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Info Aztecas

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Organización política y social

Los pueblos reducidos al poderío azteca debían entregar a las


autoridades del imperio pesados tributos en especie. Los
tributos se fijaban de acuerdo a los recursos disponibles en
cada región; por ejemplo, los totonacas de Cempoala
aportaban con lanzas, escudos de plumas y caracoles marinos
y los xochimilcas con productos agrícolas como maíz, porotos
y ají.

Las cargas tributarias impuestas por la Triple Alianza, le valieron a los aztecas el
odio generalizado de los pueblos sometidos del Valle de México.

Para la administración del vasto imperio, los aztecas


implementaron un rígido sistema basado en el poder
personal de la nobleza. A la cabeza de la estructura
de mando estaba el soberano o huey tlatoani (gran
orador y jefe de los hombres) con amplios poderes
militares, civiles y religiosos. El huey tlatoani
presidía el consejo supremo o tlatocán, donde
participaban los jefes o tlatoani de las ciudades más importantes, las máximas
autoridades militares y delegados de algunos calpullis.

El consejo tomaba las decisiones políticas, militares y


administrativas y designaba al nuevo huey tlatoani
cuando se producía la muerte del soberano. En el
territorio que se encontraba bajo jurisdicción azteca,
especialmente en los focos rebeldes, había gobernadores
militares apoyados por pequeñas guarniciones que
mantenían el orden y aseguraban la recaudación de los
tributos.

La expansión del imperio azteca afectó en gran medida a


la organización social. Mientras la nobleza, formada por
los tlatoani de las principales ciudades, los guerreros y
sacerdotes, fue acumulando cada vez más tierras y
riquezas, la gente común o macehualtin siguió
desempeñándose fundamentalmente como mano de obra
en la agricultura y la artesanía y debía pagar tributos al
imperio. Dentro de la clase dirigente comenzaron a jugar
un papel muy importante los tecuhtli o señores, quienes
gozaban de un gran prestigio logrado a raíz de acciones
sobresalientes. Estos ejercieron funciones militares, judiciales y administrativas y
recibían tierras y servidores como recompensa. Debían estar siempre disponibles para
cuando el soberano los necesitara.
Los denominados macehualtin conformaban a la mayor parte
del pueblo azteca. Aparte de los labradores, encontramos en
este grupo a artesanos y servidores públicos. Si bien los
macehualtin tenían la posibilidad de mejorar su situación
social, destacándose en la guerra o el comercio,
la movilidad dentro del imperio fue muy reducida.

La unidad social básica en el mundo azteca era el


calpulli, conformado por familias de macehualtin que
tenían antepasados comunes y compartían un territorio
subdividido en parcelas comunales. Al frente de cada
calpulli estaba el calpullec, electo de por vida por los
habitantes y en conformidad con el soberano azteca. Su
principal tarea era el registro de todas las tierras de la
comunidad y el control de las labores de cultivo.

Por último, en la sociedad azteca existían los tlacotli,


quienes eran personas que por haber contraído
deudas o haber cometido algún delito, trabajaban
para un amo sin recibir ningún tipo de pago. A pesar
de que esta condición los asemeja a la de simples
esclavos, en la mayoría de los casos el trabajo
finalizaba cuando la deuda o el delito se
consideraban pagados. Aquellos tlacotli que
reincidían podían llegar a ser sacrificados para los
dioses.

Economía
La estructura económica de Tenochtitlan se basaba en cuatro ramas: el tributo, el
comercio, la agricultura y la producción artesanal.
La guerra era el medio por el que se imponían cargas del tributo, que era parte
fundamental de la economía de la ciudad. Entre los productos que se recibían se
encuentran cargas de maíz y frijol, mantas, pieles, plumas y piedras semipreciosas,
entre muchos otros. El comercio era otro factor importante. En mercados, como el de
Tlatelolco, se concentraban y distribuían productos de todo tipo, desde alimentos
vegetales y animales hasta cerámica, cestería, telas y muchos más, tanto locales como
foráneos. El comercio a larga distancia era realizado por los pochtecas (que también
desempeñaban el papel de espías), aunque hay que advertir que, por lo general, los
productos traídos consistían en finas plumas de quetzal y otras aves, pieles de jaguar,
etc., para uso de la clase dirigente. Todo aquello que no llegaba por tributo de las áreas
sojuzgadas era motivo de intercambio (Matos, 2007). La economía interna dependía en
gran medida de la producción agrícola, la que requirió del desarrollo de técnicas
intensivas para solventar los requerimientos de la ciudad. La producción artesanal,
tanto para satisfacer las necesidades internas como para el comercio con otras
regiones, era actividad de buena parte de la población.

El tributo

El tributo interno era el monto en bienes y servicios que pagaban las familias a los
dirigentes locales o jefes de barrio (calpoleque) y éstos, a su vez, lo hacían llegar al
rey.
El tributo externo fluía desde los pueblos subordinados hasta las ciudades y de éstas al
rey azteca. Los tributarios que vivían en la Cuenca de México o en sus cercanías
pagaban con productos agrícolas básicos, así como con artículos manufacturados.
Los que se hallaban más apartados no pagaban con alimentos básicos, pero se les
exigía con frecuencia que aportaran tierras de guerra (yaotlalli), que los tributarios
debían trabajar y entregar la cosecha a los ejércitos mexicas cuando pasaran de camino
hacia lejanas campañas.
El tributo tenía que ser pagado en Tenochtitlan y los tributarios invertían mucho
trabajo al transportar el tributo hasta la capital. Los efectos de pagar tributo a los
mexicas no eran perjudiciales del todo para las economías locales. Una vez
incorporados como tributarios los pueblos conquistados, los mercaderes mexicas
llevaban a ellos mercancías que serían inaccesibles si fueran estados enemigos.
Algunos de los objetos que podían ser llevados, por ligeros, con facilidad por
los pochtecas desde pueblos lejanos hasta Tenochtitlan eran láminas de oro, jícaras
con polvo de oro y jícaras lujosas para beber chocolate, entre otros.
Cuando el imperio mexica se expandió, se impuso a los pueblos conquistados entregar
el tributo trimestralmente. Los mexicas asociaron la entrega a las cuatro grandes
fiestas de su calendario, durante las cuales el imperio exhibía a los tributarios la
riqueza y el poder acumulados (tomado de Hassig, 2013)

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo
editorial.
Vela, Enrique, “Economía”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 75, pp. 22-
25.

en 1521, Hernán Cortés, al mando de un reducido grupo de españoles y de una coalición


de pueblos indígenas, conquistó la ciudad de Tenochtitlán, poniendo fin al poderoso
Imperio azteca. Como todos los grandes conquistadores del siglo XVI, Hernán Cortésno
era un recién llegado a las Indias cuando emprendió la conquista del Imperio azteca.
En 1518, el modesto hidalgo nacido en Medellín (Extremadura) hacía unos 33 años, se
había convertido en un próspero encomendero militar, tras pasar siete años en La
Española y ocho en Cuba como secretario del gobernador Diego Velázquez. Era
también un gran conocedor del mundo indígena y no estaba menos curtido en las trifulcas
habituales entre los españoles de Indias, siempre deseosos de acrecentar sus patrimonios
y enfrentado por el disfrute de las concesiones de indios y prebendas administrativas. Los
españoles, asentados en las islas del Caribe, habían establecido escasos contactos con el
imperio más poderoso del continente, el azteca.

Museo de América, Madrid

SALIDA DESDE CUBA EN 1518


Desde 1515, dos expediciones habían bordeado el litoral mexicano, y en 1518 Diego
Velázquez encomendó una tercera expedición a su secretario, Hernán Cortés. Este partió
desde Cuba a finales de ese año. En los meses siguientes, desobedeciendo las órdenes
del gobernador, convirtió lo que debía ser una misión exploratoria en una empresa de
conquista de proporciones legendarias, que le permitió en poco tiempo hacerse con el
dominio de un imperio poblado por más de 15 millones de personas.
El caudillo empezó a darse cuenta de la ventaja que para
los españoles suponían las divisiones entre los distintos
pueblos nativos.
En 1519 -el año I Caña según el calendario azteca-, Cortés y su gente arribaron a la
costa mexicanaTenochtitlán, donde se impusieron con rapidez a los hostiles indígenas
de la zona. Como parte del botín de guerra se recibieron veinte jóvenes indias, entre las
que se encontraba la que sería conocida como Malinche, o doña Marina, una doncella que
dominaba varias lenguas indígenas y que pronto aprendió el castellano, con lo que resultó
crucial para Cortés en sus designios de invasión. El conquistador engendró con ella a su
hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental. En su camino hacia
la capital del Imperio azteca, los españoles lograron el apoyo de los nativos totonacas de
la ciudad de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca.
Cortes logró imponerse militarmente al pueblo txacalteca, establecer una alianza en base a sus intereses e
incorporar a sus tropas a miles de guerreros txacaltecos. El caudillo empezó a darse cuenta de la ventaja que
para los españoles suponían las divisiones entre los distintos pueblos nativos, y especialmente el odio existente
entre muchas poblaciones contra los aztecas y su política de imperialismo y terror.
Museo de América, Madrid

GUERRA CON LOS TLAXCALTECAS


Tras imponerse militarmente a otro pueblo nativo, los tlaxcaltecas, Cortés logró
incorporar a sus tropas a miles de guerreros de esta etnia. El caudillo empezó a darse
cuenta de la ventaja que para los españoles suponían las divisiones entre los distintos
pueblos nativos, y especialmente el odio existente entre muchas poblaciones contra los
aztecas y su política de imperialismo y terror. En cierto modo, la conquista de México por
Cortés fue una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente al dominio azteca.
Sin embargo, los aztecas también contaron con socios, con los que Cortés se mostró
especialmente beligerante.

La ciudad sagrada de Cholula, que se alió con Moctezuma para tender una emboscada a
los españoles y sus aliados indígenas, fue saqueada durante dos días por orden de
Cortés. Con la ayuda de los totonacas y los tlaxcaltecas, a los que se unieron centenares
de cholultecas, todos juntos «como hermanos contra aquel tirano fiero y carnicero de
Moctezuma», como escribirá Diego Muñoz Camargo, el ejército de Cortés parecía
invencible. Ante la marcha imparable de los conquistadores y espantado por la carnicería
de Cholula, Moctezuma, el tlatoani azteca, optó por ganar tiempo y les franqueó la
entrada a Tenochtitlán en noviembre de 1519. En los días posteriores a su llegada,
Cortés se dedicó a pasear por las calles para elaborar su estrategia de conquista.
Con su objetivo presente, supo aprovechar la excusa de un confuso complot
indígena para apresar al emperador y convertirlo en su rehén. Sin embargo, Cortés
hubo de abandonar apresuradamente la ciudad a comienzos de 1520 para hacer
frente a una expedición de castigo enviada desde Cuba por Diego Velázquez.

Biblioteca Nacional, Madrid.


Cuando Cortés regresó a Tenochtitlán, el 24 de junio de 1520, encontró la ciudad
sublevada contra Alvarado, quien, afectado por la tensión y el ambiente conspirativo,
había ordenado la muerte de algunos notables aztecas que le parecieron
sospechosos. Durante unos días, los españoles intentaron utilizar a Moctezuma para
calmar los ánimos, pero fue en vano. El tlatoani fue lapidado en una comparecencia ante
sus súbditos.
En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron
obligados a huir de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron
centenares de bajas. Pocos días después se libró la batalla de Otumba. Frente a los
feroces guerreros jaguar y águila, los de Cortés pudieron recomponerse y hacer un uso
efectivo de la caballería contra los aztecas.

A finales de abril de 1521 comenzó el asedio final a la


capital mexicana. En la lucha se impuso la superioridad
técnica europea.
El regreso a Tenochtitlán no fue, esta vez, una simple exploración, sino una campaña
militar en toda regla. Los saqueos permitieron a cada conquistador español mantener un
séquito propio formado por mujeres, criados y esclavos. A finales de abril de 1521
comenzó el asedio final a la capital mexicana. En la lucha se impuso la superioridad
técnica europea, pero sobre todo el desgaste provocado entre los sitiados por las
enfermedades llegadas del Viejo Mundo -la viruela fue un auténtico caballo de Troya- y
las penurias de todo tipo. La caída de Tenochtitlán arrojó un saldo terriblemente desigual
en pérdidas humanas: murieron cien españoles por cien mil aztecas.

Comercio azteca

Pieza fundamental en la economía azteca, el comercio se realizaba por medio del trueque en grandes
mercados llamados tianguis. Entre ellos se destacaron el de Tenochtitlán y el de Tlatelolco, que además
funcionaron como centros de reunión social y religiosa. Los tianguis reunían a los vendedores de los pueblos
vecinos que, perfectamente organizados, presentaban sus productos en una plaza. En los más importantes
llegaban a congregarse multitudes en busca de verduras, hierbas medicinales, maíz, algodón, aves, tejidos,
cerámicas y hachas.

Mercado de Tlatelolco. Mural de Diego Rivera, 1942.

El mercado no sólo constituía para los aztecas una actividad comercial, sino también social, cultural e, inclusive,
religiosa. Además de los puestos de trueque y venta, en algunos sectores se levantaban altares, se realizaban
juegos y no faltaban los grupos de música y danza.

El sistema económico azteca, basado en métodos tan simples como el trueque, lejos de ser primitivo, fue
sumamente eficiente, pues mantuvo una gran estabilidad y aseguró el bienestar a la mayoría de la población del
imperio. Los productos que no se podían obtener en el valle de México, se adquirían mediante el trueque con
otras regiones y eran trasladados por los pochtecas o comerciantes, quienes recorrían largas distancias.

En el mercado de Tenochtitlán se transaban todo tipo de mercancías, incluyendo productos marinos


provenientes de los océanos Pacífico y Atlántico, ambos a 500 kilómetros de la capital azteca. Para realizar los
intercambios se recurría a monedas de cuenta como la semilla de cacao y las plumas de Quetzal que cubrían la
diferencia que pudiese existir una vez efectuado el trueque. Así por ejemplo, una prenda de vestir equivalía a un
par de sandalias y cinco semillas de cacao.

También la manufactura desempeño un papel importante en la economía azteca. La manufactura estaba en la


etapa de la producción manual, realizada como un complemento a la tarea fundamental de obtener alimentos.
Los hogares se bastaban a sí mismos en su mayoría, produciendo todo lo que necesitaban: instrumentos,
utensilios y vestido. Los pochtecas llevaban desde Tenochtitlán tejidos, manufacturas, artesanías de oro y plata
y traían otras especies de productos que no se encontraban en el valle. Llegaron hasta lugares muy lejanos, entre
ellos la actual Guatemala.

División del trabajo


La sociedad azteca contaba con los pipiltin para organizar y dirigir a las comunidades; los macehuales, por su
parte, ejecutaban todas aquellas tareas que la sociedad demandaba para su sostenimiento. Con el correr del
tiempo los primeros ampliaron sus privilegios, que luego eran transferidos a sus herederos por derechos de
sangre. Los que se hallaban en las clases inferiores se ocupaban de las agotadoras tareas agrícolas, aunque un
sector de ellas fue captado para actividades especializadas, llegándose a contar 32 oficios, entre ellos carpinteros,
plateros y alfareros.

Los Oficios

Los aztecas ejercieron toda clase de oficios: comerciantes, cargadores, canoeros, constructores, personal de
limpieza de acueductos, canales y calles. No faltaban médicos, comadronas, alguaciles, maestros, jueces,
sacerdotes, recaudadores, taberneros y artesanos de todo tipo. Alfareros, joyeros, tejedores y artesanos
especializados en trabajos en pluma llegaron a practicar estos oficios con exclusión de todo otro trabajo. Alen-
tados por el desarrollo de la técnica, muchos hombres se sintieron atraídos, en especial aquellos para quienes la
simple agricultura debía parecer carente de interés y poco productiva.

En cuanto a la metalurgia, ésta estaba aún en su infancia y no introdujo una verdadera edad del metal.
Los orfebres mexicas usaron el dorado del cobre y la mezcla de este metal con el oro. Los objetos nativos
hechos de oro tuvieron como destino final las fundiciones españolas, aunque han sobrevivido adornos de una
gran belleza.

En el valle de México cada grupo humano y cada poblado tenían su propio estilo. Los aztecas, como tantos
otros pueblos del continente, no usaron el torno de alfarero y confeccionaron sus vasijas con tiras de arcilla, de
la que disponían en abundancia, y confiaron en su ojo adiestrado y en sus dedos delicados para lograr las formas
deseadas.

LosImpuestos

Las primeras manifestaciones de tributación en México, aparecen en los códices aztecas, en los cuales se
registró que el rey de Azcapotzalco, pedía como tributo a los Aztecas, una balsa sembrada de flores y frutos,
además una garza empollando sus huevos y al momento de recibirla ésta debería estar picando un cascarón; a
cambio ellos recibirían beneficios en su comunidad. Asimismo, los "tequiámatl" (papeles o registros de tributos),
fue un género de esos códices, relacionado con la administración pública dentro del Imperio Mexica.

Los aztecas se organizaron para facilitar la recaudación de impuestos, nombraron entonces a los "Calpixquis",
primeros recaudadores, quienes identificaban su función llevando una vara en una mano y un abanico en la otra.
La recaudación requería de "funcionarios" que llevaran un registro pormenorizado de los pueblos y ciudades
tributarios, así como de la enumeración y valuación de las riquezas recibidas. La matrícula de Tributos es uno de
los documentos más importantes de los códices aztecas dedicados a la administración y a la Hacienda Pública.

Había varios tipos de tributos que se daban según la ocasión, los había de guerra, religiosos, de tiempo, etc. Los
tributos a que estaban obligados los pueblos sometidos a los aztecas eran de dos tipos:

 1) En especie o mercancía (impuesto según provincia, su población y su riqueza).


 2) Tributos en servicios especiales que estaban obligados a prestar los vecinos de los pueblos sometidos.
Artículos alimenticios y materias primas, vestiduras de guerreros y de sacerdotes, mantas, cerámica y otros
artículos de artes menores formaban parte del tributo. Por un lado, cada anexión territorial significaba para los
aztecas incorporación de nuevas tierras pero al mismo tiempo el nacimiento de una nueva provincia tributaria.

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