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Anemia y Leucemia
Anemia y Leucemia
Anemia y Leucemia
2. CLASIFICACIÓN
En la práctica se suelen utilizar dos parámetros para la clasificación de las anemias:
• El tamaño de los hematíes (según el volumen corpuscular medio) (Tabla 1): pueden ser
de tamaño pequeño (anemia microcítica), de tamaño normal (anemia normocítica), o de
tamaño grande (anemia macrocítica).
• La capacidad de regeneración de la médula ósea (aumento de reticulocitos –glóbulos
rojos inmaduros– en sangre) (Tabla 2): si la médula ósea incrementa la producción de
precursores de la serie roja (anemia regenerativa), o no (anemia arregenerativa).
TABLA 1 CLASIFICACIÓN DE LAS ANEMIAS SEGÚN EL
VOLUMEN ERITROCITARIO (VCM)
❖ Patogenia.
❖ Manifestaciones clínicas.
Se distinguen tres fases diferentes en la evolución de la LMC: crónica, acelerada y crisis
blástica. La fase inicial, de varios años de duración, cursa inicialmente con escasas
manifestaciones clínicas. Conforme evoluciona en el tiempo, se produce una paulatina
aparición de astenia, anorexia, pérdida de peso y, típicamente, unas molestias en la zona
izquierda del abdomen, con sensación de digestiones pesadas, producidas por el gran
aumento de tamaño del bazo, que puede comprimir el estómago y otros órganos
abdominales. La fase de aceleración, de pocos meses de duración, cursa con síntomas
sistémicos más pronunciados, al tiempo que aumenta la proporción de elementos
inmaduros en la sangre y en la médula ósea. Se denomina crisis blástica al período final
en el que se observa una transformación hacia una leucemia aguda. Ante la sospecha de
una leucemia mieloide crónica, se debe realizar una punción de la médula ósea, en la que
se observará un importante predominio de la serie granulocítica, aunque con células en
todos los estadios evolutivos, lo que la diferencia de las leucemias agudas, en las que
sólo se observan células inmaduras. El examen de la médula ósea debe incluir de forma
imprescindible la realización de un estudio genético, donde se demostrará la existencia
del cromosoma Phi. Cuando se presenta la sospecha de una leucemia mieloide crónica
también se realiza la reacción citoquímica de la fosfatasa alcalina granulocitaria. Esta
reacción permite diferenciar los aumentos de leucocitos producidos por la leucemia
mieloide crónica (en este caso, la fosfatasa alcalina granulocitaria es inexistente) de los
producidos por otras causas, principalmente las infecciones severas (en este caso, la
fosfatasa alcalina granulocitaria se encuentra elevada).
❖ Manifestaciones clínicas.
Muchas veces la enfermedad no produce síntomas y es detectada de forma casual
mediante unos análisis de rutina. Al realizar el contaje diferencial leucocitario en el
hemograma se observa un aumento importante en el número de linfocitos. Cuando la
enfermedad produce síntomas, con frecuencia el paciente presenta fiebre, ganglios
aumentados de tamaño (adenopatías), astenia, sudoración profusa de predominio
nocturno y pérdida de apetito. Ante la sospecha de una leucemia linfática crónica, se
recomienda realizar un estudio de la médula ósea. La ocupación de la médula por
linfocitos con unas características propias de esta enfermedad permite llegar al
diagnóstico. Si la afectación de la médula ósea es importante, puede condicionar una
disminución en la producción de los eritrocitos o de las plaquetas que provoca una
anemia o una trombopenia en la sangre periférica. El estudio se debe completar con una
TAC para ver la extensión de la enfermedad en los ganglios linfáticos, el hígado y el
bazo. Además, mediante el análisis inmunofenotípico y citogenético de la médula ósea
pueden conocerse determinados parámetros con valor pronóstico que pueden ayudar a
predecir el comportamiento de la enfermedad (carácter más o menos agresivo), ya que
el curso de la enfermedad es muy variable. Mientras que en algunos casos la enfermedad
es indolente y la supervivencia es superior a los 10 años, algunos pacientes presentan
una evolución rápidamente progresiva, con una supervivencia inferior a los 2-3 años. El
pronóstico depende del estadio de la enfermedad. Existen casos con igual supervivencia
que la de una persona de su misma edad sin leucemia linfática crónica. Sin embargo, en
otros estadios más avanzados, dependiendo de los factores pronósticos, la supervivencia
puede ser considerablemente inferior. La supervivencia también dependerá de las
complicaciones que puedan surgir en el curso de esta leucemia. Las más frecuentes son
las infecciones debidas a que la propia enfermedad produce una disminución de la
inmunidad, pero también secundarias a la reducción de las defensas del organismo por
los tratamientos aplicados. Otras complicaciones son los procesos autoinmunes (anemia
hemolítica), la aparición de otras enfermedades tumorales (por ejemplo: melanoma y
cáncer de pulmón) y la transformación de la leucemia linfática crónica a otro tipo de
síndrome linfoproliferativo más agresivo.
❖ Manifestaciones clínicas.
Los síntomas de la LAM pueden derivarse de la propia enfermedad y, como en muchas
otras enfermedades tumorales, originar un cuadro de fiebre, cansancio y debilidad con
pérdida de apetito y de peso. También los síntomas pueden ser secundarios a la invasión
de la médula ósea por las células leucémicas. Esto puede dar lugar a una disminución de
los hematíes, lo que produce anemia, a una disminución de la producción de los
leucocitos normales, lo que genera una mayor tendencia a sufrir infecciones, y a una
disminución de las plaquetas, produciéndose hemorragias más o menos intensas. La
invasión por las células leucémicas del interior de los huesos produce también dolor óseo
espontáneo o a la presión, que es muy frecuente en los niños, llegándose a confundir en
ocasiones con enfermedades reumáticas. Además, las células leucémicas pueden invadir
otros órganos distintos de la médula ósea; entonces puede observarse un crecimiento de
los ganglios linfáticos o del bazo, un crecimiento de las encías o una afectación del
sistema nervioso central. El diagnóstico de la LAM con frecuencia se sospecha por los
síntomas que produce (hemorragias, palidez intensa, infecciones, fiebre elevada). La
confirmación del diagnóstico se realiza mediante análisis de sangre y punción de la
médula ósea. Además del análisis morfológico de la médula ósea, es imprescindible la
realización de unos análisis de citometría de flujo, cariotipo y biología molecular para el
diagnóstico exacto de cada uno de los subtipos de leucemia mieloblástica aguda y para
predecir la respuesta individual al tratamiento. En los casos de LAM monocítica (M4 y
M5) hay que estudiar el líquido cefalorraquídeo para analizar si existe afectación del
sistema nervioso central por la leucemia.
❖ LEUCEMIA PROMIELOCÍTICA (M3): Un caso particular
La LAM promielocítica (M3) constituye una variedad particular dentro de las LAM
debido a sus características clínicas, a su patogenia y a su tratamiento.
Clínicamente, suele afectar a individuos más jóvenes que la media, y en su cuadro clínico
destaca la alta frecuencia con la que se acompaña de una coagulación intravascular
diseminada (CID) como consecuencia de la activación de la coagulación y consumo de
factores de esta por el contenido de los gránulos de los promielocitos tumorales. En su
patogenia hay que resaltar, que al igual que ocurría con la LMC, existe una alteración
cromosómica presente en casi el 100% de los casos: la translocación entre los brazos
largos de los cromosomas 15 y 17 (t[15q;17q]). Como consecuencia de dicha
translocación se produce un nuevo gen de fusión en el cromosoma 15, el gen
PMLRARA, que da lugar a una nueva proteína que bloquea la diferenciación de los
promielocitos. La detección molecular mediante técnicas de PCR del ARN quimérico
del gen PML-RARA resulta muy útil para el diagnóstico y la evaluación de la respuesta
a los tratamientos.