Comité Invisible - Propagar La Anarquía, Vivir El Comunismo
Comité Invisible - Propagar La Anarquía, Vivir El Comunismo
Comité Invisible - Propagar La Anarquía, Vivir El Comunismo
Es muy poco comn que un grupo annimo se lea y se traduzca tanto como a un
filsofo clebre. Pero es lo que ocurre con Tiqqun, un colectivo que public
nicamente dos nmeros de una revista entre 1999 y 2001, y que sin embargo es
hoy una referencia de primer orden para todo aquel interesado en reinventar a la
vez una filosofa de combate y una accin poltica de transformacin adecuada al
presente. Su nombre se cita como uno ms entre otros: Butler, iek, Rancire,
Badiou, Tiqqun
A travs de la combinacin entre una lectura singular de algunos autores
como Foucault, Heidegger o Agamben, ledos desde las exigencias de las luchas
actuales, y desarrollos tericos propios, Tiqqun dibuja una serie de figuras
conceptuales que se proponen como un mapa muy sugestivo y estimulante de la
dominacin y de aquello que la desafa: Bloom, Jovencita, Partido Imaginario, etc.
El estallido del grupo Tiqqun en 2001 del que no se sabe prcticamente nada
libera varias esquirlas, una de las cuales se asienta en un pueblecito francs: es la
llamada comuna de Tarnac. Desde ah surgen textos como Llamamiento (2003,
Misrata para percibirla. Las calles de Nueva York, por ejemplo, revelan hasta qu
punto esta confrontacin se ha ido refinando, pues aqu nos encontramos con
todos los sofisticados dispositivos que se necesitan para contener aquello que es
siempre amenazador. Aqu est la violencia muda que aplasta todo aquello que
todava vive bajo los bloques de hormign y las sonrisas falsas. Cuando hablamos
de dispositivos no apuntamos nicamente al New York Police Department
(NYPD) y al Federal Bureau of Investigation (FBI), a las cmaras de seguridad y
los escneres corporales, a las armas y las denuncias policiales, a las cerraduras
antirrobo y los telfonos mviles. Ms bien, en el diseo de una ciudad como
Nueva York, pinculo de la pequea burguesa hipster y orgnica, nos estamos
refiriendo a todo aquello que captura intensidades y vitalidades para masticarlas,
digerirlas y cagar valor. Si el capitalismo triunfa da tras da no es slo porque
aplasta, explota o reprime, sino tambin porque es deseable. Esto es algo que debe
tenerse en cuenta a la hora de construir un movimiento revolucionario.
Hay una guerra civil en curso, una guerra que es permanente y global. Dos cosas
nos impiden entenderla e incluso percibirla. En primer lugar, el hecho de que la
negacin de la confrontacin es parte integrante de la confrontacin misma. En
segundo lugar, el significado de esta guerra no ha sido comprendido, a pesar de
tanto especialista en geopoltica. Todo lo que se dice sobre la forma asimtrica de
las llamadas nuevas guerras slo aade ms confusin. La guerra en marcha, la
guerra de la que hablamos, no tiene la magnificencia napolenica de las guerras
regulares entre dos grandes ejrcitos de hombres, o entre dos clases antagnicas.
Porque si hay una asimetra en la confrontacin, sta se da menos entre las
fuerzas presentes que en la definicin misma de la guerra.
Esta es la razn por la que no podemos hablar de guerra social. Pues si la
guerra social es una guerra que se libra contra nosotros, no puede describir de
forma simtrica la guerra que nosotros libramos por nuestra parte, y viceversa.
Tenemos que volver a pensar las palabras, con el fin de forjar nuevos conceptos
como armas.
Llamamos hostilidad a aquello que gobierna, casi en su totalidad, las
relaciones entre los seres: relaciones que son puro extraamiento, pura
incompatibilidad entre los cuerpos. Puede tomar la forma de la benevolencia o de
la malevolencia, pero es siempre una distancia. Te golpeo porque yo soy polica y
t una mierda. Te invito a un restaurante porque te quiero follar. Te dejo con
la cuenta porque no s cmo decirte lo mucho que te odio. No dejo de sonrer.
Creo que veis lo que queremos decir cuando hablamos de hostilidad, verdad?
Con respecto a la esfera de la hostilidad, tenemos que actuar con la misma
ausencia de relacin que ella lleva en su seno: para ir reduciendo su mbito,
apuntar bien y aniquilarla [reducir a la nada]. El imperio, por decirlo de otra
forma, no es un sujeto que est frente a m; el imperio es un medio, un entorno
que me es hostil. La cuestin no es no puede ser vencerlo, sino slo aniquilarlo.
Todo aquello que aprendemos a conocer singularmente escapa de la esfera de la
no-relacin. Todo lo que da lugar a la circulacin de los afectos se sustrae de la
esfera de la hostilidad. De eso se trata cuando hablamos de amistad. De eso se
trata cuando hablamos de enemistad. Por eso no intentamos aplastar a los
enemigos, sino de confrontarles. El enemigo es nuestro propio problema,
tomando forma, dijo un horrible jurista.
Contra el anarquismo
Para el anarquista, la paradoja de la situacin histrica actual se podra formular
as: todo nos ha dado la razn y en ninguna parte hemos logrado intervenir de
forma decisiva. Lo que significa que el obstculo no proviene de la situacin o de
la represin, sino del interior mismo de la posicin anarquista. Desde hace ms de
un siglo, la figura del anarquista indica el punto ms extremo de la civilizacin
occidental. El anarquista es el punto en el que la afirmacin ms radical de todas
las ficciones occidentales el individuo, la libertad, el libre albedro, la justicia, la
muerte de Dios coincide con la negacin ms declamatoria. El anarquista es una
negacin occidental de Occidente.
Con razn, Reiner Schrmann caracteriz nuestro tiempo de
profundamente anrquico, como una poca en la que todos los principios de la
unificacin de los fenmenos se han derrumbado. La anarqua describe el
momento histrico que vivimos. A partir de ah, autoproclamarse anarquista es no
decir nada, aunque cuando se haga contra el orden dominante, como es el caso de
Grecia, por ejemplo, podra ser una posicin o una forma de exponer a todo el
mundo la ruptura y el malestar en la civilizacin.
Todo el parloteo agotador de una cierta literatura anarquista puede
reducirse a esto: cmo afirmar violentamente que existimos sin afirmar contenido
tico individual alguno. Aquellos que dijeron no hay nihilistas, hay slo
impotencia no se equivocaban. Proclamarse uno mismo nihilista no es ms que
una forma de proclamar la propia impotencia. De entre las causas de la
impotencia, el aislamiento es mucho ms terrible que la represin. Aquellos que
no se dejan aislar no se dejan reducir a la impotencia. Esto Malatesta lo haba
entendido bien en su da.
Todas las doctrinas sobre el arte de gobernar son doctrinas anarquistas. No
se complican con principio alguno, ni siquiera prescriben el orden: producen
orden. Este mundo no est unificado a priori por alguna suerte de fantasa de
Verdad, norma o principio universal, planteada o impuesta. Este mundo se unifica
a posteriori, pragmticamente, a nivel local. En todas partes se organizan las
condiciones materiales, logsticas, simblicas y represivas de un como si. En cada
situacin, todo funciona como si la vida obedeciera a este principio, a esta norma
compatible con la de las dems situaciones. As es cmo el imperio abarca
globalmente la anarqua de nuestros tiempos. Gestionamos, gestionamos los
fenmenos.
De esto dan fe los movimientos insurreccionales de los ltimos aos, en el
Magreb, en Europa o en Asia, y es precisamente por eso que estn destinados a
erosionar la posicin anarquista.
La figura contempornea del hombre sin cualidades, que hemos dado en
llamar el Bloom, es golpeada por lo que no es sino una impotencia tica. Es
alguien incapaz de desprenderse de nada en particular por temor a perder todo lo
dems. Alguien que nunca est aqu sin la ansiedad de no estar tambin all. De
Comunas y comunismo
Es necesario acabar con la confusin reinante. Uno de los principales defectos del
Dicho esto, hay que recordar que antes de plantearse dentro del entorno
radical, el debate sobre la disyuntiva de si crear un pequeo oasis particular o bien
esperar la llegada de la insurreccin por venir, fue primero una cuestin teolgica.
Uno puede esperar la llegada del Mesas desde el mismo lugar que Dios le asign,
o bien luchar porque la Segunda Venida tenga lugar. Pero hay otra forma, otra
manera de estar, de naturaleza diferente. Hay un tiempo mesinico que es la
abolicin del tiempo que pasa, la ruptura del continuum de la historia, el fin de la
espera. Eso tambin significa que hay destellos entremezclados con la sucia
negrura de la realidad; significa que aqu hay ya algo mesinico, que el reino no
est simplemente por venir, sino que est ya, en fragmentos, aqu, entre nosotros.
Lo que decimos es que actuar no es ms urgente que esperar. Precisamente
porque queremos organizarnos, tenemos tiempo. Nosotros no pensamos que haya
un afuera del capitalismo, pero tampoco creemos que la realidad sea capitalista.
El comunismo es una prctica que comienza a partir de los destellos de esas otras
formas de vida.
Dijimos: todo el poder para las comunas. Una comuna nunca es algo
dado, no es algo que est aqu, sino que es algo que sucede. La comuna no son dos
personas que se renen, ni diez personas que compran una granja. Una comuna
son dos personas que se renen para llegar a ser tres, para convertirse en cuatro,
para convertirse en un millar. Para la comuna la nica cuestin es su propia
potencialidad, su constante devenir. Es una cuestin prctica: convertirse en una
mquina de guerra o colapsar en medio de un gueto? Acabar solo o empezar a
amar a los dems? La comuna no enuncia lo que organizamos sino cmo nos
organizamos, lo que siempre es a la vez una cuestin material. Una comuna slo
es su propio devenir.
No hay preliminares al comunismo. Los que creen lo contrario, a fuerza de
perseguir la finalidad, zozobraron con cuerpos y bienes en la acumulacin de
medios. El comunismo no es una forma diferente de distribuir la riqueza, de
organizar la produccin o de gestionar la sociedad. El comunismo es una
disposicin tica, una disposicin a dejarse afectar, en contacto con otros seres,
por lo que tenemos en comn. El comunismo es tanto lo que subyace a la miseria
capitalista como lo que est ms all de ella.
Lo que ponemos detrs de esta palabra, comunismo, se opone radicalmente
a todos los que la utilizan, y la utilizaron, hasta su dislocacin actual. La guerra
tambin pasa a travs de las palabras.
Partir de la situacin
Cuntas veces, en los crculos de activistas, hemos tenido esta discusin sin
salida: contra qu luchamos? Slo tienes que plantear el tema y cada uno dar
rienda suelta a su pequea fantasa particular que en ltimo trmino pretende
subsumir a todas las dems: lo que tenemos que confrontar es el patriarcado;
no, es el racismo; no, es el capitalismo; no, es la explotacin y la alienacin es
slo una parte de ella; no, es la alienacin y la explotacin es slo una parte de
ella. Los mejores telogos han logrado construir una pequea trinidad activista, a
la vez una y trina, que articula una triple opresin: sexismo, racismo y
capitalismo. Toda la buena voluntad del mundo nunca permiti responder con
decisin a esa pregunta por el enemigo. Esto resume bastante bien la impotencia a
la que toda nuestra concepcin nos condena.
Cuando estamos en busca de un enemigo comenzamos por proyectarnos en
una escena abstracta donde el mundo ha desaparecido. Sin embargo, probemos a
plantearnos la misma pregunta, pero partiendo del barrio donde vivimos, de la
empresa en la que trabajamos, del sector profesional que nos es familiar. Entonces
la respuesta es clara. Las lneas del frente pueden verse claramente. Quin est de
qu lado puede determinarse con facilidad.
La cuestin de la confrontacin, la cuestin propiamente poltica, slo tiene
sentido en un mundo dado, en un mundo sustantivo. Para el filsofo ciberntico o
para el hipster metropolitano, la cuestin poltica nunca llega a cobrar sentido:
ella les elude y les deja caminando de regreso hacia la abstraccin. Y ese es el
precio a pagar por tanta superficialidad. Como compensacin, preferirn hacer
malabares con algn gran significado folclrico, darse algunas emociones
postmaostas o prosituacionistas, llenar su vaco con las ltimas glosas de la
logorrea de ultraizquierda.
A todos los principios metafsicos que dominan la realidad, Schrmann
opona una fidelidad a los fenmenos. Eso mismo es tambin lo que nosotros
hemos de oponer a la impotencia poltica. Porque, al margen de unos cuantos
momentos heroicos, es en lo ordinario, en lo cotidiano, donde el discurso
anarquista se quiebra. Ah experimentamos la misma disyuncin entre lo poltico
y lo sensible que constituye el trasfondo desastroso de la poltica clsica. Las
vivencias poderosas nos dejan mudos, pero tampoco encontramos palabras para
expresar aquello que experimentamos como fracaso silencioso y, sin embargo,
manifiesto. Slo el gesto anarquista, a veces, viene a salvar esa profunda
inconsistencia. Pero al hacer ese gesto, slo obedecemos una orden que
corresponde a nuestra identidad anarquista. El que tengamos, de vez en cuando,
que obedecer a nuestra identidad para materializar nuestra existencia discursiva
dice mucho acerca de la pobreza de nuestros mundos.
La poltica de la identidad nos captura en la negacin de todo lo implcito,
todo lo invisible, todo lo inaudito que constituye el marco del mundo. Hemos
llamado a esto el elemento tico. Wittgenstein hablaba de formas de vida.
La guerra contra este mundo debe ser concebida sobre la base de la vida
cotidiana, de lo comn. De Oaxaca a Keratea, desde el Valle de Susa a Sidi Bouzid,
de Exarcheia a la Cabilia, las grandes batallas de nuestro tiempo emanan de una
consistencia local. Un vendedor ambulante que se auto-inmola frente a la
administracin local, despus de ser abofeteado en pblico por una mujer polica,
expresa la afirmacin implcita y no discursiva de una forma de vida. Ese gesto de
negacin contiene una afirmacin clara de que esta vida no merece ser vivida. En
el fondo, fue el poder de esa afirmacin lo que acab levantando Tnez. Gnova
nunca se habra convertido en la cumbre de la contracumbre sin los proletarios
genoveses rebeldes. Decir que la guerra contra el imperio parte de la vida
cotidiana, de lo ordinario, que emana del elemento tico, es proponer un nuevo
concepto de guerra, despojado de todo contenido militar.
En cualquier caso, es cmico observar cmo en los ltimos diez aos las
estrategias de todos los ejrcitos occidentales, as como del Ejrcito chino, se
aproximan a un concepto que, en razn de las formas de vida, se les escapa. Basta
con escuchar a un soldado de las fuerzas especiales hablar de la batalla por los
corazones y las mentes para entender que ya la han perdido. Si la guerra es
asimtrica no es en razn de las fuerzas que estn presentes en ella, sino porque
los insurgentes y los contrainsurgentes no estn librando la misma guerra. Por eso
la nocin de guerra social no es adecuada. Da lugar a la ilusin fatal de simetra en
el conflicto con esta sociedad, como si la batalla tuviera lugar en los mismos
planos de representacin de la realidad. Si realmente hay una guerra asimtrica
entre las personas y los gobiernos es porque lo que nos diferencia es una asimetra
en la definicin misma de la guerra.
Celebramos, de paso, la nominacin del general Petraeus al frente de la
CIA: sin duda marca el comienzo de una dcada muy excitante en los Estados
Unidos.
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La materialidad de la dominacin
En segundo lugar, la situacin de Tnez, los intentos de bloquear los flujos
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Para concluir
Si hemos venido aqu a hablar es slo porque nos hemos persuadido de esto:
tenemos que acabar con el radicalismo y su escaso consuelo de una vez por todas.
El intelectual, el acadmico, permanecen hipnotizados por las contradicciones que
destierran el pensamiento a las nubes. A fuerza de no partir nunca de la situacin,
de su propia situacin, los intelectuales se alejan tanto de su mundo que al final es
la inteligencia misma la que los abandona.
Cuando los hipsters logran percibir el mundo con precisin y sutileza es
slo para estetizar an ms lo sensible, es decir, para mantenerlo a distancia, para
contemplar su vida, su alma bella y de ese modo promover su propia impotencia y
su particular autismo, que se expresa en la valorizacin capitalista de hasta el ms
nfimo aspecto de la vida.
Mientras tanto el activista, al negarse a pensar, al adoptar la tica de un
pequeo gerente que va gritando a las paredes, cae finalmente en el cinismo. Para
tomar parte, porque tomar parte es la nica opcin en la guerra, las lneas que se
nos ofrecen, visiblemente, no son las que debemos seguir. Tenemos que
desplazarlas y movernos entre ellas.
Ya se trate de un telogo marxista o de un anti intelectual anarquista, de un
moralista identitario o de un hipster ldicamente transgresor, en cualquiera de los
casos nos encontramos ante un dispositivo. Hemos dicho lo suficiente acerca de lo
que queremos hacer con los dispositivos. Cada una de estas figuras el hipster, el
acadmico, el activista poltico expresa tanto un apego singular a un poder como
una comn amputacin. Y aqu vemos la divisin fundamental sobre la que se ha
construido la civilizacin occidental: la distancia entre el gesto, el pensamiento y
la vida.
Si uno se preguntaba qu significa Tiqqun, pues podra significar, por
ejemplo, aqu y ahora, no acomodarnos a estas divisiones, no acostumbrarnos a
estas amputaciones, sino, partiendo de unos mismos apegos y de unos vnculos
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Algunas referencias:
Sobre el concepto de dispositivo: Una metafsica crtica podra nacer como
ciencia de los dispositivos, en Giles Deleuze / Tiqqun, Contribucin a la guerra
en curso. Errata Naturae, Madrid, 2012.
Sobre los conceptos de guerra civil, hostilidad y forma de vida: Tiqqun,
Introduccin a la guerra civil. Melusina, Santa Cruz de Tenerife, 2008.
Sobre la necesidad de redefinir la conflictualidad histrica: Tiqqun, Esto no es
un programa, Errata Naturae, Madrid, 2014.
Sobre el concepto de Bloom: Tiqqun, Teora del Bloom. Melusina, Santa Cruz de
Tenerife, 2005.
Sobre las comunas y la cuestin de la materialidad de la dominacin: Comit
Invisible, La insurreccin que viene. Melusina, Santa Cruz de Tenerife, 2009 y
Llamamiento y otros fogonazos. Acuarela Libros, 2009. Y sobre todo A nos amis.
Pepitas de Calabaza (de manera conjunta con Sur+ de Mxico) anuncia la edicin
castellana de A nuestros amigos para mayo de 2015.
Sobre el pensamiento poltico que toma la insurreccin como punto de partida:
Eric Hazan & Kamo, Premires mesures rvolutionnaires. La Fabrique, Pars,
2013.