Georg Wilhelm Friedrich Hegel">
Contribucion A Una Filosofia de La Image
Contribucion A Una Filosofia de La Image
Contribucion A Una Filosofia de La Image
s u m a r io
I. E s t u d i o s s o b r e e l Id e a l i s m o
Al e m á n
O. Cubo Entre iusnaturalismo y positivismo jurídico. La doc -
trina del derecho de Fichte de 1796 13-26
F. Duque Schelling: filosofía de la revelación como dialéctica
de la historia 27-59
W. G. Jacobs La esencia de la libertad en el enfrentamiento entre
Jacobi y Schelling 61-73
J. Kloc-Konkoíowicz Holismus und Perspektivisumus in Hegels Auffa-
ssung der Willensfreiheit 75-94
P. Leistner Anmerkungen zur Debatte zwischen Schelling und
Eschenmayer in den Jahren 1803-1804 95-112
J.J. Padial El programa fundacionalista del saber en la enciclo
pedia de las ciencias filosóficas 113-129
J. Rivera de Rosales Fichte: del Yo puro al saber absoluto (1798-1802) 131-158
II. E s t u d i o s s o b r e l a s c o n s e c u e n c i a s a c t u a l e s d e l Id e a l i s m o
Al e m á n
J. A. García El empirismo y la filosofía hoy 159-177
F. Haya La fusión dialéctica de las direcciones del método 179-203
A. Ley te Infinito romántico 205-222
H. Papoulias Contribución a una filosofía de la imagen en el sis-
tema del saber hegeliano 223-248
A. Przylebski Hablar el idioma de la libertad. Sobre la actualidad
hermenéutica del pensamiento político de Fichte 249-262
A. Rojas El remanente idealsita en la razón pública que bus
ca el overlapping consensus por mediación de un
veil of ignorance 263-283
M. Schulz La presencia de GWF Hegel en representantes de
la filosofía latinoamerica (L. Zea, A. Roig, E. Dus-
el, I. Ellacuría) 285-309
GERMAN IDEALISM AND ITS CURRENT CONSEQUENCES
Juan A. García González, Alejandro Rojas Jiménez, eds.
Suplemento 19 (2014) de Contrastes [ISSN: 1136-9922]
CONTENTS
I. St u d i e s about Ge r m a n Id e a l i s m
O. Cubo Between natural law and legal positivism. The Fichte’s
doctrine of right of 1796 13-26
F. Duque Schelling: philosophy of revelation as dialectic of his
tory 27-59
W. G. Jacobs The essence of freedom in the confrontation between
Jacobi and Schelling 61-73
J. Kloc-Konkoiowicz Holism und perspectivism in Hegel’s understanding
of the Free Will 75-94
P. Leistner Comments on the debate between Schelling and
Eschenmayer in the years 1803-1804 95-112
J.J. Padial Hegel and the foundationalism of the Enzyclopedia
of Philosophical Sciences 113-129
J. Rivera de Rosales Fichte: from pure I to absolute Knowledge (1798
1802) 131-158
II. St u d i e s a b o u t Ge r m a n Id e a l i s m
th e c u r r e n t c o n se q u en c es o f th e
J. A. García Empiricism and the philosophy today 159-177
F. Haya The dialectic fusión of the directions of method 179-203
A. Leyte Romantic Infinite 205-222
H. Papoulias A contribution to a philosophy of image in the He
gelian System of Knowledge 223-248
A. Przylebski Speaking the language of freedom. On the herme
neutical actuality o f the political thougt of Fichte 249-262
A. Rojas Public reason, which seeks the «overlapping con
sensus» through the intervention of a «veil of igno
rance», is marked with the remains o f Idealism 263-283
M. Schulz The presence og GWF Hegel in representatives of
The Latin American philosophy (L. Zea, A. Roig,
E. Dusel, I. Ellacuría) 285-309
Contribución a una filosofia de la imagen en el
sistema del saber hegeliano1
RESUMEN
El propósito de este ensayo es discutir sobre la posibilidad de desarroyo de una onto-
logía de la imagen a partir de las premisas teóricas del Sistema del Saber hegeliano,
mostrando también su relevancia en el debate contemporáneo de los visual studies o
de la Bildkritik.
PALABRAS CLAVES
HEGEL, IMAGEN, ROMANTICISMO, ARTE ABSTRACTO,
ESPIRITU SUBJETIVO, ICONOCLASTIA ENDOGENA
ABSTRACT
The aim of this essay is to argument the possibility to develop an Ontology o f Im
age, taking as a starting-point the theoretical premises of the Hegelian System of
Knowledge and by doing so to show its actuality in the contemporary debate of
visual studies or of Bildkritik.
Suplemento 19 (2014)
© Contrastes. Revista internacional de filosofía, pp. 223-248. ISSN: 1136-9922
Departamento de filosofía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Málaga
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
1 Para las citas de las obras hegelianas, utilizaremos estas siglas: GW: Gesammelte
Werke, ed. por la Rheinisch-Wesfälische Akademie der Wissenschaften y la Deutsche
Forschungsgemeinschaft, Hamburg 1968 ss., seguido del num. del vol. y la pág.; W: Werke in
zwanzig Bänden, ed. E. Moldenhauer y K. M. Michel, Frankfurt a.M. 1970, seguido del num.
del vol. y la pág.; las ediciones españolas utilizadas e indicadas después del punto y coma son:
Lecciones sobre la estética, trad. de A. Brotóns Muñoz, Madrid 1989; Ciencia de la lógica,
vol. 1: La Lógica Objetiva, ed. de Félix Duque, Madrid 2011.
224 HARIS PAPOULIAS
KEY WORDS
HEGEL, IMAGE, ROMANTICISM, ABSTRACT ART,
SUBJECTIVE SPIRIT, ENDOGENUS ICONOCLASM
I. U n a o n t o l o g í a d e l a Im a g e n ¿i c o n o c l a s t a ?
En e s t e r e c o r r i d o , n e c e s a r i a m e n t e r á p i d o , esperamos clarificar la cen-
tralidad de un principio que debería introducirse en el corazón de cualquier onto
logía de la imagen: el principio de lo que podríamos denominar «iconoclastía
endógena» de la imagen. La breve exposición que sigue se basa en esta convic
ción: la imagen, en cuanto producción artística, y su cambio a lo largo de los
siglos (y en particular en su transición del romanticismo a las vanguardias histó
ricas), no sigue dictados externos de tipo socio-político o factores observables
desde otras disciplinas humanísticas, sino una propia necesidad interior. Por lo
tanto, las opiniones y las investigaciones actuales podrían encontrar un terreno
fértil donde crecer criticamente, únicamente en un sistema del saber, como el
hegeliano, que garantiza el nexo interno de los objetos del pensamiento, y no
sólo las afinidades ocasionales surgidas de tendencias efímeras. Para mostrarlo
convincentemente, es necesario presentar una ontología hegeliana de la imagen
firme y bien definida,3 cosa que hasta ahora no ha sido aún realizada, al menos
no como ha sido hecha con otros grandes filósofos del idealismo alemán.4
Una ontología hegeliana de la imagen tendría exactamente este objetivo: in
dagar en la estructura de la imagen por aquello que es en sí misma y no sólo por
sus funciones culturales. En otras palabras, creemos que la imagen ha seguido el
curso de su propia esencia, es decir, que es un momento de la reflexión de la
esencia del Ser, antes que una simple imagen artística. Esta última, en este senti
do, no es más que una de las declinaciones posibles entre otras tantas, como
2 «El tratamiento del Espíritu, es verdaderamente filosófico, únicamente cuando (...) con
cibe el Espíritu como una Imagen Eterna de la Idea».
3 A tal contribución para la formación de una ontología hegeliana de la imagen, está dedi
cado también mi proyecto de investigación en la Universidad del Piamonte Oriental, bajo la
dirección del Prof. Maurizio Pagano.
4 Como Fichte, que no elaboró una filosofía del arte a diferencia de Schelling o Hegel y
aún así es ya una opinión compartida por todos que su Wissenschaftlehre puede ser leída
incluso como una Bildwissenschaft. Me limitaré a dos trabajos recientes y de alto nivel, donde
vienen expuestas también las tesis de los autores alemanes que han dado el inicio a tal tipo de
investigación: cfr. A. Bertinetto, La forza dell'immagine. Argomentazione trascendentale e
ricorsività nella filosofia di J.G. Fichte, Milano 2010; M. Ivaldo, L'immagine immaginante,
en: Aa.Vv., Ontologia dell'immagine, Roma 2012, pp. 97-110.
hostil a los nuevos desarrollos artísticos, no tanto por el mito de la «muerte del
arte», como por otros mitos con mucho más control sobre el imaginario artístico
colectivo, como por ejemplo la atribución a Hegel de un gusto clásico y la cata
logación de su estética como una estética clasicista por excelencia.10
La filosofía hegeliana deberá ser cuestionada no sólo sobre el modo concebir
una corriente artística del pasado, o sobre el específico modo de crear imágenes,
sino en primer lugar sobre qué es la imagen en general. De esta pregunta fun
damental dependerá su actualidad estética.
¿Qué sabía realmente Dan Flavin de William Ockham cuando hizo su Nomi
nal Three, dedicado al filósofo inglés? ¿Se puede afirmar la actualidad de O c
kham sólo porque hoy es citado por un artista de éxito? Hegel no goza de una
obra de arte contemporáneo dedicada a él. El problema de fondo, entorno a la
actualidad o no de un filósofo, creo que es éste: que una teoría filosófica no es
como una novela que influye en las generaciones; no puede convertirse ni en un
best-seller, ni en un guión de película de Hollywood. Una teoría filosófica, o es
verdadera, o no es; y poco cuentan los ejemplares vendidos o la cantidad de
citas. Aunque «la novela de la conciencia» no puede convertirse en una película,
no tiene que sorprender el descubrimiento de su lógica en las estéticas de van
guardia de la creación cinematográfica.11
12 Cfr., J. Surber, A rt as a Mode o f Thought: Hegel 's Aesthetics and the Origins o f M od
ernism, in: Hegel and Aesthetics, edición de William Maker, New York 2000, pp. 45-59.
13 Cfr., Ib id , p. 47.
14 La Pintura moderna y la tradición del Romanticismo nórdico: de Friedrich a Rothko,
Madrid 1993; en España se ha dicho que Rosenblum no ha sido el primero en apoyar esta
tesis (cfr. G. Sollana, Rosenblum y los orígenes románticos de la abstracción, en: Aa. Vv., El
arte abstracto. Los dominios de lo invisible, Fundación Cultural Mapfre Vida, (2005), p.
256). Aunque esto no es decisivo para nosotros, sólo tengamos en cuenta que el trabajo de
Rosenblum no tiene comparación con ningún "paralelismo" ya propuesto en pasado, debido a
su sistematicidad y exhaustividad. En una entrevista, Rosenblum indica Greenberg — el histo
riador del arte que sería su precursor en los años 50, según Sollana— precisamente aquel que
obstaculizó la concepción del arte como la suya (cf. Una entrevista con Robert Rosenblum,
en: catálogo de la exposición La abstracción del paisaje. Del romanticismo nórdico al expre
sionismo abstracto (publicado por las ed. de la fundación, Madrid 2007, p.237). Así como
tampoco es válida la presunta anticipación de Barnett Newman, con su ensayo sobre lo subli
me, porque además del vocablo «sublime» el cual se refiere a una larga tradición secular, de
hecho poco tiene que ver con ella, y menos aún con la tradición romántica. Newman, a dife
rencia de lo que Rosenblum argumenta, no reclama ninguna tradición para el arte abstracto,
sino que por el contrario, acusa al arte europeo de estar demasiado atado a dicha tradición, y
reclama para sí la primacía absoluta de un nuevo comienzo (cf. su ensayo en cuestión The
Sublime is Now (1948); tr.it. Il sublime e adesso, en: La scuola di New York, edición de V.
Birolli, Milano 2007, pp. 49-54). Lo central es que Rosenblum no ignora todo esto (como cree
Sollana, cfr., op.cit, pp. 265ss.) y es por ello también que busca las raíces americanas del
expresionismo abstracto, en lugar de buscarlas en el viejo continente.
las que se desarrolló la misma hipótesis fundamental que sentó las raíces del arte
abstracto o informal en el romanticismo del siglo X IX .15
El trabajo de estos pioneros no fue tan fácil como puede parecer a primera
vista. No se trataba sólo de relacionar vagas intuiciones y sentimientos comunes
entre las dos épocas, sino de encontrar relaciones formales compartidas y m os
trar su afinidad expresiva, además de su contenido. A pesar de algunas críticas
que aún hoy surgen esporádicamente, estas lecturas de la historia del arte se
consideran una adquisición importante para nuestra conciencia, y no por casua
lidad se celebran regularmente por muchas instituciones en el m undo.16
Al comienzo de su trabajo, Rosenblum, trata de escapar de la categoría de
«pseudomorfosis» de Panofsky,17 insistiendo en el hecho de que la analogía de
las estructuras formales entre Friedrich y Rothko, por ejemplo, es «el resultado
de una analogía de sensibilidad y de intención». Si en el curso de su trabajo el
historiador tiene éxito, ¿no deberíamos buscar nosotros la afinidad y la com u
nión, en el elemento en que «afinidad» y «comunión» lo son por antonomasia, o
sea en el Espíritu y en el concepto? Las palabras de Arcangeli indican bien la
apertura de un campo para la investigación estético-filosófica, cuando escribe:
«Creo desde hace mucho tiempo que una similitud formal nunca es meramente
formal, sino que implica, aunque sea en condiciones históricas diferentes, simili
tudes de ideas, de costumbres o de calidez humana.»18
II. D e l r o m a n t i c i s m o a l a a b s t a c c i ó n : d e l a r t e a l p e n s a m i e n t o
«Como el filósofo griego, obedeciendo al supuesto orden de la razón, con
denó la mimesis y la poesía homérica, para él tan queridas, así el filósofo alemán
no quiso escapar a la necesidad lógica de su sistema y declaró la mortalidad, o
mejor dicho, la muerte ya avenida del arte».19 Benedetto Croce no es un lector
superficial de Hegel como lo han sido muchos, incluso grandes filósofos, des
pués de él. En este pasaje, afirma claramente el anuncio hegeliano de la muerte
del arte. Pero no sólo se dice eso. Se hace un paralelismo entre él y el filósofo
griego (podría ser cualquier griego de Platón a Plotino, poco importa aquí). A m
bos condenan el arte por un presupuesto lógico, y no por un prejuicio cualquiera.
De hecho, el griego no condena el arte, sino como bien advierte Croce, la mime
sis y la poesía homérica. La referencia sería, entonces, al carácter de la educa
ción que el joven debe recibir en el estado ideal de la República platónica (pero
como ya se ha dicho, también podría referir al camino solitario de Plotino, «co
mo alguien que se introduce en el sagrario del templo, dejando atrás las esta
tuas».20) Vale la pena, sin embargo, intentar leer estas proposiciones diferente
mente, moviéndonos con cuidado entre las líneas.
Hegel, confrontado con esta tradición de origen griego, que ama el arte, que
vive produciendo arte del más alto nivel, está a la vez a la cabeza de una tradi
ción que condena la mimesis y la mitología. Podemos decir claramente que
Hegel está en la cumbre de un filón iconoclasta que va desde los presocráticos a
la modernidad, atravesando subterráneamente toda la historia de Occidente.21 Y
no nos referimos aquí a aquella iconoclastía banal, científica, en el sentido de la
nueva ciencia cartesiana a la que se refería Durand. Es ingenuo tratar un científi
co como iconoclasta sólo porque traduce el movimiento en relaciones m atem áti
cas.
Si nos detenemos aquí más de lo debido no es algo casual: se trata de refor
mular la concepción de lo que significaba la iconoclastía en el pasado, con res
pecto a un nuevo modelo de pensamiento. Croce dijo bien: el griego obedeció a
la razón; el alemán obedeció a la lógica del Sistema de Saber. Y ambos han
condenado un cierto arte: los griegos la mimesis y Hegel el sentimentalismo, la
arbitrariedad y el capricho romántico. Croce, de alguna manera, lo especifíca un
poco más adelante, y este paso no debe ser separado de aquel con el que em pe
zamos: «El romanticismo y el idealismo metafisico habían puesto el arte tan
arriba, tan en las nubes, que terminaron por darse cuenta de que, tan en alto, este
no servía ya más para nada».22 Aquí está desvelado todo el misterio de la muerte
del arte.
En resumen, tenemos que distinguir al menos tres formas de «muerte del ar
te», cada una de ellas merece atención por derecho propio: se puede hablar de
«muerte del arte» (a) por un (pseudo-) racionalismo anti-artistico o anti-estético;
20 Cfr., Plotino, Enéadas, VI, 9, 11; obvia alusión a la primacía de la filosofía como co
nocimiento de lo divino, en comparación con las artes plásticas.
21 Alain Besanjon tiene el gran mérito de haber puesto a Hegel de relieve - entre pocos
filósofos modernos cuidadosamente elegidos - en la historia intelectual de la iconoclastia, cfr.
L'Image interdite, une histoire intellectuelle de l'iconoclasme, Paris 1994; tr.esp. La imagen
prohibida, Madrid 2003.
22 B. Croce, op. cit., p. 387.
27 Cfr., los escritos de A. Reinhardt, A rt as Art. The selected writings, ed. de Barbara
Rose, Berkeley-L.A 2007; Como muestra Riccardo Venturi (Black paintings. Eclissi sul
modernismo, Milano 2008, p.54; remitimos a este estudio también para una exposición actua
lizada de la crítica de arte de aquel momento) basta prestar atención a los títulos de los cua
dros de Reinhardt para entender lo que tenía en mente: «ultimate painting», «anonymous
painting», etc. Según algunos, sería precisamente este agotamiento del arte (de la pintura) el
que lleva al nacimiento del arte conceptual. Venturi resume así las ideas de otro protagonista
de la época, J. Kosuth, sobre el trabajo de Reinhardt: «los Black paintings de Reinhardt han
conducido a la pintura a su cumplimiento, a su agotamiento (...)»; Ibid., p. 67 n.142.
28 Cfr., D. Riout, Qu'est-ce que l'art moderne?, Paris 2000; tr.it. L'arte del ventesimo se
colo, Torino 2002, p. 89.
29 Ibid.
30 W14, 212; 431.
ritual interior. Del mismo modo, el paisaje natural, para Friedrich y para la m e
jo r tradición del Norte (y que convendría dejáramos de llamar con la indicación
geográfica, ya que en juego no están las latitudes, sino la sensibilidad Luterana
de lo sagrado) no es más que la ocasión para hacer emerger la divinidad y lo
sublime del espíritu. Todo lo contrario a cualquier pobre concepción naturalista
del paisaje.37
Hegel había captado muy agudamente este principio interior del arte, en p le
na dinámica explosiva de sus consecuencias, cuando señaló que «en las formas
de la belleza clásica no puede representarse a Cristo flagelado, con la corona de
espinas, arrastrando la cruz al lugar del suplicio, clavado en la cruz, agonizante
en el tormento de una lenta muerte de martirio».38 No sólo es aquí donde encon
tramos el punto de inflexión histórico que pronto permitirá la teorización de una
«estética de la fealdad», sino que aquí están también las raíces de la desaparición
de la figura hum ana en la pintura del siglo XX: «Cristo debe tener por una parte
interioridad y espiritualidad de todo punto universal, por otra personalidad y
singularidad subjetivas; ambos aspectos contrastan con la beatitud en lo sensible
de la figura humana.»39 Se tiende a considerar «simbólica» la obra de pintores
como el gran C.G. Carus. Pero no hay nada de «simbólico» en la obra de alguien
que está obsesionado con la idea de una continua excedencia del infinito en lo
37 De hecho, Hegel admite el valor sublime del paisaje, sólo que quiere precisar que la
verdadera calidad en la obra de arte no es natural, sino que «reside en nuestra representación
y en nuestro propio ánimo»; cfr. W13, 177; 99. Tanto en la cuestión de la muerte del arte,
como en la de la belleza natural, la lógica hegeliana permanece la misma. Su intención no
quería ser una prohibición de la representación concreta de la naturaleza, sino la denuncia de
una falsa atribución a la naturaleza de algo que en realidad es sólo propio del espíritu, como lo
bello (o cualquier otra categoría estética). Si en el arte del pasado, Arcadia tenía que ser real
mente un lugar similar a la región montañosa del Peloponeso, en el arte romántico la naturale
za sirve sólo como ocasión de invocación divina, de desmaterialización de lo finito, de hun
dimiento en el Yo; ¿quién puede pensar en una «naturaleza-natural» al leer el Winterreise de
W. Müller? P. Collini, (en su Iconolatría e iconoclastía nella letteratura romantica, Pisa
2004) encuentra en el paisaje invernal un topos iconoclasta del romanticismo; tesis esta que
nos sorprende felizmente, incluso a la luz de las observaciones que seguirán sobre el valor de
la iconoclastia. Acerca de lo «natural» en Friedrich, cfr. los cap. dedicados a la mística del
paisaje en el ensayo de A. De Paz, Lo sguardo interiore. Friedrich o della pittura romantica
tedesca. Liguori, Napoli 1986; centrando el núcleo de la cuestión, es decir, la transfiguración
de lo natural a en lo espiritual dentro y por obra del paisaje pictórico, una exposición del
Museo del Romanticismo de Madrid fue llamada Los espejos del alma, Paisaje Alemán en el
romanticismo, Museo Nacional del Romanticismo, Madrid, dic. 2012 - mar. 2013.
38 W14, 153; 396.
39 W14, 150; 395; en otro lugar, hemos indicado el argumento teológico de la muerte de
Dios en Hegel, como el principio metafísico, responsable de esta revolución estética: cf. H.
Papoulias, Thanátó thánaton patesas. Prospettive estetiche del problema teo-logico della
Morte di Dio in G. W.F. Hegel, in: Davar. Crocifissioni, Reggio Emilia 2009-10 (5).
40 Escribe Carus: «Si subes a la cumbre de una montaña y observas las distintas alturas,
el curso de los ríos y cualquier otra maravilla que se ofrece a tu mirada, te invade un senti
miento de sereno recogimiento, te sientes perdido en la infinitud del espacio, tu Yo desapare
ce, tú no eres ya nada, Dios es todo»; cfr., C.G. Carus, Neun Briefe über Landschaftsmalerei;
tr.it. Lettere sullapittura dipaesaggio, ed. A. Nigro, Pordenone 1991, p. 18s.
41 Hegel, durante toda su vida, defendió la Teoría de los colores (1810) de Goethe en
contra de la teoría de Newton. Turner también era un partidario convencido y a ella le dedicó
uno de sus cuadros más sublimes, The Morning after the Dilouge (1843). John Ruskin, su
apasionado defensor, nos refiere que sus últimas palabras fueron «The Sun is God», frase que
por si sola puede explicar el salto cualitativo de su pintura respecto a aquella de sus contem
poráneos. Véase la obra monumental de J. Ruskin, Modern Painters, 1843-1860; en castella
no, véase J. Ruskin, Sobre Turner. Edición de Dinah Birch, México 1996.
42 Expresión sugerente, ésta, que el filósofo español emplea precisamente en su explica
ción de la parte de la Lógica hegeliana que en breve tocaremos; cfr., F. Duque, Ilfio re nero,
Milano 1995, p.23.
43 Cfr., A. Kojéve, Les peintures concretes de Kandinsky, Bruxelles 2001; tr.it. I dipinti
concreti di Kandinsky, in: Id., Kandinsky, edición de M. Filoni, Macerata 2005, p. 38.
44 Cfr., D. Riout, op.cit., p. 272; para una amplia reflexión sobre la relación entre la esté
tica bizantina y la abstracción, cf. G. Di Giacomo, Icona e arte astratta, Palermo 1990.
Toda la estética de Hegel podría ser leída como una de las poquísimas obras
del siglo XIX de filosofía sistemática que abre el camino a esta «liberación» del
arte y del artista mismo. Hegel escribe: — como si estuviera hablando de los
artistas de vanguardia en vez de los del siglo XIX— : «De este modo, ahora el
artista, cuyos talento y genio están para sí liberados de la anterior limitación a
una forma artística determinada, tiene a su servicio y a su disposición cualquier
forma así como cualquier material.»45 Esta intuición hegeliana está en la base de
la gran revolución estética que parte desde el romanticismo hasta llegar al arte
de vanguardia del siglo XX. Es el mismo sentimiento por el que Balzac lleva a
la muerte al pintor Frenhofer en Le C h ef - d'oeuvre inconnu. Muy a menudo,
esta obra de Balzac se sitúa en los orígenes de la inflexión artística de la que
aquí estamos hablando. Por lo tanto, resulta incomprensible cómo el escritor es
reconocido como pionero en este anuncio de una cierta «muerte del arte», m ien
tras el filósofo que ofrece el p o r qué de esta muerte — sin tom ar una posición a
favor o en contra— es atacado como enemigo del arte.46
Es innegable que Hegel privilegiaba un nivel espiritual liberado de la inme
diatez de lo sensible. En la conclusión de la sección dedicada a la relación entre
arte, religión y filosofía en las lecciones sobre estética, se dice de manera in
equívoca que «la manifestación de la verdad en forma sensible, no es verdade
ramente adecuada al Espíritu».47 ¿Y no es cierto que cada artista intenta a su
manera superar las limitaciones de la materia, los límites del lenguaje, de expre
sión, etc.? Decir que el arte no aspira a su superación, que no aspira a ofrecerse
al Pensamiento, es como aceptar que un filólogo corrija la sintaxis de Rilke o de
Celan, con la idea de que la poesía debe ser una expresión lingüística inmedia
tamente comprensible según cánones pre-establecidos. En realidad, creemos que
es el poeta el que crea el lenguaje, y no al revés48 y que el arte tiene la capacidad
de crear realmente un mundo — el mundo humano— antes de que intervengan
las otras formas del Espíritu. Es precisamente este hecho el que permite a M on
drian escribir: «¿El arte se está acercando a su fin? No hay nada que temer. ¿Qué
es este — todavía lejano— fin del arte sino la liberación del hombre de la dom i
49 P. Mondrian, S u ll’artepuramente astratta (1926), en: Id., Scritti Scelti, tr.it. de V. To-
non, Treviso 2006, p. 49.
50 Cfr., el ensayo de Yve-Alain Bois, The iconoclast, en: Piet Mondrian, Boston-New
York-Toronto-London 1994, pp. 313-372; el historiador norteamericano demostró, con gran
cantidad de documentos, que Mondrian no sólo después del primer período juvenil interrum
pió su relación con los círculos teosóficos, sino que a medida que su obra y su pensamiento
maduraban, se convirtió en su crítico agudo y sistemático. Además de la teosofía, a menudo
se habla de la influencia del filósofo holandés Schoenmakers (cfr. por ejemplo Los dominios
de lo invisible de G. Sollana, en: E l arte abstracto, cit., p. 17; también: Els Hoek, Mondrian,
en: De Beginjeren van De Stijl 1917-1922, en C. Blotkamp; tr.it. De Stijl. Nascita di un mo
vimento, Milano 1989, p. 86s), mientras que en realidad, tanto Van Doesburg como Mondrian
estaban de acuerdo en excluirlo de De Stijl, precisamente por la incompatibilidad ideológica.
Es aún más raro encontrar mención al hegeliano Gerardus Bolland que aunque, como muestra
Bois, tuvo mucha más influencia sobre los artistas de lo que se piensa. Carel Blotkamp,
además de Bois, señala no sólo una influencia genérica de este filósofo hegeliano, si no la
inspiración concreta, por ejemplo, del cuadro De Zuivere Rede (La Razón Pura) del pintor J.
De Winter, que apreciaba tanto Van Doesburg (cfr. Theo Van Doesburg, in: De Stijl..., cit., p.
25).
51 Cfr., Hal Foster, Rosalind Krauss, Yve-Alain Bois, Benjamín H.D. Buchloh, A rt since
1900: Modernism, Antimodernism, Postmodernism, Vol. 1, London 2011; tr.it. Arte dal 1900.
Modernismo, Antimodernismo, Postmodernismo, ed.it. a c. di E. Grazioli, Bologna 2006,
p.149.
52 De ello se lamentaba Karl Rosenkranz desde 1868 (cfr. su carta al The Journal o f Spe
culative Philosophy, II, 1, 1868, pp. 55-56). Sobre la cuestión entre los discípulos de Hegel,
cf. F. Duque, Hegel. La especulación de la indigencia, Barcelona 1990, pp. 163ss.
53 Según Bois, Mondrian, de hecho, «repetía esta frase durante toda su vida»; cf. The ico
noclast, cit., p. 339.
54 Cfr., S. Houlgate, Hegel and the A rt o f Painting, in: Hegel and the Aesthetics, cit., pp.
61-82.
55 GW11, 323; 535: Das Wesen muß erscheinen.
56 Cfr., S. Houlgate, op.cit., p. 75; Que Houlgate mencione aquí la lección sobre la estéti
ca hegeliana de 1820-21, donde la pintura vendría llamada el «Scheinen p a r excellence», tiene
un valor demostrativo únicamente filológico —e incluso éste limitado, precisamente porque
se trata de 1820 y no de 1828-29 que habría sido el último curso de estética del cual dispone
mos. Además de ello, basta señalar que un «aparecer por excelencia» en el Sistema de Saber,
puede perfectamente considerarse tanto la Esencia con respecto al Ser, como la Naturaleza
con respecto a la Idea, o bien el Hombre con respecto a la Naturaleza, y similares. En la esfera
de la filosofía del arte, es el aparecer de la belleza el que cumple este perfecto equilibrio entre
forma y contenido. Pero el ámbito estético no se limita a lo clásico o lo bello — concepción
racionalista ésta que quizá subyace en el pensamiento estético de Houlgate— sino que tiene la
tarea de romper este equilibrio justamente para liberar el espíritu; todo el arte romántico no es
más que el desarrollo de esta tentativa de infringir los esquemas de cada aparecer finito y es
éste un elemento central que lo sitúa en los orígenes de la abstracción del siglo XX.
57 Ibid., p. 74.
Saber, que Hegel habría pretendido del arte o de la pintura la producción de una
ilusión de formas naturales. Creo que ésto no se puede explicar de acuerdo con
el Sistema de Saber, ni aunque hubiera un testimonio manuscrito por Hegel
mismo. Sin embargo, podemos recordar a quien conecta «arte» e «ilusión» estas
palabras de Hegel: «El arte le quita la apariencia y la ilusión de este mundo m a
lo, efímero, a aquel contenido verdadero de los fenómenos, y les da a éstos una
realidad efectiva superior, hija del espíritu».58
al que queríamos llegar. Porque creo que es precisamente aquí donde se funda,
por un lado la necesidad ontológica que rige todo el camino del Espíritu Subjeti
vo62 y por otro la especificidad del ser de la imagen, como aparecer que hace ser
la Esencia y, precisamente por ello, debe desaparecer.63
Toda la vida de la imagen, es decir, su vida e incluso su muerte — su ser, su
ser-ahí, su significado, todo lo que le concierne y todo lo que ella es— viene
expresado aquí de manera abreviada. La imagen debe su ser a ambos, al funda
mento y al movimiento de disolución del universo que aparece. Por lo tanto no
vacilaría en decir que la imagen es imagen sólo en su aparecer y en la disolu
ción espontánea de este mismo aparecer.
Precisamente porque la totalidad del Espíritu Subjetivo participa de aquel
camino denominado Auflösung des empirischen Zusammenhangs der des Bes
timmungen Gegenstandes, y porque precisamente la facultad de representación
constituye una de las actividades más importantes para su vida espiritual, es ahí
donde queremos enfocar nuestra atención.
La conexión empírica a la que apenas se hace referencia, es aquella teorizada
por los empiristas británicos con el nombre de «asociación de las ideas» o «de
las imágenes», ya que para los empiristas como Hume cada «determinación del
objeto» no es más que una imagen mental, y cada idea no es más que un conjun
to de imágenes. Se hablaba precisamente de la idea del rojo (representación
universal) que resulta de la asociación de las imágenes concretas del rojo de las
flores, por ejemplo. Como señala Hegel, de este modo se piensa a la inteligencia
como un espectador pasivo a quien le es suministrado todo el material necesario.
Para él, sin embargo, la inteligencia no es pasividad, sino espontaneidad64 De
cir que la inteligencia es espontánea significa identificarla con un «enlace libre y
subsunción de ese cúmulo bajo el contenido que le es propio» (§456), a través
del ejercicio de la fantasía. Contrariamente a lo que se piensa, Hegel no sólo no
65 «Un puesto central», de todos modos, no significa una exaltación incondicional, ni una
desmesurada confianza en su capacidad productiva, como alguno sostiene (Cfr., J.A. Bates,
H egel’s theory o f imagination, New York 2004). Significa determinar su puesto y sus funcio
nes precisas en el gran organismo del Espíritu.
66 §449Z: «A menudo nos imaginamos que el poeta, como el artista en general, no pueda
proceder más que por intuición. No es para nada así. Un verdadero poeta debe, por el contra
rio, antes y durante la ejecución de su obra, meditar y reflexionar; sólo de esta manera puede
esperar extraer el corazón y el alma de la Cosa de todas las exterioridades que la envuelven,
desarrollando así organicamente la intuición que él posee».
67 Pensamos, ¿cuál es la imagen universal de una palabra como «margarita»? Sin duda es
la de una flor para un campesino; pero también la de un plato típico para un napolitano, mien
tas que para un erudito es la pureza goethiana en el Faust o la barbarie nazi en el Todesfuge
de Celan, etc. Sea lo que sea, non es la imagen que lleva consigo la idea (come pretendía la
antigua mnemotecnica) si no su empleo específico por parte de la Inteligencia formada, donde
la palabra «formada» (que en alemán sonaría ge-bild-et) no puede ser todavía pensada en
relación a la imagen (Bild), sin recaer una vez más en una banal asociación de imágenes.
68 Cfr., la conclusión del §456Z.
arte es el primer nivel de la esfera del Espíritu Absoluto, pero este absoluto pa
rece ser sólo nombrado para absolver nuestros pecados y principalmente el de
querer pensar inmediatamente la Verdad. El (pseudo) silogismo es simple: el
arte está en el Absoluto, nosotros hacemos arte, luego estamos en lo Absoluto.
Pero aquel Absoluto y aquel Arte no indican lo que nosotros hacemos, que sólo
formalmente es arte; aquellos absolutos indican el contenido supremo: Dios, y
no nuestro pasatiempo — bien sea «arte» o aforismos «filosóficos».
Para entender lo que sucede en la doctrina del Espíritu Subjetivo primero d e
bemos visualizar el conjunto. En el Espíritu Teórico, primera sección de la Psi
cología, encontramos esta división tripartita: a) intuición b) representación c)
pensamiento. La representación se divide, a su vez, en tres etapas: a) recuerdo
(Erinnerung) b ) imaginación (Einbildungskraft ) c) memoria (Gedächtnis) .
En la primera tríada, se ve claramente que la imagen (en cuanto representa
ción) es el medio entre la intuición y el pensamiento. Resulta muy interesante el
hecho de que la facultad de representación, para Hegel, abraza las otras faculta
des tradicionalmente presentadas separadamente, es decir, la memoria y la im a
ginación.
La imagen emerge del recuerdo de la intuición sensible y emerge como una
síntesis superior respecto a aquella intuición. La imagen es una verdad superior
para el Espíritu a la mera sensibilidad. Sea dicho, de paso, que «imagen», para
Hegel, no es cualquier cosa vista. Aquello que es visto, no es más que un dato,
una excitación de los nervios ópticos, de la misma manera que aquello que se
toca o aquello que se oye. Y al igual que aquello que se toca no es necesaria
mente una estatua, aquello que se oye no es necesariamente música, así aquello
que se ve no es necesariamente una imagen. De esta simple constatación, debe
mos sin embargo deducir lo siguiente: que la imagen no es un producto natural
que el hombre recibe del exterior, gracias a los sentidos; ni es tampoco la m ez
cla que sin embargo nos proponen los estudiosos de la percepción. No es, en fin,
ni una cosa (ein Ding), ni una copia de una cosa (ein Abbild eines Dinges); pero
eventualmente es una Cosa-del-pensamiento (eine Sache). Acertadamente el
estudioso de las imágenes Melot, dijo que antes de nada la imagen es todo aque
llo que está delimitado por un marco, en el sentido que es un «pedazo de vida
arrancado de lo real».69 Nosotros, sin embargo, no necesitamos el marco de
madera o de otro material; el marco lo pone el Espíritu y es que precisamente lo
que Hegel entiende cuando dice que la cosa (das Ding) en la imagen adquiere el
69 Cfr., Michel Melot, Une brève histoire de l'image, Paris 2007; tr.it. Breve storia
dell'immagine, Tesserete 2009, pp. 19ss.
70 Y es así que viene «arrancada de lo real», substrayéndose por lo tanto del tiempo y del
espacio físico, o bien como diría Bergson, no simplemente físico, sino de la Física, es decir,
del «tiempo» y del «espacio» divisibles según las unidades de medida abstractas del Intelecto.
71 Hegel cita para una ilustración similar la poesía de Goethe sobre Mahoma: cfr., W13,
523ss.; 300ss.
72 Pensamos en este caso en la «frescura» de ciertas poesías antiguas: la Divina Comme
dia habla de la situación política en la Toscana de entonces, pero de ello sólo el historiador
puede hacerse una idea; cuando canta, en cambio, sobre la «luce intellettual, piena d'amore»
(Par.XXX,40) se trata no de un «recuerdo» del pasado si no de un eterno presente.
73 Piénsese a la afinidad lingüística —que el propio Hegel pone en evidencia— entre el
Pensamiento (das Denken, der Gedanke) y la memoria (das Gedächtnis); cfr., §464A.
74 En el juvenil Espíritu del cristianismo y su destino, Hegel puso ya esta idea en el cen
tro de su reflexión con un ímpetu iconoclasta que más tarde se atemperó lentamente por las
soluciones sistemáticas de su filosofía. Hablando de la simbología de la última cena, Hegel
dice que puede ser comparada con la relación entre pensamiento y palabra. Al igual que en la
palabra el pensamiento se convierte en cosa, y para evitar esto, lo ideal sería que con su com
prensión el texto desaparezca físicamente del todo, así en el pan y el vino que, precisamente
porque se disuelven, dejan espacio a la memoria; cfr. W1, 368. Surge una cuestión importante
que debemos, sin embargo, afrontar en el futuro: es decir, las raíces luteranas de su icono
clastia. En realidad, aunque pueda parecer obvio, observando más de cerca las tradiciones
protestantes, la cuestión iconoclasta no aparece unívoca (véase por ejemplo el excelente estu
dio de C. M. N. Eire, War Against the Idols: The Reformation o f Worship from Erasmus to
Calvin, Cambridge 2003) y por lo tanto la posición hegeliana debe ser afrontada como una
interpretación más amplia de la doctrina luterana y, en consecuencia, también conectada
inmediatamente a su filosofía de la religión en general.
75 Uno de los ejemplos más recurrentes en Hegel es el de la palabra «león»; con ella no
necesitamos ninguna intuición sensible. La Inteligencia ha puesto como contenido metafórico
de la palabra «león», el valor, la fuerza, etc., mientras que un león, visto de cerca, puede ser
viejo, estar enfermo, etc. Las corridas de toros en España pueden resultar un espectáculo
inapropiado a la sensibilidad contemporánea, pero el autorretrato de Goya como torero será
siempre un símbolo de valor y de dignidad, una representación de la nobleza del ánimo espa
ñol. ¿No vale eso también para todos los símbolos griegos, signos de tal idealización de la
Inteligencia? ¿No es la misma Grecia un producto puro tal de la inteligencia, como la Italia de
Goethe?
alto que el símbolo, incluso siendo menos rico desde el punto de vista figurativo.
Incluso hoy, y después del nacimiento de la semiótica, del arte conceptual, o
después de la difusión de las teorías científicas a un vasto público — cosas que
habrían debido hacernos más familiar el valor del signo— hay pensadores que
creen que pueden permitirse hacer ironía sobre las posiciones de Hegel: en reali
dad no hacen más que expresar el sentido común, inmerso como está en la sen
sibilidad y hambriento de figuras e imágenes.
Hemos llegados así al cumplimiento de la representación, que desde la intui
ción nos hace llegar al pensamiento. Y es aquí donde se encuentra el núcleo
explosivo del pensamiento hegeliano sobre las imágenes, donde emerge aquel
concepto que nosotros queremos llamar iconoclasia endógena. Como hemos
dicho, para que la figura del recuerdo-imagen pase a ser Cosa-del-pensamiento,
debe atravesar las etapas de «destilación» de la imaginación. En el camino del
Espíritu Subjetivo está siempre el sujeto que se eleva a un nivel mayor, pero
también está la Cosa que se presta a las estructuras de su entendimiento.
En la memoria hegeliana, se da el cruce de la formación (die Bildung) del su
jeto con el elemento an-icónico (das Bildlose) de la imagen. No es sólo el sujeto
que «abstrae», andando de la sensibilidad al intelecto, pero — seame permitido
un juego de palabras— es también la imagen (Bild) que en lo an-icónico (Bild
los) cumple su destino (das Los des Bildes). Veamos más de cerca lo que suce
de.
Nos encontramos en el párrafo 462 de la Enciclopedia de las ciencias filo só
ficas. Es el segundo párrafo de la sección dedicada a la memoria-Gedächtnis. El
párrafo anterior, que introduce el tema, nos habla de la primera de las tres for
mas de memoria, la así llamada namenbehaltenden, es decir, aquella que retiene
el nombre.76 El párrafo que sigue es aquel en el que nos detendremos, tematiza
en cambio la tercera forma de memoria, la memoria mecánica. Entre estas dos
formas se sitúa de la «memoria reproductiva», das reproduzierende Gedächtnis.
En este párrafo encontramos la prim era de las tres «tesis iconoclastas.» Las
otras dos siguen en la nota (Anmerkung) que Hegel añadió en la edición de
1830. La memoria reproductiva, escribe Hegel, «tiene y conoce la Cosa en el
nombre y, con la Cosa, tiene y conoce el nombre, sin intuición ni imagen».77
Veamos también las otras dos: «El nombre en tanto lo entendemos, es la simple
76 Una vez más, no hay que subestimar el sentido crítico y penetrante de Hegel. La me
moria que retiene el nombre, no es simplemente la que llamamos, no sin desprecio, «memoria
mecánica». Retener el nombre, de alguna manera, significa ya pensar, o al menos estar ya en
el pensamiento. No se trata de un simple dato empírico, porque «el nombre, dice Hegel, es así
la Cosa tal como ella está presente y tiene valor en el reino de la representación»(§462). Esta
tesis expresa bien el pensamiento hegeliano: el hombre, en la formación de sus representacio
nes, no tiene ningún material-cosa, si no sólo nombres.
77 «Das reproduzierende Gedächtnis hat und erkennt im Namen die Sache und mit der
Sache den Namen, ohne Anschauung und Bild»; cursivas nuestras.
78 «Der Name, indem wir ihn verstehen, ist die bildlose einfache Vorstellung. Es ist in
Namen, daß wir denken»; cursivas nuestras.
79 «Vielmehr hat es das Gedächtnis nicht mehr mit dem Bilde zu tun, welches aus dem
unmittelbaren, ungeistigen Bestimmtsein der Intelligenz, aus der Anschauung, hergenommen
ist»; cursivas de Hegel.
Líneas de investigación:
La noción hegeliana de Bildlose Vorstellung y la cuestión de la iconoclastia.
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