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Medicina Bizantina

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MEDICINA BIZANTINA

(Alumna: Cárdenas Melo, Katherine)

Cuando el Imperio romano se dividió en el 330, surgió en la parte oriental el llamado


Imperio bizantino, que duró hasta 1453, año en que su capital Constantinopla fue
conquistada por los turcos. La lengua de ese imperio fue el griego bizantino, por la cual
llegaron sin problema las obras de la medicina clásica. La religión fue el cristianismo y se
llegó a asociar el poder civil con el religioso, una especie de "cesaropapismo". Desde el
punto de vista socioeconómico ésta fue una sociedad señorial, agraria y artesanal. Las
grandes ciudades como Constantinopla y Alejandría fueron, además, comerciales y
urbanas, con grandes diferencias entre ricos y pobres. Entre la masa popular que recurría
a sus creencias, supersticiones, etc. había un grupo de pensadores helenizados que se
emplearon, sobre todo, en temas teológicos.

En esta sociedad hubo preocupación por la salud y hubo dos tipos de respuesta:

 Carácter técnico, la heredada de la tradición hipocrático-galénica.

 Carácter popular proveniente de fuentes helénicas y orientales.

La separación entre ambas era menos neta que en el mundo clásico.

Los "centros de enseñanza" que se habían creado en etapas anteriores siguieron


funcionando, aunque, poco a poco, se fueron decantando hacia los estudios de tipo
teológico y jurídico. También continuaron las llamadas "escuelas médicas" que vimos en
el tema anterior.

La asistencia también continuó dividida en medicina para ricos, para pobres y para clases
medias, pero ahora bajo la forma cristiana y bizantina. Los grandes médicos, como
Oribasio, que visitaban a los poderosos, atendían con espíritu benéfico y caritativo
también a pobres. Algunos de estos enfermos se cuidaban en los hospitales. Hay que
recordar que las personas de todos estos estratos, especialmente de los más
desfavorecidos, recurrían a prácticas mágico-religiosas.

Distinguimos dos etapas:


Época Alejandrina

(Alumna: Cárdenas Melo, Katherine)

Entre los años 642 y 1453, Constantinopla, centro médico importante antes de la primera
de esas dos fechas, va a ser cabeza única de la medicina bizantina. Por un lado, para
mejorarla; así acontece en lo tocante a la asistencia hospitalaria a los enfermos. Por otro,
para mostrar definitivamente la incapacidad creadora de Bizancio en la tarea de entender
y gobernar científicamente la realidad sensible. Vamos a contemplar estos ocho siglos del
saber médico constantinopolitano distinguiendo en él sus rasgos más característicos y sus
vicisitudes y figuras principales.

A. Cuanto acerca de la totalidad de la medicina bizantina quedó anteriormente dicho,


puede y debe decirse de la que se hizo y escribió en la Constantinopla ulterior al año 642.
Pero los reiterados y graves problemas internos y externos que desde entonces sufrió el
Imperio de Bizancio, y con ellos, claro está, el paso del tiempo, dieron lugar a un sesgo
nuevo de su medicina. Varias fueron las notas esenciales de él. Varias fueron las notas
esenciales de él.

1. La primera, negativa: ni los médicos, ni los filósofos constantinopolitanos lograron


superar creadoramente la obra de recopilación y ordenación de la medicina griega que
desde Oribasio hasta Pablo de Egina habían llevado a cabo los escritores del primer
Bizancio. Hubo a lo sumo conatos, como los de Miguel Psellos y Simeón Seth que luego
serán mencionados; pero, aun siendo grecohablantes, ni uno, ni otro lograron construir un
pensamiento médico semejante al galenismo cristianizado que edificaron los patólogos de
la Edad Media europea. Los «obstáculos tradicionales» del mundo bizantino siguieron
operando en su seno hasta la caída de Constantinopla.

2. En buena parte como no deliberada consecuencia de tal incapacidad, la literatura


médica pasa de la sinopsis didáctica a un enciclopedismo por extensión o acumulación.
De un modo o de otro, ese género cultivó el iatrosofista León y el teólogo Focio, y más
tarde Teófanes Nonno, Miguel Psellos, Simeón Seth, Teodoro Pródromo y Nicolás
Myrepso. Lo cual, naturalmente, no excluye la existencia de algunos buenos tratados
monográficos, como el de Demetrio Pepagómeno sobre la gota y el de Juan Actuario
sobre la orina.
3. Se hace más acusada la relación entre la medicina bizantina y la de los países
geográficamente próximos, aunque no fuese infrecuente la guerra con ellos.

En unos casos, los bizantinos exportaron su propio saber: contactos científicos con
Bagdad; regalo de un Dioscórides griego del emperador Constantino VII al califa omeya
Abdal Rahman III, y embajada del sabio monje Nicolás en Córdoba; envío de textos a la
Europa occidental o acogida a los eruditos de ésta (Burgundio de Pisa, Pietro d'Abano,
Nicolás de Reggio); cursos en Florencia de Miguel Chrysoloras (en torno a 1400). En
otros, ellos fueron los receptores: introducción del ruibarbo, traducciones del árabe de
Miguel Psellos, influencias persas e indias sobre la medicina bizantina.

En resumen: pese a la mayor agudeza intelectual de hombres como Miguel Psellos y


Simeón Seth, capaces de terciar en la polémica aristotelismo-neoplatonismo, pese a la
estimable complejidad del pensamiento médico de un Juan Actuario, el discreto nivel
técnico que lograron Alejandro de Tralles y Pablo de Egina no fue rebasado por quienes
en Bizancio les sucedieron.

B. Examinemos brevemente ahora las más importantes vicisitudes y las figuras


principales de la medicina constantinopolitana.

En relación con el desarrollo de la medicina, el filme de la historia bizantina permite


señalar varios sucesos especialmente influyentes: 1. Dando un paso atrás en el tiempo,
esto es, volviendo a la Constantinopla anterior a la conquista de Alejandría por los árabes,
de gran importancia para la ulterior medicina medieval fueron las consecuencias de la
herejía nestoriana. Nestorio, patriarca de Constantinopla (428), negó la divinidad de Cristo
—Jesús de Nazaret y el Verbo divino serían, según él, dos personas distintas— y postuló
que a María no se la llamase Theotokos, «Madre de Dios». Condenado formalmente por
el Concilio de Efeso (431), él y sus seguidores fueron desterrados a Oriente. Los
nestorianos se establecieron en Edessa, ciudad siria de la alta Mesopotamia, en la cual ya
existía una importante escuela teológica y científica; y clausurada ésta por el celo
antinestoriano del emperador Zenón (489), se trasladaron a Nisibis, también en Siria, y a
Gundishapur, en Persia, sede desde el siglo III de un centro de estudios semejante a los
de Bizancio. Tras el cierre de la Academia platónica por Justiniano (529), en Gundishapur
fueron asimismo recibidos varios sabios atenienses. Quedó así constituido un estimable
grupo intelectual greco-bizantino-persa, consagrado al cultivo de la teología, la filosofía, la
ciencia y la medicina. Pronto veremos el decisivo papel que estos sucesos político-
religiosos tuvieron en la génesis de la medicina árabe. 2. La «querella de las imágenes».
A lo largo del siglo VIII, una verdadera guerra religiosa, social y cultural tuvo lugar en el
mundo bizantino. Por un lado, los «iconoclastas», cristianos hostiles contra la
representación plástica de Cristo y los santos; por otro, los «iconódulos», cristianos cuya
devoción pedía tal representación. Aquellos eran hombres de las clases altas,
procedentes en su mayoría de Oriente y de una religiosidad poco dada a la expresión
sensible y al gusto por ella; éstos, por el contrario, eran gentes del pueblo, pertenecientes
a las tierras de la antigua Hélade —península helénica, costa jónica— y de religiosidad
proclive a la contemplación del mundo visible y al arte figurativo. Por fin, ya a fines del
siglo VIII, triunfó el culto a las imágenes, y con él tuvo su peculiar realidad la amplia
porción religiosa del arte bizantino; pero las violentas y reiteradas acciones de los
iconoclastas contra los monasterios, focos principales de la iconodülía, fueron dañosas
para la cultura griega que en ellos se conservaba. De hecho, el desarrollo de la medicina
constantinopolitana sufrió así un serio colapso. 3. Restauración de la cultura bizantina
bajo los emperadores frigios y macedonios. 4. Durante el siglo XII, auge social del
hesycaísmo, movimiento religioso quietista (hesykhía, en griego, significa «quietud»), anti
intelectual y antioccidental. 5. Toma de Constantinopla por los cruzados y ulterior etapa de
emperadores latinos (1204- 1261). 6. Reconquista de Constantinopla por Miguel VIII
Paleólogo e intensificación de los contactos culturales con los países de Occidente.

Tales vicisitudes históricas van jalonando y configurando el curso histórico de la medicina


de Bizancio. He aquí un sumario elenco de sus figuras principales: 1. Meletio, monje frigio,
autor de un tratadito Sobre la constitución del hombre, compuesto con saberes ajenos y
con clara actitud antipagana. 2. El iatrosofista León (s. IX) enciclopedista, recopilador,
inventor de artefactos mecánicos y —por lo que en sus escritos se lee— hábil cirujano. 3.
El teólogo Focio (820-891), patriarca de Constantinopla y redactor de un extenso
repertorio bibliográfico. 4. El médico Teófanes Nonno (s. X), compilador y enciclopedista.
5. El monje Mercurio (ss. X-XI), autor de una sofisticada obra sobre el pulso. 6. Las dos
grandes figuras del siglo XI, Miguel Psellos y Simeón Seth, ambos filósofos, médicos y
enciclopedistas. El monje Psellos fue neoplatónico y escribió sobre diversos temas
fisiológicos, dietéticos y terapéuticos. Muy parecida a la suya es la obra de su coetáneo, el
médico cortesano Simeón Seth. En su escrito Controversia con Galeno, Seth, cristiano, se
opone expresamente al pensamiento filosófico del Pergameno; pero tanto en él como en
Psellos se hará patente la incapacidad del cristianismo bizantino para incorporar
adecuadamente a su ciencia la cosmología y la antropología galénicas, o para superarlas
desde otros presupuestos. 7. Entre el siglo XI y el XIII son dignos de recuerdo Sinesio,
que tradujo del árabe al griego un tratadito sobre la higiene de los viajes, el recopilador de
escritos quirúrgicos Nicetas y Teodoro Pródromo, autor de un calendario dietético. 8.
Durante los decenios centrales del siglo XIII sobresalió Nicolás Mirepso (myrepsos, «.
ungüentarlo»), al cual se debe la copiosísima colección de recetas llamada Dynamerón. 9.
Bajo el reinado de los Paleólogos, algo se eleva, aunque ya tardíamente, el nivel de la
ciencia y la medicina bizantinas. Así lo demuestran varias figuras de cierta importancia: el
matemático Máximo Planudes (1260-1310), que introdujo en Bizancio la cifra cero, y los
médicos Demetrio Pepagómeno (segunda mitad del s. XIII) y Juan Actuario (fines del s.
XIII y comienzos del XIV). Antes quedó mencionada la monografía de Demetrio sobre la
gota. Más extensa e importante es la obra de Juan Actuario («actuario», título cortesano),
autor, entre otros escritos menores, de dos tratados muy influyentes, Método terapéutico y
Sobre la orina, y de una monografía psiquiátrica. La fidelidad hipocrática a la observación
clínica, el galenismo, el neumatismo y una excelente erudición médica se aúnan en la
producción escrita de Juan Actuario (Neuburger). En ella tuvo un decoroso canto de cisne
la medicina bizantina.

CONCLUSION:
El período de esplendor de la medicina bizantina coincidió con el máximo poder político y
militar de Bizancio, en la época de Justiniano (siglo VI). Alejandro de Tralles, hermano del
arquitecto responsable del gran templo de Santa Sofía, fue el máximo representante en el
campo de la medicina

BIBLIOGRAFIA:
 Pedro Laín Entralgo. (1978). La medicina de la China antigua. En Historia
de la Medicina (145-155). España: Salvat S.A.

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