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Llenos Del Espíritu

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Llenos del Espíritu Santo

Estamos viviendo en una época en la que nunca nos imaginamos que nos tocaría experimentar. Sin
embargo, hemos podido ver cómo la mano del Señor nos ha fortalecido y nos muestra día a día el
camino, levantándonos cuando decaemos. Él nos sostiene en medio de nuestra debilidad

“Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es
mío para siempre.” Salmo 73:26 NTV

Cuando vivimos con fe, Jesús se hace visible y se torna nuestro escudo y ayuda como dice el Salmo
33:20 “Nosotros ponemos nuestra esperanza en el  SEÑOR; él es nuestra ayuda y nuestro escudo. En él se
alegra nuestro corazón, porque confiamos en su santo Nombre. Que tu amor inagotable nos
rodee,  SEÑOR, porque solo en Ti está nuestra esperanza. ” Es nuestro Salvador y Libertador, quien sacia
nuestra sed y llena cada lugar de nuestro corazón con necesidad (Juan 4:14). El Señor nos da de
beber; de su trono descienden ríos de agua viva, ríos del Espíritu que está moviéndose en nosotros
para hacer Su obra (Juan 7:37-38). Para entender mejor esto, leamos juntos lo que habló Jesús a los
discípulos antes de ascender a los cielos:

“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de
Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49-50)

“Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo” (Hechos
1:5)

Aquello que Él estaba anunciando y que ocurrió efectivamente el día de Pentecostés (lo podemos
encontrar en Hechos 2), responde a lo que Jesús mismo había vivido en Su ministerio. Él comenzó con
esta misma llenura de la que se habla en estos pasajes; volvió del desierto lleno del poder del Espíritu
Santo (Lucas 4:14) y empezó a dar palabras al cansado, a renovar las fuerzas al que no las tenía, a
trabajar sin descanso sanando a los enfermos, liberando a los oprimidos por el diablo, haciendo la
voluntad del que lo había enviado (leer Lucas 4:18,19). Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y
caminó haciendo el bien a las personas cada segundo de su vida (Hechos 10:38).

Empoderados por el Espíritu Santo para cumplir una misión

Tenemos también como Iglesia una misión para llevar a cabo (Marcos 16:15), pero antes de ello es
imprescindible el poder del Espíritu. Esa experiencia no es solo para un día; debe ser cuidada y
renovada constantemente, como le enseñó Pablo a Timoteo: “Por lo cual te aconsejo que avives el
fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Timoteo 1:6). Del mismo
modo, no permitamos que los peligros y las malas noticias, o la incredulidad de este mundo dañen
nuestra confianza y hambre por mantener viva la llama de la pasión y del amor de Dios en nuestros
corazones. Necesitamos conocer a la persona del Espíritu Santo, pues cuando eso sucede nunca más
somos los mismos, y estamos equipados para cumplir con la Gran Comisión (leer Mateo 28:18-20).

Teniendo en cuenta todo esto, veremos a continuación la historia que está en Marcos 2:1-12, en la
que se relata el momento en que Jesús sanó a un paralítico tras el accionar en fe de sus
comprometidos amigos. Esta experiencia sobrenatural nos permitirá reconocer tres cosas que
suceden cuando somos personas llenas del poder del Espíritu Santo:

1. Somos guiados por la compasión de Jesús

Estar lleno de Dios no es una experiencia intangible y mística, sino algo que también se evidencia en
los hechos concretos. Las personas que fueron a buscar al paralítico del relato bíblico de hoy tenían
compasión ante la necesidad de su amigo, y se determinaron a llevarlo ante Jesús apenas supieron
que Él estaba en la ciudad. A pesar de que había una multitud reunida para escuchar la predicación
del Señor, ellos buscaron la manera de llegar de todas formas. Hoy también hay personas que están
pasando situaciones difíciles, pero somos parte de esta nueva generación que se levanta con
compasión, ayudando a los demás a conocer a Jesús y en sus momentos de necesidad. La compasión
va acompañada de la esperanza que viene del cielo, aquella que nos alcanzó a nosotros para que
podamos transmitirla a todos los que nos rodean.

Para reflexionar y actuar:


Si estamos llenos de Dios, estaremos llenos de compasión por los demás.
Si estamos llenos de compasión, seremos transmisores de esperanza.
Piensa en alguien a quien puedas ayudar esta semana y transmitirle el mensaje de esperanza del evangelio

2. No existen obstáculos para ver las maravillas de Dios

El lugar donde estaba Jesús enseñando estaba repleto de gente, de tal modo “que ya no cabían ni aun
a la puerta” (Marcos 2:2). La entrada estaba bloqueada, pero eso no les impidió seguir con su
propósito. Tuvieron una idea audaz, pues rompieron el techo de la casa para que el paralítico pudiera
tener ese encuentro con el Señor. No se dejaron desanimar ante los obstáculos, y “al ver Jesús la fe
de ellos” (Marcos 2:5), actuó en consecuencia y sanó al paralítico delante de todos. Dios nos desafía
hoy a tener esa misma determinación, creyendo que nada es imposible para aquel que cree (Marcos
9:23), y que nuestro Rey es galardonador de los que le buscan en fe (leer Hebreos 11:6).

¿Hay alguna situación en tu vida y la de tu familia en la que necesitas ver un milagro del cielo? Ora al Señor
para que te muestre los obstáculos que impiden que se desate tu fe, y ten presente la promesa de Jesús:
“… todo lo que pidiéreis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22)

3. Nos mantenemos fieles, firmes, confiados y perseverantes

El Señor nos reviste con el poder del Espíritu (Lucas 24:29) para que podamos mantenernos íntegros,
firmes, perseverantes y arraigados, evitando que nuestra fe se enfríe (leer Efesios 3:17-19). Cuando
esa plenitud se manifiesta en nuestras vidas, no solamente empezamos a ver el fruto de aquella
constancia, sino que además inspiramos a otros a también permanecer firmes cuando su fe es
sacudida. Esta es una cualidad muy especial para épocas de tanto desamparo y soledad como la que
estamos viviendo.
Hoy nos afirmamos en el Señor y asumimos este llamado de ser luz en medio de la oscuridad: “Con esta
noticia, fortalezcan a los que tienen cansadas las manos, y animen a los que tienen débiles las rodillas. Digan a
los de corazón temeroso: ‘Sean fuertes y no teman, porque su Dios viene para destruir a sus enemigos, viene
para salvarlos’. Y cuando él venga, abrirá los ojos de los ciegos y destapará los oídos de los sordos. El cojo
saltará como un ciervo, y los que no pueden hablar ¡cantarán de alegría! Brotarán manantiales en el desierto y
corrientes regarán la tierra baldía” (Isaías 35:3-6, NTV)

Conclusión

Necesitamos ser personas hambrientas y sedientas por vivir en el Espíritu. Prepárate entonces para
andar en esa plenitud, y que tu corazón se sature del Señor, quien todo lo llena (Efesios 1:23). Así
como Jesús sanó a los paralíticos y a toda clase de enfermos, el Espíritu Santo seguirá haciendo hoy
esa obra a través tuyo y del resto de la Iglesia. Sé parte de ello, cumpliendo la misión de llevar el
evangelio a toda criatura, con un corazón compasivo, con palabras de esperanza y con un
espíritu de perseverancia. Si buscas estar lleno del Espíritu Santo, entonces ¡nada te podrá
detener!

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