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Papá Querido Aída Bornik

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PAPÁ QUERIDO

AIDA BORTNIK
En teatro Abierto 1981

REPARTO
Electra -------------------------Beatriz Matar
Carlos---------------------------Arturo Bonin
Clara-----------------------------Mirtha Busnelli
José------------------------------Miguel Terni

ASISTENTE
Silvia Kalfaian
MÚSICO
Rolando Mañanes
DIRECTOR
Luis Agustoni

Una cama chica, antigua, barata, desvencijada, prolijamente tendida. Un ropero chico,
antiguo y desvencijado. Un escritorio absurdo: por un lado con paratas impresionantes, por
el otro sostenido con ladrillos y libros. Libros por el suelo. Revistas y diarios apilados. Un
fichero de oficina. Sobre el escritorio una máquina de escribir muy, muy antigua.
Clara está doblando y apilando la ropa que estaba suelta con enorme cuidado y con
evidente práctica.
Carlos está revisando el escritorio, pero como entreteniéndose con cualquier cosa, como si
tuviera miedo de profundizar la investigación.
Electra revisa los libros, mira los subrayados y las anotaciones. Sonríe de pronto.

CARLOS.- ¡Viejo e mierda!


Las dos se dan vuelta a mirarlo, sorprendidas. Electra ha oído perfectamente, pero Clara no
está segura. Se miran entre sí. Carlos se levanta y se pasea, con las manos en los bolsillos
y comienza un silbidito. Se encuentra con la mirada reprobatoria de Clara. Se calla.
Clara abre con enorme cuidado el ropero. Parece sorprendida. Avanza un paso y hunde la
nariz entre la ropa colgada. Se vuelve a ellos.
CLARA.- La ropa…tiene su olor…El mismo olor que cuando me llevaba en brazos…
Los otros dos la miran. Pausa.
CARLOS (Riéndose de pronto).- ¡Viejo e mierda!
CLARA.- Por favor… le pido por favor… no me gustan esas cosas…No sé qué relación
tendría usted con él… pero yo lo quería mucho…
CARLOS.- ¡Era un viejo de mierda! (Extiende los brazos como para pararla) No hablo de tu
papito, el que te llevaba en brazos… hablo del mío… ¿O.K.?
CLARA.- Pero si es lo mismo…
CARLOS.- No es lo mismo… no es lo mismo…
ELECTRA.- ¿No podrías dejar de molestarla?
CARLOS (la mira un momento. Sonríe).-Voy a tratar…
Pausa. Las dos mujeres reinician su tarea.
CARLOS.- ¿Cuántos más aparecerán?...
ELECTRA.- ¿Cuántos más?
CARLOS.- Hijos… cuántos otros hermanitos nos aparecerán, digo… ¿vos tenés idea de
cuántos somos?...
ELECTRA.- No.
CARLOS.- Algún número entre 10 y 100, seguro… (Se ríe) y debemos tener hermanitos
coloreados, también… porque el viejo viajaba. Era lo que más hacía, además de preñar
minas…
CLARA.- ¡Por favor!
CARLOS.- Bueno, tenemos una hermanita puritana…
ELECTRA.- Decíme, ¿vos para qué viniste?
CARLOS (se queda quito. Sorprendido. Intenta una de sus risitas).- ¡Buena pregunta! Ves,
¡esa sí que es una buena pregunta! Pero cierto que vos sos periodista, ¿no? Como tu
papito… Te puso bien el sello, el viejo ¿eh? Por algo te puso Electra… ¡Mirá que se
necesita ser degenerado para ponerle Electra a la hija!...
ELECTRA.- Y a vos ¿cómo te puso?
CARLOS (Se encoje de hombros. Molesto).-Carlos.
ELECTRA.- ¡Vamos!... Carlos y ¿qué más?...
CARLOS (sonrisita).- Germinal, naturalmente, ¿qué querías que me pusiera el viejo con sus
ideas?
ELECTRA.-Y firmás Carlos G…
CARLOS.- No, si querés me pongo un cartel en la frente que diga que mi papito era muy
revolucionario…
CLARA (Principista).- No es ninguna vergüenza…
CARLOS.- ¿No?
CLARA.- Yo estoy orgullosa de él…
CARLOS.- Sí, sí…Se te nota…Les tendría que haber puesto Electra a todas…
Carlos se pasea. Se enfrenta al fichero. Lo abre. Lo observa al descuido, Electra lo observa.
ELECTRA.- No había visto ese fichero… ¿Qué hay?
CARLOS (se encoje de hombros).-Supongo que estaremos nosotros…Los 100 hijos quiero
decir…Para acordarse… (Las mira. Se le ocurre de pronto) ¿A ustedes también les
escribía?...
ELECTRA.- Siempre…
CLARA.- Yo guardo todas sus cartas…
CARLOS (curioso).- Una vez por semana hasta los 18 años…
¿Una vez por mes desde los 18?
CLARA (asombrada).- ¿A usted también?
CARLOS (se ríe).- ¡Qué idiota! ¡Mirá si seré idiota! Recién se me ocurre, ¡Claro!...Nos debía
escribir a todos… Esas cartas largas y llenas de moralina barata…
CLARA.-Escribía cartas preciosas…
CARLOS.- Mirálo qué organizado, el viejo… ¡miralo qué organizado!
ELECTRA.- Vos creías que eras hijo único, hasta que llegaste aquí…
CARLOS.- Mirá hermanita…
ELECTRA.- Y después quisiste creer que por lo menos, eras el único varón, por eso lo
trataste tan mal a ese pobre… Y ahora te enterás de que tampoco eras el único al que le
escribía…
CARLOS.- ¡Vamos! Si hace años, ¿me entendés? ¿Me oís bien? Años… casi 10 años que
no le contestaba…
ELECTRA.- Y él te seguía escribiendo…
CARLOS (se encoge de hombros).- Si le daba lo mismo… ¿Acaso me escribía a mí? ¡Le
escribía a la posteridad, hermanita! (se ilumina) ¿Y sabés qué? ¿Sabés qué creo? Debía
escribir con carbónico… No. Qué carbónico… debía tener una fotocopiadora… Nos debía
mandar la misma carta a todos… No hay fotocopiadora por acá… Busquemos, hermanitas,
busquemos… yo les apuesto que encontramos una fotocopiadora…
CLARA.- ¿Por qué dice todo eso? A mí me escribiría sobre mis cosas… Eran cartas…
completamente personales…
CARLOS.- ¡Vamos! ¿Y no te citaba a los grandes pensadores de la humanidad? ¿No te
hablaba de la libertad del hombre… No te decía de la independencia del espíritu era el
orden natural y debía oponerse al yugo del Estado?...
CLARA.- Siempre tuvo sus ideas, pero a mí hasta me preguntaba por el perro… por Caos…
a mí me regaló un perrito…
CARLOS (riéndose).- ¿Y le puso Caos?
CLARA (temiendo preguntar).- ¿A mí me lo regaló cuando cumplí 6 años?...
ELECTRA.- A mí nunca me regaló un perro…
CARLOS (riéndose todavía).- Ah, no… no te preocupes… a mí tampoco, a mí tampoco…
Debíamos entrar en distintas clasificaciones… Por ahí hubo 10 a los que le regalaba un
perro, 10 a los que le regalaba un microscopio…
ELECTRA.- A mí nunca me regaló un microscopio…
CARLOS.- No, dejáme que lo piense… A vos te regaló biografías de grandes
revolucionarios… seguro…
ELECTRA.- ¿Y qué?
CARLOS (Sorprendido a pesar suyo).- ¡Pero te das cuenta, el viejo e mierda!
ELECTRA.- ¡Acabála!
CARLOS.- No, pero oíme, oíme… Vos sos inteligente… ¿No te das cuenta? A ella un
perrito… a esta tierna ama de casa… a mí un microscopio y soy médico… Y a vos…
¿entendés? Nos programó, ¡ese viejo de mierda! ¡Nos programó!
ELECTRA.- ¿No es lo que hacen todos los padres con sus hijos?
CARLOS.- ¿Y vos te creés que a todos le sale tan perfecto?
ELECTRA.- Todos no son tan inteligentes como para apostar a lo que realmente somos…
CARLOS.- Ah, sí, eso es cierto: ¡él era muy inteligente!... ¡Muy inteligente! ¡Mirá para lo que
le sirvió!
ELECTRA.- ¿Vos querés decir que no tenía plata?
CLARA.- A él no le importaba la plata…
CARLOS.-Vamos. Electrita… que una cosa en no tener plata… y otra terminar en este
pueblucho miserable, solo como un perro… y pegándose un tiro en la cabeza…
CLARA.- El señor que me llamó a mí… dijo que podía haber sido un accidente…
CARLOS.- ¿Y vos se lo creíste?
CLARA (le cuesta).- No… porque si dejó dicho a quiénes había que llamar… si dicen que
dejó escrito… (Pausa) pero si estaba tan enfermo… a él no le gustaba tener que depender
de nadie… Dicen que apenas podía caminar… Y a él le gustaba tanto caminar… (Pausa)
Yo iba a venir… tantas veces estuve por venir… Y siempre pasaba algo… Y él, cada tanto,
decía que a lo mejor se hacía un viaje y nos visitaba… Nunca me voy a perdonar… nunca
me voy a perdonar no haber venido…
Pausa.
ELECTRA.- Tenía muchos amigos, aquí… Jugaba al ajedrez, jugaba al truco… No debía
estar muy solo…
CLARA.- No, si él se hacía querer… El señor que me llamó a mí… lloraba… apenas podía
hablar de lo mucho que lloraba…
Pausa.
Carlos cierra de un golpe el cajón que había abierto en el fichero.
CARLOS.- Bueno, ha sido una experiencia realmente interesante… encontrarse con unas
hermanitas como ustedes… y seguramente todavía se va a poner más interesante cuando
lleguen los otros noventa y seis… pero yo me voy…
CLARA.- ¿Pero no va a esperar el velatorio, el entierro?...
CARLOS.- La policía puede entregar el cadáver recién mañana… y yo tengo mucho que
hacer…
CLARA.- Pero lo tiene que esperar a José… él va a traer… ese señor dijo que le iba a dar
también algo que había dejado para los hijos…
CARLOS (risita).- La herencia… se la pueden repartir ustedes… bah… ustedes y los otros…
yo no quiero nada… pueden quedarse con mi uno por ciento… no voy a reclamar…
ELECTRA.- A lo mejor no somos más que nosotros cuatro…
CARLOS.- No te hagas ilusiones, Electrita…
ELECTRA.- Te da lo mismo, ¿no es cierto? Cuatro o cien…
No le podés perdonar no haber sido el único…
CARLOS.- Hacéme el favor… no me gusta el psicoanálisis caro, imagináte el regalado…
Hace muchos años que no me importa nada de ese viejo de mierda…
ELECTRA (grita casi).- ¿Y entonces por qué viniste?
CARLOS.- ¡Y a vos qué te importa! ¿Quién te conoce? ¡Por qué te tengo que dar
explicaciones!
Aparece José con una gran caja. Se detiene, sorprendido por los gritos.
JOSÉ.- ¿Qué pasa?
ELECTRA.- El hermanito médico, que se va…
JOSÉ.- ¿Cómo se va a ir?... Dentro de dos horas lo llevan a la funeraria… ya arreglé todo…
Y aquí está esto que dejó para nosotros… (Sonríe) Pesa un poco… Bueno, no tanto, pero
como vine casi corriendo… Vieran la cantidad de gente que está esperando… Es
impresionante… Todo el pueblo, prácticamente…
ELECTRA.- Yo sabía…
CARLOS.- Un demagogo… eso es lo que era…
Clara se acerca a la caja. La mira con cuidado. Se agacha y lee:
CLARA.- Para entregar a mis hijos. (Se incorpora. Los mira)
ELECTRA.- Bueno, hay que abrirlo…
CARLOS (sonriente).- ¿Sin esperar a los otros?
JOSÉ.- ¿Qué otros?
ELECTRA.- Él me dice que debe haber más…
JOSÉ (No entiende).- ¿Más qué? No… el señor dijo que esto era todo lo que había
dejado…
CARLOS.- Más hermanos… más hijos de tu papito, digo… ¿por qué creés que no vamos a
ser nada más que nosotros cuatro? ¿Por qué no 20 o 65 o 100?
JOSÉ (Sonrisa sorprendida).- Bueno, cien no creo, no… Pero tiene razón… por ahí…
somos más… Y bueno, yo, como ustedes quieran… Yo, por mí, claro… espero… Si les
parece, esperamos a que llegue alguien más… (Los mira a todos) Es emocionante, ¿eh?
Lástima que él no esté… ¡Cómo le gustaría vernos juntos! (se pasea un poco) Mirá la
cantidad de libros… (Advierte) No son para nosotros los libros ¿eh? Bah, el señor dijo que si
nos queríamos llevar alguno en especial… de recuerdo… pero que dejó todo para la
biblioteca… y las revistas…. Y su fichero… todo esto lo dejó para la gente de aquí… Lo
nuestro está ahí… (Se acerca a la máquina) Miren la máquina… ¡qué vejestorio!... No la
quería cambiar, ¿eh? ¡Estaba encariñado con su máquina! Saltaba la R… y las mayúsculas
siempre las marcaba fuera de la línea…
CARLOS.- ¿A vos también te escribía seguido?...
JOSÉ.- Siempre… me escribió siempre… Lindas cartas escribía, ¿no? Era un viejo bastante
extraordinario… Mis hermanos me lo envidiaban un poco…
(Electra ha ido acercándose a la caja. Finalmente está arrodillada al lado)
ELECTRA.- Yo quiero abrirlo…
CLARA.- Pero a lo mejor… él tiene razón… y después alguien se ofende.
ELECTRA.- Yo quiero abrirlo… No nos vamos a quedar con nada de nadie… pero estoy
segura de que adentro debe decir cómo repartirlo, para quién es, lo que sea…
¡Abrámoslo!...
CARLOS.- Por mí, hagan lo que quieran…
(Electra comienza a desenvolverlo, ayudada por José. Adentro hay cinco voluminosas
carpetas de archivo…)
ELECTRA (Lee en la cubierta de la primera que saca).- Minerva…
CLARA.- Esa soy yo… Clara Minerva…
(José se la alcanza. Clara la mira por fuera. No se atreve a abrirla)
ELECTRA (sigue).- Ateo.
JOSÉ (Sonriente).- Yo… él me quería poner Ateo, no lo dejaron, pero siempre me llamaba
así…
ELECTRA (Tendiéndosela a Carlos).- Germinal…
JOSÉ (Sonriente).- Vos sos Germinal… ¿Y te anotaron así?...
CARLOS.- Sí, me anotaron así…
ELECTRA (Se ha quedado mirando una carpeta).- Esta dice Amanecer… (Se miran. Ella lo
aparta. Saca la última). Electra… ésta es para mí…
JOSÉ.- Entonces somos cinco… con amanecer…
CLARA.- ¿Es nombre de mujer o de hombre?
(José se encoje de hombros)
ELECTRA.- Puede ser… cualquiera de los dos…
(Pausa)
JOSÉ (a Electra).- Vos tenías razón, eh? Él lo dejó todo bien organizado.
CLARA.- Me da una impresión abrirla… Pero yo creo que sé qué es…
JOSÉ (Entusiasmado).- A ver… ¿qué? Qué creen ustedes… Esperen, no lo abramos… a
ver si adivinamos qué es…
CLARA.- Él estaba escribiendo un libro… ¿Les contó? A mí en las cartas me hablaba del
libro…
ELECTRA.- “Las revoluciones en la historia de las sociedades”
CLARA.- Ese…
ELECTRA.- No, no creo que sea eso…
JOSÉ.- Yo creo que son sus poesías…
CARLOS.- Lo que faltaba…
ELECTRA.- No… yo creo que deben ser sus recuerdos… La historia de la familia… El
abuelo que fabricaba plata en la cárcel… y el que contrabandeaba caballos… Yo siempre le
pedía que juntara todas esas historias en un libro… Yo creo que estaba trabajando en eso,
los últimos años…
(Carlos empieza a reírse. Todos lo miran incómodos)
CARLOS.- Grandes obras esperan del papito… todos… todos se creyeron el mito… y yo les
digo que no… ¿Saben que hay aquí? ¡Estoy tan seguro, tan seguro!
ELECTRA.- Dejá de reírte, vamos, que no divertís a nadie. ¿Qué es lo que nos dejó, según
vos?
CARLOS.- ¿La herencia de nuestro papito?... Son las cartas… Las cartas que nos mandó
todos estos años--- otra copia de las mismas cartas… una por una… Esa es la gran obra
del viejo: las cartas con las que nos llenó la cabeza y nos jorobó la vida. Sus cartas llenas
de grandes palabras y grandes sentimientos… con mucha libertad y conciencia y honor y
dignidad y solidaridad y todo su maravilloso vocabulario del siglo pasado… Las cartas
exaltadoras que hacían que uno se sintiera heroico y especial solamente por recibirlas…
hasta que uno empezaba a sentirse incómodo y después acusado y después un verdadero
gusano inmundo porque uno no se merecía toda esa maravilla que era su padre…
CLARA (Desconcertada. Herida).- Yo no me sentía así…
ELECTRA.- Hablá por vos…
JOSÉ.- El viejo no era así… no sacaba copias… ¿cómo iba a sacar copias? Yo, igual, las
guardaba todas… A mí me gustaba volver a leerlas.
(Pausa)
(Carlos ha estado desatando la carpeta violenta y febrilmente. Hasta que finalmente lo
logra. Tiene una sonrisa crispada y segura que se le borra en cuanto la abre y comienza
lentamente a hojearla. Se da vuelta de espaldas a los otros dos. Se queda muy quieto. José
y Electra que lo estaban mirando se miran entre sí. Comienzan lentamente a abrir las suyas.
Clara ha comenzado al mismo tiempo que Carlos y recién lo logra)
CLARA (Sorprendida. Emocionada. Contenta).- Mis cartas… son mis cartas… Están
ordenadas… una sobre otra… sí… desde los dibujos que mandaba mamá… Están todas…
guardó todas mis cartas… Yo guardaba las de él… pero las mías eran… no eran como las
suyas… y él las guardaba… Nunca me lo hubiera imaginado…
ELECTRA.- Sí, desde la primera, están todas…
JOSÉ.- Nos dejó nuestras cartas… (A Carlos) ¿A vos también? Yo tampoco pensé que las
guardaba… ¿Él también las volvería a leer? No creo… nunca tenía tiempo para nada…
Pero es, es una idea que debe haber tenido… porque nos quería… para que viéramos que
nos quería… (A Electra) ¿No es cierto?
ELECTRA.- Sí.
CLARA.- A mí me hubiera gustado que escribiera un libro… Se lo hubiéramos hecho
publicar… pero José tiene razón… ¿No es cierto?
(Pausa. Los cuatro están enfrascados en la lectura de sus cartas. Clara tiene de pronto un
estallido de risitas y se tapa la boca)
CLARA (los mira, como disculpándose).- ¡Ay, qué tonta! ¡Una dice cada cosa cuando es
chica! Le decía que me iba a casar con él… mi nena mayor le dice eso a mi marido… pero
yo no me acordaba…
JOSÉ (La ha estado escuchando con una sonrisa).- Yo le dibujaba historietas… le contaba
todo, en historietas… (Se ríe mirando su carpeta). Dibujaba a mi hermana chiquita para que
la conociera… (Pausa). Y él me empezó a mandar libros de arte… Debían ser carísimos…
(Sonríe) Decía que los expropiaba… (Casi desafiante. De pronto. Mirándolos) Yo también
fui expropiado… un tiempo… (Electra lo mira José le sonríe) Hace mucho, ahora soy, casi
casi, lo que el viejo llamaría un chancho burgués.
(Siguen pasando las hojas. Electra no se ha detenido en las primeras cartas. Está por el
medio de su carpeta cuando la cierra de pronto y se queda mirando al techo. Como si
tratara de contener las lágrimas. Carlos respira agitadamente y cierra su carpeta
bruscamente. Se da vuelta a mirarlos. Parece haber recibido un golpe. Está herido y
desconcertado. Pero sobre todo mucho más furioso que antes)
CARLOS (resoplando y riéndose falsamente).- ¡Linda idea! ¡Preciosa idea! ¡Solamente a él
se le podía ocurrir!
(José y Clara lo miran asombrados. Electra prefiere no mirarlo)
CARLOS.- Vos sabés ¿no es cierto? Vos sabés lo que nos hizo…
(Electra se levanta. Busca su saco. Se lo pone)
CARLOS.- ¿No se dan cuenta?
JOSÉ.-Mire, yo no sé qué problema habrá tenido usted con él… pero delante nuestro… no
lo insulte…
CLARA.- Yo ya se lo dije…
ELECTRA.- Tendríamos que ir ya… tendríamos que estar allí…
CARLOS.- Vos sabés, ¿no es cierto? ¡Vos sabés por qué lo hizo?
ELECTRA.- ¿Qué vamos a hacer con la carpeta de Amanecer?
CLARA.- Podríamos mirar adentro, la dirección nada más… la última dirección… y
mandársela, ¿no? A lo mejor no pudo venir por algo.
JOSÉ (A Carlos).- A mí me gustaría que me contara qué es eso que nos hizo… puede ser
que Electra lo entienda… pero yo soy más lento… Me gustaría que me contara…
CARLOS.- Decime, ¿Qué le escribías vos?... ¿Qué le contestabas a esas cartas
maravillosas?...
JOSÉ.- Y… le contestaba… lo que sentía…
CARLOS.- Eso, lo que sentías… Cuando eras chico… Y cuando eras un adolescente… y
cuando eras un joven… Eso le contestábamos, lo que sentíamos cuando él nos inspiraba
tanta admiración y tanto respeto…
JOSÉ.- Yo todavía lo sigo admirando y respetando…
CARLOS.- Pero, ¿qué le prometías en esas cartas?...
ELECTRA.- Dejálo, por favor, para qué haces eso… ¿no podés dejarlos tranquilos?
JOSÉ.- Si usted me está defendiendo de algo, yo se lo agradezco… pero nuestro padre me
enseñó que era yo el que tenía que defender a las mujeres… Déjelo que hable, yo también
me quiero enterar… ¿Qué le prometía?
CARLOS.- Sí, qué le prometías a él… ¿Y qué te prometías a vos mismo? ¿Cómo apostabas
por tu futuro, qué cosas decías que ibas a defender siempre? ¿Qué cosas decías que no
ibas a ser nunca?...
CLARA.- ¿Qué tiene de malo lo que uno escribía cuando era chico?
CARLOS (sigue con José).- ¿Te acordás?... ¿Te acordás qué hombre le prometías a ese
padre maravilloso?
(José asiente)
CARLOS.- ¿Y sos, ese hombre?
(Pausa)
ELECTRA.- Nadie es ese hombre…
CARLOS.- Tratá de leer esas cartas ahora, tratá de leerlas sin sentirte como un gusano.
JOSÉ.- No tengo por qué sentirme como un gusano…
CARLOS.- ¿No? ¿Nunca dejaste de ser el hombre que creías que ibas a ser cuando tenías
17 años?
ELECTRA.- Nadie es ese hombre…
CARLOS.- ¡Ese viejo de mierda era ese hombre!
ELECTRA.- ¿Eso creías?... ¿Justamente vos?... Claro por eso lo odiás tanto… No, tampoco
él… por lo menos no del todo… seguramente tampoco él… Pero a lo mejor ésa era la
idea… A lo mejor un día se puso a pensar… en cómo se había traicionado… y quiso
advertirnos…
CARLOS.- ¿Advertirnos? Se tendría que haber muerto antes… Yo tengo 45 años…
ELECTRA.- A lo mejor se le ocurrió hace muy poco… A lo mejor se le ocurrió justamente
antes de matarse…
JOSÉ (ha estado totalmente abstraído).- Es una herencia rara… ¿no? La verdad que es una
herencia rara…
CLARA (Ha estado ojeando su carpeta).- Yo creo que José tenía razón, yo creo que lo hizo
porque nos quería… yo creo que quiere decir eso.
ELECTRA.- ¿Por qué no? También quiere decir eso… (Se pone a llorar)
(Pausa)
(Sin moverse de su sitio la luz baja o cambia. Comienzan y terminan a coro, el texto que
recitan entre todos alternadamente: )
“Querido papá: ayer recibí tu carta y estuve pensando toda la noche en lo que me escribiste.
Y quiero decirte que tengo tanto orgullo porque sos mi padre, que sé que nunca voy a
olvidarme de las promesas que te he hecho, de las promesas que hice sobre mi propia vida:
de vos he aprendido que cada uno es responsable por toda la libertad, por toda la
solidaridad, por toda la dignidad, por toda la justicia y por toda el amor en el mundo. Y que a
esta responsabilidad no se puede renunciar ni durante un solo minuto de nuestra vida y que
nadie puede cargarla por nosotros si queremos ser libres… Y yo te prometo, papá, que voy
a ser capaz de recordar todo esto hasta que me muera y que nunca, nunca, voy a
traicionarte o traicionarme… Lo único que quiero es crecer, crecer rápido, para convertirme
en el ser humano que vos me enseñaste a ser, en alguien libre, solidario y orgulloso, que
defiende sus ideas y no se inclina ante nadie, en alguien como vos, Papá querido…”
Oscuridad.

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