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Una Complicidad Que Sobrevive de Osvaldo Picardo

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UNA COMPLICIDAD QUE

SOBREVIVE

OSVALDO PICARDO
a Marta

“...Pero todavía el conjunto


puede volverse creador sobre su propio sueño”
Joaquín Giannuzzi

“No nos queda sino el amor para franquear sus límites”


Juan L. Ortiz

2
ULTIMAS NOTICIAS

¿Para quién he inventado la resolana


del amarillo mar?
O ¿la carretera aburrida a través de los montes
y el baile apurado de tu pelo
con la música de una ventanilla abierta?
O ¿las hélices inverosímiles del colibrí
inverosímil?
O ¿el encuentro arrugado de violeta
en el papel metálico del amanecer?

¿Para mí solo en el parloteo infinito


de los detalles dudosos?

Persistirán después -estoy tan seguro-


las causas reveladas
en el ojo empecinado de un insecto.
La flor apenas abierta, la basura al sol
y el deseo renovado.
¿Por qué creer en un parpadeo
y soportar algo tan viejo e innecesario?

“Te amo” me oigo decir a tu oído.


Y me veo inventando de nuevo
el mar, el amanecer, el colibrí.
O algo mejor:
una complicidad
que sobrevive.

3
A TURTLE´S DREAM

“And I can swim the ocean


and it´s deep and wide
and in the house above me abide”
Abby Lincoln

Como el de la tortuga es este sueño


y puedo nadar en el océano tan lentamente
ancho y profundo.
Y lo pienso y me sorprendo
de cómo ha venido a suceder.
En la lentitud habito mientras tanto,
y me hundo:
debajo está mi casa.
En las gordas burbujas que me reflejan
entre corales y fulgores sólo yo me veo.
Para ningún otro existo.

Apretado en el silencio de un puño


vacío curioseo en las cuevas. Busco
tesoros escondidos conociendo
que no existen. Algas como piernas
y elástica presunción
del revés de las aguas.
Lo demás no lo entiendo: sólo pasa.

Podría algún día soportar otro sueño


y no de esta manera
en que me olvido flotando en tus manos
la prehistórica coraza de un conciliado
reptil que bucea. Soñarme, por qué no,
pulpo ligero o calamar en su tinta.
Y si hay hambre, sopa de cangrejos
o langosta en la trágica cacerola.

No es más que abandono


enrollado
a tu almohada y hundida mi cabeza.
Verosimilitud cursi de otro reino,
insoportable de tan real e inútil.

Pero como la tortuga nadar puedo


lentamente en lo profundo y ancho.
Decir, imperdonable, por ejemplo:
naufrago dulcemente en este mar
y dejar que sólo vos me veas
tan ridículo poeta
soñando en seco.

4
UNA CASA

“Once it held laughter


Once it held dreams
Did they throw it away
Did they know what it means...”
T. Waits

La sala había sido construida


con las geometrías impalpables
de los cuatro vientos. Con un vestíbulo
chiquito, una escalera
de un par de peldaños y a cada lado
una pieza.
La casa fue desenterrada en Tell Madhur.
Había restos de madera carbonizada
una noche de invierno
de hace casi seis mil quinientos años.
Dos ollas pintadas, un mortero tallado,
una cuchara abandonada sobre una mesa,
una azada que hablaba del campo
amarillo de trigo.
Y esa urna debajo de la cama
con los huesos de un niño.

Habrías visto aquí una razón para vivir,


con una ventana igual a esa
a través de la cual llega el olor áspero
del agua salada con su grabado de olas.
Y enterrada como la casa, ella
-como lo sabe hacer- se habría llevado
lo escrito y lo aún sin escritura,
apretando tus piernas con sus piernas.

Hubieran reido juntos y llorado


alguna vez junto al fuego de la cocina
o ante la puerta cerrada
y sabrían lo que significa esa urna
debajo de la cama.

5
SEGURAMENTE MUCHAS COSAS

“seguramente muchas cosas


buscan ser cantadas por mí”
Anna Ajmátova

Demasiadas cosas no serán dichas.


No importa cuántas vengan
desde los rincones del viejo bécquer
o patinando con un hilito de sol
sobre una mesa mojada de fiesta.
Todas son demasiadas en medio
de esta época.

Y la memoria de amor
como una obstinación de anticuario
todavía sin poder soltar tu mano.

Y escribo
“no me perdones, no me olvides”.

Este mundo, seguramente,


fue hecho para ser abandonado.
Para soltarle la mano y perderlo
traspapelado en el viento.
Pero ocurre a veces
creer que será terrible.

6
VOS Y LA OTRA

Sos la misma y el prodigio de la otra.


El repertorio sin asombro de cada día
con la pereza entre las sábanas y el pezón
erizado por el frío.
Y te miro, y no sos el espejo
ni su evidencia sin tregua en tus ojos
cuando la humedad se enreda con los años.
En vos aferrada a tu imagen entera
hay la que está y la que no, cerca
como el mar que descubriste en la infancia
o aquella plaza de Junín con un circo
que retorna con la estación y los elefantes.

Hundida en mí, ausente también la otra


la que alza los párpados
llena de un conocimiento oscuro
que no deja de desnudarme en la traición
y en la renuncia, peor de lo que me supongo
y semejante a mí mismo sin remedio.
Es cuando te creo perdida para siempre
y a veces te odio -como un ángel
gonzález o un catulo más viejo.
(Y pienso/cito:“En el amor lo maravilloso
es lo que dejamos atrás”-un personaje
lo dice en una novela . Esa ficción de nada sirve
y repito que no vale la pena.)

Definitiva e irrefutable entonces la otra


me mira desde más allá de la muerte
desde donde regresa desprovista
sin más memoria de mí que la de una hoja.

Despojo, demanda, dominio, payaso


y junto a todo contradictorio y vulgar,
vuelvo a la impaciencia de los indicios:
abro la puerta de casa y busco si están tus cosas,
tu abrigo en una silla, la cartera, el perfume.
Y si la espuma de la alegría en las orillas
del desastre
te anuncian de nuevo, una y distinta,
por crearte siempre.

Vos y la otra, que no sé porqué decidieron


hacer de lo que no soy
un amor en que pocas veces reconozco
ese poco mío y ese otro tan tuyo.

7
ESTA HUMILDE MANERA

Conversás con el vacío


del otro lado del teléfono. Igual
precisión depositan tus manos en el papel
y“con todo combatimos
esta humilde manera de morirnos
día a día”.
Hemos ido vistiendo de apuro
la desnudez con que el placer nos abría
la boca.
Y esta charla ahora avanza sin propósito
hacia la oscuridad. Son faros de auto
despertando en un extremo de la ruta
y pronto en el carbón de la noche
desapareciendo.

¿Quién habla ahora y dice: despacio,


no te comprendo?

8
II

Lo mejor -veo- es tener la tranquilidad


de haberte perdido. De tener el alma
en silencio, sin ser visto.
En tus ojos se revolvía mi muerte:
El simulacro en que has querido verme.
Tu pelo enredado en la almohada,
el perfume acostumbrado, el tono
de palabras inventadas...
me recuerdan a alguien muy lejano.
Y no sé a quién.

¿Quién habla ahora y dice:


De nuevo, vos?

9
III

No es más que inventarse una vida,


una historia bajo esa luna llena
de publicidad lujosa para turistas.
No hay verdad en todo esto
pero vos, de nuevo, me lo hacés creer.

Estás recordando tantas cosas


que nos pasaron. Aterrizajes
forzosos en el corazón del otro,
el olvido de una calle en otro país
y el lacre tibio donde el amor calla
lo que sin remedio hace falta.

Descubro cómo me gusta creer


en esta clase de mentiras.

¿Quién habla ahora y dice:


Había una vez, vos y yo?

10
SAGRADAS ESCRITURAS

Un graffiti cursi en cal sobre piedra


dice “Marisol te amo”.Otro encierra
en un corazón de escudo el nombre
Florencia y
la y de una pausa desmedida.
Se supondrá pelea o apuro
con que el escriba anónimo
y su amante escaparon
a las selvas del silencio.

Con las nochecitas de verano,


en los paseos enredados a la costa,
es apropiado escribir en las piedras
el testimonio durable de una situación
inconstante.
Se enfrían, al mismo tiempo,
los filamentos de la luz de las calles
cuando amanece
y también los sonidos de sus voces.
Los de esos nombres escritos
quedan largamente demorados
detrás del que oía y ahora no oye.
Lo mismo fue sobre la piel de un becerro,
el pergamino de una oveja,
el rollo de papiro o el libro,
desde el considerando,
el habida cuenta y el archívese:
Una imperfección que anda con lentitud
los caminos ligeros del momento.

En nochecitas de verano,
mientras el mundo, al fondo,
se vuelve una escritura repetida,
algunos, sin pensarlo, desatan la diferencia.
Una boca repite y otra besa.

11
HOCINOS-OTOÑO VI, MUSEO DE ARTE ABSTRACTO, CUENCA, 1986

Un cuadro hay sobre la pared blanca,


a cierta altura, a un costado de la mesa
donde comemos y escribimos.
Los ocres difusos
como desde una ventanilla de auto,
un día de llovizna, y el verde aguándose
en grises, y también los trazos en carbón,
finos y quebrados.
Mis movimientos acompañan a los suyos:
vienen y van conmigo de la silla a la puerta,
del libro a la ventana. Luego, vuelve a su lugar.
Nunca, en realidad, su quietud ha dejado.
Lo colgaste hace años,
cuando nos mudamos a esta casa,
y como testimonio de su inmovilidad lapidaria
quedará detrás un signo
enmarcado por este tiempo. Está a tu espalda
mientras planchás mi camisa
y al margen de nuestras charlas.
Una superficie abstracta
en que la memoria de su materia
no halla sino formas interminables.
Sólo una copia
que contraviniendo acaso el inacabado tema,
ha logrado un modo de liberarse del original.
Huella de otra huella
que contiene el pie y su peso
en la velocidad de otro instante y otra ausencia.

Conocí Cuenca
colgada de las rocas sobre el color del Júcar.
Aquel río atrapó los últimos años de Zóbel
hasta el punto de escribir el Diario de un Cuadro:
“La trama agua-vegetación-ritmos-espacios”
cuando pasa por la garganta de la ciudad
y elige el otoño.
Allá otro cuadro colgaba de las paredes
con una verdad torcida de ojos y manos
jugando un acto de magia.
La estructura de una abstracción donde se oye
“poco a poco
fui perdiendo el interés por el colorido del río”
y aparecen los contrastes de la luz y el vértigo
enredados a la calma de un observador.

Abandonados en otro reino


donde el polvo se limpia todos los días,

12
el río y la ciudad que ambos conocimos,
miran para volver a ser mirada.
Y mientras la sopa se enfría,
el cuadro se nos abre como tus párpados.
Lo trajiste con vos, entonces.
Y de vos no ha dejado de hablar.

13
LOS PÁJAROS

Pájaros que no parecen


pensar en la muerte.
Sustraidos al caos del universo
sin contratos ni plazos.
Casuales sobre tu cabeza
aunque irrazonablemente dueños
de un ser tan previsible.

En medio
de la deslealtad absoluta de las cosas
saltan

14
GRAJOS EN TRUJILLO

“Me doy cuenta qué inútiles


son las palabras cuando alguien
ya no las anticipa...”
Raúl Gustavo Aguirre

Graznaban en el aire unos pajarracos negros:


manchones, de pico rojo y uñas grandes,
de la tarde encimada en las calles.
Iban y venían sobre las cabezas,
salpicados contra los muros de piedra
de una iglesia del siglo dieciséis.

Disonancias de diluvios
golpeteando el exterior de un arca
en que no tenías lugar.
Como la de los recuerdos que nos salvan,
lejos y ajenos. Sólo de uno mismo.

Eran grajos. A tu regreso, alguien te dijo.


Grajos. También estuvo él en Trujillo
y los fotografió en la plaza mayor.
Cuelgan de sus patas de alambre
y con minúsculas miradas picotean
un cierto estado de emergencia:
Algo por suceder cuando cae la noche.
El mismo lugar, los mismos pájaros
con mujer rubia al fondo y estatua
de caballero y caballo oxidados.

A vos en todo aquello hondamente


te precipita una palabra.

15
VENCEJOS

Como las golondrinas, están de paso


y se alojan por un tiempo en los aleros
o debajo de mi ventana
en un país extraño,
a diez mil kilómetros de casa..

Si caen al suelo -no lo olviden-


sus patas son tan cortitas
que no logran pegar el salto, el vuelo.
Deben entonces buscar cierta altura.
Suspenderse del hilo de una convicción
y escribir sus existencias de tijeras.

Los veo asomarse en vuelo rasante


y abrir de extremo a extremo
el librito de sus poemas efímeros.
Circundan una desnudez inerte.
Frutos de otra historia por contar.

A una lectura pública, como ésta


-me doy cuenta- yo no fui invitado.

16
ZORZAL

Los despierta o les recuerda algo.


Monótono de silbos, invisible
en las copas tupidas.
Se hace costumbre tanto
que ya se lo espera.
Lo ves cruzar como una serpiente
desde un tiempo anterior, brumoso,
y volvés a pensarte en la persistencia
con que el viento ensaya sin fin.
La ciudad también, con él, se hunde
entre pliegues de metal fundido y chispas.
Suelta ese olor a mar fuerte del sudeste
que te excita y repele desde que eras un chico
y lamías la sal de tu brazo
(sin imaginarlo demasiado tuyo).

Desde más alto vos sólo verías


un mapa de azules y de verdes
brillando contra una gran mancha negra.
Una partitura. Él verá una partitura
llena de notas y rincones inapelables
donde no figuran tu cuerpo
de pie junto a la ventana
ni el de ella saliendo del baño
con la bata suelta. El vestigio de ayer,
hoy ni mañana.

Él retoma su eco. Lo vuelve a iniciar


cortito y feliz. Una y otra puntada de aire
en la costura infinita del silencio.
Sísifo. Sísifo. Sísifo
con un fondo de motores, sirenas
y palabrerío. Oye,
busca al otro, puntada sin hilo,
respondiendo. Y a veces no sabe si no es él
su misma respuesta.

17
IMÁGENES DE LA TORMENTA

El aire revuelto con olor a nubes negras,


lija fresca de frenética rozadura
zigzaguea el pájaro
contra el vidrio del cielo.
Adentro se oye Suite Alpina de Britten.
La tormenta
entre los marcos laqueados de blanco
envolviéndose a sí misma,
de su adentro
afuera y de su negrura cristal.

Pero nadie mira. Se oye:


¿Qué cosa -alguien desafía
como un rayo ingenioso-
tienen en común Ted Turner,
el sultán de Brunei y José Luis Chilavert?
Ese alguien ahora
espera el estrépito del trueno,
sonríe con elegancia
y de su boca
llueven aladas palabras:
Exclusivos relojes suizos Corum,
verdaderas piezas artesanales
entre dos mil y dos millones de dólares...

En el barandal, ojos endrinos,


botoncitos vivaces,
tachuelitas engarzadas
en la cabeza de un gorrión.
De fondo, un relámpago que da un latigazo
y las luces de las calles
que se encienden todas.
Es noche sin ser de noche.

El pájaro, un dinosaurio en la ventana,


traduce del alemán a Bertolt Brecht:
“qué voy a decirles a esos, pensé. Esto
quiero decirles, decidí”.

18
SOLO ESTO MIO UNICO DE MUJER

"Ella que no tuvo oídos ni lengua sino en sus manos"


Ezra Pound

I
Temo su rabia como teme un pescador la sudestada,
llena de olas, de algas y maderas de naufragios.
Esta mujer tiene la hermosura de mi miedo,
me deja navegar bajo su calma sonriente
con la suavidad de las sábanas y el impulso de los sueños,
me arrebata entre sus piernas
hacia un horizonte disuelto en luna y oscuridad.

Esta mujer tiene una imagen mía que se parece a otro,


a la de un espejo que miran sus ojos:
lo mejor a veces y, otras, lo peor
que alguien puede ver en mí.

Temo su rabia como temo que sus párpados caigan.


He cruzado por las calles de la muerte,
he abrazado el cadáver de un amigo,
he mirado a los ojos del asesino
y este temor no igualan.

Esta mujer tiene la hermosura de todos mis miedos.


Temo como un chico
que algo se me rompa entre las manos.

Es frágil esta barca y tan cambiante el mar...

19
II

Mi isla se aleja en medio de un mar revuelto.


Avanzan los días en que el hueco de la poesía
espanta de pronto como un pájaro
sin sombra ni tierra. Una mañana,
el café ya no huele bien y se enfría en las manos,
despertamos lejanos, obligados,
mirando por una ventana.

La isla no está ahí donde estaba:


en medio de todos los mares y las noches
centellando como un faro,
alcanzándonos desde la terra ignota
de un mapa de enciclopedia.
El mar es un revoltijo, una cama usada,
la cifra de una pérdida.
Y las cosas en su rebelión perpetua
se desdibujan como lanchas de pescadores.
Me pregunto por sus habitantes, todos
en la arcilla sin forma de los deseos,
otros, en sus nidos con dos corazones
y dos tiempos a destiempo siempre.
El pasado para ellos tiene algo de niño muerto
con la boca llena del silencio de los bosques en el otoño.
¿Adónde se alejan sin nosotros?

Es frágil el barco y tan cambiante el mar...

20
III

Sin embargo, lo nuestro vuelve a hacerse.


El molinete mueve sus párpados cerrados,
arco iris de viento sur
golpeando en el balcón. Ahí están
el helecho, los claveles, las lavandas
que cuidan sus manos con palabras vegetales.
O el sacrificio entre cacerolas y sartenes,
en la humeante sorpresa del hambre diaria
O el pachuli ardiendo en la filosa luz de la mañana,
adentro entre dos mapamundi colgados de la esperanza,
o la música en que averiguo letras, gestos, malhumores,
recuerdos salpicados de tus días lejos,
lejos, tanto de mí...
Todo lo que nunca sabré y no pregunto.

Sin embargo, lo nuestro vuelve a armarse.


Tiene el color del viento en el molinete,
y con más de 5000 años renace, muere, se recuerda.
LLeva consigo, pegada a la suela, esta hoja seca
en que me reconozco.
Me lleva al levantarse y al acostarse,
una epopeya conocida
en la que tropiezo con tu cama,
me desata un momento del mástil al que me ato
y nado a los fondeaderos mansos de la isla
verde, tan verde.

Es frágil lo nuestro y el mar siempre nos cambia.

21
LOS LUGARES NO ESPERAN

Los lugares no nos esperan.


Desaparecen de manera distinta,
en las orillas de una convicción
adjudicada
y con el cansancio de una foto amarilla.

Creíamos haberlos encontrado:


lugares casi oscuros en Plaka
cuando la luna está sobre la Acrópolis
como imitando un folleto de mal gusto.
Un bar Zedón en el bajo
o un asado a sol y sombra en Santa Clara.
Lugares
que descubrimos para quedarnos
desde una ventanilla rápida.

En ellos nunca estuvimos solos.


Y no volveremos iguales.
Encontrarlos es perderlos. Y así
en lo sucesivo.

22
LOS QUE VEN LAS COSAS
“ Y sin embargo
hay algo más, en los pequeños diálogos
del momento...”
Circe Maia
Pensándolo bien les debés
cada uno de tus gustos,
hasta los más groseros,
a las malas influencias
de amigos de paso.
Tomar con ellos una copa
y picar algo,
darle la mano a un desconocido
y adquirir
la obligación de la simpatía
vino a acompañarte
de a poco, sin molestias.

Hola ¿cómo estás?,


por ejemplo,
es el comienzo de un striptease
en que las ropas del desnudo
disfrazan con íntimos olores
y fraternos
manotazos de ahogado.

Y hablar mal. Mal


con el deleite de la envidia
en el refugio ancestral
de una justificación: motivos
no faltan.

Historias que se entrecruzan


empezadas siempre,
sobreentendidas, deformes
en un viaje aburrido
mientras se tejen las fábulas del
yo soy.

No son sino ellos los que ven las cosas.


Y no queda más qué hacer
que nos las cuenten
y luego
contarlas hasta creerlas propias.

Espejismo de salvación
que transforma la necesidad horrible
en objeto de amor,
“no se puede vivir en el silencio”

23
ESCRITURAS DE MOLINO

“ memorias y deseos
de cosas que no existen...”
G.A. Bécquer

Escribe en este preciso instante molino


y lo lee como si probara
por primera vez un par de lentes.
En realidad, desapararece en lo que ven sus ojos,
que no es sino un cuadro escamoteado
por una ventana de omnibus:
un campo entre Buenos Aires y Mar del Plata,
con manchas negras rumiando el hastío
y una mujer con pañuelo en la cabeza
en un camino de polvo y luz...

Se convence al poco rato de que sólo cabe


en otra boca, no en la suya,
la memoria y el deseo de lo que fue escrito
antes detrás de sí. (Sabe lo de Eliot
pero goza de una indescriptible
discreción cuando otros lo descubren).

No hay pero hay aspas


cortando en rodajas el viento agobiado
o zambullidas en un tanque australiano
y dos chicos que se tatúan la piel
con el sol y el pasto después.
Chupa del pozo el agua fría,
duplica al cíclope y murmura molinos
río de la plata,
pampas, quijotes y segundas sombras.

No es cuestión -se dice- que desentone


y escribe: “Molinos”- Agua Mineral-
aviso televisivo número dos.

24
DIOSES Y MONSTRUOS

“Un jugador tramposo, un tejedor de humos...”


Leopoldo Marechal

Suponga ver sombras en las paredes.


Deje de lado, por un momento,
la incredulidad de todos los días:
No piense que a lo mejor se arregla
con una buena mano de pintura.
Son lo que son
y trepan con gestos ridículos, teatrales.
Sombras de celuloide carcomidas
como en la cabina de un cine muy viejo.
La novia de Frankenstein, el hijo de Rosemary,
o Claude Rains interpretando difícilmente
al hombre invisible.
De repente estas sombras monstruosas y divinas
han ido en busca de sus caballos y embisten
contra la firmeza del cotidiano mundo.
Trotan sobre la cabeza del convencimiento
y defecan en la boca de su mejor discurso.
Usted los ve y los oye y los huele
detrás de las puertas de su casa
sin la certeza de haberlas cerrado.
Como moho en una mancha de humedad
han crecido en el dibujo de las máscaras
más ingeniosas e inesperadas
para aparecer de repente ante su nariz.
Algo tienen que lo enternecen
aunque al mismo tiempo, no sabe
exactamente por qué no los quiere.
Suponga, mi estimado amigo,
que desde la incomprensión mutua
en que conviven quién sabe hace cuánto,
lo han enjuiciado y condenado
de antemano, prolijos y exactos
conocedores de los más enterrados
secretos de su cuerpo y alma.
Usted no puede sino verse desnudo,
barrigón, fracasado, idiota y viejo.
Vienen unos a reclamar
lo que les pertenece -gritan- ¡absolutamente!
(la vida por cierto
que no los ha invitado a su fiesta).
Otros bisbean y susurran a la oreja
en desacuerdo. Prefieren por todo argumento
abrirse la bragueta, bajarle el pantalón
y violarlo sin ninguna clemencia.

25
Ni el coloso de Goya ni el grito de Munch
expresan mejor la paradoja
de esta verdad desmedida.
Sin embargo, en el filo de lo creible
no logran asustarlo del todo.
Suponga, entonces, que en realidad
la luz de la sala no está sino detrás de usted
y que la pantalla no es sino su propia piel.
El que era, hipócrita lector, hermano mío,
no será más que el diminuto olvido
en este carnaval de ambigua
hermosura!

26
INVASION DE POLILLAS

No es la época tampoco en que esto


deba suceder. Parecen mariposas
y son polillas gruesas y vulgares,
anegadas en las calles, tamborileando
como lluvia en la ilusión convincente
de vidrieras y saldos.
Alas insólitas
en la oscuridad y el reflejo.

También acá en este teatro


donde vos asistís a una ficción
buscando cierta cuota de verdad
vuelan hipnotizadas unas
por el foco de la izquierda,
o en picada otras
sobre la oreja de la actriz,
pero todas -convengamos- siempre
olvidadas de la escena.

Un hueco de esa noche obscena


dejan en tu pulóver,
casi la firma final de tanta crítica.
Una muy mala opinión -con todo respeto-
de insecto.

27
HABLAMOS ES UN DECIR QUE NO TERMINA

Dormías. Yo te esperaba para seguir hablando.


Y hablamos bajito. El café estaba caliente en las manos
y el humo dibujaba un mapa con nuestro viaje a Melilla.
El relato que el sueño dice haber vivido
sólo para estar en tu boca y abrir el círculo ancho
de un remolino de arena, una palmera, su sombra.
Los médanos quedan atrás, el marroquí se desdibuja
en una nube de hachís y los almacenes
en sus laberintos amontonan deseos baratos.

Sí, ahora recuerdo. Estábamos hablando entonces.


¿Con quién hablar sino con vos? Un día borra
lo que hicimos en otro y una mañana
en un hotel cualquiera sabemos que nos necesitamos
para oir decir al otro lo que ya no está.
Tampoco estás ahora y no sirve
sin vos hablar. Hay entre muchas una foto del mar
y del sol siempre igual.
Pero en el barrio de los Austrias
o en Malasaña ves espaldas que se me parecen,
caminan por donde caminamos y beben y charlan
en los mismos bares. Y este tiempo -qué cosa-,
no es el de los dos.

Sí, has vuelto. Y ahora despertamos hablando.


Importa que el regreso nunca sea al mismo lugar.
Algo está salido de su encaje, algo que no descubrimos
y no es lo mismo. Un número de teléfono que habrá
que borrar y también una escalera que no subirás.
No, no se ha mudado. Ahí sigue viviendo,
pero qué podrías decirle ahora...
Se han abierto
las ventanas y el mar a lo lejos es un pianista
cantando afónico on a blanket by the stairs
I´ll tell you all my secrets/ but I´ll lie about my past...
Sus dedos de espuma teclean orillas inconstantes,
nadie sabrá ver debajo lo que hemos arrojado.

Me contás entre bostezos y restos del sueño


que las estrellas de mar son azules y que buceaste
en Filipinas entre peces payasos
y medusas palpitantes.
Y tu padre asoma a tu boca
recitando de Lawrence el no fish is too weird
for her aquarium.

Aquella mañana, la lluvia se escurría

28
por las ventanas en una ciudad cada vez más ajena.
Lo estoy viendo. Habías despertado y yo estaba ahí,
esperando entrar por los pasillos de tus recuerdos.
No creíamos, Marta, que fuéramos estos nombres
en los labios del otro
pero el silencio no existía antes.

29
LAS ESTRATEGIAS DE LA AUSENCIA
“ Hora del último café
Ya no hay nadie,
sino la madrugada”
Alejandro Nicotra

Su vaso sobre el vidrio de la mesa


no es sino un anillo de agua
con que el brillo de una transparencia fingida
se pierde en otra, llena de destellos veraces.
También un cigarrillo apagado.

Se han confabulado los indicios


con una estrategia secreta
y te fuerzan a creer que ahí mismo estuvo
un apenas antes que vos, ahora
inmerso de rumoreo en cascada
y trivial.
La pura presencia física de lo que sigue siendo
cuando hemos huido.

30
II

No estuvo ahí mismo con vos.


¿Sirve de algo duplicar con palabras
la frase inmaterial que el tiempo deshace,
la puerta cerrada detrás?

La imposición de las cosas


inmediata a la desvastación de los hechos
sobreviene y te abandona más pobre
en la abundancia
con que la memoria miente.

31
III

Una foto afirma que sucedió


e indaga inmóvil en lo que era movimiento,
gesto cosido en los fondos, muesca
de novedad inadvertida.
Una cara que no miente su alegría
y el nombre mudo que le inventaba
su apenas abierta húmeda boca.

“Aquí sucedió entonces”


en retícula de album familiar
mientras la frase cansada entrega
a un entierro rudimentario
de oscuridades futuras.
Vos mirás pasmosamente sin creerlo
tu cadáver último.

32
IV

Con la obstinación de un coleccionista


torpe y distraido
al que se le han pasado por alto
los detalles de una pieza única,
te aferrás a las cosas sin descubrir
que no son sino una complicidad vieja
a la que se le ha escapado el cómplice
y el secreto.
Poseer lo que nos sobrevive y resiste,
en ese caso,
no devolvería el color a tu cara
ni besaría por segunda vez sus ojos.
Graduación banal de la muerte
y tenacidad inútil de la forma.

33
V

¿Cuándo supiste que no hacían falta


más palabras, más gritos, más poses honrosas?
A nadie se culpe de ese silencio.
Sólo en él había fortaleza
y no temblaban los labios.

¿Qué más podía caberle al mundo?


Ella te pareció más hermosa, aparecida de golpe,
como un cuaderno sin uso.
El resto,
un cansancio de malentendidos.

34
AMIGO
“Voy hacia lo que menos conocí
en mi vida: voy hacia mi
cuerpo...”
Héctor Viel Temperley

Un largo viaje que no termina


para finalmente saber de vos. Entre charlas
e ironías de sobrevivientes
como si no viajáramos realmente
sino a través de un sueño pesado y monótono.
El trayecto no ha tenido el sentido de la recta
ni tampoco el del círculo. Más se le aproxima
el infinito inhabitable
de esa lechuza del camino, detrás del vidrio,
como nosotros constante y hundida
en la búsqueda de su presa inexistente.
-De lo que falta no tengo idea. Sólo
que hace demasiado que salimos.
Y caemos en la cuenta que sin nosotros,
el paisaje descorre su constancia:
desnuda con obsenidad de show
su piel manchada de colores. Sin nosotros.
Atrás quedan días y estaciones: Un autorretrato
tejido por músculos dispares
caracoleando en un gesto. Afectos trasnochados
y lágrimas verosímiles. Residuos de literatura
escrita en tus rincones.
Y todo lo guardás de nuevo a la altura
del ventrículo izquierdo: ese bolsillo descosido
atesora el dolor de foto movida
y lugar perdido.
-¿Cómo estás? ¿Cansado ya
de tanto viaje?
La epidermis y el sistema linfático
intentan acostumbrarse a los cambios.
Hace calor y las axilas responden tibiamente
enredadas a una vieja orden, sonámbulas.
Esta arruga recuerda sin esfuerzo alguno.
Esta lengua que palpa la carie de un dolor
y la cicatriz de tu mano derecha. Recuerdan.
Esta carne, esta grasa, estos callos, este aliento
en que vamos. Recuerdan.
-Esa casa. Mirá! Entre los eucaliptos.
Se parece a otra menos nueva
donde jugábamos a las escondidas.
Uno, dos , tres...
Encontrar a tientas las mareas de la sangre,
sus triunfos y sus derrotas. La demora

35
con que nos unía el mismo placer en cuerpo
y alma.
-cuatro, cinco, seis...
Te encuentro. El que no imaginé
y conmigo va. Soledad extraña.

36
NUNCA OFREZCAS ENTERO EL CORAZÓN
“Never give all the heart”
Yeats

Se sentó en el piso con las piernas recogidas


y dejó hacia arriba correr la pollera.
Rosa húmedo en negro
como una telaraña
dio a tus dedos
bienvenida.
Se sirvió de espaldas hospitalaria
y le dolió la sonrisa.
“Never give all the heart”
se oía atrás muy atrás de fondo.
Pero era tarde. Te lo había arrancado
todo entero.
Habías muerto
y no estabas triste.

37
LO UNICO ACERTADO DEL RELÁMPAGO

“Nicht gesagt
Was von der Sonne zu sagen genesen wäre
Und vom Blitz nicht das einzig richtige
Geschweige denn von der Liebe...”
Marie Luise Von Holzing-Berstett

¿Qué nombre tenía la vida con sus días


adentro poblados de bosques en La Plata?
No imaginaba ni decía. Quedaba
junto a la sirena de las muertes, rápido,
desnudo de miedo en una sábana de hospital
o en una calle a medianoche.
Qué silencio de paréntesis entre tantos
crímenes.
Leve
en las ropas de un extraño respiraba
estrategias de ahogado entre santos
y torturadores:
el sueño de los trenes en los viajes largos.
Y si no era el tuyo el nombre,
en la sombra desesperada del ruido
entre los huesos y las fosas comunes
imitaba sólo espejos
que mintieran la mentira de los vivos:
sombras de un sonido alegre-aire
detrás de un pájaro.
Extrañaba la voz que llena el espacio
y cada cosa devuelve a su lugar:
el calor encerrado tras los vidrios
alzando de las repisas los libros quemados,
lavando los platos y la mirada,
revolviendo el no decir para decirnos.

Esta rara cosa de sobrevivir necesita un mapa:


la vereda de un barrio en Junín -de un verano
en Mar del Plata- los baldíos
con girasoles y perritas abandonadas-
las fotos de desaparecidos-
traicionados.

Y cuando a mi lado te descubro una y entera


dibujando con el dedo apoyado en el aire
el borde abierto de los caminos
pienso
“no haber dicho lo que uno
hubiera podido decir del sol
ni lo único acertado del relámpago
aún menos del amor”

38
¿ABEL ROBINO VIVE?

“estoy sentado en el lugar de siempre y en tu


lengua vacía escucho pasos.”
Jorge Boccanera

De tanto nombrarlas han aparecido de repente.


¿Serán o no una ilusión,
una casualidad que viene con la época?

Vos primero una mañana me lo mostraste


asomados a un quinto piso
sobre los techos y jardines del barrio.
El día venía a decir “como un maestro
pedante un abecedario de cosas sabidas”.
Esto es la paloma arrepollada, esto
una bandada bailoteando como escamas.
Esto es el rosal cumplido y esto una tacita
donde beben juntos el perro y el gato.
Sí, todo estaba ahí antes seguramente
pero como en un cuaderno guardado
en un cajón húmedo, apenas legible.

Y de tanto preguntar ¿Abel Robino vive?


ha llegado luego, desde México, una carta,
teléfono, fax y dirección en Francia y el
“ya ve usted que no todo es pérdida.
Buena suerte”. Juan Gelman.

Vos y las cosas -vemos-


empiezan una verdad redoblada.
Resistían escondidas en los pliegues
de las frazadas y la época,
calladas en la tela de una naturaleza muerta,
desaparecidas bajo el río en “un silencio
en que flotan algunas palabras”.

Con los años coinciden en su evidencia


“ya ve usted...”
y entonces, volver a creer se puede.

39
A UNA MUJER FEA

Creí no conocer el lugar, la cara oscura


y la boca desbordada en lo no dicho.
Algo escuché, algo que bailé una noche
y el caligrama de una mujer
que no coincidía con su voz de río.

Creí no conocer el cuerpo


salido de su centro en desequilibrado paso,
insistencia de una inclinación implacable.
Bolsa de huesitos rotos
de alitas sin plumas, ojitos lejos.

Creí perder el gusto de tanta imperfección,


una eme obesa o una erre angulosa,
caligrafía chueca de pezones en mis dientes.
Digamos
la inspiración llena de remiendos.

Creí en fin,
que la mano que ahora escribe
había olvidado y no te tocaba
todavía.

40
EL MOISES

Una estatua con cuernos. en las tinieblas


de una iglesia. Imagínese.
Se sube por una calle en escaleras de Roma.
Venga conmigo, entre y mire en la escultura
el tiempo del mármol, sin la condenación del acto
ni la probabilidad del error o del atentado.
El tiempo se demora sin propósito en esa barba
destrenzada sobre el pecho o en las venas
de un brazo que sujeta las famosoas tablas.

“Se prohiben las fotos”: por favor, no


perpetúe el brillo sobre una superficie mortal.
Sólo la penumbra poseerá al mármol
que parece recién encontrar asiento.
En la blandura de la piedra usted avance
contra lo permitido, con sus manos y sus labios.
Una materia sin alma perdura y habla
del viejo cuento sin fin de la Belleza .

Y no se inquiete demasiado que a la salida


venden postales para decirle a sus amigos
que usted ha estado ahí contra toda sospecha.

41
PULPOS
“Relentless accuracy is the nature of this octopus
with its capacity for fact”
Mariane Moore

Escondidos también en la lectura


y entre las piedras bajo la lupa del agua
envejecen demasiado pronto los pulpos.

Has leido que la velocidad desenrolla


sus cuerpos sin huesos
y los transforma en mareas, en estrellas
erizadas del naranja al verde
y en peces convenientes con que se disfrazan
para desaparecer a salvo
en un arco iris de tinta.

Estos seres no especifican direcciones ni origen.


Entre la curiosidad
y una especie rara de prudencia,
un susto los aleja y un sorbo los impulsa.
Dan cuenta así de una descortesía imperdonable:
evitar por todos los medios a su alcance
el sabor del pimentón y de la oliva.

Además son de una delicadeza trabajosa


las cacerías. Más bien, danzas de araña
en el telar invisible del vértigo.
La presa amorosamente abrazada
se derrite
con la precisión eléctrica de una entrega
nunca tan estimulada.
Allí en la casa de los mejillones y la morera
el cefalópodo de los Cronistas de India
bucea como una sirena de ocho trenzas.
Los hay juguetones, bondadosos, payasos,
groseros, fallutos, voraces y bienpensantes.
Los que con elegancia redonda impulsan
cabezas monstruosas y desfilan y merodean
hasta aplanarse en la roca con los ojos abiertos.
Un torbellino de tentáculos,
una lucha de colores como letreros luminosos
al amor los enrosca un día.
Exploran los voluptuosos mezclas y combinaciones
en la ingravidez del fondo. Un instante les basta
para acrobacias imposibles
y descubrir en hemisferio tan oscuro
no la felicidad que se escapa
sino la demora que el deseo nunca alcanza.

42
No se trata de un suicidio. Sólo de batir un record.
Dos o tres años tardan en aparearse, volverse de vidrio
y sin conocer qué fue lo que los ha golpeado,
quebrarse.

Tu mano los alcanza con la bajamar


en una grieta llena de musgo, algas esmeraldas
y hojas manuscritas.
Entonces sin que nada diga de ellos lo que vivieron
se deshacen maleables y planos como la misma agua.

43
DOS VERSIONES PARA UN SOLO ARBOL

NO ES LA MEMORIA, SEGURO

En otoño hay algunas mañanas de cielo claro


entre las hojas más lentas.
Apenas camino al trabajo interviene
el canto de un benteveo,
en el ruido despierto con que se encrespa
la espuma de las cosas.
En la confusión de autos y peatones
una realidad apurada se niega a sí misma.

El árbol sacudido ahora por el viento, está al fondo.


Puede que sea un ciruelo de Basho. Otra escritura,
ajena y simultánea al primer plano.

También en las mañanas, Isabel


viene a hacer la limpieza
y como de costumbre, antes de irme ha contado algo.
No ve bien y tampoco quiere usar lentes.
Ha hecho un largo viaje desde afuera de la ciudad
y mientras se sirve un café
y su rostro de papel se cubre de humo,
su padre en una nube sin tiempo aparece
trayendo el agua recién hervida. Sabe entonces
que su madre
está por parir al hermano menor
que acaba de morírsele el sábado.

El benteveo ha bajado, como la tarde,


al pastito color ocre y con cada salto
con una nota se desinfla en la hojarasca.
También él repite sobre el olvido su novedad.

Y el árbol vuelve a oscurecerse. Y no es la memoria


la razón de que todo suceda.

44
II

PALIMPSESTO

Ese árbol ahora por la sudestada sacudido/enrevesado


de alguaciles
Volcados del tintero de la noche
caballitos del diablo tejen con letra finita
las miguitas de una escritura heterodoxa/simultánea
en que decimos lo que deberá dolernos
y tajearnos tenebroso/ sin remedio.

En las orillas de la boca y la fresca


sobre el pastito de la costa
las luciérnagas enredan el aire del puerto.
Prehistóricas marcas/fósiles/signos con alas transparentes.

Hemos quedado tantas veces sin aliento/dados vuelta.


Hacia lo inhabitable de nuestros ojos.
Detrás de lo otro raspado/nuevo.
Un borrón contaminado de abundancia/vértigo.

Ese árbol ahora hace temblar.

45
VARIACIONES SOBRE UNA BIOGRAFÍA DE ONETTI

ONETTI RECORRE MEMPHIS

Te dijeron que ahí estaba la tumba de Faulkner,


pero era en otra ciudad llamada también Memphis.

Te dijeron o lo leíste
que volaban demonios sobre una cruz blanca
en un prado verde y que habría otros nombres
como en Spoon River.

Lo leíste o te dijeron que estaba muerto


pero a vos te consta -nadie te lo contó- no había tumba.
Un artista es una criatura impulsada por demonios.

Lo leiste y en la lectura solitaria -qué otra cosa-


mezclado a un nombre egipcio y a un país raro
caminaste equivocado una mañana
buscando a otro desaparecido.

46
II

(LA VIDA IMITA A LA LITERATURA)


ONETTI NOS DESTROZA

“...nos hace llorar, nos pone tristes”


dice una boca de cereza de la University of Berkeley.

A veces, el tema tiene la belleza de una estatua griega,


tiene esa emoción que endulza
como un beso de bolero
y tiene esa mentira
que no es sino un recurso desesperado
con que puede tragarse el fondo más amargo.

A veces y entonces, un tipo dentro, un demonio


se sube a la mano que antes acariciaba
y desgarra y viola y asesina.

Y dice: “es así la literatura”.

47
III

HABLA EL TOLA INVERNIZZI

Una mujer violín suena de fondo trepada al humo,


sólo alas de violín en el mentón y el puño:
Ellos hablan en una cervecería de Lavanda
de ese cuerpo desnudo sonando para uno.
Y la cabeza que se apoya sobre su cadera,
es de ciervo y de toro cuando la toca.
“La vie est brêve/ un peu d’amour/
un peu de rêve/ et puis bonjour...”
Flota como la música en un mar violento
de tazas blancas y voces sin oídos.
Ellos escuchan un pasado esperando
la exacta irrealidad que lo haga existir:
Se pierde siempre la guerra de los cuernos
y otras manos diestras por demás tocan
lo que se había oído solamente nuestro.
Se cierran los ojos y, por todo, se oye ajeno
no el violín sino su alegre remordimiento.

48
CONSTRUCCIÓN DE LA MISERIA

¿Por qué hay tanta cosa en vez de nada?

Hay tanta abundancia a esta hora del día


mientras se clavan en el azul los pájaros
y veo a los perros revolcarse en el contento
de un presente sin término ni memoria.
Son tan tontos los perros: Habitan
la construcción entre ladrillos, andamios
y escombros de un edificio que no ha existido
y tal vez no exista jamás. Acechan el humo
del asado y se rascan con pedales extasiados.
Logran al fin arrancar un amor compasivo
de hueso y hambre; propietarios gruñones,
alzada la cola confian de nuevo en el amo.
Como la luz se derrama esta abundancia
sin sacrificio de su discurso, en un desierto
sin paredes y con cofres de hormigón. Pero
los perros en las escaleras tienen otra verdad:
no parecen bajar ni subir a ningún lado...

49
DINAMARCA

La realidad no es la verdad. No coinciden.


El hueco de una no cabe en el de la otra
y ese agujero entre ambas
termina por oler como un muerto escondido.
Ellos no lo sabían y hablaban
desde la orilla un lenguaje empecinado
donde la eme de mar salpica
con sus olas diminutas. Y un fantasma
ronda la calma de las mentiras.

A ellos una mujer los estaba esperando.


La vimos envejecer
con las ventanas encendidas
y en las charlas del mercado y de las vecinas.
Oía sin pedir de las palabras
sino el canto de sus pasos de regreso.
Y el idioma de la broma, luego,
con un cansancio cumplido
y la desesperanza contrariada.
Qué importaba que la realidad
no fuera la verdad. Ni su mal olor.

En Dinamarca se cuenta otra historia


de madre, padre e hijo. Y sólo el aire
de la tragedia aquí y ahora
resulta el mismo.

50
DIA DE PLAYA

(allegro vivace)

El mar muestra una alegría


mezcla de espuma
y saltos de basquetbolista.
Golfo de imágenes
donde muerde el mediodía
a una blanca bañista,
a un nene con baldecito
de caracoles,
al heladero de wallace y a un gordo
lector de diario.

La abundancia no necesita
repetición.
Mientras la mano se abandona
en la tela
la modelo nada entiende.
Y no hay modelo:
cada ola sobre las rocas,
cada color sobre su desmemoria
y un desconocimiento
que avanza.

51
II

(adagio molto)

La espuma un instante condensada


sobre la llanura
y sobre la piel aceitada de las rocas.
Blanco ahora colchón de rugidos.

Hace calor. Coca, helado,churro.


Y alguien
pone el ojo en la cerradura de una foto:
sirena al frente y salto de olas al fondo.
Una puerta que cierra
este tiempo en un detalle.

Y el mar sin conciencia


en la mirada sin memoria.

52
III

(allegro molto moderato)

Con miles de agujas saladas


en la piel afiebrada
asalta la ola mínima, el viento
liviano, el silencio del agua
en la arena.

A estas horas en que siembran


sombrillas coloridas
y encienden pedacitos de sombra
despertás derrotado
a la memoria.
Detrás de la red y de la pelota
gritan
unos ochenta kilos de alegría
y una audacia redonda de adolescente
bambolea dorada
las nalgas.

Faltaba el cormorán (ese raro cuervo


extendido)
al ras con pulso firme.
Faltaba la avioneta
arrastrando la cinta larguísima
imposible.

Otra soledad será la noche fría


en la arena.
Cuando mar y sol
parecen no haber existido.

53
LA ABEJA

La abeja sobrevuela la caléndula amarilla


con un acento agudo de presente.
Y en realidad, su vuelo enroscado a un poder invisible
no cesa de inventar la vieja y terrible mentira
en que nos ponemos de acuerdo. Es hermosa.

¿Habrá pensado en tu mirada?


¿Tendrá tus ojos su viaje por el jardín de la tarde?
No hay límite. Todo es interrupción entre las flores
y también diálogo
que se quiebra, donde aparece.

54
MEMORIA Y RECUERDO

“has tenido el resplandor del tiempo


que en ese momento no podía pertenecerte”
Francisco Urondo

Resulta que como un dios aburrido


medís el corpúsculo que baila en la luz
como una alegría inerte de chapuzón
o juego tonto de perros y olas. Te obligás
a las alturas de una estrella que en su muerte
persiste donde estuvo y ya no está. Recordás
un poeta olvidado que al salir de su casa
deja encendida la luz: creerá así a su regreso
que lo está esperando como siempre
quien se le ha muerto hace muchos años.

Mientras tanto en la calle, entre los autos


que apagan sus faros detrás de una esquina,
flotan también palabras. En sus oídos flotan.
Las de ella un día en la penumbra de un cine.
¿Qué película era aquella? Pasó el brazo
por detrás de su cabeza y había su olor
en los diálogos y la música...

La ventana está encendida al final de la calle


y él sonríe mientras recuerda y camina.
¿Quién preguntará por el que es y abrirá?

¿ Cuál de todos los despojos del corazón


en una habitqación encendida guarda
su mano a la vez que el universo intangible ?

Resulta que medís ahora esa memoria


como otro corpúsculo de la luz:
apenas algo verosímil
en que te complace ver y mirar.

55
SIESTA

“vi de nuevo el rostro de mi madre”


José Lezama Lima

Recuerdo de golpe, la oración sibilante


de mamá
mezclada al zumbido de un moscardón.
La penumbra
de la cocina ya limpia y su sombra
a través de la fiambrera de la ventana
(la que daba al lavadero y a un patio
con macetones de flores sustentadas
a pura agua)

De mañana fuimos con mi primo a nadar.


Todavía el mar estaba brumoso
como si apagaran una alfombra en el viento.
Aturdidos entrábamos de lleno
en la combustión del silencio
con pisadas de gaviotas sin borrar
y ovas vacías entre las uñas de las olas.
Estoy con una malla mojada y el pelo rubio,
sumido en el cansancio pleno del mar,
poco antes de ser obligado
a la inocencia segunda del sueño.

Mamá,
-nunca te lo dije- yo te espiaba de lejos:
fabricabas algo seguramente bueno.

Sólo eso me queda


en el abismo ilegible de tu oración.

56
EJERCICIO DE LA LLUVIA
a mi hermano Jorge

No recordás muy bien cuándo sucedió


lo de Papantonio. El sabor oscuro
de la malta y una maceta que imita un tronco
irrumpen para hablar de otra cosa
en medio de todo.

El album de tu cerebro
se diluye en las minucias del olvido
bajo una lluvia fina que no moja
y empaña el parabrisas.
Lo ves frente al jardín de la vieja casa
indagando la ondulación de la mosca
y la quietud del rosal.
Lo ves cancelar los pactos de la época
y rascar con una cuchara el fondo
vacío de sus ardores. Hace chistes
con esas cosas y a lo mejor otras manos
sobre su otro cuerpo surgen
junto a la espuma soplada de los bordes
y al verbo aún en una boca con dientes.
Más de veinte o treinta años habrán sido.
Tampoco sabés si fue en viernes
o en martes lo de Rosa. Está rezongando
contra unas sabandijas malcriadas
que se le prenden de la bata floreada.
(Adivino tu sonrisa y el cigarrillo
que debieras dejar de una vez por todas).

O lo de Caito que olía a damascos en verano.

Dejaron de ser la continuidad,


el desacomodo,
la inconstancia y la contradicción:
Sombras ahora entre las luces de tu camino.
Sorpresivas. Vienen a la siesta o plantan
charlas bajo las motas de una parra.

Está lloviendo. Tuñón dice que comprendió


que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente
y uno piensa en los cementerios abandonados.
Esta memoria es un lugar donde llueve
y estás -como yo- tocado de su destino.

57
DE PESCA CON MI PADRE

Cae el anzuelo en el tiempo, a su tiempo.


Algunos peces morderán.
Salpicarán sus colores.
Veré en mis manos la desesperación:
sus ojos tan distintos e iguales
como mundos acabados.

Cae el anzuelo y se lo olvida


largamente.
Algo podrido en el aire. Podrido
de algas, orines presurosos
y mejillones al sol.
Cruelmente afilado en el tiempo,
en la tanza tendida sobre el mar oscuro.

Siempre veníamos acá con mi padre.


En la barranca abandonaba el kaiser
para mirar un instante, de pie, desde ahí,
las arenas gruesas de la playa
y el derrumbe encrespado de las olas.
Bajábamos con los pies desnudos
y el corazón apretado contra el mediodía.
La dirección del viento, las babas del diablo
y el revés del agua él sabía. Yo no.

Cae dentro y lejos, el anzuelo.


No hay otra manera
para que la carnada dé con la hoya escondida.
No es cuestión de tirar por tirar.
Hay que mirar
mirar la bajamar volviendo y ver entre
las rocas las plomadas oxidadas,
los collares de nylon: fracasos reconocibles,
propios.
El mar, siempre distinto
-decía- no devuelve lo que se lleva.
Y siempre el aire olía así
entre una alegría de espinas y escamas.
Con él.

58
EL HIGO
“Every fruit its secret...”
D.H. Lawrence

Hay brevas bajo las hojas ásperas.


No importa que mi mano de ahora
no pueda robarlas de la sombra moteada
que le cae sobre aquellos techos viejos.

Continúa hinchando sus frutos prohibidos,


con el sabor que el tiempo tenía:
Ahí donde leemos oscuros las cosas
que merecen conocerse.
“El secreto florecido hacia adentro”
con la savia lechosa que eyacula la rama,
y el rumor orgiástico de las abejas
ensañadas en la minúscula gota.

Abrir la breva
que reclama una nueva lengua.

59
VOS

Este soy desde los dedos del pie


hasta lo que mi mano alcanza:
la cara que entrecierra los ojos,
la escritura inexacta del que no soy
y tus pezones redondos y canela
también.

Antes que demandara la carne


su realidad medida y su sueño
mis manos creen cada vez que te tocan
haberte conocido.

No existe otra memoria de mí mismo


ni soy otro recuerdo que el que Vos-
contiene:
historia de la mesa de al lado
y humillación de conocerme
en la mirada ajena.

Y si no te nombro, no te olvido.
El aire sostiene todo.
Esta página la letra.
Vos estás en cada cosa.

60
UNA COMPLICIDAD QUE
SOBREVIVE

OSVALDO PICARDO
a Marta

“...Pero todavía el conjunto


puede volverse creador sobre su propio sueño”
Joaquín Giannuzzi

“No nos queda sino el amor para franquear sus límites”


Juan L. Ortiz

2
ULTIMAS NOTICIAS

¿Para quién he inventado la resolana


del amarillo mar?
O ¿la carretera aburrida a través de los montes
y el baile apurado de tu pelo
con la música de una ventanilla abierta?
O ¿las hélices inverosímiles del colibrí
inverosímil?
O ¿el encuentro arrugado de violeta
en el papel metálico del amanecer?

¿Para mí solo en el parloteo infinito


de los detalles dudosos?

Persistirán después -estoy tan seguro-


las causas reveladas
en el ojo empecinado de un insecto.
La flor apenas abierta, la basura al sol
y el deseo renovado.
¿Por qué creer en un parpadeo
y soportar algo tan viejo e innecesario?

“Te amo” me oigo decir a tu oído.


Y me veo inventando de nuevo
el mar, el amanecer, el colibrí.
O algo mejor:
una complicidad
que sobrevive.

3
A TURTLE´S DREAM

“And I can swim the ocean


and it´s deep and wide
and in the house above me abide”
Abby Lincoln

Como el de la tortuga es este sueño


y puedo nadar en el océano tan lentamente
ancho y profundo.
Y lo pienso y me sorprendo
de cómo ha venido a suceder.
En la lentitud habito mientras tanto,
y me hundo:
debajo está mi casa.
En las gordas burbujas que me reflejan
entre corales y fulgores sólo yo me veo.
Para ningún otro existo.

Apretado en el silencio de un puño


vacío curioseo en las cuevas. Busco
tesoros escondidos conociendo
que no existen. Algas como piernas
y elástica presunción
del revés de las aguas.
Lo demás no lo entiendo: sólo pasa.

Podría algún día soportar otro sueño


y no de esta manera
en que me olvido flotando en tus manos
la prehistórica coraza de un conciliado
reptil que bucea. Soñarme, por qué no,
pulpo ligero o calamar en su tinta.
Y si hay hambre, sopa de cangrejos
o langosta en la trágica cacerola.

No es más que abandono


enrollado
a tu almohada y hundida mi cabeza.
Verosimilitud cursi de otro reino,
insoportable de tan real e inútil.

Pero como la tortuga nadar puedo


lentamente en lo profundo y ancho.
Decir, imperdonable, por ejemplo:
naufrago dulcemente en este mar
y dejar que sólo vos me veas
tan ridículo poeta
soñando en seco.

4
UNA CASA

“Once it held laughter


Once it held dreams
Did they throw it away
Did they know what it means...”
T. Waits

La sala había sido construida


con las geometrías impalpables
de los cuatro vientos. Con un vestíbulo
chiquito, una escalera
de un par de peldaños y a cada lado
una pieza.
La casa fue desenterrada en Tell Madhur.
Había restos de madera carbonizada
una noche de invierno
de hace casi seis mil quinientos años.
Dos ollas pintadas, un mortero tallado,
una cuchara abandonada sobre una mesa,
una azada que hablaba del campo
amarillo de trigo.
Y esa urna debajo de la cama
con los huesos de un niño.

Habrías visto aquí una razón para vivir,


con una ventana igual a esa
a través de la cual llega el olor áspero
del agua salada con su grabado de olas.
Y enterrada como la casa, ella
-como lo sabe hacer- se habría llevado
lo escrito y lo aún sin escritura,
apretando tus piernas con sus piernas.

Hubieran reido juntos y llorado


alguna vez junto al fuego de la cocina
o ante la puerta cerrada
y sabrían lo que significa esa urna
debajo de la cama.

5
SEGURAMENTE MUCHAS COSAS

“seguramente muchas cosas


buscan ser cantadas por mí”
Anna Ajmátova

Demasiadas cosas no serán dichas.


No importa cuántas vengan
desde los rincones del viejo bécquer
o patinando con un hilito de sol
sobre una mesa mojada de fiesta.
Todas son demasiadas en medio
de esta época.

Y la memoria de amor
como una obstinación de anticuario
todavía sin poder soltar tu mano.

Y escribo
“no me perdones, no me olvides”.

Este mundo, seguramente,


fue hecho para ser abandonado.
Para soltarle la mano y perderlo
traspapelado en el viento.
Pero ocurre a veces
creer que será terrible.

6
VOS Y LA OTRA

Sos la misma y el prodigio de la otra.


El repertorio sin asombro de cada día
con la pereza entre las sábanas y el pezón
erizado por el frío.
Y te miro, y no sos el espejo
ni su evidencia sin tregua en tus ojos
cuando la humedad se enreda con los años.
En vos aferrada a tu imagen entera
hay la que está y la que no, cerca
como el mar que descubriste en la infancia
o aquella plaza de Junín con un circo
que retorna con la estación y los elefantes.

Hundida en mí, ausente también la otra


la que alza los párpados
llena de un conocimiento oscuro
que no deja de desnudarme en la traición
y en la renuncia, peor de lo que me supongo
y semejante a mí mismo sin remedio.
Es cuando te creo perdida para siempre
y a veces te odio -como un ángel
gonzález o un catulo más viejo.
(Y pienso/cito:“En el amor lo maravilloso
es lo que dejamos atrás”-un personaje
lo dice en una novela . Esa ficción de nada sirve
y repito que no vale la pena.)

Definitiva e irrefutable entonces la otra


me mira desde más allá de la muerte
desde donde regresa desprovista
sin más memoria de mí que la de una hoja.

Despojo, demanda, dominio, payaso


y junto a todo contradictorio y vulgar,
vuelvo a la impaciencia de los indicios:
abro la puerta de casa y busco si están tus cosas,
tu abrigo en una silla, la cartera, el perfume.
Y si la espuma de la alegría en las orillas
del desastre
te anuncian de nuevo, una y distinta,
por crearte siempre.

Vos y la otra, que no sé porqué decidieron


hacer de lo que no soy
un amor en que pocas veces reconozco
ese poco mío y ese otro tan tuyo.

7
ESTA HUMILDE MANERA

Conversás con el vacío


del otro lado del teléfono. Igual
precisión depositan tus manos en el papel
y“con todo combatimos
esta humilde manera de morirnos
día a día”.
Hemos ido vistiendo de apuro
la desnudez con que el placer nos abría
la boca.
Y esta charla ahora avanza sin propósito
hacia la oscuridad. Son faros de auto
despertando en un extremo de la ruta
y pronto en el carbón de la noche
desapareciendo.

¿Quién habla ahora y dice: despacio,


no te comprendo?

8
II

Lo mejor -veo- es tener la tranquilidad


de haberte perdido. De tener el alma
en silencio, sin ser visto.
En tus ojos se revolvía mi muerte:
El simulacro en que has querido verme.
Tu pelo enredado en la almohada,
el perfume acostumbrado, el tono
de palabras inventadas...
me recuerdan a alguien muy lejano.
Y no sé a quién.

¿Quién habla ahora y dice:


De nuevo, vos?

9
III

No es más que inventarse una vida,


una historia bajo esa luna llena
de publicidad lujosa para turistas.
No hay verdad en todo esto
pero vos, de nuevo, me lo hacés creer.

Estás recordando tantas cosas


que nos pasaron. Aterrizajes
forzosos en el corazón del otro,
el olvido de una calle en otro país
y el lacre tibio donde el amor calla
lo que sin remedio hace falta.

Descubro cómo me gusta creer


en esta clase de mentiras.

¿Quién habla ahora y dice:


Había una vez, vos y yo?

10
SAGRADAS ESCRITURAS

Un graffiti cursi en cal sobre piedra


dice “Marisol te amo”.Otro encierra
en un corazón de escudo el nombre
Florencia y
la y de una pausa desmedida.
Se supondrá pelea o apuro
con que el escriba anónimo
y su amante escaparon
a las selvas del silencio.

Con las nochecitas de verano,


en los paseos enredados a la costa,
es apropiado escribir en las piedras
el testimonio durable de una situación
inconstante.
Se enfrían, al mismo tiempo,
los filamentos de la luz de las calles
cuando amanece
y también los sonidos de sus voces.
Los de esos nombres escritos
quedan largamente demorados
detrás del que oía y ahora no oye.
Lo mismo fue sobre la piel de un becerro,
el pergamino de una oveja,
el rollo de papiro o el libro,
desde el considerando,
el habida cuenta y el archívese:
Una imperfección que anda con lentitud
los caminos ligeros del momento.

En nochecitas de verano,
mientras el mundo, al fondo,
se vuelve una escritura repetida,
algunos, sin pensarlo, desatan la diferencia.
Una boca repite y otra besa.

11
HOCINOS-OTOÑO VI, MUSEO DE ARTE ABSTRACTO, CUENCA, 1986

Un cuadro hay sobre la pared blanca,


a cierta altura, a un costado de la mesa
donde comemos y escribimos.
Los ocres difusos
como desde una ventanilla de auto,
un día de llovizna, y el verde aguándose
en grises, y también los trazos en carbón,
finos y quebrados.
Mis movimientos acompañan a los suyos:
vienen y van conmigo de la silla a la puerta,
del libro a la ventana. Luego, vuelve a su lugar.
Nunca, en realidad, su quietud ha dejado.
Lo colgaste hace años,
cuando nos mudamos a esta casa,
y como testimonio de su inmovilidad lapidaria
quedará detrás un signo
enmarcado por este tiempo. Está a tu espalda
mientras planchás mi camisa
y al margen de nuestras charlas.
Una superficie abstracta
en que la memoria de su materia
no halla sino formas interminables.
Sólo una copia
que contraviniendo acaso el inacabado tema,
ha logrado un modo de liberarse del original.
Huella de otra huella
que contiene el pie y su peso
en la velocidad de otro instante y otra ausencia.

Conocí Cuenca
colgada de las rocas sobre el color del Júcar.
Aquel río atrapó los últimos años de Zóbel
hasta el punto de escribir el Diario de un Cuadro:
“La trama agua-vegetación-ritmos-espacios”
cuando pasa por la garganta de la ciudad
y elige el otoño.
Allá otro cuadro colgaba de las paredes
con una verdad torcida de ojos y manos
jugando un acto de magia.
La estructura de una abstracción donde se oye
“poco a poco
fui perdiendo el interés por el colorido del río”
y aparecen los contrastes de la luz y el vértigo
enredados a la calma de un observador.

Abandonados en otro reino


donde el polvo se limpia todos los días,

12
el río y la ciudad que ambos conocimos,
miran para volver a ser mirada.
Y mientras la sopa se enfría,
el cuadro se nos abre como tus párpados.
Lo trajiste con vos, entonces.
Y de vos no ha dejado de hablar.

13
LOS PÁJAROS

Pájaros que no parecen


pensar en la muerte.
Sustraidos al caos del universo
sin contratos ni plazos.
Casuales sobre tu cabeza
aunque irrazonablemente dueños
de un ser tan previsible.

En medio
de la deslealtad absoluta de las cosas
saltan

14
GRAJOS EN TRUJILLO

“Me doy cuenta qué inútiles


son las palabras cuando alguien
ya no las anticipa...”
Raúl Gustavo Aguirre

Graznaban en el aire unos pajarracos negros:


manchones, de pico rojo y uñas grandes,
de la tarde encimada en las calles.
Iban y venían sobre las cabezas,
salpicados contra los muros de piedra
de una iglesia del siglo dieciséis.

Disonancias de diluvios
golpeteando el exterior de un arca
en que no tenías lugar.
Como la de los recuerdos que nos salvan,
lejos y ajenos. Sólo de uno mismo.

Eran grajos. A tu regreso, alguien te dijo.


Grajos. También estuvo él en Trujillo
y los fotografió en la plaza mayor.
Cuelgan de sus patas de alambre
y con minúsculas miradas picotean
un cierto estado de emergencia:
Algo por suceder cuando cae la noche.
El mismo lugar, los mismos pájaros
con mujer rubia al fondo y estatua
de caballero y caballo oxidados.

A vos en todo aquello hondamente


te precipita una palabra.

15
VENCEJOS

Como las golondrinas, están de paso


y se alojan por un tiempo en los aleros
o debajo de mi ventana
en un país extraño,
a diez mil kilómetros de casa..

Si caen al suelo -no lo olviden-


sus patas son tan cortitas
que no logran pegar el salto, el vuelo.
Deben entonces buscar cierta altura.
Suspenderse del hilo de una convicción
y escribir sus existencias de tijeras.

Los veo asomarse en vuelo rasante


y abrir de extremo a extremo
el librito de sus poemas efímeros.
Circundan una desnudez inerte.
Frutos de otra historia por contar.

A una lectura pública, como ésta


-me doy cuenta- yo no fui invitado.

16
ZORZAL

Los despierta o les recuerda algo.


Monótono de silbos, invisible
en las copas tupidas.
Se hace costumbre tanto
que ya se lo espera.
Lo ves cruzar como una serpiente
desde un tiempo anterior, brumoso,
y volvés a pensarte en la persistencia
con que el viento ensaya sin fin.
La ciudad también, con él, se hunde
entre pliegues de metal fundido y chispas.
Suelta ese olor a mar fuerte del sudeste
que te excita y repele desde que eras un chico
y lamías la sal de tu brazo
(sin imaginarlo demasiado tuyo).

Desde más alto vos sólo verías


un mapa de azules y de verdes
brillando contra una gran mancha negra.
Una partitura. Él verá una partitura
llena de notas y rincones inapelables
donde no figuran tu cuerpo
de pie junto a la ventana
ni el de ella saliendo del baño
con la bata suelta. El vestigio de ayer,
hoy ni mañana.

Él retoma su eco. Lo vuelve a iniciar


cortito y feliz. Una y otra puntada de aire
en la costura infinita del silencio.
Sísifo. Sísifo. Sísifo
con un fondo de motores, sirenas
y palabrerío. Oye,
busca al otro, puntada sin hilo,
respondiendo. Y a veces no sabe si no es él
su misma respuesta.

17
IMÁGENES DE LA TORMENTA

El aire revuelto con olor a nubes negras,


lija fresca de frenética rozadura
zigzaguea el pájaro
contra el vidrio del cielo.
Adentro se oye Suite Alpina de Britten.
La tormenta
entre los marcos laqueados de blanco
envolviéndose a sí misma,
de su adentro
afuera y de su negrura cristal.

Pero nadie mira. Se oye:


¿Qué cosa -alguien desafía
como un rayo ingenioso-
tienen en común Ted Turner,
el sultán de Brunei y José Luis Chilavert?
Ese alguien ahora
espera el estrépito del trueno,
sonríe con elegancia
y de su boca
llueven aladas palabras:
Exclusivos relojes suizos Corum,
verdaderas piezas artesanales
entre dos mil y dos millones de dólares...

En el barandal, ojos endrinos,


botoncitos vivaces,
tachuelitas engarzadas
en la cabeza de un gorrión.
De fondo, un relámpago que da un latigazo
y las luces de las calles
que se encienden todas.
Es noche sin ser de noche.

El pájaro, un dinosaurio en la ventana,


traduce del alemán a Bertolt Brecht:
“qué voy a decirles a esos, pensé. Esto
quiero decirles, decidí”.

18
SOLO ESTO MIO UNICO DE MUJER

"Ella que no tuvo oídos ni lengua sino en sus manos"


Ezra Pound

I
Temo su rabia como teme un pescador la sudestada,
llena de olas, de algas y maderas de naufragios.
Esta mujer tiene la hermosura de mi miedo,
me deja navegar bajo su calma sonriente
con la suavidad de las sábanas y el impulso de los sueños,
me arrebata entre sus piernas
hacia un horizonte disuelto en luna y oscuridad.

Esta mujer tiene una imagen mía que se parece a otro,


a la de un espejo que miran sus ojos:
lo mejor a veces y, otras, lo peor
que alguien puede ver en mí.

Temo su rabia como temo que sus párpados caigan.


He cruzado por las calles de la muerte,
he abrazado el cadáver de un amigo,
he mirado a los ojos del asesino
y este temor no igualan.

Esta mujer tiene la hermosura de todos mis miedos.


Temo como un chico
que algo se me rompa entre las manos.

Es frágil esta barca y tan cambiante el mar...

19
II

Mi isla se aleja en medio de un mar revuelto.


Avanzan los días en que el hueco de la poesía
espanta de pronto como un pájaro
sin sombra ni tierra. Una mañana,
el café ya no huele bien y se enfría en las manos,
despertamos lejanos, obligados,
mirando por una ventana.

La isla no está ahí donde estaba:


en medio de todos los mares y las noches
centellando como un faro,
alcanzándonos desde la terra ignota
de un mapa de enciclopedia.
El mar es un revoltijo, una cama usada,
la cifra de una pérdida.
Y las cosas en su rebelión perpetua
se desdibujan como lanchas de pescadores.
Me pregunto por sus habitantes, todos
en la arcilla sin forma de los deseos,
otros, en sus nidos con dos corazones
y dos tiempos a destiempo siempre.
El pasado para ellos tiene algo de niño muerto
con la boca llena del silencio de los bosques en el otoño.
¿Adónde se alejan sin nosotros?

Es frágil el barco y tan cambiante el mar...

20
III

Sin embargo, lo nuestro vuelve a hacerse.


El molinete mueve sus párpados cerrados,
arco iris de viento sur
golpeando en el balcón. Ahí están
el helecho, los claveles, las lavandas
que cuidan sus manos con palabras vegetales.
O el sacrificio entre cacerolas y sartenes,
en la humeante sorpresa del hambre diaria
O el pachuli ardiendo en la filosa luz de la mañana,
adentro entre dos mapamundi colgados de la esperanza,
o la música en que averiguo letras, gestos, malhumores,
recuerdos salpicados de tus días lejos,
lejos, tanto de mí...
Todo lo que nunca sabré y no pregunto.

Sin embargo, lo nuestro vuelve a armarse.


Tiene el color del viento en el molinete,
y con más de 5000 años renace, muere, se recuerda.
LLeva consigo, pegada a la suela, esta hoja seca
en que me reconozco.
Me lleva al levantarse y al acostarse,
una epopeya conocida
en la que tropiezo con tu cama,
me desata un momento del mástil al que me ato
y nado a los fondeaderos mansos de la isla
verde, tan verde.

Es frágil lo nuestro y el mar siempre nos cambia.

21
LOS LUGARES NO ESPERAN

Los lugares no nos esperan.


Desaparecen de manera distinta,
en las orillas de una convicción
adjudicada
y con el cansancio de una foto amarilla.

Creíamos haberlos encontrado:


lugares casi oscuros en Plaka
cuando la luna está sobre la Acrópolis
como imitando un folleto de mal gusto.
Un bar Zedón en el bajo
o un asado a sol y sombra en Santa Clara.
Lugares
que descubrimos para quedarnos
desde una ventanilla rápida.

En ellos nunca estuvimos solos.


Y no volveremos iguales.
Encontrarlos es perderlos. Y así
en lo sucesivo.

22
LOS QUE VEN LAS COSAS
“ Y sin embargo
hay algo más, en los pequeños diálogos
del momento...”
Circe Maia
Pensándolo bien les debés
cada uno de tus gustos,
hasta los más groseros,
a las malas influencias
de amigos de paso.
Tomar con ellos una copa
y picar algo,
darle la mano a un desconocido
y adquirir
la obligación de la simpatía
vino a acompañarte
de a poco, sin molestias.

Hola ¿cómo estás?,


por ejemplo,
es el comienzo de un striptease
en que las ropas del desnudo
disfrazan con íntimos olores
y fraternos
manotazos de ahogado.

Y hablar mal. Mal


con el deleite de la envidia
en el refugio ancestral
de una justificación: motivos
no faltan.

Historias que se entrecruzan


empezadas siempre,
sobreentendidas, deformes
en un viaje aburrido
mientras se tejen las fábulas del
yo soy.

No son sino ellos los que ven las cosas.


Y no queda más qué hacer
que nos las cuenten
y luego
contarlas hasta creerlas propias.

Espejismo de salvación
que transforma la necesidad horrible
en objeto de amor,
“no se puede vivir en el silencio”

23
ESCRITURAS DE MOLINO

“ memorias y deseos
de cosas que no existen...”
G.A. Bécquer

Escribe en este preciso instante molino


y lo lee como si probara
por primera vez un par de lentes.
En realidad, desapararece en lo que ven sus ojos,
que no es sino un cuadro escamoteado
por una ventana de omnibus:
un campo entre Buenos Aires y Mar del Plata,
con manchas negras rumiando el hastío
y una mujer con pañuelo en la cabeza
en un camino de polvo y luz...

Se convence al poco rato de que sólo cabe


en otra boca, no en la suya,
la memoria y el deseo de lo que fue escrito
antes detrás de sí. (Sabe lo de Eliot
pero goza de una indescriptible
discreción cuando otros lo descubren).

No hay pero hay aspas


cortando en rodajas el viento agobiado
o zambullidas en un tanque australiano
y dos chicos que se tatúan la piel
con el sol y el pasto después.
Chupa del pozo el agua fría,
duplica al cíclope y murmura molinos
río de la plata,
pampas, quijotes y segundas sombras.

No es cuestión -se dice- que desentone


y escribe: “Molinos”- Agua Mineral-
aviso televisivo número dos.

24
DIOSES Y MONSTRUOS

“Un jugador tramposo, un tejedor de humos...”


Leopoldo Marechal

Suponga ver sombras en las paredes.


Deje de lado, por un momento,
la incredulidad de todos los días:
No piense que a lo mejor se arregla
con una buena mano de pintura.
Son lo que son
y trepan con gestos ridículos, teatrales.
Sombras de celuloide carcomidas
como en la cabina de un cine muy viejo.
La novia de Frankenstein, el hijo de Rosemary,
o Claude Rains interpretando difícilmente
al hombre invisible.
De repente estas sombras monstruosas y divinas
han ido en busca de sus caballos y embisten
contra la firmeza del cotidiano mundo.
Trotan sobre la cabeza del convencimiento
y defecan en la boca de su mejor discurso.
Usted los ve y los oye y los huele
detrás de las puertas de su casa
sin la certeza de haberlas cerrado.
Como moho en una mancha de humedad
han crecido en el dibujo de las máscaras
más ingeniosas e inesperadas
para aparecer de repente ante su nariz.
Algo tienen que lo enternecen
aunque al mismo tiempo, no sabe
exactamente por qué no los quiere.
Suponga, mi estimado amigo,
que desde la incomprensión mutua
en que conviven quién sabe hace cuánto,
lo han enjuiciado y condenado
de antemano, prolijos y exactos
conocedores de los más enterrados
secretos de su cuerpo y alma.
Usted no puede sino verse desnudo,
barrigón, fracasado, idiota y viejo.
Vienen unos a reclamar
lo que les pertenece -gritan- ¡absolutamente!
(la vida por cierto
que no los ha invitado a su fiesta).
Otros bisbean y susurran a la oreja
en desacuerdo. Prefieren por todo argumento
abrirse la bragueta, bajarle el pantalón
y violarlo sin ninguna clemencia.

25
Ni el coloso de Goya ni el grito de Munch
expresan mejor la paradoja
de esta verdad desmedida.
Sin embargo, en el filo de lo creible
no logran asustarlo del todo.
Suponga, entonces, que en realidad
la luz de la sala no está sino detrás de usted
y que la pantalla no es sino su propia piel.
El que era, hipócrita lector, hermano mío,
no será más que el diminuto olvido
en este carnaval de ambigua
hermosura!

26
INVASION DE POLILLAS

No es la época tampoco en que esto


deba suceder. Parecen mariposas
y son polillas gruesas y vulgares,
anegadas en las calles, tamborileando
como lluvia en la ilusión convincente
de vidrieras y saldos.
Alas insólitas
en la oscuridad y el reflejo.

También acá en este teatro


donde vos asistís a una ficción
buscando cierta cuota de verdad
vuelan hipnotizadas unas
por el foco de la izquierda,
o en picada otras
sobre la oreja de la actriz,
pero todas -convengamos- siempre
olvidadas de la escena.

Un hueco de esa noche obscena


dejan en tu pulóver,
casi la firma final de tanta crítica.
Una muy mala opinión -con todo respeto-
de insecto.

27
HABLAMOS ES UN DECIR QUE NO TERMINA

Dormías. Yo te esperaba para seguir hablando.


Y hablamos bajito. El café estaba caliente en las manos
y el humo dibujaba un mapa con nuestro viaje a Melilla.
El relato que el sueño dice haber vivido
sólo para estar en tu boca y abrir el círculo ancho
de un remolino de arena, una palmera, su sombra.
Los médanos quedan atrás, el marroquí se desdibuja
en una nube de hachís y los almacenes
en sus laberintos amontonan deseos baratos.

Sí, ahora recuerdo. Estábamos hablando entonces.


¿Con quién hablar sino con vos? Un día borra
lo que hicimos en otro y una mañana
en un hotel cualquiera sabemos que nos necesitamos
para oir decir al otro lo que ya no está.
Tampoco estás ahora y no sirve
sin vos hablar. Hay entre muchas una foto del mar
y del sol siempre igual.
Pero en el barrio de los Austrias
o en Malasaña ves espaldas que se me parecen,
caminan por donde caminamos y beben y charlan
en los mismos bares. Y este tiempo -qué cosa-,
no es el de los dos.

Sí, has vuelto. Y ahora despertamos hablando.


Importa que el regreso nunca sea al mismo lugar.
Algo está salido de su encaje, algo que no descubrimos
y no es lo mismo. Un número de teléfono que habrá
que borrar y también una escalera que no subirás.
No, no se ha mudado. Ahí sigue viviendo,
pero qué podrías decirle ahora...
Se han abierto
las ventanas y el mar a lo lejos es un pianista
cantando afónico on a blanket by the stairs
I´ll tell you all my secrets/ but I´ll lie about my past...
Sus dedos de espuma teclean orillas inconstantes,
nadie sabrá ver debajo lo que hemos arrojado.

Me contás entre bostezos y restos del sueño


que las estrellas de mar son azules y que buceaste
en Filipinas entre peces payasos
y medusas palpitantes.
Y tu padre asoma a tu boca
recitando de Lawrence el no fish is too weird
for her aquarium.

Aquella mañana, la lluvia se escurría

28
por las ventanas en una ciudad cada vez más ajena.
Lo estoy viendo. Habías despertado y yo estaba ahí,
esperando entrar por los pasillos de tus recuerdos.
No creíamos, Marta, que fuéramos estos nombres
en los labios del otro
pero el silencio no existía antes.

29
LAS ESTRATEGIAS DE LA AUSENCIA
“ Hora del último café
Ya no hay nadie,
sino la madrugada”
Alejandro Nicotra

Su vaso sobre el vidrio de la mesa


no es sino un anillo de agua
con que el brillo de una transparencia fingida
se pierde en otra, llena de destellos veraces.
También un cigarrillo apagado.

Se han confabulado los indicios


con una estrategia secreta
y te fuerzan a creer que ahí mismo estuvo
un apenas antes que vos, ahora
inmerso de rumoreo en cascada
y trivial.
La pura presencia física de lo que sigue siendo
cuando hemos huido.

30
II

No estuvo ahí mismo con vos.


¿Sirve de algo duplicar con palabras
la frase inmaterial que el tiempo deshace,
la puerta cerrada detrás?

La imposición de las cosas


inmediata a la desvastación de los hechos
sobreviene y te abandona más pobre
en la abundancia
con que la memoria miente.

31
III

Una foto afirma que sucedió


e indaga inmóvil en lo que era movimiento,
gesto cosido en los fondos, muesca
de novedad inadvertida.
Una cara que no miente su alegría
y el nombre mudo que le inventaba
su apenas abierta húmeda boca.

“Aquí sucedió entonces”


en retícula de album familiar
mientras la frase cansada entrega
a un entierro rudimentario
de oscuridades futuras.
Vos mirás pasmosamente sin creerlo
tu cadáver último.

32
IV

Con la obstinación de un coleccionista


torpe y distraido
al que se le han pasado por alto
los detalles de una pieza única,
te aferrás a las cosas sin descubrir
que no son sino una complicidad vieja
a la que se le ha escapado el cómplice
y el secreto.
Poseer lo que nos sobrevive y resiste,
en ese caso,
no devolvería el color a tu cara
ni besaría por segunda vez sus ojos.
Graduación banal de la muerte
y tenacidad inútil de la forma.

33
V

¿Cuándo supiste que no hacían falta


más palabras, más gritos, más poses honrosas?
A nadie se culpe de ese silencio.
Sólo en él había fortaleza
y no temblaban los labios.

¿Qué más podía caberle al mundo?


Ella te pareció más hermosa, aparecida de golpe,
como un cuaderno sin uso.
El resto,
un cansancio de malentendidos.

34
AMIGO
“Voy hacia lo que menos conocí
en mi vida: voy hacia mi
cuerpo...”
Héctor Viel Temperley

Un largo viaje que no termina


para finalmente saber de vos. Entre charlas
e ironías de sobrevivientes
como si no viajáramos realmente
sino a través de un sueño pesado y monótono.
El trayecto no ha tenido el sentido de la recta
ni tampoco el del círculo. Más se le aproxima
el infinito inhabitable
de esa lechuza del camino, detrás del vidrio,
como nosotros constante y hundida
en la búsqueda de su presa inexistente.
-De lo que falta no tengo idea. Sólo
que hace demasiado que salimos.
Y caemos en la cuenta que sin nosotros,
el paisaje descorre su constancia:
desnuda con obsenidad de show
su piel manchada de colores. Sin nosotros.
Atrás quedan días y estaciones: Un autorretrato
tejido por músculos dispares
caracoleando en un gesto. Afectos trasnochados
y lágrimas verosímiles. Residuos de literatura
escrita en tus rincones.
Y todo lo guardás de nuevo a la altura
del ventrículo izquierdo: ese bolsillo descosido
atesora el dolor de foto movida
y lugar perdido.
-¿Cómo estás? ¿Cansado ya
de tanto viaje?
La epidermis y el sistema linfático
intentan acostumbrarse a los cambios.
Hace calor y las axilas responden tibiamente
enredadas a una vieja orden, sonámbulas.
Esta arruga recuerda sin esfuerzo alguno.
Esta lengua que palpa la carie de un dolor
y la cicatriz de tu mano derecha. Recuerdan.
Esta carne, esta grasa, estos callos, este aliento
en que vamos. Recuerdan.
-Esa casa. Mirá! Entre los eucaliptos.
Se parece a otra menos nueva
donde jugábamos a las escondidas.
Uno, dos , tres...
Encontrar a tientas las mareas de la sangre,
sus triunfos y sus derrotas. La demora

35
con que nos unía el mismo placer en cuerpo
y alma.
-cuatro, cinco, seis...
Te encuentro. El que no imaginé
y conmigo va. Soledad extraña.

36
NUNCA OFREZCAS ENTERO EL CORAZÓN
“Never give all the heart”
Yeats

Se sentó en el piso con las piernas recogidas


y dejó hacia arriba correr la pollera.
Rosa húmedo en negro
como una telaraña
dio a tus dedos
bienvenida.
Se sirvió de espaldas hospitalaria
y le dolió la sonrisa.
“Never give all the heart”
se oía atrás muy atrás de fondo.
Pero era tarde. Te lo había arrancado
todo entero.
Habías muerto
y no estabas triste.

37
LO UNICO ACERTADO DEL RELÁMPAGO

“Nicht gesagt
Was von der Sonne zu sagen genesen wäre
Und vom Blitz nicht das einzig richtige
Geschweige denn von der Liebe...”
Marie Luise Von Holzing-Berstett

¿Qué nombre tenía la vida con sus días


adentro poblados de bosques en La Plata?
No imaginaba ni decía. Quedaba
junto a la sirena de las muertes, rápido,
desnudo de miedo en una sábana de hospital
o en una calle a medianoche.
Qué silencio de paréntesis entre tantos
crímenes.
Leve
en las ropas de un extraño respiraba
estrategias de ahogado entre santos
y torturadores:
el sueño de los trenes en los viajes largos.
Y si no era el tuyo el nombre,
en la sombra desesperada del ruido
entre los huesos y las fosas comunes
imitaba sólo espejos
que mintieran la mentira de los vivos:
sombras de un sonido alegre-aire
detrás de un pájaro.
Extrañaba la voz que llena el espacio
y cada cosa devuelve a su lugar:
el calor encerrado tras los vidrios
alzando de las repisas los libros quemados,
lavando los platos y la mirada,
revolviendo el no decir para decirnos.

Esta rara cosa de sobrevivir necesita un mapa:


la vereda de un barrio en Junín -de un verano
en Mar del Plata- los baldíos
con girasoles y perritas abandonadas-
las fotos de desaparecidos-
traicionados.

Y cuando a mi lado te descubro una y entera


dibujando con el dedo apoyado en el aire
el borde abierto de los caminos
pienso
“no haber dicho lo que uno
hubiera podido decir del sol
ni lo único acertado del relámpago
aún menos del amor”

38
¿ABEL ROBINO VIVE?

“estoy sentado en el lugar de siempre y en tu


lengua vacía escucho pasos.”
Jorge Boccanera

De tanto nombrarlas han aparecido de repente.


¿Serán o no una ilusión,
una casualidad que viene con la época?

Vos primero una mañana me lo mostraste


asomados a un quinto piso
sobre los techos y jardines del barrio.
El día venía a decir “como un maestro
pedante un abecedario de cosas sabidas”.
Esto es la paloma arrepollada, esto
una bandada bailoteando como escamas.
Esto es el rosal cumplido y esto una tacita
donde beben juntos el perro y el gato.
Sí, todo estaba ahí antes seguramente
pero como en un cuaderno guardado
en un cajón húmedo, apenas legible.

Y de tanto preguntar ¿Abel Robino vive?


ha llegado luego, desde México, una carta,
teléfono, fax y dirección en Francia y el
“ya ve usted que no todo es pérdida.
Buena suerte”. Juan Gelman.

Vos y las cosas -vemos-


empiezan una verdad redoblada.
Resistían escondidas en los pliegues
de las frazadas y la época,
calladas en la tela de una naturaleza muerta,
desaparecidas bajo el río en “un silencio
en que flotan algunas palabras”.

Con los años coinciden en su evidencia


“ya ve usted...”
y entonces, volver a creer se puede.

39
A UNA MUJER FEA

Creí no conocer el lugar, la cara oscura


y la boca desbordada en lo no dicho.
Algo escuché, algo que bailé una noche
y el caligrama de una mujer
que no coincidía con su voz de río.

Creí no conocer el cuerpo


salido de su centro en desequilibrado paso,
insistencia de una inclinación implacable.
Bolsa de huesitos rotos
de alitas sin plumas, ojitos lejos.

Creí perder el gusto de tanta imperfección,


una eme obesa o una erre angulosa,
caligrafía chueca de pezones en mis dientes.
Digamos
la inspiración llena de remiendos.

Creí en fin,
que la mano que ahora escribe
había olvidado y no te tocaba
todavía.

40
EL MOISES

Una estatua con cuernos. en las tinieblas


de una iglesia. Imagínese.
Se sube por una calle en escaleras de Roma.
Venga conmigo, entre y mire en la escultura
el tiempo del mármol, sin la condenación del acto
ni la probabilidad del error o del atentado.
El tiempo se demora sin propósito en esa barba
destrenzada sobre el pecho o en las venas
de un brazo que sujeta las famosoas tablas.

“Se prohiben las fotos”: por favor, no


perpetúe el brillo sobre una superficie mortal.
Sólo la penumbra poseerá al mármol
que parece recién encontrar asiento.
En la blandura de la piedra usted avance
contra lo permitido, con sus manos y sus labios.
Una materia sin alma perdura y habla
del viejo cuento sin fin de la Belleza .

Y no se inquiete demasiado que a la salida


venden postales para decirle a sus amigos
que usted ha estado ahí contra toda sospecha.

41
PULPOS
“Relentless accuracy is the nature of this octopus
with its capacity for fact”
Mariane Moore

Escondidos también en la lectura


y entre las piedras bajo la lupa del agua
envejecen demasiado pronto los pulpos.

Has leido que la velocidad desenrolla


sus cuerpos sin huesos
y los transforma en mareas, en estrellas
erizadas del naranja al verde
y en peces convenientes con que se disfrazan
para desaparecer a salvo
en un arco iris de tinta.

Estos seres no especifican direcciones ni origen.


Entre la curiosidad
y una especie rara de prudencia,
un susto los aleja y un sorbo los impulsa.
Dan cuenta así de una descortesía imperdonable:
evitar por todos los medios a su alcance
el sabor del pimentón y de la oliva.

Además son de una delicadeza trabajosa


las cacerías. Más bien, danzas de araña
en el telar invisible del vértigo.
La presa amorosamente abrazada
se derrite
con la precisión eléctrica de una entrega
nunca tan estimulada.
Allí en la casa de los mejillones y la morera
el cefalópodo de los Cronistas de India
bucea como una sirena de ocho trenzas.
Los hay juguetones, bondadosos, payasos,
groseros, fallutos, voraces y bienpensantes.
Los que con elegancia redonda impulsan
cabezas monstruosas y desfilan y merodean
hasta aplanarse en la roca con los ojos abiertos.
Un torbellino de tentáculos,
una lucha de colores como letreros luminosos
al amor los enrosca un día.
Exploran los voluptuosos mezclas y combinaciones
en la ingravidez del fondo. Un instante les basta
para acrobacias imposibles
y descubrir en hemisferio tan oscuro
no la felicidad que se escapa
sino la demora que el deseo nunca alcanza.

42
No se trata de un suicidio. Sólo de batir un record.
Dos o tres años tardan en aparearse, volverse de vidrio
y sin conocer qué fue lo que los ha golpeado,
quebrarse.

Tu mano los alcanza con la bajamar


en una grieta llena de musgo, algas esmeraldas
y hojas manuscritas.
Entonces sin que nada diga de ellos lo que vivieron
se deshacen maleables y planos como la misma agua.

43
DOS VERSIONES PARA UN SOLO ARBOL

NO ES LA MEMORIA, SEGURO

En otoño hay algunas mañanas de cielo claro


entre las hojas más lentas.
Apenas camino al trabajo interviene
el canto de un benteveo,
en el ruido despierto con que se encrespa
la espuma de las cosas.
En la confusión de autos y peatones
una realidad apurada se niega a sí misma.

El árbol sacudido ahora por el viento, está al fondo.


Puede que sea un ciruelo de Basho. Otra escritura,
ajena y simultánea al primer plano.

También en las mañanas, Isabel


viene a hacer la limpieza
y como de costumbre, antes de irme ha contado algo.
No ve bien y tampoco quiere usar lentes.
Ha hecho un largo viaje desde afuera de la ciudad
y mientras se sirve un café
y su rostro de papel se cubre de humo,
su padre en una nube sin tiempo aparece
trayendo el agua recién hervida. Sabe entonces
que su madre
está por parir al hermano menor
que acaba de morírsele el sábado.

El benteveo ha bajado, como la tarde,


al pastito color ocre y con cada salto
con una nota se desinfla en la hojarasca.
También él repite sobre el olvido su novedad.

Y el árbol vuelve a oscurecerse. Y no es la memoria


la razón de que todo suceda.

44
II

PALIMPSESTO

Ese árbol ahora por la sudestada sacudido/enrevesado


de alguaciles
Volcados del tintero de la noche
caballitos del diablo tejen con letra finita
las miguitas de una escritura heterodoxa/simultánea
en que decimos lo que deberá dolernos
y tajearnos tenebroso/ sin remedio.

En las orillas de la boca y la fresca


sobre el pastito de la costa
las luciérnagas enredan el aire del puerto.
Prehistóricas marcas/fósiles/signos con alas transparentes.

Hemos quedado tantas veces sin aliento/dados vuelta.


Hacia lo inhabitable de nuestros ojos.
Detrás de lo otro raspado/nuevo.
Un borrón contaminado de abundancia/vértigo.

Ese árbol ahora hace temblar.

45
VARIACIONES SOBRE UNA BIOGRAFÍA DE ONETTI

ONETTI RECORRE MEMPHIS

Te dijeron que ahí estaba la tumba de Faulkner,


pero era en otra ciudad llamada también Memphis.

Te dijeron o lo leíste
que volaban demonios sobre una cruz blanca
en un prado verde y que habría otros nombres
como en Spoon River.

Lo leíste o te dijeron que estaba muerto


pero a vos te consta -nadie te lo contó- no había tumba.
Un artista es una criatura impulsada por demonios.

Lo leiste y en la lectura solitaria -qué otra cosa-


mezclado a un nombre egipcio y a un país raro
caminaste equivocado una mañana
buscando a otro desaparecido.

46
II

(LA VIDA IMITA A LA LITERATURA)


ONETTI NOS DESTROZA

“...nos hace llorar, nos pone tristes”


dice una boca de cereza de la University of Berkeley.

A veces, el tema tiene la belleza de una estatua griega,


tiene esa emoción que endulza
como un beso de bolero
y tiene esa mentira
que no es sino un recurso desesperado
con que puede tragarse el fondo más amargo.

A veces y entonces, un tipo dentro, un demonio


se sube a la mano que antes acariciaba
y desgarra y viola y asesina.

Y dice: “es así la literatura”.

47
III

HABLA EL TOLA INVERNIZZI

Una mujer violín suena de fondo trepada al humo,


sólo alas de violín en el mentón y el puño:
Ellos hablan en una cervecería de Lavanda
de ese cuerpo desnudo sonando para uno.
Y la cabeza que se apoya sobre su cadera,
es de ciervo y de toro cuando la toca.
“La vie est brêve/ un peu d’amour/
un peu de rêve/ et puis bonjour...”
Flota como la música en un mar violento
de tazas blancas y voces sin oídos.
Ellos escuchan un pasado esperando
la exacta irrealidad que lo haga existir:
Se pierde siempre la guerra de los cuernos
y otras manos diestras por demás tocan
lo que se había oído solamente nuestro.
Se cierran los ojos y, por todo, se oye ajeno
no el violín sino su alegre remordimiento.

48
CONSTRUCCIÓN DE LA MISERIA

¿Por qué hay tanta cosa en vez de nada?

Hay tanta abundancia a esta hora del día


mientras se clavan en el azul los pájaros
y veo a los perros revolcarse en el contento
de un presente sin término ni memoria.
Son tan tontos los perros: Habitan
la construcción entre ladrillos, andamios
y escombros de un edificio que no ha existido
y tal vez no exista jamás. Acechan el humo
del asado y se rascan con pedales extasiados.
Logran al fin arrancar un amor compasivo
de hueso y hambre; propietarios gruñones,
alzada la cola confian de nuevo en el amo.
Como la luz se derrama esta abundancia
sin sacrificio de su discurso, en un desierto
sin paredes y con cofres de hormigón. Pero
los perros en las escaleras tienen otra verdad:
no parecen bajar ni subir a ningún lado...

49
DINAMARCA

La realidad no es la verdad. No coinciden.


El hueco de una no cabe en el de la otra
y ese agujero entre ambas
termina por oler como un muerto escondido.
Ellos no lo sabían y hablaban
desde la orilla un lenguaje empecinado
donde la eme de mar salpica
con sus olas diminutas. Y un fantasma
ronda la calma de las mentiras.

A ellos una mujer los estaba esperando.


La vimos envejecer
con las ventanas encendidas
y en las charlas del mercado y de las vecinas.
Oía sin pedir de las palabras
sino el canto de sus pasos de regreso.
Y el idioma de la broma, luego,
con un cansancio cumplido
y la desesperanza contrariada.
Qué importaba que la realidad
no fuera la verdad. Ni su mal olor.

En Dinamarca se cuenta otra historia


de madre, padre e hijo. Y sólo el aire
de la tragedia aquí y ahora
resulta el mismo.

50
DIA DE PLAYA

(allegro vivace)

El mar muestra una alegría


mezcla de espuma
y saltos de basquetbolista.
Golfo de imágenes
donde muerde el mediodía
a una blanca bañista,
a un nene con baldecito
de caracoles,
al heladero de wallace y a un gordo
lector de diario.

La abundancia no necesita
repetición.
Mientras la mano se abandona
en la tela
la modelo nada entiende.
Y no hay modelo:
cada ola sobre las rocas,
cada color sobre su desmemoria
y un desconocimiento
que avanza.

51
II

(adagio molto)

La espuma un instante condensada


sobre la llanura
y sobre la piel aceitada de las rocas.
Blanco ahora colchón de rugidos.

Hace calor. Coca, helado,churro.


Y alguien
pone el ojo en la cerradura de una foto:
sirena al frente y salto de olas al fondo.
Una puerta que cierra
este tiempo en un detalle.

Y el mar sin conciencia


en la mirada sin memoria.

52
III

(allegro molto moderato)

Con miles de agujas saladas


en la piel afiebrada
asalta la ola mínima, el viento
liviano, el silencio del agua
en la arena.

A estas horas en que siembran


sombrillas coloridas
y encienden pedacitos de sombra
despertás derrotado
a la memoria.
Detrás de la red y de la pelota
gritan
unos ochenta kilos de alegría
y una audacia redonda de adolescente
bambolea dorada
las nalgas.

Faltaba el cormorán (ese raro cuervo


extendido)
al ras con pulso firme.
Faltaba la avioneta
arrastrando la cinta larguísima
imposible.

Otra soledad será la noche fría


en la arena.
Cuando mar y sol
parecen no haber existido.

53
LA ABEJA

La abeja sobrevuela la caléndula amarilla


con un acento agudo de presente.
Y en realidad, su vuelo enroscado a un poder invisible
no cesa de inventar la vieja y terrible mentira
en que nos ponemos de acuerdo. Es hermosa.

¿Habrá pensado en tu mirada?


¿Tendrá tus ojos su viaje por el jardín de la tarde?
No hay límite. Todo es interrupción entre las flores
y también diálogo
que se quiebra, donde aparece.

54
MEMORIA Y RECUERDO

“has tenido el resplandor del tiempo


que en ese momento no podía pertenecerte”
Francisco Urondo

Resulta que como un dios aburrido


medís el corpúsculo que baila en la luz
como una alegría inerte de chapuzón
o juego tonto de perros y olas. Te obligás
a las alturas de una estrella que en su muerte
persiste donde estuvo y ya no está. Recordás
un poeta olvidado que al salir de su casa
deja encendida la luz: creerá así a su regreso
que lo está esperando como siempre
quien se le ha muerto hace muchos años.

Mientras tanto en la calle, entre los autos


que apagan sus faros detrás de una esquina,
flotan también palabras. En sus oídos flotan.
Las de ella un día en la penumbra de un cine.
¿Qué película era aquella? Pasó el brazo
por detrás de su cabeza y había su olor
en los diálogos y la música...

La ventana está encendida al final de la calle


y él sonríe mientras recuerda y camina.
¿Quién preguntará por el que es y abrirá?

¿ Cuál de todos los despojos del corazón


en una habitqación encendida guarda
su mano a la vez que el universo intangible ?

Resulta que medís ahora esa memoria


como otro corpúsculo de la luz:
apenas algo verosímil
en que te complace ver y mirar.

55
SIESTA

“vi de nuevo el rostro de mi madre”


José Lezama Lima

Recuerdo de golpe, la oración sibilante


de mamá
mezclada al zumbido de un moscardón.
La penumbra
de la cocina ya limpia y su sombra
a través de la fiambrera de la ventana
(la que daba al lavadero y a un patio
con macetones de flores sustentadas
a pura agua)

De mañana fuimos con mi primo a nadar.


Todavía el mar estaba brumoso
como si apagaran una alfombra en el viento.
Aturdidos entrábamos de lleno
en la combustión del silencio
con pisadas de gaviotas sin borrar
y ovas vacías entre las uñas de las olas.
Estoy con una malla mojada y el pelo rubio,
sumido en el cansancio pleno del mar,
poco antes de ser obligado
a la inocencia segunda del sueño.

Mamá,
-nunca te lo dije- yo te espiaba de lejos:
fabricabas algo seguramente bueno.

Sólo eso me queda


en el abismo ilegible de tu oración.

56
EJERCICIO DE LA LLUVIA
a mi hermano Jorge

No recordás muy bien cuándo sucedió


lo de Papantonio. El sabor oscuro
de la malta y una maceta que imita un tronco
irrumpen para hablar de otra cosa
en medio de todo.

El album de tu cerebro
se diluye en las minucias del olvido
bajo una lluvia fina que no moja
y empaña el parabrisas.
Lo ves frente al jardín de la vieja casa
indagando la ondulación de la mosca
y la quietud del rosal.
Lo ves cancelar los pactos de la época
y rascar con una cuchara el fondo
vacío de sus ardores. Hace chistes
con esas cosas y a lo mejor otras manos
sobre su otro cuerpo surgen
junto a la espuma soplada de los bordes
y al verbo aún en una boca con dientes.
Más de veinte o treinta años habrán sido.
Tampoco sabés si fue en viernes
o en martes lo de Rosa. Está rezongando
contra unas sabandijas malcriadas
que se le prenden de la bata floreada.
(Adivino tu sonrisa y el cigarrillo
que debieras dejar de una vez por todas).

O lo de Caito que olía a damascos en verano.

Dejaron de ser la continuidad,


el desacomodo,
la inconstancia y la contradicción:
Sombras ahora entre las luces de tu camino.
Sorpresivas. Vienen a la siesta o plantan
charlas bajo las motas de una parra.

Está lloviendo. Tuñón dice que comprendió


que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente
y uno piensa en los cementerios abandonados.
Esta memoria es un lugar donde llueve
y estás -como yo- tocado de su destino.

57
DE PESCA CON MI PADRE

Cae el anzuelo en el tiempo, a su tiempo.


Algunos peces morderán.
Salpicarán sus colores.
Veré en mis manos la desesperación:
sus ojos tan distintos e iguales
como mundos acabados.

Cae el anzuelo y se lo olvida


largamente.
Algo podrido en el aire. Podrido
de algas, orines presurosos
y mejillones al sol.
Cruelmente afilado en el tiempo,
en la tanza tendida sobre el mar oscuro.

Siempre veníamos acá con mi padre.


En la barranca abandonaba el kaiser
para mirar un instante, de pie, desde ahí,
las arenas gruesas de la playa
y el derrumbe encrespado de las olas.
Bajábamos con los pies desnudos
y el corazón apretado contra el mediodía.
La dirección del viento, las babas del diablo
y el revés del agua él sabía. Yo no.

Cae dentro y lejos, el anzuelo.


No hay otra manera
para que la carnada dé con la hoya escondida.
No es cuestión de tirar por tirar.
Hay que mirar
mirar la bajamar volviendo y ver entre
las rocas las plomadas oxidadas,
los collares de nylon: fracasos reconocibles,
propios.
El mar, siempre distinto
-decía- no devuelve lo que se lleva.
Y siempre el aire olía así
entre una alegría de espinas y escamas.
Con él.

58
EL HIGO
“Every fruit its secret...”
D.H. Lawrence

Hay brevas bajo las hojas ásperas.


No importa que mi mano de ahora
no pueda robarlas de la sombra moteada
que le cae sobre aquellos techos viejos.

Continúa hinchando sus frutos prohibidos,


con el sabor que el tiempo tenía:
Ahí donde leemos oscuros las cosas
que merecen conocerse.
“El secreto florecido hacia adentro”
con la savia lechosa que eyacula la rama,
y el rumor orgiástico de las abejas
ensañadas en la minúscula gota.

Abrir la breva
que reclama una nueva lengua.

59
VOS

Este soy desde los dedos del pie


hasta lo que mi mano alcanza:
la cara que entrecierra los ojos,
la escritura inexacta del que no soy
y tus pezones redondos y canela
también.

Antes que demandara la carne


su realidad medida y su sueño
mis manos creen cada vez que te tocan
haberte conocido.

No existe otra memoria de mí mismo


ni soy otro recuerdo que el que Vos-
contiene:
historia de la mesa de al lado
y humillación de conocerme
en la mirada ajena.

Y si no te nombro, no te olvido.
El aire sostiene todo.
Esta página la letra.
Vos estás en cada cosa.

60

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