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Wu Ming 2021 Conspiración y Lucha Social

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Conspiración y lucha social

Wu Ming
17 de noviembre de 2021

illwill.com/conspiracy-and-social-struggle
panfletossubversivos.blogspot.com

La siguiente entrevista se basó en las preguntas enviadas por Federica Matteoni, de la revista alema-
na Jungle World, durante la primera semana de octubre de 2021. La presente versión fue revisada y
ampliada por los autores a principios de noviembre para su publicación en Ill Will.

El 8 de octubre tuvo lugar en Roma una gran manifestación contra el Pase Verde, que se saldó
con un asalto a la sede nacional de la CGIL, el mayor sindicato de Italia. A los ojos de la clase
política y de los principales medios de comunicación, esto parecía confirmar que la disidencia
contra el Pase Verde era exclusivamente fascista. Y era innegable que la extrema derecha ha-
bía ganado espacio en la movilización contra la gestión política de la pandemia. Luego, de re-
pente, las cosas cambiaron. Pero antes de hablarnos de ello, ¿podría explicarnos por qué cree
que la descripción de un movimiento esencialmente fascista contra el Pase Verde es engañosa?
Desde la primavera de 2020, advertimos que la ira social estaba creciendo y que explotaría una vez
que el miedo al virus se calmara. Dijimos que la falta de crítica a la emergencia pandémica conver-
tiría las próximas e inevitables protestas en algo muy confuso y ambiguo, algo explotable por la ex-
trema derecha y diversas subculturas conspirativas. Criticamos duramente a la mayoría de la iz-
quierda de base [sinistra di movimento] por expresar una visión "virocéntrica", es decir, por centrar
cualquier conversación exclusivamente en el virus y el riesgo de infección, mientras que decían
muy poco sobre el gobierno que gestiona la pandemia de forma irracional, injusta, hipócrita e inclu-
so criminal.1
Durante el verano, cuando estalló la movilización contra el Pase Verde, expresamos nuestra opinión
por enésima vez, criticando la postura altiva de muchos compañeros, la facilidad con la que aplica-

1 "Virocentrismo. Conjunto de sesgos cognitivos y falacias lógicas que distorsionan la percepción de la


emergencia Covid. La primera impresión obtenida en un momento de fuerte ansiedad y miedo - "¡el
virus nos matará a todos! - persiste y se endurece: todo el pensamiento es inexorablemente capturado
por el virus y su circulación, todo el razonamiento gira en torno a la posibilidad de contagio,
mientras que cualquier riesgo que no sea el contagio pasa a un segundo plano. En el pensamiento
virocéntrico (El virus no es un desencadenante, sino la causa principal, si no la única, de los
problemas surgidos durante la epidemia. El virus es el enemigo supremo, a menudo descrito de
forma antropocéntrica, como si estuviera dotado de subjetividad y de malas intenciones; (b) la
urgencia de contener el virus eclipsa todas las demás necesidades y derechos y justifica todas y cada
una de las medidas, incluso aquellas cuyo impacto global sobre la sociedad y la salud colectiva
podría resultar más grave que el de la propia epidemia." (Wu Ming 1, La Q di Qomplotto, Alegre,
2021, 329-330)

1
ban etiquetas y su adhesión implícita a la pandémica paz social de Mario Draghi por miedo a "decir
lo mismo que los políticos de extrema derecha" como Matteo Salvini y Giorgia Meloni, que critica-
ban el Pase Verde por razones tácticas y oportunistas. Está claro que las plazas se fueron llenando
también de basura semiótica e ideológica. También, pero no sólo, y esta es precisamente la cuestión.
En cualquier movilización de masas podríamos haber escuchado un poco de todo. Sin traer a cola-
ción necesariamente la revolución rusa de 1905, que en su fase inicial fue dirigida por el padre Ga-
pon, debemos recordar que también escuchamos fantasías conspirativas antisemitas procedentes de
la plaza Tahrir, también escuchamos fantasías conspirativas nacionalistas basadas en la ideología
kemalista procedentes del parque Gezi, etc. ¿Habría sido correcto descartar esas luchas sobre la
base de esos pronunciamientos? No, y no tiene sentido hacerlo para las luchas en curso, las post-
pandémicas, que son contradictorias pero inevitables.2
Ante las protestas callejeras contra el pase -pero que en realidad se dirigen contra toda la gestión de
la pandemia por parte de los dos últimos gobiernos-, la corriente principal neoliberal recurrió inme-
diatamente a la reductio ad Hitlerum, y cierta izquierda, incluso declaradamente radical, siguió su
ejemplo al instante. A fin de cuentas, es un patrón perfectamente tradicional: la operación retórica
de comparar potencialmente cualquier cosa con el nazismo y potencialmente cualquier persona con
los nazis -y más generalmente de utilizar los términos "fascismo" y "fascistas" indiscriminadamen-
te- se remonta al Komintern de los años 30 y al Kominform de los años 40. Los estalinistas califica-
ron a los trotskistas de "trotsko-nazis", a los socialdemócratas de "social-fascistas" y, más tarde, a
los comunistas yugoslavos de "tito-fascistas". Todos hemos oído a los camaradas comparar más o
menos a cualquier político desagradable con Hitler, llamar "fascismo" a cualquier tendencia des-
agradable y utilizar "fascista" como insulto genérico. Como consecuencia, el concepto se trivializó
y se volvió cada vez más vago. En esta primera fase pospandémica, esta reductio ad Hitlerum juega
de hecho a favor de los neofascistas, al exagerar su papel. En muchos mítines antipandémicos, los
fascistas están ausentes o son irrelevantes, en otros están presentes y obviamente intentan hacer sus
sucias maniobras. Quizá sólo en Roma tengan alguna influencia destacable; en cualquier caso, la
movilización en torno a estos temas es salvaje y desafía cualquier parámetro interpretativo. Hasta
ahora, ninguna fuerza política ha conseguido asegurarse una verdadera hegemonía.
No nos tomó por sorpresa que esas manifestaciones expresaran hostilidad hacia "la izquierda". A es-
tas alturas, para muchos italianos, "la izquierda" significa el Partido Democrático, es decir, un parti-
do neoliberal que las masas populares reconocen, con razón, como un enemigo. No es casualidad
que el PD sea apodado el "partido de las ZTL" [Zonas de Tráfico Limitado]: es votado principal-
mente en los centros históricos urbanos que se han convertido en los salones de la burguesía, o en
los barrios elegantes como Parioli en Roma. Ahí es donde se encuentra el electorado del partido:
una clase media alta pretenciosa e hipócrita que hace alarde de los restos de un antiguo estatus "in-
telectual" y de una identidad de izquierda cada vez más moderada. En realidad, son asquerosamente
elitistas, les entusiasma el clasismo en todas sus manifestaciones, admiran a un banquero como Dra-
ghi y abogan por más tecnocracia y más desigualdad, que describen respectivamente como "innova-
ción" y "meritocracia".

2 Por "post-pandemia" queremos decir después del comienzo de la pandemia, no después de su final. La
pandemia no ha terminado, pero la forma en que la han gestionado los gobiernos y las instituciones
supranacionales ya ha alterado el contexto en el que se desarrollan las luchas.

2
No hace falta ser fascista para odiar a esta "izquierda". Y ni siquiera podemos culpar a los que no
ven una diferente, después de una marea baja de años para los movimientos, y dado que muchos au-
todenominados "radicales" comparten con la corriente principal de la izquierda un montón de sus
defectos: un fondo burgués, elitismo, arrogancia cultural, distancia de los problemas con los que la
mayoría de la gente lucha, etc.
La extensión de la obligación del Pase Verde a todos los sectores laborales está provocando un nú-
mero creciente de incoherencias y contradicciones. Cada día se hace más evidente que el Pase no es
más que una forma de que el gobierno de Draghi -que se legitima continuamente con un marco de
"guerra contra el virus"- descargue todas las responsabilidades sobre la población mientras prosigue
su política de carnicería social. Mientras nosotros fijamos nuestra mirada en el virus, el gobierno y
la patronal nos masacran. Esta conciencia creciente está provocando estallidos de ira entre las dis-
tintas capas sociales. Sólo los prejuicios ideológicos pueden impedir que uno se dé cuenta de que
esto es un "otoño caliente".3 Se trata de una ola de conflictos que desafía la descripción y la predic-
ción, pero sin duda un verdadero despertar del cuerpo social después de dos años en coma.
"¿Por qué ahora?" y "¿Por qué, entre todas las razones, el Pase Verde?" son dos preguntas importan-
tes, pero se vuelven inútiles si las planteamos de la manera resentida y despectiva en que lo hace la
izquierda esnobista. Por decirlo de forma sencilla, el Pase Verde se vivió como la gota que colmó el
vaso, tras dos años que asolaron la vida de muchas personas.4
Tampoco tiene mucho sentido filosofar sobre el supuesto mal uso del término "libertad" por parte de
muchos manifestantes. Epítetos como "libertario de derechas" o "anarcocapitalista" que ciertos inte-
lectuales aplicaron a la movilización fallan por completo, al igual que las comparaciones con Trump
y Bolsonaro. La mayoría de las veces, esa gente no está hablando realmente sólo de "libertad": está
hablando de su propia proletarización. La mayoría de los miembros de la clase media precarizada,
empobrecida y atemorizada nunca dominaron el lenguaje de la lucha social, no son herederos de tra-

3 En el otoño de 1969, la oleada de huelgas generales y grandes manifestaciones de los trabajadores de las
fábricas por la renovación de sus contratos fue apodada "l'Autunno caldo", el Otoño Caliente. Desde
entonces, la frase se ha convertido en una abreviatura del posible estallido de las luchas sociales tras el
parón veraniego, cuando trabajadores y estudiantes regresan de sus vacaciones: "Existe el riesgo de que
sea un Otoño Caliente.
4 La tendencia a ridiculizar a las personas que se movilizan por primera vez preguntando "¿dónde estaba
toda esta gente cuando nos manifestábamos contra esto y contra aquello?" puede interpretarse de muchas
maneras: (a) Es una verdad parcial sobregeneralizada, ya que los que actúan en las plazas no son sólo
"primerizos", sino que también incluye a muchas personas que participaron en luchas anteriores,
personas que, si se enfrentan a la pregunta "¿dónde estabas?", podrían responder fácilmente: "Yo estaba
en la calle". Hasta hace algún tiempo, tú también estabas allí. ¿Dónde estás ahora?"; (b) Es una
afirmación de identidad y pertenencia: "las manifestaciones son tradicionalmente lo nuestro, cosa nostra,
¡nosotros estábamos allí primero!", dice el "buen izquierdista". Sin embargo, las calles no son propiedad
de nadie. No pertenecen a nadie más que a quienes las toman. Y los "buenos izquierdistas" las dejaron
vacías; (c) Es una manifestación de esnobismo ante una movilización que no tiene "pedigrí" y que no es
descifrable dentro de los parámetros habituales; (d) Es la forma más rápida de restar importancia a una
movilización que enfrenta a los "buenos izquierdistas" con contradicciones que no quieren (ni pueden)
afrontar; (e) Es una forma de acallar la propia mala conciencia: la adhesión acrítica a la gestión de la
pandemia empujó a estas personas a la subalternidad y pasividad totales: "dejémoslo en manos de los que
nos salvan la vida". Ahora el sujeto pasivo es semiconsciente de que habría buenas razones para salir a la
calle, ya que las políticas de Draghi están aumentando las desigualdades, pero es difícil sacudirse dos
años de pasividad y miedo, por lo que los "buenos izquierdistas" se guardan rencor a sí mismos y a los
manifestantes que les recuerdan su pasividad.

3
diciones políticas con vocabularios establecidos, y esto tiene mucho que ver con la razón por la que
articulan su ira por su propia degradación social en términos de "libertad", o la injusticia que sienten
que han sufrido por la forma en que se manejó la pandemia.
En su afán por distanciarse de las plazas, ciertos medios "izquierdistas" que pasan su tiempo predo-
minantemente en las redes sociales expresaron un desprecio absoluto por las "libertades persona-
les", que consideran "burguesas". De nuevo, nada nuevo: hay vertientes tradicionales de la izquierda
en las que siempre se ha hablado de la libertad con suficiencia y desprecio. Al final, nos llevarán al
gulag. Debemos tener cuidado con los términos que decidimos utilizar de forma despectiva. Una
cosa es el individualismo y el egoísmo, y otra la esfera de autonomía de la que debe gozar cada ser
humano. Hay un habeas corpus existencial sin el cual la vida ya no es vida. Quienes abandonan esta
distinción caen en una terrible confusión y terminan abrazando el autoritarismo, más aún el autorita-
rismo bajo el capitalismo, sin siquiera la excusa de la "dictadura del proletariado".
Sobre todo, es importante decir que la gestión capitalista de la pandemia atacó toda la dimensión
colectiva, la socialidad, las relaciones entre las personas, etc. En este contexto, "libertad" puede sig-
nificar también la libertad de estar juntos, de actuar colectivamente, de manifestarse. Descartar todo
esto como simplemente "fascista" es, como mínimo, una muestra de obtusidad ideológica.
En los últimos días, sin embargo, los medios de comunicación italianos pasaron a la alarma
contraria, la relativa a la "izquierda radical", los "anarquistas", el "bloque negro" e incluso
"las Brigadas Rojas", y su supuesto papel en la movilización. Desde Alemania, donde sólo la
extrema derecha y los conspiranoicos han salido a la calle contra la gestión de la pandemia, es-
tas rápidas transformaciones son muy difíciles de entender.
Como observó acertadamente el Comité Invisible,
A los acontecimientos les cuesta cruzar las fronteras... Y si consiguen cruzarlas, es sólo
después de haber sufrido una mutilación y una distorsión tales que resultan irreconoci-
bles a su llegada. [...] Es como si un control aduanero invisible funcionara para garanti-
zar que los contenidos existencial y políticamente peligrosos se den la vuelta en la fron-
tera, al tiempo que exigen su cuota de significado a todo lo que pasa.5

El Comité Invisible hablaba de la dificultad de narrar las luchas francesas en Italia y las italianas en
Francia, pero en nuestra opinión esto es aún más válido para la relación entre Italia y Alemania.
Existe una incomunicación histórica entre los "escenarios" de nuestros dos países, un estado de co-
sas en parte oculto por una fascinación mutua superficial, que agrava aún más las cosas. Cuando se
informa de una lucha italiana a un público alemán o al revés, el riesgo de malentendidos es enorme.
Pueden difundirse leyendas urbanas, exageraciones y mitologías. Sin embargo, el núcleo es la igno-
rancia mutua. Por ejemplo, la escena italiana está totalmente desinformada sobre el movimiento
Ende Gelände6 y la escena alemana no sabe nada del movimiento No-TAV, que celebra su trigésimo
aniversario este año.7 Lo poco que los círculos radicales italianos han oído hablar de un fenómeno
5 Publicado originalmente como Introducción a la edición italiana de los escritos recopilados del Comité
Invisible: Comitato Invisibile, L'insurrezione che viene | Ai nostri amici | Adesso, Not, Roma 2019.
6 Ende Gelände ["Esto se acaba aquí"] es un movimiento alemán conocido especialmente por organizar
ocupaciones masivas de minas de carbón. www.ende-gelaende.org
7 Para obtener información sobre el movimiento italiano No-TAV, véase el libro de Wu Ming 1 Un viaggio
che non promettiamo breve: 25 anni di lotte No Tav (Einaudi, Turín 2016) y el discurso de Wu Ming 1
"Ghosts in the Woods and Uncanny Entities: Cómo cubrir el movimiento italiano No Tav", Berlín, 20 de

4
como el Antideutsche8 provocó reacciones de asombro y horror: ¿cómo era posible que una parte de
la izquierda radical alemana pudiera llegar a apoyar tales posiciones? Tenemos poco en cuanto a
contexto o genealogía adecuada.
Cuando hablamos de los movimientos pospandémicos en Italia y Alemania debemos tener en cuenta
otro elemento: en los dos países la gestión política de la pandemia tuvo ciertos rasgos en común,
pero también marcadas diferencias. Nuestros contextos son muy diferentes. Por último: la situación
aquí es inusualmente complicada incluso vista desde Italia, ¡y mucho menos desde Berlín o Ham-
burgo!
La representación de las manifestaciones contra el paso como controladas por los fascistas fue do-
minante hasta hace tres semanas, luego hubo un cambio drástico en la percepción. Los medios de
comunicación empezaron a señalar al "extremismo de izquierdas", al peligro de un retorno del "Blo-
que Negro" e incluso a los brigadistas rojos. 9 Por supuesto, el marco retórico es el de los extremos
opuestos, como en los años 70: la democracia liberal debe defenderse tanto de la extrema derecha
como de la extrema izquierda, bla, bla, bla. Por supuesto, la extrema izquierda siempre se presenta
como más peligrosa. En cualquier caso, algo ha cambiado. ¿Qué ha pasado?
Una parte creciente de las críticas al pase verde ha procedido de la izquierda y del mundo anticapi-
talista: todos los sindicatos de base -Cobas, USB, USI, CUB, SOA- e incluso el mayor sindicato
mayoritario italiano, la CGIL, que antes era comunista pero ahora es más o menos socialdemócrata,
han declarado su oposición.10 Muchos colectivos radicales, de origen anarquista o marxista, también
han criticado el pase, calificándolo de síntesis de la lógica neoliberal y tecnocrática con la que se ha
gestionado la pandemia, y de aparato discriminatorio utilizado por la patronal para estrechar su con-
trol sobre la fuerza de trabajo. El ejemplo de lo que se jugó en Francia también fue importante: to-
dos los partidos de izquierda del otro lado de los Alpes -France Insoumise, el Partido Comunista
Francés, Nouveau Parti Anticapitaliste y Lutte Ouvrière- así como todos los sindicatos se posiciona-
ron en contra del pase sanitario de Macron.
El 11 de octubre de 2021 hubo una huelga general en Italia convocada por todos los sindicatos de
base, y entre los puntos del orden del día estaba la oposición al pase verde. Mientras tanto, la situa-
ción en Trieste estalló.

septiembre de 2019.
8 Antideutschen [Antialemanes] se refiere a diversas corrientes de la izquierda radical alemana, que se
distingue por su implacable denuncia del antisemitismo en la izquierda y en la política alemana en
general, su apoyo ocasionalmente incondicional a Israel (y la consiguiente condena de la resistencia
palestina), y su tendencia a elogiar toda acción militar contra el "islamismo" y los enemigos de Israel,
incluida la invasión estadounidense de Irak en 2003.
9 La efímera pero perniciosa narrativa sobre la participación de las Brigadas Rojas en las manifestaciones
contra el pase tiene su origen en la presencia de Paolo Maurizio Ferrari, un antiguo miembro de las BR
de 76 años, en una gran manifestación en Milán. Los medios de comunicación le señalaron diciendo:
"Mirad a este tipo, antes era un terrorista rojo y ahora se manifiesta codo con codo con los nazis". Por
supuesto, Ferrari no estaba al lado de ningún nazi, de hecho sostenía una pancarta con el lema
antifascista por excelencia ORA E SEMPRE RESISTENZA [Resistencia ahora y siempre]
10 En realidad, la oposición de la CGIL al Pase Verde fue meramente verbal. En cuanto a los sindicatos de
base, su movilización siguió siendo distinta a la de los manifestantes contra el pase. Sin embargo, sus
declaraciones tuvieron un papel importante a la hora de demostrar que criticar el pase no era "algo
fascista”.

5
La retórica en torno a las manifestaciones contra el pase sufrió un cambio decisivo tras el blo-
queo del puerto de Trieste. Este último se produjo en el contexto de una movilización local que
iba en una dirección completamente diferente a la que tuvo lugar en Roma el mismo día (las
situaciones en Milán y Turín también eran bastante diferentes). En una intervención en tu
blog describiste la situación de Trieste en términos de "solidaridad de clase". ¿Puedes decir
algo más?
La movilización de masas en Trieste comenzó en agosto y aún continúa. En una ciudad de 200.000
habitantes, unos 20.000 salieron a la calle en varias ocasiones. Entre ellos, y desempeñando un pa-
pel destacado, están los trabajadores de todas las principales fábricas y sectores laborales de Trieste,
especialmente los portuarios. El 15 de octubre un piquete de portuali bloqueó una de las principales
entradas al puerto y recibió la solidaridad de gran parte de la población. El 18 de octubre la policía
atacó y dispersó a la multitud utilizando cañones de agua y gases lacrimógenos. Esos policías fue-
ron enviados por el gobierno más pro-corporativo y neoliberal de la historia de Italia, un gobierno
presidido por el antiguo jefe del Banco Central Europeo, uno de los hombres que orquestó la estran-
gulación de la sociedad griega.
Un papel importante en los acontecimientos de Trieste lo ha desempeñado un grupo de compañeros
que realizan un trabajo político y de investigación militante en medio de la lucha. Han contribuido
directamente a la formación de la Coordinadora No Green Pass Trieste y viven desde hace meses in-
mersos en una situación ciertamente contradictoria y difícil de gestionar, pero también tumultuosa,
rica y vital. El caso de Trieste demuestra que había espacios para intervenir desde el principio, que
habría sido posible delimitar el terreno común con claridad y evitar que la protesta contra el paso se
saliera de madre.
Obviamente, una vez que la lucha ganó la atención nacional, fascistas y gurús conspiracionistas del
tipo QAnon convergieron sobre Trieste desde varias partes de Italia. Intentaron ganar espacio, y los
medios de comunicación hicieron todo lo posible para ayudarles, entrevistándoles todo el tiempo
aunque no tuvieran ninguna relevancia ni historia en la ciudad. Por el momento parece que estos in -
tentos de parasitar la lucha han fracasado. Por supuesto, esto no significa que no se escuchen fanta-
sías conspirativas o cotorreos pseudocientíficos en las manifestaciones. Es obvio que también se
podría escuchar eso.
Has escrito que lo que está ocurriendo con las manifestaciones contra el pase nos da una idea
de cómo serán las futuras movilizaciones, así como del tipo de problemas que estos movimien-
tos tendrán que afrontar y resolver en la fase post-pandémica del capitalismo tardío, es decir,
si no se contentan con seguir siendo movimientos de "opinión" irrelevantes. ¿Qué quiere decir
con esto?
Especialmente -aunque no sólo- en Europa, los futuros levantamientos serán cada vez más "impu-
ros" y sorprendentes, al menos en su inicio. Esto ya estaba claro para cualquiera que observara a los
Chalecos Amarillos en Francia en 2018. Las cosas seguirán siendo así mientras el capital, en una
aceleración vertiginosa de su subsunción real, devore más y más vidas, poniendo en peligro incluso
la existencia de estratos de la clase media antes garantizados. Las luchas serán impuras porque los
sujetos que las iniciarán carecen de los antecedentes con los que nos sentimos cómodos: memoria
de las luchas obreras y de los movimientos sociales, conciencia de clase, tradición de conflicto so-
cial en la familia, etc. Sin embargo, paradójicamente, la falta de memoria también eximirá a esas lu-

6
chas de seguir patrones preestablecidos. Esto es algo que el propio Toni Negri, en una de las dife-
rentes fases de su elaboración, intuyó de forma vaga. Escribió sobre ello en un artículo de 1981 titu-
lado Erkenntnistheorie: elogio de la ausencia de memoria.11
Los protagonistas de las próximas olas de conflicto social serán a menudo "biconceptuales", es de-
cir, divididos a medias entre su nueva condición proletaria -e incluso precaria- y una mentalidad
burguesa residual. Al principio, precisamente por el choque de la degradación, tratarán de cultivar
los valores pequeñoburgueses de antaño, los restos de su condición anterior.
Como dice el lingüista cognitivo George Lakoff12 podemos hablar a los "biconceptuales" dirigién-
donos a la parte de su mente que tienen en común con nosotros. Tendremos que "hablar" a su sufri-
miento de las nuevas condiciones materiales, a sus sentimientos reales, a su ira contra el sistema. Si
no lo hacemos, sólo los fascistas y otros reaccionarios lo harán, dirigiéndose a la otra parte de su
mente, la nostalgia rencorosa del privilegio blanco burgués.
Estas movilizaciones y situaciones requieren más esfuerzo interpretativo, más imaginación política
y más paciencia. Sólo con paciencia, y renunciando al impulso de categorizar inmediatamente lo
que ocurre, podemos esperar desencadenar síntesis útiles. La prisa por juzgar, típica de los debates
en las redes sociales, es sin duda nuestro enemigo.
¿Cómo encaja el Pase Verde en la gestión global de la pandemia en Italia? ¿Cómo se desmon-
ta el discurso pro-pase desde una perspectiva radical?
No es fácil resumir el asunto para un público alemán en el espacio de una entrevista. A finales de fe-
brero de 2020 estalló un gigantesco brote en la zona más industrializada y poblada de Italia: la pro-
vincia de Bérgamo, en Lombardía. Allí hay cientos de fábricas de diversos tamaños, que emplean a
decenas de miles de personas, la mayoría de las cuales se desplazan diariamente desde Bérgamo y el
resto de la provincia. Los expertos propusieron inmediatamente cerrar la producción, detener los
desplazamientos y declarar la zona como "zona roja", pero Confindustria, la organización oficial de
los grandes empresarios, presionó a los políticos para que no lo hicieran. Pasaron días cruciales de
inacción, hasta que el contagio se descontroló y se extendió por toda la extensión urbana de Lom-
bardía, donde viven unos ocho millones de personas. El sistema sanitario de Lombardía, devastado
por dos décadas de recortes y privatizaciones, se derrumbó en pocos días. Desde allí, el contagio se
extendió al resto de Italia e incluso al extranjero.
En ese momento, la clase dirigente, para ocultar su responsabilidad en lo que estaba ocurriendo,
puso en marcha una serie de desviaciones basadas en la más clásica estratagema neoliberal, una es-
tratagema utilizada anteriormente para las cuestiones medioambientales y climáticas: cualquier res-

11 El artículo de Negri se publicó en la revista italiana Metropoli, Vol. 3, nº 5, Roma, junio de 1981, 50-53.
Posteriormente se incluyó en su libro Fabbriche del soggetto, XXI Secolo, 1987, nueva edición de
Ombre Corte, Verona 2013
12 Lakoff, que, a diferencia de nosotros, es liberal, utiliza el término biconceptual para referirse a "alguien
que es conservador en algunas cuestiones y progresista en otras, en muchísimas combinaciones
posibles". Nosotros nos sentimos incómodos con esas categorías políticas -sobre todo con "progresista"-
y preferimos connotar el biconceptualismo a partir de la clase, el estatus y las condiciones materiales. De
todos modos, cualquier reflexión sobre el biconceptualismo en las nuevas movilizaciones impuras
debería partir del 4º "punto para futuras luchas'' que Paul Torino y Adrian Wohlleben adjuntaron a su
análisis de 2019 Memes With Force: Lessons from the Yellow Vests: "No excluir ideológicamente a los
'conservadores' del movimiento; más bien, popularizar los gestos que su ideología no puede avalar..."

7
ponsabilidad por los contagios se descargaba en el individuo y en los comportamientos individuales.
El conjunto de fuertes restricciones que los italianos llaman incorrectamente "il lockdown" contenía
unas pocas medidas razonables junto a otras muchas que carecían totalmente de sentido e incluso
eran contraproducentes. Los lugares con mayor riesgo de contagio -fábricas, centros logísticos,
plantas de procesamiento de carne- permanecieron abiertos, mientras que comportamientos inofen-
sivos como salir de casa para dar un paseo fueron prohibidos y castigados. Los helicópteros de la
policía patrullaban las playas, los drones cazaban a los "infractores" en bosques y montañas. 13 El
gobierno llevó a cabo una inútil y engañosa colpevolizzazione del cittadino, como la llamó el soció-
logo Andrea Miconi: una culpabilización del ciudadano.
Quienes defendieron esas medidas "en nombre de la Ciencia" en realidad alimentaron temores irra-
cionales y creencias anticientíficas. Hoy está bien establecido -pero ya se entendía hace un año y
medio- que la infección por Sars-Cov-2 en el exterior es improbable. Según todos los estudios, osci-
la entre lo altamente inverosímil y lo casi imposible. Sin embargo, todos los comportamientos que
el gobierno y los medios de comunicación señalaron como chivos expiatorios estaban relacionados
con el hecho de permanecer al aire libre: hacer footing, "caminar sin propósito", sacar al perro a ori-
nar con demasiada frecuencia, tomar una cerveza en una plaza, etc. Mientras tanto, los brotes en las
fábricas desaparecieron de la vista. La apoteosis llegó en el otoño de 2020 con el mandato de usar
mascarilla incluso para las actividades al aire libre y el toque de queda a las 10 de la noche. Ambas
medidas no tenían ninguna base científica.
Un "cierre" tan selectivo y desequilibrado dio la impresión de que el gobierno estaba "haciendo
algo", mientras dejaba intactos los intereses de Confindustria. Al mismo tiempo, fue una excelente
oportunidad para fortalecer un capitalismo aún mayor, el de los gigantes de las grandes tecnologías
como Amazon, Google, Facebook y similares.
El Pase Verde continúa esta política de culpabilización y la lleva a un nuevo nivel. Desresponsabili -
za aún más al gobierno y alimenta el síndrome del chivo expiatorio atacando a las personas que los
medios de comunicación italianos llaman "No Vax". La obsesiva campaña sobre el "peligro No
Vax" es quizá la más percutida y acuciante desde el principio de esta historia.
No es cierto que el pase verde fuera necesario para convencer a la gente de que se vacunara. Cuan-
do el gobierno lo introdujo por primera vez, la campaña de vacunación ya avanzaba rápidamente,
estábamos cerca de vacunar al 80% de la población mayor de 12 años. Entre los trabajadores esco-
lares esa tasa se acercaba al 90%. En la sanidad era incluso superior. Tras dos meses de prórroga
continuada de la obligación del pase verde, seguimos en torno a los mismos porcentajes. No sólo no
había ningún incentivo real para vacunar, sino que la arrogancia del gobierno no hizo más que endu-
recer la resistencia. Millones de personas que no han hecho nada ilegal (ya que la vacuna antivarió-
lica en sí no es obligatoria) son castigadas por este pase verde obligatorio con el aislamiento social
o la pérdida del empleo, un dispositivo que otorga a los jefes un control sin precedentes sobre los
empleados y las condiciones de trabajo.
En los últimos veinte meses, muchos "radicales" -que a veces sonaban y parecían incluso más asus-
tados que el italiano medio, con la única diferencia de que los "radicales" llamaban "altruismo" a su

13 Un relato del primer año de gestión gubernamental de la pandemia en Italia puede leerse en los cuatro
capítulos del colectivo La Q di Qomplotto titulados "In Viro Veritas", descargables gratuitamente -en
italiano- www.wumingfoundation.com/giap/2021/08/in-viro-veritas-q-di-qomplotto

8
miedo a morir- renunciaron a criticar cualquier decisión tomada por el gobierno. Sólo hablaban del
virus. El virus, el virus, el virus. Por eso ahora son incapaces de criticar el pase verde. De hecho,
muchos de ellos lo defienden, adoptando exactamente la misma posición que Confindustria, Draghi
y toda la clase dirigente. Una clase dominante que es la verdadera responsable de casi 130.000
muertes y de la aflicción innecesaria, el naufragio psicológico y la ruina económica de millones de
vidas.
Afortunadamente, otra parte de la izquierda y de los movimientos sociales se sacudió de su larga
hipnosis, y se dio cuenta de la lógica de lo que perseguía el gobierno.
Volvamos a las plazas: según la narrativa de la corriente principal, "quizá no todos sean fas -
cistas, pero todos son peligrosos antivacunas y conspiranoicos." Los comentaristas más "com-
prensivos" dicen: "hay que convencer a esa gente, explicarles la situación, inducirles a vacu-
narse y aceptar el pase". ¿Qué hay de malo en este razonamiento, aparte del hecho de que
mucha gente sigue sin entender -o finge no entender- la diferencia entre rechazar la vacuna y
rechazar el Pase Verde?
Hay que distinguir entre la vacuna en sí y la política de vacunas. Esta última se refiere a la forma en
que se producen, comercializan, legitiman y administran las vacunas contra el cólera. No estamos
en condiciones de hacer discursos específicamente científicos y farmacológicos sobre la vacuna,
pero podemos criticar aspectos de la campaña de vacunación, porque se trata de una cuestión políti-
ca. Muchas de las decisiones que tomó el gobierno no fueron en absoluto científicas, sino puramen-
te políticas. A menudo la justificación era exclusivamente propagandística.
Cuando un adolescente murió de una trombosis en Génova después de la primera dosis de AstraZe-
neca, el CTS -el Comité Técnico-Científico designado por el gobierno- sugirió que la segunda dosis
se administrara con otra vacuna, ya fuera Pfizer o Moderna. Incluso declararon, sin ningún estudio
al respecto, que la vacuna "heteróloga" era incluso mejor que la otra. Bueno, si es mejor, ¿por qué
no son así todas las vacunas? Poco después, cambiaron de tercio y afirmaron que la elección de la
marca de la vacuna que se inoculaba en la segunda toma correspondía al ciudadano individual.
Como si éste fuera un experto en inmunología.
Mientras tanto, la edad para vacunarse con AstraZeneca pasó de "menos de 55 años" a "menos de
65" y finalmente a "más de 65". ¿Por qué? Porque habían realizado el ensayo clínico en sujetos me-
nores de 55 años, pero al observar que en esa franja de edad la vacuna podía tener efectos secunda-
rios -por ejemplo, en mujeres que usan anticonceptivos hormonales- decidieron aumentar la edad.
Todo esto se hizo de forma improvisada, sin ningún estudio al respecto.
De nuevo: primero el intervalo entre las dos inoculaciones de Pfizer pasó de tres a seis semanas, en
contra de las propias recomendaciones del fabricante, luego todo volvió a cambiar: ahora era cada
región italiana la que establecía cuántos días tenían que pasar. Hoy en día, en Campania te ponen la
segunda inyección a los 30 días, en la Toscana a los 42 días.
Último ejemplo: al principio el Pase Verde era válido durante 270 días (nueve meses) a partir del
día en que se completaba la vacunación, más tarde ampliaron la validez a un año. ¿Por qué? ¿Resul-
tó que la vacunación duraba más de lo previsto? En absoluto. La decisión fue política y sirvió para
ganar tiempo. La mayoría de los trabajadores sanitarios -médicos, enfermeras, administrativos y

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limpiadores de hospitales- se vacunaron en enero y febrero de 2017, lo que significa que sus pases
habrían caducado en octubre y noviembre, provocando una situación embarazosa.
Estamos a favor de las vacunas y recibimos nuestras dos dosis de Pfizer, pero entendemos que otras
personas se nieguen a hacerlo, dada la comunicación cismógena, la arrogancia, el halo de falta de
fiabilidad que rodea al gobierno fuera de las burbujas burguesas donde la gente apoya a Draghi. Al
hacer obligatorio el pase para el empleo y para acceder a todo tipo de servicios y actividades, el go-
bierno introdujo un mandato vacunal de facto. La vacuna es opcional, sí, pero si no tomas esa op-
ción el gobierno te hará la vida imposible. Muchas personas se negaron a obedecer. Después de todo
lo ocurrido, ya no creen en las autoridades. Hay una crisis de legitimación, una desconfianza gene-
ralizada en las instituciones, una incredulidad en lo que digan los políticos y los grandes medios de
comunicación. En los últimos años, casi la mitad de la población ha dejado de votar, ya no les im-
porta participar en el funcionamiento de la maquinaria política.
Tal desconfianza tiene sólidos fundamentos, no sólo en la gestión criminal de la pandemia, sino más
generalmente en una cuestión de hecho que compañeros nuestros que sucumbieron al más ciego
cientificismo14 niegan ahora: en una sociedad capitalista, la medicina funciona según la lógica capi-
talista. ¿Los antivacunas [antivaxxers] sacan conclusiones absurdas de esta premisa? Sí lo hacen,
pero la premisa no desaparece por ello.
Por todas estas razones, nos negamos a descartar los puntos de vista de quienes no quieren vacunar,
aunque hayamos tomado una decisión diferente; tampoco consideramos a esas personas, como pare-
cen hacer muchos "izquierdistas", nuestros enemigos más que la clase dirigente que nos ha puesto a
todos en esta situación.
Evidentemente, cuando los antivacunas vomitan mentiras y difunden noticias falsas y fantasías
conspirativas, las refutamos en la medida en que podemos hacerlo, como hizo Wu Ming 1 en su li-
bro La Q di Qomplotto. Lo que no haremos es unirnos a quienes incitan a las multitudes contra el
chivo expiatorio del "No Vax". Nos oponemos a esta campaña de odio, que sólo sirve para absolver
al gobierno y a la patronal.

14 Utilizamos el término "cientificismo" para referirnos, en primer lugar, a la actitud de quienes apelan a la
autoridad de la ciencia como un ipse dixit, repitiendo que "la Ciencia dice" cierta cosa que defienden,
mientras no tienen ni la más mínima idea de cómo funciona la ciencia, la investigación o el debate
interno dentro de la comunidad de científicos. Para esta gente, "Ciencia" es una palabra vacía, y una de
esas pseudoideas que el mitólogo Furio Jesi llama "ideas sin palabras", es decir, imposibles de explicar,
como las típicas de la cultura de derechas (Nación, Espíritu, Naturaleza, etc.). Ni que decir tiene que esta
forma de utilizar el término "Ciencia" es la menos científica que se pueda imaginar, ya que se basa en un
acto de fe más o menos disfrazado. Los creyentes en el "cientificismo" suelen confundir los resultados
provisionales de la investigación científica con las verdades más establecidas de la ciencia, y atribuyen a
ambas la misma autoridad incuestionable. De hecho, una cosa es un artículo sobre la contagiosidad de los
positivos asintomáticos al Sars-Cov-2 y otra las leyes de la termodinámica. Un creyente en el
"cientificismo" también cree que no hay límites a la extensión del conocimiento científico, que todo debe
ser explicado e investigado con el método científico, y que en este sentido la ciencia -siempre en
singular- es superior a todas las demás actividades humanas que se esfuerzan por comprender el mundo.
Por lo tanto, todas estas otras actividades deben ajustarse, o reducirse, a la ciencia. En esta última
connotación Henri Bergson también utilizó el término "cientificismo", insistiendo en que la ciencia debe
seguir siendo "científica" y no "cientificista", es decir, "envuelta en una metafísica que se presenta a los
ignorantes, o a los medianamente instruidos, bajo la máscara de la ciencia."

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Una vez más, no es necesario estar en contra de las vacunas para comprender un hecho básico: cen -
trarse sólo en la vacuna como si se tratara de la llegada de la caballería ha contribuido a reprimir las
causas estructurales de la pandemia, su impacto y su gestión bajo el signo de la emergencia que des-
de hace tiempo constituye la lógica de la gobernanza capitalista contemporánea. Nuestro sistema
sanitario fue progresivamente desmantelado, corporativizado e inhabilitado para soportar cualquier
situación crítica, pero cuando llegó la vacuna, nadie habló de dar marcha atrás en este desmantela-
miento del sistema.
Ha mencionado La Q di Qomplotto, un libro en el que uno de ustedes, Wu Ming 1, disecciona
el "conspiracismo" en busca de sus "núcleos de verdad". ¿Puede explicar brevemente este
concepto, y cómo se aplica a la situación de la pandemia?
En la difusión masiva y transversal de las fantasías conspirativas -incluidas las fantasías sobre el
tema de las vacunas- identificamos la expresión de un malestar, un descontento, una conciencia
confusa de que la sociedad capitalista es invivible, deshumanizada, alienante. Esto es lo que llama-
mos "núcleos de verdad", y son tanto de una verdad más general como más específica.
Incluso QAnon tiene algo de verdad en su núcleo: el sistema es, en efecto, monstruoso, y el Partido
Demócrata en Estados Unidos sirve realmente a los intereses de una élite repugnante. El hecho de
que a partir de estas premisas e intuiciones, en lugar de llegar a una conciencia consistentemente an-
ticapitalista, en su lugar se genere una creencia en una sociedad secreta de satanistas pedófilos chu-
pasangre que mantienen a millones de niños esclavizados en la clandestinidad es un gran problema
pero, de nuevo, los núcleos de verdad no desaparecen por ello. Podríamos describir QAnon como
una alegoría inconsciente y una parodia involuntaria de la crítica anticapitalista.
Por núcleos de verdad entendemos premisas generales, intuiciones truncadas, descontentos vagos,
arrebatos de ira mal elaborados provocados por la enfermedad de vivir en la sociedad capitalista. Y
si podemos encontrarlos en QAnon, con mayor razón podemos encontrarlos en el antivacunismo.
Son los mismos núcleos a partir de los cuales se desarrollaron en el pasado los mejores hilos de una
crítica anticapitalista de la medicina, de Ivan Illich a Franco Basaglia y Franca Ongaro Basaglia, de
Michel Foucault al SPK15 alemán, de Félix Guattari a la antipsiquiatría británica.
La subordinación de la medicina a la búsqueda del beneficio, la mórbida relación entre medicina y
capital, la dependencia de la investigación médico-farmacéutica de las grandes corporaciones, la
creciente burocratización y despersonalización de la asistencia, la falta de confianza en el sistema
sanitario tras una larga cadena de escándalos... Estos son, o serían, nuestros problemas, problemas
anticapitalistas, pero nunca interceptaremos ese descontento -y por extensión, nunca lo cambiare-
mos en direcciones más sensatas y fructíferas- mientras nos neguemos a verlo y nos contentemos
con tratar a quienes lo expresan como nuestros enemigos. Al hacerlo, nos reducimos a guardianes
del sistema, defensores del statu quo, y dejamos el campo libre a estafadores y fascistas.
Luego hay núcleos de una verdad aún más específica, los que se refieren a la gestión política de la
pandemia: todas las mentiras contadas por el gobierno, todo el terror y el sensacionalismo, toda la
desinformación flagrante que acompaña a la campaña de vacunación.

15 SPK: Colectivo de Pacientes Socialistas. Este grupo se fundó en Heidelberg en 1968 y se disolvió en
1971. En 1973 se fundó un colectivo que lleva el mismo nombre y que ha existido hasta hoy. El texto
más famoso del SPK original es el panfleto Aus der Krankheit eine Waffe machen [Convertir la
enfermedad en un arma], publicado originalmente en 1971 con un prefacio de Jean-Paul Sartre.

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¿Cómo pueden los anticapitalistas reaccionar ante el conspiracionismo sin arrogancia, crimi-
nalización, burla o paternalismo?
Nos oponemos al enfoque típico del conspiracionismo, es decir, al enfoque idealista (en el sentido
filosófico del término) liberal y cientificista. En este marco, desaparecen las clases sociales, las rela-
ciones sociales, las estructuras de poder, las contradicciones del sistema, en definitiva, toda la diná-
mica colectiva, es decir: desaparecen las condiciones materiales del conspiracionismo. En una ro-
binsonada clásica, como llamaba Marx a este tipo de narrativa, sólo queda el "conspiracionista" in-
dividual, un personaje al que, según me apetezca, puedo desacreditar o invitar a razonar, o ambas
cosas a la vez, pero siempre en el contexto abstracto de la "batalla entre ideas". Este es el enfoque
que Wu Ming 1 critica duramente en La Q di Qomplotto.
Sólo nuevos movimientos, nuevas concatenaciones colectivas pueden evitar las derivas individuales
y tribales hacia el conspiracionismo, reclamando los espacios que dejamos vacíos y que las fanta-
sías conspirativas han llenado.
Cuando las luchas estallan y tocan lo real, es decir, cuando atacan al sistema en su funcionamiento
real, "el dinero bueno expulsa al malo".16 Con toda probabilidad, aquellos trabajadores italianos que
fueron repetidamente a la huelga, que ocuparon los almacenes de logística y bloquearon la circula-
ción de mercancías junto a sus compañeros inmigrantes -a menudo descubriendo por el camino que
estos últimos se encontraban entre los grupos más radicales y decididos- se volvieron mucho menos
sensibles a patrañas como el Gran Reemplazo y otras fantasías xenófobas.
El efecto del conspiracionismo es desviar el descontento y canalizar las energías potencialmente re-
volucionarias hacia lugares donde se disipan o, peor aún, acaban alimentando proyectos reacciona-
rios. Por eso, como dice el subtítulo del libro, "las fantasías conspirativas defienden el sistema",
porque en definitiva son "narrativas de distracción".17 Pero no tendrían éxito, no se extenderían en
absoluto, si no se formaran en torno a núcleos de verdad.
Si en estos años las fantasías conspirativas parecen reinar en muchos dominios, es porque esos do-
minios quedaron vacíos. Pero cuando estallan las luchas reales, el conspiracionismo es destronado.
No desaparece (nunca lo hará), pero se desvanece en el fondo. Incluso si cultivo una fantasía cons-
pirativa sobre los reptilianos, la dejo de lado en favor de la experiencia concreta de luchar junto a
personas que no quieren oír hablar de los reptilianos, pero que comparten mi situación, mis intere-
ses, mis objetivos.

16 [Cf. Furio Jesi, "A Reading of Rimbaud's 'Drunken Boat'", Trans. Cristina Viti, Teoría y Acontecimiento,
Vol. 22, nº 4, 1004: "No es cierto que el artista haya tomado posesión de los lugares comunes y se haya
servido de ellos. Más bien, se ha abierto a ellos, se ha puesto a su disposición: han venido, se han
apoderado de la experiencia creativa y se han servido de ella, para que en el momento de su actualización
se convirtiera también, en su totalidad, en un lugar común. El dinero malo expulsa al bueno". -Ill Will]
17 "Narrativa de distracción": representación de una situación política o de un problema social que, al
centrarse en causas y responsabilidades ficticias o poco relevantes, desvía la crítica del funcionamiento
real y de las contradicciones del capitalismo, proponiendo falsas soluciones a menudo centradas en
chivos expiatorios. Una narrativa de distracción retrasa las soluciones reales, disipa las energías y
difumina el panorama, empeorando retroactivamente la situación inicial. Entre las narrativas de
distracción que cumplen estas funciones, las fantasías conspirativas son las más frecuentes y eficaces".
(Wu Ming 1, La Q di Qomplotto, 62-163).

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Los compañeros que, en medio de mil dificultades, están interviniendo en las movilizaciones del
“No Pass” no partieron de una lectura apriorística, no pensaron en resolverlo todo con frasecitas en
Twitter: empezaron a hacer trabajo político en esa situación, persiguiendo la contradicción en lugar
de esquivarla. Lo que intentan esos compañeros es trabajar el "biconceptualismo" de la gente que
protesta. Varias cosas les unen a nosotros: la idea de que el sistema apesta, que las narrativas domi -
nantes son engañosas, que los costes de la pandemia los están pagando los menos poderosos de en-
tre nosotros, etc. Otras cosas les separan de nosotros: las pseudoexplicaciones que aceptan para
todo esto, las conclusiones reaccionarias a las que a menudo llegan, los chivos expiatorios y los per-
sonajes imaginarios a los que recurren (la cábala, los reptilianos, etc.). Tenemos que encontrar una
manera de hablar a la intersección entre ellos y nosotros, a la "mitad" de su mentalidad que está más
cerca de la nuestra. Todo lo demás fluye a partir de ahí. Es como el Tai Chi Chuan: sólo puedes eje-
cutar las "formas", las largas y complejas secuencias de movimientos, si tu postura es firme.

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