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Bloques - 3ero 20.30 Hs
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¿Qué más queres que te dé? ¡¿Qué más queres que te dé?! Con el
cuento que tenemos que trabajar por zoom por la pandemia, ya van
tres meses que no me pagas el sueldo. ¿Qué más querés que te
dé? ¿Eh? Decime. ¿Qué más queres que te dé? Hace ocho meses
que mi mama está pagando el alquiler de tu casa, porque vos no
pones nunca un peso. Y ella, pobre, te salió de garante. Y a vos no
se te cae la cara de vergüenza. ¿Qué más queres que te dé?
Decime ¿Qué más queres que te dé? Cuando fuimos a las Toninas
me hiciste dormir tres días arriba de la camioneta porque vos
querías estar en el cuarto solo, con esa mina. Y yo te importe un
carajo. Cuando el año pasado te fuiste a Uruguay te pedí que me
traigas una carta que me mandaba mi tía y volviste con el sobre
vacío porque la plata que estaba adentro te la jugaste. Todavía te
hiciste el ofendido y me dijiste que no te hable por una semana. ¿Y
yo te tengo que dar a vos? Vos, vos me vas a dar. Me vas a dar los
tres sueldos que me debes y los ocho alquileres de mama. Yo no
me muevo sino me das la plata. Así que dame, dame, dame, dame,
dame, dame, dame, dame, dame…
5-
Oh, yo soy su mujer. Eso quiere decir que debo ser femenina. Lo
que no es fácil. Hay que sentirse débil, poner los ojos brillantes
para que el ser de los pies grandes la proteja a una; ah, y también
tengo que ser atractiva. No puedo permitir que me crezcan pelos,
bigotes, ni que se me caigan los dientes. Además, me tengo que
acordar de que los ravioles ensanchan las caderas y los
espárragos achican el busto. Ah, pero la verdad, la verdad es que
estoy muy cansada de ser la mujer femenina de ese animal
masculino que se rasca, pierde el pelo sistemáticamente y, que
acumula una energía tóxica de la mañana a la noche. Ay, quisiera
engordar, dejarme crecer unos buenos pelos en los sobacos y
enviudar, de manera pura, indolora y elegante. (ALDANA)
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Pausa
Pausa
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Pausa
Toda su vida, mi padre ha sido objeto de odio y vituperación.
Desde el origen de los tiempos, ha sido perseguido y juzgado por
una fuerza maligna que hasta el día de hoy ha permanecido en las
sombras: una fuerza que resiste la definición o la clasificación.
¿Qué es esta fuerza, cuál es su naturaleza? A ustedes les toca
contestar la pregunta, no a mí. Yo solo voy a decir lo siguiente: yo
sostengo que ustedes están sometiendo al desprecio a un hombre
que ha sido el testigo inocente de su propia náusea. A los tres
años, este hombre ya estaba tocando el final de la cuerda. Con
razón deseaba heredarle a su amado hijo todo lo mejor y más
valioso de su vida y de su muerte. Él me amo. Y algún día lo amaré.
Lo amaré y pagaré con gusto el precio total de ese amor.
9-
Había estado en una fiesta que daban los Doughty. Vos conocías a
su mujer. Te miraba muy tiernamente, como si te dijese que se
estaba enamorando de vos. Me pareció que te amaba. Yo no. Yo no
te conocía. Tenían una casa preciosa. Junto a un río. Fui a buscar
mi abrigo, te dejé esperando. Te habías ofrecido a acompañarme.
Pensé que eras muy amable, muy fino, agradablemente educado,
muy cariñoso. Me puse el abrigo, miré afuera, a través de la
ventana, sabiendo que estabas esperando. Miré al río que corría al
otro lado del jardín y vi la luz del farol sobre el agua. Después, te
fui a buscar y bajamos por el sendero atravesando las rejas en el
medio de un prado, debía ser una especie de parque. Hacía frío. Yo
tenía la espalda contra las rejas. Sentí la reja… detrás de mí. Vos
estabas enfrente mío. Yo te miraba a los ojos. Llevaba mi abrigo
desabrochado. Era muy tarde. Y hacía un frío terrible. Y me tuviste,
y me dijiste que te habías enamorado de mí, y decías que siempre
te ocuparías de mí y me dijiste que mi voz y mis ojos, mis muslos,
mis pechos, eran incomparables… y que siempre me adorarías.
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La expresión
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El Otro Yo
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Los bomberos
OLEGARIO no sólo fue un as del presentimiento, sino que además
siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba
absorto por un instante, y luego decía: «Mañana va a llover».
Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: «El martes
saldrá el 57 a la cabeza». Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre
sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos.
Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire
matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos.
Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: «Es posible que
mi casa se esté quemando».
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los
bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: «Es casi
seguro que mi casa se esté quemando». Los amigos guardaron un
respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban. Los bomberos
siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando
doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron
tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de
Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres
comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez
en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla
volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo
de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó
a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.
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ESCRITOR (Con voz fatigada): Ah, muy bien, ¿y qué? Suponga que
no existe ninguna obra maestra de setecientas ochenta páginas.
(Cierra los ojos y se toca la frente.) ¡Suponga que no existe obra
ninguna! ¿Qué le parece, señora Wire? ¡Qué sólo hay unas
cuantas, muy pocas, páginas sin valor, mal escritas, en el fondo de
mi viejo baúl!... ¡Suponga que yo quise ser un gran artista, pero
que me faltó energía y capacidad! ¡Suponga que mis libros no
tuvieron capítulo final, que incluso mis versos languidecieron
incompletos! ¡Suponga que los telones de mi exaltada fantasía se
alzaron sobre damas magníficos, pero que las candilejas se
apagaron antes de caer el telón! ¡Suponga que todas estas tristes
cosas son ciertas! ¡Y suponga que yo –dando traspiés de bar en
bar, de copa en copa, hasta caer finalmente en el colchón infestado
de piojos de este burdel-, suponga que yo, para hacer soportable
esta pesadilla mientras tenga que seguir siendo su impotente
protagonista, suponga que yo la adorno, la ilumino, la sublimo!
¡Con sueños y ficciones y fantasías! ¡Como la existencia de una
obra maestra de setecientas ochenta páginas…, inminentes
estrenos en Broadway…, maravillosos libros de poemas en manos
de los editores, que sólo esperan unas firmas para ser publicados!
¡Suponga que vivo en este mundo de piadosa ficción! ¿Qué
satisfacción puede procurarle a usted, buena mujer, hacerlo
pedazos, aplastarlo, decir que es mentira? ¡Escuche lo que le digo!
¡No hay más mentiras que las que mete en la boca la mano nudosa
de la necesidad, el frío puño de hierro de la miseria, señora Wire!
¡Así que yo soy un embustero, sí! ¡Pero su mundo está edificado
sobre una mentira, su mundo es una espantosa construcción
hecha de mentiras! ¡Mentiras, mentiras!...¡Ahora estoy cansado y
ya he dicho lo que tenía que decir, y no tengo dinero para pagarle,
de modo que márchese y deje en paz a esta mujer! Déjela sola.
¡Vamos, váyase, fuera!
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LOS EXCREMENTOS