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Conversión Pastoral

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LA CONVERSIÓN PASTORAL

1. ¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN PASTORAL?


El subtítulo 7.2 del Documento de Aparecida se llama “Conversión pastoral y renovación
misionera de las comunidades”, dentro del gran contexto del capítulo 7 titulado “La misión
de los discípulos al servicio de la vida plena”. El sentido de este llamado a la conversión
proviene, indudablemente, de una realidad eclesial que necesita transformarse, en vistas a la
transmisión de la fe y la evangelización. Porque más allá de la conversión personal de cada
hombre y mujer que acepta, libremente, la Buena Noticia y la pone en práctica, hoy se
vuelve necesaria una conversión comunitaria que modifique algunas disposiciones
generales de la Iglesia y de la concepción grupal de la misión. La Palabra de Dios es, y será
siempre, una invitación a la revisión y al cambio, como lo fue para los primeros patriarcas,
como lo fue para Israel, como lo fue para las primeras comunidades cristianas, como lo es
para nosotros y como será en los próximos años. En cada época, el Pueblo de Dios está
llamado a descubrir los signos de los tiempos para que su comunicación de la vida en Cristo
no sean ideas descabelladas e intransferibles a las personas, sino que, penetrando las
culturas, el Evangelio se arraigue y el Reino se haga presente bajo signos concretos, reales
y efectivos.

El llamado a la conversión implica cambios dolorosos y renuncias. Estar dispuestos a


cambiar es estar dispuestos a dejar que la Palabra inunde nuestro sentir y nuestro actuar; y a
nivel eclesial, dispuestos a dejar que el Espíritu Santo nos lleve por donde Él considere
conveniente, aunque eso signifique desprenderse de modelos a los que estamos
acostumbrados. Quizás, el mayor problema de la conversión pastoral resida en
desacostumbrar a los agentes de pastoral, moldeados bajo una forma de hacer las cosas que
ya no es cuestionada ni revisada, sino que se realiza porque sí, bajo el pretexto de que lleva
años sucediendo de la misma manera. Que Aparecida inste a la conversión no es un dato
menor, ni mucho menos que la conversión esté dirigida, con gran énfasis, a la renovación
misionera. ¿Qué nos ha estado sucediendo para que los Obispos recalquen tanto la
necesidad de la misión? ¿Qué nos estuvo faltando para que la V Conferencia incluya en sus
prioridades el ser misioneros?

En el punto 365 del Documento de Aparecida se encuentra la introducción y plan


programático de objetivos para la conversión pastoral. Podemos leer en él:

a) “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos
los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos, y de
cualquier institución de la Iglesia”. No hay parte ni porción de la Iglesia que no quede
afectada en la conversión pastoral y la renovación misionera. La propuesta debe
impregnarlo todo, como un agua viva que moja, pero no sólo exteriormente, sino que
empapa, llegando a la médula de los hombres y mujeres, a la médula de las planificaciones,
a la médula de las estructuras eclesiales. Así se trate de una enorme Diócesis o de una
pequeña comunidad eclesial de base, todos se ven afectados, porque la misión es
responsabilidad de la totalidad del Pueblo de Dios, receptor de la vida en Cristo y
transmisor de la misma. Aquí juega un papel importantísimo la tarea de animación
misionera, con el objetivo de despertar en los bautizados la conciencia de comunión
misionera, de relación íntima tanto con la catequesis de la parroquia como con los
misioneros desconocidos en tierras extranjeras. Una constante animación misionera
redundará en mayores vocaciones a la actividad ad gentes, aumento de la cooperación
espiritual y económica para el sostén de las misiones, comunidades más participativas y
más acogedoras, procesos reales de inculturación y preocupación por acceder a los espacios
donde aún la Iglesia no ha hecho patente su mensaje. ¿Cómo hacer que todos los hombres
reciban el Evangelio si no toda la Iglesia es misionera?

b) “Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en
los procesos constantes de renovación misionera”. La renovación misionera es un proceso,
no sucede como un corte transversal que elimina todo lo “viejo” y trae cosas absolutamente
nuevas. El proceso implica el cambio gradual, pero firme, que analiza lo que está
sucediendo actualmente para rescatar lo bueno y eliminar lo no tan bueno, suplantándolo
por algo mejor. Es una tarea de discernimiento comunitario, donde la prioridad está en los
receptores de la evangelización, bajo la pregunta sobre qué es lo mejor para ellos, cuál es la
mejor manera de transmitirles el Evangelio, cuáles son los lenguajes adecuados para cada
cultura. El proceso no puede realizarse sectorizado, determinando un área parroquial
misionera y las demás estancadas en su pastoral de conservación, sino que el completo de la
Iglesia debe animarse en la misión, reflejando al mundo su vida de comunión y el deseo de
participar a todos de esa vida. Así mismo, el proceso de renovación es constante, nunca
acaba, y más profundidad adquirirá en la medida en que mayor sea la relación del Pueblo
de Dios con la Palabra que lo interpela.

c) “Abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe”.


Lamentablemente, y por más doloroso que resulte asumirlo, nuestra Iglesia cuenta con
estructuras caducas, vencidas para esta época, estructuras que no permiten la transmisión de
la fe, sino que la ralentizan y hasta obstaculizan. La conversión pastoral y renovación
misionera, sin dudas, son una llamada a juzgar evangélicamente las estructuras y
modificarlas de ser necesario, inclusive eliminándolas cuando el juicio evangélico así lo
disponga. La renovación es movimiento, es vida, y la transmisión de la fe también es
movimiento y vida, por ende, la quietud o estancamiento no hacen más que detener la
cadena de la fe que se transfiere de boca en boca, de acción en acción, de mirada en mirada,
de catequesis en catequesis, de liturgia en liturgia, de acción social en acción social. Las
estructuras que ayer transmitían la fe, quizás hoy ya no lo hacen, y permanecer en ellas por
el capricho de no cambiar o por la inocente concepción de que la transformación de lo
tradicional es una especie de pecado, no es en absoluto interpretar los signos de los
tiempos. Aparecida propone un cambio, cambiar es difícil, pero nada es imposible para
Dios. Si verdaderamente creemos que el Espíritu Santo ha inspirado a los Obispos en la V
Conferencia, creemos que es Él quien nos impulsa a la misión, quien nos está solicitando
un cambio, quien grita a viva voz que no nos interpongamos a la Palabra, sino más bien que
seamos como “una voz que grita en el desierto: preparen el camino del Señor” (Mt. 3, 3).

2. V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO

Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades


365. Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos
los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos, y de
cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar
decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera,
y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe.

366. La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la


instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y
consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente
conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está
diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se
manifiesta.

367. La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus
miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos. Estas
transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la
Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al
Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas
espirituales, pastorales y también institucionales.

368. La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad
de comunión y participación, “proponiéndola como principio educativo en todos los
lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las
personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las
comunidades”. La conversión pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean
comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo Maestro y Pastor. De allí nace
la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y
participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Hoy más
que nunca el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La
programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cf. Jn 13, 35).
369. Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las
primitivas comunidades cristianas (cf. Hch 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas
formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. Asimismo, nos
motiva la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II, el camino sinodal en el
postconcilio y las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y de
El Caribe. No olvidamos, que como nos asegura Jesús, “donde están dos o tres reunidos en
mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20).

I. EL DESAFÍO DE LA CONVERSIÓN PASTORAL1

La conversión pastoral es un tema transversal en el Documento Conclusivo de Aparecida.


Ella es una condición indispensable para la Misión Continental. Aquí se sugieren principios
teológicos, sobre todo eclesiológicos, y criterios evangelizadores, que pueden iluminar y
orientar prioritariamente la renovación misionera de las comunidades eclesiales, en especial
las Diócesis y Parroquias para caminar en y hacia un estado de misión permanente en
América Latina y el Caribe.

Principios teológicos
1. La Trinidad. La Iglesia, convocada y formada por la Santísima Trinidad, es por
naturaleza misionera. El misterio de la Trinidad, en la comunión y la misión de las divinas
personas, es la fuente, el modelo y el fin de la renovación misionera de la Iglesia.

2. Cristo y su Reino. Cristo es fundamento absoluto, modelo principal y contenido central


de la misión. La Iglesia surge de la misión de Jesús y es enviada por él a evangelizar. Ella
- comunica la Vida en Cristo para que todos los hombres sean congregados en la única
Familia de los hijos de Dios,
- prolonga el dinamismo del misterio de la Encarnación,
- sirve al crecimiento del Reino de Dios para que todos los pueblos tengan un proceso de
conversión permanente hacia la santidad del amor, asumiendo con fe firme la Cruz, la
alegría de la Pascua y la fuerza del Espíritu.

3. El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el agente principal de la nueva evangelización. El


Espíritu impulsa a la Iglesia misionera a un nuevo y permanente Pentecostés.

4. La Iglesia. La Iglesia es el Pueblo de Dios, que vive la comunión misionera,


- como don y tarea en cuanto participación de la comunión trinitaria,
- como sacramento de la presencia salvífica y amorosa del Padre en Cristo,
1
Tomado del Documento conclusivo: “Encuentro de Obispos responsables de promover la misión
continental y la renovación de la parroquia de las Conferencias Episcopales de América Latina y el
Caribe”, realizado del 3 al 6 de mayo de 2010 en Lima Perú.
- como fraternidad en el Espíritu que se realiza en las iglesias particulares,

5. La Iglesia particular. La Iglesia particular es totalmente Iglesia pero no es toda la Iglesia.


Es:
- el lugar privilegiado de la formación y de la misión para la comunión,
- el centro vital de la nueva evangelización,
- el sujeto de la pastoral orgánica, donde todos son sujetos evangelizadores,
- el rostro concreto de la Iglesia en comunidades socioculturales peculiares,

II. CRITERIOS EVANGELIZADORES

1. Conversión permanente a la luz de la palabra de Dios. Promover la lectura orante de la


Palabra de Dios y abrirse con docilidad a la acción del Espíritu para que sostenga un
proceso de conversión misionera de las personas y de las comunidades, en sus corazones,
mentalidades, criterios, actitudes, conductas, lenguajes, prácticas, métodos, planes y
estructuras.

2. Comunión fraterna. Intensificar la vivencia de la Iglesia diocesana y parroquial como una


“casa y escuela de comunión”, que se manifiesta
- en la formación y en la vida de las pequeñas comunidades
- en el crecimiento de nuevas cualidades para la acogida, el servicio y la alegría
- en la opción preferencial por los pobres.

3. Participación laical. Detonar la participación de todos los bautizados, especialmente de


laicos y laicas – también de la vida consagrada - en la comunión y la formación discipular,
- respetando los derechos de todos los bautizados,
- promoviendo ministerios diversos al servicio de la misión,
- ayudando a superar el clericalismo en la vida diocesana y parroquial.

4. Pastoral orgánica. Establecer criterios comunes para animar una pastoral orgánica
diocesana radicalmente misionera que
- promueva y exprese la corresponsabilidad, la colegialidad y la solidaridad
- fomente una misión centrífuga (ir hacia) y una reunión centrípeta (convocar a),
- sostenga una pastoral de los vínculos y los procesos

5. Itinerario de pastoral kerigmática. Convertirse a una pastoral kerygmática que vive en el


encuentro con Cristo por el Kerygma y sigue la pedagogía de Jesús en Emaús para
acercarse a los alejados, caminar junto con ellos, preguntarles, escucharlos, acompañarlos y
constituir una comunidad de amor que atraiga hacia el Resucitado.
6. Itinerario de conversión formativa. Convertirse a un itinerario de formación que parta del
encuentro con Jesucristo y conduzca a una permanente conversión personal, que facilite
una apasionada conversión pastoral que ayude a lograr y mantener estructuras pastorales al
servicio del discipulado. Es necesario que el hilo conductor debe ser el Kerigma y su meta
habitual la Eucaristía.

7. Comunidad misionera de comunidades misioneras. Convertir la parroquia en una


comunidad misionera de comunidades misioneras insertas entre las familias y los pueblos
mediante procesos permanentes de discernimiento, planeación, descentralización y
articulación pastoral.

8. Comunidades al servicio del Reino de la Vida. Convertirse a una misión que sirva al
crecimiento del Reino de la Vida plena en Cristo mediante un proceso de iniciación
cristiana que forme personas libres y fraternas, y comunidades que transformen las
realidades de nuestro pueblo.

9. Nuevos espacios de la misión en el mundo latinoamericano actual. Intensificar la


presencia diocesana y parroquial en los nuevos areópagos del mundo de hoy, especialmente
en el ámbito de la cultura urbana, para acercarnos a los que no conocen a Cristo, atraer a los
que se alejaron de la Iglesia y fortalecer a los que siguen en la Iglesia pero flaquean en su
fe.

III. CRITERIOS DE RENOVACIÓN

La expresión “criterios de renovación” indica sugerencias prácticas que pueden servir de


impulso a la renovación misionera de la Iglesia particular y la parroquia. Estas propuestas
tienen como base y marco de referencia el hecho de que “el reto fundamental de la Iglesia
es ser capaz de “promover y formar discípulos misioneros, que respondan a la vocación
recibida” (cf. DA, 14), es decir, formar cristianos convertidos, convencidos y
comprometidos. Ahora bien, la auténtica conversión sólo podrá darse a través del
Encuentro personal con Cristo (Cf. DA 12) y la experiencia comunitaria; en tanto que la
convicción vendrá de la experiencia personal del Encuentro con Cristo, fortalecida por la
formación. De la conversión y la convicción surgirá el compromiso, como una
consecuencia. Por tanto, un criterio fundamental de discernimiento para descubrir la
autenticidad de la praxis pastoral y las estructuras eclesiales es su capacidad para contribuir
de manera eficaz a la promoción y formación de discípulos misioneros. Las siguientes
propuestas que aquí se hacen quieren ser un estímulo a la imaginación creativa.

1. Es necesario redescubrir el sentido y la necesidad de las estructuras. No hay que


absolutizarlas ni menospreciarlas, sino precisar qué se entiende por estructuras y cuáles son
las estructuras eclesiales que requieren ser transformadas. En el ámbito eclesial, la función
primordial de las estructuras es facilitar que fluya la vida del Espíritu e impregne la vida de
las personas y las comunidades; pero también garantizar la comunión, la participación y la
misión de todos. Las estructuras son medios para la comunicación, el diálogo, el consenso,
la corresponsabilidad. Deben caracterizarse por su flexibilidad, funcionalidad y
dinamicidad. No cualquier estructura garantiza una renovación espiritual ni la fecundidad
misionera. Esto implica también revisar a fondo el ejercicio de la autoridad, así como
repensar la naturaleza jerárquica de la Iglesia en el actual contexto, y su función de ser
garante de la unidad y la misión.

2. Es absolutamente necesaria una inclusión de los laicos, hombres y mujeres, en las


estructuras de la Iglesia. Pues “la renovación de la Iglesia en América no será posible sin la
presencia activa de los laicos” (EA 44). Esto implica que se les dé más espacio de
participación a los laicos y a sus peculiares carismas seculares en todo el proceso de
planeación pastoral: análisis, discernimiento, programación, ejecución y evaluación.

3. Es hora de conocer y poner en marcha algunas tipologías de la Parroquia o de instancias


afines, sugeridas en el Código de Derecho Canónico. Entre ellas, la parroquia “in solidum”,
la parroquia personal o ambiental, la cuasiparroquia, la rectoría, la capellanía. Esto
permitiría una mejor organización y atención pastoral a grupos humanos en contextos
específicos.

4. Propiciar el encuentro personal con Cristo y la conversión de los cristianos más alejados
como una prioridad pastoral absoluta. Esto implicará institucionalizar el kerigma y emplear
los métodos y las estructuras que sean más eficaces y flexibles ante las nuevas y diversas
circunstancias.

5. Asegurar la experiencia comunitaria de cada bautizado. Esto implica la exigencia de


rescatar e impulsar con gran fuerza y creatividad la creación de CEBs o de Pequeñas
Comunidades Eclesiales, que sean auténticos espacios de la experiencia de Dios, de
discipulado y de misionariedad. Es necesario que los bautizados “se sientan y sean
realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión” (DA 172).

6. Diseñar y llevar a cabo itinerarios de formación integral, sistemática, procesual y


permanente, en todos los niveles de Iglesia. Ellos deben garantizar la iniciación o
reiniciación cristiana a través de la catequesis; la maduración en la fe de cada bautizado;
con una adecuada capacitación para vivir su vocación específica y ejercer sus carismas en
la Iglesia y/o en el mundo. Puede hacerse a través de Institutos educativos católicos ya
presentes o estableciendo nuevos centros de formación básica y diversificada en los
diversos niveles de Iglesia, sobre todo en lo parroquial y lo diocesano. Los centros de
formación cristiana (formación básica), las escuelas parroquiales de formación para laicos y
los institutos diocesanos para la formación bíblica, teológica y pastoral deben ser apoyados
con los necesarios recursos, tanto humanos, como pedagógicos, materiales y económicos.

7. Impulsar el compromiso pastoral y misionero. Esto implica revisar y potenciar los


ámbitos de participación y de corresponsabilidad que favorezcan la participación integral y
efectiva de todos los bautizados; así como el fomento de una adecuada “espiritualidad de
comunión misionera” (cf. DA 203, 284). En este campo es extremadamente urgente que el
sacerdote diocesano y los que están su proceso de formación inicial para el presbiterado
entiendan y asuman la dimensión misionera como parte constitutiva de su identidad.

3. PASTORAL EN CONVERSIÓN A LA LUZ DE LA EVANGELII GAUDIUM2

Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el
camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están.
Ya no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la
tierra en un estado permanente de misión.

Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se
dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera: La Iglesia debe profundizar en
la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio.

De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen


ideal de la Iglesia, tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e
inmaculada y el rostro real que hoy la Iglesia presenta, brota un anhelo generoso y casi
impaciente de renovación.

El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente


reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: Toda la renovación de la Iglesia consiste
esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación. Hay estructuras eclesiales que
pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras
sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y
auténtico espíritu evangélico, sin fidelidad de la Iglesia a la propia vocación, cualquier
estructura nueva se corrompe en poco tiempo.

Una impostergable renovación eclesial

Que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se
convierta en un cauce adecuado para la evangelización más que para la auto- preservación.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este
sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en
todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en
constante actitud de salida. Como decía Juan Pablo II: (a los Obispos de Oceanía), toda
2
Cf. Evangelii Gaudium N° 27-33
renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa
de una especie de introversión eclesial

Parroquia: La parroquia no es una estructura caduca; puede tomar formas muy diversas que
requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad, Si es capaz
de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo la misma Iglesia que vive entre las
casas de sus hijos y de sus hijas. Esto supone que realmente esté en contacto con los
hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una estructura separada de la gente.

La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del


crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la
adoración y la celebración. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos
van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero.

Las demás instituciones eclesiales, comunidades de base, pequeñas comunidades,


movimientos y otras formas de asociación, aportan un nuevo fervor evangelizador y una
capacidad de diálogo con el mundo que renuevan la Iglesia, pero no deben perder el
contacto con la realidad de la parroquia del lugar, sino que se integren con la pastoral de la
Iglesia particular para que no queden aislados.

(Toda Iglesia particular esta llamada a la conversión misionera, ya que es la manifestación


concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo. Debe anunciar a Cristo en los lugares
más necesitado como en las periferias y ámbitos culturales. También el papado y las
estructuras de la Iglesia universal necesitan escuchar la llamada a una pastoral de
conversión).

Por eso, la pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del
siempre se ha hecho así. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar
los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias
comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los
medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía.

OBJETIVOS
 Comprender a la luz del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia la importancia de
la acción pastoral en la vida de la Iglesia, como un proceso que vuelva a los
orígenes apostólicos de la Iglesia y que tenga a Jesucristo como modelo de pastoral.

 Reflexionar y vislumbrar estrategias que nos permitan vivir un proceso de


conversión pastoral desde el corazón mismo de la Iglesia, que evite todo tipo de
encerramiento en sus propias seguridades y que no le permita responder a los
desafíos del mundo actual.

 Analizar a la luz del Documento de Aparecida y la Evangelii Gaudium lineamientos


de acción que permitan que la Iglesia recobre su esencia misionera y vaya a las
periferias de la humanidad.

 Promover un dinamismo misionero y pastoral desde la acciones concretas de la vida


de la Iglesia, que lleve a que todos conozcan a Cristo y vivan procesos de
conversión personales.

CONTENIDO
INTRODUCCIÓN

OBJETIVOS

1. ¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN PASTORAL?


2. V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO
3. PASTORAL EN CONVERSIÓN A LA LUZ DE LA EVANGELII GAUDIUM

CONCLUSIONES

CONCLUSIONES
En el mundo actual en el que vivimos, la sociedad presenta nuevos desafíos y areópagos a
los cuales la Iglesia debe responder desde sus procesos de acción evangelizadora. El
pontificado del actual Papa, ha vislumbrado la urgencia y necesidad de que la Iglesia desde
su misma estructura y especialmente desde su pastoral, viva un proceso de conversión que
garantice mayor fidelidad a la misión que la Iglesia ha recibido del mismo Cristo. Este
proceso de conversión no es novedad en la vida de la Iglesia, ha sido resultado del despertar
de la conciencia misionera, de manera muy particular en la Iglesia Latinoamericana desde
la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida; donde desde el método:
Ver, Juzgar y Actuar, la Iglesia busca responder a la misión que Cristo encomendó a la
Iglesia en sus orígenes: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad.

El discurso del actual Papa, se ha caracterizado desde su espíritu de humildad y de pobreza,


un cuestionamiento no sólo a los laicos y fieles de la Iglesia sino de manera particular a
aquellos que como ministros han sido llamados por Dios a ser constituidos como Pastores
de su pueblo. Los tiempos actuales y fenómenos como la globalización y el secularismo
han hecho que la Iglesia establezca acciones de pastoral que le permita salir a las periferias
de la sociedad, que abandone sus propias seguridades y comodidades y que hacen que la
Iglesia se encierre en sí misma y no responda a los desafíos del mundo actual.

Por lo tanto, por muchas estrategias, proyectos y acciones que se establezcan con la
Evangelii Nuntiandi es importante recordar que el protagonista y el alma de la misión es el
Espíritu Santo, es necesario que la Iglesia se renueve desde su corazón viviendo un nuevo
Pentecostés, para que laicos y ministros de la Iglesia con una vida renovada y con la fuerza
del Espíritu salgan a cumplir el mandato misionero que el mismo Cristo encomendó a sus
discípulos. Finalmente, es de gran importancia hablar de la corresponsabilidad misionera,
para que todos entiendan que la misión no es un trabajo, es una vocación, es un don y tarea,
y que por lo tanto, es responsabilidad de todos los bautizados, que desde su carisma y
ministerio específico están llamados a servir a Cristo y al evangelio.
INTRODUCCIÓN

La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su


misión en las nuevas circunstancias   latinoamericanas y mundiales. Se trata de confirmar,
renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un
encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello
no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos
que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su
Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la
luz y la fuerza del Espíritu (DA 11). A todos nos toca recomenzar desde Cristo,
reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte
a la vida y, con ello, una orientación decisiva  (DA 12), (DA 243).

Entrar en el dinamismo de una misión permanente, con estas u otras etapas, supone
un proceso pedagógico con un itinerario pastoral en que podamos formar el corazón del
discípulo misionero en todos nosotros: bautizados, confirmados y ordenados para el
ministerio sacerdotal así como aquellos y aquellas que han recibido una especial
consagración. Desde el punto de vista de nuestro discipulado misionero exige una
conversión pastoral, es decir, la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa,
la manera como pensamos y realizamos la pastoral.

La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la


instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y
consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente
conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está
diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se
manifiesta.

LA CONVERSIÓN PASTORAL
Diác. JOHN CORDERO CASTRO
Diác. JUAN CARLOS BUSTOS SAÉNZ
HERNAN ARLEY CUEVAS DUARTE
ELKIN DARÍO CARDONA

Trabajo de Investigación
DIPLOMADO MISIÓN AD GENTES

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA


CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA
JUNIO 13 DEL 2014
BOGOTÁ

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