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Tema 2

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TEMA 2: FREGE (1848-1925)

PUNTO 1: EL DESARROLLO DEL PROGRAMA LOGICISTA


Podríamos considerar a Frege como el primer filósofo que desarrolla un análisis de la
exteriorización lingüística del pensamiento, a pesar de que otorga una prioridad al
pensamiento sobre el lenguaje. Podemos distinguir tres etapas en el pensamiento de
Frege. La primera llegaría hasta 1890 e incluiría Conceptografía (Begriffsschrift, 1879)
como obra fundamental, junto con los Fundamentos de la aritmética. Aquí Frege se
propone fundamentar el concepto de número y las leyes de la aritmética en una lógica
pura. Se anticipan aquí los elementos fundamentales de la segunda etapa: la nueva
concepción de las nociones de función y objeto (en las que los conceptos y las relaciones
no son sino casos especiales de funciones
concebidas como referencias de expresiones
instauradas) y su nueva teoría del juicio. En esta,
Frege se ve obligado a prestar atención a la aserción
de enunciados y a la función designativa de las
expresiones. Cuando trata de extender sus ideas
descriptivas a contextos intensionales, se da cuenta
de que el principio de sustitución uniforme no es
válido solo si consideramos los referentes. Por ello,
introduce el concepto de sentido para explicar el
significado en contextos intensionales. Estos
elementos teóricos se convierten en centrales para la
nueva teoría semántica con la que se “inaugura” la
filosofía del lenguaje del siglo XX, y que encuentran
su exposición más acabada en el ensayo Sobre
sentido y referencia de 1892. Por último, una tercera
etapa, a partir de la publicación de Leyes
fundamentales de la aritmética y el descubrimiento
por parte de Russell de una paradoja formal de la Conceptografía, Frege fue
aproximándose a un idealismo del significado que afirmaba un tercer reino, el de lo
objetivo no real al cual permanecerían los conceptos en tanto que referencias de las
expresiones conceptuales.
Aunque este tema estará dedicado en su exclusividad a Sentido y referencia,
desarrollaremos muy brevemente algunos puntos fundamentales de Conceptografía.
Frege desarrolla un lenguaje que fuera decisivo para el control y la conformación del
pensamiento matemático, es decir, una lógica clásica de segundo orden con identidad.
Con esta lógica Frege no pretendía describir el lenguaje corriente al uso, sino las
estructuras invariantes o pensamientos que pueden representarse en ese lenguaje
conceptográfico especialmente constituido para ello pero que también pueden descubrirse
en el lenguaje corriente. Existe en Frege, por tanto, una conexión muy estrecha entre
lógica y filosofía del lenguaje. La lógica abandona el psicologismo habitual, y Frege
admite que la lógica estable las normas de la inferencia correcta. De ahí que desarrollara
un lenguaje formal que había de servir para la formulación de las leyes y la inferencia sin
ambigüedades.

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Los puntos fundamentales sobre los que asentar las importantes aportaciones de Frege
son: creación de un lenguaje artificial que permita controlar los procesos de inferencia,
consideración del enunciado como elemento semántico mínimo de significado, y una
teoría de verdad basada en valores para una función.
1. La creación de un lenguaje artificial se inscribe en una larga tradición filosófica,
en la que podemos encontrar a Leibniz y su Characteristica Universalis como
primer exponente. El lenguaje de la lógica permitiría, según Frege, calcular con
precisión la validez de los procesos de inferencia. Con ello, Frege se disponía
incorporar las leyes básicas del pensamiento en una forma completamente
transparente, sin la indeterminación que conlleva su expresión en el lenguaje
natral. Inscrita en esta línea, su Conceptografía se diferencia de proyectos
anteriores en un punto esencial: el punto de partida no serán los conceptos, sino
los juicios. A pesar de que hay debate sobre si pueden separarse una oración
aseverativa de su contenido de verdad, parece que Frege utiliza juicio para
referirse indistintamente a ambas. En este tema utilizaremos juicio y enunciado
de manera indistinta.

2. Esta característica le brinda a Frege la posibilidad de extraer consecuencias


importantes para su teoría semántica, y es que la unidad mínima de significado ya
no será la palabra, sino el juicio. Los juicios abandonaran la tradicional relación
que unía lógica y gramática a través de la relación semántica entre sujeto y
predicado como términos gramaticales. Los juicios, a su vez, podrán ser
descompuestos en dos partes, una de las cuales está completa en sí misma,
mientras que la otra precisa de complemento, es decir, no saturada. La expresión
incompleta será, generalmente, el predicado, pero lo fundamental es que el sujeto
deja de ser considerado como el elemento central de la oración, que pasa a ser
concebido como la articulación de uno o más elementos alrededor de tal
predicado.

3. El siguiente punto es el traslado del valor semántica del predicado gramatical al


de la distinción función/objeto. Desde la perspectiva de la filosofía del lenguaje,
se puede entender que es una división que se aplica, en particular, a los
enunciados. Para Frege, las expresiones de función no designan dada, sino que
solamente se aplican. El signo de una función nunca está saturado, necesita ser
completado por medio de un signo numérico, que llamamos argumento de la
función. Frege insiste, por ejemplo, en que en una expresión del tipo y=F(x),
cuando se aplica la función F a la variable x, que se denomina argumento, se
obtiene el valor y, que es el valor de la función. Por tanto, Frege señala que “el
argumento no forma parte de la función, sino que constituye, junto con la función
un todo completo; pues la función, por sí sola, debe denominarse incompleta,
necesitada de completo o no saturada. Y ésta es la diferencia de principio que hay
entre funciones y números.

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La distinción entre argumento y función también es aplicable a las oraciones y a
los sintagmas nominales. Por ejemplo, “Si descomponemos la expresión “la
capital del Imperio Alemán”, las partes “la capital de” e “Imperio Alemán”, con
lo cual considero dentro de la primera parte la forma de genitivo, resulta que esta
primera parte es no saturada, mientras que la otra es completa en sí misma. Según
lo antes dicho, llamamos pues a la capital de x la expresión de una función. Si
tomamos como argumento suyo el Imperio Alemán, obtendremos, como valor de
la función, Berlín”.
PUNTO 2: SENTIDO Y REFERENCIA (1892)
Sentido (Sinn) y referencia (Bedeutung) constituyen las dos categorías básicas de la
distinción semántica fundamental introducida por Frege para dar cuenta de la noción
(preteórica) del significado. Que hay tal distinción forma parte de los presupuestos de
Frege: no intenta una demostración teórica, sino que es una hipótesis que Frege va a
intentar ir confirmando en el curso de su investigación. Para introducir ambas categorías,
ilustra con un ejemplo su presupuesto. Se trata del caso de enunciados de igualdad, donde
el enunciado expresa el juicio de que dos elementos son iguales entre sí. Si la igualdad ha
de entenderse como una relación entre objetos, entonces lo que diferencia a los dos
enunciados “a=a” y “a=b”, supuesto su valor de verdad, es el modo de designación de
dicho objeto. También se pone el famoso ejemplo en el lenguaje natural de “el lucero del
alba es el lucero de la tarde”, dos designaciones que hacen referencia a Venus.
Así pues, podemos definir al sentido como un contenido descriptivo asociado con ese
nombre, el contenido constituido por el conjunto de predicaciones que dan condiciones
necesarias, y conjuntamente suficientes, para la identificación del referente de ese
nombre. Frege pretende, por tanto, introducir, a través del lenguaje, una teoría de la
validez epistémica: el enunciado “a=b”, se puede entender como un enunciado que afirma
que dos modos de expresión diferente (a y b), refieren a un mismo objeto. La relación de
identidad une el sentido de cada uno de los signos, indicando que a tales sentidos les
corresponde una misma referencia. Cabe señalar que con el término referencia, Frege
generalmente designa dos cosas: tanto un referente extralingüístico como la relación
semántica entre un nombre y su referente.
Con ello se está introduciendo la triple distinción semiótica fundamental de signo (palabra
o expresión lingüística) / sentido (modo de darse una designación o referencia)/ referencia
del signo o expresión (lo designado). Es importante adelantar aquí que esta definición de
Frege ha de situarse en el marco de su principio de composicionalidad: el valor semántico
de las expresiones lingüísticas que son partes de un juicio, tanto en la dimensión del
sentido como en la de la referencia, va a consistir en su contribución al valor semántico
de ese juicio.

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1. Frege aplica en primer lugar la triple distinción semiótica a los nombres o
expresiones nominales. Precisa que entiende por nombre “cualquier designación
(…) que represente un nombre propio, cuya referencia se por tanto un objeto
determinado (tomando esta palabra en un sentido amplio)”. Frege aquí introduce
una noción importante. La categoría de nombre propio, que es en principio una
categoría gramatical, se define ahora mediante un criterio lógico-semántico: ello
supone introducir la distinción entre nombre propio gramatical y nombre propio
en sentido lógico. Frege introduce un carácter normativo para el uso del nombre
propio, que, como veremos, trae no pocos problemas cuando se aplica en
contextos intensionales:

• En lo relativo a la referencia de las expresiones que aparecen como nombres,


estas no están presentes necesariamente en el lenguaje natural fáctico y que
habrán de postularse como necesario en un lenguaje perfecto.

• Un segundo requisito es el que Frege enuncia después. Para cada expresión, el


sentido debe ser único: para cada referencia conocida, dado un sentido (un
modo de designación), ha de ser posible indicar si el sentido le pertenece. La
relación signo-sentido-referencia debería ser, por consiguiente, unívoca, si
bien sí es admisible que una misma referencia venga dada por varios sentidos,
correspondientes a su vez a distintas expresiones.

2. La sencillez aparente de la cuestión encubre problemas filosóficos lingüísticos


complejos. El principal problema corresponde a la entidad del nombre propio

• El nombre propio gramatical: Para Frege, los nombres propios gramaticales


son tanto las expresiones nominales que designan un objeto mediante un
artículo determinado (El alumno de Platón) y los nombres propios en sentido
fuerte (Aristóteles), llamando nombres propios a los primeros y auténticos
nombres propios a los segundos. El principal problema aquí es que señala que
“el sentido de un nombre propio lo comprende todo aquel que conoce
suficientemente el lenguaje o la totalidad de las designaciones que le
pertenecen”.

Frege está haciendo depender la captación del sentido asociado con una
expresión del conocimiento del significado lingüístico que tiene cualquier
hablante. Con ello, expresiones en contextos extensionales como “2+2” o “22”
poseen la misma referencia, pero esto no sucede con los nombres propios en
sentido gramatical. La situación ideal de relación unidireccional no está clara
en los “auténticos nombres propios”. Con ello, está recuperando para la noción
de sentido la comprensión pre-reflexiva que su definición anterior parecía
marginar, y haciendo los que sentidos sean dependientes de las categorías
semánticas contingentes. Así pues, cuando tratamos de mostrar la relación
unívoca entre signo-sentido-referencia en el lenguaje natural (tomando los
nombres propios gramaticales) se dan dos problemas de índole diferente,
aunque están estrechamente relacionados:

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o El primero es lo que denomina la oscilación del sentido: distintos
hablantes pueden asociar diferentes sentidos a una misma expresión.
En este punto Frege observa que ello no es censurable en el ámbito del
lenguaje natural, suficiente para las finalidades prácticas de
comunicación cotidiana, pero que han de tratar de evitarse en el
lenguaje perfecto. Ello podría interpretarse como que, para ese
lenguaje conceptográfico, el sentido asociado con un nombre debería
comprender el conjunto exhaustivo de todas las atribuciones posibles
que corresponden a la referencia, al menos en los términos precisados
por Frege: debería ocurrir que, dado un sentido, fuera posible decir si
pertenece a la referencia.

o El segundo problema es el de la referencia impropia: Pueden darse, en


efecto, múltiples referencias para un mismo nombre o, incluso,
expresiones que carezcan de referencia. Para Frege, la manera de
solventar este problema es diferenciar el nombre (que para Frege es
una expresión saturada, completa y objetiva) de las representaciones
subjetivas que tiene cada hablante, llamando a estas últimas
representaciones (valga la redundancia).

• Descripciones definidas: Junto a esto, Frege añade dos tesis más a su


semántica: que la unidad mínima es el enunciado simple porque éste da
expresión a un pensamiento verdadero, y una concepción no epistémica y
“redundantista”. Al extender las categorías de sentido y referencia a las
expresiones enunciativas simples (que son expresiones saturadas), Frege
aplica implícitamente-solo más adelante lo hace explícito-dos principios
lógicos: el principio de composicionalidad y el principio de sustitubilidad
salva veritae, o sustitubilidad salvaguardando la verdad. Esto le permite
concluir que el pensamiento expresado por el enunciado ha de constituir su
sentido y que ha de admitirse, como su referencia, su valor de verdad. Para
Frege la verdad no es, como para Tarski, un predicado de segundo orden, sino
que es un valor otorgado a las variables de una función. Para Frege “la
afirmación de la verdad descansa (…) en la forma de la oración aseverativa”.

A esta oración aseverativa Frege la llama juicio. La originalidad aquí es que


el juicio no es la mera concepción de un pensamiento, sino el reconocimiento
de su verdad. Frege está ligando esta tesis de teoría del conocimiento con la
tesis filosófico-lingüística del estatuto que cabe asignar a los enunciados como
unidades mínimas de significado y punto de partida para el análisis de los
valores semánticos de las expresiones componentes. Los sentidos de éstas se
explican en términos de su contribución al valor de verdad del enunciado. La
atribución implícita de un valor de verdad al enunciado descansa en la forma
lógica de éste, lo que pone de manifiesto la conexión interna existe entre
significado y verdad. A diferencia de lo que Frege proponía con respecto a la
conexión entre el nombre y su referencia, la verdad ya no cae del lado de esta
(la referencia), sino que se sitúa en un plano estrictamente semántico-formal.

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• Oraciones subordinadas de carácter inferencial, desiderativo, etc…, llamadas
por Frege oraciones de actitud proposicional: el sentido y la referencia aun
pueden extenderse a enunciados complejos. La segunda mitad del texto se
centra en un estudio de los casos de oraciones relativos sustantivadas y
relativas restrictivas, para lo que Frege recurre a la noción de referencia
indirecta. Se trata de un intento de Frege de extender su análisis al caso de
enunciados complejos del lenguaje natural.

Este análisis de Frege introduce el problema de los contextos oblicuos, que


son aquellos en los que falla el principio de sustituibilidad. Este es el caso de
las citas, o de lo que se conoce como oraciones de actitud proposicional. Frege
se ocupa, en particular, de enunciados complejos subordinados, como
“Copérnico creía que las órbitas de los planetas son circulares”. Frege
establece que, en estos contextos referencialmente opacos, las expresiones
componentes no tienen su referencia directa o habitual, sino lo que llama su
referencia indirecta: ésta coincide con lo que sería el sentido habitual de la
expresión de la oración.

PUNTO 3: LA EXTENSIÓN DE SENTIDO Y REFERENCIA A LAS


EXPRESIONES DE CONCEPTO Y LAS NOCIONES DE OBJETO Y FUNCIÓN
Frege analiza, en trabajos posteriores a Sentido y referencia, un conjunto de expresiones
lingüísticas: las llamadas expresiones de concepto o expresiones conceptuales, que son
expresiones predicativas. Aquí se extienden las nociones de sentido y referencia a este
tipo de expresiones, lo que ha permitida algunos conocedores del pensador alemán como
Thiel hablar de una contaminación ontológica de su semántica. Para recomponer el marco
general de este problema, es preciso tener en cuenta los ensayos Función y concepto y
sobre concepto y objeto y Lógica. El análisis lógico de los enunciados asertivos permite
extender las nociones de objeto y función: “es posible pensar en las relaciones
enunciativas en general como divididas en dos partes, de las cuales una está completa en
sí misma y la otra requiere de compleción, es no saturada”. Y “si hemos admitido sin
restricción de este modo objetos como argumentos y como valores de verdad, es preciso
preguntarse a qué se está llamando objeto. Objeto es todo lo que no es función, cuya
expresión no lleva consigo, así, ninguna proposición vacía”. La investigación semántica
de Frege, descrita de modo esquemático, incluye los siguientes resultados finales.

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Las categorías semánticas sobre las que se interpretan las expresiones lingüísticas y que,
por tanto, constituyen legítimamente sus referencias, son
1. Función, cuya expresión contiene lugares vacíos es no-saturada

• Concepto: es una función unaria, que al ser saturada arroja como valor un valor
de verdad

• Objeto: su expresión está saturada, no precisa compleción

2. Aplicado lo anterior a las expresiones lingüísticas, resulta lo siguiente

• Un nombre en sentido lógico nombra un objeto

• Un enunciado, una oración enunciativa completa, no contiene lugares


vacíos y, por consiguiente, su referencia es un objeto: los valores de verdad
son objetos.

• Una expresión conceptual, por el contrario, contiene un lugar vacío. Son


ejemplos de expresiones conceptuales “… conquistó las Galias”, “…mató
al padre de Edipo”, “la capital de…” Para Frege, términos generales como
Caballo o verde también son expresiones conceptuales.

3. Las relaciones semánticas fundamentales son

• La relación de caer un objeto bajo un concepto

• La relación de subordinación de un concepto a otro.

La referencia de una expresión conceptual es, para Frege, el propio concepto, y no el


dominio de la expresión funcional interpretado o la clase de objetos que caen bajo el
concepto. Lo importante es que, frente a la solución que parece ofrecerse como la más
simple y que ha sido seguida después en el contexto de la lógica formal, la asunción por
parte de Frege del principio del contexto como una tesis fundamental de la teoría del
sentido parece condicionar un tipo de contaminación ontológica de la semántica, que se
expresa en el postulado de un ámbito de lo objetivo-no-real en el cual se integran los
conceptos como referencia de las correspondientes funcionales.

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PUNTO 4: LA DIFICULTAD DE LA EXTENSIÓN DE SENTIDO Y
REFERENCIA A LOS CONTEXTOS INTENSIONALES
Tanto el principio de composicionalidad como su corolario, el principio de sustitución
uniforme, presuponen que el lenguaje es extensional (es decir, que podemos sustituir
términos co-referenciales sin alterar el valor de verdad del enunciado en el que se
integran). Pero el lenguaje natural no lo es: en los llamados contextos intensionales, la
sustitución de expresiones co-referenciales entre sí altera el valor de verdad del
enunciado. Esto se manifiesta, de una manera típica, en el caso de las oraciones de actitud
proposicional (aquéllas que atribuyen un estado psicológico con un determinado
contenido a alguien). Se plantea entonces el problema de cómo extender la teoría a estos
contextos intensionales.
1. Oraciones subordinadas en contextos intensionales

Podemos analizar los siguientes ejemplos como un caso en que se compone el


significado de la oración enunciativa subordinada con el de otras expresiones para
obtener el significado total del enunciado compuesto que las integra. El análisis
se mantiene, inicialmente, en el nivel semántico de la referencia de los dos
enunciados, es decir, lo que toma en consideración son sus valores de verdad. Lo
que el principio de composicionalidad exige es que el valor de verdad final del
enunciado compuesto sea función del valor de verdad de la oración subordinada.
Veamos tres ejemplos y su correspondiente análisis semántico. (Convención
notacional: E representa el enunciado principal, y entre paréntesis se indica el
valor de verdad de la oración enunciativa subordinada; tras el signo de igualdad
se indica el valor de verdad que resulta para el enunciado completo)

Copérnico creía que [las órbitas de los planetas son circulares].


E ([Falso]) = [Verdadero]

Copérnico creía que [el sol ocupa el centro del universo].


E ([Verdadero]) = [Verdadero]

Copérnico creía que [las órbitas de los planetas son elípticas].


E ([Verdadero]) = [Falso]

Los casos 1 y 2 ponen de manifiesto que un cambio de valor de verdad en la


oración subordinada no impide que el valor de verdad final del enunciado
compuesto se mantenga constante, en contra de lo que intuitivamente podríamos
esperar del principio de sustitución. Pero aquí, en realidad, aún no podríamos decir
que el principio no se cumple. Donde la dificultad se hace “letal” es en los casos
2 y 3, pues aquí el valor de verdad final del enunciado compuesto ha dejado de
ser función del valor de verdad de la oración subordinada componente: la función
de significado que define el valor de verdad ha dejado de cumplir la exigencia de
unicidad que define a una función, pues al tomar idéntico argumento, [Verdadero],
arroja dos resultados distintos, [Verdadero] en el caso 2 y [Falso] en el caso 3.

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Esto es lo que no debería ocurrir, de cumplirse el principio de composicionalidad
y el principio de sustitución uniforme en los contextos subordinados. Frege
postula entonces que, en estos contextos intensionales, las oraciones subordinadas
no tienen como referencia un valor de verdad, sino su referencia indirecta, que
consiste en lo que sería el sentido habitual de la oración si apareciese como
enunciado independiente. La referencia indirecta de una oración enunciativa en
un contexto intensional es el sentido de esa misma oración en un contexto
extensional directo.

2. Términos co-referenciales en contextos intensionales

Un problema similar se presenta en los contextos intensionales que involucran


nombres coreferenciales de distinto sentido, como en el ejemplo siguiente.
Imaginemos a un joven estudiante que desconoce que Pablo Neruda era el
pseudónimo literario del poeta y diplomático chileno Neftalí Reyes. En ese caso,
afirmará que el enunciado 4 es verdadero, pero que 5 es falso:

Pablo Neruda escribió Los versos del capitán.

Neftalí Reyes escribió Los versos del capitán.

Y, por consiguiente,

El joven estudiante cree que [Pablo Neruda escribió Los versos del capitán].

E(p)= [Verdadero]

El joven estudiante cree que [Neftalí Reyes escribió Los versos del capitán].

E(n)= [Falso]

(Aquí, junto a las convenciones notacionales anteriores hemos adoptado la de


abreviar mediante n el nombre propio Neftalí Reyes, y mediante p el nombre
propio Pablo Neruda). Sin embargo, si el valor de verdad del enunciado
compuesto sólo fuese función de las referencias de las expresiones componentes,
ese valor de verdad final no debería verse afectado por la sustitución de nombres
co-referenciales (cuando sustituimos p por n).

De nuevo aquí, la solución de Frege consiste en postular una referencia indirecta


para nombres co-referenciales que se intersustituyen en contextos intensionales
como los de las oraciones de creencia. Esta referencia indirecta de los nombres
consiste en su sentido habitual. El problema queda así salvado para estos casos, y
pendiente de extensión a otros posibles similares. (En Sobre sentido y referencia
Frege estudia todavía algunos casos similares, como los de las oraciones
subordinadas nominales, adjetivas y adverbiales).

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PUNTO 5: LA AMBIGÜEDAD DEL CONCEPTO DE REFERENCIA. EL
REALISMO DE FREGE
La teoría semántica de Frege es uno de los más claros exponentes de las relaciones que
unen a la lógica, la filosofía del lenguaje y la ontología. La gran división ontológica que
se desprende de la teoría semántica de Frege es la que separa a las entidades en dos clases:
funciones y objetos. Dentro de esa gran clasificación, Frege distinguió diversas clases de
objetos y funciones, admitiendo dentro de la clase de los primeros a los objetos abstractos,
valores de verdad, momentos de tiempo, etc. Dentro de la clase de las funciones, tienen
especial relevancia ontológica los conceptos, las funciones monarias cuyo ámbito o rango
de valores son lo verdadero y lo falso.
Tanto objetos como conceptos son independientes de su representacíón. En el caso de un
objeto físico, por ejemplo, la representación es la imagen que la mente se construye de
ese objeto. Esa imagen es subjetiva, en el sentido de que está construida a partir de mis
experiencias, mis percepciones, mi memoria, etc. En cambio, según Frege, el sentido, la
forma de referirse al objeto, es objetivo, porque «puede ser propiedad común de muchos
y, por tanto, no es parte o modo de la mente individual»
En el plano oracional, es el pensamiento el medio intersubjetivo por el cual alcanzamos
la verdad (o la falsedad). lo expresado en una oración no solamente es compartido por
una comunidad de hablantes, sino que además puede ser expresado en diversas lenguas.
Pero hay que distinguir claramente entre el acto del pensar y su contenido, el pensamiento.
El primero, como la representación, es subjetivo e individual, y consiste en captar o
aprehender el pensamiento. Pero el contenido de lo captado no se confunde ni con el acto
psicológico del pensar, ni con aquello a lo cual el pensamiento corresponde, lo pensado:
«El resultado parece éste: los pensamientos no son ni cosas del mundo exterior ni
representaciones. Debe admitirse un tercer reino. Lo que pertenece a él coincide con las
representaciones en que no puede ser percibido por los sentidos, pero con la realidad
coincide en que no necesita portador a cuyos contenidos de conciencia pertenezca. Así,
por ejemplo, el pensamiento que expresamos en el teorema de Pitágoras es
atemporalmente verdadero, verdadero independientemente de que alguien lo tome por
verdadero» (Investigaciones lógicas, págs. 69-70).
Contemporáneamente se habla de proposiciones fregeanas para hacer referencia a estas
entidades abstractas, constituidas por sentidos estructurados, que presentan dos rasgos
fundamentales: en primer lugar, son representaciones, cumplen una función
representacional; y, en segundo lugar y por consiguiente, son susceptibles de ser
verdaderas o falsas. En el debate contemporáneo, a veces se expresa esto último diciendo
que las proposiciones son portadores de verdad. Y se acepta que las proposiciones, en
tanto que objetos teóricos, cumplen tres funciones fundamentales y difícilmente
prescindibles para una teoría semántica satisfactoria: (i) son los significados (o contenido
semántico) de las oraciones declarativas o enunciados; (ii) son unidades de representación
capaces de ser declaradas verdaderas o falsas; y (iii) constituyen el objeto o contenido de
las oraciones de actitud proposicional (tanto en el lenguaje como en el pensamiento).

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PUNTO 6: ALGUNAS DIFICULTADES CONCEPTUALES.
1. Problemas para la teoría descriptiva de la referencia. Se han señalado varios:

• El problema de la ignorancia y el error, que da lugar a las oscilaciones del


sentido y al problema visto en los enunciados de identidad.

• El problema de la analiticidad de estos enunciados de identidad, que va


unido a un problema de necesidad no deseada en el caso de los nombres
propios.

• El problema de la recursión al infinito.

2. El problema de la objetividad del sentido, así como el de la objetividad del plano


ontológico de lo “objetivo no real”. Aunque es importante distinguir los dos
ámbitos, los sentidos también pertenecen para Frege a ese plano ontológico que
postula, para a continuación situar en él los referentes de las expresiones, incluidos
objetos tales como los valores de verdad, los conceptos, o las clases matemáticas.
Esta manera de proceder le ha 15 sido reprochada por algunos autores (C. Thiel,
por ejemplo, en un estudio ya clásico sobre Frege habló de ‘contaminación’ entre
ontología y semántica). En realidad, este problema se había planteado ya antes de
que Frege escribiera su ensayo Sobre sentido y referencia (1892).

• En sus trabajos sobre fundamentación de las matemáticas (en particular en


Los fundamentos de la aritmética, 1884) concluye que la objetividad y la
aprioricidad de las verdades matemáticas entrañan que los números no
puedan considerarse ni entidades físicas ni ideas en la mente o entidades
mentales, pues las leyes de la aritmética no son ni generalizaciones
empíricas, ni leyes psicológicas.

• Más tarde, en su ensayo El pensamiento (1918), asigna el mismo estatuto


de objetividad a lo que él llama pensamientos, es decir, los sentidos de las
oraciones enunciativas, y consiguientemente también a los sentidos de las
expresiones suboracionales. Afirma entonces que estos sentidos
pertenecen a un tercer ámbito, el de lo objetivo no real, que es diferente
tanto del mundo externo sensible como del mundo interno de la mente
consciente. La pregunta acerca de en qué consiste la objetividad del
sentido puede recibir distintas respuestas filosóficas. El anti psicologismo
de Frege no permite considerar a los sentidos como meras
representaciones subjetivas individuales, y su propia respuesta parece
haber sido la de postular un tipo de idealismo (a veces también llamado
realismo platónico) difícil de defender.

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• Para algunos filósofos, sin embargo, los sentidos son contenidos
intencionales de la mente, representaciones mentales que cabe identificar
con los significados del lenguaje del pensamiento (antes hemos
mencionado esta hipótesis). Para otros, son contenidos que se obtienen por
abstracción a partir de los usos de las expresiones lingüísticas en contextos
particulares, pero de tal forma que cumplen, entre otras exigencias, una de
intersustituibilidad, que no permite verlos como meras generalizaciones
empíricas. Bajo cualquiera de estas concepciones filosóficas u otras
posibles, puede considerarse que los sentidos son entidades abstractas,
representaciones completas (con condiciones de verdad completas en el
caso de los pensamientos o proposiciones) y no subjetivas, susceptibles de
ser comunicadas a través de distintos soportes (por ejemplo, el mismo
pensamiento puede ser expresado por una oración en voz activa y su
correspondiente pasiva) y por parte de distintos hablantes.

3. El principio de contexto: En Las leyes fundamentales de la aritmética se haca


clara la conexión interna antes apuntada entre el significado de las expresiones y
el criterio de la validez epistémica o, lo que es lo mismo, entre la doble dimensión
de sentido y referencia, por un lado, y verdad por otro, en el marco del lenguaje
de la conceptografía. El sentido de un nombre, simple o completo, cuando se
presenta en el contexto de un enunciado conceptográfico, consiste en su conexión
a la expresión del pensamiento que el enunciado comunica. El pensamiento
expresado por un enunciado es, de acuerdo con la presentación de Frege, el
pensamiento de que las condiciones bajo las cuales el enunciado expresa un juicio
verdadero, efectivamente se dan. Por consiguiente, conocer el sentido de un
término o una expresión particulares que aparecen en un enunciado equivale a
conocer la contribución que hacen al enunciado en tanto que expresión de un
juicio.

Pero, si se acepta que el sentido de los términos individuales o expresiones que


son partes de enunciados viene dado por su contribución en el contexto de
enunciados simples particulares, que serían las unidades mínimas de significado,
y que el sentido y el valor de verdad de los enunciados compuestos dependen
igualmente de los enunciados simples de que están compuestos, parece difícil
explicar cómo se puede entender el pensamiento expresado por un enunciado
simple, sin un conocimiento de alguna forma “previo” de los sentidos de las
expresiones-parte que lo componen. Es decir: no sabemos si es el “todo” el que
da sentido a las partes (principio de contexto, que sería una perspectiva holista) o
si las partes dotan de sentido al todo (principio de composicionalidad, que sería
una perspectiva atomista).

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La dificultad que crea el principio del contexto, si éste se vincula con la tesis de
la determinación de la referencia a través del sentido, es la de su conclusión
necesaria: pues, si es el principio del contexto-entendido como una tesis relativa
al sentido-el que sanciona la adscripción de una referencia a una expresión parcial,
entonces los sentidos de todos los enunciados que contienen esas expresiones
parciales han de estar previamente fijados. Esto da lugar a una paradoja, pues para
fijar la referencia de los nombres es preciso conocer los sentidos de todos los
enunciados que los integran, sin que el conocimiento de estos sentidos pueda a su
vez depender del conocimiento de la referencia de esas expresiones componentes,
que a su vez dependen del sentido.

Sin embargo, lo importante es señalar que, para Frege, que los nombres tengan
referencia es, como señalaba Frege, un presupuesto genera e imprescindible en la
elaboración de un conocimiento justificadamente válida. Que se trata de un
presupuesto inevitable de los hablantes implica una teoría del significado ha de
situarlo no en el plano de la estructura semántica del lenguaje, sino en el de la
estructuración pragmático de su uso. La paradoja antes señalada se entiende como
un presupuesto regulativo relativo al conocimiento de las reglas de uso de dicho
nombre en el contexto de enunciados, que los hablantes se atribuirían cuando
emplean ese nombre en contextos epistémicos. El carácter normativo y, por
consiguiente, contrafáctico del presupuesto no impediría que puedan modificarse
las reglas o aceptarse otras. Para una fijación fáctica de la referencia había que
dar, en tal caso, condiciones necesarias y suficientes, que-éstas sí- habrían de
preservarse de unos contextos a otros.

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BIBLIOGRAFÍA
ACERO, Juan José (ed.) Filosofía del lenguaje I. Semántica, Madrid: Trotta, 2007
CORREDOR LANAS, Cristina, Filosofía del lenguaje. Una aproximación a las teorías
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