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MBMB Atención Focalizada en La Respiración y Regla No R No R
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REGLA NO R-NO R
¿QUÉ ES MINDFULNESS?
Desde hace algunas décadas, las técnicas orientales de meditación, cuya fuente original es el
budismo y sus diversas ramificaciones (zen, vipassana etc.), se han occidentalizado y “traducido”
a un lenguaje laico y científico. El término “mindfulness” es el que ha medrado en nuestra cultura
ligado a este proceso. El término mindfulness es la traducción al inglés de la palabra en lengua
pali “sati” que venía traduciéndose en castellano como “recta atención” o “correcta atención”.
¿Pero qué es esto de mindfulness? Existen diversas definiciones y yo voy a daros la mía. Para mí
mindfulness es una habilidad que conduce a un estado de conciencia. Por ello me gusta decir,
metafóricamente, que mindfulness es a la vez semilla y fruto.
Ni la habilidad mindfulness ni el estado de conciencia mindfulness son algo que tengamos que
obtener. Todos tenemos, por así decir, “de serie” la capacidad de prestar una atención
deliberada, sostenida y preconceptual (de hecho, es la base biológica del “darnos cuenta”, la
base de nuestras percepciones). Y todos tenemos también de serie la posibilidad de observar
silenciosa, serena, lúcida y ecuánimemente los fenómenos que se presentan en nuestra
experiencia. De hecho, todos hemos experimentado este estado de conciencia en mayor o
menor grado en determinados momentos de nuestra vida. Quizá contemplando un paisaje muy
hermoso, estando junto a un ser muy querido etc. Sin embargo, nos parece que estos momentos
no son tan abundantes. De hecho, suelen ser bastante escasos ¿por qué?
Entonces por así decirlo, el estado mindfulness, siendo natural y biológicamente disponible, está
“velado” y nuestra práctica consiste en “desvelarlo”.
En términos de la psicología actual mindfulness es una herramienta que nos ayuda a obtener
algo que todos queremos: ser más felices. Por supuesto hay diferentes grados en que
mindfulness puede ser útil y puede que a algunas personas les sirva para objetivos más
concretos y acotados, como lidiar con el estrés o dormir mejor, lo cual es perfectamente legítimo
y válido. Pero en última instancia para lo que fue diseñada la práctica, es para lo que en términos
actuales llamaríamos crecimiento personal o autorrealización. En este sentido mindfulness
contribuye a que tengamos un mayor bienestar psicológico y además un bienestar
relativamente independiente de las circunstancias externas, lo que en términos psicológicos se
denomina BIENESTAR EUDAIMÓNICO. Un bienestar que no depende de si tengo esto o lo otro o
de si me sucede esto o aquello, sino que proviene de mi interior, y al cual las circunstancias
externas no afectan o afectan en mucha menor medida.
Lo que permite la práctica es relativamente sencillo (que no simple): reducir en gran medida la
distracción y los automatismos. Y lo hace mediante la regulación de la atención. Cuando
prestamos atención a nuestros pensamientos, a nuestras emociones, a nuestras motivaciones y
a nuestras conductas, podemos regularlas, no estamos a su merced. Y cuando las regulamos ya
no nos dirigen, sino que nosotros conducimos nuestra mente y nuestra vida, lo cual en última
instancia nos hace relacionarnos mejor con los eventos internos y externos, comportarnos con
más ética y sabiduría y, en definitiva, ser más felices.
CÓMO FUNCIONA LA HABILIDAD MINDFULNESS.
La práctica de mindfulness tal como se practica en el ámbito budista y en sus variantes
posteriores (zen, chan, dzogchen…) tiene dos etapas fundamentales: atención focalizada
(PRÁCTICAS DE SERENIDAD O CONCENTRACIÓN) y práctica de atención abierta (PRÁCTICAS DE
CONTEMPLACIÓN O VISIÓN CABAL). El fundamento de las prácticas de serenidad (recta
concentración o shamadi) es la atención focalizada en un objeto. Estas prácticas se dirigen a
calmar el cuerpo y la mente. En las prácticas de contemplación (recta atención o sati) se práctica
una atención de foco abierto que no se apega a nada ni excluye nada. Estas prácticas se dirigen
a cultivar un estado de conciencia sereno, lúcido y ecuánime que nos permite observar los
fenómenos de la realidad interna y externa de un modo mucho más directo y “limpio”, sin añadir
distorsiones, condicionamientos, opiniones o juicios. En última instancia eso nos lleva a una
comprensión mucho más profunda de eso que llamamos “realidad” y a una mejor interacción
con nosotros mismos, con los demás y con el mundo.
LA ATENCIÓN es el proceso psicológico básico que orienta y focaliza la conciencia para que
podamos darnos cuenta de los fenómenos externos e internos. Por decirlo con una metáfora la
conciencia sería la luz y la atención la linterna. La conciencia nos permite darnos cuenta, pero
nos damos cuenta de aquello a lo que atendemos, ya sea proveniente de nuestro interior (un
pensamiento, un estado afectivo, un recuerdo…) o exterior (un estímulo, visual, un sonido…).
Si nos fijamos un poco, podemos darnos cuenta de que existen tres movimientos de la atención:
el movimiento de orientación, cuando la atención se dirige hacia el estímulo que se va a atender
(por ejemplo cuando escuchamos un sonido y nuestra atención se orienta hacía la fuente de
dicho sonido) ; el movimiento de “enganche” por medio del cual la atención se fija en dicho
estímulo para que podamos tener consciencia de él (nos quedamos escuchando el sonido,
dándonos cuenta de que se trata, por ejemplo de una ambulancia) y, en tercer lugar, el
movimiento de “desenganche” por medio del cual la atención suelta el objeto quedando así libre
para orientarse a otro estímulo (volvemos a atender al libro que estábamos leyendo).
Habitualmente nuestra atención realiza estos movimientos “a su aire” sin nuestro control
voluntario: un pensamiento “secuestra” nuestra atención, que se engancha en él, pero aparece
una sensación física que secuestra de nuevo la atención y la atención se orienta allí,
desenganchándose del estímulo previo y enganchándose en el nuevo estímulo. Por así decirlo,
nuestra atención está “asilvestrada” y lo que hacemos mediante la práctica es aprender a
controlar la atención y a dirigirla a donde nosotros queremos que esté.
Las prácticas de serenidad, por las cuales comenzaremos, se basan fundamentalmente en el uso
de la atención como concentración y, por tanto, en este tipo de meditación el movimiento
atencional que dirige la práctica es el enganche; El meditador fija su atención en LA
RESPIRACIÓN, procurando no desengancharse de ella y excluyendo cualquier otro estímulo. Sin
embargo, la fase de desenganche estará actuando también, pues desenganchamos la atención
de cualquier estímulo distractor para volver a ponerla en la respiración. Progresivamente según
se va avanzando en la práctica de meditación y se va transitando hacia las prácticas de
contemplación el foco de la atención se irá haciendo más y más amplio, iremos abandonando el
ancla de la respiración e irá predominando el movimiento de desenganche. Pero eso lo iremos
viendo poco a poco.
Utilizamos la respiración como soporte para focalizar la atención por dos razones. En nuestra
respiración se reflejan las emociones, la relación con el entorno y el estado general del cuerpo
y de la mente. Aunque es una función refleja, podemos ejercer sobre ella un importante margen
de control y puesto que la respiración está íntimamente relacionada con nuestros estados
emocionales y mentales, podemos utilizar a nuestro favor la fisiología de la respiración para
contrarrestar el exceso de activación psicofisiológica. Una razón adicional por la que utilizamos
la respiración como objeto de concentración es porque la respiración está con nosotros en todo
momento y nos acompaña a todas partes. De manera que una vez que se ha aprendido la técnica
podemos prestar atención a nuestra respiración y de manera voluntaria utilizarla para calmar y
serenar cuerpo y mente y también podremos utilizarla para entrar en estado de conciencia
mindfulness puesto que utilizaremos la fisiología de la respiración para señalar dicho estado.