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Centro de Educación Popular
Centro de Educación Popular
Centro de Educación Popular
La Escuela Popular y Formal “Isauro Arancibia”, brinda educación inicial, primaria y secundaria
a personas en situación de calle con 20 años de trayectoria.
Actualmente la escuela funciona a jornada completa, tiene 600 estudiantes y 130 empleados.
Lila y María Elena, docentes de la institución, nos recibieron para explicarnos un poco
cómo está constituida esta escuela. Nos contaron como el establecimiento mutó y la
importancia que se le dio a escuchar las necesidades de los alumnos; estás
sugerencias llevaron a que se aumentara la cantidad de horas, se incorporaran clases
de arte y talleres de oficios. Por otra parte, el colegio cuenta con un comedor y una
sala maternal para los hijos de los estudiantes que, en su mayoría, son jóvenes y
adultos que no tuvieron acceso a la educación ni al sistema de salud. Es que, si no
estas registrado en el sistema, pasas a ser lo que ellas designan: “fantasmas”. Gracias
al Isauro estos jóvenes dejan de ser personas invisibles para el sistema y comienzan a
tener derechos. Además, reciben a menores de 14 años a los que brindan un curso de
nivelación para que puedan continuar sus estudios con chicos de su edad.
La escuela fundada por Susana Reyes lleva el nombre de Isauro Arancibia, en
homenaje al maestro que durante la dictadura fue fusilado con 120 balazos y le
robaron el calzado que llevaba puesto. Para Susana reivindicar y hacer visible su
lucha fue clave.
Todo comenzó desde la Central de Trabajadores Argentinos que pedían de un
maestro para dar clases en AMAR: el sindicato de trabajadoras sexuales y Susana fue
la que acudió al llamado. Primero empezó con una sola alumna, después fueron 15 y
finalmente se abrió la propuesta a quienes quisieran participar. “Con ellas empezamos
a traer a todos los pibes que dormían en las calles de Constitución, así el centro
educativo se convirtió en lo que es hoy”, nos comenta Lila, que junto a otros docentes
logran elegir contenidos que tengan sentido y sean relevantes para estos estudiantes.
“Ellos nos han hecho mejores maestros y maestras porque tuvimos que escucharlos,
pensar colectivamente y replantearnos nuestra práctica. Ellos nos repiten mucho el
hecho de querer ser alguien y es que nosotros les hacemos entender que eso hay
que desarmarlo, deconstruirlo y construir algo diferente, porque ya son alguien” —
nos dice María. En este punto me recordó una frase leída en Antelo en Instrucciones
para ser profesor en la que cita el hecho de “Poder reconocernos en la otredad de
nosotros mismos”. Quizá la enseñanza consista en la percepción de que algo nos
“toca” y sea como aquel deber que Borges le atribuye a todo verso “comunicar un
hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar”.
“Muchas veces invisibilizamos las cosas porque nos duelen. Bueno, no, hay que
acercarse, hay que mirar lo que está pasando y apoyar a esa gente. Estas personas
que viven en situación de calle se levantan de una vereda y vienen a la escuela, tienen
un cuaderno, escriben cosas en ese cuaderno y tienen sueños como tenemos todos”
—a lo que Lila agrega— “La educación te abre la cabeza, te abre el corazón y es
dignidad. Cuanta más gente haya con la cabeza abierta, vamos a poder
transformarnos en una sociedad más justa. Para esto necesitamos que todos tengan
acceso a la educación”. La docencia es una profesión llena de emociones, por ello se
debe buscar un equilibrio en su salud mental que permita ganar la batalla contra la
frustración y el agotamiento.
“A nuestra escuela asisten familias enteras que traen consigo sus lógicas de vínculos
sociales aprendidos, como todos y todas, pero que en este caso son muy particulares
porque provienen de las ranchadas. ¡Desde acá acompañamos e intervenimos ante
esa complejidad de esquemas de pensamientos y comportamientos aprendidos en la
calle y esto que tanto escuchamos, que es lo de que se quieren quedar acá, porque
acá, se rescatan! El pibe que entra acá se transforma en estudiante y deja de sentirse
estigmatizado y juzgado” —a lo que María agrega— “Nosotros tenemos pibes que han
venido a aprender a leer y escribir y hoy están cursando la universidad. Ellos lograron
torcer el futuro que la calle les tenía preparado, eso es lo que me hace elegir una y mil
veces lo que hago”. Desde este punto encuentro una similitud a esto que Meirieu habla
sobre la verdadera enseñanza — “La verdadera enseñanza a todos los niveles, adopta
a la vez el carácter inquietante del encuentro de lo desconocido y el apoyo que aporta
la tranquilidad necesaria. No exime al alumno de tirarse a la piscina, de lanzarse a una
aventura inédita para él, pero le da algunos consejos para no ahogarse, le indica
algunos movimientos para avanzar y provee el uso de una cuerda por si da un paso en
falso. En cada aprendizaje el alumno se enfrenta a algo que lo supera. Algo que
requiere, de su parte, un compromiso y una aceptación de riesgos que nadie puede
asumir en su lugar”.
Trabajar en docencia implica poner el cuerpo y el corazón en el aula todos los días,
enseñar es donar; el profesor toma y se toma su tiempo apostando a lo que pueda
suceder y cede desde ahí. “Para enseñar usted enseña con las herencias (lo que
supuestamente ha recibido de sus antepasados) y las memorias, crear y utilizar
léxicos nuevos, disponer de varias versiones de lo que es el conocimiento y aceptar
que los efectos que produce son diferidos y tiene que explicar cómo se construyen los
valores que enseña” — Átelo- Instrucciones para ser profesor. Pasamos, recetamos,
ofrecemos, escribimos cartas, instruimos, abordamos la materia, nos exhibimos,
inventamos, coleccionamos, programamos, damos y hacemos el tiempo de, nos
capacitamos, prometemos. La enseñanza poderosa es un acto de creación que
controlamos como docentes. Pienso la clase que voy a dar, la trabajo, la sueño la
noche anterior, la vuelvo a pensar mientras manejo mi auto camino a la facultad, en
general la “dibujo” en una hoja que revela la estructura a través de sus momentos e
hitos principales.
Si pudiéramos documentar, acopiar y analizar estos relatos, podríamos conocer
buena parte de las experiencias de formación y de las trayectorias profesionales de los
docentes implicados, de los saberes pedagógicos y supuestos sobre la enseñanza que
informan sus prácticas, de sus recorridos vitales y experiencias laborales, de sus
certezas, dudas y preguntas, de sus inquietudes, deseos y logros. Aún más, si
pudiéramos compilar el conjunto de relatos de todos los docentes, seguramente
obtendríamos una historia del currículum distinta de la que conocemos, de la que
habitualmente se escribe y leemos en los sistemas escolares y en el campo
pedagógico y esta historia de la educación alternativa a la oficial sería polifónica,
plural, dispersa; en realidad, sería una multiplicidad de historias sobre el hacer el
currículum en la escuela y sobre el estar siendo docente en un determinado tiempo y
lugar. Sin embargo, y a pesar del evidente interés que estas cuestiones revisten para
la reconstrucción de la pedagogía escolar y la formación docente, la mayoría de estas
historias se pierden, se olvidan o se desechan. De forma llamativa, las experiencias
que dan vida a la enseñanza en la escuela y los saberes que las piensan y recrean
quedan encerradas entre sus propias paredes, se pierden en el murmullo de sus
pasillos, son confinados a un lugar marginal, desdeñado, de la historia personal de los
docentes. Una parte considerable del saber reflexivo acumulado en esas experiencias
escolares, una porción importante de sus contenidos transferibles o comunicables, se
esfuman en la cotidianeidad escolar como anécdotas triviales y sin valor pedagógico.
La recreación de la memoria pedagógica de la escuela y de la formación también se
dificulta porque gran parte de los docentes que llevan adelante experiencias
educativas significativas como las vistas no tienen oportunidades para contarlas,
escribirlas o documentarlas.
Esta iniciativa significa, entre otras cosas, revalorizar el papel de los maestros y
profesores en la innovación de la enseñanza y dejar atrás las modalidades de
capacitación ideadas desde el supuesto del déficit de cualificación. A través de la
disposición de redes pedagógicas de docentes y escuelas es posible constituir, en el
mediano plazo, una comunidad de docentes narradores de experiencias pedagógicas
que potencien entre sí su propio desarrollo profesional; una comunidad de enseñantes
que habilite otras formas de “alfabetización docente" a través de un lenguaje propio,
entre ellos.