Religious Belief And Doctrine">
Fidelonoro 0072
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Fidelonoro 0072
Después de varios siglos en que se habían silenciado los profetas, de repente en el desierto
una voz resuena. Ya viene aquel que es verdaderamente el Evangelio de Dios, la buena
noticia del Padre. Por medio del bautismo en el Espíritu Santo ofrece el don de su perdón y
la comunión con Dios a todos los que saben esperarlo y recibirlo. En Jesús se realiza este
encuentro salvífico, ¡el gran acontecimiento de la historia!
Cuando leemos el Evangelio de hoy nos percatamos que la venida del Hijo de Dios al
mundo había sido preparada por la historia de la salvación y finalmente por san Juan
Bautista. A nosotros nos corresponde ahora hacer la preparación mediante una buena
disposición del corazón, tomándonos en serio los llamados que nos hacen el evangelista
Marcos, las voces de los profetas y la predicación de Juan Bautista.
En los domingos anteriores hemos recordado que el Señor viene a nuestro encuentro. Pero
su venida no tocará al hombre a pesar del hombre, sino que exige en cada persona algo así
como el movimiento de una danza, una conversión de la mentalidad y de la acción.
Entremos en el pasaje de este día para descubrir el itinerario que hay que recorrer para que
la preparación sea auténtica, completa, y a fondo.
1. El texto
Nos situamos en la introducción del evangelio según san Marcos. En este pasaje podemos
distinguir:
(1) El título y enunciado del evangelio según san Marcos (1,1)
(2) La introducción del ministerio de Juan en el ámbito del desierto, como realización de las
antiguas profecías (1,2-4)
(3) Un resumen de la respuesta de la gente ante la predicación de Juan (1,5)
(4) Una descripción de la persona de Juan: su atuendo y su alimento (1,6)
(5) El contenido de la proclamación del Mesías (1,7-8).
2. Profundización
El Evangelio de Marcos está todo él orientado hacia la confesión de fe, uno de sus hilos conductores
más importantes es la cuestión: ¿Quién es Jesús? Ya desde de las primeras líneas se empieza a
responder.
2.1. La voz del evangelista Marcos, quien presenta a Jesús como el Cristo e Hijo de Dios (1,1)
Marcos anuncia el comienzo de una “Buena Noticia” (=Evangelio). La expresión “Buena Noticia”,
es importante no sólo porque nos señala el carácter de mensaje, de anuncio que caracteriza la obra
(ver el v.4: “Apareció Juan proclamando...”; v.7: “Y proclamaba...”; incluso el v.14: “Y (Jesús)
proclamaba...”), sino también porque nos señala cuál es el ambiente dominante en el camino de
Jesús. Lo que va a suceder es realmente “bueno”, “bello”, “encantador” e inspira una atmósfera de
gozo.
Esto nos recuerda al mensajero alegre que anuncia la cercanía de Dios, como en Isaías 40,9:
“Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión.
Clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo.
Di a las ciudades de Judá: „Ahí está vuestro Dios‟”.
El contenido de la Buena Noticia es una persona, Jesús, quien es al mismo tiempo el proclamador
de ella. El tema central es la acción de Dios que transforma las situaciones negativas del hombre y
lo atrae hacia su proyecto salvífico.
Enseguida Marcos nos presenta dos títulos de Jesús, que retoman las dos confesiones de fe más
importantes del Evangelio: “Cristo” e “Hijo de Dios”.
Estas dos confesiones de fe del Evangelio delimitan claramente las dos grandes partes de la
obra: Jesús descubierto como Mesías (8,27-30) y luego como Hijo de Dios (15,39).
La voz de la Escritura resuena a través de dos citas bíblicas que el evangelista ha cosido y
actualizado en la persona de Juan Bautista. Estas han sido tomadas de Malaquías 3,1 (arreglada
según Éxodo 20,23) e Isaías 40,3. Marcos parece referirse a una única cita bíblica isaiánica (ver
1,2ª), sin embargo hay tres citas contenidas en el anuncio.
Esta primera voz que resuena evoca la voz ya extinta de los profetas y se centra en la persona de
Jesús, es él quien realizará el camino del Dios en la historia, él es el Señor.
2.3. La voz de Juan Bautista, el mensajero de los nuevos tiempos: Jesús vence el mal y nos
introduce en su comunión con el Padre creador
La “voz que clama (que grita) en el desierto” aparece históricamente en la persona de Juan, de
quien dos veces consecutivas se dice que “proclamaba” (1,4 y 7). El contenido de su anuncio es
la efectiva preparación del “camino del Señor” mediante el bautismo de conversión (1,4-5);
la presentación de la persona de Jesús, el que ya está a punto de comenzar a recorrer su
camino. Lo hace profetizando (1,7-8).
Mc 1,6, justamente el versículo central de la sección que describe la misión del Bautista, nos
presenta el ajuar y la dieta que caracterizaban al profeta como un nuevo Elías, es decir, el profeta de
los nuevos tiempos. Se describe así la vida austera del profeta, un estilo que también caracterizará a
los misioneros de Jesús (ver 6,8-9). Distingamos:
Su habitación: el desierto.
Sus hábitos: los del profeta Elías (2 Reyes 1,8), el cual el profeta (Malaquías 3,23)
anunció que iba a volver.
Su alimento: la de un asceta.
Su actividad: predicar la conversión y bautizar en las aguas del Jordán.
Pero una vez que se nos ha presentado a Juan con su atuendo y hábitos de profeta, lo que más quiere
subrayar Marcos es el contenido de su profecía acerca de Jesús (ver 1,7-8). El profeta de los nuevos
tiempos habla aquí por única vez en todo el Evangelio y sus pocas palabras son precisas y claras.
Todas ellas apuntan a una sola pregunta: ¿Quién es Jesús de Nazareth?
Destaquemos brevemente los tres rasgos que caracterizan a Jesús según la voz del profeta:
La expresión es casi un título y su sentido es: Jesús es el que viene recorriendo un camino que parte
de Dios y que conduce a Dios; Jesús es Dios que viene al encuentro de los hombres y solicita la
apertura del corazón para acoger su llegada.
Probablemente la expresión tenga un sentido todavía más profundo si la releemos desde la profecía
de Daniel 7,13: “He aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo del Hombre” (profecía
que el mismo Jesús citará en la pasión para confesar su identidad: “veréis al Hijo del Hombre...
venir...”, Mc 14,62).
Como hemos comentado antes, la profecía presenta a Jesús como Juez Escatológico, aquél con
quien todo hombre tendrá que confrontarse porque él el modelo, el paradigma del hombre. Pero
también la idea es presentarnos a un Jesús siempre en movimiento (como de hecho sucede a lo largo
del Evangelio: rara vez se sienta), expresando así la cercanía de Dios al hombre.
(2) “El que es más fuerte que yo” (v.7ª). Jesús es EL MAS FUERTE.
Inicialmente la frase podría ser entendida como que Jesús es un profeta más poderoso que Juan. Sin
embargo dentro del mismo Evangelio se nos da la pista: el fuerte es Satanás, el poder el mal que
impide la realización del hombre, desdibujando su rostro y arrastrando en contravía el proyecto
creador y salvífico de Dios para la humanidad.
Si bien Satanás es el fuerte, con un poder que todos de hecho experimentamos aunque no lo
personalicemos de esa manera, Jesús es el más fuerte: su poder es capaz de someter al que somete al
hombre.
Ante el pecado y todas las fuerzas del mal que experimentamos en la historia ha brotado una
esperanza. Para esto ha venido Jesús:
El primer milagro que Jesús realiza en el Evangelio es un exorcismo (ver 1,21-28). Su
primera enseñanza que es que ha venido a destruir el mal: “Un hombre poseído por un
espíritu inmundo... se puso a gritar: ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazareth?
¿Has venido a destruirnos?” (1,23-24). Y Jesús puede más que el mal, tiene autoridad
sobre él (ver 1,25-27).
En la controversia en la cual Jesús es acusado de ser un endemoniado, su respuesta es tan
lógica como contundente: “Nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si
no ata primero al fuerte” (3,27). Y eso es precisamente lo que Jesús realiza a través de sus
numerosos signos en el Evangelio.
Ante la extraordinaria grandeza de Jesús, a Juan no le queda más que declarar su pequeñez: “Y no
soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias” (1,7b).
(3) “Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo” (v.8).
Jesús es el que BAUTIZA CON ESPIRITU SANTO.
La contraposición entre Juan y Jesús ahora es más clara, con todo ello se pretende que descubramos
la grandeza de la misión de Jesús. Notemos los acentos del texto:
El bautismo de Juan aparece como un bautismo pasado, cuya finalidad ha sido cumplida: sellar y
validar ante Dios la actitud de conversión pecados de aquellos que abrieron su corazón ante el
mensaje (ver 1,4-5).
Ahora, el bautismo de Jesús, que no es un rito sino la experiencia del camino, completa lo que le
que le falta al de Juan: el perdón de los pecados. Ese es el sentido de la expresión “bautizar”
(=sumergir) “con Espíritu Santo” (=en la realidad de Dios mismo), indica que en ella se ha
eliminado la barrera que separaba al hombre con Dios y que ambos viven ahora una perfecta
comunión. Es en esta unión que el hombre crece y madura para la vida nueva en Dios.
El mismo Espíritu que “impulsó a Jesús al desierto” (1,12), impulsa también al cada hombre que se
hace discípulo por los caminos de Dios trazados por el ministerio terreno de Jesús de Nazareth.
En Mc 3,28-29, Jesús señala la relación estrecha que hay entre el bautismo en el Espíritu y el
perdón de los pecados: Dios desea perdonar todos los pecados y ninguno supera su poder (El es “el
más fuerte”), sin embargo el cerrarse libre y conscientemente a la acción del Espíritu Santo
(blasfemia contra el Espíritu Santo), que es la acción creadora de Dios, no tiene posibilidad de
perdón, porque él mismo es el perdón.
Lo que llega primero a los oídos es, efectivamente, la voz; pero después de la voz, o mejor,
juntamente con ella, es la palabra que penetra el oído. Fue así que Juan anunció a Cristo.
Veamos, pues, qué es lo que la voz anuncia acerca de la Palabra. Ella dice: „Preparen el
camino del Señor‟. ¿Qué camino debemos preparar para el Señor? ¿Por ventura será un
camino material? ¿Para qué sirve un camino de esos para que pase la Palabra de Dios?
¿No habrá que preparar antes para el Señor un camino interior y disponer nuestro corazón
con caminos rectos y planos?
Es a través de este camino que el Verbo de Dios entra y ocupa su lugar en el corazón
humano capaz de acoger.
[…] Preparen un camino para el Señor observando una conducta honesta; allanen sus
sendas con obras dignas, de manera que el Verbo de Dios camino en Ustedes sin encontrar
obstáculo y les de el conocimiento de sus misterios y de su adviento. Es a Él a quien
pertenece la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.”
(Orígenes, Ev. Lc. 21.2)
3.1. ¿Quién es Jesús según la primera línea del Evangelio de Marcos? ¿Por qué se le dan
esos títulos? ¿Qué implica para un discípulo confesar a Jesús de esa manera?
3.2. ¿Cuál es el mensaje del texto de Isaías que es citado?
3.3. ¿Por qué Juan aparece en el desierto? ¿Qué idea nos da de Juan?
3.4. ¿Cuál es la forma concreta como Juan prepara la venida del Mesías?
3.5. ¿Qué dice Juan Bautista acerca de Jesús? ¿Qué puedo esperar de él, en su venida a mi
vida?
Quien vive cerca de un desierto se acostumbra a verlo siempre así y se resigna. Así mismo
sucede con nuestros pecados y con los de los otros. Igualmente, cuando una expectativa se
prolonga, viene el cansancio y se echa para adelante casi por inercia, así sucede con
nuestros compromisos con la sociedad. La voz que clama en el desierto nos dice que sí es
posible cambiar, que Dios abre caminos donde parece imposible.
Es así como Juan predica el regreso a los caminos de Dios para un pueblo necesitado del
perdón.
El punto está en aceptar que lo necesitamos, que creamos que podemos transformar el
desierto (o los desiertos). La conversión no es una auto-tortura ―como quizás alguno
podría imaginar―, más bien es la maravillosa aventura de aceptar participar en la
creación de Dios que se realiza en nosotros mismos y que apunta a la calidad de vida en la
sintonía de proyecto de vida con Dios.
Tomado de A la Escucha del Maestro. Diciembre: “Aparece una gran luz” (Paulinas,
Bogotá 2003)
Anexo 2
Pistas generales sobre las otras lecturas
El profeta Isaías anuncia al pueblo oprimido una liberación. Los cautivos podrán volver a
casa. El Señor mismo vendrá a la cabeza del cortejo. Juan Bautista grita: preparen el
camino del Señor. En la persona de Jesús, el Señor viene. El salmista nos dice que viene a
traer la paz. Pablo completa: el Señor vendrá y nos traerá el cielo nuevo y la tierra nueva
donde habita la justicia.
En el año 538 aC, el edicto del rey Ciro marcó un giro en la historia de Israel. El rey persa,
quien acababa de someter a Babilonia, le permitió a los exiliados judíos que volvieran a
casa.
Un profeta anónimo, mejor conocido hoy como el “Segundo Isaías”, quien vivió dos siglos
después del primero, describió con entusiasmo el regreso de los cautivos. Vio una gran
procesión a través del desierto, un nuevo éxodo. Y a Dios mismo a la cabeza del cortejo,
como un general victorioso. La creación entera entró a participar en la fiesta: desenvuelve
un tapete rojo bajo pasos de su creador. El regreso asombró a todos los pueblos. Ellos
comprendieron que el Señor no había sido vencido con la caída de Jerusalén. Fue él quien
permitió este castigo porque el pueblo había pecado. Pero él los perdonó. su pueblo halló el
favor de su Dios. A través de todo esto “se revelará la gloria del Señor (Yavhé), y todo
criatura a una la verá. Pues la boca del Señor ha hablado” (40,5).
A estos acentos triunfantes se mezcla una pequeña música tierna y dulce. El Señor marcha a
la cabeza de su pueblo, como un pastor que aprieta contra su corazón a los corderitos más
frágiles, como un pastor que “trata con cuidado a las paridas”.
Este texto describe las principales cualidades de Dios: la fuerza y la ternura de Dios, la
fidelidad a su Alianza.
Hablando en nombre del Señor, un poeta se dirige al pueblo para entregarle un mensaje de
felicidad. Anuncia una intervención de Dios que traerá la paz. Cielo y tierra se van a
aproximar. La gloria de Dios, que irradia normalmente al cielo, viene a brillar sobre la
tierra. El mensaje encuentra su realización en la noche de Navidad, cuando los pastores de
Belén y el ejército celestial, al cantar la gloria de Dios, sean envueltos por una misma luz
que viene del cielo.
En la segunda estrofa, cuatro realidades misteriosas se encuentran y se estrechan en un gran
torbellino que une el cielo y la tierra. Son cualidades divinas a las cuales el orante les da
figura humana. Brotando de la tierra o colgando de lo alto de cielo, todos se encuentran en
el punto que uno a los hombres a Dios.
La tercera estrofa desarrolla la misma idea. La Alianza entre Dios y los hombres se
manifiesta en un don recíproco. El Señor concede sus beneficios, la tierra le responde
dándole su fruto. La justicia marcha entonces sobre la tierra. El sueño del profeta alcanza el
del profeta Isaías.
En Navidad Cristo ha venido a traerles la paz a los hombres que Dios ama.
La segunda carta de Pedro, quizás redactada a comienzos del segundo siglo después de
Cristo, bajo el seudónimo del Apóstol, responde a aquellos que preguntan: “¿Dónde queda
la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al
principio de la creación” (2 Pedro 3,4).
Después afirma claramente que “el día del Señor llegará” (v.10) conmocionando todo.
En consecuencia, hay que vivir “en santidad y piedad” (v.11), siempre con la impaciencia
de la venida (“esperando y acelerando”, v.12). He aquí la esperanza: “Esperamos, según
nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (v.13).
(J. S. – F. O.)
Anexo 2
Para los animadores de la liturgia dominical
I
Hace cuarenta años, el Concilio Vaticano II promulgó la Constitución dogmática “Dei
Verbum”, por medio de la cual nos animaba a recibir a Jesús tanto en la mesa de la Palabra
como en la del Pan. Para favorecer la lectura de las Escrituras, en la reforma post-conciliar
se propuso una nueva manera de aproximarse a los textos a través de la liturgia dominical:
la lectura casi continua de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) en un ciclo de
tres años. Hoy comenzamos la lectura del Evangelio de Marcos.
Meditemos la primera frase del Evangelio. En toda obra literaria, la primera frase es
importante: da el tono del conjunto de la obra. El autor llama a su texto “Evangelio”. Esta
palabra no designa solamente un género literario particular sino también un mensaje. Un
mensaje de felicidad.
Marcos emprende la tarea de relatar una historia que le dará alegría al corazón de aquellos
que la escuchen. Esta historia concierne, en efecto, a Jesús muerto y resucitado, vivo en
medio de su Iglesia. No se trata de una obra de ficción o de un conjunto de reflexiones
piadosas o filosóficas sino de un relato que pone nuestra mirada sobre un hombre que
realmente existió y que continúa viviendo a la derecha de Dios: Jesús de Nazareth.
II
La figura del Precursor se nos propone con gran destaque, sobre todo en los domingos 2º y
3º de Adviento. En las Iglesias, donde se venera a Juan Bautista, es una buena ocasión para
fijarse más en él. También se aconseja poner un afiche (o similar) en los lugares que dan
acceso al Templo. Finalmente, la valoración de su mensaje, podría inspirar todo el acto
penitencial. Se sugiere el rito de la bendición y aspersión del agua en memoria del
bautismo. Otra alternativa es la fórmula C del Acto Penitencia: variando las frases breves
que amplían la invocación a Cristo y sustituyéndolas por otras igualmente breves,
inspiradas en las lecturas de este día.
III
La solemnidad de la Inmaculada Concepción se inserta felizmente en la dinámica de la
preparación del Adviento, como un momento significativo de la historia de la salvación.
Esta perspectiva, más que la de una consideración aislada de los privilegios de María,
deberá atraer la atención de la asamblea litúrgica. En muchas comunidades, la solemnidad
es celebrada bastante realce. En los lugares donde es patrona, sugerimos en canto de las
Vísperas. También sugerimos destacar su imagen. Tengámoslo presente: el Adviento es el
mes mariano más hermoso de todo el año litúrgico. Es un tiempo particularmente apto para
que entremos en el misterio de la Virgen Madre.
IV
Para los lectores.
Sugerimos familiarizarse primero con el contenido de las lecturas (ver el anexo anterior).
Primera lectura:
Exige tres voces (no queremos decir tres lectores, sino tres entonaciones): narrador, Dios y
otro. El texto, en realidad tiene cuatro voces. Con todo, no se trata de representar sino de
hacer una lectura expresiva. El impacto de la narrativa es más expresivo y más adecuado a
la proclamación litúrgica (simbólica) que a su alegorización.
Segunda lectura:
El texto propuesto se puede subdividir en tres secciones: (1) Desde “No olviden que para el
Señor un día es igual que mil años…”. (2) Desde “El día del Señor llegará como un
ladrón…”. (3) Desde “Y esperando también…”. Una lectura pausada y una articulación
cuidadosa de todas las sílabas, sin alterar la acentuación de la palabra, sino emitiendo
claramente las sílabas átonas y sin dejar caer el tono de la voz, resulta en una proclamación
magnífica.
La segunda sección exige una preparación cuidadosa, atendiendo a su carácter épico.
Entrene bien las palabras: desaparecerá, consumirá, desintegrar, deshaga, derritan.
Hay palabras o expresiones con una fuerza especial: ladrón, estruendo, fuego consumirá.
Siéntalas en sus labios y en sus oídos.
Nota: las citas están tomadas del Leccionario colombiano (traductores: P. Pedro Ortiz sj y
Germán Correa op).
(V. P. – F. O.)