmos sociales y en esa separación que se va creando hay que
construir nuevamente sentido. Estados de ánimo que, aunque no sean nuestros, nos
atraviesan, nos afectan sin poder evitarlos.
Estos fragmentos del diario, que atraviesan también la textura compositiva de este
texto, son fragmentos escritos en esos intervalos que se dieron entre lo que escu-
chábamos, imaginábamos y nos afectaba. Fragmentos que surgieron de lo que su- 47
cedía en los encuentros y nos hacían ir a otras historias parecidas, ya escuchadas o
simplemente imaginadas. Fragmentos de ellas y de nosotras, fragmentos en los que
ya se han cruzado las voces, testimonios de oídas; fragmentos entonces sin autor
propio, sin firma, anónimos. Su fuerza, de hecho, tiene que ver también en gran
medida con este anonimato: el anonimato que divide, que altera. El anonimato
de una escritura que produce diferencia, ya que el otro me afecta y hace producir
algo nuevo en mí, que ya no puede reconocerse como propio. Así se desplegó una
escritura de la vida cotidiana que surgió en medio de encuentros, recorridos, soni-
dos, silencios, afectos, deseos, entre otras fuentes cuya sustancia es la cotidianidad.
Una escritura que, con el anonimato, hace valer también la impersonalidad de los
afectos que la atraviesan.
Esta práctica experimental de la escritura también se relacionó con el proyecto,
con otros lenguajes y medios. Así apostamos a una articulación entre lo visual, lo
sonoro y lo táctil que, interpelando los afectos, las tensiones, la imaginación, pudiera
producir además nuevas situaciones, direcciones y problemas. Los intervalos que se
generan entre la escritura, lo sonoro y lo visual permitieron así jugar con el fragmen-
to; con los fragmentos de experiencia, de memorias, del tiempo, buscando ensam-
blarlos de diferentes maneras para generar constelaciones de sentido perturbadoras,
que inquietaran la percepción habitual.
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Comentarios finales
El diario como práctica narrativa y visual permite ampliar las posibilidades del queha-
cer etnográfico al trabajar en medio de las imágenes, las experiencias y las memorias,
generando complejas relaciones entre tiempo y espacio. Tanto las imágenes como la
escritura son una elaboración artesanal que se crea a partir de la materia prima de la
cotidianidad.
Así, el diario se convierte en un espacio que conserva las cenizas de la experiencia
(Didi-Huberman 2008) y que permite la escritura desde el cuerpo donde “el escrito
y yo nos afectábamos mutuamente” (Vásquez 1998). Este posicionamiento hacia la
elaboración del diario nos lleva a trabajar a través de la materialidad de la mediación y
las intensidades que se generan en medio de la ruptura entre la experiencia y la repre-
sentación remitiéndonos a la dimensión más artesanal de la investigación: aquella en
que el pensamiento está integrado con el hacer de las manos y donde es el cuerpo el que
imprime las huellas del pensamiento sobre el papel (Pinochet Cobos 2016). El diario
como un lugar de inscripción del pensamiento y la experiencia permite otra forma de
relación con la producción del conocimiento y sentido, donde estos se dan en medio
de procesos lentos, coyunturales e impredecibles. El acto de “pensar” tiene lugar tanto
50 dentro como fuera de nosotros, de modo que las revelaciones creativas solo son posibles
a través de la conjunción, en un mismo proceso temporal, de la mente humana con
otros objetos que proyectan y actualizan su potencia (Gell 1998). Este encuentro de
elementos heteróclitos, manipulados a través del recorte y el montaje, se caracteriza
por exhibir los cortes y suturas del proceso de investigación sin atenuación ninguna
(Clifford 1990). Ofrece, de este modo, la posibilidad de que materiales aparentemente
incompatibles puedan convivir en un mismo espacio/tiempo, haciendo aflorar vínculos
insólitos que pueden derivar en hallazgos significativos (Pinochet Cobos 2016). Desde
estos planteamientos, el diario se convierte en el espacio de inscripción de nuestro en-
cuentro con el mundo donde nuestras investigaciones, prácticas visuales, intervencio-
nes sonoras y nuevas formas de experimentación con la escritura pueden expandirse en
términos metodológicos, conceptuales y epistemológicos.
Los proyectos sobre los que me enfoqué en este artículo me permitieron trabajar
en los intersticios entre el análisis sociocultural y los lenguajes estéticos. Intervalos
que tienen que ver con la experimentación y el análisis e interpretación del sentido,
lo cual nos lleva también a la producción de otro tipo de conocimientos y, conse-
cuentemente, a replantearnos las metodologías con las cuales trabajamos. Es decir,
son propuestas que permiten reflexionar sobre la necesidad de la dimensión de la
experiencia estética en la investigación antropológica para seguir explorando meto-
dologías que proporcionen formas de aproximación a esta dimensión estética desde
las ciencias sociales y que posibiliten otras formas de comprensión e interpretación
de dichas realidades sociales.
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