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Primeras Páginas La Dama de Shalott

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LO S V ER S O S DE CO RD E L IA

57

La Dama
de Shalott
Primera edición en LOS VERSOS DE CORDELIA, junio de 2021
Título original: The Lady of Shalott, 1833
Edición basada en la publicada por Dodd Mead & Company Publishers, Nueva York, 1881

Edita: Reino de Cordelia


www.reinodecordelia.es
N P @reinodecordelia M facebook.com/reinodecordelia
Derechos exclusivos de esta edición en lengua española
© Reino de Cordelia, S.L.
C/Agustín de Betancourt, 25 - 5º pta. 24
28003 Madrid

El papel utilizado para la impresión de este libro, fabricado a partir de madera procedente de bosques
g

y plantaciones sostenibles, es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel reciclable

Traducción: © Luis Alberto de Cuenca y Prado, 2021


Prólogo: © Juan Luis Calbarro, 2021
Restauración de originales: Fernando Fuentes, 2021

IBIC: DCF
ISBN: 978-84-18141-47-8
Depósito legal: M-17626-2021

Diseño y maquetación: Jesús Egido


Corrección de pruebas: María Robledano

Imprime: Técnica Digital Press


Impreso en la Unión Europea
Printed in E. U.
Encuadernación: Felipe Méndez

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública


o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización
de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO
(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)
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La Dama
de Shalott
Alfred Tennyson
Ilustraciones de Howard Pyle
Traducción de Luis Alberto de Cuenca
Prólogo de Juan Luis Calbarro
Índice

INTRODUCCIÓN
«Y su nombre leyeron en la proa» 11
A Bibliografía selecta 21
Nota del traductor 23
Nota sobre la edición 25

LA DAMA DE SHALOTT 27
PARTE I 29
I 31
II 35
III 37
IV 41

PARTE II 43
I 45
II 47
9
III 49
IV 51

PARTE III 53
I 55
II 57
III 59
IV 61
V 65

PARTE IV 67
I 69
II 73
III 75
IV 77
V 81
VI 85

10
INTRODUCCIÓN
«Y su nombre leyeron en la proa»

AL Y COMO ES HABITUAL en la literatura universal, cuyos


infinitos vasos comunicantes permiten rastrear ecos e
influencias a través de los siglos y de los continentes, The
Lady of Shalott, probablemente el más célebre de los
poemas de Alfred Lord Tennyson (1809-1892), presenta una larga y
bien conocida genealogía que entronca, como buena parte de la obra
del inglés, con la tradición artúrica.
La misteriosa dama sin nombre de Tennyson aparece en varias
obras de ese ciclo entre los siglos XIII y XV. Desde el roman anónimo
La mort le roi Artu hasta la catalana Tragèdia de Lançalot, pasando
por las Cento Novelle Antiche toscanas y la colección de Sir Thomas
Malory Le Morte Darthur, nuestro personaje se encarna en diversos
avatares y a través de distintos enfoques.
Tennyson, por entonces un joven romántico que ignoraba que
años después sería nombrado sucesivamente poeta laureado y barón
por la reina Victoria, publica en 1833 su primera versión de The

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Lady of Shalott, y en 1842 la versión definitiva, revisada y mejorada.
El poeta había recogido esta hebra de la literatura occidental de
las novelle mencionadas, ya desnuda de todo lo no esencial, y le
había añadido elementos simbólicos y toda
su maestría rítmica y, con ello, un alcance
muy superior en la literatura universal. El
de Somersby dedicará aún todo un ciclo de
poemas al rescate de las leyendas artúricas,
Idylls of the King (1859-1889), en cuyo contexto
reaparecerá el personaje de la dama en el
poema Lancelot and Elaine.
La recreación de Tennyson supone una
ruptura importante en su estirpe. En su poema,
la dama sin nombre se despoja hasta el final
Lord Alfred Tennyson. de elementos narrativos y adquiere, en cambio,
otros de carácter simbólico y mágico que son ajenos a su tradición.
Permanece confinada en un castillo en la isla de Shalott, a la orilla
del río que conduce a Camelot, sin poder salir ni mirar por la ventana
en virtud de una maldición cuyo motivo desconocemos. Pasa su vida
tejiendo frente a un espejo en el que contempla «las sombras» de lo
que sucede al otro lado de la ventana, que luego recoge en sus tapices,
y los campesinos solo saben de su existencia por su canto. Sin embargo,
un día alcanza a ver el reflejo del caballero Lancelot pasando frente
a su ventana. Incapaz de resistir el impulso, se asoma a la misma y

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desencadena la maldición: el espejo se quiebra y sus tapices huyen
volando. A continuación, baja al río, escribe su título («Dama de Sha-
lott») en la proa de una barca a la que sube y se deja arrastrar por
la corriente. La maldición cursa su efecto y la dama languidece
mientras canta una luctuosa melodía. Cuando la barca arribe a Camelot,
su cadáver será admirado por Lancelot.
El enorme potencial simbólico del texto es cautivador, aproximando
el perfil de la dama de Shalott a otras mujeres protagonistas de la
literatura y el arte como Penélope o Pandora. Las interpretaciones
que de él se han hecho y se pueden hacer son múltiples, siendo
una muy frecuente la de la dama como alegoría del artista encerrado
en su torre de las ideas, apartado del mundo para la construcción
de su obra. Caracterizada como una artista que canta y teje, la dama
de Shalott permanece aislada como aquellos creadores que desprecian
el compromiso social en aras del arte. Al ser protagonizado por una
mujer que es artista y se transforma, ella misma, en obra de arte
para su muerte, el poema de Tennyson se convierte en un modelo
de esa concepción del arte como actividad de espaldas a la vida
práctica, los costes sociales asociados a la libertad del creador y la
posición social de la mujer. Algunos señalan la incompatibilidad entre
idealismo y poesía, por un lado, y realidad por otro; otros encuentran
pertinente la asociación entre el impulso poético y la maldición.
Frente a la interpretación centrada en el dilema entre vida y
arte, otros críticos han preferido enfatizar la dimensión social y

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política del poema, y han recordado que la cuestión de la mujer
estaba entre las preocupaciones de Tennyson, incluyendo su sexua-
lidad, la institución del matrimonio y su papel en la sociedad. El
aislamiento de la dama tennysoniana sería, así, reflejo del confina-
miento victoriano de la mujer al ámbito de lo privado, y sus palabras
justo antes de emprender su viaje («Estoy enferma de tantas sombras»)
un grito de rebelión. Reconduciendo la interpretación neoplatónica,
según la cual las sombras del espejo de Shalott representarían las
mismas sombras de la caverna platónica, se concluye que renunciar
a ellas supone renunciar al filtro idealista o ideológico de la moral
victoriana.
La muerte de la dama, según algunos, respondería al lado reac-
cionario del poeta: la búsqueda de Lancelot (del matrimonio) supon-
dría una forma de aniquilación para la mujer pero, también, cierta
resistencia del autor a cuestionar los esquemas patriarcales. El enfo-
que feminista aparece en numerosos críticos, incidiendo en elementos
como el aislamiento como reflejo del papel subalterno de la mujer
en la sociedad victoriana o la muerte como castigo por su rebelión
y su pérdida de la virtud.

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POR SU ARMONÍA, por su inmenso potencial evocador y por su contenido


ético y estético, La dama de Shalott ha originado durante los dos

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siglos siguientes a su publicación una abundante progenie en todos
los terrenos del arte. Ya gozó de enorme éxito entre sus artistas coe-
táneos, muchos de los cuales ilustraron antes o después las ediciones
de sus obras; cincuenta y cuatro de sus grabados ornaron, por ejemplo,
la edición de lujo de 1857. Entre ellos destacaron los miembros de
la Hermandad Prerrafaelita, que tomaron a la dama de Shalott como
uno de sus temas favoritos: Dante Gabriel Rossetti, William Holman
Hunt, John Everett Millais y Elizabeth Eleanor Siddal emplearon el
motivo tennysoniano en algunas de sus obras, siendo probablemente
Hunt el que recreó con mayor complejidad este personaje femenino
que simboliza el arte y la liberación de los corsés victorianos, pese
a que la presenta con el significado de la mujer caída por sus
pecados. Pintores victorianos posteriores le dedicaron sus obras,
como George Pinwell o John Atkinson Grimshaw, que incluso nombró
a todos sus hijos como a los protagonistas de los textos de Tennyson;
pero el que quizá ha interpretado con mayor éxito el poema de la
dama fue John William Waterhouse, epígono del prerrafaelismo, que
la hizo protagonista de tres de sus obras entre 1888 y 1915.
Ilustradores célebres como el francés Gustave Doré o el norte-
americano Howard Pyle iluminaron también el poema. A propósito
de Pyle, autor de los grabados que adornan la renombrada edición
neoyorquina de Dodd, Mead & Company (1881) y que ahora embellecen
la presente, se suele ponderar el hecho de que, siendo un artista
conservador por su forma de vida, canalizó su desbordante fantasía

15
La dama de Shalott (1888),
de John William Waterhouse.
a través de la ilustración, en un estilo decorativo que ha sido acer-
tadamente calificado de art nouveau temprano. Sus brillantes colores,
el uso de una técnica cercana a la línea clara y la integración de
capitulares y textos lo aproximan mucho a la sensibilidad contem-
poránea y al mundo del cómic. The Lady of Shallot fue el segundo
libro que ilustró; sorprende la maestría en una obra tan juvenil.
En la literatura, la huella de La dama de Shalott se ha impreso
con fuerza a lo largo de las décadas, como son los casos de Lucy
Maud Montgomery, en su exitosa Anne of Green Gables; D. H.
Lawrence en su relato La virgen y el gitano; o Agatha Christie en
una de sus novelas protagonizadas por Miss Marple, posteriormente
llevada al cine, The Mirror Crack’d from Side to Side. En el territorio
de la música registramos ya en vida de Tennyson obras inspiradas
en su texto. A finales del siglo xx descuella el bellísimo trabajo de
la artista canadiense Loreena McKennitt, a la que Luis Alberto de
Cuenca en alguna ocasión ha calificado muy atinadamente de «mujer
prerrafaelita post litteram». Así mismo, el compositor norteamericano
David Kronemyer ha experimentado sobre el texto del poema.
En cuanto a España y principalmente como vector de la tradición
artúrica, Tennyson influyó ya en vida en románticos como José
Zorrilla, que adaptó Los encantos de Merlín con ilustraciones de
Doré; pero su influjo llega más allá de su muerte: Vicente de Arana,
Gaspar Núñez de Arce, Juan Valera, Manuel Murguía, Miguel de
Unamuno, Jacinto Benavente, Benjamín Jarnés, Ramón Cabanillas

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o Álvaro Cunqueiro, entre otros, siguieron de uno u otro modo los
pasos del inglés. Juan Miguel Zarandona se ha encargado de señalar
estas conexiones.
Las traducciones de Tennyson, sin embargo, han sido escasas. En
1916 se publicó una antología en español realizada por varios traductores,
y posteriormente poemas suyos han sido incluidos en diversas antologías
colectivas de poesía inglesa. No será hasta 2002 que la editorial Pre-
Textos publique una selección y traducción del poeta andaluz Antonio
Rivero Taravillo, hasta hoy el esfuerzo más completo por dar una
visión de la poesía de Tennyson al lector español, precisamente bajo
el título La Dama de Shalott y otros poemas.
Por lo que se refiere en particular al poema The Lady of Shalott,
tuvimos que esperar a 1978 para disfrutar de una primera versión,
incluida por Luis Alberto de Cuenca en su libro Museo y que en
el presente volumen se presenta revisada y mejorada. De la tra-
ducción de De Cuenca cabe decir que es, sin duda, la que más
fiel se mantiene al ambiente mágico-alegórico y a la rítmica melodía
del original inglés, gracias entre otras cosas a la empeñosa pre-
servación de sus dos refrains en los versos quinto y noveno de
cada estancia.
De 2000 hasta la fecha se han publicado otras cinco traducciones
del poema. La influencia de este texto ya casi bicentenario llega
hasta hoy mismo: a lo largo de 2020 han publicado sendos poemas
con el título La dama de Shalott y enfoques muy diversos, pero

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ambos arraigados en el texto de Tennyson, el mallorquín Juan
Planas Bennásar y la gaditana Isa Pérez Rod. No serán los últimos
frutos de un árbol tan vigoroso.

JUAN LUIS CALBARRO


Madrid, 29 de diciembre de 2020

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Bibliografía selecta

A DE CUENCA, Luis Alberto, Museo, Barcelona: Antoni Bosch,


1978.
A F. HOWEY, Ann, Afterlives of the Lady of Shalott and Elaine
of Astolat, Londres: Palgrave Macmillan, 2020.
A LANDOW, George P. (editor), Ladies of Shallot: A Victorian Mas-
terpiece and its Contexts, catálogo de exposición, Providence:
Brown University Art Department, 1985.
A LE LAN, Nadège, La demoiselle d’Escalot [1230-1978], morte
d’amour, inter-dits, temps retrouvés, París: L’Harmattan, 2005.
A PSOMIADES, Kathy Alexis, Beauty’s Body: Femininity and Repre-
sentation in British Aestheticism, Stanford: Stanford University
Press, 1997.
A PURTON, Valerie y PAGE, Norman, The Palgrave Literary Dic-
tionary of Tennyson, Londres: Palgrave Macmillan, 2010.
A TENNYSON, Alfred, Poems, Londres: Edward Moxon, 1833.
B, Poems, Londres: Edward Moxon, 1842.

21
B, The Lady of Shalott, ilustraciones de Howard Pyle, Nueva
York: Dodd, Mead & Co., 1881.
A WOOD, Christopher, Victorian Painting, Boston: Little, Brown
& Co./Bullfinch Press, 1999.
A ZARANDONA, Juan Miguel, Alfred Lord Tennyson y la literatura
artúrica española de los siglos XIX y XX: traducción, manipu-
lación e intertextualidad, Zaragoza: Universidad de Zaragoza,
2001;
B, Recepción de Alfred Lord Tennyson en España: traductores
y traducciones artúricas, Valladolid: Universidad de Valla-
dolid, 2007.

Discografía selecta

A KRONEMYER, David, Tyger and Other Tales: English Romantic


Poetry Set to Music, Londres: JVC Records, 1996.
A MCKENNITT, Loreena, The Visit, Stratford: Quinlan Road, 1991.

22
Nota del traductor

R ECUERDO TODAVÍA como si fuese hoy mismo la primera vez que leí The
Lady of Shalott, el maravilloso poema de Alfred, lord Tennyson. Lo hice
en las páginas de una edición facsímil auspiciada por Scolar Press y
publicada en 1976. Me pasé los años setenta del siglo pasado viajando a
Londres compulsivamente. Eran los años de los almacenes Biba, consagrados
en su totalidad a la moda retro; del regreso de los prerrafaelitas, que
volvían para quedarse después de varias décadas de incomprensión y de
silencio; del éxito sin precedentes de Tolkien editado por Allen & Unwin,
una firma que tenía sus oficinas y su tienda al público en el número 40
de Museum Street; de la tienda de jerséis, atiborrada siempre de españoles,
que había en Great Russell Street, frente al British Museum; de los cines
en que se podía fumar, con cenicero individual en cada butaca; de Carnaby
Street y sus comercios rompedores, como surgidos de una de las crónicas
de Jerry Cornelius urdidas por el gran Michael Moorcock…
Era también la época de Scolar Press, una casa editora de facsímiles
baratísimos, que compré con voracidad y entre los que se encontraba la
edición ilustrada que publicó Moxon en 1857 de los Poems de Tennyson,
que incluía la versión definitiva, fechada en 1842 y compuesta por
diecinueve estrofas, de The Lady of Shalott. Yo estudié francés en el

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colegio, pero, entre los tres años que pasé como alumno en The English
House de la Plaza del Marqués de Salamanca, mi natural osadía y el
apoyo de amigos angloparlantes como Fernando Villaverde, fui traduciendo
poco a poco el poema artúrico tennysoniano y lo incluí en Museo
(Barcelona, Antoni Bosch, 1978), un libro misceláneo en el que reuní
algunos de los textos que eran mis favoritos entonces. The Lady of Shalott
continúa siéndolo hoy. De ahí esta reedición, profusamente corregida y
enmendada, de la versión que publiqué en aquel Museo textual que hoy
no se encuentra en ninguna parte.
La primera vez que se habló de semejante dama fue en Il Novellino,
recopilación anónima italiana del siglo XIII, contemporánea de Dante,
donde se habla de «la damigella di Scalot, che morí per amore di Lan-
cialotto del Lac» (ítem LXXXII de los cien de que consta la obra). La
última vez que se hable de ella será segundos antes del Juicio Final,
porque la maravilla que representan para la literatura universal las
diecinueve estrofas de The Lady of Shalott no tiene fecha de caducidad.
Agradezco a Juan Luis Calbarro su prólogo, y doy las gracias a Jesús
Egido, editor y propietario de Reino de Cordelia, por la excelente
maquetación del libro, por el tratamiento de las preciosas ilustraciones
de un jovencísimo y ya admirable Howard Pyle y, sobre todo, por su
probada complicidad y pertinaz benevolencia con todo lo que escribo.

LUIS ALBERTO DE CUENCA


Madrid, 8 de diciembre de 2020

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Nota sobre la edición

A EDICIÓN ORIGINAL de La dama de Shalott con la que


hemos trabajado, procedente de esa Capilla Sixtina biblio-
gráfica que es la biblioteca de Luis Alberto de Cuenca, tiene la
patina amarillenta del maquillaje del tiempo. El libro, fechado en
1881 e impreso en litografía, ha envejecido matizando de verde los
azules, apagando los rojos y avivando los amarillos. En un primer
momento pretendimos respetar esas huellas de la edad, pese a que
desvirtuara la realidad de los originales de Howard Pyle.
Según avanzaba nuestra edición, la idea inicial ha ido descar-
tándose por sí misma. Las páginas pares que acompañan cada una
de las estrofas, presididas por la capitular del texto inglés, e
ilustradas por Pyle, incluyen en caracteres góticos el texto del
poema, logrando que el dibujo se difumine y confunda. La ilustración
se pierde, al tiempo que dificulta la lectura del poema hasta el

25
punto de que a veces se convierte en un borrón ininteligible. Ni
Pyle ni Tennyson se merecían tan mala decisión, que desluce su
obra.
De común acuerdo con Luis Alberto, y en favor del poeta y
del artista plástico, decidimos borrar los textos que ensucian las
imágenes, restaurándolas. Esa labor minuciosa y delicada la ha
llevado a cabo Fernando Fuentes de manera admirable.
Por tanto, para que el trabajo del ilustrador pueda ser mejor
apreciado, optamos por privar a los originales de ese velo amarillento
fruto de los años y del envejicimiento del papel.
Aquellos que deseen recuperar en esta edición el maquillaje
que el tiempo ha aportado a la de 1881 solo deben ser pacientes.
Esperemos que dentro de 139 años esta edición haya ido envejeciendo
hasta parecerse como dos gotas de aguas a la que ilustró Pyle a
finales del siglo XIX.

EL EDITOR

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I

POR DONDE el río fluye, a ambas riberas,


dilatados plantíos de cebada y centeno
revisten hasta el cielo la campiña,
y, a través de los campos, un camino conduce
a la muy torreada Camelot;
las gentes van de un lado a otro,
contemplando los lirios, cómo florecen
sobre los bordes de una isla, allá abajo,
la isla de Shalott.

I
ON EITHER SIDE the river lie
Long fields of barley and of rye,
That clothe the wold and meet the sky;
And thro’ the field the road runs by
To many-tower’d Camelot;
The yellow-leaved waterlily
The green-sheathed daffodilly
Tremble in the water chilly
Round about Shalott.

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II

PÁLIDOS SAUCES, temblorosos álamos,


ligeras brisas que oscurecen y rizan
el agua, cuyas ondas para siempre discurren
abrazando a la isla que está en el río, y siguen
su fluir hacia Camelot.
Cuatro grises paredes y cuatro grises torres
se yerguen sobre el suelo verde de una floresta:
en esa isla silente vive aislada
la Dama de Shalott.

II
WILLOWS WHITEN, aspens shiver.
The sunbeam showers break and quiver
In the stream that runneth ever
By the island in the river
Flowing down to Camelot.
Four gray walls, and four gray towers
Overlook a space of flowers,
And the silent isle imbowers
The Lady of Shalott.

35
III

JUNTO A LA ORILLA, umbría por los sauces,


navegan las pesadas barcazas a remolque
de lentos percherones, y, sin pausa,
el esquife ligero de sedoso velamen
se desliza hacia Camelot.
¿Quién la ha visto agitar el aire con su mano?
¿Quién la ha visto asomada a la ventana?
¿Quién hay en el país que la conozca,
a la Dama de Shalott?

III
BY THE MARGIN, willow vei’d,
Slide the heavy barges trail’d
By slow horses; and unhail’d
The shallop flitteth silken-sail’d
Skimming down to Camelot:
But who hath seen her wave her hand?
Or at the casement seen her stand?
Or is she known in all the land,
The Lady of Shalott?

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