Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Benito Jerónimo Feijoo Defensa de La Mujer

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

Benito Jerónimo Feijoo, Defensa de las mujeres (Orense, 1676-Oviedo, 1764)

Fragmentos

57. Llegamos ya al batidero mayor, que es la cuestión del entendimiento, en la cual yo


confieso, que si no me vale la razón, no tengo mucho recurso a la autoridad; porque los
Autores que tocan esta materia (salvo uno, u otro muy raro), están tan a favor de la
opinión del vulgo, que casi uniformes hablan del entendimiento de las mujeres con
desprecio.

62. Estos discursos contra las mujeres son de hombres superficiales. Ven que por lo
común no saben sino aquellos oficios caseros, a que están destinadas; y de aquí infieren
(aun sin saber que lo infieren de aquí, pues no hacen sobre ello algún acto reflejo) que
no son capaces de otra cosa. El más corto Lógico sabe, que de la carencia del acto a la
carencia de la potencia no vale la ilación; y así, de que las mujeres no sepan más, no se
infiere que no tengan talento para más.

63. Nadie sabe más que aquella facultad que estudia, sin que de aquí se pueda colegir,
sino bárbaramente, que la habilidad no se extiende a más que la aplicación. Si todos los
hombres se dedicasen a la Agricultura (como pretendía el insigne Tomás Moro en su
Utopía) de modo que no supiesen otra cosa, ¿sería esto fundamento para discurrir que
no son los hombres hábiles para otra cosa? Entre los Drusos, Pueblos de la Palestina,
son las mujeres las únicas depositarias de las letras, pues casi todas saben leer, y
escribir; y en fin, lo poco, o mucho que hay de literatura en aquella gente, está
archivado en los entendimientos de las mujeres, y oculto del todo a los hombres; los
cuales sólo se dedican a la Agricultura, a la Guerra, y a la Negociación. Si en todo el
mundo hubiera la misma costumbre, tendrían sin duda las mujeres a los hombres por
inhábiles para las letras, como hoy juzgan los hombres ser inhábiles las mujeres. Y
como aquel juicio sería sin duda errado, lo es del mismo modo el que ahora se hace,
pues procede sobre el mismo fundamento.

64. Y acaso sobre el mismo principio, aunque mucho más benigno con las mujeres, el
Padre Malebranche, en su Arte de investigar la verdad, les concedió ventaja conocida
sobre los hombres en la facultad de discernir las cosas sensibles, dejándolas muy abajo
para las ideas abstractas; pues aunque señala por razón de esto la blandura de su celebro,
estas causas físicas ya se sabe que cada uno las busca, y señala a su modo, después que
por la experiencia está, o se juzga asegurado de los efectos. Siendo esto así, cayó este
Autor en aquella dolencia intelectual, de que quiso él mismo curar a todo el linaje
humano; esto es, el error ocasionado de preocupaciones comunes, y principios mal
reflexionados; pues hizo sin duda este juicio, o por dejarse arrastrar del común, o porque
advirtió que las mujeres reputadas por hábiles, discurren con más felicidad, y acierto
que los hombres en orden a las cosas sensibles, y con mucho menos (si no enmudecen
del todo) en materias abstractas: siendo así, que [352] esto no proviene de la
desigualdad de talento, sino de la diferencia de aplicación, y uso. Las mujeres se
ocupan, y piensan mucho más que los hombres en el condimento del manjar, en el
ornato del vestido, y otras cosas a este tono, y así discurren, y hablan acerca de ellas con
más acierto, y con más facilidad. Por el contrario en cuestiones teóricas, o ideas
abstractas, rarísima mujer piensa, o rarísima vez; y así, no es mucho que las encuentren
torpes, cuando les tocan estas materias. Para mayor desengaño de esto se observará, que
aquellas mujeres advertidas, y de genio galante, que gustan de discurrir a veces sobre las

1
delicadezas del amor Platónico, cuando se ofrece razonar sobre este punto, dejan muy
atrás al hombre más discreto, que no se ha dedicado a explorar estas bagatelas de la
fantasía.

65. Generalmente cualquiera, por grande capacidad que tenga, parece rudo, o de corto
alcance en aquellas materias a que no se aplica, ni tiene uso. Un Labrador del campo, a
quien Dios haya dotado de agudísimo ingenio, como algunas veces sucede, si no ha
pensado jamás en otra cosa que su labranza, parecerá muy inferior al más rudo político
siempre que se ofrezca hablar de razones de estado. Y el más sagaz político, si es puro
político, metiéndose a hablar de ordenar escuadrones, y dar batallas, dirá mil desvaríos;
y si le oye algún hombre inteligente en la Milicia, le tendrá por un fatuo, como reputó
tal Annibal al otro grande Orador Asiático, que en presencia suya, y del Rey Antíoco se
arrojó a razonar de las cosas de la guerra.

66. Lo propio sucede puntualmente en nuestro caso: estáse una mujer de bellísimo
entendimiento dentro de su casa, ocupado el pensamiento todo el día en el manejo
doméstico, sin oír, u oyendo con descuido, si tal vez se habla delante de ella de materias
de superior esfera. Su marido, aunque de muy inferior talento, trata por afuera
frecuentemente, ya con Religiosos sabios, ya con hábiles políticos, con cuya
comunicación adquiere varias noticias, [353] entérase de los negocios públicos, recibe
muchas importantes advertencias. Instruido de este modo, si alguna vez habla delante de
su mujer de aquellas materias, en que por esta vía cobró un poco de inteligencia, y ella
dice algo que le ocurre al propósito, como, por muy penetrante que sea, estando desnuda
de toda instrucción, es preciso que discurra defectuosamente, hace juicio el marido, y
aun otros, si lo escuchan, de que es una tonta, quedándose él muy satisfecho de que es
un lince.

67. Lo que pasa con esta mujer, pasa con infinitas, que siendo de muy superior
capacidad respecto de los hombres concurrentes, son condenadas por incapaces de
discurrir en algunas materias; siendo así, que el no discurrir, o discurrir mal depende, no
de falta de talento, sino de falta de noticias, sin las cuales ni aun un entendimiento
angélico podrá acertar en cosa alguna; los hombres entretanto aunque de inferior
capacidad, triunfan, y lucen como superiores a ellas, porque están prevenidos de
noticias.

68. Sobre la ventaja de las noticias hay otra de mucho momento; y es, que los hombres
están muy acostumbrados a meditar, discurrir, y razonar sobre estas materias, que son
de su uso, y aplicación, al paso que las mujeres rarísima vez piensan en ellas: conque se
puede decir, que cuando llega la ocasión, los hombres hablan de muy pensado, y las
mujeres muy de repente.

69. En fin, los hombres, con la recíproca comunicación sobre tales asuntos, participan
unos las luces de otros; y así, cuando razonan sobre ellos, no sólo usan del discurso
propio, mas también se aprovechan de lo que tomaron del ajeno; explicándose a veces
en la boca de un hombre solo, no un entendimiento solo, sino muchos entendimientos.
Pero las mujeres, como en sus conferencias no tratan de estas materias sublimes, sino de
sus labores, y otras cosas domésticas, no se prestan sobre ellas luz alguna unas a otras:
conque ocurriendo el caso de hablar en semejantes materias, sobre razonar de repente, y
sin noticias, usan sólo cada una de sus luces propias. [354]

2
70. Estas ventajas que hay para que un hombre de cortísima penetración discurra mucho
más, y con mucho mayor acierto en asuntos nobles que una mujer de gran perspicacia,
son de tanto momento, que puede suceder en la concurrencia de una mujer agudísima
con un hombre rudo, parecer éste discreto, y aquella tonta, a quien no hiciere las
reflexiones que llevo escritas.

71. De hecho la falta de estas reflexiones introdujo en tantos hombres (y algunos por
otra parte sabios, y discretos) este gran desprecio del entendimiento de las mujeres; y lo
más gracioso es, que han gritado tanto sobre que todas las mujeres son de cortísimo
alcance, que a muchas, si no a las más, ya se lo han hecho creer.

81. Por tanto, aun cuando sea verdad lo que dice Plinio, que en los hombres es mayor
materialmente la substancia del celebro que en las mujeres (en lo cual suspendo el
juicio, hasta tomar el parecer de Anatómicos expertos), nada se prueba de ahí: pues si la
ventaja en entender [358] se hubiese de arreglar a ese exceso material del celebro, sería
menester que un hombre agudísimo tuviese cuarenta, o cincuenta veces mayor celebro
que un fatuo, y que los hombres de mayor cuerpo fuesen generalmente más perspicaces
que los de corta estatura, pues tienen también mayor celebro a proporción. Y si eso se lo
hicieren creer al que escribe esto, les dará las gracias, porque le está bien.

100. El P. Malebranche discurre por otro camino, y niega a las mujeres igual
entendimiento al de los hombres, por la mayor molicie, o blandura de las fibras de su
celebro. Yo verdaderamente no sé si lo que supone de esa mayor blandura es así, o no.
Dos Anatómicos he leído que no dicen palabra de eso. Acaso suponiendo la mayor
humedad, se dió por inferida la mayor blandura; y no es la consecuencia fija, porque el
hielo es húmedo, y no es blando. El metal derretido es blando, y no es húmedo. Acaso
por la mayor blandura, o docilidad del genio de las mujeres se discurrió ser también en
toda su material composición más blandas: que hay hombres tan superficiales, que por
estas analogías forman sus ideas, y después por falta de reflexión se extienden hasta
entre los más perspicaces.

101. Pero sea así norabuena: ¿qué conexión tiene la mayor blandura del celebro con la
imperfección del discurso? Antes bien, siendo por esa causa más dócil a la impresión de
los espíritus, será instrumento, u órgano más apto para las operaciones mentales. Este
argumento es más [367] fuerte en la doctrina de este Autor; porque dice en otra parte,
que siendo los vestigios, que dejan con su movimiento en el celebro los espíritus
animales, las líneas conque la facultad imaginativa forma en él las efigies de los objetos,
cuanto esos vestigios, o impresiones fueren mayores, y más distintas, tanto con más
valentía, y claridad percibirá el entendimiento los objetos mismos.

139. Mi voto, pues, es, que no hay desigualdad en las capacidades de uno y otro sexo.
Pero si las mujeres para rebatir a importunos despreciadores de su aptitud para las
Ciencias, y Artes quisieren pasar de la defensiva a la ofensiva, pretendiendo por juego
de disputa superioridad respecto de los hombres, pueden usar de los argumentos
propuestos arriba, donde de las mismas máximas físicas, conque se pretende rebajar la
capacidad de las mujeres, mostramos que con más verisimilitud se infiere ser la suya
superior a la nuestra.

152. Concluyo este Discurso, satisfaciendo a un reparo que se podrá formar sobre el
asunto; y es, que persuadir al género humano la igualdad de ambos sexos en las prendas

3
intelectuales, no parece que trae utilidad alguna al Público, antes bien le ocasionará
algún daño, por cuanto fomenta en las mujeres su presunción, y orgullo.

155. Sepan, pues, las mujeres, que no son en el conocimiento inferiores a los hombres:
con eso entrarán confiadamente a rebatir sus sofismas, donde se disfrazan con capa de
razón las sinrazones. Si a la mujer la persuaden, que el hombre, respecto de ella, es un
oráculo, a la más indigna propuesta prestará atento el oído, y reverenciará como verdad
infalible la falsedad más notoria.

158. Pasados pocos meses, después que con el vínculo del matrimonio se ligaron las
almas de dos consortes, pierde la mujer aquella estimación que antes lograba por alhaja
recién poseída. Pasa el hombre de la ternura a la tibieza, y la tibieza muchas veces viene
a parar en desprecio, y desestimación positiva. Cuando el marido llega a este vicioso
extremo, empieza a triunfar, y a insultar a la esposa en fe de las ventajas que imagina en
la superioridad de su sexo. Instruido de aquellas sentencias, que la mujer que más
alcanza, alcanza lo que un niño de catorce años: que no hay que buscar en ellas seso, ni
prudencia, y otras de este jaez, todo lo que observa en la suya trata con sumo desprecio.
En este estado cuanto la pobre mujer discurre es un delirio, cuanto dice un despropósito,
cuanto obra un yerro. El atractivo de la hermosura, si es que la tiene, ya no sirve de
nada, porque le rebajó el precio la seguridad de la posesión. Ese es un hechizo que ya
está deshecho. Sólo se acuerda el marido de que la mujer es un animal imperfecto; y si
se descuida, a la más linda le echará en la cara, que es un vaso de inmundicia.

159. En este estado de abatimiento está la infeliz mujer, [392] cuando empieza a
mirarla, como suelen decir,con buenos ojos un galán. A la que está aburrida de ver a
todas horas un semblante ceñudo, es natural que le parezca demasiadamente bien un
rostro apacible. Esto basta, para facilitar la conversación. En ella no oye cosa que no la
lisonjee el gusto. Antes no escuchaba sino desprecios; aquí no se le habla sino de
adoraciones. Antes era tratada como menos que mujer; ahora se ve elevada a la esfera
de deidad. Antes se le decía que era una tonta; ahora escucha que tiene un
entendimiento divino. En la boca del marido era toda imperfecciones; en la del galán es
toda gracias. Aquel la señoreaba como tirano dueño; éste se le ofrece como rendido
esclavo. Y aunque el enamorado, si fuera marido, hiciera lo mismo que el otro, como
eso no lo previene la triste casada, halla entre los dos la distinción que hay entre un
Ángel, y un bruto. Ve en el marido un corazón lleno de espinas; en el galán coronado de
flores. Allí se le presenta una cama de hierro; aquí de oro. Allí la esclavitud; aquí el
imperio. Allí la mazmorra; aquí el solio.

También podría gustarte