Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Como Supe Que Era EL - Laia Andia Adroher

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 253

¿Cómo supe

que era
ÉL?

Laia Andía Adroher


Título original: ¿Cómo supe que era ÉL?
Autora: © Laia Andía Adroher
ASIN: B082Z9THHJ
1ª edición,
Diseño de portada: Íngrid Térmens
Corrección: Elisa Mayo • elisamayoescritora@gmail.com
Maquetación: Elisa Mayo • elisamayoescritora@gmail.com

Aviso legal: Reservados todos los derechos. Queda prohibido


reproducir el contenido de este libro, total o parcialmente, por
cualquier medio analógico y digital, sin autorización previa y por
escrito de los titulares del copyright.
Todos los personajes, escenarios, eventos o sucesos de esta obra son
ficticios, producto de la imaginación de la autora, cualquier parecido
con la realidad es mera coincidencia.
La amistad es el regalo más preciado de la
vida,
y yo tengo la suerte de teneros a vosotras.
Sinopsis

¿Quién dijo que la familia no se escoge? Yo no puedo haber elegido una


mejor en Barcelona. Contando con mi mejor amiga, la formamos poco a
poco y estoy orgullosa de lo que hemos conseguido. Así que sí, la familia
que elegimos es la mejor que podamos tener.
Tengo unos amigos un poco locos, pero lo necesario para poder ser
feliz. La gran mayoría están emparejados, así que las dos solteras del
grupo contamos con unos grandes conocedores del amor para ayudarnos. O
eso creen ellos. Todo empieza con una puñetera lista, porque, claro, todos
ellos creen que tienen las claves para saber quién es el hombre de tu vida.
Una lista que me va a llevar al camino de la amargura.
Evidentemente, el destino nunca está de nuestra parte y ha decidido
traerme a un madrileño para removerme las entrañas. Ahora, ¿quién me
iba a decir que vendría con un secreto envenenado? Si es que, al final, no
podemos alejarnos de lo que la vida nos ha dado; al final, todo vuelve a
aparecer.
Ojalá el amor lo pueda todo, ojalá me dé las fuerzas necesarias para
enfrentarme a todo ello. Antes pero, hay que estar segura de que es la
persona adecuada. ¿Podrá la lista convencerme de que realmente he
escogido bien? Descúbrelo tú mismo/a.
Prólogo

—¡Mar, ya está bien! —suelta Carmen al entrar en casa y dejar de golpe la


bolsa del gimnasio—. O te espabilas tú o te espabilo yo, pero me niego a
verte un día más en esta posición —me amenaza.
—Para ti es muy fácil decirlo —me doy la vuelta en el sofá—, pero soy
un ser miserable. —Las lágrimas vuelven a apoderarse de mí.
—¡Oh, venga! Deja de ser dramática, que no has matado a nadie —me
riñe.
—No, claro, mucho peor, no me merezco nada —me quejo.
—Te lo advierto…, deja el cuento. —Se está mosqueando—. No eres la
primera persona que lo hace.
—Sí, sí, la teoría me la sé —resto importancia—, pero siempre
criticamos que son ellos los cabrones, que juegan con nosotras, que solo
nos quieren para lo que nos quieren… ¿Y en qué lugar me deja esto a mí?
—Pues en el de que Pablo es un muermo.
—Ahora será culpa suya, claro. —Lo que me faltaba por oír.
—No es eso, pero si no te satisface…
—¿Y Claudio? —Porque, claro, no es el único.
—Pues tampoco. —Más seria todavía—. Y si no llega ninguno, no llega
ninguno.
—Tú quieres que le dé un patatús a mi abuela, con lo que sueña ella de
verme en el altar. —Y mis lágrimas vuelven a salir disparadas; sacar a mi
abuela no ha sido buena idea.
—¡Basta! Te lo digo por última vez. No serás la primera ni la última
que no se casa, que no tiene hijos y todas esas tonterías. Deja de ser
clasista y sé feliz, y si te apetece hacerlo con muchos tíos, pues disfruta,
¡coño! Y si es con todos a la vez, pues mejor. —Tan clara como siempre.
—¿Tú le harías esto a Matías? —Esa es la pregunta clave.
—Sabes que no, pero no es lo mismo. Tienes diez minutos para
ducharte y servir copas de vino, me voy a hacer la cena. —Y da la
conversación por terminada.
Después de esto, no me queda otra que levantarme del sofá y dirigirme
a mi habitación. Quiero mucho a Carmen, pero la conozco bien, y cuando
se pone así es mejor no entrar en otro debate. Pero, en fin, en parte tiene
razón. Solo en parte. No vaya a ser que le demos la razón entera y se
crezca más de lo que está acostumbrada. Aparte de… ¿qué tontería es esa
de que no es lo mismo? Porque yo con eso me he perdido, y mira que
acostumbra a ser más clara que el agua como la fiel seguidora de las cosas
claras y el chocolate espeso.
Os cuento, tengo veinticinco años, a punto de los veintiséis, y he tenido
dos parejas, o «intentos de», mejor dicho. Líos, un montón; tantos, que
debo de haber perdido la cuenta, pero con estos dos me apeteció intentarlo.
El primero, a los veintidós; Claudio me duró tres meses, y me creía la
persona más feliz del mundo. El segundo, Pablo, que me ha durado un
poco más, cuatro meses. Hasta ahora, y siendo sincera, ya me había
imaginado con un vestido blanco y una casa llena de niños. Lo sé, lo sé,
muy ilusa la pobre de mí, pero cuando no has sido capaz de durar un mes
con un mismo rollo y pasas esa frontera, ya crees que has encontrado el
amor de tu vida. ¿Qué tienen en común? Que a los dos les he sido infiel.
Ya cuando empecé con Claudio me sentía extraña; siempre se me ha dado
bien disfrutar, y si mi bachillerato fue movidito, no os cuento cómo fueron
mis años de universidad, pero algo me decía que ya podía empezar a tener
algo más serio. Algo que, evidentemente, salió mal. Me gustan demasiado
los hombres. O el sexo, según se mire. Después de unos años de
despilfarro total, porque, claro, me sentí mal por engañarlo, se lo conté; se
lo tomó mejor de lo que esperaba, dimos la relación por terminada, y la
culpabilidad me duró dos días exactos. Pasados esos dos días, me dediqué
a pasármelo lo mejor posible. Hasta que llegó Pablo, y me rompió los
esquemas. Imaginaos la experiencia que cogí en cuatro años para pensar
que sí era algo especial. Era muy diferente a mí, diferente a mi mundo y
me hacía sentir bien. Poco a poco fuimos queriendo más y, aunque era
extraño, deje de tener necesidad de estar con otros. Raro en mí, según
Carmen, pero, por extraño que pareciese, no lo necesitaba. Pero soy Mar y
un desastre. Hace una semana no me supe controlar y me tiré a Diego.
Diego es un compañero de trabajo, que está más bueno que el pan con
Nutella, y llevaba mucho tiempo teniendo sueños eróticos con él. ¿Por qué
lo hice? Pues eso llevo preguntándome una semana. Me siento como la
mierda, porque me siento sucia, ruin, y miserable. No es un crimen, como
bien dice mi amiga, pero me siento casi igual. Todo parecía ir tan bien…
O, siendo sincera, quería pensar que todo iba tan bien. Nunca he apoyado
la idea de la infidelidad, por eso lo dejé con Claudio nada más engañarlo.
Una persona puede atraerte, estás en tu derecho, tienes ojos en la cara
como para reconocer que alguien es atractivo, pero cuando te apetece dar
más pasos es que tienes un claro problema con tu pareja y no sientes lo
que deberías sentir. Así que, si algo saco de esto es que no siento por Pablo
lo que yo pensaba. Quizás lo he idealizado o ya quería dar pasos de más.
Me autoconvencía de ello.
—¿Y si no consigo serle fiel a nadie? —le pregunto, teniéndole la copa
de vino blanco.
—Mar… —me reprende—, ¿y si dejas las estupideces de lado y crees
que para ser feliz no necesitas ir del brazo de nadie?
—Quizás tienes razón… ¿por qué tú no te aburres siempre repitiendo
con Matías? —De veras que quiero entender cómo es el amor.
—Simplemente porque lo quiero. —Y juro que al decirlo le brillan los
ojos.
—¡Pero si lleváis más de tres años! —No consigo dar crédito.
—¿Qué tiene que ver?
—Pues, ¿tú no leíste un libro que se llama El amor dura tres años? Si
hay hasta una película.
—Eso es una chorrada —hace un gesto con la mano que no logró
descifrar—, y delante tienes un ejemplo.
—Pues, entonces, cuéntame el secreto, tengo tres horas antes de ir a
cenar con Pablo —la animo.
—Solo necesito dos minutos; cuando llegue esa persona, lo sabrás. —Y
me propone un brindis, señal de que se necesita un cambio de tema
radical.
Capítulo 1

Mar

Claro está que quedé con Pablo, pero para dejarlo. Puedo ser una cabrona,
pero el sentimiento de culpabilidad me perseguiría toda la vida, si siguiera
con una persona sin quererlo. Ya ni hablamos, si no se lo hubiese contado,
no soy así. No van conmigo estas actitudes. Probablemente peque de
sincera muchas veces, pero con la verdad se llega a todas partes y mi
verdad debe de ser que no sé querer a nadie.
¿Qué tiene de malo disfrutar de las relaciones esporádicas? La
sociedad. Ese es el punto más critico en todo esto, que no evolucionamos.
Creemos que debemos encontrar una persona que nos acompañe toda la
vida, comprar una casa, tener un trabajo estable y formar una familia para
ser feliz. Pues permitidme la osadía de incumplir todas las etapas. Seré la
amiga soltera de mi grupo, la señora de la casa de los gatos, pero seré más
feliz que la gran mayoría. Vale, va, dejo de engañarme; claro que me
gustaría encontrar al hombre de mi vida, más por tener sexo cuando me
plazca que por otra cosa, pero no lo necesito para ser feliz. Hoy en día,
hasta podemos satisfacernos solitas.
—Espero que no sigas dándole al coco con lo mismo. —Esos son los
«buenos días» de Carmen.
—Sabes que no, estoy planeando la visita a Carol, te recuerdo que nos
vamos el viernes. —Siempre he sido muy espontánea poniendo excusas.
—Cierto es, por eso hoy dormiré en casa de Matías.
—Como si necesitaras una escusa para ello, ¿la boda para cuándo?
—No seas estúpida, monta este viaje, nos vemos mañana. —Me da un
beso en la mejilla para despedirse.
Vamos por pasos; vivo con Carmen desde que me mudé con ella a
Barcelona por razones personales, que ya revelaré. Conoció a Matías a la
semana de llegar, es decir, hace cuatro años, y son inseparables, y
adorables también, todo hay que decirlo. Pero cuando intentas hablar con
ella de dar pasos de más, siempre trata de esquivarlos de la mejor manera
posible. Por otro lado, conocimos a Carol, una noche de fiesta, y encajó
estupendamente con nosotras; tanto, que la invitamos a compartir piso con
nosotras dos años atrás. Ahora está realizando una parte de su doctorado
en Ginebra, lleva dos meses y le quedan otros dos, por lo que vamos a ir a
verla. Una pequeña desconexión para aprovechar y ponernos al día. Allí se
fue con Dani, su amor desde el instituto y con el que se casará el año
próximo. También están Alba, una compañera de trabajo de Carmen, que
sale con Carlos, el hombre con más paciencia que he conocido; Helena, la
prima de Carol y soltera desde hace cinco meses; y Diana, que vive en su
burbuja de amor con Miriam. Ese es nuestro grupo, por lo que entenderéis
que a mí también me apetezca respirar esa fragancia llamada amor.
Por suerte para mí, tengo un trabajo a mi medida. Estudié Traducción
en la capital y en cuanto tuve mi título debajo del brazo emprendí mi
camino a Barcelona. Tenía recomendaciones de profesores y matrícula de
honor en mi trabajo de final de grado, contactos de mi coordinador y
varias colaboraciones con revistas científicas, por lo que tardé
relativamente poco en hacerme un hueco. Trabajo para una empresa en
ciertos proyectos y por mi cuenta en otros, por lo que nunca me faltan
clientes, así que puedo estar tremendamente agradecida. No tener horario,
poder trabajar desde el sofá, con una copa de vino blanco, y sobre todo
hacer lo que te apasiona es realmente maravilloso. Puedo decir que la vida
me hizo este regalo, que por uno que me hace, ya va bien que sea bueno.
—Petarda, ¿tomamos un café esta mañana y acabamos de organizar el
cumpleaños de Diana? —me pregunta Helena nada más descolgar el
teléfono.
—¡Claro! Estaba deseando que alguien me sacara de casa. —Y es
verdad, necesito mis momentos de distracción también.
—Perfecto, quedamos en media hora en Plaza Bonanova.
—Hecho, hasta ahora.
Tampoco es que tenga que arreglarme mucho, así que pillo unos tejanos
y una básica y listo. Este fin de semana nos escapamos a Suiza,
aprovechando también que Dani no estará y podremos tener un fin de
semana de chicas, que últimamente parece que es más que imposible. Y el
siguiente, Diana cumple el cuarto de siglo, por lo que debemos preparar
algo especial. Y claro está, que como soy la que más tiempo libre tiene,
pues me toca organizar todas estas cosas. Mucha confianza depositan en
mí, puesto que tiendo más hacia los desastres que hacia otro lado, pero la
esperanza es lo último que se pierde. Y bueno, podríamos añadir que, en
cuanto a fiestas, sí que puedo saber algo.
—Creo que Carol ya tiene todo el catering pensado. —Si yo me meto
en la cocina, puede arder Troya—. La lista de música ya está creada y
Alba dijo que se encargaría de la decoración.
—Carol no le va a decir nada de que viene, quiere que sea sorpresa, y
Miriam la tiene bien engañada —me informa—. Aparte de nosotros diez,
¿viene alguien más a cenar?
—¿Quieres venir acompañada? —Sé que su ruptura fue un palo, pero se
está recuperando a pasos agigantados.
—¡Ni loca! Paso de los hombres… —Aunque su cara me dice todo lo
contrario.
—Eres una flipada, pero mejor cenar en petit comitè y darlo todo
después. ¿Tienes los pases para Bluemind?
—Tutto controlado, amiga.
—Entonces, si todo está en orden, ¿qué teníamos que organizar? —
Debía suponer que había más.
—Mmm…
—No te hagas de rogar. Vamos, Helena, suéltalo. —Si fuera por ella,
podríamos estar días así.
—Me encontré a Pablo el otro día y me preguntó por ti. —Pablo, aún
me siento culpable cuando oigo su nombre.
—¿Y bien? —Si esto fuera todo, no le hubiera costado tanto.
—Se me escapó la fiesta de Diana y me dijo que nos veríamos allí.
—¡¿Estás de coña!? —Eso sería peor que una pesadilla.
—No, lo siento, de verdad… En serio…, fue sin querer —trata de
disculparse—. Pero es que pienso que aún os debéis una conversación.
Bueno, yo… y todas.
—Me alegra saber que habláis de mí a mis espaldas, pero puedo tomar
mis propias decisiones solita. —Me mosquea que se tomen estas
libertades.
—Lo sé, solo… date una oportunidad. —Se levanta—. Tengo que
volver a la ofi, nos vemos el viernes.
Vale, admito que la conversación con Pablo no fue como tendría que
haber sido. Confesé mi pecado, porque si algo no soy es una cobarde, y
asumo todas las cosas que hago. Sorprendentemente para mí, no le
importó, dijo que nos estábamos conociendo y que aún no éramos nada
formal. En qué siglo vivimos, si la gente piensa que aún tenemos que
esperar a la típica frase de: «¿quieres salir conmigo?». Cuando pasas la
frontera de un par de meses, viéndote todos los días, manteniendo
relaciones solo con esa persona y comportándose como una pareja
cualquiera, no hace falta poner ninguna etiqueta, ya está más que puesta.
Pero no se lo tuve en cuenta, simplemente intenté ser razonable y
explicarle mis motivos por los que consideraba que no podíamos seguir
viéndonos. No me malinterpretéis, hubiera seguido teniendo encuentros
sexuales con él, al contrario de lo que decía mi amiga Carmen de que era
un muermo, a mí me satisfacía; a su manera, pero lo hacía. Sinceramente,
si cortaba, tenía que cortar de raíz, y eso quería decir dejar de tener
contacto del todo, ya lo habíamos intentado y no salió bien; pues a otra
cosa mariposa. Si en el futuro volviésemos a coincidir, ya veríamos si
somos amigos o no, pero en cuanto a pareja, ya estaba comprobado. Al
parecer, él no pensó lo mismo que yo, me siguió enviando mensajes
durante toda la semana, convencido de que podíamos tomarnos las cosas
con más calma y conocernos más antes de decidir, pero yo no tengo nada
más que añadir. Cuando tomo una decisión, soy firme con ella y no hay
nadie que pueda hacerme cambiar de opinión.
No me molesta verlo en esa fiesta, pero que no espere acabarla
conmigo. Ha pasado un mes y no lo he echado de menos, por lo que eso
solo refuerza que mi decisión fue la correcta.

***

El resto de la semana ha sido tranquila, tengo varios trabajos que dejar


listos antes de irme, y como Carmen ha pasado más noches en casa de
Matías que aquí, he tenido tiempo para mí. Me apetece mucho este fin de
semana, siempre va bien aire nuevo, pero hace demasiado tiempo que no
hacemos ninguna escapada juntas, casi un año, y es totalmente necesario.
He dejado la bolsa lista, y Dani me ha confirmado que deja la bodega lista
para mí. No me importa que me consideren la alcohólica del grupo, ellas
tienen sexo cuando quieren, y Helena es fumadora compulsiva, por lo que
puedo tener algún que otro vicio. No, no acabo cada noche bebiendo el
agua de los floreros, pero sí que me gusta tener una copa en la mano, y si
es de vino blanco, muchísimo mejor.
Pero os confieso que tengo otro vicio mucho mayor, siempre he de
tener algo en la boca. Malpensadas que sois; sí, algo duro, gordo y largo
estaría estupendamente, pero poco práctico en ciertas ocasiones. Tengo
gran debilidad por los chupachups de cereza y suerte que tengo los dientes
bien puestos, ya que después de tanto azúcar no sé qué podrían llegar a ser.
Así que sí, en mi maleta también hay de esos, aunque estoy convencida de
que Carol se ha encargado de buscarme un ramo de ellos por Suiza.
Así que con todo listo, me puedo meter ya en la cama. Carmen y Matías
vendrán a recogerme para ir al aeropuerto. Cojo el libro que estoy
traduciendo al francés y mi ordenador y me pongo un rato, antes de
acostarme de verdad. Está interesante, los libros de asesinatos siempre me
han atraído mucho, me sorprende la capacidad que tiene la gente para
inventar ciertas historias, y miedo me da que puedan llegar a llevarlo a
cabo alguna vez. Porque hay que añadir que ciertos crímenes son dignos de
la más grande imaginación, y alguien con esa mente, sería peligroso para
la sociedad. A mí me gusta pensar que al menos contribuyo a que estas
obras puedan ver el mundo y, lejos de lo que piensan mis amigas, duermo
plácidamente todas las noches sin ninguna clase de pesadilla.
Capítulo 2

Mar

—¿Sabrás estar sin chicos un fin de semana? —me pregunta Alba nada
más cruzar el control del aeropuerto.
—¿Por qué tienen que ser chicos? —Diana siempre aprovecha para
llevarnos a su acera. Experiencia que no descarto, quizás por eso no hay
ninguno que me convenza del todo.
—Porque, con lo que le gusta follar, el cajón de consoladores sería toda
una habitación, si no tuviera un buen pollote en la cama —la fina de
Carmen hablando claro.
—Puedo sobrevivir sin ellos, pero no vamos a ningún convento, que yo
sepa.
—Dejad que nos aprovechemos un poco de los suizos, ¿no? —A
Helena la estoy enseñando bien.
—Veremos si Carol nos sorprende con las noches en Ginebra —les digo
antes de situarnos en la puerta de embarque.
Ya que la ciudad se llama Ginebra, podría hacer honor a su nombre y
tenerla buena, además de beberla en buen ambiente. Pero eso nos tocará
descubrirlo más adelante. No vamos a tener un desmadre de fin de
semana; realmente, nos han dicho que en Ginebra hay cosas por ver y
vamos a hacer turismo, que aunque nos guste turistear de noche, y conocer
todas las culturas a fondo, también nos gusta viajar por placer. Vale, por
placer ha quedado mal aquí, me refería a conocer la ciudad sin más. Y
añado que cuando estamos todas juntas nos bastamos y nos sobramos.
Ahora que nos hacemos mayores y cada vez cuesta más fijar fechas para
nuestras quedadas y nos acabamos contando nuestras batallitas por el
grupo de WhatsApp, queremos aprovechar todos los minutos que tenemos.
Al bajar del avión, no hace falta que esperemos por el equipaje; lo
bueno de viajar poco tiempo es que te cabe en un bulto de cabina y no
tienes que estar pendiente de que te lo pierdan o no, o si han pasado el
límite de hacerte esperar para dejar correr la cinta de maletas. Así que no
tardamos mucho en salir y poder ver que nuestra querida Carol nos espera
al otro lado.
—Tan radiante como siempre —le digo antes de darle el mayor abrazo
en tiempo.
Sí, hace dos meses que no la veo, pero para mí han sido como años y,
realmente, la he echado más de menos de lo que me gustaría admitir.
Quizá no estoy acostumbrada a tener el piso vacío, y cuando estábamos las
tres era más complicado quedarme sola.
Después de los distintos halagos por lo guapas que estamos todas, no
nos hacen falta abuelas, nos dirigimos a la minivan que nos espera fuera
para llevarnos al pisito. Alquilaron un apartamento bastante cerca del
centro para poder estar tranquilos, pero al mismo tiempo tenerlo todo
cerquita, ya que no son muy fans del transporte público ni del coche en las
ciudades. Parece que lleva días sin hablar porque no para de contarnos
demasiadas cosas a la vez, aunque su máximo speech lo dedica a la
experiencia que está teniendo en el Hospital Universitario de Ginebra y lo
contenta que está de llegar por fin al final de su doctorado. Es la coco del
grupo, la que ha querido seguir estudiando después de la carrera; las
demás no estamos hechas para ello.
El piso es muy mono y, sobre todo, muy de su estilo. Minimalista,
puesto que Dani no es de los que le gustan demasiado los adornos, pero
suficiente para el poco tiempo que van a pasar aquí. Tampoco nos
demoramos más de la cuenta, Carol tiene todo el tour planeado, y pobre de
la que vaya a joderle los tiempos. Así que ha sido poco más que dejar las
maletas y cambiarse de ropa, que aquí refresca mucho más. No quiero
imaginarme tener que vivir aquí en invierno, si en abril estamos así.
—¿Nos vas a hacer andar mucho? —Mejor asegurarse el calzado.
—Dime que te has traído algo más que tacones en esa maleta. —Qué
bien me conocen. Sí, otra perdición para mi lista.
—Claro, pero ¿zapatillas o bailarinas?
—Ponte cómoda, en dos días os tengo que enseñar muchas cosas.
Y con «muchas» se quedaba corta. No pateaba tanto desde hacía años.
Posiblemente desde que subía montañas como especie de tortura para mi
persona. No voy a haceros una guía turística de Ginebra, pero, por lo que
hemos visto hoy, vale la pena. No hay mucha gente en la calle, y para vivir
aquí te tienen que llover los millones, pero tiene su encanto. El Jet d’Eau
me ha dejado maravillada, un chorro de agua de casi ciento cincuenta
metros de alto, es el gran símbolo de la ciudad, y como para no serlo con
lo bonito que es. Otra de las cosas emblemáticas es el Parc de Bastion, que
se conoce por los ajedreces gigantes que tiene dentro. También hemos
visto el famoso Palacio de las Naciones, con su Broken Chair delante, la
Catedral de San Pedro o el reloj de flores; vamos, lo típico. Ha prometido
llevarnos a rincones más desconocidos mañana, afirmando que, si hay que
hacer turismo, hay que hacerlo bien y debíamos conocer todo lo esencial.
—Supongo que para la noche también tienes algo pensado —interviene
Helena, cuando coloca platos con diferentes quesos encima de la mesa.
Sí. Si vas a Ginebra y no comes queso y chocolate, vuelves, por lo
menos, con un mal de ojo. Así que la cena de hoy corre a cargo de nuestra
amiga Carol, que nos ha preparado una degustación de productos suizos.
—¿Tú crees que viniendo Mar y tú no había pensado en eso? —De
tontas no tenemos un pelo.
—Y las demás, ¿qué? —ya está Alba quejándose.
—Nosotras solo tenemos derecho a contemplar —justifica Carmen.
—Pues vamos a cambiarnos, que yo quiero divertirme —les anuncio.
—¡Tú y todas! —me replica Alba—, que no necesitamos hombres para
ello.
—Yo tampoco. —Aunque, si encuentro a uno, bienvenido sea.
—Se lo contaremos a Carlos, lo de que no lo necesitas —la pincha
Helena.
—Me divierto de forma diferente con él. ¿Apuestas de que Mar liga
esta noche?
—¡A favor! —gritan las cinco a la vez.
Mejor no entrar en un debate. No voy pidiendo guerra por ahí, pero,
oye, estoy soltera y puedo hacer lo que me plazca. No recordemos que
también lo hago cuando tengo pareja, o «intento de». Entendedme, tener
pareja no quiere decir privarse de hacer lo que te apetezca, ni por asomo,
pero hay que saber respetar ciertos límites, que según mis amigas no te
cuesta respetarlos porque te salen solos. Ya, claro, si fuera tan fácil,
probablemente, no habría tantos divorcios en el mundo.
—Chicas, la noche de fiesta será mañana, hoy solo vamos a tomar algo,
lo digo por los modelitos. —Y seguramente lo dice más por Helena y por
mí que por el resto.
—¿Cuántas copas entra en ese «tomar algo»? —El plan hay que saberlo
detallado.
—Un par de horas, a la una estamos de vuelta. —Eso ha sonado muy a
mamá. Toque de queda, señoritas.
Tampoco es que haya traído todo mi vestidor, pero una es precavida.
Hay que llevar siempre la maleta llena de sus «por si acaso». Os
sorprenderíais la cantidad de cosas que puedo meter en ese miniespacio,
solo hay que saber colocarlo todo bien.
Una vez estamos listas, con pantalones y algo sencillo, vamos a un pub
no muy lejos de su zona, tampoco nos apetece andar mucho más. Ironías
de la vida, porque si nos hubiera propuesto salir a bailar, lo habríamos
dado todo sin rechistar. Pero, en fin, que el local parece no estar nada mal
y hay un buen ambiente, al menos, a primera vista. Claro que aquí la noche
es distinta y llevarán horas bebiendo. Nos llevan ventaja, sin duda. Pero no
nos importa. Como tampoco nos importa lo que vayamos a beber, porque
Carol se ha encargado de pedir lo mismo para todas, dice que lo teníamos
que probar sí o sí, y como ninguna de nosotras tiene manías, en cuanto el
alcohol se refiere, nos hemos dejado llevar.
—Tía, esto está muy fuerte —suelta Diana al primer trago.
—No me seas blanda, al segundo de estos ya ni te acuerdas —le
responde la anfitriona.
—Pues a mí me gustaría acordarme de alguno de los presentes. —Pone
cara de pilla Helena.
Y al ver su cara no puedo evitar mirar hacia la barra. Hay un grupo de
tres chicos trajeados, hablando, con una cerveza en la mano. Parece como
si hubieran salido ahora del trabajo, desentonan un poco del resto por su
vestimenta, pero están de muy buen ver. Me quedo mirando y, si no fuera
porque es realmente imposible, juraría que a uno de ellos lo conozco. Debe
rondar los treinta y… ¡joder, está buenísimo! Admito que los trajes
ayudan mucho, pero la planta que tiene está más que aprobada con un
sobresaliente. Tiene el pelo bastante corto, castaño claro, un rostro
ovalado que se le define a la perfección, con unos labios carnosos en su
justa medida y la barbita de tres días, que la deja entre arreglada y no. Los
ojos no logro verlos a esta distancia, pero juraría que son claros, y cuando
sonríe ya he mojado las bragas.
—¿Has visto un fantasma? —Me da un codazo Carmen.
—Podría decirse…
—¡Joder! —suelta cuando repara donde está clavada mi mirada.
—Eso mismo estaba pensando yo.
Y sabéis eso que siempre dicen las amigas de… «mira
disimuladamente», que nunca es cierto, pues ahí van mis amigas, que no
necesitan invitación para girarse, sino que ya lo hacen con el más puro
descaro. Y claro está que cuando tú miras en silencio nunca pasa nada,
porque te encargas de intentar disimular al máximo, pero cuando lo hacen
seis chicas a la vez, y justamente las seis que más escándalo están
provocando en el local, pues, claro, llamar la atención es poco.
Entonces es cuando me vuelvo a girar y observo cómo tiene sus ojos
clavados en los míos. Si mis bragas estaban mojadas, ahora deben de estar,
por lo menos, descompuestas. Hace un amago de sonrisa, que ya acaba
derritiéndome del todo, y sigue con su conversación.
—Tía, a esos hay que entrarles, pero ya —Helena, por supuesto.
—Dejemos los chicos de lado este fin de semana. —Sí, ni yo misma me
reconozco, pero eso ha salido de mi boca.
—¿¿Cómo?? —sueltan Diana y Carmen a la vez.
—Lo que habéis oído. ¡Noche de chicas! —Hago un gesto de diversión
—. Vamos, Carol, cuéntanos detalles de la boda.
Se casan en setiembre y, salvo el día y el lugar, no ha querido soltar
prenda sobre ello. Sacar la palabra «boda» es muchas veces mi salvación,
porque debería haber más de una sobre la mesa, pero eso ya no es cosa
mía. Durante el resto de la noche, cruzo alguna miradita con el bombón de
la barra, pero por alguna extraña razón, no me nace decirle nada. Algo me
da mala espina. Será que leo demasiadas novelas policíacas últimamente.
Y a la una en punto, ni un minuto más, como Carol había dicho,
estamos de camino al apartamento, bastante agotadas. El día ha sido largo,
pero nos espera otro más y mañana sí queremos salir a quemar la noche.
Capítulo 3

Javi

Juro que cuando la he visto sentada en esa mesa, no sabría definir lo que
he sentido. Y más allá de sentido, todo lo que ha procesado en ese
momento mi cerebro. ¿Qué está haciendo aquí? Vale, tampoco es para
tanto y, al estar con amigas, seguramente sea un fin de semana sin más,
pero ¿puede el mundo ser más pequeño? ¿Me habrá reconocido? He estado
tentado en decirle algo, pero en sus ojos veía algo muy difícil de descifrar.
Cuando se han ido, ha pasado prácticamente por mi lado y solo ha
agachado la cabeza. No hacía falta observarla demasiado para entender
que le estaba provocando algo. Con todas las esquivadas de miradas que
me ha hecho en una hora, ha sido más que suficiente. El porqué no sabría
decirlo, pero el sueño que voy a tener esta noche ya tiene protagonista.
—Si mañana lo cerramos todo, ¿salimos a despedir la ciudad? —
pregunta Alfonso como si la respuesta no fuera obvia.
—No quiero trabajar mucho más, y pasado ya volvemos, así que más
nos vale cerrarlo mañana —apunta Oliver.
—Pues brindemos por la noche de mañana y a retirarnos, que será duro
el sprint. —Levanto mi copa para que posteriormente lo hagan ellos.
El camino de vuelta se hace corto, será que tengo la cabeza en otro
mundo, o en otros ojos, mejor dicho. Lo bueno de mi trabajo es que
cuando nos desplazamos los hoteles son prácticamente de lujo. Algo bueno
debía tener, porque con las horas que echamos poco valorado está. Y
suerte tengo de mi equipo, porque Alfonso y Oliver son más amigos que
compañeros. Y lo demostramos en que estamos encantados de compartir
habitación en nuestros viajes de trabajo, eso que se ahorra la empresa.
Tampoco os flipéis, que siempre conservamos la reserva de una de las
otras por si a caso, ya me entendéis. Hay veces que pasamos un mes fuera,
y para algunos son demasiados días.
—Miénteme y dime que no te has fijado en el grupo de chicas que
había hoy en el pub —me dice Oliver, cuando Alfonso sale para llamar a
Júlia.
—¿Por qué tengo que mentirte? —Quiero ahorrarme la mitad de la
conversación.
—Había una que no te quitaba el ojo. —Lo veo, va a intentar sacarme
algo que ni yo mismo sé—. ¿Por qué no le has dicho nada?
—No digas bobadas, ninguna de ellas me miraba. —Si me hago el
tonto, quizás cuela.
—Y yo mañana me hago cura. —Se ríe—. Vamos, hombre, por dos días
que nos quedan aquí, ya podrías haber mojado.
—¿Quién tiene que mojar? Estamos trabajando. —Ya entró el
responsable en la habitación.
—¿Qué dice tu mujer? —Mejor cambiar el rumbo.
Oliver tiene razón, por dos días que nos quedan, después de casi un mes
por tierras suizas, ya nos vendría bien un revolcón. Pero, a poder ser, con
alguien local, de esas que no vas a volver a ver y en una noche de fiesta, no
con ella. Que, aunque ellos no sepan quién es, yo sí. Oliver es nuestro gran
soltero de oro, el que por nada en el mundo se comprometería con nadie.
Ha tenido relaciones, pero cuando la cosa se pone seria corta por lo sano.
Ojalá algún día aparezca la mujer para él, estoy seguro de que está en
algún lugar; solo hay que encontrarla. Alfonso es todo lo contrario. Es la
cabeza responsable, que nos va muy bien para poder cumplir con todos los
plazos en el trabajo, pero le falta un poco de diversión. Tiene treinta y dos
años, dos más que nosotros, y se casó con Júlia a los veintiséis, su amor de
juventud, pero de la que está tremendamente enamorado. Son un poco el
ying y el yang. Yo estaría entre los dos, ni tan fiestero, ni tan responsable.
Seguramente por eso nos complementamos tan bien.
Después de que nos ponga al día de cómo están las cosas por Madrid, y
comprobar cómo le cambia la cara cuando habla de su mujercita, es hora
de irse a descansar. Mañana el despertador sonará a las siete de la mañana
y, si queremos salir un rato por la noche, debemos tener todo cerrados a las
ocho de la tarde. Parecen muchas horas, pero con la tira de papeles que
tenemos en el despacho es como una misión suicida. Así que las horas de
reposo son imprescindibles. Y hoy, justamente, parece que mi mente no
quiere darme esta tregua. No puedo sacarme a esa morena de la cabeza.
Sabía que era guapa, pero no recordaba que fuese guapísima. También sé
que estoy actuando mal y que lo primero que tendría que haber hecho es
mandarle un mensaje a Borja, pero no quiero adelantarme a nada, quizás
me estoy equivocando y no querría meter la pata. La he buscado en
Instagram, pero lo tiene privado, probablemente no quiere que le sigan la
pista. Ahora me arrepiento aún más de no haberle dicho nada.
—Deja de pensar en esos ojos verdes; como mañana no estés al cien por
cien, Alfonso te pega un tiro. —Sabía que Oliver también seguiría
despierto.
—Es más complicado de lo que crees. —Necesito sacarlo de dentro.
—¿Seis para dos? Eso no tiene nada de complicado, tendría que
haberles entrado yo. —Donde no hay, no se puede sacar más.
—Será eso. Va, anda, duérmete, si no quieres que muramos los dos.
Lo más seguro es que no me la vuelva a encontrar, por lo que intento
dejar mi mente en blanco y no volverme loco antes de tiempo. Por loco,
como me ha puesto ella con el puñetero chupachups que llevaba en la
boca. Sí, os podéis imaginar una escena erótica, pues multiplicada por mil.
Porque, madre mía, con qué sensualidad lo hacía, y claro, mi mente y mi
cuerpo, que lleva un mes a pan y agua, tiene mucha imaginación. O
necesidad, sí.

***

Aunque han sido pocas horas, al final logré dormirme y como bien
preveía, el sueño ha sido con ella. Y espectacular, todo sea dicho. ¿Por qué
me ha provocado todo esto? Hace por lo menos seis años que no la veía y
ni siquiera éramos cercanos, ni mucho menos, pero tampoco me sirve
negar que me ha despertado una curiosidad que no es normal.
—Tienes cinco minutos para ducharte y estar listo, el señor Lepori ya
debe de estar esperando en su despacho.
—¡Válgame, señor! Eres peor que mi madre. Ya voy, Alfonsito, en dos
días estarás en casa.
—Y por primera vez, el periodo de abstinencia lo estamos teniendo los
tres —la puntillita de Oliver.
—Id bajando, os alcanzo en nada. —El baño es sagrado y la
tranquilidad, mientras la tengo, más.
Y después de una ducha corta, llego diez minutos tarde, pero de lo más
presentable y de lo más predispuesto para todo el trabajo que nos queda.
Capítulo 4

Mar

Qué mierda de noche he pasado. Esto es peor que cuando tienes resaca,
creo que nunca le había dado tanto al coco. ¿De qué cojones me sonaba?
¿O era solo un déjà vu? De los que sueñas y luego no te acuerdas; te
aparecen en la vida real y maldices por no acordarte, pero simplemente se
trataba de un sueño. Que mal me explico, por favor, pero yo me he
entendido. Sin embargo, por alguna extraña razón, me ha quitado el sueño;
espero que, al menos, siga teniendo hambre, porque con todo el chocolate
que hay en esta nevera, es imposible no desayunar como una reina.
—Alguien ha tenido un sueño bueno… —Me sobresalta Helena en la
cocina.
—O espectacular —le respondo—. Mira que eres puñetera.
—¡Oh, vamos! Me dirás que ese hombre no te miraba con ganas de
tenerte desnuda debajo de él.
—Tú te estás volviendo muy suelta últimamente, ¿no?
—Tengo una buena maestra. —Me guiña el ojo.
—Hay que encontrarte novio ya —se apunta Carmen.
—A ti ya te damos por imposible —añade Carol, mirándome a mí.
Con la poca fe en mí misma que tengo en estos temas, solo me falta que
me vayan tirando indirectas de esta clase. Que yo solita me basto y me
sobro para ser consciente de mi déficit sentimental, por no llamarlo de
otro modo. En fin, suerte que las quiero mucho, si no me cargaría a más de
una.
Después de un desayuno en condiciones, y de sacar a rastras de la cama
a Diana, que, madre mía, cómo duerme esta mujer, procedemos a conocer
Greenwich Village. Imaginad todas esas fotos que habéis visto de calles
con paraguas de colores, formando un techo, pues ahí es donde hemos
empezado la mañana. La verdad es que tiene su encanto; yo soy más
simplona en todo, pero debo admitir que es bonito y original. A mí me
recuerda más a cuando decoran las calles en las fiestas de Gracia en
Barcelona, pero aquí es permanente. Hemos ido a pasear también por el
Jardín Botánico, que eso sí que es espectacular. Por muy bruta que pueda
ser a veces, sé reconocer la belleza y esto es realmente fascinante. Tiene
muchos rincones y podría pasarme horas tumbada por aquí. También nos
ha enseñado algunos lugares secretos, que no puedo revelar. Tendréis que
conocer a un ginebrino para que os los descubra. Y nos hemos sentado a
tomar una fondue.
—Así que hoy sí que vamos a mover el esqueleto, ¿no? —interviene
Alba.
—Y otras cosas —añade Helena.
—Esta está fatal, ¿qué le habéis hecho en mi ausencia? —pregunta
Carol.
—No quieras saberlo —la pico.
—Entiendo, os habéis vuelto compañeras de guerra, pero tú me debes
una conversación sobre Pablo.
—¿Es qué a nadie se le ha ocurrido ponerla al día para ahorrármelo a
mí? —Suspiro.
—Yo te hago un resumen: Pablo era un muermo en la cama, más soso
que la planta de aquí, y Mar se tiró por fin a Diego —revela Carmen.
—Varias veces, que para eso trabajan desde casa —añade Diana.
—Está bien, pero no es nada serio, en el último mes ha habido dos más.
—Prefiero que no empiecen ahora con sus cuentos de príncipes
innecesarios.
—Me conformo, pero, cuando vuelva, tendremos esa conversación.
—Sí, mami. —Le doy un beso en la mejilla—. ¿Vas a dejar que me
divierta esta noche?
—Mira que eres cazurra cuando quieres. Pues no conozco mucho la
noche de por aquí…
—Qué dura es la vida de casada —la corta Helena.
—Pero probaremos un sitio que me han recomendado en el hospital.
—Mientras no haya cadáveres —sigue Helena a su rollo.
Con la barriga llenísima y las piernas cargadas, nos hemos ido a
descansar un rato a los Bains des Pâquis, que a pesar de la gran cantidad de
gente que hay, hemos encontrado un hueco para desconectar. Necesitamos
un reset, si queremos alargar un poco la noche.
***

Pues en eso estamos, tras una tarde de relax, risas, confesiones…;


en definitiva, de las nuestras, nos hemos puesto un outfit para romper y
nos vamos a tomar algo al pub de ayer antes de empezar con la fiesta.
—¿Le habéis robado el vestido a mi hermana? —nos pregunta Carol al
verme salir con Helena.
—Que te vayas a casar no quiere decir que tengas que clausurarte,
guapa —le suelta, aquí, mi amiga—. Mientras me tape el culo me basta.
—Mira que eres recatada cuando quieres —me sumo—. Si tenemos
este cuerpo, ¿por qué no enseñarlo?
—En eso tienen razón, vamos a que nos contemplen —aparece Alba
con un vestido azul ajustado y cortísimo, que le queda espectacular.
—¿Tú tienes problemas con Carlos? —Carol acaba de flipar más que
yo, incluso.
—A Carlos le encanta verme así, hay que salir a lucirse… No sabéis
cómo se pone cuando aparezco de fiesta…
—No queremos saber detalles, cariño —la corta Helena—. Si esta
noche pillo, mañana debatimos.
—Nada de chicos en casa —puntualiza la propietaria.
—Tranquila, que nos invitarán a la suya —le informo.
Y dicho esto, la copa es más que oportuna. Hay que sabe disfrutar de la
fiesta y esta empieza por sentirse lo más atractiva posible. Así que ¡vivan
los vestidos cortos y ajustados!, que bien conforme estoy con mi cuerpo y
bien que me apetece enseñarlo. Que se noten, al menos, todas mis horas de
gimnasio, sobre todo para poner el culo en forma.
Cualquiera que nos vea pensará que estamos taradas, aquí con el
fresquito que hace y nosotras medio en pelotas. Hay que ser conscientes y
hablar claro, pero como bien dice Helena, mientras nos tape el culo es más
que suficiente. También hay que añadir que con alguna copa de más y
moviendo el esqueleto, el frío pasa de lo más desapercibido.
Explicarnos batallitas, ahora que no nos vemos tanto, da para llenar
horas. Lástima que solo dos de las presentes estemos solteras y
acaparemos la gran parte del tiempo, pero sin menospreciar al resto; Alba
y Carmen también tienen vidas sexuales apasionantes. Ahora bien, que
Diana cuente sus experiencias, eso si que es como leer un libro detallado.
—Bueno, va, para integrar a Carol —intervengo—, ¿cómo sabes que es
el adecuado?
—La gran pregunta, eso nunca se sabe, chata. —Helena ya es más de
las mías que del otro bando.
—Pero ¿cómo estáis seguras de que es el correcto? —Sinceramente es
un tema que me interesa.
—Porque lo sientes —claro y conciso, así habla Carol.
—¿Y qué sientes? —Podría ser periodista, me gusta sonsacar.
—¡Oh! Sí, sí, hagamos una lista, va. —De verdad que cada vez está más
majareta, la soltería le afecta.
—Pues apunta. —Le da un folio Alba, que siempre va preparada con
una libreta en el bolso—. Porque te apetece follar con él a todas horas.
—O besar —puntualiza Carmen—, para las más recatadas.—Aquí hay
una risotada general.
—Punto dos —añade Carol—: nunca pierdes el nerviosismo al quedar
con él.
—¿Te pones nerviosa de ver a tu futuro marido? —Perdonadme, pero lo
encuentro una chorrada.
—Es un cosquilleo placentero en el estómago —se justifica.
—Eso son ganas de que te la meta —le especifica Alba.
—Vaya, veo discrepancias, mejor dejamos la lista para cuando estemos
cuerdas —finaliza Helena, guardando el papel.
—No seáis bobas, todo se resume al hilo rojo. —Claro está, faltaba la
intervención de Diana.
—¿El hilo rojo? —saltamos el resto.
—Un día os lo cuento. —Se ríe y da por terminada la conversación.
Más allá del cuento este con el que nos pueda sorprender, aquí, la
pequeña del grupo me conformaría con un intento de lista de lo que debes
sentir para saber quién es el adecuado. Quizás puedo ir tachando cuando
encuentre a uno y, si lo cumplo todo, reservarme para él. Bueno, mejor
dejemos las chorradas de lado.
A las doce de la noche ya estamos entrando en la discoteca, lo nunca
visto, pero no tenemos otra que adaptarnos a los horarios suizos. Y la
verdad es que con las bajas expectativas que teníamos, el ambiente es
mucho mejor del esperado. La media de edad debe de ser la nuestra, y a
veces apetece salir un poco a algún garito donde puedas no ver críos de
dieciocho años, así que en ese aspecto estamos satisfechas. La música que
suena también es de nuestro agrado, no es nuestro preciado reguetón, pero
lo damos por bueno. Sí, seamos sinceros, mucho criticar esa clase de
música, pero a todos nos gusta movernos en la pista a ese ritmo; la letra,
después de una copas de más, es lo que menos nos importa. Pero, bueno,
para perrear ya esperaremos al fin de semana que viene.
—Tía, tía, no te gires, pero en la barra del fondo están los tres tíos de
ayer —me susurra Helena en la oreja.
Y claro está, ¿qué haces cuando alguien te dice «no te gires»? Pues te
giras. Y lo que encuentro es lo último que quiero ver. Eso ojos claros
observándome de lejos. Creo que lo contentilla que venía se me acaba de
pasar de golpe. Vale, Ginebra no es Barcelona, pero ¿hace falta que me
encuentre al mismo hombre dos veces el mismo fin de semana?
—Necesito una copa, urgente —le anuncio y la invito a acompañarme a
la barra, del otro lado, evidentemente.
—¿De un sorbo? —me tienta, cuando nos las sirven.
—Estás tardando. —Sonrío, posando mi vaso vacío en la mesa.
—Vaya, ¿pensabais hacer fiesta sin mí? —Aparece Alba de la nada.
—¡Otra ronda! —pide Diana, que venía detrás.
Y con esas dos copas ya me siento mucho más animada. Es
curioso cómo te cambia la percepción de las cosas cuando ingieres
alcohol. Tarda un poco en hacer efecto, pero te da el suficiente puntillo
como para dejar de pensar. Al menos un rato. Y es justo lo que necesito
ahora mismo, que siga la fiesta. Disfrutar. Pasarlo bien. Noche de chicas.
¡Venga, a la pista!
Capítulo 5

Javi

No sé cómo se las ingenia Oliver, siempre tiene la flor en el culo. Hemos


estado dudando hasta el último minuto de dónde ir esta noche, llevamos un
día de perros y necesitábamos más que una copa. Pero lo último que me
esperaba era encontrármela aquí. Otra vez.
—Tío, ¿las has visto?
—Claro que las he visto, ¡joder! ¿Lo sabías? —Creo que noto una
especie de nerviosismo.
—¿Cómo coño iba a saberlo? —Sí, tiene razón, ayer no se acercó a
ninguna, pero sería más fácil entenderlo.
—Yo me pido a la morena.
—Por Dios, Oliver, más de la mitad lo son. Y no, no vamos a ir. Si
dejamos a Alfonso solo esta noche, nos capa. —Lo de Alfonso es lo de
menos, pero es lo primero que se me ha ocurrido.
—Tú déjame a mí. —Su sonrisa no me da buena espina—. La del
vestido verde para mí.
Y acto seguido se va. Por suerte, la del vestido verde no es Mar, así que
una preocupación menos. Pero no, no me apetece que se acerque, ni que
ellas vengan con nosotros. No me preguntéis por qué, pero no me apetece.
El local está lleno de gente, ¿no puede haber otra chica interesante por
aquí? O no haber chicas. Por una noche, no sufráis.
Cuando aparece Alfonso con las copas, veo como Oliver ya está
meneando el cuerpo con esa chica y no puedo evitar fijarme en la cara de
cabreo que acaba de poner Mar. Probablemente sí que se acuerde de mí, y
por eso le haga la misma gracia esta situación. Espero que se queden por
ahí, porque si ella no se acerca, yo menos. El orgullo de un hombre es
intachable.
—Así que vamos a ser uno menos esta noche —me dice Alfonso,
despertándome de mi ensoñación.
—Eso parece, pero, por mí, un par de copas y podemos retirarnos. —Se
me han quitado las ganas de fiesta.
—¿Te encuentras bien? —se preocupa mi amigo.
No sabría contestar a esta pregunta. He estado mejor, y la presencia de
Mar no debería inmutarme, pero por alguna extraña razón, que se escapa a
mi entendimiento, me molesta. Por un lado, tengo ganas de acercarme y
divertirme, pero, por otro, algo me frena a hacerlo.
—Claro, simple cansancio. Ganas de volver a casa. —Y en cierto modo
no miento.
—Te lo tomaré por bueno, mañana ya estaremos de vuelta —me
tranquiliza con un brindis.
No soy de bailar, realmente me gusta mucho más entretenerme con mi
copa o poder fumarme un cigarrillo con tranquilidad, y sin embargo, hoy
hasta creo que podría aprender algunos pasos con tal de estar en el centro
con aquel grupo de chicas alocadas. Creo que nos hacemos mayores, cada
vez cuesta más encontrarnos con un ambiente para nosotros o nos
cansamos antes de la fiesta. Pero con el espectáculo que tengo delante,
podría quedarme horas. Oliver ya ha dado el segundo paso, está en su
plena salsa y cualquiera lo saca de ahí. Suerte tenemos de la comunicación
vía móvil, que le podremos avisar al retirarnos, que espero sea pronto.
A punto estoy de acabar la segunda copa, cuando veo que un hombre se
le acerca por detrás a Mar, y para mi desgracia, ella se deja. No antes sin
hacerle un símbolo a sus amigas y que una de ellas le haga un gesto de
asentimiento. ¿Es ese un código para las mujeres? ¿Se entienden así? Eso
es lo de menos ahora mismo. Si me quedo, avecino un calvario para mí. Sé
de sobra lo que debe ir buscando ese tío, pero a ella parece no importarle
en absoluto. Quizás me jode más que el tipo sea de buen ver. Pero stop, no
debería estar planteándome nada. Por muchas ganas que me hayan entrado
de plantarme ahí y rescatarla. Pero ¿rescatarla de qué exactamente?
—¿Le mando un mensaje a Oliver y nos largamos? —Si me quedo
mucho más, no estoy preparado para lo que pueda afectarme.
—Perfecto, dile que mañana sea puntual, no quiero perder el avión. —
Puede parecer broma, pero no sería la primera vez que Oliver se retrasa
demasiado por una mujer.
Dicho y hecho, le envío el mensaje a Oliver y salimos hacia el hotel.
Espero poder descansar más que ayer, y soñar menos, a poder ser.
Pero nada más lejos de la realidad, mi cabeza va a mil por hora y no
para de preguntarse cosas estúpidas, como ¿qué hubiera pasado si me
hubiese acercado?, ¿me ha reconocido o no?, ¿por qué me afecta tanto?,
¿le habrá preguntado algo a Oliver? Y muchas más. Pero ¿qué más da?
Mañana volvemos a casa y este fin de semana quedará en el olvido, porque
tampoco ha pasado nada interesante, a decir verdad.

***

—¿Os podéis creer que me he quedado sin rematar la faena esta noche? —
Vivan los modales de Oliver cuando entra en la habitación. No hace más
de un par horas que hemos llegado, pero poco le importa que estuviéramos
durmiendo.
—Pues tal como se movía, para ella, también debe de haber sido una
pena —le responde Alfonso, que seguía mensajeándose con su querida
mujer.
—Pues sí, y me ha puesto como una moto, pero al parecer se han
prometido fin de semana de chicas y le apetecía cumplirlo. ¡Le apetecía
cumplirlo, joder!
¿Lo habrá cumplido también Mar? Porque estas promesas que se hacen
entre chicas suelen ser bastante sagradas, o eso tengo entendido. Un
consuelo para mí. No debería serlo, pero lo es. Quizás estoy cantando
victoria demasiado pronto.
—Pero ¿os ha dado tiempo de hablar? —me atrevo a preguntar—. Visto
el espectáculo en la pista, solo os faltaba la cama sobre la que hacerlo.
—Perdóname, pero soy todo un caballero, hasta la he invitado a una
copa. —Parece que se mofa de mí—. Se llama Helena, veintiséis años, es
de Barcelona, están visitando a una amiga aquí y, aunque todas están
buenísimas, solo hay dos solteras en ese grupo. ¿Qué más necesito saber?
Bueno, sí, el teléfono porque…
—No has podido rematar la faena —dice el otro.
He estado tentado de preguntar quien era la otra soltera, pero si mi
novia bailara como lo ha hecho Mar con aquel hombre, maldeciría mucho.
—Si hasta nos hemos hecho una foto. —Nos tira el móvil—. Así no
puedo dormir. Tengo que rematar la faena, aunque sea solo.
—Eres asqueroso, tío. Límpiate al salir y a dormir, mañana salimos a
las nueve.
—Como si tú aguantaras tanto tiempo. Pero, claro, tienes a tu mujer
que te espera para la bienvenida.
—Tú no la tienes porque no quieres…
Siento decir que he dejado de escuchar desde que tengo la foto en las
manos. Me importa un bledo las tonterías que se estén diciendo ahora
mismo, ellos se entienden mejor cuando hablan solos de lo muy
sentimental que es uno, y de la diversión que le va al otro. En la foto se
refleja plenamente el panorama, mejor no hablar de la postura de Oliver
con esa tal Helena, pero detrás de ellos, la otra pareja es mucho peor. Si ya
iba casi desnuda, su cara de placer parece que ya lo da por hecho. Hasta
podría intuirse que el pavo le está metiendo los dedos, en medio de la
pista, pero no. Tiene una mano en su trasero, aunque por debajo del
vestido y la otra agarrándole del cuello. Ella le posa una mano por dentro
de la camisa y, la otra, con un dedo dentro de su boca. Me estoy poniendo
malo solo de mirarla, suerte que nos hemos pirado de ahí, no sé si hubiera
aguantado la distancia de haberlo presenciado. Probablemente me hubiese
acercado para sacarle las manos de donde no debía, porque hay ciertos
límites que en público no hay que sobrepasar. Pero, claro, ahora con una
puta foto en mis manos, la imaginación se me desborda, y no sé si eso es
incluso peor.
—¿En serio está haciendo lo que creo en el baño?
—¿Acaso no conoces a tu amigo? —Y no hay mucho más que añadir;
ambos sabemos qué está sucediendo detrás de la puerta, lo que me
sorprende es el carácter que pueda tener esa mujer como para dejarlo así.
O nos acostamos ahora, o entre idas y venidas, mañana cogeremos el
avión medio muertos, y la comida que les he prometido a mis padres al
llegar será mucho peor de lo que espero.
Capítulo 6

Mar

—¿No crees que se te ha ido la pinza un poco esta noche? —me recrimina
Carol de vuelta a casa.
—No me lo estoy llevando a casa. Vamos, mami, no taladres. —El
alcohol no me deja pensar con claridad y tampoco he hecho nada malo.
—¡Casi te folla en medio de toda esa gente, Mar! —Creo que está un
poquitín cabreada.
—Tú lo has dicho, casi. —Me río.
—Aguafiestas —aparece Helena—. Si nos hemos portado súúúúper
bien. —El grado de borrachera no ayuda.
—La que me faltaba.
—Sé que nos has echado de menos. —Le doy un miniabrazo.
—¡Yo también quiero! —Se une Carmen.
Sí, la quiero mucho, pero a veces es más recatada de lo que debería.
Vale, a mí se me va un poco la pinza, pero no me conocía nadie, así que
me da igual. Y no, no hemos follado en medio la pista, ni nada por el
estilo. Un baile más sensual de lo imaginado, sí, pero nada más. Noah ha
sido bastante encantador, y evidentemente, me hubiese gustado tener un
orgasmo pleno esta noche, pero en algún momento de este fin de semana
se nos ocurrió prometer que era solo de chicas. Si digo la verdad, a mi
cuerpo le hubiera encantado que un hombre en concreto le diera cierto
mambo, pero al ver que solo venía uno del grupo, ha quedado totalmente
descartado. ¿Tendrá pareja? O quizás ni se ha fijado en mí. Pero, vamos a
ver, yo he visto cómo me miraba, y esos ojos decían mucho más que lo
que ha hecho con el cuerpo. De todas maneras, de poco me sirve, Helena
ya me ha confirmado que son de Madrid y que solo estaban aquí por
trabajo, que mañana ya vuelven a la capital. Y Madrid…, esa ciudad es mi
peor pesadilla, a la que nunca voy a volver, así que nada que añadir.
—¡Volvemos a casa, señoritas! —Maldita manera de despertarnos la de
Diana.
—Como vuelvas a gritar, no coges ese avión —la amenaza Helena,
haciendo ademán de levantarse.
—Veo que la resaca no les sienta bien a algunas. —Se ríe la otra.
—¡Traigo ibuprofeno para todas! —Aparece Alba.
—Mejor una cerveza. —Viva mi positivismo, no hay mejor remedio
para la resaca.
—Tú estás pirada —se divierte Carmen—. Va, espabilad, que Carol nos
acerca al aeropuerto.
Maleta pequeña, maleta fácil de hacer a la vuelta. A la ida es más
complicado porque tienes que pensar en qué llevarte, pero ahora es
meterlo todo como se pueda y ya veremos cómo llega la ropa a casa. Otra
de las cosas esenciales, para mí, es la comodidad del avión, por lo que
arreglarse para viajar está sobrevalorado. No voy en chándal, pero casi.
Así que antes de que pueda volver a intervenir alguna para echarme la
bronca por la tardanza, estoy saliendo por la puerta de la habitación,
maleta en mano. Ya os he dicho que a Helena la tengo bien enseñada, solo
en algunos aspectos; en otros, se me está desmadrando demasiado. Pero a
lo que iba, que también está lista en un periquete y nos podemos ir.
—Recuérdame no volver a prometer nunca más un fin de semana solo
de chicas —le cuchicheo a mi fiel seguidora una vez en el coche.
—Toda la razón, ayer desperdiciamos un buen viaje mirando a Cuenca.
—Tengo que enseñarte a hablar de sexo correctamente, que cualquiera
que te oiga…
—No me ralles, estoy todavía medio dormida, con resaca y ayer me
quedé a medias.
—Pues como yo. —Puestas a victimizarse, yo también me incluyo.
—Sé que a Madrid no me acompañarías, pero si los invito a Barcelona,
¿te encargarás de los dos muermos que lo acompañaban?
—¿Te has enamorado?
—No seas estúpida, pero meneaba bien la pelvis, solo quiero
comprobar…
—Ya veremos, entonces, no me des el viajecito.
No sé realmente si me apetece volver a cruzarme con esos ojos claros,
pero por el momento no le voy a quitar las ilusiones a Helena. Tampoco es
que crea que vendrían a Barcelona solo por un polvo, habría que estar
desesperado para ello. Y además, si lo invitara a Barcelona, eso no incluye
que tenga que venir acompañado. Vamos, digo yo.
Pero ¿sabéis eso que dicen que no hay dos sin tres? Pues, en el pub, en
la disco y, cómo no, en el aeropuerto. Suerte que Helena está medio
dormida y ni se inmuta. Y yo, solo lo veo en la distancia entrando por la
puerta de embarque. Como quien no quiere la cosa, él también se gira y
nuestras miradas se cruzan, pero me es prácticamente imposible descifrar
lo que me quiere decir con ella. Me meto un chupachups de cereza en la
boca, necesito meterme algo ya, y veo cómo sus ojos se desplazan hacia
abajo para fijarse en cómo estoy jugando con el palo. Se muerde un poco
el labio inferior, y ya no sé si me quedan bragas, pero estoy desvariando
por momentos. No sé si es la resaca, el calentón, él mismo o
imaginaciones mías, pero mejor dejarlo ahí. Creo que voy a llamar a
Diego esta semana para desahogarme. Luego, en la fiesta de Diana, voy a
tener con quien divertirme, seguro. Mierda. No recordaba que a la cazurra
de Helena se le había ocurrido invitar a Pablo. Pero bueno, los problemas
de uno en uno. Que el dios griego este se pire a Madrid, que yo llegue a
Barcelona, pueda tener un revolcón en condiciones, y nos centremos en los
preparativos del cumpleaños de Diana.
El cansancio se ha apoderado de todas durante el vuelo, así que ha sido
fácil que no me tocaran las narices durante el trayecto. Estoy cansada, con
resaca y con una extraña sensación que no sabría explicar.
Una vez en casa, sé que Matías va a venir por aquí esta noche, dos días
sin verse y parece el fin del mundo. No es que me moleste tenerlo por
aquí, Carmen sabe que es más que bienvenido mientras sepan controlarse
delante de mí. Muestras de cariño las justas, no hay que ser egoístas. Así
evito también que ella se marche todas las noches. Aparte, es una ventaja,
Matías cocina estupendamente, y todo lo que sea escaquearse de preparar
la cena es un regalo.
Me he centrado un poco en organizarme la semana y en tumbarme en la
cama, he quemado más calorías este fin de semana que en todas mis clases
de gimnasio, y eso que dicen que el alcohol es de lo que más engorda.
Carmen ha desaparecido un rato, porque ella nunca tiene suficiente en
cuanto al deporte se refiere, y la clase de zumba de los domingos es
prácticamente sagrada. Yo, con el espectáculo que dimos ayer por la
noche, tuve más que suficiente, he demostrado muy gratamente que las
clases se me quedan atrás.
—¿Fin de semana movidito? —me pregunta Matías mientras pongo la
mesa.
—No me han dejado. —Le hago un mohín—. Prometimos fin de
semana de chicas.
—¿Y cuándo les haces caso tú?
—De vez en cuando, hay que mantenerlas contentas.
—¿Ya me estáis criticando? ¿O habláis del maromo que casi le saca las
bragas en medio de la discoteca? —Aparece Carmen recién salida de la
ducha.
—Sabía que había gato encerrado. —Se ríe su amor.
—Antes de que digas nada…; lo dejé a medias, o me dejo él a mí, pero
quiero mi copa de vino igualmente.
Matías es uno más; bueno, como Dani, Carlos o Miriam. Los acogemos
a todos por igual, y no nos importa hablar de cualquier cosa aunque estén
delante. Si mis amigas confían en ellos, no tengo por qué hacer lo
contrario. Es más, después del tiempo que llevan juntos, sería una
chorrada no hacerlo. Así que le contamos un poco por encima el fin de
semana y poco más. Sé que deben de tener ganas de estar solos y a mí me
apetece leer un rato antes de dormir. Tengo una sensación extraña en el
cuerpo y en mi cabeza hay algo que solo hace runrún todo el rato. Es raro,
puesto que pienso más en esos ojos claros que en Noah, y puedo
aseguraros que, en su momento, tenía unas tremendas ganas de que me la
metiera; el tío sabía moverse y supo calentarme de la mejor forma posible,
pero no, no es él quien me va a quitar el sueño.
Capítulo 7

Javi

Ya os dije que Oliver tenía una flor en el culo, pues más suerte no puede
tener este cabrón. Llegamos el domingo, comí con mis padres, de vez en
cuando hay que parecer un buen hijo, y el lunes a primera hora nos
informaron de que el viernes nos desplazábamos a Barcelona, en principio,
para tres semanas, pero eso nunca es así. Júlia aprovechará para venir unos
días con nosotros, entiende perfectamente el trabajo de su marido, pero a
veces le gustaría que estuviera más tiempo en casa. También es cierto que
va a épocas y que es de las pocas veces que encadenamos dos clientes
importantes seguidos. Pero a lo que iba, Barcelona tenía que ser. No es que
suela comerme mucho la olla, pero he evitado a Borja todo lo que
llevamos de semana porque no sé si sabría ocultarle lo que me ha pasado
en Ginebra. Y el otro día me encontré a Mario y fui, más bien, escueto.
—No puede ser casualidad, algo me dice que lo que me perdí en Suiza
era bueno y tengo que terminarlo —me suelta Oliver, entrando por la
oficina, el miércoles.
Venimos a preparar todo lo que necesitamos para mañana, y sé de sobra
que algún mensaje le ha mandado a Helena, pero prefiero no conocer los
detalles. Si Júlia está con Alfonso, y Oliver queda con Helena, voy a tener
mucho tiempo libre, y eso que vamos a trabajar. Quizás en esta ocasión,
me acerco a ella e intento averiguar las dudas que me planteé el fin de
semana pasado.
—¿Me estas escuchando? —Parece que me he evadido del mundo.
—Pues no, es mejor no hacerlo cuando dices chorradas.
—Por una vez que me encargo yo de la diversión, van a tratarse de
chorradas.
—A ver, cuéntame… —Solo para parecer que me interesa.
—Helena dice que el sábado celebran el cumpleaños de una de las
chicas y que tienen un fiestón montado, pero que la cena es solo para los
íntimos; eso sí, ha prometido que será para recordar.
—¿Y me taladras tanto rato solo para decirme que vamos a salir de
fiesta? —Si no lo conociera bien, me bastaría esta información, pero estoy
seguro de que hay otro plan por en medio.
—Claro que no. —¿Veis? Como si no lo conociera—. En esta ocasión
no quiero dejarme nada de ese bombón… y al parecer, ella tampoco. —O
lo suelta ya o no hay fiesta, lo prometo—. Dice que el viernes podemos
hacer una cena, no en su casa, que vive con sus padres…
—¿Cena? ¿Con quién? —Me gusta divertirme, cualquier fiesta es
bienvenida, pero encerronas… las justas.
—Pues tiene un par de amigas que viven juntas y una se ofreció a
encargarse de vosotros para dejarnos a solas.
—¿Encargarse de nosotros? —Cada vez me sorprenden más.
—Ya me entiendes, pero, apunta, el viernes tenemos cena.
—¿En casa de quién?
—Creo que eran Carmen y Mar, pero una se irá con el novio, no sé si
vendrá alguien más, le he dicho que ella misma, mientras la tenga un rato
para mí, poco me importa.
Creo que esto era lo último que me esperaba. O sea, es evidente que
sabía que al irnos a Barcelona, Oliver intentaría quedar con Helena para
poder tener su rato de intimidad, tal como se compenetraban en el baile,
estoy convencidísimo de que se entenderán estupendamente bajo el
edredón, pero no era necesaria una cena formal. Me parece bien la fiesta
del sábado, en definitiva, nos hubiéramos podido escaquear cuando nos
viniera en gusto, además de que el local posiblemente estaría repleto de
gente y no sería necesario cruzar más de dos miradas. O viendo el
panorama de la otra noche, a Mar no iban a faltarle chicos para nada. ¿Una
cena? Por una vez espero tener yo algo de suerte y que sea Carmen la que
se quede con nosotros, pero lo del novio no me da muy buena espina.
Podrían venir todas, incluso las parejas, si es necesario. ¿Lo estáis
imaginando? Alfonso, Júlia, Oliver, Helena, Mar y yo sentados en una
misma mesa cenando, en casa de una ellas. ¿Un poco raro? No, un poco
no, exageradamente raro. ¿Me apetece? Pues no sé que contestaros a eso.
En parte sí, en parte no.

***
Después de que Alfonso estuviera conforme con todos los planes que
Oliver nos había organizado, pudimos coger el AVE tranquilamente. No
nos precipitemos, vamos a ir a trabajar, y con el ritmo que llevamos, nos
vamos a pasar mucho tiempo entre papeles. Pero hoy, Oliver y su bendita
flor en el culo, todos sabemos que solo tendremos reunión con el cliente
para explicárnoslo todo, saldremos a tiempo para ir a cenar y hasta el
lunes no hará falta ponerse al lío. Así que sí, va a tener su fin de semana de
gloria. En estos momentos, sería mala persona, ojalá estuviera con el
periodo y le jodiera los planes. Pero no, si ha organizado todo esto, Helena
tiene las mismas ganas que él.
—¿Vas a cambiar la cara esta noche o mejor te vamos sirviendo una
copa para que estés de buen humor? —me suelta Oliver, mientras nos
cambiamos para la cena. Alfonso irá directo con Júlia porque querían
tomar algo previamente.
—¿Qué le pasa a mi cara? —No debe de ser la mejor, pero tampoco
considero que refleje mucho lo que pienso.
—Parece que no te apetezca… pero, anímate, me he asegurado de que
la de los ojos verdes esté ahí. —Magnifica sonrisa de pícaro que le debe de
funcionar para todo.
—Déjate de cuentos y más vale que aproveches el fin de semana, el
lunes empezamos y quiero irme de aquí cuanto antes.
—No dudes que disfrutaré, ya veremos si me apetece alargarlo.
No miento, no quiero alargarlo. Quiero evitar cualquier tipo de
tentación y todo empieza por saber comportarme esta noche. Alfonso y
Júlia nos esperan abajo, no iban a llamar sin el invitado especial, el cual ya
se ha asegurado de que Helena haya llegado, por si las moscas. No
conozco mucho Barcelona, pero tengo entendido que no viven en mala
zona, así que debe de haber sabido buscarse bien la vida. Subimos al curto
piso, y no sabría describir cómo me siento. ¿Nervioso? No debería, pero es
algo extraño.
Afortunadamente, es Helena quien abre la puerta y con el beso que le
planta a Oliver nadie diría que necesitan la cena para nada. A estos los
podemos meter directamente en una habitación porque me han encendido
hasta a mí.
—Tú debes de ser Javi —se presenta cuando, por fin, lo ha soltado—.
Tranquilo, no he te hecho ninguna encerrona, somos más para cenar. —Le
guiña un ojo a mi amigo.
—Sabía que Oliver elegiría bien —le doy dos besos—, pero me adapto
fácilmente. —Prefiero no mostrarme vulnerable.
—Estupendo, entonces. —Se presenta a los otros dos—. Venid, que os
enseño el piso antes de presentaros al resto.
El piso no parece gran cosa, pero me imagino que, si solo viven dos
chicas aquí, es más que suficiente. Tiene tres habitaciones dobles, detalle
que le ha gustado remarcar y al que Oliver le ha respondido con una
mirada que deja muy claras las intenciones que tiene para ella. Al parecer,
viven Carmen, Carol y Mar aquí, pero Carol está acabando su doctorado en
Ginebra y al volver le quedarán pocos meses aquí porque se casa en
septiembre. Ha venido este fin de semana, pero se quedan en el piso del
prometido. Solo una de ellas tiene baño propio y podría intuir que es la de
Mar, sabiendo lo poco que le gustaba compartir ciertas cosas. Luego tiene
un comedor correcto que está abierto a la cocina. Y la mesa la han
montado en la terraza, ya es mayo, así que tampoco hace mucho frío.
Salimos a ella y hay cuatro chicas y un chico con una cerveza en la mano.
Helena hace las presentaciones, pero nada de darse dos besos ni
formalidades, un saludo general es más que suficiente, por lo visto. Alba y
Carlos, que son pareja; Marta y Clara, que trabajan con Helena, y Mar.
Poco más nos han dado como información.
—¿Una cerveza? —ofrece la que sabemos que es anfitriona y que me
ha esquivado la mirada nada más llegar.
—Claro —digo, mientras el resto solo asiente—. ¿Te acompaño? —
Necesito ciertas respuestas.
—No hace falta —lo dice tan seria y tan rápido que no da pie a réplica.
Vuelve con un pequeño cuenco con cervezas, me temo que están bien
acostumbradas a este tipo de cenas, y poco después procedemos a
sentarnos. Es una cena bastante informal, como si todos fuéramos amigos.
Típico pica-pica con croquetas, tortillas de patata, tostadas con foie,
ensalada… más que suficiente. Mar se ha sentado en una esquina de la
mesa, como si quisiera evitar a toda costa estar aquí.
—¿Vino? —ofrece Alba, si no recuerdo mal.
—Llena, please —le responde Mar, como si lo necesitara más que
nunca.
Por suerte, Helena acapara casi toda la atención. Esta chica tiene labia
para rato. Creo que ya somos partícipes de todo lo que se avecina mañana
para la fiesta de una tal Diana. Cenaran en esta casa y luego tienen
reservada toda una sala en el Bluemind, a la que ya nos han añadido a la
lista por si nos apetece pasarnos. No puedo evitar ir mirando a Mar
durante la cena, pero ella parece estar más en otro sitio que en nuestra
conversación. Tampoco es que su amiga nos conceda mucho tiempo a los
demás, pero a mí no me molesta.
Nos han avisado de que hoy no quieren retirarse tarde, quieren
reservarse por lo que les espera mañana, pero Carlos dice que estas son
más fáciles de liar que otra cosa. Me ha caído bien; de hecho, todos hemos
estado cómodos, o eso quiero pensar.
—Lo mínimo que podemos hacer es invitaros a una copa —interviene
Alfonso.
—No es necesario. —Creo que es la primera vez que Mar abre la boca
desde que hemos abierto el vino.
—No seas rancia —le recrimina Alba—. Una copa no hace daño a
nadie.
—Entonces nos la tomamos aquí, todos sabéis que hay alcohol de
sobra, y así Helena puede comenzar su maratón de sexo cuanto antes. —
Ahí va, sin ningún tipo de pudor.
—Muy explícita, como siempre; pero mi maratón ya ha empezado. —
Sonríe la otra, y no quiero pensar lo que hacía la mano de Oliver debajo de
la mesa.
—Pues, al menos, déjame prepararlas —prefiere cortar el momento
Alfonso.
—Claro, te acompaño a la cocina.
Y ambos se levantan. Marta y Clara se despiden porque tenían otros
planes y nos quedamos el resto un poco desubicados por la situación.
—Normalmente no es tan rancia —dice Helena, queriéndole sacar
hierro al asunto.
—Mañana con un polvo se le pasa —contesta la otra amiga—. Debe de
ser que le dura el calentón de Noah, no se lo tengáis en cuenta.
De veras que esto va a ser una situación un tanto incómoda, si todo lo
que se ha quedado aquí son parejitas. Me ha quedado claro que no remató
la faena la semana pasada, pero también han insinuados sus intenciones
para mañana. Basta. No debería inmutarme para nada, ni tan siquiera
hemos intercambiado dos frases seguidas.
—Javi, ¿verdad? —Juraría que me está vacilando—. Me han dicho
que vas a necesitar una fuerte, te dejan solo esta noche. —Me tiende una
copa, mientras su mirada se desplaza hacia donde Helena y Oliver han
empezado su fin de semana de sexo.
—¿No quieres acompañarme? —la tiento—. Me temo que la tuya no
será mucho mejor.
Viendo el panorama, Alba se irá con Carlos; Alfonso y Júlia, ya se
sabe; y Oliver y Helena parece que le van a dar la noche en la habitación
de al lado.
—Tengo tapones para los oídos, mientras no tenga que unirme…
—¡Oh, sí! Un trío —grita Helena.
—Eso me lo apunto —le sigue Oliver—. Si es que no podía escoger
mejor… —me susurra a mí.
—Déjate de tonterías —le reprende Mar—. Y más vale que te
comportes, si quieres volver a dormir aquí.
La verdad es que no doy mucho crédito a la situación. Me parece, más
bien, surrealista todo esto. No sé si me ha vacilado o, de verdad, no sabe
quién soy. Que estemos aquí…; es decir, han metido a cuatro desconocidos
en su casa sin ningún afán de preocupación; lo del trío, no sé si lo han
sugerido en serio; la chica me está poniendo más de lo que me gustaría…
¿La solución? Beberme la copa de un trago.
—¿Alguien quiere otra? —ofrezco al levantarme.
—Yo te acompaño —responde Carlos—. Voy a por algo de picar.
—Como en tu casa —le dice Mar.
Carlos es un buen tipo. Tiene veintiocho años, lleva tres con Alba, se
conocieron en una liga de pádel, y parece bastante decente. Me ha
comentado que, para lo que son ellas, se han contenido mucho esta noche.
Son bastante asiduos los planes en esta casa y cualquier burrada que
podamos oír es poca. Mar y Helena son las más cabritas, al ser las dos
solteras, pero como todos los chicos están muy integrados, nadie se corta
ni un pelo. Un buen grupo, al parecer.
Capítulo 8

Mar

Aprovecho que se ha ido a la cocina para beberme mi copa y darle el


cambiazo a Carlos. Alba me da su aprobación con la cabeza, así que poco
me importa lo demás. No consigo descifrar lo que quiere decir su mirada,
pero me pone nerviosa, y un nerviosismo que no me gusta.
Joder. Cuando le dije a Helena que me pensaría lo de hacerme cargo de
los otros dos, lo decía sin conocimiento de causa. No puedo ser más gafe
de que tuviéramos que volver a coincidir una semana más tarde, y que
además uno de ellos viniera acompañado.
—¿Por qué no te lo tiras? —me pregunta Helena, que por fin ha dejado
un momento de lado a Oliver.
—¿A quién? —lo primero siempre es intentar hacerse la inocente.
—¿A quién va a ser? —se apunta Alba—. Si hasta yo he pillado
miraditas.
—Qué panolis sois, esta noche dormiré sola —les advierto.
—¿Y lo que no es dormir? —Helena será suelta, pero Alba no se queda
corta.
—¿Quién no va a dormir esta noche? —reaparece Carlos.
—A este paso ninguno —me quejo—. No os acomodéis mucho que
mañana no quiero ni una queja.
Nadie se ha quejado nunca por una fiesta, pero más vale prevenir que
curar. El ambiente está bien, Júlia parece una chica agradable y ha
intentado, en varias ocasiones, integrarse con nosotras. Alfonso parece un
hombre diez; también es verdad que si te lo cuenta su enamorada es
trampa, pero llevan seis años casados y nueve de relación, eso supera
cualquiera de mis expectativas. Oliver es muy de mi estilo, así que me río
mucho con él. Espero, por eso mismo, que Helena no se pille porque lo
pasaría mal a la larga. A los chicos como él hay que entenderlos y dejarles
su espacio. En definitiva, hay que saber que para la diversión están muy
bien, pero con ciertas distancias. Y en el fondo, tengo hasta envidia sana,
puesto que con la tensión que se aprecia en el ambiente estoy segura de
que la noche será más que buena.
—Nosotros vamos a ir retirándonos, mañana queremos hacer un poco
de turismo —nos informa Alfonso para despedirse.
—Nosotros también deberíamos, mañana he quedado con Carol para
ultimar los regalos de Diana —anuncia Alba.
Lo estáis apreciando bien. Momento un tanto incómodo. Sé que Oliver
se va a quedar aquí, porque si no Helena ya no estaría en esta casa, pero ni
por asomo voy a dar pie a que nos quedemos los cuatro. «Felices los
cuatro», para la canción queda estupendamente, pero para la vida real no, y
menos aquí.
—Yo creo que también voy a meterme en el sobre, así aprovecharé mi
sábado. —Mejor me adelanto yo para no dar alternativas.
—Qué manera más sutil tienes de echar a Javi —suelta Helena, que
alguna vez se merece una buena hostia.
—Tranquila, Helena, una buena manera de tratar a los invitados. —Lo
que me faltaba, que se hiciera el cortés—. Será que prefiere oír vuestra
banda sonora. —Y la otra que le ríe las gracias.
—Los trataría bien, si fueran mis invitados —remarco bien la palabra,
que demasiado he hecho ya.
—Tía, mañana ya puedes decirle a Diego que te haga un buen favor,
estás insufrible. —Poca vergüenza que tiene—. Pero, Javi, quédate a tomar
la última con nosotros, al menos.
—No te preocupes, también tengo planes para mañana. —Me mira
fijamente—. Disfruta de tu noche. —Le guiña un ojo a ella.
Y acto seguido, me quedo sola con los dos nuevos tortolitos y tardo
cero coma… en marcharme del comedor, porque Helena ya me está
gritando:
—¡¿A ti que coño te pasa?!
Y no, no me apetece discutir, así que más vale que Oliver sepa
entretenerla lo suficiente como para que mañana no se acuerde de mi
bordería.
Me pongo la tele de mi habitación, me da igual lo que emitan, puesto
que no voy a prestar atención. Solo me apetece escuchar voces para poder
dormirme tranquila. Sin pensar en la cena de esta noche, sin pensar en lo
que pasa en la habitación de al lado, sin pensar en lo que me provoca este
hombre ni en que lo veré mañana. Tengo que hablar seriamente con
Helena. Que exprima lo que haga falta este fin de semana, pero que a mi
me deje de marrones cuando estos estén por aquí. Con lo tranquila que
quiere estar una y lo poco que la dejan.

***

He podido dormir algo, poco, pero nada que no pueda arreglar la siesta de
esta tarde cuando vengan las chicas a poner cualquier película chorra antes
de preparar la cena.
—¿Te has levantado de mejor humor? —Me encuentro a Helena en la
cocina con un kimono, que juraría que es mío, y dos tazas de café.
—Siempre estoy de buen humor, señorita recién follada —le cojo una
de las tazas.
—Eso no era para ti, y sí, tía… no sabes la noche que he pasado…
—Lo sé, y no quiero detalles. —Me alejo—. Uno rapidito, y que vaya
desfilando.
Se oyen risas a lo lejos, que no se me acomode, que esta se puede pasar
todo el día encerrada en la habitación, o fuera, pero aprovechando el
tiempo.
Por suerte para mí, me siguen haciendo caso en ciertos aspectos y este
es uno de ellos. Así que no tarda en reinar la paz en casa. No es que sea
muy fan de la soledad, pero esta semana ha sido movidita y estos
momentos son estrictamente necesarios. No hace falta añadir que Helena
se ha ido con «su gran amor» y aprovechará para pasar por su casa a coger
lo necesario para el segundo asalto. Que tampoco debo comentar que será
en esta casa, ya que ella vive con sus padres y él comparte la habitación
del hotel con Javi.
Poder meterme en la bañera con mis sales en el agua, la mascarilla en
mi rostro, mi música de fondo… eso sí que es un placer absoluto. Es como
una especie de ritual para mí, siempre aprovecho algún hueco del fin de
semana para ello, como si fuera mi oportunidad para reflexionar sobre mis
cosas y evadirme del mundo. Es mi momento, el que tengo para mí, y es
una costumbre que no quiero perder.
***

Por la tarde, las chicas han ido llegando; los chicos vendrán directamente
para cenar. Deben respetar nuestra intimidad. Diana sabe que cenaremos
aquí, pero no lo que le espera después. Carol y Alba han ido a acabar de
comprar los regalos; un clásico nuestro lo de regalar veinticinco
paquetitos: veinticuatro chorradas y uno más decente. Este último no es
otra cosa que un salto en paracaídas, algo que a ella le hace ilusión, pero a
mí… me regalan esto y me matan del susto solo de pensar en la altura.
Carmen y Miriam han pasado por el Bluemind para revisar que el
fotomatón estaba bien, las fotos de sus veinticinco años colocadas, el
minikaraoke que hemos organizado y alguna que otra tontería más. Yo me
libro de todo porque fui la encargada de las invitaciones y me va a tocar
pringar en la cena. Y a Helena se le ha dado carta blanca por su recién
invitado. No nos oponemos a las alegrías que te da la vida, ni intentamos
boicotearlas.
—¿Ya has sacado la cara de mustia de ayer? —me pregunta Alba
cuando entramos en el baño a maquillarnos.
—¿Otra que me va a taladrar con la noche de ayer? —Por un día que no
soy el ánimo de la fiesta, parece que debo ser crucificada.
—Vale, vale —levanta las manos—, ya veo que hoy será una gran
noche.
Y con la sonrisa ya le contesto suficiente. Me apetece esta noche. El
Bluemind es nuestro sitio por excelencia, nuestro rincón de pensar y, entre
unas cosas y otras, hace como un mes que no lo pisamos. Además, me he
comprado un vestido negro con lentejuelas ideal para esta noche, y con la
barra libre a nuestro alcance, nada me la va a joder. Ni sabiendo que Pablo
estará por ahí me vengo abajo, así que más me vale disfrutarla.
La cena ha sido una más de las nuestras, nunca tenemos tiempo de
aburrirnos en nuestras quedadas, y nadie lo diría con todo lo que nos
vemos, pero es así. Somos un grupo, y creo que no sabríamos estar sin uno
de ellos, faltaría una pieza del puzle. Posiblemente, por eso, ni Helena ni
yo hemos incluido a nuestras parejas en esta ecuación, porque sabemos de
sobra que no durarán para siempre, y un mal trago que nos ahorramos.
Somos una familia, me cuesta decir esta palabra, pero si alguna vez he
tenido una, sin duda, es esta y estoy orgullosa de lo que hemos creado. Así
que nos basta para sentirnos felices y para cualquier celebración. Diana no
ha parado de dar las gracias a todos y cada uno de los regalos, y eso que
alguno de ellos era… digno de ver. Miriam le ha regalo un viaje a Estados
Unidos, una minirruta montada ahora que tienen casi dos meses de
vacaciones, así que en nada las perderemos de vista durante tres semanas;
razón de más para salir a celebrar.
—¿Listas? —pregunta Helena, que se le ve a leguas las ganas de
mambo que tiene.
—¡Por supuesto! —gritamos el resto.
Y no necesitamos más para adentrarnos y darle la sorpresa que le
espera al otro lado de la puerta. Diana está flipando, hay gente aquí que,
probablemente, no ve desde el instituto, pero hemos hecho un buen
trabajo. Mientras ella va saludando a la gente, nosotros ya hemos hecho
los honores y tomado la primera copa, más vale animarse cuanto antes. Y
con la segunda en mano, doy un vistazo a la sala, me temo que acabaré la
noche con Diego, pero no está de más estudiar al personal. Este tipo de
fiestas me encanta, no los conoces a todos, pero todos se conocen entre
ellos. Siempre hay un punto de conexión entre alguno de los presentes.
—¿Te molesta que Pablo esté hablando con esa tía? —me susurra
Carmen al oído.
—Claro que no, me importa un carajo lo que haga. —Si ella misma me
animaba a dejarlo, no entiendo a qué viene esto.
—Entonces no era tu hombre —suelta risueña.
—No me hacía falta esta pregunta para convencerme de ello.
—Pero es una de las cosas que puedes apuntar en esa lista de cosas que
sientes para saber quién es el ideal: te molesta cuando tiene cierto contacto
con alguna chica.
—¿Así que te molesta cuando hablo con Matías? —me mofo.
—Sufro por que llegue el día en que me diga de hacer un trío los tres —
me sigue la broma.
—Eso está hecho —le digo—, voy a buscarlo. —Ya tengo manera de
escaquearme de aquí.
No me frena porque sabe que sería incapaz de hacerlo con ellos. A decir
verdad, a pesar de que somos muy echadas para adelante con ciertas cosas,
y la broma del trío es constante en nuestro grupo, nunca he tenido ocasión
de planteármelo en serio.
Por el otro lado, la quiero mucho, a todas ellas, pero estas chorradas son
superiores a mí. Si hubiese una lista de cosas para tener en cuenta a la hora
de conocer a nuestro hombre o mujer ideal, la gente se ahorraría muchos
dolores de cabeza; por lo que no, mis amigas no tienen el secreto.
De todas maneras, Pablo está hablando con su prima Cris, que estudiaba
con Diana, así que es algo que tengo controlado y que no me provoca ni
una mínima reacción. Pensaba que vendría a saludarme al llegar, pero se
ha mantenido al margen, y mucho me temo que ha hablado con Carol para
actuar así. Tampoco me molesta, yo no hice nada malo en su día y no
siento que tengamos que mantener ninguna compostura. Era un buen tío, y
no me hubiese importado hacer un café de vez en cuanto, pero como bien
apuntaba Carmen, en la cama era más bien sosito, y por el momento, yo no
me veo jugando a las casitas, que es lo que buscaba él.
—Helena, ¿la cara de atontada te va a durar mucho? —Lleva una hora
con el móvil en la mano y no hace falta ser muy lista para saber con quién
está hablando.
—Tía, déjame disfrutar, hacía mucho que no tenía sexo así.
—Dos semanas, ¿o ya no te acuerdas de los gemelos del Lodlen?
—¡Ah, ya! Nada que ver…, con Oliver voy a repetir más de una vez…
—¿Te mudas a mi piso? —No es que no la quiera, pero no estaría de
más preguntar.
—Júlia se marcha mañana, y dice que nos podremos instalar en el hotel
los fines de semana, dependerá de si viene ella o Alfonso vuelve a
Madrid.
—¿Cuánto tiempo van a estar aquí? —la pregunta me ha salido sola.
—Mínimo, tres semanas, pero Oliver dice que siempre acaban
alargando.
—Pues nada, un mes sin mi compañera de guerra… —Habrá que
acostumbrarse a ser la solterona.
—Eso nunca, vamos a bailar. —Me arrastra del brazo hacia la pista.
Solo pido una cosa, que el tenerlos por aquí no implique más cenas
como la de ayer.
Capítulo 9

Javi

Llevo todo el día con un humor de perros y, por raro que parezca, ni me
apetece salir de fiesta. Pero, claro, decidle vosotros a Oliver que no,
después de que haya alardeado de todos los polvos y de lo bien que le ha
ido la noche y las ganas que tiene de repetir. No quiero pensar en el
mesecito que se me viene encima, si este se empieza a poner pesado con el
tema.
Pero mis quejas no hubieran servido de nada, así que era inútil
malgastarlas. Pues aquí estamos, entrando en el que dicen ser el club de
moda. No tardo en visualizarla en la pista, es como si dentro de mí algo se
hubiera alarmado y la tuviera localizada antes de verla. Lleva un vestido
inmensamente ceñido a su cuerpo, con toda la espalda al aire, lentejuelas
en toda la parte delantera y no sabría definir si eso le tapa el culo o no.
Lleva la melena ondulada por debajo el pecho y los labios pintados de
rojo. Unos tacones altísimos, y no es que sea precisamente bajita, pero le
hacen unas piernas espectaculares. ¡Qué coño! Toda ella es espectacular.
—¿Vienes conmigo a saludar? —me dice en tono de burla Oliver,
sabiendo dónde estoy mirando.
—Necesito una copa —logro articular.
—Pues vamos a por ella, no te dejo solo hasta que no llegue Sito. —Me
da una palmada en la espalda, invitándome a ir en dirección a la barra.
No puedo decir nada malo, el ambiente es muy de nuestro estilo y para
ser una fiesta privada hay mucha más gente de la que me esperaba. Se nota
que saben organizar una buena y no quiero imaginar el ritmo que suelen
llevar estas por aquí. Mar está hablando con un chico, o lo que no es
hablar, porque la actitud acaramelada que parecen tener da para imaginar.
Quizás sea el tal Diego que mencionaron ayer, aunque a saber, ya que
cualquiera se le resiste tal y como se está moviendo.
—Ya pensaba que os habíais rajado —nos saluda Helena.
—¿Y perdernos esto? —Le da una vuelta, ya le ha salido la vena
seductora.
—Entonces vamos a bailar. —Tira de él.
—Tranquilo, yo me apaño. —No vaya a ser que se corten por mi culpa.
Ya sabía yo que era mala idea venir por aquí. Digamos que no soy muy
afín a salir a tomar algo solo o meterme en una discoteca a hacer el panoli
de esta manera. Entiendo el calentón que puedan tener, pero yo me lo
podría haber ahorrado, o podríamos haber pasado la tarde con ellos para
estar un pelín más integrados, al menos, con los chicos. Tampoco he
visualizado a Carlos, que podría haber sido un poco mi vía de escape.
Y visto lo visto, tampoco pinto nada aquí, así que, aunque mi primer
pensamiento ha sido acercarme a ella cuando la he visto moverse hacia la
barra, lejos de las garras de ese chico, creo que lo mejor será retirarme. Ya
he cumplido, he acompañado a Oliver hasta aquí, pero ahora ya está más
que entretenido y no me necesita.
—¿Ya te marchas? —Me sobresalta Mar cuando estoy a punto de salir
del reservado.
—Solo he venido a traerle la diversión a Helena. —O esa era mi excusa
para estar aquí.
—Os he puesto yo en la lista, así que podría decirse que hoy sí que sois
mis invitados. ¿Una copa? —me sorprende de repente.
—¿Dónde está la trampa?
—En que me apetece una copa, y mis amigas parecen ocupadas. —Viva
el morro y la sinceridad.
—¿Tu último plato…?
—Ya sabes que dicen… «el postre es lo mejor de la comida». —Me
guiña un ojo y yo ya estoy rendido a su descaro.
—También cuentan que… «no hay que compartirlo». —Siendo realista,
ella también parecía bastante ocupada hace un momento.
—Una lástima, pues, te iba a enseñar el mejor cóctel del camarero.
—No he renunciado a la copa. —Estoy entrando en zona peligrosa.
—Perfecto, entonces.
Y sin esperarlo, coge mi mano y me guía hasta una zona más recatada
con unos sofás, donde el camarero no tarda en venir y ni siquiera sé que ha
pedido. Su contacto me ha provocado un escalofrío indescifrable, y cuando
me ha soltado otra sensación extraña se ha apoderado de mí. Desde donde
estamos se puede observar todo el panorama a la vez que tenemos cierta
intimidad y la música no resuena muy fuerte, lo que nos permite oírnos sin
gritar, algo que es de agradecer. El chico que la tenía en la pista no para de
mirarla y puedo asegurar cuáles son sus intenciones, a pesar de que ella
parece no inmutarse demasiado.
—Me han contado que vais a estar aquí una temporada…
—Te han contado bien. —Doy un primer sorbo—. Esto está dulce, muy
bueno, pero tiene truco porque seguro que lleva más alcohol del que
aparenta…
—¿No has venido a divertirte? ¿Qué más dará eso? —Ella casi se ha
bebido media copa de golpe.
—¿Estás intentando emborracharme? —Me encanta la sonrisa que
aparece en su rostro en estos momentos.
—No lo necesitaría. —Mira que tiene fe en sí misma—. Es para que
tengas una buena bienvenida; como Helena se quedará con vosotros, y
Alfonso, me imagino, aprovechará con Júlia, me apiado de ti. —Y como
no deje de ponerme esta carita el que no va a apiadarse voy a ser yo.
—Será porque alguien ha dicho que pasa de hacer de canguro. —
Reconozco que yo también tengo mis fuentes.
—¿Culpable? —Pone cara de niña buena—. ¿Te animas a bailar? —Se
acaba la copa.
Y no me queda otra que aceptar, porque ella ya está de pie y decidida a
irse hacia la pista. Tengo que beberme mi cóctel o, más bien, engullirlo,
pero es totalmente necesario, ya que puedo admitir que no llevo el ritmo
en la sangre y que probablemente lo que venga ahora mismo sea un
ridículo espantoso. Pero de perdidos al río, y como no sé si vamos a volver
a coincidir y aquí no me conoce nadie, tampoco será tanto drama.
En nada estamos junto a lo que, juraría, son su grupo de amigos, puesto
que reconozco a Alba y Carlos, alguna de las chicas de la semana pasada
en Ginebra y, por supuesto, a Helena y Oliver. Y aquí ninguna parece tener
problemas sobre lo que puedan pensar, aunque, claro, tal y como se
menean, tampoco los tendría yo. Los chicos se ríen más que otra cosa,
pero también parecen estar a gusto, así que será cuestión de dejarse llevar.
—¿Tú en una pista de baile? —Se me acerca Oliver—. Creo que estás
perdiendo facultades.
—No me toques los cojones, que estoy aquí por ti.
—Sí, sí, por mí has venido, pero aquí estás por unos ojos verdes. —Y
no le puedo contestar porque Helena ya se lo está comiendo a besos.
Mucho me temo que tienen el mismo rollo los dos y saben lo que hay,
pero también me temo que, si siguen este ritmo durante nuestra estancia
aquí, este es capaz de cometer alguna locura. No suele repetir muchas
veces con la misma, pero si le ha ofrecido instalarse en el hotel, será que
la noche de ayer fue más que memorable, si no solo mantendrían
encuentros esporádicos. Por suerte, Helena también ha puesto sus límites y
ha dicho que nada de instalarse en ningún sitio, pero que firma que puedan
verse cuando puedan, aunque eso incluya otros planes fuera de esa
habitación. Yo no tengo quejas, mientras se diviertan y se lo pasen bien, no
hay nada que objetar.
—Hombre, tío —me saluda Carlos con una palmada en la espalda—.
Vente con nosotros, que vamos a tomar algo.
Las chicas parecen no inmutarse a nuestra huida, así que tampoco voy a
avisar a Mar de nada. En un periquete, Carlos ya me ha presentado a Dani,
el futuro marido de Carol; Matías, el novio de la compañera de piso de
Mar, Carmen; y Diego que es un compañero de trabajo de Mar que, de vez
en cuando, sale con ellos de fiesta. Los saludos han sido escasos y más
con el último, después de la mirada de desprecio que me ha echado, no
hace falta ser lumbreras para ver que le ha molestado que ella dejara de
menearse con él para tomarse algo conmigo, pero las peleas de gallitos no
me apetecen. Carlos me ha recalcado mucho lo de que solo de vez en
cuando sale de fiesta con ellos, para dejarme claro que no es de su grupo
habitual, así que hay temas que no deben tocarse en su presencia. También
me ha informado de que Diana, la del cumpleaños, está con Miriam, «por
si no me cuadraban las cuentas», me ha dicho. Y me gusta ver cómo
hablan los unos de los otros con este cariño. Me da que son como una
pequeña familia, y me alegra saberlo.
—Entonces, ¿sois de Madrid? —Diego no pierde punto para indagar.
—Mejor no le digas eso a Mar —dice por lo bajini Matías, y no puedo
evitar mirar su cara. No voy a preguntar por qué, mucho me temo que no
quiero saber esa respuesta, o ya la sé.
—Eso es, nos quedaremos poco tiempo. —Ya he dicho que no quiero
ser partícipe de una pelea de gallitos.
—Mejor… —deja en el aire, pero creo que soy el único que lo escucha.
—Al margen de vuestra estancia, bienvenido seas; si Oliver ha
conseguido engatusar a Helena, nos vamos a ver a menudo —me dice
Carlos.
—Bueno, hemos venido a trabajar, veremos los fines de semana… —
No quiero parecer desagradecido, pero tenemos trabajo y somos
conscientes de las horas que nos ocupa hacerlo.
—Eso ya me lo dirás cuando esas dos os propongan algo —suelta
Matías—. ¿Aún no os han incluido en la barbacoa de la semana que viene?
—eso me lo dice a mí, porque por la mirada que echa a Diego, ya me hago
una idea de a quién no han invitado.
Mi cara le ha respondido por mí. Tampoco estoy seguro de ello, ya que
Oliver puede perfectamente haber omitido ese detalle para que no me
negara doblemente. En fin, eso ya lo gestionaremos más tarde.
El rato con los chicos ha estado bien, podrían ser perfectamente de mi
grupo de gente en Madrid y han intentado hacerme sentir uno más todo el
rato. Me han contado un poco sus vidas con las chicas, y he podido ver lo
unidos que están y lo bien que se conocen entre todos. En cuanto Diego se
ha vuelto a la pista, me han acabado de informar de que no pertenece al
grupo, pero que va detrás de Mar desde hace mucho tiempo y
recientemente están teniendo algo. Nada serio, por parte de ella, pero se
deben de haber acostado unas tres veces. Me sorprende que sepan estas
cosas con exactitud, pero reafirman que no hay secretos de ningún tipo
entre ellos. Así que por eso estaba invitado hoy, por si a Mar le apetecía
acabar la noche bien. Cada vez me sorprende más esta mujer. No han
querido hablarme mucho más de ella, porque apoyan la idea de que cada
uno cuente lo que quiera de su vida a quién quiera, y no deben meterse
ellos por en medio. Aunque la verdad es que se les escapan más cosas de
las que pretenden. Yo tampoco he querido preguntar para no levantar
sospechas, aunque, siendo honesto, no sé qué sospechas puedo levantar
cuando hemos intercambiado cuatro frases.
Al cabo de un rato, la noche está llegando a su fin, y tal como ha
empezado, no hubiera apostado a que acabaría así. Ha estado mucho mejor
de lo que se avecinaba y ahora mismo no me arrepiento de haber aceptado
la invitación. Estamos en la puerta para despedirnos y creo que me quedo
en shock cuando voy a darle dos besos a Mar, y lejos de aceptarlos, me
planta un morreo en condiciones. Un beso que acepto y me hace olvidar
todo lo que nos rodea. De primeras, me quedo un poco en shock, puesto
que no lo esperaba, pero el contacto con sus labios es tierno y, al mismo
tiempo, me transmite cierta electricidad. Poco tardo en abrirlos y dejarle
paso. Si sus labios saben lo que se hacen, su lengua le roba pronto el
protagonismo y acaba mordiéndome el labio inferior.
—Me ha quedado claro que no compartes, y yo tenía otros planes para
hoy… —me suelta con descaro—. Aun así, espero que tengas buena
noche.
Y me deja ahí plantado. Entre la descolocación por el beso y el
comentario, me ha dejado, claramente, fuera de juego. Y delante de todos,
que prácticamente tengo no sé cuántos ojos puestos en mí.
—Respira, chaval, que te acompaño al hotel —me dice mi amigo—.
Así las chicas tienen tiempo para ellas.
Capítulo 10

Mar

He tenido que cortar el momento porque se me estaba yendo de las manos.


Ese beso ha despertado en mí mucho más que todos los meneos que he
tenido esta noche. Tenía muchas ganas de hacerlo, a decir verdad, tenía
ganas de mucho más y eso no es bueno para mí. Ahora puedo culpar al
alcohol de mis locuras, ya que no me conoce, no sospechará que esto
puede ser habitual en mí.
—¿Me vas a contar qué ha sido eso? —Me alcanza Helena en mi fugaz
huida.
—¿Tú no tendrías que estar ya en el tercer asalto? —Si no han probado
los baños ya, van tarde.
—Oh, mira, Oliver dice que Javi te da las buenas noches y que no le has
dejado despedirse, pero que si quieres te espera en…
—Dime que es puta coña. —No logro ver la pantalla del móvil puesto
que no para de moverla.
—Lo es. Pero tendrías que haberte visto la cara. —Su descojone es
abismal.
—Muy graciosa, te dejo darle mi número para que lo haga de verdad.
—Quizás me gustaría que lo hiciese.
—Hecho. —Y tal como sonríe, temo que se lo haya dado de verdad.
Al llegar a casa, solo me apetece meterme en la cama. Estoy reventada.
Ya dicen que para estar guapa hay que sufrir, pero podrían tener un poco
más de compasión. Los tacones son la peor arma para una mujer. Y es
gracioso, porque si lo piensas bien, con el tacón podrías matar a muchos
hombres, así que sí, es un arma mortal para todos. No he mirado ni el
móvil al enchufarlo a cargar porque estoy segura de todo lo que se puede
estar diciendo por el grupo en estos momentos, aunque, seamos sinceros,
no es la primera vez que me despido así de alguien, así que tampoco
debería formar tanto revuelo. Por otro lado, mi intención era poder tener
un polvo en condiciones con Diego, y con intimidad, a poder ser; pero ni
siquiera me ha apetecido al salir. Esto que quede entre nosotros, tengo una
reputación que mantener, y el rechazo de un polvo con un tío como Diego
la mancharía por completo. No se lo ha tomado muy bien, pero sabe la
relación que tenemos y que es su problema si no se adapta. Suena mal
decirlo de esta forma, pero nunca le he dado pie a otro tipo de relación, así
que puede retirarse cuando quiera. Yo no soy de relaciones largas, y lo
sabe.
***

Me despierto poco después de haberme dormido por el sonido del timbre,


y quiero matar, textualmente, a la persona que está fundiéndolo. Miro por
la mirilla y es Carmen, juro que, si se ha vuelto a dejar las llaves en casa
de Matías, la ahorco yo misma.
—¡Soy yo! —se oye al otro lado—. Y saca la cara de enfadada, que me
quieres un montón, a pesar de mi pésima memoria. —Qué bien me conoce.
No puedo hacer otra cosa que dejarla entrar y amenazarla con que más
vale que me prepare el mejor desayuno para un domingo de resaca. Eso
incluye, por lo menos, dos bollos rellenos de chocolate casero, que la muy
jodida tiene una receta infalible para ello. No pone pegas, por lo que debe
de tener, aproximadamente, la misma resaca que yo. La diferencia está en
que ella habrá disfrutado un pelín más la noche. Sí, podría estar en su
periodo, pero lo tenemos sincronizado, así que, para mi desgracia, también
soy consciente de cuándo no puede follar.
Aprovecho que se mete en la cocina para ponerme algo más decente; o
más cómodo, según se mire. No soy de las que va arreglada por casa, por
si las moscas; no tengo que mostrarme diferente a lo que soy, así que
cualquier pantaloncito corto de pijama y una camiseta ancha es mi atuendo
habitual. Y decido que es hora de enfrentarme a las burlas de los cazurros
que tengo como amigos. Para mi sorpresa, hablan más de lo bien que
estuvo la noche que de lo que pasó al despedirnos. Algo de agradecer, y
algo que demuestra que cada vez nos conocemos más y no hacen falta
ciertos comentarios. Las chicas han sido más insistentes, pero por el grupo
que tenemos aparte; las que esperaban que no hubiera rematado la faena
con quien no debía y las que preguntaban por qué no lo había invitado a
acompañarme. Por raro que parezca, las dos opciones serían válidas para
mí en cualquier ocasión, y ellas lo saben. No soy ninguna recatada, por lo
que me he acostado con chicos de una noche, y digamos que cuando pasó
lo de Claudio me tiré alguno para saciar los calentones que me dejaba
cuando coincidíamos. Así que lejos de ser una santa, ayer se me debieron
cruzar cables contradictorios para hacerme actuar de otra manera. Lo que
sí que me sorprende es el mensaje de un número desconocido, aunque
tonta no soy, y por lo que pone sé perfectamente de quien se trata, y a
quien voy a acabar ahorcando de verdad.

Número desconocido:
Me han comentado que querías que te
diera las buenas noches. Pero te voy a
contar un secreto, podrían ser mejores.

El mensaje es de anoche, poco después de que la muy perra de mi


amiga diera vía libre a que este espécimen pudiera contactar conmigo. Si
es que tendría que aprender a estar calladita de vez en cuando. Guardo el
número, por si acaso, y me quedo embobada con su foto mientras decido
qué contestar. Ojos azules, sí; muy claros pero azules. En la foto lleva el
pelo más corto que ahora y diría que se trata de la foto para la empresa
porque se aprecia que va trajeado. Hay gente que sale mejor en las fotos de
lo que es; luego, están los que te sorprenden cuando los ves porque los
imaginabas peor por sus fotos; y luego, está él, que sale tremendamente
bien, pero que está terriblemente bueno cuando lo tienes enfrente.

Mar:
Me han dicho que vas a venir a por tu
amigo; si me das los buenos días,
podemos tomar el vermú mientras lo
esperas.

Javi:
¿Vas a ser una buena anfitriona?

Mar:
Compruébalo… Quiero mis buenos días,
primero.

Javi:
Sobre las 14 h estoy ahí.
Ya me he metido, yo solita, en un fregado. Tengo tres horas hasta
entonces y, de repente, ya no tengo ni hambre para el desayuno que acaba
de preparar Carmen. Pero cualquiera le hace un feo a un bollo de chocolate
recién salido del horno; no seamos desagradecidas, que para una vez que
los hace sin rechistar…
—Solo he venido a buscar ropa, tengo comida con mis suegros. —La
falta de entusiasmo es descomunal.
No quiero ser mala, pero a los suegros no los escoges, te vienen de serie
con el pack, y los de Carmen son demasiado chapados a la antigua.
Digamos que por eso siguen viviendo separados. Oye, todo es respetable,
pero podrían mostrarse un poco más simpáticos cuando ella está presente,
que nadie diría que son los padres de Matías, con lo majo que les ha salido
el niño. Los ve poco, pero hay fechas sagradas en las que no puede
hacerles el feo, y con lo enamorada que está, no va a sufrir por unas horas
de falsedad que tenga que interpretar.
—Está bien, espero que Helena se haya despertado para entonces. —
Más que nada porque tenemos otro invitado.
—Helena está más que despierta. —Aparece la susodicha, medio
desnuda, en el salón.
—Vaya panorama. —Se ríe Carmen, que ve aparecer al otro en
calzoncillos, por detrás.
—Alegrando la vista al personal —me mofo, ya que él se expone, y está
de muy buen ver, vamos a contemplarlo bien.
—Necesito urgentemente un café. —Si hasta están compenetrados.
—Pues espabilad, que en dos horas viene Javi para el vermú. —Ya está,
ya he soltado la bomba, y debe de ser buena porque por las caras que
ponen…
—¿Y cómo ha sido eso? —indaga la más serena de todos, Carmen.
—Pues él me dio las buenas noches, gracias a la personaje de aquí; yo
le he dado los buenos días, y como tiene que venir a por Oliver… pues que
la espera se hiciera menos larga. —Si cuela, cuela.
—¿Y tenemos que creernos que ha sido así? —En qué maldito
momento le enseñé a Helena mis tácticas.
—Javi dice que está pensando en cómo darte los buenos días. —Hasta
ahora me caía bien el amigo; hasta ahora.
Después de su gran intervención, no me ha quedado otra que admitir
que lo había tentado con lo de los buenos días. Pero si es una chorrada…
Como si ellas no me hubiesen visto nunca ligar, o intentarlo. Saben
perfectamente que Javi es mi tipo y que algo raro pasa, si el viernes no di
pie a más, con lo en bandeja que lo tuve. Pero eso son razones que
desconozco incluso yo. De todas maneras, no me han dado mucho la
tabarra; una, porque tenía prisa en arreglarse e irse, y la otra, porque
quería aprovechar para tener un nuevo orgasmo antes de la hora de comer.
Sí, ya veis que su forma de quererme deja mucho que desear. Pero yo, que
soy buena persona y quiero lo mejor para ellas, me alegro de que lo
disfruten tanto; y más Helena, que hace medio año se vio con el mundo en
el suelo y lo bien que se ha recuperado. Pues que lo goce mientras lo tenga
por aquí.
Me he puesto un pantalón tejano corto, ya empieza a hacer buen
tiempo, y una camiseta básica. Tampoco tenía necesidad de arreglarme,
pero no era plan de abrir la puerta en pijama. He puesto cervezas en el
congelador, y Helena ha prometido salir antes de la ducha perversa y
preparar algo de picar. Sí, la ducha se la dejo para ellas, el baño de mi
habitación tiene bañera, pero eso saben que es sagrado para mí. En cuanto
suena el timbre, ya hace, por lo menos, diez minutos que me muerdo las
uñas y es que ni yo misma reconozco si esto son nervios.
Vale, o sigo borracha o me parece que hoy está mucho más guapo que
ayer, y era difícil, creedme. Va vestido informal, aunque no deja de ser un
madrileño con clase, así que sí, va muy bien vestido, con sus mocasines y
todo, y con la barba recién arreglada.
—¿Vamos a tomar el vermú aquí, en la entrada? —Vale, reconozco que
me he quedado embobada.
—¿Así te lo piensas ganar tú? —Suerte que tengo rápida capacidad de
reacción.
—Claro que no. —Y acto seguido me planta un beso.
Un beso que empieza como lo dejamos ayer, pero que creo que nuestros
cuerpos intuyen de manera diferente. He abierto la boca al instante para
darle paso, para hacerle entender que estoy dispuesta a alargarlo lo que
haga falta. En nada estoy pegada a la pared y noto su fuerza y su presión
hacia mí, sus ganas, y las mías, para qué negarlo. No sabría definir cómo
me siento, pero lo que tengo claro es que, por mí, no lo terminaría. Nos
hemos acoplado a la perfección, y mi cuerpo está pidiendo más. Pongo mis
manos alrededor de su cuello para acercarlo más a mí, y él deposita las
suyas agarrándome fuerte del culo. Me gustan sus labios. ¿Qué digo? ¡Me
encantan! Y el juego que hace con la lengua para buscar la mía, para
encontrarla, para sentirnos unidos, es de otro planeta. Si la mueve así aquí,
no quiero imaginar…
—Ejem… —Gracias por el oportunismo, querida amiga—. Así que…
así se dan los buenos días en Madrid…
—¿No te han parecido suficientemente buenos los tuyos? —dice el otro
por detrás.
Javi se separa de mí, y me quedo con una especie de vacío, de frío. ¿En
serio tenían que aparecer estos ahora? Ya podría haber contribuido un poco
más y dejarnos un ratito. O no, mejor así, porque si me llego a dejar
llevar… Él ha procedido a saludar, yo he necesitado un poco más para
recomponerte.
—Id a la terraza, ahora salgo. —Así aprovecho para refrescarme.
—Lo he hecho por ti, o por la vecina de enfrente, que le gusta mucho
mirar por la mirilla, y le estabais dando un espectáculo —me dice, antes
de seguirlos hacia fuera, la muy cabrona.
Pero, claro, no habíamos cerrado ni la puerta. «¿Dónde has metido las
neuronas, Mar?». Hay ciertos espectáculos que solo hay que darlos en
privado, y eso es algo que siempre he tenido muy presente. Cojo todo lo
necesario de la cocina, me tomo un vaso de agua congelada porque, sí, lo
admito, me ha dejado cachondísima, y una ducha no era opción, y me
dirijo al matadero.
Capítulo 11

Javi

Prometo que no tenía planeado que ese fuera mi saludo. Mi cuerpo ha


reaccionado antes que yo y se ha adelantado a hacer lo que le placía.
Contra eso tampoco voy a luchar, porque si ayer me quedé descolocado,
pero con ganas de más, hoy necesito meterme en agua congelada para
calmar todo esto. No sé si me alegro de la interrupción o no, pero soy
consciente de que no puedo tomarme estas libertades, con ella no.
—Bien hecho, ¿eh, campeón? —Se ríe Oliver cuando salimos a la
terraza.
—Una cerveza y nos vamos —le reprendo.
No estoy de humor, o sí. No hay quien me entienda ahora mismo. Me
encantaría conocerla, bueno sé perfectamente quién es, pero conocer en
quién se ha convertido y poder hablar con ella de ciertos temas que sé que,
si retraso, será peor. Me gustaría que esta conexión que yo percibo la
tuviéramos los dos y pudiéramos dejarnos llevar, pero conociéndolo todo.
Llamadme raro, hace dos días que estamos con ellas, pero lo que siento es
diferente a lo que estoy acostumbrado. Así que tampoco hay que comerse
el coco con estas cosas y hay que aprovecharlas más cuando aparecen.
Pero, por otro lado, sé que me estoy metiendo en un berenjenal del que no
sabré salir, así que más me vale tomar distancia cuanto antes. Sí, muy
lógico todo, pero no intentéis nunca entender la mente de alguien, y menos
la mía.
—Eso será difícil, me he comprometido a invitarlas a comer, ya sabes,
para agradecer la hospitalidad y eso…
—¿Y por qué no te llevas a Helena tú solito? —No necesito que se
compadezcan de mí. Joder, a los treinta años, puedo pasar días solo sin
problema, eh.
—Porque seríamos malos amigos, y sí, antes de que te lo plantees, ha
sido idea de los dos.
—Nos sabía mal dejaros solos aquí… —interviene Helena—. Aunque
quizás os apetezca más…
—¿Qué me he perdido? —Llega la otra con una bandeja llena de
aperitivos.
—Que os vamos a invitar a comer —informa Oliver.
—No hace falta, tengo cosas que hacer, Helena seguro que puede con
los dos. —Parece que está un tanto nerviosa.
—Seguro que puedo, pero con uno me basta. Anda, petardina, prometo
mantener la compostura —la incita su amiga.
—¿Tú sabes qué es eso? Te dije que no haría de canguro y no lo voy a
hacer. Puedes traerte a Oliver aquí para tener intimidad cuando quieras,
pero no voy a cargar yo con el otro para tus caprichos. —Y se ha quedado
tan ancha.
—¿Sabéis que estamos aquí? —Suerte que habla él, porque yo no sabría
ni qué decir.
—Mierda. Sí. Perdona. No quería decir eso… Aaarg, es que siempre me
pones en un apuro. —Vuelve hacia dentro.
—Se ha quedado a gusto, ¿no? —le pregunto a Helena, ahora que no
está.
—Y tan a gusto —afirma Oliver.
—Ha sido un poco extraño para ser ella, pero, claro, entras aquí y la
acorralas de esa manera, la miras con cara de deseo desde hace dos putos
días… Vamos, que te la comes con la mirada, pero luego no le das pie a
más o no la buscas suficiente. ¿De dónde venís vosotros? Oliver tardó cero
coma en acercarse a mí, podrías haber hecho tú lo mismo. Para una que le
va la fiesta como a vosotros y ahora te vas a hacer el duro. Encima, por
mucho que no diga nada, tiene unas ganas de sacarte todo esto que
llevas… Y yo tendría que aprender a callarme, así que puedes hacer el
favor de ir a ver qué le pasa. Si voy yo, los gritos se oirán hasta en el ático.
—¿Es que aquí no queda nadie cuerdo?
Pero bueno, que por lo visto tengo que acatar órdenes e ir tras ella. Si es
que debo de parecer un pardillo, con lo tranquilo que estaba yo. ¿Quién me
mandaría a mí todo esto? Que llegue ya el lunes para que podamos volver
a la maldita rutina. Necesito centrarme en papeles, hacer muchas horas de
oficina para llegar a la cama y dormirme en nada, y en tres semanas volver
a casa para tener una temporada más tranquila. Son solo dos fines de
semana en Barcelona, y con un poco de suerte, Sito se quedará uno de ellos
por aquí y podremos hacer planes los dos, mientras el otro descarga el
estrés de la semana. Además, para entonces, se la podrá llevar al hotel,
Júlia se marcha mañana, y no hará falta que tengamos estos encuentros
desafortunados. O no tan desafortunados porque, joder, la tía está como
está…, pero quién la entienda que la compre. Que ahora se suponía que yo
tenía que deducir que el viernes le apetecía más que me quedara que me
fuese, y que le hubiera gustado más que la hubiera atacado de primeras
que me mantuviera al margen. Si es que manda cojones el tema.
Sea como sea, estoy tentado a abrir la puerta de su habitación, pero
debe de estar hablando por teléfono, no pienso que esté tan chiflada como
para hablar sola, de momento. No me gustaría que pensara que estoy
escuchando a escondidas, pero quiero esperar un poco a llamar. Llamadme
curioso, pero ¿quién no lo haría cuando ha escuchado su nombre cuando le
iba a dar a la puerta? Aunque si llego a saber la lista de insultos que me ha
otorgado… Ahí está, diciéndome de todo menos guapo. Miento. Guapo
también lo ha dicho. Me estoy comiendo un marrón que no es mío. Yo no
he organizado nada, así que no quiero que piense que esto está siendo idea
mía. Sé que no ha colgado, he llamado a la puerta y no ha respondido, pero
si va a seguir echándome mierda, quiero estar presente.
—Carmen, te dejo, porque, al parecer, modales tampoco tiene y ha
entrado en mi habitación sin preguntar —le dice al teléfono antes de
colgar.
—¿Te ha quedado algún insulto que otorgarme?
—¿No te han contado que es de mala educación escuchar
conversaciones ajenas?
—No estaba escuchando. —Doy un paso hacia ella—. No ha sido cosa
mía la comida —doy otro—, no tienes por qué hacerme de canguro —otro
—, no me gusta empezar algo sin terminarlo —otro—, no estoy intentando
intimidarte —otro— y no me gusta estar donde no soy bienvenido. —La
tengo a cinco centímetros, y nuestras miradas hablan más que nosotros
mismos.
—Para no estar escuchando, sabes mucho de lo que se ha dicho; no te
he visto muy en desacuerdo con esa comida; si no tengo que hacer de
canguro, no estés siempre dónde está Oliver; no vas a terminar lo que has
empezado; ni en tus sueños me intimidarías, y eres bienvenido porque te
he invitado yo, pero libre de irte cuando quieras. —Pum, una chica con
carácter.
—Tienes respuestas para todo y, aunque discrepo en ciertos puntos, no
en el último, así que me voy. —Me doy media vuelta, rompiendo este
contacto que, para mí, está siendo algo especial, pero me coge del brazo y
me frena.
—Perdona, me gustaría poder decirte qué me pasa contigo, pero ni yo
misma lo sé. ¿Te parece que les dejemos el piso y nos vamos tú y yo a
comer? —¿Perdón?
—Me parece una buena idea. —Ya no sé ni lo que digo.
Tiene carácter y suelta todo lo que se le pasa por la cabeza. Aunque sus
intervenciones se contradigan, no soy quien para juzgarla, y más cuando a
mí también me pasa algo extraño con ella. Sigo flipando de que no sepa
quién soy, y no sé cómo se lo tomará cuando se entere, ni cómo decírselo,
pero paso a paso. Me acabo de ganar una comida, a la que voy a invitar yo,
eso lo tengo claro; así que, de momento, sin rechistar. Mar los avisa de que
tienen comida en la nevera por si quieren picar algo, entre polvo y polvo,
especifica, y sin dar muchos detalles dice que ha recapacitado y que, para
mejorar su comportamiento, vamos a tener la comida los dos solos. No
hace falta decir que no hay queja por parte de ninguno; Helena está como
en su casa, y Oliver encantado de poder tener intimidad. Solo espero que
sea consciente de por qué estamos en Barcelona y no quiera largarse antes
de tiempo de la oficina, porque entonces el que le va a cortar lo de abajo
va a ser Alfonso, o Júlia, y no sabría quién es peor de los dos.
—¿Por qué me has besado al llegar? —esa es la primera frase que
suelta cuando llegamos a la calle. Mi cara creo que no da crédito.
—¿Por qué me besaste tú ayer? —Si vamos a poner las cartas sobre la
mesa, no seré yo el primero.
—Para darte las buenas noches.
—Pues yo, los buenos días.
—¿Así das tú los buenos días?
—Tendrás que dormir conmigo para comprobarlo. —No quería decir
eso, pero ha salido solo.
—Ni en tus sueños. —No parece del todo convencida.
—En esos ya has estado. —Lo dicho, mi lengua ha decidido actuar por
libre.
—¿Cómo? —Ahora se hace la sorprendida.
—Déjalo, tengamos la fiesta en paz. ¿Volvemos a empezar?
—Mejor… Yo soy Mar, ¿y tú?
Así es como empieza cualquier historia, ¿no? Pues nosotros hemos
tardado un poco más, pero seguimos las tradiciones. Hemos firmado una
pequeña tregua con esto y estoy bastante agradecido, porque nos ha
permitido estar más distendidos los dos y pillarla un poco más.
La comida ha ido mucho mejor de lo que se avecinaba. Me ha contado
que vino a Barcelona hace cuatro años, no ha querido entrar en razones por
las que se desplazó, ni de dónde viene. Pero eso ya lo sé, y me ha sido
difícil ocultarlo, pero no sé abordar el tema. Se la ve feliz aquí, y todo lo
que cuenta dice mucho de ella y de la mujer en la que se está convirtiendo.
Ejerce como traductora, y aunque tiene contrato con una empresa, también
tiene sus propios clientes y trabaja mucho desde casa. Yo le he contado un
poco nuestro mundo en la auditoría y lo desbordados que vamos con
ciertos clientes. Alguna broma he querido hacer sobre que no la vamos a
molestar mucho porque entre semana trabajamos veinticuatro horas de
veinticuatro. He estado relajado y tentado de tener algún que otro contacto
con ella. A pesar de eso, no he querido forzar la situación porque
estábamos a gusto, cómodos y hemos podido hablar de todo un poco.
Me ha hablado de la familia que han creado aquí y que no sabrían qué
hacer los unos sin los otros, y aunque a veces pueda parecer que son
bastante alocadas, son más normales de lo que parecen. Ha mencionado lo
de la barbacoa de la semana que viene, creía que Helena ya se lo había
dicho a Oliver, pero dice que prefiere hablar con Carlos antes de invitarnos
formalmente. No creo que ponga pegas, ya que él mismo lo mencionó
ayer, pero no quiero apretar. Siendo sincero, si conseguimos estar como
ahora, bien me apetece tener más momentos los dos. A la hora de pagar,
casi creo una debacle, pero después de argumentar la lista de por qué debía
invitarla, ha acabado cediendo, y hasta ha propuesto dar un paseo por La
Rambla antes de volver a casa.
Capítulo 12

Mar

Me siento bien. No tengo la sensación de estar con un desconocido, sino


todo lo contrario. Tenía que hacer un reset en mí y empezar desde cero con
él para poder encajarlo de alguna manera. No estoy acostumbrada a que
me provoquen ciertas cosas, siempre ha sido mucho más fácil para mí y, si
fuera otro, probablemente ya hubiera pasado por mi cama. Sin embargo,
con él estoy mucho más contenida y me apetece saber más de su vida. Nos
hemos podido contar muchas cosas, las básicas sobre nuestras vidas, pero
necesarias para conocer a una persona. No hemos tenido ningún silencio,
de los que dicen ser incómodos, y si ya me tenía conquistada con una
mirada, no os cuento ahora.
Después de un paseo, que se me ha hecho corto, decidimos que es mejor
regresar. Mañana hay que volver al trabajo y el fin de semana ha sido
suficiente movidito como para darlo por finalizado. Helena me ha avisado
de que ya se han marchado; la llamaré mañana para conocer sus
intenciones, y Carmen supongo que llegará directamente para poner un
capítulo de alguna serie antes de ir a dormir.
—Espero que la semana no sea tan dura como la pintas. —No me
apetece despedirme, tampoco sé si quiere subir.
—Yo espero que volvamos a coincidir. —Y yo estoy deseando no dejar
de hacerlo.
—Dalo por hecho… —¿Nerviosa yo? Mierda.
—Mar —se me acerca—, de verdad que he estado muy bien y me
gustaría seguir aquí, pero si no me marcho, no podré comportarme.
—¿Y por qué tienes que comportarte? —A mí me gustaría que no lo
hiciese.
—Por alguna extraña razón, quiero hacer las cosas bien. —Ni que
tuviéramos que prometernos amor eterno.
—¿Eso implica las cosas en la cama? —«Por una vez en tu vida, Mar,
deja de pensar en sexo cuando no toca».
—Me encanta tu descaro, eso ya lo veremos… Me marcho ya o no me
voy a ir.
Y como sé que yo tampoco lo dejaría marchar, le doy un beso a modo
de despedida. O esa era mi intención al empezarlo, porque se está
alargando demasiado. ¿Por qué tiene que besar tan jodidamente bien? O
quizás es que nos entendemos y estamos tan compenetrados que el acople
de nuestras bocas es simplemente perfecto. Cada vez se está intensificando
más, y yo tengo en el cuerpo los cien mil calores, pero, por raro que os
parezca, mi mente también ha decidido que hay que hacer las cosas bien.
—No se lo cuentes a nadie, pero voy a frenar las ganas que tengo por
esta vez. —Sinceridad ante todo.
—Será nuestro secreto. —Me da un beso corto—. Hablamos, Mar.
Tardo un poco en subir a mi casa. Ha sido un día fantástico, realmente
bueno, sí, pero extraño. Demasiadas sensaciones concentradas en un
periodo de tiempo demasiado corto. No lo conozco lo suficiente como para
afirmar esto, pero juraría que es el clásico chico del que me podría pillar.
Posiblemente para los tres o cuatro meses de pareja estable que suelo
conseguir, pero que encajaría a la perfección conmigo. Y no puede ser, se
va en menos de un mes, y si ya no soy capaz de mantener una relación
estable con alguien que vive tres calles más abajo, cómo voy a conseguir
que funcione una a distancia. Stop. Acabo de comprobar que eso que
creemos de los cuentos de princesas es verdad. Conoces a alguien, te da un
beso de infarto, y tú ya estás pensando en el día que irás vestida de blanco
a darle el «sí, quiero» y en los nombres de los hijos que vais a tener. No,
yo no soy así. Aunque no tiene nada de malo pensar que podría encajar en
algo más, ¿no?
—No voy a taladrarte, Helena me ha contado tu magnífica actuación, al
menos, ¿la comida, bien? —Gran manera de saludar que tenemos en esta
casa.
—Mucho… —Con Carmen no hace falta fingir, sabría descifrar mi cara
por mucho que intentara ocultarla.
—He traído vino de casa de Matías, ve poniendo Peaky Blinders, que en
seguida vuelvo.
Los padres de Matías tienen una bodega, así que, siempre que podemos,
cogemos el vino de ahí; nos aseguramos de que sea bueno y mantenemos
un trato especial. Peaky Blinders no es la serie que esperaba ver esta
noche, no por nada, pero si Cillian Murphy no tuviera los ojos azules, me
lo pondría más fácil ahora mismo.
Carmen no tarda en volver, con dos copas en la mano, por supuesto, y
con una tabla ideal de quesos y uvas. Sabemos cuidarnos como es debido y
este es uno de nuestros momentos que nos sabe a gloria. Es uno de los
mejores placeres que tenemos y que nos gusta compartir. Solemos hacerlo
los domingos, pero no descartamos la opción de hacerlo algún día entre
semana. Sí, somos unas adictas al vino, pero he oído en alguna parte que
una copa al día es, incluso, buena para la salud. Todo sea por cuidarnos,
entonces.
—¿Me vas a contar cuál es tu plan? —Ya sabía yo que la serie la
veríamos poco.
—¿Y si te digo que no hay plan? —Hago una mueca.
—Tú, Mar Antúnez Lasdaña, ¿sin un plan?
Admito que es raro que no tenga yo un plan con un chico que me atrae,
pero tampoco he tenido tiempo de diseñarlo. A ver, no mal penséis, que ya
os veo imaginando aquí un panel tipo Mentes criminales dónde trazo un
plan detallado al milímetro para poder tener un orgasmo en condiciones.
No, no es eso. Pero siempre comentamos alguna que otra cosa para
conquistarlo. Una tiene que conocer sus aptitudes y cómo sacarles partido.
—¿Seguir aprovechándome de lo que dure la historia entre Helena y
Oliver cuenta? —Me hago la inocente.
—Engáñala a ella, no a mí. Pero no desaproveches el tiempo que van a
estar aquí, total, no pierdes nada.
—En eso tienes razón. Pero me he sentido rara, tengo ganas de
tomármelo despacio.
—Apunta en esa súper lista de sensaciones: «no querer correr más de la
cuenta, cada cosa a su tiempo».
—Mira que eres estúpida. —Le lanzo un cojín—. Eso solo quiere decir
que, cuando pase, será tremendamente bueno. —Y es cierto, dicen que lo
bueno se hace esperar, pues yo ya tengo ganas de saber qué tal.
—Y yo estaré en primera fila para conocer los detalles. —Me echa una
sonrisa de las suyas.
—Eso no lo dudes. Ahora, si me permites, la serie está interesante.
Recibo el cojín de vuelta como respuesta, pero hoy no hay quien me
saque el buen humor. Debo de tener sonrisa de gilipollas y poco me
importa. Ha sido un día bueno, no hay nada de lo que esconderse. Que,
además, mañana es lunes, y me espera una semana cargadita, así que
mientras pueda disfrutar, mejor lo hago.
Al acabar el capitulo, nos retiramos. Carmen, mañana, debe madrugar
más que yo, así que tampoco le interesa alargar. He mirado el móvil, por si
había dicho algo, pero no. Tampoco es que deba decirme nada, pero me
hubiese hecho ilusión tener un mensaje suyo. ¿Es eso malo? También
podría decirle algo yo, cuestión de orgullo, supongo, así que de momento
lo vamos a dejar en un buen día. Hacía mucho tiempo que no me sentía
así, hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto, tan cómoda y con
ganas de compartir algo más que un polvo. No quiero imaginarme si es
bueno en la cama, porque entonces me costará más resistirme a esta
tentación. Sorprendentemente, no tardo en caer en un sueño profundo, eso
solo reafirma mi idea de que el día ha sido realmente bueno.
Capítulo 13

Javi

Tengo el presentimiento de que no va a ser un cliente complicado y de que


el trabajo va a ser ameno y vamos a tener tiempo para disfrutar de
Barcelona. La ilusión es lo último que se pierde, o eso dicen, y después del
fin de semana que hemos pasado, yo me he levantado con optimismo. Ayer
cuando llegué al hotel, me acribillaron a preguntas, y Oliver no pudo no
sorprenderse cuando le dije que solo había habido un beso. Yo tampoco me
lo creería, pero es la verdad. ¿Que me hubiese gustado más?
Evidentemente. Ya tenemos una edad en la que un beso se nos queda corto,
nos sabe a poco, pero lejos de lo que pueda pensar, el suyo me supo a
gloria, a vida, y me sentó increíblemente bien. Estuve tentado de enviarle
un mensaje de buenas noches, pero como ella tampoco lo hizo, no quise
parecer desesperado. Sea como sea, si no me escribe esta semana, sé que
voy a ser yo el que dé ese paso, porque realmente me apetece que
volvamos a coincidir. Eso será fácil, porque el que parece tener quince
años con los mensajitos es Oliver, que a saber qué le hace Helena para
tenerlo así. Y ni todo el trabajo que nos espera nos va a sacar la sonrisa.
—Chicos, vamos a por ello, no quiero salir más tarde de las deiz ningún
día, quiero aprovechar las noches. —Evidentemente, Oliver.
—¿Eso quiere decir que por una vez vas a trabajar en serio? —le suelta
Alfonso.
—Eso quiere decir que vamos a dormir tú y yo solos, y que este va a
realizar otra clase de trabajo en Barcelona —le aclaro.
—Uno menos que aguantar, pero más vale que nos pongamos en
marcha, entonces.
No es que Oliver no se tome en serio su trabajo, pero sí que es el más
perezoso de los tres; el más vago, por así decirlo. A la hora de currar, los
tres damos el máximo, porque todos queremos salir pronto y tener más
vida fuera de la oficina, pero él es el que se queja antes o el que se rinde
más. Así que, si se ha propuesto acabar a las diez, es que se va a plantar a
esa hora, porque lo que le espera después le apetece mucho más. Sé que no
van a quedar todos los días, porque Helena ha sabido jugar sus cartas y no
le va a dar todo lo que el otro pide. Punto a su favor, ya que solo hace que
Oliver tenga más ganas de ella. Y si me paro a pensarlo, más ganas tengo
yo de que vuelva a hacer alguna de las suyas para ver a Mar. Maldita
mujer, en qué momento ha tenido que reaparecer.
Tengo que admitir que cuando se tiene una motivación, el trabajo es
más levadero. Nos está sentando bien que Oliver tenga con quien
entretenerse y que yo esté de buen humor. De Alfonso no hace falta decir
nada, porque siempre es eficaz. Ayer terminamos pronto, y a pesar de las
insistencias de Oliver, Helena le dijo que no podía venir. Por mi parte le
envíe una solicitud a Mar para que me aceptara en Instagram, pero no he
sido aceptado. Quiero ser positivo y pensar que ella tuvo las mismas
sensaciones que yo, aunque su actitud después de nuestro encuentro me
sorprende para mal. Entendedme, cualquier otra persona, posiblemente,
hubiera intentado tener algún otro contacto, o hubiera mostrado un poco
más de interés. Sin embargo, ella parece no inmutarse y eso me preocupa.
No debería, pero lo hace. Y ahora que lo pienso, lo de Instagram tampoco
puedo asegurar que sea buena idea, porque si ella pidiera ser mi amiga, no
estoy preparado para darle a aceptar. No antes de que pueda hablar con ella
de todo y aclarar ciertos temas. Si se lo encuentra de frente en una red
social, puede arder Troya. Desafortunadamente, me ha picado la
curiosidad antes de tiempo y no he podido evitarlo, no voy a cancelarlo
ahora.
Hoy hemos cenado los cuatro, y he tenido la tentación de preguntarle a
Helena, pero tampoco quiero mostrar más interés del que debería tener.
Que lo tengo, claro. Ella tampoco ha dicho nada, y por lo poco que la
conozco, juraría que han hablado entre ellas, ya que si no me hubiese caído
algún comentario sobre nuestro domingo.
—¿Me lo parece a mí u Oliver está perdiendo el norte? —me pregunta
Alfonso cuando entramos en nuestra habitación.
—¿Te sorprende que se entretenga con la misma en un destino? —No
sería la primera vez, pero sí muestra interés en que no haya otra.
—Me sorprende lo entregado que está.
—Pues que lo disfrute, nosotros a lo nuestro. —Tampoco es para
dramatizar tanto, Alfonso y su maldito sentido de preocuparse por todo.
—¿Y Mar?
—¿Qué pasa con Mar? —Sé que puedo hablar con él de cualquier tema,
pero no sé si me apetece.
—Eso quiero saber yo, porque te lo leo en la cara…
—No me ha dicho nada —le aclaro.
—¿Se lo has dicho tú?
—¿Debería? —Si hasta voy a tener consejo gratis.
—Eso que te lo digan las ganas que te reconcomen. —Vale, se está
cachondeando de mí.
—A dormir, doctor amor. —Y apago la luz para que no siga por ahí.
¿Estaremos jugando a quien cederá antes? Ese juego no me gusta y lo
más seguro es que acabe perdiendo. Dicen que de tanto perder
oportunidades, al final, la pierdes a ella, y no sé si me apetece. Tengo la
ocasión delante, puedo dejarme de orgullos y arriesgarme. ¡Que no soy un
puto crío! Puedo lanzar la primera piedra y ver qué se plantea. Quizás no
está interesada en nada más y se zanja el tema, la duda es algo con lo que
no me quiero quedar.
No es que haya tenido muchas relaciones en mi vida, probablemente,
serias, unas tres; la típica de instituto, que ya me estaba bien, pero que al
ver el mundo universitario nos dimos cuenta de que éramos más amigos
que otra cosa. La de la época universitaria, que me sirvió para
experimentar mucho, y fue la más duradera, puesto que estuve con Paula
tres años. Y la última, Cristina, con la que lo dejé hace dos años y estuve
casi un año y medio, dos mundos distintos que no acabaron de encajar.
Ninguna de las tres me creó un trauma, ni me hizo sentir menos hombre.
No acabamos mal y, de hecho, con las dos primeras sigo manteniendo una
amistad. Simplemente, nos dimos cuenta de que nuestro futuro no era estar
juntos porque no buscábamos lo mismo y porque no nos compenetrábamos
como deberíamos. A lo que iba, con ninguna de ellas tuve estas dudas de
saber si decirles algo o no. Pero ¿en qué momento estoy comparando a
Mar con una de mis relaciones? Os juro que a mí me falta algún hervor
para tener estos pensamientos. Tendría que compararlo más bien con un
lío, un rollo pasajero, un amor de verano, sin ser verano, pero más bien
algo esporádico. Sea lo que sea, con ninguna mujer que haya podido
cruzarse en mi camino he tenido estas dudas. Si me apetecía decirles algo,
lo hacía, así de fácil, así de sencillo. No entiendo lo que mi mente maquina
a estas horas, qué ganas tiene de complicarme la vida.

***

Con tanto pensamiento me quedé frito. A pesar de todo el lío que


se montó en mi cabeza que podría haberme provocado pesadillas, tuve un
sueño magnifico y dormí plácidamente como un bebé. Tanto, que mi buen
humor sigue presente y me he aventurado a escribirle un mensaje.

Javi:
Espero que el inicio de la
semana haya sido bueno.

Vale, lo reconozco, no ha sido nada original. Aclaro, por horarios, no


puedo tentarla con hacer un café, invitarla a cenar quizás es demasiado, no
quiero autoinvitarme a la barbacoa del sábado… ¡Joder! Tampoco sabía
qué poner. ¿Alguien puede recordarme que tengo treinta años como para
estar con estas gilipolleces? Ni la voz de mi conciencia me ayuda, solo me
recuerda que estoy haciendo el panolis.
—¿Tu noche, bien? —Al menos que uno de nosotros pueda disfrutarlo.
—Estupendamente —contesta Oliver con su sonrisa radiante—. Creo
que hasta me mejora el cutis —se burla.
—Pero ¿vais a salir de la cama? —le pregunta el otro, siempre teniendo
fe en la gente.
—Claro, el sábado nos vamos de barbacoa —anuncia—. Mar le dijo
que estabais invitados.
¿Y por qué no me lo ha dicho a mí? Si ya quedamos en eso, que le
preguntaría a Carlos para asegurarse, no entiendo qué le costaba avisarme
a mí. ¿Y si ha sido más bien una invitación a Oliver, y a los otros, si les
apetece? No le he dicho nada, ella a mí tampoco, quizás piense que no
tengo interés o que no me apetece acudir. ¿Veis?, a eso me refería con
perder oportunidades.
—Pues ya tenemos plan para este fin de semana; el que viene, bajaré a
Madrid, y el siguiente, espero estar de vuelta. —Aquí, Sito organizando al
personal—. Ahora a trabajar.
No nos deja ni un momento de distracción, pero la caña nos va, y ya va
bien que alguien coja el mando y nos espabile cuando toca. Si le damos
cuerda a Oliver, es capaz de relatarnos con pelos y señales toda su noche.
Y no hace falta.
Capítulo 14

Mar

Llevo todo el día pensando qué responderle a Javi. Podría haberle dicho
algo antes, pero no sabía el qué. Además, él tampoco decía nada, ¿por qué
tenía que hacerlo yo? Creo que tendemos más a ser las mujeres las que
damos este paso y no me apetecía. Sé que están liados, que no tienen
tiempo para nada más; bueno, Oliver, para Helena, sí, por lo visto, así que
no podía proponerle una visita. Ya me va bien que no tengan muchos ratos,
así no me como la cabeza en poder verlo; no se puede y punto. Con lo fácil
que tenía yo las cosas, que alguien me explique por qué me importa este
hombre y en qué momento me ha cambiado la mentalidad a mí.
El lunes pasé por la oficina a recoger unos manuscritos y he estado
bastante entretenida. Diego vino ayer, a trabajar, ya que
sorprendentemente no me apeteció que fuéramos a más, y no porque él no
lo intentara. Lo tengo un poco mosqueado, pero ya se le pasará. Este no es
mi problema. A estas horas, mi problema es saber qué contestar para que
no parezca que tengo muchas, mejor dicho, muchísimas, ganas de verlo y
al mismo tiempo muestre cierto interés. Ya debe de saber que están
invitados el sábado, y Helena dice que no le preguntó por mí. No es que yo
le preguntara a ella, lo dio por hecho antes de darme esa información.
Carmen tiene razón, solo van a estar tres semanas aquí y, si no las
aprovecho, se me pasará la oportunidad. Tengo ganas de divertirme y la
atracción que hay entre nosotros creo que es más que evidente, así que voy
a tener que empezar a poner de mi parte para que podamos disfrutar del
tiempo que lo tenga por aquí.

Mar:
Creo que el fin de semana se avecina
mejor, me han dicho que tenemos
invitados especiales. ¿O todavía no has
aceptado la invitación?

No soy muy asidua a mensajes, soy más de actuar cuando los tengo
enfrente, pero es el único recurso que tengo para tener contacto con él. Y
no he puesto nada que no sea verdad. Son invitados especiales para
nosotros, porque vamos solo los de siempre, bueno, menos Carol y Dani,
que ya no volverán hasta el mes que viene, pero no acostumbramos a
ampliar mucho el circulo en estas ocasiones, así que sí, se pueden
considerar especiales. Además, Helena solo nos comentó que los había
invitado, no que ellos dijesen que iban a venir. Por suerte, no tengo que
seguir con mis historias mentales porque estarán ocupados trabajando,
pero el teléfono lo deben de tener muy a mano.

Javi:
Pues que yo sepa no hemos recibido
ninguna invitación…

Mar:
Una lástima… Pensaba que había llegado
bien.

Javi:
Me temo que se perdió información por
el camino.

Mar:
Deberíamos aclarar eso, ¿no? ¿Qué no te
quedó claro?

Javi:
Diría que Helena comentó que se llevaba
a Oliver no sé adónde y que podríamos
acoplarnos… pero no nos va mucho ese
plan.

Mar:
Vaya, veo que solo ella quiere divertirse…
¿Mejor si os venís a casa a las 13 h y os
llevo yo a ese no sé adónde?
Javi:
Muchísimo mejor, ahí estaremos. Ahora
puedo seguir trabajando. Un beso, Mar.

Vale, tampoco ha estado del todo mal. Si no le apeteciera, lo hubiera


dicho, ¿no? Tampoco le he forzado para que venga por obligación o
compromiso. O eso espero. ¡Joder! Nunca he sido de comerme el tarro por
semejantes tonterías, si quieren venir, pues bien, y si no, también. Yo
cuando algo no me apetece lo digo, no veo dónde está el problema en la
sinceridad de estas cosas. Sí, paranoias mías, que el chico tampoco se ha
mostrado reacio a todo esto, y yo ya me estoy creando mis propias
conclusiones. Sea como sea, tres días me quedan para verlo y parezco una
colegiala esperando su primera cita. Y no se trata de una cita, ni por
asomo. Madre mía, dónde me estoy metiendo.
Segundo paso, Intagram. No soy de las que cuelga su vida en esa red
social, ni necesita contar cada paso que da, pero tengo mis cosas. Tengo
ciertas fotos que me gustan, claro está, que escojo las mejores, y varias
veces me han dicho que podría, incluso, presentarlas para tener un book de
modelo, pero no. Lo tengo privado porque no me gusta que ciertas
personas tengan acceso a mi intimidad o puedan saber de mí en ciertos
aspectos. Así que no sé si estoy preparada para darle al botón aceptar.
Posiblemente, si no tuviera una espinita dentro que me frena, ya lo habría
hecho. Tengo gente que conozco de una noche y congeniamos bien, o
chicos con los que me he enrollado y no ha ido a más. Pero en este caso,
sin motivo aparente, es diferente. No sé si por ser de Madrid, por las
sensaciones que me provoca o porque quiero mantener todavía ese
apartado para mí, pero no quiero aceptarlo. De todas maneras, él también
lo tiene privado, y antes de que preguntéis, sí, me muero de curiosidad por
poder cotillearlo. Pero no sería coherente pedirle que me aceptara antes de
hacerlo yo. Él ya ha dado el primer paso aquí, y debe de estar esperando
una respuesta por mi parte. Respuesta que, de momento, deberá esperar.
Siempre puedo hacerme la loca y decir que lo tengo desinstalado o no me
van mucho las redes sociales. No se lo creerá, pero me dará más margen
para pensar una excusa mejor.
Sabiendo que lo veré, mi cuerpo parece más relajado que al inicio de la
semana y duermo incluso mejor. Estoy como en una nube, ya lo digo,
como una adolescente. El día pasa más rápido de lo que me gustaría, se me
acumula el trabajo por tener la cabeza en otro lado, pero la felicidad que
siento hace que me importe menos de lo que debería. Solo pienso en que
serán tres semanas, tres semanas que quiero vivir al máximo. Ahora es lo
típico que el que me manda a freír espárragos es él y me quedo con más
cara de idiota que nunca, pero seguiré con esperanzas hasta el sábado. No
es que vaya con un plan debajo de brazo, me voy a dejar llevar, pero como
haya otro beso como el del otro día, prometo no frenarlo por muchas
interrupciones que haya.
—Me han confirmado que vendrán, ¿cómo queréis organizaros para
subir? —le pregunto a Carmen y Matías a la hora de cenar.
—Pues, Carlos y Alba saldrán el viernes, nosotros podemos ir en mi
coche, y tú quedarte el vuestro para ir los cinco. —Así me gusta, que
Matías organice al personal.
—Yo, ida y vuelta, con la loca de Helena no la hago, eh. —Por si había
dudas.
—Pues que los desatados vuelvan con Carlos —apunta Carmen.
—Pobre Alfonso, entonces. —Se ríe Carlos.
—Muy gracioso… Al volante me comporto.
—No me hagas contar cosas que no debo —la puntillita de Carmen;
tener amigas para esto.
—Eso mejor lo contamos el sábado, que pueda saber lo que le espera.
—Y amigos, claro.
No mal interpretéis, no he tenido sexo en marcha, preliminares quizás,
pero no quiero provocar accidentes. El titular «Accidente en la autopista
por polvo salvaje de los pasajeros» no me apetece. Ahora bien, si vamos
con compañía, respeto ciertos límites. El tema de los voyeurs, por ahora,
no me va, ni me da morbo ni nada por el estilo. Tampoco me imagino a
Alfonso en una situación como esta; viendo cómo se comportó el otro día,
le puede dar un parraque. Y no, no me quiero cargar a ninguno. A base de
sexo, a uno quizás, pero nada más.
De todas maneras, un viaje los cinco en el coche puede ser de lo más
interesante. Solo pondré una norma, Helena será la copiloto. No me fío ni
un pelo de lo que pueda hacer esta en el asiento trasero.

Javi:
¿Hay que llevar algo? No nos gustaría
parecer más intrusos.

No sabéis la sonrisa de boba que me provoca ver que me ha enviado un


mensaje. Si debo parecer hasta gilipollas, pero como nadie me ve, poco me
preocupa. Además, me encanta que sea él quien me escriba, claro;
probablemente, no tendrá nada mejor que hacer en esta ciudad, pero para
lo que van a estar aquí, ya me sirve.

Mar:
Me basta con que vengáis con ganas…

Prefiero no especificar con ganas de qué, de divertirse, por supuesto,


pero también me gustaría que tuviera otro tipo concreto de ganas. Esas ya
se las crearé yo, si no.

Javi:
Con tal de desconectar de ese despacho,
cualquier cosa es bienvenida.

Mierda. No esperaba esta clase de respuesta. ¿Solo somos una manera


de poder desconectar del día a día que están teniendo? No era la clase de
entusiasmo que esperaba. O sea, tampoco estaba esperando que diera
saltitos de alegría y que pusiera que las ganas son desbordadas, pero no
hubiese estado mal poner que tenía un pelín de ganas de verme, o que
ganas no faltaban. No sé, algo un poco más eufórico no hubiese estado
mal.

Mar:
Entonces, os haremos evadiros. Hasta
mañana, Javi.

Si él no muestra interés, yo tampoco. De secos está hecho el mundo, y


sin duda, yo puedo ser una más. Tan solo me contesta con una emoticono
tirando un beso, que no sé si es bueno o malo, pero parece suficiente.
Capítulo 15

Javi

Creo que la cagué con mi mensaje. No quería que nos hicieran evadirnos, y
se lo hubiese especificado, si la conversación hubiera sido más larga, pero
la cortó cuanto antes. Símbolo de que mi comentario pudo molestarla.
Hemos ido de culo, pero Alfonso nos ha hecho prometer que no se va a
alargar un día más este cliente, así que tres semanas es el plazo máximo
para terminar. Oliver se lo estaría tomando con más calma, para poder
prolongar su estancia con Helena, pero pobre de él que le lleve la contraria
a Sito. Yo, como siempre, estoy en medio. No sabría decir si me apetece
alargar la estancia o no. Posiblemente, depende de lo que pase este fin de
semana me apetezca, pero no deba. Tengo ganas de hacer ciertas cosas,
pero las consecuencias pueden ser mucho peores. Ahí está el dilema, en
arriesgarse o no.
Ayer ni siquiera fuimos a tomar nada, y un viernes sin, ni siquiera, una
cerveza es realmente extraño. Oliver se encerró en la habitación con
Helena y ya informó de que los avisáramos cuando tuviéramos que ir a
casa de Mar; y Alfonso y yo decidimos que era mejor recuperar horas de
sueño para no parecer unos muermos desagradecidos. Me estuvo
taladrando un rato sobre qué pintaba él en esa barbacoa y qué plan
tendríamos al volver. No sé qué esperaba que le respondiese, si ni yo
mismo lo sé. Claro que pinta, va de invitado, como yo, porque hasta donde
yo sé, el único que va en condición de acompañante es Oliver. Y por otro
lado, no puedo prever qué pasará después, ya que no sé cómo reaccionará
ella, ni qué espera de nuestro encuentro.
—Tienes cinco minutos para estar listo o nos vamos sin vosotros. —A
este o se le mete prisa o no la saca ni para ir al baño.
—Cualquiera diría que tienes ganas de ver a cierta persona…
—Déjate de historias, que te dejamos aquí. —Prefiero no reconocerlo,
son mis amigos, lo saben de sobra.
—Tranquilo, Mar también me está taladrando con la puntualidad. —Se
oye de fondo.
Y me da igual que haya sido mi tono amenazante o que Mar haya
acribillado a Helena, pero, por una vez en su vida, Oliver es puntual. Algo
debe de tener esta mujer para mantenerlo tan a raya, pero me gusta. Me
gusta menos que esto me vincule con Mar, pero no todo puede ser
positivo. Encima, miento, porque lo que me ha provocado esta mujer con
solo compartir espacio con ella no es ni medio normal, así que tampoco
puedo decir que me disguste tanto.
Cuando llegamos a su piso, solo sube Helena a buscarla; dice que es
imprescindible que tengan un momento de mujeres. Correcto, esos
momentos que tienen más peligro que otra cosa, y de los que a los
hombres nos gustaría tener un parte detallado. Miedo me da lo que se
estén diciendo. Espero que solo hablen de su historia con Oliver. Lo cierto
es que tampoco tienen mucho más que decir sobre nosotros, pero no os
figuráis lo rebuscadas que pueden llegar a ser y todo lo que pueden
maquinar en dos minutos.
—Chicos, yo os dejo divertiros lo que queráis, pero me niego a
quedarme todo el día de mañana conmigo mismo. —Lo dice como si fuera
la primera vez que se queda solo.
—¿Podéis dejar de dar las cosas por hecho? —Entiendo que visto desde
fuera se puede sobreentender que queramos tener un revolcón, pero nunca
se pueden dar las cosas por seguro.
—Oh, vamos, Ito, si hoy no das un paso adelante, te aseguro que le pido
yo el trío. —Iluso de él, si piensa que Helena lo compartirá.
—A mí dejadme tranquilo, que soy mayorcito. —No quiero presiones
extras tampoco.
—Pues con esta no lo pareces. —Oliver siempre un paso por delante.
—Tú cállate, si no mañana te va a tocar hacer de niñero. —Es con lo
único que puedo amenazarlo para que esté calladito.
Y por suerte, no hace falta que se diga nada más porque las chicas ya
están aquí. ¿Cómo se supone que debo saludarla? Digamos que la última
vez que nos vimos no quedó claro este aspecto. Tampoco es que un beso
diga mucho, pero ya he confesado que me estoy sintiendo como un
pardillo de quince años, así que no sirve de nada seguir escondiendo lo que
me pasa. En estos momentos, me alegro de que ella tenga ese carácter, que
sea echada para adelante, y que me haya dado dos besos. Dos besos más
cerca de la comisura de los labios de lo que suelen ser, o eso he querido
pensar yo, pero dos besos. Dejaremos esta gilipollez a un lado, ya que si
me estoy emparanoiando con una tontería como esta, probablemente todo
lo que venga después sea peor.
—Prométeme que no has bebido ninguna cerveza aún —le suelta su
amiga cuando va a entrar en el coche—. No sufráis, tiene todos los puntos
del carné, pero no será por tentar a la suerte —nos informa al resto.
—Como no te estés calladita, te dejo aquí —la amenaza Mar—, y te
quiero de copiloto, que no me fío ni un pelo de lo que puedas hacer ahí
detrás.
—Yo que te iba a dejar que te pusieras al día con Javi… —Ella siempre
tan sutil—. Aunque sí, mejor me pongo yo, y así tú tienes las manos al
volante.
—Veo que no te han dado suficiente mambo esta mañana, por
compasión a Alfonso, te quedas delante.
—Sabría estarme quietecita, he tenido una noche más que movidita, la
que no sabrías contenerte serías tú, que seguro que desvías la mirada
donde no debes.
—Tan movidita que has llegado puntual…
—No querría que te mordieras más las uñas esperando a…
—Chicas, sabéis que estamos aquí, ¿no? —Sito flipa tanto como
nosotros, pero es capaz de poner cordura.
—¡Claro! —contestan, risueñas, las dos a la vez—. Podéis subir —nos
invita Mar.
—¿En el asiento del copiloto? —me atrevo a preguntar.
—Qué más te gustaría —contesta la otra—. Los tres, como hermanitos,
detrás.
Me fascina que no tengan ningún tipo de vergüenza al hacer ciertos
comentarios. Tampoco han dicho nada descabellado, pero dejan claros
algunos puntos con este tipo de menciones. Peligro tienen este par, de eso
estoy completamente seguro. Y me sorprende, gratamente, pero me
sorprende, puesto que años atrás, nadie lo hubiese imaginado por parte de
Mar. ¿En qué momento será bueno hablar con ella sobre estos temas? Esto
me reconcome bastante e intento no pensarlo demasiado, pero en algún
momento deberé tirar la bomba. ¿Cuándo? Esta es mi gran pregunta. De
momento solo hemos tenido un beso, pero no quiero imaginar si pasa algo
más. O sí que quiero imaginar que pasara algo más. Malditas
consecuencias. Si se lo cuento antes, perderé mi oportunidad, seguro; si se
lo cuento después, seré un cabrón en toda regla y no quiero pensar qué se
le pasaría a ella por la cabeza; si no se lo cuento, corro el riesgo de que se
entere por su cuenta, si no la tengo que volver a ver, tampoco sería tal
crimen. En definitiva, que sea como sea la voy a cagar igual, así que mejor
disfrutar de la cagada. Qué bien ha sonado esto.
—Por cierto, Mar, reafirmo que la noche ha sido movidita. —Gran
inicio de conversación que tiene Oliver.
Siendo realistas, alguien debía romper el silencio que se ha creado al
subir todos al coche. Han puesto música, pero poco más, y con una hora de
camino que tenemos por delante es mejor empezar a entablar una
conversación. De todas maneras, podría haber escogido un tema mejor,
aunque, viendo el descaro que tienen estas dos, ni siquiera creo que les
vaya a molestar.
—No lo dudo, me has robado a mi compañera de guerra un viernes
noche, eso te va a costar muy caro. —Lo que decía, ella en su salsa.
—¿Cuánto de caro? —Y él encantado.
—Déjame que lo piense… —Pone cara de interesante—. Al final del
día, con una cerveza en la mano, te lo cuento.
—Ni se te ocurra proponerle un trío —salta la otra.
—Ya me has chafado el plan… Pero ¿quién te dice a ti que lo quería
contigo?
—No veo yo a Javi y a Oliver dándose mambo. —Espero que esté de
broma.
—Cuando acabe el día lo vemos. —Se ríe Mar—. Aunque otra cosa
tengo en mente.
—Chicas, me fascina la capacidad que tenéis de hacer como si no
estuviéramos, ¿qué tal si nos incluís? —Alfonso volviendo a poner orden.
—¿También quieres participar? —Lo mira Helena, sorprendida.
—Que está casado… —le reprocha Oliver—, y yo no comparto lo que
es mío.
—¿Soy tuya? —pregunta Helena, a la par que Mar añade un «Por eso el
trío sería con Javi».
—Dejémoslo, ¿qué se avecina hoy, aparte de barbacoa? —Mejor desvío
el tema.
Uno no es de piedra y hay ciertos temas que lo encienden. Que Mar sea
abierta de mente me gusta; no, yo tampoco tendría un trío con una mujer
que me importase, no sabría decir si lo tendría con alguien esporádico ni
quiero cerrar puertas a no tenerlo con otro tío. Nunca he tenido que
plantearme este espectáculo, no descarto nada en cuanto al terreno sexual,
pero no lo tengo en mente para mi futuro próximo. Así que mejor desviar
el tema hacia otra dirección porque, si Mar sigue hablando de sexo, yo no
voy a tener otra cosa en la que pensar en todo el día.
Afortunadamente, también tienen esta capacidad de adaptarse a
cualquier tema que se les plantee, así que la conversación toma un giro
apropiado. Nos han dejado un poco en ascuas sobre lo que se avecina para
el día de hoy, tampoco es que se haya planteado mucho más que una
barbacoa entre amigos, pero ponen la guindilla cuando dicen que a la
vuelta habrá que dejarse llevar y no dan detalles sobre lo que tienen
pensado… Miedo me da, puesto que ya nos han dicho que la fiesta acaba
en el piso de Mar y que todos estamos invitados. A ver, me hubiera
gustado que planteara algo más íntimo, pero no puedo dar las cosas por
hechas tan rápido.
Ellas nos cuentan un poco su semana, nosotros no tenemos mucho que
explicar, puesto que nuestras cuatro paredes ya son agobiantes. Helena tira
alguna pulla de que no entiende por qué no hemos quedado ni para tomar
algo al salir, y ni mi excusa de hacerle compañía a Sito le parece buena.
Pero creo que aquí ha habido un evidente juego de orgullo, de si uno no
dice nada, el otro menos, y veo claro que mi comentario del otro día le
molestó cuando ha soltado abiertamente: «Ellos necesitan evadirse, así
que una copa no es suficiente». Claro, una copa se habría quedado corta,
de lo más seguro, pero maldito momento en que esa palabra se cruzó por
mi teclado.
Han intentado investigar mucho acerca de la relación de Alfonso y
Júlia, no sé si para integrarlo un poco más o porque realmente están
interesadas. Ellas afirman que están rodeadas de parejas que se quieren un
montón y que a veces las envidian por ello. Helena pone la puntilla cuando
se mofa de Mar, ya que dice que envidia ninguna, envidia le tienen todas a
ella que sabe cómo disfrutar, pero la cara de Mar no me da la misma
sensación. La veo muy interesada en saber lo que se siente cuando se está
con la persona adecuada, y es un sentimiento que yo tampoco sabría
explicarle. La he mirado varias veces por el retrovisor central y debo
confirmar que ella también ha mirado alguna que otra vez, y me gusta.
¡Joder! ¡Me gusta mucho!
—¿A alguien le apetece coger el coche de vuelta? —pregunta Mar, una
vez ha aparcado—. Es solo para controlar mis copas.
—¡A mí! —le grita su amiga—. Pero con las mismas copas que tú.
—Cazurra, tu vuelves con Alba y Carlos, yo otro viaje no te aguanto.
—Mira tú, qué lista, Javi espero que pongas tú el control, entonces.
—Estará Alfonso también —le especifica Mar.
—¡Oh, sí, qué plan! Alfonso conduciendo y vosotros dando el
espectáculo detrás. Please, grábalo como recuerdo.
—Yo puedo conducir —se ofrece Alfonso antes de que esto vaya a más
—, pero sin espectáculo.
—No pensaba dártelo —aunque su sonrisa no dice lo mismo—, pero
gracias. ¡A beber, entonces!
Bastante surrealistas estos momentos, pero a ellas se les ve la mar de
bien y no vamos a llevarles la contraria. Por unas que no se avergüenzan
de nada y que dicen abiertamente lo que piensan, adelante. Me gustará ver
si en la intimidad puede conservar ese saber estar y esa seguridad en sí
misma.
—Tienes trabajo con esta. —Se ríe de mí Alfonso al entrar.
—Te recuerdo que te ha prestado más atención a ti que a mí, aun voy a
tener que pasarle el parte a Júlia. —Sé que es mentira, pero se pone de un
tenso con estas bromas…
—Qué poco sabes leer a las mujeres.
—Para eso te tenemos a ti. Anda, vamos, a ver qué se cuece por aquí.
¿Será buena persona como para intentar que Alfonso no se sienta
desplazado? ¿O realmente estamos aquí por Oliver? ¿Querrá realmente
quedarse un rato conmigo después? A ver, si su amiga va tirando esas
pullitas, será que algún día de esta semana han podido hablar del tema, si
no sería de ser muy capulla. Cosas peores he presenciado. Sea lo que sea,
la barbacoa está montada, en la mesa está todo el pica-pica, hay música
puesta, y Diana, Miriam, Alba y Carmen están con una cerveza y los pies
en el agua, y los chicos hablan en el porche. Veamos, pues, qué nos depara
el día.
Capítulo 16

Mar

—Como no cierres el pico te juro que te ahogo en la piscina —le suelto a


Helena cuando nos unimos al resto.
—Chicas, creo que Mar necesita ayuda para tirarse a su maromo. —Se
ríe de mí.
—Ahora entiendo por qué no quieres volver con ella —apunta Carmen.
—Un comentario más al respeto… y os aseguro que la estrangulo.
—Haya paz —interviene Diana—. Hasta yo lo veo guapo hoy.
Claro está, que todas se giran de golpe para mirarlo, ya que se han
quedado saludando a los chicos en el porche. Si es que no existe un puto
grupo de amigos que sea disimulado, y menos aún, si hay un hombre
guapo a la vista. Veo que me van a dar la tabarra a lo grande, la solución
sería irme con los chicos un rato; sería, puesto que no voy a ir para tener a
mi calvario enfrente.
—¿Quieres que le pregunte yo todo lo que te mueres por saber? —Alba
ha tenido que coger el relevo.
—¿Quieres saber cosas sobre él? —Se hace la sorprendida Carmen.
Yo os juro que las quiero, y mucho, si no estas cosas no las aguanta ni
Dios. Porque les gusta chincharme a más no poder. Y yo nunca me he
revuelto contra ellas, o nos lo pasamos bien todas o no cuenta, así que no
entiendo por qué la tienen que tomar conmigo de esta manera. No me
jodan, no es la primera vez que muestro interés por un hombre, así que el
jueguecito no hace falta. Vale, sí, es la primera vez que incluimos a chicos
que no son de nuestro circulo a planes caseros, como así los llamamos
nosotros, y menos, con chicos con los que no ha pasado nada. Pero son
amigos de Oliver, así que el muerto podría ser para Helena.
—Si quisiera saber algo, se lo preguntaría yo —me defiendo.
—Descartado, entonces, si fuera ÉL, querrías saber cosas. Apunta a la
lista: debes tener interés por conocerlo —se mofa Diana.
—Y lo tiene, os lo aseguro. —Se ríe Helena.
—Estáis tentando a la suerte, yo de vosotras lo dejaría ya. —Quiero
tener una comida pacifica.
Lo de la maldita lista me tiene frita. No necesito un gurú del amor y
menos que se cachondeen de mí de esta manera. Aquí, que se creen todas
unas expertas porque han tenido suerte en sus vidas. Pues feliz que soy yo
con la mía. Claro que quiero saber sobre él, pero sé lo justo y necesario
como para tener un revolcón. No es mi maldito príncipe azul como para
tener que escribir ninguna biografía de este hombre. Es una aventura
pasajera con la que espero pasármelo muy bien y exprimirla todo lo que se
pueda. Que con la tontería ya he perdido una semana y no estoy dispuesta
a perder mucho más. Como me llamo Mar que este pez lo pesco yo. Valga
la ironía, aquí ninguna otra se lo quedaría.
Cuando ya hemos tenido nuestro momento de mujeres, y Carlos y
Matías nos informan de que la carne está lista, procedemos a sentarnos.
Evidentemente, Helena se coloca enfrente de mí, al lado de Oliver, y yo
me veo envuelta por los otros dos invitados especiales; así, como quien no
quiere la cosa.
—Mar, nada de manos por debajo de la mesa. —Si llega viva a mañana,
es que estoy haciendo penitencia.
—De verdad que eres estúpida. ¿Cómo voy a cogerle el pollote a
Alfonso? ¡Qué tiene novia! ¿Qué digo? ¡Mujer! —Lo reconozco, la broma
me puede, y tendríais que haberle visto la cara a este.
—Estoy segura de que a la derecha tienes otro muy interesante, seguro
que quieres saber qué le provocas antes de…
—¿En serio crees que aún no lo sé? Hasta puedo hablarte de
centímetros, si quiero.
—Sorpréndenos —me reta.
—¿Siempre son así? —Alfonso está más que sorprendido, pero
cualquier se atreve a cortar una conversación como esta.
—No habéis visto nada vosotros… —Les sonríe Carlos—. Tenemos
invitados, ¿vais a saber comportaros? —nos pregunta casi a modo de
reprimenda.
—Claro, papi —le respondo—. Sabes que soy la niña más buena del
mundo. —Le dedico una sonrisa.
—Con esa sonrisa nos vas a engañar tú —se apunta Matías.
Hay una risotada general, menos de nuestros invitados, que, claro,
deben de estar flipando, pobrecitos. Tampoco la estamos liando tanto para
lo que somos nosotros, pero no me apetece cortarme un pelo porque
tengamos otro público delante. Una es como es y no tiene que esconderse
de ello, que para eso me fui de donde no quería estar.
La tensión ha rebajado el resto de la comida, y muchas risas han sido
bienvenidas. Algo sencillo, puesto que contar nuestras batallitas a los
invitados ha sido gracioso. Me alegro un poco de ser la payasita oficial,
visto lo visto, pero nos hemos divertido. Se les ve muy integrados y parece
que se lo están pasando bien, así que no ha sido mala idea invitarlos.
Espero que ellos hayan tenido la misma percepción y se hayan sentido
igual de a gusto. Normalmente, se dice que los chicos suelen congeniar
mucho más fácil que las mujeres y, aunque en nuestro grupo somos
bastante similares en carácter, no deja de existir una barrera.
Después de comer hemos querido tumbarnos un rato. Es sábado, nadie
tiene prisa, y no tenemos hora a la que volver. No sé si acabaremos todos
cenando en casa, poco me preocupa. Lo que sí tengo claro es que los
madrileños van a pasar por allí, aunque sea para una copa. Ya idearemos
cómo después, porque me sabría mal dejar solo a Alfonso. A alguien hay
que sacrificar por el camino, todo sea por el bien común y satisfacer
ciertas necesidades. De hecho, tampoco se puede quejar. Somos un grupo
con un gran número de parejas, pero cuando estamos todos juntos sabemos
comportarnos. No permitimos que nadie se sienta desplazado. Que me lo
digan a mí, que soy la que más sufriría, si eso fuera al revés.
—¿Has podido evadirte suficiente? —le pregunto a Javi. Sí, admito que
ya le he cogido manía a esta palabra.
—Creo que a alguien no le sentaron bien los motivos de confirmación
de mi asistencia. —¿Hace falta que haga una frase tan formal?—.
¿Hubieses preferido que confesara mis ganas de volver a verte? —Posa su
mano en mi pierna y no sabéis lo que me provoca este simple roce.
—¿Tenías ganas de verme? —Me estoy poniendo hasta nerviosa, y
como siga acariciando mi muslo…
—Posiblemente, ¿querías tú que viniera? Porque no he visto mucho
interés por tu parte…
—Una semana ajetreada, prometo compensarlo. —Mi cara de niña
buena siempre me salva de todo.
—¿Hay algo que compensar? —No conozco los límites de juego con
este hombre, pero estamos demasiado cerca y su mano no ha dejado de
acariciar cada vez más cerca de…
—Os veo muy acaramelados… ¿Café? —Siempre tan jodidamente
oportuna mi Carmen.
Si ella hace estas interrupciones, tiene que haber un motivo. Quizás ella
vea algo que yo no esté viendo y no sea bueno quemarse con este maromo,
pero es que justamente quemada me voy a quedar yo, si sigo teniendo
estos calores. Hemos tenido que dejar correr un poco el aire entre nosotros
porque ya no sé si la cerveza, el vino, su presencia…, o yo que sé, pero ya
me estaba viniendo arriba.
La tarde ha sido más bien tranquila; otra de las cosas que agradezco de
mi magnífico grupo de amigos es que no tenemos que actuar distinto
porque haya gente delante. Es decir, nosotros teníamos programada esta
barbacoa, no como un acontecimiento especial, si no como uno más de los
nuestros, por lo que no tenemos que forzar que es un fiestón o un gran
evento para contentar a los nuevos presentes. Y bien a gusto que están
ellos, así que cero quejas por el momento. Hemos estado tentados en
probar el agua, pero, entre la falta de bañadores de algunos y que tampoco
es que estemos en pleno verano, nos hemos conformado con meter los
pies. Y hasta hemos jugado un rato a volley para bajar la cantidad de carne
que nos hemos zampado hoy.
Carmen, Matías, Diana y Miriam se han ido sobre las seis de la tarde,
porque las dos últimas querían ir a cenar con unas amigas de Miriam, y el
resto nos hemos quedado a recoger. No veo el momento de despedirnos,
podría proponer algo para hacer mañana y alargar un poco más la
compañía. De hecho, Carmen ya me ha dicho que, si necesito la casa esta
noche, toda mía, pero no quiero adelantar las cosas. Aparte de que me
parece un poco mal, puesto que yo no me voy cuando viene Matías, así que
podríamos estar todos juntos también. Basta. Mi cabeza da por hecho
demasiadas cosas de las que yo no soy consciente, y por el momento, no
puedo clasificar a Javi en ningún término.
—¿Queréis venir a casa a cenar y tomamos algo? —Invitación general
siempre cubre las espaldas.
—Nosotros tenemos que acabar cosas en casa, que mañana llega mi
hermana y vienen todos a comer —se excusa Alba.
—Nosotros, creo que tenemos otros planes. —Helena y sus
insinuaciones—. ¿Verdad, Oliver? —Que solo hace que asentir.
¿Sabéis cuando se te activa el sexto sentido y ves las cosas sin que te
las cuenten? Pues blanco y en botella. Es sábado, esta barbacoa estaba
programada desde hace un mes, nos gusta hacer las cosas con tiempo, y
nadie había mencionado nada de quedadas con amigas, visitas de
hermanas ni compromisos con gente del trabajo. No me joroben. Todo
maquinado para que me tenga que comer yo sola el marrón. Además,
¿nadie pensó que son tres? Que tres son multitud, y uno de ellos no se va a
quedar solo. Voy a tener una conversación seriamente con todos ellos.
Pero, hoy, por lo visto, no es el día.
—¿Quieres que conduzca? —se ofrece Alfonso cuando llegamos al
coche.
—Tranquilo, lo de antes era broma. —No vaya a ser que haya pensado
de verdad que sería capaz de hacerlo en el asiento trasero con él mirando.
—Lo sé, pero no me importa si queréis hablar de algo —insiste.
—No vas a hacer de taxista, ¿te apuntas a una copa al llegar?
—Mmm… Voy a llamar a Júlia y tal.
—Mis amigos te han dicho que te busques una excusa para esta noche
para que yo me las tenga que ver a solas con Javi, porque piensan que
tenemos que acabar con cierta tensión sexual, que aparentemente todo el
mundo nota, y creen que o me lo ponéis así de fácil o me voy a excusar
con cualquier chorrada porque por alguna extraña razón, aquí, tu amigo,
me provoca algo que hace que me frene con él. —Hay que aprender a
hablar claro o saber poner excusas.
—Algo así… no sirvo para mentir —se defiende.
—No te preocupes, esos son mis amigos, pero tú te tomas esa copa con
nosotros y luego ya vemos si tienes esa llamada con tu mujer.
—Cualquiera te dice a ti que no, pero por el momento me quedo en el
asiento de atrás.
—Perfecto, y tú, Javi, ni se te ocurra calentarme con las manos en el
volante o no lo cuentas. —Si total, ya ha escuchado todo el sermón, no
hace falta seguir manteniendo la compostura.
—Yo me porto bien… por ahora. —Me guiña un ojo Javi antes de subir
al coche.
Que hay tensión es evidente, por eso prefiero estar concentrada en la
carretera y que ellos hablen de sus cosas. Después de mi súper amenaza,
Javi no ha mostrado ni una intención de depositar su mano donde no debía,
aunque miradas ha habido más que de sobra. No parece que nos
conozcamos de hace dos días y eso me alegra, porque no se me hace
incómodo tener a estos dos hombretones cerca.
Capítulo 17

Javi

Una mujer sin tapujos, porque, madre mía, hay algún comentario
realmente digno de admirar. Me pregunto si le gustará más dominar o ser
dominada. No es que a mí me importe que me manden, en la cama, claro,
pero poder marcar mis pautas también me gusta mucho. ¿Hace falta que
todo lo lleve al terreno sexual con esta mujer? O sentimental, ya que, por
lo visto, también me está provocando cosas así. El día ha estado guay,
mucho mejor de lo que me imaginaba, pero tienen una facilidad para
hacernos sentir cómodos que es admirable. Repito que me encanta el rollo
que tienen entre ellos, aunque no sé si voy a acabar cogiéndole manía a
Carmen como siga interrumpiendo mis momentos de acercamiento a Mar.
No habría actuado ahí delante de todos, o sí, teniendo en cuenta ciertos
límites, pero me ha cortado el rollo demasiado rápido.
Llegados a su piso, no me gustaría ser Alfonso. Vale, Mar tiene
capacidad de sobra como para hacer que no le importa su presencia, pero
yo no. Claro que me importa, quiero mi momento a solas con ella, aunque
sea para hablar, y por jodidamente raro que me parezca, estoy siendo
sincero. Ella ha repetido por activa y por pasiva que siempre ha sido la
tercera en discordia con sus amigas y que nunca se ha sentido excluida,
por lo que ahora tampoco será el caso por mucho que seamos tres, pero
pone énfasis en que ni siquiera es lo mismo porque aquí no hay ninguna
relación. Ha traído algo de picar, no mucho, que seguimos con el estómago
llenísimo, y unas cervezas, y nos hemos acomodado en su terraza, que
cada vez me parece, incluso ya, más familiar.
—¿Y no echas de menos a Júlia con tanto viaje?
—Claro, pero luego aprovechamos mucho más el tiempo juntos. De
todas maneras, puede parecer que viajamos mucho, pero la mayoría de
nuestros clientes no nos sacan más de cuatro días.
—¿Tú no tendrías una relación así? —pregunto por curiosidad,
supongo.
—Pues no lo sé, me cuesta tener una viéndolo a diario, no quiero
imaginar si no lo veo. —Se ríe, pero yo tengo la sensación de que me
acaban de clavar un puñal.
—¿Te cuesta ser fiel? —Alfonso va a acabar haciéndome el trabajo.
—Digamos que me gustan mucho los hombres.
—Y a mí las mujeres, pero no más que Júlia.
—Entonces, brindemos por poner una Júlia en tu vida. —O una Mar,
estoy pensando yo mientras lo dice.
La verdad es que me he sentido bien, y no he notado que Alfonso
sobrara en ningún momento. Mar sabe integrarnos en una conversación
conjunta y parece que tiene temas hasta aburrir. Entre dudas sobre la
relación con Júlia, no sé si tiene algún trauma causado por alguna pareja,
porque el interés que muestra por el tema «relación amorosa» es
asombroso, en querer saber cosas de nuestro trabajo y nuestro día a día, da
para llenar horas y horas. Afortunadamente, tengo un amigo decente y no
me ha hecho falta decirle nada para que me deje a solas con esta mujer,
que tan intrigado me tiene. Podía parecer un momento extraño, porque,
claro, ella no lo ha echado y él se iba sin mí, pero una vez más, Mar ha
sabido reaccionar cuando Alfonso ha dicho que se retiraba.
—No te preocupes, yo te lo cuido y te lo devuelvo sano y salvo —le ha
soltado al darle dos besos.
A lo que el otro solo ha podido echarse a reír y mirarme a mí por si
podía hacer algún tipo de comentario, pero mejor que no. Y aquí estamos,
que me ha invitado a quedarnos en el sofá del comedor y ha ido a por un
par de cervezas más, que no he rechazado.
—¿No crees que esto es un poco forzado? —rompe el momento.
—Podría ser, pero me apetecía tener un rato para nosotros. —Me
acerco un poco a ella, no me gustan las distancias que hemos tomado al
sentarnos.
—Pues tú dirás… —Veo que no es capaz de aguantarme mucho tiempo
la mirada.
—Alguien me dijo que el postre era el mejor de los platos, y que yo
sepa no lo hemos tomado todavía. —Confieso que las ganas de sentirla me
están perdiendo.
—Así, directo.
—¿Para qué andarse con rodeos? —No tenemos quince años, ambos
sabemos lo que esperamos de este momento.
—Así que te gusta ir al grano… —Y si me lo llegan a contar,
segurísimo que no me lo creo.
Acto seguido se pone a horcajadas sobre mí y me planta un beso en
condiciones. Si ya me gustaron los besos del otro día, este me fascina.
Creo que es mucho más pasional; probablemente, los dos estemos mucho
más cachondos que la última vez y llevamos guardando las ganas desde
entonces. No siempre encuentras una persona que sepa jugar con la lengua
como a ti te gusta, o que notes que te compenetras tan bien como lo estoy
viviendo yo ahora. Un beso se queda corto, sí, pero podría alargarlo
infinitamente si fuera como este. De vez en cuando necesitamos coger
aire, pero ella ni siquiera abre los ojos para mirarme, lo que me confirma
que está sintiendo realmente lo que hace. Tenerla encima es un gozo más a
añadir a mi lista de placeres con esta mujer, más allá del calor que
desprende, o del calor que tengo yo, me provoca sensaciones muy
agradables, como si fuera feliz de verdad. O feliz está lo de abajo. A pesar
de que me ha costado un poco reaccionar, le pongo las manos en las
caderas y la acerco más a mí. De verdad que quiero sentirla entera y
cuanto más apretada esté a mi cuerpo, mucho mejor. Ella pone sus manos
detrás de mi nuca y me acaricia suavemente, provocando un cosquilleo
inconfesable.
—Mar, mírame, quiero ver esos ojitos. —Necesito mirarla a los ojos y
saber que estamos sintiendo lo mismo, que mucho me temo, queda lejos
de parecer solo sexo.
Los abre y logro intuir cierto brillo en ellos. Ahora son un poco más
verdosos de lo que me tenía acostumbrado y no dejaría de mirarlos nunca.
Es preciosa, realmente preciosa. A esta distancia puedo contemplar alguna
que otra peca, son de las que hace que sea más especial de lo que es. Y a
pesar de todo el carácter que ha ido demostrando, ahora parece más bien
una mujer vulnerable, entregada y dispuesta a dejarse llevar sin
imponerse. Pero tampoco quiero eso, quiero que sea cosa de los dos, no
movidos por la lujuria del momento o por el deseo acumulado, sino por las
ganas del uno por el otro, ganas más allá de un simple contacto. Dicen que
una imagen vale más que mil palabras, pues no os digo lo que vale una
mirada, y mucho más de las suyas. Esta mirada me acaba de dar
muchísimo más de lo que me han dado en años. Y, para mi desgracia, me
ha dado más miedo que nunca. Miedo, porque no estoy acostumbrado a
que me provoquen ciertas cosas; miedo, porque me ha hecho sentir mucho
más que nunca; miedo, porque temo que no estoy preparado para lo que
me pueda conllevar acabar la noche aquí; o miedo, porque no quiero
admitir que desde que la vi, supe que quería más de lo que jamás podré
tener con ella. Alfonso siempre me ha dicho que cuando aparece la mujer
de tu vida, simplemente, lo sabes, y yo me he reído mucho de él por ello,
pero ahora tengo mis dudas sobre si su teoría es cierta. Pero no, Mar no
puede ser esa mujer.
Para intentar romper todo lo que me está provocando con esos ojos
verdes, la vuelvo a besar. Vuelvo a fundirme en sus labios, donde el mundo
es mucho mejor y donde, seguramente, la felicidad podría llegar a ser
plena. Mar me quita la camiseta y no me opongo, hace calor, me provoca
calor, y cuanto más contacto pueda tener con ella, más saldré de dudas. O
más dudas tendré. Hago lo mismo con la suya y me quedo frente a un
sujetador negro de encaje. No puedo evitar preguntarme si se lo ha puesto
especialmente para mí, porque ya preveía todo esto, o siempre lleva ropa
interior de este estilo. Cualquiera de las dos opciones es válida, cualquiera
de las dos opciones me vuelve jodidamente loco. Lo haría tal cual, en este
sofá, y posiblemente sin necesidad de preliminares con lo caliente que
estoy ahora mismo, pero ya me sucedió el domingo pasado, por alguna
extraña razón, mi cuerpo quiere hacer las cosas bien con ella. Y por
hacerlas bien, significa también tomárselo con calma. Se levanta para
invitarme a seguirla y nos adentramos a su habitación. Ya he estado aquí
antes, así que tampoco hacen falta contemplaciones. Ni siquiera cierra la
puerta para volver a abalanzarse sobre mí. Se pone de puntillas y yo ya me
encargo del resto para acercarla.
Para mí es como si todo esto fuese una fantasía. La falta de palabras no
es ningún problema entre nosotros, las caricias dicen mucho más. Y el
tacto de su piel me tiene hipnotizado. Si fuese yo, sería más bruto y no me
estaría tomando tantas molestias, pero todo esto me está saliendo solo. La
estiro en la cama y le quito los pantalones, tomándome mi tiempo en
contemplarla del todo. Aquí, a mi merced, lista para mí. Me tumbo encima
de ella, pero cuando voy a volver a comerle la boca, me posa una mano en
el pecho para tirarme hacia atrás, pone una cara peculiar y hace un sonido
como de una queja.
—Javi, no sé si voy a poder. —Y eso es peor de que te digan el clásico
«solo podemos ser amigos», y más, dejándome como estoy.
—Mar, no tenemos que hacer nada que no quieras. —No me ha costado
decirle esas palabras, me estiro a su lado sin dejar de acariciarla.
—La cuestión es que sí quiero, pero tengo miedo. —Por la cara que
pone, es la primera vez que le pasa algo así.
—¿Miedo de qué? —No pretendo para nada asustarla.
—Miedo a no dar la talla —suelta sin más.
—¿Me estás tomando el pelo? —Podía esperarme muchas salidas, pero
esta no.
—Claro que no. Mírate a ti. ¡Joder! Eres como un puto dios; o sea, te
había imaginado sin camiseta, pero verlo es otra cosa, con esa cara de
seductor nato, o mejor dicho, de gran follador, con lo que me provocas con
una sola caricia, con tu juego de lengua que no quiero imaginar en otras
partes, que yo que sé, que es el primer tío que logra intimidarme y no
quiero hacer el ridículo. —Admiro su sinceridad.
—Para el carro. —Es que cuando se embala… —. Mar, no es ningún
examen, es que podamos disfrutar los dos y te aseguro que nada me
apetece más que disfrutar contigo. Vamos a ir descubriendo lo que nos
gusta y solo te pido que te dejes llevar.
—Para ello tienes que saber que soy un desastre, siempre la cago.
—Deja de decir tonterías y dame un beso.
Me alegro de que lo haya frenado. Irónico, ¿verdad? Pero este momento
me ha demostrado mucho más de lo que necesitaba. Claro, me hubiese
encantado rematar la faena, y mi amiguito de abajo da fe de ello, pero que
no me haya molestado dice mucho de mí. O de ella. O de nosotros. O de
que esto no es bueno para mí. Después de darme el beso que le he pedido,
ha querido volver a entregarse, pero he sido yo quien lo ha frenado, y tras
prometerle por activa y por pasiva que no estaba enfadado, ni
decepcionado ni nada por el estilo, he podido despedirme. Le he
preguntado si quería que me quedara con ella, pero me ha dicho que se
sentiría mal después de todo, también ha añadido que no está
acostumbrada a dormir con alguien y que sería raro. Por mi parte, le he
prometido que le escribiré para que no piense que me arrepiento de nada
de lo que ha pasado o que mis ganas han desaparecido.
Ay, Mar… Si supieras qué estás haciendo conmigo. Ojalá todo fuera
más fácil y no tuviera barreras para disfrutar de ti. Ojalá, algún día, puedas
perdonar que te oculte ciertas cosas y, ojalá, podamos disfrutarnos antes de
irme.
Capítulo 18

Mar

Si es que soy estúpida por naturaleza. ¿En qué momento se me ocurre a mí


soltar semejante chorada? ¿Quién dice eso en mitad de la faena? Pues
aquí, la menda, la más gilipollas de todas, porque no tengo otro nombre.
Mira que estoy acostumbrada a decir cosas en la cama, pero cosas
necesarias o bien utilizadas, no esa mierda de «estar a la altura». Debe de
pensar que soy la más pardilla de todas, o se está descojonando de mí o le
ha ido bien huir por patas. Vale, no ha huido, lo he medio echado yo. Pero
¿con qué cara se supone que lo miro yo ahora? Como se enteren estos, voy
a ser el hazmerreír una buena temporada, y no es para menos.

Javi:
Que sepas que voy a dormir
plácidamente, pensando en ti, y que
espero verte pronto.

O este tío está peor que yo o realmente existen los príncipes azules.
Punto uno, dormir plácidamente, lo dudo, porque si sigue igual de
encendido que yo, esto no sé cómo se calma. Punto dos, que quiera volver
a verme no sé si es buena o mala idea. Claro que quiero volver a verlo,
quiero de verdad tener este encuentro con él, aunque parece que va a ser
más factible que me toque la lotería, pero para lo que le queda aquí, que se
vayan de fiesta la semana que viene y pille a otra. Porque que sea tan
agradable conmigo, no es buena señal, y en dos semanas se marchan, así
que no puedo tener pajaritos en la cabeza. Sin embargo, como ya os he
dicho, soy estúpida, así que, puestos a tirarse a la piscina y saber de sobra
que no hay agua, pues aquí tenéis una candidata.

Mar:
Estaré encantada de organizar algo mejor
para el fin de semana que viene.
Javi:
Todo tuyo, aquí, me van a dejar solo.

Y con la sonrisa de boba que se me ha quedado, me tengo que ir a


dormir. «Todo tuyo», dice, y estas palabras dan para mucho en mi
imaginación. Ahora en serio, tengo que planear algo adecuado, ya está
bien de dejarse llevar tanto y meter la pata cada dos por tres. Espero que la
semana venga cargadita, porque si tengo tiempo para pensar, mal me temo
que no tendré buenas ideas.

***

—¿Me explicas por qué no hay un condón en la basura? —Bonita manera


de saludar la de mi compañera de piso—. No me mires con esa cara, Carol
está al teléfono, pendiente de si tengo novedades. —Gracias por la
preocupación, amigas.
—Pues porque, evidentemente, no lo hicimos, y prefiero no hablar del
tema.
—Carol, lo que oyes, algo hizo mal esta petarda para no querer hablar
del tema. Te llamo después y te acabo de contar. —Cuelga—. Vengo sola
para que Matías no se sintiera infravalorado, pero le digo que venga, si
tenemos gabinete de crisis.
—Déjate de historias, seré rápida para que sea menos doloroso. —Me
lo va a sonsacar de todas maneras—. Cuando estábamos a punto me entró
miedo de no estar a la altura, confesé mi pecado y cortamos el rollo.
Propuso quedarse a dormir, pero ese canguelo ya era mayor. —Listo.
—¿En serio le dijiste que temías no estar a la altura? —Ella se ríe, pero
yo lo pasé fatal—. Cada día me sorprendes más. Ahora resulta que te
tienes que pillar por el que no es de aquí.
—No estoy pillada. —O no creo. O no debería. O no quiero… Bufff.
—¿Y quiso quedarse a dormir? ¿Alguien me explica cuál de los dos
está peor? —Yo tampoco me lo creí en su momento.
—Quedaré con él el sábado que viene, así que tengo una semana para
aprender a dejar la mente en blanco y tener ese polvo que me merezco, que
me está costando oro y que será memorable, antes de que se vayan. —Creo
firmemente en todos esos puntos.
—Si quiere volver a quedar, es que está más desesperado que tú —
sigue mofándose de mí—, pero aprovéchalo bien, que este no sé ni de
dónde ha salido.
—Muy graciosa estás tú. Anda, llama a Matías para que haga la
comida, yo voy a llamar a Carol y ya se lo cuento yo.
No hemos tenido nunca secretos y no los vamos a tener hoy por hoy.
Ahora que empiezo a ser una especie de bicho raro, no tengo que
esconderme, sino dejarme aconsejar. Y debo aprovechar que mis amigos
están ahí para ello. Carol es la primera en flipar y en preguntarme si he
tomado algo raro últimamente. También me hace la broma de que no se
me ocurra casarme sin que ella esté presente. Está fatal, eso es lo que está.
O todas se han vuelto locas de repente. Que no es posible la facilidad con
la que nos vienen los pajaritos y nos creemos todas Cenicienta con un pavo
que conocemos de hace apenas una semana. Que me ha dado fuerte, pues,
posiblemente, por mis actitudes, pero tampoco tanto como para
sobrepasarse. Después de que me muestre su euforia, pensando que por fin
me uno al club de las emparejadas —qué ilusa es la pobre—, he enviado
un audio al grupo para evitar tener que contarlo en petit comité cada dos
por tres, y puesto que lo van a hablar entre ellos o me van a pedir
explicaciones, mato dos pájaros de un tiro y termino antes. Los chicos se
mofan diciendo que van a hacerle un monumento, e incluso, Carlos me ha
pedido su teléfono para tomarse algo con él algún día de esta semana.
Claro está que no se lo voy a dar. Vamos, lo que me faltaba. Diana me ha
sugerido un especialista por si tengo un bloqueo sexual; permitidme que
me ría de ella en estos momentos, que haga dos semanas que no follo, no
quiere decir que esté bloqueada; y Alba dice que apunte en esa súper lista
mágica que «preocuparse por hacerlo bien con él» también es un síntoma
de amor eterno. Algún día deberéis recordarme por qué quiero a mis
amigos.
En fin, que suerte que Matías sabe cocinar y distraerme, porque si fuera
por Carmen, seguiríamos dale que dale con el incidente. Y no, no es
momento para taladros de este calibre. Una película moñas, una tarde de
relax y un baño. Un ritual que no quiero perder. Música relajante,
mascarilla preparada, agua calentita, a pesar de ser verano, y sales
relajantes. ¡Oh, sí, la gloria! Y el pitido de mi móvil que interrumpe mi
relajación.

Javi:
Espero que estés bien, Helena acaba de
dejar a Oliver porque, al parecer, dice
que tienes crisis y había reunión grupal.

Mi amiga está para encerrarla. O me encerrarán a mí por cometer


asesinato. Mejor que no aparezca por aquí hoy, porque juro que no
respondo. Miremos la parte positiva, se ha preocupado por mí, sigue
mostrando interés. Y eso dice mucho de él. Demasiado. Y no estoy
preparada. Podría ser un capullo, sería todo mucho más fácil. Pues no, me
ha tocado el niño bueno por una vez en la vida, y me va a durar menos que
un caramelo en la puerta del colegio. En fin, le envío una foto, insinuante,
claro, de mi posición ahora mismo seguida de la frase: «Mejor que bien, el
baño del fin de semana es sagrado».

Javi:
Baño con compañía mejor, ¿no?
Mar:
Una copa de vino, música y buena
compañía es un plan top.
Javi:
Te lo compro cuando quieras. Me
encantaría estar ahí.
Mar:
Ah, ¿sí? ¿Qué me harías?
Javi:
La cuestión es qué no haría.
Mar:
Toda una lástima que no estés, podrías
escaparte…
Javi:
No me lo digas dos veces, te cambio
fácilmente por Alfonso.
Mar:
Qué mal amigo, no hay prisa, podremos
hacerlo pronto.

Javi:
Te tomo la palabra, preciosa. Acaba de
relajarte bien.
Lo dicho, demasiado mono para ser real. Cómo me gustaría tenerlo aquí
conmigo y compartir este momento. Siendo sincera, todavía no he
estrenado esta bañera para ello, y mira que tiene posibilidades con las que
entretenerse, suficientemente grande es. Es un buen plan para tener en
cuenta, y con lo que me relaja a mí el agua, quizás se me quitan todas las
gilipolleces, que parece que tengo últimamente.
Ahora bien, tengo amigos peores que yo porque, efectivamente, sí que
había crisis, y no han tardado en reunirse todos en el salón.
Aparentemente, necesito consejo de cada uno de ellos sobre lo que me
pasó ayer. Si todo el mundo se preocupara tanto porque no he echado un
polvo, no me imagino lo que sería de la sociedad. La gran catástrofe. Me
río yo de lo exagerados que son, pero al menos nos lo pasamos bien con
tanta tontería. Tendríais que verlos, es como una comedia o programa de
televisión donde compiten para ver quién dice la burrada más grande.
De todo lo que se ha dicho no puedo sacar nada a relucir, puesto que
tampoco han sabido decirme nada lógico. Según ellos, este chico está
provocando algo nuevo en mí, y tengo que aprovechar en descubrirlo
porque no suele pasar. Pues van claritos, porque el tiempo no juega a
nuestro favor.
Capítulo 19

Javi

Maldito momento en que me envió la foto en el baño, solo se veían las


piernas llenas de espuma, pero ¡joder!, lo que hubiera dado por meterme
ahí con ella. Como os podéis imaginar, no me saqué esa imagen de la
cabeza en horas, demasiadas horas, incluso creo que soñé con ello. Ojalá
tuviera ese descaro que muestra siempre, cuando estamos solos, ya que
tengo la impresión de que se corta un poco más en los momentos íntimos.
Por lo que comentaron sus amigos, no tiene pinta, sin embargo, no es la
sensación que tuve yo. Algo más que ir descubriendo.
Hoy en el trabajo he estado un pelín más distraído. Evidentemente, esa
dispersión tiene nombre y apellidos, por lo que no voy a aguantar hasta el
fin de semana para verla. Es el último que nos queda en Barcelona, la
siguiente semana nos vamos el jueves, si todo va bien; y al ritmo que
vamos, no nos marchemos antes. Así que debo aprovechar los pocos días
que nos quedan por aquí. No quiero pensar en qué puede pasar después, si
ni siquiera ha pasado nada de momento, pero tengo el presentimiento de
que no va a significar un simple revolcón, al menos, para mí. Y Oliver está
disfrutando como el que más, no entiendo cómo no está desgastado
todavía. Madre mía, el ritmo que se gastan, a ver quién logra
desengancharlos después de este maratón de sexo que están teniendo.
—¿Sigues pensando en lo mismo? —me pregunta Alfonso cuando nos
sentamos a cenar.
—Desde que la vi en Ginebra no pienso en otra cosa.
—¿Y piensas decírselo?
—No sé cómo hacerlo.
—Pues a ver, Ito, cuando se entere Borja te corta las pelotas, pero como
se entere ella, no sé qué puede pasar. Sé sincero antes de que esto te
explote por todos lados, y más, si reconoces que está siendo más especial
de la cuenta.
—No la conozco de nada, no puede ser más especial de la cuenta. Y si
pasara algo, se queda en Barcelona y se olvida. —Terapia de convicción,
decirlo en voz alta para que sea verdad.
—Hacía dos días que conocía a Júlia cuando os dije que estaba seguro
de que me iba a casar con ella, y mírame. Cuando aparece lo sabes, no hay
que ponerle trescientas excusas, lo sabes. Pero háblale del tema antes de
que sea tarde, aunque todo quede aquí.
—Voy a invitarla a cenar. ¿Te ha dicho el cazurro de Oliver si piensa
renunciar a alguna noche de sexo esta semana?
—Si le dices el día, lo hará más que encantado. Para eso estamos
nosotros.
Tiene razón. Alfonso siempre tiene razón en todo. Me va a explotar en
algún momento, y no sé si será peor con Borja que con ella, pero hay que
ir siempre con la verdad por delante. No quiero perder el buen trato que
tenemos con ninguno, y más, como me estoy sintiendo con ella. No estoy
pensando en casarme, no estoy tan loco como mi gran amigo, pero
mentiría si dijera que no me apetece seguir conociéndola un poco más y
que dos semanas no van a ser suficientes para todo el mundo que tengo por
descubrir. Sé que son mis amigos, así que también sé que, si le digo a
Oliver que el miércoles se quede con Alfonso, lo hará. No es que tenga que
estar acompañado a todas horas, pero venimos aquí por trabajo, y cenar
solo es aburrido. Además, no sé si estará Carmen en su casa, y habría que
tener un plan B por si la noche se enciende. Sorprendentemente para mí,
no estoy pensando directamente en el sexo postcena que podamos tener,
sino en que me apetece compartir tiempo con ella. No voy con esa idea
metida en la cabeza, hay que dejarse llevar y espero que ella haga lo
mismo.

Javi:
Sé que dijimos el sábado, pero
¿te apetece una cena el
miércoles?

Mañana sería precipitado. La mitad de la semana puede ser la mejor


opción. Ahora solo espero que no tenga planes o que le apetezca igual que
a mí. Sé que no me va a contestar ahora, son casi las dos de la madrugada
y me sorprendería que estuviese despierta. Yo, es que no puedo dormir,
tengo que aclararme en ciertos puntos para ello. Si se lo cuento antes de
acostarme con ella, lo más seguro es que no pase nada; si se lo cuento
después, no querrá volver a verme nunca más; si no se lo cuento… No.
Esta opción no es viable. ¿Tan pequeño tiene que ser el mundo? Joder, para
una mujer que me crea toda esta curiosidad, tenía que ser ella.

***

—Hemos dormido poco, por lo veo. —Me hace gracia que Oliver haga
este comentario, ya que él habrá dormido algo similar, por otros motivos,
pero la misma cantidad—. Sé que Sito es tu angelito cerebral, pero no le
hagas caso; no se lo cuentes, la vas a cagar hasta el fondo.
—¿Sabes algo que no sé? —Hace dos días, los dos creían que tenía que
poner todas las cartas sobre la mesa.
—Digamos que ayer investigué… No te preocupes, que no sospechan
nada, que soy el mejor disimulando —eso no lo puedo negar—, pero le
saqué el tema a Helena de por qué Mar no quiere oír hablar de Madrid.
—¿Y qué te contó? —Ya lo dije en su día, mis amigos siempre me
hacen el trabajo.
—No mucho, porque dice que con ellas tampoco ha hablado demasiado
del tema, pero, según ella, es la primera vez que no manda a tomar por
culo, sí, con esas mismas palabras, a unos madrileños nada más verlos. Me
ha dicho que ni se nos ocurra invitarlas a Madrid, porque no queremos oír
la respuesta, y que por nada del mundo debemos mencionar los nombres
de Borja, Mario y Blanca. Ese es el pequeño resumen.
—Pues apañado voy… —Ya me temía que fueran por aquí los tiros,
pero saberlo de primera mano joroba más.
—Así que disfruta el miércoles, el fin de semana y lo que te queda de
tiempo. Total, si te he visto, no me acuerdo.
—¿Helena piensa igual?
—Helena y yo sabemos disfrutar, veremos lo que pasa después, sin
ataduras, pero sí que hemos hablado de seguir viéndonos cuando podamos.
—Vaya, aún te nos habrás enamorado.
—Sin chorradas. A trabajar si mañana quieres salir a cenar.
No tenía intención de invitarla a Madrid, pero no sé. A ver, es que es un
poco extraño todo, porque no ha pasado nada y yo ya me imagino un
futuro con Mar. No me malentendáis, un futuro conociéndonos, porque
realmente tengo ganas de compartir tiempo con esta mujer y poder saber
más cosas sobre ella, y sé que no tengo el tiempo suficiente, por eso no me
importaría seguir en contacto. Pero ¿dónde nos llevaría esto? Ella no
vendrá a Madrid, es como una batalla perdida. No pido que se mude a
Madrid para tenerlo más fácil, pero, entonces, ¿qué? Se limitaría a vernos
una vez al mes… Parezco un rayado con estos temas. Suerte que todas
estas cosas quedan en mi cabeza y nadie sabe que las pienso.

Mar:
¿Una cita oficial?

Javi:
Nuestra primera cita.

Mar:
Hablo con Carmen para saber
si estará por aquí y organizo.

Javi:
Mar, no. Una cita, tú y yo fuera
de tu casa. Las cosas bien,
¿recuerdas?

Mar:
Está bien… ¿qué tengo que
hacer entonces?

Javi:
Estar lista a las 21.30, pasaré a
recogerte.

Mar:
Perfecto, entonces, hasta mañana.
Me temo que no está acostumbrada a tener citas. No niego que haya
quedado con muchos chicos, y que por lo que tengo entendido, su vida
sexual sea plena y satisfactoria, pero no más allá. Es decir, que por eso me
ha ofrecido tenerla en su casa, en su terreno, con su seguridad y sus
normas. Eso es lo que debe hacer normalmente. No sé cómo se lo habrá
tomado; cuando me ha preguntado qué tenía que hacer, me ha parecido
sumamente raro. No tiene que hacer nada más que ser ella misma, he
propuesto yo la cena, y aunque conozco poco la ciudad, estoy seguro de
que uno de mis dos amigos podrá recomendarme un restaurante
suficientemente decente para llevarla a cenar.
Y aunque sigo teniendo la mente en otro sitio, con las ganas que tengo
de que sea mañana, todo pasa mucho mejor, todo pasa mucho más rápido.
Y por primera vez desde que llegamos, cojo el móvil para contestar todos
los mensajes que tengo acumulados. Agradezco el gran invento de
WhatsApp para poder comunicarnos instantáneamente desde cualquier
parte del mundo, pero tendrían que poner ciertos límites en lo que a los
grupos se refiere. Se dicen tal cantidad de idioteces que no me apetece
perder el tiempo. Me imagino que, si alguien tiene algo importante que
decir o algo de lo que deba enterarme, me lo dirá en privado, pero no me
apetece leerme la cantidad de mierda que se forma. No entiendo cómo
tengo más de mil mensajes de un mismo grupo en menos de una semana,
será que deben de tener todo el tiempo libre que a mí me falta. En fin, que
me embalo, he contestado alguno de ellos, por temas de cenas pendientes y
esas cosas, pero poco más. Tengo un mensaje de Borja preguntando cuándo
me voy a dejar ver y cómo va por Barcelona. Podéis imaginar que no he
respondido, ni siquiera he abierto la conversación. No me ha gustado
nunca mentir a nadie, y menos a mis amigos, a mis amigos más íntimos, y
no sé si es que no me gusta o que no sé hacerlo. Alfonso tiene razón, tarde
o temprano esto se sabrá y no quiero imaginar las consecuencias. Quizás
Oliver sepa de lo que habla y esto sea un aquí te pillo, aquí te mato, y una
vez lo haga con Mar, se queda aquí y no tengo por qué sufrir un
encontronazo; pero como Borja se entere de todo, ahí sí que puede
formarse una gorda.
Bueno, ya basta. Que la vida son dos días y hay que salir a disfrutarla.
Además, que ahora ya no hay vuelta atrás, y lo cuente como lo cuente va a
explotar igual, así que de poco me sirve estar comiéndome el tarro con
este tema. Me apetece conocerla, no hay más. Tengo la oportunidad y voy
a hacerlo. Llamadme estúpido, y seguramente, si no estuviese sintiendo
todo lo que me provoca, ya la habría evitado, pero no puedo. No creo que
Alfonso tenga razón y sea la mujer de mi vida, pero es la mujer a la que
quiero conocer ahora mismo y no me voy a privar de ello. Que uno tiene
que pensar un poco en sí mismo, luego ya iremos apagando fuegos, si es
necesario. O dejo de darle vueltas a lo mismo, o puedo volverme
completamente loco. Empieza la cuenta atrás para regresar a casa y, en
principio, para una larga temporada, así que comienzan los días de ser yo
mismo y disfrutar como me plazca. Amén.
Capítulo 20

Mar

¿Una cita? A ver, no tengo cinco años, pero no sé si he tenido alguna.


Probablemente alguna de mis quedadas se podrían considerar citas, pero
no me va mucho el plan de que me vengan a recoger, no saber dónde
vamos, ni saber a qué atenerme, ni que se comporten como un caballero.
¿Nervios? Tampoco es eso, ya me mentalicé de que tenía que dejarme
llevar y puedo comportarme como con cualquiera, no nos flipemos y
pensemos que este es más dios que con alguno de los que he estado. Lo
nuevo siempre asusta, y no voy a cenar con desconocidos. Cuando conozco
a un chico, lo conozco con mis normas y ninguna de ellas dictamina que
me lleven a cenar. Es más, tendría que ser al revés, puesto que estamos en
mi ciudad, pero nada, que al príncipe le ha dado por aparecer.
—¿Vas a seguir probándote conjuntos? Puedo llamar a las chicas y
haces pasarela. —Aparece Carmen en la puerta de mi habitación.
—Muy graciosa estás tú. ¿Qué me pongo? —Parece una duda de
primaria. Pero no quiero arreglarme mucho porque no sé ni dónde vamos,
no quiero parecer que pido algo que no pido, o que sí, pero que no quiero
pedirlo a gritos, o aparentarlo, ni tampoco quiero que parezca que no me
apetece y que me he puesto cualquier cosa. Maldito día en que me lo crucé
en mi camino, desconocía completamente esta faceta de mi mente.
—Ponte el vestido a rallas y las sandalias azules. —Qué fácil es para
algunas.
—¿Tan claro?
—Tu mejor carta. No te excedes y vas monísima. Te lo regalé yo y me
alegro de que al fin salga del armario.
Tiene razón, el vestido es bastante sencillo pero ideal. No es muy corto
pero no es largo. Tampoco es muy ceñido, ni tiene un escote muy
pronunciado. Las sandalias me dan un poco más de altura, no mucho, que
ya mido 1 m 74 cm, pero me estilizan un pelín más. No es que no me haya
puesto el vestido antes, sino que no encontré muchas ocasiones. Me lo
regaló cuando empecé con Pablo, por si algún día nos apetecía tener una
cena más romántica. Y tuvimos cenas, demasiadas, pero nunca supe cuál
de ellas figuraba entre las románticas.
Maquillaje, el justo, no es el primer día que nos vemos, así que ya me
conoce al natural. De hecho, me ha visto en bragas y sujetador, ya es un
poco tarde para pensar en si se va a fijar o no en la raya de mis ojos. Ducha
para asearme correctamente, repaso de cejas, un poco de colonia y más
que lista. Si no fuera porque son solo las 20.30, sería estupendo. Dicen
que, normalmente, las mujeres tardan mucho en arreglarse, que son
siempre las últimas en estar listas, pues las habrá que somos más rápidas
que nadie, porque yo estoy en un visto y no visto. Vamos a ver, en mi
grupo de amigos siempre somos bastante puntuales, y ya han pasado la
faceta de hacerse esperar entre parejitas, aunque ellas tardan más en
arreglarse; pero, oye, que empiecen antes. Y tan antes he empezado que
ahora preveo una hora de lo más agónica. Carmen se ha ido, argumentando
que pasaba de verme insoportable. Me ha dicho que sea yo, quién iba a ser
si no, y que nada de tomarme una cerveza antes de salir, que ya me faltan
suficientes tornillos en el coco como para perder más. Los mensajes en el
grupo tampoco han ayudado porque, entre que tenga suerte y que me lo
tire ya, no sé con cuál quedarme. Que te deseen suerte para estas cosas
suele ser bastante penoso, y porque sé que lo dicen de buena fe y son mis
amigos, que si no podría caer perfectamente en una depresión.
He estado hablando con Helena un rato, la pobre se ha quedado sin plan
para esta noche. Espera, de pobre nada, porque anda que no ha intentado
que me sintiera culpable. Lleva más de una semana con su rutina de sexo
particular, que también me ha dejado claro, que es espectacular, pues por
un día que no se la metan no le pasará nada. Ya me gustará saber qué hará
la semana que viene cuando le queden dos días para separarse y su fiel
amiga, la menstruación, le haga una visita. Gafe de las mujeres que
comparten demasiado, que ya por compartir, compartimos hasta el
período. Y mejor dejo de reírme de eso, porque como Javi me guste, me
voy a encontrar en la misma situación.
También he llamado a mi abuela, ella sí que es mi familia. Fue el
mayor daño colateral que tuve al dejar Madrid, pero a pesar de que sueñe
con verme vestida de blanco en una iglesia, es mucho más moderna de lo
que aparenta. Me vine a Barcelona porque era una ciudad a la que podía
llegar en tren, le da miedo volar, y me hace muchísima ilusión que me
haga visitas de vez en cuando. Un pequeño secreto nuestro. Así que hablar
con ella también me alegra los momentos. No os podéis imaginar lo que la
quiero. Es como un ejemplo a seguir para mí, una mujer súper fuerte, que
me ha enseñado muchísimas cosas. No hablaba con ella desde que nos
fuimos a Ginebra, que prometí que la llamaría para confirmar mi llegada y
al final se quedó en un simple mensaje. Escuchar su voz contenta al otro
lado, me pone a mí de buen humor. Le he dicho que he conocido a alguien,
siempre le cuento todos mis rolletes, aunque duren dos días, así que esta
vez no iba a ser menos. Total, a estas alturas, ya debe de estar curada de
espanto. No le he contado mucho, porque le he advertido que no es de aquí
y que se acabará lo que haya la semana que viene, pero ella siempre me
anima a disfrutarlo. Lo que os decía, toda una moderna. Y como cualquier
abuela, se enrolla tanto que al final suena el interfono y sigo colgada al
teléfono.
Le doy al botón de abrir, creo que más por costumbre que otra cosa,
pero se oye un «Ni hablar; si subo, no saldremos», que me hace reír a mí y
a mi abuela, la que no tarda en entender que debemos despedirnos y me
hace prometer que tendrá un informe detallado de la velada y una foto del
susodicho. Debe de tener un buen repertorio en su teléfono porque, con el
historial que tengo, le he alegrado la vista por lo menos unas cien veces.
—Buenas noches —le digo al salir del portal, antes de ponerme de
puntillas y poderle dar un beso en la mejilla. Un poco cutre pero natural.
—¿Lista? Oliver me ha recomendado el sitio, así que culpa a Helena de
lo que pueda salir.
—¿Seguro que no quieres cenar en casa? Helena puede lograr
envenenarnos, si se lo propone.
—Mar, quiero conocerte a ti, no meterte en la cama de primeras. —
¿Existen los príncipes azules?
—¿De segundas sí? —Entendedme, está guapísimo, y la camisa azul
que lleva pide a gritos que se la quite.
—Vamos a cenar antes de que me arrepienta de no haber aceptado tu
invitación. —Y acto seguido me coge de la mano para empezar a andar.
Sí, lo habéis leído bien, me ha cogido de la mano. ¿Y quién demonios
sigue haciendo eso? Si ya, ni siquiera, la mayoría de las parejas lo hace.
Cualquiera que nos viese pensaría cosas que no son, que no es que a mí me
importe, pero no es muy normal. Sin embargo, no la he rechazado y me
siento inmensamente cómoda con ello. Mantener ese contacto me pone
nerviosa al mismo tiempo que me tranquiliza; me gusta, demasiado
precipitado todo, pero me gusta. Me ha contado un poco cómo han ido
estos dos días con los chicos, entre que ven poco a Oliver y Alfonso se
pasa mucho tiempo al teléfono, le apetecía ser él quien desapareciese un
rato. No quiero tomármelo como que he sido su vía de escape, pero, oye,
que yo lo entretengo lo que haga falta. De todas maneras, me dice que no
es costumbre. Que no suelen tener esta clase de distracciones cuando
viajan por trabajo, no niega que puedan tener alguna que otra noche de
fiesta, pero no tanto trato como el que están teniendo con nosotras, y
menos con Helena. Pero que no me lo tome a mal, que es todo lo contrario.
A ver, nadie le ha obligado a ello, si no le apeteciera, no lo hubiese dicho;
así que no, no me lo voy a tomar a mal por esta vez.
No tardamos en llegar a Bimba’s. Debí suponerlo, si Helena estaba
detrás de esto. Es nuestro restaurante por excelencia. Es decir, que las
noches que las parejitas deciden ponerse de acuerdo y abandonar al resto,
intentan que coincidan sus momentos de intimidad; para que luego digan
que no somos un grupo compenetrado y entregado al equipo, nosotras nos
tomamos la libertad de tener una cita. Una cita entre nosotras, y una cita
en Bimba’s. Así que, supongo, esta es su manera de decirme que lo que va
a pasar esta noche es una cita romántica de verdad, de las que nos hemos
mofado siempre. Al menos no ha tratado de hacerme quedar en ridículo o
llevarme a algún sitio de esos tan raros en los que no puedo comer nada.
Por esta vez se ha portado bien, ya se lo recompensaré.
—¿Te parece bien? —Creo que me he quedado demasiado pensativa al
llegar.
—Sí, claro, vengo aquí en todas mis citas. —Mierda, no quería decir
eso.
—¿Cómo? —Su cara no da crédito, no es para menos.
—Perdón, no quería decir eso —me excuso—. Cuando nuestro grupo
decide que es momento de tener intimidad con su pareja, Helena y yo
venimos aquí para tener una cita. Entre nosotras, como si fuéramos la
pareja del grupo que falta. —No voy a necesitar ayuda para acabar de
hacer el ridículo, como si lo viera.
—Vaya, y hoy te ha hecho un cambio de pareja. —Suerte que se lo toma
con humor, cualquiera pensaría que estamos chifladas.
—Eso parece, espero que al menos te guste.
—Eso seguro, el sitio, para mí, era lo de menos.
Pues si tampoco le preocupaba el lugar, mi terraza era mucho más
ideal. Hasta hubiéramos podido pedir algo de cenar, si no se fiaba de mi
afición culinaria, que es poca, pero me defiendo bien.
Al entrar, me saludan un par de camareros, somos bastante habituales
—a ver si os pensáis que se van a limitar a tener citas una vez al año—, y
cuando ven que la reserva es para mí, nos invitan a sentarnos en una de las
mesas más reservadas de la terraza. Deben de pensar que me ha tocado el
gordo o algo por el estilo, tanto tiempo viniendo con una chica, y hoy
aparezco con un modelo de revista de mi brazo. Seguro que al dejarnos
solos se van a la cocina a dar palmas y a celebrarlo por mí. Yo también lo
haría. Es como una noticia del periódico para ellos, un acontecimiento
importante de una de sus mejores clientas. Vale, stop películas, y vamos a
cenar.
Capítulo 21

Javi

No contaba con que la conociese todo el personal, suerte, al menos, que


nos han dado una mesa bastante reservada. Lo que quiero es una velada
tranquila y no me apetece sentirme observado. Puesto que ya conoce el
sitio, dejo que sea ella quien escoja los platos, me ha preguntado si
prefiero cada uno lo suyo o compartir, pero todo me está bien. Demasiados
días comiendo rápido y cenando en el hotel. Lo único que he pedido es
escoger el vino, sé que el Garnacha blanco es uno de los mejores de por
aquí, así que al menos eso quiero decidirlo yo. Ella ha optado por
compartir, y ha escogido una ensalada de queso burrata, un tartar de
salmón y un carpacho de wagyu. Todo de mi agrado y viendo cómo se
acaba de relamer los labios, creo que el vino también lo es para ella.
—Bueno, ¿me vas a contar quién es Diego? —Parecemos más íntimos
de lo que somos, y este nombre lo he oído bastantes veces entre su grupo
de amigos, me pica la curiosidad.
—Pues… un compañero de trabajo.
—¿Solo? —Admito que me encanta cuando se pone un pelín nerviosa.
—¿En serio vamos a hablar de esto? —Frunce el ceño de una manera
graciosísima—. Porque, entonces, quiero que me cuentes tu larguísima
lista de conquistas.
—¿Por qué crees que es larguísima?
—¿Me tomas el pelo? —Hace una mueca—. ¿Tú te has visto bien?
—Me tienes demasiado bien considerado, y no tengo una larga lista de
conquista. De todas maneras, no te voy a hablar de ellas. —Le sonrío para
que vea que no voy a malas con ese comentario.
—Mejor, yo tampoco quiero hablar de Diego, que bien sé que sabes
quién es.
Creo que cada vez que la miro me fascina más. Tan natural, tan
espontánea, tan suya. Puede parecer reservada en ciertos aspectos, pero no
teme hablar de cualquier cosa y soltar todo lo que piensa. Me hace gracia
que piense que tengo una larga lista de conquistas, ya que ella sí que me
sobrepasa en número. ¿Qué os pensáis? He hecho mis deberes. Ayer
acribille a Helena con preguntas necesarias para saber cómo tratarla. Su
frase: «Ten cuidado con Mar, que si se suelta… estás perdido» me hizo
mucha gracia, realmente porque a estas alturas me considero ya
perdidísimo. Al menos, sus consejos me han servido para que la cena vaya
sobre ruedas. Tengo claros ciertos temas que no debo tratar, y al mismo
tiempo conozco los que me harán profundizar más para conocerla. Me
sorprende que con lo poco que hemos compartido podamos tener esta
afinidad, esta complicidad. No es que me cueste relacionarme con la
gente, pero no suelo coger confianza a la primera. Y con ella parece todo
tan sencillo…
Está bien, no es que nos acabemos de conocer, pero no teníamos trato, y
al parecer, ella ni siquiera se acuerda de quién soy. O no quiere acordarse.
¿Y si me está tomando el pelo? También he pensado mucho en esta opción.
Se estaría mostrando alguien que no es, para que luego yo pudiera hablar
de todo esto con Borja o Mario. Quizás solo me esté mostrando las cartas
que le interesan y yo estoy cayendo en su juego. Pero no tengo una mente
sucia. Más que nada, porque entonces ella también podría estar pensando
que todo es un juego para mí y no me gustaría que tuviera esa impresión.
Claro que he tenido ocasión de sacar todo a relucir, pero no estoy
preparado. O no quiero estarlo. Estoy demasiado a gusto como para
estropearlo. Y no porque quiera acabar la noche donde os pensáis,
simplemente porque lo que me queda en Barcelona lo quiero disfrutar. Y si
es con ella, mejor.
—Algún día tengo que dejarte probar el mío —le digo cuando nos traen
el tiramisú.
—¿Sabes prepararlo? —Ya he dicho que hice los deberes, es su postre
preferido y, afortunadamente, lo aprendí a cocinar en un curso que Cristina
me hizo hacer.
—Lo puedo intentar y luego lo valoras, ¿te parece? Ahora, si me sale
bien, quiero mi recompensa. —Le guiño un ojo.
—Si te sale bien, puedes pedirme lo que quieras. —Su sonrisa de niña
buena me tiene hipnotizado.
—Una oferta muy tentadora… ¿Hasta cuándo puedo decidir eso que
quiero? —Tengo varias ideas en mente.
—Hasta que lo estés preparando el sábado en mi casa.
—¿Eso es una invitación?
—No hay invitación que valga con un tiramisú de por medio, el sábado
no podrás escaquearte.
—Creía que para el sábado había algo de un baño…
—Hay tiempo para todo, ¿o tienes otros planes? —No os podéis
imaginar la cara de seducción que me está poniendo y su juego con la
cucharita de postre me está poniendo malo.
—En absoluto, todo tuyo. —Y tan suyo que soy ahora mismo.
—Todo mío… me gusta. —Su tono no podría ser mejor—. Entonces, la
copa mejor la hacemos en mi casa.
No tenía previsto rendirme tan rápido a una cita de lo más normal, pero
esta mujer me puede. Con un simple roce suyo ya me enciendo y me estoy
conteniendo bastante para lo que soy yo. Como ya he mencionado antes,
hay que dejarse llevar y no me queda tanto tiempo que poder compartir
con ella, así que no voy a desperdiciar ni un solo segundo de intimidad que
podamos tener. Hemos vuelto a tener una mini trifulca por la cuenta, y más
porque tenía a la mitad del personal comprado, pero, para mí, no hay
discusión que valga. No me prejuzguéis, no es que a estas alturas una
mujer no pueda invitar a un hombre, o que no podamos pagar a medias, o
porque sea una cita y la propuse yo tenga que invitarla, es más una
cuestión de ajustar las cuentas por mi parte. Nos invitaron a cenar, a una
barbacoa, a unas copas en su casa, el sábado volveremos a cenar en su
casa… No me parece bien vivir del morro tampoco. Y de todas maneras,
no tengo que justificarme, me apetece y punto. Con lo que me ha costado
convencerla a ella, ya tengo suficiente.
El trayecto de vuelta se nos hace, incluso, corto. Yo no soy callado, pero
ella extrapola niveles de habladuría. No me extraña que nunca se aburran
entre ellos y siempre tengan cosas que contarse, porque ya solo con lo que
he compartido con Helena o Mar, podrían estar hablando años seguidos.
En fin, que todos sabemos cuál es la mejor manera de hacer callar a
alguien, pues eso es lo que he hecho nada más cruzar la puerta de su piso.
No solo por hacerla callar, sino porque llevo toda la noche conteniéndome
y me apetecía un montón desde que la he visto salir de su portal.
Nada de copas, no son necesarias. Ambos sabemos lo que queremos
ahora mismo y podemos prescindir del alcohol. Ella es mucho mejor
droga. Mi intención era darle un primer beso suave, tierno, un poco
especial… pero es imposible. Ver su entrega cuando nuestros labios se
tocan, conlleva mucho más. Es increíble la de pasión que se puede
expresar con un simple roce de labios. No creía en esas cosas, pero
sintiéndolo ahora mismo, ya me creo cualquier cosa. Me separo un
momento de ella para poder contemplarla bien, y su cara me pide a gritos
lo mismo que quiero yo. Esta mujer desprende deseo por todos sus poros,
y hoy se que vamos a tener lo que buscamos.
—No sabes lo que deseaba hacer esto —le susurro al oído y puedo ver
que su cuerpo responde a ese aire que se escapa de mi boca a su oreja.
Su respuesta es cogerme del cuello de la camisa y volver a acercarme a
ella. Yo muero por no dejar de besarla, y saber que ella tiene esa misma
necesidad todavía me enciende más. Poco tardo en acariciar toda su
espalda y al llegar a su trasero subirla a mí. Me encanta que se acople tan
fácilmente. Sus piernas abrazan mi cintura y prácticamente estoy
completo. Ahora es ella quien se separa de mí y, con una mirada, que
expresa mucho más de lo que mi cuerpo es capaz de aguantar, me va
desabrochando los botones de la camisa uno a uno. Su lentitud hace que mi
deseo cada vez sea mayor, pero a la vez, no puedo dejar de observarla. Es
como si estuviera jugando con ello, y este juego puede ser de mis
favoritos. Cuando ya la tengo totalmente abierta, la desliza lentamente
para acabar de sacármela, y con el roce de sus manos en mis hombros ya
me doy por vencido. Quiero hacerlo bien, por lo que hacerlo en esta pared,
en la cocina o en el sofá del comedor no son opciones. Conozco
perfectamente el camino a su habitación, la gente tiene una facilidad
increíble para memorizar las cosas que le interesan, y esa, sin duda, es la
que memoricé el otro día. La deposito con cuidado encima de la cama y yo
mismo me saco los pantalones.
—Puedes seguir haciéndome un estriptis, si te apetece —me dice,
poniendo cara de pícara.
—¿Me lo harás tú a mí? —Esa imagen sería digna de admirar.
—Cuando quieras. —Y su descaro vuelve a relucir, coge ella misma el
borde del vestido y lo sube poco a poco, moviendo todo el cuerpo
sensualmente.
—En otra ocasión, señorita, ahora quiero hacerlo yo.
No sé si miento o no, pero me estaba poniendo demasiado enfermo y no
quiero que la primera vez sea bruta. Un poco gracioso lo de la primera vez,
no tengo claro si será la única. Me coloco a un lado de la cama y,
acariciándole las piernas, empiezo a subir ese vestido. Otra vez ropa
interior de encaje negra, otra vez que está más que increíble. Pero
dejémonos de historias, porque no nos hacen falta los preliminares. Le
desabrocho el sujetador y me fascinaría entretenerme con esos pechos,
pero como tarde mucho más en sacarme el calzoncillo, mi amiguito va a
morir asfixiado. Me coloco encima de ella y, mientras le recorro el cuerpo
a besos y caricias, le saco esas braguitas que me tienen perdido.
—Veo que voy a tener que dejarme mandar —me dice cuando intenta
quitarme la ropa interior pero la freno.
—No me voy a demorar demasiado, me pueden las ganas, Mar. —
Sinceridad ante todo, no quiero que se lleve tampoco una impresión
equivocada, si voy directamente al grano.
—Entonces, déjate de palabrería y fóllame ya. —Alto y claro.
La palabra follar no me ha convencido demasiado, pero tampoco hay
otro nombre para lo que vamos a hacer. Preservativos en el segundo cajón
de la mesita de noche, muy predecible, y mi miembro más que listo para la
acción. Bajo mi mano hacia su entrepierna y compruebo que está más
mojada de lo que hubiese previsto; razón de más para prescindir de los
estúpidos preliminares. Cuando hay deseo y pasión, hay ciertas
parafernalias que son innecesarias.
—Déjame que te lo ponga yo. —Me quita el condón una vez lo he
abierto.
Y lo que me faltaba para acabar de estar a punto, coloca la punta en el
inicio de mi miembro, y acto seguido se ayuda con la boca para acabar de
colocarlo. Madre mía, qué bien mueve esos labios, qué bien se adapta y
qué cuidadosa es mientras lo hace. Eso solo ha sido una pequeña
introducción sobre lo que es capaz de hacer ahí abajo, y no puedo pensar
en como hará el resto, si quiero que dure un poco más. Una vez puesto,
vuelve a subir y cuando la tengo enfrente, le doy la vuelta para colocarme
encima. Hay muchas posturas que me gustaría tener en cuenta con esta
mujer, pero como ya he dicho, hoy mando yo, y prefiero recurrir a lo
clásico y tradicional para hacerla disfrutar. Sé que no voy a durar mucho,
no sé si por las ganas acumuladas, porque sea con ella o porque cada vez
estoy peor, sea lo que sea, mejor darlo todo en algo básico.
Tardo poco en conseguir entrar, ella estaba igual de lista que yo, y
estamos compenetrados incluso en eso. Su cuerpo responde a mi entrada, y
cuando se arquea hacia delante, puedo apreciar mejor su cara de pasión.
No me quita los ojos de encima, lejos de lo que fue el otro día, me
mantiene la mirada y no duda en mostrarme que le gusta lo que estamos
haciendo. Le cojo las manos y se las coloco encima de su cabeza, claro que
me gustaría que me recorriera la espalda con ellas, pero su roce solo haría
agilizarlo más. Voy alternando ritmos de entrada, porque su rostro me va
poniendo las caras que necesito para saber en que punto está y me gusta
intentar retrasar su orgasmo un poco más.
Desgraciadamente, las ganas me vencen, y la tercera vez que veo que
está a punto, no la freno. Dejo que su grito de placer invada toda la
habitación, o mejor dicho, todo el piso y mi orgasmo no tarda en llegar.
Me desplomo por completo encima de ella, mientras voy notando las
descargas que debo estar produciendo en su interior. Ojalá hubiese podido
notar su piel, hacerlo del todo, sintiéndonos al máximo. Pero eso ya era
pedir demasiado.
En cuanto salgo de su interior, se levanta dirección al baño y, por un
momento, me lamento en si no le habrá gustado. Quizás he sido muy
clásico, o demasiado rápido. Quizás esta acostumbrada a otro tipo de sexo,
pero su cara de placer me decía que estaba disfrutando. Me incorporo para
mirarla bien y, entonces, se gira para dedicarme una sonrisa.
—No sufras, no he acabado contigo, simplemente necesito ir al baño…
Te contaré un secreto… es nuestra manera de decir que hemos disfrutado
mucho cuando se nos escapa el pipí.
Ante eso solo puedo reírme, y de felicidad. Si me lo cuenta otro, no le
hubiese creído, pero ella es así de espontánea, sin máscaras, totalmente
natural, y ante eso solo puedo reponerme. La noche va a ser muy larga, no
quiero pensar en lo que me espera mañana.
Capítulo 22

Mar

Para un primer contacto fue suficiente, estuvo realmente bien. No todo en


el sexo tiene que ser euforia y mostrar todas tus habilidades, a veces en lo
más sencillo es donde encontramos el placer absoluto. Y mientras conoces
a una persona, ya va bien empezar por lo más fácil e ir descubriendo lo
que le gusta. Claro que en esta ocasión hay que hacer un curso acelerado si
queremos, al menos, tener claro lo imprescindible para el último día tener
el polvo de nuestros sueños. Así que, con esas intenciones, no podía
dejarlo marchar después de un primer asalto, tenía que seguir investigando
un poco más.
Después de ese momento, vinieron dos más, la estrellita está muy bien
para dejarle envestirte a su antojo, pero a una también le gusta cabalgar.
No hicimos nada especial, tampoco lo necesitábamos. Sentirnos fue
suficiente para llegar al placer que estábamos buscando en ese momento.
Y puedo asegurar que fue mucho más especial de lo que me hubiese
imaginado. ¿Dónde quedan todas las fantasías sexuales que me planteé en
un primer momento con un hombre como este? Pues bueno, por lo visto,
mis intenciones fueron otras cuando tuve la oportunidad.
Por la mañana se ha tenido que ir temprano, tenía que pasar por el hotel
antes de ir a trabajar y no nos apetecía que Alfonso se lo cargara antes de
tiempo. Ya tenemos poco de eso como para que se nos acorte más. Así que
me he quedado sin polvo de buenos días, pero con mil y una ganas de que
llegue el sábado y podamos tener el fin de semana para nosotros. El
viernes será noche de chicas, tenemos que empezar a preparar la despedida
de soltera de Carol, no nos queda mucho antes de que esta vuelva y nos
obligue a poner excusas para evitar que se apunte a los planes.
Helena:
Espero que valiese la pena que
renunciara a cuatro orgasmos
por ti. ¿Quedamos en una hora
y me lo cuentas?

Nadie diría que esta trabaja alguna vez. Pero a mi ya me sirve. Me sería
más útil quedar con alguna de las demás por si me pudiesen ayudar en
cierto tema. Joder, estoy hecha un lío porque no sé lo que me está pasando
con Javi, y quizás ellas puedan entenderme o decirme algo. Palabras
mayores, posiblemente, ya que no creo que me haya podido enamorar tan
rápido y menos de él, pero seguro que tienen mejores consejos que esta
pirada. Pero, en fin, más vale eso que nada.
—Yo sí quiero conocer todos los detalles —me suelta cuando nos han
traído los cafés. Probablemente, sería mejor con una cerveza en la mano,
pero no son horas.
—No seas pervertida —la riño, pero con una sonrisa—. Estuvo bien y
se quedó a dormir.
—¿Solo bien? Oh, vamos, me quedé sin ver a Oliver para que tuvieras
una noche de ensueño y me sueltas que solo bien. —Es una dramática y le
encanta el espectáculo, como actriz triunfaría, seguro.
—¿Quieres una clase teórica de lo que hacen dos personas en la
intimidad?
—Con que me digas qué sentiste y que estuvo bien tengo suficiente,
veo que no voy a sonsacarte nada más. —Pone cara de pena—. Al menos
podrías decirme si está bien dotado, ¿no?
—Estás enferma Hel, tengo ganas de repetir, ¿te parece suficiente?
—Si es porque lo pasasteis bien, sí; si es porque sentiste de más, no.
—Explícame eso.
No tenemos mucho tiempo, por lo que no se demora en hacerme una
disertación detallada. No es la primera vez que mis amigas hablan de mis
relaciones a mis espaldas y, por lo visto, ayer debían estar todas aburridas
para mantener un Skype mientras yo estaba ocupada. Tienen cierto miedo
a que este hombre me provoque cosas a las que no estoy acostumbrada,
porque saben que se va en una semana y que además es madrileño, por lo
que es imposible ir más allá. No es que no las entienda, pero pueden,
perfectamente, pensar en que solo es un capricho más. La novedad, el
morbo, que el tío está como un queso y yo me quiero divertir. Me engaño
un poco a mí misma, ya que estoy experimentando sensaciones nuevas,
pero como tampoco sé lo que significan, no quiero comerme la cabeza.
Dicho esto, consideran que debería dejarlo ahí, si tengo más ganas de verlo
y estar con él que de querérmelo tirar. Yo, por mi parte, pienso que no
tiene nada de malo querer pasar un fin de semana acompañada, así que no
me taladren mucho la cabeza y tengamos la fiesta en paz. Sermones, los
justos. Lo aprecio, pero no hace falta.
Además, hoy podría, incluso, ponerme a traducir una novela romántica,
de esas que sacan purpurina por todos lados, así que ya estoy perdida, no
hay solución que valga.
Qué bien se trabaja estando de buen humor, si no fuera porque Diego
tiene que venir a casa y, después del último día en que coincidimos, no sé
si me apetece mucho. Sexualmente nos entendemos, seguramente
demasiado, y raro en mí que no me apetezca disfrutar, pero es así.
Tampoco tengo nada que me lo impida, por mucho que considere que no
puedo ser fiel, hoy por hoy, no tengo una relación que me impida
pasármelo bien. Pero no me sale, es como si tuviera que guardar cierto
respecto a Javi. Si jugamos, que juguemos con las mismas cartas, y dudo
que durante su estancia aquí, pueda tener otra distracción. Quizás por eso
le pregunté si le importaría que Carlos tuviera su número, así mientras
quedamos las chicas, él puede quedar con ellos. Un poco rebuscado.
Menos preocupaciones.
Nos ponemos a trabajar, estamos con dos libros de la misma autora,
pasándolos al francés, y necesitamos que tengan una cierta sintonía en su
redacción. Es como que necesitan tener un estilo concreto por mucho que
sean dos personas las que lo traduzcan, y por eso nos gusta abordarlo
juntos. En el terreno laboral, congeniamos como si fuéramos gemelos y
eso sucede con pocas personas. Supongo que por eso la editorial nos
concede esta clase de trabajos.
—¿Te apetece una cerveza? —Sé que no es lo idóneo para trabajar, pero
yo con una cerveza en la mano, soy infinitamente más productiva.
—Claro —responde, colocándose detrás de mí cuando voy a abrir la
nevera.
Lo tengo demasiado cerca, no estoy tensa, simplemente necesito que
corra el aire. Saco dos cervezas y las abro con el imán–abridor. Le tiendo
una e intento distanciarme.
—¿Dónde vas? —Me coge del brazo para que no me escape, y puedo
ver lo que quiere en su cara.
En otro momento no me hubiera importado, este sería un juego habitual
entre nosotros y acabaríamos haciéndolo en la encimera de la cocina. Un
sitio que, para mi gusto, es de lo mejor que existe. Quien diga que no ha
tenido una sola fantasía sexual en la cocina, miente. Y si jugamos con
comida, mucho mejor. Intenta besarme, pero me aparto.
—Diego, no —lo freno.
—Sabes que puedo darte lo que quieres, sé perfectamente lo que te
gusta.
Vuelve a acercarse a mí, y vuelvo a apartarlo. Claro que puede darme lo
que me gusta, ya nos hemos acostado, varias veces, y nos conocemos bien.
Nuestra amistad comenzó hace dos años y nos hemos entendido más de la
cuenta desde entonces. No había pasado nada entre nosotros, pero siempre
existía esa química especial, pero a él le iba el juego tanto como a mí y no
nos paramos en conocernos entre nosotros. Hasta que lo dejé con Pablo, o
hasta que tuve la necesidad de saber cómo era en la cama. Tantas veces
contándome sus historias, y yo las mías, que teníamos que probarlo. Y sí,
Diego es un grandísimo candidato como amante sexual, pero mi cuerpo
ahora no es lo que busca.
—No me jodas que es por el tío que trajiste a la fiesta el otro día.
—¿Qué coño dices? —Quizás tenga razón, pero estoy muy lejos de
reconocerlo.
—¿Quién coño es?
—¿Y a ti qué narices te pasa? ¿Que no te han dicho que no nunca?
—Eh, frena. Dime que no tienes ganas. —Vuelve a arrinconarme, y
tentada estoy de tirarle la cerveza por encima.
—Diego, basta, no me apetece.
Y Diego no es de esos, sabe dar un paso atrás, no va a forzarme a algo
que no quiero. Si no fuera así, no llevaríamos tanto tiempo siendo amigos.
Conozco muchas historias suyas y nunca ha jugado con una mujer. Bueno,
vale, jugado sí, pero sin sobrepasar ciertos límites o hacer algo que ellas
no quisieran. Esta vez no iba a ser menos.
—Entonces, cuéntame cómo ha podido embrujarte.
Me gusta la palabra, me encaja. ¿Y si alguien ha hecho un muñeco vudú
de mi persona y está jugando con él? Sí, la típica frase de que si alguien
tiene un muñeco vudú mío, lo lleve al gimnasio está muy bien. Pero si, de
verdad, existe, podría haber escogido otro candidato para hipnotizarme.
Pero, claro, ser capullos está mejor visto, y joder a la gente es la
especialidad en esta sociedad. No le explico demasiado, le cuento solo que
nos vimos ayer y nos acostamos. Tampoco es que seamos recatados
cuando nos contamos nuestras citas, pero esta vez no me apetece dar
muchos detalles. Que sea él el primero con quien hablo del tema no ayuda.
Helena no cuenta.
Y tras el incidente, podemos seguir trabajando más tranquilos. Sí que
hace alguna broma sobre que le va a pedir consejo o que, cuando se vaya,
él me ayudará a olvidarlo, pero poco más. Sé que está de coña y me va
bien que sea así.

***

—Vuelve a contarme eso de que has rechazado un polvo con Diego porque
ayer te tiraste a Javi. —Ese es el tema de conversación en la cena de esta
noche con Carmen—. ¡Quién te ha visto y quién te ve!
—No es que sea raro, sabes que no soy una ninfómana, y eso de dos tíos
distintos en menos de veinticuatro horas no me va. —Lo he hecho alguna
vez, pero por otro tipo de razones.
—Espera a que se lo cuente a los demás. —Coge el móvil para abrir el
grupo.
—Déjalo, mejor mañana los ponemos al día. —Puestos a sermonearme,
que lo hagan todos juntos con alguna copa en la mano.
—Solo apunta: «cuando es el indicado, los demás no existen». Por
mucho que te atraigan, no serás capaz de dar un paso más. —Y muestra su
sonrisa profident.
—Qué pesaditas estáis con lo del indicado, ¿os tengo que recordar que
se va la semana que viene? —Solo de pensarlo yo, ya me entristezco.
—Entonces, no desaproveches el tiempo, petardina.
En parte tiene razón, no hay que desaprovechar el tiempo. No sé
cuantas veces lo he dicho ya, y hay que aplicarse bien el cuento. Y por una
vez que no me haya apetecido tener algo con un tío bueno no quiere decir
absolutamente nada. Que no me rallen más; la de la lista es Helena, no yo.
Capítulo 23

Javi

Carlos:
¿Os apetece venir esta noche a tomar algo?

No me molestó que Carlos pidiera mi número. Me hizo sentir más


integrado todavía. Supongo que son una especie de hermanos mayores
para Helena y Mar y solo tratan de saber con quién andan. Eso me gusta.
No tienen ninguna obligación en integrarnos, pero que se muestren
voluntarios, ya dice mucho de ellos. Alfonso se irá a pasar el fin de
semana a Madrid, se justifica diciendo que así nosotros no tenemos que
cargar con el muerto. Y por una vez en su vida, le daré la razón. No me
apetece estar con él este fin de semana, tengo otro plan en mente, y mucho
mejor. Pero, bueno, como hoy es noche de chicas y voy a tener que
aguantar al cazurro de Oliver, mejor ser unos cuantos más.

Javi:
Claro, nos apuntamos a lo que
digáis.

Tampoco le tengo que pedir permiso a Oliver para responder por los
dos, sé de sobra que este se apunta a cualquier cosa y esos tipos nos
cayeron bien. Así que tres horas más tarde nos despedimos de Alfonso,
quién volverá el domingo para asegurarse que no le hacemos ninguna
jugarreta y que no vamos a alargar la estancia por nada del mundo. El
jueves volvemos a la capital y, con el verano a la vuelta de la esquina,
tardaremos una temporada en volver a marcharnos tanto tiempo. No es que
un mes sea una barbaridad, pero cuando ya venimos de otro, se hace más
largo. Tenemos ganas ya de que llegue agosto y poder desconectar de
verdad. Tantos años esperando la vida del trabajador, para luego darse
cuenta de que la vida estudiantil es la mejor etapa de la vida. Pero lejos de
dramas, aún no tenemos los planes listos para el viaje de este año, así que
la semana que viene estaría bien tener una quedada con los míos y
empezar a maquinar.
—Gracias por venir, tío, tanto tiempo mano a mano con Matías es más
duro de lo que pensaba —bromea Carlos cuando nos encontramos.
—Será que tú eres la mejor de las compañías —se queja el otro.
—¿Organizan muy a menudo las noches de chicas? Tenía entendido que
en vuestro grupo todos sois iguales. —Oliver, mejor no entrar en terreno
peligroso.
—¡Oh, no! Hay pocas de esas, pero últimamente no paran de tener que
planear cositas y nos dejan aparte… Hoy tocaba despedida de soltera de
Carol, y claro, a eso no nos incluyen —especifica Carlos.
—Bueno, entonces, nosotros os alegramos la noche. —Ya lo dije, mi
amigo se apunta a cualquier cosa—. ¿Una copa y nos contáis los trapos
sucios de las solteras? —No sé si yo quiero saber los que me conciernan a
mí.
—Eso está hecho, Helena y Mar tienen una gran lista de esos —apunta
Matías—. Carmen puede matarme, si se me escapa algo que no debo… —
Hace ver que piensa—. Pero, un momento, cuéntame tu secreto —me pone
una mano en el hombro—, ¿cómo has conseguido calmar a nuestra Mar?
—¿Calmar? —No sé a que se referirá con eso.
—Sí, tío, no quieras saber todo lo que se habla de ti por el grupo.
Incluso ayer rechazó a Diego —este es Carlos.
—Eso no se tenía que decir… —le riñe el otro—. Vamos a por esa
copa, antes de pifiarla más.
No es una cagada, es un detalle que me parece de lo más curioso. Las
chicas tendrán su peligro, pero estos dos no se quedan cortos. Y sí, me ha
dejado sumamente intrigado lo de que se habla de mí en el grupo. No es
que yo no haya hablado con Alfonso y Oliver de estas cosas, pero me
sorprende que ella pueda hablar abiertamente de todo con todos ellos.
Pensaba que estas intimidades se quedarían entre las cotillas de sus
amigas, aunque claro está, que estos dos podrían ser, perfectamente, un par
de chismosos más.
Como sé que son amigos y no me van a dar muchos detalles, código de
amistad, prefiero indagar sobre lo que ha comentado Matías de Diego. No
es que esté celoso, tampoco me tiene que guardar ningún luto, pero no
hacía ni veinticuatro horas que me había ido de su casa y creía que nuestra
noche había sido especial. Carlos ha explicado que no era algo que ella
hubiese buscado, simplemente él fue a trabajar a su casa, tarea habitual y
cosa que me ha molestado, sin motivo aparente, pero lo ha hecho.
Demasiada intimidad, imagino. Y, bueno, que con el rollo que se traen
últimamente, viene siendo costumbre que cuando les apetece se satisfacen.
Él intentó calentarla un poco, con una actitud que a ella le acostumbra a
poner, que no han querido revelar puesto que consideran que, si quiero eso,
tengo que averiguarlo yo, y cuando intentó lanzarse ella lo frenó. Diego al
principio se enfadó, pero finalmente entendió sus motivos, y según ellos,
solo está deseando que nos marchemos para que Mar vuelva a ser su Mar.
—Tiene gracia que piense que es su Mar, porque nunca lo ha sido —ha
añadido Carlos. Y me ha hecho gracia el apunte, puesto que en mi interior,
me volvía a molestar pensar que podía ser así.
—Y aquí tienes un claro ejemplo de que a Mar le pasa algo —
interviene Matías—. Pero, ojo, yo encantado, que desde que estáis aquí,
tengo más Carmen para mí. —Se ríe.
El resto de la noche ha sido bastante tranquila, un par de copas y poco
más, lo suficiente para acabar con buen pie la semana. Nos han contado un
poco lo alocadas que son las dos, pero lo justo. Matías ha confesado que le
encantaría que Mar encontrara a alguien, dice que cuando vino de Madrid
le costó mucho abrirse al mundo y que tiene cierto temor a no saber querer
a alguien. Por suerte, los tiene a todos ellos y cree que eso le demuestra
que es una mujer muy válida para todo. Le tiene cariño, y después de todo
lo que tuvo que pasar, me alegro de verdad. Nos han contado también
alguna anécdota de noche de locura, pero nada que resaltar.

Javi:
Espero que la noche de chicas
haya ido bien, mañana espero
tenerte para mí.

Necesitaba enviarle un mensaje para mostrarle que realmente tengo


ganas de verla. Ayer no pude decirle nada y hoy solo la he podido avisar de
que quedaba con sus amigos. No me apetece tampoco acoplarme a ellos y
que ella no lo sepa. No son mis colegas, ni pretendo formar nuevos
compañeros a distancia, pero en Barcelona tenemos varios clientes, está
bien conocer a alguien para tomar una copa cuando estemos por aquí.

Mar:
Con una despedida de soltera
en Malta entre manos, puedes
imaginar. Mañana las he
echado a todas, pisito para dos,
recuerdo que tenemos varias
cosas pendientes.

Javi:
Aún vas a conseguir que me
odien por ello, suerte que ya me
han informado de que el
domingo volveremos a coincidir.

Mar:
Todavía no tienes derecho a
secuestrarme dos días, te
espero mañana al despertarme.
Si no dejo el móvil, me
decapitarán antes de que
llegues.

Javi:
Prometo venir a despertarte.
Buenas noches, preciosa.

Ahora entiendo cómo una mujer puede descolocarte tanto. Tan atrevida,
a veces; tan tierna, otras. He de admitir que el «todavía» me ha alegrado la
noche. Ojalá tuviera tiempo para dedicarle y darle lo que se merece.
Mañana voy a intentar disfrutar como si fuera el último día que la veo. No
quiero pensar en ello, tampoco creo que sea cierto, pero sí es el último día
de lo que sea esta aventura. Cuando regrese a Madrid todo volverá a la
normalidad, y a mí solo me quedará pensar en que no descubra lo que le he
estado ocultando y en que ojalá volvamos a coincidir algún día.

***

A las 9.30 de la mañana estoy llamando al interfono. Puedo parecer


desesperado, pero me da igual. Tengo ganas de verla y realmente necesito
aprovechar el día. Creo que más para aclararme a mí mismo que otra cosa,
pero si son las últimas horas que voy a pasar con esta mujer, mejor
empezar cuanto antes. Cuando me abre la puerta, solo lleva una camiseta
que le va, por lo menos, cinco tallas grandes, pero sus piernas al aire la
hacen tremendamente sexi. ¡Qué diablos! Estaría sexi con cualquier cosa,
y vestida así, insinúa mucho más de lo que podría pedir a estas horas. Sé
que no lleva sujetador, los pezones se le marcan en esa tela blanca, y antes
de que pueda decirme nada, me la como con un beso.
—Mucho mejor que el café que me estaba preparando —me suelta,
risueña, cuando la dejo tomar aire.
Nadie diría que se acaba de levantar, porque está preciosa y dudo
mucho que supiera que iba a venir tan pronto, todavía tiene cierta cara de
dormida que hace que me entren ganas de abrazarla un poco más. Y no me
corto, hoy no está permitido guardarse nada para uno mismo, todo lo
contrario; hoy hay que exprimir todo lo que queramos hacer. Es más, hoy
me he levantado juguetón, y este juego me apasiona, no voy a
desaprovecharlo.
Capítulo 24

Mar

Contemplaba la opción de que viniese pronto, pero no tanto. Joder, es


sábado y ayer las chicas se fueron de aquí casi a las tres de la madrugada,
así que no, las nueve de la mañana no es buena hora para mí y menos sin
cafeína en las venas. Pero verlo en la puerta me ha quitado todas las
tonterías de golpe. Yo, con mis pintas de estar por casa, y él, tan impoluto.
Tan jodidamente atractivo, tan jodidamente follable. Y claro, no todos los
días tenemos la suerte de contemplar a dicho espécimen. Lástima que no
haya podido deleitarme mucho tiempo; bueno, lástima no, porque yo
también me moría por besarlo.
Me encanta cuando me coge la cara entre sus manos y busca mis labios
para hacerlos suyos. Con cada uno de sus besos me siento diferente,
especial, única y, realmente, feliz. Probablemente es complicado conocer
el estado de felicidad de una persona, muchas de las veces nos limitamos a
estar contentos sin más, pero lo que estoy sintiendo ahora mismo se
asimila bastante a lo que podría llamarse felicidad. Y quiero alargarlo todo
lo que pueda. Me da igual no haber desayunado, estar medio en pelotas, o
todas las cosas que tenemos por hacer, necesito hacerlo mío ya. Y al
parecer, él necesita lo mismo. Se saca la cazadora, que deja en el sofá y
vuelve a cogerme del brazo para acercarme a él. Reina el silencio, pero no
es incómodo. Me fascina poder contemplarlo y seguramente mi cara de
boba me delata, pero me gusta. Me gusta más de lo que debería admitir y
no sé ocultarlo. Le miro con cara de deseo y sé que lo pilla porque él me
mira igual. En nada le quito la camisa y yo me he quedado con, tan solo,
las braguitas.
—Tenía ganas de ti —me susurra al oído. Y no podéis haceros una idea
de lo que me encienden estas cosas. No la frase en sí, sino notarlo ahí.
Podríamos ir a la cama, tumbarnos en el sofá, la mesa del comedor o
meternos en la cocina. Sin embargo, Javi tiene otros planes para el polvo
mañanero y se deja llevar por su desesperación. Nada que objetar, el sexo
fuerte también me va. Me pega contra la pared y se coloca detrás de mí.
Puedo sentir sus labios rozando mi cuello, consiguiendo que se me pongan
todos los pelos de punta, al mismo tiempo que recorre mi cuerpo con sus
manos. Son caricias suaves, pero que electrifican cada parte que toca. No
se entretiene mucho con mis pechos, tampoco hace falta, prefiero que
disfrute de ellos en una posición mucho más acorde, así que poco a poco
va bajando hasta dar con el borde de mis braguitas. Tenía intención de
ponerme algo más sexi, como algún tanga monísimo que guardo para
ocasiones especiales, pero no me ha dado tiempo. Total, para lo que va a
durar, cualquier trapo hubiera valido. Las desliza hacia abajo y en un
suspiro ya noto su dedo jugando con mi clítoris. Cierro los ojos y me dejo
llevar. No puedo verlo, y él sigue entretenido besándome el cuello y
jugando con sus dedos.
—Eres preciosa, ¿lo sabes, verdad? —Gimo como respuesta por lo que
me provoca sentirlo en el oído—. Y hoy me apetece mucho hacerte mía
varias veces. —Mi cuerpo se va arqueando, sabe muy bien lo que se hace
ahí abajo—. Me encanta que estés lista de primeras… —Cabe decir que
normalmente tardo más en lubricar, pero con este espécimen no puedo
contenerme.
—Como sigas así, voy a terminar antes de tiempo —por fin logro
articular palabra.
—No tengo ninguna prisa, puedes regalarme todos los que quieras. —
Su tono seductor encajaría en cualquier película pornográfica.
Una ventaja de las mujeres es que no necesitamos mucho tiempo para
reponernos, y podemos disfrutar de varios orgasmos en un solo polvo. No
quiero generalizar, pero en mi caso es totalmente verídico. Y como me
apetece sentirlo, me dejo llevar. Dejo que me folle solo con los dedos y
doy las gracias porque me hayan deseado así los buenos días.
Una vez que me he corrido en ellos, los acerca a mis labios, mientras
con la otra mano termina de quitarse sus pantalones y se coloca un
preservativo. Pienso en decirle que no hace falta que se lo ponga porque
tomo anticonceptivos, pero me detengo a tiempo. Nunca lo he hecho sin
protección, y la primera vez no debería ser con un desconocido, no por
quedarme embarazada, sino por lo que pueda pasar. No soy una paranoica,
soy más bien precavida en ciertas cosas. En fin, buen pensamiento para
cortarme el rollo, pero notando su cuerpo tan caliente y cómo me acaricia
con las manos, no hay cortarollos que valga.
Me pongo de puntillas y pongo el culo en pompa, solo para poder
facilitarle la entrada. Una entrada que está más que lubricada y más que
dispuesta a aceptar su miembro. Una vez dentro, se mueve despacio, como
si temiera hacerme daño, y lo único que provoca es que necesite más y
más. Mientras me embiste, sigue acariciándome el cuerpo, apretando un
poco más los muslos, la cadera o los pechos, al mismo tiempo que no deja
de besarme la nuca y susurrar mi nombre. Mi cuerpo solo hace que
reaccionar ante él, mostrándole realmente todo el deseo que me provoca, y
su entrega solo hace que podamos fundirnos en un orgasmo los dos a la
vez.
Poco a poco sale de mí y, de inmediato, me gira para besarme
tiernamente y preguntarme si estoy bien. ¿Que si estoy bien? Estoy mucho
mejor que eso y mentiría si dijese que no me gusta que se preocupe por
mí. Tampoco es que haya sido un animal, es una postura que puede
conllevar a que él sea más bruto de lo que se acostumbra, pero cuando el
sexo es bueno, todo sirve. Y sí, me voy al baño, dedicándole una sonrisa de
las mías. No hace falta que repita el numerito del otro día, ya sabe que lo
necesito después de lo que acaba de pasar.
—¿Café? —me ofrece cuando vuelvo al comedor.
—Creo que el chute de energía que he tenido ha estado mejor. —Pero la
taza la acepto igual, cafeína que no falte.
—Entonces, ¿qué plan tenías para hoy?
—Me temo que el que has planteado tú es mucho mejor. —Me coloco
entre sus piernas para acariciarle ese torso desnudo mientras bebo de mi
taza.
—No saldría de aquí en mucho tiempo, pero alguien me propuso un
reto el otro día y dudo mucho que tengas todos los ingredientes que
necesito en esta cocina. —Yo tampoco saldría, si él fuese mi compañero
de piso.
—Claro, por un tiramisú renuncio a cualquier cosa. —Me separo para
poder ir a vestirme.
—¿Me cambiarías por un tiramisú? —Hace cara de ofendido, y solo
puedo sonreírle.
Evidentemente que no lo cambiaría por nada del mundo, pero no puedo
admitir lo que me está provocando. Necesito disfrutar de este fin de
semana sin pensar en las consecuencias, sin pensar en las secuelas que
pueda dejarme.
Salimos a comprar al súper, realmente parecemos una pareja normal, y
por nada me molesta ir cogida de la mano por la calle. Nunca he
experimentado esta sensación, y sorprendentemente estoy cómoda. Me he
prometido dejar el teléfono en casa y en silencio. Conozco a mis amigos y
paso de que me den el coñazo. Total, pueden esperar para preguntar a
mañana, no hace falta ir relatando los acontecimientos.
Al volver, se pone manos a la obra, me dice que le deje la cocina para
poder concentrarse y que necesita hacerlo ya, si quiero probarlo para cenar.
Ante el chef, nada que objetar, y menos, si se trata de mi postre favorito.
Aprovecho para arreglar un poco mi habitación. No es un caos, pero el
miércoles acabé apilando toda la ropa en el armario mientras escogía qué
ponerme y así me mantengo ocupada. También ordeno un poco los papeles
que tengo en la mesa, no estoy acostumbrada a compartir habitación,
pocos son los chicos que se han quedado a dormir aquí, así que mejor que
esté presentable. Ya la ha visto, pero no está de más.
—Tiene buena pinta. —No he podido resistirme, y metiendo un dedo en
la masa de mascarpone, me lo meto después en la boca—. Muy bueno. —
Me relamo, incluso, cerrando los ojos.
—¿No te han dicho nunca que una debe portarse bien? —Puedo intuir
que mi cara le ha gustado.
—¿Me vas a castigar? —Y a mí me encanta seducirlo.
—En cuanto termine, te vas a enterar… —me dice, mientras vuelvo a
poner mi dedo en esa especie de salsa para pintarme los labios antes de
besarlo.
Una buena combinación esos labios con sabor a mascarpone. Y una vez
lo he probado, ya no hay marcha atrás. Vuelvo a coger un poco y juego con
la lengua mientras lo devoro, y como era de esperar, coloco varios puntos
blancos en su cuello, su pecho… para después besarlos y lamerlos uno a
uno.
—Eres una chica muy mala —me dice a la vez que se apunta a mi juego
y empieza a embadurnarme a mí.
—Y me encanta serlo —le respondo, mientras me siento sobre la
encimera.
Podéis imaginar lo que ha pasado. Si el mañanero ha estado bien, este
ha sido espectacular. No ha durado mucho, pues la tensión es más que
evidente y el deseo nos reconcome a los dos. Notar el contraste del
mármol frío, con nuestro ardor en el cuerpo, hace que el placer se
triplique, y aunque tengo muchas ganas de jugar con lo de abajo y
tomarnos nuestro tiempo en deleitarnos con el cuerpo entero y poder
saborear cada momento, no cambio estos polvos por nada del mundo. Sí,
se la hubiera embadurnado y comido entera, pero no era el momento,
necesitaba sentirlo cuanto antes. Suerte que habíamos comprado de más.
Soy una cabeza pensante, y daba por hecho que iba a pasar esto.
Capítulo 25

Javi

Creo que me va a ser imposible resistirme a esta mujer. Claro que me


apetece tener relaciones con ella, pero no venía con la idea de estar dentro
de ella todo el rato. En mi segundo intento de hacer un digno tiramisú, la
he tenido que obligar a prometer que se estaría quietecita; que la dejaba
estar en la cocina, pero con las manos en su sitio. No hay quien se
concentre cuando la miro a la cara, y menos aún cuando a ella le da por
seducirme de más. Pero el premio es cualquier cosa que quiera y eso
tiende a ser un muy buen aliciente para que esté por lo que tengo que estar.
Una vez lo he metido en la nevera para que vaya cogiendo consistencia,
estoy casi convencido de que estará bueno, lo he hecho de memoria, pero
me acordaba de los pasos, así que confío plenamente en mí mismo. Y
tanto tiempo en la cocina ha servido para que ella se ofreciese a hacer la
comida, un plato de pasta Alfredo con pollo y champiñones.
—Cuéntame qué tal con los chicos ayer, ¿me criticasteis mucho? —me
pregunta cuando nos sentamos a comer.
—Me contaron sobre ti lo básico. —Sonrío como si ocultara algo.
—Please —me pone morritos—, cuéntamelo.
—Es código de hombres. —Cuando se pone payasita tiene su gracia.
—¿Viniendo de Matías y Carlos? Me consuela que no te asustaran
suficiente, puesto que has venido, pero si tanto te atreves a ocultar,
atrévete a preguntarme a mí, ¿no? —me reta.
—Carlos y Matías tenían buen material, pero está bien, quiero saber de
ti.
Y sí, quiero saber, pero lo complicado es parecer que quiero saber cosas
que ya sé sin que se note. Madrid es un tema que no puedo sacar, pero,
claro, ¿cómo justifico que no pregunto por algo tan básico a alguien que
acabo de conocer? Además, no estoy preparado para hacer preguntas de
por qué se fue de allí o por qué no quiere volver. ¿Me lo contaría a mí?
¿Hasta qué punto se abriría? Y si me lo cuenta, ¿qué debería hacer?
Encima, si luego se entera de todo, esta conversación podría usarse en mi
contra. Así que no, no estoy dispuesto a abordar las preguntas típicas de
una persona a la que acabas de conocer.
Así que como del trabajo ya hemos hablado, sus amigos, hasta los
conozco, y voy viendo un poco como es su día a día, puedo afrontar un
tema como las relaciones. Ha ido dejando pinceladas, pero nunca hemos
profundizado sobre eso. El otro día no quiso hablar de Diego y quizás
ahora tenga otra oportunidad de descubrir.
—Cuéntame algo sobre tus relaciones —la invito, pero pone una cara
bastante indescifrable—, no creo que no tengas nada que contar.
—A ver, listillo, ese es el primer tema que te habrán contado mis
amigos y, además, ¿en serio vamos a tener una conversación sobre ello?
—¿Por qué no? —Claro que me han contado cosas, pero no es lo mismo
saberlo de primera mano.
—Pues porque me parece un tema que hablarías con tu pareja, y me
temo que estamos muy lejos de serlo. —Verla tan convencida de ello es
como una puñalada en el estómago, aunque sé que tiene razón.
—Quizás tengas razón —lo dejaremos en una probabilidad—, pero yo
no tengo nada que esconder, ¿acaso tú sí?
—No… bueno… —juega con la comida y eso solo es señal de que se
está poniendo nerviosa—, no he tenido relaciones serias.
—¿Ninguna? —Intento hacerme el sorprendido, ya conocía esta
información—. No me lo creo.
—¿Por qué conformarse con uno pudiendo tener varios? —Me creería
esa afirmación si no la hubiese visto tan interesada en Alfonso y Júlia.
—Porque no es lo que esperas.
—¿Y tú qué sabrás? —Vale, quizás me he excedido.
—Perdón. —La cojo de la mano—. ¿De verdad prefieres eso? —Trato
de cambiar mi tono.
—No, claro que no, pero ¡joder!, cuando lo intento con uno siempre
aparece uno mejor y no puedo controlarme… Y no, no quiero hablar de
esto. Seguro que ya te han contado lo poco que me duran, y para lo que
vamos a durar nosotros, ¿qué más da? En fin, no puedo decir que he tenido
una relación estable cuando solo he compartido unos cuatro meses con un
chico.
—¿Y Diego? —No quiero entrar en los pequeños detalles de su
discurso.
—¿Qué le pasa a Diego? —Frunce el ceño.
—Tengo entendido de que llevas más de cuatro meses… —dejo caer.
—Diego no cuenta; nos lo pasamos bien, pero siempre hay otros por las
dos partes, así que no podemos decir que llevamos tiempo. Nos
entendemos y el sexo con él es espectacular, supongo que por la confianza,
pero nunca hemos ido más allá, tampoco querría.
—No las tengo todas conmigo, pero por el momento vamos a
pasárnoslo bien nosotros, a ver si también dices eso de que el sexo
conmigo es espectacular, señorita.
Confieso que eso ha dolido, esta chica es increíble, le importa un
pepino hablar de todo. ¿Cómo le dices al tío con el que estás follando que,
seguramente, el que te follará cuando se vaya lo hace de una manera
espectacular? ¿A quién se le ocurre? Pues eso, solo a Mar. Así que con el
ego más que herido, necesito hacerla mía. También tengo la duda de si lo
habrá hecho con él desde que nos conocemos, no ha tenido mucho tiempo,
y ya me dijeron que el otro día lo rechazó, pero ha tenido más días, y no
tendría por qué contármelo. Yo desde que volví de Ginebra, no he podido
pensar en otra cosa, y eso me aterra un poco. Pensar en el futuro no me
ayuda, posiblemente ella no sienta lo mismo que yo y pueda pasar página
rápido, si tiene a esa persona con la que se entiende tan bien y que está
esperando esa ocasión para volver a tenerla para él, pero yo no sé si sería
capaz. ¿Cuándo me he comido yo tanto la olla? A ver si al final voy a tener
que ir a hablar con ese tal Diego para conocer sus intenciones y saber a lo
que atenerme.
—Yo no he dicho que contigo no lo sea —me dice, entre beso y beso,
mientras la llevo al sofá.
A este ritmo, habremos probado gran parte de la casa al acabar del fin
de semana, pero me apetece. La cama la tendremos toda la noche, y visto
que es cero puritana en el terreno sexual, no debe de molestarle que
podamos probar diferentes sitios, diferentes posiciones. Me apetece
mucho tenerla encima de mí, a horcajadas, y cogerla de las caderas para
marcar un ritmo que nos provoque placer a los dos. No me apetece mucho
tener que seguir esta conversación, la he buscado yo, pero no estoy
preparado para conocer toda la verdad sobre el asunto, así que la mejor
solución es hacerla callar para hacerla gritar cuanto antes.
Y eso hago, nos estamos acostumbrando demasiado a estos polvos
llevados por el deseo o la tensión que tenemos y sé que no puedo irme sin
haber disfrutado de algo más sentimental. Lo llamaría hacer el amor, pero
es demasiado pronto para eso, y no sé si para ella significaría lo mismo.

—Me gusta saber que este es mi premio cuando te picas —me chincha,
levantándose, desnuda, para ir a donde ya sabemos.
—No tientes demasiado a la suerte. —Mejor no acostumbrarse, puesto
que si me va a picar mucho, no sé donde acabará mi paciencia.
—La suerte la estoy teniendo yo, pero prepárate, ahora eres tú quién
debe contarme cositas.
Su sonrisa solo provoca que la mía se agrande un poco más. Me tiene
loco, y miedo me da que pueda jugar conmigo como quiera. ¿Quién no
habrá perdido la cabeza por una mujer? Pues mucho me temo que yo
podría perderla por esta, si no la he perdido ya.
Cuando vuelve, se coloca una camiseta suya y las braguitas para
sentarse en el sofá y me invita a que sea yo quien le cuente mis relaciones.
He de tener cuidado para que no relacione ciertas cosas, a pesar de que son
nombres bastante comunes, no sé hasta qué punto podría conocer las
historias.
Le cuento un poco por encima, tampoco hay que dar muchos detalles,
cada una en una etapa, cómo empezamos y por qué acabó. No entro en
profundizar porque tampoco hace falta. Ella se muestra bastante curiosa en
cómo es posible aguantar tanto tiempo o en qué momento decides que
realmente no es la persona que esperas. Podría ser periodista, porque más
bien parece que esté haciendo una tesis sobre relaciones amorosas. No sé,
yo tampoco tengo todas las respuestas, me imagino que son cosas que
sientes sin más. No le busco tantos porqués, sino que me dejo llevar.
Cuando empiezas con alguien crees que es la persona adecuada, te apetece
estar con ella y, si te va bien, pues sigues adelante; cuando se acaba te das
cuenta de que no era así, pero no intentas justificar todo lo que has sentido.
No puedes estar seguro de que una será para siempre, no se te enciende
ninguna lucecita en tu interior, ni aparece un cartel informativo, así que
me intriga mucho todo lo que maquina esa cabecita cuando hace estas
preguntas. Aunque, a decir verdad, con ella he sentido algo diferente que
con el resto, no puedo asegurar que con mis tres parejas sintiese
exactamente lo mismo al empezar, pero sí que fue algo parecido, me
entraron por la vista, las conocí un poco y encajaban conmigo, me sentía
cómodo con ellas, estaba a gusto, nos entendíamos, no necesitaba estar con
otra… Vamos, lo normal, fuimos conociéndonos y nos compenetrábamos
bien. Pero con Mar ha sido todo bastante diferente, no un flechazo, pero sí
que sentí mucho más al verla en ese bar en Ginebra, y ya no os cuento todo
lo que me está provocando conocerla. Pero, claro, todo esto me lo guardo
para mí, porque, si digo algo, a saber qué riesgo corro.
—¿Alguna pregunta más o he aprobado el examen? —Casi lo parece, le
falta el boli y el papel.
—Jolín, perdón —me hace una mueca—, es solo curiosidad… ¿No las
echas de menos? ¿No piensas que te acostumbraste a la rutina y por eso
seguías?
—¿Estás intentando hacer un libro? —Se ríe—. No las echo de menos,
y sí, la rutina a veces mata; a veces es el punto donde te das cuenta de que
no funciona. La última pregunta te la hago yo… ¿Me vas a echar de menos
a mí? —Un poco arriesgada, pero mi respuesta sería rotunda.
—Captada la indirecta, ¿nos vamos a dar una vuelta?
Se levanta del sofá y se va a su habitación para cambiarse, pero soy
suficientemente rápido como para levantarme e ir tras ella. Al cogerla no
puedo evitar hacerle cosquillas y el sonido de su risa invade la estancia,
algo que todavía me gusta más.
—¡Para, para, para…! —no puede dejar de reír—, me voy a hacer pipí
encima. —Sigo—. De verdad, que no aguanto.
—No nos vamos hasta que contestes.
Capítulo 26

Mar

¿Qué se supone que debo contestar? Claro que lo echaré de menos, pero no
quiero reconocerlo, ni decirlo en voz alta, y menos, confesárselo a él. Esta
petición es una pregunta trampa. Si le digo que sí, puede tomárselo mal y
dejar de vernos los días que quedan para que no me encapriche más; pero
si le digo que no, puede parecer que me esté tomando a broma todo esto,
un simple juego. Que probablemente lo sea para él. De todas maneras, no
quiero confesar mis sentimientos tan pronto. Y sí, he dicho sentimientos.
—El jueves, en Sants, te lo confieso. —No es una directa, pero, oye,
poco le falta.
—Eso no vale, ¿me vas a acompañar?
—Claro, para despedirme. —Aunque no me guste la palabra.
—Eso me gusta menos. Va, cámbiate.
Me sorprende la facilidad de cómo da las conversaciones por
terminadas sin inmutarse, siempre con una sonrisa, como para saber que
no lo dice tan serio como puede ser la frase, pero me hubiese gustado que
especificara un poco lo de que le gusta menos. ¿Qué no le gusta? ¿Que los
acompañe o que sea para despedirme? Creo que el jueves me van a tener
que llevar, por lo menos, a un psicólogo; voy a necesitar terapia y de la
buena. Creo que me estoy volviendo más loca de lo que estoy y todos estos
pensamientos no me ayudan en nada.
La tarde pasa más tranquila, más tranquila en el sentido de que no
hemos echado ningún polvo, pero lo que es hablar… podríamos cubrir un
programa de radio durante horas, o días. Es como si tuviéramos que
contarnos tantas cosas que vamos acelerados, y lo más sorprendente de
todo es que, realmente, no nos contamos cosas básicas o típicas, sino que
la mayoría del tiempo hacemos bromas o imaginamos situaciones
ficticias.
A la hora de cenar nos hemos contentado con pedir sushi, tampoco hace
falta ir a ningún sitio ni cocinar otra vez; mañana ya vienen todos a casa,
aunque esta vez hemos recurrido a que cada uno traiga algo. Me gusta que
mi piso sea el lugar de encuentro por excelencia, pero tampoco hace falta
abusar. En fin, que el sushi era una muy buena opción. Creo que siempre
que tenemos que pedir comida es nuestra primera elección, será porque no
sabemos hacerlo en casa y es la única manera de que lo comamos. Esto
provoca que el tiramisú lo tenga que guardar para mañana, muy a mi pesar
y conteniéndome mucho, no pega con la cena y, según el chef, todavía le
falta un poquitín. Lo bueno se hace esperar, dicen, pues más vale que en
esta ocasión sea cierto.
Parecemos realmente una pareja en casa, todo el rato está pendiente de
mí, y sorprendentemente no me agobia ni lo más mínimo. Siempre que
comparto demasiadas horas con alguien, me canso de ellos. Yo necesito mi
espacio, mi tiempo, mis momentos… y con Javi me pasa todo lo contrario.
Me encanta tenerlo cerca, que me acaricie, mirarlo, sentirlo, llevo más de
doce horas sin separarme más de dos metros y me encantaría alargar esos
momentos.
—¿Nos vamos a la cama? —me invita, levantándose.
—¿No te parece extraño? —le pregunto antes de cogerle la mano.
—¿El qué, señorita? —Y su sonrisa ya me pierde.
—Todo esto… no sé, apenas te conozco, estás en mi casa como si fuera
lo más normal del mundo, haciendo vida juntos, este momento de decirme
de ir a la cama ha sido un tanto extraño para mí… —No sé explicarme,
solo quiero que él me entienda y no malinterprete las palabras.
—Posiblemente, todo contigo es extraño para mí, nuevo, pero dijimos
que pasaríamos el fin de semana juntos y eso hacemos. A la cama,
pequeñaja. —Y acto seguido, me coge en brazos para que me acople a él y
me planta un beso, de esos que sabe perfectamente que van a encenderme.
No sé si cuando ha dicho de ir a la cama pretendía esto o no, pero en
cuanto nuestros labios se han tocado, el resto del cuerpo se ha desatado.
Sigo pensando que todo esto es un poco raro, o será que yo no suelo
hacerlo, pero tampoco es forzado, así que intento dejarme de gilipolleces.
Y con él aquí es mucho más fácil dejar de pensar. Porque sabe hacérmelo
muy bien y esta vez parece que quiere tomárselo con calma.
—A ver si dejas de darle vueltecitas a las cosas —me susurra,
depositándome en la cama y colocándose encima de mí.
Y no le daré vueltas a lo mismo, pero, madre mía, qué manera de
hacerme disfrutar. Me ha sacado la camiseta de pijama, por así decirlo, y
se ha podido entretener con todo mi cuerpo. Me ha prohibido rechistar, y
me encanta esa vena de mandón que le sale de vez en cuando. Como ya
sabréis, yo estoy lejos de ser una chica buena, así que las normas me las
paso por el mismo sitio donde se está entreteniendo con sus dedos. Su
boca se ha detenido en mis pechos, y si ya empieza a conocer todos mis
puntos débiles, puedo estar, considerablemente, perdida. Intento subirle la
cabeza, primero, para verlo, para contemplarlo, y segundo, para poder
besarlo. Él ya está jugando abajo, yo necesito que mi boca se junte con la
suya para no rendirme tan rápido. Vuelve a intentar bajar, dejando un
camino de besos, pero cuando soy consciente de sus intenciones lo freno.
—Ni se te ocurra, tú ya has jugado, ahora me toca a mí.
Y con toda mi fuerza, lo empujo para conseguir que dé la vuelta. No es
que haya jugado de la manera que voy a jugar yo, pero viendo cómo
mueve la lengua, cómo ha sabido jugar con la punta de mis pechos, no
quiero pensar en cómo jugará ahí, y por una noche que pasamos juntos, no
estaría bien correrse tan deprisa.
Comerme una polla no es mi faceta favorita, tengo muchas otras
preferencias en cuanto al sexo, pero, evidentemente, me he comido
algunas. Para qué nos vamos a engañar, a ellos sí que les gusta, y ver su
cara desde esa posición es algo increíble. Claro que, cuando estamos de
pie, se aprecia mucho más. En fin, que nunca he tenido quejas al respeto y
espero que no sea distinto en esta ocasión. Además, si me pongo presión,
va a ser lamentable, así que debo concentrarme en lo que pueda sentir, y
en como si me estuviera comiendo un chupachups de cereza. Ese es el
truco que me han dado siempre mis amigos. Sí, los masculinos. Que
viendo la dedicación que le tengo a ese caramelo, solo tengo que pensar en
que es uno de ellos. Apunto mentalmente que tengo que intentar
provocarle con uno de esos en la boca, pero eso ya en otra ocasión.
Por el momento, voy recorriendo su silueta, me encantaría que fuese
interminable. Él ha subido un poco el cuerpo y me mira detenidamente, un
aliciente perfecto para intentar poner cara de pervertida, nunca me he
fijado en si la tengo realmente. Céntrate, Mar, que si te empiezas a
imaginar un película erótica, esto tiene un trágico final. Se la cojo con una
mano, sin apretar demasiado y la coloco en la entrada de mis labios. Mi
lengua sale tímida para empezar a jugar con el borde y poco a poco la voy
introduciendo más. Estoy convencida de que no me va a entrar entera, y
aunque a algunos les ponga notar las arcadas de una mujer al intentarlo, no
seré yo, ni será ahora. Nunca digas nunca, pero ahora no. Ahora me
apetece más saborearla, comerla suavemente y lamerla al mismo tiempo
que mi mano sube y baja. Poco a poco veo como se va encendiendo él; por
la cara que pone, diría que está más que satisfecho, y aún más, cuando
coloca una de sus manos en mi pelo para intentar marcar el ritmo. Algo
que no dejo; si estoy encima, mando yo; y mientras él esté disfrutando, no
necesito ninguna ayuda. Ayuda no, pero poco tarda en estirarme del pelo
hacia atrás y susurra un simple «sube ya», que me permite entender que
necesita acabar en mí. No soy egoísta, podría seguir y que se desplomara
en mi boca, pero tengo los polvos contados con este hombretón, así que
mejor disfrutar a partes iguales. Subo, haciéndome de rogar, despacio,
para acabar de calentarlo, y cojo yo misma el preservativo para volver a
colocárselo como la primera vez, con la ayuda de mis labios. Y una vez
colocado ya no me deja opción. Él mismo coge mi cadera para lograr
encajarla, entra con mucha facilidad; yo creo que estoy mojada
permanentemente, desde que ha aparecido esta mañana. Y lejos de
dejarme cabalgar, es el quien marca el ritmo. El buen gimnasio, porque
fuerza no le falta. No tardamos mucho, yo creo que nunca me he corrido
tan rápido como me corro con él, y él, por lo visto, estaba casi a punto por
la mamada.
Ahora vendría la típica escena de que nos estiramos los dos en la cama
y comentamos lo increíble que ha sido, pero, aquí, la menda tiene como
costumbre joder todos estos momentos bonitos y debe ir al baño. Esto
tendría que mirármelo de verdad, porque sí, ya sé que es natural, pero,
joder, podría aprender a controlar mi pis, sobre todo en momentos como
estos. Cuando vuelvo, Javi no está, pero oigo el baño del pasillo y me
quedo más tranquila. Me pongo las braguitas y cojo su camisa, estoy
convencida de que es una imagen muy sexi para cualquier hombre. A
nosotras nos pondrá verlos en traje, pero ellos ven una chica con su camisa
y unas braguitas bonitas o un tanga y también. Y me estiro en la cama para
esperarlo. Lástima que Morfeo quiere llevarme pronto esta noche, y caigo
rendida antes de verlo aparecer.
Capítulo 27

Javi

Dormir abrazado a alguien era algo que hacía tiempo que no


experimentaba. Claro que he dormido con otras en estos dos años de
soltería, pero no tenía esa necesidad de sentirla cerca. Cuando entré ayer
en la habitación y la observé con su dulzura, durmiendo plácidamente, no
pude evitar estirarme a su lado y acogerla con mi brazo. Con ese gesto me
sentí pleno, me sentí feliz, y no necesité pensar en nada más para
dormirme.
Está mañana me he levantado temprano, supongo que mi reloj rutinario
manda, y he podido quedarme un rato contemplándola dormir. Observando
la carita de ángel que se le forma cuando está descansando. Porque, entre
vosotros y yo, es más bien un pequeño demonio. Cuando veo que se
remueve un poco y apenas abre los ojos, le doy un beso de buenos días.
Está relajada, y eso me hace pensar que ya no lo considera tan extraño
como podía parecerle ayer. Sí que es verdad que fue todo un poco como
estar en pareja, pero no me pareció exagerado ni forzado, fue todo muy
natural, y eso me agrada al mismo tiempo que me asusta.
—¿Has podido dormir bien? Creo que no ronco, ni me muevo mucho,
ni hablo sola, ni nada por el estilo —me suelta, mientras enciende la
máquina de café. Ni recién levantada puede apretar el off de su palabrería.
Y con mi camisa azul cielo está jodidamente sexi.
—He dormido estupendamente. —Me acerco a ella por detrás.
Y nada, que el mañanero también nos sienta increíblemente bien. La
cocina ya la habíamos estrenado, pero no cuesta nada repetir. Si es que con
ella delante, me resulta, prácticamente, imposible resistirme. Cabe decir
que a ella le debe de pasar algo similar, porque no la he visto yo muy
remolona.
Una ducha, me prometió una bañera de las suyas, pero ahora
necesitamos algo más rápido, ya que Carmen y Matías confirmaron que
vendrían a media mañana para organizar la comida. Correcto, la oportuna
de Carmen siempre interrumpiendo. Suerte que esta vez, por lo menos, ha
avisado con tiempo. Para no entretenernos más de la cuenta, cada uno usa
un baño, somos conscientes de la tentación que supondría compartir ese
espacio, y cada vez entiendo más a Oliver, porque yo tampoco estoy
saciado con esta mujer. Podría hacerlo a todas horas y nunca sería
suficiente. Cuando vuelvo a la habitación, se ha cambiado la ropa interior,
pero sigue tentando la suerte con unas braguitas minúsculas de encaje
color rojo pasión. Creo que voy a tener que quedarme alguna de estas de
recuerdo. Se coloca entonces mi camisa y yo la miro con el ceño fruncido.
Está espectacular, pero, como comprenderéis, no me he traído la maleta
para pasar el fin de semana, y que se exponga así con más presentes no es
mi atracción favorita.
—Si buscas en el segundo cajón, debería haber alguna camiseta de
Diego. —Utiliza su sonrisa pícara.
Ella misma sabe que está jugando con fuego y le gusta demasiado el
riesgo. Si lo que ha intentado conseguir con esa frase es ponerme celoso,
lo ha conseguido, pero por nada del mundo confesaré mi estado. No quiero
imaginar que Diego pueda tener ropa suya en esta casa, eso significaría
que la relación que tienen es mucho más grave de la que me imaginaba.
Pero tampoco somos nada, ni estoy en mi derecho de poder reclamar según
que cosas.
—Muy graciosa, y esta camisa te queda tremendamente bien, pero hoy
me la voy a poner yo. —Me acerco a ella para desabotonarla.
—¿Eso quiere decir que me la quedaré de recuerdo? —Intenta poner
cara de seductora mientras me acaricia el torso desnudo.
—Eso tendrás que ganártelo, y espabila, si no quieres que Carmen
vuelva a interrumpir.
O pongo distancia, o no saldremos de la habitación a tiempo. Me tiene
perdido y ella sabe jugar todas sus cartas. Me alegra, por eso, que quiera
quedarse un recuerdo mío, eso significaría que quiere acordarse de mí, y
ahora mismo no quiero que todo esto termine en cuatro días. El cómo
sucederá todo no puedo estar seguro, pero me niego a creer que esta
historia acaba aquí.
Como suponía, poco tardan en llegar su compañera de piso y
acompañante, y mientras Carmen y Mar se encierran en la habitación,
charla de mujeres, y todos sabemos lo que se van a contar en ella, yo me
quedo con Matías, tomando una cerveza.
—Solo dime que te has portado bien con ella —me dice cuando salimos
a la terraza. Esto me reafirma lo de que son una familia, como un hermano
mayor que se preocupa por su pequeña, yo haría lo mismo por las mías.
—He hecho lo que he podido. —No es que hayamos estado una
eternidad juntos como para tener que cuidarla realmente, pero si está
contenta, me doy por satisfecho.
—No ha contestado a nuestros mensajes durante todo el día, así que
algo habrá ido bien. —Me sonríe—. Solo espero que cuando os marchéis,
no le afecte demasiado.
—¿Puedo comentarte algo? —Es un desconocido para mí, pero las
sensaciones no me transmiten lo mismo; si con alguien puedo hablar de
Mar, es con ellos, aunque cuando salte la bomba, lo más seguro es que
todos se pongan en mi contra.
—Claro, todo lo que concierne a la pandilla, puedes contármelo a mí.
—No sé realmente qué me ha pasado con Mar, pero me gustaría volver
a verla. No quiero forzar las cosas, no he hablado con ella del tema, pero si
me echa de menos, ¿podríais avisarme? —Se sobreentiende que si me
avisan, haré lo que haga falta por volver a verla.
—Javi, no quiero ser el malo de la película, sino el realista. A Mar
también le has dado fuerte, pero tú y yo sabemos que esto no va a ningún
sitio. Eres madrileño y dudo mucho que te mudes a Barcelona de por vida,
o estés viniendo cada dos por tres. Lo más seguro es que al principio le
cueste un poco más, pero de nada sirve que os volváis a ver para atrasar el
final que os espera. Será mucho más duro después, así que mejor cortarlo
cuanto antes y dejarlo como un bonito rollo pasajero.
Qué fácil se ve todo desde fuera. Probablemente tenga razón, esto no va
a ningún sitio, pero si no se intenta, ¿cómo se sabe? Sí, soy madrileño, la
mancha más grande que podría tener para ella en estos momentos y no
tengo intención de mudarme a Barcelona, ni ella a Madrid, evidentemente.
El futuro no se puede predecir, no busco hacerle daño y darle esperanzas
de algo que no tiene sentido, pero quien no arriesga, no gana, y yo, por
ella, me arriesgaría a intentarlo. Entiendo que siendo sus amigos, busquen
que no sufra más de la cuenta, pero agradecería que se dejara llevar por lo
que siente, sin condicionarse por todos los factores que tenemos en contra.
—Entiendo que pienses así, solo quiero saber adónde va todo esto, no
estoy acostumbrado a que me pase algo así con una mujer, y supongo que
debe de ser que ya tengo una edad como para plantearme las cosas.
—Pues ahórrate el mal trago, Mar no tendrá una relación a distancia y
tú no renunciarás a tu vida por alguien a quien acabas de conocer. Puedo
ser muy directo, solo intento frenar lo que podría ser una tragedia para
alguien que me importa. Ahora, créeme, si veo que estoy equivocado y que
esto es más de lo que pienso yo, seré el primero en facilitaros las cosas.
—Aprecio tu sinceridad, si todo acaba mal, estaré tranquilo sabiendo
que cuenta con vosotros, solo pido que nos dejéis a nosotros equivocarnos;
siempre que ella quiera, claro.
—Entonces, esperemos que sea ella quien decida.
No es que Matías haya sido duro, supongo que es más como una coraza
de protección para los suyos. Nadie quiere ver sufrir a la gente que aprecia
o quiere, y ellas son como su familia; simplemente, se preocupa por lo que
pueda pasar, y lo entiendo. Solo que también pienso que no hace falta ser
tan radical, la vida es mucho más que blancos y negros, y si no se intentan
las cosas, tampoco se pueden dar por sentadas. Claro, tenemos muchas
cosas en contra, pero seguro que se han conseguido muchos más
imposibles. Y, ojo, soy consciente de que podría salir mal, hay muchos
intentos de relaciones que acaban en fracasos, solo que yo no lo considero
así, si en su momento te has guiado por lo que has sentido y te has
arriesgado a vivir lo que realmente te apetecía. En fin, no quiero pensar en
todo esto, porque será la última comida que pasemos con este grupo, que
tan bien nos ha acogido, y no me apetece darles las gracias con una cara
mustia.
Cuando ya estamos todos, que claro estaba, Oliver y Helena iban a ser
los últimos en llegar, y estoy convencido de que ahí está mi mejor alianza
para saber de Mar, hemos podido sentarnos a comer. Otra comida entre
risas y complicidad. Han intentado tirar alguna pulla a Mar para sonsacar
cómo fue ayer, pero ella tan solo se ha defendido con un «estas cosas en
privado» y su sonrisa pícara, que ya la tengo más que calada.
En el postre me jugaba una gran carta, pensaba que se quedaría para
nosotros dos, pero debido al retraso de ayer, al final, voy a ser juzgado por
todo el equipo. Además, todos ellos saben que si el resultado es bueno,
tengo carta blanca para pedirle lo que sea.
—Esto está riquísimo, Javi —suelta Alba—. Vamos, Mar, con esto,
hasta yo cedo en lo que quiera.
—Oye —le suelta Carlos—, si estas tenemos, tendrás que pasarme la
receta.
—Está bueno, sí —contesta Mar, quintándole importancia.
—No seas así, tía, sabes que es de los mejores que has probado —le
replica Diana.
—Pero no el mejor —se defiende, aunque tal y como saborea la
cuchara, se nota que miente un poquitín.
Queda un último trozo, y como buen caballero se lo ofrezco.
—Si solo está bueno, quizás no quieres el último trozo —la tiento.
—Ooohhh, qué romántico —salta Helena—. ¿Os acordáis de ese
restaurante donde en un espejo pone: «sabes que te quiere, si te deja el
último trozo de tarta»? Qué bonito. —Se ríe.
—Mira que eres estúpida —la riñe Mar—. Pero sí que quiero el último,
es un tiramisú. —Como si fuera el mayor de sus placeres.
—Entonces, admite que está mejor que bueno —interviene Carmen,
quitándole el plato—. No hagas que votemos en contra de tu mentira.
—Qué bruja eres. Sí, confieso, está demasiado bueno… Ahora pide lo
que quieras, pero delante de todos.
Con eso no contaba, pensaba pedírselo en la intimidad, algo más
privado para nosotros, no tenía previsto nada específico y ahora hay
muchas opciones que quedan descartadas.
—Me conformaré con volver a verte. —Es lo más normal que se me ha
ocurrido.
—No me jodas, ¿puedes pedir lo que quieras y pides eso? —Mi gran
amigo Oliver ya tardaba en tocar las narices.
—Carta en la mesa pesa —anuncia Mar—, ahora ya no puede echarse
atrás.
Al menos me quedo con que no ha sido un «no» rotundo, y eso significa
que un poco de ganas de volver a verme también tendrá ella. Entre unas
cosas y otras, se han hecho las siete de la tarde y, aunque no me iría nunca,
mañana nos toca currar y estamos en nuestro sprint final, así que no puedo
quedarme esta noche aquí. Alfonso llegará en breve, y más nos vale
mostrarle que estamos igual de frescos que cuando se fue y dispuestos a
acabar nuestro trabajo. El resto también ha ido desfilando, menos Helena,
Carmen y Matías, que se quedan a cenar.
—Creo que me debes un baño —le digo a punto de despedirme.
—Lo tengo muy presente, ¿te apetece el miércoles y así el jueves te
acompaño al AVE?
—Me parece estupendo, no concibo un plan mejor para mi último día.
—Le doy un beso antes de marcharme y observo como se me queda
mirando desde la puerta de entrada.
No quería utilizar la palabra despedida porque me suena más triste,
pero «mi último día» no se queda atrás. En definitiva, es lo que es,
tampoco podemos cambiar lo evidente. Mejor nos metemos en la
habitación, cenamos los tres tranquilos, y como son mis amigos, entienden
a la perfección que no es momento de abordar ciertos temas.
Capítulo 28

Mar

Estoy hecha un lío. Javi me gusta, me provoca muchas cosas, pero soy
consciente de que es imposible. Es una relación que no iría a ningún sitio,
y creo que me estoy creando una dependencia de saber de él y de querer
tenerlo cerca que no es sana. ¡Joder! No hace ni un mes que lo conozco y
parece que lleve años con él. No quiero pensar en cómo será cuando se
marchen. Ayer ya me dijo que se conformaba con volver a verme, y eso me
provoca muchas más dudas de las que ya tengo. Porque quiero verlo,
quiero poder intentar algo, pero es tirarse a una piscina vacía. Es de
Madrid, de la ciudad que no voy a pisar en la vida, así que no iré a verlo
nunca, tendrá que venir él, y claro, no soy ninguna pieza exclusiva por la
que se tenga que mover cielo y tierra, podrá venir una vez, para sacarse el
gusanillo cuando se acuerde de mí, pero ya está. O eso pienso yo. No me
imaginaba que todo esto fuese tan complicado. Eso será culpa de que mis
amigas lo han tenido muy fácil con sus parejas; cuando aparecieron
supieron que eran ellas y luego todo fue rodado. Qué envidia les tengo,
pero envidia sana. A mí me va mucho más lo complicado y lo imposible, y
cuando lo tengo fácil, pues lo jodo; esa es mi especialidad.
El lunes y el martes pasan muy rápido. Supongo que con tantas cosas en
la cabeza, mi productividad se ha intensificado y me he organizado todas
las horas para estar ocupada. Ayer hablé con mi abuela, no le he enviado la
foto todavía, más que nada porque no lo tengo en Instagram y no surgió el
momento de decirle de hacernos una foto, supongo que no he llegado a ese
punto de ñoñería. También hablé con Carol, que ya le quedan solo dos
semanas para volver, y dice que se está perdiendo tantas cosas que no
puede tardar en llegar. En cuanto regrese, tendremos un terremoto en el
piso y podremos ponernos tranquilamente al día de todo, y ella podrá
ponerse, al fin, con los preparativos de la boda, que a este paso la veo
casándose en nuestra terraza y con su vestido de la graduación.
Y hoy, miércoles, los nervios se han apoderado de mí. Tengo la cabeza
en todos sitios menos en el que tiene que estar. Saber que voy a verlo, me
provoca un cosquilleo en el estómago, y no quiero pensar que puedan ser
esas mariposas de las que me han hablado tantas veces. No nos hemos
dicho nada estos dos días, yo no quiero agobiarlo y él, pues, no sé, no
quiero pensar que sea cuestión de orgullo, me imagino que están liados
para acabar a tiempo todo el trabajo y no quiero ser una distracción. O,
probablemente, sea una coraza que me pongo, para no engancharme más o
para autoengañarme de que no me importa tanto.

Mar:
Espero que terminéis a tiempo, te estaré
esperando sobre las 21 h, para un baño,
una copa de vino y… buena compañía.

Quería algo sencillo, no muy desesperado, pero no hay ningún curso


sobre esta clase de mensajes y yo no sirvo para ello.

Javi:
No me lo perdería por nada del mundo,
estaré ahí puntual.

«Gracias por no hacerme esperar tu respuesta», posiblemente me


hubiese vuelto loca antes. Nunca he tenido dependencia de nadie, pero me
imaginaba mirando el móvil cada dos por tres solo para comprobar que
había respondido. ¿Será obsesión? ¿Qué tiene este hombre para volverme
así? Vamos, Mar, deja de pensar tanto y disfruta, disfruta de esta noche
porque todo queda aquí.
Y gracias de nuevo por llamar al timbre en hora puntual. Dejo la puerta
abierta y me voy a la cocina para poder servir las copas de vino antes de
que suba. Me parece un muy buen saludo recibirlo con una copa en la
mano. Me fascina el vino blanco y, por suerte, nunca falta en esta casa. No
me he arreglado porque sé de sobra lo que nos espera hoy, así que una
camiseta de las mías es más que suficiente. Carmen siempre me ha dicho
que si alguien me ve guapa con ese trapo, no lo deje escapar, yo pienso que
es una exagerada, me encantan mis camisetas ultragrandes.
—Qué gran recibimiento —me dice desde la puerta de la cocina con
una sonrisa, que ya ha provocado que moje mis braguitas.
—Hay que brindar por esta noche. —Prefiero decir eso que por
nosotros, y le tiendo una de las copas.
—Prefiero brindar por las bonitas casualidades —me dice, antes de
mirarme fijamente a los ojos y chocar nuestras copas.
—Buenas noches. —Le doy un beso suave en los labios y me dirijo
hacia mi habitación.
Evidentemente, Javi viene detrás y empieza a desnudarse nada más
cruzar la puerta. Creo que va a ser imposible olvidarme de ese cuerpo.
Tampoco es que lo haya visto ir a hacer deporte ningún día, pero cuidarse
se tiene que cuidar para tenerlo así. Ahora mismo, lo que menos me
apetece es demorar este momento, sabemos que es nuestra última noche
juntos, y a pesar de que lo vivido no tiene ningún nombre, sabemos de
sobra que ha sido especial. Ya tenía presente que no se miden las
relaciones por el tiempo que compartes, sino por los momentos que vives
junto a ellos, y creo que puede ser una de mis relaciones sentimentales,
porque sí, hay sentimientos, más breve, pero sin duda de las que más ha
significado para mí.
Me voy adentrando al baño, ya lo tenía casi todo listo, pero falta
ponerle un poco de temperatura al agua y que las sales acaben de
evaporarse para dar efecto. Creo que, con el calor que desprenden nuestros
cuerpos, no hace falta subir mucho más la temperatura, pero un baño es un
baño, y con lo sagrado que es para mí, hay que hacerlo bien. Hemos estado
desnudos antes, pero no hemos tenido tiempo de contemplarnos de esta
manera. De poder tener un momento más íntimo, de mimarnos un poco
más. No he tenido momentos así con ningún chico antes y lo que me
provoca no son solo nervios. Me meto en el agua antes de que llegue, no
tengo vergüenza en enseñar mi cuerpo, simplemente he considerado que
era mejor esperarlo ya dentro, porque me siento, quizás, más segura.
—¿Me vas a invitar a unirme o ya lo dabas por hecho? —me dice,
observándome, en calzoncillos.
—¿Vas a tardar mucho más? —le digo, cogiendo posición, mientras el
agua me cubre justo por encima de los pechos.
Y en un visto y no visto, se ha metido al otro lado de la bañera. Sus
piernas dibujan la silueta de mi cuerpo y sus manos acarician mis muslos
de una manera muy suave. Nos miramos a los ojos, en silencio, pero
silencios que para nada se consideran incómodos, sino todo lo contrario.
Se respira paz, tranquilidad, y a pesar de que hay ganas de mucho más,
esto sería suficiente para disfrutar el uno del otro. Es evidente que nos
tenemos ganas, pero en esta simplicidad también sabemos valorarnos.
—Podemos volver a brindar, para que no sea la última —me dice,
acercando su copa. Ojalá lo dijera de verdad.
—O por estrenar esta bañera. —Prefiero conservar el tipo y definir las
cosas por su nombre. Se la brindo y prácticamente me la bebo de golpe.
—Que sea el primero aquí me gusta… —Su tono provocador ya
empieza a entrar en acción—. Habrá que hacer un buen papel.
Lo siento, mis ganas siempre son superiores a cualquier cosa, y me
apetece muchísimo estrenar esta bañera; después de cuatro años, creo que
he escogido un muy buen candidato para ello y no quiero retrasarlo más.
Poco a poco me acerco a él, y me coloco encima para besarlo con besos
tiernos y cortos. Me detendría en uno de ellos y dejaría que el tiempo
pasara sin importarme lo demás, aunque ahora me apetece más jugar un
poco. Él no se queja, se deja hacer y con sus manos va acariciándome todo
el cuerpo. El cosquillo que me provoca con la yema de sus dedos me
encanta y creo que provoca que vuelva la niña pequeña que un día dejé de
ser. Esa que soñaba con encontrar un príncipe que supiera valorarla,
cuidarla y quererla por encima de todo. Sí, aunque haya dejado de creer en
esos cuentos, hubo una época en que soñaba que todo eso llegaría para mí,
y ahora que creo haber encontrado un candidato, las cosas no son viables.
Por eso pienso que no es para mí, si lo fuera, todo sería más sencillo. Stop.
No debo pensar en todo esto, hoy no. Mañana ya me dedicaré a sufrir,
llorar, o lo que sea que tenga que venir, pero hoy no estoy dispuesta a
desperdiciar la compañía.
Sus manos no tardan en posarse en mi trasero y me lo agarra con
fuerza. Un símbolo claro de que está igual de encendido que yo y de que
tiene las mismas ganas de lo que viene. Hacerlo dentro del agua puede
parecer incómodo para muchos, la ducha es un recurso mucho más fácil,
pero creedme cuando digo que solo hay que saber encajar y encontrar la
postura correcta. Y con un empotrador como este, todo es más sencillo. No
entiendo cómo estamos preparados tan deprisa; normalmente, hago un
buen uso de preliminares para entrar en temario, pero con Javi me sobran
roces para empezar a tener placer.
Lo resumiré en que me pasé casi una hora fregando todo el desastre del
baño, pero valió la pena. Al menos me quedo con que tuvimos una primera
vez en algo, y eso ya es muy importante para mí.
—No soy mucho de estas conversaciones, Mar, pero me gustaría volver
a verte —me dice cuando nos sentamos a cenar.
—Te ganaste una quedada con tu súper tiramisú, ¿no? —Con una
excusa de por medio, parece más real.
—Te hacía más lista, sabes de sobra que eso no es lo que pedí, te lo
pediré cuando volvamos a vernos. —Claro que pensé que lo hacía porque
estaban todos delante; pero, oye, yo no tengo por qué interpretar las cosas.
—Entonces, volveremos a vernos. Dejarme con la intriga no es una
buena opción. —La verdad es que jode mucho cuando te hacen eso.
—No, Mar, no me sirve que digamos que volveremos a vernos. He
podido conocerte, no vas a intentar escribirme ni nada por el estilo, ahora
lo estás diciendo por compromiso, y no. Lo único que pido es que, si tienes
ganas de verme, me lo digas, y nos arreglaremos para coincidir.
—Javi… no voy a ir a Madrid. —Me cuesta, incluso, pronunciarlo—. Y
no puedo pedirte que vengas tú, sería egoísta por mi parte…
—Déjate de historias, si a mí me apetece, no es egoísta. Haremos una
cosa, te doy tres semanas. Si en ese tiempo me has echado de menos, ven a
buscarme a la estación.
—Estás dando por sentado que estarás ahí, ¿cómo sabes que me vas a
echar tú de menos?
—Ay, Mar… qué poco sabes… Si decido no venir, le enviaré un
mensaje a Helena para que ella pueda frenarte. No te lo enviaré a ti para no
condicionarte, ¿te parece?
Digamos que todo esto no va mucho conmigo, en tres semana es más
que evidente que ninguno de los dos se acordará del otro, por lo que no
pierdo nada por aceptar. ¿Os imagináis que la muy imbécil de mí va toda
ilusionada a la estación y es Helena la que viene a decirme que deje de
hacer el pardillo? No quiero ni visualizarlo.
—Está bien, tres semanas.
El resto de la cena es más alegre y dejamos de mencionar que se va
mañana para no entristecer. Suena raro, pero así es. Y al acostarnos, creo
que tenemos algo más que sexo. Nos entretenemos más en cada caricia, en
cada movimiento y en cada beso. Todo se hace más intenso y no sabría
clasificar qué tipo de encuentro hemos tenido. Me basta con saber que ha
sido placentero y que permite quedarme dormida como un bebé. Entre sus
brazos, como hacía tantísimo tiempo que no hacía. Me siendo protegida,
arropada, y con una sensación de felicidad extrema. Mar, baja de la nube,
o la caída mañana será mucho más grave.
Capítulo 29

Javi

Tres semanas me pareció un tiempo razonable para saber si echas de


menos a alguien. Pero llegando a la estación me doy cuenta de que me van
a sobrar dos semanas y seis días para tener ese sentimiento. Mañana, ya la
estaré echando de menos. No me preguntéis cómo lo sé, pero lo sé. Será
cuestión de sensaciones, del sexto sentido que dicen tener las mujeres, yo
lo debo de tener en esto. Hemos llegado apurando un poco el tiempo, y
Oliver y Alfonso ya me esperan en la entrada. Esto va a ser más duro de lo
que imaginaba. Me despido de Helena, mientras veo que ella les da dos
besos a los chicos.
—Helena vendrá a Madrid en breve, invitada quedas —le suelta Oliver
y, acto seguido, veo que es consciente de la metedura de pata que acaba de
hacer. Mierda.
Mar ni contesta, pero sus ojos quieren decir más de lo que aparenta. No
puedo evitar abrazarla. Realmente aprieto más de lo que debería, tan solo
quiero transmitirle que yo estoy aquí y que no debe sufrir por nada.
Bastante irónico, puesto que me estoy marchando, sin embargo, no quiero
que sea una despedida.
—Pequeña, no es una despedida, si no, no sabría hacerlo. Muchísimas
gracias por estos días. —¿Qué coño hay que decir en estas situaciones?
—Gracias a ti, Javi, siento no ponerte las cosas más fáciles.
—Son más fáciles de lo que creemos, nos vemos en tres semanas. —Me
separo de ella y, antes de marcharme, le cojo la cara entre mis manos y le
doy un beso.
Un beso que me sabe a tristeza. Me sabe realmente mal que piense que
algo puede ser culpa suya, y la acabo de notar más apagada de lo que me
hubiese gustado para un momento como este. Me vuelvo a girar antes de
cruzar el control y veo que sonríe, pero es una sonrisa forzada, a estas
alturas he aprendido ya a distinguirlas. Me gustaría decirle que yo sí que le
voy a poner las cosas fáciles, pero tampoco puedo prometer algo que no
sé.
—Tú eres imbécil —le suelto a Oliver, una vez las hemos perdido de
vista—. ¿En serio era necesario? —Los tres somos conscientes de la
situación de Mar, Madrid era uno de los temas prohibidos, y pam, en el
último minuto ha tenido que soltarlo.
—Lo siento, tío, ha sido el impulso, lo hablamos ayer con Helena y no
he caído en el momento, de verdad que lo siento. —Tampoco puedo
culparle, donde no hay, no se puede sacar más.
—Tranquilo, es solo que ayer ya me dijo que no iba a venir a Madrid y
se disculpó un montón de veces porque piensa que es culpa suya que no
podamos vernos, entonces.
—A ti te gusta más de lo que admites. —Si alguien sabe de esto, es
Alfonso.
—Pues sí, para qué engañaros, ahora veremos qué depara el futuro. —O
eso es lo que se suele decir.
—Por partes, ¿habéis hablado de volver a veros? Y, ¿cuándo piensas
hablar las cosas, si vas a apostar por esto? —Alguien tiene que poner
cordura.
—Le dije que en tres semanas, si me había echado de menos, la
esperaría aquí. Prometo que si ese fin de semana seguimos igual, se lo
contaré.
—Javi, que no te explote, ten cuidado.
Tampoco sé si voy a apostar por esto o no, de momento solo me estoy
limitando a dejarme llevar. A día de hoy, me apetece estar con ella y he
dejado un margen para darme cuenta si me importa como para intentar
algo o no, o que sea simplemente un rollo esporádico cuando venga a
Barcelona. Pero Alfonso tiene razón, y hay algo que explotará, si no con
ella, con Borja, y no voy a poder evitarlo mucho tiempo con el verano a la
vuelta de la esquina.
Tentado estoy de enviarle un mensaje, me freno a tiempo, sería
demasiado pronto. Y tampoco estoy seguro de cuánta distancia tengo que
mantener para que sea ella quien marque nuestro camino. No quiero
agobiarla, ni presionarla, ni nada por el estilo; quiero que sea ella quien se
dé cuenta si busca lo mismo que yo.
Suerte que tengo buenos amigos y se encargan de hacerme el trayecto
más llevadero. Oliver nos pone un poco al día de su situación, es verdad
que con la revolución Mar, no hemos prestado mucha atención a su
historia, que, según él, no tiene mucha. Nos ha dicho que Helena es una tía
cojonuda, y que encajarían a la perfección, solo que ambos tienen su vida
en ciudades diferentes y ninguno va a dar el brazo a torcer. Han decidido
que van a intentar verse de vez en cuanto, pero nada de exclusividad ni
esos rollos, puesto que no buscan comprometerse para nada, al menos, por
ahora. Así que guay, ella ha prometido ir el mes que viene a pasar algún
fin de semana a Madrid, y Oliver, por su parte, también irá alguno a
Barcelona y, nada, a divertirse. Quizás Mar podría pensar lo mismo de
nuestra relación y divertirse en mi ausencia, tampoco estaría incumpliendo
nada, aunque a mí no sé cómo me sentaría. Al menos, me conformo en
tener a un compañero de batalla por si tengo que escaparme algún que otro
fin de semana. Oye, la esperanza es lo último que se pierde, y yo tengo
esperanza en que esto salga bien.
Al llegar a Madrid, me voy directo a casa, hoy no tenemos que ir a la
oficina y mañana también nos han dado el día libre, así que puedo
aprovechar para tomármelo para mí. Me pongo a deshacer mis cosas y me
cojo una cerveza antes de acomodarme en el sofá para poder revisar mi e-
mail personal y agendar ciertas quedadas.

Mar:
Espero que hayáis llegado bien, ha sido
un placer conocerte, Javi. Que vaya todo
muy bien ?? .

Me sorprende tener este mensaje en mi móvil y me agrada y me


entristece a partes iguales. Suena a despedida, a que está cerrando algo,
pero por otro lado ha guardado su orgullo y ha sido ella la que ha escrito
primero. Prefiero quedarme con la segunda parte.

Javi:
Todo bien, y el placer ha sido mío. Irá
mejor dentro de poco ?? .
Un poco moñas pero necesario. Lo ha leído y no ha contestado, por lo
que doy la conversación por finalizada. No he sido nunca de estar horas
con el teléfono, ni por llamada ni por mensaje, y sin embargo con ella sé
de sobra que podría entretenerme mucho tiempo. En fin, vamos a dejar ese
espacio, para que podamos descubrir realmente lo que queremos. Me
incluyo, puedo tenerlo más claro que ella, pero no existe la certeza al cien
por cien. O mejor me mentalizo de esto para que el golpe sea menos duro,
si al final queda en nada.
Abro el correo, mi hermana pequeña cumple dieciocho años el mes que
viene, y sus amigos están organizando un video para la fiesta sorpresa, así
que todos los e-mails pasan por mí y por mi hermano, y hace demasiado
tiempo que no me fijo en ellos. No es que debamos colaborar ni nada por
el estilo, pero fue la condición que puso mi madre para que no saliera nada
inapropiado. A la fiesta han invitado a muchos amigos, familiares, y hay
una reputación que mantener. El fin de semana pasaré a comer por su casa
y aprovecharé para ultimar los detalles que falten.
Con el móvil me entretengo un poco más, es hora de contestar a todo el
mundo. Quedo con los de la universidad en que me uniré a la cena del
sábado, un poco de fiesta seguro que me viene bien, y como no sé cómo se
prevé la semana de trabajo, fijo una quedada para el siguiente fin de
semana con los de siempre. Miento un poco, estoy retrasando lo
inevitable, ver a Borja. Creo que lo más cómodo será introducir el tema
poco a poco y ya veremos cómo se lo toma. Si quedamos todos juntos,
evito riesgos, y aparte, como hay que tratar el viaje de este verano, seguro
que podemos no enfocarnos en lo que les pueda contar yo.
Mañana aprovecharé para ir a correr, que ya me toca volver a coger
ritmo, y quedaré con mi hermano para ponernos al día. Ya nos vemos poco
de por sí, pero desde que vive con Patricia, mucho menos. Entonces, hoy
toca tarde de relax, maratón de series y poco más; desconectar un poco del
mundo, que también me hace falta.
Capítulo 30

Mar

Hace una semana que se fue y no he podido sacármelo de la cabeza. Le


envíe un mensaje a modo de despedida, para que yo misma me creyera que
estaba cerrando un capítulo, una aventura más, uno más al que añadir a mi
lista de «sin éxito». Sin embargo, no puedo; Diego ha venido a casa dos
veces esta semana y cuando se acerca a mí, solo aparece un rostro en mi
mente. También salimos el fin de semana pasado, y aunque me lo pasé
bien, no fue como el resto de las noches. Algo ha hecho clic en mi interior,
y me temo que ha dado a un interruptor erróneo. No he vuelto a tener
noticias de él, prometió darme esa distancia y está cumpliendo su palabra,
aunque a mí me gustaría saber que está pensando él.
Hoy es sábado, y es la primera vez que yo misma organizo un gabinete
de crisis urgente y en el que yo soy la protagonista. Y tan urgente, que lo
hemos cuadrado para que Carol y Dani estén conectados por Skype;
necesito consejo grupal, y grupal los engloba a todos. Puede parecer un
dramón o demasiado para lo que es, pero necesito aclarar muchas cosas y
cuantos más me puedan aconsejar, más opciones tendré de quedarme con
un consejo que me agrade. Mucho me temo que van a ser pocos los que me
convenzan, pero en cuanto a sentimientos, debo admitir que soy la que
menos conocimientos tiene. Así pues, aquí estoy, esperando a que lleguen
todos e intentando saber cómo voy a abordar el tema porque, explicarme
bien, tampoco acostumbra a ser mi fuerte.
—He traído repuesto de cervezas —anuncia Carlos al llegar—. Alba me
ha dicho que las vamos a necesitar.
—Yo te he traído un consolador —me tiende una bolsa su pareja—,
para que, al menos, te entretengas.
—¡Oh, sí! —exclama Helena—. Mientras haces sexo telefónico este es
excelente —me dice cuando lo saca de la bolsa.
—Mejor ir tomando asiento, voy a por algo de picar.
Si ya empezamos con burlas, me espera un calvario de tarde. Ni por
asomo se me ha ocurrido preguntar si está haciendo lo del sexo telefónico
con Oliver, la respuesta es más que clara. Y no estoy preparada para
preguntarle si han mencionado algo de mí, cualquiera de las opciones sería
dura. ¿Un consolador? ¿En serio hemos llegado a esto? Tampoco hace un
año que no tengo relaciones, no es que sea una desesperación, y no
necesito uno de esos para entretenerme solita.
—Sabéis que esto es complicado para mí —les digo cuando estamos
todos—. No estoy acostumbrada a echar de menos a nadie, pero creo que
puedo confirmar que eso es lo que me está pasando. Hice lo mismo que
con el resto; nos lo pasamos bien, tenía claro lo que era, sabía que no
podía engancharme ni pensar en un futuro, fueron tan solo tres semanas,
nadie se enamora en ese periodo de tiempo; y sin embargo, no hay ni un
solo minuto en el que no piense en él, en el que no lo recuerde, en el que
no piense en todos los momentos que compartimos y en que me gustaría
volver a coincidir. Mi cabeza va a conseguir explotar y tengo un nudo en el
estómago que casi ni me permite tomarme una copa de vino, que eso ya es
decir. Le escribí un mensaje, le escribí para decirle «adiós» y para tener
claro que tenía que marcar un final. Sabéis que soy muy orgullosa y que no
le he escrito nada más, él tampoco, y eso creo que es lo que me joroba
más. No sé cómo reaccionaría, si él mostrada un mínimo interés, y
tampoco estoy segura de que yo quiera mostrar que lo tengo, pero necesito
saber de él; necesito, al menos, entender qué me pasa y por qué me afecta
tanto. ¿Creéis que es posible? ¿Creéis realmente que me haya podido
enamorar así? ¿O es un capricho que me ha dado más fuerte? ¿Se me va a
pasar esto? ¿Cómo consigo borrarlo? —Al fin respiro—. Uf, ya lo he
soltado. —Y qué gran peso me he sacado de encima.
Todos me miran atentos; al menos, no hay ninguna risilla, que ya es
mucho decir. Ahora sería un buen momento para tener un súper poder,
poder leer la mente de todos ellos, saber lo que piensan, entender qué
quieren decir todas estas miradas.
—Viendo que en casa se han quedado todos mudos, empiezo yo. —Esta
es Carol a través de la pantalla—. Echarlo de menos es otra de las cosas
que pondríamos en nuestra lista…
—Como empecéis con la chorrada de la lista, me voy. —Tiene ya tantos
puntos que no hace falta seguir con esta mierda.
—Perdón, tenía que decirlo —se disculpa—. Mar, estas conexiones son
normales, son normales cuando hay sentimientos de por medio y en esos
casos tienes que dejar de ser infantil. El tira y afloja de a ver quién escribe
antes está pasado de moda. Tienes ganas, pues se lo dices. Tú fuiste la que
dijo «adiós», tú fuiste la que le pidió que te dejara ese espacio, ahora no
puedes ser tú quien espere que le escriban.
—En eso estamos todos de acuerdo. Si una tía me dice que no quiere
saber nada de mí, lo último que hago es escribirle —apunta Dani.
—A menos que la pava te guste mucho y quieras, al menos, intentarlo
—interviene Carlos.
—¿Veis?, si no me ha dicho nada, es que tanto no le gusté. —Empiezo
bien, Carlos ya está de mi parte.
—No digas tonterías, por un tío que es decente y te hace caso, no me
ralles. —Esa es Helena, y por su tono puedo intuir que sabe algo que yo
no.
—Volvamos al tema —pauta Carmen—. Él no es la cuestión, la
cuestión es lo que sientes tú y lo que quieras hacer. Nunca te has dado por
vencida en nada, ahora no tiene que ser distinto. Esto no es un juego, pero
¿qué te queda, si no lo intentas? Solo tienes que enviarle un mensaje,
luego veremos lo que conlleva. No te quedes con la espina de qué hubiese
pasado.
—No estoy preparada para sufrir. —Ya sufrí demasiado en el pasado
como para que una persona pueda volver a hacerme daño.
—Esa es una de las opciones —Alba, siempre clara—, y la más
dolorosa quizás, pero ¿para qué estamos nosotros?
—Solo te decimos que le des una oportunidad a esto que te pasa y lo
descubras por ti misma como lo descubrimos nosotros —el aporte de
Diana—. No adelantes los acontecimientos, déjate llevar, sin frenos, como
eres tú. No tengas miedo de hablar de lo que sientes, de lo que te pasa, de
hacer lo que te apetece en cada momento. Si al final no sale bien, será
porque lo que te espera es mucho mejor, pero ¿por qué no eres positiva,
como siempre, y confías en que será bueno?
—No podría haberlo dicho mejor —la apoya Miriam.
Realmente es mucho más sencillo de lo que lo estoy pintando yo. Puedo
enviarle un mensaje, algo sencillo, normal, sin exponerme mucho y ver lo
que pasa. Seguramente con toda la distancia de por medio, si no responde,
si no tiene las mismas ganas que yo, será más fácil olvidarme. Además,
tienen razón, no puedo quedarme con el «y si», esa nunca he sido yo.
Quizás lo único que necesito realmente es saber qué piensa él; si piensa
igual que yo, pues de puta madre. Total, no serviría de nada; bueno, de
quedarme un poco más tranquila; y si no piensa como yo, podría empezar
con terapia de desintoxicación. Así que sí, necesito, al menos, saber eso.
—¿Y qué se supone que debo decirle, si le escribo? —A mí con un
«hola» me bastaría.
—Puedo hacerlo yo —se ofrece Helena.
—Por nada del mundo.
—Sería buena —se defiende.
—Tú no sabes lo que es eso. —Se ríe Carlos.
—Bueno, comemos y voy pensando en ello. —Me apetece dar la
conversación por terminada.
Nos despedimos de los tortolitos de Suiza, con los que prometo hablar
pronto y contarles si hay progresos. Aunque no va a hacer falta, vuelven ya
la semana que viene y no podría ser mejor momento. Si caigo, los tendré a
todos conmigo.

Durante la comida, han seguido dando algún que otro consejo. Y


sorprendentemente, Carlos ha confesado que a él le ha preguntado por mí.
Fue a principios de semana. Antes de irse le pidió que si lo echaba de
menos, lo avisara, pero Carlos prefiere mantenerse al margen de todo, así
que solo le dijo que estaba bien. Eso me da una pizca de esperanza,
hubiese preferido que me lo preguntase a mí, pero debo conformarme con
eso.
Agradezco tener esta familia que hemos creado; quien dijo que la
familia no se elige se equivocaba, yo he escogido la mejor que podría
tener y estoy muy orgullosa de ella. Cuando llegamos con Carmen, de
Madrid, no las tenía todas conmigo, seguramente ningún comienzo es
fácil, y sin embargo, nos acogieron estupendamente y hemos crecido en
una gran familia. Por fin sé lo que es tener una de estas.
A pesar de que es sábado, no me apetece salir. No voy a privar a mis
amigos de ello, ahora que estamos entrando en el verano, es mucho más
agradable poderse tomar las copas en una terraza sin tener que abrigarse
para desvestirse al entrar en una discoteca. Sí, somos mucho más de fiesta
en verano y sabemos cómo aprovecharla. Así que no me molesta que
salgan sin mí. Me apetece más tener un baño, ya me lo salté la semana
pasada, y hoy no voy a dejar que el recuerdo de lo que pasó en esa bañera
me perturbe más. Voy a disfrutarlo como solía hacerlo y a desconectar un
poco del resto. Antes pero, tengo que enviar un mensaje, ahora que me han
convencido de ello, si lo dejo pasar, al final no lo haré. Me conozco, sé de
sobra que ese sería mi modus operandi, dejar las cosas para luego y ese
luego nunca llega. Es lo que acostumbro a hacer con las cosas que me
cuestan, y esta encajaría a la perfección como una de esas. Así que debo
hacerlo ahora, a pesar de mis preocupaciones. Es sábado, y ya me imagino
que es más penoso acordarse de alguien cuando deberías estar disfrutando
del fin de semana. No me apetece ser juzgada tampoco, y si no dejo de
pensar en lo que podría significar para él, nunca encontraré el momento
apropiado. Ahora o nunca. Y por supuesto, hay que apostar fuerte, hay que
apostar por el ahora.

Mar:
Buenas noches, ¿cómo ha ido la semana?

No sé si esperabais que, de primeras, le dijera que lo echo de menos,


que tengo ganas de verlo o que no puedo dejar de pensar en él, pero no.
Las conversaciones no se inician así, se empieza por lo básico y se va
viendo. Si con lo básico se termina, es que el interés es mínimo; si
intentamos prolongar la conversación, entonces el interés puede ser mayor.
Dejémonos sorprender.
Capítulo 31

Javi

Se ha acordado de mí y eso me provoca una tremenda sonrisa. Prometí


darle su espacio, que fuera ella quien diera el primer paso y por fin
obtengo lo que quiero. Gracias a Dios, mi trabajo me mantiene
suficientemente ocupado como para no tener tiempo de pensar. El lunes
escribí a Carlos, pero, como ya imaginaba, es un gran amigo y no iba a
soltar mucha prenda. Me bastó con saber que estaba bien, a estas alturas
no era posible estar muy jodido, pero me preocupaba que pudiera pasarlo
mal en algún momento. Por suerte, hoy tengo ante mí el mensaje que
esperaba; bueno, el mensaje de la persona que esperaba.
Claro que era mucho pedir que llegase en otro momento y no justo
antes de la cena con mis amigos, de tener que ver a Borja y tener que
empezar a ocultar cosas a mi gente, en la que siempre he confiado y con la
que nunca ha habido secretos. De acuerdo, puedo contar las cosas a
medias, eso no se consideraría una mentira; sin embargo, necesito
hablarles de lo que me pasó, de cómo me siento y de que quiero intentarlo
de verdad con esta persona. A ver cómo salgo de esta.

Javi:
Preciosa, la semana pasada
estuvo mejor… ¿la tuya?

Mar:
Normal…

Esos puntos solo quieren decir una cosa: miente. ¿Qué me oculta? Eso
ya no lo sé, a veces necesitaría un manual para entender a las personas, me
arreglaría más de un marrón. Hay un montón de ocasiones donde esperan
que reacciones de una manera y nunca aciertas. A mí me gustan más las
cosas claras y concisas, sin rodeos, por eso quizás me gusto Mar desde el
principio. Pero aquí estoy convencido que me esconde algo y sé que a la
única que voy a poder sonsacar es a Helena. Apunto en un post-it llamarla
mañana y me marcho a cenar antes de que me acribillen también por llegar
tarde.

Javi:
Ese normal no me gusta, ¿te
parece si te llamo mañana?
Ahora mismo tengo que irme a
una cena…

Mar:
Claro, no te preocupes, sigo
con mi ritual…

Adjunta una foto de sus piernas en la bañera.


Espero que no se lo haya tomado mal ni piense que no quiero hablar
con ella, pero si después de casi dos meses sin verlos me paso la noche con
el móvil, no me lo van a perdonar. La foto, esa sí que la miro durante todo
el trayecto, por el recuerdo que me viene a la mente y porque me la
imagino a ella ahí. Ojalá pudiéramos volver a compartirlo; pero, al menos,
hoy me quedo donde empiezo a tener la esperanza de mirar en la misma
dirección.
—¡Hombre! El desaparecido… —me saluda Marco al entrar.
Antes de que cualquiera diga algo más, saludo a Nando, Oscar y Borja.
Hemos quedado para organizar nuestra escapada veraniega habitual, pero
también para ponernos al día. Hablamos a menudo por WhatsApp, a pesar
de que últimamente yo he estado más ausente, pero a veces va bien que
nos contemos las novedades a una mesa. Y más aún, si nos vamos
haciendo mayores; y sí, los treinta son los nuevos veinte, pero algunos
siguen las viejas tradiciones. Oscar está a punto de ser papá y ese
acontecimiento merece una muy buena celebración. Por mi parte, le regalo
todas estas noches que le esperan sin dormir, aún así, prometo ser un
padrino estupendo. Borja lo fue en su boda, a mí me concederán el primer
niño, como si fuera un regalazo, no saben lo que han hecho, ya que voy a
malcriarlo de lo lindo.
Los demás tampoco tienen muchas novedades, así que poco tarda en ser
mi turno.
—He conocido a alguien. —Las noticias de golpe. Sus caras son de
sorpresa total, dos años siendo el soltero del grupo dan para mucho. El
soltero de oro, mejor dicho.
—Eso si que merece la más grande celebración. —Se ríe Nando—.
Cuéntanos.
—La conocí en Barcelona —omito que ya coincidimos en Ginebra y
que sabía perfectamente quien era—, y pasamos tres semanas divertidas,
pero me apetece más.
—Vaya, vaya… que el señorito se nos ha enamorado —se burla Borja.
—No seas estúpido —no quiero ir tan rápido—, nos estamos
conociendo.
—¿Y cuándo piensas presentárnosla? —pregunta, entonces.
No hay mujer con la que hayamos tenido algo que no haya pasado por
eso. En eso somos un poco dependientes y nos gusta que nuestros amigos
den el visto bueno antes de aventurarnos. Pero este caso es diferente,
realmente muy diferente. Ella no va a venir a verlos, Borja no puede saber
quién es, y yo no sé si estoy preparado para todo esto.
—Eso va a ser complicado.
—Si hay que ir a Barcelona, se va, ¿para cuándo? —Con que poco se lía
Marco.
—Nadie va a ir a Barcelona —declaro—. Nos estamos conociendo y,
hasta que sepa lo que es, nos conoceremos en privado.
—Oliver dice que en dos semanas vas a verla. —Muestra Borja el
móvil. Ten amigos para esto—. ¿Y si vamos?
—Que no, joder —empiezo a mosquearme—, solo quería que lo
supierais.
—Vale, vale —se rinde—. ¿Una foto al menos?
—No.
—¿Su nombre?
—Tampoco. Se acabó el tema.
—Solo espero que cuando quieras hablar de lo que te pasa, nos lo
cuentes todo —acaba diciendo Borja.
Ya sabía donde me metía al anunciarlo, siendo amigos como somos
todo es mucho más complicado. Y, ¿cómo les cuentas estas cosas a tus
íntimos sin poder dar detalles, ni un mísero nombre? No caí en esos
detalles cuando me planteé decirles que estaba conociendo a alguien;
alguien que significa más para mí de lo que estoy dispuesto a resaltar.
Y por eso mismo, porque son tan íntimos, saben cuándo deben dejar de
tocarme las narices y cambiar de tema. Solo me faltaba que se sumaran al
fin de semana en Barcelona. A día de hoy, todavía no sé si va a tener lugar
y si va a ser lo que espero, como para que acaben de arruinarlo. Al que me
voy a cargar es a Oliver, por abrir la boca tan rápido, confío en que no
meta la pata diciendo ciertas cosas y que sea sumamente inteligente en
ocultar lo que tiene que ocultar para que la bomba no estalle antes de
tiempo. Si alguien debe hablar con Mar o Borja, ese soy yo, si no las
consecuencias pueden llegar a ser letales para mí.
Al acabar la cena, nos despedimos y me hacen prometer que si ese fin
de semana concluye en poner una etiqueta a lo nuestro, quieren ser los
primeros en saberlo y en conocerla. «Ponerle una etiqueta», eso sería dar
un paso más grande de lo que estamos preparados; por las circunstancias,
es mejor ir poco a poco.

***

Domingo y bendito domingo. En breve ya no se podrá respirar aire por


Madrid del calor que se avecina. Hay que aprovechar los últimos
domingos decentes antes de tener que encerrarse con el aire
acondicionado. Después de una buena mañana de running y una llamada
bastante interesante con Helena. Puede parecer extraño que tenga que
recurrir a ella, una pura conversación de humor, que me permite saber que
sigo teniendo una cómplice en Barcelona y que por el momento todo sigue
como tiene que seguir.
Ahora sí, puedo proceder a la llamada que tenía que realizar. Y por
suerte, no tardan en descolgar el teléfono.
—Buenos días, preciosa.
—Buenos días, Javi. —Su voz produce que la sonrisa aparezca al
instante.
—Te echo de menos. —Prefiero ser sincero de primeras.
—Vaya, ni el cómo estamos… —Espero que no le haya molestado.
—Tengo mis fuentes para saber que sigues estupenda, así que prefiero
aprovechar para decirte lo que siento.
—¿Algo que confesar? —Ha cambiado el tono a un pelín más
seductora.
—Que tengo ganas de verte.
—Javi…
—No tienes por qué decírmelo tú, si no lo sientes, simplemente no
quiero quedármelo para mí.
—No es eso, es que no estoy acostumbrada a decir estas cosas.
—Solo sé tú misma, haz lo que te apetezca.
—Lo que me apetece no puede ser… no estás aquí…
—¿Esta es tu manera de decirme que también me has echado de
menos?
—Quizás…
—¿Y que te gustaría que estuviera ahí?
—Eso seguro… Ayer el baño no fue lo mismo, y ahora, en la cama…
—O sea, ¿solo te apetece eso conmigo? —Claro que tengo ganas de
hacerla mía, pero de mucho más, también.
—No, no, no, no… Perdón… soy idiota… ya la estoy cagando… Solo
es que Helena me dijo que podíamos probar por teléfono para ver si podría
conformarme con esto durante el distanciamiento y es más fácil, si de
alguna manera, tenemos ese contacto. —Es imposible no reírse con esta
mujer.
—Cada día me sorprendes más… Así que mi niña se ha levantado
traviesa hoy y le apetece jugar…
—Mi niña… —repite, y en ese momento soy consciente de cómo la he
llamado—. ¿Te gustaría estar aquí? Piensa que solo llevo unas braguitas,
de las que te gustan, y tu camisa azul cielo, duermo con ella desde que te
fuiste.
—¿Y tienes buenos sueños?
—Los mejores… ¿Qué llevas tú?
—Pues salgo de la ducha, mis calzoncillos y ya.
—Interesante… Túmbate en la cama.
No he pasado por esto nunca. Tampoco he tenido necesidad y
experimentarlo con ella es una cosa más para sumar a nuestra historia.
Crear nuestra historia, eso me parece lo más real que podemos hacer. Y
frente a sus deseos ya no puedo detenerme. Sé lo que viene ahora y estoy
dispuesto a entrar en su juego, a agarrarnos a esto mientras no pueda
tenerla aquí. En dos semanas iré a verla, seguro, y ahí decidiré si podemos
apostar por un «nosotros» o no. No me gusta jugar con las mujeres, no voy
a compartir algo que realmente quiero para mí solo, pero para ello hay que
poner todas las cartas sobre la mesa y que los dos estemos dispuestos a lo
mismo.
Capítulo 32

Mar

—Joder, ha sido mejor de lo que imaginaba. —Se oye suspirar al teléfono.


—No puedes imaginar cómo me has dejado —le contesto yo.
—Mar, eres increíble.
—No lo digas, o me lo creeré.
—Empieza a hacerlo, tengo muchas ganas de verte.
—Pronto —le confirmo—. Ahora tengo que ir a ducharme, digamos
que… he sudado más de la cuenta. —Se oye una carcajada.
—Promto compartiremos una de esas. Un beso, preciosa.
—Gracias por todo, Javi. —Y cuelgo.
Nunca he sabido despedirme al teléfono, por mensaje es más fácil; un
emoticono y listo. Pero, oye, a mí lo que me sale y punto, que no pidan
mucho más. Agradezco los consejos que me dio Helena sobre el sexo
telefónico. Claro que he tenido sueños eróticos, que me he imaginado
muchas escenas con Javi de protagonista, pero nunca llegué a creer que
con solo una voz, pudiera llegar a sentir tanto. Parecía tan real, como si lo
tuviese a mi lado y realmente me dijera todas esas cosas al oído, como si
las manos que me estaban tocando fueran las suyas; en fin, como si de
verdad hubiéramos tenido ese encuentro. ¿Podría acostumbrarme a esto?
Pues sinceramente creo que no. Yo necesito el contacto, tenerlo cerca, y a
veces ni esas me hacen confiar en que la relación funcione, pero de
momento me tengo que conformar.
No sé dónde me llevará, ni qué significará, pero después de comprobar
que me puede transmitir tanto con una sola llamada, tengo claro que
necesito aventurarme. No las tengo todas conmigo en que sepa hacerlo o
en que no aparezca alguien y lo joda, eso son factores que yo no puedo
controlar; sin embargo, quiero intentarlo, quiero ver hasta dónde podemos
llegar. No como pareja, eso son palabras mayores para dos personas como
nosotros, y más con la distancia de por medio, al menos, como algo más
que amigos.

***

La siguiente semana estuvo mucho mejor, hablé con Javi cada día, ya
fuese por mensaje o por teléfono. Claro que las dos noches que nos
hicimos una llamada, aprovechamos para lo que ya sabéis. Está siendo una
experiencia muy gratificante y me está enseñando a valorar mucho más mi
cuerpo y a disfrutar conmigo misma. Con un aliciente importante, pero, en
definitiva, soy yo misma la que me hago disfrutar. Me gusta saber de él, de
su día a día, que me hable de su familia o de las cosas más básicas como lo
que está comiendo. Parecemos dos niños de catorce años a veces, cosa que
me da absolutamente igual, ya que me provoca sonrisas y con eso es
suficiente.
El fin de semana salimos todos, Carol ya está aquí y era motivo
suficiente para inaugurar la temporada de verano como Dios manda. Así
que tomamos unas copas en nuestro pisito, dándole la bienvenida, y luego
nos fuimos a nuestro templo, el Bluemind. Durante la noche, tuve ocasión
de acabar con varios hombres. Hoy en día, acercan demasiado rápido la
cebolleta, y a pesar de que alguno de ellos estaba realmente de muy buen
ver, no tuve ni una pizca de ganas de irme con ellos. Bailar, baile un
montón, y divertirme, casi como la que más, sin embargo fue una
sensación rara para mí cuando se acercaba alguien. No he hablado de este
tema con Javi, tampoco considero que deba privarme de nada, salió
natural, no me sentí forzada a rechazar o nadie me empujó a no caer en la
tentación. Eso me hace pensar que probablemente le esté dando más valor
a lo que tengo con Javi, que, a día de hoy, me gustaría saber qué es
exactamente.
Y con el sentimiento con el que me acosté el sábado, el domingo quise
probar algo distinto. Gracias a la súper tecnología que tenemos, no hace
falta que nos limitemos a la voz, así que me apeteció verlo, más allá de
una foto, y lo llamé por FaceTime. Prometo que mi primera intención fue
solo verlo, pero entendedme, nadie puede resistirse a él y acabó pasando lo
que tenía que pasar. Ahí perdí una gran vergüenza. Cuando los dos estáis
en materia y juntos, la intimidad hace que te olvides del resto; cuando lo
oyes por teléfono y disfrutas, estás en tu mundo, en tu burbuja y nadie
puede observar hasta qué punto estás llegando, pero tenerlo delante, a
través de una pantalla, te expone a otro nivel. Y aunque me costó en un
inicio soltarme, Javi me pone las cosas muy fáciles.
Ahora viene lo difícil, estamos a jueves y llevo desde el lunes sin saber
de él. Le envié un mensaje el martes y ni siquiera ha contestado. Si mis
cálculos no fallan, llega mañana, pero tampoco hemos hablado del fin de
semana en el que prometió venir en ningún momento. ¿Y si lo del
domingo no le gustó y ha decidido cortar de raíz? ¿Y si se ha arrepentido y
no quiere dar señales para hacerme entender que me olvide y que no va a
venir? ¿Por qué no le pregunté nada sobre su visita en estas dos semanas?
¿Qué se supone que debo hacer ahora? En teoría, debería decírselo a
Helena, que debe de ser la única que sabe si va a venir o no. Eso fue lo que
nos dijimos cuando nos despedimos, pero este comportamiento me hace
replantearme las cosas.
No quiero ser una pringada, no quiero pasarlo mal y esto no tiene buena
pinta. Tentada he estado de escribirle un mensaje diciendo que si no me
dice nada, no voy a ir, pero eso sería dejar ver que tenía la intención de ir u
obligarlo a decirme algo. En fin, llevo todo el día rallada por lo mismo.
—¿Seguimos sin tener noticias? —pregunta Carol a la hora de cenar.
Si algo ha vuelto a la normalidad es esto, las cenas en familia, las tres
juntas, al menos, tres días a la semana. Cómo lo echaba de menos y qué
bien sienta que te contagien su felicidad cada día.
—Seguimos… —Tampoco es que necesiten muchos detalles, siempre
han sabido leerme la cara muy bien.
—Ir, tienes que ir. —Viva el positivismo de Carmen—. Helena no sería
tan capulla, te hubiese avisado, seguro.
En eso tienen razón, no acostumbramos a putearnos entre nosotros,
dejarnos en evidencia sí, pero putear no. Helena no me haría algo así.
—Nosotras estaremos aquí cuando vuelvas —eso quiere decir que no
confían en tener que dejarme el piso—, solo para saludarlo. —Carol ha
sabido leerme la mente.
—Chicas, ¿esto va a alguna parte?
—Eso no lo puedes saber, la vida es arriesgarse, como nos arriesgamos
a venir aquí —dice Carmen—, pero nunca te he visto así por ningún chico,
así que, al menos, vale la pena intentarlo.
—Sabes que nosotras siempre vamos a estar aquí, y si no, Dani tiene un
primo que se acaba de quedar soltero súper mono.
—No juguemos a las celestinas que ya sabemos lo que pasa. —Y
consiguen lo que buscaban, que sonriera.
La última vez que estas dos me intentaron emparejar con un amigo de
Matías fue todo un show. No creo en las citas a ciegas, pero en las
encerronas mucho menos. El tío no era feo, pero vaya un prepotente estaba
hecho. No he conocido persona más creída en la vida y con una autoestima
por todo lo alto, ya que estuvo toda la cena alabando su persona. Matías se
defendió en que en el trabajo no era así, debía ser su forma de impresionar
a las mujeres, pero no a mí.
El resto de la cena, han hecho lo mismo, intentar sacarme sonrisas y
sobre todo distraerme. He acabado por guardar el móvil en un cajón para
evitar mirarlo a todas horas. Si pasa algo en el grupo, cualquiera de las dos
se encargará de que me entere; del trabajo no me llamaran hasta el lunes,
así que cualquier otro mensaje puede esperar.
Dormir, lo que es dormir, no lo he conseguido. Nervios, dudas,
contradicciones… En resumen, todos esos pensamientos y sensaciones que
no estoy acostumbrada a tener. Dejando mi orgullo a un lado, he decidido
ir a la estación; total, si no aparece, no tengo por qué confesar que he
estado allí. Por lo contrario, ¿cómo reaccionaré si aparece? Me he puesto
un vestido veraniego y mis sandalias con plataforma, no me he querido
arreglar más de la cuenta, pero siempre hay que ir mona, por si a caso.
Las 12.54 del mediodía, y si la memoria no me falla, tendría que llegar
a las 13.05, tiempo de sobra para ir a tomar un té. Un café me alteraría
demasiado, así que necesito que algo me relaje. Aprovecho para
comprarme un chupachups de cereza, no suelo comer caramelos por
nervios, pero estoy segura de que me tranquilizará.
Y pasados diez minutos, estoy frente a la salida del AVE como una
estúpida. Una estúpida que acaba de comprobar que las preocupaciones no
han servido para nada, porque ahí está. Subiendo las escaleras mecánicas.
Y en este momento mi mente va a trescientos por hora. Me encantaría
decirle lo que me ha hecho sufrir esta semana, recriminarle todo lo que me
ha hecho pasar y recibirlo de la manera más borde posible, pero soy
incapaz. Al verme de lejos, su sonrisa ya me ha hecho volverme la persona
más boba de la Tierra y cuando lo tengo delante solo me sale abrazarlo.
Abrazarlo tan fuerte como no lo hice el día que se fue.
—Pensaba que no vendrías —le digo cuando nos separamos.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
—El ridículo —la respuesta me sale sola.
—¿Venir a buscarme es hacer el ridículo?
—¿Por qué no me has dicho nada esta semana? —Prefiero desviar la
conversación hacia lo que quiero saber yo.
Capítulo 33

Javi

Qué ganas tenía de tenerla entre mis brazos. No las tenía todas en que
apareciese, pero eso solo corrobora que los sentimientos son mutuos. ¿Qué
voy a hacer con esta mujer? Entiendo que tenga sus dudas de por qué me
he ausentado. En parte, no quería condicionar su decisión, la idea en un
inicio fue que viniese a buscarme solo si me echaba de menos, y si hablas
con una persona todos los días, no puedes tener ese sentimiento, además
de que, entonces, ya planeamos juntos que voy a ir. Y por otro lado,
necesitaba saberlo yo también. Necesitaba estar seguro de que quiero estar
con esta mujer, aunque pueda parecer precipitado, me apetece tenerla solo
para mí. Y si ya estaba convencido, verla al salir, ha activado todos mis
sentidos. Sigue igual de preciosa, o más, jugando con el palo del
chupachups de una manera que ya me vuelve loco, y su sonrisa me
transmite todo lo que necesito.
—¿Me has echado de menos? —Sé que no está enfadada y yo solo
tengo ganas de achucharla.
—¿Lo has hecho por eso? Vas a tener que compensarme por ello.
—Lo tomaré como un sí, y créeme, voy a compensártelo.
Vuelvo a abrazarla muy fuerte, parece que llevemos una eternidad sin
vernos y a veces no son necesarias las palabras para expresarnos. Es como
si volviese a casa, porque con ella, me siento en casa.
Al llegar a su piso, supongo que era de esperar, Carmen y Carol están
sentadas en el sofá y ambas sonríen cómplices cuando nos ven llegar. Oigo
como Carmen le dice a Carol: «Te lo dije», y no puedo evitar sonreír. Me
imagino que estaban aquí por si al final las cosas se torcían y eso me sigue
pareciendo amistad con todas sus letras. Si tiene gente así cuando yo no
estoy, me quedaré muchísimo más tranquilo. No me gustaría no tener que
estar, pero las circunstancias son las que son, por ahora.
—Tú debes de ser Javi —se presenta Carol, que no llegué a conocer.
Aprovecho también para saludar a Carmen.
—Nosotras ya nos íbamos, que luego te quejarás de que siempre
interrumpo. —Me guiña un ojo a lo descarado.
—Claro, tendréis muchas cosas de que hablar… o que hacer… —se
anima la otra—, pero cuídanosla, eh.
—No pensaba hacer otra cosa —les informo antes de verlas marchar.
—Así que vas a cuidarme… —Poco ha tardado en hacerse la seductora.
—Muchísimo —le susurro, cogiéndola en volandas.
Tengo que admitir que nunca voy con la intención de lanzarme de
primeras, pero Mar me puede. Llevamos tres semanas sin vernos, sin
tocarnos, lo del sexo telefónico está siendo un mundo, y lo de probar con
la cámara fue una experiencia excepcional, pero no es lo mismo.
Necesitaba sentirla de verdad, hacerla mía, y poder besarla mil y una
veces. Ha sido más mágico que un polvo de reencuentro. Para mí, ha
significado algo especial. Es como si cada vez me demostrara más que
vale la pena todo esto, que el jardín en el que me estoy metiendo es el
mejor que pueda existir. Sé que tenemos muchas cosas de las que hablar y
espero que estos tres días nos sirvan a los dos y me marche el domingo
con las cosas más claras, con una visión más precisa de lo que somos, de
lo que tenemos o de lo que podemos sentir.
—¿Qué has planeado para estos días? —le pregunto cuando nos
sentamos a comer.
—No sabía que tenía que planear nada, pensaba que conmigo te
bastaba… —Me pone cara de buena niña.
—Y me basta, pero no me creo que no tengas nada en mente. —Oh,
vamos, por lo poco que conozco a esta mujer, no sabe estar más de un día
sin maquinar nada.
—Bueno… los chicos quieren verte, pero no he prometido nada; por
mí, como si nos quedamos encerrados. —Le encanta tentarme cuando
chupa una cuchara, esta mujer no tiene freno.
—¿Y estarás así todo el fin de semana? —Sigue vestida con unas
braguitas y una camiseta de mi cortesía—. A este paso, voy a tener que
dejarte una colección entera de camisas.
—¿No te gusta? —se levanta para sentarse encima de mí.
—No me tientes, sí que vamos a salir de aquí.
Me fascina que esté tan dispuesta siempre, pero quiero conocerla en
todos los aspectos. Me encantaría quedarnos encerrados en casa y poder
aprovechar los tres días para nosotros, para nuestra intimidad; sin
embargo, ya me pasó en su día, con Mar me apetece hacer las cosas bien, y
por esa misma razón, me apetece que seamos una pareja normal, que se
conoce poco a poco y que hace cosas cotidianas. Cosas sencillas, como
podría ser pasear. Me agrada la idea de que sus amigos sigan queriendo
verme, eso demuestra que les gusta como estoy tratando a Mar y que
quieren incluirme para que ella no se sienta mal. Así que con mis
intenciones bastante claras, le he propuesto cenar con ellos mañana, el
domingo la quiero para mí, la necesito para poder hablar de todo lo que
tenemos que decirnos.
Una tarde en el centro, donde hemos acabado cenando en Cachito’s. Me
siento tan natural con ella… No siento que las cosas tengan que ser
forzadas, me sale natural cogerla de la mano, acariciarla por encima de la
mesa, verla sonreír cuando se acerca la copa de vino a la boca, mirarla
fijamente cuando se le iluminan los ojos. Me transmite felicidad, si
Alfonso estuviese aquí, me diría claramente que es amor; yo pienso que
eso son palabras mayores, pero si lo fuese, sería el mejor del mundo. Estas
sensaciones son todas placenteras y daría lo que fuese por ser capaz de
prolongarlas eternamente.
Volver a compartir cama con ella es increíble, no solo por como nos
damos las buenas noches, sino porque creo que descanso como un bebé,
que descanso muchísimo mejor, además de que observarla dormir me
provoca una sonrisa instantánea.

***

Hoy nos hemos ido a la piscina de Alba; ellos están en el pueblo y


volverán a la hora de cenar, pero, por lo visto, todo el grupo tiene carta
blanca para acceder a ella. La he visto desnuda, y de todos modos, pero
verla con este bikini blanco, que, además, resalta su tez morena que ya
está empezando a coger más color, es impresionante. No tiene nada que
envidiar, sé que come sano, pero también estoy seguro de que se cuida lo
suficiente como para tener este cuerpo de infarto.
No puedo evitar cogerla y que nos tiremos juntos, parezco un puto crío.
Mar me hace volver a tener esa edad, donde no me importaba lo que
pensara la gente, donde no había prejuicios y podías hacer lo que te viniera
en gana, y mucho me temo que volver a ser un niño no tiene nada de malo,
sino todo lo contrario.
—Te voy a matar —me dice cuando saca su cabecita del agua.
—Deseando estoy que lo hagas. —Y para darle ventaja me acerco a
ella.
—Cuando te pille desprevenido —aclara, acoplándose a mí.
—Me tienes loco —anuncio antes de comérmela con un beso.
—¿Sabes que la piscina es privada? —Maldito día en que la conocí—.
¿Y que esto me molesta? —Se desabrocha la parte de arriba.
—Cómo te gusta jugar con fuego. —Y a mí quemarme, evidentemente.
—Si soy una niña buena… —Se muerde el labio inferior.
De niña buena no tiene ni un pelo, porque de portarse mal sabe un rato.
Suerte que es privada y que todos ellos estaban avisados de que íbamos a
estar aquí, para no aparecer, porque con lo pasional que es, habría
despertado a todos los vecinos. Me pone demasiado que vaya sin pudor,
que no le importe mostrar su calentura y que se deje llevar
completamente. No me sacio de ella, y al parecer, ella tampoco de mí.
Sabe aprovechar cualquier momento, cualquier rincón, y suerte que le
queda un poco de cordura cuando estamos en público, porque a este paso,
estoy seguro de que acabaría cediendo.

***

—Me alegro de volver a verte —me dice Carlos cuando van llegando al
piso. Solo falta Helena, que ya dijo que este fin de semana estaría fuera,
pero que en mi próxima visita más me valía traerme a su maromo.
—Bueno, entonces, ¿podemos incluirte ya como miembro? —pregunta
Diana.
—No corras tanto, es un amigo —les aclara Mar, y eso de «amigo» es
como una puñalada para mí.
—Pues espero que mi futuro marido no sea la misma clase de amigo.
—Se ríe Carol—. La pregunta iba por si contamos con él o no en verano.
Eso no me lo había planteado. Tampoco hemos tenido tiempo de tener
esa conversación. Guardaba todas esas preguntas para mañana. Eso sería,
quizás, ir demasiado rápido, aunque, siendo sincero, por mi parte, no me
molestaría compartir unas vacaciones, ya sea con ella o con todo el grupo.
—Pensaba que la cena iba a ser una celebración, no un interrogatorio —
se queja Mar.
—Perdona —se disculpa Carmen—. El otro día ya confirmamos la
casa, y queremos coger los billetes la semana que viene, es solo para saber
cuántos seremos.
—¿Te apetece venir? —me pregunta Matías, y me acaba de poner en un
aprieto, no considero que sea yo quien deba responder.
—¿Te apetezca que venga? —Puestos a poner a alguien en un aprieto,
que no sea yo.
—Tengamos la fiesta en paz, que no vendrá de un billete —sentencia
Mar.
Después de la mirada asesina que les ha echado a todos, imposible que
vuelvan a mencionar algo al respeto. Así que la cena transcurre sin más
altercados, entre risas y, sobre todo, cotilleos sobre la boda que se avecina
a la vuelta del verano.
Salimos un rato al Bluemind, me recuerda al primer beso que tuvimos y
cómo hemos llegado hasta aquí en tan poco tiempo. Verla feliz me hace
feliz a mí, y por lo que veo, le encanta contornearse en la pista y creo que
lleva alguna copa de más; con ese punto de contentilla, se avecina una
noche de lo más interesante.
Capítulo 34

Mar

Qué injusta es la vida. Tres semanas se me han hecho eternas, y un fin de


semana que lo tengo aquí, ni lo he visto pasar. Me acaba de traer el
desayuno a la cama. ¿Quién hace eso si no es un príncipe azul? Y ahora
mismo me pondría a llorar de pensar que en unas horas no lo tendré aquí.
Quién me ha visto y quién me ve, porque, por ponerme, me estoy poniendo
hasta sensiblera.
—Así que os vais de viaje en breve… —Tarde o temprano iba a sacar el
tema, empiezo a conocerlo.
—Pues, viaje de verano, seguro que tú también haces el tuyo con tus
amigos. —Sería lo más normal—. Aunque este año nos vamos a
Formentera una semana, con la boda de Carol y Dani, no tenemos mucho
margen. —Que aún creeréis que solo se gastan dinero los novios en una
boda.
—Claro, yo aún no sé dónde nos vamos. Pero había pensado hacer algo
los dos. —Creo que mi boca se abre involuntariamente—. Vale,
¿demasiado? —Demasiado es que me haya traído café a la cama y que esté
tan bueno.
—¿Te apetece venir? —La ingenua de mí.
—Mar, me refería a los dos solos… pero no me importaría, la verdad.
—No sé si es miedo o un cosquilleo placentero. Verlo tan seguro de querer
hacer planes conmigo a largo plazo, porque sí, más de un mes se considera
largo plazo, me asusta y me agrada a partes iguales.
—Pues, vente. —De perdidos al río.
—¿Así me invitas tú? —Me coge para que me quede tumbada encima
de él—. ¿Así me muestras las ganas que tienes de que vaya? —Me da un
beso en el cuello y ya apareció mi perdición.
Segundo día levantándome con un «buenos días» increíble, y qué rápido
se acaba lo bueno. Pobrecita de mí. Nos ha costado mucho salir de la
cama, pero lo hemos conseguido cuando le he propuesto que nos quedaba
algo por hacer y nos hemos ido directos al baño de la ducha. Este tío puede
conmigo, porque no hay posición que se le resista y en todas ellas me lleva
al máximo placer. Si me lo llegan a contar, les diría que están fantaseando
o que dejen de soñar despiertas; ahora bien, lo estoy viviendo de primera
mano, y esto sí es el mayor de los sueños.

—Creo que debemos hablar —me anuncia cuando salgo recién duchada
con una camisa de las suyas. Sí, a este paso, me parecerá bien que deje
aquí unas cuantas. Me gustan, me quedan bien y huelen increíblemente a
él.
—¿Tengo que asustarme?
—¿Te asusto yo? —Pone cara de pícaro.
—Mmm…. No —le suelto, risueña—. C veces me impones, pero poco
más —le digo con una sonrisa.
—Está bien saberlo. Va, siéntate. —¿Cuándo a sonado bien la frase
«tenemos que hablar»?
—Tú dirás… —Nunca se está preparada para según que noticias.
—¿Qué piensas de nosotros? —Un tío directo.
—Voy a por una cerveza, ¿te apetece? —No, no estoy preparada y
necesito escaquearme.
—No te vas a librar, aunque me emborraches. —Oigo la risa de fondo;
con alcohol, al menos se digerirá mejor.
—Que estamos bien. —Empezar por lo básico.
—Vaya, creía que mejor que bien. —Simula hacerse el ofendido—. Ya
empiezo yo, pues. Mira, Mar, me gustas, nos entendemos y realmente
estoy muy cómodo contigo. No he tenido estas sensaciones antes, así que
no te puedo explicar muy bien lo que me pasa, pero sí creo que sé lo que
quiero. Sé que es complicado, sobre todo por el tema de la distancia, pero
por mi parte estoy dispuesto a intentarlo, a arriesgar. No quiero pedirte
nada que no quieras, o que no estés preparada, solo quiero saber si tú
también tienes esas ganas de intentarlo. No me gusta pensar que puedas
estar con otro, quizás es egoísta que te pida esto, pero no quiero
compartirte, quiero intentar ser «algo» y ver adónde nos lleva. No será
fácil, pero si hay que dar pasos, hay que empezar por abajo. —Nunca había
tenido una declaración de amor, y esto se le parece bastante. Me he
quedado un poco sin palabras, ahora le daría un beso como respuesta, si no
fuera porque espera algo más.
—Javi…
—Di lo que sientas, de verdad, solo quiero saber a qué atenerme, saber
qué estás buscando tú.
—Por buscar no buscaba nada. —Intento hacerle sonreír—. No he sido
nunca de etiquetas, ni de normas, soy más de guiarme por mis ganas, por
lo que me apetece y por dejarme llevar. Contigo las cosas han sido
diferentes, no porque no haya seguido todo eso, sino porque me sale
natural privarme de otras cosas. No sé explicarme muy bien, será que no
estoy acostumbrada, pero que me gustas es más que evidente. Cuando
estoy contigo soy yo misma, sin tapujos, me siento libre, siento una
sensación plena en mí, es como que contigo no estoy, contigo soy, y no hay
mejor sensación que esa. No me había planteado que pudiera compartirte,
que si lo has hecho no quiero saberlo, y sabes que no soy muy afín a
contenerme, solo que de momento no me ha apetecido. ¡Joder! Qué difícil
es eso de expresar sentimientos. A ver… Javi, me gustas, mucho, y no me
importaría lanzarnos a la piscina y que fuésemos una especie de pareja, de
intentarlo y ya veremos, así que sí, puedo ser tu novia.
—No recuerdo habértelo pedido —se burla de mí.
—Oye, con lo que me ha costado no te rías. —Le doy con el puño en el
brazo.
—Así que, siendo mi novia…, podemos hacer planes, no voy a volver a
estar tres semanas sin verte.
Novia, palabras mayores. ¿Qué se supone que debe hacer una novia?
Espero poder descubrirlo, si no, sé de sobra que cuento con un ejercito de
estas para que me ayuden. Me he sacado un peso de encima, saber que el
también tiene ganas de mí y que pondrá de su parte era todo lo que
necesitaba saber.
Hemos comido y hemos tenido nuestro polvo de despedida, pero me ha
sabido a poco. Necesitaría años para cansarme de él. Además, en una
relación, cuando conoces a la persona es cuando más te ves, cuando más
contacto necesitas y, en nuestro caso, parece todo lo contrario. Ahora que
es cuando más ganas tenemos, unas ganas que ojalá no desaparezcan
nunca, es cuando más distanciados vamos a estar. Mirando el lado bueno,
es una buena manera de conocerse también, pues no tienes la tentación
cerca y se puede hablar de todo sin ningún tipo de distracción, ya me
entendéis.
—No quiero que te vayas —le digo en la puerta de la estación.
—No me iría, y lo sabes. Poco a poco, seguro que encontramos la
manera.
Me siento un poco culpable por no decirle que lo iré a visitar, o por no
pensar en darle una sorpresa. Quizás en un futuro me ciegue tanto el amor
que sea capaz, o haya cicatrizado tanto que no me importe pisar la capital,
pero hoy por hoy, no estoy capacitada.
—Te espero en dos semanas. —Es cuando me ha dicho que volverá.
—Vendré el jueves y con más ganas todavía —me dice antes de darme
un beso y dejarme sola.
Ayer me saqué un peso de encima, hoy me he quedado un pelín vacía.
No sé si estoy mentalizada para lo que me espera. No puedo estar en una
relación así, ¿a quién quiero engañar? Ya no solo por mi poca seguridad en
mi fidelidad, sino porque esto no es sano. No puedo estar contenta tres
días y quedarme hecha una mierda en cuando se va. Mirándolo así, tengo
que sopesar si me compensa realmente. Las ganas de Javi me pueden, pero
no sé si estoy preparada para esto. Y más cuando no hay intenciones por
ninguno de los dos de ceder en trasladarse. Claro que estoy pensando a lo
grande, si se apuesta, se apuesta con todo, y sería pedirle demasiado, pero
no sé, yo sigo creyendo en las historias felices.

Javi:
Ya he llegado, preciosa, y ya te echo de
menos ?? .

Mar:
Suerte que mi habitación sigue oliendo a
ti, contando los días para volver a verte.

Javi:
Me conformo con que te acuerdes de mí,
nos vemos en nada, pequeña ?? .

Tiene gracia, porque esta frase podría ir con segundas. Si alguien ha


demostrado que es más bala perdida entre los dos, esa soy yo, así que
posiblemente él tenga más preocupaciones que yo en ese aspecto. De todas
maneras, no voy a pensar en eso, no es una competición entre los dos,
ambos queremos lo mismo y solo vamos a aventurarnos a saber qué es y
dónde llega.

***

Evidentemente, el lunes han organizado cena grupal. A estos les gusta más
un salseo que otra cosa, y aunque coincidimos el sábado, no pudieron
cotillear todo lo que querían y han considerado que hoy era un día idóneo
para hacerlo. Además, el jueves es mi cumpleaños y, con tanta historia, no
hemos organizado nada.
—¿Seguimos con síntomas? —pregunta Alba.
—Sigue durmiendo con sus camisas, poniendo cara de boba cuando
aparece su nombre en la pantalla… —empieza Carmen.
—Pues ese es un gran signo de que estás enamorada, a mi amor se le
sigue poniendo esa carita cuando hablan de mí… —Se ríe Dani.
—Apuntalo en la lista —interviene Helena.
—Lo que me faltaba, que se sumen los chicos a la chorrada de la lista
—me quejo—. Estoy bien, gracias, y creo que tenemos cosas más
importantes que hacer que reiros de mí. Mi cumpleaños, una despedida de
solteros y un viaje de verano.
—¿Le has dicho que es tu cumpleaños? —pregunta Carol. Y no, no he
tenido ocasión de hablar de las cosas cotidianas, al parecer.
—El silencio lo aclara, ¿lo has invitado al viaje? —pregunta Matías.
—No he tenido ocasión de decírselo, además, ¿qué más da? No va a
venir a felicitarme… y al viaje sí, me dijo de hacer algo los dos y lo invité.
—Vaya excusas baratas —se mofa Diana—. ¿No te apetece algo de
intimidad?
—¿Más de la que tienen? —pregunta Carmen.
—Joder, lo justo, si se ven poco, que aprovechen —me apoya Helena.
—La cuestión no es esa, ¿te apetece un viaje romántico? —indaga
Miriam.
—Ya te digo yo que sí, no para de preguntar qué planes pueden hacer —
contesta Carol—. Otro signo más.
—Correcto, puedes apuntar en esa lista: «que te entren ganas de hacer
planes con la otra persona, muestra interés» —la guinda de Carlos.
—Me tenéis frita. —Mi paciencia tiene un límite—. Por el momento,
vamos a dejarnos llevar y a ver qué conlleva esto. En dos semanas vuelve
a visitarme.
—Qué romántico —dice Helena—. Una manera sutil de decir que vas a
tener pareja.
—Ya está bien, a lo importante. ¿Qué me vais a montar?
Si todos nos ponemos a opinar de un mismo tema, esto puede ser mejor
que El club de la comedia, menos para la involucrada, que en este caso soy
yo, y no me apetece. El viernes nos iremos a pasar el fin de semana a la
costa, a casa de Dani, y allí soplaré las velas. Un fin de semana de playa y
relax también apetece y, como me bastan mis amigos para pasármelo bien,
tampoco es necesario un fiestón. Ya lo tuve el año pasado para mis 25, así
que este año cualquier cosa es bienvenida.
En cuanto al viaje de verano ya lo tenemos todo listo para la última
semana de julio, de aquí a poco más de un mes. La casa es espectacular;
por una vez que se encargan los chicos, han hecho un buen trabajo. Y ya
hemos cogido los vuelos a Ibiza y el ferri hasta la otra isla. Le he enviado
un mensaje a Javi para informarle del plan, y muy a mi pesar, me ha dicho
que esta semana hablará con los suyos para saber cuándo tienen previsto
hacer algo y que si puede cuadrará horarios de llegada con nosotros, pero
que no me preocupe que él se encarga. Añadiendo que puedo guardarle
unos días para hacer algo los dos. Yo lo dejé en el aire para no mojarme
del todo, pero por lo visto él se acuerda perfectamente de que este es un
plan para tener en cuenta.
Por último, para la despedida, que era el trabajo de las chicas, va a ser
algo por separado, porque si no hay cosas que pierden la gracia, pero luego
nos juntaremos todos. No tendría sentido no estar todos juntos en un
momento como este. Así que solo hemos anunciado que tienen que
reservarse el último fin de semana de agosto y listo, no vamos a dar más
detalles por ahora.

***

Semana tranquila. El martes trabajé con Diego y todo ha vuelto a la


normalidad. Le conté que estaba ilusionada con Javi y no se molestó. Me
dijo que era una lástima que ya no pudiera disfrutarme, pero que le valía
más seguir trabajando conmigo siempre y cuando le contará todas las
aventuras como lo hacíamos antes. En algún momento tendré que hablar
con Javi sobre eso, no creo que sea pudoroso, pero no sé si le molestará
que tenga esta confianza con otro chico, otro hombre que no es del vínculo
más cercano. Si lo pienso bien, a mí me molestaría que hablara de ciertas
cosas nuestras con una mujer, y más si es atractiva, y ya que prevalece la
confianza, tengo que saber utilizarla.
Las chicas me han despertado con un pastel, como es tradición desde
que compartimos piso, y si no me han dado trescientos mil besos, no me
han dado ninguno. Ellas saben que mi cumpleaños es uno de los días más
duros para mí, me fui de Madrid el día antes de uno de mis cumpleaños y
es una fecha que significa muchas cosas. Así que intentan darme muchos
más mimos de los permitidos, aprovechan también que es una fecha en la
que no me quejo por las muestras de cariño. Luego nos hemos centrado en
el trabajo y por la tarde he quedado con Helena porque no sé qué tiene que
decirme.
—Tengo una sorpresa para ti. —Me asusta por detrás tapándome los
ojos.
—Pues como no sea un hombre de metro noventa, castaño, con ojos
azules, de muy buen ver…
—Cállate, idiota, que no es Javi, es mucho mejor. —Me gira para
darme un sobre.
—¿Y esto? —le digo, mientras lo abro. Sé de sobra que la letra de mi
nombre no es suya.
—Me lo han traído esta mañana. —Su sonrisa se ensancha al ver mi
cara de estupefacción.

Pequeña, eres muy mala novia si ni


siquiera me avisas de tu cumpleaños, suerte
que tengo infiltrados en ese grupo que dicen
ser tus amigos. Hoy no puedo estar contigo,
espero poder arreglarlo para el próximo; sin
embargo, espero que puedas disfrutar de tu
regalo.
Si sabes de quién es esta canción, Helena
tiene dos entradas para el concierto de esta
noche, y me han chivado que es tu grupo
preferido: «Acuérdate un poco de mí, sabes
que siempre estaré ahí».
Seguro que estás poniendo una sonrisa de
las que tanto me gusta, sigo contando los
días que quedan para tenerte entre mis
brazos.
Me encantas, preciosa. Muchísimas
felicidades y disfruta de tu noche.
Javi
No me lo puedo creer, este hombre es capaz de hacerme la persona más
feliz a miles de kilómetros. Un ramo de flores hubiera bastado, de hecho,
un simple «felicidades» ya hubiera sido suficiente, pero esto es increíble.
Se ha preocupado en conocer mis gustos, ha comprado a mis amigos para
sonsacar información… y con estos simples actos me demuestra muchas
cosas.
—Vas a tener que explicarme muchas cosas. —Me gusta que él se
preocupe, pero me preocupa más lo que estos puedan contarle—. Pero hoy
te lo perdono todo, ¡vámonos de concierto!
—Tengo que decir que fue sin querer —se defiende—. Oliver me invitó
el fin de semana porque tienen un compromiso y él no podía venir, y le
dije que no podía por tu cumpleaños, y luego… pues ellos ataron cabos. —
Si fuera por ella, tendría excusas para todo, así que mejor no darle pie y
poder ir de buenas al concierto de Maldita Nerea, hace por lo menos cinco
años que no los veo en directo.
Mar:
“Mi mejor regalo esta noche eres tú”.
Ojalá lo pudiera compartir contigo, no
sabes la ilusión que me ha hecho.
Muchísimas gracias, de verdad, y ten por
seguro que lo celebraremos la semana que
viene los dos.

Javi:
Disfrútalo, pequeña. Helena ya me ha
enviado una foto de tu cara, esa que
echo tanto de menos. Un beso enorme.

No puedo entretenerme mucho más o llegaremos tarde, así que guardo


el móvil y las ganas de asesinar a Helena por ser más de Javi que de mí en
estos momentos y me centro en disfrutar.
Capítulo 35

Javi

—Ya fuiste la semana pasada a Barcelona, ¿en serio tienes que ir la


próxima? ¿Por qué no viene ella? —me pregunta Borja nada más llegar a
mi piso.
—Es verdad, así podemos conocerla —se suma Marco, al mismo
tiempo que Oliver casi se atraganta con la cerveza.
—Prometo que llegaré a tiempo para el cumpleaños de Mario, y si
necesitas algo más que la mesa en el Purple, dímelo, y lo dejaré listo. —
No voy a volver a entrar en el tema de las presentaciones.
—Oliver, tú sabes más que nosotros, cuéntanos un poco —le chincha
Borja.
—Mis labios están sellados. Ahora, la mujer lo vale. —Y por su bien,
espero que sepa cerrar el pico.
—Y si viene esa tal Helena con vosotros de vuelta, ¿por qué no la
invitas a ella también? —sigue insistiendo Borja.
—No es el momento, nos lo estamos tomando con calma. —En realidad
no, pero, para ellos, tiene que ser así.
—Oh, vamos, lo de Oliver es un simple rollo y ya la ha presentado, lo
tuyo parece que solo falte el anillo con tanto misterio, escapadas, planes
de verano… —Se ríe Marco.
—Lo mío es lo que es, y es nuestro, dejadme ese fin de semana y ya
hablaremos. Así que ni se os ocurra tocarme los cojones con esto.
Cuanto más tiempo pase, peor será. El otro día lo hablé con Alfonso y
no puedo seguir así. Tengo que confesarlo, y a las dos partes. Si quiero que
las cosas funcionen, tendría que haber empezado por ahí, ahora ya no
puedo pensar en todo lo que he hecho mal, sino en cómo hacer que no me
salpique tanto. Me da miedo la reacción de Borja, somos amigos desde
hace demasiado tiempo y esto no le va a sentar bien. La bronca, al inicio,
puede ser descomunal, más por habérselo ocultado que por lo que es, pero
tal y como nos conocemos, tengo el presentimiento de que va acabar
aceptándolo y apoyándome, porque muy en el fondo, estoy seguro de que
se preocupa por ella. Por otra parte, Mar no se lo va a tomar igual de bien.
Y no conozco esa faceta suya para saber cómo reaccionará. Y eso si que
me aterra, ahora que nos hemos querido dar una oportunidad, lo último
que me apetece es que termine tan rápido, que termine por mi culpa y por
algo de lo que no fui partícipe. Realmente, tampoco sé muy bien lo que
pasó, Borja se cerró mucho con este tema y no quisimos indagar más de la
cuenta, pero las cosas no fueron fáciles aquí y pienso que Mar tomó una
decisión muy drástica al irse. Aunque no conozco todos los detalles, y no
quiero apostar por la versión de él sin saber los motivos que tuvo ella.
Durante este tiempo he podido comprobar que ha rehecho su vida, que
ha cerrado ese capítulo que traía de Madrid y que sea tan reacia a la capital
y no muestre ni un apego por todo su pasado, muestra claramente que lo
último que quiere es tener que volver a él. No se lo pediría nunca, si
funcionamos, no sé dónde acabaremos; mi empresa tiene sucursal en
Barcelona, aunque mi esperanza sería que ella pudiera arreglar las cosas
aquí. Yo quiero mantenerme al margen de esta historia, y después de
haberlo ocultado, mucho me temo que es lo último que voy a conseguir.
Mar me llamó eufórica el viernes y su felicidad no pudo hacer otra cosa
que contagiarme. Me encanta que sea feliz y si puedo contribuir a que lo
sea todavía más, voy a seguir intentándolo. Porque su sonrisa ilumina,
transmite y alegra. Hubiese preferido estar allí, compartirlo con ella y
tener una celebración más íntima, pero supongo que no tocan esas cosas
todavía. «Las cosas de palacio van despacio», decía mi abuela, y yo quiero
que esto se cueza muy lento para alargarlo lo máximo posible.
El fin de semana fui a casa de mis padres, si algo aprecio de mi familia
es la unión que tenemos. Y a pesar de que solo la pequeña de la casa vive
con ellos, nunca permitimos pasar mucho tiempo separados. Yo suelo
hacerlo a menudo, pasar un fin de semana fuera de la ciudad, sienta bien.
Quizás por ese motivo me cuesta más pensar en que alguien no pueda
tener relación con su familia. Cuando nos juntamos todos, se hacen un
poco pesados con el tema de que se me va a pasar el arroz o que para
cuándo voy a sentar la cabeza, imagino que en todas las casas surgen las
mismas bromas, así que no me molesta, no le doy mucha importancia.
Esos días estuve tentando en decirles que había alguien especial, pero me
frené a tiempo. De tanto decirlo lo voy a gafar y tampoco quiero que
empiecen con lo de las presentaciones, y Mar se me asuste. Ya dijo que no
había tenido una pareja formal, así que las cosas con ella tienen que
tomarse con el doble de calma.
Y la semana en sí, tranquila. El volumen de trabajo en verano es menor
y podemos, incluso, cumplir con el horario. A punto estamos de pasar a
jornada intensiva. Qué ganas tengo de verano; por el momento, me
conformo con el fin de semana que me espera. Va a ser breve, Oliver y yo
hemos decidido subir en coche, porque así el domingo podemos apurar y
llegar directos a la cena. Que el AVE está muy bien, pero luego la
combinación hasta casa de Borja es un poco complicada. Total, cinco horas
en coche es algo bastante factible. Oliver se ha escapado porque los padres
de Helena no están, y así aprovechan que tienen el piso para ellos. Ahora
que ha vuelto Carol, ya no tienen esa habitación para invitados.
—¿Vais a salir del piso este fin de semana? —me atrevo a preguntarle.
—Claro, mañana quieren ir a cenar todos juntos, parece mentira que no
puedan estar un fin de semana sin verse —se queja.
—Parece mentira que no puedas salir de la cama ni unas horas —le
replico—. Además, mucha Helena últimamente, ¿no?
—Sí, tío, estamos bien y mientras podamos, disfrutamos, ya veremos.
—Y es la primera vez que lo oigo utilizar las palabras «ya veremos» con
una mujer.
—Sea lo que sea, me alegro por ti.
—No te pongas moñas, en un par de horas ya te pones romanticón con
tu media naranja. Y mañana ya te aviso para quedar antes de esa cena, no
me apetece ser el primer infiltrado en llegar.
—Lo que sea. —Si no le apetece hablar del tema, tampoco lo voy a
atosigar, ya está apostando más que normalmente.
Al llegar a su piso, no hace falta ni que llame al timbre, ya la había
avisado de que me quedaban cinco minutos, y la tenía en la puerta
esperándome. No hay mujer más sexi en el mundo, lástima que no pueda
tener ese recibimiento cada día. Y poco le ha faltado para lanzarse a mis
brazos.
—Veo que me has echado de menos —le digo, cerrando la puerta de
entrada y dejando mi bolsa en el comedor.
—Para qué mentirte… —Se encoje de hombros con una sonrisa en su
rostro—. ¿Qué te apetece cenar?
—¿A ti? —Me acerco a ella, no puedo esperar a hacerla mía.
Si tuviera que describir a la mujer perfecta, sería Mar. Debe de tener
sus fallos, sus defectos, pero poco me importan. También imagino que no
siempre será así, pero ninguno de mis comienzos se parece a este. Este es
mucho mejor de lo que hubiese imaginado y yo no puedo quererla más.
Porque sí, probablemente, todavía no esté enamorado, pero empiezo a
quererla o lo que dicen que es querer.

—Creo que no. —Le quito mi camisa de las manos, que iba a ponerse
de nuevo—. Tenemos una celebración pendiente, así que nos vamos a
cenar fuera. Además, debería haberte castigado por no decirme que era tu
cumpleaños.
—¿Y cómo quieres castigarme? —Me tienta, acercándose a mí,
desnuda, y poniendo cara de juguetona.
—No empieces… por la noche te lo cuento.
Qué ritmo tiene esta mujer, y lo que me cuesta a mí contenerme. Me
quejo de Oliver, pero yo tampoco saldría de aquí. Que sea yo quien está
poniendo los frenos, dice mucho del peligro que tiene y de lo que puede
ser. Prefiero no pensar qué hará en mi ausencia. De todas maneras,
prometimos ser sinceros, ejem… y espero que, llegado el momento, me lo
dijese.
—¿Cuándo tienes vacaciones? —Otra de las cosas que no he olvidado
es que tenemos que planear algo este verano, tenerla para mí más de dos
días seguidos.
—Pues… he cogido la última de julio para Formentera y, de momento,
no he pedido más; las puedo hacer cuando quiera y, como puedo trabajar
desde casa, me lo suelo montar bien para escaparme a la costa con las
chicas o algo…
—Te lo diré de otra manera… ¿Cuándo quieres escaparte conmigo?
—¿Todo el agosto? —A ver si es que el vino va a empezar a hacer
efecto.
—Estaría bien… pero el resto de los mortales no tenemos tantas
vacaciones, pequeña, y como no quieres instalarte en mi casa, me
conformare con quince días.
—¿Quince días los dos solos? —Ahora parece sorprendida, al menos
me alegra que haya pasado por alto el comentario de mi casa.
—¿No son suficientes?
—Yo… Javi… —intuyo lo poco que le gustan estos temas—, no he
estado tanto tiempo con alguien. Quiero decir, quince días, veinticuatro
horas al día, tú y yo…
—¿Qué te preocupa? —Si ahora que empezamos no quiere compartir
ese tiempo conmigo, mal vamos.
—Que veas lo chiflada que estoy y no quieras verme más. —Sí,
cualquier chica corriente hubiera dicho otra cosa, Mar es así.
—Estoy dispuesto a correr ese riesgo, tú déjate llevar. Solo necesito
saber si prefieres playa, montaña o ciudad, te enviaré los detalles en breve.
—Si me encargo yo de todo, me aseguraré de que ese viaje tenga lugar.
—Madre mía, esto no me lo creo ni yo… ¿Seguro que eres real?
—Mar… responde…
—¿Un mix? Mejor donde podamos hacerlo más veces. —Y se echa a
reír ella sola.
—Eres un caso perdido, ya investigaré.
Me va a llevar por la calle de la amargura, pero iría detrás de ella donde
fuese. Miedo me da que pueda jugar conmigo a su antojo, pero ahora ya
estoy metido, ya no voy a recular. Si me la pego, me la pegaré yo solito y
por mi culpa; de momento, me limitaré a disfrutar.
Durante el resto de la cena, me cuenta cómo les fue el fin de semana
pasado y los avances que tienen con la despedida de Carol, como yo no
formo parte de la del novio, está bien visto que pueda saber los detalles y
dar mi opinión. Ella tiene mucho peligro, pero las seis juntas puede ser
una bomba. Yo, si fuera Dani, estaría de todo menos tranquilo, porque
estas son capaces de no llevarla al altar. Porque el futuro marido forma
parte del mismo grupo de amigos, que si no…
Nos hemos acostumbrado muy rápido a convivir. Desde el primer día ya
pasé por aquí, y la verdad es que nos entendemos. Parece que llevemos
mucho más tiempo del que llevamos y tan solo han pasado unos tres
meses. Hoy hemos hecho día casero, y casero incluye todo lo que podáis
imaginar. También es cierto que después de dos semanas, llegas con el
doble de ganas y necesitas mucha más intimidad. Es más, durante la
última ni siquiera hemos tenido un momento de los nuestros por teléfono o
FaceTime, así que lo necesitábamos de todas todas. Y tanto
entretenimiento nos ha llevado a tener que ducharnos separados para poder
estar listos a tiempo.
Oigo mi móvil sonar, debe de ser el cazurro de Oliver que llama para
decir que se retrasa, y si lo hace él me lo cargo, yo estoy renunciando a
una ducha compartida y me niego a pensar que hubiésemos tenido tiempo.
—Cógelo, debe de ser Oliver, y dile que por nada del mundo puede
llegar tarde —le grito.
Y me doy prisa para salir y arreglarme, por si los astros se han alineado
y en lugar de retrasarse, están llegando. No la oigo hablar, y tampoco me
ha dicho nada, pero cuando entro en la habitación, mi corazón
prácticamente se para. Tiene mi móvil en la mano y la cara desencajada.
Está conteniendo las ganas de llorar y antes de que pregunte, sé
perfectamente que esto tenía que pasar.
—Dime que Borja AL no es Borja Antúnez Lasdaña.
—Mar, por favor, puedo explicártelo. —Pero es demasiado tarde
porque ya ha salido disparada de casa.
Capítulo 36

Mar

Cuando he escuchado su voz al teléfono me he quedado pálida y solo he


podido colgar. Cuando en la pantalla de su móvil ha aparecido este
mensaje, prácticamente, he muerto.

Borja AL:
Ito, deja de meterla y llámame, tengo
que comentarte algo sobre el
cumpleaños de Mario.

Demasiado bonito para ser real. Solo a una estúpida le pasan estas
cosas. Y yo soy estúpida con todas las letras. No puedo ni pensar con
claridad, no puedo ni siquiera reaccionar. Estoy en shock y solo me apetece
llorar. Necesito desahogarme, llevo mucho tiempo conteniéndome, mucho
tiempo intentando olvidar toda esta parte de mi vida y, de repente, cuando
parece que la estoy reconstruyendo, todo ha sido una mentira. Es que lo
sabía, no puedo fiarme de un madrileño, seguro que ha estado
descojonándose de mí todo el tiempo. ¿De quién habrá sido la idea esta
vez?
Perdonadme, estoy tan hundida que no sé si puedo contaros toda la
historia. Seguro que me dejo detalles, pero ahora mismo solo me apetece
desaparecer. Pero vamos a intentarlo. Tampoco espero que me entendáis,
habrá opiniones para todo, pero yo necesitaba cerrarlo de esta manera.
Borja y Mario son mis hermanos, junto a Blanca, que es la mayor de la
casa. Yo siempre he pensado que nací por accidente, porque, total, para lo
que me quisieron, se lo podrían haber ahorrado. Blanca es una consentida,
supongo que fuese la primera hija, la primera nieta y todo la primera,
contribuyó a ello. Se creó una prepotente, del grupo de las populares allá
donde fuera y con una falsedad interminable. Nunca he sido partidaria de
la hipocresía que se respiraba entre su grupo de amigas, lo que me
jorobaba es que se tuvieran que aplicar estas técnicas en casa. Odiaba tener
que pensar qué decir o qué hacer, porque era muy típico de ella que se
pusiera a despotricar con otros miembros de la familia. Claro, ellos tenían
la misma culpa que ella, pero joder, era mi hermana, ¿no podía tener un
poco de consideración? No pido tampoco que nos llevásemos
estupendamente, pero hubiese agradecido que las cosas las hablara
conmigo, sin necesidad de tener que cuchichear entre familia. Tendría que
haber sido mi ejemplo a seguir, y sin embargo, me aterraba convertirme en
esa persona. En una persona con dos caras, manipuladora, que solo sabía
preocuparse de sí misma y que solo le importaba lo que le pertenecía. Era
capaz de aprovecharse de ti, siempre tenías que estar dispuesta a lo que
ella quisiera, pero después ni se te ocurriera a ti pedirle algo. Una pequeña
descripción, pero si os imagináis la típica diva de películas de instituto,
encajaría bastante en ese perfil.
Borja es el siguiente, un chulo playa, del grupo de los machitos, y que
se cree superior a todo el mundo. Burlarse de la gente debía de ser su
deporte favorito, y en burlarse de mí, tenía una matricula de honor.
Pintarme la cara mientras duermo, cerrar la luz del baño cuando estoy
dentro o cortarme el pelo, puede pasar, pero intentar ahogarme en la
piscina, tirarme alcohol por encima… era pasarse de la raya. Pero daba
igual, era el número uno, solo le importaba él mismo, tenía que ser
siempre el protagonista, y si no le hacías suficiente caso, no eras persona
grata. Pocas veces me dejaba estar presente cuando sus amigos estaban en
casa (debe de ser eso por lo que no recuerdo a Javi seguramente), porque
decía que se avergonzaba de mí, que era la vergüenza de esa familia, y la
muy inocente de mí se lo creía.
Luego está Mario, con el que solo me llevo un año de diferencia y con
el que crecimos prácticamente a la par. De pequeños nos apoyábamos un
poco, hasta que mis otros dos hermanos consiguieron su objetivo y lo
manipularon a su antojo. Pasó a ser como una marioneta y hacía
prácticamente todo lo que los otros dos le decían. Sin personalidad alguna.
Cuando se hizo mayor, se volvió más reservado, pero seguía bajo las
órdenes de los demás. Quiero pensar que fue más como escudo para que no
le salpicara a él; delante de ellos hacía exactamente lo que le pedían, luego
no sé si lo pensaba de verdad. Así se protegía y evitaba que la tomaran con
él. Así que igual de mal que el resto; unos, por demasiado, y este, por tan
poco.
Por último estaba yo, la pequeña de la casa. Y permitidme que me ría
cuando dicen que la pequeña es la mimada. Porque a pesar de las
insistencias de mi madre de que nos quería a todos por igual, no he oído
mentira más grande. Sí, recibimos los mismos regalos, la misma
educación, la misma libertad y las mismas comodidades, pero en cuanto al
trato, ni por asomo. Cualquier pelea en casa era culpa mía. Perdí la cuenta
de las veces que estuve castigada. Yo era una chica normal, y eso
avergonzaba a mis hermanos, no era de las populares, ni del grupo de las
animadoras, ni de las cerebritos del colegio, era una del montón y eso para
una Antúnez no se podía permitir. No os preocupéis, que se encargaron en
muchas ocasiones de hacérmelo saber.
Cuando aprobé el bachillerato estuve tentada en irme a estudiar fuera y
poder alejarme de todo, pero murió mi abuelo, y mi abuela era la única
persona que me importaba de esa familia. No podía hacerle eso, así que no
me quedó otra que quedarme allí. Tardé dos años en irme de casa, me fui a
vivir con dos compañeras de la carrera porque necesitaba un poco de aire.
Blanca se acaba de ir a vivir con Luis, y quedarme con los dos machitos no
me apeteció. Cuando lo dije en casa, la bronca fue descomunal. Lo más
fuerte es que no les estaba pidiendo permiso, era mi abuela quien me
estaba pagando la carrera, fue su regalo por mis dieciocho, y yo tenía
suficiente dinero ahorrado para pagarme el piso. Solo quise hacer las cosas
bien y advertirlos. Pero estaba claro que en esa casa ninguna de mis
decisiones estaba bien vista, y la bomba se hizo más grande cuando mis
hermanos se metieron por el medio. Se dijeron cosas horribles, todavía
recuerdo ese momento y cómo me hice minúscula ante todo lo que estaba
recibiendo, pero ni oyendo todo lo que se me dijo, mis padres se pusieron
de mi parte. Me fui convencida de que ese no era mi lugar. Al principio,
mi madre intentó hablar las cosas y me dijo que tuviera consideración con
el resto de la familia, que no valía la pena, que la familia era para siempre
y que arreglara la cosas con mis hermanos. Para mí, tenía gracia, más que
nada porque no entendía que las tuviera que arreglar yo. Yo recibo los
palos y encima tengo que solucionar el problema. O mi familia veía cosas
que yo no veía o yo me estaba volviendo loca, pero cada vez los entendía
menos. Probablemente tenía razón, la familia no se elige y, en principio, es
la que va a estar siempre ahí. Pero ¿a qué precio? Porque, según la que te
toque, no sé si todo el mundo estaría dispuesto a defenderla por encima de
todo. Lo más fuerte es que no los culpo, cada uno es como es, era yo que
no encaja allí, que sobraba, y a quien no le apetecía formar parte de todo
eso.
Pasé dos años alejándome de todos, intentándolo. Cada vez asistía a
menos encuentros familiares y cada vez llamaba menos a casa. Mario se
puso un par de vez en contacto conmigo para decirme que mis padres no lo
estaban pasando bien con todo esto, que todos éramos sus hijos y que no
podían decantarse por uno u otro, que lo único que querían era que
pudiéramos convivir todos juntos. Un poco tarde, veinte años sin
conseguirlo, como para conseguirlo entonces. De todas maneras, el día que
me encontré con Mario y Borja, la llamada que habíamos tenido se quedó
en el aire porque, en cuanto Borja empezó a recriminarme lo mala hija que
era, el otro se puso de su parte. Durante esos dos años, mis hermanos se
metieron mucho conmigo y se inventaron muchas cosas en nuestro círculo
para distanciarme de todos los míos. Por eso Carmen es tan especial para
mí, porque se mantuvo a mi lado desde siempre y supo apoyarme cuando
la necesité.
Cuando acabé las prácticas de mi carrera, tenía claro que necesitaba un
cambio, Madrid me ahogaba y me recordaba todas mis malas etapas.
Decidí ir a una celebración familiar, dispuesta a tomarme las cosas
mejor. Había convivido con Miriam y Núria, dos compañeras de la carrera
que se quedaron huérfanas a los dieciséis y que me contaron muchas cosas
que te hacen reflexionar. Ver a dos hermanas que se quieren tanto, que se
apoyan, que son uña y carne, era envidiable. Por otro lado, esa era la
relación que yo tenía con Carmen, y eso me reconfortaba al saber que sí
que tenía vínculos reales. Pero en algo tenían razón, en que no sabría qué
hacer si algún día me faltaban. Eran mis padres, al fin y al cabo, y yo tenía
la esperanza de llegar a ser una familia.
Estaba dispuesta a gastar mi último cartucho, pero fue algo imposible.
Mis hermanos volvieron a la carga, me llegaron a decir que me preferían
muerta. Y después de eso no hubo marcha atrás. Hice mis maletas y me fui
a Barcelona, prometiendo que, si ese era su deseo, lo tendrían. Cambié mi
número de móvil para que no pudieran localizarme y se acabó. Hasta hoy
no he sabido nada de ellos. Sé que, si hubiese pasado algo grave, mi abuela
me hubiese puesto al corriente, como me informó de que Blanca se casó el
año pasado. Sigo siendo persona, así que agradezco estar enterada de lo
que pase en mi familia, pero por nada en este mundo quiero tener nada que
me ate a ellos. A veces tienes que renunciar a ciertas personas, no porque
no te importan, sino porque tú no les importas a ellas.
Puede parecer desmesurado, si hubieseis vivido bajo ese techo todos
esos años, quizás me entenderíais un poco más, y lo confirmo cuando estos
cuatro años han sido los mejores de mi vida. He renacido y he creado mi
propia familia. ¿En qué momento se ha tenido que torcer todo? ¿Y si todo
esto ha sido una jodida broma y se han reído todos a mi costa? ¿Por qué he
estado tan ciega? ¿Tan estúpida soy? Si de algo estoy segura es de que me
habían hecho daño demasiadas veces, pero el error más grande fue
permitirlo. Y no creo que perdiese, creo que me perdieron a mí.
Tengo miles de llamadas de Javi, pero ahora mismo no puedo hablar
con él. No quiero decirle nada de lo que pueda arrepentirme y por nada del
mundo dejaré que me vea así. Me importa un bledo la cena de esta noche,
el grupo no ha dicho nada, supongo que estarán entendiendo mi ausencia.
Tengo varios mensajes de todos ellos por privado, pero me urge más
contestar a la llamada de Carmen.
—Solo necesito saber que estás bien y que cuando quieras hablar me
avisarás —me dice nada más descolgar.
—¿Has hablado con él?
—Sí, ha venido a hablar conmigo y se ha marchado, creo que todo tiene
su explicación, pero te conozco lo suficiente como para saber que ahora no
es el momento. Le hemos dicho que se puede quedar en casa de Matías
hoy, y nosotras podemos ir a casa, si nos necesitas.
—Déjame que me reponga un poco, y os digo algo. Gracias, Carmen, te
quiero mucho.
Si le han dado un techo, la única explicación posible es que Borja no
está en el ajo. Si no, conociéndolos, ya lo habrían matado o echado de
Barcelona. Pero si no hubiese sabido quién soy, me hubiera dicho
directamente que «era persona», no me hubiera dicho que tenía «una
explicación». O cuando hubiera sabido mi apellido, hubiese mencionado
las coincidencias. O me hubiera preguntado por qué odiaba Madrid. Desde
el primer momento ha sabido quién era yo y ha podido vivir con ello. ¿Se
lo habrá contado a ellos? Me refiero, entiendo que no haya sido obra
maestra de mis queridos hermanos, pero sabían que estaba con una mujer
en Barcelona, el mensaje lo dejaba bien claro, ¿sabían que era yo?
No soy mala persona, nunca me he portado mal con nadie y siempre he
tenido el miedo de no saber querer a nadie por lo que viví. Tengo temor a
tener un hijo y no acabar de quererlo como se merece, a tener dos y que se
odien como me odiaban a mí. Lo más parecido a una familia que tengo es
nuestro grupo de diez y con ellos he aprendido mucho acerca de
sentimientos. Pero no soy de piedra, soy humana, llevo descargando
lágrimas más de una hora, y estas lágrimas tienen dueño. Ellos no conocen
toda mi historia, me he callado muchas cosas, porque a veces confesar
significa asumir nuestros miedos, y de esos tengo demasiados.
Vuelvo a coger el móvil e intento recomponerme leyendo los mensajes
acumulados. La mayoría son de apoyo, me dicen que están ahí cuando
quiera hablar de ello. Los chicos me animan a que hable con él antes de
decidir nada, y la cazurra de Alba suelta que si ha sido capaz de hacerme
daño, es otro símbolo de que estoy enamorada. Al menos, su estúpido
comentario me hace sonreír. Y la verdad es que en parte tiene razón. Javi
sería un digno candidato del que podría enamorarme, si no fuera porque
acaba de bajar unos cien puestos, siendo amigo de Borja. La cuestión es…
¿todavía no estoy enamorada? Esto es una mierda. Y una MIERDA en
mayúsculas.
Pero soy más fuerte que todo esto. Me repuse de todo, empecé una
nueva vida desde cero y nunca he dejado que nada acabara de tumbarme.
Tengo que enfrentarme a mis problemas y eso significa poder hablar las
cosas. No me paro a leer los mensajes de Javi, así por encima la mayoría
son pidiendo perdón o que podamos hablar, lo que se arregla antes con una
llamada.
—Mar, lo siento de verdad —se disculpa nada más descolgar.
—¿Vienes a casa? —No quiero hacer esto por teléfono.
—Claro, nos vemos ahí.
Cuelgo. No tardo en llegar, tampoco me he ido muy lejos, y me da
tiempo de lavarme un poco la cara, antes de abrir la puerta y volver a
llorar.
Capítulo 37

Javi

No puedo verla así, es superior a mis fuerzas. La abrazo y dejo que


descargue encima de mí. Haría lo que fuese para que dejase de llorar, pero
me imagino cuánto lo necesita y no quiero presionarla. Sé que debo ser el
primero en hablar y que tendría que haber abordado el tema mucho antes,
pero necesito que sepa que no lo he hecho con mala intención. Que me
importa de verdad y que lo último que quería era hacerle daño.
Nos separamos un poco y aprovecho para secarle las lágrimas con mis
pulgares. No sabía que pudiese doler tanto. Verla tan frágil, tan hundida, y
no saber qué hacer al respeto, me tortura.
—¿Lo sabías desde el principio? ¿Sabías quién era en Ginebra y por eso
no me dijiste nada? ¿Por qué te acercaste al venir aquí? ¿Lo sabían Oliver
y Alfonso? ¿Se lo dijo a Helena? ¿Lo saben ellos? ¿Pensabas decírmelo?
—Mar, calma. —Sé que tiene muchas preguntas y que quiero
contárselo todo—. Siéntate, voy a por agua.
Me hace caso y se sienta en el sofá, se coge las piernas entre los brazos,
en una posición que se ve demasiado vulnerable y me mira fijamente
cuando me siento con ella.
—Quiero que me dejes explicarme, lo último que quiero es hacerte
daño. —Asiente con la cabeza como respuesta—. Sabía quien eras desde el
principio. Te vi en Ginebra y no me lo creí, te había visto alguna vez en tu
casa, pero tengo entendido que Borja no te dejaba aparecer cuando
estábamos nosotros; siempre nos quedábamos en el piso de abajo porque
decía que ahí la pesada de su hermana no aparecería, pero coincidimos en
cumpleaños y en alguna celebración, incluso, fui de los pocos que me
acerqué a ti en alguna ocasión, así que me acordaba de ti. No me acerqué
porque solo conozco la versión de Borja y, si llevas cuatro años lejos de
los tuyos, no sabía cómo reaccionarías. Cuando volvimos a coincidir y me
preguntaste en la terraza si era Javi, me descolocaste, no sabía si me
estabas tomando el pelo y no te acordabas de mí, o si realmente no sabías
quién era. Quise contártelo, Alfonso no hacia más que decirme que debía
hacerlo antes de que fuera tarde, pero por un momento pensé que quizás tú
pudieras estar jugando a algo y lo supieras todo. Mala idea por mi parte,
pero quizás quise cubrirme por no saber afrontar la situación. Hablé con
los chicos en Madrid, les dije que estaba conociendo a alguien, pero no les
dije quién eres. Nunca le he escondido nada a Borja, siempre nos lo hemos
contado todo y es la primera vez que he estado con una chica que ni
siquiera han visto. Tenía intención de decírtelo, quería encontrar el
momento adecuado. Probablemente, ninguno fuese bueno, cuando más me
convencía de que tenía que hacerlo, más me gustabas y más miedo me
daba que te lo tomaras mal y perderte. Mar, seguramente sea pronto, pero
te quiero, te quiero como nunca he querido a nadie y solo quiero cuidar de
ti. En ningún caso mi intención ha sido reírme de ti y no voy a dejar que
pienses eso.
Sus sollozos se han calmado un poco, sus ojos brillan por las lágrimas,
y la culpabilidad me come. Creo que he sido suficientemente claro y estoy
dispuesto a contestar todas sus dudas. No soy quien para meterme en las
trifulcas familiares, pero si le afecta de esta manera, solo quiere decir un
cosa, le siguen importando.
—No puedo con esto, llevo muchos años alejándome de todo y ahora te
miro y solo me aparecen los recuerdos.
—Ven aquí, pequeña. —Necesito abrazarla, que sepa que estoy aquí,
que todo esto es real—. Sé que vas a necesitar tiempo, pero voy a estar
aquí. —A veces tienes tanto por decir, y sabes que es mejor no decir nada,
un gesto habla mucho más.
—¿Y si no puedo superarlo? —Ver el temor en su rostro es todavía
peor.
—No estás sola, estamos juntos, Mar, y cuando quieras hablar de ello,
estaré aquí. —Solo espero que pueda confiar en mí.
—No quiero hablar de ello ahora, solo quiero descansar.
Acto seguido se acomoda en el sofá, pone su cabeza sobre mis piernas y
cierra los ojos. Le acaricio el pelo y el rostro, mientras observo cómo se
queda dormida. Esta noche se ha vuelto un poco más niña y mucho me
temo que no está acostumbrada a mostrar esta faceta suya. Incluso la
persona más fuerte tiene momentos de debilidad. No quiero perderla, no
puedo perderla. Dicen que cuando algo te hace muy feliz y, al mismo
tiempo, te da un poco de miedo es que es exactamente lo que necesitas, y
eso es lo que me pasa a mí con Mar.

***

No he podido pegar ojo, ni siquiera me he movido del sofá por


miedo a despertarla. Es una mujer increíble, solo has de tener ganas de
descubrirlo. No entiendo cómo sus propios hermanos no pudieron
apreciarlo. Hablé un rato con Carmen cuando se quedó dormida. Le dije
que estaba mejor y que prefería quedarme con ella. Carmen es la única
que, al parecer, conoce todos los detalles, por eso entiendo que sea la que
más se preocupa del asunto. Me contó que, para Mar, no fue fácil, que
tomó la decisión consciente de todo lo que dejaba y del cambio que
supondría en su vida, pero que le costó mucho reponerse. Yo sé que sus
padres lo pasaron fatal, perder a una hija no debe de ser tarea fácil, pero la
verdad es que sus hermanos mostraron poco interés al respeto. Si que la
culpabilizaron de lo que estaban sufriendo sus padres, pero a ellos no
parecía importarles demasiado. Claro que, según ellos, Mar dijo que no
quería pertenecer a esa familia y que se largaba sin más, algo que empiezo
a dudar viendo cómo le ha afectado todo. Además, Borja será muy amigo
mío, pero puedo conocer su chulería, aunque pensaba que en casa sería
distinto. Por lo que me ha dicho Carmen no, en casa seguía siendo igual, y
la que siempre recibía era Mar. Si a eso le sumas la prepotencia de su
hermana mayor, porque la mujer está espectacular, pero las cosas hay que
llamarlas por su nombre. El que me sorprende que pudiera meterse con
ella es Mario, el niño bueno, pero ya veo que las apariencias engañan. No
puedo imaginar lo que tuvo que vivir y no debería forzar las
circunstancias, pero ojalá sea capaz de hablar las cosas. Todos han crecido,
algo deben de haber aprendido de todo esto.
Cuando se despierta, sigo observándola desde arriba, y lo que veo en
sus labios es un intento de sonrisa. Que haya podido dormir del tirón me
tranquiliza bastante, que me tenga que ir en una hora, no. Aunque, si me lo
pidiese, me quedaría con ella, ahora no la puedo dejar así.
—Siento lo de ayer. —Cuando creo que no puede sorprenderme más, lo
hace, el que tendría que disculparse soy yo.
—No digas bobadas, Mar, tendría que habértelo contado.
—Si lo hubieses hecho, no nos hubiésemos conocido. —Se incorpora
—. Pero ¿puedo pedirte algo? No se lo cuentes todavía.
—¿Por qué dices todavía?
—Porque no quiero perderte, me he dado cuenta de que no puedo
perderte, que te quiero más de lo que admito. Pero ¿esto funcionará? No
voy a dejar que pierdas a un amigo por mi culpa. Hagamos ese viaje, tú y
yo, y si al volver seguimos así, seré yo la que esté a tu lado para que se lo
digas.
—¿Quieres que me quede hoy y hablemos de todo? —No solo me
apetece hablar de todo, me apetece estar con ella y poder disfrutar del
poco tiempo que pasamos juntos.
—No, tienes el cumpleaños de Mario, y no quiero que te lo pierdas, sé
cómo son las fiestas de los Antúnez, iré a verte la semana próxima y nos
iremos desde allí adonde hayas planeado.
—¿Venir a verme? —Repito que no deja de sorprenderme.
—Sí, iremos poco a poco, pero si me enfrento a todo esto, quiero que
sea a tu lado. Un día en Madrid no puede matarme.
—Te estaré esperando en Atocha el viernes a la hora que me digas. —
No puedo evitar abrazarla—. Siento mucho el fin de semana que hemos
pasado.
—Yo siento que tengas que aguantarme.
—No vuelvas a disculparte por nada. Te quiero mucho, Mar.
—Vete antes de que me arrepienta de dejarte marchar. —Y me da un
beso de despedida.
Me marcho con sentimientos contradictorios. Me alegra que no se haya
cerrado en banda y mandado a la mierda nuestra historia, pero tampoco
creo que, de repente, todo sea tan sencillo. Que haya dicho que sí al viaje,
aunque se adelante todo, que venga de visita a Madrid, que le parezca bien
que la deje de esta manera para irme al cumpleaños de Mario… O esta
mujer es perfecta, o yo no me lo explico. Cualquiera hubiese montado el
pollo de su vida, y sin embargo ella prefirió pensarlo sola y al volver
acabar de desplomarse. No me marcho tranquilo, en absoluto. Ahora lo ha
hablado todo, demasiado reciente, pero durante la semana puede pensar las
cosas con calma, puede hablar con los suyos y sus ideas y pensamientos
pueden cambiar. Esa es otra de las putadas de estar lejos, que debería ser
yo quien estuviese a su lado. Cinco días, cinco días que espero que pasen
volando.
Capítulo 38

Mar

No he sido falsa, no creo que él tenga la culpa de nada. Bueno, de


ocultármelo, pero no puedo cargarle con otra responsabilidad. Él no es
ninguno de ellos, y aunque mis miedos pueden traicionarme en cualquier
momento, no quiero pensar que hay más de lo que veo. Tarde o temprano
esto podía pasar y no puedo ocultarme toda mi vida. Pasar un día en
Madrid tampoco tiene que ser un calvario, debo enfrentarme a mis miedos
y, si quiero que esto funcione, tengo que poner de mi parte. Me he dado de
margen hasta volver del viaje, después tendré que decidir el futuro. Si sigo
con él, sigo con todas las condiciones y no me servirá verlo un fin de
semana cada dos o cada tres; si no sigo con él, todo quedará en una
anécdota para los dos y será él quien decida si quiere o no contárselo a mis
hermanos.
Las chicas no han tardado en aparecer, me imagino que Javi las ha
llamado al irse o que Helena habrá avisado de que los chicos se han ido.
Por suerte, solo han aparecido Carmen y Carol, son las que más detalles
saben y probablemente sea mejor empezar con ellas.
—¿Estás bien? —me pregunta Carol al entrar. Por mi cara nadie lo
diría. La verdad es que he dormido plácidamente, será que tenerlo cerca
me provoca una tranquilidad inimaginable, pero sigo teniendo los ojos
hinchados de llorar.
—Sí —y no les miento, estoy mejor de lo que esperaba—, pero no sé si
estoy preparada.
—¿Qué es lo que te preocupa? —Carmen me tiende un té.
—Pues no lo sé… si esto va a más, ¿qué se supone que pasará? —
¿Cómo voy a gestionar que no pueda ver a sus amigos? ¿Cómo le va a
afectar a él?
—Mar, no puedes adelantar acontecimientos. Javi es un buen tío, no
apoyo el que no te lo contara, yo misma le pegue la bronca ayer —y eso
puedo imaginarlo viniendo de Carmen—, pero creo que ya te han
arrebatado bastante como para que encima te quiten el amor. —Tiene
razón, he tenido que renunciar a muchas cosas por su culpa, no quiero que
me quiten nada más.
—Además, si a alguien debe preocuparle lo que puede pasar es a él, y lo
he visto más preocupado por ti —apunta Carol—, y cuando te preocupas
más de la otra persona que por ti mismo, es que realmente te importa. Eso
es amor, petardina.
—Y a mí me preocupa que los pierda por mi culpa. —Mientras todo sea
bonito, perfecto; pero ¿qué pasaría si las cosas se tuercen? Los amigos son
los que siempre están presentes. Yo no puedo imaginarme sin uno de ellos.
—Esa decisión no te pertenece, y permíteme ser dura, pero, han pasado
cuatro años, has madurado, te has hecho fuerte y eres una mujer de los pies
a la cabeza, con las ideas claras y con un grupo que estaría dispuesto a
hacer cualquier cosa por ti. Quizás sea el momento de enfrentarte a tus
temores y plantarles cara, de decirles de una vez todo lo que fue para ti.
Sabes lo feliz que sería tu abuela con ello, y no podrás hacerlo cuando sea
demasiado tarde. Es evidente que no podréis ser una familia feliz, pero es
importante tener una familia. —Agradezco las palabras de Carol, pero yo
no estoy segura de ser tan fuerte.
—Tiene razón, quizás el destino te esté dando una advertencia, y te lo
haya puesto en el camino para que te des cuenta de algo —se suma
Carmen.
—Quizás si. El viernes me voy a Madrid, el sábado nos iremos una
semana de viaje y a la vuelta, me plantearé las cosas. —Cuando suelto las
noticias, me gusta soltarlas todas juntas.
—Nosotras estaremos aquí a la vuelta, petarda. —Me abraza Carmen.
Y Carol se suma al abrazo colectivo. Y una noche de chicas lo arregla
todo. Una noche las tres juntas es mejor que cualquier terapia del mundo.
¿Sabéis qué es lo más bonito de la amistad? Que la mayoría de las
veces no hacen falta palabras para entenderse. Están ahí pase lo que pase y
nunca te piden explicaciones. Son capaces de ponerte el hombro si es
preciso, a la vez que son capaces de echarte una bronca cuando toca o de
hacerte sonreír si lo requieres. Y si algo escogí bien en mi camino fueron
ellos. Porque saben darme el espacio para pensar en este momento, no me
agobian, y sé que puedo contar con ellos y que cuando los necesite me va a
faltar tiempo para avisarlos.
Pero esta semana no es el momento, todavía no. Esta semana la prefiero
para mí, para aclarar mi mente y para irme convencida a pasar una semana
de ensueño con el hombre más increíble que se ha cruzado en mi vida. Si
estoy dispuesta a ceder en ciertos aspectos, quiere decir que me importa y
cuando te importa una persona tienes que apostar por ello.

***

El sprint final con mis novelas me ha permitido tener la cabeza ocupada.


Quería dejarlas todas acabadas para empezar el verano con buen pie.
Pasaré a mi vuelta a buscar nuevos manuscritos y mis clientes personales,
saben que en verano me tomo con más calma los proyectos, así que me
dan más margen de entrega. Javi no ha querido darme ni una pista de
adonde vamos, por lo que así es imposible hacerse la maleta. Anda que no
ha repetido veces que como se lo volviese a preguntar, se llevaría una
maleta de su hermana pequeña y tendría que adaptarme con su ropa. La
verdad es que con quedarme en el hotel y llevar una camisa suya tengo
más que suficiente, pero queda feo decirlo, después de todas las molestias
que se ha tomado.
Esta semana hemos hablado un poco menos, supongo que él siente que
debe dejarme más espacio y que yo tampoco sé muy bien cómo actuar,
después de todo. No hemos vuelto a sacar el tema, lo que agradezco
mucho, ya llegará el momento, pero tampoco quiero que afecte en como
estábamos antes de esto.
Cojo la maleta, más cargada de ilusión, de esperanza, de buenas
intenciones y de ganas, que de cosas materiales y me subo al tren. Tres
horas de trayecto en las que debo controlar los latidos de mi corazón y
olvidarme de mis miedos. De todos los ataques de ansiedad que me ha
producido esa ciudad y de la persona tan pequeña que era entonces. No os
podéis imaginar lo duro que es que tu familia no te quiera, pero que
encima te lo haga saber, es mucho más duro.
Peaky Blinders lo soluciona todo, y me recuerda a cuando lo vi por
primera vez. Así que el viaje pasa más rápido de lo esperado y, al bajar en
la estación de Atocha, la sensación que me invade es de todo menos
positiva. Tengo ganas de llorar, de salir corriendo, y me prometí que no
sería así. Le prometí a Carmen que esto no podría conmigo y, sin embargo,
ahora creo que mis promesas quedaran en vano. Cojo aire, levanto la
cabeza y ahí está mi salvación, Javi, que no tarda en darme ese abrazo tan
necesario.
—Ya estás conmigo, pequeña —me susurra, intentando transmitirme la
tranquilidad que sabe que necesito—. Ahora, como no dejes el palito del
caramelo tranquilo, voy a tener que hacer una estupidez. —Intenta
hacerme sonreír.
Capítulo 39

Javi

No me fui bien la semana pasada y no han sido días fáciles. Tenerla aquí
ahora mismo me tranquiliza más que cualquier mensaje que me ha
enviado desde el lunes. Me fui con un sabor amargo, sabía que no había
hecho las cosas bien, pero no podía pensar ni por un momento que
acabaría perdiéndola. El cumpleaños de Mario fue un calvario, los veía
ahí, mi cuerpo estaba en esa fiesta, pero mi mente viajaba a Barcelona
constantemente. Me notaron raro y cada vez que les decía que no era nada,
me sentía más culpable.
Luego tuve una conversación con Alfonso que me ayudó bastante. Las
relaciones familiares siempre son complicadas, cada familia es un mundo
y a veces desde fuera no tenemos la misma perspectiva. Me dijo que no
podía forzar las situaciones, pero que Mar se había mostrado mucho más
comprensiva de lo que esperaba. Visto su temperamento, pensaba que iba a
explotar mucho más, pero le sorprendió gratamente. Si que dijo que quizás
quiso meditar las cosas antes de enfrentarse realmente, pero que una mujer
permita una mentira como esa, es casi mejor que perdonar un engaño. Que
tenía que valorarlo bien y no jugar con ella. No es que tenga pensado
hacerlo, pero tiene razón y Mar lo dejó claro, este viaje nos servirá para
decidir hacía dónde queremos ir. Que luego puede acabar mal,
evidentemente, pero hay que empezar una relación con la mayor de las
ilusiones para dejarse llevar por completo. Que tengo que hablar con los
Antúnez es otra realidad, pase lo que pase, deben saber que la he visto y
que hemos tenido algo, pero como le prometí a la preciosidad que tengo
entre mis brazos, lo haré a la vuelta.
Ahora solo me preocupa que disfrute de esto, que disfrutemos juntos y
que sea feliz. Por eso, hoy he invitado a Alfonso, Júlia y Oliver a casa,
porque sé que le cayeron bien, y tal como yo me siento uno más con sus
amigos, estoy convencido de que ella también puede serlo con ellos.
—Tenía ganas de verte —me dice antes de plantarme un beso de los que
llevaba echando de menos demasiado tiempo.
—Pues anda que yo, preciosa. —Le doy una palmada en el culo—.
Pero, vamos, si llegan antes ellos que yo para cenar, no quieras saber lo
que puede pasar.
—¿Tenemos compañía? —Por un momento veo un poco de pánico en
su rostro.
—Alfonso y Oliver, me matarían si saben que estás aquí y no te han
visto. Júlia se ha autoinvitado, prácticamente. —Si le confieso que ellos
tienen muchas ganas, seguro que le agrada.
—¡Qué ilusión! —Su sonrisa parece sincera.
Ha estado todo el trayecto preguntándome sobre el destino, no es nada
muy especial, pero la magia está en que lo descubra mañana en el
aeropuerto y una sorpresa es una sorpresa, por lo que, de momento, no
confesaré. Y mira que me ha amenazado con muchas cosas tentadoras, ya
que le encanta jugar sucio. El problema es que a mí también me gusta el
juego, y no va a vencerme. Ya advertí a los chicos que guardaran un poco
las distancias con el tema familiar, ella sabe que lo saben y ellos saben lo
que pasó, por lo que es mejor hoy tener las aguas calmadas. No es la
primera mujer que traigo a casa, pero sí la primera que me importa desde
Cristina, sí la primera con la que llevo más de un par de meses. Mis padres
no van a perdonarme que haya traído a una mujer como esta y no se la
haya presentado, pero keep calm y poco a poco, que para asustarla ya
tendrán tiempo. Me gusta tenerla aquí, y que encaje también en mi mundo,
todavía más. Podría imaginarme estas cenas muy a menudo, porque todos
estamos realmente cómodos.
—¿Así que este idiota te ha preparado una sorpresa? —pregunta Oliver,
entre risas—. Quién te ha visto y quién te ve, Ito, esto tendría que ser al
revés.
—¿Al revés por qué? —contrataca Júlia.
—Las mujeres sois más de estas tonterías…
—Pues tengo entendido que el miércoles le diste una sorpresa a
Helena… —Y aquí mi niña acaba de empezar la guerra.
—¿Cómo? —soltamos Alfonso y yo a la vez.
—Lo que digo, alguien se presentó en Barcelona con un ramo de rosas
en la puerta del trabajo de una señorita y confesó ciertas cositas… —sigue
Mar en su salsa.
—A esta la mato yo, ¿es que no sabéis lo que es la intimidad? —
pregunta Oliver.
—En nuestro grupo no hay secretos, de ningún tipo, es algo que
deberías saber, sé muchas cosas sobre ti. —El peligro de Mar en acción.
—Mejor no pregunto —aclara el otro—. Para igualar condiciones…
Javi, podrías contarnos cositas, ¿no?
—Creo que aquí eres tú el que nos debes contar algo —apunta Alfonso.
—Tú y yo hablaremos de esos secretos que no tenéis en privado —le
susurro a Mar al oído.
No me molesta que cuente las cosas a sus amigas, pero, a ver, con
ciertos límites. No me apetece tener que sentarme en una mesa y que
sepan según qué. No tengo vergüenza, la timidez nunca ha ido conmigo,
pero… vete a saber lo que se cuentan.
Por otro lado, ha logrado que Oliver confesara, y por lo visto, Helena lo
tiene mucho más calado de lo que nos contaba él. Oliver ha decidido
sentar la cabeza y ha sido Helena la que le ha dado calabazas. Por eso se lo
cayó el muy cabrón. Hizo toda una declaración de amor, y la otra casi se
muere. En su defensa, Mar ha otorgado que la pilló desprevenida y que no
le dio la patada; simplemente, dijo que lo quería pensar con calma y que
necesitaba tiempo. Si Helena no quisiera dar ese paso, Mar no hubiese
confesado todo esto, empiezo a conocerla, y no pondría a Oliver en un
apuro como este si no confiara en que las cosas saldrán bien. Con un poco
de suerte, lo convenzo y nos mudamos los dos a Barcelona, y mira que
siempre me han dicho: «Nunca lo dejes todo por una chica». Y los
entiendo, no puedes renunciar a tu vida por nadie, luego los reproches
pueden ser enormes, pero no estamos hablando de irme a la otra punta del
mundo o de perderlo absolutamente todo, ya que un cambio de sucursal no
supondría un problema muy grande, y tendría billete de vuelta asegurado.
Pero relax, que a esa decisión no hemos llegado todavía. Que luego, por
querer correr demasiado, las cosas nunca salen bien.
—¿Preparada para mañana? —le pregunto cuando nos quedamos a
solas.
—¿Crees que Oliver trataría bien a Helena?
—¿Y ese cambio de conversación?
—Pues no es justo que me hables de cosas que no sé, y no voy a caer en
ese juego, la intriga me mataría y no podría dormir, prefiero saber si tu
amiguito sería capaz de ser un caballero.
—Visto está que sí, le ha llevado flores. —Y eso, hablando de este
hombre, es todo un acontecimiento.
—Lo voy a tener vigilado. —Intenta hacer una mirada asesina.
—Es a vosotras a quienes hay que tener controladas, que vaya peligro
tenéis. ¿Qué es eso de que no hay secretos de ningún tipo?
—Oh, sí, puedes estar seguro… Saben todo lo que me haces en la
intimidad —se acerca a mí—, conocen todos los orgasmos que me has
provocado —sigue acercándose—, todas las posturas que hemos
practicado, cómo lo haces, cómo se te pone, lo que te gusta…
—Pues hay algo que no pueden saber todavía, vamos a ver si esto
también lo cuentas. —La cojo en volandas y me la llevo a la cama, hoy la
voy a hacer sufrir, pero voy a disfrutar de ella en todos los sentidos.
—¡Que era broma! ¡Que era broma! —se defiende cuando le ato las
manos por encima de su cabeza y le ordeno que ni se le ocurra moverse.
Sé lo que supone para ella que no pueda tocarme, pero hoy la voy a
deleitar a mi manera, y eso significa poder recorrer su cuerpo con mis
manos y mi boca a partes iguales. Poder saborear cada rincón y que su
placer sea el máximo que hemos tenido hasta el momento. Así que cuando
empiezo a pasar mi lengua por su cuello y bajar hacia sus pechos su
excitación comienza a aparecer.
—Voy a comerme cada rincón de tu cuerpo —le digo cuando bajo mi
mano hacía su clítoris.
—Estás jugando sucio —me dice ella.
—Y te gusta demasiado jugar sucio —le respondo cuando meto un dedo
en su interior.
A partir de ese momento solo se oyen respiraciones agitadas, gemidos y
gritos de placer. Solo voy a desatarla cuando la haya follado con los dedos,
con la lengua, y tenga que terminar dentro de ella. Hoy va a ser el
principio de nuestro camino, el final de sus miedos, un nuevo recuerdo de
Madrid, y una entrada a un nuevo mundo juntos.
Capítulo 40

Mar

El placer que tuve ayer es indescriptible. Siendo sincera, todo lo que me


pasa con este hombre lo es. Que esté tan pendiente de mí, que se preocupe
por mí y que solo busque mi sonrisa, demuestra que no voy a encontrar a
otro mejor.
Claro que cuando hoy he llegado al aeropuerto y por fin he conocido
que nos vamos a la Toscana, casi me muero. ¿Existe destino más
romántico? Sí, lo admito, Paris, por ejemplo, pero demasiado clásico.
—¿Te gusta? —Me coge por detrás mientras miro la puerta de
embarque.
—¡Me encanta! —le digo, dándome la vuelta y premiándole con el beso
que se merece.
Pero, evidentemente, algo tenía que pasar. Porque en algún estúpido
momento creí que venir a Madrid sería buena idea. Dos puertas a la
derecha están mis padres. El corazón me da un vuelco enorme, mi cara se
queda blanca, y Javi que se acaba de dar cuenta de hacia donde miran mis
ojos y me abraza con fuerza. No puedo reaccionar. No sabría decir qué
estoy sintiendo. Llevo cuatro años sin verlos, ni una mísera foto, cuatro
años sin saber absolutamente nada de ellos y creo que ahora mismo no
puedo respirar.
—Mar, tranquila —me susurra Javi.
Pero tranquila, tu tía. No me han visto, a saber que es tan interesante
para que estén pegados al teléfono los dos, pero yo a ellos sí. Y si con solo
verlos me siento así, no quiero ni imaginar lo que significaría tenerlos
delante. No estoy preparada. No puedo. Esto está siendo mala idea. Nunca
superaré todo lo que pasó. Nunca podré perdonarlos. Nunca podré
perdonarme a mí.
Tentada estoy de dar media vuelta y largarme. Me ha faltado muy poco.
—Mar, mírame. —Y lo hago, porque, sorprendentemente, en su mirada
encuentro mi calma—. Solo estamos tú y yo, vamos a pasar una semana en
Italia, lejos de todo esto, vamos a conocernos tú y yo, vamos a
disfrutarnos, vamos a querernos un poco más y a la vuelta hablaremos, nos
entenderemos y nos enfrentaremos a lo que haga falta, juntos. Pero ahora,
pequeña, ahora, solo quiero que pases la mejor semana del verano. Eres
mucho más fuerte que todo esto y yo voy a estar a tu lado, no voy a dejar
que te pase nada, ¿lo sabes, verdad?
—Te quiero. —No puedo evitarlo.
—Y yo a ti, pequeña, y yo a ti. —Sigue abrazándome fuerte.
No puedo estar mal, no puedo estar mal por él. Porque no se lo merece,
porque no se merece mis mierdas. Él tiene cosas que perder con todo esto
y, sin embargo, está apostando a ciegas por mí, no puedo fallarle, no
quiero.

***

Italia. Fui a Roma con el colegio, lo típico. Pero lo vivido estos días ha
sido espectacular. Vuelvo enamorada de la Toscana; miento, vuelvo
enamorada del hombre que me la ha enseñado. Pisa y Florencia las tenía
vistas en fotos; ahora, en persona, son mucho más mágicas. Montalcino y
Montepulsiano tienen unos paisajes de película, unos viñedos increíbles. Y
San Gimignano ya te deja sin palabras. Y una cosa tengo clara, no importa
dónde, sino con quién. Pasar estos días con Javi me ha dado vida. Ha sido
como vivir un minicuento de amor. Acostarse y levantarse cada día a su
lado me transmite una sensación de plenitud. Entendernos tan bien en el
día a día me aterra, porque claro que podría vivir sin él, pero no sé hasta
qué punto me estoy enganchando. Me ha dado una alegría infinita y nos
hemos comportado como una pareja. En definitiva, es lo que somos,
aunque, para mí, siga siendo un poco extraño. Nos hemos olvidado del
resto del mundo, prometimos desconectar de todo, y a pesar de que nos
dejamos contestar a los mensajes importantes al final del día, hemos
sabido alejarnos también de la tecnología.
Ayer le mandé una foto a mi abuela, hoy volaremos a Barcelona para
pasar unos días y poder decidir qué vamos a hacer con todo, pero sabía que
si tenía que empezar con alguien era ella. Poco tardó en llamarme; por
suerte, me adelanté y le dije que sabía quién era. No sabría deciros si me
arrepiento de no habérsela mandado antes. Me suelo arrepentir más de lo
que no hago que de lo que hago, y en esta ocasión no sabría dónde
situarme. Se lo dije a él, de haberlo sabido, no hubiésemos tenido esta
oportunidad, así que, en parte, tengo que agradecerle que no lo hiciese. Mi
abuela se puso histérica al principio, supongo que en el fondo, no quiere
verme sufrir, pero cuando se calmó, vio las cosas diferentes y se alegró
porque fuese feliz. También confesó que ella siempre ha dicho que Javi es
el único que se salva de esa panda de machitos, así que, al menos, otra
aprobación más en el bolsillo.
La vuelta a la realidad siempre es dura. Y más cuando crees que
vuelves de un sueño. Puedo notar a Javi preocupado, y lo entiendo. Me
gusta menos que intente sacar hierro al asunto y no quiera compartir lo
que piensa de todo esto conmigo, pero hoy vendrán todos a cenar y no será
momento. La única cosa que creo que tengo clara es que lo quiero, y que
no puedo perderlo.
—Vaya, si son la parejita feliz. —Se ríe Helena cuando llegamos a casa.
—Esos… ¿no sois vosotros? —la chincho al ver que Oliver está aquí.
—Anda, va, contadnos el viaje. —Qué poco le gusta, aquí, al amigo
hablar de su relación.
Después de ponernos al día, de enseñar algunas fotos, otras mejor nos
las quedamos para nosotros, que, aunque el castigo por contar secretos fue
realmente placentero, es evidente que hay detalles que me guardo para mí.
Que así, los sueños eróticos cada una los tiene con lo que es suyo, no vaya
a ser…
Han querido ir a tomar algo, pero hemos preferido rechazar el
ofrecimiento. Javi solo va a estar un par de días aquí, y ese es el tiempo
que tenemos para abordar ciertos temas. Que dan apuro hablarlos, pero hay
que hacerlo.
—Qué sepáis que cogí vuelo para Javi —anuncia Carlos antes de irse
—. No me miréis así, nosotros ya sabíamos cómo acabaría.
—Hasta Miriam ve cómo te preocupas por él, y eso pertenece ya a
nuestra lista —interviene Diana.
—Así que ya no puedes echarte atrás, Javi se viene con nosotros a
Formentera —aclara Alba.
—¿Sabías algo? —le pregunto a Javi, ya que él no parece tan
asombrado como yo.
—En absoluto. —Levanta las manos, aunque algo me huele mal—.
Pero eso de la lista… quiero saberlo.
—Chorradas suyas —me defiendo.
—Un día te lo contamos, creo que solo os falta apoyaros mutuamente.
—Se ríe Matías.
—Largaos antes de que decida mataros —amenazo.
—Portaos bien, no hagáis guarradas —se burla Carol.
Acto seguido cierro la puerta, ese comentario no merece ni
contestación. Si alguna vez creí que mis amigos no estaban cuerdos, lo
reafirmo fuertemente.
—Peculiares son —dice Javi, recogiendo la mesa.
—No sé qué haría sin ellos. —Y esa frase va con doble intención,
marcharme de Barcelona no es una opción.
—Lo sé, pequeña.
Acabamos de recogerlo todo. Estamos bastante agotados. Entre que
hemos dormido poco esta semana y que los viajes siempre suelen cansar
más, no tenemos el cuerpo para mucho trote. Creo que es el primer día
desde que coincidimos que no nos acostamos. No por falta de ganas;
seguramente, más por falta de energía. Hemos intentado poner una
película en la cama, pero la fuerza de mis ojos cerrándose me ha vencido
muy deprisa.

***

Cuando me despierto, Javi no está en la cama, y también es el primer día


que pasa esto. Me lo encuentro fumando en la terraza. Sabía que fumaba,
lo he visto fumar un par de veces, pero no es fumador habitual.
—¿Estás nervioso? —Sé que un cigarrillo acostumbra a calmarlo.
—Un poco, más que nervios, creo que es miedo.
—Voy a preparar café y nos sentamos. —Es momento de vaciarse
completamente.
Me siento en uno de los sofás que tenemos fuera, y Javi no tarda en
hacerlo a mi lado, le coloco la mano encima de la pierna y decido ser yo la
que aborde esto primero.
—Javi, sé lo que te preocupa, yo quiero estar contigo, con todo lo que
eso conlleva, superaré mis temores, para ello voy a necesitarte a mi lado,
pero lo haré. Quiero que esto funcione y voy a apoyarte en lo que haga
falta, y vamos a conseguir ser uno.
—Mar, no dejaría que nada nos separase, te has vuelto imprescindible
para mí y no voy a echarme atrás con esto, no quiero perderte, pero hay
decisiones que nos van a afectar a los dos y hay que ser conscientes de
ello.
—Sé que tienes que contárselo e intentaré darte el apoyo que necesitas,
y nosotros, ¿qué vamos a hacer?
—Hablé con Oliver y hemos pedido el traslado a Barcelona. Nuestra
empresa tiene sede aquí y estos movimientos son bastante frecuentes. De
todas maneras sabes que no siempre estamos ubicados en casa.
—¿Te mudas aquí?
—No corras tanto, pequeña, me mudo a Barcelona con Oliver.
—Que viene a ser lo mismo. Helena va a ocupar tu lugar en ese piso, tu
vas a venir aquí, y Carmen se va a ir, al fin, con Matías. —Película
montada en cero coma.
—Ya veremos, ¿te gusta la idea?
—¿No me ves? Verás tú, cuando se lo diga a los demás.
—De hecho… ya lo saben… Carlos nos ayudó a encontrar piso, el
miércoles vino Oliver a firmar los papeles.
—¿Siempre tengo que ser la última en enterarse de las cosas? —intento
quejarme, la ilusión me sobrepasa—. Prométeme algo, ni un secreto más
entre nosotros.
—Ni uno, solo que mañana tengo algo importante que hacer. —Me
mata verle esa cara de preocupación.
—Lo haremos juntos.
—¿Vienes conmigo?
—No pidas tanto, pero querré saber todos los detalles. —Y le doy un
beso. De esos que le doy cuando quiero que se acabe la conversación.
Estos temas mejor en dosis pequeñas.
Veo como aprovecha el momento para coger su móvil y mandarle un
mensaje a Borja, diciéndole que vuelve mañana y que tienen que hablar. La
contestación de Borja no se hace de rogar y puedo verla en su móvil,
estamos los dos juntos y no quiere esconderme las cosas, y menos estas.
Borja AL:
Espero que no sea para pedirme que sea
el padrino de tu boda.

Javi:
A ver si crecemos un día… ¿te va bien a
las 12 h en mi casa? Es importante.

Borja AL:
¿No será para pedirme consuelo? Al
final la barcelonesa tendrá cojones y te
habrá dejado plantado, ¿o es un cardo y
por eso no te atreves a presentárnosla?

Javi:
¿Puedes parar dos minutos de decir
estupideces? Quedamos mañana y
hablamos, no viene conmigo, no hay boda
y es preciosa.

Borja AL:
Vale, vale, ¿se lo digo a los demás?

Javi:
No, quiero hablar contigo, primero.

Borja AL:
Eso ya asusta… Hasta mañana, Ito.

Veo que mi hermano sigue igual, pero no voy a comentar el cerebro de


mosquito que tiene este espécimen, ya no vale la pena. Lo que necesita
ahora Javi es cariño, y yo quiero mostrarle que eso también puedo dárselo.
Tengo mucho que asimilar, no sé como irán las cosas mañana, lo que
significará para nosotros, o más bien, lo que significará para mí. Se muda
a Barcelona en septiembre, se muda por mí, por lo nuestro, apuesta a lo
grande y no puedo ser más afortunada. Empieza una nueva etapa de mi
vida, y aunque tengo miedo, creo que, con él, todo puede salir bien.
Llamadme ilusa, pero, por soñar, hay que soñar a lo grande.
En dos semanas lo vuelvo a tener aquí para irnos a Formentera con
todos. Se ha vuelto uno más de la familia muy rápido, pero la aprobación
de mi grupo era fundamental para que algo funcione. Ha encajado tan bien
que, probablemente, estaba destinado a que tuviéramos algo especial. Van
a ser dos semanas duras, no quiero pensar mucho en ello, prefiero
quedarme en que a la vuelta, empezaremos una nueva vida mucho más
plena, mucho más feliz. Con esos pensamientos positivos es más fácil
despedirse de él.
Capítulo 41

Javi

Ayer hicimos el amor, ayer comprendimos que eso es lo que nos vamos a
dar durante el tiempo que estemos juntos. Conociendo a Mar, también
vamos a tener sexo, pero querernos estará por encima de todo.
Necesito estas dos semanas para hablar con mis padres y darles la
noticia, para hablar con Borja y para poder despedirme de mis cosas en la
capital. La decisión la he tomado consciente, apuesto por lo que quiero en
este momento y me apetece dejarme llevar. Siempre he arriesgado por lo
que me importa, y arriesgarme por Mar me parece lo más razonable que
hago en tiempo. La felicidad cuesta encontrarla, vale oro y es muy cara,
por esa misma razón, no puedes desperdiciarla. Mi felicidad tiene nombre,
y encontrar a esa persona es de afortunados, así que no puedo renunciar a
ello.
Cuando llego a Madrid solo me queda media hora antes de que llegue
Borja. Voy a tener una de las conversaciones más difíciles que recuerdo.
—He traído cerveza, si la noticia es buena brindamos; si es mala, al
menos ahogamos las penas —me dice cuando le abro la puerta.
—No van a hacer falta. —Prefiero ir al grano, ser directo, sacarme de
una vez por todas el peso de encima.
—¿Está preñada? ¿La has matado? ¿Te ha pegado algo? Mira que he
barajado opciones, tanto misterio no es bueno. —Alguna neurona sí que
creo que le falta.
—Es Mar. —Ya está, dicho.
—¿Mar? —Que yo recuerde no conocemos a ninguna otra, así que no sé
que cojones hace pensando—. ¿Qué Mar?
—Joder, Borja, Mar, ¿cuántas Mar conoces tú? Una, coño, solo una, y
lleva tus mismos apellidos.
El puñetazo no lo veo venir, podía esperarlo, pero no lo veo llegar.
—Dime ahora mismo que es mentira. —Me vuelve a amenazar con el
puño.
—No jugaría con algo así. —Lo aparto de mí, que de fuerza vamos los
dos sobrados y no vamos a tenerlas así.
—Pero, tú, ¿qué coño tienes en la cabeza? Ah, no, perdona, que el coño
que tienes ahí es el de mi hermana. ¿En qué narices estabas pensando?
¿Quién cojones te crees tú que eres? ¿Lo ves normal? O sea, nos dices que
conoces a alguien, que te estás tomando las cosas con calma, te la llevas a
la Toscana, un viaje que siempre hablamos que haríamos en su día para
pedir matrimonio a la chica que nos enamorara, me entero por Oliver que
os mudáis a Barcelona y a estas alturas, tienes los santos cojones de
decirme que te estás tirando a mi hermana, que llevas meses sabiendo
dónde está y que te importa un bledo la persona que es. ¿O no te acuerdas
de cómo se fue de aquí? ¿Tú sabes lo que sufrieron mis padres?
—No voy a justificarme, quise hacerlo en cuanto la vi y todo se
complicó.
—No, claro, la niña se salió con la suya, como no jodió suficiente
estando aquí, tenía que jodernos ahora también.
—Ella no sabía quién era.
—Y tú eres tan pardillo que te lo tragas. ¿Qué clase de amigo eres tú?
Estuvo aquí, en Madrid, y no te atreviste ni a decírmelo. Espero que te
compense mucho, porque no sabes lo que acabas de perder.
—Borja, frena. —Evito que se largue—. Entiendo que estés cabreado y
ahora no vas a pensar con claridad, pero han pasado cuatro años, podrías
mirar las cosas de otra manera. Mar se enteró de todo cuando enviaste el
puto mensaje del cumpleaños de Mario, en un fin de semana en el que os
dije que no me tocarais los cojones, y ¿crees que para ella ha sido fácil?
Ella se fue, sí, y no apoyo lo que hizo, pero ha tenido que crecer sola, se ha
creado su hueco en Barcelona y se ha hecho una mujer.
—Una mujer a la que te follas y que, por lo visto, te está comiendo el
cerebro. ¿También te ha dicho lo que me tenías que decir?
—Basta, Borja, llevamos treinta años siendo amigos, no voy a pasar por
esto. Llama a Mario, Leti, Blanca y Luis o lo hago yo.
—Claro que sí, ¿quieres llamar a mis padres también? Así aprovechas y
los matas del susto. Verás lo divertido que será esto.
Finalmente, las cervezas sí que son necesarias. Me marcho a por una en
lo que él hace las llamadas pertinentes. Sé que puede ser chocante, no es
que la dieran por muerta, pero poco les faltaba. La noticia puede
sorprender, pero no deja de ser su hermana, no deja de ser una persona, y
es una persona que me importa a mí, y ellos mismos aseguraban que se me
veía más feliz desde que la conocí, así que tendría que ser un mínimo
motivo para tomarse las cosas de una manera distinta.
Poco tardan en llegar, claro que el argumento de Borja ha sido: «Javi
tiene algo muy divertido que contaros, daos prisa, quiere a toda la familia
delante… Ah, no, toda no».
Leticia es la novia de Borja, que ese detalle creo que no lo conocíais.
—Espero que sea importante, tenemos comida con los padres de Luis y
nos hemos desviado del camino. —Blanca al llegar.
—Oh, sí, ve anulando la comida, esto te va a interesar. —Se ríe Borja
—. Vamos, Javi, cuéntales lo bien que lo pasas en Barcelona.
—¿Te nos casas? Ya decía yo que tanto viajecito no era bueno, si hasta
casi te pierdes mi cumpleaños. —Tal para cual, Mario pensando como su
hermano.
—No, y de ser así olvidaos de verme de padrino… —Al menos, en algo
voy a estar de acuerdo con Borja.
—¡Cállate! —le grito, estoy intentando conservar la compostura, pero
me lo está poniendo muy difícil.
—Algo sabía de que estabas conociendo a alguien, ya imagino que las
cosas no van tan deprisa, pero ¿podemos ir al grano?, ¿qué es tan
importante? Dudo que sea que llevas más de un mes con la misma mujer.
—Blanca es de hostia limpia, pero al menos espabila.
—Es Mar. —Al grano ha dicho.
—¿Qué Mar? —preguntan Mario y Blanca a la vez.
—No voy a volver a pasar por aquí…
—Mar Antúnez Lasdaña —interrumpe Borja.
Silencio absoluto. Creo que nunca he presenciado este silencio en algún
espacio con los Antúnez. Por no decir, ni Luis ni Leticia se atreven a
articular palabra.
—A ver, ¿nos estás diciendo que llevas meses sabiendo de Mar y no se
te ha ocurrido mencionarlo? —La mayor ha decidido tomar el mando.
—Te está diciendo que lleva meses tirándosela, que es distinto —
apunta Borja.
—Eso es lo de menos.
—Claro, lo de menos, porque Borja no es tu amigo, que se está follando
a nuestra hermana, ¿sabes tú que es eso?
—Pues prefiero que sea a un amigo, que a un desconocido, al menos lo
conocemos. —Que sea Mario quien haga estos comentarios da una pizca
de esperanza.
—Javi… ¿lo sabe ella? —Calla, que Blanca parece incluso preocupada
por alguien que no es ella misma.
—Se enteró hace poco, sabe que hoy venía a contároslo. —Ahora ya se
pueden desatar todos los hilos.
—Mira, no voy a perdonarte no contárnoslo, pero, para compensarlo,
quiero verla. —La verdad es que Blanca me está dejando descolocado hoy.
—¿Tú estás loca? ¿Y a papá y mamá qué les decimos? —pregunta
Borja, que sigue un poco fuera de sí.
—No estoy loca. Borja, todos sabemos que nadie actuó bien en esa
historia. Culpar a Mar de lo que pasaron nuestros padres no solucionará
nada. Pero ¿sabes? Estamos a tiempo de arreglarlo, estamos a tiempo de
que puedan tenerla con ellos otra vez y estamos a tiempo de demostrar que
hemos crecido y que, a nuestra manera, la quisimos. Voy a ser madre,
quería esperar al cumpleaños de mamá para decirlo, pero ya que estamos
aprovecho. No puedo imaginarme que mi hija piense que no la quiero, no
puedo imaginarme que le dé un hermanito y no se quieran. Hace cuatro
años perdí a una hermana, pero si lo pienso bien, la perdí hace mucho más
y lo peor de todo es que no supe verlo. Mar se fue y destrozó a nuestros
padres, pero ¿sabes tú por qué lo hizo? Se fue para huir de nosotros y se
fue con todas las consecuencias. Demostró que era más fuerte que
nosotros, fue valiente y apostó por ella misma. No hay día que no piense
en que debería haberlo impedido, en que debería haber actuado distinto, y
Javi me está regalando esa oportunidad. Todos conocemos a Javi, si eres
sincero, estoy segura de que tú mismo pensaste alguna vez en que lo mejor
que te podría pasar era que fueseis familia. Javi no va a hacerle daño, Javi
va a saber cuidarla, entenderla, preocuparse por ella y nos la está
devolviendo. ¿Qué más quieres? Espabila y deja de mirarte el ombligo. —
Y eso es un discurso en todo su esplendor—. Por eso, quiero verla.
—Blanca, no puedo prometerte eso, sabes que no depende de mí. —
Después de sus palabras lo haría, pero, conociendo a Mar, no quiero hablar
por ella.
—Lo sé, solo te pido que lo intentes, por el cariño que nos tenemos y
por el que veo que le tienes a ella. Con sus condiciones, me da igual, pero
sé que sabrás conseguirlo. Yo me encargo de mis padres. Y ahora, si nos
disculpáis, tenemos prisa. —Me da un beso y se va. Benditas hormonas del
embarazo, supongo, porque nunca hubiese imaginado esto de Blanca.
—Yo me sumo a Blanca. —Eso no lo dudaba, de personalidad Mario
tiene poca—. Madre mía, Javi siendo de la familia, como si no lo fuese ya.
—Qué fácil hacen a uno cuñado.
—A mi no me vas a comprar tan rápido. —Al menos ha cambiado el
tono—. Tráenosla, primero, y luego, ya veremos. ¿Algo más que me hayas
ocultado?
—Todo lo que te he contado es cierto, solo que no te dije con quién.
Borja, la quiero, y la quiero de verdad, tú me conoces más que nadie, sabes
que si no fuera así, no me hubiese metido en este sarao.
—Si al final voy a acabar haciendo de padrino… —Suerte que los
enfados le duran poco.
—Eso creo que va a ser algo complicado. —No imagino a Mar
aceptando esto en un futuro, mucho tendrían que cambiar las cosas.
—Dejamos que la llames, y me llevo a estos dos antes de que se líe más
gorda. —Primer comentario inteligente que oigo por parte de Leticia.
Vaya, ha terminado mucho mejor de lo que se avecinaba viendo el
inicio. Ahora tengo una tarea mucho más complicada. ¿En qué momento
me he convertido yo en el abogado del pueblo? Nada, hay cargos que me
salen gratuitos. Pero ya lo dicen, cuando quieres a una persona estás
dispuesto a todo por ella. La llamo una vez me he quedado solo, sé de
sobra que está nerviosa esperando esta llamada y lo coge, incluso, antes de
acabar el primer tono.
—Sigues vivo. —Vaya, que su primera alegría sea tan drástica, da
mucho margen de mejora.
—¿Debería no estarlo? —Si me la llevo al terreno de la broma, tengo
más números de ganar.
—No, perdona, ha sido lo primero que me ha venido a la cabeza, ¿cómo
estás? ¿cómo se lo ha tomado? —Puedo notar su inquietud en el tono de
voz, y daría lo que fuese por no tener esta conversación a distancia.
—Dirás cómo se lo han tomado… —Sí, la idea en un inicio era solo
hablar con Borja.
—¿Todos?
—Solo tus hermanos. —A sus padres los aprecio mucho, pero no me
correspondía a mí dar esa noticia—. Y tengo que pedirte algo que no sé si
te va a gustar. Borja se lo ha tomado fatal, pero eso no me preocupa, lo
conozco lo suficiente como para saber que se le pasará y volveremos a
hablar más tranquilos. Mario ya sabes cómo es. Y Blanca…
—A Blanca le da igual, porque solo sabe pensar en ella misma —
termina la frase por mí.
—No, Mar, Blanca quiere verte. Y te sorprendería todo lo que ha dicho
esta mañana. No soy quien para pedirte que le des una oportunidad, que al
menos os sentéis a hablar las cosas, pero deberías escucharla. —Al otro
lado de la línea solo hay silencio—. Yo te apoyaré decidas lo que decidas,
y probablemente con Borja no sea igual de sencillo, y estaré a tu lado si
hace falta, piénsalo, tampoco quiero presionarte.
—Dos condiciones, que sea en Barcelona y que tú estés delante —
suelta de golpe.
—¿Cuándo? —Si no aprovecho el momento, quizás no se repita.
—Cuando ellos quieran, hablamos después, con una noticia bomba es
suficiente por el momento. —Suerte que no pierde su sentido del humor.
Me imagino que tiene en lo que pensar, que su impulsividad la habrá
llevado a esa respuesta, y lo más seguro es que ahora lo gestione con los
suyos. La llamaré por la noche para asegurarme de que está bien y
prometerle que yo voy a estar ahí. En vaya berenjenal me he metido.
Creo un grupo con los tres hermanos y los informo.

Javi:
Tendrá que ser en Barcelona,
confirmadme cuándo os va bien.

Borja:
Estás de coña si piensas que voy a ir allí.

Javi:
Pues tendrás que acostúmbrate,
si quieres seguir viéndome.

Blanca:
La semana que viene,
llegaremos el viernes, mis
padres vendrán el sábado.
Primero necesitamos tener una
conversación entre hermanos.
Así que dile a Leti que se
abstenga de venir.

Javi:
La otra condición es que yo esté
en ese encuentro.

Borja:
Lo que faltaba, ahora serás su
perrito guardián.

Blanca:
No hay problema, así podrás
controlar al imbécil de mi
hermano. Nos vemos el
viernes, chicos.
Capítulo 42

Mar

He perdido la cuenta de los días que llevo sin dormir, sin comer, sin dejar
la mente en blanco. Ni siquiera un baño consiguió relajarme, y ayer Carol
y Carmen durmieron en mi habitación. Tomé una decisión precipitada,
pero soy tan tozuda que, una vez tiro hacia adelante, lo hago con todas las
consecuencias. Todos han intentado convencerme de que soy una mujer
súper fuerte, con carácter, y que puedo con todo lo que me proponga. Me
han hecho ver que soy feliz y que por nada del mundo tengo que permitir
que alguien me arrebate esto. Tienen razón, he crecido y puedo
enfrentarme a todos ellos, pero no dejan de ser mi familia y yo sí que creía
en el sentimiento de lo que significa esa palabra.
Afortunadamente, ahora cuento con un apoyo más grande: Javi. Es
increíble cómo una persona puede demostrarte tanto sin ni siquiera estar
aquí. Se ha preocupado por mí a todas horas, y eso conlleva que no solo ha
hablado conmigo estos días. Suficiente listo es para saber que yo le
hubiese dicho que estaba bien. Insistió mucho en venir antes, y aunque
necesito que esté presente para no derrumbarme del todo, quería
encontrarme el problema de frente. No hablarlo durante las horas previas.
La ilusa de mí pensó que sería buena idea.
Sigo sin creer estar preparada para tenerlos delante. Ni tan siquiera sé
con qué cara debo mirarlos, con qué cara van a mirarme ellos, o todas las
cosas que tenemos por decirnos. Cerré un capítulo de mi vida en su
momento; mejor dicho, cerré un libro. Un libro que me dejo un sabor
amargo y todos sabemos lo que pasa con esas novelas. Se quedan
olvidadas en el fondo de nuestras estanterías, no hablas de ellas, no las
recomiendas, y mucho menos las vuelves a coger. Yo, sin embargo, tengo
que volver a abrirlo, y probablemente en la primera página. ¿Será para
escribirlo de nuevo o para tirarlo definitivamente?
Tenía que ser en mi casa, probablemente un sitio público hubiera
evitado ciertos altercados, pero este momento se merece la intimidad
adecuada, se merece un respeto y necesitaba hacerlo en un sitio donde me
sintiera segura. Hoy solo es la primera toma, la más dura, para mí, será
mañana, si al final decido ver a mis padres. Los defraudé, soy consciente
de que lo pasaron mal y que tengo parte de culpa por ello. Quizás la
distancia me ha hecho valorarlos de otra manera y, si lo pienso bien, no
imagino tener un hijo el día de mañana y que no quiera saber de mí. Pero,
en fin, dejemos de darle al coco, porque hace exactamente tres minutos
que han llamado al timbre y en mi móvil ya tengo un mensaje de Javi:
«Pequeña, si no estás preparada, solo tienes que decirlo».
Y no, no estoy preparada, pero creo que nunca lo estaré. El único que
me saluda al entrar es Javi, los demás se han ido directamente al sofá.
Puede que estén igual de nerviosos que yo, o yo que sé. Tampoco creo que
tenga que ofrecerles nada, no viene al caso. ¿Debo empezar yo a decir
algo? Fueron ellos los que quisieron verme.
—¿Contenta estás de haberme robado a Javi? —Y empezamos para
bingo.
—¿Perdona? —Si es que con Borja nunca sales de tu asombro—. Si
habéis venido para esto, la conversación tenedla con él, no conmigo. Deja
de pensar que todo gira en torno a ti, que, a día de hoy, todavía me
pregunto cómo puedes tener amigos como él, siendo tú tan gilipollas.
—La fiesta en paz —interviene el aludido—. Borja ya hemos hablado
de esto.
—Lo cojonudo es que encima te pongas de su parte, ni dos minutos ha
tardado en insultarme. Te pasas cuatro putos años desaparecida y ahora
apareces como la mujer más maravillosa que ha conocido mi mejor amigo,
al que te llevas a Barcelona, al que has hecho mentirme y encima
pretendes que no me crea que te estás riendo de mí.
—Pero, tú, ¿te estás oyendo? No, no soy como tú, ni quiero serlo. Y ni
me lo he llevado a ningún sitio, ni le he dicho que te mienta ni me estoy
riendo de nadie. Es mayorcito para hacer lo que le dé la gana. Pero si has
venido para esto, la puerta la tienes bien abierta. Y no, Javi, ni se te ocurra
intervenir, te quise aquí para tener el valor suficiente, no para defenderme
de nadie, lo que tengáis que arreglar vosotros lo hacéis en otro momento.
—No debería pagarlo con él, pero lo último que quiero es que se peleen
más por mí.
—Ya te gustaría a ti ser como yo. Y lo habrás engañado a él, pero a mí
no.
—¡Basta! —grita Blanca, bastante fuera de sí—. Borja, veo que no
aprendiste nada el otro día, pero tienes treinta putos años, aprende a
madurar, ¡joder! —Las cosas siguen igual, cuando habla la mayor, todos
se callan—. Mar, yo quiero pedirte disculpas. —Vaya, eso sí que no me lo
esperaba—. No puedo imaginar lo que has tenido que pasar, la fuerza que
has tenido para salir adelante y cómo has llegado a sentirte. Pero lo
primero es disculparme. Si quieres saber si estoy enfadada, la respuesta es
no. Me enfadé mucho en su día, me puse furiosa, dije muchas cosas que no
debí, pero ahora estoy dolida. Estoy más dolida conmigo misma que
contigo y seguramente hay cosas que no podremos perdonarnos, pero creo
que estoy a tiempo de ejercer de hermana mayor. —Vaya, un poco tarde
para esto—. Nuestros padres lo pasaron fatal, nos costó mucho estar a su
lado, y fue una época muy dura para todos en casa. Pero no voy a empezar
a reprochar, nosotros estábamos todos juntos y tú estabas sola.
—¿Sabes, Blanca? ¿Alguna vez os parasteis a pensar en cómo me sentía
yo? Tú solo pensabas en ti, Borja solo quiere ser el puto protagonista y
Mario… Mario solo os lame el culo a los dos. Nadie en veintidós años se
paró un momento y me lo dedicó a mí. En veintidós puñeteros años. Me
fui, asumo que no fue fácil, tampoco lo ha sido para mí y sin embargo lo
conseguí. Conseguí tener la vida de la que me habéis privado siempre, y
conseguí ser feliz y ahora que parece que lo tengo todo, vienes a decirme
que quieres ser mi hermana mayor.
—No fui el ejemplo que esperabas, y me alegro de que hayas salido tan
distinta a mí. Probablemente de no haber sido por Javi, no estaríamos aquí
y sabes de sobra que no creo en esas cosas del destino, pero en estos
momentos pienso que nos está dando una oportunidad. Estamos vivos y
familia solo hay una. —Ahí se equivoca, yo tengo una estupenda en
Barcelona—. Me costó abrir los ojos, pero lo hice. Sé que te ves con la
abuela, y yo misma le dije que me encantaría que estuvieras en mi boda el
año pasado, he intentado comprarla de muchas maneras para saber dónde
estabas, porque, de verdad, pienso que te merecías estas disculpas. Voy a
ser madre, estoy creando a mi familia y me he dado cuenta de que hay que
saber querer a los que tenemos con nosotros, porque a pesar de todas las
diferencias que tenemos, daríamos cualquier cosa por el otro. Tú también.
Mis lágrimas están empezando a caer, Javi me abraza por detrás, ya que
ni siquiera he podido sentarme. Podía estar preparada para una gran lista
de reproches, la línea en que venía Borja era más habitual, pero lo de
Blanca no. No puedo borrar veintidós años de mi vida de golpe, no puedo
querer a estas personas de un día para otro, volver a empezar de cero. Todo
eso es inviable.
—Mar, no te digo todo esto para que te pongas así. No vamos a ser
amigas, pero pretendo demostrarte que he mejorado y que me importas.
Que tienes unos valores increíbles, que espero que algún día mis hijos
puedan aprender y que estamos a tiempo de conocernos. No esperaba que
me recibieras con los brazos abiertos, déjame decirte que mamá y papá no
te van a reprochar nada, lo único que quieren es saber que estás bien, poder
tenerte con ellos.
—Mañana comeré con ellos, no volveré a Madrid, pero yo también he
crecido y creo que puedo superar esas barreras, al menos, llegar a tener un
trato cordial.
—Por algo se empieza —apunta Mario—. Aunque yo sí que quiero un
abrazo.
Será porque tenemos mucha más conexión que con los otros, o por el
cariño que le guardo por los años de infancia, pero se lo doy. Y al dárselo
acabo de deshincharme del todo. Me estaba conteniendo, y me viene muy
bien poder descargar.
—Vaya drama. —Los capullos nacen y se quedan tal cual—. Yo estoy
flipando con todo y cómo os está tomando el pelo esta mosquita muerta.
—Javi, ya que tú no le dices nada, se lo digo yo. —Blanca está pletórica
hoy—. ¿Hay que explicártelo como a los tontos? La única mosquita
muerta que conozco es tu novia, que por mosquita debe de tener el cerebro
vacío. En las películas, el quarterback acaba con la modelo de turno, pero
en la vida real hay modelos con cabeza, y luego está Leticia. Que debe de
follar de maravilla, porque de conversación entre uno y otro no sé de qué
podéis hablar, no sé cual de los dos tiene menos neuronas ahí. Así que deja
de insultar a tu hermana, deja de creer que la gente es como tú y confía un
poco más en el criterio de Javi, que si la ha escogido será por algo.
—Me sumo a lo de Leticia. —Mario siguiendo el ejemplo de Blanca.
—Yo no lo hubiese dicho mejor. —Le choca la mano Javi, y no sé en
qué momento hemos pasado a hablar de él en lugar de mí—. Precisamente,
lista no es, pero por una vez en tu vida podrías bajar de ese pedestal en el
que crees que estás y pensar en Mar, en que sufrir habéis sufrido todos y
que poca gente tiene una oportunidad como esta.
—Yo alucino con vosotros, ahora resulta que la culpa será de Leticia.
Pero está bien, puedo haber hecho cosas mal, solo dejadme más tiempo
para asimilar todo esto que ya no sé si estoy ganando una hermana o
perdiendo un amigo. —Donde no hay, no hay que buscar.
—Déjalo, yo me alegro mucho de haberte visto, y cuando lo encuentres
pertinente, Javi tiene mi número. Hemos quedado con los papás para
comer ahora, pero si quieres te cedemos el turno, a veces todo de golpe,
sienta mejor. —Y es la primera sonrisa sincera que recibo por parte de
Blanca.
—Quizás tengas razón… ¿te importa dejarme hacerlo sola? —le
pregunto a Javi.
—Claro que no, pequeña, estaré aquí cuando vuelvas.
No hace falta despedirme, tengo cosas que asimilar y ellos tendrán
cosas que decirse también. Blanca ha avisado a nuestros padres del cambio
de planes, por lo que no será una sorpresa encontrarme con ellos. Cuatro
años parecen pocos, pero en según que aspectos son una eternidad.
Cuando me acerco a la mesa, la cara de mi madre se ilumina, las
lágrimas están a punto de salir y de inmediato se levanta para abrazarme.
Un abrazo que llega años tarde, pero al que no puedo resistirme. Me
abraza con fuerza, como si tuviese miedo de volver a perderme y como me
ha comentado Blanca, no veo ninguna intención de reproche. Mi padre es
un poco más frío, hay cosas que imagino que no cambian, pero también
quiere un abrazo de los que solía darme.
No voy a comentar todo lo que nos hemos dicho, la privacidad es algo
que valoro en este caso, y ahora mismo me estoy sintiendo un poco
estúpida por lo que hice. Han sido realmente comprensivos y hasta mi
padre me ha dicho que está orgulloso de la persona que soy. Han
prometido apoyarme en lo que hiciese falta y ayudarme si lo necesito, pero
con la condición de que no vuelva a desaparecer de esta manera. Ahora
entiendo muy bien cuando alguien te dice que nadie puede quererte como
un padre.
Nos hemos despedido sabiendo que volveremos a vernos pronto, pero
que este va a ser un camino largo y lento. Si tuviera la clave para borrar
años de vida, probablemente, la utilizaría ahora, de momento no existe y
tengo que tomarme las cosas con calma.
Al salir del restaurante, me he tomado mi tiempo, necesitaba llorar.
Llorar para mí, por esas cosas que nos han hecho daño, por esas cosas que
afectan el alma, por todas esas cosas que no me atrevo a decir en voz alta.
Necesitaba este momento para vaciarme, para empezar a cicatrizar y
porque tengo claro que mi vida empieza a cambiar en este preciso instante.
Capítulo 43

Javi

—Borja, te lo vuelvo a decir, si sigues diciendo gilipolleces, no tardaré en


enviarte a la mierda. —No ha parado de decirlas desde que Mar se ha ido,
sus hermanos se fueron de inmediato, sabían que debíamos tener una
conversación, pero así es imposible.
—Tío, perdona, esto me ha superado, voy a necesitar tiempo, pero si tú
estás seguro, yo estaré aquí. —Por fin baja un poco del burro.
—La cuestión es que deberías alegrarte por ella, no por mí.
—No pidas tanto y discúlpate por mí, espero que pronto podamos tener
una cena todos juntos y que las cosas mejoren —me dice antes de
marcharse.
—Dile a los chicos que preparen cena de despedida para la semana que
viene, y tranquilo, no voy a traer a Mar.
Todavía no, estos días ya les hemos informado de todo y aunque al
principio la noticia fue sorprendente para todos, están más de mi parte que
de la suya. Sin embargo, por el momento, vamos a mantener esas
distancias y mis chicos van a seguir siendo mis chicos, sin féminas
delante.
Cuando oigo la puerta de entrada sé quien es, Carol y Carmen no iban a
aparecer este fin de semana, así que me acerco a ella. Tiene los ojos rojos
y necesito poder abrazarla.
—Ni se te ocurra —me frena—. No voy a derramar una lágrima más.
He avisado al grupo, cena familiar.
—Solo dime que estás bien. —Con eso tengo suficiente.
—Lo estaré —me dice antes de darme un beso y permitirme cogerla en
volandas.
Ni media hora hemos tenido antes de que los primeros apareciesen por
casa. Esto es a lo único que no sé si me acostumbraré. Aquí, intimidad, la
justa; entre que se lo cuentan todo y que en cuanto uno llama acuden todos
a la mínima, madre mía, lo que me espera. Con lo acostumbrado que estoy
yo a vivir solo. Que no voy a irme a vivir con ella de primeras, pero
seamos realistas, muchas noches voy a pasar aquí, como espero que ella
pase noches en mi casa.
Suerte que Mar me ha dicho que ha hablado con Carmen del tema y se
han prometido entre todos que no mencionarían nada al respecto de lo que
ha pasado hoy, tendrán tiempo para hablar largo y tendido, porque, si no,
me sorprendería que nadie hubiese preguntado nada. Sin embargo, aquí
están, como si fuera una fiesta más. No me gustaría que se escondiera tras
una máscara en estos momentos, pero me imagino que necesita su proceso
de asimilación, y no voy a ponerle presiones, sino que voy a dejar que sea
ella quien marque los tiempos.
—Ahora que todo es oficial, ya podemos darte la bienvenida como toca,
¿no? —pregunta Carlos.
—¿Eso es que podemos empezar a putearlo? —sigue Matías.
—Todos hemos pasado por ciertas pruebas, no olvides que en este
grupo reinan las mujeres —me aclara Dani.
—Que fantasmones sois, nadie ha pasado por nada, y no queráis
espantármelo antes de tiempo, que ni siquiera se han mudado todavía —se
queja Mar, seguida de una gran risotada conjunta.
—Si es que me parece la historia del hilo rojo más bonita que tenemos
en la mesa —interviene Diana—. No les rompamos la magia.
—Cierto es, tenemos una lista muy bonita, pero nos falta una
explicación —se suma Alba.
—Qué poca novela romántica leéis aquí… Todas las personas tenemos
un hilo rojo que nos conecta con el amor de nuestras vidas, un hilo que nos
lleva a ella y que nos mantiene unidos. En este caso el hilo estaba ahí
desde el principio, pero no debisteis verlo. Afortunadamente, el destino es
más listo que vosotros, y ni la distancia pudo romper ese hilo para volver a
juntaros.
—Tú estás encoñada, encoñada, no entiendo que te creas estas
estupideces —le contesta Carmen.
—Vivo en un mundo de chifladas, avisadme si el amor me vuelve así —
termina Mar.
Y un poco tarados sí que parecen, pero, oye, que lo mejor en esta vida
es no estar cuerdo, así que yo apoyo que puedan ser felices.
Sé que voy a tener que encontrar un grupo de amigos aquí, con Oliver
será más fácil, no quiero limitarme a contar solo con los amigos de Mar,
por mucho que me hayan acogido tan abiertamente y que los tíos sean
realmente cojonudos. Para que una pareja funcione, cada uno debe tener su
espacio, así que ese será un punto para tener muy presente. Me apetece
compartir muchas cosas con ella, pero siempre respetando nuestros
mundos y nuestros momentos. Al final, compartirlo todo tiende a salir
mal.
—¿Todo bien? —le pregunto cuando volvemos a casa después de tomar
algo.
—No podría ir mejor —me dice, ya poniéndose seductora—. En nada te
voy a tener aquí conmigo —sigue, mientras me desabrocha la camisa—,
así que merecemos celebrar el inicio de una nueva etapa como se merece,
¿no? —Ya tiene las manos listas para sacarme el cinturón.
—No corras tanto —le arranco la camiseta—, si hay que celebrar, hay
que hacerlo bien. —La cojo en brazos para llevarla a la habitación.
—¿Ahora te vas a poner romanticón? —me dice cuando la dejo en la
cama.
—Siempre lo he sido. —Empiezo a besarle el cuello—. Además, hoy
me apetece disfrutarte del todo, mucho rato —le digo, mientras le acaricio
con mis yemas el vientre, acercándome a sus pechos.
—Como te gusta hacerme sufrir —se queja.
—Ssshhh —le pongo el dedo en los labios—, déjate llevar —le susurro
al oído.
Y aseguro que es de las pocas veces que me ha hecho caso a la primera.
Sin rechistar, sin oponerse, y viviendo cada una de las caricias, de los
gestos, de los besos…
Ha sido un fin de semana completo, con muchos frentes, pero no había
mejor manera de terminarlo. Me siento feliz, empiezo un nuevo reto y con
la mejor acompañante, pero realmente, me siento feliz por ella. Por lo que
ha sido capaz de hacer, por la fuerza que tiene. A veces nos sentimos
afortunados por la persona que tenemos al lado, pero no solo por cómo es
ella, sino por quiénes nos convertimos nosotros cuando estamos con ella.
Y yo estoy seguro de que a mi me hará crecer, me hará madurar y, por
encima de todo, me hará feliz.
Hoy empieza un nuevo camino para nosotros, sin mentiras, sin secretos,
sin barreras, sin nada de por medio. Simplemente ella y yo. Y lo empiezo
con ilusión, ganas y entusiasmo. Cuando algo te hace feliz, tienes que
apostar por ello. En mi caso, estoy apostando a lo grande, pero convencido
de mi decisión. La mejor que he tomado en mucho tiempo.

***

—En una semana ya no te vas a librar más de mí —le digo al


despedirnos.
—A ver si logras aguantarme —me suelta entre risitas—. ¿Puedo
pedirte un favor?
—Lo que sea.
—¿Le puedes dar esto a mis padres? Diles que no lo abran hasta que
estén todos juntos. —Se ha puesto un poco más seria.
—Claro, pequeña, todo va a salir bien, ¿lo sabes, no? —Quiero que por
encima de todo se apoye en mí. Aunque el proceso sea lento y complicado,
y ella no quiera mostrarse débil, podrá contar conmigo.
—Sí, sé que contigo será más fácil. Gracias por todo, Javi, por no estar
solo conmigo, sino hacerme ser mejor a mí.
—A ti no se te puede hacer mejor, eres increíble, pequeña. Nos vemos
en cinco días. —Le doy un beso de despedida.
Cinco días, esos son los que me quedan viviendo en la capital. Y
aunque acostumbro a ser una persona que le cuestan los nuevos
comienzos, estoy seguro de que este será todo lo contrario. Estoy
demasiado acostumbrado a la vida que llevo, nunca me he planteado un
giro, y ahora no solo cambio de ciudad y de ambiente, sino que empiezo
con una persona nueva a mi lado. No tengo miedo, no me estoy
arriesgando por ella, sino con ella, así que nada de qué preocuparse.
Cinco días para la entrada a la felicidad que he experimentado
últimamente y al amor. Porque para qué negarlo, ya estoy enamorada de
esa mujer de ojos verdes. Me he marchado con una simple carta suya que
no es ni para mí, pero sé que volveré con una maleta que llenar de
experiencias, recuerdos y momentos con ella. Ahora sí, ahora somos una
pareja en toda regla y con ningún impedimento.
Capítulo 42

Mar

Hola a todos,
La verdad es que no sé por dónde empezar, no he tenido mucho tiempo
para pensar en cómo decir ciertas cosas, pero probablemente esconderme
detrás de estas palabras sea la mejor decisión. No busco seguir
removiendo el pasado, creo que todos hemos sufrido por ello, incluso tú,
Borja, a pesar de querer ir de duro siempre, sé que en algún momento se te
debió remover algo. Lo pasé muy mal, no os pudisteis dar cuenta porque
cada uno miraba para uno mismo y al final las consecuencias fueron para
todos. Me incluyo en eso, quizás yo fui la primera en mirar para mí en ese
momento, y lo hice porque realmente lo necesitaba. Porque si mamá me ha
enseñado algo, es sin duda a quererme a mí misma, y tenía que empezar
por ahí.
Cuando tomé la decisión de marcharme, lo hice siendo consciente de lo
que dejaba atrás, de lo que me podía encontrar y de todo lo que me
arriesgaba a perder. Lo hice con la intención de no volver jamás y aunque
me duela decirlo, en ese momento logré ser feliz. Si fue correcto o no,
nadie lo sabe, pero de lo que sí estoy segura es que de no haber tomado esa
decisión, hoy no estaría frente a este papel. No puedo asegurar si las cosas
hubieran seguido igual o no; si hubiera logrado el cambio que necesitaba,
si me hubiese quedado ahí, esas son dudas que van a permanecer
eternamente, pero, como dice papá, hay que arrepentirse de lo que no
hacemos, no de lo que hacemos, y yo no me arrepiento de lo que hice.
Cuando me han preguntado por mi familia, nunca he sabido responder.
He visto tantas de estas unidas, apoyándose, queriéndose los unos a los
otros, que no sentía que la mía fuese igual. Y sin embargo, ahora mismo
pienso que el paso que acabamos de dar es realmente importante. También
sé que hay familias que se rompen y no vuelven a juntarse, que
permanecen enfrentadas por cualquier decisión o que llegan a unos limites
inimaginable, yo no buscaba esto para la nuestra. Blanca lo explicó a su
manera, la vida nos ha dado otra oportunidad, no se puede cambiar el
pasado, pero sí que podemos enfrentarnos al futuro de una manera distinta
y, por suerte, todavía estamos a tiempo. Más vale tarde que nunca, decían,
y pocas son las veces que la vida te da una segunda oportunidad, por lo que
creo que vale la pena aprovecharla.
Me encantaría ser como Mario, que no me afectara nada y que siempre
pudiera evadirme de los problemas con tanta facilidad, pero no puedo. Lo
intenté demasiadas veces y siempre fue superior a mí. Verlo feliz a él,
seguramente fue lo que me produjo que yo quisiera buscar mi felicidad, y
aquí, en Barcelona, la encontré.
A Borja le va a costar un poco más digerir esto, entiendo lo que puede
suponer mi relación con Javi y por nada del mundo estoy intentando
robarte un amigo. Creo, sinceramente, que ya hemos perdido demasiadas
cosas en esta familia, sobre todo yo, como para seguir perdiendo más. No
permitiré por nada que pueda afectar todo esto a vuestra amistad, porque,
¿sabes?, la amistad me ha salvado a mí de no caer en el pozo más
profundo. Porque en la amistad he encontrado todos esos sentimientos que
me faltaron por parte de la familia, porque en la amistad me he refugiado
estos cuatro años, porque la amistad me ha demostrado que podemos crear
nuestra propia familia, porque tengo verdaderos amigos que sé que van a
estar ahí pase lo que pase, así que he aprendido lo que es la AMISTAD,
con letras mayúsculas, y como el rencor no te lleva a ningún sitio, no
pretendo sacártela a ti.
De hecho, debo estar eternamente agradecida a Javi por esto. De no ser
por él, no estaríamos aquí. De no ser por él, ni siquiera me hubiese
planteado volver a tener el mínimo contacto con vosotros. No sé dónde nos
llevará todo esto, y sé que va a ser un camino difícil, largo y en ocasiones
incómodo. No puedo borrar veintidós años de mi vida de golpe, como
tampoco pretendo que vosotros olvidéis el dolor que pudisteis tener con
mi huida, pero también sé de sobra que si algo no falta en esta familia es
voluntad y fuerza, solo será cuestión de ir poniendo empeño.
Empezar de cero son palabras demasiado grandes para todo el dolor que
tenemos dentro, y yo debo pediros un poco de espacio para ser consciente
de lo que hemos vivido estos días. Supongo que estas reflexiones podrán
ayudarnos a todos y saber hasta dónde queremos llegar. Porque después de
todo, tengo que admitir que familia solo hay una, que es la que te toca, y la
labor más grande de la vida es aprender a quererla. Cuando elegimos una
amistad o un amor, podemos quedarnos con el que más nos convenza, con
sus defectos y virtudes, pero que nos aporte lo que nosotros queremos; sin
embargo, con la familia, no. La familia ya viene con esos defectos y
virtudes y tenemos que aprender y acostumbrarnos a quererla. Es un
vínculo que no se elige, pero que es más fuerte de lo que podamos
imaginar. Es un vínculo único y permanente. Y si de algo me he dado
cuenta en estos años es que se puede vivir sin familia, pero sin ella estarás
siempre medio vacío.
Acabaré disculpándome por lo que pude causar, a veces el perdón no es
la solución y tarda demasiado en llegar, pero creedme, nunca es demasiado
tarde, si lo que viene después es de verdad. Y de verdad os digo que voy a
poner de mi parte para que las cosas funcionen, solo pido un poco de
paciencia, respeto y comprensión. Que solo hagamos esto si realmente
estamos listos para dejar los reproches de lado. Hagámoslo por nosotros
mismos y que nos sirva para crecer como personas, porque la vida trata de
aprender, crecer, madurar y, a poder ser, hacerlo junto a los tuyos.
Gracias por escucharme, por intentar comprenderme y por, a vuestra
manera, seguir queriéndome. No voy a decir que os espero en Barcelona,
ni que pronto visitaré Madrid, solo espero que podamos hablar pronto. Que
hoy empiezo una nueva etapa de mi vida y quiero empezarla con vosotros.
Un abrazo muy grande,
Mar
Epílogo
2 años más tarde

Mar

Nunca sabré si me equivoqué o no. Si tomé las decisiones correctas, si me


rendí demasiado rápido, si tenía que haber luchado más o si cogí el camino
fácil. De fácil tuvo poco, pero la decisión de alejarse de lo malo suele
considerarse así. Fuera como fuera, aposté por algo y ese algo me lleva a
ser quien soy y donde estoy. Probablemente si las cosas hubieran sido
distintas, no tendría a los amigos que tengo, no hubiese conocido al
hombre de mi vida o nunca hubiera tenido esta relación con mi familia.
Nunca se puede estar seguro de que las decisiones que tomamos sean
las acertadas, sin embargo, la vida trata de esto, de arriesgarse por algo, de
buscar tu camino, de luchar por lo que te hace feliz y de convertirte en la
persona que quieres ser. Con sus más, sus menos, sus piedras en el camino
y todo lo que uno se lleva por delante, pero un camino en el que te vas
construyendo poco a poco.
Hace dos años que Javi se mudó a Barcelona y aquí sigue, eso de que
cogieron un piso para ellos, evidentemente, era mentira. Tenían ese piso,
pero en poco tiempo se convirtió en el nidito de amor de Oliver y Helena,
que tan nidito de amor, que están esperando un niño. Así que a Javi no le
quedó otra que ceder y mudarse conmigo. No es que le costara mucho,
pasaba aquí unas cinco o seis noches a la semana, ya que después de su
aparición, Carmen y Matías no tardaron en prometerse, y seguida de la
boda de Carol y Dani, tuvimos la otra al año siguiente.
Desde entonces han cambiado muchas cosas, ya no salimos tanto, ahora
pronto van a quedar todos para dar el biberón, yo monté mi empresa de
traducciones con Diego y alquilamos un despacho para dejar de lado mi
apartamento y todo lo que eso conllevaba, y lo más grande, que he vuelto a
tener familia. Lo único que no ha cambiado somos nosotros, nuestro
grupo, se ha agrandado por un par de personas, pero seguimos siendo
nosotros, con nuestras quedadas, nuestras conversaciones y nuestro amor.
Estoy segura de que va a ir creciendo, pero estoy tremendamente orgullosa
de no haber perdido eso.
Con mi familia, las cosas están realmente bien ahora mismo. Nos costó
lo suyo, empezamos con visitas mensuales, normalmente venían ellos a
Barcelona, pero alguna vez cedí y fui a Madrid, más por tener que ver a
mis suegros que otra cosa, pero aprovechábamos el viaje. Al que más veo
es a Borja, porque aunque se hizo mucho el remolón, fue incapaz de
renunciar a su mejor amigo, así que lo tenemos más veces de las que me
gustaría por casa. He aprendido a quererlos a todos, a mi manera, pero he
aprendido a ello. Sobre todo a mi sobrina pequeña, con la que fue amor a
primera vista y a la que no voy a renunciar. No somos una familia al uso,
pero nos estamos entendiendo y todos hemos bajado un poco del burro
para lograr que funcione.
Todas estas reflexiones las hago hoy porque vengo de estar con mi
hermana Blanca, que es la que más me ha demostrado su arrepentimiento,
la que más ha cambiado y la que más está poniendo de su parte. Ha venido
en una visita exprés, ya que necesitaba arreglar unos papeles con un
cliente por aquí, así que hemos aprovechado para ir a comer. Aún se me
hace extraño poder estar en una misma mesa y que no salten los cuchillos,
pero me alegro de que sea así. Si lo pienso detenidamente, las cosas han
cambiado para bien, así que puedo volver con una sonrisa en mi rostro.
Al llegar a casa, la sonrisa crece, pero mi corazón se acelera cuando veo
todo un camino de velas y unos sobres esparcidos por el suelo como si
fueran escaleras. Javi no es el hombre más romántico del mundo, pero no
me puedo quejar. Lo único es que hoy no es nuestro aniversario, no es mi
cumpleaños, ni ninguna fecha importante que recuerde. Los sobres van
numerados y llegan hasta la terraza. Puedo intuir la mesa preparada y
miedo me da. Pero la curiosidad me puede y abro el primero de ellos.
1. «Aunque Carmen lo quiso suavizar en su momento,
tendrás ganas de besarlo a todos horas, pero a mí no me
engañas, lo que quieres es follar con él todo el tiempo. Alba».
La frase va junto a una foto donde Javi me tiene cogida en
brazos, con mis piernas enrolladas en su cadera, pegados a la
pared, besándonos.
2. «Que me digan lo que quieran, pero tú sabes que nunca
te vas a sacar ese nerviosismo que te provoca saber que vas a
ver a Javi. Carol». Seguido de una foto comiéndome las uñas,
uno de los días que esperaba con las chicas a que Javi volviera
de Madrid.
3. «No te queda a ti nada por sufrir, habrá que aprender a
controlarse cuando Javi hable con otra mujer, que bien sabes
es un buen imán de estas. Carmen». Acompañado de una foto
un día de fiesta donde a Javi se le acercaron un grupo de
chicas, a cada cuál más zorrón.
4. «Querrás tomarte las cosas con calma, preocuparse por
que las cosas se hagan bien, pasa por el camino de ir despacio,
Carmen. Te preocupas por complacerlo, para que disfrutéis los
dos. Diana». Y la foto no es otra que el día que planificamos
la mudanza de Javi a nuestro piso, que anda que no tuvimos
trabajo en organizarlo todo.
5. «El interés por conocerlo no termina nunca, las ganas de
saber de él, sobre él, que te escriba, aunque os acabéis de
despedir, eso te va a perseguir siempre. Diana». con una foto
mía mirando a la ventana con el móvil en la mano, y abajo,
sale Javi.
6. «Has logrado que alguien te saque del mercado, has
dejado de tener ojos para el resto y no hace falta que te
controlemos frente a alguno de tus perdiciones. Carmen». La
foto es bailando con Diego, pero manteniendo las distancias
mucho más que normalmente.
7. «Echar de menos a alguien es un sentimiento muy sano,
solo demuestra que la persona te importa tanto como para
sentir su ausencia. Carol». La foto me remueve mucho, es del
inicio de nuestra relación; de hecho, no estábamos en ninguna
relación entonces, pero son mis primeras lágrimas cuando se
fue por primera vez.
8. «Yo te consideraba una mujer de pies a cabeza. Con el
permiso de Carol, añadiré que eres toda una preciosidad, pero
vista la cara de boba que se te queda cuando hablas de Javi, se
me ha ido un mito. Dani». Si la de la foto soy yo hablando de
Javi y esa es la cara que pongo, bien guapa que estoy.
9. «Admito que yo empujé al primer plan juntos, pero
desde entonces no has parado de querer hacer cosas con él.
Carlos». Un recuerdo de Formentera; el primero fue Italia,
pero esta foto transmite mucho más.
10. «No todo será felicidad, pero si es capaz de hacerte
daño, eso es porque tiene más influencia en ti de la que te
quieres permitir. A veces, que te haga daño, siempre dentro de
unos límites, si no se las va a tener con nosotros, puede ser
positivo, te enseña a valorar que lo quieres realmente. Alba».
La foto es de cuando tuvimos una conversación con Alba
sobre lo que me afectó lo de mi familia.
11. «Cuando estás con la persona correcta, sus
preocupaciones se convierten en las tuyas, os compagináis
tanto que al final ciertas cosas pasan a ser de los dos.
Miriam». En la foto no salimos preocupados, pero es uno de
los días en que hemos trabajado juntos en casa compartiendo
nuestras tareas.
12. «Y lo más importante de todo es que sepáis apoyaros
mutuamente, que los sueños de uno signifiquen lo mismo para
el otro, que vayáis en la misma dirección, respetándoos y
estando al lado en todo momento. Matías». Con la
representación del día que firmé los papeles de la nueva
empresa, con Javi a mi lado.
He llegado a la terraza con los ojos llenos de lágrimas, lágrimas de
felicidad. Una felicidad que se intensifica con la persona que tengo
delante. Sigue siendo el hombre atractivo que vi el primer día, sigue
robándome el sueño y sigue imponiéndome de igual manera.
—Eres lo suficientemente lista como para saber lo que viene ahora. —
Me da un sobre con el número 13—. No lo abras todavía, dicen que el 13
es el número de la mala suerte. —Puedo empezar a notar que su corazón
debe de acelerarse igual que el mío—. Mar, te conocí hace muchísimos
años y volví a encontrarte siendo toda una mujer. Una mujer fuerte, con
valores, con carácter, risueña, amable, cariñosa y tremendamente sexi; una
mujer que cambió el rumbo de mi vida, me enseño a valorarla, a creer en
la felicidad y me demostró que el sitio para lograrlo no tiene lugar, sino
dueño. Estoy convencido de que he encontrado a la persona con quien
quiero compartir todo mi camino, un camino con sus más y sus menos, un
camino que empezó hace casi tres años y que, a día de hoy, estoy
convencido de que no terminará nunca. No voy a alargarlo mucho más,
nunca hemos sido de decirnos ciertas cosas y sabes de sobra que yo
prefiero demostrártelo, pero tienes unos amigos muy aterradores que me
han amenazado muy bien. Mar Antúnez Lasdaña, ¿quieres casarte
conmigo? –La caja que abre deja ver el anillo de compromiso que jamás
hubiese imaginado para mí. Y las lágrimas siguen sin parar, suerte que no
estoy embarazada, sino estaría convencida de que se trata de las hormonas.
—¿Y si te digo que me lo tengo que pensar? —Siento romper el
romanticismo, su cara ha valido mucho la pena—. No seas estúpido,
¿cómo te voy a decir a ti que no? —Le doy un beso tal como se merece
este momento, pero me detengo de repente—. Borja no va a ser el padrino.
—Mejor dejar las cosas claras desde un inicio.
—Tú lo que buscas es que me maten —me dice entre risas—. Ya le
encontraremos otra tarea importante. —Me vuelve a besar.
Ha preparado la cena, una cena romántica a la luz de las velas en la
terraza, como tantas hemos tenido en ocasiones especiales, teniendo en
cuenta que las ocasiones especiales para nosotros son casi cada día desde
que estamos juntos. Me caso con el hombre de mi vida y estoy segura de
ello. Se ha ido dentro para hacer las llamadas pertinentes e ir informando a
los imprescindibles, alegando que así podía abrir el último sobre.
«De nosotros no te vas a librar nunca, pero esta lista tendréis que
colgarla en algún sitio. Puedes ir marcando los ticks, bien sabemos que los
cumples todos y cada uno de ellos a la perfección.
CÓMO SABER QUE ES EL HOMBRE DE TU VIDA, POR TUS
QUERIDÍSIMOS AMIGOS:
1. Quieres tirártelo a todas horas.
2. Nunca perderás el nerviosismo por verlo.
3. Te molesta que hable con otra mujer.
4. Te nace la preocupación de querer hacer las cosas bien.
5. El interés por saber de él es permanente.
6. No existe ningún hombre más en la faz de la tierra.
7. Lo echarás mucho de menos.
8. Hablar de él conlleva poner cara de idiota.
9. Ya no vas sola, quieres hacer planes para dos.
10. Desgraciadamente, será capaz de hacerte daño.
11. Te afectarán sus preocupaciones.
12. El apoyo debe ser mutuo.
Sonido de tambores… Estamos convencidos de que la última la habrás
cumplido al pie de la letra, y si has pasado por esta, ya no hay vuelta atrás,
ya lo dejas más que claro.
13. Has dicho «sí, quiero» sin ninguna duda.
A ser feliz Mar, ya estamos quedando para organizar una boda más.
¡FELICIDADES!».

Vaya grupo de amigos tengo, y vaya lo que ha dado de sí la puñetera


lista. Me cuesta admitirlo, pero los cumplo todos, ya me había quedado
claro con los sobres y las fotos, pero verlos todos juntos aquí, todavía me
hace ser más consciente de que tienen razón. De que Javi es sin duda el
hombre adecuado para mí. Con él he dejado de tener miedo a nada y si
miro la mano con el anillo puesto, solo me llena de ilusión. Tener un
futuro con él, tenerlo para siempre. Ahora sí, ahora empieza nuestra vida
juntos, ahora nos vamos a convertir en uno.
A veces las declaraciones más bonitas de amor no hay que compartirlas
porque nadie puede entender que nos hicieron sentir tan especiales. Y lo
más especial de todo es que vienen por parte de la persona que queremos.
Me quedo con esto, que para mí ha sido la mejor declaración de todas y
solo me apetece empezar a planear esa ceremonia.
—Te quiero —le digo cuando vuelve.
—No más que yo, pequeña. —Me besa, ofreciéndome una copa de vino
blanco.
Y ahora sí, brindamos por nosotros, por él y por mí, por el equipo que
somos y seremos.

FIN
Agradecimientos

Agradecer siempre será la parte más complicada para mí. Porque hay
tanta gente a la que te gustaría dar las gracias que temes que puedas
dejarte a alguien.
Agradecer a los personajes, porque, aunque solo viven en mi cabeza,
me han enseñado mucho y me han acompañado durante meses. Sus
historias se hacen reales y ellos mismos me ayudan a contároslas tal y
como la están sintiendo. Mar y Javi ya son imprescindibles para mí, y
tampoco quiero olvidarme de los secundarios, ya que me han sorprendido
y mostrado la importancia que tiene la amistad.
Agradecer a mi familia, algo que nunca será suficiente, pero que son el
pilar fundamental en mi vida. Gracias a ellos puedo estar sentada frente a
este escritorio y dejarme llevar por mi imaginación. Ellos me lo han dado
todo, y yo me contento en que sean los primeros en disfrutar de mis
historias.
Agradecer a la persona que ha hecho posible que esto quede tan bonito,
que no es otra que Elisa Mayo, a la que no tengo palabras de
agradecimiento suficientes por todo el tiempo que ha dedicado a pulirla,
corregirla y darme consejos maravillosos para que Mar y Javi pudieran ver
la luz.
Agradecer a Ingrid Térmens por estar detrás de este proyecto y
ayudarme con la portada, una que tantos dolores de cabeza me ha traído.
Parece sencillo elegir una imagen que refleje a la perfección la historia,
pero cuesta mucho dar con una que consiga transmitir lo que has sentido al
escribirla y que consiga llegar a todos vosotros.
Agradecer a Patricia Valles por ser mi lectora cero, por disfrutar de mis
historias y compartir sus sensaciones. Porque cuando una amiga como ella
valora tu trabajo la sensación de felicidad es infinita y te hace creer en que
realmente ha valido la pena todo el esfuerzo que hay detrás.
Agradecer en general a todos los que me rodean, ya que soy afortunada
de poder tenerlos a mi lado. No voy a mencionarlos a todos, no acabaría, y
ellos saben quiénes son.
Y con tantos agradecimientos no quiero olvidarme de daros las gracias
a todos vosotros, los que le dais una oportunidad a mi novela, por los que
tiene sentido hacer todo esto y que realmente espero que hayáis podido
disfrutar de este pedacito de mí. Nunca se puede estar suficientemente
agradecida con vosotros.

También podría gustarte